LEYES CIENTÍFICAS Y MÁQUINAS SOCIO-ECONÓMICAS Adriana Spehrs Facultad de Ciencias Económicas -Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires En “Cæteris Paribus Laws and Socio-Economic Machines”,1 Nancy Cartwright cuestiona la posición de quienes atribuyen a la economía una jerarquía epistemológica inferior a la de la física fundándose en el supuesto de que las leyes de la economía sólo pueden considerarse verdaderas cæteris paribus, mientras que las de la física serían incondicional y universalmente verdaderas. Según la autora, esta errónea apreciación del status epistemológico de la economía se deriva de una concepción empirista-fundacionalista de la ciencia y sus leyes. De acuerdo con esta concepción, la actividad científica se orienta a la búsqueda de un reducido número de leyes de gran generalidad que describan los principios fundamentales de validez universal e incondicionada que gobiernan la realidad. Estas leyes permiten sistematizar el conocimiento científico pues de ellas se derivan las generalizaciones empíricas, que expresan correlaciones regulares, constantes y uniformes entre fenómenos –o entre sus características manifiestas y mensurables–. La concepción empiristafundacionalista acepta el modelo de cobertura legal de la explicación y la predicción, según el cual cualquier situación empírica efectivamente observada puede ser subsumida bajo alguna generalización nomológica que se explique por deducción a partir de alguna ley teórica más básica o abarcativa. Nancy Cartwright rechaza la concepción fundacionalista de la ciencia, enfatizando que casi todas las leyes científicas sólo son verdaderas dentro de un ámbito restringido, pues su alcance está delimitado por cláusulas cæteris paribus. Pero dentro de la concepción fundacionalista que aspira a la formulación de leyes absolutamente generales, no condicionadas por factores externos, no hay lugar para las cláusulas cæteris paribus. De modo que no se pueden discriminar los factores condicionantes externos a la ley de aquellos que integran el antecedente del enunciado condicional en que consiste la ley. Así, en lugar de afirmar “Cæteris paribus, todos los (casos de) A son (casos de) B” la concepción fundacionalista debería afirmar “Todos los (casos de) A que además cumplen las condiciones C, son (casos de) B”. Entonces, cuando inadvertidamente no se toman en cuenta todos los factores nomológicamente relevantes, los fundacionalistas declararán falsa la ley en lugar de considerarla inaplicable al caso particular en consideración porque éste no satisface su antecedente. Pues considerarla inaplicable –según Cartwright– significaría aceptar que hay fenómenos que no pueden ser subsumidos bajo una ley general. En contraste con la concepción fundacionalista, Cartwright señala que gran cantidad de sucesos no pueden incluirse dentro de ninguno de los dominios de aplicación de las leyes científicas, pues los fenómenos que habitualmente observamos no son casos particulares de ninguna ley general. En su opinión, la mayor parte de los fenómenos involucra múltiples causas y carecemos de leyes que describan qué sucede en tales casos, pero esto no sólo ocurre en economía sino también en física. De acuerdo con Cartwright, la ciencia sólo nos proporciona un patchwork de diversos ámbitos a los que se limita la validez de las leyes. Tales dominios están desvinculados entre sí, sólo presentan solapamientos parciales. De modo que si extrapolamos a estos casos las leyes que sólo se cumplen dentro de dominios restringidos es porque suponemos que debe haber alguna ley capaz de subsumir el caso particular en cuestión. Pero este supuesto carece de justificación, pues el mundo es demasiado 1 Cartwright, N, “Cæteris Paribus Laws and Socio-Economic Machines”, The Monist, vol. 78, nº 3, july1995 1 complejo, desordenado y diverso como para admitir la subsunción de todos los fenómenos bajo un puñado de leyes básicas. Así, retomando un ejemplo de Neurath, Cartwright enfatiza que no puede suponerse que la caída de un billete de 1000 dólares desde el punto más alto de Catedral de San Estaban hacia otro punto en el piso de la plaza pueda subsumirse bajo las leyes de la física clásica. La autora considera que no hay justificación alguna para extrapolar una explicación en términos de fuerzas newtonianas desde los casos conocidos –tales como la caída de una bala de cañón desde la Torre de Pisa– a este suceso particular. Pues, en este caso, los efectos de la resistencia del aire y de las ráfagas aleatorias son comparables con los gravitatorios, así que el movimiento del billete resultaría caótico, completamente impredecible. No disponemos de modelos mecánicos o hidrodinámicos para dar cuenta de la caída del billete, a diferencia de lo que ocurre con la caída de la bala de cañón para el cual contamos con modelos