SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 En la ciudad de Santa Fe, a los 14 días del mes de Diciembre del año dos mil doce, se reunió en Acuerdo Ordinario la Sala Primera de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Santa Fe, integrada por los Dres. Abraham Luis Vargas, Enrique C. Müller y Beatriz Miró Pla, para resolver los recursos de nulidad y apelación deducidos por la representación letrada del Dr. Jorge Stratta (v. fs. 145) contra la resolución emitida por el titular del Juzgado de Primera Instancia de Distrito en lo Civil y Comercial de la 10ma. Nominación del Distrito Judicial Nº 1 de fecha 9.3.2009 (v. fs. 144 y vta.), que fueran concedidos en relación y con efecto suspensivo a fs. 146, en los autos caratulados “CITIBANK N.A. C/ FLORES, ANTONIO S/ SECUESTRO PRENDARIO (Expte. Nro. 1117/2003) - INCIDENTE DE APREMIO PROMOVIDO POR EL DR. STRATTA, JORGE (EXPTE. 829/07)” (Expte. Sala I N° 155 – Año 2009). Acto seguido el Tribunal estableció el orden de votación conforme con el estudio de los autos -Dres. Vargas, Müller y Miró Pla- y se planteó para resolver las siguientes cuestiones: 1era.: ¿La sentencia recurrida es nula? 2da.: ¿En su caso, es justa? 3era.: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictarse? Determinado el orden de votación en cuya virtud éstos pasan a estudio, a la primer cuestión, el Dr. Vargas dijo: Ab initio se advierte que si bien el recurrente interpuso recurso de nulidad, en el memorial de expresión de agravios no lo ha fundado adecuadamente. Sin perjuicio de ello y siendo facultad de este Tribunal de Alzada analizar “de oficio” la posible existencia de errores in procedendo que invaliden la resolución bajo análisis (o, aún, vicios en el procedimiento que lo precede) he de señalar que, a mi juicio, el magistrado interviniente ha producido una sentencia en extremo sintética que, por lo demás, se remite a un “auto-precedente” jurisprudencial que quizás sea conocido por las partes pero que, a menos que se indique algún lugar de su publicación en alguna revista jurídica de las que operan en el mercado editorial argentino, esta Sala no tiene obligación de conocer. Así las cosas, se hace muy difícil el “control” del discurso sentencial de la primera instancia como para calificar a éste como una derivación razonada del derecho vigente con aplicación a las circunstancias fácticas comprobadas en la causa. Ya he señalado en anteriores precedentes de esta Sala (con su actual integración y respecto de fallos de diferentes magistrados de la primera instancia de este fuero civil y comercial) que, a mi juicio, la remisión en un pronunciamiento judicial “de la primera instancia” a otros fallos del mismo tribunal “sin que se indiquen las fuentes” donde han sido publicados o estén disponibles para que las partes puedan acceder a su contenido es una mala práctica que debe desterrarse del ámbito tribunalicio (distinto es el caso en relación a sentencias de los tribunales superiores –Cámaras de Apelación o Cortes Supremas- respecto de los cuales se admite tal praxis por muchos otros motivos; v. entre otros, Garay, Alberto F.; “El precedente judicial en la Corte Suprema”, en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, Año 2, Nros. 1 y 2, abril 1997, págs. 51 y ss.) no solo por implicar una defección en la “técnica de redacción de las sentencias” sino porque, fundamentalmente y como bien indica el recurrente, afecta el derecho de defensa de las partes que, al pretender impugnar la resolución con la que discrepan, se encuentran con un fundamento vacío de contenido que los remite –aún- a un lugar “desconocido” en el escaso tiempo con que se cuenta para deducir los recursos ordinarios que brinda el rito santafesino (5 días) [v. entre otros, Gómez, Claudio D.; “El deber de fundamentación y algunas patologías en las sentencias a la luz de la Jurisprudencia del Tribunal Superior”, espigado en LLC 2006, 421]. Dice el autor cordobés que venimos citando (y dice muy bien) que “La exigencia de la "debida" fundamentación de los fallos judiciales tiene en mira no sólo la necesidad de garantizar los intereses de las partes en el proceso —en particular del vencido, a quien se le debe explicitar las razones que justifican su derrota en el pleito (bien se ha dicho que "únicamente en virtud de los motivos el qué ha perdido un pleito sabe cómo y por qué. Los motivos le invitan a comprender la sentencia y le piden que no se abandone durante demasiado tiempo al amargo placer de maldecir a los jueces. Los motivos le ayudan a decidir si debe o no apelar o, en su caso, ir a la casación. Igualmente le permitirán no colocarse de nuevo en una situación que haga nacer un segundo proceso...", Perelman, Chaim, "La lógica jurídica y la nueva retórica", Madrid, Civitas, 1979, p. 202)—, como de facilitar el control de la alzada sobre el decisorio recurrido (función endoprocesal); sino que trasciende ese marco para convertirse en uno de los pilares básicos del Estado de derecho y del sistema republicano de gobierno (art. 1, Constitución Nacional), que fundado en la publicidad de los actos de gobierno y la responsabilidad de los funcionarios que los practican, exige que se conozcan las razones a que obedecen sus decisiones, a fin de posibilitar el control de la comunidad (función extraprocesal) [cfr. Alsina, Hugo, "Derecho Procesal", Ediar, Buenos Aires, 2ª ed., 1957, t. II, p. 255; Sosa, Gualberto L., "Recaudos constitucionales para una sentencia válida. Contenido y motivación", JA, 1981-III-781; Cafferata Nores, José I., "Algunos aspectos de la Motivación de la Sentencia", S.J. t. L D-19. Se ha afirmado que, el deber de fundamentación de las resoluciones judiciales no es exclusiva del régimen republicano, sino que es propio de todo sistema político, en donde el juez siempre es responsable ante alguien (de quien deriva su poder); y para efectivizar tal principio de responsabilidad es sensato exigirle que aclare el porqué de sus fallos (Sagüés, Néstor P., "Derecho procesal SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 constitucional", Astrea, Buenos Aires, 2002, 4ª ed., t. 2, n° 369, p. 150)]. El proceso mental que tiene sede en el intelecto del juez que resuelve la causa, debe ser exteriorizado en la fundamentación de la sentencia, en virtud de tal exigencia constitucional, expresamente contemplada en los ordenamientos locales … . La "debida" fundamentación de las decisiones judiciales viene, así, a posibilitar y garantizar el control democrático difuso de las mismas.” (Gómez, Claudio D.; ob. cit., las cursivas me pertenecen). En realidad, dentro de la técnica de fundamentación de las sentencias judiciales el capítulo relativo a la “metodología del precedente” [ver, entre otros, Moral Soriano, Leonor; “El precedente judicial”, Monografías Jurídicas, ed. Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales, Madrid, 2002, passim; Iturralde Sesma, Victoria; “El precedente judicial en el Common Law”, editorial Civitas S.A., primera edición, Madrid, España, 1995, passim; De Silva, Carlos, “El acto jurisdiccional”, en Isonomía No. 21, octubre de 2004, Universidad de Alicante, págs. 157-191, 2004; Levi, Edward H.; “Introducción al razonamiento jurídico”, editorial Universitaria de Buenos Aires Eudeba, Buenos Aires, 1964, passim; Ollero, Andrés; “Igualdad en la aplicación de la ley y precedente judicial”, ed. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, segunda edición aumentada y actualizada, Madrid, 2005, passim; Perelman, Chaim; “El imperio retórico, Retórica y Argumentación”, ed. Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2007, passim; Garay, Alberto F.; “El precedente judicial en la Corte Suprema”, en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, Año 2, Nros. 1 y 2, abril 1997, págs.. 51 y ss., Cueto Rúa, Julio César; “Los precedentes: el caso del common law”, espigado en Academia Nacional de Derecho 2002, 164; Chiarloni, Sergio; “La autoridad del precedente jurisprudencial”, espigado en www.laleyonline.com.ar; Aparisi, Nicolás E.; “La fundamentación de la sentencia y el precedente”, espigado en L.L. 17/05/2012, 6; etc.] es de una importancia capital, de tal suerte que, si no se respetan sus parámetros, eventualmente se puede incurrir en el vicio de “fundamentación aparente” que, como se sabe, habilita que la sentencia pueda ser considerada “arbitraria” en tanto no se ajuste al molde de ser la derivación razonada del derecho vigente con aplicación a los hechos y pruebas de la causa (conf. conocida definición de la C.S.J.N.). Y dentro de dicho capítulo, toma especial significación la técnica del “autoprecedente” (Perelman, Chaim; ob. cit.) con el cual el magistrado actuante debe, al menos, “dialogar” (rectius: verificar que se trata de similar situación de hecho y de derecho) para tratar a los viejos y nuevos contendientes en la disputa judicial con la consabida “igualdad ante la ley” (arg. art. 16 C.N.; vid. Ollero, Andrés; ob. cit.). Ahora bien, como también se sabe, la anulación de una sentencia procede sólo cuando la misma carece en absoluto de la fundamentación exigida por los artículos 95 de la Constitución Provincial y 243 y 244 del Código Procesal Civil y Comercial y, en este caso, a poco que se examina la sentencia a qua, se advierte que ésta, no obstante lo escueto de su contenido se sustenta (por remisión del auto-precedente aludido), nada más y nada menos, que en conocidos precedentes jurisprudenciales de máximo tribunal provincial, esto es, la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe que el iudex destaca por su “jerarquía institucional” [se refiere a los que sustentan su anterior decisión en los autos que cita]. A partir de dicho dato, soy de la opinión que no corresponde declarar la nulidad (total o parcial) del fallo en crisis cuanto más, si al apelar, el ocurrente lo hace con sostén en “errores in iudicando” y no “in procedendo” que adjudica a la resolución en crisis. Ello así, dichos agravios pueden obtener suficiente respuesta en el tratamiento que -a continuación- se realizará del recurso de apelación que también ha interpuesto la parte accionante. Por lo demás, no advirtiendo irregularidades procesales ni vicios en el procedimiento que justifiquen un pronunciamiento de oficio, estimo que corresponde desestimar el planteo de nulidad enunciado precedentemente En consecuencia, así voto. A la primer cuestión, el Dr. Müller dijo: Siendo que los agravios vertidos pueden obtener respuesta a través del recurso de apelación también articulado, corresponde su desestimación, más si se advierte que no existen irregularidades procesales con entidad suficiente que justifiquen un pronunciamiento de oficio al respecto. Voto, pues, por la negativa. A la misma cuestión, la Dra. Miró Pla dijo: 1. Que según el monto de esta demanda de apremio, el agravio asciende a $785 en concepto de honorarios con más el 13% de aportes correspondientes, lo que totaliza el importe de $887,05, con más intereses y costas (v. f. 9), monto que, a la fecha del pronunciamiento recurrido -09.03.2009 (v. f. 144 y vto.)- representa una suma menor que la cantidad equivalente a 10 unidades jus, exigible para que un caso resulte apelable según Acuerdo de la Corte local de fecha 26.12.07, aplicable al caso, por lo que el referido pronunciamiento resulta inapelable conforme con lo preceptuado por el art. 43 de la ley 10.160 y, por lo tanto, tampoco es susceptible de nulidad recursoria (art. 361 Cód. Ptos. Civ. y Com.). 2. Que no obsta a la conclusión precedente que las partes hayan consentido la tramitación de los recursos puesto que la alzada es de orden público, dimana de la ley y no de la voluntad de las partes y, por lo tanto, debe el órgano jurisdiccional de segundo grado verificar, aún de oficio y previamente a la cuestión de fondo, si la interposición del recurso ha sido hecha por parte legítima, dentro del plazo que fija la ley, en contra de una resolución recurrible y en el término idóneo para su apertura (v. autos T. XIX, f. 252; T. SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 XXVII, f. 101/102; Fallos T. VII, f. 194; T. XVI, f. 150; AyS T. 5 – f. 353). 