EJERCICIO 2: RELACIONA EL SIGUIENTE FRAGMENTO CON LAS IDEAS DE AUTORES DE LA ÉPOCA. “La mente no es una sustancia en la que inhieran las percepciones. Esta noción es tan ininteligible como la noción cartesiana de que el pensamiento o la percepción en general es la esencia de la mente. No tenemos idea alguna de sustancia de ningún género, puesto que sólo tenemos ideas de los que se deriva de alguna impresión, y no tenemos impresión de sustancia alguna, sea material o espiritual. No conocemos nada sino cualidades y percepciones particulares. En lo que se refiere a nuestra idea de cuerpo, un melocotón, por ejemplo, es sólo la idea de un particular sabor, color, figura, tamaño, consistencia, etc. Por eso nuestra idea de mente es sólo la idea de percepciones particulares, sin la noción de cosa alguna a la que pudiéramos llama sustancia.” D.Hume Resumen de un libro denominado Tratado de la Naturaleza Humana, en Lecturas ..... p. 299. 1. Busca ideas de autores de la época en torno a la idea de sustancia y ponlas en relación con lo que dice el texto. En los Textos del Contexto puedes seleccionar aquellos que se refieren a la sustancia en general, por ejemplo el Texto 6, cuyo autor es Locke. 2. Ahora busca entre los textos de Descartes el que trata sobre la sustancia espiritual, extrae su argumento principal y junto con lo que has leído en el Discurso del Método, compara estos argumentos con lo que aquí sostiene Hume. 3. Lee el Texto7 perteneciente a Berkeley y contrasta sus argumentos con los que aquí sostiene el autor. 4. Reflexiona sobre las similaridades y diferencias que se dan en los autores acerca de la existencia de las sustancias y relaciónalo con sus posicionamientos acerca del origen de las ideas. Fíjate en especial en los Textos de Contexto los números 3, 5,7 y 8. 5. ¿Cómo podemos estar seguros de que la mente no es una sustancia? Compara entre sí los criterios que Locke, Berkeley, Descartes y el propio de Hume utilizan para respaldar sus ideas sobre la sustancia. TEXTO 3: La teoría de las impresiones de Hume puede entenderse en relación al problema presentado por Descartes “Ahora bien: entre mis ideas, además de la que me representa a mí mismo (y que no ofrece aquí dificultad alguna) hay otra que me representa a Dios, y otras a cosas corpóreas e inanimadas, ángeles, animales y otros hombres semejantes a mí mismo. Más, por lo que atañe a las ideas que me representan otros hombres, o animales, o ángeles, fácilmente concibo que puedan haberse formado por la mezcla y composición de las ideas que tengo de las cosas corpóreas y de Dios, aun cuando fuera de mí no hubiese en el mundo ni hombres, ni animales, ni ángeles. Y, tocante a las ideas de las cosas corpóreas, nada me parece haber en ellas tan excelente que no pueda proceder de mí mismo; pues si las considero más a fondo y las examino como ayer hice con la idea de la cera, advierto en ellas muy pocas cosas que yo conciba clara y distintamente; a saber, la magnitud, o sea la extensión en longitud anchura y profundidad; la figura, formada por los límites de esa extensión, la situación que mantienen entre sí los cuerpos diversamente delimitados; el movimiento, o sea, el cambio de tal situación, pueden añadirse la substancia, la duración y el número. En cuanto a las demás cosas, como la luz, los colores, los sonidos, los olores, los sabores, el calor, el frío y otras cualidades perceptibles por el tacto, todas ellas están en mi pensamiento con tal oscuridad y confusión que hasta ignoro si son verdaderas o falsas y meramente aparentes; es decir, ignoro si las ideas que concibo de dichas cualidades son, en efecto, idas de cosas reales, o bien representan tan sólo seres quiméricos, que no pueden existir. (…………….) Y por cierto , no es necesario que atribuya a esas ideas otro autor que yo mismo, pues si son falsas –es decir, si representan cosas que no existen- la luz natural me hace saber que provienen de la nada, es decir, que si están en mí es porque a mi naturaleza –no siendo perfecta- le falta algo; y si son verdaderas, como de todas maneras tales ideas me ofrecen tan poca realidad que ni llego a discernir con claridad la cosa representada del no ser, no veo por qué no podría haberlas producido yo mismo” R.Descartes, Meditaciones metafísicas. Ed. Alfaguara, 1977. Meditación VI, pág. 63. TEXTO 5: Semejanza entre las ideas de sensación de Locke y las impresiones de Hume. “Estas ideas simples, los materiales de todo nuestro conocimiento, se sugieren y proporcionan a la mente únicamente mediante esas dos vías a que antes nos referíamos, es decir; sensación y reflexión. Una vez que el entendimiento está provisto de estas ideas simples tiene la facultad de repetirlas y ensamblarlas con una variedad casi infinita, de tal forma que puede formar nuevas ideas complejas a su gusto. Sin embargo, no es factible para el ingenio más elevado o para el más amplio entendimiento, cualquiera que sea la agilidad o variedad de su pensamiento, el inventar o idear en la mente una sola idea simple, que no venta por los conductos antes referidos, ni tampoco le es posible para ninguna fuerza