La regla per se: falacia o realidad © Claudia Montoya N1. Agosto-2012 I. Introducción Desde los comienzos del Derecho Antitrust, precisamente, a finales del siglo XIX, la Ley Sherman provocó dudas en su aplicación, pues su redacción hacía entender que todo contrato o combinación en forma de “trust” o bajo cualquier modalidad, así como todas las conspiraciones que se efectuaran en restricción al comercio, serían consideradas contrarias a la ley civil y criminal.2 Este entendimiento general de la norma dio vida a la regla per se como método de interpretación de los acuerdos en Estados Unidos, de lo cual hoy, después de casi dos siglos, se sigue hablando. Algunos sectores en Estados Unidos defienden la estabilidad de la regla per se para estudiar y resolver los acuerdos anticompetitivos de la competencia, especialmente los verticales relacionados con precios, mientras otros insisten en su abolición, a pesar de que la jurisprudencia muestra que la batalla se está perdiendo. El criterio per se ha evolucionado y ha dejado de ser la forma más dura con la que se trata un acuerdo anticompetitivo en los Estados Unidos. Se ha pasado de presumir que cualquier contrato es por si mismo anticompetitivo sin importar sus efectos, al ejercicio simple y no estructurado de parte de la autoridad de visualizar ciertos efectos del acuerdo y presumir que dicho efecto es anticompetitivo (no que el acuerdo es anticompetitivo). Esta tendencia, junto con una teoría mas estructurada denominada “quick look”, ha pretendido resolver la dicotomía que ha ofrecido por años la rigidez de la regla per se frente al supuesto desgaste y tiempo que ofrece la aplicación de la regla de la razón. Finalmente, se habla de la comprensiva y balanceada regla de la razón, la cual identifica la maduración de una forma de interpretación más sensible y quizás más justa. Se evidencia entonces una tendencia en contra de la regla per se y en pro de la regla de la razón. Prueba reciente de ello son casos como “Leegin Creative Leather Products3” y el “In re text messaging Antirust Litigation”4, a pesar de la decisión de algunos estados de alejarse de la aplicación de la regla de la razón, en casos específicos de acuerdos verticales de precios. Paralelamente a este panorama, en países como el nuestro se habla de la regla per se y se corre el riesgo de su aplicación, lo cual pone en evidencia al menos una de las 1 Abogada de la Universidad de Caldas con LLM de American University Washington College of Law y especialización en la misma universidad en Propiedad Industrial. Especialista en Derecho Comercial de la Universidad de Caldas y en Derecho de Sociedades de la Universidad Javeriana. Socia Jaeckel/ Montoya Abogados. www.jaeckelmontoya.com 2 Sherman Act 1890. Section 1. 3 Leegin Creative Leather Products Inc v PSKS, Inc 2007. 4 In re text messaging Antirust Litigation, 7th Cir. Dec 29, 2010. siguientes posibilidades: 1. Los entes que investigan los acuerdos tienen aspiraciones superiores para condenar todos los acuerdos cuya prueba se torne difícil. 2. Se desconocen las bases históricas de la regla per se. 3. Se pasa por alto la evolución jurisprudencial de la figura. 4. Se olvida que, aunque el derecho civil y el derecho común convergen cada día más, lo que es cierto es que en el derecho común surgieron y surgen diferentes necesidades y otras valoraciones que los jueces y las autoridades deben resolver en muchas ocasiones de manera diferente de como lo haría un juez o una autoridad en el sistema de derecho civil. La conclusión de este análisis no es otra que compartir una creencia: la regla per se, como ha querido entenderse, sin revisar su historia y evolución, no existe en nuestro mundo. No existe en Colombia y algunos de sus aficionados la han convertido en una expresión común, casi como cliché. Ese cliché ha permitido estudiar su conceptualización, indagar sobre su caracterización y afirmar lo ilegal que sería su aplicación en nuestro sistema. II. La búsqueda de la estructurada regla de la razón y su aplicabilidad A partir de la