3. Que, en precedentes similares he resuelto (v. AyS T. 8, ps. 30/31, A. 2009) que los juicios de apremio tendientes a ejecutar créditos provenientes de honorarios (art. 507 y conc. Cód. Proc. Civ. y Com.) están sujetos, para determinar la apelabilidad de los pronunciamientos, a lo que establece el art. 43 de la ley 10160. Cuadra aclarar que el hecho de que el objeto de la ejecución sea el honorario profesional no encuadra el caso en el art. 28 inc. a de la ley 12851, puesto que éste no se aplica a todo proceso o debate sobre honorarios sino, exclusivamente, a los recursos sobre dicho tema, lo que supone regulaciones pendientes de decisión definitiva que, por lo tanto, no están habilitadas para servir de base a la ejecución ya que, precisamente, el título ejecutivo para el juicio de apremio por honorarios, surge de la regulación de los mismos firme y ejecutoriada insusceptible, por ende, de recurso alguno. Corresponde, pues, declarar mal concedido el recurso de nulidad. Así voto. Propuesta la segunda cuestión, el Dr. Vargas dijo: 1. Antecedentes 1.1. Mediante sentencia del 9.3.2009, el a quo hizo lugar a las excepciones de “extinción de la obligación” (artículo 508 del código de rito) y de inhabilidad de título opuestas por la accionada y, en consecuencia, rechazó la demanda con costas al vencido. Para así decidir se sustentó, como vimos, en un precedente jurisprudencial propio (v. fojas 144 y vta.). 1.2. Contra dicha resolución, el accionante dedujo recursos de nulidad y apelación (v. fojas 145) y, mediante decreto del 13.3.2009, el magistrado actuante lo concedió en relación y con efecto suspensivo (v. fojas 146). 1.3. Radicados los autos en esta sede, se expresaron agravios (v. fojas 167/170 vta.) y los contestó la contraria (v. fojas 173/182). 2. Los agravios. En el escrito respectivo, la actora sostiene que “Pese a la existencia de un auto regulatorio firme (fs. 6), titulo hábil per se para la procedencia del apremio, que obsta al debate de cuestiones causales en procesos ejecutivos … el a quo, arbitrariamente, incurre en el tratamiento de tales cuestiones causales, receptando erróneamente la maliciosa postura del demandado, que provocó la apertura de un debate de manifiesta improcedencia … ante una regulación que cuenta con la protección de un procedimiento expeditivo y específico de ejecución, que en el caso que nos ocupa no aparece viciada, al punto tal que fue objeto de impugnaciones resueltas y consentidas por el demandado, las invocaciones del a-quo no encuentran lógica justificación, máxime si se tiene presente que al ejecutado le asiste la posibilidad de un proceso posterior, con una discusión de mayor amplitud, tal como ocurre cuando el mismo Citibank N.A. ejecuta a deudores en procesos de ejecuciones hipotecarias y prendarias, juicios ejecutivos, o, incluso, en procedimientos de secuestros prendarios (art. 39 Ley 12.962), en donde se encuentra vedado cualquier tipo de intervención del deudor. Con toda objetividad puede señalarse que el solo hecho de abordar exámenes causales, con el agravante de hacerlo en un marco probatorio de absoluta irregularidad y con documentos cuya autenticidad no fue debidamente acreditada … posee entidad suficiente, con autonomía de otras razones concurrentes, para justificar la revocación del pronunciamiento impugnado … Independientemente del impedimento de debatir cuestiones causales, el procedimiento acredita irregularidades que influyen decisivamente en el pronunciamiento final, que por su gravedad y trascendencia justifican la pretensión nulificatoria, fundada en razones objetivamente puntualizadas en las constancias de autos … que resultan igualmente válidas para la eventual consideración de la apelación en el marco de lo normado por el arto 361 CPCC, sin perjuicio de otras irregularidades que allí se adviertan. Sin sustento legal válido, aunque la sentencia impugnada así aparenta sostenerlo, es incorporado al expediente y aún dentro de semejante irregularidad, una serie de documentos sin el respaldo pertinente de sus originales … Las situaciones fueron motivo de oportunos cuestionamientos (fs. 55/58), los que reitero en esta expresión, ya que anticiparon en su momento anomalías, no enmendadas por el tribunal y sin posibilidad para la parte que represento de insistir con tales planteos por las limitaciones propias del procedimiento, pero los fundamentos allí expresados mantienen vigencia en esta etapa bajo el paraguas formal de agravios. Los hechos anticipados quedaron consumados con el fallo recurrido, en el que los documentos en cuestión aparecen como elemento determinante de la decisión, sin importar la grave anomalía en su inclusión ni su falta de reconocimiento por el actor, de la cual deriva directamente la ruptura al equilibrio procesal que el juez está obligado a mantener, y a su vez suple la desidia probatoria de la parte demandada, que necesariamente debió acompañar los originales al proceso y producir la pericial caligráfica correspondiente, quedando privado el pronunciamiento de toda legitimidad jurisdiccional por manifiesta arbitrariedad (art. 95 CProv.), vulnerando a su vez las garantías de defensa en juicio, igualdad ante la ley y propiedad (arts. 16 CN, 17CN y 18CN). … Dentro de ese contexto, la invocación de un convenio sin el debido aporte instrumental (vid. cargo Nro. 9928/07, fs. 37), omisión que tampoco encontró enmienda, aunque habría sido improcedente por extemporánea, en el acto de la audiencia de vista de causa (fs. 127), oportunidad en que el apelado tampoco aportó la supuesta documental en originales, quedando en evidencia manifiesta su desidia en la asunción de las cargas probatorias. En este punto, resulta especialmente agraviante la sentencia impugnada ya que determina como SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 de "dificultosa producción" una prueba esencialmente documental, siendo evidente que ninguna dificultad había en acompañar los originales para un reconocimiento por parte del actor y, en su caso, promover la pericial caligráfica correspondiente. Sin que el planteamiento implique cuestionar la intervención de la Actuaria, cabe señalar que si se examinan las piezas de fs., 24/31 de autos, podrá advertirse que si realmente hubiesen sido presentados los originales, estos por ostentar tal calidad, no requerían de ninguna certificación y ni siquiera la intervención actuarial subsana semejante tropelía, porque el funcionario se limita a dar fe de lo que tiene o ha tenido a la vista y ello es formalmente inobjetable, pero no otorga ninguna certeza a firmas y contenidos. … También agravia a mi parte el argumento de la sentencia vinculado con la vigencia de convenios y cláusulas -que, además, no se encuentran debidamente acreditadas-, ya que la ley expresamente determina la improcedencia de debatir invocaciones de tal naturaleza como ‘inhabilidad de título’ por ser una defensa vinculada a los aspectos puramente externos del título pero que, en el sub lite, el ejecutado aviesamente circunscribe a los alcances de ‘convenios’ con cláusulas de ‘renuncias’ en un presunto contexto rescisorio, induciendo de tal manera a errores y confusiones al a-quo, cuando lo que realmente correspondía considerar, eran los efectos de una revocación de mandato y no de una rescisión, porque la controversia reconoce como exclusivo punto de partida en la decisión unilateral del ejecutado de darlo por concluido. La doctrina de los actos propios, aparentemente desconocida para la contraria, le imponía asumir las consecuencias de sus conductas, resultando inadmisible cualquier alegación de "inhabilidad", si se tiene presente que, el auto regulatorio constituye per se título que trae aparejada ejecución, que como cualquier otro acto similar excede el mero marco de intereses subjetivos, interesando el cumplimiento de normas de orden público, pretendiendo maliciosamente el excepcionante negar la ejecutividad, apelando a un debate relacionado con el derecho a percibir la suma regulada. Conforme lo prescribe el art. 508 CPCC, con la oposición de excepciones y sin perder su intrínseca ejecutividad, en el juicio de apremio se abre una nueva etapa procedimental regida por el trámite sumarísimo, en el cual las imposiciones probatorias asumen mayor rigor en relación a la parte interesada, quien en las etapas oportunas debió concretar las medidas tendientes a demostrar la veracidad de sus alegaciones, con el debido aporte en tiempo y forma de los correspondientes documentos, con la consiguiente propuesta de medidas para comprobar su autenticidad formal, oportunidad que las reglas rituales limitan al responde … La situación debió ser examinada con los elementos válidamente incorporados al proceso, principiando el examen con el hecho primario y que desencadenó la secuencia, cual fue la decisión unilateral del aquí ejecutado de revocar un mandato y de las consecuencias de su accionar, que dentro de la ya mencionada doctrina de los actos propios no podrá ser obviado, siempre y cuando se determine la real existencia de los "convenios" que según constancias de la causa cita el "instrumento". El siguiente paso es el igualmente inexorable examen de su hipotética aplicabilidad a pleitos como el que dio lugar a la regulación, máxime si se tiene presente que en el escrito de defensa se reconoce un derecho a remuneración de mi mandante y con ello rige lo dispuesto en el arto 1201 del Cód. Civil (excepcio non adimpletti contractus) que inexorablemente exigía que el demandado demostrara que había cumplido con todas las obligaciones a su cargo, pero con respaldo instrumental que apoye la subjetiva posición, que incide en una cuestión de no menor trascendencia, cuál es la posible de privación absoluta de emolumentos, independientemente de la restricción legislativa en el encuadre de orden público de la legislación arancelaria, particularmente en materia de aportes sociales y previsionales (arts. 9 Ley 11.089, 1 y 4 Leyes 4949 y 10727). En ello se centra la pretensión del ejecutado, que con recurrencia a invocaciones instrumentales se exteriorizó un explícito reconocimiento al derecho del actor a percibir honorarios, pero pese a disponer unilateralmente el cese del mandato, intenta aviesamente eludir las consecuencias de su decisión, sin atender a que se ve beneficiado por los esfuerzos de quien lo representó, pese a ser beneficiario de trabajos y erogaciones de gastos realizadas por un letrado, sin afrontar ninguna suerte de contraprestaciones y la convalidación de tal postura configurará lisa y llanamente abuso de derecho (J.A. 1994-IV-353). … Más allá de posibles revisiones que el demandado podría realizar en procesos de conocimiento, el apremio debió seguir su curso natural y concluir con el dictado de la sentencia de remate, sin que este acto pudiera quedar condicionado por "convenios" o "pautas" que eventualmente pudiesen haber sido aplicables en un aquí inexistente supuesto rescisorio y este ha sido el criterio, que por amplísima mayoría, ha primado en situaciones similares, explícitamente citados al contestar las excepciones … Por su ubicación metodológica en la ley de rito, el art. 173 CPCC impone a los litigantes la carga de producir diligencias probatorias en tiempo y forma, por lo que, prescindiendo de interpretaciones acerca del criterio de valoración de la prueba efectuado en la sentencia, lo realmente trascendente son sus efectos y lo real y concreto es que la actividad del juez, en modo alguno, puede suplir omisiones y negligencias probatorias, que en el caso del demandado han sido manifiestas. En tal contexto aparece desnaturalizado el proceso en tanto se ha violado la garantía de defensa en juicio (art. 18 CN) y de igualdad ante la ley (art. 16 CN), porque tal como sostiene Peyrano (con Silvestri, Análisis doctrinario y Jurisprudencial tomo 1. pág. 131), la no producción de pruebas es un obstáculo insalvable para su procedencia, porque allí rige la teoría de la carga de la prueba, sin que el juez pueda suplir la inactividad de las partes (Juris, 5-10/: 1-226; 18-25: 16-//7: etc.), por lo que la sentencia deviene arbitraria en tanto suple omisiones de la parte demandada, máxime cuando ni siquiera analiza la falta de acreditación del cumplimiento de SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 las retribuciones que expresamente reconoce el demandado a favor del actor (ver fs. 34 y vto.) en el contexto dispuesto por el arto 1201 del Código Civil (excepción de incumplimiento