CALOR…….. en femenino Los sofocos son ondas repentinas de calor del cuerpo, generalmente en la cara o el pecho. Pueden ser acompañados de palpitaciones, transpiración, frio o sudoración nocturna y causan cambios en el control de la temperatura del cuerpo. Son el síntoma número uno de la menopausia. Pueden comenzar 4 años antes de que finalice la menstruación, pero continúan generalmente un año o dos después de menopausia. La menopausia no es una enfermedad, aunque la mujer se sienta mal. Es un proceso inherente a la evolución de la naturaleza femenina, resultado de complejos cambios hormonales que influyen en el organismo a distintos niveles (psicológico, sexual, articulares y sofocos, entre muchos otros) y que cada mujer percibe y siente de manera distinta y muy personal. El reciente estudio de la Sociedad Americana de la Menopausia (NAMS) informa de la última evidencia clínica: los sofocos que sufren tantas mujeres durante la menopausia están asociados con cambios adversos en los niveles plasmáticos de lípidos (del griego lypos –grasa-­‐) un factor que resulta negativo para la salud cardiovascular. Adecuar la dieta en la menopausia es esencial no solo por el rol preventivo asociado a una alimentación sana, sino porque las necesidades metabólicas son distintas en la mujer. Las mujeres que padecen sofocos frecuentes tienen de manera significativa niveles mayores de lípidos, registran una menor dilatación de las arterias coronarias y una mayor calcificación de la aorta, en comparación con las mujeres sin sofocos. En atención a esta investigación, los sofocos no solo se deberían considerar como un síntoma de la menopausia que merma la calidad de vida de la mujer, sino que pueden ser un marcador adverso de cambios vasculares y de riesgo coronario. El buen estado de las arterias depende de numerosos factores. La nutrición es uno de los modificables, ya que cada persona puede incidir en cualquier momento de su vida sobre él, con resultados positivos en la salud. Se conoce con certeza que ciertos componentes de los alimentos, como las grasas saturadas, las grasas trans, los azúcares, el colesterol o la sal, tienen un efecto determinante en el estado, desarrollo y salud arterial, así como del sistema circulatorio. Adecuar la dieta en un momento concreto de la vida como la menopausia es vital, además de servir como factor de ajuste a unas necesidades específicas y factor preventivo de enfermedades y malestares futuros. El mensaje de cambio en la selección de determinados alimentos debe acompañarse de alternativas gustosas, sugerentes y realistas. De lo contrario, se interpretará como una limitación más a la que resignarse, sin convencimiento, a medida que se cumplen años, algo que no siempre supone buenos resultados. Si nos interesa tan solo un poquito nuestra salud, dos cosas son fundamentales y totalmente imprescindibles: alimentarse de una manera sana y hacer algún tipo de ejercicio, en definitiva tener un estilo de vida saludable. Para alimentarse bien hay que saber realmente cómo hacerlo, qué es lo que debemos comer y en qué cantidad, algo que nadie hasta ahora nos ha enseñado. Solo hemos aprendido, en líneas generales, a tener buenos modales en la mesa. La visita a un experto nos ayudará, mediante una educación nutricional adaptada a cada uno, hacer más llevadera esta etapa por la que pasamos todas las mujeres y sobre todo a cuidar de nuestra salud durante toda la vida. “Nunca es demasiado tarde para cuidarse y nunca demasiado pronto”.