existencia de la Ley Sherman, en el año 1890 se empezó a hablar de las restricciones al comercio per se como una forma de interpretación de los acuerdos de competencia, cuya primera manifestación quedó plasmada en USA v Trans- Missouri Freigth en 1897. Este caso entendió que “todo acuerdo en restricción a la competencia” era ilegal sin importar cómo, o cuánto la práctica podría afectar el comercio o la competencia. Este razonamiento llevaba a que con la simple prueba de la existencia del acuerdo, éste se tenía por restrictivo de la competencia. No obstante lo tajante de la decisión, el salvamento de voto, con bastante claridad, dio luces desde ese entonces, para la construcción de una teoría de interpretación opuesta a la regla per se, que avocara por el descubrimiento o la prueba de la irracionalidad del acuerdo o de los efectos del acuerdo. Esta luz se reflejó un año más tarde en United States v. Addyston Pipe Steel Co (1899)5, en el que la Corte distinguió dos tipos de restricciones: Unas que deberían ser absolutamente condenadas cuando de ellas no se derivaba ningún propósito plausible y otras, que siendo accesorias al contrato principal, resultaban justificadas y racionales para llevar adelante el negocio principal. Posteriormente, en 1911, en Standar Oil6, haciendo eco de lo expresado en Transmisouri Freigth, se desarrolló una posición por la cual se indicó que la sección 1 del Sherman Act, requería el ejercicio de un “juicio de razonabilidad” en cada caso concreto, por lo cual era necesario incorporar un “estándar” a fin de determinar si una prohibición contenida en una ley era o no violada atendiendo el caso en particular. 5 United States v. Addyston Pipe &Steel Co., 85 F.271 (6th Cir. 1898), 6 Standard Oil Co. v. United States, 221 US (1911) Según el test propuesto en Transmisouri, la irracionalidad de la conducta se podía determinar escudriñando la naturaleza del contrato, revisando las circunstancias que daban origen a inferir la presunción, o indagando si existía o no intencionalidad para restringir la competencia. Ese estándar no era otro distinto del que tradicionalmente se conoce en el “common law” como el “estándar de la razón”, el cual se había usado y se usa para adecuar un caso particular de cualquier índole a los supuestos de ilegalidad. Algo así como la adecuación de la norma al caso concreto. Esta posición tan avanzada en los inicios de la conformación del derecho antimonopolio, no olvidó señalar o advertir que la Corte estaba llamada a reconocer que los acuerdos entre competidores con el fin de fijar precios, estos sí deberían seguir siendo tratados duramente bajo la regla per se. La postura de Standard Oil se reflejó en el año 1918 en Trade of Chicago v. United States7, caso que sigue siendo insignia en el entendimiento de la construcción de la regla de la razón. En esta oportunidad la Corte señaló que la legalidad de un acuerdo no se puede determinar con un simple test que responda si el acuerdo restringe o no la competencia, puesto que todos los acuerdos en el mercado y toda regulación al comercio restringe la competencia. El verdadero test de legalidad debe responder a la pregunta si la restricción (no el acuerdo) es de tal magnitud que meramente regula o promueve la competencia, o si por el contrario la suprime o la destruye. Para lograr aplicar el test referido y encontrar la respuesta más certera, la Corte propuso que era necesario en cualquier análisis revisar las condiciones del negocio y del mercado antes y después de que la restricción hubiera sido impuesta, entender la actividad, verificar la naturaleza de la restricción, escudriñar sobre los efectos actuales o probables de la restricción y establecer las razones para adoptarla y las expectativas que tienen las partes con la práctica. Aunque para la Corte este era el ejercicio válido para resolver un caso, en esta oportunidad también fue clara en advertir que la manifestación de la buena intención no podría servir de excusa para desplegar conductas restrictivas; sin embargo, evidenció que la existencia