UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES "ANÁLISIS DEL RÉGIMEN JURÍDICO DE GUATEMALA RELATIVO A LAS ZONAS DE JURISDICCIÓN MARÍTIMA, AL AMPARO DE LA CONVENCIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE EL DERECHO DEL MAR DE 1982" TESIS DE GRADO JUAN IGNACIO CALZADA VIZCAINO CARNET 11776-08 GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, FEBRERO DE 2014 CAMPUS CENTRAL UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES "ANÁLISIS DEL RÉGIMEN JURÍDICO DE GUATEMALA RELATIVO A LAS ZONAS DE JURISDICCIÓN MARÍTIMA, AL AMPARO DE LA CONVENCIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE EL DERECHO DEL MAR DE 1982" TESIS DE GRADO TRABAJO PRESENTADO AL CONSEJO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES POR JUAN IGNACIO CALZADA VIZCAINO PREVIO A CONFERÍRSELE LOS TÍTULOS DE ABOGADO Y NOTARIO Y EL GRADO ACADÉMICO DE LICENCIADO EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, FEBRERO DE 2014 CAMPUS CENTRAL AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR RECTOR: P. ROLANDO ENRIQUE ALVARADO LÓPEZ, S. J. VICERRECTORA ACADÉMICA: DRA. MARTA LUCRECIA MÉNDEZ GONZÁLEZ DE PENEDO VICERRECTOR DE INVESTIGACIÓN Y PROYECCIÓN: DR. CARLOS RAFAEL CABARRÚS PELLECER, S. J. VICERRECTOR DE INTEGRACIÓN UNIVERSITARIA: DR. EDUARDO VALDÉS BARRÍA, S. J. VICERRECTOR ADMINISTRATIVO: LIC. ARIEL RIVERA IRÍAS SECRETARIA GENERAL: LIC. FABIOLA DE LA LUZ PADILLA BELTRANENA DE LORENZANA AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES DECANO: DR. ROLANDO ESCOBAR MENALDO VICEDECANO: MGTR. PABLO GERARDO HURTADO GARCÍA SECRETARIO: MGTR. ALAN ALFREDO GONZÁLEZ DE LEÓN DIRECTOR DE CARRERA: LIC. ERICK MAURICIO MALDONADO RÍOS DIRECTOR DE CARRERA: MGTR. ENRIQUE FERNANDO SÁNCHEZ USERA DIRECTORA DE CARRERA: MGTR. HELENA CAROLINA MACHADO CARBALLO NOMBRE DEL ASESOR DE TRABAJO DE GRADUACIÓN MGTR. GUSTAVO ADOLFO ORELLANA PORTILLO TERNA QUE PRACTICÓ LA EVALUACIÓN LIC. ERICK MAURICIO MALDONADO RIOS DEDICATORIA A DIOS, a quien le debo toda mi existencia y a quien dedico este trabajo, así como todos los logros obtenidos a lo largo de mi carrera universitaria, como signos del más profundo amor y agradecimiento que le profeso, no sólo por ser un Padre y amigo incondicional, sin cuya iluminación, esta ardua labor no hubiese sido posible, sino por haberme otorgado la oportunidad de iniciar el primer escalón hacia una vida profesional, en donde espero le haga sentir orgulloso de cada decisión que tome. A MIS PADRES, FRANCISCO Y PATRICIA, brillantes profesionales que, no sólo han velado desde mi nacimiento porque nada me falte y para tenga a mi alcance todas las oportunidades posibles, sino porque me han formado en todo aspecto de mi vida (académico, ético y espiritual), bajo una convicción de servicio, de amor y, de orgullo, en relación a mi origen y al nombre que ellos eligieron para mí. Es a estos dos grandes padres, a quien debo el ejemplo de un nombre intachable; el modelo de la conducción de una vida profesional que se destaca por la determinación, el trabajo duro y la honradez; y, una educación privilegiada, en donde cada lección fue reforzada con paciencia, cariño y amor, así como también, por medio de la impartición de profundos valores, que han servido de guía en toda decisión y acto de mi vida. Todo cuanto me han dado, sin esperar retribución alguna y con la confianza plena en mis capacidades, me exhorta a destacarme como profesional, emulando siempre su grandioso ejemplo. Termino el presente trabajo, al igual que he ejecutado toda decisión en mi vida y realizaré toda acción en mi desarrollo profesional, agradeciéndoles todo el afecto y los grandes actos que han hecho por mí y, esperando que algún día puedan llegar a sentirse tan orgullosos de mí, como yo me siento bendecido por el amor y apoyo que me otorgan cada día. A MI HERMANO, RICKY, a quien siempre he admirado, no sólo por su constante determinación en superar todo reto que se le presenta en su camino, sino también, porque a pesar de haberse visto enfrentado con varios obstáculos en su vida, nunca ha perdido el ánimo por verle el lado positivo a las cosas y, a través de su desarrollo, siempre ha impuesto nuevos parámetros para seguir. Un hermano que además ha soportado mis peores momentos, sin dejarme de brindar su apoyo, cariño y amor incondicionales. A MIS ABUELOS MATERNOS, PIPA Y MIMA (Q.E.P.D), por ser verdaderos “ejemplos de vida” y porque a través de su amor me hicieron el hombre que soy. A Pipa, el Lic. Humberto Vizcaíno Leal, por ser el objeto de mi admiración profunda desde niño, en razón de constituir el máximo ejemplo de un abogado recto y virtuoso, que siempre amó a su profesión y que habiendo fungido en altos cargos gubernamentales, judiciales y diplomáticos, siempre supo interponer los intereses de su patria por encima de los suyos propios e inclusive en peligro de su propia vida; sin dejar de ser un esposo, padre y abuelo abnegado. Es a este ilustre hombre, a quien debo el amor por la profesión que elegí, y en cuyo ejemplo trataré de conducirme dentro de mi futura carrera de abogado y notario. A Mima, una mujer admirable, cuyo amor siempre fue incondicional y que fue siempre un ejemplo de determinación, coraje, voluntad y elegancia; logrando destacarse siempre en cualquier lugar en dónde le tocó residir. A esta gran dama, a la cual tuve la bendición de tener conmigo mucho tiempo y a la cual quise profundamente, le agradezco toda la atención y afecto que siempre tuvo hacia conmigo y, espero hacerla sentir siempre orgullosa de haberme tenido como nieto. A MIS ABUELOS PATERNOS, LITO Y LITA (Q.E.P.D), a quienes siempre he admirado por su profundo compromiso para con el necesitado, destacándose durante toda su vida por servir a quien se los pidiera, sin esperar nada a cambio e inclusive bajo privación propia. Es bajo el ejemplo de estas dos grandes personas, que espero poder conducirme dentro de mi carrera profesional, bajo una fuerte convicción de servicio; haciendo honor, tanto a la tradición jesuita que siempre apoyaron, como al nombre que de uno de ellos (el de Ignacio por parte de Lito) tuve el privilegio de heredar. A MI TIO, PEPE, a quien siempre he admirado muchísimo, en razón de aprender de él que el éxito tiene muchos caminos y aquél que uno tiene que elegir, es el que conduzca a la felicidad y a la autorrealización pero, que también haga feliz y haga crecer, al mayor número de personas con que uno interactúa. Es de este gran modelo, que he aprendido lo importante que es la pasión por la profesión y sobre todo, la confianza, así como el aprecio, hacia aquellos que colaboran con uno, ya sea en calidad de clientes o en calidad de compañeros de trabajo. Es gracias al cariño, apoyo, consejo y consuelo de este gran hombre, que he crecido como persona y he madurado para enfrentar con gran determinación los problemas profesionales que en el futuro tendré que resolver. A MIS PADRINOS, TIOS, PRIMOS Y GRANDES AMIGOS, personas que han sido una verdadera bendición en mi vida y quienes, a través de su constante amor y cariño, me han permitido beneficiarme de su ilustre ejemplo, ayudándome, no sólo a forjar mi carácter, sino también, a enfrentar todos los retos que se han presentado en mi vida; siendo que por medio de su apoyo incondicional, jamás me he sentido sólo. AGRADECIMIENTOS Al M.A. GUSTAVO ADOLFO ORELLANA PORTILLO, por todo su apoyo y paciencia en el proceso de elaboración de tesis; siendo que siempre demostró gran dedicación y cuidado al revisarme el progreso alcanzado. Ha sido un verdadero honor y privilegio, el poder contar con la ayuda de una persona que, no sólo es experta en la materia del Derecho Internacional, sino que además, demuestra una inusual pasión por lo referente a la regulación de los espacios marítimos y al Derecho Marítimo. Al LIC. ERICK MALDONADO RÍOS, por su especial dedicación, esmero y apoyo, tanto en la coordinación del “Manual de Derecho Internacional”, como por haberme conferido el privilegio de poder participar en la elaboración de uno de los capítulos de dicha recopilación bibliográfica. Agradezco, a su vez, la atención y entrega que le otorgó a la revisión del presente trabajo de Tesis pero sobre todo, le agradezco el privilegio que ostenté al tener tan ilustre catedrático y mentor en mi formación profesional. RESPONSABILIDAD: El autor es el único responsable por el contenido del presente trabajo, así como de las conclusiones y recomendaciones alcanzadas. RESUMEN El trabajo de investigación analiza el régimen jurídico internacional y nacional que rige la relación del Estado de Guatemala con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa. En consecuencia, estudia todo lo referente al Derecho Internacional del Mar, presentado su definición, sus fuentes, su naturaleza y su relación con otras disciplinas jurídicas afines. De igual manera, abarca la evolución histórica que ha tenido el Derecho Internacional del Mar, desde su configuración como una rama específica del Derecho Marítimo, hasta su conceptualización actual, como una disciplina jurídica autónoma e independiente derivada del Derecho Internacional General. En el contexto del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, se considera también a las tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, por su importancia en la elaboración de los principales tratados internacionales que rigen y han regido a la referida disciplina jurídica. En igual sentido, se investigan los aportes de los instrumentos jurídicos internacionales adoptados por la región latinoamericana. Por su parte, se analiza la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar 1982, como instrumento jurídico más notable y vigente, así como las zonas de jurisdicción marítima y las principales instituciones, contenidas en su articulado. Finalmente, se examina al marco jurídico constitucional y ordinario que rige los derechos del Estado de Guatemala con relación a las zonas de jurisdicción marítima que le rodean; identificando, para tal efecto, los retos que debe afrontar el ordenamiento interno para satisfacer contemporáneo. las necesidades del Derecho Internacional del Mar ÍNDICE Introducción 1 Capítulo 1 Nociones generales del Derecho Internacional del Mar 13 1.1. Definiciones del Derecho Internacional del Mar y sus denominaciones 13 1.2. Funciones del Derecho Internacional del Mar 17 1.2.1. Distribución espacial de las jurisdicciones nacionales 17 1.2.2. Garantía de cooperación internacional entre los Estados 18 1.3. Naturaleza jurídica del Derecho Internacional del Mar 19 1.4. Fuentes del Derecho Internacional del Mar 22 1.4.1. Tratados internacionales. 25 1.4.2. El Derecho Consuetudinario Internacional 27 1.4.3. Principios Generales del Derecho Internacional del Mar 31 1.4.4. Decisiones judiciales y doctrina internacional de Publicistas 32 1.4.5. Actos unilaterales de los Estados 34 1.4.6. Actos de Organizaciones Internacionales 35 1.5. Principios fundamentales del Derecho Internacional del Mar 36 1.5.1. Principio de libertad en Alta Mar 36 1.5.2. Principio de la utilización pacífica de los espacios marítimos 38 1.5.3. Principio de la jurisdicción exclusiva del Estado de la bandera del barco en Alta Mar (Principio de la “Ley del Pabellón”) 39 1.5.4. Principio de la soberanía de los Estados sobre sus aguas territoriales (Principio de Soberanía) 40 1.5.5. Principio de la libertad de paso en tránsito de todas las embarcaciones y aeronaves a través de los estrechos 1.5.6. Principio de la protección del medio marino 40 41 1.5.7. Principio de la concepción de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos, y sus recursos como “patrimonio común de la humanidad” 42 1.6. Distinción entre el Derecho Internacional del Mar y el Derecho Marítimo 43 1.7. Antecedentes Históricos relativos al desarrollo del Derecho Internacional del Mar 45 1.7.1. Primera etapa: El mar como un medio para fines comerciales y de Transporte (desarrollo del Derecho Internacional del Mar desde la Antigüedad hasta el siglo XVI) 47 1.7.2. Segunda etapa: El nacimiento formal del Derecho Internacional del Mar como disciplina jurídica y los primeros intentos de una codificación unificada (desarrollo desde los siglos XVII hasta inicios del XX) 50 a) El Derecho Internacional del Mar y la influencia de los Publicistas: Nacimiento de la delimitación de los espacios marítimos a partir de las zonas de jurisdicción de Mar Territorial y Alta Mar durante los siglos XVII al XIX 51 b) El Derecho Internacional del Mar y su repercusión en conflictos bélicos: Principal normativa del Siglo XIX para limitar las libertades en Alta Mar y garantizar la seguridad en las zonas de jurisdicción marítima 54 c) Convenios firmados bajo los auspicios de la Sociedad de las Naciones 55 d) La Conferencia de la Haya de 1930 56 1.7.3. Tercera etapa: La regulación del Derecho Internacional del Mar luego de la creación de la Organización de Naciones Unidas y la importancia de las tres “Conferencias sobre el Derecho del Mar” (1958 a 1982) 59 Capítulo 2 Régimen jurídico del Derecho Internacional del Mar previo a la existencia de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 62 2.1. La I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1958) 64 2.1.1. La Convención sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua 65 2.1.2. La Convención sobre Alta Mar 68 2.1.3. La Convención sobre Plataforma Continental 70 2.1.4. La Convención sobre pesca y conservación de recursos vivos en Alta Mar 73 2.2. La II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1960) 78 2.3. La “Solución Regional” por parte de América Latina, previa la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, para enfrentar las falencias de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958 79 2.3.1. Reclamos unilaterales por parte de los Estados latinoamericanos en relación con la extensión y utilización de los espacios marítimos 82 2.3.2. Instrumentos jurídicos derivados de las “Reuniones Latinoamericanas” enfocadas a regular los espacios marítimos y los recursos derivados 83 a) La Declaración sobre Zona Marítima (Declaración de Santiago) de 1952 84 b) La Declaración de Montevideo sobre el Derecho del Mar de 1970 85 c) La Declaración Estados Latinoamericanos sobre Derecho del Mar (Declaración de Lima) de 1970 d) La Declaración de Santo Domingo de 1972 87 88 2.3.3. Instrumentos jurídicos internacionales y conferencias especializadas desarrolladas dentro del Sistema Interamericano 89 a) La adopción de los “Principios de México sobre el Régimen Jurídico del Mar” y el intento de la “Conferencia Especializada Interamericana sobre Preservación de Recursos Naturales” por suavizar y limitar su alcance b) Resoluciones adoptadas por el Comité Jurídico Interamericano en 1971 90 92 2.4. La III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1973 – 1982) 93 Capítulo 3 Análisis jurídico de las disposiciones normativas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (Convemar), relativas a las zonas de jurisdicción marítima y su relevancia para Guatemala como Estado ribereño 99 3.1. Nociones Generales y principales aportes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 a la Comunidad Internacional 99 3.2. Aguas Interiores 106 3.2.1. Desarrollo del concepto y sus acepciones 106 3.2.2. Régimen jurídico, delimitación y derecho excepcional de paso 108 3.2.3. Tratamiento legal de las bahías y las “Bahías Históricas” 110 3.3. Mar Territorial 114 3.3.1. Desarrollo del concepto y disposiciones generales 114 3.3.2. Delimitación: Anchura y límites 116 3.3.3. Parámetros de medición: Líneas de base 119 3.3.4. Régimen jurídico, soberanía ejercida sobre el mar territorial y excepciones a dicha soberanía 123 3.4. Zona Contigua 128 3.5. Zona Económica Exclusiva 131 3.5.1. Desarrollo del concepto y su trascendencia 131 3.5.2. Delimitación y problemas relacionados a su extensión 132 3.5.3. Régimen Jurídico de la zona económica exclusiva y el ejercicio, por parte de los Estados, de determinados derechos y obligaciones. 135 a) Derechos y deberes del Estado ribereño 137 b) Derechos y deberes aplicables para otros Estados 143 c) Derechos residuales y la fórmula enunciada por la Convemar para su establecimiento 3.6. Plataforma Continental 147 149 3.6.1. Desarrollo del concepto y su definición normativa 149 3.6.2. Extensión, parámetros y criterios para su delimitación 150 3.6.3. Régimen jurídico relacionado con los derechos reconocidos y con la extracción de recursos naturales 3.7. Alta Mar 153 156 3.7.1. Concepto y su extensión geográfica 156 3.7.2. La libertad de Alta Mar y sus potestades derivadas. 157 a) Libertad de navegación 159 b) Libertad de sobrevuelo 162 c) Libertad de tender cables y tuberías submarinos 163 d) Libertad de construir islas artificiales y otras estructuras 164 e) Libertad de pesca 165 f) Libertad de investigación científica 167 3.8. La Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos – la Zona – 167 3.8.1. Concepto, extensión y contexto de su creación 167 3.8.2. Régimen jurídico y los principios que rigen a la Zona 170 3.8.3. Mecanismos para el aprovechamiento de los recursos: Adopción de un “sistema paralelo” para la exploración y explotación de la Zona 3.9. Zonas de Jurisdicción Marítima Especiales 173 177 3.9.1. Estrechos y canales utilizados para la navegación internacional 178 a) Estrechos internacionales: El paso en tránsito y la navegación 179 b) Canales marítimos internacionales 182 3.9.2. Estados Archipelágicos 183 3.9.3. Régimen jurídico de las islas 185 3.9.4. Mares cerrados o semicerrados 186 3.9.5. Estados sin litoral y sus derechos 187 3.10. Mecanismos para la protección y preservación del medio marino 188 3.11. Investigación científica marina y la transmisión de la tecnología 191 3.12. Mecanismos designados para la solución de controversias 192 Capítulo 4 Instrumentos jurídicos y Organizaciones Internacionales derivadas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 195 4.1. Disposiciones normativas contenidas dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en calidad de Anexos y su importancia para el Derecho Internacional del Mar 196 4.1.1. Anexo I: Especies altamente migratorias 197 4.1.2. Anexo II: Comisión de Límites de la Plataforma Continental 198 4.1.3. Anexo III: Disposiciones básicas relativas a la prospección, la exploración y la explotación 199 4.1.4. Anexo IV: Estatuto de la Empresa 201 4.1.5. Anexo V: Conciliación 201 4.1.6. Anexo VI: Estatuto del Tribunal Internacional del Derecho del Mar 203 4.1.7. Anexo VII: Arbitraje 203 4.1.8. Anexo VIII: Arbitraje Especial 204 4.1.9. Anexo IX: Participación de Organizaciones Internacionales. 205 4.2. Tratados internacionales derivados de Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, para implementar nuevos criterios de interpretación con respecto a su normativa original 206 4.2.1. Acuerdo relativo a la aplicación de la Parte XI de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 (1994) – Acuerdo de 1994 – 206 4.2.2. Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios (1995) 211 4.3. Organizaciones Internacionales creadas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 para asegurar la aplicación de sus disposiciones normativas 215 4.3.1. Comisión de Límites de la Plataforma Continental 215 4.3.2. Autoridad Internacional de los Fondos Marinos 217 a) Órganos de la Autoridad y los parámetros para su funcionamiento 4.3.3. Tribunal Internacional del Derecho del Mar 218 220 4.4. Organizaciones Internacionales vinculadas a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 4.4.1. Organización Marítima Internacional (OMI) 223 224 4.4.2. Otras Organizaciones Internacionales supeditadas al Derecho Internacional del Mar y su relación con la Convemar Capítulo 5 Marco jurídico nacional que regula las zonas de jurisdicción 226 marítima sujetas a la competencia del Estado de Guatemala, así como sus obligaciones con relación a Alta Mar y la Zona 228 5.1. Regulación constitucional en relación con las zonas de jurisdicción marítima y su evolución: Constitución de 1879 hasta la Constitución de 1965 229 5.2. Marco legal ordinario que antecede a la ratificación por Guatemala de la Convemar y que delimita las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa 233 5.2.1. Primeros antecedentes normativos: Ley reglamentaria para el gobierno y policía de los puertos de la República, del 10 de junio de 1934 y decretos posteriores 233 5.2.2. La adopción al ordenamiento jurídico guatemalteco de las Convenciones de Ginebra de 1958, así como de otros instrumentos internacionales de carácter regional latinoamericano 235 5.2.3. El Decreto 20-76 y su importancia para la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima que rodean la costa de Guatemala 236 5.3. Marco legal constitucional y ordinario, que en la actualidad rige y delimita las zonas de jurisdicción marítima 239 5.3.1. La Constitución de 1985 y su tratamiento de las zonas de jurisdicción marítima 239 5.3.2. El ordenamiento jurídico guatemalteco y la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 241 5.3.3. Otras disposiciones jurídicas que regulan, de manera complementaria, los derechos derivados de las zonas de jurisdicción marítima 244 5.4. Retos y obstáculos que presenta el ordenamiento jurídico guatemalteco para la aplicación efectiva de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 247 5.4.1. La implementación formal de líneas de base para la medición de las zonas de jurisdicción marítima 248 5.4.2. La instauración de normativa especializada que regule la realización de actividades dentro de cada zona de jurisdicción marítima 252 Capítulo 6 Presentación, análisis y discusión de resultados 257 6.1. Las zonas de jurisdicción marítima y la evolución de su regulación dentro del ordenamiento jurídico internacional 258 6.1.1. Evolución progresiva de cada zona de jurisdicción marítima y de las principales instituciones jurídicas del Derecho Internacional del Mar 258 6.1.2. Identificación de tendencias generales y contemporáneas, relativas a la evolución del Derecho Internacional del Mar 272 6.2. Las zonas de jurisdicción marítima de Guatemala y la evolución de su regulación dentro del marco legal nacional vigente 276 Conclusiones 286 Recomendaciones 289 Referencias 291 Anexos 299 Anexo 1: Modelo de cuadro comparativo No. 1 300 Anexo 2: Modelo de cuadro comparativo No. 2 301 Anexo 3: Ilustraciones referentes a la configuración de los espacios marítimos, atendiendo a las zonas de jurisdicción marítima en la Convemar 302 Anexo 4: Ilustración referente a los parámetros establecidos para la delimitación geográfica de las bahías 304 Anexo 5: Ilustración relativa a la extensión geográfica de la plataforma Continental 305 Anexo 6: Tabla referente al status jurídico de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y Acuerdos Internacionales relacionados, hasta el 18 de septiembre de 2013 306 Anexo 7: Tabla de reivindicaciones estatales relativas a las extensiones adoptadas para las zonas de jurisdicción marítima, hasta el 15 de julio de 2011 316 INTRODUCCIÓN La relación entre el ser humano y la utilización de los espacios marítimos para su provecho ha sido una constante en la evolución humana, que puede verse evidenciada desde las civilizaciones arcaicas hasta la actualidad y cuyo origen, proviene de la importancia que han ostentado dichos espacios marítimos dentro del contexto del progreso humano y social, sobre todo en lo referente al transporte, a la comunicación entre Estados, a la navegación y al comercio. Ante esta necesidad de utilizar los espacios marítimos, nació de manera inherente a las circunstancias, la necesidad de establecer una regulación especializada que rigiera las actividades a realizarse dentro de dichos espacios. Esta regulación, inicialmente se originó vinculada con la actividad comercial y circunscrita a ser una rama especializada del Derecho Marítimo, cuyo sustento, a su vez, estaba en las costumbres adoptadas por las principales sociedades comerciantes de la época, así como también, en la concepción arcaica de una “Libertad de los Mares”, en razón de la cual todos los espacios marítimos eran considerados como una zona de uso común susceptible a ser utilizados por cualquier Estado. En el Siglo XVII, el surgimiento de los Estados soberanos planteó la necesidad de considerar el dominio sobre una porción de los espacios marítimos, tanto para la protección efectiva del territorio y las costas del Estado, como para una ventaja geográfica. Es a partir de estas reflexiones, principalmente teóricas y vinculadas a los trabajos de distinguidos publicistas del Siglo XVII, que surge el Derecho Internacional del Mar como una disciplina jurídica autónoma e independiente al Derecho Marítimo, derivada del Derecho Internacional, cuyo enfoque sustancialmente se dirigía a la delimitación y configuración de aquellos derechos que cada Estado ejercía sobre los espacios marítimos. Este Derecho Internacional del Mar, recién constituido, ya no sólo conceptualizaba a los espacios marítimos como un área de goce común sino que empieza a dividir a dichos espacios en zonas de jurisdicción marítima (concretamente dos: el mar territorial y Alta Mar), cuya distinción se centraba en un reconocimiento mínimo de poder soberano a cada Estado posicionado de forma adyacente a la costa, para la protección de su territorio. A lo largo del tiempo, el Derecho Internacional del 1 Mar ha trascendido, no sólo en el ámbito temático que abarca, viéndose cada vez más influenciado por buscar soluciones de carácter regional o supranacional para temáticas que repercuten a la Comunidad Internacional, sino también, en relación a relegar la costumbre y las prácticas estatales unilaterales a un plano secundario y, sustituirlas por tratados internacionales que unifiquen y codifiquen los usos relacionados con el Derecho Internacional del Mar. En el siglo XX, esta constante evolución dentro del contexto del Derecho Internacional del Mar, culminó con la adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en cuyo articulado se refleja un respaldo mayoritario por parte de la Comunidad Internacional; así como, una nueva configuración de los espacios marítimos, a través del reconocimiento de nuevas zonas de jurisdicción marítima con el elemento destacado de reconocer (en distinto grado) prerrogativas particulares a los Estados ribereños. La adopción de la referida Convención, ha implicado un cambio radical en la forma en que todos los Estados (sobre todo los Estados ribereños) regulan y determinan su relación con los espacios marítimos, para una utilización óptima, responsable y sostenible de los mismos. Es en razón de la preponderancia que ostentan los Estados ribereños dentro del Derecho Internacional del Mar contemporáneo y de la circunstancia particular que Guatemala exhibe a través de su condición geográfica de Estado ribereño que linda con dos litorales oceánicas (el Océano Pacífico y el Océano Atlántico, por medio de la vertiente del Mar Caribe), que surgió la pregunta de investigación sobre la cual se sustenta el presente trabajo de investigación; siendo ésta la siguiente: ¿Cuál es el marco jurídico internacional y nacional por el cual Guatemala regula su relación con las zonas de jurisdicción marítima, en su calidad de Estado ribereño? El planteamiento anterior, generó la configuración de un objetivo general que pretende condicionar el sentido del presente trabajo de investigación, así como permitió la elaboración de nueve objetivos específicos que, a su vez, establecen cada uno de los tópicos que será abordado dentro de los capítulos que componen a este trabajo de Tesis. El objetivo general, instituido para la investigación abordada dentro de éste trabajo, lo constituye el determinar el marco jurídico internacional y nacional por el cual Guatemala regula su 2 relación con las zonas de jurisdicción marítima, en su condición geográfica de Estado ribereño. Con la finalidad de poder llegar a resolver el planteamiento formulado así como con la meta de alcanzar el objetivo general planteado, se eligió para el desarrollo de la presente tesis, la modalidad de MONOGRAFÍA, atendiendo a que el referido trabajo busca ampararse sobre una investigación de respaldo documental que pretende, a su vez, analizar el marco jurídico nacional e internacional sobre el cual Guatemala se sustenta para regular su relación con los espacios marítimos que le rodean. Siendo, de esta manera, que plantea una revisión teórica de la materia estudiada, por medio de la cual pretende brindar, no sólo originalidad en su tratamiento, sino un aporte crítico en relación a la temática analizada. De esta manera, en virtud de desarrollar la modalidad elegida de monografía, fueron elegidos dos tipos de investigación específicos: por una parte, la investigación histórica jurídica, en atención a que se pretende analizar la evolución propia de la normativa (tanto internacional como nacional) que ha injerido de manera directa para establecer la actual regulación referente al Derecho Internacional del Mar y la relación del Estado de Guatemala con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa, motivo por el cual es necesario estudiar dichos instrumentos legales, así como las instituciones jurídicas derivadas, partiendo desde sus orígenes hasta sus antecedentes inmediatos; y, por otra parte, la investigación jurídico descriptiva, en consideración que, partiendo de un examen general y detallado de diversas fuentes (consistentes en diversos instrumentos jurídicos, tanto internacionales como nacionales), se pretende descomponer la temática abordada y para tal efecto, generar una imagen relacionada al funcionamiento efectivo del referido marco normativo nacional e internacional que regula al Estado de Guatemala, en lo referente a las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa. En consideración del objetivo general estipulado, el primer objetivo específico adoptado fue el de definir qué se entiende por Derecho Internacional del Mar, delimitando, tanto los principios y fuentes sobre los cuales se sustenta como su relación con el Derecho Internacional y otras disciplinas jurídicas afines. En concordancia con dicho objetivo, se 3 desarrolla en el primer capítulo del presente trabajo de investigación presentado, ante todo, las nociones generales del Derecho Internacional del Mar; es decir, se crea una definición operativa de la referida disciplina jurídica, se determinan sus funciones, se examina su naturaleza jurídica, así como las fuentes de las cuales se origina y, se analiza su relación tanto con ramas del Derecho afines, como el Derecho Internacional y el Derecho Marítimo. De igual manera, se configura este primer capítulo en atención al segundo objetivo específico designado, el cual es el investigar la evolución histórica que, desde una perspectiva internacional, ha tenido la regulación de los espacios marítimos, así como el derecho propio de cada Estado por valerse y hacer uso del mar. Tal objetivo, a su vez, implica desarrollar todo lo referente a las diversas etapas que ha recorrido el Derecho Internacional del Mar dentro de su evolución, iniciando desde los antecedentes históricos que comparte con el Derecho Marítimo y su surgimiento como una disciplina jurídica autónoma dentro de las obras de grandes publicistas del siglo XVII y XVIII, hasta, los intentos fallidos de codificar la gran cantidad de costumbres desarrolladas, a inicios del Siglo XX y la subsecuente necesidad de celebrar las tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar para la realización de los principales tratados internacionales relacionados con el Derecho Internacional del Mar. El segundo capítulo, responde a dos objetivos específicos: el primero consistente en considerar la importancia que ostentaron las “Tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar” y las soluciones regionales impuestas por América Latina, para la creación de normas internacionales y la codificación del Derecho del Internacional Mar, así como también, para la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima actualmente reguladas; y, el segundo, consistente en establecer los principales convenios internacionales que han regulado al Derecho Internacional del Mar, con anterioridad a la existencia de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, así como la importancia de este último tratado internacional. En atención a los objetivos planteados, el segundo capítulo se centra en analizar cómo, a mediados del siglo XX, la necesidad de una normativa uniforme que regulara temas relacionados con el Derecho Internacional del Mar, en atención a la generación de 4 reclamaciones estatales desproporcionadas y unilaterales con respecto a los espacios marítimos, impulsó la celebración de tres conferencias especializadas e internacionales que un plazo de más de veinte años, lograron alcanzar los principales tratados internacionales que han regido y ayudado a configurar al Derecho Internacional del Mar contemporáneo. En este sentido, se abordará en detalle los aportes y falencias de cada una de las tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, así como se analizará los principales aportes de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958 (producto de la “I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”) y la trascendencia que implicó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (en adelante llamada indistintamente como Convemar). Por su parte, previo a la adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (como instrumento jurídico preeminente en la regulación del Derecho Internacional del Mar), la ambigüedad contenida dentro del articulado de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958 implicó la necesidad de que a nivel regional se acogieran instrumentos legales con disposiciones jurídicas particulares y vinculantes sólo para la región, en relación a las lagunas jurídicas identificadas. Dentro del contexto de estas “soluciones regionales”, es importante examinar el desarrollo de los instrumentos jurídicos constituidos dentro de la región de América Latina (entre los cuales se destacan la Declaración de Santiago de 1952, la Declaración de Montevideo sobre el Derecho del Mar de 1970, la Declaración de Lima de 1970, y la Declaración de Santo Domingo de 1972), siendo que en atención a dichos acuerdos multilaterales surgieron importantes antecedentes para la regulación del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, como: las reivindicaciones unilaterales de la plataforma continental hasta una distancia de 200 millas marinas, la noción de soberanía ejercida dentro un Mar Patrimonial (antecedente directo a la zona económica exclusiva) e inclusive fórmulas propuestas para la delimitación del mar territorial. El tercer capítulo, se enfoca particularmente en estudiar a fondo las temáticas contenidas en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 5 1982; configurando dicho estudio correlativamente a dos objetivos específicos: el primero, consistente en analizar las disposiciones jurídicas más importantes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en relación a su regulación para con las zonas de jurisdicción marítima globales así como las obligaciones que para Guatemala derivan de dicha marco normativa internacional; y, subsecuentemente, el demarcar las diversas zonas de jurisdicción marítima que reconoce la referida Convención, así como la anchura y delimitación establecida para cada una de ellas, dentro del ámbito jurídico internacional contemporáneo. En atención a lo anterior, se abordará lo referente a la extensión geográfica y régimen jurídico particular de las principales zonas de jurisdicción marítima que se plasman en el Derecho Internacional del Mar contemporáneo, concretamente lo relativo al mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva, la plataforma continental, Alta Mar, los Fondos Marinos y Oceánicos, y las denominadas “zonas de jurisdicción marítima especiales” (estrechos y canales internacionales, Estados archipelágicos, Mares cerrados y semicerrados, islas, y los Estados sin litoral). De igual manera, se examinarán tópicos específicos contenidos dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, tales como: la protección y preservación del medio marino; la investigación científica marina y los mecanismos establecidos para la solución de controversias derivadas de la referida Convención. Luego de haber estudiado a profundidad las principales disposiciones jurídicas contenidas en la Convemar, se procederá a abordar otro objetivo específico, consistente en examinar las normas jurídicas internacionales derivadas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, así como los principales órganos que velan por su aplicación efectiva en el plano internacional. En este sentido, uno de los grandes aportes de la referida Convención, lo constituye el marco jurídico institucional y legal que se instauró para hacer efectiva la ejecución de los preceptos contenidos en su articulado. En atención a lo anterior, el cuarto capítulo se enfoca en analizar los principales instrumentos jurídicos e instituciones que se 6 encuentran vinculadas a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y hacen posible su aplicación. El enfoque anterior, en lo referente a los acuerdos internacionales derivados, se logra, por una parte, estudiando aquellos instrumentos internacionales que, a pesar de tener autonomía en su estructura, son consignados en la referida Convención en calidad de nueve Anexos y con igual fuerza vinculante que su articulado; y, por otra, al examinar aquellos acuerdos multilaterales que la Comunidad Internacional creó, en relación a temáticas controvertidas dentro de la nombrada Convención (el “Acuerdo de 1994” y el “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces”), para facilitar el respaldo universal, que el referido tratado internacional pretendía gozar, y permitir la regulación particular de determinadas temáticas. En lo que respecta al marco jurídico institucional, es necesario abarcar tanto las principales Organizaciones Internacionales creadas dentro del articulado de la Convemar para fiscalizar su cumplimiento en ciertas temáticas (la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos y el Tribunal Internacional del Derecho del Mar), como otras organizaciones creadas en el seno de la Comunidad Internacional pero, cuyo objeto de creación las vincula con la referida Convención, aun cuando su origen fue anterior (Organización Marítima Internacional, entre otras). El capítulo quinto centra su atención en analizar el marco normativo interno de Guatemala, centrándose, a su vez, en corresponder a dos objetivos específicos: por una parte, al objetivo de estudiar la evolución que a nivel constitucional ha tenido la regulación del Estado de Guatemala, relativa a los espacios marítimos tanto internacionales como los propios; y, por otra, en el objetivo de delimitar el marco jurídico nacional que regula, de manera específica e interna, la relación que ostenta Guatemala con respecto a los derechos y obligaciones derivados de su condición de Estado ribereño, así como su relación con las zonas de jurisdicción marítima que le rodean. En atención a lo anterior, dentro del capítulo quinto, se examina la evolución que el marco jurídico constitucional y legal del Estado de Guatemala ha tenido, en lo referente a las zonas de jurisdicción marítima, tanto a través de las principales Constituciones 7 promulgadas con anterioridad al orden constitucional vigente como aquellas legislaciones ordinarias que fueron dictadas con anterioridad a que Guatemala adoptará la Convemar; normativa constitucional y legal, que constituye un importante antecedente para poder establecer la evolución progresiva de temas relacionados con el Derecho Internacional del Mar dentro del ordenamiento interno del Estado de Guatemala. Por su parte, también se abarcará lo correspondiente al marco jurídico constitucional y legal ordinario que en la actualidad rige a las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a las costas de Guatemala, pretendiendo identificar los principales retos y obstáculos que enfrenta dicho ordenamiento para una aplicación eficaz de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y, una equiparación congruente con el ordenamiento jurídico internacional imperante dentro del seno de la Comunidad Internacional. El último capítulo del presente trabajo de Tesis, tiene como finalidad el plantear los resultados obtenidos dentro de la investigación realizada; es decir, pretende contrastar la evolución de las principales zonas de jurisdicción marítima e instituciones jurídicas vinculadas al Derecho Internacional del Mar, tanto en relación con el ordenamiento internacional que rige y ha regido dichas temáticas, como con el ordenamiento interno guatemalteco. Esta finalidad se logró a través de la elaboración de dos cuadros comparativos, que contrastan la evolución de las zonas de jurisdicción marítima y las principales instituciones jurídicas del Derecho Internacional del Mar, uno en relación al ordenamiento legal interno de Guatemala y otro, al ordenamiento internacional; y, permite identificar las principales tendencias que rigen al Derecho Internacional del Mar contemporáneo, así como también, establecer las fortalezas y falencias del ordenamiento jurídico guatemalteco en lo referente a una efectiva regulación de las zonas de jurisdicción marítima, sobre las cuales el Estado de Guatemala ejerce algún grado de control. En razón de lo formulado en este sexto capítulo, a su vez, se emiten las conclusiones y recomendaciones respectivas. Es menester indicar que en razón de alcanzar los objetivos específicos planteados, así como el objetivo general formulado, fue necesario, a su vez, identificar los alcances o la 8 trayectoria propia que llevaría la investigación. En este sentido, la investigación sobre la cual se constituye el presente trabajo de Tesis, se circunscribirá de manera específica a determinados parámetros. Ante todo, en lo referente a la delimitación espacial de éste trabajo de Tesis, se otorgará atención exclusiva al marco jurídico guatemalteco referente a la regulación de los espacios marinos, tanto en relación a la delimitación de su jurisdicción propia sobre parte de dicho entorno, como sus derechos sobre Alta Mar y otras zonas. En igual sentido, atendiendo a la circunstancia particular de Guatemala como Estado ribereño, se procederá a su vez a desarrollar de manera más profunda los aspectos, derechos y obligaciones vinculados a los Estados ribereños y a sus zonas marítimas particulares, limitándose a examinar las denominados “zonas de jurisdicción marítima especiales” de manera general e indicativa. Por su parte, en lo referente a la delimitación temporal de la investigación realizada, el presente trabajo analizará principalmente la legislación, tanto nacional como tratados internacionales derivados a partir de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982; siendo así que busca examinar el marco jurídico nacional actual, así como el internacional inmediato, que tuvo incidencia directa en su creación. Lo anterior no excluye que tanto desde la perspectiva internacional como nacional se estudien los antecedentes que dieron origen a las legislaciones e instituciones analizadas, bajo la observación que dicho examen se hará exclusivamente con el objeto de establecer la incidencia que dichas normas antecesoras han tenido en el contenido propio de las normas que rigen en la actualidad. De igual manera a efecto de realizar una investigación lo más centrada y ordenada posible, fue necesario delimitar, tanto las temáticas que se iban a abordar dentro del trabajo de Tesis como la naturaleza de las fuentes sobre las cuales se extrajo la investigación. En lo que respecta a la delimitación temática, es importante señalar que el Derecho Internacional del Mar es una disciplina jurídica que se caracteriza por la extensión y amplitud de las materias que aborda, estando para el efecto vinculada con toda disciplina jurídica, social y científica que esté relacionada con la regulación internacional de los espacios marinos globales. Es en razón de lo anterior que, 9 atendiendo al objetivo general y objetivos especiales del presente trabajo, se decidió limitar el desarrollo de la investigación realizada exclusivamente a la regulación propia de la delimitación geográfica y los derechos propios de la Comunidad Internacional, en razón de sus zonas de jurisdicción marítima; obviando, para el efecto, profundizar sustancialmente en la regulación internacional vinculada al uso del mar como transporte, como medio comercial, como objetivo de preservación para la mejora del medio ambiente, y a los mecanismos de investigación científica marina. En lo referente a la delimitación relativa a las fuentes de la investigación, cabe destacar que, en atención a la modalidad de Tesis elegida, el presente trabajo no utilizará fuentes como la entrevista o la encuesta; siendo, de esta manera, que el objeto central de la investigación se sustenta más bien en un análisis doctrinal comparativo y crítico pero, no sustentado en opiniones o criterios personales propios. Durante la investigación realizada, se encontraron diversos obstáculos que, ya sea en forma directa o indirecta, tuvieron injerencia en establecer los límites del presente trabajo, así como también, en dificultar el proceso de formación de la presente tesis. Los impedimentos anteriores, son los siguientes: a) En el caso particular de Guatemala, el tema relativo al “Derecho Internacional del Mar” no ha sido tratado, ni en lo referente legislación especializada o específica como sobre todo en referencias doctrinales. En este sentido, se presentó la dificultad del poco acceso en relación a la disponibilidad de referencias vinculadas a la temática particular, siendo, a su vez, que dentro de los centros educativos universitarios así como bufetes profesionales de Derecho, no existe una especialización documental en la materia. b) Atendiendo al obstáculo anterior y al poco interés que nacionalmente se tiene sobre la materia, no existe bibliografía actualizada en la temática, siendo para el efecto necesario acudir a investigar en referencias bibliográficas no tan actualizadas y de origen extranjero. c) En la doctrina, existe una confusión notoria al situar al Derecho Marítimo como sinónimo del Derecho Internacional del Mar o Derecho del Mar, obviando para el efecto, distinguir el fin económico del primero, con el fin de uniformidad y delimitación del segundo. La anterior confusión fomenta, que para el efecto muchas referencias relacionadas al tema, se centren, ante todo en el análisis de instrumentos internacionales exclusivamente a partir 10 de su aporte comercial; más, no en su injerencia en régimen jurídico estatal y en la regulación de sus zonas de jurisdicción marítima correspondientes. d) El Derecho Internacional del Mar constituye una disciplina jurídica que, en su aplicación práctica, se caracteriza por una extensión temática imposible de abordar en una sola investigación, razón por la cual, se vio la necesidad de especializar la investigación, en relación exclusiva con la regulación nacional e internacional vinculada a la delimitación de zonas de jurisdicción marítima y sus derechos y obligaciones derivados; excluyendo profundizar en otras materias vinculadas al Derecho Internacional del Mar. Y, e) en el caso de Guatemala, no existe una normativa específica que regule de manera detallada la relación del Estado con los espacios marítimos que lo rodean, ni que delimite de manera fáctica y real dicho entorno; siendo así que, aunque existe normativa que incorpora tratados internacionales y que delimita la jurisdicción marítima nacional, no existe el marco jurídico que de forma específica sepa encuadrar las necesidades nacionales particulares, ni que consigne los parámetros geográficos oficiales para sustentar dicha delimitación. Razón por la cual la investigación debió realizarse obviando las referidas carencias. Finalmente, en atención a todo lo anteriormente expuesto, es necesario identificar el aporte sustancial del presente trabajo de Tesis, en relación con otros trabajos de investigación conducidos previamente. En consecuencia, ante el fortalecimiento de un Derecho Internacional que busca soluciones globales y, por ende, la adopción de instrumentos de carácter internacional o regional, en lugar de soluciones soberanas y aisladas, así como también, ante una realidad climática y geográfica en donde como consecuencia de la actividad humana desmedida se ha expandido la extensión de los espacios marítimos; se vuelve cada vez más importante el examinar a fondo, el régimen jurídico internacional e interno que regula la relación del Estado de Guatemala con respecto a sus zonas de jurisdicción marítima. La necesidad de dicho examen, se sustenta en el gran potencial económico, geográfico y climático que acarrea un Estado como Guatemala (ubicado entre dos litorales oceánicos); potencial que a su vez, trasciende a un plano internacional, pues dentro del Derecho Internacional del Mar 11 contemporáneo, el Estado ribereño cada vez adquiere más responsabilidad, obligaciones y preponderancia en el control de los espacios marítimos. Es en razón del contexto anterior, que mediante el presente trabajo de investigación se pretende analizar a profundidad el marco jurídico que vincula a Guatemala con las zonas de jurisdicción, tanto desde su perspectiva internacional como interna, a efecto de poder determinar que dicho ordenamiento, no es carente o retrograda, sino que más bien, ostenta los mecanismos necesarios para reformarse y lograr una regulación eficaz y más inclinada a los intereses soberanos de Guatemala, en lo referente a las zonas de jurisdicción marítima. La reforma planteada, sólo es posible si se logran identificar tanto las principales tendencias del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, en atención a las necesidades que plantea la Comunidad Internacional en la actualidad, como los retos que aún arrastra el marco legal guatemalteco; extremos, que no han sido abordados con anterioridad en los escasos trabajos académicos nacionales, limitándose estos últimos sobre todo a buscar soluciones concretas o posibles para uno de los obstáculos identificados, la delimitación geográfica de las zonas de jurisdicción marítima. No obstante, el valor que dichos trabajos de investigación ostentan, es necesario, previo a la búsqueda de cualquier solución, entender las lagunas jurídicas que plantea de manera conjunta la legislación guatemalteca; y, en consecuencia, poder posteriormente considerar soluciones integrales y dirigidas a fortalecer el poder soberano estatal, mediante la recuperación de la certeza jurídica de una ordenamiento jurídico ordenado, especializado y eficaz en su regulación con los espacios marítimos adyacentes a la costa de Guatemala. 12 Capítulo 1 Nociones generales del Derecho Internacional del Mar 1.1. Definiciones del Derecho Internacional del Mar y sus denominaciones El estudio del ordenamiento jurídico guatemalteco que regula las zonas de jurisdicción marítima al amparo de tratados internacionales como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en adelante referida indistintamente como Convemar, requiere ante todo comprender la importancia de un marco jurídico internacional para regular temáticas que trascienden la potestad soberana de los Estados, a efecto de garantizar el bienestar de la comunidad global, así como para regir la relación del ser humano con recursos tan abundantes y de carácter común, como lo son los propios de los espacios marítimos. De esta manera, la importancia de la regulación de los espacios marítimos con respecto al desarrollo humano se hace evidente en la reflexión presentada por el tratadista Carlos Jiménez Piernas, contenido a su vez en la obra Manuel Díez de Velasco Vallejo, quien estipula que “(…) la impresión original y objetiva al ojear nuestro globo es la de que las aguas constituyen una serie o cadena ininterrumpida en longitud y latitud, mientras que los continentes más extensos son sólo islas grandes. En definitiva la tierra es más bien un planeta marino, eminentemente líquido, donde las aguas ocupan aproximadamente las siete décimas parte de su superficie”.1 Es en razón de las consideraciones anteriores que, ante la necesidad de un régimen normativo que delimite estos inmensos espacios y rija las relaciones estatales con respecto a dichas áreas, surge la disciplina jurídica conocida como el “Derecho Internacional del Mar”. Previo a entrar a definir lo que se entiende por “Derecho Internacional del Mar”, es importante establecer que la referida disciplina jurídica es denominada por muchos 1 Jiménez Piernas, Carlos. Régimen jurídico de los espacios marítimos (I): Aguas interiores, mar territorial y zona contigua. Tema contenido en calidad de capítulo en la obra “Instituciones de Derecho Internacional Público” del autor Manuel Díez de Velasco Vallejo. Tomo I. España; Editorial Tecnos. 1994. Décima edición. Pág. 410. 13 tratadistas en calidad de sinónimo con conceptos como “Derecho Marítimo” o “Derecho del Mar”. Con relación al primer concepto, tal y como se hará constar en el apartado pertinente dentro de esta investigación, la afirmación resulta errónea toda vez que se está ante dos disciplinas jurídicas con fines totalmente diferentes que se vinculan exclusivamente en que ambas regulan los espacios marítimos. Por su parte en relación con el concepto de “Derecho del Mar” es importante indicar que el mismo surge como resultado directo del tratamiento que de manera codificada se le dio a la temática dentro de las “Tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar” así como dentro de los tratados derivados de dichas Conferencias, y es admitido su uso en calidad de sinónimo. Para efectos de la presente investigación, se aboga por el término “Derecho Internacional del Mar”2 como un concepto que vincula de manera directa a la referida disciplina jurídica con su naturaleza y origen dentro del seno de las disposiciones normativas y consuetudinarias de la Comunidad Internacional; evitando para el efecto cualquier reivindicación que sustente la existencia de una rama del Derecho autónoma, cuya finalidad sea el abordar la temática marítima en su totalidad (reivindicación que suele ser asociada por varios tratadistas, en el uso de la denominación “Derecho del Mar”). El Derecho Internacional del Mar, de acuerdo con el tratadista chileno Enrique Pascal, citado a su vez por Juan Carlos Faidutti, debe entenderse como “(…) una sección del Derecho Internacional Público que regula las relaciones internacionales en el medio marino y acuático, y su explotación mediante normas escritas o no escritas”. 3 En igual sentido e indicando sus posibles fuentes, a su vez el jurista Juan Carlos Faidutti lo define como “el conjunto de convenios, reglamentos y usos que conforman el orden 2 La utilización de la denominación “Derecho Internacional del Mar” como término más explicativo para abordar la materia desarrollada, es respaldada por tratadistas como Andréev I. Blíschenko (en su obra ‘Derecho Internacional del Mar’, - Pág. 6- ); Robin Rolf Churchill ( quien lo aborda en calidad de sinónimo del Derecho del Mar, en su obra ‘The Law of the Sea’, - Pág. 1-); Yoshifumi Tanaka (en su obra ‘International Law of the Sea’, - Pág. 3 -); Donald R. Rothwell (en su cobra ‘The International Law of the Sea’); Juan Carlos Fauditti (en su obra Derecho Internacional del Mar’, - Pág. 7 - ) y Loretta Ortiz Ahlf (en su obra “Derecho Internacional Público”, - Pág. 98-) . 3 Faidutti, Juan Carlos. Derecho Internacional del Mar. Ecuador; Universidad de Especialidades del Espíritu Santo. 2004. Pág. 7. Disponible en la página web: http://www.uees.edu.ec/servicios/biblioteca/publicaciones/pdf/70.pdf. Fecha de Consulta: 21 de junio de 2013. 14 jurídico que rige el medio marino y las diversas utilizaciones que es susceptible por parte de la comunidad internacional”.4 Al concepto anterior cabe incorporar el del tratadista E. Andréev, quien de manera más profunda, estipula que “el Derecho Internacional del Mar, rama del Derecho Internacional General, es un conjunto de principios y normas concordados que determinan el estatuto jurídico de los espacios marinos y regulan las relaciones entre los sujetos del Derecho Internacional en la utilización del Océano mundial, de su fondo y su subsuelo con fines diferentes”.5 En lo que respecta a definiciones de carácter más técnico, es importante destacar la del jurista Robin Rolf Churchill6, quien delimita de manera específica al Derecho Internacional del Mar de otras disciplinas afines indicando que “(…) el derecho internacional del mar, es decir, con las reglas que vinculan a los Estados en sus relaciones internacionales relativas a materias del ámbito marítimo. En consecuencia, no se discute, salvo de manera incidental, las reglas propias del derecho marítimo privado, el cual se enfoca más bien en temas como seguros marítimos, transporte de mercancías por el mar y privilegios marítimos”.7 En igual forma cabe considerar la definición del internacionalista Yoshifumi Tanaka8, quien se enfoca en destacar el carácter evolutivo que plantea el “Derecho Internacional del Mar”, en razón de la materia que aborda, al indicar que “el incremento en el constante uso de los océanos, plantea la necesidad de reglas internacionales que gobiernen las actividades humanas realizadas en los océanos. El cuerpo de reglas internacionales que ata a los Estados y a los otros sujetos del Derecho Internacional en sus asuntos marinos es llamado Derecho Internacional del Mar. (…) Al igual que el derecho internacional de los 4 Loc. Cit. Andréev E. y otros (redactores en jefe). Derecho Internacional del Mar. Traducción por: Marat Kuznetsov. Rusia (URSS); Editorial Progreso. 1988. Pág. 6. 6 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. The Law of the Sea. Inglaterra; Manchester University Press. 1988. Segunda edición revisada. Pág. 1. 7 Traducción realizada por el autor, dentro del contexto original y de forma objetiva, del siguiente párrafo: “(…) the public international law of the sea – that is to say, with the rules which bind States in their international relations concerning maritime matters. Accordingly, it doesn’t discuss, except incidentally, the rules of private maritime law, which concerns such matters as marine insurance, carriage of goods by sea, and maritime liens (…).”. 8 Tanaka, Yoshifumi. The International Law of the Sea. Estados Unidos; Cambridge University Press. 2012. Pág. 3. Disponible en la página web: http://books.google.com.gt/books?id=z8SrrWcKPLsC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summ ary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false. Fecha de Consulta: 17 de junio de 2013. 5 15 derechos humanos y el derecho ambiental internacional, el derecho del mar es un campo dinámico y evolutivo del derecho internacional”.9 Finalmente, atendiendo a un concepto más centrado en establecer el ámbito geográfico y delimitante que pretende abarcar la referida disciplina jurídica, así como en resaltar su importancia dentro del Derecho Internacional contemporáneo, la tratadista Loretta Ortiz Ahlf señala que “tradicionalmente, el derecho internacional clásico consideró como única división de los espacios marinos, la existente entre una zona de soberanía del Estado ribereño y el Alta Mar. Con los avances tecnológicos, se incrementa y diversifican los usos y aprovechamiento del medio marino y dichos espacios se llegan a considerar como zonas de gran potencialidad para el desarrollo económico de los países y no únicamente como zonas de defensa militar. Actualmente la ordenación jurídica de los mares y océanos se ha complicado, surgen nuevas figuras jurídicas como la zona contigua, la zona económica exclusiva, la plataforma continental y la zona de fondos marinos”. 10 Tomando como base las definiciones anteriores, se puede concluir que para efectos del presente trabajo de investigación, se entenderá por Derecho Internacional del Mar como el conjunto de tratados, costumbres y principios de carácter internacional que tienen por objeto regular las relaciones de la Comunidad Internacional, compuesta por los Estados y demás Sujetos Internacionales, con respecto a los espacios marítimos; pretendiendo para el efecto delimitar geográficamente dichos espacios a través de la creación de zonas de jurisdicción marítima, así como reglamentar los derechos y obligaciones propios de la referida Comunidad Global con respecto al medio marino correspondiente. En razón de la definición operativa, con anterioridad aportada, se puede a su vez evidenciar dos temáticas específicas que de acuerdo con 9 Robin Rolf Churchill, Traducción realizada por el autor, dentro del contexto original y de forma objetiva, del apartado siguiente: “The ever-increasing use of the oceans necessitates international rules governing various human activities in the oceans. The body of international rules that binds the States and other subjects of international law in their marine affairs is called the international law of the sea. (…) Furthermore, like international human rights and international environmental law, the law of the sea is a dynamic field of international law.” 10 Ortiz Ahlf, Loretta. Derecho Internacional Público. México; Editorial Harla. 1993. Pág. 98. 16 determinan el contenido abordado por la disciplina jurídica del Derecho Internacional del Mar; la primera se centra en la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima que reconocen el conjunto normativo internacional, así como el establecimiento de los derechos y obligaciones reconocidos en dichos espacios y, la segunda se centra en la concepción evolutiva y expansiva de regular los espacios bajo criterios más funcionales y no de delimitación geográfica, abordando para el efecto el uso particular de los mares en relación con su contaminación, la pesca y la navegación.11 Estas dos temáticas se ven desarrolladas, tal y como se establecerá en los próximos apartados, dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982; incorporando al Derecho Internacional del Mar una amplitud temática multidisciplinar que denota su evolución e importancia dentro del ámbito internacional. 1.2. Funciones del Derecho Internacional del Mar Dentro de la perspectiva de las relaciones internacionales, el Derecho Internacional del Mar, de acuerdo con lo establecido por el citado tratadista Yoshifumi Tanaka, cumple con dos funciones particulares, siendo estas las siguientes:12 1.2.1. Distribución espacial de las jurisdicciones nacionales Ante todo, atendiendo a su naturaleza como rama del derecho internacional, su función primaria se sustenta en la delimitación de los espacios marinos y en la jurisdicción espacial de cada Estado en particular con relación a dichos espacios. De esta manera, el Derecho Internacional del Mar pretende establecer obligaciones y otorgar derechos tanto de los “Estados ribereños”13 como a terceros Estados, de conformidad con las zonas jurisdiccionales establecidas; coordinando, para el efecto, los intereses individuales de cada Estado con respecto al aprovechamiento de los espacios 11 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. cit. Pág. 1. Tanaka, Yoshifumi. Op. Cit. Pág. 4. 13 Por Estado ribereño o ‘Coastal State’ se entenderá aquel Estado de cuya costa o de cuyas líneas de base se delimita la anchura del mar territorial (George K. Walker; Definitions for the Law of The Sea: Terms not defined by the 1982 Convention; Martinus Nijhoff Publishers; 2012; Pág. 131), es decir, aquel Estado que se encuentra ubicado adyacente a la Costa, en el cual alguna de sus fronteras territoriales delimita con un espacio marino. 12 17 marítimos. Este planteamiento también es denominado por la doctrina como Enfoque de Administración de Zonas o “Zonal Management Approach”, y coincide a su vez con la primera temática contenida, de acuerdo con el citado Robin Rolf Churchill, dentro de la materia que compone al Derecho Internacional del Mar. A efecto de llevar a cabo la presente función, el Derecho Internacional del Mar contemporáneo delimita los espacios marítimos a través de las zonas jurisdiccionales de: Aguas interiores, mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva, la plataforma continental, Alta Mar, la Zona y, otras zonas de jurisdicción marítima especiales (régimen de Estados Archipelágicos, Mares Cerrados y Semicerrados, estrechos y canales, etc.). 1.2.2. Garantía de cooperación internacional entre Estados La segunda función emana del hecho de que el océano, desde una perspectiva material, se constituye en calidad de unidad física que traspasa cualquier frontera, siendo necesario para su administración y cuidado la cooperación internacional de los Estados. En este sentido, muchas veces las zonas de jurisdicción marítima creadas como producto ficticio del orden normativo humano, no corresponden ni se ajustan, tanto a las necesidades naturales de los ecosistemas marítimos como a los abusos derivados de la actividad humana. Estas divergencias plantean, para el efecto, la necesidad de cooperación entre los Estados que se encuentran en controversia, con el objetivo de lograr no sólo la conservación eficaz de los recursos extraídos de los Fondos Marinos y de la biodiversidad marítima, sino que a su vez pretende regular de manera eficaz los efectos de la contaminación generada por otros Estados pero, que por la unidad geográfica de los océanos, representa un problema global. De esta manera, el Derecho Internacional del Mar constituye un marco jurídico para garantizar y fomentar la cooperación internacional en asuntos marinos, salvaguardando para el efecto los intereses de la Comunidad Internacional en su conjunto. En razón de lo anterior, esta función coincide a su vez con la segunda temática que compone a la materia que aborda el Derecho Internacional del Mar. 18 Por su parte, el citado tratadista Yoshifumi Tanaka, indica que en relación con las funciones anteriormente referidas, tanto la de “distribución espacial de las Jurisdicciones Nacionales” como la de “garantía de cooperación internacional entre Estados”, no deben considerarse de forma aislada y excluyente una de la otra, sino que por el contrario, para que se configure el “Derecho Internacional del Mar” como tal, deben coexistir ambas funciones. En este sentido, es importante destacar que el Derecho Internacional del Mar estará atado de manera directa a un sistema dual de funcionamiento, en el cual para que sea efectivo su desarrollo debe de tratar de integrar y considerar siempre los intereses de la Comunidad Internacional en razón de una cooperación interestatal, así como el respeto y delimitación de las zonas jurisdiccionales reconocidas por la misma Comunidad Internacional y por cada Estado en particular.14 1.3. Naturaleza jurídica del Derecho Internacional del Mar En lo que respecta a la naturaleza jurídica del Derecho Internacional del Mar, existe una polémica que pretende establecer los límites que ostenta la referida disciplina jurídica así como su vinculación con el Derecho Internacional. En este sentido, se sustentan doctrinalmente tres teorías que explican el origen del Derecho Internacional del Mar, siendo estas las siguientes: a) La primera teoría encuadra al “Derecho Internacional del Mar” como una rama derivada del Derecho Internacional General, cuyo enfoque es constituir un marco normativo tanto para regular el uso, aprovechamiento, administración y protección de los espacios marítimos compartidos por la Comunidad Internacional, como para unificar dentro de un plano supranacional e internacional los parámetros sobre los cuales cada Estado en particular puede delimitar su propia jurisdicción, así como restringir las actividades que pueden ejercerse dentro de la referida jurisdicción marina. En razón del planteamiento aducido, el Derecho Internacional del Mar, al buscar integrar los intereses de la Comunidad Internacional con los Estados particulares, depende de 14 Tanaka, Yoshifumi. Op. Cit. Págs. 4 y 5. 19 diversas fuentes propias del Derecho Internacional (como lo son los tratados, el derecho consuetudinario, entre otras) pero, atendiendo a la especialidad de la materia que abarca, se desarrolla en razón de sus propios instrumentos normativos internacionales (tratados derivados de las “Tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”), derecho consuetudinario y principios generales (“libertad de alta mar”, “Ley del Pabellón”, entre otros). La referida teoría se fundamenta en la evolución eminentemente consuetudinaria que tuvo el Derecho Internacional del Mar durante prácticamente toda la historia humana hasta que a mediados del Siglo XX se le reconociera la importancia que ostentaba para ser codificada internacionalmente; carácter evolutivo que influyó de manera directa en la materia, otorgándole funciones específicas, uso particular de las fuentes del Derecho Internacional y relación interdisciplinaria con otras ciencias, motivo por el cual debe ser considerada como una rama especial del Derecho Internacional General. Esta teoría es apoyada por la mayoría de tratadistas internacionales, entre los cuales cabe destacar E. Andréev15, Yoshifumi Tanaka16, y Robin Rolf Churchill17. b) La segunda teoría, defiende la concepción de que el “Derecho Internacional del Mar” debe ser considerado como una rama del Derecho Internacional Público, siendo así que en razón de ser los espacios marítimos una unidad compartida por la Comunidad Internacional, la existencia de la referida disciplina nace directamente de las fuentes, principios y normativa internacional aplicada para regular las relaciones interestatales dentro del seno de la Comunidad Internacional. Esta teoría, es bastante aceptada por varios tratadistas pero, su falencia se encuentra en que no logra explicar la relevancia de evolución histórica propia que ha tenido la regulación consuetudinaria de los espacios marítimos, ni el origen de los principios aplicables de manera exclusiva para el Derecho Internacional del Mar. De esta manera, la especialidad temática así como la amplitud disciplinaria, que en la actualidad abarcan las disposiciones jurídicas contenidas en los principales tratados que regulan al Derecho Internacional del Mar (en 15 Andréev, E. y otros (redactores en jefe); Op. Cit. Pág. 6. Tanaka, Yoshifumi. Op. Cit. Pág. 3. 17 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 1. 16 20 particular la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982), no corresponden y se quedan muy escuetos, en relación con los fines y funciones del Derecho Internacional Público. c) La tercera teoría, se sustenta a partir de la opinión de un grupo pequeño de juristas, entre los cuales se destaca a los tratadistas Ignacio Arroyo y Juan Carlos Faidutti18, quienes respaldan la existencia de un “Derecho del Mar” o “Derecho Marítimo” –tal y como lo denomina Arroyo, excluyendo todo significado comercial que ostente el término original- como rama autónoma del Derecho, en igual consideración que el Derecho Penal, el Derecho Civil, el Derecho Constitucional e inclusive el Derecho Internacional. De esta manera, Ignacio Arroyo considera que “el Derecho marítimo es el conjunto de relaciones jurídicas que nacen o se desarrollan con el mar. Por consiguiente el mar y lo marítimo constituyen los criterios delimitadores de la materia. Esa definición significa reconocer la autonomía de la disciplina, primero en el plano científico y después en los niveles legislativo, judicial y académico o universitario. Y, por otra parte, el Derecho marítimo se concibe como un derecho general que incluye tanto aspectos de Derecho privado como público, nacional e internacional. Esa idea supone una concepción más amplia que la contemplada en los textos positivos (código de comercio principalmente) y en los planes de estudios de nuestras Facultades de Derecho que trocean el Derecho marítimo entre Derecho mercantil (las relaciones marítimas privadas) y el Derecho internacional público (el denominado Derecho público del mar) (sic)”.19 En razón de lo expuesto con anterioridad, el jurista Ignacio Arroyo, pretende otorgar al “Derecho Marítimo” una calidad de rama autónoma del Derecho, enfatizando que, atendiendo a la especialidad propia de la materia que regula, no es posible encuadrarla dentro de una división preestablecida, siendo así que su mismo desarrollo es completamente independiente y conlleva de forma inherente su relación con otras disciplinas jurídicas, sin limitar su autonomía. En este sentido, el Derecho Internacional 18 19 Faidutti, Juan Carlos. Op. Cit. Pág. 7. Arroyo, Ignacio. Compendio de Derecho Marítimo. España; Editorial Tecnos. 2002. Pág. 21. 21 del Mar vendría a circunscribirse como una rama de especialidad, derivada del “Derecho del Mar” o “Derecho Marítimo”, circunscribiendo su relación con el “Derecho Internacional” en lo que respecta a sus fuentes, así como en la normativa que estipula la forma de creación de los denominados tratados internacionales. Esta teoría ostenta la falencia que pretende unificar bajo una misma rama independiente del Derecho, diversas disciplinas con fines completamente particulares, en razón del objeto material o espacio territorial que regulan dichas disciplinas; siendo que dicho vínculo de unión no es suficiente para legitimar una autonomía material y temática. En este sentido, el hecho que existan disciplinas jurídicas afines que regulen la relación humana con los espacios marítimos, no justifica que el tratamiento, funciones y fines de cada disciplina sean iguales, ni mucho menos, que la unión de las mismas, en razón de compartir una misma temática, sustente su autonomía e independencia al ser consideradas como conjunto. En atención a lo presentado con anterioridad, es importante destacar que para efectos del presente trabajo y sin demeritar la validez que puedan tener las otras teorías presentadas, se tendrá por aceptada como naturaleza jurídica del Derecho Internacional del Mar, aquella que dispone su génesis como una rama del Derecho Internacional General. Atendiendo, no sólo a que dentro de la práctica contemporánea dicha postura permite justificar y legitimar la existencia de la referida disciplina jurídica en referencia a la especialidad propia de la materia que regula, a la consideración de sus funciones particulares y a su evolución histórica eminentemente sustentada en la costumbre así como principios generales propios; sino que a su vez, vincula la responsabilidad de administrar el entorno marítimo y oceánico como un deber inherente propio de la Comunidad Internacional en su conjunto. 1.4. Fuentes del Derecho Internacional del Mar El Derecho Internacional del Mar, en razón de ser una rama del Derecho Internacional General, sustancia su origen en las fuentes aplicables para la referida rama del 22 Derecho. En este sentido, el jurista Matthias Herdegen señala que “el concepto de ‘fuentes’ se relaciona con la producción jurídica, esto es, con el origen de las normas del derecho internacional. En este sentido estricto, éstas contemplan la producción de las reglas del derecho internacional. A estas fuentes pertenecen los tratados internacionales, el derecho internacional consuetudinario y principios generales del derecho internacional. De éstas se deben diferenciar las ‘las fuentes interpretativas del derecho’, que han establecido como instrumentos de apoyo para la interpretación de las reglas del derecho internacional (fuentes del derecho impropias, en sentido amplio). Dentro de este tipo de fuentes interpretativas se encuentran, por ejemplo, las decisiones judiciales (nacionales e internacionales) y los conceptos de la doctrina del derecho Internacional”. 20 En razón de lo anterior, se procede a realizar una primera clasificación de las fuentes del Derecho Internacional, en fuentes propias (aquellas cuya aplicación y formación genera obligaciones y derechos entre los sujetos en atención a que evidencian una voluntad notoria e incontrovertible dichos sujetos) y las fuentes impropias o interpretativas del derecho (aquellas cuya finalidad no es más que servir de guía para que ante lagunas propias dentro del derecho internacional, se encuentre una solución justa para las partes intervinientes). Por su parte, el tratadista aunado a la clasificación anterior, sustenta que existen las denominadas “Fuentes Clásicas del Derecho Internacional” y las “Fuentes Complementarias”, siendo que ambas divisiones a su vez encuadran dentro de la distinción de fuentes propias y fuentes impropias, en atención a sus efectos y a la efectividad de su aplicación.21 De esta manera, las fuentes clásicas son aquellas que por tradición han sido adoptadas por la doctrina como válidas y exclusivas, en razón de estar plasmadas de manera directa dentro de un tratado internacional, específicamente en el numeral 1 del artículo del Estatuto Internacional de la Corte Internacional de Justicia, el cual de manera concreta estipula: “ Artículo 38. 1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho 20 Herdegen, Matthias. Derecho Internacional Público. México; Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. 2005. Pág. 113. 21 Ibid. Págs. 113 y 114. 23 internacional las controversias que le sean sometidas, deberá aplicar: a. las convenciones internacionales, sean generales o particulares que establecen reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes; b. la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho; c. los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas; d. las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones, como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el Artículo 59”.22 Del artículo citado, indica el jurista Matthias Herdegen, que los tratados internacionales, la costumbre y los principios generales del derecho internacional (fuentes contenidas en los literales a – c) son consideradas fuentes propias con efectos vinculantes obligatorios para los sujetos de derecho internacional, mientras que las decisiones judiciales y la doctrina de los publicistas (literal d) debe ser considerada como fuente interpretativa del derecho o fuente impropia. Por su parte, la evolución del derecho internacional y la aceptación de la personalidad jurídica por parte de otros sujetos internacionales, ha planteado la consideración de nuevas fuentes que no se encuentran directamente contenidas dentro del artículo referido, las cuales son consideradas en calidad de “fuentes complementarias” por el tratadista anteriormente referido. Entre estas fuentes se encuentra por una parte los “Actos unilaterales de los Estados” y los “Actos de las Organizaciones Internacionales”.23 Dentro del análisis del Derecho Internacional del Mar, cabe resaltar que las mismas fuentes mencionadas con anterioridad nutren a la referida disciplina jurídica, pero con la distinción particular de que consideran elementos particulares vinculados con la especialidad de la materia que abarcan. Es atendiendo a lo anterior, que indistintamente de la validez de las clasificaciones presentadas con anterioridad, se procederá a analizar cada fuente en particular enfatizando su importancia y particular tratamiento para el Derecho Internacional del Mar contemporáneo. Siendo de esta 22 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Estatuto de la Corte Internacional de Justicia.1945. Artículo 38 numerales 1 y 2. 23 Herdegen, Matthias. Op. Cit. Pág. 114. 24 manera que como fuentes de la referida disciplina jurídica deben considerarse las siguientes: 1.4.1. Tratados internacionales Para entender la importancia de los tratados dentro de las fuentes del Derecho Internacional del Mar, es necesario considerar lo estipulado por el tratadista Robin R. Churchill quien indica que desde finales del Siglo XIX, el Derecho Internacional ha evolucionado progresivamente, de ser conceptualizado como producto de principios inmutables del Derecho Natural impuestos a los Estados y a la Comunidad Internacional sin consideración alguna de su voluntad, a ser más bien un producto derivado de la voluntad de los Estados por suscribir reglas de Derecho y para el efecto determinar la coercibilidad de la mismas.24 Atendiendo al panorama anterior, es que en la actualidad, la fuente preeminente tanto para el Derecho Internacional como para el Derecho Internacional del Mar, lo constituyen los tratados internacionales, siendo por su parte, particularidad propia del Derecho Internacional del Mar, que su normativa no fue codificada de manera directa sino a partir de mediados del Siglo XX; siendo, inclusive, que hasta finales de la referida centuria aún varias temáticas (como la anchura del mar territorial, la existencia de una zona económica exclusiva, etc.) eran reguladas en razón del derecho consuetudinario internacional. La utilidad de los tratados dentro del Derecho Internacional del Mar, puede ser determinada usando como parámetro los Convenios de Ginebra de 1958, siendo éstos los primeros instrumentos jurídicos internacionales que abordan de manera directa una de las funciones del Derecho Internacional del Mar, la “Delimitación Geográfica de los Espacios marítimos”. En este sentido, el tratadista E. Andréev establece que “hasta que fueran aprobadas y entraran en vigor las Convenciones ginebrinas sobre el Derecho del Mar de 1958, la función de las normas contractuales se reducía, en lo fundamental a 24 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 4. 25 regular la actividad de los Estados en el Océano mundial, y solo en algunas esferas especiales”.25 En razón de lo anterior, se limitaba la aplicación del Derecho Internacional del Mar a reglamentar la conducta humana dentro de los espacios marítimos, siendo para el efecto que la importancia de los tratados internacionales era excesivamente restringida y de carácter complementario al derecho consuetudinario internacional, que se imponía como fuente preeminente dentro de la referida disciplina jurídica. Por su parte, conforme a lo establecido por el tratadista anteriormente citado, “con la entrada en vigor de las Convenciones ginebrinas de 1958 y la subsiguiente codificación del Derecho Marítimo Internacional en diferentes esferas, pasó a ser la fuente principal de esta rama del Derecho el tratado internacional. – la acotación de utilizar el término ‘Derecho Marítimo Internacional es propia del autor y no refleja el sentido del presente trabajo-”. 26 El Derecho Internacional del Mar contemporáneo en lo que respecta a instrumentos jurídicos internacionales, se sustenta sobre la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en adelante denominada indistintamente como Convemar, que a partir de su vigencia en 1994 - luego de haber recibido el número necesario de ratificaciones para su entrada en vigor - rige de manera preeminente al Derecho Internacional del Mar, tanto en la regulación de zonas de jurisdicción marítima como en garantizar la cooperación internacional con respecto a temas de pesca, navegación, investigación marina, contaminación, entre otros. El referido tratado, a su vez, parte de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958, relativas a: “Mar Territorial y Zona Contigua”, a “Alta Mar”, a “la Plataforma Continental” y a “la Pesca y Conservación de Recursos Vivos en Alta Mar”, respectivamente; disposiciones jurídicas, que si bien han sido superadas por la Convemar, aún se discurren como parámetro base para la consideración del Derecho Internacional del Mar que ha sido codificado. De igual manera, en calidad de tratados derivados de la 25 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 14. Ibid. Pág.15 26 26 Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, han surgido acuerdos multilaterales cuyo objeto es modificar en cierta manera o fomentar una regulación más especializada en la materia, como lo constituye el “Acuerdo para la Implementación de la Parte XI de la Convención” de 1994 y el “Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios” de 1995. La extensa amplitud de materias que de manera complementaria o indirecta se abordan dentro del Derecho Internacional del Mar, ha generado, a su vez, la necesidad de considerar aquellos acuerdos multilaterales de carácter global y regional que abordan temas específicos como la seguridad en la navegación marítima, la contaminación en el medio marino, la biodiversidad, el transporte, el acceso de los puertos y la piratería en relación con los espacios marítimos. Dentro de los referidos acuerdos multilaterales complementarios, de acuerdo con lo señalado en la obra del jurista Donald R. Rothwell, pueden señalarse los siguientes: a) El “Convenio para prevenir la contaminación por los buques de 1973”, así como otros tratos vinculados con la contaminación marina auspiciados por la Organización Marítima Internacional; b) tratados regionales relativos a la administración de la industria pesquera en relación con relación a la implementación de las Partes V y VII de la Convemar; y c) numerosos tratados bilaterales concernientes a delimitación marítima en el caso de Estados con zonas de jurisdicción marítima adyacentes.27 1.4.2. El Derecho Consuetudinario Internacional El derecho consuetudinario internacional o “la costumbre internacional”, ha sido relegada dentro del Derecho Internacional a un segundo plano, en favor de reconocer el poder vinculante de la voluntad de los Estados y de la Comunidad Internacional a través 27 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. International Law of the Sea. Estados Unidos; Hart Publishing. 2010. Libro en formato electrónico (e-book). Capítulo 1, subtema IX, literal B. 27 de los tratados internacionales; no obstante la afirmación anterior, es importante esclarecer que la existencia de la mayoría de preceptos y disposiciones normativas internacionales que en la actualidad rigen a la referida rama del Derecho, han sido producto directo del derecho consuetudinario internacional, que a lo largo de la historia ha ido evolucionando para reflejar las necesidades de la Comunidad Internacional y para tal efecto, se ha visto en la necesidad de codificarse a través de tratados internacionales. En este sentido, se pronuncia el jurista E. Andréev al establecer que en relación a las fuentes del Derecho Internacional, “otra fuente, segunda por su importancia, es la costumbre aceptada jurídicamente a escala internacional. La norma consuetudinaria se forma como resultado de la práctica repetida, y uniforme y constante de todos o de la mayoría de Estados, consistente en la acción más o menos análoga de los Estados durante un tiempo determinado y en situaciones determinadas. Para convertirse en norma de Derecho Internacional, una regla de conducta así formada debe estar reconocida por los Estados, incluyendo los pertenecientes a socioeconómicos diferentes como jurídicamente obligatoria para ellos”. los sistemas 28 De la cita anterior se desprenden dos elementos necesarios para la existencia de la costumbre internacional, el elemento objetivo (inveterata consuetudo – el reconocimiento de una práctica general, repetida y constante dentro de la Comunidad Internacional-) y el elemento subjetivo (opinio iuris seu necessitatis – el reconocimiento legal de esta práctica por parte de los demás Estados o de la Comunidad Internacional), siendo fundamental la concurrencia de estos dos elementos para la formación y consideración de una práctica como “costumbre internacional”. De acuerdo con lo estipulado por el tratadista Robin R. Churchill, el derecho consuetudinario internacional genera dos consecuencias principales que denotan su carácter vinculante con la Comunidad Internacional. La primera de estas consecuencias es que ante la evidencia de una ‘práctica general aceptada como norma’, se concibe la presunción de que todos los Estados, hayan contribuido o no a la realización o 28 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 13. 28 formación de la práctica, se atan a obedecerla, toda vez aceptaron tácitamente la realización de la práctica generada. De esta manera, la Comunidad Internacional ante la existencia de una norma de costumbre internacional, está obligada a aceptarla aunque no consienta su realización, pues se presume que al reconocerse su existencia se reconoce su validez; afirmación que es válida, siempre y cuando no se evidencie, el continuo rechazo de un Estado o grupo de Estados para con dicha normativa. La segunda de estas consecuencias, es el rol determinante del consentimiento en razón que genera la presunción que si un Estado consiente y realiza una práctica, acepta la legalidad de la misma en otros Estados, aun cuando dicha práctica no es reconocida por la mayoría de la Comunidad Internacional. Como ejemplo de esta presunción, se puede considerar a los primeros Estados que reconocieron como límite del mar territorial las doce millas náuticas, los cuales estaban obligados a reconocer entre si la validez de sus reclamaciones, respetando a su vez la postura generalizada de las “Tres Millas” como límite del mar territorial dentro de la aceptación general de la Comunidad Internacional.29 En el caso particular del Derecho Internacional del Mar, la costumbre internacional se ha hecho efectiva, de acuerdo con el jurista E. Andréev, a través de varios ejemplos, indicando para el efecto que “en la segunda mitad del siglo XVIII se cristalizó y afianzó, como norma consuetudinaria de Derecho Internacional, el principio de libertad de altamar (…). Se conformó como norma consuetudinaria también el principio de la soberanía del Estado sobre sus aguas territoriales, comprendido el derecho de paso inocente de los barcos extranjeros por ellas. La norma consuetudinaria de Derecho Internacional que autoriza el paso inocente de las embarcaciones extranjeras a través de las aguas territoriales se estableció con arreglo a las necesidades de desarrollo de las relaciones económicos pacíficas entre los Estados y por el imperativo de la libertad de navegación”.30 29 30 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 7. Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Págs. 13 y 14. 