España y el 14:

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España y el 14:
neutralidad, crisis política y auge cultural*
http://www.elespectador.com/opinion/columna-352196-guadalupe-salcedo-unda-general-del-llano
Francisco Javier González Martín**
Fecha de recepción: 13 de julio de 2014
Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2014
Fecha de modificación: 24 de octubre de 2014
RESUMEN
En 1914 estalló la Gran Guerra, que arrastró a la mayor parte
de los países industrializados de Europa, junto con otros que
lo eran menos, a la conflagración. España se declaró neutral
por su debilidad militar e industrial, pero no se mantuvo completamente al margen, lo cual facilitó su despegue económico
al vender materias primas y productos manufacturados. El desarrollo desigual agudizó las tendencias ideológico–políticas
abiertas tras el desastre del 98; el “regeneracionismo”, dirigido
hacia la autoridad, y la dictadura o la revolución social y la
conquista del Estado, fenómenos que también ocurrían en
Europa, generaron la lucha de clases. Paralelamente, se produjo un auge intelectual y cultural con la “Edad de Plata de
la cultura española” y una división entre “aliadófilos” y “germanófilos”, todo ello hace suponer que España entraba en las
tensiones que originaron una nueva guerra de los 30 años, que
culminaría entre 1936 y 1945.
Palabras clave
Año 1914, guerra, neutralidad, desastre del 98, desarrollo
económico, revolución, dictadura, Edad de Plata de la
cultura española.
Spain and the 14: Neutrality, Political Espanha e o 14: neutralidade,
crise política e auge cultural
Crisis, and Cultural Booming
ABSTRACT
RESUMO
In 1914 it exploded the Great War and it dragged to the greater part of the industrialized states of Europe and other that
were it smaller to the conflagration. Spain declared itself neutral, because it was a country weak militar e industrial, but
its economic takeoff did not stay to the margin, facilitating
completely selling raw materials and manufactured products.
The unequal development worsened the open ideologicalpolitical tendencies after the disaster of the 98; the “regeneracionism” directed towards the authority and the dictatorship or the social revolution and the conquest of the State,
phenomena that also happened in Europe, developing the
fight of classes. Parallelly one takes place an intellectual and
cultural with The Silver Age of the Spanish culture, height
and a division between it was a sympathiser for allies and it
was sympathiser for germans, all it makes suppose that Spain
entered the tensions that originated a new war of the 30 years,
that would culminate between 1936 and 1945.
Em 1914 estourou a Grande Guerra que varreu a maior parte
dos países industrializados da Europa, juntamente com outros
que eram meros à conflagração. A Espanha declarou-se neutra
por sua fraqueza militar e industrial, mas não se manteve completamente a margem, o qual facilitou sua decolagem econômica ao vender matérias primas e produtos manufaturados. O
desenvolvimento desigual aguçou as tendências ideológico-políticas abertas depois do desastre de 98; o “regeneracionismo”,
dirigido à autoridade, e a ditadura ou a revolução social e a conquista do Estado, fenômenos que também ocorriam na Europa,
geraram a luta de classes. Paralelamente, produziu-se um auge
intelectual e cultural com a “Idade de Prata da cultura espanhola” e uma divisão entre “aliadófilos” e “germanófilos”. Tudo
isso faz supor que a Espanha entrava nas tensões que deram
origem a uma nova guerra dos 30 anos, que culminaria entre
1936 e 1945.
Keywords
1914, war, neutrality, disaster of 98, economic take off,
revolution, dictatorship, the silver age of the Spanish culture.
Palavras-chave
1914, guerra, neutralidade, desastre de 98,
desenvolvimento económico, revolução, ditadura, Idade
de Prata da cultura española.
* Artículo de reflexión producto
del proyecto de investigación
“Historia Contemporánea de
España”, de la Universidad de
Alcalá.
** Doble doctor en Historia
Contemporánea y Derecho.
Profesor de la Universidad de
Alcalá, España. Académico
correspondiente de la Real
Academia de Jurisprudencia
y Legislación de Madrid.
Especialista del período
1870–1914 en España y
Europa, en particular en Pío
Baroja. Correo electrónico:
fjavier.gonzalez@uah.es
A MODO DE INTRODUCCIÓN
2 En particular desde el triunfo
soviético en 1917, se ve
por ejemplo el período
libertario del famoso “Trienio
bolchevique andaluz”
(1918-21), en el ámbito rural
español. El suceso tuvo lugar
tras la crisis general de la
huelga de 1917 y de otras
crisis que estallaron a la vez:
la Asamblea de diputados
catalanes y las Juntas
Militares. Los desórdenes
en el campo andaluz se
tradujeron en revueltas,
expropiaciones y ocupaciones
violentas a cargo de comités
de obreros y campesinos
que fueron disueltos “manu
militari”; ampliar información
en Boy, C. (1990). La política
pretoriana en el reinado de
Alfonso XIII. Madrid: Ed.
Alianza, pp. 341-372.
El año de 1914 que se celebra en la actualidad queda
referido, en su mayor parte, a los cien años del estallido
de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra Europea.
No obstante, el “14” también se puede remitir no al
hecho bélico en sí mismo, sino a los numerosos cambios, fenómenos culturales y formas de vida referidos al
antes y al después que marcaron el inicio de la guerra,
tanto en los países beligerantes como en los neutrales,
en particular en la España de aquel momento. Metodológicamente, tras exponer en una breve introducción
general el estado del mundo en el 14, en este trabajo
se intentan presentar las razones políticas, materiales o
socioeconómicas concretas de la neutralidad española
en esa dualidad entre lo diverso y lo común con otros
países; al mismo tiempo, se busca ofrecer un panorama
de las manifestaciones culturales propias, con la idea
de mostrar cómo se vivía esa neutralidad al generar dos
grupos intelectuales e ideológicos conocidos dentro de
aquella Bèlle époque española como: germanófilos y
aliadófilos. Al escribir sobre las razones que llevaron al
mundo al verano del 14, cabe referir la serie de circunstancias globales de lo que la historiografía más reciente
defiende como una nueva “guerra de los treinta años
[1914-1945]”; una idea que tiene su antecedente en el
diplomático K. M. Panikkar, en 1953 (Panikkar, K. M.,
1953, p. 11), quien se convirtió en precedente lejano de
lo que Spencer M. Di Scala o Enzo Traverso definieron
como “guerra civil europea”1.
1 El concepto de “guerra civil europea” es un término tomado por Spencer, M. Di Scala,
de la Universidad de Massachusetts (Boston), que acepta el año 1945 como término del
período, pero no 1917 como inicio, según hizo Ernest Nolte en 1987. En todo caso, en
cuanto a la perspectiva de la automutilación europea, existe también una tendencia a
extender el inicio del período hasta la Guerra Franco-Prusiana del 19 de julio de 1870,
haciéndolo terminar en una fecha tan tardía como la reunificación alemana de 1989. El
curso de la London School of Economics, denominado European Civil War: 1890 to 1990
(Guerra Civil Europea: 1890 a 1990), de Spencer M. Di Scala, coincide en que 1945 sería
el año final de la guerra, pero indica que la segunda mitad del siglo XX sería el resultado
de la posguerra de ese conflicto. El Departamento de Historia de la Universidad de Hong
Kong divide el contenido en dos secciones, una que cubriría 1914-1945 y la otra desde
1945 hasta nuestros días. En ese sentido, Paul Preston ha hecho derivar este concepto
para hablar del enfrentamiento nacionalismo/socialismo; igualmente, este lo han usado
el profesor Franco Ferrarotti (profesor emérito de sociología en la Universidad de Roma),
78
7
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Así pues, el fin de esta teoría es reducir a causas globales las diversas y complejas circunstancias particulares
y nacionales que entran luego en cada circunstancia
nacional, y hacerlas desembocar en el conflicto revolución/contrarrevolución. Cabe señalar, por tanto, si
el caso español es ajeno a esta tesis o inserta, en todo
momento, sus raíces en razones tan semejantes para
culminar en el concepto de guerra civil. En ese sentido,
el desarrollo histórico español propio tendría connotaciones con otros países, especialmente desde 19172,
con el fin de hacer derivar las consecuencias socio–económicas y político–ideológicas de la Gran Guerra. La
revolución y la contrarrevolución, el nacionalismo y
el socialismo son los elementos de esa violencia que se
desató. Pero ¿se pueden encontrar las razones comunes
tanto en el caso de los beligerantes como en el de los
neutrales, incluso intentando encontrar sus precedentes entre 1890 a 1914, en la última fase del imperialismo, dentro de la última gran distribución colonial?
