GUIA DE LECTURAS DE A U T O R E S C L Á S I C O S Y M O D E R N O S V D e a c u e rd o c o n e l p ro g ra m a d e 3 .o a ñ o d e Id io m a C a s fe lla n o d e la U n iv e rs id a d d e M o n fev íd eo , ...................................... v ILDEFONSO PEREDA VALDÉS P r o f e s o r de L it e r a t u r a C a s t e l l a n a de la U n iv ersid ad de M o nte v id e o NICOLAS FUSCO SANSONE Profesor d e I n s titu to N orm al d e S e ñ o r i ta s GUIA DE L E C T U R A S DE AUTORES CLÁSICOS Y MODERNOS De acuerdo con el Programa de\3. ° año de Idioma Castellano de la Universidad de Montevideo 1.a P ar t e Selección, n otas y com entarios por Ildefonso Pereda Valdés CLAUDIO GARCIA y Cía. - Editores CALLE SA RA ND I 441 M O N T E V ID E O 1936 Dos autorizadas opiniones sobre esta obra D e l D r . E m ilio F ru g o n i E x - c a t e d r á t i c o de L it e r a t u r a de l a Univ ersid ad de M o ntevid eo M ontevideo, Marzo 18 de 1936. Señores Dr. Ildefonso Pereda Valdés y Nicolás F u s­ co Sansone. V M is estimados amigos'. Considero que la “ Guía de L ec­ turas de Autores Clásicos y M odernos’ ’ que han confeccio­ nado V d s. ‘¡para enseñanza de la literatura castellana en los Liceos, constituye un laudable esfuerzo y reúne excelen­ tes valores. Las reseñas sintéticas de los ciclos literarios que abar­ ca y de los géneros que por ella desf ilan, están escritas con claridad pedagógica y con método expositivo. Las notas que marginan la selección de lecturas son eruditas, y las transcripciones bien seleccionadas. Tal vez pequen éstas por exceso en algún caso, dada la necesidad lógica de guardar las proporciones en relación con la impor­ tancia de los escritores. E11 cuanto,. a haber mantenido la lengua antigua en, quienes la usaron, punto es a discutirse sin duda si ello con­ curriere o no 0 la preparación del estudiante liceal; pero rnc inclino a creer que conviene poner ante sus ojos las etapas de la evolución idiomàtica a través de textos fam osos y ha­ cerle ver cómo era en realidad el idioma en que escribieron los primeros grandes forjadores de nuestra lengua. Le estrecha cordialmente la mano su afmo. Em ilio Frugoni. 0 4 721 * 6 PEREDA VAI,DES — EUSCO SANSONE De C a r lo s S a b a t E rc a s ty P r o f e s o r da L i t e r a t u r a de la U n iv ersid ad de M o n te v ide o Señor P ro feso r D r . Ildefonso Pereda Valdcs. H e leído algunos capítulos de su “ Guía de Lectura de A utores Clásicos y M odernos", y he tratado de abarcar, auque en form a muy rápida, el plan general de Su obra. Pienso que se trata de un trabajo claro, pedagógico y orde­ nado, de acuerdo con su finalidad docente, y que se adapta muy bien a los actuales programas de primer año1 de L ite­ ratura de Enseñanza Secundaria y del Instituto N orm al. Aunque no he podido leer su obra con el detenimiento de­ bido, a los efectos de form ular un juicio respecto a todos ais valores, compulsando todo su material hasta en sus más menudos detalles, puedo asegurarle que de m i primera im ­ presión llego a la seguridad de que será útil a la enseñanza de la Literatura en las mencionadas instituciones. Saludo a Vd. muy atte. C . Sabat Ercasty. ( Prólogo de la 1.a edición Este libro pretende ser una guía de lecturas de autores clásicos y modernos para los estudiantes de tercer año de Idioma Castellano. Para ello, hemos tenido en cuenta en primer termino una rigurosa selección de lecturas, recogien­ do ide cada autor lo que nos ha- parecido más característico. D ifícil tarca la de seleccionar; si hemos acertado en ello, habremos cumplido nuestro primer propósito. Piemos precedido a los qutores en particular de una breve reseña, que s ó lo ' pretende dar una orientación gene­ ral de cada período literario: la Literatura¡ Española en la Edad M edia; el Renacim iento; la novela picaresca, etc. N o se puede pretender exigir en cada panorama un estudio ana­ lítico de las obras de los autores que .en ella figuran, nues­ tra labor se reduce a una reseña, que por la síntesis que re­ quiere puede pecar de superficial. Las notas son explicaciones sobre la evolución de la lengua castellana a través de las épocas, referencias a la historia literaria, particularidades de estilo y puntos gra­ maticales que se refieren a cada página co'mentada. L os comentarios, al margen de cada página de lectura, ayudarán a la tarea de desentrañar el sentido de cada autor y a referirlo a la época en que escribe. Las biografías y bi­ bliografías, son auxiliares necesarios de la enseñanza. S i nuestro libro es útil habrá cumplido su finalidad, si no lo es, se debe a la Magnitud de la tarca emprendida. Dice Rodó: “ E n parte alguna ese humilde libro que ^ueño se ha hecho tal corno lo imagino y corito sólo podría realizarlo quien, teniend\a el criterio, el sentimiento y el gus­ to de un verdadero entendedor de la belleza literaria, tu­ viese al propio tiempo la vocación evangélica de hacer a las 8 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE almas nuevas e ignorantes esa obra de misericordia que con­ siste en abrir los ojos ajenos a la luz de lo bello” . Leyendo estos párrafos de “ E l M irador de Próspero” , nos hemos inspirado. Rodó anhelaba que un poeta, un creador de be­ lleza fuera al mismo tiempo el autor de ese modesto ensayo didáctico. Con ese espíritu nos hemos aventurado a la obra ingrata y d if ícil. L os lectores y la crítica dirán la última pa­ labra a ese respecto. Algunas notas las hemos tomado al muestro M enéndez y Pidal y en la parte de selección hemos tenido en cuenta su “ A ntología de prosistas españoles E n el comentario de los textos, reproducimos las opi­ niones de grandes escritores como A zorín, Unamuno, M adariaga, etc., que permiten al alumno formarse un juicio propio a través de las distintas interpretaciones que los ci­ tados autores nos dan de las m ejores páginas de la lengua castellana. Ildefonso Pereda Valdés. N icolás Fusco Sansone. ( Panorama de la Literatura Espa­ ñola en la Edad Media S e caracteriza la sociedad en la Edad M edia por una comunidad patriarcal en la cual las clases: nobles, villanos, burgueses y clero, conviven bajo una misma jerarquía, a cuya cabeza se encontraba la iglesia, ejerciendo su poder espiritual. L a unidad espiritual dentro de la diversidad de naciones, ciudades, condados y soberanías, la establecía la iglesia, que adoptó en su organización la misma estructura económica. A esta jerarquía, a esta organización social, se le ha llam ado: feudalismo. E l cristianismo comenzó a e x ­ tenderse en el imperio romano, bajo Diodeciano y N erón pero se convirtió en religión de estado con el Emperador Constantino. Cuando el imperio romano se transformó \en el estado feudal, el cristianismo se hizo jerárquico, y la iglesia adqui­ rió la misma organización del ¡etsado feudal, príncipes, reyes, emperadores, señores feudales, tuvieron su equivalencia en las jerarquías de la iglesia, en los obispos, arzobispos, con­ cilios y órdenes religiosas, y el Papa como suprema autori­ dad, infalible vicario de Cristo. E n la Edad M edia aparece el cristianismo como una fuerza de cohesión entre el monarca y el pueblo, o de conciliación entre la nobleza y los reyes. A l final de la Edad Media-, la iglesia será el auxiliar más útil para consolidar el poder real. E l cristianismo conver­ tido en dogma, le quitó al hombre toda esperanza de re­ dención terrenal; creó un sistema de recompensas y castigos, un cielo y un infierno para distraer al hombre de sus pro­ blemas terrenales, para igualar en el cielo al noble y al plebeyo, al paisano y al señor, acentuando al mismo tiempo en la tierra las desigualdades y las clases. E n esta “ noche 10 PEREDA v a i ,DES — FUSCO SANSONE oscura de la Edad M e d ia ’ la iglesia lo era todo; uA arte poderoso y atormentado creó las catedrales góticas, la esen­ cia v la form a geométrica de lo místico. La sociedad feudal se distraía en torneos y en justas caballerescas. E l caballe­ ro —- del cual fu e suma esencia Rolando, el A quiles de la Edad M edia — constituyó el modelo de toda una literatura épico-lírica, cuyas manifestaciones más salientes fueron la Canción de Rolando, los 'Nibelungos, éj, Poem a del M ío Cid y el romancero. Pero al lado de esta épica narrativa, paralelamente, se desenvolvía una poesía lírica que tuvo por ■motivos principales, el amor cortesano, el refinamiento pla­ tónico y el arte del “ gay saber” . A l lado de la Edad M e­ dia-, bárbara y brutal, florecía una- Edad Media “ enorme y delicada” , que dijera Verlaine, “ E n esos tiempos bárbaros florecía el culto a la dama, y trovadores entonaban un cán­ tico” , agrega B crdiaeff. E l influ jo de la m ujer dió a. la Edad M edia una delicadeza de sentimientos que no habían conocido los griegos, ni los romanos. E l código de la ga­ lantería sustituyó al verdadero amor. E sta poesía trovado­ resca hacía del amor un convencionalismo , caballeresco, re­ ducido a reglas y protocolos y este amor codificado produjo una poesía insincera, “ el poeta no cantaba porque estaba enamorado, sino que sentíase enamorado porque cantaba” . L os poetas eran caballeros y los caballeros poetas, como Thibaut de Champagne. Las cruzadas despertaron el espí­ ritu religioso y aventurero de los señores, pero en el fondo de las cruzadas se escondía un interés económico, el de abrir nuevas rutas al comercio. E n la sociedad feudal la econo­ mía era primitiva; el campo y el cultivo de la tierra las fuentes de toda la riqueza. Recién con el nacimiento de una clase social, la burguesía, que se va formando en las ciu­ dades — ; ( y al principio burgués y habitante de la ciudad viene a significar lo m isino ) — se desarrolla el comercio y una incipiente industria. Esta sociedad asaz com pkja crea a la servidumbre que sustituye a la esclavitud, el puntal eco­ nómico de la sociedad antigua. E l siervo estaba sujeto a la gleba y se vendía con la tierra, el noble cedía la tierra a cambio de servicios. E l siervo se comprometía a entregar parte de los frutos, a pagar una renta perpetua, y a servir gratuitamente al señor según su profesión. E n las ciudades, los artesanos estaban sometidos al régimen de las corpora­ GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CI.ASICOS Y MODERNOS 11 ciones. N o e x is tía la libertad de trabajo y cada■artesano d eb ía someterse a una corporación. Se recuerda que Dante d eb ió in sc rib ir se en Florencia entre los farmacéuticos. Las ciudades tenían sus libertades municipales, que habían arrancado a los nobles laicos o eclesiásticos por medio de ca rta s. Elegían sus 'magistrados, sus jurados, sus alcaldes. S e n tía n s e orgullosos de su m\ilicia y de su ju s tic ia , pero poco a poco debieron ir perdiendo estas libertades municipa­ les. Se recuerda en España, en la época de Carlos V , la úl­ tima derrota que los comuneros sufrieron en VM alar. Los d r a m a s “ municipales” de Calderón y Lope de Vega, nos n a rra n algunos de estos episodios. Un hecho evidente fué que en- medio de esta sociedad feudal se fortaleció una clase poderosa, la burguesía, que iba a servirse en provecho pro­ pio de los errores de la nobleza y de su creciente debili­ tamiento. La literatura medieval se caracteriza por ser una lite­ ratura para todas las clases, aunque represente y refleje los intereses de una sola: la nobleza. Despertaba una misma emoción, porque tendía a ser eminentemente nacional. La nación era la prolongación de la gens y de la fam ilia, era un conglomerado artificial, d\onde las clases se confundían aparentemente, pero en realidad el espíritu colectivo de esa literatura era e{ epos: la- poesía épica. Estas sociedades re­ mozaron la épica de los griegos primitivos bajo el espíritu cristiano y los N ibelungos, la Canción de Rolando y el P o e ­ ma del Cid, fueron sus manifestaciones más vigorosas. E n España se conservó, y se conserva aún ese espíritu épico, porque España fu é con su economía rudimentaria, la re­ presentación más fie l de la Edad Media. España se mantuvo aislada como tina isla del restp de Europa, cuando apareció esc movimiento transformador que fu é el Renacim iento, que pocas huellas dejó en España. Absorta en su lucha con­ tra los moros y en sil ideal de la contrareforma, desempe­ ñando con la política de la casa. de Ausburgo el papel de Q uijote de la Historia, desangrándose en luchas que le cos­ taron la ruina de su economía; batallando en países extran­ jeros por su ideal cristiano, que se refleja en su literatura mística, en Santa Teresa y en San Juan de la Cruz, España vivió al margen de la época moderna, en plena Edad M e­ dia. España había precedido a otros países en conquistar las 12 rEREDA VALDIÍS — FUSCO SANSONE libertades que lograron los germanos. L os reyes españoles debieron luchar encarnizadamente para constituir la unidadnacional. Se aprovecharon de los caballeros y de los hidal­ gos para sus guerras contra los moros y éstos hicieron va­ ler sus derechos. ‘ ‘Fuente O vejuna” de Lope de Vega nos ilustra como los señores dominaban en las aldeas, y de como, también, los reyes se sirvieron de l o s . campesinos para ir destruyendo su poder. Las Cortes eran convocadas a me­ nudo por los reyes, porque éstos no podian prescindir de los nobles para procurar los recursos que necesitaban para sus guerras. La poesía épica de los siglos X , X I y X I I . no se pierde en España, ni queda interrumpida por el mester de clerecía, por la poesía erudita. U n poeta erudito como el Arcipreste de H ita tendría que rendir culto al “ mester de joglaría” y las canciones de gesta se prolongan a través del romancero y del teatro. N o existió esa continuidad histórica en Fran­ cia, donde la poesía erudita mata el germen de la poesía po­ pular, donde el teatro en el siglo X V y X V I imita a la an­ tigüedad clásica, donde el Renacimiento se consolida en las obras de Ronsard, de Rabelais y de Montaigne. E n España, apenas si aparece en el teatro con Torres Náharro el lumi­ noso espíritu rer\acentista, pero este espíritu no llega a cua­ ja r en el teatro de Lope de Vega y de Calderón. M enéndez y Pelayo al referirse a la poesía heroico-popular nos dice que esta era la poesía del pueblo, porque era la poesía de todos y no había quien dejase de colaborar en ella como autor, como oyente o como recitante. Pero si bien la poesía épica aparece como la manifestación de un espí­ ritu colectivo y de ideas nacionales, no lo ficé en el sentido que se supone lo fueran los poemas homéricos. Tuvo un creador individual que recogió el sentir nacional; así fu e ­ ron poetas de talento, los que compusieron obras como el poema del M ío Cid, del cual M enéndez Pidal supone, con bastante razón, autor a un juglar de M edinaceli. ¿Q u é pa­ pel desempeñaban estos juglares? A los trovadores y jugla­ res se les compara con los aedos y rapsodas priegos. ¿Pero eran los trovadores y compositores, y los juglares recita­ dores? E n Castilla se emplea la palabra juglar para desig­ nar al poeta. Sobre el origen de estos poemas reina casi la misma incertidumbre. L os investigadores de los cantos pri- GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 13 initivos franceses llegaron a la conclusión que el origen de las canciones de gestas eran las cantilenas, pequeños poe­ mas que yuxtapuestos formaban un poema completo. Falsa teoría. M ilá Fontanels demostró que los romances — y esta era la tínica base probable de la aseveración — no eran sitio hojas de un gran árbol común — el cantar de gesta. S e de­ mostró que los romances no eran anteriores a las gestas (los romances viejos son siglo X V ) , y además, la unidad de los poemas demuestra lo contrario. E n Alemania, Grimm y H erdcr — elaboran sus teorías casi semejantes (para Grimm la épica germánica nace de una gran leyenda anónima popular — para Herder, que modifica ligeramente la teoría de Grimm la leyenda anónima es la generadora del epos). E n resumen, ambos identifican la leyenda y el epos. Gastón París toma la teoría alemana y la completa haciendo desaparecer toda frontera entre la leyenda y la poesía. Para Bedier, en cambio, la leyenda tiene una importancia secundaria en la form ación de los grandes poemas épicos. E stos poemas se form an en el siglo X I I — se refiere a la Canción de Rolando — sin que haya necesi­ dad de recurrir para la explicación a una leyenda conser­ vada en el pueblo en los mismos tiempos en que vivieron los héroes. N o puede explicarse de una manera clara la relación entre la leyendfl y el ep o s.. ¿C uál es ef\ orige¡ii de la épica castellana? ¿E s un pro­ ducto espontáneo del alma nacional o el fruto de la influen­ cia extranjera? E s más admitida la teoría que supone a la épica castellana derivada del mismo origen germánico que se admite para la francesa, pues muy difícil resulta estable­ cer el entronque entre las leyendas y tradiciones de las ra­ zas primitivas que poblaban la península ibérica y la poesía épica, como es también poco probable la relación entre la poesía épica popular y la poesía latina popular de la Edad Media, poesía de carácter lírico, cuya única analogía con aquélla aparece en la métrica y la rima ( contrariamente a las reglas de la poesía latina clásica, la pre-medieval admi­ tía el sistema métrico fundado en el acento, número de sí­ labas y en la rima). Sobre la influencia arábiga y francesa mucho se ha es­ crito. Sobre las primeras las teorías están desacreditadas, salvo un resurgimiento de ellas con la del arabista Ribera 14 PEREDA VALDES — EUSCC SANSONÉ que afirm a"que en Andalucía en- los siglos I X - y X existía una poesía épica romanceada que debió influir en la épica castellana. Sobre la influencia francesa se ha exagerado de­ masiado. M enéndez P idal en su magistral estudio sobre el Poema del M ío Cid, ha establecido en sus justas proporcio­ nes la influencia francesa. Pila se reduce e la repetición del indefinido “ tanto” , la oración de Jimena pidiendo al cielo la protección al Cid y algunos otros detalles menores. S i en cuestiones exteriores la influencia es clara, en su esencia difieren ambas creaciones del alma popular; el carácter histórico-rcalista del Cantar del M ío Cid, y en general de toda la poesía heroica popular española difiere de la épica fran­ cesa- dada a exagerar las cualidades física i de los persona­ jes, a valerse de lo maravilloso. E l concepto de la lealtad del vasallo a su rey, es más riguroso que el de aquellos ba­ rones franceses más díscolos y más independientes con res­ pecto a su soberano. Paralelamente a esta poesía heroico-popular cuyas ca­ racterísticas generales hemos señalado, se desarrolla en E s ­ paña una. poesía erudita, cultivada por los clérigos, que en medio de la caballería m,edieval, de las guerras y torneos, conservaban en sus monasterios los tesoros de la cultura antigua. La nueva escuela recibió el nombre de “ M ester de Clerecía” en oposición al “ mester de joglaría” , arte vulgar, arte del pueblo, tenido a menos por estos clérigos cultivado­ res de un arte culto, erudito. ¿ E n qué consiste el M ester de Clerecía? E n cuanto a la versificación usaba esta escuela, la “ cuaderna vía” , versos de catorce sílabas con acento pro­ sódico en la sexta, siendo cada estrofa monorrimada. E n cuanto al asunto, el M ester de Clerecía pertenece a la poesía didáctica que trataba de difundir entre el pueblo la vida y milagros de los santos. Pero cuando se pretende llegar has­ ta el pueblo hay que emplear un legua je popular. ÍJe ahí que los escritores eruditos recurran al “ román paladino, en el cual cuele el pueblo foblar a su vecino” . L os asuntos de sus libros no eran siempre religiosos. A lgunos poemas como el “ Libro de A lcxa n d re” , tratan un lema griego cristiani­ zado. E n España fu é muy popular la leyenda de Alcxandre. E l libro de-A lcxandre, que la populariza, es obra anónima que ha sido atribuida a A lfo n so el Sabio, a Berceo y otros escritores medievales. S u más probable autor fu é Juan L o- CUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 15 ,<■0 Segura, de Astorga. También se difundió la leyenda de A le randre entre los árabes españoles, como lo ha demos'tralla en sus in te r e s a n te s estudios Em ilio G arda Gómez, pro­ fesor de la Universidad de Madrid. E l poema de A lexandre influyó en el poema de Fernán González, en el A r c i­ preste de Hita, en la Crónica de Pero N iño y en el roman­ cero general que recoge los “ Consejos de Filipo moribundo a s u h ijo A lejan dro” , “ A lejandro vencedor y Darío fu g i­ tivo ” ’1 V “ A lejandro y la doncella tebana” . E s obra llena de a n a c r o n is m o s que nos presenta un A lejandro caballero, acompañado de sus doce pares. Demóstenes aparece con el título de Conde y Aristóteles como un clérigo erudito. E l más destacado de los poetas del M estcr de Clerecía fu é Gonzalo de Berceo (1180-1247) clérigo del monasterio de San Millán de la Cogulla, que escribió libros devotos, vidas de santos como las de San M illón, y Santa Oria, el sacrificio de la misa y el martirio de San Lorenzo. Berceo, como e l Arcipreste de H ita, rinde culto al habla popular, es un clérigo alegre y sano que sabe gustar de “ Un vaso de bom vin” , que ama a la naturaleza como lo demuestra su graciosa introducción alegórica a los M ilagros de Nuestra Señora. A l par que es%a poesía erudita se desarrolla, crece un incipiente lirismo que tiene su primera manifestación en el poema “ La razón de amor” , del siglo X I l l . E l lirismo pri­ mitivo encuentra en la lengua gallega y portuguesa, lengua común a los reinos de Galicia y Portugal, un clima cálido que hace brotar una lírica abundante, al in flu jo de la es­ cuela de los trovadores provenzales. Tres centros monopoli­ zan el naciente lirismo, de in flu jo provenzal: Cataluña, que dió el más grande de los trovadores españoles, Ansias March, Galicia y Portugal. L a lengua galaica-portuguesa <más des­ arrollada entoncesi que el castellano, más dulce y melodiosa, fue el idioma de la poesía lírica en España, a excepción de Cataluña, desde 1200 a 1350. L a expresión más alta de ese lirismo fueron las Cantigas a Santa María, de A lfo n so el .Sabio. 7 oda esta poesía se recoge en Cancioneros o colec­ ciones gallego-portuguesas, siendo las tres más importantes el Cancionero de la Biblioteca Vaticana, el de A ju d a y el Colocci-Brancuti. Con A lfo n so el Sabio la prosa castellana adquiere una importancia considerable. Las anteriores nía- 16 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE, nifestaciones son pobres y mosquinas: los Anales Toledanos la refundición del Fuero Juzgo y algunas traducciones de libros árabes como el Libro de K alila y Digma. Las dos obras más importantes de A lfo n so el Sabio fueron la Crónica General y la Siete Partidas, fruto de la colaboración de sa­ bios españoles y árabes, verdaderos monumentos jurídicos e históricos. N o fu é A lfo n so el Sabio un escritor original, pero 'tuvo el mérito inmenso de agrupar a su alrededor a los más destacados ingenios de su época y refundir en una “ summa” de conocimientos, la ciencia rudimentaria de en­ tonces, las leyes y preceptos anteriores, y las crónicas y le­ yendas desde la antigüedad hasta la época de su reinado. La importancia de las Siete Partidas se puede considerar desde distintos puntos de vista: como fuente del derecho moderno, por su documentación sobre la sociedad medieval, por su riquísimo vocabulario y finalm ente, por la rica va­ riedad de su estilo. E n el siglo X I V observamos un principio de decaden­ cia de la epopeya y del M ester de Clerecía, y el resurgimiento de la prosa didáctica y la recreativa. Tres escritores sobre­ salen en este siglo: el Infante D on Juan Manuel, el A r c i­ preste de H ita y el Canciller Pero L ópez de Ayala. “ E l Conde Lucanor” , del Infante D on Juan Manuel, es la obra en prosa más importante del siglo X I V . Consta ■de cincuenta y un capítulos llamados ejem plos y tres bre­ ves capítulos más llamados partes. Escrita en form a de con­ versaciones que el Conde 'tiene con Su consejero Patronio: el Conde le consulta acerca de casos de moral social y po­ lítica y éste le contesta aplicando al caso un apólogo, una alegoría o una parábola. L a prosa se hace en la obra de Infante D on Juan M anuel más precisa y brillante, hay m a ­ yor riqueza de expresión que en sus antecesores, más sol­ tura y naturalidad. Sin entrar a analizar el siglo X V y comienzos del X V I , siglos de transición entre la Edad M edia y la Moderna, terminaremos esta reseña, con la figura más extraordina­ ria del siglo X I V : el Arcipreste de H ita. E n el Arcipreste se ref unden dos tendencias opuestas, el mester de clerecía y el mester de juglería. D el mester de juglería toma el metro de la cuaderna vía, que adopta para la parte narrativa del “ Libro del Buen Am or” — aquella que probablemente era GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ] 7 r e c ita d a — , los elementos eruditos del mester de juglería, los metros populares, el estribóte, las cantigas de serranas, los cantares de ciegos. Pero al mérito indudable de vigo­ rizar con su humorismo sano que recuerda a Chaucer, la enclenque poesía- clerical, une el de haber esbozado los pri­ meros caractere* de la novela española la Trotaventos, ma­ dre de la Celestina, F urón — el criado “ mintrooso, debdo, la d r ó n e mesturero, etc.” . Con el Arcipreste de H ita pene­ tra un soplo de vitalidad en la literatura española de la Edad Media, soplo de vitalidad precursor ya del Renacimien­ to. E s el Goya del siglo X I V — vigoroso pintor de carac­ teres que es fe liz y genial cuando tiene que pintar un tipo popular o caricaturizar un personaje real, pero que fracasa cuando quiere expresar un sentimiento místico. L os santos de Goya se parecen a los loores de la Virgen M aría del A r ­ cipreste: suenan a falso y convencional en medio de un inun­ do “ muy humano, demasiado humano” para no ser verda­ dero. El Poema del Mió Cid y el Medio Social de la Época E l P oem a del M ió Cid re fleja adm irablem ente las cos­ tum bres, clases sociales e instituciones de la época. N o se com prende bien el significado nacional del poem a, su vasto aspecto de tapiz de una época, su carácter em inentem ente g u errero y caballeresco, si no se le estudia en relación con las costum bres y usos del siglo X II. E l carácter nacional del poem a se expresa en su fide­ lidad com o p in tu ra de la época y del pueblo a que pertenece. Com o observa M enéndez y P idal, 110 es el patriotism o ex al­ tad o que alienta en 'la Canción de R olando, aunque p u ra ­ m ente m ilitar, que se apoya en el irrazo n ad o entusiasm o p ara a firm a r el propio valer y el desprecio al enemigo, lo que caracteriza al P oem a del M ío Cid, puesto que no hay en el P oem a una idea p atriótica tan precisam ente concebida, como en la Canción de R olando. E n cambio — agrega el m ismo au to r — en el Cid se re fle ja n las más nobles cuali­ dades del pueblo que le hizo su héroe: el am or a la fam ilia, que anim a la ejecución h asta de las m ás altas y absorbentes em presas; la fidelidad inquebrantable; la generosidad m ag­ nánim a y altan era aun p ara con el R ey; lz intensidad del sentim iento y la leal sobriedad de la expresión. Las clases sociales. — L as clases sociales están b astan ­ te bien definidas en el poema. L as clases b ajas no partici­ pan de la a c c ió n : relegadas a una categoría inferior, ape­ nas aparecen. Los burgueses y los judíos adinerados, que ejercían el com ercio y hacían de prestam istas — únicos re ­ presentantes de las clases b ajas — los vem os en algunos episodios (arcas del Cid, e tc .). El poem a es esencialm ente un poem a de la nobleza. L a clase superior, de los fijo s dal- GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 19 o se dividía en c a te g o ría s: en la escala m ás in ferio r se los escuderos (jóvenes que se ejercitaban para ser m ás tard e caballeros). D e m ayor categoría eran los ca­ balleros, que necesitaban p a ra poder ser llam ados así, la ce­ rem onia de “ arm arse caballeros” ; el rito consistía en ceñir la espada el p adrino al bis,oño caballero. Los caballeros, a su vez, eran de v arias c a te g o ría s: los de m ayor jera rq u ía eran los infanzones, que criaban en su casa algunos escude­ ros y caballeros (ten ía n una especie de escuela de caballe­ ría. A esta categoría pertenecía el C id ). Superiores a los infanzones eran los ricos om nes — que pertenecían a las fam ilias m ás linajudas — y tenían com o vasallos a m uchos caballeros. P ertenecían a la corte del R ey y entre ellos éste escogía sus condes y potestades. e n co n trab an N o obstante, esta división de clases (que resulta m ás com pleja en las clases alta que en la b a ja ) existía en aque­ lla época una convivencia p atriarcal, que en cierto m odo suavizaba las asperezas de las categorías sociales. Sin em ­ bargo, el poema revela cierta anim osidad hacia la nobleza. L os condes de C arrión — ricos hom bres — aparecen en el poem a como tipos afem inados y cobardes. U n simple in­ fanzón como el Cid, tiene m ás potestad de hecho que ricos hom bres como los de C arrión. E l R ey no vacila entre el Cid y los Condes, en ponerse del lado del prim ero. El es­ píritu dem ocrático del poem a es una cualdiad que debe te­ nerse en cuenta al estu d iar este aspecto. El R ey — como suprem a potestad de la nación — ejerce la función de equi­ librar las diferencias sociales: él es el m ediador — y así aparece en la obra — de las querellas entre infanzones y ricos hom bres. Sin duda, se aprovechará de las disputas de los nobles p ara afia n z a r su poder, pero en apariencia por lo m enos, es el m oderador poderoso de las contiendas entre las subclases de la nobleza. A rm a s: Se dividen en ofensivas y defensivas. L as ofen­ sivas e ra n : “ la lanza que tenía el astil de fresno, un fierro ta ja d o r y un pendón. L a espada e ra ancha (de 50 a 75 m i­ lím etros, o m á s), de dos filos y con una canal en su eje, que co rría desde cerca de la pu n ta hasta la m ism a espiga; al ser levantada la espada después de haber herido, corría la sangre por esa canal hacia la em puñadura, y m anchaba 20 PEREDA VALDES — fü S C O SANSONE la m ano y el antebrazo del caballero. A sí se explican aque­ llos v e rs o s: espada ta ja d o r, sangriento el braqo p o r el cobdo ayuso la sangre destellando' (7 8 0 ). A rm as defensivas: E l escudo. E ra grande (1.20 por 0.62 m etro s) de tabla, fo rra d a con cuero de caballo. Iba guarnecido con u n a bloca o ad o rn o m etálico en el centro, de donde p artía n radios, tam bién de m etal, hacia el borde del escudo ; a veces esta guarnición e ra de" oro o plata. La loriga e ra una túnica tejid a de m allas férreas o hecha de cueros con escamas o anillos cosidos encim a. A veces tenía tres dobleces, p a ra m ás defensa (3 6 3 4 ). P a ra evitar el roce de la lo riga se vestía debajo de ella un belmez o túnica acol­ chada (3073, 3636) que en las representaciones g ráficas se ve salir p or fuera del borde in ferio r de la loriga cosa de un palm o m ás largo que ella. L a loriga se prolongaba en un alm ó fa r o capucha de m alla que cubría la cabeza y la barba, subiendo a veces h asta m edia n a riz ; p ara evitar su roce so­ bre los cabellos, se recogían éstos con una co fia de lino, fru n cid a sobre la cara, '7789, 2436, 7 4 4 4 ). E ncim a del alm ó far se ponía un yelmo atado a las m allas con m uchos lazos de cuero o m oncluras (3 6 5 2 ) ; el yelmo solía tener en su p arte an terio r un nasal o b a rra descendente, p a ra p ro ­ teger la nariz. L as piernas del caballero iban cubiertas de a rrib a ab ajo con las calzas, y sobre éstas, se ponían las hue­ sas o botas fuertes y altas, propias p ara cam paña o v ia je ” . E l tra je de paz era éste: “ prim ero se ponían la camisa, después las calzas de paño cubierta to d a la pierna y los za­ patos, que solían ir adornados de labores (3 0 8 5 -8 8 ). Inm e­ diatam ente sobre la cam isa se ponían el brial, túnica hecha por lo com ún de una tela de seda en tre tejid a con oro, lla­ m ada ciclatón, así que el brial y ciclatón venían a ser voces sinónimas. L legaba el brial h asta los pies e iba hendido de­ lante y detrás p ara poder cabalgar cóm odam ente, dejando caer cada m ita d de su fald a por uno y o tro lado del ca­ ballo. E ncim a del brial se ponía la piel o pellizón, abrigo m ás corto que el brial, con m anga ancha o perdida, hecho de arm iño (3 0 7 5 ) o de piel ele conejo, cordero y abortones y fo rrad o el ex terio r con seda; el Cid llevaba siem pre se- GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 21 m elar,I una rpiel de , berm ejo con bandas de oro g u' n cu s il JLig*“ , . 7 oq-7 ) Sobre la piel se pom a el m anto, anudado o pren ­ dido en el hom bro derecho; iba forrado con arm iño (3 3 7 4 ) como el que se ve en el re tra to del Conde R am ón o con pie­ les” (M enéndez Pidal. V alo r histórico y arqueológico del poem a del C id ). (2 ) Métrica. — L a m étrica usada en el P oem a es m uy prim itiva. Los versos se distribuyen sin ningún orden, en m onorrim os asonantados de variad a extensión. H a y versos de 20 sílabas y otros no pasan de 10. T iende a predom inar la f o r m a : 7 -j- 7 y 8 + 8, divididos en dos hem istiquios. H a y A lejandrinos auténticos (con hiato en la pausa interm edia) : “ Del agua fezist vino e déla piedra pan... Con vocablo agudo en la pausa in te rm e d ia : “ Cid, enel nuestro m al” ous non ganades n ad a “ M as dezid nos deñ C id” ¿de que sera fagado? “ Resugtest a L áz aro ” ca fue tu voluntad... Teoría de Pedro H enriquez Ureña. — “ P. H enriquez U reña lia dem ostrado, que frente a la versificación reg u ­ lar, existió siem pre en la poesía castellana una rítm ica, irre ­ gular, atenta, no al núm ero de sílabas, sino a. la d istribu­ ción de los acentos. E sta versificación llega a practicarse h asta el siglo de O ro, pero fué sustituida por la absoluta regularidad de la m edida, por el isocronism o silábico, y hoy resurge con el m etro libre de las últim as escuelas poéticas” . Tesis de M ax H enriquez Ureña. — “ Lo fundam ental p aia estudiar la versificación del P oem a del Cid es apreciar que el verso castellano' se divide en verso simple y verso com puesto, y que el sim ple se subdivide en cláusulas rítm i­ cas, según L a B arra, o en períodos prosódicos, según J a i­ me reyre, atendiendo a la ley del acento, atendiendo al ritm o, que es el que preside e in fo rm a todo verso” . M ax H enriquez U re ñ a aplica a la versificación del °em a las reglas- que se usan p a ra analizar un verso com­ puesto. PEREDA VAT.DES — FUSCO SANSONE 22 De los sos ojos tan fuertem ientre llorando, to rn av a la cabega y estávalos catando. V ió puertas abiertas e ugos sin cañados, alcánras vazias sin pielles e sin m antos e sin falcones e sin adtores m udados. Sospiró m ió Cid, ca m ucho avié cuidados. Fabló m ió Cid bien e tam m e s u ra d o : “g rad o a ti, señor p adre” , que estás en alto! E sto me an bouolto mios enem igos malos. Se p aran d o los dos períodos prosódicos de que se com ­ pone cada verso, tendrem os que, por el procedim iento ante­ rio r, unos pueden com binar en igualdad de m edida con o tr o s : D e los sos ojos... e sin falcones... Fabló mió Cid... que estás en alto... esto m e an boulto... O, p o r o tra p a r te : T a n fuertem iente llorando... e sin adtores m udados... m ios enem igos malos... O b ie n : to rn av a la cabega... y estábalos catando... V ió puertas, abiertas... e u q o s s i n cañados... O b ie n : Sospiró m ió Cid... grado a ti, señor padre... P o r el m ism o procedim iento se obtiene el fracciona­ m iento del verso largo de las gestas en dos octosílabos p ara fo rm a r el rom ance, y el proceso se explica, según el m ism o procedim iento. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 23 (3 ) Otros cantares de gesta. — El ca n ta r de gesta más im portante es el P cem a del M ío Cid, pero no es el único. E l cantar1 de lo<\ Infantes de Lara. — E s uno de lo's más antiguos. L a g u erra de reconquista co n tra los árabes inspiró este cantar, que, sin em bargo, tiene por núcleo p rin ­ cipal un asunto fam iliar entre D oña L am bra — cruel y vengativa — y su esposo, R uy V elazques y los sobrinos de éste, los infantes de L ara, por o tra parte. F ué escrito p ro ­ bablem ente hacia el año 986. E n el siglo X I I I se compuso un segundo cantar, que se halla prosificado en la Crónica de 1344. E xisten varias refundiciones del cantar, pues el tema ha dado m otivo de inspiración a cantares y rom ances. Bernardo del Carpió. — P ertenece a la leyenda de Carlom agno que se difundió en E sp añ a en el siglo X II. B er­ nardo del C arpió es un héroe español. P erso n aje legenda­ rio, aunque al parecer hay indicios de que existió un B er­ nardo histórico. Mainete. —■ Con el nom bre de M ainete se difundieron las hazañas de C arlom agno en España. E ste poem a perte­ nece al ciclo legendario de C arlom agno. Don Rodrigo o la Perdida España. — Sé supone h a ­ ya existido un viejo cantar de gesta sobre la P e rd id a E s­ paña y el últim o rey visigodo. F u é tem a de algunos rom an­ ces. Según el texto de la C rónica General parece haber existido un viejo ca n ta r de gesta sobre la h isto ria del in­ fante Don Garcíá, asesinado en León en 1029. Ronsespalles. — Así h a titu lad o M enéndez P idal a unos cien versos, m onorrim os, de versificación irreg u lar al es­ tilo de los cantares de gesta. P arece haber sido escrito en el siglo X III. Cantar de Fernando I. Cantar del Cerco de Zamora. — Con el poem a del M ío Cid fo rm a ría u n a trilogía épica. El prim ero, n a rra la infancia del Cid y term ina con la m uerte de F ern an d o I. E l C antar del Cerco de Z am ora es una re­ fundición p rosificada de la C rónica General. Se refiere al Cerco de Z am ora y term ina con el destierro del Cid. El Poem a del M ío Cid sería, pues, u n a continuación de este cantar. Poema del Mio Cid C A N T A R D E L D E S T IE R R O — 1 140 — ? 1 De los sos o jo s tan fuertem ientre llorando, (1 ) to rn a va la cabega i estávalos catando. (2 ) V io puertas ab iertas e ugos sin cañados, (3 ) alcándaras (4 ) vazias sin pielles (5 ) e sin m antos e sin falcones e sin adtores (6 ) m udados., Sospiró m ió Cid, ca (7 ) m ucho avié grandes cuidados. Fabló mió Cid bien e tan m esu rad o : (8 ) “ G rado a ti, señor padre, que estás en alto ” ! “ E sto m e an buolto (9 ) m ios enem igos m alos” . 2 A güeros en el Camino de Burgos Allí piensan de ag u ijar, (1 0 ) allí sueltan las riendas. A la ex id a (1 ) de B ivar, ovieron la co rn eja (1 2 ) diestra, e en tran d o a B urgos oviéronla siniestra. Megió m ió Cid los om bros y engram eó la tiesta. (1 3 ) “ A lbricia, A lv ar Eañez, ca echados somos de tie rra ” .' “ m as a g ran d o n d ra tornarem os a C astiella” . (1 4 ) 3 E l Cid entra en Burgos M ió Cid R oy Díaz, por B urgos entróve, (1 5 ) E n sue com paña sessaenta pendones; (1 6 ) g u ia de lectura s dé a u to res CLASICOS y MODERNOS 25 pxien lo veer m ugieres e varon es, burgeses e burgesas, ( i 7 ) P °r las fm iestras (1 8 ) soné, plorando de los ojos, (1 9 ) ta n to avien el dolore. D e las sus bocas todos d izían una ra zo n e: “ D ios, qué buen vassallo, si oviesse buen se ñ o re !” N adie hospeda al Cid. Sólo una niña le dirige la pala­ bra p ara m andarle alejarse. E l Cid se ve obligado a acam ­ par fuera de la población, en la Glera. Com bidar le ien de g rad o, m as n in gu n o non o s a v a : el rey don A lfo n s so tan to a v ie le g ra n d saña. (2 0 ) A ntes de la noche en B urgos dél entró su carta, con grand recabdo e fuertem ientre seellada: (2 1 ) que a m ió Cid R oy D íaz que nadi nol diessen posada, e aquel que gela diesse sopiesse vera palabra que perderie los averes e m ás los ojos de la cara,, (2 2 ) e aun demás los cuerpos e las almas. G rande duelo avien las yentes cristian a s; (2 3 ) as;cóndense de mió Cid, ca nol osan dezir nada. E l Cam peador adeliñó (2 4 ) a su p o sa d a; así como llegó a la puorta, fallóla bien perrada, por miedo del rey A lfons, que assí lo p a ra ra n : (2 5 ) que si non la quebrantáa, que non gela (2 6 ) abriessen por [nada. Los de mió Cid, a altas vozes llam an, los de dentro non les querién to rn a r (2 7 ) palabra. A guijó mío Cid, a la p u erta se llegaua, sacó el pie del ;e stribera, una feridal d av a; non se abre la puerta, ca bien e ra gerrada. U n a nina de n u ef años a ojos se p a ra v a : ((^ a C am peador, en buena ginxiestes espada! (( rey 1° h a vedado, anoch dél en tró s/li carta, « § ran recabdo e fuertem ientre seellada, " on vos osariem os ab rir nin coger p o r n a d a ; „ S1 llon' Perderiem os los averes e las casas, u p .aun dem ás los ojos de las caras, ,¡ U ’ en el nuestro m al vos non ganades n ad a ; m as el C riad o r vos vala con todas sus vertudes san tas” . 26 p iír S d a v a i .d iís — fusco s a n s o n ií E sto la niña dixo e tornos p o ra su casa. Y a lo vede el Cid que del rey non avie gracia, P artio s déla puerta, por B urgos aguijaua, llegó a S an ta M aría, (2 9 ) luego descav alg a; fingó los inojos, (3 0 ) de corazón rogava. L a oración fecha, luego cavalgava; salió p o r la p uerta e A rlanqón (3 1 ) passava. Cabo B urgos essa villa en la glera posava, fincava la tienda e luego descavalgava, Mió C¡d R oy Díaz, el que en buena ginxo espada, posó en la glera quando nol coge nadi en casa; d erred o r dél una buena conpaña. A ssí posó m ió Cid como si fosse en m ontaña. V ed ad a l’an conpra dentro en B urgos la casa de todas cosas quantas son de v ian d a; nol osarien vender al m enos dinarada. (3 2 ) NOTAS (1 ) E s ta e x p re s ió n “ t a r fu e r te m e n te llorando*' re c u e rd a a la C h a n s o n d e R o la n d . (2 ) C a ta n d o — m ira n d o . (3 ) u c o s s in c a ñ a d o s — p u e r ta s s in ca n d ad o s. (4 ) a lc á n d a ra s . — .P e r c h a s d o n d e se p o s a b a n la s av e s d e c e tr e r ía . (5 ) p ie lle s — tú n ic a de p ie l. (6 ) a d to r e s — fo rm a m u y a rc a ic a p o r az o re s. (7 ) c a — p u es. (8 ) m e su ra d o . — E l fa b la r ta m m e su ra d o , ta n c o m e d id a m e n te , e ra v ir tu d m u y e s tim a d a e n u n c a b a lle ro . ( 9 ) b u o lto . — U rd id o . E ! C id a lu d e a q u e le a c u s a ro n fa ls a m e n te a n te el R ey . (1 0 ) a g u i ja r — p ic a r el ca b a llo p a ra q u e a n d e d e p ris a . (1 1 ) E x id a . — sa lid a . (1 2 ) C u a n d o en el c a m in o v o la b a la c o rn e ja de la d e re c h a a la iz q u ie rd a e ra b u e n a g ü e ro . E l a g ü e ro q u e o b s e rv a b a el C id e ra , p u es, ad v e rs o . (1 3 ) M o v ió los h o m b ro s y s a c u d ió la c a b e z a , a d e m á n u e p a re c e d e s tin a d o a re c h a z a r e l m a l a g ü e ro . (1 5 ) L a p a ra g o g e d e e s ta c o p la s e u s a b a e n el c a n to d e la p o e s ía n a r r a tiv a p a ra n iv e la r la s te rm in a c io n e s a g u d a s ( e n tr ó ) c o n las lla n a s ( p e n d o n e s ) . E s ta f o r ­ m a d e p a ra g o g e a n t ig u a e n tro -v e ( a s í u s a d a e n la G e s ta d e los I n f a n t e s d e E a r a , p e ro e n los ro m a n c e s d el sig lo X V s e r ía e n tr o -e ) se h a lla b a sin d u d a e n el o r i­ g in a l q u e se sirv ió P e d r o A b a d , p u e s é s te c o p ió e n tr a v a , e s tr o p e a n d o el a s o n a n te . ‘ (1 6 ) A q u í la g 'en te del C id se c u e n ta p o r el n ú m e ro de p en d o n e s, lílá s co ­ m ú n e s c o n ta r p o r e l n ú m e ro d e la n z a s. ( 7 ) b u r g é s — v e c in o d e u n a c iu d a d o villa. (1 8 ) fin ie s tr a s — v e n ta n a s . (1 9 ) p lo ra n d o d e los ojos. E x p re s ió n im ita d a de !a C h a n s o n de R o la n d . (2 0 ) s a ñ a — com o a c tu a lm e n te . (2 1 ) c o n d e l rey . p re v e n c io n e s m u y s e v e ra s y a u to r iz a d a en to d o r ig o r p o r e l sello (2 2 ) E s te v e rso y el s ig u ie n te re s u m e n la c lá u s u la p e n a l q u e s o lía p o n e rs e e n la s c a rta s d e la E d a d M e d ia m a ld ic ie n d o c o n c e g u e ra y e x c o m u n ió n a l q u e v io la se lo d is p u e s to e n a q u e lla s y c o n d e n á n d o le a d e m á s a u n a m u l ta . A lfo n so VI GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 27 d e e s ta c lá u s u la e n su s d ip lo m a s , p e ro s u n ie to A lfo n so V I I la c o r lo ta n to , iba y a h a c ié n d o s e a rc a ic a c u a n d o s e e s c rib ió el c a n ta r . a b a “ ( 2 3 ) ° i a s y e n te s c ris tia n a s , s ig n if ic a : to d o s. (2 4 ) a d e l i ñ ó — se e n c a m in ó . (2 5 ) a s s í lo p a r a r a n — a s í lo h a b ía n d is p u e s to . re a lm e n te US° a ' (2 6 ) (27) (2 8 ) (2 9 ) (3 0 ) (31) e s ta r v « e la — se ,a to r n a r — d ev o lv er. E n b u e n a o m itie n d o el s u s ta n tiv o h o ra , e ra m u y c o rrie n te . S a n ta M a r ía e ra la c a te d ra l de B u rg o s . fin c ó los in o jo s — se h in c ó d e ro d illa s. E l C id p a só el r'jo A r la n z ó n p o r el p u e n te de S a n ta M a r ía ( a s í llam a d o in m e d ia to a la ig le s ia c a te d ra l, d o n d e el C id a c a b a b a de h a c e r o ra c ió n ) T a c a m p a e n la E'lera o a re n a l d e l río . (3 2 ) d in a r a d a — c a n tid a d de co m e stib le s q u e se c o m p ra co n u n d in e ro . COMENTARIO El Ci<i llam a a sus parientes y vasallos y les dice cómo el rey lo m anda salir de sus tierras, dándole un plazo de nueve días. L es pregunta quiénes quieren ir con él y quiénes quieren q u e d ar. E n nom bre de sus leales, habla A lfa r Fañez — su prim o corm ano — ; “C ontigo irem os, Cid, por yerm os y por poblados, pues nunca os abandonarem os m ientras sea­ mos sanos, y con vos defenderem os las m uías y los caballos, los haberes y los paños. Siempre te servirem os com o leales vasallos. El M ió Cid (m i s e ñ o r) se dirige de B ivar para B urgos. E n el ca­ mino malos agüeros le esperan. L a corneja siniestra volaba de izquierda a derecha, lo que era presagio de m ala ventura. E l Cid entra en B urgos y le acom pañan sesenta pendones. La exclam ación de las “yentes cristianas'’ : “Dios, que buen vasallo, si oviesse buen señore” es indicio de la solidaridad del pueblo para con el Cid y al mismo tiem po una crítica al rey que no había sabido ser buen señor con tan excelente caballero y vasallo suyo. El Cid no se queja de su señor, el rey A lfo n so V I, sino de los corte­ sanos que no supieron ser leales, intrigaron al rey y lo indispusieron para con el Cid. A quí — com o en otros aspectos del poem a — se aprecia la lealtad del Cid p a ra con su señor, su calidad de buen vasallo, que con­ trasta con ese tipo díscolo de caudillo o de señor tan frecuente en los poemas épicos e x tra n je ro s y aún en algunos españoles. N adie hospeda al Cid. Se cum ple estrictam ente la orden del rey, su c arta con gran recabdo y fuertem ientre seellada”. Sólo una niña le di'■ge la palabra para m andarle alejarse. Las palabras de la niña son conm ovedoras de te r n u r a : Y a Cam peador (b a ta lla d o r), en buena ginxiestes espada. El rey lo ha vedado, anoch del entró su carta con grand recabdo e fuertem ientre sellada. N on vos osariem os a b rir nin coger por n a d a ; si non, perderiem os los averes e las casas, e aun demás los ojos de las caras. Cid, en el nuestro m al vos non ganades n a d a s : m es el C riador vos vala con todas sus vertudes” . 28 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE E l E l Cid pasa el río A rlanzón por el puente de Santa M aría y acam ­ pa en el arenal del río. R U T A D E L CI D “N o tiene el Cid un paisaje definido como podía esperarse. E l pai­ saje fuerte, escueto, erizado, que todos hemos llegado a adjudicarle den­ tro de la im aginación. P e ro sí un am biente dócil a la sugerencia, un aire de fácil evocación. E l paisaje de sus andanzas v aría de tono con la m ism a sencillez que el poem a, donde a las duras cabalgaduras se suceden los epi­ sodios tiernos y jugosos. Lo que nos presenta el Cid como un buen padre de nuestra leyenda medioeva. M ío Cid no redujo su labor a la hazaña guerrera, a la conquista, a la c o rre ría medieval. Sino que adem ás expandió su personalidad por los cam inos, empapó de ella la tie rfa go rd a de las heredades. P o r eso es muy sencilla hacerle surgir. P o r eso todos los cronistas le han oído cabalgar por C astilla a medida de su deseo. P orque basta incarle, en medio de los cam pos predispuestos al juego d e m agia, para que la tie rra estíre su sueño y vuelva tcdo el color — desvaído de aquellos días. V IS T A DE BURGOS E l valle del A rlanzón tiene un aire risueño y transparente. Poco denso. A su trav és se distinguen los colores de C astilla con singular dia­ fanidad. V erdes secos, ocres, rojos, como conviene a su elem ental suges­ tión guerrera. Q ue desbarata la entrada en B urgos. A g u ja s góticas. A ntenas, hilos telegráficas. N i un atisbo de bélico perfil, a pesar de la cresta terre ra que se yergue sobre los tejados. A pesar del río con ncm bre sonoro — A r ­ lanzón — , pero de aguas tranquilas, casi joviales. P a ra buscar el cam ino del Cid es necesario volver la espalda a la ciudad, envolverse con las m ás em pinadas callejas. Subir a la p a rte an­ tigua, desnivelada y pintoresca. A llí, en el m ás viejo rincón, defendido por m urallones, está el Solar del Cid, desde donde el buen R u y D íaz diestro sus ojos infantiles m i­ rando cara a cara la llanura que se inicia a los pies. “H a sta 1712 estuvo en frente la parroquia de San M a rtín de V e jarrú a , en la que fué bautizado”, dice una vieja gula de la ciudá't¡. A hora no quedan m ás que unas casas encorvadas, de pacífico aspecto labrantío, apoyado su vejez en una puerta m u d éja r. D etrás, el antiguo cem enetrio burgalés, tam bién reposante y olvidado, afianzando sím bolos. Y encima el castillo, donde celebraron sus bodas M ió Cid y D oña Jim ena. T o d o perdido, caído, desm oronado. Sin vigor, pero con silencio. “L a Rut a del Cid". — E d u ard o de O ntañón. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 29 j}¡ Cid empobrecido acude a la astucia de Martín A n ­ tolínez. — Las arcas de arena p abló m ió 'Cid, el que en buen o ra cinxo e s p a d a : “ M artín A n to lín ez, sodes a rd id a langa! “ si y o v i b o , doblar vo s he la soldada. ( i) « Espeso e el oro e to d a la plata, “ bien lo veedes que yo rio trayo nada, “ huebos (2 ) me serié p o ra toda m i com paña ; “ fer lo he am idos, de grado non avrié nada. (3 ) “ Con v u estro consejo, b astir (4 ) quiero dos arcas; “ ¡lidiárnoslas d ’arena, ca bien serán pesadas, “ cubiertas de guadalm egi ( 5 ) e bien enclaveadas” . 7 Las arcas destinadas para obtener dinefo burgaleses de dos Judíos “ L os guadam egís ve rm ejo s e ios clavo s bien dorados. “ P o r R aquel e V id a s vayád esm e p r iv a d o : “ quando en B urgos me vedaron com pra y el rey me a ayrado “ non puedo tra e r el aver, ca m ucho es pesado, “ enpeñar gelo he por lo que fore guisado; (7 ) “ de noche lo lieven, que non lo vean cristianos. “ Véalo (8 ) el C riad o r con todos los sios santos, “ yo m ás non puedo e am idos lo fag o ” . (9 ) 8 Martín A ntolínez vuelve a Burgos en busca de los judíos M artín A ntolínez non lo detard av a (1 0 ) passó por B urgos, al castiello entrava, (1 1 ) por R aquel e V idas apriessa dem andava. 9 Ti ato de M artín A ntolínez con los judíos. —- E stos van a la tienda del Cid. — Carga con las arcas de arena R aquel e V idas en uno estavan amos, (1 2 ) en cuenta de sus averes, de los que avien ganados. 30 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE L legó M artín A ntolínez a guisa de m enbrado: (1 3 ) “ ¿O sodes, R aquel e V idas, los m ios am igos caros? “ E n p o rid ad (1 4 ) fab lar q u erría con am os” . N on lo detardan, todos tres se apartaron. “ R aquel e V idas, am os me d at las m anos, (1 6 ) “ que non me descubrades a m oros nin a cristianos; (1 7 ) “ p o r siem pre vos fa ré ricos, que non seades m enguados. “ E l C am peador por las parias (1 8 ) fo entrado, “ grandes averes priso e m ucho sobejanos, (1 9 ) “ retovo dellos quanto que fo alg o ; (2 0 ) “ p o r en vino a aquesto p o r que fo acusado. “ Tiene dos arcas llennas de o ro esm erado. (2 1 ) “ Y a lo veedes que el rey le a ayrado. “ D exado h a heredades e casas e palacios. “ A quellas non las puede levar, sinon, serié v en tad o ; (2 3 ) “ el C am peador dex ar las ha en v u estra m ano, “ e prestalde de aver, lo que sea guisado. “ P rended las arcas e m etedlas en vuestro salvo; (2 4 ) “ con g ra n d ju r a m eted i las fedes am os, (2 5 ) “ que non las catedes en todo aqueste añ o ” . R aquel e V idas seiense c o n se ja n d o : . “ N os huebos avernos en todo de g an a r algo. “ Bien lo sabem os que él algo a gañado, “ quando a tie rra de m oros entró, que g ra n aver a sa c a d o ; “ non duerm e sin sospecha qui aver trae m onedado. (2 7 ) “ E stas arcas, prendám oslas amos, “ en lo g rar las m etam os que non sea ventado. “ M as dezidnos del Cid, de qué será pagado, “ o qué ganancia nos d ará por todo aqueste a ñ o ? ” R espuso M artín A ntolínez a guisa de m e n b ra d o : “ m yo Cid q u errá, lo que ssea ag u isa d o ; “ pedir vos a poco por d ex ar so aver en salvo. “ Acógensele omnes de todas partes m enguados, “ a m enester seygientos m arcos” . <, D ixo R aquel e V id a s: “ d ar gelos hem os de g ra d o ” . — “ Y a vedes que en tra la noc'h, el C 'd es pressurado, “ huebos avernos que nos dedes los m arcos” . D ixo R aquel e V id a s : “ non se faze assí el m ercado, “ sinon p rim ero prendiendo e después dando” . D ixo M artín A n to lín e z : “ yo desso me pago. “ A m os tred al C am peador contado, (3 0 ) GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 31 “ e no.s vos ayudarem os, que assí es aguisado, “ por ad u cir las arcas e m eterlas en vuestro salvo, “ que non lo sepan m oros nin cristianos” . (3 1 ) D ix o R aqu el e V id a s : “ non desto nos pagam os. “ L as archas aduchas, prendet seyesgientos m arcos” , M artín A n to lín ez cau algó p riva d o con R aquel e V idas, de voluntad e de grado. N on viene a la puent, ca por el agua a passado, (3 2 ) que gelo non ventassen de B urgos ornne nado. A févoslos (3 4 ) a la tienda del C am peador contado; assí comino entraron, al Cid, estávalos fa b la n d o : S onrrisós m ió Cid, estávalos fa b la n d o ; “ !ya don R aquel e V idas, avédesm e o lb id a d o ! “ Y a me exco (3 5 ) de tierra , ca del rey so ayrado. “ A lo quem sem eja ,( 3 6 ) de lo m ió avredes algo; “ m entra .que vivades non seredes m enguados” , R aquel e V idas a m ío Cid besáronle las m anos. (3 7 ) M artín A ntolínez el pleyto a parado, (3 8 ) que sobre aquellas arcas d ar la ien seyscientos m arcos e bien gelas g u ard arien fa sta cabo del año, ca assil dieran la fed e gelo auien ju rad o , que si antes1 las cantassen que fossen perjurados, non les diesse m ió Cid de ganancia (3 9 ) un dinero malo. D ixo M artín A ntolínez: “ carguen las arcas privado. (4 0 ) “ Levaldas, R aquel e V idas, ponedlas en vuestro salvo; “ yo iré convusco, (4 1 ) que adugam os (4 2 ) los m arcos, “ ca a m over h a m ió Cid ante que cante el gallo” . (4 3 ) Al carg ar de las arcas veriedes gozo t a n t o : Non las podien poner en som o m aguer eran esforzados. (4 4 ) G rádanse R aquel e V idas con averes m onedados, ca m ientras que visquiessen refechos (4 5 ) eran amos. NOTAS (1 ) a rd id o , ía rd id o . V a lie n te , d e n o d a d o : a r d id a l a n c a : ca b alle ro v a lie n te . (2 ) h u e b o s : N e c e s id a d , m e n e s te r. (3 ) >de g ra d o n o n a v r ié n a d a — “ m e lo p ro c u ra r é (el o ro y la p la ta ) a la fuerza, p u e s d e g ra d o no lo t e n d r ía .” (4 ) b a s tir . D is p o n e r, p re p a ra r. (5 ) (7 ) (8 ) g u a d a lm e c í : cu e ro c u rtid o g u is a d o : ju s to , ra z o n a b le . v é a lo : jú z g u e lo . y a d o rn a d o d e d il'u os. (9 ) L a re fu n d ic ió n d el C a n ta r c o n o c id a a fin es del sig lo X I I I p o r la P r iP aV b ^ r ° n *Ca ^ e n e ra l» m o ra liz a b a m á s lo s p e n s a m ie n to s del C id , a ñ a d ie n d o a sus J ia s e s ta s o t r a s : “ m a s si D io s m e d ie se co n sejo (e s to e s : m e a y u d a s e ) , yo k e o e n m e n d a ré e g e lo p e c h a ré e o d o ” . PEREDA VALDUS — FUSCO SAN SONE 32 (1 0 ) d e t a r d a r : re ta rd a r . (1 2 ) a m o s : am b o s. (1 3 ) a g u is a d e m e m b ru d o : com o h o m b re (1 4 ) P o r id a d : p u rid a d , se c re to , re s e rv a . p ru d e n te . (1 6 ) E l a p re tó n d e m a n o s e ra u n a c to s im b ó lic o e q u iv a le n te a u n a p ro m e sa iu ra d a , m u y d ifu n d id o e n la a n tig ü e d a d y a ú n v ig e n te en a lg u n o s p u eb lo s. H a s ta lle g ó a h a c e rs e la fra s e d a r la m a n o q u e . . . , com o s in ó n im a d e “ p r o m e te r q u e . . . ” seg'ún se v e en s s te v erso . , (1 7 ) a m o ro s n in a c ris tia n o s “ a n a d ie ” . (1 8 ) p a r ia s : trib u to s . (1 9 ) s o b e ja n o : s o b ra d o , e x tra o rd in a rio . (2 0 ) M a r tín A n to lin e z , p a ra e x p lo ta r a los ju d ío s , a p ro v e c h a la ca lu m n ia q u e los m e s tu re ro s h a b ía n le v a n ta d o al C id. (2 1 ) o ro e s m e ra d o : o ro p u ro , e s c o g id o . (2 3 ) (2 4 ) (2 5 ) v e n ta d o : d e s c u b ie rto . en v u e s tro s a lv o : en v u e s tro p o d e r. m e te d i las fed es — “ p o n ed a h í p ro m e s a s ” p ro m e te d lo — fejle o fe es p ro m e sa fie l. (2 7 ) a v e r m o n e d a d o — “ m o n e d a ” . (3 0 ) A m o s tr e s — “ v e n id a m b o s ” . E l v e rb o t r a e r en im p e ra tiv o sig n ifica “ v e r / ’ ; a s í el F u e r o d e P la s e n c ia tr a d u c e “ v en i m e c u m ” p o r tr a c c o n m ig o . (3 2 ) N o q u :iere p a s a r el p u e n te de S a n ta M a r ía p a ra n o ser v is to . (3 4 ) afev o slo s “ h é o s lo s ” . A fé es el a d v e rb io d e m o s tra tiv o h e ( d e o rig e n á r a ­ be) que g e n e ra lm e n te se u s a se g u id o d e u n p ro n o m b re p e r s o n a l e n c lític o , h em e, h e te , h e o s . (3 5 ) m e exco d e tie r r a — “ m e s a lg o d e s te r ra d o ” ; (3 6 ) s e m e ja — s e m e ja r, p a re c e r, d a r in d ic io s d e lo (3 7 ) L o s ju d ío s b e s a n de n u ev o la m a n o d e l C id el fa v o r q u e les a c a b a de p r o m e te r . T a m b ié n se besa' la d e e x ir, s a lir . que es. en s e ñ a l d e g ra c ia s p o r m a n o al ir a p e d ir u n fav o r. (3 8 ) a p a ra d o . H a c o n c e rta d o . (3 9 ) g a n a n c ia s ig n ific a a q u í el in te ré s del q a p ita l q u e lo s ju d ío s p re s ta b a n al C id . (4 0 ) p riv a d o — p r o n to . (4 1 ) C o n v u sco — c o n v o s o tro s . F o r m a a n tig u a d el d ia le c to le o n é s del p r o ­ n o m b re p e rs o n a l s e g u n d a p e rs o n a d el p r u r a l. (4 2 ) q u e es a q u í c o n ju n c ió n fin a l. (4 3 ) p u e s h a d e p a r t ir m ío C i d ; m o v e r, reflex iv o n e u tr o s ig n ific a “ p o n e rse en m a r c h a ” . (4 4 ) m ag-uer e r a n esfo rc a d o s — “ a u n q u e e ran fo rz u d o s ” . (4 5 ) refec h o — e n riq u e c id o . COMENTARIO E l Cid em pobrecido acude a lá astucia de M a rtín A ntolinez, y le sugiere llenar dos src a s de arena “ca bien serán pesadas” . Con las arcas intentan obtener dinero de dos jud ío s burgaleses, R aquel y V idas. M artín A ntolinez vuelve a B urgos en busca "de los judíos, éstos van a la tienda del Cid y cargan con las arcas de «.rena. Los jud íos consienten en darle seiscientos m arcos. E l Cid provisto de dineros se dispone a m arch ar. E l episodio de las arcas de arena es uno de los elem entos ficticios del poema, adem ás de la aparición del ángel Gabriel y el episodio del león. Se encuentra este episodio en varios cuentos de la antigüedad y de la E d ad M edia. H ero d o to , cuenta que el persa O retes tentó la ccdicia de P olícrates de Sam os con ocho arcas lleras de piedras y rellenas de oro por encima. Dido para engañar a su herm ano, a rro jó al m ar fa rd o s de GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 33 arena, sim ulando los tesoros de su m arido (E pitom e de Justino. X V I I I ) . O tra caja de arena es el P o rtacu en to s de T im oneda (R evue H íspanique). P e ro quien m ás contribuyó a popularizar este tem a fu é el ju d ío converso P e d ro A lfonso, coetáneo del Cid. E n su disciplina Clericalis incluye P e ­ dro A lfcnso un cuento de origen árabe,, donde se re fie re cómo un p erga­ mino de la M eca se hace pagar una deuda, despertando nueva codicia en el deudor m ediante el engaño de diez cofres líenos de piedras, bien pin­ tados p o r fu e ra y con h e rra jes plateados. E ste cuidado en el buen as­ pecto e x te rio r de los co fre s es algo sem ejante al que el Cid pone en el de sus arcas, cubiertas de guadam ecí berm ejo y con c'avos dorados y no sería dificíl que el ju g ’a r conociese el cuento de la D isciplina Clericalis, dada la gran difusión que éste tuvo. P o r lo dem ás el engaño se p ra c ti­ caba efectivam ente, pues lo vemos descrito en las partidas. (M enéndez P id a l) . El ju g la r ha representado en R aquel y V idas el tipo de ju d ío presta­ mista característico de aquella época y de todas las épocas. L os judíos no eran entonces víctim as de las persecuciones antisem itas com o lo fue­ ron en los siglos X V y X V I. G ozaban de ciertas consideraciones, pero se refugiaban en la posesión del dinero lo único que podía darles cierta im ­ portancia, cuando los nobles andaban escasos de dineros y acudían a el'os, com-' en este caso el Cid y M a rtín Antolínez. L a respuesta de R aquel y V idas: “'N on se faze assí el m ercado, sinon prim ero prendiendo e des­ pués dando ’, dem uestra la seguridad que exigían para conceder el prés­ tamo, pero la esperanza en las riquezas que conquistaría el Cid en sus cam pañas y la confianza que el caudi'lo les inspira, les determ ina a entre­ g a r el dinero. N o debe tom arse este episodio com o una dem ostración de antisem itism o m edieval por las razones ya apuntadas. R esulta discutible la actitud del Cid, tipa del leal caballero castellano, engañando a los judíos. Cabe p reguntarse ¿H u b o m ala fe de pa rte del Cid? ¿ N o contradice su carácter este episodio? E l ju g la r se ap resu ra a ju stific a r la conducta del Cid. E l héroe se encuentra sin dineros, nece­ sita un préstam o, no tiene fianza, ni objetos valiosos que d a r en prenda. Adem ás tiene la absoluta certeza que devolverá lo prestado. ‘ M e lo pro­ cu raré a la fu erza pues de grado no lo tendría. A quí el Cid se sincera ante D ios de acudir a un engaño en estado de necesidad. N i siquiera pien­ sa en la absolución que las bulas de los Papas; y los privilegios de los R e­ yes adm iten de las deudas contraídas con los judíos. L a actitud d el Cid resulta perfectam ente justificada. L a refundición del cantar conocida a fines del siglo X I I I p o r la P rim e r C rónica G eneral m oralizaba m ás los pensam ientos del Cid, añadiendo a sus palabras estas o tr a s : “M as si D ios diese consejo (esto es me ayudase) vo gelo enm endaré e gelo pecharé todo’'. E l C antar nada nos dice de qué m anera el Cid recom pensó a los j u ­ díos. L a om isión fué subsanada en la refundición del C antar, suponiendo que el Cid al enviar a M artín A ntolínez, el m ism o que había contratado el préstam o, y por consiguiente el au to r del engaño, para, que éste pague a los judíos lo que les es debido. E sta enmienda era necesaria para con­ servar en la m em oria de los lectores lo inalterable del carácter caballe­ resco del Cid y de su fiel amigo, M a rtín Antolínez. 5 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE 34 C O F R E D E L CI D “L a catedral burgalesa está co n stru id a sobre la prim itiva de S anta M aría de ls que R uy D íaz se despide en el can tar con tan sabrosos de­ cires : D ’aquí quito a C astiella — pues que el rey he en i r a ; son sé si en traré m ás — en todos los míos días. P o r tanto, sio gu ard a ni un solo re fle jo del tiem po. Solam ente en una de las capillas del c laustro, casf ju n to al techo, está colgado un viejo arcón que se enseña como el co fre del Cid, ‘'antigualla que no lo es tanto ccmo para m erecer la singular estim ación que obtiene, dice A m ador de los Ríos. Y a ñ a d e : "L as c errajas pueden ser a lo m ás del siglo X V I I ”. > “La Ruta del'Cid". — E d u ard o de O ntañón. C antar de las Bodas E l Cid no quiere entregar las hijas por sí mismo. — Minaya será representante del Rey 105 “ Y o vos pido merged a vos, rey n a tu ra l: “ pues que casades m is fijas, así com ino a vos plaz, “ dad m añero (1 ) a qui las dé, quando vos las to m a d e s; “ non gelas daré yo con m i m ano, nin dend non se alab arán ” . R espondió el re y : “ afé aquí A lbar F añ ez ; “ prendellas con vuestras m anos e daldas a los ifantes, “ assí commo yo las prendo daquent, (2 ) comino si fosse [delant, “ sed p ad rin o dellas a tod el v elar; (3 ) “ quando vos ju n táred es com igo quem digades la v erd at” . D ixo A lbar F a ñ e z : “ señor, afé que me plaz” . 106 E l Cid se despide del rey. — Regalos. “ “ “ “ T o d esto es puesto, sabed, en gran d recabdo. Y a rey don A lfons, señor tan ondrado, destas vistas que oviemos, de mi tom edes algo. T ráy o v o s trein ta p alafrés (4 ) estos bien adobados, e trein ta cavados corredores, estos bien enssellados; “ tom ad aquesto, e beso vuestras m anos” . D ixo el rey don A lfo n s: “m ucho me avedes enbargado. (5 ) “ Regibo este don que m e avedes m an d ad o ; (6 ) “ plega al C riador, con todos los sos santos, 'E s te plazer quem fechas (7 ) que bien sea galardonado. 36 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE “ M io Cid R oy D íaz, m ucho me avedes ondrado, “ de vos bien so servido, e tengon (8 ) por p agado; “ aun bivo sediendo, de mi ayades algo! “ A D ios vos acom iendo, destas vistas m e parto. “ A fé Dios del gielo, que lo ponga en buen re c a b d o " ! E l Cid anuncia a Jimena el casamiento 108 T odos esa noch foron a sus posadas (9 ) nrio G d el C am peador el alcáger en tra v a; recibiólo doña X im ena e sus fija s am as: “ ¿V enides, C am peador, buena cinxiestes espada! “ m uchos dias vos veam os con los ojos de las caras!" — “ G rado al C riador, vengo, m ugier o n d ra d a ! “ yerm os vos adugo (1 0 ) de que avrem os ondranqa (1 1 ) “ gradídm elo, mis fijas, ca bien vos he casadas” . 109 Doña Jimena y las hijas se muestran satisfechas B esáronle las m anos la m ugier e las fijas e todas las dueñas de quien son s e rv id a s : “ G rado al C riad or e a vos, Cid, barba v e llid a ! “ todo lo que vos feches (1 2 ) es de buena guisa. “ N on serán m enguadas en todos vuestros d ías!” — “ Q uando vos nos casáredes bien serem os ricas” . 110 E l Cid recela del casamiento — “ M ugier doña X im ena, grado al C riador. “ A vos digo, mis fijas, don E lv ira e doña Sol; “ deste v u estro casam iento crearem os (1 3 ) en o n o r; “ m as bien sabet verdad que non lo levanté y o : “ pedidas vos h a e rogadas el mió S eñor A lfons “ atan firm e m ientre e de todo corazón GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 37 que yo m ulla cosa nol sope dezir de no. “ M etivos en sus m anos, fijas, am as ados “ bien me lo creades, que él vos casa, ca non y o ”. NOTAS (1 ) d a d m a ñ e ro -— “ d e s ig n a d u n re p re s e n ta n te o a p o d e ra d o ( p a r a d a r ) . M ás g e n e ra lm e n te se d e c ia d a r p o r m a ñ e ro a u n o ” . (2 ) d a q u e n t •—• a q u í. E l re y s im u la e n t r e g a r , e fe c tiv a m e n te a la s h ija s d el C id, c o g ié n d o la s d e la s m a n o s, com o si e s tu v ie s e co n e lla s en V a le n c ia , co m m o si fosse d elan t. (3 ) e l v e la r —r la ce re m o n ia d e las velacio n e s. (4 ) p a la fr é s : c a b a llo s d e c a m in o y d e lujo. (5 ) e m b a rg a d o — a b ru m a d o a fu e rz a d e a te n c io n e s. (6 ) q u e h a b é is o to rg a d o . (7 ) q u e n fe c h e s : d e faces. (8 ) te n g o n — té n g o m e . ( 9 ) a lc a c e r: la to r r e m á s a lta d e la s fo rtific a c io n e s d e ur. lu g a r. (1 0 ) o s a d u g o — os tra ig o . (1 1 ) o n d ra n c a — h o n o re s , d e m o s tra c ió n de re s p e to . (1 2 ) feches “ to d o lo q u e v o s h a c é is e s tá b ie n h e c h o ” . (1 3 ) c re s c e m o s : a u m e n ta m o s e n h o n o r. (1 4 ) ro g ’a d a — r e c u é rd e s e q u e el re y fué r o g a d o r del m a trim o n io . COMENTARIO E l rey resuelve c asar a las hijas del Cid. D oña E lvira y D oña Sol ccn los Infantes de C arrión. E l Cid accede por com placer al rey “pues que casades m is fijas, sí com m o a vos plaz” . E l Cid y el rey se entre­ vistan a orillas del T a jo ; y el rey perdona al Cid. E l Cid anuncia a Jim ena el casam iento, D o ñ a Jim ena y sus h ijas, reciben alborozadas la noticia, pues “cuando vos nos casárades bien se­ rem os ricas” . E l Cid recela del casam iento: ‘ bien me lo creades, que él vos casa, ca non y o ”. C antar de Corpes Preparación del Cid en San Servando para ir a la Cor­ te. E l Cid va a Toledo y entra en la Corte. E l Rey le ofrece asiento en su escaño. E l Cid■rehúsa. E l Rey abre la sesión. Proclama la paz entre los litigantes. E l Cid expone su deman­ da. Reclama Colada y Tizón. L os de Carrión 'entregan las espadas. E l Cid las da a Pedro Verm údez y M artín A ntolínez. Segunda demanda del Cid. E l ajuar de sus hijas. L os infantes hallan dificultad para el pago. M atines e prim a dixieron faza los albores, ( i ) suelta fo la m issa antes que saliesse el sol, e ssu o fren d a han fecha m uy buena e a sazón “ V os M inaya A lbar Fañez, el m ió braga m ejor. “ vos iredes (2 ) com igo e obispo don Jerom e “ e P e r V erm udoz (3 ) e aqueste M uño Gustioz (4 ) “ e M artín A ntolínez, (5 ) el B urgalés de pro, “ e A lb ar A lbaroz (6 ) e A lbar Salvadórez (7 ) “ e M artín M uñoz, (8 ) que en buen punto nació, “ e m ió sobrino Félez M uñoz;' (9 ) “ com igo irá M al A nda, (1 0 ) que es bien sabidor, “ e G alin d G argiez, el bueno d ’A r a g ó n ; “ con estos cúm plansse giento de los buenos que i son. “ Velmezes vestidos p o r s u frir las guarniziones ( n ) “ de suso (1 2 ) las lo rig a s (1 3 ) tan blancas com o el so l; “ sobre las loriga s, arm iños e pelligones, (1 4 ) “ e que no parescan la s arm as, bien presos los cordones “ so los m antos las espadas dulges e ta ja d o r e s: “ d ’aquesta guisa quiero ir a la cort, “ por dem andar m ios d erech os e d ezir m íe ( 1 5 ) razón. .Si desobra (1 6 ) buscaren in fan tes de C a rrió n , GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 39 “ do tales giento tovier, bien seré sin p av o r” . R espondieron to d o s : “ nos esso querem os, señor” . A ssí com ino lo h a dicho, todos adobados son. , N os detiene por nada el que en buen o ra nagió caigas de buen p añ o .en sus cam as (1 7 ) m etió, sobrellas unos gapatos que a g ra n t huebra son. (1 8 ) V istió cam isa de rangal (1 9 ) tan blanca com o el sol, con oro e con plata todas las/ presas (2 0 ) son, al puño bien están, ca él se lo m andó (2 1 ) sobrella un brial prim o de giclatón, (2 2 ) obrado es con oro, paregen p o r o son. S obresto una piel verm eja, las bandas (2 3 ) d ’oro son, siem pre la viste el m ió Cid el C am peador. U n a cofia sobre los pelos d 'u n escarin de pro, (2 4 ) con oro es obrada, fecha por razón, que nol contalassen los pelos (2 5 ) al buen Cid C am peador la barba avie luenga e prísola con el cordón, (2 6 ) p or tal lo faze esto que recabdar quiere todo lo so. (2 7 ) De suso cubrió un m anto que es de g ra n t valor, (2 8 ) en elle abrien que veer cjuantos que i son. (2 9 ) Con aquestos gientos que adobar m andó, apriessa cavalga, de S an S erván salió assí iva m ió Cid adobado a lia cort. A la p u erta de fu era descavalga a sabor; cu erd am ien tra (3 0 ) e n tra mío Cid con todos los sos; elle v a en m edio, elos giento aderredor. Q uando lo vieron e n tra r al que en buena o ra nagíó, levantós en pie el buen rey don A lfbns e el oomde don A n rric e el comde don R em ont e desi adelant, sabet, todos los otros de la cort e g ra n t o n dra lo regiben al que en buen ora nagió. N os quisto levantar el C respo de G rañón, (3 1 ) nin todos los del bando de ifantes de C arrión. E l rey a m ió C id: a las manosi le to m ó : “ V enid acá seer comigo, C am peador, “ en aqueste escaño q u em diestes vos en d o n ; “ m aguer que algunos pesa, m e jo r sodes que nos” . (3 2 ) E sso ra dixo m uchas m ergedes el que V alcngia gañ ó : “ eed en v u estro escaño comino rey e señ o r; “ acá posaré con todos aquestos m ios” . Lo que dixo el Q d al rey plogo de coragón. 40 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE E n un escaño (3 3 ) torn iñ o esSora m ió C id posó, los giento cjuel a gu ard an posan aderredor. C atando están a m ió Cid quantos lia en la cort, a la b arba que avié luenga e presa con el c o rd ó n ; en sos aguisam ientos bien sem eja varón. Nol pueden catar de vergüenza ifantes de C arrión. E sso ra se levó en pie el buen rey don A lf'ons: “ Oid, m esnadas, si vos vala el C ria d o r! “ Yo, de que fu rey, non fiz m as de dos c o r te s : “ la una fo en B urgos, e la o tra en C arrión, esta tergera a T oledo la vin fe r oy, “ por el am o r de m ió Cid el que en buen o ra nagió, “ que regiba derecho de ifantes de C arrión. “ G rande tu erto le han tenido, sabérnoslo todos nós; “ alcaldes (3 4 ) sean destos comde don A n rric comde don [ R em ond (3 5 ) “ a estos otros com des que del v an d o non sodes. “ T odos m eted i m ientes, ca sodes coñoscedores, (3 6 ) “ por escoger el derecho, ca tu e rto non m ando yo. (3 7 ) “ D ella e della p a rt en paz seamos oy. (3 8 ) “ J u ro p ar S an t E sidre, el que bolviere m i cort “ q u itarm e a el reyno, perderá mi am or. “ Con el que toviere derecho yo dessa parte me so “ A g o ra dem ande m ió Cid el C a m p e a d o r: “ sabrem os qué responden ifantes de C arrión. M ió C id la m ano besó al rey e en pie se levantó. (3 9 ) “ M ucho vos lo gradesco commo a rey e señor, “ p or quanto esta cort fiziestes por mi am or. “ E sto les dem ando a ifantes de C a rr ió n : “ p o r mis fijas que dexaron yo nan e desonor, “ ca vos las casastes rey, sabredes qué £er oy; “ m as quando sacaron mis fijas de V alengia la m ayor “ yo bien los q u ería d ’alm a e de coragón “ diles dos espadas a C olada e a T izón “ — estas yo las gané a guisa de v aró n — “ ques ondrassen con ellas e sirviessen a vos; “ quando d exaron m is fija s en el robredo de Corpes, “ com igo no n quisieron aver n ad a e perdieron mi am o r; “ denm e m is espadas quando m ios yernos 110 son’’. A to rg a n los alcald es: “ tod esto es ra zó n ” . D ixo com de don G a rc ía : “ a esto fablem os nos” . GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 41 E sso ra salién ap arte ifantes de C arrión, con todos sos parientes y el bando que i son ; apriessa lo ivan trayendo e acuerdan la ra zó n : (4 1 ) “ A un g ra n d am o r nos faze el Cid C am peador (4 2 ) “ quando desondra de su fija s no nos dem anda oy; “ bien nos abendrem os con el rey don A lfons. “ Démosle sus espadas, quando assí finca la boz, (4 3 ) “ e quando las toviere, p a rtir se a la c o r t; " ya m as non av rá derecho de nos el C 'd C am peador” . Con questa fabla to rn aro n a la c o rt; “ M erced, ya rey don A lfons, sodes nuestro señor! “ N o lo podem os negar, ca dos espadas nos dió; “ quando las dem anda e dellas h a sabor, (4 4 ) “ dárgelas querem os delant estando vos” . S acaron las espadas C olada e T izón, pusiéronlas en m an o del rey so señor; sacan las espadas e relum bra to d a la cort, las m aq au as(4 5 ) e los arriazes (4 6 ) todos d ’oro son; m arav íllam e dellas los omnes buenos de la cort. A m ío Cid llam ó el rey las espadas le dió; recibió las espadas, las m anos le besó, tornos al escaño dont se levantó. E n las m anos las tiene e am as las cató ; non las pueden carnear, ca el Cid bien las connosge; alegrósle to d el cuerpo, sorrisós de coragón, algava la m ano, a la barba se tom ó; “ p ar aq u esta barba que nadi non messó, “ assís irán vengando don E lv ira e doña S ol” . A so sobrino don P ero por nóm brel llam ó; tendió el brago, la espada T izón le dió; "P re n d etla, sobrino, ca m ejora en señor” . A M artín A ntolínez, el B urgalés de pro, tendió el brago, el espada C oladal dió; “ M artín A ntolínez, m ió vassallo de pro, “ prended a Colada, ganéla de buen señor, “ de R em ont V erenguel de Bargilona la m ayor. P o r esso vos la do que la bien curiedes vos. (4 7 ) “ Sé que si vos agaciere o viniere sazón, “ con ella ganaredes gran d prez e g ra n d v alo r” . Besóle la m ano, el espada regibió. E uego se levantó mió Cid el C am peador; PEREDA VAI,DÈS •— EUSCO SANSONE 42 “ G rado al C riador e a vos, rey señor ! “ ya pagado so de mis espadas, de C olada e de Tizón. “ O tra rencura he de ifantes de C arrión : “ quando sacaron de V alencia m is fija s am as a dos, (4 8 ) “ en oro e en plata tres mil m arcos les dió ; “ yo faziendo esto, ellos acabaron lo so; (4 9 ) “ denm e m ios averes quando m ios yernos non so n ”. A quí veriedes quexarse ifantes de C arrión! Dize él comde don R em ond : “ dezid de assi o de n o ” . E sso ra responden ifantes de C arrión : “ P o r essol cliemos sus espadas al Cid C am peador, “ que al 110 nos dem andasse, que aquí fincó la hoz” . (5 0 ) A llí les respondió el com de don R em ond : “ Si ploguiere al rey, assi dezim os nos : “ a lo que dem anda el Cid recudades (5 1 ) vos” . D ixo el buen rey : “ assi lo otorgo yo” . NOTAS (1 ) a lb o r e s : lu z d el a lb a . (2 ) v o s ire d e s — iré is . (3 ) P e r V e rm u d o z — s o b rin o d el C id y su p o r ta e s ta n d a r te , fu e p e rs o n a je r e a l q u e e je r c ía c a rg o s en la c o rte de S a n c h o I I y fig u ra b a en la de A lfo n so V I por los a ñ o s d e 1069 y 1085. (4 ) M u ñ o G u stio z , c ria d o del Cid y su v a s a llo d e p ro , c o n s ta p o r d o c u ­ m e n to s h is tó ric o s q u e era cu ñ a d o d e J im e r.a y q u e a c o m p a ñ ó a é s ta en C erdeñ a e n 1113. (5 ) M a r t í n A n to lin e z — el b u rg a lé s de p ro , u n o ta c a d o s d e l C id . (6 ) A lb a r A lb a ro z — v a s a llo d el C id a p a re c e A rra s d e .d o ñ a J im e n a . (7 ) A lb a r S’a lv a d ó re z — v asallo del C id c ita d o A rra s d e d o ñ a J im e n a . de los v a sa llo s m á s c ita d o en tm b ié n en la s la s des­ c a rta s de c a rta s de (8 ) M a r tí n M u ñ o z , el q u e m a n d ó a M o n t M a y o r, fu é u n c a b a lle ro q u e g o b e rn ó e s a c iu d a d p o rtu g u e s a co n e lt itu lo de A lg u a c il y lu eg o fué n o m b ra d o p o r A lfo n so V I , c o n d e d e C o im b ra . (9 ) F e le z M u ñ o z , s o b rin o d el C id . (1 0 ) M a l A n d a , d e b ió s e r p e rs o n a je re a l, al m e n o s u n “ m o lin o d e M al A n d a ” se m e n c io n a en u n a e s c f itu r a d e 1140, e n V illa h iz á n d e T r e v iñ o , al Ñ or» te d e B u rg o s . E r a M a l A n d a u n o d e lo s m uchosj s a b id o re s q u e c o n c u rr ía n a la c o r t e . (1 1 ) (1 2 ) (1 3 ) (1 4 ) (1 5 ) g u a rn iz io n e s — p a rte de la e sp a d a q u e d efien d e la d e s u s o - — d e b a jo . lo r ig a s : c o ra z a de lá m in a s . .p eq u e ñ as de a c e ro . p e llic o n e s : s in ó n im o de p ie le s . d e z ir m ié — d e c irm e . m ano. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 43 (1 6 ) d e s o b ra — voz d e sc o n o c id a q u e p a re c e “ d e m a s ía , d e s m á n ” . . (1 7 ) c a m a s — “ p ie rn a s ” . (1 8 ) a g r a n t h u e b ra — “ c o n m u c h a s la b o re s o a d o r n o s ” . (1 9 ) ra n c a l “ te la de h ilo ” . (2 0 ) p re s a “ p r e s illa ” . (2 1 ) ca él se lo m a n d ó : (2 2 ) b ria l p rim o d e c ic la tó n : u n b ria l p rim o ro so (2 3 ) “ la b ra d o la b o re s (2 4 ) te la es con p u es o ro él se la s lo m a n d ó . re lu m b r a n d e seda. por donde e s tá n ” . m u y fin a de lo m e jo r. (2 5 ) A l v e s tirs e tier.e el C id e sp e c ia l c u id a d o en p r o te g e r lo s ca b ello s p o n e la cofia p a ra re c o g e rlo s y q u e no p u e d a n a rris c á rs e lo s ( e s to d e b e s ig n if ic a r conta la s s e n , v e rb o d es c o n o c id o ) y a d e m á s s u je ta la b a rb a co m o dice el v erb o si-¡ g u íe n te . (2 6 ) E l m e s a r la b a rb a e r a C id u n in s u lto , re c o g e la b a rb a e lla su s en e m ig o s . L a b a rb a a s í d e s a fío q u e p re o c u p a b a a lo s q u e u n a de la s m á s g r a v e s in ju r ia s y te m ie n d o el c o n u n c o rd ó n p a r a e v ita r q u e p u e d a n a s ir d e re c o g id a e ra u n g e s to b elico so , u n a esipecie de m ira n al C id en la c o rte . (2 7 ) re c a b d a r, p u e d e te n e r a q u í el s e n tid o d e “ lo g r a r , c o n s e g u ir” . (2 8 ) c u b rió sig lo X V I I . un m a n to “ v is tió (2 9 ) h a b r ía q u e v e r c u á n to s (3 0 ) los a d v e rb io s en v ez d e m ie n te . (3 1 ) E l C resp o un m a n to ” c o n s tru c c ió n usual h a s ta en el son. te rm in a d o s er. m ie n tra so n ra ro s , p ero ex iste e s ta fo rm a de G ra ñ ó n , el c o n d e G rc ía O rd o ñ e z . (3 2 ) m e jo r s o d e s q u e n o n ; p a re c e e x c esiv o en boca del u s u a l d e c o r t e s ía : el q u e m á s v a le q u e nos. (3 3 ) e s c a ñ o to rn iñ o — “ to rn e a d o ” . rey , p e ro era fra se (3 4 ) a lc a ld e s — v o z á ra b e s in ó n im a d e la la tin a ju e c e s. L o s a lc a ld e s de la c o r te d e b ía n s er ric o s h o m b re s y e ra r, g e n e ra lm e n te co n d es. P o r eso a q u í el rey n o m b ra ju e c e s a to d o s los c o n d e s s in m á s d is tin c ió n q u e e x c lu ir a los q u e p e rte n e c e n a l b a n d o d e los d e C a rrió n . (3 5 ) E l c o n d e d o n R a m ó n , com o y e rn o p rin c ip a l d el re y (d o n A n ric e s ta b a c a sa d o c o n la h ija b a s ta r d a d e l m o n a rc a ) es el q u e lle v a la v o z d e lo s a lc a ld e s. (3 6 ) co ñ o s c e d o re s — “ e n te n d id o s ” . (3 7 ) “ p a ra h a lla r el d e re c h o , que yo no m a n d o in ju s tic ia ” . (3 8 ) “ D e u n a y o tr a p a r t e ” . (3 9 ) L o s litig a n te s d e b ía n e s ta r d e p ie p a ra h a c e r su s ale g a c io n e s. « (4 0 ) E l c a m b io de a rm a s e r a s e ñ a l d e p a r e n te s c o y a m is ta d . E l C id , n o só lo h a b ía d a d o la s dos e s p a d a s , C o la d a y T iz o n a a lo s in fa n te s , sin o o tr a s d o s a n ­ te rio r m e n te . (4 1 ) “ a p ris a lo ib a n tr a ta n d o y c ilm e n te , p u e s , com o co b a rd e s, n o e s tim a n e s p a n to . E s te a d v e rb io a p r ie s s a c o n tra s ta d e s p u é s los in fa n te s p a ra r e s p o n d e r a la co n la s q u e ja s en q u e p ro rru m p e n . C42) g r a n d (4 3 ) fin c a a m o r, “ g r a n la b o z “ acaba (4 4 ) d e lla s h a s a b o r — (4 5 ) m a c a n a s : pom o. (4 6 ) a r r ia z — c o n v ie n e n la r e s p u e s ta ” . A cced e n m u y la s e s p a d a s , q u e d e s p u é s les in f u n d ir á n c o n la s g ra v e s d ific u lta d e s q u e h a lla n o tr a d e m a n d a d el C id , la d el d in e ro y f a v o r” . la d e m a n d a " . “ la s d esea” . “ g v ilá n ” . (4 7 ) lite r a lm e n te — “ so la d o y p a ra q u e la c u id é is b ie n ” . (4 8 ) d io — “ d i y o ” . (4 9 ) a c a b a r o n — “ lle v a ro n a ca b o , h ic ie ro n ” . (5 0 ) fin c ó la b oz. L o s in f a n te s a le g a n q u e el C id d e b ió d e u n a v e z , e n u n solo ac to . L a p rá c tic a fo r m a lis ta e x ig ía q u e p u s ie s e c o n s e c u tiv a e in m e d ia ta m e n te to d o s lo s p u n to s d e la d e p e rd e r su s d erec h o s. P o r e s o e s n e c e sa rio q u e lo s a lc a ld e s h acer su dem anda el d e m a n d a n te e x ­ d e m a n d a , so p e n a o ju e ces y el rey fá­ 44 PEREDA VALDtfS — FUSCO SANSON# m ism o a u to ric e n e s ta s e g u n d a p a rte de la d e m a n d a civ il del C id y q u e se p o n g a o tr a v ez d e p ie y re p ita la d e m a n d a que. a n te s se ju z g ó in ú til. (5 1 ) r e c u d a d a s — “ r e s p o n d ía is ” “ deis s a tis fa c c ió n ” . el C id COMENTARIO El rey convoca la corte en T oledo para atender la dem anda del C id : “el rey fué quien casó mis hijas, dice el Cid, toda m i deshonra es tam ­ bién de mi señor”. A la corte acuden les infantes de C a m ó n muy de m ala gana, pero van escudados en sus poderosos parientes a la cabeza de los cuales se encuentra el conde G arcía O rdoñez, reconocido enemigo del Cid. A l abrirse la sesión de la corte, el Cid expone sus agravios c o n tra los infantes, exigiendo en prim er térm ino la devolución de sus dos fa ­ m osas espadas, después la entrega de la dote de las hijas y a am bas de­ m andas se ven obligados a acceder los dem andados. / El infante Don Juan Manuel ( 1282-1348) U n o de los m ás ilustres representantes de la lite ratu ra española en el siglo X IV fue el In fan te Don Ju a n M anuel, nieto de F ern a n d o I I I y sobrino de A lfonso el Sabio. Se educó al lado de su tro, el sabio e ilustre rey de Castilla, y él, sin duda, debió trasm itirle ese am or a las letras que hizo de estos príncipes hom bres cultos e la p ar que juiciosos po­ líticos. E n su ju v en tu d participó en las luchas contra los sarracenos y en las negociaciones políticas de A lfonso X con Jaim e el C onquistador, por cuestiones de fronteras. A la m uerte de A lfo nso X siguió al lado de Sancho IV — que lo distinguió con el títu lo de A delantado M ayor de M urcia. M uerto Sancho IV don Ju a n M anuel se declaró p artid ario de F ern a n d o IV , el que prem ió sus servicios nom brándolo M ayordom o M ayor de Castilla. Al m orir este rey, don Ju a n M anuel aspira a la regencia d u ran te la m i­ no rid ad de A lfonso X I. Q uiso sostener sus pretensiones con las arm as, haciéndolas valer aún en la m ayor edad del In ­ fante. H u b o de refu g iarse en A ragón y al fin concertar una paz con su m onarca, distinguiéndose luego en la batalla de S alado y en el sitio de Algeciras. Como se ve, su vida, como la de A lfonso el Sabio, se deslizó como d ijera de sí G arcilaso: “ tom ando ra la plu­ ma, o ra la espada” . Sus inquietudes políticas no le im pi­ dieron dedicarse afanosam ente a las letras, legándonos una obra tan im portante como “ E l Conde L u ca n o r” . Su s obras perdidas , — El libro de los C antares, R e­ glas de T ro v a r, el L ibro de los Sabios y el L ibro de los Engarnios. L a pérdida de estas obras ha im pedido apreciar el v alo r pético del In fa n te don Ju an M anuel, pues sólo 46 PEREDA v a l d E s — fusco sansone restan de su labor como poeta, las estrofas que agrega al fin al de cada capítulo del libro de P atro n io , a m anera de glosa edificante o m oraleja. Los versos de cuatro, ocho, doce y catorce sílabas y los prim eros ensayos del endeca­ sílabo castellano, nos perm iten ubicarlos en la escuela g a ­ laica- portuguesa. E s lástim a ignorem os sus teorías sobre arte poético que debió explicar en su libro perdido “ R eglas de T ro v a r” . Otras obras. — L ibro del Caballero et del E scudero, L ibro de los E stados, C rónica abreviada, C rónica Com plida, T ra ta d o sobre las arm as, E l libro de los Castigos, libro in­ finido (n o acab ad o ), E l libro de la Caza, el el L ibro de P a ­ tro n io o el Conde L ucanor. Biblografía. — O bras del In fa n te don Ju a n M anuel, en la Biblioteca de A utores Españoles de R ivadeneyra. — Biblioteca de Clásicos A m enos. —• E l Conde L ucanor, por D on J u a n M anuel (reco m en d ad a), M enéndez P idal. — A n ­ tología de prosistas castellanos, M adrid, 1917, pág. 29. — E l libro de los E nxiem plos del C onde L ucanor, Leipzig, 1900, pág. 1, D on Ju a n M anuel. —• H alle 1880. — R om ero N av arro . — H is te ria de la L ite ra tu ra E spañola, pág. 44. L ite ra tu ra Castellana, por M anuel de M ontoliu, pág. 99. — B arja. —■ A u to res Clásicos.. — R am ón M enéndez Pidal, “ P oesía ju g laresca y ju g lare s” , de las influencias sem íticas en la lite ra tu ra española. — P o r M arcelino M enéndez y Pelayo. — C rítica literaria, tom . 2~, pág. 400. Libro del Patronio o del Conde Lucanor Enxiem plo X I. — Délo que ontescio a un deán de S an ­ tiago con don Illán, el g ra n d m aestro de Toledo. O tro día fablava el conde L ucanor con P atro n io , su consejero, et contaval su fazienda en esta guisa, ( i ) “ P a ­ tronio, un om ne vino a m e ro g a r ( 2 ) quel ayudasse en un fecho que avía m ester mi ayuda, et prom etióm e que faría por mí todas las cosas que fuessen tmi pro et mi onra, et yo comengel a ay u d ar quanto pude en aquel fecho, et ante que el pleito fuesse acabado, teniendo (3 ) él y a que su pleito era librado, (4 ) acaesíió una cosa en que cunplía que la fiziesse por mí et él púsom e escusa ; et después acaesq í ó o tra cosa que pudiera fazer por m í et púsom e escusa com ino a la o tra ; et esto me fizo en todo lo quel rogué i|iie fiziesse por mí. E t aquel fecho por que él me rogó non es aun librado, nin se lib ra rá si yo non quisiere; et por la fiuza (5 ) que yo he en vos et en el vuestro entendim iento ruégovos que me consejedes lo que fa g a en esto” . “ S eñor conde, dixo P atro n io , “ p ara que vos fagades en esto lo que de vedes, m ucho q u erría que sopiésedes (6 ) lo que c o n te s tó a un deán de S antiago con don Illán, el grand m aestro que m o rav a en Toledo. E t el conde le preguntó como fuera aquello. “ S eñor conde, dixo P atro n io , “ en S antiago avía un deán que avía muy g ra n t talan te (7 ) de saber el arte déla nigrom ancia, (8 ) et oyó decir que don Illán de T oledo sa­ bía ende (9 ) m ás que ninguno que fuesse en aquella sazón et p o r ende vínose p ara Toledo p ara aprender de aquella sgiencia” . ' ‘E t el día que llegó a T oledo enderezó luego a casa de Don Illán et fallólo que estava leyendo en una cám ara m uy 48 PEREDA v a i . d Ks — E U SCO s a n s o n E apartada. E t luego que llegó a él, recibiólo m u y bien, et d ix o l que non quería quel d ixiese nin gu na cosa de lo por que ven ía fa sta que oviese com ido. E t pensó ( 1 2 ) m u y bien dél et fiz o l d ar m u y buenas posadas et todo lo que o vo m ester, et d iól a entender quel p lazía m ucho con su v e n id a ” . “E t después que ovieron comido, apartósse con él (1 3 ) et contól la razón por que allí viniera, et rogól m uy a f i n ­ cadam ente (1 4 ) quel m ostrasse aquella sgiencia que él avía muy g ra n t talante de la aprender. E t D on Illán dixol que él era deén et om ne de g ra n t guisa et que podría llegar a g ra n t estado, et los om nes que g ra n t estado tienen, de que todo lo suyo an librado a su voluntad, olbidan m ucho aína (1 6 ) lo que o tre a fecho por e llo s; et él que se recelava que de que él oviesse apprendido dél aquello que él q uería saber, (1 7 ) que non le fa ría tan to bien com ino él le prom etía. E t el deán le prom etió et le asseguró que qualquier bien que él oviesse que nunca fa ría sino lo que él m andasse; et en es­ tas fablas estudieron desque ovieron yantado fa sta que fué ora de cena. E t de que su pleito fue bien assossegado (1 8 ) entre ellos, dixo D on Illán al deán que aquella sQÍencia non se podía ap render sinon en lugar m u d io apartado, et que luego essa noche le quería am o strar do avían de estar, fasta que oviesse apprendido aquello que él quería saber. E t tom ól por la m ano et levól a una c á m a ra ; et en apartandose de la o tra gente, llam ó a una m anceba de su casa et dixól que tuviesse perdizes para que qenassen aquella noche, m as que non las pusiessen a assar fa sta que él gelo m andasse.” ‘E t desque esto ovo dicho, llam ó al deán, et en tra ro n entram os p o r u n a escalera de piedra m uy bien labrada, et fueron descendiendo por ella m uy gran pieqa, en guisa que paresQÍa que estavan tan baxos que passava el río de T a jo p or gima dellos. E t desque fueron en cabo del escalera, fa ­ llaron una possada m uy buena, et una cám ara m ucho apues­ ta que y avía, o estavan los libros et el estudio en que avia de leer” . “ De que se assentaron, estavan p aran d o m ientes en quales libros avían de com encar; et estando ellos en esto, en­ tra ro n dos om nes por la puerta, et diéronle ( [ 9 ) una carta quel enviava el arzobispo su tio, en quel fazía saber que es­ lav a m uy mal doliente, et quel enviava ro g a r que sil quería veer vivo, que fuesse luego p ara él. Al deán pesó m ucho con GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 49 estas nuebas, lo uno por la dolencia de su tío, et lo al por que reSeló que avía que d ex a r su estudio que avía comengado. P ero puso en su coragón (2 0 ) de non dexar aquel estudio tan aína, et fizo sos cartas de repuesta et enviólas al argobispo su tío ” . “ E t dende a tres o cuatro días llegaron otros om nes a pie que traía n o tra s cartas al deán, en quel fazían saber que el argobispo era finado, (2 1 ) et que estavan todos los de la eglesia en su eslección, et que fiavan por la m erced de D ios que eslerían (2 2 ) a él. E t por esta razón que non se quexasse de ir a la eglesia, (2 3 ) ca m ejor era p a ra él en aquel esleyessen seyendo en o tra parte que non estando en la eglesia” . “ E t dende a cabo de siete o de ocho días, vinieron dos escuderos m uy bien vestidos et m uy bien aparejados, et quando llegaron a él, vesárónle la m ano et m ostráronle las cartas en com m o le avían esleído por argobispo. E t quando D on Ulán esto oyó, fue al electo et díxol com m o gradescía (2 4 ) m ucho a Dios por que estas buenas nuevas le lle­ g aran a su casa, et pues D ios tan to bien le fiziera, quel pe­ día por m erced que el deanasgo, (2 5 ) que fincaba vagado, que lo diesse a un su fijo. E t el electo díxol quel rogava quel quisiesse consentir que aquel deanasgo que lo oviesse un su herm ano,a m as que él le fa ría bien en la iglesia en guisa que él fuesse pagado, et quel rogava que fuesse con él p ara S an tiag o et que levasse con él aque su fijo, E t Don U lán dixo que lo fa ría ” . “ E t fuéronse p ara S an tiag o ; et quando i llegaron, fu e­ ro n m uy bien regebidos et m ucho onradam ente. E t desque m o raro n i un tiem po, un día llegaron al argobispo m anda­ deros del papa con sus cartas cómmol dava el obispado de Tolosa et quel fazía gracia que pudiesse d ar el argobispado a qui quisiesse. O uando D on Iílán oyó esto, retrayéndol (2 7 ) m ucho a fin c a d a m e n te lo que con él avía passado, (2 8 ) pidiól m erced que lo diesse a su fijo. E t el argobispo le rogó que consentiesse que lo oviesse un su tío, herm ano de su padre. E t Don Illán dixo que bien entendie quel fa ­ zía g ran tu erto, pero que esto que lo* consintía en tal (2 9 ) que fuesse seguro que gelo em endaría adelante, E t el argo­ bispo le prom etió en toda guisa que lo fa ría assí, et rogól que fuesse con él a T olosa et que levasse su fijo ” . 4 50 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE “ E t desque llegaron a T olosa, fueron m uy bien rebe­ bidos de condes et de cuantos om nes buenos avía en la tierra. E t desque ovieron i m orado fasta dos años, llegá­ ronle m andaderos del papa con sos cartas en comm© le fazía el p apa cardenal, et que le fazía gracia que diesse et obispado de T olosa a qui quiesiesse. Entonge fué a él D on Illán et dixol que pues tantas vezes le avía fallesQÍdo (3 0 ) de lo que con él pusiera, que ya aquí non avía logar del po­ ner escusa nin g u n a que non diesse alguna de aquellas dig­ nidades a su fijo. E t el cardenal rogól que consentiesse que oviesse aquel obispado un su tío herm ano de su m adre, que era oírme bueno anciano, m as que, pues el ca rd en a l'era , que su fuese con él p ara la corte que asaz avía en que le fazer bien. E t Don Illán quexósse ende m ucho, pero consintió en lo que el cardenal quiso, et fuesse con el para la corte . \ ‘E t desque i llegaron, fueron m uy bien recibidos de los cardenales et de quantos en la corte eran, et m oraron y m uy g ran d tienpo. E t D on Illán affin can d o cada día al ca r­ denal quel fiziese alguna gracia a su fijo, et él ponial sos escusas. E t estando assi en la corte, finó (3 1 ) el papa; et todos los cardenales esleyeron aquel cardenal por papa. E sto n ie fué a él D on Illán et dixol que ya non podía poner escusa de no conplir lo quel avía prom etido. E t el papa le dixo que non lo affincasse tanto, que siem pre avía lugar en quel fiziesse m erced, segund fuesse razón. E t Don Illán se comengó a qu exar m ucho retrayéndol quantas cossas le p rom etiera et que nunca le avía conplido ninguna, et diziéndol que aquello rebelara él la p rim era vegada (3 2 ) que con él fablara. E t pues aquel estado era llegado et noi cunplía lo quel prom etiera, q u e ,y a non le fincava (3 3 ) lo­ g a r en que atendiesse dél bien ninguno. D este a f in c a m ie n ­ to se quexó m ucho el papa et com encóí a m altraer, diziéndol que si m ál le affincasse, quel fa ría echar en una cárcel, que era ereje et encantador, et que bien sabía él que non avía o tra vida nin o tro officio en Toledo, do él m orava, sinon bivir p o r aquella a rte de nigrom ancia. E t desque D on Illán vió quanto m al le gu alard o n av a el papa lo que por é l ’avía fecho, espidióse dél; et solam ente (3 4 ) noi quiso d ar el papa qué comiese por el cam ino” . “ Estonce D on Illán dixo al papa que pues al non tenía de comer, que se av ría de to rn a r a las perdizes que m an d ara GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 51 assar aquella noche. E t llamó ala m uger et dixol que asasse las perdizes. E t quando esto dixo D on Ulán, fallóse el papa en T oledo deán de S antiago, com m o lo gra quando í bino; et ta n g ra n d fué la vergüenza que ovo que non sopo quel dezir. E t D on Illán díxol que fuesse en bueno ventura, et que assaz avía provado lo que tenía en él, et que tern ía por m uy m al enpleado si comiesse su p arte de las perdizes.” “ E t vos, señor conde L ucanor, pues veedes que tan to fazedes por aquel om ne que vos dem anda ayuda, et 11011 vos da ende m ejores gragias, tengo que non avedes por qué tra b a x a r nin aventurarvos m ucho por llegarlo (3 5 ) a lo g rar que vos dé tal galardón commo el deán dió a D on Illán .” E l conde tovo esto por buen consejo, et fízolo assí, et fallósse ende bien. E t por que entendió D on Jo h an que era este m uy buen exienplo, fízolo poner en este libro, et fizo estos viessos (3 6 ) que dicen assí: Al que m ucho ayudares et non te lo conosgiere, m e­ nos ayuda abrás desq’en gran 011ra subiere. NOTAS ( 1 ) g u is a — m a n e ra . ( 2 ) a m i r o g a r . — L o s p ro n o m b re s e n c lític o s tlel im p e ra tiv o d e s c e n d e n te p o r m e d io de p re p o s ic ió n , p o d rá n ir o co n el v erb o r e g e n t e : b ó rv o le s a c a ta r o e n tr e la preposición- y el in fin itiv o , com o se v e en el te x to . (3 ) te n ie n d o . T e n e r s ig n ific a p e n s a r com o en fra s e s m o d e rn a s “ te n g o mi que” . p a ra (4 ) lib ra d o 1— d el v erb o lib ra r, ju z g a r, s e n te n c ia r. (5 ) fuiza —• c o n fia n z a . (6 ) O e b ie ra e s ta r e s c rito s o p ie s s e d e s ; s ig u ie n d o la o r to g r a fía del p rin c i­ p al d e los m a n u s c rito s c o n s e rv a d o s d e la s o b ra s de D o n J u a n . E s tá e s c rito e n ­ tr e los sig lo s X I V y X V y re fle ja la g ra n v a c ila c ió n en el u so d e la s y la ss q u e e x is tía e n m u c h a s r e g io n e s d e E s u a ñ a . L a im p re n ta v e n d r á a re g u la r iz a r e s ta s o scilacio n es y a s e g u ir u n a o r t o g r a f a m á s p re c is a , se m e ja n te a la d e A lfo n so el S a b io . (7) ta la n te — v o lu n ta d , d e s e o . (8 ) n ig ro m a n Q \a — n ig ro m a n c ia . ( 9 ) e n d e m á s q u e n in g u n o — p o r (1 0 ) fallolo — h a llo lo , e n c o n tr o lo . ello m ás que n in g u n o . (1 1 ) d ix o l. O b s é rv e s e la u n ió n d e l v erb o y el p ro n o m b re lo m ism o e n fizo l. (1 2 ) P e n s a r d e u n o s ig n ific a b a “ c u id a r d e é l” ; “ e p e n s ó d é l’’ tr a d u c ie n d o »1 l a tín “ e t c u ra m e p is g i t ” . A n á lo g o e s el s e n tid o d el v e rb o e n “ p e n s a r el c a ­ b allo . p e n s a r b ie n su s c a n e s” , e t c . , d e d o n d e se d e riv a el s u s ta n tiv o p ie n s o . (1 3 ) A d v ié rta s e c o n tin u a m e n te la a m b ig ü e d a d en el uso del p ro n o m b re é l. (1 4 ) A ffin c a r — p e d ir c o n a h in c o . (1 5 ) G u is a s ig n ific a e n g e n e ra l m a n e ra , y a q u í sig n ific a m a n e r a de s e r o co n d ic ió n . S e d e c ía ta m b ié n “ o m n e d e a lta g u is a ” , p o r h o m b re d e e lev ad a p o ­ sició n so cial. (1 6 ) a in a . E s c ríb e s e ta m b ié n ayna — p ro n to . PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE 52 (1 7 ) E s ta re p e tic ió n de la c o n ju c ió n que fue c o rrie n te aún en el p e río d o c lá s ic o . (1 8 ) assosseg-ado — as s o ss e g a r, a s e n ta r , p a c ta r . E l sig n ific a d o m á s c o rrie n te del v e rb o e r a ya e n to n c e s el m o d e rn o d e s o se g a r, c a lm a r, p a c ific a r. (1 9 ) I g u a l a n tig ü e d a d q u e re s p e c to d e él, p u e d e n o ta r s e en el u so de la fo rm a e n c lític a d e l p ro n o m b r e . v (2 0 ) P o n e r s ig n ific a “ c o n v e n ir, c o n c e rta r y p o n e r en su c o ra c ó n ” s ig n if i­ ca b a lite ra lm e n te “ c o n v e n ir c o n sig o m ism o ’,, es d e c ir, re s o lv e r, d e c id ir . (2 1 ) H a s ta el sig lo X V I I , e l a u x ilia r u s a d o con el p a rtic ip io d e los v e r ­ bos n e u tr o s — re fle x ió n e ra s er en lu g a r d e o n e r ; así se d fccia: “ fu é n ac id o , so n lle g a d o s, ya e ra n id o s, es le v a n ta d o " . (2 2 ) T a m b ié n se d e c ía e s le a r ia n . E s el v erb o esle ír fo rm a p o p u la r, en vez de la m o d e rn a y c u lta e le g ir, se c o n ju g a b a com o el m o d e rn o d e s le ír o co n v a ria n te s p ro p ia s d e e sto s v e rb o s c o n h i a t o . (2 3 ) L a — p u e s . (2 4 ) g ra d e s c e r — g ra d e s c e r, a g r a d e c e r . (2 5 ) D e a n a z g o . D ig n id a d d e D e á n . (2 6 ) v a g a d o . E s ta fo rm a v a g a r, q u e e ra la p o p u la r, fu é s u s titu id a por la c u lta a v ac ar. (2 7 ) R e tr a e r , a d e m á s de r e fe rir, c o n ta r s ig n ific a r e c o rd a r, e c h a r en c a ra . (2 8 ) “ L o q u e co n él a v ia p a s a d o ’’, lo q u e h a b ía tra ta d o con él, a lu d ie n d o la p ro m e sa p rim e ra q u e el D e á n h a b ía h e c h o . (2 9 ) E n ta l — p o r co n ta l. (3 0 ) E s to e s “ ta n ta s v ec es le h a b ía fa lta d o en lo q u e con él c o n v in ie ra ” . (3 1 ) fin ó •—• m u rió . (3 2 ) v e g a d a — vez. (3 3 ) fin c a ra — q u e d a b a . (3 4 ) S o la m e n te n o n , n i s iq u ie ra . (3 5 ) L le g a r p o r “ h a c e r lle g a r, c o n d u c ir” . (3 6 ) v erso s COMENTARIO Capítulo tomado de “E L L IB R O DF, P A T R O N ID o E L C O N D E L U C A N O R ", la obra m aestra del In fan te Don Ju a n M anuel. Se com ­ pone de cincuenta apólogos o exiemplos, en su m ayoría de origen oriental. Sus fuentes m ás conocidas fueron : ► 1.—A pólogos medievales ("Fernán Gonzáles. G arcilaso de la V e g a). 2.—A pólogos internacionales. L eyendas d e las cruzadas (S a'adino. Ricardo C orazón de L eó n ). 3.— F abulistas griegos y latinos (L a zo rra y el c u erv o ). 4.— L ibres castellanos de procedencia árabe (L a lec h era ). 5.— D irectam ente de la lengua árab e (D on Illá n ). 6.— H isto rias de origen provenzal. 7.— P aráb alo s del E vangelio (C ieg o s). X.—A ntigüedad clásica (V id a de las h o rm ig a s). COMPOSICION A prepósito de ella dice M eiiéndez P id a l: “A tento a acum ular en la frase trabazón lógica y fuerza didáctica, se detiene en d esarro llar los - GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 53 sentim ientos que pone en juego, se esm era en preparar las situaciones a que la narración ccnduce; pero, en cam bio, m ira con m anifiesto desvío la ornam entación externa, del relato. T anto propende a 110 apartarse de \-¿. n arración seguida que, a pesar de su fin didáctico, ni siquiera se entre­ tiene en intercalar 1111 discurso sentencioso o una m áx im a; deja por lo com ún que la m oralidad se desprenda del flu ir de la acción, y sólo le dá una form a aforística al final de cada cuento. N o obstante, aunque siem ­ pre en form a fugaz, 110 descuida dar viveza al relato ;' véase, por ejem plo, la rápida pero feliz descripción de la bajada al subterráneo de don Illán, en el relato que aquí se inserta. ESTILO ‘En m u ltitud de rasgos el lenguaje de D on Juan M anuel se parece al de la segunda parte de la C rónica gen eral; en am bos textos se ven los m ismos defectos de la época arcaica, tales com o la g ran inhabilidad q ue revela el abuso del pronom bre él. A dem ás, ni uno ni o tro suelen em ­ plear el diálogo; lo corriente es que el personaje principal hable 1111 dis­ curso directo y el que contesta lo h ag a en fo rm a indirecta, o. sea ente r­ cera persona. P e ro sin em bargo, fácil es observar un gran progreso entre los d ;s autores. D on Ju a n construye el período en m odos m ás variados q ue la Crónica, y a la ingenua viveza de ésta, sustituye una expresión más intencionada, que sabe lo g rar ya efectos m uy variados, entre los que so­ bresale la ironía. E n fin, por su m ayor originalidad de com posición y por la serena y sencilla eficacia de su lenguaje, D en Ju a n se nos m uestra indisputable­ m ente como un estilista m uy superior.” 'V * Jorge Manrique ( 1440-1478) ¿Cóm o era Jo rg e M anrique? se p re g u n ta A zorín. “J o r­ ge M anrique es una cosa etérea, sutil, frágil, quebradiza” . N o lo im aginam os así. P a ra nosotros, Jo rg e M anrique no era u na cosa etérea, sutil, frágil y quebradiza; era recio, m elancólico, grav e y valiente. S oldado y poeta, vivió so­ ñ ando y m urió peleando ante el castillo de G arci-M uñoz, se dice que con unas coplas escondidas en el pecho. E sas coplas eran como una saeta que el poeta se arrancó. T res aspectos, p ara A ugusto C ortina, ofrece la personalidad de M an riq u e : reflex ió n serena y h o n d a; ligereza mundan¡a (que suele resu ltar galante en las obras am atorias y grosera en las burlescas) y valor personal p o r el que vivió y m urió. V ivió M anrique d u ran te el reinado de E nrique IV y com ienzo del de los Reyes Católicos. Pertenece, por consi­ guiente, a la époco lite raria de Gómez M anrique, de A lva­ rez Gato, de R odrigo Cota, de los “ C laros V aro n es” reuni­ dos p o r F ern a n d o del P ulgar. Presenció hechos m em orables com o la decapitación del fa v o rito D on A lvaro de L una, a quien alude en sus “ C oplas” y a quien se refiere com o ejem plo de m oralidad el M arqués de S antillana en su “ D oc­ trin al de P riv a d o s” . F u é un espectador de la m u e rte : la grave y edificante de D on A lv aro de L u n a ; la de su m adre, M encía de F ig u e­ ro a ; la de su m adrasta, B eatriz de G uzm án y la m ás senti­ da y celebrada, la de su padre, el Conde de P aredes, llam ado el segundo (Cid, que le inspiró sus fam osísim as coplas. Lo fué igualm ente de las vanidades del m undo con la m uerte GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 55 del p rivado , las turbulencias del reinado de E n riqu e IV , su­ cesos que debieron fo rta lecer en él cierto sentido g ra v e y concentrado de la vida. Casó con G uiom ar de M eneses y tuvo con ella dos hi­ jos : Luis M anrique de L a ra y L uisa M anrique, señora de Jav alq u into y Espeluy. M urió ante el castillo de G arci-M uñoz, en el año 1478. Jo rg e M anrique es un caso de excepción dentro de la lite ratu ra universal; es el poeta de una sola obra que lo in­ m ortalizó. C ervantes, al no escribir “ El Q u ijo te” , hubiera sido lo m ism o un escritor de p rim er orden, pero M anrique, juzgado solam ente por sus poem as alegóricos, 110 pasa de ser un m ediocre versificador. Obras — “ C oplas” de Jo rg e M anrique a la m em oria de su padre. — I. Versos amatorios. — a ) alegóricos, acrós­ ticos y varios, b) canciones, c) esparzas d ) notes y glosas, e) preguntas |y respuestas. — 11. Versos burlescos. — III. Versos doctrinales. — IV . Versos atribuidos a Manrique. — O h m undo! pues que nos m a t a s .. . Coplas en m enosprecio del m undo y contra la desordenada co b d icia: Coplas sobre el desorden del mundo. BIBLIOGRAFIA Coplas de Jo rg e M anrique, en las “Cien m ejores posías de la lengua castellana”, recogidas por M. M enéndez y Pelayo. — Jo rg e M anrique. Cancionero. E ditado por A u g u sto C ortina. — Ediciones de '‘L a lectu ra” . M adrid. — M ontoliú, H ist. de la Lit. Cast. pág. 161. — R om ero N a v a ­ rro , H isto ria de la L ite ratu ra Española, pág. 71. — V . J . N ieto. E studio biográfico de Jo rg e M anrique e influencia de su obra en la lite ra tu ra española. — Coplas que fizo \don Jo rg e M anrique por la m uerte de su padre. T ex to ordenado por R. F oulché Delbosc. B arcelona, T ip, A ca­ dém ica. — O bras de don Jo rg e M anrique. Edic. R. F oulché D elbosc en C ancionero Castellano del siglo X V . M adrid. Poesías de Jo rg e M anrique. ~ E n la antología de poetas líricos de M enéndez y Pelayo. I I 1-95-116. I> aducción francesa de algunas coplas por J. B oudet, Conde de P uym agre, 1863. — T raducción inglesa de un fragm ento de las coplas, atribuida a R ichard F o rd , E dim burgo, 1824. 56 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE C O P L A S D E D O N JO R G E M A N R IQ U E PO R LA M U E R T E D E SU PA D R E I R ecuerde el alm a dorm ida, avive el seso e 'd e sp ie rte ( i ) contem plando cómo se passa la vida, cóm o se viene la m uerte tan callando ( 2 ) , quáu presto se va el plazer, cómo, después de acordado (3 ) da d olor; cómo, a nuestro parescer, qualquiere tiem po passado (4 ) fue m ejor. (5 ) II Pues si vem os lo presente cóm o en un punto s’es ydo e acabado, si juzgam os sabiam ente (6 ) darem os lo non venido por passado. N on se engañe nadie, no, pensando que a de d u ra r lo que espera m ás que duró lo que vió, pues que todo a de passar por tal m anera. III N uestras vidas son los ríos (7 ) que van a d ar en la m ar, qu’es el m o rir ; allí van los señoríos (8 ) derechos a se acabar GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS e consum ir (9 ) ; allí los ríos caudales, (1 0 ) allí los otros m edianos e m ás chicos, llegados (1 1 ) , son yguales los que viven p o r sus m anos (1 2 ) e los ricos. IN V O C A C IO N IV D exo las invocaciones (1 3 ) ele los fam osos poetas y o rad o res; non curo (1 4 ) de sus fictiones, que trah en yerbas secretas sus sabores; aquél sólo m ’encomienclo, (1 5 ) aquél sólo invoco yo de verdad, que en este m undo viviendo el m undo non conoció su deydad (1 6 ). V E ste m undo es el cam ino para el otro, qu’es m o rad a (1 7 ) sin p esar; m as cumple tener buen tino p a ra a n d a r esta jo rn a d a sin e rrar. P artim o s quando nascemos, andam os m ientras vivim os (1 8 ) y llegam os al. tiem po que fenecem os; assi que quando m orim os descansamos. 57 58 PEREDA VALDES — EU SCO SANSONE VI E ste m undo bueno fue si bien usásem os dél com o debemos, (1 9 ) porque, según n u e stra fé es p ara g an a r aquél que atendem os. (2 0 ) H a u n aquel fijo de Dios p ara sobirnos al cielo, descendió a nascer acá entre nos, (2 1 ) y a vivir en este suelo do m urió. * V II » Ved que quánd poco valor (2 2 ) son las cosas tra s que andam os y correm os, que, en este m undo traydor, haun prim ero que m uram os las p erd em o s: dellas (2 3 ) des'haze la edad dellas casos desastrados (2 4 ) que aca'hegen, dellas, p o r su calidad, en los m ás altos estados (2 5 ) desfallescen. V II I D e zid m e: L a herm osura, la gentil frescu ra y tez (2 6 ) de la cara, la color (2 7 ) e la blancura, quando viene la vejez, ¿Q uál se p ara? (2 8 ) L as m añas e ligereza e la fuerga corporal de juventud, todo se to rn a graveza quando llega al arrab al de senectud. IX Pues la sangre de los godos, i el linaje e la nobleza ta n crescida (2 9 ), ¡ p o r quántas vías e m odos se pierde su gran d alteza (3 0 ) en esta v id a ! U nos, por pocos valer, por quán baxos e abatidos que los tie n e n ! (3 1 ) otros, que p o r no tener, con officios non debidos (3 2 ) se m antienen. X Los estados e riqueza, que nos dexen da dehora ¿Q uién lo duda?, non les pidam os firm eza pues son d ’u n a señora (3 3 ) que se m uda. Q ue bienes son de F o rtu n a que rebuelben con su rueda presurosa, la qual non puede ser una ni estar estable ni queda (3 4 ) en una cosa. XI P ero digo c’acom pañen e lleguen fa sta la fuessa (3 5 ) con su dueño (3 6 ) GO PEREDA VAEDES — FUSCO SANSONE por esso non nos engañen, pues se va la vida, apriessa com o sueño; (3 7 ) e los deleytes d ’acá son, en que nos deleytam os, tem porales, (3 8 ) e los torm entos d ’allá, que p o r ellos esperam os, eternales. XTI Los plazeres e dulzores desta vida tra b a ja d a que tenem os, non son sino corredores, e la m uerte, la gelacla (3 9 ) en que caemos. N on m iran d o a nuestro daño, correm os a rienda suelta syn p a ra r; desque (4 0 ) vemos el engaño e querem os d ar la buelta, non ay lugar. XTTT Si fuesse en nuestro poder hazer la cara ferm osa corporal, (4 1 ) como podem os fazer el alm a tan gloriosa, angelical, que diligencia tan viva to u jéram o to d a hora, e ta n presta, en com poner la cativa (4 2 ) dexándonos la señora descom puesta! (4 3 ) G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M ODERN OS X IV E sos reyes poderosos que vem os por escripturas (4 4 ) y a pasadas, con casos tristes, llorosos, fueron sus buenas venturas tra s to rn a d a s ; assi que non ay cosa fuerte, que a papas y em peradores e perlados (4 5 ), assi los tra ta la M uerte como a los pobres pastores de ganados. (4 6 ) XV D exem os a los troyanos, que sus m ales non los vimos ni sus glorias (4 7 ) ; dexem os a los rom anos, haunque oym os e leymos . sus estorias, (4 8 ) non curem os (4 9 ) de saber lo d'aquel siglo- passado que fue d ’ello; (5 0 ) vengam os a lo d ’ayer, que tan bien es olvidado como aquello. (5 1 ) XVI ¿Q ué se fizo el rey D on J o a n ? (5 2 ) los infantes de A ragón ¿que se fizieron? ¿Q ué fué de tan to galán, que de ta n ta invención que tru x e ro n ,(53) ? ¿F u ero n sino devaneos, que fu ero n sino verduras, de las eras, QJ 62 P É R liB A VALDÜS — FU SCO SAN SON É las ju stas e los torneos, param entos (5 4 ) , b o rd ad u ras (5 5 ) e gijneras? X V II ¿Q ué se fizieron las dam as, sus tocados e vestidos, sus olores? ¿Q ué se fizieron las llamas de los fuegos encendidos tram ad o res ? ¿Q ué se fizo aquel trobar, (5 6 ) las m úsicas acordadas que tra y a n ? ¿Q ué se fizo aquel dangar, aquellas ropas chapadas (5 7 ) que tra ín ? X V I II Pues el otro, su heredero don E nrique, (5 8 ) ¡qué poderes alcan g av a! ¡Q uánd blando, ¡quánd alagiiero (5 9 ) el m undo con sus plazeres se le d a b a ! M as verás quánd enemigo, q u án d contrario, quánd cruel se le m ostró; H abiéndole sido am igo, ¡quánd poco duró con él lo que le d ió ! X IX L as dádivas desm edidas, los edificios reales llenos de oro, L as baxillas ta n febridas, (6 0 ) los enriques (6 1 ) e reales del th eso ro ; ’’S C U IA DE L E C T U R A S ; DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S los jaezes, los caballos de sus gentes y atavíos tan «obrados, ¿dónde irem os a buscallos? qué fueron sino rocíos de los prados? XX Pues su herm ano el inocente, qu ’en su vida sucessor le fizieron ¡qué corte tan excellente tuvo y quánto gran d señor le sig u ie ro n ! M ás, com o ifu'esse m ortal, metióle la M uerte luegoen su fragua. ¡O h juicio divinal! C uanto m ás ard ía el fuego, echaste agua. XXI Pues aquel g ra n d condestable, (6 3 ) m aestre que conoscimos tan privado, (6 4 ) no cumple que d ’él se hable, (6 5 ) m as sólo como le vim os degollado. Sus infinitos thesoros, sus villas y sus lugares, su m andar, ¿Q ué le fueron sino lloros? ¿Q ué fueron sino pesares al d ex ar? X X II E los otros dos herm anos, (6 6 ) m aestres tan prosperados (6 7 ) como reyes, 03 64 PEREDA VALDES — FU SCO SA N SO N E C ’a los grandes e m edianos tru x iero n tan sojuzgados a sus leyes; aquella prosperidad (6 8 ) qu’en tan alto fue subida i ensalmada ¿qué fue sino claridad que puando m ás encendida fué a m ata d a? (6 9 ) X X I II T antos duques excelentes, tan tos m arqueses e condes e varones (7 0 ) com o vim os tan potentes, di, M uerte, ¿do los escondes e traspones? (7 1 ) E las suas (7 2 ) claras fazañas que fizieron en las guerras i en las pazes, quanclo tú, cruda (7 3 ) t ’ensañas, con tu fuerga las atierras (7 4 ) e desfazes X X IV L as huestes innum erables los pendones, estandartes e vanderas, los castillos im pugnables (7 5 ) los m uros e valuarte? e barreras, la cava honda, chapada (7 6 ) o cualquier otro reparo, ¿qué aprovecha? Q uando tú vienes ayrada, todo lo passas de claro con tu flecha. G U IA DE L E C T U R A S DE A U T O R E S C L A S IC O S Y M ODERN OS XXV A quél de buenos abrigo, am ado por v irtu o so de la gente, el m aestro D on R odrigo (7 7 ) M anrique, tan to fam oso e ta n valiente; sus hechos grandes e claros nos cumple que los alabe, pues lo vieron, ni los quiero hacer caros (7 8 ) pues q u ’el m undo todo sabe (7 9 ) quáles fueron. XXVI ¡Q ué am igo de sus am igos ¡Q ué señor p a ra criados e p a rie n te s ! ¡O ué enem igo d ’enem igos! ¡Q ué m aestro d ’esforgados e valientes! ¡Q ué seso p a ra discretos! ¡Q ué g racia p a ra donosos! ¡ Q ué ra z ó n ! ¡Q ué benigno a los sujetos (8 0 ) ¡A los bravos u dañosos, un le ó n ! X X V II E n v en tu ra O ctaviano (8 1 ) Ju lio C ésar en vencer (8 2 ) e b a ta lla r; en la v irtud, A ffric a n o ; (8 3 ) H aníbal en el saber e tra b a ja r; (8 4 ) en la bondad, un T ra ja n o ; 66 PEREDA v a l d e s — FU SCO SA N SO N ® T ito en liberalidad con aleg ría; en su brago, A u relian o ; (8 5 ) M arco T ulio en la verdad que prom etía... X X V III A ntonio P ío en clem encia; M arco A urelio en igualdad del sem blante; A d rian o en la elocuencia; Teodosio en hum anidad e buen talante. A urelio A lexandre fué (8 6 ) en deciplina e rig o r de la g u e rra ; un C onstantino en la fe, C am ilo en el grand am ol­ de su tierra. X X IX N on dexó grandes thesoros ni alcangó m uchas riquezas ni baxillas; m as fizo g u erra a los m oros, ganando sus fortalezas e sus villas; i en las lides que venció, quántos m oros e cavallos se perdieron; i en este oficio ganó las rentas e los vasallos que le dieron. XXX Pues por su honra i estado, en o tro s tyenpos pasados ¿cóñio s’uuo? * v G U IA DÉ LECTURAS DE AUTORES C L A S IC O S Y Q uedando desm anparado, con herm anos e criados se sostuvo. Después que fechos fam osos fizo en esta m ism a g u erra que fazía, fizo trato s tan honrosos que le dieron aun m ás tierra que tenía. XXXI E stas sus viejas estorias que con su braco pintó en juventud, con otras nuevas victorias ag o ra las renovó en senectud. P o r su g ra n habilidad, por m éritos e ancianía bien gastada, alcangó la dignidad de la g ra n d cavallería dell E spada. (8 7 ) X X X II E sus villas e sus tierras ocupadas de tyranos las halló; m as por cercos e por gu erras e por fuerga de sus m anos las cobró. Pues nuestro rey natural, si de las obras que obró, fué servido, dígalo el de P o rto g al i en C astilla quien siguió su p artido1. M ODERNOS 68 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON É X X X III Después de puesta la vida tan tas veces p o r su ley; al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey v e rd a d e ro ; después de ta n ta fazaña a que non puede bastar cuenta cierta, en la su villa d ’O caña vino la m uerte a llam ar a su puerta. (habla la M u erte) (8 8 ) X X X IV d iz ie n d o : “ Buen cavallero dexad el m undo engañoso e su h alag o ; v u estro corazón d ’azero, m uerte su esfuerco fam oso en este tra g o (8 9 ) e pues de vida e salud íeziste ta n poca cuenta por la fam a, (8 9 ) esfuércese la v irtu d p o r so frir esta a fre n ta que vos llam a” . XXXV “ N on se vos haga tan am arga la batalla tem erosa q u ’esperáys, pues o tra vida m ás larga de la fam a gloriosa acá dexáys, (aunque esta vida d ’onor tam poco non es eternal G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M ODERN OS ni v erd ad era) ; m as, con todo, es m uy m ejor (9 0 ) que la .otra tem poral peresqedera” . XXXVI “ E l vivir q u ’es perdurable non se g an a con estados m undanales, ni con vida delectable (9 1 ) donde in o ran los pecados in fern ales; m as los buenos religiosos gánanlo con oraciones e 0011 llo ro s : los cavalleros fam osos, con tra b a jo s e affictiones contra m oros” . (9 2 ) X X X V II “ E pues vos, claro varón, tan ta sangre d erram astes (9 3 ) de paganos, esperad el galardón que en este m undo ganastes por las m an o s; e con esta confianza e con la fe ta n entera que tenéys, p artid con buena esperanza qu’esto tra (9 4 ) vida tercera g an aréy s” . Oración R eza (el m aestre ) a la M U E R T E . 