29 En igual forma, es fundamental establecer que hasta la entrada en vigor de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, la anchura del mar territorial era regulada por normas de carácter de costumbre internacional, facultándose para el efecto la validez de conceptos propios como el “Mar Patrimonial” consistente de 200 millas náuticas, derivados de dicha costumbre. Cabe a su vez establecer que el derecho consuetudinario, dentro del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, ha sido en gran medida superado o incorporado a tratados internacionales como la Convemar, a efecto de otorgar su validez más bien en la voluntad de la Comunidad Internacional; sin embargo, la costumbre internacional tiene especial valor, en aquellos temas en donde la referida Convención se quedó corta, siendo un caso evidente el reconocimiento del marco jurídico particular de las “Bahías Históricas”. Por su parte, en relación a los efectos vinculantes que conlleva el derecho consuetudinario es importante considerar lo estipulado por el internacionalista Matthias, Herdegen, quien señala que “la mayor parte de las reglas del derecho consuetudinario internacional las pueden modificar las partes mediante tratados (derecho dispositivo). Esto no se aplica, sin embargo a aquellas normas del derecho consuetudinario internacionales que, en vista de su significado fundamental para la comunidad de Estados, son inmodificables (derecho imperativo, IUS COGENS)”. 31 Es en relación a la consideración anterior que se evidencia la preeminencia de la voluntad expresa de los Estados dentro de un tratado internacional en relación con la costumbre pero, a su vez, esa preeminencia tiene la excepción ante normativa de derecho consuetudinario, que es respaldada por la cuasi totalidad de la Comunidad Internacional o en su caso tiene un carácter fundamental en la formación de historia humana. Las normas de derecho consuetudinario imperativo o IUS COGENS, constituyen normas cuya aceptación histórica o real es tal, por parte de la Comunidad Internacional, 31 Herdegen, Matthias. Op. Cit. Pág. 155. 30 que negar su existencia sería contrariar en sí a la referida Comunidad, siendo para el efecto que cualquier tratado que pretenda su erogación o superación en contra, es nula. 1.4.3. Los Principios Generales del Derecho Internacional del Mar En concordancia con el literal c) del numeral 1 del artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, se reconoce la importancia de los “Principios reconocidos por las naciones civilizadas” que de manera más concreta son denominados como ‘Principios Generales del Derecho Internacional’. En relación a los mismos, de conformidad con lo expuesto por el internacionalista Robin R. Churchill, esta vaga categoría es de poca importancia pues el uso de los referidos Principios Generales del Derecho Internacional, son utilizados de manera auxiliar por la Corte Internacional de Justicia a efecto de suplir las lagunas existentes tanto en los tratados como en el costumbre internacional; siendo así que los principios a considerar en relación al Derecho Internacional del Mar son de una naturaleza muy particular y propia de la especialidad que desarrollan32. En este mismo sentido se pronuncia el jurista E. Andreév, al indicar que , “al Derecho Internacional del Mar son plenamente aplicables principios básicos del Derecho Internacional tales como la igualdad soberana y el respeto de los derechos inherentes a la soberanía; la no intervención en los asuntos internos; la prohibición de emplear la fuerza o amenazar con su empleo. Además se pueden destacar los principios fundamentales específicos del Derecho Marítimo Internacional como rama del Derecho Internacional general”. 33 Es en razón de la especialidad de la materia y de su amplio ámbito de regulación, que de acuerdo con lo expuesto por el citado tratadista Robin R. Churchill, reglas como la libertad en Alta Mar y la exclusividad de la jurisdicción del Estado de la bandera del barco, son descritos como principios propios de la disciplina jurídica y tienen especial relevancia dentro del Derecho Internacional del Mar, en atención que ante la ausencia de prueba evidente que, por ejemplo, un derecho derivado de un tratado que reconozca 32 33 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 10. Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 17. 31 la jurisdicción de otro Estado en relación a un buque enarbolado con una bandera determinada dentro de Alta Mar, tal derecho es inexistente. De esta manera los principios generales del Derecho Internacional del Mar tienen una aplicación propia para reforzar una presunción residual en la resolución de pretensiones de origen dudoso.34 Para varios tratadistas, la importancia de establecer estos principios específicos del Derecho Internacional del Mar, es redundante toda vez que la aplicación de los mismos los ha desarrollado primero, en calidad de derecho consuetudinario internacional y posteriormente, con la evolución de la materia en disposiciones contenidas dentro de tratados especializados como la Convemar; no obstante lo anterior, a efecto de entender de mejor manera las instituciones contenidas en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, se considera prudente desarrollar en un apartado particular aquellos principios que dentro de la doctrina se consideran sustanciales para comprender el funcionamiento de las figuras propias de la disciplina jurídica analizada. 1.4.4. Decisiones judiciales y doctrina internacional de los Publicistas Las decisiones judiciales así como la doctrina internacional producida por Publicistas constituyen, en concordancia con el artículo 38 literal d) del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, medios auxiliares para determinar lagunas dentro del Derecho Internacional. La afirmación anterior, ha generado que se ponga en duda la validez de estos medios como auténticas fuentes, siendo esta la postura que aduce el tratadista, José Antonio Pastor Ridruejo, que en relación a la jurisprudencia se pronuncia indicando que “para unos autores – los más- la jurisprudencia no es fuente de reglas de Derecho, sino un medio auxiliar para la determinación de las mismas; para otros – los menos – sí lo es”.35 En este sentido, de acuerdo con lo establecido por el jurista Robin R. Churchill, estos medios no pueden crear normativa internacional, siendo que 34 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 10. Pastor Ridruejo, José Antonio. Curso de Derecho Internacional Público y Organizaciones Internacionales. España; Editorial Tecnos. 2003. Novena edición. Pág. 82. 35 32 sólo los Estados pueden hacerlo a través de la formación de tratados, derecho consuetudinario y principios generales; teniendo para el efecto una función coadyuvante para la identificación de reglas creadas por los Estados.36 En razón de lo anterior, el valor de un dictamen emitido por un juez o un publicista, en relación con un elemento particular del Derecho Internacional, siempre será dependiente en relación a una postura individual y la profundidad de análisis que haya realizado al haber emitido su dictamen, en pos de una investigación apropiada y relacionada con la controversia planteada. Es importante indicar, que dentro de lo expuesto anteriormente, existe la excepción propia de la vinculación del dictamen judicial en razón del reconocimiento del referido poder jurisdiccional por los Estados a cuyo fallo va dirigido, es decir, toda decisión judicial es vinculante directamente para los Estados que hayan aceptado la validez del fallo al reconocer y consentir la jurisdicción con que actúa el tribunal emisor. No obstante lo anterior, partiendo de lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, en el caso particular del Derecho Internacional del Mar la influencia que han generado estas ‘fuentes subsidiarias’ ha sido directa y sustancial para la evolución de la referida materia. En este sentido, la referida disciplina jurídica se ha visto sustancialmente influenciada por los trabajos de publicistas, entre los cuales destacan Hugo Grocio, John Selden y Cornelio van Bynkershoek, quienes (entre otros) modificaron la consideración existente en relación a la delimitación de los espacios marítimos. De igual manera, el Derecho Internacional del Mar ha sido formado en gran medida por las decisiones judiciales de cortes y tribunales internacionales sobre todo en relación a casos de delimitación de las zonas de jurisdicción marítima; teniendo especial relevancia para el efecto tanto las sentencias emitidas por la Corte Internacional de Justicia - que desde 1969 se acumulan a trece fallos - y por el Tribunal Internacional del Derecho del Mar como los laudos emitidos por los Tribunales Arbitrales Ad-Hoc 36 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 10 33 constituidos de conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982.37 1.4.5. Actos unilaterales de los Estados Los actos unilaterales de los Estados, de acuerdo con el tratadista anteriormente citado (quien se refiere a los actos unilaterales como ‘declaraciones unilaterales’), han tenido un rol directo en el desarrollo del Derecho Internacional del Mar, siendo particular de esta disciplina jurídica.38 Para entender la importancia de estos actos en calidad de fuentes, cabe señalar que de acuerdo con el jurista José Hoyos Muñoz, “existe la posibilidad de que los Estados emitan actos unilaterales con la clara intención de que se produzcan efectos jurídicos, y es así como de tales actos pueden derivarse obligaciones para el Estado que los produce como también le pueden ocasionar la pérdida de Derechos”.39 En razón de lo anterior dentro del contexto del Derecho Internacional del Mar, de acuerdo con lo señalado por el internacionalista Donald R. Rothwell, existen dos tipos distintivos de declaraciones unilaterales. Las primeras son aquellas declaraciones hechas por Estados que buscan extender los derechos derivados de la normativa internacional existente a través de práctica estatal, teniendo como ejemplo las Proclamas de Truman de 194540, las cuales sustentaron, a su vez, la justificación de actos unilaterales de los Estados en donde se reconocían derechos derivados sobre zonas de jurisdicción marítima como la Plataforma Continental y la Zona de Fondos 37 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema IX, literal D. Ibid. Capítulo 1, subtema IX, literal C. 39 Hoyos Muñoz, José. Apuntes Sencillos de Derecho Internacional Público. Colombia; Señal Editora. 1993. Págs. 124 y 125. 40 Las ‘Proclamas de Truman’ se refiere a la Proclamación Presidencial No. 2667 emitida por Harry S. Truman en 1945; a través de esta declaración Estados Unidos declaró, por una parte, como justo y razonable el ejercicio de la jurisdicción estatal sobre el subsuelo y los fondos marinos ubicados en la plataforma continental adyacente a su costa, en razón de que la plataforma continental debía ser considerada como una extensión de la masa terrestre del Estado ribereño y por ende susceptible a ser sometido a su jurisdicción soberana. De igual manera, bajo la referida justificación sustenta la posibilidad de dominio estatal sobre las aguas suprayacentes hasta la terminación de esa masa terrestre, ampliando para el efecto facultades de pesca sobre dichos espacios, (Donald R. Rothwell y Tim Stephens; The International Law of the Sea). 38 34 Marinos y Oceánicos, previo a su codificación. El segundo tipo de estas declaraciones unilaterales es la aserción sobre nuevas pretensiones marítimas partiendo de normativa existente, en razón de las circunstancias propias de los Estados ribereños, como las reclamaciones sobre la Zona Económica Exclusiva, derivadas de la pretensión de ciertos Estados por extender sus derechos sobre una zona más allá del mar territorial.41 1.4.6. Actos de Organizaciones Internacionales La evolución del Derecho Internacional así como el incremento de Organizaciones Internacionales intergubernamentales conformadas para abarcar materias especializadas, ha generado la consideración de los actos de dichas Organizaciones como fuente de Derecho. En el caso particular del Derecho Internacional del Mar, las mismas tienen especial importancia, siendo a su vez que la Convemar no sólo crea un marco institucional para garantizar el cumplimiento de sus disposiciones, sino que a su vez, dedica un Anexo completo (Anexo IX de la referida Convención) para regular la posibilidad que organizaciones internacionales sean establecidas por la Comunidad Internacional para encargarse de temáticas específicas dentro del mismo tratado. Por su parte, tratadistas entre los cuales destaca Donald R. Rothwell, tratan la injerencia que estos actos han tenido en la evolución del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, al referirse a la fuente denominada como “Soft Law”. En razón de lo anterior, señala el tratadista referido, que como ejemplo de este tipo de actos notoriamente significativos, puede resaltarse las resoluciones de 1969 y 1970 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas relativas a los Fondos Marinos, cuyo contenido a su vez se proyectó para establecer los principios que sustentaron el desarrollo de la Parte XI (relativa a la ‘Zona’) de la Convemar, así como el “Código de la FAO de Conducta para la Responsabilidad de la Industria Pesquera emitido en 1995”, entre otros. Por su parte, es importante considerar que el atractivo que ostenta esta fuente, es que permite abordar determinadas controversias en bases relativamente rápidas sin tener que agotar todas las formalidades asociadas a la 41 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema IX, literal C. 35 negociación de los tratados, así como que permite responder a temas que han emergido recientemente sin poder haber sido regulados de manera apropiada por la Convemar.42 1.5. Principios fundamentales del Derecho Internacional del Mar En razón de comprender varias de las instituciones, en la actualidad codificadas por el Derecho Internacional del Mar dentro de tratados específicos de la materia, resulta fundamental la consideración particular de determinados principios normativos propios de la referida disciplina jurídica. De esta manera, en conformidad con varios tratadistas, entre los cuales cabe destacar a E. Andréev, el Derecho Internacional del Mar se sustenta por la aplicación de sus propios “Principios Fundamentales”, siendo estos los siguientes:43 1.5.1. Principio de libertad en Alta Mar El Principio de Libertad en Alta Mar, de acuerdo a lo indicado en la obra del jurista Alberto Székely, fue especialmente defendido y concebido dentro del contexto de la obra de Mare Liberum escrita por el tratadista Hugo Grocio, en el año de 1609. En dicho tratado, Grocio defiende que para contener la ambición territorial y evitar que el mar se convirtiera en un teatro permanente de agresiones hacia tierra, así como un codiciado objeto de control, se debe concebir al Mar (los espacios marítimos en su totalidad) como una zona inmune a la soberanía de todos los Estados, en donde la libertad de movimiento correspondiese a todos por igual; considerando dicho espacio, propiedad común y, por lo tanto, imposible de ser reivindicada unilateralmente por cualquier Estado.44 Esta primera noción presentada por Grocio, a su vez, evolucionó y en lugar de considerar a los espacios marítimos en su totalidad, se limitó a establecer un área marina de uso común para la Comunidad Internacional que estuviera ubicada más allá 42 Ibid. Capítulo 1, subtema IX, literal E. Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Págs. 17 a 28 44 Szekely, Alberto. Derecho del Mar; México. Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM). 1991. Pág. 823. Disponible en la página web: http://www.bibliojuridica.org/libros/1/322/11.pdf Fecha de Consulta: 17 de junio de 2013. 43 36 de las zonas de jurisdicción marítima propias de cada Estado y que en consecuencia permitiera el goce de todos los Estados, indistintamente su condición, de determinadas libertades sobre dichas zonas. En el Derecho Internacional del Mar contemporáneo, el “Principio de Libertad de Alta Mar” debe entenderse como la potestad que tienen todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, sobre la porción marina denominada como “Alta Mar” – cuya delimitación se hará en un apartado específico dentro del presente trabajo -, de poder hacer uso y disponer de ella en razón de determinadas libertades impuestas por la misma disciplina jurídica en sus cuerpos normativos especializados; estableciendo como único parámetro de limitación, los intereses de otros Estados en su ejercicio de la libertad de alta mar así como los derechos previstos con respecto a las actividades que pueden realizarse dentro de las zonas de jurisdicción marítima de carácter estatal. En la actualidad el Principio de la Libertad de Alta Mar, está contenido expresamente en el artículo 87 de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, y engloba las libertades siguientes: a) La libertad de navegación; b) La libertad de sobrevuelo; c) La libertad de tender cables y tuberías submarinos; d) Libertad de construir islas artificiales y otras instalaciones permitidas por el derecho internacional, e) La libertad de pesca; y f) La libertad de investigación científica. En atención a lo expuesto con anterioridad, la importancia de este principio radica en que se reconoce la propiedad de la Comunidad Internacional en su conjunto sobre porciones del entorno marítimo global, en el presente caso dentro de la porción denominada como Alta Mar, y garantiza para el efecto el derecho inherente que ostenta cada Estado de hacer uso de dicha porción dentro de los términos establecidos, por supuesto aceptando a su vez las obligaciones derivadas y solidarias en proporción a dichos espacios. El principio de Libertad de Alta Mar es el precepto más importante dentro de la evolución del Derecho Internacional del Mar, en razón que ha contribuido a establecer los parámetros e instituciones jurídicas vinculadas con la delimitación para los espacios marítimos, siendo así que, como señala E. Andréev “es, además, un principio imperativo, y por esto dos o varios Estados no tienen derecho a concertar un 37 acuerdo que contravenga al principio de libertad de Altamar. Los acuerdos de este género serán considerados nulos (art. 53 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los tratados internacionales) (sic)”. 45 1.5.2. Principio de la utilización pacífica de los espacios marítimos Este principio figura entre los más importantes del Derecho Internacional del Mar, y su existencia emana del reconocimiento de los espacios marítimos como una unidad física que no conoce fronteras y, que si bien puede delimitarse en zonas de jurisdicción, el contenido de sus aguas debe ser explotado o utilizado, atendiendo a fines pacíficos y con respeto a los derechos que otros Estados puedan ostentar sobre dichos espacios. De esta manera, por una parte, se reconoce la facultad estatal de proteger su jurisdicción sobre los espacios marítimos que le atañen, en caso de que dicha soberanía fuese conculcada pero, al mismo tiempo, se pretende garantizar que las libertades ejercidas dentro de las zonas de uso común puedan ser ejercidas sin ser objeto de perturbación alguna, debiéndose abstener los Estados a emplear estos espacios marítimos para generar cualquier agresión contra la Comunidad Internacional en su conjunto o un Estado particular. Este principio ha influenciado de manera directa para que tratados y otros instrumentos internacionales busquen regular y prohibir expresamente aquellas conductas cuyo desarrollo puedan conculcar un daño nocivo para la Comunidad Internacional , siendo que de acuerdo al tratadista E. Andréev, “figuran entre ellos ( además del Tratado sobre la Antártica) el Tratado de 1963, que prohíbe las pruebas de armas nucleares en la atmosfera, el espacio cósmico y bajo el agua, y el de 1971, que prohíbe emplazar armas nucleares y otros tipos de armas de exterminio masivo en el fondo de los marres y océanos y en su subsuelo”. 46 Por su parte, de acuerdo con el jurista anteriormente citado “la Convención de la ONU sobre el derecho del Mar (1982) contiene varios artículos sobre la utilización de los espacios marinos con fines pacíficos. La fórmula 45 46 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 17. Ibid. Pág. 19. 38 más general de este principio que expone su contenido, se encuentra en art. 301, según el cual los Estados Partes se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los principios del Derecho Internacional incorporados en la Carta de las Naciones Unidas”. 47 1.5.3. Principio de la jurisdicción exclusiva del Estado de la bandera del barco en Alta Mar (Principio de la “Ley del Pabellón”) De acuerdo con el tratadista referido, E. Andréev, “este principio establece que en alta mar, por regla general, el barco de un Estado no se subordina al poder de otros Estados, y que se extiende al buque el poder administrativo y otro del Estado de la bandera, incluyendo el poder sobre todas las personas y sus bienes que se encuentren a bordo. En alta mar no se ejerce la soberanía de ningún Estado, y el orden jurídico internacional lo asegura la observancia estricta por todos los Estados del principio de la jurisdicción exclusiva de cada Estado sobre los barcos de su bandera”.48 Cabe destacar que este principio, aunque se aplica de forma general, no es absoluto, siendo susceptible a que en casos excepcionales, relacionados con la comisión de delitos de magnitud notoria para la Comunidad Internacional (como el transporte de esclavos o la piratería), otros Estados, distintos al Estado del pabellón, puedan ejercer determinadas prerrogativas sobre el buque infractor.49 La importancia propia del principio de la ‘Ley del Pabellón’ es que confirma la soberanía sobre ciertos elementos propios de un Estado, aún dentro de zonas de jurisdicción de carácter común como lo es la Alta Mar. En este sentido, no se quebranta el principio de libertad de Alta Mar, pues se siguen reconociendo las facultades inherentes de todo Estado para poder hacer uso de las libertades conferidas dentro de una zona de propiedad global común pero, al mismo tiempo, se reconoce en cierta 47 Loc. Cit. Ibid. Pág. 21. 49 Para analizar de forma detallada los casos de excepción para la aplicación del principio de la “Ley del Pabellón”, ver el literal a) del apartado 3.7.2 de este trabajo de investigación (relativo a la libertad de Navegación en Alta Mar). 48 39 medida la potestad soberana de un Estado, de ejercer ciertos controles dentro de los bienes propios de su propiedad (como se computa el buque bajo el pabellón de un Estado), así como dentro de las personas vinculadas a su jurisdicción (la tripulación propia del buque), por supuesto, siempre circunscrita a respetar ante todo a la Comunidad Internacional. 1.5.4. Principio de la soberanía del Estado sobre sus aguas territoriales (Principio de Soberanía) El “Principio de Soberanía” nace del reconocimiento que la Comunidad Internacional hace de la soberanía propia de cada Estado en lo particular a su territorio, incluyendo dentro del mismo el control que pudiese ejercer un Estado ribereño sobre determinada porción de los espacios marítimos adyacentes a su costa, para la protección de dicha costa, así como la explotación de productos derivados. En este sentido, todo Estado ejerce plena soberanía y control sobre el territorio que ostenta bajo su jurisdicción, siendo para el efecto vital la consideración de la anchura de las aguas territoriales, en atención a que la frontera estatal coincide con el límite exterior de dichas aguas. En relación a este extremo, el jurista E. Andréev señala que “en los últimos años del 60 y primeros del 70 se formó la norma consuetudinaria de Derecho internacional que fija en 12 millas el límite de las aguas territoriales. Esta norma se halla refrendada en la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar, la cual estipula también que la indicada soberanía se realiza mediante la observancia de la Convención y de otras normas de Derecho Internacional”.50 1.5.5. Principio de la libertad de paso en tránsito de todas las embarcaciones y aeronaves a través de los estrechos internacionales El “Principio de libertad de paso en tránsito de todas las embarcaciones y aeronaves a través de los estrechos internacionales” pretende regular la facultad de paso de buques y embarcaciones propias de un Estado, en relación a diversas zonas marítimas propias 50 Loc. Cit. 40 de cada Estado, que comunican una parte de la Alta Mar o la zona económica exclusiva con otra parte de Alta mar o zona económica exclusiva. Sin este derecho de paso, sería imposible el desarrollo de la colaboración de los Estados en diversas esferas, la realización de los vínculos económicos en el exterior y el garantizar la seguridad en la navegación marítima. Este principio conlleva la facultad que buques de cada Estado puedan pasar por determinadas áreas marinas, aunque éstas sean propias de la jurisdicción de un Estado ajeno, cuando el propósito de las mismas sea la comunicación entre una fracción del Alta Mar y otra fracción de la referida zona de jurisdicción marítima; es importante agregar que la libertad de paso no excluye, ni disminuye, la obligación propia del buque extranjero de ejercer su “derecho de paso” en condiciones pacíficas, para el Estado en cierta manera afectado. Especial importancia, dentro del ejercicio del presente principio, representa el derecho de paso fijado en las vías marítimas archipelágicas designadas por el Estado archipelágico para la navegación y el sobrevuelo normales de todas las embarcación y aeronaves exclusivamente con fines de tránsito ininterrumpido, rápido y sin trabas. 1.5.6. El Principio de la protección del medio marino El principio de protección del medio marino, deriva directamente de la función propia del Derecho Internacional de “proteger y conservar el Medio Ambiente” así como de la función propia del Derecho del Mar, de “garantizar la cooperación entre los Estados para la conservación propia de los espacios marítimos”. En este sentido, se constituye como una obligación, de carácter no sólo individual en lo que respecta a cada Estado en particular sino colectiva propia de la Comunidad Internacional en su conjunto, que consiste en la protección, conservación y garantía de un desarrollo sostenible en relación, no sólo a los espacios marítimos sino también de la extracción de los recursos contenidos en el fondo de los mismos. 41 De acuerdo al referido tratadista E. Andréev, “para la formación y el enriquecimiento del principio de la protección ambiental en su conjunto tuvieron gran importancia, en particular el Tratado sobre la Antártica de 1959, la Convención de Ginebra sobre alta mar de 1958, el Tratado de no proliferación de las armas nucleares de 1968, (…) En forma generalizada, el principio de la protección del medio ambiente marino aparece formulado con precisión en la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar de 1982, según la cual los Estados tienen lo (sic) obligación de proteger y preservar el medio marino (art. 192)”.51 Por su parte en relación a la materia que abarca este principio, el jurista E. Andréev, señala que “el principio de protección del medio marino incluye los elementos siguientes: 1) prevención del ensuciamiento del medio marino, prohibición de ensuciarlo; 2) protección y uso racional de los recursos vivos del mar; 3) prohibición de la actividad que se realice bajo la jurisdicción y el control de un Estado y cause daño al medio marino de otros Estados o regiones situadas fuera de los límites de la jurisdicción nacional, y 4) obligación de los Estados de colaborar en la protección del medio ambiente marino”.52 En razón de los elementos anteriores, es importante destacar que los referidos van destinados a la protección y prevención (prohibición de ensuciar el medio marino y prohibición de actividades estatales particulares que dañen el referido medio marino), conservación ( obligación de corresponsabilidad en el mantenimiento del medio marino y de la biodiversidad que éste acarrea) y garantía de un desarrollo sustentable y sostenible (en la protección y uso racional de los recursos vivos del mar) relacionado a los espacios marítimos tanto vinculados a las jurisdicciones estatales como a las zonas marinas comunes. 1.5.7. Principio de la concepción de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos, y sus recursos como “patrimonio común de la humanidad” 51 52 Ibid. Pág. 22. Ibid. Pág. 23. 42 El Principio de concebir a la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos (en adelante denominada bajo su tratamiento dentro de la Convemar como ‘la Zona’) en calidad de “patrimonio común de la humanidad” conlleva, de acuerdo a Ignacio Arroyo, la consideración que “la titularidad del lecho, del subsuelo y de los recursos en alta mar es de la humanidad; ni los Estados ni los particulares pueden apropiárselos. La idea central, como se dijo, es la proclamación de patrimonio común de la humanidad de los fondos marinos, oceanográficos y subsuelo, así como de sus recursos, fuera de los límites de la jurisdicción nacional (art. 136). Nadie tiene derecho de apropiación, salvo la Autoridad Internacional, que distribuye equitativamente los beneficios entre todos los Estados sin excepción, con independencia de su situación geográfica, con o sin litoral costero (arts. 137 y 140)”.53 Es importante establecer que los artículos citados, corresponden a la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar de 1982 y respaldan la concepción de este principio; en razón del cual se reconoce una copropiedad por parte de la Comunidad Internacional sobre la Zona, a partir de la cual se limita su exploración y explotación exclusivamente a una entidad que la representa y que ante ganancias derivadas de dicha área marina, las reparte a los Estados que conforman la referida Comunidad. Por su parte el tratadista E. Andréev, indica que ”los elementos fundamentales de la concepción acerca de la herencia de toda la humanidad son:1) ningún Estado puede extender su soberanía o derechos soberanos a ninguna parte de la Zona ni a sus recursos; ningún Estado, ninguna persona natural o jurídica puede apropiarse de parte alguna de la Zona o sus recursos (párrafo 1, art. 137); 2) todos los Estados utilizan la Zona en común y con igualdad de derechos, dentro de los límites del régimen jurídico establecido en la Convención (arts. 141, 153); 3) la Zona es utilizada exclusivamente con fines pacíficos y en viene de toda la humanidad (arts. 140, 141)”.54 1.6. Distinción entre el Derecho Internacional del Mar y el Derecho Marítimo 53 54 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 43. Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 26. 43 En razón de lo indicado con anterioridad, dentro del ámbito doctrinal existe una gran confusión en relación a la amplitud propia del Derecho Internacional del Mar, siendo así que la tendencia generalizada de varios juristas es conceptualizar en calidad de sinónimos al Derecho Internacional del Mar y al Derecho Marítimo. Postura, que en la práctica encuentra su error, sobre todo a partir del mismo ámbito de aplicación propia de cada una de las disciplinas en particular. Partiendo de la consideración anterior, el tratadista Ignacio Arroyo sustenta una división bastante clara al establecer que “tradicionalmente, la expresión ‘Derecho del Mar’ es la parte del Derecho internacional público que hace referencia a las normas supranacionales sobre el mar y los fondos marinos, y el Derecho marítimo la parte del Derecho mercantil que regula las actividades comerciales, privadas y marítimas”.55 En este sentido, es importante establecer para efectos del presente trabajo de investigación, que el Derecho Marítimo se entenderá como el conjunto de normas jurídicas que regulan todas aquellas relaciones derivadas de actos comerciales cuyo objeto o cuyo ámbito de aplicación vincula recursos o elementos propios de los espacios marítimos como medio facilitador para los referidos actos mercantiles; es decir, todas las relaciones derivadas del comercio realizado dentro de los espacios marítimos y sus diversas zonas de jurisdicción marítima, así como el transporte marítimo para fines comerciales, la regulación relativa a la estructuración interna de buques comerciales, los contratos comerciales vinculados al intercambio de mercaderías y los contratos de seguro relativos tanto a buques comerciales como de otras clases. Por su parte, al hablar de Derecho Internacional del Mar, tal y como se ha indicado en los apartados anteriores, se refiere más bien a la normativa jurídica de carácter supranacional cuyo objeto es tanto el delimitar los espacios marítimos a efecto de poder establecer derechos y obligaciones propias para cada Estado en particular así como para la Comunidad Internacional en su conjunto, como el regular las relaciones propias 55 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 25. 44 de dicha Comunidad en relación a la administración y conservación de dichos espacios marítimos. En atención a la consideración anterior, el objeto de análisis del presente trabajo consistirá exclusivamente la segunda temática, viéndose para el efecto excluida, al menos de manera directa, cualquier análisis relativo a relaciones de carácter comercial o privado que utilicen como medio de transporte u objeto de explotación a los espacios marítimos. 1.7. Antecedentes históricos relativos al desarrollo del Derecho Internacional del Mar Para conocer a fondo una disciplina no basta con conocer sus elementos, características, fuentes e instituciones, sino que, a su vez, resulta primordial conocer su desarrollo histórico; sobre todo, cuando se considera una materia eminentemente evolutiva y dinámica, como lo resulta el Derecho Internacional del Mar. Atendiendo a la reflexión anterior, es a su vez importante examinar el valor que históricamente se la ha otorgado a los espacios marítimos; en este sentido el jurista Federico Ramírez Baños establece que “el concepto de mar está vinculado a los primeros tiempos de la humanidad. Cuando el hombre supera la etapa nómada y se convierte en sedentario, variadas inquietudes de carácter económico, social y político, lo impelen a la conquista de nuevos espacios, capaces de proporcionarle, tanto la obtención de distintos satisfactores con los que resuelva sus crecientes necesidades, como lugares y grupos con los que fuera dable establecer un intercambio o trueque comercial”. 56 Por su parte el tratadista Ignacio Arroyo, en relación con la evolución de la referida disciplina jurídica y el ordenamiento normativa que en la actualidad lo regula, señala que. “(…) es el resultado de una larga evolución histórica que se caracteriza por tres elementos esenciales: a) la tensión entre el principio de libertad del mar y el deseo de 56 Ramírez Baños, Federico. Reseña de la Evolución del Derecho Marítimo. Separata de la Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) – Época VI. Números 7 y 8-. Guatemala, Guatemala. 1999. Pág. 191. 45 apropiación marítima de los Estados; b) la consideración del mar no sólo como una superficie plana sino como un volumen a explotar; y c) el mar al servicio del desarrollo. El primero pone de manifestó la paulatina territorialidad estatal del mar; el segundo, los intereses sobre el mar se desplazan de la navegación a la explotación de los recursos marinos, y el tercero, que las riquezas marinas deben ser un factor que contribuya al progreso de los países en desarrollo”.57 Los elementos anteriores plantean una consideración interesante, la cual conlleva a analizar la historia del Derecho Internacional del Mar en razón del valor y concepción que, de los espacios marítimos, ha ostentado la humanidad, desde el inicio de su desarrollo primitivo hasta la actualidad. El análisis anteriormente planteado, conlleva ante todo examinar a los espacios marítimos como un medio que proporciona y facilita el comercio entre naciones, asegurando su expansión territorial, así como el área donde se pueden extraer satisfactores para respaldar una vida social sustentable. Ante la evolución tecnológica del ser humano y la necesidad de los Estados por dominar el territorio que se extiende más allá de espacios terrestres, como medio para garantizar poder y control militar, surge la consideración de dividir a los espacios marítimos en zonas de jurisdicción que vinculen obligaciones y derechos para cada Estado pero, que también permita la consideración de una normativa sustentada en parámetros contenidos dentro de un derecho consuetudinario internacional. Finalmente el Derecho Internacional contemporáneo plantea tanto la necesidad de ampliar su ámbito de aplicación, ya no sólo limitarse a la delimitación de espacios marítimos sino considerar su relación emergente con otras disciplinas de afectación global, como sobre todo, buscar respaldar su existencia en normativa escrita, codificada y uniformada que se legitime a través de la aceptación voluntaria de la comunidad internacional. En atención a lo considerado, es que se procede dentro del presente trabajo a analizar a la evolución del Derecho Internacional del Mar a partir de tres etapas: a) La primera que surge con los albores del intelecto humano, comprende el estudio de los espacios 57 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 26 46 marítimos como medio para facilitar las relaciones comerciales y traslado de bienes entre naciones, colocando a la referida disciplina jurídica como una función propia del Derecho Marítimo sin otorgarle autonomía ni un ámbito de aplicación definido. b) La segunda que acoge la posibilidad de los espacios marítimos como territorios sujetos de ser sometidos a jurisdicción y dominio, planteando la necesidad de establecer una normativa internacional específica para tal función delimitante, siendo para el efecto importante considerar el derecho consuetudinario originado como consecuencia así como los intentos fallidos para codificar dichas costumbres internacionales. Y, c) la tercera conlleva analizar la importancia que ostentó la existencia de los tratados internacionales derivados de las “Tres Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”, para la unificación de normativa a nivel supranacional, así como para permitir una amplitud temática para la disciplina jurídica en el sentido que se estudia y regula la misma en la actualidad. 1.7.1. Primera etapa: El mar como un medio para fines comerciales y de transporte (desarrollo del Derecho Internacional del Mar desde la Antigüedad hasta el siglo XVI) Al inicio de la génesis humana y en su primitivo desarrollo, los espacios marítimos eran conceptualizados como vías de navegación cuya finalidad era permitir y facilitar el intercambio comercial entre los mercantes de distintos Estados; de esta manera, existían normativas o costumbres que regulaban este intercambio en razón del uso de dichos espacios marítimos, siendo así que la normativa del Derecho Internacional del Mar se consolidaba de manera incidental, derivada de las relaciones comerciales referidas. En este sentido se pronuncia el jurista José Luis Meseguer Sánchez, quien estipula que. “el hombre, desde antiguo, ha dedicado especial atención al mar como vía de comunicación, como fuente de riqueza e incluso, como lugar idóneo de dirimir sus contiendas. En consecuencia, la navegación, la pesca y la misma guerra marítima han sido anteriores a la reglamentación jurídica de los mares”.58 58 Meseguer Sánchez, José Luis. Los Espacios Marítimos en el Nuevo Derecho del Mar. España; Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales. 1999. Págs. 17 y 18. 47 Al respecto, el tratadista E. Andréev, señala que las necesidades de las civilizaciones antiguas implicaban la creación de códigos regionales que agruparan las principales normas relativas al intercambio comercial marítimo, siendo que “aplicado a la sociedad esclavista, a la feudal y al período de transición al capitalismo, el término de Derecho Internacional del Mar no sirve para designar una rama, sino para determinar algunas normas de Derecho Marítimo, que en aquellas épocas se referían en lo fundamental al sistema de Derecho interno y regulaban principalmente las relaciones de Derecho privado, las de propiedad. Los ‘códigos’ entonces vigentes (Basilika, Consolato del Mare, Leyes de Wisbie, Rollos de Oleron) no pueden considerarse como fuente de Derecho Internacional (…) - negrillas son propias para enfatizar texto resaltado por el autor original en cursiva -“.59 Estos “códigos marítimos” no regulaban la delimitación de la zonas marítimas y la relación de las mismas con la Comunidad Internacional, siendo así que no constituyen fuente directa para el Derecho Internacional del Mar; sin embargo, su influencia para el posterior desarrollo de la referida disciplina como rama del Derecho Internacional, emana directamente del intento de unificar normativas estatales a través de la costumbre regional y de considerar la importancia del dominio de estos espacios marítimos, siendo para tal efecto necesaria su inclusión dentro del presente trabajo de investigación. En este mismo sentido, se pronuncia el jurista C. John Colombos quien considerando la normativa contemporánea que regula al Derecho Internacional del Mar, indica que “esta moderna unificación de las leyes del mar se ha visto muy auxiliada por la existencia de una serie de códigos marítimos que, aunque no promulgados por autoridad soberana alguna, asumieron gradualmente carácter obligatorio libremente reconocido por los comerciantes y traficantes de todas las naciones por igual. Su valía sobre saliente a este respecto es que contenían reglas que la práctica demostró eran adecuadas a las 59 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 6. 48 necesidades de una comunidad que desconoce fronteras nacionales: la comunidad internacional de navegantes”. 60 Es importante a su vez analizar, de manera más específica, el tratamiento derivado de estas relaciones comerciales marítimas que se le daba a la delimitación de los espacios marítimos. Para tal efecto, el jurista Oscar Cruz Barney, señala la regulación otorgada a estos espacios de acuerdo con el ordenamiento jurídico romano, al indicar que “por su parte, el ius civile aportó una serie de principios que enriquecieron la tradición del comercio marítimo; por ejemplo el de que el mar es un espacio libre y universal, abierto al aprovechamiento común, en el que se debe respetar la propiedad de las naves y sus mercancías, aún en casos de naufragio (…) – negrilla es utilizada para enfatizar texto resaltado por el autor original en cursiva –”.61 Como consecuencia de la caída del imperio romano, la Edad Media estuvo marcada de acuerdo con el jurista Thomas Wemyss Fulton, citado a su vez por el tratadista Donald R. Rothwell, por el deseo de varios estados poderosos de ejercer dominio, apropiación y control sobre los espacios marítimos como elemento de ventaja para el referido comercio en dichas zonas, siendo ejemplo destacado de esta forma de apropiación “el Tratado de Tordesillas” 62 de 1494.63 El panorama jurídico cambia a partir del Siglo XV, siendo que de acorde con el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, “en la Edad Moderna, con los descubrimientos geográficos de la segunda mitad del siglo XV y primera del XVI, se consolida en las relaciones internacionales la preponderancia de las causas políticas, caracterizadas 60 Colombos, C. John. Derecho Marítimo Internacional. Traducción por: José Luis De Azcárraga. España; Editorial Aguilar. 1961. Cuarta edición. Págs. 19 y 20 61 Cruz Barney, Óscar. Derecho Mercantil y Jurisdicción Mercantil: Una relación necesaria. México; Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM). Pág. 227. Disponible en la página web: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/4/1968/12.pdf. Fecha de Consulta: 17 de junio de 2013. 62 El ‘Tratado de Tordesillas” constituye la proclamación normativa de una Bula Papal realizada por Alejandro VI, en donde partiendo de los descubrimientos realizados por Cristóbal Colón, se trazó una línea meridional (con extensión de polo a polo) que atravesaba el Brasil y que dividía el globo terráqueo en dos espacios geográficos; siendo que todos los espacios, incluyendo los marinos , ubicados al este del meridiano le correspondían a Portugal y todo lo ubicado al oeste era de España (Donald R. Rothwell, The International Law of the Sea; Capítulo 1, subtema II). 63 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op .Cit. Capítulo 1, subtema II. 49 principalmente por la formulación de la teoría de la soberanía territorial absoluta y su corolario de la formación de los modernos Estados – España, Francia, Portugal e Inglaterra-. También como consecuencia aparece un fenómeno político nuevo desconocido hasta entonces en la Historia: el intento de ejercer soberanía absoluta en el océano, con el monopolio exclusivo y excluyente de los derechos de navegación y pesca frente a los demás Estados”.64 Es a partir del deseo de apropiación sobre los espacios marítimos, sustentado en la soberanía estatal, en contraposición con la conceptualización del mar como espacio común propio de la Comunidad Internacional, que por primera vez se establece la importancia propia del Derecho Internacional del Mar, y se da paso a la siguiente etapa histórica considerada dentro del presente trabajo de investigación. 1.7.2. Segunda etapa: El nacimiento formal del Derecho Internacional del Mar como disciplina jurídica y los primeros intentos de una codificación unificada (desarrollo desde los siglos XVII hasta inicios del XX) En esta etapa histórica, el Derecho Internacional del Mar se constituye como rama independiente del Derecho Marítimo, sujeta al Derecho Internacional, que busca instituir de manera fallida un marco jurídico que unifique regulaciones estatales y para tal efecto, comprende desde el conflicto doctrinal que dio origen a la delimitación de los espacios marítimos, a partir de dos grandes zonas de jurisdicción conocidas como mar territorial y Alta Mar, hasta el desarrollo de las Conferencias de la Haya de 1930 con el objetivo de codificar en tratados internacionales las referidas zonas en calidad de instituciones jurídicas. En razón de lo anterior, es importante destacar que entre los elementos de esta etapa histórica se encuentran los siguientes: a) La consideración inicial, durante los siglos XVII y XVIII, de los espacios marítimos a partir de una zona donde el Estado ejerce plena soberanía para la defensa de su costa (mar territorial) y un espacio amplio de 64 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 19. 50 carácter común, en donde cualquier Estado puede ejercer plenas libertades en razón de no ser susceptible de dominio (Alta Mar). b) En carácter de declaración unilateral y posteriormente como costumbre internacional, predomina durante esta etapa la noción de las tres millas sobre el mar territorial, aunque la misma es superada de manera inmediata al considerar el nuevo potencial que se desperdicia con esta limitada visión. c) Se originan las nociones de “zona contigua” (como medio para expandir jurisdicción estatal para protección de la masa terrestre en cuestiones de carácter aduanero y contrabando comercial) y de las “aguas interiores” planteando la necesidad de su inclusión en una nueva regulación para la uniformidad de costumbres dentro de la Comunidad Internacional. c) Un nuevo desarrollo tecnológico, reconoce el potencial del subsuelo y del Fondo Marino, planteando su consideración en cuanto al derecho propio de explotación para cada Estado. d) Se genera el intento por parte de los Estados de crear una regulación internacional que pretenda codificar las costumbres referidas, pero dichos intentos se ven muy limitados en su aplicación y no responden a las necesidades reales – ejemplo la Conferencia de la Haya-. a) El Derecho Internacional del Mar y la influencia de los Publicistas: Nacimiento de la delimitación de los espacios marítimos a partir de las zonas de jurisdicción de Mar Territorial y Alta Mar durante los siglos XVII al XIX Uno de los sucesos con mayor influencia dentro del desarrollo del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, tuvo lugar en los albores del siglo XVII y lo constituyó una batalla de naturaleza teórico-doctrinal en relación a la potestad por ejercer control sobre los espacios marítimos. En este sentido, partiendo del surgimiento de los Estados como entes soberanos a finales del Siglo XVI y de su deseo por extender su soberanía sobre el territorio marítimo adyacente a sus costas, se inició una disputa entre los principales publicistas de la época, en relación a si dichas pretensiones de dominio debían tener validez dentro del ámbito jurídico internacional o sí se debía seguir acatando el concepción de los espacios marítimos como territorio universal y común de la humanidad, instituida por los jurisconsultos romanos. 51 De esta manera, de acuerdo con la obra del jurista José Luis Meseguer Sánchez, la defensa por la denominada “Libertad de los Mares” inició con el tratadista español Francisco De Vitoria, quien a través de su doctrina “ius communicationis” estableció el derecho de todas las naciones a comunicarse libremente unas con las otras, por tierra o por mar, pues dicho derecho era de carácter inherente y común para toda la humanidad indistintamente la delimitación territorial de los Estados; con esto reconoció implícitamente la referida “Libertad de los Mares”.65 Por su parte, indica el tratadista citado, que no obstante lo anterior, “(…) es a Fernando VASQUEZ DE MENCHACA a quien corresponde la gloria de haber formulado con claridad y precisión este principio – mayúsculas son propias del autor original –”.66 Partiendo de las ideas de Francisco De Vitoria y Vásquez de Menchaca, de acuerdo con lo expuesto por Alberto Székely, el publicista Hugo Grocio publicó en 1609 su obra Mare Liberum, a través de la cual defendió que la propiedad ejercida sobre los espacios marítimos, debe regularse como la propiedad entendida sobre un bien con naturaleza RES COMUNIS OMNIUM, es decir propiedad de la comunidad global en su conjunto, siendo inherente a cada Estado en particular el ejercer determinadas libertades dentro de dicho entorno marítimo67. La publicación de Grocio se sustentaba en el hecho de que los espacios marítimos tienen una extensión tan vasta e interconectada que es imposible su ocupación y en consecuencia no pueden ser susceptibles de discurrirse propiedad de un solo Estado, considerando a su vez que los mismos espacios están distribuidos de tal manera que plantean una voluntad natural por ser utilizados de forma compartida por la Comunidad Internacional. La postura adoptada por Grocio, marcaría un hito histórico pero también generaría una gran controversia a nivel jurídico-doctrinal, siendo que de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, “durante el siglo XVII tuvo lugar la llamada gran batalla libresca entre los partidarios del mare liberum preconizado por el holandés Hugo GROCIO y el mare clausum defendido por el inglés John SELDEN. Este último, frente al principio de 65 Loc. Cit. Loc. Cit. 67 Szekely, Alberto. Op. Cit. Pág. 823. 66 52 la libertad de los mares, defendió el principio opuesto: la posibilidad del dominio absoluto de los mares con el obligado corolario del monopolio de la navegación. – mayúsculas y negrillas propias del autor original -”.68 La referida controversia correspondía a su vez a los intereses opuestos de dos naciones, Holanda (cuyo fuerte dominio comercial la inclinaba a favorecer al mar como no susceptible a ser apropiado) e Inglaterra (que deseaba ejercer dominio particular para mejorar su comercio). No obstante lo expuesto con anterioridad, la importancia de la nombrada controversia está en su solución, la cual vino en el año de 1702 con la publicación del tratadista Cornelio van Bynkershoek denominada De Dominio Maris. En la publicación nombrada, de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, se constituye un equilibrio entre ambas posturas contrapuestas, en razón que “(…) al mismo tiempo que se consagra el principio de la libertad de los mares, la preponderancia de las causas políticas logra imponer un recorte, de gran trascendencia, a tal principio fundamentándolo en razones de defensa de las costas de los Estados ribereños. Con base a esta sola razón, los Estados se reconocen tácitamente el dominio (de propiedad hablan los clásicos del siglo XVIII) de una estrecha franja de mar adyacente a sus costas, que actúa como valuarte (sic) o salvaguardia del domino terrestre”.69 De esta manera Bynkershoek delimitó los espacios marítimos en dos zonas de jurisdicción cuya vigencia exclusiva se demarcaría hasta principios del siglo XX, la primera, entendida como Alta Mar era la preponderante y denotaba la potestad de un uso común por cualquier Estado de manera plenamente libre, y la segunda, entendida como esa franja de protección del Estado ribereño denominada mar territorial, cuya anchura sería correspondiente al alcance del cañón o su equivalente de tres millas. Es importante indicar que en el plano político vinculante, no sería hasta el Tratado de Paris de 1784 en donde finalmente se garantiza la libre navegación de los buques de todas las naciones.70 Esta división de los espacios marítimos tuvo tal implicación que garantizó, de acuerdo con Donald R. Rothwell, que la administración de dichos 68 Meseguer Sánchez, José Luis; Op. Cit. Págs. 19 y 20. Ibid. Pág. 20. 70 Loc. Cit. 69 53 espacios y su respectivo régimen legal, gozará de un período de estabilidad a lo largo de todo el siglo XVIII hasta el XIX.71 No obstante lo expuesto con anterioridad, cabe destacar que durante el plazo referido, las innovaciones tecnológicas alcanzadas de manera progresiva, impulsaron a los Estados a adoptar normas que sustentaran una mayor extensión para la aplicación de sus jurisdicciones en determinadas temáticas. Un ejemplo de la citada normativa lo constituye “The Hovering Acts” emitidos por Inglaterra y adoptados de manera unilateral por España (a través de la Real Cédula de 17 de diciembre de 1760; y la Real Orden de 1 de mayo de 1775)72, siendo que, de acuerdo con el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, a través de dicha normativa se instituyó la práctica de extender más allá de tres millas su competencia territorial, exclusivamente para fines de preservar sus fronteras marítimas contra los abusos del contrabando y del fraude fiscal73; precedente directo para la constitución de la que sería denominada, “Zona Contigua”. b) El Derecho Internacional del Mar y su repercusión en conflictos bélicos: Principal normativa del Siglo XIX para limitar las libertades en Alta Mar y garantizar la seguridad en las zonas de jurisdicción marítima La amplitud de las libertades reconocidas dentro de los espacios marítimos de carácter común, dieron paso, de acuerdo con el jurista Donald R. Rothwell, a que el potencial de utilizar la capacidad naval sin restricción alguna constituyera un peligro inminente para la paz de los Estados ribereños, en términos de la habilidad de control por extranjeros sobre ciertas zonas de la costa así como de la posibilidad de dirigir bombardeos y saqueos a pueblos y ciudades costeras. Esta consideración se convirtió en catalizador para replantear, a nivel internacional la amplitud para la libertad absoluta sobre los espacios marítimos de uso común y formular la necesidad de normas internacionales que regularan la repercusión de los usos bélicos en los referidos espacios.74 71 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op .Cit. Capítulo 1, subtema II, literal B. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 21. 73 Loc. Cit. 74 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op .Cit. Capítulo 1, subtema II, literal B. 72 54 En atención a lo anterior, es que de acuerdo con lo expuesto por el tratadista C. John, Colombos, el primer intento serio de codificar los principios y costumbres del Derecho Internacional del Mar, se realizó en el Congreso de Paris de 1856.75 El referido Congreso, de acuerdo con el tratadista citado, “acordó la famosa ‘Declaración de París’, que establecía cuatro reglas fundamentales acerca de la abolición del corso, inmunidad de mercancías neutrales, en barcos enemigos (aparte del contrabando) y de mercancías enemigas en barcos neutrales (salvo el contrabando), y efectividad de los bloqueos”.76 Los referidos preceptos normativos fueron adoptados de manera unánime por la Comunidad Internacional, representando para el efecto una nueva etapa para los conflictos bélicos dentro de los espacios marítimos. En este período histórico, cabe destacar a su vez las Conferencias de Paz de La Haya de 1899 y 1907, de las cuales la segunda (celebrada en 1907) ostenta especial preponderancia para la materia abordada. Al respecto señala C. John Colombos, al establecer que dicha Conferencia “(…) produjo varios convenios en que se codificaban muchas de las reglas de la guerra naval de la neutralidad marítima. También redactó un proyecto de convenio para institución de un Tribunal Internacional de Presas”.77 c) Convenios firmados bajo los auspicios de la Sociedad de las Naciones El final de la Primera Guerra Mundial a principios del Siglo XX, marcó el inicio de un nuevo ordenamiento jurídico global y para el efecto, conllevó la instauración de la Liga o Sociedad de Naciones. El establecimiento de un foro donde pudieran discutirse las necesidades de la Comunidad Internacional, implicó la oportunidad para intentar regular a través tratados multilaterales, temáticas de común interés, como las referentes a los espacios marítimos. 75 Colombos, C. John. Op. Cit. Pág. 13. Ibid. Págs. 12 y 13. 77 Ibid. Pág. 13. 76 55 Dentro del seno de la Sociedad de las Naciones, de acuerdo con el jurista C. John Colombos, “(….) se propuso codificar diversos asuntos de derecho marítimo, especialmente en tiempo de paz. Importante cláusula fue la inserta en el art. 23 del Pacto de la Sociedad, de que “con reserva y de conformidad con las disposiciones de los acuerdos internacionales existentes en la actualidad o que se concertaran ulteriormente, los miembros de la Sociedad adoptarán medidas para asegurar y mantener la libertad de comunicaciones y de tránsito y el trato equitativo del comercio de todos los miembros de la Sociedad”. 78 En la Conferencia de Barcelona de 1921, de acuerdo al jurista C. John Colombos, se adoptaron dos convenios referentes a la “libertad de tránsito” y “régimen de vías navegables de interés internacional”; así como en 1923 en la conferencia de Ginebra se adoptaron importantes convenios sobre el “régimen internacional de los puertos marítimos”.79 La importancia de la Sociedad de las Naciones en relación con el Derecho Internacional del Mar, de acuerdo con el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, se hace evidente en atención a que “en 1927, la Sociedad de las Naciones creo un Comité Preparatorio con el mandato de elaborar unas ‘Bases de Discusión’ sobre los tres temas generales incluidos en la agenda”.80 De esta manera, sería dentro del seno del referido foro internacional que se sentarían las bases para la posterior “Conferencia de la Haya” y la temática a abordar dentro de la misma. d) La Conferencia de la Haya de 1930 La constitución de un Comité de Expertos para la delimitación de temáticas con preponderancia para la Comunidad Internacional permitió, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista C. John Colombos, que la Asamblea General de la Liga de Naciones decidiese celebrar una Conferencia a razón de codificar tres puntos trascendentales referentes a: a) nacionalidad; b) aguas territoriales y zona contigua; y c) responsabilidad de los Estados por daños ocasionados en su territorio a personas o bienes 78 Ibid. Págs. 13 y 14. Ibid. Pág. 14. 80 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 26. 79 56 extranjeros.81 Es en razón de lo anterior, que en la Haya se celebró del 13 de marzo al 12 de abril de 1930, la “Primera Conferencia sobre Codificación Progresiva del Derecho Internacional”.82 A la Conferencia de la Haya de 1930 asistieron 48 Estados, y para cumplir con el objetivo planteado, decidió dividirse en 3 comisiones, cada una con la tarea de abordar una de las temáticas propuestas y una comisión supervisora. De conformidad con lo anterior, de acuerdo con el internacionalista José Luis Meseguer Sánchez, “la Segunda Comisión de la Conferencia encargada de elaborar el tema relativo al Derecho del Mar estableció dos Subcomisiones. La primera examinó el régimen de las aguas territoriales (Bases de Discusión 1 y 2), de la zona contigua (Base n. º 5) y del régimen de los buques extranjeros en las aguas territoriales (Bases n.⁰19 a 26); a la segunda Subcomisión correspondió el estudio de la delimitación del mar territorial (Bases n.⁰ 6 a 18). Por último, a la Comisión Plenaria se reservaba la extensión del mar territorial (Bases de Discusión n.⁰ 3 y 4) y la cuestión relativa al régimen de los buques extranjeros en los puertos (Bases n.⁰ 27 y 28)”. 83 El fracaso de la Conferencia en relación a la temática de los espacios marítimos, se dio, de conformidad con lo indicado por el tratadista citado, en razón de la disparidad de posiciones que la Asamblea General tomó en relación a la extensión del mar territorial; siendo así, que se tomaron tres posturas concretas: a) aquellos Estados que defendían el límite de las tres millas sin reconocer competencia especial alguna más allá del mar territorial (entre los cuales se destacan Gran Bretaña, Estados Unidos de América, Holanda, entre otros); b) aquellos Estados que reconocían el límite de las tres millas para el mar territorial pero que a su vez solicitaban la implementación de una “Zona Contigua” donde pudieran ampliar su jurisdicción en determinadas materias (entre los cuales estaban Alemania, Bélgica, Chile, Cuba, entre otros); y c) aquellos Estados, que con o sin zona contigua, consideraban límite insuficiente del mar territorial la costumbre 81 Colombos, C. John. Op. Cit. Pág. 14 Loc. Cit. 83 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 26. 82 57 de las tres millas (Brasil, España, e Italia –quienes fijaban el límite en seis millas-, entre otros).84 La Conferencia de la Haya constituye el precedente más significativo para generar una normativa internacional que pretendiese codificar y uniformar la costumbre existente en lo referente a la delimitación de los espacios marítimos; a pesar de su inminente fracaso, al verse reducido su aporte, de acuerdo con el tratadista nombrado, a la adopción de una resolución sobre mar territorial y un anexo sobre el “Régimen jurídico sobre el mar territorial” consistente en 13 artículos (obviando cualquier señalamiento de anchura de dicha zona de jurisdicción marina).85 No obstante, no haber alcanzado cumplir con sus metas de manera satisfactoria, es importante señalar que partiendo de lo expuesto por el jurista A. García Robles, citado a su vez por José Luis Meseguer Sánchez, como resultado de la Conferencia de la Haya pueden distinguirse el logro de tres consecuencias importantes: “(…) dos de naturaleza positiva y otra de carácter aparentemente negativo”.86 En este sentido señala el jurista citado que, como consecuencias positivas deben destacarse, ante todo que la adopción de los 13 artículos referidos sirvió de base para la preparación de la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1958; y por su parte, que se pone fin a la confusión existente entre el ejercicio de la plena soberanía sobre las aguas territoriales y la jurisdicción limitada a competencias especializadas propia de la Zona Contigua, quedando ambas zonas de jurisdicción marítima perfectamente definidas. En lo referente a la otra consecuencia, aparentemente negativa, es importante señalar que a través de la presente Conferencia se deja constancia de que la “Regla de las tres millas” no era una disposición consuetudinaria de aplicación uniforme para la Comunidad Internacional.87 84 Ibid. Págs. 26 y 27. Ibid. Pág. 27. 86 Loc. Cit. 87 Loc. Cit. 85 58 1.7.3. Tercera etapa: La regulación del Derecho Internacional del Mar luego de la creación de la Organización de Naciones Unidas y la importancia de las tres “Conferencias sobre el Derecho del Mar” (1958 a 1982) La tercera etapa histórica del Derecho Internacional del Mar, la constituye la “Etapa Contemporánea” y se distingue por sustentarse sobre una disciplina jurídica cuya legitimidad emana de tratados aceptados de forma voluntaria por la mayor parte de la Comunidad Internacional, siendo que a través de los mismos se ha podido no sólo uniformar los ordenamientos jurídicos nacionales en relación a la delimitación de los espacios marítimos sino que a su vez se ha logrado codificar la mayor parte de costumbre internacional que con anterioridad gobernaba la materia. De igual manera, a través de la presente consideración histórica, el Derecho Internacional del Mar se ha desarrollado de manera más compleja abordando ya no sólo a la delimitación de los espacios marítimos sino a su vez permitiendo la cooperación de la Comunidad Internacional en diversas materias y disciplinas externas al Derecho. La referida etapa evolutiva, tuvo su inicio con la transformación global generada a raíz de la terminación de la Segunda Guerra Mundial, tanto en lo relativo al desarrollo de nuevos avances tecnológicos como en la alteración que sufrió el Derecho Internacional con la aparición de la Organización de las Naciones Unidas. En este sentido, el desarrollo tecnológico y científico permitió a la Comunidad Internacional, no sólo explorar con mayor profundidad los espacios marítimos y percatarse de los múltiples recursos que podría explotar a partir de dichos espacios (concretamente de su suelo, subsuelo y fondos marinos); sino que en razón de justificar su utilización y extracción, se forjaron nuevas zonas de jurisdicción marítima como la “Plataforma Continental” o la “Zona Internacional de los Fondos Marinos” así como se extendió la anchura de las aguas territoriales, en concordancia con pretensiones de utilización exclusiva sobre un área mayor. El jurista E. Andréev señala que. “la actividad cada vez más polifacética de los Estados con vistas a la utilización del Océano mundial creó una base para que surgiera el objeto 59 específico de regulación jurídica de la rama en vías de formación del Derecho Internacional. Por esto, la culminación del proceso de formación del Derecho Internacional del Mar como rama del Derecho Internacional debe asociarse a la codificación de aquél, es decir a la entrada en vigor de las Convenciones ginebrinas sobre el derecho del Mar de 1958, la cual coincidió con la revolución tecnocientífica iniciada en la segunda mitad del siglo XX”.88 Por su parte, con el nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas en 1945, surge de nuevo el interés por uniformar el tratamiento de los espacios marítimos a nivel internacional pretendiendo a su vez incorporar los derechos sobre las zonas de jurisdicción tanto existentes en la práctica como de recién aparición. Este interés se hacía presente no sólo para el Derecho Internacional del Mar sino en general para todas aquellas disciplinas jurídicas cuyo sustento se encontraba de manera exclusiva en la costumbre internacional más no en tratados internacionales voluntariamente vinculantes. Lo anterior generó, de acuerdo con lo expuesto por Robin R. Churchill, que dentro del seno de las Naciones Unidas se estableciera un órgano especializado para el establecimiento de la “codificación progresiva” del Derecho Internacional; creándose para tal efecto la Comisión de Derecho Internacional.89 En este mismo sentido, se pronuncia el tratadista C. John Colombos, al indicar que “la Asamblea General estableció el 21 de noviembre de 1947 una Comisión de Derecho Internacional, encargada de inspeccionar todo el campo de Derecho internacional con vistas a elegir materias para codificación y presentar a la Asamblea General sus recomendaciones a tal fin”. 90 Dentro de la temática conferida para la investigación de la Comisión de Derecho Internacional, se encontraba plantear soluciones para la regulación de las zonas de Alta Mar y de las aguas territoriales; siendo así que, conforme a lo expuesto por Robin R. Churchill, en 1956 la referida Comisión, produjo un reporte cubriendo todos los aspectos de importancia en relación al Derecho 88 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 9. Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Págs. 12 y 13. 90 Colombos, C. John. Op. Cit. Pág. 14. 89 60 Internacional del Mar.91 El referido reporte no sólo consideró las resoluciones alcanzadas de manera limitada en la Conferencia de la Haya de 1930, sino que a su vez examinó las observaciones propias de cada Estado en dicha conferencia, y para el efecto planteó la recomendación de celebrar la “Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”. Finalmente, la presente etapa histórica comprende las denominadas “Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”, a través de las cuales la Organización de las Naciones Unidas pretendió de manera especializada abordar la temática del Derecho Internacional del Mar y codificar la vasta costumbre internacional existente con respecto al tratamiento de los espacios marítimos y sus recursos. Las referidas Conferencias fueron tres, y se llevaron a cabo dentro de múltiples sesiones en un lapso comprendido desde 1958 hasta 1982; obteniendo como resultado el marco jurídico que en la actualidad rige de manera directa al Derecho Internacional del Mar, consistente en los cuatro “Convenios de Ginebra de 1958” y la “Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982”. Todo particular relacionado con las referidas Conferencias así como los acuerdos internacionales derivados, será desarrollado en los apartados siguientes. 91 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 13. 61 Capítulo 2 Régimen jurídico del Derecho Internacional del Mar previo a la existencia de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 Las tres “Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar” fueron celebradas con el propósito de generar un consenso internacional general que permitiera la codificación de todas las cuestiones referidas a la delimitación de los espacios marítimos y a sus recursos derivados. La I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, fue celebrada en Ginebra en 1958 y tuvo como resultado la aprobación de cuatro convenciones relacionadas con la materia: el “Convenio sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua”, el “Convenio sobre Alta Mar”, el “Convenio sobre la Plataforma Continental” y el “Convenio sobre pesca y conservación de los recursos vivos en Alta Mar”; aunque no se logró alcanzar consenso en relación a la anchura de ciertas zonas de jurisdicción marítima. El jurista Ignacio Arroyo, con respecto al contenido de dichos convenios opina que “aunque quedan cuestiones pendientes, los resultados son alentadores pues, además de codificar el Derecho anterior sobe mar territorial, zona contigua y alta mar, se consolida una costumbre incipiente referida a la plataforma continental y se abordan cuestiones nuevas, como la pesca y conservación de los recursos vivos”.92 Por su parte, atendiendo a la temática cuya consideración se obvió en los cuatro Convenios de Ginebra de 1958, se lleva a cabo la “II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar”, la cual se celebró en Ginebra en 1960 y que fracasa en su propósito de alcanzar un acuerdo consensuado en los temas propuestos. En este sentido, la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, no genera tratado internacional alguno, habiendo disparidad en relación tanto con la extensión del mar territorial a doce millas, distinguiendo una fórmula que reconoce seis millas de competencia exclusiva para el Estado ribereño y seis millas de ejercicio compartido para fines de pesca con otras naciones, como con el establecimiento de zonas exclusivas de pesca. 92 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Págs. 26 y 27. 62 Finalmente, la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, cuya convocatoria sería el 17 de diciembre de 1970, tardaría más de diez años para alcanzar uno de los tratados más trascendentales para el Derecho Internacional, denominado como la “Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982”, indistintamente como Convemar. El tratado anteriormente referido constituye el marco jurídico actual para la regulación del Derecho Internacional del Mar, y presenta un amplio espectro de disposiciones a través de las cuales por un lado se delimitan los espacios marítimos, a través de zonas de jurisdicción marítima con una anchura máxima establecida, y por el otro lado, se instituye un estatuto jurídico básico para regular las relaciones de los Estados, Organizaciones Internacionales y la Comunidad Internacional en relación a la utilización y explotación de dichos espacios y de sus recursos. Dentro del contexto de las referidas conferencias y en razón del extenso lapso temporal entre la adopción de las cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958” y la entrada en vigor de la Convemar en 1994, tuvieron especial trascendencia para la evolución del Derecho Internacional Mar la suscripción de convenciones regionales para la delimitación de los espacios marítimos de dichas regiones geográficas. De esta manera, la discrepancia de posturas en relación a la anchura de zonas de jurisdicción marítima, como el mar territorial y la plataforma continental, concretamente en relación al reconocimiento de derechos de pesca sobre la misma, generó que dichas zonas fuesen delimitadas no sólo por las declaraciones unilaterales de los Estados en particular sino que se empezaron adoptar prácticas uniformes internacionalmente pero dentro de un plano regional. En relación a este tipo de prácticas consuetudinarias tuvieron especial importancia los tratados y declaraciones suscritos por varios Estados de la región de Latinoamérica, siendo que las pretensiones acogidas en dichos instrumentos sobre ciertas zonas de jurisdicción marítima, sustentarían las bases para la delimitación actual de las mismas comprendidas dentro de la Convemar. 63 En razón de lo anterior, el presente apartado se concentrará tanto en analizar de manera detallada cada una de las tres “Conferencias de las Naciones sobre el Derecho del Mar” así como los tratados derivados de las mismas, exceptuando entrar a considerar la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho de Mar de 1982 – siendo esta temática de un apartado posterior -, como el examinar la influencia ejercida por los instrumentos jurídicos suscritos a nivel regional por varios Estados latinoamericanos sobre la determinación del marco jurídico que regula en la actualidad las zonas de jurisdicción marítima de ejercicio común y de potestad exclusiva o limitada. 2.1. La I Conferencia de las Naciones sobre el Derecho del Mar (1958) La I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar se celebró en Ginebra en el año de 1958 y de acuerdo con el tratadista E. Andréev “(…) fue la etapa inicial de la codificación de las normas consuetudinarias existentes, relativas al régimen de los espacios marinos y a diversos tipos de utilización del Océano mundial”. 93 A la Conferencia asistieron un total de 86 Estados, siendo para el momento de su celebración, de acuerdo con el jurista Donald R. Rothwell, una de las mayores conferencias para el desarrollo del Derecho Internacional realizadas con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial.94 La referida Conferencia, tuvo como objetivo principal el examinar el reporte presentado en 1956 por la Comisión de Derecho Internacional en relación con la regulación de aspectos vinculados a los espacios marítimos, y para el efecto pretendía del referido proyecto, extraer la redacción de una sola convención. Por su parte, el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, establece que “este proyecto configuraba en sus 73 artículos un régimen unitario del mar, más adecuado a su naturaleza que el sistema adoptado por la Conferencia de desmembrar su régimen jurídico en cuatro Convenciones, que ya en su origen nacieron con importantes lagunas y limitaciones y, sobre todo, con una ausencia total de perspectivas para el futuro; defectos que le restaban verdadera 93 94 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 9. Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema II. 64 efectividad”.95 De esta manera, el desarrollo efectivo de la Conferencia obtuvo como resultado no un único instrumento uniforme para la regulación del Derecho Internacional del Mar, como era esperado, sino más bien, atendiendo a la temática abordada, se crearon administrativamente cinco comisiones que a su vez emitieron cuatro convenciones. Las “Convenciones de Ginebra de 1958”, celebradas como resultado de esta Conferencia, son la “Convención sobre Mar Territorial y Zona Contigua”, la “Convención sobre Alta Mar”, la “Convención sobre Plataforma Continental” y “Convención sobre pesca y conservación de los recursos vivos en Alta Mar”. Por su parte, de acuerdo con el jurista citado, “además de las cuatro Convenciones, la Conferencia aprobó un protocolo de firma facultativo sobre arreglo de controversias y adoptó, para obviar alguno de los defectos apuntados, nueve resoluciones relativas a aquellas materias que a su juicio debían ser estudiadas por organismos especializados o desarrollados convenientemente con miras a una próxima conferencia (…)”.96 Las resoluciones adoptadas por la presente Conferencia, abordaban respectivamente las temáticas de: a) Experimentos nucleares en Alta Mar; b) contaminación de Alta Mar con materiales radioactivos; c) conservación de las pesquerías; d) cooperación en las medidas de conservación; e) empleo de métodos humanitarios para dar muerte a la fauna marina; f) situaciones especiales a las pesquerías costeras; g) régimen de las aguas interiores; h) convocatoria a una segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar; y i) un homenaje a la Comisión de Derecho Internacional.97 Es importante destacar que la importancia de la presente Conferencia es que, por un lado, reconoce de manera expresa la existencia de determinadas zonas de jurisdicción marítima así como la subsecuente división de los espacios marítimos en atención a estas nuevas pretensiones internacionales y por otro, codificó en tratados internacionales las principales costumbres por parte de los Estados y la Comunidad Internacional para con dichos espacios marítimos. De igual manera con relación a la 95 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 28. Loc. Cit. 97 Ibid. Págs. 28 y 29. Nota al Pie No. 38. 96 65 trascendencia que significó las cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958” para la Comunidad Internacional en su conjunto, el tratadista José Luis Messeguer estipula que “(…) estas Convenciones – aun obligando íntegramente solo a aquellos Estados que las han suscrito y ratificado o que se han adherido a ellas con posterioridad- contiene normas oponibles ipso jure a los Estados que no sean parte en cuanto suponen codificación de normas consuetudinarias de obligatoria observancia para la Comunidad de Estados – negrilla propia para resaltar texto enfatizado por el autor original en cursiva-”.98 Las cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958”, ostentan a su vez la particularidad que fueron concebidas a partir que el desarrollo de las disposiciones jurídicas de cada una, permitiera una aplicación integral tanto con las demás convenciones como con los tratados y convenios internacionales existentes en la materia. En atención a lo expuesto con anterioridad y para el efecto de entender los aportes otorgados por la nombrada Conferencia, es necesario ante todo analizar de manera detallada el contenido propio de las cuatro convenciones que se produjeron en su seno. En este sentido es importante proceder a analizar de manera individual cada una de las convenciones derivadas de la referida Conferencia, siendo a su vez que, partiendo de lo expuesto por el tratadista José Luis Meseguer, de los “Convenios de Ginebra de 1958”, pueden destacarse los siguientes elementos:99 2.1.1. La Convención sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua La “Convención de Ginebra sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua” fue aprobada el 27 de abril de 1958 (puesta a firma el 29 de abril), y consta de 32 artículos, que dividen la temática que aborda en tres partes. La primera de ellas, resulta la más extensa (conformada por veintitrés artículos) y contiene disposiciones jurídicas sobre el mar territorial, las aguas interiores y el derecho de paso inocente. 98 99 Ibid. Pág. 29. Ibid. Págs. 29 a 34. 66 En lo que respecta al mar territorial, se refiere al mismo no bajo una consideración de verdadero territorio (a diferencia de los artículos aprobados en la Conferencia de la Haya de 1930), sino en calidad de franja adyacente a la costa y establece para la extensión de dicha zona de jurisdicción marítima, tanto la consideración de aguas interiores como la implementación sistema de líneas de base para medir el mar territorial, ya sea a partir de la línea de base normal (línea de bajamar) o en su caso del establecimiento de líneas de base rectas (aplicable ante la existencia de bahías, instalaciones permanentes, radas, islas elevaciones que emergen en bajamar y desembocaduras de ríos); así como reconoce la soberanía del Estado ribereño en lo que respecta tanto a las aguas que componen la referida zona de jurisdicción marítima, como en lo referente a los espacios aéreo, suelo y subsuelo de dicha área. De igual manera, en esta primera parte se regula a su vez lo relativo a las aguas interiores, definiéndolas en sus distintas modalidades, y lo relativo al “derecho de paso inocente”, el cual se establece con carácter general para el mar territorial, abordándose a partir de cuatro consideraciones concretas (“reglas aplicables para todos los buques”, “reglas para buques mercantes”, “reglas para los buques del Estado que no sean de guerra” y “reglas aplicables a buques de guerra”) . En lo que respecta a su segunda parte (artículo 24), se rige por primera vez lo relativo a la denominada “zona contigua”, área en la cual se reconoce jurisdicción limitada al Estado ribereño para ejercer las medidas de fiscalización necesarias para evitar y reprimir infracciones a sus leyes nacionales en materias aduanera, fiscal, de inmigración y sanitaria, que se hayan cometido en su territorio o mar territorial. De esta manera, se fija una extensión máxima para la referida zona de jurisdicción marítima de doce millas a partir de las líneas de base sobre las cuales se mide la extensión del mar territorial. Finalmente, la tercera parte de la presente Convención (artículos 25 al 32), se refiere a “artículos finales”, regulando lo relativo a la firma, ratificación, adhesión y entrada en vigor de la Convención. 67 Cabe señalar que partiendo de lo establecido en la obra del tratadista Donald R. Rothwell, el elemento más significativo del presente instrumento internacional fue la falencia que presenta en razón de indicar la anchura del mar territorial.100 En este sentido, el artículo 6 de la referida Convención estipula que “el límite exterior del mar territorial está constituido por una línea, cada uno de cuyos puntos está, del punto más próximo de la línea de base, a una distancia igual a la anchura del mar territorial”101; siendo para el efecto que se establecen los criterios para delimitar los límites exteriores de la anchura de la zona de jurisdicción marítima pero no se establece una extensión máxima para el mar territorial. No obstante lo anterior, cabe a su vez destacar, partiendo de lo expuesto por el jurista Donald R. Rothwell, que esta Convención si bien deja abierta la posibilidad para la práctica estatal de establecer la extensión en cuanto al mar territorial ( la cual va dar lugar a una amplia gama de declaraciones estatales unilaterales y regionales para con la referida anchura), a su vez parece limitarla al establecer que la extensión de la zona contigua no puede exceder de las doce millas, siendo de esta manera que por implicación el mar territorial debía ser menor a dicho límite.102 De igual manera, en razón de lo establecido por el jurista anteriormente citado, otra falencia del referido tratado se encuentra en que si bien consigna una definición técnica y geográfica para las bahías, se omite tratar lo referido al caso de las denominadas “Bahías Históricas”, siendo su tratamiento relegado a la costumbre internacional.103 2.1.2. La Convención sobre Alta Mar La “Convención de Ginebra sobre Alta Mar” fue aprobada, al igual que la Convención anterior, el 27 de abril de 1958 (entrando en vigor el 30 de septiembre de 1962) y consta de 37 artículos, cuyo objetivo era codificar y uniformar la costumbre internacional con respecto al tratamiento de la zona de jurisdicción marítima conocida como “Alta 100 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema IV. I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de Ginebra sobre el mar territorial y zona contigua. 1958. Artículo 6. 102 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 3, subtema III, literal D. 103 Ibid. Capítulo 1, subtema IV. 101 68 Mar”. Por su parte, señala el jurista Donald R. Rothwell, que de las cuatro convenciones aprobadas, la presente Convención tiene las bases más sólidas para codificar la costumbre internacional relacionada con el tratamiento de Alta Mar, siendo que el mismo preámbulo establece que las provisiones adoptadas en el referido tratado fueron aprobadas como declaratorias en términos generales de principios establecidos dentro del Derecho Internacional.104 La “Convención sobre Alta Mar” inicia su contenido, define en su artículo 1, el Alta Mar como “la parte del mar no perteneciente al mar territorial ni a las aguas interiores de un Estado”105, con lo cual por analogía abordará de manera general a las zonas de jurisdicción marítima conocidas como zona contigua y plataforma continental, sin perjuicio de la normativa específica que pudiese existir en relación con dichas áreas. De igual manera, con respecto al Alta Mar, se establece que dicha zona estará abierta para toda la Comunidad Internacional, tanto los Estados ribereños como los Estados sin litoral, excluyendo cualquier pretensión para ejercer soberanía sobre la misma y reconociendo la facultad de dichos Estados por llevar acabo, siempre con la debida consideración de los intereses de otros Estados, entre otras, cuatro libertades básicas: a) la libertad de navegación, b) la libertad de pesca, c) la libertad de colocar cables y tuberías submarinas y d) la libertad de volar sobre Alta Mar. Por su parte, se enfatiza la importancia de que los Estados sin litoral puedan tener libre acceso al mar y ejercer las libertades referidas, debiendo para el efecto los Estados situados entre éste y el Mar garantizar todas las facilidades necesarias, para que en “condiciones de reciprocidad”, se permita el libre tránsito y se otorgue igual tratamiento a los buques que a los buques de Estados ribereños. Establece a su vez en los artículos 4 al 9, reglas relativas al derecho de cada Estado, con litoral o sin él, a que sus buques naveguen libremente en Alta Mar; reconociendo condiciones sobre las cuales un buque puede enarbolar su pabellón y para el efecto poseer su nacionalidad, sometiéndose a la jurisdicción del Estado cuya nacionalidad 104 Loc. Cit. I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de Ginebra sobre Alta Mar. 1948. Artículo 1. 105 69 ostente, salvo en casos excepcionales (piratería y trata de esclavos) y prohibiendo los cambios de bandera durante un viaje o en escala y el uso de banderas de dos o más Estados. A su vez, reconoce el derecho de un buque que se encuentra al servicio de una organización intergubernamental a enarbolar la bandera de la referida organización, así como declara la completa inmunidad, en Alta Mar, para buques de guerra y buques destinados a un servicio oficial no comercial, de no ser sujetos a la jurisdicción de otro Estado que no sea del cual son nacionales. Por su parte, se reconoce a nivel internacional, una obligación por impedir y castigar el transporte de esclavos así como el contrabando comercial, con lo cual se fomenta que los Estados deben cooperar para reprimir la piratería y se definen, no sólo los actos que encuadran en dicho tipo sino a su vez las condiciones en que pueden realizarse los apresamientos. De igual manera, los artículos 24 y 25, pretenden combatir la contaminación de la referida zona de jurisdicción marítima por hidrocarburos, instando a los Estados para que establezcan medidas para evitar el verter dichos hidrocarburos por los buques, tuberías submarinas o en la misma explotación del suelo y subsuelo. Finalmente, la parte sustantiva se cierra con artículos que contienen los derechos y obligaciones de los Estados en relación al tendido de cables y tuberías submarinos en el lecho del mar. 2.1.3. La Convención sobre la Plataforma Continental A partir de la costumbre internacional generada como consecuencia directa de las declaraciones unilaterales de los Estados producidas en razón de las Proclamas de Truman106 en 1945, surgió la evidente necesidad de reconocer la práctica de los Estados ribereños por explotar el suelo y subsuelo adyacente a su costa, y uniformar los criterios en relación a dicha costumbre internacional. En atención a lo anterior, es que se produjo la “Convención de Ginebra sobre la Plataforma Continental”, constando solamente con quince artículos, de los cuales los primeros siete delimitan los principios básicos del régimen jurídico de la plataforma continental y los ocho restantes 106 Ver Nota Explicativa del presente trabajo de investigación, en Pie de Página No. 40. 