Inicialmente, el enfrentamiento fue entre naciones y
entre los distintos nacionalismos, pero fue a partir de
1918 cuando aconteció la división ideológica, derivada
sobre todo de las consecuencias de la Primera Guerra
Mundial que camufló la visión sempiterna de “clases
opresoras sobre clases oprimidas”. ¿De nuevo vamos a
una lucha entre “buenos y malos” con un pretendido
fundamento moral–partidista? Quizá sea dudoso determinar que si los hechos, circunstancias y sentido de los
Anthony Adamthwaite (profesor de la UC Berkeley) y el profesor de la Universidad de
Duke, J. M. Roberts. Para más información se sugiere consultar a Duke, R. (1996). Una
historia de Europa. London. Ed. Pinguin. Roberts sostiene que “la guerra civil europea
acabó con la dominación de Europa sobre el mundo”, un argumento habitual entre los
proponentes del término: los trabajos de Traverso, E. (2007). A ferro i fouco. La guerra
civile europea 1914-1945. Milano: Ed. Il. Moulino. Castell, E. (2000). La guerra civil europea 1914-1945. La contribución de los campos de batalla a la formación de una identidad
de la cultura europea. En Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia (23),
pp. 17–24. Sin embargo, el vocablo había sido acuñado por Nolte, E. (1987). La guerra
civil europea 1917-1945. México/Madrid: FCE., sus defensores se multiplicaron desde
Payne, S. G. (2011). La Europa revolucionaria. Madrid: Ed. Temas de Hoy, hasta Traverso,
E. (2011). A sangre y fuego. Madrid: Ed. Prometeo, y dentro de España, a Comellas, J. L.
(2012). La guerra civil europea. Madrid: Ed. Rialp; Casanova, J. (2012). Europa contra Europa. Barcelona: Ed. Crítica; Francisco Javier Ramón Solans, Juan Manuel Vera, Jaime Pastor.
Ampliar información en Fuentes Codera, M. (2013). La Gran Guerra de los intelectuales de
España en Europa. Ayer, (91), pp. 13-146. Cabría incluir el de Chaves Nogales, M. (2011).
La guerra civil europea. Madrid: Ed. El Asteoride.
España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91)
mismos sean válidos para el final de este período, lo
sean igualmente para el principio. Luego, algunos temas como la cuestión social u obrera y la consolidación
de una alta burguesía de negocios, se pueden considerar de forma semejante en los distintos países, cuestiones estas que justifican la permanencia de la lucha de
clases; una aclaración que es el eje explicativo de toda
visión marxista, sin que haya cambiado, en donde la
superestructura no es sino reflejo de lo que ocurre en la
infraestructura.
De tal manera que toda cuestión ajena a esta visión
parece que debe desembocar aquí, como si no existiera
otra explicación posible. No obstante, hay historiadores no marxistas, desde Stanley G. Payne a José Luis
Comellas, que comparten el término, referido al fenómeno común de la violencia políticosocial, más allá
de la lucha de clases a nivel mundial. Pero encontrar
razones de fondo, similares para España y el resto de Europa, que confluyeran en 1914 de forma hermética, está
aún por afirmarse. Sin embargo, este supuesto acuerdo
terminológico esconde de nuevo el deseo de someter
a reglas o leyes historicistas los comportamientos humanos, pues no solo existen circunstancias generales,
también hay, sin duda, otras particulares, que afectan
a cada país. A la guerra del 14 fueron las naciones más
industrializadas, las que poseían grandes imperios coloniales o podían competir entre sí, desde la configuración de grandes e importantes mercados mundiales en
razón de su hegemonía. España no podía competir en
igualdad de condiciones, pues era un país aún agrario,
con grandes contrastes de riqueza regionales, carente de
infraestructuras modernas, que vivía su decadencia político–militar, así como cierto aislamiento tras el desastre de 1898. España no competía por ningún mercado
exterior ni por su hegemonía imperial, ya que Francia
e Inglaterra la aislaron en esa tierra de nadie que era el
Rif marroquí3,tampoco tenía grandes aspiraciones por
ganar, como Italia, Serbia, Bulgaria o Rumania. No así
Portugal, que se vio impulsado por la Gran Bretaña4.
Francisco Javier González Martín
La guerra del 14 finalizó con un fenómeno conocido
como la Bèlle époque. Se trataba de una forma de vida
aristocrática y sibarita que poco después compitió en
refinamiento con otras más burguesas, un tema poco o
nada estudiado en las últimas décadas; ambas ofrecían
ese gusto por lo “decadente”, como se refleja en el arte.
Esta manera de entender la vida fue sustituida por otra
más consumista, pero también más profana y socializadora o disolvente, que acabó con un cierto vivir señorial. La cultura asociada con lo decadente contradice
esta alta concepción del mundo, que tiende a perder su
sentido y simbología histórica.
En España, el concepto de Bèlle époque continuó junto con la vieja bohemia hasta 1936, pero sin un sentimiento finisecular tan acusado referido al mal de siglo.
El espíritu de degeneración tan arraigado en Francia,
difirió en el caso español, más vinculado al de decadencia con el “desastre del 98”. Quizás no existió en España
un esquema existencialista tan pronunciado, asociado
a la idea de degeneración, a pesar de ciertas similitudes, como sostenía la clase intelectual francesa desde
Renan a Max Nordau o Erasmo Marie Caro; en ellos
existió determinada constatación de un vacío anímico
que culminó en tendencias suicidas (Freud, S., 1988;
1968)5, el mismo se extendió desde Francia a Centroeuropa bajo la influencia que ejercieron Kieerkegaard,
Schopenhauer y sobre todo Nietzsche. La asociación
entre decadencia y degeneración constituiría una visión nihilista de la sociedad, una cosmovisión más allá
de la crítica social. En España, lo intelectual no solo
fue reflejo de la crítica que tendía a fundirse en un fenómeno tan denso como la “Edad de plata de la cultura
española” (Mainer, J. C., 2009; Urrutia Cárdenas, H.,
2004, pp. 581-595)6, fuera de las tendencias suicidas, y
adquirió muchas vertientes sociales, pictóricas y estético-literarias, una de estas fue un deseo de espiritualidad
(Cozar Castañar, J., 2002), otra fue un modelo de intercambios con la América Latina (Abellán, J. L., 1989;
Jover Zamora, J. M. & Menéndez Pidal, R., 1994, t.
2015
7
3 Se trataba de una estrecha
franja montañosa al Norte de
Marruecos, entre Gibraltar
al N, Cabo Jubi y Fez al SO
y desde las islas Chafarinas
y Melilla al NE, a pocos
kilómetros de Argelia y
del protectorado francés
al SE, que constituyó el
Protectorado español entre
1907–1956.
4 Podía haber sido un caso
muy similar a España, pero la
alianza con Londres reforzó
las relaciones diplomáticas,
deterioradas desde los años
90 del siglo XIX tras la crisis
del ultimátum, al requerir el
sacrificio del “amigo” pobre
y obligarlo a requisar los
navíos austriacos y germanos
en los puertos portugueses
(habida cuenta de que existían
varios cerca de los puertos
españoles); además, Lisboa
tuvo que enviar 33.000
efectivos al Frente occidental
(Ypres) y proteger sus colonias
y las vecinas aliadas frente a
las alemanas en África, según
todo esto, el 6 de marzo de
1916 Portugal declaró la
guerra a Alemania y figuraría
en el bando de los ganadores,
sin recibir nada a cambio de
tan enorme sacrificio.
5 Ampliar información en
(1968). Duelo y melancolía.
Ed. Gallimard: París; la 3.a
parte de este trabajo está
dedicada a la tendencia al
suicidio.
6 Más información en Arnau,
Hilari, Fuentes, J. (1990) ¿Qué es
el nihilismo? Barcelona: Ed. PPU.
79
7 Perteneciente a la generación
literaria o ensayista de 1914,
asociada a la guerra según
Méndez Alzamora, M. y
Pfluger, E.