específicos que incluyen leyes como la de la caída libre de los cuerpos en el vacío. De acuerdo con Cartwright, aunque algunas pocas regularidades de este tipo pueden ser encontradas en la naturaleza –como las que describen los movimientos de los planetas–, la mayoría de las regularidades nomológicas sólo pueden obtenerse mediante la intervención humana. En efecto, la autora sostiene que las leyes científicas no están ya dadas en la naturaleza esperando ser descubiertas, sino que tenemos que crearlas mediante la construcción de “máquinas nomológicas”. Las máquinas nomológicas son configuraciones estables de componentes con determinadas capacidades, configuraciones apropiadamente aisladas de influencias externas y que pueden ponerse en funcionamiento reiterativamente. En suma, no cualquier suceso puede ser descripto por una ley u otra, sino que tenemos que estar ante una situación muy especial para que pueda manifestarse una ley. Este tipo de situaciones especiales en las cuales la realidad es previsible, es lo que la autora denomina una “máquina nomológica”.2 Cartwright sostiene que sólo contamos con leyes para aquellos casos en los cuales lo que sucede efectivamente está representado por un modelo. Un modelo es como un plano en el cual figura el diseño a emplear para la construcción de una máquina nomológica, cuya reiterada operación dará origen a una ley. Mientras no dispongamos de un modelo explícito para la construcción de una máquina nomológica, según la autora, carecerá de justificación la suposición de que hay alguna regularidad legaliforme que da cuenta de cierto fenómeno. Así, la razón por la cual las leyes científicas en general –no sólo las de la economía– son verdaderas sólo cæteris paribus es que las máquinas nomológicas reflejan las condiciones restrictivas que deben satisfacerse para que se manifiesten las leyes. Las clásulas cæteris paribus describen condiciones que casi nunca se satisfacen, excepto precisamente en las situaciones que los científicos recrean artificialmente en el laboratorio, mediante la reiterada operación de una máquina nomológica. Tan precisas son las especificaciones para la construcción de estas máquinas y para su protección ante posibles interferencias externas, que las leyes científicas creadas por las máquinas nomológicas sólo son verdaderas dentro de un dominio muy restringido. De este modo, la verdad de leyes científicas en general –no sólo las de la economía– está condicionada por cláusulas cæteris paribus, pues las leyes revelan capacidades cuyo ejercicio efectivo requiere la satisfacción de ciertas condiciones específicas. En la concepción de las leyes propuesta por Cartwright, entonces, las cláusulas cæteris paribus se anteponen a enunciados referidos a las naturalezas de las cosas, a sus capacidades3 –entendidas como potencias aristotélicas– y no a enunciados sobre conexiones regulares y uniformes. 2 La caída de la bala de cañón es, según Cartwright, un ejemplo de máquina nomológica. Estas capacidades pueden atribuirse a individuos, a instituciones o, por caso, a la economía como un todo. Por ejemplo, una regularidad macroeconómica puede resultar de la conducta racional de los agentes individuales. 3 2 Cartwright afirma que el propósito de la ciencia es descubrir las naturalezas de las cosas, investigar qué capacidades poseen, mediante la creación de las condiciones en las cuales esas naturalezas producen efectos observables. La ciencia procura determinar en qué circunstancias y de qué modo tales capacidades pueden manipularse para producir comportamientos predecibles. La autora señala que los sucesos económicos son resultado de la combinación de una multiplicidad de factores con diferentes capacidades que operan en un entorno particular. Dado que tanto el entorno como la combinación de factores está constantemente cambiando, ninguna configuración perdura lo suficiente como para que surja alguna regularidad, y aun cuando surgiera sería de escasa utilidad. Por eso el propósito de la economía es descubrir las capacidades de cada uno de los factores y el modo en que se comportan en diferentes entornos. Pero este conocimiento no lo proporcionan las leyes consideradas como enunciados referidos a conexiones regulares. Las leyes que describen el comportamiento de las partes separadamente sí son enunciados sobre conexiones regulares, pero ningún conjunto de enunciados referidos al comportamiento de las partes aisladamente permitirá explicar los fenómenos que resultan de la operación conjunta de una combinación de factores. Por ejemplo, podríamos decir que es parte de la naturaleza del mecanismo de la demanda de un bien típico A que las cantidades demandadas de A aumenten si disminuye su precio. Pero también podríamos afirmar que es parte de la naturaleza del mecanismo de la demanda de dos bienes sustitutivos