69 70 PEREDA VA LD E S — FU SCO SA N SO N E X X X V III i “ N on tengam os tiem po ya (9 5 ) en esta vida m ezquina p o r tal m odo, que mi voluntad está conform e con la divina p a ra todo : (9 6 ) e consiento1 en mi m o rir con voluntad plazentera (9 7 ) clara e pura, que querer hom bre vivir quando D ios quiere que m uera, es locura” . (9 8 ) (D el m aestre a Jesú s) X X X IX “ T ú que,por n u estra m aldad, tom aste fo rm a servil e baxo ho m b re; (9 9 ) tú, que a tu divinidad ju n ta ste cosa tan vil (1 0 0 ) como es el ho m b re; tú que tan grandes torm entos so friste sin resistencia en tu persona, (1 0 1 ) no p or m is m erescim ientos, m as p o r tu sola clemencia me p erd o n a” . (1 0 2 ) (H a b la el poeta) XL Cabo. — Assí, con tal entender, todos sentidos hum anos conservados, cercado de su m u jer G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M ODERN OS 71 i de sus hijos e herm anos e criados, dió el alm a a quien ge la dió (el qual la dió en el cielo en su g lo ria ), que aunque la vida perdió, dexónos h arto consuelo su m em oria. (1 0 3 ) NOTAS (1 ) seso — (2 ) T an s e n tid o , adv. d is c re c ió n , p r u d e n c ia . ta n to : callando ta n to . ( 3 ) a c o rd a d o : d e a c o rd a r : r e c o rd a d o . (A) q u a l q u ie r a : a d j . in d e í. C u an d o p re c e d e a u n n o m b re m a sc u lin o o fem én in o , p u e d e a c o p o p a r s e : c u a lq u ie r tie m p o , c u a lq u ie r ép o c a o c u a lq u ie ra tie m ­ po, c u a lq u ie ra é p o c a . P o sp u e sto al n o m b re , n o se a p o c o p a . .(5 ) m e jo r : M a n r iq u e no a firm a , c o n s ta ta ú n ic a m e n te q u e , a n u e s tro p a ­ re c e r, fue (6) (7 ) m ana a (8 ) m e jo r lo sabiam ente: pasado. prudentem ente. N u e s tr a s v id a s s o n los r í o s : la id e a p o é tic a de c o m p a ra r la v id a h u ­ u n r ío e s u n o d e los a c ie rto s m á s felices d e M a n r iq u e . s e ñ o r ío s : d o m in io o m a n d o s o b re u n a co sa, te r r ito r io del se ñ o r, d ig ­ n id a d d e ta l. (9 ) s e : p ro n o m b re p e rs o n a l usado com o p ro c l/tic o , cu al e ra e n to n c e s co­ r r ie n te . (1 0 ) c a u d a le s : p rin c ip a l, c a p ita l. (1 ) lle g u a d o s : a lle g a d o s . (1 2 ) los los q u e v iv e n p o r su s m a n o s : los sie rv o s , los la b rie g o s . M a n riq u e d is tin g u e a q u í la s c la s e s com o y a s e d is tin g u ía n e n to n c e s , lo s q u e e x p lo ta n el tr a b a jo a je n o y v iv e n en la h o lg a n z a d e l ric o y d el n o b le, y lo s “ q u e v iv e n po£ su s m anos” . (1 3 ) v erso to m a d o d el P la n to de las V ir tu d e s e P o e s ía de G ó m ez M a n ­ r iq u e . L o s p o e ta s y o ra d o re s s o lía n c o m e n z a r su s p o em as o d is c u rs o s c o n in ­ v o ca cio n es a u n d io s com o H o m e ro o a u n se ñ o r, com o V ir g ilio . M a n riq u e p r e s c in ­ d ir á d e e lla s p o rq u e “ tr a e n y e rb a s s e c re ta s s u s s a b o re s ” . S e re fie re , ta l v e z a los s in s a b o re s q u e la a d u lo n e r ía de c ie rto s p o e ta s p u e d e tra er, (caso d e O v id io , d e s te rra d o p o r A u g u s to , s u p r o t e c t o r ) . (1 4 ) N o n c u ro — C u id a r, s a n a r, g u a rir, g u a re s c e r. (1 5 ) a q u e l solo m e en c o m ien d o — J e s u c ris to . (1 6 ) el m u n d o n o n c o n o c ió su d e y d a d : la d iv in id a d d e J e s u c r is to d e sc o n o c id a p o r los h o m b re s. (1 7 ) p a ra el o tr o q u e es m o r a d a : la d o c trin a r e p re s e n ta b a e s te m u n d o com o u n c a m in o d e tr á n s ito p a r a el o tr o , la m o ra d a e te rn a . (1 8 ) a n d a m o s m ie n tra s v iv im o s : p a r tir , a n d a r y lle g a r, r e p r e s e n ta n las tre s e ta p a s d e la v id a , n a c im ie n to , v id a y m u e rte . (1 9 ) c o n c e p c ió n m o ra l d e la v id a q u e h a c e d e n u e s tr a c o n d u c ta , de n u e s tro m é rito o d e m é rito de e s ta v id a , c a s tig o o re c o m p e n s a de la o tr a . (2 0 ) a te n d e m o s ; a t e n d e r : a g u a rd a r, e s p e ra r, e s c u c h a r, o ir. (2 1 ) e n tr e n o s : e n tre n o so tro s. (2 2 ) v ed q u e q u n a d p o co v a l o r : r e c u e r d a a l E c le s ia s té s . (2 3 ) d ellas — de e lla s ; a p ó c o p e d e la p re p o s ic ió n d e y el p ro n o m b re p e rso n a l. (2 4 ) d e s a s tr a d o s : in fa u s to , infeliz. PEREDA VALDES — 72 (2 5 ) (2 5 ) (2 8 ) (2 9 ) (3 0 ) (3 2 ) (3 3 ) (3 4 ) (3 5 ) (3 6 ) v id a es (3 7 ) (3 9 ) (4 0 ) (4 1 ) ca m b io s. (4 2 ) FU SCO SAN SON E d e los m á s a lto s e s ta d o s : d e la c o n d ic ió n so cia l m á s a lta . la 'c o lo r: a r t íc u l o la p o r el. p a r a r : q u e d a r a lg u ie n o a lg o e n e s ta d o d ife re n te d el q u e le e r a h a b itu a l. ta n c r e s c i d a : ta n a lta , elev ad a. g r a n d a l te z a : n iv e l s o c ia l a lc a n z a d o . n o n d e b id o s : im p ro p io s , in d e co ro so s. pues s o n d ’u n a s e ñ o r a : re p re s e n ta a la f o r tu n a com o u n a s e ñ o ra v o lu b le. q u e d a : q u ie ta . fu e s s a ; fosa. re p re s e n ta M a n riq u e a la v id a com o u n sueño. Y a nos re c u e rd a “ la s u e ñ o í’ d e C a ld e ró n . te m p o ra le s : s e c u la re s , p ro fa n o s o q u e d u ra n u n tie m p o . c e la d a : tra m p a . D e s q u e : d e s d e que. E l c u e rp o n o p u e d e m o d ific a rs e com o el a lm a , q u e e s su sc e p tib le de c a t i v a : m a la , d e s d ic h a d a , vil. (4 4 ) L a s c ró n ic a s. (4 5 ) p e rla d o s, m e t. p relad o s. (4 6 ) L a m u e rte ig u a la a to d o s, a los ric o s y a los p o b re s , a los e m p e ra d o re s y a los p a s to re s de g a n a d o s . R e c u é rd e s e el a rg u m e n to d e la “ D a n z a s d e la m u e r te '’, re p re s e n ta c ió n a le g ó ric a d e la m u e rte , q u e a p a re c e p ro c la m a n d o s u p o d e r u n i ­ v e rs a l in v ita n d o a los h o m b re s d e to d a « la s clases so c ia le s, a to m a r p a r te e n su d a n z a m a c a b ra , d ig n a d e la m ú s ic a d e S a in t-S a e n s . G óm ez M a n r iq u e : C o p la s p a ra el s e ñ o r D ieg o A r i a s : M ir a lo s E m p e r a d o re s , los R ey e s y P a d re s S a n t o s ; so lo s r iq u ís im o s m a n to s tr a b a jo s tie n e n y ta n to s com o los c u l t i v a d o r e s ... P u e s m ira los C a rd e n a le s A rc o b is p o s y perlad o s. L a im ita c ió n de G óm ez M a n riq u e e s e v id e n te e n la cop la X I V . (4 8 ) su s e s to r i a s : M a n riq u e no q u ie re re fe rirs e al p a s a d o , s in o a l ejem p lo del p re s e n te . (5 0 ) I s a í a s : N o os a c o rd é is d e la s cosas! pasadas; y no m iré is a la s a n tig u a s . ( P r o f e c ía X L I I I ) . (5 1 ) q u e ta n b ie n es o lv id ad o com o a q u e llo . L a s g lo ria s v a n a s del m undo se o lv id a n p ro n to y n o e s p re c is o re m o n ta rs e a l a y e r m u y re m o to p a r a c o n s ta ta rlo . (5 2 ) G óm ez M a n r iq u e : C o p la s p a ra el s e ñ o r D ie g o A ria s d e A v ila : P u e s sy p a s a s las y s to ria s d e los v a ro n e s ro m a n o s de los g rie g o s y tro y a n o s d e los g o d o s y p e rsia n o s. (5 2 ) D o n J u a n TI d e C a s tilla (1 4 0 6 -1 4 5 4 ) ¿ Q u é se fiz o ? E s ta fo rm a in tev ro g a tiv a es lu g a r c o m ú n e n la a n tig ü e d a d . (5 3 ) q u e tr u x e r o n ? : t r u x i r : D el a n tig u o c a s te lla n o tr a e r . M u y u s a d o en: to d a la m o n ta ñ a e n v a rio s d e s u s tie m p o s , c o m o truj!*endo, tr iji, tru je , tr u jie r a . (5 4 ) p a ra m e n to s : s o b r e c u b ie r ta s d e l cab allo . (5 5 ) b o r d a d u r a s : la b o r d e re lie v e e je c u ta d a en te la . (5 6 ) tr o v a r : co m p o n er tro v a s , v e rs ific a r. (5 7 ) c h a p a d a s : d o ra d a s , o c u b ie rta o g u a rn e c id a de c h a p a s, o b o rd a d u ra d e lá m in a s o s e d a s de c o lo res. (5 8 ) E n r iq u e I V d e C a stilla . (5 9 ) a l a g ü e r o ; h a la g ü e ñ o . G U IA DE LE C TU R A S DE AUTO RES C LA SIC O S Y M ODERNOS 73 (6 0 ) ta n í e b r i d a s : f a b rid a o f e b r i d a : b ru ñ id a , re s p la n d e c ie n te . (6 1 ) e n r i q u e s : m o n e d a d e o ro a c u ñ a d a p o r orden, d e E n r iq u e I V . (6 1 ) a : ¿ Q u e f u e ro n sin o r o e o s de lo s p ra d o s ? U n a d e la s m á s fin a s c o m ­ p a ra c io n e s d e M a n riq u e , p ero era u n lu g a r c o m ú n q u e se v e n í a r e p itie n d o d e s d e la a n tig ü e d a d . (6 2 ) P u e s a q u e l g ra n d c o n d e s ta b le : D o n A lv a ro d e L u n a , c é le b re fa v o rito de D o n J u a n I I d e c a p ita d o e n V a lla d o lid e n 1453. L a fo rm a a q u e a lu d e M a n ­ riq u e , a l . C o n d e s ta b le es m á s b e n é v o la q u e el ju ic io d e l M a r q u é s d e S a n tilla n a , en eí “ D o c trin a l de P r iv a d o s ” y ta n to m á s n o b le a p a re c e c u a n to e x is tía e n tr e él y su fam ilia u n a la rg a e n e m is ta d . S a n tilla n a m o ra liz a s o b re el h ec h o , M a n r iq u e se lim ita a c o n s ta ta rlo . E s u n ejem p lo m á s de la fra g ilid a d de la s p o m p a s m u n d a n a le s <?n su y a la rg a e n u m e ra c ió n . (6 4 ) T a n p r iv a d o : q u e g o z a b a d e ta n ta p riv a n z a . (6 5 ), no c u m p le q u e d ’él se h a b le : e lu d e to d o ju ic io s o b re el d e s v e n tu r a d o fav o rito . (6 6 ) E los o tro s do s h e rm a n o s : a lu d e a lo s fa v o rito s d e E n r iq u e I V : D o n J u a n d e P a c h e c o , m a rq u é s de V ille n a y d o n B e ltrá n t d e la C u ev a , p r im e r d u q u e de A lb u q u e rq u e . A m b o s f u e ro n m a e s tre s d e S a n tia g o . (6 7 ) m a e s tre s ta n p ro s p e ra d o s : q u e h a b ía n lle g a d o a ta n ta p r o s p e rid a d . (6 8 ) a m a ta d a : a p a g a d a , e x tin g u id a . (7 1 ) tr a s p o n e s : o c u lta s . / 7 2 ) e la s s u s : L a s fo rm a s tó n ic a s de los' p ro n o m b re s p o sesiv o s cu a n d o se e m p le a n com o ta le s p ro n o m b re s, p u e d e n lle v a r h o y a r t íc u l o , p u e s e n to n c e s se s o b re n tie n d e el s u s ta n tiv o e n tre el a r tíc u lo y el p ro n o m b re . L a s fo rm a s á to n a s v an s ie m p re sin a r t íc u l o ; p e ro la le n g u a a n tig u a n o h a c ía d is tin c ió n e n tr e u n a s y o tra s y em p le a b a el a r tíc u lo a n te e l l a s : de los su s o jo s, u n s u y o n o m b re , e la s su s. (7 3 ) c r u d a : c ru e l, á s p e ra , d e sp ia d a d a . (7 4 ) a t i e r r a s : e c h a r p o r tie r ra . (7 5 ) im p u g n a b le s : in e x p u g n a b le s . (7 6 ) C h a p a d a : se re fie re a lo s fosos d e lo s c a stillo s, c h a p a d o s p a ra su d efen sa. (7 7 ) el m a e s tre D o n R o d r ig o : D o n R o d rig o M a n riq u e , C o n d e d e P a re d e s , lla m a d o el se g u n d o C id . S u b io g r a f ía se e n c u e n tr a en lo s “ C la ro s V a ro n e s ’' d e H e rn a n d o d e l P u lg a r . (7 8 ) n i los q u ie ro h a z e r c a ro s : g ra v o s o o d ific u lto so . (7 9 ) p u e s q u ’el m u n d o to d o s a b e : las h a z a ñ a s de D o n R o d rig o M a n riq u e e ra n n o to ria s . (8 0 ) q u e b e n ig n o a los s i r e t o s : a los re n d id o s. ^ (8 1 ) O c ta v ia n o : A u g u s to , p rim e r e m p e ra d o r ro m a n o . L a id e a d e e s te c a tá lo g o ae c e le b rid a d e s , q u e d e s e n to n a c o n l a s e n c ille z d e l c o n ju n to e s tá to m a d a d el P r o e ­ m io en p ro sa y de a lg u n o s v e rs o s del P la n to de G ó m ez M a n riq u e . (8 2 ) C o m p a ra el a r te m ilita r d e l C o n d e de P a re d e s co n el d e J u lio C ésar. C o m p a ra c ió n e v id e n te m e n te e x a g e ra d a com o to d a s la s d e este c a tá lo g o d e celeb rid a d e s. L a h is to r ia no r e g i s t r a los h e c h o s d e R . de M . c o m o p a ra m e re c e r ta n s u b id a s c o m p a ra c io n e s y p o r o tra p a rte , si el p a d re d e M a n r iq u e h u b ie ra p o s e íd o ta n ta s v irtu d e s s e r ía u n d e c h a d o de p e rfe c c io n e s. (6 3 ) a f f r ic a n o : E scip io n , el A fric a n o . (8 4 ) H a n íb a l no fu é u n m o d e lo d e s a b e r, sino u n g u e r r e r o g en ial. (8 5 ) A u re lia n o . E m p e ra d o r ro m a n o , v e n c e d o r d e T é tr ic o y Z e n o b ia . Se d is tin g u ió p o r su se v e rid a d . (2 1 2 -2 7 5 ), (8 7 ) dell e sp a d a . E l m a e s tra z g o d e la O r d e n de C a b a lle ría d e S a n tia g o d e la E spada. (8 8 ) M a n riq u e d e ja d e h a b la r en p rim e ra p e rso n a p a ra d e ja r la p a la b ra a la M u e r te , q u e in te rv ie n e com o u n p e rs o n a je a le g ó ric o . D esd e a q u í e n a d e la n te , salv o a l fin a l q u e re to m a la p a la b ra M a n riq u e , se e s ta b le c e u n d iá lo g o e n tr e la M u e rte y D o n R o d rig o en el cu a l é s te a c e p ta re s ig n a d a m e n te a la M u e rte , com o ca b e a u n b u e n c ris tia n o . (8 9 ) e n e s te t r a g o : e n e s te tra n c e . (8 9 a ) fe z is te ta n poca c u e n ta p o r la p o r la g lo ria . fa m a : d e s p re c ia s te la v id a y la salu d PEREDA VATvDES — 74 FU SCO SA N SO N E (9 0 ) e s m u y m e jo r: m u c h o m e jo r. (9 1 ) n i c o n vicia d e le c ta b le . L o s p la c e re s no a b r e n el c a m in o d e la salv a ció n , sin o los sa c rific io s. (9 2 ) ta n ta s a n g re d e r ra m a s te ! M a n riq u e , e s p ír i íu “ c r is tia n o ” , h a c e la a p o ­ lo g ía d e la g u e r r a ! (9 4 ) a p ó c o p e ; d e e s ta o tra . (9 6 ) la c o n fo rm id a d d e lo d iv in o es u n a d e c ristia n o . (9 7 ) (9 8 ) la s C on v o lu n ta d p la z c r .te r a : el c r is tia n o q u e q u e re r h o m b re v iv ir c u a n d o D io s q u ie ra q u e m u e ra , es locura. R e c u e rd a la s m e jo re s p á g in a s d e la p o e s ía (9 9 ) tu q u e — J e s u c ris to . m a n ife s ta c io n e s del a c e p ta la m u e rte m ís tic a e s p ír itu co n re s ig n a c ió n . c a ste lla n a . C O M E N TA R IO C O M P O S IC IO N — En cuarenta coplas desarrolla M anrique el terna principal de la composición, la m uerte de su padre, D on R odrigo M an­ rique, Conde de Paredes, que pasa a ser secundario, adjetivo, pues e! tem a principal es en verdad una larga m editación sobre la frag ilid ad de las cosas hum anas, sobre la vida y la m u erte y una composición reiterada sobre lo ¡perecedero de la hum ana existencia, y la eternidad de la o tra vida. N o tienen por consiguiente, las coplas, el carácter de una elegía, en sentido estricto. La vanidad de las ferias m undanales es subrayada con ejem plos. D esde la copla I a la X V , se extiende M anrique en m edita­ ciones scbre la fragilidad de las cosas hum anas, que nos recuerda a m e­ nudo al E clesiastés: “N u e stras vidas son los ríos que van a dar a la m a r” ; “'D ezidm e: la herm osura, la gentil frescu ra y tez, de la car», las color e la blancura,” etc. D esde la copla X V a la X X V refiere una serie de ejem plos de cómo se esfum a !a gloria de los grandes, sus riquezas y es­ tados, ccmo vana pom pa de ja b ó n : F,1 Rey D on Juan, D on E nrique, Don A lvaro de L una. E n la copla X X V comienza el elogio de su padre, que se extiende hasta la copla X X X IX , en la que habla la M uerte. Contesta el m aestre con una oración en la copla X X X V I II, a la m u erte; y en la X X X IX invoca a Je sú s. Y al final, en la oopla X L , habla o tra vez el poeta. C A R A C T E R DF. L A S C O P L A S Y S E N T I M I E N T O — U na grave melancolía, un sentido m oral y didáctico de severo estoicism o p re ­ dom ina en la o b ra. E L poeta se eleva desde el tem a personal e íntim o del sentim iento que lo expresa, hasta el dolor universal, pasando el tem a ele­ giaco a segundo térm ino. M uchos de sus conceptos sobre lo e fím ero de nuestro trán sito en el m undo, sus ideas sobre la v id a y la m u erte fu ero n lugares comunes de la lite ratu ra universal desde la Biblia, pero M anrique su p o . expresar tales ideas con un sentido personal y en una fo rm a nueva. L as coplas de M anrique son la obra más, g rave y seria del' siglo X V , contrasta éste su c ará cte r severam ente m elancólico con el hum orism o travieso y retozón del A rcipreste, con las poesías jugosam ente hum anas G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C LA SIC O S Y M ODERN OS 75 de B erceo o con k s coplas satíricas de M ingo R evulgo. Y es que estas coplas de M anrique representan un aspecto del alm a española, ese a s­ pecto grave y m elancólico que se expresa en el "E n tierro del Conde de O rg a z ” del Greco, en el ‘ C risto de V elázquez ’ y en, las p in tu ras de V eldes Leal, el pintor que parecería destinado a ilu stra r con sus tonos ocres y som bríos las coplas de M anrique, y m ás adelante en la m ística de S anta T eresa, San Ju a n de la C ruz y F ra y L uis de León, y en la epístola mo-i ral a F abio o en las obras ligeram ente senequitadas de Quevedo. M ien­ tra s el otro aspecto está representado én el A rcipreste de H ita, en la Celestina, en el Q uijote, en la novela picaresca, que resum en el ansia de vivir de un pueblo oprim ido por la religión y sus dogm as, el espíritu del renacim iento que lucha por expresarse en una am plia efusión vital las ideas de E rasm o y los principios de L u tero pujando por vencer a la co n trarefo rm a im puesta por la religión y el estado. T o d a la ascética del cristianism o, una concepción de la vida que desprecia lo hum ano por lo divino, el pesim ism o que em ana del líclesiastés y enseña a desdeñar los valores hum anos, encontró en las coplas de M anrique su m ás exacta expresión. T anto en el Eclesiastés, como en la Im itación de Jesu cristo de T om ás de K em pis y en tantas otras obras m orales y ascéticas del cristianism o encontram os el m ism o “ leit m otiv” del contraste entre lo tem poral y lo eterno. F U E N T E S — E l P lan to de k s V irtudes e Poesía- y las Coplas' p a ra el Señor D iego A rias de A vila, de Góm ez M anrique. El E clesiastés, Isaías. B aruch, P ró sp ero de A quitania y en De Consolaticne Philosophie de Boecio. O R IG IN A L ID A D — Se discute la originalidad de las Coplas de M anrique. E l fondo de sus ideas se puede decir que ¡pertenecen a un m odo de ver general de todo un ciclo del pensam iento europeo. D on Ju a n V alora fué uno de los im pugnadores de la originalidad de las coplas, inventando la peregrina teoría de que las coplas eran una im i­ tación poco menos que servil de unai elegía de A bul-B eka, poeta árabe-es­ pañol, a la pérdida de Córdoba, Sevilla, V alencia y M urcia. L a circuns­ tancia de haber hecho V alera una traducción del m odelo árabe en el mismo m etro que escribiera M anrique sus'coplas, le dió a esta teoría cierta acep­ tación entre los eruditos. P e ro M enéndez y Pelayo re fu tó la falaz teoría, basándose en los siguientes a rg u m e n to s: l 9— E s inverosím il que un poeta castellano de fines del siglo X V haya im itado una poesía arábiga artística, y sólo podría adm itirse hecho tan excepcional en la historia literaria castellana, eti caso de que únicam ente en la .poesía de A bul-B eka hubiese podido encontrar M an­ rique los pensam ientos y la fo rm a de expresión que hallam os en sus coplas, b ) N o hay idea, sentencia, imagen o giro en composición de M anrique que no proceda de las fuentes m ás n aturales de su ins­ piración, corrientes en su época, de la Biblia, de los S antos Padres, de los m oralistas y poetas clásicos y de los trovadores castellanos, entre ellos, el propio tío, Gómez M anrique, c ) L as fuentes principales de los pensam ientos expresados en las Coplas las hallam os en el Ecle- PEREDA V A LD E S — 76 siastés, en en el libro castellanos, de F e rn á n E U SCO S A N S O N E Isaías, en B aruc, en P ró sp ero de A quitania, y sobre todo de Consolatione Philosophiae, de Boecio y entre los vates en ciertos pasajes de las obras del M arqués de Santil'.ana, Sánchez de T alay era y Góm ez M anrique”. N o obstante haber tom ado M anrique tan tas ideas e im ágenes del acervo universal de la cu ltu ra, su originalidad radica en el tono, en la m anera personal de expresar ideas m anidas o lugares com unes del peiv samiento, adem ás de la fo rm a m étrica adm irable escogida por el poeta, E L M IS T IC IS M O D E M A N R IQ U E — L a copla X X X IX es una anticipación a las m ejores poesías m ísticas del siglo X V I. ¿M anrique, in­ vocando a Jesu cristo en un tono tan hum ilde, no nos recuerda el “N o me mueve mi Dios para q uererte" o a las lam entaciones de San Ju an de la C ruz? E n todas las coplas de M anrique habla en un lenguaje .piadoso* un espíritu altam ente c ristia n o ; pero es en la citada copla donde a d ­ quiere una elevación y un tono lírico m ás ex altado el alm a atorm entada de M anrique, que ha visto d erru irse las grandezas hum anas y empeque­ ñecerse a los que m ás alto subieron. V E R S IF IC A C IO N — E stro fa s de doce versos com puestas de cua­ tro grupos, en cada uno de los cuales los dos prim eros versos son octo­ sílabos y el tercero es un quebrado de cuatro, alternando en las estrofas la rim a grave y la aguda con la siguiente disposición: A B c A Bc, D E f D E f. L a copla del pie quebrado o e stro fa de Jo rg e M anrique se compone1 de c u atro versos que rim an alternadam ente y dos hem istiquios tetrasílabos que rim an entre sí. E sta E stro fa se encuentra ya en el A uto ’de los Reyes M agos en form a im p e rfe c ta : E s? N on es? Cudo que u erdad es. Y en fo rm a m ás definida en las cantigas del A rcipreste de H i t a : en el A ve M aría y en los G o zo s: “V irg en del cielo re y n a '\ L a cultivaron los poetas del siglo X V ; pero fué Jo rg e M anrique quien al crea r una obra inm ortal, le dió a la com binación del octosílabo con su quebrado un brillo sin par. C O M E N TA R IO D E A Z O R IN “Jo rg e M a n r iq u e ... ¿C óm o era Jo rg e M anrique? Jo rg e M anrique es una cosa etérea, sutil, frág il, quebradiza. Jo rg e M anrique es un es­ calofrío ligero que nos sobrecoge un m om ento y nos hace pensar. Jo rg e M anrique es una rá fa g a que lleva n uestro espíritu allá hacia una lon­ tananza ideal. L a crítica no puede apoyar m ucho sobre una de estas fi­ g u ra s; se nos a n to ja que exam inarlas, descom ponerlas, escrutarlas, es h a ­ cerlas perder su encanto. ¿C óm o podrem os expresar la impresión, q u e nos produce el son rem oto de un piano en que se toca un nocturno d e Chopin, o la de una rosa que comienza a alejarse o la de las finas ro p as de una m ujer a quien hem os am ado y ha desaparecido hace tiem po, p a ra siempre”. A Z O R I N . — " A l margen de los clásicos”. El Romancero L os rom ances, dice M enéndez P idal, son poem as épico-lírioos, que se cantan al son de un instrum ento, sea en danzas corales, sea en reuniones tenidas p ara recreo sim ­ plem ente o p ara el tra b a jo en com ún. Antigüedad del Romancero. — Los rom ances perte­ necen a un género em inentem ente popular español. ¿E s E s ­ paña, el pais del rom ancero, se p re g u n ta M enéndez P id al? A esta p reg u n ta la contesta afirm ativam ente, el ilustre p ro ­ fesor español, recordando el consejo de cierto viajero que p ara v ia ja r por E sp añ a recom endaba llevar en la m aleta 1111 R om ancero y un Q uijote. Si bien en otros países, F rancia, A lem ania, Suecia, etc., existen narraciones épico-líricas m uy análogas a los rom ances, a ningún país le cuadra m ejo r que a E spaña, ser el país del R om ancero. A dem ás, los ro m an ­ ces tienen un carácter esencialm ente nacional. R eflejan ad ­ m irablem ente el espíritu caballeresco de la nobleza española. E l rom ancero, corno los cantares de gesta, fu e ro n la lite­ ra tu ra de una clase so c ia l: la nobleza, tra ta ro n de ex altar las v irtudes guerreras, el valor de dicha clase. Com o p ara los griegos de la época de M enelao, la v irtu d m ás alta de los señores era el valor, pero en E spaña, en la poesía heroicopopular, tam bién lo son la nobleza, la hidalguía, la caballe­ rosidad. Excepcionalm ente, como en la leyenda de los In ­ fantes de L a ra encontram os la exaltación del tem a de la venganza, es m ás com ún, el perdón, los m edios legales. U11 tra id o r com o Bellido es ra ro ; el noble detesta la tr a i­ ción. El Cid era un buen vasallo y acude a las form as le­ gales p ara re p a ra r su afren ta. H a y una idealización de la vida caballeresca en toda la poesía heroico-popular. L a li­ te ra tu ra m edieval es una lite ra tu ra de la clase aristo crá­ 78 PEREDA VA LD E S — FU SCO S A N SO N E tica y p a ra la clase aristocrática, al servicio de sus intereses, y ésta la im pone al pueblo, la populariza desde arriba. F ue arte popular p o r re flejo y como que era tam bién un espejo de la aristo cracia gustaba a ésta. De ahí su carácter nacio­ nal, p ara todas las clases. Antigüedad del Romancero. — Los m ás antiguos ro ­ m ances conocidos datan del siglo X V . L a p rim era vez que en una o b ra se habla de los rom ances es en la C artaP roem io del (M arqués de S an tillan a (1445-1448). E l M a r­ qués no disim ula su desdén por esta clase de creaciones- p o ­ p u la re s : “ ínfim os poetas son aquellos que sin ningún o r­ den, regla ni cuenta facen estos cantares o rom ances de que la gente b a ja de servil condición se alegra. L a posteri­ dad rectificará el juicio del aristó c ra ta escritor, del poeta de gabinete, que 110 hace sino expresar el ju icio de una clase social sobre el arte popular. N o ínfim os, sino grandes poetas anónim os fueron los autores de los rom ances. E l origen de los rom ances es asunto m uy debatido y todavía sin solución. Dos tendencias opuestas tra ta n de ex­ plicar s.u origen. P o r una parte, M ilá E ontanals, M enénclez Pelayo y M enéndez P idal, con m ás acierto, los creen derivados m ás o m enos directam ente, de los cantares de gesta. R estori, C arolina M ichaelis, P ío R a jn a y C ejador les atribuyen origen m ás rem oto, o presentan serias obje­ ciones a la teo ría de( los prim eros. E s indudable que no todos los rom ances .proceden de los cantares de g esta; m uchos proceden de prosificaciones que hacen de éstos las crónicas an tig u as y otros son de ins­ piración puram ente novelesca o lírica. Los rom ances conti­ n uaron la tradición de los antiguos cantares de gesta p er­ m itiendo que no se interrum piera ésta, salvando del olvido las principales figuras de la poesía heroica, B ernardo del C arpió, el rey R odrigo, los siete In fan tes de L a ra , el Cid, etcétera, el teatro p ro lo n g ará esa tradición heroica con los dram as de Ju a n de la Cueva, de G uillén de C astro y de Lope de V ega que p e rd u ra rá h asta nuestros días en los dram as de M arquina, de G rau y en los rom ances de G ar­ cía L orca. H a sta A m érica llegarán los ecos del rom ancero con las versiones de D elgadina, etc. Clasificación, — C lasificación de W o lf. — 1® época. R om ances v iejo s: I R om ances viejos nacionales; I I R o ­ G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O D ERN O S 79 manees viejos m oriscos; I I I R om ances viejos juglarescos caballerescos (tran sició n a la 2,J época). 2® época. R om ances e ru d ito s : IV Im itaciones serviles de los viejos nacionales; V R efundiciones de los viejos y juglarescos en general; V I R om ances nuevos sem iartísticos (tran sició n a la 3'1 época). 3» época. R om ances artístico s: V II R om ances a n ti­ guos im itados por los poetas del siglo X V y prim eras dé­ cadas del X V I ; V I I I R om ances de poetas conocidos de las tres últim as décadas del siglo X V I y del X V II. C lasificación de W o lf de los rom ances basada en los a s u n to s : I a) c) d) e) f) g) h) II III rV A,r R om ances históricos. E l rey D on R odrigo y la pérdida de E sp añ a. E l Conde F e rn á n González y sus sucesores. Los infantes de L a ra . El C id. R om ances históricos varios. E l rey Don Pedro. R om ances fronterizos. R om ances del ciclo carolingio. R om ances del ciclo bretón. R om ances novelescos sueltos. R om ances líricos. Métrica. — Los rom ances viejos eran de 16 sílabas (divididos en 2 h em istiquios: 8 + 8 de uniform e asonan­ cia. Los que se com pusieron después im itándolos son de ocho sílabas, rim an d o los versos pares (2, 4, 6, etc.) y que­ dando libres los versos im pares (1, 3, 5 ). E n realidad el pie del m etro es el m ism o octosílabo. V eam os como puede descom ponerse un rom ance v ie jo : D e 16 sílabas: ‘‘A fu era, a fu e ra R odrigo, — el soberbio castellano acordársete debría — de aquel tiempo ya pasado cuando fuiste caballero — en el altar de S an tiag o ” . 80 PEEIÍBA VALDÉS — FU SCO S A N S O N lt Separando los dos hem istiquios en en líneas diferentes quedará así: D e 8 síla bas: “ A fu e ra, afu era, R odrigo, el soberbio castellano, acordársete debría, de aquel tiem po ya pasado cuando fuiste caballero «n el a lta r de S an tiag o ” . Romances del Cid Ese buen D iego L aínez— después que hubo yantado, ( i ) hablaba de sobre m esa— con sus h ijo s todos cuatro. Los tres son de su m u jer,— pero el otro era bastardo, v aquel que b astard o era,— era el buen Cid castellano. L as palabras que les dicen— son de hom bre lastim ado. — H ijo s, m irad p o r la ho n ra,— que yo vivo deshonrado, 'que porque quité una liebre— a unos galgos que cazando hallé del conde fam oso,— llam ado conde Lozano, palabras sucias y viles— me h a dicho y u ltrajad o . ¡ A vosotros toca, hijos— no a mí que soy a n c ia n o ! E stas palabras diciendo,— al m ayor había tom ado : queriendo hablarle en secreto,— m etióle en un a p a rtad o ; tom óle el dedo en la boca,— fuertem ente le h a apretado, con el g ran dolor que siente,— un grito terrible h a dado. E l padre que aquesto vido,— grandes abrazos le ha dado. A los dos m etiera ju n to s,— que de los tres han quedado, la m ism a prueba les hizo,— el m ism o g rito habían dado. A l Cid m etiera el postrero,— que era el m enor y bastardo. Tom óle el dedo en la boca,— m uy recio se lo h a apretado, con el g ra n dolor que siente,— un bofetón le h a am agado. — A flo jad , padre, le dijo,— si no, seré m al criado. E l padres q ue aquesto vido,— grandes abrazos le ha dado. — V en acá tú, h jio m ío,— ven acá tú, hijo am ado, a ti encom iendo mis arm as,— m is arm as, y aqueste c a rg o : que tú m ates ese conde,— si quieres vivir honrado. E l Cid cayó y escuchólo,— respuesta no le ha tornado. A cabo de pocos días— el Cid al conde h a to p ad o ; hablóle de esta m anera— como v aró n e s fo rz a d o : ■ —-Nunca lo pensara, el conde,— fuérades ta n mal criado, que porque quitó una liebre— mi padre a vuestro galgo, 6 p h rE d a v a ld B S 82 — ÍU S C O 0 S A N S NIÍ de palabras ni de obras— fuese de vos denostado. Cómo cjueredes que sea— que tiene de ser vangado. E l conde tom ólo a b u rlas;— el Cid presto sa lia en o jad o ; apechugó con el conde,— de puñaladas le ha dado. NOTAS (1 ) (2 ) y a n ta d o — com ido. d e n o s ta d o — in ju r ia r g ra v e m e n te , in fa m a r de p a la b ra . C O M E N TA R IO E ste rom ance pertenece al ciclo de los que se inspiraron en las gestas del C id Cam peador, Ruiz D íaz de V ivar. E l tem a es un episodio de las mocedades del Cid. D iego Lainez — padre del héroe — es agraviado por el Conde Lozano, m ientras aquél quitaba una liebre a unos galgos que cazando halló del Conde. Convoca a sus hijos, porque vive deshonrado. C uatro son ellos y de los cuatro, uno, el Cid, es hijo bastardo. A los tres, empezando por el m ayor, les tom a el¡ dedo en la boca y aprieta fu e r­ temente. N ada dicen los tres, sino quejarse. M as el Cid, am agando un bofetón le dice: A flo jad , padre, si no, seré m al criado. A l Cid le enccm ienda la m isión de vengarlo, lo que hace éste m atando al Conde L o ­ zano, padre de Jim ena D íaz. E ste rom ance tiene por continuación aquel en que Jim ena D íaz pide justicia ante el Rey por la a fre n ta de la m uerte de su padre. A fre n ta que es b o rrad a con el casam iento del Cid con Jimena. E l episodio de la juventud del Cid no aparece en el Poem a del M ío Cid que tra ta solam ente el destierro, la a fre n ta de Corpes y el casam iento de las hijas del Cid. Probablem ente este rom ance — que es indiscuti­ blem ente un rom ance viejo — deriva de las C rónicas o del C antar de Rodrigo. Se publicó por prim era vez en la F lo r de varios y nuevos ro ­ mances. Valencia, 1591. Guillén de C astro lo p arafraseó en la prim era jo rn ad a de sus M ocedades del Cid. M E T R IC A — E l verso es de diez y seis sílabas (dividido en dos hem istiquios: 8 - |- 8) de uniform e asonancia. R O M A N C E D E A B E N A M A R Y E L R E Y D O N JU A N — ¡ A benám ar, A benám ar, m oro de la m orería, el día que tú naciste grandes señales había! E stab a la m ar en calma, la luna estaba crecida; m oro que en tal signo nace G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERNOS no debe decir m entira. Allí respondiera el m oro, bien oiréis lo que d e c ía : — Y o te la diré, señor, aunque m e cueste la vida, porque soy hijo de un m oro y una cristiana cautiva; siendo y niño y m uchacho mi m adre me lo d e c ía : qué m en tira no dijese, porque era grande villanía : por tanto pregunta, rey, que la verdad te diría. — N o te la diré, señor, aunque me cueste la vida. — Y o te agradezco, A benám ar, aquesta tu cortesía. ¿Q ué castillos son aquéllos? ¡A ltos son y relucían! — E l A lh am b ra era, señor, y la o tra la m ezquita; los otros los A lixares, ( x) labrados a m aravilla. E l m oro que los labraba cien doblas (2 ) ganaba al día, y el día que no los labra otras tan tas se p erd ía ; desque los tuvo labrados el rey le quitó 1a, vida porque no labre otros tales al rey del A ndalucía, el otro G eneralife, (3 ) h u erta que p ar no- tenía. E l otro es T o rres B erm ejas, castillo de g ra n v alía; A llí hab lara el rey don J uan, bien oiréis lo que decía: — Si tú quisieras, G ranada, contigo me casaría; daréte en a rra s y dote a Córdoba y a Sevilla. 83 PEREDA VALDES — 84 FU SCO SANSON K -^ C a s a d a soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el m oro que a mí me tiene m uy grande bien me quería. NOTAS (1 ) p a r te A lix a re s : a l i x a r : c in ta o fris o d e a z u le jo s de d ife re n te s c o lo re s en la in fe rio r d e la s p a re d e s. (2 ) d o b la s : m oneda a n tig u a e s p a ñ o la d e o ro que e q u iv a le a p esetas. m ás de d ie z r ( 3 ) G e n e ra life : p alacio y ja rd in e s de los m o ro s, ce rc a de G ra n a d a , m o n u m e n to v a lio s : sim o d e la a r q u ite c tu r a á ra b e . la A lh a m b ra , en C O M E N TA R IO Dice M enéndez Pidal, refiriéndose a este rom ance: “El año 1451 el rey Ju a n I I de C astil'a llega ante G ranada acom pañado del infante m oro Abenalm ao, a quien había ofrecido colocar en el trono nazarí, la ciudad se rinde y el in fan te es reconocido rey en ella. E l rom ance tiene evidente inspiración m orisca. I<cs poetas árabes l’am an frecuentem ente “esposo” de una región al señor de el!a. y de aquí elrom ance tom ó su im agen de la ciudad vista com o una novia a cuya m ano aspira el sitiador. E sta im agen no se halla en ninguna lite ratu ra medieval sino en la castellana. Sólo después cuando los soldados españoles llevan consigo el rom ancero a A lem ania y P aíses B ajos, vemos su rg ir la concepción de la ciudad sitiada como un;y novia, ya refiriéndose a M agdeburgo y a su sitiador W a l’estein (1629), ora a otras m uchas ciudades holandesas, danesas y suecas.” Pertenece este rom ance a los “ fronterizos”, que relatan los episodios de las luchas entre m oros y cristianos, en la fro n te ra del reino m oro de G ranada, por lo cual se llam an fronterizos. Los tem as eran entonces de actualidad y debieron despertar g ra n interés, porque tratab a n de sucesos que apasionaban a m eros y c ris tia n o s: desafíos entre caba leros, conquistas y reconquistas de ciudades. R O M A N C E DE D O Ñ A A L D A E n P a rís está doña A lda, la esposa de don R oldán, trescientas dam as con ella p a ra bien la a c o m p a ñ a r: G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS todas visten un vestido, todas calzan un calzar, todas comen a u n a m esa, todas com ían de un pan. L as cientos hilaban el oro, las ciento tejen cendal, ( i ) ciento tañen instrum entos p ara a doña A lda A legrar. A l son de los instrum entos doña A lda adorm ido se h a ; ensoñado había un sueño, un sueño de g ra n pesar. D espertó despavorida con un dolor sin igual, los gritos daba ta n grandes se oían en la ciudad. — Q ué es aquesto, mi señora, qué es lo que os hizo m al? — U n sueño soñé, , doncellas, que me ha dado g ra n p e s a r : que me veía en un m onte, en un desierto lugar, y de so (2 ) los m ontes altos un azor (3 ) vide ( 4 ) v o lar; tras dés viene un aguililla que lo ahincaba (5 ) m uy mal. E l azor con grande cuita m etióse so mi b rial; el águila con g ra n ira de allí lo iba a sacar: con las uñas lo desplum a, con el pico lo deshace. A llí habló su cam arera, bien oiréis lo que d i r á : — Acjuese sueño, señora, bien os lo entiendo' s o lta r : el azor es vuestro esposo, que de E sp añ a viene y a ; el águilas sodes (6 ) vos, con la cual h a de casar, y aquel m onte era la iglesia 85 86 PEREDA VALDES — ÍU S C O SAN SON E donde os han de velar. — Si es así, m i cam arera, bien te lo entiendo pagar. O tro día de m añana cartas de lejos le tra e n ; tin tas venían de fuera, de den tro escritas con sangre, que su R o ld an era. m uerto en la caza de Roncesvalles. C uando tal oyó doña A lda m uerta en el suelo se cae. NOTAS ( 1 ) ce n d al ;— te la de s e d a o lin o m u y d e lg a d a y tra n s p a re n te . ( 2 ) d e so — y d e b ajo . ( 3 ) a z o r — a v e d e ra p iñ a . ( 4 ) v id e — fo rm a a n tig u a d e l v erv o v e r : in d e fin id o , s in g u la r , p rim e ra p e r­ s o n a : v id e , v id e , v id . ( 5 ) a h in c a b a — p e rs e g u ía , h o s tig a b a . (6 ) so d e s — p re s e n te d e in d ic a tiv o , s e g u n d a p e rs o n a d el v e rb o s e r en su fo rm a a n tig u a . C O M E N TA R IO Se publica por prim era vez en 1550. Se creía que este rom ance p ro ­ cediera de u n a e stro fa de la C hanson de Roland, referente a la m uerte de doña A lda. E n realidad el rom ance — según M enéndez P id al — no conoció el poema francés sino una gesta española derivada de las re fu n ­ diciones francesas, en las cuales la m uerte de A lda se contaba en m uy diluidos episodios de tono m elodram ático. E l asunto del rom ance es de c ará cte r simbólico. Se tra ta de la in­ terpretación del sueño de D oña A lda que su cam arera descifra. L a in­ terpretación es la sig u ien te: E l a z o r : es el esposo de D oña A lda, D on R oldan. E l á g u ila : D oña Alda. E l m o n te : la iglesia donde han de velar a D oña A lda. E ste sueño parece tener un significado freudiano (1 ) : el deseo del m atrim onio de D oña A lda con don R oldán, pero su fin es la m uerte. Se d iría que el am or y la m uerte se lanzan a danzar como en los viejos diálogos medievales. (1 ) F re u d ia n o , de S e g is m u n d o F re u d , c é le b re p s iq u ia tr a a u s tría c o , fam o so p o r su s tra b a jo s s o b re e l p s ic o a n á lisis, co n o c id o c o n el, n o m b re d e f r e u d is m o . U n a d e su s o b ra s m á's fam o sas, s e t i tu la “ I.a in te rp re ta c ió n d e los s u e ñ o s ” . F,I su eñ o d e D o ñ a A ld a p u e d e te n e r u r.a in te rp r e ta c ió n c ie n tíf ic a p s ic o a n a lític a , d e c a ­ r á c t e r s e x u a l: e l d eseo d e l m a trim o n io d e D o ñ a A ld a c o n D o n R o ld á n , d eseo in s a tis fe c h o q u e la m u e rte lleg a a t r u n c a r . G U IA DÉ L E C T U R A S DÉ A U TO RE S C LA SIC O S Y M ODERNOS 87 ROM ANCE DEL CONDE ARNALD OS ¡Q uién hubiera tal ventura sobre las aguas del m ar como hubo el conde A rnaldos la m añana de S an Ju a n ! A ndando a buscar la caza p ara su falcón ( i ) cebar, vió v en ir una galera que a tie rra quiere lleg ar; las velas tra e de seda, la ejarcia (2 ) de oro torzal, (3 ) áncoras tiene de plata, tablas de fin o coral. M arin ero que la guía, diciendo viene un cantar, que la m ar ponía en calma, los vientos hace a m a in a r; los peces que andan al hondo, arrib a los hace a n d a r; las aves que van volando, al m ástil vienen posar. Allí habló el conde A rnaldos, bien oiréis lo que d i r á : — P o r tu vida, el m arinero, digasm e o ra ese cantar. R espondióle el m arinero, tal respuesta le fué a d a r : — Y o no digo mi canción sino a quien conm igo va. NOTAS (1 ) (2 ) (3 ) F a lc ó n — H a lc ó n . E .'a rc ia ; ja rc ia — a p a re jo s y ca b o s de u n b u q u e. o ro to rz a l — c o rd o n illo de o ro p a ra c o s e r y b o r d a r . C O M E N TA R IO E l rom ance completo — dice M enéndez P idal — sé conserva en la tradición de los judíos de M arru eco s^ es un rom ance de av en tu ras: el In fa n te A rnaldos se em barca en la nave desconocida y encuentra en ella a 88' PEREDA VALDES — I'U SC O SAN SO N E .'sos fam iliares y criados que andaban buscándole, y esta filé la g ra n ventu ra aím nciada en el prim er verso. L as cuatro versiones antiguas que se conservan son tedas incompletas. D os de ellas acaban con el corte re­ pentino que acepto como final de m ás tensión poética, pues da a la can­ ción del m arinero un m isterio inefable. E sta versión frag m en taria, tan superior a la total, fué divulgada por cancioneros y pliegos sueltos en él siglo X V I, y desde entonces es tenida como obra m aestra del rom ancero. U n crítico inglés ju zg a nuestro rom ance del In fan te A rm ld o s superior a la célebre balada de H eine, de la m ágica canción de Loreley. L ongfelow lo glosa en T he secret o f the sea (el secreto de la m a r) : los líricos y no rim ados versos del rom ance le encantan con sti dulce y m onótona cadencia como las am plias olas que en la playa se tienden sobre la arena reverbe­ rante de p lata ; al evocar la m ística canción del m arinero, los abism ales secretos del m ar em bargan el alm a del poeta y el corazón del g ran océano le ccm unica su latido estrem ecedor”. Dice A zorín, glosando este ro m a n c e : “E l Conde A rnaldos ha salido en la m añana de San Ju a n a d a r un paseo por la dorada playa. A nte él se extendía el m ar inmenso y azul. L a m añana está lim pia y fresca. F u l­ ge el añil del c ie lo ; unas aves pasan volando blandam ente sobre las aguas. E l Conde ve avanzar una galera. D esde la rem ota lejanía en que ha aparecido como un puntito, ha ido poco a poco avanzando hasta la costa. L as velas son b la n c a s: blancas com o las redondas nubes que ruedan por el a zu l; blancas ccmó las. suaves espum as de las olas. E n el E n el bajel viene un m arinero entonando una c an c ió n ; su voz es llevada por el ligero viento hacia la playa. E s una voz que dice contentam iento, expansión, jo vilaidad, salud y esperanza. Q ué cuitas íntim as tiene el Conde? ¿ P o r qué al oir esta voz j u ­ venil y vibrante, se queda absorto ? U na honda correlación hay entre la lu­ m inosidad de la m añana, el azul del m ar, la transparencia de los cielos y esta canción que entona al llegar a la costa quien viene acaso de re ­ m otas y e x tra ñ as tierras. — P e r Dios te ruego, m arinero, digasmé ora ese cantar — exclam a el Conde. Y el m arinero re p lic a : — Y o no digo e sta canción sino a quien conm igo va. N ad a m á s; aquí term ina el rom ance. A quien conm igo va. ¿D ónde? ¿H ac ia el m ar infinito y proceloso? ¿ H ac ia los países de ensueño y alucinación?” M O R IA N A C A U T IV A M oriana en un castillo con ese m oro G alván ju g an d o estaba a las tablas por m ayor placer tom ar. C ada vez que el m oro pierde bien p erd ía u n a cibdad; cuando M o rian a pierde la m ano le d a a besar. Del placer que el m oro tom a adormesciclo se cae. T endió la vista a los m ontes, caballero vió asom ar. L lorando viene y gim iendo p alabras de g ra n p e s a r : — ¡A rriba, canes, arrib a ! que m ala rabia os m ate; en jueves m atáis el puerco y en viernes coméis la carne, ¡A y, que hoy hace los siete años que ando p o r aquestos valles, tray endo los pies descalzos, las uñas corriendo sangre, buscando triste a M oriana, la, h ija del em perante! ( i ) C ap tiváronla los m oros (2 ) la m añ an a de S an Juan, cogiendo rosas y flores en las h u ertas de su padre. Bien le conoce M oriana, con alegría y p esar; lágrim as en los ojos en la faz del m oro dan. NOTAS (1 ) (2 ) E m p eran te — Em perador. C aptiváronla — la tom aron prisionera. C O M E N TA R IO E l tem a de M oriana h a sido tratad o en tres rom ances, uno de los m ás interesantes es el de M oriana cautiva. Su asunto es com pletam ente novelesco. Se publicó este rom ance en los cancioneros del siglo X V I. Cuen­ ta el suplicio a que es condonada M oriana y cóm o es libertada tpor su esposo. L os rom ances m oriscos, a cuyo género pertenece éste, en su m a­ yoría pueden clasificarse entre los novelescos. E sto s rom ances evocan la PEREDA VAEDES — 90 vida fastuosa y plendorosa: sus dos por el brillo E l rom ance traord inaria. l'U S C O SAN SON E sensual de los m usulm anes, su civilización rica y es­ fiestas, torneos, trajes, costum bres, cerem onias, realza­ y ef colorido de la poesía oriental. de M oriana cautiva es de una intensidad dram ática e x ­ R O M A N C E D E F O N T E -F R ID A Y C O N A M O R F o n te -frid a , fo n te-frid a, fo n te-frid a y con am or, do todas las avecicas v an to m ar consolación, si n o es la T ortolica, que está viuda y con dolor. P o r allí fu e ra a pasar el tra id o r de R u iseñ o r; las palabras que le dice llenas son de tra ic ió n : — Si tu quisieses, señora, yo sería tu servidor. — V ete de ahí, enemigo, m alo, falso, engañador, que ni poso en ra m o verde ni en prado que tenga flo r; que si el ag u a hallo clara tu rb ia la bebía yo ; que no quiero haber m arido porque hijo s no haya, n o ; no quiero placer con ellos, ni m enos consolación. ¡D éjam e, triste enemigo, m alo, falso, ru in traid o r, que no quiero ser tu am iga ni casar contigo, no! C O M E N TA R IO E l rom ance de “F onte F rid a y con A m o r” puede considerarse como un m odelo de los rom ances esencialm ente líricos, en los cuales el tem a épico-narrativo es sustituido por una divagación. E n los a u to re s a n ti­ G U IA DE L E C T U R A S DE AUTO RES C L A S IC O S Y M O DERN O S 91 guos y m edievales es frecuente en cen trar el tem a de la tó rto la v iuda que se posa en las ram as secas para llo ra r su dolor y en turbia el agua cía. antes de bebería. R O M A N C E D E L A C O N Q U IS T A D E A I-D A M A O c u rrid a el 28 de F ebrero de 1482, con la cual se comenzó la ú ltim a g u erra de G ranada Paseábase el rey m oro p e r la ciudad de G ranada desde la p u e rta de E lv ira h asta la de V ivarram bla. C artas le fu ero n venidas cómo A lham a era ganada. ¡A y de mi A lham a! (1 ) L as cartas echó en el fuego y al m ensajero m a ta ra ; echó m ano a sus cabellos y las sus barbas m esaba; (2 ) apeóse de la m uía y en un caballo cabalga; p or el Z acatín (3 ) arrib a subido había a la A lh am b ra; m andó to car sus trom petas, sus añafiles (4 ) de plata, porque lo oyesen los m oros que andaban por el arada. (5 ) ¡A y de m i A lham a! C uatro a cuatro, cinco a cinco, ju n ta d o se ha gran com paña. A llí habló un viejo alfaquí, (6 ) la b arb a bellida (7 ) y cana — ¿ P a ra qué nos llam as, rey, a qué fue n u estra llam ada? — P a ra que sepáis am igos, la g ra n pérdida de A lham a. ¡A y de m i A lham a! ¡B ien se te emplea, buen rey. 92 PERÉPA VALDES — EUSCO S A N SO N E buen rey, bien se te em pleara; m ataste los bencerrajes, (8 ) que eran la flo r de G ra n ad a; cogiste los tornadizos de C órdoba la nom brada. P o r eso mereces, rey, u na pena m uy doblada, que te pierdas tú y el reino y que se acabe G ranada. ¡A y de mi A lham a! NOTAS (1 ) A lb a n ia — N o m b re m o ro c o n q u e s e d e s ig n a b a a G ra n a d a . H o y tr e s c iu d a d e s en la s p ro v in c ia s d e M u rc ia , G ra n a d a y A lm e ría lle v a n e s te n o m b re . L a s tr é s c iu d a d e s s o n fam o sa s p o r su s b a ñ o s m in e ra le s, q u e e s te es el sig n ific a d o de la p a la b ra A lh a m a . ( 2 ) Y la s s u s b a rb a s m e sa b a — a c a r ic ia rs e las b a rb a s co n las m a n o s. (3 ) Z a c a tín — P la z a o ca lle do n d e e n a lg u n o s p u eb lo s se v e n d e n ro p a s. ( 4 ) A ñ a file s — tro m p e ta re c ta m o risc a. ( 5 ) A ra d a — p o rc ió n d e tie rra la b r a d a co n el arad o . ( 6 ) A lfa q u í — D o c to r d e la ley e n tr e los m a h o m e ta n o s . (7 ) L a b a rb a b e llid a — h e rm o sa b a rb a . (8 ) B e n c e rra je ís ; o a b e n c e rra je s — I lu s tr e fam ilia d el re in o de G ra n a d a q u e fue d e s tr u id a p o r B o a d il en 1484. C O M E N TA R IO E l P a d re M ariana alude a este ro m an c e : “Sobre la tom a de Alhr.ma anda un rom ance en lengua v ulgar que en aquel tiem po fu é m uy loado y en éste, en que los ingenios están m ás limados, no se tiene p o r grosero, antes por elegante y de buena tonada’’. B uen gusto dem ostró M ariana al lo ar este herm oso rom ance, uno de los m ás bellos del Rom ancero, E s de origen m orisco y estuvo m uy de moda en el siglo X V I. L O S R O M A N C E S E N A M E R IC A E l rom ancero cruzó los m ares y llegó a las tierras de A m érica. Los colonizadores lo im portaron a M éjico y al P erú en el siglo X V o principios del X V I. B ernal D íaz del Castillo ya hace una referencia a los rom ances am ericanos en su “ C onquista de la N ueva E sp añ a” . — ¿Cóm o llegaron los rom ances a nuestra A m érica?. — Sin duda los rom an­ ces tradicionales españoles su friero n evidente tra sfo rm a ción al ser asim ilados por la m usa popular vernácula. L as versiones recogidas por el Sr. M enéndez P idal en P erú, E cuador, Chile, A rg en tin a y U ru g u ay , ofrecen serias varian tes com paradas con sus m odelos peninsulares. El ro ­ m ance de L a M agdalena, p o r ejem plo, tom a los dos prim e­ ros versos del rom ance del Conde A rn a ld o s : ¡ Q uien hubiera tal ventura sobre las aguas del m ar como la hubo el C onde A rnaldos la m añana de San Ju an ! P ero el asunto se refiere a la historia bíblica de Jesús y la M agdalena. E n Chile los rom ances se llam an corrido o corrío, el m ism o nom bre que en A ndalucía em plean los cam pesinos p ara designar a los rom ances tradicionales. R eproducim os una de las tan tas versiones recogidas por M enéndez Pidal. Se tra ta de un rom ance m ontevideano: M UERTE DE ELENA ( Versión de M ontevideo) E stan d o una niña bordando corbatas, con ag u jas de oro y dedal de plata, pasó un caballero pidiendo posada. 94 PERJÍDA VA LD E S — F U S C O S A N S O N IÍ — “ Si mi padre quiere, le doy buena g a n a ’’. E x ten d ió una cam a en m edio la sala, sábanas de seda y colchas de holanda. A la m edia noche él se le v a n tó ; de las tres herm anas, a E lena eligió; la m ontó a caballo, con él la llevó. Al subir la sierra ahí la b ajó ; sacó puñal de oro, y allí la m ató ; hizo un ugerillo, y allí la enterró. A los trece años pasó por allí ' — “ P astorcillo bello, ¿qué haces a h í? ” — "C uidando la E lena que ha m uerto por t i ” . E l rom ancero ha encontrado eco tam bién, entre los es­ critores cultos, que en A m érica se inspiran, en el folklore para, crear una obra artística de fresco sabor popular. R e­ cordem os el R om ancero de niñas de Luis Cañé, los “ R o­ m ances chucaros” de F ern án Silva V aldés y el R om ancero de Sim ón B olívar, de Ildefonso1 P ereda Valdés. Advertencia sobre la lengua medieval L a an tig u a lengua castellana, aunque 110 difiere consi­ derablem ente del español m oderno, presenta como es de su­ poner, bastantes caracteres distintos. P o r de pronto dire­ m os sólo que, en cuanto a la pronunciación, la lengua an ­ tigua era m ás rica en sonidos que la m oderna. D istin g uía una s sorda y o tra sonora (con analoga di­ ferencia que la que existe en francés entre poisson y poison) ; la s so rd a se escribía doble entre vocales ( passar, escriv iesse), y sencilla cuando era inicial o iba tras consonante (señor, m an sag e), o delante de consonante sorda (estar, E s p a ñ a ); la s so n o ra se escribía sencilla en tre vocales (casa, cosa). D istinguía tam bién la Q (o ce, ci) sorda, de la z sonora; aquélla era sonido parecido al que hoy pronunciam os en za, ce, ci, zu ; y la z antigua e ra el m ism o sonido, pero acom ­ pañado de sonoridad en las cuerdas vocales. P o r la p ronun­ ciación y la o rto g ra fía se diferenciaban, por un lad o : hace haces, singular y plural del sustantivo m oderno “h a z ” , y por otra p a rte : haze, hazes, del verbo “h a z e r” , m oderno “ hacer” . Se distinguían tam bién la sorda x de la sonora j (con análoga diferencia a la que existe en el francés en tre las iniciales de cham bre y de jo u r ) . P o r la pronunciación y la o rto g ra fía se distinguían an tes: rex a de ventana y re ja de arado. Se distinguía tam bién una b oclusiva, es decir, pro­ nunciada ju n tan d o com pletam ente los labios, como cuando pronunciam os hoy con energía el im perativo basta, y una v m eram ente fricativa, p ronunciada con los labios a me­ dio c e rra r solam ente, como cuando hoy decim os saber, ave. 96 PEREDA VA LD E S — P U S C O S A N SO N E L a distinción existe, pues, hoy d í a ; pero hoy la pronuncia­ ción de una u o tra b no se atiene a la o rto g ra fía , y a que ésta se escribe ora b, ora v, según la escritura latina, sin atender a la pronunciación m o d ern a; adem ás, la distinta pronunciación hoy ,depende sólo de la posición m ás o m enos débil de la conosnante (oclusiva, cuando va inicial o tras co n so n a n te: b a s ta !, v e n !, am bos, e n v id ia ; fricativa, cuan­ do va entre vocales; la bestia, la voz, h a b e r). P o r el con­ trario , en la lengua antigua la pronunciación de la b o. la v dependía de la etim ología de la voz, y a veces entrañaba diversa significaión en los v o cables: cabe, cave, de los v er­ bos caber, y cavar” , se distinguían antes por la pronuncia­ ción, hoy tan sólo por la o rto g ra fía ; y antiguam ente se escribía y se pronuciaba la v en m uchos vocablos que hoy se escriben con b, como cavallo, bever, y viceversa bivfr, bívora. Si en la lectura no se acierta a producir o no se quiere hacer estas distinciones, pronúnciase la ss y la s com o la s m o d ern a; la q y la z, como la z m oderna; la x y la j, como la j m o d ern a; la b y la v, com la b m oderna. M enéndes P id al. ( “ A ntología de prosistas españoles” ) . Panorama de la Literatura Española del Renacimiento E l R enacim iento es un periodo de la historia de la cul­ tu ra que presenta una gran variedad de m atices y se extiende del .siglo X V al X V I. E l R enacim iento contribuye a reno­ v a r la concepción pagana de la vida y el arte de la antigüe­ dad clásica, que parecía ahogado, por varios siglos de inva­ siones b árb ara s. E l resurgim iento del arte de la antigüedad de la libertad de pensam iento, de un deseo de vivir — que sim bolizan les cuentistas italianos y el re fin ad o arte de A rio sto — adquiere la fu erza de un “ allegro” lum inoso. El esp íritu dé renovación y a se había m anifestado en el h u ­ m anism o, o .sea el estudio de la cultura antigua, a lo que con­ tribuyó el descubrim iento de los m anuscritos de los poetas griegos y latinos y la creencia de que ese fervor p o r las le­ tra s antig u as contribuye a civilizar y a ennoblecer a la h u ­ m anidad . P a ra la m ayor p arte de los pensadores, el R enacim iento fue un período de prosperidad y un renacer genuino del espíritu hum ano, una superación de la E d ad M edia, el des­ p e rta r de 1111 m undo nuevo, dorm ido en el largo' sueño de u n a noche o scura. U n gran sector del pensam iento, explica este período de resurgim iento espiritual por el desarrollo m aterial, la prosperidad económ ica y el desarrollo de la ciencia. N o todos los pensadores m odernos interpretan al R enacim iento como un despertar del espíritu h u m a n o ; así el filósofo ruso B erdiaeff, considera que el hum anism o no h a fortalecido, sino h a debilitado al hom bre, y que el R en a­ cim iento es el fin del hum anism o, y no su continuación. T erm in a diciendo: “ espíritus dotados de alguna intuición 98 PEREDA V A L L E S — F U SCO SAN SON É retrocederán gustosam ente a la E dad M edia” . E sta con­ cepción coincide con algunas doctrinas m odernas que quieren re tro tra e r a la hum anidad a una m entalidad m edie­ val, restringiendo la cultura con fines políticos. E stas ideas no tienen aceptación, sino, por quienes interesadam ente quieren convencernos de que la hum anidad h a entrado en un período catastrófico, cuya única salida sería volver h a­ cia el pasado, al régim en corporativo y a la servidum bre m e­ dieval. H acem os el elogio del R enacim iento como despertar de la hum anidad, pero entendiendo que ese renacim iento ha de ser superado cuando la hum anidad reintegre a todos los hom bres en sus am plios derechos al tra b a jo y a la cu ltu ra. El R enacim iento se explica como una m anifestación superior de la prosperidad económica de una clase social •— la burguesía — que empezaba a rom per las a ta ­ duras a que el régim en feudal la som etiera. A lgunos inventos ex tra o rd in ario s — com o la im prenta, el h a ­ llazgo de nuevas ru tas comerciales, el descubrim iento de A m érica (1 4 9 2 ) y el de la ru ta m arítim a de Asia por el Cabo de B uena E speranza (1 4 9 7 ) — contribuyen a esta tran sfo rm ació n . E l espíritu crítico, (y el R enacim iento no hubiera podido desarrollarse sin el libre exam en y la liber­ ta d de conciencia), som ete a una severa revisión todos los valores m edievales. E l ascetism o m edieval, la censura a la ciencia, el “ tab ú ” de representar el desnudo en el arte, sen sustituidos p o r el espíritu científico, por el libre exam en y la libertad en el a rte . A dem ás, los períodos m ás brillantes del desarrollo cultural corresponden a una m ayor prosperidad económica y política. El rápido desenvolvim iento de la clase dom inante en In g laterra, perm itió en aquel país el adveni­ m iento de la revolución nacional, adelantándose a la gran revolución fran cesa. E n España, la lite ra tu ra y el arte co­ nocen su m áxim a prosperidad antes de la d erro ta de la In ­ vencible A rm ada, el canto del cisne del im perio español. V eam os ah o ra cuales fueron los caracteres generales del R enacim iento español. Con el triu n fo sobre los árabes y la expulsión de los ju d ío s (1 4 9 2 ) la E spaña cristiana adquiere la unidad de­ fin itiv a. Los diversos reinos se funden en un solo im pe­ rio, consolidándose la unidad política y religiosa de la n a­ ción española. E l im perio español — bajo los reinados de C arlos V y Felipe II — com prendía vastísim os te rrito rio s : G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M ODERNOS 99 C erdeña y Sicilia, parte de la Italia M eridional, e l -xvosellón, el A rtois, el C harolais y el F ranco Condado, Luxem burgo, Bélgica y H o la n d a ; p arte del continente A fricano, A m érica, las F ilipinas y algunas Islas de O ceanía. A p a rtir de 1587 em pieza la decadencia ele este vasto im perio, que se perdió en luchas religiosas p ara c o n tra rre sta r los efec­ tos de L a R efo rm a . E sta lucha estéril en sus resultados económicos cons­ tituye la esencia de su grandeza espiritual. E sta lucha d ra ­ m ática y sin igual, se re fleja en toda la lite ra tu ra española. L a caballería heroica se convierte al pretender E spaña ci­ v ilizar A m érica por m edio del cristianism o, en caballeiía m ística. L a m ística española, es la expresión de esa lucha. T ie rra de caballeros y frailes fué la E sp añ a de los felipes, tie rra de autos de fe y de inquisidores. F u é paladín de la c o n tra rre fo rm a ; re sta u rad o ra de la fe esa E sp añ a que se desangró en L ep an to . Y E sp añ a luchaba contra los ene­ m igos de su fe, contra el turco y contra los protestantes. Si políticam ente E sp añ a tendía a la E d ad M edia, en su in­ terio r penetraban las ideas renacentistas. Se creaban nue­ vas universidades, siendo la de S alam anca y la de Alcalá, las m ás fam osas entonces. E sta ú ltim a p ro d u jo la obra m ás valiosa del R enacim iento español, com o obra de eru­ dición, la B iblia políglota com plutense. E l pensam iento es­ pañol adquiere un g ra n realce en el campo de la especula­ ción con las obras de Ju a n Luis Vives (1 4 9 2 -1 5 4 0 ), de M elchor C ano (15 0 9 -1 5 6 0 ), y D iego R uiz de M ontoya, el fu n d a d o r de la teología positiva. L a filosofía mística, que trató de arm onizar la fe y la ciencia, estuvo represen­ tad a p or dos grandes filósofos: los jesuítas, L uis M olina (1 5 36-1600) y Francisco S uárez (1 5 4 8 -1 6 1 7 ). F ra y L uis de León es o tro representante brillante del R enacim iento en E spaña, con su tendencia h oraciana en la poesía, y sus ideales platónicos y neo-platónicos en filosofía. E l intercam bio cultural frecuente en tre Italia y E s­ paña crea una serie de influencias del R enacim iento ita ­ liano sobre España, que em pieza en los orígenes del teatro' español, con el precursor Ju an de la E ncina y el prelopista B artolom é de T o rres N a h a rro . E l triu n fo del R enaci­ m iento sobre el ascetism o se m anifiesta m ás librem ente a fines del siglo X V I en las églogas de “ P lácida y V itoria n o ” y de “ C ristino y F ebea” , de Ju an del E ncina, y en el 100 PERÉDA VALDES — FU SCO SAN SON E prólogo de la “ P ro p alad la” de T o rres N a h arro , una v er­ d ad era sátira p re rre fo rm ista contra los abusos del P apa, que según expresa M enéndez y P elayo eran un lu g ar co­ m ún de la época, pero que dem uestran la m ay o r libeilad de expresión en los poetas del p rim er período del R enaci­ m iento. E sta libertad desaparece en el siglo X V I, donde el ascetism o triu n fa de nuevo sobre la libre expresión. Los escritores del siglo X V I — en su m ayor parte — S anta T eresa, F ra y Luis, San Ju a n de la C ruz, reanudan la tr a ­ dición didáctico m o ra l'd e M anrique, que es uno de los as­ pectos del alm a española que ya hemos señalado. L a in­ fluencia italiana se ejerce m ás fuertem ente en B oscán y Garcilaso, y con ella entra m ás intensam ente el espíritu lu­ m inoso del R enacim iento italiano. Ni en Boscán, ni en G ar­ cilaso, encontram os una concepción ascética o m ística de la vid a. E n ellos triu n fa el am or a través de' P e tra rc a y de la escuela provenzal, pero el am or sublim ado y vitalizado por el R enacim iento. Ju n to a la tendencia mística que repre­ senta la heroicidad española, el espíritu em prendedor de S an ta T eresa — o la oscura arquitectura de San Ju a n de la C ruz — tran sp o rta d a a las em presas divinas, con la de­ cadencia española, penetra una concepción realista de la vida, que tiene sus representantes en la novela picaresca y en C ervantes. A' la novela pastoril — cuyo apogeo puede seña­ larse hacia fines del siglo X V I con la D iana de M ontem ayor, y m ás tarde con la C alatea de C ervantes — sucede la novela picaresca y una refundición ele todos los géneros en el Q u ijo ­ te. L a épica española no estáj a la a ltu ra de lo« hechos heroi­ cos de la E sp añ a de entonces. L a “ A ra u can a” de E rcilla y la “ A u striad a” de Ju an R ufo, son creaciones m ediocres com ­ p arad as con el p anoram a de las luchas religiosas. E s en la m ística, en la novela picaresca, en la poesía lírica, donde se m an ifiesta la g randeza del R enacim iento español: en C er­ vantes, en S an ta T eresa, en F ra y Luis de León y en San Ju an dé la C ru z. El teatro, cuyos orígenes señalarem os m ás adelante, adquiere con C ervantes y Ju a n de la Cueva, 1111 com ienzo de vitalidad, pero será Lope de Vega, con su genio creador em inentem ente popular, el que ha de tra n s­ fo rm arlo p ara llegar con él a la plenitud. Garcilaso de la Vega ( 1509- 1536 ) L a vida de Garcilaso, breve y lum inosa, tran sc u rre en 1111 am biente de cortesanía, de fiestas, de g u erras y to r­ neos. N o conoce jam ás la pobreza, com o otros escritores —- C ervantes, por ejem plo — y desde .1520 goza del favor del E m p erad o r C arlos V — que lo nom bra “ C ontino” —• aunque tam bién ha de experim entar la pérdida del favor im perial al intervenir en el casam iento de un sobrino del E m p erad o r desaprobado por éste, por lo cual debió cono­ cer el d estierro en cierta isla del D anubio. D anubio “ rio divino” , d irá G arcilaso recordando su no m uy desagrada­ ble d estierro . E n 1525 co n trajo m atrim onio con una dam a perteneciente a la nobleza española. De este hecho nada nos dice en sus versos. Su esposa no le inspiró al parecer, las dulces lam entaciones am orosas que despertó en él Isabel E reyre, casada con A ntonio Fonseca, el gordo, lá Elisa, de la p rim era égloga, la in sp irad o ra del isoneto ¡O h, dulces p re n d a s . E l am o r y la g u erra llenan toda su breve existencia. La vida fué pródiga y generosa para Garcilaso, que pudo v ia ja r: Italia, F rancia, A lem ania; dedicarse a los placeres de la corte, a las fiestas y galanteos y no descuidar su edu­ cación : m úsica, equitación, esgrim a, lengua y lite ratu ra la­ tin a. M urió en él asalto' a una to rre francesa en M uy, en el O toño de 1536. OBRAS T re s églogas, una epístola (dedicada a B oscán) dos elegías, la pri­ m era dedicada al D uque de A lba, en la m uerte de D on B ernardino de 102 PEREDA VALDES — F U S C O S A N S O N fi Toledo, la segunda, a Boscán, escrita en Sicilia, cinco canciones, treinta y ocho sonetos, ocho coplas (las únicas en que emplea los m etros trad icio ­ nales castellanos), poesías latinas, una c a rta que fig u ra en la traducción de “E l Cortesano ’, de Castiglione, hecha |por B oscán y o tra al E m perador Carlos V . L a p rim era edición de las poesías de G arcilaso la publica des­ pués de la m uerte del poeta, la viuda delB cscán, A na G irón de Rebolledo, conjuntam ente con las de su esposo. B IB L IO G R A F IA O bras de G arcilaso, edición y notas de T . N a v arro T om ás, edic. “L a L ec tu ra ” . —• Poesías de G arcilaso, en la edición de “A utores clá­ sicos españoles” de R yvadeneyra. — G arcilaso y B cscán, edición, prólogo y notas de E . Diez Cañedo (recom endada). — O bras de G arcilaso de la V ega. M adrid. L ib rería de Sancho. 1821. — L as E glogas de G arcilaso de la V ega, con las anotaciones de H e rrera . B iblioteca económ ica de clá­ sicos castellanos. -— O bras de G arcilaso. Biblioteca U niversal (recom en­ d a d a ). — R om era N a v arro . H isto ria de la L ite ra tu ra E spañola, pág. 133. — M enéndez y Pelayo, A ntología, t. X III', pág. 379. — V . H a y w a rd K eniston. G arcilaso de la V eg a. — Benedettc^ C roce. L a E spaña en la vida italiana del Renacim iento. E d. española. — E ugene M elé. L as poesías latinas de G arcilaso de la V ega. — Garcilaso de la V ega. W o rk s. (T h e H ispanic Society o f A m erica-, N ew Y ork. — B arja. A utores C lá­ sicos. — M anuel A ltolaguirre. Garcilaso de la V ega. Garcilaso de la Vega 1534 (?) Egloga primera A D on Pedro de Toledo, marqués de Villafranea, virrey de Nápoles S A L IC IO , N E M O R O S O E l dulce lam entar de dos pastores, Salicio (1 ) juntam ente y N em oroso, (2 ) H e de cantar, sus quexas im ita n d o ; C uyas ovejas al ca n ta r sabroso E staban m u y atentas, los am ores, De pacer olvidadas, escuchando. T ú , que ganaste obrando> U n nom bre en todo el m undo, Y un grado sin ségundo, A g o ra estés atento, sólo y dado Al ínclito gobierno del estado A lb an o ; (3 ) agora vuelto a la o tra parte, Resplandeciente, arm ado, R epresentando en tie rra el fiero M arte ; A g ora de cuidados enojosos Y de negocios libre, p o r ventura A ndes a caza, el m onte fatigando E n ardiente jinete, que apresu ra E l curso tra s d ó s ciervos tem erosos, Q ue en vano su m o rir van dilatando; E spera, que en to rn an d o PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE iA ser restituido A l ocio y a perdido, L uego verás ejercitar mi plum a P o r la in fin ita innum erable sum a De tus v irtudes y fam osas o b ras; A ntes que me consum a, (4 ) F altan d o á tí, que á todo el m undo sobras. E n tan to que este tiem po que adivino V iene á sacarm e de la deuda un día, Q u e se debe á tu fam a y á tu g lo ria; Que es deuda general, 110 sólo mía, M as de cualquier ingenio peregrino Q ue celebra lo dino (5 ) de m em o ria; E l árbol de v ito ria (6 ) ¡Que ciñe estrecham ente T u gloriosa frente D é lu g ar á la hiedra que se planta (7 ) D ebaxo de tu som bra, y se levanta Poco a poco, arrim ad a á tus loores; Y en cuanto esto se canta, E scucha tú el ca n ta r de mis p astores. Saliendo de las ondas encendido. R ay ab a de los m ontes el altu ra (8 ) E l sol, cuando Salicio, recostado A l pie de una alta haya, (9 ) en' la verdura, P o r donde un ag u a (1 0 ) clara con sonido A trav esab a el verde y fresco p ra d o ; Él, con canto acordado A l ru m o r que sonaba Del agua que pasaba, Se q uexaba tan dulce y blandam ente ( r ) Como si no estuviera de allí ausente L a que de su dolor culpa tenía; Y asi, com o presente, R azonando con ella, le decía. — S A L IC IO ¡O h m ás d u ra que m árm ol á m is quexas, (1 2 ) Y al encendido fuego en que m e quem o M ás helada que nieve, C alatea! (1 3 ) E sto y m uriendo, y aun la vida tem o; GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS T em óla con razón, pues tú me d exas; iQue no hay, sin tí, el vivir para qué sea. V erg ü enza he que m e vea N in g u no en tal estado, D e tí desam parado, Y de sí m ism o yo me corro agora. ¿D e un alm a te desdeñas ser señora, D onde siem pre m oraste, no pudiendo Della salir un h o ra ? (1 4 ) Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. ( 1 5 ) E l sol tiende los rayos de su lum bre P o r m ontes y p o r valles, despertando L as aves y anim ales y la gente; C uál p or el aire claro v a volando, C uál por el verde valle ó alta cum bre Paciendo va segura y librem ente, C uál con -el sol presente V a de nuevo al oficio, Y al usado ejercicio D o su natura ó menester le inclina. Siem pre está en llanto esta ánim a m esquina, (1 6 ) C uando la som bra el m undo va cubriendo O la luz se avecina. Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. ¿ Y tú, desta ( 1 7 ) mi vida olvidada? Sin m ostrar un pequeño sentimiento De que por tí S a lid o triste muera, D exas llevar, desconocida, al viento El amor y la fe que ser guardada Eternamente sólo á mí debiera? ¡O h D ios! ¿P o r qué siquiera, Pues ves desde tu altura E sta falsa perjura C ausar la m uerte de 1111 estrecho am igo, (1 8 ) N o recibe del cielo algún castigo? Si en pago del am or y o estoy muriendo, ¿O ué h a rá el enem igo? Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. P o r tí el silencio de la selva um brosa, P o r tí la esquividad (1 9 ) y apartam iento Del solitario m onte me a g ra d a b a ; P o r tí la verde hierba, el fresco viento, 105 106 PEREDA VALDES — l'USCO SANSONE E l blanco lirio y colorada rosa Y dulce p rim avera deseaba. ¡A y, cuánto me engañaba! ¡A y, cuán d iferen te era Y cuán de o tra m anera L o que en tu falso pecho se esco n d ía! Bien claro con su voz me lo decía L a siniestra corneja, repitiendo (2 0 ) L a desventura mía. Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. ¡C uántas veces, durm iendo en la floresta, R eputándolo $0 por desvarío, V i m i m al en tre sueños, d esd ich ad o ! Soñaba que en el tiem po del estío' Llevaba, p o r pasar allí la siesta, A beber en el T a jo mi g anado; (2 1 ) Y después de llegado, Sin saber de cuál arte, P o r desusada parte Y p o r nuevo cam ino el agua se iba; A rdiendo yo con la calor estiva. E l curso, enajenado, iba siguiendo D el ag u a fugitiva. Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. (2 2 ) T u dulce habla ¿en cuya o re ja suena? .Tus claros ojos ¿á quién los volviste? (2 3 ) ¿ P o r quién tan sin respeto me trocaste? T u q u eb rantada fe ¿dó la pusiste? ¿C uál es el cuello que, como en cadena De tus herm osos brazos anudaste? N o h ay corazón que baste, V iendo mi am ada hiedra, De m í arran cada, en o tro m uro asida, Y m i p arra en otro olm o entretejida, ¡Que no esté con llanto deshaciendo H a sta acabar la vida. Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. ¿Q ué no se esperará de aquí adelante, P o r difícil que sea y p o r incierto? O ¿qué discordia no será ju n ta d a ? Y ju n tam en te ¿qué ten d rá por cierto, O qué de h oy m ás no tem erá el am ante, GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Siendo a todo m ateria por tí d ad a ? C uando tú en ajen ad a (2 4 ) D e mí, cuitado, fuiste, (2 5 ) N otable causa diste Y ejem plo a todos cuantos cubre el cielo, Q ue el m ás seguro tem a con recelo P erd e r lo que estuviere poseyendo. Salid fu e ra sin duelo, Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. M ateria diste al m undo de esperanza De alcanzar lo im posible y 110 pensado, Y de hacer ju n ta r lo diferente, (2 6 ) D ando á quien diste el corazón m alvado, Q u itán dolo de mí con tal m udanza O ue siem pre sonará de gente en gente. L a cordera paciente Con el lobo ham briento (2 7 ) H a rá su ayuntam iento, Y con las simples aves sin ruido H a rá n las brav as sierpes ya su n id o ; Q ue m ayor d iferencia com préhendo De ti al ([lie has escogido. Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. Siem pre de nueva leche en el verano Y en el invierno ab u n d o ; en m i m ajad a (2 8 ) L a m anteca y el queso está so b ra d o ; D e m i cantar, pues yo te vi agradada, T an to , que no pudiera el m antuano T ítiro (2 9 ) ser de ti m ás alabado. N o soy, pues, bien m irado, T an d isform e ni feo; Q u e aun agora m e veo E n esta agua que corre clara y pura, Y cierto no tro c a ra mi fig u ra (3 0 ) Con ese que de mí se está riendo (3 1 ) ¡ T ro c a ra mi v e n tu ra ! Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. ¿Cóm o te vine en tanto m enosprecio? ¿Cóm o te fui tan presto aborrecible? ¿C óm o te faltó en mí el conocim iento? Si no tuvieras condición terrible, Siem pre fu e ra tenido de tí en precio, 107 108 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE Y no v iera de tí este apartam iento. ¿N o sabes que sin cuento B uscan en el estío M is ovejas el frío (3 2 ) De la sierra de Cuenca, (3 2 ) Y el gobierno Del abrigado E strem o en el invierno? M as ¡qué vale el tener, si derritiendo M e estoy en llanto eterno! Salid sin duelo, lágrim as, corriendo Con mi llo rar las piedras enternecen (3 4 ) Su n atu ra l dureza y la q u ebrantan; (3 5 ) Los árboles parece que se inclinan; L as aves que me escuchan, cuando cantan, Con d iferente voz se condolecen, Y mi m o rir cantando me adivinan. Las fieras que reclinan Su cuerpo fatigado, D ejan el sosegado Sueño p o r escuchar mi canto triste. T ú sola co ntra mí te endureciste, L os ojos aun siquiera no volviendo A lo que tú hiciste (3 6 ) Salid sin duelo, lágrim as, corriendo. M as ya que a socorrerm e aquí no vienes, N o dexes el lugar que tanto am aste, Que bien podrás venir de mí seg u ra, Y o dexaré el lu g ar do m e d exaste. Ven, si p o r sólo é jto te detienes. V es aquí un prado lleno de verdura, V es aquí u na espesura, V es aquí un agua clara, E n otro tiempo cara, A quien de tí con lágrim as me quexo. Q uizá aquí hallarás, pues yo me alexo, A l que todo mi bien quitarm e puede; O ue pues el bien le dexo, N o es m ucho que lu g ar tam bién le quede. A quí dió fin a su ca n ta r S alid o , Y suspirando en el postrero acento, Soltó de llan to una p ro fu n d a vena, Q ueriendo el m onte al g ra v e sentim iento De aquel dolor en algo ser propicio, GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Con la pesada voz retumba y suena. L a blanda Filom ena, (3 7 ) Casi com o dolida Y a com pasión m ovida, D ulcem ente responde al són lloroso. L o que cantó tra s esto N em eroso D ecidlo vos, P iérid es; (3 8 ) que tan to N o puedo yo ni oso, Que siento enflaquecer mi débil canto. — NEM OROSO C orrientes aguas, puras, cristalinas; (39®) A rboles que os estáis m irando en ellas, V erde prado de fresca som bra lleno, A ves que aqui sem bráis vuestras querellas, H ie d ra que por los árboles cam inas, T orciendo el paso por su verde seno; Y o me vi tan ajeno Del grave m al que siento, O ue de puro contento Con vuestra soledad m e recreaba, D onde con dulce sueño reposaba, O con el pensam iento discurría P o r donde no hallaba S ino m em orias llenas de aleg ría. Y en este m ism o valle, donde agora M e en tristesco y m e canso, en el reposo E stu v e ya contento y descansado, ¡O h bien caduco, vano y presuroso! A cuérdom e durm iendo aquí algún hora, (4 0 ) Q ue despertando, a E lisa vi ’a mi lado. (4 1 ) ¡O h m iserable hado! (4 2 ) ¡O h tela delicada, A ntes de tiem po dada A los agudos filos de la m uerte! M ás convenible suerte A los cansados años de mi vida, Q ue es m ás que el h ie rro fuerte, Pues no la ha quebrantado tu partida. ¿D ó están ag o ra aquellos claros ojos Que llevaban tra s de sí como colgada 109 110 TERÜDA VAT.DES — FUSCO, SANSON!? M i alm a doquier que ellos se volvían? ¿D ó está la blanca m ano delicada, L lena de vencim ientos y despojos (4 4 ) Q u e de mí mis sentidos le ofrecían ? L os cabellos que vían (45.) Con g ra n desprecio al oro, Como á menor tesoro, ¿A donde están? ¿A donde el blando pecho? ¿D ó la coluna (4 6 ) que el dorado techo Con presunción graciosa sostenía? A questo todo ag o ra ya se encierra, P o r desventura mía, E11 la fría, desierta y d u ra tierra. (4 7 ) ¿Q uién me dixera, E lisa, vida m ía, C uando en aqueste valle al fresco vientoA ndábam os cogiendo tiernas flores, Q ue había de ver con largo ap artam ien to V en ir el triste y solitario día Q ue diese am argo fin a mis am ores? E l cielo en mis dolores C argó la m ano tanto, (4 8 ) 'Que á sem piterno llanto Y á triste soledad me ha co n d e n ad o ; Y lo que siento m ás es verm e atado A la pesada vida y enojosa, Solo, desam parado, Ciego sin lum bre en cárcel tenebrosa. (4 8 ’ ) Después que nos dexaste, turnea pace E n h a rtu ra el ganado ya, ni acude E l campo al labrador con m an o llena, N o hay bien que en m a l'n o se convierta y m ude; L a m ala h ierb a al trigo ahoga, y nace E n lu g ar suyo la infelice avena; L a tierra, que de buena Gana nos producía Flores con que solía ‘ ■Quitar en solo vellas mil enojos, P roduce ag ora en cam bio estos abrojos, Y a de rig o r de espinas in tratab le; Y o hago con m is ojos Crecer, lloviendo, el fru to m iserable. Com o al partir del sol la sombra crece, GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Y en cayendo sus rayos se levanta Le n egra escuridad que el m undo cubre, De do viene el tem or que nos espanta, Y la m edrosa fo rm a en que se ofrece A quella que la noche nos encubre, (4 9 ) H a sta que el sol descubre Su luz p u ra y herm osa; T a l es la tenebrosa Noche de tu p artir, en que he quedado De som bra y de tem or atorm entado, H a sta que m uerte el tiem po determ ine ■Que a ver el deseado Sol de tu clara vista me encamine. C ual suele el ruiseñor con triste canto O uexarse, entre las hojas escondido, Del d u ro labrador, que cautam ente L e despojó su caro y dulce nido De los tiernos hijuelos entre tanto O ue del am ado ram o estaba ausente, (5 0 ) Y aquel dolor que siente Con diferencia tan ta P o r la dulce garg an ta Despide, y a su canto el aire suena, Y la callada noche no re fre n a Su lam entable oficio y sus querellas, T ray en d o de su pena Al cielo por testigo y las e stre lla s; D esta m anera suelta y a la rienda A mi dolor, y así me quexo en vano De la dureza de la m uerte airada. E lla en mi corazón m etió la m ano, Y de allí me llevó mi dulce pren d a; Q ue aquel era su nido y su m orada. ¡A y m uerte arreb atad a! P o r tí m e estoy quexando A l cielo y enojando Con im portuno llanto al m undo to d o : el desigual dolor no sufre m odo. N o me podrán q u itar el dolorido Sentir, si ya del todo P rim ero no me quitan el sentido. T engo una parte aquí de tus cabellos, 111 112 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE E lisa, envueltos en un blanco puño, O ue nunca de mi seno se me a p a rta n ; Descójolos, y de un dolor tam año E nternecerm e siento, que sobre ellos N unca mis ojos de llo rar se hartan. S in que de allí se partan, Con sospiros calientes, M ás que llam a ardientes, (5 1 ) L os enjugo del llanto, y de consuno Casi los paso y cuento uno a u n o ; (5 2 ) Ju n tándolos, co im tn cordón los ato. T ra s esto el im portuno D olor me deja descansar un rato. M as luego a la m em oria se me ofrece A quella noche tenebrosa, escura, Q ue siem pre aflige esta ánim a m esquina Con la m em oria de mi desventura. V erte presente agora me parece (5 3 ) E n aquel duro trance de -Lucina, Y aquella voz divina, Con cuyo son y acentos A los áridos vientos P u d ieras am ansar, que agora es m uda, M e parece que oigo que a la cruda, Inexorable diosa dem andabas E n aquel paso ay u d a ; Y T ú , rú stica diosa, ¿dónde estabas? ¿Ib ate tan to en p erseguir las fieras? (5 4 ) ¿Ib ate tan to en un pastor dorm ido? ¿C osa pudo b astar a tal crueza, (5 5 ) Que, conm ovida a com pasión, oido A los votos y lágrim as 110 dieras P a ra 110 ver hecha tie rra tal belleza, O no ver la tristeza E11 que tu N em oroso Q ueda, que su reposo E ra seguir tu oficio, persiguiendo L as fieras por los m ontes, y ofreciendo A tus sag radas aras los despojos? ¿Y tú, ingrata, riendo D ejas m o rir mi bien ante m is ojos? D ivina Elisa, pues agora el cielo GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ¡ ]3 Con inm ortales pies pisas y mides, Y su m udanza ves, estando queda, ¿ P o r qué de mí te olvidas, y no pides Q ue se apresure el tiem po en que este velo R om pa del cuerpo, y verm e libre pueda, Y en la tercera rueda C ontigo m ano a m ano Busquem os o tro llano, B usquem os otros m ontes y otros ríos, O tros valles floridos y .sombríos, D onde descanse y siem pre pueda verte A nte los ojos míos, Sin m iedo y sobresalto de perderte? N unca pusieran fin al triste lloro Los pastores, ni fu eran acabadas L as canciones que sólo el m onte oía, Si m irando las nubes coloradas, Al trasm o n tar def sol, bordadas de oro, N o vieran que era ya pasado,el día. L a som bra se veía V en ir corriendo apriesa Y a p or la falda espesa Del altísim o m onte, y recordando A m bos como de sueño, y acabando E l fugitivo sol, de luz escaso, Su ganado llevando, Se fueron recogiendo paso a paso, t NOTAS (1 ) D ed ic ó e s ta é g lo g a G a rc ila so a su p ro te c to r D . P e d ro d e T o le d o ; p rim e r M a rq u é s de V illa fra n c a y V irr e y d e N á p o le s d esd e 1532 a 1553 ; fu e h ijo se g u n d o d e F a d riq u e d e T o le d o y tí o c a rn a l d el gran- D u q u e d e A lb a , d o n F e r n a n d o . G a rc ila s o p a s ó la rg a s te m p o ra d a s en N á p o le s a la s ó rd e n e s d e l V ir r e y D . P e d r o . E s ta p rim e ra é g lo g a d e b ió seri c o m p u e s ta er. N á p o le s h a c ia 1534. (2 ) S a lic io la m é n ta s e d e c e lo s : N e m o ro s o llo ra la m u e rte de s u p a s to ra , E lis a . S alicio es a n a g ra m a de G a rc ila so y E lis a , es Is a b e l F r e y r e , d a m a p o r ­ tu g u e s a , esp o sa de A n to n io d e F o n se c a , a p o d a d o “ el g o r d o ” . D ic e H e r r e r a e n su s c o m e n ta rio s a la s é c l o g a s : “ E s de d o b la d o tí tu lo q u e se in tro d u z c a n en ella do s p a s to r e s : u n o celoso, q u e se q u e x a p o r v e r a o tr o p r e f e r id o ; é s te s e lla m a S alicio y es y a c o m ú n o p in ió n q u e se e n tie n d e p o r G a rc ila so m is m o . E l o tr o q u e llo ra la m u e rte d e su N ir.fa , e s N e m o ro s o , y n o , co m o p ie n s a n a lg u n o s , es B o s c á n , a lu d ie n d o a l n o m b re , p o rq u e N e m u s es b o s q u e , p u es v em o s e n la é g lo ­ g a se g u n d a , d o n d e re fie re N e m o ro s o a S alicio la h is to r ia q u e m o s tró T o rm e s a S ev ero , q u e el m ism o N e m e ro s o a la b a a B o s c á n , y en la te r c e r a llo ró N e m o ­ ro s o la m u e rte de E l i s a : “ e n tr e 8 la v e rd e ie rv a d e g o lla d a ” 114 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE la cu a l e s d o ñ a I s a b e l P r e tr e , q u e m u r ió d e p a rto , y a s í se d e ja e n te n d e r si no4 m e e n g a ñ o , q u e e s te p a s to r es su m a rid o d o n A n to n io d e F o r.s e c a ” . D e m o d o q u e p a ra F e rn a n d o de H e r r e r a , N e m o ro s o es A n to n io de F o n s e c a . M á s ce rc a d e la v e rd a d e s tá la h ip ó te s is de M a n u e l F a r í a y Souza cu a n d o d ic e : “ L o c ie rto q u e no fu é B o s c á n n i o tr o a lg u n o , s,ino q u e G a rc ila s o se p r e ­ s e n ta en a m b o s n o m b re s, e n to n c e s c o m ú n e n tre los e s c r ito r e s d e é g lo g a s . E l in ­ tr o d u c ir n o m b re s s irv e al d iá lo g o ; p e ro la p e rs o n a es u n a s o la ” . E s ta h ip ó te s is m e p a re c e v e ro s ím il. L a p rim e ra é g lo g a re p r e s e n ta u n a c r ó ­ n ic a s e n tim e n ta l de los a m o re s d e l p o e ta s im u la d o s en la fo rm a e x te r io r d e la ég lo g a, en q u e no h a b la el p o e ta , s in o la s p ers o n a s in tro d u c id a s . Los- p e rs o n a je s S a li d o y N e m o ro s o , s o n el p re te x to p a ra e x p r e s a r u n so lo s e n tim ie n to : el d e su s a m o r e s . E l h ec h o q u e u n o c a n te y se la m e n te p o r los desdenes) y el o tr o , p la ñ o la m u e rte de la a m a d a , no es u n m o tiv o p a ra s u p o n e r a d o s p e rs o n a s d is tin ta s . G arcilaso co m ie n z a la m e n tá n d o s e d e los d e s d e n e s y d e la c o q u e te r ía d e su a m a ­ d a, se s ie n te celoso, lu e g o s a b e la im ie rte de ella, d e a h í ese a c e n to e le g ia c o del final. L a ég lo g a se tra n s fo r m a en u n a elegía^ A q u é p e n s a r en B o s c á n o en F o n se c a , s i e n ese m o m e n to no p e n s a b a m á s q u e en él y e n su a m a d a . H e a q u í e x p re s a d o s d o s a s p e c to s de u n m ism o s e n tim ie n to : el a m o r. ( 3 ) A lb a n o . — D . P e d ro de T o le d o ; el p o eta le llam a a s í com o a m ie m ­ b ro d e la ca sa d e A lb a . (4 ) s o b r a s : s u p e ra s . (5 ) d in o , d ig n o . D e m u e stra q u e e n a q u e l tie m p o se p ro n u n c ia b a d in o , a ú n en le n g u a je c u lto , el h ec h o de e n c o n tra r e n b u e n o s p o e ta s rim a s co m o co n tin o , d in o , e t c . ( F . R o d ríg u e z M a r ín : L u i s F a r a h o n a de S o to ) . (6 ) á rb o l d e v it o r ia : el la u re l. (7 ) la h ie d ra s im b o liz a afec to y h u m ild a d 1 (8 ) el a l tu r a . E n tie m p o s de G a rc ila s o e ra líc ita e s ta c o n s tru c c ió n , p e ro lu e g o se a d m itió el con fe m e n in o ta n solo en el caso q u e s ig u ie s e a á a c e n ­ tu a d a : el a l m a . (9 y 10) H e r r e r a e sc rib ió U n ’a lto h a y a . E n o tr a s e d ic io n e s : u n a a lta , una agua. (1 1 ) ta n d u lc e y b la n d a m e n te : a d je tiv o y a d v e rb io fa m ilia re s a G a rc ila s o . (1 2 ) O h m á s d u ra q u e el m á rm o l a m is q u e x a s . E s ta b le c e el c o n tr a s te e n tr e la f ria ld a d m á rm o re a de su a m a d a , y el fu e g o e n q u e se q u e m a el p o e ta . (1 3 ) m á s h e la d a q u e n ie v e . R e p ite la m ism a id e a . G ala t e a : G a la te a , E lisa , C am ila , G ra v in a y F ilis son la s p a s to ra s de G a rc ila s o . (1 4 ) della, a c o p o . D e e lla . (1 5 ) S a lid sin d u elo , lá g rim a s c o rr ie n d o . E s te v erso se r e p ite al fin al de e a d a e s ta n c ia . (1 6 ) m e sq u in a , com o e n tris te s c o . (1 7 ) d e s te , a c o p o . D e e s ta . (1 8 ) e s tre c h o a m ig o : am xgo ín tim o . (1 9 ) E s te m ism o p e n s a m ie n to e n c o n tró H e r r e r a en D a n te , A rio s to y J o r ­ ge de R ezende. (1 9 a .) e s q u ív id a d : ita lia r.is m o . (2 0 ) la s in ie s tr a c o r n e j a : la c o rn e ja e ra u n sig n o de a g o r e r ía y n o h a d e s ­ a p a re c id o ja c re e n c ia v u lg a r e n lo s a g ü e ro s de la s aves. V é a se P o e m a del M ío C id, n o ta 12. (2 1 ) A b e b e r e n el T a jo m i g a n a d o . E l r í o T a jo q u e a tr a v ie s a la ciu d a d d e T o le d o , lu g a r de n a c im ie n to d e G a rc ila so , a p a re c e a m e n u d o e n lo s v e rs o s del p o e ta . E g l . I I I , I I y so n e to X X I V . (2 2 ) en c u y a o re ja s u e n a . — E l u so d e c u y o , in te rro g a tiv o , h a d e sa p a re c id o de la le n g u a c a s te lla n a . (2 3 ) T u s c la ro s o jo s, ¿A q u ié n los v o lv iste ? E n d e c a s íla b o d a c tilic o de. cu y a a c e n tu a c ió n h a y v a rio s e je m p lo s en G a rc ila s o . (2 4 ) e n a je n a d a : a p a rta d a , r e tir a d a . (2 5 ) d e m i c u ita d o : e n tris te c id o h u is te . (2 6 ) H a y q u e le e r Y -d e -h a -c e r. . . p a ra q u e el v erso re s u lte c a b a l. (2 7 ) con el lobo h a m b rie n to : p e n s a m ie n to b íb lic o . (2 8 ) H e r r e r a p u n tú a a q u í de e sta m a n e r a : “ a b u n d o e n m i m a ja d a : — la m a n te c a y el q u e s o e s tá so b ra d o ” . GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 1]5 : • (2 9 ) T í ti r o . D iv in id a d c a m p e s tre de la c o rte d e B a c o . L o s p o e ta s b u c ó li­ c o s u s a b a n e ste n o m b re com o sin ó n im o de p a s to r . P e rs o n a je d e u n a ég lo g a de V ir g ilio . (3 0 ) co n ese q u e d e m í s e e s tá rie n d o . E s ta ing 'en u a d e c la ra c ió n a b u n d a en lod p a s to re s d e é g lo g a s . L o p e d e V e g a p a ro d ió e s te p a s a je e n su “ G a to m a q u ia ” . (3 1 ) d e la s ie rra d e C u e n c a . S ie rr a de C a s tilla la N u e v a . Y el g o b ie r n o : s u s te n to . (3 2 ) E s t r e m o : E x tr e m a d u r a . (3 4 ) R e c u e rd a a e s ta a n tig u a c a n c ió n q u e c ita H e r r e r a : “ L a s tr is te s lá g rim a s m ía s e n p ie d ra h a c e n s e ñ a l Y en v o s n u n c a p o r m i m a l” . (3 5 ) S u n a tu ra l d u re z a y la q u e b r a n ta n : h ip é rb o le . (3 6 ) A lo q u e tú h ic is te . — E n H e r r e r a , com o e n la s d e m á s e d ic io n e s del s ig lo X V I , se lee p o r e rro r, a los q u e tu h e c is te . ( (3 7 ) L a b la n d a F ilo m e la . B la n c a d ic e la e d ic ió n p rín c ip e , p e ro F ilo m e la es el r u is e ñ o r , y el ru is e ñ o r no es b la n c o . (3 8 ) P ié r id e s . — L la m á ro n s e P ié rid e s o P ie ria s la s m u s a s d el m o n te P ie r io . (3 9 ) c o rrie n te s a g u a s , p u ra s , c ris ta lin a s . P e tr a r c a en una c a n c ió n que tr a d u jo B oscán, d ic e : í “ C la ro s y fresco s r ío s , q u e m a n sa m e n te va-is s ig u ie n d o ” , (4 0 ) (4 1 ) F o n seca (4 2 ) h o m b re s (4 4 ) a lg ú n h o r a : a c o p o p . d e a lg u n a . E lis a . D o ñ a I s a b e l F r e y r e v in o a E s p a ñ a en 1526, c a só cor. A n to n io d o s o tre s a ñ o s d e sp u é s y m u rió h a c ia 1533. O h m ise ra b le h a d o . D iv in id a d o fu e rz a d e sc o n o c id a q u e o b ra s o b re los y lo s s u c e s o s . lle n a d e v e n c im ie n to s y d e s p o jo s . U n o d e lo s v e rs o s m á s h erm o so s d e G a r c ila s o . (4 5 ) q u e v ía n — v e ía n . (4 6 ) d o la c o lu n a : E v o lu c ió n ta r d ía d el c u ltis m o c o lu m n a . E l g ru p o d e c o n s o n a n te s m n d ió ñ , com o es sa b id o , e n su p rim itiv a e v o lu c ió n : d a m n u , d a ñ o , so m n u , s u e ñ o . (M e n é n d e z P id a l. G ra m . H i s t . ) ( 4 7 ) E n la f r ía , d e s ie rta y d u ra t i e r r a — e je m p lo d e la a d je tiv a c ió n p r e ­ c isa d e G a rc ila s o . E s ta e s ta n c ia tie n e 15 v e rso s e n v ez d e 14 com o lo s d e m á s . (4 8 ) c a rg ó la m a n o ta n t o : c a rg a r la m a n o , e x p r e s ió n fa m ilia r . ( 4 8 a .) C iego, s in lu m b re e n c á rc e l te n e b r o s a . — U n o de lo s e n d e c a s íla b o s m á s h e rm o so s de G a r c ila s o . (4 9 ) a q u e lla : e n o tra s e d ic io n e s a q u e llo . (5 0 ) q u e d e l am ad o ra m o e s ta b a a u s e n te . — E s te b a n M a n u e l de V ille g a s h izo p o p u la r e s te te m a , c o n su c a n til e n a : “ Y o v í s o b re u n to m illo — q u e ja rs e u n p a ja r illo ” . (5 1 ) m á s a r d ie n te q u e la lla m a : e x p re s ió n p o p u la r com o m á s d u r a q u e el m á rm o l. (5 2 ) p u e d e e s c a n d irse a s í : “ c a -si-lo s-p a -so y cu e n -to u -n o a u -n o ” o b ie n “ ca -si-lo s-p a -so y -c u e n -to u-no a -u -n o ” u n a le c tu r a e n fá tic a p r e f e r ir ía , s in d u d a , la s e g u n d a fo rm a . ( 5 3 ) L u c in a . — S u p o n ía la fá b u la q u e D ia n a -L u c in a — n a c id a m o m e n to s a n te s q u e A p o lo — h a b r ía p re s e n c ia d o los d o lo re s yi p a d e c im ie n to s d e su m a ­ d re L a to n a y q u e esto le in sp iró ' ta l h o r ro r a l m a trim o n io y c p m p assó n a. la s m u je re s e n e l tra n c e de s e r m a d re s , q u e im ploró' d e J ú p ite r el d o n de p e rp e ­ tu a v irg in id a d y la f a c u lta d de fa v o re c e r los a lu m b ra m ie n to s d if íc ile s . P u e d e h a b e r ta l v e z u n a a lu s ió n a la m u e r te d e Is a b e l d e F re y re , q u e m u rió d e p a r to . 116 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE (5 4 ) ib a te ta n to en un p a s to r d o rm id o . — E l p a s to r E n d im ió n , h ijo de J ú ­ p ite r, tie n e la f a c u lta d d e d o rm ir e te rn a m e n te , sin e n v e je c e r ni m o rir. (5 5 ) D iv in a E lis a , p u es a g o ra el c ie lo . — C a n ta a su a m a d a m u e rta y la im a g in a en el p a ra ís o com o la B eatriiz d e l D a n te . > C O M E N TA R IO L A S E G L O G A S . — Llam óse bucólico este g énero de poesía, dice F e m ad o de H e rrera , en sus com entarios, del nom bre de los boyeros, que los latinos apellidaban B ubulcos. La m ateria de esta poesía es las cosas y las obras de los pastares, m ayorm ente sus a m o re s; pero simples y sin daños, no funestos con rabia de celos, no m anchados con a d u lte rio s; com ­ petencias de rivales, pero sils m uerte y sangre. L os dones que dan a sus am adas tienen m ás estim ación por la voluntad que por el precio; porque envían m anzanas doradas o palom as cogidas del nido. Ls costum bres representan el siglo dorado. La dicción es simple, e le g a n te ; los sentim ien­ tos afectuosos y su a v e s; las -palabras saben a l cam po y a la rusticidad de la aldea,pero no sin gracia ni con p rofunda inocencia y v e je z; porque se tem pla su rusticidad con la pureza propia del estilo. L as églogas son el m ás antiguo género de poesía. E n nuestro idioma quieren decir, escojo, como versos escogidos y bien com puestos y aunque la m ateria de ellas es variada, parece que es m ás antigua la am atoria y consta que el verso exám etro se el prim ero de todos, porque ninguna cosa se lee m ás vieja en ctro g énero de v e rso ; y el Bucólico y -el de los héroes se tra ta en é l ; así se sigue que el uno y otro sean antiquísim os, porque am bos atribuyeron los antiguos a A polo, el heroico a P itio y el Bucólico a N om o, que habiendo m uerto aquella terrible y espantosa fiera de D elfos, cantó con el uno su victoria y con el otro sus am ores, g u a r­ dando en T esalia las vacas de A dm eto.” — H e rre ra . — Comentarios a las Eglogas de Garcilaso. Los m ás antiguos poetas bucólicos fueron Mosco, T eó crito y Bion. A T eó crito im itó V irgilio en sus fam osas, ég lo g as; adem ás, entre los latinos se distinguieron T ito C alpurnio y O lim pio Nem esiano. E n Italia se destacaron en este género Sannázaro — a quien im ita G arcilaso en la I I égloga — y Gerónim o V ida. Bocaccio y P e tra rc a cul­ tiv aro n tam bién el género, pero sus églogas sen inferiores a las de S an­ názaro. T asso, en cam bio, sobresale con su “A m inta” . E n E spaña G arcilaso supera a todos con sus tres églogas, obras m uestras en el género bucólico. Son. m uy estim ables las églogas de Juan del E ncina, representables en el teatro. L a I I égloga de G arcilaso lo -puede ser tam bién, puesto que tiene algo de la comedia, tragedia, fábula, coro y elegía. ASUNTO Dedicada esta égloga al V irrey de N ápoles, tiene por asunto el “dulce lam entar de dos pastores” : uno, Salicio, se queja de los desdenes de su am ada; el otro, N em oroso, llora su m uerte. E scrita probablem ente a la m uerte de Isabel de F rey re, Garcilaso en ella expresa su am or sin esperanza, con un tono de suave m elancolía GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 1]7 de que está im pregnada toda su obra. B landa y dulce es su poesía, de., '.da y fina, como un cristal. G arcilaso fué un g u e rre ro y un poeta a la vez; entre la gu e rra y la poesía se deslizó su breve vida, tom ando "o ra la espada, o ra la plum a”. A lgunos críticos deploran que G arcilaso no haya sido el cantor de las tradiciones heroico-populares de los españoles, que la g u e rra en que le tocó actuar no le hubiera sugerido la epopeya al estilo de la A raucana — en la que E rcilla actuaba com o acto r y a u to r — y que el con­ trario , su poesía idílica, de suaves paisajes virgilianos, ex p resara un sen­ tim iento c o ntrario al de quien vivió m ás en la g u e rra qúe en la paz, m ás en el sobresalto que en la tran q u ilid ad riente, de las corrientes aguas, puras, cristalinas. Se asom bran de que la m ism a m ano que em puñó la espada, hubiera escrito versos llenos de ternura, de m elancolía y de d u l­ zura idílica. P e ro G arcilaso era un poeta que por su cu ltu ra clásica, form ado en la escuela de Bem bo, ponía su ideal en la im itación de los modelos de la antigüedad y en la creación de una form a perfecta. E ra incapaz de trad u c ir la a c tu a lid a d : su pensam iento poético s.e transportaba ?, o tras regiones ideales. Si bien en algunas de sus églogas hay entrela­ zados fragm entos de su vida — especialm ente en la I I 9-: viajes, la re ti­ rada de los T urcos, el regreso de D on F ernando — el tem a principal son las escenas y les idilios de los pastores. Lo m ás perdurable en Garcilaso es la form a, siem pre exquisita, siem pre e le g an te ; de ahí su afán de per­ feccionar el endecasílabo. M úsico y de la m ejor calidad, es ante todo G ar­ cilaso, m ucho m ás que pintor, porque sus paisajes aparecen esfum ados y nada plásticos. E l sentim iento e s casi siem pre artificioso y convencional. E n la segunda égloga, al representar bajo el m anto rústico de los pasto­ res a los nobilísim os señores de la casa de A lba, ha im itado Garcilaso el procedim iento de V irgilio, que hizo de la égloga una pastoral artificiosa y elegante. T eó crito , el creador del género, 110 obstante pertenecer a una época decadente (A le ja n d rin a ), supo conservar la sencilla atm ósfera y el lenguaje g rosero de los pastores, m anteniendo a la égloga dentro de su cam po natu ral y espontáneo. Al im itar a T eócrito, V irgilio tra n s­ fo rm ^ esa rusticidad en artificio. F a lta averiguar si G arcilaso im itó di­ rectam ente al .poeta latino o, si su bucolism o le vino por interm ediarios — los poetas italianos de su época: S annázaro, B ernardo Tasso, etc. E s más fácil aceptar que la im itación es d ire c ta ; G arcilaso era un buen latinista y si bien imita, tam bién a los poetas italianos — a los que cultivaron el género pastoril, com o S anázaro — lo hace de sus partes prosi ficadas. E n cambio, im ita al B eatus lile de H oracio. Si tenía tan excelente m o­ delo en V irgilio, ¿ por qué vam os a suponer que im itara a Sannázaro, convirtiéndose así en im itador d e im itadores? Con Garcilaso penetra la lum inosidad del Renacim iento en la lírica castellana, im pregnada hasta entonces, como en M anrique, de un ascetism o cristiano. G arcilaso puebla los bosques españoles de sonrientes y ju v e ­ niles ninfas, de los dioses paganos, de los faunos silvestres. N ad a hay del espíritu cristiano, ni de m isticismo, en la poesía de este poeta que ama los paisajes apacibles, los rincones de los bosques poblados de trinos, de esa “soledad sonora”, cuyo apartam iento es g ra ta a su espíritu abatido de com bates de g u e rra y de am or. Va; recorriendo, como el P e trarc a, los — í'USCO SANSONlí lugares que pisó su am ada, fam iliares a su recuerdo; evoca todo ese pa­ n oram a agradable, cnn adverbios, com o “dulcem ente” , “blandam ente”, que nos hablan de su tern u ra y de su m elancolía. G arcilaso trae a la poesía española los sím bolos de la m itología pagana, com o D afn e, Lucina. E n dim ión, y en ella e ntran esas fig u ras prohibidas, como el desnudo en. los cuadros de los pintores renacentistas. A m a la vida y la celebra en cantos de lum inosidad y de tierna y apenas velada melancolía. N o es la ale­ g ría violenta y sana, como en Ju a n Ruiz, sino un dulce am or por las fo r­ mas agradables de la vida. V E R SIF IC A C IO N E stá escrita en e stro fas de catorce versos, de siete y once sílabas (estan cias), salvo una que tiene quince versos en vez de catorce. IN N O V A C IO N E S D E B O SC A N Y G A R C ILA SO M E TR IC A C A ST E L L A N A EN LA “E l em bajador veneciano, A ndrés N avagero, hallándose en G ranada ju n to a C arlos V , anim ó con palabras a B o sc á n : me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y o tras artes de trovas usadas por les autores de Italia. A lgo m enguado queda el papel de iniciador que a B oncán se adjudica, con el ejem plo de G arcilaso, el cual de ipor sí con­ siguió versificar a la m anera de los italianos con tal fluidez y te rs u ta , que nadie le ha superado después con haberse asentado firm em ente la nueva m anera en E spaña. Casi al m ism o tiem po, Sa de M iranda en P o r­ tugal, de vuelta de Italia, se daba a v ersificar en caste'lano y en portugués como aquellos m aestros. P ro n to em pezaban otros m uchos poetas a dar leyes al endecasílabo y a establecer las nuevas form as dándole fijeza y esplendor. A sí, de m odo sencillo, por una conversación entre literatos, surge la reform a m ás trascendental de la m étrica española: la introducción del verso endecasílabo y de algunas principales form as e stró fic a s: el soneto, la canción de estancia larga, el terceto, la octava rima y el verso suelto', la rima interior.'’ E JEM PLO S , R im a i n te rio r: “A lbanío, sí tu mal com unicaras con otro, que pensaras que tu pena juzgaba com o ajena o que este fuego” Verso su e l to : “ Señor Boscán, quien tanto gusto tiene de daros cuenta de los pensam ientos hasta en las cosas que no tienen nom bre” GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ] 19 Tercetos: véase E gloga I I . Octava r i m a : véase E gloga I II. E st anci a: véase E gloga I. “E n la carta a la duquesa de Som a, Boscán sostiene im plícitam ente que ha sido el prim ero que h a aclim atado en la -literatura castellans, los géneros y la form a de. la m étrica italiana, la prim era novedad que intro­ duce es el endecasílabo. Castillejo, que capitaneó la, ru d a oposición contra los italianizantes, fustigó las pretensiones de innovador de Boscán. C itaba a los siguientes poetas que habían usado el endecasílabo antes que é l: Juan de Mena, D on Ju a n M anuel, A usías M arch y el M arqués de Santillana. Si bien es verdad que el M arqués de Santillana im itó deliberadam ente el ende­ casílabo italiano en sus “sonetos fechos al itálico m odo”, es tam bién cierto que su ensayo de aclim atación no pasó -de un ensayo poco a fo r­ tunado y que sus endecasílabos son sum am ente defectuosos y faltos de la m usicalidad característica de e ste -m e tro italiano. P o r lo que respecta a Ju a n de M ena, les versos de once silabas, que andan m ezclados con sus dodecasílabos de arte m ayor, nada tienen que ver con el endecasílabo ita ­ liano y lo m ismo puede decirse del m etro de A usías M arch (decasílabos en m étrica catalana con censura obligatoria en la cuarta sílab a), que la escuela catalana había heredado de las antiguas escuelas provenzal y francesa. Podem os, pues, m uy justificadam ente, abonar la pretensión de Boscán al presentarse en la palestra literaria com o innovador de las fo r ­ m as poéticas de la lite ratu ra castellana. E l endecasílabo italiano, em­ b rionario e indeciso en los s.cnetos del M arqués de Santillana, ensayado también, con poca fortuna por M icer Francisco Im perial, es usado con regularidad y sistem áticam ente por Boscán en sus sonetos, tercetos, oc­ tavas y versos sueltos, por m ás que n o fué él, sino G arcilaso, el prim ero que encontró su genuina m usicalidad y le im prim ió su cabal perfección. L as innovaciones que introdujo B oscán no se lim itaron a la m étri­ ca propiam ente dicho, sino a la estru ctu ra m isma de la composición poé­ tica y a los géneros poéticos. L as principales novedades que tra jo de Italia al P arn aso castellano fueron el soneto, la canción, el terceto, la octavai rim a y el verso suelto. P e r lo que respecta a los sonetos, no hay que olvidar que le precedió en su tentativa, así com o en la adopción del en­ decasílabo italiano, el M arqués de Santillana en sus “sonetos al itálico m odo”. Pero, com o o c u rrió en sus endecasílabos, el ensayo del M arqués no pasó de una tentativa aislada. E l tipo del .soneto con la rig u ro sa co­ locación y repetición de sus estro fas y rimas, 110 está seguido con re g u ­ laridad y constancia en los del M arqués de Santillana, el cual dió en los suyos cuatro tipos diferentes por lo que respecta a la colocación de las rim as de los c uartetos. Sea como sea, el ensayo de Santillana no fru c ­ tificó y quedó com o, una tentativa aislada hasta que vino B oscán a inau­ g u ra r con los suyos la brillante familia/ de los sonetos castellanos, en cuyo cultivo habían de distinguirse los principales ingenios de esa lite ratu ra.” J -E K 1 V U A VAUHSS — FUSCO, SANS0NI5 E L E X T R A N JE R ISM O DE GARCILASO A lgunos críticos, el alem án K lem perer y el Señor C ejador han visto en la im itación form al de G arcilaso de la poesía italiana, una tendencia e x tra n je ra que apartó a este a u to r de la corriente tradicional española. E l prim ero dice que Garcilaso quiso “escapar (a lo español” . E s indudable que lo esencial en Garcilaso es español, pues llam ar a G arcilaso un poeta italiano es “tan falso — dice M anuel A lto la g u irre — com o decir que una española que viste según la moda de P a rís es una francesa” . Los m etros que introdujeron G arcilaso y B oscán se aclim ataron a la lírica española de tal m anera, qu pasaron después a ser cosa propia. F ra y L uis de León, H e rre ra y otros poetas lo cultivaron con igual arte y sólo 110 prosperó la rim a interior, dem asiado artificiosa, si bien es cierto que la poesía española no abandonó los m etros tradicionales que defendía Castillejo. GARCILASO VISTO POR A Z 0R 1 N “A los treinta y tres años, el poeta fu é herido gravem ente en una acción m ilitar m uchos días estuvo entre la vida y la m uerte. Al calió logró vencerse el peligro. La convalecencia fué larga. G arcilaso veía el mundo, sentía el mundo, vivía en el mundo como otro hom bre. E ra el mismo de antes, y, sin em bargo, las cosas eran distintas para é l ; todo p ara él m ás nuevo, m ás p ro fu n d o , m ás poético, ¡C óm o recordaba en estas horas tenues y flúidas de la convalecencia, los lugares en que sus ojos s t habían gratam ente apacentado 1 Los P irineos, en que la nieve blan­ queaba; los sotos de la abrigada E x tre m a d u ra ; el viejo T o rm e s; el T ajo , el D anubio. Los ríos han tenido la dilección del poeta; tres ríos ha can­ tado G arcilaso: el T orm es, el T a jo y el Danubio. ¿ N o es verdad que, al lado de los dos viejos ríos tan españoles — que pasan bajo seculares puentes ro m an o s; que re tra ta n paisajes áridos, param eras, pueblecillos de adobes, m ilenarias ciudades llenas de conventos y de caserones de hi­ dalgos ; que sen cruzados per carrom atos con largas ringleras de m uías y por corsarios con sus re c u a s; — no es verdad que nos produce una in­ definible sensación al ver, al lado de estos ríos, este otro río tan lejano, tan rem oto, que lleva sus aguas a un m ar que no es ni el M editerráneo ni el A tlántico, y que bordea ciudades m isteriosas y ex trañ as para nosotros ? • Del T orm es recuerda el poeta una vega grande y espaciosa, que hay en su r ib e r a ; siempre la verdura, invierno y verano, es perenne en ella. D el T a jo am a tam bién G arcilaso, una espesura de verdes sauces, toda revestida de hiedra que se enrosca por los troncos de los árboles y sube hasta las alturas. P e ro en los días largos de su convalecencia, en este resu rg ir de una vida nueva, todo el am or de Garcilaso, toda su tern u ra, toda su efusión era para aquel río, ancho y claro, que allá lejos, m uy lejos, deslizaba su corriente entre la arboleda.” — A Z O R I N . — A l margen de los clásicos. GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Canción Quinta A L A F L O R D E C. NI DO (1 ) Si de mi baxa lira (2 ) T an to pudiese el son, que un m om ento Aplacase la ira Del anim oso viento, Y la fu ria del m ar y el m o v im ien to ; Y en ásperas m ontañas C cn el suave canto enterneciese L as fieras alim añas, Los árboles moviese, Y al son confusam ente los trax ese; N o pienses que cantado Sería de mí, herm osa flor de Gnido, (3 ) El fiero M arte airado, A m uerte convertido, De polvo y sangre y de sudor -teñido; N i aquellos capitanes (ty) E n las sublimes ruedas colocados, P o r quien los alem anes E l fiero cuello atados, Y los franceses van dom esticados. M as solam ente aquella F u erza de tu beldad sería cantada, Y alg una vez con ella T am bién sería notada E l aspereza de que estás a rm a d a; Y cómo por tí sola, Y p or tu gran valor y herm osura, C onvertida en viola, (5 ) L lora su desventura E l m iserable am ante en su figura. H ablo de aquel cativo (6 ) De quien tener se debe m ás cuidado, Q ue está m uriendo vivo, Al rem o condenado, E n la concha de V enus am arrad o . P o r tí, com o solía, Del áspero caballo no corrige PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE L a fu ria y gallardía, N i con freno le rige, N i con vivas espuelas ya le aflig e. P o r tí, con d iestra m ano N o revuelve la espada presurosa, Y en el dudoso llano H uye la polvorosa P a lestra com o sierpe ponzoñosa. P o r tí, su blanda m usa, E n lu g ar de la cítara sonante, T ristes querellas usa, (8 ) Oue con llanto abundante H acen b añ ar el ro stro del am an te. P o r tí, el m ayor am igo Le -es im portuno, grave y enojoso; Yo puedo ser testigo, Que ya del peligroso N a u frag io fui su puerto y su reposo. Y ag o ra en tal m anera V ence el dolor a la razón perdida, Q ue ponzoñosa fiera N unca fue aborrecida T a n to como yo dél, ni tan tem ida. N o fuiste tú engendrada N i producida de la d u ra tie r r a ; N o debe ser notada Q ue ingratam ente y erra Q uien todo el otro e rro r de sí destierra (1 0 ) H á g ate tem erosa el caso de A najerete y cobarde, Q ue de ser desdeñosa Se arrep intió m uy ta rd e ; Y así, su alm a con su m árm ol arde. Estábase alegrando Del mal ajen o el pecho em pedernido, C uando abajo m irando, el cuerpo m uerto vido Del m iserable am ante, allí tendido. Y al cuello el lazo atado, Con que desenlazó de la cadena E l corazón cuitado, Q ue con su breve pena C U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IL U S Y M U üttKiNua 1 C.KJ Com pró la eterna punición a jen a . Sintió allí convertirse E n piedad am orosa el aspereza. ¡O lí ta rd e arrepentirse! ¡O lí últim a terneza! ¿C óm o te sucedió m ayor dureza? Los ojos .se enclavaron E n el tendido cuerpo que allí vieron, L os huesos se to rn aro n M ás duros y crecieron, Y en sí toda la carne c o n v irtie ro n ; L as en trañ as heladas T o rn a ro n poco a poco en piedra d u ra ; P o r las venas cuitadas L a sangre su fig u ra Iba desconociendo y su n a tu r a ; H a sta que, finalm ente, E n duro m árm ol vuelta y tran sfo rm ad a, H izo de sí la gente N o tan m aravillada C uanto de aquella in g ratitu d v e n g a d a . N o quieras, tú, señora, De Némesis aira d a las saetas p ro b a r; por Dios, agora, B aste que tus perfetas obras y h erm o su ra a los poetas D en inm ortal m ateria, Sin que tam bién el verso lam entable Celebren la m iseria D e algún caso notable que por tí pasé triste y m iserable. NOTAS (1 ) D ed ic ó G a rc ila s o e s ta c a n c ió n a la F lo r de G n id o , D a . V io la n te S anse v e rin o , h ija d e dor. A lfo n so S a n s e v e rin o , D u q u e d e S o m m a , tr a ta n d o d e v e n ­ c e r s u e s q u iv id a d p a ra con M a rio G a le o ta , <au c o r te ja n te , g ra n a m ig o d e l p o e ta . H a h a b id o u n a c o n fu s ió n e n tr e e s tá D a ., V io la n te , y a id e n tific a d a p o r el B ró ­ c e n se y o tr a d a m a n a p o lita n a , D a . C a ta lin a S a n s e v e rin o , a m ig a d e G a rc ila s o , y r e c o rd a d a p o r los p a rie n te s d e é s te p o r f ig u ra r en el te s ta m e n to d el p o e ta co m o a c re e d o ra a 300 escu d o s, p re s ta d o s p o r ella a G a rc ila s o . H e r r e r a , co n el te s ­ tim o n io de d o n A n to n io P o r ta c a r r e r o , y ern o de G a rc ila so , cre y ó q u e la S a n s e ­ v e rin o d e la F lo r de G n id o , fu é D a. C atalin a^ (E).' M ele . L a s p o e s ía s la tin a s d e G a r c ila s o ) . (2 ) E s ta e s tro f a , G arcilaso la in tro d u jo en la m é tric a c a s te lla n a , to m á n d o la d e B e rn a rd o T a ss o , ta l vez d el P sa lm o V I I I , q u ie n con e s ta c o m b in a c ió n tr a tó d e PÜRKda VALDÉS — I-ÜSC'O SANSON^ 124 r e p ro d u c ir el ritm o d e las o d a s de H o ra c io , q u e d a n d o en la m é tr ic a c a s te lla n a co n el n o m b re de lira , p o r a p a re c e r e s ta p a la b ra en el p rim e ro d e los v e rs o s d e e s ta c a n c ió n . (3 ) D o ñ a V io la n te p e rte n e c ía a u n a n o b le fam ilia n a p o lita n a , cu y o n o m ­ b re N id o o G n id o , p ro c e d ía d e u n o d e lo s b a rrio s de Ñ a p ó le s : seg’g’io di G n id o . ( 4 ) a lu s ió n a los c a p ita n e s ro m a n o s y a lo s c a rro s triu n f a le s , de lo s c u a ­ les A n to n io d e G u e v a ra , en su reloj de prín c ip es., d e c í a : “ Y al tie m p o q u e los tr u h a n e s v a n d e la n te de los c a rro s tr iu n f a le s d ic ie n d o : ¡V iv a , v iv a la in v e n ­ c ib le R o m a ! p o r o tra p a r te los p o b re s c a u tiv o s v an , en su s c o ra z o n e s , d ic ien d o a los d io s e s : ¡ J u s t ic i a , j u s t i c i a ! . . . ” ( 5 ) v io la — a lu s ió n al n o m b re d e D o ñ a V io la n te . ( 6 ) c a tiv o — c a u tiv o . (7 ) V e n u s , com o es sab id o , a p a re c ió e n el m a r flo ta n d o en u r.a c o n c h a ” . “ A la co n ch a d e V e n u s a m a rr a d o ” , p a re c e a lu s ió n a G ale o ta, com o si d ije ra g a le o te , fo rz a d o a la g a le ra d e V e n u s . (B ró c e n s e y H e r r e r a ) . ( 8 ) D e e s to s v e rs o s se d e d u c e q u e el c o r te ja n te d e la F lo r d e G n id o e ra p o e ta , lo c u a l d ebió in c lin a r a l B ró c e n se a c re e r q u e se tr a ta b a de, F a b io G a le o ta . ( 9 ) “ N o m e re c e el n o m b re de in g ra ta q u ie n ca re ce d e to d o s los d e m á s v ic io s” . ( H e r r e r a ) . (1 0 ) E l caso d e A n a je re te . — “ E n su m a e s q u e I f is a n d a b a m u y e n a m o ­ r a d o d e A n a je re te y n o p u d ié n d o la e n te rn e c e r co n s u s p le g a ria s , a m a n e c ió u n d ía ah o rc a d o a la p u e r ta . Y e lla lo v ió , q u e d ó s e h e la d a y fu é v u e lta en m á r ­ m o l” . ( B r ó c e n s e ) . (1 1 ) v id o — v ió . (1 2 ) el c o ra z ó n c u ita d o . E l c o ra z ó n a p e n a d o . (1 3 ) p u n ic ió n — c a s tig o . (1 4 ) el a s p e re z a — el en e l lu g a r d e la d e la n te de a a c e n tu a d a . (1 5 ) te rn e z a — te r n u r a . (1 6 ) N é m e s is . — D io s a g rie g a e n c a rg a d a de la s v e n g a n z a s . í COMENTARIO L a canción a la flo r de Gnido, escrita según el m odelo de H oracio, sirvió para que V iolante Sanseverino correspondiese en am ores a M ario Galeota, de quien se m ostraba tan esquiva, según lo hace n o tar Garcilaso. E s una bellísim a lección de am istad e sta de ocupar las arm as propias para enternecer el corazón de una dam a ajena p a ra el am or de o tro poeta. G arcilaso podia exhibir el propio caso, que expone en la I*3, égloga y tenía que sentir esta situación com o cosa suya. A sí se explica, tam bién, el fervor que pone en esta canción para cantar el desdén y el capricho del am or con tan tierno acento. G arcilaso, todo tern u ra, se siente con­ m ovido por las desventuras am orosas de su am igo italiano, y acude al extrem o de explicar el. caso de A najerete, para que le sirva de ejem plo a la ingrata de corazón helado. > F ra y L uis de L eón im itará la form a de esta canción en la m ayor parte de sus odas. SONETO X ¡O h dulces prendas, por mi m al halladas, dulces y alegres cuando Dios q u e ría ! Ju n ta s estáis en la m em oria mía, y con ella en mi m uerte co n ju ra d as. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 125 ¿Q uién me dijera, cuando en las pasadas horas en tan to bien por vos me vía, ( i ) que m e habíades de ser en algún día con tan grave dolor representadas? Pues en un h o ra ju n to m e llevastes todo el bien que por térm inos me distes, (2 ) llevadm e ju n to al m al que me d ejastes. Si no, sospecharé que me pusistes en tantos bienes, porque deseastes verm e m o rir entre m em orias tristes. M O T I V O ' . Se supone con cierto fundam ento fuera escrito a la m u er­ te de Isabel F rcyre. T E M A : el amor. D E S A R R O L L O : Se lam enta de haber perdido dulces prendas por su m al h alladas; (dulces y alegres cuando Dios q u e ría ). Su destino am o­ roso depende de Dios. A hora esas prendas están ju n ta s en su m em oria y con ellas, en su m uerte conjuradas. R ecuerda el am or pasado, la dicha que fué, con ese sentim iento de triste z a que encontram os en D a n te: . ..N e ss u n m aggior dolore, Che ricordarsi del tem po felice N ella m is e ria ... y en el M arqués de S a n tilla n a : L a m ayor cuyta que aver Puede ningún am ador E s m em brarse del placer E n el tiem po del dolor. 1 y piensa que nadie le hubiera dicho que esas horas .pasadasdeberían ser representadas en tan grave dolor. Y a que en una hora ju n to se lleva el destino todo el bien en térm inos dado, el poeta pide ser llevado ju n to al mal que le dejaron. C ienfuegos com enta con estas palabras este so n e to : “A cordábase el cisne que sus plum as habían vestido m ás color de fuego que de n ie v e . . . que su corazón había quem ado m uchas veces las alas en to rn o de unas luces m entidas y comenzó a llorar lo que antes había cantado, porque derribando de su m em oria las im ágenes que habían ocupado sus aras, deshojando esperanzas y prendas antiguas, decía inspirado de m ejor nu­ men : ¡ oh dulces prendas por mi m al halladas 1” 126 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE S E N T I M I E N T O : M elancolía. C ontraste sentim ental. M E T R I C A ' . T ipos de endecasílabos usados por G a rcilaso : el m ás frecuente es el que lleva acento en la sílaba décim a, prim er tiem po m ar­ cado en segunda y tiempo débil m arcado en s e x ta : 1 i 2 lus 3 trey 4 her 5 mo 6 sí 7 si 8 ma 9 Ma 10 rí 11 a M uv usado, tam bién, es el endecasílabo que lleva el tiempo m arcado en tercera o en cuarta, m anteniendo el tiem po débil en sexta. 1 A 2 des 3 pe 4 5 6 choy pe sar 7 8 9 de la ven ^0 tu 11 ra E s m ás bien ra ra la acentuación en prim era, sexta y décima. 1 Ni 2 se - 3 quen 4 her 5 mo 6 su 7 8 ra 9 par no 10 tie 11 ne L a form a m ás ordinaria es el acentuado en cuarta, octava y décima. 1 En 2 tre 3 las 4 5 ar 6 mas 7 del 8 San 9 g ri ento 10 M ar 11 te M ás ra ro es aún el que lleva tiem po débil en séptim a, con prim er tiem ­ po m arcado en cuarta. 1 H in 2 chen 3 el 4 ai 5 re 6 de 7 8 dul ce 9 arm o (E g o g la II. V erso 69). SONETO X X V ¡O h hado esecutivo en mis dolores, cóm o sentí tus leyes rig u ro s a s ! C ortaste el árbol con m anos dañosas, y esparciste por tie rra fru ta y flores. E n poco espacio yacen mis am ores y toda la esperanza de mis cosas, to rn ad as en cenizas desdeñosas, y sordas a mis quexas y clam ores. L as lágrim as que en esta sepultura se vierten hoy en día y se vertieron recibe, aunque sin fru to allá te sean, 10 ni 11 a GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ] 2r h asta que aquella eterna noche escura me cierre aquestos ojos que te vieron, dejándom e con otros que te vean. COMENTARIO Sin igualarle en la perfección de form a, supera, acaso, este soneto en emoción al de "¡O h, dulces prendas por mi m al.halladas 1” ; no seria ex trañ o que uno y otro se refiriesen a la m u e rte 'd e D oña Isabel F re y re ; el poeta alude aquí a una visita a la sepultura de su d a m a ; esta visita pudo tener lugar en el viaje que Garcilaso hizo a E spaña, con una com isión del V irrey de Ñ ápeles, en 1539, pcco después de la fecha en que debió m orir D oña Isabel. (K eniston. L ife ). SO N ETO X X V III Boscán, ( i ) vengado estáis, con hiengua mía, de mi rig o r pasado y mi aspereza, (2 ) con que reheprerideros la terneza de vuestro blando corazón solía. A gora me castigo cada día d e tal salvatiquez (3 ) y tal to rp eza; m as es a tiem po de que m i baxeza correrm e y castigarm e bien p o d ría. Sabed que en mi perfecta edad (4 ) y arm ado con mis ojos abiertos me he rendido al niño que sabéis, ciego y desnudo. De tan herm oso fuego consum ido nunca fué corazón. Si preguntado soy lo dem ás, en lo demás soy m udo. (5 ) NOTAS (1 ) J u a n B o sc á n , h e rm a n o g em elo d e G a rc ila s o e n la p o e s ía . B o s c á n , n o p o see la fin e z a a c e n d ra d a de G arcilaso , es to sco fre c u e n te m e n te , in h á b il ca si s ie m ­ p re. I n tro d u c e en la lír ic a c a s te lla n a la o c ta v a rim a , el te rc e to , la c a n c ió n , el so ­ n e to y el v erso s u e l t o L a a m is ta d de G a rc ila s o c o n B o sc á n u n ió a lo s d o s p o e ­ ta s en u n m ism o d e s tin o . J u n to s in n o v a ro n e n la lír ic a c a ste lla n a / y ju n t a s se p u b lic a ro n su s o b r a s : la c r ític a d e s p u é s s e p a ró e s to s d o s n o m b re s, p a r a c o n ­ c e d e rle a G a rc ila so la p r im a c ía . C o m p á re se e s te s o n e to , co n la e p ís to la a B o s ­ cá n : a m b o s so n la e x p re s ió n d e la a m is ta d ( s e n tim ie n to d o m in a n te ) u n id a a la a n é c d o ta y a la a v e n tu r a a m o ro s a . (2 ) G a rc ila so se a rre p ie n te d e h a b e r sid o á s p e ro co n su a m ig o a q u ie n a c u ­ s a ra de e x c e siv a te rn u ra , al s e n tirs e h o y d o m in a d o p o r el a m o r . ( 3 ) S a lv a tiq u e z . Ita lia n is in o d e s a lv a tic h e z z a . (4 ) Seg-ún K e n is to n , a los tr e in ta y c in c o a ñ o s . (5 ) P ro b a b le m e n te G a rc ila so se re fie re a s u s am o re s co n u n a d am a n a ­ p o lita n a . “ S i p re g u n ta d o soy e n lo d e m á s, en lo d e m á s so y m u n d o ” . D is c re ­ ció n , re c a to a m o r o s o . 128 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE E PIST O LA S eñor Boscán, quien tanto gusto tiene en daros cuenta de los pensam ientos h asta en las cosas que no tienen nom bre, no le podrá con vos fa lta r m ateria, ni .será m enester buscar estilo presto, distinto, de ornam ento puro, tal cual a culta epístola conviene. E n tre m uy grandes bienes que consigo el am istad perfecta nos concede, es aqueste descuido suelto .y puro, lejos de la curiosa pesadum bre; y así, de aquesta libertad gozando, digo que vine, cuanto a lo prim ero, tan sano com o aquel que en doce días lo que sólo veréis ha cam inado cuando el fin de la ca rta os lo m ostrare, ( i ) A largo y suelto a su placer la rienda, m ucho m ás que al caballo, al pensam iento, y llévame a las veces por cam ino tan dulce y agradable, que me hace o lv id ar el trab a jo del pasado. O tras me lleva por tan duros pasos, que con la fuerza del afá n presente, tam bién de los pasados se m e olvida. IA veces .sigo un agradable m edio honesto y reposado en que el discurso del gusto y del ingenio se ejercita Iba pensando y discurriendo- un día a cuántos bienes alargó la m ano el que de la am istad m ostró el cam ino: y luego vos, de la am istad ejem plo, os me ofrecéis en estos pensam ientos. Y con vos a lo m enos m e acontece una g ra n cosa, al parecer e s tra ñ a ; y porque la sepáis en pocos versos, es que, considerando los provechos las h o n ra s y los gustos que me vienen desta v u estra am istad, que en tan to tengo, (8 ) n inguna cosa en m ayor precio estimo, ni me hace g u star del dulce estado, GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNO^, tanto como el am or de parte m ía, E s te com igo tiene tan ta fu erza, que sabiendo m u y bien las otras partes de la am istad de la estrecheza nuestra, con sólo aqueste el alm a se en tern ece; y sé que otram ente m e aprovech a, que el deleite, que suele ser pospuesto a las útiles cosas y a las g ra v e s . Llévam e a escudriñar la causa desto ver contino tan recio en m í el efeto, y hallo que el provecho, el ornam ento, el gusto y el placer que ise me sigue del vínculo de am or que nuestro genio enredó sobre nuestros corazones, son cosas que de mí no salen fuera, y en mi provecho sólo se convierte. M as el am or, de donde por ventura nacen todas las cosas, si hay algunas que a vuestra utilidad y gusto m iren, es razón grande, que en m ayor estim a tenido .sea de mí, que to d o el resto, cuánto m ás generosa y alta p arte es el hacer el bien que el recibillo; (2 ) así que am ando me deleito, y hallo, que no es locura £ste deleite m ío. ¡O h cuán corrido estoy y arrepentido de haberos alabado el tratam iento del cam ino de F ran cia y las posadas! C orrido de que ya por m entiroso con razón me ten d réis; arrepentido de haber perdido tiem po en alabaros cosa tan dina ya de v ituperio; donde no hallaráis sino m entiras, vinos acedos, (3 ) cam areras feas, •varíetes (4 ) codiciosos, m alas postas, g ra n paga, poco argén, (5 ) largo cam ino; llegar al fin a Nápoles n o habiendo dejado allá enterrado algún tesoro salvo si no decís que es enterrado lo que nunca se halla ni se tiene. A mi señor D ural ( 6 ) estrecham ente abrazad de mi parte, si pudierdes. 9 ]29 130 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE Doce del mes de octubre, de la tierra do nació el claro fuego del P etrarca, (7 ) y donde están del fuego las cenizas. NOTAS (1 ) G a rc ila s o h a b ía v e n id o d esd e Ñ a p ó le s a B a rc e lo n a e n v ia d o p o r el V i­ r r e y D o n P e d r o , p a ra in fo rm a r al E m p e ra d o r de los d e s a s tre s q u e h a b ía c a u ­ sad o en la s c o s ta s d e I t a l i a la a rm a d a d e B a r b a rr o ja . D e b ió lle g a r a B a rc e lo n a ' po co d e s p u é s d el 4 d e s e p tie m b re d e 1534, e stu v o er. ella h a s ta el 10 d e o c tu ­ b re , en q u e e m p re n d ió su re g re s o a Ñ a p ó le s, h a c ie n d o e n d oce d ía s el ca m in o , a c a b a llo , d e s d e B a rc e lo n a a A v iñ ó n ., ( V . N a v a r re te , p á g . 2 3 7 ) . (2 ) d ic h o v u lg a r : M e jo r e s d a r q u e re c ib ir. (3 ) v in o s a c e d o s : a g rio s . ( 4 ) v a r ie té s : c ria d o s. (5 ) a r g é n : d in e ro . E s co lo r b la n co , ta m b ié n , en los b laso n es. (6 ) ü u r a l : M o n s íe u r D u ra d , u n o d e los m e jo re s am ig o s d e B o scán . e ra m u y g o rd o y p o r eso d ic e G a r c ila s o : “ a b r a z a d a m i p a d re si p u d ie r d e s ” . (7 ) d o n a c ió el cla ro fuego d el P e tr a r c a . S e re fie re a la c iu d a d de A v iñ ó n , d o n d e P e tr a r c a c o n o c ió a L a u ra y d o n d e n a c ió el fu eg o d e P e tr a r c a , q u e filé el am o r q u e llen ó to d a su vida. (8 ) L a a m is ta d e n tr a G a rc ila so y B o s c á n e ra cosa c o n o c id a. COMENTARIO M O T I V O : Boscán. E pístola de am istad. D E S A R R O L L O : E scrita en A vignon “do nació el cla ro fuego de P e tra rc a y donde están del fuego, la^ cenizas, a ¡doce del mes de O ctubre, probablem ente en el año 1534. L a prim era parte, hasta el verso 43, es una afirm ación de am istad hacia B cscán, am istad per encima de todo, aún del a m o r : D esta nuestra am istad, que en tanto tengo N inguna cosa de m ayor precio estim o. H a sta el verso 65 toca el tem a a m o ro s o ; del verso al final, la anéc­ dota, el hum orism ?, el re a lism o : posadas francesas con vinos acedos, cam areras feas, valetes codiciosos, m alas postas, gran paga, poco argén, largo camino. Saludos fam iliares (a l S eñor D u ra n d ) y un recuerdo final p ara P etrarca. S E N T I M I E N T O : P redom ina la amistad. O B S E R V A C I O N E S : O bsérvese el hum orism o de Garcilaso, la g ra ­ cia y el realism o de la últim a parte, que revelan un aspecto poco estudiado de G arcilaso; la espontaneidad sencilla, tan alejada del artificioso acaram e’am iento de las elegías. E S I R U C T U R A : V erso libre. Lo emplea Boscán por p rim era vez. G arcilaso, sólo en esta epístola. Literatura mística española L a palabra m ística tiene su erigen en una raíz griega de! verbo “ c e rra r” . Su etim ología nos llevaría a definir la m ística com o algo eculto, inaccesible para el hom bre sin la ayu d a de las potencias sobrenaturales, como algún se­ creto rincón apenas visitado por los elegidos. E ste concep­ to de p o r sí estrecho de la m ística, no es aceptado ni aun p or los P ad res de la Iglesia que adm itieron una m ayor la­ titu d p ara la m ística, aceptando como místicas, a ú n expe­ riencias que no rebasarían el límite de la experiencias co­ m unes . L a m ística nace del sentim iento religioso, es la expre­ sión m ás sublim ada de ese sentim iento, pero no tiene ex ­ clusivam ente una raíz religiosa. M ísticos los hay fuera de los conventos y las iglesias. Cabe la m ism a distinción de la poesía m ística, h ay que distinguirla de la poesía sagrada, devota, ^scética y m oral con que se le confunde. A este respecto dice M enéndez y P e la y o : “ P oesía m ística n o es sinónim o de poesía c ris tia n a : abarca m ás y abarca m en o s. P o eta m ístico es Ben Gabirol, y con todo eso no es poeta c ristia n o . Rey de los poetas cristianos es P rudencio, y no hay en él som bra de m isticism o. P orque p ara llegar a la inspiración m ística, no b asta ser cristiano ni devoto, ni g ra n teólogo ni santo, sino que se requiere un estado psi­ cológico especial, una efervescencia de la voluntad y del pensam iento, una contem plación ahincada y h o n d a de las cosas divinas y una m etafísica o filosofía prim era, que va p or cam ino diverso, aunque no contrario, al de la teología d ogm ática. El m ístico, si es ortodoxo, acepta esta teolo­ gía, la da com o supuesto y base de todas sus especulacio­ nes, pero llega m ás adelante: aspira a la posesión de Dios 132 PEREDA VAI.DÉS — FUSCO SANSON1Í p o r u n i ó n de am or, y precede como si Dios y el alm a es­ tuviesen solos en el m undo. E ste es el m isticism o como es­ tad o del alm a, y su virtud es tan poderosa y fecunda, q u e de él nacen una teología m ística y una ontología mística, en que el espíritu, ilum inado por la llam a del am or, colum ­ bra perfecciones y atrib u to s del Ser, a que el seco razo n a­ m iento no lle g a ; a una psicología m ística, que descubre y persigue h asta las últim as raíces del am or propio y de los afectos hum anos, y una poesía mística, que no e.s m ás que la traducción en fo rm a de arte de todas estas teologías y filosofías anim adas por el sentim iento personal y vivo del poeta que canta sus espirituales am ores” . A doptarem os la definición de Sainz R odríguez de que la m ística debe aplicarse p ara designar las relaciones sobre­ naturales secretas por las cuales se eleva a D ios la criatu ra sobre las lim itaciones de su naturaleza y la hace conocer un m undo superior, al que es imposible llegar por las fuerzas naturales, ni por las ord in arias de la gracia. Lc.s trata d istas religiosos distinguen entre la m ística doctrinal y la m ística experim ental. L a m ística experim en­ tal estaría fo rm ad a por la experiencia y las obras, por los ejercicios espirituales; la m ística doctrinal, en cambio, es un capítulo de la T eología. E n la m ística experim ental sólo cabe la experiencia subjetiva, el conocim iento que sólo a los ilum inados le es dable obtener, por gracia so b ren atu ral; la m ística doctrinal es una disciplina accesible a los hom bres a través de la experiencia m ística. A l lado ele la T eología m oral encontram os la ascética o ascetism o. E l ascetism o es el cam ino que conduci: al m is­ ticism o. P o r el ascetism o se llega h asta las escalas del m is­ ticism o; pero el asceta y el m ístico recorren distintos cam i­ nos. L a ascética depende de la voluntad hum ana y está vin­ culada al esfuerzo que nos lleva p o r el espinoso cam ino de la perfección, h asta el castillo interior, usando la m etáfo ra de S an ta T eresa. P a ra algunos, el ascetism o y el m isticis­ mo son distintos aspectos o cam inos de un mismo f i n : la unión del alm a con Dios, p ara otros, no; así p a ra R ousselot, P ascal acabo por ser un asceta sin haber sido nunca un m ístico; y M m e. Gouyon, m ística, jam ás cayó en el as­ cetismo . E n algunos escritores m ísticos se ve m ejo r que en otros las relaciones entre la ascética y la m ística; así en S anta GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 153 T eresa, to da su experiencia ascética se expresa en las tres prim eras m oradas y en el “ C am ino de P erfección” ; y su doctrina m ística, en las cu atro m oradas restantes. S an ta T eresa es el ejem plo m ás claro de la fusión de am bas doc­ trinas, m ientras San Ju a n de la Cruz fué el verdadero poeta del m isticism o. L a m ística y la novela picaresca son. las dos creaciones m ás originales del espíritu español en el siglo X V I. La m ís­ tica y la novela picaresca sólo podían nacer en ese siglo, si­ glo de la co n trarrefo rm a, de 'heroicidad, de ard o r vertical. E n carn an al héroe y al an tih éro e; porque la caballería an ­ dante y terrestre es sustituida por la caballería celeste, y así sfe explica la afición de S anta T eresa y San Ignacio de Loyola, por los libros de caballerías. Ellos quisieron crear una m ilicia al servicio de C risto, de verdaderos caballeros andantes del cielo en la tierra, y fundan órdenes religiosas p ara tal fin . E l picaro es el reverso del m ístico; porque con la novela picaresca penetran las ideas eram istas en España, y con ella un hálito del R enacim iento; la vuelta al realism o m edieval de Ju a n R uiz y de F ern a n d o de R ojas, como si dijéram o s la b ajad a del M onte C arm elo. E l picaro nace de la situación angustiosa de la econom ía española en el si­ glo X V I y X V II, y la novela picaresca del escepticism o de la E sp añ a de los Felipes, que los m ísticos y los héroes ele­ varon a una gloria pere'cedera. Con la d erro ta de la inven­ cible arm ada, com ienza tam bién, la decadencia del m isticis­ mo y dq toda la lite ratu ra de oro. E sp añ a fué terreno propicio para que en ella se des­ arro lla ra lozanam ente la ex tra ñ a plan ta del m isticism o como cosa p ro p ia. Los m ísticos españoles apenas recibieron in­ fluencias e x tra n je ra s. D e los m ísticos alem anes, salvo R uysbrack, m enos aún de los italianos. E spaña perm aneció casi insensible a la R efo rm a y al Renacim iento. Si éste y aquélla p en etraron en E sp añ a fué sin producir una conm o­ ción capaz de tra n sfo rm a r las ideas y las costum bres espa­ ñolas que se m antenían todavía en el m edioevo. A lgunas inteligencias superiores su friero n la influencia de los re fo r­ m adores de la filo so fía. E s cierto que por los escritos m ís­ ticos de F ra y Luis de León y de M alón de Chaide, penetra­ ran en E sp aña las ideas platónicas y neo-platónicas y con ellas el espíritu renacentista m ás acendrado; que Ju a n de V aldés introduce el m isticism o protestante, y M iguel de M o­ 154 PEREDA VAEDES ---- FUSCO SANSON® linos, el quietism o, estos últim os representando el m isticism o hetero d o x o . Y no es como dice R ousselot que los filósofos se convirtieran en m ísticos; eran los m ísticos que no desde­ ñaban estudiar la filosofía. E l estudio de la m ística española, siguiendo una clasi­ ficación de S aínz R odríguez, se divide en cuatro- p e río d o s: i ) de im portación e iniciación desde los orígenes m edieva­ les h asta 1500; 2 ) de asim ilación (de 1500 a 1560) ; 3) de aportación y producción nacional (de 1560 a 1600) 4 ) de decadencia o com pi’ación doctrinal (1600 a 1 7 0 0 ). E n cuanto al contenido de la m ística se pueden distin­ g u ir tres corrientes, una afectiva, caracterizada p o r el pre­ dom inio del isentimiento sobre el conocim iento, o tra intelectualizada o escolástica, y finalm ente, una corriente ecléc­ tica que tra ta de conciliar los extrem os. E n la lite ratu ra m ística española tres figuras aparecen en el prim er p lan o: San Ju an de la Cruz, S anta T eresa de Jesú s y F ra y L uis de L eón. S ería interesante un estudio so­ bre las relaciones de los tres m ísticos entre sí, lo que cada uno le debe al otro. R epresentan tres aspectos de una es­ cala tendida en tre la tie rra y el cielo; S an Ju an de la C ruz ha perdido el sentido de lo terrestre p ara elevarse en un su­ blime ferv o r m ístico ; es todo alm a y ascen sió n ; llam a que se alarg a hacia el cielo como las atorm entadas figuras del G reco; S an ta T eresa está vacilando entre el ascetism o y el m isticism o, en tre el cam ino de perfección y las m oradas, es hum ana y divina a la vez, de ella se podía decir lo que de sí m ism a dice D elm ira A g u s tin i: “ a veces soy toda al­ m a, a veces soy toda carne", p o r la carne S anta T eresa se siente cerca del pecado y recuerda a S an A gustín, por el alm a cerca de D ios; en F ra y L uis el m isticism o se hum a­ niza, se hace renacentista y se expresa en un platonism o que sustituye el am or a lo caballeresco por el am or a la n atu raleza; es apenas un vago deseo de ascender, un deseo contem plativo sin m ayor pasión, que no recuerda los a rre ­ batos m ísticos de S an Ju a n de la C ruz, ni los am o ro so s idi­ lios del alm a con Dios. E n un plano algo in ferio r de elevación y grandeza debemos colocar a F ra y Luis de G ranada, en quien el estilo elocuente de o ra to ria sagrada, que escribe como habla, pe­ ro con un h ablar ornado y m ajestuoso, encubre las ideas sin sublim idad y las expresiones que no pasan de la hu- GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 135 m ana elocuencia, a M alón de Chaide, discípulo de F ra y L uis de León, fam oso como predicador, y no m enos céle­ bre como poeta. Su obra m ás considerable fué El libro de la C onversión de la M agdalena (1 5 8 9 ), a F ra y Luis de los Angeles, notable erudito, pero m ás valioso aún como poeta delicado, como m ístico y m oralista. De él dice M e' néndez y P elayo que “ E ra uno de los m ás suaves y rega^ lados prosistas castellanos y que su oración es río de leche y m iel” . Pertenecen al período de decadencia del m isticism o, P e d ro de R ivadeneira, au to r de una V ida de S an Ignacio y de una au to b io g rafía im itada de San A g u stín ; Ju a n E n ­ sebio N ierem berg (1595-1658) au to r entre o tras obras, de un tra ta d o de la herm osura de Dios y su am abilidad por las in fin itas perfecciones del ser divino; Luis de la P uente, autóY de una guía espiritual, José Siguenza y otros. i San Juan de la Cruz (1542-1591) N ació S an Ju a n de la C ruz en O ntiveros (S alam a n ca) en el año 1542. Se llam aban sus padres G onzalo de Yepes, tejed o r de oficio ; su m adre, C atalina A lvarez, “ h u érfan a pobre, honesta y de buen parecer” . Al m o rir Don G onza'o, la viuda se traslad ó a la villa de A révalo con sus tres hijos : Francisco, L uis y Juan. Ju an de Yepes, m ás tarde San Ju a n de la C ruz, fué protegido por el caballero A lonso A lvarez de Toledo, ad ­ m in istrad o r del hospital de la villa. A los trece años com en­ zó Ju an a servir y atender a los enferm os del hospital. A los veintiún años entró como novicio siguiendo su voca­ ción que despertaba, en el m onasterio de S an ta A na, de los P ad res C arm elitas descalzos, adoptando el nom bre de F ra y Ju a n de S an ta M aría. E n el m ism o año lo enviaron a es­ tu d ia r teología a la U niversidad de S alam anca. .V olvió a M edina y cantó su p rim er m isa en 1567. S an ta T eresa, que lo conoció entonces, cuando iba a ingresar a la C ar­ tu ja de P au lar, de Segovia, le aconseja seguir su refo rm a y fu n d a con él y con F ra y A ntonio de H eredia, el prim er m onasterio de descalzos. E ntonces adopta el nom bre dje San Ju a n de la Cruz. G randes disputas surgieron en tre los religiosos de la observancia y los descalzos. De resultas de estas disputas su fre prisión con su com pañero F ra y G erm án de S an ta M a­ ría. E n la cárcel escribe “ El C ántico E sp iritu a l’’. E n 1579 lo nom bran R ector del Colegio de Baeza ; m ás tarde, prior del convento de G ranada y vicario de Segovia, GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 137 R etirad o al desierto de la Peñuela, m uere el 14 de D i­ ciem bre de 1591. OBRAS Subida al M onte Carm elo y N oche obscura. — Llam a de A m or Viva. C ántico E spiritual. — T ra ta d o de las espinas del espíritu, o coloquios entre C risto y la Esposa. — T ratad o breve del conocim iento obscuro de Dios. Escritos menores'. Instrucciones y cautelas para un verdadero religioso. A visos de un religioso. — A vises y sentencias espirituales. — C artas y poesías m ísticas. . Obras perdidas : E xplicación de las palabras “B úscate en m í” , dichas, a lo que se entiende, por D ios a Santa T eresa de Jesús. — R eglas para ccnocer los verdaderos y falsos m ilagros. — P ropiedades del p ájaro so­ litario. — D iscurso sobre la contem plación. Obra apócrifa : B reve compendio de la em inentísim a perfección cris­ tiana. BIBLIOGRAFIA ( O b ras de San Ju a n de la C ru z ; edición de G erardo de San Ju a n de la C ruz. — San Ju a n de la Cruz. — C ántico E sp iritu a l; M . M artínez B urgos. — M . D om ínguez B e rru e ta : ‘‘E l m isticism o de San Ju a n de la C ru z 'e n sus poesías” . Jean B aruzzi : “Saint Jean de la C roix et le problem e de l’eperience m ystique”. -— A rth u r Sim ons : “T he poetry od Santa T eresa and San Ju a n de la C r u z ’. — F . C risòstom o: “ San Ju a n de la Cruz. El Cántico Espiritual Canciones entre el alma y el esposo ESPO SA 1. ¿A donde te escondiste, A m ado, y me dejaste con gem ido? Como el ciervo huiste, H abiéndom e herido ; Salí tras tí clam ando, y ya eras ido. 2. P astores, los que fuerdes A llá por las m ajad as al otero, Si por v en tu ra vierdes Aquel que yo m ás quiero, Decidle que adolezco, peno y m uero. 138 PEREDA VAI.DES — 1;USC0 SANSONti 3. Buscando mis am ores Iré p e r esos m ontes y riberas Ni cogeré las flores N i tem eré las fieras, Y 4. pasaré los fuertes y fronteras. ¡O lí bosques y espesuras P la n ta d o s por la m ano del ¿Viñado! ¡O h prad o de verd u ras, D e flo res e s m a lta d o ! Decid si por vosotros ha pasado. R E S P U E S T A D E LA S C R IA T U R A S 5. Mil gracias derram ando, P asó por estos sotos con presura, Y yéndolos m irando, Con sóla su fig u ra V estidos los dejó de su herm osura. ESPO SA 6. ¡ Ay, quién podrá sanarm e! A caba de en treg arte ya de vero; N o quieras enviarm e De hoy m ás ya m ensajero O ue no saben decirme lo que quiero. 7. Y todos cuantos vagan De ti me van mil gracias refiriendo, Y todos m ás m e llagan Y déjam e m uriendo U n no sé qué que quedan balbuciendo. 8. M as ¿cóm o perseveras, ¡ O h v id a ! no viviendo d o n d e. vives, Y haciendo porque m ueras, las flechas que recibes D e lo que del A m ado en ti concibes? 9; ¿ P o r qué, pues has llagado A queste corazón no le sanaste? GUIA DÉ LECTURAS Dlí AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Y pues me le has robado ¿ P o r qué así le dejaste Y no tom as el robo que robaste? 10. A paga mis enojos, Pues que ninguno 'basta a deshacellos Y véañte mis ojos, P ues eres lum bre de ellos Y sólo para ti quiere tenellos. 1 1 . D escubre tu presencia, Y m átem e tu vista y h erm o su ra; M ira que la dolencia De am or, que no se cura Sino ccn la presencia y la figura. 12. ¡O h cristalina fuente, Si en esos tus sem blantes plateados F orm ases de repente Los ojos deseadosO ue tengo en mis en trañ as d ib u ja d o s ! 13. A pártalos, A m ado Que voy de vuelo. ESPO SO V uélvete, palom a, Q ue el ciervo vulnerado P o r el otero asom a Al aire de tu vuelo y fresco tom a. ESPO SA 14. Mi A m ado, las m ontañas, Los valles solitarios nem orosos, Las ínsulas extrañas, Los ríos sonorosos, E l silbo de los aires am orosos, 15. L a noche sosegada, E n p ar de los levantes de la aurora. 139 140 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE L a m úsica callada, L a soledad sonora, L a cena que recrea y enam ora. 16. C azadnos las raposas, Que está ya florecida nuestra viña E n tan to que de rosas H acem os una piña, Y no parezca nadie en la m ontiña. 17. D etente, cierzo m uerto. Ven, austro, que recuerdas los am ores, A sp ira p or mi huerto, Y co rran tus olores, Y pacerá el A m ado entre las flores. 18. ¡O h ninfas de Judea! E n tan to que en las flores y rosales El ám b ar perfum ea M ora en los arrabales, Y no queráis tocar nuestros um brales. 19. E scóndete, C arillo, Y m ira con tu haz a las m ontañas Y no quieras decillo; M ás m ira las cam pañas De la que va por ínsulas extrañas. ESPO SO 20. A las aves ligeras Leones, ciervos, gam os saltadores, M ontes, valles, riberas, A guas, aires, ardores Y miedos, de las noches veladores 2 1 . P o r las am enas liras Y cantos de sirenas os conjuro Que cesen vuestras iras Y no toquéis al m uro P o rq u e la Esposa duerm a más seguro. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 22. E n trádose ha la esposa E n el am eno huerto deseado, Y á su sabor reposa, E l cuello reclinado Sobre los dulces brazos del Amado. 23. D ebajo del m anzano Allí conmigo fuiste desposada, A llí te dí la m ano Y fuiste reparada D onde tu m adre fuera violada. C 2 4. N u estro lecho florido De cuevas de leones enlazado E n p ú rp u ra tendido, De paz edificado, De mil escudos de oro coronado. 25. A zaga de tu huella Los jóvenes discurren al camino, A l toque de centella, A l adobado vino, Em isiones de bálsam o divino. 26. E n la in terio r bodega De mi A m ado bebí, y cuando salía, P o r toda aquesta vega Y a cosa no sabía Y el ganado perdí que antes seguía. 27. Allí me dió su pecho Allí me enseñó ciencia m uy sabrosa, Y yo le dí de hecho A mí, sin d e ja r cosa; Allí le prom etí de ser su esposa. 28. Mi alm a se ha em pleado, Y todo mi caudal en su servicio; Y a no guardo ganado, Ni ya tengo otro oficio, Que ya sólo en am ar es mi ejercicio 141 142 PEREDA VAEDES — FUSCO SANSONÉ 2 9 . P ues ya si en el ejido De hoy más no fuere vista ni hallada D iréis que me he perdido, Que, andando enam orada, M e hice perdidiza y fui ganada. 30. De flores y esm eraldas, E n las frescas m añanas escogidas, H arem os las guirnaldas, E n tu am or florecidas, Y en un cabello m ío entretejidas. 31. E n sólo aquel cabello, Q ue en mi cuello v elar consideraste, M irástele en- mi cuello, Y en él preso quedaste, Y en uno de mis ojos te llegaste. 32. C uando tú me m irabas, S u gracia en mí tus ojos im prim ían; P o r eso me adam abas. Y en eso m erecían L os míos ad o rar lo que en ti vían. 33. N o quieras despreciarm e; Q ue si color m oreno en mí hallaste, Y a bien puedes m irarm e Después que me m iraste, Q ue gracia y h erm o su ra en mí dejaste. ESPO SO 34. L a blanca palom ica A l arca con el ram o se ha tornado Y ya la tortolica A l socio deseado E n las riberas verdes ha hallado. 35. E n soledad vivía, Y en soledad ha puesto ya su nido, Y en soledad la guía A solas su querido T am bién en soledad de am or herido. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 145 ESPO SA 36. Gocémonos, A m ado, Y vám onos a ver. en tu herm osura Al m onte y al collado D o m ana el ag u a p u ra ; E ntrem os m ás adentro en la espesura. 3 7. Y luego á las subidas C avernas de las piedras nos iremos, Que están bien escondidas, Y allí nos entrarem os, Y el m osto de g ran ad as gustarem os. 38. Allí me A quello Y luego Allí tú, A quello m ostrarías que mi alm a pretendía, me darías vida mía, que me diste el otro día. 39. E l asp irar del aire, E l canto de la dulce Filom ena, E l soto y su donaire, E11 la noche serena Con llam a que consume y 110 da pena. 4 0. Q ue nadie lo m iraba A m inadab tam poco parecia, Y el cerco sosegaba. Y la caballería A vista de las aguas descendía. COMENTARIO Interpretación dada por San Ju a n de la C ruz en las glosas al Cántico E s­ piritual, donde se explica el sentido oculto (m ístico) de su cántico. “E l o r ­ den que llevan estas canciones es desde que 1111 alm a com ienza a servir a D ios hasta que llega al últim o estado de perfección, que es m atrim onio espi­ r i tu a l ; y así en ellas se tocan los tres estados o vías del ejercicio espiritual por los cuales pasa el alm a h asta llegar a l dicho estado, que son purgativa, ilum inativa y unitiva, y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de ellas. E l principio de e'las tra ta de los principiantes, que es la 144 PEREDA VAI.DES — ÍUSCO S A N S O N f i vía purgativa (1*-' parte de la e stro fa I a la X I I ) . L as de m ás adelante tr a ­ tan de los aprovechados, donde se hace el desposorio espiritual, y esta es la vía ilum inativa (2^ parte de la e stro fa X I I I a la X X I ) . D espués de és­ tas las que siguen tratan de la vía unitiva, que es la de los perfectos, donde se hace el m atrim onio espiritual (3 ^ p arte de la estro fa X X II a la X X X V ). L a cual vía unitiva y de perfectos se sigue la ilum inativa, que es de los aprovechados; y las últim as canciones tra ta n del estado beatífico, que sólo ya el alm a en aquel estado perfecto pretende. (L a 4^, va de la X X X V I a la ú ltim a estrofa y tra ta del estado b e atífic o ). F o rm a adoptada y m odelo. — L a profunda doctrina m ística de San Ju a n de la Cruz ha sida en garzada en un idilio p astoral, que tiene induda­ blem ente por m odelo, el C antar de los Cantares, atrib u id o a Salom ón. Los personajes del idilio son el Esposo, la Esposa y las criaturas, que responden a la estro fa quinta. E n cuanto a la form a m étrica : la lira, e stro fa predilecta de F ra y L uis de León e introducida en E spaña por G arcilaso, dem uestra la p re ­ dilección de San Juan de la C ruz por el lirism o de G arcilaso y Boscán, sus poetas p re fe rid o s. Se encuentra en el C ántico E sp iritu al versos enteros de G arcilaso c o m o : “la soledad sonora”, y otros que recuerdan indudab’emente su fresca in sp irac ió n : “¡ O h bosques y espesuras p'antados por la m ano del A m ado I ¡ O h prado de verduras de flores e sm altad o !” E l lenguaje poético de San Ju a n de la C ruz. -— E l estilo de San Ju a n de la C ruz se adapta m aravillosam ente al asunto tra ta d o ; hay una arm onía evidente de fondo y form a, que se funde sin violencia ninguna en la resultante de la e x p re sió n : en la “L lam a de am or vivo” es sublime, m ajestuoso, de una elevación que recuerda a los p ro fe ta s. E n cambio*, “E l Cántico E sp iritu a l” exigía un estilo m ás delicado, estilo de epita­ lamio, de arru llo am oroso. E n las cartas, encontram os un estilo fam i­ liar, como en Santa T eresa. E sta Variedad de estilos no.’ ¡conspira contra la unidad espiritual de la obra de San Ju a n de la C ru z ,'q u e aparece una a través de las escalas espirituales que va recorriendo, desde el llano h a­ blar de las cartas, pasando por el delicado coloquio del “C ántico” , hasta el encendido am or de la “L lam a” en que se consum e su alm a. E l lenguaje figurado es la expresión m ás fam iliar a San Ju a n de la C ruz en el “C ántico E sp iritu a l’’ y en otras eb ras. -Ndl hay casi un versó donde no ' se, haya empleado la alegoría. L a alegoría adquiere en el lenguaje de San Ju a n de la C ruz un valor tan necesario com o en la D ivina Com edia. A San Ju a n de la Cruz se le debe la incorporación al lenguaje poético de una serie de alegorías que pertenecen a la jerg a ascético-m ística, com o “N oche oscura”, “L u z”, “L lam a”, e tc ., y cuyo sentido resulta clarificado. D ifícil sería, sin em bargo, in te rp reta r el “Cántico E sp iritu a l” sin las glosas que ilum inan el esotérico lenguaje que habla el alm a cuando se acerca a D ios. P ero al lado de la interpre- GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 145 tacción esotérica, está la exotérica, y al lado del lenguaje figurado, el lenguaje natu ra!. Y es así que para nosotros el “Cántico E spiritual’' sólo tiene un sentido poético, y son estos valores los que nos interesa destacar. P a ra los m ísticos ese divorcio no es concebible: para el qua se encanta con la arm onía y la dulzura de las e stro fas de San Ju a n de la Cruz, sí. Lo notable en este sentido es cómo San J u a n de la C ruz no ha caído en un lenguaje científico, abstruso, y generalm ente de m al gus­ to ; sus m etáfo ras son sencillas: “la blanca palom ica” , con la cual e x ­ presa la pureza del a lm a ; y sus tropos sugestivos, como aquellas “ínsu­ las e x tra ñ a s’’ y “la m úsica callada”, que evocan sensaciones1 de recogi­ miento o e x tra ñ as vidas lejanas. Lo fundam ental en San Ju a n de la C ruz no es lo que llam aríam os la e'ocución externa, sino el sentim iento. Sin em bargo, nadie lo puede ¿ v en taja r en la pureza del lenguaje, de un casticism o acrisolado, en la arm onía de los acentos, en la com binación de voces fu ertes y débiles. N o quiere decir esto que el lenguaje de S.an Ju a n de la C ruz sea per­ fecto, utiliza a m enudo voces ásperas o expresiones fo rza d a s. E s mucho m ejor que no sea pe rfe c to . Q uien escribía m ás por fe rv o r religioso que por vocación artística, podía descuidar a veces lo últim o, pero justam ente la intuición poética, una de las cualidades m ás agudas en San Ju an de la C ruz, suple lo aprendido; y así su lenguaje es m aravillosam ente es­ pontáneo . Santa Teresa de Jesús ( i 5 i S~i 583) T eresa Sánchez de Cepeda y Blázquez de A hum ada, nació en A vila el 28 de M arzo de 15 1.5. S obre sus padres y herm anos nos habla en el libro de su V ida. ¿Cóm o era S an­ ta T eresa? De buena estatura y m uy gallarda, ro stro re­ dondo y lleno, tez blanca, ojos negros, vivos y graciosos. F u e herm osa en su ju ventud, y aún en la ancianidad, cuan­ do estaba en oración, se le encendía el ro stro y parecía h er­ m osísim a. M aestría en los bordados y labores de m ano, habilidad en el juego del ajedrez y sum a destreza era la suya en m o n tar a caballo. M adurez de juicio y capacidad para les negocios. C onversación alegre y graciosa (tenía la alegría de la v irtud, que d iría San A g u stín ), llena de san­ ta y apacible libertad. Inflexible en hacer cum plir las reglas de su orden, pero gustaba ver gozar del santo esparcim iento y ella misma- hacía coplas p a ra que las cantasen. M u rió en A lb a de Torrn es el 4 de O ctu b re de 1582, a la edad de sesenta y siete años. OBRAS L ibro de lss Relaciones. — L ibro de las Fundaciones. — C a rta s. — L ibro de su V id a . —• Conceptos del A m or de D ios sobre algunas pa­ labras de los C antares de Salcm ón. — Camino de P e rfec c ió n . — 1 Las M oradas. — L ibro de las C onstituciones. — M odo de visitar los con­ ventos de religiosas. — E xclam aciones del jjtn a a su D ios. — Poesías. BIBLIOGRAFIA O bras de S anta T eresa en la Biblioteca de A utores E spañoles de Rivadeyra. — M enéndez y P e la y o : L a poesía m ística en los E studios GUIA DE LECTURAS Dfi AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ] 4J L iterarios, T . I v — P ed ro Saínz R o d ríg u ez : Introducción a la H isto ­ ria de la L ite ratu ra M ística en E spaña, pág. 29. — B e rth ie r: Oeuvrea de S ainte T herese. — R om era N a v a rro : H ist. de la L it. E spañola,, pág. 182. — L as M oradas, edición T . N a v a rro T om ás. — L as Cien M ejores Poesías L íricas, de M . M . Pe!ayo. — M iguel 'M ir: Santa T ere sa . — O bras E scogidas de S anta T eresa, anotadas por el P . Silverio de S anta T eresa C . D ., B urgos, 1916. — A m érico C a stro : Santa T eresa y o tro s ensayos. — Santa T e re sa : P áginas Escogidas, E d. M er­ gos, L uis M iracle, editor, B arcelona. —■ S anta T e re sa : E l C astillo In ­ te rio r; edición co tejad a por L . V iada y L luch, Barcelona (recom enda­ d a ) . — Cam ino de Perfección, editor M aucci. —• S anta T e e rsa : L ibro de su vida, 2 tom os, p rólogo del O . Jesús D elgado, M adrid, (recom enda­ d a ) . — Edm ond C a z a l: Saint T herese. V ID A CA PITU LO I Cuenta cómo pasó su primera edad E l tener padres tan virtuosos y tem erosos de Dios me bastara, si yo nq fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, p ara ser buena. E ra mi padre aficionado a leer buenos libros, y ansí los tenía en rom ance para que leyesen sus hijos. E stos, con el cuidado que mi m adre tenía de h a ­ cernos rezar y ponernos en ser devotos de N u estra Seño­ ra y de algunos Santos, com enzó a despertarm e de edad, a mi parecer, de seis u siete años. A yudábam e no ver en m is padres favor sino para la v irtu d : tenían m uchas. E ra mi padre un hom bre de m ucha caridad con los pobres y piedad con los enferm os y an con los criados, tan ta, que jam ás se pudo acabar con él tuviese esclavos, porque les había g ra n piadad, y estando, una vez en casa de un su herm ano le regalaba como a sus hijos. Decía, que desde que no era libre, no lo podía su frir de piadad. E ra de gran v er­ dad, jam ás nadie le vió ju ra r, ni m orm urar, m uy honesto en g ra n m anera. M i m adre tenía tam bién m uchas virtudes y pasó la vida con grandes enferm edades, grandísim a ho­ nestidad. Con ser de h a rta herm osura jam ás se entendió que diese ocasión a que ella hacia caso de ella, porque con m o rir de trein ta y tres años, ya su tra je era como de per­ sona de m ucha edad, m uy apacible y de h arto entendim iento. F u ero n grandes los trab a jo s que pasaron el tiem po que v iv ió : m urió m u y cristianam ente. 148 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONÉ E ra m o s tres herm anas y nueve h erm an es; tocios pa­ recieron a sus padres, por la bondad de D ios, en ser v ir ­ tuosos, isi no fu i yo, anque era la m ás querida de m i pa­ dre : y antes que com enzase a o fen d er a D ios, parece tenía alg u n a razón, porque y o he lástim a cuando me acuerdo ( i ) las buenas inclinaciones que el S eñ o r me había dado y cuán m al me supe ap ro vech ar de ellas. P u es ( i ) m is herm anos nin gu n a cosa me desayudaban a se rv ir a D ios. T en ía uno casi de m i ed ad : juntábam on os, entram os ( 2 ) a leer vid a de santos, — que era el que yo m ás quería, anque ( 3 ) a todos tenía g ra n am or y ellos a mí. C om o v ía los m artirio s que por D io s las santas pasaban, parecíam e com praban m u y barato- el ir a g o za r de D ios, y deseaba y o m ucho m orir ansí ( 4 ) , 110 por am or que yo entendiese tenerle, sino por g o z a r tan en b reve de los g ra n ­ des bienes que leía haber en el cielo ; y jun tábam e con estt herm ano a tra ta r qué m edio h ab ría para esto. C o n certába­ m os irnos a tierra de m oros, pidiendo por am or de D ios, para que allá nos d esca b eza sen : y parécem e que nos daba el S e ñ o r ánim o en tan tiern a edad, y si viéram os algú n m edio, sino que ( 5 ) el tener padres nos parecía el m ayo r em barazo. E span tábanos m u cho el decir que pena y g lo ria era para siem pre en lo que leíam os. A ca ecía n o s estar m uchos ratos tratan d o de esto; y gustábam os de decir m u ch as ve ces: “ P a ­ ra siempre, siem pre ¡¡S ie m p r e !!” E n pron u nciar esto m u ­ cho rato era el S eñ o r servido m e quedase en esta niñez im ­ prim id o el cam ino de la verdad. D e que vi que era im posible ir adonde me m atasen por D ios, ordenábam os ser erm itaños, y en una huerta que h a ­ bía en casa procurábam os, com o podíam os, hacer erm itas, poniendo unas piedrecillas ( 6 ) , que luego se nos caían ; y ansí no hallábam os rem edio en nada p a ra nuestro d eseo ; que ahora m e pone devoción ver cóm o m e daba D io s tan p resto lo que yo perdí por mi culpa. H a c ía lim osna com o ped ía, y podía poco ; p rocuraba soledad para rezar mis de­ vociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi m adre era m u y d evo ta y ansí nos hacía serlo. G u staba m u­ cho cuando ju g a b a con otras niñas hacer m onasterios, como que éram os m o n ja s ; y y o me parece deseaba serlo, anque no tanto com o las cosas que he d ich o. A cu érd o m e que, cuando m u rió m i m adre, quedé yo de doce años poco m enos. C om o yo com encé a entender lo que GUIA Dí, LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 149 había perdido, a flig id a ( 7 ) fu ím e a una im agen de N u es­ tra S eñ o ra y supliquéla fuese mi m adre con m uchas lá ­ g rim as ( 8 ) . P arécem e que, anque se hizo con sim pleza que me ha valid o , porque conocidam ente he hallado a esta V i r ­ gen soberana en cu anto me he encom endado' a ella y, en fin , me ha tornado a sí. F a tíg a m e a h ora ver y pensar en qué estu vo el no haber yo estado en tera en los buenos de­ seos que com encé, ¡ oh, Señ or M í o ! P u es parece tenéis de­ term inad o que y o me salve, p leg a a V u e s tra M a jesta d sea a n s í; y de hacerm e tantas m ercedes com o me habéis he­ ch o ! ¿ N o tu viérad es ( 9 ) por bien, no por mi gan an cia, sino p er vu estro acatam iento que n o se en su ciara tanto posada a donde tan contino habíade,s de In orir? F a tíg a m e, Señor, anque decir esto, porque sé que fu é m ía tod a la cu lp a; porque 110 m e parece os quedó a V o s nada que h a­ cer para que desde esta, edad no fu era toda vuestra. C u a n ­ do v o y a q u ejarm e de m is padres tam poco puedo, porque 110 v ía ( 1 0 ) en ellos sino todo bien, y -cuidado de m i bien. P u es pasando de esta edad, que com encé a entender las g ra cia s de natu raleza, que el Señ o r m e había dado, que según decían eran m uchas, cuando por ellas le había de dar g racias, de todas me com encé a ayu d ar para, o fe n d e rle. . . P arécem e que com enzó a h acerm e m ucho daño lo que ah ora d iré. C onsidero algu nas veces cuán m al lo hacen los padres que no procuran que vean sus h ijo s siem pre co ­ sas de v irtu d de todas m an eras; porque con serlo tanto mi m adre, de lo bueno 110 tom é tanto en llegando a uso de razón, ni casi nada, y lo malo- m e dañó m u ch o. E r a a fic io ­ nada a libros de C aballerías ( 1 1 ) y no tan m al tom aba este pasatiem po, com o y o lo tom é p ara mí, porque no perdía su labor, sino d esenvolviém onos para leer en e llo s ; y por ven ­ tu ra lo h acía para no pensar en gran d es tra b a jo s que tenía, y ocupar sus h ijo s, que no anduviesen en otras cosas per­ didos. D esto le pesaba tan to a m i padre, que se había de tener aviso a que no lo viese. Y o com ncé a quedarm e ei. costum bre de leerlos, ( 1 2 ) y aqu ella pequeña fa lta , que en ella ( 1 3 ) vi, me com enzó a e n fr ia r los deseos y com en­ za r ( 1 4 ) a fa lta r en los d em ás; y parecíam e n o era m alo, con g asta r m uchas h oras del día y de la noche en tan vano ejercicio, aunque escondida de mi p a d re. E r a tan en e x tre ­ mo lo que en esto me em bebía, que si no tenía libro- nuevo, 110 me parece tenía conten to. PEREDA VALDÉS — FUSCO SANSONE 150 NOTAS (1 ) A c o rd a rs e , c o n s tr u id o com o r e c o rd a r co n un d a tiv o re fle x iv o y un a c u sa tiv o , es poco u sa d o . ( 2 ) A n tic u a d o p o r e n tr a m b o s . E s ta c lá u s u la ju n tá b a m o s e n tr a m o s a le er v id a d e s a n to s e s tá sin d u d a tr a s tr o c a d a , d e b ie n d o co lo carse d e tr á s de g r a n am o r y ello s a m í . ( 3 ) an q u e , fo rm a v u lg a r p o r “ a u n q u e ” . ( 4 ) a n s í, fo rm a v u lg a r d e a s í, to d a v ía se u s a en n u e s tro h a b la v u lg a r c a m p o . V é a s e el F a u s to C rio llo d e E s ta n is la o d e l C a m p o : del “ A n s í es el m u n d o , a m ig a s o ; N a d a d u ra , d o n L a g u n a , H o y n o s r í e la fo rtu n a , M a ñ a r.a n o s da u n g u a s c a s o ” . ( 5 ) S in o q ue, e n el se n tid o d e p ero . ( 6 ) L o s d im in u tiv o s s o n m u y fre c u e n te s en el le n g u a je d e S a n ta T e re sa : p o b re c ic a , m a rip o s illa , p a lo m ic a , e tc . ( 7 ) a flo g id a : a flig id a . ( 8 ) co n m u c h a s lá g r im a s : n ó te s e a ca d a p aso la a u s e n c ia de r e t o q u e ; este c o m p le m e n to d e b ie ra ir in m e d ia ta m e n te d e s p u é s d el v e rb o # (9 ) tu v ié r e d e s : fo rm a a n t . F u t . I m p . S u b j . P l . d e l v e rb o te n e r . (1 0 ) v í a : f o r n i. a n t . d e l v e rb o v e r ; p r e té r ito im p e rfe c to q u e se ca m b ia d e s p u é s : v ía , v e ía . (1 1 ) E r a a fic io n a d a a los lib ro s de c a b a lle ría s . S u a fic ió n a los lib ro s de ca­ b a lle r ía s d e m u e s tra q u e S a n ta T e re s a flu c tu a b a e n tr e la s d o s v o ca cio n es d e los e s p a ñ o le s de e n to n c e s : la m ilic ia y el m istic ism o , en ella se u n ir ía n a m b a s , p u es se rá la m ilic ia n a d e l am o r d e D io s . S u p re d ile c c ió n p o r la im a g e n d e l “ c a s tillo ” en la s M o rad as, ¿ n o d e m u e s tra su a fic ió n a los lib ro s d e c a b a lle ría s ? R e m in is ­ ce n cia le.'ana, s u b c o n c ie n te . “ E s m u y c o m ú n d e c ir lib ro s de c a b a lle r ía ; h a d e d e c irs e c a b a lle ría s e n p lu ­ r a l, q u e e s te n o m b re se d a a la s h a z a ñ a s lle v a d a s a c a b o p o r u n c a b a lle ro . L a a fic ió n a la s n o v elas c a b a lle re s c a s fu é p re d o m in a n te s e n E s p a ñ a p o r el esp acio in c re íb le d e m á s de tr e s s ig lo s . Er¿ el s ig lo X I V el C a n c ille r P e r o L ó p e z d e A y a la , e n tr e su s y e rro s m á s g ra n d e s , se la m e n ta b a de h a b e r sid o v íc tim a d e ta n d e s a tin a d a afició n : P ló g ’o m e o tr o s í o ír m u c h a s v e g a d a s L ib ro s d e d e v a n e o s e m e n tira s r o b a d a s : A m a d la s , L a n z a lo te e b u rla s asa c a d a s, E n u e p e rd í m i tie m p o a m u y m a la s jo r n a d a s . (R im a d o d e P alacio;. C o p la 1 6 2 ). A m e d iad o s d e l s ig lo X V I S a n ta T e re s a se a c u sa d e ig u a l p e c a d o y a p r in ­ c ip io s d e l X V I I e ra to d a v ía ta n d e s m e d id o el a p e g o a ta le s n o v e la s u e C e rv a n ­ te s, p a ra a m e n g u a rlo , rid ic u liz ó en su Q u ijo te los e x tra v ío s q u e ta n dañosa le c tu ra c a u s a b a ” . — ( M . P i d a l ) . ( 1 2 ) D e s p u é s d e o ra c io n e s te m p o ra le s , u e p u e d e u s a rs e en vez d e la fra se a d v e rb ia l d e tie m p o , lu e g o q u e , d e s p u é s q u e ; p o r e je m p lo : “ e n e s ta n d o lejo s d e a q u í, q u e m e v e a lib re d e l p e lig ro , m e m e te ré y o e n o tr a ” . S'i la o ra c ió n te m p o ra l n o lle v a el v e rb o en g e ru n d io n i in fin itiv o , s in o e n fo rm a p e rs o n a l, el q u e e s u n ta n to p le o n à s tic o , p u e s p u d ie r a re e m p la z a rs e p o r la sim p le c o n ju n ­ c ió n c o p u la tiv a : “ c u a n d o e s té lejos de a q u í, q u e ( y ) m e v ea lib re ” . P o r este m ism o g ir o se e x p lic a n m o d ism o s ta le s c o m o e s to s : “ ju r a q u e a l v o lv e r q u e V uelva al A n d a lu c ía , se h a d e e s ta r dos m e se s en T o le d o ” ; “ en lle g a n d o q u e lle g u e ” . (1 3 ) E l p ro n o m b re e lla s e r e f ie re a la m a d re , a u n q u e no se le h a y a n o m ­ b ra d o in m e d ia ta m e n te a n te s . O tr a vez ca b e la o b s e rv a c ió n d e la n o ta a n te r io r . (1 4 ) N u e v o d e s c u id o d e la a u to ra , q u e p e n s a b a h a b e r e s c rito a n te s m e h izo e n fria r o co sa p a re c id a . GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 151 COMENTARIO E l libro de la V ida de Santa T ere sa fue éscrito dos veces. L a p ri­ m era V ida la acabó en 1562. Se ignora su paradero. L a segunda, escrita ccn m ayor orden y m étodo, es la ah o ra conocida y la redactó entre 1565 y 1566. U na y o tra la escribió por orden de sus confesores. El m anuscrito original se halla en el E scorial. E l libro es una auto b io g ra­ fía de la escritora m ística, salvo los prim eros capítulos que en buena pa rte es relación de actos e x tern o s. E sta a u to b io g rafía se re fie re «.si exclusivam ente a la vida interior de la a u to ra . T o d o el dram a espiri­ tual de la lucha de su alm a para alcanzar las últim as m oradas del C asti­ llo Interior, e stá expuesta en fo rm a ex altada y personal. L a a u to ra no se lim ita al análisis minucioso y hondo de sus estados de alm a, ni con la descripción objetiva de sus éxtasis y revelaciones, su relato ad­ quiere por m om entos el tono lírico de un psalm o, su exaltación es la expresión de la -pasión de S anta T eresa por lo divino, de su am or a J e ­ sucristo, de su auto-desprecio y su hum illación, J e Ja exhibición de sus defectos y pecados. T ono éste de lirism o y de confesión que n o s re ­ c uerda las C onfesiones de San A gustín, en cuya obra se ve “la misma alternancia de observación interior y de lirism o m ístico, de especulación ilulinativa y de efusión sentim ental” . R etrato m o ral del p a d re : “H om bre de m ucha caridad para con los pobres y piedad con los e nferm os” . R e tra to m oral de la m a d re : “G randísim a h o n e stid a d : con ser de h asta herm osura, jam ás se entendió que diese ocasión a que ella hacía caso de ella; porque con m o rir de trein ta y tres años, ya su tra je era com o de persona de m ucha edad, m uy apacible y de h a rto entendimiento. F u e ro n grandes los trabajos que pasó en el tiem po que v ivió; m urió muy c ristia n am en te ’. H erm anos: T res herm anas y nueve herm anos. Ju e g o s: “ C oncertábam os irnos a tie rra de m oros, pidiendo o ir am or de Dics, para que allá nos d e sc ab e za se n ... Vocación ascética desde la infancia . O tro s ju e g o s: “G ustaba m ucho, cuando ju g ab a con o tras niñas, h a ­ cer m onasterios, como que éram os m onjas y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las cosas que he dicho” . Inclinación a la vida práctica, a la acción desde la infancia. L as dos clases de juegos señalan las dos tendencias distintas de la1 vida de S an ta T e re s a : A scetism o, m isticismo, tendencia contem plativa y deseo de m artirio y sentido) práctico, fundaciones de m onasterios. V ID A C A P IT U L O III E n este tiem po, anque ( i ) yo no andaba descuidada de mi rem edio, andaba m ás ganoso el S eñor de disponer­ 152 PERIÍDA VAI.DES — EUSCO SAN SONE me p ara el estado que me estaba m e jo r. Dióm e una gran enferm edad, que hube de to rn a r en casa de mi p ad re. En estando buena lleváronm e en casa <le mi herm ana, que re­ sidía en una aldea, p ara v erla; que era extrem o el am or que me tenía, y, a su querer, no saliera yo de con ella; y su m arid o tam bién me am aba m ucho, al menos m ostrábam e todo regalo, regalo, que an esto debo m ás al Señor, que en todas partes siem pre le he tenido, y todo se lo servía como 1a que soy. E stab a en el cam ino un herm ano de mi pa­ dre, (2 ) m uy avisado (3 ) y de grandes virtudes, viudo, a quien tam bién andaba el S eñor dispuniendo p a ra sí, que en su m ay o r edad dejó todo lo que tenía y fué fraile, y acabó de suerte que creo goza de D io s : quiso que me estuviese con él unos días. Su ejercicio era buenos libros de rom ance, y su h a­ blar era lo m ás o rd in ario de Dios y de la vanidad del m un­ do : hacíam e le leyese, y anque no era am iga de ellos, m os­ trab a que s í : porque en esto de d ar contento a otros he te­ nido estrem o, anque a mí me hiciese pesar, tanto que en o tras fu era v irtu d , en mí ha sido gran falta, porque, iba m u­ chas veces m uy sin discreción. ¡O h. válam e Dios, por qué térm inos me andaba Su M ajestad dispuniendo p ara el es­ tado en que se quiso servir de mí, que, sin quererlo yo, me forzó a que me hiciese fu e rz a ! Sea bendito por siem pre, am én. A nque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios, ansí leídas co­ m o oídas, y la buena com pañía, vine a ir entendiendo la v er­ dad de cuando niña, de que no era\ todo nada, y la vanidad del m undo, y como acababa en breve, y a tem er, si me hubie­ ra m uerto, como me iba a (4 ) el in fie rn o ; y anque no acababa mi voluntad de encim arse a ser m onja, vi era el m ijo r y m ás siguro estado, y ansí poco a poco me determ iné a forzarm e para tom arle. E n esa batalla estuve tres meses, forzándom e a m í mesm a con esta razón, que los trab a jo s y pena de ser m onja no podía ser m ayor que la del purg ato rio , y que yo había bien m erecido el in fiern o ; que 110 era m ucho estar lo que viviese como en purg atorio, y que después rae iría derecha a el cielo, que este era mi deseo; y en este m ovim iento de to­ m a r estado, m ás me parece me m ovía un tem or servil, que am or. P oníam e el dem onio que no podría s u frir los tra b a ­ jos de la relisión p o r ser tan re g alad a; a esto me defendía GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 153 con los trab a jo s que pasó C risto; porque no era m ucho yo pasase algunos por É l. Oue lil me ay u d a ría a llevarlos de­ bía pensar, que esto postrero no me a c u e rd o : pasé h artas tentaciones estes días. H abíam e dado con unas calenturas unos grandes desm ayos, que siem pre tenía bien poca salud. Dióm e la vida haber quedado ya am iga de buenos libros: leía las E pístolas de San Jerónim o, (5 ) que me anim aban de ¡suerte que me determ iné a decirlo a mi padre, que casi era como a to m ar el háb ito ; porque era tan honrosa que m e parece que no to rn a ra a trá s de ninguna m anera, habiéndolo dicho una vez. E ra tan to lo que m e quería, que en ninguna m anera lo pude acabar con él, ni bastaron ruegos de perso­ nas, que procuré le hablasen. Lo que m ás se pudo acabar con él fué que después de sus días liaría lo que quisiese. Yo ya me tem ía a mí y a mi flaqueza no tornase atrás, y an sí no me pareció m e convenía esto, y procurélo por otra vía, como ahora diré. NOTAS (1 ) A nque — fo rm a v u lg a r d e a u n q u e . ( 2 ) u n h e rm a n o de m i p a d r e : D o n P e d ro , h e rm a n o de D o n A lfo n so Sán-cfyez de C e p e d a , p a d re d e T e re s a de A h u m a d a . (3 ) a v is a d o : p ru d e n te , d is c re to , s a g a z . (4 ) a el — m á s ta r d e se h iz o la c o n tra c c ió n a l. (5 E p ís to la s d e S an J e r ó n im o . ¿ Q u é lib ro s le ía S a n ta T e r e s a ? : I*a B i­ b lia , V id a s d e S a n to s , S a n J e r ó n im o , S a n G re g o rio el M a g n o , L u d iifo de SaX onia, K e m p is, A lfo n so d e M a d rid , F ra n c is c o d e O su n a , B e r n a rd in o de I*are d o , A n to n io de G u e v a ra , S a n P e d r o d e A lc á n ta ra , L u is d e G r a n a d a . C AM IN O D E P E R F E C C IO N * C A P I T U L O VI H a rto me he divertido, m as im porta tanto Lo que q(.te­ da dicho, que quien lo entendiere no me culpará. T ornem os ah o ra al am or, que es bueno y lícito que nos tengam os. Del que digo es puro espiritual, no sé si sé lo que m e digo, (T) al m enos parécem e n o es m enester m ucho hablar en él, p o r­ que tem o le ternán pecas, a quien el Señor se le hubiere dado alábele m ucho, porque debe ser grandísim a perfección. E n fin, quiero tra ta r algo dél, (2 ) por v en tu ra h a rá algún p ro ­ vecho, que poniéndonos delante de los ojos la vertud (3 ) aficiónese a ella quien la desea y pretende g a n a r. P legue a Dios yo ,sepa entenderle, cuantim ás (4 ) . decirle, que ni creo 154 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE sé cuál es espiritual, ni cuándo se m ezcla sensual, ni sé cómo me pongo a h ablar en ello. E s como, quien oye h ablar desde lejos, que 110 entiende lo que dicen, ansí soy yo, que algu­ nas veces no d e l» entender lo que digo, y quiere el S eñor sea bien dicho: si o tras fuere dislate, es lo m ás natural a mí 110 acertar en nada. P arécem e ah ora a mí que cuando una persona ha ilegádola (5 ) Dios a claro conocim iento de lo que es el m u n ­ do, y cine h ay otro m undo, la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo un o es eterno y lo otro soñado, y que cosa es am ar al C riad o r o a la c ria tu ra ; (esto visto por experien­ cia, que es o tro negocio que sólo pensarlo y creerlo ) y ver, y p ro b ar que se gana con lo uno, y se pierde con lo otro, y ([lié cosa es C riador, y qué cosa es c ria tu ra ; y o tras m uchas cosas que el S eñor enseña, con verdad y claridad a quien se quiere d ar a ser enseñado de Él en la oración, o a quien Su M ajestad quiere, que am an m uy d iferen tem en te.d e los que n o hemos llegado aquí. P o d rá ser, herm anas, que os parezca im pertinente tra ta r en esto, y que digáis que estas cosas eme lie dicho to d as las sabéis. Plegue al Señor sea an ­ sí, que lo sepáis de la m anera que hace al caso, im prim ién­ dolo en las en tra ñ as. P ues si lo sabéis, veréis que 110 m iento en decir, que a quien el Señor llega aqui, tiene este am o r. .Son estas personas (las que Dios llega a este estado) almas generosas, alm as reales. N o =e contentan con am ar cosa tan ru in como estos cuerpos, por herm osos que sean, por m u­ chas gracias que tengan, bien que aplace a la vista, y alaban al C ria d o r; m as p a ra detenerse en ello, n o . D igo detenerse de m anera, que por estas cosas les tengan am or, parecerles ya que am an cosa sin tom o, y que se ponen a querer som bra, correrse hían (6 ) de sí m ismos, y 110 tem ían cara, sin gran afre n ta suya, p ara decirle a Dios que le am an. D iréism e, esos tales no sabrán querer, ni pagar la vo­ luntad que les tuviere. Al m enos dáseles poco de que se la tengan, y ya que de presto algunas veces el n atu ral lleva a holgarse de ser am ados, en tornando sobre sí, ven que es disbarate ( 7 ) , si 110 son personas que han de aprovechar a su alma con doctrina, u con oración. T odas las o tras vo­ luntades les cansan, que entienden les hacen nin g ú n prove­ cho, y les podría d a ñ a r: no porque las d ejan de agradecer y p ag ar con encom endarlos a Dios, tom ándolo com o cosa que echan cargo al Señor los que las am an, que entienden GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORAS CLASICOS Y MODERNOS 155 viene de allí. P orqu e en sí no les parece que h a y que querer, y luego les parece las quieren, porque las quiere D ios, y de­ ja n a S u M a jesta d lo pague, y se lo suplican, y con esto quedan libres, y paréceles que no les toca. Y bien m irado, si no es con las personas que d igo, que nos pueden hacer bien p a ra g a n a r bienes perfetos, yo pienso algu nas veces cuán g ra n ceguedad se trae en este querer que nos quieran. A h o ra noten que com o en el am or, cuando de algu n a perso­ na le querem os, siem pre pretendem os a lg ú n interese de p ro ­ vecho y contento nuestro, y estas personas p e ríeta s y a tie­ nen d eb ajo de los pies todos los bienes que el m undo les pueden hacer, y los regalos, y les contentos, y están de su er­ te que anque ellas quieran, a m anera de decir 110 le pueden tener, que lo sea fuere de con D ios, y en tratar de D ios, no hallan qué provecho les puede v e n ir de ser am adas, y ansí 110 curan de serlo. Y com o se les representa esta verd ad, de sí m esm os se ríen de¡ la pena que algú n tiem po les ha dado, si era p agad a o no su v o lu n ta d : que anque sea buena la volun tad , luego n o os es m u y n atural querer ser pagada. V e n id a a cobrar esta paga, es en p a ja s, que todo es aire, y sin tom o, que se lo lleva el viento ; porque cuando m ucho nos hayan querido, ¿qué es esto que nois queda? A n sí que si no es para p rovech o de su alm a con las p'ersonas que tengo dichas, porque ven ser tal nuestro natu ral, que si no h a y algú n am or luego se cansa, no se les da m ás ser queridas que 110. P areceres ha que estos tales no quieren a nadie, ni saben sino a D ios. M ucho m ás quieren, y con más verd ad ero am or y m ás provechoso, y con más inten­ ció n ; en fin, es am or. Y estas tales alm as son siem pre a f i ­ cionadas a dar m uchos m ás, que no a recibir, y an con el m is­ m o C ria d o r les acaece eso. E sto d igo que m erece este nom bre de am or, que estotras aficion es b a jas le tienen usurpado el nom bre. T am b ién os parecerá,, que si no am an por las cosas que ven, ¿que a qué se a ficio n a n ? V e rd a d es que lo s .q u e ven am an, y a lo que oyen se a fic io n a n ; m as es a cosas que ven son estables. L u e g o éstos, si am an, pasan por los cu er­ pos, y ponen los o jo s en las alm as, y m iran si h a y que a m ar; y si no lo h ay, y ven algún principio 11 dispusición, para que si cavan h allarán oro en esta m in a ; si la tienen am or, 110 les duele el trabajo. N in gu n a cosa se les pone delante, que de buena gan a no lo harían por el bien de aquella alm a, 156 PÉRIÍDA VAT.DÉS — FUSCO SAN SO N É porque desean d u ra r en am arla, y saben m uy bien que si no tiene bienes, y am a m ucho a Dios,que es imposible. Y digo que es imposible, anque m ás le obligue, y se m uera queriéndola, y le haga todas las buenas obras que pueda, tenga todas las gracias de naturaleza ju n tas, no tern á fu e r­ za de voluntad, ni la podrá hacer estar con asiento. Y a sabe y tiene experiencia de lo que es todo, no la echarán dado falso. V e qué no son para en uno ( 8 ) , y que es im ­ posible cosa que dure al quererse el uno al o t r o ; porque es am o r que se lia de acabar con la vida, si el o tro no va g u a r­ dando la ley de D ics, y entiende que no le am a, y que ha de ir a diferentes partes. Y este am or, que sólo acá dura, alm a destas, a quien el S eñor ha infundid© verdadera sa­ biduría, no le estim a en m ás de lo que vale, ni en ta n to ; porque p ara los que gustan de g u star de cosas del m undo, deleites, honras y riquezas, algo v aldrá si es rico, o tiene partes p ara d a r pasatiem po y recreación; m as quien todo esto aborrece, ya poco o nada se le d ará de aquéllo. A ho­ ra, pues, aquí ,si tiene am or, es la pasión del am or p ara hacer esta alm a p ara ser am ada (porque, como digo, sabe que no ha de d u ra r en q uererla de o tra m anera, y que es am o r m uy a su co sta) 110 deja de poner todo lo qüe puede, porque se a p ro v ech e: perdería m il vidas por un pequeño bien suyo. ¡ O, precioso am or, que va im itando al capitán del am or Jesús n u estro b ie n ! NOTAS (1 ) no sé si sé lo que d ig o : la construcción es v u lg a r. T eresa de A hu­ m ada confiesa su ignorancia de las cosas del am or de D ios y del saber hum a­ no. E n un escéptico sería la confesión de la du d a. “ Solo sé que no se n a d a ” , en ella, es confesión de hum ildad. (2) d é l: el a rtic u lo y la preposición parecen apocopados. (3 ) v e r tu d : virtud. (4) c u an tim ás: cuanto m ás. E n el habla v u lg ar se emplea el c uantim ás. (5) ha llegádola D io s: construcción defectuosa. (6) liía n : h a b ía n . (7) d is b a ra te : d isp arate. (8) N o son para en u n o : el uno para el o tro. COMENTARIO Guía espiritual que es el camino hacia su doctrina mística, la que tendrá su más arquitectada continuación e,n “Las* Moradas’'. La escri­ bió a ruego (como siempre escribía) de San José de Avila y con anuen­ cia de su confesor de entonces, el P . Báñez, en el período de 1562 a 1566. Dos redacciones tuvo, la primera (1565), más espontánea, se ccn- GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 157 serva en El Escorial; la segunda, la definitiva, en el Carmen Descalzo d;; Val'adolid, más simplificada y clara, pierde el contacto de su inge­ nuidad y frescura. La edición príncipe, es de Teutonio de Braganza en su sede arzobispal de Evora, en 1S83. Se refiere el “Camino de Perfección” — ruta difícil y tortuosa que lleva al creyente a las cercanías de lo divino -— a los bienes de la po1breza, al amcr que deben profesarse unas monjas ai otras; a la virtud de la humildad, “reina de las virtues”, a la mortificación y a la con­ templación. Beviario ascético más que místico, es el “Camino de Per­ fección”, donde encontramos un comentario y una exposición de la ora­ ción del padrenuestro. Al explicar las rutas de la perfección espiritual lo hace ccn ideas precisas y concretas, vehemente cuando se trata de pensamientos elevados, familiar y sencilla cuando se trata de pormeno­ res de la vida diaria. Su estilo es de madurez. Hay mayor cuidado de la forma, sobre todo en la segunda redacción, pero abundan en ella las características de su estilo corriente: frases familiares y prodigalidad de diminutivos. M ORADAS CUARTAS C A PITU LO I P a ra com enzar a hablar de las cuartas m oradas, bien he m enester lo que he hecho, que es encom endarm e al E s­ p íritu Santo, y suplicarle de aquí adelante hable por mí p ara decir algo de las que quedan, de m anera que lo enten­ dáis, porque com ienzan a ser cosas sobrenaturales y es d ifi­ cultosísim o de d ar a entender, si S u M ajestad no lo hace, como en o tra parte que se escribió, h asta donde yo había entendido, catorce años ha, poco m ás u m enos; a n ­ que un poco m ás luz me parece tengo destas m ercedes que el S eñor hace a algunas almas, es diferente el saberlas de­ cir. H á g alo Su M ajestad, si se h a de seguir algún prove­ cho, y sino, no. Como ya estas M oradas se llegan m ás ad o n ­ de está el Rey, es grande su herm osura, y hay cosas tan delicadas que ver y entender, que el entendim iento no es capaz p ara poder d ar traz a como se diga siquiera algo que venga tan al ju sto que no quede bien escuro p a ra los que 110 tienen esp irien d a ( 1 ) , que quien la tiene m uy bien en­ tenderá, en especial si es m ucha. P arecerá que para llegar a estas M oradas se ha de haber vivido en las otras"m ucho tiem po, y anque lo ord in ario es que se ha de haber estado en la que acabam os de decir, 110 es regla cierta, como ya habréis oído m uchas veces, porque da el Señor cuando quiere 158 PEREDA VALDÉS — EUSCO SANSONE y com o quiere y a quien quiere, como bienes suyos, que no hace ag ravio a nadie. Pues hablando de lo que dije que diria aquí de la dife­ rencia que hay en tre contentos, en la oración u gustos, (2 ) los contentos me parece a mí se pueden llam ar lo que nososo tros adquirim os con n u estra m editación y peticiones a N u estro Señor, que procede de nuestro natural, anque, en fin, ayuda p ara ellos Dios, que base de entender en cuanto dijere que 110 podem cs n ad a sin El, m as nacen de la m esm a obra virtu o sa que hacem os, y parece a nuestro tra b a jo lo hemos ganado, y con razón nos da contento habernos, emplado en cosas sem ejantes. M as si lo consideram os, los mes1110 contentos tem em os en m uchas cosas que nos pueden su ­ ceder en la tierra. A nsí en una gran hacienda que de presto se provea a lg u n o ; como de ver una persona que m ucho am a­ mos, de p resto ; como de haber acertado en un negocio im­ p o rtan te y cosa grande, de que todos dicen b ie n ; com o si a alguna le han dicho que es m uerto su m arido u herm ano u hijo, y le ve venir vivo. Y o be visto' d e rram ar lágrim as de un g ra n contento, y an m e ha acaecido alguna vez. P aréceme a mí que ansí como estos contentos son naturales, ansí en los que nos dan las cosas de Dios, sino que son de li­ naje m ás noble, anque estotros no eran tam poco m alos, en fin, com ienzan de nuestro natu ral m esm o y acaban en D io s : los gustos com ienzan de D ios y siéntelos el natural, y goza tan to dellos como gozan los que tengo dichos y m uchos más. ¡O, Jesús, y qué deseo tengo de saber deciarm e en e s to ! P orque entiendo a mi parecer m uy conoci­ da diferencia, y 110 alcanza mi saber a darm e a entender; hágalo el Señor. A h o ra me acuerdo de un verso que deci­ mos a prim a al fin del postrer salmo, que al cabo del verso dice: Cun dilatasti cor m eum ( 3 ) . A quien tuviere m ucha espiriencia, esto le b asta para ver la diferencia que hay de lo uno a lo otro, a quien no, es m enester m ás. Los conten­ tos que están dichos no ensanchan el corazón, antes lo m ás o rd inariam ente parece que aprietan un poco, anque con con­ ten to todo de ver que se hace por D ios; m as vienen unas lágrim as congojosas que en alguna m anera parece las m ueve la pasión. Y o sé poco de estas pasiones del alm a, que quizá me d iera entender, y lo que procede de la sensualidad y de nuestro natu ral, porque soy m uy to rp e ; que yo me supiera declarar, si como he pasado por ello lo entendiera. G ran GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ]59 cosa es el saber y las letras p ara todo. Lo que tengo de espiriencia de este estado, digo de estos regalos y contentos en la m editación, es que si com enzaba a llorar por la Pasión, no sabía acabar h asta que se me quebraba la ca b eza; si por m is pecados, lo m esm o; h a rta m erced me hacía N uestro Señor, que no quiero y o ah o ra exam inar cuál es m ejor lo uno u lo otro, sino la diferencia que h ay de lo uno a lo o tro q u erría saber decir. NOTAS (1) espiriencia : e x p erie n cia . (2 ) u g u s to s: la conjunción disyuntiva o, sólo se usa por razón eufónica para su stitu ir a la o, cuando la palabra sig u ien te com ienza con la m ism a letra : escrito r u orador, p or ejem plo. S an ta T eresa emplea la nom brada conjunción en una form a que actualm ente sería in co rrecta. (3) “ C o rrí por el cam ino de tu s m andam ientos cuando ensar.chastes mi co razó n ” . — Salmo C X V I I I . 32. COMENTARIO “Para Santa Teresa, los diversos grados de la oración son otros tantos grados de perfección evangélica. No concibe la Santa el ejercicio de la oración de una manera abstracta y teórica y no prescinde de la abnegación ni del dominio de las pasiones. Por eso nos interesa ahora, la doctrina de la Santa expuesta en las M ORADAS, porque en ella ve­ mos las relaciones entre la M ISTICA y la ASCETICA, mejor que en otras obras. ■Considera Santa Teresa el alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal ?. donde hay 'muchos aposentos, como moradas hay en el c ielo .. . unes en lo alto, otras en lo bajo, otras a los lados y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es a donde pa­ san las cosas de muchos secretos entre Dios y el alma. Santa Teresa, luego, nos había nada más que de siete moradas; pero las considera ccmo siete órdenes o tipos de moradas, pues las que con­ tiene el alma son en número infinito, “y están no una en pos de otra, como cosa enhilada, sino. . . ccmo un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas cuberturas que todo lo sabroso cercan’’. Tres primeras moradas: puramente ascética, complemento doctrinal del primer grado de oración que expone en la V ID A y un compendio de la que más extensamente declara en el CAM INO DF, PERFEC­ CION, verdadero doctrinal ascético de la Santa. l ‘J Morada: pertenecen los que “detestando el pecado mortal, viven asides a los placeres no prohibidos, olvidados de evitar los pecados ve­ niales. 2^ Morada: moran las almas que comienzan a aborrecer el pecad? venial y a amar la penitencia, pero que todavía no tienen fuerza para renunciar en busca de la perfección a las H O N R A S Y V A N ID A D E S del mundo. 160 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE 3!,' Morada: llegan a la tercera lo s .que arrancan de su alma el afec­ to de estas riquezas y halagos, pero sin llegar al sacrificio de sí mismos, en aras de la humildad y sintiendo mucho la privación de los goces so­ brenaturales que rara vez le ofrece Dios. Puente en el que se definen las diferencias entre los contentos na­ turales y les consuelos sobrenaturales: los goces naturales nacen <le nosotros mismos y acaban en D io s; los • otros nacen en Dios y redun­ dan en nosotros. Aquellos son adquiridos y como conquistados por el ejercicio de nuestras potencias, ayudados del auxilio divino, y como na­ cen de k obra virtuosa, parecen ganados ccn nuestro trabajo. Los so­ brenaturales son producidos inmediatamente y exclusivamente por Dios, con gran quietud, sin que las potencias intervengan en ellos con su acti­ vidad propia. 4^ Morada: comprenden la cración de recogimiento y de quietud. Cuatro grados de oración, que compara con cuatro maneras cada vez más fáciles de regar un jardín. 1^ Sacando agua del pozo a fuerza de brazos (rudo trabajo) . 2» Secándola ccn una noria (obteniendo así con menor fatiga una mayer cantidad de agua). 3^ Haciendo venir el agua desde un río o de un arroyo. 451 Una lluvia abundante (la mejor de tod as). 5^ Morada: la oración de .unión en sus tres grados. 1® unión : Está el alma como un niño que aún mama, cuando está a los pechos de su madre y ella, sin que él paladee, échale la.,leche en la boca para regarle. Así es que, sin trabajo del entendimiento, está aman­ do la voluntad y quiere el señor que, sin pensar, lo entienda que está! con él y que sólo trague la leche que su Majestad le pone en la boca y goce de aquella suavidad, que conozca le está el Señor haciendo esta merced y se goce de gozarla. 2¡» unión: Dios se enseñorea de la voluntad y aún del entendimiento, porque el alma no discurre, sino que está ocupada gozando de Dios, co­ mo quien está mirando y ve tanto que no sabe a dónde mirar. . . 3^ unión: Más perfecta, especie de marasmo de todas las poten­ cias, de tal modo, que ni del todo se pierden, ni, sin embargo, llegan a entender como obran. La suavidad y el deleite es mucho mayor que en las maneras anteriores: “es un glorioso desatino, es una celestial locura, a donde se aprende la verdadera sabiduría” . 6® Morada: desposorio espiritual del alma con Dios, que sobrepuja con mucho los favores propios de la oración de unión, asemejándose ya al matrimonio espiritual que se consuma en la 79' y última morada. El desposorio se celebra por medio del éxtasis, que puede ser de dos clases: éxtasis ordinario, en que las potencias están absortas y como muertas, y los sentidos lo mismo, no obstante, “ven” cosas y misterios del cielo y la seguna clase de éxtasis que se llama vuelo del espíritu o rapto se diferencia del anterior en la intensidad. 7^ Morada y últim a: matrimonio espiritual, la unión perfecta no se logra, mientras dure la vida. Lo más que se consigue es la anticipación de lo que ha de ser y por esto el alma se siente como desterrada de su morada última, en tanto se ve obligada a morar en el cuerpo. GUIA DË LECTURAS DË AUTORES CLASICOS Y MODERNOS CARTA D e Santa Teresa a su confesor Fray Jerónimo Gracián, llorando la muerte del General de los Carmelitas Fray Juan Bautista Rúbeo. Fecha en Avila a íg de Octubre de 1578. Jesú s: Sea con vuestra paternidad el E sp íritu Santo, mi pa­ dre ( 1 ) . Ccm o le veo quitado de esas baraúndas, báseme quitado (2 ) la pena de lo dem ás, venga lo que viniere. H a rto grande me h a dado (3 ) las nuevas, que me escriben de nuestro padre general. T ernísim a estoy; y el prim er día llo rar que llorás ( 4 ) , sin poder hacer o tra cosa, y con g ran pena de los trab a jo s que le hem os dado, que cierto 110 los m erecía; y si hubiéram os ido a él, estuviera todo llano. Dios perdone a quien siem pre lo h a estorbado, que con v uestra p aternidad yo me aviniera, anque, en esto, poco me lia creído. E l S eñor lo tra irá todo a b ie n ; m ás siento lo que digo, y lo que vuestra paternidad ha padecido; que cier­ to son tragos de la m uerte los que me escribió en la carta prim era, que dos he recibido después que habló al nuncio. Sepa, mi padre, que yo me estaba deshaciendo, porque no daba luego aquellos papeles, sino que debe ser aconseja­ do de quién le duele poco lo que vuestra paternidad pade­ ce ( 5 ) . H uélgom e, que quedará bién experim entado, para llevar los negocios por el cam ino que han de ir, y no agua arriba, como yo siem pre d e c ía : y a la verdad lia habido co­ sas por dónde im pedían todo, y ansí no h ay que tra ta r de esto, porque ordena Dios cosas p a ra que padezcan sus sier­ vos. Y a quisera escribir m ás largo, y han de llevar esta no­ che las cartas, y casi lo es ya, que lo he sido (6 ) con el O bis­ po de O sm a (7 ) p ara que trate con el presidente y con el padre M ariano lo que le escribí, y dije enviase a vuestra p a­ ternidad. A hora he estado con m i herm ano (8 ) y se le en­ com ienda mucho. NOTAS (1 ) "V o cativ o ” . Con el posesivo antepuesto. (2 ) “ Q u ita r” tiene aq u í el sentido anticuado de libertar, siste en la frase “ libre y q u ito ” . exim ir, que sub­ PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE 162 (3 ) Concordancia viciosa. (4 ) F ra se adverbial, como llora que llora o llora que llorarás, para deno­ tar la continuidad de la acción. (5 ) H ab la aq u i de las persecuciones de que era objeto la reform a de la O rden que entonces se llevaba a cabo. E l e n treg ar los papeles de la visita al P resid en te del Consejo de C astilla fué un paso poco acertado, que dio lugr.r a conflictos en los que G ra d a n quedó com prom etido. (6 ) El lo se refiere a larga en escribir, es d e c ir: “ que lie sido larga en escribir al O bispo” . E a a u to ra pensaba liaber p uesto a n te s: “ ya quisiera ser m ás larga er. e sc rib ir” , en vez de “ quisiera escribir má¡( largo” . (7) E l O bispo de O sm a, D on A lonso V ázquez, confesor de la S anta de Toledo. (8) Don L orenzo de Cepeda. COMENTARIO Las cartas de Santa Teresa llegan a más de cuatrocientas. S_n una importante fuente de información de la vida íntima de Teresa de Ahu­ mada y además nos permiten seguir en tocio su desarrollo su labor, in­ cansable de reformadora de órdenes religiosas, en cuya labor encontró tantos trcpiezos entre las altas autoridades eclesiásticas. Una vez más Teresa de Ahumada, nos demuestra en sus cartas como pudo conciliar la vida contemplativa y la vida activa. Su acción fué infatigable y cons­ tante. Recorría pueblecitos y ciudades en busca de apoyo para su mi­ sión ; más de una vez hubo de luchar con la terquedad de los que en ma­ teria de organización religiosa eran más conservadores que ella. Aun­ que en ella predomina casi siempre la obediencia sumisa, tan frecuente entre la gente de hábitos, no deja de tener palabras de dureza y de in­ dignación para sus impugnadores. Es lamentable para el mejor conoci­ miento espiritual de Teresa de Ahumada, se haya 'perdido la correspon­ dencia que sostuvo con San Juan de la Cruz. En sus cartas, crnio es natural, se encuentran los modelos de su estilo más desaliñado y espontáneo. La literatura epistolar tiene un mo­ delo precioso en las . cartas de Teresa. Fray Luis de León (1528-1591) F ra y Luis de León, “el hom bre m ás callado que se ha conocido” , era de tem peram ento m elancólico y bilioso co­ mo el m ism o se define por boca de M arcelo en “ De los N om bres de C risto” . V ivió una vida de apartam iento en el convento de los A gustinos y en la U niversidad de S alam an­ ca, donde dictó la cátedra de T eología E scolástica; m ás tard e la de S agrada E scritu ra y la de T eología M oral. 110 sin su frir las envidias de sus enemigos, León de C astro, F ra y B artolom é de M edina y o t r o s : “ aquí la envidia y m en­ tira me tuvieron encerrado” , dice en una de sus poesías, y fué en verdad victim a de fe “ envidia em ponzoñada, del en­ gaño agudo y de la lengua fem en tid a” . Sus enem igos con­ siguieron al fin que la Inquisición tom ara cartas en las acu­ saciones que se le hacían, por haber atacado la autoridad de la V u lg ata (la versión latin a de la B iblia) y por haber traducido el “ C antar de los C an tares” , contrariando una p ro ­ hibición de la Iglesia de trad u c ir los libros sagrados en len­ gua vulgar. A bsuelto por el tribunal de la Inquisición después de dos procesos, fué reintegrado a su cáted ra con todos los honores. Al to m ar posesión de su cátedra tras larg a au ­ sencia, ,se le atribuye la fam osa frase “ com o decíam os a y e r” . Sus am igos f u e ro n : Salinas, El Brócense, G rajal, Grial, P o rto carrero , D iego O loarte y Felipe R uiz. A lgunos g an a­ ron in m ortalidad en sus poesías como Felipe R uiz y D iego O loarte, a éste últim o dedica F ra y L uis su fam osísim a “ N oche S erena” . 164 PgRBDA VALDTÍS — FUSCO s a n s o n é M urió F ra y Luis de León el 23 de A gosto de 1591, a la edad de 64 años. OBRAS Obras en castellano. —1 Exposición del libro de Job. — De los Nom­ bres de Cristo. — La perfecta casada. — Obras poéticas. — Traduc­ ción literal y declaración del cantar de los cantares. — Obras en latín. — Sus obras poéticas se dividen en tres grupos: poesías originales, tra­ ducciones e imitaciones de poetas clásicos e italianos y traducciones de la Biblia. BIBLIOGRAFIA Poesías de Fray Luis de León, en la Biblioteca de Autores Espa­ ñoles de Rivadeneyra. — Poesías de Fray Luis de León, Bib’ioteca de Clásicos Amenos, Ed. Razón y Fé, Madrid (recomendada). — Poe­ sías originales del Maestro Fr. Luis de León, 1926, en el Cuarto cen­ tenario de su nacimiento. — El Gran Poeta del Siglo de Oro Español, Fray Luis de León, por el Abate A . Dugan, Instituto de las Españas. — Tres poesías inéditas de Fray Luis de León, Menéndez Pidal, Estu­ dios literarios, pág. 159. — De la poesía mística, Est. L it., T. I. pá­ gina 50. — B'anco García, Fray Luis de León. — Azorin, Fray Luis de León, en “Al Margen de los Clásicos”, pág. 35. — De ios nombres de Cristo, Fray Luis de León, edición de “La Lectura Anotada”, por Federico de Onís. — A . F . G. Bell, “Luis de León’’, un estudio del Renacimiento Español, Ed. Araluce, Barcelona. — Pablo Rousse’ot, “Los místicos españoles”, T . II, pág. 5. — Pedro Saínz Rodríguez, In­ troducción a la Historia de la Literatura Mística en España, página 230. — Manuel de Montoliú, Historia de la Literatura Caste'lana, pág. 255. — Romera Navarro, Historia de la Literatura Española, pág. 147. — Fitznif.urice Kelly, Fray Luis de León, A Biographical Fragment. — V- A . Coster, Notes pour une edition e des poesies de Luis de Leófi, Salamanca, 1907. — Menéndez y Pelayo, Horacio en España, T . I, paga. 11-24. — La perfecta casada, Edo. Bonil'a y San Martín. — Ge­ rardo Diego, “Actualidad de Fray Luis de León”, en la revísta “Criterio”. V ID A R E T IR A D A ¡Q ue descansada vida la del que huye el m undanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el m undo han s id o ! GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se adm ira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado. N o cura ( i ) si la fam a can ta ccn voz su nom bre pregonera, ni cura, si encaram a la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. ¿Q ué presta á mi contento si soy del vano dedo señalado ? si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas, y m ortal cuidado? ¡O h campo, oh m onte, oh río ! (2 ) ¡oh secreto seguro deleitoso! roto casi el navio, á vuestro alm o (3 ) reposo huyo de aqueste (4 ) m ar tem pestuoso. U n no rom pido (5 ) sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanam ente severo de quien la sangre ensalza o el dinero. D espiértenm e las aves con su can tar suave no aprendido, no los cuidados graves de que es siem pre seguido quien al ajeno arbitrio está atenido. V iv ir quiero conm igo1, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas sin testigo libre de am or, d e celo, de odio, de esperanza, de recelo, 166 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE Del m onte en la ladera (6 ) p o r mi m ano plantado tengo un huerto que con la prim avera de bella flor cubierto ya m uestra en esperanza el fru to cierto. Y como codiciosa, de ver y acrecentar su herm osura, desde la cum bre airosa u na fo n tan a pura h asta llegar corriendo se apresura. Y luego sosegada el paso en tre los árboles torciendo, el suelo de pasada de v erd u ra vistiendo, y con diversas flores va esparciendo. E l aire el h u erto orea, y ofrece m il olores al sentido, los árboles m enea con un m anso rüido que del oro y del cetro pone olvido. T énganse su tesoro los que de un flaco lefio se c o n fia n : no es m ió ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían. E a com batida antena cru je, y en ciega noche el claro día se torna, al cielo suena confusa vocería, y la m ar enriquecen a porfía. A m í una pobrecilla (7 ) m esa de am able paz bien abastada me baste, y la b ax illa (8 ) de fino oro labrada sea de quien la m ar no teme airada, GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS * Y m ientras m iserable- (9 ) m ente se están los otros abrasando en sed insaciable del no durable m ando tendido yo a la som bra esté cantando. A la som bra tendido de hiedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado del plectro (1 0 ) sabiam ente meneado. NOTAS (1 ) E s ta poesía de F ray L u is ha c o n tribuido a la leyenda de u n F ray L u is de I Yeón bien d istin to a la realidad de lo que fue su agitada vida que tra n s ­ cu rrió en tre d isputas teológicas y rencillas de e n claustrados: u n F ray L uis de L eó n apacible, sereno, am ante de la paz, resignado a “ una pobrecilla mesa de pan b ie n ab astad a” . l a publicación de los docum entos relativos a su pro­ ceso y las últim as investigaciones, nos dem uestran que la vida de F ray L uis de L eó n fué e x trao rd in ariam en te activa y que no siem pre huyó del m undanal ru id o , p or lo co n trario , se vió m ezclado en sus contiendas, cuyo eco llegaba hasta el clau stro de la U n iv e rs id a d . (2 ) no c u ra : cuidar de. (4 ) F ray L u is usa a m enudo la ex clam ación: ¡ O h cam pos verdaderos ¡ O h prados cor* verdad frescos y a m e n o s! (N o ch e S e re n a ). ¡ O h desm ayo dichoso ! ¡ O h m u erte que das v id a ! J O h dulce o lv id o ! (A S alin as). (3 a.) alm o : benéfico. (4 ) a q u e ste : se usaban como pronom bres dem ostrativos en el antiguo cas­ tellano. aq u este, aq u esti, aquesta, a q u esto . (5 ) del m onte en la la d e ra : “ L a F le c h a ” , huerto donde s o l'a descansar F ra y L u is de L eón, que describe, tam bién, en su obra “ D e los N om bres de C risto” . (6 ) b a x illa : b a jilla. (7) m iserable. — “ M uy censurada ha sido esta licencia de F ray L uis al co rtar el adverbio en form a tan an tig ra m a tic al; no nos atrevem os a in sistir en la cen­ sura, si atendem os a la intención que pudo m over al p o e ta : ese corte hace sospechar una atención reconcentrada en el valor enfático subrayado del v o c a b lo /’ COMENTARIO “Vida retirada” es una de las composiciones más famosas de Fray Luis, su inspiración, sin embargo, es mediocre. No hay en ella la ele­ vación espiritual que encontramos en \z. Oda a Salinas o en Noche Se­ rena, apenas la expresión de un sentimiento que fué más ideal de vida que exacta realidad. Expone un lugar común de la poesía que viene des­ 168 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE de Horacio a Garcilaso (2® E gloga), y al cual nada nuevo agrega nues­ tro poeta. “Vida retirada” es imitación del Beatus Ule de Horacio, y una de las composiciones de Fray Luis donde éste rinde culto al gran retórico del Arte Poética. En algunos fragmentos la imitación horaciana no es directa, sino a través de la segunda égloga de Garcilaso. Esta imita­ ción no es servil; si en la letra coinciden ocasionalmente Horacio y Fray Luis, en el espíritu difieren: Fray Luis ensalza la soledad de la vida re­ tirada (descripción de La Flecha) por puro espiritua'.ismo, en Horacio se mezcla un sentimiento de egoísmo epicureista, de hombre que le gusta gozar opíparamente de los placeres de la vida y de la mesa, con tran­ quilidad de “gourmet” . En uno sobriedad: a mi una pobrecilla Mesa, de amable paz bien abastada Me basta y la baxilla de fino oro labrada sea de quien la mar no teme airada, en Horacio, esa frugalidad no existe. VERSIFICACION Toma de Garcilaso la Lira, estrofa de cinco versos; 1, 3 y 4 heptasílabos; 2 y 5 endecasílabos. Su rima es: 1 con 3; 2 cen 4 y 5: A F R A N C IS C O S A L IN A S E l aire se serena y viste de herm osura y luz no usada, Salinas, cuando suena la m úsica extrem ada p or vu estra sabia m ano gobernada. A cuyo son divino mi alm a que en olvido está sum ida, to rn a á co brar el tino, y m em oria perdida de su origen prim era esclarecida. Y como se conoce, en suerte y pensam iento se m ejo ra ; el oro desconoce que el vulgo ciego adora, la belleza caduca engañadora. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS T rasp asa el aire todo h asta llegar a la m ás alta esfera, y oye allí o tro m odo ■de no" perecedera música, que es de todas la prim era, ( i ) Ve cóm o el gran m aestro a aquesta inm ensa cítara aplicado, con m ovim iento diestro produce el son sagrado con que este eterno tem plo es sustentado. (2 ) Y como está com puesta, de núm eros concordes, luego envía (3 ) consonate respuesta, y entram bas a p o rfía m ezclan una dulcísim a arm onía. A quí la (4 ) alm a, navega por un m ar de dulzura, y finalm ente en él así se anega, que ningún accidente ex tra ñ o ó peregrino oye ó siente. ¡ O h desm ayo dich o so ! ¡oh m uerte que das vida! ¡oh dulce olvido! ¡durase en tu reposo sin ser restituido jam ás á aqueste baxo y vil sentido! A este bien os llamo, gloria del A políneo sacro coro, am igos, á qu ien am o sobre todo tesoro; que todo lo dem ás es triste lloro. ¡ Oh ! suene de continuo, Salinas, vuestro son en mis oidos, p o r quien al bien divino despiertan los sentidos, quedando á lo dem ás am ortecidos. 170 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE NOTAS (1) Francisco S alin as. — M úsico esp añ o l, nació en B urgos en 1513 y m urió en Salam anca en 1590. F u é catedrático de m úsica en la U niversidad de Salam anca, donde lo conoció F ray L u is ta l vez en 1577, después de su prisión. S a ­ linas llegó a ser uno de los hombres) m ás ilu stres de su época y la obra que le dió m ayor fam a y que reú n e toda la cienoia m usical de aq u el tiem po es la titu la d a “ D e M úsica L ib ri S ep te” , que se im prim ió en S'alanmanca en 1577. Salinas era tam bién co m p o sito r. ¿Cóm o era su m úsica que ta n g ran d e emoción despierta en F ray I<uis? Poco sabem os de e llarq u e era sublim e y com parable a la de V ito ria o P alestrin a cabe suponer, y a que “ el aire se seren a y viste de herm o­ su ra y luz no u sad a” cuando suena aquella m úsica “ ex trem ad a” . (2 ) m úsica, que es de todas la p rim era: in terp retació n lírica de concep­ tos platónicos. (3) su sten tad o : so sten id o . (4) de n ú m ero s co n co rd es: rem iniscencia de las| doctrinas pitag ó ricas. (5) la a lm a : la p o r el delante de a a cen tu ad a. COMENTARIO En la Oda a Salinas ncs describe Fray Luis el efecto que produce sobre el alma, la música. El alma se inunda de un gozo, de un arroba­ miento, que h saca del olvido en que está sumida, volviendo a recobrar el tino y la memoria de su origen. Es un arrobamiento semejante al que sintieran les místicos, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, al acercarse a la posesión del alma con Dios. Esa música se mezcla a la música de las altas esferas, en una armenia universal, y un gran maestro, que puede ssr el demiurgo de Platón o Dios, a la cítara aplicado produce el son sagrado. Y como está compuesta de númeres concordes (la armonía de los núme­ ros que se suma a la armonía de la música) recibe consonante respuesta y entrambos mezclan una dulcísima armonía. De lo particular de la mú­ sica de Salinas, se eleva Fray Luís, por una especie de inducción poética a lo universal. La música de Salinas, le sugiere la música de las esferas, éste vuelve a la tierra como cdisonante respuesta. ¡Oh desmayo dicho­ so! ¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido! H e aquí expresa la sen­ sación que produce la música. Camille Mauclair nos habló de una reli­ gión de la música, que Fray Luis de León había sentido, ya al oir a Sa­ linas. Fray Luis quisiera prolongar el efecto de ese éxtasis y no ser res­ tituido a la percepción vulgar de las cosas de “aqueste baxo y vil sentido ’. A F E L I P E RUTZ ( i ) ¿C uándo será que pueda libre desta prisión volar al cielo, Felipe, y en la rueda que huye m ás del suelo, contem plar la verdad p u ra sin velo? Allí, á mi vida junto en luz resplandeciente convertido, ■ GUIA DÉ LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 9 veré distinto y ju n to lo que es y lo que ha sido, y su principio propio y escondido. E ntonces veré cómo el divino poder echó el cimiento tan a nivel y plomo, dó estable eterno asiento posée el pesadísim o elemento. V eré las inm ortales colum nas dó la tie rra está fundada, (2 ) las lindes y señales con que a la m ar airada la Providencia tiene aprisionada. P o r qué tiem bla la tierra, p o r qué las hondas m ares se em bravecen, dó sale á m over g u erra el cierzo, y por qué crecen las aguas del O céano y descrecen. * ' De dó m anan las fu e n te s; quién ceba y quién bastece (3 ) de los ríos las perpetuas corrientes; de los helados fríos veré las causas, y de los estíos. L as soberanas aguas del aire en la región quién las so stien e; d e los rayos las frag u as; dó los tesoros tiene de nieve Dios, y el tru en o dónde viene. ¿N o ves cuando acontece (4 ) tu rb arse el aire todo en el verano? el día se ennegrece, sopla el Gallego insano, y sube h asta el cielo el polvo vano : Y entre las nubes m ueve su carro Dios, ligero y reluciente, \" f\ 172 PEREDA VALDÉS — FUSCO SANSONE horrible son conmueve, relum bra fuego ardiente, trem e la tierra, hum illase la gente; L a lluvia baña el techo, envían largos ríos los co llad o s; su trabajo, deshecho, los campos anegados m iran los labradores, espantados. Y de allí levantado, veré los m ovim ientos celestiales, así el arreb atad o como los naturales, las causas de los hados, las señales. Q uién rige las estrellas veré, y quién las enciende con herm osas y eficaces centellas; por qué están las dos osas, de bañarse en el m a r siem pre m edrosas. V eré este fuego eterno fuente de vida y luz dó se m antiene; y por qué en el invierno tan presuroso viene, por qué en las noches largas se detiene. V eré sin m ovim iento en. la m ás a lta esfera las m oradas del gozo y del contento, de oro y luz labradas, de espíritus dichosos habitadas. (5 ) TI ¿Q ué vale cuanto vee do nace y do se pone el sol luciente, lo que el indio posee, lo que da el claro O riente, con todo lo que a fa n a la vil gente? GUrA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS E l uno, m ientras cura d e ja r rico descanso a su heredero, vive en pobreza dura, y perdona al dinero, y co n tra sí se m uestra crudo y fiero. E l otro, que sediento anhela el señorío, sirve ciego; p er subir su asiento abájase a vil ruego, y de la libertad va haciendo entrego. O uien de dos claros ojos y de un cabello de oro se enam ora, com pra con mil enojos una m enguada hora, un gozo breve, que sin fin ise llora. Dichoso el que se mide, Felipe, y de la vida el gozo bueno a sí solo lo pide, y m ira como ajeno aquello que 110 está dentro de su seno. Si resplandece el día, si Eolo su reino turba en saña, el ro stro no varía, y si la alta m ontaña encim a le viniere, 110 le daña. Bien como la ñudosa carrasca en alto risco desm ochada con 'hacha poderosa, del ser despedazada del hierro to rn a rica y esforzada. Q u errás hundille, y crece m ayor que de prim ero, y si p o rfía la lucha, m ás florece, y firm e al suelo envía al que por vencedor ya se tenía. ]75 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE 174 E x en to a todo cuanto presum e la fo rtu n a, sosegado está y libre de espanto ante el tira n o airado, de hierro, de crueza y fuego arm ado. “ E l fuego, dice, enciende, aguza el h ierro crudo, rom pe y llega. Y si me hallares, prende, y da a tu ham bre ciega su cebo deseado y la sosiega. “ ¿Q ué estás? ¿N o ves el pecho desnudo, flaco, abierto ? ¡ O h !, no te cabe en puño ta n estrecho el corazón que sabe c e rra r cielos y tierras con su llave. “ A honda m ás adentro, devuelve las entrañas, el insano puñal penetra al cen tro ; m as es trab a jo vano, jam ás me alcanzará tu corta mano. “ R om piste m i cadena ardiendo p or prenderm e; al gran consuelo subido he por tu p e n a ; ya suelto, encum bro el vuelo, traspaso sobre el aire, huello el cielo” . NOTAS (1) F elip e R uiz, a quien in m o rtaliza F ra y L u is en la d edicatoria de esta oda, se llam aba Felipe L u is de la T o rre y M ota, y puede h aber sido herm ano del agustin o F ra y J u a n R uiz de la M o ta. Sólo sabemos que F elipe R uiz era poeta y que v iv ía aún e n el año 1582. (2) colum nas do la tie rra está fu n d ad a: ¿C reía F ray L u is de L eón que la tie rra estaba sostenida p o r colum nas, como lo im aginaba el conocim iento v u l­ g a r de entonces, o es ésta una m etáfora? N o s inclinam os a creer lo segundo. (3 ) b astece: (4) ¿N o ves cuando acontece tu rb arse el aire en el verano? el d ía se ennegrece, sopla el gallego insano (5) y sube hasta el cielo el polvo ab astecer. vano; GUIA DE LECTURAS’ DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ]75 Y e n tre las nubes mueve su carro D ios ligero y reluciente, h orrible só n conm ueve, trem e la tierra, hu m íllase la g ente L a lluvia baña el techo, e n v ía n largos río s los co lla d o s; su trab ajo deshecho, los campos anegados .m iran los labradores esp an tad o s. D escripción de una to rm en ta en e l cam po tom ada de L as G eórgicas de. V ir­ g ilio . L a descripción de F ray L u is es m ás so b ria . Prim ero , la serenidad precursora de la to rm en ta . E l d ía se ennegrece, las nubes se am ontonan en el cielo, sopla el gallego insano (elem enta de color lo­ c a l: el gallego es el vien to cau ro o N o ro e s te ). L o s truenos, representados por la m etáfo ra de u n carro que ru e d a . D ios adelántase sobre un carro ligero y lu ­ ciente (la luz de los relám pagos) que reem plaza al "p a d re J ú p ite r” de V irgilio arro jan d o rayos y oculto tra s las nubes. lín la ú ltim a e stro fa, de buena inven­ tiva de F ra y L uis, nos p in ta so b ria y adm irablem ente, los. efectos de la lluvia y el espanto de los labriegos p o r su trab ajo deshecho y sus cam pos anegados. (5 ) de e sp íritu s dichosos h ab itad o s: nos recuerda la concepción de las M oradas de S an ta T e re sa. COMENTARIO En esta poesía Fray Luis mezcla su deseo de explorar regiones donde se contempla la verdad pura, sin velo, guiado por su ímpetu vertical de l'egar hasta las regiones donde se ve lo que es y lo que ha sido a una des­ cripción realista de la naturaleza. El sentimiento de la naturaleza se mezc'a aquí y en otras poesías, a su afán de cumbres espirituales, a las cuales asciende en usía especie de alpinismo celeste. Fray Luis de León es pocas veces descriptivo y realista, casi siempre su poesía se funda en una arquitectura de imágenes abstractas, de vi­ siones irreales. El sentimiento de la naturaleza en Fray Luis de León: El amor a la naturaleza es un elemento esencial en la poesía de Fray Luis de León. No hay ningún aspecto hermoso de la tierra o del cielo que no haya sida observado y traducido en imágenes por el poeta. Su amor a las flores es caracteristico en él. Les ríos, el monte, el campo, ornamentan su poe­ sía no solamente como una visión literaria a través de imitaciones clá­ sicas, sino por la observación directa. Sabemos que amaba la soledad del campo como Garcilaso. Oh, campo, oh, monte, oh, río, exclama emo­ cionado; e' canto de los pájaros “con su nueva y más suave melodía ’ : Despiértanme las aves con su cantar suave, 110 aprendido” No se tienen pruebas de que haya visto el mar, pero a menudo gusta expresar su impetuosidad y braveza (a Felipe Ruíz). Dice G. Bell que en Fray Luis apenas hay mención alguna de los colores: todos vibran en una deslumbrante blancura; sin embargo, en sus obras en prosa en­ contramos un vivo amor por les colores. 176 PEREDA VAX.DES — EUSCO SANSONE La forma en Fray Luis de León: La forma en Fray Luis de León es de una difícil sencillez. Sencillez labrada y elaborada en la ardua tarea de la creación poética. Cuando elige 1111 vocablo lo ha seleccionado entre mil, pero ese vocablo expresa sin rebuscamiento la exacta idea que quiso sugerir. Tiene frases gráficas y fecundes epítetos que sintetizan en pocas palabras una observación prolija. Sus expresiones son elegantes y sobrias; véase cuando dice “y la vajilla—de oro fino labrada”. En “y la embatida antena— cruje y en ciega noche el claro día” emplea esa palabra cruje cuya gracia imitativa nos recuerda el ruido del viento. A veces mezcla lo con­ creto y lo abstracto: ‘paz abastada”. Quevedo esgrimió las poesías de Fray Luis de León como respuesta al culteranismo. El ejemplo, sin duda, fué bien elegido, pero 110 nos debe engañar esa aparente sencillez y fa­ cilidad de la poesia de Fray Luis. Ella fué uní», cristalización finísima de corrientes distintas del pensamiento renacentista y cristiano (una con­ junción de tres corrientes opuestas) y desde el punto de vista formal, su poesia es un ejemplo de honestidad artística, de trabajosa y heroica labor interior en la lucha por la conquista de la forma. N O CH E SERENA, A OLOARTE C uando contem plo el cielo, de innum erables luces adornado, y m iro hacia el suelo de noche rodeado, en sueño y en olvido .sepultado; El am or y la pena despiertan en mi pecho un ansia ard ien te; despiden larga vena los ojos hechos fu e n te ; la lengua 'dice al fin con voz d o lie n te : “ M o ra d a de grandeza, tem plo de claridad y herm osura, mi alm a que a tu alteza nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel baxa, escura? ¿Q ué m ortal desatino de la verdad aleja asi el sentido, que, de tu bien divino olvidado, perdido, sigue la vana som bra, el bien fingido? GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS E l hom bre está entregado kl sueño, de su suerte no cuidando, y con paso callado el cielo vueltas dando las horas del vivir le va hurtando. ¡ O h ! despertad, m o rta le s; m irad con atención en vuestro daño; ¿las alm as inm ortales hechas a bien tam año, ¿podrán vivir de som bra, y de engaño? ¡A y levantad los ojos a aquesta celestial etern a esfera, burlaréis los an to jo s de aquesa lisonjera vida, con cuanto tem e y cuanto espera. ¿E s m ás que un breve punto el baxo y torpe suelo, com parado a aqueste gran trasum pto, (3 ) do vive m ejorado lo que es, lo que será, lo que h a pasado? Q uien m ira el g ra n concierto de aquestos resplandores eternales, su m ovim iento cierto, sus pasos desiguales, y en proporción concorde tan ig u a le s: L a luna cómo m ueve la plateada rueda, y v a en pos de ella la luz do el saber llueve, y la graciosa estrella de am or le sigue, reluciente y b e lla : Y cóm o otro cam ino prosigue el sanguinoso M arte airado, Y el Jú p ite r benigno, de bienes mil cercado, serena el cielo con su rayo am ado. 12 PfiRÉDA VALDES — FUSCO SANSON!