Documento descargado de http://www.elsevier.es el 24/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ARCH SOC ESP OFTALMOL. 2014;89(11):e87–e89 ARCHIVOS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE OFTALMOLOGÍA www.elsevier.es/oftalmologia Sección iconográfica El sorprendente sistema visual de la mantis religiosa: fóvea, campo visual y pseudopupila de un fascinante insecto The surprising visual system of the praying mantis: Fovea, visual field and pseudopupil of a fascinating insect J. González Martín-Moro a,b,∗ y A. Clement Corral a a b Servicio de Oftalmología, Hospital Universitario del Henares, Coslada, Madrid, España Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España Gerald Durrell en su conocida novela Mi familia y otros animales describe a estas criaturas como: ligeras, cuidadosas, la quintaesencia del mal. Eran flacas y verdes, con rostros sin mentón y monstruosos ojos globulares de un dorado grisáceo, ojos con una expresión de intensa, agresiva locura1 . Existen unas 2.000 especies de mantis en el mundo, de las cuales al menos 10 habitan en España. El sistema visual de estos prodigiosos insectos está formado por un total de 5 ojos. Dos grandes ojos compuestos, y tres ojos simples u ocelos (fig. 1). Son varios los trabajos que han estudiado la técnica que estos predadores emplean para emboscar a sus presas2 . Aunque otros sentidos como el oído o la sensibilidad vibratoria pueden estar implicados, todo parece indicar que las mantis son insectos esencialmente visuales. Parece que la combinación de una cabeza extremadamente móvil y unos grandes ojos compuestos por aposición con un amplio campo visual binocular, permite a estos insectos estimar de forma muy precisa la distancia a la que está situada la presa3 . Una serie de sacadas cefálicas permite situar la potencial presa en el centro de su campo visual binocular y calcular la distancia por triangulación. De forma sigilosa el insecto coloca su cuerpo alineado con la presa y en un tiempo que se ha estimado en 60 milisegundos atrapa al insecto3 . En la parte dorsal de la cabeza, entre las dos antenas, se sitúan tres ojos sencillos de mucho menor tamaño que reciben el nombre de ocelos (figs. 1, 2 y 3). La función de los ∗ ocelos en las mantis se desconoce, pero se cree que en algunos insectos como abejas y avispas ayudan al insecto a orientarse durante el vuelo4 . De hecho, en muchos insectos, en los ocelos se han identificado fotorreceptores sensibles a la luz polarizada4 . Se cree que a pesar del diferente diseño, tanto los ojos compuestos como los ocelos están dotados de receptores similares. Al menos contienen opsinas similares. En los dos casos se han identificado dos tipos de pigmentos, cuya sensibilidad máxima se sitúa en el entorno de los 370 nm y 515 nm5 . Estos picos de sensibilidad situados en el espectro del ultravioleta y el verde son similares a los descritos en otros insectos. Existen varios tipos de ojos compuestos (por aposición, por superposición neural y por superposición óptica)6,7 . El ojo compuesto de la mantis pertenece a la primera modalidad. Este diseño es muy antiguo. Se sabe que los trilobites, que dominaron los mares durante el Paleozoico, estaban dotados de ojos de este tipo6,8 ). Diseño que es compartido también por la mayor parte de las abejas y avispas y también por algunas moscas6 . El ojo compuesto está formado por una serie de unidades ópticas independientes que reciben el nombre de omatidios. Cada omatidio está dotado de su propia córnea y su propio cono cristaliniano. El hecho de que, al igual que los ojos en cámara, el ojo compuesto contenga dos lentes se cree debido a la necesidad de compensar la aberración esférica y constituye un ejemplo sorprendente de convergencia Autor para correspondencia. Correos electrónicos: juliogazpeitia@gmail.com, juliogmm@yahoo.es (J. González Martín-Moro). 0365-6691/$ – see front matter © 2013 Sociedad Española de Oftalmología. Publicado por Elsevier España, S.L.U. Todos los derechos reservados. http://dx.doi.org/10.1016/j.oftal.2013.09.015 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 24/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. e88 ARCH SOC ESP OFTALMOL. 2014;89(11):e87–e89 Figura 1 – Detalle de la cabeza de una mantis religiosa. Pueden apreciarse dos grandes ojos compuestos por aposición. Entre las antenas se sitúan tres ojos simples u ocelos, de menor tamaño. Delimitada con 4 flechas rojas aparece una zona más plana en la cual la resolución es mayor. Esta región del ojo compuesto recibe el nombre de fóvea por analogía con el ojo de los vertebrados. Figura 2 – Visión lateral del ojo de la mantis, en condiciones fotópicas y escotópicas. Puede apreciarse como el ojo adaptado a la oscuridad toma una coloración más oscura. Este cambio, que en una primera aproximación parece contradictorio, se explica por el ensanchamiento de los fotorreceptores y la migración de pigmento a la periferia del ojo, haciendo posible que la luz que llega a un omatidio estimule también las unidades vecinas. En la imagen puede apreciarse también la existencia de un rafe horizontal que divide el ojo en 2 mitades. evolutiva. Cada unidad funciona como una fibra óptica, conduciendo la luz hasta el fotorreceptor correspondiente o retínula. De la retínula parte un axón que lleva la información al sistema nervioso central. El ojo compuesto por aposición está preparado para funcionar en condiciones fotópicas. Con este nivel de luz cada unidad está aislada de las vecinas por una serie de células pigmentadas que aseguran que cada omatidio funcione como una unidad independiente. En condiciones fotópicas, este pigmento pantalla asegura que cada omatidio reciba tan solo la luz que vibra paralela a su propio eje. En condiciones escotópicas, el ojo por aposición no funciona bien, pero puede mejorar un poco su rendimiento