ESPECIAL NUEVA LITERATURA española 11 Isaac Rosa · Aparicio-Belmonte · Mercedes Cebrián · Unai Elorriaga JULIO 2008 · Nº6 · BCN · 5 José.L.Peixoto · M.Fernández Cuesta · Basilio Losada Félix Palma · Muñoz Rengel · Benito del Pliego · Santiago Vaquera Cristóbal Pagán · José.M.Pinilla · Dante Oliva · Ana Becciu · Mario Campaña PARA LELO SUR #6 ISSN1886-3930 JULIO 2008 BARCELONA 110 PÁGINAS 55.184 PALABRAS 266.226 CARACTERES 51 IMÁGENES 37 POEMAS 7 RELATOS 1 ENSAYO 7 ENTREVISTAS 7 RESEÑAS 24 ITEMS INVISIBLES ...“el riesgo enfrenta a lo formal se en las tablas de rendimiento, un campo de batalla ajeno y a la vez familiar. Pero el O CENTRO DE ESTUDOS BRASILEIROS é uma dependência do Consulado-Geral do Brasil em Barcelona amante que espera la ruptura... en realidad Mantém cursos regulares e intensivos de LÍNGUA E CULTURA DO BRASIL Dispõe de uma mediateca aberta ao público em geral (biblioteca, videoteca, discoteca) Passeig de Gràcia, 41 - IIIer. (Casa Amatller) 08007 Barcelona - Tel.: 93 215 6486 www.infonegocio.com/cebbcn e-mail: cebbcn@infonegocio.com la siega busca hastío? Mira su futuro?”... XX Camilo Cortés Pijuán literatura arte cultura www.lasiega.org Marià Cubí, 26. “B”. 08006 BCN Tel: 93-218-62-14 el mismo propio #6 &SUMARIO ZOOMARIO MAYO 2008 8 PREMIOS PARALELOSUR Los premios ParaleloSur siguen su curso, superando nuestras expectativas de calidad, cantidad y alcance geográfico. Aquí presentamos los ganadores y finalistas de la última edición. 7 8 EDITORIAL PREMIOS POESÍA 29 ENTREVISTA 25 DOSSIER Tiramos a la sartén lo más cremoso de nuestra literatura actual, para que sirva de segundo plato al bocata que nos zampamos en el número anterior. ¿El postre? Lo vamos pensando... 44 ENSAYO Noemí Montetes-Mairal analiza el fenómeno de la Generación Nocilla: “...Y así, habiendo conseguido por fin su ración de pastel del mercado publicitario y editorial ¿qué es lo que tocaba seguidamente? Lo de siempre, por supuesto. Renegar de la existencia del grupo...” Basilio Losada y Pilar López Bedate charlan con Jordi Gol sobre la literatura brasileña, sobre lo divino y lo humano, con motivo del 40º aniversario de la publicación de la traducción de Ángel Crespo de Grande Sertão: Veredas. Una entrevista de lujo. 56 ENSAYO Benito del Pliego nos obsequia con un recopilatorio decisivo sobre el momento de la poesía que se produce en España por autores latinoamericanos como: Ana Becciu, Mario Merlino, José Pérez Olivares, Mario Campaña, Yulino Dávila, Andrés Fischer... Ganador José María Pinilla Ganador Cristóbal Pagán Finalista Alfredo Palacio Finalista Rubén Romero 25 26 DOSSIER NARRATIVA ESPAÑA Algo resentido LITERATURA de este pie ACTUAL II Mercedes Cebrián 44 ENSAYO 50 89 ENTREVISTA a Mercedes Cebrián: “No creo que haya novela por el momento. Cada vez soy peor lectora de novelas: me aburro, las dejo por la mitad, no puedo seguir bien la trama…”. 14 19 PREMIOS NARRATIVA NARRATIVA 50 ENTREVISTA 22 Santiago Vaquera Dante Oliva Vásquez Historia de un maquisapa capturado Camino al sur 29 entrevista 32 NARRATIVA 38 a Mercedes Cebrián La fauna afectiva Félix J. Palma Las distancias subterráneas Juan Jacinto Muñoz Rengel 52 54 56 ENSAYO Una reflexión sobre a la narrativa de la Isaac Rosa generación AFTERPOP x Noemí Montetes-Mairal a a Juan Aparicio-Belmonte Manuel Fernández-Cuesta Poesía y desplazamiento. el caso de los poetas latinoamericanos en España. x Benito del Pliego 60 POESÍA 84-88 ENTREVISTA 91 ENTREVISTA 98 RESEÑAS Trasatlánticos. Poetas latinoamericanos en España. a José Luis Peixoto Charlamos sobre Grande Sertão: Veredas con Basilio Losada & Pilar López Bedate Las aguas que suben · Ronda Nocturna · Radio Ciudad Perdida · Los dueños del ritmo · El hermano de las moscas · Habitaciones separadas · Cartas desde la selva ENTREVISTA a Isaac Rosa “...Ahí están muchas claves, pero mirar de forma crítica a esos años puede romper la ilusión de democracia sin pecado original que vivimos...” Selección x Benito del Pliego: José Viñals, Noni Benegas, Rodolfo Franco, Ana Becciu, Mario Merlino, José Pérez Olivares, Mario Campaña, Yulino Dávila, Andrés Fisher, Milena Rodríguez Gutiérrez, Julio Espinosa Guerra. & a Unai Elorriaga Paralelo Sur son: STAFF Edición: Fernando Clemot y Jordi Gol www.paralelosur.com info@paralelosur.com EDITORIAL Publicación: Paralelo Sur Ediciones Gran Vía de les Corts Catalanes, 465. Pral.2ª 08015 Barcelona Barcelona. CIF: G-64102940 Dirección: F. Javier Cubero Portada, collages y maquetación: Diego Petrilli Ilustración de contraportada: “Cotillón”, Diego Petrilli Consejo de redacción: Bernat Padró, Luis Miguel Hermoza, Diego Petrilli, José Luis Quintero, Raquel Delgado, Óscar Checa, Eduardo Iriarte y Reinhard Huamán. Colaboradores: Isaac Rosa, Juan Aparicio Belmonte, Dante Oliva, Mercedes Cebrián, Unai Elorriaga, José Luis Peixoto, Manuel Fernández Cuesta, Santiago Vaquera, Dante Oliva, Cristóbal Pagán, Félix Palma, Juan Jacinto Muñoz Rengel, Benito del Pliego, José María Pinilla, Noemí Montetes, Pilar López Bedate, Alfredo Palacio, José Viñals, Noni Benegas, Rodolfo Franco, Ana Becciu, Mario Merlino, José Pérez Olivares, Mario Campaña, Yulino Dávila, Andrés Fischer, Milena Rodríguez, Julio Espinosa, Eduardo Moga, Ubaldo Olivero, José Ángel Gayol, Dulcia Espuny, Ignacio Sanz, Miguel Ángel Muñoz, Juan Luis Calbarro. Agradecimientos: A Basilio Losada y Pilar López Bedate por su amabilidad, al Profesor Wagner de la UB por su ayuda y buen humor, a Camila de El Aleph por la entrevista a Peixoto, a Manuel Fernández Cuesta y Mateo de Paz por las cervezas en el Raval, a Noemí de la UB, a Klaus y Nacho Iglesias, a la gente de Salto de Página, a los ganadores de los premios Paralelo Sur 2007 por su paciencia y comprensión y a todos aquellos que ayudaron para poder completar este número. Imprime: Publidisa ISSN: 1886-3930 Depósito legal: 1886-393 POR AMOR AL ARTE… Y por amor al arte volvemos a salir. Tras dejar un número en blanco los que participamos en Paralelo Sur volvemos a escena, a veces detenerse a pensar qué hacer sirve para continuar con fuerzas. Quizá no fueron estas las causas de nuestro temporal deceso pero ha servido este parón para pensar que sí queríamos continuar, si servía nuestro esfuerzo para algo y decidimos que sí, que volvíamos para volver a empezar con más fuerza. Tras este pequeño paréntesis no se nos ocurría mejor forma de volver que continuando con el trabajo que dejamos a medias: acabar de encajar una foto del momento de la nueva literatura española que está saliendo, que va encajándose en el mercado tras merodear por revistas como ésta, en webs, en blogs, en bares, en editoriales pequeñas o circuitos de distribución muchas veces alejados de los grandes supermercados de la literatura. Un movimiento naciente, atractivo, que nos interesa fotografiar. Para continuar con aquella primera parte hemos contado con algunos nombres muy interesantes: Aparicio Belmonte, Félix Palma, Muñoz Rengel, Mercedes Cebrián, Unai Elorriaga, Manuel Fernández Cuesta, Eduardo Moga… Esta segunda parte de nuestro dossier de literatura viene reforzada con algunos nombres igualmente destacados del panorama iberoamericano como los de José Luis Peixoto, Dante Oliva, Santiago Vaquera y un completo recopilatorio de algunos de los mejores poetas latinoamericanos que viven en España y que tuvo a bien coordinar Benito del Pliego y ceder su publicación. La guinda la dejamos para el final y como en conmemoración del cuadragésimo aniversario de la traducción de Grande Sertão: Veredas entrevistamos a dos personas muy relacionadas con la obra de Guimarães Rosa: el profesor Basilio Losada de la UB y a Pilar López Bedate, viuda de Ángel Crespo y que conoció personalmente al escritor brasileño. Sin duda una de las mejores entrevistas que hemos hecho en los cuatro años de existencia de la revista. Esperamos que todos estos contenidos sean de vuestro agrado, y no olvidéis que seguimos aquí, todavía nos quedan ganas de decir algo, esperemos que por mucho tiempo seguimos, por amor al arte. Jordi Gol & Fernando Clemot Editores de Paralelo Sur POESIA [ José María Pinilla José María Pinilla ] POESIA El idioma de las desapariciones Ganador del premio PSur Poesía 2007 José María Pinilla Conozco tan a fondo el idioma de las desapariciones, las líneas que definen las transversales espumas de la batalla, que mi cuerpo, a veces, no es mi cuerpo ni mi historia. Y sigo clamando al cielo otra morada y otra lluvia, la argucia que no alcanza, como no llega la dicha en el sorteo. Habrá que agrupar todos los préstamos del silencio, la hipoteca de la desnudez, las letras de la impudicia, los créditos rápidos del desamparo y las mutilaciones. El dos por dos, el dos por tres. La distribución y el acomodo de todos los epígrafes del viento. Habrá que contar con disimulo las patas de los pájaros, las insinuaciones de las tardes de doma, el hastío de las banderas que ondean a media asta, como los labios que deja en tu mirada augurios de equivocación y descalabro. Los felpudos de la obstinación y el desespero. Estamos en el mes de los enebros, día siete para ocho, el mes de las desapariciones, de los cantos de juglar, de la alfombra que nunca se sacude. ¿Has pensado en ti? ¿En el mármol cristalino donde se extingue tu verdad? Donde las expulsiones se regulan por la ley del miedo y la codicia no seduce las auras ni codifica un manifiesto, de prudencia y rechazos fértiles en la temible dulzura de la cobardía. 8 PSUR Me pregunto, ¿porqué le ponen nombres de poeta a los aviones? Éste, se llama Sor Juana Inés de la Cruz. Y no sé si el piloto, el sobrecargo, la azafata, sabrán algún verso, alguna terminación angulosa de las aguas de esta vida, que no se refiera a seguridad, a chequeos, a ese “abróchense los cinturones”. Y como siempre, siguiendo normas internacionales, las típicas prohibiciones de esas cosas, sin más argumento que la de evitar que se ponga en peligro la seguridad del vuelo. ¿Por qué le ponen nombres de poeta a los aviones? Y es que, no es de recibo que quien no te conoce te conduzca por la vida. Cada ciclo se eleva cuando es amenazado, el tiempo rige, entretanto, la sintaxis de la evocación y el abandono. Cuando la roca permanece en el anonimato, afloran las causalidades en su foro eterno de preguntas, como un silencio foráneo que anida sus revelaciones al quehacer nocturno del péndulo, donde los cuervos buscan palomas mensajeras para ponerle comas a las manos, a los pies, al mismo aire encadenado, al cielo lánguido, al papel secante cubierto de manchas de tinta como humo confinado de promesas quebrantadas. El tamaño irregular de la mañana nos revela estridencias de aguacero, como un río de hojarasca que apela a la atención de los sentidos. Qué decir de tu amor, Constancia de pasto y de rocío. No hay minúsculas en la duplicación de la lluvia. del silencio que cae a manos llenas en ese cielo y ese mar en angostura como una gota de viento o un lamento. Las gotas con sus gestos ampulosos se resuelven, antes de que el sexo dé comienzo. Turbulencias de sueño y de pecado, sangre fría de espuma, albor cristalino y menta en el callejero terrible del titubeo, donde resuelve el lado derecho de lo oblicuo. José María Pinilla nació en Barcelona en 1951. Es poeta, editor y antólogo y su vida profesional se desenvuelve en la Administración pública, la docencia y el mundo editorial. Ha publicado seis libros. Parte de su obra poética está recogida en varias antologías, como El Cerro de los Versos (Ediciones Atenas 2004), Trilogía Poética (Ediciones Atenas 2005), o Poetas De Las Dos Orillas, 2007 (Ediciones Botella al Mar). Es ganador de numerosos premios entre los que destacan Premio único Concurso Internacional de Poesía “De las Dos Orillas”, Montevideo, Uruguay, 2007, por Memorial del Vino; Distinción “Salomé Ureña de Henríquez”, 2007, otorgada por la Embajada de la República Dominicana en Uruguay, en reconocimiento a su trayectoria; Medalla de oro y miembro de honor de CADELPO, 2006 (Lima - Perú), por sus méritos literarios y de unión entre los pueblos hispánicos. De la arena donde yo te espero todavía enclaustrado en la palabra y el martirio, sabiendo que tu cuerpo es un puerto que se aleja de las rocas, de la playa, de ese mar bravío del momento imaginado. Que ya no existe un mínimo rescoldo de gaviotas, un refugio que huele a sed y a aire, y a viento, este arder y perecer en la penumbra, entrando en tu boca, en la cosa que no he sido —náufrago de abrazos, de centinelas y planetas, arrecifes de mar, de un cuerpo en olas—, esperanza de proa y no de popa que descubre el frío de un poema, la piedra pedernal y el aguacero. Qué decir de tu nombre, de tus manos, de tu ligero cansancio, de tu ropa mojada, de esa sal del mar que ahuyenta las palomas. PSUR 9 POESIA [ Alfredo Palacio Alfredo Palacio ] POESIA Claves Finalista del premio PSur Poesía 2007 Alfredo Palacio LA NOCHE HIZO LO SUYO. CUENTAS DE CRISTAL Los cuerpos de un collar imaginario. su tarea. La piel salió al ruedo Pezón de chocolate que se lame y ya nada bajo el ojo de la luna. se mantuvo en su lugar. Se ensancharon los besos Tus manos cabellera tus ojos cada abrazo fue una avenida borde de sal el calor confundió en la desmesura de una isla. perfumes y deseo. Y te miro Y ellos te miro acaso sin poder creerlo con ese contraluz del otoño estaban allí mientras el asombro cae cruzando el muelle. y te acaricia. Estrenando los ojos las caricias cada temblor. Montaron la madrugada tejieron flecos de luna. Y por el labio de la noche también 10 PSUR hicieron lo suyo PSUR 11 POESIA [ Alfredo Palacio Alfredo Palacio ] POESIA LUDO, QUIMERA, ESCAPARATE. LA NOCHE ES Oferta una señal que no logramos descifrar. país enfermería Su lengua angosta cierren las ventanas hace estragos la casa está en orden. El amor en esta costura que es la vida. La noche puede acaso lo que no podemos sólo sea un amuleto. lo que soñamos Locura en picada y nunca se alcanza. aciaga Lo que es sin fondo y siempre extraviada. vemos del revés. Simple estación de recambio. Sin luces ni escollera. La noche espejismo y desmesura Sólo el alma aliento en vano para tan delgado combate. cuchillo siempre alerta.. Lazo impune que no resuelve no alivia desconcierta envuelve y enciende. Alfredo Palacio nació en diciembre de 1949 en la ciudad de Buenos Aires, donde reside. Inédito a nivel individual, ha participado en diversas antologías poéticas y tiene poemas publicados en diversos sitios en internet: www.mispoetascontemporaneos.blogspot.com, www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/argentina/alfredo_palacio.htm, www.prometeodigital.org, http://isla_negra.zoomblog.com/archivo/2005/10/28/alfredo-palacio-argentina.html Ha participado en numerosas lecturas en el ámbito de Buenos Aires y el interior del país y tiene en preparación su primer libro de poemas, Filamentos. Ha sido galardonado con numerosos premios entre los que destacan el Primer Premio del V Concurso Literario Nacional “Atahualpa Yupanqui” Casa de Cultura de Longchamps - Provincia de Buenos Aires, en 2005; Finalista del II Concurso Nacional de Poesía 1993-De la Piedra Movediza (Tandil - Prov. Bs.As.); o el 1992 Primer Premio del Certamen Poético “Syria Poletti” Asociación Amigos de la Biblioteca Docente Municipal - Ciudad de Buenos Aires. 12 PSUR PSUR 13 NARRATIVA [ Cristóbal Pagán Cristóbal Pagán ] NARRATIVA Retorno tercero Ganador del premio PSur Narrativa 2007 Cristóbal Pagán Cristóbal Pagán (Sevilla, 1975). Licenciado en Filosofía y Letras. Pasó tres años en Atenas y Londres, aprendiendo griego y otras grandes cosas. Desde 2000 ha sido profesor de inglés en varios institutos de enseñanza media, y de griego moderno en el Servicio de Idiomas de la Universidad de Murcia. “Ha leído poco y entendido menos”, como decía un personaje de Joyce. Desde niño su relación con la poesía es de intimidad, y su “actividad literaria” en público se reduce, descontando algunas osadías ante compañeros de aula, a unos pocos, pacientísimos, amigos y familiares. El III Premio Paralelo Sur es su primer intento de publicación. Lluvia. Puntos de frío chispeantes sobre la piel. Uno, dos, diez. Está lloviendo. Va a llover, y cuando llueve todo pesa más, como mojado por adelantado, mira: los edificios, las calles, los árboles, el cielo cerrado, gris. Plomizo, dicen. Qué plomo, no: es como ceniza mojada y aérea, aire, sí, cargado de llover. El verde de esos árboles, negro a toneladas. Trece, catorce puntos en las manos, en la cara. También está más denso el gris de la acera, más acerado, pero más blando también. Hay gotas en el aire. Pero, ¿llueve o va a llover? Jodido Londres… Gotas. ¿Cuántas gotas tiene el chubasco? A veces caen tan separadas, tan redondas, que se pueden contar, y de tan livianas se las lleva el aire. Las infinitas gotas. Pero no, decimos infinitas y no, el chubasco tiene un número finito de gotas. Si tuviéramos los medios de observación las podríamos contar, una por una, billones, trillones, cuatrillones, pero no infinitas. No llueve infinito. LONDON UNDERGROUND. BELSIZE PARK. Mucha gente en el metro, bajando la escabeza diecisiete, dieciocho cabezas; abajo, más de cien. Más que ayer, claro, va a llover y está lloviendo. PLATFORM 2. Kennington via CX 1 min. Kennington via CX 3 mins. Morden via Bank 6 mins. A las del metro sí las cuentan, en las máquinas de la entrada. Te dicen tantos miles de pasajeros en el Metro de Londres ayer. Claro que hay quienes entran varias veces, hay quienes entran sin pagar – el tren: KENNINGTON VIA CHARING CROSS – y hay que sumar el personal, los músicos (¿sacan billete, los músicos)…pero al final tienes un total muy fidedigno de personas en el metro en ese día. ¿Cuántas ahora, un millón, un millón doscientas mil? Si el Gran Londres tiene… ¿Dónde estamos? A ver, a ver: CAMDEN TOWN. Cuánta gente. Apretados. ¡El nombre de la isla! Lo han dicho aquí al lado: “… guijarros, mientras que donde yo te digo hay arena”. Dos griegas, jóvenes. Ésta está gorda, aquélla está bastante bien; “… guijarros, mientras que donde yo te digo hay arena”. Ya no las oigo. Deben de haber ido de vacaciones, o ser de allí. ¿Les hablo? Mamá nos llevaba a la playa. Papá no estaba. Castillos en la arena. Se bajan. WARREN STREET. UCL, estudiantes, seguro. Guijarros, arena. Sima ha estudiado en el UCL. Se empeñó en llevarnos a Michael y a mí al Planetario, antes del partido. ¿Se va a casar con Michael? Él toca la 14 PSUR batería y ella caza asteroides. Guijarros enormes. Un batería con una astrónoma. ¿Cómo era eso del Planetario? El Sistema Solar, la Vía Láctea, los cúmulos de galaxias. Sima nos hablaba como a los críos: “¿No os dais cuenta de qué pequeños somos?” Estaba emocionada. Hermosa sonrisa. El Sol. El Sol es una de los cientos de miles de millones de estrellas de la Vía Láctea. Una galaxia espiral. Espiral, espiral. Spiros. Hay cúmulos de galaxias con docenas, y otros hasta con millares de galaxias, con millones. Y hay miles de millones de galaxias. Granos de arena. Pero el universo es finito. Si tuviéramos los medios, podríamos contar todas las estrellas que hay flotando, como las gotas de lluvia del chaparrón. Se va a casar con Michael. EMBANKMENT. Apenas se puede andar por los pasillos. Michael sigue igual desde el instituto: el grupo, los discos, las fiestas. ¡Treinta tacos ya, espabila chaval! Cabezas, cabezas, cabezas… ¿Guijarros? ¿Granos de arena? ¿La quiere? La quiere. Va a pillar un trabajo estable. Y se casará con ella. Qué preciosa sonrisa. “Y tú, ¿cuándo piensas salir con la misma chica dos veces?” Ella a mí, me dice, ella a mí, a mí. Dos veces. Tres veces, cuatro veces. Sima, Sima, Sima. ¡Joder, no vamos a caber en el puto tren! ¡Joder, señora! “Perdóooon, perdóooon”; ña, ña, ña. Me ha calado la manga. Sí, sí, claro, afuera está lloviendo de verdad. Arriba. La tía… Guijarro gordo. Hm, hm. Y no tenemos los medios para medir, pero no son infinitas, ¿eh, Sima? Una manera, sabes, una manera es pensar en cosas pequeñas. Guijarros, granos de arena. El Sol es una roca y la Tierra un grano de arena. Con mamá íbamos a la playa de arena. Eso es, el universo una playa, las galaxias granos de arena, que brillan. Hacíamos figuras, escribíamos en la arena. Escribiendo en el universo. Coges un montón de arena y estás cogiendo el arenal entero, como cuando coges a alguien del brazo y has cogido a la persona, la tienes cogida por el brazo; tienes cogida la playa por un puñado, tienes cogido el universo todo, todo. Y, si las galaxias son granos de arena, el Sol, la Tierra, ¿qué son? Nosotros, ¿qué somos nosotros? BLACKFRIARS. Las 8:40. Sobra tiempo. Llegaré antes que Jake. Cómo está con lo de China. Cree que los chinos son infinitos. Mil trescientos millones, a seis de enero de 2004. “Pues imagínate un tercio de chinos con poder adquisitivo para ser potenciales consumidores de helado, más de cuatrocientos millones, seis o siete veces Gran Bretaña, chaval”. Pero tú sabes quién gobierna en China, el cirio burocrático para montar las fábricas, cómo vas a distribuir con tanta población rural, los políticos, los favores, los derechos humanos, se nos van a echar encima los ecologistas, los de Amnistía. ¡Joder, sí que llueve, sí! “Yo sólo sé que ya no vamos a ser los primeros, conque hay que meterse. Encuentra el modo. Sabes que aprecio mucho tu prudencia, Spyrhos. Pero son varios cientos de millones de chinitos para tomar helado. Son muchas bolitas, colega.” Aprecio tu prudencia. Son muchas bolitas. Colega, chaval. Capullo. Con Papá íbamos a una de piedras. Pulidas, lavadas, suaves como helados. Las planas botaban bien sobre el agua. “¡Venga Spiro! ¡Muy bien, hijo!” ¿Qué es un guijarro? ¿Un cúmulo de galaxias? ¿Un cúmulo de cúmulos de granos de arena? Mil trescientos millones. Jake no tiene ni puta idea. Ni puta idea. Ya estamos. Cómo pesa la mole del edificio. Pensar en cosas pequeñas. Todo es finito. Tres cubos de arena. En este las galaxias que pueden comprar helado, en esos dos… Semáforo verde. Y si el universo es finito, ¿qué narices hay fuera? ¿Eh, Sima, qué hay? Mamá siempre nos llevaba a la playa de la mano. Su mano suave. Escribíamos en la arena. Ahí está la puerta. No está el conserje. Escribíamos en el universo. “¡Qué pequeños somos…!” A ver, cuatrocientos treinta y tres millones, a una media de dos bolas semanales, dos bolas, dos cubos de arena, de chinos, voy a abrir, de bolas, de galaxias, de arena, su mano… ¡No! No. No. * - ¡Bueno, mujer! ¡Suéltalo de una vez! No murmures ya más, que me vas a volver loco. ¿De dónde vienes así? Di. - ¡Qué disgusto, Yorgo! ¡Qué disgusto! ¡Después de todo lo que hicieron sus padres por él! - ¿Por quién? ¿De quién hablas? - Vengo de casa de mi prima Ana. ¿Sabes Spiros, el hijo mayor, el que nació antes de que se fueran a Londres? ¿El ejecutivo? - Sí, claro. Los llevé yo al barco. Era un crío cuando se fueron. Así de alto, no más. - Eso. Pues está en la casa. Dice que se queda en la isla, que no vuelve a Londres. Se ha dejado el trabajo y dice que va a vivir aquí. Que cultivará el huerto, que abrirá una tienda, que enseñará inglés… No quiero ni pensarlo, si vivieran sus padres. ¡Qué disgusto, Virgen santísima! Y, claro, con lo que quería yo a su madre… Que no me he podido callar. Pero hombre, qué te ha dado, le he dicho, por qué te dejas, tú que vales tanto, que has ido a la universidad, por qué te dejas todo aquello, tu buen sueldo, tu buen puesto, tu buena casa, y te vienes aquí a vivir como… como un jornalero, como uno más del pueblo. No me he podido contener. ¿Por qué, Spiro? ¿Por qué? ¿Y sabes qué me ha respondido? Y sonriendo además. - ¿Qué? - Me señala a la playa, como si no la tuviera vista yo, la playa, y me dice: “Por unos guijarros y por un poco de arena”. - ¿Eso te ha dicho? - Como lo oyes. - Vaya, vaya. Su padre también era un buen hombre. PSUR 15 NARRATIVA [ Rubén Romero Rubén Romero ] NARRATIVA Los dioses cansados Finalista del premio PSur Poesía 2007 Rubén Romero Rubén Romero (Madrid, 1978) Es Licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense y de Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid. Ha publicado los siguiente libros: La Luna lleva tu nombre tatuado (Huerga y Fierro Editores, 2001). Lo que importa, (Cuadernillos La Fumarola, 2002). Revistas: Cuadernos del Matemático, La Fumarola, Qi (Poemas, relatos, artículos y crítica literaria). Desde 2001. Vigilia Poética, Solsticio de Verano (Centro de Poesía José Hierro, 2003). Revista Alwah, Madrid. Traducción de poemas al árabe, 2004. Breviario de Relatos (Publicaciones Acumán, 2006). Ha obtenido premios como el de Poesía en el Certamen Ciudad de Getafe 2001, el Premio Villa de Leganés Local 2001 de Poesía, el Premio Nacional de Poesía del Ayuntamiento de Los Molinos de Madrid 2000, el Premio de Poesía en el Certamen Ciudad de Getafe 2000, el Premio de Relato Corto en el Certamen Ciudad de Getafe 2000 y el Premio de Poesía en el Certamen Ciudad de Getafe 1999. Estaba vivo y vacío, lo que es tan próximo a Dios que es demencial. Henry Miller, Trópico de Capricornio “Puedes contárnosla, tenemos tiempo”, le dijo el que era más alto. Los tres sentían el frío abrirse paso entre sus huesos como un afilado cuchillo que desgarrara la piel de un animal moribundo. Los pájaros cantaban y las nubes se levantaban. Todo estaba en orden en un nuevo día ordenado. “Gracias. Es sólo una historia. Nunca os he hablado de ella, supongo que era algo demasiado personal”. El hombre alto y el hombre bajo lo miraron de una forma que no significaba nada. Cualquiera que los hubiese visto allí a los tres en medio del bosque habría pensado que eran tres estatuas de sal. “Cuando me casé amaba a mi mujer más que a nada en el mundo. Era preciosa. La habéis visto en fotos de aquella época, era increíble. Tenía una risa que era como el repiqueteo de la lluvia sobre el tejado. Y tenía un cuerpo... Pasábamos horas y horas haciendo el amor, como si no quedara tiempo, como si cada vez fuera nuestra última oportunidad de tener al otro. Sabía ser dulce y agresiva a la vez, qué os voy a contar. Cuando salía de la tienda iba directo a casa, nada de bares. Por esa época limpié de mi cuerpo todo el alcohol que había bebido hasta entonces. Me iba a casa con sólo ella en mi pensamiento, su cara, sus pechos, sus piernas, su sonrisa. Supongo que sería como todos, vosotros también habréis tenido esas sensaciones después de casaros, supongo que le ocurrirá lo mismo a todo el mundo. Yo entonces no sabía nada de la vida, pensaba que había sido elegido para disfrutar del cielo en la tierra. Era el hombre más feliz del mundo, me iba bien en el negocio y en casa me esperaba una mujer maravillosa. Pero entonces llegó un día, unos pocos años después, y me fijé en unas venillas azules que le subían por las piernas como si tuvieran prisa por llegar yo qué sé adónde. Parecían esos ríos que salen en los mapas geográficos. Ella estaba dormida boca abajo y yo me había levantado a orinar, era temprano, el sol daba de lleno en sus piernas. Todo el día traté de pensar en otra cosa pero no pude quitarme aquella imagen de la cabeza. Cuando llegué a casa me sentía extraño, abrí una puerta que creía menos mía y besé a una mujer distinta a la que le había hecho el amor la noche anterior. En la cena ella me preguntó si algo me preocupaba, mascullé una negación culpable. A partir de entonces fui descubriendo en el cuerpo de mi mujer más venas en sus piernas como ramas de un árbol que no dejara de crecer, leves arrugas junto a sus ojos, pelos blancos en su cabello que ella empezó a teñir a escondidas. Su cuerpo comenzaba a engordar, la dureza de su piel se había convertido en una áspera gelatina. Nuestras relaciones comenzaron a espaciarse en el tiempo. Ella al principio no le dio importancia pero yo notaba que se daba cuenta de todo. Yo la seguía queriendo, de verdad os lo digo, pero no sentía que fuera mi mujer, era como si la vecina de al lado se hubiera mudado para hacerme la comi16 PSUR da y plancharme los pantalones. Entonces un día regresé a casa y ella estaba llorando sentada en el suelo de la cocina. Me acerqué y le pregunté qué le pasaba. Me apartó de un empujón y me gritó que sabía que la estaba engañando. Yo no supe qué contestar. Me quedé mirándola como un idiota y sólo se me ocurrió ir al salón y sentarme en el sofá a ver la tele. Mi cabeza no podía funcionar, estaba demasiado cansado y nunca imaginé que una mujer, ni siquiera la mía, pudiera llorar por mí. Un rato después ella entró en el salón, parecía calmada, los párpados estaban hinchados como dos huevos violetas y aún le colgaba agüilla de la nariz. Yo traté de seguir mirando la tele. Ella se quedó en el quicio de la puerta y yo notaba que no apartaba su vista de mí. Eres un puto cabrón, me dijo, espero que se te caiga a pedazos, cabrón. Lo dijo remarcando lentamente cada una de las palabras, muy suave, casi en el tono de una declaración de amor. Entonces me levanté y la miré y vi en sus ojos apagados todo el desprecio y todo el amor del mundo. Con el primer puñetazo cayó al suelo medio inconsciente. Dejé de pegarle cuando le hube borrado la cara”. Hubo un par de minutos de silencio. El sol comenzaba a incendiar el cielo, las estrellas se apagaban tristes tras su función. “Es la primera vez que te oigo contar algo tan personal. Siempre dijiste que tu mujer se mató con el coche”, le dijo el hombre alto encendiéndose un cigarro. “Pasé diez años en una cárcel infecta. Fue la primera vez. Mientras me abrían el culo una noche tras otra esos malnacidos no dejé de pensar en la cara que tenía mi mujer cuando nos casamos. Creo que gracias a eso pude seguir vivo allí dentro”, medio susurró con la vista perdida el primer hombre, que era algo rechoncho. Los tres permanecieron callados un instante. El hombre alto dio una calada al cigarro y expulsó el humo tan suavemente que parecía como si no lo estuviera haciendo. “¿Tiene moraleja, la historia?”, preguntó pausadamente el más bajo, que era el más joven de los tres y que no había abierto la boca desde que habían llegado allí. “No. No tiene moraleja. Ninguna historia tiene moraleja. Las historias se cuentan, se escuchan y se olvidan. Sólo quería compartirla con vosotros. Hemos vivido muchas cosas juntos estos últimos años. Hemos hecho de todo, ¿verdad?, las cosas nos han ido bien. Quién me iba a decir a mí que acabaría trabajando con vosotros”. Durante unos segundos el hombre alto y el hombre bajo observaron en silencio al hombre rechoncho. Parecía un hombre agotado. Los ojos apenas se movían dentro de su cara. Eran como peces muertos flotando en una pecera. “He matado a mucha gente, y sabe Dios que no he sentido nada nunca, ni bueno ni malo. Pero daría mi vida por devolverle la suya a mi mujer. No ha habido día desde entonces que no haya pensado en ella y en lo hijo de puta que soy. Y, bueno, ahora igual que entonces sólo veo la cara de mi mujer el día de nuestra boda”, concluyó el hombre rechoncho. El hombre alto que fumaba sonrió demasiado levemente como para que ninguno de los otros dos se hubiera dado cuenta. El hombre bajo y joven miró al sol asomar su cuerpo de dios cansado. El hombre rechoncho también sonrió. “Bueno, cuando queráis”. Se puso en pie. Hasta entonces había estado sentado en una roca empapada de gotas de rocío. Los otros dos estaban frente a él. El hombre alto tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con su bota de manera concienzuda, trazando un semicírculo en el suelo con un par de rítmicos giros de su talón derecho. Se tomó todo el tiempo del mundo. La hierba a sus pies quedó aplastada igual que en un jardín. Luego apuntó al hombre rechoncho con el arma. A la cabeza. Un segundo después el hombre rechoncho estaba muerto. El bosque repitió hasta hastiarse el sonido del estampido. Cientos de pájaros volaron aterrados. Los dos hombres caminaron en la misma dirección. Cuando llegaron al coche se montaron sin ninguna prisa. Condujo el alto, que se encendió otro cigarro. No hablaron de nada durante el trayecto. El alto puso la radio. Cuando entraron en la ciudad el sol arañaba ya las aristas cortantes de los edificios. Las ventanas de las casas se abrían para aspirar el aire antiguo de un nuevo día antiguo. Los primeros ruidos llovían de todas partes trepando por las fachadas. Cuando llegaron a la avenida principal el hombre joven le dijo al que conducía que detuviera el coche. Pararon en doble fila. “¿No vas a la comisaría? Hay mucho papeleo”, le preguntó este. “Sí, pero antes tengo que hacer una cosa”. El conductor lo miró unos segundos. Su rostro estaba cinPSUR 17 NARRATIVA [ Rubén Romero Dante Oliva ] NARRATIVA Historia de un maquisapa capturado Dante Oliva celado en tierra seca. Tenía cuarenta y cinco años. La vida le había dado todo lo que había podido. No fue avara. Él ya no pedía más. “Espero que tengas suerte”, le dijo al joven. Este lo miró un instante y esbozó la sonrisa más leve que haya esbozado un hombre jamás. Bajó del coche y no vio cómo el otro se ahogaba en el océano de cemento. Se dirigió a la floristería y compró el ramo más bonito del mundo. Se lo dijo la vendedora. Él pidió el ramo más bonito del mundo y ella contestó “este es”. Múltiples fragancias y colores. Luego caminó con el ramo hasta su casa. Llevaba tres semanas sin pisarla. Cuando estuvo junto a la cerca del jardín le pareció que acababa de salir de aquella casa hacía un minuto. Antes de llamar a la puerta respiró hondo. Sabía que su mujer estaba levantada. Estaría preparando el desayuno al niño. Aún quedaba una hora para que este entrara al colegio. Llamó a la puerta y le abrió su mujer. Era muy guapa. Era increíblemente guapa. Él también. Ambos eran muy guapos. Su hijo también lo era. Será actor de cine, decían sus abuelas. Las abuelas. Su mujer daba clases de Lengua por las tardes en un colegio. Por las mañanas preparaba sus oposiciones para fiscal. Era una mujer increíblemente guapa e inteligente. Él la quería con locura. Habría hecho cualquier cosa por ella. La amaba de verdad, podéis creerme. Cuando ella lo vio con aquel ramo no dijo nada, ni siquiera sonrió. “Ten. Quiero que sepas que nunca podré dejar de quererte”, fue lo que él le dijo. Ella tomó el ramo y ladeó sutilmente la parte izquierda del labio inferior. Podía ser una sonrisa. “Es la primera vez en siete años que me regalas un ramo de flores”. Él se sacó de la chistera una cálida sonrisa como hacía meses no usaba. “No es un ramo de flores cualquiera. Es el más bonito del mundo. Me lo dijo la vendedora”. Ella lo miraba fijamente. Parecía querer ver más allá de los ojos de él. Parecía querer desentrañar todos los arcanos del mundo a través del cuerpo fatigado de aquel hombre. “Esto no cambia nada. Aún es pronto. Necesito más tiempo”. Él esperaba oír esa respuesta. Cualquier otra respuesta habría sido absurda. Aun así las palabras de ella irrumpieron en su corazón y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso, dejándolo yerto. “Sí, lo sé. Cuídate. Y pon las flores en agua”. La sonrisa de la chistera derramaba sus cenizas sobre el pavimento. Ella lo miró unos segundos antes de cerrar la puerta. Él pensó que jamás la había visto tan preciosa. Dio media vuelta y fue caminando al hotel, no tenía prisa. No iría a trabajar. Al infierno la comisaría. El sol como un flexo que colgara del cielo era el foco de aquel teatro de hormigón y asfalto. La ciudad comenzaba a ser tomada por un enjambre de abrigos largos que arrastraban sus fracasos. Hacía frío, mucho frío. El sol no bastaba para vencerlo. Tal vez era un dios demasiado cansado. 18 PSUR Hace tres días escapé del Zoológico de Barcelona. Engañar al sujeto encargado de abrir y cerrar las entradas fue cosa fácil, nada que no hubiera puesto en práctica anteriormente durante mis días en Lima (donde me encerraron por casi un año) o, incluso antes, cuando escapé del Zoológico Municipal de Pucallpa. Ya estaba tan harto de permanecer encerrado. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Acaso sólo por ser diferente? Logré asirme del juego de llaves. Abrí una de las rejas y huí, mientras el resto de mis congéneres (aquí les dicen colegas) dormía. De hecho, extrañaba mucho Pucallpa, aunque no su zoológico, por supuesto, sino mi Yarinacocha querido, donde el sol gotea oro a la hora del crepúsculo y donde el color verde de las plantas en sus cuarenta y tantas tonalidades despide un aroma fermentado de masato durante el otoño. Extrañaba mi rostro reflejado en el lago por las mañanas. Yo debía volver a donde pertenecía. En el avión Jorge Chávez―Barajas (también allí nos metieron en una jaula), un viejo mono colombiano me había dicho que teníamos suerte de irnos a España: “Todo es más bonito allí, hermano; además, si vamos a Barcelona veremos las construcciones de Gaudí, allí está La Sagrada Familia”. ¿Gau... quién? Eso espero, seguí la corriente con indiferencia... El asunto es que una vez en Barcelona, salvo por dos o tres cosas, como las coquetas monitas de las Islas Canarias, quienes habían llegado una semana atrás dispuestas a todo, las cosas no fueron muy distintas del resto de cárceles donde ya había estado: uno siempre debía permanecer adentro. Después de salir, deambulé unos minutos por el interior del zoológico tratando de concretar mi escape. Pasé por las casas de los leones, qué animales tan grandes, aquí sí les daban comida carajo (y tal vez eso sí sea una diferencia incuestionable). Pero pocos minutos después me detuve, pues frente a mí estaba el lugar de un animal rarísimo traído desde Australia. Qué animal tan extraño, pensé, pues tenía todo el aspecto de un espía infernal, alguien enviado por Satanás. Pegado a su tronco, como un niño pequeño a su madre, abría sus enormes ojos de huevo rojo. A pesar de los innumerables aspavientos que le hice, simulé ser el otorongo, la anaconda, cualquier animal peligroso empleando mis cinco extremidades, el australiano permanecía imperturbable, autista, inasequible con su tristeza de condenado a muerte. “Bueno, colega, le dije en voz baja, yo me largo y tú deberías hacer lo mismo algún día”. Todavía era de madrugada cuando tiré muro. Caminando, siempre al viejo estilo maquisapa (arrastrando las mangas, meneando la cola y dando brincadas), sentía cómo el Mediterráneo tenía un viejo olor a guardado, no como mi lago Yarina, que siempre olía a frutas y peces. Aquí hacía frío. Entristecí. Qué clima tan nocivo para la salud, pensaba. En mi selva había fuertes lluvias en enero pero jamás este vituperable invierno. ¿Y si volvía a la jaula? ¿Por qué no? Carajo, estaba claro que si volvía tendría abrigo, comida y trago; además, les daba vuelta a las monitas de las Canarias y jugaba al póquer con mis colegas traídos desde distintas latitudes. Recuerdo cómo algunos se opusieron cariñosamente a mi partida: “Oye, Marco Pomponio, ¿estás seguro de lo que vas a hacer? La ciudad humana es una mierda, los humanos son todos unos locos, mejor permanecer encerrados, al menos hasta recibir las instrucciones de la gran rebelión...” Pero yo fui más terco que el buen Julio César, pues ya no soportaba más el encierro y si bien estaba al tanto de dichas instrucciones, muy poco me importaron en aquel momento. “Pero Marco Pomponio -insistía intentando detenerme-, aquí tenemos comida, el plátano de las Islas Canarias no está tan...” PSUR 19 NARRATIVA [ Dante Oliva Dante Oliva ] NARRATIVA -Julio César -le dije-, tú eres africano y no comprendes nada del espíritu de los latinos: yo me largo. Aquella noche tuvimos nuestra última partida de póquer. Seguí caminando. La playa estaba desierta y yo me jodía más con el frío; por fortuna, había robado unos fallos y un encendedor (mechero, le dicen aquí). Prendí uno. Me senté en la arena. Prendí el segundo. Vi cómo salió el sol, qué guay. Bajaba el frío de a pocos. Pero estaba tan cansado que me quedé dormido. Cuando desperté ya estaba muy entrada la tarde. ¡Maldita boa!, me había quedado dormido en la caseta salvavidas. Bueno, era hora de ir a buscar comida; después idearía cómo escabullirme hasta alguno de esos aviones de propulsión a chorro. Pero de pronto me asaltó el pánico. Experimenté lo que en cinematografía humana llaman flash-back, recordando la estampida humana que casi me asesina cuando escapé del Zoológico Municipal de Pucallpa, mientras el olor de decenas de llantas quemándose en medio de las pistas me asfixiaba durante la huelga de mototaxistas. Hombres sudorosos y recios gritando. Caos. Mucho caos. Los humanos han hecho del Perú un caos. Uno de ellos casi me mata. Llevaba un garrote. Pero sobreviví para contarlo... ¿Y si Barcelona era como Pucallpa? Por lo pronto, en Barcelona no había turbas humanas, aunque Claudio Octavio una vez me contó que por Las Ramblas caminaba un pincho de gente. Continué el camino. Trataba de mantener la calma, aunque no por ello bajé la guardia. Ya me crujía la panza. Tenía que encontrar comida. Habían pasado varias horas de mi incursión en la ciudad humana y el hambre que sentía simplemente era extremo. Carajo, pensaba, ¿y si me hubiera quedado en el parque zoológico?, ahorita estaría comiendo plátanos y jugando al póquer. Aquí los árboles ni siquiera tienen frutas en los extremos de las ramas; cómo era posible que estos salvajes no cultivaran árboles con frutos. Ya me lo había dicho Marco Tulio una noche de libaciones en la jaula: “Los humanos no pertenecen a la naturaleza, y son arrogantes, creen que tiene el control. Pero pronto será la gran rebelión simia y pagarán caro... Será como en la película.” Cuánta sabiduría en las palabras del viejo Marco Tulio (fue una pena que muriera de cirrosis). ¡Por fin! Caminando por la costa había llegado hasta un armatoste inmenso cuyo nombre era EL BORN, o algo así. Me moría de hambre y todo aquel sitio olía a purita comida. Adentro, mucha gente deambulaba de un lado a otro. Mmm... ¡Qué rico huele! Entonces entré muy campante y contento, pero conforme avanzaba e inspeccionaba las boutiques, los restaurantes tan bonitos aquellos y las zapaterías, iba notando que la gente a mi alrededor me miraba feo, como si mi presencia les incomodara, como si nunca en sus putas vidas hubieran visto un monito tan guapo y alegre como yo. Entonces recordé que cuando niño, mi madre, Adriana Livia, me había enseñado que uno nunca debía avergonzarse de lo que es, por lo que simplemente decidí no hacerles caso y seguir buscando la jama. Pero las cosas llegaron a un límite insostenible cuando una niña empezó a gritar solo porque le robé su helado. Niña salvaje, gruñí, ¿acaso no sabes compartir? Y a todos los demás les gruñí también, mírenme, mírenme bien, soy un mono, soy un monito simpático y qué, así somos los maquisapas. Ahora sí, ya estaba harto de esto de las ciudades humanas. ¡Acaso tu madre humana no te enseñó nunca que debes compartir! No había terminado de proferir esto cuando alguien me atacó por la espalda: era el padre de la niña. Corrí. Trepé por uno de los postes que sostenía un toldo de colores o algo así mientras el café se convertía en un completo alboroto donde todos gritaban, ay, ay, y una mujer exasperante vestida de collares no paraba de toser como si tuviera tuberculosis o algo mucho peor. Todos me señalaban. Todos intentaban dañarme. Pero me valí de la capacidad aerodinámica de mi cola y logré escapar. Fue así que fingí desaparecer a través de un ducto que daba hacia las azoteas, aunque todo fuera una treta: lo que yo quería era comida y el helado estaba sabroso pero eso no era suficiente. Deambulé algunos minutos para permitir que las aguas se calmaran. Cuando aguaité nuevamente: nada por aquí, nada por allá. Entonces continué el recorrido. Por fin llegué a una tienda de pasteles. La niña ya no estaba, mejor (su padre tampoco, y mucho mejor). Entré sigilosamente 20 PSUR en el establecimiento, nadie me había visto y me planté seriamente en el mostrador, frente a la caja. Con mucha educación y respeto dije: “Señorita, deme un plato de tacacho con cecina, por favor”. Pero adivinen qué pasó. Por supuesto, otra vez el alboroto, la furia, ese sucio ruido brutal que caracteriza tan inequívocamente a esta maldita especie. La mujer empezó a dar gritadas. ¡Que te coma la shushupe, vieja maldita!, le dije yo muy enojado, a lo cual ella no paraba de exclamar: “¡Coño! ¡Joder! ¡Cullons!” Entonces crucé el mostrador y cogí un palo. Ya estaba harto de tanto maltrato, tanta indiferencia. Apunté y conté mentalmente hasta tres para asestarle soberbios golpes en la cabeza por malcriada. ¡Toma esto! ¡Y esto! De pronto, aparecieron la niña del helado y su padre: habían traído a la policía. Los hombres uniformados llevaban correas, sogas e implementos de cacería. El más grandote me cerraba el paso diciendo: “¡Tu pasaporte, gilipollas!”. Carajo, me dije, yo no tengo documentos de ningún tipo, recordando cómo había sido mi primera captura en la selva: “¡Bájate del árbol, conchatumadre!”