Finanzas en un entorno de inflación y deflación

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Finanzas en un entorno de inflación y deflación Las variaciones de precios, tanto si se traducen en inflación como en deflación, tienen efectos sobre la rentabilidad y seguridad de los productos financieros y, en consecuencia es conveniente que los agentes económicos adapten su conducta a ellas en el momento de tomar decisiones de endeudamiento, inversión y ahorro. 
http://www.rtve.es/alacarta/audios/finanzas‐para‐todos‐los‐publicos/finanzas‐
para‐todos‐publicos‐inflacion‐deflacion‐01‐12‐14/2895496/ Los agentes económicos, cuando se producen cambios en su entorno, modifican su conducta para adaptarse a ellos buscando su propio beneficio. Dedicamos este programa a hablar de las variaciones de precios: inflación y deflación, y sus efectos sobre las decisiones de inversión y ahorro de las personas. La inflación es un aumento generalizado y sostenido de los precios que se suele medir mediante el IPC o Índice de Precios al Consumo. En el medio plazo, la causa principal de la inflación es el aumento de la cantidad de dinero por encima del crecimiento de la producción, lo que provoca que la demanda de bienes y servicios se incremente y que los precios suban. La inflación supone una disminución del poder adquisitivo de los ciudadanos de un país, porque con el mismo dinero unos meses más tarde se pueden comprar menos productos. Todos somos conscientes de que antes de la entrada del euro, un café o una cerveza costaba 100 pesetas, y lo que pagamos ahora por ellos. Se puede decir, por tanto, que el poder adquisitivo del dinero depende de que los precios se mantengan estables en el tiempo. Los efectos de la inflación sobre el ahorro de las personas son evidentes porque le hace perder poder adquisitivo. Así, si al cabo de un año nos abonan un 2% de interés y los precios suben un 3%, habremos perdido un 1% de poder adquisitivo. No favorece tampoco la inversión en productos financieros ya que el dinero pierde valor y el que se paga en el momento de la compra vale más que el que se recibe al final en la amortización. Por eso, la inflación beneficia a los que piden dinero prestado y perjudica a los que lo prestan. En consecuencia, hay que fijarse siempre en la rentabilidad que se obtiene, o en los intereses que se pagan, una vez descontada la inflación. De hecho, muchos préstamos hipotecarios la tienen en cuenta, al firmarse a tipos de interés variables. A un crecimiento de los precios muy elevado y descontrolado se le denomina hiperinflación. Cuando esto sucede, los ciudadanos, para mantener su poder adquisitivo, modifican su conducta y buscan colocar su ahorro en monedas más estables como el dólar o el franco suizo, o en metales preciosos como el oro. El fenómeno contrario a la inflación es la deflación que es una caída prolongada y sostenida de los precios. Podemos pensar que la deflación tiene un efecto positivo para los consumidores, porque con el mismo dinero pueden ahora comprar más cosas, pero lo que sucede en la realidad es que se retrasan sus decisiones de compra, al pensar que los precios actuales continuarán bajando, lo que finalmente termina dañando a la actividad económica general. Un ejemplo de esto lo tenemos en el parón sufrido en el mercado inmobiliario en España. Desde que estalló la crisis, se dejaron de vender viviendas, entre otras razones porque la gente pensaba que los precios seguirían cayendo en el futuro. Con la deflación, aumentan las dificultades de las personas endeudadas, y también de los gobiernos, para devolver sus préstamos porque sus ingresos se estancan o reducen. En definitiva, lo mejor es que los precios se incrementen, pero de forma moderada. De ahí, que el Banco Central Europeo persiga que los precios aumenten pero menos del 2% anual. Y para finalizar un consejo: Tenga en cuenta siempre la tasa de inflación a la hora de calcular la rentabilidad de una inversión o el coste de un préstamo. 
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