70 desarrollaban generalidades relativas a la firma, ratificación, adhesión y entrada en vigor del referido convenio. De manera inicial, el artículo 1 define de forma expresa a la referida zona de jurisdicción marítima, al indicar que “(…) la expresión ‘plataforma continental’ designa: El lecho del mar y el subsuelo de las zona submarinas adyacentes a las costas pero situadas fuera de la zona de mar territorial, hasta una profundidad de 200 metros, o más allá de este límite, hasta donde la profundidad de las aguas suprayacentes permita la explotación de los recursos naturales de dichas zonas; el lecho del mar y el subsuelo de las regiones submarinas análogas, adyacentes a las costas de islas”.107 El concepto anterior tiene especial importancia porque reconoce la existencia de la referida zona de jurisdicción marítima tanto para las costas de los Estados ribereños como para las costas de las islas y de igual manera sujeta su definición, de acuerdo con el tratadista José Luis Messeguer Sánchez, a dos criterios para su desarrollo, el criterio de profundidad (delimitando la extensión de su utilización en razón de una hondura máxima predeterminada – profundidad de hasta 200 metros- ) y el criterio de explotabilidad (en razón del cual la extensión de la plataforma continental se sujeta más bien a la existencia de condiciones para extraer de recursos del suelo y subsuelo, sin establecer una profundidad específica).108 Por su parte, en lo que respecta al tratamiento otorgado a la plataforma continental, el artículo 2 reconoce “derechos de soberanía” al Estado ribereño en lo que concierne a la exploración y explotación de los recursos naturales hallados en dicha área. Estos derechos, se reconocen de manera exclusiva, siendo para el efecto que si el Estado ribereño decide no ejercerlos, nadie podrá emprender estas actividades o reivindicar la plataforma continental sin que exista consentimiento expreso del referido Estado, y siendo a su vez, que los derechos referidos se reconocen de manera independiente a la ocupación física y ficticia del Estado. Cabe señalar, que la misma convención delimita 107 I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención sobre plataforma continental. 1958. Art. 1. 108 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 32 71 que entenderá por “recursos naturales”, los recursos minerales y otros recursos no vivos que se puedan extraer del lecho del mar y del subsuelo (se incluye aquellas recursos vivos que se encuentren inmóviles en el lecho marino o sólo puedan moverse por contacto físico). Importante consideración merece el que la presente Convención, así como el convenio analizado en el apartado que antecede, conceptualicen a la plataforma continental en calidad de zona de jurisdicción situada a su vez en el área de Alta Mar. En este sentido, se establece que los derechos relativos a la exploración y explotación sobre la referida zona de jurisdicción marítima, no afectan de ninguna forma el régimen de las aguas suprayacentes como Alta Mar, ni el espacio aéreo situado sobre dichas aguas. De esta manera, sobre dichos espacios marítimos superiores pueden ejercerse las libertades propias para el área de uso común, incluyendo el poder tender y mantener cables o tuberías submarinas dentro de la plataforma, sin que el Estado ribereño pueda oponerse. Por su parte, se reconoce la potestad que el Estado ribereño pueda constituir instalaciones para los fines de exploración y explotación de la plataforma así como áreas de protección de dichas instalaciones conocidas como “zonas de seguridad” (periféricas de dichas instalaciones hasta por 500 metros); reconociendo de igual manera el derecho del Estado ribereño a explotar el subsuelo mediante túneles, cualquiera que sea la profundidad sobre dicho subsuelo. La referida exploración y explotación, en forma alguna puede obstaculizar o impedir ninguna de las libertades reconocidas en Alta Mar para la Comunidad Internacional, incluyendo la necesidad de realizarse investigación científica sobre los referidos espacios marítimos comunes; extremo cuya única limitación contempla la Convención, en relación a la investigación realizada directamente sobre la plataforma, siendo que dicha actividad deberá contar con autorización expresa del Estado ribereño para ser ejecutada. Finalmente, se aborda el tratamiento que se le debe dar a la delimitación de la plataforma continental común para dos o más Estados adyacentes o que se sitúen 72 frente a frente, señalando el artículo 6 que la referida demarcación de dichas zonas se efectuará por acuerdo entre los Estados y a falta de éste se aplicará la equidistancia, salvo la concurrencia de circunstancias especiales que lo no permitiesen. 2.1.4. Convención sobre pesca y conservación de los recursos vivos de Alta Mar La “Convención de Ginebra sobre pesca y conservación de los recursos vivos de Alta Mar”, constituye un esfuerzo por garantizar un desarrollo sostenible para la Comunidad Internacional, a partir de limitar la “libertad de pesca en Alta Mar” en razón de asegurar una explotación responsable que permitiese la conservación de los recursos vivos dentro de la zonas de jurisdicción marítima de carácter común. A efecto de entender el motivo de la Convención, es importante reflexionar en razón del origen de la preocupación referida, siendo a su vez que de acuerdo con lo expuesto por el tratadista José Luis Meseguer, el antecedente directo lo constituyó la Conferencia de Roma de 1955, convocada por la Asamblea General de Naciones Unidas para estudiar los aspectos técnicos y científicos del problema de la conservación de los recursos vivos del mar. En dicha Conferencia, no sólo se hace latente el deseo de garantizar la posibilidad de una pesca equitativa para toda la Comunidad Internacional sin agotar los recursos vivos que permiten dicha actividad, sino que a su vez se establece una tendencia de confiar a los Estados ribereños el cuidado de vigilar las regiones adyacentes a sus costas y aplicar en ellas medidas de conservación.109 En este sentido, el problema que impulsó la consideración propia de esta Convención, radicaba en la preocupación generalizada por la Comunidad Internacional de que se conservaran los recursos vivos contenidos en los espacios marítimos (especialmente en las áreas de aprovechamiento común) pero al mismo tiempo se respetara el principio de la “libertad de alta mar” y su corolario de la “libertad de pesca en alta mar”. 109 Ibid. Pág. 33 73 En atención a lo expuesto con anterioridad, dicha Convención en su parte considerativa justifica su existencia al indicar que, “considerando que el desarrollo de la técnica moderna en cuanto a los medios de explotación de los recursos vivos del mar, al aumentar la capacidad del hombre para atender las necesidades alimenticias de la creciente población mundial, ha expuesto algunos de estos recursos al peligro de ser explotados en exceso (…) sugiere la clara necesidad de que se resuelvan, cuando ello sea posible, sobre bases de cooperación internacional, mediante la acción concertada de todos los Estados interesados”.110 De esta manera, el presente Tratado internacional pretende garantizar esa “libertad de pesca en Alta Mar”, reconocida en una de las convenciones anteriores, pero al mismo tiempo asegurar que dicha libertad sea una realidad factible para toda la Comunidad Internacional en su conjunto, sin que su ejecución represente un problema masivo para la naturaleza marítima. Es como resultado de lo anteriormente apreciado, que surge la “Convención sobre pesca y conservación de los recursos vivos en Alta Mar”, compuesta por un total de 22 artículos, de los cuales catorce abordan materia sustantiva mientras que los ocho restantes escudriñan generalidades relativas a la firma, adhesión y entrada en vigor del referido convenio internacional. La Convención inicia el desarrollo de la temática analizada, en su artículo 1, al reconocer que los nacionales de todos los Estados pueden ejercer la libertad de pesca en Alta Mar pero bajo determinadas limitaciones, siendo éstas referentes a las obligaciones convencionales (tanto las de la presente como de los convenios anteriormente citados), a los intereses y derechos del Estado ribereño que se estipulan dentro del articulado y a las disposiciones sobre la conservación de los recurso vivos de la alta mar que figuran en la Convención respectiva. En igual sentido, en su artículo 2, define que por “conservación de los recursos vivos en Alta Mar” se entenderá aquel conjunto de medidas que permitan obtener un rendimiento óptimo constante de estos recursos, de manera que aumente hasta el máximo el abastecimiento de alimentos y de 110 I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención sobre pesca y conservación de recursos vivos en Alta Mar. 1958. Parte considerativa. 74 otros productos marinos; teniendo en cuenta la necesidad de asegurar el abastecimiento de alimentos para consumo humano. Por su parte, en lo que respecta al desarrollo de medidas para la conservación anteriormente referida, la Convención presenta varios supuestos a considerar. Ante todo señala que cuando un Estado tiene nacionales que se dedican a la pesca en una zona de Alta Mar, donde ningún otro Estado ejerce dicho derecho, tendrá la facultad de establecer medidas de conservación para dichos recursos en atención a sus nacionales (entiendo nacionales como buques o embarcaciones de pesca propios). De igual manera cuando se trate de una zona de Alta Mar, en donde los nacionales de dos o más Estados pesquen determinados recursos vivos, se establece que deberán llevar a cabo negociaciones para que de común acuerdo se estipulen las referidas medidas, siendo a su vez que de no existir acuerdo se llevará a cabo un procedimiento propio de la Convención para definirlos. Cabe destacar que de las disposiciones jurídicas contenidas en el presente Tratado internacional, se deben señalar dos elementos particulares, el primero relativo a la importancia que se le confiere al Estado ribereño con respecto a la porción de Alta Mar adyacente a su mar territorial y el segundo relativo al mecanismo de solución de controversias establecido de manera particular para la aplicación del presente convenio. En relación con el primer elemento, al Estado ribereño se le reconoce un especial interés en las zonas marítimas correspondientes a Alta Mar pero adyacentes a su mar territorial, en lo referente a la conservación y productividad de los recursos vivos, siendo para tal efecto que dicho Estado puede promulgar medidas para el fin ulterior; así como que otro Estado, cuyos nacionales se dediquen a pescar en dichas zonas, no podrá ejercer medidas para garantizar la conservación de dichos recursos contrarias a las establecidas por el Estado ribereño. En este sentido, se reconoce al Estado ribereño la potestad de poder adoptar mecanismos de forma unilateral para la conservación de recursos en dichas zonas, cuando dentro de los plazos establecidos en la referida Convención no se llegara a acuerdos entre los Estados interesados, siendo que dichos mecanismos a su vez deberán cumplir con determinados requisitos y ser correlativos a 75 la urgencia de conservación que los genera. Es importante señalar que en relación a la extensión propia para determinar estas “zonas adyacentes al mar territorial” no se estipula anchura o parámetro alguno. Como segundo elemento a destacar, la presente Convención estipula en su artículo 9 que ante la cualquier controversia derivada para la imposición de medidas que garanticen la referida conservación, se establecerá una comisión especial compuesta por cinco miembros, cuya designación será establecida de común acuerdo y en su defecto por el Secretario General de las Naciones Unidas. La importancia de lo establecido anteriormente es que de manera expresa se estipula un procedimiento particular vinculante para los Estados parte de la Convención, y que implica expresamente a los temas propios de la misma convención. No obstante los aportes referidos, con respecto al valor de la presente Convención dentro del ámbito internacional, el tratadista Tulio Treves señala que “en su momento, la Convención sobre pesca y conservación de los recursos vivos de la alta mar resultó muy polémica, como demuestra el escaso número de ratificaciones y adhesiones que recibió: por un lado, muchos Estados deseaban desarrollar derechos de pesca exclusiva fuera del mar territorial, y un régimen para la pesca en alta mar más allá del límite externo del mar territorial no resultaba satisfactorio; por otro lado, el papel fundamental que se otorgaba a la solución obligatoria de controversias era algo para lo que los Estados no estaban preparados en aquel momento”.111 Finalmente, la I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, además de haber gestado la producción de las Convenciones analizadas así como de las resoluciones individualizadas en su apartado respectivo, fue creador de un “Protocolo de firma facultativo sobre la jurisdicción obligatoria en la solución de controversias”. En este mismo sentido, el tratadista John C. Colombos, establece que “la Conferencia aprobó también un protocolo para firma discrecional, concerniente a la resolución obligatoria de disputas, protocolo en que se prevé la jurisdicción del Tribunal 111 Treves, Tulio. Convenciones de Ginebra sobre el Derecho del Mar de 1958. Nota Introductoria del Magistrado Titular del Tribunal Internacional del Derecho del Mar. Estados Unidos. 2008. Disponible en: http://untreaty.un.org/cod/avl/pdf/ha/gclos/gclos_s.pdf. Fecha de consulta: 2 de septiembre de 2013. 76 Internacional de Justicia respecto de la interpretación y aplicación de todos los Convenios sorbe derecho marítimo, a menos que el Convenio hubiere previsto otro sistema de arreglo, o éste hubiese sido aceptado por común aquiescencia de las partes ‘dentro de plazo razonable’.”.112 El referido Protocolo, consta escasamente de siete artículos y gozó a su vez de poca popularidad en la Comunidad Internacional; siendo que su objetivo principal era vincular a los Estados Partes a mecanismos obligatorios muy limitados para la solución de conflictos. La I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar constituyó, en toda forma, un hito histórico para la evolución del Derecho Internacional del Mar, siendo que permitió sustentar bajo cuatro tratados internacionales, prácticas propias de un Derecho consuetudinario disperso y sujeto a nuevas necesidades. Sin embargo, este precedente histórico, a su vez, representó una nueva tendencia por buscar legitimar pretensiones unilaterales o regionales de los Estados, en relación con temáticas que por discrepancia en el consenso internacional no llegaron a ser codificadas en los convenios analizados, especialmente en lo referente a la anchura del mar territorial y el ejercicio de derechos de pesca de forma exclusiva por el Estado ribereño sobre áreas propias de Alta Mar. Esta tendencia, inmediatamente fue concebida como un peligro para la unificación positivista pretendida por la Organización de las Naciones Unidas, en el desarrollo de las Conferencias en este capítulo analizadas y para el efecto generó que en el ocaso de la I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar se emitiera una resolución en donde se reconocía la necesidad de llevar a cabo otra conferencia que considerara nuevas soluciones expresamente en relación con materias que probaron ser notoriamente controversiales en la primer conferencia. En la referida resolución, de acuerdo con lo plasmado por el jurista Donald R. Rothwell, se evidenciaba que no existía intención alguna por parte de la Comunidad Internacional de reconsiderar modificar la recién terminadas cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958”, sino 112 Colombos, John C.; Op. Cit. Pág. 15 77 expresamente centrar la atención para dos temas en particular: la anchura del mar territorial y el establecimiento de zonas de pesca fuera de las aguas territoriales.113 2.2. La II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1960) La II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar se llevó a cabo del 17 de marzo al 26 de abril de 1960 contando, de acuerdo con lo señalado por el jurista José Luis Meseguer Sánchez, con la presencia de 88 Estados, de los cuales seis eran miembros de organismos internacionales especializados y los demás de la Organización de las Naciones Unidas.114 En concordancia con las temáticas abordadas dentro de la presente Conferencia, se evidenció la falta de voluntad de la Comunidad Internacional para llegar un acuerdo sobre dichas materias. En relación con la anchura correspondiente del mar territorial, de acuerdo con el internacionalista José Luis Meseguer Sánchez, las propuestas presentadas rebasaban la “regla de las tres millas”, imperante en la conferencia anterior, y en sustitución se evidenciaban las opiniones de dos grupos distintos: el primero era aquel grupo (entre los que se destaca México, la Unión Soviética y otros) que defendía la anchura máxima para el mar territorial de doce millas y el segundo, en cambio abogaba por una anchura máxima de mar territorial imperante de seis millas.115 Por su parte, en relación con el establecimiento de una zona de pesca con derechos exclusivos para el Estado ribereño, la propuesta fue aceptada de manera general pero la controversia se sustentaba en su planteamiento, siendo que un grupo concebía su existencia como una zona de jurisdicción marítima autónoma e independiente del mar territorial, mientras que otro la conceptualizaba como un área subordinada a la anchura del mar territorial. No obstante las posturas encontradas, de acuerdo con el tratadista Donald R. Rothwell, finalmente la propuesta principal fue presentada por Estados Unidos y Canadá y consistió en un compromiso en donde el límite del mar territorial iba a ser de seis millas 113 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema V. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 35. 115 Loc. Cit. 114 78 náuticas y adjunto a dicho mar territorial se extendía una zona de pesca exclusiva, a su vez de seis millas náuticas. Sin embargo, la denominada “regla de ‘seis más seis’” fracasó en alcanzar, por un solo voto, la mayoría de dos tercios necesaria para la aprobación de la referida propuesta; como resultado, la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar falló en su objetivo de alcanzar un acuerdo que diese solución a las falencias propias de las Convenciones de Ginebra de 1958.116 En razón de lo expuesto con anterioridad, la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar es considerada como un fracaso en relación a alcanzar los objetivos a partir de la cual fue concebida, fallando en conseguir la redacción de un tratado internacional que subsanara las omisiones de los “Convenios de Ginebra de 1958”. No obstante lo anterior, la importancia de la presente Conferencia se evidencia no sólo en el hecho que descarta de una vez por todas la “regla de las tres millas” en relación con la anchura del mar territorial, sino que plantea las bases para el reconocimiento de una zona de jurisdicción marítima con derechos de pesca exclusivos así como una fórmula que conceptualiza un mar territorial con una extensión de doce millas. Por su parte, resulta necesario indicar que en relación con la “regla de seis más seis”, de acuerdo con el jurista José Luis Meseguer, su importancia se evidenciará a nivel regional sobre todo en el ámbito europeo117, en atención a que su limitada concepción no era correlativa con las pretensiones sustentadas más ambiciosas dentro del ámbito latinoamericano. 2.3. La “Solución Regional” por parte de América Latina, previa la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, para enfrentar las falencias de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958 Dentro del contexto del fracaso de la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la evolución del Derecho Internacional del Derecho del Mar, en las décadas siguientes, se va a destacar por la aplicación, tanto de las “Convenciones de 116 117 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema V. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 36 79 Ginebra de 1958” como de un derecho consuetudinario incipiente, manifestado a través de actos estatales unilaterales, cuyo objetivo era no sólo suplir las materias no abordadas en los referidos convenios sino que ante la ambigüedad de sus disposiciones normativas, sustentar nuevas pretensiones marítimas para los Estados ribereños. El surgimiento de este nuevo derecho consuetudinario se evidencia, de acuerdo con el tratadista Donald R. Rothwell, como consecuencia del poco nivel de aceptación que tuvieron las cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958”, sobre todo en relación con la emergente mayoría de nuevos Estados, recién independientes y aún en desarrollo, que no consideraban prudente anclarse a provisiones jurídicas que calificaban de ser mecanismos para establecer limitaciones en el ejercicio de los derechos de los Estados ribereños.118 Por su parte, ante la incertidumbre que planteaban las “Convenciones de Ginebra de 1958” en relación a la anchura y expansión del mar territorial así como la falta de consenso a nivel global por alcanzar soluciones aplicables, surge la postura de una uniformidad regional que pretende configurar parámetros de determinación propia para cada región continental o territorial, es decir, el establecimiento de tratados y declaraciones de carácter multilateral cuyo objetivo fuese regular prácticas estatales comunes dentro de regiones territoriales con tradiciones y circunstancias afines. Estas “soluciones regionales”, tal y como son conocidas dentro del ámbito doctrinario119, surgieron como un medio para suplir los amplios vacíos de una disciplina jurídica aún en desarrollo pero presentaron una notoria influencia en la elaboración de la Convemar, como un tratado más integral y completo en su regulación con los espacios marítimos. A estos efectos, de acuerdo con el jurista José Luis Meseguer Sánchez120, pueden distinguirse tres zonas regionales que contribuyeron de manera latente a la evolución del Derecho Internacional del Mar, consagrada en la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar: América Latina, Europa y África. Cabe destacar, que de las prácticas regionales referidas, la que tuvo mayor injerencia en el establecimiento 118 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema VI. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 37. 120 Loc. Cit. 119 80 de nuevos derechos reconocidos en relación con los Estados ribereños dentro de la Convemar, fue la “solución regional latinoamericana” denominada por algunos tratadistas como “Doctrina latinoamericana sobre el Derecho del Mar”121. En razón de lo anterior y partiendo de su injerencia directa con Guatemala (como parte integral de América Latina) es que, sin menospreciar la influencia de las prácticas regionales europeas y africanas, se considera pertinente hacer hincapié exclusivamente en los tratados y declaraciones gestados dentro del seno de los Estados latinoamericanos. Como reacción ante el surgimiento de esta nueva “Doctrina latinoamericana sobre el Derecho del Mar”, establece el tratadista José Luis Meseguer Sánchez que “con cierta intención peyorativa, las potencias marítimas, en especial de los Estados Unidos de América, durante varias décadas, vinieron denominando las medidas y decisiones de los Estados de América Latina, en materia de Derecho del Mar, como ‘práctica local latinoamericana’ sin valor general, incapaz de afectar al Derecho Internacional promovido por las Naciones Unidas – negrillas son propias del autor original –”.122 De igual manera, ciertos autores como Wolfgang Friedman, citado a su vez por José Luis Meseguer Sánchez, “(…) consideraron las 200 millas y otras actitudes especiales de los países latinoamericanos frente al Derecho Internacional no como una concepción nueva del mismo, sino como ‘resultado de una situación crónica de inferioridad política económica; son la expresión de sus políticas nacionales, dictadas por el interés y no por un sistema específico de valores’.”.123 No obstante lo anterior, la importancia de estas prácticas regionales se evidenció de manera notoria en la formación evolutiva del Derecho Internacional del Mar, siendo que de acuerdo con lo consignado por el jurista José Luis Meseguer Sánchez, establecerán diversos elementos que se constituyeron como costumbre internacional, tales como la concepción de una zona económica exclusiva, la ampliación de la anchura del mar territorial, la definición del límite exterior 121 Ibid. Pág. 38. Loc. Cit. 123 Loc. Cit. 122 81 de la plataforma continental y la reglamentación de las actividades de la investigación marina.124 A efecto de analizar los principales instrumentos jurídicos derivados de la referida “práctica regional latinoamericana”, se procederá a estudiarlos a partir de lo estipulado por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez125, siendo esta la siguiente: 2.3.1. Reclamos unilaterales por parte de los Estados latinoamericanos en relación con la extensión y utilización de los espacios marítimos Previo a cualquier consideración que pueda analizarse a nivel regional, es necesario examinar los actos unilaterales por parte de los Estados de América Latina, que dieron paso a una práctica cuya realización resultó tan generalizada que motivó la formación de instrumentos jurídicos propios de la referida región territorial. Los actos unilaterales de los Estados de América Latina consistieron en exigir su derecho tanto sobre la plataforma continental correlativa como en extender sus competencias sobre espacios marítimos internacionalmente reconocidos, como el mar territorial; teniendo su origen, las pretensiones aducidas, en la lógica utilizada para justificar las Proclamas de Truman emitidas el 28 de septiembre de 1945 y el derecho derivado de Estados Unidos por explotar su plataforma continental así como de ejercer de manera exclusiva derechos sobre las aguas suprayacentes de dicha masa continental. Es atendiendo los argumentos expuestos que, de acuerdo con el internacionalista José Luis Meseguer Sánchez, “en el siguiente mes de octubre, el Presidente de México – General ÁVILA CAMACHO – declaraba que las riquezas del mar pertenecían en primer lugar, a la nación costera y después al Continente del que forman parte. Se establecía, así, una curiosa prelación en la explotación de los recursos del mar, más ‘progresista” que la existente en el Derecho Internacional clásico.- mayúsculas son propias del autor original –”.126 De esta manera, a partir del ejemplo de la declaración emitida por 124 Ibid. Pág. 39. Ibid. Págs. 40 a 47. 126 Ibid. Pág. 40. 125 82 México, seguirán las de Argentina (1946), Panamá (1946), Guatemala (1949), Nicaragua (1948) y Brasil (1950), cuya pretensión no se limitaba a reivindicar sus correspondientes plataformas continentales sino a considerarlas parte integrante de sus territorios. Por su parte, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista citado con anterioridad, indistintamente de cualquier reivindicación que se hiciese en relación a su estrecha plataforma continental, un grupo de Estados establecieron zonas marítimas de 200 millas sometidas a su soberanía y jurisdicción; dentro del referido grupo de Estados cabe destacar a Chile (1947), Perú (1947), Costa Rica (1948), Honduras (1950) y El Salvador (1950).127 Esta nueva práctica estatal, correspondiente al límite de 200 millas, no sólo tendría una injerencia directa para la constitución de instrumentos jurídicos regionales como la “Declaración de Santiago” de 1952, sino que a través de distintas modalidades, fue evolucionando a tal grado que dentro del marco jurídico interno de los países referidos, algunos respetaron los derechos de libre navegación y sobrevuelo pero otros como El Salvador reconocieron a nivel constitucional la referida zona de jurisdicción marítima como territorio propio. 2.3.2. Instrumentos jurídicos derivados de las “Reuniones Latinoamericanas” enfocadas a regular los espacios marítimos y los recursos derivados Las declaraciones unilaterales por parte de los Estados Latinoamericanos, proyectaron la existencia de necesidades comunes o similares, promulgando la oportunidad para poder alcanzar tratados internacionales que unificaran la regulación relativa a los espacios marítimos. Estos instrumentos jurídicos tuvieron inicialmente su origen a partir de las “Reuniones Latinoamericanas”, consistentes en conferencias regionales a partir de las cuales se trataba temas especializados relacionados con la utilización y provecho de los espacios marítimos. Tomando como base lo expuesto por el jurista José Luis Meseguer, dentro de los principales instrumentos derivadas de las referidas reuniones 127 Loc. Cit. 83 especializadas llevadas a cabo dentro de la región latinoamericana, pueden destacarse los siguientes:128 a) La Declaración sobre Zona Marítima (Declaración de Santiago) de 1952 El primer esfuerzo por constituir un instrumento jurídico internacional de carácter regional, nace del planteamiento evolutivo que con respecto al Derecho Internacional del Mar pretenden imponer tres Estados Sudamericanos: Chile, Ecuador y Perú. En este sentido, dentro del contexto de la “Primera Conferencia sobre explotación y conservación de las riquezas marítimas del Pacífico Sur” celebrada en Santiago de Chile se adoptó por parte de los Estados referidos, el 18 de agosto de 1952, la Declaración sobre Zona Marítima. La presente Declaración respaldó sus disposiciones jurídicas, de acuerdo con el jurista Ralph Zacklin, “(…) en la idea de que los gobiernos tienen la obligación de asegurar a sus pueblos las condiciones necesarias de subsistencia y de proporcionarle los medios para su desarrollo económico; de que para tal fin los gobiernos deben cuidar la conservación y protección de los recursos naturales y de reglamentar su aprovechamiento, obteniendo así las mayores ventajas para sus respectivos países; de que los gobiernos deben impedir que la explotación de estos bienes pongan en peligro la existencia, integridad y conservación de las riquezas en perjuicio de los pueblos que, por su posición geográfica, poseen en sus mares fuentes insustituibles de subsistencia y de recursos económicos vitales”.129 En este sentido y partiendo del fundamento anterior, la “Declaración sobre Zona Marítima” estableció la extensión de la jurisdicción estatal sobre una franja de mar de 200 millas marinas a partir del litoral costero, para el efecto reconociendo que la extensión prevaleciente en el ámbito internacional del mar territorial y de la zona contigua eran insuficientes. De igual manera, de acuerdo con el tratadista citado con anterioridad, la jurisdicción soberana conferida por el presente instrumento jurídico internacional tiene una aplicación tanto para el lecho como el subsuelo marino y para tal 128 Ibid. Págs. 41 a 45. Zacklin, Ralph (Comp.). El derecho del mar en evolución: La contribución de los países americanos. México; Fondo de Cultura Económica. 1975. Pág. 34. 129 84 efecto estipula que su reconocimiento no implica el obviar las necesarias limitaciones que establece el Derecho Internacional para la restricción propia de la jurisdicción estatal, permitiendo en consecuencia, el paso inocente e inofensivo para los buques extranjeros dentro del área referida.130 Por su parte, si bien inicialmente la “Declaración de Santiago” estuvo limitada a su suscripción por parte de las potencias sudamericanas, fue posteriormente abierta a la adhesión de otros países americanos, siendo suscrita para el efecto, entre otros países, por Costa Rica. Es importante enfatizar que, de acuerdo con el jurista Ralph Zacklin, si bien la referida Declaración se destacó dentro de la conferencia, no fue el único instrumento alcanzado, sino que a su vez se generaron los siguientes: “Declaración relativa a los problemas de las pesca en el Pacífico Sur”, “Convenio sobre explotación y conservación de las riquezas marítimas del Pacífico Sur” y “Reglamento para las Faenas de la Caza Marítima en el Pacífico Sur”.131 Cabe a su vez destacar que no obstante el aporte significativo que conlleva el presente instrumento jurídico internacional, de acuerdo con lo expuesto por varios tratadistas entre los cuales destaca José Luis Meseguer Sánchez, desde el punto de vista jurídico, la Declaración contiene serias deficiencias toda vez que en su tratamiento de la zona de jurisdicción marítima reconocida nunca se establece si la misma es una extensión del mar territorial o debe entenderse como independiente, así como ha sido criticada por no fijar con exactitud la anchura de la referida área, toda vez que se defiende una zona con una distancia mínima de 200 millas marinas pero sin establecer un límite exterior.132 b) La Declaración de Montevideo sobre el Derecho del Mar de 1970 En el año de 1970, atendiendo a la constante evolución del Derecho Internacional del Mar y como consecuencia directa del avanzado progreso tecnológico, Uruguay decidió promover una reunión para los Estados latinoamericanos que reconocían jurisdicciones 130 Ibid. Págs. 34 y 35. Ibid. Pág. 35 132 Meseguer Sánchez, José Luis; Op. Cit. Pág.41. 131 85 especiales de 200 millas (entre los cuales cabe destacar Argentina, Brasil, Chile, El Salvador, Ecuador Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay) 133 y dentro del seno de dicha reunión es que se emite la Declaración de Montevideo sobre el Derecho del Mar. El objetivo principal del referido instrumento jurídico internacional se plasma en su parte considerativa y de acuerdo con el jurista José Luis Meseguer Sánchez, lo constituye el definir “los principios que resultan de las nuevas tendencias orientadas hacia la estructuración de un derecho internacional en franco proceso de desarrollo progresivo”.134 La importancia de la presente Declaración está en que agrupa en su contenido los denominados “principios básicos del Derecho del Mar”, a través de los cuales se instituyen determinados derechos para el Estado ribereño, siendo estos los siguientes: 1) El derecho de disponer de los recursos naturales del mar adyacente a sus costas así como del suelo y subsuelo de dicho mar; 2) el derecho de establecer los límites de su soberanía y jurisdicción marítimas de conformidad con sus características geográficas y geológicas; 3) el derecho a explorar, conservar y explotar los recursos vivos del mar adyacente a sus territorios; 4) igual derecho sobre los recursos naturales de sus respectivas plataformas continentales, hasta donde la profundidad de las aguas suprayacentes permita su explotación; 5) derecho, a su vez, sobre los recursos del lecho y subsuelo de los Fondos Marinos hasta el límite donde el Estado ribereño ejerza su jurisdicción sobre el mar; y 6) el derecho de adoptar medidas de reglamentación para los fines anteriores en las zonas de sus soberanía, sin perjuicio de la libertad de navegación y de sobrevuelo de las naves y aeronaves de cualquier pabellón. Por su parte, cabe destacar que la “Declaración de Montevideo sobre el Derecho del Mar”, de acuerdo con el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, omite mencionar la anchura propia de la zona de jurisdicción marítima correspondiente a 200 millas marinas, siendo que la misma fue adoptada de manera unilateral por los Estados que forman parte, y de igual manera define, al menos de manera implícita, el tratamiento que se le debe otorgar al referido mar adyacente como un auténtico mar territorial.135 133 Loc. Cit. Ibid. Pág. 42. 135 Loc. Cit. 134 86 c) La Declaración de Estados latinoamericanos sobre Derecho del Mar (Declaración de Lima) de 1970 En el mismo año de 1970, a pocos meses de haber concluido la reunión en Montevideo, se llevó a cabo una nueva reunión en la ciudad de Lima, a la cual concurrieron todos los Estados de América Latina, excepto Cuba y Haití, y en calidad de observadores varios países incluyendo Costa Rica, Canadá, Islandia, República Árabe Unida, entre otros, así como delegados de la Organización de las Naciones Unidas y de la Organización de los Estados Americanos.136 En el seno de esta nueva reunión, se aprobó el ocho de agosto de 1970, la denominada Declaración de Estados Latinoamericanos sobre Derecho del Mar (también llamada “Declaración de Lima”), cuyo contenido de acuerdo con lo expuesto por el jurista Ralph Zacklin, recogió principios similares a aquellos de Montevideo, coincidiendo en su parte considerativa y en varios de sus párrafos dispositivos.137 De esta manera, la “Declaración de Lima” además de adoptar los seis derechos reconocidos en la reunión de Montevideo, de acuerdo con lo estipulado por José Luis Meseguer Sánchez, introduce dos nuevos elementos: El derecho del Estado ribereño a prevenir la contaminación de las aguas y otros efectos peligrosos o nocivos que puedan resultar del uso, exploración y explotación del medio adyacente a sus costas; y el derecho a autorizar, vigilar y participar en todas las actividades de investigación científica que se efectúen en las zonas marítimas sometidas a su soberanía o jurisdicción, así como recibir datos obtenidos y resultados de tales investigación.138 La importancia de la presente Declaración, radica, por una parte, en que reconoce a nivel de la región latinoamericana (en su totalidad) principios básicos sobre los cuales sustanciar regímenes jurídicos uniformes relativos a los espacios marítimos, sin considerar para su inclusión dentro del instrumento jurídico, una anchura determinada 136 Ibid. Pág. 43. Zacklin, Ralph. Op. Cit. Pág. 41. 138 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 43. 137 87 en relación al mar territorial y mar adyacente, y por la otra, en que sustancia a nivel internacional nuevos derechos relativos a la potestad del Estado ribereño en relación tanto con prevenir la contaminación como en tener injerencia directa en las investigaciones científicas realizadas en áreas donde se extiende su jurisdicción. d) La Declaración de Santo Domingo de 1972 De igual manera que los Estados sudamericanos buscaron la elaboración de instrumentos jurídicos propios que fuesen correlativos a los intereses de su área geográfica, de forma paralela a las reuniones de Montevideo y Lima, los Estados ribereños del Mar Caribe habían procurado encontrar soluciones comunes para esa área geográfica en particular. En este contexto fue que a finales de 1971, varios Estados (entre los cuales estaba Guatemala) decidieron llevar a cabo en Santo Domingo la “Conferencia Especializada de los Países del Caribe sobre Problemas del Mar”; siendo en el seno de la referida Conferencia que se aprobó la Declaración de Santo Domingo. La trascendencia de la “Declaración de Santo Domingo”, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, es que incorporó la teoría y denominación, del concepto doctrinal de Mar Patrimonial, elaborados a su vez por el jurista Edmundo Vargas Carreño.139 En este sentido, la referida Declaración, dentro de la formulación de sus principios, hace una distinción particular de las diversas zonas de jurisdicción marítima cuya existencia avala; siendo para el efecto reconocidas y definidas el mar territorial, el Mar Patrimonial, la plataforma continental, Alta Mar y Fondos Marinos Internacionales así como definidos los deberes de “cooperación regional” y la obligación de prevenir la contaminación marítima. En relación con el Mar territorial, delimita la referida zona de jurisdicción marítima como un área adyacente al territorio y a las aguas interiores compuesta por las aguas suprayacentes, lecho y 139 Ibid. Pág. 44. 88 subsuelo hasta un límite de 12 millas (entre tanto se elabora una Convención para regular la temática) con el reconocimiento de un paso inocente.140 Por su parte, la “Declaración de Santo Domingo” define al Mar Patrimonial, como “la zona adyacente al mar territorial en la que el Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre los recursos naturales, tanto renovables como no renovables, que se encuentran en las aguas, en el lecho y en el subsuelo de dicha zona”141; fijando a su vez que su extensión deberá ser objeto de un acuerdo internacional y entre tanto, contando el mar territorial, no podrá exceder de 200 millas (siendo para el efecto que el Mar Patrimonial propiamente dicho sólo puede llegar a tener una extensión de 188 millas náuticas).142 Cabe destacar, que dentro del numeral 3 del literal correspondiente a Mar Patrimonial en la “Declaración de Santo Domingo” se reconocen dentro de la referida zona de jurisdicción marítima, una libertad de navegación y sobrevuelo así como la libertad de tender cables y tuberías submarinos potestativa para toda la Comunidad Internacional, indistintamente ostente litoral costero o no, limitada solamente por las restricciones derivadas de la utilización del área referida.143 2.3.3. Instrumentos jurídicos internacionales y conferencias especializadas desarrolladas dentro del Sistema Interamericano La creación en 1948 de la Organización de Estados Americanos (OEA), como un foro que agrupara en su seno a las naciones de América Latina, permitió a su vez la emisión de importantes resoluciones que tuvieron injerencia directa dentro del desarrollo del Derecho Internacional del Mar y sobre todo en los principales tratados internacionales que regularon la materia. En este sentido, de acuerdo con lo expuesto por el destacado 140 Reunión de Ministros de Relaciones Exteriores de la “Conferencia Especializada de los Países del Caribe sobre Problemas del Mar”. Declaración de Santo Domingo. 1972. Literal correspondiente al Mar Territorial. 141 Loc. Cit. 142 Loc. Cit. 143 Ibid. Numeral 3 delos literales correspondientes al Mar Patrimonial. 89 jurista Rafael de la Colina, citado a su vez por José Luis Meseguer Sánchez, suelen destacarse tres hitos trascendentales para la regulación de los espacios marítimos dentro del sistema latinoamericano: la Décima Conferencia Interamericana en Caracas; los “Principios de México sobre el Régimen Jurídico del Mar” así como la “Conferencia Especializada Interamericana sobre Preservación de los Recursos Naturales: Plataforma Submarina y Aguas del Mar de 1956”; y las resoluciones del Comité Jurídico Interamericano de 1971, sobre aspectos relacionados con el Derecho Internacional del Mar.144 Los dos primeros con especial relevancia por su influencia en la I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y el tercero por su injerencia en la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.145 En lo referente a la Décima Conferencia Interamericana, la misma fue celebrada en la ciudad de Caracas en 1954. La importancia de la referida Conferencia, radica de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, en que “(…) recomendó al Consejo de la OEA, en su Resolución LXXXIV, convocar para el año siguiente una conferencia especializada con el propósito de estudiar en su conjunto los distintos aspectos del régimen jurídico y económico de la plataforma submarina, de las aguas del mar y de sus riquezas naturales; a la vez que se reafirmó el interés de los Estados Americanos en las declaraciones o actos legislativos nacionales que proclamen soberanía, jurisdicción, control o derechos de explotación o vigilancia a cierta distancia de sus costas.”.146 Es a través, de esta Conferencia, que se deja constancia de la importancia directa de desarrollar instrumentos directos que dentro del contexto del sistema interamericano, establezcan un marco jurídico unificado en relación con la regulación de los espacios marítimos; destacando dentro de esos intentos los siguientes sucesos e instrumentos jurídicos internacionales: a) La adopción de los “Principios de México sobre el Régimen Jurídico del Mar” y el intento de la “Conferencia Especializada Interamericana sobre Preservación de Recursos Naturales” por suavizar y limitar su alcance 144 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 45. Loc. Cit. 146 Loc. Cit. 145 90 Los Principios de México sobre el Régimen Jurídico del Mar fueron adoptados por el Consejo Interamericano de Jurisconsultos, en su tercera reunión celebrada en la ciudad de México del 17 de enero al 4 de febrero de 1956, a través de la resolución número XIII. Los referidos Principios, de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, abordaban las temáticas relativas al mar territorial (apoyando la competencia estatal para fijar su límite de acorde a sus necesidades, rechazando la “regla de las tres millas”); a la plataforma continental (reconociendo una extensión de jurisdicción a todas las especies marinas animales y vegetales que viven en constante relación física y biológica con la plataforma); a las líneas de base (estableciendo como la línea de bajamar y las líneas de base rectas, en razón de delimitar las aguas adentro de esas líneas bajo el régimen de aguas interiores) y bahías (establecer criterios de tratamiento de aguas interiores).147 La resolución adoptada, así como los principios instituidos en la misma, sin perjuicio de la amplitud temática que ofrecían, no gozaron con el apoyo esperado, siendo que de acuerdo con lo establecido por el tratadista citado, hubieron varias abstenciones entre los Estados de Panamá, República Dominicana, Guatemala, Colombia y Bolivia así como una oposición directa por Cuba y Estados Unidos, quienes se mostraban temerosos de perder su injerencia pesquera en los espacios marítimos comunes.148 La colisión de intereses, descrita con anterioridad, tendría especial relevancia dentro del seno de la “Conferencia Especializada Interamericana sobre Preservación de Recursos Naturales: Plataforma Submarina y Aguas del Mar”, celebrada en la ciudad de Trujillo en el mes de marzo de 1956. En la nombrada Conferencia, por presiones sobre todo de Estados Unidos, se pretendió suavizar el alcance de los “Principios de México sobre el Régimen Jurídico del Mar”, siendo, de acuerdo con lo estipulado por José Luis Meseguer Sánchez, que su mayor contribución está en la existencia de un consenso común para adoptar la conceptualización de la plataforma continental a partir del criterio de explotabilidad (establecer su extensión a partir de su potencial para extraer 147 148 Ibid. Págs. 45 y 46. Ibid. Pág. 46. 91 recursos); extremo que tendría especial injerencia en el desarrollo de la definición para dicha zona de jurisdicción marítima contenida dentro de la Convención de Ginebra sobre la Plataforma Continental de 1958, que acoge no sólo una extensión preestablecida para la referida área marítima sino que considera la viabilidad de la explotación por parte del Estado ribereño para consignar su delimitación.149 b) Resoluciones adoptadas por el Comité Jurídico Interamericano en 1971 En el año de 1971, el Comité Jurídico Interamericano desarrolló un conjunto de resoluciones que tendría especial relevancia no sólo para la elaboración de la “Declaración de Santo Domingo de 1972” sino que para la delimitación de los espacios marítimos dentro del contexto de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. En este sentido, de acuerdo con el jurista Ralph Zacklin, el 10 de septiembre de 1971, el Comité emitió una resolución a través de la cual “(…) acogió los principios de las Declaraciones de Montevideo y Lima y, en particular proclamó los siguientes: ‘a) El Derecho de los estados ribereños, en virtud de su soberanía sobre los recursos naturales de los espacios marinos adyacentes, a disponer de ellos para su pleno aprovechamiento en función del desarrollo económico, social y cultural de sus pueblos; b) El Derecho de los estados ribereños, en defensa de los intereses de sus poblaciones y conforme con el derecho Internacional, a establecer las zonas sobre las que ejercen su soberanía o jurisdicción marítima de acuerdo con criterios razonables y atendiendo a sus características geográficas y ecológicas, así como a las exigencias del aprovechamiento de sus recursos sin que ello afecte al principio de la libertad de comunicación internacional”.150 Por su parte, en sujeción al derecho del Estado ribereño de establecer aquellas zonas sobre las cuales ejerza jurisdicción marítima, el Comité Jurídico Interamericano, a su vez, contribuye a realizar su aporte más significativo, el cual lo constituyó la introducción del concepto de Mar Patrimonial por su autor Vargas Carreño, quien era 149 150 Loc. Cit. Zacklin, Ralph. Op. Cit. Pág. 42. 92 relator del referido Comité Jurídico y cuya injerencia sería directa, no sólo en la adopción de dicho concepto dentro de la “Declaración de Santo Domingo” sino su calidad de antecedente para la denominada “zona económica exclusiva”. 2.4. La III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1973 a 1982) La necesidad de una nueva conferencia que discutiera la temática relativa a las zonas de jurisdicción marítima, se hizo latente, por una parte, ante las profundas lagunas jurídicas contenidas en los cuatro “Convenios de Ginebra de 1958”, subsanadas a su vez por la instauración de prácticas estatales unilaterales y regionales presentadas de manera desordenada y bajo el precepto de evidenciar un mayor control del Estado ribereño sobre las áreas marítimas adyacentes a su costa; y por otra, ante la continua evolución tecnológica global que permitió la exploración y explotación de nuevas zonas como los Fondos Marinos así como el desarrollo de pretensiones sobre dichas áreas. En este sentido, la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, constituye una de las reuniones internacionales de mayor complejidad en la historia contemporánea, atendiendo no sólo a la extensa temática que pretendió abordar e investigar, sino que también se planteó el objetivo de la emisión de un solo tratado internacional que regulase de manera íntegra la relación de la Comunidad Internacional con los espacios marítimos. Con el objetivo de hacer frente a la problemática existente por el reconocimiento de nuevas zonas de jurisdicción marítima, en el año de 1967, conforme a lo indicado por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, se constituye dentro del seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la “Comisión sobre utilización con fines pacíficos de los Fondos Marinos y Oceánicos fuera de los límites de la jurisdicción nacional”. La referida Comisión (preparatoria para el desarrollo de la presente Conferencia) constató que, en el caso particular de los Fondos Marinos, su utilización más allá de la jurisdicción nacional generaba problemas en la aplicación de los “Convenios de Ginebra de 1958”; en un plano general, por la poca aceptación que los mismos habían tenido 93 dentro del seno de la Comunidad Internacional y en un plano particular, porque la Convención sobre la Plataforma Continental sujeta al referido criterio de explotabilidad, hacía imposible determinar donde terminada la jurisdicción nacional y donde empezaban los fondos marinos más allá de la jurisdicción estatal.151 En consecuencia, de acuerdo con el tratadista citado, el Informe extendido por la Comisión, además de evidenciar los extremos tratados, genera la emisión de una resolución propia de la Asamblea General, por medio de la cual se convoca para 1973, una nueva Conferencia sobre Derecho del Mar que examinase en su conjunto todos los problemas del espacio económico (fondos marinos) así como las lagunas y las prácticas estatales dominantes en relación con el tratamiento de los espacios marítimos.152 En virtud de lo expuesto con anterioridad, la apertura de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar tuvo lugar en 1973 y se extendió por un lapso temporal de más de nueve años, a través de once períodos de sesiones; finalizando para el efecto con la adopción de la “Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar” en la ciudad Montego Bay, Jamaica en 1982. En este sentido, de acuerdo con el jurista Carlos Jiménez Piernas contenido a su vez en la obra de Manuel Díez de Velasco Vallejo, ha sido clasificada, hasta el momento, como “(…) la Conferencia codificadora más larga auspiciada por una Organización Internacional, y la Convención resultantes la más voluminosa de cuantas se han concluido”.153 Con el objetivo de alcanzar las metas establecidas, de acuerdo con el tratadista Robin R. Churchill, la Conferencia se dividió administrativamente en un Comité de redacción y tres comisiones: la “Comisión Primera” se encargó del problema relacionado al régimen legal de los Fondos Marinos; la “Comisión Segunda” de los regímenes del mar territorial y la zona contigua, la plataforma continental, la zona económica exclusiva, Alta Mar, el tratamiento de la pesca y la conservación de los recursos vivos en Alta Mar, 151 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 74. Ibid. Pág. 75. 153 Jiménez Piernas, Carlos. Régimen jurídico de los espacios marítimos (I): Aguas interiores, mar territorial y zona contigua. Tema contenido en calidad de capítulo en la obra “Instituciones de Derecho Internacional Público” del autor Manuel Díez de Velasco Vallejo. Tomo I. España; Editorial Tecnos. 1994. Décima edición. Pág. 416. 152 94 así como nuevas temáticas como el régimen de los estrechos internacionales y los Estados Archipelágicos; y la “Comisión Tercera” se encargó de la problemática abordada correspondiente a la temática de preservación del medio ambiente marino e investigación científica marítima.154 En lo que respecta a los elementos distintivos de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, en contraste con las dos conferencias codificadoras anteriores, ante todo cabe destacar que, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, a diferencia de la I Conferencia, no existía un proyecto de artículos establecidos por la Comisión de Derecho Internacional sobre el cual sustentar el tratado en realización, con lo cual el articulado concerniente a la Convemar se desarrolló durante las negociaciones de la Conferencia; explicando para el efecto no sólo su amplitud temática, sino la cantidad de tiempo que tomó para su finalización 155. De igual manera, cabe señalar, que la presente Conferencia obtuvo mayor aceptación de parte de la Comunidad Internacional que las dos conferencias anteriores, siendo que contó con la concurrencia de más de 150 Estados; representando, para el efecto, un respaldo uniforme y representativo de la voluntad global en relación al tratamiento de los espacios marítimos. Por su parte, en relación al sentido y dirección que tomará la referida Conferencia, de acuerdo con lo determinado por el jurista E. Andréev, al momento de constituirse el foro preponderaban dentro del seno de la Comunidad Internacional, dos opiniones distintas con respecto a cuál debía ser el tratamiento que se le otorgase al régimen de los espacios marítimos mundiales156. De esta manera, por un lado, varias naciones (comprendidos muchos Estados en vías de desarrollo) estimaron que dentro de la presente Conferencia debía revisarse enteramente todo el régimen jurídico adoptado, renunciando a la delimitación de los espacios marítimos en las zonas de jurisdicción marítima existentes; considerando para tal efecto que, la evidente evolución de las necesidades globales y el crecimiento poblacional así como el desarrollo tecnológico, 154 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 14 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema VI, literal C. 156 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 12 155 95 demandaban una nueva demarcación de los espacios marítimos y subsecuentes áreas marinas. En discordancia con la postura anterior, conforme lo expuesto por el jurista E. Andréev, otro grupo de Estados (entre los cuales se incluía Rusia) discurría innecesario la reconsideración referida, toda vez que existía un consenso general que respaldaba la aplicación de las cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958” y para el efecto la Conferencia debía limitarse a desarrollar aquellas materias problemáticas o cuya consideración no se había abordado en los referidos tratados internacionales.157 No obstante la validez de ambas posturas, dentro del desarrollo de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, se evidenció la adopción de la segunda siendo que, tal y como la Convemar proyecta, se acogieron disposiciones jurídicas propias de los “Convenios de Ginebra de 1958” en relación con el tratamiento de zonas de jurisdicción marítima como Alta Mar, aguas territoriales, zona contigua, etc. y al mismo tiempo fueron agregadas nuevas disposiciones para complementar, precisar y enriquecer las temáticas abordadas. La dinámica adoptada por la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar para la toma de decisiones, así como los parámetros propios para el desarrollo de la misma, fueron alcanzados con la emisión de un reglamento para la referida Conferencia, en el segundo período de sesiones de trabajo. A través del referido reglamento, de acuerdo con lo expuesto por el jurista José Antonio Pastor Ridruejo, se acogió el consenso como método principal para la adopción de decisiones y la votación como mecanismo subsidiario, al que sólo sea posible recurrir cuando se den por finalizados los esfuerzos para obtener el referido consenso.158 No obstante lo anterior, un contexto dominado por las presiones políticas que en su momento empujaron al fracaso a la II Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, tuvo como consecuencia que, de acuerdo con José Antonio Pastor Ridruejo, “(…) aunque finalmente la Convención se adoptó por votación, en la Conferencia se negoció hasta el 157 158 Ibid. Pág. 13. Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 335. 96 último momento bajo el espíritu del consenso y del package deal con vistas a llegar a un acuerdo general susceptible de aceptación universal – negrilla es propia del autor original –”.159 En este sentido, se pretendía ya no la emisión de diversos tratados que permitieran una adopción sesgada de ciertos grupos estatales en razón de la concordancia de sus intereses, sino por el contrario, la adopción de un solo marco normativo que acogiese las disposiciones respaldadas por la mayoría de Estados que conforman a la Comunidad Internacional. Cabe destacar que dentro de la obtención de este consenso, tuvo especial injerencia la actuación de los Estados Latinoamericanos y la de países en desarrollo quienes, de acuerdo con Donald R. Rothwell, conformaron el denominado Grupo de los 77160. De esta forma, conforme a lo expuesto por el tratadista citado, el impacto del Grupo de los 77 conllevo el reconocimiento de las pretensiones más extensas con respecto al ejercicio de derechos de exclusividad y de jurisdicción, haciendo evidentes los intereses de los referidos “Estados en vías de desarrollo”.161 Finalmente, la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar concluyó cuando dentro del XI período de sesiones celebrado en la ciudad Nueva York, de acuerdo con el internacionalista Carlos Jiménez Piernas, “el 30 de abril de 1982 se aprobó por la Conferencia la ‘Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar’ por mayoría de 130 votos a favor, 4 en contra (Estados Unidos, Israel, Turquía y Venezuela) y 17 abstenciones (entre las que se encontraba España)”.162 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar fue a su vez abierta a firma a partir del 10 de abril de 1982 en Montego Bay, Jamaica, fecha en la que fue suscrita, de acuerdo por el jurista José Antonio Pastor Ridruejo, por 117 Estados e incluso ratificada por Fiyi.163 La adopción por parte de la Comunidad Internacional de la “Convención de 159 Ibid. Pág. 336. Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo I, subtema VI, literal C. 161 Loc. Cit. 162 Jiménez Piernas, Carlos. Régimen jurídico de los espacios marítimos (I): Aguas interiores, mar territorial y zona contigua. Tema contenido en calidad de capítulo en la obra “Instituciones de Derecho Internacional Público” del autor Manuel Díez de Velasco Vallejo. Tomo I. España; Editorial Tecnos. 1994. Décima edición. Pág. 416. 163 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág.337. 160 97 las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982”, marcaría un hito histórico no sólo para la evolución del Derecho Internacional del Mar, sino para la concepción del Derecho Internacional mismo; siendo tal su trascendencia, que Javier Pérez de Cuellar (Secretario General de las Naciones Unidas al momento de realizarse la firma), citado a su vez por el tratadista Donald R. Rothwell164, afirmó con relación a la Convemar que “el Derecho Internacional ha sido desde este momento, irrevocablemente transformado, al menos en lo que concierne a los mares”.165 164 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema VI, literal D. Traducción realizada por el autor, dentro del contexto original y de forma objetiva, del apartado siguiente: “ ‘international law is now irrevocably transformed, so far as the seas are concerned’.”. 165 98 Capítulo 3 Análisis jurídico de las disposiciones normativas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (Convemar), relativas a las zonas de jurisdicción marítima y su relevancia para Guatemala como Estado ribereño 3.1. Nociones generales y principales aportes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 a la Comunidad Internacional Antes de entrar a considerar la trascendencia que constituyó la Convemar para la evolución del Derecho Internacional del Mar y para una regulación unificada de los espacios marítimos, es necesario indicar que si bien la referida Convención fue adoptada en el año de 1982, no sería sino hasta una década más tarde que las disposiciones normativas contenidas en la misma, entrarían en pleno vigor. En este sentido, el artículo 308 del referido tratado internacional, estipulaba que la Convención no entraría en vigencia sino hasta doce meses después de haberse depositado el sexagésimo instrumento de ratificación; circunstancia que fue alcanzada el 16 de noviembre de 1994, un año después que el Estado de Guyana depositara su instrumento de ratificación el 16 de noviembre de 1993.166 La relevancia que ostenta la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, es de tal grado, que de acuerdo con el jurista Ignacio Arroyo, “(…) puede considerarse como el instrumento jurídico internacional más relevante de la historia de la humanidad, tras la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. 167 La anterior afirmación a su vez es respaldada, de acuerdo a lo consignado por el jurista citado, en atención a su injerencia dentro de la Comunidad Internacional y el ordenamiento jurídico internacional, a partir de tres consideraciones.168 166 Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y del Derecho del Mar. Listas cronológicas de las ratificaciones de la Convención y los Acuerdos conexos y de las adhesiones y sucesiones a dichos instrumentos al 30 de noviembre de 2000. Documento contenido en la publicación “Derecho del Mar: Boletín No. 44”. Estados Unidos; Organización de las Naciones Unidas. 2002. Pág. 13 167 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 27. 168 Loc. Cit. 99 En primer término, conlleva la finalización del proceso de codificación y de unificación de reglas relacionadas con el tratamiento y delimitación de los espacios marítimos, mediante el establecimiento de un marco jurídico único que en su contenido aborda (directa o indirectamente), de manera íntegra la materia del Derecho Internacional del Mar, existente al momento de su elaboración. En segundo lugar, la legitimidad de la Convemar emana de una “aceptación universal” por parte de la Comunidad Internacional, siendo que la mayoría de Estados del Mundo han ratificado la referida Convención, otorgándole un respaldo a su contenido como la fidedigna voluntad de la sociedad global y generando que por su parte, los pocos Estados que aún no la han suscrito o ratificado, no puedan realizar actos contrarios a la misma pues lo codificado constituye normas consuetudinarias de obligatoria observancia.169 La anterior afirmación se hace evidente al considerar que, de acuerdo con la Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar, hasta el día 18 de septiembre de 2013, la Convemar cuenta con 157 Estados suscriptores y 166 Estados Parte, que formalmente han ratificado o se han adherido a la referida Convención.170 En tercer término, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, constituye a su vez un marco jurídico supranacional, a través del cual se instituyen parámetros de orden, en razón de los cuales los Estados Parte deben acatar su articulado y converger tanto su normativa interna como sus actos a las referidas disposiciones. Para el efecto, el tratadista Ignacio Arroyo, establece que en atención al poder unificador y de norma supranacional que ostenta la Convemar, los Estados “(…) se obligan a: i) Cooperar en el ámbito mundial y regional para formular normas en la 169 Ibid. Pág. 28. Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks. “Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 september 2013”. Estados Unidos. 2013. Disponible: http://www.un.org/Depts/los/reference_files/status2010.pdf. Fecha de consulta: 19 de noviembre de 2013. 170 100 mayoría de las materias codificadas (verbigracia, protección ambiental, conservación y explotación de los recursos vivos en alta mar, prevención y lucha contra contaminación asistencia técnica a los países en vías de desarrollo, transmisión de tecnología marina o investigación con fines pacíficos). ii) Resolver las diferencias por medio de negociación y, en su defecto, someterse a un procedimiento obligatorio de arreglo pacífico de controversias, pudiendo optar por la Corte Internacional de Justicia, el Tribunal del Derecho del Mar, un tribunal arbitral o un arbitraje especial (arbitraje ad hoc). iii) Respetar que las reservas minerales de los fondos marinos y sus subsuelo situados fuera de los límites de la jurisdicción nacional (la Zona) son patrimonio común de la humanidad.”.171 En lo que respecta a su estructura, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 se compone de 320 artículos, presentados en 17 partes, y nueve Anexos, siendo la consideración de estos últimos, objeto de un apartado posterior. La Parte I, correspondiente a la “Introducción” (artículo 1), contiene un desglose de los principales términos y definiciones utilizados a lo largo de todo el tratado. La Parte II, desarrolla lo correspondiente al “Mar territorial y a la zona contigua” (arts. 2 a 33), estableciendo no sólo las principales delimitaciones y características de las referidas zonas de jurisdicción marítima, sino a su vez abarcando lo correspondiente al “derecho de paso inocente” en sus múltiples modalidades. La Parte III, corresponde a “Estrechos utilizados para el tránsito internacional” (arts. 34 a 45) y reconoce un nuevo “derecho de paso en tránsito”. La Parte IV denominada “Estados Archipelágicos” (arts. 46 a 54) instituye un régimen jurídico particular para las aguas de aquellos países conformados por varias islas, así como su correlativa medición y delimitación. La Parte V corresponde a la “Zona económica exclusiva” (arts. 55 a 75) y reconoce la existencia de una franja extendida más allá del mar territorial, en donde el Estado ribereño ejerce derechos limitados y exclusivos. La Parte VI se refiere a la “Plataforma continental” (arts. 76 a 85) y establece los parámetros rectores para regular, no sólo el derecho de los Estados ribereños para con dicha zona de jurisdicción marítima, sino para la extracción de los recursos contenidos en la misma. La Parte VII instituye el régimen 171 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 28. 101 jurídico de “Alta Mar” (arts. 86 a 120) y de manera extensa contempla, no sólo la demarcación de la referida área, sino sobre todo desarrolla la extensión de las libertades que la Comunidad Internacional puede realizar en dicha zona de jurisdicción marítima. Las Partes VIII a X contemplan las denominadas zonas de jurisdicción marítima especiales y para el efecto se regula lo relativo al “Régimen de las Islas” (art. 121), a los “Mares cerrados o semicerrados” (arts. 122 y 123) y al “Derecho de acceso al mar y desde el mar de los Estados sin litoral y libertad de tránsito” (arts. 124 a 132), respectivamente. La Parte XI contempla el marco jurídico de “La Zona” (arts. 133 a 191) correspondiente a los parámetros para regular el régimen de exploración y explotación correlativo al área de los Fondos Marinos. Las Partes XII a la XIV regulan lo relativo a las obligaciones que ostenta la Comunidad Internacional en su conjunto para con el entorno marino y su conservación, contemplando para el efecto la “Protección y preservación del medio marino” (arts. 192 a 238); la “Investigación científica marina” (arts. 239 a 265) y el “Desarrollo y transmisión de tecnología marina” (arts. 266 a 278), respectivamente. La Parte XV aborda, a su vez, lo relativo a la “Solución de Controversias” (arts. 279 a 299) instituyendo para el efecto cuatro mecanismos vinculantes que pueden escoger los Estados Parte para solucionar conflictos derivados con la presente Convención, en atención a sus necesidades e intereses particulares. De manera conclusiva, las Partes XVI y XVII desarrollan los elementos de aplicación común para la Convención así como los mecanismos para su suscripción, adhesión, ratificación, depósito de instrumentos y entrada en vigor del tratado internacional; concretamente en lo correspondiente a las “Disposiciones generales” (arts. 300 a 304) y “Disposiciones finales” (arts. 305 a 320). De un análisis general sobre la importancia de la Convemar así como de su composición temática, previo a realizar un examen más profundo de sus instituciones, y partiendo de lo expuesto de varios tratadistas entre los cuales cabe destacar Matthias Herdegen172, Ignacio Arroyo173 y, Donald R. Rothwell174 así como de un estudio general de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, se pueden 172 Herdegen, Matthias. Op. Cit. Pág. 229. Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Págs. 28 y 29. 174 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema VII, literal A. 173 102 establecer determinadas innovaciones, en lo que respecta al Derecho Internacional del Mar y en comparación de las “Convenciones de Ginebra de 1958”; siendo éstas las siguientes: a) Se instituye una anchura máxima para la extensión del mar territorial, correspondiente a 12 millas náuticas o marinas175 y se amplía la extensión de la zona contigua al doble (24 millas náuticas). b) Se regula de manera efectiva un “derecho de paso de tránsito” (a partir de considerar una extensión más amplia para el mar territorial), que es abordado de manera distintiva y separada al “derecho de paso inocente”; constituyendo a su vez un régimen jurídico específico para el “paso de tránsito” dentro los estrechos utilizados para la navegación internacional.176 c) Se instituye una consideración particular para la medición y extensión de las aguas territoriales de los Estados archipelágicos, sustentada en criterios técnicos. d) Se reconoce una facultad soberana de utilización y explotación en relación con una zona económica exclusiva correspondiente a 200 millas marinas (en realidad 188 considerando que su medición se realiza a partir de la línea de base sobre la cual se estipula la anchura del mar territorial) limitada a su vez para fines específicos y con una jurisdicción reducida a funciones preestablecidas por la misma Convención. e) Se constituye un nuevo concepto de la plataforma continental, ya no sustentado en una profundidad determinada o en una extensión correlativa a la capacidad de explotación del Estado ribereño; sino más bien en una anchura específica que se relaciona a la extensión del territorio sumergido y en consecuencia, se le diferencia de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos. f) El tratamiento del principio tradicional de la “libertad de los mares” preponderante para la consideración de libertades sobre Alta Mar, es sustituido, de acuerdo a lo expuesto por el jurista Ignacio Arroyo, por una “libertad 175 Por milla náutica o marina se entiende la unidad adoptada para medir las velocidades de los buques o la distancia del mar. Su definición está relacionada con las dimensiones de la Tierra, siendo para el efecto conceptualizada como la distancia equivalente al cociente de un arco de un minuto sobre la circunferencia máxima de la Tierra. Dicho de otra forma, una milla náutica es un minuto de arco del círculo máximo del planeta Tierra. Si se toma como círculo máximo el ecuador de 40.075,004 km de circunferencia, la división de la longitud de la línea ecuatorial (redondeada a 40.000 km para el cálculo) entre 21.600 minutos que tiene un círculo, da como resultado 1.851,85 m, cifra que aproximada al siguiente entero, arroja 1.852 m, y que equivale a la definición formal de la longitud de una milla náutica. En atención a lo anterior dentro de la práctica náutica, se entiende a la milla marítima o marina como equivalente a una extensión 1.852 metros. (Espasa-Calpe S.A.; Concepto Consultado: ‘Milla (acepción milla náutica)’; Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana; Tomo 35; España; Espasa-Calpe S.A.). 176 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema VII, literal A. 103 condicional en Alta Mar”; en razón de la cual, no sólo se reserva el desarrollo de las libertades permitidas sobre la referida zona de jurisdicción marítima de uso común, sino que a su vez se reduce la extensión de dicha área geográfica.177 g) El reconocimiento de nuevas libertades en Alta Mar, como la constitución de islas artificiales. h) Se crea un régimen de exploración y explotación marítima para el área correspondiente a los Fondos Marinos y Oceánicos, partiendo de su consideración de “patrimonio común de la humanidad”. i) Por primera vez se reconoce como obligación inamovible para el Estado ribereño y los Estados posicionados entre aquellos sin litoral costera y la costa, el deber de dar transito libre al Estado sin litoral para que pueda hacer uso de los derechos de uso del mar que le son reconocidos; suprimiendo la condición potestativa de los otros Estados de poder decidir si le otorgaban tránsito o no, en razón de la existencia de condiciones de reciprocidad, pudiéndose con exclusividad condicionar dicho tránsito pero sin suprimirlo o erradicarlo. j) Finalmente, cabe destacar la instauración de un marco institucional, a través del cual se constituyen Organizaciones Internacionales especializadas para hacer valer y acatar las disposiciones jurídicas de la Convención, destacando dentro de dichas organizaciones, la creación de un tribunal marítimo especializado. Por su parte, habiendo considerado la importancia de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y sus aportes para la regulación de los espacios marítimos, es a su vez importante que, antes de un exhaustivo análisis de las principales figuras jurídicas reguladas en su normativa así como el desarrollo de las zonas de jurisdicción marítima que conforman dichos espacios, se estudie la relación que guarda la Convemar con los “Convenios de Ginebra de 1958” y otros importantes tratados correlativos para la regulación del Derecho Internacional del Mar. En atención a lo anterior, el artículo 311 de la referida Convención estipula que en lo relativo a las “Convenciones de Ginebra del 29 de abril de 1958”, lo contenido dentro de la Convemar tendrá preeminencia en su aplicación, sin que por esto se pueda suprimir derechos legítimamente reconocidos conforme a dichas convenciones u otros acuerdos 177 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 29 104 internacionales, siempre y cuando se encuentren de acorde a la presente Convención. En igual sentido se faculta que los Estados, de manera bilateral o multilateral, pueden celebrar acuerdos que modifiquen o suspendan partes de la Convención pero los mismos serán aplicables únicamente en sus relaciones mutuas y en ninguna forma pueden contraponerse ni con disposiciones que sean de acorde al fin de la Convemar, ni aquellas que engloben principios consuetudinarios reconocidos. Es bajo el fundamento anterior, que se permitió en años posteriores el desarrollo de acuerdos internacionales cuyo contenido solucionó temáticas controversiales dentro de la negociación inicial de la Convemar, al suprimir para los Estados suscriptores de dichos tratados la eficacia de determinadas partes de la Convención; siendo a su vez que el análisis de dichos acuerdos será relegado para un apartado posterior. Finalmente, para entender mejor las instituciones codificadas en la Convemar, merece especial consideración la conceptualización que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, le otorga a los espacios marítimos. En este sentido el jurista Ignacio Arroyo, afirma que “el Convenio de 1982 tiene una concepción integral o completa del mar pues se refiere a los espacios marítimos no sólo como una superficie o vía plana de comunicación – los aspectos de la navegación marítima -, sino como un volumen a explotar – los aspectos de exploración, conservación y explotación sostenida de los recursos-. Ambas cuestiones indisolublemente unidas pues los recursos - sean minerales, pesqueros y demás vivos – se encuentran en un espacio, y, correlativamente, es necesario utilizar ese espacio o volumen para poder explotar los recursos.”.178 Por su parte, partiendo de la concepción anterior en donde se reconoce a los espacios marítimos una dualidad en su análisis, es que en los apartados presentados a continuación se pretende examinar las principales zonas de jurisdicción marítima reconocidas por la Convemar, enfatizando por una parte su extensión geográfica y por otra el régimen jurídico que regula los recursos contenidos en su espacio geográfico. El estudio anteriormente propuesto, se hará a partir de la consideración de las zonas de 178 Ibid. Págs. 29 y 30. 105 jurisdicción marítima en relación con su cercanía con la costa; siendo para el efecto tratadas en el orden siguiente: Aguas interiores, mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva, Alta Mar, Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos (la Zona) y “zonas de jurisdicción marítima especiales”. De igual manera, atendiendo a la amplitud temática de la referida Convención, conviene establecer que se estudiarán con exclusividad aquellos tópicos contenidos dentro del tratado internacional, que imponen obligaciones de colaboración de un Estado hacia la Comunidad Internacional; teniendo en cuenta a su vez, que constituyen deberes directos para Guatemala, en su calidad tanto de Estado Parte de la Convemar como de su condición geográfica de Estado ribereño. 3.2. Aguas Interiores 3.2.1. Desarrollo del concepto y sus acepciones Las aguas interiores, de acuerdo con el jurista Carlos Larios Ochaita, son “(…) todos aquellos espacios acuíferos contenidos hacia adentro del territorio terrestre a partir de la Línea de Base (normal o recta) fijada para medir el Mar Territorial (o Zona de Mar Territorial)”.179 Por su parte, atendiendo a un criterio más técnico la Convemar, de manera expresa en el numeral 1 de su artículo 8 señala que “salvo lo dispuesto en la Parte IV, las aguas situadas en el interior de la línea de base del mar territorial forman parte de las aguas interiores del Estado”.180 Partiendo del concepto doctrinal inicialmente relatado, es importante considerar que dentro del desarrollo teórico y práctico, la denominación “aguas interiores” tiende a converger dos acepciones. En este sentido, señala el jurista Ignacio Arroyo, “existen dos acepciones de aguas interiores, según sean marítimas o fuera del medio marino, 179 Larios Ochaita, Carlos. Derecho Internacional Público. Guatemala; Editorial Maya’ Wuj. 2010. Octava edición. Pág. 131. 180 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 8 numeral 1. 106 incluyendo en esta última las denominadas aguas continentales interiores, pertenecientes a lagos, embalses y ríos”.181 Por su parte, atendiendo a lo recalcado por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, el concepto de aguas interiores puede ser estudiado a partir de dos orientaciones distintas: una geográfica, que comprende las aguas situadas desde la línea de la costa hasta el interior del territorio y sólo tiene relevancia jurídica en el ordenamiento interno de cada Estado; y otra, jurídica que se refiere a aguas marítimas que se encuentran por dentro de la línea de partida del mar territorial.182 De esta forma, lo que pretenden señalar ambos autores citados, es que la existencia de aguas interiores conlleva a considerar, por una parte, a los espacios acuáticos (no marinos) que se desarrollan dentro del territorio del Estado, siendo los mismos conceptualizados como ríos y lagos, cuya localización los sujeta a la soberanía estatal y por otra, a los espacios acuáticos marinos cuyo desplazamiento geográfico los coloca adentro de los límites que el Estado determina para la terminación de su territorio (la delimitación de su costa o litoral marítimo). La diferenciación anterior pudiese parecer confusa e innecesaria (siendo que dentro del presente trabajo, así como en la misma Convemar se considera únicamente como aguas interiores las aguas marítimas que se adentran dentro del territorio) pero su distinción implicó dentro del ámbito doctrinal de principios del siglo XX, de acuerdo con lo señalado por el tratadista citado, el poder reconocer por una parte a las “aguas nacionales”, recubiertas de total soberanía por estar desplazadas dentro del territorio estatal y las “aguas territoriales” o “aguas jurisdiccionales” carentes de esta soberanía pues si bien se desplazaban dentro del territorio ostentan una naturaleza marítima y se encuentran adyacentes al litoral terrestre.183 Era bajo la concepción de “aguas territoriales”, que durante inicios del siglo XX, se tendía a conceptualizar a las “aguas marítimas interiores” como parte del mar territorial del Estado ribereño, sujetando a la referida zona de jurisdicción marítima, a la facultad de ejercerse el derecho de “paso inocente” sobre dichos espacios marítimos; concepción que en la actualidad ha quedado debidamente superada. 181 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 30. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 96. 183 Loc. Cit. 182 107 En atención a lo establecido, es importante señalar que para efectos del presente trabajo y en concordancia con el tratamiento que se otorga en la Convemar, se entenderán a las “Aguas Interiores” como la zona de jurisdicción marítima conformada por las aguas marinas (aquellas que contienen una proporción significativa de agua salada) contenidas dentro del régimen soberano del Estado ribereño; siendo que su localización se entiende a partir de un límite interior, que coincide con la tierra firme que conforma el espacio terrestre de un Estado, hasta un límite exterior que coincide con los puntos de referencia (líneas de base) fijados por la soberanía estatal para determinar su costa y sobre todo el inicio de su mar territorial. Esta nueva concepción de aguas interiores, es a la que se refiere de manera expresa la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, la cual a diferencia de la Convención sobre el mar territorial y la zona contigua de 1958184, presenta una definición más completa de dicha zona de jurisdicción marítima indicando que las aguas marinas contenidas dentro de los límites señalados, constituyen y forman parte de las aguas interiores del Estado ribereño; esclareciendo para el efecto su naturaleza jurídica y por ende su sujeción al régimen legal correspondiente. De esta manera, de acuerdo con el tratadista Ignacio Arroyo, atendiendo al concepto avalado y presentado por la Convemar, “según esta definición, hay que incluir las aguas marítimas portuarias, las radas185, las bahías y todas las encerradas en el trazado de las líneas de base rectas”.186 3.2.2. Régimen jurídico, delimitación y derecho excepcional de paso 184 La “Convención sobre el mar territorial y zona contigua” de 1958, en su artículo 5 numeral 1, establece que “las aguas situadas en el interior de la línea de base del mar territorial se considerarán como aguas interiores”. En este sentido, el tratado referido reconoce un régimen jurídico (sujeto a plena soberanía estatal) que es aplicable a las referidas aguas situadas en el interior de la línea de base pero al mismo tiempo parece defender la distinción contundente predominante a inicios del Siglo XX, entre las aguas fuera del dominio marino denominadas “aguas continentales interiores” y las aguas marítimas, presentando confusión con respecto a la naturaleza jurídica de estas últimas, que se consideran como “aguas interiores” pero que en realidad, de acuerdo a dicha normativa, no lo son. 185 La rada consiste en una entrante más o menos profunda de la costa que limita una porción de mar en que pueden encontrar abrigo los buques para ciertos vientos, (Espasa-Calpe S.A. Concepto Consultado: ‘Rada’; Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana. Tomo 49. España; Espasa-Calpe S.A. Pág. 116.) es por tanto, un área que está localizada de manera adyacente a los puertos estatales y su construcción obedece a facilitar la carga y descarga contenida en los buques. 186 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 65. 108 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en los numerales 1 y 2 de su artículo 2, reconoce una soberanía plena del Estado ribereño sobre las aguas interiores (las cuales no considera como parte de su territorio sino como zona de jurisdicción marítima adyacente al mismo) tanto en lo referente a las aguas suprayacentes como al subsuelo, lecho y espacio aéreo sobre dicha área. La soberanía reconocida es la misma que se ejerce dentro del espacio terrestre estatal e incluye la potestad para regular y establecer parámetros de navegación en dichas aguas; siendo a su vez que, a diferencia del mar territorial, en términos generales no se reconoce el “derecho de paso inocente” por parte de otro Estado. No obstante, la abstención de la Convemar por intervenir o limitar la potestad soberana del Estado ribereño sobre la nombrada zona de jurisdicción marítima, se contemplan dos excepciones a la referida soberanía. La primer excepción, se evidencia en el numeral 2 del artículo 8 de la referida Convención, siendo que cuando el trazado de una línea de base recta, encierre como aguas interiores, aguas que anteriormente no se consideraban como tales, se reconocerá sobre dichas aguas el “derecho de paso inocente”. Cabe indicar que en relación a esta excepción de paso inocente, la Convemar conlleva una notoria modificación al régimen adoptado por la Convención de Ginebra sobre el mar territorial y zona contigua de 1958, toda vez que en este último tratado el “derecho de paso inocente” era reconocido de manera exclusiva para las aguas interiores que anteriormente perteneciesen al mar territorial o Alta Mar; con esto se extienden las zonas de jurisdicción marítima que pueden ser consideradas bajo este supuesto, incluyendo la zona económica exclusiva. Como segunda excepción, se contempla en el literal b) del numeral 1 del artículo 18 de la Convemar, el supuesto de que buques extranjeros ejerciten el “derecho de paso inocente” dentro del mar territorial con el propósito expreso de acceder o salir de aguas internas, hacer escalas en una rada, o acceder a una instalación portuaria. No obstante este último supuesto, a su vez existe la potestad por parte del Estado ribereño, de acuerdo con los artículos 219 y 220 numeral 1 de la referida Convención, de negar (mediante el desarrollo de un procedimiento administrativo particular) la salida de un 109 buque si comprueba que éste no cumple con las condiciones mínimas que internacionalmente aplican en relación a la materia de navegabilidad y por ello representa un peligro para el medio marino. De igual manera en lo que respecta al excepcional “derecho de paso inocente” para ambos supuestos anteriores, de acuerdo con el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, “(…) esta limitación sólo afecta a las aguas, el Estado ribereño conserva su plena soberanía sobre el espacio aéreo, el suelo y subsuelo de dichas aguas”.187 En lo concerniente a la delimitación de las aguas interiores, tal y como se señaló con anterioridad, su límite interior lo constituye el espacio estatal terrestre sobre el cual se adentran las aguas marítimas y su límite exterior lo constituye las líneas de base fijadas en el límite costero del Estado para la medición de su mar territorial. Con respecto a las referidas líneas de base, es importante indicar que dicha temática será abordada con mayor amplitud en el próximo apartado correspondiente al mar territorial. En lo que respecta a su límite interior, existen circunstancias particulares en donde no se evidencia un contacto de las aguas marinas y del espacio terrestre, sino de dos cuerpos acuáticos y uno de ellos está constituido por agua dulce – es decir constituye un “agua continental interior” -; en dicha circunstancia, de acuerdo con el tratadista Ignacio Arroyo, “en definitiva, puede decirse que la delimitación inferior de las aguas interiores sigue el criterio de la maritimidad, hasta donde llegan la mareas o el efecto de la salinidad”.188 Resulta importante reiterar que dentro de las aguas interiores, la Convemar excluye de manera expresa la consideración de las “aguas archipelágicas” cuya determinación particular es abordada en otra parte de la referida Convención y dentro del presente trabajo de investigación, será abordada en calidad de zona de jurisdicción marítima especial. 3.2.3. Tratamiento legal de las bahías y de las “Bahías Históricas” 187 188 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 98 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 66. 110 De las diversas modalidades que pueden tomar las aguas interiores, una de las más significativas corresponde a la formación de bahías dentro de los parámetros de delimitación señalados por la Convemar para dicha zona de jurisdicción marítima; en atención a la pronunciación marcada y considerable extensión que pueden llegar a alcanzar los referidos accidentes geográficos. En este sentido, el numeral 2 del artículo 10 de la referida Convención ofrece un concepto técnico del referido accidente geográfico, al indicar que “(…) una bahía es toda escotadura bien determinada cuya penetración tierra adentro, en relación con la anchura de su boca, es tal que contiene aguas cercadas por la costa y constituye algo más que una simple inflexión de ésta. Sin embargo, la escotadura no se considerará una bahía si su superficie no es igual o superior a la de un semicírculo que tenga por diámetro la boca de dicha escotadura”.189 La definición anterior, de acuerdo con lo expuesto por el jurista Ignacio Arroyo, constituye un parámetro técnico sobre el cual definir legalmente el referido accidente geográfico, atendiendo a dos elementos característicos: por un lado, el trazado de líneas de cierre y, por el otro, un límite máximo en la extensión de dicha escotadura 190; considerando para el efecto, que en razón a las características particulares que se presenten en dichos elementos así será el tratamiento legal impuesto sobre una bahía. En lo que respecta al trazado de las líneas de cierre, el numeral 3 del artículo citado previamente, señala que para efectos de medición de la superficie de una escotadura, se comprende la distancia entre la línea de bajamar que sigue a la costa de escotadura y la línea que una las líneas de bajamar de sus puntos naturales de entrada; siendo que cuando por la existencia de islas se generen la aparición de múltiples entradas, la referida escotadura (para la formación del semicírculo de medición) será la suma de las longitudes que encierren todas las entradas.191 Por su parte, en relación al límite máximo de las líneas de cierre, se señala que si la escotadura tiene una distancia existente entre las líneas de bajamar de los puntos de entrada de dicho accidente geográfico que no exceda de 24 millas marinas, entonces se trazará una línea de 189 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 10 numeral 2. 