Articulos /// Cosmos y Universo: Las Diferentes Concepciones de Espacio, Tiempo, Orden y Caos [Introducción y punto 1.: Elina R. Montes; Puntos 2 y 3: Elina R. Montes y Lucas Margarit] ¿Qué concepción tenía el hombre medieval de su realidad?. ¿Cuáles parámetros podríamos tener en cuenta en el estudio de la evolución de este concepto desde el S. XVI hasta nuestros días?. Notamos, ante todo, que las parejas orden-caos o espacio-tiempo están presentes en cualquier tipo de abordaje que podamos intentar. Sin embargo, cualquiera sea el camino que se emprenda, nos veremos en la obligación de redefinir los términos toda vez que se modifiquen los modos de aprehensión de la realidad. La literatura a consultar es, por supuesto, muy vasta dado que deben evaluarse aspectos filosóficos, históricos y científicos. La intención de esta guía es tan sólo la de presentar ese gran impacto que Koyré llama -tan acertadamente-, la "crisis de la conciencia europea" y que fuera el tránsito de toda una sociedad del período clásico al período moderno. Para el hombre medieval, el tiempo del orden pertenecía a la esfera de lo inmutable, a una eternidad en donde las cosas hallaban su lugar y su fin último; el suyo era un universo cerrado sobre sí mismo que otorgaba sentido al movimiento interno de cada uno de sus componentes. El caos era percibido entonces como el horror del desajuste, un elemento anti-natural que debía ser expelido del sistema por no hallar en él justificación alguna. Sólo a fines del S. XVIII el tiempo del caos comienza a percibirse como parte integrante del sistema, pero, al obrar esta integración, el hombre debió también aceptar que pertenecía a un mundo que evolucionaba hacia su destrucción. Este pensamiento participa, por supuesto, de un cambio de cosmovisión que fue obrándose paulatinamente desde el S. XVI y en el que el tiempo ya no es pensado como eterno sino finito y el cosmos cerrado se transforma en universo. El mundo conocido por el hombre ya se había descentrado y empequeñecido por ser sólo una parte de un conjunto de sistemas cosmológicos. Los cambios de percepción física del universo conllevan también a replanteos filosóficos, el valor de los actos individuales -por ejemplo- debe ser forzosamente redefinido en un contexto que ya no contempla al acto terrenal en directa relación con una estructura cosmológica de la que la divinidad era el principal motor ordenador. Cuando lo actuado por del hombre deja de repercutir en el tiempo de la eternidad, la reflexión ética se seculariza. Un cambio de cosmovisión implica, asimismo, un replanteo metafísico acerca de los significados del ser y del devenir. Los debates de la física no están hoy disociados de la reflexión filosófica y, a veces, en la lectura de algunos de sus teóricos hallamos aquella intención unificadora que solemos encontrar en los pensadores renacentistas: en la era de la máxima especialización la explicación aislada del fenómeno no alcanza, podríamos inferir tal vez que las preguntas acerca de la experiencia del hombre reclamen siempre una intención totalizadora. Prigogine inicia una de sus conferencias1 recordando una pregunta que recorre la historia del pensamiento occidental desde su mismo origen: "el tiempo, ¿tiene un inicio?". Aún antes de que el pensamiento filosófico se reconociese como tal, el hombre ya había elaborado una gran cantidad de mitos de origen con la esperanza de hallar una respuesta a su experiencia en el tiempo. "En el principio de todas las cosas la Madre Tierra emergió del Caos y dio a luz a su hijo Urano mientras dormía" -recuerda Graves para uno de los diversos mitos olímpicos de la creación-; "En el principio Dios creó el cielo y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas" -recuerda la tradición judeocristiana. Lo informe y desordenado a lo que aluden aquí los estados primigenios sugieren por un lado el terror a la nada o al vacío y por el otro una certidumbre que se inicia con el ordenamiento en el tiempo que se inaugura con en todo génesis. "El tiempo, ¿tiene un inicio?" (y, podríamos agregar, "¿tiene el espacio un fin?"), la pregunta y sus consecuencias siguen vigentes para el pensamiento