A y B que las cantidades demandadas de A disminuyan si su precio es inferior a –o disminuye en menor proporción que- el precio del bien competitivo B. Entonces, para determinar cómo se comportará efectivamente la demanda de un bien tenemos que conocer las circunstancias particulares en las que tiene lugar el comportamiento estudiar. Es decir, tenemos que establecer cuál es la estructura de un tipo particular de máquina nomológica socio-económica. Pero, según Cartwright, la concepción de las leyes como asociaciones regulares sólo nos proporcionaría información sobre el comportamiento de la demanda que resulta del funcionamiento aislado del mecanismo de la demanda de bienes típicos o del propio de la demanda de bienes sustitutivos. Pero ninguna conducta puede resultar de la operación aislada de un mecanismo.4 Cartwright cuestiona también la noción humeana de causalidad que subyace bajo la concepción de ciencia propia del empirismo lógico, pues la tradición humeana reduce la causalidad a conexiones regulares y uniformes entre las características manifiestas de los fenómenos.5 En cambio, la autora sostiene que una auténtica comprensión de la causalidad requiere una metafísica más rica, en la que las regularidades empíricas se fundamenten no en puros datos de la percepción sensorial sino en las naturalezas de las cosas, en sus capacidades, en las potencias que subyacen al comportamiento de las máquinas nomológicas. Así, Cartwright defiende una concepción realista de la causalidad que enfatiza la importancia de los factores causales singulares. Las capacidades no deben confundirse con disposiciones –tales como la irritabilidad– pues a diferencia de éstas, las capacidades no se agotan en su mera manifestación. Además, en contraste con las disposiciones, las capacidades pueden adscribirse a las entidades aunque no se manifieste efectivamente el ejercicio de la capacidad en cuestión. Pues el efectivo ejercicio de una capacidad, el modo y la circunstancia en que éste se produzca requiere del funcionamiento una máquina nomológica. Más aun, a diferencia de las disposiciones, las capacidades no pueden describirse en términos de propiedades manifiestas y mensurables, ligadas por conexiones legaliformes. Por eso, según Cartwright, las capacidades no pueden expresarse mediante enunciados referidos a asociaciones regulares y uniformes. De modo que el conocimiento científico necesario para elaborar modelos no es el 4 Cartwright señala que esto es independiente de que se conciba el mecanismo de la demanda en términos de preferencias, objetivos y restricciones presupuestarias individuales, o como irreductiblemente institucional o estructural. 5 Según Cartwright, esta reducción sólo tiene sentido en el marco de una concepción metafísica que considere los datos sensibles como los componentes últimos de la realidad cognoscible 3 conocimiento de regularidades nomológicas, de asociaciones uniformes entre propiedades manifiestas. En economía, de acuerdo con Cartwright, se pone de manifiesto de modo más evidente que las leyes concebidas como descripciones de correlaciones constantes y uniformes sólo tienen un papel secundario. Pues incluso las regularidades más básicas o fundamentales sólo son consecuencias de la operación exitosa y reiterada de “máquinas socio-económicas”. Para obtener alguna conexión regular es necesario previamente que los componentes de la máquina sean ensamblados apropiadamente, protegidos de posibles interferencias externas y activados conjuntamente. Por esta razón, la autora sostiene que la información básica necesaria en economía hace referencia al comportamiento característico de los componentes de esta clase de mecanismos en diferentes contextos y al modo en que pueden ponerse en funcionamiento. Pero esta información no puede expresarse en términos de leyes referidas a asociaciones regulares entre propiedades manifiestas. En suma, Cartwright sostiene que las leyes científicas son enunciados que atribuyen ciertas capacidades a entidades,6 capacidades que bajo diferentes condiciones producen diferentes comportamientos observables. Estas potencias o capacidades de las entidades, concebidas como causas aristotélicas, son metafísicamente fundamentales. En cambio, los comportamientos observables que ellas producen, aun los más regulares, son meramente derivados. Por eso, en esta concepción, las leyes científicas no se fundan en conexiones empíricas regulares, sino en la operación de una capacidad o potencia ejercida dentro de una máquina nomológica cuyo accionar no se ve obstaculizado ni impedido por interferencias externas. Y, como las leyes científicas se refieren al ejercicio de una potencia, la naturaleza propia de una entidad exhibe sus capacidades sólo dentro del ámbito de una máquina nomológica, sometida a las restricciones que rigen