190 Arroyo Ignacio. Op. Cit. Pág. 32. 191 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 10 numeral 3. 111 demarcación entre ambas líneas de bajamar y en consecuencia las aguas encerradas dentro de dichas líneas serán consideradas aguas interiores. En este sentido, si la distancia entre las líneas de bajamar correspondientes a los puntos de entrada, excede de la distancia referida, se trazará dentro del espacio geográfico de la bahía una línea de base recta de 24 millas marinas, que encerrará la mayor superficie del agua para su consideración de aguas interiores. No obstante la meticulosidad pretendida dentro de la Convemar (que a su vez reitera lo expuesto en la Convención de Ginebra sobre mar territorial y zona contigua de 1958), la referida Convención sólo considera como bahía aquella cuyas costas pertenezcan a un solo Estado y a su vez, se limita a establecer que los parámetros anteriores no aplican en forma alguna a las “Bahías Históricas” ni cuando se instituye las líneas de base rectas para la delimitación de los espacios marítimos estatales. Para el efecto, la Convemar permite la existencia de bahías con una mayor extensión que la reconocida a la Convención o sujetas a las costas de múltiples estados, al reconocerse las referidas “Bahías Históricas” pero, omite cualquier desarrollo particular que pueda aclarar los criterios de reconocimiento para dichos accidentes geográficos excepcionales. Las “Bahías Históricas” así como los parámetros para su formación, constituyen una notoria laguna jurídica de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, generando para el efecto que su definición técnica dentro del contexto del Derecho Internacional del Mar deba ser extraída de otros instrumentos jurídicos, en los que destacan los fallos jurisprudenciales. En virtud de lo expuesto con anterioridad, de acuerdo con el internacionalista José Antonio Pastor Ridruejo, “en el caso de las pesquerías anglo-noruegas el Tribunal de La Haya dijo que ‘por aguas históricas se entiende usualmente las aguas que son consideradas interiores, pero que no tendrían tal carácter si no fuera por la existencia de un título histórico’ y fue realmente el juez READ quien, en su opinión disidente, 112 aclaró que era necesario al respecto que el Estado ribereño hubiese ejercido soberanía sobre las aguas en cuestión sin protesta de otros Estados y durante un largo período – negrillas utilizadas para enfatizar texto resaltado por el autor original en cursiva –”.192 De esta manera, partiendo de los conceptos establecidos, se asevera el tratamiento de las “Bahías Históricas” como aguas interiores que sin el referido reconocimiento histórico, serían en realidad aguas sometidas a la libertad de navegación o al derecho de paso inocente. En este sentido, de acuerdo con lo manifestado por José Luis Meseguer Sánchez, existen dos parámetros necesarios para que se constituya una “Bahía Histórica”: a) Un uso largamente aceptado y b) una costumbre no controvertida193. Por su parte, dentro de ejemplos propios de los referidos accidentes geográficos excepcionales, cabe destacar que de acuerdo con lo expresado por el jurista Donald R. Rothwell, en 1957 se realizó un estudio en preparación para la I Conferencia de las Naciones Unidas para el Derecho del Mar, en el cual se identificaron las principales “Bahías Históricas” a nivel internacional; destacándose en dicho recuento las siguientes: la bahía de Cancale (Francia), bahía de Chaleur (Canadá), la bahía de Chesapeake (Estados Unidos), bahía de Delaware (Estados Unidos), bahía de Hudson (Canadá), las bahías de Laholm y Skelderviken (Suecia) y el golfo de Fonseca (Nicaragua, Honduras y El Salvador).194 Especial mención merece el golfo de Fonseca, toda vez que a nivel internacional es reconocido como una “Bahía Histórica” de carácter plurilateral (al ser conformada por costas en tres Estados), cuyo reconocimiento emana, de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, de la sentencia de fecha 9 de marzo de 1917, promulgada por la Corte Centroamericana195; condición que dicho instrumento sustenta en determinados caracteres como lo son: a) la posesión secular, pacífica y 192 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 341. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 102. 194 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 2, subtema IV, literal E. 195 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 103. 193 113 continúa con animus domini; b) la configuración geográfica; c) la importancia económica y estratégica de la bahía; y d) la aquiescencia de otros Estados.196 3.3. Mar Territorial 3.3.1. Desarrollo del concepto y disposiciones generales El mar territorial, de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, puede ser definido como “(…) aquella franja de mar adyacente a las costas de un Estado que está situado por fuera de sus aguas interiores”.197 Por su parte, atendiendo a una definición más completa, el tratadista Ignacio Arroyo estipula que el mar territorial “son las aguas adyacentes a la costa y a las aguas interiores hasta un máximo de doce millas, medidas desde las líneas de base y sometidas a la soberanía del Estado ribereño. El mar territorial linda, en el límite inferior, con las aguas interiores y en el superior con la zona contigua (…)”.198 Ambas definiciones anteriores, a su vez, parten del escueto concepto presentado por la Convemar, la cual en su artículo 2 numeral 1 se pronuncia con respecto a la referida zona de jurisdicción marítima, de la siguiente manera: “1. La soberanía del Estado ribereño se extiende más allá de su territorio y de sus aguas interiores y, en el caso del Estado archipelágico, de sus aguas archipelágicas, a la franja de mar adyacente designada con el nombre del mar territorial (…)”.199 La zona de jurisdicción marítima conocida como mar territorial, ha ostentado y aún exhibe varias denominaciones dentro del tratamiento del Derecho Internacional del Mar, considerando para el efecto que la designación de “mar territorial” emana directamente del tratamiento positivo y codificado que se le dio al área referida, tanto desde su primer planteamiento en la Conferencia de la Haya de 1930 hasta su actual inclusión en la Convemar. De esta manera, de acuerdo con el jurista José Luis Meseguer Sánchez, “(…) las legislaciones internas y los propios autores todavía siguen usando otras 196 Loc. Cit. Ibid. Pág. 113. 198 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 32. 199 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 2 numeral 1. 197 114 expresiones distintas para denominar la misma realidad fáctica y jurídica; como más usuales se pueden citar las de mar territorial, mar nacional, mar costero, mar marginal, mar jurisdiccional, etc., o las denominaciones equivalentes formadas por sustitución de la palabra mar por el vocablo aguas – negrilla es propia del autor original-”.200 Dentro del contexto de las diversas denominaciones presentadas, merece especial relevancia la denominación de “aguas jurisdiccionales”, cuya acepción en calidad de sinónimo, se ha destacado dentro de la evolución de la referida zona de jurisdicción marítima dentro del Derecho Internacional del Mar; siendo que, tal y como se hizo constar en el apartado anterior, su uso a inicios del siglo XX tendió igualar espacios como las aguas interiores con el mar territorial, cuando su naturaleza y régimen jurídico merecían consideraciones particulares. En el panorama contemporáneo, la denominación de “aguas jurisdiccionales” como sinónimo de mar territorial, es prácticamente inexistente, toda vez que el primer término resulta muy amplio en su aplicación, pues la jurisdicción estatal (aunque en distinto grado) se ve evidenciada en las aguas interiores, mar territorial, zona contigua y zona económica exclusiva; reflexión que determina a las “aguas jurisdiccionales” como el conjunto de las zonas de jurisdicción marítima referidas, incluyendo el mar territorial, sobre las cuales el Estado ribereño ejerce algún grado de potestad o control. En lo que respecta al origen y razón de ser del mar territorial, varios tratadistas entre los que destaca José Antonio Pastor Ridruejo, concurren en afirmar que la referida zona de jurisdicción marítima es producto directo del ejercicio de dos clases de intereses estatales por parte del Estado ribereño, como lo son los intereses defensivos y los intereses económicos.201 En primer lugar, cabe considerar a los intereses defensivos del Estado ribereño, los cuales conforme a lo expuesto por el tratadista citado, justifican la existencia del mar territorial como un medio para garantizar seguridad a sus costas mediante el ejercicio de la soberanía sobre una franja marítima adyacente a dicho litoral y, a su vez, fueron por mucho tiempo la principal motivación 200 201 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 112. Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 343. 115 para establecer tanto la delimitación como el régimen jurídico correspondiente al mar territorial.202 Por su parte, cabe también considerar los intereses estatales económicos, los cuales surgieron a partir del potencial de extracción de recursos derivado del desarrollo tecnocientífico del siglo XX y que, de acuerdo con el jurista referenciado, implicó la facultad de reservar las actividades pesqueras y el aprovechamiento de otros recursos para el Estado ribereño, así como justificar la existencia de pretensiones para ampliar la anchura del mar territorial.203 La preponderancia del potencial económico con respecto al mar territorial es la consideración que en la actualidad, dentro del contexto de las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, domina la determinación del régimen jurídico y delimitación de la referida zona de jurisdicción marítima. La mencionada preeminencia, a su vez ha permitido superar la concepción limitada del mar territorial como única área sujeta al ejercicio soberano del Estado ribereño en razón de protección a su litoral y justifica, de acuerdo con lo establecido por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, la existencia de una concepción pluralista en donde se configura al mar territorial “(…) como integrado por varias zonas: una reducida a efectos defensivos que constituye el mar territorial propiamente dicho; y otra u otras de mayor extensión donde el Estado ribereño se reserva el control de determinadas competencias administrativas y el ejercicio concretos actos de autoridad que representan sólo un relejo dela soberanía, no la soberanía en sí misa; aduanas, pesca, sanidad”.204 La afirmación emitida por el autor previamente referido, parece confundir el mar territorial con la zona contigua, pero a su vez presenta la existencia de un mar territorial cuya justificación excede un criterio de protección soberana para permitir un rédito económico derivado de su utilización. 3.3.2. Delimitación: Anchura y límites 202 Loc. Cit. Loc. Cit. 204 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Págs. 116 y 117. 203 116 Uno de los aportes más destacados de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 se ve evidenciado en el consenso internacional existente con respecto a una anchura máxima para el mar territorial. Es así como, el artículo 3 de la referida Convención, estipula que los Estados ribereños tendrán el derecho de establecer la anchura del mar territorial hasta un límite que no exceda de 12 millas marinas, a partir de las líneas de base establecidas por dicho Estado.205 En atención al artículo citado, puede a su vez demostrarse que en lo referente al mar territorial, si bien no puede exceder de las 12 millas marinas, se permite que cada Estado pueda fijar la anchura que sea congruente a sus intereses sin exceder el límite citado. La declaración anterior, constituye un cambio notable en relación al tratamiento que la Convención de Ginebra sobre el mar territorial y zona contigua de 1958 le otorga a la referida zona de jurisdicción marítima pues, si bien se duplican en la Convemar las principales disposiciones correspondientes al ejercicio de derechos sobre el mar territorial, por primera vez se aborda una anchura máxima a la cual se condiciona el ejercicio soberano sobre la referida zona de jurisdicción marítima. En la actualidad, la práctica estatal generalizada y mayormente aceptada de la Comunidad Internacional en su conjunto, evidencia la tendencia de instauración del mar territorial conforme a un área equivalente a doce millas marinas. De esta manera, de acuerdo con lo establecido por el jurista Donald R. Rothwell, hasta el año 2009, 137 Estados de un total de 150 Estados Parte que han establecido de manera expresa la anchura particular y los límites propios de la referida zona de jurisdicción marítima, reclamaban un mar territorial de doce millas marinas mientras que solamente 4 Estados206 reconocían un límite inferior a dicha anchura.207 Lo anterior denota, de acuerdo con lo referenciado por el tratadista citado, que un total de noventa y cuatro por 205 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 3. 206 Entre los Estados que acogen una anchura menor a 12 millas marinas se destacan: Jordania (3 millas marinas); Grecia (6 millas marinas); Turquía (6 millas marinas en sus costas sobre el mar Egeo); y Belice (3 millas en el área a partir del río Sarstún al Cayo Ranguana). Datos recogidos del documento: Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Table of claims to maritime jurisdiction (as at 15 July 2011). Estados Unidos. 2011. Disponible: http://www.un.org/depts/los/LEGISLATIONANDTREATIES/PDFFILES/table_summary_of_claims.pdf. Fecha de consulta: 12 de septiembre 2013. 207 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 3, subtema V, literal A. 117 ciento (94%) de los Estados ribereños que ejercen la referida zona de jurisdicción marítima, cumplen con lo establecido en la Convemar, dentro de los parámetros indicados en su artículo 3, para la delimitación de la anchura del mar territorial.208 No obstante lo anterior, aún existe, aunque de manera muy reducida, la práctica de ciertos Estados de establecer y reconocer límites que exceden los expuestos por la Convemar; ejemplos de dichos Estados pueden evidenciarse en Togo, con un mar territorial de 30 millas marinas, así como Benín, Congo, Ecuador, El Salvador, Perú y Somalia, que reconocen un mar territorial de 200 millas marinas.209 Es menester señalar, que a pesar de la existencia de las referidas prácticas estatales, dichas declaraciones unilaterales no están respaldadas por el Derecho Internacional del Mar, ni convencional ni consuetudinario. En lo referente a los límites del mar territorial, de acuerdo con lo señalado por el jurista José Luis Meseguer Sánchez, su establecimiento depende de dos factores; por una parte, de la determinación de las líneas de base interiores, y por otra de la concreción de la anchura del mar territorial.210 Atendiendo a que lo relativo a las líneas de base será abordado en un apartado específico, se limitará en el presente espacio a desarrollar lo correspondiente al marco legal relacionado con el límite exterior del mar territorial. En virtud de lo anterior, la Convemar en términos generales estipula en su artículo 4 que “el límite exterior del mar territorial es la línea cada uno de cuyos puntos está, del punto más próximo de la línea de base, a una distancia igual a la anchura del mar territorial”.211 208 Loc. Cit. Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Table of claims to maritime jurisdiction (as at 15 July 2011). Estados Unidos. 2011. Disponible: http://www.un.org/depts/los/LEGISLATIONANDTREATIES/PDFFILES/table_summary_of_claims.pdf. Fecha de consulta: 12 de septiembre 2013. 210 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 117. 211 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 4. 209 118 La Convemar, a su vez, desarrolla lo correspondiente al límite exterior ante el supuesto de costas situadas frente a frente o que sean adyacentes una de la otra, siendo para el efecto, que el artículo 15 estipula que ante los supuestos anteriores, ninguno de los Estados, salvo acuerdo en contrario, podrá extender su mar territorial más allá de una línea media cuyos puntos sean equidistantes de los puntos más próximos de las líneas de base a partir de las cuales cada Estado mide la anchura del mar territorial. La anterior disposición, para el efecto estipula un límite exterior propio para los casos de costas adyacentes o enfrentadas geográficamente pero a su vez circunscribe la superación de ese límite atendiendo, al acuerdo mutuo de los Estados afectados por un instrumento jurídico vinculante entre ellos y a la existencia de derechos históricos o circunstancias especiales que hacen necesario delimitar el mar territorial de manera particular o distinta. 3.3.3. Parámetros de medición: Líneas de base A efecto de delimitar las zonas de jurisdicción marítima (incluyendo el mar territorial), en razón de las cuales se dividen los espacios marítimos, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 estipula como parámetro de medición, el establecimiento por parte de los Estados ribereños de líneas de base. Las líneas de base deben entenderse como la unión de aquellos puntos de referencia, expresamente acogidos y designados por los Estados ribereños para delimitar las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su litoral costero. En este mismo sentido, el jurista Gustavo Orellana Portillo establece que “las líneas de base están constituidas por la serie de puntos a lo largo de las costas de los Estados ribereños a partir de las cuales se comienza a medir el mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma continental”.212 Las líneas de base cumplen para el efecto, de acuerdo a lo elaborado por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, con una doble función consistente, en una parte, en delimitar hacia dentro las 212 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. La Obligación y Conveniencia de los Estados de Depositar en la Secretaría General de la ONU cartas que muestren sus Líneas de Base conforme la Convención del Mar de 1982. Investigación contenida en el Cuaderno de Estudio 114. Guatemala; Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Rafael Landívar. 2012. Pág. 2. 119 aguas interiores; y por la otra, en delimitar hacia fuera las zonas de jurisdicción correspondientes al mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva y la plataforma continental (partiendo que las referidas zonas se miden desde la línea de base que se utiliza para la medición del mar territorial).213 En relación al establecimiento y fijación de las líneas de base, la Convemar reconoce dos criterios para su constitución, siendo que en razón de las características geográficas del litoral costero, las líneas de base pueden identificarse como: línea de base normal y la línea de base recta. La línea de base normal constituye el criterio general que aplica la Convemar (en sus artículos 5 y 6) para la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima, sin consideración alguna de las condiciones geográficas particulares o de la manifestación expresa de los Estados en sentido contrario; es decir, que de acuerdo con el jurista citado, “ésta es la regla general que opera ipso jure, independientemente de cualquier manifestación de voluntad del Estado ribereño – negrilla es propia para enfatizar texto resaltado por autor original en cursiva –”.214 La elección de la línea de bajamar como línea de base normal, dentro del contexto de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, se debe, de acuerdo al jurista Gustavo Orellana Portillo, a que “(…) es el punto que más ventaja otorga al Estado ribereño para efectos de permitir que más áreas de mar queden bajo su jurisdicción para efectos de soberanía e intereses económicos de explotación, exploración y administración de los recursos de estas áreas”.215 Lo referente a la línea de base normal, está contenido en el artículo 5 de la Convemar, el cual de manera expresa estipula que “salvo disposición en contrario de esta Convención, la línea de base normal para medir la anchura del mar territorial es línea de bajamar a lo largo de la costa, tal como aparece marcada mediante el signo apropiado en cartas a gran escala reconocidas oficialmente por el Estado ribereño”.216 De igual manera, el artículo 6 de la referida Convención, aborda lo relativo a la línea de 213 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 98. Loc. Cit. 215 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Op. Cit. Pág. 4. 216 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 5. 214 120 base normal pero atendiendo al caso particular de los arrecifes; estableciendo para tal efecto, que en el caso de las islas situadas en atolones o islas bordeadas por arrecifes, la línea de base para medir el mar territorial constituirá la línea de bajamar del lado del arrecife que da al mar, debiendo dicho extremo ser debidamente identificado por el signo apropiado en las cartas reconocidas oficialmente por el Estado ribereño. Cabe destacar que la consideración de los arrecifes en relación a la delimitación propia de la línea de base normal, constituye de acuerdo con el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, “(…) una norma ex novo, desconocida con anterioridad en el Derecho del Mar – negrilla es utilizada para enfatizar texto resaltado por el autor original en cursiva – ”.217 En lo que respecta a las líneas de base recta, de acuerdo con el jurista Ignacio Arroyo, “(…) unen los puntos o coordenadas trazados en la carta náutica y se aplica excepcionalmente cuando la costa tenga profundas aberturas y escotaduras o una franja de islas”.218 En este sentido la aplicación de las “líneas de base rectas” es excepcional y limitada exclusivamente al supuesto de que por condiciones geográficas particulares, existan profundas aberturas o escotaduras de agua marítima en la costa que hagan imposible su medición por la línea de la bajamar; siendo para el efecto, que en atención a los distintos accidentes geográficos que pudiesen afectar el litoral costero, así será el sistema de medición al cual estén sujetos. De esta manera, el supuesto general para la aplicación de las líneas de base rectas está contenido en el artículo 7 de la Convemar, el cual estipula que ante la existencia de profundas aberturas y escotaduras o ante la existencia de una franja de islas en la costa, puede adoptarse, como método para delimitar el trazado de una línea de base recta que una los puntos apropiados.219 El referido artículo reitera lo estipulado en la Convención de Ginebra sobre el Mar Territorial y Zona Contigua de 1958 al respecto pero, a su vez, integra innovaciones 217 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. CIt. Pág. 98. Arroyo, Ignacio. Op. CIt. Pág.32. 219 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 7 numeral 1. 218 121 particulares que, por una parte, contemplan que cuando la línea de costa sea muy inestable por la existencia de ciertos accidentes geográficos o de un delta, puede elegirse la línea de bajamar más alejada mar afuera, siendo que si dicha línea retrocede ulteriormente, las líneas de base rectas se mantendrán en vigor hasta que el Estado ribereño decida modificar los puntos apropiados atendiendo a la Convención (artículo 7 numeral 2); y por otra parte, permiten como excepción a la prohibición de trazar las líneas de base rectas desde elevaciones que emerjan en bajamar, cuando dichas elevaciones hayan sido objeto de un reconocimiento internacional general (artículo 7 numeral 4). Cabe destacar que además del supuesto general para el trazado de “líneas de base rectas”, la Convemar contempla supuestos particulares que atienden a su vez a las diversas modalidades de accidentes geográficos que pueden presentarse en la costa. De esta manera, el referido tratado internacional denota los parámetros para establecer las líneas de base rectas ante varios supuestos, incluyendo: desembocaduras de ríos en el mar, – artículo 9 – (será trazada a través de la desembocadura, entre los puntos de la línea de bajamar de sus orillas); puertos, – artículo 11 - (establece como parámetro de delimitación aquellas construcciones portuarias permanente más alejadas de la costa que formen parte integrante del sistema portuario, excluyéndose las instalaciones costa afuera y las islas artificiales como construcciones permanentes); y, radas –artículo 12- (se estipula que aunque normalmente estarían fuera del trazado, para efectos de la Convención se comprenden como parte del mar territorial). En la actualidad, muchos Estados ribereños presentan un litoral costero con una disposición geográfica cuya medición exige la aplicación de ambos tipos de líneas de base, atendiendo a la existencia de accidentes geográficos pronunciados en dichas costas. Como consecuencia de lo anterior, la Convemar en su artículo 14, de manera expresa permite que el Estado ribereño pueda determinar sus líneas de base combinando cualquiera de los métodos contenidos dentro de la citada Convención, considerando las circunstancias particulares de cada Estado para su aplicación. Por su parte, es importante señalar que no obstante los métodos elegidos para la delimitación 122 en relación con las zonas de jurisdicción marítima, existe una obligación expresa por parte de la Convemar que el Estado ribereño, es quien deberá implementar dichas líneas de base y, de igual forma, dar publicidad a las mismas dentro del seno de la Comunidad Internacional. En razón de lo anterior, el artículo 16 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, estipula que todo Estado ribereño tiene la obligación de realizar ya sea cartas a escala o una lista de coordenadas correspondientes, en donde se plasme de manera expresa los límites adoptados en atención a la disposición geográfica de la costa; debiendo para el efecto, el referido Estado ribereño dar la publicidad debida a tales cartas o lista de coordenadas geográficas ante el resto de naciones de la Comunidad Internacional y depositar un ejemplar de dichos documentos en poder del Secretario General de las Naciones Unidas.220 De esta manera, si bien la Convemar otorga los parámetros de delimitación propia de las zonas de jurisdicción marítima, corresponde al Estado Ribereño indicar de manera oficial, conforme a lo establecido por el citado tratado internacional, los puntos apropiados a partir de los cuales establecerá sus líneas de base correspondientes. 3.3.4. Régimen jurídico, soberanía ejercida sobre el mar territorial y excepciones a dicha soberanía En lo referente al mar territorial, su régimen jurídico se distingue por el ejercicio del poder soberano del Estado ribereño sobre dicha zona de jurisdicción marítima, atendiendo a las limitaciones propias que estipula el ordenamiento jurídico internacional. De esta manera, el artículo 2 de la Convemar, reconoce la potestad del Estado ribereño por extender y ejercer su soberanía sobre el mar territorial, tanto en lo referente a sus aguas suprayacentes, como al espacio aéreo, el lecho y el subsuelo de dichas aguas; atendiendo a las parámetros y limitaciones que son impuestas por la referida Convención y otros tratados internacionales. A falta de una definición expresa 220 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 16. 123 dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, por soberanía debe entenderse, de acuerdo con el jurista José Antonio Pastor Ridruejo como, “(…) la facultad de reglamentar y reservar a los nacionales el aprovechamiento de los recursos vivos y no vivos del mar, su lecho y subsuelo, y la de prohibir y reglamentar el sobrevuelo de aeronaves que ostenten pabellón de terceros Estados”.221 Al concepto anterior, a su vez el tratadista Alonso Gómez-Robledo, agrega en relación a la amplitud del poder soberano, que “el Estado ribereño es igualmente competente para garantizar la seguridad en la navegación y en materia aduanera y sanitaria, tiene el derecho además de establecer una vigilancia sobre las embarcaciones, que puede ir desde el derecho de visita hasta la captura, detención y confiscación de los artículos prohibidos”.222 La soberanía ejercitada sobre el mar territorial, difiere notoriamente de aquella ejercida sobre el territorio estatal y las aguas interiores, toda vez que su ejecución está restringida de manera general a determinadas excepciones, es decir, el poder soberano del Estado ribereño puede producirse pero atendiendo siempre a determinadas restricciones impuestas por el Derecho Internacional. Las limitaciones referidas constituyen, de acuerdo a lo señalado por el tratadista Carlos Jiménez Piernas, por una parte, el permitir el “derecho de paso inocente” (cuya fundamentación tiene cabida en el principio de la libertad de comercio y navegación) a buques extranjeros y, por otra, la prohibición general de ejercer las jurisdicciones civil y penal del Estado ribereño sobre los buques y tripulantes que ejercen el referido paso, salvo aquellos casos excepcionales que expresamente contenidos en la Convemar 223. En lo que respecta a la procedencia del “derecho de paso inocente”, la misma se fundamenta, de acuerdo con el jurista Ignacio Arroyo, en el hecho que "(…) el Derecho internacional establece un equilibrio entre los intereses soberanos del ribereño y los de la comunidad 221 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 346. Gómez-Robledo Verduzco, Alonso. El nuevo Derecho del Mar: Guía introductoria a la Convención de Montego Bay. México; Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa. 1986. Disponible en la página web: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=552. Fecha de Consulta: 09 de septiembre de 2013. 223 Jiménez Piernas, Carlos. Régimen jurídico de los espacios marítimos (I): Aguas interiores, mar territorial y zona contigua. Tema contenido en calidad de capítulo en la obra “Instituciones de Derecho Internacional Público” del autor Manuel Díez de Velasco Vallejo. Tomo I. España; Editorial Tecnos. 1994. Décima edición. Pág. 432. 222 124 internacional con relación a la navegación: frente a la seguridad de los primeros se reconoce el derecho de paso inocente de los buques extranjeros para navegar por el mar territorial de cualquier Estado”.224 El “derecho de paso inocente” por parte de buques extranjeros dentro del mar territorial de un Estado ribereño, es una potestad reconocida por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, para toda la Comunidad Internacional, tanto otros Estados ribereños como aquellos sin litoral costero. El referido derecho se encuentra regulado de manera extensa en los artículos 17 al 32 de la nombrada Convención, abordado a partir de tres consideraciones: “Normas aplicables a todos los buques” (arts. 17 al 26); “normas aplicables a los buques mercantes y a los buques de Estado destinados a fines comerciales” (arts. 27 y 28); y, “normas aplicables a los buques de guerra y a otros buques del Estado destinados a fines no comerciales” (arts.29 al 32). El “derecho de paso inocente” es definido por la Convemar, considerando de forma separada, lo que debe entenderse por “paso” y por “paso inocente”. No obstante lo anterior, a manera de integrar los dos conceptos y atendiendo a lo establecido en los artículos 18 y 19 numeral 1 de la referida Convención, el derecho de paso inocente debe definirse como la potestad que gozan todos los Estados de atravesar el mar territorial ajeno, de manera rápida e ininterrumpida, ya sea, para navegar sin penetrar en las aguas interiores ni hacer escala en las radas o instalaciones portuarias en las afueras de las aguas interiores, o en su caso, para dirigirse hacia las aguas interiores, salir de ellas, o hacer escala en una de esas radas o instalaciones portuarias; considerando a que, en ambos supuestos, la travesía o navegación se realice sin perjudicar la paz, el buen orden o la seguridad del Estado ribereño y de conformidad con los parámetros y restricciones que de manera expresa estipula el ordenamiento jurídico internacional, incluyendo la Convemar.225 Es de vital importancia enfatizar, que el “derecho de paso inocente” conferido a buques extranjeros, se limita de manera exclusiva a las aguas suprayacentes, con lo cual se 224 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 33 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículos 18 y 19 numeral 1. 225 125 mantiene intacta la soberanía plena ejercida sobre el espacio aéreo, lecho y subsuelo del mar territorial; siendo de tal calibre la restricción que, en el caso de submarinos y otros vehículos sumergibles deberán navegar en la superficie del mar territorial con su pabellón enarbolado (artículo 20 de la Convemar). De igual manera cabe destacar que, como elemento novedoso de la Convemar, se instituyen supuestos negativos relacionados a qué debe entenderse por “paso inocente”, siendo para el efecto que de manera expresa se contemplan actividades cuya realización presume el perjuicio contra la seguridad, paz y orden del Estado ribereño; los referidos supuestos están contenidos de manera expresa en el artículo 19 numeral 2 e incluyen, entre otros, cualquier amenaza o uso de la fuerza contra la soberanía o la integridad territorial del Estado ribereño y cualquier práctica con armas de cualquier clase.226 Por su parte, el régimen correspondiente al “derecho de paso inocente” dentro de la Convemar, se distingue en razón que instituye determinadas facultades y obligaciones para el Estado Ribereño en relación con el referido derecho de paso, siendo éstas las siguientes: a) La potestad de dictar leyes y reglamentos sobre materias específicas congruentes al ejercicio de la soberanía estatal (dichas materias se encuentran plasmadas en el artículo 21 numeral 1 de la Convención e incluyen aquellas relacionadas con la protección de cables y tuberías, la conservación de recursos vivos del mar, la prevención de infracciones de leyes y reglamentos nacionales, entre otros). b) La atribución de reglamentar el tráfico marítimo y en consecuencia, exigir que los buques extranjeros ejerzan del “derecho de paso inocente” dentro del mar territorial, utilizando vías marítimas y dispositivos de separación del tráfico que el Estado ribereño haya designado; el referido derecho aplica, en atención a la seguridad de la navegación, especialmente considerando la travesía de buques de propulsión nuclear así como aquellos que transporten materiales nucleares u otros intrínsecamente peligrosos (artículo 22). c) La facultad de poder tomar las medidas necesarias para impedir la travesía de buques cuando ésta sea contraria al ejercicio del “derecho de paso inocente” (artículo 25 numeral 1). d) La potestad de suspender en determinadas áreas de su mar territorial, de manera indiscriminada a todos los buques extranjeros y 226 Ibid. Artículo 19 numeral 2. 126 con eficacia a partir de su publicación debida, el paso inocente de dichos buques si la referida suspensión es indispensable para garantizar la seguridad e integridad estatal (artículo 25 numeral 3). e) La obligación de no oponer dificultades u obstáculos al paso inocente de buques extranjeros salvo en aquellos casos que la nombrada Convención reconozca como procedentes, así como el compromiso derivado de dar a conocer todos los peligros que, según su conocimiento, amenacen la navegación en el mar territorial (artículo 24). Y, f) el deber de abstenerse de imponer gravamen alguno a los buques extranjeros por el sólo hecho de atravesar el mar territorial, exceptuando la referida imposición en calidad de remuneración, cuando un buque extranjero en su paso reciba servicios determinados por parte del Estado ribereño (artículo 26). La segunda excepción al ejercicio de la soberanía estatal, la constituye la prohibición de implementar las jurisdicciones civil y penal del Estado ribereño a los buques y tripulaciones extranjeras que ejercen el “derecho de paso inocente”. Con relación a este extremo, los artículos 27 y 28 de la Convemar de manera expresa, destacan que en términos generales no debe ejercerse, tanto la jurisdicción penal sobre el buque extranjero que atraviesa el mar territorial para detener a ninguna persona o realizar ninguna investigación en relación con un delito cometido a borde de dicho buque durante su paso, como instituir su jurisdicción civil sobre personas que se encuentran a bordo del buque extranjero. La referida excepción constituye un efecto derivado del principio internacionalmente reconocido como la “Ley del Pabellón” (aquél que justifica el ejercicio de la jurisdicción exclusiva del Estado de la bandera, sobre un buque que considera como nacional) pero en atención a las circunstancias propias del mar territorial y de su control por parte del Estado ribereño, a su vez, la nombrada Convención reconoce determinados supuestos en donde el ejercicio de las jurisdicciones relatadas es permitida. A partir de lo afirmado previamente, el artículo 27 limita el ejercicio de la jurisdicción penal del Estado ribereño únicamente en casos particulares, los cuales en términos generales responden, por una parte, a que la comisión del delito realizado sobre dicho buque tenga repercusiones directas para el Estado sobre cuyo mar territorial se transita, 127 perturbando la paz y el orden de su territorio o sobre dicha zona de jurisdicción marítima; y, por otra parte, a fomentar la cooperación internacional, cuando la detención se realice bajo solicitud de asistencia del Estado del pabellón o cuando implique la represión del tráfico ilícito de estupefacientes o de sustancias sicotrópicas.227 A su vez, la prohibición general, no aplica con el derecho del Estado ribereño a tomar medidas autorizadas por su marco jurídico para realizar detenciones sobre buques extranjeros que pasen por el mar territorial, procedentes de aguas interiores (artículo 27 numeral 2). En los supuestos anteriores, debe considerarse la implementación de un procedimiento administrativo particular, en donde en todo momento exista una coordinación o notificación previa con el Estado de cuyo nacional es el buque detenido (artículo 27 numeral 3). En lo referente a la implementación de la jurisdicción civil, las excepciones contempladas por el artículo 28, establecen que no se podrán tomar contra buques extranjeros tanto medidas de ejecución como cautelares en materia civil; salvo que sean producto de obligaciones contraídas por dichos buques en su paso por las aguas del Estado ribereño o derivadas de su paso y que sean producto del ejercicio de medidas ejecutadas por el Estado ribereño cuando un buque se detenga en su mar territorial o pase por él procedente de sus aguas interiores. 3.4. Zona Contigua La zona contigua es definida de acuerdo con el jurista Gilbert Gidel, citado a su vez por el tratadista José Antonio Pastor Ridruejo, como “el espacio marítimo que se extiende más allá del límite exterior del mar territorial hasta una cierta anchura y en el cual el Estado ribereño ejerce sobre buques extranjeros competencias rigurosamente limitadas a ciertos fines”.228 El fundamento para la existencia de la zona contigua, en opinión del jurista José Luis Meseguer Sánchez, se sustenta en que “(…) la zona contigua no puede desligarse del fundamento político, de defensa y seguridad del mar territorial. Si 227 228 Ibid. Artículo 27, numeral 1 literales a), b), c) y d). Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 358. 128 el mar territorial se concibe como una prolongación del dominio terrestre en cuanto defensa del territorio sometido a la soberanía del Estado, la zona contigua tiene su razón de ser en la defensa o seguridad contra las violaciones del Derecho nacional cometidas en el mar territorial o en el propio territorio del Estado”.229 En atención a lo anterior, es importante establecer que la zona contigua constituye una zona de jurisdicción marítima adyacente y superpuesta al mar territorial en donde se extiende de manera limitada la jurisdicción estatal, exclusivamente a determinados fines o materias designadas. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 aborda lo correspondiente a la zona contigua en su artículo 33, al definirla como una zona adyacente de manera inmediata al mar territorial, en donde se faculta que el Estado ribereño pueda tomar las medidas de fiscalización necesarias para prevenir y sancionar aquellas infracciones cometidas en su territorio o mar territorial, de leyes y reglamentos expresamente en materias aduaneras, fiscales, de inmigración o sanitaria.230 En igual sentido, el artículo citado en su numeral segundo puntualiza que la anchura correspondiente a la referida zona de jurisdicción marítima, no puede exceder de 24 millas marinas contadas a partir de las líneas de base sobre las cuales se delimita el mar territorial. El régimen legal presentado con anterioridad, conlleva dos consideraciones importantes, siendo la primera de ellas, que la función o razón de ser del ejercicio de jurisdicción estatal sobre la zona contigua, es el de garantizar intereses defensivos y de seguridad propios del Estado ribereño, para lo cual internacionalmente se extiende la competencia estatal pero exclusivamente en materias fiscal, aduanera, sanitaria y de inmigración; y, la segunda la constituye, el hecho de que su extensión de 24 millas presupone una superposición de la zona contigua, tanto sobre el mar territorial como sobre una porción de la zona económica exclusiva. La afirmación anterior no conlleva en sí la limitación u obstáculo de los derechos propios de cada zona de jurisdicción 229 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 148. III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 33. 230 129 marítima en lo particular, sino más bien, sobre todo en relación con la zona económica exclusiva, una expansión en relación a las materias en donde se evidencia la competencia jurisdiccional y administrativa del Estado ribereño. El régimen jurídico de la zona contigua dentro del contexto de la Convemar, en gran medida reitera los principales parámetros sobre la referida zona de jurisdicción marítima consignados dentro de la Convención de Ginebra sobre mar territorial y zona contigua de 1958 pero, a su vez, contiene importantes innovaciones para la evolución del Derecho Internacional del Mar. Una de dichas innovaciones, puede evidenciarse en razón del tratamiento que se le otorga a la zona contigua como zona geográfica adyacente de manera inmediata al mar territorial, lo cual consigna a la referida área ya no como parte del Alta Mar sino más bien como parte integral de zona económica exclusiva, atándola para el efecto a un régimen jurídico integral y particular. Por su parte, otra de las innovaciones la constituye, la abstención que contiene la Convemar en razón de pronunciarse sobre el supuesto de las zonas contiguas de Estados cuyas costas se enfrentan o son lindantes; extremo que antes era abordado de manera expresa por la Convención de 1958 pero que en la actualidad ha perdido razón alguna de ser regulado, en atención a que cuando dos Estados se enfrenten en todo caso las zonas de jurisdicción marítimas lindantes serán ya sea la zona económica exclusiva o en su caso la plataforma continental. En lo que respecta a la práctica estatal contemporánea, de acuerdo con lo señalado por el jurista Donald R. Rothwell, en comparación con las demás zonas de jurisdicción marítima, la zona contigua es la menos popular de ser adoptada por los Estados ribereños; extremo que se evidencia en el hecho que hasta el año 2009 solo 85 Estados, de los 150 que han delimitado y reconocido el mar territorial, habían delimitado de manera oficial la zona contigua.231 Por su parte, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista nombrado, de los referidos 85 Estados ribereños, solo 77 Estados habían, hasta la fecha referida, adoptado una zona contigua consistente en 24 millas náuticas; en lo que respecta al resto, han acogido una zona de jurisdicción marítima menor al 231 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 3, subtema VI, literal D. 130 límite referido, destacándose Finlandia (con 14 millas náuticas), Venezuela (con 15 millas náuticas), así como Bangladesh, Gambia, Arabia Saudita y Sudan (con 18 millas marinas), y sólo la República Popular Democrática de Corea, ejerce un reclamo mayor consistente en 50 millas marinas.232 3.5. Zona Económica Exclusiva 3.5.1. Desarrollo del concepto y su trascendencia La zona económica exclusiva (también identificada por algunos tratadistas como ZEE233), constituye uno de los principales aportes derivados del nuevo régimen jurídico impuesto por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. Su origen, tal y como se ilustró en apartados anteriores, tuvo cabida en las reivindicaciones unilaterales así como en los instrumentos internacionales a nivel regional, que dentro de la práctica estatal latinoamericana, ostentaron preponderancia para el desarrollo de la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar en relación a la extensión de facultades soberanas sobre una zona de jurisdicción marítima más allá del límite del mar territorial; atendiendo a que dicho ejercicio de jurisdicción por parte de los Estados ribereños, respondiera a un interés económico por beneficiarse de la explotación y pesca exclusivas de los recursos sobre dicha área. De conformidad a la reflexión anterior, es que dentro del ordenamiento jurídico internacional positivo, la zona económica exclusiva constituye una institución completamente novedosa, siendo para el efecto regulada en primicia por la Convemar. En lo que respecta a su definición, de acuerdo con el tratadista Matthias Herdegen, las zonas económicas exclusivas “son áreas situadas más allá del mar territorial y adyacentes a éste, sujetas a derechos especiales de uso y vigilancia por parte de los Estados costeros, en lo que respecta a los recursos que allí se encuentran”.234 Por su parte la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en su 232 Loc. Cit. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 284. 234 Herdegen, Matthias; Op. Cit. Pág. 233. 233 131 artículo 55 define a la zona económica exclusiva como “(…) un área situada más allá del mar territorial y adyacente a éste, sujeta al régimen jurídico específico establecido en esta Parte, de acuerdo con lo cual los derechos y la jurisdicción del Estado Ribereño y los derechos y libertades de los demás Estados se rigen por las disposiciones pertinentes de esta Convención”.235 El artículo citado, pretende establecer de manera puntual que la zona económica exclusiva, debe entenderse sujeta a un régimen jurídico propio, autónomo y distinto al del mar territorial; régimen jurídico que se ve desarrollado de forma extensa a través de la Parte V de la Convemar (consistente a su vez en los artículos 55 al 75). Indistintamente de la novedad que representa la zona económica exclusiva por su reciente anexión al marco legal internacional positivo, es necesario destacar la importancia de su incorporación al Derecho Internacional del Mar. En atención a lo anterior, de acuerdo a lo expuesto por el jurista Robin R. Churchill, la importancia de la inclusión de la zona económica exclusiva dentro de la Convemar radica en que, al permitir la expansión de la jurisdicción del Estado ribereño por 200 millas marinas, se extendió la limitada competencia soberana ejercida por dicho Estado, a un área geográfica que previamente pertenecía a Alta Mar (sujeta al precepto de “libertad de los mares” por parte de toda la Comunidad Internacional) y que contiene la mayor proporción de recursos provenientes de los espacios marítimos así como ser el epicentro para realizar la mayoría de actividades oceánicas.236 De esta manera, se constituyen derechos y obligaciones por parte del Estado ribereño dentro de una zona de jurisdicción marítima, en donde si bien se ejerce una competencia soberana exclusiva en determinadas materias, a su vez se reconoce el goce indistinto de ciertas libertades por parte de todos los Estados. 3.5.2. Delimitación y problemas relacionados a su extensión 235 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 55. 236 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Págs. 145 y 146. 132 La zona económica exclusiva al igual que las otras zonas de jurisdicción marítima, anteriormente desarrolladas, ostenta aquella extensión que el Estado ribereño determine en atención a sus intereses pero siempre limitada por una anchura máxima establecida, de manera expresa, dentro del ordenamiento jurídico internacional. En consecuencia, de acuerdo con el artículo 57 de la Convemar, la zona económica exclusiva no podrá extenderse más allá de las 200 millas marinas contadas desde las líneas de base establecidas para medir el mar territorial.237 Lo anteriormente afirmado, presenta dos elementos de vital importancia al momento de considerar esta zona de jurisdicción marítima, el primero, consiste en establecer como límite exterior de la zona económica exclusiva una anchura no mayor de 200 millas marinas y el segundo, establece que el límite interior o punto a partir del cual se medirá la referida zona de jurisdicción marítima serán las líneas de base que a partir de las cuales se mide al mar territorial. Los citados elementos, aunque expresados de manera clara dentro de la Convemar, parecen crear cierta confusión al considerar realmente la extensión geográfica que ocupa la zona económica exclusiva, atendiendo a que, inicialmente, la zona económica exclusiva pareciera englobar la totalidad del mar territorial; y para el efecto se genera la duda en relación al régimen jurídico aplicable, siendo que ambas zonas de jurisdicción marítimo se rigen por parámetros y derechos distintos. Es importante considerar que el objetivo de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en su tratamiento de la zona económica exclusiva, es determinar una zona de jurisdicción marítima adyacente al mar territorial y sujeta a un régimen jurídico particular, derivado de la jurisdicción limitada que se le reconoce al Estado ribereño sobre dicha área (extremo que se hace constar en la definición presentada por el artículo 55). Para tal efecto, la razón de la Convemar de pronunciarse de tal manera en relación con la zona económica exclusiva, de acuerdo con el jurista José Luis Meseguer, se debe a que “con lógica jurídica, el art. 57 debería haber establecido el límite interior de la ZEE coincidiendo con el límite exterior del mar territorial; sin embargo, la Conferencia prefirió políticamente esta solución como fórmula 237 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 57. 133 adecuada para contrarrestar – y, en cierto modo, unificar las posiciones de los Estados industrializados y los llamados ‘territorialistas’.”.238 En consecuencia, cabe aseverar que la confusión generada inicialmente, resulta injustificada e improcedente; toda vez que si bien la Convemar señala como límite interior para la medición de la zona económica exclusiva las mismas líneas de base fijadas para delimitar el mar territorial, dichos parámetros son exclusivamente para determinar la extensión total de la zona de jurisdicción marítima citada sin perjuicio de los regímenes jurídicos propios contenidos dentro de la referida área geográfica, pues la nombrada Convención de manera expresa estipula el tratamiento independiente y autónomo que goza la zona económica exclusiva como un zona encontrada de manera adyacente al mar territorial. En tal sentido, la distancia designada de 200 millas marinas constituye más bien, una extensión geográfica que engloba dos zonas de jurisdicción marítima: el mar territorial (que se extiende hasta 12 millas marinas) y la zona económica exclusiva (cuya definitiva extensión máxima puede ser de 188 millas marinas); siendo cada una autónoma de la otra y sujeta a un régimen legal particular, en atención a su naturaleza dentro del ordenamiento jurídico internacional y al grado de jurisdicción o poder soberano que el Estado ribereño puede ejercer sobre ella. En la actualidad, la práctica estatal contemporánea ha acogido, por parte de la mayoría de Estados, el establecer las zonas económicas exclusivas con la anchura máxima que determina la Convemar. En consecuencia hasta el año de 2009, de acuerdo a lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, 125 de los 152 Estados ribereños que habían depositado los instrumentos correspondientes para delimitar la anchura de sus zonas de jurisdicción marítima, a su vez han adoptado su zona económica exclusiva con una anchura que no excede las 200 millas marinas.239 Cabe por su parte destacar, que así como la anchura de la zona económica exclusiva debe ser designada por cada Estado ribereño, de acuerdo a sus intereses particulares (atendiendo como límite el designado por la Convemar), de igual manera se reconoce la potestad de que el referido Estado pueda ejercer tanto la totalidad de derechos exclusivos reconocidos para sí por la Convemar, 238 239 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 284. Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 4, subtema III. 134 como en su caso limitarlos, siempre y cuando no se excluyan las obligaciones de carácter imperativo señaladas por el referido tratado. Por su parte, en lo referente a los problemas relacionados con la delimitación de las zonas económicas exclusivas, es importante considerar también la circunstancia de cuando las citadas zonas de jurisdicción marítima se contraponen, a razón de ser producto de Estados con costas adyacentes o situadas frente a frente. En relación con la controversia señalada, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 en su artículo 74 consigna que la delimitación de zonas económicas exclusivas entre Estados con costas adyacentes o situadas frente a frente, se efectuará por acuerdo entre ellos sobre la base del Derecho Internacional y ante la falta de dicho acuerdo dentro de un plazo razonable, podrán los Estados ejercer los métodos de solución de controversias designados por la referida Convención (sin que lo anterior excluya la obligación de buscar acuerdos para soluciones provisionales en lo que se resuelven dichas disputas).240 Finalmente, debe puntualizarse que todos los Estados ribereños que reclamen el reconocimiento de una zona económica exclusiva, tienen la obligación de indicar en sus respectivas cartas a escala o listas de coordenadas, el área geográfica correspondiente que adoptan por zona económica exclusiva así como darles la publicidad correspondiente a dichas cartas o listas de coordenadas. 3.5.3. Régimen Jurídico de la zona económica exclusiva y el ejercicio, por parte de los Estados, de determinados derechos y obligaciones El reconocimiento de una jurisdicción limitada por parte del Estado ribereño dentro de la zona económica exclusiva, caracterizada por el ejercicio de determinadas facultades soberanas restringidas, precisó a su vez la instauración de un régimen jurídico particular que atendiese a estas nuevas características y que al mismo tiempo pudiese representar una transición entre la plena soberanía ejercida sobre el mar territorial y las libertades comunes reconocidas en Alta Mar. La existencia de un régimen jurídico 240 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 74. 135 particular para la zona económica exclusiva parte, de acuerdo con el jurista José Luis Messeguer Sánchez, de que la referida zona de jurisdicción marítima es “(…) concebida como espacio marítimo sometido a determinadas competencias territoriales del Estado ribereño, implica – como se ha dicho antes – el rompimiento definitivo del tradicional equilibrio entre el principio de la soberanía sobre el mar territorial y el principio de libertad de alta mar (….)”.241 En este sentido, para el Derecho Internacional del Mar, la adopción de la zona económica exclusiva representó evolucionar, de la concepción de los espacios marítimos a partir de un dualismo sustentado en los principios de soberanía y de libertad en alta mar (es decir una división del espectro marítimo a partir de dos zonas de jurisdicción marítima específicas: Mar territorial y Alta Mar), para adoptar la existencia de una zona de jurisdicción marítima, cuyo potencial económico reconoce determinadas facultades exclusivas para los Estados ribereños pero cuyo origen inicial como parte de Alta Mar implica mantener ciertas potestades para la Comunidad Internacional. De esta manera, este amalgama entre una jurisdicción limitada ejercida por parte del Estado ribereño y el reconocimiento de determinadas libertades propias de Alta Mar para toda la Comunidad Internacional, reviste a la zona económica exclusiva de una naturaleza jurídica sui generis; carácter que le confiere a la referida zona de jurisdicción marítima, un status jurídico independiente al mar territorial y al Alta Mar, aunque reconozca el desarrollo de ciertos derechos y obligaciones propias de ambas áreas. Por su parte, el tratadista citado señala que “la especial naturaleza jurídica de la ZEE radica, precisamente en la exclusividad de competencias del Estado ribereño a los fines de exploración y explotación, conservación y administración de los recursos naturales, tanto vivos como no vivos, de la zona y en la concurrencia de esas competencias con otras reconocidas expresamente a los demás Estados de la Comunidad Internacional”.242 241 242 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 289. Loc. Cit. 136 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en lo referente a su tratamiento del régimen jurídico de la zona económica exclusiva, distingue entre el reconocimiento de: a) derechos y deberes propios para el Estado ribereño; b) derechos y deberes aplicables para todos los Estados y c) derechos o facultades derivados del reconocimiento internacional por parte de la Comunidad Internacional pero excluidos de las categorías anteriores, al no enunciarse de manera expresa en la Convemar (categoría también referida por algunos tratadistas, como José Luis Meseguer Sánchez, bajo la denominación de derechos residuales243). De esta manera, a efecto de entender mejor el régimen jurídico de la zona económica exclusiva dentro de la Convemar, es necesario a su vez desarrollar cada una de las categorías presentadas previamente: a) Derechos y deberes del Estado ribereño en la zona económica exclusiva Dentro del presente apartado, se constituyen todas aquellas facultades reconocidas de manera particular al Estado ribereño sobre su zona económica exclusiva particular, dichos derechos contenidos dentro de la Convemar (en su artículo 56), pueden dividirse de acuerdo con lo indicado por el jurista José Antonio Pastor Ridruejo, en tres subcategorías:244 a.1) Derechos de soberanía exclusivos La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 confiere derechos de soberanía al Estado ribereño en lo relativo a la exploración, administración y conservación de los recursos naturales, tanto vivos como no vivos, de las aguas suprayacentes al lecho, del lecho y el subsuelo del área geográfica comprendida como zona económica exclusiva. De manera equivalente, reconoce un ejercicio soberano exclusivo en relación a la realización de otras actividades que pretenden la exploración y explotación económicas de la referida zona de jurisdicción marítima, así como 243 244 Loc. Cit. Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 366. 137 también la producción de energía derivada del agua, de las corrientes y de los vientos artículo 56 numeral 1 literal a) -. En igual sentido, la Convemar en su artículo 60 numeral 1, reconoce otro derecho de soberanía exclusivo, el cual constituye la potestad de construir, autorizar y reglamentar la operación de: islas artificiales; instalaciones y estructuras realizadas para la exploración y explotación de recursos naturales dentro de la zona económica exclusiva; e, instalaciones y estructuras ajenas que puedan interferir en el ejercicio de derechos del Estado ribereño. En lo que respecta a la exploración, administración y conservación de los recursos vivos, si bien la Convemar estipula el referido derecho por medio del artículo 56, a su vez se desarrollan dentro de la parte correspondiente al régimen legal de la zona económica exclusiva, ciertos artículos referentes a cada una de las facultades citadas. En este aspecto, el artículo 61 señala de manera extensa que, en relación a la conservación de recursos naturales, el Estado ribereño ostenta la facultad de establecer medidas que garanticen una correcta administración y preservación de los recursos vivos dentro de la zona económica exclusiva así como determinar las condiciones para su captura permisible, a efecto que dichos recursos no se vean amenazados por la explotación excesiva. Las mencionadas medidas, tendrán por finalidad garantizar o reestablecer las poblaciones de especies capturadas a niveles que puedan asegurar su máximo rendimiento sostenible, tomando en consideración los factores ambientales y económicos pertinentes, las necesidades económicas de las comunidades pesqueras nacionales y sobre todo, considerando las repercusiones que la pesca y captura de dichos recursos puede influenciar en el desarrollo de especies dependientes de ellas.245 Por su parte, en lo relativo a la explotación y utilización de los recursos vivos extraídos en la zona económica exclusiva, en principio existe la potestad exclusiva del Estado ribereño de explotar mediante la pesca dichos recursos pero la misma Convemar señala que dicha potestad será únicamente en atención al monto de capacidad máxima de captura que el citado Estado señale. De esta manera el artículo 62, señala que la 245 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 61. 138 finalidad de la explotación vinculada en relación a los recursos naturales vivos, consiste en la utilización óptima de dichos recursos, debiendo para el efecto el Estado ribereño determinar el nivel de capacidad que tiene para explotar la referida zona de jurisdicción marítima y cuando exista un excedente entre lo capturado y lo que se produzca en dicha zona, el Estado ribereño tendrá la obligación de dar acceso a otros Estados (por medio de los mecanismos que otorga la Convención) para que estos últimos se puedan valer del excedente.246 Al reconocerse la facultad de acceso y explotación en razón del excedente, también el artículo citado enfatiza la importancia de considerar los factores económicos propios del Estado ribereño, así como la dependencia económica regional de la pesca, para lo dotación del nombrado derecho; y se destaca, a su vez, el deber correlativo de los otros Estados (aquellos que se benefician de la explotación del excedente) por observar en todo momento las medidas de conservación impuestas por el Estado ribereño a través de su marco jurídico nacional asimismo como de los mecanismos propios designados para la pesca de dichos recursos (concesión de licencias a pescadores, determinación de especies a capturarse, establecimiento de temporadas de pesca, etc.).247 Es importante señalar, en referencia al derecho soberano de explotación de recursos vivos dentro de la zona económica exclusiva, que como elemento destacado de la Convemar, se establecen parámetros para la conservación y explotación de determinadas especies o poblaciones de recursos vivos. Para tal efecto, el artículo 63 estipula una obligación general para los Estados ribereños, que dentro de sus zonas exclusivas comparten poblaciones de peces o en su caso tienen poblaciones muy similares, de determinar acuerdos entre sí para garantizar medidas tendientes a un desarrollo sostenible y conservación de las referidas especies. La Convemar reconoce la protección que se le debe otorgar a especies particulares, a través de elementos como la facultad de prohibir o limitar la explotación de mamíferos marinos (artículo 65); la especial protección a las especies anádromas que se originen en los ríos del Estado 246 247 Ibid. Artículo 62 literales 1 y 2. Ibid. Artículo 62 literales 3, 4 y 5. 139 ribereño (artículo 66); la administración de especies catadrómas alojadas la mayor parte de su vida en las costas del Estado ribereño (art. 67); y, la cooperación internacional existente en relación a las especies altamente migratorias (art. 65). En lo que respecta a este último extremo, las especies altamente migratorias, atendiendo a su propia naturaleza nómada, requieren para su conservación una protección conjunta de varios Estados ribereños y por esto están sujetas a un régimen jurídico específico sustentado más bien en acuerdos bilaterales o multilaterales particulares; la Convemar a su vez establece en su Anexo I la lista de especies que deben ser consideradas como “altamente migratorias”, en atención a su ciclo de vida correspondiente. Finalmente en lo correspondiente a la explotación y administración de recursos naturales no vivos, salvo el reconocimiento del derecho exclusivo de generar energía a partir de corrientes, aguas o viento propios de la zona económica exclusiva, dicho extremo es abarcado de manera específica por el régimen particular propio que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 designa para los recursos obtenidos de la Plataforma Continental (tal lo señala el artículo 56 numeral 3). En tal sentido, para la explotación de recursos naturales no vivos dentro del suelo y subsuelo de la zona económica exclusiva debe considerarse específicamente la normativa contenida en los artículos 76 a 85 de la Convemar. a.2.) Competencia y Jurisdicción Exclusivas La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, además de reconocer derechos de soberanía exclusivos para el Estado ribereño, también confiere la potestad de que éste puede ejercer su jurisdicción y competencia legales en relación a ciertas materias concernientes a la zona económica exclusiva. En consecuencia, el artículo 56 de la Convemar - específicamente en el literal b) de su numeral 1.-, estipula que el Estado ribereño ostenta jurisdicción, con arreglo a las disposiciones pertinentes de la Convención, en lo relativo a: i) El establecimiento y utilización de islas artificiales; ii) la investigación marina; y iii) la protección del medio marino.248 Es importante 248 Ibid. Artículo 56 numeral 1 literal b). 140 destacar que por jurisdicción exclusiva se debe entender, dentro del presente contexto, como la potestad que tiene el Estado ribereño por regular a través de un marco legal y reglamentario el desarrollo de las actividades anteriormente nombradas. En atención a la estructura propia de la Convemar, es prudente indicar que aunque el artículo citado enumera las materias sujetas a una jurisdicción exclusiva por parte del Estado ribereño, existen a su vez normas específicas que desarrollan la extensión de cada una de las competencias vinculadas a dichas materias. De tal manera, especial consideración merece designar que en lo referente al establecimiento y utilización de islas artificiales, instalaciones y estructuras para la extracción de recursos dentro de la zona económica exclusiva (aunque su creación en sí es un derecho soberano exclusivo, la potestad propia de establecer los parámetros para su instalación y de su funcionamiento son propios de la jurisdicción reconocida), el artículo 60 numeral 2 de la Convemar señala que el Estado ribereño ejercerá jurisdicción exclusiva sobre dichas islas artificiales o instalaciones, a través de la competencia en materia de leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, sanitarios, de seguridad y de inmigración. El artículo citado además, a través de sus múltiples numerales, señala el deber de cada Estado de notificar a la Comunidad Internacional la construcción de dichas estructuras o instalaciones (artículo 60 numeral 2 ), así como el reconocer la potestad de constituirse zonas de seguridad alrededor de las referidas islas artificiales o estructuras (artículo 60 numeral 3 y 4) para garantizar tanto la integridad de dichas instalaciones como la seguridad de navegación, atendiendo a que dichas zonas de seguridad no pueden sobrepasar los 500 metros. Indistintamente de lo anterior, debe mencionarse que el artículo 60 en su numeral 8 estipula que las islas artificiales, estructuras o instalaciones análogas, no ostentan condición jurídica de islas y por ende, de acuerdo con lo expuesto por el jurista Donald R. Rothwell, en la práctica contemporánea, ni siquiera islas artificiales de gran tamaño como las construidas en el Golfo Pérsico – en las afueras de la costa de Dubai - para vivienda y turismo, pueden ser consideradas bajo el criterio de islas de conformidad con la Convemar, razón por la cual no poseen ni zonas de jurisdicción marítimas propias ni 141 afectan la delimitación de las zonas propias del Estado ribereño al cual pertenecen.249 Sin perjuicio de lo aducido anteriormente, es importante destacar que de encontrarse la isla artificial o estructura análoga dentro del límite exterior del mar territorial, su ubicación geográfica sí podría tener una injerencia directa en el establecimiento de las líneas de base determinadas por el Estado ribereño. Por su parte, en lo referente a las demás materias sobre las cuales se reconoce jurisdicción exclusiva al Estado ribereño, cabe destacar que tanto la “protección y preservación del medio marino” como la “investigación marina” dentro de la zona económica exclusiva, se sujetan a normas específicas contenidas dentro de la Convemar, y cuyo estudio se hará en apartados posteriores. a.3) Otros derechos y deberes previstos en la Convención El numeral 1 del artículo 56 contenido en la Convemar, al desarrollar las diversas formas en que el Estado ribereño ejerce poder soberano sobre la zona económica exclusiva, establece en su literal c), el reconocimiento de “otros derechos y deberes previstos en la Convención”, cuyo nombramiento particular ha sido excluido de dicho artículo. La apertura con que finaliza el artículo citado, permite una expansión de facultades para el Estado ribereño, siempre limitada al reconocimiento expreso de dichos derechos dentro de la Convemar y a que sean congruentes con las necesidades de la Comunidad Internacional así como de la finalidad de la Convención (artículo 56 numeral 3). Entre los derechos encasillados como “otros derechos y deberes”, de acuerdo con el tratadista Donald R. Rothwell, debe destacarse aquellos relacionados a la imposición y jurisdicción extendida del Estado ribereño en materias aduanera, fiscal, sanitarias y de inmigración, reconocidas dentro del carácter particular propio de la zona contigua (siendo que su extensión geográfica a su vez se sobrepone a una parte de la zona 249 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 4, subtema IV, literal B, inciso i. 142 económica exclusiva – en sus primeras 12 millas marinas-).250 Igual mención merecen dentro del presente apartado, los derechos que ostenta el Estado ribereño, en relación a tomar medidas para garantizar la exploración, explotación, conservación y administración de los recursos vivos de la zona económica exclusiva, a través de leyes y reglamentos que reconozcan la visita, inspección, apresamiento o iniciación de procedimientos judiciales dentro de la referida zona de jurisdicción marítima, únicamente cuando se atenten los derechos soberanos exclusivos del referido Estado y en los términos señalados por el artículo 73 de la Convemar. b) Derechos y deberes aplicables para todos los Estados La naturaleza sui generis de la zona económica exclusiva, reconoce ciertas prerrogativas particulares para los Estados ribereños y al mismo tiempo considera las necesidades de la Comunidad Internacional en su conjunto, siendo así que, de acuerdo al jurista Carlos Jiménez Piernas, “la zona económica, sin embargo, no está concebida como un espacio tan ‘exclusivo’ como para que los terceros Estados queden privados del disfrute de ciertos derechos en ella”.251 De esta manera, la zona económica exclusiva, atendiendo a su origen histórico como parte de Alta Mar, reconoce a todos los Estados (indistintamente de su condición), derechos y deberes comunes para su realización; tal extremo es señalado de manera expresa por la Convemar mediante su artículo 58 numeral 1, indicando que “en la zona económica exclusiva, todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, gozan, con sujeción de las disposiciones pertinentes de esta Convención, de las libertades de navegación y sobrevuelo y de tendido de cables y tuberías submarinos a que se refiere el artículo 87, y de otros usos del mar internacionalmente legítimos relacionadas con dichas libertades, tales como los 250 Ibid. Capítulo 4, subtema IV, literal B. Jiménez Piernas, Carlos. Régimen jurídico de los espacios marítimos (III): Plataforma continental, zona económica exclusiva, y Estados sin litoral. Tema contenido en calidad de epígrafes de un capítulo en la obra “Instituciones de Derecho Internacional Público” del autor Manuel Díez de Velasco Vallejo. Tomo I. España; Editorial Tecnos. 1994. Décima edición. Epígrafes 1 y 2. Pág.469. 251 143 vinculados a la operación de buques, aeronaves y cables y tuberías submarinos, y que sean compatibles con las demás disposiciones de esta Convención”.252 La referencia que hace el artículo 58 de la Convemar al artículo 87, conlleva el señalar que esta última disposición normativa establece seis de las principales libertades reconocidas en Alta Mar, de las cuales a su vez la citada Convención expresamente reconoce para su goce dentro de la zona económica exclusiva, a tres: la libertad de navegación, la libertad de sobrevuelo y la libertad de tender cables y tuberías submarinos (facultades cuya regulación deberá hacerse en observancia directa de las disposiciones propias para las libertades de Alta Mar, contenida en los artículos 88 al 115 de la Convemar). El reconocimiento restrictivo de las nombradas libertades obedece, por una parte, al hecho que dichas facultades pretenden fomentar la cooperación así como el facilitar la comunicación internacional entre las distintas naciones del mundo, y por otra, al hecho que las mismas en ninguna forma están vinculadas o afectan a la prerrogativa que tiene el Estado ribereño por extraer los recursos naturales vivos y no vivos encontrados dentro de la zona económica exclusiva. De esta manera, de acuerdo con el jurista José Luis Meseguer Sánchez, “(…) en la formalización del régimen de la ZEE se excluyen aquellas libertades (pesca, investigación científica y construcción de islas artificiales y otras instalaciones permitidas por el Derecho Internacional) que, directa o indirectamente, se relacionan con la exploración y explotación de los recursos naturales tanto vivos como no vivos”.253 El derecho de navegación, conferido a todos los Estados (sean ribereños o sin litoral costero) constituye a su vez un deber jurídico propio para el Estado ribereño, que debe garantizar, así como establecer aquellos mecanismos para facilitarlo. En este sentido, la libertad de navegación se entiende dentro de la zona económica exclusiva en los mismos términos que en Alta Mar y en consecuencia, pueden navegar libremente los barcos de transporte, pesqueros, de pasajeros, otros tipos de embarcaciones no militares e inclusive los buques de guerra. De esta manera, aún el reconocimiento de 252 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 58 numeral 1. 253 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 288. 144 prerrogativas soberanas y jurisdiccionales al Estado ribereño así como otras limitaciones propias de la Convemar, no circunscriben la potestad de otros Estados de ejercer la libertad de navegación bajo cualquier embarcación pero tampoco implica que dicha potestad de traspaso sobre la zona económica exclusiva conlleve el reconocimiento de otros derechos reservados para el referido Estado ribereño. Para tal efecto, el tratadista E. Andréev señala que “(…) la libertad de navegar en estos espacios marinos para los barcos pesqueros o de investigación científica no significa que puedan dedicarse a la pesca o las exploraciones científicas sin la autorización del Estado ribereño”.254 En lo concerniente a la libertad de sobrevuelo, la misma se aplica en iguales términos que en Alta Mar e implica, de conformidad con lo expuesto por el jurista citado, el facultar que dentro de la zona económica exclusiva todos los Estados ostenten igual derecho a: organizar y efectuar los vuelos de aeronaves civiles y militares; a llevar a cabo investigaciones científicas con su participación y previa autorización; utilizar los medios radiotécnicos; observar desde el aire la situación en el mar en interés de los buques mercantes, de guerra y de investigación científica; así, como prestar auxilio en el mar.255 Por su parte, la libertad de tender cables y tuberías submarinos dentro de la zona económica exclusiva, conforme lo estipulado al artículo 87 numeral 1 literal c), se ejecutará con sujeción a la regulación particular de la plataforma continental. En relación a este extremo, señala el jurista nombrado que, “téngase presente que al realizarse la libertad de tender cables y tuberías submarinos, principalmente en la plataforma continental y el lecho del mar, la tarea práctica consiste en compaginar de manera racional la actividad de todos los Estados en dicha esfera con las acciones emprendidas por los Estados ribereños para explorar y explotar los recursos naturales de la plataforma continental”.256 Cabe destacar, que todas las libertades enunciadas previamente (la libertad de navegación, la libertad de sobrevuelo y la libertad de tendido de cables y tuberías 254 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 62. Ibid. Pág. 64. 256 Ibid. Pág. 65. 255 145 submarinas), al ejercitarse dentro de la zona económica exclusiva, no son absolutas y para el efecto, están sujetas a tres limitaciones propias de la regulación de dichas facultades en Alta Mar. La primer limitación, la constituye el precepto general establecido por la Convemar, en razón del cual todas las libertades ejercidas dentro del Alta Mar y por aplicación en la zona económica exclusiva, deberán ser ejercidas tomando en cuenta los intereses de otros Estados en el ejercicio de sus derechos dentro de las referidas zonas de jurisdicción marítima (Artículo 87 numeral 2). De igual manera, de acuerdo a lo indicado por el jurista Robin R. Churchill, se pueden incluir a la limitación general anterior dos limitaciones más, cuyo establecimiento se desprende del sentido propio de la Convemar, más no de un desarrollo literal; por tanto, la segunda limitación, la constituye el hecho de que las libertades están sujetas a las medidas impuestas para proteger el medio marino adyacente al litoral costero (ante supuestos como la ruptura o deterioro del cableado submarino, o la evacuación de combustible por parte de las aeronaves) y la tercera, a su vez, la constituye la potestad del Estado ribereño de construir islas artificiales y otras estructuras análogas (lo cual a su vez restringe la posibilidad de un sobrevuelo a baja altura sobre dichas instalaciones, o en su caso crear un obstáculo para la navegación).257 Finalmente, indistintamente de las libertades designadas para otros Estados de forma expresa por el artículo 58 de la Convemar, la referida Convención a su vez reconoce el ejercicio de otro derecho, como lo es la potestad de determinados Estados de poder disponer sobre el excedente de pesca que se genere dentro de la zona económica exclusiva. En principio, tal y como se ha señalado en los párrafos anteriores, se le reconoce al Estado ribereño la facultad soberana sobre la exploración y explotación de los recursos vivos pero, al mismo tiempo, se restringe tal atribución al estipular la obligación de dicho Estado ribereño por determinar la cantidad de recursos cuya capacidad le permita capturar, así como garantizar el acceso de otros Estados para poder pescar aquel monto de recursos que exceda la cantidad límite (artículo 62 numerales 2 al 4). 257 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Págs. 141 a 143. 146 El derecho de acceso para la explotación y pesca del excedente, es conferido por la Convemar a todos los Estados pero, se regula de manera específica a través de la consideración de tres tipos de Estados, los cuales de acuerdo con el tratadista José Antonio Pastor Ridruejo, son: Estados de pesca habitual (art. 62 numeral 3), Estados sin litoral (art. 69) y Estados en situación geográfica especial258 o con características geográficas especiales (art.70)259; la clasificación anterior pretende encasillar a los Estados interesados, en atención a su necesidad económica por explotar los recursos vivos de la zona económica exclusiva de otro Estado y para el efecto la referida Convención otorga preeminencia en la explotación a aquellos Estados sin litoral o en situación geográfica especial dentro de la región del Estado ribereño con excedente. En la práctica contemporánea, de acuerdo con lo expuesto por el jurista Donald R. Rothwell, el derecho de acceder y explotar el excedente ha sido imposible de implementar de manera eficiente, toda vez que no existe forma de ejercer coerción para su cumplimiento, en atención a que las decisiones tomadas por el Estado ribereño en relación con la determinación del monto de captura, la capacidad de extender su capacidad de captura así como la designación propia del excedente, constituyen excepciones para poder compulsar las medidas obligatorias de solución de controversias impuestas por la Convemar (en su Parte XV).260 De esta manera, su implementación tiende a estar vinculada, no con la obligatoriedad propia de la referida Convención sino más bien con la voluntad política de los Estados, plasmada a través de acuerdos o tratados bilaterales y multilaterales, celebrados de manera particular por Estados de una misma región geográfica. c) Derechos residuales y la fórmula enunciada por la Convemar para su establecimiento 258 Los Estados en situación geográfica especial son definidos por el artículo 70 numeral 2 de la Convemar como aquellos, incluidos los Estados ribereños de mares cerrados o semicerrados, cuya situación geográfica les haga depender de la explotación de los recursos vivos de las zonas económicas exclusivas de otros Estados de las subregión o región para el adecuado abastecimiento de pescado a fin de satisfacer las necesidades en materia de nutrición de su población o de partes de ella, así como loes Estados ribereños que no puedan reivindicar zonas económicas exclusivas.. 259 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 368. 260 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 4, subtema IV, literal A, inciso i. 147 Los derechos residuales, de acuerdo al tratadista José Luis Meseguer Sánchez, constituyen “(…) aquellos que no aparecen en la Convención atribuidos, de manera específica, al Estado ribereño ni a los demás Estados de la Comunidad Internacional”.261 Es decir, constituyen aquellas facultades que si bien, no son abordadas ni delimitadas de manera expresa por la Convemar, son reconocidas de manera implícita dentro de su articulado pero sin determinar si dichas atribuciones deben ser reconocidas en sentido favorable para el Estado ribereño o en su caso para la Comunidad Internacional. En este sentido, de acuerdo con lo afirmado por el tratadista Robin R. Churchill, la Convemar pretendió abordar los principales usos que pudiesen derivarse de la zona económica exclusiva pero obvió desarrollar importantes temáticas, cuyo origen deriva directamente de la aplicación práctica del Convenio, como lo son: el establecimiento en el lecho de aparatos de escucha y de rastreo para submarinos; la facultad de recuperar objetos arqueológicos e históricos más allá de la zona contigua; entre otros.262 A efecto de disipar la problemática derivada de la designación y regulación de los derechos residuales dentro de la zona económica exclusiva, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 estipula una fórmula para la resolución de la referida controversia. De esta manera, el artículo 59 de la Convemar señala que cuando no se atribuyan en la zona económica exclusiva, derechos o jurisdicción al Estado ribereño o a otros Estados y surja un conflicto entre los intereses entre el Estado ribereño y cualquier otro Estado o Estados; el conflicto deberá ser resuelto sobre una base de equidad y en consideración a otras circunstancias pertinentes, como la importancia respectiva que ostentan los intereses controvertidos para las partes así como para la Comunidad Internacional en su conjunto.263 La fórmula anterior, busca señalar que ante un conflicto de esta naturaleza prevalecerá como primera opción, una solución equitativa sustentada en el mutuo acuerdo y la diplomacia 261 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 289. Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 144. 263 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 59. 262 148 de las partes interesadas y, a falta de dicha solución, ambas partes ostentan el derecho de concurrir a los mecanismos designados por la Convemar para la solución de controversias. 3.6. Plataforma Continental 3.6.1. Desarrollo del concepto y su definición normativa La plataforma continental, de acuerdo con el jurista Ignacio Arroyo, puede definirse como “el lecho y el subsuelo de la áreas submarinas que se extienden más allá del mar territorial y a lo largo de la prolongación natural del territorio hasta el borde exterior del margen continental o hasta la distancia de doscientas millas y donde el ribereño ejerce derechos soberanos limitados a la exploración y explotación de los recursos naturales”.264 De la definición anterior es importante destacar, la circunstancia de que al constituirse la plataforma continental como una prolongación del territorio nacional se justifica a su vez la potestad exclusiva del Estado ribereño de explorar y explotar aquella extensión de territorio que se encuentra sumergido; atendiendo sobre todo a la riqueza de recursos naturales no vivos o minerales que se encuentran situados y pueden extraerse de la referida zona de jurisdicción marítima. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en su artículo 76 numeral 1, a su vez adopta un concepto muy similar al expuesto con anterioridad pero enfatizando de manera más técnica los criterios de delimitación y extensión para la plataforma continental; es decir, en razón de la totalidad de la prolongación del territorio sumergido o a una distancia preestablecida máxima. Tal énfasis técnico en la definición legal de plataforma continental constituye un elemento especialmente innovador, pues sujeta su extensión ya no a la incertidumbre relacionada con la capacidad de explotación del Estado ribereño en razón de su profundidad (como se instituye en la Convención de Ginebra sobre la Plataforma Continental de 1958) sino más bien a parámetros preestablecidos, expresamente constituidos para la distinción de 264 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 34. 149 la plataforma continental con otras zonas de jurisdicción marítima como la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos. 3.6.2. Extensión, parámetros y criterios para su delimitación A efecto de comprender con mayor facilidad como se demarca la plataforma continental, es necesario conocer las partes o elementos que conforman al denominado “margen continental”, cuya extensión a su vez constituye la referida zona de jurisdicción marítima. En virtud de lo anterior, la Convemar en el numeral 3 de su artículo 76 señala que por “margen continental” se entiende aquella prolongación sumergida de la masa continental del Estado ribereño, que está constituida por el lecho y el subsuelo de la plataforma, el talud continental265 y la emersión continental266, sin considerar el fondo oceánico profundo con sus crestas ni su subsuelo267. La anterior limitación de extensión geográfica, tiene cabida, no solo, en atención a que pretende separar el régimen jurídico de la plataforma continental con el de la Zona de los Fondos Marinos, sino que a su vez, constituye un parámetro para la delimitación de la referida plataforma, evitando ambigüedad. La delimitación de la plataforma continental, implica una labor no sólo técnica sino también muy difícil, en atención a la diversidad de fenómenos geológicos que presenta dicho espacio; razón por la cual la Convemar pretende otorgar preceptos mínimos para designar sus límites y en consecuencia, determinar su anchura. El límite interior de la plataforma continental, de acuerdo a lo explicado por el jurista Ignacio Arroyo, lo constituye el límite exterior del mar territorial, es decir, las doce millas contadas a partir 265 El talud continental –denominada en inglés como continental slope - se define como la pendiente pronunciada que se dirige hacia el fondo oceánico profundo y constituye el límite entre las cortezas continental y la oceánica. Se considera parte del continente. (definición extraída de la página virtual El Profe de Ciencias: Bitácora de ciencias naturales; disponible en: http://elprofedenaturales.wordpress.com/tag/oceanos/; fecha de consulta: 23 de octubre de 2013). 266 La emersión continental – denominada en inglés como continental rise - se define como aquella área conformada por un amplio depósito de desechos, tanto de origen continental como de origen marino, que se extiende desde la base del talud, cubriendo a menudo parte de éste, hasta el fondo oceánico. (Francisco Orrego Vicuña. Los fondos marinos y oceánicos: jurisdicción nacional y régimen internacional. Chile, Editorial Andrés Bello. 1976. Pág. 184). 267 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 76, numeral 3. 