gracias a la migración de pigmento. En un ambiente crepuscular, el pigmento migra en sentido distal, permitiendo que un mismo haz de luz estimule dos omatidios vecinos7 . Esta movilización del pigmento hacia la periferia hace posible un aumento de la sensibilidad del ojo, aunque lógicamente a costa de una pérdida muy importante de resolución. Probablemente, junto con el ensanchamiento que experimenta el propio receptor en condiciones de baja luminosidad7 , justifica el llamativo cambio de color que experimentan los ojos de las mantis al llegar la noche (fig. 3). En el caso de las mantis, el ojo compuesto está divido en dos regiones por un rafe horizontal. A pesar de le existencia de esta división anatómica tan clara, lo cierto es que no se han descrito diferencias significativas en la funcionalidad de ambas regiones (fig. 3)5 . La resolución del ojo compuesto en sus distintas áreas viene determinada por el número de fotorreceptores y la curvatura del mismo. En aquellas áreas en las que el radio de curvatura es amplio, los fotorreceptores forman un menor ángulo entre sí. En consecuencia, estas áreas más planas del ojo ofrecen una mayor resolución y, por analogía con el ojo de los vertebrados superiores, esta región recibe el nombre de fóvea. En el caso de las mantis esa zona más plana se situaría en la porción más anterior del ojo, en la zona de superposición entre ambos ojos2 . Se han realizado experimentos que, estudiando la direccionalidad de los omatidios, permiten determinar la organización del campo visual de estos insectos. Estos experimentos demuestran una amplia superposición (de al menos 240◦ ) de los campos visuales, situados por delante de la cabeza del insecto. Así que todo parece indicar que, en esa región del espacio, la función visual es excelente y que el insecto cuenta con un amplio campo visual binocular de muy alta resolución. En definitiva, la mantis puede ver con gran detalle y en tres dimensiones una porción del espacio de unos 240◦ situados justo delante de su cabeza9 . Por ello, una vez detectada la potencial presa, la mantis dirigirá todos sus esfuerzos a situarse de forma que la misma quede en el centro de este área de fina visión binocular. De hecho, en estos animales se demostró por primera vez que los insectos están dotados de estereopsis y por ello han sido objeto de numerosos experimentos que tratan de determinar los mecanismos neuronales implicados en la visión binocular10,11 . Algunas investigaciones han demostrado que cuando se falsea la disparidad retiniana, colocando un prisma delante de uno de los ojos, la mantis fracasa en la mayor parte de sus lances. Se pone de manifiesto de este modo que la estimación de la distancia se realiza utilizando la visión binocular y no pistas monoculares. En el mismo experimento, los investigadores estudiaban el efecto que la oclusión permanente de uno de los ojos desde el nacimiento produce en el desarrollo binocular. Llegaron a la conclusión de que la oclusión permanente no altera la capacidad del insecto para estimar las distancias una vez interrumpida. Lo cual parece indicar que la visión binocular, al contrario de lo que sucede con los vertebrados superiores, es algo innato en estos insectos y no precisa de un proceso de maduración11 . Documento descargado de http://www.elsevier.es el 24/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. ARCH SOC ESP OFTALMOL. 2014;89(11):e87–e89 e89 Finalmente, hablaremos de un fenómeno visual curioso, observable en la mayor parte de los ojos compuestos. Recibe el nombre de pseudopupila. Esta ilusión óptica se genera porque los omatidios alineados con el observador absorben la luz, en tanto que la luz será reflejada por las paredes de las unidades no alineadas con el mismo. El resultado es la aparición de una mancha negra que no tiene una localización fija sino que rota a medida que nosotros nos desplazamos alrededor del insecto, que recibe el nombre de pseudopupila (fig. 3). bibliograf í a 1. Durrell G. Mi familia y otros animales. Madrid: Alianza editorial; 2004. 2. Corrette BJ. Prey capture in the praying mantis Tenodera aridifolia sinensis: Coordination of the capture sequence and strike movements. J Exp Biol. 1990;148:147–80. 3. Kral K, Vernik M, Devetak D. The visually controlled prey-capture behaviour of the European mantispid Mantispa styriaca. J Exp Biol. 2000;203 Pt 14:2117–23. 4. Warrant EJ. Seeing in the dark: Vision and visual behaviour in nocturnal bees and wasps. J Exp Biol. 2008;211 Pt 11:1737–46. 5. Sontag C. Spectral sensitivity studies on the visual system of the praying mantis, Tenodera sinensis. J Gen Physiol. 1971;57:93–112. 6. Schwab IR. Evolution’s witness: How eyes evolved. New York: Oxford University Press; 2013. 7. Greiner B. Adaptations for nocturnal vision in insect apposition eyes. Int Rev Cytol. 2006;250:1–46. 8. Schoenemann B, Clarkson EN. Discovery of some 400 million year-old sensory structures in the compound eyes of trilobites. Sci Rep. 2013;3:1429. 9. Eggenreich U, Kral K. External design field of view of the compound eyes in a raptorial neuropteran insect, Mantispa styriaca. J Exp Biol. 1990;148:353–65. 10. Rossel S. Binocular vision in insects: How mantis solve the correspondence problem. Proc Natl Acad Sci U S A. 1996;93:13229–32. 11. Mathis U, Eschbach S, Rossel S. Functional binocular vision is not dependent on visual experience in the praying mantis. Vis Neurosci. 1992;9:199–203. Figura 3 – Pseudopupila: este fenómeno visual es común a todos los ojos compuestos. Se debe a la absorción de la luz por parte de los omatidios alineados con el observador. Por ello, la pseudopupila no tiene una localización fija, sino que se desplazará a medida que nos desplacemos alrededor del insecto. En la imagen inferior, pueden apreciarse por transiluminación los 3 ojos simples u ocelos (situados entre las antenas).