filosófico-científico moderno, es útil sin embargo intentar historizar algunas posiciones. Para una primera entrada al tema trazaremos una subdivisión del período que nos ocupa desde la historiografía científica. Se reconocen básicamente tres grandes fases que están en íntima conexión con la visión que el hombre tuvo de su mundo desde la Antigüedad hasta nuestros días, y que se articulan en torno a leyes mecánicas primero y termodinámicas después. Las leyes físicas son las que irán definiendo el equilibrio o desequilibrio al que puede tender tanto un cuerpo simple como de un sistema complejo, bajo determinadas condiciones. Al definir algo aparentemente tan sencillo como la caída de un cuerpo, necesariamente deben definirse el espacio en el que el movimiento se realiza, la duración de la operación y las posibles alteraciones observables. Por otra parte, en su artículo "Del caos de los demonios al caos de los biólogos"2, Marcelino Cereijido advierte que la visión del mundo "pasó, por así decir, por tres etapas: en la primera, que duró desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, imperaba una visión basada en el equilibrio, de aequa libra, la balanza quieta, serena, porque no cambia nada en forma neta.". "En la segunda etapa, la visión se centró en el cambio", el modelo sería un "mecanismo en vías de extinción" (en palabras de Prigogine). "En una tercera etapa continúa Cereijido- la actual, el ser humano se percató de que más allá de las crisis no reina el desorden, sino que en cada crisis que se atraviesa, se lleva a cabo una transición hacia otra estructura diferente", el modelo para esta última etapa podría ser, provisionalmente, el que Prigogine menciona como "la naturaleza como obra de arte". Resumiendo, tendríamos tres modelos: Balanza (hasta el S. XVIII), un Mecanismo en vías de extinción (S. XVIII-XIX) y la Naturaleza como obra de arte (S.XX). Si algo hay que los une es el intento de definir la noción de orden o, más apropiadamente, de expeler el caos del sistema (o redefinirlo). LA BALANZA Es necesario tener en cuenta que, en este período, el saber científico fue cobrando paulatina autonomía sólo a partir del S.XVI y esto debido a que, hasta entonces, el dominio de la Iglesia era absoluto sobre todos los ámbitos de la creación cultural; todo postulado científico era sometido al análisis del Santo Oficio y los resultados obtenidos no podían entrar en contradicción con lo que el dogma estableciera. Esto significó que una gran cantidad de hombres de ciencias debieran defender sus teorías ante el tribunal eclesiástico en largos y penosos procesos con el consiguiente riesgo de que tanto su obra como su persona fueran condenadas por herejía. La quema de libros, prisión u hoguera para los inculpados eran el peligro permanente que enfrentaban quienes se atrevieran a describir los fenómenos de la realidad fuera de los cánones permitidos. Sabemos, por otra parte, que lo que solemos llamar Edad Media, cubre un arco de tiempo de casi diez siglos que, aún manteniendo en rigor una única cosmovisión, aún con la imperancia de un sistema de valores con fuerte cohesión interna, sufrió alteraciones que llevaron a una brusca declinación de su statu quo -especialmente en los últimos dos siglos- ocasionada también por los arduos debates científicos que comenzaron a resquebrajar la concepción clásica del universo y la relación del hombre con su realidad inmediata. La figura de la Balanza simboliza el armónico equilibrio de las partes, evoca tanto la exacta mensurabilidad de las cosas como la sensibilidad del artefacto. Por otra parte convoca aquello que oculta, es decir, su contracara es la fragilidad de un sistema que pone en juego la estabilidad mecánica del todo y a la que el todo debería poder reducirse, representa también un automatismo implícito de causas y efectos en el que toda acción que se ejerza sobre una de las partes repercute forzosa e inmediatamente sobre la estructura toda (para una breve cronología del autoritarismo y de la ambición del hombre de reproducir la máquina perfecta se recomienda la lectura del artículo " Impresiones sobre el automatismo clásico [Siglos XVI-XIX] de Jean-Claude Beaune, en Fragmentos para una Historia del cuerpo Humano, V.I, Madrid, Taurus, 1990). Hasta el S. XVI la aspiración a la simetría y el consiguiente los espantos por el desajuste es imperante. Imágenes como la "cadena del ser" o la "rueda de la fortuna", que la literatura capta en distintas etapas del período, pertenecen al mismo afán representativo.4 Pero esto no nos parece extraño si nos detenemos en la percepción que todo el período clásico tuvo de su cosmos (ver fig. I). Su estructura - enunciada por Aristóteles y plasmada por Ptolomeo en el S. I. d.C.