} 178 Rodéase en la cum bre S atu rn o , padre de los siglos de o r o ; tra s él la m uchedum bre del reluciente coro su luz va rep artien d o y su tesoro. . ¿O uién es el que esto m ira, y precia la bajeza de la tierra, y no gim e y suspira, por rom per lo que encierra el alm a, y destos bienes la destierra? A quí vive el contento, aquí rein a la paz, aquí asentado en rico y alto asiento está el am o r sagrado, de h o n ra y de deleites rodeada. # _ Inm ensa herm osura aquí se m u estra te d a ; y resplandece clarísim a luz pura, que jam ás anochece ; eterna prim avera aquí florece. ¡ Oh, cam pos verdaderos ¡ riquísim os m in e ro s ! ¡oh, p rados con verdad frescos y am enos ¡oh, deleitosos senos, repuestos valles, de mil bienes llenos! NOTAS (1 ) N o c h e s e re n a la d e d ic ó F r a y L u is d e L e ó n a D ie g o d e L o a r te (u O lo a r te ) , a rc e d ia n o de L e d e s m a a q u ie n h a b ía con o cid o en. S a la m a n c a , cu a n d o O lo a rte c o n ta b a v e in te añ o s. (2 ) a lte z a : a l tu r a . (.3) b a j a : b a ja . (4 ) tr a s u m p to : fig u ra o r e p r e s e n ta c ió n de una co sa. ( 5 ) el sa n g u in o s o M a rte - a ir a d o . E n la p o e s ía de F r a y L u is d e L e ó n a b u n ­ d a n la s a lu sio n e s m ito ló g ic o s . E l R e n a c im ie n to p a g a n o y lu m in o s o , a p a re c e n en e s ta s re m in is c e n c ia s de la c u ltu r a c lá s ic a m e z c la d o a e le m e n to s tra d ic io n a le s d e la lír ic a c a s te lla n a y a u n a c o n c e p c ió n m ís tic a d e la vida- h u m a n iz a d a p o r el R e n a c im ie n to . E s to s re c u e rd o s de le c tu ra s c lá s ic a s , e s to s e le m e n to s p o s ti­ zo s d e u n a re tó r ic a y a m u e r ta , s u e n a n a falso e n la p o e s ía de F r a y L u i s . GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 179 c o m e n t a r io L a visión de F ra y L uis en “N oche serena” es lum inosa, clara, serena, m uy cerca está ya de la poesía m ística de la que ha dicho M enéndez y P e la y o : “N o es sinónim a de poesía cristiana; abarca menos y abarca más. P a ra llegar a la inspiración m ística, no basta ser cristiano devoto, ni gran teólogo, ni siquiera santo; hace fa lta un estado psicológico especial, una efervescencia de la voluntad y del pensamiento, una contem plación a r ­ dorosa y honda de las cosas divinas, una m etafísica o filosofía prim era que sigue camino diferente, pero no opuesto al que sigue la teología d o g ­ m ática. . . ” Com ienza con una p rofunda m editación e sp iritu a l: la contem plación del cielo de “innum erables luces ad o rn ad o ’’. L a vida, el am or y la pena llenan su pecho de un ansia ardiente. E stá atado a las cosas del mundo, pero quiere volar con “ím petu ascensional” como d ije ra G erardo Diego. Y ante la m agnificencia del cielo com o un himno sub'im e se alza su ala­ banza : “M orada de grandeza, tem plo de c ’a rid ad y herm osura” . Los hom bres están entregados al sueño, descuidados de su suerte, olvidados, m ientras el cielo les va hurtando las horas del vivir dadas al sueño, que es una m anera de no vivir, m ientras se desarrol'a ante ellos, en la noche, el herm cso p a n o ra m a -d e las estrellas. F ra y L uis de León, que tantas veces nos ha hecho la~~x3esci'ipción del cielo, les pide que despierten,„que levanten lo j- e j^ s a “aquesta celestial eterna e sfe ra ”. E l fie'o y la tie rra no tienen com paración p a ra F ra y L u is : ‘'es m ás que un breve punto, el baxo y torpe suelo”, do vive m ejorado lo que es, lo qüe será lo que ha pasado”. Y a en la oda a Felipe Ruiz, se siente preocupado por investigar las causas de todas las cosas y aquello es una im agen de lo existente y de lo preexistente. L a luna m ueve su plateada rueda, herm osa imagen, del astro en pos del cual la graciosa estrella de am or (V e n u s) le sigue “ reluciente y bella” . E n aquel cielo, en aquellas praderas “campos v e r­ d a d e ro s ’ vive el contento y reina la p az: y allí, está el am or divine, da "honra y de deleites rodeado” . \ E L E M E N T O S T R A D IC IO N A L E S D E L A LIR IC A C A S T E L L A N A Q VE A P A R E C E N E N F R A Y LU IS DE LE O N “E stoicism o tradicional del alm a de la raza. Desaparece el plato­ nismo erótico de Boscán, G arcilaso, H e rre ra y dem ás poetas de la escuela italianizante. Sentido didáctico-m oral. E lem ento perm anente e inm utable de los m om entos m ás originales de la poesía, castel’ana m edieval, f;lan í'ique, Santíl’ana, que continuará en Q uevedo, E pístola M oral, etc. F e ­ nece con F ra y Luis el sentim entalism o lacrim oso y el alam bicam iento del conceptism o erótico, que había puesto de m oda la pléyade p e tra rq lista. E l m isticism o radical v trascendente de S a n ta T eresa de Jesús y San J uan de la Cruz,* antes de extinguirse se hum aniza, adaptándose al medio am biente de las ideas im perantes. E l anhelo m ístico tem pló sus ardores y se tran sfo rm ó en un arrobam iento lírico m ás sereno, m ás’ razonable, m ás asequible al entendim iento hum ano y perfectam ente conciliable con 182 PEREDA VAEDES — EUSCO SANSON!? quien oyó tu dulzura, ¿qué no ten d rá por sordo y desventura? A queste m ar turbado ¿quién le p o ndrá ya freno? ¿quién concierto al viento fiero aislado? estando tu encubierto ¿qué n o rte g uiará la nave al puerto? ¡A y! nube envidiosa aun deste b re v e 'g o z o ¿qué te aquexas? ¿dó vuelas presurosa? ■¡ cuán rica tú te a le x a s ! ¡cuán pobres y cuán ciegos ¡ay! nos dexas! C O M E N TA R IO E n la Ascensión, de tono m ístico, es donde m ás se nota, como en “M orada del C ielo ’ la im itación de los autores bíblicos. C anta F ra y Luis de L eón la desolación en que C risto — P a sto r santo — ha dejado a sus ovejas. H a y una expresión de profundo am or cristiano, de devoción hacia Cristo, en esta pequeña composición, que por su tono elevado puede com ­ pararse a las m ejores creaciones de los psalm istas bíblicos. De los nombres de Cristo L IB R O P R IM E R O Dirigiéndose al Obispo de Córdoba, d on P ed ro Portocarrero, introduce Fray L u is [los personajes que figurarán en el diálogo de la obra, y supone que son tres amigos suyos, de su misma Orden de San A gustín E ra p or el mes de junio, a las vueltas ( i ) de la fiesta de S an Ju an , al tiem po que en S alam anca com ienzan a cesar los estudios, cuando M arcelo, el uno de los que digo, (que así le quiero llam ar con nom bre fingido, por ciertos respetos que tengo, y, lo m ismo haré a los d em ás), después de una ca­ rre ra tan larga, como es la ele un año en la vida que allí se vive ( 2 ) , se retiró, com o a puerto sabroso, a la soledad de una g ra n ja que, corno vuestra m erced sabe, tiene mi m onasterio en la ribera de T orm es ( 3 ) ; y fuéronse con GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 183 él, p o r hacerle com pañía, y p er el m ism o respeto, los otros dos. A donde habiendo estado algunos días, ac o n íftió que una m añana, que era la del día dedicado al apóstol San P edro, después de haber dado al culto divino (4 ) lo que se le debía, todos tres ju n to s se salieron de la casa a la h u erta que se hace (5 ) delante della. E n la h uerta g ra n ­ de ( 6 ) , y estaba entonces bien poblada de árboles, aunque puestos sin o rd e n ; m as eso m ism o hacía deleite en la vista, y sobre todo, la h o ra y la sazón. Pues entrados en ellas, prim ero, y por 1111 espacio pe­ queño ( 7 ) , se anduvieron paseando y gozando del frescor, y después se sentaron ju n to s a la som bra de unas p arras y ju n to a la corriente de una pequeña fuente, en ciertos asientos. N ace la fuente de la cuesta que tiene la casa a las espaldas, y entraba, en la h u erta por aquella parte, y corriendo y tro ­ pezando (8 ) parecía reirse. T en ían tam bién delante de los o jo s y cerca dellos una alta y herm osa alam eda. Y m ás ade­ lante, y no m uy lejos, se veía el río T orm es, que aún en aquel tiem po hinchiendo bin sus riberas, iba torciendo el paso p or aquella vega. E l día era sosegado y purísim o, y la h o ra m uy fresca, Así que, asentándose y callando por un pequeño tiempo, después de sentados, Sabino (que así me place llam ar al que de los tres era el m ás m o zo ), m irando hacia M arcelo y sonriéndose, comenzó a decir a s í ; “ A lgunos hay a quien la vista del campo los enmudece ( 9 ) , y debe ser condición de espíritus de entendim iento p ro fu n d o ; m as yo, com o les p ájaro s, en viendo lo verde, deseo o can tar o h a b la r” . “ Bien entiendo por qué lo decís — respondió al punto M arcelo — y no es alteza de entendim iento, como dais a entender por lisonjearm e o por consolarm e, sino cualidad de edad ,y hum ores diferentes que nos predom inan y se des­ p iertan con esta vista, en vos de sangre, y en mí de m elan­ colía (1 0 ). M as sepam os — dice — de Juliano (1 1 ) (que éste era el nom bre del tercero) si es p ájaro tam bién o si es de o tro m etal”. “ No soy siem pre de uno m ism o — respondió Ju lia ­ no — , aunque ag o ra al h u m o r de Sabino me inclino algo , m ás y pues el no puede agora (1 2 ) ra zo n ar consigo m ism o m iran d o la belleza del cam po y la grandeza del cielo, bien será que nos diga su gusto acerca de lo que podrem os h a ­ b lar.” 184 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONÉ E ntonces Sabino, sacando del seno un papel escritc y no m uy g r a n d e : “ Aquí, dice, está mi deseo y m i espe­ ra n za” . M arcelo que reconoció luego el papel, porque estaba escrito de su m ano, dijo, vuelto a S abino y riéndose: “ No os ato rm e n ta rá m ucho el deséo a lo menos, Sabino, pues tan en la m ano tenéis la esperanza; ni aún deben ser ni lo une ni lo o tro m uy ricos, pues se encierran en tan pequeñe papel.” “ Si fueren pebres — d ijo S abino — m enos causa ten­ dréis p ara no satisfacerm e en una cosa tan pobre.” “ ¿E n qué m anera — respondió M arcelo — o qué parte soy yo p ara satisfacer a vuestro deseo, o qué deseo es el que decís ?” E ntonces Sabino, desplegando el papel, leyó el título, que decía: De los nom bres de C risto ; y no leyó m ás, y dijo lu e g o : “ P o r cierto caso hallé hoy este papel, que es de M ar­ celo, adonde, com o parece, tiene apuntados algunos de los nom bres con que C risto es llam ado en la S ag rad a E scritu ­ ra, y los lugares de ella adonde es llamado' así. Y com o( 13) le vi, me puso, codicia de oirle algo sobre aqueste argum en­ to, y p o r eso d ije que mi deseo estaba en este papel; y está en él mi esperanza tam bién, porque, como parece (1 4 ) dél, éste es argum ento que le debe tener en la lengua; y así; no p odrá decirnos agora lo que suele decir cuando se excusa, y el tiem po es nuestro, y el día santo, y la sazón tan a p ro ­ pósito de pláticas sem ejantes, 110 nos será dificultoso el ren­ d ir a M arcelo, si vos, Juliano, me favorecéis.” NOTAS (1 ) a v u e lta s d e : s ig n ific a “ a lr e d e d o r d e ” , “ c e rc a d e ’’ ; a s í fija n d o d e s ­ p u é s el d ía e n q u e e sto s u c e d ía , di ce se q u e e r a e l de S a n P e d r o , q u e es en 29 d e J u n io , cin co d ía s d e s p u é s d e S a n J u a n . K n e s ta fra s e el a r tic u lo s e u sa ra r ís im a v e z : “ a las v u e lta s ” . ( 2 ) C u a n d o el a c u sa tiv o es de ig u a l r a íz que1 el v e rb o e x ig e a lg ú n c o m ­ p le m e n to q u e le esp e c ifiq u e , p u es d e lo c o n tr a r io s e r ía u n a c u sa tiv o d e l to d o in ú t il: v iv ir u n a v id a fa tig o s a , a q u í s e s o b re e n tie n d e c o n la v id a ( ta n fa tig o s a ) q u e a llí s e v iv e . (3 ) “ H o y r.o e x is te el ed ific io a n tig u o del co n v e n to d e S . A g u s tín , d e S a la m a n c a , d e s tr u id a p o r los fra n c e se s e n 18 1 2 ; o c u p a h o y u n s o la r la ca lle lla m a d a d e O liv a . I*a g r a n ja q u e e s te m o n a s te rio te n ía , a le g u a y m e d ia de d is ta n c ia , i':!o a r rib a , s e lla m a b a “ L a F le c h a ” . U n a im p re s ió n m o d e rn a d e l p a i­ sa je d e la F le c h a p u e d e le e rs e e n la o b r a “ P a is a je s ” d e M ig u e l d e U n a r n u n o . (3 a .) L o s n o m b re s d e r ío s n o lle v a b a n a r tíc u lo e n el c a ste lla n o a n t ig u o ; “ p a s a d o L o r o le ” . Q u e v e d o B u s c ó n . “ S u b ir to d a el a g u a de T a jo a T o le d o ” , id em . GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 185 (4 ) D e s tin a d a al c u lto e s tá d esd e a n tig u o u n a c a p illa c e rc a d e f r e n te a la a c e ñ a de la F le c h a y c o n tig u a a la c a s a d el m o l i n e i ^ (5 ) H a c e r s e e r a m u y u s a d o c o n n o m b re d e “ e x te n d e rs e , h a lla rs e , o sea e s ta r s itu a d o ” . (6 ) V é a s e la en la la d e ra , e tc . (7 ) (8 ) c u e n tra d e s c rip c ió n esp acio d e tie m p o . de L,a F le c h a la h u e rta lu g a r en el m ism o se n tid o q u e en “ V id a r e t ir a d a ” : D el m o n te C o n fu n d e m á s en e s te ca so el u so a n tic u a d o d e p o r. e s tr o p e z a r : tr o p e z a r . P a ra e n el P o e m a d e l C id . C o v a rru b ia g es v o ca b lo b árb aro . Se en­ (9 ) L,os, dice la e d ic ió n d e S a la m a n c a 1585. E s el a c u sa tiv o q u e d eb e p o n e rs e c o n p r o p ie d a d g r a m a ti c a l; p e ro d is u e n a a lg o a c a u sa d el u so g e n e ra lís im o d e l d a tiv o le p o r el a c u s a tiv o , c u a n d o se t r a ta d e p e rs o n a s . (1 0 ) h u m o r d e s a n g r e m e la n c ó lic o o b ilio s o . y m e la n c o lía : s ig n ific a te m p e ra m e n to s a n g u ín e o y ( 1 ) S e p a m o s d e J u lia n o s i es p á ja r o , e n v ez d e s e p a m o s si J u lia n o e s p á ­ ja ro , e s u n c a so d e a tr a c c ió n d e l sujetdi d e la p ro p o s ic ió n d e p e n d ie n te q u e se c o n s tru y e co n el v e rb o p rin c ip a l com o e n p rie g o y e n la tín . (1 2 ) a g o r a : a h o ra , a rc a ís m o q u e a ú n se u s a en el R ío de la P la t a . (1 3 ) ¡c o m o “ así (1 4 ) p a r e c e r : co m o , a p a re c e r, asit que, cuando” . v e rs e . C O M E N TA R IO “D e los N om bres de C risto” es la obra m ás im portante de las es­ critas en prosa, por F ra y L uis de León. O bra de exégesis, no solo posee un alto valor como tal, sino que es un modelo de excelente prosa literaria y una v erdadera creación artística en la fo rm a dialogada en que fuá com puesta. E n ella se estudia el significado de los nom bres sim bólicos que se le dan a C risto en las E sc ritu ras, tales como los de P a sto r, H ijo de D ios, Am ado, Jesús, Pimpollo,, F azes de D ios, Camino, M onte, P a d re del Siglo F u tu ro . T re s agustinos — los tres interlocutores del diálogo — Sabino, J u ­ liano y M arcelo, se encuentran p o r el mes de Junio, “a las vueltas de la fiesta de San Ju a n ” en la g ra n ja que la orden posee en las a fu era s de Salam anca. E s la gran ja, llam ada “L a F lech a” , que F ra y L uis de L eón nos describe en “V ida R e tira d a ”. L u g ar apacible y propicio para el d iá ­ logo filosófico. A rboles abundantes, aunque colocados sin orden, ñero ese m ism o desorden arm onioso “hacía deleite en la vista” . “N ace la fuente de la cuesta que tiene la casa a las espaldas, y entraba, en la h u e rta por aquella parte, y corriendo y tropezando parecía r e ír s e ’. M ás adelante» y no m uy lejos, se veía el río T erm es. E l d ía era sosegado y purísimo', y la hora m uy fresca. E l sentim iento n aturalista de F ra y L uis de Leó'n lo encontram os definido por Sabino, cuando dice, m irando hacia M arcelo, so n rién d o se: “A lgunos hay a quien la vista del campo enmudece y debe ser condición de espritus de entendim iento p ro fu n d o ; m ás yo, com o los p ájaro s, en viendo lo verde deseo o cantar o h a b la r ’. M arcelo, que es el propio F ra y Luis de León, le contesta que no es “alteza de entendim iento, sino cualidades de edad y hum ores diferentes qu nos predom inan y se despertan en esta vida, en ves de sangre y en mí de m elancolía”, con lo 186 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE cual define su tem peram ento m elancólico o bilioso, en contraposición al tem peram ento sanguíneo, en el cual predom ina la integración de Sabino. F ra y L uis de L eón sigue aquí la teoría de H ipócrates sobre los tem pera­ m entos por la prcporcíón y mezcla en el organism o de cuatro hum ores (sangre, pituita, biles y atrabiles) y de las cuatro cualidades fundam en­ tales de la naturaleza (agua, aire, tierra, fu e g o ). E stas pueriles hipó­ tesis sobre los tem peram entos fueron abandonadas por k- psicología cuando ésta se hizo m ás científica. Las dos ideas filosóficas fundam entales que desarrolla F ra y Luis de L eón en su obra, son la de la unidad, que tom a éste de P lotino, para quien el plan del m undo es la “variedad en la unidad”. P a ra F r a y Luis, el S er Suprem o representa “la reducción a la unidad de la m uchedum bre de las diferencias”. Y la doctrina m etafísica del nom bre. P a ra F ra y L uis el fin de los nom bres "es el hacer que, por su m ediación, las cosas que se designen estén en nosotros”. M ás adelante nos da la definición den n o m b re : “E l nombre, si avernos de dezirlo e pocas palabras, es una palabra breve, que se sustituye por aquello de quien se dize, y se tom a p o r ello mismo. O nom bre es aquello m ism o que se nom bra, no en el ser real y verdadero que ello tiene, sino en el ser que. le da nuestra boca y entendim iento” . E l nom bre sustituye a la cosa m ism a que se nom bra. A quí notam ci el in flu jo de la doctrina platónica y alejandrina. P e ro el m étodo qui» utiliza en “D e los N om bres de C risto” y en otras obras, no es el p lató ­ nico, sino el escolástico. F ra y Luis de León exalta en sus “N om bres de C risto” la persona del C risto-H om bre, fin fundam ental de la obra. P a ra ello se sirve deí d iá ­ logo, no a la m anera platónica como se ha repetido tantas veces, sino como lo afirm a el A bate M archena, teniendo en cuenta el modelo de lo» diálogos de Cicerón. A lgunas ideas filosóficas de P latón, la doctrina de P lotino, San Clem ente A lejandrino, de quien im ita la digresión que hace en la p ri­ m era E pístola a los Corintios sobre los beneficios de k paz revelados por las arm onías del m undo físico, el m étodo escolástico, m odificado por el R enacim iento a la m anera de V itoria, Cano y Suárez, los diálogos de Cicerón, constituyen las fuentes m ás inm ediatas de las ideas de F ray Luis de León sobre el tem a que desarrolla en “D e los N om bres de C risto”. Sobre su estilo dice M enéndez y Pelayo “que es superior al de cual­ quier o tro libro castellano, por el tem ple arm ónico de las ideas y el m is­ terioso y sereno fu lg o r del pensamiento, que presenta a vecei el más acabado modelo de belleza intelectual y por el plácido señorío con que en las páginas de este escritor singular, la razón se levanta y recobra su derecho y su fu erza y concibe pensam ientos altos y dignos de sí, aj m ism o tiem po que los deseos y afecciones turbadas que confusam ente m o­ vían ru id o en nuestros pechos, se van aquietando poco a poco, y como adormeciéndose, se reposan, tom ando cada cosa su asiento y reduciéndose a su lugar propio.” GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 187 De los nombres de Cristo L IB R O I I , C A P I T U L O I I I % Marcelo, explicando a sus amigos por qué el nombre de Principe de Paz es aplicado a Cristo, declara qué cosa es paz. Calló M arcelo un poco, luego que dijo esto. . . y des­ cansando, y com o recogiéndose todo en sí m ism o p o r un espacio pequeño, alzó después los ojos al cielo, que ya esta­ ba sem brado de estrellas, y teniéndolos en ellas com o encla­ vados, comenzó a decir a s í : “ C uando (2 ) la razón no lo dem ostrara, ni por otro cam ino se pudieran entender cuán am able cosa sea ( 3 ) , la paz, esta vista herm osa del cielo que se nos descubre agora, y el concierto que tienen -entre sí aquestos resplandores que lucen en él, nos dan suficiente testim onio. P orque, ¿qué otra cosa es, sino paz, o ciertam ente una im agen p erfecta de paz, esto que agora vem os en el cielo v que con tanto deleite se nos viene (4 ) a los ojos? Que (5 ) si la paz es, como San A g u stín breve y verdaderam ente concluye, una orden sose­ g ad a o un tener sosiego y firm eza en lo que pide el buen o r­ den, eso m ism o es lo que nos descubre agora esta imagen. A donde el ejército de las estrellas, puesto como en ordenan­ za y como concertado por sus hileras (6 ) luce herm osísi­ m o ; y adonde cada una dellas inviolablem ente g u ard a su puesto ; adonde no usurpa ninguna el lugar de su vecina ni la tu rb a en su oficio, ni m enos, olvidada del suyo, rom pe jam ás la ley eterna y santa que le puso la P rovidencia; a n ­ tes com o herm anadas todas y como m irándose entre sí, y co­ m unicando sus luces las m ayores con las m enores, se hacen m u estra de a m o r; y como en cierta m anera (7 ) se reveren­ cian unas a otras, y todas ju n ta s tem plan a veces sus rayos y sus virtudes, reduciéndolas a una pacífica unidad de vir­ tud, de p artes y aspectos diferentes com puesta, universal y poderosa sobre toda m anera. (8 ) “ Y( si así se puede decir, no sólo son un dechado de paz clarísim o y bello, sino un pregón y un loor que con voces m anifiestas y encarecidas nos n o tifica cuán excelentes bie­ nes son los que la paz en sí contiene y los que hace en todas las cosas. L a cual voz y pregón sin ruido se lanza en núes- 188 PEREDA VALDES — EUSCQ SANSONE tras alm as, y de lo que en ellas lanzada hace ( 9 ) , se ve y en­ tiende bien la eficacia suya y los m ucho que las persuade. P o rq u e luego, como convencidas de cuanto les es útil y h er­ mosa la paz, se com ienzan ellas a pacificar en sí m ism as y a p cn er a cada (1 0 ) una de sus partes en orden. P orque si estam os atentos a lo secreto que en nosotros pasa, verem os que este concierto y orden de las estrellas, m irándolo, pone en nuestras alm as sosiego, y verem os que con sólo tener los ojos enclavados en él con atención, sin sentir en que m anera, los deseos nuestros y las afecciones tu rb ad as que confusam ente m ovían ruido en nuestros pe­ chos de día, se van quietando poco a poco, y cómo adorm e­ ciéndose, se reposan, tom ando cada una su asiento, y redu­ ciéndose a su lu g ar propio, se penen sin sentir en sujeción y concierto. “ Y verem os que, así como ellas se hum illan y callan, así lo principal y lo que es señor en el alm a, que es la razón, se levanta y recobra su derecho y su fuerza, y com o alen ta­ da con esta vista celestial y herm osa, concibe pensam ien­ tos altos y dignos de sí, y como en una cierta m anera se re ­ cuerda (1 1 ) de su p rim er origen, y al fin pone todo lo que es vil y bajo en su parte, y huella sobre ello. (1 2 ) Y así pues­ ta ella en su tro n o como em peratriz, y reducidas a sus lu­ gares todas las dem ás partes del alm a, queda todo el hom ­ bre ordenadla y pacífico. “ M as ¿qué digo de nosotros que tenem os razón? E sto insensible y aquesto rudo del m undo, los elem entos y la tie­ rra y el aire y los b rutos se ponen todos en orden y se quie­ tan luego que, poniéndose el sol, se les representa aqueste ejército resplandeciente. ¿N o veis el silencio que tienen ago­ ra todas las cosas, y cómo parece que m irándose en este es­ pejo bellísimo, se com ponen todas ellas y hacen paz entre sí, vueltas a sus lugares y oficios, y contentas con ellos? “ E s sin du d a el bien de todas las cosas universalm en­ te la p a z : y así, donde quiera que la ven, la am an. Y no sólo ella, m as la vista de su im agen de ella las enam ora y las en­ ciende en codicia de asem ejársele, porque todo se inclina fácil y dulcem ente a su bien. Y aun si confesam os, como es ju sto confesar, la verdad, no solam ente la paz es am a­ d a generalm ente de todos, m as sola ella es am ada y seguida y procurada p or todos. P orque cuanto se obra en esta vida p o r los que vivimos en ella, y cuando se desea y afana, es -i.» .. . , . .----------— G U IA DE — ------.......................................... ............................................................. ................................................ LECTURAS DE A U TO RES C L A S IC O S Y M ODERNOS ......... ii 1 8 9 por conseguir este bien de la paz, y este es el blanco adonde enderezar su intento y el bien a que aspiran todas las cosas. P o rq u e si navega el m ercader y si corre los m ares, es por tener paz con su codicia, que le solicita y guerrea. Y el la­ brad o r en el sudor de su cara y rom piendo la tierra busca paz, alegando de si cuanto puede al enem igo duro de la po­ breza. Y por la m ism a m anera, el que sigue el d<4 ,eite y el que anhela la h o n ra y el que bram a por la venganza y, final­ m ente todos y todas las cosas buscan la paz en cada una de sus pretensiones, porque, o .siguen algún bien que les falta, o huyen algún mal que les en o ja.” NOTAS (1 ) N ó te s e el u so q u e tie n e el a d v e rb io com o; c o m o re c o g ié n d o s e a firm a q u e s e re c o g ie ra , s in o q u e to d o s|u a s p e c to y s e m e ja n z a e r a com o la d el q u e se r e c o g e ; com o e n c la v a d o s , se m e ja n d o e n c la v a d o s : co m o v ie n e a s e r e n a m b o s ejem p lo s u n sim p le a fijo o p a r tíc u la p re p o s itiv a p a r a d e n o ta r m e ra s e ­ m e ja n z a con la voz q u e le s ig u e , s e n tid o q u e se v e m á s cla ro si el com o se r e ­ fie re a u n s u s ta n tiv o : “ e n c o n tró D o n Q u ijo te c o n d o s com o c lé rig o ” . (3 ) E n la s in te rro g a c io n e s in d ire c ta s la p re p o s ic ió n s e c u n d a ria p u e d e lle v a r s u v erb o e n in d ic a tiv o (co m o b o y es lo o rd in a rio ) oi e n s u b ju n ti v o ; a q u í se d ir í a b o y m á s b ie n : “ ¡ C u á n a m a b le c o s a e s la p a z ! ” E n lo s s i g l o | X V I y X V I I e ra m á s c o m ú n el s u b ju n tiv o : “ D íc e s e q u e c o sa «ea| la p a z , lo q u e v a lg a la p a z ” . ( 4 ) v e n irs e a los o jo s e q u iv a le a “ s a lt a r a la v is ta ’’ o p re s e n ta rs e . (5 ) q u e , c o n ju n c ió n c a u sa l, e n vez de p o rq u e . (6 ) R e sp e c to a l com o repetidas» veces u s a d o a q u í v é a se la n o ta 1 ; com o m irá n d o s e , s e m e ja n d o q u e s e m ira n . C o n c e rta d o p o r s u s h ile ra s (o se a d is tr i­ b u id o e n h ile ra s ) s in el p o s e s iv o ; é s te in d ic a q u e e l c o n c ie rto le s es a la s e s ­ tre lla s p ro p io y n a tu r a l. E sí m o d ism o a n t ig u o ; d o n A lfo n so el S a b io d ic e : “ fa b la el A rz o b is p o p o r su l a tín ” e s d e c ir : e n el l a t :¡n q u e u s a b a sie m p re al e s c rib ir. ( 7 ) H o y e s te com o q u e d e n o ta se m e ja n z a , n o s e s u e le u s a r a n te p u e s to a v e rb o s y p ro p o s ic io n e s e n te ra s , sin o d e s p u é s 1 d e v e rb o s q u e d e n o ta n u n a a p r e ­ c ia c ió n o fig u ra c ió n , es d e c ir, s e g u id o d e u n q u e e n u n c ia ti v o : “ S e m e f ig u ra b a co m o q u e q u e r ía n a c e rc a rs e a u e llo s h o m b re s ” , “ h a c e c o m o q u e n o q u ie r e ” . (8 ) E s ta a d m ira b le d e s c rip c ió n re c u e rd a O d a X I I d el m ism o a u t o r : “ N o c h e S e r e n a ” . y a m p lía a lg u n o s v e rs o s de la “ Q u ie n m ira e l g r a n c o n c ie rto de a q u e s to s re s p la n d o re s e te rn a le s, ► su m o v im ie n to c ie rto , s u s p aso s d e sig u a le s , y en p ro p o rc ió n c o n c o rd e ta n (9 ) L a n zar, e c h a r p re g ó n o voz ig u a le s .” se e m p le a n por los sim p le s “ p r e g o n a r ” o “ v o ce ar” # (1 0 ) A c a d a se le e e n la e d ic ió n d e S a la m a n c a . 1585. A n te s se a d m itía n m á s a c u s a tiv o s com p re p o s ic ió n ; h o y a p e n a s se le p o n e a sin o c u a n d o e.' a c u ­ s a tiv o s e n o m b re de p e rs o n a d e te rm in a d a , p e rs o n ific a c ió n a n im a l o n o m b re^ p r o ­ p io d el l u g a r : a s í q u e se d i r í a : “ a p o n e r c a d a u n a d e su s p a r t e s ’ , l a m b i é n se d ir í a c o n m á s r i g o r : “ C o m ie n z a n e lla s a p a c ific a rs e y a p o n e r su s p a r te s e n o r d e n ” p u e s la a c c ió n re fle x iv a n o s e re fie re p a r a n a d a a p o n e r y sí só lo a p a c ific a r, p o r lo c u a l no d eb e a g re g a rs e e l p ro n o m b r e refle x iv o a c o m ie n z a n , y a q u e e s te v erb o rig e lo m ism o a p o n e r q u e a p ac ific a r. nr» . PEREDA VALDES — I'U SC O SANSONÉ 190 (1 1 ) P a r a el g ir o c o m o en c ie rta m a n e r a s e re c u e rd a , v é a se n o ta d a r s e y r e c o rd a r s e te n ía n , com o se v e aqult u n a m is m a c o n s tru c c ió n y H o y se d ife re n c ia s m u c h o , p u e s s e d ic e a c o rd a r s e d e u n a co sa y r e c o r d a r (1 2 ) I g u a l p e n s a m ie n to e x p u s o F r a y L u is d e L e ó n en v e rs o y ig u a le s p a la b ra s en la O da a 6. A c o r ­ ré g im e n . u n a cosa. c a si co n S a lin a s . De los nombres de Cristo I N T R O D U C C I O N A L L IB R O I I I Declara Fray Litis en qué procuró mejorar el lenguaje de escritos sobre el ordinario y familiar M as a los que dicen que no leen aquestos m is libros p e r estar en rom ance ( I ) y que en latín los leyeran, se les responde que les debe poco su lengua, pues, por ella abo­ rrecen lo que, si estuviera en otro, tuvieran por bueno. Y no sé yo de dónde les nace el estar con ella tan m al; que ni ella lo merece, ni ellos saben tan to de latina (2 ) que no sepan m ás de la suya, por poco que della sepan, com o de he­ cho saben della poquísim o m uchos. Y destos son los que dicen que no hablo en rom ance, porque no hablo desatad a­ m ente y sin orden, y porque no pongo en las palabras con­ cierto y las escojos y les doy su lu g a r; porque piensan que h ab lar rom ance es h ablar comoi habla en el vulgo, y non conocen que el bien h ablar no es com ún, (3 ) ansí en lo que se dice, como se dice ; y negocio de p articu lar juicio, (4 ) ansí en lo que se dice, como en la m anera como se d ic e ; y negocio que de las palabras que todos hablan elige las que convienen y m ira el sonido dellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa y las m ide y las com pone, p ara que, no solam ente digan con claridad, con arm onía y dulzura. Y si dicen que no es estilo para los hum ildes y simples, entiendan que así como> simples tienen su gusto, así los sabios y los graves y los n aturalm ente com puestos no se aplican bien a lo que se escribe mal y sin o rd e n ; y confiesen que de­ bemos tener cuenta con ellos, y señaladam ente en las es­ critu ras que son p ara ellos solos, com o aquesta lo es. Y si acaso d ijeren que es novedad, yo confieso que es nuevo, y camino no usado por los que escriben en esta len­ gua, poner en ella núm ero, levantándola del decaim iento ordinario. E l cual cam ino quise yo abrir, (5 ) no por la pre- GUIA D í LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 191 sunción que tengo de mi que sé bien la pequeñez de mis fu e r­ zas, sino p ara que los que las tienen se anim en a tra ta r de aquí adelante su lengua como les sabios y elocuentes pasa­ dos, (6 ) cuyas obras por tantos siglos viven, tra ta re n las suyas, y p ara que 1a, igualen en esta parte que le falta, con las lenguas m ejores, a las cuales, según mi juicio, vence el i» en o tras m uchas virtu d es. ^ NOTAS (1 ) S e c e n s u ró a F r a y L u is d e L e ó n p o r h a b e r e s c rito en c a s te lla n o los d o s p rim e ro s lib ro s d e los N o m b re s d e C ris to , im p re s o s e n 1 5 8 3 ; p u e s a u n q u e y a h a b ía n e s c r ito el P a d r e A v ila y el P a d r e G ra n a d a , m u c h o s s e g u ía n c re y e n d o q u e u n te ó lo g o n o d e b ía e m p le a r p a ra su s o b ra s sin o e l la tín . F r a y Liuis c o n ­ te s tó r e p rim ie n d o los N o m b re s de C ris to , en 1585, a d ic io n a d o s co n u n te r c e r l:b ro a cu y a in tro d u c c ió n p e rte n e c e el p re s e n te e x tra c to . (2 ) de l a tin a : de la le n g u a la tin a . (3 ) “ E s d ec ir, q u e n o es co sa c o m ú n a to d o s los q u e h a b la n u n a le n g u a , sin o q u e e ix g e p a rtic u la r d is p o s ic ió n y e s tu d io . E s a n tig u a en E s p a ñ a la c re e n ­ cia d e q u e la le n g u a p ro p ia n i m e re c e n i re q u ie re a te n c ió n n i t r a b a j o ; J u a n de V a ld é s se q u eja de lo s q u e con ta n ta n e g lig e n c ia y ta n in m e rc id o d e s d é n la t r a ­ ta n , y A m b ro s io d e M o ra le s , en 1546, d e c ía : “ S ie m p re h a q u e d a d o n u e s tr a le n ­ g u a en la m is e ria y co n la p o b re z a q u e a n t e s t e n í a . . . q u e to d o n a c e d el g r a n m e n o sp re c io e n q u e n u e s tro s n a tu ra le s tie n e n n u e s tr a le n g u a , p o r lo c u a l n i se a fic io n a n a ella, n i s e a p lic a n a a y u d a rla ” . ( I n tr o d u c c ió n al d iá lo g o de la d ig n i­ d a d del h o m b re , d el M . H e r n á n P é r e z d e O liv a ) . (5 ) F r a y L u is d e L e ó n al p r in c ip io d e e s ta in tr o d u c c ió n h a b la p o co m en o s com o si fu e ra el p rim e ro e n a p lic a r el c a s te lla n o a a s u n to s s e rio s , q u e já n d o s e “ de lo m a l q u e u s a m o s d e n u e s tra le n g u a n o la e m p le a n d o sin o en c o sas s in ser” . (6 ) “ com o los sab io s y e lo c u e n te s p a s a d o s ” Se re fie re a lo s s a b io s y o r a ­ d o res del p asad o . LA P E R F E C T A CASADA L IB R O V II ■ Comentando el versículo de los P ro ­ verbios, X X X I , 15; "madrugó y tepartió a sus gañanes las raciones’’, hace |Fray Luis una primorosa des­ cripción del alba y encarece las de­ licias del madrugar. E l m ad ru g a r es tan saludable, que la razón sola de la salu d ; aunque no despertare el cuidado y obligación de la casa, había de levantar de la cam a en am anesciendo a las casadas. Y g u ard a en esto Dios, com o en todo lo dem ás, la dulzura y suavidad de su sabio gobierno, en que aquello a que nos obliga es lo m ism o que m ás conviene a nuestra n a­ 192 rEREDA VALUES — FUSCO SANSONE tu raleza y en que recibe por su servicio lo que es nuestro provecho, ( i ) A sí que, no sólo la casa, sino tam bién la sa­ lud, pide a la m u jer que m ad ru g u e. P orque cierto es que es nuestro cuerpo del m etal de los otros cuerpos, y que la o r­ den que g u ard a la naturaleza p ara el bien y conservación de los dem ás esa m ism a es la que conserva y da salud a los h o m b res. Pues ¿quién no ve en aquella hora despierta el m undo todo ju n to , y que la luz nueva saliendo, abre los ojos de los anim ales todos, y que si fuese entonces dañoso d e ja r el sue­ ño, la naturaleza (que en todas) las cosas generalm ente, y en cada una p er sí, esquiva y huye el daño, y sigue y apetece el provecho, o que, para, decir la verdad, es ella eso m ism o a que a cada una de las cosas conviene y es provechoso) no rom piera tan presto e1 velo de las tinieblas que nos adorm e­ cen y ni sacara p o r el oriente los claros rayos del sol, o si los sacara, no les diera ta n ta fuerza p ara nos d esp ertar? (2 ) P orque si no despertase naturalm ente la luz, no le cerrarían las ventanas tan diligentem ente los que abrazan el sueño. P o r m anera que la naturaleza, pues nos envía la luz, quie­ re, sin duda, que nos despierte. Y pues ella nos despierta, a nuestra salud conviene que despertem os. Y no contradice a esto el uso de las personas que ah o ­ ra el m undo llam a señores, cuyo principal cuidado es vivir para el descanso y regalo del cuerpo, las cuales guardan la cam a h asta las doce del día. (3 ) A nte esta verdad, 'que se toca con las m anos, condena aquel vicio del cual, ya por nuestros pecados o por sus pecados de ellos m ism os, (4 ) hacen h o n ra y estado, (5 ) y ponen parte de su grandeza en no g u a rd a r ni aun en esto el concierto que Dios les pone. C astigaba bien una persona, que yo conocí, esta torpeza, y nom brála con su m erecido vocablo. Y aunque es ta n vil como lo es el hecho, d arám e v u estra m erced (6 ) licencia p a ra que lo panga aquí, porque es palabra que c u a d ra. A sí que, cuan­ do le decía alguno que era estado en los señores este d o r­ m ir, solía él responder que se e rrab a la letra (7 ) y que por decir establo decía estado. Y ello a la verdad es así, que aquel desconcierto de vida tiene principio y nasce de o tro m ayor desconcierto, que está en el alm a y es causa él tam ­ bién y principio de m uchos otros desconcierto.1- torpes y feos. P o rq u e la sangre y los d em ás hum ores del cuerpo, y con el calor del día y del sueño, encendidos dem asiada­ GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 195 m ente y dañados, no solam ente corrom pen la salud, m as tam bién aficionan e inficionan el corazón feam ente. Y es cosa digna de adm iración que, siendo estos señores en todo lo dem ás grandes seguidores, o por m ejor decir grandes esclavos de su deleite, en esto sólo se olvidan dél, y pier­ den por un vicioso do rm ir lo m ás deleitoso de la vida, que es la m añana. P orque entonces la luz, corno viene después de las ti­ nieblas y se halla com o después de haber sido perdida, p a­ rece ser o tra y hiere el corazón del hom bre con una nueva alegría, y la vista del cielo entonces, y el colorear de las nubes y el descubrirse el au ro ra (que no sin causa los poe­ tas la coronan de ro sa s), (8 ) y el aparecer la herm osura del sol, es una cosa bellísim a. Pues el can tar de las aves, ¿qué duda hay sino que suena entonces m ás dulcemente, y las flores y las yerbas y el campo, todo despide de sí un tesoro de olor? Y como cuando e n tra el R ey de nuevo en alguna ciudad se adereza y herm osea toda ella, y los ciu­ dadanos hacen entonces plaza (g ) y como alarde de sus m ejores riquezas; así los anim ales y la tie rra y el aire, y todos los elem entos, a la venida del sol se alegran, y como p ara recibirle, se herm osean y m ejoran y ponen en público cada uno sus bienes. Y com o los curiosos suelen poner cui­ dado y tra b a jo por v er sem ejantes recibim ientos, así los hom bres concertados y cuerdas, aun por sólo el gusto, no h an de perder esta fiesta que hace toda la naturaleza al sol p o r las m añ an as; porque no es gusto de un solo sentido, sino general contentam iento de todos, porque la vista se de­ leita con el nascer de la luz y con la fig u ra ( t o ) de1 aire y con el v a ria r de las nubes; a los oídos las ave? hacen a g ra ­ dable arm o n ía ; p ara el oler, el olor que en aciuella sazón el cam po y las yerbas despiden de sí es olor suavísim o, pues el fresco del aire de entonces tem pla con grande deleite el h um or calentado con el sueño, y cría salud y lava las tris ­ tezas del corazón, y no sé en qué m anera le despierta a pen­ sam ientos divinos antes que se ahogue en los negocios del día. P ero, si puede tan to con estos hiios de tinieblas el am or del'as, que aun del día hacen noche, v pierden el fru to de la luz con el sueño, y ni el deleite, ni la salud, ni la nece­ sidad y provecho que dicho habernos, son poderosos nara los h acer levantar, vuestra m erced nue es h ija de la luz, levántese con ella y abra la claridad de sus ojos cuando des­ 194 PERÉBA VAMES — FUSCO SANS0NE cubriere sus rayos el sol, y con pecho puro levante sus m a­ nos limpias al D ad o r de la luz, ofresciéndole con santas y agradescidas p alabras su corazón, y después de hecho esto, y de haber gozado del gusto de nuevo día, vuelta a las cosas de su casa, entienda su oficio, que es lo otro que pide en esta letra el E sp íritu Santo a la buena casada, com o fin a quien se ordenó lo prim ero que habernos dicho del m ad ru ­ gador. NOTAS (1 ) E s to e s “ en q u e a g ra d e c e com o u n se rv ic io lo q u e d eb e m o s h a c e r por n u e s tr o p ro v e c h o ” , (2 ) H o y los p ro n o m b re s p e rs o n a le s á to n o s n u n c a se a n te p o n e n al in fi­ n itiv o , sin o q u e s e p o s p o n e n e n c lític o s . (3 ) E s te e s a n tig u o d e fe c to esp añ o l, a te s tig u a d o p o r a lg u n o s e x tra n ie ro s , co m o el b a ró n a le m á n C o n ra d o d e B e m e lb e rg , q u e p a r a p e rfe c c io n a rse e n el c a s ­ te lla n o v ia jó p o r E s p a ñ a o ch o a ñ o s d e s p u é s d e m u e rto F r a y L u i s d e L e ó n . (4 ) E n su s p e c a d o s de ello s, n o es d e ello s u n in ú til p le o n a s m o , sin o q u e e s tá e x ig id o p o r la v a g u e d a d d el su, q u e n o d e te rm in a s i el p o s e e d o r es m a s ­ c u lin o o fem en in o , n i s in g u la r o p lu r a l. H o y e s a d o b le in d ic a c ió n del p o sesiv o n o se c o n s e rv a sino c u a n d o el p o s e e d o r e s u s t e d : “ s u p a d re d e u s te d ” , “ s u cas?, de u s te d ” . ( 5 ) N ó te s e la fra se , n o re g is tr a d a e n lo s D ic c io n a r io s ; h a c e r h o n ra y e s ­ ta d o d e u n a cosa, “ f u n d a r en e lla su c o n d ic ió n y s u d ig n id a d ” . (6 ) V u e s tra m e r c e d : se d irig e a d o ñ a M a r ía V a re la O ss o rio , a la cu a l d e ­ d ic ó s u o b ra F r a y L u is d e L e ó n . (7 ) E r r a r la le tr a e s fra s e f ig u r a d a : to m á ra s e en s e n tid o p ro p io “ e q u iv o ­ ca rs e e n la e s c r itu r a o le c tu ra ” , cu a n d o se t r a ta d e a lg ú n d o c u m e n to e s c rito s o b re c u y a in te r p r e ta c ió n se d is c u te . E l u so d e e s ta e x p re s ió n u o tr a s a n á lo g ’a s , e ra m u y c o r rie n te . (8) H om ero calificó a la A urora de dedos de rosa y seg ú n él, todos los poetas clásicos. O vidio llám ala rosea dea. C laro está que er. el R enacim iento esta denom inación era u n lu g a r com ún. C ervantes la llam ó ro sada a u ro ra . (Q u i­ jote, 1-2). . (9 ) H a c e r p la z a n o e s tá re g is tr a d o e n lo s d ic c io n a rio s c o n e l se n tid o q u e a q u í tie n e d e “ h a c e r o s te n ta c ió n ” . S ó lo s e le a p u n ta el' sig n ific a d o d e ‘V acar a la p la z a o p u b lic a r a lg u n a co sa” . (1 0 ) F ig u r a dice la e d ic ió n d e S a la m a n c a , 1586, p e ro d eb e s e r e r r a ta p o r f in u r a . C O M E N TA R IO La P e rfe c ta Casada es un verdadero breviario de m oral práctica. E stá dedicada a señalar los deberes de la m ujer en estado de m atrim onio. Cada capítulo es una p a ráfra sis de un proverbio de Salom ón tom ado del ultim o capítulo del “L ibro de los P ro v e rb io s” del A ntiguo T estam ento. Conoce, sin duda, F ra y L uis de L eón las debilidades de la m ujer, su frivolidad, su ligera coquetería y su am o r por los afeites. Si bien su concepto de la m u je r es dem asiado estrecho, no deja de ridicu’izar a las que abandonan los cuidados dom ésticos p a ra “ calentar el suelo de la iglesia tard e y m añana” lo que parecería e x tra ñ o en un religioso. % Fernando de Herrera (1 5 3 4 - 1 59 7 ) N ació en Sevilla en 1534. C ursó la ca rre ra eclesiásti­ ca sin haber llegado, según parece, a ordenarse como sacer­ dote. F ué el je fe indiscutido de la escuela sevillana, y m e­ reció ser apodado, ej D ivino. Se enam oró de la Condesa de Gelves, esposa de D on A lvaro de P o rtu g al, a la que cantó en sus poesías am orosas con los nom bres de Luz, Sol, L um bre y otros m ás. Su vida presenta un contraste m uy grande con su inspiración de poeta. H e rre ra se valía de sí­ miles m arciales y fué el cantor de la epopeya g u errera de los españoles y portugueses (O d a a D on Ju a n de A ustria, al R ey D on S ebastián) m ientras su vida se deslizó tra n ­ quila y silenciosa consagrada a la erudición y a la. poesía. Sus anotaciones a las poesías de Garcilaso, la relación de la g u erra de C hipre, nos dem uestran la pasión erudita de H e ­ rre ra — sus sonetos y canciones — la pasión am orosa que llenó toda su vida. OBRAS Sonetos, elegías y canciones. — “A notaci:n es a k s poesías, de G ar­ cilaso” . — R elación de la g u e rra de C hipre” . B IB L IO G R A F IA F . R odríguez M arín, E l D ivino H e rre ra y la Condesa de Gel­ ves. — F ernando de H e rre ra , Poesías, E dic. G arcía de D iego ( r e c o m .) — T raducción inglesa de sonetos de H e rre ra , E d . T hom as W alsh, H ispanic A n th o lo g y . — A dolphe Coster, Fernando de H e rre ­ 196 PEREBA VALDES — FUSCO SANSONE ra, “E l D ivino”, R elación de la g u e rra de C hipre y suceso de la batalla de Lepanto, en docum entos idénticos para la H isto ria de E sp a ñ a. T o ­ m o X X I, págs. 242-382. C A N C IO N S E G U N D A ( i ) P o r la Pérdida del Rey D on Sebastián V oz de dolor y canto de gem ido (2 ) y espíritu de m iedo, envuelto en ira, hagan principio acerbo a la m em oria de aquel día fatal, aborrecido. (3 ) Que L u sitan ia m ísera suspira, desnuda de valor, fa lta de g lo ria ; (4 ) y la llorosa h isto ria asom bre con h o rro r funesto y triste dende el Á frico A tlante y seno1 ardiente h asta do el m ar de otro color se viste, y do el lím ite ro jo de O riente, (5 ) y todas sus vencidas gentes fieras ven trem o lar de C risto las banderas. ¡A y de los que pasaron, confiados en sus caballos y en la m uchedum bre de tus carros, en tí, L ibia desierta ; y en su vigor y fuerzas engañados, no alzaron su esperanza á aquella cum bre de eterna lu z; m as con soberbia cierta se ofrecieron la incierta (6 ) v ito ria ; y sin volver a D ios sus ojos, con yerto cuello y corazón ufano sólo atendieron siem pre a los despojos! Y el S an to de Israel abrió su m ano, (7 ) y los dexó, y cayó en despeñadero el carro, y el caballo y caballero. (8 ) V ino el día cruel, el día lleno de indinación, de ira y fu ro r, que puso (9 ) en soledad y en un profundo llanto de gente, y de placer el reino ajeno. (1 0 ) E l cielo no alum bró, quedó confuso (1 1 ) el nuevo sol, presagio de m al ta n to ; y con terrible espanto CUIA DÉ LECTURAS d e a u t o r e s c l a s ic o s y m o d e r n o s el S eñor visitó sobre sus males, (1 2 ) p a ra hum illar los fuertes arrogantes, y levantó los bárbaros no iguales, que con osados pechos y constantes 110 busquen oro, m as con hierro airado la ofensa venguen y el e rro r culpado. L os im píos y robustos, indinados, las ardientes espadas desnudaron sobre la claridad y herm osura de tu gloria y valor, y no cansados en tu m uerte, tu honor todo afearon, m ezquina L u sitan ia sin v en tu ra ; y con fren te segura rom pieron sin tem or con fiero estrago tus- arm adas escuadras y braveza. L a aren a se tornó sangriento lago, la llan u ra con m uertos, aspereza; cayó en unos vigor, cayó denuedo, m as en otros desm ayo y torpe m iedo. ¿S on estos, por ventura, los fam osos (1 3 ) los fuertes y belígeros (1 4 ) varones que co nturbaron con fu ro r la tierra, que sacudieron reinos poderosos, (1 5 ) que dom aron las h ó rrid as naciones, que pusieron desierto en cruda g u erra cuanto enfrena y encierra (1 6 ) el m ar Indo, y feroces destruyeron g randes ciudades? ¿dó la valentía? ¿cóm o así se acabaron, y perdieron tan to heroico valor en sólo un d ía; y lexos de su p a tria derribados, no fueron ju stam en te sepultados? (1 7 ) T ales fueron aquestos, cual herm oso (1 8 ) cedro del alto Líbano, vestido de ram os, ho jas con excelsa alteza; las aguas lo criaron poderoso, (1 9 ) sobre em pinados árboles subido, y se m ultiplicaron en grandeza sus ram os con belleza; y, extendiendo su som bra, se an idaron las aves que sustenta el grande cielo, y en sus h o jas las fieras engendraron, 198 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SONE e hizo a m ucha gente um broso v e lo : no igualó en celsitud y herm osura jam ás árbol alguno á su fig u ra . P ero elevóse con su verde cima, y sublimó la presunción su pecho, (2 0 ) desvanecido todo y confiado, haciendo de su alteza sólo estim a. P o r eso D ios lo derribó deshecho, á los im píos y ajenos entregado, po r la raíz co rtad o ; (2 1 ) que opreso de los m ontes arro jad o s, sin ram os y sin hojas, y desnudo, huyeron dél los hom bres espantados, que su som bra tuvieron p o r escudo; en su ru in a y ram os cuantas fueron las aves y las fieras se pusieron. T ú, in fan d a Libia, en cuya seca arena (2 2 ) m urió el vencido reino L usitano, (2 3 ) y se acabó su generosa gloria, no estés alegre y de u fan ía llena, porque tu tem erosa y flaca m ano (2 4 ) hubo sin esperanza tal vitoria (2 5 ) indina de m em oria; que si el ju sto dolor m ueve a venganza alguna vez el E spañol coraje, despedazada con aguda lanza, com pensarás m uriendo el hecho u ltra je ; y Luco am edrentado al m ar inm enso p ag ará de A frican a sangre el censo. (2 6 ) NOTAS (1 ) C a n c ió n I e n la e d ic ió n d e 1582. H e r r e r a c a n ta e n ella la loca a v e n ­ tu ra,- la s a n g rie n ta d e r r o ta d e A lc a z a rq u iv ir, a c u y a d e s g ra c ia d a e x p e d ic ió n d e ­ d ic a ig u a lm e n te los s o n e to s L X V I I d el I . I y X V I I I , X X y X X I d e l l . I I I . E n la e d ic ió n d e P a c h e c o lle v a p o r t í t u l o : ‘‘P o r las P é rd id a s del R e i D o n S e­ b a s ti á n ” . C o m o e n la c a n c ió n d e L ,ep an to , a m o ld a a e s te h ec h o h is tó r ic o p e n ­ s a m ie n to s y frases b íb lic a s , p re s e n ta n d o u n a p o e s ía de a d m ira b le fre s c u ra e in s ­ p ira c ió n . ( 2 ) R e c u e r d a el v e rs íc u lo 15, c a p . X X X I : “ E n lo a lto se h a o íd o la voz g e m id o , d e d o lo r y de lla n to d e R a q u e l” . ( I d e m ) . (3 ) L a b a ta lla tu v o lu g a r el 4 de A g o sto d e 1578. ( 4 ) M á s q u e a la fa lta de v a lo r, la d e rr o ta fu é d e b id a a la im p re v is ió n e n lo s p re p a r a tiv o s y el d es c o n o c im ie n to tá c tic o d e q u e d ió p ru eb as el te m e ra ­ r io R e y D o n S e b a s tiá n . C o n v a lo r o s in él, no p o d ía p ro s p e ra r u n a e m p re s a que de a n te m a n o c a lific a ro n d e a b s u rd a sus tío s el C a rd e n a l y e l R e y F e lip e I I , de GUIA Mí LECTURAS Dfi AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 199 y a la q u e se o p u so Ja noble-za y el clero d e P o r tu g a l . N o só lo ib a n a p e l e a r en d ifíc ile s c o n d ic io n e s p o r las co m u n ic a c io n e s y fa lta s d e m e d io s, sin o q u e h a ­ b ía n d e h a b é rs e la s c o n u n e jé rc ito q u e , al d e c ir d e lo s c r o n is ta s , c o n s ta b a d e 4 0 .0 0 0 jin e te s y u n in m e n so n ú m e ro d e a lá ra b e s y “ v e n tu r e r o s . — L u is C a­ b re ra d e C ó rd o b a . — “ F e lip e I I , R e y de E s p a ñ a ” . (5 ) E l M a r R o jo . (6 ) L a c ieg a c o n fia n z a e n su solo v a lo r le h iz o v e r al R e y com o c ie r ta u n a v ic to ria ta n d ifíc il. Q u e rie n d o c o n su e sfu e rz o “ v e n c e r él to d o s s in d a r p a r te d e la v ic to ria a o tr o n i a la in d u s tr i a ” , n o só lo re c h a z ó to d o Wfcxilio, sin o que! a ú n e n el m ism o tra n c e d e la b a ta lla , c o n f a tu a a rro g a n c ia , n o q u js o a d m itir la “ e n c a m is a d a ” q u e D o n D u a r te d e M etieses le p ro p o n ía p a ra a t r a e r s e d e s e r to ­ re s d e la s tr o p a s d el X e rif e . (7 ) A d a p ta c ió n de I s a ía s . — X X X I - I - j A y de a q u e llo s q u e, co n fia d o s e n su s c a b a llo s y en la m u c h e d u m b re d e s u s c a rro s y e n el v a lo r d e su s jin e te s , p a ­ s a ro n a E g ip to p a ra a u x ilia rle , s in c o n fia r e n el S a n to d e I s r a e l y s in b u s c a r a D io s ! (8 ) E l p o e ta ju e g a con. u n z u rc id o d e frases b íb lic a s . Y e l S e ñ o r a b r ir á su m a n o , — A l c a b a llo y a l c a b a lle ro los p re c ip itó e n el m a r . (9 ) A q u í se in s p ira en e l v . 9, c a p . X I I I d e I s a í a s : “ H e a q u í q u e lle ­ g a r á el d ía d e l S e ñ o r, c ru e l, llen o d e in d ig n a c ió n , d e ir a y d e fu ro r, p a ra p o n e r la tie rra en so le d a d y p a ra b a r r e r d e e lla a los p e c a d o re s ” . (1 0 ) L a e d ic ió n d e R iv a d e n e y ra p u n tú a : ‘‘e n u n p ro fu n d o lla n to , d e g e n te y d e p la c e r el re in o ag e n o ” ; p e ro es c o rre c ta la p u n tu a c ió n d el te x to d e 1582, p o rq u e el p o e ta h a b la d e l “ lla n to de g e n te ” y d e l “ re in o ag*eno d e p la z e r ” , e sto es “ p riv a d o d e a le g r ía ” . (1 1 ) T ra d u c c ió n d e I s a í a s : “ P u e s la s e s tr e lla s d el cielo y su fu eg o no la n ­ z a rá n s u lu z : el sol a l n a c e r se h a o s c u re c id o ” . (1 2 ) I s a í a s . — “ D e s p u é s e x a m in a ré s u s m a ld a d e s y h u m illa r é lo s fu ertes a r r o g a n te s ” . H e r r e ra , a q u í d e m a s ia d o a te n to a la le tr a d e l te x to b íb lic o , h a c o m e tid o u n a p e q u e ñ a im p ro p ie d a d c a s te lla n a tr a d u c ie n d o v is ita r é y u n a n o m u y p e q u e ñ a la tin a tra d u c ie n d o s u p e r p o r s o b re . (1 3 ) A lu d e al v . 25, c p . I d el lib ro I I d e los R e y e s : “ C o m o c a y e ro n los fu e rte s en el c o m b a te ” . (1 4 ) P o é ti c o : b e lic o so . (1 5 ) L o s p o rtu g u e s e s h a b ía n h ec h o r e c ie n te m e n te im p o rta n te s c o n q u is ta s en la s I n d ia s y h a b ía n to m a d o G o a y O r m u z . (1 6 ) E n la e d ic ió n d e 1619 — ‘‘c u a n to el m a r I n d o e n c ie r r a ; i so b e rv ia s c iu d a d e s d e s tr u y e ro n — ¿ d ó el c o ra z ó n se g u ro y la o s a d ía ? ” (1 7 ) E l s e n tid o e s : “ fu e ro n in ju s ta m e n te s e p u lta d o s ” , e sto es “ s e p u lta d o s en lu g a r n o d eb id o ” . (1 8 ) E l c e d ro d e l L íb a n o com o s ím b o lo o b lig a d o de la a r r o g a n c ia e n los lib ro s b íb lic o s . (1 9 ) “ C om o los c e d ro s ju n t o al a g u a ” . N ú m e ro s X X I V . (2 0 ) i s u b lim ó la p r e s u n e jó n su p e c h o . — E s ta p e rs o n ific a c ió n de u n a a b s ­ tra c c ió n es fre c u e n te e n lo s p o e ta s d el s ig lo X V I e n su s m e tá f o r a s m á s r e t ó r i ­ cas. V é a s e la p e rs o n ific a c ió n d el r í o T a jo e n el p o e m a “ P r o f e c ía d e l T a jo ” , d e F r a y L u is d e L e ó n . (2 1 ) S ig u e H e r r e r a la p a rá b o la de D a n ie l, c a p . I V — “ V e ía q u e h a b ía u n á rb o l en m e d io d e la tie rra , q u e e ra s u m a m e n te a lto , á rb o l g ra n d e y v ig o ro s o y c u y a a ltu r a lle g a b a h a s ta el c ie lo : su a n c h u ra a b a rc a la ti e r r a . H e rm o s ís im a s e ra n s u s h o ja s y a b u n d a n te s s u s f r u t o s : to d o s e n él h a lla b a n a lim e n to , b a jo él se c o b ija b a n lo s a n im a le s y la s b e s tia s y e n s u s r a m a s sie a g ita b a n las av e s d el cielo y d e él to d a c a rn e s e a lim e n ta b a ” . (2 1 ) I n s p ir a d o e n D a n ie l — C a p . I V . (2 2 ) E n lo s a re n a le s d e L u c u s y el M u c a s ín y en el e sp acio so ca m p o de A lc á z a r es d o n d e tu v ie ro n lu g a r lo s e p iso d io s de e s ta b a ta lla . (2 3 ) S in g r a n h ip é rb o le p u d o d e c ir e l p o e ta q u e m u rió L u s ita n ia , p u e s a llí su c u m b ie ro n el R e y y lo m e jo r d e la n o b le z a . (2 4 ) E n la e d ic ió n d e 1582, s e lee m a la m e n te c o n in te n o g a c j< 5 n , (2 5 ) E s to es “ s in e s p e ra rla ” . (2 6 ) cen so — t r i b u to . ( N o ta s d e G a rc ía de D ie g o ) . / 200 PEREDA VAEDÉS — PUSCO SANSONE C O M E N TA R IO E sta O da o Canción, por el tem a que tra ta tiene cierto carácter ele­ giaco. H e rre ra se lam enta de la m uerte del R ey lusitano D on Sebas­ tián y la flo r de la nobleza de P o rtu g al, que pereció en la emboscada que le prepararon los m oros. Pred cm ina en ella la hipérbole. C ontrasta esta m anera de H e rre ra , grandilocuente, hiperbólica, ccn la poesía íntim a de sus sonetos, elegías y canciones am atorias. E sa diferencia entre las dos fo rm as de H e rre ra , radica m ás que nada en los te m a s : porque la am pulosidad y gran d ilo ­ cuencia en las O das se tran sfo rm a en conceptism o y alam bicam iento en los sonetos y elegías am orosas. E l cerebralismo de H e r r e r a ■ — H e rre ra es un poeta de gabinete, que tra b a ja sus versos con la glacial serenidad con que un e ru d ito elabora sus investigaciones, y erudito fué de am plios conocim ientos en las lenguas latina y hebrea. A plicó sus profundos conocim ientos de la Biblia a sus odas, como se ha observado en esa Canción I I . D el arsenal de Isaías h a recogido las m ás encendidas de sus m etá fo ra s. E n esta Oda de H e rre ra se nota el esfuerzo^ del gram ático y del e ru ­ dito ju n to a la inspiración del poeta, que por m om entos adquiere cierta grandeza y sublim idad. P e ro ya con H e rre ra la poesía — cristal tra n s­ parente en F ra y L uis de L eón y Garcilaso — empieza a tra n sfo rm a rse en la expresión de un afectado retoricism o, que tendrá por principal obje­ tivo la frase brillante o la m etáfo ra a b strac ta . SONETO ¿ P o r qué renuevas este encendimiento', tira n o am or, en mi herido pecho? que ya, casi olvidado del m al hecho, vivía en soledad de mi to rm en to . C uando m ás descuidado y m ás contento, revuelves a m eterm e en tan to estrecho; obligarm e, cruel, que a mi despecho procure co n trastar tu fiero intento. L as arm as, en el tem plo y a colgadas, visto, y el acerado escudo em brazo y en mi venganza salgo a la b atalla. M as ¡ay! que a las saetas, que tem pladas en la luz de m i E strella están, y al brazo tuyo, no puede resistir la m alla. GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 201 C O M E N TA R IO O bsérvese en este soneto, cuyo tem a es el am or, la abundancia de com paraciones tom adas del a rte de la g u e r ra : “las arm as en el tem plo ya colgadas”, “el acerado escudo em brazo”, “que á las saetas” , “N o puedo resistir la m alla” . — B arja, b a tenido el acierto de com parar la vida tranquila, de gabinete o de claustro, de F ernando de H e rre ra con la vida breve, inquieta y batallad o ra de G arcilaso — y la tendencia de aquél de representar sus sentim ientos am orosos por medio de im ágenes dinám i­ cas — y la de éste, cuyos paisajes y cuyas m etá fo ra s y adjetivos estám inspirados en una tranquila visión de A rcadia que c o n tra sta con su vida. SONETO E l Betis que contigo fué dichoso, pero y a desdichado que te pierde y triste y sin el ancho curso ondoso; E n m edio de su fértil cam po verde H a rá que el coro todo se levante, de n infas, que con dulce voz concuerde. •Y m etiendo en el piélago de A tlante 'la frente p o r su abierto y hondo seno con ím petu extendido resonante. H a rá ocasión, que el m ar de peñas lleno Alce el canto en tu gloria, rodeando sus bandas, de o tra alguna voz a jen a . H a sta que el claro son m ultiplicando, E n tre volviendo el paso en el Egeo, en el últim o E u x in o R eparando. C O M E N TA R IO E ste soneto fué escrito con m otivo de la m uerte de su querida. O b­ servación : E l am or se expresa en versos que descubren elestudio, la erudición (m ito lo g ía) y en que no habla el corazón, sino el ingenio y la eru d ic ió n : menos todavía em plea el dolor frases afectadas, pensam ientos ingeniosos e im ágenes brillantes, cuando sólo le esta bien la sencillez! y la naturalidad. N in g u n a persona que sienta una verdadera y pro fu n d a pena de am or se expresa hablando de la m uerte de su querida, com o F . de H e rre ra en este soneto, que sólo respira afectación. SONETO P ierdo, tu culpa A m or, pierdo engañado, siguiendo tu esperanza prom etida, 202 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE el m ás florido tiem po de mi vida, sin nom bre, en ciego olvido sepultado. Y a no m ás, baste haber siem pre ocupado el pensam iento y la razón perdida en tu gloria, mi infancia aborrecida; que quien m uda la edad, trueca el cuidado. Y o he visto á los pies puesto un d u ro hierro, y torcello la m ano del cativo, y desatarse d e aquel nudo fuerte. M as ¡oh, que ni el desdén, ni mi destierro pueden b o rra r del corazón esquivo lo que nunca podrá g astar la m u e rte ! C O M E N TA R IO E l petrarquism o español tuvo en H e rre ra a su m ás legítim o repre­ sentante. L a ebra que iniciaran Boscán y G arcilaso encuentra en H e rre ra el a rtista refinado capaz de engarzar las corrientes venidas de Italia en una fo rm a impecable. P o r o tra parte, la m einseridad de los im itadores de P e tra rc a m ás dados a anteponer al sentim iento espontáneo y n atu ral, la postura obligada de quienes se sienten enam orados porque cantan el am or y se posesionan de un platonism o artificioso, encuentra en H e rre ra , m ás cerebral que intuitivo, un campo propio. LA ESCUELA SE V IL L A N A Sevilla, puerto de intenso com ercio en el siglo X V I, fu é el foco de un m ovim iento artístico y literario, que tiene por representantes, y en la p in tu ra y la escultura a Pacheco y a M ontañés y en la poesía, s. F ern an d o de H e rre ra y B altazar de A lcázar. E l Cabildo M unicipal pro teg ía la pro­ ducción literaria, existiendo num erosas academ ias y centros docentes, por lo cual Sevilla fué llam ada entonces, la A tenas española. Pertenecen a la segunda generación de la E scuela Sevillana, F . J. M edrarlo, A rguyo, Ju a n de Juaregui, R odrigo C aro y Francisco de R ioja. ¿Q u é in flu jo pudo ejercer el exaltado y melancólico .tem peram ento andaluz en los poetas de esta escuela? Sin duda, la exuberancia que se a p arta de la sencillez de la escuela salm antina, el deseo de bus­ car la pompa, y m agnificencia en la exterioridad vistosa de la versifica- _ — _ — . G U IA . DE LECTURAS . DE AUTORES C L A S IC O S Y M ODERNOS 2 0 5 ción y en un refinado lenguaje poético que abrió la puerta a nuevos de­ fecto s. E n este sentido H e rre ra es el p r.c u rs o r acl gongorism o o cul­ teranism o. Son características de esta e sc u ela : la exuberancia, b ril'a u tez y pompa en el leguaje. A bundancia y riqueza en lo descriptivo y en los epítetos. U so no sólo de la e stro fa co rta sino de la e stro fa larga. A esta escuela se debió la perfección form al del endecasílabo. «» Rodrigo Caro (1573-1647) Canción a las ruinas de Itálica. E stos, F abio, (1 ) ¡ay dolor! (2 ) que ves ahor campos de soledad ,m ustio collado, fu ero n un tiem po Itálica fam osa; (3 ) aquí de Cipión la vencedora (4 ) colonia fu é ; p or tierra derribado yace el tem ido honor de la espantosa m u rralla, y lastim osa reliquia es solamente. De su invencible gente. Sólo quedan m em orias funerales, donde e rra ro n ya som bras de alto ejemplo. E ste llano fué plaza, allí fué tem plo; de todo apenas quedan las señales. D el gim nasio y las term as regaladas leves vuelan cenizas d esdichadas; las torres, que desprecio al aire fueron a su g ra n pesadum bre se rindieron. (5 ) E ste despedazado an fiteatro , im pío (6 ) h onor de los dioses, cuya afren ta publica el am arillo jaram ago, ya reducido a trágico teatro, ¡ oh fábula del tie m p o !, representa cuanta fué su grandeza y es su estrago. ¿C óm o en el cerco vago de su desierta arena GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 205 el g ra n pueblo no suena ? ¿D onde, pues fieras hay, está el desnudo lu ch ad o r? ¿D ónde está el atleta fu e rte? T o d o despareció, cambió la suerte voces alegres en silencio mudo. m as aun el tiem po dá en estos despojo«1 espectáculos fieros a los o jo s; y m iran tan confuso lo presente que voces de dolor el alm a siente. A quí nació aquel rayo de la guerra, g ran p adre de la p atria, honor de España, pío, felice, triu n fa d o r T ra ja n o , (7 ) ante quien m uda se postró la tie rra que ve del sol la cuna y la que baña el m ar, tam bién vencido gaditano. A quí de E lio A driano, (8 ) de Teoclosio divino, (9 ) de Silio peregrino, (1 0 ) ro d aro n de m arfil y oro las cunas, (1 1 ) aquí, y a de laurel, ya de jazm ines, coronados los vieron los jardines, que ah o ra son zarzales y lagunas. L a casa p ara el C ésar fabricada, ¡ a y !, yace de lagartos vil m o ra d a ; casas, jardines, césares m urieron, y aun las piedras que de ellos se escribieron. Fabio, si tú no lloras, pon atenta la vista en luengas calles destruidas; m ira m árm oles y arcos destrozados, m ira estatuas soberbias que violenta Ném esis (1 2 ) derribó, yacer tendida", y ya en alto silencio sepultados sus dueños celebrados Así a T ro y a fig uro así a su antiguo m u ro ; y a tí, R om a, a quien queda el nom bre apenas, ¡ oh p a tria de los dioses y los re y e s ! Y a tí, a quien no valieron ju stas leyes, fábrica de M inerva, sabia A tenas, em ulación ayer de las edades, hoy cenizas, hoy vastas soledades, ^ 206 . ....... - PEREDA VALUES — EUSCQ SANSONE r que no os respetó el hado, no la m uerte, ¡ay!, ni p o r sabia a t i , ni a t i por fuerte. M ás ¿para qué la m ente se d erram a en buscar al dolor nuevo argum ento ? B asta ejem plo m enor, b asta el presente, que aún se ve el hum o aquí, se ve la llam a, aún se oyen llantos hoy, hoy ronco acento. T al genio o religión fuerza la mente de la vecina gente, que refiere adm irada que en la noche callada u na voz triste se oye que, llorando, Cayó (1 3 ) Itálica, dice, y lastim osa, eco reclam a Itálica en la hojosa selva'que se le opone, resonando Itálica, y el claro nom bre oído de Itálica, renuevan el gem ido mil som bras nobles de su gran r u in a ; ¡tan to aun la plebe a sentim iento inclina! E sta corta piedad que, agradecido huésped a tus sagrados m anes debo, Ies dó y consagro, Itálica fam osa. T ú, si lloroso don han adm itido las in g ratas cenizas, de que llevo dulce noticia asaz, si lastim osa, perm ítem e, piadosa u su ra a tierno llanto, que vea el cuerpo santo de G eroncio (1 4 ), tu m á rtir y prelado. M u estra de su sepulcro algunas señas, y cavaré con lágrim as las peñas que ocultan su sarcófago s a g ra d o ; pero m al pido el único consuelo de todo el bien que airad o quitó el cielo. Goza en las tuyas sus reliquias bellas p ara envidia del m undo y sus estrellas. NOTAS (1 ) F a b io . — C o m o e n la E p ís to la M o ra l, F a b io , o c u lta e l n o m b re d e l a m i­ p re d ile c to d e l p o e ta . (2) ¡ a y d o lo r I L a in te rje c c ió n en m e d io d el v e rs o le d a m á s fu e rz a al s e n tim ie n to d e do lo r q u e q u ie re e x p re s a r e í poefca. go GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 207 (3 ) I t á l i c a . — C iu d a d fu n d a d a ju n to a S e v illa p o r el g ra n P u b lio C o rn etio E s c ip ió n . E s tá s itu a d a a o rilla s d e l B e tis (.G u a d a lq u iv ir). (4) C ip ió n . — E s c ip ió n . (5) A su g r a n p e s a d u m b r e . — P e s a d u m b re e s tá a q u í e m p le a d a en el sen­ tid o de p e s o . • (6 ) im pio — y no im p ío . G arcí.a d e D ie g o d ic e : ‘‘Im p io co n s u a c e n tu a c ió n p r o p ia ; im p ío p re v a le c ió a l fin , p o r a tra c c ió n d e l sim p le p ío ” . (7 ) T r a ja n o . — E m p e ra d o r ro m a n o d el 98 al 117 d . de J . C . N a c ió en I tá lic a . V e n c e d o r d e los dacios y d e los p a r to s . P ió , felice, tr iu n f a d o r . C o n e s to s tre s a d je tiv o s e x p re s a s in té tic a m e n te R o d rig 'o C aro , la p ie d a d d e T r a ja n o , su re in o feliz (fe lic e , lie . p o é tic a ) y triu n fa d o r ( d e lo s d ac io s y i le s o s p a rto s) . (8 ) E lio A d riano. — H ijo adoptivo y sucesor de T ra ja n o : fom entó 1as artes, las letras, reform ó la ad m in istració n y construyó en R om a el mausolec de A d riano. (9) T eodosio. — T eodosio I el G rande. •— E m p erad o r rom ano de 379 a 3 9 5 . A presuró el triunfo del cristianism o sobre el paganism o y se som etió a la penitencia de San A m brosio, con ocasión de la m atanza de los rebeldes de Tesaló n ic a ; d e rro tó repetidas veces a los bárb aro s y consiguió re tra s a r la caída del im perio. (1 0 ) Silio. — Siliu Itá lic o . — A utor de una epopeya sobre la Segunda G ue­ rra P única, im itación de N evius. (1 1 ) ro d aro n de m arfil y o ro las cunas. — P e rífra sis. (1 2 ) N e m e s is . — L a d io s a d e la v e n g a n z a e n tr e los (1 3 ) C ay ó I t á l i c a . — A r m o n ía im ita tiv a d el ec o . (1-t) G e re n c io . A p ó sto l de S e v illa . g r ie g o s . H IST O R IA L a Canción López de Sedaño éste, a R ioja, por poesías de R io ja R . C. (R o d rig o y Caro el a u to r. a las ruinas de Itálica fu é descubierta por Juan José en un m anuscrito de la Biblioteca R eal y atribuida por haberla encontrado copiada con la m ism a letra de o tras que se encontraban en el m ism o códice. L as iniciales C aro ) hicieron suponer que R io ja fuera un refundidor Más tarde se descubrió en El Memorial de Utrera, obra de Rodrigo Caro, una doble copia en la que éste manifestaba en una nota al pie, ha­ ber escrito una canción a Itálica en 1S9S y que por variar un poco la lec­ ción, la copiaba,. Q uintana y E stala la atribuyeron tam bién a R io ja . Se explica la con­ fusión por ser R io ja un po eta de la escuela sevillana, y por haber tratado el mismo tem a en el soneto ‘‘A las ruinas del A n fite a tro de Itálica’ , te ­ ma que, tam bién, cantó M edrano en otro célebre soneto. P e ro leyendo el soneto de R io ja y la canción de Caro se com prende que sólo un es­ pecialista en arqueología y poeta a la vez, podía haberla escrito. E l asun­ to hoy no ofrece lugar a d u d as. Como lo dem ostró A ureliano F ernández G uerra, la Canción a las ruinas de Itálica es de R odrigo C aro. C O M E N TA R IO L* y 2^ estancia: 1°) R construcción im aginativa de la ciudad de Itálica, a ) prim er elem ento. R ealidad, “cam pos d e ' soledad” “m ustio collado" “el tem ido honor de la espantosa m u ralla yace por tie rra derrib ad o ’’ “m em orias fu ­ nerales". 2^) Im aginación. R econstruya m entalm ente la ciudad de Itálica. 208 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SO N E E n la im aginación del poeta se dibujan claram ente plazas, tem plos, torres, estatuas, el gim nasio, las term as, el anfiteatro y aun atletas y esp.ctadores. “E ste llano fu é plaza” “allí fu é tem plo” “el gim nasio y las term as regaladas” ¿D ónde está el atleta fu rte? 3» e stan c ia : H ijo s de Itálica. T rajan o , pío felice y triu n fa d o r. E lio A driano. Teodosio. S ilio ; em peradores y poetas. Sentim iento de lo e fím ero de la vida. ■ “casas, jardines, Césares m urieron y aun las piedras que de ellos se escribieron “T o d o desapareció bajo la piqueta del tiem po, hasta las p iedras'' ( E n ­ c an o ). 4^ estancia. O tra vez, Fabio. Ném esis. diosa de la venganza. R ecuerdo de T rcy a, A tenas y Rom a. R o m a : patria de los dioses y los reyes. A t ñ a s : fábrica de M inerva, sabia A tenas. A tenas representa la sabiduría, R om a la fuerza. 5 a y g?. e stan c ia : E l eco en la noche callada repite. Itálica. Supone C aro que el vulgo de las inm ediaciones cree oir en la callada ncche, una voz lastim era que dice y re p ite : ¡ Cayó I tá lic a ! U ltim a estancia: G eroncio. Invocación al m á rtir y prelado G eroncio. E lem ento cristiano que atenúa la evocación pagana y el elogio de la an tigüedad. San Geroncio, obispo m ártir, parece 1111 elem ento postizo. Se duda de la autenticidad de esta ú ltim a estancia. Sentim iento que predom ina en la canción: La arqueología. Senti­ m iento personal en Caro, aunque el tem a e ra com ún a otros poetas. E l am or por las ruinas rom anas es la pasión dom inante en C aro y sólo un arqueológo-poeta podia haber escrito esta célebre canción. ¿S e puede colegir algo sobre el a u to r por la lectura de la o bra? Se puede saber que era un erudito, un estudioso de la antigüedad, un am a­ do r de las ruinas. A Caro un capitej derruido, 1;' dice m ás que un sen­ tim iento hum ano. A m a el pasado y le g u sta com pararlo con el presente. C aracteres g e n e ra le s: 1°) O bra de inspiración difícil, cuidada en la form a y ordenada en la concepción. H a y esfuerzo y no espontaneidad. “E s un ejem plo de los m ilagros que obra la paciente y p é rfid a labor de lim a cuando el que la realiza, consciente de su endeblez poética, es un g ran artista que a fuerza de estudio y de constancia puede llegar a suplir con los recursos de su arte, la cortedad de su vuelo líric o . L a canción de C aro es un dechado de plástica perfección, de sobria arquitectura, de estudiado juego de c o n stratc. N o podía ser sino la única poesía de un arqueo'ógo que tenía una rica sensibilidad poética para las ruinas, pero no genio cread o r, ni ins­ piración auténtica". 2 Q) E spiritualización dél cuadro con am argas consideraciones: G U IA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 209 “T odo desapareció, cr ció la m uerte” . 39) E vocación del pasado: Grecia, R om a. 4 *?) Si el profano no puede contem plar con el mismo doloroso in ­ terés que el arqueólogo la urbe m uerta, el poeta nos la pone delante con su poderosa facultad de evocación y nos hace ver, de paso, pretéritos re ­ cuerdos de otras grandes ciudades. 59 ) L a fantasía inventa la leyenda de que en el silencio de la noche se oye una voz que r e p ite : ¡ Itálica cayó 1 P articularidad; s : 19) E l empleo de los verses cortos (heptasilabos) en medio de la estancia como para am enizar algún tanto con gracia y arm onía la so­ brada austeridad que resultaría si todos fu eran m ayores. 2 °) L a riqueza de im ágenes y epítetos de g ran fuerza expresiva: "A quí nació aquel rayo de la gu e rra ante quien m uda se postró la tie rra ” . 39) Juste z a de los epítetos. A dm irable síntesis de toda una vida en “pío, felice, triu n fad o r, T ra ja n o . F o rm a : Com binación de endecasílabos y heptasilabos. E l poeta puede construir la prim era e stro fa con entera lib ertad en la com bina­ ción de heptasilabos y endecasílabos. C onsideram os un verdadero acierto de Caro, el colocar a los heptasílabes ju n to s. A N O N IM O S E V IL L A N O (i) Epistola moral Fabio, ( i ) las esperanzas cortesanas prisiones son do el am bicioso m uere y donde al m ás astuto nacen canas. E l que no las lim are o las rom piere, ni el nom bre de v aró n h a m erecido, ni subir al h onor que pretendiere. E l ánim o plebeyo y abatido elija, en sus intentos tem eroso, p rim ero estar suspenso que caído; que el corazón entero y generoso al caso adverso inclinará la fren te antes que la rodilla al poderoso. M ás triu n fo s, m ás coronas dió al prudente que supo retirarse, la fortu n a, que al que esperó obstinada y locamente. E sta invasión terrible e im portuna de contrarios sucesos nos espera desde el prim er sollozo de la cuna. (1) P ro b a b le m e n te de F e rn á n d e z de A n d ra d a . 210 PEREDA VALDES — FUSCO SA N SO N E Dejém osla pasar como a la fiera corriente del gran Betis (2 ) cuando airado dilata h asta los m ontes su ribera. Aquél entre los héroes es contado que el prem io mereció, no quien le alcanza por vanas consecuencias del estado. Peculio (3 ) propio es ya de la privanza cuando de A strea (4 ) fué, cuanto regía con su tem ida espada y su balanza. E l oro, la m aldad, la tiranía, del inicuo procede, y pasa al bueno. ¿Q ué espera la v irtud o qué confía? V en y reposa en el m aterno seno de la an tig u a Rom úlea, (5 ) cuyo clim a te será m ás hum ano y m ás sereno; adonde p o r lo menos, cuando oprim a n u estro cuerpo la tierra , d irá alguno: “ B landa le sea”, al d erram arla encim a; donde no dexarás la m esa ayuno (6 ) cuando te falte en ella el pece ra ro o cuando su pavón nos niegue Juno. Busca, pues, el sosiego dulce y caro, como en la oscura noche del E geo busca el piloto el em inente fa ro ; que si acortas y ciñes tu deseo, d ir á s : “ L o que desprecio he conseguido; que la opinión vulgar es devaneo” . M ás precia el ruiseñor su pobre nido de plum a y leves pajas, m ás sus quejas en el bosque repuesto y escondido, que h alagar lisonjero las orejas de algún príncipe insigne, aprisionado en el m etal de las doradas rejas. T riste de aquel que vive destinado a esa an tigua colonia de los vicios, a u g u r de los sem blantes del privado. Cese el ansia y la sed de los oficios; que acepta el don y burla del intento, el ídolo a quien haces sacrificios. Ig uala con la vida el pensam iento; y no le p asarás de hoy a m añana, ni quizá de un m om ento a o tro m om ento. G UIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Casi no tienes ni una som bra vana de nuestra antigua Itálica, (7 ) y ¿esperas? ¡ oh e rro r perpetuo de la suerte h u m a n a ! L as enseñas grecianas, las banderas del senado y rom ana m onarquía m urieron y pasaron sus carreras. ¿Q ué es n u estra vida m ás que un breve día do apenas sale el sol cuando se pierde en las tinieblas de la noche fría ? ¿qué m ás que el heno, a la m añana verde, seco a la tard e ?■ ¡ O h ciego d e sv a río ! ¿será que de este sueño m e recuerde? ¿S erá que pueda ver que m e desvío de la vida, viviendo, y que está unida la cauta m uerte al sim ple vivir m ío? Com o los ríos, que en veloz corrida se llevan a la m ar, tal soy llevado al últim o suspiro de mi vida. De la pasada edad ¿qué me h a quedado? o ¿qué tengo yo a dicha en la que espero, sin ninguna noticia de mi hado? ¡Oh, si acabase, viendo cómo m uero, de aprender a m o rir antes que llegue aquel forzoso térm ino postrero, antes que aquesta m ies inútil siegue, de la severa m uerte, d u ra mano, y a la com ún m ateria se la e n tre g u e ! P asáronse las flores del verano, el otoño pasó con sus racim os, pasó el invierno con sus nieves c a n o ; las hojas que en las altas selvas vimos, cayeron, ¡y nosotros a p o rfía en nuestro engaño inmóviles v iv im o s! T em am os al Señor, que nos envía las espigas del año y la h a rtu ra , y la tem prana pluvia (8 ) y la tardía. N o im item os la tie rra siem pre dura a las aguas del cielo y al arado, ni la vid cuyo fru to no m adura. ¿P iensas acaso tú que fué criado el varón p ara ray o de la guerra, p a ra surcar el piélago salado, 212 PEREBA VAEDES — FUSCO S A N S 0 N É ¿p ara m edir el orbe de la tierra y el cerco donde el sol siem pre cam ina? ¡oh, quien asi lo entiende, cuánto y erra! E sta n u estra porción alta y divina a m ayores acciones es llam ada, y en m ás nobles objetos se term ina. A sí aquella, que al hom bre sólo es dada, sacra razón, y pura, me despierta, de esplendor y de rayos coronada; y en la fría región dura y desierta de aqueste pecho enciende nueva llama, y la luz vuelve a ard er que estaba m uerta. Q uiero, Fabio, seguir a quien me llama, y callado pasar entre la gente, que no afecto los nom bres ni la fam a. E l soberbio tirano' del O riente, que m aciza las torres de cien codos del cándido m etal puro y luciente, apenas puede y a com prar los m odos del pecar; la v irtud es m ás b a ra ta : ella consigo m esm a ruega a todos. ¡ P obre de aquél que corre y se dilata por cuanto son los climas y los m ares, perseguidor del oro y de la plata! U n ángulo me basta entre m is lares, un libro y un am igo, un sueño breve que no perturben deudas ni pesares. E sto tan solam ente es cuanto debe N atu raleza al sim ple y al discreto, y algún m a n ja r común, honesto y leve. No, porque así te escribo, hagas cónceto que pongo la v irtud en ejercicio; que aun esto fué difícil a E píteto. (9 ) B asta al que empieza, aborrecer el vicio, y el ánim o enseñar a ser m o d e sto : después le será el cielo m ás propicio. D espreciar el deleite no es supuesto de sólida v ir tu d ; que aun el vicioso en sí propio le nota de m olesto. M as no podrás negarm e cuán forzoso este cam ino sea el alto asiento, m o rad a de la paz y del reposo. GULA de LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS V MODERNOS N o sazona la fru ta en un m om ento aquella inteligencia que m ensura la duración de todo a su talento. F lo r la vimos prim ero, herm osa y p u ra ; luego, m ateria acerba y desabrida; y perfecta después, dulce y m a d u ra ; tal la hum ana prudencia es bien que m ida, y dispense, y com parta las acciones que han de ser com pañeras de la vida. N o quiera D ios que im ite estos varones que m oran nuestras plazas, m acilentos, de la v irtud infam es histriones, esos inm undos trágicos, atentos al aplauso común, cuyas entrañas son infaustos y oscuros m onum entos. ¡C uán callada que pasa las m ontañas el au ra, respirando m ansam ente! ¡ qué g árru la y sonante p o r las c a ñ a s ! ¡Q ué m u d a la v irtu d p o r el prudente! ¡qué redundante y llena de ruido p o r el vano, ambicioso y a p a re n te ! Q uiero im itar al pueblo en el v e stid o ; en las costum bres, sólo a los m ejores, sin presum ir de roto y m al ceñido. N o resplandezca el oro y los colores en n uestro tra je ni tam poco sea igual al de los dóricos cantores. U n a m ediana v ida yo posea, un estilo com ún y m oderado, que no lo note nadie que lo vea. E n el plebeyo b arro m al tostado, hubo ya quien bebió tan ambicioso como en el vaso m úrice preciado; y alguno tan ilustre y generoso que usó, com o si fuera •plata neta, del cristal tran sp aren te y luminoso. S in la tem planza ¿viste tú p erfeta (1 0 ) alguna cosa? ¡O h m uerte! ven callada, como sueles venir en la s a e ta ; no en la tonante m áquina preñada de fuego y de ru m o r; que no es mi puerta de doblados m etales fabricada. 21 í PËRËDA VALDËS — 214 FUSCO SAN SO N Ë Así, F abio, me m uestra descubierta su esencia la verdad, y m i albedrío con ella se com pone y se concierta. N o te burles de ver cuánto confío; ni al a rte de decir, vana y pom posa, el a rd o r le atribuyas de este brío. ¿E s p o r v en tu ra m enos poderosa que el vicio la v irtu d ? ¿es m enos fuerte? no la arguyas de flaca y tem erosa. L a codicia, en las m anos ele la suerte, se a rro ja al m a r; la ira, a las espadas; y la am bición se ríe de la m u erte; y ¿no serán siquiera tan osadas las opuestas acciones, si las m iro de m ás ilustres genios ayudadas? Ya, dulce am igo, huyo y me retiro de cuanto sim ple am é; rom pí los lazos. Ven, y verás al alto fin que aspiro, antes que el tiem po m uera en nuestros brazos. NOTAS ( 1 ) F a b io . — E r a fre c u e n te e n tr e los p o e ta s del sig lo X V I y X V I I o c u l­ ta r b a jo e l n o m b re d e F a b io , al a m ig o a q u ie n d ir i g ía n s u s p o e s ía s d id á c tic a s ; o m o r a le s . L o e n c o n tra m o s e n L o p e d e V e g a , e n R io ja , en C a ro , e tc . (2 ) E l g'rar. B e t i s : R ío al q u e los á ra b e s d ie ro n el n o m b re d e G u a d a lq u i­ v ir , ta l com o e s h o y c o n o c jd o . ( 3 ) p ec u lio tie n e a q u í el sig n ific a d o d e b ie n e s , v a lo re s . ( 4 ) A s t r e a : H ija d e J ú p ite r y T e m is , se le c o n fu n d e c o n la d io s a d e la J u s ­ tic ia . H a b itó e n la tie r r a en la E d a d de O ro , p e ro los c rím e n e s h u m a n o s 1a o b lig a ro n a v o lv e r a l c ie lo . (5 ) R ó m u le a . — U n o d e los n o m b re s d e S e v illa b a jo el im p e rio ro m a n o . (6 ) p e c e ; ilicencia p o é tic a po r pez. (7 ) I t á l i c a . — A n tig u a c iu d a d ro m a n a c e rc a d e S e v illa . ‘‘L a c a n c ió n a las r u in a s d e I t á l i c a ’’, n o s h a b la d e e s ta a n tig u a c iu d a d y d e sug r u in a s . (8 ) p lu v ia , la tin ism o , p o r llu v ia . (9) E p íte to , e s to ic a . (1 0 ) p e r f e t a : E p ite c to . lic e n c ia , — F iló s o fo g rie g o . q u e p e rte n e c ía a la esc u e la p e rf e c ta . H IST O R IA A trib u id a por Sedaño a B artolcm é L eonardo de A rgensola, m ás tarde Q uintana y el P a d re E stala, creyeron fu e ra de Francisco de R ioja, nresunto au to r de la “C anción a las ruinas de Itálica ”. E n 1875, A d o lfo de C astro, en su obra “ L a E pístola M oral a Fabio no es de R io ja ’' dem ostró acabadam ente lo absurdo de tal afirm ación de GUIA DE LECTURAS de AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 215 Q uintana y E stala . O tro s la atribuyeron ccn m ás probabilidad a A ndré: F ernández de A ndrada. Con la denom inación de “A nónim o Sevillano’ fig u ra en las "Cien m ejores poesías de la lengua castellana” seleccionadas por M arcelino M enéndez y Pelayo y así se le considera h asta tanto nc aparezca su verdadero autor. C O M E N TA R IO E s la obra m ás interesante de la poesía española en el género didáctico m oral, que cu ltivaron B artolom é L eonardo de A rgensola y su herm ano Lupercio, Q uevedo, en su fam osa “E pístola satírica y censoria”, R odrigo C aro en la “ Canción a las ruinas de Itálica ” y en la E dad M edia y el Renacim iento, Sem Tob, Berceo, e! M arqués de Sr.ntillana, Ju an de M ena, M anrique y F ra y L uis de León. E l estcicism o cas­ tellano había dado en las “Coplas” de Jo rg e M anrique su expresión m ás alta. L a escuela sevillana, que tuvo en F ernando de H e rre ra su cultor más grave y dolorido, adquiere un vuelo y elevación m áxim o en la E pístola M oral. L a escuela Senequista española, cuyo m ás alto representante fu e ra Quevedo, adopta el espíritu de una filosofía trad u cid a en aforism os poé­ ticos en los versos de bronce, en' los tercetos disciplinados de la E pístola M oral, donde la filosofía p ráctica de la vida adquiere m ayor relieve poético. L a influencia H oraciana, que tiene sus modelos clásicos en las liras de G arcilaso y F r a y L uis de León, se re fle ja en este anónim o sevillano cuya lum inosidad cálida evcca la Sevilla soleada y a frican a. Se pueden señalar en el curso de la E pístola que estudiam os las di­ versas influencias y lugares com unes de la poesía didáctica m oral desde M anrique, expresados, sin em bargo, en fo rm a b astante personal. “como los ríos, que en veloz co rrid a se llevan a la m ar, tal soy llevado al últim o suspiro de mi vida.” L a m etáfo ra en la que se com para la vida hum ana a los ríos que corren y m ueren en el m ar como nuestra vida, la encontram os en las coplas de M a n riq u e : “N u estras vidas son los ríos que van a d a r a la m ar que es el m orir allí van los señoríos derechos a se acabar y consum ir” L a frugalidad de la vida, su exaltación insistentem ente am orosa, la habíam os com prendido anteriorm ente a trav és de “V ida re tira d a ” de F ra y L uis de L eó n ; este 216 PEREDA VALDES — FUSCO SA N SO N É “U n ángu'.o me basta entre mis lares un libro y un amigo, un sueño breve que no perturben deudas ni pesares” N os evoca el decir de F ra y L u is: “A mí una pobrecilla m esa de am able paz bien abastada me baste y la baxilla de fino oro labrado sea de quien la m a r no teme airada” . L a concepción horaciana del “aureas m ediocritas”— una do rad a m e­ diocridad — se expresa en este te rc e to : "U na mediana vida yo posea, un estilo com ún y m oderado, que no lo note nadie que lo vea ’. E l haber adoptado Quevedo en su “E pístola satírica y censoria” — que tiene m ás de epístola m oral que de satírica — el m ismo m etro del autor de la “E pístola M oral” y la sem ejanza en las ideas, nos hacen sospechar en am bas cierta continuidad de pensam iento. V eam os tales coin­ cidencias : “A la seda pomposa siciliana, Q ue m anchó ardiente m úrice, el rom ano Y el oro hicieron áspera y tira n a ” . ( Q uevedo) “E s el plebeyo b a rro m al tostado hubo ya quien bebió tan ambicioso como en el vaso m úrice preciado” ( A nó nim o sevillano) “P retende el alentado joven gloria P o r de ja r la vacada sin m arido Y de Ceres ofende la m em oria” ( Q u evedo ) ¡ P obre de aquél que corre y se dilata por cuanto son los clim as y los m ares perseguidor del oro y de la p lata” ( A nó nim o sevillano) M áxim as de Séneca — ya anteriorm ente señalam os dicha influencia — las encontram os poetizadas en la’ E pístola M o r a l: G UIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 217 “Oh, si acabr.se, viendo com o m uero, de aprender a m orir antes que llegue aquel forzoso térm ino p ostrero” en “A ntes de ser viejo pensaba en vivir bien; a hora que lo soy, pienso m orir, y m orir bien es m o rir sin pesar” . (.Epístolas Morales. — Séneca. — L X I ) Pueden señalarse a través de la E pístola frecuentes im itaciones de H o racio y algunos pensam ientos bíblicos, si no fu e re ello caer en p ro li­ jidad erudita. g a s t a recordar que, el fondo de las ideas m orales de la epístola lo constituye una serie de lugares com unes filosóficos, de una filosofía vul­ gar, preceptiva, que elogia la tranquilidad de la vida retirad a de toda va­ nidad cortesana, de los sinsabores de la ambición, de los engaños de la suntuosidad, tal como en síntesis se expresa en el p rim er terceto : “Fabio, las esperanzas cortesanas prisiones son cío el am biente m uere y donde al m ás astuto nacen canas” V eam os ahora algunas innegables bellezas p o é tic a s: ¡ Cuán callada que pasa las m ontañas el aura, respirando m an sam en te! ¡ qué g á rru la y sonante por las cañas ¡ , L a idea de com parar a la am bición con el a u ra que cruza las m on­ tañas sin ningún provecho, y el aire que en la flau ta se traduce en m elo­ día, es herm osísim a. Y esos adjetivos, g á rru la y sonante, tienen algo de la cristalina voz de la flauta en su exactísim a a rm o n ía ’im itativa. M ás a d e la n te : ‘‘Sin la tem planza ¿V iste tú perfecta alguna cosa ? \ O h m u e rte ! ven callada como sueles venir en la saeta; Pensam iento elevadisim o, profundo, que se agudiza en la com para­ ción con la m uerte callada que viene en la saeta. L a cu arteta final, que rom pe en un crescendo m agnifico la arm onía cerrada de los tercetos es de una elevadisim a inspiración, y da punto final con aguda penetración m ística a la gravedad de la epístola, en la cual sólo excepcionalm ente aparece un pensam iento v u lg a r: “Y a dulce amigo, huyo y m e re tiro de cuanto sim ple am é; rom pí los lazos ven, y verás al alto fin que aspiro, antes que el tiem po m uera en nuestros brazos.” PEREDA VALDES — 218 FUSCO SAN SON E E n cambio, ¡ qué desm ayado nos resulta el terceto sig u ien te !: “No, porque asi te escribo, hagas concreto que pongo la virtu d en ejercicio; que aun esto fu é difícil a E píteto" V u lg ar es este terceto : “estos inm undos trágicos, atentos al aplauso común, cuyas entrañas son infaustos y oscurcs m onum entos” Con el adjetivo “inm undo” aplicado a los histriones, y esa com para­ ción poco feliz de las entrañas con “oscuros m onum entos'’. T am bién el terceto “M as 110 podré negarm e cuán forzoso E ste cam ino sea el alto asiento M o rad a de la paz y del reposo”. en su segundo verso presenta con la sinalefa y la cacofonía de sea el alto, un verso defectuoso que suena m al al oído. E LE M EN TO S LO CALES DE LA E P IST O LA L es elem entes locales de la E pístola los encontram os en la evocación del río Betis, q u e : “dilata hasta los m ontes su rib era”. I E l río B etis es fam oso por sus inundaciones; de ahí la g rá fic a ex ­ presión de dilatar hasta el m onte la ribera, que tan adm irablem ente y con tan ta precisión nos da la idea del fenóm eno natural. E n el recuerdo de Itálica, la a ntigua ciudad rom ana cercana a Sevi­ lla, que fu é m otivo de inspiración de tantos poetas de la escuela sevillana, — R. Caro, R ioja, — está asim ilado aquí, como otras veces, las cosas que el tiem po destruye y que ayer fueron vanas p om pas: “L as enseñas grecianas, las banderas del Senado y rom ana m onarquía m urieron y pasaron sus c arreras” L a antigua ciudad de Ju lia Rom ulea, de la época rom ana, es evocada aquí, cuyo clima es denom inado “hum ano” . La novela picaresca N i la novela pastoril, ni la novela de caballerías, fu ero n géneros li­ terario s oriundos de E spaña. D el e x tra n je ro llegaron y como propios s : aclim ataren, dejando traslu c ir el origen exótico. N o sucede lo mismo. con un género genuinam ente español, la novela picaresca, nacido en E s­ paña com o una consecuencia de la observación directa de la realidad, de esa realidad española de los siglos X V I y X V II, que se m anifestaba rica en episodios de caballería y de picarism o. F u é la novela picaresca el único género literario no tem ado en préstam o de otros países y el que irradió su inusitada fo rtu n a a los vecinos estados, principalm ente a F ra n c ia , donde Le Sage pone a la m oda el género, im itando al "E scu­ dero M arcos de O bregón en su gracioso “Gil B l as de S antillana’ , y "E l diablo cojuelo” de V élez de G uevara, en “Le B oiteux” . ANTECEDENTES E l personaje del picaro, lo encontram os ya en el criado F u ró n , tal como lo describe el A rcipreste de H ita en el L ibro de B uen A m or : ‘ E ra m introso, bebdo, ladrón, é m esturero T a fu r, peleador, goloso, re fe rte ro R eñidor e adevino, Sucio e a g o rero ” . N o todo es picaresco en la tragicom edia de “ Calixto y M eli­ bea-’, com o creen algunos autores equivocadam ente. N i la C elestina es una novela, ni el fondo profundam ente tragicóm ico de la obra tienen m ucho que ver con el género picaresco. Celestina, personaje que podría pa­ sar p o r genuinam ente picaresco, 110 reúne todas las cualidades de la psicolo­ gía del p ic a ro : ni el desinterés, ni la nobleza, ni la poesia realista del tro ­ tacalles. Celestina es m u je r de un oficio determ inado, el picaro es h om ­ bre de m uchos oficios; Celestina es venal y tra b a ja el am or venal, el picaro es generoso y nd se v e n d e ; el picaro puede ser caballero, por lo cual se decía que entre el picaro y el caballero no había m ucha diferencia; había picaros caballeros y caballeros picaros. L a prim era de las novelas picarescas, en orden cronológico, fu é “L a lozana andaluza” de Francisco D elicado, cuyo asunto escabroso y m o­ vido se desarrolla en Ita lia . N o es propiam ente una novela picaresca, 220 PEREDA VALDES — FUSCO SA N SO N E pero se la puede tener como un esbozo del g é n ero . L a prim era novela, realm ente picaresca, es, pues, el “L azarillo de T o rm es” . O R IG E N D E L A P A L A B R A Según F o u lch é Delbcsc, picaro viene de pinche de c o c in a ; otros au to res hacen derivar la palabra de P icardía, pero de picardía d e rivaría picardo y no p ica ro ; otros, de P ic a. Finalm ente, B onilla y S an M a rtín cree que proviene del árabe, p o r la sem ejanza etim ológica de algunas pa. labras como bikarón (m ad ru g ad o r) y otras con el vccablo picaro, y por. que los ganapanes eran árabes. P SIC O LO G ÍA D E L P E R S O N A JE E l héroe de la novela de caballerías e ra m uy distinto al personaje de la novela picaresca; he aquí las diferen cias: N o vela de caballerías N ov ela picaresca — Realista — N i siente el am or, sino como un accidente secundario —T iene m uchos am os y de ahí le viene la experiencia vital — E s un personaje v u lg ar y un antihéroe- -Id ealista -E nam orado -E s un g ra n Señor -E s un héroe E l personaje de la novela picaresca se hace hom bre al contacto de la realidad, en la escuela de la vida. T iene por m aestros a sus amos y a la g ra n m aestra, la re a lid a d . E s un cínico, un desvergonzado, que no se preocupa de la m oral y se burla de la pedantería. Soporta les sin­ sabores de la existencia con fé rre o estoicismo, no m ira al porvenir y se preocupa únicam ente del presente. V ive para com er y odia el tra b a jo . L a holganza española, el tedio de esperar unai plaza nunca en vacancia, la m iseria aprem iante, c rearo n este tipo del picaro, m edularm ente espa­ ñol y espejo de la realidad de la E spaña de los F e lip e s, ¡Q u ién sabe si C ervantes, a no ser por su entereza de c ará cte r y su am or a la v e r­ dad, no se habría convertido en un picaro! ¿ N o hubo caballeros que lo fueron? E l am or en la vida del picaro es un episodio secundario, no ■ama sino por interés y casi siempre resulta engañado por las m ujeres, de b a ja estofa, seguram ente. E s a lo Sumo interm ediario en am oríos, com o G uzm án entre la señora del D r. Sequeda y su am ante. LA R E A L ID A D L a novela picaresca es la m ejor fo to g ra fía de la vida esp añ o 'a en los siglos X V I y X V I I . E stá n allí retratad o s el hidalgo pobre ( T r a ­ tado I I I de L azarillo ) ; el m édico logrero (C a p . de G uzm án) ; el clé­ rigo avaro ( I I tratad o de L a z a rillo ), etc. G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y M C O S K B us T odos los personajes de la vida española desfilan por la novela caresca, en una procesión interm inable. L a atm ó sfera de la novela caresca es tan interesante com o el personaje de la m ism a. E l cam po acción del picaro es m ás am plio en algunas novelas com o G uzm án A lfa ra c h e. pi­ -pi­ de de I N D I C E D E L A S P R I N C I P A L E S N O V E L A S P I C A R E S C A S >NO C O M E N T A D A S, CON R E F E R E N C IA A S U S A U T O R E S “A lonso, mozo de m uchos am os” , de Jerónim o de A lcalá, médico segoviano. Se publicó en 2 p a rte s: en 1624 la prim era, y l a segunda en 1626. “E l viaje entretenido”, de A gustín de R ojas (1572-¿ 1612?), relato de la vida del a u to r y de los com pañeros cóm icos. “L a h ija de Celestina o L a ingeniosa E lena” , de A lonso de Salas B arbadillo (1581-1635). ‘ L a G arduña de Sevilla”, de A lcnso de C astillo Solórzano (¿15841647?). “V ida y hechos d, E stebanillo González” , de a u to r desconocido. “P eriquillo el de las gallineras” (1668), de Francisco S antos. Señala la decadencia del género. El Lazarillo de Tormes T R A T A D O P R IM E R O Cuenta Lázaro su vida y cuyo hijo fué. Asiento de Lázaro con un ciego Pues sepa vu estra m erced ante todas cosas, que a mí me llam an L ázaro de Torm es, h ijo de T om é González y de A n to ñ a Pérez, naturales de T ejares, aldea de S ala­ m anca. M i nascim iento fué dentro del río T orm es, por la cual causa tom é el sobrenom bre, y fué desta m anera. Mi padre (que Dios p erdone) tenía á cargo de proveer una m olienda de una aceña ( i ), que está ribera de aquel río, en la cual fué m olinero m ás de quince añ o s; y estando mi m ad re u na noche en la aceña, preñada de mí, tom óla el p arto y parióm e a llí; de m anera, que con v erd ad me puedo decir nacido en el río. P ues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías (2 ) m al hechas en los costales de los que allí a m oler venían, por lo cual fué preso, y confesó, y no negó, y padeció persecución por justicia. E spero en Dios que estará en la g lo ria; pues el E vangelio los llam a bienaventurados. E n este tiem po se hizo cierta arm ad a (3 ) contra m oros, en tre los cuales fué mi p ad re que a la sazón estaba d esterrad o por el desastre ya dicho, con cargo de acem ilero (4 ) de un caballero que allá fu é ; y con su señor, como leal criado, feneció su vida. Mi viuda m adre, com o sin m arido y sin abrigo se viese, determ inó arrim a rse a los buenos, por ser uno dellos, y vínose á v iv ir á la ciudad, y alquiló u n a casilla, y m etióse a g u isar de com er á ciertos estudiantes, y lavaba la ropa á ciertos mozos de caballos del com endador de la M agda­ GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 223 lena. D e m anera, que frecuentando las caballerizas; ella y un hom bre m oreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocim iento. E ste algunas veces se ve­ nía á n u estra casa, y se iba á la m añ an a; otras veces de día llegaba á la puerta, en achaque (5 ) de com prar huevos y entrábase en casa. Y o al pricipio de su entrada, pesábame con él y habíale m iedo, viendo el color y m al ges­ to que ten ía; m as desque (6 ) vi que con su venida m ejo ra­ ba el com er, fuíle queriendo bien, porque siem pre tra ía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, á que nos calentábam os. D e m anera, que continuando la posada y conversación, mi m adre vino á darm e dél un negrito m uy bonito el cual yo brincaba (7 ) y ayudaba á acallar. Y acuérdom e que estando el negro de mi padrasto treb ejan d o (8 ) con el m ozuelo, como el niño veía á mi m adre y á mi blan­ c o s ^ á él no, huía dél con m iedo p ara m i m adre, y seña­ lando con el dedo decía: m am á, coco. Y él respondió rien­ do : ó hideputa ruin. Y o, aunque bien m ochadlo ( 9 ) , noté aquella palabra de mi herm anico, y dije entre m í: cuántos debe de haber en el m undo que huyen de otros p o r­ que no se ven á sí m esm os (1 0 ). Q uiso n u estra fo rtu n a que la conversación del Zayde, que así se llam aba, llegó á oídos del m ayordom o, y hecha pesquisa, hallóse que la m itad por m edio de la cebada que para las bestias le daban hurtaba, y salvados (1 1 ) , leña alm ohazas (1 2 ), m andiles (1 5 ) y las m antas, y las sába­ nas de los caballos hacía perdidas, y cuando o tra cosa no podía las bestias desherraba, y con todo esto acudía á mi m adre p ara c ria r a mi herm anico. N o nos m aravillem os de un clérigo, ni de un fraile (1 4 ) , porque el uno h u rta de los pobres, y el otro de casa p ara sus devotas, y p ara ayuda de o tro tanto, cuando á un pobre esclavo el am o r le ani­ m aba a ésto; y probósele cuanto digo, y aún m ás porque á mí con am enazas me preguntaban, y com o niño respondía, y descubría cuanto sabía con m iedo, hasta ciertas h errad u ­ ras, que p o r m andado de mi m adre á un h errero vendí. Al triste de mi p ad rastro azotaron y prin g aro n (1 5 ) , y á mí m adre pusieron pena por justicia sobre el acostum brado centenario, que en casa del sobredicho com endador no en­ trasen ni al lastim ado Zayde en la suya acogiese. P o r no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y cum plió la sentencia; y p o r evitar peligro y q u itarse de m alas len­ 224 PEREDA VALDES — EUSCO SAN SO N E guas, se fué á servir a los que al presente vivían en el mesón de la S o lan a; y allí padeciendo 'mil im portunidades1, se acabó de criar mi herm anico, h asta que supo andar. Y a yo era buen m ozuelo, que iba á los huéspedes por vino y can­ delas, y por lo dem ás que me m andaban. E n ese tiem po vino á posar al m esón un ciego, el cual pareciéndole que yo sería p ara adestrarle, me pidió a mi m a­ dre, y ella m e encomendó á él, diciéndole como era h ijo de un buen h o m b re; el cual por ensalzar la fé había m uerto en la de los Gelves (1 6 ), y que ella confiaba en Dios no sal­ d ría peor hom bre que m i padre, y que le rogaba me tra ta ­ se bien, y m irase por m í, pues e ra huérfano. E l respondió que así lo h aría, y que me recibía nó por m ozo sino por hi­ jo. Y a s i, le comencé á servir y ad e strar á mi nuevo y vie­ jo am o : com o estuvim os en S alam anca algunos días pare­ ciéndole á m i am o que no era la ganancia á su contento, determ inó irse de allí y cuando nos hubim os de p a rtir, yo fui á ver á m i m adre, y ambos llorando, me dió su bendicición y d ijo : — H ijo , ya sé que no te veré m ás; p ro c u ra de ser bueno, y D ios te guíe ; criado te he, y con buen am o te he puesto, válete para t í ; y así me fui p ara mi am o, que esperándom e estaba. Salim os de S alam anca, y llegando á la puente (1 7 ), está á la entrada del'la un anim al de piedra, que .casi tiene fo rm a de toro, y el ciego m andóm e que lle­ gase cerca del anim al, y allí puesto, m e d i j o : — L ázaro, llega al oído á ese toro, y o irás g ra n ru i­ do dentro dél. Y o sim plem ente llegué, creyendo ser a s i ; y com o sin­ tió que tenía la cabeza p ar de la piedra, afirm ó recio la m a­ no y dióm e una gran calabazada (1 8 ) en el diablo del to­ ro, que m ás de tres días me duró el dolor de la cornada, y di jo m e : — Necio, aprende, que el m ozo del ciego un pu n to ha de saber m ás que el diablo, y rió m ucho la burla. P areció­ me que en aquel instante desperté de la sim pleza en que co­ mo niño dorm ido estaba, y dije entre m í: verdad dice este, que cumple av iv ar el o jo y avisar, pues soy solo, y pensar cómo me sepa valer. NOT AS (1 ) (2 ) A c e ñ a . — M o lin o m o v id o p o r e l a g u a . c ie r ta s s a n g r ía s . — C ie rto s h u r to s . GUIA DIv LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 225 (3 ) a r m a d a . — E jé r c ito fo rm a d o p a ra c o m b a tir a lo s m o ro s . ( 4 ) a c e m ile ro . — E l q u e c u id a d e la s a c é m ila s . ( 5 ) E n a c h a q u e . — C o n p re te x to de. (6 ) D esq u e. — D esde q u e. ( 7 ) b rin c a b a . — E n t r e te n í a . ( 8 ) tr e b e ja n d o . — J u g a n d o . (9 ) m ochacho. — M uchacho. (1 0 O b se rv a c ió n q u e d e m u e s tra el s e n tid o m o ra liz a d o r d el a u t o r q u e o b s e rv a d ire c ta m e n te la v id a . (1 1 ) s a lv a d o s . — C á s c a ra d el g ra n o q u e q u e d a m e z c la d a c o n la h a r in a . (1 2 ) A lm o h a z a s . — I n s tr u m e n to d e h ie rro c o n s e rre z u e la s p a ra lim p ia r las c a b a lle r ía s . (1 3 ) m a n d ile s . — P e d a z o d e b a y e ta co n q u e se lim p ia e l c a b a llo . (1 4 ) O b sé rv e s e la c r ític a re fo r m is ta q u e im p lic a n e s ta s p a la b ra s . (1 5 ) p r in g a r o n . — C o lg a ro n . C O N D IC IO N S O C IA L D E L A Z A R O P ertenecía L ázaro de T erm es a esa clase subsocial que la m iseria a rro ja a “vivir la vida” a la buena de D io s. E n su m ilicia se form an los ham pones; en la escuela de M onipodio se educan y se adiestran. A m ­ biente adm irablem ente descripto por C ervantes en “ R inconete y C ortadi­ llo” . P e ro L ázaro no había caído tan abajo, no llega al h u rto que m e­ rezca punición. Son las suyas diabluras m ás que delitos. N o es por con­ siguiente L ázaro un delincuente, ni un degenerado. S u buen hu m o r lo salva de todo y el ham bre es el m ejo r acicate para sus diabluras.. E n la novela picaresca, el' picaro — personaje cen tral y espejo de la picardía — es siem pre un m uchacho o un hom bre ya m aduro de in fe­ rio r condición, nunca es un hidalgo venido a menos, ni un profesional do la delincuencia. L a novela picaresca ha sum inistrado arquetipos de toda índole siem pre en la clase in fe rio r. A veces, el picaro, m e jo ra de condición com o el G uzm án de A lfarache, o el mismo L azarillo, al final de la obra, pero es una excepción en su eterna c a rre ra de m iserable, sin ninguna salida en una sociedad en decadencia, cuando ya el oro se ha bía evaporado de las arcas reales y los Felipes habían m algastado la H acienda española en ajenas e infructuosas contiendas. E X P E R IE N C IA L a experiencia el picaro la adquiere en la vida y no en los libros ¡ L a vida, he ahí la g ra n m aestra de L ázaro 1 P e ro el m udar de am os es condición del picaro y al m ismo tiem po aprovechada lección. “Alonso, m ozo de m uchos am os” , se titu la la novela picaresca de Jerónim o de A lcalá Y áñez y R iv era . E l ciego es el prim er m aestro de L ázaro y de él aprende lecciones difícilm ente olvidadas, puesto que a la prim era opor­ tunidad las retribuye (episedio del pilar. T ra ta d o p rim e ro ). C A R A C T E R A U T O B IO G R A F IC O DE L A N O V E L A P IC AR E SC A T o d a novela picaresca es una a u to b io g rafía . E l picaro n a rra su vida con toda llaneza (com o en el L az arillo ) y sus aventuras por el m u n ­ do constituyen la tram a de la novela. A veces el escenario es m ezquino com o en el L azarillo, o tras veces es amplio, y com prende viajes, paisajes y descripciones por otros países, com o en “G uzm án de A lfarach e” . 15 R EA LIS M O La novela pastoril y k caballeresca eran idealistas. Idealizaban la vida ya sea con ornam entos de paisajes apacibles (arc a d ia s) o con es­ cenas caballerescas, m ilagros y fantásticas visiones. C on la novela pi­ caresca penetra m ás hondam ente el realism o en la lite ratu ra castellana (fu e re n cuadros realistas “E l C orbacho” y ‘‘La Celestina”, pero no tan c o m p le to s). L a novela picaresca es un espejo o una c ám ara fo to g rá ­ f i c a : reproduce la realidad de la vida española en el siglo X V I . E l es­ cudero del L azarillo es la m ejor pin tu ra de un hidalgo pauperizado, que necesita aparentar una vida fastuosa para m antener el rango, aunque la m iseria lo corroa por dentro. EL A N T IH E R O E E l personaje de la novela picaresca es el antihéroe típico. L a no­ vela de caballerías tuvo su héroe, A m adis de Gaula o P alm erín de I n ­ g la te rra . U n antihéroe típico de esa clase de novelas podría parecer D on Q uijote, escarnio de la heroicidad caballeresca, parodia grotesca de los caballeros andantes, pero justam ente D on Q uijote, el ú ltim o caballero y el m ás sublime de todos, es la superación del género. E l antipolo del caballero es el picaro, que acude a llenar las necesidades aprem iantes de la vida, y para quien, el am or, es apenas un'episodio secundario, que des­ deña la gloria y el am or para vivir como puede. Y precisam ente la no­ vela de caballerías era novela de gloria y de am or. T R A T A D O III D e como Lázaro se asentó con un escudero, 3,' de lo que le acaesció con él D esta m anera me fue forzado sacar fuerzas de flaque­ za, y poco á poco, con ayuda de las buenas gentes, di conm i­ go en esta insigne ciudad de Toledo, adonde con la m erced de Dios, dende á quince días se m e cerró la herida, y (1 ) m iéntras estaba m alo siem pre m e daban alguna lim osna; m as después que estuve sano todos me d e c ía n : —’ T ú , bellaco y gallofero (2 ) eres; busca, busca, un am o á quien sirvas. ¿Y adonde se h allará ése, decía yo entre mí, si Dios ag o ra de nuevo (com o crió al m undo) no le criase? A nda­ do así discurriendo de p uerta en puerta, con harto' poco rem edio (p o rque ya la caridad se subió al cielo), topóme, Dios con un escudero (4 ) que iba por la calle con razona­ ble vestido, bien peinado, su paso y compás en ord en ; m i­ róm e y yo á él, y d íjom e: — M ochacho, ¿buscas am o? Y o le d ije : — Si, señor. —•“ Pues vente tras mí, m e respondió, que Dios te ha hecho m erced en to p ar conm igo; alguna buena o ra­ ción rezaste hoy.” Y seguile, dando gracias á D ios p o r lo que le oí, y tam ­ bién que (5 ) me parecía, según su hábito y continente, ser el que yo había m enester. E ra de m añana cuando este mi tercero am o topé, y llevóme tras sí gran parte de la ciu­ dad. P asabam os por la plaza donde se vendía pan y o tras provisiones; yo pensaba y aún deseaba que allí m e quería c a rg a r de lo que se vendía, porque esta era propia hora (6 ) cuando se suele proveer de lo necesario; m as m uy á tendi­ do paso pasaba por estas cosas. P o r ventura no lo ve aquí á su contento, decía yo, y q u errá que lo com prem os en otro cabo. D esta m anera anduvim os h asta que dió las once (7 ) ; entonces se entró en la iglesia m ayor, y yo tras é l ; y m uy devotam ente le vi oir m isa y los otros oficios divinos; has­ ta que todo fué acabado y la gente ida. E ntonces salim os de la iglesia, y á buen paso tendido com enzam os á ir p o r una calle abajo ; yo iba ya el m ás alegre del m undo, en ver que no nos habíam os ocupado en buscar de com er; bien consideré que d e b ía ser hom bre m i nuevo am o, que se pro­ veía en ju n to ( 8 ) , y que ya la com ida estaría á punto, y tal como yo la deseaba y aun había m en este r. E n este tiem ­ po dió el reloj la una, después de m edio día ( 9 ) , y llega­ m os á una casa, ante la cual mi am o se p aró y yo con él, y d erribando el cabo de la capa sobre el lado izquierdo (1 0 ) , sacó una llave de la m anga, y abrió su p u erta y entram os en casa, la cual (1 1 ) tenía la en trad a obscura y lóbrega, de tal m an era que parecía que ponía tem or á los que en ella en traban, aunque dentro della estaba un patio peque­ ño y razonables cám aras ( 1 2 ) . D esque (1 3 ) fuim os e n tra ­ dos, quita de sobre sí su capa, y preguntando (1 4 ) sí ten ía las m anos lim pias, la sacudim os y doblam os y m uy lim pia­ m ente soplando un poyo que allí estaba, la puso en él; y hecho esto, sentóse cabe della, preguntándom e m uy por extenso de dónde era y cómo había venido á aquella ciu­ dad, y yo le clí m ás larg a cuenta que quisiera (1 5 ) porque me parecía más conveniente h o ra de m an d ar poner la m esa 228 PEREDA VAI,DES — FUSCO SAN SO N E y escudillar (1 6 ) la olla', que de lo que me pedía; con todo eso, yo le satisfice de mi persona lo m ejor que m en tir su­ pe, diciendo mis bienes y callando lo dem ás, porque me pa­ recía 110 ser p ara en cám ara ( 1 7 ) . E sto hecho, estuvo ansí un poco, y yo luego (1 8 ) vi m ala señal, p or ser ya casi las dos y no le ver m ás alien­ to (1 9 ) de com er que á un m uerto. Después desto, consi­ deraba aquel tener cerrada la p u erta con llave ni sentir (2 0 ) a rrib a ni ab ajo pasos de viva persona por la casa; todo lo que había visto eran paredes, sin ver en ella silleta (2 1 ), ni ta jo (2 2 ) , ni aun tal arcaz y com o el de m arras (2 3 ) , fi­ nalm ente ella parecía casa encantada. E stan d o así, di jo m e: — T ú, mozo, ¿has com ido? — N ó, señor, dije yo, que aun no eran dadas las ocho cuando con vuestra m erced encontré. — Pues, aunque de m añana, yo había alm orzado, dice, y cuando ansí como algo, hágote saber que h asta la noche m e estoy an sí; por eso, pásate com o pudieres, que después cenaremos. V u estra m erced crea, cuando esto le oí, que estuve en poco de caer de mi estado (2 4 ), no tan to de ham bre como por conocer de todo en todo la fo rtu n a serme adversa. Allí se m e representaron de nuevo m is fatigas, y to r­ né á llo rar m is tra b a jo s; allí se me vino á la m em oria la consideración que hacía cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que aunque aquel era desventurado y m ísero, por v en tu ra to p aría con o tro p eo r; finalm ente, allí lloré mi trab a jo sa vida pasada y mi cercana m uerte venidera, y con todo, desim ulando lo m ejor que pude, le d ije : — Señor, m ozo soy, que no me fatigo m ucho por co­ m er, bendito D ios (2 5 ) : deso (2 6 ) m e podré yo alabar entre todos m is iguales, por de (2 7 ) m ejo r g arganta, y así fui yo loado della h asta hoy día de los am os que y.o he te­ nido. —-V irtud es esa, dijo él, y por eso te querré yo m ás; porque el h a r ta r es de los puercos, y el com er regladam en­ te es de los hom bres de bien. Bien te he entendido', dije yo entre mí, m aldita sea ta n ­ ta m edicina y bondad com o aquestos (2 8 ) m is am os, que yo hallo, hallan en la (2 9 ) ham bre. Púsem e á un cabo del portal, y saqué unos pedazos de pan del seno, que me h a ­ bían quedado de los de p o r D ios (3 0 ). G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 229 E l, que vió esto, di jo m e: — V en acá, mozo, ¿qué com es? Y o lleguéme á él, y m ostréle el p a n ; tom óm e él un pedazo de tres que eran, el m ejor y m ás grande (3 1 ) , y d íjo m e : — P o r mi vida, que parece éste buen pan. — ¿Y cómo agora, dije yo, señor, es bueno? — Y á fe, dijo él: ¿adonde le hubiste? ¿Si es (3 2 ) am asado de m anos lim pias? — “ N o sé yo eso, le d ije, m as á mí 110 me pone asco el sabor dello.” — A nsí plega á Dios, dijo el pobre de mi ajno, y llevándolo á la boca comenzó á d ar en él tan fieros (3 3 ) bo­ cados como yo en el otro. ¡S abrosísim o pan está, dijo, p or D io s !” Y como le sentí de qué pié coxqueaba (3 4 ), dim e prie­ sa, porque le vi en disposición á si acababa antes que yo, se com ediría (3 5 ) á ayudarm e á lo que m e quedase, y con esto acabam os casi á una (3 6 ). Comenzó á sacudir con las m anos unas pocas de (3 7 ) m ig ajas y bien m enudas, (3 8 ) que en los pechos se le habían quedado, y entró en una cam areta (3 9 ) que allí estaba, y sacó un ja rro desbo­ cado y 110 m uy nuevo, y desque hubo bebido, convidóm e con él. Yo, por hacer del continente (4 0 ), d ije : — Señor, no bebo vino. — A gua es, me respondió, bien puedes beber. Entonces tom é el ja r r o y bebí, nó m ucho, porque de sed no era mi congoja. A nsí estuvim os h asta la noche, h a ­ blando en cosas que me preguntaba, á las cuales yo le res­ pondí lo m ejor que m en tir supe. En este tiem po m etióm e en la cám ara donde estaba el ja rro de que bebimos, y d íjom e: — Mozo, pásate (4 1 ) allí, y verás cóm o hacem os esta cama, p a ra que la sepas hacer de aquí adelante.' Púsem e de 1111 cabo y él del otro, y hecimos (4 2 ) la n egra cama, en la cual no había m ucho que hacer, porque ella tenía sobre unos bancos un cañizo (4 3 ) , sobre el cual estaba tendida la ropa encim a de un negro colchón que por no estar m uy costum brado á lavarse, no parecía colchón, aun­ que servía dél con h a rta m énos lana que era m e n e ste r: aquel tendim os, haciendo cuanta de ablandalle, lo cual era im­ posible, porque de lo duro mal se puede hacer blando. E l diablo de enjalm a m aldita la cosa tenía dentro de sí, que puesto sobre el cañizo todas las cañas se señalaban, y p a­ recían á lo propio entrecuesto (4 4 ) de flaquísim o puerco; y sobre aquel ham briento colchón un alfa m a r del m ismo jaez, del cual el color yo no pude alcan zar. H echa la cama, y la noche venida, di jo m e: — “L ázaro, ya es tarde, y de aquí á la plaza hay gran trech o ; (4 5 ) tam bién en esta ciudad andan m uchos lad ro ­ nes, que siendo de noche capean; (4 5 ) pasemos com o po­ dam os, y m añana, viniendo el día, D ios h a rá m erced; p o r­ que yo p or estar solo no estoy proveído; ántes he com ido estos dos días por allá fuera, m as ah o ra hacerlo hemos de o tra m anera (4 6 ) . — “ S eñor, de mí, dije yo, ninguna pena tenga vuestra m erced que bien sé p asa r una noche, y aun más, si es m e­ nester, sin com er.” — “ V ivirás m ás sano, me respondió, porque, como de­ cíam os hoy, no h ay tal cosa en el m undo p ara vivir m u­ cho que (4 7 ) com er poco.” “ Si p or esta vía es, dije entre mí, nunca yo m oriré, que siem pre he g u ard ad o esta regla por fuerza, y aun es­ pero en mi desdicha tenella toda mi vid a.” Y acostóse en la cama, poniendo por cabecera las cal­ zas (4 8 ) y el jubón (4 9 ), y m andóm e echar á sus piés, lo cual yo h ice; m as m aldito el sueño que yo dorm í, porque las cañas y mis salidos huesos en toda la noche d ejaro n de ri­ fa r y encenderse (5 0 ) , que con m is trabajos, m ales y ham ­ bres, pienso que en m i cuerpo no había libra de carne. Y tam bién, como aquel día no había com ido casi nada, ra ­ biaba de ham bre, la cual con el sueño no tenía am istad ; m aldíjem e m il veces, Dios m e lo perdone, á mi ru in fo r­ tuna. A llí lo m ás de la noche y lo peor, no osándom e re­ volver p o r no despertalle pedía a Dios m uchas veces la m uerte. I NOTAS (1 ) N ó ta s e p o ca h a b ilid a d e n la u n ió n d e los p á r r a f o s . E)n vez d e e s ta c o n ju n c ió n y, ta n poco a p ro p ia d a , p u s o J u a n de L u n a , c o r r e c to r d e la o b ra , “ q u e fu e ra m e jo r no s e m e c e ra rr a p o fq u e m i e n t r a s . . . ” — ( N . de M . P.