psicología de la Gestalt

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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Cátedra: TEORÍAS PSICOLÓGICAS
UNIDAD III
Sambrin, Marco (1986): LA PSICOLOGÍA DE LA “GESTALT”.
En: Legrenzy, P. Historia de la Psicología. Barcelona: Editorial Herder.
Los orígenes
Con los términos psicología de la Gestalt, psicología de la forma, Gestaltheorie, Gestaltpsychologie, sintetizados en el lapidario y sustantivado la Gestalt, se entiende el cuerpo de
afirmaciones teóricas y enfoques metodológicos que se desarrollaron a partir de los trabajos
de Wertheimer (1880-1943), Köhler (1886-1941) y Koffka (1887-1967). La Gestalt es una corriente de pensamiento psicológico nacida y desarrollada en Europa aunque las vicisitudes
personales de sus exponentes hayan hecho que, en un segundo momento, entrase en contacto con la psicología norteamericana. El clima cultural en que se inserta (como fecha de
nacimiento se puede poner el 1912, año en que Wertheimer publica un trabajo sobre el movimiento estroboscópico del que hablaremos más tarde) es muy rico y complejo y está constituido sustancialmente por aquella cultura alemana que dio origen, entre otras cosas, a la psicología como ciencia y directamente, o por reacción, a muchas de las principales corrientes
psicológicas, gran parte de las cuales continúan actualmente activas.
Si al detectar sus “raíces”, nos queremos limitar a ámbito estrictamente psicológico, la
Gestalt puede considerarse como la respuesta alemana a la psicología de Wundt. Como ya
vimos (cap. III), el método a través del cual Wundt logra convertir en “científica” la naciente
psicología es muy semejante a modo como procede la química (una ciencia que tiene enorme
desarrollo en el siglo XIX): descomponer todo fenómeno en sus aspectos elementales para
obtener unidades simples no reducibles ulteriormente. Los gestaltistas rechazan completamente este enfoque y los métodos que derivan del mismo, y adoptan como uno de los temas
distintivos de su teoría un radical antielementismo. Sin embargo, según algunos historiadores
(Marx-Hillix 1963 y, en esta línea, también Schultz 1969) se pueden encontrar en Wundt un
tema que lo acerca a los gestaltistas más de lo que aparece a primera vista; se trata del concepto de “síntesis creativa” mediante el cual Wundt intenta explicar la complejidad a partir de
lo extremadamente simple algo que recuerda mucho la “química mental” de James Mill (ef.
Cap. I).
Pero, probablemente, si es necesario encontrar unos padres, tienen que buscarse entre
los filósofos y científicos pertenecientes a la cultura alemana, sobre todo de fines del siglo
XIX.
El pensador más eminente, aunque cronológicamente más distante, que tiene un peso
en la Gestalt es Kant. En este capítulo, obviamente, no es posible valorar su enorme influencia en toda la cultura y no sólo la alemana. Nos limitamos simplemente a hacer caer en la
cuenta de que, por primera vez, Kant logra proponer una solución de la fractura entre empirismo y racionalismo (ef. P. 57) mediante el concepto de síntesis a priori: un proceso en el que
la mente no es pasiva (antiempirismo), ni saca su actividad de ideas innatas o de otros principios que se apartan de la experiencia (antirracionalismo). El acto de conocer es una actividad
Año 2013
unitaria y unificadora en que la materia proporcionada por los sentidos es organizada según
formas propias de la mente. Un modo de ver que, aunque sea filosófico, se acerca mucho al
enfoque gestaltista.
Este aspecto de actividad de la mente o de la experiencia en general queda mucho
más subrayado en la obra de Brentano, un filósofo que escribe sobre psicología. La tesis fundamental de Brentano es que el aspecto específico de los fenómenos psíquicos es su intencionalidad; de ahí se deriva que el objeto de la psicología no es el material proporcionado a
nuestros sentidos, es decir, las cosas que vemos, oímos o recordamos, sino el acto de ver,
oír, recordar. Por esta atención al aspecto activo del preceptor y no al material percibido, las
tesis propugnadas por Brentano se llaman “psicología del acto”. También éste es un punto de
vista antielementista puesto que subraya el papel asumido por el sujeto y no atribuye al dato
sensorial simple la importancia que es propia de sistemas como el de Wundt.
Se puede encontrar una ascendencia más directa de la Gestalt en la teoría de la producción de Meinong, en la escuela de Graz y en las tesis, derivadas de la misma, del paduano Benussi.
La teoría de la producción se basa en la distinción entre objetos de orden superior y objetos de orden inferior: para cada uno de dichos órdenes se tiene una representación. Se llaman “representaciones no producidas”, o elementales, las generadas por los objetos de orden
inferior, es decir, aquellas que para existir no tienen necesidad de la existencia de ningún otro
objeto; en cambio, se definen “representaciones producidas” las que precisamente “producen”
los objetos de orden superior, es decir, aquellos que derivan su existencia de los objetos de
orden inferior. Por ello se puede encontrar, también en la escuela de Graz, una actitud antielementalista en el sentido de que las representaciones producidas no dependen sin más de
los elementos simples, ni están necesaria y directamente determinadas por aspectos materiales.
Todavía más directa, y en este caso incluso oficialmente reconocida por los mismos
gestaltistas, es la influencia de Von Ehrenfels, un pensador cercano a Meinong. En 1890 publica un escrito en que se ponían de relieve las que se llamarán “cualidades Gestalt” o “cualidades Ehrenfels”. Por ejemplo, si se toma en consideración una melodía, es innegable que,
de hecho, está constituida por partes, cada una de las notas que la componen. Pero el resultado final no es la suma de las partes, puesto que la melodía tiene características diversas de
las de las notas. La cualidad propia de la melodía es una cualidad Gestalt. Y hasta tal punto
es independiente de las cualidades de cada una de las partes que podemos recrear la misma
melodía o bien tocándola con instrumentos diversos (las notas serán diferentes en el timbre),
o bien incluso transportándola de tonalidad y cambiando, por tanto, totalmente las notas elementos que la forman. La cualidad Gestalt, es decir, la cualidad propia del todo, no viene dada por los elementos, sino por las relaciones que hay entre los mismos, por su estructura.
Von Ehrenfels representa e punto culminante, el ejemplo emblemático de la tendencia a
superar una explicación basada en aspectos elementales y que construye el complejo a partir
de la suma de las partes simples. En esa vía de la superación del elementismo la Gestalt da
unos pasos mucho más consistentes e innovadores. Los aspectos que diferencian a los ges-
La psicología de la Gestalt
taltistas de sus predecesores pueden detectarse en la polémica Koffka-Benussi: típico gestaltista el primero, exponente de la escuela de Graz y luego pensador solitario el segundo. Más
allá de los hechos contingentes que la determinaron (véase al respecto Musatti 1965) la acusación de Koffka, y de la Gestalt en general, a Benussi es la de suponer una correspondencia
biunívoca excesivamente rígida entre complejos de estímulos y rendimientos perceptivos; un
modo de atribuir demasiado poca autonomía a los aspectos más estrictamente psicológicos
en relación con las sensaciones que constituyen su base.
Indudablemente en la polémica influyó mucho también la mala inteligencia de algunos
términos (véase también Musatti 1965); sin embargo hay que destacar que Benussi, y con él
también los demás predecesores de la Gestalt, se presentan más como críticos o refinados
elaboradores de la crisis del elementismo, que como “revolucionarios” innovadores. El verdadero paso de los gestaltistas es el abandono programático de cualquier teoría que se apoye
en entidades, aspectos o características de tipo elemental; se trata de un rechazo total y no
de una aceptación crítica eventualmente diluida por criterios complejos que logran hacer brotar de partes simples la multiformidad de nuestro mundo cotidiano.
El concepto de «Gestalt»
«El todo es más que la suma de las partes»; esta afirmación, que aparece en todos los
escritos sobre la psicología de la Gestalt, se utiliza como una etiqueta escolar distintiva. De
hecho, no constituye más que el primero, aunque el más importante, paso teórico de la Gestalt. Como vimos, los demás pensadores habían llegado a reconocer la insuficiencia de las
partes para explicar el todo.
El estadio siguiente consistió en determinar leyes no arbitrarias según las cuales los
elementos entran a formar un todo; puede ponerse un ejemplo sacado de las reglas de asociación propugnadas por los filósofos (desde Aristóteles hasta los empiristas ingleses) y adoptadas programáticamente por algunas corrientes de pensamiento psicológico (asociacionistas
y conductistas). Pero el paso más determinante es el de observar que una misma parte tiene
características distintas si se toma individualmente o inserta en e todo y que, por tanto, como
corolario, una misma parte inserta en dos totalidades distintas puede adoptar características
distintas. Precisamente esta última afirmación es la que más caracteriza al planteo gestaltista.