-, permaneció prácticamente inalterada hasta que se dio a conocer la obra de Copérnico De Revolutionibus orbium coelestium (15051507). El movimiento que realiza Copérnico es el de colocar en el centro del sistema al Sol (ver fig. 2): La astronomía copernicana -nos dice Koyré-, al quitar a la Tierra del centro del mundo, colocándola entre los planetas, minó los fundamentos mismos del orden cósmico tradicional con su estructura jerárquica y con su oposición cualitativa entre el reino celeste del ser inmutable y la región terrestre o sublunar del cambio y la corrupción. (....) el efecto inmediato de la revolución copernicana fue la propagación del escepticismo y del asombro....5 ...(el) resultado (de este proceso) fue, como se dice normalmente, que el hombre perdiese su lugar en el mundo o, quizá más exactamente, que perdiese el propio mundo en que vivía y sobre el que pensaba, viéndose obligado a transformar y sustituir no sólo sus conceptos y atributos fundamentales, sino incluso el propio marco de su pensamiento.6 Pero volvamos a Copérnico, este declaró que: ... la primera y más alta de todas [las esferas] es la esfera de las estrellas fijas que se contiene a sí misma y a todas las demás cosas y que, por tanto, está en reposo. (...) [después] viene Saturno,, que cumple su circuito en treinta años. Tras él, Júpiter, que se mueve en una revolución de doce años. Luego Marte, que circungira en dos años. El cuarto lugar en este orden está ocupado por la revolución anual que, como hemos dicho, contiene a la Tierra con el orbe de la Luna como epiciclo. En quinto lugar, Venus gira en nueve meses. Finalmente, el sexto lugar corresponde a Mercurio, que efectúa su revolución en un espacio de ochenta días. Pero en el centro de todo reside el Sol....7 Si bien Copérnico revoluciona el sentido del cosmos hasta entonces percibido (con el viraje hacia el heliocentrismo), el esquema de sistema cerrado permanece, no modificándose estructuralmente la concepción medieval: el universo copernicano sigue siendo finito. Koyré señala que "nunca nos dice que el mundo visible, el mundo de las estrellas fijas, sea infinito, sino tan sólo que el inmedible (inmensum)". Las categorías de "inmenso" e "indeterminado" aplicadas al universo seguirán apareciendo por considerarse escabroso el afirmar su infinitud. Y aquí conviene aclarar que "infinito" era un predicado que podía ser pensable sólo para el ente creador y no así para la materia creada, las consecuencias de este veto dogmático se reflejaron en un retraso en la aparición de afirmaciones científicas que derrumbaran definitivamente el concepto de esferas celestes y afirmaran la extensión del universo más allá de las estrellas fijas. Cerraremos este apartado con un listado de proposiciones que hacen al advenimiento de la "crisis de la conciencia europea" que mencionáramos anteriormente: .... el mundo y su movimiento no se puede representar mediante una figura, ya que parecerá casi como una rueda dentro de una rueda y una esfera dentro de una esfera, sin que tenga en ninguna parte, como hemos visto, ni un centro ni una circunferencia. (....) ... al observador, encuéntrese en la Tierra, en el Sol o en otro astro, siempre le parecerá hallarse en el centro cuasi-inmóvil, mientras que todas las demás [cosas] están en movimiento, determinará con toda seguridad los polos [de su movimiento] en relación consigo mismo. (...) De este modo, la trama del mundo (machina mundi) quasi tendrá su centro en todas partes y su circunferencia, en ninguna, puesto que la circunferencia y el centro son Dios que está en todas partes y en ninguna.8 Nicolás de