*) (2 ) G a llo fa es la c o m id a q u e r e p a r t e n e n los c o n v e n to s a ’o s p o b re s y g a llo fe ro , s e g ú n C o v á rru b ia s (1 6 1 0 ) “ el p o b r e tó n q u e sin te n e r e n fe rm e d a d se a n d a h o lg a z á n y o cio so , ac u d ie n d o a las h o ra s d e c o m e r a la9 p o r te r ía s d e lo s c o n v e n to s ” . ( N . de M . P . ) N ó te s e la s im ilitu d d e l g a llo fe ro c o n el d e s o c u p a d o de la h o r a a c tu a l a q u ie n la c risis d el c a p ita lis m o o b lig a a la m e n d ic id a d o al so c o rro del E s ta d o , o X j.v i.v/jL »r,JtiiN U S ¿SO I in c a p a z de fa c ilita rle tr a b a jo . E n to n c e s la m ise ria de la n a c ió n e s p a ñ o la o b lig a b a a los m á s a u n a d e s o c u p a c ió n p e rm a n e n te . (3 ) E l d e m o s tra tiv o s ó lo in d ica m u c h a s c o sa s, e n el u so fa m ilia r (p o r e s to J u a n de L u n a lo s u p rim ió a q u í ) , e x tr a ñ e z a o d e s c o n o c im ie n to d e la c o sa a q u e se re f ie r e . R e c u é rd e s e la in u rb a n id a d d e la p r e g u n ta “ ¿ q u ié n es é s e ? ” , p o r “ q u ié n e s ese s e ñ o r ” . — ( N . de M . P . ) (4 ) E s c u d e ro , s e g ú n C o v a rru b ia s , q u e e s c rib ía a p rin c ip io s del sig lo X V I I , e ra el h id a lg o q u e llev a el e s c u d o a l ca b a lle ro en ta n to q u e é s te no p elea c o n é l. E n la p az los e sc u d e ro s s irv e n a los s e ñ o re s d e a c o m p a ñ a r d e la n te s u s p e r s o ­ n a s , a s is tir a la a n te c á m a ra o s a l a : o tr o s se e s tá n en su s casas) y lle v a n a c o rta m e n to ( o s a la rio ) d e los señ o res, ra n c h a d o s a su s o b lig a c io n e s a tie m p o s c ie r ­ to s . H o y d í a m á s se s irv e n d e llo s la s s e ñ o ra s y lo s q u e tj e n e n a lg u n a p a s a d a ' h u e lg a n m á s d e e s ta r e n s u s c a sa s q u e d e s e rv ir p o r lo po co q u e m e d r a n y lo m u c h o q u e los o c u p a n . R e c u é rd e n s e b ie n to d a s la s p a la b ra s d e C o v a rru b ia s , p a ra e n te n d e r m e jo r las c o n v e rs a c io n e s q u e L á z a r o te n d r á con su a m o . — ( N . de M . P . ) (5 ) H o y tie n e ta m b ié n q u e el se n tid o u s u a l de p o rq u e . ( I d e m ) . (6) H o y h a b r ía q u e p o n e r el a r t íc u l o : la h o ra p r o p ia . ( I d e m ) . ( 7 ) A q u í se s o b re e n tie n d e com o s u je to “ el ’r e lo j” , s e g ú n d ic e n unas lí­ n ea s m á s a b a jo : “ E n e s te tie m p o d ió e l relo j la u n a ” . H o y to m a m o s co m o s u ­ je to el q u e re a lm e n te es a c u sa tiv o y d e c im o s : “ d ie ro n la s o n c e ” . ( N . d e M . P . ) (8 ) “ M á s co m ú n es p o r ju n t o ” . ( N . de M . P . ) — L a e d ic ió n d e G a rn ie r H e rm a n o s p o n e p o r ju n to . (9 ) E s ta p e rífra s is e ra y a a n tic u a d a e n tie m p o d e J . d e L u r.a , q u e p o n e s im p le m e n te “ d ió la u n a y lle g a m o s ” . ( N . de M . P .) (1 0 ) E l cabo d e la c a p a . — L a e x tre m id a d d e la c a p a : só lo el lad o iz q u ie rd o . (1 1 ) c u a l a p a re c e u s u rp a n d o c a si co m p le ta m e n te el p u e s to d e su sin ó n im o q u e , s in o q u e se u s a m u c h o cu a n d o p a r a n ad a h a rá f a lta lig a r d o s m iem b ro s, c o n los lazos d e re la tiv o y a n te c e d e n te , y s e r ía m e n o s p esad o , p o r ejem p lo , e n ­ la z a rlo s p o r la sim p le c o p u la tiv a y cor. d e m o s tr a tiv o . ( M e n é n d e z P i d a l ) . (1 2 ) P a r a Luna era ya d e su sa d o e s te s u s ta n tiv o , p u es pone apo­ s e n to s . ( M . P . ) (1 3 ) L o s p ro n o m b re s d e m o s tra tiv o s cu a n d o ib a n p re c e d id o s d e la p re p o s i­ c ió n d e a d e s d e se u n ía n é s ta s al p ro n o m b re . (1 4 ) E s ta a m b ig ü e d a d la s a lv a L u n a : y m e p r e g u n tó . ( N . d eM .P . ) (1 5 ) q u e q u is ie r a : de la q u e q u is ie ra . (1 6 ) e s c u d illa s : r e m o ja r la s o p a . (1 7 ) N o s e r p a ra e n c á m a ra , s ig n ific a ‘‘no ser c o rre c to o c o r t é s / ' E r a m u y c o rrie n te en to n c e s un c a n ta rc illo p a ra m o te ja r a lo s p o co c o r te s a n o s : “ N o so is vo s p a ra en c á m a ra , P e d r o ; no s o is vos p a ra en c á m a ra , n o n , s in o p a ra en c a m a ra c h ó n .” ( N de M . y P .) . (1 8 ) L u e g o sig n ific a “ e n to n c e s ” , y no “ d e s p u é s ” . ( N . d e M . y P #). (1 9 ) N ó te s e la fra s e m o s tra r a lie n to d e h a c e r a lg o , p o r ‘‘te n e r a ir e s d e " o “ tr a z a s d e ” . N o s e h a lla en lo s d ic c io n a rio s y no e ra ta m p o c o co n o c id a d e L u n a , q u e p u s o “ no te n ía m á s ta lle d e c o m e r” . . . (N . d e M . P ) . (2 0 ; L a c o n ju n c ió n n i e q u iv a le a v ec es a y n o , a u n c u a n d o la p ro p o s ic ió n a n te c e d e n te no llev e n e g a c ió n ; si la lle v a e s te s e n tid o es e v id e n te : N o q u iso n i q u e r rá es lo m ism o q u e N o q u is o y no q u e r r á . (N . d e M . y I \ ) . (2 1 ) S ille ta . S illa p e q u e ñ a . (2 2 ) P e d a z o d e tro n c o q u e se a s ie n ta s o b re tre s p alo s. (2 3 ) A rc a g r a n d e . — M e n é n d e z P id a l d ic e q u e a lu d e al a rc a del c lé rig o de M aqueda. (2 4 ) “ C ae r de su e s ta d o ” , el q u e, tu r b a d a la ca b eza, cae en ti e r r a a m o r te ­ cido ( C o v a r r u b ia s ) . H o y m á s b ie n s ig n ific a “ v e n ir a m e n o s ” o “ d esc a e c e r d e su é s ta d o ” . ( N . d e M . P . ) (2 5 ) E lip s is m u y u s u a l e n v e z de “ b e n d ito sea D io s p o r e llo ’. ( N . d e M_ P .) . (2 6 ) d eso. p o r de eso. d e m o s tra tiv o . (2 7 ) E l d e m o stra tiv o d eso, se g u id o d e a la b a r , a n u n c ia to d a la p ro p o s ic ió n 232 PUREDA VALDÜS — tfUSCO S A N S O N # p o r d e m e jo r g a rg a n ta . L a c o n s tru c c ió n e s : ‘‘m e p o d ré a la b a r d e e s to : p o r s e r d e m e jo r g a r g a n t a ” . ( N . d e M . P .) . ( 2 8 ) A q u e s to s . S e u s a b a n e n el a n tig u o c a ste lla n o los p ro m e d io s d e m o stra tiv o s a q u e s to s , a q ü e s te s y a q u e s ta s , ( 2 9 ) E n el sig lo X V I e ra líc ita e s ta c o n s tru c c ió n . (3 0 ) d e los d e p o r D io s. P u e d e e n te n d e rs e d e los q u e h a b ía m e n d ig a d o . (3 1 ) N ó te s e la d e s c u id a d a n a tu ra lid a d d e e s te g iro , q u e L u n a tro c ó im p e r­ tin e n te m e n te a s í : “ to m ó m e el m e jo r p e d a z o de tr e s q u e te n ía ” . ( N . d e M . y P . ) . (3 2 ) E s ta c o n ju n c ió n co n d ic io n a l a n u n c ia n d o u n a in te rr o g a c in e ra y a d e s ­ u s a d a e n tie m p o de L u n a ( N . d e M . y P .) . (3 3 ) F ie r o te n ía el sig n ific a d o g-enera.1 de g ra n d e . ( N . d e M . y P . ) . (3 4 ) C o x q u a b a : c o je a r. (3 5 ) C o m e d irs e : “ a n tic ip a r s e a h a c e r a lg ú n se rv ic io s in q u e se lo a d v ie r ta n ” . (3 6 ) C a si a u n a , e q u iv a le a ca si a u n m ism o tiem p o .. (3 7 ) U n a s p o c a s de m ig a ja s . L a p re p o s ic ió n d e s e r ía h o y r e d u n d a n te . (3 8 ) L u n a v e ía , c o n r a z ó n , e s te p á rra fo s u p e ra b u n d a n te , y p u s o “ a c a b a m o s ca si a u n a , sa c u d ió se u n a s m ig a ja s m e n u d a s q u e e n losi p e c h o s s e le h a b ía n q u e ­ d a d o ” . E n lo q u e n o e s tu v o a c e rta d o fu é e n n o h a c e r re s a lta r , co m o el te x to , q u e la s m ig a ja s e r a n p o ca s y m u y m e n u d a s . ( N . d e M # P .) . (3 9 ) C á m a ra p e q u e ñ a , q u e a llí e s ta b a e q u iv a le a “ q u e a llí h a b í a ” . (4 0 ) P o r h a c e r d el c o n tin e n te . P o r h a c e rm e el ab ste m io . (4 1 ) P a s a r te n ía en lo a n tig u o casi to d a s la s a c e p c io n e s d e p o r .e r : p a s a rs e en p ie , p a ra rs e d e la n te . (4 2 ) h ec im o s. In d e f in id o p lu ra l p r im e ra p e rs o n a del v e rb o h a c e r. (4 3 ) c a ñ iz o : te jid o o z a rz o de c a ñ a . (4 4 ) e n t r e c u e s to : e sp in a z o . (4 5 ) C a p e a r es lo q u e h o y d ec im o s a t r a c a r ; s e g ú n C o v a r r u b ia s : “ Q u ita r p o r fu e rz a la capa a l q u e to p a d e n o c h e e n e s c a m p a d o ; e s to se h a c e d e n tr o d»e 'losj lu g a re s y de n o c h e ; y si les d a n lu g a r , quitar» c o n la s c a p a s los s a y o s y siempire» la s b o ls a s , si tr a e n alg o d e e lla s .” ( N . de M . P ) # (4 6 ) H o y s e d ir í a h a ré m o s lo o lo h a re m o s. E l fu tu r o h a ré , h a rá s , se c o m ­ p o n e d e h a c e r h e , h a c e r h a s , p u e s el in fin itiv o se c o n t r a ía a n tig u a m e n te en fe r o h e r, lia r, y e n t r e e l in fin itiv o y el v e rb o a u x ilia r se p o d ía n c o lo o a r los p r o ­ n o m b re s e n c lític o s com o a q u í s u c e d e . (4 7 ) E l c o rre la tiv o p r o p io d e ta l es c u a l; p e ro ta m b ié n se u sar, ( q u e a m e n a z ó h a c e r ta l co sa q u e s e r ía m u y so n a d a ) y co m o , q u e e m p le a ría m o s h o y e n el c a so d el te x to , a n o ser c a c o fó n ic o a n te s de c o r re r. (N .. d e M . P ). (4 8 ) C alzas. Lias ca lzas e ra n el a b rig o d e la s p ie rn a s , e n lu g a r d e n u e s tro s p a n ta lo n e s , q u e p o r s e r m á s a n c h o s q u e la s a n tig u a s c a lz a s s e lla m a ro n c a lz o n e s . ( N . d e M . P .) . (4 9 ) ju b ó n : v e s tid o ju s to y ce ñ id o q u e se p o n e s o b re la ca m isa y se a ta c a (o a ta p o r m e d io d e a g 'u je ta s con la s ca lzas. ( N . d e M . P ) , (5 0 ) E s to e s se e n c e n d ía n de ira los h u e s o s d e L á z a r o y r e ñ í a n co n el ca ñ izo del le ch o , p o r e s ta r el co lch ó n ta n fa lto de lan a. “ E n to d a la n o ch e d e ja ro n d e r if l a r ” , g iro fa m ilia r q u e L u n a c o rrig ió a ñ a d ie n d o la n e g a c ió n o m i t i d a : n o d e ja ro n d e . . . ( N . d e M . P .) C O M E N TA R IO Puede considerarse con razón el capitulo I I I del L azarillo de T o rmes como el cuadro m ás adm irable de 1 a realidad española en el si glo X V I. L a vida m iserable del escudero es el re fle jo de la condición y estado de los hidalgos españolas venidos a menos, que aspiraban a con­ se rv a r su rango y categoría en lo e x te rio r, aunque el interior de sus ca­ sonas y la vida que d entro o fu e ra llevaran, revele lo c o n tra rio . E l señor que se pasea por las calles con el palillo en, los dientes sin probar bocado, la m ísera disputa con L ázaro por unos m endrugos de pan son exponeiites de una grandeza que se desplom a cem o la de E spaña m ism a, como G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS V MODERNOS '¿ÓÜ sus ejércitos y sus santos. E l único consuelo es el ham bre de L azarillo o el ascetism o de Santa T eresa, y de ham brientos y de m ísticos está col­ m ada la E spaña cuyo velo descorre la novela .picaresca. E l asom bro de L ázaro ante la penuria de su am o, lo m ueve a piedad, pero él vive re­ corriendo de am o en am o una vía crucis cuya única m eta es el ham bre. ¡ C uadro adm irable de costum bres, vigoroso de vida y de realism o, es éste, que nos pinta un personaje tan característico de la vida española 111 el siglo X V I 1 1 E STILO E stilo 'llano, sobrio, casi el estilo usual de una correcta y castiza conversación del siglo X V I, es el de esta obra c|tie nos recuerda el estilo natural y espontáneo del Q uijote. M enéndez P id al nota cierta falta de habilidad en la construcción de una frase un poco larga y alguna d ifi­ cultad en las transicicnes em barazadas en adverbios y conjunciones in ú t:les o pesados. P e ro estos defectos propios del habla del siglo X V I nos desm ejo­ ran el estilo purísim o de este obra, equivocadam ente atribuida :p or m u ­ cho tiem po a H u rta d o de M endoza, q u i:n en la G uerra de G ranada re­ vela un estilo elíptico, de una concisión un tanto oscura, que recuerda a su m odelo: T á c ito . E n tre las atribuciones m ás o m enos felices d ; esta obra, preferim os la que supone sea su a u to r verdadero, Sebastián de Orozco. UN A U T E N T IC O P IC A R O CASTELLANO E n “L a Celestina” se anuncia ya el picaro, com o se había anunciado antes en los R om anceros, en las C rónicas y en las páginas del donoso A rcipreste de H ita . E s que el picaro está ya en C astilla. A nda m ero­ deando por sus cam inos y ventas, dispuesto a en co n trar aventuras de provecho. E s en 1SS4 cuando nace, hijo de molinero, en Salam anca, el autén­ tico “L azarillo de T orm es” . E ste ya no es un picaro vergonzante, un personaje de segunda categoría que se anda por los aledaños de la n o ­ vela española disfrazado de escudero, m ozo de ru fián , grum ete de la ca­ ñ e r a de Indias, mochilero, m ozo de m uías, rezador de oraciones, cóm ­ plice de tah ú r o farsante de c o rra l. L ázaro de T orm es es ya un au tén ­ tico personaje principal. U n picaro que se tiene por tal y que a sus pi­ cardías y tru h an erías debe, su vida y su gloria y la gloria que dió a las letras castellanas. L a breve h isto ria de “E l lazarillo ”, su itinerario pi­ caresco desde Salam anca h a sta Toledo, donde al fin en cu en tra vida tr a n ­ quila com partiendo su m u jer con un canónigo protector, se convierte ev¡ un poderoso ag u afu e rte de la vida castellana del siglo X V I, en una pe­ ripecia literaria de categoría universal. Y es que “E l lazarillo de T o r­ m es”, prim er vastago de una larga- estirpe de picaros españoles, es, m ás que un libro, una representación literaria de toda una realidad nacional. ¡co^± TOW UA VALDIÍS — FU SCO UN RESU LTADO SA N SO N E SO C IA L P ro fu n d a s y p ro fu sas investigaciones han realizado los eruditos para lo g rar una pista satisfactoria del au to r de '‘E l lazarillo”, y todas han resultado sin f r u to . A sí, sin a u to r conocido, el libro de ‘‘E l lazarillo’ participa de una m aycr consustancialidad con la tie rra y el cielo de C as­ tilla. A sí es m ás elem ento cósmico, ferm ento activo y espontáneo de jq u e lla tie rra y de aquella vida. E so prueba que “E l lazarillo” no es sólo una ingeniosa invención personal, sino la síntesis de un desequilibrio espiritual de un país desgarrado por am biciones im perialistas y sueños de dom inio teológico. E n una E spaña en que se persigue y se lleva colec­ tivam ente a las hogueras púb’icas a los hijos de la p ropia tie rra ,por la sola sospecha de que puedan ser judaizantes o p artidarios — m uchcs. por afinidad de sangre — de las creencias islám icas. E n una E spaña do­ lorida de estos desgarrones fam iliares y em pobrecida interiorm ente por las aventuras coloniales en busca de una fabulosa ‘ quim era del e ro ”, nece­ sariam ente había de producirse esa cíase de parias escépticos que ya no creen ni en C risto ni en M ahom a, escuderos o aduladores de una m ino­ ría de nobles y m ilitares. EL A N TIP IC A R O Sin em bargo, “ D on Q uijote” supone en el siglo X V II lo contrario que “La Celestina” y “E l lazarillo de T o rm es” suponen en el siglo a n ­ te rio r. “D on Q uijote" no es la conform idad estoica y a veces cínica del picaro con el m edio ambiente de su tie rra y de su tiem po. ‘ Don Q uijo­ te" es la m ás viril reacción de la m ente hum ana contra ese am biente y ese m edio. “D on Q u ijo te” es el antipícaro español. E s una p ura e x alta ­ ción del ideal hum anístico, que consiste en q u e rer “hum an izar un poco a la H um anidad” , en imponer por la razón, la justicia, el bien y la belleza esa ideal aspiración del alm a hum ana, que vive y hierve en el fondo de nuestro “yo” m oral y que a pesar de s u frir periódicas crisis vuelve a m anifestarse en cada época de nuevo por medio de los cerebros cum ­ bres ; ni m ás ni m enos que esa fuerza eruptiva de la N a tu raleza, que oprim ida por la d ura corteza terre stre, busca las eminencias topográficas p a ra p roducir esas trág ica s rebeliones geológicas que son los volcanes. P o r eso porque “D on Q uijote" es un sueño hum anista, no tra n si­ ge, como el picaro, con el m undo de la venta. E l seguirá inadaptado e ir.adaptable, seguro de haber recibido su bautism o de caballero en aquells burla del espaldarazo del burdo y socarrón ventero. Juan A n to n io Cabezas Mateo Alemán GUZM AN DE A L FA R A C H E L ib ro I. — Cap. I L o que le vi en el tiem po que le conocí, te-puedo de­ cir. E ra blanco, rubio, colorado, rizo, y creo de naturaleza tenía los ojos grandes, turquesados. T ra ía copete y sienes en so rtijad as. Si esto era propio, 110 fu era justo dándoselo Dios, que se tizn ara la cara ni a rro ja ra en la calle sem e­ jan tes prendas. P ero si es verdad, com o dices, que se valía de untos y artificios de sebillos, que los dientes y m anos, que tan to le loaban, era a poder de polvillos, hieles, jab o ­ netes y o tras porquerías, confesaréte cuando dél dijeres y seré su capital enem igo y de todos los que de cosa seme­ ja n te tra ta n ; pués adem ás que son actos de afem inados m aricas, dan ocasión p a ra que clellos m urm uren y se sos­ peche to d a vileza, viéndolos em barrados y com puestos con las cosas sólo a m ujeres perm itidas que, p o r no tener bas­ tan te herm osura, se ayudan de pinturas y barnices a cos­ ta de su salud y dinero. Y es lástim a de ver que no sólo las feas son las que de aquesto hacen; sino aun las m uy h er­ m osas; que pensando parecerlo m ás, com iezan en la cama por la m añana y acaban a m ediodía, la m esa puesta. De donde no sin razón digo que la m u jer, cuanto m ás m irare la cara, tan to m ás destruye la casa. Si esto aun en m u je­ res vituperio, ¿cuanto lo será m ás en los hom bres? O h! fealdad sobre toda fealdad, afre n ta de todas las a f re n ta s ! N o me podrás decir que am or paterno me ciega ni el n atu ra l de la p a tria me cohecha, ni me hallarás fuera zoo PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E de razón y verdad. P ero si en lo m alo hay descargo, cuando en alg u n a p arte hubiera sido mi p ad re culpado, quiero de­ cirte una curiosidad, por ser este su lugar, y to d o sucedió casi en un tiem po. A ti se servirá de aviso y a mi de consue­ lo, como m al de m uchos. E l año de m il y quinientos y doce, en R avenna, poco antes que fuese saqueada, hubo en Italia crueles g u erras; y en esta ciudad nació un m onstruo m uy extraño, que pu­ so g randísm a adm iración. T en ía de cin tu ra p a ra arrib a todo su cuerpo, cabeza y rostro de c ria tu ra h u m a n a ; pero un cuerno en la frente. F altábanle los brazos y dióle n a tu ­ raleza por ellos en su lugar dos alas de m urciélago. T enía en el pecho fig u rad o la Y p itagórica y en el estóm ago hacia el vientre una cruz X bien fo rm a d a. E ra h erm a fro d ito y m uy form ad o s los dos naturales sexos. N o tenía m ás de un m uslo y en el una pierna con su pie de m ilano y las g a­ rra s de la m ism a form a. E n el ñudo de la rodilla tenía un ojo solo. De aquestas m onstruosidades tenían todos m uy g ra n ­ de a d m ira ció n ; y considerando personas m uy doctas que siem pre sem ejantes m onstruos suelen ser prodigiosos, pu­ siéronse a especular su significación. Y entre la m ás que se dieron, fué sola bien recebida la sig u ien te: que el cuerno significaba orgullo y am bición; las alas inconstancia y li­ gereza; fa lta de brazos, fa lta de buenas o b ras; el pie de ave de rapiña, robos, usuras, .av aricias; el ojo en la ro d i­ lla, afición a vanidades y cosas m u n d an as; los dos sexos, sodom ía y bestial b ru tez a; de todos los cuales vicios abun­ daba p or entonces toda Italia, por lo cual D ios la castiga­ ba con aquel azote de guerras y disensiones. P ero la cruz y la Y eran señales buenas y dichosas, porque la Y en el pecho significaba v irtud, y la cruz sobre el vientre, que si, reprim iendo las torpes carnalidades, abrazasen en su pe­ cho la virtud, les daría Dios paz y ablandaría su ira. V es aquí — en caso negado — que cuando todo co­ rra turbio, iba mi p ad re con el hilo de la gente y no fué solo el que pecó. H a rto m ás digno de culpa serías tu, si pecases, p or la mejo>r escuela que has tenido. T énganos Dios de su m ano p a ra no caer en o tras o sem ejantes m i­ serias, que todos somos hom bres. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 237 C O M E N TA R IO G uzm án de A lfarach e se compone de dos p a rte s: la p rim era apa­ rece en 1599, la segunda en 1604, un año antes de la aparición de k l®-1 pa rte del Q uijote. E s como el L azarillo de T o rm e s, la au to b io g rafía do un picaro. Ccm o el L azarillo, G uzm án com ienza contándonos el lugar de su nacim iento, Sevilla, y quiénes eran sus padres. Com o L ázaro, G uz­ m án conoce la m iseria y huye acosado por ésta. R ecorre pueblecitos, donde, m ás que engañador, es engañado y llega a M adrid, “castillo fam oso” . Como lo ven rotoso y desaliñado, nadie le da tra b a jo . Su in­ tención es la de tra b a ja r honradam ente, pero la desocupación lo lleva ’ a ju n ta rse con otros picaros y se dedica a la, picardía. N o s recu erd a a R m conete perdido en tre ham pones y logreros. “P erd ím e con las m alas com pañías. Cuando com encé a servir, p rocuraba tra b a ja r, y d a r g u sto ; después los m alos am igos me perdieron dulcem ente. L a ociosidad ayu­ dó gran p arte y aún fu é la causa de todos m is daños”. D e M adrid se va a T oledo y de T oledo a Génova, víctim a unas veces de las m u­ jere s, burlador de am os, o tra s ; llega por fin a R om a ingresando en la c o fra d ía de mendigos. M e jo ra de suerte sirviendo a un C ardenal y a un E m b a jad o r de Francia, para caer de nuevo en la cárcel. V uelve a E s ­ paña y en M adrid, se hace negociante en joyas y contrae m atrim onio. E nviuda y se dedica a los estudios de teología, pero los abandona para casarse con una herm osa m uchacha a quien explota. V íctim a o tra vez de las m ujeres, se ve nuevam ente solo, pobre y abandonado. T erm in a su triste existencia en galeras y asi acaba la segunda p arte con la espe­ ranza de una tercera que nunca se escribió. G uzm án de A lfarach e posee m ás amplio horizonte que L azarillo. H a y en la obra capacidad para varias novelas e innum erables anécdotas. E s rica en episodios, m ás rica aún en digresiones filosóficas, mas todo ello form a una tram a dem asiado confusa y desordenada; le fa lta la clásica claridad y sobriedad del L azarillo. L as clases sociales son m ás abundantes y variadas en G uzm án de A lfa ra c h e ; m ayor experiencia adquiere de la vida de G uzm án, que aquel L azarillo que 110 sale del m a r­ co de tres o cuatro am os. G uzm án casi siem pre es burlado, especialm ente por las m u je res; de ahí su pesimismo que no se cura con nada. S u f i­ nal es lam entable. D espués de m uchos altibajos en su condición se hunde en lóbrega m iseria. L ázaro padeció penurias y ham bre, cada vez m ás acentuada (con el e scudero), pero al fin m ejora de condición. E n m edio de su hum orism o, hay cierta a le g ría y lum inosidad en su v id a; no m o­ raliza nunca, no piensa en la religión, ni en la rem ota salvación de su: alm a. L ázaro es m ás la novela del Renacim iento, cierto hum orism o eram ista late en toda e lla ; la alegría de vivir fu e ra de toda preocupa­ ción m oral o teológica, que hace posible su atribución a Sebastián de O rozco, son sus características. G uzm án de A lfa ra c h e es m ás la novela de la decadencia española con todo su pesimismo desalentador, con la esperanza de la religión o la m uerte, últim o refu g io del picaro. R efu g io que buscaron algunos poetas aventureros después de sus fracasos, com o '2 3 8 PE R E PA V A I.D SS — FU SCO SAN SON g Lope de V ega, per ejemplo. E l hábito religioso le sentaba m al a Lope de V ega, como a G uzm án y ambos lo abandonan por el am or constante­ m ente renovado en aventuras fáciles y transitorias. B asta re co rd a r las fechas para establecer la diferencia entre la novela puram ente renacen­ tista y la novela de la decadencia, ccmo el Buscón, que señala el acabar del R enacim iento. L ázaro es. de 1SS4, G uzm án de 1604. Vicente Espinel R E L A C IO N E S D E L A V ID A D E L E S C U D E R O MARCOS D E OBREGON 1618 Al fin, por abreviar el cuento', llegué a M álaga, o por m ejo r decir, parém e a vista della en un alto que llam an la cuesta de Zam bara. F u é tan grande el consuelo que recibí de la vista della, y la frag an cia que tra ía el viento re g a­ lándose por aquellas m aravillosas huertas, llenas de toda especie de n aran jo s y limones, llenas de azahar todo el año, que m e pareció ver un pedazo de p araíso ; porque no hay en to d a la redondez de aquel horizonte cosa que me deleite los cinco sentidos. Los ojos se entretienen con la vista del m ar y tierra, llena de tan ta diversidad de árboles herm o­ sísim os como se hallan en las partes que producen sem e­ jan tes p lan tas; con la vista del sitio y edificios; así de casas particulares como de templos excelentísim os, especialm ente la Iglesia M ayor, que no se conoce m ás alegre tem plo en todo lo descubierto. A los oídos deleita con g ra n adm iración la abundancia de los pajarillos, que im itándose unos a otros, no cesan en todo el día y la noche su dulcísim a arm onía, con una arte sin arte, que como no tienen consonancia, es una confusión dulcísim a que m ueve a contem plación del U niversal hacedor de todas las cosas. Los m antenim ientos, abundantes y substanciosos p a ra el gusto y la salud. E l tr a ­ to de la gente, m uy apacible, afable y cortesano, y todo es de m anera que se pudiera hacer un g ra n libro de las exce­ lencias de M álaga, y no es mi intento re p ara r en esto. ( Descanso diez y siete. — Fragm ento ) 240 PE R E B A VA LD E S — LA PU S C O S A N S O N fi OBRA D en tro del género picaresco ocupan mi lugar im portante las "R e ­ laciones de la vida del E scudero M arcos de O bregón”, publicadas en 1618 por V icente M artínez E spinel, dividida en tres “relaciones” y al­ gunos “descansos” . D e carácter autobiográfico en parte, hay m ucho de invención al lado de los episodios verídicos de la vida de Espinel, fam oso p o r tries co sas: por haber, si no creado, adoptado exitosam ente la décim a o E s ­ pinela, por a g reg a r la quinta c u erd a a la g u ita rra y por haber sido lau ­ reado com o ‘ único poeta castellano y latino de estos tiem pos” . C uenta la vida y andanzas de un escudero — M arcos de O bregón — yai viejo yi desengañado, reflex iv o y prudente. L as aventuras, aunque bien n a rra ­ das — E spinel era un excelente n a rra d o r — carecen de la fre s c u ra y naturalidad de las hazañas del L azarillo. Como en G uzm án de A lfarache, la reflex ió n m oral ccupa un lu g ar im portante, sin la extensión que A le­ m án pone en tales digresiones m orales. EL FRAGM ENTO COMENTADO E s una visión de M álaga vista desde un altozano. L a ciudad m e­ diterrán ea aparece aquí “sentida” , m ás que vista p o r el au to r. E l m ar, la tie rra rodeada de huertas llenas de lim oneros y naranjos, se vislum ­ bran desde la altura. V isión poética que en nada hace recordar la rea­ lidad picaresca de otros fragm entos, m ás que el E spinel satírico es el Espinel poeta, el que expresa este him no frag a n te de una ciudad. Diego Hurtado de Mendoza 1503-1575 N ació H u rta d o de M endoza en G ranada en 1503. Su padre, Iñigo López de M endoza, gobernador de G ranada en 1492, era nieto del M arqués de S antillana. D estinado por su fam ilia al estado eclesiástico, cursó estudios en la U niversidad de Salam anca, donde se perfeccionó en filoso­ fía, derecho, griego y latín. Le eran fam iliares la lengua á ra ­ be y el hebreo. E n B olonia y P ad u a escuchó las lecciones de los grandes m aestros de dichas universidades. E n 1538, el E m p erad o r C arlos V lo nom bra E m b ajad o r ante la R epú­ blica de A-^enecia. E n 1534, después de cum plir con habilidad e inteligencia su m isión diplom ática se le designa como capitán general de Siena, con e.1 objeto de pacificar la ciudad disturbada por dos bandos rivales. E l P apa, P a u ­ lo I I I convocó, inquieto por los progresos de la reform a, el Concilio de T rento. H u rta d o de M endoza, con el canci­ ller G ranvell y el Obispo de A rras, fueron designados para d efender los intereses del Im perio. P o r su elocuencia y p ro fu n d o conocim iento en las m aterias tratad as, descolló H u rta d o de M endoza, en su im portantísim a m isión. E n 1547 abandona la em b ajad a de V enecia por la de Rom a. Al año siguiente C arlos V abdica en fav o r de su h ijo F e ­ lipe II. M endoza no gozó de las m ism as prerrogativas con el h ijo de Carlos V , su p ro tecto r. V ivió desde entonces en la corte alejado de la política, cultivando las bellas letras. E n la corte tu v o una disp u ta m uy grave con el cortesano D iego de Leiva. F u é un ruidoso escándalo y se le acusó de com eter crim en de lesa m ajestad . Som etido a prisión, 16 242 PEREDA VALDES — FU SCO SA N SO N # lo declararon culpable, a pesar de sus p ro testas. Se retiró a G ranada, donde escribió, docum entándose am pliam ente, su m ejo r obra, “ L a G uerra de G ran ad a” , probablem ente hacia 15 7 1. V iejo y enferm o vuelve a M adrid, donde m ue­ re en 1575. OBRAS “La G uerra de G ranada” , F áb u la de Adonis, H ipóm enes y A talanta, epístolas, sonetos, elegías, himnos .villancicos, letrillas. C arta al capitán S a laz ar; C arta de relación al príncipe D on F elipe; C arta a D on D iego de E spinosa; D iálogo entre C arente y el ánim a de P edro L uis F a rn e sio ; Conquista de la ciudad de T únez, B atalla naval, C om entarios políticos, P a rá fra sis de A ristóteles (P a rap h ra sis in to tu m a ris to te le m ). B IB L IO G R A F IA Colecc. M erim ée. — G uerra de G ranada. E x tra c to y análisis, por — O bras de H u rta d o de M etidrza. En la biblioteca de A ut. E sp. de R ivadeneyra. — F oulché D elbosc. E tu d e su r la G uerra de Granada. — L ’authenticité de la G uerra de G ranada, idem. — Edición de k “G uerra de G ranada”. V iuda de H ernando, M adrid (1881). Idem, en la Biblioteca de escritores granadinos. — idem, p o r V icente Salvá. — idem. B enito M onfor. — Valencia. H . D u ffo . GUERRA DE GRANADA E l M arqués, hom bre de estrecha y rig u ro sa disciplina, criado al fa v o r de su abuelo y padre en g ra n oficio, sin igual ni contradictor, im paciente de (1 ) to m ar com pañía, com unicaba sus consejos consigo m ismo, y algunos con las personas que tenía cabe sí, (2 ) pláticas en la guerra, que eran pocas. D e las apariencias, aunque eran com unes a todos, a ninguno daba p a rte ; antes ocasión a algunos (es­ pecialm ente a mozos y v anos) de m ostrarse quejosos. T o ­ mó la em presa sin dineros, sin m unición, sin vitualla, con poca gente y ésa concejil, m al pagada y por esto no bien disciplinada; m antenida del robo y a trueco (3 ) de alcan­ zar y conservar éste, m ucha libertad, poca vergüenza, y m enos h o n r a ; excepto los particulares que a su costa venían de toda E sp añ a a servir al Rey, y eran los prim eros a po­ n er (4 ) las m anos en los enemigos. T uvo siem pre por p rin ­ cipal fin pegarse con ellos; no d ejar que se afirm asen en lu g ar ni ju n tasen cuerpo; acometellos, apretallos, seguillos; G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 243 no dalles ocasión a que le siguiesen, ni m ostrarles las es­ paldas aunque fuese p ara su provecho; recibir los que de ellos viniesen a ren d irse; dism inuillos y desarm allos, y a la fin oprim idos; p ara que poniéndoles guarniciones con un pequeño ejército, pudiese el Rey castigar los culpados, d esterrar los sospechosos, deshabitar (5 ) el reino, si le pil­ güese p asar los m oradores a o tra p a rte ; todo con seguri­ dad y sin costa, antes a la de ellos m ism os. H izo m uchas veces al R ey cierto del térm ino en que las cosas se halla­ b an ; y aunque guiando ejércitos no hubiese venido o tras veces a las manos, con los enemigos, todavía con la plática que ten ía de la m anera del g u errear de éstos, aprendida de padres y abuelos y otros de su linaje que tuvieron continuas g u erras con los m oros, los tra jo a tal estado y en tan breve tiem po como el de un mes, no em bargante que m uchas ve­ ces se le escribiese que procediese con ellos aten tam en te. P u esta la g u erra en estos térm inos, túvola por acabada, fa ­ cilitando lo que estaba por h ac er; con que se hizo m ás odio­ so, pareciendo a hom bres ausentes cuerdos y de experien­ cia que había de retoñecer con m ayor fuerza, como el tiem ­ po diese lugar, (6 ) y las esperanzas de B erbería se calen­ tasen, y los castigos y reform aciones com enzasen a ejecu­ ta rse ; y tuvieron por largo (7 ) el negocio, por ser de m on­ taña, co ntra gente suelta y plática de ella, y otras causas, que por nuestra parte se les habían de d a r. ( Fragmento del Libro II ) . NOTAS (1 ) (2 ) (3 ) (4 ) (5 ) I m p a c ie n te d e — la tin ism o . C ab e s í : p rep . a rc a ic a , A tru e c o d e, o a tr u e q u e d e : a fin de. L o s p rim e ro s a, m e n o s u sad o q u e p rim e ro en. D e s h a b ita r : d e s p o b la r. A rc a ís m o en ese se n tid o . (6) co m o d ie se — d e s d e q u e el tie m p o lo p e rm itie r a . Como con el subjuntie n e el s e n tid o d e : a c o n d ic ió n q u e , e n s e g u id a q u e. (7 ) tu v ie ro n p o r la r g o : e s d e c ir q u e p e n s a ro n y no s ¡„ r a z 6 n que s e ría u n a a rd u a em p resa. tiv o GUERRA DE GRANADA M andó (el D uque de A rcos) apercibir la gente de la A ndalucía y de los señcres de ella, de a pie y de a caballo, 244 PEREDA VALDES — EU SCO SAN SON E con vitualla p ara quince días, que era lo que parecía que bastase p ara d ar fin a esta guerra. E n el en tretan to que la gente se ju n tab a, le vino voluntad de ver y reconocer el fu erte de C alalui en S ie rra B erm eja, que los m oros lla­ m an G ebalham ar, adonde en tiem pos pasados ( i ) se per­ dieron don A lonso de A g u ilar y el C onde de U re ñ a ; don A lonso, señalado capitán, y ambos, grandes príncipes en­ tre los andaluces; el de U reña, abuelo suyo de parte de su m ad re; y don Alonso, bisabuelo de su m ujer. Salió de C a­ sares, descubierto y asegurando los pasos de la m ontaña, provisión necesaria por la poca seguridad en acontecim ien­ tos de g u e rra y poca certeza de la fortuna. C om enzaron a subir la sierra, donde se decía que los cuerpos habían queda­ do sin sep u ltu ra: triste y aborrecible vista (2 ) y m em oria; habían entre los que m iraban, nietos y descendientes de los m uertos, o personas que por oídas (3 ) conocían y a los lugares desdichados. L o prim ero dieron en la parte donde paró la van g u ardia, con su capitán, por la escuridad de la noche, lu g ar h a rto extendido y sin más fortificación que la n atural, e n tre el pie de la m ontaña y el alojam iento de los m oros. B lanqueaban (4 ) calaveras de hom bres y huesos de caballos am ontonados, desparcidos, según cómo y dónde habían p a ra d o ; pedazos de arm as, frenos, despojos de ja e ­ ces. V ieron más adelante el fuerte de los enemigos, cu­ yas (5 ) señales parecían pocas y b ajas y aportilladas ( 6 ) . Ib an señalando, los pláticos de la tierra, dónde habían caí­ do oficiales ( 7 ) , capitanes y gente p artic u la r; referían có­ m o y dónde se salvaron los que quedaron vivos, y entre ellos el Conde de U reñ a y don P edro de A guilar, hijo m ay o r de don A lonso; en qué lugar y dónde se re tra jo don A lonso y se defendía entre dos peñas; la herida que el F erí, cabeza de los m oros, le dió prim ero en la cabeza y después en el pecho, con que cayó; las palabras que le dijo andando a brazos (8 ) : yo soy don A lonso; las que el F erí le respondió cuando le h e r ía : tú eres don Alonso m as yo soy el F erí de B enastepar, y que no fueron tan desdichadas las heridas que dió don Alonso, como las que recibió, dónde to m aro n los estandartes, dónde los despedazaron y escarnecieron, como lloraron a don Alonso am igos y enemigos. M as en aquel punto renovaron los soldados el sentim iento : gente desa­ gradecida, sino en las lágrim as. M andó el general hacer me­ m oria por los m uertos y rogaron los soldados que estaban presentes que reposasen en paz, inciertos si rogaban por deu­ dos o por e x tra ñ o s ; y esto les acrecentó la ira y el deseo de h allar gente contra quién to m ar venganza. NOTAS ( 1 ) 3$n tie m p o s p a s a d o s : C u a n d o la in s u rre c c ió n d e lo s m o ro s e n 1500-1501, b ajo el re in a d o d e F e rn a n d o e I s a b e l. (2 T riste y aborrecible. T o d o este pasaje es un recuerdo de T ácito, T á ­ cito dice, “ A trav esaro n lu g ares odiosos a la vista y al recuerdo’’, A naies I. 61. (3 ) (4 ) c ito ). (5 ) (6 ) P o r o íd a s y m á s fre c u e n te m e n te d e o íd a s. B l a n q u e a b a n ... “ E n m e d io del ca m p o , la s o s a m e n ta s b la n q u e a b a n ” . ( T á ­ se ñ a le s — v e s tig io s . a p o r tilla d a s : d e p o rtillo . B rec h a. (7 ) D onde h a b ía n caído, etc, — “ A quí Cayeron los lu g a rte n ie n te s; allí to­ m aron las ág u ilas” . (T á c ito ). (8 ) A n d a r a b ra z o s — v e n ir a las m a n o s. CO M P O SIC IO N R e tra to del M arqués de M ondéjar. E s un retrato m o ra l: habla del carácter del M arqués, de su autoritarism o, ‘ hom bre de estrecha y ri­ gurosa disciplina”, criado al favor de su abuelo. N os representam os per­ fectam ente bien a uno de aquellos generales españoles, nobles de origen, que deben m ás a la fam ilia y al. linaje que a sí mismo. Poco am igo de v e rsj contradicho, “im paciente de to m ar com pañía com unicaba sus ne­ gocios consigo m ism o” . E l consejo de e x tra ñ o s e ra poco para é l: apenas lo necesario. G ran organizador, tom ó la em presa sin dineros, sin m u­ nición, sin vituallas, con poca gente, m al pagada, y por ser en aquella épcca el ejército de enganche, m al disciplinada: com o consecuencia de la m ala paga. E ra enérgico y castigaba los desórdenes e indisciplinas seve­ ram ente: “T u v o siem pre por principal fin pegarse con ellos; 110 d ejar que se afirm asen en lu g ar ni juntasen c u erp o ; acom etellos, apretallos, seguillos”, facilitando de todas m aneras el castigo de los culpables. Se hizo odioso, dando p o r acabada una g u e rra que “pareciendo a hom bres ausentes cuerdos y de experiencia que había de retoñecer con m ayor fu e rz a ”. ESTILO Conciso, sin olvidar por eso lo esencial. Se ha com parado su estilo con el de T á c ito ; sem ejanza en el estilo, sino en los conceptos, palabras, como lo observarem os m ás adelante. suyo, de colorido y vibración hum ana. F ra se s m ás bien breves. no solam ente existe e sta y a veces en las m ismas E s un estilo nervioso el LA M ORAL E N H U RTAD O DE M END O ZA M endoza es un m oralista arm ado de una grandeza e independencia de espíritu ex trao rd in aria. Su im parcialidad, su veracidad histórica, ta. 246 PÜRIÍDA V A L D É S '— FU SCO S A N S O N Ii independencia que tiene para juzgar , a sus contem poráneos, como a este M arqués de M ondejar, hacen de él un m odelo de historiadores. A d e­ m ás posee penetración psicológica m uy afinada, com o lo vem os en este re tra to . V eam os un ejem plo de la im itación de H u rta d o de M endoza del es­ tilo y el procedim iento de T á c ito : H U R T A D O DE M E N D O ZA “C om enzaron a subir la sierra, donde se decía que los cuerpos ha­ bían quedado sin s e p u ltu ra : triste y aborrecible vista y m e m o ria ; había entre los que m iraban nietos y descendientes de los m uertos, o per­ sonas que por oídas conocían ya los lugares desdichados. Lo prim ero dieron en la p arte donde paró la vanguardia, con su capitán, por la escuridad de la noche, lu g ar h arto extendido y sin m ás fortificación que la natural, entre el pie de la m ontaña y el alojam iento de los m eros. B lanqueaban calaveras de hom bres y huesos de caballos am ontonados, desparcidos, según cómo y dónde habían p a r a d o : pedazos de ram as, fre ­ nos, despojos de jaeces” . (E l fu erte de C alalui. F ra g m en to del l i b r o ) . TA C IT O “E l prim er cam po de V arus, en su vasta extensión, en las dim ensio­ nes de su plaza de arm as, anunciaba la obra de tres legiones. U n poco, m ás lejos un atrincheram iento semi d .rru íd o , un foso poco profundo, in­ dicaba el lugar donde se habían am ontonado los débiles despojes. En medio de la llanura blanqueaban las osam entas, esparcidas o am onto­ nadas, según hubieran huido o com batido, con m iem bros de caballos y arm as quebradas” . ( Fragmento de ¡os “A n a le s”. Libro I.) O bsérvese la sem ejanza de los últim os p á rra fo s: los m ism os ele­ m entos decorativos, calaveras, despojos de caballerías, etc. O bsérvese la sem ejanza del e stilo : frases breves, vivo colorido en la descripción dentro de la m ayor sobriedad. Miguel de Cervantes de Saavedra ( 1547 - 1616 ) Ignórase la fecha exacta del nacim iento de C ervantes; sábese que fué bautizado en 9 de O ctubre de 1547. ¿Cóm o era físicam ente C ervantes? El nos lo dice, en el prólogo de las “ Novelas E jem p lares” : “ E ste que veis aquí de ro stro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desem barazada, de alegres ojos y de nariz corva, anque bien p ro p o rcio n ad a; las barbas de plata, que no ha veinte años fueron de o ro ; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni m enu­ dos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos m al acon­ dicionados y peor puestos, porque no tienen corresponden­ cia los unos con los o tro s; el cuerpo entre dos extrem os ni g ran d e ni 'p eq u eñ o ; la color viva, antes blanca que m ore­ n a ; algo cargado de espaldas y no m uy ligero de piés; este digo que es el rostro del a u to r de la C alatea y de D on Q ui­ jo te de la M ancha” . D u ran te m ucho tiem po siete ciudades, como a H om e­ ro, disputaban el lugar de su nacim iento ; p o r últim o se ave­ riguó con certeza ser A lcalá de H enares. Su educación no fué m uy cuidada. E n varias obras C ervantes se lam enta de su fa lta de preparación en los es­ tudios universitarios. E s problem a m uy debatido entre los cervantistas, si C ervantes fué un ingenio lego, como le lla­ m aron algunos o un erudito. Se han escrito m uchos libros sobre la ciencia de C ervantes, sobre su p ro fu n d o conoci­ m iento en diversas m aterias. S obre este asunto h ay una ex­ celente docum entación en “ El pensam iento de C ervantes” de A m érico C astro. E s indudable que C ervantes no aprendió en las aulas universitarias, su conocim iento p ro fu n d o de la vida, su sa­ biduría em pírica; que no fueron los libros solam ente los que le dieron su m aestría en descubrir y exponer las debi­ lidades de los hom bres, sino su constante tra jin a r por pla­ zas, pueblos y cam inos; su propia desventura. A sí “ Rinconete y C o rtad illo” dem uestra su p ro fundo conocim iento del ham pa andaluza, “ L a G itanilla” , sobre la vida de los g ita­ nos. Adem ás, C ervantes poseía el don de obtener una visión objetiva de las cosas. Si bien en algunas de sus obras, com o en “ Persiles y S egism unda” , com o en algunas de sus “ N o­ velas E jem p lares” , predom ina la fantasía, la im aginación, sobre la visión directa de las cosas, es esta últim a, es ese realism o de carácter social y hum ano, el que hace de él el g ra n escritor universal, que se eleva sobre el particularism o nacional p ara d o tar a su obra de ese elem ento hum ano, uni­ versal, que es la propia vida. Sobre su infancia nada nos dice C ervantes en sus obras, en cambio, algo sabemos sobre su vocación de escritor que se despertó en él desde m uy joven. E ncontrándose C ervan­ tes en M adrid, el 24 de O ctubre de 1568, en circunstan­ cias en qite celebrábanse las exequias de la rein a Isabel de V alois, m u jer de Felipe II, el A yuntam iento encargó a Ju a n López de H oyos — m aestro de C ervantes — la re­ dacción de las inscripciones que habían de fig u ra r en la de­ coración de la iglesia. C ervantes escribió algunas de las composiciones y esta fué su iniciación en las letras. E n D i­ ciem bre de 1568, C ervantes acom paña a Italia, al C ardenal A cquaviva, legado del P ap a P ío V, en calidad de cam are­ ro . A p a rtir de este m om ento de su vida se puede decir que com ienza p a ra él una serie de aventuras y desventuras que pondrán una nota som bría en el decurso de su existencia. E l 15 de Setiem bre de 1571 p a rtía D on Ju a n de A u stria con una flo ta del puerto de M esina para com batir a los turcos. E n ella iba C ervantes com o voluntario. E l 7 de O c­ tubre se en co ntraron turcos y cristianos en la ra d a de Lepanto, donde se libró una encarnizada batalla. Cervantes' se batió valientem ente y en la jo rn a d a le quedó estropeado un brazo. De esa m iseria y de esa incapacidad física se en ­ vaneció C ervantes y el hecho le valió el apodo de “ M anco de L ep an to ” . M as la realidad debió dem ostrarle bien p ro n ­ to que había sido llevado como en todas las gu erras de con­ quistas com o veja al m atadero. Después de cinco años de v id a m ilita r: L epanto, N avarino, C orfú, Túnez, C ervan­ tes cosecha el desengaño. Con cartas de recom endación de D on Ju a n de A u tria y del V irrey de Nápoles, em barcóse p a ra E sp añ a en esta ú ltim a ciudad, con el fin de recibir alg u n a recom pensa p o r sus leales servicios. L a suerte te­ n ía que ju g arle una m ala p asad a: la galera “ E l S ol” en que v iajab a fué apresada por corsarios berberiscos, sufriendo cautiverio du ran te cinco años en la ciudad de Túnez. De estos hechos hace m ención C ervantes en la novela del cau­ tivo (caps. 39, 40, 41. I parte. Q u ijo te ). R escatado p o r el fraile redentorista Ju an Gil, regresó a E spaña, abandonando las arm as p a ra dedicarse exclu­ sivam ente a las letras. E ste dualism o del escritor-soldado lo ex p resa C ervantes en fo rm a de paralelo en el fam oso discurso de D on Q uijote, de las arm as y las letras (cap.38. I parte. Q u ijo te ). Su p rim era obra de im portancia, “ L a C alatea” , la te r­ m ina a fines de 1583. E n ella rinde tributo C ervantes al género pastoril, como en el Q u ijo te ren d irá culto a las no­ velas de caballerías p ara crear la m ás sublime de todas ellas. E n 1588 se dirige C ervantes a A ndalucía en busca de trab ajo . C onsigue allí el cargo de proveedor de la A rm a­ da, que tantos sinsabores le debía costar. Suplica una pla­ za en A m érica, “ rem edio a que se acogían otros m uchos perdidos en Sevilla, que era el pasarse a las Indias, re fu ­ gio y am paro de los desesperados de E sp añ a” . Su solici­ tu d fué desestim ada y como dice F itzm aurice Kelly, “ fué un fav o r p a ra el m undo : hizo posible la creación del Q u i­ jo te ” . L a frase del escritor inglés es la expresión de la creencia falsa de que las grandes obras se crean en la in­ digencia. L a desventura de. C ervantes no fué el acicate de su genial creación, que igualm ente hubiera nacido en condiciones económicas m ás prósperas y tranquilas. E n 1597, p o r ciertas irregularidades de que se le acu­ só, fué detenido y encarcelado. R ecobró a los tres meses la libertad, pero fué expulsado ele los servicios públicos. V ivió algunos años en Sevilla en com pleta esterilidad cre­ ad o ra. D esde 1598 su vida se eclipsa h asta 1603, pero en 1605 sale im presa la prim era parte del Q uijote. Después del éxito alcanzado por su “ Don Q u ijo te” , perm anece inac­ tivo d u ran te 8 años, pero hubo de s u frir entonces nuevas ■ ¿ su PEREDA VALDES — PU S C O SAN SON E contrariedades con m otivo de la m uerte de G aspar de Ezpeleta, en cuyo enojoso suceso se vió com prom etido ju n ­ to a otros fam iliares. E n 1609 vuelve a la actividad con sus novelas ejem plares que term inó en 1612. E n 1615 publica la segunda p arte del Q uijote, teniendo que su frir la des­ leal com petencia del Q u ijo te de A vellaneda. L a dedica­ to ria de Persiles tiene fecha en 19 de A bril de 1616. E l 23 de A bril de 1616, m uere C ervantes, obscura y pobre­ mente. Su vida fué un ejem plo de austeridad, de grandeza h u ­ m ana en lucha con la adversidad y el destino. OBRAS L a Galatea. — T ea tro . — Poesías. — V ia je al P arnaso. — D on Q uijote de la M ancha. — N ovelas ejemplares.. — Persiles y Segism unda. B IB L IO G R A F IA Vida y hechos del ingenioso hidalgo D on Q uixote de la M ancha. E d. P rin. —■ V ida y hechos del ingenioso hidalgo D on Q uixote dei 'n M ancha. 1765. 4 tem os, en la Im prenta de M anuel M artín. — Vidai de M iguel de C ervantes. E d. R. Schevill. — B io g rafía docum entada de M iguel de Cervantes por F itzm aurice K elly. — P ersiles y Segism unda. E d. Schevill y Bonilla. M adrid. — N ovelas E jem plares. E d. R odríguez M arín. — L a gitanilla. — E l licenciado. — V idriera. — Poesias sueltas. E d. Schevill y Bonilla. — Comedias y E ntrem eses, Edic. J. G arcía. — E studio crítico del entrem és 'E l vizcaíno fingido. — H isto ria de la L ite ratu ra Española. F itzm aurice K elly .— P ró lo g o de D on Q uijote edición crítica de R odríguez M arín. — C otarelo y M ori. — U ltim es estu­ dios cervantinos. — M enéndez y Pelayo. — C ultura literaria de M iguel de C ervantes y elaboración del Q uijote. T om o IV , ,pág. I de C rítica L iteraria. — "L as interpretaciones del Q u ijo te ”, tomo V , idem. pág. 191. A m érico C astro. — E l pensam iento de C ervantes. — Julio C ejador. — L a lengua de Cervantes. M adrid. 1905. — B ibliografía c rític a de las ediciones del Q uijote desde 1605 hasta 1917 recopilada por J. S uñé. — Icaza. E l Q uijote d urante tre s siglos. M adrid, 1918. —- S upercherías y errores cervantinos, por Francisco A. de Icaza. — Savj. — López. C ervantes. — A udré S uárez. — C ervantes. — Ildefonso P ered a V aldés. L os antiquijotes. — E studios literarios. R o d ríg u ez M arín. — E l “Q u i­ jo te y D on Q uijote en A m érica. Salvador de M adariaga. — Guía del lector del Q uijote. R am iro de M aetzu. — D on Q uijote, D on Ju a n y la Celestina. — Cervantes. — P áginas escogidas. E dit. M undo L atino (re c o m .). — Ju sto de L ara. — C ervantes y el Q uijote. H abana, 1905. • — C ervantes. —- T eatro. E dic. L uis M ichaud. — Ju n a M illé y Giménez. S obre la génesis del Q uijote. — A dolfo Bonilla y San M artín. G U IA DE L E C T U R A S dE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 251 C ervantes y su obra. — M iguel de Cervantes. — E ntrem eses. — L as cien m ejores obras de la lite ra tu ra española, tom o 21. —• R om era y N a v arro . L ite ratu ra E spañola, pág. 234. — M anuel de M ontoliú. L it. Cast. pág. 358. —• B ar ja. A utores Clásicos. — A zorín. ‘A l m argen de los clásicos”. — A l m argen del Q uijote, pág. 73. — A l m argen del P e rsiles. — A l m argen de la fu erza d e la sangre, pág. 97 y 107. — A zorín. “L a ru ta del Q u ijo te”. — M iguel de U nam uno. ‘ Vicia de Don Q uijote y Sancho” . — R icardo R ojas. “C ervantes” . — C ervantes. — N ovelas e je m ­ plares. E d . G arnier H nos. — Cervantes. “P ersiles y Segism unda” . E d. Col. U niversal. Q U IJO T E Parte I. — Capítulo I E n un lugar de la M ancha de cüyo nom bre no quie­ ro acordarm e ( i ) , no ha m ucho tiem po que vivía un hi­ dalgo de los de lanza en astillero ( 2 ) , a d a rg a antigua, rocín flaco y galgo co rred o r. U n a olla de algo m ás vaca que carnero ( 3 ) , salpicón ( 4 ) , las m ás noches, duelos y quebrantos los sábados ( 5 ) , lentejas los viernes, algún p a­ lom ino de añ ad id u ra los dom ingos consum ían las tres p a r­ tes (6 ) de su hacienda. E l resto della concluían sayo de velarte ( 7 ) , calzas de velludo ( 8 ) , p ara las fiestas con sus pan tu flo s (9 ) de lo mismo, y los días de entre sem ana se ho n rab a con su vellorí (1 0 ) de lo m ás fin o . T en ía en su casa un am a que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte y un m ozo de cam po y plaza, que así ensillaba el rocín como tom aba la podadera. F risab a la edad de n u estro hidalgo con los cincuenta a ñ o s ; era de com­ plexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, g ra n m a­ d ru g ad o r y am igo de la caza. Q uieren decir que te­ nía el sobrenom bre de Q u ijad a o Q uesada, (que en esto hay alguna d iferen cia'en los autores que de este caso escriben). A unque por conjeturas verosím iles se deja entender que se llam aba Q u ija n a . P ero esto im porta poco a nuestro cuen­ to : basta que en la n arración del no se salga un punto de. la verdad. E s, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (q u e eran los m ás del a ñ o ), se daba a leer libros de caballerías, con ta n ta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la adm inistración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió m uchas hanegas de tie rra PEREDA VALDES — l'U S C O SAN SON É de sem bradura para com prar libros de caballerías en que leer, y así llevó a. su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que com puso el fam oso Feliciano de Silva, porque la cla­ ridad de su prosa y aquella^ entrincadas razones su­ yas le parecían de perlas, y m ás cuando llegaba a leer aque­ llos requiebros y cartas de desafíos, donde en m uchas p a r­ tes hallaba e s c rito : “ L a razón de la sinrazón que a mi ra ­ zón se hace, de tal m anera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fe rm o su ra” ; y tam bién cuando le ía : “ Los altos cielos que de vu estra divinidad divinam en­ te con las estrellas os fortifican, y os hacen m erecedora del m erecim iento que m erece la v u estra g ran d eza” . Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase p o r entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el m ism o A ristóteles si resucitara para sólo ello. NOTAS (1 ) C e rv a n te s a lu d e p ro b a b le m e n te a A r g a m a s illa d e A lb a. (2 ) H id a lg o e q u iv a lía a n o b le, p e ro d e s ig n a b a m á s c o n c re ta m e n te el ín fim o g ra d o de la n o b le za. (3 ) A s tille ro . — E s ta n te e,n q u e se p o n ía n las a s ta s o la n z a s, a d o rn o del p o rta l de la ca sa de u n h id a lg o . (4 ) L a v ac a e ra c o m id a m á s b a r a ta q u e el c a rn e r o . (5 ) R e s to s d e la c a rn e d e la c o m id a q u e e ra se rv id a de n o c h e . (6 ) M a n ja r d e h u ev o s y to rre z n o s . (7 ) E q u iv a le a tr e s c u a rta s p a r te s d e la h a c ie n d a . (8 ) V e la rte . — I 'a ñ o de fin a c a lid a d . (9 ) V e llu d o . — E s p e c ie d e te rc io p e lo . (1 0 ) P a n tu f lo . — C a lz a d o de g e n te a n c ia n a , q u e se p o n ía e n c im a de lo s b o rs e g u íe s o z a p a to s p a ra a b rig o , y p a ra lib ra rs e d e l lo d o . (1 1 ) V e llo r í. — P a ñ o e n tre fin o , d e color p a rd o c e n ic ie n to , d e la n a s in te ñ ir . C O M E N TA R IO Cervantes nos describe la condición y ejercicio del fam oso hidalgo D on Q u ijo te de la M ancha, el am biente que lo rodea, sus m e­ dios de vida, sus peregrinas aficiones. E ra un hidalgo, por consiguiente, pertenecía a una clase acom odada, que si bien no era de alto linaje g o ­ zaba de ciertos privilegios, sus casas y personas estaban exentas de j u ­ risdicción señorial. C ervantes no ha querido describirnos la persona de un hidalgo pobre, del cual se encuentra una descripción en A ntonio de G uevara en su “M enosprecio de C orte y A labanza de aldea’’, sino de una persona acom odada condición, cuyas “tres cuartas p artes de la h a ­ cienda” se consum ían en el comer. U saba saya de velarte, calzas de velludo y un vellorí de lo m ás fino, lo que significa que vestía con distinción y aseo. , ' , ' G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS 253 Retrato físico de Don Quijote: era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro. (Algunos han querido, ver en este retrato una gran semejanza con el de Cervantes) . L A L O C U R A DE D O N Q U IJO TE Su locura consistía en leer libros de caballerías y creerse caballero andante. Don Q u ijo te presenta una doble faz de locura y cordura. E n él alternan, c ordura y lo cu ra; intervalos lúcidos y m om entos de o f u s ­ cación. E n lo tocante a asuntos de caballería andante su locura se des­ borda y m anifiesta tantas veces se le habla de ello, al m ism o tiempo abundan sus razones ingeniosas, sus juicios acertadísim os, sus conse­ jo s sensatos. C O M E N TA R IO DE UNAMUNO ‘‘E ra pobre, de com plexión recia, seco de carnes, enjuto de ro stro , g ra n m adrugador y am igo de la caza. D e lo cual se saca que era de tem peram ento colérico, en el que predom inaba c alo r y sequedad, y quien lea el ya citado E xam en de Ingenios que com puso el D r. D. Juan H u a rte, dedicándoselo a S . M . el Rey D on Felipe II, verá cuán bien c uadra a D on Q uijote lo que de los tem peram entos calientes y se á is dice el ingenioso físico. E ra D on Q uijote am igo de la caza, en cuyo ejercicio se aprende astucias y engaños de g u erra, y así es cóm o tras las liebres y perdices c orrió y recorrió los aledaños de su lu g ar y debió de reco rrerlo s soli­ tario y escotero bajo la .tersu ra sin m ancha del cielo m anchego. L a ociosidad y aun am or desgraciado de que hablaré m ás adelante, le llevaron a darse a leer libros de caballerías “con tanta afición y gustó que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la a d ­ m inistración de su hacienda y hasta vendió m uchas fanegas de tie rra de sem bradura para com prar libros de caballerías, pues no sólo de pan vive el hom bre. Y apacentó su corazón su corazón con las hazañas y proezas de aquellos esforzados caballeros que desprendidos de la vida que pasa, aspiraron a la g lo ria que queda. E l deseo de la gloria fu é su resorte de acción." M ig u el de Unamuno. — "Vid a de Don Quijote y Sancho" C A P IT U L O I I — P A R T E i* Que trata de Ja primera salida que de sil tierra hizo el inge­ nioso D on Q uijote H echas pues, estas prevenciones, no quiso a g u a rd a r m ás tiem po a poner en efecto su pensam iento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el m undo su tardanza^-según eran los agravios que pensaba deshacer, y tu erto s que enderezar, sinrazones que enm endar, y abu­ 254 PEREDA V A I í DES — EUSCO S A N SO N É sos que m ejo rar, y deudas que satisfacer. Y así, sin d ar p a r­ te a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una m añ an a antes del día (que era uno de los calurosos del mes de Ju lio ), se arm ó de todas sus arm as, subió sobre R ocinante, puesta su m al com puesta celada, em brazó su adarga, tom ó su lanza, y p o r la p u erta falsa de un corral salió al cam po con grandísim o contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo. M as apenas se vió en el campo cuando le asaltó un pen­ sam iento terrible, y tal, que p o r poco le hiciera d e ja r la com enzada em p re sa; y fue que le vino' a la m em oria que no era arm ado caballero, y que conform e a ley de caballe­ ría, ni podía ni debía to m ar arm as con ningún caballero: Y puesto que lo fuera, había de llevar arm as blancas ( i ) , como novel caballero, sin em presa (2 ) en el escudo, h as­ ta que p o r su esfuerzo la ganase. E stos pensam ientos le hicieron titu b ear en su proposito; m as pudienclo m ás su locura que o tra razón alguna, propuso de hacerse arm a r caballero del prim ero que topase, a im itación de otros m u ­ chos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían. E n lo de arm as blancas, pensaba lim ­ piarlas de m anera, que teniendo lugar, que lo fuese m ás que un arm iñ o : y con esto se quietó (3 ) y prosiguió su ca­ m ino, sin llevar otro que aquel su caballo quería, creyen­ do que en aquello consistía la fuerza de las aventuras. Y endo pues cam inando nuestro flam ante aventu­ rero, iba hablando consigo m ism o y diciendo: ¿Q uién d u ­ da sino que en los venideros tiem pos, cuando salga, a luz la verd ad era histo ria de mis fam osos hechos, que el sabio que lo escribiere, no ponga, cuando llegue a contar esta mi prim era salida tan de m añana, desta m an era? “A pe­ nas (4 ) había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tie rra las doradas hebras de sus h er­ m osos cabellos, y apenas los pequeños y pintados paj a ri­ llos, con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y m eliflua arm onía la venida de 1a. rosada au ro ra, que de­ jan d o la blanda cam a del celoso m arido ( 5 ) , por las puer­ tas y balcones del m anchego horizonte a los m ortales se m ostraba, cuando el fam oso caballero D on Q uijote de la M ancha, dejando las ociosas plum as, subió sobre su fam o­ so caballo R ocinante, y comenzó a cam inar por el antiguo y conocido campo de M ontiel” . Y era la verdad que por él G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERNOS 255 cam inaba; y añadió d ic ie n d o : “ ¡D ichosa edad y siglo dicho­ so aquel adonde saldrán a luz las fam osas hazañas m ías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en m árm oles y pintarse en tablas p ara m em oria en lo futuro. ¡Oh tú, sa­ bio encantador, quien quiera que seas, a quien h a de tocai el ser coronista (6 ) desta peregrina histo ria!, ruégote que no te olvides de mi buen R ocinante,' com pañero eterno m ío en todos mis cam inos y carreras. Luego volvía dicien­ do, como si verdaderam ente fuera en am orado: ¡Oh p rin ­ cesa Dulcinea, señora deste cautivo c o ra z ó n ! m ucho a g ra ­ vio me habedes (7 ) fecho en despedirm e y reprocharm e con el riguroso afincam iento de m andarm e no parecer a n ­ te la v u estra ferm osura. Plágaos, señora, de m enbraros deste vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro am or padece” . Con éstos iba ensartando otros disparates, todos al m odo de los que sus libros le habían enseñado, im itando en cuanto podía su len g u aje; y con esto cam inaba tan des­ pacio, y el sol entraba ta n apriesa y con tanto ard o r, que fu era bastante a d erretirle los sesos si algunos tuviera. Casi todo aquel día cam inó sin acontecerle cosa que de co n tar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisie­ ra to p ar luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte b razo. A utores hay que dicen, que la prim era aven­ tu ra que le avino (8 ) fué la del P u erto L ápice; otros di­ cen que la de los m olinos de viento ; pero lo que yo he po­ dido av eriguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la M ancha, es que él anduvo todo: aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y m uertos de ham bre; y que m irando a todas partes por ver si descubría algún castillo o alguna m ajad a de pastores donde recogerse, y adonde pudiese rem ediar su m ucha ne­ cesidad, vió, no lejos del cam ino por donde iba, u n a ven­ ta, que fué como si viera una estrella que no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encam inaba ( 9 ) . Dióse priesa a cam inar, y llegó a ella a tiem po que anochecía. E stab an acaso a la p u erta dos m ujeres mozas, destas que llam an “ del p a rtid o ” (1 0 ), las cuales iban a Sevilla con unos arriero s que en la venta aquella noche acertaron a hacer jo rn a d a : y como a nuestro aventurero todo cuan­ to pefísaba, veía o im aginaba le parecía ser hecho, y pasar al m odo de lo que había leíck>, luego que vió la venta, se le 256 PE R É B A VALDES ---- F U S C O S A N SO N ® representó que era un castillo con sus cuatro to rre s y cha­ piteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava con todos aquellos adherentes que sem ejantes castillos se pintan. F uese llegando a la venta (que a él le p a re c ía 'castillo), y a poco trecho della detuvo las riendas a R ocinante, es­ perando que algún enano se pusiese entre las alm enas a d ar señal con alguna trom peta de que llegaba caballero al cas­ tillo. P ero com o vió que se tardaban, y que R ocinante se d a­ ba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la p u erta de la venta, y vió a las dos d istraíd as m ozas que allí esta­ ban, que a él le parecieron dos herm osas doncellas o dos graciosas dam as, que delante de la p uerta del castillo se es­ taban solazando. E n esto sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos ra stro jo s una m an ad a de puercos (que, sin perdón, así se llam an) tocó un cuerno, a cuya señal. ellc:s se recogen, y al instante se le representó a D on Q ui­ jo te lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su v en id a; y así con ex trañ o cdntento llegó a la venta y a las dam as, las cuales como vieron venir un hom bre de aquella suerte arm ado, y con lanza y adarga, llenas de m ie­ do se iban a e n tra r en la v en ta; pero D on Q uijote, coligien­ do por su huida su m iedo ( n ) , alzándose la visera de p a­ pelón ( 1 2 ) , y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada les d ijo : — N on fuyan las vuestras m ercedes (1 3 ) , nin tem an desaguisado alguno, ca a la orden de caballería que p ro ­ feso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto m ás a tan altas doncellas com o vuestras presencias dem uestran. M irábanle las mozas, y andaban con los ojos buscán­ dole el ro stro que la m ala visera le encubría: m as com o se oyeran llam ar doncellas, cosa ta n fu e ra de su profesión, no pudieron tener la risa, y fué de m anera que D on Q u i­ jo te vino a correrse y a decirles: — B ien parece la m esura en las ferm osas, y es m u ­ cha sandez adem ás la risa que de leve causa procede; pero non vos lo digo porque os acuitedes ni m ostredes mal ta ­ lante, que el m ío non es de al que de serviros (1 4 ) • E l lenguaje no entendido por las señoras, y el m al ta ­ lle de n u estro caballero acrecentaban en ellas la risa y en él el enojo, y p a s a r a . m uy adelante, si a aquel punto G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 257 no saliera el ventero, hom bre que por ser m uy gordo era m uy pacífico, el cual, viendo aquella fig u ra contrahecha, arm ad a de arm as tan desiguales, como eran la brida, lan­ za, ad arg a, y coselete (1 5 ) , no estuvo en n ad a en acom pa­ ñ a r a las doncellas en las m uestras de su contento. M as en efecto, tem iendo la m áquina de tantos pertrechos, de­ term inó de hablarle com edidam ente, y así le d i j o : — Si vuestra m erced, señor caballero, busca posada am én del lecho (1 6 ) (porque en esta venta no hay ningu­ n o ), todo lo dem ás se h allará en ella en m ucha abundancia. V iendo D on Q uijote la hum ildad del alcaide (1 7 ) de la fortaleza (que tal le pareció a él el ventero y la v en ta), re sp o n d ió : — P a ra mí, S eñor castellano (1 8 ) , cualquiera cosa basta, porque mis arreos son las arm as, mi descanso el pe­ lear, etc. P ensó el huésped que el haberle llam ado castellano había sido p or haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque el era andaluz y de los de la playa de Sanlúcar, no m enos ladrón que Caco, ni m enos m aleante que estu­ diante o paje. Y así, le re sp o n d ió : — Según eso, las cam as de vuestra m erced serán du­ ras peñas, y su dorm ir siem pre v e la r : y siendo así, bien se puede apear con seguridad de hallar en esta choza oca­ sión y ocasiones para no do rm ir en todo un año, cuanto m ás en una noche. Y diciendo esto, fué a tener del estrib o a D on Q u ijo ­ te, el cual se apeó con m ucha dificultad y trab a jo , como aquel que en todo el día no se había desayunado. D ijo lue­ go al huésped que le tuviese m ucho cuidado de su caba­ llo, porque era la m ejor pieza que com ía pan en el m undo. M iróle el ventero, y no le pareció tan bueno como Don Q u ijo te decía, ni aun la m ita d ; y acom odándole en la ca­ balleriza, volvió a ver lo' que su huésped m andaba, al cual estaban d esarm ando las doncellas (q u e ya se habían re ­ conciliado con é l), las cuales, aunque le habían quitado el peto (1 9 ) y el espaldar, jam ás supieron ni pudieron des­ encajarle' la gola (2 0 ) , ni qu itarle la contrahecha celada, que tra ía a ta d a con unas cintas verdes, y era m enester cor­ tarlas p o r n o poderse q u itar los ñ udos; m ás él no lo quiso consentir en n inguna m a n e ra ; y así se quedó toda aquella 258 TEREDA VALDES — FU SCO SAN SON É noche con la celada puesta, que era la m ás graciosa y ex­ tra ñ a fig u ra que se pudiera p e n s a r: y al desarm arle, como él se im aginaba que aquellas traíd a s y llevadas que le desar­ m aban eran algunas principales señoras y dam as de aquel castillo, le dijo con m ucho donaire: — N unca fuera caballero (2 1 ) de dam as tan bien servido, como fü e ra D on Q uijote cuando de su aldea v in o : doncellas curaban dél, princesas de su rocino, o Rocinante, que éste es el nom bre, señoras mías, de mi caballo, y D on Q uijote de la M ancha el m ío: que puesto que no quisiera descubrim e fasta que las fazañas fechas en vuestro servicio y pro me descubrieran, la fuerza de aco­ m o d ar al propósito presente este rom ance viejo de Lanzarote ha sido causa que sepáis mi nom bre antes de toda sa­ zón; pero tiem po vendrá en que las vuestras señorías me m anden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros. L as m ozas, que no estaban hechas a oír sem ejantes re­ tóricas, no respondían p alab ra; sólo le p reguntaron si que­ r í a com er alguna cosa. —C ualquiera y an taría yo — respondió Don Q uijote, — porque a lo que entiendo me h aría m ucho al caso. A dicha acertó a ser viernes aquel día, y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Cas­ tilla llam an abadejo, y en A ndalucía bacallao y en otras partes curadillo, y en otras, truchuelas. P reg u n táro n le si p o r v en tu ra com ería su m erced truchuelas, que no había o tro pescado que darle a com er. — C om o haya m uchas truchuelas — respondió D on Q uijote, — podrán servir de una tru c h a ; porque eso se me da que me den ocho reales sencillos, que una pieza de a ocho. C uanto m ás, que podría ser que fuesen estas truchuelas co­ mo la ternera, cjíte es m ejo r que la vaca, y el cabrito que el cab ró n . Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el tra ­ bajo y peso de las arm as no se puede llevar sin el gobierno de las trip as. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y 259 M ODERN OS P usiéronle la m esa a la p u erta de la venta por el fres­ co, y tru jó le el huésped una porción de mal rem ojado y peor cocido bacallao, y un pan tan negro y m ugriento como sus arm a s; pero era m ateria de gránde risa verle com er, pprque com o tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía p oner n ada en la boca con sus m anos, si otro n o se lo daba y ponía y así una de aquellas señoras servía deste m enes­ te r. M as el darle de beber no fué posible, ni lo fuera, si el ventero no h o ra d ara una caña, y puesto el un cabo en la boca, p o r el o tro le iba echando el v in o : y todo esto lo re­ cibía en paciencia a trueco de no rom per las cintas de la ce­ lada . E stan d o en esto, llegó acaso a la venta un castrad o r de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas cua­ tro o cinco veces: con lo cual acabó de co n firm ar Don Q u ijo te que estaba en algún fam oso castillo, y que le ser­ vían con m úsica; y que el abadejo eran tru ch a s; el pan, ca n d ia l; y las ram eras dam as, y el ventero, castellano del castillo; y con esto daba p o r bien em pleada su d eterm ina­ ción y salid a. M as lo que m ás le fatigaba era el no verse arm ad o caballero, por parecerle que no se podría poner legítim am ente en av en tu ra alguna sin recibir la orden de cab allería. NOTAS (1 ) a rm a s b la n c a s. E r a n las q u e no lle v a b a n e m p re s a n i in s ig n ia a lg u n a . (2 ) E m p re s a . E m b le m a . » (3 ) Se q u ie tó — S e tra n q u iliz ó . (4 ) A p e n a s h a b ía el ru b ic u n d o A p o lo p o r la faz d e la a n c h a y e sp a c io sa tie rra la s d o ra d a s , etc^ — E je m p lo d e e s tilo c u id ad o y b r illa n te , d o n d e n o apat'ece la e s p o n ta n e id a d , c o m o c u a n d o h a b la n su s p e rs o n a je s. (5 ) E l ce lo so m a rid o . — T i tó n o T ito n o , m a rid o d e la A u ro ra . A lu s ió ji m ito ló g ic a . (6 ) C o ro n is ta —• c ro n ista . (7 ) M u c h o a g ra v io m e h a b e d e s de fecho, etc. A quí C e rv a n te s im ita el e stilo los lib ro s de c a b a lle ría s . (8 ) A v in o — D e a v e n ir, a c o n te c e r. (9 ) q u e no a los p o rta le s , si no a lo s a lc á z a re s d e su r e d e n c ió n le en c am in a b a. D e b e e n te n d e rs e e s ta •expresión e n el se n tid o q u e no a c o m e n z a r su r e d e n c ió n , s in o a c o lm a rla to ta lm e n te lo en c am in a b a. (1 0 ) D el p a rtid o — ra m e ra s . Y a se e n c u e n tra e s ta e x p re s ió n e n u n lib ro del A rc ip re s te d e T a la v e r a s o b r e los e n g a ñ o s d e la s m a la s m u je re s . * ( 1 1 ) c o lig ie n d o p o r su h u id a su m ied o . D e d u c ie n d o p o r su h u id a su m ie d o < (1 2 ) P a p e ló n — c a rtó n d elg ad o . edes. A q u í C e rv a n te s im ita el e s tilo a rc a ic o . e n c u e n tra u s a d o en la s o b r a s m á s an tig u as* d e la le n g u a c a s te lla n a . Er* la s c é d u la s y ó rd e n e s d e lo s R e y e s lleg ó a s e r fó r-fc m u ía o r d in a r ia c o n c lu ir d ic ie n d o a los q u e se e n c a m in a b a n : e t n o n fa red e en d e al 260 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E (1 5 ) C o s e le te . A r m a d u r a c o m p u e s ta d e fióla, p eto , e s p a ld a r, esc a rc e la , b r a ­ ce te y c e la d a . (1 6 ) A m én del lecho. D ebe e n t e n d e r s e : fu e ra d e ; a d e m ás. ( 1 7 ) A lc a id e . L a p e rs o n a q u e e s tá a c a rg o d e u n ca stillo . (1 8 ) P a r a m i s e ñ o r c a ste lla n o . C e rv a n te s hac e u n g ra c io s o ju e g o d e p a la b ra s con la s d o s ac e p c io n e s de la p a la b ra c a s te lla n o : 1.a A lc a id e o g o b e r n a d o r de a lg ú n c a stillo . 2 .a N a tu r a l d e C a stilla . E l v e n te ro e n tie n d e q u e D o n Q u ijo te ha q u e rid o lla m a rle de los “ san o s de C a s tilla ” , es d ec ir, en le n g u a je d e g e rm a n íia “ la d ró n d is im u la d o ” , m ie n tra s él e r a d e la p la y a de S 'a n lú car — u n o d e lo s lu g a re s q u e e n tie m p o de C e rv a n te s e ra m u y c o n c u rrid o d e v a g a b u n d o s y h a m p o n e s , (1 9 ) P e to — a r m a d u ra q u e c u b r ía el p e c h o ; y e s p a ld a r la q u e c u b r ía la capa Ida. (2 0 ) G o la — a rm a d u r a q u e c u b r ía la g a rg a n ta . (2 1 ) N u n c a fu e ra c a b a lle ro . R o m a n c e de L a n z a r o te d el L a g o , m o d ifica d o p o r C e rv a n te s . P e r te n e c e al ciclo d e los c a b a lle ro s d e la m esa re d o n d a . C O M E N TA R IO P rim era salida de D on Q uijote. E scenario de una v ieja venta española que Don Q u ijo te tom a por castillo y al ventero por castellano. D on Q uijote interpreta los elem entos de la realidad de acuer­ do con su fantasía. V e castillo donde hay una venta, doncellas donde ram eras. Las rectificaciones corresponden a los que 110 viven su realism o superior. Sus verdades fo rm an parte de una realidad fu era de la m is­ m a realidad, tie n :n valor por sí m ism as. A sí la realidad de D on Q uijote adquiere una existencia independiente. E l ventero es un personaje tom ado de la realidad y no de los li­ bros de caballerías. “H om bre que por ser m uy gordo era m uy pacífico”. S o carró n y chistoso tom a a brom a todo lo referente a D on Q uijote. Lo arm a caballero haciendo una parodia de la caballería. Son persona­ jes que integran esta decoración dos m ozas del partido, la T olosa y la M olinera. Don Q uijote las idealiza llam ándolas doncellas ‘ Cosa ta n fuera de su p rofesión” y les pide que se llamen en adelante, D oña T olosa y D oña M olinera. “H e aquí la prim era aven tu ra del hidalgo, cuando responde la risa a su cándida inocencia, cuando al verter sobre el inundo su corazón l'a pureza de que estaba henchido, recibe de rechazo la risa, m atadora de tedo generoso anhelo. Y ved que las desgraciadas sei ríen precisam ente del m ayor honor que pusieral hacérseles. Y él, corrido, les reprendió su san­ dez y arreciaron a reir ellas, y él a enojarse, y salió el ventero, hom bre que por ser m uy gordo era m uy pacífico, y le ofreció, posada. Y a n te la hum ildad del ventero hum illóse D on Q uijote y se apeó. Y las mozas, reconciliadas con él, pusiéronse a desarm arle. Dos mozas del partido hechas por D on Q uijote doncellas, ¡oh poder de su lo cura red en to ra! fueron las prim eras en servirle con desinteresado cariño. N unca fuera* caballero de dam as tan bien servido. MigueI de U nam uno.. — " Vida de Don Quijote y Sancho” G U IA Dl¡ L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 261 C A P IT U L O X X IV — P R IM E R A P A R T E Donde se prosigue la aventura de la Sierra Morena Dice la historia que era grandísim a la atención con que Don Q u ijo te escuchaba al astroso caballero de la Sie­ rra, el cual prosiguiendo su plática d ijo : — P o r cierto, señor, quienquiera que seáis, (que yo no os conozco), yo os agradezco las m uestras de cortesía que conm igo habéis usado, y quisiera yo hallarm e en térm inos, que con m ás que la voluntad pudiera servir ( i ) la que h a­ béis m ostrado tenerm e en el buen acogim iento que me h a ­ béis h e c h o ; m as no quiere mi suerte darm e o tra cosa con que corresponda a las buenas obras que m e hacen, que bue­ nos deseos de satisfacerlas. — Los que yo tengo, respondió Don Q uijote, son de serviros, tan to que tenía determ inado de no salir destas sie­ rras hasta hallaros, y saber de vos si al dolor que en la extrañeza de v u estra vida m ostráis tener, se podía h allar género de rem edio, y si fu era m enester buscarle, buscarle con la diligencia posible. Y cuando vuestra desventura fu e ra de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y a plañiría (2 ) co­ m o m ejo r pudiera, que to d av ía es consuelo en las desgra­ cia h allar quien se duelas dellas. Y si es que m i buen in­ tento m erece ser agradecido con algún género de cortesía, yo os suplico, señor, por la m ucha que veo que en vos se encierra, y juntam ente os co n ju ro por la cosa que en esta vida más habéis am ado o am áis, que me digáis quién sois, y la causa que os ha traíd o a vivir y a m o rir entre estas soledades como bruto anim al, pues m oráis entre ellos tan ajen o de vos m ism o cual lo m u estra vuestro tra je y perso­ n a. Y ju ro — añadió D on Q uijote — por la O rden de ca­ ballero que recibí, aunque indigno y pecador, y por la p ro ­ fesión de caballero andante, que si en esto, señor, m e com ­ placéis, he ele serviros con las veras (3 ) a que me obliga ser quien soy, ora rem ediando v u estra desgracia si tiene rem edio, ora ayudándoos a llorarla como os lo he prom e­ tid o . E l c a b alk ro del Bosque, que de tal m anera oyó h a­ blar al de la T riste F ig u ra, no hacía sino m irarle y rem i­ 262 PEREDA VALDES — FU SCO s a n s o n e rarle y to rn arle a m irar de arrib a abajo, y después que lo hubo bien m irado, le d ijo : — Si tienen algo que darm e a com er por am or de Dios, que me lo den, que después de haber comido, yo h aré todo lo que se me m anda, en agradecim iento de tan buenos de­ seos com o aquí se me han d em o strad o . Luego sacaron, Sancho de su costal (4 ) y el cabrero de su zurrón, (5 ) con que satisfizo- el R oto su ham bre, co­ m iendo lo que le dieron como persona atontada, tan aprie­ sa, que no daba espacio de un bocado al otro, pues antes los engullía que tra g a b a ; y en tan to que comía, ni él ni los que le m iraban hablaban p alab ra. Como acabó de com er les hizo de señas que le siguiesen, com o lo hicieron, y él les llevó a un verde pradecillo que a la vuelta de una peña poco desviada de allí estaba. E n llegando a él se tendió en el suelo encima de la yerba, y los demás hicieron lo mismo, y todo esto sin que ninguno hablase h asta que el R oto, des­ pués de haberse acom odado en su asiento, d ijo : — Si gustáis, señores, que os diga en breves razones la inm ensidad de m is desventuras, habeism e de prom eter de que con n in guna pregunta ni o tra cosa no interrum piréis el hilo de mi triste historia, porque en el pum o que lo h a ­ gáis, en eso se quedará lo que fuere contando. E stas razones del R oto (6 ) tra je ro n (7 ) a la m em o­ ria de D on Q u ijo te el cuento que le había contado su es­ cudero, cuando no acertó el núm ero de las cabras que habían pasado el río, y se quedó la histo ria pendiente. P ero vol­ viendo al R oto, prosiguió d icien d o : — E sta prevención que hago es porque q uerría pasar brevem ente por el cuento de mis desgracias, que al tra e r­ las a la m em oria no me sirve de o tra cosa cjue a ñ a d ir otras de nuevo, y m ientras menos me pregúntaredes, m ás presto acabaré yo de decilla?, puesto que no dejaré por contar cosa alguna que no sea de im portancia, p ara satisfacer del todo a vuestro deseo. Don Q u ijo te se lo prom etió en nom bre de los demás, y él con este seguro comenzó de esta m a n e ra : — -Mi nom bre es C ardenio, mi p a tria una ciudad de las m ejores desta A ndalucía, mi lin aje noble, mis padres ricos, mi desventura ta n ta que la deben haber llorado m is padres, y sentido mi linaje, sin poderla aliv iar con su riqueza; que p ara rem ediar desdichas del cielo poco suelen valer los bie­ G U IA DÉ L E C T U R A S DE AU TO RES C LA S IC O S Y M O DERN O S 263 nes de fo rtu n a . V ivía en esta m ism a tie rra un cielo, don­ de puso el am or toda la gloria que yo a c ertara a desearm e; tal es la herm osura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica com o yo, pero de m ás ventura, y de m enos firm eza de la que a mis honrados pensam ientos se debía. A esta Luscinda am é, quise y adoré desde mis tiernos y prim eros años, y ella me quiso a mí con aquella sencillez y buen ánim o que su poca edad p erm itía. Sabían nuestros padres nuestros in­ tentos, y no les pesaba dello, porque bien veían que cuando p asaran adelante no podían ten er otro fin que el de ca­ sarnos, cosa que casi la concertaba la igualdad de nuestro linaje y riquezas. Creció la edad, y con ella el am or de entram bos, que al padre de L uscinda le pareció que por bu-einos respetos estaba obligado a negarm e la entrada de su casa, casi im itando en esto a los padres de aquella Tisbe tan decantada (8 ) de los p oetas; y fue esta negación añadir llama a llam a y deseo a deseo, porque aunque pusieron silen­ cio a las lenguas no le pudieron poner a las plum as, las cua­ les, con m ás libertad que las lenguas, suelen dar a en­ tender a quien quieren lo que en el alm a está ence­ rrado. que m uchas veces la presencia de la cosa am a­ da tu rb a y enmudece la intención m ás determ inada y la lengua más atrevida. ¡ Ay, cielos y cuántos billetes la escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! ¡C uántas canciones compuse, y cuántos enam orados .versos, donde el alm a declaraba y trasladaba sus sentim ientos, p in ta­ ba sus encendidos deseos, entretenía sus m em orias y recreaba su voluntad! E n efecto, viéndom e apurado y que mi alm a se consum ía con el deseo de verla, determ iné poner por obra y acabar en un punto lo que me pareció que m ás convenía p ara salir con mi deseado y m erecido prem io y fué el pe­ dírsela a su padre por legítim a esposa, como lo hice, a lo que él me respondió que me agradecía la voluntad que m os­ trab a de honrarle y de querer honrarm e con prendas suyas, pero que siendo mi padre vivo, a él tocaba de ju sto dere­ cho h acer aquella dem anda, porque si no fuese con m ucha voluntad y gusto suyo, no era L uscinda m u je r p ara to m a r­ se ni darse a h u rto . Y o le agradecí su buen intento1, pareciéndome que llevaba razón en lo que decía, y que mi padre ven d ría en ello com o yo se lo dijese: y con este intento lue­ go en aquel m ismo instante fui a decirle a mi padre lo que deseabáT; y al tiem po que entré en un aposento donde esta- 264 PKKIvDA VALDBS — FU SCO S A N S O N IÍ bá, le hallé con una ca rta abierta en la m ano, la cual, antes que yo le dijese p alabra me la dió, y me d ijo : P o r esa ca rta verás, C ardenio, la voluntad que el duque R icardo, tiene de hacerm e merced. E ste duque R icardo, como ya vosotros, señores, debéis de saber, es un grande de E spaña, (9 ) que tiene su estado en lo m ejor de esta A ndalucía. T om é y leí la carta, la cual venía tan encarecida que a mí m ism o me pa­ reció mal, si mi padre dejaba de cum plir lo que en ella se le pedía, que era que me enviase luego donde él estaba, que q uería que fuese com pañero, no criado, de su hijo el m ayor, y que él tom aba a cargo el ponerm e en estado que corres­ pondiese a la estim ación en que m e ten ía. Leí la carta y enm udecí leyéndola, y m ás cuando oí que mi padre me de­ cía : De aquí a dos días te p artirás, C ardenio, a hacer la v oluntad del D u q u e ; y da gracias a D ios que te v a abriendo cam ino por donde alcances lo que yo sé que m ereces; añ a­ dió a éstas o tras razones de padre consejero. Llegóse el térm ino de mi partida, hablé una noche a Luscinda, díjele todo lo que pasaba, y lo m ism o hice a su padre, suplicándole se entretuviese algunos días, y dilatase el d arla estado has­ ta que yo viese lo que R icardo me q u ería. (1 0 ) E l m e lo prom etió, y ella me lo confirm ó con m il juram en to s y mil desm ayos. Vine, en fin, donde el D uque R icardo estaba, fui dél tan bien recibido y tratad o , que desde luego com en­ zó la envidia a hacer su oficio, teniéndom ela los criados an ­ tiguos, pareciéndoles que las m uestras que el D uque daba de hacerm e m erced, habían de ser en perjuicio suyo; pero el que m ás se holgó (1 1 ) con mi ida, fué un h ijo segundo del D uque, llam ado F ern a n d o . M ozo gallardo, gentilhom ­ bre, liberal y enam orado, el cual en poco tiem po quiso que fuese tan su am igo, que daba que decir a todos; y aunque el m ayor m e quería bien y me hacía m erced, no llegó al extrem o con que don F ern an d o me quería y tra ta b a . Es, pues, el caso, que como entre los am igos no hay cosa secre­ ta (pie 110 se com unique, y la privanza que yo tenía con don F ern an d o d ejaba de serlo por ser am istad, todos sus pen­ sam ientos m e declaraba, especialm ente uno enam orado que le tra ía con un poco de desasosiego. Q uería bien a una la­ b ra d o ra vasalla de su padre, y ella los tenía m uy ricos, y era tan herm osa, recatada, discreta y honesta, que nadie que la conocía, se determ inaba en cuál de estas cosas tuviese m ás excelencia, ni m ás se av e n ta jase. E stas tan buenas p a r­ G U IA DIv I.IiCTU R AS DE A U T O R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 265 tes de la herm osa lab rad o ra redu jero n a tal térm ino los de­ seos de don F ernando, que se determ inó, p ara poder alcan­ zarlo y conquistar la entereza de la labradora, a darle p a­ lab ra de ser su esposo, porque de o tra m anera era procurar lo im posible. Yo, obligado a su am istad, con las m ejores razones que supe, y con los m ás vivos ejem plos que pude p rocuré estorbarle y ap a rtarle de tal propósito; pero viendo que no aprovechaba, determ iné de decirle el caso al duque R icardo, su p ad re; m as don F ernando, com o astuto y discre­ to, se receló y tem ió desto, por parecerle que estaba yo obli­ gado, en vez de buen criado, a no tener encubierta cosa que tan en p erjuicio de la honra de mi señor el D uque venia; y así p or divertirm e y engañarm e, (1 2 ) me dijo que no h a­ llaba o tro m ejor rem edio p ara poder a p a rta r de la m em oria la h erm osura que tan sujeto le tenía, que el ausentarse por algunos m eses; y que quería que el ausencia fuese que los dos nos viniésem os en casa de mi padre, con ocasión que darían al D uque que venía a ver y a fe riar (1 3 ) unos m uy buenos caballos que en mi ciudad había ,que es m adre de los m ejores del m undo. A penas le oí yo decir esto, cuando m ovi­ do de mi afición, aunque su determ inación no fuera tan bue­ na, la ap ro b ara yo por una de las m ás acertadas que se pbdían im aginar, por ver cuán buena ocasión y coyuntura se me ofrecía de volver a ver a mi Luscinda. Con este pensa­ m iento y deseo aprobé su parecer y esforcé su propósito, diciéndole que lo pusiese por obra con la brevedad posible, p o r­ que en efecto la ausencia hacía su oficio, a pesar de los más firm es pensam ientos. Y cuando él me vino a decir esto, según después se supo, había gozado a la labradora con título de esposo, y esperaba ocasión de descubrirse a su salvo, te­ m eroso de lo que el D uque, su padre, h aría cuando supiese su d isp arate. Sucedió, pues, que como el am or en los m o­ zos por la m ayor parte no lo es, sino apetito, el cual como tiene por últim o fin el deleite, en llegando a alcanzarle se acaba y ha de volver a trá s aquello que parecía am or, por­ que no puede pasar adelante del térm ino que le puso n a­ turaleza, el cual térm ino no le puso a lo que es verdadero am o r. Q uiero decir que así como don F ern an d o gozó a la labradora, se le aplacaron sus deseos y se re sfriaro n sus ahíncos, y si prim ero fingía quererse au sen tar por rem e­ diarlos, ah o ra de veras procuraba irse por no ponerlos en ejecucióm ^D ióle el Duque licencia, y m andóm e que le acom ­ 266 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E p a ñ a s e : venimos a mi ciudad, recibióle mi padre como quien era, vi yo luego a Luscinda, to rn aro n a vivir (aunque no habían estado m uertos ni am o rtig u ad o s) mis deseos, de los cuales di cuenta por mi m al a don F ernando, por parecerm e que en la ley de la m ucha am istad que m ostraba, no le debí encubrir n ad a . Alábele la herm osura, donaire y discreción de Luscinda, de tal m anera, que mis alabanzas aum entaron en él los deseos de querer ver doncella de tan buenas partes a d o r­ nada. Cum plíselos yo por mi corta suerte, enseñándosela una noche a la luz de una vela por una ventana por donde los dos solíam os h a b la rn o s: viola en sayo, tal, que todas las belle­ zas h asta entonces por él vistas las pusiese en olvido. E n m u ­ deció, perdió el sentido, quedó absorto, y finalm ente tan enam orado, cual lo veréis en el discurso del cuento, de mi desventura. Y para encenderle m ás el deseo (q u e a mí ce­ laba, (1 4 ) y al cielo a solas descubría) quiso la fortuna que hallase un día un billete suyo pidiéndom e que la pidiese a su padre por esposa, tan discreto, tan honesto y ta n ena­ m orado, que en leyéndolo me d ijo que en sólo L uscinda se encerraban todas las gracias de herm osura, y de entendi­ m iento que en las dem ás m ujeres del m undo estaban re p ar­ tid as. Bien es verdad que quiero confesar ahora, que puesto que yo veía con cuán ju stas causas don F ern an d o a L u s­ cinda alababa, me pesaba de oír aquellas alabanzas de su boca, y comencé a tem er, y con razón a recelarm e dél, p o r­ que no se pasaba m om ento donde no quisiese que tratásem os de L uscinda y él m ovía la plática aunque la trú jese por los cabellos; cosa que despertaba en mí un no sé qué de celos, no porque yo tem iese revés alguno de la bondad y de la fe de L u scinda; pero con todo eso me hacía tem er mi suerte lo m ismo que ella me aseguraba. P ro cu rab a siem pre don F ern an d o leer los papeles que yo a L uscinda enviaba, y los que ella me respondía, a título que de la discreción de los dos gustaba m ucho. Acaeció, pues, que habiéndom e pedido L uscinda un libro de caballerías en que leer, de quien era ella m uy aficionada, que era el de A m adís de G aula. . . f NOTAS (1 ) (2 ) (3 ) d a n te . S e rv ir en e s ta a c e p c ió n a c tiv a es lo m ism o q u e p a g a r. a llo ra rla y a p la ñ ir ía : p a re c e r e d u n d a n te . c o n las v e c e s : co n la v e rd a d o s in c e rid a d de su oficio d e c a b a lle ro a n ­ G U IA DE L E C T U R A S (4 ) (5) DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 267 c o s t a l : saco o b o lsa p a ra g u a r d a r o b je to s. z u r r ó n : b o lso o p e lle jo q u e u s a n los p a s to re s p a ra c o n s e rv a r su s co m es- tibies^ (6 ) r o t o : p o r llev ar los v e s tid o s ra s g a d o s . C on e s ta m ism a p a la b ra se desig'na e n C h ile al p o b re y al d eso cu p ad o . (7 ) tru je ro n . F o rm a a n tig u a d e l in d e fin id o del v erb o tra e r. (8 ) d e c a n ta d a : p o n d e ra d a , e n s a lz a d a p o r los p o e ta s. (9 ) G ra n d e de E s p a ñ a . N o m b re q u e s u s titu y ó o fic ia lm e n te , d e s d e 1520, al de R ic o s h o m b re s, p a ra d e s ig n a r a los m ie m b ro s de la p r im e ra n o b le za de E s p a ñ a . U n o de su s p rin c ip a le s p riv ile g io s e ra el p o d e r c u b r ir s e d e la n te d el rey . (1 0 ) E n e s ta o ca sió n q u e re r no e s a m a r, com o e n o tr a s : q u e re rm e sig n ific ó d e s e a r de m í o d e s e a r q u e yo h ic ie se . E l re la tiv o lo qu© y n o el p ro n o m b re m e, es el o b je to q u e d e te rm in a la a c c ió n d e l v e rb o . L¿o c o n tr a r io s u c e d e ría en la a c e p c ió n de a m a r : el p ro n o m b re p e rs o n a l s e r ía el o b je to y el re la tiv o e q u iv a ld r ía al a d v e r ­ bio c u a n to . (1 1 ) h o ’g a r s e : a le g ra rs e , recrearse^ (1 2 ) L a a c e p c ió n del v erb o d iv e rtir no es la q u e d e o rd in a rio tie n e . A q u í e q u iv a le a e x tr a v ia r, h ac er p e r d e r el ca m in o . (1 3 ) F e r ia r . C o m p ra r e n la feria. (1 4 ) E l v erb o c e la r e n el te x to se to m a p o r o c u lta r o e n c u b rir. H o y se u s a en el s e n tid o de p ro c e d e r c o n celo. C O M E N TA R IO ‘‘N o hay quizá en lodo el Q uijote escena m ás prim orosam ente pre parada que la del encuentro entre el caballero de la T ris te F ig u ra y el R oto de le Malr. F ig u ra, aquel Cardenio cuya locura interm itente y furiosa contrasta con la locura continua y consecuente de D on Q uijote. L a técnica de Cervantes, m ás artificio sa que brillante cuando el autor pone atención en lo que hace (véase por ejem plo, E l C urioso Im p erti­ nen te), es portentosa cuando se deja llevar de la inspiración creadora. O bsérvese el contraste entre la presentación de D o ro tea y la de Car-, denio. D orotea se nos apareée en una escena pastoral. U na escena baste para revelárnosla entera, como e s: decidera, franca, im pulsiva, inteli­ gente y graciosa. C ardenio, en cambio, es un m isterio que se va acla­ ran d o poco a poco, en series de súbitas apariciones, co rta d as por in te r­ valos de ausencia y som bra. Su historia es tan “ ro ta ” como su figura E l personaje entra en la novela por el azar de una m aleta perdida, ‘ no. sé qué bulto, que estaba caido en el suelo”, y que D on Q uijote procu­ raba alzar con la punta del lanzón. La m aleta revela en el perso n aje ri­ queza i— los escudos de o ro que Sancho se apropia — y m al de am ores — el librillo de apuntes que Don Q u ijo te escudriña. Del estilo a rtificial y conceptuoso del soneto y de la carta que lee D on Q u ijo te podrían de­ ducirse o tro s rasgos del carácter de C ard en io ; pero el lector, que ya co­ noce la debilidad de Cervantes, prefiere atribuirle a prurito del lector y pasa. Y a entretanto se va dibujando el personaje en las conversaciones y con jetu ras que pasan entre D on Q u ijo te y Sancho, y concretándose prim ero con el hallazgo de la m uía m uerta y m edio comida de perros y picada de g rajo s, y después de la conversación del cabrero que se apa­ rece por cim a de las m ontañas. Silbos, voces, gritos, riscos, toda lai in­ quietud y m ovilidad del personaje que se acerca está ya en la técnica de la pj^Séíitación. P rolóngase este brillan te acercam iento en el relato del cabrero, que nos describe al personaje en una serie de .«cuentros dram áticos y dram áticas desapariciones. Y por últim o, el personaje m ismo se parece por una quebrada de una sierra, “hablando entre sí cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuando m ás de lejos’’ C á r­ denlo se llega al grupo y saluda con una voz desentonada y) bronca. Y entonces tiene lugar aquella m aravillosa escena en que los dos locos se m iran largam ente buscándose el uno al otro la razón de su sinrazón. E ste contraste entre la aparición instantánea y clara de D orotea y la tortuosa, g rad u al y entrecortada de Cardenio es adm irable trasunto de sus respectivos caracteres. D orotea es la lis te z a ; Cardenio, la cobardía. Salvador de Madaria</a. — ''Cardenio o la Cobardía’. DO N FERN AN D O , PERSO N AJE SE C U N D A R IO D E L Q U IJO TE Don F ernando, noble galante y frívolo personaje, es una de las creaciones m ás confusas y menos vivas de la obra inm ortal. T ipo de seductor, que se aprovecha de sus condiciones privilegiadas^ para seducir doncellas, tiene todo el aspecto de un galán joven. "M ozo gallardo, gen­ tilhom bre, liberal y enam orado”. C ardenio define la naturaleza de su am or, que es puro deleite carnal sin ninguna e sp iritu a lid ad : “que com o el a m o r en los mozos por la m ayor p arte no lo es, sino apetito, el cual como tiene por últim o fin el deleite, en llegando a alcanzarlo se acaba y ha de volver a trá s aquello que parecía am or, perqué no puede 'pasar adelante del térm ino que le puso' naturaleza, el cual térm ino no le puso a lo que es verdadero am or” . C ardenio, representa el po'o opuesto de ese am o r: es el am o r —- sacrificio que conduce hasta la divina locura. P oca sim patía inspira este personaje que ni siquiera tiene el privi­ legio de la listeza de D c r o te a : cae envuelto en sus propias redes. A l­ gunos críticos pretendieron ver en D on F ernando una pintura m ás o m e­ nos exacta de Lope de Vega. Si algunos rasgos coinciden en D on F¡ernando con el g ra n peeta español, es indudable que a éste le sobra g ra n ­ deza y aquél apenas representa un ejem plar v ulgar de una clase privi­ legiada y cínica. P A R T E I. — C A P IT U L O S X L IX Y L 1 “ Y si todavía llevado de su natu ral inclinación qui­ siere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sa­ cra E scritu ra el de los Jueces; que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes. U n V iriato tuvo L u sitan a; un C ésar R om a; un A níbal ( i ) C artago, un A lejandro, G recia; un Conde F ern á n G onzá­ lez, C astilla; un Cid, V alencia ( 2 ) ; un Gonzalo F e r­ nández ( 3 ) , A ndalucía; un Diego G arcía de P aredes ( 4 ) , E x tre m a d u ra ; un Garci Pérez de V arg as ( 5 ) , Je re z ; un G arcilaso ( 6 ) , T oledo; un don M anuel de León ( 7 ) , Se­ G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M ODERN OS 269 v illa; cuya (8 ) lección de sus valerosos hechos puede en­ tretener. enseñar, deleitar, y ad m ira r a los m ás altos inge­ nios que los leyeren. E sta si será lectura digna del buen entendim iento de v uestra m erced, señor Don Q uijote m ío; de la cual saldrá eru d ito en la historia, enam orado de la virtud, enseñado en la bondad, m ejorado en las costum bres, valiente sin te­ m eridad, osado (9 ) sin cobardía y todo esto p ara honra de Dios, provecho suyo y fam a de la M ancha, do (1 0 ) según he sabido, tra e vuestra merced su principio y origen.” A tentísim am ente estuvo D on Q uijote escuchando las razones del ca n ó n ig o ; y cuando vió que ya había puesto fin a ellas, después de haberle estado un buen espacio m iran ­ do, le d ijo : “ Parécem e, señor hidalgo, que la plática de vues­ tra m erced se ha encam inado a querer darm e a enten­ der (1 1 ) que no ha habido caballeros andantes en el m un­ do, y que todos los libros de caballerías son falsos, m en­ tirosos, dañadores e inútiles p ara la república, y que yo he hecho mal en leerlos y peor en creerlos y, m ás mal (1 2 ) en im itarlos, habiéndom e puesto a seguir la durísim a profesión de la caballería andante (1 3 ) que ellos enseñan; negándom e que no lía habido (1 4 ) en el m undo A m adises ni de G aula ni de Grecia (1 5 ) ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas” . — “ T odo es al pie de la letra, como vuestra m erced lo va relatan d o ” — dijo a esta sazón el canónigo. A lo cual respondió Don Q u ijo te : “ A ñadió (1 6 ) tam bién v u estra m erced diciendo, que me habían hecho m ucho daño tales libros, pues me habían vuelto el juicio y puéstom e (1 7 ) en una jau la y que me sería m ejor hacer la enm ienda y m u d ar de lectura, leyendo otros m ás verdaderos y que m e­ jo r (1 8 ) deleitan y enseñan” — “ así es” — dijo el canó­ nigo — “ P ues yo — replicó Don Q u ijo te — hallo por mi cuenta que el sin juicio y el encantado es vuestra m erced, pues se ha puesto a decir tan tas blasfem ias contra una co­ sa tan recibida en el m undo y tenida por tan verdadera, que el que la negase, com o vuestra m erced la niega, m ere­ cía la m ism a pena que vuestra m erced dice que da a los librqs cuando los lee y le e n fa d a n . P orque querer d ar a entender a nadie que A m adís no fué en el m undo, ni todos^T os otros caballeros aventureros de que están colm adas las historias, será querer persuadir que el' 270 PEREDA VALDES — F U S C O SA N SO N ® sol no alum bra, ni el hielo enfría, ni la tie rra s u s te n ta : porque, ¿qué ingenio puede haber en el m undo que pueda p ersu ad ir a otro que no fué verdad lo de la in fan ta F lo ripés y Gui d e'B o rg o ñ a (1 9 ) , y lo de F ierab rás con la puen­ te de M antible (2 0 ), que sucedió en el tiem po de C arlom agno? Q ue ¡voto a tal! que es ta n ta verdad como ahora es de d ía; y si es m entira, tam bién lo debe ser que no hubo H éctor, ni Aqitiles, ni la g u erra de T roya, ni los doce P a ­ res de F rancia, ni el rey A rtú s de In g late rra, que anda h as­ ta ah ora convertido en cuervo y le esperan en su reino por m om entos (2 1 ) ; y tam bién se atreverán a decir que es m entirosa la historia de G uarino M ezquino (2 2 ) y la de la dem anda del S an to G rial (2 3 ), y que son apócrifos los am ores de don T ristá n y la reina Iseo (2 4 ) , como los de Gi­ nebra y L anzarote (2 5 ) , habiendo personas que casi se acuerdan de haber visto a la dueña Q uintañona, que fué la m ejo r escanciadora de vino que tuvo la G ran B retañ a. Y es esto tan así (2 6 ), que me acuerdo yo que me decía una mi (2 7 ) agüela de partes (2 8 ) de mi padre, cuando veía alguna dueña con tocas reverendas. A quella, nieto, se parece a la dueña Q uintañona (2 9 ) , de donde arguyo yo que la de­ bió de conocer ella, o p o r lo menos debió de alcanzar a ver^ algún re trato suyo. ¿P ues quién po d ría negar no ser verda­ dera la historia de P ierres y la linda M agalona. pues un hasta hoy día se ve en la arm ería de los reyes la clavija (3 0 ) con que volvía a! caballo de m adera, sobre quién iba el va­ liente P ierres por los aires, que es un poco m ayor que un ti­ m ón de carre ta ? Y ju n to a la clavija está la silla de B a­ bieca y en Roncesvalles está el cuerno de R oldan (3 1 ) , ta ­ m año como una grande v ig a ; de donde se infiere que h u ­ bo doce P ares, que hubo P ierres, que hubo Cides, y otros caballeros sem ejantes. destos que dicen las gentes que a sus aventuras van ( 3 2 ) . Si n o . . . digan que fueron burla las ju stas de Suero de Q uiñones del Paso (3 3 ) , las em presas de mosén Luis de Falces (3 4 ) contra don Gonzalo de Guzm án, caballero castellano, con o tras m uchas hazañas hechas por caballe­ ros cristianos destos y de los reinos ex tranjeros, tan a u ­ ténticas y verdaderas, que to rn o a decir que el que las ne­ gase carecería de toda razón y buen discurso.” G U IA Dfi L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 271 A dm irado quedó el canónigo de oir la mezcla que dc.n Q u ijo te hacia de verdades y m entiras, y de ver la noticia que tenía de todas aquellas cosas tocantes y concernientes a les hechos de su andante caballería, y así le re sp o n d ió : “ No puedo yo negar, señor don Q uijote, que no sea ver­ dad algo de lo que vuestra m erced ha dicho, especialm ente a lo que toca a los caballeros andantes españoles; y ani­ m ism o quiero conceder que hubo doce P ares de F ra n c ia ; pero 110 quiero creer que hicieron todas aquellas cosas que el arzobispo T u rp ín (3 5 ) dellos d e s c rib e ... E n lo de que hubo Cid 110 hay duda, ni m enos B ernardo del C arpió ( 3 6 ) ;. pero que hicieron las hazañas que dicen, creo que la hay m uy grande. E n lo otro de la clavija que vuestra m erced dice del conde P ierres, y que está ju n to a la silla de Babie­ ca en la arm ería de los reyes, confieso mi pecado; que soy tan ignorante o tan corto de vista., que aunque he visto la silja, no he echado de ver la clavija, y m ás siendo ta n g ra n ­ de como vuestra m erced ha dicho” . — “ P ues allí está, sin duda alguna — replicó don Q u i­ jote — ; y, por m ás señas, dicen que está m etida en una fu n ­ da de vaqueta, porque no se tom e de m oho” . — “ T odo puede ser — respondió el canónigo — ; pero p o r las órdenes que recebí, que no me acuerdo haber­ la v is to ; m ás puesto que conceda que está allí, no por eso me obligo a creer las historias de tantos A m adises ni las de ta n ta tu rb am u lta de caballeros como p o r ahí nos cuentan, ni es razón que un hom bre como vuestra m erced, tan hon­ rado y de tan buenas partes, y dotado de tan buen enten­ dim iento, se dé a entender que son verdaderas tan tas y tan ex trañ as locuras como las que están escritas en los dispa­ ratad o s libros de caballerías” . — “ ¡B ueno está eso! —• respondió don Q uijote. L es libros que están im presos con licencia de los re­ yes y con aprobación de aquellos a quien se rem itieron (3 7 )y que con gusto general son leídos y celebrados de los g ra n ­ des y de los chicos, de los pobres y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalm ente, de todo género de personas de cualquier estado y condición que sean, ¿habían de ser m entira, y m ás llevando tan ta ap a­ riencia- de verdad, pues nos cuentan el padre, la m adre, la p átria, los parientes, la edad, el lugar y las hazañas, pun­ to p or pu n to y día por día, que el tal caballero hizo o ca- 272 PEREDA VALDES — PU SCO S A N SO N É bulleros hicieron? (3 8 ) Calle vuestra m erced; no diga tal blasfem ia, y créam e, que le aconsejo en esto lo que debe de h acer como discreto, — si no léalos y verá el gusto que reci­ be de su leyenda (3 9 ). Si no — dígam e: — hay m ay o r con­ tento que ver, como si dijésem os, aquí (4 0 ) ahora se m ues­ tra delante de nosotros 1111 gran lago de pez hirviendo a borbollones, y que andan nadando y cruzando por él m u­ chas serpientes, culebras y lagartos, y otros m uchos géne­ ros de anim ales feroces y espantables, y que del m edio del lago sale u n a voz tristísim a, que dice: T ú, caballero, quien­ quiera que seas, que el tem eroso lago estás m irando, si quie­ res alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se en­ cubre, m uestra el valor de tu fuerte pecho, y a rró ja te en m itad de su negro y encendido licor; porque si así no lo h a­ ces, 110 serás digno de ver las altas m aravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete fadas (4 1 ) , que debajo desta negregura (4 2 ) yacen? ¿Y que apenas el caballero no h a acabado de oir la voz tene­ brosa, cuando, sin e n tra r m ás en cuentas consigo, sin po­ nerse a considerar el peligro a que se pone, y au n sin des­ p ojarse de la pesadum bre fie sus fuertes arm as, encom éndandose a Dios y a su señora, se a rro ja en m itad del bú­ hente lago, y cuando 110 se cata ni se sabe dónde ha de pa­ ra r, se halla entre unos floridos campos, con quien los E lí­ seos no tienen que ver en ninguna cosa? Allí le parece que el cielo es m ás transparente, y que el sol luce con claridad m ás n u ev a; ofrécele a los ojos una apacible floresta de tan verdes y frondosos árboles com puesta (4 3 ) , que ale­ g ra a la vista su verdura, y entretiene los oídos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pin­ tados pajarillos, que por los intrincados (4 4 ) ram os v an cruzando. A quí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre m enudas are­ nas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas sem ejan. A cullá ve una artificio sa fuente, de jaspe v aria­ do (4 5 ) y de liso m árm ol com puesta; acá ve o tra a lo brutesco (4 6 ) ordenada, adonde las m enudas conchas de las alm ejas con las torcidas casas blancas y am arillas del ca­ racol, puestas con orden desordenada, m ezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esm eraldas, hacen una v ariad a labor, de m anera que el arte, im itan­ do a la n aturaleza, parece que allí la vence. Acullá, de im ­ G U IA DE L E C T U R A S DE A U T O R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 275 proviso, se le descubre un fuerte castillo o vistoso alcázar, cuyas m urallas son de, macizo o r o ; las alm enas, de diam an­ tes; las p uertas, de jacin to s; finalm ente, él es de tan adm i­ rable com postura, que con ser la m ateria de que está fo r­ m ado no m enos que de diam antes, de carbuncos, de rubíes, de perlas, de ero y de esm eraldas, es de m ás estim ación su h ech u ra; y ¿hay m ás que ver después de haber visto es­ to, que ver salir por la p u erta del castillo un buen núm ero de doncellas, cuyos galanos y vistosos trajes, si yo me pu­ siese ah o ra a decirlos como las historias nos lo cuentan, sería nunca acabar, y tom ar luego lo que parecía principal de todas por la m ano al atrevido caballero, que se a rro ­ jó en el ferviente lago (4 7 ) . y llevarle sin hablarle palabra d en tro del rico alcázar o c a s ti l l o ..., y bañarle con tem ­ pladas aguas, y luego untarle todo con olorosos ungüen­ tos, y vestirle una camisa de cendal delgadísim o, toda olo­ rosa y p erfum ada, y acudir o tra doncella y echarle un m an­ tón sobre los hom bros, que, por lo menos (4 8 ) , dicen que suele valer u n a ciudad (4 9 ) , y■aún m ás? ¿Q ué es ver, pues, cuando nos cuentan que tras todo esto le llevan a o tra sa­ la, donde halla puestas las m esas con tanto concierto, que queda suspenso y a d m ira d o ? , ¿Q ué el verle echar agua a las m anos (5 0 ), toda de ám bar y de olorosas flores distilada? ¿Q ué el hacerle sen­ ta r sobre una silla de m a rfil? ¿Q ué verle servir todas (5 1 ) las doncellas, g uardando un m aravilloso silencio? ¿Q ué el traerles ta n ta diferencia de m anjares, tan sabrosam ente guisados, que no sabe el apetito a cuál deba de a larg ar la m ano? ¿C uál será o ír (5 2 ) la música, que en tanto que co­ me suena, sin saberse quien la canta ni adonde suena? ¿Y después de la com ida acabada y las m esas alzadas, quedar­ se el caballero recostado sobre la silla] y quizá m ondán­ dose los dientes, como es costum bre, e n tra r a deshora por la p u erta de la sala o tra m ucho m ás herm osa doncella que ninguna de las prim eras, y sentarse al lado del caballero, y com enzar a darle cuenta de que castillo es aquél, y de cómo ella está encantada en él, con o tras cosas que suspen­ den al caballero y adm iran a los leyentes que van leyen­ do s u 'h is to ria ? No quiero alarg arm e m ás en esto, pues de11o se puede-colegir que cualquiera parte que se lea de cual­ quiera Historia de caballero andante ha de causar gusto y m aravilla a eualqiera que la leyere; y vuestra m erced cré18 274 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E am e y, ccm o o tra vez le he dicho, lea estos libros, y verá com o le d estierran la m elancolía que tuviere, y le m ejo­ ran la condición, si acaso la tiene m ala". NOTAS (1 ) S e p ro n u n c ia b a A n ib á l h a s ta el sig lo X V I I ; “ N o d ic en q u e C ep ió n X e rx e s , P ir r e s y A n ib á l tu v ie ra n riq u e z a ta l, ta l tie rra , ta l p o s e s ió n .” ( L o p e de V ega, E l Conde F e r n á n G o n z á le z ) (2 ) E l C id no tu v o p o r p a tria a V a le n c ia , sin o B iv a r, p e ro com o c o n q u is tó de los m o ro s la ciu d a d y el re in o de V a le n c ia , se llam ó a é s ta V a le n c ia d el C iri ( p a r a d is tin g u ir la d e V a le n c ia de d o n J u a n y o t r a s ) , p o r d o n d e lu e g o s e d is tin ­ g u ió al h é ro e , y a d e s d e el sig lo X I I , con el e p íte to d e s e ñ o r d e V a le n c ia o el q u e V a le n c ia g a n ó y luego s im p le m e n te el C id d e V a le n c ia . (3 ) G o n zalo F e r n á n d e z d e C ó rd o v a , el G ra n C a p itá n , n a tu r a l de M o n tilía . (4 ) G a rc ía de P a re d e s n ac ió en T ru jillo , 1469, m u rió en B o lo n ia , 1533. E ra de g r a n d e s fu e rz a s, p o r lo q u e a lg u n o le lla m ó el S a n s ó n d e E x tr e m a d u r a ; a á l s e a tr ib u y e n g ra n p a rte d e lo s c a so s de fu e rz a p r o d ig io s a q u e se c u e n ta n v u l­ g a r m e n te , com o el p a r a r u n a ru e d a de m o lin o . R e a liz ó h a z a ñ a s in c re íb le s en la g u e r r a d e N á p o le s, a lis ta d o en el e jé r c ito d el G ra n C a p itá n . (5 ) E s te C a b a lle ro no e ra de J e r e z , sino d e T o le d o , s e g ú n M a ria n a . S irv ió en la c o n q u is ta de S e v illa a S an F e rn a n d o . E l h í'o de é s te , A lfo n so X , y su n ie to d o n J u a n M a n u e l, c u e n ta n e n la C ró n ic a G e n e ra l y en E l C o n d e L u c a n o r v a r ia s h a z a ñ a s d e G a rc ía P é r e z ; la m á s fam o sa v a p u e s ta a r r i b a . ( 6 ) A u n q u e el g ra n p o eta to le d a n o fu é v a lie n te s o ld a d o , no es de s u p o n e r q u e se le m e n c io n e com o h o m b re de v id a h a z a ñ o sa (7 ) D o n M a n u e l P o n c e d e L e ó n h a lló s e en la c o n q u is ta del rein o d e G ra ­ n a d a , y de él se c u e n ta n h a z a ñ a s p o rte n to s a s . (8 ) C e rv a n te s nos o fre c e a q u í u n o de lo s e je m p lo s m á s e x tra ñ o s del u so d e c u y o ; ca re ce d e to d o v a lo r p ro n o m in a l y e q u iv a le a u n a sim p le c o n ju n c ió n . N o re s p o n d e m á s q u e al a fá n de lig a r en fo rm a de o ra c ió n d e re la tiv o la q u e b a s ta b a q u e fu e ra co n la s im p le có p u la : “ y* la le c c ió n d e su s h e c h o s v (9 ) A sí e s c rib ió C e rv a n te s . C le m e n c ín , y la e d ic ió n de H a r z e n b u s c h c o rrig ’er. ‘‘c u e rd o sin c o b a rd ía ” . (1 0 ) D e o d o n d e , p o r d e o do o de d o n d e es g iro c o m u n ís im o d e la le n g u a . (1 1 ) H o y , p o r e l e s tilo co m ú n es m e n o s g e n ia l, p e ro m á s a tild a d o q u e en los s ig lo s d e o ro , se p o d r ía c e n s u r a r la r e u n ió n de e s to s tre s in fin itiv o s. S in e m b a rg o , s e r ía c o rre c c ió n d e s d ic h a d a la s u p re s ió n de q u e re r, p u e s a n u n c ia el n in g ú n efec to q u e en D o n Q u ijo te h iz o 1a p e ro ra c ió n d e l b u e n c a n ó n ig o . (12) El último término de la gradación mal, peor, más mál, es hoy: pero, y antes era también : mucho más peor : ‘‘y aun peor, perdición de las personas ; y mucho más peor, perdición de las tristes de las almas;.” (Arcipreste de Talavera. Corbacho). (1 3 ) I n c a b a lle r ía e r a u n a esp ecie de sa c e rd o c io m ilita r, en el q u e se in ­ g r e s a b a m e d ia n te la c e re m o n ia d e a rm a r al c a b a lle ro n o v el, o sea d e c o n fe rirle la d ig n id a d de ca b alle ro o tr o q u e y a lo fuese, c o sa s e m e ja n te al s a c ra m e n to d el o rd e n . E l c a b a lle ro e s ta b a e s p e c ia lm e n te o b lig a d o a g u a r d a r le a lta d a su se ñ o r, fid e lid a d a su a m ig o , a a m p a r a r p o r d o n d e q u ie ra la ju s tic ia y v e d a r el m a l, s-er la rg o , d e s p re n d id o , etc ., etc. E n los P o e m a s c a b a lle re s c o s ita lia n o s se h a b la de c a v a lie ri e r r a n ti y en la s n o v elas e s p a ñ o la s , d e c a b a lle ro s a n d a n te s . (1 4 ) P u d ie ra h a b e r d ic h o ta m b ié n n e g á n d o m e q u e h a y a h ab id o la re p e tic ió n p le o n à s tic a d e n e g a c io n e s q u e en o tra s le n g u a s se d e s tr u y e n u r.a a o tr a , es m u y p e c u lia r del c a s te lla n o ; u n a s lín e a s m á s a d e la n te se h a lla r á ta m b ié n “ no p u e d o yo n e g a r q u e n o sea v e r d a d ” , etc. (1 5 ) A m a d ís d e G au la , el m á s a n tig u o y fam o so lib ro d e c a b a lle r ía s , e ra m u y le íd o p o r el c a n c ille r A y a la a n te s de su p r is ió n e n la b a ta lla d e N á je ra . G U IA Dl£ LE C TU R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS 275 (1 6 ) H o y d ir ía m o s a ñ a d ió q u e y no a ñ a d ió d ic ie n d o q u e ; a ñ a d ir se u s a b a e n ig u a l m a n e ra 'iu e hoy p r o s e g u ir : p ro s ig u ió d ic ien d o q u e. U n a r e u n ió n p a re c id a d e los v erb o s a ñ a d ir y d ecir. (1 7 ) H o y no se ju n t a el p ro n o m b re e n c lític o a los p a rtic ip io s p a s iv o s , p e ro sí en los s ig lo s de o ro d e n u e s tr a li te r a tu r a . (1 8 ) H o y s e e m p le a el a d v e rb io m á s e n v e z d e m e jo r c o n lo s v e rb o s q u e d e n o ta n a c c io n e s ú tile s o a g ra d a b le s , a g ra d a m á s, a p ro v e c h a m á s. (1 9 ) F lo r ip é s , h ija d el a lm ir a n te sa rra c e n o B a lá n , e n a m o ra d a del c a b alle ro fra n c é s G u i de B o rg ’o ña, lib e rtó le d e la p ris ió n en q u e y a c ía c o n o tro s P a r e s de F r a n c ia , g u a re c ié n d o le s en u n a to r r e d o n d e se m a n tu v ie r o n c o n tra to d o el p o d e r d e los in fie le s, h a s ta q u e C arlo m ag r.o los s o c o rrió . (2 0 ) F ie r a b r á s (e n fra n c é s “ el d e los fie ro s b r a z o s ” ) e ra , s e g ú n lo s p o em as fran ce se s d e la E d a d M e d ia , u n d e s c o m u n a l g ig a n te , q u e p e le ó en s in g u la r co m ­ b a te c o n el c a b a lle ro de C a rlo m a g n o , O liv e r o s : v e n c id o p o r é s te , fu é su m e jo r am ig o d e s p u é s d e h a c e rse b a u tiz a r. (2 1 ) L a le y e n d a de T ro y a fu é p o p u la r en la E d a d M e d ia , y en su s h é ro e s s e b u s c ó a s c e n d e n c ia p a ra los m o d e r n o s ; A r tu s e ra d escen d ien te í d e E n e a s. E s te re y b re tó n , lla m a d o ta m b ié n A r tu r o , fu é c e n tro de u n ‘ g r a n ciclo d e le y e n d a s d i­ v u lg a d a s p o r to d a E u r o p a ; es el f u n d a d o r de la fa b u lo sa c a b a lle r ía d e la T a b la r e ­ donda o m e sa redonda a que se sentaban los caballeros. A 9u metamorfosis! «-n, 'c u e rv o a tr ib u y e C e rv a n te s en o tr o lu g a r d e l Q u ijo te , y¡ e n el P e r s ile s y S ig is m u n d a , el q u e los in g le s e s se a b s tu v ie s e n de m a ta r cu e rv o s. (2 2 ) O tr o h é ro e d e poem as fra n c e se s en la E d a d M e d ia ( G a r ín M e s q u ín ) q u e s u frió ta m b ié n u n a a d a p ta c ió n al c a ste lla n o e n u n o de ta n to s lib ro s, q u e s e g ú n d e c ía J u a n de V a ld é s en tie m p o d e C arlo s V , “ a d e m á s d e s er m e n tiro s ís im o s tie n e n ta n m a l e s tilo q u e no h a y b u e n e s tó m a g o q u e lo s p u ed e le e r.” (2 3 ) D e m a n d a , en té rm in o s ca b a lle re sc o s, es el a c to d e e m p e ñ a rs e en u n a e m p re s a . E l G rial e r a la co p a e n q u e h a b ía re c o g id o la s a n g r e d e C ris to J o s é d e A r im a te a ; c u a n d o é s te fu é a e v a n g e liz a r la B r e ta ñ a llev ó co n s ig o e l G ria l, p ero a n d a n d o el tiem p o h e re d ó la re liq u ia u n re y in d ig n o ; e n to n c e s se e m p e ñ a ro n en la d e m a n d a del S a n to G ria l A r tú s y lo s c a b a lle ro s de la T a b la r e d o n d a ; P e rce v al (e l P a rs ifa l d e la ó p e ra d e W a g n e r ) m e re c ió p o r s u c a s tid a d y d em ás v ir ­ tu d e s d a r fin a la a v e n tu ra , g a n a n d o la s a n ta re liq u ia , q u e d e s p u é s d e su m u e rte fué a r r e b a ta d a al cielo . (2 4 ) O tr a fic ció n b re to n a co m n la d e A r tú s y el S a n to G r ia l. T r i s t á n e s ­ p e ra b a u n a n av e q u e le tr a ía n o tic ia s de I s e o ; lo s n a v e g a n te s se o lv id a n de p o ­ n e r en el m á s til la s e ñ a l c o n v e n id a p a ra a n u n c ia r q u e la s n o tic ia s e r a n b u e n a s ; pero en la n a v e v e n ía la m ism a Is e o , la c u a l al v e r a su a m a n te m u e rto , c a e a su Jado s in v id a . (2 5 ) O tr a le y e n d a d el cic lo b r e t ó n . G in e b ra e r a la m u je r d el re y A r tú s , L a n z a r o te su a m a n te , y la d u e ñ a o a y a Q u in ta ñ o n a la q u e fa v o re c ía su s am o -' re s . B ien co n o c id o es el ro m a n c e c u y o co m ie n z o r e c u e r d a el m ism o Q u ijo te : N u n c a f u e ra c a b a lle ro de d a m a s ta n b ie n s e rv id o , com o fu e ra L a n z a ro te cu a n d o de B r e ta ñ a v in o , q u e d u e ñ a s c u id a b a n dél d o n ce llas d e su ro cin o . E s a d u e ñ a Q u in ta ñ o n a esa le e s c a n c ia b a el v in o . (2 6 ) M u c h o s d i r á n : y ta n es a s í e s t o ; c o n s tru c c ió n in c o rre c ta , p u e s p a ra q u e se p u e d a u s a r ta n e n v ez d e ta n to , e s p re c is o q u e le s ig a in m e d ia ta m e n te ur. a d je tiv o o a d v e rb io . S e p u e d e d ec ir, p o r ta n to , ta n a s í es o ta n to e s a s í, p e ro no ta n es a s í . (2 7 ) G iro m u y c o m ú n e n los s ig lo s X V I y X V I I , u n m i a m ig o , p o r lo q u e h o y d ec im o s u n a m ig o m ío . A g ü e la p o r a b u e la es m u y v u lg a r , com o g ü e lta , g ü e n o , g o m i t a r . ^ - o t r a s v o ces q u e la g s u s titu y e a la b o v . (2 8 ) A s i ^ í í c e n to d a s las e d ic io n e s a n tig u a s . L a s d e e s te sig lo m o d e rn iz a ro n de p a r te . E s g ir o a rc a ic o q u e hallam os* en el F u e r o de N a v a r r a : “ d e partfcs d e la m a d re ” , “ d e p a rte s d e s ie rz o n in d e b u c h u r n o ” . 