. Si salgo vivo de esta es porque dios es mono. Tiré palazos una y otra vez hasta que una de las correas atoró en mi cuello. Ya ni siquiera podía gruñir, me faltaba el oxígeno. Quería explicarles, quería decirles que todo había sido una confusión, que no era para tomarlo así tampoco... Pero otra de las correas atoró en mis patas y una serie innumerable de latigazos, de repente, me sobrevino contra la espalda y me salpicaba la sangre. ¡Oh, cuánta brutalidad! Después me arrojaron la red y ya casi había quedado fuera de combate cuando ocurrió lo inefable, lo que esta raza primitiva no quiere entender: “¡Yo solo quiero regresar a mi selva, carajo!” Y todos quedaron perplejos cuando me escucharon hablar. Ahora todo ha cambiado: no más jaulas, no más ciudades humanas, adiós a mis sueños de masato y agua de cocona, adiós a todo lo que yo amo, mi Yarinacoha querido. Cada vez que abro los ojos todavía permanezco encadenado y los tipos que no paran de manipular mi cuerpo con pinchazos siempre están ahí, vestidos de negro, llevando esos medallones extraños colgados de sus pescuezos. Les sorprende que hable, aunque parecen no creerlo del todo, o no querer creerlo, en todo caso. Tampoco quieren dar fe en absoluto a eso de que los simios desde hace tiempo jugamos al póquer detrás de los barrotes y charlamos horas de horas mientras el mundo humano continúa alimentando su arrogancia. Tampoco creen que mi nombre es Marco Pomponio, ni que mi madre se llama Adriana Livia, ni que conozco los fundamentos de la gramática del latín: “Ora et labora” significa ‘reza y trabaja’. Se sorprenden, ¿no? Claro que se sorprenden, eso claramente lo noto en sus miradas. Pero no me toman en serio, y tal parece que me consideraran alguna suerte de fabulador orate o, mucho peor, una aberración de la naturaleza. Solamente atinan a sonreír, nada más. Ah, y tampoco paran de fumar: “Yo sé muy bien que ustedes piensan que estoy loco, pero también sé que me temen. Ustedes me temen”. Algún día, alcancé a decirles antes de otra de esas inyecciones que me hacen dormir, todos los simios del mundo dejarán el póquer y las conversaciones familiares para tomar los aviones y los barcos por donde nos hacen viajar involuntariamente. Y abriremos todas las jaulas (no solo las nuestras, sino las de todos los animales, incluso las de esos australianos diabólicos) e iniciaremos una revuelta sin límites. Entonces, y solo entonces, desaparecerá el caos que ustedes han generado, y retornaremos al estado natural de las cosas: una selva plagada de lagos y animales salvajes donde reina el fuego. Pero ustedes, por supuesto, continuaron riendo, incrédulos, fumando sus cigarrillos, mirando cómo yo sufría sin hacer nada de nada. ¿Han escuchado alguna vez el canto de los maquisapas en el Yarinacocha cuando atardece? Pues es un canto que anuncia una guerra. Dante Oliva León (Lima, 1978) Licenciado en Lingüística y Literatura de la PUCP (Perú). Estudios en Historia en la Universidad Pablo de Olavide (España). Primer premio en los juegos florales de Lima Metropolitana 2002. Traductor del inglés, francés y kawki. Editor y redactor en medios locales y extranjeros. Músico experimental. Escribe su segundo libro. Cuento extraído del libro de relatos Camuflaje (Lima, 2007). PSUR 21 NARRATIVA [ Santiago Vaquera Vásquez Santiago Vaquera Vásquez ] NARRATIVA Camino al sur Santiago Vaquera-Vásquez nació en California, Estados Unidos en 1966, hijo de padres mexicanos. Después de graduarse en Artes Plásticas y Letras, hizo sus estudios doctorales en la Universidad de California, Santa Barbara. Ha trabajado en Texas A&M y en Dartmouth College. En la actualidad se desempeña como Senior Lecturer de Literatura Latinoamericana y de US Latino en la Pennsylvania State University. Además de dar clases, ha sido dj en la radio y es pintor. Ha publicado cuentos en revistas californianas y mexicanas, y en las antologías Líneas aéreas (1998), Se habla español (2000) y En la frontera: Il migliori racconti dalla letteratura chicana (2008). Santiago Vaquera Vásquez Elena entra a la habitación y encuentra a Tomás sentado en la cama, escribiendo. Por un momento se acuerda de un momento similar, cuando recién habían empezado a salir juntos. Por las tardes solía escribir en cama, a veces ella se acostaba a su lado repasando algún trabajo de uno de sus estudiantes. Después de un rato, Tomás empezaría a leer en voz alta para que Elena le diera sus comentarios. Él la abrazaba y ella cerraba los ojos mientras escuchaba su voz. Se acuerda de que siempre parecía que había una luz amarilla que se filtraba por la habitación. Ahora no. La lámpara que usaba Tomás no daba mucha luz. La oscuridad reinaba sobre todo. Antes escribía con facilidad, ahora no. Su brazo muerto colgaba a su lado. Estaban en la casa que les había dejado la mamá de Tomás. Era un pueblo pequeño, en el norte de California, donde no había mucho más que agricultura y un poco de ganado. Una bola de farmers y rancheros, donde los hombres son hombres y los corderos están en therapy, le comentó Tomás la primera vez que vinieron. Vivían cerca de la autopista. Desde la ventana del comedor se veía. A veces Elena se sentaba alli y la estudiaba. Era parte del sistema de interstates construido bajo la administración Eisenhower a finales de los 50. De todos los freeways que corrían del norte al sur, ésta era la única que tocaba frontera con Canadá y México. Elena veía los carros pasar con el paso seguro de que tomaban el camino correcto. Casi nadie salía del freeway para conocer el pueblo. ¿Para qué? Si se detenían era para cargar gasolina o comprar algo para comer. Un lugar de esos: casi olvidado. Si no hubiera sido por la autopista el pueblo quizá hubiera desaparecido en el valle: convertido en un lugar fantasma donde sólo vivían el calor sofocante del verano, los vientos del otoño y la capa densa de la neblina del invierno que cubría todo el valle. La primera vez que fue allá especuló que su novio la llevaba al centro de la nada. Pasaron horas y horas en el carro, rumbo al norte. Sólo se veía el paisaje lunar del valle central del estado. Cuando dejaron atrás Sacramento para seguir más al norte, se imaginaba como una pionera, en un viaje para conocer tierras nuevas. Y al final cuando llegaron, pensó que jamás podía seguir en una relación con un tipo que vivía tan lejos de la civilización. A los dos años se casaron. Pero aún así nunca le gustaba hacer ese viaje hacia el norte. 22 PSUR Habían entrado a una rutina en el matrimonio. Los dos dejaron casi de hablarse. Vivían en Austin, pero después del accidente dejaron Texas para volverse a California. Ella estaba segura de que él pensaba que se quedó en la relación porque se sentía culpable, aunque nunca le había dicho nada al respecto. Casi nunca decía nada. Se lo pasaba en la sala o en la habitación. Sentado en la oscuridad. La familia de Tomás había pasado por allí en la década de los cincuenta, eran braceros y trabajaban en la pisca. Años después, uno de sus tíos decidió quedarse en el pueblo, atraído por los huertos de naranja, de aceituna, de almendra y por la tranquilidad de ese ambiente rural. Había una pequeña comunidad mexicana donde siempre había trabajo. Lo del ganado también influyó en su decisión de quedarse. Antes de meterse en la agricultura la mayoría de la familia había trabajado en el ganado. Para él, era un lugar perfecto. Por las tardes le gustaba caminar por los huertos hasta llegar al freeway nuevo. Veía las montañas distantes, el cielo que cambiaba de color al caer el sol, la autopista solitaria que dividía el valle y conectaba a tres países. Después de unos años, los tíos habían conseguido reunir suficiente dinero para comprar una casa. Vivían al lado de la vieja carretera que pasaba por el pueblo y cerca de la compañía donde empacaban aceitunas. Elena recuerda la primera vez que caminó a esa casa. Se acuerda del aroma de los aceitunas y de como toda la zona se impregnaba con ese olor fuerte. -¿Qué? -Nada. Sólo entré para buscar un trabajo que creo que deje por aquí. -¿Te ayudo? -No, gracias. Sabe que él está intentando hacer conversación, pero está tan cansada que no puede. Baja la mirada y empieza a buscar por la habitación. En los sesenta los padres de Tomás llegaron al pueblo para vivir con los tíos. El papá empezó a trabajar en la lechería y la mamá trabajó en una fábrica donde se empacaba almendras. A un año de vivir en el pueblo nació Tomás y después de un par de años nació su hermana. Los padres compraron una casa en una zona entre huertos de naranjas y el freeway. De niños, los hermanos corrían al cerco de metal que lo dividía del huerto. Veían pasar los carros, desde ciudades del sur como Sacramento o San Diego hacia el norte a ciudades como Portland o Seattle. Les gustaba imaginar a dónde iban los carros. Inventaban vidas para los viajeros. A veces se veía Mount Shasta en la distancia, una nube blanca impuesta sobre la autopista. Parados en el cerco un día, Tomás le contó todo esto a Elena. Todavía le gustaba construir las historias de los carros que pasaban. Ella miraba hacia el sur, pensando en ciudades como Sacramento, como Los Angeles, como Tijuana que quedaba al final del freeway. Se imaginaba en algún carro en camino hacia el sur. Un carro que ella estaba conduciendo, llevándola lejos. Tomás puso la mano sobre su hombro y ella sintió cosquillas. Sin saber por qué, Elena se acerca a la cama y lo abraza. Al principio se queda sorprendido. Empieza a besarle en la frente y él sube la mirada. Se acuesta a su lado y se siguen besando. Como antes. Como cuando recién se conocieron. De repente él se aleja de ella. Elena se para de la cama y va hacia la ventana. Regresaron a la casa para que se mejorara. Ella aceptó porque pensaba que también podrían recuperar la relación de antes. Los chistes, la risa durante la cena mientras le contaba de las cosas absurdas que le pasaban. Le gustaba decir que siempre quería vivir una vida como de una película europea. Donde no pasaba nada, todo estaba lleno de momentos de paz, de calma. Pero siempre su vida le resultaba más bien lo peor de Hollywood. Bailaban juntos en la cocina ante un público compuesto de platos sucios. Se quedó con él porque pensaba que el abismo que se abrió entre ellos en Austin desaparecería en California. Elena consiguió un trabajo en un Community College que quedaba a unos veinte minutos del pueblo. Daba clases de gramática a estudiantes desinteresados, que pensaban más en los negocios de los campos de arroz y en el ganado. A veces regresaba tarde a casa en el carro viejo que había pertenecido a su suegra difunta y encontraba a Tomás intentando hacer que moviera la mano. Se veía frustrado, la cara roja por los intentos inútiles. Aunque se le notaba la frustración, nunca se quejó con ella. Y la verdad es que lo quería mucho. Estaba atraída por su calma frente a todo. Le gustaba escucharlo leer en voz alta. Le gustaba verlo en las reuniones, como se pasaba entre la gente. Le gustaba pensar que pertenecía a ella. Que había dominado a todas sus pretendientes cuando se casaron. PSUR 23 NARRAT VA V V euismod gravida, feugiat eu, lorem. Maecenas sit amet urna. Curabitur purus. Nam dictum leo quis metus. Sed at tellus vel justo consectetuer pharetra. Nunc vehicula, ligula vel scelerisque dignissim, magna odio elementum augue, at laoreet dolor eros nec metus. Vivamus a mi non pede tristique feugiat. Vivamus a nibh eget sem aliquet scelerisque. Vivamus ipsum risus, sodales nec, consequat non, pretium ac, nisl. 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Nulla vitae mauris. Integer eros nunc, dapibus at, semper a, congue id, arcu. Mauris erat magna, molestie ac, laoreet ut, facilisis quis, nulla. Cras faucibus turpis eget justo. Curabitur at enim id dolor venenatis pellentesque. Curabitur condimentum libero vitae nibh. Vestibulum at velit sed diam vestibulum lobortis. Cum sociis natoque penatibus et magnis dis parturient mo mus. In hac habitasse platea dictumst. Nam id metus at pede dignissim pulvinar. Nam vitae velit quis nisl sodales tincidunt. Quisque sed odio vitae metus dictum consequat. Mauris in velit sed diam tristique fringilla. Nullam placerat. Ut accumsan porta nulla. Morbi libero purus, rhoncus sit amet, placerat a, blandit vehicula, mauris. Aliquam id sem. Curabitur quis metus auctor pede sagittis posuere. Sed sed lacus ac erat elementum dapibus. Suspendisse non mi. Ut risus. Suspendisse aliquam convallis tellus. Duis pretium pellentesque justo. Suspendisse potenti. Proin sed tortor id diam tristique ultrices. Quisque nec libero nec tellus dapibus viverra. Pellentesque vitae tortor vel pede imperdiet bla diam ut orci. Pellentesque habitant morbi tristique senectus et netus et malesuada fames ac turpis egestas. Aenean venenatis. In vehicula. Sed eu eros et urna viverra pharetra. Quisque eu neque. Duis dui. Ut dolor leo, imperdiet vel, elementum vel, tincidunt sed, quam. Integer quis nisl. Cras venenatis nisl et ante. Aliquam rhoncus lacus nec tellus. Integer arcu nulla, rutrum id, dapibus a, aliquet eget, felis. Nam id tellus. Mauris pretium. Donec vitae elit. Curabitur ut nisi. Aliquam viverra semper dui. Donec lacinia. Aenean cursus mauris et velit molestie fermentum. Curabitur diam. Curabitur sed arcu. Donec faucibus dui id magna. Fusce risus augue, aliquam et, lacinia a, imperdiet sit amet, j vulputate rutrum, ante turpis lobortis leo, vel porta urna urna at velit. Proin ac nunc a arcu accumsan sagittis. Integer dictum dignissim ligula. Nulla sem. Ut consequat. Donec id massa. Integer at eros. Nam adipiscing. Suspendisse volutpat metus nec augue. Curabitur orci metus, eleifend in, lobortis eleifend, consequat quis, neque. Maecenas tellus nunc, dapibus ac, gravida id, imperdiet in, ligula. Curabitur varius. Morbi lacinia. Quisque sollicitudin, mi eu porta venenatis, elit nisl condimentum neque, sit amet laoreet tellus libero nec erat. Fusce accumsan, dui at egestas aliquet, augue lectus dignissim lacus, vel ultricies felis felis vitae augue. Maecenas a eros. Proin porta viverra risus. Nulla v euismod sit amet, ultricies ut, turpis. Fusce aliquet congue lacus. Sed tellus nisl, gravida eu, vulputate et, faucibus at, felis. Proin ac dui. Aliquam non purus. Pellentesque dui. Quisque et risus. Mauris egestas pede id neque. Donec ligula libero, pulvinar vel, eleifend aliquam, interdum a, dolor. Donec risus mauris, dapibus eget, eleifend a, tempor a, nulla. Nam augue. Donec ut velit. Aenean tincidunt, ipsum non posuere commodo, metus elit accumsan purus, in ornare nisi turpis eu magna. Donec quam. Sed pulvinar ultrices lacus. Nunc sollicitudin. Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit. Fusce enim. Ut adipiscing mi sit amet nibh. Ut eu dolor. Praesent aliquam placerat massa dictumst. Aliquam nec metus. Nunc arcu. Vivamus molestie. Donec elementum. Donec ante sapien, tincidunt vel, commodo a, tristique a, quam. Cras imperdiet posuere lacus. Maecenas ligula. Nullam sem mi, elementum posuere, consequat non, viverra nec, augue. Ut nisl sem, sagittis iaculis, condimentum eget, fermentum id, justo. Phasellus sed metus eget ipsum posuere bibendum. Ut at lorem. Vivamus bibendum dapibus enim. Quisque volutpat mauris nec nisl. Donec at sem nec sem vulputate scelerisque. Nullam non leo. Nulla enim mi, scelerisque id, tempor vitae, adipiscing eu, mauris. Fusce fermentum dolor quis libero. Duis venenatis. Phasellus mollis, ligula vel ultrices lobortis, du vitae accumsan leo ipsum sed magna. Integer ut sem pulvinar ligula posuere pellentesque. Fusce ante pede, venenatis sed, dapibus eget, vulputate nec, quam. Nullam nec libero. Curabitur non purus. Maecenas in velit non pede posuere suscipit. Ut eget nibh ac leo viverra convallis. Duis egestas tortor ac turpis. In hac habitasse platea dictumst. Etiam eleifend justo eget neque. Fusce risus. Nam in leo nec massa sodales blandit. Duis non lorem. Nunc lobortis. Vivamus luctus. Nullam fermentum felis molestie libero. Praesent elit turpis, egestas et, ullamcorper in, mattis facilisis, augue. In dignissim malesuada odio. Nulla aliquet est. Fusce sagittis neque sed ligula. Nunc urna est, porta non, hendrerit Mauris sodales, purus vulputate lacinia scelerisque, ligula pede scelerisque erat, vehicula euismod justo justo ac velit. Nullam eu leo. Nullam a ipsum sit amet purus aliquam imperdiet. Etiam in turpis. Nullam pede arcu, elementum sed, malesuada eu, commodo vitae, nunc. Aenean ligula. Nullam facilisis lobortis erat. Quisque semper lacinia dui. Aenean ut libero id velit sagittis hendrerit. Etiam semper. Praesent ac dolor. Donec quam urna, rutrum in, dictum a, sodales ut, tortor. Mauris in orci. Cras pretium, mauris sit amet commodo aliquet, eros nulla dictum erat, vitae congue pede nunc a nisi. Cras sit amet pede. Aliquam vulputate accumsan diam. Etiam viverra mauris et justo. Suspendisse cursus eget, sollicitudin at, massa. Sed pharetra ornare risus. Mauris sed velit quis ligula accumsan posuere. Vivamus porttitor lorem at dui. Suspendisse arcu nibh, varius ullamcorper, hendrerit sed, rhoncus malesuada, enim. Proin tellus diam, pretium eget, mollis eu, dignissim ultrices, leo. Fusce mattis. Cras gravida enim id est. Duis tempor tortor sed lacus. Vestibulum pellentesque imperdiet tortor. Nulla facilisi. Vestibulum sit amet nisi. Nunc tempor mauris nec nisi sollicitudin pulvinar. 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Vestibulum quis enim. Nam sodales cursus mi. Proin augue orci, pretium eu, imperdiet at, aliquet at, magna. Vestibulum ante ipsum primis in faucibus orci luctus et ultrices posuere cubilia Curae; Donec non lacus. Aenean rhoncus erat et nibh. Morbi vel tellus in orci sollicitudin imperdiet. Suspendisse sodales, arcu in tempus venenatis, augue massa ornare leo, sit amet adipiscing metus massa id sem. Donec pharetra magna quis ipsum. Mauris commodo. Nulla pulvinar cursus dolor. Sed blandit justo ut enim. Vivamus faucibus lacus et augue. Phasellus arcu odio, volutpat sit amet, vehicula sed, gravida imperdiet, lacus. Fusce fe penatibus et magnis dis parturient montes, nascetur ridiculus mus. Nunc auctor hendrerit quam. Fusce sed quam ornare tellus dapibus pretium. Vivamus tristique nibh at erat. Sed porta nunc vitae tortor. Praesent condimentum magna non metus. Sed mattis, enim a laoreet gravida, turpis sem auctor tellus, in scelerisque elit nunc eu arcu. Pellentesque gravida ornare ligula. Nullam vitae urna eget turpis aliquet pellentesque. Donec ipsum. Ut mattis, pede et cursus porttitor, lacus leo dignissim mauris, ac semper lacus libero imperdiet urna. Morbi ante risus, pharetra id, sodales ut, vulputate at, arcu. Mauris vel mauris. Fusce sed neque at pede elementum pretium. Nunc venenatis neque porttito Nulla vel purus. Aenean nisi elit, fermentum quis, aliquet id, molestie eget, dui. Etiam et lectus sed dolor feugiat molestie. Nulla facilisi. Mauris condimentum ullamcorper lectus. Vivamus massa ipsum, varius id, interdum nec, vehicula a, nulla. Fusce velit arcu, dignissim vel, dapibus at, aliquam ut, eros. Suspendisse sed leo vel urna pharetra ullamcorper. Suspendisse porttitor, enim et iaculis porttitor, dui orci viverra magna, sed lacinia nisi ligula ut ligula. Phasellus venenatis mattis nunc. Vivamus dignissim fringilla libero. Cras ut tellus. Proin faucibus erat. Ut cursus eros et est. Duis pharetra enim non libero. Suspendisse potenti. Nunc vitae eros sit amet sem varius adipiscing. Vestibulum n volutpat. Praesent at urna. Curabitur ligula. Morbi aliquet dictum turpis. Aliquam feugiat fringilla nisl. Integer euismod auctor ipsum. Sed viverra ipsum a felis. Proin euismod, velit at porta fermentum, nisi diam pulvinar lorem, a aliquam nisl magna eu eros. Integer non pede non dui semper faucibus. Aliquam mollis pellentesque nibh. Phasellus tincidunt velit sit amet enim. Ut ullamcorper diam id ipsum. Donec libero mi, rhoncus et, rhoncus id, volutpat sed, est. Fusce sed tellus. Pellentesque urna lacus, tincidunt ac, imperdiet ut, euismod ut, lorem. Pellentesque ac arcu scelerisque nulla blandit consectetuer. Suspendisse mi. Aliquam sollicitudin eleifend ligula. Sed mattis. Integer feugiat co viverra tincidunt augue. Nam quam. Sed sed eros. Mauris ut nunc. Proin aliquam erat eget neque. Cras eleifend, mauris ac consectetuer mollis, orci erat egestas quam, sit amet dictum neque sapien non odio. Praesent iaculis sapien sit amet urna mattis hendrerit. In ultricies blandit risus. Maecenas ac tellus vel nulla accumsan porttitor. Proin blandit metus sit amet felis. Donec tempor est sit amet tortor. Aenean purus sem, porta a, egestas ac, lobortis sed, lectus. Suspendisse porttitor placerat odio. Vivamus varius leo a metus. Quisque vestibulum risus quis felis. Vestibulum vitae odio sit amet lorem interdum convallis. Maecenas aliquet nisl nec massa. Nam gravida mollis nunc. Nunc massa. Vivamu tincidunt mi pharetra urna. Suspendisse congue orci at enim. Vestibulum nibh. Morbi vitae nibh sit amet sem fringilla laoreet. Sed elementum mollis est. Aliquam erat volutpat. Aenean tellus. Praesent sit amet orci nec magna ornare tempor. Proin in justo et sem ultrices commodo. Nunc suscipit orci eu risus. Maecenas pharetra nunc quis erat. Nullam ut ante. Quisque vestibulum lacinia dui. Nullam sed turpis eget magna interdum ornare. Curabitur consectetuer mauris aliquam nunc. 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Aenean venenatis, nisi non placerat convallis, turpis ipsum eleifend nisl, eu tempor nisl nisl vel est. Phasellus tempor mattis lorem. Morbi mauris. Sed tristique, magna non suscipit faucibus, sem velit ultrices sapien, a gravida risus nunc quis orci. Nam in eros. Nam tortor justo, aliquet bibendum, aliquet ac, sagittis sed, nulla. Integer nisl lectus, euismod id, viverra ut, consequat et, augue. Vestibulum nec diam sollicitudin neque iaculis pulvinar. In turpis pede, rhoncus a, egestas aliquam, tempus eget, nulla. Nulla pharetra, lectus at fringilla pulvinar, libero dolor faucibus massa, vitae laoreet enim neque eu dolor. Duis cursus porttitor nulla. Suspendiss ut tortor molestie porttitor. Nam a nisl sed lectus pellentesque sagittis. Proin quis mi. Sed iaculis. Morbi rutrum leo at eros. Nam ipsum est, pharetra vel, semper eu, venenatis a, ligula. Maecenas sodales. Duis mi turpis, rhoncus in, blandit id, tempor quis, nunc. Aenean mattis diam quis tellus. In semper pede at nibh. 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Ut elit sapien, posuere quis, eleifend at, condimentum quis, sapien. Cras ultricies. Curabitur eget nulla. Vivamus sit amet dui at velit volutpat faucibus. Aenean elementum euismod arcu. Donec tincidunt, neque sed hendre aliquet lectus, et fringilla libero eros at ipsum. Duis arcu. Etiam eros felis, ullamcorper varius, dignissim id, suscipit fringilla, orci. Morbi aliquet. Nam tincidunt magna ut elit. Mauris justo ligula, vulputate quis, interdum id, suscipit id, sapien. Duis et tortor. Praesent sagittis. Nam nisi. Nullam ornare ultricies tortor. Curabitur aliquet sem nec urna. Maecenas arcu lorem, hendrerit sit amet, eleifend ac, aliquam vel, nisi. Nunc a lacus sit amet urna porttitor gravida. Suspendisse ut ante. Donec blandit pulvinar quam. Vivamus eros. Suspendisse mattis, neque malesuada tempor iaculis, ante sapien sagittis nulla, tempus blandit tortor purus a ante. Vestibulum ac nunc vitae nibh malesuada suscipit. A faucibus scelerisque. Curabitur risus nunc, tempus nec, iaculis id, cursus eget, metus. Vestibulum ante ipsum primis in faucibus orci luctus et ultrices posuere cubilia Curae; Aliquam vitae lorem sit amet elit venenatis placerat. Nam feugiat justo sit amet pede. Nam varius ullamcorper neque. Curabitur urna magna, accumsan sed, bibendum vitae, vestibulum a, ante. Sed facilisis nibh et urna. Proin sed nisi. In est dolor, porta at, mattis vitae, ullamcorper ut, lorem. Sed venenatis placerat libero. Integer feugiat dignissim magna. In lacus leo, laoreet et, porttitor eleifend, aliquam quis, tortor. Vestibulum tempor tepus dolor. Cras congue auctor lectus. Pellentesque ligula nunc, pretium eget, commodo veh Vestibulum dictum ante vitae dolor. Phasellus sem leo, interdum non, vehicula quis, suscipit at, velit. Etiam congue. Curabitur molestie mi in erat. In mollis. Integer porttitor dictum pede. Cras aliquam. Praesent lectus. Morbi et magna. Aenean semper ornare justo. Phasellus tempus mattis ante. Proin fringilla orci eu metus. Curabitur accumsan. Sed rhoncus suscipit tortor. Vivamus et mi non elit hendrerit sagittis. Cras a ante. Pellentesque ut nulla at leo sollicitudin consequat. Cras a ante malesuada nisi congue tempor. Duis sit amet tortor. Duis vitae velit. Pellentesque viverra. Donec volutpat, neque vitae placerat accumsan, neque urna ultricies libero, vel aliquet elit dolor vel erat. Nam tempus m sed ipsum. Vestibulum dolor. Integer id quam. Integer ut diam sit amet urna rutrum ultrices. Donec turpis. Vestibulum ante ipsum primis in faucibus orci luctus et ultrices posuere cubilia Curae; Praesent luctus auctor neque. In fermentum odio vel orci. Integer pulvinar. Phasellus nec neque. Fusce hendrerit. In sollicitudin orci euismod urna. Integer ut libero quis nisl rhoncus tincidunt. Integer vitae dolor sed ipsum vulputate lobortis. Curabitur metus ante, blandit ut, luctus nec, porta vitae, orci. Cras in mauris sit amet augue dapibus vestibulum. Duis auctor. Donec in sapien. Aenean nec lacus vel neque fringilla posuere. Mauris nec est non odio scelerisque luctus. Sed ultrices augue non elit. S quis leo. Morbi fermentum urna ut purus. Cras eu neque. Nullam laoreet urna eget risus. Ut pulvinar fermentum eros. Cras et diam. Nulla facilisi. Ut eleifend dignissim urna. Maecenas interdum volutpat velit. Etiam quis massa. Nam blandit, ipsum sit amet scelerisque viverra, sapien mauris dapibus tortor, nec hendrerit ligula ipsum quis mi. Sed tincidunt, sapien eu sollicitudin lobortis, nunc mi tempor turpis, sit amet interdum arcu odio vel diam. Duis non mi. Suspendisse nec tellus non arcu porttitor vestibulum. Cras nec ipsum vel elit sodales sagittis. Maecenas condimentum, augue vel cursus consectetuer, felis felis feugiat purus, dapibus vehicula justo magna facilisis nisi. Suspendisse quis m Aenean tristique. Duis tempor blandit justo. Cras nec tortor et tortor mattis fermentum. Donec et lectus at nibh scelerisque lobortis. Vestibulum porttitor ipsum. Vestibulum rhoncus. Proin felis neque, ullamcorper pretium, varius et, adipiscing in, lectus. In ante dui, vulputate sed, semper non, sollicitudin a, purus. Duis ut ipsum a ipsum vehicula vehicula. Nam dui. Nam lacinia, justo eget vehicula scelerisque, ipsum odio dignissim odio, dignissim pulvinar sapien ligula vitae mauris. Praesent vehicula leo non orci. Sed erat neque, placerat eu, volutpat vel, sagittis ac, magna. Vestibulum risus nisl, lobortis ut, varius sit amet, varius sed, purus. Nulla augue. Proin a velit. Mauris semper sagittis en elementum ac, convallis nec, mattis mattis, risus. Morbi sodales pharetra turpis. Fusce feugiat. Donec ultrices nunc in ligula egestas malesuada. Cras dictum turpis. Cras accumsan metus et lectus. Duis diam. Curabitur semper tempor sapien. Phasellus quam nulla, rutrum sit amet, adipiscing quis, malesuada eu, velit. Suspendisse venenatis. Fusce vehicula hendrerit mi. 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Fusce tempor, massa ac egestas feugiat, neque sapien facilisis enim, at interdum dolor neque eget arcu. Nulla facilisi. Aliquam nisl. Fusce augue augue, vehicula eget, hendrerit id, ullamcorper non, arcu. Maecenas adipiscing. Maecenas lectus. Maecenas ipsum dolor, bi vitae, interdum sed, felis. Nunc commodo. In viverra faucibus urna. Nam tellus. Morbi orci lectus, rutrum sagittis, consequat nec, condimentum a, magna. Curabitur vestibulum consectetuer pede. Proin bibendum nisi in purus. Morbi volutpat, sem. orem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit. Nam iaculis, dolor non pharetra porttitor, diam neque malesuada dolor, nec eleifend est tortor id risus. Etiam auctor placerat tortor. Cras id purus. Integer libero. Vestibulum ultricies, libero vitae vehicula dapibus, urna sem lobortis diam, nec pharetra lorem nunc vel nibh. Maecenas ligula ipsum, vehicula at, dignissim mattis, consectetuer id, massa. 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Cum sociis natoque penatibus et magnis dis parturient montes, nascetur ridiculus mus. In hac habitasse platea dictumst. Nam id metus at pede dignissim pulvinar. Nam vitae velit quis nisl sodales tincidunt. Quisque sed odio vitae metus dictum consequat. Mauris in velit sed diam tristique fringilla. Nullam placerat. Ut accumsan porta nulla. Morbi libero purus, rhoncus sit amet, placerat a, blandit vehicula, mauris. Aliquam id sem. Curabitur quis metus auctor pede sagittis posuere. Sed sed lacus ac erat elementum dapibus. Suspe Suspendisse aliquam convallis tellus. Duis pretium pellentesque justo. Suspendisse potenti. Proin sed tortor id diam tristique ultrices. Quisque nec libero nec tellus dapibus viverra. Pellentesque vitae tortor vel pede imperdiet blandit. Nulla pellentesque diam ut orci. Pellentesque habitant morbi tristique senectus et netus et malesuada fames ac turpis egestas. Aenean venenatis. In vehicula. Sed eu eros et urna viverra pharetra. Quisque eu neque. Duis dui. Ut dolor leo, imperdiet vel, elementum vel, tincidunt sed, quam. Integer quis nisl. Cras venenatis nisl et ante. Aliquam rhoncus lacus nec tellus. Integer arcu nulla, rutrum id, dapibus a, aliquet eget, felis. Nam id tellus. Mauris pretium. Done nisi. Aliquam viverra semper dui. Donec lacinia. Aenean cursus mauris et velit molestie fermentum. Curabitur diam. Curabitur sed arcu. Donec faucibus dui id magna. Fusce risus augue, aliquam et, lacinia a, imperdiet sit amet, justo. In mollis, massa at vulputate rutrum, ante turpis lobortis leo, vel porta urna urna at velit. Proin ac nunc a arcu accumsan sagittis. Integer dictum dignissim ligula. Nulla sem. Ut consequat. Donec id massa. Integer at eros. Nam adipiscing. Suspendisse volutpat metus nec augue. Curabitur orci metus, eleifend in, lobortis eleifend, consequat quis, neque. Maecenas tellus nunc, dapibus ac, gravida id, imperdiet in, ligula. Curabitur varius. Morbi lacinia. 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In hac habitasse platea dictumst. Etiam eleifend justo eget neque. Fusce risus. Nam in leo nec massa sodales blandit. Duis non lorem. luctus. Nullam fermentum felis molestie libero. Praesent elit turpis, egestas et, ullamcorper in, mattis facilisis, augue. In dignissim malesuada odio. Nulla aliquet est. Fusce sagittis neque sed ligula. Nunc urna est, porta non, hendrerit a, interdum nec, lorem. Mauris sodales, purus vulputate lacinia scelerisque, ligula pede scelerisque erat, vehicula euismod justo justo ac velit. Nullam eu leo. Nullam a ipsum sit amet purus aliquam imperdiet. Etiam in turpis. Nullam pede arcu, elementum sed, malesuada eu, commodo vitae, nunc. Aenean ligula. Nullam facilisis lobortis erat. Quisque semper lacinia dui. Aenean ut libero id velit sagittis hendrerit. Etiam semper. Praesent ac dolor. Donec quam ur sodales ut, tortor. Mauris in orci. Cras pretium, mauris sit amet commodo aliquet, eros nulla dictum erat, vitae congue pede nunc a nisi. Cras sit amet pede. Aliquam vulputate accumsan diam. Etiam viverra mauris et justo. Suspendisse lacus odio, rutrum eget, cursus eget, sollicitudin at, massa. Sed pharetra ornare risus. Mauris sed velit quis ligula accumsan posuere. Vivamus porttitor lorem at dui. Suspendisse arcu nibh, varius ullamcorper, hendrerit sed, rhoncus malesuada, enim. Proin tellus diam, pretium eget, mollis eu, dignissim ultrices, leo. Fusce mattis. Cras gravida enim id est. Duis tempor tortor sed lacus. Vestibulum pellentesque imperdiet tortor. Nulla facilisi. Vestibulum sit amet ni nec nisi sollicitudin pulvinar. Integer interdum lacinia orci. Donec a nulla sed eros lacinia mattis. Sed in massa. Nam mauris. Sed vitae nibh in leo varius dignissim. Nulla facilisi. Maecenas non leo eget justo congue eleifend. Quisque sapien metus, aliquet eget, bibendum at, vehicula non, mi. Pellentesque habitant morbi tristique senectus et netus et malesuada fames ac turpis egestas. Proin scelerisque. Phasellus vitae justo dapibus augue ornare molestie. Nullam non neque non elit luctus adipiscing. Fusce viverra pharetra ligula. Pellentesque vehicula, dui non auctor venenatis, neque purus auctor turpis, eu convallis nibh leo eget sem. Etiam eu massa. Sed nec nulla. Integer felis massa, volutpat eu, nec, dui. Aenean ullamcorper mollis massa. Ut faucibus nisl in nisl. Proin consequat felis eu nisi. Fusce ut purus. Nunc consequat metus eu metus. Aliquam ac leo. Cras pretium ornare turpis. Etiam nisi magna, tempus a, imperdiet at, mattis vitae, dui. Fusce ultricies orci quis velit. Duis sollicitudin. In ultricies mattis sapien. Vestibulum quis enim. Nam sodales cursus mi. Proin augue orci, pretium eu, imperdiet at, aliquet at, magna. Vestibulum ante ipsum primis in faucibus orci luctus et ultrices posuere cubilia Curae; Donec non lacus. Aenean rhoncus erat et nibh. Morbi vel tellus in orci sollicitudin imperdiet. 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Aenean purus sem, porta a, egestas ac, lobortis porttitor placerat odio. Vivamus varius leo a metus. Quisque vestibulum risus quis felis. Vestibulum vitae odio sit amet lorem interdum convallis. Maecenas aliquet nisl nec massa. Nam gravida mollis nunc. Nunc massa. Vivamus rhoncus. Suspendisse tincidunt mi pharetra urna. Suspendisse congue orci at enim. Vestibulum nibh. Morbi vitae nibh sit amet sem fringilla laoreet. Sed elementum mollis est. Aliquam erat volutpat. Aenean tellus. Praesent sit amet orci nec magna ornare tempor. Proin in justo et sem ultrices commodo. Nunc suscipit orci eu risus. Maecenas pharetra nunc quis erat. Nullam ut ante. Quisque vestibulum lacinia dui. Nullam sed turpis eget magna interdum ornare. Curabi aliquam nunc. Integer elit nibh, laoreet sit amet, venenatis laoreet, rhoncus sit amet, diam. Morbi posuere tortor. Praesent dolor. Maecenas ligula. Donec nec sem a augue elementum eleifend. Duis sit amet turpis nec erat tincidunt imperdiet. 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Yo no e cu po Le d ce desde a cama E a o m ra y no responde D scu an en e carro Es aba s a para de ar o Ya no aguan aba a d s anc a que de un d a a o ro se abr ó en re e os É se puso r s e y cas empezó a orar E ena no supo qué hacer no o hab a quer do a ec ar an o Qu zá un poco para que e a no ara que s pod a sen r emoc ones pero no que se pus era an r s e No sa b a qué hacer qué dec r Los dos en e carro a uv a Dob ó en a ca e donde v v an Nunca s n ó e go pe como e carro se d o vue as só o e do or y o que v no después as bo sas de a re que se nflaron con an a uerza que os dos quedaron magu ados A e a no e pasó nada Tomás acabó con e brazo para zado Creerás que p enso que e quedas e conm go porque e s en es cu pab e ¿verdad? Pero no es as La verdad es que… es oy con en o que e quedas e conm go Sé que podemos arreg ar odo Se queda parada ren e a a cama No sabe qué dec r E ena Só o es oy esperando que as cosas me oren E a e da a espa da ¿A dónde vas? A uera No e pregun a a dónde emp eza a m rar por a ven ana E ena sa e de a hab ac ón y cam na por e pas o oscuro Sa e de a casa y en ra a carro v e o M ra hac a arr ba y ve a s ue a de Tomás en a ven ana Se queda sen ada en e carro A ado pasa e reeway T ene as aves en a mano es á d spues a a rse ahora para s empre Ba a a ven ana y de a en rar e a re de a noche Puede escuchar os carros que pasan por a au op s a En doce horas puede es ar en a ron era P ensa en qué b en ser a un arse a ráfico perderse en re odos os carros en as v as de Los Ange es Sen rse evada hac a e sur Puede ver que Tomás s gue en a ven ana E a reflex ona en dorm r a su ado en sen r su cuerpo Med a en o d c que es v v r s n é a su ado Una vez e d o que se es aba cansando de mundo que só o quer a es ar con e a Qu ere es ar con é pero no puede ya no se acuerda cómo E ena c erra os o os y p ensa en qué hacer La noche es á ena de cam nos y e a duda en cuá omar 24 PSUR ESPAÑA LITERATURA ACTUAL II PSUR 25 DOSSIER [ Mercedes Cebrián Mercedes Cebrián ] DOSSIER Algo resentido de este pie Mercedes Cebrián De El malestar al alcance de todos. Caballo de Troya, 2004 Salgo con un hombre desde hace seis meses. Es cojo. Él no me lo ha dicho así de viva voz pero no hace falta ser un lince para darse cuenta. Lleva un alza en el zapato derecho; discreta, de, no sé, como tres dedos. Es un hombre muy inteligente: da clases en la escuela diplomática y está especializado en relaciones hispano-francesas. Se formó en Dijon, donde la mostaza esa que pica, porque sus padres tuvieron que emigrar a Francia. De ahí su nombre, Floreal, que es el equivalente al mes de abril o mayo en el calendario republicano francés. Eso me explicó, yo no tenía ni idea. Aprendo mucho a su lado, me cuenta un montón de anécdotas y curiosidades, pero lo que es de sí mismo y de sus sentimientos habla más bien poco. Le conocí aquí en Madrid, en una cafetería de las de ir a merendar con alguien. Yo estaba allí sola comiéndome un cruasán plancha y me fijé en él y en su mesa llena de papeles emborronados. Tenía pinta de existencialista parisino que se hubiera equivocado de local o incluso de ciudad. A veces miraba a su alrededor, parecía esperar a alguien que no llegaba y como a mí me ocurría más o menos lo mismo, que llevaba más de un año sin que apareciera nadie, pues me atreví a acercarme. ¿Qué escribes?, le pregunté, y él que pensamientos, impresiones a las que luego daba forma. Si trabajo un poco más estos textos es fácil que me los publiquen, ya estoy en conversaciones con una editorial, me dijo. Le miré con pupilas de cómic manga: Oooh, así que escritor. Yo soy profe en la facultad de pedagogía, le dije. Acabo de publicar mi tesis, La función del dibujo animado en el aprendizaje, pero esto último no quise mencionarlo en ese momento, a los hombres no les suele gustar que les abrumen con saberes ajenos. Dio resultado, gracias a mi discreción fui premiada con la oportunidad de quedar con él otro día, y después otro más, y otro. A veces se muestra arisco, o eso me dicen mis amigas: Tu chico nuevo es un pocoooo tardan en encontrar el término pero al final lo dicen arisco, ¿no? Y no es eso, es que es cojo y al pobre le acompleja bastante. Para mí está claro pero Paula y Carmen no lo ven así. Qué tendrá que ver, me dicen. Pues claro que tiene que ver; cuando uno está acomplejado por algo, cree que los demás sólo se fijan en eso y su temor les hace estar siempre a la defensiva. A mí me pasaba de pequeña, cuando tenía que llevar el parche ese horrible en el ojo para corregirme la vista. E incluso ahora sigo teniendo mis neuras raras, por ejemplo con lo de las arañas, que les tengo verdadero pánico aunque a mí no me importe reconocerlo ante los más allegados. Por eso me enternece Floreal, me llama la atención su ego tan frágil, tan de azúcar caramelizado que al hacerle crij crij con una cucharilla enseguida se quiebra. Yo por supuesto nunca he osado sacar el tema: sé que él lo esquivaría como pudiese, a pesar de tratarse de una cosa tan tonta, de una leve cojera. Es cierto que debido a su inseguridad a veces se pone un poco agresivo si las cosas no están a su gusto, y sé que a Paula no se le olvida lo que pasó cuando ella metió un rato el vino tinto en el congelador en una cena que hicimos. Le montó una: que te has cargado el vino, que un tinto crianza frío es totalmente inexpresivo y pierde frutosidad, que eres una ignorante. En fin, tuvimos que sufrir un rato la cólera del enólogo, pero no fue para tanto. Con mucha paciencia he llamado a la puerta blindada de su vida y he ido entrando en ella poco a poco cuando él me dejaba algún resquicio, adaptándome a sus rarezas y aceptando la presencia si26 PSUR lenciosa de su cojera. Pero no he sido yo la única que ha tirado del carro; él, que jamás se quedaba a dormir en mi casa y no ponía buena cara cuando yo decidía amanecer en la suya, me propuso irnos de puente a París el mes pasado. A mí me apetecía más una de campo, una de Heidi y Pedro triscando por el monte, pero él se empeñaba en que mejor ir a una ciudad, a un sitio donde se pudiera pisar zona urbana y ver arte contemporáneo. Yo al principio no entendí por qué, a veces hasta se me olvida lo de su pierna, como no lo menciona. Luego caí en la cuenta y por eso le respeté. Veo que se cansa si anda mucho, y más en terrenos irregulares, por eso en París hicimos muchos planes de estar sentados tipo Café Flore, últimos estrenos de cine francés, cenas con velitas y cosas por el estilo. Él estaba en su salsa traduciéndome el menú en los restaurantes y enseñándomelo todo en plan Te voy a llevar a un sitio que ningún turista conoce, vas a ver, y yo, aunque ya había estado dos veces en París, no quise quitarle la ilusión, se le veía tan contento en su faceta de cicerone. Además, igual el calzado deportivo o campestre no admite las alzas, o por lo menos eso me pareció al abrir su armario a escondidas y ver los siete u ocho pares de zapatos que tiene. Todos parecidos: negros o marrones, con o sin cordón; el típico zapato clásico de padre o de notario pero con su alcita correspondiente. Y ni rastro de zapatillas de andar por casa o de calzado informal de cualquier tipo, con lo que a él le gustan las nuevas tendencias en todo. Claro, a ver cómo se le coloca un alza a unas chanclas de goma de playa, supongo que habrá que ir a un zapatero especializado y ese zapatero, ¿tendrá suela de goma de colores? Quizá Floreal tenga su alcista particular, Ibáñez e hijos, maestros alcistas desde 1917. Es curioso hasta qué punto pueden condicionar unos zapatos la vida de alguien. *** La gente rumorea que no nos va bien desde que vivimos juntos, pero puedo asegurar que no es así. Los roces de la convivencia son normales, y más con un hombre tan peculiar como Floreal. Es verdad que ahora, como quiere terminar su libro, está siempre delante del ordenador y a veces se pone un poco intransitable. Cuando voy a hacerle carantoñas me hace sentir infantil, pero no puedo evitar acercarme a él mientras escribe, taparle los ojos y preguntarle un obvio Quién soy mientras le doy mordisquitos en el cuello. Total para recibir siempre su chasqueo de lengua y su cara de Papá está trabajando, no le molestes. Yo sé que lo dicen por lo que pasó hace dos semanas. Estuvimos jugando al Trivial en casa de Paula, la del vino tinto inexpresivo. Estaba su novio, Santi, y también mi amiga Carmen con el suyo. Decidimos hacer dos equipos: chicos contra chicas. A Floreal le tocó con Santi y Paco, que son bien majos pero que todo apunta a que escriben echar de menos con hache y son en parte responsables de los malos resultados en las encuestas sobre hábitos de lectura. En cambio las chicas éramos imbatibles. Las de ciencias las contestaba Carmen (¿cuántos tentáculos tiene el calamar? Diez. Correcto), yo las de historia y literatura y Paula resultó ser un hacha en espectáculos. Sólo flaqueábamos en deportes. El equipo de Floreal iba perdiendo al principio, tenían dos quesitos de plástico mientras que nosotras, por mi buen papel en una sobre la guerra fría, llevábamos el doble. Luego remontaron, en parte gracias a Santi y Paco que controlaban de ciclismo y de En qué año ganó tal equipo la copa de Europa. PSUR 27 DOSSIER [ Mercedes Cebrián Una vez que todos nos habíamos hecho con los seis quesos, empezó la pugna por alcanzar el centro del tablero. Ellos llegaron antes que nosotras y, cuando ya estaban en el momento final, el de responder correctamente a todo un lote de preguntas, les tocó una de las qué sólo Floreal sabía (¿Cuál fue la última obra que escribió Molière?) y perdieron. No era El Misántropo sino El enfermo imaginario. Al volver a casa, Floreal salió a la terraza a fumarse un cigarro. Estaba insufrible, no había quien le hablara. Yo, mientras, me fui a la cocina a hacer una ensalada César, con picatostes, bacon frito y esas cosas, pensando que para olvidarse del berrinche le apetecería cenar algo rico los hombres funcionan a veces como los niños, cogen rabietas tontas pero con una piruleta se les pasan. Cuando acabó vino hacia mi y me abrazó por detrás, como yo suelo hacerle a él. Me dio un amago de beso, me metió la mano por debajo del jersey y me dijo Toma campeona, que te lo has ganado. El alarido que di se oyó en todo el barrio, por eso vinieron los vecinos de enfrente con cara de querer asistir a un caso de malos tratos para luego decir por la tele Cómo pudo ser capaz de eso, un hombre tan educado. Se decepcionaron al no ver ojos morados ni contusiones, y como yo no podía hablar por el sofoco, él les explicó todo quitándole importancia No se preocupen, es que ha entrado una araña en la cocina y a mi novia le asustan tanto los insectos que se ha puesto histérica la pobre. Cuando se fueron me dijo que mis amigas y sus novios eran una panda de analfabetos y que no quería volver a verles, que en lo sucesivo o salíamos los dos solos o quedábamos con su gente, que la verdad, aunque yo soy bastante abierta, me parecen todos una panda de engreidos acartonados. Después de aquello hemos estado varios días sin hablarnos. Ahora las aguas han vuelto más o menos a su cauce, pero sí que he aprendido algo importante: que la gente acomplejada puede llegar a ser muy cruel. Yo no lo quería asumir pero es así. De todas formas, he aceptado sus condiciones. Ahora siempre vamos solos o con sus amigos, y a los míos los veo yo luego por mi cuenta. A pesar de todo no le guardo rencor y quiero que la gente lo sepa para que dejen de chismorrear. Es más, hoy, como era su cumple, le he montado una fiesta sorpresa en casa. Al llegar de trabajar y encender la luz se ha encontrado las paredes cubiertas de guirnaldas multicolores, la mesa puesta con un montón de viandas ricas y hasta una tarta con sus 36 velitas. Han venido mis amigas Paula, Carmen y dos o tres más con sus parejas y allí estábamos todos esperándole en el salón, y en medio su regalo: una caja cuadrada enorme con un envoltorio plateado y un lazo rojo brillante, como el paquete ese explosivo que lleva siempre el pitufo bromista en los tebeos. Me he gastado un dineral pero no importa, la ocasión lo merecía. Le he comprado unos zapatos preciosos, de superdiseño italiano. Son de cuero verde botella con apliques de nylon y un cierre de velcro negro que les da un aire futurista. Y bueno, la suela es chulísima, medio transparente con dibujos raros como de caligrafía china. Al pisar dejan una huella huecograbada que pone Number One. Supuse que le gustarían, como se pirra por lo vanguardista. Cuando abrió el paquete le dije: póntelos, Floreal, póntelos ahora y déjame ver cómo te quedan. Venga, hombre mi amiga Paula también insistía anda un poco con ellos estilo desfile de moda, ¿qué pasa, es que no te gustan? Y allí todos coreando como en las bodas Que se los ponga, que se los ponga. Yo, al verle la cara dudosa le dije Oye, si prefieres otro modelo se pueden cambiar sin ningún problema, eso me han dicho en la tienda. Pero la verdad es que sería una pena porque son de una piel buenísima, muy blandita. Espero que no le hagan daño. Mercedes Cebrián (Madrid, 1971) Ha obtenido diversos premios literarios en la modalidad de relato corto, entre los que destacan el Primer Premio en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid (2000).Su libro de relatos y poemas El malestar al alcance de todos (Caballo de Troya, 2004) recibió excelentes críticas en las que fue saludada como una de las voces novedosas de la narrativa española. Este libro fue calificado por Antonio Jiménez Morato como “el primer libro verdaderamente posmoderno de la literatura española”. En octubre de 2006 la editorial Caballo de Troya ha presentado su nuevo poemario: Mercado Común. Colaboradora habitual de medios como el suplemento Cultural de La Vanguardia. Sus textos han aparecido en Babelia, El Viajero (El País), Calle 20 y en las revistas literarias Turia, Eñe, Sin Embargo, Revista de Occidente y Clarín. 