contractual), así como tampoco la rescisión de la hipotética pauta regulatoria de honorarios según los e-mails acompañados por mi parte a fs. 40/54 y que también forman "principio de prueba por escrito", sobre todo si la parte demandada no ha desconocido en ningún momento su existencia y verosimilitud. Reitero que es de exclusiva incumbencia del interesado instar su prueba en las condiciones rituales que le concedan validez y si ha presentado elementos sustitutos de presuntos originales, omitiendo diligencias demostrativas de autenticidad, incurre en flagrantes y manifiestas negligencias más allá de la improcedencia de un debate causal, el hecho de invocar determinados documentos, lo obligaba, en el marco de lo prescripto por el art. 173 CPCC y 7 de la ley 11.089, a aportarlos en debida forma para poder aducirlo en juicio, posición que cuenta con sustento doctrinario … Con carácter de mera hipótesis, podríamos admitir la legitimidad de la incorporación documental y el consecuente debate causal, pero aun así no desaparecen las irregularidades, subsistiendo igualmente razones que privan de legitimidad jurisdiccional a la sentencia, ya que en esos supuestos, las disquisiciones fundadas en el "documento" debieron extenderse primeramente a su vigencia, ámbito de aplicación y ajuste a las situaciones específicas del proceso. El eventual examen, sin desistir de las posiciones sustentadas, deja supuestamente de lado las cuestiones de legitimidad, pero ello no afecta a los aspectos pecuniarios de la pretensión ejercida por vía de apremio, sustentada por las disposiciones vigentes al momento del dictado del auto regulatorio, que avalan la determinación aritmética de lo regulado, excluyendo a inexistentes reglamentaciones emergentes de "convenciones". … Como lo expresara en anteriores presentaciones, la cuestión litigiosa con Citibank, de la cual el presente apremio es una de las tantas incidencias a ella vinculadas, se originó en una decisión exclusiva y excluyente del referido banco, cual fue la de revocar el apoderamiento, a la que se hizo expresa mención en el curso de ésta ejecución y que fue anoticiada mediante escritura Nº 6 del 28/01/04, pasada ante el Ecno. Jorge Prola, en el Registro Nº 713 de esta Ciudad. El instrumento público fue otorgado a instancias de la apelada y cuenta con inscripción registral bajo el No. 102812, Fº 2816, To. 598 Par, Sección Mandatos, por lo que su contenido, por contar con la debida publicidad, deviene incontrovertible entre partes y terceros, no obstante lo cual y a título ilustrativo acompaño una copia del testimonio, que consigna que su representante comunica que "... hemos procedido a rescindir la totalidad de los convenio que lo ligaran con mis mandantes …” (primera foja, última línea, con destacado propio). Tal postulación no fue acompañada por ninguna suerte de reserva en relación a eventuales y previsibles conflictos que en el futuro pudieran suscitarse, circunstancia que implica que la caducidad, tal como fue invocada es absoluta, sin extenderse a hechos posteriores, quedando por ello exentos de toda valoración en el marco formal de "convenciones", que por otra parte no fueron debidamente individualizadas por Citibank, incluso caducas con anterioridad a la notificación, tal como lo consigna la escritura (segunda foja, líneas séptima a decimonovena), invocaciones que no fueron objeto de réplica. Evidentemente, la buena fe del juez inferior en su búsqueda de la verdad, aunque contrariando las reglas de un procedimiento que contaba con el debido juicio de admisibilidad formal, fue traicionada por la malicia del excepcionante, que arteramente ocultó tanto el otorgamiento de la escritura pública, como otras situaciones, que, aún dentro del irregular requerimiento debieron ser motivo de debida atención, por ser expresamente mencionadas en el documento incorporado. … En ese supuesto y en aras al equilibrio procesal, quebrantado con lo actuado en la instancia inferior, hubiese correspondido extender la misma valoración a la prueba de e-mails incorporada por mi parte y que acreditan el cese de toda relación contractual con el demandado, que el juez omitió, pese a que el demandado jamás negó su existencia o verosimilitud, pero sin que la omisión impida apreciar, siempre en el contexto hipotético de legitimidad formal, y conforme a literales expresiones, que en el mismo convenio invocado por el ejecutado se reconocían sumas dinerarias en concepto de honorarios a favor de mi mandante por su labor en el juicio principal, pero el ejecutado jamás acreditó ni alegó su cumplimiento, deviniendo en ese marco inadmisibles sus defensas causales en virtud de lo normado por el art. 1201 del Código Civil. El reconocimiento en sí mismo consolida un derecho, permitiendo afirmar que las oposiciones formuladas en contra de mi mandante por la contraria, no implican otra cosa que alegar la nulidad por la nulidad misma, tomando innecesarias otras consideraciones de orden sustancial para avalarlo, pero al carecer el planteo numérico del imprescindible apoyo documental, queda legitimado el reclamo pecuniario del apremio, sustentado en la legislación arancelaria” (v. fojas 167/170 vta.). Así las cosas, a los fines de una mejor intelección del sustento argumentativo de mi voto, efectuaré –a través de capítulos- las siguientes consideraciones: 3. El marco del apremio es el lugar preciso para debatir sobre la legitimación activa y/o pasiva relativa a la obligación documentada en el título ejecutorio Como ha dicho la Corte Suprema de Justicia de la Provincia [entre otros, en fallo del 29 de marzo del año 2011 in re “"De Iriondo, Nelly Beatriz Ferreyra Maciel de c/ Provincia De Santa Fe s/ Recurso Contencioso Administrativo de Plena Jurisdicción" (Expte. C.S.J. Nro. 336, Año 1988)”, espigado en A y S t 239 p 260-265] debe recordarse que desde antiguo la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha enseñado que toda cuestión relacionada con los honorarios regulados o a regular que no versen sobre su cuantía debe SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 ser ventilada en ocasión de intentarse su cobro quedando reservada para el momento en que se intente ejecutar la respectiva regulación (Fallos: 235:156). Y también señaló el más Alto Tribunal que "...los autos regulatorios resuelven únicamente sobre el monto de las sumas con que la tarea profesional debe ser remunerada pero nada fijan sobre el derecho a percibirlas ni anticipan sobre la procedencia y forma de su cobro..." (Fallos: 320:495 y 2485, las cursivas y remarcados nos pertenecen). Desde esa perspectiva, es evidente que, el contexto de este proceso de apremio es el “locus” exacto para que, entre ejecutante y ejecutado, se produzca el debate relativo a la “legitimación activa y/o pasiva” (vía “excepción de inhabilidad de título” que fue aquí interpuesta de acuerdo a lo previsto por el art. 508 del digesto de rito) o, en su caso, la “extinción de la obligación” (conforme art. 508, ibídem) que, la jurisprudencia santafesina ha asimilado a los casos de “inexistencia de la obligación” (v.gr. fallo del 29.5.2006 de la Sala II de este Tribunal de Alzada in re “Stalker, Alfredo Rodolfo c/ Compañía Financiera Argentina S.A. s/ Apremio” (Expte. Nº 233 - año 2004), donde el Dr. Armando Drago dijo: “desde hace años estoy enrolado en la corriente doctrinaria y jurisprudencial sostenedora que cuando en un proceso de ejecución la litis está trabada exclusivamente entre los sujetos originarios de la relación sustancial, por razones de economía procesal, es procedente admitir que se discutan algunos aspectos relacionados con la causa obligacional, caso de autos, donde la parte demandada planteó la inexistencia de la obligación de pagar honorarios fundándose en la relación contractual previa emergente de la documental en copia glosada a fs. …, donde se pactó una retribución especial, que no es la aquí elegida por el profesional, cuya existencia no está controvertida. No valorar dicho instrumento a raíz de lo establecido en el inc. 2 del art. 475 CPC y C, estimo que constituiría una clara violación al derecho de defensa en juicio reconocido por el artículo 18 de la Constitución Nacional, norma de jerarquía superior a la procedimental antes citada, en cuanto dejaría librado a la discrecionalidad y buena fe del presunto acreedor la suerte del litigio, sin posibilidad de discutir y probar en este proceso la seria postura del ejecutado, lo que de acuerdo a la garantía constitucional resulta inadmisible; y no se diga de la posibilidad de la vía posterior (art. 483 CPC y C), pues es sabido que una errada ejecución actual sin entrar a analizar la verdad sustancial, es susceptible de ocasionar perjuicio irreparable. Por lo demás, el descarte del rigor formal ha sido sostenido por la Sala en reciente pronunciamiento del 25 de abril de 2006, en Levin c/ Mattig s/ ejecutivo, reg. bajo el Nº 111 Fº. 406 Tº. 3, al afirmar que “siempre que la inexistencia o ilegalidad de la deuda resulten absolutamente ciertas de las constancias del expediente y el tratamiento de la defensa no presuponga el examen de otras cuestiones cuya acreditación exceda el limitado ámbito de estos procesos, de manera tal que el juzgador se vea enfrentado a una realidad tan incontrovertible y definitiva que le imponga, en aras de una decisión intrínseca y sustancialmente justa y no sólo formal, desechar la regla que limita el examen del título a sus formas extrínsecas y admitir la excepción, pues no puede llegarse al extremo de admitir una condena fundada en deuda inexistente (cfr. FALLOS 278:346 y 295:338; CSJ Santa Fe, 24/2/99, "Comuna de Pueblo Muñoz c/Ferro Expreso Pampeano" en A y S T. 153, págs. 160/165 y sus remisiones; y 27/11/02, "Vanderhoeven Agrícola c/ Bussy" en LL Litoral 2003-1240)”. En el sub lite, la inexistencia de la deuda por los honorarios reclamados, en forma manifiesta surge de la invocada instrumental, razón por la que se debe rechazar el recurso de apelación y confirmar la sentencia recurrida al establecerse en dicho convenio que la accionada no pagará honorarios al actor en el caso que se le impongan costas (punto 11.2) y además en el punto 15.5, que el letrado renuncia a percibir honorarios de su mandante (fs. 54/59). A mayor abundamiento, resulta esclarecedor sobre el tema un fallo de alzada relativo a las mismas partes, donde se afirma que en realidad no se trata de indagar sobre la causa de la obligación, sino de verificar si en el caso concurre la condición de deudor en la persona del ejecutado, no correspondiendo hacer caso omiso del pacto donde el letrado ejecutante renuncia a percibir los honorarios de su mandante en supuesto similar al de autos (entrega Zeus del 24 de enero de 2005, Nº 7607 Tº 97, Jurisprudencia Nº 15123, págs. 3/4). Amén que también corresponde afirmar como lo hiciera el tribunal antes aludido, que la validez del señalado pacto no ha sido puesto en tela de juicio y por otra, que a partir de la ley Provincial Nº 11.089 (art. 6), la ley arancelaria local ha perdido su carácter de norma de orden público y por ello tal clase de acuerdos, por regla, resultan invocables entre quienes lo suscriben”. La misma opinión tuvo el Dr. Enrique Müller en fallo del 30.11.2006 al votar en primer término in re “Compañía Financiera Argentina S.A. c/ Salva, Raúl s/ Ordinario (1011/00)” (Expte. n° 377 - año 2005) espigado en Resol N. 439, F. 223, T.5. 