8 Especialmente referido a
las crisis coloniales que
descubrieron la conflictividad
interior: paro, desequilibrios
industriales e inestabilidad
política con dimisión de
gobiernos. En Italia, las
diferencias entre el norte y
el sur se radicalizarían tras
la derrota de Adúa, en 1896,
que provocó la dimisión de
Crispi. Portugal vivió la crisis
del ultimátum desde 1890
en el momento en que Gran
Bretaña negó la aplicación del
“mapa Rossa”, que implicaba
la intención portuguesa de
unir las colonias de Angola
y Mozambique en ambas
costas africanas, pasando
en medio por una “tierra de
nadie” que era en realidad
zona de paso de los ingleses
entre Sudáfrica y Jartum,
que a su vez comunicaba
con El Cairo para su red
telegráfica y ferroviaria. La
crisis portuguesa llevaría
al asesinato del rey Carlos
I (1908) y del príncipe
heredero Luis Felipe, así
como a la proclamación de
la república en 1910, que
destronó a Manuel II. Francia
viviría la crisis de Fachoda
frente a Gran Bretaña.
Tras el Affaire Panamá y eñ
Dreyfus se mantendría en
desequilibrio hasta 1914;
ampliar información en De La
Torre, Rosario (1986). Los 98.
Historia Universal siglo XX.
Historia 16 Nº1., p. 53.
9 Y se expandían por el Pacífico
tras proyectarse sobre
Hawái, las Filipinas y Guam,
igualmente estas últimas
habían sido posesiones
españolas que pasaron a
Estados Unidos tras el tratado
de paz del 2 de diciembre
de 1898, posición que se
reforzó al estos conseguir
los derechos de construcción
sobre el Canal de Panamá.
80
XXXIX/2 pp. 701-759), además del modelo generacional desde el realismo de Joaquín Costa, Pérez Galdós
o Clarín al noventayochismo modernista de Baroja o
Azorín, sin poder dejar de mencionar el puente generacional que desarrollaron Ortega, Valle Inclán o Azaña (Méndez Alzamora, M., 2006; Pfluger, E., 2001, pp.
179-197)7. Cabe diferenciar distintos modelos de cultura: la asociada a la guerra, y otras que coincidiendo
con el “14” pero no son “culturas de guerra” por haberse producido antes del hecho bélico, lo que matiza la
exposición que realiza al respecto Maximiliano Fuentes
Codera (2014, p. 14-15; 2013, marzo, pp. 13-31) en
la actualidad, si bien es la relación entre vida social y
la crítica intelectual lo que se intenta mostrar como
preludio del enfrentamiento entre regeneracionismo y
revolución. La revolución industrial había favorecido
en buena parte ese vivir aristocrático.
De manera que entre las clases pudientes se asociaron
ocio, confort y lujo. Pero el mundo y la mentalidad que
destruyó la guerra no es solo el de los grandes salones
privados o los teatros al estilo la ópera Marnier. Lo que
aconteció fue la transformación de una sociedad aún
muy provinciana, casi pueblerina, en otra más urbana,
de ciudades en constante crecimiento gracias al desarrollo industrial, lo que generó grandes contrastes entre el campo y la ciudad, como señalaron hacía varias
décadas Jacques Droz (1980, pp. 257), Joseph Fontana (1994, pp. 122–123) o Eric Hobsbawm (1989), y
a la emigración del campo a la ciudad por el mismo
fenómeno. En cada localidad o barrio de una ciudad
grande se reconocían al boticario, al cura o párroco y
al maestro como las figuras más relevantes según algunas zarzuelas y obras literarias españolas, al igual que
se identifica al político emergente de un distrito londinense en las primarias. Lo que sucedía en España ocurría en Francia o Italia8.Desde la óptica de la política
internacional, derivada de los años 90 del siglo XIX,
los jóvenes Estados Unidos extendían su influencia por
América Central y del Sur hacia el Caribe y el océano
7
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Pacífico, del mismo modo que Japón lo hacía sobre Corea y China. La imposición de la hegemonía estadounidense se produjo, sobre todo, tras la derrota española en
Cuba, Puerto Rico (De La Torre, R., p. 56)9 y Filipinas.
En este sentido, Colombia, que había sido el eje entre
el mar Caribe en el Centro y el Sur de la América Latina, también sufrió la intervención estadounidense110,
que intentaba frenar la revolución mexicana al ocupar
Veracruz y Monterrey en su frontera sur.
Además, la Gran Colombia abarcaba amplios territorios tras su Independencia (1819-24) con parte de
Ecuador, Venezuela y Panamá entre el mar Caribe y
el océano Pacífico. El asunto principal fue la cuestión
estratégica del Canal, cerca del istmo que separaba el
Pacífico del Caribe. Los Estados Unidos trataron de
debilitar este país joven, la Gran Colombia, que quedó reducido a su territorio actual tras un período de
guerras civiles. La ocasión vino cuando los antiguos
artífices del Canal, Eiffel y Fernando de Lesseps, arruinados tras el Affaire (1893-1900) y la crisis bursátil,
no pudieron terminar la construcción. La paralización
de las obras, después de superado el argumento de la
10 De hecho, tras la paz de Wisconsin de 1902, sobrevendría el tratado de Herrán–Hay
(1903) que supuso el acceso estadounidense a los derechos de explotación de obras y el
control sobre el Canal de Panamá. El dominio del istmo, ejercido por el país del norte, fue
pleno desde 1914, pero no se le sacaría rentabilidad económica hasta entrados los años
20, dado que el transporte por vía marítima resultaba más caro que el realizado por ferrocarril, aun atravesando todo su territorio. El Canal simbolizaba el dominio de un paso
estratégico y militar, un elemento de la política hegemónica, al que luego se sumarían
los beneficios económicos. En el resto del mundo, en los otros ángulos del planeta comenzaba el tenue pero firme deseo de independencia y descolonización según acontecía
en la India, donde empezaba su andadura un joven abogado hindú, llamado Mohandas
Karamachanda Ghandi, mientras en otros territorios asiáticos desde Oriente Próximo a
la China acontecía el comienzo de la problemática palestina y la primera guerra bajo el
mandato británico. China vivió el final de la monarquía imperial, seguida del nacimiento
de una república (1912), que culminaría en una serie de guerras civiles provocadas por el
choque entre oriente y occidente o el enfrentamiento entre el deseo de modernización y
el de prevalencia de poderes feudales, que conllevó el deseo de soberanía. Asia contemplaba la existencia de un Japón emergente, al igual que los Estados Unidos, con el deseo
de crear un cinturón defensivo para poder lanzarse sobre Corea y China. Japón se sumaba al fenómeno expansionista generalizado, imitando a Occidente, que no cejaría hasta
1945. Al poco de estallar la primera conflagración, el Imperio Japonés sería un aliado de
la Entente frente a Alemania, cuyas colonias deseaba en 1914. El mundo hacía gala de la
violencia y la ética de la fuerza como elementos defensivos conforme a una nueva idea del
Derecho y dentro de una filosofía general que se preciaba de lo que Bergson y sobre todo
Feuillée mostraron como idées forcé, que formaban sin duda parte de ese orgullo de ser
europeo, del predominio del blanco sobre el mundo; ampliar información en Jover Zamora, J. M. (1979). Teoría y práctica de la redistribución colonial. Madrid: Ed. FUE, p. 11.
España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91)
fiebre amarilla, supuso la intervención diplomática estadounidense en la guerra civil colombiana y la emancipación un tanto artificial de un nuevo país, Panamá.
La debilidad inicial produjo la apropiación de los derechos de finalización de construcción y la apertura
del Canal el 15 de agosto de 1914, a cargo de los estadounidenses. La expansión de la influencia de los
Estados Unidos fue uno de los motivos por los que se
produjo un cierto acercamiento entre la cultura española y la hispanoamericana, que desembocó en el término Hispanidad. Se trató de un fenómeno cultural
que propagaron, desde España, Rodríguez Sampedro,
Rafael Altamira, García Morente, García y Tuñón de
Aza o Ramiro de Maeztu, y desde Latinoamérica el
nicaragüense Rubén Darío, el guatemalteco Gómez
Carrillo o el colombiano Miguel Antonio Caro. Un
asunto que precisa de nuevos estudios al respecto.
ESPAÑA NEUTRAL. CAUSAS MATERIALES Y
PSICOLÓGICAS
La importancia de la neutralidad española no ha sido
una gran preocupación historiográfica, salvo ahora en
el centenario de la contienda. Su importancia ha sido
eclipsada por el interés suscitado a causa de la otra neutralidad, la de la España de Franco.
Sin embargo, el papel de la España de Alfonso XIII es
esencial. El estado español no pudo contribuir a la idea
histórica de la expansión como exigencia del momento, al menos según marcaba de forma predominante la
política europea desde los años 70 del siglo XIX, así
como la de los dos nuevos países, Japón y Estados Unidos. Si lo hizo, fue de forma mucho más modesta tras las
pérdidas de las últimas colonias para, a continuación,
intentar proyectarse sobre África, debiendo supeditarse
ante el criterio de los más fuertes.