Con ello se completa la inversión respecto de los puntos de vista anteriores. El modo de relacionarse con la experiencia no parte de abajo, del análisis que divide, sino que se propone
considerar entidades globales, que tienen una organización intrínseca propia: el mismo término Gestalt quiere indicar precisamente este concepto de unidad que tiene una forma suya
propia. Como dice Köhler:
En lengua alemana –por lo menos desde los tiempos de Goethe– el sustantivo Gestalt tiene
dos significados: además de la connotación de forma o manera como atributo de cosas, tiene
también el significado de una unidad concreta por sí misma, que entre sus propias características
tenga o pueda tener una forma. A partir de la época de Ehrenfels el acento se ha desviado desde
las cualidades Ehrenfels hacia los hechos de la organización, y así hacia el problema de las entidades específicas presentes en los campos sensoriales [...].
En realidad la categoría de Gestalt se puede extender mucho más allá de los límites de la experiencia sensorial. En la definición funcional más general del término es lícito incluir en el mismo
los procesos del aprendizaje, del recuerdo, del esfuerzo de voluntad, de la actitud emotiva, del
pensar, del obrar y así sucesivamente (1947).
Como se ve, la psicología de la Gestalt, aunque basada prevalentemente en el material
vinculado a la percepción, está en condiciones de elaborar un esquema teórico que se extienda a toda la gama de los aspectos cognitivos y de la psicología en general; por tanto, no se
limita, como a veces se le ha imputado, a aspectos perceptivos, a “formas” de organización
sensorial, sino que intenta detectar esas mismas “formas” incluso en los demás ámbitos de la
psicología. Lo que importa destacar es que por Gestalt se entiende una entidad organizada
sea cual fuere el material en que se explicita.
Los primeros trabajos de los gestaltistas
Como vimos, la fecha de nacimiento de la Gestalt puede hacerse remontar de un modo
indicativo a 1912, año en que Wertheimer publica su trabajo sobre el movimiento estroboscópico.
En un ambiente oscuro, ilumínese mediante el rayo (r1) emitido por un proyector (p1) un
objeto (o1) situado a la izquierda respecto del observador (fig. 1); después de algunos segundos apáguese el haz de luz de la izquierda y, en una rápida sucesión (fracciones de segundo)
ilumínese un segundo objeto (o2) semejante al anterior pero colocado a la derecha del observador. El resultado perceptivo es el de ver un único objeto o que desde la posición de la izquierda se traslada velozmente a la de la derecha.
O2
O1
r1
r2
P1
P2
Fig. 1
Este fenómeno, llamado fenómeno ϕ es muy importante por los aspectos teóricos que
supone. En efecto, lo que sucede en la experiencia no puede ser explicado por lo que sucede
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La psicología de la Gestalt
a los objetos físicos. Si esta última hipótesis fuese verdadera, el observador tendría que ver
dos objetos estáticos allí donde, al contrario, percibe un único objeto en movimiento. Los resultados experimentales de Wertheimer ponen definitivamente en crisis la supuesta perfecta
correspondencia entre plano material –la llamada “realidad física”– y plano perceptivo –la
realidad fenoménica. La observación regular de esta discrepancia ha hecho que se tenga que
abandonar la confianza en un modelo basado en la correspondencia puntual entre estimulación y sensación. En el intento de mantener los modelos de explicación ya detectados, al
principio se pensó que el fenómeno ϕ podía configurarse como una excepción a la regla y
como tal tenía que explicarse reduciendo el movimiento aparente a una especie de “corto
circuito” mental. De este modo los resultados que parecían anómalos respecto del modelo de
explicación generalmente aceptado en tiempos de Wertheimer, podían explicarse a base de
un principio suplementario construido adrede para los “hechos excepcionales”, una hipótesis
subsidiaria preparada ad hoc. Pero el fenómeno tiene tales características que requiere mucho más que una simple hipótesis construida expresamente; las situaciones en que aparece
tienen una estructura tan dependiente de características experimentalmente verificadas (tiempo, forma de los objetos, distancia, luminosidad...) que no es posible reducirlas, simplemente,
sin más explicación, a una especie de imprecisión del entonces imperante modelo estímulosensación.
está constituido por el anillo de Wertheimer-Benussi (fig. 2). Tal como se reproduce en el texto, el anillo aparece de un color gris homogéneo. Dispóngase ahora de un objeto cualquiera
estrecho y largo, un lápiz, un hilo, un recorte de papel, según la vertical indicada por las flechas que separan los dos campos. Desde un punto de vista perceptivo se tendrá un resultado
diferente. El anillo ya no es homogéneamente gris, sino que por contraste aparece más oscuro sobre el fondo claro y más claro sobre el fondo oscuro. Lo más sorprendente es que, al
quitar la división añadida, el anillo vuelve a aparecer homogéneo. Ello significa que la organización del resultado perceptivo sigue leyes peculiares y es independiente de cuanto se sabe a
propósito de la estimulación. Situación insuperable para cualquier teoría que quiera basar el
resultado perceptivo en la simple suma de las partes.
La crítica al empirismo
La realización de un modelo no atomístico, de una actitud que capte unidades significantes y no elementos yuxtapuestos no ha privado la psicología de la Gestalt de otro gran
tema polémico: la crítica al empirismo. Si con la crítica al elementismo la Gestalt reaccionaba
sustancialmente ante Wundt y sus sucesores directos, con la polémica antiempirista se refiere
más directamente a corrientes de pensamiento psicológico, como el asociacionismo o el conductismo. El problema consiste esencialmente en el peso que hay que atribuir a la experiencia
pasada en la formación de resultados perceptivos y de fenómenos psicológicos en general; un
tema que no ha perdido fuerza, ni siquiera en nuestros días (Kaniza 1968; Musatti 1972). Un
empirista o un psicólogo que se apoye en argumentaciones de tipo empirista, haciendo derivar más o menos directamente su convicción de la tradición filosófica análoga, expone una
teoría que se acostumbra a basar en observaciones como éstas: los objetos que se presentan
a nuestra experiencia se han formado tal como aparecen por el hecho de que estamos acostumbrados a verlos de este modo; se crean y se conocen por el uso. Mesas, sillas, personas...
se originan por el aprendizaje: para aislarlos como tales es determinante la repetición de la
experiencia y los numerosos contactos que se tienen en la vida cotidiana. Las tesis sostenidas y demostradas por los gestaltistas son muy distintas. Sin caer en la posición diametralmente opuesta, el innatismo, creen que los objetos se originan gracias a autodistribuciones
dinámicas de la experiencia sensorial; y por ello han intentado buscar unos ejemplos que
demostrasen que es ineficaz el recurso a la experiencia pasada.
Fig. 2
En este primer período los escritos de los gestaltistas se proponen precisamente el objetivo de subrayar, mediante el descubrimiento de hechos experimentales, el carácter inadecuado de todas las explicaciones que podrían definirse como “teorías del mosaico”, es decir,
los modelos en que el resultado perceptivo está dado por la yuxtaposición de partes engendradas por sensaciones desvinculadas entre sí y sin interacción entre las mismas, como pueden ser las piezas de un mosaico. Hay muchos ejemplos capaces de desmentir esos modelos
basados en la suma de componentes. Uno de los primeros, y por ello de gran valor histórico,
A
B
B
Fig. 3
3
La psicología de la Gestalt
Una demostración clásica está contenida en el trabajo de Gottschaldt (1926). Si fuese
verdad que los objetos se forman en nuestra experiencia a base del aprendizaje debido a la
presentación repetida, debería suceder que los objetos presentados más veces tendrían que
reconocerse más fácilmente que los objetos vistos con menor frecuencia. Para verificarlo
Gottschaldt presentó muchas veces a sus sujetos figuras como el hexágono (indicado con A
en la fig. 3). Si luego se mostraban figuras del tipo B, los sujetos no estaban en condiciones
de descubrir en ellas las figuras A, a pesar de la consistencia de la experiencia anterior. El
experimento de Gottschaldt presenta también desarrollos ulteriores; pero lo que importa fundamentalmente es haber puesto de manifiesto que la experiencia pasada no es necesariamente el único factor capaz de determinar los resultados de la organización perceptiva. Pero
hay que decir que, por la aspereza de su polémica, los teóricos de la Gestalt dieron la impresión de considerar incluso como totalmente sin importancia el peso de la experiencia pasada.
Su posición real puede expresarse con estas afirmaciones de Köhler:
La hoja de papel, el lápiz, etc., son objetos bien conocidos, esto es verdad. También concederé, sin vacilación, que los usos y los nombres de dichos objetos me son conocidos por los numerosos contactos experimentados en la vida anterior [...]. Pero de estos hechos a la afirmación de
que hojas de papel, lápices y otras cosas así no serían unidades aisladas sin el conocimiento adquirido anteriormente, hay una buena distancia. ¿Cómo se demuestra que antes de adquirir este
conocimiento mi campo visual no contenía tales unidades? [...] Si la explicación empírica fuese
correcta, en el campo se aislarían entidades específicas sólo en la medida en que representasen
objetos conocidos. En realidad las cosas no suceden así [...] Se sigue que mi conocimiento de la
significación práctica de las cosas no puede ser responsable de su existencia como unidades separadas (1974).