y prueba “de una buena intención” ayudaría a que el juez interpretara adecuadamente los hechos y pudiera predecir las consecuencias de la restricción y su mérito en el mercado. Estos casos que han sido brevemente mencionados, siguen siendo precedentes altamente relevantes hoy en día, pues como se evidencia, de ellos se derivan los apuntes que históricamente construyeron la aproximación a la regla de la razón. Destaco la importancia de Addyston Pipe que muy tempranamente propició la necesidad de indagar la razonabilidad de la restricción en ciertos casos, cuando por la duración y la necesidad económica la restricción aparecía razonable, así como resalto la 7 Trade of Chicago v. United States, 1918 claridad de Tranmissouri Freight, y Chicago Board of Trade que a su turno promovieron un rango de investigación de los casos más profundo y realista. Es de reiterar y complementar que, no obstante la importancia de estas investigaciones, en su momento la Corte reconoció que debían rechazarse ciertos acuerdos de precios ente competidores, los cuales no necesitaban de ningún análisis económico, pues generaban suspicacia particularmente cuando eran realizados por firmas que colectivamente tenían poder de mercado. Explicaba la Corte, en ese entonces, que era predecible que la motivación de este tipo de acuerdos como los verticales de fijación de precios, era generar ganancias por encima de los niveles competitivos, disminuir la producción o elevar el precio, lo que implicaba la transferencia de los beneficios del consumidor a los productores, que en este contexto no hallaba justificación. Esta tendencia de limitar la aproximación racional a ciertos acuerdos, ya se había evidenciado en 1911 en Standard Oil (como excepción), y se reflejó luego en Trenton Potteries en 19278, cuando la Corte señaló que los acuerdos para fijar precios entre competidores generaban una presunción no desvirtuable de que el acuerdo era irracional y en consecuencia, denegó el argumento de las investigadas por el cual se pretendía convencer al investigador de que los precios acordados eran razonables. Esta percepción por la cual se dejaban a salvo del análisis más racional ciertos acuerdos que ameritaban ser tratados severamente, se fue extendiendo y fue así como las cortes sostuvieron que los boicots y los acuerdos que tienen por objeto reducir la producción, eran igualmente perniciosos y ameritaban ser tratados severamente9. Prueba de ello es que en el año 1940, el caso Socony Vaccum10 hizo mas severo el análisis per se e indicó que los acuerdos de precios entre competidores deberían tratarse duramente sin importar si las partes involucradas tenían o no poder de mercado.11 Ahora bien, en este recorrido vale la pena citar el caso Sylvania del año 197712. Esta decisión reconoce que los acuerdos verticales no relacionados con precios deben ser vistos bajo la regla de la razón, pues tienen un gran potencial de generar eficiencias económicas cuando se tiene una posición de mercado modesta . 8 United States v Trenton Potteries Co., US, 1927 9 Por ejemplo Treenton Potteries and Socony Vaccum oil en 1927 10 United States v Socony Vacuum oil co. 1940 11 No obstante esta posición, en todo caso la Corte siguió aligerando su percepción sobre los acuerdos verticales de precios y su escrutinio bajo la regla per se y señaló en ciertos precedentes que el problema jurídico que debía resolverse en las investigaciones era responder si los efectos que surgen del acuerdo siempre o casi siempre tienden a restringir la competencia y a disminuir la producción, o si por el contrario resultan ser menos competitivos y promueven la eficiencia. Broadcast Music, Inc v. Columbia Broadcasting System, Inc, Corte Suprema. USA. 1979 12 Continental T.V., Inc. V GTE Sylvania Inc, 433 US 36 (1977). Este caso revocó la posición sostenida en Unites Statyes v. Arnold, Sshwinn & co de 1967 que suponía que la regla “per se” se debía aplicar a toda restricción verticales no relacionada con precios. En esta misma línea, en 1986 Monsanto13 mantuvo la posición