Cusa (1440) ".... Y podemos perfectamente pensar que es ésta la gloriosa corte del gran Dios [el espacio más allá de las estrellas fijas], cuyas obras invisibles e inescrutables podemos conjeturar en parte por esto que vemos, y para su majestad y poder infinito el único conveniente es este lugar infinito que supera a todos los demás tanto en cualidad como en cantidad. Mas, puesto que el mundo ha arrastrado durante tanto tiempo la opinión de la estabilidad de la Tierra, la contraria tiene que resultar ahora muy inaccesible."9 Thomas Digges (1576) "Hay un único espacio general, una única y vasta inmensidad que podemos denominar Vacío: en él hay innumerables globos como éste en el que vivimos y crecemos: declaramos que este espacio es infinito....." "No hay confines, términos, límites o muros que nos roben o priven de la infinita multitud de las cosas .... De la infinitud nace una abundancia siempre renovada de materia. Así Demócrito y Epicuro, quienes mantenían que todo sufría restauración y renovación por el infinito, comprendían estas cuestiones mejor que quienes mantienen a toda costa la creencia en la inmutabilidad del Universo."10 Giordano Bruno (1584) "...No están engastadas [las estrellas fijas] en un único marco esférico del firmamento (como se imagina), ni en algún cuerpo abovedado. Consiguientemente los intervalos entre algunas de ellas son, dada su insondable distancia, una cuestión de opinión, más que de verificación." William Gilbert (1600) "... aunque se extienda el lugar sin estrellas al infinito, es cierto que donde quiera que se ponga una estrella en él se tendrá un intervalo finito y una circunferencia finita determinada por la estrella..."11 Johannes Kepler (1606) "....Pero más allá de las estrellas de sexta magnitud, el perspicillum mostrará un rebaño tan numeroso de otras estrellas que escapan a la visión natural, que a duras penas se puede creer..."12 Galileo Galilei (1610) "Repugna a mi concepción atribuir cualquier límite al mundo y no tengo otra medida que mi percepción de lo que tengo que afirmar o negar. Digo por lo tanto, que el mundo es indeterminado o indefinido porque no reconozco en él límite alguno. Mas no oso llamarlo infinito, dado que percibo que Dios es mayor que el mundo, no por lo que respecta a su extensión, puesto que ya he dicho que no reconozco en Dios ninguna [extensión] propia, sino por lo que respecta a su perfección." René Descartes (1649) "Puesto que el espacio es divisible al infinito y la materia no está necesariamente en todas partes, ha de concederse también que Dios es capaz de crear partículas de materia de diversos tamaños y figuras, en distintas proporciones al espacio y tal vez de distintas densidades y fuerzas, a fin de cambiar con ello las leyes de la Naturaleza y formar mundos de distintos tipos en diversas partes del Universo."13 Isaak Newton (1706) 2. UN "MECANISMO EN VÍAS DE EXTINCIÓN" En el siglo XIX la máquina ocupará un lugar preponderante dentro de la imaginario social, lo cual influirá en el pensamiento y concepción del mundo. La necesidad económica de lograr un máximo aprovechamiento de la energía producida por los artefactos llevará también a la física de la época a estudio inherentes a la eficacia de los sistemas y, por ende, a definir los puntos de equilibrio de los mismos. Se introduce por primera vez el concepto de entropía (Clausius, segunda ley de la termodinámica), cuyo significado es el de "contenido de transformación de un sistema". Esto es pensar que los sistemas cerrados no se hallan en equilibrio constante, entropía es el caos que precipita la evolución de uno a otro estado: "cuando la aprovechabilidad de la energía llega a su límite mínimo y la entropía al máximo no se puede realizar más trabajo"14. Entonces se produce el detenimiento de la máquina o su reemplazo por un modelo más eficiente. La idea de evolución nos lleva a pensar directamente en copresencia cultural de las teorías darwinianas, en donde la especie es una suerte de mecanicismo biológico cuya contrapartida sería la máquina propiamente dicha. Evolucionismo y termodinámica son dos de los principales ejes que atraviesan el pensamiento decimonónico, cuyas