Reseña de" Exilios en México" de CLAUDIA GONZÁLEZ GÓMEZ Y

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Tzintzun. Revista de Estudios Históricos
ISSN: 1870-719X
tzintzun@jupiter.umich.mx
Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo
México
Sosa Álvarez, Ignacio
Reseña de "Exilios en México" de CLAUDIA GONZÁLEZ GÓMEZ Y GERARDO SÁNCHEZ DÍAZ
(coordinadores)
Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 50, julio-diciembre, 2009, pp. 157-161
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Morelia, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=89814806005
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CLAUDIA GONZÁLEZ GÓMEZ Y GERARDO SÁNCHEZ DÍAZ (coordinadores), Exilios
en México, Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas/Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo, 2008.
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El tema del horror político en el siglo veinte
no se limita a los capítulos correspondientes
a los países que intervinieron en las dos
grandes guerras que transformaron la
distribución de poder; ni al que corresponde
al que estudia el enfrentamiento entre las
potencias que representaban al capitalismo
y al socialismo durante la así llamada guerra
fría. Existe otro apartado, correspondiente a
las experiencias de los países que en ambos
costados del Atlántico se comunican en castellano y que revela los
obstáculos para impedir el cambio social. Para evitar éste se quebrantó
el Estado de derecho y se impuso el imperio de la arbitrariedad que
amenazó la vida y la seguridad de los individuos.
El exilio, como una de las dramáticas consecuencias del desbordamiento del conflicto social, muestra que ningún país escapa a lo que
ocurre en el concierto internacional y que, lo que sucede allende las
fronteras de los países, tarde o temprano repercute en la vida de sus
habitantes.
La quiebra del estado de derecho significa que los hombres
vuelven a vivir en carne propia el fenómeno de la violencia, tal como
ocurrió en México a principios de siglo, en España, en la década de
los años treinta y, en forma generalizada, en los países de la región,
en las décadas de los años sesenta y setenta. Los dos bandos que se
organizaron para librar esta lucha, en la que la fuerza, no el derecho,
fue el elemento decisivo, sabían que de su resultado dependería el
infortunio de unos y el bienestar de otros. En el bando de quienes
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sufrieron la desgracia, las experiencias del entierro, el encierro y el
destierro, fueron una constante. Este es, y no otro, el tema del libro de
Exilios en México, coordinado por Claudia González Gómez y Gerardo
Sánchez Díaz.
El libro trata, tanto de la suerte de quienes defendieron la legalidad, el estado de derecho, como de quienes lo quebrantaron. Recoge
la experiencia de quienes, como transgresores de la legalidad o
defensores de la misma, fueron forzados al destierro como única
opción para evitar el encierro o el entierro.
El libro registra en doce apartados, la suerte de los distintos exilios;
los que México provocó en la segunda década del siglo pasado, así
como del exilio español, chileno, argentino y guatemalteco. El libro
está dividido en dos grandes apartados; el primero, intitulado México
en Cuba, analiza las experiencias de Federico Gamboa; Querido
Moreno; Adolfo León Osorio; Luis G. Urbina. En su segundo apartado, intitulado Españoles en México, se analizan tanto figuras individuales como experiencias colectivas. En el primer caso, las de Juan
David García Bacca en la Universidad Michoacana, Miquel i Vergés
Perea; Álvaro Bunster en México, así como la de Carlos Figueroa. Las
experiencias colectivas se analizan mediante los apartados: De pobres
huérfanos a rojos apatridas; La integración de los abogados españoles
exiliados en el ámbito jurídico mexicano, La memoria colectiva del
exilio chileno y Un doble refugio el exilio de los refugiados exiliados
argentinos en México y su incorporación a la UNAM. Los autores
Marisa Pérez, Elsa Verónica Aguilar Casas, Claudia González Gómez,
Yoel Cordoví Núñez, Agustín Sánchez Andrés, Jacqueline Alejandra
Ramos García, Francisco Javier Dosil Mancilla, Gerardo Sánchez Díaz,
Alberto Enríquez Perea, Alejandro González Gómez, Guadalupe
Rodríguez de Ita, Idalia León Osorio y el de la voz, representan a
distintas instituciones de educación superior. También, por así decirlo,
representan diversas sensibilidades para abordar el exilio.
En otras palabras, por nacionalidad, cuatro casos corresponden
al exilio producido por la Revolución mexicana; cuatro a los refugiados españoles en este 75 aniversario; un chileno, un guatemalteco y
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Exilios en México
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un artículo dedicado a los exiliados argentinos.
En el formato de presentación de un libro colectivo, referirse a
cada uno de los artículos que lo componen, es una tarea difícil de
llevar a cabo porque obliga a un cometario telegráfico que elimina la
riqueza que contiene cada uno de ellos; por esta razón, he preferido
ofrecer una visión de conjunto.
El amplio espectro de emociones y sentimientos que comprende
el registro de la suerte que acompaña a lo que una de las autoras del
libro llama los perdedores, los vencidos, sin importar la legalidad y
los valores que sostuvieron, ofrece la posibilidad de aproximaciones
que van desde el compromiso político, hasta la nostalgia por lo que
quedó atrás y la desesperanza de lo que no se volverá a encontrar.