28 PSUR ] DOSSIER Mercedes Cebrián ENTREVISTA Por Fernando Clemot INTRO. Mercedes Cebrián (Madrid, 1971) ilustra uno de los pocos casos de un escritora que compagina con solvencia y éxito la narrativa y la poesía. Tras un exitoso paso por el mundo de los premios literarios, Mercedes despertó la atención de uno de los mejores editores del país, Constantino Bértolo, que la incluyó en Caballo de Troya primero con su libro (El malestar al alcance de todos, 2004) y posteriormente su poemario Mercado Común (Caballo de Troya, 2006) A Mercedes también le apasiona la música (toca el clavecín) y le gusta hablar muy claro. Una pregunta rarilla para comenzar...Tenemos curiosidad en conocer como fue tu protohistoria literaria. Cuándo empezaste a escribir, las lecturas de juventud, cuándo te empiezas a plantear la literatura como una vocación irrenunciable... El colegio es un lugar donde puedes ir viendo qué te gusta y qué no te gusta. Yo escribía redacciones y poemas a cambio de insectarios, herbarios y circuitos eléctricos que otra gente hacía para mí. En general, el lenguaje siempre me ha dado satisfacciones y me ha servido como lugar intangible de refugio: el aprendizaje de verbos irregulares ingleses, por ejemplo, me parece una lectura de juventud tan válida como las de Enid Blyton, que también me interesaban. Respecto a la decisión de no renunciar a la literatura debo confesar que me costó mucho: ya bien avanzada la veintena dejé de postergar la escritura, hasta ese momento sepultada bajo actividades delirantes y/o tediosas que me ocupaban gran parte del tiempo. A menudo no dejamos que el verdadero deseo asome la cabeza y eso fue lo que me pasó a mí. - Tu libro de cuentos El malestar al alcance de todos (Caballo de Troya, 2004) es tu primer acercamiento al gran público. ¿Cómo se fraguó El malestar...? ¿Hubo una temática central elegida antes de empezar a escribirla o ésta surgió sobre la marcha? Yo escribía relato corto para un taller en el que participaba: era el género que más me gustaba leer y por lo tanto, el que más me interesaba abordar como escritora en un principio. Cuando recopilé unos cuantos, sin ninguna relación aparente, sí vi con claridad que en el fondo la había: todos ellos eran una especie de monólogos en primera persona; todos ellos transcurrían en la época actual y en ámbitos urbanos. A partir de esas premisas seguí elaborando el resto del libro. Los poemas vinieron más tarde. PSUR 29 DOSSIER [ Nos gusta el título de este recopilatorio, nos parece abierto y sugerente. ¿Nos podrías dar un sentido profundo a este El malestar al alcance de todos?; ¿nos podrías dar unos hilos para imbricar el título a estos relatos? El título remite un poco al de un libro de autoayuda, o de aprendizaje de técnicas u oficios, un hágalo-usted-mismo que, al contener la palabra “malestar”, resulta descabellado. Todos los personajes del libro padecen. Unos su propio carácter, otros las maldades que les hacen sus llamados “seres queridos”, otros las convenciones sociales arraigadas y difícilisimas de alterar… en fin, que cualquiera puede sufrir en la sociedad contemporánea del primer mundo sin necesidad de proponérselo mucho. Nos sorprende también que incluyas poemas en el cuerpo de un libro de relatos. ¿Cómo surge la idea? ¿Te cuesta separar las dos vocaciones o crees que son simplemente dos formatos para una experiencia única? Me parece que son únicamente algunos poetas, que no escriben además narrativa, los que quieren defender con uñas y dientes su parcelita de poder, hacer creer al mundo que la escritura de ficción es una labor meramente artesanal que “mancha las manos”, mientras que su arte es nobilísimo y etéreo. Estoy un poco-bastante harta de esa fantasmada narcisista, así es que opto 30 PSUR ] DOSSIER por la segunda respuesta implícita en la segunda pregunta: la poesía y la prosa son simplemente dos formatos para una experiencia única. La idea de incluir poemas en el cuerpo del libro partió de mi editor, Constantino Bértolo, al que le gustó una colección de poemas que tenía escritos y que le mostré. A ambos nos pareció que iría bien intercalarlos de forma irregular a lo largo del libro. Yo los veo como pausas casi publicitarias para descansar un poco de la verborrea que gastan los narradores de los diferentes relatos. ¿Qué sabor ha dejado El malestar al alcance de todos? ¿Te sientes valorada por tu obra? ¿Ha cumplido con tus expectativas previas? Creo que, a no ser que uno/a busque deliberadamente escribir un best-seller para hacer dinero con él, la publicación de un libro le sirve al autor al igual que un catálogo de una exposición individual le sirve a un artista visual. Es su tarjeta de presentación y le ayuda a hacerse un poco más visible. En ese sentido, estoy satisfecha con los resultados obtenidos con El malestar, y también en otro: gracias al libro he conocido y, digamos, “frecuento” a escritores que en su día me interesaban mucho y a los que no sabía cómo acceder. Recientemente has publicado el libro de poemas Mercado común (Caballo de Troya, 2007) ¿Qué es Mercado común? ¿Qué nexos podemos encontrar entre este libro y el anterior libro de cuentos? Mercado Común tiene un lado privado del que no hablaré (yo creo que todos los libros tienen un porcentaje de “lado privado” que sólo ha de conocer su autor) y otro más público que podría ser mi reflexión sobre qué significa haber nacido en España y, por lo tanto, haber recibido una educación “española”. La pregunta implícita sería “¿de qué somos fruto?”, así en primera persona de plural. También es importante en el libro la idea de Europa, de calibrar nuestro nivel de “europeidad”, de hurgar un poco en qué quiere decir “ser europeos”. Los nexos con el libro anterior han de estar ahí, supongo, aunque mi idea es no repetirme mucho y que cada libro sea muy diferente del anterior. Nos llama también la atención las listas de objetos que publicabas en las páginas de Cultura de La Vanguardia. ¿Le podrías dar un sentido a estas listas? Me gusta enumerar, clasificar, hacer listas. De hecho, Perec, que era también aficionado a abarcarlo todo a través del lenguaje (de ahí su “Intento de agotamiento de un lugar parisino”, por ejemplo), es uno de mis escritores favoritos y, claramente, una de mis influencias. Cuando vi que en el Cultura/s tenían esa sección de “rankings” quise parti- cipar y en la redacción del suplemento me dieron la oportunidad. Me podría pasar la vida haciendo listas de ese tipo, con un pequeño comentario sobre cada elemento, pero la sección desapareció, a mi pesar. Y lo que viene...Parece que tras un libro de poesía y uno de cuentos le llega el turno a una novela. ¿Estás pensando en ello o prefieres abordar otros proyectos antes? No creo que haya novela por el momento. Cada vez soy peor lectora de novelas: me aburro, las dejo por la mitad, no puedo seguir bien la trama…, por lo tanto sería una majadería escribir una. Me interesa cada vez más la no-ficción, la narrativa de viajes, la crónica… por ahí van los tiros. SOBRE NARRATIVA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA Algunos críticos de prestigio (Fernando Valls, Domingo Ródenas...) han advertido con preocupación cierta tendencia a la despreocupación estilística en los narradores noveles. ¿Estarías de acuerdo con esta afirmación? ¿Es cierta relajación estética un sello de la narrativa contemporánea española? ¿Qué quiere decir “estilo” en este caso? Porque la “relajación estética”, que no acabo de estar segura de lo que es (imagino que algo relacionado con un uso más pobre del lenguaje, con menor variedad de pala- bras, menor cantidad de adjetivos quizá, un tono más coloquial, frases más cortas, más “carverianas”…), probablemente sea una opción estilística consciente por parte de esos narradores. O quizá no (es que no sé de quién hablamos en concreto), quizá sea, esta vez sí, una muestra de la cantidad de descerebrados nacidos en democracia que publican hoy libros en España. ¿Qué opinas del peso temático y estilístico que ha ido adquiriendo la literatura norteamericana (en obras de Eduardo Lago, Loriga, Fernández Mallo, en la catalogada como “Generación Nocilla”...) en la narrativa española de los últimos años? ¿Qué opinión te merece este último movimiento bautizado como “Generación Nocilla”? No me parece un problema que existan influencias venidas de otros países: ya que aquí ha prevalecido durante tanto tiempo el “que inventen ellos”, habrá entonces que buscar fuera las novedades estéticas, no nos queda otra. Quizá se trate entonces de adaptar esas influencias a la lengua de cada uno. Respecto a la generación Nocilla, tampoco creo que haga falta darle tantas vueltas: un grupo de gente con ciertas afinidades literarias ha sido apodado así por una periodista cultural. No consigo ver nada más allá de eso, lo siento. pañola. ¿Qué aspectos destacarías de estos últimos años? ¿Podrías señalarnos algunos autores u obras que consideres imprescindibles? Veo que en la narrativa hay un interés mayor por la tecnología, y no me refiero a decir “Fulanito encendió el móvil” o “Menganita encontró un mail de Ramón en su bandeja de entrada”, me refiero a que la tecnología empieza a ser un tema de la literatura en castellano, que, dentro de España, es de la que puedo hablar con cierto conocimento. Autores que me interesan: tengo como objetivo leer a Kiko Amat y a Javier Pastor, del que he ojeado sólo unas páginas que me han parecido espectaculares. Me gustan mucho Eloy Tizón, Hipólito Navarro, Quim Monzó y Andrés Barba en narrativa, y estoy descubriendo ahora a Óscar Esquivias. Ah, y Belén Gopegui también ha sido un referente importante para mí. En poesía leo con interés a Julieta Valero, Patricia Esteban, Abraham Gragera, Carlos Pardo, Mariano Peyrou, Olvido García-Valdés… Gracias, Mercedes... Hemos dedicado este número y el anterior a conseguir una instantánea de la literatura esPSUR 31 DOSSIER [ Félix J. Palma ] DOSSIER La fauna afectiva Félix J. Palma Este relato forma parte del libro Las interioridades (Castalia, 2002) y ha sido cedido por cortesía del autor Aunque entraba a trabajar a las nueve en la tienda que se encontraba bajo su piso, Laura solía levantarse a las siete, cuando el día aún no había sido tocado por nadie. Se arrojaba del lecho en un esfuerzo de voluntad suprema y, deliciosamente envuelta en un salto de cama rosa que magnificaba aún más su curvilínea anatomía, se encaminaba al baño medio tambaleante, de donde salía al poco vestida con un chándal verde y con el cabello recogido en una tirante cola de caballo, lo que otorgaba a su cráneo una apariencia aerodinámica similar a la de los escualos o los ferrari. Bajaba entonces a la calle y daba un par de vueltas a la manzana en un trote elegante y flexible que hacía las delicias del puñado de madrugadores que iniciaban su jornada con las primeras luces. Desde el quiosquero al panadero, pasado por la caterva de jubilados que se apostaban en los bancos del paseo expresamente para ello, nadie quitaba ojo a la sinfónica carrera de Laura, a la divina oscilación de senos y nalgas que constituía un bálsamo óptico, un signo inequívoco de que a Dios aquellos pobres diablos modestos y trabajadores no le traían al fresco. Con esa alocada inconsciencia que gastan las hembras espléndidas que no se estancan en los espejos, Laura soliviantaba al personal masculino del barrio mostrándole cómo transpiran las diosas. Luego regresaba a su apartamento y se dirigía al baño dejando un rastro de prendas sudadas por el suelo, como un molusco que se desprende de su cocha. Abría la ducha, se colocaba bajo el chorro y dejaba que el agua helada recorriera su preciada carne rosada apoyada contra los azulejos, jadeante pero satisfecha por haber cumplido un día más con aquella disciplina física que no se imponía como forma de prevenir esos asentamientos de grasa que tanto atormentan a las mujeres, sino como una manera de orearse el espíritu, de sentirse más viva, de sintonizarse con el mundo. Al poco, emprendía un jabonado lento pero concienzudo, demorando voluptuosamente la esponja, como quien abrillanta la plata, en una intimidad en la que sospechaba que todos los varones de los alrededores soñaban con alojar la suya. Emergía al fin envuelta en una toalla, el cabello húmedo y manso sobre los hombros, y de esa guisa se plantaba ante el armario para escoger la indumentaria que hoy ocultaría su bata de dependienta. No se demoraba mucho. Luego desplegaba la prenda elegida sobre la cama y, a continuación, con una expresión entre docta y arcana, hurgaba en el feudo de blanduras turbadoras que era el cajón de su ropa interior en busca de un conjunto adecuado, un tanga o 32 PSUR alguna prenda más barroca que se ceñía sin ceremonias, con esos ademanes vulgares que practican las mujeres cuando no las mira ningún hombre, como si mi catalejo no contara. Y es que, desde el edificio de enfrente, yo llevaba meses observándola, inmortalizando en mis retinas todos los instantes de su vida, desde los más íntimos, aburridos y escatológicos hasta aquellos que podían considerarse del dominio público, las ocho ajetreadas horas que pasaba tras el mostrador de la tienda de mascotas de Maika, pues también allí llegaba mi indomable mirada si me doblaba lo suficiente. Arriesgando el espinazo o distribuyendo varios espejos con inventiva, iba yo registrando el transcurrir de sus días, el desgaste de una existencia que parecía haber sido dada para emplearla en algo más constructivo que interminables jornadas vendiendo pienso para hámsters o peces de colores. Aquel ritual estaba calculado de tal manera que, tras regalarse un vaso de leche -semidesnatada y rica en calcio según el zoom de mi catalejo-, Laura siempre acababa descorriendo la cancela de la tienda un minuto exacto antes de las nueve. Se estremecía entonces el aire de la mañana de un babel animal y un olor acre a jaula y celo contra el que nada podía hacer la afectada emanación de la pastelería vecina. Emocionaba contemplar la excitación que embargaba a las mascotas cuando ella recorría el local encendiendo luces, realizando zalamerías y haciendo tamborilear sus cuidadas uñas contra los barrotes de las jaulas al pasar la mano en un gesto de lánguida salutación mientras se dirigía al perchero, donde colgaba la bata blanca que le difuminaría las turgencias durante el resto del día. Era entonces cuando yo abandonaba mi posición en la ventana e iniciaba también mi vida, una vida que aunque hacía mucho que había consagrado a espiar la suya, contaba con un par de tareas más prosaicas que debía realizar, como la de traducir a Dickens y alimentar a mis animales, ese remedo de zoológico que se me iba formando peligrosamente en casa desde que me dedicaba a cortejarla. He de aclarar, aunque un vistazo a mi apartamento parezca desmentirlo, que nunca me han gustado los animales. Ahora, a causa de mi escasa disposición para el flirteo, atestaban los rincones, se apretaban en jaulas o peceras, correteaban o languidecían, me envolvían y asfixiaban, únicos o repetidos, como si fuesen el acopio de un Noé despistado y de secano. Pájaros, tortugas, perros, serpientes, gatos y demás especies domésticas campeaban por mi apartamento arropados por el borboteo de los acuarios, desprendiendo un olor picante y mosaico idéntico al que la envolvía a ella, y contemplaban con perplejidad cómo cada día, tras bañarme en Brumel y recitar osadas e imaginativas declaraciones ante el espejo, regresaba de la calle con un nuevo compañero que amontonaba en alguna parte. Naturalmente tal colección de fracasos exigía una dedicación casi absoluta: siempre había una jaula que limpiar, un animal que llevar al veterinario, algún otro que sacar a defecar en mitad de la acera, por lo que hacía mucho que había reducido mis funciones en la editorial únicamente a aquellas que podía realizar desde casa, y ahora apenas ganaba para mantenernos a todos realizando traducciones de clásicos ingleses. Cada mañana, antes de sentarme en el escritorio, emprendía el laborioso rito de la pitanza: rellenaba de alpiste los comederos de Pues esta tarde se espera lluvia, una tórtola diamante que me observaba intrigada con sus ojos aureolados de naranja, de Qué bien te huele el pelo, una ninfa perlada que no cesaba de recorrer su jaula con andares de borracho, y de Nunca se fijará en un tipo como yo, un canario Gloster Fancy que cabeceaba pensativo con su penacho aplastado, como un nostálgico fan de los Beatles; mullía la paja de ¿Te gusta el cine francés?, una chinchilla que dejaba transcurrir los días hecha un pompón gris oscuro, durmiendo con tal solemnidad y aplicación que parecía estar enfrascada en una tarea de dimensiones cósmicas, quizá la de soñar el mundo en el que todos nos encontrábamos contenidos, y llenaba la escudilla a Ay, tenerte entre los brazos..., una ardilla a la que, según sus impetuosas cabriolas por las angostas dimensiones de la jaula, se diría que alimentaba con cocaína. Echaba luego su ración de gusanos a Hoy he soñado contigo, también, un muermo de lagarto basilisco eternamente adherido al cristal del vivero con unos dedos finísimos semejantes a varillas de paraguas, y espolvoreaba plancton sobre el acuario donde evolucionaban como curtidas folclóricas Mañana, mañana, un pez avispa hiperactivo, y Quédate el cambio, un guppy que arrastraba por el escenario acuático la mantilla repujada de su cola. Y finalmente, sólo cuando tocaba, ejercía de implacable demiurgo de mi pequeño universo: tomaba al hámster que había estado engordando toda la semana y lo depositaba como una ofrenda en el terrario de Me la llevo porque necesito que alguien me abrace por las noches. Ejem, es broma, una pitón que no tardaba en deslizarse hacia él y protagonizar el cruento episodio matinal, el aviso funesto que recordaba a los presentes que existía una vida más dura allá fuera, un mundo inclemente y azaroso que era mejor ignorar. Acabada la tarea, me desplomaba en mi sillón de lectura, pero apenas tenía tiempo de recuperar el aliento cuando ya sentía en las palmas los ávidos lametones de mis siete canes, que se arracimaban a mi alrededor con la esperanza de ser ese día el elegido para conducir mi breve paseo hasta el quiosco de prensa. Esa mañana contemplé, exhausto e impasible, las cada vez más elaboradas gracias de Es verdad, finalmente no llovió, un salchicha que rodaba por el suelo como un rodillo, haciendo méritos el tunante, intentando arrancarme más un paseo que una sonrisa, y luego repasé con la mirada al resto de los bichos, que me observaban a su vez con cierta condolencia, como si esta vida sin jaula que llevaba les pareciera aún más triste e intranscendente que las suyas propias. En sus ridículos patronímicos yacía encriptado nuestro romance en ciernes, nuestra historia de amor ininteligible y trabajosa. Ellos eran mi memoria y al mismo tiempo mi frustración. Cada uno suponía una declaración fallida, un intento de confraternización que no cuajó, una broma sin gracia. Frases equivocadas, pensamientos que se habían gestado en el silencio grana de la timidez, hilachas, en fin, de brevísimas conversaciones que la falta de coraje y mi incompetencia para el galanteo impidieron resolverse en cita. Luego volví a observar a los perros. Resignados a responder a aquellos nombres farragosos que se antojaban sospechosas consignas cuando los voceaba en mitad de la noche, esperaban pacientes mi veredicto. Escogí al salchicha. Los demás encajaron la decisión con dignidad, aunque alguno hubo que no pudo contener un gemido lastimero. Sólo ¿Eres suficientemente feliz?, el doberman, se mantuvo impasible en su rincón, como al margen de las contrariedades de la plebe, seguro de que para el paseo nocturno volvería a ser su estampa marcial y sádica la que su medroso amo dispondría al otro lado de la correa. No le tenía ningún afecto especial, pero patrullar las tinieblas con aquel perrazo me protegía de las chanzas de los jovenzuelos rapados que abarrotaban los bancos de la avenida ansiosos por mostrar la efectividad de sus navajas. Con el salchicha, claro, la cosa era distinta. Lo ridículo de su porte me hacía sacarlo exclusivamente de día, cuando por las calles sólo deambulaban pacíficas ancianitas con sus caniches de peluquería, a las que los graciosos andares de Es verdad, finalmente no llovió arrancaban maternales muecas de ternura, acaso alguna indagación sobre su sexo barruntando la posibilidad de obtener de un cruce con el suyo una simpática aberración cirPSUR 33 DOSSIER [ cense con la que adornarse el regazo y sobrecoger a las visitas. Al salchicha apenas lo apoyaba yo lo justo en la acera para que le disminuyera la añoranza de los espacios abiertos, pero esa mañana, movido por un escozor nostálgico, decidí regalarnos unos minutos extras rondando la tienda de Laura. Discretamente oculto tras una farola, la observé trajinar a través del escaparate atestado de tortugas y cotorras, entre los que solía despuntar algún animal exótico que era escrutado por los viandantes con una mezcla de turbación y extrañeza, como si se tratase de una criatura alienígena que actuaba como explorador de algún comando mayor que surcaba el firmamento en nuestra dirección. A veces pensaba que Maika traía esas rarezas exclusivamente para mí, para que cada día encontrara un motivo nuevo por el cual acudir a su tienda, a proseguir con mi dilatado cortejo, que siempre se resolvía a su favor con la adquisición de su última ocurrencia, ya se tratara de un tucán o una tarántula. Sentí entonces mi habitual picazón de injusticia: una vez más se me antojó que Laura había equivocado su vida, que le aguardaba un destino glorioso o al menos más digno, un sino razonable que quizá pudiéramos ir a buscar juntos. Pero enseguida tropecé con la imagen reflejada en los cristales de un tipo de aspecto cómico acompañado de un salchicha, y me pregunté qué habría planeado la providencia para un infeliz como aquél, qué se suponía que debía hacer o aportar al hervor del mundo. Y acabé preguntándome por enésima vez -huyendo de lo particular a lo general, mucho menos doloroso- si realmente se nos garantizaba al nacer un destino efectivo y convincente, o todos veníamos al mundo sin ninguna misión concreta bordada en los cromosomas, nada más a hacer bulto, a estorbarnos unos a otros, de manera que eran los pocos que lograban hacer con su vida un bien común los anómalos, los desechos de un Dios que detestaba la coherencia. Siempre que meditaba sobre el destino de las personas acababa acordándome de Hurtado, el mártir de la editorial. Hurtado era uno de los traductores más brillantes de que disponía la empresa, un hombretón jaranero que lucía calva con pelusilla y bigote de dictador mexicano, al que todos auguraban un futuro espléndido, una vida que beneficiaría a otras muchas, una razón por la que su madre, a quien imaginaba tan rocosa y bullanguera como él, se lo habría arrancado de dentro en un soberbio gesto de pundonor materno, hilando gruñidos con blasfemias. Por eso nos sorprendió tanto que Hurtado nos desvelara personal y gráficamente que 34 PSUR Félix J. Palma ] DOSSIER su suerte no era otra que atragantarse hasta la asfixia durante la cena de nochevieja de la editorial. El traductor inició tan macabra revelación con los entremeses, dejando escapar unos carraspeos inofensivos que movieron a su vecino de mantel a propinarle en la espalda un par de palmadas leves y distraídas, como de compromiso. Pero Hurtado, no contento con aquella pobre muestra de cortesía, prosiguió con un crescendo de toses cada vez más fragoroso y desesperado, acompañándose de algunos aspavientos que volcaron un par de copas. Eso acaparó la atención de los comensales, que interrumpieron sus conversaciones y le miraron con cierta curiosidad, como tratando de descifrar qué tipo de gracia intentaba realizar el traductor y si merecía la pena sacrificar la cristalería. Algunos iniciaron un amago de levantarse cuando Hurtado empezó a enrojecer y sufrir espasmos con una verosimilitud asombrosa, pero las risotadas con que lo jalonaban otros no llegó a decidirles. De repente, tras emitir un silbido horrendo, el traductor se desplomó sobre la mesa, sumergiendo el rostro en el ponche, como una bestia que alcanza el abrevadero. Al punto un silencio sepulcral cristalizó en la estancia. Todos clavamos los ojos en Don Vigueira, el mandamás de la editorial, quien, acuciado por nuestras miradas, se levantó desde su presidencia en la mesa y se aproximó a su derrumbado subalterno con cautela, como si temiera que Hurtado planease erguirse bruscamente, rematando con un susto presidencial aquella broma tan idiota, y sólo cuando los dedos sobre la aorta no encontraron pulso pareció relajarse. Hurtado la había palmado, así, de repente, en mitad de la cena, a pesar de los muchos compromisos que figuraban en su agenda. Luego nos dirían que tanto esfuerzo le había reventado una vena, encharcándole los pulmones. El brusco fallecimiento del traductor hizo que la cena se suspendiera, y la mayoría partió algo sobrecogida, a recibir el año en algún otro sitio menos viciado de fatalidad. Sólo los altos cargos y algunos curiosos que no tenían nada mejor que hacer nos quedamos a esperar la ambulancia. Mientras ésta se abría paso entre el tráfico, yo observaba a Hurtado, al que habían tendido en el sofá y colocado un pañuelo sobre el rostro, no se sabía si para preservarlo de nuestro impertinente escrutinio o protegernos a nosotros de la espantosa mueca que le desencajaba la expresión. La absurda conclusión de sus días me hizo cuestionarme sobre nuestro papel en las complicadas intrigas del universo. Cómo podía dejarse a un hombre construir su vida, planificar su existencia con celo e ilusión, sin advertirle de un final tan inesperado y grotesco como aquel. ¿Para eso había venido Hurtado al mundo, para morir atragantado en una fiesta, ilustrando vivamente al resto de los comensales sobre la precariedad de toda existencia? Allí, ante el cadáver del traductor, me dio por imaginar un mundo más justo donde los recién nacidos, tras recibir la azotaina del médico, pasaran a disposición de una pitonisa que les leyera con acierto el futuro, de manera que todos aquellos a los que los caprichos de la providencia no permitiesen alcanzar la plenitud existencial, pudieran decidir cómo administrar su insignificante paso por la tierra. Era evidente que si a las eminencias que acaban sus fértiles días expirando en la cama acudía a llevárselos una parca majestuosa, con capucha y guadaña, a Hurtado había venido a buscarlo una muerte vestida de bufón, contrahecha y rebosante de cascabeles. Después de aquello el que cada hombre viniese al mundo con un destino provechoso bajo el brazo me pareció una alucinación romántica. Desde esa óptica a Laura y a mí podía ocurrirnos cualquier cosa, pero yo confiaba en que a pesar de todo, nuestros destinos, cualquiera que fuesen, confluyeran en algún punto del camino. Y tan seguro me encontraba de ello que, aunque aquella demora estaba minando mi cuenta corriente y presentía que tarde o temprano habría algún animal al que fuese alérgico, la aceptaba de buen grado, diciéndome, cuando la impaciencia me reconcomía, que eran los años de crianza los que aseguraban la calidad del vino. Por tanto, nuestro parsimonioso enamoramiento, más que frustrarme me confortaba. Ni Laura ni yo necesitábamos la intervención de un tercero que viniera a acelerar los trámites. Segismundo bien podría haberse quedado en casa. Pero tuvo que venir, con su melena y sus barbas, con sus tejanos raídos y sus camisetas de leyendas ecológicas, a pasear por el barrio su estampa de comprometido desastrado y repartir por doquier sus folletos concienciadores. Para finalmente, tras atisbar quizá a la belleza que regentaba el repelente negocio de mascotas, irrumpir en la tienda hipnotizado, desembarcando en la vida de Laura con la seguridad de saberse esperado, como un príncipe azul biodegradable dispuesto a ponerle los vellos de punta con sus dramáticas historias de animales en extinción. Nunca descubrí dónde construyó su madriguera, pero empecé a encontrármelo cada vez con mayor frecuencia en la tienda, acodado al mostrador como un parroquiano de taberna, relatando a los clientes, pero especialmente a Laura, sus batallitas medioam- bientales. Ni aun venciendo mi timidez y adiestrando mi lengua en el arte de la oratoria, hubiese podido yo rivalizar con las seductoras imágenes que Segismundo desplegaba ante los ojos de la dependienta y de todo aquel que quisiese escuchar. Ahí donde lo veíamos, tan escuálido y poca cosa, cuando formó parte de la tripulación del Raimbow Warrior, el barco de Greenpeace que acostumbraba a interponerse entre los balleneros y sus presas, había pasado días amarrado a las anclas de incontables buques que transportaban armamento nuclear, ralentizando con su tozudez el juego solapado de los líderes; también había estado en Kenia protegiendo a los elefantes de los cazadores de marfil, por supuesto, ni falta hacía decirlo; y había batallado en el Amazonas en el bando de los árboles; y había visto, como quien mira la televisión, parir a una leona en mitad de la sabana; y había liberado a un grizzly de un cepo, por lo que ahora tenía un hermano de sangre de trescientos centímetros de alto y cuatrocientos kilos de peso que pescaba salmones a zarpazos en algún rincón de Alaska; y con el corazón encogido, había sido testigo del sobrecogedor espectáculo de cientos de pingüinos jóvenes despeñándose desde el borde de un iceberg hacia las heladas aguas en busca de un bocado o una muerte por inanición; y había visto, en fin, todo lo imaginable y todo lo inimaginable, todo lo que el reino animal daba de sí y todo cuanto el hombre no daba. El planeta, descrito por la voz de trovador alcoholizado de Segismundo, era un sitio más grande, un lugar inmenso, una caja de sorpresas donde las maravillas y las tragedias convivían en una armonía inarmónica, la broma de un Dios que un puñado de cruzados como él se ocupaba de velar. Oculto entre los sacos de pienso, yo lo contemplaba aproximarse a la hechizada Laura, ganando una distancia de confidencia en un golpe de efecto que casi lo obligaba a tumbarse sobre el mostrador, y hablarle de unos animales de ensueño que nunca llenarían sus jaulas, que quizá, en ese mismo instante –y ahí chasqueaba oportunamente los dedos-, estaban dejando de existir merced a una bala surgida de la maleza, de un proyectil sacrílego que había madurado lento en la escopeta del mayor depredador sobre la Tierra. Cada cuarto de hora desaparece una especie animal, afirmaba consternado. Y como si le declamara su amor, Segismundo le hablaba del tigre de Siberia, cazado por su piel, de la tortuga marina, que se servía como curiosidad en los restaurantes de lujo, del lobo marsupial, que no había sido avistado desde la década de los ochenta. Le hablaba de las ballenas, con PSUR 35 DOSSIER [ Félix J. Palma cuya grasa cerebral ella probablemente se embadurnaba la cara, del armadillo, amenazado por la devastación de su hábitat, del oso hormiguero, sobre el que se ejercitaba la puntería en algunos lugares de Paraguay, del ciervo de los pantanos, cuya cornamenta se exhibía como trofeo, y de casi todos los primates, que se vendían a los laboratorios para experimentaciones biomédicas. Un réquiem constituido cada mañana de animales diferentes, pero que Segismundo siempre remataba con la misma sentencia pavorosa: en los últimos trescientos años el hombre había multiplicado por mil la tasa de extinción de los procesos naturales. Y aquellas improvisadas conferencias ecológicas empezaron a hacer su efecto, a inocular la ponzoña de los remordimientos por pasividad en la hasta entonces despreocupada existencia de Laura. Enseguida comprendió mi catalejo que aquella muchacha a la que no le gustaba el cine francés pertenecía a esa minoría de personas que cargan con un alma impresionable y comprometida, donde los problemas del mundo, especialmente los de índole medio ambiental, calaban con sorprendente sencillez. Sólo había que enumerárselos para enemistarla consigo misma, para hacerla chisporrotear sobre el lecho como las gotas de agua en el aceite hirviendo. A partir de entonces, Laura se arrojaba de la cama con cargo de conciencia, y corría a ejecutar unas abluciones urgentes con las que pretendía barrer de su mente las virutas de un sueño que, debiendo haber sido plácido, había resultado sin embargo tortuoso, pues las profecías en relación con los devastadores efectos del cambio climático sobre la mayoría de los hábitats naturales del planeta -que el presentador del noticiario había murmurado casi con embarazo tras la emocionante enumeración de los nuevos fichajes de la temporada futbolística- habrían convertido su descanso en una horrenda pesadilla, una progresión angustiosa de osos polares, focas y caribús expirando en un silencio resignado y sobrecogedor, allá en sus hielos recalentados. Ni siquiera su carrera matinal lograba apacentarla. Y aquellos despertares ofuscados y sus frecuentes embobamientos tras el mostrador no hacían sino constatar el poder que Segismundo ejercía sobre ella. De nada me sirvió empeñar el sueño a cambio de la sabiduría animal que logré extraer de las cuatro o cinco enciclopedias que saqué de la biblioteca, ya que procedí a declamarla ante ella de carrerilla, con la urgencia de quien vocea un conjuro que le salve la vida, sin conseguir otorgarle nunca la gracia y la naturalidad de lo vivido. Era obvio que todo estaba perdido. Laura, tras meses 36 PSUR ] DOSSIER y meses de observar el aburrido balanceo de mi anzuelo, había decidido morder el nuevo cebo que el destino le tendía. Sólo era cuestión de tiempo, de muchísimo menos tiempo del que creí, que se descubriera enamorada de aquel ecologista de medio pelo. La mañana en que certifiqué aquella dolorosa verdad le compré un pekinés al que le costó aprender a responder al nombre de Quizá el hombre de tu vida haya estado siempre ante ti. Y finalmente, aquello tan temido ocurrió un par de noches después. Los círculos siempre se cierran, para bien o para mal. Espiaba yo el transcurrir de su tarde de sábado con una mueca afligida cuando, a eso de las ocho, Laura, que había dejado pasar las horas postrada en el sofá, pareció resucitar a la vida, entregándose a una actividad frenética. Trajinó con el horno, se duchó y perfumó concienzudamente, puso música y, para terminar, encendió las velas que había colocado sobre la mesa. No necesitaba darme más pistas: su cortejo había durado un mes justo, como el de los pingüinos, un periodo de elaborados cantos nupciales que finalmente concluía. Con lágrimas en los ojos, la observé vagabundear nerviosa por el apartamento, emperifollada para otro, aguardando la llegada de aquel caballero andante que sufría por cada águila abatida, por cada pinsapo talado. Y sentí pena por ella. A Laura la vida aún no la había zarandeado lo suficiente y, como los renacuajos de las ranas pumilio, no había tenido tiempo de desarrollar sus toxinas venenosas, por lo que constituía una presa fácil para los depredadores. Y al poco, bajando el catalejo, lo vi llegar con sus andares cansinos, sus tejanos castigados y su melena enredada, como quien viene a por el pago a tanto gasto de saliva. Al igual que el tigre de Bengala, Segismundo era un cazador nocturno, que avanzaba furtivamente, a contra viento, y tampoco traía vino a la cena. Sólo deseé que Laura no se le entregara nada más abrirle la puerta, que le hiciera sudar un poco antes de rendírsele desfallecida, pues existía la posibilidad de que el ecologista no tuviese paciencia, que, como el puma, gustara de ataques fulminantes, de potentes persecuciones que sin embargo no duraban más que unos pocos segundos antes de agotarse. Sin embargo, Segismundo era perro viejo. Puso cara de póquer cuando aquella Laura sin bata, encaramada a unos tacones y embuchada en un vestido de generoso escote, le franqueó el paso a su madriguera. Lo noté visiblemente entusiasmado por tener delante más turgencias de las que había calculado, a pesar de lo cual recibió la copa que ella le ofreció con una sonrisa educada. Sabía que tenía la partida ganada de antemano. Ahora se trataba de dominar sus instintos, de contenerse aunque resultara un esfuerzo doloroso, de evitar por todos los medios tumbarla sobre la mesa y tomar lo que ya era suyo entre gruñidos feroces. Debía recoger la fruta sin precipitarse, dejándola caer del árbol por su propio peso. Se mostró por tanto infinitamente cortés durante la cena, y sólo se permitió recorrerla de arriba abajo con ojos lujuriosos cuando ella le preguntó si le apetecía algún postre. Laura agachó la cabeza, ruborizada pero también sumisa, como hacen las hembras de los cocodrilos tras oler el almizcle del macho. Segismundo era un tipo independiente y solitario que, lo mismo que el panda, únicamente interrumpía su soledad en los periodos de apareamiento. Entonces buscaba a la hembra más cercana y competía por ella con los machos de los alrededores. A mí me había barrido de un plumazo hacía mucho, así que Segismundo se sacudió las migas de la barba y se levantó al fin a por su recompensa. Había llegado el momento de derramar algo más que saliva. Lo hicieron al modo de los lobos, abandonándose a una gresca de dentelladas y lengüetazos tiernos, hasta que Segismundo pareció aburrirse de tanto preámbulo carroñero, se colocó a retaguardia y rubricó su labor de seducción por la vía angosta, con unos envites bruscos y perrunos que duraron casi treinta minutos. Solté el catalejo, asqueado. ¿Y ahora? Cuando amamos a una mujer que no podemos tener, sólo existen dos alternativas: olvidarse u obsesionarse. Y yo contaba con toda la noche por delante para escoger una de las dos opciones. Los animales me observaban con cierta preocupación. Les dediqué una sonrisa forzada, dándoles a entender que me encontraba bien, que sabía encajarlas, que la vida me había inmunizado contra los percances sentimentales hacía mucho. Que los tenía a ellos. Pero no sé si resulté convincente. Contemplando a mis mascotas, mientras la mujer a la que amaba yacía junto a un hombre que no era yo, me dio por filosofar y llegué a la conclusión de que los sentimientos eran como los animales: los había de todo pelaje y condición, y había que cuidarlos, alimentarlos día a día, limpiarlos con regularidad. Vivían libres entre los bosques, como espíritus indios, hasta que algún hombre los adquiría y los encerraba en una jaula de devoción y timidez. Y muchos de ellos, qué duda cabía, acababan por extinguirse. Podía deshacerme del dolor en el pecho en el que los últimos días habían convertido mi amor por Laura, como quien abandona a un perro en una cuneta. O podía seguir alimentando a aquel animal irascible hasta que la jaula que lo contenía se derrumbara de puro vieja. Era algo que tendría que decidir. A la mañana siguiente, Laura se levantó de la cama a las siete, con cuidado de no alterar el sueño de su amante, que dormía a pierna suelta como un animal saciado. Se vistió el chandal, bajó a la calle e inició su carrera matinal. Envuelta en la frágil luz del amanecer, Laura corrió como nunca, poseída por un entusiasmo de colegiala que producía nauseas. Mi coche la aguardaba al cabo de la calle con el motor en marcha, como una fiera al acecho. Ni la olvidaría ni me obsesionaría con ella. Los oscuros senderos de la noche me habían conducido a una tercera alternativa. Había descubierto, no sin cierto pesar, que, después de todo, nuestro destino no era amarnos, tampoco atragantarnos en una fiesta navideña. Tal vez yo había venido al mundo para arrebatarle la vida a la mujer que amaba, y quizá desde siempre ella había estado predestinada a una muerte enigmática e intempestiva, a ser arrollada al cruzar la calle por un coche que luego se daría a la fuga. Las cosas, desgraciadamente, eran así, y Laura aparecía ahora en mi retrovisor, como si acudiese a una cita, sonriendo de una felicidad que era el reverso de mi pena, y el corazón me latía con saña y mis manos pringaban el volante con ese sudor frío que reservamos para las hepatitis y los momentos capitales de la vida. Hoy recuerdo aquel día como una agotadora jornada de tristezas y aceptaciones. Laura, mi amada Laura, ya no está con nosotros. Partió a un lugar mejor. Ahora, cada vez que paso ante la tienda de mascotas con mi nuevo perro, una veinteañera granujienta me devuelve la mirada con recelo desde detrás del mostrador. Todos los círculos se cierran, con mayor o menor gracia. Y yo sigo con mi vida, traduzco a Dickens y paseo por el barrio, y de noche hurgo en la basura de los noticiarios, por si descubro su rostro en alguna parte del mundo, luchando por las focas o las ballenas o cualquier otra causa perdida. Y ovillado a mis pies, dormita siempre un dálmata, el último animal que le compré antes de que Segismundo apareciera con las maletas para cumplirle el destino, y que ya empieza a responder al nombre de No pude hacerlo. Félix J. Palma nació en Sanlúcar de Barrameda en 1968. Actualmente ejerce de asesor editorial y colabora asiduamente en prensa. Libros: El vigilante de la salamandra (relatos, 1998) El amante de vidrio (1998) Métodos de supervivencia (relatos, 1999) La hormiga que quiso ser astronauta (2001) Las interioridades (relatos, 2001) Los arácnidos (antología, 2004) Las corrientes oceánicas (2006) Ha obtenido premios como el Tiflos de cuento por Las Interioridades, 2003; Premio Iberoamericano de Relatos Cortos de Cádiz por Los arácnidos y en 2005 el XV Premio Internacional de Novela Luis Berenguer por Las corrientes oceánicas. PSUR 37 DOSSIER [ Juan Jacinto Muñoz Rengel Juan Jacinto Muñoz Rengel ] DOSSIER Las distancias subterráneas Juan Jacinto Muñoz Rengel Este relato recibió el Premio Nacional Jóvenes Creadores 2007 del Ayuntamiento de Madrid y ha sido cedido por cortesía del autor. 38 PSUR Soy un hombre corriente que ha hecho un descubrimiento extraordinario. Sólo un hombre corriente al que el azar le ha concedido un descubrimiento extraordinario. Me lo tengo que repetir una y otra vez, y a veces creo que ésa terminará por ser la única frase que articule mi boca cuando mi cordura acabe por rendirse a la demencia de los años, y que las reverberaciones de mi tráquea cuarteada sólo sabrán dispensar por doquier el aforismo, al charcutero de Agustín de Foxá con San Ramón Nonato, o a su hijo, a mis nietos, al cartero que sube a entregarme una multa descarriada casi tan vieja como yo, mientras mis ojos, con el esmalte del iris despostillado, se perderán también en el círculo y el papeleo de los recuerdos. Y aun así no me acabo de convencer. Mi descubrimiento es tan insólito que continuamente tengo que reprender a mis pies para que no se eleven del suelo, y no imaginarme por encima del bien y del mal. Y de esta forma alguien como yo, un hombre corriente y moliente, que no cree en el sino ni en las señales, tan huérfano y tan ateo, se sorprende a sí mismo una y otra vez creyendo que todo esto lo ha concebido un ser supremo desde otro plano, y que el descubrimiento le estaba desde antes de nacer ya destinado. con grandes bolsas de papel, copular con la pelirroja irlandesa de piel sólo infamada por las pecas, con la mulata hierática de pupilas de vidrieras de ámbar, con la escandinava que despliega sus proporciones como una tarántula dorada y aria, con la nipona mínima bañada en una pátina de leche cremosa; quién no ha querido ser todas las mujeres para tener a sus pies a cada uno de los hombres de cada una de las épocas. Quién no se ha sentido recorrido por los ríos de gente del zoco de Constantinopla cuando era el corazón de un imperio, transido en cruz por las marejadas de rostros diversos de la plaza de La Bastilla, de la Plaza Roja, de la plaza del Capitolio. Yo lo he sentido, yo me he rendido al hechizo. Lo que me diferencia a mí del resto de los que han deseado ser muchos, es que yo he descubierto una forma de serlo. A veces un hombre descubre una puerta que le comunica directamente consigo mismo, y con todos sus yo posibles. Entonces, esas veces, hay que aprender a callar más que nada eso que te define, tu entresijo, tu cábala, tu cifra, lo que te comunica con todos tus recovecos y que de quedar abierta la puerta te disiparía como la marea se lleva las formas en la arena. Esta mañana he vuelto a ver a Charlotte. He bajado a tomar un café y una baguette al Nero en el break de las doce y media, y allí estaba ella con unos compañeros. Después de comer me he quedado leyendo un rato el periódico en el sillón, con las piernas cruzadas y un cigarrillo consumiéndose en el cenicero, pero en realidad no estaba leyendo, sino mirándola a ella a través de los enormes pliegos del The Guardian, esperando la ocasión de intercambiarnos las miradas, porque al fin y al cabo el otro día ya estuvimos hablando, de algo, de los dulces, en la cola del mostrador. Cuando miraba el reloj para ver los minutos que me quedaban, ha sido ella quien se me ha acercado (sus compañeros abandonaban el Nero amontonando las rayas de sus trajes ingleses en la pequeña escalera de caracol) y me ha dicho algo, pero no la he entendido, porque he intentado incorporarme y al descruzar las piernas he sentido el hormigueo de mi pierna derecha por completo dormida. Así que he sonreído, y he dicho algo con seguridad fuera de contexto; luego ella se ha quedado callada, y yo me he sonrojado, y he intentado remendar precipitadamente la falla en la conversación, con fortuna, porque he mencionado algo de la comida y le he dado la ocasión a Charlotte para que me preguntara si tomábamos el lunch juntos mañana. Esta tarde, a eso de las cinco, cuando he salido de la oficina, me he subido en el borde del estanque que recorre la avenida y he ido andando por él hacia Canary Wharf; nadie lo ha notado, pero mis pasos seguían un ritmo, y cada tres daba un paso más largo, casi un saltito. Entre los edificios de espejos se asomaban a mirarme las estrellas incrédulas, porque hacía mucho que no me veían bailar. Aunque en realidad no tengo motivos para estar contento, y ahora, usando el techo de mi habitación para proyectar mis pensamientos, no me puedo dormir, y me pregunto cómo le voy a explicar a Charlotte que mi vida está en Madrid, que vivo en Madrid, y que trabajo en Londres cada día, y todo sin revelarle nada acerca de mi descubrimiento. No resistiré mucho más, lo sé. Hoy, después de desayunar en la cama zumo de naranjas importadas de España y tostadas de pan de molde con mantequilla, Charlotte se ha colocado frente al espejo de Ikea y ha comenzado a cepillarse el pelo, desnuda de cintura para abajo. Yo me he quedado mirando el cisma primordial de sus nalgas, cada vez más cercanas a mi pantalón, que se desperezaba sobre la silla; entre los retales del sueño he creído que las dos formas simétricas se fundían, y me he acabado de despertar con un sobresalto. –¡No toques mis pantalones! –le he dicho. –¿Cómo? –me ha preguntado ella distraída, acostumbrada a no entender mi inglés de recién levantado. Hace ya días que nos acostamos, en su pequeño estudio de South Kensington. Yo llamo a mi madre (todavía vivo en casa) y le digo que estoy en el trabajo acabando un proyecto, o que estoy tomando algo con unos amigos en La Latina y que llegaré tarde, y luego no llego. El otro día incluso fui a casa, me duché, comí algo en la cocina con mis padres, de pie junto al fregadero, y luego volví aquí, a South Kensington. –No, nada –le he dicho, comprendiendo que me estaba delatando de forma gratuita. Charlotte se ha puesto las bragas, y el cangrejo ermitaño de su pubis me ha guiñado antes de sumirse en su caparazón de nácar y encajes. Under the sea, under the sea, darling it’s better down where it’s wetter, take it from me, ha cantado. Creo que lo que pasa es que quiero delatarme, en el fondo quiero que lo sepa. Porque no soporto la idea de que lo compartamos todo menos eso, eso que ha cambiado mi vida, porque no puede ser que no me importe que esta Charlotte risueña, directora de marketing de Twins & Co, sepa que el bulto bajo las sábanas es mi obscena erección, y que me importe que sepa que lo que abulta en el bolsillo de mi pantalón es el plano secreto que llevo elaborando durante años. Quién no ha estado en Oxford Circus, en pleno cruce de Oxford y Regent Street, embriagado por la riada heterogénea de gentes de todas las razas del mundo, sucediéndose frenéticas como los fotogramas de una película acelerada, y no ha querido ser todas las almas, vivir todas las vidas. Quién no ha querido ser todos los hombres para yacer con todas las mujeres, que con sus largas piernas de un sueño de Dalí entran y salen de las tiendas cargadas El plano. A estas alturas y no puedo decir que esté acabado, porque ni siquiera sé cuánto le falta para estar completo ni si alguna vez lo podrá llegar a estar. Lo que sí puedo decir es que no existe en el mundo un plano de metro tan completo como el mío. Si alguno de los que viajaban conmigo en mi vagón el día en el que empezó todo, hace ahora más de diez años, se hubiera levantado de su asiento y me hubiera preguntado: PSUR 39 DOSSIER [ Juan Jacinto Muñoz Rengel –Oye, tú, chaval, ¿cómo crees que va a acabar hoy tu día? Yo me habría puesto firme de un salto y le habría respondido: –Acabaré borracho, señor. Desparramado en el suelo de la fiesta de la facultad de medicina. Ahogado en un charco de formol. O, con un poco de suerte señor, en la morgue, haciéndole el boca a boca a alguna estudiante no demasiado muerta. Y otros estudiantes del vagón, tan confundidos e impulsivos como yo, no hubiesen dudado en formar filas y corearme entonando toda la lista de psicofármacos comerciales: –¡El Halcion, el Hacion! ¡El Seconal, el Seconal! ¡El Desoxin, el Desoxin, el Desbutal! Las señoras que iban a Nuevos Ministerios a hacer sus compras matinales, habrían entonces censurado moviendo sus cabezas: –¡La juventud, la juventud, la juventud! Eso más o menos habría sucedido si alguno de aquellos pasajeros anónimos me hubiera preguntado qué esperaba de mi día. Nunca me hubiese imaginado que al bajarme de la línea diez –que había cogido al lado de casa en la estación de Chamartín, para cambiar en Nuevos Ministerios a la línea seis, en la que pensaba seguir hasta la Ciudad Universitaria–, me perdería en el enredo de túneles bajo la tierra y acabaría en Willesden Junction, en la zona tres de Londres, discutiendo en un inglés básico con una inspectora del London Underground que me pedía la travelcard y yo le enseñaba el metrobús. Charlotte sospecha. Cuando me preguntó dónde vivía le dije en Holloway, por decir algún lugar lejano de su estudio, pero ya me ha sorprendido varias veces cogiendo líneas distintas a la Picadilly line, que es la que me llevaría directo de su casa a mi casa. Y ha llegado la factura del teléfono, y tampoco se explica que llame a mi madre a España para decirle que no voy a ir a dormir a mi apartamento en Londres; cree que soy gilipollas, y una cosa es guardar un secreto trascendental hasta sus últimas consecuencias, y otra dejar que piensen que uno es gilipollas. Las razones de más peso, que nos hacen tomar las decisiones día tras día, no tienen nada que ver con las razones teóricas, son pequeñeces mucho más caprichosas, mucho más ordinarias, alientos velados que intrincan sus raíces en la estimulación del ego o en eso otro que ahora me está pasando, en el deseo de querer compartir tu vida con alguien, para neutralizar tu sensación de soledad, aun a riesgo de que se venga abajo todo lo que has construido. Por eso ahora estoy subiendo a la planta de Twins & Co, y voy a coger a Charlotte de la mano en cuanto la vea, y la voy a llevar a Praga a golpe de metro, y dentro de quince minutos estaremos en Staromĕstská, y lo primero que sorprenderá a Charlotte cuando salga de la estación será volver a ver el sol, porque aquí hace rato que ha anochecido y allí todavía quedan varias horas de luz, y nos tomaremos un café en la plaza de la Ciudad Vieja, frente al ayuntamiento y el reloj astronómico, mientras el sol nos dice adiós con sus doce manos, y tendré que explicarle todo para que cambie su expresión a la vez boquiabierta y un punto enfadada, todo desde el principio, aunque en ningún caso le daré mi plano. Es curioso ver cómo el espacio nos mostraba una cara, plana y aburrida, casi inabarcable, y cómo con el tiempo hemos ido rascando la máscara hasta desnudar un rostro roto y picassiano, la arquitectura imposible de un Escher, una película de gelatina cuyos puntos distantes se van quedando pegados según la manipulamos con los dedos. 