derivaciones podrían ser el optimismo a ultranza o el escepticismo desencantado. La evolución hacia un estado otro del sistema o el agotamiento del mismo, hacen que la visión del universo adquiera una dimensión catastrófica15. La idea de que no hay una posible verdad absoluta no sólo modificará la investigación científica, sino que es la base del escepticismo filosófico cuya cabeza indiscutible es Nietzsche. (Esto se extenderá también a otros ámbitos de la cultura europea, en la literatura por ejemplo con los simbolistas que heredaron el desencanto de un romanticismo decadente). El teocentrismo arrastrado desde el período medieval es reemplazado por otro orden, en el cual la idea de Dios es puesta en duda a partir de una nueva experiencia. El artífice principal es el hombre, el ideal es la máquina. El siglo XIX puede concretar los ideales cartesianos y liebinizianos de la perfecta mensurabilidad de las variables temporoespaciales, redefine al caos como un nuevo ordenamiento del sistema, confía definitivamente en la ilusión iluminista racionalista y empirista: la verdad científica, disociada de otros campos del pensamiento, compite con las verdades de la filosofía. La sistematización del caos quedará instituida en el centro de la problemática que, más adelante, heredará el siglo XX. En vez de vincular nuestra fe a tal o cual especulación, necesitábamos aferrarnos a concepciones claras y concretas, que pudiéramos contrastar con hechos sólidos hasta comprobar su validez. El Origen nos pone en las manos la hipótesis de trabajo que buscábamos. Leonard Huxley (1860) Me gustan las máquinas, son como criaturas de una etapa superior. La inteligencia las ha liberado de todas las penas y alegrías que se adhieren al cuerpo humano, tanto en su actividad como en su agotamiento. Las máquinas, sobre sus zócalos de mármol, actúan así como los budas, acuclillados en sus lotos eternos, meditan. Las máquinas desaparecen cuando nacen otras más hermosas, más perfectas. Henry van de Velde ..... Darwin ha olvidado el espíritu Friedrich Nietzsche (1889) ... A partir de aquel día la filosofía natural, y especialmente la química, en el sentido más amplio del término, se convirtieron en mi única ocupación ... Mary Shelley, Frankestein, (1818) Creo que nuestra época ha aprendido muchas lecciones de las ciencias físicas. El respeto absoluto e incondicional por los hechos, la fidelidad en registrarlos y recogerlos, cierta desconfianza de las apariencias, el esfuerzo por detectar en todos los casos las relaciones de causa y efecto, y la tendencia a presuponer su existencia: estos rasgos, que diferencian nuestro siglo de los anteriores me parecen indicar ese influjo [de la ciencia sobre otras ramas de la actividad humana]. Hermann von Helmholtz (1873) .... que todo dios vuele tan pronto como se lo haya creado.... Marcel Schwob (1894) 3. LA "NATURALEZA COMO OBRA DE ARTE". "¿Qué es el caos? ... Los conceptos de orden y estabilidad son categorías ontológicas que se fundan en el concepto de orden nómico (esto es, de leyes) para el mundo", este comentario de García de la Sierna sugiere por un lado el carácter axiomático de las definiciones de la ciencia que hacen a la construcción precisa de una forma de ver el mundo. Por otro lado, según hemos visto, las normas impuestas están sometidas a fluctuaciones y reemplazos terminológicos, ligados tanto a hipótesis creativas de un nuevo orden que la mayoría de las veces se anticipan a su confirmación instrumental. Orden, caos, tiempo y espacio son, por lo tanto, coordenadas definidas por leyes que, históricamente, han ido variando. El desarrollo de la ciencia hoy, al igual que en el Renacimiento, propone una experiencia empírica diferente, acompañada por a una nueva reflexión acerca de la relación del hombre con su Universo. Los conceptos de masa, de fuerza y de sistema inercial fueron el comienzo de la imaginación de la física del siglo XIX: se creyó que los fenómenos mecánicos y termodinámicos podían dar una explicación total del mundo. Sin embargo, nuevos descubrimientos más sutiles, basados en la relación de campos magnéticos o en la naturaleza de la luz, fueron cambiando la dirección de la