Los personajes analizados representan en buena medida a intelectuales, escritores, poetas, que hicieron del periodismo, en el exilio,
una forma de vida. Otro tipo de intelectual es el que se dedica a la
docencia universitaria, tanto del derecho, como de las ciencias sociales.
Por convicciones se encuentran conservadores y socialistas. En el
primer caso, un diplomático y escritor conservador
El libro ofrece doce distintas aproximaciones, doce perspectivas
distintas de un fenómeno que expresa la condición humana; en cada
uno de los casos analizados, el lector encontrará argumentos para
reforzar tanto el optimismo como el pesimismo, tanto para admirar
la solidaridad como para repudiar el egoísmo. La experiencia del exilio
muestra que ésta es una situación límite y que la nostalgia, el dolor
por lo perdido, muestra que el hombre es de la tierra y no ésta del
hombre. Sin importar su ideología, los exiliados sufren la ausencia
del paisaje que los vio crecer, sea éste de magueyes o de pinos; de las
pequeñas cosas que le daba sentido a sus vidas, la música, la casa, el
perro. Llama, por cierto, la atención, que en el discurso del exilio, las
grandes ideas, los grandes relatos, están ausentes. Lo pequeño, lo
precario, en cambio, domina su pensamiento.
El exilio, como tema, ofrece la oportunidad de sondear en los
meandros psicológicos, históricos, jurídicos y morales de quienes, por
fracasar en su empeño de cambiar el statu quo debieron sufrir el
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destierro. De aquellos que postularon el necesario cambio y vieron
frustradas sus esperanzas por minoritarias, pero mejor organizadas
fuerzas, que se aliaron al Ejército y, en ocasiones, a la Iglesia. De
quie-nes apelando a las fuerzas de cambio nacionales, se vieron
envueltos en la dinámica del orden internacional que se orientaba en
un sentido opuesto al de quienes demandaban justicia e igualdad.
Un tema así con tantas y dolorosas aristas, ofrece, también la
oportunidad de ver la inexistencia de la justicia divina en cuestiones
terrenales; así como de la justicia poética con individuos que
cometieron crímenes en nombre del orden democrático, occidental y
cristiano; pero también da la ocasión de ver que la justicia terrena,
pese a su lentitud, es capaz de poner en el banquillo de los acusados,
como en el caso chileno y el argentino, a quienes pensaron que podían
disfrutar de impunidad eterna. En otras palabras, el exilio es un tema
que aparentemente se decanta a favor del pesimismo, pero que, bien
vistas las cosas, es una fuente de optimismo, ya que la historia reciente
muestra que los gobiernos que se consideraban eternos y se sentían
legitimados porque representaban en la tierra la voluntad divina, o
por razones ideológicas que los convertían en los defensores del bien
frente a quienes personificaban el mal, fueron incapaces de trascender
más allá de su efímero gobierno.
Debe señalarse, sin embargo, que esta visión propia de la historia,
ve los acontecimientos en un nivel temporal distinto a la escala que
emplean los individuos para medir su propia vida: para éstos, su
sufrimiento les pareció interminable y el exilio, una prueba extraordinaria, para la que ni ellos y, sobre todos, sus familias, estaban
preparados. El libro coordinado por Claudia González y Gerardo Sánchez, aborda una experiencia que no debiera repetirse; de ahí la
importancia de conocer lo que sucedió como la mejor manera de evitar
el reiterar una historia que cubrió y, lamentablemente, sigue llenando
amplios espacios a lo largo del mundo.
Un último comentario. José Emilio Pacheco en una charla dirigida
a jóvenes escritores que estudiaban en la SOGEM, los invitaba a que
mapearan la ciudad de México, del mismo modo que él lo había hecho
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con la Colonia Roma, donde tiene lugar la acción de su novela Batallas
del Desierto, en los años del alemanismo. En esa ocasión, señalaba
que a otros escritores les correspondía rememorar la historia correspondiente a sus quereres posibles e imposibles. El libro que nos ocupa,
ha realizado, en otro tema y en otro contexto, representa un aporte a
este mapeo. Los historiadores de la ciudad de México hacen un
pequeña trampa lingüística pues aprovechan el artilugio de que tanto
la propia ciudad como el país son llamados del mismo modo y, así,
mediante esta inveterada costumbre hacen extensiva la experiencia
local a lo que ocurrió en otras partes del dilatado territorio nacional.
La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo nos muestra con libros como el que nos ocupa que no todo enfoque, debe ser
desde el centro político de la ciudad de México. Las experiencias de
los exiliados en la propia Universidad Michoacana, así como en Puebla,
(la experiencia poblana la describe Carlos Figueroa) nos enseñan la
necesidad de un mapeo nacional de los distintos exilios, pues sólo así,
contando con los escenarios locales, podremos comprender la
complejidad del problema.
Ignacio Sosa Álvarez
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
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