20 de Julio de 356 a.C. Éfeso, en la costa de Asia Menor

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20 de Julio de 356 a.C.
Éfeso, en la costa de Asia Menor
La Séptima Maravilla del Mundo se desploma, devorada por
un mar de llamas.
Nadie ha visto cómo empezó. Primero surgieron pequeñas lenguas de fuego en el pasillo lateral, tanteando la pintura. A la vuelta de la esquina, un tapiz se encoge como intentando huir de la quema. Luego, el crepitar de unas antorchas
tiradas en rincones ocultos.
Los sirvientes, medio dormidos aún, no entienden qué
está pasando y les sorprende el estallido de una enorme llamarada en lo alto del templo. Atizado desde el mar por la brisa de la noche, el fuego se traga en un abrir y cerrar de ojos el
largo techo de madera. El gran pórtico comienza a temblar. Las
majestuosas columnas, que superan la altura de diez hombres,
se vienen abajo. El sagrado hogar de la Diosa está herido de
muerte, gritando entre estertores. El propio incendio añade
otro alarido de dolor, señalando un portento de destrucción.
Una vieja esclava del templo – por su acento, debe de ser
de Karia – exclama entre sollozos:
—¡La Gran Diosa nos ha abandonado! Mirad, ¡ya ni siquiera protege su propio templo! ¡Se va a quemar entero!
El sacerdote principal irrumpe furioso:
—Sí, arderá hasta los cimientos. Nadie puede parar este
infierno ya. Pero no tiene nada que ver con nuestra Diosa
—mira a la vieja esclava con ojos que parecen brasas por el
de Sisygambis
[7]
fuego que reflejan—. Esto es obra de ese incendiario de Heróstrato, estoy seguro. Ese blasfemo lleva semanas gritando que
su venganza contra el templo le hará famoso para siempre.
¡Pues ahora se ha condenado por toda la eternidad!
—¡Señor, salga de aquí! —grita la esclava— ¡ese muro
se va a caer! Ignorando a la esclava, que le tira de la ropa para
que se aparte, el sacerdote sólo piensa en el desastroso futuro que le espera:
—Y nosotros seguiremos aplastados bajo esta ruina para
el resto de nuestra vida. No hay oro aquí, ¡ni lo habrá nunca
ya, para reconstruir el glorioso Templo de Artemisa que el
propio Rey Creso había costeado!
Se equivoca.
Veintidós años más tarde, un joven héroe visita la ruina abandonada en las afueras de la ciudad. Se pregunta en voz alta
cómo pudo llegar a sucederle semejante desgracia a la más
maravillosa Casa de la Señora de Éfeso.
Una desharrapada sacerdotisa sale de la sombra de unas
columnas caídas, y al reconocerle, lanza un suspiro resignado:
—La Diosa estaba muy lejos aquella noche, joven Rey.
Tuvo que ocuparse de algo que para ella era aún más importante que su propio templo. Había cruzado el mar hasta Macedonia, para ayudar a tu madre en el alumbramiento del que
habría de liberar a Jonia del yugo persa.
Él se ríe divertido y le echa un guiño de complicidad:
—Esa es la mentira más bonita que jamás he oído contar en un recinto sagrado, venerada doncella. Pero yo haré
que sea verdad. Voy a recompensar a la Diosa por su ayuda
de aquella noche.
El oro pródigo de Alejandro Magno reconstruirá el Templo
de Artemisa en Éfeso, que volverá a ser la Séptima Maravilla
del Mundo Antiguo.
[8]
Las Cartas
# 2 #
20 de Julio de 2003
Zurich, Suiza
Barsine se siente intrigada por el extraño texto:
…
Como a todos los traductores, le fascina el reto de descifrar un
viejo manuscrito. Pero en estas hojas hay otro problema añadido: las letras están mal formadas, casi garabateadas. Como
si las hubiera escrito la mano temblorosa de un anciano.
La frase podría significar algo así como «Nuestro hijo ha
muerto», pero con palabras poco usuales: muy arcaicas.
—Me suena a Homero—, piensa Barsine —. Eso es; como
si esa frase ya la hubiera visto antes. Quizás en algún estudio
sobre esa curiosa forma suya de emplear «µάλα» para subrayar
un giro trágico. Sí….como hace en su apertura de la Odisea.
Pero sus años de experiencia en el Departamento de Historia Antigua de la universidad de Zurich le advierten que este
texto es demasiado corto para un poema épico. Entonces, ¿qué
puede ser?
La joven profesora se pregunta qué mensaje oculta este
enigmático tesoro que ha encontrado. ¡Esas hojas antiguas
deben de tener más de dos mil años! Son un regalo del cielo,
pero vienen envueltas en un gran misterio.
de Sisygambis
[9]
Qué extraño es lo de esta frase, piensa. “Nuestro hijo ha
muerto” escrito con letras tan temblorosas… Esto no puede
ser un ejercicio de aprendiz, porque jamás le habrían permitido usar un papiro tan caro.
Pero no parece una carta tampoco, el texto no tiene
encabezamiento. Demonios, ¿qué clase de documento le ha
caido en las manos?
Barsine revisa el resto de los manuscritos, y vuelve a constatar que forman una mezcla sorprendente: distintos idiomas,
varios tipos de escritura, diferentes clases de papiro…
Hay uno escrito en persa antiguo, pero resulta ser el único. Todos los demás son documentos en alfabeto griego, y casi
todos redactados con bastante mejor letra que este que tanto
la intriga.
Para empezar con el trabajo de traducción, Barsine elige uno
más sencillo: es fácil de ver que está en griego y que tiene un
claro encabezamiento a modo de carta.
Pero de vez en cuando los ojos se le escapan al papiro
misterioso. La curiosidad le puede. Esas hojas han estado ocultas en una caja más de dos mil años, y Barsine no logra explicarse cómo aquel tesoro pudo llegar hasta allí.
[10]
Las Cartas
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