ciencia que percibió que debía desplazar su campo de interés desde el comportamiento de los cuerpos hacia el comportamiento de algo entre ellos. La ciencia necesitó entonces partir de hipótesis nuevas para volver a definir al mundo: La ciencia no es sólo una colección de leyes, un catálogo de hechos sin mutua relación. Es una creación del espíritu humano con sus ideas y conceptos libremente inventados. Las teorías físicas tratan de dar una imagen de la realidad y de establecer su relación con el amplio mundo de las impresiones sensoriales. Luego, la única justificación de nuestras estructuras mentales está en el grado y en la norma en que las teorías logren dicha relación.16 Para Einsten "la imaginación es más importante que el conocimiento", esta concepción amplía el campo de acción de la ciencia, los paradigmas de la imaginación científica inventan matemáticamente un infinitud mundos reales. Jean-Pierre Luminet cuando se le pregunta si esos mundos son irreales o imaginarios contesta: Ce sont des mondes réels dans lúnivers infini des mathématiques! Mais physiquement irréalistes, dans la plupart des cas. Lorsqu'un mathématicien décrit les propriétés d'un espace à cinq dimensions, par exemple, il se doute bien que le véritable espace physique ne possède pas autat de dimensios -encore que, selon certaines théories récentes de la physique, l'espace puisse avoir des dimensions "cachées", jusqu'àvingt-six!17 Los enunciados científicos del siglo XX parecieran haber abandonado la obsesión por la unidad. La teoría de la relatividad, que revolucionó la investigación en las primeras décadas, fue un primer paso hacia el asombro de definiciones que hablan de múltiples dimensiones de espacio y de tiempo. La percepción humana, en principio, queda reducida a un pobre instrumento de captación una totalidad que se completaría con la multiplicidad de espacios virtuales asegurados por las verdades matemáticas. Por otra parte, teorías como la de las catástrofes, se basan en los supuestos de estabilidad estructural de los sistemas, en la tendencia de los mismos a reproducirse regularmente. Esta concepción lleva a pensar en la vida, desde los niveles micro a los macrosistémicos, como un "proceso de transmisión de orden y estabilidad". La teoría de las catástrofes, pese a su nombre, es un intento de diseñar, matemáticamente, mapas de probabilidad que diseñen los paisajes del cambio. La noción de cambio hacia un estado otro que en el siglo anterior podía significar el agotamiento del sistema, es aquí pensada como el pasaje hacia un nuevo sistema estable. En cierto modo, se vuelve a pensar al Universo como un sistema cerrado y en tanto tal pasible de interrelación entre sus partes, las distancias estelares e intergalácticas que fueron una incógnita hace sólo quinientos años, se volvieron mensurables, como así también predictibles tanto el cambio como el caos. Tenemos por otra parte afirmaciones que dan cuenta de la herencia del siglo XIX y que se refieren a estructuras "disipativas" cuyo resultado es la irreversibilidad del proceso. Prigogine señala que : "el mensaje que lanza el segundo principio de la termodinámica es que nunca podemos predecir el futuro de un sistema complejo. El futuro está abierto, y esta apertura se aplica tanto a los sistemas físicos pequeños como al sistema global, el universo en que nos encontramos."18 Nos encontramos en el centro de discusiones teóricas divergentes, unas que descansan presupuestos de estabilidad, otras que investigan situaciones de no-equilibrio: Nuestro siglo está aún diseñando su cosmovisión. NOTAS: 1 Prigogine, Ilya, "El nacimiento del tiempo", conferencia dada en Roma el 12 de febrero de 1987 y editada junto a otras bajo el mismo título por Tusquets Ed.., Barcelona, 1991. 2 Publicado por la Revista de la UNAM 3 Para una breve cronología del automatismo y de la ambición del hombre de reproducir la máquina perfecta se recomienda la lectura del artículo "Impresiones sobre el automatismo clásico (Siglos XVI-XIX) de Jean-Claude Beaune, en Fragmentos para una Historia del cuerpo Humano, V.I, Madrid, Taurus, 1990. 