Francisco Javier González Martín
LAS RAZONES
a) El 28 de junio de 1914, el heredero a la corona del
Imperio Austro-Húngaro, el archiduque de Austria,
Francisco Fernando y su esposa Sofía, fueron asesinados en Sarajevo por un fanático y joven patriota bosnio
(Gavrilo Princip) al tratar de negociar la autonomía
de Serbia y Bosnia-Herzegovina. Tras infructuosas negociaciones e investigaciones requeridas a Belgrano de
parte de Viena, el hecho desencadenó una guerra local en el espacio balcánico que pudo haberse quedado
allí. Belgrado, al no aceptar el ultimátum [25 de julio],
fue bombardeada por los austríacos [27 de julio], lo que
motivó la movilización de Rusia [30 de julio]. En consecuencia, Alemania se movilizó a favor de su aliada
Austria–Hungría y lo que podía haber sido una guerra
balcánica más, se vio trascendida por la red de alianzas
existente (Triple Entente frente a la Triple Alianza)11,
lo que desencadenó la tragedia a nivel mundial, a la
que se sumaron incluso naciones no europeas.
Al movilizarse Rusia, el Imperio Alemán declaró el
1o de agosto la guerra al zar, el 3 Alemania declaró la
guerra a Francia, y Austria–Hungría a Rusia, el 4 los
alemanes invadieron Bélgica, y Gran Bretaña, que ya
había movilizado su ejército y la Home Fleet el 31 de
julio, declaró la guerra al Imperio Alemán como garante de las fronteras belgas12. Un día después los ejércitos
germanos, incontenibles, entraron a Francia, el 28 de
agosto se situaron a jornada y media cerca de París.
Por su parte, en 1914 España no pertenecía a ninguna gran alianza, solo poseía acuerdos coloniales sobre
África como potencia de tercer orden. En general, la
diplomacia española se había situado al margen de
los compromisos de los sistemas bismarckianos y de la
ruptura de estos. Además, la natural simpatía, ya fuera
sincera o por “omisión” hacia lo alemán, se vio turbada
por el asunto de las Carolinas [1885–1899]13. ¿España
2015
7
11 Triple entente (Rusia, Francia,
Gran Bretaña) y triple alianza
(Alemania, Austria–Hungría
e Italia, que traicionaría sus
acuerdos para irse con los
aliados en 1915). No confundir
con la triple alianza entre
Uruguay, Brasil y Argentina en
la guerra de la triple alianza
1864–1870 frente a Paraguay,
que perdió buena parte tanto
de su territorio como de su
población.
12 Pero también de Austria y
Prusia, que firmaron la libertad
de Bélgica respecto de la de
Holanda en 1830, con lo cual
confirieron la independencia
del país. Se sugiere consultar
Renouvin, Pierre (1983). Historia
de las relaciones internacionales.
Madrid: Ed. Akal, p. 540.
13 El 12 de agosto de 1885, un
cañonero alemán, el Iltis, atracó
en Yap y su oficialidad expuso a
la española que declaraba todo
el archipiélago de las Carolinas
bajo protección del káiser, sobre
la base de los acuerdos de reparto
colonial del Congreso de Berlín
(1884–1885) y la imposición de
la realpolitk a nivel diplomático,
en un momento en que España
necesitaba asegurar su presencia
en el Pacífico medio. Los españoles
apedrearon las embajadas y
consulados germanos, la prensa
española poco más que incitó a
la guerra, al final la intercesión
del papa León XIII y el propio
Bismarck, que concebía la
expansión colonial como tema
secundario en su política, llevaron
a cabo la ralentización. Pero el
desastre del 98 español hizo que
Alemania, muerto Bismarck,
volviera a interesarse hasta llevar
a cabo la compra de las Carolinas
y Palaos el 12 de febrero de 1899,
a dos meses escasos del Tratado
de París (10 de diciembre de
1898), por el que España perdía
su imperio frente a los Estados
Unidos; esta vez por expreso
deseo del nuevo káiser, Guillermo
II, y sin Bismarck, que destituido
en 1890, había muerto en 1898.
Se recomienda consultar también:
Salom Costa, J. (1986). España en
la Europa de Bismarck. Madrid:
Ed. CSIC; Pastory Santos, Emilio
(1950). Territorios de soberanía
española en Oceanía. Madrid: Ed.
CSIC, p. 11. Elizalde Pérez–Crueso,
M. D. (2000). España en el Pacífico.
La colonia de las islas Carolinas
(1885–1899). Madrid: Ed. CSIC,
p. 15.
81
14 La crisis de Tánger de 1905
(primera crisis marroquí),
donde el káiser, viendo la
caótica situación del Imperio
Marroquí, buscaba mayor
protagonismo frente a Francia
declarando que Marruecos
debía ser independiente de
la influencia francesa. Francia
era dueña de las ¾ partes del
protectorado, mientras que
a España se la concedería el
Rif en tierra de nadie, así los
intereses de Gran Bretaña en el
Mediterráneo y los territoriales
de Francia no chocarían. El
hecho reforzó la Entente y el
aislamiento de Alemania, que
provocaría una segunda crisis
en Agadir (1911), donde obtuvo
una ampliación del Camerún.
16 En su momento, Fernando
Díaz Plaja recopiló una
serie de documentos en
Germanófilos y aliadófilos.
Barcelona: Ed. Dopesa, o en
España en sus documentos.
Barcelona: Ed. Plaza y Janés,
hoy cabe acudir sobre todo
a Navarra Ordoño, A. (2014).
Aliadófilos y germanófilos en
la cultura española. Madrid:
Ed. Cátedra.
17 Pero estaba claro que en
términos absolutos no
se podía competir en la
producción de hierro, acero
y carbón, si bien durante
la guerra estas industrias
aumentaron el triple, un
esfuerzo que superaría toda
previsión y planificación, al
ofrecerse la oportunidad de
vender a los beligerantes.
necesitaba nuevos valedores frente al avance germano
en África? (Renouvin, P., 1983, p. 785)14. España requería no aislarse, pero tampoco implicarse. Existían
ciertos acuerdos concretos desde 1880, pero nada que
supusiera obligaciones firmes ni en el Mediterráneo ni
fuera de él, al estilo de los tratados de “Reaseguro” bismarckianos. En el caso español se trataba, más bien, de
acuerdos de reparto de influencias, como los acordados
en Algeciras [1906] tras la primera crisis marroquí en
Tánger [1905]. España necesitaba de Francia y Gran
Bretaña, lo que la inclinaría hacia la Entente en ese
sentido, un poco a su pesar, porque como recordaban
las tendencias más tradicionales y conservadoras, Francia y Gran Bretaña al fin y al cabo simbolizaban los
grandes enemigos seculares de la nación española. Sin
embargo, de entrada, el estado español no era un peligro, se encontraba solo y no podía competir por su economía deficitaria con el resto de los estados. No obstante, la naturaleza geoestratégica de la Península ibérica
y de sus posesiones, una auténtica zona de paso entre
el océano Atlántico y el Mediterráneo, entre África y
Europa, le conferían una gran debilidad, a causa de su
capacidad militar suficiente, carente de una industria
sólida, con una armada en proceso de recuperación tras
la derrota en la guerra hispano–yanqui [1898]15 e insuficiente para proteger su marina mercante o emprender
acciones bélicas de relieve.
Todo ello convirtió el papel de España en el exterior en
un tema delicado. Otra cuestión fue el peso psicológico
del desastre del 98, aún muy reciente en aquel entonces,
y que sumía al colectivo en una especie de complejo de
inferioridad, un término solo admisible en la psicología
15 Con la “crisis de la Restauración”, la flota se reconstruía muy lentamente, sus presupuestos económicos dependían de una política estable y uniforme, del acuerdo de las fuerzas
políticas y de una potente industrialización. Los proyectos de reconstrucción de la flota
tras el desastre del 98 fueron impulsado por Antonio Maura, a quien se acusó de obtener
comisiones ilegales de la casa Vickers, al igual que a Alejandro Lerroux, más proclive a la
corrupción política para el inicio del rearme de la flota, lo que no era cierto. Se recomienda ampliar información en Rodríguez González, A. (2010). La reconstrucción de la Escuadra. Planes navales españoles (1898-1920). London/Madrid: Ed. Galland Books y Cervera
Pery, J. (1979). Marina y Política en la España del siglo XIX. Madrid: Editorial San Martín.