150 de las línea de base normal o rectas designadas por el Estado ribereño268; tomando en consideración, para tal efecto, que la misma Convemar estipula que el lecho y el subsuelo propios del mar territorial se sujetan a la plena soberanía del Estado ribereño (artículo 2 numeral 1) y por ende deben excluirse del régimen jurídico propio de la plataforma continental. Por su parte, en lo que respecta a su límite exterior, de acuerdo con el tratadista citado, “el límite superior llega hasta el borde exterior del margen continental, o bien hasta una distancia de doscientas millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, en los casos en los que el borde exterior no llegue a esa distancia”.269 No obstante lo expuesto anteriormente, con relación a los límites de la plataforma continental, es necesario indicar que para efectos de la determinación de la anchura de la referida zona de jurisdicción marítima, se iniciará la medición correspondiente a partir de las líneas de base sobre las cuales se miden la anchura del mar territorial. Por su parte, en lo concerniente al límite exterior, cabe a su vez destacar, que la Convemar determina dos parámetros para su fijación, en atención a la extensión geográfica y real que presente la plataforma continental. El primero, lo constituye aquel supuesto en razón del cual se establece la anchura de la plataforma continental en 200 millas marinas contadas a partir de las líneas de base designadas por el Estado ribereño para la medición de su mar territorial (en atención a que la prolongación del margen continental es menor a la anchura preestablecida) y en consecuencia, de conformidad con el numeral 7 del artículo 76 de la Convemar, se fija el límite exterior por medio de líneas rectas cuya longitud no exceda de 60 millas marinas, que unan puntos fijos definidos por medio de coordenadas de latitud y longitud.270 Es en este primer supuesto, en donde la plataforma continental coincide con la extensión de la zona económica exclusiva y para el efecto, aunque se trata de dos zonas de jurisdicción marítima autónomas e independientes con regímenes jurídicos propios, deberán complementarse en la regulación del espacio geográfico que ocupan. 268 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Págs. 34 y 35. Ibid. Pág. 35. 270 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 76, numeral 7. 269 151 Por su parte, el segundo supuesto, se hace efectivo cuando la extensión del margen continental excede las 200 millas marinas y por ende el límite exterior debe establecerse en concordancia con la terminación de la prolongación del referido margen continental. Ante este supuesto, el límite exterior podrá a su vez ser designado a través de dos criterios, conforme a lo señalado para el efecto por el numeral 4 del artículo 76; ya sea trazar una línea atendiendo a los puntos fijos más alejados, en cada uno de los cuales el espesor de las rocas sedimentarias sea por lo menos el 1% de la distancia más corta entre ese punto y el pie del talud continental, o en su caso trazar una línea a partir de puntos fijos situados a no más de 60 millas marinas del pie del talud continental.271 Indistintamente el método elegido para la fijación de los límites exteriores, la Convemar señala que ante el supuesto analizado (en que se prolonga el margen continental más allá de las 200 millas marinas), en ningún caso los límites exteriores fijados deberán estar situados más allá de una distancia de 350 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, o en su caso de 100 millas marinas contadas desde la isóbata272 de 2,500 metros (artículo 76 numeral 5). En el caso que la anchura de la plataforma continental exceda las 200 millas marinas, cabe resaltar dos importantes consideraciones: la primera, consiste en que tal circunstancia significaría que la porción excedente (aquella área que excede de las 200 millas) pertenecería a Alta Mar y para el efecto estaría sujeta a las libertades correspondientes, y la segunda, es que la explotación de recursos no vivos en dichas circunstancias conlleva la obligación del Estado ribereño por pagar en especie un canon de compensación (artículo 83) a la Comunidad Internacional. La determinación de la anchura de la plataforma continental, constituye una facultad propia del Estado ribereño, la cual deberá hacer efectiva mediante el depósito al Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas de cartas e información 271 Ibid. Artículo 76, numeral 4, literal a), incisos i) y ii). Por isóbata, el numeral 5 del artículo 76 de la Convemar, entiende profundidades de 2,500 metros. 272 152 aquella línea que une pertinente que incluya datos geodésicos que describan de manera permanente el límite exterior de su plataforma continental (artículo 76 numeral 9 de la Convemar). Sin embargo, a efecto de evitar la unilateralidad del Estado ribereño en la determinación excesiva de su plataforma continental, en aquellos supuestos en donde la anchura de la referida plataforma exceda de 200 millas marinas, la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 instituyó la novedad de establecer la Comisión de Límites de la Plataforma Continental. De esta manera, todo Estado ribereño que pretenda reconocer límites exteriores más allá de las 200 millas náuticas, deberá presentar a la “Comisión de Límites de la Plataforma Continental” información que sustente su reclamación y sobre dicha información la referida Comisión procederá a hacer recomendaciones, siendo que aquellos límites adoptados en base a dichas recomendaciones serán obligatorios y definitivos (artículo 76 numeral 8). Finalmente, resulta imperativo analizar la fórmula para la delimitación de las plataformas continentales entre Estados con costas enfrentadas o adyacentes, señalada de manera expresa por la Convemar. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en su artículo 83, designa que la delimitación de la plataforma continental entre Estados con costas adyacentes o situadas frente a frente se efectuará por consenso entre las partes afectadas en pos de una solución equitativa y ante la ausencia de dicho acuerdo en un plazo razonable, se podrá recurrir a los procedimientos previstos por la referida Convención para la solución de controversias.273 3.6.3. Régimen jurídico relacionado con los derechos reconocidos y con la extracción de recursos naturales El régimen jurídico relativo a la plataforma continental dentro de la Convemar, centra su atención en la designación de derechos y deberes para el ejercicio del Estado ribereño 273 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 83. 153 así como de libertades conferidas a la Comunidad Internacional, y en consecuencia, duplica en gran medida las disposiciones adoptadas en la “Convención de Ginebra sobre la plataforma continental de 1958”. Para tal efecto, el Estado ribereño ostenta derechos soberanos exclusivos para explorar y explotar los recursos naturales situados en el lecho y subsuelo marinos que conforman la plataforma continental (artículo 77 numeral 1). La exclusividad en lo concerniente a la exploración y explotación de los recursos naturales situados en la plataforma continental, es reconocida a tal grado por la Convemar, que ante la negativa por parte del Estado ribereño de explorar o explotar los recursos naturales de la referida zona de jurisdicción marítima, nadie podrá emprender estas actividades sin el expreso consentimiento de dicho Estado (art. 77 numeral 2); siendo inclusive, que la referida exploración y explotación de la plataforma continental por parte del Estado ribereño, se reconoce como independiente a la ocupación real o ficticia así como de cualquier declaración expresa Estado ribereño (art. 77 numeral 3). Resulta por parte del también procedente señalar que, por recursos naturales susceptibles a ser explotados, se entienden aquellos no vivos (como los recursos minerales) pero también aquellos organismos vivos exclusivamente pertenecientes a especies sedentarias que se encuentran inmóviles dentro de la plataforma continental (art. 77 numeral 4). La magnitud y el tratamiento que otorga la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 a los derechos soberanos ejercidos en la plataforma continental, denota, de acuerdo lo resaltado por el tratadista José Luis Meseguer Sánchez, una naturaleza jurídica particular que diferencia de manera notable a la referida plataforma del régimen jurídico propio de la zona económica exclusiva.274 Al respecto, el citado jurista estipula que “los recursos de la ZEE deben ser aprovechados por el Estado ribereño; caso contrario, debe dar acceso a los demás Estados sobre el excedente entre la captura total permitida y la capacidad de captura del Estado ribereño”.275 Con esto, mientras que en la zona económica exclusiva la simple negativa de la explotación total de los recursos vivos no dispensa de la obligación del Estado 274 275 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 323. Loc. Cit. 154 ribereño por otorgar el excedente a otros Estados, en la plataforma continental se condiciona cualquier tipo de explotación o exploración (parcial o total) por parte de otros Estados, a la autorización expresa del Estado ribereño. Por su parte, además del derecho de explotación y exploración, la Convemar otorga al Estado ribereño: la facultad de condicionar a otros Estados la libertad de tender cables y tuberías submarinas, en razón de prevenir y evitar la contaminación y obstaculización en el ejercicio de sus derechos soberanos pero sin impedirla (art. 79); la potestad de construir, autorizar y reglamentar islas artificiales, estructuras e instalaciones sobre la plataforma continental en iguales términos que se reconoce dicho derecho sobre la zona económica exclusiva (art. 80); la prerrogativa exclusiva de autorizar y reglamentar los trabajos de perforación de cualquier tipo (art. 81) y la atribución de explotar el subsuelo mediante la excavación de túneles, cualquiera que sea su profundidad (art. 85). La amplitud en el reconocimiento de nuevos derechos soberanos exclusivos dentro de la plataforma continental, constituye una de las innovaciones sustantivas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. Finalmente, cabe resaltar que de conformidad con el numeral 1 del artículo 78 de la Convemar, los derechos del Estado ribereño sobre la plataforma continental se constituyen exclusivamente sobre el lecho y subsuelo de las áreas submarinas que la conforman y en ninguna forma afectan la condición jurídica de las aguas suprayacentes ni a la del espacio aéreo sobre tales aguas. De esta manera, el artículo citado clarifica cualquier confusión derivada de la concurrencia espacial de la zona económica exclusiva o Alta Mar con la plataforma continental, al establecer que el régimen jurídico propio de dichas zonas de jurisdicción marítima es compatible e independiente al régimen legal relativo a la plataforma continental.276 En lo que respecta al establecimiento de derechos y deberes a otros Estados, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 puntualiza, por medio del numeral 2 del artículo 78, que el ejercicio de los derechos del Estado ribereño sobre la plataforma 276 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 78 numeral 1. 155 exclusiva en ninguna forma deberá afectar a la navegación ni a otros derechos y libertades de los demás Estados, ni tener una injerencia injustificada en ellos.277 3.7. Alta Mar 3.7.1. Desarrollo del concepto y su extensión territorial El Alta Mar se puede definir, de acuerdo a lo expuesto por el tratadista Ignacio Arroyo, como “el mar libre”278, es decir una zona de jurisdicción marítima en donde ningún Estado puede ejercer soberanía y en donde se reconoce un ejercicio común por parte de todos los Estados de la Comunidad Internacional. Ambos extremos son confirmados de manera expresa por la Convemar, la cual estipula que el uso de Alta Mar debe ejercerse con fines pacíficos (artículo 88) y para el efecto, se prohíbe a cualquier Estado poder someter legítimamente a la zona de Alta Mar (artículo 89). Su concepción como zona de jurisdicción marítima emana desde la postura tomada en la Antigüedad y a lo largo de la evolución del Derecho Internacional del Mar, en donde los espacios marítimos eran visualizados como áreas para la exploración, explotación y navegación común de todos los Estados y en donde, posteriormente, se limitó el ejercicio soberano sobre una porción muy restringida adyacente a las costas. No obstante la postura anterior, preponderante hasta finales del Siglo XX, la tendencia contemporánea con respecto a Alta Mar (reflejada en las disposiciones jurídicas contenidas de la Convemar), ha sido disminuir su extensión y magnitud en favor del reconocimiento de mayores potestades para los Estados ribereños a través de diversas zonas de jurisdicción marítima. La extensión geográfica que abarca Alta Mar es designada de manera expresa por la Convemar en su artículo 86, en razón de la cual se constituye como aquella zona de jurisdicción marítima que incluye a todas las partes del mar que no sean las aguas interiores de un Estado, el mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva 277 278 Ibid. Artículo 78 numeral 2. Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 36. 156 ni las aguas archipelágicas de un Estado archipelágico.279 De esta manera, al igual que la Convención de Ginebra sobre la Alta Mar de 1958, se adopta un concepto negativo que pretende excluir las zona de jurisdicción marítima sujetas a la soberanía estatal pero a diferencia del concepto presentado en el tratado anterior, la Convemar disminuye el ámbito funcional de Alta Mar a favor de otras zonas y además otorga autonomía a las referidas zonas de jurisdicción marítima (zona contigua, plataforma continental, entre otras) con respecto a Alta Mar. 3.7.2. La libertad de Alta Mar y sus potestades derivadas La libertad de Alta Mar puede definirse como aquella facultad que ostentan todos los Estados (indistintamente su condición de Estados ribereños o Estados sin litoral) de ejercer y gozar de ciertas atribuciones sobre Alta Mar, en su calidad de zona de uso común, sin perjuicio de ser limitados por el ejercicio soberano de una nación en particular. La importancia de dicha libertad para la referida zona de jurisdicción marítima es de tal grado, que conforme al jurista E. Andréev, “el régimen de este espacio marino descansa sobre el principio imperativo de la libertad de la alta mar -negrilla es utilizada para enfatizar texto resaltado por autor original en cursiva-”.280 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, plasma y desarrolla lo referente al principio de la libertad en Alta Mar en el numeral 1 del artículo 87, el cual señala de manera expresa que “la alta mar está abierta a todos los Estados, sean ribereños o sin litoral. La libertad de alta mar se ejercerá en las condiciones fijadas por esta Convención y por las otras normas de derecho internacional”.281 Por su parte, de igual manera el artículo citado, determina las atribuciones cuyo ejercicio se entenderá sujeto a la referida libertad de Alta Mar; comprendiéndose dentro de dichas facultades: la libertad de navegación; la libertad de sobrevuelo; la libertad de tender cables y tuberías submarinos; la libertad de construir islas artificiales y otras 279 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 86. 280 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 85. 281 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 87, numeral 1, 157 instalaciones permitidas por el Derecho Internacional; la libertad de pesca; así como la libertad de investigación científica; entre otras.282 Previo a un análisis detallado de cada una de las libertades específicas anteriormente nombradas, es necesario considerar dos elementos muy importantes con respecto a la libertad de Alta Mar, siendo estos sus limitaciones y la amplitud de atribuciones que pueden derivar de dicha libertad. En lo referente a las limitaciones de la libertad de Alta Mar, es importante establecer que si bien dicha facultad es común para toda la Comunidad Internacional, esto no significa que constituya una libertad absoluta; toda vez que la misma Convemar la limita ante su articulado y otras normas del Derecho Internacional. Entre las principales limitaciones para el ejercicio de la libertad en Alta Mar, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista Ignacio Arroyo, pueden destacarse tres: Primero, al tratarse de una facultad compartida, la libertad de Alta Mar ejercida por un Estado debe respetar su ejercicio por los demás Estados (art.87 numeral 2); por otro lado, la libertad está sometida a la defensa de valores superiores de importante trascendencia para la Comunidad Internacional, como lo son el uso pacífico, el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente (art. 88); y tercero, siempre debe tomarse en consideración que la Convemar proclama un régimen jurídico particular para las actividades en la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos, a partir de que los recursos extraídos en dicha área constituyen “patrimonio común de la humanidad” (arts. 87 numeral 2 y 135).283 La amplitud de atribuciones que pueden derivar de la libertad de Alta Mar, se refiere a la extensión de actividades que pueden realizarse de forma común dentro de la referida zona de jurisdicción marítima; atendiendo a la designación específica de ciertas atribuciones por parte de la Convemar, antecedidas por el colofón “entre otras”. Al respecto, el jurista José Antonio Pastor Ridruejo destaca que “(…) las libertades enunciadas textualmente en la Convención no tiene carácter de numerus clausus sino de numerus apertus. La expresión ‘entre otras’ es clara al respecto. – negrillas son 282 283 Ibid. Artículo 87, numeral 1, literales a) al f). Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 36. 158 utilizadas para enfatizar texto resaltado en cursiva por el autor original –”.284 En otras palabras, la libertad de Alta Mar faculta, por parte de todos los Estados, la realización de cualquier potestad cuya naturaleza no contraríe las limitaciones señaladas por la Convemar así como el reconocimiento e intereses de la Comunidad Internacional. De esta manera, indistintamente de otras prerrogativas reconocidas dentro de Alta Mar, se procederá a continuación a examinar a fondo únicamente aquellas libertades que son establecidas de manera específica por el artículo 87 numeral 1 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. a) Libertad de navegación La libertad de navegación se encuentra plasmada en el artículo 90 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 y establece que “todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, tienen el derecho de que los buques que enarbolan su pabellón naveguen en alta mar”.285 La anterior afirmación constituye el fundamento para un régimen jurídico particular, contenido dentro de la Convemar, en lo referente a la libertad de navegación y se sustenta a su vez, de acuerdo con lo indicado por el tratadista Ignacio Arroyo, en dos principios complementarios: la libertad propiamente dicha del buque nacional de atravesar Alta Mar y la sumisión del buque a la ley del pabellón.286 En lo referente a la libertad de navegación propiamente dicha, cabe destacar que su aplicación se extiende a toda clase de embarcaciones, desde los buques comerciales hasta los buques de guerra. La sumisión del buque a la ley del pabellón, constituye un precepto fundamental del Derecho Internacional del Mar (tal y como se argumentó en apartados anteriores) cuya característica principal es el hecho que se reconoce jurisdicción exclusiva para el Estado del pabellón sobre las embarcaciones que enarbolan su bandera. La referida 284 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 371. III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 90. 286 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 36. 285 159 jurisdicción exclusiva, de acuerdo a lo establecido por el jurista E. Andréev, se desarrolla “con la particularidad de que en las esferas técnica, administrativa y social, el Estado mantiene su jurisdicción en el barco que navegue bajo su pabellón sean cuales fueren los espacios del Océano mundial se encuentre”.287 En función del control que se reconoce a favor del Estado del pabellón, se instituye a su vez el deber de instituir determinadas medidas legales y administrativas que garantizan su jurisdicción dentro del buque que considera como nacional, tales como mantener un registro de los buques que enarbolan su pabellón que incluya sus nombres y características así como el establecer normativa que regule la construcción de buques, configuración de tripulaciones y la comunicación entre distintas embarcaciones (artículo 94). El fundamento para el sometimiento del buque a la ley del pabellón, está en el hecho de que el Estado de cuya bandera se trata, reconoce como nacional a determinada embarcación. En este sentido, cada Estado tiene la potestad de establecer los requisitos necesarios para conceder su nacionalidad a los buques así como inscribirlos en el registro de su territorio, incluyendo dentro de dichos requerimientos la existencia de una relación auténtica entre el Estado y la embarcación; siendo que una vez enarbolen el pabellón han de poseer la nacionalidad del Estado de cuya bandera ondeen (art. 91 numeral 1). Al respecto de la existencia de una “relación auténtica” entre el Estado del pabellón y la embarcación, el jurista Ignacio Arroyo afirma que “este último requisito de la ‘vinculación real’ es una medida eficaz para combatir los pabellones de conveniencia, protagonistas de una competencia desleal (trabajan a menos coste porque no cumplen con las exigencias mínimas) y sujetos peligrosos para la navegación y seguridad marítima (en la mayoría de los accidentes están involucrados buques subestándar o pabellones de complacencia)”.288 Este doble motivo justifica que la vinculación autentica entre el Estado del pabellón y la embarcación deba ser probada, evitándose un mero proceder administrativo, y de igual forma, sustenta la prohibición contenida en el artículo 92 de la Convemar, en razón de la cual los buques solo podrán navegar bajo el pabellón de un solo Estado siendo excluido (salvo casos de 287 288 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Págs. 85 y 86. Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Págs. 36 y 37. 160 transferencia de propiedad o cambio de registro) el cambio de pabellón durante el viaje o en una escala289. Toda vez que la contravención de la prohibición anterior así como la navegación bajo los pabellones de dos o más Estados para conveniencia propia de la embarcación, conllevará a la imposibilidad de dicho buque de ampararse a ninguna de las referidas nacionalidades siendo considerado para el efecto como un buque sin nacionalidad, susceptible para el efecto al trato pertinente por otros Estados.290 No obstante que la sumisión exclusiva del buque a la jurisdicción de la nacionalidad de su pabellón constituye la regla general dentro del régimen jurídico de Alta Mar, la Convemar contempla excepciones en razón de las cuales dicha embarcación puede ser objeto de visita o persecución por parte de otro Estado. Una de estas excepciones es el denominado derecho de visita, reconocido en el artículo 110, en razón del cual se faculta excepcionalmente que un buque de guerra de otra nacionalidad pueda visitar un buque mercante (siempre y cuando éste último no ostente inmunidad al ser buque de guerra o buque no comercial destinado a un fin oficial del Estado); la citada atribución únicamente procede cuando exista motivo razonable para pensar que dicha embarcación: a) se dedica a la piratería, b) se dedica a la trata de esclavos, c) se utiliza para efectuar transmisiones no autorizadas de radio o televisión dirigidas al público en contravención de reglamentos internacionales, d) no tiene nacionalidad, o e) aun en posesión de un pabellón se niegue a enarbolarlo.291 El derecho de visita, conlleva ante todo la cortesía previa de mandar una lancha para verificar sospechas y de ser estas fundadas procederá proseguir el examen a bordo del buque, que deberá llevarse a efecto con todas las consideraciones posibles.292 Por su parte, como segunda excepción se encuentra el derecho de persecución, reconocido en el artículo 111, en virtud del cual se amplía la facultad del Estado ribereño, a través de un buque militar, de poder perseguir un buque extranjero ante la 289 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 92 numeral 1. 290 Ibid. Artículo 92 numeral 2. 291 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 110 numeral 1. 292 Ibid. Artículo 110 numeral 2. 161 existencia de motivos fundados para creer que el buque ha cometido una infracción de las leyes y reglamentos de ese Estado. A efecto que la persecución se tenga como legítima, deberá empezar mientras el buque extranjero se encuentre en las aguas interiores, aguas archipelágicas, mar territorial o zona contigua del Estado perseguidor y al mismo tiempo se extiende ante las infracciones cometidas en las zonas económicas exclusivas o plataforma continental; cesará la persecución en el momento en que el buque perseguido entre en el mar territorial del Estado de su pabellón o en el de un tercer Estado.293 b) Libertad de sobrevuelo La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, como elemento novedoso, a diferencia de la Convención de Ginebra sobre la Alta Mar de 1958, aborda este tipo de libertad bajo el nombre técnico de “libertad de sobrevuelo” sustituyendo el ambiguo término de “libertad de volar sobre la Alta Mar”. La libertad de sobrevuelo se ejerce en los mismos términos que en la zona económica exclusiva y para el efecto reconoce aquellas facultades que fueron debidamente abordadas en el apartado concerniente a la referida zona de jurisdicción marítima.294 Por su parte, de acuerdo a lo señalado por el jurista Donald R. Rothwell, la libertad de sobrevuelo en Alta Mar tiene aplicación a aeronaves comerciales, gubernamentales o militares y no busca en forma alguna hacer distinción entre tipos de aeronaves; afirmación que permite, a su vez, incluir dentro de la referida libertad, a las aeronaves espaciales en su despegue o entrada a la atmósfera terrestre, la cual constituye parte del espacio aéreo localizado sobre los espacios marítimos.295 De igual manera, afirma el autor citado, que la Convemar en su tratamiento al derecho de sobrevuelo busca únicamente identificar la facultad de usar el espacio aéreo sobre Alta Mar en términos normales de vuelo y por ende no busca regular la utilización de dicho espacio para 293 Ibid. Artículo 111. Ver lo relativo a la libertad de sobrevuelo, contenido dentro de la sección “Derechos y deberes aplicables a otros Estados” en el apartado de la zona económica exclusiva -apartado 3.5.3 inciso c) -. 295 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 7, subtema IV, literal A, inciso ii. 294 162 otros fines, salvo en casos excepcionales como su uso para fomentar la piratería; en razón de lo cual, lo referente a temas particulares como la seguridad de navegación para aeronaves durante el sobrevuelo de Alta Mar, es abordado de manera específica por otros tratados internacionales, entre los que se puede mencionar a la Convención de Chicago sobre Aviación Civil Internacional (Convención de Chicago) de 1944.296 c) Libertad de tender cables y tuberías submarinos La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, instituye como elemento novedoso en relación a determinadas libertades reconocidas en Alta Mar (libertad de tender cables y tuberías submarinos, libertad de construir islas artificiales y otras instalaciones, libertad de pesca y la libertad de investigación científica), la restricción de su realización no sólo a través de las limitaciones generales sino a través de limitaciones específicas para cada una de las citadas libertades. En este sentido, en lo referente a la libertad de tender cables y tuberías submarinos se restringe su goce, en razón de lo dispuesto en el régimen jurídico relativo a la plataforma continental con respecto a dicha potestad; siendo por ende necesario, considerar los parámetros designados para el establecimiento de dichos cables y tuberías (art. 79) así como lo relativo a los cables y tuberías ya tendidos, a efecto de evitar obstaculizar su reparación (art. 79 numeral 5). La libertad de tender cables y tuberías submarinos en Alta Mar debe entenderse, de acuerdo al artículo 112 de la Convemar, como la potestad que ostentan todos los Estados en el lecho de la Alta Mar, más allá de la plataforma continental.297 Cabe destacar que a partir de lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, si bien el tendido de cables y tuberías submarinos debe seguir ciertas condiciones propias del régimen de la plataforma continental así como la consideración de los intereses de los demás Estados o el impacto negativo que pudiese generar para la protección del medio marino; a diferencia de su regulación legal en la plataforma continental, en Alta Mar no 296 Loc. Cit. III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 112. 297 163 existe la limitación de contar con el consentimiento del Estado ribereño para el trazado de una línea que determine el área donde puede ser tendidos los cables y tuberías.298 Finalmente, la Convemar a efecto de evitar repercusiones negativas generadas por la instalación de las tuberías y cables, establece la responsabilidad del Estado que instaló dichos aditamentos submarinos de tomar injerencia en su reparación, así como contar con leyes y reglamentos que penalicen la ruptura o deterioro de dichos cables a través de buques sujetos a su pabellón (art. 113). De igual manera, la referida Convención señala la obligación de instituir por parte del Estado que tendió los cables, un marco legal que regule el procedimiento para facilitar la reparación o reconstrucción de los cables dañados (art. 114), así como la creación de mecanismos de indemnización para aquellos Estados que sacrifiquen la seguridad de sus buques por no causar ruptura en los cables y tuberías tendidas (art. 115). d) Libertad de construir islas artificiales y otras estructuras permitidas La libertad de construir islas artificiales y otras estructuras permitidas, constituye un elemento de reciente incorporación al marco normativo internacional, a través de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. Para tal efecto, al igual que la libertad de investigación científica, la potestad de construir islas artificiales y otras estructuras permitidas no era considerada dentro de la Convención de Ginebra sobre Alta Mar de 1958. En el marco jurídico contemporáneo, la Convemar estipula la libertad de construir islas artificiales y otras estructuras en Alta Mar bajo el artículo 87 literal d) pero al mismo tiempo que la reconoce, también la restringe de manera particular con lo concerniente al establecimiento de dichas estructuras dentro de la plataforma continental (disposiciones contenidas en la Parte VI de la Convención). La construcción de islas artificiales y otras estructuras permitidas, de conformidad a la limitación particular impuesta por la Convemar así como lo dispuesto por el jurista Donald R. Rothwell, puede desarrollarse en Alta Mar a partir de dos instancias 298 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 7, subtema IV, literal A, inciso iii. 164 concretas. La primera de éstas, es cuando las citadas estructuras son construidas para el desarrollo de operaciones dentro de aquellas plataformas continentales cuya extensión excede las 200 millas marinas. Ante este supuesto, además de las limitaciones propias en relación a la Parte VI referente a la plataforma continental, entrará en vigencia ciertas disposiciones propias de la Zona Económica Exclusiva; como la obligación de notificar la construcción de las citadas estructuras a la Comunidad Internacional y la obligación de verificar la construcción de zonas de seguridad alrededor de dichas islas artificiales, así como garantizar la no interferencia en las vías designadas para la navegación internacional.299 La segunda instancia, se da cuando las nombradas estructuras son construidas propiamente dentro de Alta Mar sin que concurra una plataforma continental, siendo para tal efecto que coincide más bien con la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos. En el caso anterior, se estipulan provisiones legales (art. 147 numeral 2), en razón de las cuales se reconoce la potestad de la construcción de la referida infraestructura para el desarrollo de actividades en la Zona; enfatizando, a su vez en dichas provisiones, la imposibilidad de que los Estados que las instalen puedan aducir o generar reclamo soberano alguno con respecto a la Zona, o en su caso tener injerencia en la delimitación de los espacios marítimos.300 e) Libertad de pesca La libertad de pesca constituye una de las facultades más importantes, de aquellas que son reconocidas dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en su artículo 87. Es importante destacar, que de acuerdo al tratadista E. Andréev, la libertad de pesca conlleva que “todos los Estados tienen derecho a que sus nacionales se dediquen a la pesca en la alta mar con sujeción a las obligaciones contractuales y a los artículos correspondientes de la Convención”.301 En este sentido, el jurista citado, afirma a su vez que “la libertad de pesca y la protección de los recursos 299 Ibid. Capítulo 7, subtema IV, literal A, inciso iv. Loc. Cit. 301 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 91 300 165 vivos, estrechamente ligadas entre sí, forman el principio único de la libertad de una pesca racional y científicamente fundamentada en la alta mar”.302 Es decir, la libertad de pesca reconocida en Alta Mar, fomenta la explotación común de dicha zona de jurisdicción marítima pero de forma sustentable y racional, a efecto de garantizar la conservación de especies marinas que habitan en el área. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 contempla de manera explicativa la libertad de pesca en su artículo 116, el cual señala que todos los Estados tienen derecho a que sus nacionales se dediquen a la pesca en Alta Mar siempre condicionados a tres principales restricciones: las obligaciones convencionales con otros Estados; los derechos y deberes así como los intereses de los Estados ribereños, en relación con los regímenes jurídicos particulares para la protección de determinadas especies de recursos vivos (como los de las especies altamente migratorias, los mamíferos marinos, las especies anádromas y las especies catádromas) dentro de la zona económica exclusiva –específicamente en lo dispuesto en el numeral 2 del artículo 63 y los artículos 64 al 67-; y, las disposiciones contenidas dentro de la sección II de la Parte VII de la Convemar, correlativa a “conservación y administración de recursos vivos en la Alta Mar.303 Por su parte, partiendo de lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, como ejemplo específico de la primera restricción (obligaciones convencionales con otros Estados) están los deberes impuestos para los Estados suscriptores de la “Convención sobre la conservación de recursos vivos marinos antárticos de 1980” (CRVMA), en relación a la extensión del espacio marítimo adyacente a la Antártica y a las medidas de conservación para las especies endémicas del área.304 Finalmente, en lo que respecta a las disposiciones correspondientes a la conservación y administración de los recursos vivos en Alta Mar, se refiere a lo expuesto dentro de los artículos 116 al 220 de la Convemar. Artículos que imponen compromisos a todos 302 Loc. Cit. III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 116. 304 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 7, subtema IV, literal A, inciso v. 303 166 los Estados en relación con el régimen de pesca que han de desarrollar dentro de Alta Mar, entre los cuales destacan: la obligación de tomar medidas dentro de la legislación nacional o a través de tratados internacionales para la conservación de recursos vivos en Alta Mar (artículo 117); la obligación de cooperar a nivel regional o subregional en relación con la conservación de recursos vivos similares o idénticos que son explotados por varios Estados (artículo 118); la obligación de establecer mecanismos para la determinación de un monto máximo de captura permisible que garantice una explotación sustentada en un rendimiento sostenible para la Comunidad Internacional, atendiendo tanto a los efectos que se generan en relación con especies dependientes así como al intercambio de datos científicos relacionados al desarrollo de especies de recursos vivos en Alta Mar (artículo 119); y, el establecimiento de un régimen jurídico particular para los mamíferos marinos, similar al vigente dentro de la zona económica exclusiva (artículo 120). e) Libertad de investigación científica La libertad de investigación científica constituye otro elemento novedoso de la Convemar, en comparación con la Convención de Ginebra sobre Alta Mar de 1958 y conlleva la facultad de todos los Estados de poder realizar investigaciones científicas en Alta Mar. Esta libertad está condicionada de manera específica por las disposiciones particulares para el ejercicio de actividades dentro de la plataforma continental (la parte VI de la Convención) y la normativa específica relacionada a la investigación científica marina (correspondiente a la Parte XIII de la referida Convención – en sus artículos 238 a 265- ). Atendiendo a que la temática correspondiente a la “investigación científica marina” será abordada en un apartado específico, no se desarrollará con mayor detalle, dentro del presente inciso, lo correspondiente a dicha libertad. 3.8. La Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos – la Zona – 3.8.1. Concepto, extensión y contexto de su creación 167 La Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos305, identificada por la Convemar exclusivamente como “la Zona”, constituye una zona de jurisdicción marítima que comprende el lecho, el subsuelo así como los recursos depositados en los Fondos Marinos y cuya ubicación se sitúa fuera de los límites de cualquier jurisdicción nacional, sometiéndola para tal efecto a un régimen jurídico caracterizado por que toda la extensión geográfica que abarca la Zona forma parte del “patrimonio común de la humanidad”. Es importante destacar que la incorporación de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos al marco jurídico contemporáneo, constituye una novedad para el Derecho Internacional del Mar; siendo que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 por primera vez la define escuetamente, a través del numeral 1 de su artículo 1, como “los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional”.306 y en consecuencia, le otorga un tratamiento de zona de jurisdicción marítima autónoma e independiente tanto de Alta Mar como sobre todo de la plataforma continental. A efecto de entender a profundidad cómo funciona la Zona, es necesario conforme lo expuesto por el jurista Ignacio Arroyo, identificar dos elementos que definen a la referida zona de jurisdicción marítima: uno material, que se identifica con los recursos depositados en la Zona y otro, geográfico, que especifica la extensión que abarca.307 En lo referente al elemento material, el tratadista citado, establece que la Zona se compone por el lecho, el subsuelo y sus recursos minerales, excluyéndose los recursos vivos, biológicos y pesqueros.308 La afirmación anterior está respaldada por lo consignado en el artículo 133 de la Convemar, en razón del cual por “recursos” se entienden todos los recursos minerales sólidos, líquidos o gaseosos ubicados en los fondos marinos o en su subsuelo, incluidos los nódulos polimetálicos; siendo, a su vez, que una vez extraídos 305 La denominación de “Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos” es conferida a dicha zona de jurisdicción marítima por la Asamblea General de las Naciones, a través de la Resolución 2749 (XXV) emitida en 1970 y que contiene la Declaración de principios que regulan los Fondos Marinos y Oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional. 306 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 1 numeral 1. 307 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 42. 308 Loc. Cit. 168 dichos recursos de denominarán como minerales.309 De esta manera, resulta evidente que la Zona no es conceptualizada dentro de la Convemar como un volumen compuesto en sí por agua (siendo que las aguas suprayacentes forman parte del régimen de Alta Mar) sino más bien un volumen de carácter sólido compuesto por el lecho, el subsuelo y los recursos de los Fondos Marinos. En lo que respecta a la delimitación o elemento geográfico de la Zona, la definición legal presentada con anterioridad establece una extensión por exclusión, es decir, la referida zona de jurisdicción marítima se extiende más allá de los límites de la jurisdicción nacional. Inicialmente una ubicación tan generalizada puede presentar problemas y confusión con respecto a otras zonas de jurisdicción marítima pero del sentido propio de la Convemar se puede establecer, de acuerdo con el jurista Ignacio Arroyo, que “(…) la delimitación de la Zona empieza donde termina el límite exterior de la plataforma continental, establecida de acuerdo con los límites señalados en el propio Convenio o de acuerdos bilaterales de delimitación”.310 En este sentido, la Zona se extiende geográficamente ya sea al terminarse las 200 millas marinas que comprenden la Plataforma Continental o en su caso, al finalizar la prolongación del margen continental bajo los criterios propios de la Convemar; excluyendo de la consideración de su régimen jurídico tanto a las aguas suprayacentes de la Zona como al espacio aéreo situado sobre ellas (artículo 135). Por su parte, la inclusión de la Convemar con respecto a la Zona y el especial régimen legal que le otorga, proyectan en gran medida, la evolución del Derecho Internacional del Mar en relación al avance tecnológico y sus repercusiones en el marco jurídico contemporáneo. De esta manera, la creación de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos dentro del marco legal internacional se debe, de acorde al tratadista Ignacio Arroyo, a dos factores históricos particulares.311 El primero, lo constituye la evolución tecnocientífica que a través de avances espectaculares en la ciencia y tecnología, 309 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 133. 310 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 42. 311 Ibid. Pág. 41. 169 alcanzados durante las últimas décadas del siglo XX, permitió determinar que la humanidad podía explotar los recursos depositados en la profundidad recóndita de los espacios marítimos; en razón de lo anterior, el jurista citado señala que como consecuencia de la vanguardia tecnológica contemporánea “(…) se ha desarrollado el conocimiento de los nódulos polimetálicos, recursos no vivos del tamaño de una patata situados en las profundas fosas oceanográficas, los mejores por debajo de los cuatro mil metros, que contienen metales variados, en proporción superior a los minerales de tierra: manganeso, hierro, níquel, cobre, cobalto, zinc y vanadio”.312 El segundo factor histórico, lo constituyó el proceso descolonizador que transformó radicalmente la distribución de poder en la Comunidad Internacional, al establecer como minoría a las principales potencias del globo y como mayoría a aquellos Estados que con anterioridad se habían visto sujetos a ser colonias dependientes de intereses foráneos y que pretendieron dentro del contexto de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar tener injerencia en la Convención resultante.313 En este sentido, la concurrencia de los factores nombrados tuvo como resultado que en las últimas décadas del siglo XX se superara de manera definitiva la concepción de los espacios marítimos como superficies exclusivamente para el desplazamiento y en su lugar, se adoptará más bien la concepción agregada de un volumen susceptible a ser explotado; cambio que fue notoriamente evidente en lo que concierne al reconocimiento de la Zona dentro de la Convemar. 3.8.2. Régimen jurídico y los principios que rigen a la Zona El régimen jurídico de la Zona contenido en la Convemar se sustenta sobre la noción de que la titularidad de la referida zona de jurisdicción marítima así como del lecho y subsuelo que la conforman, recae sobre la Comunidad Internacional en su conjunto; siendo para el efecto que todos los Estados conjuntamente con sus nacionales, no pueden apropiarse de los recursos contenidos en dicha área y en consecuencia, la 312 313 Loc. Cit. Loc. Cit. 170 administración de dicha zona es encomendada a una sola Organización Internacional que gestiona la explotación de los recursos contenidos y distribuye, entre los demás Estados, las ganancias derivadas de la extracción mineral. En este sentido, la forma de regular la Zona difiere notoriamente de Alta Mar, en la cual ningún Estado ejerce soberanía o propiedad sobre dicha extensión geográfica pues es una zona de uso común para toda la Comunidad Internacional y por ende, se permite el ejercicio de determinadas atribuciones a todos los Estados; mientras que en la Zona, todos los Estados ejercen una copropiedad sobre la referida zona de jurisdicción marítima, siendo así que cada Estado, copropietario de una porción, cede su prerrogativa de control sobre dicha porción a la Comunidad Internacional quien a su vez designa una Organización Internacional que, en su representación, supervisa la explotación de los recursos y distribuye equitativamente las ganancias obtenidas. La institución en la Convemar de una Organización Internacional con facultad exclusiva de administrar tanto la Zona como su subsuelo y los recursos minerales extraídos, constituye una gran innovación dentro del marco jurídico internacional contemporáneo. Es en razón de lo anterior, que se establece como encargado de la Zona a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (en adelante denominada indistintamente como la Autoridad), cuyo objetivo es supervisar las actividades de exploración y explotación dentro de la referida zona de jurisdicción marítima así como dividir proporcionalmente las ganancias obtenidas como resultado de dichas actividades. La importancia conferida a la Autoridad dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, se hace especialmente evidente en el hecho de que su funcionamiento y estructura administrativa están contenidas en los artículos 156 al 185; dentro del presente trabajo de investigación será abordado en un apartado específico posterior, todo lo relativo a la Autoridad, a sus atribuciones y a los órganos que la componen administrativamente. El régimen jurídico especial conferido por la Convemar a la Zona, se estructura sobre ciertos principios o preceptos generales; de acuerdo a la literalidad de la referida Convención, estos principios son de aplicación exclusiva para las actividades 171 desarrolladas en la Zona, indistintamente que algunos de los preceptos establecidos (como el principio de los recursos de la Zona como “patrimonio común de la humanidad” o el precepto de utilización de la Zona para fines pacíficos) además tienen una aplicación general para el Derecho Internacional del Mar. El origen de estos principios estuvo en los esfuerzos de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas por establecer parámetros mínimos para regular la práctica estatal generalizada de extraer recursos de la Zona, dentro las primeras sesiones de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar; esfuerzos que a su vez se vieron materializados el 16 de diciembre de 1970 a través de la emisión, por parte de la Asamblea General, de la Resolución 2749 (XXV) que contiene la “Declaración de principios que regulan los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional”. En este sentido, los preceptos contenidos en la resolución citada constituyen el fundamento sobre el cual la Convemar regula las actividades de la Zona y a su vez, fueron incorporados sin modificación sustancial alguna, dentro de los artículos 136 a 149 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. El jurista José Luis Meseguer Sánchez, consigna que de los preceptos desarrollados son cuatro principios fundamentales que se destacan dentro de la Convemar, siendo estos: la Zona como patrimonio común de la humanidad (artículos 136 y 137); la utilización exclusiva con fines pacíficos (artículos 138 y 141); la responsabilidad por daños (artículo 139); y, el respeto a los derechos e intereses legítimos de los Estados ribereños (artículo 142).314 En lo referente a los principios nombrados, se excluirá entrar en detalle con respecto a los primeros dos, considerando que ya fueron explicados en apartados anteriores.315 En este sentido, el principio de responsabilidad por daños, conlleva que todos los Estados Partes están obligados a velar por las actividades que realicen en la Zona con la debida autorización de la Autoridad, por parte de sus nacionales o empresas 314 315 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 339. Ver los apartados 1.5.2. y 1.5.3. del presente trabajo de investigación. 172 estatales y en igual forma, cualquier incumplimiento por parte de los mismos con respecto a los compromisos adoptados en relación con las disposiciones de la Zona, conllevará una responsabilidad conjunta y solidaria con otros Estados infractores.316 Por su parte, en lo que respecta al respeto a los derechos e intereses legítimos de los Estados ribereños, ante la realización de actividades en la Zona que tengan relación con recursos cuyos yacimientos se extiendan en zonas de jurisdicción marítima sobre las cuales el Estado ribereño ejerce derechos específicos, debe considerarse siempre las prerrogativas propias de dicho Estado; para el efecto se instituye un sistema en razón del cual se deben celebrar consultas al Estado afectado para evitar lesiones así como el requerimiento de un previo consentimiento del Estado ribereño, cuando la explotación de recursos se deba extender a la jurisdicción nacional.317 3.8.3. Mecanismos para el aprovechamiento de los recursos: Adopción de un “sistema paralelo” para la exploración y explotación de la Zona La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, estipula distintos métodos y mecanismos para garantizar la extracción de recursos minerales en la Zona, de una forma sostenible y que fomente la cooperación internacional. De esta manera, en razón de lo señalado por el jurista Ignacio Arroyo, el régimen designado por la Convemar en relación a la explotación de recursos en la Zona, se sustenta en nociones como la participación igualitaria de todos los Estados en el aprovechamiento de los recursos, sin perjuicio de los sistemas económico-sociales que profesen, y la transmisión de tecnología por parte de dichos Estados a la Autoridad.318 Los extremos anteriores, a su vez se ven plasmados a través de la designación por parte de la Convemar, de una política general relacionada con actividades en la Zona, para que se realicen de tal manera que fomenten un desarrollo saludable de la economía mundial así como un crecimiento equilibrado del comercio internacional y que 316 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 139. 317 Ibid. Artículo 142. 318 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 42. 173 promuevan oportunidades para el progreso general de toda la Comunidad Internacional, especialmente para los países en desarrollo (artículos 150 y 152); de la implementación de políticas de producción en razón de las cuales se condiciona los parámetros a través de los cuales la Autoridad puede operar dentro de la Zona (artículo 151); y, de la adopción un sistema de exploración y explotación, a través del cual se reconoce de manera exclusiva el control y supervisión por parte de la Autoridad, de las actividades realizadas dentro de la Zona, atendiendo a los mecanismos estipulados para el desarrollo de las actividades (artículo 153). En lo que respecta al sistema de exploración y explotación contenido de la Convemar, previo a abordar dicho tópico con mayor detalle, es necesario indicar que dentro del contexto de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar hubieron opiniones encontradas entre el grupo de los países industrializados (encabezado por grandes potencias como Estados Unidos) y el Grupo de los 77 (que representaba los intereses de los Estados en desarrollo), en relación a cuál modelo se debía instituir para el aprovechamiento de la Zona. De esta manera, de acuerdo a lo señalado por José Luis Meseguer Sánchez, los Estados industrializados apoyaban que la exploración de los recursos minerales se realizase por los propios Estados y por sus propias empresas atendiendo a las condiciones del libre mercado; y, en su lugar, el Grupo de los 77 apoyaba el desarrollo de un régimen unitario de explotación bajo la responsabilidad exclusiva de la Autoridad.319 El enfrentamiento entre ambas posturas llegó a su fin cuando se logró un equilibro entre los intereses de ambos grupos, al implementarse dentro de la Convemar, en su artículo 153, un sistema paralelo de exploración y explotación de la Zona. La instauración de un sistema paralelo para la exploración y explotación de recursos, implica la adopción de mecanismos de carácter mixto para el desarrollo de actividades de la Zona; es decir, que de acuerdo al jurista José Antonio Pastor Ridruejo, el artículo 153 de la Convemar acoge un “sistema según el cual se concebía la explotación de los recursos de la zona por dos ramas paralelas aunque diferenciadas: la rama que 319 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 344. 174 podríamos llamar institucional, en primer lugar, y la rama que podría denominarse descentralizada, en segundo lugar”.320 La rama institucional, de acorde a lo relatado por José Luis Meseguer Sánchez, es conceptualizada de tal manera pues desde el punto de vista internacional se confiere la potestad de explotación, en condiciones de privilegio, a la Empresa –órgano propio de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos-321; mientras que la rama de carácter descentralizado, conforme a lo expuesto por el jurista citado, implica la facultad de que los Estados puedan explotar la Zona a través de sus personas naturales y empresas, al celebrar un contrato con la Autoridad.322 En razón de lo anterior, el numeral 2 del artículo 153 de la Convemar señala que las actividades en la Zona serán realizadas de acorde a un “Plan de Trabajo” ya sea por la Empresa o en su caso por personas naturales o jurídicas nacionales de Estados Partes que desarrollen sus actividades en asociación con la Autoridad y a partir de un contrato con dicha entidad.323 De esta manera, se consigna dentro de la Convemar un sistema de exploración y explotación que satisficiera los intereses de ambos grupos enfrentados, y que conjuntamente, con disposiciones relativas a funciones y estructura administrativa de la Autoridad (artículos 156 a 185) así como dos Anexos que desarrollan en detalle tanto la prospección, exploración y explotación de la Zona (Anexo III) como el estatuto operativo de la Empresa (Anexo IV); conforman en su totalidad el régimen jurídico que la Convemar establece para el manejo y aprovechamiento de recursos en la Zona. Es menester indicar, que no obstante se logró un aparente consenso en la implementación del sistema paralelo y en permitir una explotación a través de concesiones o contratos, la Convemar aún otorgaba condiciones privilegiadas a la explotación realizada directamente por la Autoridad a través de la Empresa; en consecuencia, el jurista José Antonio Pastor Ridruejo señala con respecto a la facultad 320 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 393. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 345. 322 Loc. Cit. 323 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 153 numeral 2. 321 175 de empresas nacionales a otros Estados de realizar la explotación, que “(…) resultaba insuficiente la seguridad jurídica para las actividades de minería submarina emprendidas por los contratistas, y que se imponían además a los operadores obligaciones altamente onerosas tanto de carácter fiscal y financiero como en el campo de la trasferencia de tecnología”.324 Estas condiciones desproporcionadas, así como el costoso mantenimiento que implicaba una estructura institucional en los términos consignados dentro de la Convemar para la Autoridad, conllevo que el régimen jurídico relativo a la extracción de recursos en la Zona así como los mecanismos propios del sistema de explotación, fuese imposible de implementarse en la práctica. En congruencia con el extremo anterior, el jurista José Luis Meseguer Sánchez señala que “este ‘sistema paralelo’ resultó ineficaz e inaplicable debido, precisamente, a la ausencia de participación de los Estados industrializados; falta de participación que, a su vez, ponía en peligro la aceptación universal pretendida para la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar - negrillas son propias del autor original-”.325 De esta manera, el rechazo por parte de los Estados industrializados, con respecto a las condiciones contenidas dentro de la Convemar para el funcionamiento y administración de la Zona tuvo como resultado, que sin haber entrado en vigor el referido tratado internacional, se revisarán las disposiciones estipuladas; esta revisión generó el “Acuerdo de 1994”, en razón del cual se constituye un tratado internacional cuyo objetivo teórico era variar parámetros de interpretación para las disposiciones correspondientes a la Zona dentro de la Convemar pero que en la práctica supone una enmienda sustancial al régimen jurídico dispuesto en dichas disposiciones. En virtud de lo anterior, de acuerdo con el jurista citado, “(…) en el momento actual, el régimen de aprovechamiento de los recursos de la Zona está regulado por este Acuerdo, cuyo anexo forma parte integrante de él y por las escasas disposiciones de la Parte XI y Anexos III y IV de la Convención no modificadas por el Acuerdo de 1994”.326 324 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 394. Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 345. 326 Ibid. Pág. 344. 325 176 En el caso particular de Guatemala, aún no ha ratificado a través de mecanismos internos, el “Acuerdo de 1994”, cuyas disposiciones serán analizadas dentro de un apartado posterior, en razón de lo cual se debe atener a que en lo concerniente a su atribución para ejercer derechos de goce relacionados con la Zona será regulado por lo estipulado en régimen jurídico contenido dentro de la Convemar, indistintamente la inviabilidad práctica de su aplicación. 3.9. Las Zonas de Jurisdicción Marítima Especiales Uno de los principales objetivos de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 es el delimitar las zonas de jurisdicción marítima contenidas dentro de los espacios marítimos globales, y regular su interacción con la Comunidad Internacional, a través del establecimiento de derechos y obligaciones para cada Estado, en relación con dichas áreas. En los apartados anteriores, se desarrolló una parte medular de la Convemar, siendo ésta el análisis de aquellas zonas de jurisdicción marítima que bordean a los Estados ribereños y que tienen igual ubicación a lo largo del litoral costero de todos los continentes, sin distinción alguna. No obstante la afirmación anterior, es importante considerar que a efecto de cumplir con el objetivo de reglamentar a todos los espacios marítimos, la Convemar a su vez se vio obligada a regular de manera particular aquellas zonas de jurisdicción marítima con situaciones o irregularidades geográficas que no son, en la generalidad de los casos, propias de los Estados ribereños; siendo dichas áreas consideradas por varios tratadistas como “espacios” o “zonas de jurisdicción marítima especiales”. Las zonas de jurisdicción marítima especiales, de acuerdo a lo expuesto por el jurista Ignacio Arroyo, son aquellas zonas que se caracterizan por presentar circunstancias geográficas especiales que hacen inaplicables o insuficientes las disposiciones contempladas para la generalidad de los espacios marítimos y por consiguiente, debida a la importancia que les es reconocida dentro de la Convemar, se ven sujetas a un régimen jurídico específico.327 La consignación y regulación particular de estas zonas 327 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág.37. 177 de jurisdicción marítima especiales, conlleva un elemento novedoso de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, toda vez que se reconocen derechos y obligaciones particulares vinculadas a dichas zonas y a los Estados que presentan una interacción directa con ellas. En razón de lo indicado con anterioridad, dentro de la Convemar, se pueden identificar como zonas de jurisdicción marítima especiales las siguientes: Estrechos y canales utilizados para la navegación internacional; las islas; los mares cerrados o semicerrados; los Estados Archipelágicos; y los Estados sin litoral. 3.9.1. Estrechos y canales utilizados para la navegación internacional La concepción de los espacios marítimos como vías que permiten la navegación, la comunicación y el comercio entre los Estados, no sólo tuvo injerencia directa en la primitiva regulación del Derecho Internacional del Mar, sino que, a su vez, aseguró que en la evolución de la citada disciplina jurídica también se considerara la necesidad de regular de manera particular la utilización de los estrechos internacionales. En este sentido, a partir de lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, se puede señalar que la necesidad de una normativa específica para regular a los estrechos internacionales, surge a partir de la importancia que dichas “autopistas marítimas” tienen para el comercio; siendo que desde el inicio de la humanidad como tal, el desarrollo del intercambio comercial se ha sustentado en el uso de pasajes o estrechos que presentaban rutas cortas entre los Estados o los continentes y al efecto, conectaban dos zonas pertenecientes al Alta Mar, garantizando un conducto seguro y de pasaje expedito para las embarcaciones.328 Por su parte, con el desarrollo tecnológico que distinguió el final del siglo XIX y el inicio del siglo XX, nació en el hombre la posibilidad de poder crear canales interoceánicos, que de forma artificial permitían igual resultado que los estrechos; liberándose así, de depender exclusivamente de estrechos naturales para poder facilitar su conducción a través los espacios marítimos. No obstante la similitud en resultados que permitían 328 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 11, subtema I, literal A). 178 tanto los estrechos como los canales, el jurista Donald R. Rothwell, señala que la consideración de los canales como infraestructura creada por el hombre, desde su inició hizo que se tuviesen que atener a un régimen jurídico separado y autónomo sustentado más bien en acuerdos bilaterales o multilaterales entre los Estados interesados.329 En atención a lo expuesto con anterioridad, es menester a continuación analizar de manera particular tanto el régimen jurídico de los estrechos como el de los canales, en su utilización para la navegación internacional. a) Estrechos internacionales: El paso de tránsito y la navegación Los estrechos internacionales se componen, de acorde a lo indicado por el tratadista Donald R. Rothwell, de dos elementos: uno geográfico y otro funcional. El elemento geográfico, conlleva que el estrecho debe componerse de un cuerpo de naturaleza acuática que se ubique y permita la comunicación entre dos zonas terrestres, entre dos masas continentales, entre un territorio continental y una isla, o entre dos islas.330 Por su parte, el elemento funcional conlleva un reconocimiento internacional o histórico que catalogue dicho conducto geográfico como utilizado para la navegación internacional, es decir, que se reconozca su calidad de ruta que facilita la movilidad entre distintas zonas de jurisdicción marítima.331 Estos dos elementos están contenidos de forma implícita dentro del régimen jurídico específico que contiene la Convemar en relación con los estrechos internacionales, más no se establecen los criterios particulares que deben de considerarse en su determinación. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 contempla el marco legal correspondiente a los estrechos utilizados para la navegación internacional, en sus artículos 34 al 45; iniciando su regulación por el artículo 34, el cual afirma que “el régimen de paso por los estrechos utilizados para la navegación internacional establecido en esta Parte no afectará en otros aspectos a la condición jurídica de las aguas que forman tales estrechos ni al ejercicio por los Estados ribereños del estrecho 329 Loc. Cit. Ibid. Capítulo 11, subtema III, literal A). 331 Loc. Cit. 330 179 de su soberanía o jurisdicción sobre tales aguas, su lecho y subsuelo y el espacio aéreo situado sobre ellas”.332 En este sentido, la primer consideración que debe tenerse, con relación a los estrechos utilizados para navegación es que si bien reconocen un derecho de paso o tránsito a través de dichas zonas, en ninguna forma lo anterior presupone una pérdida en la condición jurídica de las aguas y subsuelo que conforman dichas zonas así como una pérdida de los derechos ejercidos por el Estado ribereño. Aunado a lo anterior, el jurista Ignacio Arroyo, denota que el régimen jurídico correspondiente a los estrechos internacionales se caracteriza por presentar “(…) un consenso donde predomina la libertad de tránsito, fomentado por las grandes potencias, compensada con la extensión de otros espacios (la ampliación del mar territorial, zona exclusiva), sustraídos a la libertad de navegación a favor de la soberanía del Estado ribereño”.333 Cabe destacar, que a pesar que la Convemar pretende una normativa generaliza para los estrechos internacionales, existen circunstancias geográficas que conforman distintas clases de estrechos y de esta forma, cada estrecho en particular se somete a cierta regulación particular. En atención a la afirmación anterior, es importante señalar que de acuerdo con el tratadista Ignacio Arroyo y atendiendo a lo dispuesto por la Convemar, se pueden destacar tres tipos de estrechos, con relación a las zonas de jurisdicción marítima que afectan; siendo estos los siguientes:334 a.1) El primer tipo, lo constituyen aquellos estrechos formados entre una isla sujeta al poder soberano de un Estado ribereño y su territorio continental; siendo que del otro lado de la isla existe una ruta de Alta Mar o que atraviesa una zona económica exclusiva (artículo 38 numeral 1). Ante este tipo de estrecho, el jurista Donald R. Rothwell destaca que la Convemar pretende presentar una alternativa, en razón de la cual el buque extranjero puede elegir ya sea transitar a través de la ruta que atraviesa 332 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 34 numeral 1. 333 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág.38. 334 Loc. Cit. 180 Alta Mar o la zona económica exclusiva (ruta que es preferente en razón del reconocimiento del “derecho de paso en tránsito”), o en su caso, atravesar el espacio formado entre la isla y el territorio continental del Estado ribereño.335 Si se acoge a esta última opción, el buque extranjero deberá conducirse bajo las restricciones que impone el régimen del “derecho de paso inocente” y excluir lo correspondiente a derecho de paso en tránsito - artículo 45 numeral 1 literal a) -. De acuerdo con el jurista citado, como ejemplos de este tipo de estrechos se destacan: el de Georgia (ubicado en Canadá); el estrecho de Hainan (ubicado en China); el Estrecho de Messina (ubicado en Italia); el Canal de Pemba (ubicado en Tanzania) y el estrecho Solent (ubicado en Inglaterra).336 a.2) El segundo tipo, lo conforman los estrechos que comunican una zona de Alta Mar o una zona económica exclusiva y el mar territorial de un Estado extranjero – artículo 45 numeral 1 literal b) -. En cuyo caso, deberá regir el “derecho de paso inocente” en iguales términos en que se regula dicha potestad dentro del mar territorial pero con la peculiaridad, que en este tipo de estrechos no puede suspenderse en forma alguna el referido “derecho de paso inocente”. Entre los ejemplos de este tipo de estrechos señala el jurista Moore, citado a su vez por Donald R. Rothwell, se incluyen el estrecho de Tiran; el golfo de Bahrain y el Golfo de Honduras.337 a.3) El tercer tipo, lo conforman aquellos estrechos que vinculan una parte de Alta Mar o zona económica exclusiva con otra parte de Alta Mar o zona económica exclusiva (artículo 37). Es dentro esta clase de estrechos, en donde se excluye totalmente el ejercicio soberano de un Estado, que rige de manera efectiva el “derecho de paso en tránsito” reconocido por la Convemar, tanto sobre las aguas suprayacentes como en el espacio aéreo ubicado sobre el estrecho. El “derecho de paso en tránsito” es definido por el numeral 2 del artículo 38 de la Convemar, como el ejercicio de las libertades de navegación y sobrevuelo 335 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 11, subtema III, literal A). Loc. Cit. 337 Ibid. Capítulo 11, subtema III, literal A), nota al pie número 61. 336 181 exclusivamente para el tránsito rápido e ininterrumpido por el estrecho sin que la condición de esta marcha pueda conculcar el derecho de utilizar el estrecho para entrar o salir de un Estado ribereño, de conformidad con las condiciones específicas para tal efecto.338 Es menester destacar que el “derecho de paso en tránsito” en ninguna forma debe de confundirse con el “derecho de paso inocente” siendo ambas facultades autónomas una de la otra, y con regímenes jurídicos propios; para el efecto, el jurista Ignacio Arroyo distingue dos diferencias notables entre ambas facultades: la primera, se refiere a que dentro del “derecho de paso en tránsito” se reconoce la libertad de sobrevuelo, respetando normas de seguridad y separación de tráfico, sin verse sujetos a la autorización previa del Estado ribereño (contenida a su vez en el artículo 39 numeral 3); y, la segunda diferencia la constituye la imposibilidad del Estado ribereño de suspender el paso en tránsito de buques extranjeros (contenida de igual manera en el artículo 44).339 b) Canales marítimos internacionales Los canales marítimos internacionales, de acuerdo con el tratadista Ignacio Arroyo, se definen como “(…) las vías de comunicación artificiales que unen dos espacios marítimos y permiten la navegación marítima”.340 En este sentido, los canales internacionales se caracterizan por ser zonas de jurisdicción marítima construidas por el hombre, con el propósito de que constituyan vías de comunicación abiertas para la navegación y el comercio internacional. La característica de ser una construcción humana, tal y como se expuso en los párrafos anteriores, diferencia a este tipo de infraestructuras de los estrechos naturales pues supedita el funcionamiento y mantenimiento de los canales a intereses de Estados o regiones estatales particulares. El régimen jurídico de los canales marítimos internacionales se somete principalmente a acuerdos o tratados de naturaleza bilateral y multilateral, celebrados exclusivamente 338 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 38 numeral 2. 339 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 38. 340 Ibid. Pág. 39. 182 para cada canal internacional. El contenido de estos tratados, de conformidad con lo expuesto por el tratadista Carlos Larios Ochaita, tiende a tener una base común en relación a tópicos como: quién tendrá la soberanía del territorio sobre el cual se configura el canal; la amplitud y los términos en que se garantizará la libertad de tránsito; la no discriminación en cuanto a la nacionalidad, el peaje, atención, protección, subsidios para funcionamiento, etc.; y, el establecimiento de órganos administrativos que supervisen el funcionamiento del canal.341 En la actualidad, los canales más importantes a nivel global son el de Panamá, el de Kiel y el de Suez. 3.9.2. Estados Archipelágicos El reconocimiento de los Estados archipelágicos, sujetos a un régimen jurídico especial que incluye criterios de delimitación específicos, constituye un innovador aporte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 en lo que concierne a la evolución del Derecho Internacional del Mar. En este sentido, al inicio de la codificación de los espacios marítimos a través de tratados internacionales como las Convenciones de Ginebra de 1958, se evidenció una de las mayores controversias en lo que respecta a los archipiélagos, siendo ésta su delimitación ante la oposición de dos teorías opuestas. Las teorías en oposición, de conformidad con lo expuesto por el tratadista Ignacio Arroyo, se centraban primero en reconocer que cada isla que conforma al Estado archipelágico ostentaba su propio mar territorial y por ende sus zonas de jurisdicción marítima debían circunscribirse a la condición jurídica de islas (criterio adoptado dentro de las Convenciones de Ginebra de 1958); y por otra parte, como consecuencia de prácticas estatales unilaterales de los Estados archipelágicos, se abogaba por el establecimiento de un espacio propio distinto a la mera adición del mar territorial de cada isla (criterio finalmente adoptado en la Convemar).342 Los Estados archipelágicos, se definen de acorde al artículo 46 de la Convemar como “un Estado constituido totalmente por uno o varios archipiélagos y que podrá incluir 341 342 Larios Ochaita, Carlos. Op. Cit. Pág. 135. Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Págs. 39 y 40. 183 otras islas”343; entendiendo, a su vez, archipiélago como un grupo de islas que incluyen las partes de las islas, las aguas que las conectan y otros elementos naturales, que están tan estrechamente conectados entre sí que hace que tales islas, aguas y elementos naturales conformen una entidad geográfica, económica y política intrínseca. La consideración de una entidad geográfica y política de carácter autónomo, sustenta, no sólo la existencia de un régimen jurídico específico (contenido en los artículos 46 a 54 de la Convemar), sino que además plantea la necesidad de parámetros particulares para la delimitación de dichos espacios marítimos. En atención a este último extremo, es que en lo referente a la delimitación de los Estados archipelágicos, la anchura de su mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva y plataforma continental se hará de conformidad con el establecimiento de “líneas de base archipelágicas” (artículo 48); siendo que la medición de dichas líneas de base se efectuará de acorde, no con la extensión particular de cada isla sino a través de la unión de los puntos extremos de las islas y los arrecifes emergentes más alejados del archipiélago (artículo 47). El trazado de las “líneas de base archipelágicas” se compone de criterios técnicos incorporados y desarrollados dentro de los numerales 1 al 9 del artículo 47 de la Convemar. La importancia de estos parámetros de medición, está en que dentro de las referidas líneas de base quedarán comprendidas las principales islas así como superficies marítima y terrestre arraigadas a dichas islas. Estas circunstancias geográficas, constituyen el fundamento para considerar un régimen jurídico particular para los Estados archipelágicos; régimen jurídico que reconoce una soberanía que se extiende sobre las aguas encerradas por las líneas de base trazadas, denominadas “aguas archipelágicas”, indistintamente de su profundidad o su distancia de la costa y en igual forma, se extiende al espacio aéreo situado sobre las aguas suprayacentes, así como al lecho y subsuelo de esas aguas (artículo 49). La soberanía ejercida sobre las superficies marítimas internas de los Estados archipelágicos, se ve restringida por la Convemar al reconocer el “derecho de paso inocente” sobre dichas aguas a toda la Comunidad Internacional sin distinción (art.52). 343 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 46. 184 El “derecho de paso inocente” constituye el supuesto que en forma general determina los derechos de navegación sobre las “aguas archipelágicas”, sin embargo, la Convemar permite que, atendiendo a la voluntad particular de cada Estado Archipelágico se pueda instituir el “derecho de paso en tránsito” sobre vías marítimas navegables, tomando en cuenta parámetros similares, que aquellos aplicables para la navegación a través de estrechos internacionales (artículo 49 numeral 1). En este sentido, se permite el reconocimiento de derechos de navegación y de sobrevuelo en el modo normal sobre vías marítimas o rutas aéreas que atraviesen las aguas archipelágicas (artículo 49 numerales 2 al 5). Cabe destacar que, a partir de la conclusión de Convemar y su posterior entrada en vigencia, de acuerdo por lo señalado por el tratadista Donald R. Rothwell, 21 Estados han buscado proclamarse Estados archipelágicos, destacándose los siguientes: Las Bahamas, República Dominicana, Indonesia, las Maldivas, Trinidad y Tobago, entre otros.344 En la práctica estatal contemporánea, la mayor controversia relacionada con los Estados archipelágicos versa en el sentido interpretativo que dichos Estados pretenden hacer del régimen internacional reconocido, a través de normativa o mecanismos internos y, en la contravención que dicha interpretación representa en lo referente a las disposiciones contenidas en la Convemar. El extremo anterior puede verse evidenciado, de acuerdo a lo expuesto por el jurista Donald R. Rothwell, en la declaración emitida por el Estado de Filipinas al suscribir la Convemar; en razón de la cual, se estipula que por mandato constitucional las Filipinas rigen las “aguas archipelágicas” como iguales a las aguas interiores y para el efecto se excluye la potestad internacional de poder ejercer el “paso en tránsito” para la navegación entre zonas económicas exclusivas o partes de Alta Mar.345 3.9.3. Régimen jurídico de las islas 344 345 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 8, subtema VI, literal D, inciso i. Ibid. Capítulo 8, subtema VI, literal D, inciso i. 185 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en su artículo 121 establece el régimen jurídico de las islas, en el sentido que una isla, de acuerdo al numeral 1 del artículo 121 de la Convemar, se puede entender como “una extensión natural de tierra, rodeada de agua, que se encuentra sobre el nivel de ésta en pleamar346”.347 En lo referente a la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima de las islas (entre las cuales cabe incluir al mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva y plataforma continental) se deberán regir conforme a las disposiciones particulares para cada zona, en iguales términos que con cualquier Estado ribereño. Por su parte, la Convemar a su vez hace la acotación, tanto que las rocas no aptas para mantener habitación humana o vida económica propia no tendrán zona económica exclusiva ni plataforma continental (artículo 121 numeral 3) como que las islas artificiales no ostentan condición jurídica de islas y por ende no poseen mar territorial propio (artículo 60 numeral 8). 3.9.4. Mares cerrados o semicerrados El Mar cerrado o semicerrado se define, de acuerdo al artículo 122 de la Convemar como “un golfo, cuenca marítima o mar rodeado por dos o más Estados y comunicado con otro mar o el océano por una salida estrecha, o compuesto entera o fundamentalmente de los mares territoriales y las zonas económicas exclusivas de dos o más Estados ribereños”.348 Se destacan dentro de este tipo de zonas de jurisdicción marítima, de acuerdo al jurista E. Andréev, ejemplos como el Mar Negro, el Mar Báltico, el Mar Mediterráneo, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico.349 En razón de su acceso limitado así como de la injerencia económica que ostentan este tipo de espacios marítimos para los Estados ribereños que le bordean, los mares cerrados o semicerrados se han destacado por estar regulados, de acuerdo a lo señalado por el tratadista citado, no sobre una normativa general o universal sino más bien en convenios de carácter 346 La pleamar se define como el fin o término de la creciente del mar. III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 121 numeral 1. 348 Ibid. 1982. Artículo 122. 349 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Pág. 93. 347 186 regional que sepan acoger las principales necesidades de los Estados que bordean estas zonas de jurisdicción marítima.350 En concordancia con el extremo anterior, la Convemar establece el deber de cooperación entre los Estados ribereños que bordean un mar cerrado o semicerrado, específicamente en lo que ataña una coordinación en ciertos temas como: la organización para la administración y explotación sustentables en los recursos vivos del mar; el establecimiento de medidas que garanticen la protección y la preservación del medio marino; la instauración de políticas que garanticen una investigación científica dentro del área, así como programas conjuntos de investigación; e, invitar a otros Estados u organizaciones internacionales a participar en soluciones de carácter regional (artículo 123). Por su parte, el restringido acceso a los mares cerrados o semicerrados conlleva a que la navegación dentro de dichas zonas se circunscriba, de acuerdo al jurista anteriormente nombrado, a los intereses de los Estados ribereños que bordean dichos mares y para el efecto no es aplicable el “derecho de paso en tránsito” dentro de estas áreas.351 3.9.5. Estados sin litoral y sus derechos Los Estados sin litoral son aquellos territorios que no se encuentran bordeados en forma alguna por costas marítimas y para el efecto, durante la evolución del Derecho Internacional del Mar, se tendió a excluir o relegar a un plano secundario el reconocimiento de cualquier derecho que pudiesen tener en relación a los espacios marítimos. Este paradigma arraigado fue superado con la entrada en vigor de la Convemar, en razón de la cual no sólo se reconocen derechos específicos sobre ciertas zonas de jurisdicción marítima para los Estados que no gozan de un litoral costero, sino que a su vez se eliminó la actuación discrecional ejercida por los Estados ribereños en lo referente a limitar el acceso de otros Estados a los espacios marítimos. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, le dedica 350 351 Loc. Cit. Loc. Cit. 187 particular atención a los Estados sin litoral al otorgarle un régimen jurídico específico que enuncia los principales derechos que les son reconocidos a este tipo de Estados (contenido en los artículos 124 a 132) así como concederle facultades concretas dentro de los regímenes generales de las diversas zonas de jurisdicción marítima (como lo es el reconocimiento de la potestad de ejercer preferentemente la libertad de pesca sobre el excedente de recursos vivos en la zona económica exclusiva). Entre los principales derechos que le son reconocidos a los Estados sin litoral dentro de la Convemar, se pueden destacar los siguientes: a) el derecho de acceso al mar y desde el mar para ejercer determinadas atribuciones reconocidas con relación a la explotación de la zona económica exclusiva (en relación al excedente de pesca), a Alta Mar y la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos (artículo 125 numeral 1); b) libertad de tránsito para poder cruzar y atravesar los Estados ubicados entre la costa y el Estado sin litoral, con el objetivo de garantizar el acceso al mar pero bajo la condición de no lesionar los intereses legítimos de los Estados que otorgan el tránsito (artículo 124 numerales 2 y 3); c) la prerrogativa de que el tráfico en tránsito (el traslado de la mercadería, personas y maquinaria necesarias para llevar a cabo los derechos reconocidos dentro de los espacios marítimos) no esté sujeto a derechos de aduana, gravámenes u otros impuestos que no sean aquellas tasas impuestas por servicios prestados en relación dicho tráfico (artículo 127); d) la potestad de poder establecer zonas francas u otras facilidades aduaneras en los puertos de entrada y salida de los Estados en tránsito (artículo 128); e) la facultad de poder cooperar, con los demás Estados que permiten el tránsito, en la mejora de medios de transportes así como de instalaciones portuarias deficientes (artículo 129); y, f) la atribución de que los buques que enarbolen la bandera del Estado sin litoral sean tratados, dentro de los puertos de los Estados ribereños, en iguales condiciones que a otros buques extranjeros (artículo 131). 3.10. Mecanismos para la protección y preservación del medio marino 188 Durante las últimas décadas del siglo XX, se generó a nivel global una consciencia general sobre la importancia que representa para la existencia humana así como el desarrollo comercial de todo Estado, la instauración de mecanismos para que protegieran y conservaran el Medio Ambiente, sobre todo, el conjunto de espacios marítimos y recursos naturales (vivos y no vivos) que conforman al medio marino. En este sentido, la Convemar, a través de la dualidad del enfoque que pretende implementar, presenta una importante innovación en el tratamiento con el medio marino; es decir, por medio de sus disposiciones normativas busca tanto preservar los recursos vivos que habitan los espacios marítimos como sobre todo proteger a dichos espacios de los efectos contaminantes que pueda producir la actividad humana. Esta consideración dual es un gran avance en comparación con la política de preservación de recursos vivos sustentada en el “mayor rendimiento” económico posible, adoptada por las Convenciones de Ginebra de 1958 y a su vez, explica el motivo por el cual la Convemar le dedica un régimen jurídico bastante extenso, concentrado particularmente en los artículos 192 al 237 así como en demás disposiciones pertinentes que cada zona de jurisdicción marítima adopta. La obligación de proteger y preservar el medio marino, se encuentra establecida en el artículo 192 de la Convemar y tiene aplicación para toda la Comunidad Internacional en su conjunto. Esta obligación, de acorde con lo establecido por el jurista Ignacio Arroyo, se destaca por ser de carácter tanto general como universal; constituye una obligación general por que se impone a todos los espacios marítimos, siendo que se reconoce un derecho de explotación de recursos naturales pero arraigado a una política integral que vele por el medio ambiente (artículo 193) y de carácter universal pues se vincula a todos los Estados sin distinción particular.352 Cabe destacar, que la protección y preservación del medio marino conlleva una labor que depende de forma directa de la cooperación global, y en consecuencia, de acorde con el tratadista Donald R. Rothwell, el marco legal existente en relación con la materia se centra en los parámetros generales contenidos dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 pero, al mismo tiempo, requiere en su aplicación práctica, de 352 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 44. 189 la ayuda de tratados multilaterales de carácter global y regional que regulen de manera específica cada uno de los parámetros generales impuestos.353 Entre varios mecanismos y medidas designados por la Convemar para la protección y preservación del medio marino, se destacan las siguientes: a) la adopción de mecanismos nacionales e internacionales que busquen evitar y reducir la contaminación proveniente de cualquier fuente (como el vertimiento de sustancias tóxicas, contaminación causada por buques y posibles accidentes de éstos, la proveniente de instalaciones o dispositivos para la extracción de recursos, entre otros), sin que su adopción transfiera daños y perjuicios a otros Estados o zonas de jurisdicción marítima (arts. 194 y 195); b) el deber de notificar daños inminentes generados a partir de la contaminación, para que los otros Estados y Organizaciones Internacionales pueden actuar y proteger el medio marino (artículo 198); c) la cooperación global y regional para elaborar reglas y estándares que sean compatibles con la Convención y que garanticen una utilización sostenible de los espacios marítimos (arts.197 a 201); d) la prestación de servicios de asistencia técnica, científica y educativa por parte de la Comunidad Internacional a los Estados en desarrollo a efecto de erradicar prácticas nocivas para el medio ambiente (arts.202 y 203); e) la obligación de todos los Estados por mantener control y vigilancia sobre los riesgos de contaminación dentro del medio marino, a través de medios científicos reconocidos (arts. 204 a 206); f) la instauración de un marco normativo nacional e internacional que instituya criterios uniformes para evitar la contaminación generada por diversos medios como: la contaminación por fuentes terrestres, la contaminación resultante por actividades realizadas en los Fondos Marinos, la contaminación por vertimiento, la contaminación por causa de buques y la contaminación desde la atmósfera (artículos 207 a 212); y, f) el deber por ejecutar los mecanismos y medidas establecidos como resultado de la Convemar y de la normativa nacional, así como la facultad de adoptar garantías que aseguren la ejecución de dichas disposiciones (arts.213 a 233). 353 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 15, subtema III, literal A. 190 3.11. Investigación científica marina y la transmisión de tecnología marina Los avances tecnológicos y científicos de las últimas décadas han sido directamente responsables de la transformación del Derecho Internacional del Mar contemporáneo, mediante la adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar 1982 y en razón a tal extremo, la Convemar dedica especial atención a las condiciones para llevar a cabo proyectos relativos a la investigación marina en los espacios marítimos (artículos 238 a 265), así como también, regula lo referente al desarrollo y transmisión de la tecnología marina (artículos 266 a 278). Es importante destacar, que al igual que en lo referente a la protección y preservación del medio marino, la normativa que regula la investigación científica marina depende totalmente de la cooperación y del reconocimiento internacionales y en consecuencia, enfatiza la necesidad de que las Organizaciones Internacionales así como los Estados colaboren en el desarrollo de la investigación científica marina bajo la consideración que la realización de dichas actividades constituye un derecho reconocido a todos los Estados, sin distinción (artículos 238 y 239). El régimen jurídico relativo a la investigación científica marina, de acuerdo al artículo 240 de la Convemar y a lo expuesto por el jurista Ignacio Arroyo, se sustenta sobre los criterios siguientes: a) la finalidad de las investigaciones debe ser exclusivamente pacífica; b) los métodos empleados para dichas actividades deben ser adecuados a los fines de la Convención; c) la investigación científica será compatible con otros usos legítimamente reconocidos para la utilización de los espacios marítimos; y d) se respetará el medio ambiente así como se estipula que no constituirá fundamento jurídico para reivindicaciones sobre los recursos o parte alguna del medio marino.354 Por su parte, el régimen jurídico relativo al desarrollo y transmisión de la tecnología se constituye a efecto de alcanzar determinados objetivos, que de acuerdo al jurista citado, son los siguientes: a) la adquisición, evaluación y difusión de los conocimientos obtenidos por el ser humano así como la facilitación del acceso a esos conocimientos; b) el desarrollo de tecnología apropiada que permita la realización de investigaciones 354 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 45. 