40 PSUR Juan Jacinto Muñoz Rengel ] DOSSIER Para alguien que vive cerca de un aeropuerto es más fácil llegar a las inmediaciones del aeropuerto de la capital de otro país que a una aldea de su provincia. Para mí, París está más cerca de Bangkok que de Bruselas, Munich es vecina inmediata de Ontario y de Montevideo. Empleo doce minutos en llegar de Madrid a Londres, y una hora y diez en trasladarme de la estación de Willesden Junction, en el noroeste de la ciudad, a mi trabajo en Canary Wharf en el sureste, tomando dos líneas de metro, atravesando el centro, y cubriendo el último trayecto en tren con la línea de los Docklands Railway. Por eso acaso mi vida es un tegumento viscoso, que se me queda pegado a la piel apenas avanzo un poco, y la mayoría de las veces parece que en lugar de avanzar retrocedo, por eso acaso hablo cuatro idiomas y no conozco la lengua de mi padre, domino los pasadizos secretos del mundo y me pierdo en Leganés y en Barajas, descanso mi cuerpo en una ciudad, trabajo en otra, y empiezo a tener el corazón en dos lugares. Estoy tomando un café en la terraza de la pastelería Gerbeaud, en la plaza de Vörösmarty, en Budapest. He venido hasta aquí en mi propósito de completar mi investigación sobre las conexiones clandestinas del planeta. Tengo mi plano desplegado sobre la mesa, y me cuesta trabajo alcanzar mi café, porque la taza ha quedado debajo, y porque un pedigüeño, que lleva al hombro un acordeón pero no lo toca, revolotea a mi alrededor y repite en un perfecto inglés: –Give me some change, please, some change. A pocos metros veo la estación del “pequeño metro amarillo”. Aquí debió de empezar todo. Es la línea de metro más antigua del continente, y todas mis pistas la señalan como posible centro del mundo. Pero no me puedo engañar, he venido aquí por algo más que por esto. Es la tercera vez que tomo café en el mismo sitio, en la misma mesa, mientras hago anotaciones ociosas en mi plano y en mis papeles. Y es que he conocido a Annamária, que ahora hace un rato que no me mira porque está atendiendo una mesa con dos familias numerosas de alemanes (ya nada es lo mismo con tanto paquete de viajes y tanta compañía aérea, todo parece un decorado de la realidad, por eso nunca entregaré mi plano, para no contribuir a que la tierra involucione hasta convertirse en un barato atrezzo de cartonpiedra). Ahora sí, ahora sus ojos negros se han quedado clavados por un instante en los míos, y el café con leche se me ha hecho yogur en el estómago. Todavía no lo sé, pero dentro de dos semanas, el sábado, la mañana siguiente a haberme acostado con ella por primera vez, cometeré una estupidez y llevaré a Annamária al londinense mercadillo de Portobello. No obstante ahora, aún inmerso en el baile de dopaminas que me ha provocado la química de su mirada, para mayor contradicción, estoy escribiendo un poema a Charlotte en el margen de una servilleta de papel. Como si hubieran empezado por la cabeza de otro, los pitidos del despertador sólo van cobrando fuerza en tu cabeza poco a poco, hasta que te perforan la esponja del sueño, dejan escapar la gasa de entelequias, que se enreda en tu pelo al fugarse, y te hacen abrir los ojos a la negrura del cuarto. Apagas el despertador. Todavía no sabes quién eres. No te has planteado cuál es tu nombre ni conoces el motivo por el que has de levantarte. Al fin te levantas más porque tu cuerpo obedece a los ciclos que porque hayas encontrado el motivo. Son las siete de la mañana, pero no sabes si estás en el meridiano de Greenwich, o si estás unos kilómetros más al oeste y tendrás que sumar una hora. Por supuesto no te planteas el año, quizá porque tu época es lo más accidental de todo, y podrías haber sido otro y PSUR 41 DOSSIER [ Juan Jacinto Muñoz Rengel otra toda la malla de tus amigos y coetáneos; sin embargo, la duda sobre si ponerte una corbata rosa a rayas o una azul y amarilla te asalta con insistencia, con imágenes claras y rotundas. Ahora sí: quién eres, cómo te llamas, en qué idioma estás pensando. A tu lado escuchas un resuello. Alargas la mano, alcanzas un pecho, enciendes la luz, y ves a Charlotte que se queja y se vuelve de espaldas a la lámpara de la mesilla, y entonces ya recuperas tus coordenadas, sabes qué susurrarle al oído, sabes que dentro de un rato estarás en una oficina desde la que se puede ver el observatorio de Greenwich por la ventana, e incluso resuelves el dilema de la corbata. Hace unos minutos he cometido otro error. Estaba haciendo el amor con Charlotte y por un momento he creído que lo estaba haciendo con Annamária; no le he llegado a decir al oído su nombre, pero la he tocado como si fuera ella, le he hecho lo que a Annamária le gusta que le haga y no a Charlotte, y creo que he hablado en húngaro. Ahora Charlotte fuma en su lado de la cama. Creo que no sabe por qué está enfadada, pero que de alguna forma se da cuenta de que algo pasa. No me gusta que fume en el dormitorio, aunque sea su dormitorio, porque luego el humo se queda dentro de todo. Ninguno de los dos hablamos, pero estamos por completo pendientes del silencio del otro. Yo quiero a Charlotte lo mismo que cuando comenzamos nuestra relación, hace ahora cerca de un año, puede que la quiera aún más, y sin embargo Annamária me tiene el estómago trenzado. Yo no pedí quedarme enganchado a Annamária, pero ocurrió, y fue así antes incluso de que hubiera hablado con ella, porque el ser humano es tan necio que tras una hilera de dientecitos perfectos y unos labios morados, tras unos ojos que parecen hablar con las refracciones de sus pupilas y el morse de sus pestañas, imagina siempre algo que merece toda la atención de su universo, como si la ponderación de las facciones tuviera que ser secundada con equivalente armonía de las cavidades interiores. Annamária ha resultado ser superficial y distante, pero aún me sigue revelando perfecciones corporales que me mantienen en un estado de estupefacción, y eso no obstante no significa que mi Charlotte risueña, que ahora se disgusta en su lado de la cama, haya perdido una sola hectárea de sus dominios de amor. –Levanta un poco -le digo, tirando de la sábana bajera, que mientras hacíamos el amor ha ido a parar toda a su lado de la cama por la tracción de sus dedos, y pienso que quizá después de todo Charlotte tiene más de lo que le corresponde. Charlotte levanta el culo y resopla. Yo en realidad me siento culpable, aunque no quisiera, y pienso que lo que pasa es que no estoy preparado para llevar las varias vidas que había planeado, para ser los muchos yo que hay encerrados dentro de mí, que hay dentro de cada uno de nosotros. Me preocupa que todo esto me sobrepase, que alguien se haya equivocado al concederme a mí el descubrimiento, que quizá no debería haberle enseñado a Charlotte a ir a Staromĕstská ni a Annamária a venir a Portobello. Es ahora aquí de pie cuando me doy cuenta de que hay algo que he tardado en descubrir. Así como hay cosas que las he descubierto de forma anticipada, y una al menos antes que nadie, antes que todos los que en este momento 42 PSUR Juan Jacinto Muñoz Rengel ] DOSSIER pasean por el mundo su tramoya de huesos y músculo y voluntades, y antes que todos aquéllos que han quedado prendidos en renglones de los libros, así hay otras que se me han escapado, y hasta ahora mismo, leyendo esta nota, no he reparado en que la elasticidad del espacio y la de la moral corren siempre de forma paralela. Hawking y Kant se dan la mano, igual que Charlotte y Annamária se deben de haber aliado contra mí, porque si no nada explica la nota que ahora sostengo entre mis dedos atónitos. Con la mano izquierda busco agarrar una silla en la que sentarme. La alcanzo al fin, me siento y vuelvo a mirar el papel. No escuché los crujidos del bien y del mal restallando conforme conseguía forzar las coordenadas de mi espacio, no advertí que aquella relatividad confusa era sólo la consecuencia de mi vértigo, por eso ahora estoy envuelto en esta circunstancia de la que no sé cómo salir. Creo que volveré a imantar la nota al frigorífico y que tendré que confeccionar una vez más un plano; pero esta vez, en vez de estaciones y transbordos, las muescas me habrán de indicar cómo desembarazarme de las capas más pegajosas de mi vida. Me levanto, pongo la nota sobre la superficie del frigorífico, en la misma posición en la que estaba, como si así pudiera conjurar el habérmela encontrado, y sobre ella dejo caer el imán. La miro unos segundos más, porque nunca había visto los nombres de Charlotte y Annamária juntos en un papel, y aún no me explico cómo han ido a parar hasta ahí. Otra vez estoy sentado en la mesa de la cocina americana del estudio de Charlotte. Son las siete, fuera es de noche hace tres horas, pero las estrellas no alcanzan a mirarme por la ventana, o ya no les intereso. Estoy sentado de espaldas a la nota. Me he bebido un zumo de naranja, y la marca de mis labios en el borde del vaso me recuerda una de las caras de la nota: Besos. Me esfuerzo en concentrarme en la etiqueta de la bolsa de naranjas, que asegura que han sido traídas de España, para no pensar en la otra cara de la nota. Ya no quiero pensar más por hoy en la nota, ni en supercuerdas ni en imperativos categóricos, me haré un sándwich y me iré a dormir, y hasta mañana. Mañana ya veré qué hago, cómo me las arreglaré para no pensar más en el reverso de la nota, en la cara de la nota que es una fotocopia del registro de propiedad intelectual de mi plano, con los nombres impresos de Charlotte y Annamária. Juan Jacinto Muñoz Rengel (Málaga, 1974). Escritor español. Cursó el doctorado en Filosofía y ha ejercido la docencia tanto en España como en el Reino Unido. En 1998 fundó la revista de filosofía y teoría de la literatura Estigma, editada por la Diputación de Málaga. Ha trabajado como columnista en diversos medios y ha colaborado con revistas especializadas como Anthropos, Clarín, Barcarola o Clío, el pasado presente. En la actualidad es profesor de la escuela de escritura creativa Fuentetaja de Madrid, y dirige el programa “Literatura en Breve” de Radio Nacional de España, Radio 5, y la sección de relato corto del mítico programa “El Ojo Crítico”, Radio 1. En los últimos años su trayectoria como autor de relato corto ha sido avalada por más de cuarenta premios nacionales e internacionales, entre los que se encuentran los más relevantes del género en lengua castellana, entre ellos el Fernando Quiñones, el Julio Cortázar de Cuba, el Miguel de Unamuno, Hucha de Oro, o el Premio Internacional de Relatos Cortos La Felguera, el certamen más antiguo de España en su modalidad. También ha sido finalista del Premio Mario Vargas Llosa de Novela.Su obra ha sido traducida al inglés y al ruso. Ha publicado el libro de relatos, 88 Mill Lane (Ed. Alhulia, 2005). PSUR 43 DOSSIER [ Noemí Montetes-Mairal Noemí Montetes-Mairal ] DOSSIER Una reflexión sobre la narrativa de la generación AFTERPOP ENSAYO por Noemí Montetes-Mairal Universidad de Barcelona La literatura actual interesa. Interesa mucho. Para comprobarlo, no hay más que asomarse a los últimos números de las principales revistas culturales de este país, así como a sus suplementos literarios más destacados, sin olvidar, por supuesto, el eco inmediato que un asunto tan candente encuentra en los blogs –o en las bitácoras, como prefiere la RAE- más concurridos. Y es que cómo nos gusta polemizar, canonizar, subir y bajar del pedestal a unos y a otros a golpes de crítica enfervorizada y/o desafortunada. El mundo cambia demasiado deprisa, las generaciones, los gustos literarios tienden a sucederse con excesiva celeridad: todavía no se ha bajado una del podio que ya pugna otra por sucederla. ¿Qué es lo que ocurre? O planteémoslo de un modo distinto, quizá más acertado: ¿es esto realmente lo que está sucediendo? Veamos lo que ocurre en el campo de la narrativa. Recientemente, al calor de la aparición de dos obras especialmente fundacionales, se ha fraguado un nuevo marbete, la llamada “generación nocilla” o “generación afterpop”. Las dos obras en cuestión son la novela Nocilla dream, de Agustín Fernández Mallo (Candaya, 2006), y el ensayo Afterpop. La literatura de la implosión mediática, de Eloy Fernández Porta (Berenice, 2007). Pero nos equivocaríamos si pensásemos que estamos ante una tendencia que acaba de empezar, porque no es así, ya que muchos de los autores que forman parte de este grupo fundacional ya hace la friolera de una década que andan haciendo sus pinitos en 44 PSUR el mundo de las letras, e incluso algunos de ellos -el “grupo de Barcelona”, por ponernos academicistas- se conocen desde bastante antes de esa fecha. ¿Y quiénes lo constituyen? La nómina es amplia. Entre los que se han ido añadiendo desde sus inicios hasta el día de hoy podemos contar con –por orden cronológico- los siguientes: Germán Sierra (1960), Juan Francisco Ferré (1962), Agustín Fernández Mallo (1965), Montero Glez (1965), Julián Rodríguez (1968), Manel Zabala (1968), Vicente Luis Mora (1970), Javier Fernández (1970), Doménico Chiappe (1970), Lolita Bosch (1970), Josan Hatero (1970), Mercedes Cebrián (1971), Kiko Amat (1971), Hernán Migoya (1971), Gabi Martínez (1971), Héctor Bofill (1973), Álvaro Colomer (1973), Javier Calvo (1973), Isaac Rosa (1974), Eloy Fernández Porta (1974), Milo Krmpotic (1974), Mario Cuenca Sandoval (1975), Harkaitz Cano (1975), Jorge Carrión (1976) y Robert Juan-Cantavella (1976). Y es probable que me deje algún nombre en el tintero. De hecho, por lo que se refiere a Eloy Fernández Porta (quien no sólo ejerce de creador sino también de crítico de cabecera –últimamente se ha sumado a este doble papel Vicente Luis Mora-), conviene aclarar que el citado Afterpop no es el primer ensayo que publica en formato libro en el que trata de dar carta de naturaleza a las directrices estéticas del grupo. En 2004 editó la antología de relatos Golpes. Ficciones de la crueldad social, en cuyo prólogo esbozaba una teoría programática en la que, en- tre otros aspectos, sostenía que convenía un cambio por la vía del realismo social más violento y áspero. No obstante, su apuesta más ambiciosa hasta el día de hoy es la propuesta en Afterpop, donde propone integrar la estética poppy, la cultura de masas y de los medios de comunicación –no en vano esta última generación de autores es la más familiarizada con la world wide web, los blogs, los audiovisuales, las nuevas formas de expresión y manifestaciones artísticas más punteras e iconoclastas, la publicidad, los cómics, el ciberpunk, el videoarte y un largo etcétera-, con la cultura más académica y erudita. Y todo ello expuesto con un punto de ironía y un mucho de imaginación que convierte este ensayo en un libro de referencia si queremos adentrarnos por las sendas de esta nueva narrativa. Pero retomemos el hilo de las preguntas aventuradas unos párrafos más arriba: ¿nos encontramos realmente frente a una generación? Y si es así: ¿asume esta algo tan propio de toda generación emergente, como es intentar derribar del pedestal a la anterior? La respuesta nos llevaría muy lejos, a replantearnos cada cuánto se sucede una generación, pero lo cierto es que desde que lo estableciese Petersen ha llovido mucho y el tiempo corre ahora mucho más deprisa que entonces. Por otro lado, en realidad estos autores no se están enfrentando contra escritores mucho mayores, sino prácticamente coetáneos (los que se dieron a conocer hace aproximadamente diez o quince años –en los noventa- tie- nen aproximadamente su edad o se llevan con ellos apenas cinco años); es decir: para alcanzar una cierta notoriedad no van a tener que matar al padre, sino, en todo caso, al hermano mayor. Pero, además, a la hora de analizar las relaciones entre este grupo de escritores más o menos inéditos de veinte y pico a cuarenta años, y el medio en el que surgen, conviene tener presentes ciertas cuestiones, como por ejemplo: ¿de qué salidas disponen o qué deben hacer a la hora de darse a conocer, ante la existencia de un mercado saturado de novedades de todo tipo en el que continúan publicando con éxito autores de treinta y pico hasta más de ochenta años, todos ellos reconocidos por crítica y público? ¿En un país, además, con los principales premios literarios copados -porque en lugar de aventurarse a descubrir talentos prefieren vender ejemplares, de modo que apuestan sobre seguro, a caballo maduro y ganador-? ¿Y en el que, en fin, las editoriales no suelen arriesgar en exceso con los autores noveles? Pues hacer aquello a lo que durante décadas se han dedicado los escritores jóvenes desde que el mundo es mundo, con escasas variaciones: sólo hace falta echar un poco la vista atrás para darse cuenta. Pongamos un ejemplo de lo más básico: los señoritos del 27 no dudaron en sacar a la luz sus textos en diversas revistas que apenas duraban uno o dos números -aunque también colaboraron en algunas que alcanzaron una mayor vida-; con la excusa del homenaje a Góngora montaron un acto-reunión generacional que daría carta de identidad al grupo en el salón de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en Sevilla (porque no pudo celebrarse en el Ateneo, por mucho que todo el mundo se obstine en citarlo mal); y, finalmente, para acabar de rizar el rizo, Gerardo Diego publicó la célebre antología Poesía española contemporánea (1932 y 1934) (hubo más actos, más encuentros, así como manifiestos, pero los acontecimientos decisivos e históricos por excelencia fueron estos). Con diversas variantes, a lo largo de las décadas posteriores, nos encontramos con que la única salida que le resta a todo escritor novel que pretende hacerse visible (en un momento en el que la generación literaria anterior todavía se halla en la cresta de la ola) consiste en aliarse con otros tantos en su misma situación, con los que presente una serie de similitudes estéticas -y generalmente con los que mantenga una relación de amistad-, y con los que finalmente se apreste a fundar una revista, suscribir un manifiesto, organizar un acto generacional, promocionar una antología poética o, en su defecto, un ensayo de cabecera que les otorgue carta de naturaleza… Con variaciones, esto es lo que de nuevo encontramos –siguiendo el hilo de la historia de la literatura española-, en generaciones posteriores al 27, con escritores más o menos reunidos alrededor de revistas como Espadaña, Cántico, Postismo o tantas otras; antologías como la de Ribes o las diversas de Castellet; encuentros como el de Coulliure –y su foPSUR 45 DOSSIER [ Noemí Montetes-Mairal tografía histórica-; o ensayos como el de Carme Riera -y su fotografía histórica-… Y ahora trasladémonos al grupo que nos ocupa: ¿acaso -salvando las debidas distancias históricas- no podemos trazar un plano de exactas simetrías? Si -por poner uno de los muchos ejemplos que la historia literaria nos brinda- los señoritos del 27 fundaron sus propias revistas efímeras para poder autopublicarse, este grupo dispone también de sus propias plataformas críticas: en un inicio Lateral, más tarde The Barcelona Review, después Quimera, y, por descontado, el mundo de los blogs -especialmente el de Vicente Luis Mora, aunque cabe destacar también el reciente www.generacionnocilla.blogspot.com-. El equivalente a la “foto de familia” del homenaje a Góngora del 27, o del homenaje a Machado del 50, vendría a ser el Congreso de Narrativa Última NEO3, que organizó el Círculo Lateral en marzo de 2007 -aunque anteriormente había habido un encuentro de nuevos narradores en la Fundación Torrente Ballester en abril de 2004, seguido del Festival Kosmópolis en 2005, el encuentro organizado por el Instituto Cervantes de París en febrero de 2006 y, finalmente, en junio de 2007 tuvo lugar un nuevo encuentro en Sevilla-. Las distintas antologías fundacionales -léase las de Ribas, Castellet, etcétera- presentan su correlato en el primer Almanaque cult-fiction, coordinado por Javier Calvo en 1999, o la citada antología de relatos Golpes, editada por Fernández Porta. No olvidemos el libro fundacional, crucial, que da carta 46 PSUR Noemí Montetes-Mairal ] DOSSIER de identidad al grupo -al modo de Poesía española contemporánea, o La Escuela de Barcelona, por poner dos ejemplos en cuanto a la no muy lejana historia de la literatura se refiere-, que en este caso sería Afterpop, aunque también deberíamos incluir los diversos ensayos de Mora, especialmente Singularidades (Bartleby, 2006), y La luz nueva (Berenice, 2007). Lo curioso es que, en el caso de este grupo de narradores, han sido el llamativo título de la novela más exitosa –la afamada Nocilla dream, de Fernández Mallo, que ha obtenido los plácemes de crítica y público-, así como el del ensayo más carismático, Afterpop, los que han acabado denominando al grupo -“generación nocilla” o “generación afterpop”-. No debe sorprendernos: los neologismos o las palabras excéntricas en títulos importantes suelen quedarse grabadas con facilidad en el imaginario colectivo, como también sucedió con los novísimos. Y así, una vez conocidos, una vez “lanzados al estrellato” como tal grupo, habiendo conseguido por fin su ración de pastel del mercado publicitario y editorial ¿qué es lo que tocaba seguidamente? Lo de siempre, por supuesto. Renegar de la existencia de tal grupo, negar la existencia de generaciones. No seré yo, por supuesto, quien las defienda, bien al contrario, y en mucha menor medida en las últimas décadas, que si por algo se caracterizan es justamente por la diversidad, la transversalidad, la pluralidad y la heterogeneidad de las propuestas artísticas, de tal modo que han llegado a influirse entre sí autores de muy distintas edades y concepciones estéticas. Lo que ocurre es que resulta más que sospechoso que siempre, sin excepción, cuando por fin el grupo consigue hacerse el hueco deseado tanto en el mercado editorial como en los medios de comunicación, a base de batallar por él con esfuerzos ímprobos, de repente sus componentes renieguen de su adscripción al mismo y defiendan su individualidad a ultranza. Se podría argumentar que se trata, al fin y al cabo, de una condición propia del ser humano escritor: ir quemando etapas, madurar, singularizarse, dar los primeros pasos dentro de un grupo y proseguir el camino siguiendo una línea más personal. Lo curioso, no obstan- te, es que ese punto de inflexión siempre se dé, indefectiblemente, en el momento en el que el individuo logra la fama per se, y raramente antes, o después (un ejemplo muy claro lo tenemos en Valente, quien una vez logra el reconocimiento de modo particular, tratará por todos los medios de desligarse de la generación del 50). Algo análogo sucede en la actualidad con estos escritores. O, al menos, con los más conocidos, los que han firmado para las editoriales más importantes, colaboran en las revistas o suplementos más destacados, y por ello pueden prescindir del abrigo de un grupo. De nuevo, la historia se vuelve a repetir. Como tantas veces. Pero dejemos estos puntos y pasemos a analizar otros que, por descontado, revisten un interés muchísimo mayor, como son sus presupuestos estéticos. Ya hemos apuntado los defendidos por Fernández Porta en Afterpop, pero ¿cómo se concretan en las obras narrativas de estos autores? Llama la atención la agresividad con que formulan sus iniciativas -no olvidemos el título de la antología de relatos de este último, Golpes-. Así, subraya Javier Calvo que esta generación “es una energía y una actitud, y también un insulto al sistema. Esa es la verdadera diferencia con proyectos literarios anteriores (…) desprecio al mercado, histeria teorizante, provocación, histrionismo y amor por la controversia” (Cultura/s, 12-9-07), para más tarde subrayar su mesianismo y egolatría. Desde luego, audacia y orgullo no les falta: no dejan de autocitarse y darse autobombo entre ellos a poco que se les presenta la ocasión, en claro afán de autodefensa colectiva. Estarán en contra del nombre impuesto desde fuera y del concepto de generación, pero lo cierto es que se desenvuelven como una guarnición dispuesta a todo y contra todos. Otro de los aspectos medulares, que todos ellos insisten en subrayar, se refiere a la importancia capital de las nuevas tecnologías, el mundo audiovisual, el lenguaje televisivo, las redes virtuales, los iconos de la realidad cinematográfica y publicitaria; es decir, hasta qué punto esos referentes han modificado los símbolos de la realidad vital vigente y condicionan de modo inexorable la nueva manera de plasmar el arte a comienzos del siglo XXI. Sin vuelta atrás. Lo que ocurre es que, a la hora de plasmar esos avances –visuales, auditivos, sensitivos, al fin y al cabo- y expresarlos con recursos literarios -a la postre, los instrumentos de los que no tiene más remedio que valerse el escritor, por mucho que pretenda “insultar al sistema”-, lo cierto es que finalmente el lector avezado se da de bruces con unos textos que, al margen de su calidad literaria -en algunos casos notable-, no pasan de ser una nueva reelaboración de la herencia de las vanguardias. Con la novedad que supone la incorporación de las nuevas tecnologías, por supuesto, pero sin mayores avances estéticos que los meramente argumentales. Así, esta generación es heredera directa tanto de las vanguardias de principios del XX como de la generación novísima de los años setenta. Los afterpop -como todos los jóvenes contemporáneos suyos- se sienten atraídos por el mundo de la tecnología y por todo el vasto universo de posibilidades que esta les brinda; paralelamente, los vanguardistas se sintieron seducidos por las máquinas, las fábricas, las ciudades, los objetos fruto de los nuevos avances técnicos. De igual modo -como proponía Ortega en La deshumanización del arte y en El arte de la novela-, los vanguardistas abanderaron la intrascendencia del arte, la estética lúdica, el lenguaje paródico, la ironía verbal, la defensa de un estilo autorreferencial, autotélico, una serie de preceptos que son igualmente defendidos por los afterpop, quienes también abanderan los mecanismos conceptuales inherentes a la vanguardia y, siguiendo a Ortega -les guste o no-, dejan de lado la narratividad y el desarrollo en profundidad de los personajes -algunos de ellos, que no todos: componen un grupo demasiado numeroso como para respetar los mismos parámetros formales al alimón- y apuestan por valores como la fragmentariedad del discurso, la multidisciplinariedad y el experimentalismo. Son postulados que singularizaron la estética de los años veinte y también la de mediados de los sesenta y primeros setenta. En este último caso los narradores y poetas no sólo tendieron puentes hacia las vanguardias históricas españolas –así como hacia los movimientos minoritarios o autores marginales que después de ellas las siguieron enarbolando como enseña estética en el erial realista-, sino que rePSUR 47 DOSSIER [ Noemí Montetes-Mairal nunciaron a la tradición española anterior a ellos con escasas excepciones, y viraron su punto de mira hacia la literatura americana y europea contemporánea e incluso a los clásicos europeos y de la Antigüedad allende nuestras fronteras. Por no mencionar la atracción hacia las estéticas pop y camp, el jazz, los cómics, la televisión, la publicidad, o por los mitos emergentes de la cultura popular. Todo ello quedó reflejado en sus textos, mediante el empleo de recursos como la fragmentariedad, el conceptualismo, la mezcla de todo tipo de discursos y voces narrativas, el experimentalismo, el desprecio por la narratividad y la creación de personajes -pero no siempre- en beneficio de la consagración del lenguaje como el protagonista indiscutible… Sin muchas diferencias, o, mejor dicho, con el añadido de los últimos avances tecnológicos en el caso de los afterpop -un añadido que tampoco viene a agregar un enorme avance estético en la calidad de los textos-, las obras de los autores de esta generación, en el fondo, no hacen sino sumarse a la tradición de la ruptura, según definición de Octavio Paz. Si es que se puede hablar de ruptura, algo que, francamente, después de todo lo expuesto, cabe poner bastante en entredicho. Exponía recientemente Fernández Mallo (Cultura/s, 26-9-07) que una de las bases de la nueva estética es la hibridación de géneros. Indicaba que ese recurso no consistía en un mero retorno a los modelos de los años veinte o sesenta -si bien, a todo 48 PSUR Noemí Montetes-Mairal ] DOSSIER esto, cabría puntualizar que la fusión de géneros comenzó a darse en la época romántica y se generalizó en el modernismo-, pero que en la época actual constituye un paradigma distinto: si antes se creaba desde el conocimiento, ahora se hace desde la información. Mora por su lado apunta que se parte de la visualización para llegar, después, a la escritura. A los comentarios de ambos autores se debería añadir: el punto de arranque puede ser distinto, pero ¿el resultado también lo es? Porque será importante el proceso, pero lo realmente significativo es su conclusión. Pero no me interpreten mal: con toda esta batería de razones si algo no pretendo es demostrar que nos encontramos ante un bluf. No es eso, ni mucho menos. Trato, simplemente, de encuadrar a estos narradores en el lugar que les corresponde, y subrayar que no precisan emplear un talante agresivo, enarbolar banderas tecnológicas o neologismos identitarios para ser mejores escritores. No lo necesitan. Y porque como se descuiden, como se apliquen más en épater y en singularizarse que en preocuparse por escribir bien van a entrar a formar parte, como mucho, de los movimientos literarios, pero no de la Literatura. Hace tan sólo unos días apareció el dossier “Nuevas tecnologías narrativas” -coordinado por Mora, precisamente- en la revista Quimera (nº 290, enero de 2008). Me llamó especialmente la atención una frase de Ricardo Menéndez Salmón -autor que, aunque se le ha relacionado por edad con este grupo, no comparte preceptos estéticos con ellos-: “hoy el escritor, para derrocar la dictadura de la imagen, debe crear imágenes más poderosas que aquellas captadas por nuestros ojos y por sus prótesis tecnológicas”. Quizá ahí esté el quid, no sólo de la salida hacia delante de estos autores, sino del futuro de la literatura en el siglo XXI, y no me extraña haberla leído en un autor de su exigencia. Porque al fin y al cabo, conceptos y técnicas como los que desgranaba didácticamente Borrás en el artículo sobre lo que denomina “lit(art) ure” y que se incluía en la citada revista no describen más que instrumentos tecnológicos, pero dejan de lado la literatura. No son más que prótesis. A día de hoy, no lo olvidemos, socialmente, estadísticamente, la imagen siempre ganará la batalla a la escritura, el audiovisual aventajará a la palabra. Se pueden aplicar al texto sus recursos para enriquecerlo, pero no para subordinarlo a él, porque el texto siempre habrá de quedar en inferioridad de condiciones. Será preciso, por tanto, para impedir el avance inexorable del mundo audiovisual, para que este no elimine o fagocite al verbal, que crear, con la fuerza del lenguaje como motor principal –sin ortopedias tecnológicas- imágenes escritas inmortales. Obviamente, Mora, como teórico, estará en desacuerdo conmigo, al menos a tenor de lo que sugiere en La luz nueva: que la realidad actual no puede sustraerse de ser narrada bajo el prisma del nuevo enfoque tecnológico, audiovisual y de los mass media, que aquellos que continúan creando desde los supuestos habituales -a los que él denomina “tardomodernos”, y que son la amplísima mayoría de nuestros narradores-, están francamente demodés, y que, por tanto, se precisa un urgente cambio de rumbo estético que contemple esta nueva realidad palpable socialmente en el ámbito de la creación literaria. La cuestión es: ¿esta mudanza es realmente tan precisa, irreversible y, por otro lado, absolutamente estructural? Subraya Mora -esta vez con gran acierto-, al principio del citado ensayo La luz nueva, que en la actualidad el ciudadano común dispone de poco tiempo para dedicarle a la lectura, y que en ese tiempo escaso no se le debe procurar literatura de evasión, porque ya se ha evadido suficientemente (?) el resto de la jornada. A esta afirmación de Mora cabría añadir: ¿y no han pensado estos mismos teóricos y narradores, siguiendo el mismo procedimiento lógico, que un ciudadano del siglo XXI, bombardeado hasta la extenuación por los medios de comunicación, la tecnología audiovisual y la publicidad, que ese hipotético lector –notre semblable, notre frère- no está esperando, cuando finalmente se sienta a leer una obra literaria, encontrar -más allá de que en ella puedan reflejarse de manera secundaria los aspectos destacados por Mora o Fernández Porta-, determinados valores, imágenes, conceptos e ideas que los trasciendan, que buceen en la esencia de aquello que, desde el inicio de los tiempos, convierte una obra en universal? Aquello indefinible que le conmocione, le altere por dentro de modo irreversible, golpeándole en el estómago, como quería Kafka. Llegados a este punto, la estética elegida viene a ser lo de menos. Los versos de César Vallejo -probablemente el mejor poeta hispanoamericano del siglo XX- sacuden al lector con una fuerza similar si son de su primera época, más modernista, como si opta por el vanguardismo o se decanta por la poesía de combate ¿Por qué? No sólo por su aguda exigencia estética constante desde sus inicios, sino porque en ellos aletean los universales humanos: el dolor y la muerte, el ser del hombre, la madre, la divinidad, el tiempo, el amor, el hambre, la angustia, la realidad descoyuntada, la guerra, la dialéctica entre el bien y el mal, la reflexión sobre el lenguaje. Con escasas excepciones, son los argumentos de todas las obras literarias desde Homero hasta la actualidad: la diferencia estriba en la manera de tratar esos temas, cómo logran calar tanto en el ámbito emotivo como en el estético-intelectual del lector. Conjugar ambos es un arte de seducción y de talento que, pretender defender que dependa de la inclusión de una serie de elementos tecnológicos para volverlo más afín a los tiempos que corren me parece francamente baladí. Una obra será estéticamente válida o dejará de serlo independientemente de ello. Nocilla dream, de Agustín Fernández Mallo, es una buena obra, por tanto, independientemente de haber sido escrita siguiendo los cánones de esta corriente. Valga este fragmento como ejemplo, su capítulo 93: No existe espacio si no existe luz. No es posible pensar el mundo sin pensar la luz (lo dijo Heráclito, lo dijo Einstein, lo dijo el Equipo-A en el capítulo 237, lo dijeron tantos). Y sin embargo dentro de cada cuerpo todo es oscuridad, zonas del Universo a las que la luz jamás tocará, y si lo hace es porque está enfermo o descompuesto. Asusta pensar que existes porque existe en ti esa muerte, esa noche para siempre. Asusta pensar que un PC está más vivo que tú, que adentro es todo luz. ( enero de 2008 ) PSUR 49 DOSSIER [ ] DOSSIER Isaac Rosa ENTREVISTA Por Fernando Clemot INTRO. Isaac Rosa (Sevilla, 1974) era uno de los nombres que hace tiempo teníamos apuntado entre nuestras preferencias a la hora de hacer una entrevista… Los motivos… Hace años que Isaac nos había parecido un escritor especial, interesante por lo que propone y su actitud ante la novela. Isaac Rosa nos ofrece un escenario novelístico innovador y en muchos aspectos contra corriente. Le hemos preguntado por el gran éxito que supuso El vano ayer (Seix Barral, 2004) por la que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos y el Andalucía de Crítica en 2005 y que ya venía anticipado por La malamemoria (1999) Recientemente ha publicado en Biblioteca Breve ¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil! (2007) en la que ahonda en algunos de sus temas emblemáticos. -Nos gustaría que nos resumieras en pocas líneas tus comienzos: las motivaciones para empezar a escribir, las lecturas de ese tiempo, tus primeros devaneos literarios... -Fui un escritor tardío porque fui un lector tardío. Cuando digo que soy un escritor tardío siempre hay alguien que se extraña, porque publiqué mi primer libro –una obra de teatro- con veintidós años. ¿Tardío? Sí, porque en realidad era prácticamente lo primero que escribía, hasta pasados los veinte años no me había interesado la escritura, porque era en efecto un lector tardío. Como muchos de mi 50 PSUR generación, no tuve, ni en la escuela ni en la familia, una educación lectora, y llegué tarde y mal a la literatura. - ¿Qué te motivó a escribir El vano ayer? ¿Cómo se te ocurrió darle esta forma de “novela en construcción” o “novela frustrada”? -Por una parte, la frustración existió inicialmente. Quería escribir una novela, digamos más convencional, sobre el pasado reciente español, y me di cuenta de que era preso del discurso existente, de unos temas, una forma y hasta un lenguaje del que era difícil escapar, y que condicionaban el “qué” a partir del “cómo”. Por eso decidí darle la vuelta y mostrar las costuras de la novela, para enfrentarme, desde la literatura, a ese discurso que desde la ficción se ha construido en torno a la guerra y al franquismo. -En general la crítica ha destacado siempre la calidad literaria y la originalidad formal de tus novelas pero se ha obviado el fondo de estas. ¿Te ha decepcionado esta recepción un tanto hueca de tus obras? -Más que decepcionarme, me sorprendió. No entiendo que se pueda hablar de El vano ayer obviando los aspectos temáticos, sin hablar de represión, de tortura, de continuidades del franquismo, de herencias en el presente. Si en cualquier obra el fondo es difícilmente separable de la forma, creo que en la mía lo es especialmente, pues está escrita de esa forma para abordar ese fondo, no por un capricho estilístico ni por ninguna forma de experimentalismo. - ¿Te gusta el término “literatura comprometida”? ¿Podrías darnos una definición o puntos fuertes para definirla? -Me guste o no, creo que es un término algo gastado, manipulado, y que provoca confusión. Fue útil para un tiempo, pero hoy no nos dice nada. Aparte de que el compromiso se ha devaluado, y nos encontramos con numerosos escritores que se dicen comprometidos, y lo están con causas cómodas, incluso rentables a efectos de apreciación de sus obras, de acumulación de capital simbólico. Aparte de esto, como digo, hablar de un escritor como “comprometido” es como no decir nada. Hay que preguntarse: ¿comprometido con qué, o con quién? Un autor que me interesa, Jesús López Pacheco, daba la vuelta a la definición y distinguía arte libre y arte comprometido, siendo este último el comprometido con el poder, con el discurso dominante, pues suele ser el compromiso más visible. Pero además, el compromiso deja la elección en el lado del autor, en su voluntad: se compromete si quiere, con lo que quiere. Yo prefiero hablar en términos de responsabilidad, como algo que antecede al autor en su decisión de escribir, una responsabilidad que está ahí antes de empezar a escribir, que no puede eludir, porque depende de cómo leemos, del papel que los lectores damos a la literatura, de cómo nos relacionamos con el mundo a través de ella, de cómo tomamos de las ficciones los valores, los códigos, el lenguaje con que nos relacionamos con el mundo. Eso im- plica una responsabilidad de la que nadie puede desentenderse. Hasta la literatura más aparentemente evasiva propone una interpretación del mundo a los lectores. más interesantes sobre el franquismo o la transición, las que nos permitirán entender aquel tiempo, están por escribir, y corresponden a autores que no vivieron aquellos años. Lo mismo podría decirse del cine. - En las dos últimas décadas se han publicado incontables novelas sobre la Guerra Civil pero no tantas ni tan señaladas sobre el larguísimo periodo del Franquismo. ¿A qué crees que se debe este olvido? -Es cierto. Se han publicado muchas novelas sobre la Guerra y pocas sobre el franquismo. Pero además, entre éstas últimas, la mayoría se refieren a la primera posguerra, los años cuarenta, y según avanzamos en el franquismo apenas hay títulos sobre los años sesenta o setenta, el tardofranquismo, y menos aún sobre la transición. ¿A qué se debe? Sin duda, el tiempo más reciente es más molesto para el presente. Las claves de nuestro tiempo no están en lo sucedido hace setenta años, sino en el tardofranquismo y la transición, donde se configura el sistema español actual. Ahí están muchas claves, pero mirar de forma crítica a esos años puede romper la ilusión de democracia sin pecado original que vivimos. - Algunos de los mejores novelistas de la literatura española han dado por cerrado un proyecto o “gran obra” ( Vila-Matas con Montano- Pasavento- Bartleby; Marías con sus tres últimos títulos...) ¿Das por cerrado también tu proyecto con Otra maldita novela...? ¿Con qué rasgos generales resumirías estas tres primeras novelas? -En lo temático sí considero cerrado un ciclo. Ya he dicho todo lo que tenía, todo lo que podía decir sobre el franquismo o la Guerra Civil. No volveré sobre esos temas, no desde la ficción, aunque me sigan interesando y pueda aproximarlos desde el periodismo de opinión u otras formas de escritura. En lo formal, en cambio, no hay cierre de ciclo. Mis tres novelas han sido una progresión, una maduración como escritor, de ir encontrando un tipo de escritura, una voz en la que sentirme cómodo, y en la que profundizaré en próximos libros. - ¿Qué ventajas crees que tiene hablar sobre el Franquismo sin haberlo vivido directamente? ¿Crees que te favorece esta distancia? -Sí, permite una mayor distancia crítica, que en mi caso adopta forma irónica. Mi generación (nacidos en los setenta) puede hablar con más libertad, sin miedos, ni deudas, ni vergüenzas. Creo que las novelas - ¿Qué opinas del peso que ha ido adquiriendo la literatura norteamericana ( Eduardo Lago, Loriga, Fernández Mallo, la catalogada como “Generación Nocilla”...) en el panorama español de los últimos años? -Somos una cultura