82
7
2015
y en el análisis sociocultural, asociado al concepto de
decadencia y de nostalgia que se vivía. Sin embargo,
los españoles no renunciaban a ciertos impulsos neo–
románticos como el vano deseo de participar del lado
aliado o germano, según se derivaba de las tendencias
aliadófilas o germanófilas enfrentadas, una dualidad
compleja y algo tópica dado que los primeros defendían
la libertad y la tolerancia, mientras los otros protegían
la autoridad y el orden conservador. Cuando triunfaran
las tesis marxistas, estas sustituirían la libertad burguesa
de la democracia liberal, adulterando estos principios
hasta caer en los lugares comunes actuales. El escritor
Pio Baroja era germanófilo, pero defendía ante todo la
ciencia alemana, no el autoritarismo ni el militarismo.
Ortega defendía la cultura alemana pero no la dictadura. Maeztu admiraba a los alemanes sobre todo tras
la guerra anglo–bóer (Maeztu, R., 1899; 2012), si bien
este es un tema ya estudiado16. España era un país agrario, quizá no tan pobre como se ha venido creyendo, en
términos relativos17, pero de riqueza muy desigual con
evidentes desajustes regionales, sometida a la dialéctica
centro–periferia, que originaba el regionalismo catalán
y el separatismo vasco frente a una política económica
variable entre el librecambismo y el proteccionismo.
A la inestabilidad política habría que sumar la crisis
del parlamentarismo, la corrupción del bipartidismo y
la división de los partidos políticos. En virtud de los
derechos de expansión y exploración, tras los acuerdos
de Algeciras (1906) –a instancias de la Gran Bretaña
y Francia–, España inició su expansión norteafricana,
que fue una aventura convertida en una larga e intermitente guerra colonial (1909-1927). Mientras, el país
no había acabado de restañar sus heridas de Cuba o
Filipinas y se debatía, de un lado, entre el revisionismo
y la regeneración; del otro, aumentaba y se organizaba
el movimiento obrero que buscaba la revolución.
Entonces, la guerra africana originó unos costes materiales y humanos demasiado elevados con graves incompetencias logísticas, de mantenimiento, previsión
España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91)
o abastecimiento. Incompetencias no tanto registradas
desde el mando sino derivadas de las no siempre buenas
relaciones entre el poder civil y el militar. La estructura
del ejército español no era ágil ni moderna, adolecía de
acefalía y de un sistema de recluta injusto basado en el
soldado de cuota o de pago por redención (Payne, S. G.,
1986, p. 115). Estas circunstancias no pasaban inadvertidas a los servicios de inteligencia aliados y alemanes.
Consciente de la debilidad del Estado español, Eduardo
Dato, presidente del Consejo de Ministros desde 1913,
jefe de los idóneos, decretó (el 30 de julio y con gran
antelación) la neutralidad más estricta a todos los españoles. Así es como apareció en la Gaceta de Madrid
(1914)18 y en la prensa diaria desde El Imparcial al ABC.
La neutralidad fue reivindicada hasta 22 veces por los
gobiernos de Alfonso XIII (Fuentes Codera, M., 2014,
p. 42), y aunque el embajador germano, Maximilian
Karl von Ratibor, quisiera persuadir a Dato con la anexión de Tánger, Gibraltar o la protección de Portugal,
la respuesta del presidente del Gobierno seguiría siendo
la misma: no a la intervención española en la guerra.
La neutralidad fue apoyada en bloque, si bien no de forma absolutamente sincera, sí lo fue por Maura, el líder
de la derecha conservadora; por Francesc Cambó, jefe
de los catalanistas de la Lliga19 pero colaborador con el
gobierno central, y tácitamente por los liberal–demócratas del conde de Romanones. Antonio Maura, en lo
referente a la política exterior, relacionaba esa idea de
decadencia con la del retraso, retirando con este pensamiento historicista la imposibilidad de ingresar en la
guerra, si bien en fecha tan avanzada como la primavera
de 1917, a dos meses de la gran crisis del verano de ese
año: “la flaqueza no denigra, pero no se puede tomar
como base de alianzas e intimidades, sin olvidar que la
consideración de España como sustraendo pesa ya trescientos años de decadencia” (ABC, 1917, 30 de abril;
González-Martín, F., 2003, p. 14).
Además, la presencia de una cuestión social enervante,
captada por Cambó o Maura, la crisis de subsistencias
Francisco Javier González Martín
y la falta de una educación política, como adelantaba
la existencia del 59.35% de analfabetismo (una de las
tasas más altas de Europa), podrían acelerarse con la
hipotética entrada de España en el conflicto. A este
respecto se le atribuyó una frase famosa a Cambó: “Hay
dos maneras de provocar la anarquía: una, pedir lo imposible, y otra, retrasar lo inevitable” ¿España podía
haber ido a la guerra como hizo el zar, para retrasar lo
inevitable o tratar de desviar la atención de los asuntos
interiores en el exterior? No parecía probable. Si el 98
había descubierto los problemas de la patria “en carne viva”, la entrada de España en el conflicto europeo
hubiera sido una auténtica catástrofe. Ortega y Gasset
tomaría el pulso de nuevo a su patria y dictó una especie de diagnóstico: “una España oficial que se obstina
en prolongar los restos de una edad fenecida” (1914;
s.f., p. 35). Una de las figuras más importantes, el líder
liberal conde de Romanones, coqueteaba con la intervención española del lado aliado, como lo demostró su
famoso artículo “Neutralidades que matan” (1914). Alfonso XIII, casado con Victoria Eugenia de Battemberg
(nieta de la reina Victoria de Gran Bretaña e Irlanda y
emperatriz de la India), tuvo que buscar una actitud de
equilibrio no solo a nivel palaciego sino también nacional; el monarca, y no por pura imagen, llevó a cabo
una muy importante labor humanitaria desde la Oficina Pro Cautivos, situada en el Palacio Real de Madrid.
De esta forma, se logró salvar por medio del intercambio de prisioneros a personalidades como el historiador
belga Henri Pirenne, Igor Stravinsky, Arthur Rubinstein, Maurice Chevalier o Vaslasv Nijinsky, entre decenas de miles de individuos20, en esta tarea se destacó
uno de los grandes diplomáticos españoles, el marqués
de Villalobar. Otro tema fue cómo España se convirtió
en eje del espionaje mundial (González-Calleja, E. &
Aubert, P., 2014; García-Sanz, F., 2014, pp. 101–102),
en Madrid fue donde la famosa Mata Hari fue víctima
de la trampa que la inculpó como doble espía, por tal
razón fue fusilada por los franceses en 1917; también
destacaron Pilar Millán Astray, hermana del fundador
2015
7
18 El 30 de julio de 1914.
19 Lo que no impidió que
4.000 catalanes marcharan
voluntarios a Francia. La Lliga
Regionalista fue un partido
regionalista catalán de
tendencia conservadora, no
separatista, creado en 1901
por Francesc Cambó y disuelto
en la guerra civil de 1936.
20 La acción humanitaria
de la Oficina Pro Cautivos
proporcionó ayuda a 122.000
prisioneros franceses y
belgas, 7.950 ingleses, 6.350
italianos, 400 portugueses,
350 americanos y 250 rusos;
logró repatriar a 21.000
prisioneros enfermos y, lo que
es más importante, a unos
70.000 civiles que habían
quedado en terreno ocupado
por el enemigo. Los agregados
militares españoles realizaron
también 4.000 visitas a
campos de concentración para
controlar el trato que se daba
a los prisioneros de guerra.
Además, Alfonso XIII logró un
acuerdo entre los beligerantes
para que no se torpedearan
los buques–hospitales, como
se venía haciendo. Se sugiere
ampliar información en Pando
Despierto, Juan (2010). Un rey
para la esperanza. Alfonso XIII
y la primera guerra mundial.
Madrid: Ed. La Esfera de los
libros.
83
de la legión, y Marta Richer, amante de von Krohn.
Resulta muy significativo que en este círculo destacara
un joven teniente, llamado Wihelm Canaris (García
Sanz, F., 2014, p. 101)21.
21 Canaris será el líder de la
Abewhr durante el III Reich
y también un enemigo de
Hitler.
22 Para más detalles, se
sugiere consultar Roldán,
Santiago; García Domingo,
Enric (2006). La marina
mercante española durante
la Primera Guerra Mundial en
La formación de la sociedad
capitalista en España (19141920). Madrid: Ed. Cajas de
Ahorro y Montes de Piedad.