su operación. Así, en el caso de los modelos económicos, Cartwright sostiene que éstos no pueden interpretarse como un conjunto de teorías o regularidades fundamentales a partir de las cuales podrían explicarse regularidades empíricas, como exige el modelo de cobertura legal. Los modelos económicos deben interpretarse como el diseño de una “máquina socio-económica” que, si se activara, daría lugar al comportamiento a explicar. La relación entre los modelos y las capacidades no debe concebirse como una relación entre lo general y lo particular,7 sino como una relación entre lo concreto y lo abstracto: los modelos que incluyen regularidades son casos concretos en los que se manifiestan las naturalezas abstractas de las entidades.8 Cartwright enfatiza que las condiciones cæteris paribus desempeñan un papel especial en las explicaciones que apelan a “naturalezas”, en contraste con lo que sucede en las explicaciones propias del modelo de cobertura legal. Pues, las condiciones cæteris paribus describen la estructura de la “máquina socio-económica” cuya reiterada operación generaría una ley, una conexión nomológica pero que no será incondicionada. Un ejemplo de tales máquinas es el mecanismo de creación de dinero bancario o de multiplicación del crédito. El Banco Central controla la emisión de dinero de alta potencia o base monetaria H. Los bancos comerciales multiplican la base monetaria, originando la oferta monetaria M mediante préstamos de cierta proporción del dinero depositado en ellos. Cuanto mayor es esta proporción –cuanto menor es la tasa de reservas o encaje θ– mayor es la oferta monetaria. Si se supone que los bancos prestan toda la cantidad de dinero que pueden prestar –que es lo que están dispuestos a hacer como agentes 6 Por ejemplo, el principio newtoniano de gravitación universal no describe una asociación regular entre propiedades observables sino que afirma la existencia de la fuerza de atracción gravitatoria que no son atributos perceptibles sino una capacidad o potencia aristotélica 7 Ni como una relación entre género y especie, ni como la relación entre lo determinable y lo determinado. 8 Por ejemplo, la fuerza que ejerce la Tierra sobre un péndulo o la que ejerce sobre la Luna son manifestaciones concretas de la naturaleza abstracta propia de la atracción gravitatoria para las cuales tenemos diferentes modelos específicos. 4 maximizadores de ganancias– entonces es posible representar este mecanismo mediante la ecuación: M = H [(1+ε)/(ε+θ)], cuyas variables independientes son la base monetaria H y la proporción de circulante con respecto a los depósitos ε, pudiéndose considerar la tasa de reserva θ como un parámetro. Pero, según Cartwright, esta ecuación no puede ser interpretada como la descripción de una asociación regular sino como la de una maquina socioeconómica que daría lugar a una asociación regular si se pusiera en marcha reiteradamente. Las condiciones cæteris paribus no son otra variable como M, ε o H omitidas de la ecuación por ignorancia, sino que definen la totalidad de la maquina socioeconómica que describe esta ecuación. De este mecanismo puede deducirse la consecuencia de que el conjunto de bancos comerciales puede multiplicar la cantidad de circulante emitido por el Banco Central, aunque ninguno de los bancos puede prestar más de lo depositado en él. Pero, según la autora, esta ley no se deriva de otras regularidades, sino que es la consecuencia del funcionamiento del mecanismo descripto por la ecuación. En este punto, creemos necesario señalar el carácter sumamente difuso de las nociones de naturaleza y capacidad en las que se sustenta la propuesta de Cartwright, acerca de las cuales la autora sólo nos dice que son semejantes a esencias y potencias aristotélicas, atribuyéndoles universalidad, estabilidad, invariancia e independencia contextual.9 De acuerdo con Cartwright, aunque en un contexto determinado no se manifieste la capacidad atribuida a un individuo, esto no significa que el individuo carezca de esa capacidad. Pues la posesión de una capacidad no garantiza su manifestación en cualquier ocasión. Sólo puede afirmarse su estabilidad e invariancia en el sentido de que el individuo lleva consigo sus capacidades de contexto en contexto, aunque no podamos corroborarlo empíricamente. Pero si éste es el único tipo de estabilidad e invariancia imputable a la posesión de capacidades, entonces en los casos en que no se manifiesta el ejercicio de una capacidad atribuida a un individuo no estamos obligados a considerar que esto es evidencia de que la atribución era errónea. Pues podemos aducir que es falsa la cláusula cæteris paribus que antecede al enunciado en el que se predica esa capacidad del individuo en cuestión. Pero entonces, es claro que no disponemos de criterios para discriminar entre enunciados que