de Sylvania y señaló que debía velarse por la aplicación de la regla de la razón y aplicar un estándar atenuado para identificar estas restricciones verticales no relacionadas con precios, evitando de esta manera aplicar la regla per se tan estricta y propia de los acuerdos verticales de fijación de precios, que a la postre, podrían resultar injustas14. Un año más tarde (1978), en el caso National Society of Professional Engineers15, la Corte enfatizó que aunque se aplique la regla per se o la regla de la razón, el propósito de todo análisis es formar un juicio respecto del significado de la restricción . La Corte señaló que tanto la regla per se como la regla de la razón son vías de interpretación, y que las dos obedecen a un estándar de razonabilidad. En consecuencia, la regla per se puede de manera justa ser considerada como un método abreviado de aplicar la regla de la razón. En sentido similar, en 1979 Broadcast Music16 se refirió a la importancia de que las eficiencias fueran un elemento en el análisis de los casos, pues a juicio de la Corte las eficiencias podrían hacer posible que un caso que tradicionalmente se somete a la regla per se, fuera estudiado bajo la regla de la razón. En mi sentir, estos dos casos culminan la década de los 70 con un criterio de interpretación más equilibrado de los acuerdos restrictivos y sus efectos,. En realidad, cuando una restricción no es relevante, no debería el Estado perder tiempo ni recursos en hechos que a la postre no afectan el mercado ni la competencia. La visión recogida en esta década haría que las investigaciones fueran más justas y se redujeran los riesgos de falsos positivos que con certeza debieron arrojar investigaciones analizadas bajo la regla per se. Los años 80 no fueron ajenos a esta tendencia y en 1984, el caso National Collegiate Athletic Asociation17, se indicó que no todos los casos excluidos de la regla per se requerían ser vistos de manera profunda bajo la técnica del “full blown”, es decir, en nuestras palabras, abarcando toda suerte de pruebas económicas, de mercado y profundas que condujeran a un decisión. Así empezó a estructurase un camino del medio, por supuesto inspirado en las decisiones de los 70. National Collegiate Athletic Asociation señaló que cuando una práctica no puede categorizarse como ilegal, esto no significa indefectiblemente que la 13 Monsanto Co. V. Spray-Rite Service Corp., 1984 14 Obsérvese que en este caso la Corte Suprema señaló que el estándar correcto consiste en determinar la existencia de una evidencia que tienda a excluir la posibilidad de que hubiera una acción independiente de las partes involucradas . Es decir, en sentido contrario, debe existir bien sea una prueba directa o circunstancial que razonablemente tienda a mostrar que las partes actúan de manera conscientemente paralela tratándose de acuerdos no relacionados con precios (no obstante este párrafo de la decisión, debe tenerse en cuenta que el caso aplicando la regla “per se” censuró un acuerdo de fijación de precios mínimos entre un productor y un distribuidor. 15 National Society of Professional Engineers v United States. 1978. 16 Broadcast Music, Inc. V. Columbia Broadcasting System Inc. US, 1979. 17 National Collegiate Athletic ASS´n v Board of regents of the university of Oklahoma. Supreme court of the United States, 1984. práctica tuviera que ser entendida universalmente como legal. Lo esencial para la Corte es que la regla de la razón podía en muchas ocasiones ser aplicada, con solo “echar un vistazo al caso”, lo que la Corte denominó el “quick look”, siendo éste un reconocido camino del medio para la valoración de la conducta18. El “quick look” sirve como un método sensible e intermedio para identificar casos en los cuales la conducta objeto de investigación se encuentra por fuera de las que comúnmente se analizan en Estados Unidos bajo la regla per se, pero que a pesar de ello, con una simple mirada genera en el investigador una relativa (no absoluta) preocupación19. El “quick look” resulta así como un método