4. Sobre la discusión causal en los “juicios ejecutivos” en general y en este “proceso de apremio” en particular Como lo he sostenido en anteriores pronunciamientos de esta Sala, en principio, el debate causal es improcedente en esta vía salvo que la “ilegitimidad surja de manera palmaria o en forma manifiesta de las actuaciones”. En efecto, debo anticipar que coincido con la más moderna procesalística argentina en el sentido que la concepción “clásica” de los procesos de ejecución (que históricamente surgió como una vía “privilegiada” para títulos “privilegiados” de acreedores “privilegiados” -valga la reiteración del léxico para que se entienda la ideología liberalindividualista o mejor aún, “capitalista”, sobre el punto-) ha sufrido una notable SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 metamorfosis al calor de una apertura doctrinario-jurisprudencial que se niega a convalidar un “rigor formal” manifiesto o extremo (extremista podría decirse en algún caso) a la hora de juzgar en los mismos, al tiempo que no cierra sus ojos ante una “verdad jurídica objetiva” que emerja contundente del expediente o bien que se desprenda de otras actuaciones del mismo tenor (v.gr. un legajo penal con alguna decisión interlocutoria de gravedad como lo podría ser un auto de prisión preventiva y mucho más si se trata de una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada a la luz de lo dispuesto en los artículos 1101 a 1103 del Código Civil -empece que admito que en estos casos la doctrina autoral y jurisprudencial está dividida-). Y tampoco me cierro -mental y conceptualmente- a pie juntillas en una fe ciega a la cosa juzgada formal que ostenta el fallo definitivo en estos procesos bajo la excusa de que, para discutir la “causa” de la obligación u obligaciones subyacentes de la relación jurídica fundamental, está el proceso ordinario posterior donde con amplitud de debate y prueba el deudor podrá esgrimir “otras” defensas que están vedadas en los juicios ejecutivos. Es que, el derecho-deber o mejor garantía constitucional de la “tutela judicial efectiva” a discernir por los titulares de la función jurisdiccional es un imperativo del más alto orden (derecho humano o fundamental para los justiciables, artículos 8 y 5 de la Convención Americana sobre Derecho Humanos, incorporada a la Constitucional Nacional -art. 75 inciso 22-) que, en alguna excepcional circunstancia, podría obligar a admitir que en los juicios ejecutivos se discuta (y por lógica se “decida”) la “relación causal” subyacente a la creación del título ejecutivo y su predicada “abstracción”. Es más, el más Alto Tribunal de la República, en su cometido de “interprete final de la Constitución Nacional” y garante de los “derechos humanos o fundamentales” tuvo ocasión de decidir (en caso que tiene un punto en común con el que nos convoca) que excepcionalmente puede hacerse lugar a la “excepción de litispendencia” entre un juicio ejecutivo y una “querella penal”, ocasión en la que anuló la sentencia que había resuelto en contrario inadmitiendo “la excepción de pago impuesta en un juicio ejecutivo sin considerar las constancias de la causa criminal, que si bien fue iniciada con posterioridad al ofrecimiento de prueba en la ejecución, incluía una acusación al ejecutante por la comisión del delito de defraudación por abuso de firma en blanco respecto del documento objeto del juicio ejecutivo. La Corte hizo mérito de la verdad objetiva y, en consecuencia, sostuvo que tales constancias penales se debían tener en cuenta para resolver la ejecución y evitar la posible consumación del fraude denunciado (C.S.J.N., 24/11/69, Fallos 275:389)” (Novellino, Norberto Jorge; “Ejecuciones”, ed. Astrea, Buenos Aires 2003, 4ta. edición actualizada y ampliada, pág. 189). Pero volviendo a la “pre-comprensión” sobre el tema que venimos desarrollando [ “precomprensión” – en términos de Gadamer- son los “prejuicios” –en la visión de Esser“que acompañan el razonamiento de todo sujeto-intérprete” y se explica –sintéticamentede la siguiente manera “De lo dicho queda claro en cuánta medida ha quedado abandonado, y no tanto por razones teóricas, sino fundamentalmente por motivos de hecho, la doctrina positivista de la aplicación acrítica, por parte del juez, de la norma al caso en tanto mero portavoz de las palabras de aquélla. Para éste, por el contrario, la solución del caso es una valoración frontal del juego de hechos; normas y argumentos que se le presentan en cada pleito. Pero hay más: desde un punto de vista, si cabe la expresión, “teórico” (y que está iluminando el anterior), el intérprete no se halla sólo mediatizado por el juego de “normashechos-argumentos” recién descrito, sino que en el discernimiento del problema que debe resolver ingresa también su particular punto de vista acerca del sentido de tales elementos. No se trata, entonces, únicamente de “poner en correspondencia” tales “normas-hechosargumentos”, sino de situarnos en la perspectiva interior de aquél que pone en correspondencia aquellos. Y, como es claro, en dicho posicionamiento ingresan inevitablemente sus valoraciones personales a la hora de determinar la relevancia de algunos factores por oposición a otros y, por tanto, para sólo merituar unos, dejando de lado a los restantes. Pues bien, la Hermenéutica filosófica ha resaltado con particular énfasis y en ello, pienso, radica uno de sus más relevantes aportes a la metodología jurídica, la existencia y la relevancia de estas valoraciones en el marco de la decisión judicial, motivo por el cual planteó sin subterfugios la necesidad de efectuar una consideración científica respecto de los aludidos “prejuicios” o “precomprensiones” es decir, respecto de la peculiar situación y formación desde la que todo sujeto-intérprete comprende”. Sobre la función de la “precomprensión” en la hermenéutica en general y en la “jurisprudencia” en particular, no corresponde que me extienda en esta resolución. Simplemente, notarán las partes que hago explícita la misma, a los fines del debido control de la razonabilidad de la argumentación y fundamentación desplegada para decidir. En este sentido, creo cumplir con las sugerencias de la doctrina especializada –Heidegger, Gadamer, Esser, etc.-; ampliar al respecto en Rabbi-Baldi Cabanillas, Renato; “Precomprensión y Jurisprudencia”, en “Persona y Derecho”, 47 **, “Derecho, Historicidad, lenguaje; Estudios en honor de Arthur Kauffmann”, Pamplona 2002, págs. 391-416, pro manuscrito que el autor entregara al suscripto-], señalemos que sobre el “nuevo tipo de proceso ejecutivo” argentino (al que Morello y Kaminker llaman “Nuestro juicio ejecutivo”, vide su obra editada por Librería Editora Platense, La Plata 2002, passim) ya había desarrollado señeras conclusiones Lascano en una de sus más reconocidas obras (Lascano, David; “Hacia un nuevo tipo de proceso”, en Revista de Derecho Procesal, ed. Ediar, Buenos Aires 1943, Tomo I, págs. 80 SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 y ss.) postulando posibilidad de desbordar el valladar “formalista” a algunos -excepcionales y justificados en grado de alta evidencia- desbordes “causalistas”. Es que a Lascano nunca terminó de convencerlo el “doble contradictorio: el ejecutivo (y limitado al título, en un primer momento que en la praxis tiene papel decisivo) y el ordinario (el de conocimiento) posterior … porque la efectividad de la jurisdicción, la paz social, la definitividad de los derechos y de la tutela, se conforman mejor con un solo juicio en el que agote el conocimiento y defina de una buena vez si tengo o no el derecho [estampado en el título]. Le parecerá (nos parece) que una actitud litigiosa encaminada a que siempre todo entre nosotros apunte a un nuevo juicio y que la mixtura entre lo prometido (el ejecutivo, clásico y puro) y el que iba moldeando la experiencia jurisprudencial, se abriera no pocas veces al reconocimiento judicial, debía alertar acerca de las buenas doctrinas que no siempre echan raíces en el medio social (justiciables y foro) y que forzar esa interpretación encontraría resistencias muy fuertes que las preferencias locales les hicieron cobrar vigencia al no considerarlas convenientes ni facilitadoras de las soluciones que reputaban más útiles y seguras” y, es por ello que, como bien apuntan Morello y Kaminker “En no pocos antecedentes se 'ablanda' el criterio rígido de los jueces que se refleja en el marco de la concepción pura y por infinidad de motivos; así la existencia de una causa penal que ha herido en la sien la validez del juicio ejecutivo. Situaciones de derecho bancario y de los títulos que exhiben abusos de las entidades, al armarse unilateralmente de un blindaje no regular o legítimo del título que se han dado, y que constituyen singulares concesiones que desequilibran las posiciones y conducen a admitir y practicar prueba, la cual, necesariamente, exorbita a lo epidérmico del título. Súmase a esas circunstancias, fácilmente verificables en el derecho vívido, el juego feroz y decisivo del factor tiempo, y todo lleva a que -subasta de por medio- el costosísimo y lento proceso declarativo ulterior (ordinario, sumario, rectius, de conocimiento) no resguarde al derecho porque el perjuicio ya ha acaecido, y es imposible por la insolvencia del acreedor, u otras causas obtener la 'justa' reparación; igualmente es aleatorio, en estos tiempos, que las cauciones, o medidas cautelares, de tener razón el actor del ordinario, le garanticen el recupero de lo que salió de su patrimonio por la vía del ejecutivo. Ese cúmulo de factores en no avaras causas desemboca en que en la litigación se trasmute el ejecutivo en un verdadero proceso de cognición amplia y su sentencia sea definitiva, inmutable y firme (llegando en su caso a la Corte Suprema por el carril del recurso extraordinario y el apoyo del exceso ritual y la doctrina de la sentencia arbitraria) y haga cosa juzgada material. Así son los matices del juicio ejecutivo y, en general, así también somos los argentinos” (Morello, Augusto M. y Kaminker, Mario; op. cit., págs. 16/18). Y siguen diciendo los autores citados (y el suscripto adhiere in totum) que a veces (“en supuestos justificados, que no son escasos”) todo lo relativo al título y al crédito deben materializarse (tramitarse) a través de un único proceso que llegue a “una sola, única y plena decisión” pero, siempre que se respete “el trámite, las exigencias del proceso justo, sin reservas, desdoblamientos ni falso ballotage; la defensa sin restricciones, todas las veces que el deudor levante excepciones atendibles y pertinentes” pues “La tutela del crédito no puede hacerse lesionando la garantía fundamental que edicta el artículo 18 de la Constitución Nacional” y por ello, rematan, “no podrá negarse que el juicio ejecutivo busca nuevos puntos de equilibrio, siempre difíciles, entre eficacia y justicia, sin capitular, dogmáticamente, al <<amor al sistema>> (Chiarloni) que importaría legitimar una manifestación del abuso de la Jurisdicción cuando se potencia, ilegítimamente, las posibilidades que tiene asignadas, entre nosotros, el juicio ejecutivo, en desmedro (a veces) de la legítima posición del deudor, que no debe ser la cenicienta de la relación patrimonial (ver por todos, Giusseppe Tarzia, Problemi attuali dell' esecuzione forzata, Brasilia 1997, separata -en italiano-, p. 34, n° 12, al final)” (Morello, Augusto M. y Kaminker, Mario; op. cit., págs. 21/23). En definitiva “esa síntesis argentina del juicio ejecutivo, que no es puro ejercicio, unilateral, sumarísimo, visto exclusivamente desde la óptica económica más que jurídica, aferrado a la tutela rabiosa del crédito reflejado en un título, sino que sabe ceder (claro que no siempre) a la necesidad de conocer lo que como defensa (excepciones) propone el deudor y lo escucha la Jurisdicción ampliando el debate y la prueba -el conocimiento- para fundarse en un híbrido funcional que se agota en ese continente, sin pensar ni valerse del ordinario ulterior. Ejecución más conocimiento igual a proceso ejecutivo autóctono, censurable por no respetar la ortodoxia y los fundamentos teóricos de la figura, pero al igual que los argentinos, insistimos, es así, somos así” (Morello, Augusto M. y Kaminker, Mario; op. cit., pág. 25). A ello importa agregar -todavía- que el “juicio ordinario posterior” no puede tratar aquellas defensas y excepciones que fueron objeto de amplio debate y prueba en el juicio ejecutivo por más que -inicialmente- hubieran tenido que ser declaradas “inadmisibles” en razón de la naturaleza del proceso (ejecutivo). En síntesis, cuando “se habilita el tratamiento de la inhabilidad de título, discutiéndose (y probándose) lo que atañe a la causa de la obligación, el conocimiento es profundo, dista de lo que Chiovenda nomina summaria cognitio; por el contrario se sentencia de manera que ya no hay <<segundo tiempo>>” y es por eso que “Por razones de justicia temprana, de concentración y economía, se garantiza el servicio de justicia y el proceso único a través de una única sentencia. Si correspondió resolver el planteamiento SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 en el espesor que propuso el