276 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E (2 9 ) E r a p e rs o n a je ta n p o p u la r, q u e d u e ñ a Q u in ta ñ o n a s e r v ía p ara d e n o ­ m in a r a c u a lq u ie r d u e ñ a : “ ¡ M ir e n la d u e ñ a Q u in ta ñ o n a I” D a c a la d u e ñ a Q u in ta ñ o n a !’’ L a to c a e ra d is tin tiv o de v iu d a s y d u e ñ a s, co m o h o y lo e s de m o n ja s . (3 0 ) L a n o v ela d e P ie rre s , h ijo d el C o n d e d e P ro v e n z a , y d e M a g d a le n a , h ija d el R e y d e N á p o le s , tra s la d a d a en 1526, p ro ced e d e u n a n tig u o p o em a f r a n ­ cés d e l sig lo X I I . (3 1 ) S e g ú n la h is to ria c ie rta , R o ld á n iba e n la r e ta g u a r d ia d el e jé rc ito de C a rlo m a g n o , q u é fué d e s h e c h a en R o n c e s v a lle s ; la s le y e n d a s fra n c e sa s (p o p u la ­ r iz a d a s d e s d e a n tig u o en E s p a ñ a ) a ñ a d ía n q u e R o ld á n , a l v e rs e e n p e lig ro , h a ­ b ía q u e rid o a v is a r a la v a n g u a rd ia ta ñ e n d o su c u e rn o . P e ro s o p ló e n él con ta n ta fu e rz a , q u e re v e n tó las v e n a s d e su s s ie n e s y m u r ió . E s te c u e rn o se p r e te n d ía c u s to d ia r e n la ig lesia d e R o n c e sv a lle s . (3 2 ) V e rs o s d e A lv a r G ó m ez, d e C iu d a d R eal, en su tr a d u c c ió n de los T riu n fo s del P e tr a r c a . , (3 3 ) E s to e s : el d el P a s o H o n ro s o , p e rs o n a je h is tó r ic o . E r a u n v a lie n te le o n é s, q u e en 1434, y p re v ia lic e n c ia d e J u a n I I , m a n tu v o ju n t o al p u e n te del r ío O rb ig o el p a s o h o n ró so , e n el q u e se h a b ía c o m p ro m e tid o , p a r a h o n ra d o su d a m a , a ro m p e r 300 la n z a s con. los c a b a lle ro s q u e se p r e s e n ta r a n ; a c u d ie ro n a e s ta q u ijo te s c a e m p re s a 68 a v e n tu re r o s d e E s p a ñ a , P o r tu g a l, F r a n c ia , I ta lia y B r e ta ñ a . (3 4 ) M a y o rd o m o de A lfo n so V de A ra g ó n , q u e c o rte de d o n J u a n TI c o n tra G o n zalo d e G u z m á n . en 1428 c o m b a tió a n te la (3 5 ) O b isp o d e R e im s , m u e rto en el a ñ o 700 a q u ie n las fá b u la s c a ro lin g ia s s u p o n en in s e p a ra b le c o m p a ñ e ro d e C a r lo m a g n o ; es el a u to r fin g id o d e u n a c r ó ­ n ic a la tin a d e l E m p e ra d o r y su s P a r e s , fo rja d a en el sigilo X I I p o r a lg ú n c lé ­ rig o de n a c ió n fra n c e sa . (3 6 ) E l c a n ó n ig o R e rn a rd o d el C a rp ió , e x is tió u n B e rn a rd o c o n q u is tó h a z a ñ a s a c ree m á s e n B e r n a rd o q u e en el C id , y sin e m b a rg o , el v e n c e d o r d e R o n c e sv a lle s , es de to d o p u n to f a b u l o s o ; sólo C o n d e d e R ib a g o rz a , q u e , a u x ilia d o p o r g e n te fra n c a , r e ­ la le y en d a d el fab u lo so le o n é s o d el C a r p ió . (3 7 ) E s to e s : “ se re m itie ro n p a r a s e r ju z g a d o s y a p r o b a d o s ” . C u e n ta M e l­ c h o r C ano d e u n b u e n c lé rig o , a q u ie n no c a b ía e n la m o lle ra q u e u n lib ro im ­ p re s o c o n la s licen cias n e c e sa ria s c o n tu v ie r a m e n tira s, a s í q u e te n ía p o r ta n v e rd a d e ra s y a p ro b a d a la h is to r ia d e A m a d ís com o la s F á b u la s d e E s o p o . (3 8 ) H a r ts z e n b u s c h c o r rig ió con g r a n d e s e n f a d o : o ta le s c a b a lle ro s, sin d u d a p o rq u e hoy se h a r ía re s a lta r m á s la d u p lic id a d d el s u je to p o n ie n d o : “ q u e tal c a b a lle ro h iz o o ta le s c a b a lle ro s h ic ie r o n ” . (3 9 ) L e y e n d a es h o y d e su sa d o en a c e p c ió n d e le c tu ra , p o r m á s q u e el D ic ­ c io n a rio de la A c ad em ia n o s eñ ala e s ta a c e p c ió n com o a n tic u a d a . (4 0 ) A la v iv e z a c o n , q u e h a b la d o n Q u ijo te c u a d ra b ie n la s u p re s ió n del s e g u n d o q u e e n : “ h ay m a y o r c o n te n to q u e v e r a q u í n u e s tr a d e la n te d e n o s o tro s un la g o ” . (4 1 ) E l h a d a (v o z d e riv a d a del la tín fa ta , p lu ra l d e l n e u tro fa tu m , h ad o ) es u n s e r fa n tá s tic o de *la m ito lo g ía m o d e rn a b ie n c o n o c id o . E l n ú m e ro s ie te , co m o el tre s , a p a re c e c o n s a g ra d o e n m u ltitu d de in v e n c io n e s p o p u la re s (s ie te in fa n te s de L a r a ; u n v a n a b lo c o rta d o r, s ie te v e c e s fu é te m p la d o e n la s a n g re d e u n draóg'n, e t c . ) ; el b e llís im o ro m a n c e d e la I n f a n t in a e n c a n ta d o r a d ic e : F ija soy yo d el b u e n rey y la r e in a d e C a s ti lla ; s ie te fad as m e fa d aro n en b ra z o s d e u n am a m ía q u e a n d a se lo s sie te a ñ o s so la en a q u e s ta m o n tiñ a . (4 2 ) N e g re g u ra , h o y a n tic u a d a p o r n e g r u r a . (4 3 ) E n c o n s o n a n te s com o flo re sta y c o m p u e s ta , no re p a r a b a n n u n c a n u e s ­ tro s g ra n d e s p r o s is ta s ; hoy so m o s m á s m e tic u lo s o s y la e v ita m o s c u id a d o s a m e n te . G U IA DE L E C T U R A S de autores c l a s ic o s y m odernos 277 T a m b ié n hoy se e v ita ría r e p e tir tre s v ec es s e g u id a el v e rb o v e r : “ h ay m á s q u e v e r d e s p u é s de h a b e r v is to , q u e v e r s a lir (4 4 ) In tr in c a d o s , co m o el in trin c a d a s q u e e s c rib ió a n te s.(4 5 ) J a s p e v a ria d o . E s to e s : “ de v a rio s c o lo re s ” , (4 6 ) A c o rd á n d o s e de b ru to , se dijo b ru te sc o p o r g ru te s c o , o co sa h ec h a a m o d o de la ru s tic id a d d e la s g r u t a s : h o y g r o te s c o . C47) F e rv ie n te p o r h irv ie n te , com o a n te s fa d a s p o r h a d a s, e ra n a rc a ís m o s y a m u c h o tie m p o a n te s de C e rv a n te s q u ie n d e in te n to lo s p o n e , r e m e d a n d o e l e s tilo de lo s lib ro s d e c a b a lle r ía s , q u e u s a b a n d e . e sto s a rc a ís m o s p a ra d a r as» pecto d e a n tig ü e d a d a la n a r ra c ió n . (4 8 ) M enos m e n o s es re fie rz o p o r r e p e tic ió n . (4 9 ) A R e c u e rd a g ra c io s a m e n te C e rv a n te s u n lu g a r c o m ú n d e ro m a n c e s b ro s d e c a b a lle ría s u s a d o s p a ra p o n d e ra r el v a lo r de u n a c o sa . (5 0 ) E s ta e x p re s ió n a n tic u a d a q u e h o y e x ig ir ía el u so d e l a r tíc u lo ‘‘a g u a a las m a n o s '’ se h a fu n d id o e n u n a so la p a la b r a : a g u a m a n o s . (5 1 ) “ V e rle se rv ir to d a s ” , e s to e s : “ ve to d a s las d o n c e lla s s e r v ir le ” .E l d a ­ tiv o e n c íc lic o , cu a n d o u n in fin itiv o r ig e a o tro , se co lo c a in d is tin ta m e n te en c u a lq u ie ra d e los d o s in fin itiv o s . (5 3 ) C u ál s e rá o i r ; C le m e n c ín yH a rz e n b u s c h d ic e n q u e c u á l d eb e c o r r e ­ g irs e en q u e p a ra u n ifo rm a r é s ta con la s a n te r io r e s in te r r o g a c io n e s . y li­ ( N o ta s de M . P .) C O M E N TA R IO ‘ Sacáronle a Don Q uijote de la jau la para que hiciese lo que no se excusa, y limpio ya su cuerpo, pasó por o tra m ás d u ra prueba y fué tener que oir las hueras sensateces del canónigo, em peñado en dem ostrarle que ni iba encantado ni había caballeros andantes en el m undo. Y ¡a ello respondió m uy bien Don Q uijote que si no -era cierto lo de A m adís y F ierab rás, no lo sería m ás lo de H é c to r y los Doce P ares y R o ld áu y el Cid. Y así, es como ya he dicho, pues hoy ¿hay m ás realidad e n el Cid que en A m adís o en Don Q uijote m ism o? M as el canónigo, hom bre de dura cerviz y tupido de bastísim o sentido común, se salió corno to ­ dos los ergotistas m ás o m enos canónigos, con sim plezas como la de no haber duda de que hubo Cid, iii menos B ernardo del Carpió, pero sí de que hicieran las hazañas que de ellos se cuenta. E ra, al parecer, el tal canónigo uno de estos pobres hom bres que m anejan la critica o ce­ dazo y se ponen a puntualizar, papelotes en m ano, si tal cosa fu é o no como se cuenta, sin a dvertir que lo pasado no es ya y que sólo existe de verdad lo que obra, y que una de esas llam adas leyendas cuando m ue­ ve a obrar a los hom bres, encendiéndoles los corazones, o les consuela de la vida, es mil veces m ás real que el relato de cualquier acta que se pudra en un archivo.” M iguel de Uuamuno. — “V ida de D o n Quijote y Sancho P A R T E II. C A P IT U L O X V I Don Q uijote en su camino se halla con un discreto caba­ llero de la Mancha ^ E r r estas razones estaban cuando los alcanzó un hom ­ bre, que detrás dellos por el m ism o camino venia sobre una 278 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SO N E m uy herm osa yegua tordilla, vestido un gabán ( i ) de pa­ ño fino verde, jironado' (2 ) de terciopelo leonado, con una m o n tera del m ism o terciopelo; el aderezo de la yegua era de campo y de la jineta, asim ism o (3 ) de m o rad o y ,v erd e; tra ía un a lfa n je m orisco pendiente de un ancho ta ­ halí de verde y oro, y los borceguíes eran de la labor del ta h a lí; las espuelas no eran doradas, sino dadas con un b ar­ niz verde, tan tersas y bruñidas, que por hacer labor con to ­ do el vestido, parecían m ejo r que si fu eran de oro puro. C uando llegó a ellos el cam inante los saludó cortesm ente y picando la, yegua se pasaba de largo, pero don Q ui­ jo te le d ijo : “ Señor, galán, si es que vuesa m erced lleva el cam ino que nosotros, y no im porta el darse priesa, m er­ ced recibiría en que nos fuésem os ju n to s” . . . D etuvo la rien d a el cam inante, adm irándose de la ap o stu ra y rostro de don Q uijote, el cual iba sin celada, que la llevaba S an ­ cho como m aleta en el arzón (4 ) delantero de la albarda (5 ) del rucio; y si m ucho m ás m iraba don Q uijote al de lo V e r­ de, pareciéndole hom bre de chapa ( 6 ) ; la edad m ostraba ser de cincuenta años; las canas, pocas, y el rostro, aguileño, la vista entre alegre y g ra v e; finalm ente, en el tra je y ap o stura daba a entender ser hom bre de buenas pren­ das ( 7 ) . Lo que juzgó de don Q uijote de la M ancha el de lo V erde fué que sem ejante m anera ni parecer de hom ­ bre no le había visto ja m á s; adm iróle la longura de su cabe­ llo ( 8 ) , la g randeza de su cuerpo, la flaqueza y ■am a­ rillez de su ro stro, sus arm as, su adem án y com postura, fig u ra y re trato no visto por luengos tiem pos atrás en aque­ lla tierra. N o tó bien don Q uijote la atención con que el cam inan­ te le m iraba, y leyóle en la suspensión su d eseo ; y como era tan cortés y tan am igo de d ar gusto a todos, antes que le preguntase nada, le salió al cam ino, d icién d o le: “ E sta fi­ g u ra que vuesa m erced en mí ha visto, por ser tan nueva y tan fu e ra de las que com unm ente se usan, no me m a ra ­ villaría yo de que le hubiese m aravillado; pero d ejará vue­ sa m erced de estarlo cuando le diga, como le digo, que soy cab allero : destos que dicen las gentes que a sus aventuras van. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 279 Salí de mi patria, empeñe mi hacienda, dejé mi rega­ lo, y entreguém e en los brazos de la fo rtu n a, que me lle­ vasen dónde m ás fuese servida. Q uise resucitar la ya m uer­ ta an d an te caballería, y h a m uchos días que tropezando aquí, cayendo allí, despeñándom e acá, y levantándom e acu­ llá, he cum plido g ra n p arte de mi deseo, socorriendo viu­ das, am p arando doncellas y favoreciendo casadas, h u ér­ fanos y pupilos, propio y n atu ra l oficio de caballeros an ­ d an tes; y así por mis valerosas, m uchas (9 ) y cristianas hazañas he m erecido an d a r ya en estam pa (1 0 ) en casi to ­ das o las m ás naciones del m undo. T re in ta mil volúm enes se han im preso de mi historia, y lleva cam ino de im prim ir­ se trein ta mil veces de m illares, si el cielo no lo remedia. F inalm ente, por encerrarlo todo en breves palabras o en una sola, digo que soy don Q uijote de la M ancha, por otro nom bre llam ado el Caballero de la T riste F ig u ra ; y pues­ to que (1 1 ) las propias alabanzas envilecen, esme forzoso decir yo tal vez las m ías, y esto se entiende, cuando no se halla presente quien las d i g a : así que, señor gentil-hom bre, ni este caballo, ni esta lanza, ni este escudo, ni escudero, ni todas ju n ta s estas arm as, ni la am arillez de mi rostro, ni la aten u ad a flaqueza os podrá ad m ira r de aquí en ade­ lante, habiendo ya sabido quién soy y la profesión que h ag o ” ( 1 2 ) . Calló en diciendo esto don Q uijote, y de lo V erde, se­ gún se tard a b a en responderle, parecía que no acertaba a h acerlo; pero de allí a buen espacio le d ijo : “ A certastes, señor caballero, a conocer por mi suspensión mi deseo; pe­ ro no habéis acertado a quitarm e la m aravilla que en mi causa (1 3 ) el haberos visto, que puesto que como vos, se­ ñor, decis que el saber ya quién sois me lo p o d ría quitar, no lia sido así, antes ah o ra que lo sé, quedo m ás suspenso y m a­ ravillado. Cómo, ¿y es posible que hay (1 4 ) hoy caballe­ ros andantes en el m undo y que hay historias im presas de verdaderas caballerías? N o me puedo persuadir que haya hoy en la tie rra quien favorezca viudas, am pare don­ cellas, ni honre casadas, ni socorra huérfanos, y no lo cre­ yera, si e¡n vuesa m erced 110 lo hu b iera visto con mis o jo s. B endito sea el cielo, que con esa historia que vuesa m erced dice que está im presa de sus altas y verdaderas caballerías, se hab rán -puesto en olvido las innum erables de los fingidos caballeros andantes de que estaba lleno el m undo, tan en FÜKEDA VALDES — FU SCO SAN SON É daño de las buenas costum bres, y tan en perjuicio y descré­ dito de las buenas h isto rias.” — “ H a y m ucho que decir — respondió don Q uijote — en razón de si son fingidas o no las historias de los andantes caballeros” . — ¿P ues hay quién dude — respondió el V erde — que no son falsas ta ­ les h isto rias? —• “ Y o lo dudo — respondió don Q u i j o t e —• y quédese esto aquí, que si n u estra jo rn a d a dura, espero en D ios de dar a entender a vuesa m erced que h a hecho ma|l en irse co¡n la corriente de los que tienen por cierto que no son v erd ad eras” . D esta últim a razón de don Q u ijo te tom ó b arruntos el cam inante de que don Q uijote debía de ser algún m entecato, y ag u ard ab a que con otros lo co n firm ase; pero antes de que se divirtiesen en o tras razonam ientos, don Q u ijo te le rogó le dijere quién era, pues le había dado p arte de su condi­ ción y de su v id a . A lo que respondió el del V erde G a b á n : “ Yo, señor Caballero de la T riste F ig u ra, soy un hidalgo, n atu ral de un lugar donde irem os a com er hoy, si Dios fue­ re servido; soy m ás que m edianam ente rico, y es mi nom ­ bre don Diego de M iran d a ; paso la vida con mi m u je r y con mis hijos y con mis a m ig o s: m is ejercicios son el de la caza y pesca, pero no m antengo ni halcón ni galgos, sino algún perdigón m anso o algún hurón atrevido ; tengo h asta seis do­ cenas de libros, cuáles de rom ance, cuáles de latín, de his­ to ria algunos y de devoción o tr o s : los de caballerías aún no han entrado por los um brales de m is puertas. H ojeo m ás los que son p ro fan o s que los devotos, y como sean de honesto entretebim iento, que deleitan con el lenguaje, y adm iren y suspendan con la invención, puesto que (1 6 ) desto hay m uy pocos en E sp añ a ; alguna vez con m is vecinos y am igos, y m uchas veces los c o n v id o : son mis convites limpios y asea­ dos, y no nada escaso s: ni gusto de m u rm u rar, ni consiento que delante de mí se m u rm u re; no escudriño las vidas a je ­ nas, ni soy lince de los hechos de los o tro s; oigo m isa cada d ía; rep arto de mis bienes con los pobres sin hacer alarde de las buenas obras, por no d ar en trad a en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos' que blandam ente se apo­ d eran del corazón m ás recatad o ; procuro poner paz en los que sé que están desavenidos; soy devoto de nuestra Seño­ ra y confío siem pre en la m isericordia in fin ita de Dios nues­ tro S eñ o r” . G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U T O R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 281 A tentísim o estuvo Sancho a la relación de la vida y entretenim iento del hidalgo; y pareciéndole buena y santa, y que quien lo hacia debía hacer m ilagros, se a rro jó del ru ­ cio y con g ra n priesa le fué a asir del estribo derecho, y con deveto corazón y casi lágrim as le besó los pies una y m u­ chas veces. V isto lo cual por el hidalgo, le p reg u n tó : ‘‘¿Q ué hacéis, h erm ano? ¿Q ué besos son esto s?” — “ D éjenm e be­ sar — respondió Sancho — , porque me parece vuesa m er­ ced el p rim er santo a la j ineta que he visto en todos los días de mi v id a” — ‘‘N o soy santo — respondió el hidalgo — , sino p ecad or; vos sí, herm ano, que debéis de ser bueno, co­ mo v uestra sim plicidad lo m u estra” . V olvió Sancho a cobrar la albarda, habiendo sacado a plaza la risa de la p ro fu n d a m elancolía (1 7 ) de su amo, y causado nueva adm iración a don D iego. NOTAS (1 ) E l g a b á n u s á b a s e p a ra a n d a r en el ca m p o y d e c a m in o ; en la ciu d ad s e rv ía d e ro p a de c a s a . (2 ) L la m á b a s e jiro n e s , o com o * d ic e C o v a rru b ia s , g ir o n a s , “ c ie rto s p ed a zo s tria n g u la re s q u e in g e ría n en el ru e d o d e lo s sa y o s p a r a q u e h ic ie s e n m á s ru e d o , y e n lo s q u e e ra n d e te rc io p e lo e c h a b a n e s to s jiro n e s d e b ro c a d o s o te la s , y se lla m a b a n s a y o s a g ir o n a d o s v . (3 ) E l a sim ism o se re fie re sólo al co lo r v e rd e , q u e e ra el q u e p r e d o m in a b a en el v e s tid o d el c a m in a n te , p u e s n a d a tie n e n q u e v e r los dos co lo res ac c e so rio s le o n ad o y m o r a d o . (4 ) a rz ó n — fu s te d e la n te ro o tra s e ro d e la s illa de m o n ta r . (5 ) a lb a r d a — p ie z a p rin c ip a l d e l a p a re jo d e la s b e s tia s d e c a rg a , q u e se com pone d e do s a lm o h a d a s r e lle n a s de p a ja y u n id a s p o r la p a rte q u e d a sobir* el lom o de las c a b a lle r ía s . (6 ) se lla m a c h a p a d o “ el h o m b re d e h ec h o y d e v alo r, p o rq u e v a g u a r­ necido c o n su v ir tu d y e s f u e rz o ” . ( C o v a r r u b ia s ) . (7 ) A q u í p re n d a s no p a re c e sig n ific a r “ p a rte s o d o te s n a tu ra le s'* , s e g ú n sólo * co stu m b re , sin o ‘‘p o s ic ió n s o c ia l” . (8 ) R o d ríg u e z M a r ín c o rrig e “ de su c u e llo ” , e n m ie n d a r e c h a z a d a p o r la en u m e ra c ió n s e m e ja n te q u e lueg*o h a c e d o n Q u ijo te , en la c u a l se re p ite n los té rm in o s “ c a b a llo ” , “ a m a rille z ” , “ F la q u e z a ” y se h a b la de la s a r m a s . C o n o cid a e s la lo n g u ra de R o c in a n te , c a b a llo 1 “ la rg o y te n d id o ” , com o se d ic e en el c a ­ p ítu lo I X . (9 ) p o r m is v a le ro s a s, m u c h a s y c ris tia n a s h a z a ñ a s . E l a d v e rb io m u c h as d e b e ría ir a n te s del a d je tiv o v a l e r o s a s : m is m u c h a s v a le ro sa s y c r is tia n a s h a z a ñ a s. (1 0 ) E n e s ta m p a . — E q u iv a le a “ e n le tra s d e m o ld e ” . (1 1 ) T u e s to q u e s ig n ific a b a a n tig u a m e n te “ s u p u e s to q u e ” , “ p o r m ás que” o “ a u n q u e ” . H o y se u s a co n la s ig n ific a c ió n d e “ p u es q u e ” . (1 2 ) H o y d ir ía m o s “ la p ro fe s ió n q u e s ig o ” , e s to e s : “ a la cu a l m e d e d i­ co . H a c e r p ro fe s ió n de u n a co sa es ( ‘p re c ia rn o s d e lla y c u m p lirla a to d o t r a n ­ c e ” . ( C o v a r r u b ia s ) . (1 3 ) ‘C a u s a r m a ra v illa , p o r “ c a u s a r a d m ira c ió n o s o r p r e s a ” e s e x p re s ió n v u lg a r n a c id a p o r c o n fu s ió n de las d o s e q u iv a le n te s : c a u s a r a d m ira c ió n y m a ­ r a v i lla r. ______ __ (1 4 ) Ilo y se p o n d r ía en s u b ju n tiv o . I 'W U A DON VALDES — FU SC O Q U IJO TE E S SAN SON E CERVANTES A h o ra bien. D on Q uijote es el m ism o Cervantes. L a concepción del ingenioso hidalgo inexp'.icabíe de o tro m odo, se hace lógica y clara cuando se piensa en la vid?, de C ervantes y se fu n d an en una sola im a­ gen sus esperanzas juveniles, las del soldada de L epanto y el cautivo de A rgel, con los desengaños de su vejez, de su in fru ctu o sa labor de d ra ­ m aturgo, de sus fracasadas ambiciones de poeta, de sus vanas jiesquisas de empleo, de sus m alandanzas de cobrador de alcabalas, hasta dar con los huesas dos veces en la cárcel y verse envuelto en larguísim o pro-i ceso, en cuyo tran ce concibió a su héroe. T o d o lo que es fundam ental en Don Q uijote se encuentra ya en el tipo que resulta de sobreponen em presas, que es Cervantes joven, con la fig u ra del viejo achacoso, des-> con la fantasía la imagen del m ancebo intrépido y soñador de grandes, encantado y m elancólico que es C ervantes viejo. Don Q uijote no es sino un viejo ccn anhelos e ilusiones de mozo, que 110 advierte que está viejo, y que proyecta sobre las circunstancias esta inconciencia de sí mismo. E11 esta mezcla incongruente de j|uventud y de vejez está ya im plícito el espíritu cómico, porque hace reir el viejo que em prende una c arre ra sin acordarse de la dureza de sus huesos y de la cortedad de su aliento, ccm o tam bién, el galán de pelo blanco que se las echa de R om eo o e> hom bre de voz cascada que quiere d a r un do de pecho y se queda en la m itad de la escala. Y cuando m ás excesivo y trascendental sea el inten­ to y ninguno p o d rá parangonarse al de querer restablecer la edad de oro en nuestra edad de hierro,tanto m ás risibles re su lta rá la im potencia del g e s to ; pero como al propio tiem po 110 podrem os por menos de sim patizar con el propósito, la desprporción e n tre el intento y el re su lta d o nos h a rá unas veces reir entre las lágrim as y otras llorar entre las risas, que es el consuelo y la grandeza del "Q u ijo te” . Pensem os en Cervantes cuando se hallaba cautivo e n . A rgel. Y a de soldado había m erecido el aprecio de don Ju a n de A u stria por su he­ roísm o en la batalla de L epanto. El rey de A zán de A rgel lo consideraba com o el m ás peliglroso e im portante de sus m iles de prisioneros. Le sor­ prendió repetidam ente en intentos de fu g a y a un en algunas que Se p ro ­ ponía nada menos que alzarse con A rg e l para la C ristiandad y el Rey Felipe. E n el capítulo X X I sueña en voz alta Don Q u ijo te c o n que sus hazañas le harán tan conocido que al verlo en tra r los m uchachos p o r la puerta de la ciudad, le ro d e ará n dando voces d icie n d o : “E ste es el ca­ ballero del Sol (o de la Serpiente o de o tra insignia alguna debajo de la cual hubiera acabado grandes azadas) ; éste es, dirán, el que venció en singular b atalla al gigante B rocabruno de la g ra n fu e rz a ; el que des­ encantó al g ra n M am eluce de P ersia, del largo encantam iento en qjue había estado casi novecientos años” . A l alboroto de los chicuelos se pa­ ra rá en las fenestras de su real palacio el rey de aquel reino y h a rá pasar al caballero, saliéndole a recibir en la escalera; le p resen tará a la reina y a la infanta, que será una de las m ás herm osas y acabadas don­ cellas de todo el descubierto de la tie rra y el caballero y la in fan ta se enam orarán de súbito, así que cuando tenga el caballero que m andar los G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERNOS 2«ó ejército s con que aquel rey haya de pelear contra otro Soberano, será, enternecedora la despedida con la infanta, hasta que el caballero regrese vencedor y se averigüe es tam bién hijo del rey y se celebre la boda en medio de la m áxim a pom pa y con dignas circunstancias. ¿Q u é duda cabe de que cuando C ervantes está preso en A rg e l y era considerado como el m ás im portante y de m ayores m éritos de todos los m iles de cautives, soñaba con una recom pensa análoga a la de Don Q u ijo te ? Y no sólo soñaba sino que la buscó con ansia y vivió varios años la vida del pretendiente en la C orte y siguió a los reyes a Lisboa para alcanzar la recom pensa m erecida, y no halló sino privaciones y desengaños, h asta que en la h o ra de escribir este capítulo y otros pare­ cidos, todas aquellas ilusiones y ambiciones no le parecen ya sino sueños de leeos. Ram iro de M aetsu Don Quijote de la Mancha C A P IT U L O X X X I. — 2* P A R T E Que trata de muchas y grandes cosas E l Eclesiástico, que oyó decir de gigantes, de follones y de encantos, cayó en la cuenta de que aquél debía de ser Don Q u ijo te de la M ancha, cuya historia leía el D uque de o rd inario, y él se lo había reprendido m uchas veces, diciéndole que era d isparate leer tales d isp arates; y enterándose ser verdad lo que sospechaba, con m ucha cólera, hablando con el Duque, le d ijo : — V u e stra excelencia, señor mío, tiene que d ar cuen­ ta a NTuestro Señor, o lo que hace este buen hom bre. E ste D on Q uijote, o D on T onto, o como se llam a, im agino yo que no debe ser ta<n m entecato como V u e stra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la m ano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades. Y volviendo la plática a D on Q uijote, le d ijo : — Y a vos, alm a de cántaro, ¿quién os ha encajado en el cerebro que sois caballero andante, y que vencéis gi­ gantes y prendéis m alandrines? A ndad enhorabuena y en tal se os d ig a : volveos a vuestra casa, y criad vuestros hi­ jos, si los tenéis, y curad de vuestra hacienda, y dejad de an d a r vagando por el m undo papando viento y dando que reír a cuantos os conocen y no conocen. ¿E n dónde ¡ñora t a l ! habéis vos hallado que hubo ni hay ah o ra caballeros an ­ dantes? ¿D ónde hay gigantes en España, o m alandrines en la M ancha, ni D ulcineas encantadas, ni toda la caterva de las sim plicidades que de vos se cuentan? A tento estuvo Don Q u ijo te a las razones de aquel venerable varón, y viendo G U IA D Í LECTURAS DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 285 que ya callaba, sin g u a rd a r rsepeto a los D uques, con sem ­ blante airad o y alborotado rostro se puso, en pie, y d ijo . . . P ero esta respuesta, capítulo p o r sí m erece. C A P IT U L O X X X II. — 2» P A R T E ' D e la respuesta que dió Don Q uijote a su reprensor, con otros graves y graciosos sucesos Levantado, pues, en pie D on Q uijote, tem blando de los pies a la cabeza como azogado, ( i ) con presurosa y tu r­ bada lengua, d ijo : — El lu g ar donde estoy y la presencia ante quien me hallo, y el respeto que siem pre tuve y tengo al estado que vuesa m erced profesa, tienen y atan las m anos de mi ju sto en o jo ; y así, por lo que he dicho, como por saber que saben tocios que las arm as de les togados son las m ism as que las de la m u jer, que son la lengua, en traré con la m ía en igual batalla con vuesa merced, de quien se debían esperar antes buenos consejos que infam es vituperios. L as reprensiones santas y bien intencionadas o tras circunstancias requieren } otro s puntos p id e n ; a lo menos, el haberm e reprendido er. público y tan ásperam ente, ha pasado todos los lím ites de la buena reprensión, pues las prim eras m ejo r asientan sobre la blan d u ra que sobre la aspereza, y no es bien, sin tener conocim iento del pecado que se reprende, llam ar al peca­ dor, sin m ás ni más, m entecato y to n to . Si no, dígam e vue­ sa m erced: ¿por cuál de las m entecaterías que en mí ha visto me condena y vitupera, y me m anda que me vaya a mi casa a tener cuenta en el gobierno della y de mi m ujer y de mis hijos, sin s a b e r si la tengo o los tengo? ¿N o hay m ás sino a trochem oche (2 ) en trarse por las casas ajenas a g o b ernar sus dueños, y habiéndose criado algunos en la estrecheza de algún pupilaje, sin haber visto m ás m undo que el que puede contenerse en veinte o trein ta leguas de distrito, m eterse de rondón (3 ) a d ar leyes a la caballería, y a juzgar, a los caballeros andantes? ¿ P o r v en tu ra es asun­ to vano o es tiem po mal gastado el que se gasta en v ag a r por el m undo,—Tto^buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inm ortalidad? Si me tu vieran por tonto los caballeros, los m agníficos, los 286 PEREDA VALDES — FU SCO SA N SO N E generosos, los altam ente nacidos, tuviéralo por a fre n ta irre ­ p arable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que nunca en traro n ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ard ite : (4 ) caballero soy, y caballero he de m o rir si place al A ltísim o ; unos van por el ancho cam ­ po de la am bición so b erb ia; otros, por el de la adulación servil y b a ja ; otros, por el de la hipocresía engañosa, y al­ gunos p or el de la v erd ad era re lig ió n ; pero yo inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la h o n ra . Yo he satisfecho agravios, enderezado tuertos, castigado in­ solencias, vencido gigantes y atropellado vestiglos; yo soy enam orado, no m ás de porque es forzoso que los caballe­ ros andantes lo s e a n ; y siéndolo, no soy de los enam orados viciosos sino de los platónicos continentes. M is intenciones siem pre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos, y mal a nin g u n o ; si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto tra ta merece ser llam ado bobo, dí­ ganlo vuestras grandezas, D uque y D uquesa excelentes. — ¡Bien por D ios! — dijo Sancho — N o diga m ás vuesa m erced, señor y am o mío, en su abono, porque no h ay m ás que decir, ni m ás que pensar, ni m ás que perseve­ ra r en el m undo. Y m ás que negando este señor, como ha negado, que no h a habido en el m undo, ni los hay, caballe­ ros andantes, ¿qué m ucho que no sepa ninguna de las co­ sas que h a dicho? — P o r v en tu ra — dijo el Eclesiástico, — ¿sois vos, herm ano, aquel Sancho P an za que dicen, a quien vuestro am o tiene prom etida una ínsula? — Si soy •—■ respondió S ancho; — y soy quien lo m e­ rece tan bien com o otro cualquiera; soy como quien jú n tate a los buenos y serás uno dellos, y soy de aquellos no con quien naces, sino con quien paces; y de los, quieta a buen árbol se arrim a, buena som bra le cobija. Yo m e he arrim ado a buen señor, y h a m uchos meses que ando en su com pañía, y he de ser o tro como él, D ios queriendo; y viva él y viva y o : que ni a él le fa lta rá im perios que m an d ar ni a mí ín­ sulas que g o b ern ar. — N o por cierto, S ancho am igo, — d ijo a esta sazón el D uque; — que yo, en nom bre del señor D on Q uijote, os m ando el gobierno' de una que tengo de nones (5 ) de no pequeña calidad. G U IA DE LE C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 287 — H ín cate de rodillas, Sancho — dijo D on Q uijote, —• y besa los pies a su excelencia por la m erced que te ha hecho. H ízolo así S a n c h o ; lo cual, visto por el Eclesiástico, se levantó de la m esa m ohino adem ás, d icien d o : — P o r el hábito que tengo, que estoy por decir que es tan sandio vuestra excelencia como estos pecadores. ¡M i­ rad si no han de ser ellos locos, pues los cuerdos canonizan sus lo c u ra s! Quédese vu estra excelencia con ellos, que en tan to que estuvieren en casa, me estaré yo en la m ía, y me excusaré de reprender lo que no puedo rem ed iar. Y sin decir m ás ni com er m ás, se fué, sin que fuesen parte a detenerle los ruegos de los D uques, aunque el D u­ que no le dijo m ucho, im pedido de la risa que su im perti­ nente cólera le había causado. A cabó de reír, y dijo a Don Q u ijo te: — V uesa m erced, señor Caballero de los Leones, lia respondido por si tan altam ente, que no le queda cosa por satisfacer deste, que aunque parece agravio, no lo es en ninguna m anera, porque así como no ag ravian las m u je­ res, no ag rav ian los eclesiásticos, como vuesa m erced m ejor sab e. — Así es — respondió D on Q u ijo te ; — y la causa es el que no puede ser agraviado no puede ag rav iar a nadie. Las m ujeres, los niños y los eclesiásticos, como 110 pueden defenderse aunque sean ofendidos, 110 pueden ser a fre n ta ­ dos, porque entre el agravio y la a fre n ta hay esta d iferen­ cia, como m ejor vuestra excelencia s a b e : la a fre n ta viene de p arte de quien la puede hacer y la hace y la su sten ta; el agravio puede venir de cualquier parte sin que afrente. Sea ejem plo: está uno en la calle descuidado; llegan diez con m ano arm ada, y dándole de palos, pone m ano a la espada, y hace su deber; pero la m uchedum bre de los contrarios se le opone y no le deja salir con su intención, que es de ven­ g arse; este tal queda agraviado, pero no a fre n ta d o . Y lo m ismo co n firm a rá otro ejem plo: está uno vuelto de espal­ das ; llega otro, y dale de palos, y en dándoselos, huye y no espera, y el otro le sigue y no le a lc a n z a ; éste que recibió los palos, recibió agravios, m as no a fre n ta ; porque la a fre n ­ ta h a.d e ser sustentada. Si el que le dió los palos, aunque se los dió a h u rta cordel, (6 ) pusiera m ano a su espada, y se estuviera quedo haciendo ro stro a su enemigo, quedara el apaleado ag raviado y afre n ta d o ju n tam en te; agraviado, p o r­ 288 pereda values — fusco san so n e que le dieron a traic ió n ; afrentado, porque el que le dió sustentó lo que había hecho, sin volver las espaldas y a pie quedo. Y así, según las leyes del m aldito duelo, yo puedo estar agraviado, m as no a fre n ta d o ; porque los niños no sienten, ni las m ujeres, ni pueden huir, ni tienen p ara que esperar, y lo m ism o los constituidos en la sacra re lig ió n ; porque estos tres géneros de gente carecen de arm as ofen ­ sivas y d efen siv as; y asi, aunque naturalm ente estén obli­ gados a defenderse, no lo están para ofender a nadie. Y aunque poco lia dije que yo podía estar agraviado, ahora digo que no en n inguna m anera, p o rq u e quien no puede re ­ cibir afren ta, m enos la puede d a r ; por las cuales razones yo no debo sentir ni siento las que aquel buen hom bre me ha dicho; sólo quisiera que esperara algún poco, p ara d ar­ le a entender el e rro r en que está en pensar y decir que no ha habido ni los hay caballeros an d an tes en el m u ndo; que si lo tal oyera A m adís, o uno de los infinitos de su linaje, yo sé que 110 le fu era bien a su m erced. — Eso ju ro yo bien — dijo S a n c h o : — cuchillada le hubiera dado, que le abrieran de arrib a a b a jo como una g ran ad a o com o un m elón m uy m a d u ro . ¡ B onitos eran ellos p ara s u frir sem ejante cosquillas! P a ra mi santiguada, (7 ) que tengo por cierto que si R einaldos de M ontalván hubiera oído estas razones al hom brecito, tapaboca le hubiera dado que no h ablara m ás en tres años. ¡N o sino tom árase con ellos, y viera cómo escapaba de sus m a n o s ! NOTAS (1 ) A z o g a d o . — D e a z o g u e , b u llic io , in q u ie tu d , v iv e z a . (2 ) T ro c h e m o c h e . — D is p a r a ta d a m e n te , s in o rd e n ni c o n c ie rto . ( 3 ) D e r o n d ó n . — In tr é p id a m e n te y s in r e p a ro . (4 ) M o n ed a de p o co v a lo r q u e h u b o en C a s tilla . E q u iv a le a no m e im ­ p o r ta n a d a . ( 5 ) ur.a q u e te n g o de n o n e s . — Q u ie re d e c ir q u e es s in g u la r, q u e n o hace p a re ja co n o tra , o m á s b ie n , q u e e s tá d e s c a b a la d a o de s o b ra . (6 ) A h u r ta c o rd e l. ■ — A tr a ic i ó n ; h a c ie n d o el d a ñ o y h u r ta n d o o r e t i­ ra n d o el c u e r p o : e x p re s ió n to m a d a del ju e g o d el tr o m p o o p e ó n , e n q u e le h ac e b a ila r a l ju g a d o r re tira n d o h a c ia sí y com o e s c o n d ie n d o el c o rd e l con q u e le d a el im p u ls o . ( 7 ) P a ra m i s a n tig u a d a . — P o r m i fé . C O M E N T A R IO L a disputa entre el eclesiástico y D on Q u ijo te es ocasión para que D on Q u ijo te confirm e su fe en la caballería andante. Sublim e profesión G U IA DE L E C T U R A S de A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 289 de fe que contrasta con la negación de la m ism a, en las proxim idades de su m uerte. E ste eclesiástico que así habla, que llam a a D on Q u ijo te D on T o n to , tiene la enem iga m ás encarnizada contra todo quijo tism o : e x tra ñ o es que 110 haya sido notado antes su anti-quijotism o. E l cura inventariador de los libros de caballerías es un sim plote, un cándido cos­ tal de buenas intenciones, am ante si se quiere de la buena caballería. E s­ te cura prendido a las faldas de la duquesa, vividor, socarrón y torpe es un redom ado tonto. Insoportable en su petulancia, repugnante en su des­ creim iento, no ve en D on Q uijote sino a un tonto digno de conm isera­ ción. S us consejos desbordan de m alevolencia; 'V o lv e o s a vuestra casa y cu id ad de vuestros hijos, y cuidad de vuestra hacienda y dejad de an­ dar vagando por el mundo, papando viento y dando de re ir a cuantos os conocen y n o os conocen”. ¡A h, c u rita de poca sal en la m o llera! ¿C o ­ m o puedes creer que D o n Q uijote abandonara su noble caballería, 'la m isión universal de enderezar tuertos, de am parar viudas para en cerrar­ se burguesam ente entre las cuatro paredes de su casa, a c u id a r de sus hi­ jos, a cuidar de su hacienda? Sus hijos son sus hazañas, su hacienda la andante caballería. B astante tiene con cuidar a los h ijo s ajenos, con de­ fender el honor de las doncellas y desagraviar a los agraviados. E sta dul­ ce m isión es la de un “C risto a la jin e ta ’ como d ije ra Rodó. P ero, D on Q uijote con to d o el respeto debido a los duques y al lu­ gar en que se encontraba debió c o n testar lo que se lee en el texto. A dm irable respuesta la de D on Q uijote al antiquijotism o del h om ­ bre fam iliar de les duques, afirm ación de fe y afirm ación de v i d a : tales son las palabras de D on Q u ija te : “C aballero soy y caballero he de m o­ rir, si place al altísim o.” F re n te a las vacilantes palabras del eclesiástico, a los consejos pueriles del sentido com ún dom éstico, estas palabras po­ sitivas de Don Q uijote suenan como el llam ado p ro fundo de un a’m a que se siente herida por el desprecio de la necedad. A nte el Credo de la caba­ llería, fervorosam ente expresado por D on Q uijote, cae derrum bada la crítica m ezquina de este A ntiquijote, pobre diablo incapaz de sentir la grandeza del alm a hum ana. Si lo tuvieran por tonto los caballeros, los m agníficos, los generosos, los altam ente nacidos, tjuviéralo por a fre n ta irrep a rab le ; pero que lo m otejen de sandio los estudiantes, los curas y los bachilleres C arrascos, se le da un ardite al g ra n m anchego ique ha puesto la flo r de la caballería por encim a de la censura de les necios.” Ildefonso P ereda Valdés. — “L o s Antiquijotes?’. R evista “Síntesis”, Buenos A ires. O bsérvese cóm o Sancho P a n z a se m anifiesta encendido por la m is­ m a fe caballeresca de D on Q uijote. A quí no es el escudero que expone ante su am o las razones del bjuen sentido, que tra ta de apartarlo de sus locuras exponiéndole la percepción exacta de la realidad. E s el escu­ dero que se entusiasm a con las palabras de D on Q u ijo te y se anim a de espíritu caballeresco, operándose en él lo que U nam uno ha llam ado quijotizacíón de Sancho. E n fad o sa resulta y redundante la distinción que hace C ervantes entre a fre n ta y^agravio, digna de un código del honor y no de la m ás excel.n te obra de la lengua castellana. E stas enfadosas digresiones son frecuen­ 19 290 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON B tes en el Q uijote. ¿ N o em plea el ventero una larga tira d a que parece no recobrar aliento para convencerlo a D on Q uijote que todo caballero andante debe llevar cam isas limpias y blanca? C A P IT U L O X L V . — 2’ P A R T E D e como el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ín­ sula y del modo que comenzó a gobernar ¡O h perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del m undo, o jo del cielo, m eneo dulce de las cantim ploras! ( i ) ¡T im brio (2 ) aquí, Febo allí, tira d o r acá, médico acu­ llá, padre de la poesía, inventor de la m úsica, tú que siem pre sales, y aunque lo parece, nunca te p o n e s! A ti digo, ¡ oh s o l! con cuya ayuda el hom bre engendra al h o m b re : a ti digo, que me favorezcas y alum bres la oscuridad de mi ingenio, p ara que pueda d iscu rrir por sus puntos en la narración del go­ bierno del g ran Sancho Panza, que sin ti yo me siento ti­ bio, desm azalado (3 ) y confuso. Digo, pues, que con todos su acom pañam iento llegó Sancho a un lu g ar de h asta mil vecinos, que era de los m e­ jo res que el duque ten ía. D iéronle a entender que se llam a­ ba la ínsula B ara ta ría, o ya porq u e,el lugar se llam aba B a­ rata rlo , o ya por el b arato (4 ) con que se le había dado el gobierno. Al llegar a las puertas de la villa, que era cer­ cada, salió el regim iento del pueblo a re cib irle; tocaron las cam panas, y todos los vecinos dieron m uestras de general alegría, y con m ucha pom pa le llevaron a la iglesia m ayor a d ar gracias a Dios, y luego con algunas ridiculas cerem o­ nias le en tregaron las llaves del pueblo, y le adm itieron por perpetuo g o b ernador de la ínsula B a ra ta ría . El traje , las barbas, la g o rd u ra y pequeñez del nuevo gobernador tenía ad m irad a a to d a la gente que el busilis (5 ) del cuento 110 sabía, y aun a todos los que lo sabían, que eran m uchos. F inalm ente, en sacándole de la iglesia le llevaron a la silla del juzgado, y le sentaron en ella, y el m ayordom o del d u ­ que le d i j o : E s costum bre antigua en esta ínsula, señor go­ bernador, que el que viene a to m ar posesión desta fam osa ínsula está obligado a responder a una pregunta que se ie hiciere, que sea algo in trin cad a y dificultosa, de cuya res­ puesta el pueblo tom a y toca el pulso del ingenio de su nue­ G U IA DÉ LE C TU R A S Dfi A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 291 vo g o b ern ad o r; y así, o se alegra o se entristece con su ve­ n id a. E n tan to que el m ayordom o decía esto a Sancho, es­ taba él m irando unas grandes y m uchas letras que en la pa­ red fro n te ra de su silla estaban escritas, y como él no sabía leer preguntó, que qué eran aquellas pinturas que en aquella pared estab an. Fuéle respondido: Señor, allí está escrito y notado el día en que vuestra señoría tom ó posesión de esta ínsula, y dice el e p ita f io : “ H oy a día tantos de tal mes y de tal año tom ó la posesión desta ínsula el S eñor D on Sancho P anza, que m uchos años la goce” . ¿ Y a quién llam an don Sancho P an za ?— preguntó Sancho. — A vuestra señoría — respondió el m ay o rd o m o ; — que en esta ínsula no ha e n tra ­ do o tro P an za sino el que está sentado en esa silla. — Pues advertid, herm ano, dijo Sancho, que yo no tengo “ don” , ni en todo mi lin aje le ha h abido: Sancho P an za me llam an a secas y Sancho se llamó mi padre, y S an ­ cho mi agüelo y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni d o n a s; y, .yo imagino' que en esta ínsula debe de haber m ás dones que p ie d ra s; pero b a s ta : Dios me entiende, y podrá ser que si el gobierno me d u ra cuatro días, yo es­ cardaré ( 6 ) estos dones, que, por la m uchedum bre deben de e n fa d a r como los m osquitos. P ase adelante con su pregunta el señor m ayordom o, que yo responderé lo m ejo r que su­ piere, o ra se entristezca o no se entristezca el pueblo. A este instante, entraron en el ju zg ad o dos hom bres, el uno vestido de labrador, y el otro de sastre, porque tra ía unas tije ras en la mano, y el sastre d ijo : S eñor go b ern ad o r: yo y este hom bre labrador venimos ante vuesa m erced en ra ­ zón que este buen hom bre llegó a mi tienda ayer (que yo con perdón de los presentes, soy sastre exam inado, que Dios sea b en d ito ), y poniéndom e un pedazo de paño en las mataos me p re g u n tó : “ Señor, ¿habría en este paño h arto p ara hacerm e una caperuza?” Y o, tanteando el paño, le res­ pondí que s í : él debióse de im aginar, a lo que yo im agino, e im aginé bien, que sin duda yo le quería h u rta r alguna p arte del paño, fundándose en su m alicia y en la m ala opi­ nión de los sastres, y replicóme que m irase si habría p a ra d o s:.a d iv in éle el pensam iento, y díjele que sí; y el caballe­ ro en su prim era y d añada intención, fué añadiendo caperu z a s> y yo añadiendo síes, hasta que llegam os a cinco ca­ p eruzas; y ah o ra e n este punto acaba de venir por ellas; yo se las doy, y no m e quiere pag ar la h echura; antes me 292 PERfiD A VALDES — FU SCO SAN SON E pide que le pague o vuelva el paño. ¿E s todo esto así, h er­ m ano? — preguntó Sancho — . Sí, señor, respondió el h o m b re; pero hágale vuesa m erced que m uestre las cinco caperuzas que me ha hecho. De buena gana, respondió el sastre. Y sacando encontinente la m ano debajo del h erre­ ruelo, (7 ) m ostró en ella cinco caperuzas puestas en las cinco cabezas de los dedos de la m ano, y d i j o : H e aquí las cinco caperuzas que este buen hom bre me pide, y en Dios y en mi conciencia que no me ha quedado nada del paño, y yo daré la obra a vista de veedores del oficio. T odos se rie re n de la m ultitud de las caperuzas y del nuevo pleito. Sancho se puso a considerar un poco-, y d i j o : Parécem e que en este pleito, no h a de haber largas dilaciones, sino ju z g a r luego a juicio de buen varón, y así yo doy por sentencia, que el sastre p ierda las hechuras, y el labrador el paño, y las caperuzas se lleven a los presos de la cárcel, y no hay m ás. Si la sentencia pasada de la bolsa del ganadero (8 ) m o­ vió a adm iración a los circunstantes, esta les provocó a risa ; pero en fin, se hizo lo que m andó el g o b ern ad o r; ante el cual se presentaron dos hom bres a n c ia n o s: el uno tra ía una cañaheja (9 ) por báculo, y el sin báculo, d ijo : — Señor, a este buen hom bre le presté días ha diez escudos de' oro por hacerle placer y buena obra, con condición que me los vol­ viese cuando se los p id iese: pasáronse m uchos días sin pe­ dírselos p o r no ponerle en m ayor necesidad de volvérm e­ los que la que él tenía cuando yo se los p re s té ; pero por parecerm e que se descuidaba en la paga, se los he pedido una y m uchas veces, y no solam ente no me los vuelve, pero me los niega, y dice que nunca tales diez escudos le p re s té ; y que si se los presté, ya me los h a vuelto. Yo no tengo tes­ tigos ni del prestado ni de la vuelta, porque no m e los ha v u elto : q u erría que vuesa m erced le tom ase juram ento, y si ju ra re que me los h a vuelto, yo se los perdono p ara aquí y p a ra adelante de D ios. ¿Q ué decís vos a; esto, buen viejo del báculo? — dijo S ancho. A lo que d ijo el v iejo : — Yo, señor, confieso que me los prestó ; y b aje vuesa m erced esa v a ra ; y pues él lo deja en mi juram ento, yo ju ra ré com o se los he vuelto y pagado real y verdaderam ente. B ajó el gob ern ard o r la vara, y en tanto, el viejo del báculo dió el báculo al o tro viejo que se le tuviese en tanto que juraba, como si le em barazara m ucho, y luego puso la m ano en la cruz de la vara, diciendo que era verdad que se le habían G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M ODERN OS 295 p restado aquellos diez escudos que se le pedian; pero que él se los había devuelto de su m ano a la suya, y que p o r no caer en ello se los volvía a pedir por m om entos. V iendo lo cual, el g ra n gobernador preguntó al acreedor qué respon­ día a lo que decía su contrario, y dijo que sin duda alguna su deudor debía de decir verdad, porque le tenía por hom ­ bre de bien y buen cristiano, y que a él se le debía de haber olvidado el cómo y cuándo se los había vuelto, y que desde allí en adelante jam ás le pediría n ad a. T o rn ó a to m ar su báculo el deudor, y bajan d o la cabeza se salió del ju zg ad o . V isto lo cual por Sancho, y que sin m ás ni m ás se iba, y viendo tam bién la paciencia del dem andante, inclinó la ca­ beza sobre el pecho, y poniéndose el índice de la m ano dere­ cha sobre las cejas y las narices, estuvo como pensativo un pequeño espacio, y luego alzó la cabeza, y m andó que le llam asen al viejo del báculo, que ya se había id o . T ru jé ronsele, y en viéndole Sancho le d i j o : D adm e, buen hom bre, ese báculo, que le he m enester. De m uy buena gana, res­ pondió el v iejo : hele aquí señor, y púsosele en la m an o : tom óle Sancho-, y dándosele al otro viejo, le d ijo : A ndad con Dios, que y a vais pag ad o . — ¿Y o, señor? — respon­ dió el viejo, ¿pues vale esa cañaheja diez escudos de oro? Sí, d ijo el gobernador, o si no soy el m ás porro del m un­ d o ; y ah o ra se verá si tengo yo caletre para gobernar todo un reino, y malndó que allí delante de todos se rom piese y abriese la caña. H ízose así, y en el corazón della hallaron diez escudos de o ro . Q uedaron todos adm irados, y tuvieron a su gobernador por un nuevo S alom ón. P reg u n táro n le de dónde había colegido que en aquella cañaheja estaba aque­ llos diez escudos, y respondió que de haberle visto d ar al viejo que ju rab a a su contrario aquel báculo en tanto que hacía el juram ento, y ju r a r que se los había dado real y verdaderam ente, y que en acabado de ju r a r le tornó a pe­ dir el báculo, le vino a la im aginación que dentro dél estaba la p aga de lo que pedía. De donde se podía colegir que los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los enca­ m ina Dios en sus juicios; y m ás que él había oído contar o tro caso como aquel al cura de su lugar, y que él tenía tan g ra n m em oria, que a no olvidársele todo aquello de que quería acordarse, no hubiera tal m em oria en toda la ínsula. F inalm ente, el viejo corrido y el o tro pagado, se fueron y I5s\p rese n te s quedaron adm irados, y el que escribía las 294 PEREDA VALDES — FU SCO SA N SO N E palabras, hechos y m ovim ientos de Sancho, no acababa de determ inarse si le ten d ría y pondría por tonto o por dis­ creto . L uego, acabado este pleito, entró en el juzgado una m u jer asida fuertem ente de un hom bre vestido de ganade­ ro rico, la cual venía dando grandes voces, d icien d o : — ¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a b uscar al cielo. S eñor gobernador de mi áni­ m a, este mal hom bre me ha cogido en la m itad dése cam ­ po, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera trap o m al lavado, y ¡ desdichada de m í !, me ha llevado lo que yo tenía g u ard ad o m ás de veintitrés años ha, defendiéndolo de m oros y cristianos, de naturales y ex tran jero s, y yo siempre d u ra como un alcornoque, conservándose entera como la sa­ lam anquesa ( u ) en el fuego, o como la lan a entre las. z a r­ zas, p a ra que este buen hom bre llegase ahora con sus m a­ nos limpias a m an o searm e. — A ún eso está por averiguarse si tiene lim pias o no las m anos este galán — dijo Sancho, y volviéndose al hom bre le dijo qué decía y respondía a la querella de aquella m u je r. E l cual todo tu rb ad o res­ pondió : — Señores, yo soy un pobre ganadero de ganado de cerda, y esta m añ ana salía deste lu g ar de vender (con p er­ dó n sea dicho) cuatro puercos, que me llevaron de alcaba­ las (1 2 ) y socaliñas (1 3 ) poco m enos de lo que ellos valían; volvíam e a mi aldea, topé en el cam ino a esa buena dueña, y el diablo que todo lo añasca (1 4 ) y todo lo cuece, hizo que yogásemos, j u n to s : paguéle lo suficiente, y ella m al contenta asió de mí, y no m e lia dejado h asta traerm e en este pu esto : dice que la forcé, y m iente p ara el ju ram en to que hago o pienso h acer; y esta es la verdad sin fa lta r m e a ja . E ntonces el gobernador le preguntó si tra ía consigo algún dinero en p la ta : él dijo que h asta veinte ducados tenía en el seno de u n a bolsa de cuero. M andó que la sa­ case, y se la entregase así como estaba a la q u erellan te: él lo hizo tem blando; tom óla la m u jer, y haciendo m il zale­ m as a todos, y rogando a Dios por la vida y salud del se­ ñ o r gobernador, que así m iraba por las h u érfan as m eneste­ rosas y doncellas con esto se salió del ju zg ad o llevando la bolsa asida con entram bas m anos, aunque prim ero m iró si era de de p lata la m oneda que llevaba dentro . . A penas salió, cuando Sancho dijo al ganadero, que ya se le saltaban las lágrim as, y los ojos y el corazón se iban CUlA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 295 tras su b o ls a : —- Buen hom bre, id tras aquella m ujer, y qui­ tadle la bolsa aunque no quiera, y volved aquí con ella. Y ni lo dijo a tonto ni a sordo, porque luego partió como un rayo, y fué a lo que se le m andaba. T odos los presentes es­ taban suspensos esperando el fin de aquel pleito y de allí a poco volvieron el hom bre y la m u jer m ás asidos y a f e rra ­ dos que la vez p rim e ra : ella la saya levantada, y en el re­ gazo puesta la bolsa, y el hom bre pugnando por quitársela; m as no e ra posible según la m u jer la defendía la cual daba voces diciendo: — ¡Justicia de Dios y del m undo! M ire vuesa m erced, señor gobernador, la poca vergüenza y el po­ co tem or dese desalm ado, que en m itad de la calle me ha querido q u itar la bolsa que vuesa m erced m andó darm e. Y ¿liáosla quitado? —• preguntó el gobernador — . ¿Cóm o qui­ ta r? — respondió la m u jer — . A ntes me dejaré q u itar yo la vida que me quiten la b o lsa. ¡ B onita es la n iñ a ! ¡ O tros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado y asqueroso! ¡T enazas y m artillos, mazos y escoplos no se­ rán bastantes a sacárm ela de las uñas; ni aun g arras de leo­ nes : antes el ánim a de m itad en m itad de las c a rn e s ! — E lla tiene razón, dijo el hom bre, y yo me doy por rendido y sin fuerzas, y confieso que las m ías no son bastantes para quitársela, y dejóla. E ntonces el gobernador dijo a la m u­ je r: M ostrad, honrada y valiente esa bolsa. E lla se h dió luego y el gobernador se la volvió al hom bre, y dijo a la esforzada y no fo r z a d a : — H erm an a m ía, si el m ism o aliento y valor que habéis m ostrado p ara defender esta bol­ sa le m o9trárades, y aun la m itad menos, p ara defender vuestro cuerpo, las fuerzas de H ércules no os hicieran fu e r­ zas : andad con D ios y m ucho de enhoram ala, y no paréis en toda esta ínsula, ni en seis leguas a la redonda,, so pena de doscientos azotes. ¡A ndad luego, digo, churrillera, (1 5 ) desvergonzada y em baidora! (1 6 ) E spantóse la m u jer y fuése cabizbaja y m al contenta, y el gobernador dijo al h o m b re: — Buen hom bre, andad con Dios a vuestro lugar con vuestro dinero, y de aquí adelante si no lo queréis p er­ der, p ro curad que no os venga en voluntad de yogar con nadie. E l hom bre le dió las gracias lo peor que supo, y fué­ se, y los circunstantes quedaron adm irados de nuevo de los juicios y sentencias de su nuevo g o b ernador. T odo lo cual notado de su coronista (1 7 ) fué luego escrito al D uque, que cbta g ran deseo lo está e sp e ra n d o : y quédese aquí el buen X£296 PI2RÜDA VALDES — *‘USCO SAN SONÉ Sancho, que es m ucha la priesa que nos da su amo, alboro­ zado con la m úsica de A ltisidora. ' t NOTAS (1 ) Q u ie re d e c ir q u e el c a lo r d el so l e x c ita en el v e ra n o el m e n e a r las c a n tim p lo ra s e n q u e se p o n e a e n fia r el ag-ua. (2 ) T im brio: sobrenombre de Apolo, derivado de la ciudad de Timbra, en Tróade. ( 3 ) d e s m a z a la d o : d e s a liñ a d o , flojo, d e lg a d o , p u s ilá n im e . (4 ) b a r a t o : g ra tif ic a c ió n e n e l ju e g o . ( 5 ) b u s ilis : p u n to en q u e e s tr ib a a lg u n a d ific u lta d . (6 ) E s c a r d a r : a p a r t a r lo m a lo d e lo b u e n o ; e n tr e s a c a r . (7 ) h e r r e r u e lo : ca p a c o n cu e llo y s in c a p illa . (8 ) L a A c a d e m ia , en s u s n o ta s , o b s e rv ó la eq u iv o c a c ió n en q u e in c u r r ió C e rv a n te s e n e s te p a s a je , p o r q u e la s e n te n c ia de la b o ls a del g a n a d e r o fu é la te r c e ra q u e d ió S a n c h o en la p rim e ra m a ñ a n a d e su g o b ie r n o . (9 ) c a ñ a h e ja . — C a ñ a fé ru la , u s a d a p o r lo s m a e s tro s , m u y liv ia n a , p a ra c a s tig a r a los a lu m n o s . (1 0 ) P o r r o . — S u je to t o r p e ; ru d o , n ecio, g r o s e r o . (1 1 ) s a la m a n q u e s a . — L a g a r tij a g ra n d e , s a la m a n d r a . (1 2 ) a lc a b a la s . — D e re c h o re a l q u e p a g a b a el v e n d e d o r. (1 3 ) s o c a liñ a s : d e re c h o s, c o n trib u c io n e s . (1 4 ) a ñ a s c a : a ñ a s c a r, e n r e d a r ; e m b ro lla r. (1 5 ) c h u r r ille ro . — C h a rla tá n , h a b la d o r, e m b u s te ro . (1 6 ) e m b a id o ra : e m b u s te r a . (1 7 ) c o r o n is ta : c r o n is ta , p a ra g o g e ., COMENTARIO Se presenta generalm ente — y esto es y a un lu g ar com ún de la interpretación cervantina a Sancho P anza — como el ccntrapolo de Don Q uijote. E l dualism o, Sancho-Q uijote, contraposición del idealism o con el m aterialism o. D en Q uijote desinteresado, Sancho logrero, D o n Q ui­ jo te valiente, Sancho cobarde y apocado. S u psicología no es de una línea tan sim ple; su análisis nos revela un Sancho Panza m ás com plejo. N i es Sancho P a n z a un interesado, pues sigue a D on Q uijote p o r la hipotética paga de una ínsula, ni es un cobarde, com o lo dem uestra don S alv ad o r de M adariaga en su interesante estudio sobre la supuesta co­ bardía de Sancho. E l tipo del cobarde es C árdenlo y no Sancho- H ay un proceso lento de ‘‘quijotización de Sancho P anza” y de ‘ Sanchización de D on Q u ijo te ”, o m ás acertado sería decir que los dos persona­ jes se funden en uno so'o y que, cuando le falla a uno la fe en el ideal caballeresco, la adquiere el otro, como lo vem os en el capítulo final. D e la prim era pa rte a la segunda se nota ese lento proceso en que un per­ sonaje se va trasm u tan d o en otro': Sancho m ás discreto, adoptando las m aneras corteses de D on Q uijote, como cuando en casa de, los duques cuenta el cuento de la cabecera, oportuno y a pelo, y cuyo único defecto a reprochársele sería la serie de incidencias, de disgresiones ajenas, que re ta rd an su desarrollo, y D on Q u ijo te m ás con el sentido com ún de Sancho hasta la etapa final de su m uerte, y éste cada vez m ás co n ta­ giado de la locura de su amo. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 297 Sancho es la representación del sentido com ún, de la sabiduría pi pular con su rosario de refra n e s, dichos casi siem pre a troche y mocl pero que encierran una sabiduría c e r te r a ; pero el contacto con D on Q jo te lo convierte en divagador, en loco-cuerdo tan in fluido de qu ijo ti mo como su propio amo, pero cuando se encuentra a n te lo concret ante los m olinos de viento o ante los casos que se le presentan para de­ cidir com o gobernador y juez, adquiere de nuevo su conocim iento vulgar, que lo hace discreto y justo en sus pareceres. Sancho PanzS. gobernador — com o lo vemos en este capítulo — es un ejem plo de buen sentido, de sagacidad y sabiduría que 110 ha m enester de libros, ni de códigos, que se basta a sí m ismo con la experiencia, que ju zg a con los datos inm e­ diatos de la conciencia. Sancho Panza, m ás agudo que Salom ón, es un gobernador ejem plar y en nada se distingue de m uchos gobernadores de las ínsulas b a rataría s de A m érica, que no conocen de la “ciencia polí­ tica” nada m ás que lo experim entado en la vida. ¿C ual es el juicio que tiene Don Q u ijo te de su escudero?. A veces lo ju zg a discreto y a veces, tonto, “costal de refran es, m alicioso”, le lla­ ma, y en otras ocasiones, Sancho am igo, Sancho herm ano. Sancho no es m aterialista com o se d ice; es desinteresado, agradecido, noble; su am bi­ ción no es el dinero, sino el peder. A spira a go b ern ar una ínsula como los políticos un p aís; com o cree en las locuras caballeriles de su amo, se so r­ prende que las cosas no sean m ás grandiosas, ni los fru to s m ás pingües, pero ante la realidad se resigna al cabo y acepta lo m ism o una ínsula, que el im perio de T repisonda. E s m ás la suya am bición de curiosidad, que verdadera am bición de mando. C A P IT U L O L I . — 21J P A R T E Carta de Sancho Panza a D on Q uijote de la Mancha “ L a ocupación de mis negocios es tan grande, que no “ tengo lugar (1 ) p ara rascarm e la cabeza, ni aun p ara cor“ tarm e las uñas, y así las tra ig o tan crecidas cual Dios lo “ rem edie. “ D igo esto, señor mío de mi alm a, porque vuesa m er“ ced no se espante si h asta ahora no he dado aviso de mi “ bien o mal estar en este gobierno, en el cual tengo más “ ham bre que cuando andábam os los dos por las selvas y “ por los despoblados. “ E scribióm e el D uque mi señor el otro día, dándom e “ aviso que habían entrado en esta ínsula ciertas espías (2 ) “ p ara m atarm e, y h asta agora, yo no he descubierto o tra “ que un cierto doctor, que está en este lu g ar asalariado pa“ r e m a t a r a cuantos gobernadores aquí vinieren; llám ase ei “ D octor P edro Recio, y es natu ral de T irte a fu e ra ; ¡porque 298 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE vea vuesa m erced qué nom bre p ara no tem er que he de m orir a sus m a n o s ! E ste tal doctor dice él mismo de si m is­ m o que él 110 cura las enferm edades cuando las hay, sino que las previene p a ra que no vengan, y las m edicinas que usa son dieta y m ás dieta, h asta poner la persona en los huesos m ondos, como si no fuese m ayor m al la flaqueza que la cale n tu ra. F inalm ente, él m e va m atando de ham ­ bre, y yo me voy m uriendo de despecho, pues cuando pen­ sé venir a este gobierno a com er caliente y a beber frío, y a recrear el cuerpo entre sábanas de holanda sobre colcho­ nes de plum a, he venido a hacer penitencia y como si fu era erm itaño, y como no lo hago de mi voluntad, pienso que al cabo m e ha de llevar el diablo. " H a sta ahora no he tocado derecho ni llevado cohecho (3 ) y no puedo pensar en qué va esto; porque aquí me han dicho que los gobernadores que a esta ínsula suelen venir, antes de e n tra r en ella, o les han dado o les han prestado los del pueblo m uchos dineros, y que ésta es o r­ d inaria usanza en los dem ás que van a gobiernos; no sola­ m ente en éste. “ Anoche andando de ronda topé una m uy herm osa doncella en tra je de varón, y un herm ano suyo en hábito de m u je r: de la m oza se enam oró mi m aestresala, (4 ) y la escogió en su im aginación p ara su m ujer, según él ha dicho, y yo escogí el m ozo para mi y e r n o : hoy los dos pon­ drem os en plática nuestros pensam ientos con el padre de entram bos, que es un tal Diego de la L lana, hidalgo y cris­ tiano viejo cuanto se quiere. “ Yo visito las plazas, como vuesa m erced me lo acon­ seja, y ayer hallé una tendera que vendía avellanas nuevas y averigüele que había mezclado con una hanega (5 ) de avellanas nuevas o tra de viejas, vanas y p o d rid as: apliquélas todas p ara los niños de la doctrina, que las sabrían bien distinguir, y sentenciéla que por quince días no en tra­ se en la p la z a ; hanm e dicho que lo hice v alero sam en te: lo que sé decir a vuesa m erced es, que es fam a en este pue­ blo que no hay gente m ás m ala que las placeras, (6 ) p o r­ que todas son desvergonzadas, desalm adas, atrevidas y yo así lo creo por las que he visto en otros pueblos. “ De que mi señora la D uquesa haya escrito a mi m ujer T eresa Panza, y enviádole el presente que vuesa merced dice, estoy m uy satisfecho, y p ro cu raré dem ostrarm e agra- GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS ¡¿ y y “ decido a su tiem po; bésele vuesa m erced las m anos de mi “ parte, diciendo que digo yo, que no lo h a echado en saco “ roto, como lo verá por la o b ra. N o q uerría que vuesa “ m erced tuviese trabacuentas (7 ) de disgusto con esos “ mis señ o res: porque si vuesa m erced se enoja con ellos, “ claro está que ha de red u n d ar en mi daño, y no será bien “ que pues se da a mí por consejo que sea agradecido, que “ vuesa m erced no lo sea con quien tan tas m ercedes le tiene “ hechas, y con tan to regalo ha sido tra ta d o en su castillo. “ Aquello del gateado no entiendo; pero im agino “ debe de ser alguna de las m alas fechorías que con vuesa “ m erced suelen usar los m alos en c an tad o re s; yo lo sabré “ cuando nos veam os. Q uisiera enviarle a vuesa m erced al“ guna c o s a : pero no sé qué envíe, si no es algunos cañutos “ de jerin g as, (8 ) que p ara con vejigas los hacen en esta “ ínsula, m uy curiosos; aunque si me d u ra el oficio yo bus“ caré qué enviar de haldas o de m angas. (9 ) Si me escribie“ re mi m u je r T eresa Panza, pague vuesa m erced el porte, “ y envíem e la carta, que tengo grandísim o deseo de saber “ del estado de mi casa, de mi m u jer y de m is h ijo s. Y con “ esto, D ios libre a vuesa m erced de mal intencionados en“ cantadores y a mi me saque con bien y en paz deste go“ bierno, que lo dudo, porque le pienso d ejar con la vida, se“ gún m e tra ta el doctor P e d ro R ecio. C riado de vuesa m erced, S A N C H O P A N Z A , el g o b ern ad o r'’. NOTAS (1 ) no te r.g o l u g a r : no te n g o tie m p o . (2 ) c ie r ta s e s p ía s : c ie rto s e s p ía s se d ic e h o y . (3 ) c o h e c h o : s o b o rn o o c o rru p c ió n a d m in is tr a tiv a . (4 ) m a e s tre s a la : c ria d o q u e r e p a r te . y p re s e n ta lo s m a n ja re s en la s g r a n ­ d es c a s a s . (5 ) h a n e g a : m e d id a a n tig u a . (6 ) la s p la c e ra s : p e rs o n a o cio sa , a fic io n a d a a c h a rla r en las p la z a s . (7 ) tr a b a c u e n ta s : e r r o r , e q u iv o c a c ió n , d is p u ta s , c o n tr o v e r s ia s , ( 8 ) c a ñ u to : c a ñ a o p a lo h o ra d a d o . ( 9 ) h a ld a s : d e re c h o s q u e p e r c ib ía n los g o b e rn a d o r e s . / COMENTARIO Pertenece esta carta al capítulo cincuenta y uno de la segunda p arte del Q uijote. Sancho Panza, ya investido com o gobernador de la tan a n ­ siada ínsula B arataría, le escribe a su am o y caballero D on Q uijote de la M ancha, com unicándole algunas de sus aventuras y peripecias en el g o ­ bierno. 300 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE Le cuenta su m ala ven tu ra con la presencia constante a su lado del D o cto r 'Pedro Recio de T irte afu e ra, inquisidor de sus comidas, “asala­ riado para m atar a cuantos gobern ad o res aquí vinieren”. H a sta ahora el gobernador Sancho Panza no h a tocado derecho, ni llevado cohecho. N o es honrado Sancho P in z a , sino por necesidad. Bien deseara él aprovecharse como todos los gobernadores de lo que es ordinaria ganga, 110 sólo en la ínsula, m icrccosm os del gobierno de E spaña, sino en E spaña misma. Le dice a D on Q uijote que visita plazas como éste le aconsejara, y allí tiene ocasión de castigar abusos a su m anera, con cuyo episodio de las avellanas tom a ocasión para generalizar sobre las gentes que frecuentan las plazas, que pí.ra él son todas atrevidas, desalm adas y desvergonzadas. N o es Sancho P an za lerdo en m antener la am istad de quienes queden oto rg arle mercedes, y es as! que le aconseja a D on Q ui­ jo te frecu en tar siem pre la am istad de los señores duques. Se refiere D on Q uijote en su carta, — de la que ésta es respuesta — a cierto gateaniiento que le sucedió ño m uy a cuento de sus narices, de lo cual Sancho da m uestras de 110 entender, pero supone, no sin razón, que se trate de fechorías de m alos encantam ientos. L a fé de Sancho en los m ilagros de la caballería y su incapacidad para razo n ar sebre abstraccio­ nes, se observa en la ingenua afirm ación de que el asunto que n o llega a com prender es uno de los tantos encantam ientos de que es víctim a D on Q uijote. N o siem pre Sancho llega a creer en tales encantam ientos; sus dudas aparecen a m enudo y así su protesta cuando lo del yelm o de M am b rin o : ‘ V ive Dios, señor C aballero de la T ris te F ig u ra , que no puedo su frir ni llevar en paciencia algunas cosas que vuestra m erced d ic e ; y que p o r ellas vengo a im aginar que todo cuanto me dice de caballerías y de alcanzar reinos e im perios, de d a r ínsulas y de hacer o tras m erce­ des y grandezas com o es de uso de caballeros andantes, que todo debe ser cosa de viento y m entira, y todo, pastrañ a o p atrañ a, o com o lo llam are­ mos, porque quien oyese decir a vuesa m erced que una bacía de barbero es el yelm o de M am brino, y que 110 salga deste e rro r en m ás de medio día, ¿qué a de pensar sino que quien tal dice y afirm a debe tener huero el ju ic io ? ” Y así tam bién en la escena en que Sancho se entera de quién es en realidad aquella que su am o llam a Dulcinea, la propia que él h'a inventado como tal. D espués de varias recom endaciones fam iliares y m uchos saludos y cortesías se despide el fie! escudero de su amo. C A P IT U L O L X X IV . — 2* P A R T E D e como D on Q uijote cayó malo, y del testamento que hizo , y su- muerte Como las cosas hum anas no sean eternas, yendo siem ­ pre en declinación de sus principios h asta llegar h asta su úl­ tim o fin, especialm ente las vidas de los hom bres; y como la GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 301 de don Q u ijote no tuviese privilegio del cielo p ara detener el curso de la suya, llegó su fin y acabam iento cuando él me­ nos lo pensaba, porque o ya fuese de la m elancolía que le causaba el verse vencido, o ya por la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tu ­ vo seis día en la cam a, en los cuales fué visitado m uchas ve­ ces del cura, del bachiller y del barbero, sus am igos, sin qui­ társele de la cabecera Sancho P an za su buen escudero. E s­ tos, creyendo que la pesadum bre de verse vencido, y de no ver cum plido su deseo y en la libertad y desencanto de D ul­ cinea le tenía de aquella suerte, por todas las vías posibles procuraban alegrarle, diciéndole el bachiller que se anim ase y levantase p ara com enzar su pastoril ejercicio, p ara el cual tenía ya com puesta una égloga, que m al año p ara cuantas S an n ázaro había com puesto; y que ya tenía com prados de su propio dinero dos fam osos perros p a ra g u a rd a r el g an a­ do, el uno llam ado B arcino y el otro B utrón, que se los h a ­ bía vendido un ganadero de Q u in ta n a r. P ero no por esto d ejaba don Q uijote sus tristezas. L lam aron sus am igos al médico, tom óle el pulso y no le contestó m ucho, y dijo que p o r sí o por no, etendiese a la salud de su alm a, porque la del cuerpo corría peligro. D íjolo D on Q uijote con ánim o sosegado; pero no lo oyeron así su am a, su sobrina y su escudero, los cuales com enzaron a llo rar tiernam en­ te, como si ya le tuvieran m uerto delante. F u é el parecer del médico, que m elancolías y desabrim ientos le acababan. Rogó don Q uijote que le dejasen solo, por­ que q u ería d orm ir un poco. H iciéronlo así, y durm ió de un tirón, com o dicen, m ás de seis horas, tan to que pensaron el am a y la sobrina que se había de quedar en el sueño. D espertó al cabo del tiem po dicho, y dando una gran voz, d ijo : B endito sea el poderoso Dios, que tanto bien m e ha hecho. E n fin, sus m isericordias no tienen límite, ni las abrevian ni im piden los pecados de los hom bres. E stu v o atento la sobrina a las razones del tío, y p are­ ciéronle m ás concertadas que él solía decirlas, a lo m enos en aquella enferm edad, y preguntóle: — ¿Q ué m isericordias son éstas o que pecados de los hom bres? Las m isericordias — respondió don Q uijote — sobrina, son las que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien como dije, no las im piden m is pecados. Y o tengo juicio ya libre y claro sin 302 PEREBA VALDES — PUSCO SANSONÉ las som bras caliginosas de la ignorancia, que sobre él me pusieron am arg a y continua leyenda de los detestables li­ bros de caballerías. Y a conozco sus disparates y sus embe­ lecos, y no m e pesa, sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me d eja tiem po p a ra hacer alguna recom pen­ sa, leyendo otros que sean luz del alm a. Y o me siento so­ brina, a p u n to de m u e rte : q u erría hacerla de tal m odo que diese a entender que no había sido m i vida tan m ala, que de­ jase renom bre de loco; que puesto que lo he sido, no que­ rría co n firm ar esta verdad en mi m u erte. Llám am e, am iga, a mis buenos am igos el cura, el b a­ chiller S ansón C arrasco y a m aese Nicolás el barbero, que quiero confesarm e y hacer mi testam en to . P e ro deste t r a ­ bajo se excusó la sobrina con la e n tra d a de los tre s. A pe­ nas los vió don Q uijote cuando d ijo : — D adm e albricias, buenos señores, de que ya no soy don Q uijote de la M an­ cha, sino Alonso Q uijano, a quien mis costum bres m e die­ ron renom bre de Bueno. Y a soy enemigo de A m adís de G aula y de toda la in fin ita caterva de su lin a je : ya me son odiosas todas las historias p ro fan as de la andante caballe­ ría : ya conozco mi necedad, y el peligro en que me pusieron haberlas le íd o : y a por m isericordia de Dios, escarm entando en cabeza propia, las abom ino. C uando esto le oyeron de­ cir los tres, creyeron sin duda que alguna nueva locura le había tom ado. Y Sansón le d ijo : — ¿A hora, señor don Q u ijo te, que tenem os nueva que está desencantada la se­ ñ o ra Dulcinea, sale vuesa m erced con eso, y ah o ra que es­ tam os tan a pique de ser pastores, p a ra pasar cantando la vida com o unos príncipes, quiere vuesa m erced hacerse e r­ m itañ o ? Calle por su vida, vuelva en sí, y déjese de cuentos. Los de h asta aquí, replicó don Q uijote, que han sido v er­ daderos en mi daño, los ha de volver mi m uerte con ayuda del cielo en mi provecho. Yo, señores, siento que me voy m uriendo a toda p rie s a : déjense burlas aparte, y tráiganm e un confesor que me confiese, y un escribano que h ag a mi testam ento, que en tales trances com o este no se ha de b u r­ lar el hom bre con el a lm a : y así suplico que en tanto que el señor cíira me confiesa, vayan por el escribano. M irán ro nse unos y otros adm irados de las razones de don Q u ijo te y aunque en duda, le quisieron creer; y una de las señales por donde se co n jeturaron se m oría, fué el GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 303 haber vuelto con tan ta facilidad de loco a cuerdo, porque a las ya dichas razones añadió otras m uchas tan bien dichas, tan cristianas y con tan to concierto, que del todo les vino a qu itar la duda, y a creer que estaba cuerdo. H izo salir la gente el cura, y quedóse solo con él y confesóle. E l bachi­ ller fué por el escribano y de allí a poco volvió con él y con Sancho P anza, el cual Sancho (que ya sabía por nuevas del bachiller en que estado estaba su señor) hallando a la am a y a la sobrina llorosas, comenzó a hacer pucheros y a d erra­ m ar lág rim as. COMENTARIO D on Q uijote vivió loco y m urió cuerdo. ¿ F u é su cordura in ex tretnis la renuncia a su ideal caballeresco? “ C aballero soy y caballero he de m orir, si place al altísim o” , le había dicho al entrem etido eclesiástico. P e ro he aquí que en sus últim os m om entos reniega de la caballería y d ic e : “Y a soy enemigo de A m adís de G aula y de to d a la infinita caterva dej su lin a je: ya me son odiosas las historias profanas de la andante caballea ría ”. A m argo y decepcionante final, que pudo ser el del propio C ervan­ tes desengañado de los porrazos y sinsabores de la vida, si no fu e ra por-, que Sancho Panza, ya en el final de su aguda quijctización se m uestra/ aún en las proxim idades de la m uerte de su am o, m ás encendido que n u n ­ ca en el ideal caballeresco cuando le d ic e : “M ir e : 110 sea perezoso, sinci levántese desa cam a y vám onos al cam po vestidos de pastores, como te ­ nemos c o n c e rta d o ; quizá tras de alguna m ata hallarem os a la señora D u lj cinea desencantada que no haya m ás que ver. Si es que m uere de pesar de verse vencido, écheme a m í Ja culpa, diciendo que por haber yo cin­ chado m al á Rocinante !e d e rrib a ro n ; cuanto m ás que vuesa m erced h a J b rá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria d erribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy, ser vencedor m añana” . Una-« muño en su “V ida de D on Q u ijo te y Sancho” tom a las palabras de San-i són C arrasco por las de Sancho. (V éase pág. 447). L as de aquél son pa­ labras de b u r l a ; las de éste de plena fe en un ideal que ya lo vé perdido en su creador. H e aquí de trasm utación del creador a la creatu ra, supe-, rada por ésta. D on Q u ijo te tom a las providencias para un acto tan solemne, se des­ pide de sus fam iliares, dicta su testam ento, se prepara para una buena m uerte, pues com o dice U n a m u n o : “una m uertü buena y gloriosa abona y glorifica la vida toda por m ala e infam e que ésta hubiese sido y una m uerte m ala m alea la vida al parecer m ás buena”. ¿.Pero m uere en realidad D on Q uijote? N o , porque su ideal no m ue­ re, es inm ortal y Sancho, su heredero único, su universal heredero, sigue llevando encendida la antorcha de su ideal. E l epitafio de D on Q uijo te: 304 PEREDA VALDES — FUSCO SANSON« Y ace aquí el hidalgo fu e rte que a tanto extrem o llegó de valiente, que se advierte que la m uerte no triu n fó de su vida con su m uerte. N os habla de su inm ortalidad. La m uerte 110 ha podido vencerlo, p o r­ que superó a la m uerte con la gloria. Y él no será de los anónim os, de los que no dejan nada. Su ideal lo recoje la E spaña llena de hidalguía, aunque haya tenido y siga teniendo sus e nterradores y sus en em ig o s: los Sansón C arrasco, los duques, los A ntonio M creno. Novelas ejemplares C O LO Q U IO C IPIO N QUE Y PASO ENTRE P E R C A N Z A Perros del H ospital de la Resurrección ( i ) I f B E R G A N Z A . — P erdónam e, porque el cuento es bre­ ve y 110 sufre, dilación y viene aquí de m olde. C IP IO N . — Si perdono; concluye presto, que a lo que creo, 110 debe estar m uy lejos el día. B E R G A N Z A . — Digo que en las cuatro cam as que están al cabo desta enferm ería, en la una (2 ) estaba un alquim ista, (3 ) en la o tra un poeta, en la o tra 1111 m atem á­ tico y en la otra uno de los que llam an arb itrista s. (4 ) C IP IO N . —• Y a me acuerdo haber visto a esa buena g e n te . B E R G A N Z A . — Digo, pues, que una siesta de las del verano pasado, estando cerradas las ventanas, y yo co­ giendo el aire debajo de la cam a del uno dellos, (5 ) el poe­ ta se comenzó a q uejar lastim osam ente de su fo rtu n a y p re­ guntándole el m atem ático de qué se quejaba, respondió que de su corta suerte. “ ¿Cóm o, y no será razón que m e queje, prosiguió, que habiendo yo guardado lo que H oracio m an­ da en su Poética, que no salga a la luz la obra que después de com puesta no hayan pasado diez años por ella, (6 ) y que tenga yo una de veinte años de ocupación y doce de pasante, (7 ) gran d e en el sujeto, (8 ) adm irable y nueva en la' invención, grave en el verso, entretenida en los episo­ dios, m aravillosa en la división, porque el principio respon­ de al m edio y al fin, de m anera que constituyen el poem a 20 306 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE alto, sonoro, heroico, deleitable y sustancioso, y que con todo esto no hallo un príncipe a quien dirigille? Príncipe, digo, que sea inteligente, liberal y m agnánim o. ¡M ísera edad y depravado siglo nuestro! —7 “ ¿D e qué tra ta el li­ b ro ? ” , preguntó el alquim ista. R espondió el poeta: “ T ra ta de lo que dejó de escribir el arzobispo T u rp ín del rey A rtús de In g late rra, con o tro suplem ento de la H isto ria de la de­ m anda del Santo E rial, (9 ) y todo en verso heroico, (1 0 ) parte en octava y p arte en verso suelto; pero todo esdrújulam ente, digo, en esdrújulos de nom bres sustantivos, sin ad ­ m itir verbo alg u n o ” . (1 1 ) — “ A mí, respondió el alqui­ m ista, poco se me entiende de poesía; (1 2 ) y así no sabré poner en su punto la desgracia de que vuesa m erced se que­ ja que, puesto aunque fu e ra m ayor, no se igualaba a la mía, que es, que p or faltarm e instrum ento o un príncipe que me apoye y me dé a la m ano los requisitos que la ciencia de la al­ quim ia pide, no estoy ah o ra m anando en oro (1 3 ) y con m ás riquezas que los M idas, que los Crasos y C resos” . -—“ ¿ H a hecho vuesa m erced, dijo a esta sazón el m atem ático, señor alquim ista, la experiencia de sacar plata de otros m e­ tales?’ . — “ Yo, respondió el alquim ista, no lo he sacado h asta a h o ra ; pero realm ente sé que se saca, y a mi no me faltan dos meses p ara acabar la piedra filosofal, con que se puede hacer p lata y oro de las m ism as piedras” . — “ Bien han exag erad o vuesas m ercedes sus desgracias, dijo a esta sazón el m atem ático, pero al fin, el uno tiene libro que di­ rig ir, y el o tro está en potencia propincua (1 4 ) de sacar la piedra filo so fal; m as, ¿qué diré yo de la mía, que es tan sola que no tiene donde a rrim a rse? V einte y dos años ha que ando tras h allar el punto fijo, (1 5 ) y aquí lo dejo, y allí lo tom o, y pareciéndom e que ya lo he hallado y que no se me puede escapar en ninguna m anera, cuando no me cato me hallo tan lejos dél, que m e ad m iro . Lo m ism o me acaece con la c u a d ra tu ra del círculo, que he llegado tan al rem ate de hallarla, que no sé ni puedo pensar cómo no la tengo ya en la fa ld riq u e ra; (1 6 ) y así es mi pena sem e­ jable (1 7 ) a las de T ántalo, (1 8 ) que está cerca del fruto y m uere de ham bre, y propincuo al ag u a y perece de sed; po r m om entos pienso d ar en la coyuntura de 1a. verdad, y por m inutos me hallo ta n lejos della, que vuelvo a subir el m onte que acabé de b a ja r con el canto de mi tra b a jo a cues­ tas, como otro nuevo S ís ifc " . (1 9 ) GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 3Q 7 H ab ía hasta este punto g uardado silencio el arbitrista, y aquí le rom pió d icien d o : __“ ¡C uatro quejosos, tales que lo pueden ser del G ran T urco, ha ju n tad o en este hospital la pobreza, y reniego yo de oficios y ejercicios que ni entretienen ni dan de co­ m er a su s'd u eñ o s! Yo, señores, soy arb itrista, y he dado a su M ajestad en diferentes tiem pos m uchos y diferentes a r­ bitrios, todos en provecho suyo y sin daño del reino; y aho­ ra tengo hecho un m em orial, donde le suplico me señale p er­ sona con quien com unique un nuevo arb itrio que tengo tal, que ha de ser la total restauración de sus em peños; pero por lo que me ha sucedido con los otros m em oriales, entiendo que este tam bién ha de p arar en el carn ero . (2 0 ) Mas, p o r­ que vuesas m ercedes no me tengan por m entecato, aunque mi arb itrio quede desde este punto público, le quiero decir que es é s te : liase de pedir en C orte que todos los vasallos de su M ajestad, desde la edad de catorce años, sean obliga­ dos a a y u n a r una vez ^n el mes a pan y agua, y esto h a de ser el día que se escogiere y señalare, y que todo el gasto que en otros condum ios de fruta, carne y pescado, vino, hue­ vos y legum bres, que han de g astar aquel día, se reduzca (2 1 ) a dinero y se dé a Su M ajestad sin defraudalle un a r­ dite (2 2 ) , so cargo de ju ra m e n to ; y con esto en veinte años queda libre de socaliñas (2 3 ) y desem peñado, porque si se hace la cuenta, como yo la tengo hecha, bien hay en. E s­ paña m ás de tres m illones de personas de la dicha edad (2 4 ), fuera de los enferm os, más} viejos o m ás m uchachos, y nin­ guno destos d ejará de gastar, y esto contado el m enore­ te (2 5 ) , cada día real y m edio, y yo quiero que sea no m ás de un real, que no puede ser menos, aunque coma alholvas (2 6 ). Pues ¿paréceles a vuesas m ercedes que sería barro (2 7 ) tener cada mes tres m illones de reales como ahe­ chados (28. “ Y esto antes sería provecho que daño a los ayunantes, porque con el ayuno ag rad arían al cielo y ser­ v irían a su rey, y tal (2 9 ) podría ayunar, que le fuese conveniente p ara su salud. Ese es el arbitrio limpio de polvo y de p a ja (3 0 ) , y podríase coger por parroquias sin costa de com isarios, que destruyen la república” . R iyéronse (3 1 ) todos del a rb itrio y del arbitrante, y él tam bién se riyó de sus disparates, y yo quedé adm irado de haberles oído y de ver que por la m ayor parte los de sem ejantes hum ores v e­ nían a m o rir en los hospitales. PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE 308 NOTAS (1 ) E van p e rr o s q u e se g u a rd a b a n en el H o s p ita l d e la R e s u rre c c ió n en V a lla d o lid , fu n d a d o en tie m p o de C a rlo s V en 1553. L o s p e rro s a c o m p a ñ a b a n , ta m b in de n o ch e , a los h e rm a n o s d e la c a p a c h a , p a ra p e d ir lim o s n a y les a lu m ­ b ra b a n llev an d o en su b o ca u n a lin te rn a . (2 ) H oy los indefinidos uno, o tro, no suelen llevar m an i¿na cláusula d istrib u tiv a de m ás de dos miem bros. artic u ló , cuando for­ (3 ) A lq u im is ta e ra el q u ím ic o a n tig u o q u e se e m p eñ ab a e n h a lla r la p ie d ra filo so fa l, o sea c ie rta s u b s ta n c ia co n la cu a l p u d ie se c o m p o n e r y s a c a r a r t if i­ c ia lm e n te el o ro d e o tr o s m in e ra le s. (4 ) L o s a r b itr is ta s e ra n e c o n o m is ta s ra m p lo n e s , q u e se d e d ic a b a n a im a ­ g in a r a r b itrio s o p ro y e c to s ta n s e n c illo s com o d is p a ra ta d o s , co n lo q u e p re te n ­ d ía n c u r a r lo s m á s c o m p lic a d o s m a le s de la h a c ie n d a y la a d m in is tr a c ió n d e los ú ltim o s re y e s d e la ca sa d e A u s tria . (5 ) V ase n o ta 2. H o y de uno. (6 ) H o ra c io — A rte P o é tic a . ( 7 ) Esto es, que le había costado veinte años de ocupación y que había pasado más de los diez años consabidos esperando la publicidad; esta espera le llama con juego de palabras estado de pasante (8) Sujeto por asunto pasa hoy por galicismo a o:os de muchos. (9 ) (1 0 ) B ria l, tú n ic a u s a d a en la a n tig ü e d a d p o r h o m b re s y m ujeres^ e n v e rs o h ero ico , el v e rs o d e la e p o p e y a , en c a s te lla n o la o c ta v a real. i'll) Es decir, sin valerse para el consonante del verso de las fáciles ter­ minaciones esdrújulas, que ofrece la conjugación como mandábamos, mandán­ dome, mándale. (1 2 ) De la conjunción de las dos expresiones poco se me alcanza mas poco se me entiende, resultó la frase extraña, de Cervantes, poco se me entiende. (1 3 ) L a c o n s tr u c c ió n : m a n a n d o en o ro es r e s u lta d o d e la c o n fu s ió n d e las d o s frases m a n a n d o e n o ro y n a d a n d o en oro. (1 4 ) P o te n c ia p ro p in c u a p ro x im id a d , a p iq u e , m u y cerca. (1 5 ) E l punto fijo o de longitud es el medio de determinar la longitud en alta mar. (1 6 ) fa ld riq u e ra , f a ltriq u e ra , bolsillo^ (1 7 ) s e m e ja b le : sem e jan te. (1 8 ) T á n ta lo . — H ijo de J ú p ite r , rey d e P la fa g o n ia y L id ia y p a d re de N iO be, P é lo p e y B ro te a s. S irv ió a los d io ses de la c a rn e del s e g u n d o d e é s to s y en c a stig o fué co n d e n a d o a p e rm a n e c e r d e n tr o de u n lag o cu y a ag'ua se e s ­ c a p a b a de su b o ca cu a n d o q u e r ia b e b e r y ro d e a d o d e fr u ta s q u e se d e sliz a b a n de s u s m a n o s al in te n ta r c o g e rla s. (1 9 ) S ís ifo — R e y y fu n d a d o r de C o rir.to . T e se o le m a tó fu é c o n d e n a d o a s u b ir e te rn a m e n te a u n a p ie d ra q u e al lle g a r p lo m ab a. y en los in fie rn o s a lo a lto se d e s ­ (2 0 ) c a rn e ro es la s e p u ltu r a co m ú n d e s tin a d a en lo s c e m e n te rio s a lo s c a ­ d á v e re s q u e no tie n e n e n te r ra m ie n to p ro p io ( M . P id a l, n o ta s ) o sea la fo s a c o m ú n ; e n tr e n o s o tro s se e m p le a la e x p re s ió n “ c a n tó p a ra el c a rn e ro ” p a ra e x p re s a r q tu u n a p e rs o n a se m u rió . (2 1 ) R e d u z g a p o r re d u z c a es fo rm a e x tr a ñ a de c o n ju g a r los in c o ativ o s q u e se c o n s e rv a hoy e n y az g o . N a c ió p o r a n a lo g ía co n v e rb o s ta le s com o v a lg o , te n g o . (22) Sin defraudalle ün ard ite — sin defraudarle nada. (2 3 ) s o c a liñ a s : a rtific io s co n q u e se le sa c a a u n o lo q u e n o e s tá o b li-} a d ar. (2 4 ) L a p o b la c ió n d e E s p a ñ a a p rin c ip io s del siglo* X V I I , a n te s d e la ex ­ p u ls ió n de los m o risc o s, se calculaba- en n u ev e m illo n e s y pico^ ( D . J o s é G a rc ía B a rz a n a lla d a . L a p o b la c ió n d e E s p a ñ a ). (2 5 ) al m e n o re te , e q u iv a le a “ p o r lo b a jo , p o r lo poco” . (2 6 ) allio lv as — a lh o lv a , p la n ta le g u m in o sa. gado GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 309 (2 7 ) H o y se e s c rib e a e c h a r, lim p ia r en el h a rn e ro la s se m illa s, q u itá n d o le s e! p olvo, p a ja o p ie d ra s. (2 8 ) q u e s e r ía b a rr o , co sa d e s p re c ia b le , n o n a d a , (2 9 ) E l d e m o s tra tiv o t a l tie n e a q u í el v a lo r d el in d e fin id o a lg u n o . N ó te s e la e lip s is s ig u ie n te : q u e (e l a y u n a r) le fu ese c o n v e n ie n te . ; (3 0 ) lim p io de po lv o y p a .'a : c la ro , sen cillo . (3 1 ) R iy e s e n : en n u e s tra c a m p a ñ a se em p ica d e fe c tu o s a m e n te h o y e n d ía riy e se n p o r rie se n . COMENTARIO E l coloquio de los perros es la m ás m editada de sus novelas, aquella donde C ervantes hace gala de un hum orism o m ás fino. E ir realidad, no es una novela sino un diálogo, en el -cual los interlocutores, dos perros — Cipión y B erganza — filisofan sobre les hom bres y sus vicios. L a fa n ­ tasía y la realidad se funden en esta novela, pero predom ina esta últim a, pues el único elem ento de fantasía que introduce C ervantes es1 el haber dotado de personalidad y vida a dos anim ales. E n verdad, es un pretexto •— un fino pretex to — para la sá tira so­ cial, que en fo rm a tan adm irable prodiga C ervantes en este diálogo. Los personajes que aparecen hablando en el fragm ento reproducido son tres lo c c s : un poeta, un m atem ático y un arbitrista. Los tres preten­ den ser oídos en sus locuras, pero el menos loco es, sin duda, el a rb itris­ ta, que tiene m ucha sem ejanza con esos m inistros de la H acienda de los países sudam ericanos, que buscan todos los medios im aginables para equi­ librar, con planes fantásticos, los presupuestos que 110 pueden cubrirse con los recursos, por estar éstos hipotecados al capital ex tran jero . R IN C O N E T E Y C O R T A D IL L O Y adelantándose un poco el mozo, entró en una casa no m uy buena, si no de muy m ala a p a rie n c ia ; y los dos se quedaron esperando a la puerta. El salió luego y los llamó, y ellos entraron, y su guía les m andó esperar en un ñequeño patio ladrillado que de puro limpio y a ljo fifa d o ( i ) parecía que vertía carm ín de los m ás fin o : al un lado estaba un banco de tres pies, y al otro un cántaro desbocado, con 1111 jarillo encim a no menos falto que el cá n ta ro ; a otra p arte estaba una estera de enea (2 ) y en el medio 1111 tiesto que en Sevilla llam an m aceta de albahaca ( 3 ) . M iraban los mozos atentam ente las alh ajas de la casa ( 4 ) , en tanto que b ajaba el señor M onipodio y viendo que tardaba, se atrevió R incón a e n tra r en una sala b aja de dos pequeñas que en patio estaban, y vió en ella dos espadas de esgrim a y dos broqueles (5 ) de corcho pendientes de cuatro cla­ vos, y una arca grande sin tapa ni cosa que le cubriese, y 310 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE o tras tres esteras de enea tendidas por el su e lo ; en la pa­ red fro n te ra estaba pegada en la pared una im agen de N ues­ tra Señora, destas de m ala estam pa ( 6 ) , y m as abajo pen­ día una esportilla (7 ) de palm a, y encajada en la pared una alm ofía (8 ) blanca, por do coligió R incón que l es­ portilla servía de cepo p ara limosna, y la alm ofía de tener agua ben d ita; y así era la verdad. E stando en esto en traro n en la casa dos mozos de h asta veinte años cada uno, ves­ tidos de estudiantes, y de allí a poco dos de esportilla y un ciego, y sin h ablar palabra ninguna, se com enzaron a p a­ sear por el patio. N o tard ó m ucho cuando en tra ro n dos viejos de bayeta (9 ) con antojos que los hacían graves y dignos de ser respetados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las m anos. T ra s ellos entró una vieja halduda (1 0 ) , y sin decir n ad a se fue a la sala, y habiendo to ­ m ado agua bendita con grandísim a devoción, se puso de rodillas ante la im agen, y al- cabo de una buena pieza, h a­ biendo prim ero besado tres veces el suelo, y levantando los brazos y los ojos al cielo o tras tantas, se levantó y echó su lim osna en la esportilla, y se salió con los dem ás al patio. E n resolución, en poco espacio se ju n ta ro n en el patio h as­ ta catorce personas de diferentes traje s y oficios; llegaron tam bién de los postreros dos bravos y bizarros m ozos, de bigotes largos, som breros de grande falda, cuellos^ a la valona (1 1 ) m edias de color, ligas de gran balum ba espadas de m ás de m arca, sendos pistoletes cada uno en lu g ar de dagas, y sus broqueles pendientes de la p re tin a ; los cuales así como en traro n , pusieron los ojos al través en Rincón y C ortado a m odo que lo si etrañaban y no conocían, y llegándose a ellos les p reguntaron si eran de la cofradía. R incóñ respondió que sí y m uy servidores de sus mercedes. NOTAS (1 ) a ljo fifa d o — d e a ljo fifa r. F r e g a r el su elo co n aljo fifa . A ljo fifa e ra u n p e d a z o d e b a y e ta o de o tr o p a ñ o b a s to p a ra f r e g a r el su elo e n lo sa d o o e n la d rila d o . (2 ) e s te ra d e e n e a — enea, p la n ta h e rb á c e a , de h o ja s m e d io c ilin d r ic a s y en to d o lo d em ás m u y p a re c id a a la e s p a d a ñ a . (3 ) (4 ) (5 ) (6 ) (7 ) (8 ) m a c e ta de alb a h a c a . E s te d e ta lle local la s a lh a ja s d e la ca sa, los a d o rn o s d e b ro q u e le s — escu d o s. d e s ta de m a la e s ta m p a — o rd in a ria s . e s p o r tilla : c e sta có n c a v a , casi p la n a , a lm o fía : jo fa in a . es m u y c a ra c te r ís tic o d e S ev illa. la ca sa. con dos asas p e q u e ñ a s. Guía de lecturas dE autores clasicos y modernos 511 (9 ) do s v ie jo s de b a y e ta , v e s tid o s d e b a y e ta , te la de la n a flo ja y p o co tu p id a . (1 0 ) h a ld u d a — q u e tie n e m u c h a h a ld a . H a ld a : falda. (1 1 ) c u e llo s a la v a lo n a : cu ello g ra n d e y v u e lto so b re la e sp a ld a , h o m b ro s y p e c h o s, q u e se u s a b a a n tig u a m e n te . . COMENTARIO Rinconete y C ortadillo tiene como protagonistas a R incón y C o r­ tado, dos m uchachos de hasta quince o diez y siete años, que se encuentran por casualidad en una venta en cierto día caluroso del verano. L a form a cerem oniosa, a im itación del habla de los caballeros, con­ que se saludan m utuam ente ambos perillanes, es m uy g ra c io sa : — “¿D e qué tie rra es vuesa m erced, señor gentilhom bre, y para adún­ de bueno cam ina?” ¡— “M i tierra, señer caballero — respondió el preguntado — no lo sé,, ni para dónde cam ino tam poco.’’ A m bos se cuentan porm enores de su vida y se conciertan para p ro ­ bar ju n to s suerte por la ciudad. Juegan a la' veintiuna con unos naipes “limpios de polvo y de paja, mas no de grasa y m alicia” . Como prim era hazaña roban en el ju eg o a un a rrie ro y luego h u rtan una valija a. sus com pañeros de viaje. A hora están en Sevilla, la ciudad de la luz, puerto de E spaña, vena por donde penetra la riqueza de las Indias, pero ta m ­ bién ciudad de truhanes, de aventureros, de ganapanes, de descuidistas y hábiles rateres. L os ladrones tienen allí una academ ia, dond(e se g radúan en las artes de caco. Se cursa un bachillerato de truhanería, con grados y recom pensas. M onipodio es el m aestro y pro tecto r de los ru ­ fianes y aquella su escuela, a la que llegan como novatos Rincón y C o r­ tado. A llí se enseña y se reparte el trab a jo de cuchilladas por cuenta ajena, palos, m atracas, espantos, cuchilladas fingidas, clavazón de c u er­ nos y otro s m enesteres propios de aquel discipulado. C ervantes nos p re ­ senta en casa de M onipodio una serie de tipos del ham pa sevillana, pin­ tados con pincelada m aestra. M onipodio, d irector y je fe de la c o fra d ía ; la vieja P ipota, devota, borracha y lad ro n a ; la E scalanta y la C ariharta, m ozas del p artid o ; M aniferro, bravucón y testaferro . Tod;. esa hum ani­ dad subsocial aparece hum anam ente viva y pintoresca en las páginas de Cervantes. M ás que una novela es ‘ Rinconete y C ortadillo” una serie de escenas de la vida picaresca. Le fa lta para ser novela picaresca, un personaje central que cuente en form a a u tobiográfica su vida, pero le sobra ‘ am biente” picaresco, a tm ó sfe ra de picardía. N o es novela ejem plarizante en el sentido que pretendió dar C er­ vantes a sus breves novelas. Se acuerda dem asiado tarde, al final, de sus intenciones m oralizadoras. P e ro si en Cervantes existió tal intención, se le olvidó m uy pronto. H abía en él demasiado indulgencia para el vicio y ninguna adm iración ciega por la virtud, frecuente dolor en su vida, para no contem plar ese am biente de o tra m anera que con una sonrisa benévola. Su novela n o es am arga, ni decepcionante com o el G uzm án de A lfarache, quizá porque C ervantes conocía m uy bien las causas de la m iseria social de la época, péro no se atrevía a explicarla por tem o r a lá censura eclesiástica. PA N O RA M A D EL TEA TR O ESPA Ñ O L H A STA F IN E S D E LA E D A D D E O RO L a p rim era pieza de teatro representada en E spaña parece ser, según las m ayores probabilidades, “ El auto de los Reyes M agos” . “ M isterios” o “ au to s” llam ábanse los prim eros ensayos teatrales que se representaban en la E d ad M edia, dentro del escenario de las iglesias, siendo actores los clérigos y representándose églogas o com posiciones m uy simples sobre asuntos religiosos tom ados generalm ente de la Biblia. E ra n de dos clases las piezas allí re p re se n ta d a s: los autos — por lo general sobre tem as de 1a, pasión —- y las farsas de esc a rn io ; estas últim as, licenciosas por demás, m otivaron escándalo y a la larga suprim iéronse por orden eclesiástica dichas farsas, desterrándose la com edia de la iglesia. E ste hecho p rodujo la decadencia del naciente tea­ tro y el escenario se trasplanta de la iglesia a los salones de los nobles. A Ju a n del E ncina (¿14 6 8 -1 5 2 9 ?) puede considerár­ sele como el creador del teatro español. F u é m úsico y poeta del D uque de A lba, y p ara el duque com puso sus prim eras églogas, como puede verse en la introducción que precede a la p rim era é g lo g a : “ E gloga representada en la noche de N avidad de nuestro S alv ad o r: adonde se introducen dos pastores, “y uno de ellos” entró prim ero en la sala adonde estaban el duque y la duquesa oyendo m aitines, y en nom bre de Ju a n del E ncina llegó a presentar cien coplas de aquella fiesta a la señora duquesa” . E l cancionero de E n cin a publicado en 1496 es un conjunto de églogas de los m ás variados asuntos, desde el asu n to sacram ental, como las dos representaciones sobre “ la pasión de N uestro R ed en to r” , donde se introducen dos e r­ m itaños y una m u je r llam ada V erónica, que habla de su preciosa pasión y m uerte, al asunto festivo y p ro fan o de o tras églogas. E n ediciones posteriores del C ancionero en­ contram os églogas como la “égloga de las grandes lluvias” , “ T riu fo de am o r” , “ L a égloga de tres pastores” , que re­ presentan no solam ente evidente progreso sobre las ante­ riores, sino tam bién, un d ra m a em brionario. El “ auto del repelón” , de la m ism a época, sería la prim era m anifesta­ ción del paso y del entrem és, que cultivaran posteriorm ente L ope de R ueda y C ervantes. E n cina llevó el teatro de la iglesia a los salones de los nobles; creó personajes que hablaban el lenguaje tosco de los pastores como en las églogas de T eócrito y no un len­ g u aje literario y am an erad o ; no es todavía un dram ático, pues el elem ento lírico predom ina en sus obras, que term in an con un villancico adaptado a la m úsica; en cambio, tiene el m érito que en él se encuentran en germ en todas las form as del teatro español que m ás adelante al­ canzarán un desarrollo tan notable. ■C ontinuadores de la obra de E ncina fueron Lúeas F ernández, discípulo suyo, a u to r de farsas y églogas publicadas en 1514, y Gil Vicente, portugués de nacim iento, pero que com puso en castellano piezas teatrales como la com edia del viudo (1 5 1 4 ), donde encontram os ya la p in tu ra de caracteres, que no habíam os encontrado en E ncina, ni en Lúeas Fernádez. Bartolom é de T o rres N a b arro , clérigo y soldado, pu­ blicó en Ñ ápeles, en 1517, un volum en de com edias que tituló “ P ro p alad ia” . E n el prólogo de la “ P ro p alad ia” ex­ pone T o rres N a h a rro sus ideas estéticas sobre el teatro y el concepto personal que se lia form ado sobre el mismo. D i­ vide las piezas en jo rn ad as, cinco como m áxim o. Sobre los personajes dice que no deben ser tan pocos que parezca la fiesta sorda, ni tantos que engendren confusión, y, final­ mente, en “ com edia a noticia" y “ com edia a fa n ta sía ". De todas sus com edias la m ejor es la “ Com edia H im en ea” , em brión de una com edia de capa y espada, precursora ya del teatro de Lope de Vega. E scribió adem ás “ C alam ita", “ T ro fea” , “ T in elaria", “ Ja c in ta ” , “ S e ra fin a ” y “ A quilan ia” , en las cuales la intriga a veces p ro fan a, a veces reli­ giosa, se desarrolla a través de un plan regular concebido de antem ano. E n T o rre s N a h a rro el teatro se perfecciona : crea los prim eros m odelos de la com edia de costum bres y de la com edia de intriga, introduce el gracioso y la gracio­ sa que encontram os en el teatro posterior, crea caracteres, hace viva y dram ática la acción, agregando interés hum ano a su desarrollo. ¿Cóm o era el teatro prim itivo? C uando el teatro vivía en las iglesias, el d ram a litúrgico representábase ente el al­ ta r o b ajo el coro, aunque para ay u d ar a la interpretación de los cantos litúrgicos entonados por los coros, se im pro­ U 1T jrr,j\E,uA vAiyUi^b --- FUSCO SANSONE visa u n a sencilla representación, utilizándose el alta r y por m edio de sillones dispuestos en fila se representaban d ife ­ rentes lugares. E l paraíso se situaba a cierta altura, gene­ ralm ente en la arcada del coro alto. Las escenas eran a veces hum orísticas, como la disputa entre P ed ro y J u a n sobre quién corre m ás, y provocaba la hilaridad de los fieles, por cuya causa y por el abuso que se hacía de las farsas o es­ carnios, sé prohibió la representación en el recinto de la iglesia y se trasp o rtó el teatro a la plaza. El dram a litúrgico continuó bajo la dirección de los sacerdotes, pero los acto­ res fueron m imos, juglares, etc. Los escenarios m edievales eran, o bien la ca rre ta am ­ bulante o “ ch a rio t” , típica de los circos, o bien la escena sim ultánea que se levantaba sobre un catafalco im provi­ sado en el m ercado de la ciudad; allí aparecían todos los lugares de la acción. A veces tenían esos catafalcos tres o cu atro pisos, según algunos investigadores, no siendo vero­ símil sino que tuvieran dos, para representar, por ejem plo, arrib a el cielo y debajo la tierra o el infierno. E stas con­ cepciones de escenarios sim ultáneos no distan m ucho de las de los actuales innovadores del teatro m oderno, las del italiano B rag aglia o las del ruso E v re in o ff. E ste últim o, m erced a un esfuerzo notable de reconstrucción escénica, ba restau rad o en la U. R. S. S. el antiguo teatro español. E n el teatro m edieval no existía la separación entre los actores y el público, ya que el espectáculo se desarrollaba en una plaza pública y no eran posibles, por consiguiente, los efectos de perspectiva, debiendo tra b a ja r el actor en la= m ism as circunstancias que el actor de cine lo hace ante la m áquina, tom ando vistas o sea a una distancia que varía de dos a diez m etros. N o siendo posible representar en aque­ llos reducidos com partim entos, campos de batallas sel­ vas, se recu rría a un cartel — procedim iento m uy prim iti­ vo — que representaba el lugar que se quería evocar, o bien el acto r se encargaba de explicar la decoración. R epresentém onos estos personajes como m arionetas en el tinglado de la farsa, y tendrem os u n a idea clara del tea­ tro medieval. Después de una obra seria se representaba una obra bufa. E l adorno del teatro, dice C ervantes, en el prólogo de sus ocho com edias y ocho entrem eses nuevos (1 6 1 5 ) ‘era GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS V MODERNOS 010 una m a rta vieja, tira d a con dos cordeles de una parte a o tra que hacían lo que se llam a vestuario” . De Lope de R ueda nos dice C ervantes: “ Yo dije que m e acordaba de haber visto representar al g ra n Lope de R ueda, varón insigne de la representación y en el entendi­ miento. F u é natural de Sevilla y de oficio “ b alih o ja” , que' quiere decir de los que hacen panes de oro. F u é adm irable en la poesía pastoril y en este modo ni entonces ni después acá ninguno ha llevado ventaja. L a s 1com edias eran unos coloquios com o églogas entre dos o tres pastores y alguna pastora. A derezábalas y dilatábalas con dos o tres entrem e­ ses, ya de negra, ya de ru fiá n , ya de bobo y ya de v izcaín o ; que todas estas cuatro fig u ras y o tras m uchas hacía e' tal Lope con la m ayor excelencia y propiedad que pudiera im a­ ginarse. M urió Lope de R ueda y por hom bre excelente y fa ­ m oso lo en terraron en la iglesia m ayor de Córdoba entre los coros” . Lope de R ueda es el precursor del género chico del teatro español. E n sus pequeñas obras, llam ados “ pasos" recoge tipos y expresiones’ populares. E n sus comedias es m ás italiano que español, y m ás latino que italiano. E n sus pasos recoge retazos de la vida española en las aldeas y en los pueblos, de la realidad vulgar, casi fotográficos. Lo m ás destacado en Lope de Rueda, como dice M enéndez y Pelayo, es el arte del diálogo, un tesoro de dicción popular, pintoresca y sazonada. E l entrem és y la loa, dos form as m enores del teatro español m erecen detenim iento. E l entrem és se desarrolla y vive en el siglo X V I. Pocos personajes, cuatro o cinco a lo sum o, diálogo cómico, sin in trig a : lo m ás vivo en el entrem és es el diálogo. Tom em os como ejem plo, el en tre­ més : “ los dos habladores” de C ervantes. U n entrem etido, un hablador en dem asía, contratado por el m arido p ara acallar a su m ujer, la m ás singular habladora del barrio. T o d a la gracia del entrem és, gira alrededor de las conver­ saciones y diálogos chispeantes. El entrem és es h ijo del “ paso” del siglo X V , que cultivó Lope de R u ed a; pero los “ pasos” m ás sencillos en su estructura, son apenas un brevo diálogo entre dos o tres personajes, a lo sum o cuatro, como en “ el paso de las A ceitunas” , en el cual disputan padre y m adre sobre el precio a que debe vender la h ija las ceitunas, cuando éstas no han verdecido aún. El sainete que cu ltivara don R am ón de la C ruz en el siglo X V I II y revive en nuestros días, no es sino la continuidad del “ paso” y del “entrem és” . E l entrem és vive de lo cómico, y de lo cómico re al; no existe el sim bolism o de los autos sacram entales en donde los personajes son abstracciones, desapareciendo la persona p ara cubrirse con el disfraz del sím bolo: la sabi­ duría, el am or, la som bra, la luz. R epresenta el “ entrem és” el aspecto sano y llano de la vida, m ientras el auto esceni­ fica los tem ores del hom bre ante Dios, el tem or de la m uer­ te, la penitencia y el castigo. T odo un dram a teológico se d esarrolla en los autos sacram entales y es C alderón, si no el creador, el an im ad o r de ese teatro de abstractas concep­ ciones, que llenara la escena española de fantasm as teoló­ gicos. A pesar de la abstracción, C alderón supo corporizar estos personajes abstractos, darles form as vivas. L a loa es herm ana del entrem és; m enos anim ada que éste, no llega a d efin ir dentro de la realidad sus persona­ jes, aunque ellos aparezcan despojados de su abstracción. Sevilla, centro de gracia, soleada ciudad del m ediodía y em porio de las riquezas de las Indias, fué en el siglo X V I, lug ar de nacim iento de varias escuelas, entre otras, la de un teatro nuevo, en oposición a la tendencia sacra, que encon­ tró allí eruditos cultores de una escuela de im itación clá­ sica. Ju a n de M al L ara, es el precursor de la escuela d ra m á­ tica sevillana, pero Ju a n de la C ueva fué su m ás alto re­ presentante. Ju a n de la Cueva nació en Sevilla en 1550. Sus com edias recuerdan, por sus títulos, los personajes de la m itología o de la lite ra tu ra griega y ro m a n a : La m uerte de V irginia, L a trag ed ia de A yax, L a-C om edia de la liber­ tad de R om a por M u d o Escévola, L a com edia del saco de R om a, L a C onstancia de A rcelina y E l P ríncipe T irano. E l m érito m ás sobresaliente de Ju an de la Cueva fué haber introducido el rom ance popular en el teatro, perm i­ tiendo de ese m odo que 110 se perdiese para siem pre la trad ició n heroico-popular en sus d ra m a s: M uerte del Rey Don Sancho, B ernardo del C arpió y Los Siete Infante? de L ara. E l teatro español le adeuda a Ju an de la Cueva las siguientes in novaciones: la reducción de las jo rn ad as a cua­ tro ; la introducción del estilo épico-lírico y la incorpora­ ción al teatro de los principales m etros y estrofas de I3 poe- GUIA DF. LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 317 sia lírica (redondillas, octavas, tercetos, quintillas, cancio­ nes y sonetos). Cabe incluir en este período a C ervantes. Q uizá su teatro no h aya sido estudiado todavía como se merece. Si bien C ervantes como d ra m a tu rg o no puede colocarse a la. p ar de Lope de V ega o C alderón, ni siquiera frente a Ju a n de la C ueva o a M oreto, sus cualidades de d ram atu rg o no son desdeñables. H a y en las obras del prim er período, 1581T588, “ E l tra to de A rgel" y la “ N um ancia” , escenas vigo­ rosas y m aravillosas aventuras. P e ro es en el género chico del entrem és donde sobresale. “ E l ru fiá n dichoso” “ La casa de los celos” , “ El gallardo español” , “ L a gran sulta­ n a ” , “ Los baños de A rg el” y P ed ro de U rd em alas” , son pe­ queñas obras m aestras del género. M enéndez y Pelayo resum e la evolución del teatro cas­ tellano del siguiente m o d o : “ D u ran te la p rim era m itad del siglo X V I lucharon entre sí d o s escuelas dram áticas. U na se deriva de Ju an del E ncina y a ella pertenecen los géne­ ros de églogas, farsas, autos y representaciones que se su­ cedieron a p a rtir de la obra de aquel autor. L a escuela d ra­ m ática, no tan seguida ni acreditada como la prim era, su r­ ge, en parte, de la corriente realista representada por la Ce­ lestina, y en parte, de las com edias de T o rre s N a h arro , con influencias secundarias del teatro latino, del hum anístico y de la com edia italiana, nacionalizada por Lope de R ueda, T im oneda, Sepúlveda y Alonso de la V e g a; triu n fó lai prosa en el teatro y con ella se entró en un período de im i­ tación de la Celestina. Lope de R ueda es la fig u ra central de ese período e im pone en la com edia un sentim iento neta­ m ente realista. P ero esta escuela tuvo m uy corta vida. V olvió a triu fa r la com edia en verso p a ra afirm a rse como la form a exclusiva del dram a nacional. V irués, R ey de A rtieda y Ju an de la C ueva afia n zaro n en el gusto del público, en el últim o tercio de ese siglo “ una especie de tragi-com edia lí­ rica, m edio clásica, m edio rom ántica, con incorporación de elem entos históricos y tradicionales, cuya vitalidad fué tan g ran d e que, el genio de Lope de V ega, hizo su rg ir del caos fecundo de la antigua d ra m atu rg ia la form a definitiva de la com edia española” . Lope de V ega es, sin disputa, el creador del teatro espa­ ñol. L a variedad de su obra aparece en la clasificación de M enéndez y Pelayo en toda su vastedad, genial. Cultivó Ó18 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE desde las com edias religiosas y m itológicas a las pastoriles, caballerescas y de costum bres, hasta los autos sacram entales y d ram as históricos. M enéndez P id al dice que Lope de V ega hizo revivir en la escena todos los tipos, todas las costum bres, todas las regiones de E spaña que nadie ha conocido ta n íntim am ente como é l ; y al m ismo tiem po ha vuelto a tra ta r por su cuenta todos los tem as de la an tig u a epopeya, porque reconocía en ellas la poesía h ered itaria de su raza. Pueden resum irse del siguiente m odo las características de Lope como d ram atu rg o : i 9— Lope refu n d e con su genio nacional todas las inno­ vaciones de los prelopistas, unificando definitivam ente el teatro español en un molde nacional. 