Tomo II, pp. 13-91. Velarde
Fuertes, Juan (2002). España
1900-2000. Madrid. Ed.
Planeta/BSCH. Tomo I, pp.
355-386.
23 Para más detalles, se sugiere
consultar Velarde Fuertes,
J. (2009). Cien años des
economía española. Madrid:
Ed. Encuentro; Anes, G.
(2000). Historia económica
de España siglos XIX y XX. Ed.
Galaxia/Gutemberg, p. 211;
Sánchez Albornoz, N. (1989).
La modernización económica
de España 1830-1930. Madrid:
Ed. Alianza, p. 267.
b) Desarrollo económico. La economía española estaba
regulada por el arancel proteccionista de 1913, por lo
que, de entrada, la Gran Guerra supuso un auténtico
estímulo. En Europa, el conflicto estimó una reconversión industrial, una transformación empresarial y fabril
para dedicar su producción hacia los nuevos objetivos
que marcaban la nueva situación. En especial, fueron
las industrias pesadas, de complementos y servicios las
que llevaron el peso de la producción, lo que perjudicó
tanto la diversificación productiva como los abastecimientos oportunos (alimentos, sector primario y medios de locomoción). Todo fue orientado a la producción bélica. Aunque las ciudades o las retaguardias no
sufrieron en la misma medida que en la segunda conflagración, los núcleos industriales, carreteras, ferrocarriles y demás infraestructuras próximas a los centros
urbanos, estaban amenazados y, por supuesto, las rutas
marítimas, estuarios y costas.
La ciudad sufrió el aislamiento, cuando no el bloqueo
oficial, ya que las rutas tanto terrestres como navales y
fluviales eran objetivo de los contendientes, o geográficamente se encontraban en el mismo frente. La falta de
abastecimiento o avituallamiento promovió el hambre.
Los parques de camiones y servicios de transporte fueron
objeto de uso militar en su mayor parte, vale recordar
los taxis de El Marne. Así pues, el enfrentamiento debía
favorecer a los países neutrales. La tendencia fue que la
conflagración alcanzara un carácter no solo global (en el
sentido de su extensión territorial) sino “total” porque
afectaría a la población civil en la retaguardia.
De hecho, la guerra influyó social y psicológicamente
tanto de forma negativa (hambre, penurias, incertidumbre ante las familias divididas o en el frente) como
84
7
2015
positiva (la mujer alcanzó protagonismo social y económico, sustituyó al hombre en muchas tareas ordinarias y luego consiguió el derecho al voto).
Desde el punto de vista de las exportaciones, España
se encontraba en una situación favorable por su condición estratégica entre Francia y África, también por
hallarse en medio de las rutas atlánticas y mediterráneas. Lo único que podía desbaratar o impedir el intercambio comercial, por vía marítima, era la situación
de bloqueo y guerra naval. De respetar a los mercantes
neutrales, en el caso español cabría la oportunidad de
vender a unas potencias y a otras.
Pero la guerra es algo imprevisible y el hundimiento
de barcos propios no iba a ser un mero daño colateral,
sobre todo desde 191722. Por su parte, los aliados podían acceder a una mayor variedad de banderas para
los distintos fletes, camuflando la auténtica identidad
de los buques que llevaban cargas, buques, municiones
y abastos militares en navíos civiles a los aliados, incluso de pasajeros, además del uso de los buques–trampa
o “Q”. Esas razones impulsaron a Alemania a decretar
la guerra total en febrero de 1917 (Mille, M., 2012, p.
140; Lewis, D., 1966, pp. 44-64). El objetivo era no
solo lograr una pronta victoria militar sino librar del
hambre y el bloqueo económico que Gran Bretaña
ejercía sobre la población alemana. España pudo incrementar su balanza comercial desde el inicio del conflicto (4 de agosto de 1914 a 1º de febrero de 1917).
Así, el mercado español pudo proceder al traslado de
abastos, desde frutas y verduras hasta minerales o uniformes. Reinvertidos los capitales recobrados en Cuba
y en las colonias perdidas, las nuevas inversiones sirvieron para consolidar la producción23. Empresarios y
obreros creyeron que esta situación se prolongaría sine
díe. La euforia momentánea impedía pensar en un futuro inmediato menos prometedor y prevenir, en consecuencia, una inversión de la situación, dado que la
conflagración podría acentuar la crisis de subsistencias.
España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91)
Además, la producción estaba asegurada mientras durara la guerra. Los beneficios se multiplicaron, también
los salarios de los obreros. Se podía vender a los dos
bandos sin mayor problema, la competencia extranjera quedó eliminada en el mercado interior y ocupó
nuevas actividades comerciales que habían tenido que
ser abandonadas por las naciones beligerantes. El país
experimentó un primer despegue industrial (RomeoSalvadó, F., 2000, p. 26). Martínez Cuadrado expuso
el fenómeno como un modelo de economía de transición de una era preindustrial a otra semi–industrial, un
país en vías de industrialización (1990, p. 149). Pero el
crecimiento fue una sorpresa, un falso optimismo. Los
beneficios extraordinarios vinieron acompañados de
asombrosas subidas de precios. Así, la prosperidad se
dio a costa de quien podía pagarla, mientras que quienes no podían, acentuaban la miseria global.
De igual forma, durante los primeros meses que siguieron a la guerra prevaleció el descontrol y la confusión.
Hubo dificultades para obtener materias primas en
el extranjero e igualmente fue difícil conseguir crédito internacional24. A pesar de ello, al tiempo que
las exportaciones aumentaron y las importaciones se
redujeron, la balanza comercial registró una época de
beneficios fabulosos. Se crearon cientos de nuevos
negocios y sociedades anónimas, además, el Banco
de España incrementó sus reservas de oro desde 674
millones de pesetas en 1913 hasta 2.500 millones en
1917. La cantidad de dinero en circulación también
aumentó de 1.931 millones en 1913 hasta 3.866.9 millones en 1919. En consecuencia, la peseta perdió la
mitad de su poder adquisitivo y los precios se dispararon. En 1920 los precios habían alcanzado una tasa
del 223.19 con respecto a la de 1914. La inflación galopante desembocó en una crisis social al aumentar el
abismo que separaba a los ricos de los pobres y generó
una migración interna que desencajó los débiles cimientos de la economía española (Romeo-Salvadó,
E., 2000, p. 27; Carles-Sudria, D., 2002).
Francisco Javier González Martín
De esta manera, las ganancias fueron monopolizadas
principalmente por una burguesía industrial y comercial en ascenso. Una nueva clase de nuevos ricos se
aprovecharía de la situación, pero mientras que en unas
zonas la producción y la actividad industrial fueron febriles, en otras áreas productivas y geográficas de la península la escasez de la mano de obra y la inflación se
agudizaron. La minería se benefició en general, el carbón, la industria química y la hidroeléctrica crecieron,
también el sector textil catalán, las navieras y acereras
vascas, dada la distribución del tejido industrial español que favorecía al País Vasco, Cataluña, Madrid y
escasamente Valencia, pero en el resto estaba ausente,
aunque el Banco de España dobló sus fondos. En 1915
empezaron a resultar evidentes los primero signos de
descontento popular y de conmoción social derivada
de las agitaciones económicas. Dato no pudo frenar
la avalancha de críticas e inició la nacionalización de
activos de propiedad extranjera existentes en España
y de la deuda exterior. Al gobierno se le imposibilitó
resolver la crisis de subsistencias.
Además, la situación social se agravó con el regreso
de 40.000 trabajadores españoles procedentes de otros
países europeos y latinoamericanos. Por otra parte, la
implantación de cuotas de importación y restricciones a las exportaciones realizada por los estados beligerantes, agravó la situación. Los resultados fueron la
escasez, el desempleo y la inflación. En septiembre de
1914 se había fundado una Junta de Iniciativas bajo
la dirección del anterior ministro de la Gobernación,
conservador de corte autoritario, Juan De la Cierva, su
objetivo era canalizar, coordinar y poner en práctica
una serie de iniciativas para afrontar la crisis. En febrero, De la Cierva dimitió y se disolvió la Junta. Posteriormente, se crearon en cada capital de provincia las
Juntas Provinciales de Subsistencias, formadas por el
gobernador civil, el alcalde y un delegado del ministerio de Hacienda, pero los precios siguieron subiendo
a lo largo de 1915 y 1916. Ningún gabinete del turno
2015
7
24 Esto afectó de manera
adversa el mercado de valores,
también las instituciones
financieras y bancarias. Sin
embargo, a principios de
1915 comenzó una fase, hasta
entonces nunca conocida, de
expansión de la economía.