El antiempirismo de la Gestalt no se limita a los aspectos perceptivos, sino que implica
cualquier aspecto de la psique humana; otras consideraciones sobre este tema se presentan
en el presente capítulo en el apartado dedicado a la psicología del pensamiento.
Los principales temas de la psicología de la «Gestalt»
El desarrollo de la psicología de la Gestalt no fue totalmente lineal y homogéneo, al ir
apareciendo gradualmente a través de los diversos trabajos de sus exponentes. Pero, incluso
en esta variedad, es posible detectar uno temas principales, unas directrices fundamentales.
De acuerdo con Bozzi (1966) podemos descubrir tres aspectos que caracterizan el modo de
proceder de los gestaltistas:
a) la actitud del investigador ante los datos perceptivos tiene que ser en primer lugar
una actitud fenomenológica; b) la teoría que permite formular las leyes que dirigen las organizaciones perceptivas deberá ser una teoría de campo; c) la interpretación de los hechos así
estudiados tendrá que ser una interpretación que tenga en cuenta el funcionamiento del sistema nervioso central, incluso en los casos en que la solución más simple sería la de explicar
los datos perceptivos en términos de estimulación de los órganos de los sentidos.
La actitud fenomenológica
Es bastante fácil comprender qué entiende un gestaltista por “actitud fenomenológica”,
si recurrimos a las palabras con que Wertheimer empieza su trabajo de 1923; el tema tratado
se refiere a la percepción, pero este modo de relacionarse con los hechos puede fácilmente
extenderse a los demás campos de la psicología:
Estoy junto a la ventana y veo una casa, árboles, el cielo. Desde un punto de vista teórico se
podría decir que hay 327 grados de claridad y tonos de color. Pero, ¿veo “327”? No. Veo el cielo,
la casa, los árboles. Es imposible obtener 327 en cuanto tales. Y aunque fuese posible un cálculo
tan abstruso y si, por ejemplo, previese 120 para la casa, 90 para los árboles y 117 para el cielo,
por lo menos tendría que poder ver esta disposición y división del total y no, por ejemplo, 127 +
100 + 100 o bien 150 + 177. La división concreta que veo no está determinada por un modo arbitrario de organización basado únicamente en mi capricho; veo, en cambio, la disposición y división que aparece ante mí (Wertheimer, 1923).
De estas palabras se deduce un punto de vista constante en la psicología de la Gestalt:
lo que hay que tomar en consideración directa y privilegiadamente son los hechos tal como
nos los proporcionan nuestros órganos sensoriales. Ello significa que todos los modelos de
explicación derivados, las construcciones hipotéticas, las concepciones sobre el funcionamiento del aparato perceptivo y de los fenómenos psicológicos, tienen valor únicamente en
cuanto logran dar validez a los hechos directamente derivados de la experiencia. Actitud que
está exactamente en los antípodas del introspeccionismo (ef. p. 82 s). Un gestaltista observa
lo real y acepta la experiencia de manera directa, atribuyéndole el valor que nos presenta de
modo manifiesto; en cambio, un introspeccionista, más allá de los objetos que pueblan nuestro mundo, intenta descubrir sensaciones elementales a través de un enfoque que por necesidad destruye el objeto como entidad organizada. La actitud fenomenológica, por otra parte,
diferencia la Gestalt también del método conductista. El conductismo, en el intento de sortear
los inconvenientes derivados del carácter subjetivo del método introspeccionista, se propone
explícitamente tomar en consideración únicamente las variables que puedan ser medidas o
cuantificadas de un modo totalmente “objetivo”, más o menos como se pesa, mide, cuenta en
las ciencias denominadas exactas. Al emplear el método fenomenológico un gestaltista cree
captar una objetividad más genuina y capaz de extenderse también a los aspectos que no son
perfectamente mensurables.
En efecto, la objetividad se basa en lo que observamos: la experiencia directa. “Una silla, por ejemplo, como experiencia objetiva será algo exterior, algo robusto, estable, que pesa.
En ninguna circunstancia se reducirá a algo meramente perceptivo o a un fenómeno subjetivo
en el sentido que sea” (Köhler 1947). La silla forma parte de una clase de experiencias “objetivas de un modo tan absoluto que no hay sitio para un mundo más objetivo” (ibidem). Esa
objetividad es tan preeminente en la constitución de nuestra experiencia que deja en segundo
plano cualquier otro punto de vista, incluidos los que se suelen calificar de “científicos”, cuantitativos, exactos. No es necesario establecer un complicado plan experimental a base de medir muchas variables, para poder afirmar objetivamente que es aquella persona la que atrae
ahora mi atención.
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La psicología de la Gestalt
Ese enfoque metodológico, basado en la observación directa, ha hecho que por parte
de muchos psicólogos, sobre todo de formación conductista, la Gestalt haya sido tachada de
no científica, filosófica (en el mal sentido), o incluso totalmente vaga e incoherente. En realidad un gestaltista, en el intento de no traicionar el mundo de la experiencia directa, se siente
poco inclinado a reducirlo a los esquemas conceptuales que sólo le permiten detectar los
aspectos cuantitativos; y le será tanto más fácil seguir dicha tendencia cuanto más se halle su
trabajo en las primeras fases; advirtiendo que “primeras fases” se entiende o bien ontogenéticamente, en el sentido de que un investigador observa primero el fenómeno y luego eventualmente lo cuantifica, o bien filogenéticamente, en el sentido de que al principio la psicología
de la Gestalt se expresó de un modo más cualitativo y mucho menos cuantitativo de lo que
luego sucedió.
El concepto de teoría de campo
Al interior de la teoría de la Gestalt el concepto de campo está vinculado a otros términos como teoría dinámica, distribución de fuerzas, condiciones de equilibrio, interacción entre
partes, vectores, valencias, entero funcional, proceso unitario, y así sucesivamente. Como
puede verse fácilmente, son instrumentos conceptuales que no fueron utilizados en absoluto
por las teorías anteriores a la Gestalt, y tan centrales y característicos que pueden ser utilizados como criterios discriminantes para establecer si un determinado planteo puede llamarse
de tipo gestaltista o no.
Explicar qué es una teoría de campo puede ser sencillísimo y complicado al mismo
tiempo. Exactamente como en física existe una definición casi trivial y cercana al lenguaje
cotidiano, o bien una consideración extremadamente formal pero limitada a las situaciones
más paradigmáticas, también en psicología para los gestaltistas, por un lado, fue fácil poder
decir que el resultado fenoménico no depende de un modelo de tipo mecánico, y en esto polemizaron con el asociacionismo, las “teorías del mosaico”, el conductismo más vinculado al
paradigma estímulo-respuesta, pero, por otro lado, es mucho más complicado determinar
formalmente las condiciones precisas con que todas las fuerzas concurren a la formación del
resultado final.
El mismo Köhler, para explicar qué hay que entender por teoría de campo, recurre a un
ejemplo. Artistóteles al estudiar los movimientos de los astros supuso que las estrellas y planetas estaban fijos en esferas de cristal rodantes. Creía que la regularidad de los movimientos
sólo podía ser explicada por medio de una construcción material y rígida, apta para determinar sin posibilidad alguna de desviación el resultado que estaba observando. En realidad la
ciencia –después de mucho tiempo– pudo demostrar que los movimientos de los astros dependen de un complicadísimo equilibrio producido por la interacción de muchas fuerzas y que
la regularidad de los movimientos no está materialmente prefijada, sino que se obtiene como
resultado del equilibrio de las tensiones existentes entre todos los cuerpos celestes.
Del mismo modo, según la Gestalt, en psicología las únicas posibilidades de explicación hay que atribuirlas a una teoría que use instrumentos conceptuales como fuerzas, campo, equilibrio; la razón fundamental de tal opción esta en el hecho de que el mismo orden
presente en las cosas es de tipo dinámico. Esta convicción está tan enraizada en Köhler que
un importante ensayo suyo (1920) se dedica totalmente a demostrar que las formas, las Gestalten preceptivas, pueden ser perfectamente descritas con los instrumentos propios de la
física de los campos.