ecléctico que implica echar una mirada, reflexionar y proceder a un debate probatorio responsable, pero sencillo y mesurado. Bajo la lupa del “quick look”, en la década de los 90, sobresalen casos como Indiana Federation of Dentists (1986) y California Dental Association (1989) 20 . En estas sentencias de la Corte Suprema de los Estados Unidos, se reconoce el “quick look” como una alternativa para evitar innecesariamente la aplicación de dos extremos como son: la regla per se, o el “full blown” de la regla de la razón, sobre todo por ser esta última costosa y demorada. De esta suerte, el “quick look” busca que cuando es relativamente evidente la restricción en el mercado, antes que solicitar o proceder a un análisis profundo y costoso de la industria, lo que debe realizarse es un juego probatorio mucho mas simple. Esta técnica opera bajo tres supuestos: El primero, consiste en que puede suceder que los denunciantes de acuerdos anticompetitivos y las autoridades deseen que las cortes condenen la conducta sin entrar a hacer una análisis detallado del poder de mercado y de los posibles efectos de la conducta, cuando es claramente evidente que se presentan efectos adversos; el segundo consiste en que las cortes deseen condenar la conducta cuando es de aquellas que deberían ser vistas bajo la regla per se tradicional, y aunque observan ciertas eficiencias, éstas no son sustanciales; y el tercero, se presenta cuando los investigados buscan que la corte los exonere sin ningún análisis, dado que se presentan eficiencias o por que las partes colectivamente no poseen poder de mercado. La forma práctica de instrumentar el “quick look” consiste en invertir la carga de la prueba así: 1) Corresponde al denunciante probar inicialmente que el acuerdo que denuncia tienen efectos adversos en la competencia. 2) Luego el investigado procede a demostrar los efectos procompetitivos de la práctica denunciada. 3) Si el denunciado logra demostrar la procompetitividad del acuerdo, ahora es el denunciante quien debe probar que el acuerdo no es racionalmente necesario para lograr el objetivo legítimo que pretende el denunciado o que ese mismo objetivo puede lograrse por otros medios 18 “The essential point is that the rule of reason can sometimes be aplied in the twinkling of an eye”. P. Areeda, The Rule of Reason”. In Antitrust Anlysis: General Issues. 1981. 19 El “quick look” se evidenció luego en Indiana Federation of Dentists y en California Dental Assonciation en 1986 y 1989 respectivamente. 20 Frank H. Eastrbrook, The Limits of Antitrust (1984) menos restrictivos . 4) Finalmente, si se cumplen todos estos pasos, los beneficios y los daños deben sopesarse contra cada uno en orden de decidir si el comportamiento es razonable . Es en este último momento es en donde se produce la verdadera aplicación de la regla de la razón balanceada a través del “quick look”. Para algunos, dado que el “quick look” invierte la carga de la prueba al investigado puede volverse un estímulo para que el demandante gane un caso de una manera mucho más rápida, o también le hace la vida más fácil al denunciante cuando no cuenta con pruebas sólidas que muestren la anticompetitividad de la conducta, pues puede suceder que al corresponderle al denunciado evidenciar la justificación de su actuar, no le quede fácil hacerlo y resulte ganando quien pasivamente instaura un caso. 21 Lo positivo del “quick look” es que se trata de un método que invita a que se hagan consideraciones tempranas para el encuentro de eficiencias, lo cual puede beneficiar a los investigados rápidamente, reducir costos y a disminuir la fatiga que produce un proceso que se somete a un análisis profundo bajo la regla de la razón o que se somete a la regla per se. Así pues, las cortes en primera instancia en Estados Unidos muestran cierto consenso en la búsqueda de una regla de la razón mas estructurada, como lo hemos venido reseñando en este ensayo. No obstante lo dicho, vale la pena resaltar que tratándose de acuerdos verticales de precios, algunos estados como Maryland