Lo que originó un espejismo,
una locura especulativa para
quien podía. La drástica caída
de las importaciones, junto
con el volumen cada vez
mayor y los precios en alza
en las exportaciones, hizo
que una nación pobre viera
pasar, casi de la noche a la
mañana, un flujo repentino de
oro a través de sus fronteras.
España acumulaba un capital
generado a partir de una
balanza comercial altamente
favorable. Para ampliar
información, se sugiere
consultar Romeo Salvadó.
España 191-1918, p. 27.
85
25 La palabra decadencia
supone pensamientos
refinados de una civilización
extremada, un espíritu
capaz de intensas
voluptuosidades… está
hecha de una mezcla de
espíritu carnal y carne triste
y de todos los esplendores
violentos del Bajo Imperio”
(citado en Harvey, P. & J. E.
Hesentine, 1930. Companion
to French Literature. Ed.
Pinguin. London, p. 145). Se
sugiere ampliar información
en Voz Verlain en (1888).
Petit Glossaire pour servir
a l’intelligence des auteurs
dècadents et symbolistes.
París En Balet, Sebastián
(1987). Bèlle époque y crisis
intelectual. Historia y vida.
Especial dedicado a la Bèlle
époque. Extra No. 46, p. 40.
dinástico supo demostrar capacidad y energía para asegurar un control justo de los precios. Los acaparadores
y especuladores eran grupos impunes. El 18 de junio de
1915, el ministro de Hacienda, Bugallal, intentó obtener un prestamo para cubrir la deuda del Tesoro, pero
los capitalistas prefirieron invertir en las acciones de las
compañías navieras o en empresas textiles. La iniciativa de Dato y de su gabinete se vio censurada no solo en
la calle y en la prensa, sino también en una moción liderada por el conde de Romanones, líder del otro gran
partido dinástico en la oposición, esta fue respaldada
por las minorías republicanas, liberal y carlista. Era un
acto oportunista sin más para alcanzar el poder. La idea
que tenía Dato de reformar el ejército quedó paralizada
y el jefe de Gobierno se vio obligado a dimitir. El rey
otorgó su confianza al conde de Romanones, liberal–
demócrata que formó ministerio, pero se encontró con
una prensa desafiante, como los ataques desde El Socialista y España. El 20 de enero de 1916, la CNT organizó
una movilización general dirigida a la huelga. Romanones hizo dimitir al ministro dinástico Ángel Urzaiz,
un hombre honesto que quiso comprometer a los más
ricos, pero las maniobras arteras de Romanones hicieron decir a Urzaiz que abandonaba “no por perjudicar
a la mayoría sino a los maniobreros y a los especuladores y oportunistas”. La nueva Cámara electa en abril
de 1916 no vino sino a intentar reforzar la posición de
Romanones. Pero los sindicatos UGT, CNT y el PSOE
planearon apoderarse de la calle promocionando alteraciones y huelgas frente a la debilidad institucional.
Los beneficios siguieron creciendo incluso en 1917, sin
embargo, la guerra submarina a ultranza contra Gran
Bretaña y sus aliados fue una catástrofe. Los navíos
neutrales, no importaba de qué bandera, eran hundidos
con sus mercancías antes de llegar a puerto.
El resultado fue que muchos barcos mercantes quedaron
bloqueados en los puertos. Cuando la guerra tendía al agotamiento y a su fin, se produjo una lógica reactivación de
86
7
2015
las tensiones sociales. El movimiento obrero y la lucha de
clases se vieron estimulados en toda Europa por el triunfo revolucionario en Rusia. En los frentes de batalla, las
sangrientas e inútiles ofensivas del “16”, como las batallas
de Verdún, Somme o Le Chemin des Dames a comienzos
del 17, dieron lugar a motines en el frente occidental que
alcanzaron el resto de Europa. El derrocamiento del zar
y la dictadura comunista impulsaron la imagen del proletariado en el poder, que extendió su influencia por los
países del Este, Centro y Sur de Europa. En España las
jornadas de verano de 1917 y el llamado Trienio bolchevique andaluz fueron el resultado de esta influencia. La
revolución rusa no solo tuvo eco en los frentes sino en la
retaguardia, en el mundo civil, lo que enervó la cuestión
social y contribuyó a terminar con un modus vivendi de
toda una época, ya amenazado por la guerra, tanto entre
los beligerantes como entre los países neutrales.
AUGE CULTURAL: EL “MAL DE SIGLO” Y LA
“BELLA ÉPOCA”
a) Una cuestión terminológica. No se deben identificar
crisis finisecular (Le mal de siècle francés) y Bèlle époque,
aunque puedan coincidir de manera cronológica, el primero tiene un sentido psicológico, o filosófico–antropológico si cabe, más allá quizás del “estado de ánimo”
que expone Paul Verlain (Harvey, P. & Hesentine, J.
E., 1930, p. 145)25, y el segundo es netamente cultural;
ambos tienen una influencia notable en el desarrollo
de la vida social, bien a través de comportamientos y
creencias, bien por la influencia de la revolución industrial o por su reflejo desde y en la literatura, que sirve
de denuncia o crítica a sus autores. Pero “fin de siglo”
(Fin de siècle) o crisis finisecular y Bèlle époque son dos
conceptos distintos, aun hoy no estudiados en toda su
dimensión, la historiografía no les ha concedido toda
la importancia que tienen, pues su brillo fue enturbiado
por el peso historiográfico de la guerra.
España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91)
En el caso español, la Bèlle époque tiene una clara dimensión sociocultural por su vinculación con la llamada Edad de Plata de la cultura española, y por extenderse
en el tiempo hasta 1936, adquirió su máxima expresión
entre salones recargados que combinaban la estética de
l’Art déco en sus interiores, estilos historicistas o modernistas en el exterior y cierta voluptuosidad geométrica
que daba vida al desarrollo de las distintas culturas de
ocio: desde las bebidas exóticas, como el cubalibre, a las
competiciones deportivas, si bien rallyes, hípica, golf,
tenis y fútbol fueron objeto de consumo por las altas
clases. En España la arquitectura modernista dio lugar
a los espléndidos palacios de la madrileña Castellana
e incluso de la Gran Vía, así como al proyecto Arturo
Soria de Ciudad Lineal. A la vez que el modernismo
y la Renaixença alcanzaban su máxima expresión desde
Gaudí a Domenech i Montaner o Puig i Cadafalch aplicados al ensanche de Barcelona y a las nuevas concepciones urbanísticas. Ya se ha dicho que el Mal de siglo,
asociado con la crisis finisecular, y la Bélle époque son
conceptos diferentes, que tampoco se produjeron de la
misma forma en España que en Europa26 en atención a
su diversidad. Mientras, se desarrollaba dentro de una
identidad concreta el auge cultural que supone la Edad
de Plata de la cultura en España. Los conceptos de decadencia y degeneración proceden de un determinismo
filosófico excesivamente teorizante.
Con respecto a las tendencias suicidas que explica
Erasmo M. Caro en su libro El suicidio y la civilización
(2009)27, estas se asocian con el tedio y el hastío del
mal de siglo. El propio Durkheim (1987) uso el término
(1989), lo que revolucionó la sociología al separarla de
la psicología social. El suicidio fue un fenómeno sobresaliente en aquella Europa, cuando las problemáticas
personales se unieron a la tendencia general, fue el caso
de Maurice Joly [1878], Van Gogh [1890], Tchaikowsky [1893], Toulouse–Lautrec [1901], Zola [1902], Otto
Weinninger [1903], Emilio Salgari [1911], el propio
Francisco Javier González Martín
Durkheim [1917], Proust [1922], entre otras personalidades llevadas del hastío. Bohemios, intelectuales
y pensadores incurrieron en esta tendencia, más allá
del concepto de degeneración o de la propia figura del
mal en la literatura y en el arte, como reminiscencia
romántica desde Holderlin a Baudelaire. No podemos
olvidar que uno de los filósofos del suicidio más influyentes en la vida intelectual del último tercio del siglo
XIX y principios del siglo XX fue Friedrich Nietzsche28,
después de su maestro Schopenhauer (2000)29. Resulta
significativa la existencia de esta inclinación individual antes del 14, que culminó en la praxis del suicidio
colectivo que fue la Primera Guerra Mundial. Cada individualidad quedó inmersa en el sentimiento trágico
general propio de una atmósfera de crisis vinculada a
un presentimiento: el fin de la civilización. En su ya citada obra, Erasmo M. Caro (1893; 1895)30 explica esta
tendencia individual por clases sociales, tras un detallado estudio psicológico y social.