Por otra parte es posible, sin pérdida teórica, traducir en términos dinámicos una situación que superficialmente parece que sólo se puede describir en términos mecánicos. Un
ejemplo histórico de ello puede encontrarse en el trabajo de Ebbinghaus. Para estudiar la
memoria mediante un modelo mecánico, utilizó sílabas sin sentido, un material que se suponía que carecía totalmente de otras características, excepto la de ser entidades aisladas, piezas entre las que no existe ninguna relación. En cambio investigaciones ulteriores demostraron que incluso en el caso de este material son fundamentales unos factores dinámicos como
el modo de presentar el material, su ineliminable organización interna, el contexto cognoscitivo, el grado y el tipo de atención, la motivación..., características que sólo son analizables
mediante un modelo que prevé interacciones complejas, aptas para ser descritas de un modo
mucho más apropiado mediante una teoría de campo.
Para la psicología de la Gestalt todo fenómeno puede y debe ser descrito con una
atención imprescindible a los aspectos dinámicos. El sentido de atracción que se experimenta
hacia una persona, el deseo de evitar una situación desagradable, la complacencia por haber
logrado resolver un problema, el darse cuenta de un objeto antes no advertido, el esfuerzo por
recordar un rostro conocido, la observación de los resultados fenoménicos originados por una
figura cualquiera de este libro, son algunos de los infinitos ejemplos de situaciones psicológicas manifiestamente dinámicas que requieren una explicación según una teoría de campo.
Construir una teoría de campo significa detectar las reglas precisas de la interacción
entre las partes. Los gestaltistas han definido como “principios de unificación formal” las “reglas” que describen el comportamiento de las partes presentes en el campo. Wertheimer en el
trabajo de 1923 fija los principios más generales que luego fueron consagrados por la tradición experimental, como: cercanía, semejanza, buena continuación, pregnancia, destino común, clausura, experiencia precedente. Estos principios se sitúan en relación con la experiencia directa como las ecuaciones de Maxwell en relación con el concepto de campo en física.
Son métodos de descripción, no modelos dotados a priori de una validez independiente de los
hechos; por tanto, nacen en el dato fenoménico y se orientan al mismo. En esta perspectiva
se puede comprender que su número venga definido por la variedad de los datos que hay que
explicar y por el grado de precisión que se les otorga. Las ecuaciones de Maxwell no coinciden con los fenómenos que explican, y sólo son capaces de describir perfectamente algunos
casos paradigmáticos de los que se pueden sacar por deducción, con cierta inevitable “suciedad”, gran parte de las diversas situaciones que se encuentran en concreto. Exactamente del
mismo modo, tampoco los principios de Wertheimer intentan ser una copia fiel y mucho menos exhaustiva del mundo tal como se nos aparece, sino que tienen la finalidad, científicamente mucho más aceptable, de darnos unas indicaciones sobre cómo se comporta el campo
fenoménico. Dichas indicaciones, precisamente como en la ciencia física más dura, son perfectamente adecuadas en los casos paradigmáticos y un poco menos en los demás. La consideración de los principios de unificación exigiría una exposición bastante amplia, pero vale
la pena ilustrar algunos de ellos para ver cómo actúan.
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La psicología de la Gestalt
a) En la figura 4, un dibujo de Köhler, se ven dos grupos de tres manchas y es imposible, por más que nos esforcemos, captar con la misma evidencia perceptiva tres grupos
formados por dos elementos o bien un grupo de cinco y otro de uno. El resultado de la organización perceptiva hay que atribuirlo en este caso a la influencia del factor “cercanía”. Es precisamente el hecho de que, en igualdad de otras condiciones, ciertas partes del campo se
hallen más cerca de otras para dar el resultado que se observa.
Fig. 7
Fig. 4
b) El campo también puede organizarse a base del principio de semejanza; en el
ejemplo de la figura 5 se ven pares de círculos y de cuadrados y, en cambio, no es posible
percibir pares formados por un círculo y un cuadrado. El principio aludido dice así: en igualdad
de condiciones, se agrupan entre sí las partes de campo que tienen mayor semejanza.
Los principios presentados son los más sencillos de exponer, los más fácilmente captables en la observación de dibujos esquemáticos y los que han suscitado menos discusiones
teóricas. Desde luego, los principios de unificación propuestos por Wertheimer y desarrollados
luego por otros estudiosos se consideran como uno de los principales resultados obtenidos
por la Gestalt. La crítica, si acaso, ha tenido lugar en un nivel deferente. Los gestaltistas nunca han especificado más estos principios, que, según algunos, se presentan como vagos y no
perfectamente definidos; en efecto, nunca han logrado formular una definición plenamente
cuantitativa de la fuerza relativa con que actúan los factores de la organización, un tipo de
laguna bastante extendido en psicología.
Fig. 5
c) Según el principio de continuidad, o buena continuación, aparecen agrupadas entre
sí aquellas pares que se disponen según una dirección más uniforme. En el ejemplo de la
figura 6A se ve una línea recta que se cruza con otra sinusoidal (y no, por ejemplo, el resultado de la figura 6B) porque sólo así se da la mejor continuidad posible.
Fig. 6
d. El principio de clausura afirma que las partes presentes en el capo tienden a formar
unidades cerradas. La figura 7, una simple modificación de la anterior, es un ejemplo visual de
tendencia a la clausura. Ya no se ven la recta ni la sinusoide, sino dos porciones de plano
semejantes a sectores circulares.
El postulado del isomorfismo
Queda por tratar un tema que por su importancia teórica y su relieve en la investigación
ha suscitado una polémica que actualmente está lejos de ser resuelta. En general cuando se
exponen procesos o fenómenos de tipo psicológico difícilmente se está inclinado a considerar
su vertiente material, la realidad fisiológica subyacente. Existe un componente de la teoría de
la Gestalt, el postulado del isomorfismo, que intenta demostrar que procesos tan “abstractos”
como pueden parecer los del pensamiento, la memoria, el aprendizaje, tienen un soporte material preciso, en último término están originados por hechos que prevén movimientos de átomos y moléculas (Koffka, 1935).
Al principio de este libro (ef. p. 38 ss) vimos que para una amplia corriente de pensamiento filosófico, el racionalismo, el origen y la garantía de objetividad del conocimiento tenía
que basarse en un plano extramaterial: la res cogitans, aportadora de las ideas innatas. Ahora
bien, si se es reacio a atribuir, por lo menos teóricamente, una base material al pensamiento
se debe necesariamente recurrir, como pasó con los racionalistas, a una teoría en que los
procesos de orden superior hallan garantía en un plano que no es directamente experimental
ni siquiera susceptible de análisis científico porque deriva de una “autoridad” que se sitúa en
un nivel diferente del de la experiencia. Las soluciones que la historia del pensamiento ha
ensayado en esta dirección son muchas: metafísica, religión, dualismo, espiritualismo..., teorías en que la “variable” no experimental se llamaba sucesivamente ser, Dios, espíritu, substancia... Si al hacer psicología se quiere también hacer ciencia, hay que hallar una solución
6
La psicología de la Gestalt
distinta: precisamente aquella por la cual el pensamiento, y los aspectos de la psique en general, están determinados por procesos capaces de ser descritos en términos experimentales,
sin recurrir a entidades hipostatizadas, metafísicas.
La corriente psicológica que se planteó este problema de un modo muchos más explícito que otras fue la teoría de la Gestalt; para los gestaltistas la solución, o –en ausencia de
solución– por lo menos la línea teórica que hay que seguir en este tipo de problemas, viene
indicada por el “postulado del isomorfismo”.
Isomorfismo (del griego ïσος iso = igual y µορφή morfismo = forma) indica una identidad
estructural entre el plano de la experiencia directa y el de los procesos fisiológicos subyacentes al mismo. Partiendo del postulado del isomorfismo cualquier manifestación del nivel fenoménico, desde la simple percepción de un objeto hasta la más complicada forma de pensamiento, halla un correlato en procesos que, a nivel cerebral, presentan características funcionalmente idénticas. Ello significa que si nuestro mundo fenoménico posee una forma, una
estructura, una dinámica, tenemos que encontrar –a nivel del sistema nervioso central– una
forma, una estructura, una dinámica que las reflejen.
Pero identidad de estructura no quiere decir que nuestro cerebro funcione como un
aparato de registro, aunque complejo, en que se van formulando copias fieles y reducidas de
las entidades presentes en la experiencia. El postulado del isomorfismo afirma algo mucho
más importante: si conocemos las leyes que organizan nuestra experiencia fenoménica necesariamente conocemos también las leyes que rigen los hechos que tienen lugar en el cerebro.
Por eso, si hasta ahora el modelo más apto para la descripción de la experiencia directa es, a
fin de cuentas, una teoría de tipo dinámico, análogo deberá ser el modelo presente en el sistema nervioso central; y ello precisamente porque de todos los procesos que tienen lugar a lo
largo del recorrido seguido por la estimulación, el estadio final se desarrolla, hasta que se
demuestre lo contrario, en el cerebro.
El postulado del isomorfismo ha tenido, y todavía tiene, dos órdenes de consecuencias.