excepcionante, medió al respecto conformidad del ejecutante, y el juez le imprimió, en consecuencia, tal apertura técnica, se la debe respetar en todas sus consecuencias” (Morello, Augusto M. y Kaminker, Mario; op. cit. págs. 25/26, las cursivas y negritas me pertenecen). Esta posibilidad del tratamiento de la “causa” de la obligación en un proceso ejecutivo cuando ella “ha sido introducida tanto por ejecutante como por ejecutado” y se ha producido el pertinente debate “y prueba” amplios de la cuestión es admitida por la jurisprudencia (ver, entre otros, los famosos fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación del 8.3.1983 en la célebre causa “Burman, Leonardo c/ Alvarez, Joaquín” y el de la Sala I de la Cámara Civil y Comercial de La Matanza del 3.4.2001 in re “Banco Río de la Plata S.A. vs. Insaurralde, Ernesto y otra” espigado en Morello, Augusto Mario y Kaminker, Mario; op. cit. págs. 64 y ss. así como el voto de la Dra. Matilde Zavala de González del 9.2.1987 cuando ejercía como Vocal de la Cámara Civil y Comercial de Córdoba, Sala 8va. in re “The National Bank of Boston c/ Antonelli, Aurelio A.”, espigado en L.L. 1998-C-666; o el de la Cámara de Apelaciones en lo Civil, Comercial y Contencioso Administrativo de San Francisco, del 21.4.1998 in re “Bisquik S.R.L. c/ Origlia, Ricardo J.”, reseñado por Patricia Bibiana Barbado en “Jurisprudencia temática. Ejecuciones -segunda parte-”, Revista de Derecho Procesal 2001-2; “Procesos de Ejecución – II”, ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe 2001, pág. 408 y, en nuestra Circunscripción Judicial es el criterio de la Sala III de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Santa Fe según su fallo del 16.5.1997 in re “Ingeniero Oscar Diez S.A. c/ Provincia de Santa Fe”, reseñado por Patricia Bibiana Barbado en “Jurisprudencia temática. Ejecuciones -segunda parte-”, Revista de Derecho Procesal 2001-2; “Procesos de Ejecución – II”, ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe 2001, pág. 404) y avalado por prestigiosa doctrina (Morello, Augusto Mario y Kaminker, Mario; op. cit. págs. 60 y ss. así como también Rivas, Adolfo A.; “Un fallo ejemplar. Otra vez la causa de la obligación en los juicios ejecutivos”, J.A. 1984-III-656; Compiani, María Fabiana y Bartffeld, Federico A., “Acerca de la posibilidad de discutir en el juicio ejecutivo la causa de la obligación”, L.L. 1995-D-48; Morello, Augusto Mario, “Funcionalidad del juicio ejecutivo y justicia”, J.A. 1983-II-448 y Novellino, Norberto José, op. cit.; pág. 195; etc.). Es más, el debate causal puede alegarse siempre que se funde en los casos de “nulidad absoluta establecidos en el Código Civil o de garantías constitucionales” (CNCiv. en pleno, 21.8.1944 in re “Fiorito Hnos. y Bianchi c/ Correa de Núñez, Aniceta”; L.L. 35-630 y J.A. 1944-III-455 citado por Novellino, Norberto José, op. cit.; pág. 195) siempre que la nulidad alegada sea manifiesta y no dependa de una investigación de hecho (Cám. Nac. Civ., sala A, 5/7/1994, "Casal de Cataluña Centro de Cultura v. Oliver Moya, Ricardo y otro”; C. Nac. Civ., sala A, “Casal de Cataluña Centro de Cultura v. Oliver Moya, Ricardo y otro”, 05/07/1994, LL, 1995-D-611, con nota de Enrique M. Falcón) y también en los casos de “delitos cometidos y acreditados” (a este respecto - reseña Rodríguez- “se expresó que los principios cambiarios de literalidad, autonomía y abstracción, cuyo rigor tiene por objeto facilitar la circulación de los papeles de comercio, asegurando el crédito y la confianza de los terceros, no pueden ser invocados sin reservas cuando están referidos a operaciones cuya legalidad ha sido puesta en tela de juicio en sede criminal, a través de un largo proceso en el que existe orden de captura contra todos los intervinientes en la operación que creó y puso en circulación el documento que se trata (C.S.N, 6/11/79, “Wollner, Arthur c/ Prov. de Salta”, J.A. 1980-IV-595, n| 30.009)” (Rodríguez, Luis A.; op. Cit., págs. 677/678 y 680). También se ha dicho que es procedente el examen de la relación fundamental, expresada o no en el título, cuando es ilícita, pues de otro modo, se violaría el orden público del Estado al otorgarse efectos contra legem a obligaciones carentes de causa (art. 502, C.Civ.) y se consolidarían actos viciados de nulidad absoluta, abriendo con ello, además, una vía fácil para violar leyes que protegen la moral y las buenas costumbres, de orden público e irrenunciables (arts. 18 y 19,CCiv., y nota al art. 3136); mas, tal ilicitud, para que dé cabida a indagaciones que excedan el marco de la ejecución, debe surgir del propio título (Cám. Nac. Com., sala A, 16/6/2004, "Fernández, Jorge v. Rico, Viviana s/ Ejec.” apud Kielmanovich, Jorge L.; “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, ed. Lexis Nexis-Abeledo Perrot; Lexis Nº 8007/011431) Finalmente, en esta introducción teórica al tema, cabe agregar existe también jurisprudencia y doctrina que avalan la posibilidad de otros supuestos que habiliten el debate causal en los procesos ejecutivos (v.gr. si la cuestión causal surge del mismo documento -ver fallo de esta Sala I de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Santa Fe in re “Santos Olmos, Gabriel c/ Leiva de Ross, Isabel Lidia s/ ejecutivo” espigada en Zeus Repertorio 9-719-; en una ejecución en la cual se verifique exhaustivamente la inexistencia de deuda -C.S.J.N. Fallo del 23.2.1970 citado por Morello et alter en “Códigos Procesales ...”, ed. Librería editorial Platense, Tomo VI-1, pág. 187 espigado en Morello, Augusto Mario y Kaminker, Mario; op. cit. pág. 72- o la inexistencia o nulidad del documento ya declarada en sede penal -conforme Podetti, Ramiro J.; “Tratado de las ejecuciones”, Tomo VII-A, pág. 306, ap. 126--; ante la ejecución de un saldo deudor de cuenta corriente bancaria si está demostrado en el expediente la inexistencia de relación contractual entre el ejecutado y el Banco, etc.). Además, por razones sustanciales [como dice Héctor Cámara “las excepciones fundadas en la causa de la obligación cartular son oponibles en la ejecución cambiaría entre SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 partes inmediatas, siempre que puedan probarse dentro del trámite sumario” (Cámara, Héctor. “Letra de cambio y vale o pagaré”. Bs.As. Ed. Ediar 1971 T. III, pág. 375) a lo que agrega Ignacio A. Escuti “la acción causal procede entre sujetos que han sido partes en la relación subyacente” (Escuti (h.), Ignacio A. “Títulos de crédito”. Bs.As. Ed. Astrea, Buenos Aires 1998, 5º ed., p. 361)] si se enfrentan en la ejecución cambiaria los obligados directos (librador y portador) y la causa de la obligación aparece manifiesta, deben ceder los principios de autonomía y abstracción que caracterizan al pagaré y debe admitirse la defensa causal (Cám. Nac. Civ., sala E, 4/3/1994, "Chediak S.A, José J. v. Municipalidad de Buenos Aires", LL, 1995-D-49, con nota de María F. Compiani y Federico Bartffeld; Cám. Nac. Civ., sala D, 6/10/1987, "Miri de Gutiérrez, Mabel v. Gutiérrez, L. E.”; C. Nac. Civ., sala D, Miri de Gutiérrez, Mabel v. Gutiérrez, L. E., 06/10/1987]", LL, 1989-E-604; Cám. Nac. Cont.-Adm. Fed., sala 1ª, 23/9/1980, "Secretaría de Estado de Intereses Marítimos v. Cía. Sudamericana de Pesca y Exportación S.A[C. Nac. Cont. Adm. Fed., sala 1ª, Secretaría de Estado de Intereses Marítimos v. Cía. Sudamericana de Pesca y Exportación S.A, 23/09/1980]", ED, 91-239; Cám. Nac. Com., sala B, 7/11/1994, "Banco Mayo Coop. v. Talavera López S.R.L[C. Nac. Com., sala B, Banco Mayo Coop. v. Talavera López S.R.L, 07/11/1994]", LL, 1995-C-689; sala C, 16/5/2000, "Goyeneche, José M. v. S. Tsuji S.A", LL, 2000-F-267; apud Kielmanovich, Jorge L.; “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación”, ed. Lexis Nexis-Abeledo Perrot; Lexis Nº 8007/011431). 5. La documental incorporada al proceso a fojas 24/31 5.1. El recurrente se queja ahora (extemporáneamente) de la decisión del a quo de haber dejado que la documental obrante a fojas 24/31 (decisiva para la el rechazo de la ejecución según el a quo y, como veremos, también para el suscripto) ingresara al proceso y, por lo demás, también riega sobre ella “alguna sospecha sobre su autenticidad”. Ello así, corresponde rechazar ambos agravios. En efecto, por una parte, tenemos que la documental de marras fue acompañada por la demandada al deducir las excepciones de “extinción de la obligación” e “inhabilidad de título” (v. fojas 32/37). Al así proceder, no hizo más que cumplir con la previsión del artículo 508 del C.P.C.C. en cuanto éste indica que “En el juicio de apremio sólo procederán las excepciones procesales y las de falsedad material o inhabilidad del título y de extinción de la obligación. Dichas excepciones sólo podrán fundarse en hechos posteriores al título, excepto en el caso de honorarios regulados en juicio y probarse por documento público o privado o por confesión” (las cursivas y remarcados me pertenecen). La documental que se presenta en juicio, como se sabe, puede ser adjuntada en cualquier etapa del proceso de la primera instancia con la sola salvedad que no lo sea “después del llamamiento de autos” (arg. conf. art. 183 del C.P.C.C. y excepciones en los artículos 184 y 185; por eso, dice Adolfo Alvarado Velloso que este tipo de medio probatorio tiene un régimen propio que “escapa a los plazos respectivos para clase de juicio”, ver su “Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Santa Fe”, ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe 2008, pág. 135). Lo expuesto, se ajusta claramente a la directiva jurisprudencial expuesta por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en fallo del 19.10.1995 in re “Lloyds Bank BLSA Limited v. Okecki, Juan J.” espigado en E.D. 169-506 donde se dijo que “La vía ejecutiva prevista respecto del cobro de los honorarios no puede amparar procedimientos que se desentienden de las características propias y específicas de la relación entre los profesionales y sus clientes, máxime cuando se aduce que la vinculación que ligó a las partes era de muchísimos años y podría resultar esclarecida mediante la prueba que ambas partes ofrecieron en su oportunidad” (citado por Rodríguez, Claudia B.; “Reseña: Cobro el cliente de honorarios a cargo de la contraparte por el abogado en relación de dependencia”, J.A. 2001-III-1344). 5.2. Dilucidado el válido ingreso al proceso de la documental aludida, me referiré ahora a velada sospecha que siembra el actor sobre la autenticidad de la misma. Como puede observarse a fojas 35 vta., el nuevo apoderado de Citibank N.A. dedujo excepciones y acompañó la documental de marras no solo en “copias” (para agregar al expediente, lo que así se hizo a fojas 29/37) sino, por supuesto, en “originales” que (obviamente por los múltiples procesos de similar tenor que vinculan al ex apoderado de la entidad bancaria aludida y su ex mandante) pidió le “sean devueltos” luego de que se certifiquen las copias “por ser necesarios para otras tramitaciones” similares y aclaró que “No obstante, esta parte se allana a su presentación en todas las oportunidades que V.S. así lo requiera, pero dejamos constancia que en razón que se están contestando innumerables traslados, resulta imposible dejarlo reservado por ante este Juzgado y aguardar su devolución”. Dicho pedido fue proveído de conformidad por el juez actuante (v. decreto del 2.10.2007 a fojas 38 de autos, donde se lee “… agréguese copia certificada por la Actuaria …”) y consentido por la actora que no recurrió el decreto respectivo en la primera oportunidad que tuvo posteriormente a su dictado (v. fojas 55/58). Así las cosas, la documental obrante a fojas 24/31, por estar certificada por la Actuaria, pasa a ostentar la cualidad prevista en los artículos 979 incisos 2 y 4 y 984 del C.C. (cualquiera sea la interpretación que se les quiera otorgar) de tal suerte que, para ser SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 desvirtuada, necesita la pertinente “querella de falsedad” o “incidente de nulidad” (conf. art. 993 del C.C. que señala que “El instrumento público hace plena fe hasta que sea argüido de falso, por acción civil o criminal, de la existencia material de los hechos, que el oficial público hubiese anunciado como cumplidos por él mismo, o que han pasado en su presencia”) y no sólo meras “sospechas sobre su autenticidad” como las formuladas por el recurrente en este estadio de manera totalmente extemporánea como ya se señaló. 