En España, las formas de pesimismo no pasaron de una
autocrítica, a veces radical, salvo el caso de Ángel Ganivet31, quien en 1898 se arrojó al Dwina, en Riga; pero
ni Pío Baroja, Maeztu, los hermanos Machado o el propio Miguel de Unamuno siguieron esta actitud. Quizás
Unamuno fue el autor más cercano del Sentimiento trágico de la vida32, pero aun así no llegó al suicidio, a pesar
de la gran influencia de Kierkegaard. Sin embargo, la
Bèlle époque no es una consideración subjetiva ni una
relación sentimental conectada con ciertos hechos materiales, sino un modelo de civilización con formas de
sentir, ser y pensar asociadas a este concepto. Se trata
de un marco de actividades culturales identificadas con
los avances científicos del momento, reflejados en la literatura naturalista y el arte impresionista. Como se ve,
las penurias económicas no empañaron una de las épocas más brillantes de la cultura hispánica. Si bien este
fenómeno, tildado como una hermosa época, pareció
ocultar –como en el resto de Europa– las tensiones exis-
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26 Cabe aclarar que estos
fenómenos culturales (Bèlle
époque y “Mal de siglo”),
divulgados como netamente
franceses, fueron referidos
a formas de vida europeas
incluso fuera del Viejo
Continente, un fenómeno
extendido en las sociedades
coloniales e incluso en el
espléndido renacer de las
ciudades americanas del
último tercio del siglo XIX,
desde Montevideo a San
Francisco.
27 En este sentido, aparte
del suicidio del archiduque
Rodolfo de Habsburgo y de
su amante María Vetzsera,
por ser aceptada en la corte,
motivo de un doble y famoso
suicidio en el pabellón de caza
de Mayerling (30 de enero
de 1889).
28 Sobre Nietzsche y el suicidio,
se sugiere consultar Bernet,
Marie (2002). El suicidio.
Barcelona: Ed. Esenciales
Paradigma, p. 50.
29 De la edición del 2000 Sobre
el dolor del mundo, el suicidio
y la voluntad de vivir. Madrid:
Ed. Tecnos. Se retoma tras su
primera edición en 1851, a lo
largo de los últimos años del
siglo XIX.
30 Se sugiere ampliar
información en www.
proyectofilosofiaenespañol.es
31 Diplomático y escritor
considerado precedente de la
generación española de 1898.
32 Escrito en 1912 bajo
la influencia de Soren
Kierkegaard y San Ignacio
de Loyola, se encuentran
próximos a estas tendencias
existencialistas en el parecer
unamuniano.
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tentes, el ambiente general fue de una gran riqueza intelectual, en ese sentido el auge cultural español fue de
una gran contribución desde su idiosincrasia particular.
b) La Edad de Plata. Desde 1860 España renacía culturalmente. En 1914 Juan Ramón Jiménez publicó Platero y yo. José Ortega y Gasset, Las meditaciones sobre El
Quijote, y pronunciaba su célebre discurso sobre Vieja y
nueva política; también analizaba la visión noventayochista de Pío Baroja y Azorín, a quienes admiraba y con
quienes compartía sus ideas revisionistas y reformistas.
Por su parte, Julián Juderías publicó una importante
obra revisionista sobre la historia del Imperio Español,
La Leyenda negra.
33 Según los papeles de Pedro
de Leguía y Gaztelumendi
encontrados en Vera de
Bidasoa, sobre Eugenio de
Aviraneta, y que ya adelantaba
el espíritu de guerra civil al
analizar las del siglo XIX.
34 Granados venía de estrenar
Goyescas en New York, y
tras hacer escala en Londres,
el navío Sussex en donde
viajaba fue torpedeado por
el submarino U–29 el 24 de
marzo de 1916, Granados
murió al intentar salvar a su
mujer.
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Mientras, Miguel de Unamuno trabajaba en su Nivola.
Pío Baroja, autor revisionista, publicaba Los caminos
del mundo, la tercera novela de la serie Memorias de un
hombre de Acción33. Antonio Martínez Ruiz, “Azorín”,
acababa de publicar La voluntad (1913) y era contratado
por La Vanguardia de Barcelona como crítico literario,
donde publicaría unos 200 artículos entre 1914 y 1917.
La escritora Concha Espina publicaba la Esfinge Maragata; además, se produjo la feliz circunstancia de que
la Generación realista de 1868, los nacidos en torno a
1830, conocieron a los nacidos entre 1860 y 1870, que
constituyeron la Generación de 1898, ambos grupos
contactaron con la llamada Generación de 1914 e incluso a quienes participarían en la de 1927. El krausismo
aportó sus frutos maduros desde la ILE [1872] y la Junta
de Ampliación de Estudios [1906], la Escuela de Señoritas y la Residencia de Estudiantes, que tanta relación
mantendrían con el mundo cultural, científico y político
de toda América. La música española triunfaba desde
1914 con Usandizaga, quien estrenó Las Golondrinas;
Enrique Granados, Goyescas (1915)34; Manuel de Falla,
Noches en los jardines de España y El amor brujo; Serrano, La canción del olvido (1918), y Jacinto Guerrero, Los
Gavilanes (1923), donde aparece la figura del indiano.
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Junto con la música sinfónica y la zarzuela (teatro musical con modos de vida populares y patrióticos), alcanzó
gran popularidad el couplé con la Bella Otero, La Goya
o Raquel Meller, rival de la bailarina de danza oriental y
famosa espía Mata Hari, según expuso el periodista Gómez Carrillo en El misterio de la vida y la muerte de Mata
Hari, reeditado ahora por el Desván de Hanta.
CONCLUSIONES
El mundo de 1914 constituye un punto de partida esencial para un análisis lleno de contrastes: auge cultural
y tensiones armadas, lujo y hambre. Es posible que la
llamada Bélle époque no fuera más que un hermoso espejismo. Sin duda, este período fue la etapa de la gran
burguesía y de un proletariado que buscaba el asalto al
poder. ¿Pero confluyen todas las tendencias y contenidos de todos los países para hablar de forma homogénea
de esa noción de guerra civil generalizada? Este estudio
puede figurar como una introducción al análisis comparativo de ambas circunstancias: la europea y la española.
Desde 1898 a 1914 quedó patente la naturaleza no solo
político–estratégica sino de eje cultural de la península
ibérica entre Europa y América. Mientras Europa vivía una gran seguridad y un enorme auge, según Stefan
Zweig (2010; 2012), España vivía algo más modestamente con sus perspectivas regeneracionistas. La clase intelectual española estuvo abierta, además, a todas
las tendencias culturales de su siglo: Ibsen, Kipling,
Nietzsche, Salgari, Tolstoi, Freud, Adler; mientras
Picasso contribuía a una nueva era pictórica con toda
una generación vanguardista, desde Duchamp a Juan
Gris o Edward Munch. Por su parte, Erich Hobsbawm
(2000) expuso que Europa entraba en la modernidad y
en el corto siglo XX a través la Gran Guerra (citado por
López Vega, A., 2014, p. 11), mientras que España lo
haría por medio de la guerra civil de 1936-1939. Pero la
España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural (pp. 76 - 91)
Primera Guerra Mundial fue un conflicto incompleto,
constituyó una sorpresa y un experimento que terminó
por escaparse de las manos de sus artífices. Resulta cierto que en España se abrieron dos rutas desde el autoanálisis, el revisionismo y el regeneracionismo de Joaquín
Costa, de un lado, el deseo de ley y orden, de restablecimiento de la autoridad; de otro, la revolución social
–no solo desde la reivindicación de la justicia social–.
Quizás ambas tendencias culminarían finalizada la dictadura de Primo de Rivera [1923-1930], en la dualidad
que destacó Salvador de Madariaga en su obra Anarquía
o Jerarquía, de 1935, un libro que leyó e influyó en cierto
general español llamado Francisco Franco Bahamonde.
Pero lo que aconteciera desde 1936 en el caso español
¿había arraigado antes en Europa? Esta es una pregunta
que, entre otras muchas, queda planteada.
Francisco Javier González Martín
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(*) La bibliografía de las notas I y II son meras referencias del debate historiográfico, igual ocurre con el
resto de los libros referenciados.
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