El primero, de tipo heurístico, constituye un factor discriminante para la investigación en neurofisiología: todos los descubrimientos sobre datos fisiológicos que no sean capaces de “restituirnos” el dato fenoménico son progresos de un saber que, aunque se le parezca, no es todavía de tipo psicológico. El segundo, de sabor netamente filosófico, indica en el isomorfismo
un camino para hacer que el mundo, tal como se nos aparece y sobre el cual razonamos y
que aceptamos o rechazamos, pueda ser conducido en todos sus aspectos a un único orden
coherente de principios.
El postulado del isomorfismo ha constituido el campo abonado de una crítica feroz contra la psicología de la Gestalt. Por una parte ha sido considerado un intento de querer reducir
la actividad del cerebro a la presencia de corrientes bioeléctricas o de fenómenos fisiológicos
directamente observables con los instrumentos que ya posee la técnica experimental; una
actitud así puede sintetizarse en los experimentos de Lashley que, después de abrir el cráneo
de un ratón y comprobar que continuaba cumpliendo ciertas funciones a pesar de tener parte
de la corteza seriamente dañada, sacó la conclusión de que la hipótesis del isomorfismo no
se sostiene porque el fenómeno observado continúa persistiendo aunque se destruya la posi-
bilidad de una localización del mismo a nivel de sistema nervioso central. En dirección opuesta se sitúa una interpretación mucho menos fisiológica, la cual imputa al isomorfismo el hecho
de constituir una reduplicación del mundo externo; según dicha interpretación (especialmente
preferida por Gregory) los correlatos del mundo externo no serían más que un mundo en miniatura reproducido en el cerebro; por tanto, no se resolverían las cuestiones que provocaron
la formulación de la hipótesis del isomorfismo.
Como dijimos, la polémica sobre este tema continúa abierta; sin embargo, hay que decir que muchas de las críticas están motivadas también por la falta relativa de claridad con
que se presentó esa “atrevida hipótesis” (Koffka, 1935). Pero hay que decir también que la
cuestión presenta muchas complicaciones, debidas tanto a los aspectos técnicos (que implican el estudio de realidades fisiológicas extremadamente delicadas, todavía no detectadas
por las actuales investigaciones) como a los aspectos filosóficos (de donde procede el intento
de dar una explicación monista de lo real).
Otros ámbitos de aplicación del modelo de explicación gestaltista
La lectura de las obras más programáticas de los gestaltistas puede producir, en el lector no suficientemente atento, la impresión de que se han interesado sobre todo por la psicología de la percepción. Es indudable que los resultados más considerables los han obtenido
en dicho campo pero, por más conocidos y determinantes que hayan sido, no deben olvidar lo
que la teoría de la Gestalt ha sabido decir en otros campos. Ante todo los estudios sobre los
procesos cognitivos, con los trabajos de Wertheimer (1959) y Duncker (1963). Pero –como
afirma Kanizsa (1978)– los principios de la teoría de la Gestalt se utilizaron en el estudio de la
mayor parte de los problemas de la psicología: la memoria y el aprendizaje (Wulf 1922, Zeigarnick 1927; von Restorff 1933; Luchins 1942; Katona 1940), la dinámica de la personalidad
(Lewin 1935; Birenbaum 1930; Dembo 1931; Karsten 1928), la psicología social (Lewin 1931;
Asch 1952; Brown 1936; Heider 1958; Sherif 1969; Krech-Crutchfield 1948), la expresividad y
la psicología del arte (Arnheim 1949-1974; Metzger 1962; von Hornbostel 1925), la psicología
genética (Lewin 1931; Koffka 1928). No hay que olvidar los trabajos relativos a la psicología
animal (Köhler 1918 y 1921; Hertz 1926, 1928, 1929) y la patología de la personalidad (Schulte 1924).
Esa amplitud de aplicaciones de la teoría de la Gestalt refleja un aspecto propio de su
modelo explicativo. Los aspectos dinámicos, las Gestalten, se pueden encontrar no sólo en
los procesos perceptivos o en los afines del pensamiento, sino que se pueden hallar también
en ámbitos de investigación muy diferentes entre sí.
En efecto el tratado de Koffka, el más indicativo desde este punto de vista, se fija entre
otros el objetivo de presentar un panorama completo de los campos de la psicología en que
se haya aplicado, o sea aplicable, la teoría de la Gestalt. Por lo que se refiere a la psicología
del pensamiento, por ejemplo, se expresa así:
No pretendo sostener que toda relación de pensamiento tenga su propio correlato
en una relación perceptiva, pero la semejanza entre ambos campos es mayor de lo que
generalmente se reconoce [...] Cuando hemos intentado responder concretamente a la
7
La psicología de la Gestalt
pregunta relativa a la razón por la cual las cosas aparecen como aparecen hemos formulado diversos principios de la organización [...] Análogamente, para responder a la
pregunta relativa a la razón por la cual pensamos como pensamos, y los pensamientos
son los que son, tenemos que volver a encontrar [...] unas propiedades intrínsecas que
expliquen su organización [...] y, aunque seamos muy a menudo incapaces (en el caso
de los procesos del pensamiento) de expresar dichas propiedades en términos que no
sean lógicos, debemos estar convencidos de que a tales términos corresponden realidades psicofísicas, así como en el sentido de la percepción estamos convencidos de
que a las propiedades cualitativas de los objetos percibidos corresponden unas realidades psicofísicas (Koffka 1935).
Estas mismas indicaciones se repiten, con oportunas modificaciones, también en el caso del estudio de la memoria, el aprendizaje y la psicología social. A título de ejemplo, véanse
las palabras que Koffka pone como prólogo a la exposición de la teoría gestaltista sobre la
formación de grupos psicológicos:
En cuanto partes de los campos de conducta, dichos grupos deben surgir a través de los procesos de organización del campo; difieren además de las organizaciones de grupo consideradas
por nosotros (grupos de puntos, grupos de líneas, etc.) por el hecho de incluir al yo. Ello no debe
hacernos desistir del intento de aplicar nuestras leyes de la organización a dichos casos. En efecto, nos hemos visto implicados en un número suficiente de casos en que el yo era considerado
como uno más entre los diversos objetos del campo. Este hecho es de extrema importancia para
el yo. En cuanto parte de un grupo, el yo presentará unas características debidas a tal pertenencia (Koffka 1935).
La psicología del pensamiento
Si es verdad que los cánones explicativos de la Gestalt, como hemos visto, pueden
aplicarse a los diversos campos de investigación de la psicología, vale la pena tomar en consideración especial uno de ellos: la psicología del pensamiento. En este ámbito la Gestalt ha
producido algunos conceptos explicativos extremadamente característicos de su modo de
proceder. En el estudio de los procesos del pensamiento las interpretaciones dinámicas entre
los componentes no están tan rígidamente predeterminadas por las condiciones del objeto
como sucede en la percepción; por este motivo las características de campo pueden aparecer
de un modo más manifiesto y ejemplar.
Köhler, en el famoso libro sobre los simios antropoides (1921), introdujo el concepto de
insight (Einsicht, intuere, intuir en el sentido de “ver dentro”), una categoría de explicación
típicamente gestaltista. Muchos psicólogos contemporáneos suyos (véase el capítulo V) creían que los procesos de aprendizaje y de pensamiento se realizaban según un conjunto de
intentos efectuados por casualidad. El logro de la meta, es decir, captar una serie cualquiera
de hechos o resolver un problema, sólo se obtiene después de reiterados y casuales intentos
que inmediatamente son corregidos por la observación de los resultados: este procedimiento
se llama “por ensayos y errores” y está representado simbólicamente por Thorndike, un blanco predilecto de los gestaltistas. En una perspectiva así, plenamente abrazada por los con-
ductistas, se llega a la solución a través de un cúmulo de experiencias capaces finalmente de
dar la respuesta correcta al problema presentado.
El planteo de Köhler es opuesto. Tiende a atribuir “inteligencia” al sujeto que aprende;
con inteligencia no quiere indicar sólo la capacidad derivada de la sedimentación de procesos
repetitivos, sino que pretende, sobre todo, subrayar los aspectos creativos, es decir, los que
son capaces de captar los nexos clave de una situación. La experimentación de Köhler consistió en la observación del comportamiento del chimpancés puestos frente a situaciones de
tipo problemático, como por ejemplo la de lograr alcanzar comida puesta más allá de los barrotes de una jaula a una distancia inalcanzable sin e auxilio de un instrumento. El comportamiento de los animales permitió observar que la solución por ensayos y errores en que el
“pensamiento” procedería a ciegas, sólo es seguida en fases reducidas por extensión e importancia. Las acciones del animal tienden, cuando es posible, a una solución obtenida como
consecuencia de una estrategia no casual. Logra alcanzar la comida cuando emplea un instrumento para acercársela, en el caso ejemplificado, un bastón. Este empleo constituye un
acto de inteligencia puesto que instaura una reestructuración del campo cognitivo a través de
un acto de insight. En el campo cognoscitivo del simio el bastón está presente incluso antes
de que logre resolver el problema, pero cuando lo utiliza para acercarse la comida el valor del
bastón cambia; ahora forma parte de una nueva y más estable organización, no es vivido
como un objeto cualquiera para jugar o pegar sino como el único objeto entre los presentes
que posee la característica de ser funcional para los fines de la solución.