5.3. En línea con el razonamiento expuesto, está claro que desbarra el argumento del recurrente en orden a que la documental de marras, para ser válida, debía haber seguido el trámite previsto en el artículo 173 del C.P.C.C.. Esta norma indica que “Los litigantes y los terceros en cuyo poder se encuentren documentos relativos a la cuestión están obligados a exhibirlos o a designar el protocolo o archivo en que se encuentren los originales. El juez ordenará la exhibición de los documentos, sin substanciación alguna, dentro del término de tres días o el que creyere conveniente. La persona a la que se le reclamen está obligada a presentarlos dentro de él o a declarar, bajo juramento o afirmación, que no los posee ni ha dejado de poseerlos para evitar su exhibición”. Como se ve, el supuesto contemplado en el canon citado no es el que nos convoca. La documental obrante en copia certificada a fojas 24/31 no estaba en poder de “terceros” sino, precisamente, de uno de los “litigantes” que la acompañó en original y pidió su certificación y, por lo demás, no había necesidad que la documental aludida se le reclamara a persona alguna que estuviera “obligada a presentarlos” o a “declarar, bajo juramento o afirmación que no los posee ni ha dejado de poseerlos para evitar su exhibición”. De todas maneras, aún ahora, en esta segunda instancia, el razonamiento de la actora recurrente se sustenta en la ineficacia (no en la invalidez) de esa documental para probar la “extinción de la obligación” y, por lo tanto, al así argumentar, la quejosa se contradice en sus propios términos (ver, en especial, apartado V del escrito de expresión de agravios a fojas 169 vta.) vicio que configura un ataque a uno de los principios lógicos básicos y, desde allí, desmerece in totum su argumentación al respecto. 6. El título es válido formalmente (hábil) pero, por falta de “acción”, ineficaz para ser ejecutado (al menos contra el Citibank N.A.) 6.1. Como se anuncia en el título de este apartado, siempre estuvo fuera de discusión la validez y firmeza del título en ejecución (auto regulatorio de honorarios). A contrario de lo que postula el recurrente, la ejecutada, pese a haberse notificado de la regulación sin impugnarla, no estaba obligada a recurrirla por las vías ordinarias (art. 28 Ley de Honorarios Profesionales) porque, como va a postular después en este incidente de “apremio”, no se consideraba obligada a abonar dichos estipendios profesionales (rectius: legitimada pasiva). En vinculación con lo anterior, debe señalarse que la firmeza del auto regulatorio de los honorarios no obsta a la temporaneidad del planteo de “falta de acción” formulado (vid. Corte Suprema de Justicia de la Provincia en fallo del 29 de marzo del año 2011 in re “De Iriondo, Nelly Beatriz Ferreyra Maciel de c/ Provincia De Santa Fe s/ Recurso Contencioso Administrativo de Plena Jurisdicción”, espigado en A y S t 239 p 260-265 y citas de la C.S.J.N., Fallos: 235:156, 320:495 y 2485, etc.). 6.2. Lo que el Citibank N.A. ha resistido es la ejecución en su contra y, lo ha hecho a mérito de la excepción de “falta de acción” que, como se sabe, está incluida en la de “inhabilidad de título” admitida por el inciso 2º del artículo 475 del digesto de rito (aplicable por remisión de los artículos 507, 508 y 386, ibídem). En general, puede decirse que la excepción de falta de legitimación se identifica con la denominada defensa de falta de acción (sine actione agit). Esta excepción se funda en que el actor no es titular de la relación jurídica sustancial en que se funda la pretensión, con prescindencia de la fundabilidad de ésta, o que no tiene un interés jurídicamente tutelable, o que no concurre, respecto de quien se presenta como sustituto procesal, el requisito que lo autoriza para actuar en tal carácter, o que mediando alguna hipótesis de litisconsorcio necesario, la pretensión no ha sido interpuesta por o frente a todos los sujetos procesalmente habilitados. (Palacio, Lino Enrique, “Derecho Procesal Civil”, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1.977, Tomo VI, pág. 132 y sgtes.). Dicho en otras palabras, la legitimación para obrar se relaciona con la cualidad para asumir el carácter de actor o demandado en un proceso determinado. La legitimación activa supone la aptitud para estar en juicio como parte actora, a fin de obtener una sentencia, que puede ser favorable o desfavorable, sobre el fondo o mérito del asunto. (Arazi, Roland, “Derecho Procesal Civil y Comercial”, Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 1.999, Tomo I, pág. 304). Vale decir, que la falta de acción se refiere a la falta de calidad del titular del derecho invocado por parte del actor o la falta de calidad de obligado por parte del demandado. Como dijimos, en el proceso ejecutivo, si bien la “excepción de falta de legitimación para obrar” (activa o pasiva) no se encuentre entre las enumeradas en el Código Procesal, la misma guarda estrecha concomitancia con la de inhabilidad de título y, por eso los autores hablan de que se trata de una “excepción implícita” en la de “inhabilidad de título” (cfr., entre otros, Rodríguez, Luis A.; “Tratado de la Ejecución”, ed. Universidad, Buenos Aires 1991, Tomo II-B, pág. 619; Podetti, "Tratado de las Ejecuciones", pág. 126 y sgtes., 266, 290 y sgtes., 300 y sgtes. Ediar, 1968; Peyrano, SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 "Compendio de Reglas Procesales en lo Civil y Comercial", pág. 216, Nº 776 y sus remisiones, Zeus Editora, 1973, etc.). Tal criterio ha sido aplicado por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia el 13/10/93 en los autos "Tecsa S.A. c/ Pcia. Santa Fe - RCAPJ (Expte. 112/80) s/ Incidente de Apremio promovido por la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Abogados y Procuradores" (Expte. C.S.J. Nº 414/88), en el cual la demandada opuso excepción de inhabilidad de título con fundamento -entre otras razones- en la falta de legitimación pasiva. Sostuvo el máximo Tribunal Provincial en dicho fallo (A y S, T. 103, págs. 177/183) que "...tal defensa es susceptible de ser tratada y resuelta en el presente apremio ya que de concluirse que no hay obligación de efectuar dicho aporte, no habría que ejecutar. El criterio restrictivo de que las cuestiones a debatir en un juicio de naturaleza ejecutiva deben ceñirse al control de las formas extrínsecas del título, cede ante cierto tipo de defensas que podrían resultar idóneas para "jaquear el corazón de la pretendida legitimidad del acreedor" (v. "Funcionalidad del juicio ejecutivo y Justicia", Augusto M. Morello en su obra Recursos extraordinarios y eficacia del proceso, T. 3, pág. 837 y sgtes.). En sentido similar, Bustos Berrondo señala que en ocasiones (regulación de honorarios profesionales) se presentan casos dudosos en los que se hace necesario recibir el juicio ejecutivo a prueba para despejar la duda, si el demandado, mediante la respectiva excepción de inhabilidad de título, discute la titularidad del crédito en la persona del actor, o su propia condición de deudor. Afirma este último autor que en tales casos no se trata de investigar la causa de la obligación, "lo que como se sabe está prohibido durante el trámite ejecutivo, sino de establecer cuál es la persona obligada al pago del honorario, matera propia de la excepción en estudio" (Bustos Berrondo, H., "Juicio Ejecutivo", págs. 183/184, Ed. Platense, La Plata, 1977)". En otro precedente, también ha dicho al respecto que “En cuanto a la excepción de falta de legitimación para obrar, corresponde aclarar en primer término que debe entenderse superada la cuestión de su admisibilidad en el presente trámite. Ello por cuanto … [aunque] tal excepción no se encuentra entre las defensas que autoriza a interponer en esta clase de juicios el artículo 475 del Código Procesal Civil y Comercial … calificada doctrina y jurisprudencia (Ver E.D. 43, pág. 195) ha entendido que es dable acudir a la excepción de inhabilidad de título para introducir la excepción de falta de legitimación en el proceso ejecutivo. De allí, no pudiendo exigirse formas sacramentales en la interposición de esa articulación, la misma resulta admisible” (C.S.J.Sta.Fe, fallo del 14.3.2001 in re “Presa, Rosa Gdak de c/ Municipalidad de Santa Fe -R.C.A.P.J.- (Expte. 503/95) s/ Incidente de Apremio”, espigado en A y S t 170 p 110-112). 6.3. Desde la perspectiva expuesta, queda claro que, bien hizo el a quo al adentrarse en el análisis de la excepción de falta de legitimación “pasiva” opuesta por el Citibank N.A. que, por lo demás, luce demostrada básica, esencial y centralmente a partir de la documental obrante a fojas 24/31 a la que aludimos ut supra. En efecto, de ella surge que el Dr. Jorge Stratta celebró con las autoridades correspondientes del Citibank N.A. un convenio donde prestó su adhesión total a las Condiciones Generales y Particulares para la actuación prejudicial, judicial y extrajudicial “respecto de créditos los hipotecarios donde el Estudio [del Dr. Stratta] ejercerá la representación de Citibank N.A.” (v. fojas 25/31) en virtud del cual, entre otras cláusulas, se pactó que el estudio “Stratta” “percibirá por la prestación del servicio establecido en la presente, un honorario preestablecido según la actividad encomendada, conforme surge de las condiciones particulares”, honorario que “será facturado por el Estudio al Banco, una vez concluida la tarea encomendada, que será detallada como tal en las condiciones particulares” (v. fojas 25). A ello se agrega la “cláusula de renuncia de honorarios” obrante en escrito que corre glosado a fojas 24 de autos, del cual surge que, entre las partes precitadas, el 6.2.2001 se celebró el siguiente convenio: “El Estudio Stratta Funes Giorgi Correa renuncia irrevocablemente a reclamar a Citibank N.A. y/o Dinners Club SACI y de T. los honorarios que pudieren ser fijados judicialmente, ya sea que éstos se hubieren devengado con motivo de la asignación efectuada a la fecha o se devenguen en el futuro con motivo de la asignación posterior …”. De tal forma de estipulación surge en forma indubitada que el citado profesional acordó el modo de retribución de sus servicios en un todo de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 1627 del C.C. (modificado por Ley 24432) que establece que las partes pueden ajustar libremente el precio de sus servicios (conf. Condomi, Alfredo Mario; “Sistematización esquemática de la normativa nacional sobre honorarios profesionales (segunda parte)”, espigado en L.L. 2003-C-1421), sin que dicha facultad pueda ser cercenada por leyes locales [aunque, en el caso, también aplica a la misma solución lo dispuesto en la Ley Nº 11089 de Desregulación de los Honorarios Profesionales - 25-111993 -, especialmente sus artículos 6 y 7; ver, entre otros Romano, Alberto A. y Romera, Oscar E.; “Desregulación de honorarios en la provincia de Santa Fe (otra vuelta de tuerca vía judicial), espigado en L.L. 1996-B-283]. Desde ese ángulo hermenéutico y siguiendo el razonamiento del Dr. De Lázzari (conforme su voto en S.C.J.B.A., fallo del 28 de noviembre de 2001 in re “Ac. 82.557 “Banco de La Pampa c/ Cuevas, Emilio Alfredo. Cobro ejecutivo. Rec. de queja” Plata,”, espigado en http://www.scba.gov.ar) cabe recordar que el art. 1627 -conforme ley 24.432establece: "... Las partes podrán ajustar libremente el precio de los servicios, sin que dicha facultad pueda ser cercenada por leyes locales...". SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 Al respecto, señalan José Carlos Neira y Carlos Ernesto Ure que la incorporación de esta norma al Código Civil y su expresa mención a su prevalencia sobre los aranceles locales, unifica el principio en todo el país. Conviene precisar que el caso está referido a los supuestos de convención particular entre el profesional y el cliente acerca de la retribución del primero, por lo cual todo el sistema arancelario contenido en las leyes respectivas, sólo resultaría de aplicación en forma supletoria, cuando dicha remuneración deba ser abonada por el propio cliente y tales acuerdos no existan (en "La nueva ley de aranceles", "La Ley", t. 1997-B-870). A su turno, menciona Antonio Juan Rinessi sobre este tipo de convenio que "las partes pueden pactar libremente el precio de los servicios y que esta situación se asienta en el campo contractual, su regulación e interpretación queda sometida al sistema del derecho privado, dentro del orden público de protección -reseñado arts. 1071, 954 y 1198 del Código Civil-. La norma emanada del Congreso se refiere al derecho común, materia exclusiva del gobierno federal, por virtud del art. 75 inc. 12 de la Constitución nacional en forma exclusiva. No hay duda de que los alcances de esta ley son de aplicación también a las jurisdicciones provinciales, por ser una ley común, de obligatoriedad general, por la naturaleza de las mismas, y que no entra en conflicto con el poder de policía local por el carácter que ostenta". Finalmente, agrega el autor citado que "en principio aquí se viene a consagrar el criterio relativamente opuesto al que había regido con anterioridad; que los pactos sobre honorarios solamente tenían validez cuando respetaban el mínimo legal, o eran superiores a ese mínimo arancelario. En cambio ahora hay libertad absoluta de pactarlos en cualquier monto. No obstante ese pacto reconoce algunos límites: el abuso del derecho o la lesión subjetiva u objetiva, o la teoría de la imprevisión, en su caso" (en "Las nuevas reformas sobre honorarios", "La Ley", t. 1995-B-1210). 