29— Mezcló lo cómico y lo patético, lo sublim e y lo ri­ dículo, borrando la distinción aparentem ente del dram a y la comedia. 39— F u e el d ram atu rg o m ás em inentem ente nacional y se aprovechó de todos los aspectos de la vida española. 4"— A provechó como Ju an de la C ueva el elem ento épi­ co-popular y mezcló lo lírico con lo épico, perm itiendo con­ serv ar la continuidad a través del tiem po del alm a de la raza, expresada en el Poem a del Cid y el rom ancero. 59— Perfeccionó el tipo del gracioso y la graciosa, aven­ tajan d o a otros dram atu rg o s en este tipo inconfundible, del teatro español. ó9— In tro d u jo en el teatro toda clase de m etros y es­ tro fa s populares, particularm ente los rom ances, a los que les dió calidad artística. 7°— E studió todas las clases sociales, sobresaliendo en la p in tu ra de la nobleza y de los tipos populares. 89— F u é un p ro fundo conocedor del folklore nacional, que se d ram atizó en sus obras, sacando del olvido herm o­ sas canciones. o9— R edujo los cuatro o cinco actos de una com edia a tres. 10. -In te n tó el teatro de m asas en “ F u en te O v e ju n a” llevando a escena a la m uchedum bre y creando un persona­ je colectivo innom inado. T irso de M olina (f r a y G abriel T ellez) ocupa un lugar excepcional en el panoram a del teatro español. E s T irso de M olina el m ás ex tra o rd in ario creador de caracteres de la GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 319 escena española. A su genio se debe un personaje in m o rta l: D on Ju an . P o r esa óptim a v irtu d m erece fig u ra r a la ca­ beza de los grandes dram áticos u n iv ersales; pero, además, fué un lírico excelso y un poeta cóm ico de prim er orden. Su inventiva es fecunda. N adie lo excede en crear una in trig a llena de sorpresas, donde las situaciones cómicas se suceden unas a otras, en la m ad eja m ás hábil que la in­ ventiva escénica pueda im aginar. Su “ V ergonzoso en P a ­ lacio” es la astucia puesta al servicio del am or. H a escrito Schack que “ T irso es un encantador que sabe to m ar las form as m ás opuestas. C ando creemos conocer perfectam en­ te los rasgos de su fisonom ía, nos m uestra otros com pleta­ m ente diversos” . E n “ M arta la P ia d o sa ” y en “ El V ergonzoso en P a la ­ cio” , resalta la agudeza psicológica de T irso. E n el estudio de la hipocresía (si bien es cierto se tra ta de una hipocre­ sía sim u lad a) sólo M oliere lo aventajó en su “T a r tu f o ” , y en cuanto a la creación de D on Ju an , en “ El B urlador de Sevilla y C onvidado de P ie d ra ” , es una de las cuatro o cinco fig u ras universales insuperables. E s en “ E l B u rlad o r de Sevilla y C onvidado de P ie d ra ” donde T irso de M olina llega a superar todas sus creaciones anteriores. “ E l B u rlad o r” está inspirado en una leyenda po­ p u lar española, como parece haberlo dem ostrado M enéndez P id al 'contra la opinión de E arinelli, que cree se tra ta de una leyenda e x tra n je ra aclim atada en España. El final dram ático de la leyenda de Don Juan, dice M enéndez Pidal, el convite hecho a un d ifunto, es tem a abundante en el fol­ klore. E n la leyenda poular el convite se hace a una cala­ vera y no a una estatua sepulcral. E n todo caso, agrega M. Pidal, la leyenda hubo de ser notablem ente ensanchada por T irso (tam bién como en el caso de “ E l C ondenado por D es­ co n fiad o ” ) con los episodios que fo rm an el tipo del B u r­ lador de m u jeres; este tipo, si apuntaba ya en el germ ei tradicional, sería de un m odo em brionario, como se ve, por ejem plo, en algunas variantes del rom ance popular. Sea nacional o e x tra n je ra la leyenda, lo cierto es que los Don Ju an es han salido de E spaña, ya el de B yron, el de M o­ liere, y el personaje parece engendrado por la sensualidad árabe y el fanatism o español. T am bién eu E spaña el perso­ n aje encontró eco en el teatro , en “ E l C onvidado de P ie ­ 320 PEREDA VAEDES — FUSCO SANSON® d ra ” de Z am ora y en el popular “ D on Ju a n T en o rio ” de Z orrilla. L a genial creación de T irso consiste en haber creado un tipo universal de diletante del am or, que es am ado sin am ar nunca, y busca en m chas m ujeres el placer que una sola no puede proporcionarle. P a ra Don Ju an no existe el goce m etafísico del am or, sino el goce físico. E s distinto de F au sto , cuyo d ram a radica en su doble n atu ra leza : por un lado su afá n de conocim iento, su naturaleza m etafísica, y por el otro el deseo de gozar la vida, de probar sus néc­ tares y sabrosos m anjares. D on Ju a n ha saboreado el pla­ cer y ha vivido; F au sto vive el d ram a del conocim iento y el anhelo de v iv ir : lo hum ano de F au sto consiste precisa­ m ente en su doble naturaleza. F au sto es un seductor nada donjuanesco. E n tre D on Ju an y F au sto hay la diferencia que m ientras D on Ju a n es un insaciable sensual como un pozo que no acabara de llenarse, F au sto sacia su curiosidad sen­ sual en una sola m u je r y la am a, F au sto es un insatisfecho de conocimiento. P a ra Don Ju an la m u jer no tiene m ás valor que una carta de la b araja y la juega como D on F élix de M ontem ar — el p ersonaje de E spronceda, que es un segundo D on J u a n T enorio — con la m ism a azaro sa tranquilidad. A D on J u a n poco le im porta la suerte de D oña A na de U lloa, de la D uquesa Isabela, de la pescadora T isb ea; no hace distingos de clases en cuanto a la elección de sus víctim as y h asta se hace pasar por otro con tal de conseguir su o b jeto : b u rlar a las m u­ jeres. A bandona a sus víctim as con indiferencia y olvido de piedra, y es el hom bre p ara quien la palabra rem ordim iento 110 existe. E s el hom bre sin nom bre, que, cuando se le am ena­ za con castigos u ltraterren o s, exclam a in créd u lam en te: “ ¡T an largo me lo fiáis!” T irso , al crear la psicología del incrédulo que goza del placer de la vida breve, pone frente a él el problem a teoló­ gico del rem ordim iento y del castigo. P o r eso, D on Ju an es castigado. E n su final, T irso debió obedecer a sus preo­ cupaciones teológicas. B audelaire, conocedor p ro fundo de la psicología donjuanesca, coloca a D on Ju an en el infierno atrav esan d o con sus víctim as el som brío A queronte, en ta n ­ to aquellas som bras am enazan con sus recuerdos y se le­ v an tan crispadas p ara condenar, D on Ju an es una som bra de piedra, im pasible, que nada contesta, ni nada se digna ver. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 321 P ero la psicología de D on Ju an es m ás com pleja que la del Don Ju a n trad icio n al; en el de B yron, por ejem plo, encontram os un Don Ju an rom ántico, que se conmueve y llora y se confunde con su creador y está m uy lejos de aquel indiferente Don Ju an tan de piedra cómo su convidado'. E n síntesis, T irso de M olina desem peña en el teatro español este im portante p a p e l: i" E s el continuador del re a ­ lismo de Lope de V ega. 2’ Rom pe con la tradición medieval caballeresca. 3<J C rea caracteres sin separarse del teatro n a­ cional y universaliza sus personajes. El m ejicano Ju a n R uiz de A larcón fue uno de los m e­ nos fecundos d ram a tu rg o s en una época de excesiva fecun­ didad. M ientras a Lope se le atribuyen m ás de mil com e­ dias, R uíz de A larcón publicó apenas veinte. L a calidad com pensa en él la cantidad, pues, con A larcón, el m ás dis­ cutido y envidiado de los dram aturgos, sucede que á m e­ dida que el tiem po pasa, su obra adquiere m ás estim ación entre los críticos. C orneille seinspiró en “ L a verdad sospe­ chosa” p ara com poner su com edia “ Le m entuer” , y M o­ liere lo consideraba u n m aestro de la comedia. A larcón fué en verdad un m aestro en hacer una exce­ lente comedia. Adem ás su teatro se c a ra c te riz a : i 9 P o r h a ­ ber introducido en él caracteres m orales. E s un teatro el suyo, m oralizador. 2V P o r haber seguido la tradición de T irso al crear caracteres. 39 P o r crear hom bres y no sola­ m ente españoles. C alderón es el últim o gran d ram atu rg o de la E d ad de Oro. Llena el siglo X V II con su fig u ra d e atleta intelectual. C alderón cultiva todos los géneros te a tra le s : el dram a religioso, los autos sacram entales, com edias de capa y es­ pada, com edias filosóficas, dram as históricos. Su fam a fué sim ilar a la de Lope de V ega en su época. C alderón, como Lope, ofició de d ra m a tu rg o nacional. M ás tarde, en el si­ glo X V III, su fam a su írió un eclipse, explicable por la bo­ ga del pseudo-clasicism o que reivindicaba para el teatro principios y reglas convencionales. E n cambio, los ro m án ti­ cos, Guillerm o y F ederico Schlegel en particular, exaltaron a C alderón más allá del panegírico. C alderón satisfacía el ideal rom ántico, católico y caballeresco y era reverenciado como una catedral gótica. Sus piezas dram áticas pueden dividirse en autos sa­ cram entales, dram as religiosos; com edias de capa y espa­ 21 322 PEREDA VALDES — EUSCO s a n s o n E da y géneros sec u n d ario s: entre estas últim as se destacan sus loas y entrem eses. D os estilos caben destacar en C a ld e ró n : uno claro, el que sigue la tradición lopesca de la com edia de capa y es­ p ad a ; otro, barroco y oscuro, afectado de culteranism o, que d esarrolla en su teatro religioso y en sus dram as filo só fico s: representados am bos por “ E l Alcalde de Z alam ea” y “ L a vida es sueño” ; es en esta últim a m anera donde encontra­ mos al verdadero Calderón. E l teatro español le debe a C alderón algunas innova­ ciones y entre sus virtudes se e n c u e n tra n : i 9— L a de fija r de un m odo definitivo el género d ra­ m ático en E spaña, llevando a su perfección a los autos sa­ cram entales. 29— In troduce la alegoría, dotando de carácter alegó­ rico a los m isterios de la E ucaristía. 3’— Lleva a la perfección la obra de Lope, -fijando de­ finitivam ente el género dram ático, que caracteriza a sus obras. 49— N o se ap a rta de la tradición del teatro español. L a aceptó tal como existía som etiéndolo a un trab a jo depu­ rad o r, perfeccionando la técnica dram ática. 59— R ealiza un teatro elevado, de grandes ideas y con­ ceptos teológicos, apartándose de la trivialidad. 69— Crea un teatro subjetivo, llegando a la idealiza­ ción de los personajes y creando un m undo ideal y abrtracto p or encim a de lo real y hum ano. 7°— F ortalece el concepto' del honor en una concepción propia, calderoniana. T erm inam os este panoram a del teatro español hasta fines de la E d ad de O ro, refiriéndonos a dos d ra m a tu r­ gos de la época de C alderón, de m enos valor que é s te : F ra n ­ cisco de R o jas Z orrilla y A gustín M oreto. E l principio calderoniano del h onor adquiere en R o­ ja s Z orrilla una interpretación nueva. E s la m u jer la lla­ m ada a vengarlo. E n sú obra “ N o hay burlas con las m u­ jeres o casarse y vengarse” la m u jer A rm inda m ata a un galán que la abofeteó. Pueden resum irse así los rasgos m ás salientes de R o ­ jas Z o rr illa : : i 9 Su teatro es de caracteres. 29 C ultiva con igual m aestría la trag ed ia y la comedia. 39 Le da una gran GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 323 im portancia al elem ento picaresco. 4’ Sobresale en las co­ medias de costum bres. A gustín M oreto, finalm ente, fué el d ram atu rg o de gus­ to m ás refin ad o y de sensibilidad m ás p a re ja de su época-. Su obra no presenta el aspecto im ponente, m onum ental de la obra de C alderón; es un pequeño ja rd ín bien cultivado. Su com edia m ás fin a es “ E l desdén con el desdén” . Juan del Encina E gloga representada la m esm a noche de A n tru e jo o C arnestolendas; adonde se introducen los pastores, llamados B eneito y B ras, L loriente y Pedruelo. Y prim ero Beneito entró en la sala adonde el D uque y D uquesa (de A lb a), estaban, y tendido en el suelo, de gran reposo comenzó a cen ar; y luego B ras, que ya había cenado, entró diciendo: “ C arnal fu e ra ” ; m as im portunado por Beneito, tornó otra vez a cenar con él, y estando cenando y razonándose sobre la venida de C uaresm a, en traro n L loriente y Pedruelo, y codos cuatro juntam ente, com iendo y cantando con m ucho placer, dieron fin a su festejar. BRAS ¡C arnal fu era! ¡C arnal fu era! B E N E IT O E spera, espera, que aún no estoy repantigado. ( i ) BRAS ¡Y a estoy tan ancho, Dios loado! B E N E IT O A ún som era tengo mi gorgom illera. BRAS H id ep erra, ¡ quién pudiera com er m á s ! B E N E IT O Siéntate, siéntate, B ras; come un bocado siquiera. BRAS N o me cum pre, ju ro a m í; ya comí tanto, que ya estoy tan ancho que se me rehincha el pancho. (2 ) B E N E IT O Sienta tí. BRAS Pues me acusas, hem e aquí. ¿Q ué tienes de com er? Di. B E N E IT O B uen tocino, y aqueste barril con vino del m ejor que nunca vi. BRAS P ues daca, (3 ) daca, com amos y bebamos. M uera g ata y m uera harta. A parta, Beneito, aparta, que quepamos por que bien nos estendam os. B E N E IT O Estiéndete, Bras, y hayam os gran solaz, hoy qu’es san Gorgom ellaz, que así hacen nuestros amos. BRAS N uestros am os ya han cenado bien chapado. (4 ) B E N E IT O Y aun h asta traque restraque. (5 ) BRAS Q uien me diese agora un baque, ( ¡ m al p ec ad o ! diéseme por reventado. B E N E IT O Calca, calca buen bocado. BRAS N o me cabe. B E N E IT O ¡H id ep erra, y cómo sabe esto que está co llo ra d o ! Come, come, come, com e; no nos tom e la C uaresm a rellanados. (7 ) H arvem os estos bocados. BRAS A unque asome, no tem o que me deslióme. B E N E IT O M ía fe, B ras, a mi espantóm e de tal suerte, que, aunque cenemos m uy liuerte, ju ró te que ella nos dome. V IL L A N C IC O H o y com am os y bebamos y cantem os y holguem os, que m añana ayunarem os. P o r honra de San A n tru ejo parém onos hoy bien anchos, em butam os estos panchos, recalquem os el pellejo. Que costum bre es de concejo que todos hoy nos hartem os, que m añana ayunarem os. H onrem os a tan buen santo, porque en ham bre nos a c o rra ; com am os a calca porra, que m añana hay g ra n quebranto. Com am os, bebam os tan to hasta que nos reventem os, que m añana ayunarem os. Bebe, B ras; m ás tú, B eneito; beba P edruelo y L loriente; bebe tú prim eram ente ; quitarnos has dese preito. E n beber bien m e deleito; daca, daca, beberemos, que m añana ayunarem os. NOTAS (1 ) r e p a n tig a r s e : a rr e lle n a rs e en e l a sie n to . (2 ) r e h in c h a r el p a n c h o : lle n a rs e e n d e m a s ía la p an z a. (3 ) p u e s d a c a d a c a : v o z c o m p u e s ta d e v e rb o y a d v e rb io . D a o d a m e a c á ; daca tu d in e r o ; a n d a r al d ac a y to m a , a n d a r e n d a re s y to m a re s . ( 4 ) b ie n c h a p a d o . B a s ta n te , h a r to s . • (5 ) a to d o tiem p o . (6 ) b a q u e — g o lp e . ( 7 ) re lla n a d o s — llen o s. TORRES NAHARRO Comedia soldadesca i Introito y argumento Dios m antenga y rem antenga m ia fe, a cuantos aquí estáis, y tan to pracer os venga como creo que deseáis. ¿Q ué hacéis? A postá que más de seis estáis el ojo tan luengo, ( i ) y entiendo que no sabréis adevinar a qué vengo. Y a mi ver, ¿qué decís? 328 PEREDA VALDES — FU SCO SA N SO N E T odo cuanto presum ís es un aire loco y vano. ¿V eis? A quí todos venís ascuchar (2 ) este villano. ¡ B o b arro n es! (3 ) Oue cegáis con presunciones, y vivís todos ascuras ,(4) ; que Dios reparte sus dones p o r todas las creaturas. Y ansí siento que reparte con tal tiento las m ercedes su grandeza, que dió a m í en contentam iento m ás que a otros en riqueza. P ues pobretos, ¿Q ué queréis vivir sujetos al m undo y a su cebico? Q ue en mi tierra los discretos al contento llam an rico. P o r probar, h o ra os quiero p re g u n ta r: ¿Q uién duerm e m ás satisfecho? ¿Y o de noche en un p ajar, o el P ap a en su rico lecho? (5 ) Y o diría qu’él no duerm e todavía con m il cuidados y e n o jo s ;' yo recuerdo a medio día, y aún no puedo ab rir los ojos. M as verán, que dais al P ap a faisán, y no come d ’él dos gran o s; yo tras los ajos y el pan me quiero engollir las m anos. T odo cabe; m as aunque el P apa me alabe sus vinos de gran natío, (6 ) menos cuesta y m ejor sabe el ag u a del dulce río. Y o, villano, vivo m ás tiem po y m ás sano y alegre todos mis días. G U IA DK L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS 329 Vos, señores, vivís en m uchos dolores y sois ricos de m ás penas, y coméis de los sudores de pobres m anos ajenas (7 ) . C o n cru sió n : (8 ) pues os dem ando perdón m e los debéis conceder, y pues hu mi intinción venir a daros pracer. Y será, que una com edia verná la Soldadesca llam ada; sabed que no fa lta rá de graciosa o desgraciada. Si atendéis, mil cositas llevaréis no sé si bien o rd e n a d a s; y porque m ejor notéis se parte en cinco jo rn ad as ( 9 ) . NOTAS (1 ) lu e n g o — largo. (2 ) a s c u c h a r — e s c u c h a r. ( 3 ) b o b a rro n e s — bo b o s. ( 4 ) a s c u ra s — o s c u ra s > (5 ) E l P a p a e n s u ric o lecho. E r. T o rre s N a h a r r o se e n c u e n tr a n ejem p lo s d e la s á tir a p re r re fo r m is ta com o e n e s te v e rso d o n d e c e n su ra las r iq u e z a s del P a p a . (6 ) v in o d e g r a n n a t í o : v in o n a tu r a l. (7 ) S e o b s e rv a a q u í u n p rin c ip io de c r ític a so cial. (8 ) c o n c ru s ió n — co n c lu sió n . ( 9 ) s e p a r te en cinco jo rn a d a s . T o r r e s N a h a rro d iv id ió la s c o m e d ia s en 5 jo r n a d a s ; L,ope d e V e g a , m á s ta rd e , la s re d u jo a 3. Lope de Rueda Paso muy gracioso, en el cual se introducen las personas siguientes: Tontvio, simple v iejo; Agueda de Toruégano, su m ujer; Mcncigüela, su hija; A lo xa , vecino Toritvio .— ¡V álam e Dios y que tem pestad ha hecho desdel requebrajo ( i ) del m onte acá, que no parescia sino quel cielo se quería h u n d ir y las nubes venir ab ajo ! Pues decí a g o ra : ¿qué os terná aparejado de com er la señora mi m u­ je r? ¡A sí m ala rabia la m ate! ¿O islo? ¡M ochacha, M encigiiela! Si todos duerm en en Zam ora. ¡A gueda de T oruégano! ¿O islo? Mencigüela.— ¡Jesús, padre! ¿Y habéisnos de quebrar las puertas? Toruvio. — ¡M irá qué pico, m irá qué pico! ¿Y adonde está v uestra m adre, señora? Mcncigüela.— A llá está, en casa de la vecina, que le ha ido a y u d ar a coser unas m adej illas. Toruvio. — ¡M alas m adej illas vengan p o r ella y p o r vos! A n d ad y llam alda. Agueda. — Ya, ya, el de los m isterios; ya viene de h a­ cer u n a n egra carguilla de leña, que no hay quien se averigüe con él. Toruvio. — S í; ¿carguilla de leña le paresce a la señora? J u ro al cielo de Dios que éram os yo y vuestro ah ijad o a carg ab a y no podíam os. Agueda. — Y a, noram ala sea, m arido, ¡y qué m ojado que v e n ís ! Toruvio. — V engo hecho una sopa dagua. M u jer, por vida vuestra, que me déis algo de cenar. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERNOS OOl A gueda .— ¿Y o qué diablos os tengo de dar, si no ten­ go cosa n in guna? M eneigüela.— '¡Jesús, pacire, y qué m o jad a que venía aquella le ñ a ! Toruvio. — Sí, después d irá tu m adre ques el alija. Agueda. — C orre, m ochadla, adrézale un p ar de hue­ vos p ara que cene tu padre, y hazle luego la cama. Y os aseguro m arido, que nunca os acordé de p lan tar aquel re­ nuevo de aceitunas que rogué que plantásedes. Toruvio .— ¿P ues en qué me lie detenido sino en plantalle com o me rogastes? Agueda. — C allad, m arido, ¿y dónde lo plantastes? Toruvio. — Allí, ju n to a la higuera breval, adonde, si se os acuerda; os di un beso. M eneigüela.— P adre, bien puede e n tra r a cenar, que ya está adrezado todo. Agueda. — M arido, ¿no sabéis qué he pensado? Q u t aquel renuevo de aceitunas que plantastes hoy, que de aquí a seis o siete años llevará cu atro o cinco hanegas (2 ) de aceitunas, y que poniendo plantas acá y plantas acullá, de aquí a veinticinco o trein ta años, tem éis un olivar hecho y drecho ? Toruvio .— Eso es la verdad, m ujer, que no puede d ejar de ser lindo. A gueda.— M irá, m arid o ; ¿sabéis qué he pensado? Que yo cogeré la aceituna y vos la acarraréis con el asnillo, y M eneigüela la venderá en la plaza. Y m ira, m ochadla, que te m ando que no me des m enos el celemín de a dos reales castellanos. Toruvio .— ¿Cóm o a dos reales castellanos? ¿N o veis ques cargo de conciencia y nos llevará al asm otazen cadaldía la pena, que basta pedir a catorce o quince dineros por ce­ lemín ? Agueda. — Callad, m arido, ques el veduño de la casta de los de Córdoba. Toruvio .-— Pues aunque sea de la casta de los de C órdo­ ba, basta pedir lo que tengo dicho. A gueda .— O ra no me quebréis la cabeza. M ira, m ochacha, que te m ando que no las des m enos el celem ín de a dos reales castellanos. Toruvio .— ¿Cóm o a dos reales castellanos? V en acá m ochadla, ¿a cómo has de pedir? \UKJC* Mcncigüela .— A com o quísiéredes, padre. Toruvio. —-A catorce o quince dineros. M cncigüela .— Así lo haré, padre. A gueda .— ¿Cóm o "así lo haré, p ad re” ? Ven acá m o­ ch ad la, ¿a cómo has de pedir? Mcncigüela. — A como m audáredes, m adre. Agueda. — A dos reales castellanos. Toruvio. — ¿C óm o a dos reales castellanos? Y os p ro ­ m eto que si no hacéis lo que yos m ando, que os tengo de d ar m ás de doscientos correonazos. ¿A cómo has de pedir? M encigüela .— A como decís vos, padre. Toruvio. —«A catorce o quince dineros. Mencigüela.— Así lo haré, padre. Agueda. — ¿Cóm o “ así lo haré, p ad re” ? T om á tom á, liacé lo que yos m ando. Toruvio. — D ejad la m ochadla. Mcncigüela.— ¡A y, m ad re; ay, padre, que me m ata! A lo sa . — ¿Q ués esto, vecinos? ¿ P o r qué m altratáis an ­ sí la m ochacha? Agueda. — ¡ Ay, s e ñ o r! E ste m al hom bre que me quiere d ar las cosas a m enor precio y quiere echar a perder mi ca­ sa ; ¡ unas aceitunas que son como n u ec es! Toruvio. — Y o ju ro a los huesos de mi linaje que no son ni aun como piñones. Agueda. — Sí son. Toruvio. — N o son. A lo x o .— O ra, señor vecino; hacem e tam año placer que os entréis allá dentro que yo lo averiguaré todo. Agueda. —¡Averigüe o póngase todo del quebranto. A lo xa , — Señor vecino, ¿qué son de las aceitunas? Sacaldas acá fuera, que yo las com praré, aunque sean veinte hanegas. Toruvio. — One no, señor ; que 110 es desa m anera que vuesa m erced se piensa, que no están las aceitunas aquí en casa, sino en la heredad. A lo xa , — Pues traeldas aquí, que las com praré todas al precio que ju sto fuere. Mencigüela,—A dos reales quiere mi m adre que se vendan el celemín. A lo xa , — C ara cosa es esa. Toruvio. — ¿N o le paresce a vuesa m erced? Mcncigüela.— Y mi padre a quince dineros. G U IA DÉ LE C T U R A S DÉ A U TO RÉ S C L A S IC O S Y M O DÉRN O S 533 A lo s a .— T en g a yo una m uestra dellas. Toruvio .— ¡V álam e Dios, señor! V uesa m erced no me q uiere entender. H oy he plantado yo un renuevo de aceitu­ nas, y dice mi m jer que de aquí a seis o siete años llevará cu atro o cinco hanegas de aceituna, y quella la cogería, y que yo la acarrease, y la m ochadla la vendiese, y que a fu e r­ za de dreclio y la había de pedir a dos reales por cada cele­ m ín ; yo que no y ella que sí, y sobre esto ha sido la quistión. A lo xa . — ¡O h, qué graciosa quistión! N unca tal se ha visto. L as aceitunas no están plantadas y ¿ha llevado la m ech a d la tarea sobre ellas? M eneigüela .— ¿Q ué le paresce, señor? Toruvio .— N o llores, rapaza. L a m ochadla, señor, es com o un oro. O ra andad, h ija, y ponedm e la mesa que yos prom eto de hacer un sayuelo de las prim eras aceitunas que se vendieren. A lo xa , — A hora, andad vecino, entraos allá adentro y tened paz con vuestra m ujer. Toruvio. — Adiós, señor. A lo x a .— O ra por cierto; ¡Q ué cosas vemos en esta vida que ponen esp a n to ! L as aceitunas 110 están plantadas, ya la habernos visto reñidas. R azón será que dé fin a mi em ­ bajada. NOTAS R e q u e b ra jo •*— h e n d e d u ra . H a n e g a s — p o rc ió n re d u c id a de te r r e n o # Félix Lope de Vega Carpio ( 1562- 1634 ) La vida de Lope de V ega es una m adeja de aventuras, de audacias inauditas, de éxitos continuados, de grandezas y m iserias. N ace en M adrid el 25 de N oviem bre de 1562 y M adrid será su ciudad favorita. E m pieza por ca n ta r en un extenso poem a a su patrono, S an Isidro labrador. Su vida está estrecham ente vinculada a toda su obra. E stu d ia de niño en el colegio de los T eatinos y después en el de los jesuítas. P o r el año de 1577 cursa estudios en Alcalá. E n su p rim era época com ienzan sus aventuras am orosas. Sus am ores con E lena O sorio son m otivo de fecunda inspira­ ción p ara Lope. E lena O sorio es la F ilis de sus poesías, y en “ L a D o ro tea” , no hace sino contarnos estos am ores n a ­ da edificantes. F ern an d o es Lope y don Bela, el C ardenal G ran v ela,'co rte jan te de la O sorio, y por consiguiente, rival de Lope. L a fam ilia O sorio se oponía a las relaciones de Lope con E len a por razones económicas. L a ru p tu ra fué la consecuencia de la oposición de la fam ilia O sorio. Lope se venga publicando v arias sátiras baju n as contra su ex am ante y su fam ilia. P o r ese m otivo fué procesado y más tard e condenado a un destierro de dos años fu e ra del reino. Después de cum plir la condena, se casa con Isabel de U rbina. E n 1588 se alista como soldado en la arm ad a inven­ cible. E n 1590 se traslad a a T oledo donde e n tra al servicio del D uque de A lba; en casa de éstos escribió “ L a A rcad ia” y unas cuantas com edias; sirve m ás tard e al Conde de L e­ ntos y en 1598 casa en segundas nupcias con J u a n a de G uardo, h ija de un abastecedor. S irve después al D uque de Sessa, de secretario y de alcahuete, y es aquí donde vemos la servidum bre y poca grandeza de Lope con sus cartas, G U IA DÉ L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 355 llenas de b aja zalema. Sirviendo a grandes, enam orando a m ujeres casadas, cum pliendo tercerías en am ores ajenos, tran sc u rre su larg a vida, llena de borrascas. Cree Lope en­ c o n tra r la tran quilidad en los hábitos, y se ordena sacerdote en 1614, pero no por eso deja de tentarle el dios del am or, pues en esa m ism a época andaba en am ores con Jerónim a de B urgos, la G erarda de sus poesías. E n el ocaso de su vida en tra en am ores con M arta de N evares Santoyo. T em ­ peram ento co n tradictorio fué el de Lope, en el cual parece desarrollarse una dram ática lucha entre sus instintos y . su afá n de eternidad y gloria, pero donde vence la vida y el am o r sobre la reflexión y la conciencia. Su obra, vastísim am ente co n struida con m ateriales hum anos, re fleja el d ra­ m a de su vida, y es no solam ente expresión de sus in stin ­ tos y sus pasiones, sino del alm a colectiva, del alm a nacio­ nal y del pueblo con su rudeza, su salud y su lozanía. E l 25 de A gosto de 1634 cayó enferm o de gravedad y m urió a los dos días cristianam ente en la ciudad de M adrid OBRAS Piezas cortas. — Com edias religiosas. — Comedias m itológicas. — Comedias sobre historia e x tra n je ra . — Comedias sobre historia clásica. — Comedias sobre historia o leyenda nacional. — Comedias pastoriles. — Com edias caballerescas. — Com edias tom adas de novelas. — Com e­ dias de enredo, de c o n te x tu ra novelesca. — Com edias de costum bres. — Novelas, dram as, poesías, etc. BIBLIOGRAFIA P érez de M ontalbán. F am a postum a a la vida y m uerte de Lope de V ega. — La D orotea, ed. A m éríco Castro. — R ennert y C astro. V ida de Lope de V ega. — M arcel Crayon. L ope de V ega. E d. Rieder. — W illiam F itcher. L ope de V eg a’s. — E l C astigo del D iscreto. In stitu to de las E spañas. — N ueva biografía de Lope de V ega, por Cayetano A. de. la B arrera. — F rancisco A . de Icaza. Lope de V ega, sus am ores y sus odios. — M enéndez. H ist. de las Ideas E ste en E spaña, t. I I I , pág. 449. — Lope de V ega. Poesías líricas. Ed. J. F . M ontesinos. — R im as c’lj Lope de V ega. E d. fascimil. — N ew Y ork. H u g o R ennert. T h e liíe of Lope de V ega. — M enéndez y Pelayo. E studios sobre el teatro de Lope de V ega. P ublicadas por 1a R eal A cadem ia. — Catálogo de las Comedias de Lope de V ega. P o r R ebbert y C astro. — T ra ta d o h istó ric a sobre el origen y progresos de la com edia y del histrionism o en E spaña. P o r C. Pellicer. M adrid 1804. — T ickncr. H isto ry o f Spanish L ittera tu re . Lo.11don. — Ed. crítica de Fouché Delbosc en la R evue H ispanique. Ed. B onilla y San M artín. 1916. — Ed. A. C astro (colección u niversal) (re ­ com endada). — O bras de Lope de V ega: Publicadas por. la Real Academ ia. #■ Peribañez y el Comendador de Ocaña A cto Primero. —- Sala en casa de Peribáñez, en Ocaña T R A G IC O M E D IA E S C E N A P R IM E R A P eribáñez y Casilda, de novios; Inés, de m ad rin a; el C ura C ostanza, M úsicos, L abradores y L abradoras IN E S L argos años os gocéis. COSTANZA Si son como yo deseo, casi inm ortales seréis. C A S IL D A P o r el de serviros, creo que m erezco que me honréis. CURA A unque no parecen m al, son .excusadas razones p ara cum plim iento igual, ni puede haber bendiciones que igualen con el misal. H a rta s os d ije : no queda cosa que deciros pueda el m ás deudo, el m ás amigo. G U IA DÉ L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S IN E S S eñor doctor, yo no digo m ás de que bien les suceda. CURA Espérolo en Dios, que ayuda a la gente virtüosa. Mi sobrina es m uy sesuda. P E R IB A Ñ E Z Sólo con no ser celosa saca este pleito de duda. C A S IL D A N o m e deis vos o casió n ; que en mi vida tendré celos. P E R IB A Ñ E Z P o r m í no sabréis qué son. IN E S Dicen que al am or los cielos le dieron esta pensión. CURA Sentaos, y alegrad el día en que sois uno los dos. P E R IB A Ñ E Z Y o tengo h a rta alegría en ver que me ha dado Dios tan herm osa com pañía. CURA Bien es que a Dios se a trib u y a ; que en el reiño de T oledo no hay cara como la suya. C A S IL D A Si con am o r pagar puedo, esposo, la afición tuya, de lo que debiendo quedas me estás en obligación. 337 338 PÉRÉDA VALDUS — FU SCO SA N SO N É P E R IB A S E Z Casilda, m ientras no puedas excederm e en afición, no con palabras me excedas. T oda esta villa de O caña poner quisiera a tus pies, y aun todo aquello que baña T a jo h asta ser portugués, entrando en el m ar de España. E l olivar m ás cargado de aceitunas m e parece m enos herm oso, y el prado que por el m ayo florece, sólo del alba pisado. N o hay cam uesa ( i ) que se afeite que no te rinda ventaja, ni rubio dorado aceite conservado en la tin aja, que me cause m ás deleite. N i el vino blanco im agino de cuarenta años tan fino como tu boca olorosa; que como al señor la rosa, le huele al villano el vino. Cepas que en diciem bre arranco y en octubre dulce mosto, ni m ayo de lluvias franco, ni por los fines de agosto la p arv a de trigo blanco, igualan a v er presente en mi casa un bien, que ha sido prevención m ás excelente p ara el invierno aterido y p a ra el verano ardiente. C ontigo, Casilda, tengo cuanto puedo desear, y sólo el pecho prevengo; en él te he dado lugar ya que a m erecerte vengo. V ive en él; que si un villano por la paz del alm a es rey, G U IA DÉ L E C T U R A S DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS que tú eres reina está llano, y a porque es divina ley, y ya por derecho hum ano. Reina, pues, que tan dichosa te h a rá el cielo, dulce esposa, que te diga quien te v e a : L a v en tu ra de la fea pasóse a Casida herm osa. C A S IL D A P ues yo ¿cómo te diré lo m enos que m iro en ti, que lo m ás del alm a fue? Jam ás en el baile oí son que m e bullese el pie, que tal placer me causase cando el tam boril sonase, p or m ás que el tam borilero chillase con el garguero y con el palo tocase, E n m añana de S an Juan nunca m ás placer me hicieron la verbena y arrayán, ni los relinchos me dieron el que tus voces me dan. ¿Cuál ad u fe (2 ) bien tem plado, cuál salterio te ha igualado? ¿Cuál pendón de procesión, con sus borlas y cordón, a tu som brero chapado? N o h ay pies con zapatos nuevos como ag rad an tus am ores; eres entre m il m ancebos h ornazo (3 ) en pascua de E ores con sus picos y sus huevos. P areces en verde prado to ro bravo y ro jo echado; pareces cam isa nueva, que entre jazm ines se lleva en az a fa te (4 ) dorado. Pareces cirio pascual y m azapán (5 ) de bautism o, 540 PEREDA VA LD E S — FU SCO SAN SON É con capillo de cendal, (6 ) y paréceste a ti mismo, porque no tienes igual. CURA E a, bastan los a m o re s; que quieren estos m ancebos b ailar y ofrecer. * P E R IB A Ñ E Z Señores, Pues no sois en am or nuevos, perdón. U N LABRADOR A m a h asta que adores. ( Cantan los músicos y bailan los labradores y labradoras ) M U S IC O S Dente parabienes el m ayo garrido, los alegres campos, las fuentes y ríos. Alcen las cabezas los verdes alisos. (7 ) y con fru to s nuevos alm endros floridos. E chen las m añanas, después del rocío, en espadas verdes guarnición de lirios. Suban los ganados p or el m onte m ism o que cubrió la nieve, a pacer tomillos. (F o lia ) (8 )' Y a los nuevos desposados eche Dios su bendición; parabién les den los prados, pues hoy para en uno son. ( Vuelven a danzar ) M ontañas heladas G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M ODERN OS 3 4 1 y soberbios riscos, antiguas encinas y robustos pinos, dad paso a las aguas en arroyos limpios, que a los valles bajan de los hielos frío s. C anten ruiseñores, y con dulces silbos sus am ores cuenten a estos verdes m irtos. F abriquen las aves con nuevo artificio p ara sus hijuelos am orosos nidos. (F o lia ) Y a los nuevos desposados eche Dios su bendición; parabién les den los prados, pues h o y -p a ra en uno s o n . ( Suena adentro gran ruido ) NOTAS (1 ) c a m u e s a : fru to del c a m u e so , v a rie d a d del m a n zan o . ( 2 ) ad u fe — p an d e ro . ( 3 ) h o rn a z o : ro s c a o to r t a g u a rn e c id a de h u ev o s co cid o s ju n ta m e n te co n ella e n el h o rn o , ta m b ié n es a g a sa jo q u e e n los lu g a re s h a c e n los v e c in o s a l p r e ­ d ic a d o r q u e h a n te n id o en la c u a re sm a , el d ía de P ascua. ( 4 ) a z a f a te : c a n a stillo te jid o d e m im b re s , llan o y c o n b o rd e d e p o ca a ltu r a . (5 ) m a z a p á n : p a s ta h e c h a co n a lm e n d ra s m o lid a s y a z ú c a r c o c id a a l h o rn o . (6 ) ca p illo de c e n d a l: c u b ie rta o p a ñ o co n q u e se c u b r ía la o fre n d a d e p a n q u e s e h a c ía a la I g le s ia . ( 7 ) lo s v e rd e s a lis o s : A rb o l b e tu lá c e o con tro n c o ro llizo , c o rte z a p a rd u s c a , h o ja s alg o v isc o sa s, flo re s b la n c a s y fr u to s ro jiz o s . L a m a d e ra de e s te á r b o l es m u y b la n c a y d u ra , s e em p le a en la c o n s tru c c ió n d e in s tr u m e n to s m u sic a le s, v a rilla s de a b a n ic o s , e tc . ( 8 ) F o l i a : ta ñ id o y m u d a n z a de u n b a ile e s p a ñ o l q u e s o lía b a ila r u n o so lo co n c a sta ñ u e la s. E¡s, ta m b ié n , u n b a ile p o r tu g u é s d e g r a n ru id o . COMENTARIO E scena prim era del acto prim ero. Sala en casa de P eribáñez en O caña. P ersonajes que intervienen en esta escena: P E R IB A Ñ E Z , hon­ rado lab rad o r de la villa de O caña. C A S IL D A , su prom etida, tam ­ bién labradora. IN E S , la m adrina de la boda. U N C U R A . C O N S T A N - 342 PEREDA VAI.DÉS — EUSCO SAN SON E Z A , am iga de Casilda. E l coro lo integran m úsicos, labradores y lab ra ­ doras. L a escena tiene el carácter de un gracioso epitalam io con gran sa-. bor popular. E l diálogo entre P eribañez y Casilda es un con trap u n to am o­ ro so de ternuras, en el cu al las com paraciones en su lenguaje popular son adecuadas a los personajes. L a escena está siem pre anim ada de vida y es de una inspiración fresca y espontánea. L a vida y las)costumbres, de los labradores aparece con teda su realidad fu e rte y sana, robusta y1 verdadera. N ada hay de artificioso, ni de culterano. A quí se m u estra el verdadero Lope con todo su poder de creación y de objetividad. Los. labradores ofrecen la alegría de la música, con sus cantos y su folia. L a canción que L ope pone en boca de los labradores es de legitim o cuño popular y posee un ex tra o rd in a rio valor folklórico. L a com paración que hace C asilda de las virtudes de P eribañez con alim entos caseros tienen el arom a del pan recién sacado del horno. N o se le ocurre a la cam pesina otras com paraciones para su am ado que lla m a rle : “toro bravo y ro jo echado; pareces cam isa nueva, que entre jazm ines se lleva” y m azapán de bautism o con capillo de cendal” . » B ie n distintas de las que usa la Sulam ita — tam bién pastora — para llam ar de diferentes m aneras a su amado. A quéllas son, m ás r e fi­ nadas, m ás c u lta s ; éstas son rústicas, naturalistas, com o cabe a una campesina y a un campesino. E S C E N A V II. — A C T O II B artolo, C haparro. — Llórente, M endo LLORENTE M uesam a acude a la puerta. A n d ará dándonos prisa, por no estar aquí su dueño. BARTOLO A l alba he de haber segado todo el repecho del prad o . CH A PA RR O Si diere licencia el sueño, — B uenas noches os dé Dios, M endo y Llórente. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C LA SIC O S Y M O DERN O S 343 M ENDO E l sosiego no será m ucho, si luego habernos de an d a r los dos con las hoces a destajo, ( i ) aquí m anada, aquí corte. CH A PA RR O Pardiez, M endo, cuando im porte, bien luce el ju sto tra b a jo . Sentaos, y antes de dorm ir, o cantem os o contem os algo de nuevo, y podrem os en esto nos d iv ertir. BARTOLO ¿T an dorm ido estáis, L lórente? LLORENTE P ardiez, B artolo, que quisiera que en un año am aneciera cuatro veces solam ente. E S C E N A X X r. — A C T O II M endo, B artolo, L lórente y otros segadores, d en tro . — Peribáñez M ENDO ( D entro ) D ate m ás priesa, B arto lo ; m ira que la noche baja, y se va a poner el sol. BARTOLO ( D entro ) Bien cena quien bien tra b a ja , dice el re frá n español. U N SEG A D O R (D entro ) E chóte u n a pulla, A n d ré s : que te bebas m edia azum bre, ( i ) O TRO SEGA DOR ( D entro ) E cham e o tras dos, Ginés. P E R IB A Ñ E Z ^ T odo me da pesadum bre, todo mi desdicha e s . M ENDO (Dentro) C anta, L lórente, el cantar de la m u jer de m uesam o. (2 ) P E R IB A Ñ E Z ¿Q ué tengo m ás que esperar? L a vida, cielos, desamo. ¿Q uién m e la quiere q u itar? LLORENTE ( Canta dentro ) L a m u je r de P eribáñez herm osa es a m arav illa; el C om endador de O caña de am ores la requería. L a m u jer es virtüosa cuanto herm osa y cuanto lin d a; m ientras P edro está en Toledo desta suerte re sp o n d ía : “ M ás quiero yo a Peribáñez con su capa la pardilla, que no a vos, C om endador, con la vuesa guarnecida.” P E R IB A Ñ E Z N otable aliento he cobrado con oír esta cación, porque lo que éste ha cantado las m ism as verdades son que en mi ausencia habrán pasado. ¡O h cuánto le debe al cielo quien tiene buena, m u je r! — Q ue el jo rn a l dejan recelo. A quí m e quiero esconder. ¡O ja lá se abriera el suelo! Q ue aunque en gran satisfacción, Casilda, de ti me pones, pena tengo con razón, porque h onor que an d a en canciones tiene dudosa o p in ió n . ( Vase) . I NOTAS (1 ) co n la s h oces a NOTAS (1 ) a z u m b re: 16 m ililitro s^ DE LA ESCENA d e s ta jo : DE m e d id a LA de sin V II. — d escanso ESCENA y 2.o A C T O a p risa . X X I. — c a p a c id a d p a ra 2.o A C T O litro s , e q u iv a le n te a dos litr o s COMENTARIO E scena X X I. D e n tro : M E N D O , B A R T O L O , L L O R E N T E y otros segadores. F u e r a : Peribañez. P eribáñez que había sido nom brado capitán al mando de cien la ­ bradores por el Com endador de O caña con cargo de ir donde el Rey. ordenara, pretex to que aprovecha el C om endador p a ra a le jar a P e r i­ báñez, cum pliendo órdenes reales, vuelve de su m isión, y al pasar por la casa de unos labradores oye una canción. E lla se re fie re a su m u jer, Casilda, requerida de am ores por el Com endador. A cuyas instancias ella c o n te s ta : “M ás quiero yo a P eribáñez con su capa la pardilla, que no a vos Com endador con la vuesa guarnecida. P erib áñ ez se siente re co n fo rtad o al oírla. Lo que los labradores cantan, las m ismas verdades son. ¡ O h, cuánto le debe al cielo quien tiene buena m u je r! — exclam a — pero al m ism o tiempo la duda le a sa lta : ¡O ja lá se abriera el suelo! — porque el honor que anda en can­ ciones—tiene dudosa opinión” . y 346 PEREDA VALDES — E U SCO S A N SO N E E S C E N A X X V II. — A C T O I I I Peribáñez, de labrador y con capa la rg a ; Casilda. — Dichos P E R IB A Ñ E Z Dame, gran señor, tus pies. REY H abla, y no estés de rodillas. P E R IB A Ñ E Z ¿Cómo, señor, puedo hablar, si me ha faltad o la habla y turbado los sentidos después que m iré tu cara ? P ero siéndom e forzoso, con la ju sta confianza que tengo de tu justicia, com ienzo tales palabras. Y o soy Peribáñez. REY ¿Q uién? P E R IB A Ñ E Z P eribáñez, el de O caña. REY M atadle, guardas, m atadle. R E IN A N o en mis o jo s. Teneos, g u a rd a s. REY Tened respeto a la Reina. P E R IB A Ñ E Z Pues ya que m atarm e m andas, ¿no me oirás siquiera, Enrique, pues Justiciero te llam an? . G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S R E IN A Bien d ic e : oilde, señor. REY Bien decís; no me acordaba que las partes se han de oír, y m ás cuando son tan flacas, — pro sig u e. P E R IB A Ñ E Z Y o soy un hom bre aunque de villana casta, lim pio de sangre, y jam ás de hebrea o m ora m anchada. F u i el m ejo r de mis iguales, y en cuantas cosas trata b an me dieron prim ero voto, y tru je seis años vara, ( i ) Caséme con la que ves, T am bién limpia, aunque villana; virtuosa, si la h a visto la envidia asida a la fam a. E l com endador F adrique, de vuesa villa de O caña señor y com endador, dió, com o m ozo, en am arla. F ingiendo que por servicios, honró m is hum ildes casas de unos reposteros, que eran cubiertas de tales carg as. D ióm e un p ar de m uías b u e n a s. . . m as no ta n b u e n a s; que sacan este carro de mi h o n ra de los lodos de mi in fam ia. Con esto intentó u n a noche, que ausente de O caña estaba, fo rzar mi m u je r; m as fuése con la esperanza b u rlad a . V ine yo, súpelo todo, y de las paredes b ajas , quité las arm as, que al toro pudieran servir de capa. 347 548 PEREDA VAEDES — PU S C O SAN SON É A dvertí m ejo r su in ten to ; m as llam óme una m añana, y díjom e que tenía de vuestras altezas cartas p a ra que con gente alguna le sirviese esta jo rn a d a ; en fin, de cien labradores me dió la valiente escu ad ra. ( a ) Con nom bre de capitán salí con ellos de Ocaña, y como vi que de noche era mi deshonra clara, en una yegua a las diez de vuelta en mi casa estaba; que oí decir a un hidalgo que era bienaventuranza tener en las ocasiones dos yeguas buenas en casa. (3 ) H allé mis puertas rom pidas y mi m u je r destocada, (4 ) como corderilla simple que está del lobo en las g a rra s. D ió voces, llegué, saqué la m ism a daga y espada que ceñí p a ra servirte no p ara tan triste h azañ a; paséle el pecho, en entonces dejó la cordera blanca, porque yo, como pastor, supe del lobo q u itarla. V ine a Toledo, y hallé que por mi cabeza daban mil escudos, (5 ) y así, quise que mi C asilda me tra ig a . H azle esta m erced, señor; que es quien ag o ra la gana, porque viuda de mí, no pierda prenda tan alta. REY ¿O ué os parece? G U IA DE LE C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S R E IN A Q ue he llorado; que es la respuesta que basta p a ra ver lo que no es delito, sino v alo r. REY ¡ Cosa e x tr a ñ a ! ¡Q ue un lab rad o r tan hum ilde estim e tan to su f a m a ! ¡V ive Dios, que no es razón m atarle! Y o le hago gracia de la v id a. . . M as ¿qué digo? E sto ju stic ia se llam a. Y a un hom bre deste valor le quiero en esta jo rn a d a p or capitán de la gente m ism a que sacó de O caña. D en a su m u je r la renta, y cúm plase mi palabra, y después desta ocasión, p ara la defensa y g u a rd a de su persona, le doy licencia de tra e r arm as defensivas y ofensivas. P E R IB A Ñ E Z Con razón todos te llam an don E n riq u e el Ju sticiero . R E IN A A vos, labradora honrada, os m ando de mis vestidos cuatro, porque andéis con galas siendo m u je r de soldado. P E R IB A Ñ E Z Senado, con esto acaba la tragicom edia insigne del C om endador de O caña. 3 49 PE R E B A VALDES — 350 EUSCO SA N S O N E NOTAS (1 ) (2 ) p a ñ ía d e (3 ) (4 ) (5 ) v a r a : in s ig n ia d e ju ris d ic c in e s c u a d r a : “ se llam a e n la o rd e n a n z a co n su c a b o ” . — ro m p id a s : r o ta s . d e s to c a d a : q u ita r o d e s h a c e r e s c u d o s : m o n e d a antigua-. ' i de u n a lc a ld e o m in is tro d e ju s tic ia . m ilic ia c ie rto n ú m e ro de s o ld a d o s en D icc . d e A u to rid a d e s . com ­ el to c ad o . COMENTARIO E scena X X V I I del acto I I I . — P erso n ajes en escena: P E R IB A Ñ E Z , de labrador y con capa la r g a ; C A S I L D A ; Dichos. P eribáñez relata al Rey en defensa de su hónor conyugal toda la historia de su desdicha. Peribáñez le ha quitado la vida al C om endador de O caña y puesta a precio su cabeza se presenta ante el rey D on E n ­ rique I I I , el Doliente. Le habla con un tono elocuente y verdadero. H ace valer sus derechos. P o n e fren te a frente, com o en “F u e n te O vejuna” , “E l m ejor A lcalde el R ey” , 'E l A lcalde de Zalam ea”, las dos potencias rivales: el pueblo, vejado, desconocido en suá derechos y los nobles, caprichosos, inhum anos, b árbaros, sintiéndose fu ertes por el am paro de sus fueros. E l Rey es el llamado a decidir. E sta vez — lo c o n tra rio de la actitud real en “L a E strella de Sevilla” — Lope coloca al R ey en su posición de á rb itro , dándole la razón a Peribáñez y favoreciéndole con el grado de capitán. “P e rib áñ ez” es uno de los m ejores dram as sociales de L ope de V ega. E n él abundan las escenas populares, las fiestas y danzas de labradores. Lope, gran conocedor de las costum bres populares, prodiga las tintas pin­ torescas, las escenas alegres y anim adas, con las alternativas1 de la pasión, del am or y los celos, ambos sentim ientos ta n adm irablem ente estudiados en todas sus com edias. N o hay en esta tragicom edia un m ovim iento de .masas, una acción revolucionaria de conjunto1 com o en “F uente O v eju n a”. L a rebelión está representada aquí por la quisquillosa reacción del honor de un labrador que se cree con tanto derecho a ella, com o cualquier noble ofendido. Cos­ tum bre pcco frecuente en la época cuando el rey exclam a: “Cosa e x tr a ñ a ! ¡ ¡ que un labrador tan hum ilde estim e tanto su fam a 1” , Fuente Ovejuna E S C E N A X II . — A C T O I El C om endador — Frondoso COM ENDADOR ¡ Oh, mal haya el hom bre loco, que se desciñe la espada! Que, de no espantar m edroso la caza, me la quité. FRO N D O SO Pues pardiez, Señor, si loco. L a nuez, que os he de apiolar ( i ) COM EN DADOR Y a es ida, infam e, alevoso. S uelta la ballesta (2 ) luego. Suéltala, villano. FRO N D O SO ¿ Cómo ? Q ue m e quitaréis la vida . Y advertid que am or es sordo, Y que no escucha palabras El día que está en su tro n o . COM ENDADOR Pues ¿la espalda h a de volver U n hom bre tan valeroso A un villano? T ira, infam e, 352 PEREDA VALDES — FU SCO SANSON E T ira, y g u á rd a te : que rom po L as leyes de caballero. FRO N D O SO E so no. Y o m e conform o con mi estado, y pues me es G u ard ar la vida forzoso, con la ballesta me voy. ( V ase ) . 7. COM ENDADOR ¡ P eligro ex tra ñ o y notorio ! M as yo tom aré venganza Del ag rav io y del estorbo. ¡O ué 110 ce rra ra con él! ¡Vive el cielo que me corro! NOTAS (1) (2 ) a p io la r — fig . y fam . p r e n d e r, m a ta r. b a l le s ta : a rm a p a ra d is p a r a r fle ch as, s a e ta s y b o d o q u es. COMENTARIO E scena X II, del acto I. — P e rso n a je s: E L C O M E N D A D O R y F R O N ­ D O SO . F rondoso, el prom etido de L aurencia, am enaza al Com endador con lina ballesta. E l C om endador lo am enaza con quitarle la vida y lo ha< de cumplir. N o quiere m edir su espada con el villano, por no rom per las leyes de caballero, que prohibían al villano batirse con el señor. Su venganza es m ás e x p ed itiv a : la horca. T a l era el procedim iento que usa­ ban los señores para lim piar agravios y vengar ofensas, cuando tenían poder, como en el caso de este C om endador que es dueño y señjor de vidas y honras en “F u e n te O v eju n a”, el pueblecito que parece llevar tai nom bre por la m ansedum bre de sus m oradores, dóciles como ovejas a los caprichos del am o. P e ro las escenas finales nos dem o strarán que aquel pueblecito saldrá de su apatía para adoptar una actitud revolucionaria. E S C E N A V . — A C T O II E l C om endador, O rtuño, F lores COM ENDADOR ¿ Q ué os parece desta gente ? ORTUÑO No saben disim ular; G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U T O R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S Y no queréis escuchar E l disgusto que se siente. COM EN DADOR E stos ¿se igualan conm igo? FLORES Q ue no es aqueso igualarse. COM ENDADOR Y el villano ¿ha de quedarse con ballesta y sin castigo ? FLORES Anoche pensé que estaba A la p u erta de L aurencia, Y a otro, que su presencia Y su capilla im itaba, De o re ja a o re ja le di U n beneficio fam oso. COM EN DADOR ¿D ónde estará aquel F ro n d o so ? FLO RES Dicen que anda por ahí. COM EN DADOR ¡ P o r ahí se atreve a an d a r H om bre que m atarm e q u iso ! FLORES Com o el ave sin aviso, O como el pez, viene a d ar Al reclam o o al anzuelo. COM ENDADOR ¡ Q ue a un capitán cuya espada Tiem blan C órdoba y G ra n a d a . U n labrador, un m ozuelo P onga una ballesta al p ec h o ! E l m undo se acaba, F lo res. FLO RES Com o eso pueden am ores. 23 353 354 PEREDA VALDES — EUSCO SAN SON E ORTUÑO Y pues que vives, sospecho O ue gran d e am istad le debes. COM EN DAD OR Y o he disim ulado, O rtuño, Q ue si 110, de punta a puño, A ntes de dos horas breves, P a sa ra todo el lu g a r; Q ue h asta que llegue ocasión Al freno de la razón H a g o la venganza estar — ¿Q ué hay de P ascuala? FLORES Responde Que anda agora p o r casarse. COM ENDADOR ¿ H a sta allá quiere fiarse? FLORES E n fin, te rem ite donde T e p ag ará de contado. COM ENDADOR ¿Q ué hay de O lalla? ORTUÑO U n a graciosa R esp u esta. COM ENDADOR E s m oza briosa ¿ Cómo ? ORTUÑO Q ue su desposado A nda tras ella estos dias Celoso de mis recados, Y de que con tus criados A visitaba venías; P ero que si se descuida, E n tra rá s como p rim ero. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS 355 COM EN DAD OR ¡Bueno y a fe de caballero! P ero el villanejo cuida. ORTUÑO C uida y an d a p o r los aires COM ENDADOR ¿Q ué hay de Inés? FLO RES ¿C uál? COM ENDADOR L a de A n tó n . t FLO RES . P a ra cualquier ocasión T e ha ofrecido sus donaires. H áblela por el corral, P o r donde has de e n tra r si q u ie re s. COM EN DAD OR A las fáciles m ujeres Q uiero bien y pago m al. Si estas supiesen ¡O h F lores! E stim arse en lo que v a le n . . . FLO RES N o hay disgustos que se igualen A .c o n tra sta r sus fav o res. R endirse presto' desdice D e la esperanza del bien; M as h ay m ujeres tam bién P o rq u e el filósofo dice Q ue apetecen a los hom bres Como la fo rm a desea L a m a te ria ; y que esto sea Así, no hay de que te asom bres. COM EN DADOR U n hom bre de am ores loco H uélgase que a su accidente Se le rin d an fácilmente, 356 PfiRÉDA V A LD E S — ÍU S C O SANSON 0 M as después las tiene en poco; Y el camino de olvidar Al hom bre m ás obligado, E s haber poco costado L o que pudo desear. COMENTARIO E scena V del acto II. — P e rso n a je s : E L C O M E N D A D O R , Qf i TU Ñ O , FLO R ES. Lope de V ega nos presenta al C om endador en esta escena como un m ujeriego, una especie de T enorio sin pasión, que sólo desea quitarle la honra a las cam pesinas de F u en te O vejuna por odio de clase, para hum i­ llar a los villanos. F lo re s aparece com o su alcahuete, el que le tra e nuevas de tedas las m u jeres que corteja el C om ;ndador, unas fáciles y otras difíciles y algunas casi imposibles, com o L aurencia, la que tiene un concepto m ás firm e del honor y lo defiende con m ayor tesón. E l C om endador se expresa sobre los am ores fáciles a sí: “A las fáciles m ujeres Q uiero bien y pago mal. ■Si éstas supiesen! O h F lo res ! E stim arse en lo que v a le n ... Y m ás a d e la n te : “Y Al Es lo el camino de olvidar hom bre m ás obligado, haber poco costado que pudo desear." Despótico, m ujeriego, vanidoso y b ravucón: tal es el Com endador F em an d o Gómez, dueño y señor de F uente O vejuna, un c aracterística tipo de noble m edieval que los reyes utilizaron en sus luchas c o n tra los m oros, pero que re su lta un personaje m olesto, díscolo, como esos señores feudales que retardaban la unificación del reino. E l rey se aprovecha de ellos en sus g u e rra s por la unidad nacional y a su vez, aprovecha el descontento de los cam pesinos c o n tr a . los señores feudales para aniquilar el poder de éstos. D e ahí qué la fig u ra del rey aparezca en las com e­ dias de Lope de V ega como la fig u ra principal, dispensadora de justicia y de honores. E S C E N A II I . — A C T O I I I L aurencia (d e sm e le n a d a ). —■ Dichos L A U R E N C IA D ejadm e en tra r, que bien puedo, E n consejo de los hom bres; G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M ODERN OS Q ue bien puede una m ujer, Si no á d ar voto, á d ar voces. ¿Conoceism e ? ESTEBA N ¿N o es mi h ija ? , J U A N R O JO ¿N o conoces a L aurencia ? L A U R E N C IA V engo tal, Q ue m i diferencia os pone E n contingencia quien soy. ESTEBA N ¡H ija m ía! L A U R E N C IA N o m e nom bres T u hija. ESTEBA N ¿ P o r qué, mis ojos? ¿ P o r qué? L A U R E N C IA P o r m uchas razones, Y sean las principales, P orque dejas que me roben T iran o s sin que me vengues T raid o res sin que me cobres. A ún no era yo de F rondoso, P a ra que mej digas que tome Como m arid o venganza; Q ue aquí por tu cuenta corre; Q ue en tan to que de las bodas N o haya llegado la noche Del padre y no del m arido, L a obligación presupone; Q ue en tanto no me entregan 357 358 PEREDA VAEDES — l'U S C O S A N S O N E U n a jo y a aunque la compre, N o han de co rrer por m i cuenta L as g uardas ni los ladrones. Llevóm e de vuestros ojos A su casa F ern á n G óm ez: L a oveja al lobo dejasteis, Com o cobardes pastores. ¿Q ué dagas no vi en mi pecho? ¡ Q ué desatónos enorm es, Q ué palabras, qué am enazas, Y qué delitos atroces, P o r re n d ir mi castidad A sus apetitos to rp e s ! M is cabellos ¿no lo dicen? L as señales de los golpes ¿N o se ven aquí y la sangre? ¿V osotros sois hom bres nobles? ¿V osotros padres y deudos? ¿V osotros, que no se os rom pen L as entrañas de dolor D e verm e en tan to s dolores? O vejas sois, bien lo dice D e F u en te O vejuna el nombre. D adm e unas arm as a mí, Pues sois piedras, pues sois bronces, Pues sois jaspes, pues sois t i g r e s . .. T igres no, porque feroces Siguen quien roba sus hijos , M atando los cazadores A ntes que entren por el m ar, Y por sus ondas se arro jen . Liebres cobardes nacistes: B árbaros sois, no españoles. Gallinas, ¡vuestras m ujeres S u frís que o tro s hom bres gocen! Ponéeos ruecas en la c in ta : ¿ P a ra qué os ceñís estoques? ¡V ive Dios, que he de tra z a r Q ue solo m ujeres cobren L a h o n ra destos tiranos, L a sangre destos traidores, Y que os han de tira r piedras, G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C LA S IC O S Y M O DERN O S H ilanderas, m aricones, A m ujerados, cobardes, Y que m añana os adornen N uestras tocas y basquiñas ( i ) Solim anes (2 ) y colores! A F rondoso, quiere ya, sin sentencia, sin pregones, Colgar el C om endador De una alm ena de la t o r r e : De todos h ará lo m ism o; Y yo me huelgo, m edio-hom bres Porque quede sin m ujeres E sta villa ho n rad a y to rn e Aquel siglo de am azonas ( 3 ) , E tern o espanto del orbe. ESTEBA N Yo, h ija, no soy de aquellos Q ue perm iten que los nom bres Con esos títulos viles. Iré solo, si se pone T odo el m undo contra mí. J U A N R O JO Y yo por m ás que me asom bre L a grandeza del contrario. R E G ID O R M uram os todos. B A R R IL D O Descoge U n lienzo al viento en un palo, Y m ueran estos ¡normes ( 5 ) . JU A N R O JO ¿Q ué orden pensáis tener? M ENGO I r a m atarle sin orden. Ju n ta d el pueblo a una voz; 359 360 PEREDA VA LD E S — ÍU S C O SAN SON E Q ue todos están conform es E n que los tiranos m ueran. ESTEBA N T om ad espadas, lanzones, Ballestas, chuzos y palos. M ENGO f ¡Eos reyes nuestros señores v iv a n ! TODOS ¡V ivan m uchos años! M ENGO ¡M ueran tiran o s traid o res!. TODOS ; ¡T raid o res tiran o s m ueran! ( Vanse todos los hombres >) L A U R E N C IA C am inad; que el cielo os oye. ¡A h m ujeres de la villa! A cudid por que se cobre V uestro honor, acudid todas! COMENTARIO E scena I I I del acto I I I . — P e rso n a je s: L A U R E N C IA . Dichos. E n tra L aurencia — h ija de E steban, A lcalde — desm elenada, con las ropas deshechas. E l padre no la reconoce, tan cam biada está. “V engo tal, que mi diferencia os pone E n contingencia quien soy.” L aurencia, en un largo discurso, increpa a su padre y a los vecinos de F u en te O vejuna al ser débiles y cobardes en la defensa del h o nor de sus m ujeres. L os com para con ovejas. Los llam a hilanderas, m aricones, m edio-hom bres. E l discurso es fogoso y entusiasta. L aurencia aparece en esta escena como el tip o de un caudillo, que en el caso de que los hom bres no reaccionen, apelará a las m ujeres y recuerda a las A m azo ­ nas “eterno espanto del O rbe” . G U IA DÉ L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O D ERN O S 361 A l g rito d e : “ ¡ M ueran tiranos tra id o r e s !” el pueblo se am otina, en­ cendido por el arreb ato de L aurencia y resuelve hacerse justicia por propia m ano. E n otros d ra m a s: “ P eribáñez” , “E l m ejo r A lcalde el R ey”, L ope deV ega nos p resenta la reparación del ho n o r por medios individuales. E n esta obra el procedim iento es distinto.. A quí aparecen las m asas cam pesi­ nas sublevadas c ontra los tiranos. U n personaje colectivo, cuyo nom bre com ún es "F uente O vejuna” el que acude clam ando por la justicia po­ pular de los pueblos oprimidos. E S C E N A V. — A C T O I I I E l C om endador, F lores, O rtuño, Cím branos, F rondoso con las m anos atadas COM ENDADOR D e ese cordel que de las m anos sobra, Q uiero que le colguéis, por m ayor pena. t FRO N D O SO ¡Q ué nom bre, g ra n Señor, tu sangre cobra! COM ENDADOR Colgalde luego de la p rim era alm ena FRO N D O SO N unca fué mi intención poner por obra T u m uerte entonces. ( alboroto adentro) FLO RES G rande ruido suena. COM EN DAD OR ¿R uido? FLORES Y de m an era que interrum pen T u justicia, Señor. ORTUÑO L as puertas rompen. 562 PpREDA VAr.DES — FU SCO SANSONE COM ENDADOR ¡L a p uerta de mi casa y siendo casa D e la E ncom ienda! FLORES E l pueblo ju n to viene. E SC E N A V I . — ACTO III f J u a n R o jo, dentro. — Dichos. — Después M engo JU A N ( Dentro ) Rom pe, derriba* hunde, quem a, abrasa. ORTUÑO U n popular m otin m al se detiene. COM EN DAD OR ¡ E l pueblo contra m í ,! FLORES L a fu ria pasa T an adelante, que las puertas tiene E chadas por la tierra. COM ENDADOR Desatalde. Tem pla, F rondoso, ese villano alcalde. FLORES Y o voy, Señor, que am or.les h a m ovido. (F a s e) M ENGO ( Dentro ) ¡V ivan F ernando e Isabel, y m ueran los traidores! FLO RES Señor, por Dios te pido Que no te hallen aquí. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 565 COM ENDADOR Si perseveran E ste aposento es fuerte y defendido. E llos se volverán. FLORES C uando se alteran los pueblos agraviados y resuelven, N unca sin sangre o sin vergüenza vuelven. COM ENDADOR E n esta puerta, así como rastrillo, Su fu ro r de las arm as defendam os. FRO N D O SO (.Dentro) ¡V iva F uente O vejuna! COM ENDADOR ¡ Q ué ca u d illo ! E stoy porque a su fu ria acom etam os. FLORES De la tuya, Señor, me m aravillo. COMENTARIO E scenas V y V I del acto I I I . — P e rso n a je^ de la eJceiia V : E L C O M E N D A D O R , F L O R E S , O R T U Ñ O , C IM B R A N O S , F R O N D O ­ S O . — P e rso n a jes de la escena V I : J U A N R O J O ; Dicho, después M ENGO. E n la escena V el C om endador ordena colgar a F ro n d o so en la prim era alm ena. Y a se siente el alboroto de las m asas sublevadas. E n la escena V I el pueblo sublevado rom pe las puertas de la casa de la E ncom ienda donde se encuentran el C om endador, F lo re s y sus acom pañantes. E S C E N A X V II r. — ACTO III E steban, U n Juez, U n niño, P ascuala y Mengo, en la cárcel in m ed iata. — Dichos JU E Z ( De n tr o ) Decid verdad, buen viejo. 562 PJÍREDA VAU3IÍS — l'U S C O SAN SON E CO M END A DO R ¡L a p u erta de mi casa y siendo casa D e la E ncom ienda! FLO RES E l pueblo ju n to viene. E S C E N A V I . — A C T O II I r Ju a n R ojo, dentro. — Dichos. — Después M engo JU A N (Dentro) Rom pe, derriba, hunde, quem a, abrasa. ORTUÑO U n popular m otin m al se detiene. COM EN DADOR ¡ El pueblo contra m í ,! FLO RES L a fu ria pasa T a n adelante, que las puertas tiene E chadas por la tierra. COM ENDADOR Desatalde. Tem pla, F rondoso, ese villano alcalde. FLO RES Y o voy. Señor, que am or les h a m ovido. (F a s e ) M ENGO (Dentro) ¡V ivan F ern an d o e Isabel, y m ueran los traidores! FLORES Señor, por Dios te pido Q ue no te hallen aquí. G U IA DIÍ L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 365 COM ENDADOR Si perseveran E ste aposento es fuerte y defendido. E llos se volverán. FLORES C uando se alteran los pueblos agraviados y resuelven, N unca sin sangre o sin vergüenza vuelven. COM ENDADOR E n esta puerta, así como rastrillo, Su fu ro r de las arm as defendam os. FRO N D O SO (Dentro) ¡V iva F uente O vejuna! COM ENDADOR ¡ Q ué ca u d illo ! E stoy porque a su fu ria acom etam os. FLO RES D e la tuya, Señor, me m aravillo. COMENTARIO E scenas V y V I del acto I I I . — Personajesi de la eJceiia V : E L C O M E N D A D O R , F L O R E S , O R T U Ñ O , C IM B R A N O S , F R O N D O ­ S O . — P e rso n a jes de la escena V I : J U A N R O J O ; D icho, después M ENGO. E n la escena V el C om endador ordena colgar a F rondoso en la prim era alm ena. Y a se siente el alboroto de las m asas sublevadas. E n la escena V I el pueblo sublevado rom pe las puertas de la casa de la Encom ienda donde se encuentran el C om endador, F lo re s y sus acom pañantes. E S C E N A X V III. — A C T O I I I E steban, U n Juez, U n niño, P ascuala y M engo, en la cárcel inm ediata. — Dichos JU E Z ( D e n t r o) Decid verdad, buen viejo. 364 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E FR O N D O SO U n viejo, L aurencia mía, A torm entan. L A U R E N C IA ¡ O ué p o r f ía ! ESTEBA N (Dentro) D éjenm e un poco. JU E Z Y a os dejo. Decid, ¿Q uién m ató a F ern an d o ? ESTEBA N F u en te O vejuna lo hizo. L A U R E N C IA T u nom bre, padre, eternizo. FRO N D O SO ¡B ravo caso! JU E Z E se m uchacho A p rieta. P erro , yo sé Que lo sabes. Di quién fué. ¿C allas? A prieta, borracho. N IÑ O (Dentro) F u e n te O vejuna, Señor. JU E Z ¡ P o r vida del Rey, villanos, Q ue os ahorque con m is m anos! !¿Q uién m ató al C om endador? FR O N D O SO ¡Q ue á un niño le dén torm ento, Y niegue de aquesta s u e rte ! G U IA DÉ L E C T U R A S DÉ A U TO RÉ S C L A S IC O S Y M O DÉRN O S L A U R E N C IA ¡ B ravo pu eb lo ! FRO N D O SO B ravo y fuerte. JU E Z E sa m u je r al m om ento E n ese potro tened. D adle esa m ancuerda ( i ) luego L A U R E N C IA Y a está de cólera ciego. JU E Z Q ue os he de m atar, creed, E n ese potro ( 2 ) , villanos. ¿Q uién m ató al C om endador? PA SC U A LA (Dentro) F u ente O vejuna, Señor, JU E Z Dale. FRO N D O SO P ensam ientos vanos. L A U R E N C IA P ascuala niega, Frondoso. FRO N D O SO N iegan niños; ¿qué te espantas? JU E Z P arece que los encantas. 'Aprieta. PA SCU A LA ¡ A y cielo p ia d o so ! 565 JU E Z A prieta, infam e. ¿E stás sordo? PA SCU A LA F u en te O vejuna lo hizo. JU E Z T raedm e aquel m ás rollizo, E se desnudo, ese gordo. L A U R E N C IA ¡P obre M engo! E l es sin duda. FRO N D O SO T em o que h a de confesar M ENGO ( D e n tr o ) ¡Ay, ay! JU E Z Com ieza á apretar. M ENGO ¡A y! JU E Z ¿E s m enester ayuda? M ENGO ¡Ay, ay! JU E Z ¿Q uién m ató, villano, A l Señor C om endador? M ENGO ¡ A y, yo lo diré, S e ñ o r! JU E Z A flo ja un poco la mano. FRONDOSO E l confiesa. JU E Z Al palo aplica L a espalsa. M ENGO Q uedo; que yo L o diré. JU E Z ¿Q uién lo m ató? M ENGO Señor, F uente O vejunica. JU E Z ¿ H ay tan g ra n bellaquería? Del dolor se están burlando . E n quien estaba esperando N iega con m ayor porfía. D ejad lo s; que estoy cansado. FRO N D O SO ¡ O h M engo, bien te h ag a D io s ! T em o r que tuve de dos, E l tuyo me lo ha quitado. COMENTARIO Escena X V I I I del acto I I I . — P e rs o n a je s : U N JU E Z , E S T E B A N , U N N IÑ O , P A S C U A L A y M E N G O . E scenario: una cárcel. L lega un ju ez enviado por el R ey p a ra iniciar el sum ario p ara investigar quién fu é el asesino del Com endador. E l juez, empleando los procedim ientos de to rtu ra que se usaban en­ tonces para obligar a confesar a los acusados, y que aún hoy en día se em plean en las inquisiciones policiales, interroga en prim er térm ino a E steban, el viejo alcalde, luego a un niño, a P ascu ala y finalm ente a M engo. T odcs contestan al unísono a la pregunta de quién m ató al Co­ m endador : ‘ F uente O vejuna, señor1’. E l m atad o r es un personaje inno­ m inado, colectivo, imposible de id e n tific a r: F uente O vejuna. E l juez, cansado, abandona la inquisición del proceso. E n la escena final, éste in fo rm a al rey del resultado de sus investigaciones. E l rey c o n te s ta : 368 PEREDA v a e d ES — EUSCO SAN SON E “P u e s no puede averiguarse E l suceso por escrito, A unque fu é grave el delito, P o r fu erza ha de perdonarse. Y la villa es bien se quede E n mí, pues de mí se vale, H a sta ver si acaso sale C om endador que la herede.” Lope de V ega, ideólogo de la nobleza m edia ha escrito varios d ra ­ m as inspirados en la de'fensa de los intereses de las clases b a ja s: los cam ­ pesinos. P e ro en verdad, todo su teatro tiende a defender los derechos y prerrogativas del Rey y de la Iglesia, las dos fu erzas dom inantes en­ tonces. Los reyes aprovecharon estas luchas entre los campesinos y los nobles, sem ejantes a las “jacqueries”, verdaderas sublevaciones arm a ­ das del cam pesinado, para debilitar el poder de los señores. Lope de V e ­ ga al final de “F uente O vejuna” , como o c u rre en todos sus dram as, crea entre los cam pesinos la ilusión que el rey los re in teg ra rá en sus derechos y libertades. L a realidad fu é otra. E l rey, una vez elim inada -laí soberanía de los nobles, acrecentaba m ás el poder real, som etiendo a los cam pesinos a una m ayor opresión y a un m ás cerrado absolutism o. E l interés m ayor que presenta este dram a p a ra nosotros es su ca­ rá cter em inentem ente popular, de m asas. Lope de V ega no escribió un teatro de cám ara, para m uy pocos. P o r lo contrario, nadie interpretó m ás cabalm ente el sentir p o p u la r; nadie com o él presenta una escena m ás objetiva y realista. L a vida y las costum bres de los cam pesinos, sus fiertas y cantares, nadie las representó m ás fielm ente que L ope de V ega. E n tre el público y L ope de V ega no existió jam ás ese abism o tan fre ­ cuente entre el a u to r y sus oyentes. P a r a L ope no tienen sentido las pa­ labras de desdén para el público con que encabeza el tom o de sus co­ m edias, su rival y enemigo R uiz de A larcón. N o obstante, Lope en su “A rte nuevo de hacer com edias” pretende congraciarse con los eruditos y académ icos, ajustándose a los cánones del teatro convencional, y rene­ gando de la espontaneidad caprichosa de su obra m onum ental. P e ro la realidad de su tea tro desm iente al Lope de V ega teórico, que quiere ser lo contrario de Lope da V ega autor. L ope de V ega fué un im provisador genial que sacó de la vida y la realidad los elem entos esenciales de su teatro . E s cierto que mucho le debe a la cultura, que g ra n pa rte de sus obras se inspiran en la historia nacional, que hay m ucho de la m oda de lo fantástico o de lo religioso en su teatro, pero nada fu é m ás contrario, que lo m aravilloso, a su m odalidad de observador realista y objetivo de la vida nacional de su tiempo. Pedro Calderón de la Barca ( 1600-1681) Nace C alderón en M adrid el 17 de E nero de 1600. Com ienza sus estudios en el Colegio Im perial, entre jesu í­ tas, y lös term ina en la ciudad de Salam anca. Fue soldado en F landes e Italia. Señálase su precocidad, como la de -Lo­ pe de Vega, y se dice que a los trece años escribió “ El ca­ rro del cielo” . Sin duda ya a esa edad, C alderón pensaba en el cielo, en un cielo que él poblaría de alegorías y de fan ­ tasm as. C oncurre con otros poetas, en los certám enes lite ra­ rios con m otivo de la beatificación de San Isidro y Lope lo alaba en su “ L aurel de A polo” . Felipe IV lo favoreció con el nom bram iento de poeta de corte y el hábito de S an ­ tiago. P o r deber de los caballeros del hábito de S antiago debió to m ar p a rte en la g u e rra de C ataluña. P a ra obligar­ lo a desistir de sus propósitos Felipe IV le ordenó que no abandonase la corte hasta term in ar su com edia (C ertam en de am or y de celos), pero él la term inó en ocho días y sa­ lió p ara C ataluña donde hizo toda la cam paña. A los cin­ cuenta años se ordenó como sacerdote y m urió el 25 de m a­ yo de 1681 a la edad de ochenta años. OBRAS Autos sacramentales. ■ — Dramas religiosos. — Dramas trágicos. Comedias de capa y espada y géneros secundarios. BIBLIOGRAFIA Ediciones y catálogos de las obras de Calderón. — H . B reym ui. M ünchen und B erlín. — Ed. M enéndez y Pelayo. T e a tro selecto de Cal- 24 370 pereda v aldEs — EUSCO .S A N S O N E deron. — A . V albuena P ra t. Clásicos Castellanos. — M orel F atio. “ E l M ágico P rodigicso”. — A. Sánchez M oguel. E l M ágico Prodigioso y sus relaciones con el F austo. — A. Lasso de la V ega. C alderón de la Barca. —• M . M enéndez y Pelayo. E l teatro de Calderón. — A. V albuena. "H is­ toria de la L ite ratu ra D ram ática E sp añ o la”. Colee. L abor. — C arlos Cas­ tillo. “A cerca de las fuentes de ‘‘E n la vida todo es verdad y todo t s m entira” . -— A rtu ro F arinelü. La vita é un sogno. T orino. 1926. — A r ­ tu ro F arin e'li. “C alderón y la m úsica en A lem ania”. — J. P ereira. Cal­ derón y S h ak esp eare; en R evista de E spaña. — R icardo M onner Sans. E l am or en la vida es sueño. Buenos A ires, 1924. — Ild efo n so P ered a V aldés. “U na obra poco conocida de C ald eró n ; en E st. L iterarios. — V. C otarelo y M ori, E nsayo sobre la vida y obras de C alderón de la B arca. — A m érico C astro. A lgunas observaciones acerca del conceptZ del honor en los siglos X V I y X V II,; en R evista de Filología. — Cal­ derón. T eatro. E d. P rom eteo (re c c m ). — Calderón. T e a tro selecto. 4 tom . Bibl. Clás. E d. P erlad o . P áez (rec o m .). — M enéndez y Pelayo. El A lcalde de Z alam ea; en Crítica L iteraria, tom . 11 E L A L C A L D E D E Z A L A M E A (1) E S C E N A X V I. — J O R N A D A P R IM E R A C RESPO ¿C om o es eso, caballero? C uando pensó mi tem or hallaros m atando un hom bre, os hallo. . . IS A B E L (Aparte) ¡V álgam e D ios! CRESPO ¿R equebrando una m u je r? M uy noble, sin duda, sois, pues que ta n presto se os pasan los enojos. C A P IT A N Qien nació (1 ) C on el m ism o tí tu lo L o p e d e Vegla h a b ía s e rv ó in é d ito . l a o b ra de C a ld e ró n fu é co n c e b id a sin L o p e ; p e ro C a ld e ró n tu v o la h a b ilid a d d e sim p lific a r la p ita n e s , los re d u jo a u n o , re d u jo ta m b ié n a u n a s o la e s c rito tir. d ra m a q u e se cond u d a , s o b re el o r ig in a l d e t r a m a : en v ez d e d o s c a ­ la s d o s d o n c e lla s v io la d a s . G U IA DE LECTURAS DE A U TU K E5 UlvA& iV-U a x j » wj con obligaciones, debe acudir a ellas, y yo al respeto desta dam a suspendí todo el furor. . CRESPO Isabel es h ija mía, y es labradora, señor, que no dam a. JU A N ( Aparte) (¡V iv e el cielo, que todo ha sido invención para, haber entrado a q u í! C orrido en el alm a estoy de que piensen que m e engañan, y no ha de ser.) Bien, señor C apitán, pudierais ver con m ás segura atención, lo que m i padre desea hoy serviros, para no haberlo hecho este disgusto. CRESPO ¿Q uién os mete en eso a vos, R apaz? ¿O ué disgusto ha habido? Si el soldado le enojó, ¿N o había de ir tras él? Mi h ija E stim a m ucho el favor del haberle perdonado, y el de su respeto yo. C A P IT A N C laro está que no h abrá sido O tra causa, y ved m ejor Lo que decís. JU A N Y o lo he visto M uy bien. V_»I A 372 PEREDA va ld es — EUSCO SAN SO N E CRESPO P ues ¿cómo habláis vos Así ? C A P IT A N P orque estáis delante, m ás castigo no le doy a este rapaz. CRESPO Detened, señor C apitán; que yo puedo tra ta r a mi hijo como quisiere, y no vos. JU A N Y yo su frirlo a mi padre, más a otra persona no. C A P IT A N ¿O ué habíais de hacer? JU A N P erd er la vida por la opinión. C A P IT A N ¿Q ué opinión tiene un villano? JU A N A quella m isma que vos; que no hubiera un capitán si no hubiera un labrador. C A P IT A N ¡ Vive Dios, que ya es bajeza s u frir lo ! CRESPO V ed que yo estoy de por medio. ( Sacan las espadas.) GUIA I)E LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 373 REBOLLEDO ¡V ive C risto, Chispa, que lia de haber h u rg ó n ! C H IS P A ( voceando) ¡Aquí del cuerpo de guardia! REBOLLEDO ¡D on Lope! ( A p a rte .) O jo, avizor, EL ALCALDE DE ZA LA M E A Jo rn a d a p rim e ra : E n la aldea de Zalam ea hay gran revuelo por la llegada de un escuadrón al m ando del capitán A lvaro de A taide. P e d ro Crespo — honrado lab rad o r — recibe en su casa a don A lv aro . Crespo tiene una hija llam ada Isabel. P a ra defenderla contra posibles tropelías de la soldadesca, la m antiene re tirad a en sus habitaciones. D on A lvaro, que ya le ha echado el ojo a Isabel, aprovechando com o pretexto una fin ­ gida persecución de un soldado, se introduce en las habitaciones -de aqué­ lla. O ye ru id o C respo y su hijo, y adivinando lo que sucede suben a las habitaciones y tienen una seria disputa con don A lvaro en el m om ento en que llega el jefe de las fuerzas, don L ope de F ig u e ro a. U bicación del frag m e n to : E scena X V I de la prim era jo rn ad a . P e rso n a je s: IS A B E L , h ija de P e d ro C resp o ; P E D R O C R E S P O , lab rad o r; JU A N , hijo de é ste; el capitán P E D R O D E A T A I D E ; R E ­ B O L L E D O , soldado; C H IS P A . IS A B E L : E s una joven campesina, rústica, pero sincera en sus sen­ tim ientos. E s buena hija, obediente. A L V A R O D E A T A I D E : T iene la insolencia del soldado español del siglo X V I I . De origen noble, m ira al plebeyo como una cosa ruin y no vacila en arrebatarle sus derechos, así sean los del h o n o r. P E D R O C R E S P O : L ab rad o r honrado, de una solia pieza, tipo del español apegado a su honor y al cum plim iento de las leyes. E s un re­ presentante típico de la clase baja española en el siglo X V I I . D efiende los fueros m unicipales contra las pretcnsiones de la nobleza. E s ta escena representa los comienzos de una lucha que h a de cuL m inar m ás adelante. D irem os que es la chispa inicial del elem ento d ra ­ mático, pues la intensa dram aticidad está en germ en. E l capitán revela su perfidia y su mendaz condición al disim ular — so pretexto de galan­ tería — sus verdaderas intenciones. L a lucha no es a d e sc u b ie rto ; pa­ rece que cada cada uno quisiera tra n s fe rir para m ás adelante el desenlace dram ático. D on A lvaro cede ante la presión h onrada de Crespo, y desaho­ ga su fracaso contra Ju a n a quien trata de reprender y echa en cara su PEREDA VAI.DES — 374 FUSCO SAN SON E plebeyez. P ero, Crespo, lo a ta ja a tiem po diciéndole: V Detened, Señor C apitán; que yo puedo tra ta r a mi hijo como quisiere y no vos. A opinión La entrada su vez, de los escena de don Juan, hace valer los derechos villanos a, la de los nobles. term ina con un sim ulacro de Lope de F ig u ero a. delpueblo,equiparando duelo, interrum pido E S C E N A X V II. — J O R N A D A P R IM E R A DON LO PE ¿O ué es aquesto? L a prim era cosa que he de en contrar hoy acabado de llegar, ¿h a de ser una cuestión? C A P IT A N ( Aparte ) ¡A qué mal tiem po don Lope de F igueroa llegó! CRESPO ( Aparte ) P o r Dios que se las tenía con todos el rapagón. DON LO PE ¿Q ué ha habido? ¿Q ué ha sucedido? H ablad, porque, ¡vive Dios, que a hom bres, m u jeres y casa eche p o r un corredor!, ¿N o me basta haber subido h asta aquí, con el dolor d esta pierna, que los diablos llevaran, am én, sino no d e c irm e : “ A questo ha sido” ? CRESPO T odo esto es n ad a,'señ o r. la por la GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS V MODERNOS DON LO PE H ablad, decid la verdad. C A P IT A N P ues es que alojado estoy en esta c a s a : un so ld ad o . . . DON LO PE * Decid. C A P IT A N Ocasión me dió a que sacase con él la espada. H a sta aqui se entró h u y en d o ; entrém e tra s él donde estaban esas dos la b ra d o ra s ; y su padre y su herm ano, o lo que son, se han disgustado de que entrase h asta aquí. DON' L O P E P ues yo a tan buen tiem po he llegado, satisfaré a todos hoy. ¿Q uién fué el soldado, decid, que a su capitán le dió ocasión de que sacase la espada? REBOLLEDO ( Aparte ) ¿A que pago yo por todos? IS A B E L A queste fué el que, huyendo, h asta aquí entró. DON LO PE Denle dos tra to s de cuerda. REBOLLEDO ¿ T ra . . . qué han de darm e, señor? 375 376 PEREDA VALDES — ÍU S C O SAN SO N E DON L O PE ’ T r a to s de cuerda. REBOLLEDO Y o hom bre de aquesos trato s no soy. C H IS P A ( Aparte) D esta vez me lo estropean. C A P IT A N ( Aparte a él) ¡A h, R ebolledo!, por Dios, que nada d ig a s : yo haré que' te libren. REBOLLEDO (Aparte al capitán) (¿C om o no lo he de decir, pues si callo, los brazos me pondrán hoy atrás como mal soldado ?) E l C apitán me m andó que fingiese la pendencia, p ara tener ocasión de e n tra r aquí. CRESPO V ed ah o ra si hem os tenido razón. DON LO PE N o tuvisteis para haber así puesto en ocasión de perderse este lugar. H ola, echa un bando, tam bor, ^ . que al cuerpo de g u ard ia vayan los soldados cuantos son, y que no salga .ninguno, pena de m uerte, en todo hoy. Y p a ra que no quedéis G UIA Dtí LIÍC'ÍURAS DÉ AU'l'ORlSS CLASICOS Y MOD1ÍKNOS 377 con aqueste em peño vos, y vos con este disgusto, y satisfechos los dos, buscad otro alo jam ien to ;, que yo en esta casa estoy desde hoy alojado, en tanto que a G uadalupe no voy, donde está el Rey. C A P IT A N T us preceptos órdenes precisas son p ara mi. (Vanse el Capitán, los soldados y la Chispa.) CRESPO E n tra o s allá dentro. ( Vanse Isabel, Inés y Juan,) U bicación de la escena: E scena X V I I de la prim era jo rn ad a . P ersonajes que intervienen en esta e sc en a : D O N L O P E , con hár bito muy galán y b e n g ala ; C R E S P O ; el capitán de so ld ad o s; un tam ­ b o r. D a. IN E S , IS A B E L y J U A N , perm anecen en la escena y se van al term in ar é sta. , Com o se desarrolla la e sc e n a : E n tra don Lope de F ig u ero a rabiando contra su pierna, acosado por la g o ta . D en Lope de F igueroa es un tipo representativo de la nobleza m ilitar española. N o adm ite que 1111 villano puede hacerse justicia por su propia m ano y se indigna cuando contem pla la escena que se desarrollaba a su llegada. E s un cascarrabias, pero en el fondo noble, generoso y cede ante el carácter fé rre o y noble de Crespo, sem ejante en eso al suyo. Pide se le relate el hecho, el capitán lo hace sim ulando los sucesos tal como convenía a su interés, fingiendo la per­ secución del soldado (Isabel delata a Rebolledo) hasta la pieza de Isa ­ bel. D on Lope ordena se le den dos tra to s de cuerda, pero R ebolledo viéndose castigado sin razón relata la verdad de los hechos. Interviene D on L ope para ju stific ar la verdad de su afirm acióií, y term ina la escena con la orden de D on Lope de buscar otro alojam iento, quedándose en él com o huésped de C respo. E S C E N A X V III. — JO R N A D A P R IM E R A C RESPO Mil gracias, señor, os doy p or la merced que me hicisteis 378 pered a VALDES — rusco sa n so n e de excusarm e la ocasión de perderm e. DON LO PE ¿Cóm o habíais, decid, de perderos vos? CRESPO D ando m uerte a, quién pensara ni aun el ag rav io m e n o r. . . DON LO PE ¿Sabéis, ¡vive Dios!, que es C apitán ? CRESPO ¡Si, vive D io s!; y aunque fuera general, en tocando a mi opinión, le m atara. DON LOPE A quien tocara, ni aún al soldado m enor, sólo un pelo de la ropa, ¡vive los cielos!, que yo le ahorcara. CRESPO A quien se atreviera a un átom o de mi honor, ¡ viven los cielos tam b ién ,! que tam bién le ah orcara yo. DON LO PE ¿Sabéis que estáis obligado a su fir, por ser quien sois, estas cargas? CRESPO Con mi hacienda pero con mi fam a no. A l Rey la hacienda y la vida se ha de d a r ; pero el honor es patrim onio del alm a, y el alm a sólo es de Dios. G UIA de lectura s de autores c l a s ic o s y MODERNOS 379 DON LO PE ¡ Vive C risto, que parece qvie váis teniendo ra z ó n ! CRESPO Si, ¡vive C risto!, porque siem pre la he tenido yo. DON LO PE Yo vengo cansado*, y esta pierna, que el diablo me d'ó, ha m enester descansar. CRESPO Pues ¿quien os dice que no? A hí m e dió el diablo una cama, y servirá p ara vos. DON LO PE ¿Y dióla hecha el diablo? CRESPO Sí. DON LO PE Pues a deshacerla voy, que estoy, ¡ voto a D io s,! cansado. CRESPO Pues descansad, ¡voto a D ios! DON LO PE ( Aparte ) T estaru d o es el v illa n o ; y tan bien ju r a como yo. CRESPO ( Aparte ) C aprichudo es el don L ope: no harem os m igas los dos. U bicación de la escena: E scena X V I I I de la p rim era jo rn ad a . P e rso n a je s: C R E S P O y D O N L O P E D esarrollo de la e sc e n a : E sta escena no tiene a cc ió n . E s un sim­ ple diálogo entre Don Lope y C respo. Los dos discuten, am bos dem ues- tran su carácter firm e y te n a z : “testarudo es el villano", “caprichudo es el D on Lope” . Llegan a una m utua sim patía porque ninguno se doblega, 580 PJiRlCDA VALDUS — FUSCO SANSON1S cada cual expone su punto de vista personal sobre el honor y la vida. E l acuerdo se verifica porque están frente a fren te dos fuerzas de igual v alor tem peram ental,- si hubiera uno m ás débil prevalecería una sobre otro, pero la testarudez del uno y el capricho del otro hace que el enten­ dim iento se opere. E l noble y el villano no se defirencian porque la no­ bleza los iguala, no la nobleza de sangre, sino la de alm a. A m bos reac­ cionan igual ante la injusticia, pero el uno defiende el principio del Rey, la fo rm a legal y el otro, Crespo, el sentido del honor a la m anera calde­ roniana, elevado a la categoría de fueros que están por encim a de] Rey m ismo tocante a ese punto en que la quisquillcsidad del español de! si­ glo X V II es m áxim a, as! Crespo dice: “Con mi h a cien d a; pero con mi fam a no. A l Rey la hacienda y la vida se ha de d a r ; pero el honor es patrim onio del alma, y el alm a solo es de D ios” . D on Lope inbuído de sus ideas de rancia nobleza cree que el villa­ no debe soportar, como cargas propias y por su condición b aja, las ofen­ sas al h o n o r; pero, el villano, que en lo tocante at honor tiene ideas bien precisas, le contesta en fo rm a que define la actitud que deberá asum ir m ás adelante, cuando los hechos lo obliguen a hacerse justicia, aún en ausencia del rey. E sta escena, y la escena de la segunda jornada son las dos m ejores de toda la o b ra : por la concisión, la viveza del diálogo y la fina estili­ zación de los dos personajes. Jo rn a d a segunda: D on Lope y Crespo vuelven a d isc u tir. Crespo devuelve descortesía por descortesía, y cortesía por cortesía. Cuando de buen talante, D on L ope le habla con respeto, C respo se hum illa y es cor­ tés! y obsequioso, pero cuando aquél se m uestra o fensor y altivo, él m onta en altivez y o rg u llo . A l fin llegan a quererse, y Don Lope, que ha sim ­ patizado tam bién con el hijo de Crespo, Juan, lo lleva a la g u e rra . A n ­ tes de p a rtir, C respo adoctrina a su hijo con los sensatos consejos que fo rm an el contenido de la escena X X I, tran scrip ta y com entada m ás ade­ lante. E n tre tanto, el capitán D on A lvaro c o rte ja con resultado negativo a Is a b e l; le envía recados, presentes, pero lo fortaleza de su honor es tan inconmovible como la firm eza de propósitos de su p ad re. D on A l­ varo, con el fin de conquistar definitivam ente a Isabel, concierta una se­ renata a su ventana, acom pañado de soldados y Rebolledo, este últim o canta acom pañado con g u ita rra, lo m ism o hace C hispa. Sale D on Lope y Crespo a hacer que se retiren los soldados, riñen en la oscuridad y al fin se reconocen. D on Lope ordena a D on A lvaro que se retire de Z a­ lam ea con toda la tro p a. E l, tam bién, pa rte y se lleva a Ju a n Crespo consigo. D on A lv aro aprovechando la ausencia de D on Lope y de Ju a n Crespo, viene de- noche y rapta a Isabel, y así term ina la segunda jornada. G UIA DB LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS E S C E N A V. — JO R N A D A SEG U N D A CRESPO (Dentro) E n este paso, que está m ás fresco, poned la mesa al señor don Lope. A quí os sabrá m ejo r la cena, que al fin los días de A gosto no tienen m ás recom pensa que sus noches. DON LOPE Apacible e stancia en e x tr e m o es ésta. CRESPO U n pedazo es de jard ín , en que mi h ija se divierta. S entaos; que el viento' suave que en las blandas hojas suena destas p arras y estas copas, mil cláusulas lisonjeras hace al compás desta fuente, cítara de plata y perlas, porque son en trastes de oro las g u ijas tem pladas cuerdas. P erdonad si de instrum entos solo la m úsica suena, sin cantores que os deleiten, sin voces que os entretengan. Que como m úsicos son los p ájaro s que gorjean, no quieren can tar de noche, ni yo puedo hacerles fuerza. Sentaos, pues, y divertid esa continua dolencia. DON LOPE N o p o d ré; que es im posible que divertim iento tenga. ¡V álgam e D ios! 581 382 PEREDA VAT.DES — FUSCO S A N S O N « CRESPO V alga, amén. DON LOPE Los cielos me den paciencia. Sentaos, Crespo. CRESPO Yo estoy bien. DON LO PE t Sentaos. CRESPO Pues me dais licencia, digo, señor, que obedezco, aunque excusarlo pudierais. ( Siéntase ) DON LO PE ¿N o sabéis que he reparado? Q ue ayer la cólera vuestra os debió de en ajen ar de vos. CRESPO N unca me enajena a mí de mí nada. DON LO PE Pues ¿cómo ayer, sin que os d ijera que os sentarais, os sentasteis, y aun en la silla prim era? CRESPO P orque no me lo dijisteis; y hoy, que lo decís, quisiera no hacerlo; la cortesía, tenerla con quien la tenga. DON LO PE A yer todo erais reniegos, porvidas, votos y p esias; y hoy estáis m ás apacible, con m ás gusto y m ás prudencia. GUIA DE LECTURAS, DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS CRESPO Yo, señor, respondo siem pre en el tono y en la letra que me h a b la n . A yer vos así hablabais, y era fuerza que fueran de un m ism o tono la pregunta y la respuesta. Dem ás de que yo he tom ado por política discreta ju r a r con aquel que ju ra, rezar con aquel que reza. A todo hago co m p añ ía; y es aquesto de m anera, que en toda la noche pude dorm ir, en la pierna vuestra pensando, y am anecí con dolor en am bas piernas; que por no e rra r la que os duele, . si es la izquierda o la derecha, me dolieron a mí entram bas. Decidme, por vida vuestra cuál es, y sépalo yo, porque una sola me duela. DO N LO PE ¿N o tengo m ucha razón de quejarm e, si ha ya trein ta años que asistiendo en F landes al servicio de la guerra, el invierno con la escarcha, y el verano con la fuerza del sol, nunca descansé, y no he sabido qué sea estar sin dolor una h o ra ? CRESPO ¡ Dios, señor, os dé p aciencia! DON LO PE ¿ P a ra qué la quiero yo? CRESPO N o os la dé. 383 384 PEREDA VAT.DÉS — EUSCO S A N S 0 N 8 DON LO PE N unca acá venga, sino que dos mil dem onios carguen conm igo y con ella. CRESPO A m én, y si no lo hacen, es por no hacer cosa buena. DON LO PE ¡Jesús mil veces, Jesús! CRESPO Con vos y conm igo sea. DON LO PE ¡ Vive Cristo, que m e m u e ro ! CRESPO ¡V ive C risto, que me pesa! U bicación ele la escena: Escena V de la segunda jo rn a d a . Sala baja de la casa de Crespo con vistas y salida a un ja rd ín . V entana a un lado. P e rso n a je s: P E D R O C R E S P O y D O N L O P E D E E IG U E R O A . D e sa rro llo : E s un diálogo que com plem enta en cuanto a la fo rm a­ ción de la psicología de C respo — que se revela poco a poco — el diá­ logo de la escena X V I II, de la prim era jo rn ad a . Crespo es C ortés con quien dem uéstrale cortesía y es altivo con quien altiveces dem uestra. C arácter fuerte, duro, tallado en cristal de roca, se revela en esta como en la ya citada escena. Sintetiza su proceder constante en estos v e rso s: “Yo, señor, respondo siem pre e r f el tono y en la letra que me h a b la n : ayer vos asi hablabais, y era fuerza que fueran de un mismo tono la pregunta y la re sp u e sta ; dem ás de que yo he tom ado por política discreta ju r a r cen aquel que ju ra, re za r con aquel que reza” . G UIA DB LECTURAS DB AUTORES CLASICOS Y MODERNOS E S C E N A X X I. — JO R N A D A S E G U N D A C RESPO E n tan to que se acom oda el señor don Lope, hijo, ante tu prim a y tu herm ana escucha lo que te d ig o : P o r la gracia de Dios, Ju an , eres de linaje limpio m ás que el sol, pero villano; lo uno y lo otro te digo, aquello, porque no hum illes tanto tu orgullo y tu brío, que dejes, desconfiado, de asp irar con cuerdo arbitrio a ser m ás; lo otro, porque no vengas, desvanecido, a ser m e n o s: igualm ente usa de entram bos designios hum ilde, con recto juicio acordaras lo m e jo r; y com o tal, en olvido pondrás cosas que suceden al revés en los altivos. ¡ C uantos, teniendo en el m undo algún defecto consigo, le han borx-ado por hum ildes! ¡Y a cuantos, que no han tenido defecto, se le han hallado, por estar ellos m al vistos! Se cortés sobrem anera, se liberal y e sp a rcid o : que el som brero y el dinero son los que hacen los am igos; y 110 vale tan to el oro que el sol engendra en el indio suelo y que conduce el m ar, como ser uno bienquisto. N o hables m al de las m u jere s: la m as hum ilde,te digo que es digna de estim ación, 25 385 porque al fin, dellas nacimos, m uchos que a re ñ ir enseñan, mil veces entre mí d ig o : “A questa escuela no es la que ha de ser, pues colijo que no ha de enseñarse a un hom bre con destreza, gala y brío a reñir, sino a por qué ha de re ñ ir; que yo afirm o que si hubiera un m aestro solo que enseñara prevenido, no el como, el por que se riña, todos le dieran sus h ijo s” . Con esto, y con el dinero que llevas para el camino, y p ara hacer, en llegando de asiento, un par de vestidos, el am paro de don Lope y mi bendición, yo fío en Dios que tengo de verte en otro puesto. Adiós, h ijo ; que me enternezco en hablarte. JUAN H o y tus razones im prim o en el corazón, adonde vivirán, m ientras yo vivo. D am e tu m ano, y tú, herm ana, los brazos; que ya ha partido don Lope, mi señor, y es fu erza alcanzarle. ISABEL Los míos bien quisieran detenerte. JUAN P rim a, adiós. INES N ad a te digo con la voz, porque los ojos G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U TO RE S C L A S IC O S y M O DERN O S 387 h u rtan a la voz su oficio. Adiós. CRESPO E a, vete p resto ; que cada vez que te m iro, siento m ás el que te vayas; y haz por ser lo que te dicho. JU A N E l Cielo con todos quede. CRESPO El Cielo vaya contigo. (V ase Ju a n .) U bicación de la escena: E scena X X I de la segunda jo rn ad a. P e rso n a je s: C R E S P O , J U A N , IS A B E L , I N E S . D e sa rro llo : L a escena es una alocución que dirige P e d ro Crespo a su h ijo antes de p a rtir aconsejándole sobre su proceder en el futuro. N c s recuerdan estos consejos a los que dirige Polonio a su hijo L aertes antes de p a rtir ( “H am let” , acto I, escena I I I ) . H a y algunas coin­ cidencias. A lgunos consejos son parecidos: “G uárdate de e star en pen­ dencias’’, le dice Polonio' a L a e rte s; ‘‘no diñas por c ualquier cosa” , dice Crespo a su h ijo ; Polonio aconseja a L aertes delante de O felia, su h e r­ m ana ; C respo lo hace antes Is a b e l; term ina P olonio bendiciendo a su hij o ; lo propio hace C re sp o . Los. consejes de Crespo son el trasu n to de su carácter y de sus principios que quiere inculcar en J u a n : la altivez necesaria cuando se tra ta de hum illar, la c ordura y la hum ildad y la cortesía como corres­ pondencia a la urbanidad ajena, etc. E S C E N A V III. — JO R N A D A T E R C E R A CRESPO Y a que yo, com o justicia, me valí de su respeto p ara obligaros a oírm e, la v ara a esta p arte dejo, y como un hom bre no m ás deciros mis penas quiero. ( Arrima la vara ) Y puesto que estam os solos, señor don A lvaro, hablem os 388 PEREDA VALDÉS — EUSCO SAN SON É m ás claram ente los dos, sin que tantos sentim ientos como han estado encerrados en las cárceles del pecho acierten a qu eb ran tar las prisiones del silencio. Y o soy un hom bre de bien, que, a escoger mi nacim iento, no d e ja ra (es D ios testigo) un escrúpulo, un defecto en mí, que suplir pudiera la am bición de mi deseo. Siem pre acá entre m is iguales me he trata d o con re s p e to : de mi hacen estim ación el cabildo y el concejo. T engo m uy b astante hacienda, porque no hay, gracias al cielo, otro labrador m ás rico en todos aquestos pueblos de la com arca. M i h ija se lia criado, a lo que pienso, con la m ejo r opinión, v irtud y recogim iento del m u n d o : tal m adre tu v o : ¡téngala Dios en el cielo! Bien pienso que bastará, señor, para abono desto, el ser rico, y no haber quien me m u rm u re; ser m odesto, y no haber quien me b ald o n e ; y m ayorm ente, viviendo en un lugar corto, donde o tra falta no tenem os m ás que saber unos de otros las faltas y los defectos, y ¡plugiera a Dios, señor, que se quedara en sab e rlo s! Si es m uy herm osa mi h ija, díganlo vuestros e x t r e m o s ..., aunque pudiera, al decirk>, con m ayores sentim ientos G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S llorarlo, porque esto fué mi desdicha. N o apurem os toda la ponzoña al v a s o ; quédese algo al sufrim iento. N o hem os de dejar, señor , salirse con todo al tiem po; algo hem os de hacer nosotros p a ra encubrir sus defectos. Este, ya veis si es bien grande, pues aunque encubrirle quiero, no p u e d o ; que sabe Dios ^ que a poder estar secreto y sepultado en m í mismo, no viniera a lo que vengo; que to d o esto rem itiera, por no hablar, al sufrim iento. Deseando, pues, rem ediar agravio tan m anifiesto, buscar rem edio a mi afren ta, es venganza, no es re m e d io ; y vagando de uno en otro, uno solam ente advierto, que a mí m e está bien, y a vos, no m a l; y es, que desde luego os tom éis toda mi hacienda, sin que p ara mi sustento ni el de mi hijo, (a quien yo traeré a echar a los pies v u estro s), reserve un m aravedí, sino quedarnos pidiendo limosna, cuando no haya otro camino, o tro medio con que poder sustentarnos. Y si quréis desde luego poner una S y un clavo hoy a los dos y vendernos, será aquesta cantidad m ás del dote que os ofrezco. R estaurad una opinión que habéis quitado. N o creo que desluzcáis vuestro honor, porque los m erecim ientos 389 390 PEREDA V A LD E S — FU SCO SAN SON E que vuestros hijos, señor, perdieren por ser m is nietos, g an arán con m ás ventaja, señor, por ser lujos vuestros. E n Castilla, el re frá n dice que el caballo (y es lo cierto) lleva la silla. M irad (D e rodillas.') que a vuestros pies os lo ruego de rodillas, y llorando sobre estas canas, que el pecho, viendo nieve y agua, piensa que se me están derritiendo. ¿Q ué os pido? U n honor os pido, Q ue me quitastéis vos m esm o; y con ser mío, parece, ' según os lo estoy pidiendo con hum ildad, que no es mío lo que os pido, sino vuestro. M irad que puedo tom arle p o r mis m anos, y no quiero, sino que vos me le deis. C A P IT A N Y a me falta el sufrim iento. V iejo, cansado y prolijo, agradeced que no os doy la m uerte a m is m anos hoy, por vos y por vuestro h ijo ; porque quiero que debáis no an d a r con vos m ás cruel, a la beldad de Isabel. Si vengar solicitáis p or arm as v u estra opinión, poco tengo que tem er; si por ju sticia ha de ser, no tenéis jurisdicción. CRESPO ¿Qué, en fin, no os m ueve mi llanto? C A P IT A N L lanto no se ha de creer de viejo, niño y m ujer. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S CRESPO ¡Q ué no pueda dolor tanto m ereceros un co n su elo ! C A P IT A N ¿Q ué m ás consuelo queréis, pues con la vida volvéis? CRESPO M irad que echado en el suelo, mi honor a voces os pido. C A P IT A N ¡Q ué enfado! CRESPO M irad que soy alcalde en Zalam ea hoy. C A P IT A N Sobre mi no habéis tenido jurisdicción: el consejo de g u erra enviará por mí. CRESPO ¿E n eso os resolvéis? C A P IT A N Sí, caduco y cansado viejo. CRESPO ¿N o hay rem edio? C A P IT A N Si, el callar es el m ejo r para vos. CRESPO ¿N o hay o tro? C A P IT A N No. 391 392 PEREDA V A LD E S — FU SCO SAN SON E CRESPO P ues ju ro a Dios que me lo habéis de pagar. ( Levántase y toma la vara.) Ubicación de la escena: E scena V I I I de la jo rn ad a tercera. P e rso n a je s: C R E S P O y el C apitán. D e sa rro llo : Crespo deja ncblem ente la v a ra de justicia para hablarle al C apitán de hom bre a hom bre. Le ruega de rodillas que se case con la hija para rep arar el deshonor de la doncella. L e ofrece su hacienda, renuncia a todos sus bienes, y de rcdillas le suplica acepte el casam iento ccm o única solución posib'e. E s intensam ente dram ática esta escena — dentro de la línea de sencillez en que está concebida — en la que el pa­ dre se hum illa ante el ofensor de su honor para obtener la reparación del m ism o. U n hom bre canoso, lleno de honor ‘aunque villano, querido y respetado en varias leguas a la redonda, se arrodilla ante el Capitán que ha violado a su h ija para suplicarle una solución que ev itará m ayores m ales conociendo la firm eza de su decisión. D o n A lv aro no solamente no accede, sino que se ríe de las pretensiones de Crespo a quien llam a “caduco y cansado viejo” . T erm in a la escena con estas palabras de C resp o : “P ues ju ro a Dios, que me la habéis de pagar ’, el cual levántase y tom a la vara de alcalde. ESCENA X V. — JO R N A D A T E R C E R A DON LO PE (Dentro) P ara , para. CRESPO ¿Q ué es aquesto? ¿Q uién, quién hoy se apea en mi casa así ? P ero ¿quién se ha en trad o aquí? ( Salen D o n L o p e y sol dados. ) DON LO PE ¡O h, P edro Crespo! Y o soy, que volviendo a este lugar de la m itad del cam ino (donde m e tra e im agino, un grandísim o p esa r), no era bien ir a apearm e a o tra parte, siendo vostan mi am igo. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S CRESPO Guádeos D ios; que siem pre tratá is de honrarm e. DON LO PE V uestro h ijo no ha parecido por allá. CRESPO P resto sabréis la o ca sió n ; la que tenéis señor, de baberos venido, me haced m erced de contar, que venís m ortal, señor. DON LO PE L a desvergüenza es m ayor que se puede im aginar. E s el m ayor desatino que hom bre ninguno intentó. U n soldado me alcanzó y me dijo en el cam ino. . . — Que estoy perdido, os confieso, de cólera. CRESPO P roseguí. DON LO PE Q ue un alcaldillo d e aquí al C apitán tiene preso — Y , ¡ vive D io s !, no he sentido en toda aquesta jo rn a d a esta pierna excom ulgada, sino es hoy, que m e h a im pedido el haber antes llegado donde el castigo le dé. ¡V ive Jesucristo, que al grande desvergonzado a palos le he de m atar! CRESPO P ues habéis venido en balde, 393 594 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SON E porque pienso que el alcalde no se los d e ja rá dar. DON LO PE Pues dárselos, sin que deje dárselos. C RESPO M alo lo ni que haya en quien tan mal ¿Sabéis porque veo; el m undo creo os aconseje. le prendió? DON LO PE N o ; m as sea lo que fuere, justicia la p arte espere de mí, que tam bién sé yo degollar si es necesario. CRESPO V os no debéis de alcanzar, señor, lo que en un lugar es un alcalde ordinario. DON LO PE ¿S erá más que un villanote? CRESPO U n villanote será, que si cabezudo dá en que ha de darle g arrote, por Dios, se salga con ello. DON LO PE N o se saldrá tal, por D ios; y si por ventura vos, si sale o no, queréis vello, decid donde vive o no. CRESPO Bien cerca vive de aquí. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M ODERN OS DON LO PE P ues a decirm e vení quién es el alcade. CRESPO Yo. DON LO PE ¡V ive Dios, que si s o s p e c h o !... CRESPO ¡V ive Dios, como os lo he dicho! DON LO PE P ues, Crespo, lo dicho dicho. CRESPO _ Pues, señor, lo hecho, hecho. DON LO PE Y o por el preso he venido, y a castigar este exceso. CRESPO P ues yo acá le tengo preso por lo que acá h a sucedido. DON LO PE ¿V os sabéis que a servir pasa al Rey, y soy su juez yo? CRESPO ¿V os sabéis que m e robó a mi h ija de m i casa? DON LO PE ¿V os sabéis que mi valor dueño de esta causa ha sido? CRESPO ¿V os sabéis cóm o atrevido robó en un m onte mi honor? 396 PEREDA V A LD E S — FU SCO SAN SO N E DON LO PE ¿V os sabéis cuánto os prefiere el cargo que he gobernado? CRESPO ¿V os sabéis que le he rogado con la paz y no la quiere? DON LO PE Q ue os entráis, es bien se arguy en otra jurisdicción. CRESPO E l se entró en mi opinión, sin ser jurisdicción suya. DON LO PE Y o sabré satisfacer, obligándom e a la paga. CRESPO Jam ás pedí a nadie que haga lo que yo me puedo hacer. DON LO PE Yo me he de llevar el preso. Y a estoy en ello empeñado. CRESPO Yo por acá he sustanciado el proceso. DON LO PE j.Q ué es proceso? C RESPO U nos pliegos de papel que voy ju n tan d o , en razón d e hacer k averiguación de la causa. G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S 397 D O N LO PE : Iré por él a la cárcel. CRESPO N o em barazo que v a is : sólo se repare, que hay orden que al que llegare le den un arcabuzazo. DON LO PE Como esas balas estoy enseñado yo a esperar. . . (M as no se ha de av e n tu rar nada en esta acción de hoy.) H ola, soldado, id volando, y a todas las com pañías que alojadas estos días han estado y van m archando, decid que bien ordenadas lleguen aquí en escuadrones, con balas en los cañones y con las cuerdas caladas. UN f SO LD A D O N o fué m enester llam ar la gente; que habiendo oído aquesto que ha sucedido, se han entrado en el lu g ar. DON LO PE Pues, ¡vive D ios!, que he de ver si me dan el preso o no. C RESPO Pues, ¡ vive D io s !, que antes yo haré lo que se ha de hacer. ( Vcinse). U bicación de la escena: E scena X V , jo rn a d a tercera. P e rso n a jes: D O N L O P E , Soldados y C R E S P O . D e sa rro llo : D e nuevo se ponen frente z. fren te la testarudez de D on 598 pered a v a i ,d e s — ru sco sa n so n e Lope y el tesón de C respo. D iálogo violento, fuerte, en el cual nadie cede y cada uno defiende sus fu r o s : D on Lope, el del r e y ; Crespo, el de su honor. Don Lope ignorando quién es el alcalde se expresa despecti­ vam ente y se indigna al saber que éste ha obrado sin su consentimiento, en lo que cree de su jurisdicción, dice D on L ope: ‘‘Q ue es entráis, es bien que arguya, en o tra jurisdicción” . — Crespo “E l se me entró en mi opinión sin ser jurisdicción suya” . E sta escena es una de las m ejores del d ram a. Jo m a d a tercera. — A bandonada Isabel por el capitán A lvaro de A taide, Crespo, que ha sido nom brado alcalde, prende al capitán y en vaho le suplica repare con el m atrim onio el deshonor. D on Lope de F igueroa, sabiendo que uno de sus capitanes había sido preso, vuelve a Z a­ lam ea y se hospeda, nuevam ente, en la casa de Crespo ignorante de que éste ha sido quien prendió a D on A lv aro . Crespo casa forzadam ente al capitán con su h ija y le ahorca. Con la ejecución coincide la llegada de Felipe I I a Zalam ea. L a figura de F e ­ lipe I I aparece brevem ente, pero es digna y augusta en su sencillez. A l saber que el alcalde prendió a uno de sus soldados le pide el prisionero y el alcalde le m uestra el cadáver. E xplica el caso al rey y éste lo nom ­ b ra alcalde perpetuo de Zalam ea. L A V ID A B S SU B Ñ O J O R N A D A P R IM E R A A un lado un m onte fragoso y al otro una to rre cuya planta b aja sirve de presión a Segism undo. L a puerta, que da frente al espectador, está en treab ierta. L a acción principal al anochecer. E S C E N A P R IM E R A R osaura, C larín (Rosaura vestida de hombre aparece en lo alto de las peñas, y baja a lo llano; tras ella viene Clarín) . ROSAURA H ip ó g rifo ( i ) violento Que corriste p arejas con el viento, G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U TO R E S C L A S IC O S Y M ODERN OS 399 ¿D ónde rayo sin llama, P á ja ro sin m atiz, pez sin escama, Y bruto sin instinto N atu ral, al confuso laberinto D estas desnudas peñas Te desbocas, a rra stra s y despeñas? Q uédate en este m onte, D onde tengan los brutos su E aeto n te; (2 ) Que yo, sin m ás camino Q ue el que m e dan las leyes del destino, Ciega y desesperada B ajaré la aspereza enm arañada D este m onte em inente, Que arru g a al sol el ceño de su |j¡ente. Mal, Polonia, (3 ) recibes A un ex tra n je ro , pues con sangre escribes Su en trad a en tus arenas, Y apenas llega, cuando llega a p e n a s: Bien mi suerte lo dice ; ¿M as dónde bailó piedad un infelice? (4 ) CLARIN Di dos, y n o me dejes E n la posada a mí cuando te quejes; Q ue si dos hem os sido Los que de nu estra p atria hem os salido A p ro b ar aventuras, Dos los que entre desdichas y locuras Aquí hemos llegado Y dos los que del m onte hemos rodado, ¿N o es razón que yo1sienta M eterm e en el pesar, y no en la cuenta? ROSAURA N o te quiero d ar parte E n mis quejas, C larín, por no quitarte L lorando tu desvelo, E l derecho que tienes tu al consuelo Q ue tanto gusto había E n quejarse, un filósofo decía, Que, a trueco de quejarse, H abían las desdichas de buscarse. 400 PEREDA VAT.DES — F U S C O SA N SO N ® C L A R IN E l filósofo era U n borracho b a rb ó n : ¡oh! ¡quién le diera M ás de mil bofetadas! Q u éjarase después de m uy bien dadas ¿M as qué harem os, señora, A pie, solos, perdidos y a esta h o ra E n un desierto m onte, C uando se parte el sol a otro horizonte ? ROSAURA ¡Q uién ha visto sucesos tan ex tra ñ o s! M as si la vista no padece engaños t 5 ue hace la fantasía, A la medrosa luz que aun tiene el día, Me parece que veo U n edificio. C L A R IN O m iente m i deseo, O term ino las señas. ROSAURA R ústico nace entre desnudas peñas U n palacio tan breve Q ue el sol apenas a m ira r se a tre v e ; Con tan rudo artificio La arq u itectu ra está en su edificio, Q ue parece, a las plantas De tan tas rocas y de peñas tantas Que el sol tocan la lum bre, Peñasco que ha rodado de la cu m b re. C L A R IN V ám onos acercando; Q ue este es m ucho m irar, señora, cuando E s m ejo r que la gente Q ue habita en ella generosam ente Nos ad m ita. ROSAURA L a puerta (m e jo r diré funesta boca) abierta G U IA DE L E C T U R A S DÉ AU TO RES C L A S IC O S Y M O DERN O S 401 E stá y desde su centro N ace la noche, pues la engendra d en tro . (Suenan dentro cadenas) . CLARIN ¡Q ué e.; lo que escucho, cielo! ROSAURA Inm óvil bulto soy de fuego y hielo. CLARIN ¿C adenita hay que suena? M átenm e, si no es galeote en pena; Bien mi tem or lo dice. NOTAS (1) H ip ó g rifo — anim al fabuloso, m itad caballo y m itad grifo, que figura en las leyendas antiguas. (2 ) F a e to r.te : o F aetó n . Ilijo del Sol y de Clim ene. H abiéndole dado s*« .padre perm iso para g u iar e l carro del sol d u ran te un día, estuvo a punto, por su inexperiencia, de ab ra sa r el U niverso. J ú p ite r lo precipitó en el E rídano. C om páranse con frecuencia en la lite ra tu ra a F aetó n con los presuntuosos que quieren em prender ur.'a obra superior a sus fuerzas. A quí C alderón la emplea aplicada a los brutos. Todo este breve discurso de R osaura tien e u n carácter culterano y en él, como en o tro s fragm entos de “ L a V id a es Sueño” se n o ta la influencia del' estilo de G óngora en n u e stro poeta. (3) Polonia — L a escena se d esarrolla en Folor.ia, reino entonces inde­ pendiente, pero a m enudo codiciado por los soberanos extranjeros. T erm inó por ser rep artid o en tre los reyes de P ru sia , A ustria y C atalina II. (4) in felice — paragoge. C om entario de la escena p rim era. — E sta prim era escena ya nos m uestra la oposición de los contrarios, y una decoración que nos- recuerda por su grandiosidad agreste la roca de P ro m eteo . A quí es un m ente f r a ­ goso y una planta baja que sirve de prisión a Segism undo. E n el dram a de Esquilo, es el titá n encadenado que robó el fuego sagrado para ense­ ñanza de los hom bres, aquí un príncipe infeliz som etido a un duro e x p eri­ m ento p e r consejo de los astrólogos, de cuyas experiencias llega­ rá el príncipe a la conclusión que la vida es un sueño. L a oposicion y el contraste está en el hipógrifo, que corren p arejas con el viento, y en el deseo de R o sa u ra que se quede en el m onte donde tengan los brutos su “E aetonte”, la oscuridad del anochecer en que se d esarrolla la escena, con la luz tenue que brota de la prisión de Segism undo. E l personaje de R osaura — que gusta vestirse de hom bre — y su venganza, es asunto secundario en el d ra m a . Pueden considerarse com o defectos indudables de la o bra el carácter ficticio de R osaura y el estilo gongorino que ésta usa y el sentido anfibológico de su pensam iento. 