El desacuerdo entre planteo gestaltista, tal como viene indicado en Köhler, y el de tipo
conductista, representado por Thorndike, fue la base de la controversia relativa al carácter
continuo o discontinuo del aprendizaje. Pareció que los gestaltistas, por lo menos implícitamente, se inclinaban hacia un punto de vista según el cual el aprendizaje tiene lugar de un
modo repentino y, por tanto, tiene características de discontinuidad. La tendencia a este tipo
de interpretación fue apoyada por las modalidades de análisis llevadas a cabo por los gestaltistas: se interesaron sobre todo por la solución de problemas (problem solving) y mucho menos por el aprendizaje e general, campo en que, por lo contrario, parece más apropiado un
modelo que prevea la acumulación de experiencia y, por tanto, el recurso a una teoría de tipo
continuo. La respuesta gestaltista, contenida una vez más en sus premisas teóricas, es que la
solución por insight, aunque subraye características más propias de la estructura del campo,
no niega, ni siquiera en el plano teórico, la importancia de la experiencia pasada. Está claro
que en una situación que no presente posibilidades evidentes de reestructuración, en ausencia de otras estrategias, el sujeto recurrirá a aquel repertorio de comportamientos que le sea
conocido; la “discontinuidad” en relación con las condiciones precedentes tiene lugar sólo
cuando las condiciones son tales que permiten el salto cualitativo exigido. En términos de
teoría, además, afirmar que un proceso de insight aporta características de discontinuidad no
es ni siquiera correcto; precisamente porque se trata de un enfoque dinámico, el nuevo equilibrio, aunque difiera mucho del anterior, no puede dejar de ser originario por las condiciones
dadas en el punto de partida; no en vano se utiliza el término de reestructuración.
Un enfoque que continúa y desarrolla los temas ofrecidos por Köhler es el seguido por
Wertheimer. Se proponía analizar cuáles eran las condiciones en que se puede llegar a un
8
La psicología de la Gestalt
acto de inteligencia creativa, aquel tipo de pensamiento que nos permite resolver problemas y
que Wertheimer (1959) definió como “productivo”. Aunque sus sujetos eran prevalentemente
jóvenes alumnos con los que se encontraba en su cualidad de inspector escolar, los conceptos que usó son de alcance tan universal que pueden aplicarse a cualquier situación en que
se quiera analizar los procesos de pensamiento. El mismo Wertheimer, a la luz de sus propios
principios, examinó los descubrimientos de Einstein.
Muy a menudo en el aprendizaje, o en la búsqueda de una solución, se siguen métodos
que prevén actos puramente mnemónicos, dictados por la aplicación pasiva de reglas ya
aprendidas; Wertheimer quiere mostrar que se puede llegar a soluciones y a aprendizajes
más generales y profundamente enraizados cuando se adopta un enfoque que observe la
situación como una totalidad significativa y no como un conjunto de partes o procedimientos
fragmentados. Y así, lo mismo que el alumno tiene que mirar el problema como un todo, también el maestro debería enseñar teniendo presente la estructura global y no el procedimiento.
En esta perspectiva incluso los errores deberían adquirir carácter positivo; en efecto, si la
búsqueda está guiada por una comprensión de la estructura del problema y no por la sucesión de reglas, en la mente del investigador debe estar presente el criterio para poder decidir
si el paso dado es provechoso o inútil. El pensamiento que sigue este procedimiento lleva a
una reestructuración del campo, se llama pensamiento mnemónico o aprendido pasivamente,
procedimiento que Wertheimer denominó solución bruta.
Los trabajos y las sugestiones de Wertheimer fueron desarrollados por otros autores;
entre los cuales no hay que olvidar a Duncker. Como Wertheimer, está convencido de que lo
que aleja la solución es la tendencia, enraizada en los sujetos, a ver las cosas demasiado de
cerca, con una mentalidad eminentemente analítica, bajo el influjo limitador de la costumbre.
Observó que sólo raras veces se da una inmediata y completa reestructuración del campo
cognitivo (insight total), mientras que sucede con mayor frecuencia que el proceso de solución
requiera una serie de reestructuraciones sucesivas (insight parciales), las cuales, aunque no
resuelvan directamente el problema permiten formularlo de un modo más adecuado. Duncker
introdujo además otros importantes conceptos útiles en el estudio de qué condiciones facilitan
o inhiben la transformación de la estructura del problema. A él se debe también el concepto
de fijeza funcional, una actitud que obstaculiza la solución tendiendo a atribuir a los elementos
de la situación sólo aquellas características que tenemos la costumbre de encontrar en los
mismos.
La psicología social
Un lugar particular en el interior de la teoría de la Gestalt ocupa la obra de Kurt Lewin
(1890-1947). A él se debe el servicio de haber estudiado aspectos del comportamiento humano menos fácilmente observables según criterios de tipo científico y de haber preparado unos
instrumentos conceptuales capaces de ofrecer medios de análisis para un tipo de realidad tan
compleja.
Hemos visto en este capítulo que los gestaltistas, pero no sólo ellos, atienden sobre todo algunos aspectos de la vida psíquica: la percepción, el pensamiento, los procesos cognitivos más en general. En cambio, estudian relativamente poco procesos como la emoción, el
afecto, el conflicto, la construcción de la personalidad, la relación con el ambiente circunstante, la formación de los grupos sociales.
En realidad ya Köhler (1938, passim; 1947, passim), Koffka (1935, cap. XIV) y también
Metzger (1941, passim) hablaron a menudo y con notable agudeza y profundidad de problemas de este tipo, pero lo que falta es una traducción en aspectos experimentales de esas
discusiones teóricas.
Varios podrían ser los motivos (resistencia de tipo ético, dificultades técnicas) por los
que la práctica experimental es menos aguerrida en un ámbito de la psicología tan rico de
intereses, hasta el punto de ser objeto preeminente de la curiosidad de personas no especializadas; sin embargo, la razón esencial parece estar en una actitud paralizadora que cree que
no se puede someter a examen experimental una clase de acontecimientos psíquicos tan
compleja como la que se refiere a la persona y sus relaciones con el ambiente; este juicio se
fundaría en el hecho de que el carácter no repetible de la situación a examinar volvería no
científica la investigación.
Lewin, en un famosísimo y muy citado ensayo de 1931, muestra que se puede construir
un saber científico basado en análisis experimentales aun en el caso de acontecimientos no
repetibles. Para ello hay que distinguir dos enfoques sobre el modo de acceder al conocimiento científico.
Por un lado está el enfoque de tipo aristotélico, en que sólo son objeto de conocimiento
acontecimientos repetibles precisamente porque en ellos se pueden detectar elementos comunes; de este modo, prescindiendo de los “accidentes” como no propios del acontecimiento,
se acentúa el aspecto de “substancia”. Es una ciencia de tipo eminentemente descriptivoclasificatorio cuya tarea principal es precisamente establecer en virtud de qué aspectos el
acontecimiento objeto de conocimiento se inserta en tal o cual clase.
Por el otro, hay un modo de producir conocimiento de tipo galileano en que la atención
no está centrada en los atributos comunes presentados, sino en las características funcionales, en las condiciones que constituyen el acontecimiento examinado. De este modo, para
obtener conocimiento no es necesario examinar un conjunto amplio de acontecimientos repetibles sino determinar, en el límite incluso en un solo caso, las condiciones que producen el
fenómeno. Por tanto, en principio no existe ningún hecho, por irrepetible que sea, que pueda
sustraerse a una explicación de este tipo, llamada precisamente genético-condicional. Abandonado el concepto de descripción-clasificación para sustituirlo con el de función, el saber de
tipo galileano se hace así más constructivo.
Para Lewin es necesario que también en psicología, tal como sucedió en la física pero no
necesariamente siguiendo sus mismas etapas de modalidades, tenga lugar un proceso de
modernización que convierta la psicología de ciencia descriptiva en ciencia genéticocondicional.
