בס''ד Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. Maimónides: Aportes para el Liderazgo en Tiempos de Crisis por Rab. Dr. Fernando Fishel Szlajen Resumen CV: Fernando Fishel Szlajen es Rabino y Ph.D. en Filosofía, se desempeña como investigador científico y profesor en filosofía judía en diversas universidades y centros académicos nacionales y extranjeros, así como también asesor en foros y comisiones científicas, tecnológicas y humanísticas interdisciplinarias, abordando distintos tópicos político-socio-culturales. Especializado en el pensamiento judío, Szlajen ha publicado tres libros y realizado más de treinta trabajos de investigación (con premios y distinciones nacionales e internacionales) instrumentando dicho acervo cultural en pos de lidiar con las diversas problemáticas contemporáneas encontradas en diferentes ámbitos tales como ética, bioética, educación, medio ambiente, política, género y multiculturalismo, entre otras áreas donde se enmarcan las más acuciantes y relevantes disputas vigentes. Para mayor información ver www.fernandoszlajen.com.ar La Torá, libro fundacional del Judaísmo y uno de los pilares constitutivos del occidente, presenta un amplio panorama sobre distintos modelos de conducción socio-político, desde los patriarcas y las matriarcas, pasando por Moisés, los sacerdotes, jueces, reyes y profetas, modelos estos que han sido paradigmáticos para distintos lideratos y líderes históricos en múltiples campos de acción. No obstante y a pesar que en la actualidad se ha tornado problemático concebir una teoría de liderazgo desde la revelación divina, pocos trabajos han abordado el tema del liderazgo judío, más allá del estricto bíblico, para tiempos de crisis comunitaria, social, cultural, económica y/o política. Esta ponencia presenta los lineamientos generales para los aportes de una de las más sobresalientes figuras del pensamiento judío sefardí, Maimónides (1135-1204), como estadista, jurista y filósofo político, frente a los diversos conflictos con los que ha tenido que lidiar guiando comunidades en sus diversos aspectos. En este sentido, varios son los tópicos fundamentales a los que se podría referir en este análisis, todos los cuales Maimónides tuvo que afrontar a lo largo de su vida y en sus múltiples facetas, tales como, desde lo socio-político, los dilemas padecidos por lo judíos frente a la persecución religiosa y la conversión forzada a manos del Islam y el Cristianismo; o bien desde lo cultural, la crisis comunitaria ante el cientificismo y sus verdades operativas diferenciándolas de las verdades axiológicas y culturales judías; además del aspecto socio-emocional interno de ciertos colectivos judíos, tal como la desesperanza reinante en ciertas comunidades y el constante resurgimiento y efervescencia de ideologías apocalípticas y el riesgo implícito de las mesiánicas, por los estragos que unas y otras habían ya ocasionado y causarían en el futuro, dentro del pueblo judío.1 En concreto, Maimónides, en tanto primer sistemático filósofo político del Judaísmo,2 tuvo la simultánea tarea de asegurar la firmeza cultural judía, desarrollar nuevas estrategias educativas y 1 Ver Abraham Halkin y David Hartman, Epistles of Maimonides: Crisis and Leadership (Jerusalem: TJPS, 1993). Ver Howard Kreisel, Maimonide’s Political Thought: Studies in Ethics, Law and The Human Ideal (Albany: SUNY Press, 1999). 2 Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. neutralizar no sólo la hegemonía de un orden cultural ajeno sino también el surgimiento interno de mesianismos carismáticos, siempre con la clara visión de fortalecer, activar y preservar aquellas comunidades judías que se encontraban entonces paralizadas, desilusionadas y dubitativas de su propia cultura y tradición. Funciones estas que aún permanecen vigentes para los líderes de nuestro tiempo. Lo interesante que surge de esta aproximación, es no sólo la relevancia de las respuestas maimonideanas a las problemáticas de su tiempo y lugar, incluso adaptadas e implementadas por sus contemporáneos de otras culturas frente a sus respectivos y propios conflictos, sino también la vigencia de las proposiciones y significaciones de esta gran figura del medioevo sefardí, por seguir respondiendo a las actuales coyunturas sociales y políticas, tanto particulares como universales. En esta línea de acción, más allá de las especificidades propias de la época en que vivió Maimónides, es posible observar que en el intento por sobreponerse a aquellas surge en este gran legislador y pensador judío, un concepto de líder y liderazgo el cual no sólo en lo particular comunitario sino de forma universal, contribuye a la gran mayoría de las coyunturas actuales en lo político, social y cultural, gozando además de la singularidad de no ser susceptible de ser incluido o abarcado aquel concepto en su completitud por las modernas y más tradicionales teorías de liderazgo, sean carismáticos, autoritarios o legales burocráticos, y en sus diversas tipologías, ya sean participativas, liberales, paternalistas y/o democráticas.3 