Francisco Asís de Icaza y Breña, descendiente de la rama mexicana de la familia Icaza que llegó de España a la ciudad de México, a mediados del siglo XVIII, nació en esta ciudad capital el 2 de febrero de 1865. Hijo de don Ignacio Icaza e Iturbe y de doña María Breña. Diplomático, poeta crítico literario, historiador, traductor, Francisco A. de Icaza fue al parecer autodidacta, pues no hay constancia de su paso por ninguna Universidad, aunque su padre y el maestro Ignacio Manuel Altamirano contribuyeron a su formación literaria. En el concurrido Liceo Hidalgo del que era animador Altamirano, el joven Icaza entró en amistad con el talentoso y polifacético general Vicente Riva Palacio, del que fue devoto toda su vida. Al ser nombrado Riva Palacio Ministro Plenipotenciario de México en los reinos de España y Portugal, en 1886, Icaza lo acompañó como segundo secretario de la Legación, siguiendo así la tradición familiar del servicio diplomático. A partir de entonces, Icaza residió en Europa, pero siempre con la mira fija en su tierra mexicana. En Madrid, Icaza frecuentó las Academias, los centros literarios y el Ateneo del que, con el tiempo, sería Secretario de una de sus secciones. En éste dictó cursos sobre la historia de la cultura de México. A la muerte del general Riva Palacio en 1896, Icaza quedó como Encargado de Negocios. En 1904 se le nombró Ministro Plenipotenciario en Alemania y en 1912, Ministro Plenipotenciario de México en España. Además de numerosas condecoraciones extranjeras, la Universidad Nacional de México le confirió el grado de Doctor Honoris Causa. Académico de Número de la Real Academia Española, en 1918 fue electo Académico de Número de la Academia Mexicana de la Historia, Correspondiente de la Real de Madrid. Sucedió a don Francisco del Paso y Troncoso, en la Comisión Mexicana de Investigaciones y Estudios Históricos establecida en Madrid. Sus poesías fueron publicadas en la famosa Revista Azul y en obras publicadas en España: Efímeras, (1892) Lejanías (1895), La canción del camino (1905) y Cancionero de la vida honda y la canción fugitiva (1922). Poeta de transición está ya muy cerca del Modernismo. De sus versos hay cuatro líneas que han escapado del olvido, que día, a día, le recuerdan, a todo aquél que visita la Alhambra, pues se leen antes de entrar al Alcázar: Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada. Francisco A. de Icaza. Mexicano. Como crítico literario e investigador de la historia literaria, Icaza, due- ño de una prosa excepcional, con una gran cultura, erudición, fue el gran señor desfacedor de entuertos. Apasionadamente se dio a la tarea de desbaratar viejos prejuicios, arraigadas mentiras. Pero, también, supo recrear con pluma de poeta la vida de sus autores preferidos Cervantes y Lope de Vega. Vayan algunos títulos: Examen de críticos (1894), Supercherías y errores cervantinos (1917), Lope de Vega sus amores y sus odios (1925). Icaza se interesó por la historia de su país y en su quehacer histórico resaltan su objetividad científica, su erudición y equilibrado juicio. Con este su interés por el pasado, nos lega Miscelanea Histórica y un precioso trabajo, Sucesos reales que parecen imaginados, de Gutierre de Cetina, Juan de la Cueva y Mateo Alemán (1919). En este ensayo da cuenta de los documentos que localizó y que ponen de manifiesto, como en una noche de espadas y guitarras, el enamorado Gutierre de Cetina fue herido de muerte por otro celoso guardián de su honor. En 1923 y en Madrid, Icaza publicó Diccionario autobiográfico de conquistadores y pobladores de la Nueva España, el que según el prólogo del libro, "constituye una de las mejores obras que salieron de su pluma". Al publicar las papeletas organizadas por el conspicuo historiador Francisco del Paso y Troncoso -que "sin su intervención tal vez se hubieran perdido para siempre"- y prologarlas hizo Icaza una contribución inapreciable a la historia de la colonia de México. Icaza murió en Madrid, el 28 de mayo de 1925. Clementina Díaz y de Ovando