6.4. Tal forma de proceder, asumida voluntariamente por el actor en los convenios de marras (v. fojas 24/31), poco tiene que ver con la demanda de apremio por cobro del total de los honorarios regulados por su actuación en el proceso principal del cual éste es incidente. Antes bien, no solo que palmariamente se demuestra su falta de legitimación para así obrar (tanto en la faz activa como pasiva) sino que, además, se configura claramente un supuesto de “venire contra factum proprio” que hace aplicable las consecuencias negativas de la Teoría de los Actos Propios que, como se sabe, implica un principio general del derecho que, como tal, es aplicable –aún- a la parcela procesal (v. entre otros, Peyrano, Julio y Chiappini, Jorge, "La doctrina de los actos propios en el ámbito del procedimiento civil", JA 1985-IV-820, López Mesa, Marcelo J.; “La Doctrina de los Actos Propios en la Jurisprudencia”, ed. Depalma, Buenos Aires 1997, passim; Diez Picazo Ponce de León, Luis; “La Doctrina de los Propios Actos”, Barcelona 1963, ed. Bosch, passim; BORDA, Alejandro; “La Teoría de los Actos Propios”, ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires 1987, passim; Alberti, Edgardo Marcelo; prólogo al Manual de Jurisprudencia La Ley, "Doctrina de los actos propios" (Recopilador José Luis Amadeo), Buenos Aires, Argentina, 1986; Alterini, Atilio A, y López Cabana, Roberto M. , "La virtualidad de los actos propios en el derecho argentino", LL.1984-A-877 y ss.; Amadeo, José Luis, "La doctrina de los actos propios en la jurisprudencia argentina y española", LL 1984-A-520; Bianchi, Enrique Tomás e Iribarne, Héctor Pedro, "El principio general de la buena fe y la doctrina "venire contra factum propium non valet", ED , 106-959; Caivano, Roque J., "Silencio, doctrina de los actos propios y renuncia tácita" L.L. 1996-C-197; Colerio, Juan Pedro, "La doctrina de los propios actos, la prueba conducente y el principio de congruencia", en la obra "Derecho Procesal en vísperas del siglo XXI". Temas actuales en memoria de los profesores Isidoro Eisner y Joaquín Alí Salgado, Buenos Aires, Argentina, Ediar, 1997; Eisner, Isidoro, "La doctrina de los actos propios compromete también el obrar del tribunal", L.L. 1987-C-820 y ss.; Morello, Augusto, "La doctrina del acto propio", L.L. 1984-A-867; Nicolau, Noemí, "La doctrina de los actos propios y la verwirking", Juris, marzo 27 de 1985; etc.) y dentro de ésta al ámbito del proceso de apremio que nos convoca. Así las cosas, en orden a la conducta asumida por el profesional, debe destacarse que como una derivación necesaria e inmediata del principio general de buena fe resultan inadmisibles las alegaciones que importan ponerse en contradicción con los propios actos anteriores, deliberados, jurídicamente relevantes y plenamente eficaces (conf. S.C.B.A. Ac. 46.966, sent. del 11-X-1995; Ac. 56.359, sent. de 5-VII-1996, "Acuerdos y Sentencias", 1997-II-836, "D.J.B.A.", 153 125, "Jurisprudencia Argentina", 1998-II-469, "La Ley Buenos Aires", 1997-803). También se ha dicho que la regla moral que impone la buena fe en la celebración, interpretación y ejecución de los contratos (art. 1198, C.C.) es un principio que integra el orden público, porque tiende a obtener o a mantener las condiciones de sustentación que se reputan indispensables para que el contrato funcione ordenadamente como instrumento de justicia (conf. S.C.B.A., Ac. 54.008, sent. del 26-IX-1995, "Acuerdos y Sentencias", 1995-III-677, "D.J.B.A.", 149-263; Ac. 68.601, sent. de 26-X-1999; Ac. 78.160, sent. de 19-II-2002) [ver también, en su caso, Compagnucci de Caso, Rubén H.; “La doctrina de los propios actos y los convenios sobre honorarios profesionales de abogados”, espigado en L.L. 2006-B-208 y también en L.L.B.A. 2006-156]. Por eso, bien dice la doctrina que “El abogado que renunció anticipadamente a los honorarios o convino monto inferior al del arancel, no puede luego prescindir de lo convenido invocando su nulidad y pretender cobrar lo legal … Tal solución resulta del art. 1047 del Código Procesal Civil y Comercial. Civil, que es una de las aplicaciones de la SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 regla nemo auditur” (conf. Barbero, Omar U.; “Renuncia por el abogado a sus honorarios: ¿validez o nulidad?”, espigado en L.L. 1989-C-1178). 6.5. Parecidos razonamientos a los expuestos fueron los usados por la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe en fallo del 4.4.2001 in re “Reggiardo, Juan Alberto c/ Banco de Santa Fe S.A. -Apremio por Honorarios- s/ Recurso de Inconstitucionalidad (Expte. C.S.J. Nro. 431, Año 1998)”, espigado en A y S t 170 p 446452. En efecto, en el mismo, el Alto Tribunal Provincial señaló lo siguiente: “No se encuentra discutido en autos que el actor representó al Banco en el concurso preventivo antes mencionado cuando su poderdante ya se había transformado en una “sociedad anónima con participación estatal mayoritaria”, de conformidad con lo dispuesto por la ley 10.582, con un capital accionario cuya titularidad se encontraba íntegramente en manos del Estado provincial. Ante esa realidad -marcada, reitero, por la circunstancia de que el Estado provincial es finalmente el único accionista de dicha persona jurídica (conf. Procuración del Tesoro de la Nación, Dictámenes, 220:143, con cita de Dictámenes 212:377)- ha de recordarse que, como se ha dicho con acierto, aun tratándose de entidades predominantemente regidas por el derecho privado, deben considerarse de aplicación respecto de este tipo de sociedades ciertas normas y principios de derecho público, no incompatibles con la finalidad de su creación. Es que -aun con el más amplio grado de descentralización- en última instancia ellas integran la organización administrativa del Estado; cuando se trata de entidades del Estado constituidas bajo forma jurídica privada se impone la superación de la personalidad del ente frente a la realidad estatal de la propiedad, el gobierno y dirección de la entidad (Procuración del Tesoro de la Nación, Dictámenes, 219:145 -con cita de Dictámenes, 171:60-; 207:222 y 317). Incluso se ha dicho que, más allá de la adopción de un tipo social propio de la personalidad jurídica de las empresas privadas, la realidad subyacente determina que las sociedades anónimas cuyos capitales se encuentran en su totalidad en poder del Estado deben caracterizarse, hasta tanto no se transfieran las acciones a los particulares, como un ente estatal, ya que tal mecánica jurídica fue adoptada en función de la privatización de la entidad y para hacerla posible (Procuración del Tesoro de la Nación, Dictámenes, 199:97). Y así, autores como Dromi han apuntado que las sociedades con participación estatal mayoritaria “son asimiladas a las sociedades del Estado cuando el capital es enteramente estatal” (cfr., Dromi, José Roberto, “Derecho Administrativo Económico”, Astrea, Bs. As., 1977, T. 1, pág. 331). En esa línea, no deja de lastimar la lógica y el buen sentido la afirmación (efectuada por la actora) de que “la relación de los abogados con el banco es la misma que la de los curiales que se desempeñan en cualquier otra entidad bancaria privada” (v. f. 370), tanto más si se repara en la presencia de una regla como la del artículo 12 de la ley 10.582 -ley que, según los propios dichos de la actora, “reviste importancia sustancial para decidir el caso” (v. f. 78 v.)- conforme a la cual “la Provincia de Santa Fe será subsidiariamente responsable de las obligaciones contraídas por el Banco que no pudieran ser canceladas con recursos de la entidad (...)”, norma ésta cuyas reveladoras implicancias no se ven limitadas en absoluto por la derogación de los artículos 313 y 314 L.S.C. -destacada a su turno por el iudex a quo como fundamento de su decisión-, habilitando a recordar, cuanto menos, la pertinencia de las observaciones de Bianchi acerca de la suerte que han de correr los esfuerzos que se efectúen para asignarle el carácter estrictamente privado a este tipo de sociedades (vide Bianchi, Alberto, “Anotaciones sobre los conceptos de administración pública y función administrativa”, en E.D., T. 129, págs. 266 y ss.). Ante este panorama, e incluso dejando de lado la polémica sobre la naturaleza jurídica de este tipo de entidades, es forzoso reconocer la presencia de fuertes notas iuspublicísticas en la relación jurídica banco-empleado, que se materializan a través de la influencia de normas y principios de derecho público, aplicables como consecuencia de la “estatalidad” (cfr., C.S.J.N., Fallos,311:750) del ente en cuestión, respecto del cual subsiste un marcado interés estatal (cfr. CNacApel ContAdmFed, Sala 4, “Antonelli, Jorge”, del 11 de julio de 1995) que se manifiesta, en cuanto a la relación con los empleados, en las numerosas disposiciones referidas al tratamiento del personal del Banco de Santa Fe a partir de la privatización dispuesta por la ley 11.387, donde incluso se ha previsto la reubicación de agentes “en el ámbito de los tres poderes del Estado” (cfr., artículo 6, ley cit.; decretos 309/97; 820/97, entre otros), o, por ejemplo, en la afiliación obligatoria de los mismos a la Caja de Previsión Social de los Agentes Civiles del Estado (vide art. 2, ley 9.816; recibo obrante en copia a f. 17). Se advierte así la concurrencia de condiciones que habilitan a sostener válidamente la concreta operatividad de aquellos principios de orden público que prohíben a los profesionales a sueldo de la Administración percibir honorarios cuando éstos deban ser desembolsados por el erario público en cualquiera de sus manifestaciones institucionales y jurídicas, pautas que deben ser consideradas como inherentes al status en el cual se encuentran los referidos empleados y funcionarios, con el carácter de norma de policía tendente a asegurar el mejor cumplimiento de los deberes propios de la función que ocupan (cfr. Fallos, 247:13). Si tales principios -en virtud de los cuales, insisto, quienes han prestado servicios profesionales en el desempeño de sus cargos no son acreedores a honorarios por los mismos, teniendo como única remuneración el sueldo habitual que perciben (doctrina de Fallos, 90:94; 249:140; 269:125; 306:1283; 308:1965; 317:1674; 319:318)-, resultan aplicables al caso de autos por lo antes expuesto, deviene manifiesta la improcedencia jurídica de la pretensión aquí planteada, circunstancia que a su vez determina la invalidez de lo resuelto por el Juez de SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 baja instancia, quien ha fallado con absoluta prescindencia de tales cánones, sin advertir que los mismos -por su especialidad- desplazaban en el caso a las normas que rigen con carácter general en materia de honorarios de abogados y procuradores. Establecida la ausencia del derecho del actor a percibir honorarios del banco empleador, era consecuencia forzosa la inexistencia de un título o derecho que habilite la vía del apremio. De allí que la sentencia atacada, al disponer la solución contraria, debe ser anulada por esta Corte, al no reunir evidentemente las condiciones mínimas que son necesarias para satisfacer el derecho a la jurisdicción que acuerda nuestra Carta Magna, condiciones éstas que -conviene recordarlo- han sido definidas como aquellas que concretan en la sentencia la exigencia de que ésta sea el resultado de la derivación razonada del derecho vigente a los hechos de la causa (conf. A. y S., T. 36, pág. 375; T. 146, pág. 332, etc.)”