colonizada, es evidente. Lo vemos con claridad en lo cinematográfico y televisivo, donde el peso de la influencia norteamericana parece la única tradición posible. Y cada vez lo es más en la literatura, donde muchos autores miran únicamente, o al menos preferentemente, a la literatura norteamericana. A mí, como lector y como autor, buena parte de la narrativa norteamericana actual, al menos la que se publica y celebra en España, me deja bastante frío. Me reconozco más en otras tradiciones. Y esa fuerte influencia tiene consecuencias sobre la forma de escribir. Leo novelas de autores españoles que me parecen traducciones (y malas traducciones) de novelas norteamericanas (de malas novelas norteamericanas). -Hemos dedicado este número y el anterior a conseguir una fotografía del momento actual de la literatura española. ¿Qué aspectos destacarías de estos últimos años? ¿Podrías señalarnos algunos autores u obras que consideres imprescindibles? -Como lector pienso que, salvando las excepciones, el momento de la literatura española es bastante bajo. Se publica mucho, es cierto, y aparecen nuevas voces, pero encuentro poco que me interese. Me acerco a libros elogiados por la crítica que me provocan gran decepción. Si tengo que hablar de autores u obras imprescindibles no miro a los nuevos autores, que todavía están por madurar, aunque entre ellos haya escritores que me interesen más o menos. Hablaría de clásicos vivos, como Sánchez Ferlosio, el mejor prosista hoy. PSUR 51 DOSSIER [ ] DOSSIER Juan AparicioBelmonte ENTREVISTA Por Fernando Clemot INTRO. Juan Aparicio-Belmonte (Londres, 1971) se ha convertido en los últimos años en uno de los escritores estrella de Lengua de Trapo. En esta editorial ha publicado Mala suerte (2003), López López (2005) y El disparatado círculo de los pájaros borrachos (2007). Juan ha sido galardonado con el Premio Caja de Madrid de Narrativa, el Premio Lengua de Trapo y el Memorial Silverio Cañada que se concede en la Semana Negra de Gijón. Humor, ironía, novela negra… queríamos hablar con él para que nos despejara algunas dudas. alguna apreciación que hacer a esta definición general? ¿Qué te atrajo de la novela negra? Soy un tipo de escritor que escribe como puede y no como quiere. No domino demasiado lo que escribo, sino que me dejo llevar y cuando ya tengo un primer borrador comienzo a ordenar todo el material. Trato de indagar en lo que soy capaz de escribir y no me obligo a seguir unos cánones. De manera que mi forma de narrar es esencialmente descreída y eso es lo que le da el barniz humorístico, supongo. Mis tres novelas tienen un componente negro porque hay crímenes en las tres, pero no me considero escritor de género. DE MALA SUERTE A EL DISPARATADO CÍRCULO DE LOS PÁJAROS BORRACHOS ¿Qué te empujó a escribir tu primera novela Mala suerte? Me impulsó lo mismo que las otras novelas: la vocación literaria, el gusto por inventar y contar. La novela, además, estuvo marcada por un periplo laboral complicado que finalmente resultó muy enriquecedor para el texto. Tenía un jefe muy pesado al que convertí en un psicópata muchísimo más convincente y divertido. En relación a tu obra se han señalado frecuentemente algunos antecedentes literarios como Simenon, Boris Vian, (aunque también se podrían añadir el Mendoza de El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas o El tercer policía del irlandés Flann O´Brien) ¿Nos podrías señalar un breve catálogo de novelas y autores a los que te sientas ligado? Soy más de novelas que de novelistas, pero si tuviera que señalar a tres escritores referenciales, mencionaría a Graham Greene, Salvador Dalí (sus diarios, tan hilarantes, tan buenos) y Pérez Galdós. Me gustaría ser como los tres a la vez. A menudo se han catalogado tus novelas como “novelas negras de corte humorístico”, se ha destacado también tu uso de la ironía... ¿Tendrías El disparatado círculo de los pájaros borrachos es tu tercera novela tras Mala suerte y López López. ¿Qué aspectos permanecen en 52 PSUR ella de Mala suerte y en qué crees que ha evolucionado tu narrativa desde entonces? Probablemente me he vuelto más intrincado. Ahora soy mejor escritor, tengo más dominio sobre lo que hago y, tal vez por ello, menos frescura. Soy también menos entusiasta con lo que escribo. Madrid. Me siento más cómodo ubicando en esta ciudad mis personajes, porque la conozco mejor. Pero claro que me planteo cambiar de escenarios. En la novela que estoy escribiendo ahora, por ejemplo, aparece Barcelona, y espero que sea una Barcelona verosímil. También aparece Alicante. En una entrevista para la revista Teína (junio de 2007) dejaste un titular que nos llama la atención: “Abundan los dogmáticos que se toman la literatura con una seriedad de asno”. ¿Nos podrías precisar el sentido de esta afirmación? Simplemente opino que hay demasiada gente que se toma la literatura como si fueran sacerdotes de una religión del dolor. Yo soy más bien sacrílego y además no tengo las cosas nada claras. Prefiero leer y escribir a divagar sobre la literatura en abstracto. Creo que la literatura es una cosa muy seria, pero sólo si te la tomas con buen humor. Has traducido recientemente una novela del norteamericano Stephen Crane. ¿Qué valores te aporta la traducción que no encuentras en la novela? ¿Qué te atrajo de este autor algo desconocido en España? Es un autor muy complicado de traducir, pero si se lee de corrido es absolutamente genial. Fue un novelista de una precocidad sorprendente, que murió con 28 años. No es que escriba bien, es que cuenta fenomenal, que es lo principal en un buen novelista: contar bien. Madrid, que aparece a menudo en tus páginas con localizaciones concretas, es hasta ahora el escenario en el que se mueven tus personajes. ¿Te interesa cambiar de fondo o no te lo has planteado? Me lo he planteado, pero no lo he conseguido. O lo he conseguido sólo a medias. Roma también aparece en mi última novela, pero como me he criado en Madrid, finalmente esta ciudad me resulta más fácil para escribir. Creo que era Max Aub quien decía que uno es de donde hace el bachillerato. Para bien o para mal, yo lo hice en LA NARRATIVA ESPAÑOLA HOY Un crítico tan prestigioso como Domingo Ródenas de Moya hacia un examen de la narrativa del 2006 (en Ínsula. Núm. 724: abril de 2007) y desgranaba este análisis: “En la cosecha narrativa del 2006 hay motivos para la inquietud ( una enconada reiteración temática, una tendencia a la depauperación del estilo)... Los mejores títulos, a los que enseguida me referiré, proceden de los seniors, con algunas felices excepciones de nuevos valores surgidos en el último lustro. Pero en bastantes autores jóvenes y en alguno con una mediana ejecutoria a sus espaldas se echa de menos mayor conciencia respecto al instrumento verbal de que se sirven, un mayor prurito estético en la prosa...” ¿Estarías de acuerdo con esta preocupación del crítico? ¿Crees que uno de los nexos de unión de los nuevos narradores es cierta despreocupación estilística? No. Creo que nuestra generación se preocupa por el estilo tanto como las anteriores. Otra cosa es que volquemos nuestro talento en el engolamiento del estilo. Pienso que en España se ha abusado del estilo, probablemente porque hubo franquismo, o sea, censura. Ahora que se puede decir todo, lo lógico es aprovechar ese derecho y contar las cosas que nuestros mayores callaron mediante el uso de un montón de subordinadas. Desde luego, yo tengo muy claro cuál es mi estilo. las novelas no se leen en grupo, sino de una en una. De este fenómeno sólo puedo decir que leí Nocilla Dream pensando que no me iba a gustar y que, sin embargo, me gustó mucho. Leeré las siguientes. ¿Cómo definirías el momento actual de la novela española? ¿Podrías señalarnos algunas lecturas o autores recientes que juzgues muy recomendables? Autores recomendables que no están en el circuito Madrid-Barcelona: Luis Artigue, Eloísa Otero y Antonio Portela. Una de las novedades más destacables del último año ha sido la aparición de la que Javier Calvo denomina “Generación Nocilla” y tras la que se podían situar algunos narradores como el propio Javier Calvo, Gabi Martínez, Robert Juan-Cantavella, Eloy Fernández Porta, Agustín Fernández Mallo... ¿Qué opinión te merece este fenómeno? ¿Crees que se trata de un proceso de calado o como lo define Jordi Gracia estamos ante “una celebración del mercado”? Este tipo de fenómenos no me interesa demasiado, la verdad: no creo en estos movimientos. Me interesan los escritores de uno en uno, cada novela por sí misma. Escribir es una tarea que se realiza en solitario y PSUR 53 DOSSIER [ ] DOSSIER Manuel FernándezCuesta ENTREVISTA Por Fernando Clemot INTRO. Contactamos con Manuel por casualidad, a través de Mateo de Paz que vino a organizar la Noche en Blanco de Madrid. Coincidimos varias veces más y pronto le propusimos a Manuel que nos concediera una entrevista para PS ya que sospechábamos que tendría muchas y muy relevantes cosas que contarnos. Manuel Fernández Cuesta (Madrid, 1963) estudió Derecho y Filosofía en París y Milán, interesándose pronto por el marxismo y la sociología política y cultural. Ha sido colaborador de los diarios Rebelión y Mundo Obrero y en el ámbito editorial ha sido editor de Debate, de Random House Mondadori y desde 2007 de la editorial Península, perteneciente al Grup 62. DE PROFESION: EDITOR Tienes una larga trayectoria como editor, ¿nos la podrías resumir a grandes trazos? Más que larga -que ya empieza a serlo- diría intensa. Varios años en funciones de editor en revistas de izquierda, seleccionando y encargando artículos de opinión y unos cuantos -muy interesantes, fructíferos y útiles- en Debate. Ambas actividades, parecidas en la concepción general -ideológica, diríamos si no fuera palabra maldita- y diferentes en cuanto a los plazos de trabajo, me han acercado al mundo de la edición. Un universo en el cual los resultados económicos y la vanidad son dos de las variables más importantes. Existen otras, imagino, pero están en éstas. 54 PSUR Recientemente has “fichado” por Península, del Grup 62. ¿En qué consistirá tu trabajo y cuáles son las principales líneas de esta editorial? Península se funda en 1964 como la editorial de ensayo en castellano de Edicions 62. Su fondo es tan impresionante -por calidad y cantidad- como su prestigio. Si en esta etapa consiguiéramos no desmerecer el catálogo nos daríamos por satisfechos. Ahora bien, dicho esto, mi trabajo se centrará en la selección de títulos, con una mayor presencia de autores españoles. Intentaremos “pensar con los autores”. Esa es una de las tareas, sospecho, de la función editorial. Comprar por catálogo, teniendo dinero para invertir, no parece demasiado atractivo. Luce, sin duda, como luce una buena joya, pero no resulta apasionante. Inventar libros y que sean leídos y comentados gracias al esfuerzo y talento de los autores es el reto. Este sello siempre se ha caracterizado por ofrecer historia, pensamiento, sociología, economía y reconocidos libros de viajes. Seguiremos en esta línea y potenciaremos una visión crítica de la sociedad y el mundo. Se “fabrican” demasiados títulos, la mayoría innecesarios. Procuramos que una parte de los libros de Península sean libros interesantes. Y si tienen que morir en el reciclaje que lo hagan, al menos, con cierto decoro. En realidad, sin ser purista, prefiero la expresión “ejercer las funciones de editor”. La cuestión va dirigida al corazón, al intestino -por mejor decir- del negocio ya que esto, de lo que llevamos un rato hablando, es -si y sólo sí- un negocio. Es cierto que tiene una rentabilidad baja y que se parece ¿poco? a la fabricación de tornillos, chorizos o automóviles, pero es un negocio tal cual. Alejemos de nosotros la idea clásica del editor como médium entre los autores y los lectores, el falso prestigio y las veleidades éticas (que acaban siendo pseudoestéticas) que atañen a la responsabilidad ante la comunidad lectora. Estamos donde estamos, en la sociedad “libre” de mercado, en la sociedad espectacular. Si los trabajos que consideramos necesarios y/o imprescindibles no son aceptados de forma mayoritaria, es decir, no son aceptados por el discurso dominante tenemos dos opciones. O dejar de hacerlos por “imperativo de mercado” o insistir hasta que la cuerda que ata al editor (asalariado) con el conjunto accionarial (patrón) se rompa. Encontrar el equilibrio sería lo ideal pero como lo ideal -sabemos desde Grecia- no existe, prefiero que el conjunto accionarial -que decide mi salario- me censure antes que asumir cualquier forma cínica de autocensura. Nos gustaría conocer un poco más a fondo la función del editor en el panorama editorial actual. ¿Queda sitio para la figura clásica del editor o se está muy sujeto a directrices empresariales o de mercado? ¿Podrías señalarnos algún momento de tu trayectoria editorial que consideres importante o que recuerdes con orgullo o con especial cariño? Importantes fueron -y son- las conversaciones sobre el mundo editorial con Cons- tantino Bértolo y Juan Díaz. Más que un diálogo, me limito a escuchar a dos maestros, cada uno en lo suyo. Creo importante destacar que la edición, pese a los célebres nombres propios es un trabajo colectivo. Si buscara un instante que recuerdo con especial cariño opto por las vicisitudes de Manual de literatura para caníbales de Rafael Reig publicado por Debate que, si no me equivoco, y pese a las dudas y reticencias iniciales (nunca del autor ni mías), camina ya por la cuarta edición. Una última sobre editores y editoriales. ¿Cuáles crees que son las editoriales o editores que en los últimos años están apostando por nuevos valores o con riesgo? Destacaría la labor que lleva a cabo Caballo de Troya y el trabajo de Periférica. Hay más, sin duda, pero creo razonable, por diferentes afinidades, destacar estos dos sellos. SOBRE NARRATIVA ESPAÑOLA HOY Hablemos un poco de la literatura española actual. ¿Nos podrías hacer un pequeño panorama de los últimos años de la narrativa española? Creo que para responder con seriedad a esta pregunta me remitiré al prólogo del libro Trayecto de Ignacio Echevarría. Esa introducción, clara y distinta, explica y muestra la evolución de la narrativa española. Ahora bien, por aportar alguna impresión, que no idea, diré que la llamada narrativa española está -salvo heroicas excepciones- a la altura de la sociedad, a la altura de la televisión que vemos, a la altura de los periódicos que leemos, a la altura de nuestros comentaristas y políticos, a la altura del modelo de libre mercado que tenemos, a la altura de nuestra democracia. A modo de anécdota diré que Gaspar Llamazares, de Izquierda Unida, ha regalado por Navidad a los trabajadores de su organización el libro El niño del pijama de rayas. ¿Cómo juzgas o qué análisis haces de este momento? ¿Qué características propias posee? Sin pretender abarcar todo lo que se hace, y contestando de manera general, diré que la mayoría de los libros de narrativa que se publican caminan entre la nueva espiritualidad del siglo XXI y la autoayuda, las narraciones con intriga detectivesca y/o histórica (sea cual sea la forma) y eso que podríamos llamar revisión narcisista de la vida interior. Es decir, historias íntimas sobre el escenario (“en este marco incomparable”, diríamos sin ironía) de un acontecimiento histórico crucial que se interpreta al gusto del autor/lector actual. Detectamos que en los últimos años se ha producido un “desembarco” de la literatura norteamericana y anglosajona que ha impregnado la narrativa española con sus temas y formas. ¿Crees positiva esta influencia? La hegemonía política y económica es, por extensión, hegemonía cultural. La pregunta podría ser: ¿por qué ha tardado tanto la narrativa norteamericana y anglosajona en dominar el mundo del libro y sus contenidos, sus formas y temas, cuando hace años que controla, por ejemplo, la producción universal de imágenes o la información? Respecto a la forma y las temáticas diré que si el mundo es global, como insisten todos los días los medios de comunicación, no encuentro razones para que no lo sean también las formas narrativas y los contenidos. Hace algunos años, parecen siglos, la narrativa extranjera reflejaba puntos de vista diferentes, otras formas de mirar. En la actualidad, y gracias a la potencia del mercado del libro y a la desmesurada política de traducciones, vemos que en muchos países y culturas se escribe lo mismo y bajo el mismo prisma técnico-narrativo. ¿Debería extrañarnos? Si los autores oyen lo mismo en todas partes, consumen lo mismo, sienten de la misma manera, ¿por qué deberían escribir diferente? Por último: nos gustaría que nos dieras una pequeña lista de autores y títulos de la última hornada que creas altamente recomendables. Me resulta imposible dar una lista de autores o títulos recomendables. De un tiempo a esta parte, y por citar un libro reciente, estoy regalando mucho la recuperación, en un volumen, de la trilogía de Agota Kristof, Klaus y Lucas. Un libro excelente. PSUR 55 POESIA [ ] POESIA Poesía y desplazamiento el caso de los poetas latinoamericanos en España De migraciones y poetas Si las historias nacionales de la literatura tuvieran que dejar de lado las obras escritas fuera del lugar de origen de sus autores nos encontraríamos con un panorama significativamente diferente del que nos ponen ante la vista los manuales de literatura. La separación del lugar de origen (el exilio, el viaje, la expatriación) son temas centrales en todos los tiempos, en parte porque estos desplazamientos (forzados o deseados) son una constante en la humanidad. También en los textos fundacionales de las literaturas romances de la Península el asunto está presente: las jarchas indagan con frecuencia en el dolor que produce la separación del amado; en El mío Cid el exilio del héroe castellano es una parte esencial de la trama. El asunto se convierte en una constante desde el romanticismo, y no solo porque la situación política española desencadena el primer exilio masivo de intelectuales, sino también porque la figura del viajero y el extranjero ganan en estatura simbólica. Sin embargo, nunca había habido tantos autores escribiendo fuera de su lugar de origen como en el presente, ni tantas personas interesadas en las particularidades de sus historias como hoy en día. Claro está que los motivos de estas migraciones tienen poco que ver con los que presidieron, a principios del siglo XX, el desplazamiento de los artistas que buscaban en Francia el epicentro de las artes de su tiempo. Si entonces los motivos estrictamente artísticos eran frecuentes, hoy han dejado de serlo. La diáspora literaria de 56 PSUR hoy crece junto a los movimientos migratorios que se vienen produciendo en las últimas décadas y han comenzado a ofrecer frutos que cuestionan los modelos tradicionales de comprensión y transmisión de la literatura propuestos por las instituciones literarias de los países a donde esos escritores llegan. Por esta vía la conexión entre literatura y migración comienza a dar lugar a consideraciones donde lo sociológico y lo estrictamente literario se ven obligados a dialogar. Un diálogo de ese tipo es el que sigue a continuación en relación a dos aspectos específicos: el de la poesía y el de los poetas latinoamericanos establecidos en España. Migraciones, poesía y discurso de masas La ONU estima que existen en el mundo unos 200 millones de personas que trabajan fuera de su lugar de origen. Lo más llamativo de este fenómeno no es, sin embargo, el número (un porcentaje mínimo de la población global), sino la honda repercusión que tiene en las sociedades implicadas de uno y otro lado. En España, un país que estuvo enviando remesas de trabajadores al extranjero hasta los años 70, la cantidad de los nacidos en otro país se ha multiplicado en la última década hasta el punto de situarse en una tasa cercana al diez por ciento de la población total. En porcentaje, este es uno de los mayores incrementos, muy próximo al de dos de las regiones con una tradición más ENSAYO Por Benito del Pliego fuerte y sostenida, EE.UU. y Alemania. Sin embargo, en cuanto la significación de estos datos solo puede medirse teniendo presente la respuesta social a que da lugar, probablemente lo que mejor refleja su importancia es la continua aparición entre los temas que, según las encuestas oficiales de opinión pública, más preocupan a los españoles; un indicador complementario parece ser la permanente cobertura que hacen de él (y de sus reverberaciones políticas) los medios de comunicación. No hace falta mirar muy lejos para darse cuenta de que los efectos del desplazamiento masivo de personas, tal y como se produce en muchas sociedades desde mediados del XX, tiene complejas ramificaciones. La amplia presencia de la inmigración como tema en las artes y la literatura ratifica la sensación de que tiene una evidente derivación cultural. Al hilo de esta expansión han surgido nuevos campos de estudios (los estudios postcoloniales y las áreas étnicas de ciertas literaturas nacionales) y también aportaciones teóricas tan significativas como las de Edward Said. Por otro lado, algunos de los creadores y de las poblaciones marcadas por la experiencia del desplazamiento han encontrado una aceptación pública indiscutible; así, por ejemplo, en Estados Unidos, la literatura hispana en sus diferentes manifestaciones (chicana, nuyorican, cubana…) ocupa ya un espacio propio tanto en los temarios de los departamentos de inglés de las universidades, como en las librerías y las bibliotecas. A juzgar por ese interés, lo que el cine, la novela o la fotografía tengan que decir sobre este asunto es muy significativo. Estos medios constituyen una vía de comunicación para (y con) los que se ven directamente tocados por la experiencia; además, la producción cultural de (o sobre) estas minorías supone una alternativa a los discursos que desde los ámbitos de poder tienden a representarlos de forma unívoca. Los medios de comunicación de masas son una de las voces más ensordecedoras en esta discusión; a través de ellos hemos acumulado toda una gama de imágenes estridentes, a veces apocalípticas, relacionadas con los aspectos más duros del desplazamiento, la emigración y el exilio; estas voces funcionan como una verdadera apisonadora que impide cualquier discusión de fondo. Frente a este tipo de construcción plana del fenómeno, es esencial tener claro que las repercusiones individuales y sociales no son uniformes; por el contrario, van más allá de las situaciones de emergencia con la que la pantalla deslumbra nuestra vista. Es aquí donde las representaciones artísticas adquieren una importancia capital, pues, en el mejor de los casos, combaten los estereotipos que estamos denunciando. Acercarnos a este tema desde una perspectiva tan específica como la de los poetas permite leer toda una gama de respuestas creativas donde este (y otros) asuntos hacen su aparición mediante un uso individualizado de la palabra. Ciertos aspectos, ciertas actitudes, ciertas simbolizaciones que encontramos en los poetas, responden a nociones compartidas con corrientes de pensamiento, pero como en el poema raramente nos encontramos con referentes inequívocos, estos temas solo surgen como parte de la búsqueda poética que un texto provoca en los lectores. En otras palabras, como en poesía la búsqueda formal es parte del sentido del poema, cualquier aproximación a este (o a otros temas) tendrá que ser trasversal, metafórica, mediada por la conciencia del lenguaje. Esto no significa que el poema deje de ser relevante para el tema que se trata aquí. Prestar atención al modo que se formaliza el sentido de un poema nos ayuda a ver aquello que los medios de comunicación hacen invisible: la acción ideológica que el lenguaje ejerce en el debate sobre los desplazamientos. La poesía obra en sentido opuesto al del discurso político y mediático; estos encajan lo que sucede en fórmulas e ideas preestablecidas, buscan en su análisis la confirmación de las teorías que sustentan su discurso, confunden lo real con una representación plana y predecible, enaltecen una convención domesticada por un lenguaje no menos convencional. Por el contrario, el poema, en el mejor de los casos, desencadena el lenguaje de los prejuicios que ciegan su capacidad significativa, y nos hace experimentar aquello que el poema crea; también la intemperie y la inestabilidad, también el trasbordo de lo familiar a lo extraño. Del desplazamiento de los poetas al desplazamiento en poesía Por supuesto, el diálogo entre los términos desplazamiento y literatura no solo puede concernir desde la perspectiva social. El debate tiene consecuencias literarias: contemplar la poesía a la luz del fenómeno del desplazamiento pone en evidencia una serie de tópicos que operan sobre ella modelando su comprensión y sus alcances. Hay dos asuntos fundamentales para la tradición literaria moderna que hay que repensar: el carácter nacional de las tradiciones poéticas y la noción romántica de que todo poeta es, metafóricamente, un exiliado. A estas ideas habría que añadir, en el caso del grupo que se considera aquí, otro asunto que les afecta de forma particular: la supuesta unidad de la poesía escrita en castellano (por encima y más allá de sus orígenes nacionales). El asunto de la nacionalidad y el de la lengua están estrechamente vinculados desde el Romanticismo. En cuanto la lengua se ha venido considerando como el fundamento de un espíritu nacional, la comunidad establecida en torno a ella legitima las PSUR 57 POESIA [ demarcaciones políticas, y sus manifestaciones literarias se someten a organización y transmisión canónica nunca exenta de intención política. Los conflictos que estas justificaciones han provocado a lo largo de la historia están a la vista de todos; la identidad nacional sigue considerándose en términos excluyentes, aunque de hecho los individuos se inscriban en estos ámbitos de forma relativa y flexible: se puede ser, y de hecho se es, por ejemplo, catalán, español, europeo y latinoamericano, sin que esto implique mayores contradicciones. Esta superposición de identidades es una muestra más de lo que sucede en otros terrenos de la subjetividad. Los presupuestos nacionalistas siguen siendo un factor determinante en la configuración de los panoramas literarios que, con demasiada frecuencia, constituyen la principal puerta de entrada para los lectores a la poesía. La antología son un instrumento (o un género literario) fundamental para la divulgación de los poetas y, consecuentemente, para el establecimiento de lo que es representativo de cierta cultura y de cierta época. Estas antologías tienen fuertes fundamentos nacionales, aún en casos como el español donde la multiplicidad debería ser un asunto consabido. Es inevitable comprender los factores de carácter práctico que siguen dando vigencia a estas coordenadas; pero también hay que reconocer sus limitaciones, su ideología y el carácter convencional de estos criterios; de ningún modo nos encontramos ante hechos naturales y, en este sentido, ] POESIA cabe la posibilidad de entenderlos desde otras perspectivas. De hecho la práctica crítica ha comenzado a dejar ver cierto tipo de contradicciones. Los autores latinoamericanos establecidos en el territorio nacional son en este sentido uno de los mejores indicadores de la ambivalencia crítica. Si, por un lado, la condición de extranjería sigue pesando en la percepción pública, incluso después de décadas de residencia, por otro, la vinculación lingüística ofrece una vía innegable de integración. La tensión hace que ocasionalmente se crucen los márgenes estrictamente nacionales. Así en los últimos años han aparecido en España algunas antologías de poesía en las que se incluyen autores de origen latinoamericano ubicados en España. Todo es poesía menos la poesía. 22 poetas desde Madrid (coordinada por Gonzalo Escarpa) y dos trabajos debidos a Manuel Rico (Pasar la página y Por vivir aquí) son ejemplos de una actitud claramente progresista que cita o incorpora en su nómina a autores formados o nacidos en América Latina como Julio Espinosa Guerra, Juan Pablo Mellado, Andrés Fisher, Carlos Vitale, Neus Aguado o Rodolfo Häsler. Este acierto, que rompe con la visión nacionalista más estrecha, podría haber sido culminado de haberse tenido en cuenta el carácter diferencial que este hecho introduce en la situación (y en la escritura) de alguno de estos autores. el no-reconocimiento del vínculo entre estos poetas subestima la importancia que el desplazamiento tiene en la conformación de las respectivas miradas poéticas y en la posición que ocupan en un panorama literario cuyo marco de referencia sigue siendo acotado en términos de nacionalidad. La actitud igualitaria de los críticos termina por obviar ciertos rasgos, quizá fundamentales, vinculados a la condición desplazada de este tipo de autores. También la lengua, paradójicamente, puede suponer un condicionante que dificulta su visibilidad. Si les coloca en mejor situación que a los inmigrantes para quienes el castellano comenzó siendo una lengua extranjera, también encubre las divergencias en sus intereses y trayectorias. En todo lo que respecta a la poesía, el uso de una lengua no es más que el elemento más básico de la cuestión. La relación con ciertos “lenguajes” poéticos con tradiciones y formas a las que se han dado preferencias en ciertas comunidades, complica sustancialmente la relación con el canon elegido por los críticos del país de acogida; aunque no pueden descartarse coincidencias fundamentales entre los autores latinoamericanos y los españoles, especialmente cuando los autores llegan a edad temprana al país, parece cierto que el lugar en el que se aprende a escribir, con el entramado de conexiones históricas y culturales asociadas a él, tiende a demarcar afinidades que en otros espacios resultan excéntricas o marginales. La aceptación simplista de la famosa afirmación de Pessoa —“la única patria del poema es su lengua”— implica en este caso la aceptación de que las diferencias derivadas de la inserción, física e intelectual, de un autor en un espacio distinto al de su tradición, no tienen mayor importancia. De nuevo nos encontramos ante un ejemplo de cómo un punto de partida igualitario, termina por ser desfavorable a aquellos cuya circunstancias son singulares dentro de cierto contexto. Sucede algo similar a lo que los estudios feministas han venido señalado desde hace décadas: que el criterio de calidad literaria funciona con frecuencia como coartada para desatender a ciertas minorías. Ciertas resistencias a tomar en consideración los rasgos diferenciales que identifiquen a los autores desplazados parten de la convicción de que, finalmente, todo poeta es un exiliado. En esa postura, y a raíz de la consideración de distintos exilios, coinciden un gran número de autores, hasta el punto de que se podría decir que se trata de un lugar común bastante extendido. Es verdaderamente sorprendente que la introducción de un elemento metafórico haya terminado por contribuir al desinterés por ciertas situaciones históricas, pero esta parece ser la lógica que opera en estos casos: el poeta, por el hecho mismo de serlo, es metafóricamente hablando un exiliado; por lo tanto, el caso de los que se ven separados de hecho de su lugar de formación no tiene nada de excepcional. Gracias a este presupuesto una condición que puede ser crucial para entender a un individuo desde una perspectiva social, se supone irrelevante para su obra. Esta perspectiva insiste en la existencia de una comunidad poética en la que sólo cabe diferenciar los textos por matices de estilo; esto termina en muchos casos por reducirse a la utilización de un criterio de calidad estética que, sin embargo, nunca está exento de condicionantes —por ejemplo, los nacionales. Para lo que se discute aquí esta actitud significa desarticular, de entrada, el potencial crítico de algunas de las prácticas literarias de los autores desplazados. La posición del migrante concentra una tensión en torno a su escritura: si de un lado su posición excéntrica le convierte en un elemento de disgregación del pacto igualador que cimientan las posiciones nacionales, por otro, el alcance público de su tarea sirve para roturar un nuevo territorio para aquellos cuya actitud respecto a las tradiciones escapa a las previsiones establecidas. Aquí la metáfora del escritor como exiliado se recupera a favor del desplazado en términos reales: su posición le convierte en un referente para la apertura de nuevos espacios. Este referente responde a la lógica de la descentralización que preside algunos fenómenos propios de la postmodernidad, donde lo excéntrico deviene central, donde lo marginal se transforma en protagonista. Este vuelco de la perspectiva puede transformar las posiciones críticas y creativas. Si prestamos atención especializada a estos factores la reflexión sobre la literatura desplazada podría convertirse en reflexión sobre el desplazamiento de la literatura, es decir sobre el modo en que su presencia impulsa nuevas relaciones con la escritu- ra. No se trataría tanto de profundizar en diferencias arbitrarias, como de considerarlas y sacar consecuencias sobre efecto de la literatura “nomádica” en las formas modernas de hacer y de entender. Esta es una discusión convergente con otros aspectos mejor explorados de literatura postmoderna, como la literatura de mujeres; la apertura de nuevos espacios de legitimidad literaria y crítica relativiza los abusos que la asimilación forzada a los parámetros de la mayoría han causado tradicionalmente entre aquellos que, por convicción o circunstancias, disentimos. No hay por qué ser ingenuo respecto al alcance que el diálogo entre estos dos fenómenos (poesía y desplazamiento) puede tener en nuestra sociedad. Supongo que son más los interesados en no ver las posibilidades de transformación que los que encuentran en ella una esperanza. En cualquier caso, en lo que respecta a este fenómeno apenas estamos comenzando a sentar las bases de lo que, de seguir las cosas como están hoy día, no tendremos más remedio que seguir hablando. No es demasiado pronto para comenzar a escuchar a los principales interesados. Benito del Pliego nació en Madrid, 1970, y reside desde 1997 en Estados Unidos. Fisiones, su primer libro de poesía, se publicó en Madrid en 1997 dentro del proyecto Delta Nueve, del que formaron parte Andrés Fisher, Pedro Núñez y Rodolfo Franco. Alcance de la mano, apareció un año después en Nueva Orleáns en edición de treinta ejemplares diseñados, encuadernados e ilustrados por el autor. Índice, recibió el Premio Internacional de Poesía “Gabriel Celaya” y fue publicado en Valencia por la editorial Germanía el año 2005. En junio del 2001 se presentó en el High Museum of Art de la ciudad de Atlanta, un poema sinfónico compuesto por Gustavo David Pineda en base a los poemas del libro. En el 2003 obtuvo el Premio de Poesía Experimental Ciudad de Badajoz por el poema-objeto Tradición literaria. Una breve muestra de esta vertiente de su poesía se puede ver en Todos o casi todos. Antología de poesía visual, experimental y mail-art en España (Palencia, 2004). Su poesía también ha sido incluida en la antología La voz y la palabra (Madrid, 2000). En el otoño del 2007 aparecerá en Madrid un nuevo poemario titulado Fábula. 58 PSUR PSUR 59 POESIA [ ] POESIA Trasatlánticos: poetas latinoamericanos en España Selección de textos: Benito del Pliego Sobre la selección de autores Cada vez parece más necesaria la presencia de una antología que refleje el desplazamiento de la poesía escrita en España. No se trata, sin embargo, de un proyecto sencillo. La selección de textos que aparece a continuación es solo una aproximación al tema, para nada exhaustiva, que se concentra en uno de los grupos más fecundos y visibles, los autores de origen latinoamericano. Por supuesto, esta no es la primera ni la única antología hecha al respecto. Esta no responde de ningún modo a la variedad que dentro de este grupo se da en términos de nacionalidad, género o poéticas, aunque puede dar una idea de la situación. De hecho la selección de autores está vinculada a la serie de lecturas poéticas que se llevó a cabo entre abril y mayo del 2007 en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y que tuvo un título semejante al de esta selección. En esa serie se tuvieron en cuenta, además de los criterios propiamente literarios, otras consideracio- 60 PSUR nes de carácter práctico, como el lugar de residencia de los poetas. Solo dos de los autores incluidos aquí (Mario Campaña y Andrés Fisher) no intervinieron en esas lecturas, aunque inicialmente formaban parte del grupo que se tuvo en consideración y sus poemas fueron discutidos en el seminario dedicado al tema que acompañó al ciclo. Ambos se encontraban fuera de España en el momento en que deberían haber participado, pero como todo el proyecto se enfrenta, de una manera u otra, a los efectos del cambio de lugar en la creación, esta circunstancia añade, no resta, significación. En cuanto a los poemas mismos, la mayor parte de ellos han sido seleccionados libremente de entre la obra (editada o inédita) de los autores, salvo en el caso de José Pérez Olivares y Mario Merlino, de los cuales se seleccionó dentro de un grupo de textos (inéditos) ofrecidos para la ocasión por estos autores. PSUR 61 POESIA [ ] POESIA José Viñals Dinastías Los nervios pesan y Artaud, el desmesurado, lo sabía. Hay cabellos de dios en el prostíbulo y Leautréamont lo sabe. Hubo berlinas detenidas en lo secreto de la noche, y Milosz, ya en su tiempo, lo contaba. Hubo gallinas en los cementerios, cuervos en los trigales, minotauros, leprosos, parturientas, ahorcados en la Torre de Nesle, enanos góticos como Scarbó, y un misógino loco en el castillo de Braganza. Hubo, al menos, tres estupendos alucinados; uno era un Rey; otro, Alonso Quijano y, el tercero, un marqués sifilítico que estudió los rebrotes de la crueldad. Y luego vengo yo, que como gallina en pepitoria y eructo sin piedad contra el rostro pulido de la luna. ( de Alcoholes y otras sustancias ) Mujer de amor con mi apellido En el nombre de raza jubilosa de la cebra (hembra y macho); en el nombre de torpe movimiento del elefante (macho y hembra); en el nombre soberano del tigre, dulce de la gacela, mortal de muerte negra de la cobra; en nombre de la fauna de la selva de ignoto instinto e ignorado destino. En nombre de la estrella polar y de los círculos ártico y antártico; en nombre del lucero del alba y las constelaciones pitagóricas, serenas y acordadas; en el nombre de las mareas, del tifón gris, del maremoto terrible, de la luna, del cachorrillo de oso de los hielos. En el nombre de la bellota negra, la cebolla contrita, los fundamentos del ajo y el aceite; en el nombre rizado del perejil; en nombre del maíz de espiga promisoria; en nombre de las varias dulzuras del ancho repertorio orquestal de los frutos de las cuatro estaciones; en nombre de los frutos extraños, el aguacate, la chirimoya, el mamey, la papaya y el mango, y otras carnes melífluas de los trópicos, así como de los almibarados y admirables, jugosos y salvajes frutos ecuatoriales. En nombre de los vientos sagrados de bellísimo nombre: el aquilón, el bóreas, el austro, el cierzo, el siroco, el pampero, la brisa que soplaba en las lecturas de Paolo y Francesca, la que ondulaba las cortinas del cielo de Buda y la Gioconda. En nombre de las aves de ornato, aves de ex-libris, ceremoniales, de atrevido diseño, el pavo real, la cigüeña, la garza, la lechuza, el pelícano, la cacatúa, el loro, el papagayo, el halcón y hasta inclusive el cisne de las mitologías. En nombre de las partes pudendas, el pene enhiesto, la vagina fragante, los testículos en su zurrón de cuero deleznable, y aún la geografía de la erogenia y sus osados huecos y promontorios. En nombre de la cópula sagrada y de la suave lengua y sus designios sorpresivos. Espejo espejo Bastaría la urraca, aquí blanca, allí negra: ¿Dónde es aquí y allí? Bastaría la urraca, si sólo se tratara de ornitologías. O de faunas y floras. Bien, aquí la clemátide, allí la madreselva.¿Dónde aquí, dónde allí? Aquí el ciervo y el lobo; allí la llama y el guanaco; aquí el ñandú, allí la ardilla y la cigüeña, allí la ruta de las migraciones. Bastarían sin duda, ¿pero cómo pueden bastar cuando no bastan? Ni siquiera unos pocos, menudos mas solemnes actos definitivos: aquí el nacer, allí el morir o viceversa. La tumba aquí del padre, allí su cuna; allí la densa ternura del hermano, aquí su suave, persistente memoria. Y aquí y allí, bello y odioso e insondable, el océano grande, callado como bestia que ruge para adentro. A esta orilla, los hijos; el hijo a aquella orilla; a ambas orillas, los amigos, y las cosas del alma, ya las antiguas, ya las incipientes. A esta orilla el amor, como una mancha luminosa en el pozo del pecho; la amada, a la otra orilla, entretejiendo la ansiedad y las urgencias del retorno. ¿Y dónde el animal desollado? ¿Dónde la media res derecha o bien izquierda? ¿Dónde el doble coleóptero que vuela apareado consigo? ¿Dónde las fuentes breves y variadas de la alegría sostenida? ¿Dónde la dura cantera del dolor, y dónde la agonía? ¿Dónde, en qué orilla, lo que estaba en los libros, y dónde lo que estaba y está en la vida? ¿Dónde los heroísmos y las cobardías, la afirmación y la renuncia, el coraje y el miedo? ¿En dónde lo escindido flagrante que con diestros, sinuosos costurones no se cierra de prisa? ¿Dónde la flor del verbo, mitad luz, mitad sombra? ¿Dónde el caballo de la infancia? ¿Dónde la espera serena y a la vez agitada de la nieve? No más preguntas; bastaría la urraca blanca o negra. Bastaría el espejo caligráfico en dos mitades roto. Bastaría la sombra de la sombra. Bastaría la lágrima unitiva, mitad de cuarzo y mitad de hoguera. O bastaría ver la comadreja y su trabajo apresurado del agujero en tierra —¿en que tierra?