Maimónides, en sus capitales obras tales como Moré Nevujim “Guía de los Perplejos”, así como en su Mishné Torá o Código de Leyes Judías, o su Shmoná Prakim “Ocho Capítulos” y algunas de sus Iguerot “Cartas”, aborda tópicos relativos a la política, combinando diversas y hasta contrarias escuelas filosóficas tales como la platónica, la aristotélica y particularmente la teológica islámica o el kalam,4 todas las cuales han sido frecuentemente sobreestimadas en los trabajos de investigación sobre el pensamiento político de Maimónides, confundiendo frecuentemente sus conceptos con la estructura o categorías griegas con las que este Sefradí los reviste a fin de adecuar el lenguaje a la causa de sus diferentes escritos y según sus destinatarios específicos, siempre orientados a un saber en particular5 y no para un público anónimo y orientado a conocimientos generales. 3 Ver Max Weber, El Político y El Científico (Madrid: Alianza, 2007). Kurt Lewin, Ronald Lippitt y Ralph K. White, "Patterns of Aggressive Behavior in Experimentally Created “Social Climates”". En Journal of Social Psychology 10, 2 (1939), pp. 271–299. James M. Burns, Leadership (New York: Harper & Row, 1979). James P. Spillane, "Towards a Theory of Leadership Practice". En Journal of Curriculum Studies 36, 1 (2004), pp. 3-34. John B. Miner, Organizational Behavior: Behavior 1: Essential Theories of Motivation and Leadership (Armonk: M. E. Sharpe, 2005). 4 Alfred L. Ivry, “The Guide and Maimonides’ Philosophical Sources” En Kenneth Seeskin, (Ed.), The Cambridge Companion to Maimonides (New York: Cambridge University Press, 2005), pp. 58-81. Leo Strauss, Philosophy and Law: Contibution to The Understanding of Maimonides and His Predecessors (Albany: SUNY Press, 1995). 5 Joel L. Kraemer, “Moses Maimonides: An Intellectual Portrait”. En Kenneth Seeskin, (Ed.), op. cit., pp. 10-57. Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. Basado en las más actuales y pertinentes investigaciones al respecto,6 la concepción clásica griega e incluso hasta grecolatina de la política, centrada en el gobierno de la polis, se basa en que los ciudadanos logren su verdadera felicidad mediante la prescripción de reglas de justicia que ordenan las distintas instituciones de forma adecuada, siendo dicho orden institucional conforme a lo que la razón comande y acorde a lo inteligible de la naturaleza. Aquí resulta relevante notar el hecho que en esta cosmovisión y comprensiva definición de la política, subyace la presunción que la calidad de la ciudad determinará la misma de los hogares familiares y la especificidad de la ética individual. Es decir, en este contexto la política es entendida como disciplina eminentemente pública y escindida del dominio privado, estando el objeto del arte político orientado únicamente al dominio público, como algo externo al individuo y expuesto a la vista de todos. Consecuentemente, desde lo metodológico, el político proclama su postura objetivándola a través de silogismos válidos para obtener verdades distinguiéndolas de las falacias y del ejercicio retórico, pero siempre independientemente de la propia conducta de quien la promulga. El saber político, entonces, ya desde los griegos, está inherentemente vinculado a una dialéctica técnicamente aséptica, algo objetivado y externo a quien lo declama, sin necesidad de validación por la adecuación a su conducta privada. Incluso en el presente, muchos son los denunciantes de los vicios y perversiones de esta vigente concepción y desarrollo de la política, separando casi herméticamente los dominios e incumbencias profesionales y públicas de aquellas correspondientes a lo privado. Sin embargo, Maimónides, en su no tan conocida obra Milot Higaión “Tratado de Lógica”, refiere a la propia constitución de la política de forma claramente distinta, subjetiva y referida a la conducción, mediante cuatro etapas ascendentes:7 a) ( הנהגת האדם נפשוHanhagat HaAdam Nafshó) o la conducción de sí mismo o adquisición de virtudes éticas; b) ( הנהגת הביתHanhagat HaBait) o conducción de la casa, etapa que además de lo que los griegos denominaban oikonomia, como administración eficaz de del hogar, incluye la conducción familiar en todos sus aspectos y facetas; c) ( הנהגת המדינהHanhagat HaMediná) o la conducción de los asuntos de la polis para su correcto orden, instrumentando las medidas para que sus habitantes logren las mencionadas virtudes éticas e intelectuales; d) הנהגת האומה (Hanhagat HaUmá) o conducción de los pueblos o naciones en sentido extendido para el logro de la completitud en sus individuos. 