191 científicas; c) la transmisión de nuevos instrumentos alcanzados; y d) el desarrollo de recursos humanos, mediante programas de enseñanza y capacitación.355 El sistema adoptado para la regulación de la investigación científica por parte de la Convemar, se fundamenta inicialmente, por una parte, en el reconocimiento de la plena soberanía sobre el mar territorial y la potestad del Estado ribereño por no permitir el desarrollo de ninguna actividad de investigación sin su consentimiento y previo el cumplimiento de parámetros internos ( artículo 245); y, por otra parte, el reconocimiento de la libertad de investigación científica en Alta Mar, a partir de la cual todo Estado puede realizar proyectos de investigación sin que dicho derecho pueda ser conculcado por otro Estado - artículo 87 literal f) -. No obstante lo anterior, la complejidad del sistema adoptado está en razón de los criterios aducidos con respecto al tratamiento de la zona económica exclusiva y de la plataforma continental; las referidas zonas de jurisdicción marítima, en lo relativo a la investigación científica marina se someten a un régimen jurídico particular que se fundamenta, de acorde a José Antonio Pastor Ridruejo, en determinadas nociones como: el ejercicio de la jurisdicción del Estado ribereño, a partir del cual se ostentan las facultades de regular la realización de investigaciones científicas (artículo 246 numeral 1); la realización de actividades requiere del consentimiento y autorización expresa del Estado ribereño (artículo 246 numeral 2 y 3); el reconocimiento al Estado ribereño de la potestad de poder rehusarse discrecionalmente a la realización de investigaciones así como los supuestos por los cuales no puede rehusarse (artículo 246 numerales 4 al 6); y, presunción del conocimiento en ciertos casos.356 3.12. Mecanismos designados para la solución de controversias La amplitud temática y la complejidad técnica que presenta la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, acarrea múltiples conflictos relacionados a los alcances de aplicación e interpretación de sus disposiciones 355 356 Loc. Cit. Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 401. 192 normativas. Como elemento novedoso, la Convemar pretende abordar dentro de su extenso contenido, fórmulas y métodos a los cuales los Estados pueden recurrir para la resolución de las controversias derivadas del articulado del referido acuerdo internacional. En este sentido, a diferencia de las Convenciones de Ginebra de 1958, se establece mecanismos específicos a los cuales un Estado afectado por la inexactitud en la aplicación o interpretación de la Convemar está obligado a recurrir para solventar dichos conflictos; excluyéndose para el efecto la adopción de un Protocolo de firma facultativo, derivado del tratado internacional, cuya aplicación sea ineficaz por el poco apoyo de la Comunidad Internacional que lo sustenta (extremo que se evidenció con las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958). El régimen jurídico relativo a la solución de controversias derivadas de la interpretación y aplicación de la Convemar (contenido en los artículos 279 al 299), ante todo se sustenta en reconocer como medio preferente en la solución de conflictos el arreglo pacífico de los Estados, así como cualquier otro medio que pueda llevar a una solución que proceda del consenso entre las partes afectadas (artículos 279 y 280). Ante la imposibilidad de llegar a solventar las controversias por medios pacíficos, la Convemar adoptó por establecer mecanismos de carácter obligatorio para la solución vinculante e imparcial de dichos conflictos y como consecuencia, de acuerdo con el tratadista José Antonio Pastor Ridruejo, instauró una fórmula a través de la cual se pretendía “(…) el establecimiento de varios foros dejando en libertad a las partes la elección de uno otro”.357 Esta postura se ve expresada de manera literal dentro del artículo 286 de la Convemar, el cual estipula que ante la falta de un arreglo por medios pacíficos todo Estado Parte se ve obligado a hacer valer sus pretensiones a través de la corte o tribunal que elija de conformidad a las opciones que valida la referida Convención.358 En virtud del sistema de elección libre que establece la Convemar, se faculta que todo Estado afectado por una controversia, pueda someterla a cuatro tribunales: a) el Tribunal Internacional del Derecho del Mar; b) la Corte Internacional de Justicia; c) un 357 Ibid. Pág. 404. III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 286. 358 193 tribunal arbitral constituido de conformidad con el Anexo VII; y, d) un tribunal arbitral especial para los conflictos relacionados con pesquerías, protección y preservación del medio marino, investigación científica marina y navegación. De esta manera cualquier Estado Parte, ostenta la facultad de poder emitir, en cualquier momento (preferiblemente al momento de suscribir, adherir o ratificar la Convemar), una declaración por la que escoge a cuál de los cuatro mecanismos anteriores decide someter sus controversias o en su caso que mecanismos no reconoce; atendiendo, a que de lo contrario, la Convemar presupone la adopción por dicho Estado del mecanismo de Arbitraje (artículo. 287 numerales 1 al 3). Por su parte, el sometimiento obligatorio a este tipo de mecanismos no es absoluto, siendo la Convemar especialmente cuidadosa en establecer limitaciones y excepciones facultativas, a partir de las cuales se excluye la jurisdicción obligatoria de los mecanismos adoptados. En lo que respecta a las limitaciones, se entienden éstas como supuestos en donde se condiciona la jurisdicción obligatoria de los mecanismos establecidos a materias específicas, como las controversias derivadas de la investigación científica, los conflictos generados del derecho del Estado ribereño de extraer recursos vivos de su zona económica exclusiva, entre otros (artículo 297). De igual manera, en lo que respecta a las excepciones facultativas se entienden aquellos supuestos excluidos de ser vinculados por un Estado Parte, de manera voluntaria, al momento de suscribir, ratificar o adherir la Convemar, y entre ellos se destacan las controversias relativas a la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima o bahías históricas, las controversias relativas a actividades militares, y controversias que sean acogidas a su consideración por el Consejo de Seguridad de acorde a las funciones que le son reconocidas en la Carta de las Naciones Unidas (artículo 298). Es menester destacar que, además de los procedimientos obligatorios nombrados, la Convemar contempla la posibilidad de someter las controversias al mecanismo de Conciliación (siendo que varias de las limitaciones y excepciones citadas son remitidas a este procedimiento) pero la resolución derivada de dicho procedimiento no será obligatoria. 194 Capítulo 4 Instrumentos jurídicos y Organizaciones Internacionales derivadas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 constituye un hito histórico, en lo que se refiere a la complejidad de su elaboración como tratado internacional pero, a efecto de asegurar su aplicación práctica efectiva, fue necesario reforzar las disposiciones normativas contenidas en la referida Convención por medio de acuerdos internacionales que abordaran temáticas específicas poco desarrolladas o controvertidas y, por el establecimiento de un sólido marco institucional que garantizará su aplicación. Es atendiendo a la reflexión anterior que, dentro del presente capítulo, se pretende detallar tanto el contenido de los acuerdos internacionales derivados de la Convemar como analizar el funcionamiento de las principales Organizaciones Internacionales que supervisan la implementación de la referida Convención. En lo que respecta a los instrumentos jurídicos de carácter internacional que derivan de la Convemar, es necesario considerar dos tipos: aquellos que pretenden regular de manera particular temas contenidos dentro de la Convención, siendo que por su importancia fueron adoptados en calidad de Anexos de la Convemar y sus disposiciones son vinculantes en igual condición a los artículos del nombrado tratado; y, aquellos acuerdos multilaterales cuyo origen emana de la inconformidad de algunos Estados, con ciertos tópicos de la Convemar y para el efecto, pretenden un nuevo enfoque interpretativo en relación a dicho articulado controvertido. Por su parte, en lo referente al marco institucional, cuya función es garantizar el correcto cumplimiento de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, es necesario analizar el funcionamiento, tanto de aquellas Organizaciones Internacionales creadas dentro del tenor de la Convemar como de aquellas Organizaciones Internacionales creadas por otros tratados pero que por su finalidad se encuentran forzosamente vinculados al Derecho Internacional del Mar y por ende a la nombrada Convención. 195 4.1. Disposiciones Normativas contenidas dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en calidad de Anexos y su importancia para el Derecho Internacional del Mar La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 como instrumento jurídico internacional, no sólo codificó todo lo relativo a las disposiciones consuetudinarias y normativas dirigidas a la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima, así como las materias relativas a la cooperación internacional en su utilización de los espacios marítimos; sino que, a su vez, estableció la infraestructura jurídica necesaria para asegurar la implementación efectiva y obligatoria, de su articulado. El extremo anterior fue logrado a partir de la adopción, dentro de la misma Convención, de disposiciones normativas que permitieran aplicar temáticas específicas de la Convemar, sin ser necesaria la creación de tratados posteriores (cuya aceptación podía no contar con el mismo respaldo, tal y como sucedió con las Convenciones de Ginebra de 1958 y su Protocolo de firma facultativo). Estas disposiciones normativas se vieron incorporadas en calidad de Anexos, cuyo articulado no sólo tiene igual grado de consideración que el contenido en la Convemar, sino que además permite desarrollar a fondo, un marco jurídico institucional y procedimental esencialmente necesario para la implementación práctica de la referida Convención. La importancia de estos Anexos, se ve plasmada en el artículo 318 de la nombrada Convención, por medio del cual se establece que “los anexos son parte integrante de esta Convención y, salvo que se disponga expresamente otra cosa, toda referencia a la Convención o a una de sus partes constituye asimismo una referencia a los anexos correspondientes”.359 De esta manera, los Anexos deben interpretarse de forma integral con el articulado propio de la Convemar, siendo así que, el carácter vinculante de cada una de las disposiciones normativas contenidas en dichos instrumentos jurídicos, tendrá el mismo valor para los Estados Parte que cualquier artículo de la referida Convención. 359 Ibid. Artículo 318. 196 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 cuenta con nueve Anexos, siendo cada uno de ellos responsable por desarrollar una temática específica que ha sido escuetamente abarcada dentro de la Convención. El Anexo I consta de una lista de especies de animales marinos que, de acorde a la Convemar, deben ser consideradas como altamente migratorias y, para el efecto, vincularse al régimen jurídico específico de protección y explotación establecido para la zona económica exclusiva y Alta Mar, así como ser objeto de preservación por parte de Organizaciones Internacionales especializadas creadas a nivel regional y global. El Anexo II establece los parámetros a partir de los cuales se debe de constituir y funcionar administrativamente la Comisión de Límites de la Plataforma Continental. Los Anexos III y IV pretenden establecer los parámetros básicos para la extracción de recursos en la Zona, estipulando tanto las condiciones básicas para realizar la prospección, exploración y explotación de la Zona (Anexo III), como el estatuto jurídico para la integración y operatividad de la Empresa (Anexo IV). Por su parte, los Anexos V al VIII pretenden abordar tres de los cuatros mecanismos obligatorios para la solución de controversias, así como el procedimiento no vinculante de la Conciliación (Anexo V); en consecuencia, se regula todo lo relativo a la integración, competencia y funciones del Tribunal Internacional del Derecho del Mar (Anexo VI), el tribunal arbitral (Anexo VII) y el tribunal de arbitraje especial (Anexo VIII). Finalmente, el Anexo IX pretende abordar todo lo relativo a la Organizaciones Internacionales que deseen suscribir la Convemar, así como su funcionamiento en interacción con los derechos y obligaciones de la Comunidad Internacional. 4.1.1. Anexo I: Especies Altamente Migratorias El Anexo I de la Convemar se caracteriza por presentar un listado de 17 especies marinas cuyo crecimiento y desarrollo dentro de los espacios marítimos, se distingue por que no se genera en un solo lugar, sino que por disposición propia de su naturaleza tienden a trasladarse a través de las diversas zonas de jurisdicción marítima. La consideración anterior ha hecho que la Convemar le otorgue un régimen jurídico 197 especial en lo que respecta a la conservación y pesca de estas “especies altamente migratorias”, dentro de la zona económica exclusiva; régimen jurídico que incluye tanto una protección especial para dichas especies, como el deber de los Estados que pesquen tales especies, de constituir Organizaciones Internacionales que cooperen en la preservación de cada una de las especies enunciadas (artículo 64 numeral 1 de la Convemar). Entre las especies enumeradas dentro del Anexo I están el atún blanco (Thunnus Alalunga), atún rojo (Thunnus thynnus), el Marlín, el Pez espada, el Tiburón oceánico, entre otros. Como elemento a destacar, el tratadista José Luis Messeguer Sánchez, establece que el referido Anexo “incluye, además de las especies propiamente dichas, los cetáceos integrados por ballenas, focenas y delfines; pero que, aunque tienen también características de grandes migradores, no pueden considerarse incluidas en el régimen jurídico especial de los túnidos y especies afines”.360 4.1.2. Anexo II: Comisión de Límites de la Plataforma Continental Tal y como se indicó con anterioridad en su apartado respectivo, cada Estado ribereño tiene la potestad de explotar la plataforma continental adyacente a su costa hasta un límite de las 200 millas marinas, a partir de las líneas de base para establecer la anchura del mar territorial, salvo aquellos casos en donde continúe dicha plataforma y por ende su anchura se vincule a la prolongación del margen continental. En este sentido, el artículo 76 de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, contempla aquellas situaciones especiales en donde la delimitación de la referida plataforma deberá ser fijada. Es en atención a lo anterior, que dentro del tenor del artículo referido surge la “Comisión de Límites de la Plataforma Continental”, cuya regulación más específica está contenida dentro del Anexo II. A efecto de no abordar lo relativo a la Comisión en calidad propia de Organización Internacional, cuyo tratamiento se hará de manera más específica en el apartado 360 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 304. 198 pertinente del presente trabajo, este inciso se limitará a abordar las principales generalidades del referido Anexo así como la finalidad propia de la Comisión. En este sentido, el objetivo del Anexo II constituye el regular todo lo relativo a la Comisión de Límites de la Plataforma Continental y en consecuencia, permitir que la referida Organización Internacional pueda realizar su labor de establecer recomendaciones sobre los límites de la plataforma continental en los casos especiales designados por la misma Convención (artículo 1). Los artículos 2 y 3 establecen todo lo relativo a la integración y funciones que tendrá la Comisión, a efecto de llevar a cabo su finalidad primordial. Por su parte, el Anexo finaliza desarrollando en sus artículos 4 al 8 todo lo relativo al procedimiento propio para la emisión de estas recomendaciones, tomando en cuenta una estructura interna de la Comisión a través de subcomisiones; siendo a su vez que el Estado ribereño establecerá dichos limites en base a las recomendaciones emitidas, pudiendo en caso de descuerdo presentar nueva propuesta para una reconsideración por parte de la Comisión. El artículo 9, establece que las actuaciones de la Comisión no afectarán a los asuntos relativos a la fijación de los límites entre los Estados con costas adyacentes o situadas frente a frente. 4.1.3. Anexo III: Disposiciones básicas relativas a la prospección, la exploración y la explotación El Anexo III de la Convemar desarrolla las condiciones, requisitos y los procedimientos para la prospección, la exploración y la explotación de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos. En este sentido, parte del “sistema paralelo” establecido por la Convemar y le dedica mayor atención al mecanismo sustentado en contratos de concesión que la Autoridad reconoce a favor de empresas y nacionales propios de los Estados signatarios de la Convención. De esta manera, el Anexo empieza estipulando que todo derecho sobre los minerales hallados en la Zona inicia a partir de su extracción, permitiendo así, la realización de búsquedas dentro del yacimiento de dichos Fondos Marinos pero bajo el compromiso del futuro prospector, de cumplir con la Convención 199 para con la Autoridad y bajo el entendido que dicho permiso no garantiza derecho alguno sobre próximos recursos a extraer (arts. 1 y 2). Por su parte, el Anexo III establece el procedimiento que debe seguirse al realizarse actividades de exploración y explotación en la Zona, bajo el condicionante de que los Estados o entidades interesadas deberán presentar “planes de trabajo”, para realizar la labor solicitada, así como el cumplir con determinados requisitos a efecto de ser aprobados por la Autoridad, previo la realización de la explotación o exploración correspondiente (arts. 3 y 4). De igual manera establece condiciones que vinculan a toda entidad o Estado que quiera hacer uso de la Zona, como el hecho de que el Estado interesado debe consignar dentro de su solicitud, todo lo relativo a la tecnología y a las condiciones que usará para realizar su labor. El Anexo indica, a su vez, que los contratos de concesión otorgados por la Autoridad incluirán cláusulas que obligarán a poner a disposición dicha tecnología a la Empresa en las condiciones contenidas en un acuerdo complementario al contrato mismo (art. 5). En razón de permitir el desarrollo inmediato del régimen de aprovechamiento de la Zona, establece plazos y parámetros para llevar a cabo, a partir de la entrada en vigor de la Convención, la aprobación de los “planes de trabajo” y la selección de solicitantes (arts. 6 y 7). Por su parte también establece determinadas reservas dentro de determinadas áreas de la Zona, circunscribiendo su delimitación por la propia Autoridad así como una mayor fiscalización y limitación para dicha área y, otorga, al mismo tiempo, una prioridad a aquellos que realizan la exploración de la Zona por encima de aquellos que realizan su explotación (arts. 8 a 10). La mayor parte del Anexo, se desarrolla en relación a establecer las condiciones financieras contenidas dentro del contrato con respecto a las ganancias obtenidas de la referida Zona; señalar la obligación de la Autoridad por conferir un derecho exclusivo para la exploración y explotación; designar los mecanismos para revisión y recisión del contrato así como las sanciones y, estipular las responsabilidades derivadas de su inaplicabilidad (arts. 11 a 22). 200 4.1.4. Anexo IV: Estatuto de la Empresa El Anexo IV, parte del reconocimiento expreso que realiza la Convención en razón de facultar a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos para llevar a cabo directamente actividades dentro de la Zona, a través de un órgano específico que se identifica bajo el nombre de “la Empresa”; circunscribiendo el actuar de este ente tanto a la Convención como a los reglamentos y procedimientos establecidos por la Autoridad (art. 1). De igual manera establece que la Empresa mantendrá una relación directa con la Autoridad, supeditándose a la dirección de la Asamblea y a las directrices del Consejo pero sin extender responsabilidad (a dicha Empresa) de los actos cometidos por la Autoridad o por sus funcionarios (arts. 3 y 4). La Empresa se sustenta sobre una estructura que contempla una Junta Directiva, un Director General y el personal necesario para el desempeño de sus funciones; viéndose el Anexo forzado a establecer, las facultades y funciones de cada uno de dichos órganos internos así como su ubicación (arts. 5 a 8). Por su parte, el Anexo IV desarrolla, de manera elaborada y extensa, aspectos específicos como lo son: el resultado de las actividades realizadas por la Empresa, la obtención y destino de los fondos recibidos y, el mecanismo para el desarrollo de sus operaciones, supervisadas por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (arts. 9, 10 y 11). Finalmente dedica un artículo específico a regular la obligación de los Estados para otorgarle internamente a la Empresa, no sólo una condición jurídica, sino privilegios e inmunidades. 4.1.5. Anexo V: Conciliación El artículo 284 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 establece la Conciliación como un método facultativo de resolución de conflictos derivados de la aplicación o interpretación de la referida Convención, al cual las partes pueden recurrir a buscar soluciones amistosas por medio de recomendaciones no vinculantes. En este sentido, se constituye el Anexo V de la Convemar, que pretende 201 abordar el procedimiento que debe de seguirse con respecto al mecanismo de Conciliación; el referido Anexo, para lograr el objetivo planteado, a su vez se divide en dos secciones, siendo la primera dedicada a la Conciliación como procedimiento facultativo y libremente elegido por una de las partes afectadas, y la segunda dedicada a establecer su aplicación en los casos en donde de acorde a la Convemar es obligatorio la adopción de este mecanismo (la obligatoriedad para la adopción de este mecanismo, no implica que el fallo resultante sea vinculante). La primera sección (relativa a la Conciliación como procedimiento facultativo) establece la procedencia para accionar el referido mecanismo, a través de un Estado que puede incoar a otro que hubiese aceptado el uso de dicho mecanismo de resolución de conflictos (art. 1); así como también, aborda lo relativo a la formación y constitución de la comisión de Conciliación, siendo la misma constituida por cinco conciliadores, de los cuales dos y dos son electos por los Estados en controversia y el quinto de manera conjunta o en su defecto por el Secretario General Organización de las Naciones Unidas. Todos los conciliadores, a su vez proceden, de una lista depositada dentro de la Secretaria General, en razón de la cual cada Estado miembro de la Convención nombra 4 posibles candidatos para su representación en futuras comisiones (arts. 2 y 3). De igual manera, se regulan las facultades y límites de la Comisión, en razón de dar recomendaciones y fórmulas ecuánimes para fomentar una solución amistosa, siendo dichas recomendaciones no vinculantes para las partes. En lo que respecto a la segunda sección, se refiere a la sumisión obligatoria al procedimiento de Conciliación, en razón de la cual se reconoce el carácter vinculante para su iniciación y se aplica la misma estructura procedimental que para la Conciliación iniciada de manera facultativa (artículos. 11 al 14). Cabe destacar que el procedimiento de Conciliación terminará, en ambos casos, cuando se haya llegado a una solución mutuamente aceptada por los Estados en controversia, atendiendo a las recomendaciones emitidas o cuando uno de ellos haya rechazado, de manera escrita y ante el Secretario General, las recomendaciones de la Comisión (artículos. 4 a 8). 202 4.1.6. Anexo VI: Estatuto del Tribunal Internacional del Derecho del Mar El Anexo VI de la Convemar, conjuntamente con los Anexos VII y VIII, tiene por objeto desarrollar uno de los mecanismos jurisdiccionales contemplados por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982; siendo así, que se constituye el Tribunal Internacional del Derecho del Mar como órgano especializado vinculado de manera directa a la presente Convención. El Anexo VI se conforma a partir de 41 artículos dispersados en cinco secciones, teniendo como objetivo principal el regular la creación del Tribunal Internacional del Derecho del Mar como órgano jurisdiccional de carácter permanente. A través de su primera sección contempla lo relativo a la organización del Tribunal, estipulando para el efecto parámetros para su composición, requisitos de los magistrados, calidades y derechos del puesto, quorum, gastos y remuneración, entre otros (art. 2 al 19). La segunda sección contiene lo relativo a la competencia del Tribunal, siendo así que contempla los casos particulares y especiales para establecer la procedencia del Tribunal, así como el Derecho aplicable como guía para el fallo de referido órgano (arts. 20 al 23). La tercera sección se centra en las fases del procedimiento, individualizando las diversas etapas del mismo, así como los requisitos del fallo, destacándose el carácter definitivo y fuerza obligatoria de dicho fallo para las partes controvertidas (arts. 24 al 34). La sección cuarta, de manera específica contempla todo lo relativo al desarrollo particular de la Sala de Controversias de los Fondos Marinos (arts. 35 al 40). Finalmente, la sección quinta desarrolla lo relativo a la forma de realizar enmiendas dentro del contexto del nombrado Anexo (art. 41). 4.1.7. Anexo VII: Arbitraje El Anexo VII regula lo relativo a otro mecanismo de solución de controversias, el cual se sustenta en razón de la constitución de un tribunal arbitral, distinto a la jurisdicción del Tribunal Internacional del Derecho del Mar. Al igual que en el caso de la Conciliación, existe la obligación de los Estados de designar cuatro árbitros que conforman parte de 203 una lista que facilita la integración de los tribunales arbitrales correspondientes (art. 2). El tribunal arbitral se constituye de esta manera a partir de cinco miembros, siendo dos electos por las partes controvertidas (cada parte elige uno) y tres de común acuerdo, bajo la consideración que de no haber consenso entre las partes, los miembros restantes serán designados por el Presidente del Tribunal Internacional del Derecho del Mar. El funcionamiento del referido tribunal arbitral se hará a partir de los parámetros dispuestos, tanto por el referido Anexo como por la Convención (arts. 3 y 4). El procedimiento es desarrollado por el mismo tribunal arbitral, atendiendo a que se otorguen plenas oportunidades para que las partes se pronuncien; en igual sentido, se regula las obligaciones de las partes en la controversia, los gastos derivados, la mayoría para la adopción de decisiones y el caso particular de la incomparecencia de la parte incoada (arts. 3 al 9). Finalmente, el Anexo VII termina regulando las particularidades tanto del laudo arbitral con respecto a sus requisitos, interpretación, ejecución y su carácter definitivo e inapelable, como en relación a la aplicación del presente Anexo a controversias que involucren entidades distintas a los Estados Partes de la Convención de 1982. 4.1.8. Anexo VIII: Arbitraje Especial El Anexo VIII regula lo relativo al mecanismo de solución de controversias denominado como “Arbitraje Especial”, cuyo funcionamiento procedimental, estructuralmente es igual al Arbitraje (contemplado en el Anexo VII) pero con la salvedad, de que su aplicación se limita para casos particulares contenidos de manera expresa en el referido Anexo (art. 4). La viabilidad del procedimiento del Arbitraje Especial procede en cuatro casos particulares, siendo estos conflictos vinculados a la interpretación y aplicación de la Convemar con respecto a: Pesquerías; marino; la protección y preservación del medio investigación científica marina y, la navegación, incluida la contaminación causada por buques y por vertimiento (art. 1). La especialidad material para su aplicación, injiere de manera directa en la constitución del tribunal arbitral, que a diferencia del Anexo anterior se conforma a partir de un listado de expertos en la 204 materia controvertida, cuyo nombramiento y consideración depende de órganos especializados (art.2). En este sentido, en materia de pesquerías los expertos serán nominados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); en materia de protección y preservación del medio marino será el Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente; en materia de investigación científica marina, la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI); y en materia de navegación, incluida la contaminación generada por buques y por vertimiento, la Organización Marítima Internacional (OMI). En relación a la constitución propia de este tribunal arbitral, se configura a partir de cinco miembros de los cuales, dos son electos por cada parte controvertida en lo individual (haciendo un total de cuatro), y el quinto será nombrado por las partes de común acuerdo (presidiendo éste el tribunal), o en su caso por el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, de no haber consenso (art. 3). Atendiendo a la aplicación mutatis mutandis del procedimiento propio para el Arbitraje, contenido en el anexo anterior, este instrumento consta solamente de cinco artículos y se limita a enfatizar la especialidad de la integración del tribunal. 4.1.9. Anexo IX: Participación de Organizaciones Internacionales La Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 contempla de manera expresa en su artículo 305 que dicho tratado podrá ser firmado entre otros por Organizaciones Internacionales, constituidas de acorde y que llenen los requisitos del Anexo IX. En este sentido, el Anexo IX, pretende regular los parámetros y elementos que deben de llenar las Organizaciones Internacionales para formar parte de la Convención, así como el carácter de Parte que representan. Se inicia estableciendo que para efectos de interpretación de la Convención, las Organizaciones Internacionales serán definidas como organizaciones intergubernamentales constituidas por Estados miembros o no miembros que les hayan transferido competencias en materias regidas por la Convención, incluida la de celebrar tratados en relación con ellas (art. 1). 205 Por su parte, se estipula que las Organizaciones Internacionales solo podrán firmar, una vez que la mayoría de los Estados que las conforman sean signatarios de la Convención y, que al momento de la referida firma, deberán adjuntar un instrumento de declaración escrita a través de la cual estipulen las materias sobre las cuales fueron revestidas de competencia, por parte de sus Estados integrantes (arts. 2, 3, y 5). De igual manera, se establece que el alcance de su participación así como los derechos y obligaciones derivados de la Convención, para con las referidas Organizaciones, serán expresamente aquellas vinculadas con las funciones para las cuales fueron declaradas competentes; devengando para el efecto responsabilidad exclusiva y separada en relación a dichas materias con respecto a los Estados que la integran (art. 4 y 6). Finalmente el Anexo concluye facultando a las Organizaciones para que puedan acogerse a cualquiera de los mecanismos de solución de controversias estipulados dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, así como delimitando la forma en que podrán suscribir el referido instrumento internacional (art. 7). 4.2. Tratados internacionales derivados de Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, para implementar nuevos criterios de interpretación con respecto a su normativa original 4.2.1. Acuerdo relativo a la aplicación de la Parte XI de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 (1994) – Acuerdo de 1994 – Al inicio de la década de 1990, ante la espera de la entrada en vigor de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 que ejercería plena efectividad en 1994 (un año después del depósito del sexagésimo instrumento de ratificación), se evidenció que la “aceptación universal” pretendida por la Convemar y necesaria para la implementación de un régimen uniforme para los espacios marítimos, estaba siendo amenazada por la falta de voluntad de las potencias industrializadas, de 206 suscribir la nombrada Convención. El rechazo de los países industrializados hacia la Convemar se debía a las objeciones adoptadas por dichas naciones, en relación al costoso, estricto e inaplicable régimen jurídico instaurado para la administración y utilización de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos. Concretamente, las referidas objeciones suscitadas eran el resultado de dos principales causas, de acorde a lo expuesto por el jurista José Antonio Pastor Ridruejo, siendo estas: por una parte, la costosa inversión que representaba el implementar la estructura jurídica de la Autoridad, ante la falta de rentabilidad que implicaba un sistema con condiciones privilegiadas para la Empresa en detrimento de las empresas nacionales y, por otra parte que, informes preparados durante los inicios de 1994 por expertos en la materia, habían demostrado que las expectativas comerciales con respecto a la ganancias que podían obtenerse de los recursos minerales extraídos de la Zona no eran susceptibles a competir dentro del mercado global con las generadas de recursos minerales de origen terrestre, ostentando los recursos obtenidos de la Zona una demanda muchísimo menor.361 Es en atención al contexto anterior, que se empezaron los esfuerzos por parte de la Comunidad Internacional por buscar soluciones internacionales para constituir un tratado multilateral que, en cierta manera, permitiera reformar el sistema instaurado por la Convemar con respecto a la Zona de Fondos Marinos y Oceánicos (contenido en la Parte XI de la Convención) y como consecuencia, se produjo el Acuerdo relativo a la aplicación de la Parte XI de la Convención de las Naciones Unidas de 1994, en adelante indistintamente referido como “Acuerdo de 1994”. El Acuerdo de 1994 fue adoptado por la Asamblea General de la Organización de la Naciones Unidas, el 27 de julio de 1994 (pocos meses antes de la entrada en vigor de la Convemar) y, de acorde con lo expuesto por la Comisión Permanente del Pacífico Sur en su página virtual, su contenido se compone de dos partes: el articulado que conforma propiamente el Acuerdo y un Anexo.362 El Acuerdo, de conformidad con lo elaborado por la entidad 361 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 394. Página Virtual de la Comisión Permanente del Pacífico Sur; Comisión Permanente del Pacífico Sur; El Acuerdo relativo a la Parte XI; Ecuador; 2009; disponibilidad en la página web: http://www.cpps362 207 citada, regula la forma en que deben implementarse los cambios a la Parte XI (régimen jurídico de la Zona), su entrada en vigor y las diferentes alternativas que tienen los Estados para suscribir dicho Acuerdo; mientras que el Anexo contiene los cambios sustanciales a la Parte XI de la Convemar.363 El Acuerdo de 1994 estableció, de conformidad con lo expuesto por el jurista Donald R. Rothwell, un nuevo enfoque a partir del cual regular el Derecho de los Tratados y el mismo Derecho Internacional; toda vez que, permitió modificar la Convemar sin infringir la prohibición de dicha Convención, a través de su artículo 309, con relación a que los Estados pudiesen establecer excepciones o reservas al articulado adoptado.364 La modificación realizada fue posible dada la facultad que otorgaba la Convemar, por medio del numeral 3 del artículo 311, a que dos o más Estados pudiesen celebrar acuerdos, aplicables únicamente en sus relaciones mutuas, por los que se modificaran disposiciones de la Convención o se suspendiera su aplicación365 y, tomando en consideración a su vez que, conforme a su denominación, pretendía ser un tratado que desarrollara el marco legal para la “aplicación” del régimen jurídico relacionado con la Zona. No obstante la pretensión contenida en la denominación del Acuerdo de 1994, el tratadista José Luis Meseguer Sánchez afirma que “(…) aunque se denomina de aplicación y se le otorga un carácter interpretativo constituye en realidad un instrumento de enmienda – negrillas son propias del autor original-”366; siendo así, que a través del referido Acuerdo se modifica sustancialmente el régimen jurídico y el sistema de aprovechamiento en que deberá ser utilizada la Zona. Por su parte, es menester establecer que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y el Acuerdo de 1994, de acorde a lo estipulado por el jurista Donald int.org/index.php/cpps-overview/cpps-campos-accion/135-fondos-marinos-parte-xi.html. Fecha de Consulta: 08 de julio de 2013. 363 Loc. Cit. 364 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 6, subtema VI, literal A. 365 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 311 numeral 3. 366 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 343. 208 R. Rothwell, deberán ser interpretados como un solo instrumento y, cuando exista una inconsistencia entre las disposiciones normativas de ambos tratados, prevalecerán en su aplicación las provisiones del Acuerdo de 1994.367 De esta manera, en lo que respecta a las modificaciones realizadas por el Acuerdo de 1994 al régimen jurídico de la Zona, de conformidad con lo expuesto por la Comisión Permanente del Pacífico Sur368 y por el jurista José Antonio Pastor Ridruejo369, se pueden destacar las siguientes: a) Se condiciona el funcionamiento de la Empresa para efectuar actividades de explotación, únicamente bajo el esquema de empresas conjuntas o jointventures en colaboración con empresas nacionales de los Estados Parte y por ende, en igualdad de condiciones con contratistas privados; limitando, a su vez, la instauración de dicha Empresa hasta cuando resulte rentable la explotación de recursos en la Zona. b) En la configuración administrativa y en la toma de decisiones de la Autoridad, se consigna que las deliberaciones más importantes serán tomadas por la Asamblea (órgano plenario) pero previa recomendación favorable del Consejo; órgano que a su vez es sustancialmente modificado y es dominado en la toma de sus recomendaciones por los Estados industrializados, cuyo aporte sustancial a la economía global les otorga preminencia en las decisiones emitidas e inclusive derecho a veto sobre las mismas. c) Se varía el método de financiamiento directo de la actividad en la Zona para el interés de los países en desarrollo, así como las obligaciones sobre transmisión gratuita de tecnología y la prestación de otros tipos de ayuda a estos Estados. d) Se disminuye el poder institucional de la Autoridad condicionando su funcionamiento a un criterio evolutivo; es decir, que durante el período inicial de no explotación, podrá ejercer actividades pero de manera limitada y, a su vez, se rebajan considerablemente sus gastos, en razón de una disminución en el financiamiento recibido por parte de la Comunidad Internacional. e) En lo que respecta al traspaso de tecnología a la Empresa por parte de los contratistas; el Acuerdo cambia 367 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 6, subtema VI, literal A. Página Virtual de la Comisión Permanente del Pacífico Sur; Comisión Permanente del Pacífico Sur; El Acuerdo relativo a la Parte XI; Ecuador; 2009; disponibilidad en la página web: http://www.cppsint.org/index.php/cpps-overview/cpps-campos-accion/135-fondos-marinos-parte-xi.html. Fecha de Consulta: 08 de julio de 2013. 369 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Págs. 396 y 397. 368 209 una obligación expresa para dicha transferencia y en su lugar, adopta una obligación de carácter genérico, arraigada al deber de la Empresa por obtener la tecnología desarrollada siempre en consideración a las condiciones equitativas y razonables del mercado comercial global. f) Se suprime la fórmula adoptada por la Convemar, a través de la cual se establecían los parámetros técnicos para limitar la extracción de recursos minerales de la Zona, a efecto de complementar el régimen de explotación minera terrestre y proteger a las economías de los Estados que dentro del continente producen los mismos recursos minerales; estableciendo, en su lugar, un nuevo régimen dependiente de las decisiones del Consejo y que se sustenta en los principios de libre mercado contenidos dentro del Acuerdo. Y, g) Se restringe la obligación de los Estados industrializados de financiar préstamos a la Empresa para sus primeras incursiones de explotación, así como se suprime dentro de los contratos realizados con empresas nacionales, las cláusulas financieras más gravosas. En la actualidad, conforme lo expuesto por la Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar, el Acuerdo de 1994 cuenta con 79 Estados signatarios y 145 Estados Parte que de manera formal han ratificado o se han adherido al referido tratado internacional.370 La adopción generalizada de un nuevo régimen en relación con la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos, permitió a muchos Estados poder acoger la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 en condiciones más favorables a sus intereses y en consecuencia, se pudo evidenciar (al entrar en vigor la Convemar) la “aceptación universal” deseada por parte del a Comunidad Internacional. No obstante la existencia de este tratado, existen aún Estados que no han querido adoptar ni la Convemar ni el Acuerdo de 1994; destacándose de entre dichas naciones Israel, Venezuela, Turquía y Estados Unidos (quien suscribió el Acuerdo de 1994 pero no lo ha ratificado).371 370 Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks. “Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 september 2013”. Estados Unidos. 2013. Disponible: http://www.un.org/Depts/los/reference_files/status2010.pdf. Fecha de consulta: 19 de noviembre de 2013. 371 Loc. Cit. 210 4.2.2. Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios (1995) El Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios, en adelante referido como el “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces”, fue emitido el 4 de agosto de 1995 y entró en pleno vigor hasta el 11 de diciembre de 2001.372 El “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces” se compone de 50 artículos que constan en XIII Partes y además agrega dos Anexos: el primero, que pretende establecer normas uniformes para obtener y compartir datos; y, el segundo, que instituye directrices para aplicar niveles de referencia que garanticen la conservación y ordenación de las especies de peces a los cuales se dirige el referido Acuerdo.373 En la actualidad (hasta el 18 de septiembre de 2013), de acuerdo con la Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar, el “Acuerdo sobre poblaciones de peces de 1995” cuenta con 59 Estados suscriptores y 81 Estados Parte que han adoptado formalmente dicho Acuerdo a través de la ratificación o adhesión.374 372 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1, subtema VII, literal D. Conferencia de las Naciones Unidas sobre las poblaciones de peces cuyos territorios se encuentra dentro y fuera de las zonas económicas exclusivas (poblaciones de peces transzonales) y las poblaciones de peces altamente migratorias. El Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios. 1995. 374 Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks. “Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 september 2013”. Estados Unidos. 2013. Disponible: http://www.un.org/Depts/los/reference_files/status2010.pdf. Fecha de consulta: 19 de noviembre de 2013. 373 211 El origen del “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces” se debió a la laguna legal que presentaba la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en relación con el régimen de conservación y explotación de la pesca de determinadas de especies dentro de Alta Mar; toda vez que la Convemar implementa una obligación genérica para cooperación entre Estados, a efecto de preservar poblaciones de peces que se encuentran en la zona económica exclusiva y en un área de Alta Mar adyacente a ella pero, no establece los parámetros para llevar a cabo mecanismos que permitan dicha cooperación. Ante la falta de una normativa que abordara de manera específica el tópico referido se manifestó en el ámbito internacional, la práctica estatal por parte de varios Estados ribereños que extendían su jurisdicción en Alta Mar, al implementar leyes nacionales que regularan la conservación y explotación de poblaciones de peces transzonales o especies altamente migratorias sobre un espacio marítimo más allá al de la zona económica exclusiva; estas prácticas estatales presentadas por ciertos Estados, dio origen a lo que muchos autores denominan la “jurisdicción rampante” (o creeping jurisdiction).375 En razón de regular y suprimir la discrecionalidad de las prácticas estatales presentadas durante los primeros años 1994, la Comunidad Internacional (por medio de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas), decidió convocar la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre las poblaciones de peces cuyos territorios se encuentra dentro y fuera de las zonas económicas exclusivas (poblaciones de peces transzonales) y las poblaciones de peces altamente migratorias”; siendo que en el seno de la nombrada conferencia sería adoptado el Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios. El objetivo principal del “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces”, se encuentra plasmado en el artículo 2 del referido Acuerdo y para tal efecto, estipula que pretende “(…) asegurar la conservación a largo plazo y el uso sostenible de las poblaciones de 375 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 379. 212 peces transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios mediante la aplicación efectiva de las disposiciones pertinentes de la Convención”.376 En atención al objetivo principal del referido Acuerdo, el jurista José Luis Meseguer Sánchez a su vez identifica dentro de su contenido, dos características principales: una sujeta a la forma que presenta el Acuerdo y otra relacionada al contenido del referido tratado internacional.377. En lo que respecta a la forma, el tratadista citado señala que el “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces” adopta la técnica jurídica empleada en los ordenamientos jurídicos internos por medio de los reglamentos de aplicación, al desarrollar y pormenorizar las normas de la Convemar. 378 En este sentido, la finalidad del nombrado Acuerdo no es constituirse en calidad de una instrumento de enmienda sino más bien, de acuerdo con el tratadista José Antonio Pastor Ridruejo, la de desarrollar, precisar y reforzar la obligación que pesa sobre los Estados de cooperar para la conservación y ordenación de la pesca en Alta Mar; meta que se articula a través de la preeminencia otorgada a Organizaciones Internacionales o arreglos regionales y subregionales.379 De esta manera, a diferencia del Acuerdo de 1994, el “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces” no pretende modificar o tener preeminencia en su aplicación con respecto a la Convemar, siendo así, que sus disposiciones normativas deberán interpretarse dentro del contexto de la Convención y sin causar perjuicio a los derechos, la jurisdicción y las obligaciones de los Estados reconocidas en la referida Convención. En lo que respecta al fondo del “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces”, el jurista José Luis Meseguer Sánchez establece que el referido Acuerdo supone la extensión encubierta de la jurisdicción de los Estados ribereños tanto sobre los recursos vivos marinos, situados más allá de sus zonas económica exclusivas de 200 millas, 376 Conferencia de las Naciones Unidas sobre las poblaciones de peces cuyos territorios se encuentra dentro y fuera de las zonas económicas exclusivas (poblaciones de peces transzonales) y las poblaciones de peces altamente migratorias. El Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios. 1995. Artículo 2. 377 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 246. 378 Loc. Cit. 379 Pastor Ridruejo, José Antonio. Op. Cit. Pág. 380. 213 como sobre los buques que pesquen en Alta Mar bajo pabellón de otros Estados.380 No obstante lo anterior, el reconocimiento de esta jurisdicción extendida que se le concede a los Estados ribereños, se hace bajo la restricción que: por una parte, los Estados ribereños tendrán competencias específicas en lo relativo a materias que tengan una injerencia directa en la explotación de las poblaciones de peces transzonales así como poblaciones altamente migratorias y únicamente en lo relativo al establecimiento de medidas que garanticen la conservación de dichas especies; y, por otra parte, la jurisdicción podrá ser ejercida por el Estado ribereño siempre y cuando no exista un interés similar regional o subregional en la pesca de las nombradas poblaciones, pues de existir, el referido Estado ribereño se ve obligado a cooperar con dichas naciones y para tal efecto constituir o colaborar con Organizaciones Internacionales especializadas para establecer medidas de carácter regional o subregional. De igual manera, en lo referente al reconocimiento de ciertas competencias sobre un buque pesquero sujeto a la ley del pabellón (y por ende a la jurisdicción) de otro Estado, el “Acuerdo de 1995 sobre poblaciones de peces” permite la facultad del Estado Ribereño de ejercer control sobre los buques pesqueros que exploten a las poblaciones de peces sujetas a su protección. En este sentido, el jurista José Luis Meseguer Sánchez señala que “este control – en virtud de los arts. 21 y 22 -, al contrario que en el Derecho del Mar tradicional, puede llevarse a cabo en alta mar por cualquier Estado, sea o no el del pabellón del buque”.381 En razón de lo anterior, lo que permite el Acuerdo nombrado es agregar una excepción a las contempladas por la Convemar para poder ejercer la jurisdicción reconocida al Estado ribereño en razón del “derecho de visita”. En tal sentido, conforme a lo expuesto por el tratadista citado, el control reconocido sobre los buques pesqueros supone para el Estado del pabellón la pérdida de la jurisdicción exclusiva que ejerce sobre los buques de pesca que le son nacionales y la adopción por su parte de una jurisdicción compartida sobre la actividad de los buques de pesca en Alta Mar; en donde, el Estado 380 381 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 246. Ibid. Pág. 248. 214 ribereño podrá ejercer ciertas potestades sobre los buques de pesca extranjeros que quebranten las medidas impuestas para la conservación de las poblaciones de peces referidas pero, al mismo tiempo, el Estado del Pabellón mantendrá facultades en relación a los procedimientos e imposición de sanciones que se susciten ante el quebrantamiento de las medidas impuestas por el Estado ribereño. 4.3. Organizaciones Internacionales creadas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 para asegurar la aplicación de sus disposiciones normativas 4.3.1. Comisión de Límites de la Plataforma Continental La Comisión de Límites de la Plataforma Continental fue constituida, de conformidad con el tenor de la Convemar, con el objetivo principal de coadyuvar a los Estados ribereños en el establecimiento para los límites exteriores de aquellas plataformas continentales cuya anchura excediera las 200 millas marinas; garantizando, a través de su intervención, la aplicación de las restricciones impuestas en la Convención (en relación a la anchura máxima que pueden alcanzar dichas plataformas) y eliminando la discrecionalidad en la reclamación desproporcionada por parte de los Estados ribereños. La Comisión de Límites de la Plataforma Continental, fue instituida de manera general a través del numeral 8 del artículo 76 de la Convemar y se estableció, de forma complementaria, el Anexo II de la nombrada Convención, para abarcar de forma específica lo relativo a su integración, funciones y procedimientos operativos. En lo referente a la integración, de acuerdo con el artículo 2 del Anexo II, la Comisión de Límites de la Plataforma Continental se compone por 21 miembros expertos en geología, geofísica o hidrografía, siendo elegidos por los Estados Partes entre sus nacionales y buscando asegurar una representación geográfica equitativa de la Comunidad Internacional; la representación de cada miembro electo se desempeñará por cinco años, existiendo posibilidad de reelección y se prestará a título personal, no 215 en forma representativa del Estado al que pertenecen.382 En razón de lo anterior, de acuerdo con lo indicado por el jurista Donald R. Rothwell, se puede evidenciar que la Comisión de Límites la Plataforma Continental se constituye como una Organización independiente de carácter técnico y científico, en lugar de una institución de carácter político o legal.383 En lo que respecta al funcionamiento de la referida Comisión, ésta depende ante todo de la cooperación por parte de los Estados ribereños que deseen reclamar una plataforma continental mayor de 200 millas marinas; para tal efecto, de acuerdo con lo establecido por la Comisión Permanente del Pacífico Sur a través de su página virtual, los Estados ribereños interesados en hacer valer dicha reclamación deberán presentar información que respalde una propuesta relacionada a su extensión junto con información científica que respalde dicha propuesta.384 Una vez entregada la información, de acuerdo con el jurista Donald R. Rothwell, las funciones de la Comisión pueden resumirse a través de dos concretas: la primera, la constituye la función de prestar asesoramiento científico y técnico, a solicitud del Estado ribereño interesado, durante la preparación de la propuesta que será presentada ante la Comisión; y, la segunda consiste en examinar los datos y elementos presentados por los Estados ribereños respecto a los límites exteriores de la plataforma en razón de la prolongación de su margen continental y atendiendo a dichos datos, emitir las recomendaciones correspondientes. Es menester destacar que las decisiones adoptadas por la nombrada Comisión, de acuerdo al jurista Ignacio Arroyo, “(…) son recomendaciones, por lo que no tienen valor de resoluciones vinculantes a pesar de que el Estado o los Estados hayan solicitado su intervención”.385 382 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Anexo II: Comisión de Límites de la Plataforma Continental. Artículo 2, numerales 1 al 5. 383 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 5, subtema V, literal A. 384 Página Virtual de la Comisión Permanente del Pacífico Sur; Comisión Permanente del Pacífico Sur; Comisión de Límites para la Plataforma Continental; Ecuador; 2009; disponibilidad en la página web: http://www.cpps-int.org/index.php/cpps-overview/cpps-campos-accion/131-comision-de-limites-de-laplataforma-continental-.html. Fecha de Consulta: 08 de julio de 2013. 385 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 48. 216 La Comisión de Límites de la Plataforma Continental empezó a funcionar a partir de 1997 y desde su fundación, de acuerdo con lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, su desarrollo puede ser distinguido en tres fases: una fase organizacional, una fase primaria y una fase secundaria.386 La fase organizacional, de acuerdo al jurista citado, comprende desde 1997 hasta 2001 y se centró en abordar asuntos de estructuración interna; destacándose en dicho período, la formulación de sus “reglas de procedimiento” así como la adopción de directrices científicas y técnicas relativas a la evidencia presentada por parte de los Estados ribereños para respaldar de sus propuestas (en el año de 1999).387 En el año 2001, se inició la fase primaria, cuando la Comisión recibió su primera propuesta por parte de la Federación Rusa y consistió principalmente en evaluar la efectividad de los procedimientos instituidos así como en establecer métodos de trabajo operativos; la referida fase se extendió hasta el año de 2004, incluyendo dentro de la misma, la admisión de dos propuestas más por parte del Brasil y Australia, así como la emisión de sus recomendación para Rusia.388 La fase secundaria, de acuerdo con el tratadista citado, inició en el 2005 y ha continuado hasta la actualidad; destacándose por la adopción de procedimientos simplificados y rápidos para hacer frente a la excesiva cantidad de propuestas recibidas389. Cabe destacar, que la Comisión de Límites de la Plataforma Continental por su naturaleza provisional no fue provista de una sede permanente, por lo que en la actualidad, de acorde con lo expuesto por el tratadista Donald R. Rothwell, opera en las oficinas centrales de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York.390 4.3.2. Autoridad Internacional de los Fondos Marinos 386 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 5, subtema V, literal A. Loc. CIt. 388 Loc. Cit. 389 Loc. Cit. 390 Ibid. Capítulo 1, subtema VIII. 387 217 La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, indistintamente referida como la Autoridad, fue instaurada a través de los artículos 156 y 157 de la Convemar, estableciéndose como aquella Organización por conducto de la cual los Estados Parte organizarán y controlarán las actividades en la Zona, de conformidad con las disposiciones propias de la Convención.391 En concordancia con el concepto anterior, la Autoridad a través de su página virtual, se identifica como “una organización internacional autónoma (…) mediante la cual los Estados Partes en la Convención organizan y controlan las actividades que se llevan a cabo en los fondos marinos (sic) y su subsuelo fuera de los límites de la jurisdicción nacional (es decir, en la Zona), de conformidad con el régimen establecido en la Parte XI y en el Acuerdo, particularmente con miras a la administración de los recursos de la Zona”.392 De esta manera, el fin general de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, de acuerdo con el jurista F. Paolillo citado a su vez por José Luis Meseguer Sánchez, “está compuesto de dos funciones estrechamente enlazadas: la representación de la humanidad y la administración de la Zona y sus recursos”.393 Cabe destacar, que en el desarrollo práctico y funcional de la Autoridad, indistintamente del hecho que no toda la Comunidad Internacional ha adoptado el régimen vigente, dicha Organización se rige sustancialmente a partir de los cambios procedimentales y estructurales contenidos en el Acuerdo de 1994. a) Órganos de la Autoridad y los parámetros para su funcionamiento La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos empezó a funcionar plenamente, de acuerdo con la página virtual de la referida entidad, en junio de 1996 y estableció como sede en Kingston, Jamaica; lugar en donde anteriormente se ubicaba la Oficina de las 391 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículos 156 y 157 numeral 1. 392 Página Virtual de la Autoridad Internacional de los Fondos Marítimos; Autoridad Internacional de los Fondos Marítimos; Acerca de la Autoridad; Kingston, Jamaica; 2007; disponible en: http://www.isa.org.jm/es/about. Fecha de consulta: 01 de junio de 2013. 393 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 350. 218 Naciones Unidas para el Derecho del Mar.394 Por su parte, para llevar a cabo los fines que rigen sus actividades, la Autoridad se estructura a partir de cuatro órganos operativos específicos, siendo éstos los siguientes: a.1) La Asamblea, órgano que se compone por todos los Estados Parte de la Convemar, en razón que cada Estado cuenta con un representante electo que tendrá su respectivo derecho a voto. La importancia de la Asamblea, de conformidad con el jurista Matthias Herdegen, radica en la potestad que ostenta dicho órgano para poder emitir reglamentos que regularan materias como la protección del medio marino así como la vida humana, en relación con la Zona; siendo dichos reglamentos de aplicación directa y por ende no requieren de su adopción particular por cada uno de los Estados Parte.395 La Convemar en su texto original le otorga a la Asamblea, de acuerdo con lo señalado por José Luis Meseguer Sánchez, la consideración de “órgano supremo” pero, a partir del Acuerdo de 1994, ha perdido la potestad exclusiva de poder establecer la política general de la Autoridad así como el poder emitir decisiones en asuntos administrativos o presupuestarios; debiendo para el efecto, en la actualidad, contar con una decisión o recomendación favorable por parte de otro de sus órganos (el Consejo).396 a.2) El Consejo es el órgano consultor y fiscalizador de la Autoridad, siendo tal su relevancia que desde la vigencia del Acuerdo de 1994 ha llegado a ostentar la calidad de “órgano supremo” de dicha Organización Internacional. Su estructura administrativa se compone de 36 miembros, cuya distribución depende: por una parte, de 18 miembros cuya designación se hace, en la práctica, de conformidad con los cambios planteados por el Acuerdo de 1994 y que se encuentran divididos en cuatro cámaras, cuya conformación depende de criterios económicos como el mayor consumo, exportación e inversión otorgada a la Autoridad; y, por otra parte, de 18 miembros que 394 Página Virtual de la Autoridad Internacional de los Fondos Marítimos; Autoridad Internacional de los Fondos Marítimos; Acerca de la Autoridad; Kingston, Jamaica; 2007; disponible en: http://www.isa.org.jm/es/about. Fecha de consulta: 01 de junio de 2013. 395 Herdegen, Matthias. Op. Cit. Pág. 237. 396 Meseguer Sánchez, José Luis. Op. Cit. Pág. 351. 219 representan una distribución geográfica equitativa. La funcionalidad del Consejo se destaca, no sólo en razón de la injerencia que ostenta para la toma de decisiones por parte de la Asamblea, sino que además, de acuerdo con José Luis Meseguer Sánchez, cada cámara (en razón del Acuerdo de 1994) está facultada para emitir un derecho de veto en relación a las decisiones adoptadas por dicho Consejo.397 a.3.) La Secretaría se compone del Secretario General (quien la preside) y del personal que requiera la Autoridad; siendo el Secretario General electo por el plazo de cuatro años, con posibilidad de reelección, y entre sus funciones se destaca la emisión de un informe anual, dirigido a la Asamblea, de las actividades realizadas por la Autoridad. El funcionamiento de la Secretaría es eminentemente administrativo y de control con respecto la operatividad diaria de la Autoridad y de sus órganos, especialmente en lo referente a la supervisión de la Empresa. a.4) La Empresa es el órgano que de manera directa se ve facultado para realizar actividades de explotación y exploración en representación de la Autoridad. A partir del Acuerdo de 1994, su funcionamiento fue supeditado, de conformidad con lo expuesto por José Luis Meseguer Sánchez, a la colaboración con empresas nacionales de los Estados Parte de la Convemar; evidenciando una disminución en su desarrollo operativo y resaltando el triunfo de los Estados Industrializados, en lo referente a la desaparición del referido “sistema paralelo” inculcado por la Convención.398 4.3.3. Tribunal Internacional del Derecho del Mar El Tribunal Internacional del Derecho del Mar se creó, a través del numeral 1 del artículo 287 de la Convemar, como uno de los cuatro mecanismos de carácter obligatorio que contempla la referida Convención para la resolución de las controversias derivadas de su articulado; complementándose en su regulación, con lo dispuesto en los artículos 186 al 191 (relacionados a la constitución de una Sala concreta, dentro del 397 398 Ibid. Pág. 352. Ibid. Pág. 353. 220 referido Tribunal, que resuelva las controversias relativas a la Zona) así como con el Anexo VI de la Convención, que de manera particular desarrolla las funciones, integración y competencias del nombrado Tribunal. El Tribunal Internacional del Derecho del Mar se identifica, a través de su propia página virtual 399, como “un órgano jurisdiccional de carácter independiente establecido por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar para que se adjudique y resuelva las disputas que surjan a partir de la interpretación y la aplicación de la Convención”.400 De acuerdo con lo consignado por el jurista Donald R. Rothwell, el Tribunal empezó a funcionar desde el año de 1996 y estableció su sede en la “Ciudad Libre y Hanseática” de Hamburgo, en Alemania.401 En lo que respecta a su integración, el Tribunal Internacional del Derecho del Mar se compone de 21 miembros independientes de reconocida competencia en la disciplina jurídica del Derecho Internacional del Mar, así como de honorable reputación; cada miembro ejerce sus funciones por un período de nueve años, pudiendo ser reelegido y bajo la prohibición de que concurran dos magistrados de la misma nacionalidad. La competencia del Tribunal, la comprende toda controversia derivada de la interpretación y aplicación tanto de la Convemar como de los tratados internacionales vinculados a dicha Convención, en relación con materias específicas; y, en consecuencia, para poder hacer frente a las múltiples controversias que le son presentadas se distribuye en las Salas que considere pertinente, en atención a los tópicos que le son planteados. En la actualidad, de acuerdo con la Comisión Permanente del Pacífico Sur por medio de su página virtual, el Tribunal Internacional del Derecho del Mar se distribuye en razón de cuatro Salas particulares: a) la Sala de Procedimiento Sumario (compuesta por 5 miembros); b) la Sala de Controversias de Pesquerías (compuesta por 7 399 Página Virtual del Tribunal Internacional del Derecho del Mar. Tribunal Internacional del Derecho del Mar (ITLOS). The Tribunal. Alemania, 2013. Disponible en: http://www.itlos.org/index.php?id=15&L=0%25255CoOpensinternallinkincurrentwindow. Fecha de Consulta: 15 de junio de 2013. 400 Traducción realizada por el autor, dentro del contexto original y de forma objetiva, del siguiente párrafo: “The International Tribunal of Law of the Sea is an independent judicial body established by the United Nations Convention on the Law of the Sea to adjudicate disputes arising out of the interpretation and application of the Convention. (…)”. 401 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 1 subtema VIII. 221 miembros); c) la Sala de Controversias relativas al Medio marino (compuesta por 7 miembros); y d) la Sala de las Controversias de los Fondos Marinos (considerada la más importante y compuesta por 11 miembros).402 De igual manera, el Tribunal está facultado no solo para poder modificar las Salas instauradas (salvo la Sala de Controversias de los Fondos Marinos), sino a su vez, constituir una Sala particular para el conocimiento de un caso específico, bajo solicitud de uno de los Estados controvertidos; en calidad de ejemplo se puede destacar, de acorde con el citado Tribunal a través de su página virtual, a la Sala Especial para conocer el caso concerniente a la conservación y explotación sustentable del pez espada en el Sur-Este del Océano Pacífico.403 Por su parte, el procedimiento adoptado por el Tribunal Internacional del Derecho del Mar para el análisis de las controversias que le fueran planteadas, no varía sustancialmente de aquél adoptado por cualquier órgano jurisdiccional para la solución de controversias; centrándose para tal efecto, de acuerdo con el jurista Ignacio Arroyo, en los principios esenciales de todo proceso: el principio de contrariedad, el principio de audiencia a las partes controvertidas y el principio de igualdad entre los litigantes.404 La legitimidad para poder accionar ante el Tribunal, de conformidad con lo indicado por el tratadista Donald R. Rothwell, la tienen en los Estados, que hayan elegido someterse a este tipo de mecanismo para la resolución de controversias (a través de las declaraciones unilaterales emitidas por dichos Estados) y en la Comunidad Europea, excluyéndose la posibilidad de que una persona natural o jurídica nacional puedan incoar procedimientos ante el nombrado Tribunal; en calidad de excepción a la premisa anterior, se constituyen las acciones iniciadas ante la Sala de Controversias de los Fondos Marinos en donde, atendiendo a la naturaleza del régimen que regula la Zona, 402 Página Virtual de la Comisión Permanente del Pacífico Sur; Comisión Permanente del Pacífico Sur; Tribunal Internacional del Derecho del Mar; Ecuador; 2009; disponibilidad en la página web: http://www.cpps-int.org/index.php/cpps-overview/cpps-campos-accion/132-tribunal-internacional-delderecho-del-mar.html. Fecha de Consulta: 08 de julio de 2013. 403 Página Virtual del Tribunal Internacional del Derecho del Mar. Tribunal Internacional del Derecho del Mar (ITLOS). The Tribunal: Chambers. Alemania, 2013. Disponible en: http://www.itlos.org/index.php?id=19&L=1%20AND%201%3D1--. Fecha de Consulta: 15 de junio de 2013. 404 Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 47. 222 se legitima la participación de la Autoridad, la Empresa así como de otras personas naturales y jurídicas que se relacionen con las actividades realizadas en los Fondos Marinos y Oceánicos.405 Habiéndose llevado el procedimiento judicial pertinente, el Tribunal procederá a emitir un fallo correspondiente a la controversia que le fuese planteada; siendo que el fallo emitido es definitivo y tiene carácter obligatorio para las partes litigantes, en relación con la controversia que fuese planteada. 4.4. Organizaciones Internacionales vinculadas a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 Uno de los objetivos principales de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 fue el constituir un instrumento jurídico que, a través de su contenido, uniformara la regulación de los espacios marítimos en relación con todas aquellas materias que de manera directa o indirecta se ven asociadas a dichas extensiones geográficas. Al pretender la referida unificación del régimen jurídico relacionado al Derecho Internacional del Mar, la Convemar terminó abarcando tópicos que van más allá de la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima o del desarrollo de los derechos derivados de las mismas y que a su vez se encuentran como el objeto de Organizaciones Internacionales previamente constituidas. En este sentido, previo a la existencia del suficiente consenso internacional para respaldar un tratado internacional con el grado de importancia como el que goza la Convemar, fue necesario que en lo referente a determinadas temáticas relacionadas con los espacios marítimos (como lo son la navegación, la comunicación marina, entre otras), se crearan Organizaciones Internacionales que velaran de manera específica por los tópicos citados. En la actualidad, ante la plena vigencia de la Convemar y dada la amplitud temática que contiene su articulado, la aplicación efectiva de la Convención con respecto a materias específicas requiere del esfuerzo y colaboración de aquellas Organizaciones Internacionales, que si bien no fueron creadas por el referido instrumento internacional, 405 Rothwell, Donald R. y Tim Stephens. Op. Cit. Capítulo 18 subtema IV literal D. 223 dependen de éste para desarrollar sus funciones operativas. Entre las mencionadas Organizaciones Internacionales, en concordancia con lo expuesto por los tratadistas E. Andréev406 e Ignacio Arroyo407, se pueden destacar las siguientes: la Organización Marítima Internacional (OMI), el Comité de Transporte Marítimo de la Conferencia de la Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad), la Organización Internacional de Telecomunicaciones Marítimas vía Satélite (Inmarsat), la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura –Unesco-, el Comité Marítimo Internacional (CMI) y la Conferencia Marítima Internacional y del Báltico (Bimco). A continuación, se pretende desarrollar dentro del presente apartado, de forma breve y específica, lo relativo a las principales Organizaciones Internacionales intergubernamentales y no gubernamentales, cuyo ejercicio se interrelaciona con lo dispuesto en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. 4.4.1. Organización Marítima Internacional (OMI) La Organización Marítima Internacional (en adelante referida, indistintamente, como OMI) constituye una Organización Internacional especializada de la Organización de las Naciones Unidas, cuya labor es regular todo lo relativo a la navegación internacional. La OMI, de acuerdo a lo señalado por el jurista E. Andréev, fue fundada en 1958, al entrar en vigor la Convención sobre la Organización Marítima Consultiva Intergubernamental – OMCI – (nombre original de la OMI), emitida a su vez en el año de 1948.408 A efecto de desarrollar la labor que le fue encomendada, el cometido principal de la Organización Marítima Internacional, de acuerdo a lo expuesto por el tratadista Efthimios E. Mitropoulos, ha sido elaborar y mantener actualizado un marco normativo amplio para el transporte y la navegación marítima internacional; centrándose tanto en garantizar la seguridad de la navegación como englobar temas pertinentes al medio ambiente y a la 406 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit. Págs. 281 y 282. Arroyo, Ignacio. Op. Cit. Pág. 24 408 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit .Pág. 283. 407 224 cooperación técnica para el transporte marítimo.409 Por su parte, a efecto de llevar a cabo su funcionamiento operativo, la OMI acoge una estructura administrativa que, en atención al jurista Manuel Díez de Velasco, se sustenta en los siguientes órganos: la Asamblea (órgano deliberante); el Consejo; un Comité de Seguridad Marítima; un Comité Jurídico; un Comité de Protección del Medio Marino; un Comité de Cooperación Técnica y una Secretaría General.410 La actividad de la Organización Marítima Internacional, partiendo de su objetivo principal, consiste, de acuerdo a lo establecido por el tratadista E. Andréev, en preparar recomendaciones y proyectos de tratados internacionales sobre diversos aspectos de la navegación marítima, la construcciones navales y la protección ambiental, así como convoca la conferencias internacionales necesarias para someter a consideración de la Comunidad Internacional, los documentos preparados.411 Además de la actividad anterior, el tratadista anteriormente citado afirma que, en un plano de operación individual, “la OMI ha aprobado resoluciones y recomendaciones, así como ha ratificado códigos, estándares, reglas y guías concernientes a diversos problemas de la navegación marítima (algunos de ellos, en común con otras organizaciones internacionales)”.412 De esta manera, la importancia de la OMI en relación con lo establecido dentro de la Convemar, está en que a través de los códigos y resoluciones emitidas se establecen parámetros que a nivel supranacional unifican las condiciones básicas en que los Estados desarrollarán las actividades de transporte y navegación, atendiendo a los derechos que les son reconocidas en cada una de las zonas de jurisdicción marítima dentro de la Convención; así como también su importancia en relación con el Derecho Internacional del Mar, es el impulso que le otorga a la Comunidad Internacional con respecto a la elaboración de tratados multilaterales que, respetando los criterios base implementados en la Convemar, 409 Mitropoulos, Efthimios E. “La OMI y la Adopción de Normas Internacionales para el Transporte Marítimo”. Revista DIPLOMACIA. Número 114; enero-marzo 2008. Santiago de Chile, Chile; Académica Diplomática. Pág. 27. 410 Díez de Velasco Vallejo, Manuel; Instituciones de Derecho Internacional Público; Tomo II: Organizaciones Internacionales; Madrid, España; Editorial Tecnos; 1990; Séptima Edición. Pág. 252. 411 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit .Pág. 284. 412 Ibid. Pág. 285. 225 abordan materias de gran relevancia como la supervivencia humana en los espacios marítimos y la protección del Medio marino vinculados siempre con la navegación. 4.4.2. Otras Organizaciones Internacionales supeditadas al Derecho Internacional del Mar y su relación con la Convemar El Derecho Internacional del Mar se ve directamente influenciado por varias Organizaciones Internacionales que, a diferencia de la Organización Marítima Internacional (OMI), tienen una injerencia indirecta o supletoria con relación a la Convemar. Es menester establecer que, previo cualquier consideración particular que se pueda realizar en relación a cada una de estas Organizaciones Internacionales, que el tratadista E. Andreév las divide en dos categorías: las “Organizaciones marítimas gubernamentales” y las “Organizaciones marítimas no gubernamentales”.413 En lo que respecta a las “Organizaciones marítimas gubernamentales”, el jurista citado las define como “(…) una asociación de varios Estados soberanos a base de un tratado que hayan elaborado en común y que determine los objetivos y principios de su cooperación correspondientes a los postulados generalmente reconocidos del Derecho Internacional”.414 Es decir, son aquellas Organizaciones Internacionales compuestas por varios Estados que adoptan voluntariamente vincularse y regirse bajo parámetros uniformes en relación a varias temáticas vinculadas al Derecho Internacional del Mar. Entre las “Organizaciones marítimas gubernamentales”, el tratadista con anterioridad citado, enfatiza las siguientes:415 a) El Comité de Transporte Marítimo de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad), cuya labor específica es colaborar y coordinar tanto los gobiernos como los sistemas regionales, en relación al transporte marítimo, así como estudiar la repercusión que dentro del sector económico global pueden tener ciertos problemas relativos al transporte marítimo internacional. b) La Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – 413 Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Op. Cit .Págs. 281 a 283. Ibid. Pág. 281. 415 Ibid. Pág. 285 a 287. 414 226 Unesco- , por medio de la cual se busca coadyuvar al desarrollo de la investigación científica de los océanos y al estudio de sus recursos, a través de la elaboración de documentos que contengan pesquisas científicas relacionadas con los espacios marítimos globales y la potenciación de los recursos extraídos de dichas áreas. Y, c) la Organización Internacional de Comunicación Marítima por medio de Satélites (Inmarsat), tiene como finalidad el asegurar los segmentos atmosféricos y cósmicos necesarios para mejorar la comunicación marítima, tanto en lo que corresponde a establecer un sistema eficiente de aviso para siniestros como perfeccionar los servicios de radiocomunicación entre los buques. Por su parte, bajo la denominación de “Organizaciones marítimas no gubernamentales” se comprenden, de acuerdo a lo expuesto por el tratadista E. Andréev, todas aquellas que no se constituyen por Estados sino más bien por determinadas entidades o asociaciones procedentes de dichos Estados; conformadas con el propósito de coadyuvar al desarrollo del Derecho Internacional del Mar, mediante la preparación de textos de tratados internacionales, para su posterior aprobación por parte de los gobiernos estatales.416 Bajo la clasificación de “Organizaciones marítimas no gubernamentales”, el autor destaca las siguientes Organizaciones Internacionales: 417 a) El Comité Marítimo Internacional (CMI), cuya composición es dependiente de diversas asociaciones nacionales relacionadas con materias del Derecho Internacional del Mar, en diversos Estados y su importancia radica en que ha hecho importantes aportes en lo correspondiente a normas del Derecho Internacional Privado. Y, b) la Conferencia Marítima Internacional y del Báltico (Bimco), cuya labor radica en el desarrollo de políticas nacionales de navegación marítima, así como la unificación de criterios relacionados al transporte y el comercio marítimo. 416 417 Ibid. Pág. 282. Loc. Cit. 227 Capítulo 5 Marco jurídico nacional que regula las zonas de jurisdicción marítima sujetas a la competencia del Estado de Guatemala, así como sus obligaciones con relación a Alta Mar y la Zona Guatemala en su condición geográfica de Estado ribereño, considerando que linda tanto con el Océano Pacífico como con el Mar Caribe, ostenta derechos sobre las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa y como consecuencia, habiendo identificado las principales zonas de jurisdicción marítima dentro de los espacios marítimos globales así como habiendo examinado el ordenamiento jurídico internacional relativo a la regulación de dichas áreas, resulta conducente analizar las disposiciones normativas que dentro del marco jurídico nacional establecen el tratamiento y los parámetros para el ejercicio de dichos derechos. En razón de cumplir con el objetivo anterior, el presente capítulo pretende estudiar las principales normativas que, dentro del plano constitucional y ordinario, rigen la relación del Estado de Guatemala con las zonas de jurisdicción marítima lindantes a su costa; determinando de esta manera, sus principales fortalezas y falencias con respecto al ordenamiento legal internacional. Un análisis exhaustivo al marco legal guatemalteco, en materia de los espacios marítimos, requiere ante todo del escrutinio de los antecedentes constitucionales recientes del Estado, así como de cualquier ley ordinaria o tratado internacional que haya tenido injerencia en la delimitación histórica de las zonas de jurisdicción marítima. Posteriormente, es necesario examinar el marco legal constitucional y ordinario, en la actualidad vigente, a efecto de poder determinar no sólo su evolución correspondiente (a la par que la transformación del Derecho Internacional del Mar) sino a su vez, poder identificar los retos que se le presentan a Guatemala para poder equiparar su normativa al ordenamiento jurídico imperante a nivel internacional. 228 5.1. Regulación constitucional en relación con las zonas de jurisdicción marítima y su evolución: Constitución de 1879 hasta la Constitución de 1965 El régimen constitucional de Guatemala ha evolucionado en razón de su interacción con diversas ideologías políticas y realidades, sujetas intrínsecamente a su desarrollo histórico; introduciendo a lo largo del tiempo, por medio de las múltiples normas fundamentales adoptadas, nuevas instituciones jurídicas. La nombrada evolución, ha tenido también injerencia en lo que respecta a la regulación que el Estado de Guatemala le dedica a las zonas de jurisdicción marítima; siendo para tal efecto que, de conformidad con lo señalado por el jurista Gustavo Adolfo Orellana Portillo, las Constituciones de Guatemala han evolucionado desde la inexistencia de cualquier regulación relativa a los espacios marítimos hasta adoptar instituciones jurídicas equivalentes a la legislación internacional más moderna (entre las que destacan disposiciones relativas al mar territorial, plataforma continental, zona contigua y zona económica exclusiva).418 En atención a evidenciar la referida evolución constitucional con respecto a la regulación particular de las zonas de jurisdicción marítima, se analizarán, de manera específica, las Constituciones adoptadas por Guatemala desde 1879 hasta la de 1965 (anterior a la que actualmente se encuentra en vigencia). La Constitución del 11 de diciembre de 1879, en razón de la cual se favorecía la concepción de un Estado laico y apegado a las ideas liberales de la época, tuvo vigencia hasta antes de entrar en vigor la Constitución de 1945; esta vigencia, de acuerdo con el tratadista Luis Mariñas Otero, es “(…) sólo teórica, ya que fue objeto de repetidas modificaciones, algunas de ellas de fondo, y cuando fue sustituida por la de 1945 habían sido reformados 62 artículos de los 104 que constituían en su texto original”.419 Cabe destacar que, ni en el texto original ni en sus posteriores modificaciones (la última del 11 de julio de 1935), se dispone artículo alguno que regule la relación del Estado con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa. 418 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Situación Jurídica y Fáctica del Mar Territorial Guatemalteco. Guatemala. 1989. Tesis de la Licenciatura de Ciencias Jurídicas y Sociales. Pág.38. 419 Mariñas Otero, Luis. Las Constituciones de Guatemala. Estudio parte de la colección “Las Constituciones Hispanoamericanas”. España; Instituto de Estudios Políticos. 1958. Pág. 152. 229 Por su parte, la Constitución del 11 de marzo de 1945, a través de su artículo 89, introduce algunos derechos concernientes al dominio y jurisdicción ejercidas sobre los espacios marítimos; consignando, de acuerdo con el Digesto Constitucional publicado por el Colegio de Abogados de Guatemala, que: “Son bienes de la Nación: (…) 2.- Las aguas de la zona marítima que ciñe a las costas de la República; las ribereñas de los lagos y ríos navegables; los ríos y lagos navegables o flotables; los ríos de cualquier clase que sirvan de límite a la República y las caídas de agua de aprovechamiento industrial, en la forma que determine la ley, la que, así mismo, establecerá la extensión y condiciones del dominio sobre todos estos bienes. (…) 4.- La zona marítimo-terrestre de las costas de la República, en la extensión fijada por la ley.”.420 El artículo citado refleja el reconocimiento constitucional, tanto del mar territorial como de las aguas interiores (bajo la denominación de zona marítimo-terrestre), indistintamente se abstenga en ambos casos de reconocer una anchura determinada; de igual manera, el referido artículo en sus numerales 5 y 7 permite, mediante la interpretación extensiva del nombrado precepto constitucional, ampliar los derechos reconocidos en las zonas de jurisdicción marítima mencionadas, tanto a la atmósfera y estratósfera situadas sobre dichos espacios marítimos como al subsuelo correspondiente.421 El 2 de febrero de 1956, a partir del triunfo de la Contrarrevolución liderada por Carlos Enrique Castillo Armas, se promulga una nueva Constitución que en su artículo 3⁰ estipula que “el dominio de la Nación comprende su territorio, suelo, subsuelo, aguas territoriales, plataforma continental y espacio aéreo y se extiende a los recursos naturales y a las riquezas que en ellos existen, sin perjuicio de la libre navegación marítima y aérea, de conformidad con la ley y lo dispuesto en tratados y convenciones internacionales”.422 De igual manera, el sentido del artículo citado se ve replicado en los numerales 2º, 4º y 6º del artículo 214, al contemplar como bienes de la Nación tanto el mar territorial como las aguas interiores (siguiendo la línea de la Constitución de 420 Colegio de Abogados de Guatemala. “Digesto Constitucional”: Revista del Colegio de Abogados de Guatemala. Números 4, 5, 6, y 7; julio- diciembre 1976, enero – junio 1977, julio – diciembre 1977 y enero – junio 1978; Guatemala, Guatemala; 1976-1978; Colegio de Abogados de Guatemala. Pág. 316. 421 Loc. Cit. 422 Ibid. Pág. 342. 230 1945), pero incorporando por primera vez la consideración de la plataforma continental.423 Al respecto de los cambios presentados en los preceptos constitucionales expuestos con anterioridad, el tratadista Gustavo Orellana Portillo afirma que “la Constitución del año 1956 dio un gran paso en lo que a Derecho Marítimo se refiere, incorporando al dominio del Estado el concepto de plataforma continental, así como las aguas territoriales, el suelo y subsuelo ·respectivos, y las riquezas que en ellas existan, ampliando los conceptos vertidos por la anterior Constitución”.424 En virtud de lo expuesto, la Constitución del 2 de febrero de 1956 y sus innovaciones en relación con las zonas de jurisdicción marítima, reflejan la injerencia directa de la evolución del Derecho Internacional del Mar; toda vez que por una parte, en concordancia con las Proclamas de Truman de 1945 y con las reclamaciones unilaterales generalizadas derivadas de dichas declaraciones, el Estado de Guatemala reconoce derechos de explotación sobre la plataforma continental así como derechos de dominio sobre los recursos extraídos y, por otra parte, se acoge la libertad de navegación marítima y aérea bajo parámetros correspondientes a lo que en la actualidad se conoce como “derecho de paso inocente”. A raíz de la ruptura del orden constitucional generada por el Golpe de Estado del General Enrique Peralta Azurdia, se promulga la Constitución del 15 de septiembre de 1965 que en su artículo 3 estipula que “Guatemala ejerce plena soberanía y dominio sobre su territorio que comprende: suelo, subsuelo, plataforma continental, aguas territoriales y el espacio sobre los mismos, y se extiende a los recursos naturales y a las riquezas que en ellos y lo dispuesto en los tratados y convenciones internacionales”.425 De igual manera, la referida Constitución, contempla a su vez en su artículo 129 numerales 2º y 4º, en calidad de bienes de la Nación, los siguientes: “2o. Las aguas dela zona marítima que ciñe las costas de sus territorio, los lagos, ríos navegables y flotables y sus riberas, los ríos, vertientes y arroyos que sirven de límite internacional de 423 Ibid. Pág. 376. Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Situación Jurídica y Fáctica del Mar Territorial Guatemalteco. Guatemala, Guatemala. 1989. Tesis de la Licenciatura de Ciencias Jurídicas y Sociales. Pág. 38. 425 Colegio de Abogados de Guatemala. Op. Cit. Pág. 383. 424 231 la República, las caídas y nacimiento de agua de aprovechamiento hidroeléctrico y las aguas no aprovechadas por particulares; en la extensión y términos que fije la ley. (…) 4o. La zona marítimo-terrestre, la plataforma continental y el espacio aéreo en la extensión y forma que determinen las leyes o los convenios internacionales ratificados”.426 Se puede ver una clara influencia e inclusive un texto prácticamente reiterativo a la anterior Constitución; toda vez que, se reconocen los mismos derechos en relación a las zonas de jurisdicción marítima que rodean al Estado guatemalteco. Sin embargo, su única variación sustancial está en el hecho que se reafirma la jurisdicción estatal al reclamar soberanía sobre las áreas marítimas referidas, clarificando para tal efecto el carácter de las potestades ejercidas. Es menester destacar que la Constitución del 15 de septiembre de 1965, se encuentra un poco relegada en lo referente a equipararse con el ordenamiento jurídico internacional vigente en la época; en consecuencia, de acuerdo con Lesther Ortega Lemus, “(…) para 1965 ya se pudo haber regulado el derecho de paso inocente como suplente a la así apuntada libre navegación marítima, de igual forma a la zona contigua y el mar territorial propiamente nombrados, ya que para esa fecha las convenciones de Ginebra de 1958 existían (…)”.427 De esta manera, a pesar de los grandes aportes contenidos en las Convenciones de Ginebra de 1958, Guatemala (tal y como se verá más adelante, fue Estado Parte en dos de los tratados) se mantuvo sujeta a las disposiciones materializadas en la Constitución de 1956, replicándolas en la Constitución de 1965. Por su parte, también es procedente señalar que ninguna de las Constituciones analizadas, determinó la anchura reconocida para cada zona de jurisdicción marítima; limitándose a reconocer escuetamente, el régimen jurídico y los derechos derivados de dichas áreas. 426 Ibid. Pág. 405. Ortega Lemus, Lesther Antonio. Elementos para la Delimitación Marítima de Guatemala en el Mar Caribe. Guatemala. 2007. Tesis de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad San Carlos de Guatemala. Pág. 176. 427 232 5.2. Marco legal ordinario que antecede a la ratificación por Guatemala de la Convemar y que delimita las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa El Estado de Guatemala ha reivindicado, a través de su normativa suprema, el derecho sobre las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa y su dominio público sobre ciertas áreas particulares, sin embargo, por especialidad propia del Derecho, delega la delimitación de las referidas zonas al tratamiento de las leyes ordinarias. En razón de lo anterior, en el ámbito de leyes ordinarias y reglamentos, el Estado de Guatemala ha adoptado, a través del tiempo y en concordancia con la legislación constitucional concurrente, varias disposiciones jurídicas enfocadas a regular y delimitar sus zonas de jurisdicción marítimas. Estas normativas constituyen un antecedente importante para entender el marco legal en la actualidad vigente; considerando, sobre todo, que algunas de estas disposiciones normativas aún se encuentran vigentes, a falta de una legislación más especializada y condicionadas a las modificaciones que le impone el régimen jurídico constitucional y ordinario vigente. A continuación, se pretende estudiar las principales leyes y reglamentos que antecedieron a la ratificación, por parte de Guatemala, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982; así como también, se pretende examinar la relación que ha ostentado Guatemala con los principales tratados vinculados al Derecho Internacional del Mar, tanto en lo referente a las Convenciones de Ginebra de 1958 como la adopción de instrumentos jurídicos impuestos por América Latina a nivel regional. 5.2.1. Primeros antecedentes normativos: Ley reglamentaria para el gobierno y policía de los puertos de la República, del 10 de junio de 1934 y, decretos posteriores El primer antecedente normativo que se tiene de una ley ordinara que delimita las zonas de jurisdicción marítima de Guatemala (concretamente su mar territorial), de acuerdo con el tratadista Gustavo Orellana Portillo, se materializa en la “Ley 233 reglamentaria para el gobierno y policía de los puertos de la República promulgada el 20 de junio de 1934.428 La referida ley ordinaria, de acuerdo con el jurista citado, instauraba en cada uno de los puertos habilitados del país una “Comandancia de Puerto”, a la cual reconocía una competencia territorial sobre el municipio donde se ubicaba y sobre las embarcaciones situadas desde el punto más saliente de la costa hasta una distancia de doce millas, en la franja denominada como aguas territoriales; salvo lo dispuesto en tratados especiales, y en los casos de la bahía de Puerto Barrios y de Amatique.429 La importancia de la legislación nombrada está en que de manera técnica, no sólo empieza a establecer el mar territorial (bajo la denominación de aguas territoriales) sino que a su vez, se le delimita con una anchura de doce millas marinas a partir de la línea de bajamar. La postura aducida, en referencia al mar territorial, es replicada cuando en el año de 1939 se sustituye, por medio de Acuerdo Gubernativo del 21 de abril (ley homóloga a la anterior), la ley de 1934; reafirmando, para tal efecto, la anchura de las denominadas aguas territoriales por doce millas marinas. Por su parte, el 17 de junio del año de 1940 se promulga el Decreto 2393 del Presidente de la República, cuyo objetivo, de conformidad con lo citado por Lesther Ortega Lemus, era regular el tratamiento de submarinos beligerantes dentro del contexto de la Segunda Guerra Mundial y en consecuencia, evidenciar la neutralidad que adoptaba Guatemala.430 Es menester destacar que, conforme a lo dispuesto por el tratadista citado anteriormente, el referido decreto también reitera la anchura del mar territorial en concepto de 12 millas marinas y a su vez, reconoce la condición histórica de la Bahía de Amatique.431 De igual manera, al iniciar de la década de 1960, de acuerdo con el jurista Francisco Villagrán Kramer, se suscitó una marcada controversia en relación al tratamiento hostil que se le dio a ciertos buques mexicanos por violentar el dominio del mar territorial guatemalteco; siendo para el efecto, necesaria la adopción tanto del Decreto del 428 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Situación Jurídica y Fáctica del Mar Territorial Guatemalteco. Guatemala, Guatemala. 1989. Tesis de la Licenciatura de Ciencias Jurídicas y Sociales. Pág. 40. 429 Loc. Cit. 430 Ortega Lemus, Lesther Antonio. Op. Cit. Págs. 179. 431 Loc. Cit. 234 Congreso Nacional número 1412 (emitido el 6 de diciembre de 1960) como del Decreto 1470 (emitido el 23 de junio de 1961), a través de los cuales se estableció el régimen de pesca sobre el mar territorial guatemalteco y se establecieron sanciones en caso de la violación a dicho régimen.432 Ambos decretos, de acuerdo con el jurista anteriormente citado, mantienen la regla de las doce millas para el mar territorial y sólo se restringen a precisar el área geográfica que comprende el mar territorial así como imponer la obligación a las embarcaciones nacionales de respetar el mar territorial de otras naciones.433 5.2.2. La incorporación al ordenamiento jurídico guatemalteco de las Convenciones de Ginebra de 1958, así como de otros instrumentos internacionales de carácter regional latinoamericano En lo que respecta a la adopción de tratados internacionales dentro de la legislación ordinaria, previo la ratificación de la Convemar, Guatemala ha incorporado importantes instrumentos internacionales vinculados con el Derecho Internacional del Mar. De esta manera, de acuerdo con lo indicado por el jurista Francisco Villagrán Kramer, Guatemala suscribió tres de las Convenciones de Ginebra de 1958” (exceptuando firmar la “Convención de Ginebra sobre la pesca y conservación de los recursos vivos en Alta Mar”); ratificando y adoptando a su ordenamiento legal, únicamente dos de las Convenciones: la “Convención de Ginebra sobre el Mar Territorial y la Zona Contigua”, así como la “Convención de Ginebra sobre la Plataforma Continental”.434 Cabe señalar, que de acuerdo con el tratadista Robin R. Churchill, las dos Convenciones de Ginebra de 1958 que Guatemala ratificó, fueron incorporadas al ordenamiento jurídico el 27 de noviembre de 1961.435 La importancia de las referidas Convenciones, en términos del mar territorial, no conllevó mayor avance (no se establecía anchura máxima y además el tratado referente a la temática no fue debidamente ratificado) pero sí permitió 432 Villagrán Kramer, Francisco. Régimen del Mar en Centroamérica e Islas del Caribe; tema contenido en la obra: “El Derecho del Mar en Evolución: La contribución de los países americanos” del autor Ralph Zacklin (compilador). México, Fondo de Cultura Económica. 1975. Pág. 195. 433 Ibid. Pág. 196. 434 Ibid. Pág. 199. 435 Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. Op. Cit. Pág. 356. 235 determinar mejor el régimen relativo a la plataforma continental; no obstante que, de acuerdo a lo estipulado por el tratadista Francisco Villagrán Kramer, Guatemala se limitó a reivindicar su plataforma continental pero sin precisar si se suscribía al criterio de extensión o de profundidad.436 Por su parte, Guatemala además de las Convenciones de Ginebra de 1958, adoptó instrumentos de carácter regional dentro del ámbito latinoamericano. En consecuencia, de acuerdo con el jurista Gustavo Orellana Portillo, el Estado de Guatemala “además es parte de las declaraciones de Lima del 8 de agosto de 1970 y de Santo Domingo del 9 de junio de 1972”.437 Lo destacado de ambos instrumentos fue: en el caso de la Declaración de Lima, que se reconocen mayores potestades para con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa; y, en el caso de la Declaración de Santiago que se reconocen una anchura máxima relativa al mar territorial de 12 millas marinas, así como la potestad de reclamar un Mar Patrimonial de 200 millas marinas con jurisdicciones de pesca exclusivas (precedente directo para la zona económica exclusiva) y el reconocimiento de la zona denominada bajo “Fondos Marinos Internacionales”. 5.2.3. El Decreto 20-76 y su importancia para la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima que rodean la costa de Guatemala El Decreto 20-76 constituye el antecedente más reciente de un instrumento normativo que regule y delimite las zonas de jurisdicción marítima, en relación con el Estado de Guatemala. Su vigencia, a falta de una regulación más específica, sigue efectiva con la única particularidad que las libertades en ese momento contempladas deben ampliarse o en su caso acoplarse a las disposiciones propias de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (ya incorporada al ordenamiento legal nacional). De igual manera, la importancia del Decreto 20-76 radica en que constituye la 436 Villagrán Kramer, Francisco. Régimen del Mar en Centroamérica e Islas del Caribe; tema contenido en la obra: “El Derecho del Mar en Evolución: La contribución de los países americanos” del autor Ralph Zacklin (compilador). México, Fondo de Cultura Económica. 1975. Pág. 199. 437 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Situación Jurídica y Fáctica del Mar Territorial Guatemalteco. Guatemala, Guatemala. 1989. Tesis de la Licenciatura de Ciencias Jurídicas y Sociales. Pág. 45 236 única normativa dentro de la legislación ordinaria guatemalteca que expresamente se refiere a las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa, así como a los derechos del Estado de Guatemala con respecto a diversas temáticas de Derecho Internacional del Mar y, a su vez, constituye el único instrumento que demuestra una declaración de voluntad expresa, en relación a la anchura máxima que adopta el Estado en referencia a sus espacios marítimos (concretamente al mar territorial y a la zona económica exclusiva). En razón de la ley relacionada, en su artículo 1º, Guatemala reconoce una soberanía que trasciende su territorio y aguas interiores, sobre un mar territorial, conceptualizado como una franja de mar adyacente a sus costas, en lo relativo a una extensión de 12 millas marinas a partir de las líneas de base respectivas.438 A su vez, estipula que la soberanía se extiende tanto al espacio aéreo sobre dicho mar, como al lecho y subsuelo correspondientes (artículo 1º.). Por su parte, se consigna como única excepción para el ejercicio de soberanía sobre el mar territorial, el derecho del paso inocente de los buques de cualquier Estado, ya sea con litoral marítimo o sin éste (artículo 2º). De esta manera, mediante la ley referida, se adoptan (previo a la consideración de la Convemar dentro del panorama jurídico internacional), parámetros básicos para la regulación del mar territorial guatemalteco; reiterando la anchura mantenida en otras normativas nacionales (12 millas marinas), así como, estableciendo de forma técnica la noción de “derecho de paso inocente” y aguas interiores. En lo que respecta a la zona económica exclusiva, el instrumento normativo analizado constituye la referida zona de jurisdicción marítima (por primera vez dentro del marco legal guatemalteco) y, le designa una extensión geográfica de 200 millas náuticas, medidas a partir de las líneas de base desde las cuales se mide la anchura del mar territorial (artículo 3º). En igual sentido, el Estado de Guatemala reconoce sobre la zona económica exclusiva determinados derechos como: el derecho de soberanía para la exploración, explotación, conservación y administración de los recursos naturales de la 438 Congreso de la República de Guatemala. Decreto 20-76. Fecha de emisión: 18 de junio de 1976. Artículo 1º. 237 plataforma continental (lecho y subsuelo), de los Fondos Marinos y Oceánicos y de su subsuelo, así como de las aguas suprayacentes; los derechos exclusivos relativos al establecimiento y utilización de islas artificiales, incluidas las correspondientes regulaciones aduaneras, fiscales, sanitarias y de inmigración; y, finalmente, el derecho de reclamar jurisdicción exclusiva en relación a la investigación marina, a la producción económica de la energía resultante tanto de las aguas como del aire y, a la protección del medio marino.439 Además de las libertades reconocidas al Estado y a sus nacionales, Guatemala establece que respetará a los demás Estados (indistintamente, tengan litoral costero o no lo posean), las libertades relativas a la navegación, el sobrevuelo, el tendido de cables y tuberías submarinos dentro de su zona económica exclusiva, así como otras, relacionadas con la navegación y la comunicación internacionales, en cuyo reconocimiento participe un representante del gobierno nacional (artículo 4º). A efecto de llevar a cabo las prerrogativas reconocidas en su articulado, el Decreto 2076 faculta a los órganos correspondientes, para poder dictar leyes y reglamentos relativos a la costa, conservación de las especies, contaminación del mar y demás actividades pertinentes en el mar territorial así como en la zona económica exclusiva, plataforma continental y Fondos Marinos; estipulando, a su vez, que ante falta de una regulación particular para dichas zonas, específicamente la zona económica exclusiva, regirá lo dispuesto para el mar territorial, en lo que fuese aplicable (artículo 5º). El anterior precepto normativo, tiene especial importancia si se considera que mediante el mismo, la legislación ordinaria faculta a los órganos legislativo y administrativo pertinentes, para poder adoptar disposiciones que desarrollen y creen un marco legal específico que regule el ejercicio de cada uno de los derechos reconocidos para el Estado de Guatemala, en referencia con las zonas de jurisdicción marítima; facultad que nace, previo a la adopción de la responsabilidad correspondiente, expresamente consignada dentro de la Convemar. 439 Congreso de la República de Guatemala. Decreto 20-76. Fecha de emisión: 18 de junio de 1976. Artículo 3º literales a) al e). 238 Por su parte, en lo referente a la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima, la ley analizada reconoce la potestad del Organismo Ejecutivo de celebrar convenios con los Estados limítrofes, así como el extender licencias de pesca o de exploración y explotación tanto en el mar territorial como en la Zona Económica Exclusiva (art. 6). Lo destacado de la potestad reconocida, de acuerdo con el jurista Gustavo Orellana Portillo, es que “(…) abre legalmente las posibilidades de poder celebrar acuerdos internacionales que sean necesarios entre los países adyacentes con respecto a sus mares territoriales, y de esta manera resolver conflictos eventuales que pudieran surgir entre los Estados limítrofes por medio de fórmulas prácticas y eficaces que sean reconocidas por las partes”.440 Finalmente, los artículos 7º y 8º, disponen que en representación de Guatemala, dentro de las delegaciones conformadas ante Conferencias relacionadas con asuntos marítimos, asistirá un oficial calificado de la Marina de Guerra; estipulando a su vez, que el Ejército de Guatemala será el órgano encargado de velar por el respeto de los derechos de la República sobre su mar territorial y zona económica exclusiva.441 5.3. Marco legal constitucional y ordinario, que en la actualidad rige y delimita las zonas de jurisdicción marítima 5.3.1. La Constitución de 1985 y su tratamiento de las zonas de jurisdicción marítima La entrada en vigor de la Constitución Política de la República de Guatemala de 1985 significó un adelanto sustancial en muchos aspectos del ordenamiento jurídico guatemalteco, innovando en la protección de una amplia gama de derechos individuales y sociales, creando mecanismos de control para la protección de una democracia efectiva y, estableciendo instituciones fiscalizadoras para el ordenamiento gubernamental y político, como lo son el Tribunal Supremo Electoral, la Corte de 440 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Situación Jurídica y Fáctica del Mar Territorial Guatemalteco. Guatemala, Guatemala. 1989. Tesis de la Licenciatura de Ciencias Jurídicas y Sociales. Pág. 44. 441 Congreso de la República de Guatemala. Decreto 20-76. 9 de junio 1976. Artículos 7º y 8º. 239 Constitucionalidad y la Procuraduría de los Derechos Humanos. Dentro de este contexto, también cabe incluir una regulación más desarrollada en relación a las zonas de jurisdicción marítima, siempre conservando la potestad de no delimitar su extensión, sino a través de la legislación ordinaria. El artículo 121 de la Constitución Política de la República de Guatemala de 1985, en sus literales b), d) y e), estipula de manera expresa que “son bienes del Estado: (…) b) Las aguas de la zona marítima que ciñe las costas de su territorio, los lagos, ríos navegables y sus riberas, los ríos, vertientes y arroyos que sirven de límite internacional de la República, las caídas y nacimientos de agua de aprovechamiento hidroeléctrico, las aguas subterráneas y otras que sean susceptibles de regulación por la ley y las aguas no aprovechadas por particulares en la extensión y término que fije la ley; (…) d) La zona marítima terrestre, la plataforma continental y el espacio aéreo, en la extensión y forma que determinen las leyes o los tratados internacionales ratificados por Guatemala; e) el subsuelo, los yacimientos de hidrocarburos y los minerales, así como cualesquiera otra substancias orgánicas o inorgánicas del subsuelo”.442 Por su parte, de manera más específica, el artículo 142 establece que “el Estado ejerce plena soberanía sobre: a) El territorio nacional integrado por su suelo, subsuelo, aguas interiores, el mar territorial en la extensión que fija la ley y el espacio aéreo que se extiende sobre los mismos; b) la zona contigua del mar adyacente al mar territorial, para el ejercicio de determinadas actividades reconocidas por el derecho internacional; y c) Los recursos naturales y vivos del lecho y subsuelo marinos y los existentes en las aguas adyacentes a las cotas fuera el mar territorial, que constituyen la zona económica exclusiva, en la extensión que fija la ley, conforme la práctica internacional”.443 En este sentido, la Constitución Política de la República, en la actualidad vigente, tiene la particularidad novedosa de incluir dentro del tenor de sus artículos, el reconocimiento de la zona contigua que todavía, hasta el Decreto 20-76, se configuraba 442 Asamblea Nacional Constituyente. Constitución Política de la República de Guatemala. 1985. Edición Actualizada 2010. Artículo 121 literales b), d) y e). 443 Ibid. Artículo 142 240 restringidamente como una libertad propia en materia fiscal, aduanera y sanitaria de la zona económica exclusiva, y siendo considerada, con anterioridad a la legislación ordinaria citada, como un cuerpo indistinto del mar territorial. De igual manera, a nivel constitucional se reconoce por primera vez la zona económica exclusiva en relación a la explotación de recursos naturales y vivos del lecho y subsuelo marino. En razón de lo expuesto con anterioridad, puede evidenciarse que por primera vez, dentro del ámbito constitucional, se rige el reconocimiento de zonas de jurisdicción marítima de reciente incorporación al Derecho Internacional del Mar (como la zona contigua y la zona económica exclusiva); se adoptan términos técnicos para los espacios marítimos; y, se reserva la facultad de delimitar las zonas de jurisdicción marítima para el ámbito legal ordinario o mediante la adopción de tratados internacionales. De igual manera, cabe destacar, como elemento novedoso por parte de la Constitución Política de la República de 1985, la exclusión que hace de las zonas de jurisdicción marítima en relación con la potestad soberana que se ejerce sobre ellas (artículo 142); reconociendo plena soberanía sobre las aguas interiores, el mar territorial y los recursos extraídos de la zona económica exclusiva, así como del subsuelo y lecho de la misma pero omitiendo hacer una distinción particular de la plataforma continental. 5.3.2. El ordenamiento jurídico guatemalteco y la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 Previo a analizar el instrumento legal a través del cual se incorporó al ordenamiento jurídico guatemalteco la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, es importante considerar ciertas particularidades que conlleva la suscripción de esta Convención. En este sentido, ante todo, es importante indicar que la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 instituye, en su artículo 309, la imposibilidad 241 de formular reservas o excepciones a la Convención, salvo aquellas que expresamente se permitan dentro de su articulado. No obstante la limitación anterior, la Convemar (mediante su artículo 310) no impide que el Estado al firmar, ratificar o adherirse al referido tratado internacional pueda hacer declaraciones o manifestaciones, cualquiera que sea su enunciado, con la finalidad de, entre otras cosas, armonizar su derecho interno con las disposiciones de la Convención; siempre que tales declaraciones o manifestaciones, no tengan por objeto excluir o modificar los efectos jurídicos de las disposiciones del referido tratado, en su aplicación a este Estado.444 La potestad anteriormente expuesta, tiene gran relevancia en relación a los términos de la adopción de la Convemar dentro del ordenamiento jurídico nacional, toda vez que el Estado de Guatemala al incorporarse a la referida Convención, procedió a hacer efectivas dentro de su instrumento de ratificación correspondiente, este tipo de declaraciones. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, así como todo su articulado, se adoptó en calidad de disposición normativa interna a partir del “Decreto 56-96”, emitido por el Congreso de la República de Guatemala el 26 de junio de 1996. A través del referido instrumento se ratifica la suscripción de la Convemar (realizada inicialmente el 8 de julio de 1983) y se incorpora su normativa en carácter de legislación ordinaria, al ordenamiento jurídico guatemalteco; siendo a su vez dicho instrumento de ratificación, depositado en la Secretaría General de las Naciones Unidas, el 11 de febrero de 1997.445 En el nombrado decreto legislativo, se aprueba la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, concluida en Montego Bay, Jamaica, el 10 de diciembre de 444 III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. 1982. Artículo 310. 445 Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks. “Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 september 2013”. Estados Unidos. 2013. Disponible: http://www.un.org/Depts/los/reference_files/status2010.pdf. Fecha de consulta: 19 de noviembre de 2013. 242 1982; declarando, con base a su artículo 310 de la referida Convención, que su aprobación y ratificación no afectan en forma alguna los derechos que la República de Guatemala tiene sobre el territorio de Belice ni los derechos históricos sobre la Bahía de Amatique y, que no podrá delimitarse el mar territorial ni las zonas de jurisdicción marítimas correspondientes hasta que sea resuelto el diferendo territorial correspondiente.446 Por su parte, el instrumento legal analizado también estipula que Guatemala declara que los cayos e islas, se incluyan en la reclamación territorial y, por tanto, de ninguna manera pueden afectar la futura delimitación de los espacios marítimos.447 El instrumento finaliza, estableciendo que la declaración formulada por el Congreso deberá ser incorporada al instrumento ratificación correspondiente (art. 2); extremo que se cumplió a cabalidad, al ser incluidas dichas declaraciones al momento de depositar dicho instrumento de ratificación. A través del referido decreto legislativo, Guatemala acoge las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, y para el efecto adopta las extensiones máximas impuestas para la delimitación de sus zonas de jurisdicción marítima; las obligaciones derivadas a sus derechos limitados en la zona económica exclusiva y plataforma continental; así como las obligaciones vinculadas al régimen de Alta Mar y la Zona. En razón de lo anterior, Guatemala se acoge formalmente como Estado Parte y se obliga a los preceptos contenidos en la Convemar, declarando exclusivamente que se abstendrá de establecer los límites propios para cada zona de jurisdicción marítima correspondiente en lo relativo a su frontera con Belice, hasta que se logre un acuerdo correspondiente en relación al diferendo territorial pertinente. La declaración expuesta está dentro de los límites expuestos por la misma Convemar pues no invalida ni suprime la aplicación de dicho instrumento internacional, sino simplemente que reconoce la potestad de Guatemala de retardar su delimitación marina con Belice, hasta que el conflicto territorial mantenido sea resuelto. No obstante lo 446 Congreso de la República de Guatemala; Decreto 56-96. Fecha de emisión: 26 de junio de 1996. Artículo 1. 447 Loc. Cit. 243 afirmado con anterioridad, en la actualidad, la existencia de dicha declaración ha fomentado que el Estado de Guatemala omita, en forma alguna, establecer las líneas de base para la delimitación de sus respectivas zonas de jurisdicción marítima, aún en lo concerniente a su litoral costero sobre el Océano Pacífico; circunstancia que representa un obstáculo para una aplicación efectiva del citado tratado internacional, así como para la ejecución de las obligaciones derivadas del mismo. Por su parte, es importante indicar que mediante el Decreto 56-96 también se hace evidente la posición oficial del Estado de Guatemala en relación los derechos que pudiese tener en lo relativo a la Bahía de Amatique, en su calidad de “Bahía Histórica”. Finalmente, es menester estudiar la relación que Guatemala ostenta con los tratados multilaterales derivados de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. En este sentido, con relación al “Acuerdo relativo a la implementación de la Parte XI de la Convención del 10 de diciembre de 1982” (Acuerdo de 1994), el Estado de Guatemala suscribió dicha Convención el día 11 de febrero de 1997 (bajo la consignación de “consenso a vincularse”) pero no la ha ratificado y, por ende, su articulado no constituye parte del ordenamiento jurídico interno.448 De igual manera, en relación al “Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios” (Acuerdo sobre poblaciones de peces de 1995), Guatemala no lo ha ni suscrito, ni para el efecto ratificado, en calidad de Estado Miembro. 5.3.3. Otras disposiciones normativas que regulan, de manera complementaria, los derechos derivados de las zonas de jurisdicción marítima 448 Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks. “Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 september 2013”. Estados Unidos. 2013. Disponible: http://www.un.org/Depts/los/reference_files/status2010.pdf. Fecha de consulta: 19 de noviembre de 2013. 244 Además de las leyes ordinarias citadas con anterioridad, existen normativas que se abstienen de regular propiamente la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima pero sí regulan, de manera indirecta y complementaria, ciertos derechos cuyo ejercicio está permitido en dichas áreas. Dentro de las referidas normas, cabe, ante todo, destacar las disposiciones del Código Civil, que de manera específica en sus numerales 3º y 4º del artículo 458, establece que “son bienes nacionales de uso público común: (…) 3º . Las aguas de la zona marítima territorial en la extensión y términos que fije la ley respectiva; los lagos y ríos navegables y flotables y sus riberas, los ríos, vertientes y arroyos que sirven de límite al territorio nacional; las caídas y nacimientos de agua de aprovechamiento industrial, en la forma que establece la ley de la materia; y las aguas no aprovechadas por particulares; y 4º. La zona marítimo-terrestre de la república, la plataforma continental, el espacio aéreo y la estratosfera en la extensión y forma que determine la ley”.449 El precepto anterior no presenta mayor novedad en relación al tratamiento legal constitucional que se realiza de la materia, toda vez que debido a su fecha de emisión corresponde más bien a los parámetros regulatorios contenidos dentro de las Constituciones de 1956 y de 1965. En este sentido, cabe destacar que las disposiciones referidas anteriormente, han sido superadas por la Constitución Política de la República de 1985 y, en consecuencia, se han reconocido nuevas zonas de jurisdicción marítima (zona económica exclusiva y zona contigua) cuya consideración se encuentra ausente dentro del articulado que presenta el Código Civil. De igual manera, la “Ley de Hidrocarburos” (decreto 109-83) regula, de forma complementaria, los derechos reconocidos sobre las zonas de jurisdicción marítima, específicamente en relación con la extracción de los recursos minerales depositados en el lecho y subsuelo tanto del mar territorial como de la plataforma continental. En este sentido, estipula en su artículo 4 que “son bienes de la Nación todos los yacimientos de hidrocarburos que se encuentran en el territorio de la República de Guatemala, su plataforma continental y su zona económica exclusiva en la forma establecida en las 449 Jefe del Gobierno de la República. Código Civil. Decreto – Ley número 106. Fecha de emisión: 14 de septiembre de 1963. Artículo 458 numerales 3º y 4º. 245 leyes del país o en los convenios internacionales ratificados por Guatemala”.450 La importancia de la referida normativa, en lo referente a las zonas de jurisdicción marítima, es que desarrolla los procedimientos administrativos establecidos para la extracción de recursos minerales, contenidos tanto en el lecho como en el subsuelo del mar territorial y de la plataforma continental, así como también, establece controles legales para garantizar la extracción sostenible de dichos recursos. Por su parte, la “Ley General de Pesca y Acuicultura” (decreto 80-2002) ostenta una relación directa con la ejecución de determinadas actividades sobre los espacios marítimos, siendo su objetivo principal el regular la pesca y acuicultura451 dentro de las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa del Estado de Guatemala; estableciendo parámetros normativos que permitan la realización de dichas actividades en forma armónica con los adelantos científicos más avanzados, a efecto de garantizar una aprovechamiento racional de los recursos hidrobiológicos que residen en aguas de dominio público.452 En tal sentido, establece en su artículo 4 que “son bienes nacionales del dominio público, los recursos hidrobiológicos silvestres contenidos en el mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva, aguas internas y aguas interiores naturales; compete al Estado ejercer las facultades del dominio sobre ellos, determinando el derecho de pescarlos, administrándolos y velando por su racional aprovechamiento”.453 Como elementos destacados de la referida normativa, se pueden enfatizar los siguientes: la instauración de regímenes jurídicos particulares para la realización de actividades de pesca, en razón de dónde se ejecuta (pesca marítima y pesca continental) y en razón de su propósito (pesca comercial, pesca deportiva, pesca científica y pesca de subsistencia) –artículos 15 a 41–; el establecimiento de condiciones para poder llevar a cabo actividades de pesca, mediante concesiones y 450 Jefe del Gobierno de la República. Ley de Hidrocarburos. Decreto número 109-83. Fecha de emisión: 15 de septiembre de 1983. Artículo 4. 451 La acuicultura, de acuerdo al artículo 8 numeral 4 de la Ley General de Pesca y Acuicultura (decreto 80-2002), se define como el cultivo de organismos acuáticos bajo condiciones controladas. 452 Congreso de la República de Guatemala. Ley General de Pesca y Acuicultura. Decreto 80-2002. Fecha de emisión: 26 de noviembre de 2002. Artículo 1. 453 Ibid. Artículo 4. 246 licencias otorgadas por el Gobierno de Guatemala (artículos 49 al 67); y, la designación de prohibiciones y sanciones que eviten la explotación desmedida y aseguren el aprovechamiento sostenible de los recursos hidrobiológicos (artículos 78 a 83). Cabe, a su vez señalar que es la única normativa interna que regula las obligaciones del Estado de Guatemala (exceptuando por supuesto las disposiciones jurídicas adoptas de la Convemar), en relación con el ejercicio de determinados derechos en Alta Mar, concretamente la explotación de recursos vivos (hidrobiológicos); para tal efecto, el artículo 9 extiende su aplicación para regular también a embarcaciones extranjeras y embarcaciones que enarbolen el pabellón nacional, cuando realicen actividades pesqueras en Alta Mar o en Aguas de Terceros Estados.454 5.4. Retos y obstáculos que presenta el ordenamiento jurídico guatemalteco para la aplicación efectiva de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 La adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 al marco legal guatemalteco, constituye un hito de gran trascendencia en lo referente a la regulación contemporánea de los espacios marítimos, así como para la proyección de la evolución misma del Derecho Internacional del Mar, dentro de la legislación nacional. Es decir, permite uniformar la regulación interna que Guatemala ostenta, en relación con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su litoral costero y las obligaciones acogidas en razón de dichas áreas, con el ordenamiento internacional que rige a la Comunidad Global. No obstante la afirmación previa, es menester evidenciar que, indistintamente de la trascendencia que acarrea la incorporación de la Convemar al ordenamiento legal guatemalteco, su sola adopción no asegura en forma alguna su plena efectividad. El escueto reconocimiento de nuevas zonas de jurisdicción marítima así como la simple vinculación con novedosas obligaciones relacionadas con la preponderancia de Guatemala (en su calidad de Estado ribereño) dentro de la Comunidad Internacional, 454 Ibid. Artículo 9. 247 mediante la incorporación de un tratado internacional de tal grado de importancia como el que ostenta la Convemar, no implica que las disposiciones adoptadas pueden ser mantenidas o aplicadas de forma efectiva, de no existir las condiciones jurídicas y la infraestructura legal necesaria para garantizar la certeza de su efectividad. En este sentido, por medio de este capítulo no se pretende, en forma alguna, evidenciar el régimen legal guatemalteco como un ordenamiento deficiente y carente de mecanismos legales; sino más bien, enfatizar su carácter de un ordenamiento jurídico moderno y en evolución (en lo que a las zonas de jurisdicción marítima se refiere), al cual se le presentan nuevos retos para poder llegar a equipararse a los parámetros que dicta la Comunidad Internacional en relación con el Derecho Internacional del Mar y la regulación de los espacios marítimos globales; misión que inició al adoptar las disposiciones contenidas en la Convemar. Se pretende también identificar los principales obstáculos que el Estado de Guatemala debe afrontar para la aplicación efectiva de las innovaciones legales contenidas dentro de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. Como consecuencia, ante todo, se abordará lo relativo a la necesidad del Estado de Guatemala por implementar las líneas de base pertinentes para la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa y, posteriormente, se procederá a estudiar la carencia de una normativa especializada que regule temas vinculados a las actividades realizadas dentro de los espacios marítimos; normativa necesaria para la implementación de una serie de obligaciones acogidas dentro de la referida Convención. 5.4.1. La implementación formal de líneas de base para la medición de las zonas de jurisdicción marítima El primer reto que enfrenta el ordenamiento jurídico guatemalteco para garantizar la aplicación efectiva de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, es asegurar una delimitación certera de las zonas de jurisdicción marítima que rodean su costa y sobre las cuales ejerce prerrogativas específicas. A efecto de lograr 248 la delimitación geográfica pretendida, es necesaria tanto la determinación de la anchura máxima que tendrá cada zona de jurisdicción marítima (en atención a las circunstancias geográficas que presenta la costa) como sobre todo, la designación formal de las líneas de base, así como también de los límites exteriores, a partir de las cuales se iniciará la respectiva medición y delimitación de los espacios marítimos correspondientes (aguas interiores, mar territorial, zona contigua, plataforma continental y zona económica exclusiva). En este sentido, el tratadista Gustavo Orellana Portillo establece que ”los Estados ribereños tienen la obligación de depositar cartas náuticas en que marquen las líneas de base rectas y las líneas archipelágicas, así como los límites exteriores del mar territorial, de la zona económica exclusiva y de la plataforma continental”.455 La obligación de depositar, en la Secretaría General de las Naciones Unidas, la carta náutica a escala o en su caso, una lista de coordinadas geográficas que detallen las líneas de base y los puntos de referencia designados, así como la obligación de otorgar publicidad a dichas cartas; se sustentan de manera específica en varios artículos contenidos dentro de la Convemar (específicamente en los artículos 16 numerales 1 y 2, 47 numerales 8 y 9, 75 numerales 1 y 2, y, 84 numerales 1 y 2) y, constituyen compromisos imperativos que acoge todo Estado ribereño que, atendiendo a su condición geográfica y a su calidad de Estado Parte, pretende reclamar derechos sobre las zonas de jurisdicción marítima. En tal sentido, se pronuncia el jurista Gustavo Orellana Portillo al indicar que “la Convención del Mar en forma reiterada y consistente establece la obligación de los Estados ribereños para que determinen las líneas de base tanto normales como rectas y que les den la publicidad debida a través de cartas de escala apropiada, por lo que se convierte en una obligación jurídica para los Estados que han ratificado este instrumento, para asegurar el pleno goce y resguardo de sus derechos”.456 455 Orellana Portillo, Gustavo Adolfo; La Obligación y Conveniencia de los Estados de Depositar en la Secretaría General de la ONU cartas que muestren sus Líneas de Base conforme la Convención del Mar de 1982; Investigación contenida en el Cuaderno de Estudio 114; Guatemala, Guatemala; Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Rafael Landívar; 2012. Págs. 1 y 2. 456 Ibid. Pág. 17. 249 No obstante el vínculo imperativo que presuponen las obligaciones citadas, de acuerdo con la página virtual de la Organización de las Naciones Unidas, hasta el 16 de octubre de 2013, sólo 61 Estados ribereños han cumplido en acatar el depósito y publicidad respectivos, en resguardo de sus intereses soberanos457; destacando, que entre los Estados que han cumplido, en referencia al Istmo Centroamericano, se incluyen Costa Rica, Nicaragua y Honduras.458 Es menester destacar que, de acuerdo a lo indicado por la División para Asuntos Oceánicos y del Derecho del Mar, en lo referente al depósito y publicidad de la lista de coordenadas adoptadas el 17 de abril del 2000 por Honduras para el establecimiento de sus líneas de base rectas correspondientes (lista identificada como M.Z.N. 35. 2000), Guatemala formuló reservas459 con respecto al Decreto Ejecutivo número PCM 007-2000 (legislación ordinaria hondureña, por medio de la cual se adoptaron las líneas de base controvertidas) y a las líneas de base rectas designadas, atendiendo al hecho que “son perjudiciales a los intereses soberanos de Guatemala sobre el Mar Caribe”.460 El Estado de Guatemala, es uno de los múltiples Estados ribereños que, a pesar de la obligación impuesta en su calidad de Estados Partes, no ha cumplido con depositar la carta náutica a escala correspondiente ante la Secretaria General de las Naciones Unidas y, en consecuencia, no ha establecido formalmente los puntos de referencia a partir de los cuales establecer tanto su línea de bajamar como las líneas de base rectas 457 Página Virtual de la Organización de las Naciones Unidas. Oficina de Asuntos Jurídicos de la División para Asuntos Oceánicos y del Derecho del Mar. Maritime Space: Maritime Zones and Maritime Delimitation (Espacios marítimos: Zonas de jurisdicción marítima y delimitación marítima). Estados Unidos. 2011 (actualizado 2013). Disponible en: http://www.un.org/Depts/los/LEGISLATIONANDTREATIES/depositpublicity.htm. Fecha de consulta: 23 de octubre de 2013. 458 Loc. Cit. 459 Las reservas adoptadas por Guatemala fueron formuladas a través de las cartas emitidas el 15 de junio y el 23 de agosto de 2000, respectivamente, por el representante permanente del Estado ante la Organización de las Naciones Unidas (identificada bajo los números NU 13/456 y NU 13/733); en razón de las cuales se transcribe la comunicación emitida el día 2 de junio de 2000 entre el Ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala y el Ministro de Relaciones Exteriores de Honduras. Datos extraídos del documento, Law of the Sea Information Circular No. 12 (octubre 2000), disponible en: http://www.un.org/Depts/los/LEGISLATIONANDTREATIES/losic/losic12e.pdf. 460 Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Law of the Sea Information Circular. Circular Informativa No. 12; octubre 2000. Estados Unidos; División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. 2000. Disponible en: http://www.un.org/Depts/los/LEGISLATIONANDTREATIES/losic/losic12e.pdf. Pág. 37. Fecha de consulta: 3 de diciembre de 2013. 250 correlativas; generando un gran obstáculo para poder establecer un régimen jurídico efectivo que regule las zonas de jurisdicción marítima, sin estar éstas debidamente delimitadas. El motivo para el incumplimiento de la obligación, se debe en gran medida, a la complejidad que presenta la delimitación de las referidas zonas de jurisdicción marítima, en atención a las difíciles circunstancias geográficas que ostenta la costa guatemalteca (sobre todo en relación con el litoral que enfrenta al Océano Atlántico – Mar Caribe –). En concordancia con lo anteriormente expuesto, el jurista Francisco Villagrán Kramer afirma que “contrario a lo que acontece en el Océano Pacífico donde Guatemala y nuestros vecinos se abran a horizontes ilimitados sin que existan complejos problemas legales con ellos y con terceros Estados, más que los que normalmente generan la navegación y la pesca, la contaminación y la polución, la piratería, el tráfico de drogas y estupefacientes (…) ahora confrontamos en toda su dimensión la delimitación de los espacios marítimos en el litoral Atlántico, dónde sí se presentan complejos problemas”.461 De esta manera, en lo que se refiere a la complejidad de la delimitación en el litoral Atlántico, el tratadista citado resalta tres problemáticas concretas:462 a) La primera, consiste en la inexistencia de límites territoriales definitivos con Belice; extremo evidente en la declaración formulada al momento de adoptar la Convemar, dentro del ordenamiento jurídico nacional. b) La segunda establece que dada la configuración de las costas beliceñas y de Guatemala (siendo la plataforma continental de Belice proyectada en dirección oriente y sur, así como la de Guatemala que se proyecta más bien en dirección norte) existe el traslape de las zonas de jurisdicción marítima de ambos países. Y, c) la tercer problemática, consiste en el traslape generado por las plataformas continentales y zonas económicas exclusivas de Belice y Honduras, cuya delimitación debe considerar la situación incómoda que coloca a Guatemala, a efecto de ejercer sus propios derechos soberanos sobre las zonas de jurisdicción marítima. 461 Villagrán Kramer, Francisco. Delimitación de los Espacios Marítimos de Guatemala y Belice. Guatemala; Ministerio de Cultura y Deportes. 1993. Págs. 10 y 11. 462 Ibid. Pág.11. 251 Cabe destacar que, en relación con las tres problemáticas identificadas, el Estado de Guatemala aún no ha logrado obtener una solución eficaz que permita solventar dichas controversias, en defensa de sus intereses soberanos y bajo el consenso de los demás Estados interesados; enfatizando, a su vez, la existencia de varias propuestas e intentos diplomáticos de concretar acuerdos bilaterales que resuelvan los conflictos planteados, que se han visto frustrados por la falta de voluntad política vertida en dichas soluciones. Por su parte, indistintamente la propuesta de delimitación que finalmente sea adoptada (obviándose dentro de la presente investigación cualquier consideración relacionada a las propuestas vigentes, siendo que no constituye materia de estudio de éste trabajo), es menester que Guatemala continúe sus esfuerzos por implementar formalmente sus líneas de base y consecuentemente, cumpla su obligación internacional ante la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas. Lo anterior resulta necesario, no sólo por la falta de certeza que genera el referido incumplimiento, al ordenamiento jurídico interno, sino también, a efecto de que el Estado de Guatemala pueda defender de manera apropiada sus derechos y prerrogativas soberanas por medio de un régimen jurídico eficaz, capaz de regular las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su litoral costero. 5.4.2. La instauración de normativa especializada que regule la realización de actividades dentro de cada zona de jurisdicción marítima Otro reto importante que presenta el ordenamiento jurídico guatemalteco para la implementación efectiva de la Convemar, lo constituye la carencia de legislación que, de forma específica, aborde el ejercicio de los derechos reconocidos en cada zona de jurisdicción marítima; particularmente normativa tendiente a proteger y preservar los recursos contenidos en cada área, así como regular el ejercicio de determinadas actividades, sobre ciertas zonas de uso común como el Alta Mar y la zona económica exclusiva (en lo relativo al ejercicio de libertades compartidas). De esta manera, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 en ciertas temáticas, exclusivamente designa parámetros generales a partir de los cuales se 252 espera que los Estados Parte (principalmente los Estados ribereños) desarrollen temáticas específicas, a través de disposiciones normativas internas. Tal es el caso, de conformidad con las disposiciones jurídicas de la Convemar, para los tópicos relacionados con: la protección y la preservación del medio marino dentro de las zonas de jurisdicción marítima delegadas a su cargo, en relación con la adopción de medidas que prevengan y reduzcan la contaminación generada (artículos 192 a 194, 207 y 210) y, el desarrollo de actividades encaminadas a la investigación científica marina tanto de la plataforma continental como dentro de la zona económica exclusiva (artículos 246 a 249). De igual manera, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, en lo referente a las zonas de jurisdicción marítimas sujetas a la prerrogativa soberana del Estado ribereño (aguas interiores, mar territorial, zona económica exclusiva y plataforma continental), exhorta y obliga a los Estados Parte (concretamente a los Estados ribereños) a la adopción de las condiciones particulares, en atención a las cuales ejercerán sus derechos en dichas zonas. Con esto, la Convemar promueve la creación de un marco normativo interno específico, en relación con temáticas relacionadas al funcionamiento de las atribuciones reconocidas dentro de cada zona de jurisdicción marítima sobre la cuales se ejerce control, destacándose entre dichas materias las siguientes: La regulación de las condiciones de seguridad y de navegación, por medio de vías marítimas designadas, exigidas a buques extranjeros para ejercer el derecho de paso inocente (artículos 21 y 22); el establecimiento de mecanismos que aseguren la conservación y administración de recursos vivos, tanto dentro del mar territorial como dentro de la zona económica exclusiva (artículos 21, 61, 62 y 73); la creación de una legislación ordinaria y reglamentaria que regule las condiciones en que pueden instalarse islas artificiales y otras estructuras dentro de la zona económica exclusiva, así como su condiciones fiscales y de seguridad (artículo 60); la designación de condiciones jurídicas para que los Estados puedan tender cables y submarinos en la plataforma continental, así como la regulación de perforaciones en dicha área (artículos 79 numeral 4 y, 81); entre otras. 253 Por su parte, en lo que respecta a las zonas de jurisdicción de uso común (Alta Mar y la Zona), el hecho que el ejercicio de determinadas libertades está garantizado para todos los Estados, no significa que la Convemar no reconozca ciertas obligaciones para los Estados Parte que ejercitan dichas potestades. Consecuentemente, Guatemala, a su vez, tiene la obligación por promulgar una legislación ordinaria que desarrolle el ejercicio de los siguientes derechos, en Alta Mar y en la Zona: Establecer los requisitos y parámetros necesarios para reconocer un buque, enarbolado bajo el pabellón nacional (artículos 91 y 94); consignar las obligaciones y procedimiento administrativo pertinente que deben seguir los buques nacionales, en el ejercicio del “derecho de visita” y del “derecho de persecución” en Alta Mar (artículos 110 y 111); constituir infracciones punibles en relación con la ruptura o el deterioro de un cable submarino depositado en Alta Mar, por parte de buques nacionales o bajo su jurisdicción, así como, designar procedimientos en que dichos buques puedan redargüir el daño causado y pagar su costo de reparación (artículos 113 y 114); la adopción de medidas para conservar los recursos vivos en Alta Mar; en relación a la explotación de sus nacionales (artículos 117 y 119); y, establecer responsabilidades para las personas jurídicas nacionales que realicen actividades de explotación en la Zona (de acorde a las condiciones del régimen internacional vigente), para prevenir, reducir y controlar la contaminación derivada de dichas actividades (artículo 209). En el ordenamiento jurídico guatemalteco, tal y como se evidenció en el capítulo anterior, no existen disposiciones normativas que de manera específica regulen cada una de las zonas de jurisdicción marítima sometidas a su control (mar territorial, plataforma continental y zona económica exclusiva) y mucho menos que regulen las responsabilidades vinculadas al ejercicio de determinadas libertades dentro de Alta Mar y la Zona. En este sentido, el Decreto 20-76 del Congreso de la República (como normativa más específica hasta el momento vigente) identifica de manera general los derechos reconocidos en las principales zonas de jurisdicción marítima sobre las cuales Guatemala ejerce potestad o jurisdicción soberana pero omite un análisis detallado de cada derecho (como en el caso de las condiciones para permitir el paso inocente dentro del mar territorial). De igual manera, otras normativas, tales como la “Ley de 254 Hidrocarburos”, regulan los procedimientos de extracción relativos a recursos minerales en términos generales, dentro de todo el territorio incluyendo las zonas de jurisdicción marítima correspondientes pero se omite una regulación específica en relación a la extracción de recursos del subsuelo del mar territorial o de la plataforma continental, sin considerar la especialidad que dicha temática merece, en relación con los efectos contaminantes que pudiesen tener dichos procedimientos de extracción. No obstante lo afirmado con anterioridad, en relación a la carencia de normativa específica relacionada con cada zona de jurisdicción marítima en particular así como las actividades en dichas áreas realizadas, es menester destacar que Guatemala, de forma visionara, instituyó las herramientas necesarias para poder adoptar las referidas disposiciones jurídicas, mucho antes de la incorporación de la Convemar al régimen legal nacional. En consecuencia, el artículo 8 del Decreto 20-76 (legislación ordinaria promulgaba varios años antes de la creación de la Convemar), faculta a los organismos legislativo y ejecutivo para que dicten leyes y reglamentos relativos a la costa, conservación de las especies, contaminación del mar y demás actividades concernientes al ejercicio de derechos dentro de las zonas de jurisdicción marítima 463. Esta potestad, a su vez, fue reiterada y reforzada, en calidad de obligación internacional, cuando se adoptó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 al marco legal guatemalteco, mediante el decreto 56-96. Sin embargo, a pesar de la obligación internacional por promulgar normativa específica que regule determinadas temáticas relacionadas a las actividades realizadas dentro de las zonas de jurisdicción marítima correspondientes, la obligación más concreta ejecutada por el Estado de Guatemala, fue la promulgación de la “Ley General de Pesca y Acuicultura”; legislación abarca las condiciones y restricciones particulares de la pesca dentro del mar territorial, zona económica exclusiva de Guatemala e inclusive para buques nacionales que ejerzan la “libertad de pesca” dentro de Alta Mar. 463 Congreso de la República de Guatemala. Decreto 20-76. Fecha de emisión: 18 de junio de 1976. Artículo 8. 255 En atención al extremo anterior, se evidencia que el Estado de Guatemala ostenta la capacidad para promulgar una legislación ordinaria y reglamentaria que complemente su ordenamiento jurídico, al regular de manera particular las zonas de jurisdicción sobre las cuales ejerce control (aguas interiores, mar territorial, plataforma continental y zona económica exclusiva); así como al regir particularidades propias del ejercicio del paso inocente, la protección y preservación del medio marino en las zonas de jurisdicción marítima correspondientes, la realización de investigaciones científicas marinas, las condiciones para el ejercicio de determinadas libertades en Alta Mar (condicionar el establecimiento de cables y tuberías submarinos, la creación de islas artificiales y otras estructuras, etc.), y, la realización de actividades por empresas nacionales dentro de la Zona. Es imperante la promulgación de legislación ordinaria que aborde las temáticas identificadas, no sólo porque reviste al ordenamiento jurídico interno de certeza jurídica y eficacia en su regulación con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa de Guatemala; sino también, porque, al cumplir a cabalidad las obligaciones adoptadas en razón de la Convemar, el Estado refuerza su status dentro de la Comunidad Internacional y, a su vez, se asegura que podrá ejercer las prerrogativas que le fueron otorgadas en razón de cada zona de jurisdicción marítima, de una manera más eficaz y productiva económicamente. La referida legislación ordinaria debe ser producto de la voluntad política, derivada del potencial económico que representa un ordenamiento jurídico bien estructurado que regula las zonas de jurisdicción marítima, así como también los recursos que pueden extraerse de dichas áreas y, derivada, a su vez, de políticas públicas visionarias que sepan prevenir futuras sanciones o controversias derivadas de una carencia normativa especializada. 256 Capítulo 6 Presentación, análisis y discusión de resultados El objetivo general del presente trabajo de investigación, tal y como se hizo constar en la parte introductoria, lo constituye el determinar el marco jurídico internacional y nacional por el cual Guatemala regula su relación con las zonas de jurisdicción marítima, en su condición geográfica de Estado ribereño. En razón de lograr el objetivo principal dictado, se establecieron nueve objetivos específicos, que en términos generales, pretenden estudiar el desarrollo en la regulación de las zonas de jurisdicción marítima, a partir de dos grandes áreas: el ordenamiento legal internacional y el marco legal guatemalteco. La consideración anterior, hizo necesario que como instrumento de investigación se eligiera el “cuadro comparativo”, concretamente utilizado en dos modalidades específicas; siendo necesaria, a su vez, la división de este capítulo, atendiendo a los resultados obtenidos en ambos cuadros comparativos utilizados. En el primer cuadro comparativo (cuyo modelo consta en el Anexo 1) se pretende contrastar y analizar la evolución que han tenido las zonas de jurisdicción marítima, así como también, las principales instituciones jurídicas del Derecho Internacional del Mar, dentro del ordenamiento codificado internacional. En atención, a la pretensión aducida, se tomó como unidades de análisis a los principales tratados internacionales que (de forma codificada y vinculante), han regulado a las zonas de jurisdicción marítima; es decir, se tomó bajo consideración a las disposiciones jurídicas contenidas, tanto en las cuatro “Convenciones de Ginebra de 1958” (Convención de Ginebra sobre el mar territorial y la zona contigua, Convención de Ginebra sobre Alta Mar, Convención de Ginebra sobre la plataforma continental y Convención de Ginebra sobre la pesca y la conservación de recursos en Alta Mar) como en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. En este sentido, se pretende analizar cómo ha evolucionado el Derecho Internacional del Mar, dentro de los principales tratados internacionales, producto de la voluntad de la Comunidad Internacional en su conjunto; a efecto, de poder determinar tendencias generales que constituyen los parámetros fundantes de la regulación internacional vigente con respecto a las zonas de jurisdicción 257 marítima y que, a su vez, proyectan las principales necesidades contemporáneas que rigen la preocupación de la Comunidad Global, con respecto a la regulación de los espacios marítimos. Por su parte, en el segundo cuadro comparativo (cuyo modelo consta en el Anexo 2) se pretende analizar el marco legal constitucional y ordinario de Guatemala, relativo a la regulación de las zonas de jurisdicción marítima, para poder determinar cómo el régimen jurídico particular de cada zona ha evolucionado. En consecuencia, mediante este segundo cuadro comparativo, se estudió, en calidad de unidades de análisis, a las principales normativas464 que, en el ámbito interno y de forma vigente, regulan la relación del Estado de Guatemala con las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa; así como también, se examinaron, en calidad de indicadores, las zonas de jurisdicción marítima sobre las cuales el Estado ribereño ejerce alguna prerrogativa (aguas interiores, mar territorial, zona económica exclusiva, plataforma continental y Alta Mar)465. El objetivo del análisis realizado, lo constituye el contrastar la regulación que internamente impera en Guatemala con respecto a la zonas de jurisdicción marítima y en consecuencia, evaluar tanto si existen contradicciones o falencias en el marco regulatorio correspondiente, como si la legislación interna cumple y se equipara con las principales obligaciones que designa el ordenamiento internacional vigente. 6.1. Las zonas de jurisdicción marítima y la evolución de su regulación dentro del ordenamiento jurídico internacional 6.1.1. Evolución progresiva de cada zona de jurisdicción marítima y de las principales instituciones jurídicas del Derecho Internacional del Mar 464 Las normativas presentadas, atendiendo al año de su promulgación, constituyen las siguientes: el Código Civil (Decreto –Ley 106), el Decreto del Congreso de la República 20-76, la Ley de Hidrocarburos (decreto 109-83), la Constitución Política de la República de Guatemala de 1985, el Decreto 56-96 (por medio del cual se ratifican las disposiciones contenidas en la Convemar) y la Ley General de Pesca y Acuicultura (decreto 80- 2002). 465 Se excluye la consideración de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos, en atención a que su régimen particular se circunscribe a la cooperación internacional que se encuentra divida a través de dos tratados con disposiciones enfrentadas (la Convemar y el “Acuerdo de 1994”); razón por la cual, los derechos específicos de Guatemala son muy escasos en la actualidad, en gran medida, como consecuencia de la ausencia del progreso tecnológico necesario. 258 En razón de materializar los resultados obtenidos dentro del primer cuadro comparativo, es necesario evaluar la evolución progresiva que ha tenido cada zona de jurisdicción marítima, así como también, las principales instituciones jurídicas vinculadas al Derecho Internacional del Mar. A continuación se abordará, de manera específica, cada zona de jurisdicción marítima e institución vinculada al Derecho Internacional del Mar, enfatizando los principales cambios que cada figura jurídica ha sufrido, a partir de los diferentes tratados internacionales que las han regulado, y destacando los parámetros que en la actualidad rigen a dichas zonas o instituciones. Las aguas interiores fueron inicialmente reguladas en la Convención de Ginebra de 1958 sobre el mar territorial y la zona contigua, y se reconocían como una zona ajena al territorio del Estado ribereño pero sujeta a su plena soberanía. En este sentido, las aguas interiores eran concebidas geográficamente como una porción de agua marítima que se encontraba en el interior de la línea de base que mide al mar territorial, siendo así que se sujetaban a la plena soberanía estatal, salvo el caso extraordinario de permitir el derecho de “paso inocente” cuando al trazar la línea de base, se encerraba una porción que anteriormente estaba sujeta a Alta Mar o al mar territorial. De igual manera, la Convención de Ginebra de 1958 otorgaba especial importancia a la consideración de las “bahías”, estableciendo un concepto técnico y geográfico para su delimitación; siendo que consideraba como bahías exclusivamente a aquellas cuyas costas comprendían un solo Estado, excluyendo regular los derechos de las “Bahías históricas” y las bahías cuyas costas comprendían múltiples Estados ribereños. En el ordenamiento internacional contemporáneo, marcado por la adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (Convemar), las aguas interiores son configuradas con una naturaleza jurídica propia, que reconoce su plena soberanía y las distingue del confuso término legal de “aguas territoriales” (que las vinculaba con el mar territorial) y, en igual forma, excluye a las aguas archipelágicas (sujetas a un régimen jurídico específico). Se reitera como excepción extraordinaria a la soberanía reconocida, el derecho de “paso inocente”, ampliando su consideración a 259 cualquier zona de jurisdicción marítima que haya quedado encerrada en el interior de las líneas de base (ya no sólo a las zonas de mar territorial y Alta Mar). En igual forma que en las Convenciones de Ginebra de 1958, se enfatiza el accidente geográfico de “bahía” como representante ideal de las aguas interiores, excluyendo de la consideración de la Convemar, las bahías formadas en razón de líneas de base recta (además de las bahías con costas en múltiples Estados y las “bahías históricas”); pero, a su vez, se empieza a dar mayor importancia a otros fenómenos geográficos para la delimitación de las líneas de base (radas, deltas y desembocaduras de ríos, entre otros). El mar territorial, constituye una zona de jurisdicción marítima que se ha configurado desde el inicio de la codificación del Derecho Internacional del Mar pero que, a través del tiempo, su regulación se ha vuelto más técnica y exacta, en relación al ejercicio de los derechos reconocidos sobre dicha área. La Convención de Ginebra de 1958 sobre el mar territorial y la zona contigua, configuraba al mar territorial como una franja adyacente a la costa del Estado ribereño, sobre la cual tenía derechos soberanos y sobre cuya extensión geográfica no se establecía una anchura predeterminada (ni máxima ni mínima). En atención a la delimitación, se implementó el sistema de líneas de base, configurando la línea de base normal (línea de bajamar) y para casos particulares, las líneas de base rectas. La soberanía reconocida no era absoluta pues a diferencia de las aguas interiores, era condicionada en razón del derecho de “paso inocente”, el cual se sometía a determinados parámetros generales (incluyendo la posibilidad de ser suspendido) y, se veía restringido por la normativa interna que el Estado ribereño promulgada en relación con la navegación y el transporte. En igual manera, dentro de la regulación concerniente al “paso inocente”, escuetamente se contemplaba que en la navegación de los estrechos internacionales que comunicaran una parte de Alta Mar con otra parte de Alta Mar, el Estado ribereño no podía suspender en forma alguna el “paso inocente” de buques extranjeros. 260 La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, contiene una nueva concepción del mar territorial, sustentada en parámetros más técnicos en lo referente a su delimitación y sobre todo arraigada a una anchura máxima de 12 millas marinas; quedando bajo la potestad del Estado ribereño, la determinación de su mar territorial pero sin exceder el límite fijado. Se reitera la implementación de un “sistema de medición” sustentado en líneas de base normal y rectas pero, a diferencia de las Convenciones de Ginebra de 1958, se restringen los casos en donde la aplicación de las líneas de base rectas son permitidas, así como también, se incluyen nuevos supuestos para la delimitación de la línea de base normal cuando se presentan ciertas formaciones naturales (como en el caso de los arrecifes); el condicionamiento para la instauración de las líneas de base rectas, considera nuevos accidentes geográficos tales como la desembocadura de los ríos, la delta y otros fenómenos que hagan inestable la costa. La soberanía ejercida por el mar territorial es condicionada, siempre por el derecho de “paso inocente”, pero, en razón de la evolución proyectada ante la Comunidad Internacional, se designa la definición del referido “paso inocente” a través de supuestos negativos que excluyen los casos en donde el Estado ribereño tiene derecho a una intervención directa y, al mismo tiempo, se reconoce por primera vez, la obligación que el Estado ribereño tiene de promulgar una normativa específica relacionada a las condiciones en que otorgará el referido “paso inocente”, así como a las vías marinas que elige para tal efecto. Como elemento innovador, la consideración particular de la navegación en los estrechos internacionales por parte de la Convemar, conlleva la inclusión de la utilización del mar territorial, como parte de los referidos estrechos y, por ende, la prohibición de suspender el “paso inocente”; a su vez, se reconoce un nuevo derecho de “paso en tránsito” que, vinculado al traslado entre dos zonas de Alta Mar, conlleva una libertad de navegación pero también de sobrevuelo. La zona contigua, constituye una zona de jurisdicción marítima a través de la cual se reconoce una ampliación geográfica de la soberanía estatal, exclusivamente en relación con ciertas atribuciones del Estado ribereño, para facilitar la protección de sus intereses 261 y de su ordenamiento jurídico interno. La Convención de Ginebra de 1958 sobre el mar territorial y la zona contigua, concibió a la referida zona de jurisdicción marítima como un área adyacente al mar territorial con una anchura máxima de 12 millas marinas, medidas a partir de las líneas de base que establecen el inicio del mar territorial, en donde se le reconocía al Estado ribereño la potestad de ampliar sus atribuciones en razón de evitar y reprimir infracciones, exclusivamente en los ámbitos fiscal, aduanero, sanitario y de inmigración; contemplando de manera específica, dentro de su articulado, el traslape de las zonas contiguas y cómo dicho suceso debía ser resuelto por medio de la fórmula del cálculo equitativo. En igual sentido, la Convención de Ginebra de 1958 sobre Alta Mar, configuraba a la zona contigua como una parte inherente a Alta Mar, extremo que representó en su momento gran confusión en relación a la contradicción entre las facultades reconocidas y el respeto de las libertades propias de Alta Mar. La evolución de la zona contigua dentro del contexto de la Convemar, se ve materializada a través de una ampliación en su extensión geográfica, a 24 millas marinas contadas a partir de las líneas de base que miden el mar territorial, así como también por el reconocimiento de una condición dependiente, ya no a Alta Mar, sino a la zona económica exclusiva. De esta manera, la zona contigua mantiene el reconocimiento de las atribuciones reconocidas en las materias fiscal, aduanera, sanitaria y de inmigración pero omite la regulación particular del traslape de zonas contiguas provenientes de Estados ribereños que se enfrentan. La zona económica exclusiva es una zona de jurisdicción marítima de reciente incorporación al Derecho Internacional del Mar, cuya existencia surge a raíz de la práctica estatal generalizada de varios Estados latinoamericanos, por ampliar ciertas facultades relativas a la explotación de recursos naturales, más allá de los límites de su propio mar territorial. La Convemar, como primer instrumento internacional que reconoce su existencia, la configura como un área adyacente al mar territorial que se puede extender hasta 200 millas marinas, que son contadas a partir de las líneas de base establecidas para medir el mar territorial, y cuya reivindicación debe ser producto del reconocimiento expreso del Estado ribereño. 262 La referida zona de jurisdicción marítima ostenta una naturaleza sui generis, reconociendo por una parte, facultades exclusivas para los Estados ribereños pero al mismo tiempo, otorga a todos los Estados el ejercicio de determinadas libertades propias de Alta Mar. En este sentido, reconoce derechos soberanos, tanto sobre la explotación y exploración de los recursos naturales, vivos y no vivos, que residen en el área como sobre la creación e instauración de islas artificiales u otras estructuras análogas; confiriendo, a su vez, jurisdicción limitada al Estado ribereño en la utilización de las nombradas islas artificiales, la protección del medio marino dentro de la zona económica exclusiva y la investigación marítima. La exclusividad, reconocida para la explotación de recursos en la referida zona de jurisdicción marítima, se limita ante la obligación del Estado ribereño por determinar un monto de captura máximo que de acorde a sus capacidades tecnológicas pueda explotar en el área; siendo que el excedente real de recursos vivos, por encima del monto máximo fijado, podrá ser susceptible a ser recolectado y explotado por determinados Estados en condiciones especiales (Estados sin litoral, Estados en situación geográfica desventajosa, etc.). Por su parte, se garantiza libertades para todos los Estados (sin distinción alguna de su condición geográfica), similares a las reconocidas en Alta Mar, concretamente las libertades de navegación, sobrevuelo y, la libertad de tender cables y tuberías submarinos. Es menester destacar, que también como elemento novedoso, se instaura una fórmula para solventar controversias, relacionadas a derechos existentes dentro de la zona económica exclusiva, que acarreen la duda con respecto a quién pertenecen los beneficios derivados (al Estado ribereño o a la Comunidad Internacional). La plataforma continental es el resultado directo de las “Proclamas de Truman” por el gobierno de Estados Unidos en 1945, así como también, de la práctica generalizada de varios Estados latinoamericanos que reconocieron derechos exclusivos sobre la porción de su territorio que se sumergía dentro de los espacios marítimos adyacentes a sus costas. En 1958, la Convención de Ginebra sobre la plataforma continental, constituyó 263 el primer tratado internacional que de manera especializada reguló la referida zona de jurisdicción marítima; definiéndola como el subsuelo o lecho de las zonas marinas ubicadas más allá del mar territorial (configurándose para tal efecto como parte integral de Alta Mar) , hasta una profundidad de 200 metros (criterio de profundidad) o más allá de este límite, hasta donde la profundidad de las aguas suprayacentes permita la explotación de los recursos minerales depositados en dicho suelo (criterio de explotabilidad). La definición adoptada, en razón del “criterio de profundidad” y el “criterio de explotabilidad”, representó grandes problemas en la práctica pues, ante la ambigüedad que presentaba la nombrada Convención de Ginebra de 1958, varios Estados ribereños adoptaron la costumbre de reclamar plataformas continentales con extensiones desproporcionadas e injustas para otros Estados y para la Comunidad Internacional. En lo referente a las potestades reconocidas en la plataforma continental, se confieren al Estado ribereño derechos de soberanía exclusivos para la exploración y explotación de los recursos minerales depositados en el lecho submarino; reconociendo, de igual forma, la potestad de excavar túneles, cualquiera que fuese su profundidad y, la facultad de instalar las instalaciones necesarias para llevar a cabo la explotación del subsuelo marítimo. La emisión y entrada en vigor de la Convemar, representa una evolución radical en la configuración de la plataforma continental y sobre todo en su delimitación, aunque en relación con los derechos reconocidos, se mantengan sustancialmente los preceptos adoptados en las Convenciones de Ginebra de 1958. En atención a lo anterior, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 acoge una definición mucho más técnica y científica, que configura a la plataforma continental como el lecho y el subsuelo de las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa, que se extienden más allá del mar territorial, hasta el borde exterior del margen continental o hasta una distancia de doscientas millas contadas a partir de las líneas de base; instituyendo, a su vez, que el margen continental sumergido se compone de la plataforma propiamente dicha, del talud y de la emersión continental. 264 En este sentido, se suprime la discrecionalidad que representaban los ambiguos “criterio de profundidad” y “criterio de explotabilidad” y, en su lugar, se acoge más bien una determinación geográfica sustentada, por una parte, en la designación de una anchura determinada (200 millas marinas contadas a partir de las líneas de base para el mar territorial) y por otra parte, en la configuración de una anchura vinculada a la prolongación del margen continental (cuando excede las 200 millas marinas y siempre atendiendo a los límites preestablecidos por el referido instrumento internacional). Ante este segundo supuesto, se constituyó de forma novedosa, la “Comisión de Límites para la Plataforma Continental” como una Organización Internacional encargada exclusivamente de revisar las propuestas de los Estados relativas a las reclamaciones pretendidas y en consecuencia, emitir las recomendaciones respectivas; instaurando, también, el pago de un canon de compensación que debían hacer efectivos aquellos Estados cuya plataforma se extendiera más allá de las 200 millas marinas. Los nuevos criterios de delimitación, responden a la necesidad de distinguir la plataforma continental de otra zona de jurisdicción marítima de reciente creación, la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos. Por su parte, se reconoce la autonomía de la plataforma continental, en su calidad de zona de jurisdicción marítima, con respecto a otros espacios marítimos (desvinculándola de ser parte integral de Alta Mar); bajo la consideración que, atendiendo a su ubicación geográfica, deberá implementar complementariamente los regímenes jurídicos de la zona económica exclusiva o de Alta Mar. La regulación relativa a Alta Mar, proviene del precepto ostentado por las civilizaciones de la Antigüedad, de concebir los espacios marítimos como un área de uso común para toda la Comunidad Internacional; noción que a lo largo de la evolución del Derecho Internacional del Mar ha sido cada vez más restringida, en pos de reconocer mayor cantidad de prerrogativas a los Estados ribereños, en relación a las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a sus costas. 265 La Convención de Ginebra de 1958 sobre Alta Mar y la Convención de Ginebra de 1958 sobre la pesca y conservación de los recursos vivos en Alta Mar, configuraban a Alta Mar como el área de los espacios marítimos que no pertenecía ni al mar territorial ni a las aguas interiores, englobando dentro del concepto presentado, a la zona contigua y a la plataforma continental. La exclusión de constituir una zona de jurisdicción marítima ajena al control soberano de los Estados, refuerza el reconocimiento de una “libertad de Alta Mar” conferida a toda la Comunidad Internacional, con mínimas restricciones; libertad que a su vez se materializa mediante la concesión de realizar cuatro potestades reconocidas: la libertad de navegación, la libertad de pesca, la libertad de volar sobre Alta Mar y la libertad de tender tuberías y cables submarinos. A efecto de garantizar el ejercicio de las libertades reconocidas, concretamente por parte de los Estados sin litoral, se instituye una obligación general a los demás Estados (incluyendo los Estados ribereños) de darle libertad de tránsito por su territorio pero, condicionada a “la consideración” y a “la reciprocidad” del Estado afectado. La regulación de Alta Mar, dentro del contexto de la Convemar, refleja una notoria evolución en el Derecho Internacional del Mar contemporáneo, al sustituirse la concepción de una zona de uso común para todos los Estados, caracterizada por el ejercicio de ciertas libertades sin mayor limitación, por la concepción de una zona de uso común con libertades más restringidas y limitadas (dependientes, en cierto grado, de control reconocido en aumento a los Estado ribereños), así como también, con una menor extensión geográfica reconocida. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 amplia la definición negativa sustentada por las Convenciones de Ginebra de 1958, y reconoce como Alta Mar todas aquellas áreas que no formen parte de las aguas interiores, mar territorial, zona económica exclusiva y las aguas archipelágicas. De igual manera, en lo referente a las libertades reconocidas dentro de Alta Mar, se reiteran las cuatro adoptadas con anterioridad y se adicionan innovadoramente las potestades de construir islas artificiales y otras estructuras análogas, así como también, 266 la de investigación científica marina; cabe destacar que, en lo respecta las seis atribuciones reconocidas, se presentan cada vez más restringidas por regímenes jurídicos particulares de otras zonas de jurisdicción marítima y bajo la acotación que, su reconocimiento no es excluyente de otras libertades que pueden ser reconocidas por el Derecho Internacional. Por su parte, ante la discrecionalidad presentada por varios Estados al negarle el tránsito dentro de su territorio a los Estados sin litoral para que alcancen la costa, se imponen obligaciones para el acceso y el tránsito relacionados a Alta Mar, las cuales no son susceptibles de ser sometidas a condicionamiento o reciprocidad alguna. La Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos (reconocida indistintamente como “la Zona”), al igual que la zona económica exclusiva, constituye una zona de jurisdicción marítima de reciente incorporación al Derecho Internacional del Mar; siendo que su reconocimiento normativo refleja el intento impulsado por la Comunidad Internacional, de establecer un régimen jurídico específico sobre un área, cuyos recursos son calificados como “patrimonio común de la humanidad”, supeditada a la administración de una entidad que represente a la Comunidad Internacional en su conjunto. La extensión geográfica de la Zona se conforma por todos los Fondos Marinos y el subsuelo que se encuentran más allá de la jurisdicción estatal, circunstancia que conlleva que su límite interior coincida con el límite exterior de la plataforma continental. A partir del principio que rige a la Zona, aquél que encuadra a los recursos no vivos depositados en los Fondos Marinos como “patrimonio común de la humanidad”, la Convemar instituye un régimen jurídico que confiere de manera exclusiva el control y la administración de la referida zona de jurisdicción marítima a una nueva Organización Internacional, denominada la “Autoridad Internacional de los Fondos Marinos”; siendo dicha entidad la encargada, a su vez, de distribuir las ganancias obtenidas en razón de la extracción mineral. En lo referente a la exploración y explotación de la Zona, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 adopta la noción de un “sistema paralelo”, a través del cual se reconoce una preeminencia para la explotación por parte 267 de la Empresa (órgano creado por la Autoridad) pero, al mismo tiempo, se reconoce la potestad que personas jurídicas, nacionales de los Estados que forman parte de la Convemar , puedan suscribir contratos con la Autoridad pero en condiciones menos favorables que la extracción realizada de manera directa por la Empresa. No obstante ser una zona de jurisdicción marítima de reciente instauración, la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos ha sido objeto de transformación, en atención a la evolución misma del Derecho Internacional del Mar y a las necesidades de un mercado global impulsado por la “libertad de comercio”. En consecuencia, el régimen jurídico adoptado por la Convemar para el aprovechamiento de los recursos de la Zona, es sustancialmente modificado con la emisión del “Acuerdo de 1994”; transformación que se evidencia mediante la imposición de cambios radicales que pretenden redefinir la estructura y el funcionamiento de la Autoridad. Entre los referidos cambios sustanciales se destacan: la supresión del “sistema paralelo” y el condicionamiento para el funcionamiento de la Empresa por medio de la colaboración con empresas nacionales; una restructuración en la organización administrativa de la Autoridad, que otorga mayor control a los países industrializados; y, mayores restricciones para la obligación ilimitada de transferencia de tecnología a la Empresa, por parte de las empresas nacionales. Es menester destacar, que aunque el “Acuerdo de 1994” implica una transformación sustancial al régimen jurídico vigente de la Zona, el hecho que no ha sido acogido por toda la Comunidad Internacional ha generado que existan todavía Estados que se sujeten exclusivamente a las disposiciones contenidas dentro de la Convemar. Además de la evolución presentada, a través de la regulación de las zonas de jurisdicción marítima, el Derecho Internacional del Mar también demuestra un cambio notable en relación con otras temáticas o instituciones jurídicas específicas, como lo son: la protección del medio marino, la investigación científica marina y los mecanismos de solución controversias relacionadas con el Derecho Internacional del Mar. En lo que respecta a la protección del medio marino, es importante destacar que la Comunidad 268 Internacional se ha percatado, específicamente a partir de las últimas décadas del Siglo XX, de la gran importancia que tiene la instauración de un ordenamiento jurídico internacional que vele por la explotación y la utilización de los espacios marítimos de manera sostenible y sobre todo responsable. Las Convenciones de Ginebra de 1958 aún no reflejaban la preocupación internacional que impera en la actualidad; limitándose, para el efecto, la Convención de Ginebra de 1958 sobre Alta Mar a instar a los Estados para que tomaran medidas en relación a evitar las consecuencias contaminantes relacionadas con el vertimiento de hidrocarburos en Alta Mar, en lo referente a los buques o tuberías submarinos sujetos a su control, y la Convención de Ginebra de 1958 sobre la plataforma continental, a establecer que las actividades de exploración y explotación ejecutadas sobre dicha área, en ninguna forma debían causar entorpecimiento injustificado en la conservación de los recursos vivos del mar. No obstante la ausencia de una normativa formal que regulara la protección del medio marino, es menester destacar que la Convención de Ginebra de 1958 sobre la pesca y la conservación de los recursos vivos en Alta Mar, contempla dentro de su articulado un concepto técnico de lo que debe entenderse por “conservación” en relación con los recursos vivos; el concepto expuesto, sin embargo, no va enfocado a un carácter proteccionista, sino más bien a un carácter consumista y productivo, en razón del cual se fomenta la adopción de medidas que permitan obtener un rendimiento óptimo constante, de manera que aumente hasta el máximo el abastecimiento de alimentos y otros productos marinos, en razón de considerar la necesidad de asegurar el abastecimiento de alimentos para el consumo humano. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 considera de tal importancia la temática de la protección al medio ambiente y al medio marino, que le dedica un régimen jurídico particular a la referida materia. El enfoque adoptado por la Convemar, se sustenta en un objetivo dual (a diferencia de las Convenciones de Ginebra de 1958) que busca, tanto la preservación de los recursos naturales encontrados en los espacios marítimos, como la protección del medio marino a través de evitar los efectos nocivos de la contaminación humana. En razón de lo anterior, se 269 establecen obligaciones imperativas para que los Estados ribereños adopten dentro de su ordenamiento normativo, mecanismos legales que garanticen un mejor control en relación con la contaminación generada por sus nacionales; así como también, para que a nivel regional y subregional se instauren parámetros generales que puedan servir de base para uniformar las medidas adoptadas a nivel nacional, obteniendo un mayor beneficio para la Comunidad Global. En lo referente a la investigación científica marina, resulta innegable el aporte que han generado los principales avances tecnológicos y científicos con respecto a la formación del Derecho Internacional del Mar; aporte que se hizo efectivo, no sólo a través del descubrimiento en el potencial de nuevas zonas de jurisdicción marítima (como la Zona o la zona económica exclusiva), sino también por medio de la oportunidad que otorgó a los Estados ribereños para conocer a detalle los espacios marítimos adyacentes a sus costas y para tal efecto, poder potencializar un mayor rendimiento en su utilización de los mismos. La realización de actividades científicas marinas es tratada de forma muy escueta dentro de las Convenciones de Ginebra de 1958, atendiendo a que el adelanto tecnológico de la época no representaba suficiente importancia para una consideración particular y específica, por lo que la temática de la investigación científica marina es desarrollada de forma indirecta. En este sentido, la Convención de Ginebra de 1958 sobre la plataforma continental estipula que se pueden llevar a cabo todas las actividades necesarias para la explotación de la referida zona de jurisdicción marítima, salvo aquellas que impidan u obstaculicen la realización de investigaciones científicas; condicionando a su vez que toda actividad científica que concierna a plataforma continental, deberá ser aprobada previamente con el consentimiento del Estado ribereño correspondiente. Por su parte, en el contexto moderno de la Convemar, se le confiere tal grado de importancia a la investigación científica marina, que se le dedica su propio régimen jurídico, vinculando, de igual manera, artículos concretos establecidos en la regulación de cada zona de jurisdicción marítima en particular. En este sentido, se inicia el régimen jurídico correspondiente, estableciendo parámetros o preceptos generales que han de 270 determinar las condiciones en razón de las cuales pueden llevarse a cabo actividades de investigación en el ámbito marino (principios tales como que los medios utilizados para realizar la investigación deben ser utilizados para fines pacíficos, etc.). Dentro del mar territorial toda investigación marina estará sometida a la soberanía del Estado ribereño, lo que implica no sólo el consentimiento de éste para la realización de dichas actividades, sino también, implica la potestad de determinar, dentro de la legislación ordinaria, parámetros y condiciones específicas para la ejecución de cualquier investigación científica; estableciendo, a su vez, en Alta Mar tal potestad como una libertad, en razón de la cual cualquier Estado puede realizar los proyectos científicos que desee (dentro de los principios establecidos por la referida Convención) sin que pueda ser conculcado en su derecho por otro Estado. Sin perjuicio de lo anterior, cabe señalar que el elemento realmente novedoso, lo constituyen los condicionamientos establecidos para la realización de actividades de investigación dentro de la plataforma continental y zona económica exclusiva; siendo que en dichas zonas de jurisdicción marítima es necesario el consentimiento previo del Estado ribereño, circunstancia que le faculta a promulgar una normativa que regule de manera particular la realización de dichas actividades pero, existen también ciertos supuestos en los que se reconoce la atribución para que el Estado se niegue discrecionalmente, así como supuestos en donde su negativa es improcedente e inaceptable. Finalmente, uno de los elementos más importantes de todo tratado internacional lo constituye la determinación de los mecanismos necesarios, para solventar los conflictos derivados de su articulado. En este sentido, los mecanismos de solución de controversias, vinculados al Derecho Internacional del Mar y a las controversias derivadas de sus principales instrumentos jurídicos, también han evidenciado una evolución notoria dentro del contexto del ordenamiento internacional vigente. De esta manera, las Convenciones de Ginebra de 1958, salvo la Convención para de Ginebra sobre la pesca y la conservación de los recursos vivos en Alta Mar (la cual ostentaba un mecanismo de aplicación exclusiva para temáticas específicas, con obligatoriedad en sus resoluciones), no contemplaban ningún mecanismo vinculante para resolver las 271 controversias derivadas de su aplicación práctica. No obstante la falencia descrita, dentro del contexto de la I Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (tal y como se estableció en su apartado pertinente), se emitió un Protocolo de firma facultativo que preveía la posibilidad que los Estados, voluntariamente, reconocieran la jurisdicción del Tribunal Internacional de Justicia para los conflictos derivados de las Convenciones de Ginebra de 1958; como consecuencia, el referido protocolo no establecía un mecanismo obligatorio para los Estados Parte de las citadas Convenciones y además, nunca contó con el suficiente respaldo para entrar en vigor. El pleno apoyo que contaba la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, por parte de la Comunidad Internacional, representó una gran oportunidad para resarcir el error presentado dentro de las Convenciones de Ginebra de 1958; siendo así, que dentro del mismo articulado, se incorporó un sistema propio para la solución de controversias derivadas. El sistema incorporado (en gran medida dentro de sus Anexos) se sustenta, ante todo, en el arreglo pacífico de las partes; siendo que ante el supuesto que no se llegase a un acuerdo, los Estados tienen la “libertad de elección” para establecer un mecanismo de carácter obligatorio, de los cuatros que acoge la Convemar (además de un mecanismo no vinculante – la Conciliación-).La oportunidad de elección de cuatro mecanismos con igual grado de vinculación, implicó una evolución notoria con respecto al mecanismo accesorio e inaplicable de las Convenciones de Ginebra de 1958; permitiéndose los Estados poder escoger, para la presentación de sus respectivas controversias, entre un tribunal arbitral, un tribunal arbitral especial, la Corte Internacional de Justicia o el Tribunal Internacional de Derecho del Mar. 6.1.2. Identificación de tendencias generales y contemporáneas, relativas a la evolución del Derecho Internacional del Mar En razón del estudio exhaustivo relacionado a la evolución en la regulación de las zonas de jurisdicción marítima y de las principales instituciones jurídicas vinculadas con el Derecho Internacional del Mar, realizado en el apartado anterior, se evidencia un 272 nuevo Derecho Internacional del Mar que centra su atención en la utilización de los espacios marítimos de manera sustentable y que fomenta, para el efecto, la cooperación internacional en ciertas temáticas que exceden el ámbito de la soberanía territorial (protección y preservación del medio marino); así como también, reconoce más responsabilidades directas a los Estados ribereños, que por su condición geográfica, tienen una injerencia directa en los espacios marítimos. Ante esta nueva concepción del Derecho Internacional del Mar, las libertades reconocidas en espacios comunes como Alta Mar y en la Zona, se ven cada vez más restringidas y sobre todo condicionadas, al control por parte de los Estados ribereños con costas cercanas o adyacentes pero, al mismo tiempo, se evidencia el deseo de la Convemar por proteger ciertos derechos específicos de aquellos Estados en una situación geográfica desventajosa (Estados en Desarrollo o Estados sin litoral), relativos tanto a la realización de ciertas actividades en Alta Mar como el aprovechar excedentes obtenidos en las zonas económicas exclusivas. Por su parte, estos cambios radicales en el ordenamiento jurídico internacional vigente, que proyecta a su vez la evolución de las necesidades de la Comunidad Internacional, permite poder identificar ciertas tendencias que en la actualidad configuran los cimientos del Derecho Internacional del Mar contemporáneo y para el efecto, rigen la relación de todos los Estados con respecto a los espacios marítimos. La primer tendencia que muestra el Derecho Internacional del Mar contemporáneo, a través de su normativa vigente, es la de restringir el precepto arcaico de los espacios marítimos como zonas de uso común (la denominada “libertad de los mares”), y en su lugar, adopta disposiciones jurídicas que reconocen mayores prerrogativas (en distinto grado) a los Estados ribereños sobre dichos espacios. En este sentido, se disminuye la magnitud y extensión del régimen de Alta Mar y, en cambio, se instauran nuevas zonas de jurisdicción marítima, en las cuales decrece la jurisdicción estatal pero se le reconocen ciertas atribuciones preponderantes a los Estados ribereños (como el caso de la zona económica exclusiva e inclusive la “libertad condicionada de Alta Mar”) o en su caso, se restablecen los regímenes jurídicos existentes para conferir mayor 273 responsabilidad al Estado ribereño (como el caso del mar territorial, la zona contigua y la plataforma continental). Las Convenciones de Ginebra de 1958, tendían a apoyar la división de los espacios marítimos, sustancialmente en dos zonas de jurisdicción marítima, el mar territorial y Alta Mar, ésta última englobaba a la zona contigua y a la plataforma Continental. En la actualidad, esta división dicotómica ha quedado superada, reconociendo más bien la autonomía de nuevas zonas de jurisdicción marítima, a las cuales la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 vincula con el Estado ribereño, mediante el reconocimiento de prerrogativas y derechos exclusivos sobre dichas zonas. La segunda tendencia que se presenta en la evolución del Derecho Internacional del Mar, es la implementación de un marco jurídico con mayor técnica científica y detalle, que tiende a disminuir la discrecionalidad en el actuar de los Estados ribereños, tanto en la regulación de las zonas de jurisdicción marítima, en donde ejercen algún tipo de control, como en las relaciones con otros Estados, sobre todo aquellos en condiciones no tan privilegiadas (Estados sin litoral). Lo anterior se logra por medio de la imposición de obligaciones específicas a los Estados ribereños para sus relaciones con otros Estados; incluyendo la adopción de mecanismos legislativos y reglamentarios que rijan las actividades que se ejercen sobre las zonas de jurisdicción marítima, sobre las cuales ejercen prerrogativas reconocidas, Estados como aquellos que no tienen litoral costero. Por su parte, la discrecionalidad en el actuar estatal, también se ve suprimida en razón del orden técnico que acoge el Derecho Internacional del Mar, a través de la adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982; orden técnico que se ejemplifica a través de la reforma sustancial que recibe el “sistema de medición o delimitación”, por medio del cual se instituyen parámetros científicos determinados para la adopción de las líneas de base rectas y la línea de base normal, excluyendo la posibilidad de una determinación por líneas rectas, salvo en casos expresamente establecidos y condicionados, y, se adoptan anchuras máximas para 274 cada zona de jurisdicción marítima, evitando en este sentido reivindicaciones estatales desproporcionadas y perjudiciales para otros Estados. La importancia de la navegación y la necesidad de su regulación integral para el transporte de personas, bienes y el comercio en general, impulsan un régimen jurídico internacional en donde se enfatiza una mayor potestad a los Estados ribereños por determinar mecanismos legales internos para regular el derecho de “paso inocente” e inclusive la “libertad de navegación” (en relación con los buques que enarbolen su pabellón y, a los derechos de persecución y de visita); así como también, se instituye regímenes jurídicos especiales para facilitar la navegación entre distintas zonas de jurisdicción marítima, ya sea, a través de una regulación más específica relacionada con los “estrechos internacionales” y reconozca un nuevo derecho de “paso en tránsito” o, a través de una consideración particular para la navegación dentro de las aguas archipelágicas. Otra tendencia del Derecho Internacional del Mar, la constituye la importancia que la referida disciplina jurídica reconoce a temáticas específicas cuyos efectos negativos pueden perjudicar a toda la Comunidad Internacional (materias como la protección del medio marino, la realización de investigaciones científicas en los espacios marítimas y la extracción de los recursos vivos en zonas de uso común), y en consecuencia, se adoptan regímenes jurídicos específicos que pretenden regular dichas temáticas. Los regímenes jurídicos creados, se sustentan en la necesidad de fomentar la cooperación global y regional para la adopción instrumentos internacionales que hagan frente a problemáticas particulares, en atención a las circunstancias propias de los Estados involucrados; así como también se sustentan, en la obligación de los Estados ribereños por crear un ordenamiento legal interno, lo suficientemente sólido y especializado para poder regular las controversias derivadas dentro de cada zona de jurisdicción marítima, sobre la cual ejercen algún grado de control. Esta tendencia se evidencia, ante todo, en el acogimiento que hace la Convemar de un nuevo enfoque dual, en relación con la protección del medio ambiente marino; dicho 275 enfoque busca, por una parte, garantizar la preservación de los recursos que se explotan, a efecto de un uso sostenible futuro, y por otra, proteger el medio marino de las consecuencias nocivas que puede generar la contaminación humana. De igual manera, la tendencia de otorgar importancia a temáticas cuya trascendencia es global y regional, se ve en el fortalecimiento que la Convemar confiere a las atribuciones de autorización, control y regulación de la investigación científica marina que tiene el Estado ribereño, tanto sobre las zonas sujetas a su plena soberanía (mar territorial y aguas interiores) como sobre la zona económica exclusiva y la plataforma continental. Finalmente, el ejemplo negativo que impuso la inefectiva aplicación de las cuatro Convenciones de Ginebra de 1958, hace necesaria la formación de una quinta tendencia; consistente en la instauración de un marco institucional especializado para la aplicación de determinadas temáticas específicas, a efecto de respaldar las disposiciones contenidas en la Convemar. El referido marco institucional, se constituye a través de la creación de tres Organizaciones Internacionales, cada una con la misión de fiscalizar una materia o zona de jurisdicción particular: la Comisión de Límites de la Plataforma Continental, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos y el Tribunal Internacional de Derecho del Mar. De igual forma, ante el fiasco que representó el Protocolo de firma facultativo vinculado a las Convenciones de Ginebra de 1958, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 decidió imponer dentro de su articulado, cuatro mecanismos obligatorios para la solución de controversias: un tribunal arbitral, un tribunal arbitral espacial, la Corte Internacional de Justicia y el Tribunal Internacional de Derecho del Mar. Lo novedoso de estos mecanismos es que se fundamentan en el principio de la “libre elección”, siendo que cada Estado Parte puede acoger el procedimiento que mejor le convenga a sus intereses. 6.2. Las zonas de jurisdicción marítima de Guatemala y la evolución de su regulación dentro del marco legal nacional vigente 276 El Derecho Internacional del Mar contemporáneo, tal y como se evidenció en los resultados expuestos en el cuadro comparativo número 1, confiere una preponderancia cada vez mayor a los Estados ribereños, no sólo en el reconocimiento de sus derechos sobre los espacios marítimos, sino sobre todo, en el establecimiento de obligaciones imperativas que deben de acogerse (dentro de la configuración de su ordenamiento interno) para hacer frente a los derechos otorgados. En atención a la reflexión anterior, el Estado de Guatemala, en su condición geográfica de Estado ribereño y con la distinción agregada de lindar sobre dos litorales oceánicos, se ve favorecido por el reconocimiento de los nuevos derechos otorgados, así como también, vinculado por las obligaciones que le son impuestas; extremos, que conllevan la necesidad de analizar el marco legal constitucional y ordinario vigente dentro del territorio de Guatemala, a efecto de poder determinar el status jurídico de cada zona de jurisdicción marítima, sobre la cual se ejerce algún grado de control. El estudio identificado con anterioridad, plasmado dentro de los parámetros del cuadro comparativo número 2, pretende determinar si el ordenamiento jurídico nacional se equipara con las principales obligaciones que impone el ordenamiento internacional vigente y, si es lo suficientemente eficaz para regular la relación de Guatemala sobre las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a su costa. A continuación, tal y como se hizo con los resultados obtenidos en el cuadro comparativo número 1, se expondrá la regulación que Guatemala ostenta en relación con cada zona de jurisdicción marítima sobre la cual reconoce algún grado de control o potestad (aguas marítimas, mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva, plataforma continental y Alta Mar); a efecto de poder individualizar los aspectos en los que el marco legal guatemalteco debe profundizar para poder instaurar regímenes jurídicos concordantes a las necesidades que plantea el Derecho Internacional del Mar moderno. En lo que respecta a las aguas interiores, dicha zona de jurisdicción marítima es mencionada expresamente en la Constitución Política de la República de Guatemala de 1985, el Código Civil, la Ley General de Pesca y Acuicultura, el Decreto legislativo 2076, y el Decreto 56-96 (legislación que aprueba la adopción de la Convemar). El Código 277 Civil así como la Constitución Política de la República - de forma aislada en su artículo 121 literal d) -, configuran a las aguas interiores como bienes del Estado o de dominio público, procediendo a identificar a la referida zona de jurisdicción marítima bajo la denominación ambigua de “zona marítimo-terrestre” y reconociendo derechos sobre dicha área. La plena soberanía ejercida sobre las aguas interiores es afirmada por el Decreto Legislativo 20-76 y la Constitución Política de la República -en su artículo 142 literal a)-, siendo que ambas normativas denominan a la referida zona de jurisdicción marítima bajo el nombre técnico de “aguas interiores”; en lo que acontece a la Constitución Política de la República, es importante señalar que contempla a las nombradas aguas interiores como parte de su territorio, lo que extiende la soberanía al subsuelo y espacio aéreo de dichas aguas. El señalamiento de derechos particulares que pueden ser ejercidos dentro de las aguas interiores se ve evidenciado en dos normativas, el Decreto 56-96 y la Ley General de Pesca y Acuicultura. Ésta última, en particular, no sólo presenta una curiosa división entre las aguas interiores continentales y las aguas internas marítimas sino que, con respecto a ambos tipos, reconoce el domino sobre los recursos vivos que en dicha zonas residen, por medio de facultades que comprenden la pesca, administración y el aprovechamiento racional de los referidos recursos. El Decreto 56-96, al incorporar las disposiciones de la Convemar, permite como excepción extraordinaria a la soberanía estatal ejercida, el derecho de “paso inocente” (en las condiciones estudiadas con anterioridad) y dentro del articulado del referido Decreto, Guatemala expresamente reitera sus derechos históricos sobre la Bahía de Amatique, declarando su reconocimiento, sin perjuicio de la adopción de la nombrada Convención. El mar territorial es concebido por la Constitución Política de la República y el Código Civil como un bien de dominio público, el cual, de conformidad con la norma fundamental vigente, forma parte del territorio de Guatemala. La extensión del mar territorial se configura exclusivamente, a través del Decreto legislativo 20-76 y se designa bajo una anchura de doce millas marinas, contadas a partir de las líneas de base establecidas, que incluyen tanto el subsuelo como el espacio aéreo comprendido 278 sobre dicha zona. Guatemala reconoce plena soberanía sobre el mar territorial en toda su extensión geográfica, condicionando, de acuerdo al Decreto 20-76, exclusivamente dicha soberanía en relación al derecho de “paso inocente” otorgado para los buques de todos los Estados (con o sin litoral costero). En lo concerniente a derechos particulares derivados de la soberanía ejercida, por una parte, la Ley de Hidrocarburos, a partir del concepto constitucional de territorio (aquel que incluye al mar territorial y su subsuelo), reconoce derechos de explotación sobre los yacimientos de hidrocarburos depositados en dicha área y establece los procedimientos para su extracción (sin establecer consideraciones particulares para la extracción de recursos en los espacios marítimos); y, por otra parte, la Ley General de Pesca y Acuicultura, reconoce facultades de dominio sobre los recursos vivos que residen en el mar territorial, así como potestades que comprenden la pesca y administración de dichos recursos. En el contexto del Decreto 56-96 y la adopción de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, Guatemala redefine al mar territorial, ya no como parte de su territorio, sino más bien como una franja adyacente a la costa sobre la cual se extiende plena soberanía; acogiendo, para su delimitación, la posibilidad de establecer la línea de base normal y las líneas de base rectas que resulten pertinentes, dada la configuración geográfica de la costa. De igual manera, acoge los parámetros generales designados para justificar la intervención estatal ante supuestos negativos del “paso inocente”, así como también, incorpora la obligación internacional de equipar al marco legal ordinario y reglamentario con una normativa que, de manera especializada: rija al mar territorial, determine las condiciones y restricciones para el “paso inocente” y, regule temáticas particulares relacionadas con dicha zona de jurisdicción marítima (mecanismos jurídicos relacionados con la protección del medio marino, la investigación científica, la defensa de la soberanía nacional, etc.). El Decreto 56-96 también constituye el medio, en razón del cual Guatemala declara que con la aprobación de la Convemar, no renuncia a los derechos que ostenta sobre los 279 espacios marítimos beliceños y en consecuencia, posterga la delimitación definitiva de las zonas de jurisdicción marítima controvertidas, hasta haber resuelto el diferendo territorial correspondiente. En lo que concierne a la obligación de instaurar una normativa especializada que de manera específica regule al mar territorial y a los derechos reconocidos sobre dicha zona, Guatemala no ha cumplido con el referido deber internacional; no obstante que, mediante el Decreto legislativo 20-76, otorgó a sus organismos legislativo y ejecutivo la facultad de poder adoptar la legislación pertinente que regule temas particulares relacionados con el Derecho Internacional del Mar (temas como la contaminación del mar, la conservación de las especies, el ejercicio de derechos particulares de cada zona, etc.). La configuración de la zona contigua en calidad de zona de jurisdicción marítima, dentro del ordenamiento normativo guatemalteco, fue posible hasta su establecimiento en la Constitución Política de la República. En este sentido, el artículo 142 literal b) reconoce plena soberanía sobre determinadas actividades realizadas conforme al ordenamiento internacional y define a la zona contigua como un área adyacente al mar territorial. Previo a la promulgación de la Constitución Política de la República de 1985, el marco legislativo nacional no regulaba expresamente esta zona de jurisdicción marítima de manera expresa, limitándose el Decreto legislativo 20-76 a reconocerla de manera indirecta bajo los términos de una jurisdicción exclusiva para la regulación aduanera, fiscal, sanitaria y de inmigración propia de la zona económica exclusiva. No obstante el reconocimiento constitucional de la zona contigua, dentro de la legislación ordinaria nacional, sólo la Ley General de Pesca y Acuicultura reconoce que los recursos hidrobiológicos que residen en dicha área son bienes nacionales; omitiendo el resto del marco legal ordinario y reglamentario, el determinar la delimitación geográfica que ostenta la zona contigua así como las actividades cuya ejecución se permiten en dicha área. En atención a la carencia anterior, la incorporación de la Convemar (a través del Decreto 56-96) ha servido para complementar la 280 regulación de la zona contigua, siendo así que se acoge la referida zona de jurisdicción marítima con una anchura de hasta 24 millas marinas (en razón de no establecer una anchura determinada, se presupone la adopción de la anchura máxima) y se reconocen facultades fiscalizadoras a Guatemala en relación a prevenir y sancionar infracciones en materia aduanera, fiscal, sanitaria y de inmigración cometidas en su territorio o mar territorial. Sin embargo, el Estado de Guatemala se ha abstenido no sólo de establecer voluntariamente la anchura determinada (presuponiéndose la anchura máxima), sino sobre todo, promulgar una normativa que regule la amplitud de las facultades conferidas en la zona de jurisdicción marítima, así como reglamentos que desarrollen la organización administrativa necesaria para la ejecución de cada potestad en particular. El Estado de Guatemala constituyó derechos sobre la zona económica exclusiva al introducir, por primera vez dentro de su ordenamiento jurídico nacional, a la referida zona de jurisdicción marítima mediante su reconocimiento expreso en el Decreto 20-76; configurándola, a su vez, con una extensión geográfica de 200 millas marinas contadas a partir de las líneas de base establecidas para la delimitación del mar territorial. La Constitución Política de la República, posteriormente en 1985, reconoció plena soberanía sobre los recursos naturales y vivos del lecho y subsuelo marinos y los existentes en las aguas adyacentes a las costas fuera del mar territorial, bajo la denominación de zona económica exclusiva. De igual manera, en lo referente a los derechos particulares que se derivan de la referida zona de jurisdicción marítima, el Decreto 20-76 reconoce: a) derechos soberanos para la exploración y explotación de recursos naturales; b) jurisdicción exclusiva para el establecimiento y utilización de islas artificiales, instalaciones y otras estructuras análogos, incluidas regulaciones aduaneras, sanitarias, fiscales y de inmigración; c) jurisdicción exclusiva en otras actividades que permitan la explotación de la zona económica exclusiva, incluyendo la producción de energía a partir de las corrientes, aguas y vientos, así como también, jurisdicción exclusiva en relación con la investigación científica marina; y, d) jurisdicción con respecto a la protección del medio marino, incluyendo el control y eliminación de la 281 contaminación. En razón de complementar los derechos específicos reconocidos dentro de la zona económica exclusiva, la Ley de Hidrocarburos establece como bienes nacionales a los yacimientos de hidrocarburos encontrados en el subsuelo de la zona económica exclusiva, así como también, la Ley General de Pesca y Acuicultura reconoce el dominio sobre los recursos hidrobiológicos que residen en la zona económica exclusiva y facultades que comprenden la pesca, la administración y el aprovechamiento racional de los recursos. Además de reconocer prerrogativas particulares a Guatemala, en su condición geográfica de Estado ribereño, el Decreto 20-76 instaura el respeto a todos los Estados de las libertades de sobrevuelo, navegación y tendido de cables y tuberías submarinos, así como otras derivadas del uso del área para la navegación y la comunicación internacional. En atención al contexto de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, se reafirman las potestades contenidas en el Decreto 2076 pero, se adopta la obligación de condicionar dichas facultades a mecanismos legislativos y reglamentarios específicos que regulen cada atribución reconocida. Por su parte, la Convemar estipula que el derecho soberano sobre los recursos vivos en la zona económica exclusiva (ya en cierta forma regulada específicamente por la Ley General de Pesca y Acuicultura) no es absoluto y en consecuencia, se instituye la obligación de designar un monto de capacidad de captura máximo, siendo que el excedente sobre dicho monto será susceptible de ser explotado por otros Estados. En lo que respecta a un marco legislativo específico que regule cada uno de los derechos reconocidos (salvo la regulación particular de la Ley General de Pesca y Acuicultura), así como en lo referente a instaurar un monto de captura máximo dentro de la referida zona de jurisdicción marítima, Guatemala ha omitido cumplir en ambos aspectos. La plataforma continental inicia su regulación, con el reconocimiento que hace el Código Civil y la Constitución Política de la República – de forma aislada en su artículo 121 literal d) -, de dichas áreas como bienes del Estado; omitiendo un reconocimiento expreso sobre el carácter de dominio soberano que se ejerce sobre de dicha zona de jurisdicción marítima. En lo referente al ejercicio de derechos soberanos, la Constitución 282 Política de la República (adicionalmente en su artículo 142), así como el Decreto 20-76, reconocen indirectamente la soberanía ejercida sobre la plataforma continental como un derecho relacionado con el lecho y subsuelo de la zona económica exclusiva (aunque el Decreto 20-76 sí hace la distinción particular relacionada con la plataforma continental). Adicionalmente, es importante señalar que el decreto 20-76 (en atención a ser una legislación anterior a la Convemar) sostiene derechos soberanos sobre los recursos naturales encontrados en los Fondos Marinos. Por su parte, en lo que se refiere a los derechos específicos ejercidos sobre la plataforma continental, la Ley de Hidrocarburos declara derechos relativos a la explotación de yacimientos de hidrocarburos depositados en la plataforma continental, estableciendo procedimientos generales para su extracción pero sin considerar la especialidad propia de la referida zona de jurisdicción marítima y, en igual forma, la Ley General de Pesca y Acuicultura, aunque no menciona de manera expresa a la plataforma continental (dada su configuración geológica como yacimientos minerales del subsuelo marítimo), establece la aplicación de su articulado para cualquier zona de jurisdicción marítima en donde el Estado ejerza algún grado de control soberano. Uno de los elementos más considerables que se omite dentro del ordenamiento jurídico nacional, es el establecimiento de la extensión que acoge Guatemala en relación con su plataforma continental. En este sentido, al incorporarse la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, mediante el Decreto 56-96, se estableció la posibilidad de reclamar una anchura de hasta doscientas millas marinas medidas a partir de las líneas de base, o en caso reclamar una extensión mayor en consideración a la inmersión del margen continental respectivo (esta última reclamación debía hacerse en razón de determinados plazos, en razón de los cuales ya Guatemala no podría requerirla). En igual sentido, la Convemar instituye nuevas potestades relacionadas con la plataforma continental, como la posibilidad de tender cables y tuberías submarinos, así como también, realizar trabajos de perforación y excavación de túneles en el subsuelo 283 marítimo arraigado a dicha zona de jurisdicción marítima. Dichas facultades, en razón de la especial consideración que merecen, obligan a Guatemala a promulgar una normativa específica, sobre todo, considerando la dependencia que tiene el Estado con la necesidad del tendido de cables submarinos de fibra óptica para la mejora de la recepción de frecuencias vinculadas a las telecomunicaciones; extremo que todavía no ha sido cumplido pero, que deberá considerarse, en atención a las necesidades de comunicación que reclama la población. La zona de Alta Mar ha sido omitida en la consideración del marco jurídico nacional de varios Estados, incluyendo Guatemala, en atención a su naturaleza como una zona de jurisdicción marítima de uso común sobre la cual todo Estado debe abstenerse de ejercer cualquier forma de soberanía. No obstante la afirmación anterior, con la incorporación de la Convemar se instituyó una libertad de Alta Mar más restringida y condicionada a un control efectivo por parte de cada Estado, es decir, se reconoce el goce de determinadas atribuciones no exclusivas ( la libertad de navegación, la libertad de sobrevuelo, libertad de tender cables y tuberías submarinos, la libertad de pesca, la libertad de construir islas artificiales e instituciones análogas, y la libertad de investigación científica) pero, a su vez, se impone la obligación imperativa para cada Estado Parte que ejerza dichas libertades, de constituir (dentro de su ordenamiento normativo interno) disposiciones jurídicas específicas que regulen los lineamientos para el ejercicio de dichos derechos, a través de sus nacionales o por medio de buques o aeronaves que enarbolen su pabellón. De igual manera, se establece mayores responsabilidades vinculadas a la protección y preservación del medio marino dentro del contexto de Alta Mar, tendiendo a favorecer la iniciativa de la cooperación regional y sub regional. En el contexto de las obligaciones contraídas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, el Estado de Guatemala se destaca por haber ampliado la aplicación de la Ley General de Pesca y Acuicultura, para regular las actividades relacionadas con la pesca y recursos vivos realizadas en Alta Mar por parte de buques enarbolados con la bandera guatemalteca o por parte de embarcaciones 284 extranjeras. La ley nombrada con anterioridad, constituye la única legislación que regula las actividades de buques nacionales dentro de Alta Mar, instituyendo un precedente novedoso para impulsar cada vez un mayor número de normativas que regulen de manera detallada cada una de las potestades permitidas dentro de Alta Mar, en lo que corresponda o vincule a Guatemala. En razón del estudio específico de cada zona de jurisdicción marítima sobre la cual se ejerce algún grado de control, se puede evidenciar que Guatemala, como Estado ribereño, cuenta con un ordenamiento legislativo progresivo e innovador en muchas materias relacionadas al Derecho Internacional del Mar pero, aún adolece de grandes lagunas jurídicas, sobre todo en relación a la adopción de una normativa que de manera particular regule las actividades realizadas en cada zona de jurisdicción marítima y, en la promulgación de aquella normativa, que pretenda condicionar o adoptar parámetros instituidos internacionalmente para materias de repercusión global o regional. La carencia de la normativa referida, representa una gran oportunidad para que el Estado de Guatemala establezca, pensando de forma visionaria y a futuro, nuevos mecanismos legales que permitan acondicionar al Estado con respecto a las grandes problemáticas que acarrea el Siglo XXI (sobre todo a la disminución de recursos naturales, que Guatemala aún sigue explotando) y, en consecuencia, pueda aprovechar, tanto a nivel nacional como regional, el gran potencial que tiene para el desarrollo sostenible de los recursos marinos. El establecimiento de mecanismos legislativos que permitan ajustar el ordenamiento jurídico guatemalteco con relación al ordenamiento imperante dentro de la Comunidad Internacional, requiere que Guatemala demuestre una mayor voluntad política, para emprender la promulgación de dichas normativas, así como instaure formalmente, sus líneas de base y los límites exteriores de cada zona de jurisdicción marítima. 285 CONCLUSIONES 1. El Derecho Internacional del Mar contemporáneo constituye una rama del Derecho Internacional que centra su atención en la utilización de los espacios marítimos, de manera sustentable y fomenta, para tal efecto, la cooperación internacional en ciertas temáticas que exceden el ámbito territorial estatal (como la protección y preservación del medio marino). 2. El Derecho Internacional del Mar adopta fórmulas en donde se reconocen mayores prerrogativas (en distinto grado) a los Estados ribereños sobre los espacios marítimos adyacentes a su costa, disminuyendo la magnitud y extensión del régimen jurídico de Alta Mar y reconociendo nuevas zonas de jurisdicción marítima, en razón de las cuales decrece la jurisdicción estatal pero todavía se les confieren ciertas atribuciones (la zona económica exclusiva y la Zona) o, en su caso, se restablecen los regímenes jurídicos existentes para conferir mayor responsabilidad al Estado ribereño (es el caso del mar territorial, la plataforma continental y la zona contigua). 3. El ordenamiento jurídico internacional vigente en la materia, instituye un régimen que disminuye la discrecionalidad en el actuar de los Estados ribereños, tanto en la regulación de las zonas de jurisdicción marítima (sobre las cuales ejercen algún tipo de control), como en las relaciones que mantiene con otros Estados, sobre todo aquellos en condiciones geográficas no tan privilegiadas (como los Estados sin litoral). Esto se logra, al imponer obligaciones específicas a los Estados ribereños, como la adopción de mecanismos legislativos y reglamentarios especializados que rijan las actividades que se ejercen sobre las zonas de jurisdicción marítima. 4. Las constantes crisis económicas causadas por la explotación desmedida de los recursos naturales de los espacios marítimos, así como la injerencia directa que han tenido los desarrollos científicos dentro del reconocimiento de nuevas zonas de jurisdicción marítima, impulsó al Derecho Internacional del Mar a adoptar regímenes jurídicos específicos que abordan temáticas de trascendencia global, como la 286 protección y preservación del medio marino y la realización de investigaciones científicas relacionadas al ámbito marino, sustentándose dichos regímenes en fomentar la cooperación regional, así como también, en velar por qué todos los Estados ejerzan sus derechos de forma responsable y sostenible. 5. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 establece, de forma innovadora, mecanismos obligatorios para la resolución de conflictos derivados de la aplicación de su contenido, mecanismos cuyo sustento está en la “libertad de elección” de los Estados Parte. En este sentido, cada Estado puede decir cuál de los cuatro mecanismos obligatorios adoptar (un tribunal arbitral, un tribunal arbitral especial, la Corte Internacional de Justicia o el Tribunal Internacional del Derecho el Mar), incluyendo la conciliación que es de carácter no vinculante. 6. El Estado de Guatemala, al incorporarse como Estado Parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, fue dotado de poder ejercer derechos y prerrogativas sobre las principales zonas de jurisdicción marítima reconocidas para un Estado ribereño (aguas interiores, mar territorial, zona contigua, zona económica exclusiva, Alta Mar y la Zona), de conformidad con los parámetros que rigen al Derecho Internacional del Mar contemporáneo. 7. En la actualidad, el marco legal constitucional y ordinario de Guatemala no cuenta con la eficacia necesaria para enfrentar las obligaciones internacionales que contrajo ya que no se cuenta con normativa específica que regule sus atribuciones dentro de cada zona de jurisdicción marítima, así como que determine las condiciones en que responderá con respecto a ciertas temáticas relacionadas con zonas de jurisdicción marítima de uso común (Alta Mar y la Zona). 8. En atención a la controversia territorial que mantiene con Belice, el Estado de Guatemala se ha visto imposibilitado de poder establecer de manera certera, tanto sus líneas de base, como los límites exteriores de las zonas de jurisdicción marítima, extremo que, a su vez, ha contribuido a obstaculizar una verdadera aplicación de la 287 Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, así como impedir el cumplimiento de las obligaciones derivadas de dicha Convención. 9. La ausencia de un marco legal interno eficaz y la falta de una certeza jurídica en la delimitación de las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa, repercuten seriamente para Guatemala, tanto en relación con el potencial económico y comercial que podría representarle al país una utilización sostenible de sus espacios marítimos, como en la credibilidad internacional que ostenta como Estado ribereño que se obligó a acatar la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982. 288 RECOMENDACIONES 1. Con el objeto que Guatemala defienda sus derechos soberanos que le son reconocidos, en su condición de Estado ribereño y Estado Parte de la Convemar, es fundamental invertir mayor dedicación académica y profesional, a trabajos de investigación que aborden temas relacionados con la referida disciplina jurídica; especialmente a posibles propuestas sobre la configuración de mecanismos legislativos que regulen de forma particular cada zona de jurisdicción marítima, el análisis económico y ecológico que representa para el Estado una explotación sustentable de los recursos marítimos, el estudio de las condiciones geográficas de la costa Guatemala para la determinación de posibles fórmulas de delimitación y otras temáticas correlativas. 2. Es imperativo que se continúe trabajando en la formulación de distintas propuestas sobre la configuración de las líneas de base y los límites exteriores que delimiten las zonas de jurisdicción marítima, con el objetivo de poder instituir una extensión geográfica certera con respecto a los espacios marítimos; delimitación sin la cual Guatemala, no obstante lo avanzado que sea su ordenamiento jurídico interno, puede pretender una regulación eficaz en lo que concierne a los derechos que ejerce sobre dichos espacios. 3. El Estado de Guatemala, debiese otorgar mayor importancia a la elaboración de una normativa legislativa ordinaria y reglamentaria especializada relacionada a los espacios marítimos y al Derecho Internacional del Mar, tanto en lo relativo a la regulación particular de las principales zonas de jurisdicción marítima sobre las cuales se ejercen potestades soberanas, como para la determinación de responsabilidades en relación con actividades realizadas dentro de las zonas de uso común. 4. Es preciso que se incremente la voluntad política nacional así como el estudio técnico de la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar de 1982, a efecto de promulgar un marco legal sólido y técnico, que aborde exhaustivamente el 289 desarrollo de derechos y actividades vinculados con las principales zonas de jurisdicción marítima sobre las cuales, el Estado de Guatemala ejerce algún grado de injerencia o responsabilidad directa. 5. El Estado de Guatemala aún no se ha declarado con respecto a qué mecanismo de solución de controversias, de las establecidos en la Convención de la Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 acogerá o, en su caso, cuales excluirá en futuros conflictos. En consecuencia, por una parte, las autoridades administrativas pertinentes deben estudiar la compatibilidad del régimen jurídico interno en relación a dicha obligación, y por otra parte, que se emita una declaración expresa, para determinar los mecanismos que serán adoptados en lo concerniente a las controversias relacionadas con los espacios marítimos y temáticas vinculadas con el Derecho Internacional del Mar. 290 REFERENCIAS Referencias bibliográficas: 1. Andréev, E. y otros (redactores en jefe). Derecho Internacional del Mar. Traducción por: Marat Kuznetsov. Rusia (URSS); Editorial Progreso. 1988. 2. Arroyo, Ignacio. Compendio de Derecho Marítimo. España; Editorial Tecnos. 2002. 3. Churchill, Robin Rolf y Alan Vaughan Lowe. 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Revista del Colegio de Abogados de Guatemala. Números 4, 5, 6, y 7; julio- diciembre 1976, enero – junio 1977, julio – diciembre 1977 y enero – junio 1978. Colegio de Abogados de Guatemala. Guatemala. 1976-1978.. 2. Mitropoulos, Efthimios E. “La OMI y la Adopción de Normas Internacionales para el Transporte Marítimo”. Revista DIPLOMACIA. Número 114; enero-marzo 2008. Santiago de Chile, Chile; Académica Diplomática. 3. Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y del Derecho del Mar. Listas cronológicas de las ratificaciones de la Convención y los Acuerdos conexos y de las adhesiones y sucesiones a dichos instrumentos al 30 de noviembre de 2000 .Documento contenido en la publicación “Derecho del Mar: Boletín No. 44”. Estados Unidos; Organización de las Naciones Unidas. 2002. 4. Ramírez Baños, Federico. Reseña de la Evolución del Derecho Marítimo. Separata de la Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) –Época VI. Números 7 y 8 -. Guatemala; 1999. B) Trabajos de Tesis universitarias: 1. Orellana Portillo, Gustavo Adolfo. Situación Jurídica y Fáctica del Mar Territorial Guatemalteco. Guatemala. 1989. Tesis de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad Rafael Landívar. 2. Ortega Lemus, Lesther Antonio. Elementos para la Delimitación Marítima de Guatemala en el Mar Caribe. Guatemala. 2007. Tesis de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad San Carlos de Guatemala. 298 ANEXOS 299 Anexo 1 Modelo de Cuadro Comparativo Número 1: “Evolución de la regulación relativa a las zonas de jurisdicción marítima y las principales instituciones del Derecho Internacional del Mar, dentro del ordenamiento jurídico internacional” Unidad de Análisis: Régimen Jurídico Internacional que rige y ha regido a la Comunidad Internacional en su relación y delimitación de los Espacios Marítimos Zonas de jurisdicción marítima e instituciones jurídicas vinculadas con el Derecho Internacional del Mar Aguas Interiores Mar Territorial Zona Contigua Zona Económica Exclusiva Plataforma Continental Alta Mar y sus libertades derivadas Explotación de la Zona de los Fondos Marinos y Oceánicos Estrechos y Canales Internacionales Mecanismos para la protección del medio marino Investigación científica marina y transmisión de tecnología Mecanismos de solución de controversias Convención de Ginebra sobre Mar Territorial y Zona Contigua (1958) Convención de Ginebra sobre Alta Mar (1958) 300 Convención de Ginebra sobre la Plataforma Continental (1958) Convención de Ginebra sobre la pesca y conservación de los recursos vivos en Alta Mar (1958) Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (Convemar) Anexo 2 Modelo de Cuadro Comparativo No. 2: “Evolución de la regulación relativa a las zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa del Estado de Guatemala, dentro del marco legal constitucional y ordinario vigente” Unidad de Análisis: Régimen Jurídico nacional que rige a Guatemala, en su condición geográfica de Estado Ribereño, en relación con sus zonas de jurisdicción marítima Zonas de jurisdicción marítima adyacentes a la costa del Estado de Guatemala Código Civil (Decreto – Ley 106) Otras normativas que regulan, de forma indirecta. (Ley de Hidrocarburos, Ley General de Pesca y Acuicultura) Decreto Legislativo 20-76 Mar Territorial Zona Contigua Zona Económica Exclusiva Plataforma Continental Alta Mar 301 Constitución Política de la República de Guatemala de 1985 Decreto 56-96 por medio del cual se acoge la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 Anexo 3. Ilustraciones referentes a la configuración de los espacios marítimos, atendiendo a las zonas de jurisdicción marítima consignadas en la Convemar Imagen extraída de: Página virtual “El Blog de… Derecho Internacional Público”. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Cartagena. El Espacio Marítimo: Zonas Marinas y Submarinas de Colombia. Colombia. Disponible en: http://elblogdeinternacional.blogspot.com/2013/05/el-espacio-maritimo.html. Fecha de consulta: 21 de diciembre de 2013. 302 Imagen extraída de: Página virtual: www.circulonaval.com. Capitán Andrés Vásquez; Academia Naval de Cuba. Zonas Marítimas y Aguas Territoriales. Cuba. 2007. Disponible en: http://www.circulonaval.com/Navegacion/Zonas_Maritimas.htm. Fecha de consulta: 12 de septiembre de 2013. 303 Anexo 4: Ilustración referente a los parámetros establecidos por el Derecho Internacional del Mar contemporáneo para la delimitación geográfica de las bahías Imagen extraída de: Página virtual “El Blog de… Derecho Internacional Público”. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Cartagena. El Espacio Marítimo: Límite externo del mar territorial. Colombia. Disponible en: http://elblogdeinternacional.blogspot.com/2013/05/el-espacio-maritimo.html. Fecha de consulta: 21 de diciembre de 2013. 304 Anexo 5: Ilustración relativa a la extensión geográfica de la plataforma continental Imagen extraída de: Página virtual “Geología Venezolana: Blog dedicado a las Geociencias. Rafael A. Rodríguez. Ambientes Sedentarios. Venezuela. Disponible en: http://geologiavenezolana.blogspot.com/2010/11/ambientes-sedimentarios.html. Fecha de consulta: 18 de octubre de 2013. 305 Anexo 6: Tabla referente al status jurídico de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, del Acuerdo para la aplicación de la Parte XI de la Convención y del Acuerdo sobre la aplicación de las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 relativas a la conservación y ordenación de las poblaciones transzonales y las poblaciones de peces altamente migratorios, hasta el 18 de septiembre de 2013 (Información presentada en inglés) Tabla extraída de: Página Virtual de la Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks. “Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 September 2013”. Estados Unidos. 2013. Disponible: http://www.un.org/Depts/los/reference_files/status2010.pdf. Fecha de consulta: 19 de noviembre de 2013. 306 Status of the United Nations Convention on the Law of the Sea, of the Agreement relating to the implementation of Part XI of the Convention and of the Agreement for the implementation of the provisions of the Convention relating to the conservation and management of straddling fish stocks and highly migratory fish stocks Table recapitulating the status of the Convention and of the related Agreements, as at 18 September 2013 This consolidated table, prepared by the Division for Ocean Affairs and the Law of the Sea, Office of the Legal Affairs, provides unofficial, quick reference information related to the participation in UNCLOS and the two implementing Agreements. For official information on the status of these treaties, please refer to the publication entitled “Multilateral Treaties deposited with the Secretary-General” (http://untreaty.un.org). The symbol “” indicates (i) that a declaration or statement was made at the time of signature; at the time of ratification/accession or anytime thereafter, or (ii) declarations confirmed upon succession. A double icon () indicates that two declarations were made by the State. The abbreviation (fc) indicates a formal confirmation; (a) an accession; (s) a succession; (ds) a definitive signature; (p) the consent to be bound; (sp) a simplified procedure. Names of States in italics indicate non-members of the United Nations; shaded rows indicate landlocked States. TOTALS Afghanistan Albania Algeria Andorra Angola Antigua and Barbuda Argentina Armenia Australia Austria Azerbaijan Bahamas Bahrain Bangladesh Barbados 157 18/03/83 10/12/82 10/12/82 07/02/83 05/10/84 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 Ratification/ accession; dd/mm/yy 166 23/06/03(a) 11/06/96 05/12/90 02/02/89 01/12/95 09/12/02(a) 05/10/94 14/07/95 29/07/83 30/05/85 27/07/01 12/10/93 79 29/07/94 UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Ratification/ accession; dd/mm/yy Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy 145 59 81 Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 23/06/03(p) 11/06/96(p) 07/09/2010(p) 29/07/94 29/07/94 29/07/94 01/12/95 09/12/02(a) 05/10/94 14/07/95 29/07/94 28/07/95(sp) 15/11/94 27/07/01(a) 28/07/95(sp) 04/12/95 04/12/95 27/06/96 23/12/99 19/12/03 16/01/97(a) 04/12/95 05/11/12 22/09/00(a) Belarus Belgium Belize Benin Bhutan Bolivia (Plurinational State of) Bosnia and Herzegovina Botswana Brazil Brunei Darussalam Bulgaria Burkina Faso Burundi Cambodia Cameroon Canada Cape Verde Central African Republic Chad Chile China Colombia Comoros Congo Cook Islands 10/12/82 05/12/84 10/12/82 30/08/83 10/12/82 27/11/84 Ratification/ accession; dd/mm/yy 30/08/06 13/11/98 13/08/83 16/10/97 29/07/94 28/04/95 UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Ratification/ accession; dd/mm/yy Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy 30/08/06(a) 13/11/98(p) 21/10/94(ds) 16/10/97(p) 03/10/96 04/12/95 19/12/03 14/07/05 04/12/95 08/03/00 Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 28/04/95(p) 12/01/94(s) 05/12/84 10/12/82 05/12/84 10/12/82 10/12/82 10/12/82 01/07/83 10/12/82 10/12/82 10/12/82 04/12/84 02/05/90 22/12/88 05/11/96 15/05/96 25/01/05 19/11/85 07/11/03 10/08/87 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 06/12/84 10/12/82 10/12/82 14/08/09 25/08/97 07/06/96 21/06/94 09/07/08 15/02/95 29/07/94 30/11/94 31/01/05(a) 25/10/07 05/11/96(p) 15/05/96(a) 25/01/05(p) 24/05/95 29/07/94 29/07/94 28/08/02 07/11/03 23/04/08 29/07/94 14/08/09(p) 25/08/97(a) 07/06/96(p) 09/07/08(p) 15/02/95(a) 13/12/06(a) 03/08/99 15/10/96 04/12/95 06/11/96 01/04/99(a) 2 Costa Rica Côte d'Ivoire Croatia Cuba Cyprus Czech Republic Democratic People's Republic of Korea Democratic Republic of the Congo Denmark Djibouti Dominica Dominican Republic Ecuador Egypt El Salvador Equatorial Guinea Eritrea Estonia Ethiopia European Union Fiji Finland France Gabon Gambia Georgia Ratification/ accession; dd/mm/yy 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 22/02/93 10/12/82 21/09/92 26/03/84 05/04/95(s) 15/08/84 12/12/88 21/06/96 22/08/83 17/02/89 10/12/82 10/12/82 28/03/83 10/12/82 10/12/82 05/12/84 30/01/84 10/12/82 07/12/84 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 25/11/94 Ratification/ accession; dd/mm/yy 20/09/01(a) 28/07/95(sp) 05/04/95(p) 17/10/02(a) 27/07/95 21/06/96 01/11/94 16/11/94 16/11/04 08/10/91 24/10/91 10/07/09 24/09/12(a) 26/08/83 29/07/94 21/07/97 21/07/97(p) 26/08/05(a) 26/08/05(a) 01/04/98(fc) 10/12/82 21/06/96 11/04/96 11/03/98 22/05/84 21/03/96(a) 16/11/04 UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 18/06/01(a) 24/01/96 10/09/13(a) 27/06/96 25/09/02(a) 19/03/07(a) 19/12/03 07/08/06(a) 19/12/03 12/12/96 19/12/03 19/12/03 10/07/09(p) 24/09/12(p) 22/03/95 29/07/94 29/07/94 29/07/94 29/07/94 04/04/95 05/12/95 01/04/98(fc) 28/07/95 21/06/96 11/04/96 11/03/98(p) 27/06/96 04/12/95 27/06/96 04/12/96 07/10/96 21/03/96(p) 3 Germany Ghana Greece Grenada Guatemala Guinea Guinea-Bissau Guyana Haiti Holy See Honduras Hungary Iceland India Indonesia Iran (Islamic Republic of) Iraq Ireland Israel Italy Jamaica Japan Jordan Kazakhstan Kenya Kiribati Ratification/ accession; dd/mm/yy 10/12/82 10/12/82 10/12/82 08/07/83 04/10/84 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 14/10/94(a) 7/06/83 21/07/95 25/04/91 11/02/97 06/09/85 25/08/86 16/11/93 31/07/96 05/10/93 05/02/02 21/06/85 29/06/95 03/02/86 10/12/82 10/12/82 07/12/84 10/12/82 07/02/83 10/12/82 30/07/85 21/06/96 Signature dd/mm/yy Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) 29/07/94 29/07/94 14/11/94 26/08/94 UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Declaration UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity Ratification/ accession; dd/mm/yy Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy 14/10/94 28/08/96 19/12/03 27/06/96 19/12/03 21/07/95 28/07/95(sp) 11/02/97(p) 28/07/95(sp) 16/09/05(a) 04/12/95 25/09/08(a) 31/07/96(p) 13/01/95 21/03/83 20/06/96 27/11/95(a) 02/03/89 24/02/03(a) 29/07/94 29/07/94 29/07/94 29/07/94 29/07/94 29/07/94 29/07/94 28/07/03(a) 05/02/02(a) 28/07/95(sp) 29/06/95 02/06/00 21/06/96 13/01/95 28/07/95(sp) 20/06/96 27/11/95(p) 29/07/94(ds) 24/02/03(p) 04/12/95 04/12/95 27/06/96 04/12/95 27/06/96 04/12/95 19/11/96 16/05/08(a) 14/02/97 19/08/03(a) 28/09/09 17/04/98(a) 19/12/03 19/12/03 07/08/06 13/07/04(a) 15/09/05(a) 4 Kuwait Kyrgyzstan Lao People's Democratic Republic Latvia Lebanon Lesotho Liberia Libya Liechtenstein Lithuania Luxembourg Madagascar Malawi Malaysia Maldives Mali Malta Marshall Islands Mauritania Mauritius Mexico Micronesia (Federated States of) Monaco Mongolia Montenegro Morocco 10/12/82 10/12/82 Ratification/ accession; dd/mm/yy 02/05/86 05/06/98 07/12/84 10/12/82 10/12/82 03/12/84 30/11/84 05/12/84 25/02/83 07/12/84 10/12/82 10/12/82 19/10/83 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 12/11/03(a) 05/10/00 22/08/01 28/09/10 14/10/96 07/09/00 16/07/85 20/05/93 09/08/91(a) 17/07/96 04/11/94 18/03/83 29/04/91(a) 10/12/82 10/12/82 10/12/82 20/03/96 13/08/96 23/10/06(d) 31/05/07 23/12/04(a) 05/01/95 31/05/07 25/09/08 27/10/94 29/07/94 02/08/94 10/10/94 Ratification/ accession; dd/mm/yy UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 02/08/02(a) 05/06/98(p) 23/12/04(a) 05/01/95(p) 31/05/07(p) 25/09/08(p) 12/11/03(a) 05/10/00 22/08/01(p) 28/09/10(p) 14/10/96(p) 07/09/00(p) 29/07/94 02/08/94 10/08/94 17/07/96(p) 04/11/94(p) 10/04/03(a) 06/09/95 30/11/94 17/08/94 19/10/94 20/03/96(p) 13/08/96(p) 23/10/06(d) 31/05/07 05/02/07(a) 16/09/05(a) 27/06/96 01/03/07(a) 19/12/03 08/10/96 30/12/98 26/06/96 04/12/95 21/12/95 04/12/95 11/11/01(a) 19/03/03 25/03/97(a) 23/05/97 09/06/99(a) 04/12/95 19/09/2012 5 Mozambique Myanmar Namibia Nauru Nepal Netherlands New Zealand Nicaragua Niger Nigeria Niue Norway Oman Pakistan Palau Panama Papua New Guinea Paraguay Peru Philippines Poland Portugal Qatar Republic of Korea Republic of Moldova Romania 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 09/12/84 10/12/82 10/12/82 05/12/84 10/12/82 01/07/83 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 27/11/84 14/03/83 10/12/82 Ratification/ accession; dd/mm/yy 13/03/97 21/05/96 18/04/83 23/01/96 02/11/98 28/06/96 19/07/96 03/05/00 07/08/13 14/08/86 11/10/06 24/06/96 17/08/89 26/02/97 30/09/96(a) 01/07/96 14/01/97 26/09/86 08/05/84 13/11/98 03/11/97 09/12/02 29/01/96 06/02/07(a) 17/12/96 29/07/94 Ratification/ accession; dd/mm/yy 29/07/94 29/07/94 25/10/94 10/08/94 29/07/94 13/03/97(a) 21/05/96(a) 28/07/95(sp) 23/01/96(p) 02/11/98(p) 28/06/96 19/07/96 03/05/00(p) 07/08/13(p) 28/07/95(sp) 11/10/06(p) 24/06/96(a) 26/02/97(a) 26/02/97(p) 30/09/96(p) 01/07/96(p) 14/01/97(p) 10/07/95 15/11/94 29/07/94 29/07/94 07/11/94 23/07/97 13/11/98(p) 03/11/97 09/12/02(p) 29/01/96 06/02/07(p) 17/12/96(a) UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 10/12/08(a) 19/04/96 08/04/98 10/01/97(a) 28/06/96 04/12/95 19/12/03 18/04/01 04/12/95 04/12/95 02/11/09(a) 11/10/06 30/12/96 14/05/08(a) 15/02/96 04/12/95 26/03/08(a) 16/12/08(a) 04/06/99 30/08/96 27/06/96 14/03/06(a) 19/12/03 26/11/96 01/02/08 16/07/07(a) 6 Russian Federation Rwanda Saint Kitts and Nevis Saint Lucia Saint Vincent and the Grenadines Samoa San Marino Sao Tome and Principe Saudi Arabia Senegal Serbia Seychelles Sierra Leone Singapore Slovakia Slovenia Solomon Islands Somalia South Africa South Sudan Spain Sri Lanka Ratification/ accession; dd/mm/yy 10/12/82 10/12/82 07/12/84 10/12/82 10/12/82 12/03/97 07/01/93 27/03/85 01/10/93 28/09/84 13/07/83 14/08/95 07/12/84 10/12/82 1 10/12/82 10/12/82 10/12/82 28/05/93 10/12/82 10/12/82 05/12/84 04/12/84 10/12/82 07/07/95 03/11/87 24/04/96 25/10/84 12/03/01(s) 16/09/91 12/12/94 17/11/94 08/05/96 16/06/95(s) 23/06/97 24/07/89 23/12/97 15/01/97 19/07/94 UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Ratification/ accession; dd/mm/yy Signature dd/mm/yy Ratification/ accession; dd/mm/yy 12/03/97(a) 04/12/95 04/08/97 12/12/95 09/08/96 29/10/10(a) 04/12/95 25/10/96 04/12/95 30/01/97 04/12/96 20/03/98 14/08/95(p) 09/08/94 12/05/95 29/07/94 14/11/94 19/01/95 03/10/94 24/04/96(p) 25/07/95 28/07/95(sp)1 15/12/94 12/12/94(p) 17/11/94(p) 08/05/96 16/06/95 23/06/97(p) 29/07/94 29/07/94 15/01/97 28/07/95(sp) 06/11/08(a) 15/06/06(a) 13/02/97(a) 23/12/97 Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 14/08/03(a) 03/12/96 09/10/96 19/12/03 24/10/96 1 For further details, see Chapter XXI of the publication entitled “Multilateral Treaties deposited with the Secretary-General” (http://untreaty.un.org/ENGLISH/bible/englishinternetbible/partI/chapterXXI/chapterXXI.asp) 7 Sudan Suriname Swaziland Sweden Switzerland Syrian Arab Republic Tajikistan Thailand The former Yugoslav Republic of Macedonia Timor-Leste Togo Tonga Trinidad and Tobago Tunisia Turkey Turkmenistan Tuvalu Uganda Ukraine United Arab Emirates United Kingdom 10/12/82 10/12/82 18/01/84 10/12/82 17/10/84 10/12/82 United Republic of Tanzania United States of America Uruguay 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 Ratification/ accession; dd/mm/yy 23/01/85 09/07/98 24/09/12 25/06/96 01/05/09 08/01/13(a) 16/04/85 02/08/95(a) 25/04/86 24/04/85 25/07/97(a) 30/09/85 10/12/82 12/10/94 29/07/94 26/10/94 03/08/94 10/10/94 15/05/95 09/08/94 28/02/95 29/07/94 07/10/94 09/07/98(p) 24/09/12(p) 25/06/96 01/05/09 Ratification/ accession; dd/mm/yy 27/06/96 19/12/03 04/12/95 31/07/96 13/09/06(a) 29/07/94 15/05/11(a) 19/08/94(p) 08/01/13(p) 28/07/95(sp) 2/08/95(p) 28/07/95(sp) 24/05/02 09/12/02(p) 28/07/95(sp) 26/07/99 25/07/97 02/02/09(a) 10/10/96 04/12/95 27/02/03 10/12/01 1 19/12/03 04/12/95 21/08/96 16/01/96 10/09/99 04/12/95 25/06/98 29/07/94 10/12/92 Signature dd/mm/yy 29/07/94 15/05/11 19/08/94 (s) 09/12/02 09/11/90 26/07/99 Ratification/ accession; dd/mm/yy UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 07/08/07 8 Uzbekistan Vanuatu Venezuela (Bolivarian Republic of) Viet Nam Yemen Zambia Zimbabwe TOTALS Ratification/ accession; dd/mm/yy 10/12/82 10/08/99 10/12/82 10/12/82 10/12/82 10/12/82 157 25/07/94 21/07/87 07/03/83 24/02/93 166 UN Fish Stocks Agreement (in force as from 11/12/2001) Ratification/ accession; dd/mm/yy Signature dd/mm/yy 29/07/94 10/08/99(p) 23/07/96 13/10/94 28/10/94 79 27/04/06(a) 28/07/95(sp) 28/07/95(sp) 145 59 Ratification/ accession; dd/mm/yy Declaration Signature dd/mm/yy Agreement on Part XI (in force as from 28/07/1996) Signature dd/mm/yy UNCLOS (in force as from 16/11/1994) Declaration State or entity 81 9 Anexo 7: Tabla sumaria de reclamos y reivindicaciones estatales, en referencia con las extensiones adoptadas para las zonas de jurisdicción marítima, hasta el 15 de julio de 2011 (Información presentada en inglés). Tabla extraída de: Oficina de Asuntos Jurídicos de la División de Asuntos Oceánicos y de Derecho del Mar. Table of claims to maritime jurisdiction (as at 15 July 2011). Estados Unidos. 2011. Disponible: http://www.un.org/depts/los/LEGISLATIONANDTREATIES/PDFFILES/table_summary_of_claims.pdf. Fecha de consulta: 12 de septiembre 2013. 316 Table of claims to maritime jurisdiction (as at 15 July 2011) Introductory note: The present, unofficial table of claims to maritime jurisdiction is a reference material based on national legislation and other relevant information obtained from reliable sources with a view to ensuring the most accurate representation of the status of claims. Despite extensive research and periodic review, however, the table may not always reflect the latest developments, especially those which have not been brought to the attention of the Division for Ocean Affairs and the Law of the Sea, Office of Legal Affairs of the United Nations. To report any new developments or inaccuracies regarding the status of claims, please contact the Division, Room DC2-0460, United Nations, New York, NY 10017, or send an email to: doalos@un.org. Concerning the approach which has been adopted with respect to the information regarding the continental shelf, the following is to be noted: The Convention on the Continental Shelf which was adopted in Geneva on 29 April 1958 (“the 1958 Geneva Convention”) defines the term "continental shelf" as: (a) the seabed and subsoil of the submarine areas adjacent to the coast but outside the area of the territorial sea, to a depth of 200 metres or, beyond that limit, to where the depth of the superjacent waters admits of the exploitation of the natural resources of the said areas; and (b) the seabed and subsoil of similar submarine areas adjacent to the coasts of islands. Under the provisions of article 76 of the United Nations Convention on the Law of the Sea of 10 December 1982 (“the 1982 Convention”), the continental shelf extends up to the outer edge of the continental margin, or up to 200 nautical miles where the outer edge does not extend up to 200 nautical miles, or up to the line of delimitation. The table reflects the fact that, under international law, 1 the rights of a coastal State over the shelf do not depend on occupation, effective or notional, or on any express proclamation. However, in a number of cases, discrepancies seem to exist between the limits as reflected in the national legislation, originally based on the 1958 Geneva Convention, and the entitlements of States Parties under the 1982 Convention. That Convention, pursuant to its article 311, paragraph 1, prevails, as between States Parties, over the 1958 Geneva Convention. As it appears, certain States that became States Parties to the 1982 Convention have not yet completed the process of harmonization of their national legislation with its provisions. However, the entitlement of coastal States to their respective continental shelves up to the limit allowed by international law is not affected. In this connection, it has also to be noted that, under current international law of the sea and all legal aspects considered, the outer limits of the continental shelf would extend, in most cases, up to 200 nautical miles or up to the line of maritime delimitation. Regarding the limits of the continental shelf beyond 200 nautical miles, States Parties to the 1982 Convention need to make a submission to the Commission on the Limits of the Continental Shelf in order to seek its recommendation. A considerable number of submissions have already been made and a number of other States Parties are in the process of preparing such submissions, many of them having submitted preliminary information indicative of the outer limits of the continental shelf beyond 200 nautical miles, pursuant to SPLOS/183 - Decision regarding the workload of the Commission on the Limits of the Continental Shelf and the ability of States, particularly developing States, to fulfil the requirements of article 4 of Annex II to the Convention, as well as the decision contained in SPLOS/72, paragraph (a). This material is unofficial and for informational purposes only. The designations employed and the presentation of the material on this site do not imply the expressing of any opinion whatsoever on the part of the Secretariat of the United Nations concerning the legal status of any country, territory, city or area or of its authorities, or concerning the delimitation of its frontiers or boundaries. Publication on this site of information concerning developments relating to the law of the sea emanating from actions and decisions taken by States does not imply recognition by the United Nations of the validity of the actions and decisions in question.. 1 Article 2, paragraph 3, of the 1958 Geneva Convention and article 77, paragraph 3, of the 1982 Convention. LEGEND *: Asterisks mark information which has been deposited with the Secretary-General in compliance with articles 16(2), 47(9), 75(2), 76(9), and/or 84(2), of the 1982 Convention. 6 – 6 nautical miles (1 nautical mile = 1852 meters) 12 – 12 nautical miles 24 – 24 nautical miles 200 – 200 nautical miles CM: Continental Margin. Outer edge of the continental margin, or to 200 nautical miles where the outer edge does not extend up to that distance. COORD: Defined by coordinates DML: Delimitation. The symbol DLM is used when national legislation establishes the limits of a given zone by reference to the delimitation of maritime boundaries with adjacent or opposite States (or to a median (equidistant) line in the absence of a maritime boundary delimitation agreement). p/i: preliminary information EXPL: Exploitation Albania 23/06/2003 ● 12 Algeria 11/06/1996 ● 12 24 Angola 05/12/1990 ● 12 24 Outer limit 32 or 52 200 Continental Shelf, including submissions to the CLCS Breadth of the zone in nautical miles4 (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. DLM CM/200 p/i 2 Including closing lines across the mouths of rivers and across the mouths of bays. The geographical coordinates of points for drawing the straight baselines may not have been necessarily established by the State concerned. 3 4 The geographical coordinates of points for drawing the archipelagic baselines may not yet have been necessarily established by the State concerned. The number reflects a claim regarding the breadth of the zone (in nautical miles), measured from the baselines, as contained in national legislation – regardless of whether this legislation contains an additional specific reference to the need for delimitation of maritime boundaries with adjacent or opposite States. However, where the national legislation establishes the limits of a given zone only by reference to the delimitation of maritime boundaries with adjacent or opposite States, or to a median (equidistant) line in the absence of a maritime boundary delimitation agreement, the symbol DLM is used. Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit 12 24 200 CM/200 Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone ● Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. Antigua and Barbuda 02/02/1989 Argentina 01/12/1995 ● 12 24 200* CM/200 ● Australia 05/10/1994 ● 12* 5 24 200 CM/200 ● Bahamas 29/07/1983 200 CM/200 p/i Bahrain 30/05/1985 Bangladesh 27/07/2001 200 CM 6 Barbados7 12/10/1993 200 CM/200 Belgium 13/11/1998 Belize 13/08/1983 ● 12 12 24 ● 12 18 ● 12 12* ● 12 9 24 COORD 8 ● DLM* 200 5 The territorial sea boundaries between the islands of Aubusi, Boigu and Moimi and Papua New Guinea and the islands of Dauan, Kaumag and Saibai and Papua New Guinea, together with such other portion of the outer limit of the territorial sea of Saibai are determined by a treaty with Papua New Guinea. The territorial seas of the islands known as Anchor Cay, Aubusi Island, Black Rocks, Boigu Island, Bramble Cay, Dauan Island, Deliverance Island, East Cay, Kaumag Island, Kerr Islet, Moimi Island, Pearce Cay, Saibai Island, Turnagain Island and Turu Cay do not extend beyond three miles from the baselines. Deposit made in respect of the southern area of the Gulf of Carpentaria to include the part of the roadstead near the Port of Karumba in Queensland, and for drawing the limits of that roadstead. 6 Outer edge of the continental margin. 7 See also the dispositif of the Award of the Arbitral Tribunal Constituted pursuant to article 287, and in accordance with Annex VII, of the United Nations Convention on the Law of the Sea in the Matter of an Arbitration between Barbados and the Republic of Trinidad and Tobago, 11 April 2006 8 Coterminous with the exclusive economic zone. 9 Three-mile limit applies from the mouth of Sarstoon River to Ranguana Caye. 05/11/1996 Bulgaria 15/05/1996 Cambodia Continental Shelf, including submissions to the CLCS Brunei Darussalam ● (see introductory note) 22/12/1988 Fisheries Zone Brazil Exclusive Economic Zone 12/01/1994 Contiguous Zone Bosnia and Herzegovina Territorial Sea 16/10/1997 Does the State claim archipelagic status? 3 Benin Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit 200 CM/200 p/i 200* CM/200 ● 200 CM/200 p/i 12 24 12 ● 12 24 200 DLM ● 12 24 200 200 CM/200 Sub. Cameroon 10 19/11/1985 ● 12 11 Canada 12 07/11/2003 ● 12 24 200 CM/200 Cape Verde 10/08/1987 12 24 200 CM/200 p/i Chile 25/08/1997 ● 12* 24* 200* CM/200* p/i China 07/06/1996 ● 12 24 200 CM/200 p/i ● 12 200 Not specified Colombia ● 10 See also ICJ Judgment of 10 October 2002 in the Case concerning the land and maritime boundary between Cameroon and Nigeria. 11 See article 45 of Law 96-06 of 18 January 1996 on the revision of the Constitution of 2 June 1972. 12 See also the judgment in the Case concerning Delimitation of the Maritime Boundary in the Gulf of Maine Area (Canada/United States of America) (ICJ, 1984) p/i Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit 12 200 CM/200 p/i 200 CM/200 p/i 12 200 CM/200 ● 13 Sub. Comoros 21/06/1994 Congo 09/07/2008 Cook Islands 15/02/1995 Costa Rica 21/09/1992 ● 12 200*14 CM/200 p/i Côte d'Ivoire 26/03/1984 ● 12 200 CM/200 ● Croatia 05/04/1995 ● 12 * 15 Cuba 15/08/1984 ● 12 24 200* 16 CM/200 Cyprus 12/12/1988 ● 12 24 200* 17 EXPL 18 12 X 19 200 Democratic People’s Republic of Korea 13 In respect of the Manihiki Plateau. 14 Deposit made in respect of the Pacific Ocean coast. ● Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES ● 12 24 15 COORD DLM ● The Decision on the Extension of the Jurisdiction of the Republic of Croatia in the Adriatic Sea of 3 October 2003 proclaimed only certain elements of the EEZ. The implementation of the legal regime of the “ecological and fisheries protection zone” of Croatia commenced twelve months after its establishment. 16 Deposit made in respect of the area of the Gulf of Mexico. 17 Deposit made in respect of the median line as referred to in the Delimitation Agreement between the Republic of Cyprus and the Arab Republic of Egypt. 18 Depth of exploitability. 19 50-nautical mile military zone. Army Command Announcement of 1 August 1977. 200/DLM ● 12 21 24 200/DLM 22 08/10/1991 ● 12 24 200 Dominica 24/10/1991 ● 12 24 200 Dominican Republic 10/07/2009 ● 12 24 200 Egypt 26/08/1983 ● ● 200 26 ● 12 Continental Shelf, including submissions to the CLCS 24 (see introductory note) Breadth of the zone in nautical miles4 12 Ecuador Fisheries Zone Djibouti Exclusive Economic Zone 16/11/2004 Contiguous Zone Denmark 20 Territorial Sea 17/02/1989 Does the State claim archipelagic status? 3 Democratic Republic of the Congo Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Outer limit 200 23 200m/EXPL 24 Sub. ● 25 CM/200 200 27 24 28 20 See also the judgment in the North Sea Continental Shelf Cases (Federal Republic of Germany/Denmark; (ICJ, 1969). Also, see the judgment in the Case concerning Maritime Delimitation in the Area between Greenland and Jan Mayen (Denmark v. Norway) (ICJ, 1993) 21 12 nm also for Faroe Islands (by Executive Decree No. 306 of 16 May 2002) and Greenland. As far as Greenland and Faroe Islands are concerned, the outer limit of the external territorial waters may be measured at a distance shorter than 12 nautical miles from the baselines. 22 Applies also to Greenland. 23 For Greenland and Faroe Islands. 24 200m - depth of 200 metres. 25 In respect of the area north of the Faroe Islands. 26 Only between the continental territorial sea of Ecuador and its insular territorial sea around the Galápagos Islands. 27 Also 100 nautical miles from isobath 2,500m (Only between the continental territorial sea of Ecuador and its insular territorial sea around the Galápagos Islands). 28 In March 2003, Cyprus and Egypt signed an agreement on the delimitation of their respective exclusive economic zones. Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Fisheries Zone Outer limit Sub. 200 21/07/1997 ● Eritrea 29 Estonia 26/08/2005 Fiji 10/12/1982 Finland 21/06/1996 ● ● ● 12* 200* 12 12 COORD30 COORD COORD 12* 200* CM/200 12* 31 14 32 29 See also the Eritrea-Yemen Arbitration: Award of the Arbitral Tribunal in the Second Stage: Maritime Delimitation, 17 December 1999 30 In some parts of the Gulf of Finland. 31 Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Breadth of the zone in nautical miles4 El Salvador Equatorial Guinea Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES DLM CM/200 *COORD p/i ● 200m/EXPL* Extends, with certain exceptions, to 12 nautical miles, unless defined by geographical coordinates. In the Gulf of Finland, the outer limit of the territorial sea shall at no place be closer to the midline than 3 nautical miles, according to the Act amending the Act on the Limits of the Territorial Waters of Finland (981/95). 32 Two miles beyond the outer limits of the territorial sea. Continental Shelf, including submissions to the CLCS Breadth of the zone in nautical miles4 (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Outer limit Sub. 37 38 39 France 33 11/04/1996 ● 12 24 200* 34/ DLM CM/200 Gabon 11/03/1998 ● 12 24 200 CM/200 p/i Gambia 22/05/1984 12 18 CM/200 p/i Georgia 21/03/1996 12 24 Germany41 14/10/1994 Ghana 07/06/1983 33 ● 12* 42 12 24 200 DLM DLM40 *COORD43 200m/EXPL 200 CM/200 ● 35, 36, , , ● See also the Continental Shelf Arbitration (France/United Kingdom) (1977) 34 Applies to the North Sea, the English Channel and the Atlantic Ocean from the Franco-Belgian border to the Franco-Spanish border, Saint Pierre and Miquelon, French Guiana, Réunion, New Caledonia, French Polynesia, French Southern and Antarctic Lands, Wallis and Futuna, Tromelin, Glorioso, Juan de Nova, Europa and Bassas da India Islands, Clipperton Island, Mayotte, Guadeloupe and Martinique. Deposit made in respect of Tromelin Island and Reunion Island. 35 Joint submission by France, Ireland, Spain and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland - in the area of the Celtic Sea and the Bay of Biscay. 36 In respect of the areas of French Guiana and New Caledonia. 37 In respect of the areas of the French Antilles and the Kerguelen Islands. 38 Joint submission by France and South Africa - in the area of the Crozet Archipelago and the Prince Edward Islands. 39 In respect of La Réunion Island and Saint-Paul and Amsterdam Islands. 40 Coincides with the outer limit of the Exclusive Economic Zone. 41 See also the judgment of the North Sea Continental Shelf Cases (Federal Republic of Germany/Denmark; Federal Republic of Germany/Netherlands) (ICJ, 1969) 42 The deposit does not include delimitation lines with the Netherlands and Denmark. 43 The deposit does not include the delimitation with the Netherlands, Denmark and Poland. Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit 6 44 200m/EXPL Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) ● Fisheries Zone Guatemala ● Exclusive Economic Zone 25/04/1991 Contiguous Zone Grenada Territorial Sea 21/07/1995 Does the State claim archipelagic status? 3 Greece Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. 12 200 11/02/1997 12 200 Not specified Guinea 45 06/09/1985 12 200 CM/200 p/i Guinea-Bissau45 25/08/1986 ● 12 200 CM/200 p/i Guyana 46 16/11/1993 ● 12 200 CM/200 p/i Haiti 31/07/1996 ● 12 24 200 EXPL Honduras 47 05/10/1993 ● 12 24 200 Iceland 21/06/1985 ● 12 India 29/06/1995 ● 12 44 Ten-mile limit applies for the purpose of regulating civil aviation. 45 See also the Maritime Boundary Delimitation Arbitration (Guinea/Guinea-Bissau) Arbitral Award, 1985 24 200 CM/200 ● 48 200 CM/200 ● 46 See also the dispositif of the Award of the Arbitral Tribunal Constituted pursuant to article 287, and in accordance with Annex VII, of the United Nations Convention on the Law of the Sea in the Matter of an Arbitration between Guyana and Suriname, 17 September 2007 47 See also the judgment of the Case concerning Territorial and Maritime Dispute between Nicaragua and Honduras in the Caribbean Sea, ICJ Judgment of 8 October 2007 48 In respect of the Ægir Basin area and in the western and southern parts of Reykjanes Ridge. 21/06/1996 13/01/1995 Jamaica 21/03/1983 Japan 20/06/1996 Outer limit 12 200 CM/200 DLM DLM 12 24 12 ● 12 Israel Italy Breadth of the zone in nautical miles4 ● ● ● Continental Shelf, including submissions to the CLCS Ireland (see introductory note) 30/07/1985 Fisheries Zone Iraq Exclusive Economic Zone ● Iran (Islamic Republic of) Contiguous Zone ● Territorial Sea 03/02/1986 Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 Indonesia UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. ● 49 Not specified 24 200 200* 50 12 DLM EXPL 12 54 200m/EXPL 55 12 24 200 CM/200 12* 56 24 200 CM/200 49 In respect of the North West of Sumatra Island. 50 Deposit made in respect of the outer limits of its continental shelf beyond 200 nautical miles in the area abutting the Porcupine Abyssal Plain. 51 In respect of the Porcupine Abyssal Plain. 52 Joint submission by France, Ireland, Spain and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland - in the area of the Celtic Sea and the Bay of Biscay. 53 In respect of Hatton-Rockall Area. 54 ● 51, 52, 53 ● See Law 61 of 8 February 2006 on the establishment of an ecological protection zone beyond the outer limit of the territorial sea. The outer limits are determined on the basis of an agreement with States concerned. Pending such agreements, the outer limit is determined by reference to a median line. 55 Deposit made in respect of the delimitation between Italy and Tunisia. 56 Three-mile limit applies to the Soya Strait, the Tsugaru Strait, the eastern and western channels of the Tsushima Strait and the Osumi Straits only. 24/02/2003 ● Kuwait 02/05/1986 Latvia 23/12/2004 Lebanon Liberia Sub. 3 ● 12 200*/DLM 12 200 CM/200 12 DLM* 58 05/01/1995 12 *COORD 25/09/2008 12 ● ● 12 ● COORD 1257 Libyan Arab Jamahiriya 59 Outer limit Continental Shelf, including submissions to the CLCS Kiribati Breadth of the zone in nautical miles4 (see introductory note) ● Fisheries Zone 02/03/1989 Exclusive Economic Zone Kenya Contiguous Zone 27/11/1995 Territorial Sea Jordan Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES 24 CM/200 200 DLM 62 COORD60 Lithuania 12/11/2003 ● 12* *COORD DLM* DLM Madagascar 22/08/2001 ● 12 24 200/DLM 200 61 57 Deposit made in respect of the maritime boundary with Estonia. 58 Deposit made in respect of the delimitation with Sweden. 59 See also the judgment of the Case concerning the Continental Shelf (Tunisia/Libyan Arab Jamahiriya) (ICJ, 1982). Also, see Case concerning the Continental Shelf (Libyan Arab Jamahiriya/Malta) (ICJ, 1985) 60 Fisheries Protection Zone in the Mediterranean Sea, 21 June 2005. 61 200 nautical miles or delimitation agreement or 100 nautical miles from isobath 2,500m. Malta 59 20/05/1993 Marshall Islands 09/08/1991 Mauritania 17/07/1996 ● Mauritius 04/11/1994 ● Mexico 18/03/1983 ● Micronesia (Federated States of) 29/04/1991 12 Monaco 20/03/1996 12 Montenegro 23/10/2006 200 200 Continental Shelf, including submissions to the CLCS CM/200 07/09/2000 ● (see introductory note) 12 Maldives ● Fisheries Zone Outer limit 14/10/1996 ● Exclusive Economic Zone Breadth of the zone in nautical miles4 Malaysia ● Contiguous Zone Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. ● 62 12 24 ● 12 24 12 24 200 12 24 200 CM/200 p/i 12 24 200/DLM CM/200 ● 63, 64 12 24 200 CM/200* 65 ● 66 200 CM/200 ● 67 25 62 Joint submission by Malaysia and Viet Nam in respect of the southern part of the South China Sea. 63 In respect of the joint submission by the Republic of Mauritius and the Republic of Seychelles - in the region of the Mascarene Plateau. 64 In respect of the region of Rodrigues Island. 65 Deposit in regards to the outer limits of its continental shelf beyond 200 nautical miles in respect of the western polygon in the Gulf of Mexico. 66 In respect of the western polygon in the Gulf of Mexico. 67 In respect of the joint submission by the Federated States of Micronesia, Papua New Guinea and Solomon Islands - concerning the Ontong Java Plateau. 200m/EXPL Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. Morocco 31/05/2007 ● 12 24 200 200m/EXPL Mozambique 13/03/1997 ● 12 24 200 CM/200 ● Myanmar 21/05/1996 ● 12 24 200 CM/200 ● Namibia 18/04/1983 12 24 200 CM/200 ● Nauru 23/01/1996 ● 12* 24 200* Netherlands 41 28/06/1996 ● 12* 24 COORD 200m/EXPL New Zealand 19/07/1996 ● 12* 68 24 200* 69 CM/200* 70 Nicaragua 47 03/05/2000 12 24 200 CM Nigeria 10 14/08/1986 12 200 CM/200 ● Niue 11/10/2006 12 200 Norway 20 24/06/1996 CM/200* 73 ● 74, 75 ● 68 Includes Tokelau. 69 Includes Tokelau. 70 Deposit made in respect of the maritime boundary delimited between New Zealand and Australia. 71 Deposit includes mainland Norway, Svalbard, Jan Mayen and Bouvet Island. 12* 71 24 200* 200 72 ● Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit ● 12 24 200 CM/200 p/i ● 12 24 200 CM/200 ● ● Pakistan 26/02/1997 Palau 30/09/1996 12 24 200* 76 CM/200 Panama 01/07/1996 12 24 200 CM/200 Papua New Guinea 14/01/1997 ● 12 77 200 200 79 Peru Philippines 08/05/1984 ● COORD80 CM/200 Sub. ● 78 200 200 72 Jan Mayen and Svalbard. Deposit includes the delimitation treaties with Denmark and Iceland in respect of Jan Mayen Island. 73 Deposit made in respect of mainland Norway, Svalbard and Jan Mayen, including the delimitation with Iceland and Denmark. 74 In respect of the North East Atlantic and the Arctic 75 In respect of Bouvetøya and Dronning Maud Land 76 Deposit includes the line of delimitation between Palau and Micronesia. 77 Three nautical miles in certain areas. 78 In respect of the joint submission by the Federated States of Micronesia, Papua New Guinea and Solomon Islands - concerning the Ontong Java Plateau 79 Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Territorial Sea 17/08/1989 Does the State claim archipelagic status? 3 Oman Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES CM/200 ● 81 Called “Maritime Dominion” in article 54 of the 1993 Constitution: “ ...In its maritime dominion, Peru exercises sovereignty and jurisdiction, without prejudice to the freedoms of international communication, in accordance with the law and the treaties ratified by the State...” 80 Polygon defined by coordinates. Claim extends beyond 12 nautical miles. 81 In respect of the Benham Rise region. Outer limit Poland 13/11/1998 ● 12 Portugal 03/11/1997 ● 12 24 200 Qatar 09/12/2002 12 24 DLM Republic of Korea 29/01/1996 ● 12 24 200 Romania 82 17/12/1996 ● 12* 24 200 Russian Federation 12/03/1997 ● 12 24 200 CM/200 Saint Kitts and Nevis 07/01/1993 ● 12 24 200 CM/200 Saint Lucia 27/03/1985 12 24 200 CM/200 Saint Vincent and the Grenadines 01/10/1993 12 24 200 Samoa 14/08/1995 12 24 200 Sao Tome and Principe 03/11/1987 Saudi Arabia 24/04/1996 ● 12 18 Senegal 25/10/1984 ● 12 24 82 ● ● ● Sub. DLM 12 See also the judgment of the Maritime Delimitation in the Black Sea (Romania v. Ukraine) –ICJ, 3 February 2009 Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Breadth of the zone in nautical miles4 Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES 200* CM/200 ● CM/200 p/i CM/200 ● p/i Not specified 200 CM/200 p/i Continental Shelf, including submissions to the CLCS (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone ● Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Breadth of the zone in nautical miles4 Outer limit 12 24 200*/DLM CM/200* ● 83, 84 24 200 CM/200 p/i Sub. Seychelles 16/09/1991 Sierra Leone 12/12/1994 12 Singapore 17/11/1994 12 85 85 Slovenia 16/06/1995 12/DLM 86 DLM Solomon Islands 23/06/1997 12 200 CM/200 ● 87 Somalia 24/07/1989 ● 200 CM/200 p/i South Africa 23/12/1997 ● 12 24 200 CM/200 ● 88, 89 Spain 15/01/1997 ● 12 24 200 90 CM/20092 ● 93, 94 ● ● 83 In respect of the joint submission by the Republic of Mauritius and the Republic of Seychelles - in the region of the Mascarene Plateau. 84 In respect of the Northern Plateau Region. COORD91 85 “Should the limits of its territorial sea or Exclusive Economic Zone overlap with claims of neighbouring countries, Singapore will negotiate with those countries with a view to arriving at agreed delimitations in accordance with international law.” 86 See “Ecological Protection Zone and Continental Shelf of the Republic of Slovenia Act” adopted on 4 October 2005. The delimitation of the ecological protection zone shall be effected by agreement with the neighbouring States. The Act provides for its provisional outer limits. 87 In respect of the joint submission by the Federated States of Micronesia, Papua New Guinea and Solomon Islands - concerning the Ontong Java Plateau. 88 In respect of the mainland of the territory of the Republic of South Africa. 89 Joint submission by France and South Africa - in the area of the Crozet Archipelago and the Prince Edward Islands. 90 In the Atlantic Ocean. 12 24 Sudan 23/01/1985 ● 12 18 Suriname 46 09/07/1998 Sweden 25/06/1996 16/04/1985 Tonga 02/08/1995 Trinidad and Tobago 7 25/04/1986 Sub. ● 200m/EXPL 12 200 CM/200 ● 12 DLM 200m/EXPL ● 12 24 200 CM ● 12 24 200 12 24 200 CM/200 30 200 CM/200 p/i 12 200 CM/200 ● 200 CM/200 ● Timor-Leste Togo 200 Continental Shelf, including submissions to the CLCS CM/200 ● 15/05/2011 (see introductory note) Outer limit 19/07/1994 Thailand Fisheries Zone Breadth of the zone in nautical miles4 Sri Lanka Syrian Arab Republic Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES ● ● 12* 24 91 In the Mediterranean Sea. 92 With the exception of the Mediterranean Sea. 93 Joint submission by France, Ireland, Spain and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland - in the area of the Celtic Sea and the Bay of Biscay. 94 In respect of the area of Galicia. ● 26/07/1999 United Arab Emirates Up to 50-m isobath - Off the Gulf of Gabès. 96 Six nautical miles in the Aegean Sea, 12 nautical miles in the Black Sea. 97 In the Black Sea. 24 25/07/1997 ● 12 ● 12 ● 12 ● 12 98 DLM Outer limit Continental Shelf, including submissions to the CLCS 12 (see introductory note) Ukraine Fisheries Zone 09/12/2002 Exclusive Economic Zone ● 6/12 96 Tuvalu 95 Contiguous Zone Breadth of the zone in nautical miles4 Turkey United Kingdom Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 24/04/1985 Does the legislation provide for straight baselines? 2 Tunisia 59 UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES Sub. 95 200 97 24 24 200 20082 82 200 CM/200 200 99 200or 12* 100 CM/20033 ● 101, 102, 103 104 , 98 Also three nautical miles. (Three nautical miles in Anguilla, Guernsey, British Indian Ocean Territory, British Virgin Islands, Gibraltar, Monserrat and Pitcairn; 12 nautical miles in United Kingdom, Jersey, Bermuda, Cayman Islands, Falkland Islands (Malvinas), Isle of Man, St. Helena and Dependencies, South Georgia, South Sandwich Islands, and Turks and Caicos Islands.) | Note: A dispute exists between the Governments of Argentina and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland concerning sovereignty over the Falkland Islands (Malvinas)]. 99 Bermuda, Pitcairn, South Georgia and South Sandwich Islands. 100 12 nautical miles in Guernsey; 200 nautical miles in United Kingdom, Anguilla, British Indian Ocean Territory, British Virgin Islands, Cayman Islands, Falkland Islands (Malvinas), Monserrat, St. Helena and Dependencies, and Turks and Caicos Islands. Deposit made exclusively in respect of the British Indian Ocean Territory. | Note: A dispute exists between the Governments of Argentina and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland concerning sovereignty over the Falkland Islands (Malvinas)]. 101 Joint submission by France, Ireland, Spain and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland - in the area of the Celtic Sea and the Bay of Biscay. 102 In respect of Ascension Island. 103 In respect of Hatton Rockall Area. United States of America 12 200 Outer limit DLM CM/200 Continental Shelf, including submissions to the CLCS 12 (see introductory note) Fisheries Zone Exclusive Economic Zone Contiguous Zone Breadth of the zone in nautical miles4 30/09/1985 Sub. p/i 12 24 200 105 CM/200 12* 24* 200* CM/200 ● 12 24 200 CM/200 p/i ● 12 15 200 200m/EXPL Uruguay 10/12/1992 ● Vanuatu 10/08/1999 ● Venezuela Territorial Sea Does the State claim archipelagic status? 3 Does the legislation provide for straight baselines? 2 United Republic of Tanzania UNCLOS Ratification, Accession Date STATE MARITIME ZONES ● Viet Nam 25/07/1994 ● 12* 106 24 200* 107 CM/200* 108 Yemen 29 21/07/1987 ● 12 24 200 CM/200 ● 109, 110 ● 111 ______ 104 “In respect of the Falkland Islands, and of South Georgia and the South Sandwich Islands” (see the Executive Summary). | Note: A dispute exists between the Governments of Argentina and the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland concerning sovereignty over the Falkland Islands (Malvinas). 105 Includes Puerto Rico, U.S. Virgin Islands, American Samoa, Guam, Johnston Atoll, Palmyra Atoll, Midway Island, Wake Island, Jarvis Island, Kingman Reef, Howland Island, Baker Island, Northern Marianas, and Navassa Island. 106 Deposit made in respect of the delimitation with China in the Gulf of Tonkin. 107 Ibid. 108 Ibid. 109 Joint submission by Malaysia and Viet Nam in respect of the southern part of the South China Sea. 110 In respect of the region of the North Area (VNM-N). 111 In respect of south east of Socotra Island.