atribuyen capacidades erróneamente y los que lo hacen correctamente. Más aun, la ocurrencia de un fenómeno en determinadas condiciones puede interpretarse como la manifestación del ejercicio de una capacidad en esas condiciones, pero también como una coincidencia casual entre tales condiciones y el fenómeno en cuestión. Es evidente, entonces que en el marco de esta concepción no es posible distinguir entre genuinas y espurias atribuciones de capacidades, así como la concepción de las leyes como conexiones regulares entre fenómenos tampoco permite discriminar entre generalizaciones nomológicas genuinas y accidentales. En otras palabras, el recurso a máquinas nomológicas no garantiza que la posesión de una capacidad por parte de una entidad sea la causa de aquellos fenómenos que se asocian a la manifestación del ejercicio de esa potencia bajo ciertas condiciones. Y, como señalamos en el párrafo anterior, tampoco permite garantizar que la circunstancia de que no se manifieste la capacidad en cuestión sea evidencia de que cierta entidad carece de tal potencia. Estas dificultades leyes como enunciados concepción de las leyes ventaja alguna. Pues si ponen de manifiesto que la sustitución de la concepción de descriptivos de asociaciones regulares y uniformes por la como atribuciones de capacidades no parece proporcionar bien Cartwright sugiere que los enunciados que adscriben 9 Las capacidades deben satisfacer el requisito unanimidad contextual CC, según el cual para que C tenga la capacidad de causar E tiene que aumentar la probabilidad de E en cualquier contexto, es decir, en cualquier combinación de presencia o ausencia de otros factores causalmente relevantes F: (p(E/CyF)>p(E/¬Cy F). 5 capacidades son modalmente más fuertes que los enunciados referidos a conexiones regulares, es claro que no podemos contar con un correlato empírico de esta diferencia. Y la autora tampoco proporciona algún otro tipo de criterio. Cartwright afirma que las naturalezas de las entidades y sus capacidades son prioritarias con respecto a sus conductas, y que por eso los enunciados que adscriben naturalezas son más fundamentales que los que describen conexiones legaliformes. Sin embargo, no parece haber otro modo de acceder al conocimiento de la naturaleza y capacidades propias de un individuo que no sea mediante el conocimiento de su conducta. De modo que, desde la perspectiva puramente epistémica, la postulación de la prioridad de las naturalezas y las potencias afirmada no parece contar con más evidencia en su favor que la tradicional postulación de regularidades. Por otra parte, no puede negarse que algunas leyes no parecen interpretables en términos de adscripción de capacidades. En efecto, hay varias clases de leyes que no parecen describir máquinas nomológicas cuyo funcionamiento esté sujeto condiciones restrictivas expresadas por cláusulas cæteris paribus. Podrían citarse, como ejemplo, las leyes de conservación10, en las que la regularidad descripta deriva de la inoperatividad de ciertos factores causales. Similarmente, tampoco parecen involucrar relaciones causales del tipo requerido por Cartwright los enunciados que afirman la independencia de las leyes naturales con respecto a los sistemas de referencia, los principios de simetría, las leyes estructurales11 o el principio de exclusión de Pauli. Finalmente, cabe preguntarse si puede considerarse como un error metodológico la provisoria suposición de la existencia de regularidades nomológicas que subsuman un fenómeno observado, aun cuando no se disponga de una máquina nomológica capaz de generarla. Pues, por lo menos en principio, la búsqueda de leyes incluso en los casos en los que no hay conexiones regulares manifiestas parece promover el progreso en mayor medida que la suposición de la imposibilidad de subusumir cualquier fenómeno bajo alguna ley. 10 Por ejemplo, la de que en un sistema aislado se conserva la energía. Como, por ejemplo, la de que las líneas cósmicas del continuo espaciotemporal cuadridimensional nunca se intersecan ni se bifurcan, es decir -dos cosas no pueden estar en el mismo lugar simultáneamente, y nada puede estar simultáneamente en dos lugares diferentes. 11 6 Bibliografía: Cartwright, N, The Dappled World: A Study of the Boundaries of Science, Cambridge: Cambridge University Press, 1999. Cartwright, N, “Models: The Blueprints for Laws”, Philosophy of Science, 64, s292s303, 1997. Cartwright, N, “Cæteris Paribus Laws and Socio-Economic Machines”, The Monist, vol. 78, nº 3, 276-294, july1995. Cartwright, N, “Fundamentalism vs. the Patchwork pf Laws”, Proceedings of the Aristotelian Society, 94: 279-292, 1994. Cartwright, N, Nature’s Capacities and their Measurement, Oxford, Oxford University Press, 1989. Cartwright, N, How the Laws of Physics Lie, Oxford: Oxford University Press, 1983. 7