del entendimiento destruir las que ya están allí; puesto que el dominio que tiene el hombre en este pequeño mundo de su propio entendimiento es bastante similar con respecto al gran mundo de las cosas visibles, donde su poder , como quiera que está dirigido por el arte y la habilidad, no va más allá de componer y dividir los materiales que se encuentran al alcance de su mano; pero se muestra totalmente incapaz para hacer la más mínima partícula de materia nueva o para destruir una solo de lo que ya está en el ser. Idéntica incapacidad encontrará en sí mismo todo el que se ponga a modelar en su entendimiento cualquier idea simple que no hubiera recibido por sus sentidos, procedente de objetos externos, o mediante la reflexión que haga sobre las operaciones de su propia mente acerca de ellas. Y me gustaría que alguien intentara imaginarse un sabor que el paladar nunca probó o de formarse ida de un perfume jamás olido antes; y cuando pueda hacer eso, podré afirmar igualmente que un ciego tiene ideas de los colores y que un sordo posee nociones distintas y verdaderas de los sonidos” J.Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano. Editora Nacional, Madrid, 1981, pp. 185 y 186. TEXTO 6: Se puede comparar la crítica de Locke y Hume a la idea de sustancia. “De manera que si alguien se propone examinarse a sí mismo respecto a su noción de la pura sustancia en general, encontrará que no tiene acerca de ella alguna otra idea, sino una mera suposición de no saber qué soporte de aquellas cualidades que sean capaces de producir ideas simples en nosotros; cualidades que normalmente son llamadas accidentes. Si se pregunta a alguien cuál es el sujeto para el que el color o el peso son inherentes, no podrá responder sino que son las partes sólidas y extensas; y si se le pregunta qué es aquello a lo que la solidez y la extensión son inherentes, no estará en mejor situación que la del indio antes mencionado, que al decir que el mundo los soportaba un gran elefante, le fue preguntado que en qué se apoyaba, su vez, dicho elefante. A ello respondió que se apoyaba en una gran tortuga; pero como insistió en preguntarle sobre qué se apoyaba esa tortuga de espaldas tan grandes, respondió que era algo que él no sabía. Lo mismo ocurre en el asunto del que nos estamos ocupando, que en todos los demás casos en los que se emplean palabras sin tener ideas claras y distintas; entonces hablamos como niños que, al ser preguntados qué es tal o cual cosa que desconocen, dan de inmediato esta respuesta satisfactoria: que es “algo”, lo que en verdad no significa, cuando se emplea de esta manera bien por los niños o por los hombres, sino que no saben qué cosa es, y aquello sobre lo que dicen tener algún conocimiento y de lo que hablan, es algo de los que nos tienen ninguna idea distinta, de manera que están respecto a ello en una ignorancia total y en una oscuridad absoluta. Por tanto, idea que tenemos y a la que damos el nombre de sustancia, como no es nada sino el supuesto soporte, pero desconocido, de aquellas cualidades que encontramos que existen, y de las que imaginamos que no pueden subsistir sine re substante, sin nada que los soporte, denominamos a este soporte sustancia; la cual, según el verdadero sentido de la palabra, significa en nuestro idioma, lo que está debajo o lo que soporta”. J.Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano. Editora Nacional, Madrid, 1981, p. 435. TEXTO 7: La revisión de la relación causa-efecto y de la idea de sustancia produce en Berkeley resultados diferentes. “25. Todas nuestras ideas, sensaciones o cosas que percibimos, cualesquiera que sean los nombres por los que las distingamos, son visiblemente inactivas; nada hay en ellas de poder o actividad. De manera que una idea u objeto de pensamiento no puede producir o hacer alteración alguna de otro. Para quedar satisfecho de la verdad de esto que digo, sólo hacer falta una mera observación de nuestras ideas. Pues como tanto ellas como cada una de sus partes existen sólo en la mente, de ello se sigue que no hay nada en ellas, excepto lo que es percibido. Quienquiera que se detenga a considerar sus propias ideas, tanto del sentido como de la reflexión, no percibirá en ellas ningún poder o actividad; no hay, por tanto tal cosa contenida en ellas. Un poco de atención nos revelará que el mismo ser de una idea implica pasividad e inercia. Tanto es ello así, que es imposible que una idea haga algo, o, hablando estrictamente, que sea causa de nada. Tampoco pude ser la semblanza o imagen de un ser activo, como hemos demostrado en la Sección 8. De lo cual se sigue claramente que la extensión, la figura y el movimiento no pueden ser la causa de nuestras sensaciones. Decir, por tanto que éstas son el efecto de poderes resultantes de la configuración, número, movimiento y medida de corpúsculos, tiene forzosamente que ser falso. 