La contradanza de Cetina JOSÉ RAMÓN OLALLA CELMA Dentro de los rituales populares de la Comunidad de Calatayud, merece una atención especial la Contradanza de Cetina, celebrada el día de San Juan Lorenzo, un espectáculo que asombra a cuantos lo ven y atrae la curiosidad de quienes han oído hablar de ella. Participan en la danza nueve personajes: ocho contradanceros y el diablo. Los trajes de los ocho primeros resultan curiosos, cuatro de ellos visten chaqueta y pantalón negros con adornos cosidos y sobrepuestos en blanco (son los porteadores de los restantes en algunas mudanzas); los otros cuatro, cuerpo y pantalón blancos, con los adornos en negro. Las alpargatas y las medias son del mismo color que los trajes y también llevan ornamentos; las fajas son negras, llevan la cara tapada por una careta de cartón con bigote y perilla pintados y cubren su cabeza con un pañuelo blanco atado en la parte posterior del cuello. Llaman la atención los adornos que, vistos de cerca, son motivos florales pero que aparentan esqueletos cuando se ven de lejos, tal vez buscando la dualidad entre la vida y la muerte. A su vez, el diablo viste de rojo, con adornos florales blancos y grandes puntillas. Va a cara descubierta, aunque pintadas las patillas, el bigote y la perilla. Cubre su cara con una boina roja de la que pende una gran borla. A eso de las once de la noche, la comitiva de contradanceros, alineados por parejas y seguidos por el diablo, se dirige a la casa de la primera vara de la cofradía, que presidirá el acto junto con el alcalde y el cura, donde esperan los músicos. Llegado el momento, prenden los hachones que portan, recogen a los otros dos presidentes y, con las luces del pueblo apagadas, llegan a la plaza. Acompañados de una música persistentemente repetitiva, comienza el baile; los contradanceros, con las manos en la cintura, mueven rítmicamente los pies mientras esperan a que el diablo, que dirige la contradanza con palmadas, ordene las posiciones para componer las figuras. Es el demonio quien culmina todos los cuadros, pero este personaje no ejerce su función infernal, muy al contrario, según la mudanza, hace de San Juan Lorenzo, de San Pascual Bailón, de San Miguel venciendo al demonio, de Cristo en el calvario primero y resucitado después, de la Virgen de Atocha... Un total de treinta y dos mudanzas, que van sucediéndose La huella de sus gentes 253 Contradanza de Cetina (19-V-1982) acompañadas por la misma pieza repetida una y otra vez, completan la contradanza. Exponerlas todas, resultaría muy largo, pero aquí va la descripción de algunas: La primera es la cadena, que llama la atención de los espectadores con el movimiento de las antorchas. Le sigue el retablo, con el diablo puesto en pie, antorcha en alto, sobre una torre humana que gira. A partir de aquí, los cuadros se suceden y no siempre se representan todos, dado el esfuerzo físico que supone la representación completa: la media araña y la araña imitan a ese animal acechante; el Dios de las aguas representa la fuente de Neptuno de Zaragoza; la peana representa a San Juan Lorenzo en lo alto. Los nombres de la campana por alto, las tijeras, el puente del río, la silla o la cama son suficientemente descriptivas del contenido de cada una de las mudanzas así nombradas. Lo mismo ocurre con el calvario y la resurrección, la virgen de Atocha o el castillo. La contradanza finaliza con el afeitado del diablo, una pantomima en la que los contradanceros representan el ritual del afeitado, afilan la navaja, enjabonan y rasuran al diablo. Acabado el proceso, le piden la bolsa, a lo que se niega, aunque, finalmente cede y es degollado. El paseo del diablo a la luz de las antorchas, precede al duelo y posterior resurrección del personaje. En tanto, la música se ha hecho más rápida y un viva San Lorenzo, pone punto final a un acto que dura unas dos horas. Es difícil determinar el origen de este peculiar rito que, seguramente mezcla elementos dieciochescos con otros más antiguos. La coincidencia del plenilunio hace plantear a algunos estudiosos su relación con los ritos celtibéricos o de otros pueblos agricultores. Algunos la relacionan con las danzas de la muerte medievales o con danzas guerreras en las que se representa la muerte del líder. Todo es posible, lo único cierto es que se trata de un rito del siglo XVIII, con elementos más antiguos, que ha ido siendo reformado por las aportaciones culturales propias de las distintas generaciones que la han vivido. La mezcla de elementos religiosos y laicos, la dualidad entre la muerte y la vida, la oscuridad y la luz de la luna y las antorchas... forman un todo difícil de olvidar. 254 Comarca de la Comunidad de Calatayud