y Kansas han sido reticentes en seguir la línea inspiradora de Leegin22 y por el contrario, han fortalecido su legislación estatal afirmando que deben considerarse per se ilegales los acuerdos verticales de precios. A este punto, lo que queda claro es que la regla de la razón y la regla per se surgieron como modelos para responder una misma pregunta ¿ El investigado incurrió en una conducta que irracionalmente restringe el mercado?. Nótese como desde los inicios del derecho antitrust la regla per se tuvo matices y asumió elementos de racionalidad, pues solo muy al principio se presumía que un acuerdo en el mercado era per se anticompetitivo, luego se dejó de presumir que lo ilegal per se era el acuerdo y posteriormente alimentarse la regla con ciertos supuestos que llevaban al juez a ser mas racional y a vislumbrar, aunque tímidamente, el efecto de los acuerdos para activar la presunción de ilegalidad. De la misma manera, la regla de la razón tomó aspectos de la regla per se al incorporar elementos de la inversión de la carga de la prueba, como se explicó en la caracterización de la metodología aplicada con el “quick look”. Si bien el marco para una análisis no es pacífico, los aspectos modernos de las investigaciones antitrust se están moviendo a un una aproximación más estructurada 21 MEESE, Alan J. “Farewell to the “quick look”: Redefining the Scope and Contento f the Rule of REason, (2000) 22 Revocó la tradicional jurisprudencia de Dr. Miles Medical Co V John D. Park & Sons. US (1911) atendiendo situaciones de poder de mercado, eficiencias y condiciones de entrada, elementos considerados por la Comisón Federal del Comercio (FTC) y el Departamento de Justicia (DOJ) como el corazón del derecho antitrust. La iniciativa para que en Colombia se aplique la regla per se, aparte de violar el principio de legalidad y el debido proceso, resulta ilógica, pues no se le ve ninguna consecuencia práctica el atender un caso inhibiendo las defensas que la Constitución nos brinda23. En nuestro sistema jurídico, por regla general ninguna autoridad tiene la potestad de considerar o calificar por su cuenta que una conducta es abiertamente ilegal. Es decir, sigue siendo regla general que la responsabilidad objetiva no existe (salvo casos excepcionales24). Así mismo, ninguna autoridad puede activar presunciones, sin antes no haber realizado una valoración adecuada del hecho indicador, pues de lo contrario viola el debido proceso, la presunción de inocencia y la distribución de la carga procesal resulta injusta25. Los acuerdos previstos en el artículo 47 del Decreto 2153 de 1992, de ser reconocidos como presunciones, deben recibir tal tratamiento; es decir el tratamiento de presunciones. Como lo ha reiterado la Corte Constitucional: “las presunciones son hechos o situaciones que, en virtud de la ley, deben suponerse como ciertas siempre que se demuestren determinadas circunstancias o hechos relevantes. … [A] quien favorece la presunción [en este caso la autoridad investigadora-agrego] debe demostrar la ocurrencia del hecho antecedente a partir del cual se deriva la existencia del hecho presumido, cuya demostración no es comúnmente un asunto complicado”26 [obviamente si tiene las pruebas para hacerlo]. (Negrillas y corchetes fuera del texto original). Dado que al invertirse la carga de la prueba el investigado resulta obligado a demostrar la inexistencia del hecho presumido de manera directa o puede desvirtuar el hecho antecedente, esta situación debe obligar que la activación de la presunción por parte del ente investigador no surja de una mínima apreciación o suspicacia, sino que obedezca a un juicio serio, valorado y equilibrado, pues de lo contrario el debido proceso sigue siendo un derecho incólume de defensa a favor del investigado que la autoridad deberá enfrentar. 23 Sobre la irracionalidad de suprimir las defensas y el debate probatorio: Krattenmaker, Thomas. “per se” violations in Antitrust Law: Confusing offenses with Defenses, 1988. 24 C-­‐089 de 2011 25 C-­‐055 de 2010 26 C-­‐595 de 2010