Podemos poner un ejemplo con conceptos lewinianos. Para Lewin el comportamiento
es función del ambiente y de la persona, en símbolos C = f (A, P). Un punto de vista aristotélico con tendencia a la clasificación, antes de llegar a la determinación de un determinado
comportamiento requeriría no sólo el hecho de que dicho comportamiento se verifique con
9
La psicología de la Gestalt
cierta regularidad, sino que presupondría el conocimiento de la “esencia” de A y P. En otras
palabras, si no se posee un punto de vista dinámico, sino simplemente taxonómico, es necesario saber con anterioridad qué son A y P para determinar C. En cambio, para Lewin, y en
esto constituye un claro ejemplo del punto de vista propio de una teoría de campo, no es necesario conocer con anterioridad las entidades indicadas con los símbolos C, A, P, sino que
su especificación se da en la interacción que se realiza en un momento determinado. Es éste
un punto de vista absolutamente dinámico porque renuncia al aspecto “ontológico”, es decir
renuncia a determinar a priori una “esencia”, y llega a la definición simplemente a través de
las relaciones existentes en la situación considerada. No sólo el campo es una construcción
teórica, sino que también lo son los conceptos de persona, ambiente y comportamiento.
... parece inevitable el paso a una concepción galileana de la dinámica. Esta concepción hace
derivar todos los vectores que determinan un proceso no ya de objetos individuales considerados
aisladamente, sino de las relaciones recíprocas entre los factores que actúan en el ámbito de una
situación concreta tomada en su conjunto, es decir, esencialmente, de las condiciones en que el
individuo se halla en un momento dado y de la estructura de la situación psicológica. La dinámica
de los procesos siempre debe derivarse de la relación entre el individuo concreto y la solución
concreta...
La plena aplicación de este principio requiere, a decir verdad, la realización de una tarea que,
hasta ahora, sólo ha sido iniciada: es decir, elaborar una técnica que permita una representación
ágil de una situación psicológica concreta, con todas sus características individuales y todas sus
propiedades funcionales, y también de la estructura concreta de la persona psicológica y de sus
factores dinámicos internos. El hecho de que la dinámica psicológica haya permanecido tanto
tiempo bajo el influjo de un modo de pensar aristotélico, se debe probablemente a la circunstancia de que una técnica utilizable para una representación concreta, no sólo de la situación física
sino también de la psicológica, no puede elaborarse sin la ayuda de la topología... (Lewin, 1931).
Y es precisamente el uso de la topología, una rama de la matemática que se interesa
de un modo no métrico por relaciones de tipo espacial, lo que constituye otro de los elementos característicos del pensamiento de Lewin. En efecto, con la ayuda de algunos “constructos” topológicos dispuso un lenguaje inmediato y universal capaz de describir de modo suficientemente apropiado situaciones dinámicas concretas.
Mediante el constructo “región” indicado gráficamente como un espacio cerrado por un
límite (llamado barrera) se pueden indicar situaciones de tipo psicológico. El hecho de que
ahora estés leyendo estas líneas se sitúa en una región psicológica muy distinta de la descrita
por estar en el cine. Para pasar de la región lectura a la región cine tienen que efectuar un
cambio psicológico (locomoción) de un lugar a otro superando varias regiones y sus correspondientes barreras; en nuestro caso, por ejemplo, el cambio tendría lugar incluso materialmente desde el lugar en que estás hasta el sitio donde proyectas el film escogido. Pero una
locomoción no exige necesariamente un movimiento físico. Puedes apartarte de la región
“leer” y situarte en la región “fantasear sobre las próximas vacaciones” sin realizar el mínimo
gesto, y también en este caso has superado una o más barreras según las condiciones en
que te halles.
Las situaciones, los objetos, las regiones pueden, además, gozar de valencia positiva o
negativa. Es fácil deslizarse de la lectura al fantasear porque éste tiene en general un carácter
agradable (valencia positiva); es menos fácil abandonar la lectura para ir a la oficina de los
impuestos (un lugar generalmente no apreciado y habitualmente connotado con valencia negativa). Este impulso, favorable o contrario, que sentimos que se produce en situaciones de
valencia positiva o negativa puede describirse gráficamente mediante un vector cuya dirección, intensidad y punto de aplicación indican el tipo de tensión que se está produciendo en
ese momento.
Los trabajos de Lewin, y de sus numerosos discípulos y colaboradores, están típicamente ilustrados con gráficos a veces más bien complejos que contienen elementos del tipo
que acabamos de indicar.
Por ejemplo, en la figura 8 se representa una situación simplicísima en la que un niño B
tiene una valencia positiva en relación con M, el clásico tarro de mermelada; si en el espacio
vital dado por interacción entre sujeto y ambiente no se dan otras condiciones, a B le será
fácil alcanzar M.
B
M+
Fig. 8
En la figura 9 se representa, en cambio, la aplicación a B de un vector que tiene dirección opuesta porque L tiene valencia negativa (L = lavarse las manos). Si en el espacio vital
no hay otras presencias es fácil comprender que el niño continuará con las manos sucias.
B
LFig. 9
La figura 10 podría ser uno de los modos en que se representa una situación del tipo “si
te lavas las manos (L), te doy el chocolate (C)”. Alcanzar C con valencia positiva requiere
pasar a través de L connotado negativamente. Si el vector positivo de C es capaz de superar
el negativo de L el niño realizará una locomoción a través de L hasta C, alcanzando así la
meta.
B
- L- -
+
+
C
+
+
+
Fig. 10
10
La psicología de la Gestalt
Con este tipo de lenguaje, que hemos mostrado en situaciones muy simplificadas, Lewin describe no sólo del ambiente psicológico, como hemos visto, sino también de las estructuras de la misma persona.
La persona, entendida como región o conjunto de subregiones interdependientes con el
ambiente y no como entidad separada, es el lugar en que nacen tensiones más o menos consistentes, capaces de cambiar el equilibrio que sólo puede restablecerse mediante saturación
de la valencia. Pueden contribuir a originar tensiones en la persona o sistemas de tensión y,
por tanto, valencias, tanto elementos externos a la misma persona (aquel objeto me atrae por
su belleza) como elementos internos (busco una silla porque, cansado, quiero sentarme). Pro
la persona en sí no es un lugar indiferenciado, punto único de aplicación de cualquier vector.
Existe una compleja estructura de regiones más o menos separadas entre sí y que actúan según la situación externa y las condiciones internas.
... El reconocimiento de que en la mente hay regiones con grados de coherencia extremadamente diversos es una condición de importancia fundamental para investigaciones psicológicas
más profundas. Nos enfrentamos no a un único sistema unitario, sino a un gran número de tales
estructuras “fuertes” (Gestalten), algunas de las cuales están en comunicación con otras y forman así los elementos de una estructura “débil” más inclusiva.
Es necesario reconocer el carácter estructurado de la mente, las esferas, los estratos y los
sistemas psíquicos que la constituyen. Y es necesario establecer siempre dónde los hallamos
con complejos unitarios y dónde, en cambio, no. (Lewin, 1926)
Por tanto, la persona es una especie de jerarquía de regiones, algunas fuertemente conexas entre sí y dependientes funcionalmente, otras menos, otras finalmente sólo débilmente
o de ningún modo vinculadas. Y esta estructura cambia con el tiempo según el desarrollo de
la persona, sus condiciones de salud mental y también el estado general psicofísico.
El grado de interdependencia entre regiones fue probado experimentalmente originando una valencia en una región (por ejemplo confiando una tarea a sujeto), manteniéndola no
saturada (interrumpiendo la tarea) y luego viendo qué otra región era más o menos apta para
descargar la tensión remanente (tarea sustitutiva). Se probó así que regiones semejantes por
complejidad, dificultad, tipo de actividad requerida, son más funcionalmente interdependientes: completar una tarea interrumpida mediante simple prosecución verbal o mental es menos
satisfactorio que sustituirla con otra lo más parecida posible (mayor aflojamiento de la tensión).
El modelo de la personalidad que hemos dibujado permite a Lewin producir puntos de
vista originales también a propósito de la psicología genética y de la diferencial.
Una de las diferencias dinámicas entre el niño pequeño y el adulto es el grado de diferenciación, o de articulación en regiones y sistemas psíquicos diversos. El hecho de que diversas esferas de vida (profesión, familia, amistad con ciertas personas, y así sucesivamente), así como diversas necesidades, estén más articuladas en el adulto que en el niño de un año, no exige demostración analítica alguna. En el adulto no es generalmente difícil realizar una distinción entre
regiones periféricas y regiones centrales. El niño pequeño presenta una articulación mucho menos problemática. A este respecto, es un sistema mucho más unitario, una Gestalt dinámicamente más fuerte (Lewin, 1935, trad, it., p. 217).
El mismo Lewin esquematiza esta diferencia con una representación como la de la figura 11, en la que obviamente a) significa el niño y b) el adulto.
a)
b)
Fig. 11
Por lo que se refiere a niño débil mental Lewin le atribuye un grado de articulación menos respecto de un coetáneo crecido en análogas condiciones. Sin embargo, en el débil mental no hay sólo una diferencia cuantitativa en los grado de región en que se articula su psique.