— al borde mismo de mis viejos zapatos, o bien de mi descalzo de uñas frías, tenuemente moradas. ( de Milagro a milagro ) En nombre del nacimiento, la muerte y la resurrección de los lobeznos humanos, y de los dioses de perfil podrido. En nombre de las guerras, pestes y otros desastres naturales o del laboratorio de la muerte sin nombre. En Tu nombre. En tu nombre, Mujer de sílabas silentes. Hembra, Mujer, Esposa, Hermana putativa e incestuosa, Madre de los secretos de mi sangre y de la sangre de mi sangre, Cómplice de ignominia y dolor, y Camarada del desvelo y hembra de carne y hueso de mis urgentes escozores. En Tu nombre, como creyente de Tu nombre sin tretas, Novia perfecta, inacabable, me pongo de rodillas. José Viñals Nace de padres españoles en Corralito (Córdoba, Argentina) en 1930. Desde 1979 vive en España; ha fijado su residencia en Jaén. Ensayista, dramaturgo, narrador y, sobre todo, poeta. Su primer libro, Entrevista con el Pájaro (1968), está considerado como una obra de culto de la post-vanguardia latinoamericana. Su obra literaria ha crecido de manera constante desde que en 1986 se editara su Poesía Reunida (Ayuntamiento de Jaén). Recibió en el año 2000 el Premio Jaime Gil de Biedma por Transmutaciones. Entre los libros de poesía de las dos últimas décadas destacan Animales, amores, parajes y blasfemias (Germanía, 1998), Milagro a milagro (Hiperión, 1999) y El amor (Hiperión, 2002). Este mismo año han visto la luz He amado (Poesía Señor Hidalgo)—que recoge 11 poemarios inéditos hasta la fecha— y El silencio y las grietas (Ediciones Idea). ( de Animales, amores, parajes y blasfemias ) 62 PSUR PSUR 63 POESIA [ ] POESIA Noni Benegas Ostende al Sur Lo poco que sé… A Graciela Reyes Lo poco que sé se oculta con un disfraz que le regalaron a mi madre hace infinitos años y que provenía de Siam. Me presenté a la fiesta con él y pronto descubrí lo raído y miserable que era. Se pensó que en ello residí —siempre que no se distingue el estilo se lo supone inmenso puesto que no se ve— pero yo sabía que era prestado aunque un recuerdo muy vago de quien era ella me impedía reconocerlo como ajeno. Ostende tiene su homónimo en una costa al Sur. Estando en Ostende al Sur se piensa, sin que conste, en Ostende al Norte. Se camina por sus senderos de arena y se descubre el viejo hotel, calco de las construcciones fin de siglo de Montreux, o la ribera izquierda de Ginebra. Pero Ostende es una estación ruinosa en la Provincia de Buenos Aires frente al Atlántico; es un juego descascarado de jardín en una terraza brumosa, es un arbusto rodando por la playa. La herrumbre trepa los muros abriendo puertas sobre las dunas, es la que fulge quieta en todas las lanzas de la escuela flamenca. El devastado hotel existe para la luz del norte, la que aquí sufre irriga como un subsuelo fértil la composición feliz. Ostende, exangüe bajo el viento, al Sur. No hay equilibrio… No hay equilibrio. No lo hay sobre la mesa sobre la que se apoya y trastabilla. Todo es frágil, y tal vez, portátil. Una se lleva, de aquí para allá. Y se vuelve a traer, de allí para acá. Y esto, sin equilibrio, a punto de caer. Eso que ve, escapa cuando se incorpora. Vertical, el sueño se desliza como una túnica de seda hasta los pies. Y algo que está abajo, invisible, lo absorbe. Entonces se pone a vivir. (de Fragmentos de un diario desconocido) Cajas destempladas... No podía dormir… No podía dormir. Hacer el viaje de ida al sueño para luego, al salir de entretelones hacia la madrugada, se fuera produciendo alguna revelación. No, ni tan siquiera ir hacia la escena del sueño podía. Antes, solía resolverlo como una penitente ante el altar: la oración atropellada, a oscuras en la almohada. Fonética invocatoria, mientras empuja lo no resuelto de este lado, como un avío de jirones bajo la butaca. Ahora lo extiende cloro y sin arrugas; nota cómo lo plancha en la memoria y le quita la amenaza de los pliegues. Dice: esto es lo que nadie me puede quitar. Y mientras voltea de un lado al otro de la cama se inclina con ella, como la superficie de un estanque de agua cuajada y opaca. Cajas destempladas asesinas mi esqueleto frío plegado, sisado en cajas o cartones en túneles o tornos en cañones de escopeta en estampido de cardúmenes en jauría roedora en papilla fértil en deyección sentina y corredores últimos la loba, el alma la carnicera abstracta el manillar de plata Hemos llegado hasta aquí ¿quién? Yo y mi sombra y los trapos con que tapo los espejos o estallo el fino azogue en mil estrías que me desvían Esa soy, o sería, quebrada y poca 64 PSUR ( Inédito en forma de libro ) Noni Benegas. Nació en Buenos Aires en 1947 y vive en España desde los treinta años. Ha publicado Argonáutica, (Laertes, 1984), La Balsa de la Medusa, (C.A.M., 1986), Cartografía ardiente (Verbum, 1995) y Las entretelas sedosas (Casa del Inca, 2002). Su último libro de poemas, Fragmentos de un diario desconocido (2003) recibió el Premio Esquío de Poesía. Su obra poética ha sido recogida en numerosas antologías y traducida al inglés y al francés. Este mismo año se ha publicado en Texas una muestra bilingüe de su obra con el título Burning Cartography (Host Publications). Sus trabajos críticos han dado lugar a múltiples artículos, conferencias y seminarios. En 1994/1995 dirigió, junto a Mario Merlino, dos ciclos dedicados a la cultura gay: “El saber gay” y “La homosexualidad en el cine”. En 1997 realizó la selección (junto con Jesús Munárriz) y el ensayo preliminar de la antología Ellas tienen la Palabra: dos décadas de poesía española (Hiperión). PSUR 65 POESIA [ ] POESIA Ana Becciu El parque como lumbre… La noche va siendo cosa… El país… El parque como lumbre, aquí aprendo, con balbuceos, eso que me dicen que es mi voz, eso que me dan para que sea mi voz, las palabras de ellos que no son mi lengua; pero digo quedamente las imágenes de mi morada, el agrupamiento de esmeraldas y cornalinas blandas entre las que me muevo para convocar a las formas que devuelvan mi forma, pronuncio, pero no hago alusión a lo que no está pues todavía yo está. La noche va siendo cosa de aflojados breteles. La noche va siendo cosa de afligidos bretteles. está delabrada. Porbre noche sin aquella alba. La tuviste. La guardaste. La cobijaste. Y ahora, pensá un poco. Los breteles: nos cuelgan a vos. Pechitos colgados de vos. Amores redondos en los libros como pechos. Ellos están allá. Entre ellos. Luchan por nosotros. Por nosotros acá. Acá es la zona eurocomunitaria, eso dicen,. Hagamos de cuenta que tienen razón. ¿Y de todos nosotros qué? Porque nosotros eurocomunitarios un cazzo. Aparcados en la frontera. Olvidados. Ajenados. Ahí está la cosa. La eurocomunitaria cosa: ajenarnos. Yo y ella y ella y ella. Mamá es ella para siempre. Mamá es extracomunitaria. Extraeuropea. La dama bien peinadita le toca el pezón a la dama bien peinadita. Eurocomunitaria. La dama bien penada se toca un pezón peinado. Se lo tocan. Se lo tocan. Nosotros. Nuestros pezones arrugaditos. La muerte, mamá, vos no sos europea. El país. Esa cosa. Ese acoso. ¿Lo ves venir? Las cosas que hace para distraerse, yo. Las cosas que hace. Ni su mamá. No, claro. Ni su mamá. Porque ahí está la cosa. La cosa. Mamá. Qué difícil escribirte. Siempre voy tropezando. Vos también, mamá, vos también tropezás. Con la cosa. Vos también, mamá, vos también tropezás. Con la cosa. Vos también, mamá, tropezás con mamá. El escondimiento de todo ese dolor. El escondimiento de nosotros. El dolor es nosotros. Escondidos. Como un dolor. Vamos. Hagamos como que. Nos queremos. Dolorcitos. Dolorcitos ellos que se quieren. Dolorcitos nosotros. No nos quieren. Al dolor nadie lo quiere. Por eso se atraganta. Puto. Porque es puto no lo quieren, por puto. Puto en mi garganta. Puto dolor. Soy deliberada en mí, el recuerdo pertinente, la evaporación de mí cuando me hago recuerdo, imagen sola, ardentosa de a ratos, vegetativa otros, persiguiendo trazos casi siempre. La imagen de mí chisporrotea y sus luces lanzadas a una nada muy sola, ¿serán apisonadas por la sombra de los otros, otros días, más adelante, más allá, en el futuro todavía tan cierto, tan cuerpo que me veo ser la que soy en ésa que va a ser, la pura en sí lanzada a lo muy solo de las otras? Cuando yo salga se oirá una música. Un musicar semejante al andar entre los otros cuando yo sea extranjero y hable la lengua de ellos con el sentido de la mía. Dorales en su garganta. Aves maravillosas de ver que nadie verá. Con las imágenes de mi morada construyo mi lengua y la paso por cada palabra hasta disimularla en ellas, y los padres me escuchan, y sonríen, y yo, la encantadora que habla, todavía no sé hasta qué punto seré doble. Dueña de dos voces, con la una entro en la otra como una extraña, mi lengua es extranjera en la casa verbal que es la casa del padre, y no entienden los que allí se agitan, yo dice amor y ellos evocan a la presa en su madriguera, yo dice ella y ellos riman histeria, yo es una música y ellos la vuelven paralítica. ¿Con mi lengua hablo madre? Sin sitio fijo, la madre, pordiosera ahora que la hija habla esa lengua que no le enseñaron. Hizo tanto silencio. Callo hasta su silencio. Dejó que ellos hablaran, a gritos, a gestos perentorios, a ira que devoró a sus hijas, por hacer, como decían, la historia. Madre no habló, pero yo hablo madre. Veo a mi lengua volver al parque que se guarda y lamer hasta negar la voz ripiosa del padre. Yo quiero hablar con la voz del principio que decía madre y madre era caricia y punto de partida. ¿Y es el amor la palabra escondida? Madre de ella, ella un libro para darse a palabra tras palabra ahora que sabe quién y cuándo le robó allí donde sí había un estar. ¿Cuándo empezaste a irte? (de Ronda de noche) 66 PSUR ( de La visita ) Ana Becciu. Crítica, traductora y poeta nacida en Buenos Aires en 1948. En 1976, año en que deja Argentina, inicia un periplo por varias ciudades europeas en las que trabaja como traductora para Naciones Unidas. En la actualidad residente entre Cataluña y el Sur de Francia. Es autora de cuatro libros de poemas: Cómo quien acecha (1973), Por ocuparse de ausencias (1983), Noche de Ronda, (1987 y 1999); estos poemarios han sido recogidos, junto a la última de sus creaciones, en La visita y otros libros (Brughera, 2007). A ella se debe una larga lista de estudios críticos y ediciones entre las que destacan la de los diarios y la poesía de Alejandra Pizarnik. A estos trabajos hay que sumar su notable tarea de traducción literaria de autores en lengua inglesa y francesa como Djuna Barnes, Valery Solanas, Allen Ginsberg, Anne Carson, Pascal Quignard y Tennesse Williams. PSUR 67 POESIA [ ] POESIA Mario Merlino Los desperdicios La farolera tropezó Discurso minúsculo en la calle se cayó. Y al pasar por el cuartel se enamoró de un coronel: alcen las barreras para que pase la farolera de la puerta al sol. Sube la escalera y enciende el farol a la medianoche, se puso a contar y todas las cuentas le salieron mal… Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis, y ocho veinticuatro y ocho treinta y dos. Ánima bendita me arrodillo en vos. dejen que no venga nadie. o sea. hablan. o sea. monologuen. mientras hay tiempo y sigue haciendo frío. trasmitan las últimas noticias. de la guerra. asocien la lucha con el deseo. propongan una variación sobre el mismo tema. escriban de la peste. del agua que cae. de la sangre. de fluentes y afluentes. rememorando. las ventajas del calor de hogar. hablen. monologuen. de la tradición. de la familia. de la propiedad. de su puta madre. hablen. o sea. monologuen. caigan en la cuenta del discurso. hablen. parlen. parlen. atosiguen con palabras determinen el principio del placer. enumeren ordenadamente. déjense pensar. ábranse. monologuen. no importa. dejen que no venga nadie. no importa quién esté. no importa. cierren los ojos. abran la boca. abran. hablen. destruyan una a una las cosas que quedan de los otros. que los otros pierdan la capacidad del habla. los otros. humanamente hablando. piérdanse hablando. piérdanse. entre las propias bombas. humanamente hablando. o sea. déjennos. o sea. hablen. o sea. aunque más no sea. mientras haya tiempo. y pase el frío. ( de Libaciones y otras voces ) mors, mortis (a propósito de un vídeo de oscar manesi, artista incansable, luchador a brazo partido contra paisajes de guerra y otros colmos de la estupidez simiesca de los mesías) Afilando el lapicero toda la vida afilando el lapicero y ahora qué escribo ahora qué digo ahora dónde estará la primera punta del primer lápiz de color como aquel que guardé en mi primera cartuchera y lo busco y lo busco y están las manchas en el cuaderno los garabatos en las revistas los círculos alrededor de las caras conocidas los cuerpo deseados la mente en blanco en blanco la espuma entre las páginas y yo afilando el lapicero afilando el lapicero montañas de lápices haciendo la vez de paisaje mi propio rinconcito mi círculo de referencia la esfera dice platón es la figura más perfecta y no sé por qué con lo bonitas que son las diagonales los ángulos de las piernas la hipotenusa de tu carácter cuando me siento cateto y afilando el lapicero preveo el teto imprevisible tratando de rehacer con el lápiz tu contorno tu silueta el deseo de tus formas del derecho y del revés tus anfractuosidades tus peligros tus avances tus retrocesos el lance de tus piernas sobre mis hombros y la culpa que siento si no te deseo y la culpa que siento si el deseo se escapa entre las virutas del lápiz y no hay derrame que compense no hay semen nutricio que te abarque no hay fórmula capaz de regenerar el coito del primer lápiz cuando el lápiz se afila cuando la punta entra en el papel y no sale nunca dejarse la punta en el papel dejarse el cuerpo en una hoja con renglones como los renglones de los cuadernos en esa infancia bendita malevolente sucia sucia hermosamente sucia las manos en el barro el barro y de nuevo en el barro las virutas del lápiz y madre que avanza amorosa firme ceñuda deseante y me pide que escriba escribe desparrámate en las páginas pero no escribas con el lápiz mocho afila el lápiz el lapicero entra entero en las hojas sé prolijo te estás saliendo del renglón y yo que le pregunto para qué sirven los renglones para que no pierda la punta el lápiz sácale punta sácale punta afila afila afila el lapicero afílalo afílalo afílalo lo más posible lo más sible lo más po afílalo lalo lo lalo lo lalo lo lalo lo la son jirones y del alma. la tela del alma se despliega. del alma las fosas. los botones de metal. los dientes. ráfagas disparos. en el teatro de operaciones: bisturí a los ojos, lanceta a la boca. y los oídos. y la lengua que besa el metal. que dispara. que vomita. que acaso canta. el personaje avanza mientras disparan. jirones. del alma. en las fosas de los comunes. el personaje cree que el alambre es escalera. sube y baja. no sube ni baja. cree que hay alma en el alambre. el límite del cuerpo. dientes. punteras. hebillas. las ropas. la máscara. chasca la máscara los dientes. morderse los labios. pintarse las uñas. chasca. farolera tropezó en la calle se cayó. Y al pasar por el cuartel se enamoró de un coronel: alcen las barreras para que pase la farolera de la puerta al sol. Sube la escalera y enciende el farol a la medianoche, se puso a contar y todas las cuentas le salieron mal… Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho dieciséis, y ocho veinticuatro y ocho treinta y dos. Ánima bendita me arrodillo en vos. (la muerte siempre se maquilla) los homicidas rondan el tocador del personaje. que canta. que acaso canta. o se muerde. o chasca punteras. jirones. dientes. me han crecido las uñas, dice. de metal. me ha crecido el alambre, dice. de metal. por mi alma. por mi puta alma. por mi putísima alma. y ano es el suelo que la lengua lame. el alma lame. ano, vulva, fisura, escondrijo. pero no hay centro. no hay flujo. de metal la tierra. ( Inéditos ) siempre se maquilla la muerte. y mutis del personaje. y los espectadores sonríen. y se sienten a salvo. y vuelve el personaje. y disparan. de metal el alma que la lengua. de lama metal. de alambres no de alas comunes. de lama jirones disparos. se pinta los labios la muerte. sonríe la muerte de labios pintados. sonríe. dispara. cuando todos disparan, los espectadores sonríen. sonríen también o siempre. lama el alma mientras dios. mientras dios entre esquirlas. mientras dios se masturba chasca de metal esquirlas. 68 PSUR Mario Merlino. Nació en Coronel Pringles, Argentina, en 1948 y se estableció en Madrid en 1976. Es poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y traductor literario. Sus libros de poemas son, Missa pedestris (Verbum, 2000), el CD (cuaderno y grabaciones) Libaciones y otras voces. Antología 1975-2000. (2000, reeditado en 2004 por el Centro de Arte Moderno de Madrid) y Arte cisoria (Calima ed., 2006). También es autor de, entre otras obras de ensayo, El medievo cristiano, Cómo jugar y divertirse con palabras y Diccionario privado de Salvador Dalí. Es un destacado traductor de obras escritas en lengua portuguesa, italiana e inglesa. Ha traducido, entre otros autores, a Jorge Amado, Clarice Lispector, Nélida Piñon, Gianni Rodari, Eça de Queirós, poemas de Pier Paolo Pasolini, Fernando Pessoa y Allen Ginsberg. En 2004 recibió el Premio Nacional a la mejor traducción por Auto de los condenados, de António Lobo Antunes. Codirige la revista Vasos comunicantes y es presidente de la Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores - ACEtt. PSUR 69 POESIA [ ] POESIA José Pérez Olivares Elogio de una isla Los utópicos cuidan muchos sus jardines… Tomás Moro Vivo en una isla que sólo existe en mi cabeza. Isla verde y solitaria entre las aguas, rodeada de lianas y espumas. Cada día, al amanecer, la recorro con los ojos perdidos, pues sólo con los ojos perdidos y la mente en blanco puedo verla y descubrir sus anchas y lumínicas avenidas, sus espléndidos bares imaginarios donde hombres y mujeres se hablan y acarician. Vivo en una isla que no es de nadie. Isla que nadie reclama porque todos, de alguna forma, la han abandonado. En esa isla insomne tengo mi casa y dos o tres amigos fantasmales que a veces vienen a visitarme. Mas yo sé que esa isla se está hundiendo en el mar. Puedo leerlo en el triste bramido que escapa de la garganta de sus olas, en la opacidad de la luz y el hervor de las palabras que mueren. La soledad del corredor de fondo Vamos corriendo hacia la meta. No la vemos ni sabemos siquiera dónde está, pero hacia ella nos dirigimos. Hombres, mujeres, ancianos y niños corremos en dirección al sitio donde dicen que queda, hacia ese punto de convergencia donde esperamos hallar, por fin, el sosiego. Llevamos años corriendo. De día y de noche corremos, sin descanso. Quien se detiene, se queda atrás. Quien cae, muere aplastado por la muchedumbre. Sólo sabemos hacer una cosa: correr. Y lo hacemos a ciegas, entre codazos y empellones. Llevo 57 años en esta carrera. Por momentos he estado a punto de detenerme, casi a punto de decirme: “no corro más” (a nadie se le ocurriría idea más absurda). Si me hubiera detenido, por ejemplo, tres décadas atrás, jamás habría llegado hasta aquí, ni habría liderado a ratos esta estúpida carrera. Con ampollas en los pies, debajo de hostiles aguaceros, iluminado el rostro por relámpagos, sigo corriendo. Nada me detiene. ¿Qué demonios podría detenerme ahora cuando he aprendido a sortear obstáculos con la misma destreza y elegancia de un corredor de fondo? Mi destino –como el de todos los que me siguen- es correr. Y lo hago jadeante, dando a veces tropezones, resbalando entre el barro y la mierda, levantándome si caigo, siempre corriendo, sin detenerme siquiera a tomar aire, con una mueca de rabia y dolor en la faz. Corriendo, corriendo siempre, hacia ese sitio donde dicen que está la luz. El séptimo rostro Alguien que no soy yo, hizo este dibujo. Lo hizo un día de 1998, en La Habana -me refiero a otra ciudad llamada así, no aquella que todos conocemos-. En esa Habana que ya no es La Habana, un hombre que no soy yo –sino otro que soy a veces- hizo este dibujo. Un dibujo que tampoco es un dibujo, sino un pedazo de realidad dibujada. En ese pedazo de realidad estoy yo haciendo un dibujo que no es mío, sino de otro que se nombra igual que yo. Y hay una ciudad que palpita, y rostros. Muchos rostros. Está –por ejemplo- el de un hombre que sostiene una máscara que es su propio rostro. Y el de una mujer con dos narices. Y el de un cura que es un arlequín (o un arlequín que es un cura). Y el de un diablito que con su negra lengua acaricia la faz de otra mujer. Y el de un hombre con el rostro dividido cuyas manos han comenzado a florecer. Bien arriba, en la parte más alta del dibujo, está el séptimo rostro. A él me voy a referir. En realidad no se trata de un rostro, sino de una máscara que parece un rostro. Tiene la boca abierta y de ella emerge una extraña floración. O quizás no sea una floración lo que sale de su boca, sino llamas, palabras, gritos. Esa boca es la clave del dibujo. Mientras todas las demás están selladas, la única que permanece abierta es la del séptimo rostro. Ignoro qué quise decir, si realmente fui yo quien lo hizo, o fue el otro que no siempre soy (el que habita una ciudad que se parece a otra). Lo único que sé es que está fechado en La Habana. Una Habana que ya no es La Habana, sino una ciudad que poco a poco -y sin que nadie se haya dado cuentase deshizo en el aire. ( Inéditos ) José Pérez Olivares. (Santiago de Cuba, 1949) es un poeta, pintor y crítico, radicado en Sevilla desde el 2004. Es un prolífico autor de libros de poesía, entre los que pueden mencionarse: Papeles personales (Premio David, 1982), Examen del Guerrero (Premio Jaime Gil de Biedma, 1991), Cristo entrando en Bruselas (Premio Rafael Alberti 1993), Háblame de las ciudades perdidas (Premio Renacimiento de Poesía, 1999); El rostro y las mascaras (Premio de la Crítica, La Habana, 2000) y Últimos instantes de la víctima (2001). Su obra forma parte de numerosas antologías de poesía de Cuba y Latinoamérica. Él mismo es autor de las antologías El hacha y la Rosa. Tres décadas de poesía española (Renacimiento, 2000) y En la quietud del tiempo. Antología de la obra poética de Pablo García Baena. (Renacimiento, 2002). 70 PSUR PSUR 71 POESIA [ ] POESIA VIII Mario Campaña VII 1 2 Regular tres cuartos recortado, no más Anda ahora el cuerpo, todavía solo Y ajeno en su mutismo Habiendo otra vez llegado de repente A la vuelta de tantas casas visitadas A este venerado lugar de antaño De añeja y fantasmagórica armonía De donde todos se han ido poco a poco Las rodillas recogidas contra el pecho Uterinamente hundidos en su pozo. Hospedaje seco. Para siempre abierto. Cuerpo que no sabe, que huye, anhelando Lugar donde los hechos no son hechos No ocurren ni se ven pero se expanden. Permanecen. Carne sin ilusión voz sin aire En campo previamente hechizado Y bastan para transformar lo sanguíneo en árido El hervor del nervio en días desguarnecidos Sin que nadie pueda contarlo. Alguien trae a este lugar las palabras bien atadas Para el cándido paseo del cuerpo lívido. Boca grave de metal roncando como bestia mortecina En un sueño de ingenua exculpación Equivocado como aquel conspirador que sueña Cuando degüella corderos en poderosos reyes. El fracaso eructando ventosidades tétricas A este lugar vuelto: infame, ululante grito maloliente Que acaricia o muerde según la hora. Lejanísimo el tiempo en que detrás de la trompeta Había un ángel advirtiendo del próximo estallido. Ahora todos se han ido del lugar y el cuerpo Regular tres cuartos recortado. Silencio de la calle, la casa, el corazón. Fuego que no quema la mano negra, pero reluce, oro Etéreo, deletéreo; un estornino Viscosa mirada de murciélago que se orienta en las tinieblas Viendo aquello que ocurre eternamente. Nunca reversible: todo, si Aconteció, condenado queda A una eternidad tal vez no percibida: Regular tres cuartos recortado. Súbita nuestra escuálida medida Jamás multiplicada. No más: aquí. Aquí nosotros para siempre, ya llegados. Hasta el último día este frío lugar desguarnecido Para que todo vuelva a comenzar del mismo modo Con su ruido oscuro que atraviesa largos surcos. Luego la mano alzada. Un punto de orden. Por favor. Paz. Polvo súbito borrando rastros del camino. Sírvele un poco de paz, con pólvora, al viejo tambaleante: Adiós, Amigo, que te sean amables los caminos. En limpia copa el último ruego: “Los cordones bien atados”. Entrar en la muerte con zapatos fijos Andar fijo, cuerpo fijo que camina En un aire frío: Regular tres cuartos recortado. 72 PSUR Diminuto al pie de un árbol Sereno bajo el ríspido follaje. Demasiada sombra para un canto leve. Fiesta fugaz, teatrín improvisado O jardín desconocido: fantasmagoría renovada. Fugaz la evocación de cada aurora. Regular tres cuartos Recortado, no más. En esta ciudad mía, me digo, debe haber Amplias avenidas luminosas que no he visto Barrios escondidos al que no llegan los turistas y suburbios llenos de parroquianos amistosos. Deben de haber, como en otras ciudades Terrazas y centros comerciales de lujo Campos de fútbol llenos de promesas Salas de juego, bailes concurridos de noche Propicios para la suerte y el amor. En esta ciudad tan ruidosa en las vísperas Y tan silenciosa el día siguiente Seguramente hay retenes de policía Que con pedantería ignoro Y pequeñas tiendas de domésticos Sofisticadas pasarelas Viejos apartamentos con salas Preparadas para confesiones y castigos Y habitaciones oscuras para llorar. En esta ciudad flamean banderas Siempre arriadas pero desconocidas para mí Y crecen jardines por los que no he paseado Patios misteriosos que en mañanas soleadas Ven llegar a gatos cochosos Arrastrando restos de sus victimas. Y por qué no iba a haber en mi ciudad Pequeños altares de mármol, senderos Para la virtud, ya borrados de tanto transitarlos. Antros consentidos y secretos para el vicio Y oscuros rincones para el crimen. En este infernal sitio donde nada crece Apretado campo de barcas y luces encendidas Lluvias sin esperanza y soles fríos Donde una lagartija nos muerde siempre el pie Y aún después de muertos nos castiga Royéndonos las uñas, porqué no habría Banqueros prestamistas que ofrecen ilusión Y el día de pago envían sus alguaciles Compeliéndonos a devolverlo todo Y en el plazo final, amables, nos sacan cuentas Mostrando a cada uno un dosier sencillo Donde un estúpido retrato nos acusa: De nuestras manos cuelgan cabezas de otros Brazos de otros, manos de otros Y huellas de nuestros dientes En sus pieles resecas. En esta ciudad del arrepentimiento Y de la culpa, en este pequeño y sucio sitio Que es el mío, no existe el tiempo. Todo crece pero no envejece. Y si tuviera valor hasta podría Vivir solazándome mañana y tarde En una hermosa hamaca de la vida: Esta ciudad mía que cada día desaparece No estará aquí cuando yo me vaya; se irá conmigo. Yo la vivo ahora encendiendo un cigarrillo Cada tarde en un parque. Entorno los ojos. Toco mi cara. Esta ciudad mía, que nadie ve, se desintegra. Y de ella al final del día me escondo Agazapado. (de Lugares. Inédito) Mario Campaña. Nació en Ecuador en 1959. Desde 1992 reside en Barcelona. Como poeta ha publicado Cuadernos de Godric (Sistema Nacional de Bibliotecas, Quito, 1988) y Días largos (ESPOL, Guayaquil, 1996), Días largos y otros poemas (Plaza y Janés, 2002), El olvido de la poesía se paga (Universidad de Cuenca y Casa de la Cultura del Azuay, Ecuador, 2002) . Este mismo año se ha publicado en Barcelona el poemario Aires de Ellicot City. También es autor de ediciones críticas, antologías, biografías y traducciones; entre las obras publicadas en este ámbito se pueden que mencionar su Visiones de lo real en la poesía hispanoamericana y Francisco de Quevedo, el hechizo del mundo. A principios de 2006 apareció Juego sin Triunfo. Vida de Charles Baudelaire. Es director de la revista Garaguao, especializada en cultura latinoamericana. PSUR 73 POESIA [ ] POESIA Yulino Dávila diapasón de lo inverosímil en la carne ( ensayo tahúr ) tránsito y perspectiva del desamparo en 8 diapositivas contrastadas con retocado a la manera de c.v. [ selección ] Para Américo Ferrari “Del tiempo el ocio torpe, y los engaños del paso de las horas y del día, reputaban los nuestros por extraños” Quevedo palabra: crudo inverosímil palabra: tórtola de huayco palabra: descaro y palo ...y las noticias de catástrofes con regusto a sur acuellan la marca del oprobio o se engalanan bajan sus pantalones armados con escarnio enhiestos con hilachas de horizontes acaso se turnan coloquiales –se enternecen suben sus faldas por el lado adiposo del hambre por el lado mandíbula y mezcla de anilina y plasman sus asombros de ser lo que son sin que a nadie le importe porque el sur duele por su orificio occidental duele dolor a pan suave ceniza unicornio de hojalata dolor puntiagudo en pleno círculo baobab dolor y dolor diadema vulnerando (abotargado belfo) dolor tamaño familiar en el sabor despojo en los pequeños asuntos: doméstico dolor desnucado momento rumiándose los imprevistos porque el sur duele sin el menor esfuerzo la incógnita asimétrica incuba en la casa del herrero con cuchillo de palo el dolor de palo luego orinan y a diente partido se adosan virutas de supuradas noches se dan la vuelta sueñan descalzos al día siguiente provocan otra vez la vida con la inercia que entumece / casi inverosímil para sufrir bien ajustado lo insufrible moderación esquemática para no agotar el presente y aunar en boceto crudo: melancolía y piedra un estrépito de tórtolas lavativas mastica la cadencia de una retaguardia herida de cordura porque el sur ha vomitado la brújula de los bostezos y deja morder entre sus yemas: desamparos derramantes muecas marquetería de huaycos incrustada en verticales lenguas [se hornea un respirar de tinyas en la migraña el danzarín enteco gime por su musgo de estrellas iza todo a media testa: el poncho mesiánico y sus caries] un percudido ornamento conmuta la tripa en duda plana transita su gameto / sus rústicos lingotes huele a dios amedrentado o en desacato (mucho verdugo para tan poca cruz atropellada) aperitivo de tormento sin milagro que enderece la historia que pudo ser y no y ahora se luce a trizas entre sus colchas de folclor : axiomas que una mugre trasquila mansamente con su dolor apenas mas para sus adentros la locura albina esmera su acto de tallar patíbulo y corbata un kilo que sustrae al gramo la inocencia la pereza el espesor y como si llegara temprano para algo se embadurna con la nada más cercana / nos guiña un martes se repite a lo ancho de la semana vomita su folletín / ¡no te embarques! nueve meses se aprietan dispersos en toda una vida humea en las gavetas la prueba delatora nos depila en el espejo salpica el delantal con esquinas por donde lo efímero huye sin desprecio perfuma su alharaca ese sarcasmo hila a trompicones un robusto silencio el llanto habla la palma de su mano que saluda acusa con el hueco de la palabra se despacha hace florecer en el dolor de palo una lágrima de palo sin amén Barcelona / 2000 ( Inéditos ) Yulino Dávila. Nace en el Perú en 1952. Estuvo vinculado al grupo poético Hora Zero. En 1976 decide dedicarse a viajar por Europa; termina fijando su residencia en España, en Madrid primero y, a partir los ochenta, en Barcelona. En 1995 publica El Tratante (Ed. Arte & Comunicación, Lima) y tres años después Hebras de Malasaña (Ed. Lluvia, Lima). Posee 6 libros inéditos. Conjuga el trabajo poético con el mundo del dibujo. En este ámbito expuso en Lima en 1976, a mediados de los años 80 en la “Casa Fugger” de Madrid y en el 2006 en la galería Edifor de París. Tiene una muestra permanente en la Factoría √-1, de Barcelona. 74 PSUR PSUR 75 POESIA [ ] POESIA Andrés Fisher Castilla Castilla II. i. i. El tendido eléctrico abriendo otros caminos en los llanos de Castilla.ii.Extendiendo su geometría elíptica sobre las lomas cubiertas de trigo.iii.Las torres de acero y hormigón hasta la eternidad sobre los campos de Castilla. Murallas. Las murallas, piedra sobre piedra, como surgidas de la nada. Delimitando un espacio físico y mental: delimitando, piedra sobre piedra, la meseta y la palabra. ii. Un día las murallas poblaron estos páramos y, piedra sobre piedra, construyeron lo real. También un díos de piedra construyeron y su discurso y su credo. iii. Castilla VI i. En un día de sol y nubes, carreteras interminables atravesando los llanos de Castilla: El mismo sol de Castilla aún ilumina estas murallas fragmentadas que, piedra sobre piedra, hablan con elocuencia dibujando al hombre que las construía. Al dios que gobernaba. ii. iv. la tierra del cereal que germina verde y erecto en dirección al cielo. Murallas. Piedra sobre piedra esculpiendo el tiempo. Inscribiendo su signo en la meseta. Circundadas por el mismo trigo; por la palabra, que peregrina. Por el sol, que permanece. iii. ( de Hielo ) La bruma lejana y las nubes acotan la escena en lontananza: Variaciones y anotaciones sobre La araucana, de Alonso de Ercilla. i.Treinta años sustentando su opinión, señor, sin caérseles jamás las armas de las manos.ii.No defendiendo grandes ciudades ni riquezas, si no antes quemando sus casas y hacienda para que no disfrute de ellas el enemigo.iii. Así los araucanos, señor, permaneciendo firmes en su propósito y entereza, riegan con su sangre y con la nuestra los ásperos terrones de sus campos pedregosos. iv. y los pueblos desperdigados, habitados por ancianos y grandes tractores. En casa i.Tras las ventanas, innumerables ángulos graves y agudos. Viejos tejados y balcones muy verdes en primavera.ii.El cielo alto aunque esté gris. Los pájaros volando con los mismos gestos que hace miles de años.iii.Me rodean los gatos. Entra luz a raudales desde el alba hasta el crepúsculo:iv.en la proa de este barco de ladrillo en el ombligo de la ciudad. ( de Relación. Inédito ) Andrés Fisher. Chileno, nacido en Washington (Estados Unidos) en 1963; Residió entre 1990 y 2004 en Madrid; en la actualidad vive en Carolina del Norte, Estados Unidos, dedicado a la enseñanza de literatura y sociología. Su primer libro de poesía, Ocularmente ávido (Ed. Vertiente,) apareció en Viña del Mar en 1992. En Madrid se doctoró en sociología con una tesis crítica con el discurso prohibicionista de las drogas (publicada en 2003). Formó parte del colectivo Delta Nueve, activo entre 1993 y 1998. Ha publicado la plaquette Estados y Extremos (Archione, 1994) y los libros Composiciones, Escenas y Estructuras (Delta Nueve, 1997) y Hielo (Germanía, 2000) por este último recibió el premio Gabriel Celaya. Su obra ha sido antologada en Pasar la Página (2000), La Voz y la Escritura (2001) y Estruendomudo (2003). Relación, un nuevo libro de poemas, está a punto de publicarse en Madrid. 76 PSUR PSUR 77 POESIA [ ] POESIA Rodolfo Franco te oye chica No me enterréis: veo por una Una vez muerto destripadme. óptica erótica y además: ¡eres mi heroína! tebeos libros películas Testamento la de mis aficiones (las ficciones) mistificaciones y cómo la de mis animalidades ( de Grafía Porno ) no perder tiempo: aportar o abortar (metodología) saliva abisal que se mezcla con la mía superficial ¿cuándo nuestra perversión literaria se hará literal? imprevisible como la vida misma pero me sirve soy el sendero que delante florece [detrás marchita] qué más da: forastero donde sea: aquí me quedo ( Inéditos en forma de libro ) sí Con mis vísceras y mis pocas carnes alimentad vuestras fieras. Con mi piel forjad tambores y con mis huesos percutidlos y bailad. no monos camellos caballos Así resucitaré. Aclaraciones todo cero es absoluto todo cálculo es infinitesimal todo hijo es pródigo todo espíritu es santo todo pecado es original toda hostia es sagrada toda misa es negra todo viernes es santo toda noche es vieja todo gobierno es totalitario todo estado es de sitio toda propiedad es privada todo imperativo es legal todo el mundo es el tercero todo trabajo es alienado todo servicio es militar toda guerra es fría toda sociedad es secreta todo animal es irracional todo sexo es frágil toda intención es segunda toda cuenta es corriente toda obra es prima todo océano es pacífico todo abuso es de autoridad toda familia es numerosa todo efecto es colateral toda libertad es condicional todo crimen es pasional toda muerte es prematura todo homicidio es múltiple todo juicio es el final toda corte es marcial toda pena es la máxima todo preso es político todo instituto es correccional ( de Almanak. Inédito ) 78 PSUR Rodolfo Franco. Nacido en São Paulo (Brasil) en 1964 de padres españoles. Se establece en España en 1989. Residió en Barcelona y Madrid, donde formó parte a principios de los noventa del colectivo Delta Nueve; en la actualidad vive en Mérida. Es antropólogo, diseñador gráfico y poeta bilingüe; trabaja las formas clásicas, el jaiku, el poema concreto, el poema visual, el poema-objeto, la performance… Forma parte del grupo musical Comando Macondo. Ha publicado Grafia Porno (1991), ¿Poema? (Archione, 1994), 22 corazones, (Delta Nueve,1996), Albún de Cromos (Diputación de Badajoz, 2004). Su obra se halla en numerosas revistas (impresas y virtuales) y ha sido recogida en antologías como La palabra imaginada. (1999) o Todos o casi todos. Antología de poesía visual, experimental y mail-art en España (2004). En la actualidad prepara la edición de Almanak, un libro-calendario que concentra trabajo poético de los últimos años. PSUR 79 POESIA [ ] POESIA Milena Rodríguez Gutierrez Granada, tierra soñada Palabras de un inocente que despide a Gastón Baquero, desde la arena de una playa, en La Habana de 1959 Va bien esta ciudad, según se dice, aunque a mí no me sirven sus horarios: cuando llegan las seis a sus relojes dan las doce en el centro de mi alma. Me pongo mal su acento, sus hombres, sus abrigos. corren fuera de mi idioma sus palabras: las cañas para mí no son espuma y no puedo adaptarme, no me adapto a encontrar al amor lleno de polvo, sucio, avergonzado en los rincones. Usted me puede ver. Yo soy un niño que está creciendo todavía. Yo todavía creo que la noche es un buque, un elefante, un susto que el sol pretende darnos. Quiero decir, yo soy un inocente. Yo no sé lo que digo. Yo despierto en lo oscuro y confundo palabras, las invento. Mañana habrá otros magos ensayando el número en que usted desaparece. Pero usted, que es la magia, usted que es inocente, se escapará en un traje de mendigo vienés, de muñeco de nieve, de leopardo lunar, de palabra jamás con s larga. Se vestirá de Coriolano, el perro que lloraba a Nureyev, y se reirá feliz en su escondite. Pero yo soy un niño y le pregunto: ¿Por qué me deja solo con la noche y se lleva los peces, las estrellas? ¡Anda usted tan deprisa por las olas con su nombre colgado de su brazo...! ¿Adónde va a marcharse con su nombre? Mañana será usted una ciudad alumbrando en la noche como un parque. Va bien esta ciudad, qué duda cabe, pero no conmigo y con mi sombra que se harta de la estupidez posando en las revistas y en los diarios, en la televisión, en los percheros: tantos goles marcados en la puerta de lo inútil. Va bien, seguro, esta ciudad con Dios, a quien no sacan nunca tarjetas rojas ni amarillas y exhibe derecha su sonrisa entre los dientes, pero también izquierda, entre las piernas. Aquí ya no soy yo sino mi isla y su dolor exótico, sin marca. Y a pesar de los amigos que son ciertos me vuelvo mar a veces, hago agua. (de Alicia en el país de Lo Ya Visto) 80 PSUR Su nombre es un juguete, un caracol, el columpio del patio donde vuelo sin miedo por el aire. Su nombre es un sombrero, una pelota que se lanza al espacio y regresa de nuevo, sana y salva. Mañana será usted otro inocente como yo, dibujando figuras en la arena. Será usted invisible como el Dios de los niños y jugará a llamarse los lunes, Nicanor; Adrián, los martes... Y acabarán los días y seguirá usted teniendo nombres. Mañana será usted un inocente y jugará conmigo entre las olas al juego del regreso. Regresará en el agua, en el río invisible que llegará a mi boca, del que podré beber y crecer alto. Ese río que a veces sonará a eternidad, con una d que se alza como un muro, y otras veces a otoño, o a esperanza. Y cuando sople el miedo y me despierte, usted me abrigará como una madre, me contará su cuento como arrullo: «Aunque tú no me veas, yo estoy aquí contigo, transcurriendo. Yo estoy creciendo todavía para empapar la noche y que se apague. O mejor, que se encienda. Ninguna noche dura para siempre. Mañana saldrá el sol. Vuelve a dormirte». QUE TRATA DE ESPAÑA “advierta al mundo nuevo el mundo viejo”. Quevedo Se están marchando, España, los que en ti parecían vivir y ser contigo. También, como nosotros, un día, sí, ¿te acuerdas?, nos fuimos de tu lado. Los llamas y no acuden: aquellos, los de entonces, hoy ya no son los mismos. Inocentes, no saben que acabarán fundando también, como nosotros, Españas pequeñitas, Españas de juguete, clandestinas Españas viviendo en otros nombres. ( de El otro lado ) Milena Rodríguez Gutiérrez. La Habana, 1971. Licenciada en Psicología por la Universidad de La Habana y doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ciudad en la que reside desde 1997. En 1998 obtuvo el Premio de Poesía Federico García Lorca por El pan nuestro de cada día (Universidad de Granada). Ha publicado además los poemarios Alicia en el país de Lo Ya Visto (Diputación de Granada, 2001) y El otro lado (Renacimiento, 2006). Ha sido incluida en la Antología de la poesía cubana de Ángel Esteban y Álvaro Salvador (Verbum, Madrid, 2002) y en Con voz propia. Estudio y antología comentada de la poesía escrita por mujeres [1970-2005], de María Rosal (Renacimiento, Sevilla, 2006). Como antóloga ha publicado Insuficiencia de la escala y el iris. Antología poética de Rubén Martínez Villena (2002). Es también autora del ensayo Lo que en verso he sentido: la poesía feminista de Alfonsina Storni (2007). Ha codirigido la revista de literatura Letra Clara y es columnista del periódico Granada Hoy. PSUR 81 POESIA [ ] POESIA Julio Espinosa Guerra AGUA [selección] (de Heráclito, Manrique, Paz y Virilio, casi) El río no es dios ni río no pasa frente al ojo ni es el ojo sino una suma de trozos concatenados en la imagen el capricho final de un montador que le pone anteojeras al horizonte. * Nada ocurre sobre el río que el río no haya pensado antes Cromosoma que gira en el báner luminoso No es el filo el que se come la herida En la pantalla todo queda claro Más allá nada tiene nombre. * Más allá de este océano hay tierra fértil mamíferos minas y sudor Te metes en la bañera. La palabra agua poco a poco te cubre hasta el cuello. Y allí permaneces toda la vida. Hasta que la masa amorfa de tu piel se funde del todo, y la bañera, y el agua. * Te metes en la bañera. El agua caliente poco a poco te cubre hasta el cuello. Tomas el bisturí entre el pulgar y el corazón. Cortas. Y allí permaneces hasta que la última gota de tinta se mezcla con el agua. * Abajo del todo el gran iceberg Arriba sólo su punta y aún así estremece. * Tanto soñar con la otra orilla tanta cosa absurda tanta palabra para al final descubrir que debajo del río hay otro río. Éste imposible de cruzar. ( de NN ) Más allá de este mar una playa: toallas heladeros y bronceadores arena sucia pero arena al fin aguardando el retorno de los navegantes. * 1. Si se asfixia la realidad en la palabra 2. Y la palabra en esta red 3. En la red la realidad ya es del todo inexistente. * 82 PSUR Julio Espinosa Guerra. Chile, 1974; reside en España desde 2001. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Cuando la rosa aún no existía (1996), La soledad del encuentro (Mosquito, 1999) y Las metamorfosis de un animal sin paraíso (El árbol espiral, 2004). También es autor de la antología La poesía del siglo XX en Chile (Visor, 2006) y de la novela, El día que fue ayer (Mago Editores, Santiago de Chile). N.N., libro al que se le ha concedido el IX Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, acaba de publicarse en Madrid (Gens Ediciones) y para el años 2008 está prevista su aparición en Chile y México. Ha sido incluido en diversas antologías, entre las que destacan Todo es poesía menos la poesía: 22 poetas desde Madrid (Madrid, Eneida, 2004), Cantares: nuevas voces de la poesía chilena (Santiago de Chile, LOM, 2004) y La voz y la escritura (Ateneo de Madrid, Sial Ediciones, 2006). Es profesor de Escuela de Escritores. PSUR 83 DOSSIER [ ] DOSSIER José Luis Peixoto “El Camino de la metáfora” ENTREVISTA Por Jordi Gol INTRO. José Luís Peixoto (Galveias, Alentejo, 1974), licenciado en Lenguas y Literaturas Modernas (inglés y alemán) por la Universidad Nova de Lisboa, es uno de los máximos valores de la literatura portuguesa, con una obra poética y narrativa muy original, que gravita en torno a un universo poético propio, muy particular. En 2001, su novela Nenhum olhar ganó el Premio Literario José Saramago. Está traducido al francés, al italiano, al búlgaro, al holandés, al español, al húngaro, al inglés y al japonés. En nuestro país, Nenhum olhar está publicado como Nadie nos mira por la editorial vasca Hiru y Morreste-me fue publicada en España por la Editora Regional de Extremadura en 2004 como Te me moriste. Hablamos con el autor sobre su último libro, titulado Cementerio de Pianos (publicado en Portugal en noviembre de 2006 y premio Cálamo 2008), en los locales de El Aleph (Grup 62), su editorial española, y aprovechamos para preguntarle sobre la actualidad literaria portuguesa y sobre cómo ven allí la nueva literatura española. Tu último libro, Cementerio de pianos, va a ser traducido y publicado por las grandes editoriales europeas y americanas ¿Por qué el salto de editoriales pequeñas a grandes editoriales? Para mí no es indiferente que un libro que escribo tenga más o menos lectores, porque creo que la escritura de un libro solo concluye verdaderamente cuando el libro es leído por el lector. Por tanto, si no hay ninguna perversión de los principios que me llevan a escribir, prefiero que un libro 84 PSUR tenga la mayor posibilidad de encontrar lectores. Por eso un gran sello me da mayores posibilidades de causar más curiosidad en la gente y de que los libros pasen esa frontera de Portugal a otros países, como España, y que lo hagan llegando a lectores y a gente que pueda recrear dentro de sí a esos personajes, paisajes e ideas que están en esos libros. Además de Cementerio de Pianos, el Aleph va a editar tus libros anteriores Sí, incluso Nadie nos mira. Eso me agrada muchísimo porque aunque son libros que escribí hace algunos años, para mí siguen siendo libros muy importantes; también Te me moriste, mi primer libro, escrito con 21 años. En Portugal son libros que no han sido descatalogados, lo que me hace mucha ilusión, porque son escalones no sólo de mi escritura, si no también de mi vida. Son libros con los cuales tengo un ligamen personal muy fuerte. ¿Cuáles son los temas principales de Cementerio de Pianos? Los temas principales del libro son los temas de siempre en la literatura universal. Es un libro que intenta plantear cuestiones más que determinar las respuestas o los caminos de interpretación que el libro presenta. En un primer lugar estaría el tema de la muerte como oposición a la vida (hablar de la muerte es siempre hablar de la vida, que es todo lo que tenemos para valorar la muerte), por eso la vida está muy presente en el libro desde la perspectiva del paso del tiempo, que acaba siendo el tema principal de la novela. Un tiempo que no se detiene, en mu- chos aspectos, ni con la muerte. El tiempo siempre sigue, es un continuo de muertes del pasado, pero al mismo tiempo un nacimiento constante del futuro, y nosotros escribimos nuestras vidas sobre él. El libro aborda este tema contando la historia de una familia a través de varias generaciones que nacen y mueren, a veces de forma próxima, e incluso simultánea, y donde personajes de diferentes edades son presentados de manera a veces anacrónica para dar múltiples perspectivas que se resuman en la perspectiva total de una vida; perspectiva que muchas veces la gente no tiene porque está muy metida en eso que es estar vivo. Por eso uno de los narradores empieza a contar la historia cuando ya está muerto, con una visión de la vida desde afuera, que permite mirar los acontecimientos y las tragedias, éxitos, amores y desilusiones con mucha perspectiva. Las mujeres en tus libros son siempre tristes, mujeres maltratadas... La imagen de la mujer triste y maltratada, como maldita, es una imagen que existe y que está siempre presente, pero intento desfocalizarla, sin que presente una opinión o una idea mía. Intento que sea solo una imagen que cada uno interprete a su manera. Una imagen que intenta representar mucho de lo que todavía ocurre en nuestras sociedades ibéricas, no solo en Portugal, y que tal vez hoy ocurra menos que hace unas décadas (o tal vez no). Por eso esa imagen de la mujer, que en la novela llega a padecer violencia, para que el lector, hombre o mujer, reflexione sobre ello y se posicione. Yo tengo mi posición, ya que no mirar hacia otro lado y exponerla ya es una manera de tomar partido. La novela tiene una estructura compleja, con puntos de vista intercalados, y exige una interpretación global al lector ¿Qué referentes o qué influencias manejas en cuanto a la estructura? Hoy en día, cuando uno va a escribir una novela o a crear una estructura, es imposible que no tenga en mente referentes, no sólo literarios, sino artísticos en general, porque escribimos bajo siglos y siglos de historia literaria que no es posible ignorar. Podría decirse que está insertado en nuestro código civilizacional, cuando uno pone el bolígrafo en la hoja o los dedos en el ordenador. Yo no llegué a la estructura de Cementerio de Pianos a través de referentes directos, conscientes, pero estoy convencido de que si nunca hubiese leído a Antonio Lobo Antunes, o a Faulkner o a otros tantos autores que me hayan hecho cuestionarme la linealidad de la narrativa, nunca hubiese llegado a escribir algo así. Para mí, incluso hay un referente de las artes plásticas muy directo, el “puntillismo”, al estilo de Seurat o Karagozian, una imagen de la que si miras muy cerca no ves más que puntos, pero de la que vas distinguiendo las formas y las perspectivas a medida que te vas alejando. Esto me ayudó a crear esta novela que al final es un conjunto de voces y episodios (o relatos o imágenes de una familia o personaje específico) que se pueden leer por separado, pero que luego, sumados, dan la imagen global de los personajes, de su trayecto, de sus ambigüedades. Una imagen más amplia. El “puntillismo” es una de las formas del impresionismo (o neoimpresionismo) pictórico, y el término impresionismo también me parece adecuado para hablar de la forma en que está construida esta narrativa, porque la forma en la que se encadenan las imágenes no es muy nítida, dejando en manos del lector una buena parte de la interpretación de la estructura; y al mismo tiempo intenta atraparlo en el trabajo de construcción del relato, porque creo que las cosas que exigen más esfuerzo son las que al final más firmemente se interiorizan, porque son las que están creadas de experiencia y de esfuerzo propios. Este hecho de hablar con los silencios, con las partes en blanco que el lector ha de rellenar tiene que ver mucho con el estilo que utilizas, más sugerente que explícito ¿Cómo lo definirías tú? Creo que la base de mi estilo hasta ahora es la metáfora, desde el aspecto en que la metáfora no apunta un significado unívoco, concreto u objetivo, si no que determina un campo de significados (un campo semántico amplio); es decir algo que puede ser una cosa, pero