26. Percibimos una sucesión continua de ideas, algunas nos son suscitadas de nuevo; otras cambian o desaparecen por completo. Hay, por tanto, alguna causa de esas ideas, de la cual éstas dependen, y que las produce y las cambia. Que esta causa no puede ser una cualidad, o idea, o combinación de ideas, resulta claro de lo que se ha dicho en la sección precedente. Debe ser, por consiguiente, una sustancia; pero ya se ha mostrado que no hay sustancia que sea corpórea o material; sólo queda, por tanto, que la causa de nuestras ideas sea una sustancia incorpórea activa, es decir, un espíritu. 27. Descubro que puedo excitar ideas en la mente siempre que yo quiera y variar y cambiar la escena siempre que me parezca oportuno. Basta con quererlo para que inmediatamente ésta o aquella idea surja en mí fantasía; y, haciendo uso del mismo poder, puedo obliterarla y hacer sitio a otra. Este hacer y deshacer ideas da ocasión a que muy apropiadamente podamos decir que la mente es activa. Esto es cierto y está fundado en la experiencia; pero cuando hablamos de agentes no- pensantes o de ideas suscitadoras, fuera de la mera volición, entonces es que sólo estamos jugando con las palabras. 139. Pero se me objetará que no si hay ninguna ideas significada por los términos, alma, espíritu y sustancia. A ello respondo que esas palabras sí que significan una cosa real que no es ni una idea ni nada parecido a una idea sino un algo que percibe ideas, que tiene voluntad y que razona acerca de ellas. Lo que yo mismo soy, eso que yo denoto mediante el término “Yo”, es lo mismo que lo que queda significado por los términos alma o sustancia espiritual. Si se me dice que esto es sólo una disputa de palabras, y que como los significados inmediatos de otros términos han sido, por común consenso, llamados ideas, no se ve por qué lo significado por los nombres espíritu o alma no puede participar de ese mismo apelativo. A esto respondo que todos los objetos no- pensantes de la mente coinciden en ser enteramente pasivos, y que su existencia consiste en ser percibidos mientras que un alma o espíritu es un ser activo cuya existencia no consiste en ser percibido sino en percibir ideas y pensar, Es, por tanto, necesario, a fin de evitar la equivocación de confundir naturalezas que son enteramente contrarias o desemejantes, que distingamos entre espíritu e ideas” G. Berkeley. Tratado sobre los principios del conocimiento humano, Alianza editorial, Madrid, 1992, pp. 69-71 y 145. TEXTO 8: Se puede detectar la influencia de Hume en Kant. “No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia. Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante objetos que afectan a nuestros sentidos y que ora producen por sí mismos representaciones, ora ponen en movimiento la capacidad del entendimiento para comparar estas representaciones, para enlazarlas o separarlas y para elaborar de este modo la materia bruta de las impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos denominado experiencia? Por consiguiente, en el orden temporal ningún conocimiento precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella. Pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer produce (simplemente motivada por las impresiones) a partir de sí misma. En tal supuesto, no distinguiríamos esta adición respecto de dicha materia fundamental hasta tanto que un prolongado ejercicio nos hubiese hecho fijar en ella y nos hubiese adiestrado para separarla. Consiguientemente, al menos una de las cuestiones que se hallan más necesitadas de un detenido examen y que no pueden despacharse de un plumazo es la de saber si existe semejante conocimiento independiente de la experiencia, e, incluso, de las impresiones de los sentidos. Tal conocimiento se llama a priori y se distingue del empírico, que tiene fuentes a posteriori, es decir, en la experiencia. De todas formas, la expresión a priori no es suficientemente concreta para caracterizar por entero el sentido de la cuestión planteada. En efecto, se suele decir de algunos conocimientos derivados de fuentes empíricas que somos capaces de participar de ellos o de obtenerlos a priori, ya que no los derivamos inmediatamente de la experiencia, sino de una regla universal que sí es extraída, no obstante, de la experiencia. Así, decimos que alguien que ha socavado los cimientos de su casa puede saber a priori que ésta se caería, es decir, no necesita esperar la experiencia de su caída de hecho. Sin embargo, ni siquiera podría saber esto enteramente a priori, pues debería conocer de antemano, por experiencia, que los cuerpos son pesados y que, consiguientemente, se caen cuando se les quita el soporte. En lo que sigue entenderemos, pues, por conocimiento a priori el que es absolutamente independiente de toda experiencia, no el que es independiente de esta o aquella experiencia. A él se opone el conocimiento empírico, el que sólo es posible a posteriori, es decir, mediante la experiencia. Entre los conocimientos a priori reciben el nombre de puros aquellos a los que no se les ha añadido nada empírico. Por ejemplo, la proposición “Todo cambio tiene su causa” es a priori, pero no pura, ya que el cambio es un concepto que sólo puede extraerse de la experiencia”. I.Kant, ”Prólogo a la primera edición de la Crítica de la Razón Pura”, Alfaguara, Madrid, 1984, pp. 41-43.