... la diferencia dinámica de mayor relieve entre un niño débil mental y otro normal, que tengan el mismo grado de articulación, consiste en el hecho de que los sistemas psíquicos del primero presentan una rigidez más alta, una menor capacidad de reestructuración dinámica (ibidem,
p. 221).
Una representación gráfica se caracteriza a) por un bajo número de regiones y b) por
barreras entre regiones mucho más marcadas.
Para terminar esta rápida visión de las teorías de Lewin hay que tomar en consideración su contribución a la psicología de los grupos, una lógica extensión de las formulaciones
que se refieren a la persona y el ambiente.
En efecto, del ambiente forman también parte otras personas y si tratamos estas entidades con los principios de la topología y de la dinámica se puede advertir que son capaces
de engendrar un campo a su alrededor. Por ejemplo, si tomamos en consideración al niño B y
la mermelada M de la figura 8, para que no se apodere siempre de M no es necesaria una
barrera de tipo físico (la despensa, un cuarto cerrado); pueden darse también otras formas de
prohibición menos materiales. En la figura 12 la región mermelada está situada muy cerca del
campo engendrado por el adulto (A) mediante la prohibición de comer M. Es fácil comprender
que variaciones de intensidad del campo A pueden engendrar variaciones en el comportamiento de B.
11
La psicología de la Gestalt
A
M+
B
Fig. 12
Se puede complicar el esquema y pensar en el grupo como una serie de interacciones
entre regiones (individuos) cada una de ellas capaz de engendrar varios tipos de campos.
Podríamos llegar, en el caso de grupos formados de modo no adventicio o contingente, a
relaciones dinámicas más bien específicas; a veces el grupo es tan fuerte que se convierte en
una región especial en que son prohibidos o permitidos comportamientos diversos de los que
se encuentran fuera del grupo.
La psicología de la Gestalt en los Estados Unidos
Después de la llegada del nazismo a Alemania los exponentes de la Gestalt emigraron,
uno tras otro, a los Estados Unidos. Por tanto, al período alemán, que puede indicarse
aproximadamente con las fechas 1942-1935, se añade un período norteamericano. Si el primero constituye el nacimiento y la consolidación de las elaboraciones teóricas y experimentales de la Gestalt, el segundo representa una especie de “lucha por la supervivencia” o, por lo
menos, por el reconocimiento.
Gran parte de las discusiones y exámenes críticos se producen en este período, sobre
todo por obra de Köhler. Por ejemplo, el famosísimo libro Gestalt Psychology, que Köhler
escribe en 1947, más que un manual o un tratado sistemático es una apasionada y aguda
polémica en defensa de los principales puntos de la teoría. En efecto, en el período en que la
Gestalt se trasplanta a América (y de trasplante se puede hablar propiamente, porque en
Alemania dicha corriente de pensamiento ya no se reanudará directamente), la psicología
oficial norteamericana está en plena fase de desarrollo del conductismo. Es fácil comprender
que, más allá de los inevitables celos por la recién llegada, ambos modos de hacer psicología,
el gestaltista y el conductista, se sitúan completamente en los antípodas.
Se puede proceder por estereotipos (y a menudo los estudios funcionan según dichos
cánones): por una parte tenemos una teoría, la Gestalt, que privilegia la organización y la
globalidad de los fenómenos, que utiliza un método de tipo fenomenológico, que no desdeña
las discusiones teóricas profundas, que se interesa por problemas tales como el pensamiento
y la percepción y que, por tanto, subraya los aspectos de teoría del conocimiento que se relacionan con la filosofía; por la otra parte, hay una corriente de psicólogos, el conductismo, que
bendice decididamente todo medio de investigación que no sea objetivo, entendiendo por
objetivo sólo lo que se puede medir, que rechaza absolutamente el recurso a entidades como
la “conciencia” y no está seguro del grado de objetividad que hay que atribuir al informe verbal
de los sujetos, que analiza variables extremadamente simples (moleculares) y rehuye las de
tipo complejo (molares), que profesa un explícito antiteoricismo, y finalmente que del comportamiento estudia sobre todo las modalidades de aprendizaje.
El encuentro, por lo menos al principio, no podía dejar de ser frontal, las palabras de
Köhler pueden una vez más darnos un cuadro de esta situación:
Lo que pretendía discutir son algunas tendencias de la psicología norteamericana. ¿Puedo
confesar que no las apruebo todas? En primer lugar dudo que sea aconsejable considerar la cautela y el espíritu crítico como las únicas virtudes de un científico, como si todo lo restante contase
muy poco. Son necesarias en la investigación, así como en nuestro coche los frenos tienen que
mantenerse en orden y el parabrisas limpio. Pero no son los frenos ni el parabrisas lo que mueve
[...] ¿Por qué sólo sucede en psicología el hecho de recomendar, de un modo bastante descorazonador, únicamente la cautela? [...] Acertadamente en la psicología norteamericana se considera una virtud demostrar gran respeto por el método y la cautela. Pero si esta virtud se torna excesiva, puede conducir a un espíritu de escepticismo que paraliza desde el principio las nuevas actividades [...] El deseo de usar sólo métodos perfectos y conceptos claros no ha llevado al conductismo metodológico. La experiencia humana, en su significado fenomenológico, no pede ser
afrontada ni siquiera con nuestros métodos más fiables: y cuando tenemos que estudiarla, podemos vernos obligados a forjar nuevos conceptos que a primera vista parecen un poco vagos.
Por ello la mayor parte de los experimentalistas (norteamericanos) evitan observar la escena fenoménica o incluso referirse a la misma. Sin embargo, es ésta la escena sobre la cual, en lo referente a los actores, se desarrolla continuamente el drama de la vida humana de cada día. Si no
estudiamos nunca esta escena, y en cambio insistimos en métodos y conceptos desarrollados en
investigaciones “desde el exterior”, nuestros resultados parecerán fácilmente extraños a cuantos
viven intensamente “desde el interior” (Köhler 1959).
El tiempo y el desarrollo de la psicología, sobre todo la norteamericana, han suavizado
mucho las intransigentes posturas iniciales y han hecho que se difundieran ampliamente los
aspectos más válidos de la psicología de la Gestalt; los resultados obtenidos en el estudio de
la percepción, el concepto de organización de los fenómenos psíquicos, la posibilidad de tomar en consideración variables de orden superior, complejas, globales, aunque menos analizadas, y, por tanto, la recuperación del dato “ingenuo” proporcionado por la realidad directamente a través del método fenoménico, las hipótesis sobre las relaciones entre mundo fenoménico y características fisiológicas subyacentes.
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La psicología de la Gestalt
Existe un campo de investigación en que la psicología norteamericana, desde el principio, aceptó temas y métodos de la teoría de la Gestalt; se trata de la psicología social.
En este ámbito se publicaron trabajos consistentes y sistemáticos incluso por parte de
autores no de origen alemán, signo evidente de una actitud distinta. Los motivos que permitieron el desarrollo en esta dirección son esencialmente dos; el primero debido al hecho de que
el paradigma conductista resultaba menos eficaz ante la psicología social en la que la complicación de los fenómenos y la complejidad de las variables en juego hacen casi prohibitivo un
análisis de tipo estrictamente cuantitativo y e recurso a la medición; el segundo deriva de
hecho de que los temas de que se ocupa la psicología social son mucho más “concretos”,
más prácticos y, por ello, mucho más cercanos al espíritu norteamericano que las teóricas
afirmaciones generales de los gestaltistas. Finalmente, no hay que olvidar un hecho que puede parecer secundario: quien presenta un enfoque gestaltista en el campo de la psicología
social es un teórico, Lewin, que puede considerarse como un exponente de la Gestalt menos
directo y oficial. En efecto, la obra de Lewin, aunque puede configurarse perfectamente como
gestaltista por formación, método y marco teórico, toca temas como la personalidad, las influencias ambientales, las motivaciones, la estructura de la mente.
Más recientemente, a partir más o menos de los inicios de los años 60, el redescubrimiento de los temas gestaltistas se ha hecho más consistente sobre todo con la aparición de
una nueva corriente: el cognitivismo. La psicología cognitivista nace precisamente con la finalidad de explicar aquellos aspectos organizados, constructivos, globales de los fenómenos
psíquicos que no encajaban en el método rígidamente analítico-reductivo del conductismo. En
este marco parece natural un acercamiento o, por lo menos, una revisión de los temas y métodos gestaltistas.
La amplitud del terreno común de la Gestalt y el cognitivismo y hasta qué punto el cognitivismo se debe entender como un desarrollo más que una rebelión real ante el conductismo, son cuestiones que actualmente son objeto de análisis; sobre este tema véase el capítulo
VIII del presente libro y confróntense las opiniones discordantes expresadas en KanizsaLegrenzi (1978). La respuesta no puede ser sencilla porque tanto la Gestalt como el cognitivismo todavía desempeñan un papel activo en la investigación psicológica contemporánea.
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