2 6 402 rEREDA VALDES — FUSCO SANSONE E S C E N A X IX . — JO R N A D A S E G U N D A S E G IS M U N D O E s v e rd a d ; pues reprim am os E sta fiera condición, E sta furia, esta am bición, P e r si alguna vez so ñ am o s; Y así harem os, pues estam os E n m undo tan singular, Q u e el vivir sólo es so ñ ar; Y la experiencia me enseña Q u ^ e l hom bre que vive, sueña Lo que es, hasta d esp ertar. Sueña el rey que es rey, y vive Con este engaño m andando, D isponiendo y gobernando; Y este aplauso, que recibe P restado, en el viento escrib e; Y en cenizas le convierte La. m uerte (¡desdicha fu e rte !) : . ¿Q ué hay quien intente reinar, V iendo que ha de despertar E n el sueño de la m uerte? Sueña el rico en su riqueza, Que m ás cuidados le ofrece; Sueña el pobre que padece Su m iseria y su pobreza;Sueña el que a m edrar empieza, Sueña el que a fa n a y pretende, Sueña el que ag rav ia y ofende, Y en el m undo, en conclusión, T odos sueñan lo que son, A unque ninguno lo entiende. Y o sueño que estoy aquí D estas prisiones cargado, Y soñé que en otro estado M ás lisonjero me vi. ¿Q ué es la vida? U n frenesí. ¿Q ué es la vida? U na ilusión, U n a som bra, una ficción, Y el m ayor bien es pequeño; GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 403 Que toda la vida es sueño, Y los sueños, sueños s o n . COMENTARIO E l soliloquio de Segism undo nos hace reco rd ar de inm ediato el m o­ nólogo de H am let, c tro príncipe que vive entre sueños y realidades. L a sem ejanza entre la vigilia y el sueño — que señalan D escartes y P a s ­ cal — la establece Segism undo en su soliloquio. “N o todo es vigilia la' de los ojos abiertos'’, ha titulado un g ra n escritor argentino, M acedonio Fernández, a una de sus m ás herm osas disquisiciones sobre la vigilia y el sueño. M ientras Hamleti duda de la realidad de la o tra vida, Segis­ m undo a firm a en la m uerte el único despertar de todos los sueños h u ­ manos. H am let d ijo : “m orir, tal vez dorm ir, acaso so ñ a r”, y para el prín ­ cipe cristiano m orir es despertar. M enéndez y Pelayo al 'analizar el personaje de Segism undo, señala en él tres estados de a lm a : prim ero, un estado salvaje, fer<$ y bravio, en que todavía no conoce el mundo, n i se ha dado cuenta de la razón de las c o sa s; especie de estado precientífico, como dicen los filósofos m o ­ dernos, en segundo lugar, y como segundo período de desarrollo psico­ lógico del carácter de Segism undo (si es que debe llam arse carácter, puesto que m ás bien es un símbolo de toda la hum anidad) su época de fu ro r y de dar rienda suelta a sus pasiones, m andando y gobernando, y queriendo im poner su voluntad y albedrío a cuantos se le acercan; des­ pués el desengaño de que todo aquello ha sido sueño, y no por conse­ cuencia, esas afirm aciones escépticas de que hablam os antes, y por con­ clusión y rem ate de la obra, el convencim iento que Segism undo adquiere de que siendo sueño la vida hum ana, o por lo menos no pudiendo tenerse evidencia de n ada fenom enal ni sensible, porque es todo som bra y apa­ riencia, son sin em bargo, eternos la verdad, el bien, las ideas m adres y los conceptos puros. D e aquí el dom ar sus pasiones, de aquí que procure 110 go zar de la ocasión del sueño de la vida, sabiendo lo poco que dura, sino ob rar bien, que, como dice el poeta, “es siem pre lo m ás seguro para cuando de sp e rte m o s’. E l carácter de Segism undo — menos com plejo que el de H a m le t — m ás abstracto y m ás sim bólico, su fre las diversas transform aciones que señala M enéndez y Pelayo, pero no hay en él un desarrollo m etódico y natural, sino un salto dem asiado impulsivo en el cual se tran sfo m a éste rápidam ente de príncipe fe ro z en príncipe piadoso. E stos defectos des­ aparecen desde el m om ento que consideram os a Segism undo como un sím bolo de la vida hum ana, o por lo m enos de una las concepciones fi­ losóficas sobre la existencia del m undo exterior, la del idealismo fenom enista de H u m e que reduce todo el conocim iento real a fenóm enos y relaciones entre ellos, de m anera que 110 tom am os del espíritu nada m ás que m odalidades, fenóm enos, jam ás esencias. E l escepticism o es la con­ secuencia de este sistem a, como el escepticism o sería la consecuencia de la concepción del m undo e x te rio r que tiene Segism undo — sino fuera por su tran sfo rm ació n final que lo convierte en a firm ativo — y en cier­ to medo, contradice toda su filosofía a n te rio r. 404 PEREDA VALDES — FUSCO SAN SO N E E l arte de Calderón en “L a vida, es sueño” com o en “E sta vida todo es verdad y todo es m entira” ■ — sus dos dram as filosóficos — com o en ‘ E l Príncipe C onstante” es idealista. S u s personajes ju eg an ccn las ideas, son intelectuales, y él los reviste de una grandiosidad que tra s ­ pasa los lím ites de la realidad (salvo en "E l A lcalde de Zalam ea”, y al­ gunas otras obras, que constituyen la excepción, de un tea tro realista sim ilar al de L ope). “ Instintivam ente — dice F arinelli — los héroes calde­ ronianos ven presagios, avisos y m isterios en cuanto acontece o se m a­ n ifiesta en torno a ellos” . A lgunos son personajes freudianos — com o el propio Segism undo, como C larín en el tercer acto — cuyos sueños pueden ser analizados y disecados, o bien puras abstracciones, fantasm as teológicos, como los de sus “A u to s sa c ra m .n tale s”. F uentes de “L a vida es sueño” . — C om o posibles fuentes de “L a vida es sueño” pueden señalarse el dram a “B aarlam y Jo s a fa t” de Lope de V ega de asunto sem ejante. La idea de la vida es sueño la encontram os en la literatu ra m ística, en las Coplas de M anrique, (1 ) y en otras obras de la época. , E stilo de C alderón. — E n su teatro se señalan dos estilos, el de sus dram as realistas, continuación de la obra de Lope, con sus recursos es­ cénicos, como en “E l A lcalde de Z alam ea” y “E l m édico de su ho n ra” . E l segundo estilo se encuentra en sus com edias religiosas, filosóficas y en sus autos, la form a poética m ás exquisita, el estilo alam bicado, las ideas filosóficas y una creación m ás artística y m ás intelectual caracte­ rizan este segundo estilo. E n sus obras hay una riquísim a abundancia de m etáforas, de hipérboles y alegorías casi siem pre brillantes, pero no siem ­ pre de buen gusto. E je m p lo : los prim eros versos de la “L a vida es sueño”. E S C E N A I I I . — JO R N A D A T E R C E R A Segism undo. — C larín, Soldados S E G IS M U N D O ¿Q uién nom bra aquí a Segism undo? C L A R IN ( A parte ) ¡M as que soy príncipe huero! (1) assi que quando morimos descansamos. (Copla V I. — AJLanrique). pues se va la vida apriessa como un sueño# (Copla X I. — M anrique). G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS SO LD ADO lv ¿Q uién es Segism undo? S E G IS M U N D O Y o. S O L D A D O 20 ( A Clarín) ¿P ues cómo, atrevido y necio, T ú te hacías Segism undo? C L A R IN ¿Y o Segism undo? Eso niego. V osotros fuisteis los que ¡jt Me segism undeasteis: luego V uestra ha sido solam ente Necedad y atrevim iento. S O L D A D O I*? G ran Príncipe Segism undo (O ue las señas que traem os T uyas son, aunque por fe T e aclam am os señor n u estro ), T u padre el gran rey Basilio, Tem eroso que los cielos C um plan un hado, que dice Q ue h a de verse a tus pies puesto, V encido de tí, pretende Q u itarte acción y derecho Y dársele a A stolfo, duque de M oscovia. P a ra esto Ju n tó su corte, y el vulgo, P en etran d o ya y sabiendo Q ue tiene rey natural, N o quiere que un ex tra n jero V enga a m andarle. Y asi, H aciendo noble desprecio De la inclem encia del hado, Te ha buscado donde preso Vives, para que, asistido De sus arm as y saliendo D esta to rre a re sta u rar 405 406 PEREDA VALDES — EUSCO SAN SO N E T u im perial corona y cetro, Se la quites a un tira n o . Sal, p u e s; que en ese desierto, E jérc ito num eroso de bandidos y plebeyos T e aclam a: la libertad T e espera; oye sus acentos. VOCES D EN TRO ¡V iva Segism undo, viva! S E G IS M U N D O ¿ O tra vez ( ¡ qué es esto, cielo»!) Q ueréis que sueñe grandezas O ue ha de deshacer el tiem po ? ¿ O tra vez queréis que vea E n tre som bras y bosquejos L a m ajestad y la pom pa D esvanecida del viento? ¿O tra vez queréis que toque E l desengaño o el riesgo A que el hum ano poder N ace hum ilde y vive atento? P ues no ha de ser, no ha de ser M irarm e o tra vez sujeto A mi fo rtu n a ; y pues sé que toda esta vicia es sueño. Idos, som bras, que fingís H o y a mis sentidos m uertos cuerpo y voz, siendo verdad Q ue ni tenéis voz ni cuerpo; Q ue no quiero m ajestades Fingidas, pom pas no quiero, F an tásticas ilusiones Que al soplo m enos ligero Del au ra han de deshacerse, Bien como el florido alm endro. Q ue por m ad ru g ar sus flores Sin aviso y sin consejo, Al prim er soplo se apagan, M architando y desluciendo De sus rosados capillos GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS belleza, luz y ornam ento. Y a os conozco, ya os conozco, Y sé que os pasa lo mesmo Con cualquiera que se duerm e p a ra mí no hay fin g im ie n to s; Que, desengañado ya, Sé bien que la vida es sueño. S O L D A D O 2? Si piensas que te engañam os, V uelve a esos m ontes soberbios L os ojos, p ara que veas L a gente que ag u ard a en ellos P a ra obedecerte. «I S E G IS M U N D O Ya O tra vez vi aquesto mesmo T an clara y distintam ente Como ahora lo estoy viendo, Y fué sueño. S O L D A D O 2<> Cosas grandes Siem pre, gran señor, tra je ro n A nuncios; y esto sería, Si lo soñaste prim ero. S E G IS M U N D O Dices bien, anuncio fué; Y caso que fuese cierto, Pues que la vida es tan corta, Soñem os, alm a, soñemos O tra vez; pero h a de ser Con atención y consejo De que hemos de despertar D este gusto al m ejor tiem po; Q ue llevándolo sabido, Será el desengaño m enos; Que es hacer burla del daño A delantarle el consejo. Y con esta prevención De que cuando fuese cierto, 407 408 PEREDA VALDES — EUSCO SAN SO N E E s todo el poder prestado Y ha de volverse a su dueño, A trevám onos a todo'. — V asallos, yo os agradezco L a lealtad; en mí lleváis Q uien os libre, osado y diestro, D e ex tra n je ra esclavitud. T ocad al arm a, que presto V eréis mi inm enso valo r. C o n tra m i p ad re pretendo T o m a r arm as, y sacar V erdaderos a los cielos P uesto ha de verle a mis p lantas. . . (A p q p te . M as si antes desto despierto, ¿N o será bien no decirlo, Supuesto que no he de hacerlo?) TODOS ¡V iva Segism undo, viva! C om entario de la escena I I I . — P e rso n a jes: S E G IS M U N D O , C L A ­ R IN y soldados. E l despertar de Segism undo le parece a éste un sueño. Sueño ha sido, sin duda, pues tan rápido fué el tránsito de la cárcel al tro n o y del trono a la cárcel. E l pueblo al saber que el rey proclam ará su heredero a un príncipe e x tra n je ro , ya que la experiencia del narcótico no ha hecho sino c o n fir­ m ar los presagios de los astrólogos que p redijeron en concordancia con los astros, el carácter desa’mado, ferez, de Segism undo, que éste ha re ­ velado en su breve reinado; se subleva y pone en libertad a Segism undo. ¿Q u é hace Segism undo ante un hecho concreto, que le revela el cariño de su pueblo? La contención de sus im pulsos revelan en este caso el ca­ rácter intelectual de Segism undo, que lo asem eja a su herm ano H a m le t. E n tre la realidad y el disipado sueño, entre su concepción ya form ada que toda la vida es sueño — expresada en su soliloquio — Segism undo opta y ve en la m uerte el único probable despertar y el final de la m a­ deja de los sueños en que se ve envuelta su vida, pero para bien prepa­ ra rse a m orir, se disciplina en una vida piadosa, que desm iente su ante­ rio r com portam iento, cambia a su personalidad y será otro Segism undo, m ás cristiano y hum anizado. DOS ESCUELAS LIT E R A R IA S: CONCEPTISMO TERANISM O Y CUL­ E n el siglo X V I I aparecen en E spaña dos escuelas aparentem ente an­ tagónicas, pero que presentan entre sí m uchos puntos de contacto: el con­ GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 409 ceptism o y el culteranism o o g cngorism o. C ausas: rem ozar a la poesía y a la prosa castellana, para evitar su am enazante decadencia. L a litera­ tu ra castellana había llegado a fines del siglo a su c é n it: fatal e ra que em prendiera la curva de su decadencia. L a dram ática lucha de escuelas que luego se produce, en la cual las críticas de am bos bandos llegaban a térm inos violentos y agrios, se explicaba por el deseo de rem ozar lo que. ya estaba envejeciendo, por d a r nuevos bríos a la poesía y a la prosa cas­ tellana, que parecía agotarse después de las experiencias sublim es de San Ju a n de la C ruz, de Cervantes, F ra y Luis de L eón y Santa T ere sa . Quevedo quiso tra e r a la lite ra tu ra castellana un destello de clari­ dad, publicando las poesías de F r a y L uis de L eón y del B achiller F ra n ­ cisco de la T o rre , com o ejem plo y espejo de la verdadera senda a seguir, como en la época de la decadencia del tea tro griego, A ristó fan es erguía la bandera de E squilo fren te a las innovaciones de E urípides que él con­ sideraba peligrosas, P e ro Quevedo en vez de tra e r m ás luz, agregó más oscuridad a las tinieblas, cultivando el conceptism o. E n este sentido puede decirse que la labor de Quevedo fué m ás negativa) que constructiva, y su “A g u ja de N avegar C ultos” quedará como un ejem plo me crítica n e ­ gativa, com o la de C asares en el siglo X X , E l culteranism o o cultism o se explica por el deseo de crear un arte aristocrático, en oposición al a rte popular que predom inaba entonces. T endencia general en todas las épocas que quiere hacer del a rte un p ri­ vilegio para m uy pocos iniciados. L o principal era crear el álgebra de un idioma indescifrable, de ahí que las innovaciones se re fe rían m ás que n ada a la fo r m a : el hipérbaton latino iba a rom per con la sintaxis tra d i­ c io n a l; el lenguaje figurado iba a su stitu ir al lenguaje corriente y di­ recto ; las m etáfo ras audaces a simples tro p o s sin trascendencias, y la m i­ tología y la erudición al saber v u lg a r. I Cómo y cuándo aparece el culteranism o en E spaña ? E l culteranis­ m o 110 fué una escuela originaria de E spaña, tuvo sus raíces e x tra n je ra s. E n el “eu fism o ” inglés, creado por Lily, y en el ‘ m arinism o” italiano, con* el “A done” de Ju a n B autista M arino, y el preciosism o francés. Si bien es cierto que M arino publicó su breviario de estética nueva catorce años después del “'P anegírico del D uque de L erm a“ , hay una indudable influencia de aquella escuela sobre el gongorism o. A sí parece estable­ cerla L u d e n P aul T hom as en su obra “G ongora et le gongorism e con­ sideres dans les rapports avec le m arinism e” , c o n tra la opinión de H ildeb rand que considera el eufism o y m arinism o un derivado del culteranism o. N o fué directo el contacto e n tre G óngora y M arino, sirvió de inter­ m ediario el poeta L uis de C arrillo y Sotom ayor, considerado por algu­ nos investigadores como el verdadero precursor del culteranism o. Ca­ rrillo y Sotom ayor d u ran te su perm anencia en Italia como soldado, cono­ ció la obra de M arino y tra jo sus innovaciones a E spaña. L as poesías de Sotom ayor no dejan lu g ar a d u d a s: véase este fragm ento en el cual la m anera de G óngora se observa .patente: “P a ra el soberbio m ar, el sordo cielo la ciega frente, cuando am enudo gime 410 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE agravios largos del bzjel que oprim e bien ya ro to su enojado velo”. D esde 1607 circulaban inéditas las poesías de C arrillo y Sotom ayor en. el m anuscrito de la 1 Silva de erudición poética” y G óngora publicó su prim era obra culterana en 1609. L as poesías de M arino, están fechadas en 1623, pero m uchos años antes circulaban inéditas. A sí se explica la precedencia de M arino sobre C arrillo y de éste sobre G óngora. E l culteranism o se extendió rápidam ente por E spaña y a pesar de la reacción de Lope de V ega, Q uevedo, V eléz de G uevara, atacó a toda la lírica de la época. C alderón fué uno de los poetas más afectados por el gongorism o. E n una o bra tan lum inosa como “ E l A lcalde de Zalam ea”, encontram os la escena 1 IJ de la tercera jorn ad a de evidente filiación gong o rin a y hasta Lope de V ega en su poem a '“C irce” rinde culto a la m ism a escuela. < E l conceptism o queriendo reaccionar contra el culteranism o cayó en sus m ism os excesos, sólo que el conceptism o fu é un vicio de la presa, pero como, el culteranism o, reveló el m al gusto de la época. Si el culte­ ranism o expresó el rebuscam iento y el artificio verbal, el conceptism o se traduce en rebuscam iento y artificio de los conceptos. L a agudeza de las ideas, el abuso de los juegos de palabras, las frecuentes alusiones, y la erudición recargada, hicieron del conceptism o el culteranism o de los con­ ceptos. Como dice M enéndez y Pelayo, refiriéndose a Quevedo “dejábanse a rra stra r con frecuencia del to rren te del mal gusto, no por anhelo de dog­ m atizar, sino por genialidad irresistible, que le llevaba a oscuras m ora­ lidades sentenciosas, a rasgos de la fam ilia de los Sénecas, a tétricas agudezas que convierten su estilo en una perenne danza de los m uertos P e ro no ha de achacarse a Q uevedo los perniciosos efectos del m al gusto en que cayeron sus discípulos y continuadores, él y G racián crearon obras m aestras de conceptism o. Los precursores fueron A lonso de Ledesm a B uitrage (1562-1643) y A lonso de Bonilla. Francisco Gómez de Quevedo y Villegas ( 1580- 1645) L a vida de Q uevedo ha dado m otivo — como su obra satírica ■ — a la fan tasía popular para te je r alrededor de su persona un anecdotario falso y ab surdo. Su vida es rica en algunas aventuras, como la que le aconteció el 31 de M ar­ zo de 1611, estando en la iglesia de San M artín . V io abo­ fetear a una dam a, tem ó al agresor, lo expulsó del templo p ara no p ro fa n a r el santuario, sacó la espada y lo hirió m o r­ talm ente. H u y ó a Italia, al am paro del D uque de O suna, su am igo, al que debió can tar en la desgracia, en aquel fam oso soneto: “ F a lta r pudo su p atria el gran O suna” . O tra de sus auténticas aventuras fué cuando debió huir, en Venecia, vestido de m endigo p ara no caer en las furiosas m anos de los n a tiv o s. M ucho m ás rica en aventuras fué la vida de Lope de Vega, sin em bargo, a cargo de Quevedo, están m a­ yores lances y am oríos. A p a rtir de 1620, cuando O suna fué relevado del cargo, la vida de Q uevedo conoce la adversidad m ás que la fo r­ tu n a . E n 1639, al sentarse Felipe IV a la mesa, encontró debajo del plato un m em orial donde se exponían los’males que s u fría la nación p o r culpa del favorito C onde-D uque de O livares. Achacósele a O uevedo y sufrió prisión en el con­ vento de S an M arcos en León. E n cerrad o en un frío ca­ labozo, ya viejo y doliente, debió achicar su orgullo dirigiéndose a su poderoso enemigo con estas p a la b ra s : “ Si no es la esperanza en vuestra excelencia, todo m e f a l t a : la salud, el sustento, la reputación. Ciego del ojo izquierdo, 4 I2 per ed a VALUES — I-'USCO SANSONE tullido y cancerado, ya no e s p id a la m ía sino prolijidad de m uerte. N o pido a vuestra excelencia libertad, sino m udan­ za de tie rra y p risió n ” . E n verdad, poco tiem po después, en Setiem bre de 1Ó45, m o ría. OBRAS Obras políticas.: “L a P olítica <lc D ios y G obierno de C risto — “L a V ida de M arco B ru to ” (1644). — “Los grandes anales de quince días” (1621). — ‘ E l m undo caduco y desvarios de la edad” . — “E l Lince de Italia o el zahori español”. — “E l chitón de las T ara v illas” . — “E l R óm ulo”. — “ C arta al rey de Francia L uis X I I I ”. Obras morales ^ f i l o s ó f i c a s : "D e los rem edios de cualquier fo rtu n a ” . — “La cuna y la se p u ltu ra ’. — “ L as cuatro pestes del m undo y los cuatro fantasm as de la vida” . — “L a P rovidencia de D ios” . — “ V ida de San P ablo” y “V ida de F ra y T om ás de V illanuéva” . Obras festivas: “P ragm áticas y aranceles generales” . — “Inventivas contra los necios” . — “El libro de todas las cosas y otras m uchas m ás”. — “C artas del C aballero de la T en aza” . — “Capitulaciones de la vida de la corte y oficios entretenidos de ella”. — “Capitulaciones m atrim oniales”. N o v eTl a s : “L a V ida del B uscón”. Sátiras literarias: “C uentes de cuentos”. — ‘ L a culta la tin ip a rla ’. — “A g u ja de navegar cu lto s” . — “La P e rin o la ” . Obras satírico-morales: “E l sueño de los C alaveras” . — “E l alguacil alguacilado” . — “I,as zahúrdas de P in tó n ” . — “E l m undo por dentro” . — “V isita de los chistes”. — ‘ Casa de los locos de am or” . — “E l entre­ tenido, la dueña y el soplón”. — ‘ L a h o ra de todos y la F o rtu n a con seso” . B IB L IO G R A F IA O bras de Q uevedo. E dición Princeps. 2. v. M . D . C. L X X . F ra n ­ cisco Foppens, im p r e s r . — O bras de Quevedo. E n la edición de R ivadeueyra. — Quevedo. “L os sueños ’. E d. económica clásicos castellanos. M ichaud (recom endada). — P áginas escogidas de Quevedo. E d. C alleja. Selección, notas y prólogo de A lfonso Reyes (recom endada). — Pedro P é re z C lotet. L a “política de D ios” de Quevedo. Su contenido ético-jurídico. —- Prem áticas, desenfados y entrem eses, de Quevedo. E d. A gilar. — A ureliano Fernández G uerra. O bras ccm pletas de Quevedo. — Julián Juderías. D on Francisco de Quevedo y V illegas. L a época, el hombre, las doctrinas. M a d rid 1922. — Q uevedo, obras satíricas y festivas. Ed. José M aría S alaverría (C lásicos C astellanos). — V ida del Buscón. P a rt. I. cap. I I . Ed. Foulché-D elbosc. — N . A lonso C ortés. N oticias de una corte literaria. — M erim ée. E studios sobre el Buscón. E n 1? R evue H ispanique. , GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS LOS 413 SU E ÑO S ( Las zahúrdas de Pintón) V i una senda por donde iban m uchos hom bres de la m iám a suerte que los buenos, y desde lejos parecía que iban con ellos m ism o s; y llegando que hube, vi que iban entre n o sotros. Estos, m e dijeron que eran los hipócritas, gente en quien la penitencia, el ayuno, que en otros son m ercan­ cía del cielo, es noviciado del in fiern o . Iban m uchas m u je­ res tras éstos, los cuales, siendo enredo con barba, y m araña con ojos, y embeleco, ( i ) andaban s a lp ic á n d o le m entira a todos, siendo estanques donde pescan adrollas (2 ) los embustidores. O tros se encom iendan a ellos, que es como en­ com endarse al diablo p e r tercera p e rso n a . E stos hacen o fi­ cio la hum ildad y pretenden h o n ra yendo de estrado en es­ trad o y de mesa en m esa. Al fin conocí que iban arreboza­ dos (3 ) p ara n o sotros; m as p ara los ojos eternos, que abiertos sobre estos ju zg an el secreto m ás escuro de los re­ tiram ientos del alm a, no tienen m áscara; bien que hay m u­ chos b u e n o s; más son diferentes destos, a quien antes se les ve la disim ulación que la cara, y alim entan su ambiciosa felicidad de aplauso de los pueblos; y diciendo que son unos indignos y grandísim os pecadores y los m ás m alos de la tie­ rra,, llam ándose jum entos, engañan con la v erd ad ; pues sien­ do hipócritas, lo son al fin. Iban éstos solos aparte, y re­ putados por m ás necios que los m oros, m ás zafios (4 ) que los b árb aro s y sin ley, pues aquéllos, ya que no conocieron la vida etern a ni la van a gozar, conocieron la presente y hol­ gáronse en e lla ; pero los hipócritas ni la una ni la o tra co­ nocen, pues en ésta se ato rm en tan y en la o tra son atorm en­ tados ; y en conclusión, de éstos se dice con toda verdad que ganan el infierno con tra b a jo s. T odos íbam os diciendo mal unos de o tro s; los ricos tras la riqueza, los po­ bres pidiendo a los ricos lo que Dios les quitó. V an por un cam ino los discretos, por no dejarse gobernar de o tro s; y los necios, por 110 entender a quien los gobierna, aguijan a todo a n d a r. L as justicias llevan tra s sí los negociantes; la pasión, a las m al gobernadas ju sticias; y los reyes desvane­ cidos y ambiciosos, todas las repúblicas. Vi algunos solda­ dos, pero pocos; que por la senda infinitos iban, en hileras 414 PEREDA VALDES i— FUSCO SANSONP. ordenados, honradam ente triu n fa n d o ; pero los pocos que nos cupieron acá era gente que si como habían extendido el nom bre de Dios ju ra n d o lo hubieran hecho peleando, fue­ ran fam osos. Dos corrilleros (5 ) solos iban m uy desnudos; que por la m ayor parte de los tales, que viven por su culpa, traen los golpes en los vestidos, y sanos los cuerpos. A nda­ ban contando entre sí las ocasiones en que se habían visto, los m alos pasos que habían andado (q u e nunca estos andan en buenos p a s o s ). N ada los oíam os; sólo cuando por en­ carecer sus servicios dijo uno a los o tro s: “ ¡Q ué digo, ca­ m arad a! ¡Q ué trance hemos pasado y qué trag o s!", lo de los trag o s se les creyó. M iraban a estos pocos los m uchos capitanes, m aestres de campo, generales de ejércitos que iban por el c a m in a de la m ano derecha, enternecidos. Y oí decir a uno de ellos, que no lo pudo su frir, m irá n d o la s ho­ ja s de lata llenas de papeles inútiles que llevaban estos cieT g o s: “ ¿Q ué digo, soldados por acá? ¿E sto es de valientes: d ejar cam ino de m iedo de sus dificultades? V enid, que por aquí de cierto sabemos que sólo coronan al que vence. ¿Q ué vana esperanza os a rra s tra con anticipadas prom esas de los reyes? N o siem pre con alm as vendidas es bien que tem ero­ sam ente suene en vuestros o íd o s: “ M ata o m uere” . R epren­ ded la ham bre del prem io, que de buen varón es seguir la v irtu d sola; y de cudiciosos, ( 6 ) , los prem ios no m ás; y quien no sosiega en la virtud, y la sigue por el interés y m er­ cedes que se siguen, m ás es m ercader que virtuoso, pues lo hace a precio de perecedores bienes. E lla es don de sí m is­ m a; quietaos en ella” . Y aquí alzó la voz y d ijo : “ A dver­ tid que la vida del hom bre es g u erra consigo mismo, y que toda la vida nos tienen en arm as los enem igos del alm a, que nos am enazan m ás dañosos vencim ientos; y advertid que ya los príncipes tienen por deuda nuestra sangre y vida, pues perdiéndolas por ellos, los m ás dicen que los pagam os, y no que los servim os: volved, volved” . O yéronlo ellos m uy atentam ente y enternecidos y enseñados, se encam inaron bien con los dem ás soldados. Iban las m ujeres al infierno tras el dinero de los ham bres, los hom bres tras ellas y su dinero, tropezando unos con o tro s. N oté, cómo, al fin del cam ino de los buenos, algunos se engañaban, y pasaban al de la perdición; porque como ellos saben que el cam ino es angosto, y el del infierno ancho, y al acabar veían al suyo ancho y el nuestro angosto, pensando que habían errad o o GUIA D Í LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 415 trocado los cam inos, se pasaban acá, y de acá allá los que se desengañaban del rem ate del nuestro. Vi una m u jer que iba a pie; y espantado de que m u jer se fuese al infierno sin silla o coche, busqué un escribano que me diera fe de ello. Las zahúrdas de Pintón & Y Lleguém e a unas bóvedas donde comenzé a tin ta i de frío y d a r diente con diente, que me helaba. P regunté, m ovido de la novedad de ver frío en el infierno, qué era aquello; y salió a responder un diablo zambo, ( i ) con es­ polones (2 ) y grietas, lleno de sabañones, y d ijo : “ Señor, este frío es de que en esta parte están recogidos los bufones, tru h an es y ju glares chocarreros, (3 ) hom bres por de m ás v que sobran en el m undo, y que están aquí retirados, porque si an d u vieran por el in fiern o sueltos, su fria ld a d es tan ta que tem plaría el dolor del fuego” . Pedíle licencia p ara lle­ g ar a verlos; dióm ela, y calofriado (4 ) llegué y vi la m ás infam e casilla del m undo, y una cosa que no h ab rá quien lo c r e a : que se atorm entaban unos bufones, que se a to r­ m entaban unos a otros con las gracias que habían di­ cho acá. Y entre los bufones vi m uchos hom bres hon­ rados, que yo había tenido por tales; pregunté la cau­ sa, y respondióm e un diablo que eran aduladores, y que por esto eran bufones de entre cuero y carne. Y repliqué yo, cómo se co n d en ab an ; y me re sp o n d ie ro n : “ Gente es que se viene acá sin avisar, a m esa puesta y a cam a hecha, como en su casa. Y en parte los querem os bien, porque ellos son diablos p ara sí y para otros, y nos a h o rran trabajos, y se condenan a sí m ism os; y por la m ayor parte en vida los m ás ya andan con m arca del infierno, porque el que 110 se d eja arra n c a r los dientes por dinero, se deja m atar h a­ chas en las nalgas o pelar las cejas y así, cuando acá los atorm entam os, m uchos dellos, después de las penas, sólo echan m enos las pagas. ¿V éis aquél— me d ijo — pues mal juez f u é ; (5 ) y está entre los bufones, pues por d ar gusto no hizo justicia, y a los derechos que 110 hizo tuertos, los hizo bizcos. Aquél fué m arido descuidado; y está tam bién entre los bufones, porque por d ar gusto a todos vendió el que tenía con su esposa, y tom aba a su m ujer en dineros, como ración, y se iba a s u frir. A quella m ujer, aunque principal, fué ju g lar, y está entre los truhanes, porque por d a r gusto 416 PEREDA VAI.nES — FUSCO SANSONE hizo plato de sí m ism a a todo apetito. Al fin, de todos esta­ dos entran en el núm ero de los bufones; y por eso hay ta n ­ tos, que, bien m irado, en el m undo todos sois bufones, pues los unos os andáis riendo de los otros, y en todos, como digo, es naturaleza, y en unos pocos oficio. F u e ra destos, hay bufones desgranados (6 ) y bufones en racim os. Los desgranados son los que de uno en uno y de dos en dos an ­ dan a casa de los señores . Los en racim os son lós fa ra n d u ­ leros m iserables de bululú; (7 ) y de éstos os certifico que si ellos no se nos viniesen por acá, que nosotros no iríam os por ellos. (L a s zahúrdas de P in tó n ) (H a b la un d iab lo :) “ ¿P ues qué diré de la honra m un­ d an a? O ue m ás tiranías hace en el m undo y más daños, y la qué más gustos estorba. M uere de ham bre un caballero pobre; no tiene con qué vestirse: ándase roto y rem endado, o da en la d ró n ; y no lo pide porque dice que tiene h o n ra ; ni quiere servir, porque dice que es deshonra. T odo cuanto se busca y afan a, dicen los hom bres que es por sustentar h o n ra . ¡O h lo que gasta la h o n ra ! Y llegado rt ver lo que es la ho n ra m undana, 110 es n ad a . P o r la honra 110 come el que tiene gana, donde le sabría bien. P o r la h o n ra se m uere la viuda entre dos paredes. P o r la honra, sin saber que es hom bre ni qué es gusto, se pasa 'la doncella trein ta años casada consigo misma. P o r la honra la casada se qui­ ta a su deseo cuanto pide. P o r la honra pasan los hom bres el m a r. P o r la honra m ata un hom bre a o tro . P o r la hon­ ra gastan todos m ás de lo que tie n e n . Y es la h o n ra m un­ dana, según esto, una necedad del cuerpo y alm a, pues al uno quita los gustos y al otro el descanso. Y porque veáis cuáles sois los hom bres, desgraciados, y cuán a peligro te­ néis lo que m ás estim áis, liase de ad v e rtir que las cosas de más valor en vosotros son la ho n ra, la vida y la hacienda. L a h o n ra está en arb itrio de las m ujeres, la vida en m anos de los doctores, y la hacienda en las plum as de los e s c r í ­ banos". "D esvaneceos, pues, bien, m ortales, dije yo entre mí, ¡cómo se echa de ver que esto es el infierno, donde poi ato rm e n ta r a los hom bres con am arguras, les dicen las ver­ dades !’’ GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 4 J ~f ( Las zahúrdas de P in tó n ) Ju n to a éstos estaban unos pocos dando voces y que­ ján d o se de su desdicha. “ ¿Q ué gente es ésta ” p re g u n té ; y respondióm e uno d ello s: “ Los sin ventura, m uertos de repente” . “ M entís — dijo un diablo — que ningúiW iom bre m uere de repente: de descuidado y divertido sí. ¿Có­ m o puede m o rir de repente quien desde que nace ve que va corriendo por la vida, y lleva consigo la m uerte? ¿Q ué otra cosa véis en él m undo sino entierros, m uertos y sepulturas? ¿O ué o tra cosa oís en los púlpitos, y leéis en los libros? ¿A qué volvéis los ojos que no os acuerde de la m uerte? V ues­ tro vestido que se gasta, la casa que se cae, el m uro que se envejece, y h asta el sueño, cada día, os acuerda de la m uer­ te, re tratán d o la en sí. Pues ¿cómo puede haber hom bre que se m uera de repente en el m undo si siem pre lo andan avisando tan tas cosas? N o os habéis de llam ar, no. gente que m urió de repente, sino gente que m urió incrédula de que podía m o rir así, sabiendo con cuán secretos pies en tre la m uerte en la m ayor m ocedad, y que en una m ism a hora, en d ar bien y m al, suele ser m adre y m ad ra sta .” V i un ham bre asentado en una silla a solas, sin fuego ni hielo ni dem onio ni pena alguna, dando las m ás deses­ peradas voces que oí en el infierno, llorando, el propio co­ razón haciéndose pedazos a golpes y a vuelcos. ¡V álgam e D ios! — d ije en mi alm a, — ¿de qué se o ueia éste, no a to r­ m entándole nadie? Y él cada punto doblaba sus alaridos y voces. “ D im e — dije yo — ¿qué eres y de qué te queias, si ninguno te m olesta, si el fuego no te arde ni el hielo te cerca” . “ ¡A y! — dijo dando voces---- que la m ayor pena del in fiern o es la m ía : ¿verdugos te parece que me faltan? ¡T riste de mi, que los m ás crueles están entregados a mi alm a! ¿N o los v es?” — d ijo ; y empezó a m o rd er la silla y a d ar vueltas alrededor y gem ir : “ Velos, que sin piedad van m idiendo a descom pasadas culpas, eternas penas. ¡A y, qué terrible dem onio eres, m em oria del bien que pude hacer y de los consejos que desprecié y de los m ales oue hice!” ¡Q ué representación tan continua! D éjasm e tú, y saie el entendim iento con im aginaciones de que hay gloria, que pude gozar, y que otros gozan a m enos costa que yo mis penas! ¡O h, qué herm oso que pintas el cielo, entendim iento, 27 418 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONtí p ara acabarm e! D éjam e un poco siquiera. ¿E s posible que m i voluntad no ha de tener paz conm igo un pu n to ? ¡Ay, huésped, y qué tres llam as invisibles, y qué sayones incor­ póreos me ato rm entan en las tres potencias del a lm a ! Y cuando éstos se cansan, entre el gusano de la conciencia, cuya ham bre en com er del alm a nunca se acaba; vesme aquí m iserable y perpetuo alim ento de sus dientes” . Y diciendo esto, salió la-v o z : “ ¿ H a y en todo este desesperado palacio quien trueque sus alm as y sus vidas a m is penas? Así, m o r­ tal, pagan los que supieron en el m undo, tuvieron letras y' discurso, y fueron discretos: ellos que son infierno y m a rti­ rio y de sí m ism os” . T ornó, am ortecido, a su ejercicio con m ás m uestras de dolor. A partém e de él, m edroso d icien d o : “ ¡V ed de lo que sirv«fcaudal de razón y d octrina y buen en­ tendim iento mal ap ro v ech ad o ! ¡ Q uién se lo vió llo rar solo, y tenía d en tro de su alm a aposentado el in fiern o ” . (L a s zahúrdas de P intón) F u ím e adelante, y dejélos, con deseo de llegar adonde estaban los que no supieron pedir a D ios. ¡O h, qué m uestras de dolor tan gran d e hacían! ¡O h, qué sollozos tan lastim o­ sos! T odos tenían las lenguas condenadas a perpetua cár­ cel, y poseírlos del silencio. T al m artirio, en voces ásperas de un demonio, recibían por los oídos: “ ¡O h, corvas alm as inclinadas al suelo, que con oración logrera y ruego m erca­ der y com prador os atrevistéis a D ios y le pedisteis cosas que de vergüenza de que otro hom bre las oyese, aguardábades a coger solos los re ta b lo s! ¿ P ues cómo ? ¿ M ás respeto tuvistéis a los m ortales que al S eñor de todos? ¡Q uién os ve en un rincón, m edrosos de ser oídos, pedir m orm urando, sin d a r licencia a las palabras, que se saliesen de los dientes cerrados de o fe n s a s : “ Señor, m uera mi padre, y acabe yo de suceder en su h ac ie n d a; lleváos a vuestro reino a mi m ayor herm ano, y aseguradm e a mí el m ay o ra zg o ; halle yo una m i­ na debajo de m is pies; el rey se incline a favorecerm e, y véa­ me yo cargado de sus favores” ; y ved, dijo, a lo que llegó una desvergüenza que osastes d e c ir: “ Y haced esto, que si lo hacéis, yo os prom eto de casar dos huérfanos, de vestir seis pobres y de claros fro n ta le s” ¡Q ué ceguedad de hom bres, p rom eter dádivas al que pedís, con ser la sum a riqueza! P edistes a D ios p or m erced lo que él suele d ar por castigo; GUIA DE LECTORAS' DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS y si no os la da, o pesa de haberlo tenido cuando m o rís ; y si no os lo da, cuando v iv ís; y asi, de puros necios siem pre te­ néis q u ejas. Y si llegáis a ser ricos por votos, decidme ¿cuá­ les cum plís? ¿Q ué tem pestad no llena de prom esa los san­ tos? Y qué bonanza tras ella no los to rn a a desnudar, con olvido de toques de cam panas? ¡Q ué de preseas ha ofrecido a los altares la espantosa cara del golfo! ¿Y qué cfénas ha m u erto y quitado de los m ism os tem plos el puerto? N a ­ cen vuestros ofrecim ientos de necesidad, y no de devoción. ¿P edistéis alguna vez a Dios paz en el alm a, aum ento de gracia, favores suyos o inspiraciones? N o, por cierto ; ni aun sabéis p ara qué son m enester estas cosas ni lo que son. Ig ­ noráis que el holocausto, sacrificio y oblación que Dios re­ cibe de vosotros, es de la p u ra conciencia, hum ilde espíritu, carid ad ard ie n te; y esto acom pañado con lágrim as es m o­ neda, que aun Dios (si p u ed e), es cudicioso de nosotros. Dios, hom bres, p o r vuestro bien gusta que os acor­ déis de él; y como, (sin o es en los tra b a jo s ), no os acordáis, p o r eso os da trab a jo s, porque tengáis de él m em oria. C on­ sid erar vosotros, necios dem andadores, cuán brevem ente se os acabaron las co=as que im portunos pedistéis a D ios. ¡Q ué presto os d ejaron, y cómo, ingratos, no os fueron com ­ pañía en el p o strer paso! ¿V éis cómo vuestros hijos aun no gastan de vuestras haciendas un real en obras pías, di­ ciendo que no es posible que vosotros gustéis dellas, p o r­ que si gustárades, en vida hiciérades algunas? Y pedís ta ­ les cosas a Dios, que m uchas veces por castigo de la desver­ güenza conque las pedís, os las concede. Y bien, como sum a sabiduría conoció el peligro que tenéis en saber pedir, pues lo prim ero que os enseñó en el P a te r N oster fue pedirle: pero pocos entendéis aquellas palabras desde donde Dios enseñó el lenguaje con que habéis de tra ta r con él. LO S SUEÑOS S á tira s m orales, escritas en form a de sueños o visiones, a la m a­ n era de Luciano, presentan un panoram a completo de la vida españn1 a, y de sus personajes que, com o títeres, se m ueven en el tinglado de la farsa. D esfilan en vertiginosa danza m acabra, libreros, escribanos, jueces, m é­ dicos, taberneros, ladrones, etc., no perdcnando en su sátira imp acable, como se ha dicho en ex acta observación, nada m ás que a los pobres y a los soldados. 420 PEREDA VALDES — ÍUSCO SANSONÉ L A S ZAH U RD AS DE PLUTON V isión total y plena del infierno. “A llí están las m ujeres que van tra s el dinero de los hom bres, y los hom bres tras de ellas y su d in e ro ; los libreros condenados por las m alas obras de o tro s; los zapateros, no p o r sus pies, sino por los a je n es; los cocheros pidiendo algún dinero por ser a to rm e n ta d o s; los bufones y graciosos, encerrados en una cueva para que 110 apaguen con sus frios chistes el fuego infernal, atorm entándose los unos a los otros con sus' g ra c ia s; los taberneros bien vigilados para q u e 'n o agüen el fu e g o ; les pasteleros tam bién, porque, ¿cuántos estóm a­ gos no lad rarían si resucitaran los perros que hieron com er? U na m u­ chedum bre de m ujeres, pero bien grande, poblando sus calvas con cabe­ llos que son suyos, per haberlos com prados; los poetas, que m ientras los dem ás lloran sus pecados, ellos cantan los suyos, y cuando quieren a una dam a lo m ás que le dan esun soneto, y lo m enos que le dejan cuando la aborrecen es una sátira. (E jem p lo de Lope de V ega y E lena O so rio ). 'W E STILO E l estilo de los sueños es ágil, fresco, aunque to rtu o so a v eces; pero es m uy distinto, en su expresión vital y lozana, al recargado y laberíntico de ‘L a P olítica de D ics y Gobierno de C risto ” . A bundan las expresiones populares, las frases vivas, las m etá fo ra s bizarras, los contrastes im pre­ vistos, los juegos de palabras. P O L IT IC A D E D IO S Y G O B IE R N O D E C R IS T O P reg u n taro n a Jesús si era el P rom etido el que había de venir. Y C risto respondió con obras, sin palabras, pues luego resucitó m uertos, dió vista a ciegos,pie a tullidos, habla a los m udos, salud a los enferm os, libertad a los po­ seídos del dem onio. Y después d ijo : “ Id, y diréis a J u a r que los m uertos resucitan, los ciegos ven, los m udos hablan, los tullidos andan, los enferm os guarecen.” ( i ) Q uien a to­ dos da y a nadie q u ita ; quien a todos da lo que les f a l t a ; quien a todos da lo que h an m enester y desean, ése R ey es, ése es el P rom etido, es el que se espera; y con él 110 hay m ás que esperar. Pobladas están de coronas y cetros estas acciones. N o d ijo : “ Yo soy rey ”, sino m ostróse re y . No d ijo : “Y o soy el P ro m etid o ” , sino cum plió lo prom etido. N o d i j o : “ N o h ay que esperar a o tro ” , sino obró de suerte, que no dejó qué esperar de o tro . S acra Católica, Real M ajestad, (2 ) bien puede alguno m o strar encendido su cabello en corona ardiente en dia­ m an tes; y m o strar inflam ada su persona con vestidura, no GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS solo teñida, sino em briagada con repetidos hervores de la p ú rp u ra ; y ostentar soberbio el cetro con el peso del o ro ; y d ificultarse a la vista, rem ontando en trono desvanecido; y atem orizar su habitación, con las am enazas bien arm adas de su g u a rd a ; llam arse rey y firm arse rey ; m as serlo y m ere­ cer serlo, si no im ita a C risto en d ar a todos lo que ldfttfalta, no es posible, Señor. Lo contrario, m ás es ofender que re in a r. Q uien os dijere que vos no podéis hacer estos m ila­ gros, d ar vista y pies y vida y salud y resurrección y liber­ tad de opresión de m alos espíritus, ése os quiere ciego y tu ­ llido y m uerto y enferm o y poseído de su m al espíritu. V erd ad es que no podéis, Señor, obrar aquellos m ilagros; m as tam bién lo es que podéis im itar sus efectos. O bligado estáis a la im itación de C risto. Si os descubrís donde os vea el que no dejan que pueda veros, ¿no le dáis vista? Si dáis en tra d a al que, necesitando de ella, se la negaban, ¿no le dáis pies y pasos? Si oyendo a los vasallos, a quien ten ía oprim ido el m al espíritu de los codiciosos, los rem ediáis, ¿no les dáis libertad de tal mal dem onio? Si oís al que la venganza y el odio tiene conde­ nado al cuchillo o al cordel, y le hacéis justicia, ¿no resu­ citáis un m uerto? Si os m ostráis padre de los huérfanos, y de las viudas, que son m udos y p ara quien todos son m u­ dos, ¿no les dáis voz y palabras? Si socorriendo los pobres, y disponiendo la abundancia con la blandura del gobierno, estorbáis la ham bre (3 ) y la peste, y en una y o tra todas las enferm edades, ¿no sanáis los enferm os? Pues, ¿cómo, Señor, estos m alsines (4 ) de la doctrina de C risto os des­ acred itarán los m ilag ro s de esta im itación, que sola os pue­ de hacer rey verdaderam ente, y pasar la m ajestad de los cortos lím ites del nom bre? P o r esto, soberano Señor, dijo C risto : “ M ayor testim onio tengo que Ju a n B autista, porque las obras que hago dan testim onio de m í” . Y reconociendo esto S an Ju an , no dijo lo que sabía, sino m andó a sus dis­ cípulos le preguntasen quién era, para que, respondiendo sus obras, viese el m undo m ayor testim onio que el suyo. P ues si no puede ser buen rey, im itador del verdadero Rey de los reyes el que no diere a los suyos salud, vida, ojos, lengua, pies y libertad, ¿qué será el que les quitare todo esto? S erá sin duda m al espíritu, enferm edad, ceguera y m uerte. Considere V u e stra M ajestad si los que os ap a r­ tan de hacer estos m ilagros quieren ellos solos veros y que 422 PEREDA VAtDES — FUSCO SANSONE los veáis, acom pañaros siem pre, que no habléis con otros, y que otros no os hablen, que no obréis salud vida y liber­ tad, sino con ellos; y sin o tra advertencia conoceréis que os ciegan y os enferm an y os tullen y os enm udecen; y os hallaréis obseso de m alos espíritus vos, cuyo oficio es obrar en todos los vuestros lo contrario. ¡Insensatos electores de im perios son los nueve meses! Q uien debe la m ajestad a las anticipaciones del p arto y a la prim era im paciencia del vien­ tre, m ucho hace si se acuerda, p ara vivir como rey, de que nació como hom bre. Pocos tienen por grandeza ser re­ yes por el g rito de la com adre; pocos, aun siendo tiranos, se atribuyen a la n a tu ra le z a : todos lo hacen deuda a sus m éritos. Dichoso es quien nace p ara ser rey, si reinando me ece serlo; y no se merece sino con la im itación de las obras con que C risto respondió que era rey. ( Política de D ios v Gobierno dé" Cristo. — 2® parte. — Fragmento del Cap. I V ) . LA OBRA “L a Política de D ios y gobierno de C risto” consta de dos partes. L a prim era fu é com enzada hacia 1617, habiéndola re form ado su au to r en 1620 estando preso en la T o rre de Ju a n A bad. L a dirige al Conde D uque de O livares, fechando su dedicatoria en S de A bril de 1621. La segunda p arte, term inada a los nueve años de com enzada la prim era (1635), no se publica sino después de la m u erte de su a u to r y está de­ dicada a! P a p a U rb an o V I II. C O N T E N ID O P resenta Q uevedo en esta o bra un sistem a de gobierno basado en la Sagrada E sc ritu ra. E l Evangelio es el m ejo r tratad o político para la gobernación de los estados. C risto, según el au to r, al dictar su Evangelio lo señaló como el Código político de todas las naciones. R ecuerda la P olítica de Dios a la ‘ P olitique tirée de l’E sc ritu re Sainte”’ de B ossuet, pero, como hace n otar M erim ée, le fa lta a Quevedo el “be!lo orden arm onioso y tranquilo de B ossuet” . U no de los defectos de esta obra, es la fa lta de orden en la exposición de las ideas políticas. L a P o lítica de Dios y gobierno de C risto es un ideario político de acuerdo con la realidad social de la época; pero para com prender las ideas po­ líticas de Q uevedo, es necesario conocer sus ideas filosóficas y m orales, pues Quevedo es un m oralista y u n filósofo, aunque sea, com o dice A zorín, el espíritu m enos m etafísico de su época. Se h a restado valor a las obras políticas de Quevedo, fu e ra de la época para que fueron escritas, así dice A lfonso R e y e s : “L as obras políticas de Quevedo no proponen una nueva interpretación de las arte s GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS políticas, no tienen ya m ás que un valor retórico. O son panfletos de oportunidad o son obras de declam ación académ ica” . E STILO El estilo de Q uevedo es en esta o bra m ás conceptuoso aún que. en las obras satíricas. Seco, lleno de verícuetcs, recargado de sentencias, de antítesis, de frases elípticas, no tiene la frescura, ni el sabor popular de “L os Sueños” de Buscón. H a y páginas enteras de m al gusto, inas repletas de citas, adornadas de sentencias Senequistas. NOTAS (1 ) (2 ) (3) (4) (5 ) (6 ) em beleco. E m b u s te , e n g a ñ o , ilu sió n . a d ro lla s — pez. a rre b o z a d o s — e n v o lv er, c u b rir. za fip s — g ro s e ro , to s c o . c o rrille ro s . — V a g a b u n d o , q u e a n d a cu d icio so s — c o d ic io so s. d e c o rrillo en c o r r illo . NOTAS (1 ) a fu e ra . (2) (3) (4) zam b o — el q u e tie n e ju n ta s la s ro d illa s y s e p a ra d a s las p ie rn a s h a c ia esp o lo n e s — a p ó fisis ó s e a , q u e tie n e n en el ta rs o v a ria s g a llin á c e a s . ju g la r e s c h o c a rre ro s . — J u g la r e s c h isto so s , g r a c io s o s. c a lo fria d c — c a lo fr ia rs e ; s e n tir c a lo frío s . p u e s m a i ju e z fu e . — E ra s e e líp tic a , c a ra c te r ís tic a d e l e s tilo de (5) Q uevedo. (6) B u fo n es d e s g ra n a d o s . — D e s g ra n a r , s a c a r el g r a n o d e u n a c o s a . B u ­ fones s u e lto s s e r ía el v e rd a d e ro s ig n ific a d o . ( 7 ) b u lu lú — fa rs a n te q u e re p re s e n ta b a él so lo u n a co m ed ia, loa o e n tr e ­ m és, m u d a n d o la voz s e g ú n la c a lid a d de las p e rs o n a s q u e ib a n h a b la n d o . NOTAS (1) lo s en fe rm o s g u a r e c e n . — L o s en ferm o s e n c u e n tr a n r e f u g io . (2 ) S a c ra , C a tó lic a , R e a l M a je s ta d . — A sí se lla m a b a al R e y d e E s p a ­ ñ a . L a fra s e e s e líp tic a . (3) la h a m b re . — L a p o r el d e la n te de a a c e n tu a d a . (4) m a ls in e s d e la d o c trin a de?' C r is to . — L o s q u e h a b la n m a l de la d o c ­ tr in a de C r is to . V ID A D E L B U S C O N LLAM AD O D O N PABLOS Ejem plo de vagabundos y espejo de tacaños C A P IT U L O I E n que cuenta quién es y de dónde Yo, señor, soy de Segovia; mi padre se llamó Clemente Pablo, n atu ra l del m ism o pueblo — D ios lo tenga en el cielo. Fué, tal como todos dicen, de oficio barbero; a u n ­ que eran tan altos sus pensam ientos, que se co rría le lla­ m asen asi, diciendo que él era un tu n d id o r de m ejillas ( i ) 424 PEREDA VALDÉS — FUSCO SAN SO N E y sastre de barbas. Dicen que era de m uy buena cepa (2 ) , y, según él bebía, es cosa p a ra creer. E stuvo casado con Aldonza S atu rn o de Rebollo, h ija de O ctavio de Rebollo Co­ dillo y nieta de Lépido Ziuraconte. Sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja, aunque ella, por los nom bres de sus pasados ( 3 ) , esforzaba que descendía de los del triu n v irato rom ano. T uvo m uy buen parecer, y fué tan celebrada, que en el tiem po que ella vivió todos los copleros de E spaña hacían cosas sobre ella ( 4 ) . Padeció grandes trab a jo s recién casada, y aun des­ pués, porque m alas lenguas daban en decir que mi padre m e­ tía el dos de bastos por sacar el as de o ro ( 5 ) . Probósele qué, a todos los que hacía la barba a nav aja, m ientras les daba con el agua, levantándoles la cara p ara el lavatorio, un mi herm ano de siete años les sacaba m uy a su salvo, los tu é­ tanos de las faldriqueras ( 6 ) . M urió el angélico de unos azotes que le dieron en la cárcel. Sintiólo m ucho mi padre, por ser tal que robaba a todos las voluntades ( 7 ) . P o r estas y por o tras niñerías estuvo p re so ; aunque, según a mi me han dicho después, salió de la cárcel con to­ da honra, que le acom pañaron doscientos cardenales ( 8 ) , sino que a ninguno llam aban señoría. L as dam as diz que salían por verle a las ventanas, que siem pre pareció bien mi padre, a pie y a caballo. N o lo" digo por vanagloria, que bien saben todos cuán ajeno soy de ella. Mi m adre, pues, no tuvo calam idades. U n día, alabán­ dom ela una v ieja que me crió, decía que era tal de su a g ra ­ do, que hechizaba a todos cuantos la tra ta b a n ; sólo diz que le d ijo no sé que de un cabrón ( 9 ) , lo cual la puso: cerca de que la diesen plum as con que lo hiciese en público (1 0 ). H ubo fam a de que reedificaba doncellas; resucitaba cabe­ llos, encubriendo canas. U nos la llam aban zurcidora de gus­ tos, otros.; algebrista (1 1 ) de voluntades desconcertadas, y p or mal nom bre alcahueta y flu x (1 2 ) p ara los dineros de todos. V er, pues, con la cara de risa que ella oía esto de todos, era para m ás atraerles sus voluntades. N o me deten­ d ré en decir la penitencia que hacía. T enía su aposento, don­ de sola ella en traba y algunas veces yo, que como era chico podía, todo rodeada de calaveras, que ella decía eran pa­ ra m em orias la m uerte y otros, por v ituperarla, que p a­ ra voluntades de la vida. Su cam a estaba arm ada sobre so­ gas de ahorcado, y decíame a m í: “ ¿Q ué piensas? Con el G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 4 2 5 recuerdo de esto aconsejo a los que bien quiero que, para que se libren ellas (1 3 ), vivan con la barba sobre el hom ­ bro ( 1 4 ) , de suerte que ni aún con m ínim os indicios se les averigüe lo que hicieren” . H u b o grandes diferencias entre mis padres sobre i ? quién había de im itar en el oficio; m as yo, que siem pre tu ­ ve pensam ientos de caballero desde chiquito, nunca me apli­ qué ni a uno ni a otro. Decíame mi p ad re: “ H ijo , esto de ser ladrón no es arte m ecánica, sino liberal” ; y de allí a un rato, habiendo suspirado, decía de m anos (1 5 ) : “ Q uién no h u rta en el m undo, no vive. ¿ P o r qué piensas que los algua­ ciles y alcaldes nos aborrecen tan to ? U nas veces nos destierran , o tras nos azotan y o tras nos cuelgan, aunque nun­ ca haya llegado el día de nuestro s a n to ; no lo puedo decir sin lág rim as” lloraba como un niño el buen viejo acordán­ dose de las veces que le habían bataneado (1 6 ) las costillas; “ porque 110 querrían que adonde están hubiese otros ladrones sino ellos y sus m inistros;, m as de todos nos libra la bue­ na astucia. E n mi m ocedad siem pre andaba por las igle­ sias (1 7 ) , y no por cierto de puro buen cristiano. M uchas veces me hubieran llevado en el asno (1 8 ) si no hubiera cantado en el potro. N unca confesé (1 9 ) sino cuando lo m anda la santa m adre Ig lesia; y así, con esto y mi oficio he sustentado a mi m adre lo m ás honradam ente que he podido.” “ ¿Cóm o me habéis sustentado?, dijo ella con gran cólera, que le pesaba que yo no me aplicase a b ru ja. Y o he susten­ tado a vos y sacándoos de las cárceles con industria, y m an­ tenido en ellas con mi dinero. Si no confesábades, ¿era por vuestro ánim o o por las bebidas que os daba? G racias a mis botes (2 0 ). Y si no tem iera que me habían de oir en la ca­ lle, yo d ijera lo de cuando entré por la chim enea y os saqué por el tejad o .” M á sdijera, según se había encolerizado, si con los golpes que daba no se le desensartara un rosario de m uelas de difuntos que tenía. M etidos en paz, yo les di­ je que quería aprender v irtu d resueltam ente e ir con mis buenos pensam ientos adelante, y así, que m e pusiesen a la escuela; pues sin leer ni escribir no se podía, hacer nada. Parecióles bien lo que yo decía, aunque lo g ruñeron un ra ­ to entre los dos. Mi m adre tornó a ocuparse en en sartar las muelas, y mi padre fué a ra p ar a uno---- así lo dijo él — 110 sé si la barba o la bolsa; yo me quedé solo, dando gracias 426 PEREDA VALDES — FU SCO SAN SO N E a D ios que me hizo hijo de padres tan hábiles y celosos de mi bien. NOTAS ( 1 ) tu n d id o r : el q u e c o rta e l pelo d e l p a ñ o c o n la tije r a . (2 ) d e m u y b u e n a c e p a : de b u e n lin a je ; a q u í Q u e v e d o h a c e u n ju e g o d e p a la b ra s co n la d o b le a c e p c ió n d e la p a la b ra c e p a : d e lin a je y tro n c o d e la v id . (3 ) p o r lo s n o m b re s de su s p a s a d o s : de s u s a n te p a s a d o s . (4 ) O b sé rv e s e la m a lic ia d e Q u e v e d o al e m p le a r c o sa s, en lu g a r d e c o ­ p la s o v erso s in s p ira d o s e n e lla . (5 ) m e tía el do s d e b a s to p a r a s a c a r el a s de orosi. — E r a c o rn u d o p o r in te r é s . (6 ) los tu é ta n o s de la fa ltr iq u e ra — el d in e ro de los b o ls illo s ; el chioio e ra la d ro n z u e lo . ( 7 ) J u e g o d e p a la b r a s - co n el v erb o r o b a r ; ro b a r v o lu n ta d e s es s im p le ­ m e n te h a c e rse s im p á tic o , a g ra d a b le . (8 ) O tr o re tr u é c a n o c o n la d o b le a c e p c ió n del vo ca b lo c a r d e n a l: m iem b ro d el S acro C o le g io y e q u im o s is . (9 ) “ E s s ím b o lo d el d e m o n io y e n su fig u ra ' c u e n ta a p a re c e rs e a I03 b r u ­ jo s y s er lic e n c ia d o d e lle s ” . ( C o v a r r u b i a s ) . (1 0 ) E s d e c ir “ a fin d e q u e h e c h iz a s e a la g e n te e n p ú b lic o -’ . (1 1 ) E l c iru ja n o q u e p ro fe s a el a r te d e c o m p o n e r lo s h u eso 9 y r e d im irlo s a sus lu g a re s p ro p io s, c u a n d o p o r a lg ú n a c c id e n te se d e s e n c a ja n o d e sc o m p o n e n . (1 2 ) té rm in o d el ju e g x ): el c o n c u rs o de to d a s las c a rta s d e u n m ism o palo . (1 3 ) d e la s s o g a s . (1 4 ) v iv ía n re c a ta d a s y c o n re c e lo . (1 5 ) de m a n o s . — J u n ta r s e las m a n o s o sea con h u m ild a d , p id ie n d o p e r d ó n . (1 6 ) b a ta n e a d o . —- S a c u d ir d e g o lp e s las c o s tilla s . (1 7 ) P o rq u e é s ta s o fre c ía n asilo a los d e lin c u e n te s . (1 8 ) E n u n as n o e r a n a z o ta d o s lo á d e lin c u e n te s q u e no h a b ía n p o d id o c a ­ lla r e n el p a tio d el to r m e n to . (1 9 ) E n el to r m e n to . (2 0 ) L o s b o te s q u e c o n te n ía n los h e c h iz o s . EL BUSCO N C A P IT U L O T E R C E R O E l era un clérigo cerbatana, ( i ) largo sólo en el talle, u na cabeza pequeña, pelo berm ejo. N o hay m ás que decir para quien sabe el re frán que d ic e : ni gato ni perro de aque­ lla color. Los ojos, avecinados (2 ) en el cogote, que p are­ cía que m iraba p or cuévanos; (3 ) tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tienda de m ercaderes; la n a­ riz, entre R om a (4 ) y F rancia, porque se le había comido de unas búas de re fria d o ; que aun no fueron de vicio, p o r­ que cuestan d in e ro ; las barbas, descoloridas de m iedo de la boca vecina, que de p u ra ham bre, parecía que am enazaba a com érselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que p o r holgazanes y vagabundos se los habían d esterrado; el gaznate, largo, como avestruz, con una nuez tan salida G U IA DE L E C T U R A S DE A U T O R E S C L A S IC O S Y M ODERN OS 4 2 7 que parecía se iba a buscar de comer, forzada de la necesi­ d ad ; los brazos, secos; las m anos, com o un m an o jo de sa r­ m ientos cada u n a ; m irado de m edia abajo, parecía tenedor o com pás con dos piernas largas, y fla c a s; su andar, m uy de espacio; si se descom ponía algo, se sonaban los huesos co­ m o tablillas de S an L á z a ro ; (5 ) la habla, hética; la barba, grande, por nunca se la cortar, por no g a sta r; y él decía que era tan to el asco que le daba ver las m anos del barbero por su cara, que antes se d ejaría m a ta r que tal perm itiese; co r­ tábale los cabellos un m uchacho de los otros. T ra ía un bo­ nete los días de sol, rato n ad o ( 6 ) , con mil gateras y g u a r­ niciones (7 ) de g ra sa ; era’ de cosa que fué paño, con los fondos de caspa. L a sotana, según decían algunos, era m ila­ grosa, porque no se sabía de que color e ra ; unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por cuero de ra n a ; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos entre azu l; llevábala sin ceñidor ( 8 ) ; no tra ía cuellos ni puños; parecía con los cabellos largos y la sotana m ísera y corta, lacayuelo de la m u erte; cada zapato podía ser tum ba de fi­ listeo ( 9 ) . Pues ¿su aposento? A un arañ as no ¡había en él; co n ju rab a los ratones, de m iedo que no le royesen algunos m endrugos que guardaba. L a cam a tenía en el suelo, y d o r­ m ía siem pre de un lado por no g astar las sábanas; al fin era pobre y protom iseria. (1 0 ) NOTAS (1 ) E r a u n c lé rig o c e rb a ta n a . — C e rb a ta n a , tu b o la rg o y m u y estre* c h o . Q u ie re d e c ir q u e e ra a lto y fla c o . ( 2 ) a v e c in a d o s : c e rc a d el c o g o te . (3 ) c u é v a n o a : c e sto d e m im b re . ( 4 ) n a riz R o m a , p o r su fo rm a a c h a ta d a y F r a n c ia , p o r su s b u b a s o s e ñ a ­ les d el m a l fra n c é s . ( 5 ) ta b lilla s de S a n L á z a ro , las q u e so r.a b a n los le p ro so s al p e d ir lim o sn as p a r a los h o s p ita le s d e S a n L á z a r o . (6 ) r a to n a d o : color de r a t ó n ; g r is . (7 ) g u a rn ic io n e s d e g r a s a : m a n c h a d a s de g r a s a . (8)' tu m b a d e F ili s t e o : p o r lo g r a n d e . (9 ) a r c h ip o b r e : m u y p o b r e ; es n eo lo g ism o d e Q u e v e d o . (1 0 ) p ro to m is e ria (p r o to — d e l g rie g o p r im e r o ) . E s te p re fijo d e n o ta su* p e rio rid a d o p re e m in e n c ia . P ro to m is e ria es n eo lo g ism o c rea d o p o r Q u e v e d o , aquí sig n ific a el m á s m ise ra b le . C A P IT U L O V II D e la ida de D on Diego v nuevas de la muerte de mis pa­ dres, y la resolución que tomé en mis cosas para adelante. E n este tiem po vino a Don Diego una carta de su p a­ dre, en cuyo pliego venía o tra de un tío mío, llam ado A lón- 428 PEREDA VALUES — FU SCO SANSON É so Ram plón, hom bre allegado a toda virtud, y m uy conocido en Segovia, por lo que era allegado a la ju stic ia ; pues cuantas allí se habían hecho de cuatro años a esta parte, han pasado por sus m anos. V erdugo era, si va a decir la verdad, pero un águila en el oficio. Vérsele hacer, daba gana de dejarse ahorcar. E ste, pues, m e escribió una carta á A lcalá desde Segovia, en esta form a. CARTA H ijo Pablos (que por el m ucho am or que me tenía me llam aba así) las ocupaciones grandes desta plaza, en que -me tiene ocupado su M ajestad, no me han dado lugar á hacer esto; que si algo tiene m alo el servir al Rey, es el tr a ­ bajo, aunque se desquita con esta negra honrilla de ser sus criados. Pésam e de daros nuevas de poco gusto. V uestro padre m urió ocho días ha, con el m ayor valor que ha muer* to hom bre en el m undo: dígolo como quién lo guindó ( i ) . Subió en el asno, sin poner pie en el estribo; veníale el sa­ yo baquero ( 3 ) , que parecía haberse hecho para él: y como tenía aquella presencia, nadie le veía con los cristos delan­ te, que no le ju zg ase por ahorcado. Iba con gran desenfado m irando á las ventanas, y haciendo cortesías á los que de­ jab an sus oficios por m irarle. H ízose dos veces los bigotes. M andaba descansar a los confesores, y íbales alabando lo que decían bueno. Llegó a la de palo ( 4 ) , puso el un pie en la escalera, 110 subió a gatas ( 5 ) , ni de espacio: y viendo un escalón hendido, volviose a la justicia, y dijo. O ue m an­ dase aderezar aquel para otro, que no todos tenían su h íg a­ do. No sabré encarecer cuan bien pareció á todos. Sentóse arriba, y tiró las arru g as de la ropa atrás. T om ó la soga, y púsola en la nuez; y viendo que-el T eatino le quería predi­ car, vuelto á él le dijo. “ P adre, yo lo doy por predicado, y vaya un poco de Credo, acabem os presto, que no q uerría p a­ recer p ro lijo .” H ízole así; enconm endom e que le pusiera la caperuza de lado, y que le lim piase las babas; yo lo hice así. Cayó sin encoger las piernas, ni hacer gestos. Q uedó con una gravedad, que 110 había más que pedir. H ícele cuartos, y dile por sepultura los ca m in o s; Dios sabe lo que á mi me pesa de verle en ellos, haciendo m esa fran ca a los g ra ­ jos (6 ) ; pero yo entiendo que los pasteleros de la tierra desta tierra nos consolarán, acom odándole en los de á cua­ G U IA DÉ L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M O D ERN O S 429 tro ( y) . De vuestra m adre, aunque está viva ahora, casi os puedo decir lo mismo, que está presa en la Inquisición de Toledo, porque desenterraba a los m uertos, sin ser m u r­ m uradora. Dícese, que daba paz cada noche a un cabrón ( 8 ) , en el ojo que no tiene niña. H a lláro n la en su casa m ás pier­ nas, brazos y cabezas, que a una capilla de m ilagros; y lo menos que hacía era sobrevirgos, y contrahacer doncellas. D i­ cen que representaba en el auto el día de la T rin id ad , con cuatrocientos de m u erte; pésame, que nos deshonra a todos; y a mi principalm ente, que al fin soy M inistro del Rey, y m e están m al estos parentescos. H ijo , aquí ha quedado 110 sé que hacienda escondida de vuestros p ad res; será en todo h asta cuatrocientos ducados': vuestro tío soy lo que ten­ go ha de ser p ara vos. V ista esta, os podréis venir aquí, que con lo que vos sabéis de latín y retórica, seréis singular en el arte de V erdugo. Respondedm e luego, y entre tanto Dios os guarde. N o puedo negar que sentí mucho la nueva a fre n ta ; holgué lile en parte (ta n to pueden los vicios en los padres, por grandes que sean los h ijo s) F ui me corriendo a Don Diego, que estaba leyendo la carta de su padre, en que le m andaba que se fuese, y no me llevase en su com pañía, m o­ vido de las travesuras m ías, que había oído decir. D íjom e, como se determ inaba ir, y todo lo que le m andaba su p a d r e ; que a él le pesaba d ejarm e; y a mí más. D íjom e, que me aco­ m o d aría con otro caballero, am igo suyo, p ara que le sirvie­ se. Y o en eso, riéndom e, le d ije : “ Señor, yo soy otro y otros mis pensam ientos, m ás alto pico, y m ás autoridad me im­ p o rta ten er; porque si h asta ahora tenía, como cada cual, mi piedra en el rollo, ah o ra tengo mi p ad re.” Declárele, co­ mo había m uerto tan honradam ente, como el m ás estirado. Como le trin charon (9 ) e hicieron m oneda, y como había escrito mi Señor T ío el V erdugo desto, y de la prisioncilla de M am a, que á él, como quien sabía quien yo soy, me pu­ de descubrir sin vergüenza. L astim óse m ucho, y preg u n tó ­ me, que pensaba hacer. Dile cuenta de mis determ inaciones, y con esto al otro día él se fué a Segovia, h arto triste, y yo m e quedé en la casa, disim ulando mi desventura. Quemé la carta, porque perdiéndosem e acaso, no la leyere a lg u n o ; y comencé á disponer mi p artid a para Segovia, con inten­ ción de cobrar mi hacienda, y conocer mis parientes, para h u ir dellos. 430 PEREDA V A I.n E S — FU SCO SA N SO N E L A OBRA ‘ E l B uscón ’ y el “L azarillo de T o rm es” son las dos obras m ás re­ presentativas del realism o picaresco. F o rm an grupo aparte, “G uzm án de A lfarache, ‘E l escudero M arcos de O bregón”, y o tras obras m enores, en las cuales predom ina la intención m oralista del a u to r sobre la observacinó directa de la realidad. “E l B uscón” y “L azarillo de T o rm e s” son novelas picarescas in te g rale s; ni didácticas, ni reflexivas, cuentan y tra ­ zan al picaro como es, no para ejem plo de los demás, sino para solaz del lector. \ FRAG M ENTO DEL CAPITULO III R etrato físico y m oral del licenciado Cabra. Cóm o era física m en te : largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo berm ejo. L os ojos, ave­ cinados en el cogote, que parecía que m iraban por cu év a n o s; la n ariz en­ tre R om a y Francia, etc. L a descripción no es sintética, sino m uy de­ tallista, porque Q uevedo quiere e x ag e rar los detalles para darnos una caricatura del Licenciado Cabra. C óm o iba v e stid o : traía un bonete los días de sol, ratonado, con mil g aleras y guarniciones de p la ta ; no tra ía cuellos, ni puños, etc. .Cómo era m o ralm en te : dorm ía siem pre de un lado para no g a star las sá b a n a s; »ste dato .es suficiente para tra z a r uno de los rasgos de su fisonom ía iru rral: e ra un g ra n tacaño, adem ás, sucio, feo y repugnante. Obsérvese el procedim iento m etafórico de Q u e v e d o : para decir que la n ariz era chata y llena de bubas no lo expresa directam ente, sino di­ ciendo que la nariz entre R om a y Francia. E n sín tesis: cuadro exagerado, caricatu ra m ás que retrato. E P IS T O L A S A T IR IC A Y C E N S O R IA C O N TR A LAS C O STU M B RES P R E S E N T E S D E LOS C A S T E L L A N O S , E S C R IT A A L C O N D E -D U Q U E D E O L IV A R E S N o he de callar, por m ás que con el dedo, Y a tocando la boca, ó ya la frente, Silencio avises ó am enaces miedo. ¿N o ha de haber un espíritu valiente? ¿S iem pre se ha de sentir lo que se dice? ¿N unca se h a.d e decir lo que se siente? G U IA DE L E C T U R A S DE A U T O R E S C L A S IC O S Y M O DERN O S H oy sin m iedo que libre escandalice Puede hablar el ingenio, asegurado De que m ayor poder le atem orice. E n otros siglos pudo ser pecado Severo estudio y 1a verdad desnuda, Y rom per el silencio el bien hablado. Pues sepa quien lo niega y quien lo duda Q ue es lengua la verdad de D ios severo Y la lengua de Dios nunca fué m uda. Son la verdad y Dios, D ios verdadero: Ni eternidad divina los separa, Ni de los dos alguno’ fué prim ero. Si Dios a la verdad se adelantara. Siendo verdad, im plicación hubiera E n ser y en que la verdad de ser dejara. L a ju sticia de Dios es verdadera, Y la m isericordia, y todo cuanto E s Dios todo ha de ser verdad entera. S eñor Excelentísim o, mi llanto Y a 110 consiente m árgenes ni orillas: Inundación será la de mi canto. Y a sum ergirse m iro mis m ejillas, L a vista por dos urnas derram ada Sobre las aras de _las dos Castillas. Y ace aquella virtu d desaliñada Q ué fué, si rica menos, m ás tem ida, E n vanidad y en sueño sepultada. Y aquella libertad esclarecida Que en donde supo hallar h o n ra d a m uerte N unca quiso tener m ás larg a vida. Y pródiga del alm a, nación fuerte C ontaba por a fren tas de los años E nvejecer en brazos de la suerte. Del tiem po el ocio torpe y los engaños Del paso de las horas y del día R eputaban los nuestros por extraños. N adie contaba cuanta edad vivía, Sino de qué m an era: ni aun un hora L ograba sin afá n su valentía. L a robusta v irtud era señora, 431 432 PEREDA VAJ.DÉS — P U S C O SA N SO N ® Y sola dom inaba al pueblo ru d o ; E dad, si m al hablada, vencedora. E l tem or de la m ano daba escudo Al corazón, que, en ella confiado, T odas las arm as despreció desnudo M ultiplicó en escuadras un soldado Su honor precioso, su ánim o valiente, D e sola honesta obligación arm ado. Y debajo del cielo aquella gente, Si no á m ás descansado, á m ás honroso S ueño entregó los ojos, no la m enteH ilab a la m u jer para su esposo L a m o rta ja prim ero que el vestido; M enos le vió galán que peligroso. A com pañaba el lado del m arido M ás veces en la hueste que en la cam a; Sano le aventuró, vengóle herido. T o das m atronas y ninguna dam a, Q ue nom bres del halago cortesano N o adm itió lo severo de su fam a. D erram ado y sonoro el Oceáno E ra divorcio de las rubias m inas Q ue u su rp aro n la paz del pecho hum ano. N i los tru jo ( i ) costum bres peregrinas E l áspero dinero, ni el O riente C om pró la honestidad con piedras finas. Jo y a fué la v irtu d p u ra y ard ien te; Gala el -merecimiento y alabanza; Sólo se codiciaba lo decente. N o de la plum a dependió la lanza, Ni el cántabro (2 ) con cajas y tinteros H izo el campo heredad, sino m atanza. Y E spaña con legítim os dineros, No m endigando el crédito a L ig u ria ( 3 ) , M ás quiso los turbantes que los ceros. M énos fuera la pérdida y la in ju ria Si se volvieran M uzas los asientos ( 4 ) , Q ue esta usura es peor que aquella furia. C aducaban las aves en los vientos, Y esperaba decrépito el v e n a d o : G rande vejez duró en los elementos. Q ue eL vientre entonces, bien disciplinado, G U IA DE L E C T U R A S DE AU TO RES C L A S IC O S Y M ODERN OS 43 3 Buscó satisfacción y no h a rtu ra , Y estaba la g arg an ta sin pecado. (5 ) Del m ayor infanzón (5 ) de aquella pura R epública de grandes hom bres, era U n a vaca sustento y arm adura. N o había venido al gusto lisonjera L a pim ienta arru g ad a, ni del clavo L a adulación frag an te forastera. C arnero y vaca fue principio y cabo, Y con ro jo s pim ientos y ajo s duros T an bien como el señor comió el esc'avo. Bebió la sed los arroyuelos p u ro s : Después m o straro n del carchesio a Baco E l cam ino los brindis m al seguros. E l ro stro m acilento, el cuerpo flaco, E ra n recuerdo del trab a jo honroso, Y h o n ra y provecho andaban en un saco. P udo sin nr’edo un español ve'loso L lam ar a los tudescos bacchanales, (6 ) Y al holandés hereje y alevoso. P u d o acusar los celos desiguales A la Ita lia ; pero hoy de m uchos m odos Somos copias, si son originales. L as descendencias gastan m uchos godos, T odos blasonan, nadie los im ita, Y no son sucesores, sino apodos. V ino el betún precioso que vom ita L a ballena o espum a de las olas Q ue el vicio, no el olor, nos acredita. Y quedaron las huestes españolas Bien perfum adas, pero m al regidas, Y alhajas las que fueron pieles solas. E stab an las hazañas m al vestidas, Y aún no se h arta b a de buriel y lana (7 ) L a vanidad de fem bras presum idas. (8 ) A la seda pom posa siciliana, Que m anchó ardiente m úrice, el rom ano (9 ) Y el oro hicieron áspera y tirana. N unca al duro español supo el gusano, P ersu a d ir que vistiese su m o rtaja, Intercediendo el C an por el yerano. H o y desprecia el honor al que trab aja, 28 434 PEREDA VALDES — FU SCO S A N S O N IÍ Y entonces fué el trab a jo ejecutoria, Y el vicio graduó la gente baja. P reten d e el alentado joven gloria P o r d ejar la vacada sin m arido, Y de Céres ofende la m em oria. (1 0 ) U n anim al á la labor nacido Y símbolo celoso á los m ortales, Que á Jo v e fué d isfraz y fué vestido; Q ue un tiem po endureció m anos reales, Y d etrás de él los cónsules gim ieron, Y ru m ia luz en campos celestiales, ¿ P o r cuál enem istad se persuadieron A que su apocam iento fuese hazaña, Y á las mieses tan grande ofensa hicieron ? ¡Q ué cosa es ver un infanzón de E sp añ a A breviado en la silla á la jineta, Y g a sta r un caballo en una caña ? Q ue la niñez al gallo le acom eta Con sem ejante m unición apruebo; M ás no la edad m ad u ra y la perfecta. ( i x) E jerc ite sus fuerzas el mancebo E n frentes de escuadrones, no en la frente Del últim o b ru to la asta de acebo. E l tro m peta le llame diligente, D ando fuerza de ley el viento vano, Y al son esté el ejército obediente. ¡Con cuánta m ajestad llena la mano L a pica, y el m osquete carga al hom bro, (1 2 ) Del que se atreve a ser buen castellano. . Con asco entre las o tras gentes nom bro A l que de su persona, sin decoro, M ás quiere nota d ar que d ar asom bro. • G ineta y cañas son contagio m o ro ; R estitúyanse ju stas y torneos, Y h agan paces las capas con el toro. P asadnos vos de juegos a tro fe o s; Q ue sólo grande rey y buen privado Pueden ejecutar estos deseos. V os, que hacéis repetir siglo pasado Con desem barazarnos las personas Y sacar á los m iem bros de cuidado, Vos disteis libertad con las valonas, (1 3 ) G U IA DE L E C T U R A S DÉ A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S 4 3 5 P a ra que sean corteses las cabezas, D esnudando el enfado a las coronas, Y, pues vos enm endastes m as cortezas, D ad a la m ejo r p arte m e d ic in a : V uélvanse los tablados fortalezas. Q ue la cortés estrella que os inclina A privar, sin intento y sin venganza, M ilagro que a la envidia desatina, T iene por sola bienaventuranza E l reconocim iento te m e ro so : N o presum ida y ciega confianza. Y si os dió el ascendiente generoso Escudos, de arm as y blasones llenos, Y por tim bre el m artirio glorioso, M ejores sean p o r vos los que eran buenos G uzmanes (1 4 ), y la cum bre desdeñosa Os m uestre a su pesar campos serenos. L ograd, señor, edad ta n v e n tu ro sa ; Y cuando nuestras fuerzas exam ina Persecución unida y belicosa. L a m ilitar valiente disciplina T enga m ás platicantes que la plaza; D escansen tela falsa y tela fina. Suceda a la m arlo ta (1 5 ) la coraza, Y si el C orpus con danzas no los pide, Velillos y oropel no hagan baza. E l que en trein ta lacayos los divide, H ace suerte en el toro, y con un dedo L a hace en él la v ara que los mide. M andadlo así; que aseguraros puedo Q ue habéis de re sta u ra r más que Pelayo Pues valdrá por ejércitos el miedo, Y os verá el cielo ad m in istrar su rayo. M E M O R IA IN M O R T A L D E D O N P E D R O G IR O N D U Q U E D E O S U N A , M U E R T O E N L A P R IS IO N F a lta r pudo su p atria al grande Osuna, pero no a su defensa sus h az añ as; cliéronle m uerte y cárcel las Españas, de quien él hizo esclava la fortuna. 436 PERÉDA VALDGS — FU SCO S A N S O N tí L loraron sus envidias una a una con las propias naciones las ex tra ñ as; su tum ba son de F landes las campañas, y su epitafio la sangrienta Luna. E n sus exequias encendió el Vesubio P arténope, y T rin a c ria al M ongibelo; el llanto m ilitar creció en diluvio. Dióle el m ejor lugar M arte en su cielo: la M osa, (1 7 ) el R hin, el T a jo y el D anubio m u rm uran con dolor su desconsuelo. L E T R IL L A S A T IR IC A Poderoso caballero Es don Dinero. M adre, yo al oro me h u m illo : E l es mi am ante y m i am ado, Pues de puro enam orado, De contino (1 8 ) anda am arillo; Que pues, doblón ó sencillo, H ace todo cuanto quiero, Poderoso caballero E s don D inero. N ace en las Indias (1 9 ) honrado, D onde el m undo le ac o m p a ñ a; Viene á m o rir a E spaña Y es en Genova enterrado. Y pues quien le trae al lado E s herm oso, aunque sea fiero, Poderoso caballero E s don Dinero. E s galán y es como un oro, T iene quebrado el color, P ersona de gran valor, T an cristian a como m oro; P ues que da y quita el decoro Y quebranta cualquier fuero, P oderoso caballero E s don Dinero. Son sus padres principales G U IA DE L E C T U R A S DE A U TO RE S C L A S IC O S Y M O DERN O S Y es de nobles descendiente, P orque en las venas de O riente T odas las sangres son reales: Y pues es quien hace iguales Al duque y al ganadero, P oderoso caballero E s don D inero. M as ¿á quién no m aravilla V er en su gloria sin tasa Q ue es lo m enos de su casa D oña B lanca de C astilla? (2 0 ) P ero pues da al baxo (2 1 ) silla Y al cobarde hace guerrero, P oderoso caballero E s don Dinero. Sus escudos de arm as nobles Son siem pre tan principales, Q ue sin sus escudos reales N o hay escudos de arm as dobles; Y pues á los mismos robles D á codicia su m inero, P oderoso caballero E s don D inero. P o r im p o rtar en los tratos Y d ar tan buenos consejos, E n las casas de los viejos G atos le g u ard an de gatos. Y pues él rom pe recatos Y ablanda al juez más severo, Poderoso caballero E s don Dinero. Y es tan ta su m ajestad (A unque son sus duelos h arto s) Que con haberle hecho cuartos N o pierde su au to rid a d ; P ero pues da calidad Al noble y al pordiosero, P oderoso caballero E s don D inero. N unca vi dam as ingratas A su gusto y afición, Que á las caras de un doblón 4 3 7 438 PEREDA V A L D tS — F U SCO S A N S O N E H acen sus caras baratas. Y pues las hace bravatas D esde una bolsa de cuero, P oderoso caballero E s don Dinero. M ás valen en cualquier tierra, M irad si es h a rto sagaz, Sus escudos en la paz Q ue rodelas en la guerra. Y pues al pobre le e n tierra Y hace propio al forastero, P oderoso caballero E s don D inero. NOTAS ( 1 ) t r u ; o : tr u j ir , tr a e r . ( 2 ) c á n ta b r o . — L o s c á n ta b r o s e ra n u n p u e b lo a n tig u o de la p e n ín s u la ib é ric a , a l E)ste de A s tu r ia s , q u e lu c h ó la rg o tie m p o c o n tra lo s ro m a n o s p a ra c o n s e r v a r su in d e p e n d e n c ia . ( 3 ) L i g u r i a : co m a rc a d e I t a l i a q u e lin d a c o n el g o lfo d e G é n o v a y c o m ­ p re n d e las p ro v in c ia s d e G é n o v a y P o i.to M a u riz io . ( 4 ) M u z a s : c a p itá n m o ro q u e se d is tin g u ió p o r su v a lo r e n el s itio d e G ran ad a. ( 5 ) d e l m a y o r in f a n z ó n : el in fa n z ó n e ra n c a b a lle ro s d e s u p e rio r je r a r ­ q u ía , llam a d o s e n A ra g ó n “ m e sn a d e ro t.” , q u e c ria b a n en su c a s a a lg u n o s e s c u ­ d e ro s y c a b a lle ro s . A e s ta c a te g o r ía p e r te n e c ía el C id . ( 6 ) lla m a r a lo s tu d e sc o s b a c a n a le s.. S e r e fie re a los a le m a n e s d a d o s a b e b e r e n d e m a s ía . ( 7 ) b u r ie l: p a ñ o b u rie l de co lo r r o jo . IR ) fe m o r a s : nem u r« # . ( 9 ) m ú ric e : m o lu sc o m a rin o de co n c h a e riz a d a d e es p in a s d el <i.ue s a c a ­ b a n la p ú rp u ra lo s a n tig u o s . (1 0 ) C ere s, h ija d e S a tu r n o y d e C ib e les, d io s a la tin a d e la a g r ic u ltu r a . (1 1 ) p e r f e t a : p e rfe c ta , lic e n c ia fre c u e n te m e n te e m p le a d a . (1 2 ) el m o s q u e te : a rm a de fu eg o a n tig u a , a lg o m á s p e s a d a q u e el a r c a b u z . (1 3 ) v a lo n a : cu ello g ra n d e q u e se u s a b a e n a q u e lla é p o c a . (1 4 ) G u z m a n e s : se r e fie re a G u z m á n el B u e n o , c a p itá n c a ste lla n o q u e se d e s ta c ó e n la g u e rr a c o n tr a los m o ro s (1 2 5 8 -1 3 0 9 ). (1 5 ) m a r I o ta : v e s tid u ra m o ris c a . (1 6 ) v e lillo s : te la s u til m u y d e lg a d a . (1 7 ) L a M o s a : r í o fra n c é s, el M o sa . (1 8 ) c o n tin o : c o n tin u a m e n te . (1 9 ) E n la s I n d i a s ; A m é ric a . (2 0 ) B la n c a d e C a s tilla : m u je r de L u is V I I I de F r a n c ia y m a d re d e S a n L u i s . F u é d o s veces re g e n ta d e F ra n c ia y s e d e s ta c ó p o r su p ru d e n c ia . 1188-1252. (2 1 ) al b a x o : al b a jo . C O M E N TA R IO Q U E V E D O P O E T A . — N o fué Q uevedo un gran poeta. L e faltaba grandeza, inspiración elevada y sublime. Cultivaba con m ás acierto el GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 459 género satírico dentro de la poesía, y en sus poesías ligeras, chispeantes, en sus letrillas y en sus jácaras, sobresale m ás que en sus obras serias. Como en la prosa, en la que es m aetro consum ado, m ariposea en varios géneros, y así le vem os cultivar en las ochocientas poesías suyas, desde el ligero y breve epigram a a la epístola m oral o al poem a heroico, desde la já c a ra escrita en lenguaje de germ anía hasta el poem a sagrado o a la canción m itológica. E n algunas de sus poesías, com o en la silva a R om a antigua y m oderna, o en el soneto a la m em oria inm ortal de P e d ro G irón no carece de cierta m ajestad y elevación, peroi es en la E pístola satírica y censoria al Conde D uque de O livares donde encontram os el aspecto más personal de su poética, allí donde alternan la sá tira y la a ltu ra m o­ ral, la risa y la austeridad. £>u espíritu e ra dem asiado crítico y agudo para poseer las condiciones necesarias de un verdadero poeta. L a letrilla satírica al poder del dinero es una m u estra de ingenio y de c rítica social. E l poder del dinero que crea virtudes, privilegios de clases y fom enta injusticias, está adm irablem ente presentado en la letrilla de Quevedo, tan cáustica, tan verdadera y tan adecuada a n u e stra sociedad actual. Luis de Góngora y Argote ( 1561, 1627) N ació en Córdoba en el año 1561. F ueron sus padres, Francisco de A rgote y doña L eonor de Góngora. E studió en la U niversidad de Salam anca, pero abandonó sus estu­ dios jurídicos p ara ab razar la ca rre ra eclesiástica. F ué nom ­ brado canónigo de la catedral de Córdoba, tom ando las órdenes sagradas en 1606. Su vida la consagró exclusivam ente a las letras. Co­ m o otros escritores recibió la protección de grandes perso­ najes, com o el duque de L erm a y el Conde- D uque de O li­ vares. Felipe I I I lo hizo su capellán de H onor. M uere el 23 de M ayo de 1627 en C órdoba de un a ta ­ que cerebral. OBRAS Poesía lír ic a : Sonetos heroicos, religiosos, eróticos, m orales y b u r­ lescos. Canciones heroicas, am orosas, líricas, sacras y fúnebres. G randes poem as: L a F á b u la de P olifem o y G a 'a te a ; el P clifem o y las “Soledades’'. Composiciones de carácter p o p u la r: décim as, letrillas, rom ances y epigram as. T e a tro : ‘ L a destrucción de T ro y a ”, en tre m é s; “L as firm ezas de Isa ­ bela ’, comedia y dos fragm entos d ra m á tic o s: ' ‘L a Com edia V en ato ria” y “E l doctor C arlino”, 4 B IB L IO G R A F IA O bras poéticas de G óngora. F oulché. N ew Y ork. Ed. de D ám aso A lonso (reco m en d ad a). — O bras poéticas. H om enaje en su tercer cen­ GUIA DE LECTURAS DÉ AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 441 tenario. E d. P rom eteo. — M anuel Cañete. Observaciones acerca de G ón­ gora y el culteranism o. — Lucien P a u l T hom as. “G óngora et le gongorism e consideres dans leur ra p p o rts avec le m arinism e’’. — A lfonso R e­ yes. “Cuestiones gongorinas” . — Francisco Ichaso. “G óngora y la nueva poesía” . — E m ilio O ribe. “ Poética y P lástica” . SONETO X A l E scorial, convento de San Jerónim o, dedicado a San Lorenzo, á quien llam an octava m aravilla, por haberlo erigido con grandísim as e x ­ pensas el rey Felipe I I para sepulcro de los reyes de E spaña. Sacros, altos, dorados capiteles, que a las nubes robáis los arreboles, Febo os tem e por más lucientes soles. Y el cielo por gigantes m ás crueles. Depon tus rayos, J ú p ite r: no celes los tuyos, sol; de un tem plo son fa rd e s , O ue al m ayor m á rtir de los españoles E rigió el m ayor rey de los infieles. R eligiosa grandeza del m onarca C uya diestra real al N uevo M undo A brevia y el O riente se le humilla. P erdone el tiem po, lisonjee la parca L a verdad desta octava m aravilla, Los años deste Salom ón segundo. C O M E N TA R IO i Predom ina la hipérbole: “sacros, altos, dorados, capiteles—que a la s nubes robáis los a rre b o le s’. Puede ubicarse este soneto en la época de im itación h e rre ria n a ; pertenece, pues, a la prim era m anera de G ón­ g o ra : “el mundo a través de su personal visión, aparece hinchado hasta térm inos m cn stru o so s; todo aparece convulsionado por un frenesí he­ roico y un delirio de sublim idad que contagia la m ism a naturaleza ina­ nim ada, a rra stra d a por la turbulenta fantasía del poeta a servir de de­ coración barroca a la m agnificencia de los tem as cantados por el poeta’ . S O N E T O X X IX A la ciudad de Córdobo y su fertilidad ¡ O h excelso m uro, Oh torres levantadas De honor, de m ajestad, de gallardía! 442 PEREDA VALDES — EUSCO SANSONE ¡O h g ra n rio, gran rey de A ndalucía, de arenas nobles, ya que no doradas! ¡O h fértil llano, O h sierras encum bradas, Q ue privilegia el cielo y d o ra el d í a ! ¡O h siem pre gloriosa p atria m ía, T an to por plum as cuanto por espadas! Si entre aquellas ruinas y despojos que enriquece Genil y D a rro baña T u m em oria 110 fué alim ento mío. N unca m erezcan mis ausentes ojos V er tus m uros, tus to rres y tu río, T u llano y tu sierra, ¡ O h patria, oh flor de E s p a ñ a ! NOTAS (1) ¡o lí g r a n río , g r a n rey de A n d a lu c ía ! Se re f ie re al r io G u a d a lq u iv ir. (2) Tanto por plumas cuanto por espadas: alude a la fama de su ciudad natal, célebre tanto por sus escritores desde la antigüedad como Séneca, Lucano, Avicer.a, Averroes, etc., como por sus guerreros. (3) Genil: afluente del Guadalquivir, que nace en el picacho de Veleta y riega la vega granadina. D arro : rio de la provincia de Granada, afluente dei Genil. C O M E N TA R IO G óngora era cordobés. E x a lta en este soneto a la ciudad natal. N o s im aginam os las “altas to rre s” levantadas, los m uros, la h u e rta de los arcos, el A lcázar y el puente árabe sobre el G uadalquivir. D esde las altas m urallas don L uis contem pla la vega y el fé rtil llano y jun tam en te con la fortaleza canta la fertilidad y canta el llano y la sierra, los dos efectos de contraste del c laroscuro de su poem a; paisaje en lejanía com o en los viejos cuadros. S O N E T O X X III A U N A F IE S T A DE C A Ñ A S Y TO R O S EN LA PLA ZA DE V A LL A D O LID L a plaza un ja rd ín fresco, los tablados U n encañado (1 ) de diversas flores, L os toros doce tigres m atadores, A lanza y á rejón (2 ) despedazados. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS L a jin eta dos puestos coronados De príncipes, de grandes, de señores; L as libreas bellísim os colores, A rcos del cielo, ó propios ó im ita d o s; Los caballos, fabonios andaluces, G astándole al P erú oro en los frenos, Y los rayos al sol en los jaeces, A l trasponer de Eebo ya las luces E n m ejores adargas, aunque m enos, P isuerga (3 ) vió lo que Genil mil veces. NOTAS (1) encañado: enrejado que se hace con cañas. (2) rejón: varilla con una moharra que usar, los toreros para rejonear (herir al toro) . ( 3 ) P u iserg a: río afluente del Duero. C O M E N TA R IO B ellísim a descripción de una corrida de toros. N o faltan los colores vivos, ni la sangre, ni la arena. B rillante visión de una E spaña pintoresca que nos ofrece uno de sus m ás lum inosos poetas, en cuya paleta abundan los cálidos m atices, y se entrem ezclan con las tintas frías. E l poeta español R afael A lberti, en bellos tercetos glosa un tem a idéntico, de indudable filiación gongorina. SO N ETO XXX T r A una rosa A yer naciste, y m orirás m añ an a; P a ra ta n .b re v e ser, ¿quién te dió vida? ¡ P a ra vivir tan poco estás lucida, Y p ara no ser nada estás lo z a n a ! Si te engañó tu herm osura vana, Bien presto la verás desvanecida, P orque en esa herm osura está escondida L a ocasión de m orir m uerte tem prana . C uando te corte la robusta m ano, L ey de la ag ricu ltu ra perm itida, G rosero aliento acabará tu suerte. PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE 444 No salgas, que te ag u ard a algún tiran o ; D ilata tu nacer p ara tu v id a; Que anticipas tu ser para tu m uerte. C O M E N T A R IO E ste soneto es de una sencillez de expresión que no recuerda por cierto la m anera culterana de Góngora. E stán ausentes de él las trasposi­ ciones violentas, las m etá fo ra s inconexas o el abuso de los artificios re ­ tóricos. E l asunto es tradicional en la lírica castellana, desde M anrique. C alderón glosa u n tem a análogo en su fam oso soneto “A las flores” . SONETO La un y a que dulce boca que a g u star convida h um or entre perlas destilado, no envidiar aquel licor sagrado a Jú p iter m inistra el G arzón de Ida, A m antes, no toqéis, si queréis vida; porque en tre un labio y otro colorado ’A m or está, de su veneno arm ado, cual entre flor y flor sierpe escondida. N o os engañen las rosas, que al au ro ra diréis que alfo ja rad as y olorosas se le cayeron del púrpureo seno. M anzanas son de T ántalo, y no rosas, que después huyen del que incitan ora, y sólo del am or queda el veneno. C O M E N TA R IO “Y a en este soneto, no obstante su clásica envergadura, se observa en germ en, el a fá n de la adjetivación celosa, la obsesión im aginista, cua­ jad a felizm ente en este verso m adrigalesco: U n hum or entre perlas destilado, y finalm ente la propensión m itológica, que ha de constituir m ás tard e Un “leit-m otiv” en la obra gongorina, en la alusión al copero de Júpiter. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS La hipérbaton, si bien en su form a menos audaz, tam bién la sor­ prendem os y a : porque entré un labio y otro labio colorado am or e s t á . . . ” Francisco Ichaso. — " Góngora y la nueva poesía L E T R IL L A L loraba la niña Y tenia razón, L a p ro lija ausencia D e su ingrato am or. D ejóla tan niña Q ue apenas creyó Que tenía los años Que h a que la dejó. L lorando la ausencia Del galán traid o r L a halla la luna Y la deja el sol; A ñadiendo siem pre P asión a pasión, M em oria á m em oria D olor a dolor. “ Llorad corazón ; Que tenéis razón. Dícele su m a d re : "'H ija, por mi am or, Que se acabe el llanto O me acabo yo.” E lla le re sp o n d e: “ N o podrá ser, n o ; Las causas son m uchas. Los ojos son dos. “ S atisfagan, m adre, T a n ta sinrazón, Y lágrim as lloren. E n esta ocasión, '‘T an ta s como dellos U n tiem po tiró 446 PEREDA VAT.DES — FUSCO SANSON« Flechas am orosas E l arquero dios. “ Y a no canto, m adre, Y si canto yo. M uy tristes endechas Mis canciones s o n ; “ P orque el que se fué, Con lo que llevó M e dejó el silencio Se llevó la voz. “ Llorad corazón; One tenéis razón,” L E T R IL L A Las flores del romero, Niña Isabel, Lio y son flores azules, Mañana serán miel. Celosa estás la niña, Celosa estás de aquél Dichoso, pues lo buscas Ciego, pues no te ve. In g rato , pues, te enoja Y confiado, pues N o se disculpa hoy De lo que hizo ayer. E n ju g u en esperanzas L o que lloras p o r él; Q ue celos entre aquellos Q ue se han querido bien H oy son flores azules, Mañana serán miel. A u ro ra de tí m ism a, Q ue cuando am anecer A tu placer empiezas, T e eclipsas tu placer. GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Serénense tus ojos. Y m ás perlas nos des, P o rq u e al sol le está m al Lo que al au ro ra bien. D esata como nieblas T odo lo que no ves; Q ue sospechas de am antes Y querellas después H oy son flores azules, Mañana serán miel. L E T R IL L A D E N E G R O S — ¡O h qué vim o, Mangaleña, Oh qué virnol — ¿D ónde, prim o? — N o portalo de Belena. — ¿Q ué fu ? E n tre la hena M ucho sol con m ucha raya. —-Caya, caya, P o r en D iosa que no m iento. — V am o allá. T oca instrum ento. — E lam ú, calam bú, calambú, Elam ú. —T u prim a sará al m om ento E scrav ita do nacim ento. — E ¿qué será, prim o, tú ? — S aro bu, Se chora, ó m enín Iesu — E lam ú, calam bú, calambú, Elam ú. — Cosa vim o que creya P a n ta ra m ucha gerquía, C antando con m elodía A un niño, que é Diosa, é ya Reya. M a tan desnuda, que un bueya Le está contino vahando. — Veam o, prim o, V olando. T an ta g ro ria é tan ta pena. ¡O h qué vim o, etc. 4 4 7 448 PEREDA VALDES — FUSCO SANSONE — Somerne, é vendo me á rosa, De Gericongo M aría, — E n tra , dijo, prim a mía, Que negra so, ma herm osa. — ¿ E n tra ste ? Sí é m aliciosa A m uía un eos me tiró. — Caya, que non fu coz, no. — Pos ¿qué fu ? Invidia, m orena — ¡O h qué v iv ió , M an galeña, Oh qué vim o! C O M E N TA R IO E l tem a negro ha sido tratado por G óngora en esta letrilla con e x ­ quisito sabor popular. Im ita el lenguaje deform ativo de la raza negra y hasta utiliza la onom atopeya para im itar el sonido del tam bor. L a im i­ tación del lenguaje de los gitanos y el aljam iado de los m oriscos aparece en otras letrillas, que dem uestran la predilección de G óngora por las m o­ dalidades de ciertas razas hum ildes o trash u m an tes. G óngora en esta letrilla presenta un cuadro burlesco de la N a tiv i­ dad, visto e interpretado por un gru p o de n egros. E l episodio bíblico deform ado por la m entalidad ingenua de los negros adquiere perspecti­ vas jocosas, y G óngora le agrega deform aciones de lenguaje — pintores­ cas, como la de unir la palabra Jericó al Congo — para designar a M a­ ría de G ericongo. Los negros norteam ericanos tienen sus interpretaciones personales de los serm ones de la Biblia, como se aprecian a trav és de los serm ones negros o de * Green P a stu re s” , el Génesis visto por la m en­ talidad supersticiosa y prim itiva de un creyente de color. E l tem a del negro no era nuevo en la lite ra tu ra clásica española. E n la com edia “Los engañados” , de L ope de V ega, encontram os a la negra G uiom ar que tiene un hijo en las A n tilla s: “Ay, siñora, no me la m ien­ tes, que m e face lágrim as y o ra r. T éngclo, siñora, la India, le San Ju a n de P in ito Rico, y ag o ra por un mes lagoso m e cibió una c arta aquela ringlonsito tan fresco como una flo r de aquese cam po” . E l tipo de la negra será en la época de Lope de V ega un tem a de entrem és. H E R M A N A M A R IC A H erm an a M arica, M añana que es fiesta, N o irás tú á la am iga N i yo iré a la escuela. P ondráste el corpiño Y la saya buena, G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Cabezón ( x ) labrado, T oca y alba n eg ra; Y á mí m e pondrán M i camisa nueva, Sayo de palm illa ( 2 ) , M edia de estam eña (3 ) ; Y si hace bueno, T ra eré la m ontera (4 ) Q ue me dió la P ascua Mi señora agüela. Y el estadal (5 ) ro jo Con lo que le cuelga, Q ue tru jo el vecino C uando fué a la feria. Irem os á misa, V erem os la iglesia, D arános un cuarto M i tía la ollera. C om prarem os dél, Que nadie lo sepa, Chochos y garbanzos (6 ) P a ra la m e rie n d a ; Y en la tardecita, E n nuestra plazuela, Ju g a ré yo al toro Y tú a las m uñecas Con las dos herm anas, J u a n a y M adalena, Y las dos prim illas, M arica y 1a tu e rta ; Y si quiere m adre D a r las castañetas ( 7 ) , P o d rás tan to clello B ailar en la p u erta ; Y al son del ad u fe (8 ) C an tará A n d re g ü e la : “ N o me aprovecharon, M adre, las yerbas” ; Y yo de papel H a ré una librea, T eñida con m oras P orque bien parezca, 29 449 450 PEREDA VAEDES — ÏU SC O SAN SO N E Y una ca p e ru z a • Con m uchas alm en a s; P o ndré por penacho L as dos plum as negras Del rabo del gallo, O ne acullá en la huerta A naranjeam os L as C arn esto len d as; Y en la caña larga P o n d ré una bandera Con dos borlas blancas E n sus tranzaderas (9 ) ; Y en mi caballito P o n d ré una cabeza De guadam ecí (1 0 ) D os hilos por riendas; Y en tra ré en la calle H aciendo corvetas ( t i ) Y o y otros del barrio, O ue son m ás de treinta. Jugarem os cañas Ju n to á la plazuela, P o rque B artolilla S alga acá y nos v e a ; B artola, la h ija D e la panadera, L a que suele darm e T o rta s con m anteca, P o rque algunas veces H acem os yo y ella L as bellaquerías D etrás de la puerta. NOTAS C a b e z ó n . — L is ta d e lien zo d o b la d o q u e se cose a la p a r te s u p e r io r (1 ) d e la c a m is a . (2 ) p a lm illa . — C ie rto g é n e ro de p añ o , q u e p rin c ip a lm e n te se la b ra b a en C uenca. (3 ) E s ta m e ñ a . — T e jid o de e s ta m b re , se n c illo y o r d in a rio . (4 ) m o n te r a . — P re n d a p a ra a b rig o d e la c a b e z a . (5 ) e s ta d a l. - — C in ta ro ja q u e se u sa en el c u e llo . (6 ) C h o ch o s. — E s p e c ie d e f r ijo l. (7 ) c a s ta ñ e ta s . — C a s ta ñ u e la s . (8 ) A d u fe . —- P a n d e r o . GUIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS (9 ) tr a n z a d e r a . — E s p e c ie d e lazo q u e se fo rm a trc n z a r.d o (1 0 ) g u a d a m e c í. — C u ero a d o rn a d o c o n d ib u jo s . (1 1 ) c o r v e ta s . — Im ita n d o el m o v im ie n to del ca b allo q u e < b ra z o s e n el a ire . ROM ANCE S ervía en O ran al Rey U n español con dos lanzas, Y con el alm a y la vida A una gallarda africana, T a n noble como herm osa, T an am ante como am ada, Con quien estaba una noche C uando tocaron el arm a. T rescientos Zenetes eran D este rebato la c a u s a ; Q ue los rayos de la luna D escubrieron las a d a rg a s ; L as adarga* • avisaron A la m udas atalayas, L as atalayas los fuegos, L os fuegos á las cam panas; Y ellas al enam orado, Q ue en los brazos de su dam a O yó el m ilitar estruendo De las trom pas y las cajas. E spuelas de honor le pican Y freno de am or le p a ra ; No salir es cobardía, In g ra titu d es dejalla. D el cuello pendiente ella, Viéndole te m a r la espada, Con lágrim as y suspiros Le dice aquestas palab ras: “ S alid al campo, Señor, B añen m is ojos la cam a; Que ella me será tam bién, S in vos, campo de batalla. ’’V estios y salid apriesa, que el general os ag u a rd a ; yo os hago a vos m ucha sobra 451 ia cu e rd a in a con PEREDA va ld es — FUSCO sa n so n E y vos a él m ucha falta. “B ien podéis salir desnudo pues mi llanto no os ab lan d a; que tenéis de acero el pecho y no habéis m enester arm a s.” V iendo el español brioso cuánto le detiene y habla, le dice a s í : “ Mi señora, tan dulce como enojada, porque con h o n ra y am or yo me quede, cum pla y vaya, v ay a a los m oros el cuerpo, y quede con vos el alma. “ Concededme, dueño mío, licencia p ara que salga al rebato en vuestro nom bre, y en vuestro nom bre com bata.” '“E ntre los sueltos c a b a llo s ...” E n tre los sueltos caballos de los vencidos Zenetes, que p or el campo buscaban en tre lo ro jo y lo verde, aquel español de O rán un suelto caballo prende, p or sus relinchos lozano y p o r sus cernejas fuerte, p ara que lo lleve a él, y a un m oro cautivo lleve, que es uno que ha cautivado, capitán de cien Zenetes. E n el ligero caballo suben am bos, y él parece, de cuatro espuelas herido, que cuatro vientos lo mueven. T riste cam ina el alarbe, y lo m ás bajó que puede ardientes suspiros lanza y am argas lágrim as vierte. A d m irado el español de ver cada vez que vuelve GUIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS que tan tiernam ente llore quien tan duram ente hiere, con razones le pregunta com edidas y corteses de sus suspiros la causa, si la causa lo consiente. E l cautivo, como tal, sin excusarlo, obedece, y a su piadosa dem anda satisface desta suerte: “ V aliente eres, capitán, y cortés, como valiente; por tu espada y por tu trato me has cautivado dos veces. "P re g u n ta d o m e has la causa de mis suspiros ardientes, y débote la respuesta por quien soy y por quien eres. “ Yo nací en Gélves el ano que os perdisteis en los Gélves, de una berberisca noble y de un turco m ata-siete. “ E n T rem ecen me crié Con mi m adre y mis parientes Después que m urió m i padre, C orsario de tres bajeles. “Ju n to á mi casa vivía, P orque m ás cerca m uriese, U na dam a de linaje De los nobles M elioneses: “ E x trem o de las herm osas, C uando no de las crueles, H ija a l fin de estáis arenas E n g en d rad o ra s de sierpes. E ra tal su herm osura, Q ue se hallaran claveles M ás ciertos en sus dos labios Que en los dos floridos meses. “ C ada vez que la m iraba Salía el sol por ;su frente, De tantos rayos vestido C uantos cabellos; contiene. 455 454 PEREDA va ed es — EUSCO sa n so n e “Ju n to s así nos criam os, Y A m or en nuestras niñeces H irió nuestros ¡corazones Con arpones diferentes. “ L abró el oro en m is entrañas Dulces lazos, tiernas redes, M ientras el plomo en las suyas L ibertades y desdenes. “ M ás, ya la razón sujeta, Con palabras me requiere Oue su crueldad le perdone Y de su beldad me acuerde; “ Y apenas vide trocada L a dureza desta sierpe C uando tú me cautivaste; M ira si es bien que lamente. “ E sta, español, es la causa Q ue á llanto pudo m overm e; M ira si es razón que llore T an to s males ju n tam en te.” C onm ovido el capitán De las lágrim as que vierte, P ara n d o el veloz caballo, Oue paren sus. males quiere. “ G allardo m oro, le dice, Si adoras como refieres, Y si como dices am as, D ichosam ente padeces “ ¿Q uién pudiera im aginar, V iendo tus golpes crueles, Q ue cupiera alm a tan tierna E n pecho tan duro y fuerte “ Si eres del A m or cautivo, D esde aquí puedes v o lv e rte ; Q ue me pedirán por robo L o que entendí que era suerte. “ Y no quiero por rescate Q ue tu dam a me presente N i las alfom bras m ás finas N i las granas m ás alegres. “A nda con Dios, su fre y ama, Y vivirás si lo hicieres, G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Con tal que cuando la veas P ido que de mí te acuerdes.” Apéose del caballo, Y el m oro tras él desciende, Y por el suelo postrado, L a boca á sus pies ofrece. “ V ivas m il años, le dice, Noble capitán valiente, O ue ganas m ás con librarm e Q ue ganaste con prenderm e. “A lá se quede contigo Y te dé v ito ria siem pre P a ra que extiendas tu fam a Con hechos tan excelentes.” C O M E N TA R IO Los preceptistas señalan en las - letrillas, rom ances y epigram as de G óngora un segundo estilo del g ra n poeta cordobés. E sta segunda m a­ nera de G óngora, sencilla, lum inosa, popular, estaría en contraste evi­ dente con la m anera del G óngora del ‘ Panegírico del D uque de L erm a” y de las “soledades’’ abstruso, intrincado, como una selva im penetrable. P re ferim o s no descom poner la personalidad de G óngora en tantos com partim entos como lo hacen los preceptistas para ver en él uno s o lo : el G óngora poeta de las soledades y a rtista extrao rdinario. Q ue G óngora quiso ap artarse del lugar com ún y llevar a la poesía p or no trillados caminos, eso es indudable; para ello se fo rjó un estilo personalísim o, un vocabulario escogido y una m anera de construir en la que predom inan ciertas fo rm as poco usadas entonces (apenas esbozadas en H e rre ra y reveladas por C arrillo S o to m ay o r), apartándose en eso de la claridad lum inosa del clacisismo para e n tra r de lleno a ser el p recu r­ sor de la m etáfo ra m oderna. P ero G óngora, g ra n poeta y espíritu amplio, no podía apartarse del pueblo. L o amaba, en su soledad y abandonó su aislam iento m inoritario p ara acudir a beber de sus fuentes p rístin a s. P o r eso sus letrillas y ro ­ m ances se confunden con el habla del pueblo, con la poesía anónim a que adquiere a m enudo caracteres artístico s. L o malo es separar lo popular artístico, de lo artístico e ru d ito : tanto vale lo uno como lo otro en m a­ teria de creación artística. L a separación conduce a confundir y a esta­ blecer divisiones a rtificiale s: G óngora poeta popular y luminoso, es el mismo G óngora oscuro y refinado de “L as soledades”, que ha dejado pen etrar un rayo de luz en su d ram ática o scuridad. E s sorprendente para algunos que Góngroa, el m aestro de la poesía culta, el poeta de “L as so­ le d a d e s’ que buscó un estilo para diferenciar la suya de la poesía tra d i­ cional, para rom per con la herencia de C astillejo, haya dejado un con­ 456 PfiRliDA VAl.DÜS — PUSCO SANSONES ju n to de composiciones de corte popular, que constituyen sin duda, un aporte valioso a ese género de poesía; pero esa m odalidad gongorina fué el últim o hom enaje del poeta que dejaba para siem pre el cam ino que o tro s siguieron para conducirse por el laberinto de su verdadera personalidad. E s en “L as soledades” y en “P o life m o ” donde encontram os al verdadero G ó n g o ra . SO LED A D SEGUNDA E n trase el m ar por un arroyo breve Q ue á recibillo con sediento paso D e su roca natal se precipita, Y m ucha sal no sólo en poco v a s o ; M as su ruina bebe Y su fin, cristalina m ariposa, N o alada, sino undosa. E n el farol de T etis ( i ) solicita. M uros desm antelados, pues, de arena, C entauro ya espum oso el Océano, M edio m ar, m edio ría, D os veces huella la cam paña al día, E scalar pretendiendo el m onte en vano, D e quien es dulce vena E l tard o ya torrente A rrepentido, y aun retrocediente. E ra l (2 ) lozano, así novillo tierno, De bien nacido cuerno M al lunada la frente, R etró g rado cedió en desigual lucha A d u ro toro, aun contra el viento arm ado. N o, pues, de o tra m anera A la violencia m ucha Del p adre de las aguas, coronado De blancas ovas (3 ) y de espum a verde, R esiste obedeciendo, y tie rra pierde. E n la incierta ribera, G uarnición desigual á tanto espejo, D escubrió el alba á nuestro peregrino Con todo el v illanaje ultram arino, Que a la fiesta nupcial, de verde tejo, T oldado, ya capaz tra d u jo pino, Los escollos el sol rayaba cuando Con rem os gem idores 457 G U IA D 6 LECTURAS D í AUTORES CLASICOS Y MODERNOS Dos pobres se aparecen pescadores, N udos al m a r de cáñam o fian d o ; R uiseñor en los bosques no m ás blando, E l verde roble que es barquillo agora. S alu d ar vió a la au ro ra, Q ue al uno en dulces quejas y no pacas, O ndas endurecer, liquidar rocas. Señas m udas la dulce voz doliente P erm itió solam ente A la tu rb a, que d ar quisiera voces A la que de un ancón segunda haya, C ristal pisando azul con pies veloces. Salió im provisa, de una y o tra playa V ínculo desatado, instable puente. L a p ro ra diligente N o sólo dirigió á la opuesta orilla, M as red u jo la m úsica barquilla Que en dos cuernos del m ar caló 110 breves Sus plom os graves y sus corchos leves. Los senos ocupó del m ayor leño L a m arítim a tropa, U sando al e n tra r todos C uantos les enseñó corteses m odos E n la lengua del agua ruda escuela, Con nuestro fo rastero, que la popa Del canoro escogió batel (4 ) pequeño; Aquél las ondas escarchando, vuela, E ste, con perezoso m ovim iento, E l m ar encuentra, cuya espum a cana Su p ard a aguda p ro ra R esplandeciente cuello H ace de augusta coya (5 ) peruana, A quien hilos el sur trib u tó ciento D e perlas cada h o ra ; L ág rim as no enjugó m ás de la au ro ra Sobre violas negras la m añana, Q ue arrolló su espolón con pom pa vana Caduco a lfó ja r, pero a lfó ja r bello (6 ) D ando el huésped licencia p ara ello, R ecurren no á las redes, que m ayores M ucho Océano y pocas aguas prenden, Sino á las que am biciosas m enos penden, 458 PgRfiDA VALDÉS — ÍU SC O SA N SO N E L aberinto undoso do m arino Dédalo, si de leño no, de lino, F áb rica escrupulosa, y aunque incie:ta, Siem pre m urada, pero siem pre abierta. L iberalm ente de los pescadores Al deseo al estero corresponde Sin valelle al lascivo ostión (7 ) el justo Arnés de hueso, donde x L iso n ja breve al gusto. C ontagio original quizá de aquella Que, siem pre hija bella, D e los cristales, una V enera fué su cuna. M allas visten de cáñam o al lenguado, M ientras en su piel lúbrica fiado, E l congrio, que viscosam ente (9 ) liso, Las telas b u rlar quiso, T ejid o en ellas, se quedó burlado. L as redes califica menos gruesas, Sin rom per hilo alguno, P om pa el salm ón de las reales mesas, C uando 110 de los cam pos de N eptuno, Y el travieso robalo ( 9 ) , Goloso de los cónsules regalo, E sto s y m uchos más, unos desnudo.:;, O tros de escam as fáciles arm ados, Dió la ría pescados, Oue nadando en un piélago de nudos, No ag rav an poco el negligente robre. E spaciosam ente dirigido Al bienaventurado albergue pobre, Oue de carrizos (1 0 ) frágiles tejido, Si fabricado 110 de gruesas cañas, Bóvedas le coronan de espadañas C u ) . E l peregino, pues, haciendo en tanto In stru m en to el batel, (1 ) cuerdas los remos, Al céfiro encom ienda los extrem os D este m étrico lla n to : NOTAS (1 ) (2 ) T e tis . — D e id a d E r a l. — N o v illo m a rin a , m a d re m e n o r de d o s de la s años. O c é a n ic a s . 459 (3 ) (4 ) (5 ) s ig n ific a (6 ) (7 ) (8 ) (9 ) (1 0 ) G UIA DÉ LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS O v a . — A lg ’a fila m e n to s a de las a g u a s co rrie i.c e s. o tr o s leen b a je l. S e g ú n P e llic e r, los in c as del P e r ú lla m a b a n a su e m p e ra triz co y a , q u e señ o ra. D é d a lo . — L a b e r in to . v is c o s a m e n te . — O tr o s leen v is to s a m e n te . ro b a lo . •— P e z m a rin o , de c a rn e m u y p re c ia d a . C a rr iz o s . — P la n ta g r a m ín e a q u e se c r ía en los lu g a re s p a n ta n o s o s . e s p a d a ñ a . — P la n ta tifá c e a con la q u e se h ac en e s te r a s . C O M E N TA R IO “L as soledades”, “ P o lifem o ” y el “ Panegírico del D uque de Lerm a" y algunos sonetos, entre otros, el bellísim o que empieza ‘ la dulce boca que a g u sta r convida'’, son señalados por los preceptistas com o las obras características del G óngora cu lte ra n o . G óngora se presenta aquí, sin du­ da, en su aspecto m ás b rillante y personal. Se han señalado como características de elocución ex te rn a de esta m anera escura y tenebrosa las sig u ien te s: 1<? U so de vocablos latinos que no se entienden en castellano y de otros italianos. 2? A rcaísm os y neolo­ gism os. S9 Vocablos castellanos con significado especial, distinto del co­ rrien te. 4 9 E n vez de una palabra expresiva una p a ráfra sis oscura y T ara. S9 T ransposiciones violentas, colocando los verbos y adjetivos a larg a distancia de los sujetos y de los nom bres o de tal m anera que no guardan estricta correspondencia. 6° Supresión de artículos y c o n ju n ­ ciones. 7 9 P aréntesis largos e intem pestivos. 8 ° A fectada erudición y profu n d id ad . 9Q A buso de alusiones m itológicas. 10. Conceptos sutiles y extravagantes. 11. M e táfo ra s que no guardan clara analogía con la idea principal. 12. A buso de la antítesis y de las fig u ras retó ricas. E sta m odalidad de G óngora, la m ás personal y gongorina, ha sido agriam ente criticada en su época y en las siguientes. Su contem poráneo Ja u reg u i ya expresaba este juicio dem asiado severo sobre el culteranism o en su aspecto de perfección f o r m a l: “ Creen que la poesía no es habla conversada y concepto ingenioso, sino un sonido e stu p e n d o ... N o in q u ie­ ren m ás en las obras que un ex terio r fantástico, aunque carezca de alm a y de c u e rp o ___ N o procuran ni saben valerse de grandes argum entos y vivas sentencias; para aventajarse en esta p a rte esencial a otros buenos escritores ocurren a la extrañeza sola del lenguaje, por si con ella pueden com pensar el d e fe c to . . . A s! vienen a s e r . . . siervos y esclavos de la lo­ cución, que los desvía y a rra s tra donde quiere, habiendo de ser dueños y señores para servirse de ella con m agisterio” . Pero la Dueña estrella de G óngora empezó a b rilla r ya en su época, sus detractores m ás enconados fu ero n Q uevedo y Ja u re g u i. E n cam ­ bio, Cascales le llam a “el cisne que m ás bien cantó en estas rib eras” ; P e ­ dro de V alencia adm ira “ su ingenio n atu ral, generoso y lozano’1, y L ope de V ega, que en otras oportunidades satirizó su) obra culterana con un criterio casi com prensivo, dice de é l : ‘‘Sea lo que fuere, yo lo he de es­ tim ar y am ar tom ando de él lo que entendiere con hum ildad y adm irando lo que no entendiere” . 460 PKKIÍDA VALUES — I'USCO SA N SO N tí Como aconteció con Calderón, su gloria lia fu lg u rad o algunos siglos después de su m uerte con m ás brillo que en vida. L os poetas españoles actuales adm iran en G óngora a un m aestro y a un ex tra o rd in a rio poeta. E n tre los poetas de indudable filiación gongorina cabe c ita r a Jo rg e Guillén, a R afael A lberti, a E m ilio P ra d o s y a G erardo D iego. E sta dé­ cim a de Jo rg e Guillén — el m ás gongorino de aquellos poetas — nos dice hasta que punto G óngora inspira a la actual poesía española: ‘ Y o vi la r o s a : clausura prim era de la arm onía, tranquilam ente fu tu ra . Su perfección sin porfía serenaba al ruiseñor, cruel en el esplendor espiral del g o rg o rito . Y ciñó al aire el espacio con plenitud de palacio, y fué ya imposible el g rito " . O en R afael A lberti, hoy com pletam ente desgongorizado en sus poe­ m as re v o lu c io n a rio s: “C uatro vientos de pólvora y platino, la libre al sol z afira condenada fiera del dócil m ar del sur latin a'’. • P a ra los críticos de G óngora, el g ra n poeta español, como dice M ontoliú, viste túnica de p ú rp u ra cubriendo un esqueelto. Se ha exagerado negando a G óngora riqueza interior de sentim ientos y de ideas al ver sólo en él una m aravillosa exhuberancia verbal. E n G óngora hay una riqueza poética que corre a raudales y que no es ajena al sentim iento — tildado de artificioso— ni a las ideas, de las que se le supone pau p érrim o . Los que así hablan sólo han visto los defectos de G óngora y no sus claras v irtu d e s. Sin duda, hay m ucho de ininteligible en su poesía. ¿Q uién entiende esta estro fa tem ada al a z a r : “N o en tí la am bición m ora hidrópica de viento, ni la que su alim ento el áspid es g ita n o ; 110 la que, en vulto com enzando hum ano, acaba en m o rtal fiera, esfinge bachillera, que hace hoy a N arciso ecos solicitar, desdeñar fuentes” . Se encuentran en sus poesías expresiones de mal gusto y p ro sa sim o s: G UIA DE LECTURAS DE AUTORES CLASICOS Y MODERNOS 461 “E ste que B abia al m undo hoy ha ofrecido poema, si no a núm eros atado, de la disposición antes lim ado y de erudición después lam ido” . E xceden a los defectos de G óngora sus m etáfo ras audaces, sus be­ llísim as expresiones, sus adm irables hallazgos poéticos. Centenares de versos ilustres y de valientes m etá fo ra s pueden citarse. N os lim itam os £. señalar algunos de sus m ás bellcs h a lla z g o s: “A batallas de am or, cam pos de plum a” S u bellísim a m etáfo ra, cuando llam a a los m o n te s : “gigantes de cristal, los tem e el viento” O cuando d ic e : “con m anos de cristal nudos de h ie rro ” O esta evocación v irg ilia n a : “A rde la juventud, y les arados peinan la tie rr a ''. V igorosa y violenta es esta m etáfo ra sobre el b o sq u e : “V elero, bosque de árboles poblado que visten h o jas de inquietante lino” . G óngora supo dar a las palabras un significado nuevo, así D ám aso A lonso, nos d ic e : “R esultan así en la poética de G óngora unas ex trañ as series en las que elem entos m uy dispares quedan reunidos por una sola designación. P e ro será la palabra que exprese todos los objetos poseedo­ res de una m ism a propiedad com ún, la de ser dorados, ya sean cabellos de m u jer, miel de abeja, aciete de olivas, mieses de trig o ; nievq será 'todo lo que coincida en b lan cu ra. Cuando el lector encuentra en las “ So­ ledades” una de estas palbras, tiene ya la llave — género próxim o — para un tropel de conceptos. Son habituales en poesía com paraciones de este t ip o : la barca salió sobre las aguas azules y de una te rsu ra de cristal, como si pisase la superficie con los veloces pies que fingían los rem os. E n G óngora ..sólo aparecen los térm inos irreales ‘‘Salió cristal pisando azul con pies veloces” . FE DE E R R A T A S E n la pág. 9, línea 15, donde dicc etsado, debe decir estado. E n la pág. 14, línea 5, donde dice Poem a del M ío Cid, debe decir P o e ­ m a de M ío C id. lín la pág. 14, línea 11. donr'fc dice C artas del Mío Cid, debe decir C artas de M ío Cid. E n la pág. 14, linea 12, donde dice heroica-popular, debe decir heroico-popular. E n la pág. 15, línea 32, donde dice galaica-portuguesa, debe decir ga- laico-portuguesa. E n la pág. 16, línea 39, donde dice m estes de ju g lería, debe decir mestes de ju g la ría . E n la pág. 16, linea 41, c.!o nde dice L ibro del Buen A m or, debe d ecir L ibro de Buen A m or. E n la pág. 18, donde dice Poem a del M ío Cid, debe decir P oem a de M ío Cid. E n la pág. 23, línea 27, dónele dice Ronsesvalles, debe decir Roncesvalles. E n la p á g .47, donde dice L ibro del P atro n io , debe decir L ibro de P a tro n io . E n la pág. 65, copla X X V , verso 10, debe decir “ni los quiero hazer coros” . E n la pág. 75, línea 14, donde dice VelcJés, debe decir V aldés. E n la pág . 71, línea 14, donde dice acopoparse, debe debir apocoparse. E n la pág. 117, línea 8, donde dice y que el contrario, debe d ecir y que por el contrario. E n la p á g . 117, línea 39, donde dice S anázaro, debe decir S a n n a za ro . E n la pág. 118, línea 22, donde dice Sa de M iranda, debe decir S aa dte M ira n d a . E n la pág. 119, línea 31, donde dice propiam ente dicho, debe decir propia­ m ente dicha. E n la pág'. 151, línea 19, donde dice ilulinativa, debe decir ilum inativa. E n la pág. 157, línea 9, donde dice B eviario, debe decir B rev iario . E n la pág. 168, la nota (1 ) corresponde a F ran cisco S alinas. E n la p á ­ gina 169, la nota (2 ) al verso “nunca, que es de todos la p rim e ra ’. L a nota (3 ) al verso “con que este eterno tem plo es sustentado” . La nota (4 ) al verso “de núm eros concordes luego em ía”, y la no­ ta (5 ) al verso “aquí la alm a navega” . En la pág. 169, línea 13. donde dice consonate respuesta, debe decir consonante re sp u esta . D os autorizadas P rólogo ................................................ 5 .............................................................................. 7 opiniones sobre esta obra de la 1^ edición P an o ram a de la lite ratu ra española El Poem a de M ío Cid y el Poem a de M ío Cid. El Ju a n In fan te D on ..................... 9 -Medio social de la época ...................... en 18. — C antar del M anuel la E d ad M edia D estierro ...................................... ................................................................... 24 45 L ibro de P a tro n io o del Conde L u can o r ..................................................... 4/* Jo rg e 54 M anrique .................................................................................................. Coplas ¿fe Don Jo rg e M anrique por la m u erte de su P ad re .................. 56 F,1 Rom ancero 77 .................................................................................... ................. Los rom ances en A m érica A dvertencia sobre ............................................................................. la lengua m edieval ....................................................... P an o ram a de la L ite ratu ra E spañola del Renacim iento G arcilaso de la V ega L ite ra tu ra ......................... 93 95 97 .......................................................................................... 101 m ística española ........................................................................... 131 San Ju an de la C ruz ......................................................................................••• 136 El Cántico E spiritual S an ta T ere sa F ra y Luis ................................................................. ....................... 137 de Jesús de L eón Fernando de H e rre ra Rodrigo C aro E pístola La M oral novela •• ..................................................................................... 146 ................................................................................................ 163 ........................................................................................... ...................................................................... .................................. 209 picaresca .............................................................................................. 219 L azarillo de Torm es. — T ra ta d o M ateo A lem án V icente Espinel Ditego H u rta d o 19J ........... ............................................................................................... 204 I. .................................................. ............ 222 ................. .................................................................................... 235 .................... ................................................................................ 239 de M endoza M iguel de C ervantes S aavedra ......................................................... ................241 .................................................................. 247 N ovelas ejem plares. — Coloquio de los perros ............................................. 303 P an o ram a del teatro español hasta fines de la E dad de O ro .................. 312 Juan del Encina T o rres ................................................................... ................................ 324 N a h arro ................................................................................................... 327 Lope de Rueda ...................................................................................................... 330 F é lix Lope de V ega Carpió ........... .................................................................. 354 P ed ro C alderón de la B arca ............................................................................. 369 Dos escuelas literarias ....................................................................................... 408 Francisco Gómez de Quevedo y V illegas L u is’ de G óngora y A rg o te ..................................................... 411 ................................................................................ 440