. Criterio que la Corte Suprema de Justicia de la Provincia luego repite y amplía en fallos del 22.8.2001 in re “Ayala Bergero, Juan Carlos c/ Banco Provincial de Santa Fe hoy Banco de Santa Fe S.A. –Apremio en autos Bco. Prov. Sta. Fe c/ Florencia S.A.C.I. y ots – Dem. Ord- s/ Recurso de Inconstitucionalidad” (Expte. C.S.J. Nro. 80, año 2001), espigado en A. y S., Tomo 174, págs.. 232-236 y fallo del 22.8.2001 in re “Ayala Bergero, Juan Carlos c/ Bco. Provincial de Sta. Fe hoy Bco. de Santa Fe S.A.P.E.M. -Apremio y sus acumulados … s/ recurso de inconstitucionalidad" (Expte. C.S.J. Nro. 117, Año 2001), espigado en A y S t 174 p 253-257, oportunidades ambas en las que el cimero tribunal santafesino dice que las causas guardan “similitud con la materia que fuera objeto de estudio y decisión por esta Corte in re "Reggiardo, Juan Alberto c/ Banco de Santa Fe S.A. -Apremio por Honorarios- s/ recurso de inconstitucionalidad" (Expte. C.S.J. Nro. 431, Año 1998) -A. y S., T. 170, pág. 446-, por lo que brevitatis causae no cabe sino remitir a las consideraciones allí efectuadas, a la luz de las cuales puede concluirse en la invalidez de la respuesta jurisdiccional proporcionada por la Alzada, la que no constituye la necesaria derivación razonada del derecho vigente con aplicación a las circunstancias comprobadas de la causa”. Y, como también anticipamos, el recurrente no explicitó en el memorial de expresión de agravios por qué tanto el tribunal de la primera instancia como –en este casola Alzada deberían apartarse de los lineamientos expuestos en dicho precedente judicial que adquiere los caracteres de “leading case” en la materia. Así las cosas, esta Sala tiene dicho en varios precedentes que, a salvo que se expongan argumentos de singular peso para apartarse, no cabe sino acatar los dictums de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe en su carácter de máximo tribunal provincial y, seguir así la doctrina del valor “vinculante” aunque “condicionado” de los pronunciamientos de los Tribunales Superiores, en particular los de la pirámide de la organización judicial. En efecto, aunque en nuestra provincia los fallos de la Excma. Corte Suprema de Justicia no sean de “obligatorio” seguimiento por parte de los Tribunales inferiores (como sucede, por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires cuando la S.C.B.A. Actúa en función casatoria), no puede dejar de repararse en el carácter que ostenta el Alto Tribunal Provincial. Precisamente, éste es Tribunal de Garantías Constitucionales y, cuenta además, con la autoridad de tener (en algunos casos) el carácter de Intérprete Final de la Constitución Provincial. A su turno, la Corte Suprema Corte de Justicia de Santa Fe, ha receptado la doctrina judicial referida en numerosos antecedentes (v.gr. “Gutiérrez”, A. y S., T. 119, pág. 119; “Vallejos”, T. 119, pág. 483; “Parón”, T. 120, pág. 374; “Dutto”, T. 123, pág. 272; “T., N. R. Y otro -Homicidio Culposo- s/ Competencia”, fallo del 8.6.94, Zeus, entrega del 30.10.95; “Morales, Juan C. c/ Transporte Gral. Las Heras S.R.L. -Cobro de Australes- s/ Recurso de Inconstitucionalidad”, fallo del 20.5.98, Zeus, entrega del 11.5.1999, etc.). Por su parte, la cuestión relativa al grado de acatamiento que el criterio expuesto en una cuestión análoga por la Corte Suprema (tanto en el orden federal como a nivel provincial) genera para los tribunales inferiores ha sido motivo de profundos y reiterados análisis, e incluso de pronunciamiento de esos mismos Altos Tribunales. Así, en la doctrina podemos citar a Alberto B. Bianchi [“De la obligatoriedad de los fallos de la Corte Suprema. (Una reflexión sobre la aplicación del stare decisis)”, El Derecho. Serie Constitucional, T. 2000/2001, pág. 337; también en “Control de constitucionalidad”, Buenos Aires, Ábaco, 2002, 2ª ed., tomo 1, p. 353], Santiago Legarre y Julio César Rivera (h) [tanto en "La obligatoriedad de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde la perspectiva de los tribunales inferiores", JA 2006-IV, suplemento de fecha 29/11/06, pág. 3 cuanto en “La obligatoriedad atenuada de los fallos de la Corte Suprema y el stare decisis vertical”, espigado en La Ley ejemplar del 20.8.2009 y también en “Naturaleza y dimensiones del stare decisis”, La Ley 2005-F-850], Silvia B. Palacio de Caeiro [“La eficacia vinculante de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y la creación del Derecho”, en Revista de Doctrina y Jurisprudencia “Foro de Córdoba”, 1999, Nro 51, pág. 49], Claudia B. Rodríguez ["La técnica de la cita del precedente y la obligatoriedad de la jurisprudencia de la Corte Suprema", JA 2002-II-297], Néstor Pedro Sagüés [entre otros, sus trabajos “La vinculatoriedad de la doctrina judicial de la Corte Suprema”, espigado en L.L. revista del 14.8.2008 y “La eficacia vinculante de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de los E.E.U.U. y Argentina”, espigado en SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 “Estudios Constitucionales”, Revista Semestral del Centro de Estudios Constitucionales, ed. Librotecnia, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca, julio 2006, págs. 17 y ss.; "Eficacia vinculante o no vinculante de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación", El Derecho 93-891, p. 893], Emilio A. Ibarlucía [“Sobre el seguimiento de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, El Derecho Constitucional 2006-215, pág. 223], Alberto F. Garay y Alejo Toranzo [“Los efectos de las sentencias de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, J.A. 2005-IV-1085]; Matías Bentivegna [“El apartamiento de los precedentes de la Corte Suprema de Justicia como causal de arbitrariedad de la sentencia”, El Derecho, Serie Constitucional, T. 2008, pág. 253], etc.. También la Corte Suprema de Justicia de la Provincia ha tenido ocasión de decidir que es improcedente apartarse de lo resuelto por la Corte Nacional en casos análogos sin que -al así hacerlo- se aporten nuevos argumentos (fallo del 8/6/94 in re "T., N. R. y otro s/ Homicidio culposo - Competencia", Zeus 69-J-214) y, a su turno, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha dicho que, si bien sus fallos no resultan obligatorios para casos análogos, los jueces inferiores (de todas las instancias) tienen el deber de conformar sus decisiones a las de ese Tribunal; ya que carecen de fundamentos las sentencias que se apartan de los precedentes de la Corte Suprema sin aportar nuevos elementos que justifiquen modificar las posiciones sustentadas en ellos, dado que aquella reviste el carácter de intérprete suprema de la Constitución Nacional y de las leyes dictadas en su consecuencia (Fallos 25:364; 212:51; 307:1097; Fallos 311:1644; etc.). Es que está comprometido en ello también un principio de economía procesal, en la medida en que la sentencia que se aparta -aún dando razones- a aquella doctrina judicial vinculante, a la postre resulta susceptible de ser descalificada por la vía del recurso extraordinario, evitándose así "recursos inútiles" (C.S.J.N., Fallos 25:364). Tal propuesta, como lo ha declarado la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe ("Cooperativa Agrícola Ganadera Limitada c/ Ravelli s/ Inconstitucionalidad", 11/6/03, A y S 189-376) no importa la imposición de un puro y simple acatamiento de la jurisprudencia de la Corte, sino el reconocimiento de la autoridad que la inviste y, en consecuencia, la necesidad de que los jueces inferiores al resolver las causas sometidas a su juzgamiento den sobrados argumentos si deciden apartarse de dicha jurisprudencia. 7. Criterio que también fue seguido por las Salas II y III de este Tribunal de Alzada en precedentes de similar tenor al aquí analizado. En efecto, por la Sala II en los aludidos precedentes “Stalker, Alfredo Rodolfo c/ Compañía Financiera” (fallos del 29.5.2006 y 5.3.2008, entre otros) y, por la Sala III en fallo del 13.2.2004 in re “Ayala Bergero, Juan Carlos c/Banco Provincial de Santa Fe S.A.P.E.M. sobre apremio y acumulados” (Expte. Nº 36/1997) al alinearse al criterio de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia que anulara su anterior temperamento (que es el citado por el a quo). 8. Y que también es aplicado en múltiples decisiones jurisprudenciales de importantes tribunales de la República Argentina. Así por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires en fallo del 8.6.2005 in re “Banco de la Pampa c/ Cuevas, Emilio A.”, espigado en L.L. 2006B-208 con nota de Compagnucci de Caso, Rubén H.; “La doctrina de los propios actos y los convenios sobre honorarios profesionales de abogados”; el Tribunal Superior de Justicia de Córdoba en fallo del 31.10.2000 in re “Saire, Paulino J. y otros c/ E.P.O.S. s/recurso de casación”, espigado en L.L.C. 2001-532, 2001; la Sala A. de la Cámara Nacional de Comercio en fallo del 11.2.2000 in re “Citibank N.A. c/ Puigmarti y Cía”, espigado en L.L. 2000-F-359; en igual sentido se pronunció la CNCiv., sala G en autos "Van Noppen, Ricardo c/ Almagro Construcciones”, 24/2/ 1997, La Ley 1997-E, 1053; asimismo la CNCom., sala A en autos "Banco Florencia c/ Argentron S.A.", 14/11/96, La Ley, 1997C,856; DJ 1997-2669; ídem en autos "Compañía Azucarera Tucumán c/ Compañía Nac. Azucarera; 13/5/96, La Ley, 1997-A, 350; DJ 1997-1-730. Y, por supuesto, de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que, por ejemplo, ha señalado que “Los pactos de honorarios agotan todo concepto de retribución con excepción de las costas impuestas a otras partes del pleito; se trata de actos convencionales que suplen la reglamentación arancelaria. De tal manera, los contratantes reemplazan los parámetros emergentes de la ley de arancel por su acuerdo de voluntades” (C.S.J.N., 4.5.1999, Fallos 322:709 citado por Amadeo, José Luis; “Honorarios de abogados (Jurisprudencia de la Corte Suprema)”, espigado en SJA 19/6/2005, J.A. 2005-II-1433). 9. Por todo lo expuesto y si mi voto es compartido por mis distinguidos colegas, cuanto corresponde es desestimar el recurso de apelación deducido por la actora, y, en consecuencia, confirmar en su totalidad el fallo alzado, con expresa imposición de costas al recurrente vencido en la instancia (arg. art. 251 del C.P.C.C.). En consecuencia, así voto. El Dr. Müller expresó, a su vez, iguales razones en parecidos términos y votó, por lo tanto, en igual sentido. A la segunda cuestión, la Dra. Miró Pla dijo: Que, considerado en la cuestión precedente que la decisión impugnada resulta irrecurrible, corresponde declararla, por ello, inapelable. Así voto. Respecto a la tercer cuestión, los Dres Vargas y Müller manifestaron sucesivamente que, de acuerdo a lo que antecede, cuanto corresponde es desestimar los SALA CIVIL PRIMERA Resolución N°: 322 Folio: 167 Tomo: 13 recursos de nulidad y apelación deducidos por la actora y, en consecuencia, confirmar en su totalidad el fallo alzado, con expresa imposición de costas al recurrente vencido en la instancia (arg. art. 251 del C.P.C.C.). A la tercer cuestión, la Dra. Miró Pla dijo: Por las mismas razones expresadas precedentemente, corresponde declarar mal concedidos los recursos de nulidad y apelación. Por los fundamentos del acuerdo precedente, por mayoría, la SALA PRIMERA DE LA CAMARA DE APELACION EN LO CIVIL Y COMERCIAL DE SANTA FE, RESUELVE: Desestimar los recursos de nulidad y apelación deducidos por la actora y, en consecuencia, confirmar en su totalidad el fallo alzado, con expresa imposición de costas al recurrente vencido en la instancia (arg. art. 251 del C.P.C.C.). Insértese, hágase saber, bajen. Concluido el acuerdo, firmaron los Señores Jueces de Cámara por ante mí, que certifico. VARGAS MÜLLER MIRÓ PLA (En disidencia) PENNA (Secretaria)