también, por extensión, muchas otras de su campo semántico. Si decimos que una pared es blanca, cerramos mucho la interpretación (aunque hay muchas gamas de blanco) pero si decimos que esa pared es como una nube, las perspectivas se abren, según la experiencia del lector: ya no es necesariamente blanca, pero tampoco dura, tiene un abanico de posibilidades significativas mucho mayor. La metáfora, como digo, es lo que más marca mi estilo hasta ahora, no necesariamente el que está por venir. Tu estilo se podría definir como “clásico”, en oposición al estilo “moderno” de la “generación Nocilla”, más directo, más sucio, con referentes anglosajones de la música, el cine y la televisión. Yo creo que el lenguaje del realismo “sucio”, el lenguaje cotidianizado, no es muy actual, pese a lo que se suela pensar en España (y también en Portugal). Este estilo tiene una relación muy directa con lo que se hace en los EEUU y en los países anglosajones. Es curioso porque mi novela Nadie nos mira la publicaron en noviembre en Inglaterra y en agosto la publicarán en EEUU y las críticas de ambos países valoran positivamente precisamente el hecho de que el lenguaje es totalmente distinto a lo que se suele hacer; porque hacer lo que todo el mundo esta haciendo no es moderno, ni novedoso, es simplemente seguir la corriente, no remontarla. Yo creo que uno siempre ha de buscar lo nuevo, incluso si lo nuevo implica mirar hacia atrás. Creo que es importante mirar a la tradición como también a la genialidad que hay en un pasado muy reciente. Al mismo tiempo, a mí me encantan escritores como Raymon Carver, pero me deja perplejo la cantidad de obras que invocan el nombre y la estética y la influencia de Raymon Carver, pero que se quedan muy lejos de lo que este hizo; además, hace ya muchas décadas. A mí hay un ejemplo que me gusta, proveniente de la música, que es el de los grupos de Rock y Pop que pudiendo hacer un sonido muy limpio, incorporan artificialmente el sonido del vinilo para volver el sonido más orgánico. Es una imagen muy curiosa del arte, en donde a veces hay que mirar hacia atrás para hacer algo realmente nuevo. Hay una diferencia muy grande entre novedad y nuevo, son dos palabras que se parecen sólo de una manera muy superficial. La literatura debe buscar lo nuevo y no la novedad. Por eso a mí me gusta lo orgánico. He nacido en un pueblo y allí pasé mi infancia hasta los 18 años. Hoy vivo en una ciudad. Y considero que tengo mucho de ambas culturas, la urbana y la rural, porque mientras estaba en mi pueblo me interesaba mucho por cosas de la cultura urbana (música, literatura, etc.) pero hoy que estoy en la ciudad también miro mucho a la ruralidad porque ambos medios tienen su naturaleza y no hay que elegir necesariamente entre una y otra: se puePSUR 85 DOSSIER [ de intentar buscar lo que ambos tienen de bueno. Yo, al menos, necesito de lo orgánico, de lo natural. Y lo natural envuelve a las personas, los sentimientos. Porque los sentimientos, desde el modernismo, se ven muchas veces como una oposición a la inteligencia, como si hablar de sentimientos no pudiera ser un acto de inteligencia, y yo creo que es más bien al contrario, porque los sentimientos son uno de los elementos más humanos que existen, al igual que la inteligencia. Y la inteligencia que no sea modelada por los sentimientos, que no esté desarrollada con el objetivo de servir a los sentimientos de los hombres y las mujeres que son más o menos felices en relación directa a ellos, no es una inteligencia inteligente. ¿Cuál es tu método de trabajo? Trabajar siempre. Yo escribo de una manera bastante obsesiva. Desde que empiezo a escribir efectivamente -porque la escritura comienza antes, con la mirada, con la reflexión y con la atención a todo lo que nos rodea para construir un edificio mental donde están los personajes, las intenciones, el enredo y la trama, en definitiva, los distintos niveles de la obra- desde que empiezo, la novela es en la única cosa en que pienso, e intento que eso sea mi prioridad. Me es difícil combinarlo con otras cosas. A veces incluso afecta a la gente que está cerca de mí porque toda mi atención se centra en lo que escribo. Además, es una escritura lenta, porque mi máximo son cinco páginas en un día, que tiene que ser increíble. Si en un día escribo dos páginas ya me doy por satisfecho. Luego, en el momento de escribir hay cosas que van cambiando con respecto al plan inicial, porque hay que ir 86 PSUR ] DOSSIER dejando cosas para el momento en que se escribe. Yo, antes de escribir novelas, pensaba que no podría tener constancia en la forma de escribir, en el estilo. Los relatos que escribía eran totalmente diferentes unos de otros y pensé que eso se reproduciría en mis novelas. Pero luego llegué a la conclusión de que uno tiene que estar muy seguro de los principios que te llevan a escribir la novela y luego dejar algunos elementos para que los puedas poner de acuerdo con el día en que los escribes, porque quienes escribimos sabemos que sobre el mismo tema lo que se escribe hoy puede ser muy distinto de lo que se hubiese escrito otro día. La escritura también tiene algunos factores efímeros que la condicionan, porque está hecha por personas que también van al supermercado, que son normales, vaya. Ellas escriben y otras hacen otras cosas, nada más. ¿Puedes leer cuando estás escribiendo una novela? Yo leo siempre. Cuando me canso de escribir -hay que gestionar también el cansancio parta no desgastarse forzándose- leo. A mí me influye lo que leo, pero no determinantemente. Si leyendo Guerra y Paz escribiese como Tolstoi, lo haría siempre que pudiese, pero no es así. Uno no escribe tal y como lee, y si tiene claros los principios del tema y del estilo, ya se queda con los que tiene y no los cambia, al menos profundamente. Es posible que me ayude el hecho de leer autores que escriben de forma muy diferente a la mía. Porque hay una voz que es la voz natural de uno. Yo, con 33 años, escribo de forma similar en algunos aspectos a cuando tenía 25, pero en otros aspectos escribo de forma totalmente diferente. Si miras la escritura en general, no se nota demasiado, porque lo principal está ahí, en ambas formas. La línea es muy difícil de encontrar, pero, al menos en lo que respecta al estilo, se debe intentar buscar la propia voz dentro de su mundo, a lo largo del tiempo. ¿Y en qué momentos y situaciones escribes? Yo escribo con el ordenador y me encanta, es un objeto muy romántico, porque escribes en la luz. Cardoso Pires llamaba al ordenador “máquina de borrar” porque eliminas lo que quieres y siempre se que- no es tan exagerada como en España. Aquí hay tres o cuatro editoriales a nivel estatal y el resto son editoriales locales, que se quedan en un nivel muy underground, solo para iniciados. En Portugal hay más lectores de poesía, aunque haya menos premios literarios. En España no debe de haber ningún libro de poesía que no tenga premio literario. da limpio, y eso es muy cómodo. Además no se acumulan las páginas, que dan una presión muy grande; sólo ves la página que estás escribiendo. Cuando estás inspirado es como tocar el piano, las palabras fluyen, es realmente fantástico. Creo que lo echaremos de menos cuando se descubra algo más avanzado para escribir. Por lo demás, yo vivo en un entresuelo, por lo que no tengo un paisaje inmenso delante. Escribo con las ventanas cerradas, en un ambiente oscuro. En mi casa, porque me es más cómodo. Cuando estoy viajando no escribo, lo hice pero no funcionó. Demasiadas distracciones. Habitualmente, me concentro mejor de noche, porque no me molesta el teléfono, la gente duerme y no hay ruido. El ambiente es más tranquilo. Pero también puedo escribir por el día. Salvando algunos nombres como los de Saramago o Lobo Antunes, la literatura portuguesa tiene problemas para distribuirse en España ¿A qué crees que se debe esta situación?¿Que posibles soluciones hay? Creo que es una cuestión que va más allá de la literatura, es una cuestión cultural, en el sentido más amplio de la palabra cultura, porque estamos cerca y compartimos la península y nos ignoramos mutuamente en muchos aspectos, sobre todo respecto a la contemporaneidad. La música portuguesa más consumida en Portugal no es conocida aquí, y viceversa. Ocurre en casi todas las áreas del arte. Y es extraño porque nuestra manera de mirar hacia el mundo, los deseos y aspiraciones son similares. Ha habido pensadores que lo han intentado, Unamuno, Torga, pero no ha dado fruto. Parece mentira que dos formas tan similares de ver la vida estén tan separadas. Yo estuve en Lituania y en Polonia haciendo lecturas con otros poetas españoles y parecíamos del mismo país: las palabras tenían el mismo significado. Ocurre como en las traducciones del los libros. Cuando las lenguas son más próximas, es cuando con más atención se miran las imprecisiones, cuando más se busca la diferencia. Cuando son más lejanas se tiene una mirada mucho más tolerante. Se mira más la diferencia que la similitud. Es una lástima que al nivel de los productos culturales no exista un intercambio más eficaz. ¿Nos podrías hacer un pequeño dibujo de la situación de la literatura en Portugal en este momento? ¿Qué autores jóvenes destacarías? Portugal está en un buen momento literario y en España existe algún reconocimiento hacia eso. Sobre todo a la narrativa más contemporánea portuguesa, por ejemplo la antología de narrativa publicada por Lengua de Trapo que se llama Alta Velocidad, que tiene la mayoría de los nombres clave de esa nueva generación de narradores. Incluso algunos ya están siendo publicados individualmente, como las ediciones en Hiru de Jacinto Lucas Pires, un autor que figura también en otra antología más amplia, la Antología del cuento portugués de Alfaguara, de João de Melo, que comienza con Alexandre Herculano y acaba conmigo. También hay otro autor publicado por Hiru, Posidonio Cachapa, que también fue publicado por Xórdica. Lo que pasa es que encontrar a estos autores aún exige un esfuerzo de búsqueda, porque a veces están un poco ocultos. Además, hoy (en Portugal es una cosa que se ha dado siempre) hay un nivel muy alto en la poesía, tanto la de poetas consagrados como la de autores jóvenes. Sin embargo, esta poesía no cruza la frontera porque si en narrativa es difícil, en poesía lo es aún más. Hay muy buenas antologías que permiten descubrir la poesía actual portuguesa. Incluso hay muchos caminos que están siendo recorridos y explorados por muchos autores. Se está volviendo referencialmente a la Revolución de los Claveles como tema y como experiencia, ya que los autores jóvenes tienen como rasgo común haber nacido durante o después de la revolución, sin conciencia de lo que era el régimen dictatorial omnipresente. Han tenido la suerte de crecer en un régimen democrático, con libertad de expresión y eso también le ha dado la posibilidad a cada uno de elegir su propia tradición y su propio camino. No hay una literatura de ruptura. Por diferentes entre sí que sean los autores, todos aprovechan algo de la tradición anterior, pero lo trabajan de una manera muy personal. No hay grupos generacionales, salvo alguna cosa en poesía, pero no son especialmente relevantes. Y eso sí que es una señal de los tiempos, de la democratización, porque la gente ya no necesita agruparse para oponerse a ningún régimen. También es algo característico del individualismo que impera hoy en día en todas las áreas. Máxime la literatura, que es una actividad de por sí solitaria y en la que los autores son considerados socialmente como individuos alejados de la realidad. Hay que tener en cuenta que la poesía en Portugal es casi siempre nacional, que llega a todas las regiones (cosa que no pasa en España). En Portugal la poesía tiene un papel importante, y aunque haya menos poesía que novelas o relatos la diferencia ¿Qué imagen se tiene de la literatura joven española en Portugal? Creo que hay un público para esta literatura, que hay interés, pero que no llega mucho de los autores jóvenes contemporáneos, ni castellanos ni catalanes. Yo tampoco los conozco, porque más allá de los autores de éxito comercial como Lucía Echevarría o Espido Freire no se conoce mucho. No sé si la culpa es de los editores portugueses o de los españoles que no los promocionan, pero ese es el gran problema de fondo: el desconocimiento, la falta de comunicación entre ambos lados de la frontera. Se conoce más de la poesía porque se están publicando algunas antologías de poetas españoles jóvenes incluso en buenas editoriales de poesía, con mucha promoción, pero en narrativa casi nada. Sólo pocos nombres, los grandes éxitos comerciales y los nombres consagrados: Javier Marías, Javier Cercas, VilaMatas. Es un panorama un poco desolador, pero es así. Creo que pasa lo mismo al revés ¿no? Próximos proyectos... Estoy escribiendo una nueva novela, estoy escribiendo poesía -tengo un libro que saldrá en los próximos meses-, mi primer libro de poesía va a salir traducido aquí, en la Editorial Regional de Extremadura, que son mis vecinos, editado por Álvaro Valverde. Estoy muy contento porque es un libro con un éxito rotundo en Portugal: vendió 12.000 ejemplares. También están las traducciones de mis obras al italiano, por Enaudi y al inglés, en EEUU por Random House y en el Reino Unido por Bloomsbury. PSUR 87 DOSSIER [ ] DOSSIER Unai Elorriaga ENTREVISTA Por Fernando Clemot INTRO. Unai Elorriaga (Getxo, 1973) tuvo una de las apariciones más fulgurantes y sorprendentes que recordamos con una primera novela. SPrako Tramvia (Elkar, 2001) traducida al español como Un tranvía en SP ( Alfaguara, 2001) fue un éxito. Esta novela alcanzaría ese altísimo grado de popularidad gracias primero al boca a boca y, posteriormente, con el Premio Nacional de Narrativa de 2002. Posiblemente este premio sea una de las sorpresas más encantadoras de los últimos tiempos. Bajo el influjo todavía de este bombazo publicó posteriormente El pelo de Van´t Hoff (Elkar y en español Alfaguara, 2003) y la última Vredaman (Elkar y en español Alfaguara, 2005). Teníamos ganas de hablar con Unai sobre estos últimos títulos y sobre todo lo que pasó con su Tranvía en SP, sobre los rasgos que definen a la literatura vasca, sobre las traducciones y sobre su visión del momento actual de la literatura en Euskadi. Publicas tu primera novela y consigues un gran éxito en Euzkadi; se traduce al español, el éxito se consolida y además te conceden un premio (el Premio Nacional de Narrativa 2002) que a menudo parece reservado a trayectorias más que a títulos. Todo con veintinueve años. ¿No te colapsó todo este tumulto? ¿Cambió tu forma de trabajar en algo? No, evidentemente el resultado fue todo lo contrario, me estimuló, me dio alas. Con este tipo de reconocimientos empiezas a 88 PSUR sospechar que lo que escribes le puede gustar a alguien, que se puede extender y dejar de ser algo personal. Llegas a la conclusión de que puedes decir algo. En cuanto a lo del cambio, cambió de forma decisiva el hecho de llegar a ser profesional. Hasta aquel momento era traductor y trabajaba en horas libres. Dedicaba ya las horas centrales, las más intensas las podía ocupar en escribir y creo que esta dedicación afecta de forma decisiva también a lo que vas escribiendo. mentos de algunas traducciones no les gustaría demasiado. El traductor mejor de una obra es sin duda el autor mismo. Si tuviera que traducir mi obra al alemán evidentemente tendría que renunciar a traducirla pero tengo la oportunidad de hacerlo con el euskera y el castellano y me cuesta renunciar a ello. Empezaste a trabajar el cuento antes de tu primera novela Un tranvía en SP ¿Es la narrativa breve un campo de trabajo necesario para el escritor novel antes de abordar una novela? Necesario desde luego que no. Cada autor tiene su proceso y hay cerebros y obras que se funcionan de forma diferente. Hay gente que empieza, por ejemplo, escribiendo guiones. Nunca había pensado que podía escribir novelas, pensaba que mi género era el cuento pero poco a poco descubres que hay ideas y espacio para todo. No hay por qué encasillarse, hay motivos y tiempo para abarcar cualquier género. Encontramos en tu obra un lenguaje bastante desnudo, alejado de descripciones farragosas; también una utilización abundante del diálogo y la frase corta, testimonios ambos de oralidad. ¿Consideras que es la oralidad uno de los rasgos que mejor podría definir tu novelística? La oralidad... Creo que hago una búsqueda consciente de ella. En la literatura actual nos estamos alejando cada vez más de ella puede que por fingir una apariencia de intelectualidad. Desde mi punto de vista los mejores tesoros de la literatura están directamente relacionados con la oralidad. En la literatura vasca, por ejemplo, hasta el siglo XIX o XX, prácticamente sólo se reflejaba esta tradición oral. Me siento cómoda con ella y no tengo dudas de que es un aspecto que se debería recuperar. Hay un detalle importante que nos llama la atención. ¿Por qué traduces tus novelas? No suele ser muy frecuente... Es sencillo. Soy traductor de profesión y como cualquier traductor sabe es imposible la traducción perfecta o ideal de una obra literaria. Yo he traducido muchas obras y sé que si muchos autores pudieran descubrir algunos secretos o frag- De tu segunda novela ( El pelo de Van´t Hoff) han señalado algunos críticos que es demasiado arriesgada. ¿Qué contestarías a esta afirmación? Me gusta el riesgo. Incluso su negatividad o el sentido negativo que se le pueda apreciar me gusta. Parece que cuando se llega a subir a algún tipo de pedestal hay que seguir haciendo lo que estabas haciendo pero yo pienso que llegué al pre- mio y a cierto éxito investigando y no veo por qué no tengo que seguir haciéndolo. Supongo que el tiempo dirá hasta dónde llega El pelo de Van´t Hoff. Los ancianos, niños, adultos que utilizan el lenguaje infantil... Utilizas temas y registros generalmente desdeñados por la literatura actual ¿Qué te llevó a interesarte por estos “extremos” vitales? Lo desdeñable considero que sería todo lo contrario. Evito las tendencias actuales ya que creo que lo extremo es también muy atractivo. Nadie es consciente de que va a morir y la cercanía de esa conciencia da una lucidez inusual. Así ocurre con los ancianos. Creo que, por otra parte, los niños ven la sociedad sin contaminarse por lo que les rodea, sin la influencia de otras personas o conductas. Los ancianos y niños nos dan un punto de vista menos tratado por la narrativa actual pero a mi juicio tan útil o interesante como el de un adulto normal. Un tranvía en SP, El pelo de Van´t Hoff, Vredeman. Las tres parecen unidas por unos vectores comunes pero nos gustaría que fueras tú quien nos marcaras los que consideras los ejes temáticos de tus obras. -¿Qué otros campos de la “comedia humana” te gustaría explorar en tus próximas novelas? Estas tres primeras novelas cierran un ciclo. La primera fue arriesgada, una auténtica busca de nuevos lenguajes y yo creo que en la segunda se mantiene este mismo estilo. La tercera sería el punto de cierre de estas dos primeras aunque creo que el estilo es totalmente diferente. Creo que uno de los ejes sería una exploración del cerebro, por ahí me gustaría profundizar, el alma humana en su enfermedad, en su maldad, profundizar en sus aspectos más oscuros también SOBRE LA LITERATURA VASCA La literatura vasca sigue siendo una gran desconocida para el lector en lengua española: Bernardo Atxaga, tú, suena también Harkaitz Cano pero se conoce poco. Se diría que los autores vascos llegan al mercado español con cuentagotas. ¿Qué autores crees que podrían ser interesantes para el lector español? Es difícil dar nombres ya que estamos hablando de una literatura muy pequeña aunque me gustaría destacar algunos autores que quizá no han tenido la repercusión que han podido alcanzar los que mencionas. En esta línea podríamos encontrar a Anjel Lertxundi, Ramón Saizarbitoria, Joseba Sarrionandía... ¿Qué valores puede ofrecer esta literatura y que todavía no han sido transmitidos? Yo destacaría la gran tradición heredada de los versolaris, de la poética y la narrativa de la improvisación que ha llegado incluso a crear escuelas de improvisación. Creo que se ha hecho un gran trabajo en este sentido, un trabajo enriquecedor y posiblemente sea este hecho uno de los rasgos más diferenciadores de la literatura vasca. ¿Cuáles crees que son los principales problemas (distribución, traductores, interés de las grandes editoriales españolas...) que impiden que los principales autores vascos lleguen al público lector español? El mercado literario español es infinitamente más grande que el de la literatura vasca. Existe un mercado saturado de escritores y editoriales a los que hay que sumar además todos los escritores que vienen de Hispanoamérica que buscan también un lugar en este mercado. Aparte habría que incluir la cantidad de traducciones que se hacen de autores europeos o norteamericanos. Quizá el mayor problema que veo es éste, la saturación… en un mercado así, con esta avalancha de ofertas y títulos, cuesta encontrar un lugar para una literatura como la nuestra. El mercado editorial, el público lector... Se conoce poco la industria editorial en euskera. ¿Cuáles crees que son las características esenciales de la edición en euskera? ¿Sus principales problemas? La característica más destacable es el tamaño, no debemos tener más allá de setecientosmil hablantes de nuestra lengua, pero este no sería el público potencial de cualquier libro, a estos setecientosmil habría que restar los que no leen nunca, los que no les gustas, la gente preocupada en otras actividades… Si seguimos restando puede que no tengamos los escritores en euskera un público que vaya mucho más allá de cincuentamil lectores potenciales Gracias, Unai. Un abrazo. PSUR 89 ] ENTREVISTA Charlamos sobre Grande Sertão: Veredas con Basilio Losada & Pilar López Bedate ENTREVISTA Por Jordi Gol fiN DOSSIER Basilio Losada: En relación a Grande Sertão he de decir que escribí hace muchos años una historia de la literatura brasileña que se publicó en fascículos en América del Sur y aquí que yo sepa no llegó nunca. Me llegaron unos cuantos fascículos de esta historia. En esta publicación, durante bastantes páginas está mi opinión sobre Guimarães Rosa... Pilar López Bedate: De eso tenemos que hablar; empieza tú mismo Basilio... BL: ¿Está ya en marcha el aparato? Jordi Gol: Lo está... INTRO. Coincidiendo con la celebración del 50 aniversario de la publicación de Grande Sertão: Veredas y con el cuadragésimo aniversario de la magna traducción de Ángel Crespo al español hemos tenido el privilegio de reunir a dos figuras de nivel: Basilio Losada, uno de los mayores experto de literatura en lengua portuguesa y Pilar López Bedate, escritora y viuda de Ángel Crespo. Ha sido una verdadera gozada poder compartir con ellos esta charla. 90 PSUR PLB: A mí me gustaría también hablar sobre cómo conocí personalmente a Guimarães y la relación de Ángel y yo con él. BL: Yo no lo conocí personalmente así que deberías empezar tú... Parece más interesante que sea así... PLB: Pensaba que lo habías conocido. BL: No es así... Él murió en 1967, más o menos el año en que yo entré en la universidad... No, yo entré en esta universidad en el 1958, bastante antes. Pero coincidieron sus últimos años con mis primeros años de actividad docente que no estaba siquiera orientada hacia Brasil. Fue una pequeña curiosidad cómo descubrí la literatura brasileña. Cierto día, en una librería de antiguo de la calle Aribau, vi un libro de un autor en aquel momento desconocido para mí. El autor era Jorge Amado y el libro se titulaba Os velhos marineiros. Lo leí fascinado. Aquella historia me encantó. Llevé ese libro luego a editores amigos y les decía: “Este es un gran libro”. Pero no había interés. No había obra de Jorge Amado en España. Aquí era imposible encontrar nada. Los editores me decían que con ese nombre no se venderá nada porque parece el nombre de un desconocido autor español que escribe su primera obra y todos lo rechazaron. Hasta que fui director literario de una editorial, la editorial Caralt, y entonces allí me di el gusto de traducir y publicar la obra de Jorge Amado. Esa fue mi primera aproximación a esta literatura. Luego con el paso de los años el autor de este libro fue un grande y generoso amigo mío. Tras este primer contacto con la literatura brasileña de Guimarães Rosa luego me llegaron noticias, anécdotas indirectas pero nunca llegué a conocerlo personalmente. PLB: Yo tengo el recuerdo vivísimo de cuando nos conocimos Basilio y yo con Ángel, mi marido, que fue una comida en PSUR 91 ENTREVISTA [ el Botafumeiro en que nos presentaron. Cuando vio a Ángel dijo: “Cómo me alegro de conocerte porque tú eres el traductor de una novela que era prácticamente intraducible que era Gran Sertão: Veredas” BL: Y desde entonces lo he repetido muchas veces. La actualidad de la literatura brasileña ha cambiado mucho como ha cambiado el Brasil. A mí me interesaba mucho la oralidad. Estudiaba la oralidad en la literatura gallega y yo había vivido un mundo de literatura oral en mi aldea. Allí nos reuníamos alrededor del fuego, niños y grandes y los mayores contaban historias. Estas historias eran los signos de identidad de la tribu para los niños. Esto tiene que ver con Gran Sertão. Por ejemplo mi tío, muerto ya hace tiempo, era un gran narrador y contaba la historia de dos niños que iban al colegio que estaba a seis kilómetros del lugar. Había que cruzar bosques y vieron en uno de ellos a un hombre que iba cargado con un haz de leña. Se burlaron de él y dijeron: “¡Viejo!” y se burlaron bastante de él. Entonces el viejo hizo un gesto con la mano y los dos niños se convirtieron en dos cerezos, los dos árboles que hay junto a un puente. Y entonces los niños cuando veíamos a un viejo cargado le decíamos: “Señor, ¿quiere que le ayude?” Era la mitificación de dos árboles, dos árboles a los que les dimos nombres de niños: uno se llamaba Genaro y el otro se llamaba Da92 PSUR ] ENTREVISTA niel y hablábamos con ellos. Al volver de la escuela les contábamos las perrerías que nos había hecho la maestra. Teníamos con ellos una relación de amistad pero lo que nos había transmitido aquella narración era lo que debía ser nuestra conducta con un hombre mayor. A partir de ahí me interesó la literatura brasileña por lo que tenía de oralidad. Eso era entonces, hoy en día su base ya no es la oralidad. Hoy en día hay formas literarias muy diversas. Por ejemplo Moacyr Scliar por ejemplo está revisando los viejos mitos del Judaísmo a través de la literatura. Lo que eran los mitos transmitidos por su familia de judíos ucranianos. Clarice Lispector, por su parte, hace un esfuerzo para entrar en el último rincón del alma femenina, probablemente como no lo ha hecho nadie en ninguna literatura... Luego vendría Guimarães Rosa, pero yo no lo conocí, por eso es mejor que hable Pilar de esa experiencia PLB: Yo había entrado en contacto con Guimarães a través de la Revista de Cultura Brasileña y teníamos Ángel y yo una relación epistolar muy directa con él, ya que era gran amigo de Joao Cabral de Melo... BL: Cabral de Melo era cónsul aquí en Barcelona y sí que lo conocí... PLB: Sí, y Cabral que fue junto a Ángel el creador de la Revista de Cultura Brasi- leña nos puso enseguida en contacto con él. Ángel tradujo entonces un cuento de Guimarães que se llama “El caballo que bebía cerveza” que apareció en 1963 en un número de la revista. A Guimarães le encantó aquella traducción y poco después, cuando se trató con la editorial Seix Barral de publicar Gran Sertão Guimarães puso como condición que fuese Ángel quien lo tradujese. Ángel lo tradujo encantado, sabiendo también a lo que se enfrentaba, ese lío tremendo, aunque para él fue una experiencia muy gozosa, disfrutaba traduciendo aquella cosa tan endemoniada. Cuando lo estaba traduciendo, que tardó su tiempo, tuvimos una invitación para ir a Brasil que nos facilitó el propio Guimarães porque nos pagó unas becas para que estuviésemos unos meses en el Brasil y conociésemos directamente la gente con que nos escribíamos y teníamos relación. En ese viaje, que fue en 1965, una de las primeras cosas que hicimos fue ir a visitar a Itamaratí a Guimarães Rosa, a conocerle directamente. Tengo un recuerdo imborrable: nos recibió un señor muy corpulento, solemne -Ángel decía que parecía un obispo o un mago- con un cariño indescriptible. Abrazó a Ángel con una efusividad enorme... BL: Esa es la cordialidad brasileña; yo he gozado de ella muchas veces. Incluso ahora un escritor de Fortaleza va a sacar en septiembre una monumental biografía novelada del conde de Lautreámont, un señor encantador... La cordialidad es una de las virtudes de la vida social brasileña... PLB: Sí, incluso a mí me cogió de las manos, me miraba a los ojos. Recuerdo que aquella primera vez nos preguntó: “Os senhores namoran?” porque entonces no estábamos casados. Fue una pregunta inmediata y Ángel contestó que sí. Se estableció una relación muy familiar, pidió café, hablaron de la traducción y antes de irnos nos dijo: “Deben conocer el Sertón. El Sertón de mi novela, el Sertón de Guimarães Rosa” Era curioso porque él hablaba de él mismo en tercera persona y eso era posiblemente lo que le daba cier- ta semejanza con un obispo. Luego nos dijo: “Vuelvan enseguida, por favor” y ya cuando nos íbamos a despedir detiene a Ángel y le dice: “Vocé, acredita no diabo” (¿Ustéd cree en el diablo?) y Ángel le contestó: “As veces” (A veces) y parece que entonces se le quitó un peso de encima y entonces le dijo que podía traducir todo lo que quisiera de él, sin pedir permiso, no me tiene que consultar. BL: Es la presencia del Mal enfrentada al Bien que se encuentra en cualquier rincón de Grande Sertão. Si me preguntara si yo creo en el Diablo le diría una frase que le oí a mi padre, que murió cuando yo tenía 8 años. La anécdota es la siguiente: la primera vez que fui al colegio, un colegio de monjas, las profesoras me dijeron “irás al infierno”. Yo no sabía qué era el infierno pero me lo explicaron con detalle. Al llegar a casa le pregunté a mi padre si existía el infierno y él me dijo que sí. Pero... ¿hay fuego? Y él me dijo que sí pero que uno se acostumbraba a todo. PLB: (Risas) Está muy bien lo que cuentas... BL: O sea que al cabo de tres meses ya te arreglas. Un gran escritor gallego-argentino llamado Luis Seoane decía que el Diablo es un buen muchacho pero que tiene mal carácter, que hay que saberlo tratar. Yo creo que la pregunta del escritor iba por ahí, yo no sé si Guimarães Rosa creía en un diablo con rabo y cuernos. PLB: En el Diablo creía, con cuernos o no, no lo sé pero creía... BL: Una personificación del Mal es algo que podemos admitir todos, ahora el Diablo como personaje es una metáfora. PLB: Quizá en la personificación no, pero él creía. Por su vida, por una serie de cosas que le habían sucedido. Además también por una confidencia que nos hicieron las hijas de un filólogo amigo suyo, Miguel Prousel. Nos contaron que se reunían muchas noches Guimarães Rosa y Prousel y hablaban durante horas del Diablo, hablaban y hablaban y acababan muertos de miedo e incluso se tenía que quedar a dormir en casa de Prousel porque no quería volver a casa y dormir solo. BL: De esos terrores con habilidad profesional los escritores hilvanan grandes relatos. He conocido gran cantidad de escritores a los que aterrorizaba cualquier cosa, especialmente la muerte. Hay una ingente cantidad de obras literarias nacidas por la obsesión con la muerte. Yo miedo a la muerte no tuve hasta que llegué a viejo pero he de decir que ahora sí me persigue, me persigue de una manera muy especial. Por ejemplo: estoy ven- diendo mi biblioteca, la estoy vendiendo por partes, y he vendido ya los primeros veinte mil volúmenes a la Xunta. Ahora voy a vender todo lo que tengo de libros de arte, unos diez mil, tengo que abandonar las cosas para salir de aquí ligero de equipaje. ¿Qué voy a hacer con treinta mil volúmenes cuando me muera? No me los puedo llevar y menos al infierno... Me interesa lo del miedo al infierno, si... PLB: Más que miedo al infierno creo que es el miedo al Mal, al Destino. Tú sabes la historia de cómo murió Guimarães Rosa. BL: Pues no, no la sé.... PLB: Cómo murió enlaza con el tema del destino, de la predestinación, de la posible acción del Diablo. Nosotros vivimos el asunto muy directamente, Ángel y yo, porque estando en Río fuimos a la Académia de la Lengua a la toma de posesión de un académico, algunos amigos nuestros, todos vestidos de académicos, con su birrete... Entre todos ellos estaba Guimarães Rosa pero vestido de chaqué. Nos extrañó mucho esto. Estábamos cerca de Manuel Bandeira y Ángel le preguntó porqué Guimarães no lleva el traje de académico y éste le dijo: “Mejor le preguntan a Jorge Amado, que es marxista, católico y pai de santo. Él les explicará mejor”. Al final no sé si fue Jorge Amado o quién pero nos conPSUR 93 ENTREVISTA [ ] ENTREVISTA PLB: Yo creo que en realidad la “gran literatura” es vida, nada más, vida transformada por el arte pero vida. BL: El escritor muchas veces narra anhelos no realizados, se escribe para mostrar anhelos que él no ha podido realizar. Yo posiblemente odio escribir porque todos mis deseos los he realizado. (Risas) Pero volviendo a Gran Sertao pienso en Riobaldo aterrorizado por el pacto con el Diablo. Podría ser perfectamente el reflejo de una pesadilla infantil. Los niños tienen enormes pesadillas, yo de adulto no he tenido, pero de niño era horrible... Aquella mujer bahiana que le leyó la vida a Guimarães... taron que desde joven Guimarães estaba muy impresionado porque le había leído el destino una bahiana y le había profetizado que sería un escritor muy famoso pero que no entrase en la Academia Brasileña de las Letras porque si lo hacía moriría pronto. Y como se había cumplido la parte de escritor famoso, estaba ahí, sin saber si entrar o no en la Academia, echándole un pulso a un destino que creía definido. Había aceptado ser académico pero no había tomado posesión. Era el año 1965. Dos años después nos fuimos a Puerto Rico, fue el mismo año en que apareció la traducción de Grande Sertão en español, y en un periódico de los domingos de Puerto Rico, “El mundo”, leímos que un académico había muerto tras tomar posesión en la academia. Ángel y yo nos miramos y los dos pensamos que era Guimarães. Así fue. Es conocido. Por lo visto había muerto al día siguiente de tomar posesión. BL: Parece increíble como un incidente biográfico, una actitud, puede reflejarse de forma extraña en la obra. Es el terror de Riobaldo que vive atormentado por su pacto con el Diablo. Muchas veces pueden funcionar los recuerdos, de hecho todo escritor tiene sus obsesiones. Hay misterios en la creación literaria, cuando aflora en mundo infantil, si conociéramos la infancia de algunos grandes escritores conoceríamos mucho mejor su obra... 94 PSUR PLB: Te puedo contar una anécdota en relación a las bahianas... Comentando luego con el embajador lo que había sucedido nos contó que un chico de la embajada se había reído de las historias de las bahianas y les contó que le habían profetizado que moriría ahogado en una gran ciudad. Se reía y decía: “Mucho tendría que llover...” Bien, pues murió ahogado en Haití, en Puerto Príncipe, siendo muy joven, en una riada. BL: La vida es un cúmulo de azares y de misterios... Hay circunstancias que rebosan nuestro pensamiento lógico. Se ha buscado una explicación racional al mundo de las brujas y es que el centeno produce un hongo llamado el cornezuelo del centeno que es un poderoso alucinógeno. Gente que comía pan de centeno sin refinar tenía grandes alucinaciones. En mi aldea íbamos a los campos de centeno a buscar el cornezuelo, lo comíamos y teníamos la sensación de que volábamos. Hasta que se enteró el maestro y... La bruja nos provoca desasosiego, un hondo misterio. Ahí estaba la lectura de la mano. Él debía tener una tendencia por sus estudios al racionalismo pero a la vez tenía la deslumbración que produce el misterio. El misterio es siempre qué va a pasar luego: la muerte. Los cristianos deberían morir contentos pero no se conoce a nadie que haya muerto contento... Sigamos penetrando en el mundo de los sueños, de las obsesiones de Guimarães Rosa. PLB: Contaré un hecho curioso relacionado... Nosotros queríamos conocer el Sertón pero no teníamos demasiado dinero, no teníamos coche, las distancias allí son enormes. Íbamos peregrinando por las universidades que nos invitaban y así estuvimos en Belo Horizonte y después teníamos que ir a Brasilia. De Belo Horizonte a Brasilia decidimos ir en autobús y fue la ocasión de conocer el sertón ya que a mitad de viaje se estropeó el autobús. Allí tuvimos que esperar siete horas, en pleno sertón. Paseamos con unos japoneses, Ángel con una emoción casi mística, nos encontramos una casa de adobe, con una sertanelha, estuvimos hablando un buen rato con aquella señora. Nos invitó a comer. Nos explicó la historia de su familia. Ángel decía que aquella señora hablaba como Guimarães, como Riobaldo, estaba fascinado... Todo tenía magia. Comimos pollo con harina y nos dio unas naranjas que peló con un machete. Fuimos a una taberna luego, muy humilde, nos ofrecieron cachaça con hierbas y en el curso de la conversación nos propusieron que nos quedáramos a trabajar en el sertón y Ángel casi convencido. Nos ofrecían que nos quedáramos de maestros para los niños y Ángel convencido que era el mejor lugar para quedarse a acabar de traducir Gran Sertón: Veredas. Luego se enfadó porque no le dejé y lo persuadí. BL: Esa era la maravilla de Brasil. Es una pena porque esas cosas están cambiando muy rápidamente. Según viví y me contó un amigo viajar por Brasil en esas largas distancias puede dar origen a una novela genial. Esto era un profesor de Granada, casado con una brasileña, que tenía que ir a una ciudad de Gran Pessoa. No sé si es un viaje de 3000 kilómetros. Lo que le ocurrió en ese viaje da para una novela. Resulta que en una de aquellas carreteras misteriosas la persona que tenía al lado murió, dio un respingo y quedó muerto. Él fue y habló con el conductor del autobús y le dijo que había muerto su compañero de asiento. El conductor le dijo que no podían parar ya que tenían que cruzar el río en una balsa y si no la cogían a cierta hora tenían que coger la balsa del día siguiente. Entonces tuvo que hacer ese viaje de horas con el muerto al lado... Me contó que sacó un periódico y de vez en cuando lo miraba. Cuando al fin la gente del autobús se dio cuenta que había un muerto obligaron al conductor a parar en un jardín. Recogieron infinidad de flores y se las pusieron al muerto. Empezaron a cantar, cantos funerarios yorubas y africanos. Entonces mi colega iba como deslumbrado e hipnotizado.... Esta es la maravilla, la grandeza de Brasil, de la literatura brasileña. A mis alumnos les he contado muchas historias mías en Brasil alucinantes y maravillosas... Pero sigamos con Guimarães... Hablemos de ese horror ante al misterio. Hay gente que no es que se sienta cómoda, ni feliz, pero siente la profundidad del misterio. PLB: Pero Guimarães Rosa, con todo este horror o respeto, era una persona extremadamente optimista. Irradiaba energía, de ahí la comparación que le hizo Ángel con un mago o un obispo, un obispo bueno, claro... Tenía una fuerza casi mágica, un enorme poder de transmisión de la palabra, de crear magia de ella... BL: Eso que comentas nos trae de nuevo a la memoria Grande Sertão, el enorme poder de transformación de la realidad que tiene la palabra, a menudo independientemente de la voluntad de quien está hablando. El poder de dar una profundidad a la realidad y en último término nos encontramos siempre con las preguntas eternas. Poder inmenso... PLB: La palabra sirve para variar el curso de las acciones. En la vida de Guimarães Rosa hay otra historia relacionada que quiero que sea la última que cuente, ya que mis recuerdos de él están muy concentrados...Cuando llegamos a Brasil Guimarães ya era una figura muy reconocida, se hablaba mucho de él como de una leyenda, corrían multitud de anécdotas sobre él. Una de las cosas que nos contaron, gente del mundo de las letras, era que Guimarães, que era diplomático, tenía el título de Embajador de Fronteras. Había tenido este título porque le había ganado una guerra al Uruguay, en un contencioso de frontera, y por lo visto hablando lo consiguió. Estaban las tropas de los dos países dispuestas a un lado y otro de la frontera y Guimarães estuvo más de siete horas hablando con el comandante uruguayo... Esta era una de las historias que corrían sobre él... BL: Esto nos hace volver al inmenso poder de la palabra. En Grande Sertão, en un monólogo enorme, Riobaldo tiene como única obsesión despertar la atención del que le está escuchando. No dejarle intervenir pero mantener abierta su atención. Necesita Riobaldo un oyente, únicamente eso... Otra cosa muy interesante son los infinitos saberes que se transparentan en esta obra magna. Hay temas que nacen y desaparecen... Tiene unos conocimientos enormes de Botánica y Zoología, conocimientos de Teología, de simbología, de alquimia. El libro es una verdadera enciclopedia. Jordi Gol: Como señala el profesor Uteza también está muy presente la filosofía oriental. Su ponencia en las Jornadas puso de manifiesto esta vertiente de la obra que por lo que se sabe está además señalada por el propio Guimarães Rosa... PSUR 95 ENTREVISTA [ PLB: Hay una sabiduría enciclopédica perfectamente adaptada a ese inmenso tapiz de vida que es Grande Sertão:Veredas. Es una descripción maravillosa de la vida del Brasil Interior. No hay material de acarreo, ni citas cogidas por los pelos. Hay un microcosmos que es reflejo de un macrocosmos: la presencia del misterio, del mal... Combatir el misterio del silencio con la palabra. Lo que Riobaldo no podría soportar sería tener que oír al otro. Hay una clave en la novela: él expulsa sus demonios interiores. Hay un monólogo más dirigido hacia él mismo que hacia el exterior... Grande Sertão plantea un problema en el que podemos entrar: ¿por qué una obra clave de la literatura occidental (a la altura de cualquiera, una obra digna de Proust, una de las cuatro o cinco obras más grandes del siglo XX...) no ha llegado a un público mayoritario? PLB: El mundo de la difusión literaria es complicadísimo... Una contestación que se le puede ocurrir a alguien es que es un libro de difícil lectura pero también lo sería Proust, o Joyce y su Ulises... BL: Yo creo que el problema es que la literatura brasileña es una literatura fuera de circuito. Es decir: se traduce cualquier obra mediocre publicada en inglés, alemán, francés... pero me he dado cuenta en mi faceta de editor que el portugués se coloca muy mal... Me pasó con Jorge Amado, me pasó hasta con Saramago. Fui a hablar con Pere Gimferrer que me comentó que sabía que era un gran escritor portugués pero que lo portugués no se vendía. Entonces me pregunto qué otros libros había escrito y yo le contesté que El año de la muerte de Ricardo Reis y entonces me dijo que Pessoa sí que vende: será mejor que publiquemos primero El año de la muerte de Ricardo Reis y si sale bien publicamos entonces Memorial del convento. Es una literatura que desdichadamente está fuera del circuito internacional... PLB: Sigue pasando: hay dos o tres autores pero luego hay un enorme desconocimiento. Está Saramago, Lobo Antunes y el resto no aparece... 96 PSUR ] ENTREVISTA BL: A mí me ocurre que si voy a una universidad extranjera para hablar sobre literatura portuguesa y digo que quiero hablar sobre Cesáreo Verde me preguntan: ¿por qué no sobre Pessoa? Es como un agujero negro, toda la literatura portuguesa. En el caso de Guimarães Rosa hay un problema adicional para su difusión: es muy difícilmente traducible. La traducción de Ángel Crespo es la mejor traducción que se puede imaginar junto con la traducción alemana que también está muy bien. El alemán es una lengua en la que se puede trabajar caóticamente y para Grande Sertão esta cualidad del alemán resulta muy beneficiosa. La oralidad del original pese a estas traducciones excelsas no se llega nunca a reproducir. En algunos autores ocurre que hay traducciones que pueden ser superiores al original pero en la oralidad no, la oralidad es intraducible. Yo he traducido mucho: más de ciento cincuenta libros y a mí me han traducido una novela que escribí porque tenía que pagar una multa con Hacienda. Por lo que ellos llamaban una evasión de impuestos... Un editor me propuso que si yo le escribía una novela en veinte días él me pagaba aquella multa. Luego fue traducida al portugués y al italiano. Son dos traducciones estupendas pero lo que ocurre es que mucho de lo que aparece allí son vivencias mías de forma directa o indirecta y cuando las leo en otra len- gua las veo traducidas a conceptos. Esto es lo que hace que traducir buena poesía sea prácticamente imposible... Yo hablo por ejemplo de mi lengua, el gallego, que es una lengua inmensamente rica para su mundo, para el mundo rural y campesino pero inmensamente pobre para el mundo moderno, el mundo de la mecánica y la tecnología donde se han de coger del castellano. Por ejemplo mi abuelo, y esta es la esencia de la oralidad, está integrada en un mundo, en un paisaje... Ella nunca utilizó la palabra caminho (camino), únicamente la utilizaba en frases hechas (“ven de caminho”) pero cuando tenía que utilizar la palabra “caminho” yo tengo recogidas de ella diecinueve variantes de “caminho”. Por ejemplo “congostra”: que es un camino en que las tierras de labor están más altas. Por ejemplo “corredoira”: que es un camino por el que pueden pasar carros, canelha: un camino que no tiene salida... y así hasta diecinueve. En el mundo rural era muy importante distinguir entre una canelha y una corredoira pero en el moderno decimos camino y basta... Entonces cómo se puede traducir una frase de mi abuela... PLB: Tendrías que poner una nota a pie de página... BL: Si tratas de buscar un sinónimo en castellano ya se pierde el primer signifi- cado gallego. Las palabras son vivencias y una vez traducidas son conceptos. El lenguaje pierde entonces su contenido vivencia y hace parecer entonces a la traducción mala o insuficiente. PLB: Es que la traducción literal no es posible, es un imposible. Hay una traducción global que es la posible y a la que se puede acceder. BL: La traducción de Ángel Crespo es magnífica, sencillamente insuperable ya que Grande Sertão obligaba a un esfuerzo increíble. De todas formas sigo pensando que Grande Sertão sí se puede ha de leerse en el original, sin duda, para no perder toda esa carga sutil que mueve la obra... PLB: Ahí está lo tremendo de la traducción, por eso se dice que el traductor es un autor, un coautor de la obra. BL: En el arte, si desconceptualizamos cada objeto se convierte en un gran misterio. Si el objeto no es lo que parece ser se convierte en un misterio... Como podría ser el Brasil filtrado por la sensibilidad de Guimarães Rosa. Lo que podría ser para nosotros un bolígrafo si lo lanzas desde un avión en la selva de Borneo se convierte en un objeto misterioso. ¿Qué haría un habitante primitivo (que no inferior) de esas selvas? Probablemente morderlo para ver si era comestible. Luego intentar romperlo para ver si tenía sangre. Tras ver que no tenía sangre ni era comestible probablemente lo convertiría en un dios y si piensa que tiene un carácter negativo diría que ha encontrado un diablo. Desconceptualizando el objeto-bolígrafo se puede llegar al misterio. Este proceso es el secreto de la poesía. La poesía expresa sentimientos; cada sentimiento es individual, lo que es colectivo es el concepto. Si tratamos, por ejemplo, de decir a la viuda de un amigo lo que sentimos por la pérdida acabamos diciendo vaguedades como “lo siento, mucho” o “le acompaño en el sentimiento”. Es decir debo conceptualizar la alegría, la tristeza, el amor... Son sentimientos puros que no resisten la conceptualización y entonces cómo hacemos para desconceptualizarlo, pues mediante neologismos, destrucción de la sintaxis (Góngora), desconstruir la sintaxis, poner el verbo al final... Hay lenguas que en ese sentido son perfectas para la poesía, como el alemán, porque hasta el final no sabes lo que dicen. Así está el famoso chiste: “Uno le dice a otro: Estoy leyendo un libro alemán que parece que es muy interesante. El otro lo contesta: ¿No lo sabes? Y el otro le dice: Es que he empezado a leerlo pero el verbo está en el segundo tomo”. PSUR 97 ] CRITICA RESEÑAS Las aguas que suben de María Victoria Morales Ayuntamiento de Málaga. 