4 Resulta de consulta imprescindible para el análisis del uso de estas figuras en la cultura isabelina la obra de E.M.W. Tillyard La Cosmovisión Isabelina, México, Breviarios F.C.E., 1984. 5 Koyré, A., Del mundo cerrado al universo infinito, México, Siglo XXI, 1996, pag.3132. 6 Ibid., pag. 6. 7 del cap. X de De Revolutionibus orbium coelestium de Copérnico, citado por Koyré, Ibid., pag. 35. 8 de Cusa, Nicolás, De docta ignorantia, 1440, texto citado por Koyré. Nicolás de Cusa transfiere aquí al Universo la "caracterización pseudo-hermética de Dios: una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna". Koyré señala que las afirmaciones de de Cusa fueron tomadas en consideración sólo a partir de Copérnico y luego de Bruno, "quien obtuvo de él su principal inspiración"; en parte es esta translación de la definición al universo que hace que Descartes mencione a de Cusa como "defensor de la infinitud del mundo". 9 Digges, T. Perfit Description...., texto citado por Koyré. Es interesante notar el hincapié en la imposibilidad instrumental de dar definiciones absolutas, la fe está puesta en la razón, que puede por lo tanto avanzar hipótesis alternativas plausibles. 10 Bruno, G. De l'infinito Universo ..., textos citados por Koyré quien señala que: "Nicolás de Cusa enuncia que en el Universo entero nunca se puede hallar la inmutabilidad. Giordano Bruno va más allá de este simple enunciado, pues para él movimiento y cambio son signos de perfección y no de carencia de ella". Op. Cit. pag. 46. 11 En este enunciado de Kepler el énfasis está puesto en la necesidad de definir científicamente los términos, necesidad que se vincula a la mensurabilidad de las distancias entre los cuerpos que, necesariamente tiene un valor, siendo este siempre finito. De alguna manera Kepler está afirmando que el "infinito" es lo que está "más allá" de toda medida, exigiendo precisión en la definición teorética. 12 El perspicillum o telescopio es el medio mecánico que finalmente permite ver el "más allá", el universo se ha ampliado en forma científicamente comprobable. 13 El Dios de Newton es ya un Dios matemático que crea mediante principio para dar al mundo (a los mundos posibles) una estructura y un orden, productos de una voluntad y no de un azar o una necesidad. 14 Dampier, Cecil W. Historia de la ciencia y sus relaciones con la filosofía y la religión, Madrid, Tecnos, 1986, pág. 262. 15 Según Dampier "...así llegaron los físicos a figurarse un futuro lejano en el que todas las reservas aprovechables del universo se convertirían en calor distribuido uniformemente por la materia en equilibrio mecánico y en el que resultaría imposible para siempre cualquier nuevo cambio". E s considerar el universo como un sistema saturado, cerrado y en el cual las respuestas no son satisfactorias para la nueva cosmovisión. 16 Einsten, A. y Infeld L., La física aventura del pensamiento, Buenos Aires, Losada, 1939, pág. 250. 17 Luminet, J-P., "Clair-obscur radiatif" en Maréchal, Ilke A. (ed.) Sciences et imaginaire, Paris, Ed. Albin Michel, 1994, pág. 165. : Son mundos reales en el universo infinito de las matemáticas! Pero físicamente irreales, en la mayoría de los casos. Cuando un matemático describe las propiedades de un espacio de cinco dimensiones, por ejemplo, no se trata de que el verdadero espacio físico posea tantas dimensiones -aunque, según ciertas teorías recientes de la física, el espacio pueda tener dimensiones "fraccionadas, hasta veinticinco! 18 Prigogine, I.., El nacimiento del tiempo, Op. cit., pag. 28. 1 BIBLIOGRAFÍA: Dampier, Cecil W. Historia de la ciencia y sus relaciones con la filosofía y la religión, Madrid, Thecnos, 1986. Koyré, Alexandre Del mundo cerrado al universo infinito, Madrir, Siglo XXI, 1979 Koyré, Alexandre Estudios Galileanos, México, Siglo XXI, 1991 Prigogine, I. y Stengers, I. Entre el tiempo y la eternidad, Buenos Aires, Alianza, 1991. Prigogine, Ilya El nacimiento del tiempo, Buenos Aires, Tusquets, 1991. Tillyard, E.M.W. La Cosmovisión Isabelina, México, Breviarios F.C.E., 1984. Woodcock, A. y Monte Davis Teoría de las catástrofes, Madrid, Cátedra, 1989. Ficha elaborada para la Cátedra de Literatura Inglesa a cargo de la Dra. Laura Cerrato de Juarroz, 2º cuatrim. 1996.