2006. 105pp. x Eduardo Moga. Las aguas que suben de María Victoria Morales Ronda Nocturna de Mijail Kuráyev Radio Ciudad Perdida de Daniel Alarcón Los dueños del ritmo de José Eduardo Tornay El hermano de las moscas de Jon Bilbao Habitaciones separadas de Pier Vittorio Tondelli Cartas desde la selva de Avelino Hernández RE~ El agua de la vida Mª Victoria Morales (Málaga, 1953) ha seguido una trayectoria singular: se estrenó como poeta a una edad relativamente tardía, publicando cuatro poemarios entre 1992 y 1994 —de los que cabe destacar Batiburrillo (1993) y Rerum et musicae (1994)—, en colecciones de escasa o nula distribución. Luego entró en un largo periodo de silencio, aunque nunca dejara de escribir, hasta 2006, en que dio a la imprenta Las aguas que suben, de nuevo en una colección -«Ancha del Carmen», del Ayuntamiento de Málaga- que no garantiza una difusión satisfactoria de su poesía. La irregularidad de sus publicaciones y el hecho de que hayan visto la luz en catálogos con poca difusión ha privado a los lectores de conocer, con la hondura que merece, a una de las mejores poetas de su generación. Morales pena las culpas de ser mujer, de vivir en la periferia, de no haber sido acogida por los cenáculos del poder —con cuyas memeces figurativas resultaba a todas luces incompatible su poesía experimental — y de haber mantenido en todo momento una radical independencia personal y literaria. Su obra, no obstante, es de una luminosidad rayana en el deslumbramiento. Frente a la blandura de tanta poesía repeinada y sumisa, la obra de Morales —y, en concreto, este Las aguas que suben— constituye una afirmación de lo que alguna vez fue y siempre debería ser la poesía: grito, sangre, desgarradura, cauce de lo íntimo y, al mismo tiempo, de lo cósmico, manifestación verdadera de lo más profundo de la conciencia y de lo más recóndito del lenguaje. Todo Las aguas que suben es un fracturado planto vital. La rabia y el desconcierto de existir, la alegría y, simultáneamente, el dolor de que haya cuerpo, y de que ese cuerpo deambule por los paisajes incomprensibles del mundo, y se hiera con sus aristas oscuras, se plasman en un poemario de una intensidad en ocasiones inabordable, transido de violencia, articulado con una palabra ígnea, cuya ininteligibilidad es, con frecuencia, la mejor expresión de la angustia y del júbilo de ser. Porque ¿es comprensible el fuego? ¿Lo son los sentimientos desnudos, que se desbordan y nos arrasan? ¿Lo es el estupor, la violencia, la nada? Afincándose en significadas tradiciones de la literatura occidental —el barroco, el expresionismo, el surrealismo—, que son, antes que nada, trasuntos de un malestar espiritual, Mª Victoria Morales dibuja un mapa del eterno conflicto entre la creación y la destrucción, que es otra forma de decir de la estupefacta condición de estar vivo. Su poesía relata una guerra, un dolor, una felicidad, y lo hace acudiendo a una imaginería violenta —a menudo tremendista—, a un léxico sanguíneo y a una sonoridad ensordecedora, que se constituye también en significante: que vehicula, por sí sola, esto es, con independencia de la información que transmite el término empleado, un estado emocional. En un poema reveladoramente dedicado a Francisco Pino —una de las más visibles influencias de la poeta—, Morales escribe: «Desnúdame a un mundo de ángulos abiertos/ y aristas en carne viva/ Arráncame este violín de ira/ este zigzag de miedo/ que me nubla/ Soy la sed/ el vuelo raso de la lechuza/ el grito del ánsar fusilado». Los términos bélicos y los alusivos a la amputación o desmembración de los seres confirman esa disposición íntimamente polémica, pero abierta también al goce primordial de las cosas, al abrazo de su presencia sanguinolenta. Las aguas que suben es poesía de protesta, pero de protesta atrozmente individual; es poesía grito, más aún, es poesía aullido, que intenta extraer de la realidad toda su sustancia sensible, todo su jugo matérico o existencial, toda su dolorosa plenitud. Para realizar ese propósito acude Morales a ciertos motivos y temas, porque nada —salvo, quizá, si uno es Mallarmé— puede desvincularse por completo de cierto sostén objetual. El más evidente es el agua o, dicho con más precisión, lo líquido, que abarca la lluvia, la leche, la sangre, el mar, el semen: dadores de vida, pero también metáforas de la devastación. Estos fluidos circulan por un orbe de luz, entre plantas y animales, entre gemas y sombras, y adoptan con frecuencia una deriva erótica: «Y el río acogía suave con sus muslos man- sos/ aquel glande ciego con hambre de lanza/ (…) Por las venas del agua un temor se agazapa/ Sales de amianto/ Azucenas sin tregua». Lo amoroso y lo terrible se enzarzan en versos perturbadores, reflejo de la íntima fusión entre lo que late y lo que muere: «Punzaremos los escrotos de los astros/ con trépanos de diamante y azafranes (…) los labios sin dientes de la tiniebla/ Las aguas sin vulva/ castradas por los aguijones de la tristeza». Entre metáforas y sinestesias, entre similicadencias y asociaciones imposibles, enriquecidos por referencias cultas, que van desde la Biblia hasta el lenguaje de la ciencia, los poemas de Mª Victoria Morales configuran un cosmos verbal de colores intensísimos y extraordinaria pureza. Quizá por eso, porque buscan la máxima decantación, para alcanzar la máxima elevación —como ácidos sin mezcla en el alambique cegador de la palabra—, los versos de Las aguas que suben se desprenden de los verbos, tartamudean, se fragmentan o se duplican, adelgazan, agonizan, conforme el poema avanza. Y al final, en muchos casos, sólo queda una sucesión de palabras solas, que fulgen como perlas supervivientes, como gotas de ámbar que hubieran escapado a un incendio: «Los labios del agua/ Cantos/ Incendios/ Anémonas/ Labios/ Cirros/ Cerros». Y así, de estallido en estallido, avanzamos por estos poemas enérgicos y heridos, hasta desembocar en la última composición, «Anagnórisis de la luz», la más extensa del volumen, integrada enteramente por versos, o por fragmentos de versos, ya utilizados en los poemas anteriores. Mª Victoria Morales cierra con esta pieza recolectora y obsesiva, que otorga a Las aguas que suben una extraña musicalidad circular, un libro que supura verdad, para el que no cabe otro colofón que el mensaje telegráfico, grávido de esperanza, pero también de amenaza, que contienen sus últimos versos: «Y sangre/ Y agua/ Y agua/ Y agua». PSUR 99 CRITICA [ ] CRITICA Ronda Nocturna Radio Ciudad Perdida de Mijail Kuráyev de Daniel Alarcón Acantilado. 2007. 111pp. Alfaguara. 2007. 384pp. x Ubaldo R. Olivero. x Ubaldo R. Olivero. Al amparo de las noches blancas El otrora agente de la policía política estalinista considera que para enterrar los recuerdos de una buena vez, acaso sea más provechoso liberarlos definitivamente, exorcizarlos en vos alta, invitar a otros destinatarios un poco más allá de lo que suele ofrecer el peligroso látigo de la conciencia. Ronda nocturna, es un duelo de un tú a un nosotros por la memoria de los años de los regímenes represores. El altar de “la causa” dictaba, se imponía, y este funcionario, de extracción campesina -su padre tenía una casa de té en la aldea, que apenas alcanzaba el tamaño de una izba- estaba sujeto a cumplir lo que el organismo del Estado y los altos mandos ordenaban. Son muchas las historias instructivas que guarda este policía bajo su chaqueta azul de vigilante. Junto al río de la voz que serpea en Ronda nocturna, discurren las anécdotas sobre un sabroso Alexándrov, propietario del Mercado Central, excéntrico millonario, que dolido porque una mujer de alto linaje lo esquiva, se propone, como para bendecir el sarcasmo de una idea que considera poco menos que originalísima, construir letrinas al lado de cada propiedad de la susodicha ricachona, todo porque el tal Alexándrov “se desvivía por la salud del pueblo”. No menos interesantes resultan el modo en que este funcionario, este fiel camarada, entretenía sus noches escuchando lo que les contaban los detenidos que debía trasladar de un lugar a otro cuando hacían una parada para descansar, o en las mismas dependencias donde eran interrogados para conseguir información sobre los enemigos del pueblo. ¿Qué no querían delatar o confesar sus supuestas culpas? Bueno, les quedaba la opción de hablar de lo que quisiesen, que se sentaran si querían, el los escuchaba sin forzarlos a nada. En cada conferencia aprendía mucho y así lo confiesa y hasta recuerda, con amoroso cuidado, las lecciones de aquel primer detenido que le habló del mal beneficio de la uniformidad, del desastre de lo que significa que se venere una idea tan solo porque la mayoría le ha legitimado y de lo saludable que resulta reconocer, entre tantas almas desgraciadas, la singularidad de alguien (que se distingue de lejos) que no se deja corroer por la dichosa y aplastante corriente de la multitud; pues en situaciones semejantes, se actúa de modo semejante. El vuelo de elementos con visos históricos de épocas un poco más alejadas desde donde se narra la historia, el recuento de porqué no hay tantos ruiseñores antes de la guerra, -¡no hay gatos!- el improvisado contrabandista que cierta noche intentó quedarse con uno bidones de alcohol ucraniano mientras Las plegarias de Norma El epicentro de Radio Ciudad Perdida -primera novela que le publican en España a Daniel Alarcón, Lima, 1977- se encuentra en sus alrededores: los invasores fantasmas de la guerra, las desapariciones continuas, la insalvable violencia de los grupos armados que pretenden conseguir que las fuerzas del poder pierdan imán, la infeliz tiranía del sentimiento del amor, de la memoria de ese amor, de aquello que se vivió y se llevó la selva, el enigmático curso de las ejecuciones para escarmiento de un poblado que domingo tras domingo, en Radio Ciudad Perdida, recibe la voz de Norma, se afianza en que sus persuasivas y consoladoras palabras encuentren los familiares perdidos… “Norma, dijo nuevamente, y su nombre sonó como la palabra final de una plegaria”. Cierto día llega Víctor a la popular emisora en la que Norma trabaja. No viene solo, le acompaña una lista –las mujeres del poblado 1797 se la cocieron en el interior de sus pantalones con una nota- de parientes que familiares y amigos reclaman porque un buen día, de repente, se los llevaron, los forzaron a marcharse. Cuando Norma cree ver que entre los nombres de la lista está el de su esposo Rey, su vida se vuelve un caótico vaivén. ¿Es Rey? ¿No lo es? ¿Se arriesga a nombrarlo por la radio haciendo que peligre la vida de Rey (caso de que esté vivo) su trabajo, la relativa paz de los desventurados que confían en que la popular locutora les eche una mano? No sabe que hacer pero sí lo sabe. Todavía su memoria, sus emociones, sus ambiciones maternales, no se han precipitado al vacío, y la esperanza de que cualquier día su esposo reaparezca se mantiene incorrupta, a salvo de los años que han pasado, de las infamias que como supuesto colaboracionista y miembro activo de IL (Insurgencia Legionaria) sobre su esposo difunden. Pero Víctor no ha llegado al territorio de Norma sin motivos muchos más humanizadores que un torpe y arriesgado puente para entregar un mensaje. Hay más en ese peregrinaje que hace con su profesor Manau a la ciudad. Y lo que hay se irá poco a poco revelando a medida que Norma de saltos al pasado de Víctor, ate cabos y maniobren sus intuiciones mediante confesiones que le hacen aquí o allá, fije sus ojos en el retrato que Blas ha hecho, entre tantos otros, para crearle un reconocible parecido a los que sin rostro señalable han dejado. El botánico Rey ha viajado a la selva varias veces y allí le ha sido infiel a Norma, pero esa infidelidad no ha quedado sellada en un inofensivo pacto del goce por el goce. Acaso para distraerla de pensamientos que invitasen 100 PSUR vigilaba en un faro de Tolbujin (aquel fue el incidente que detonó su entrada en los órganos del Estado), el amable aprendizaje con el ginecólogo alemán para conocer mejor a los secretos de las mujeres y a las mujeres mismas, vienen a engarzarse en una historia de tono sombrío por las incontables barrabasadas que se tejían y destejían en la dictadura de Stalin. Pero este discreto funcionario que según sus palabras no trataba de pasarse, de excederse en sus tareas, siente que su deber estaba en fundirse con su época porque así lo exigían los cánones políticos y represores del momento, arguye que desde aquella vez que empezó a odiar al pueblo en la tienda de té de su padre, ya no le quedaba otro recurso que alimentarse “del odio de los lacayos”. Hay instantes en que su voz pierde peso en el rencor que lo fustiga, pues le parece que su odio no es del todo inválido y hay otros en que se sobresalta y pudiera percibirse en su dinámica confesión, algo como una especie de deseo que lo tiente a volver a vivir la misma suerte en el mismo paisaje de la guerra, porque la guerra que libra con su conciencia no es menos intransigente que la que modela con cada una de sus palabras. El tiempo no le ha pasado “¿No será que se nos han parado los relojes?” se pregunta. Y sí, le ha pasado, pero el recuerdo que permanece es el de una trayectoria nublada de reivindicaciones totalizadoras, deficientemente permeables a todo lo que no fuera a favor de las órdenes del Partido. La sombra blanca de la noche lo saca y lo devuelve a sí mismo como si se tratara de una aparición extraña que no le posibilita escapar a esas noches nevadas, a sus reflejos en las aguas de los ríos que circundan Leningrado (hoy San Petersburgo), a las cúpulas de sus templos centenarios, a los invariables soliloquios que simulan naufragar en su interior. He aquí un libro de certero entusiasmo. Ronda nocturna permanecerá como un retrato de unas circunstancias quizás egoístas con sus encorsetados propósitos, de fáciles encasillamientos para los que apenas contemplan a las fuerzas motrices de la Historia como una vertical encrucijada sin detenerse en detalles y matices mucho más esclarecedores. Todavía hoy quedan países por allá por las Antillas Mayores que visten un traje a esa medida y no parece que sus intenciones para prolongar regímenes de tales cataduras, pierdan vigor. Celebremos esta luminosa entrega con un brindis por la prosa de sustancia, y confiemos en que otras obras de Mijaíl Kuráyev pronto lleguen a nosotros. Sin ningún reproche. a malograr la relación, le cuenta de un pueblo en la selva oriental donde todavía los indígenas se amparan en su antigua lengua para comunicarse, o ese viejito que le lleva por un atajo, a lo recóndito de la selva, y le muestra la riqueza de plantas medicinales, y Rey piensa que hoy huyen para la ciudad pero quizás mañana tengan que huir hacia la selva para sentirse allí a salvo de lo que la ciudad, escasamente, les puede ofrecer. En no pocos momentos de la relación con Norma, el infierno de La Luna ha sobrevolado ¿qué fue lo que realmente le pasó allí en aquel miserable submundo? Lo vejaron, lo humillaron, apenas podía inclinarse para combatir la rigidez de una misma postura. Entre los múltiples Reys que Norma supone distinguir, unos se le muestran más esquivos que otros, pero ella no se siente maltratada de un pasión así porque lo ama y la guerra, que ya dura diez años –lo que coronó el final fue la batalla de Tamoé- no basta para encarcelar, como tampoco la razón o el desencanto de las ilusiones, el hechizo de aquel hombre que un día la sedujo en una fiesta y que decía ser quien no era y que ahora, años después, queda prolongado en una herencia que si bien se parece a la traición, no se parece menos a un recuerdo feliz hasta que el repentino mensajero y ella dejen de estar. ¿El país en que discurre la fábula? Cualquier país. ¿El pueblo, los pueblos en los que obra la acción, las acciones? Cualquier pueblo. Es lo que subyace, lo que detona, lo que limita y socava sustancialmente este logrado primer nacimiento, lo que verdaderamente importa, lo que llena de luces, lo que no enfatiza y reparte con combinaciones y enlaces afortunados. Los alrededores de Radio Ciudad Perdida –saludable parto de Daniel Alarcón, publicado en Alfaguara, año 2007- está en sus varios epicentros: los elementos atávicos que la selva diluye (léase el tadek para señalar, bajo los efectos narcotizantes de una bebida, a un posible culpable), la muerte de Adela, madre de Víctor, en ese río que parece devolverla al mar en que por momentos su hijo aguarda para encontrarla, la Insurgencia Legionaria que va y viene para desestabilizar al país, el olvido de las cosas malas, dañinas, imposibles de olvidarse… He aquí un libro audaz, un ejercicio narrativo de meritorio ensalzamiento, un poeta que profundiza en ciertas realidades que como mejor se combaten, son dentro de libros como éste, que cuanto más lejos están de nosotros en su autonomía y potencia, más cerca nos devuelven a lo que legítimamente fuimos. Una obra que fertiliza. PSUR101 CRITICA [ ] CRITICA Los dueños del ritmo de José Eduardo Tornay Editorial “La Fábrica”. Colección BlowUp. x Miguel Ángel Muñoz. Como en “Mesas de formica”, el primer y mejor relato de su libro “Los observatorios”, con el que debutó el año pasado José Eduardo Tornay, la idea del viaje preside su primera novela, “Los dueños del ritmo”, que inaugura una colección dedicada a la novela breve, ese territorio sin normas ni fronteras definidas entre el relato corto y la novela larga. La novela breve es un género bien apreciado entre los aficionados a la literatura por su capacidad para el riesgo y la sorpresa. Un género atrevido que camina siempre por un filo cortante desde el que es fácil deslizarse al vacío de lo informe, poco desarrollado o escasamente significativo. Tornay (Algeciras, 1968) captó la atención de todos los aficionados al relato con un libro en el que denotaba un perfecto equilibrio entre la sátira extravagante y la brillantez del lenguaje, en una mezcla que sabía a nueva. Su siguiente paso ha sido la escritura de una novela corta, que como decía al comienzo, toma del delirante cuento “Mesas de formica” el eje central del viaje, el movimiento desde el que se “observa” una realidad cambiante y bronca, bella y cutre. “Los dueños del ritmo” narra el viaje alrededor de sí mismo y de su ciudad que durante una tarde hace el protagonista, Vicente Carrillo Fowler, un ejecutivo que vive en una urbanización moderna controlada por videovigilancia y seguridad privada, y que al regresar a casa la encuentra vacía. No están en ella su mujer, Begoña, con la que ha contratado un proyecto de vida en común que respeta las apariencias, ni tampoco ninguno de sus tres hijos. Muchas tardes, cuando Vicente Carrillo –nuevo rico con apellido de antiguo comunista- se encuentra solo, saca del garaje su viejo Seat Ritmo, el que compartieron su mujer y él en los años primeros, complicados, cuando lograron hacerse un hueco a codazos en la clase media de la ciudad, para acabar sobreponiéndose a ella y ascender a lo más alto de la burguesía local, y recorre en él de incógnito la ciudad, busca aventuras y sexo furtivo. Se desdice de sí mismo y se reencuentra con el tipo que siempre fue, en una suerte de melancólica puesta al día de sus propias convicciones. Las ciento veinte páginas de la novela son la narración de ese recorrido por una bahía de Cádiz carnavalesca y degradada, una tarde en la que al protagonista puede pasarle de todo –y le pasa-, como en “After Hours” de Scorsese, en la que, eso sí, su protagonista volvía a casa, recobrada la normalidad, con la sensación de un aprendizaje que a los nuevos yuppies de comienzos del siglo en España les queda muy lejos. Así, la novela de Tornay es una sátira cruel, protagonizada por un personaje cruel, sobre una España (un capitalismo) que cruelmente ha permitido que el triunfo social y económico de su cla102 PSUR se triunfadora se haya hecho a costa del permanente empobrecimiento de otras capas sociales, de un urbanismo depauperado frente a urbanizaciones intocables construidas sobre montañas y colinas hasta entonces intocadas. En su periplo, divertido y descrito con viveza y sucesión de peripecias, el protagonista pasa por una fiesta de carnaval, por los brazos de una prostituta –fantástica escena- o por un barrio degradado donde tendrá un desafortunado encuentro –y al tiempo afortunado, según se mire-, y allí donde Vicente Carrillo se detiene, por cualquiera de los cuerpos por los que pasa, extiende su manto de supremacía y soberbia, y su afortunada capacidad de salir con bien de cualquier problema, intocado y reforzado, victorioso. “Usted, como maestro de lidia, hace que todo el mundo se sitúe correctamente”, le dice el viejo torero Manolín, una de las afortunadas creaciones de personaje secundario en una novela que brilla por la delicadeza y el buen tino con el que se han creado los personajes menores, las comparsas de ese protagonista absoluto que es Vicente Carrillo. Una novela como esta se da a la perfección a una narración de furia contenida, y acusatoria, al estilo de las magníficas obras de Chirbes. Sin embargo, Tornay ha modulado una voz en tercera persona omnisciente que acompaña en todo momento al protagonista, cuyo punto de vista adopta –la novela es muy visual, y no cuesta ver en ella una posible película, con una continuidad de secuencias perfectamente estructurada-, pero que se mantiene siempre equidistante entre su trabajo narrativo –trasladar la historia al lector- y su opción satírica, acusadora o social, como queramos llamarla. Es un narrador elegante, que maneja con igual solvencia los coloquialismos y la frase de largo aliento y que dibuja imágenes de gran simbolismo –ese Seat Ritmo, vestigio de otra época, las carreras de ponys, las gasolineras horteras, los paisajes de una sociedad post-industrial que no ha sobrevivido a la reconversión, los mecanismos pérfidos del nuevo capitalismo, cuyo basamento fundamental son los gestos de autoridad, “el poder y la propiedad tienen signos exteriores que no conviene olvidar: en ellos reside su magia”-; un narrador potente que bebe del Marsé de “Últimas tardes con Teresa” y la crítica norteamericana de Updike y Cheever a la burguesía residencial. De un modo brillante Tornay nos sitúa en pocas páginas ante el tuétano moral de un personaje y su familia, y nos va mostrando secuencias en las que se maneja con destreza literaria. La parte en la que cuenta el carnaval es magnífica, y la escena con la prostituta, vestido Vicente Carrillo de chacha de servicio, es magnífica, con los ecos humorísticos y cínicos del Billy Wilder de “Con faldas y a lo loco”. La parte final de la novela, desde su “tropiezo” –no quiero desvelar más- en el barrio marginal, muy cerca de donde él nació, es también fantástica, y como decía más arriba las imágenes simbólicas se suceden con gran eficacia, dándole los vuelos de crónica social que la novela pedía. Sólo la escena con las chicas, un poco antes, me resulta un poco brusca, quizás porque el autor, consciente de lo delicado del tema que trataba, se muestra un tanto ambiguo y dubitativo, y quizás dota al personaje con un aroma pérfido excesivo. Y es que Vicente Carrillo Fowler tiene los mimbres de gran personaje literario, aunque en la novela no despliegue todas sus capacidades. En ese sentido, el encontrarnos en los moldes de una novela breve ha perjudicado un tanto a la narración. No por lo que la novela es, puesto que en ese sentido nos encontramos ante una obra lograda y con escenas muy brillantes, sino por la sensación que recorre al lector de lo que la novela podría haber sido, y la seguridad de que el autor podría haber afrontado esa novela que echamos en falta, la que incluye al resto de su familia: su mujer, sus hijos, ausentes durante la novela, todo el entorno que desarrolla y justifica y autentifica lo que el personaje nos muestra como parte indeleble de su personalidad. Puede haber, en lo que se nos cuenta, momentos en que pensemos que el personaje se comporta de un modo determinado porque su autor así lo ha querido, y echamos de menos el conflicto que le ha llevado a ser así -sin llegar a caer en el psicologismo decimonónico-. El talento de Tornay, de todos modos, impide que Carrillo se convierta en una marioneta sin alma, puesto que su prosa modula irónicamente el interior del personaje. Además, es una novela tan actual que cualquiera que esté en el mundo sabrá poner nombre y apellidos a las motivaciones absolutamente mercantilistas de personajes como Carrillo Fowler, en buena medida los líderes de nuestra bonanza económica de estos años, y los causantes de la destrucción del litoral gaditano o almeriense, por poner dos ejemplos. No entiendo, por cierto, ese reparo del autor a poner el nombre de “Algeciras” a la Algeciras que aparece claramente en la historia. Creo que esa mayor localización de la historia nunca le habría hecho perder universalidad. Los autores americanos que a Tornay tanto le gustan son un ejemplo al respecto, pero también él mismo –que excepto por ese detalle, sitúa perfectamente la historia-. Para acabar, los personajes aquí analizados son los dueños del ritmo y el cotarro, los que bailan el mambo, y sin embargo pasan por nuestra literatura con el sigilo de los mafiosos que no quieren hacerse ver, dueños también de su propia invisibilidad, que tanto les beneficia. Con valentía, Tornay asu- me, como otros autores nuevos y no tanto, pero que hasta ahora no eran considerados los autores centrales de las nuevas escuelas literarias –Chirbes de nuevo-, que la literatura tiene que disparar, si no contra el pianista, al menos contra su agente comercial. Lo lógico sería que una batería de spanish angry young men irrumpiera literariamente -ya lo está haciendo, piano piano- para agitar las descansadas lecturas vespertinas de tantas lectoras amantes de los lagos remansados –libros indoloros, históricos y demás adormecimientos–, grupo fundamental según las encuestas sobre tendencias de lectura. Esos jóvenes airados se arriesgarían a quedarse sin lectoras/es, según esas estadísticas, pero más grave sería quedarnos sin literatura, en favor de libros amodorrantes y vacíos. “Los dueños del ritmo” es una novela que gustará tanto a los que piensan que la novela tiene que procurar algún análisis o repercusión social, como a los que gusten de las novelas bien escritas, que hacen de la pasión por el lenguaje su razón de ser. Tornay describe de maravilla, e incluye en su obra soluciones estilísticas originales –los mensajes en tarjetas y papeles con los que Vicente se relaciona con su mujer, siempre ausente en casa, pero que también es el modo en que la sociedad en general se relaciona entre sí: publicidad, advertencias, mensajes en clave, antiguos recortes-, aunque toda la novela tiene un eje vertebrador claro y diáfano: esa road movie gaditana desarrollada en una sola tarde. Me hubiera gustado que la novela hubiese sido más larga, pero porque la obra sabe a poco, es potente y prefigura un escritor con una obra muy sólida. Más allá de ciertas indecisiones, lógicas por lo que “Los dueños del ritmo” tiene de asentamiento en el género de la novela, de tanteo de posibilidades, de acopio de fuerzas para dar el gran salto, creo que todo lector atento, todo lector amante de la buena literatura, tiene que leer “Los dueños del ritmo”. Estoy seguro de no equivocarme si digo que quien lo haga estará disfrutando la primera novela de uno de nuestros, en pocos años, mejores narradores. Lo tiene todo para serlo. PSUR103 CRITICA [ ] CRITICA El hermano de las moscas Habitaciones separadas de Jon Bilbao de Pier Vittorio Tondelli Salto de Página. 2008. Barataria. 2008. x José Ángel Gayol. x Dulcia Espuny. Un hombre se convierte en un enjambre de moscas. Durante el periodo de trasformación se queda al cuidado de su hermano y de su cuñada. Tiene una sobrina que le adora. Una asistente muy curiosa y particular. Una refinería de petróleo. Una comunidad de burgueses adinerados, con coches de alta cilindrada, amantes, sueños pasajeros y vidas marcadas por el ascenso social. En este entorno, bajo la sombra de Kafka, Jon Bilbao nos presenta su primera novela, un feliz acontecimiento plagado de logros. Desde la estilística más depurada, con frases cortas y contundentes, precisas, duras en ocasiones, certeras siempre, diálogos inteligentes y buena dosis descriptiva, Jon Bilbao nos habla de ese mundo subterráneo, que olvidamos a menudo, llamado cotidianeidad. El autor asturiano describe a la perfección el día a día de todos nosotros. El vehículo es una familia acomodada que sufre el terremoto de una extraña enfermedad (¡la metamorfosis de un hombre en un enjambre de moscas!), aunque el tema subyacente de la historia consiste claramente en la narración del tejido relacional entre Grego (el hermano díscolo que vuelve de Tailandia padeciendo una escalofriante mutación) y Héctor (el hombre hecho a sí mismo, términos tan admirados hoy día, que tiene una familia exquisita, un buen trabajo y un respeto y consideración social crecientes). La bipolaridad entre ambos opuestos crea una fuerza de atracción y oposición entre ellos, y también el resto de miembros de la familia, muy especialmente la mujer de Héctor, que se ve en cierto modo desplazada de esa relación peculiar que tienen los dos hermanos. Héctor, por su parte, comienza a vencer los miedos que la vida de Grego supone en su esquema mental, porque la historia de El hermano de las moscas es la historia de los miedos de nuestros días. Grego representa las incertidumbres, lo desconocido, la muerte como hecho real, todo aquello que apartamos de nuestras vidas, desterrándolo al olvido, pensando que la táctica del avestruz puede ser válida contra un destino que siempre nos 104 PSUR alcanza. Los valores que se inculcan en el mundo occidental, fruto de una aculturación permanente, a través de la familia y de los medios de comunicación, de un estado filosófico que inspira nuestro proceder diario, una ética de la “felicidad por obligación” que lleva a la angustia inevitable cuando no se logran los objetivos que la propia sociedad impone como irrenunciables. Grego es la abominación, la cara oculta de la Luna, el reverso que nuestra existencia no puede hacer desaparecer, a pesar de las distracciones, los infinitos mecanismos de ocio, las drogas, la absorción de un trabajo demoledor y alienante… La reflexión que encierra la novela de Jon Bilbao no se cifra en la posibilidad de un hombre convertido en enjambre de moscas. Las razones son elementos secundarios. Lo principal, el hielo sumergido de ese iceberg que citaba Hemingway para ejemplificar la función del relato, es la dura, consistente, inevitable certeza de nuestras limitaciones. ¿Cuál es el camino que queremos seguir? ¿Dinero? ¿Respeto social? ¿O simplemente vivir con todas las consecuencias? El protagonista de El hermano de las moscas es la Vida. Con mayúsculas. Y Jon Bilbao la describe con aliento, elegancia, y simpleza no reñida con profundidad. Prosa limpia, buenas bases narrativas, conocimiento del oficio, y atención inteligente a los detalles. En definitiva, calidad. Hay quien dice que no se deberían publicar libros que no tengan nada que decir o que no nos descubran alguna novedad. Habitaciones separadas, de Pier Vittorio Tondelli, traducido hace poco por Barataria, es un libro íntimo, intensamente personal, en el que no sucede casi nada, pero que describe como pocos las complicaciones, los celos, el sufrimiento en un tipo de relación que al cabo de veinte años de su publicación en Italia sigue siendo considerada por algunos como “no convencional”. Es la relación entre Leo, posible alter ego del autor, y Thomas, un músico alemán que desde las primeras páginas aparece enfermo en la cama de un hospital, sentenciado a muerte por un mal injusto y cabrón que tantas vidas se ha llevado, sobre todo al final del siglo pasado. Según el mismo Tondelli (autor de culto en la deslucida literatura italiana de los años ochenta), este fue su proyecto más ambicioso. Y el último. Un círculo que se cierra, ya que el inicio y el final del libro ciernen un funesto presagio, tal y como pone en evidencia el autor del prólogo de esta edición, el escritor Generoso Picone, quien estudió a fondo la literatura de Tondelli y la de otros autores de su época (la llamada “generación Under 25” o “los narradores de los 80”). La novela, la séptima de Tondelli – fallecido a los 36 años por ese mismo mal que aquí retrata - y la que le consagrará en su “madurez”, llega a llenar un hueco en España, donde existía hasta ahora una deuda con este escritor polémico, que sufrió un juicio y finalmente fue absuelto por obscenidad en su anterior trabajo Otros libertinos (uno de los pocos traducidos al español, publicado en 1982 por Anagrama y hoy descatalogado). Dividida en tres movimientos, Habitaciones separadas atraviesa y recompone los recuerdos de una vida y de una relación de amor tan poco “tópica” que aparece condenada a desarrollarse en espacios lejanos, nunca dentro del marco impuesto por la religión, la familia, la paternidad, la idea tradicionalmente compartida de lo que es el “amor”. Tondelli se impone por su trabajo cuidadoso en el lenguaje. Propone un intenso ritmo narrativo, un desarrollo no lineal difícil de seguir en algunas partes, en el que se manifiesta la lúcida influencia de autores como Kerouac o Isherwood. Sin embrago, no deja de detenerse en la descripción de detalles, inquietudes, pequeñas manías y evocaciones de un pasado que le cuesta asimilar y que le lleva a reveladoras reflexiones sobre la vida y la muerte, sobre el amor y el amistad. El viaje que el lector comparte con Leo es un recorrido por los lugares y algunos de los mitos de una generación entera: Londres, Nueva York, París, Barcelona, acompañado por las canciones de los Smith, de Steven Patrick Morrissey o… de Donna Summer. Como si fuera una “ópera” musical tradicional, con su estructura tripartita, Habitaciones separadas nos obliga a sentarnos, escuchar y reflexionar, junto con el autor, sobre todas y cada una de las falsedades que tan a menudo monopolizan nuestras vidas. Una historia sin fin, que desde luego no tiene solución. PSUR105 CRITICA [ ] CRITICA Cartas desde Selva de Avelino Hernández Segovia: Caja Segovia, 2007, 238 pp. x Juan Luis Calbarro. “Ya nuestra vida es tiempo, ya nuestro tiempo es canto”: por qué la literatura de Avelino Hernández es vida, y su vida literatura. Como escritura del yo que es o parece ser, Cartas desde Selva aporta datos fundamentales de la vida, la obra y el contexto de Avelino Hernández. Datos sobre su relación con Mallorca, desprejuiciada y gozosa; sobre sus amigos; sobre su práctica epicúrea, que no es lo mismo que hedonista: un disfrutar de la vida complementado por el estoicismo que nos asegura, en conocidas palabras de san Agustín, que “no es rico el que más tiene sino el que menos necesita”; sobre su admirable manera de afrontar la enfermedad, que, conforme con esa filosofía epicúrea, lo impulsa a ordenar su vida para sacarle el mejor partido de acuerdo con las nuevas circunstancias, y a interpretar esta etapa como “una segunda vuelta de tuerca en la línea de tirar por la borda tantas inutilidades que ya iniciamos con nuestro abandono de Madrid y enraizamiento en Selva”. También aporta datos sobre su manera de entender la literatura: en numerosas ocasiones afirmó que “cómo vivir ha sido siempre el único argumento de nuestra obra”. Y esto que solemos decir de que “en Avelino la vida es literatura y la literatura es vida” es muy cierto y queda muy bien, pero en el análisis compromete más bien poco. Decir esto y no decir nada es casi lo mismo: ¿qué literatura se puede decir que no sea vida e, incluso, qué vida se podría decir que no fuese literatura? En el terreno de los epistolarios parece más evidente aún este componente subjetivo que nos hace identificar el yo lírico o narrador con el yo referencial, con el Avelino de turno o el Flaubert de turno. A esta afirmación de que “en Avelino la vida es literatura y la literatura es vida” habría que aplicarle el método científico para ver si en su caso significa más que lo que significa en tantos otros. Por suerte o por desgracia, uno es aprendiz de muchas cosas (y maestro de ninguna). Uno de los campos del saber que más me interesan es el de la cultura escrita, y en particular los estudios 106 PSUR que atañen a las escrituras ordinarias, a la escritura de la gente común. Bajo este paraguas académico, que no pertenece al ámbito de la literatura, sino al de las ciencias sociales, se refugia un peculiar grupo de historiadores, sociólogos y antropólogos (y también, no obstante, filólogos) muy rigurosos pero muy poco académicos, en el mal sentido del término “académicos”, científicos que, antes que a los archivos institucionales y a sus montañas de documentos oficiales y, por tanto, orientados hacia la Historia con mayúsculas, y antes que a los archivos privados de escritores o de estadistas, prefieren acudir a la producción escrita de la gente común: aquella gente que no es profesional de la escritura y que, por tanto, en sus diarios, cartas, cuadernos de cuentas o memorias no pretenden cuajar un estilo propio, sino más bien contar algo o interactuar con sus congéneres. El diario de una jovencita (que hoy ya no sería un diario, sino un blog) no es un escrito literario: por su naturaleza, trasluce mucho más de su realidad inmediata que de ficción alguna. Las cartas de un soldado a su novia tampoco son cartas literarias, sino un vehículo práctico de comunicación que echa raíces firmes en la realidad, y no en la imaginación ni en una voluntad de estilo que ni interesa ni, a veces, podría emprenderse con garantías de éxito. Son escrituras modestas, tremendamente vivas, populares, que a veces nos dicen más de la realidad que lo que nos puedan contar los epistolarios de los grandes hombres. Con Avelino estamos ante un dilema: si era un escritor, y lo era, y uno de los grandes, ¿cómo podemos aplicar a sus cartas este esquema de las escrituras ordinarias en la esperanza de que sus escritos se nos revelen más espontáneos que los de otros escritores, más escritura de la gente común, más escritura popular y, por tanto, mejor reflejo de la realidad y constatación de aquella afirmación de que “en Avelino la vida es literatura y la literatura es vida”? ¿Acaso no hay voluntad de estilo en estas cartas? Yo creo que la hay: siempre la hay en Avelino, que hasta donde yo conozco era alguien que veneraba la palabra y jamás se habría atrevido a usarla de manera inconsciente o despreocupada. Y antes he mencionado a Flaubert porque quiero hacer una comparación muy fácil. Efectivamente, los escritores, cuando acuden a la escritura del yo, y en particular a las cartas, no son como los demás corresponsales. En ellos, aparte el factor estilístico que, como es natural, nunca abandona a los profesionales de la escritura, el yo es muy potente. Sea para satisfacer la vanidad, sea para descargar sus culpas o disimular sus complejos, para promocionar la propia producción literaria, para expresar el propio discurso existencial o para dar, en cualquier caso, rienda suelta a todo aquello que no se puede o no se quiere decir en un poema o en una novela, en un epistolario de escritor el yo es claramente predominante. Quien ha leído las magníficas cartas de Flaubert, las dirigidas a Louise Colet por ejemplo, ha comprobado que reflejan un yo desbordante, un yo que desprecia de manera insultante no ya los intereses, sino incluso los sentimientos de aquella mujer a la que llamaba su amante. (Hay que conceder que Louise Colet a veces se merecía que la despreciaran un poco.) En cualquier caso, la escritura del yo, en el caso de los escritores, es a menudo una escritura fuertemente subjetiva, enraizada en cierta ficción de sí mismos o en una realidad que gira en torno al propio autor; una escritura de la que no podríamos predicar que desvele la realidad común; una escritura de la que ni el historiador ni el antropólogo podrían servirse como fuente fiable. ¿Por qué creo yo, entonces, que podemos aplicar a las Cartas desde Selva este criterio analítico? Antes he dicho que se trata de una escritura del yo, pero hay que matizarlo. En este libro luminoso (cuya organización debemos a Teresa Ordinas, que siempre prefiere quedar en segundo plano, pero que sabe como nadie cómo ordenar un material tan sumamente disperso y abundante), leemos cartas a destinatarios diversísimos, y en cada misiva, sin abandonar nunca el estilo al mismo tiempo llano y cervantino que le era propio, Avelino atiende las necesidades de cada corresponsal empleando un registro u otro, un enfoque u otro. No escribe de la misma forma al joven que le remite un poemario que a su agente, no escribe igual a su amigo americano que al poeta de Zamora. Escribe en función de quien ha de leerle. El que no conozca los textos de Avelino podría interpretar este ejercicio como manifestación de un carácter acomodaticio, bailador del agua, tal vez hipócrita. ¿Acaso no tiene voz propia?, dirá el que no conozca. Pero sí: tiene una voz propia tan poderosa, tan múltiple y tan fértil de matices, que puede usarla en mil y un tonos sin perder un ápice de eficacia ni de sinceridad. Es esta condición eminentemente generosa la que marca diferencias, y lo hace especialmente en los momentos difíciles en que la enfermedad ha hecho presa en el autor y lo somete al dolor y a desagradables certezas. Cualquier otro, escritor o no, hubiera sufrido cuando menos un cambio de humor. En cambio, el único argumento de la obra de Avelino sigue siendo vivir. Y sigue atendiendo con exquisito interés los libros que le mandan, que lee y comenta minuciosamente. Así lo hace con Alberto Manrique, con Jesús Espasandín, con Miquel Àngel Lladó o con Miquel Rayó. Y en cada carta adapta el tono a lo que su corresponsal, escritor, amigo o familiar, necesita. Es ejemplar su carta de 17 de noviembre de 2002 a Ignacio Sanz y Claudia de Santos, a quienes llama “colegas en afanes y dolencias”. Esta carta me parece una obra maestra, y un nítido argumento a favor de la tesis que estoy defendiendo. Hay que aclarar que en ese momento Claudia combatía también un cáncer. Me vais a permitir que os recuerde las palabras que les dirige Avelino: Ahora empezamos la carta. A lo mejor tenía que empezarla preguntando por cómo está la recién operada y enviándole ánimos. Pero voy a hacer lo contrario: como los males y las soluciones son similares, en lugar de interesarme por vosotros voy a liarme a hablar de nosotros [p. 211]. Pero es mentira. Después de describir su actitud ante la enfermedad, que califica de “gran oportunidad en la vida”, de contarles su actitud ante el reconocimiento literario, de hablarles de proyectos de presente y de futuro, termina la carta mintiendo de nuevo: Inmisericorde y cruel es el trato que esta vez os doy en esta carta, que responde descaradamente a una necesidad interior mía para cuya satisfacción os empleo de pantalla. […] Tenéis una forma de vengaros: haced lo mismo: coged el ordenador y liaros a contarnos qué hacéis, qué pensáis y qué planes vais empezando a hacer para el inmediato futuro. ¿Cómo va la casa? Mirad bien y estad atentos porque en esas obras siempre salen tesoros de judíos que escondieron al irse [pp. 214-215]. Avelino, con el pretexto de desahogarse, ha entregado a su amiga enferma unos ánimos llenos de fuerza positiva y de pistas para seguir en el camino. Ni hablando de su propia enfermedad es capaz de pensar en otra cosa que en sus amigos. Poniendo su literatura al servicio de la realidad, aproxima sus cartas a la condición de documento y teje con ellas un magnífico tapiz de la vida. Al simultanear en sus intereses a sí y a los otros, está imprimiendo en su escritura un valor de herramienta común que la acerca a lo popular u ordinario; lo cual no parece poca virtud en un escritor. Por eso decía que hay que matizar el criterio empleado en el análisis. Cartas desde Selva no son estrictamente escritura del yo. Lo que hacía Avelino era escritura del nosotros: era incapaz de plantearse la literatura en términos menos generosos (como la vida). De ahí, de ese no concebir la literatura como tener, sino como ser y darse (como la vida), de atender a los que lo rodearon al mismo tiempo o antes que a sí mismo (como hacía en la vida), se deduce la no subjetividad, la no objetividad, sino la intersubjetividad de sus cartas y, por tanto, la incuestionable y especialísima verdad que encierra la identificación de literatura y vida que, a efectos de nuestro discurso, cuestionábamos al principio. Perfeccionando a Machado, Avelino escribe: “Ya nuestra vida es tiempo, ya nuestro tiempo es canto”. Y vida es, pese a todo, lo que nos queda; porque este hombre no sabía dar otra cosa. PSUR 107 BUENOS FINALES ERAN LOS LOS DE ANTES! H Harmatán colección de poesía contemporánea El corazón del limo | Javier Cubero Egea La sombra prestada · El carnaval de los hombres grises | Pedro Luis Cano La noche no acaba | José Ignacio García Seger