6 Enrico Berti , “Ancient Greek Dialectic as Expression of Freedom of Thought and Speech” En Journal of The History of Ideas 39, 3 (1978), pp. 347-370. Rush Rhees, In Dialogue with The Greeks: Plato and Dialectic (Aldershot: Ashgate, 2004), vol. 2, pp. 101-230.Paul Cartledge, “Utopia and the Critique of Politics” En J. Brunschwig y G.E.R. Lloyd, (Eds), Greek Thought. A Guide to Classical Knowledge (Londres: Belknap, 2000) 163-179. Chester G. Starr, Political Intelligence in Classical Greece (Leiden: Brill, 1974). James L. O'Neil, Origins and Development of Ancient Greek Democracy (New York: Rowman & Littlefield, 1995). David Keyt y Fred D. Miller, (Eds.), Freedom, Reason, and the Polis: Essays in Ancient Greek Political Philosophy (New York: Cambridge University Press, 2007). Richard O. Brooks y James B. Murphy, Aristotle and Modern Law (Aldershot: Ashgate, 2003). Stephen Salkever ,(Ed.), The Cambridge Companion to Ancient Greek Political Thought (New York: Cambridge University Press, 2009). Werner Jaeger, Paideia (Buenos Aires, 1993) 7 Maimónides, (Hebreo), Sefer Milot Higaión (Varsovia, 1928) XIV, pp. 28-31. La traducción y fonética son propias. Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. Aquí resulta notorio que Maimónides subvierte el concepto del hacer político centrado en lo público y escindido de lo privado, esbozando una política centrada en el liderazgo integral ético-legaladministrativo de cada individuo, partiendo de lo particular para llegar a lo colectivo y no desde la estructura colectiva para llegar al particular. Ahora, la pregunta que razonablemente emerge es, ¿por qué Maimónides cambia esta estructura, cuáles son sus bases y cuáles sus beneficios? Para dar cabal respuesta a esta pregunta compuesta, se deberá comenzar por la clara concepción de la pragmática histórica del Judaísmo, de la cual Maimónides es conciente, y que además sigue vigente en nuestros tiempos aunque solapada por las estructuras político-sociales de los modernos Estados nacionales. Refiero en este sentido al concepto de pueblo sin necesaria vinculación territorial geográfica, estatal, étnica ni tampoco lingüística.8 Más concretamente, el pueblo judío no se ha singularizado como otros por habitar un territorio específico y exclusivo o vivir bajo un sistema estatal particular, dado que su mayor carácter diaspórico durante su existencia hizo que tanto aquel mecanismo gubernamental como aquella variable territorial estuvieran ausentes. Tampoco dicho pueblo se definió por la pertenencia a una etnia específica, dado que se observan judíos de variados grupos en este respecto, habientes de muy diversos factores morfológicos tales como el color de piel, contextura corporal, estatura o rasgos faciales, entre otras características desarrolladas en el proceso de adaptación a determinado espacio geográfico y ecosistema a lo largo de múltiples generaciones. En este sentido, y en base a una común genealogía, ya desde el patriarca Shem, el pueblo judío comparte el mismo tronco étnico con los asirios y otras decenas de pueblos, y definitivamente a partir del posterior patriarca Abraham, con los ismaelitas, edomitas, moabitas, y emonitas, entre otros.9 Similarmente es posible afirmar que este pueblo tampoco fue caracterizado por un mismo idioma coloquial o literario, dado que sus producciones jurídicas, homiléticas, filosóficas, poéticas o litúrgicas, incluso las más importantes, han sido realizadas tanto en idioma hebreo, arameo, griego, árabe, ladino, alemán, idish, español o inglés, entre muchos otros, compartiendo siempre de hecho el mismo idioma coloquial cotidiano con otros pueblos donde residían. En definitiva, ninguno de estos factores objetivos ha singularizado al pueblo judío como tal. 8 Ver Fernando Szlajen, “Origen del Pueblo Judío” En M. Bergman, M. E. Crespo y G. Cholak (compls.) Constructores de Puentes: Una Vivencia Interreligiosa (Buenos Aires: B. B. 2011), pp. 29-42. 9 Ibid, p. 30, notas 3-6. La cronología bíblica indica que Shem (1558-2158 del calendario judío,), de donde provienen los semitas, es uno de los tres hijos de Noé (1056-2006 c.j), siendo el ancestro directo por la rama de Arpajshad, de Shélaj, Héber, Péleg, Réu, Serug, Najor y Téraj, siendo este último el padre de Abraham (1948-2123 c.j.). De los tres hijos de Noé (Iéfet, Shem y Jam), surgen las setenta bíblicas naciones primordiales del mundo y de parte de Shem, encontramos a los asirios, entre los veintiséis pueblos que surgen de su descendencia. Génesis 6:11; 10:1-32; 11: 25-26. Abraham tuvo ocho hijos, uno con Hagar, la sierva de su esposa Sará, el cual es el mayor, Ishmael, del cual descienden los ishmaelitas, y luego Itzjak con su esposa Sará, sobre quien recae el pacto hecho por HaShem con su padre, y otros seis con Ketorá. Génesis 16:1- 17:21; 21:12; 25:1-6. Edom, es el pueblo que surge de Esav, hermano de Iaakov, hijos gemelos de Itzjak y nietos de Abraham. Génesis 25:21-30. Los pueblos de Moab y Amón, surgen de los hijos fruto de la relación incestuosa de Lot, sobrino de Abraham, con sus dos hijas, Moab hijo de la mayor y Ben-Amí de la menor. Génesis 12:5; 19:30-38. .Durante la bíblica historia del pueblo de Israel, ha existido un vínculo no menor entre integrantes de estos pueblos y el de Israel. Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. No obstante, el idioma hebreo aun cuando actualmente gran proporción de judíos no lo habla, escribe ni lee, no sólo en lo cotidiano sino absolutamente, es considerado la lengua de este pueblo, entendido como idioma nacional, y como resulta obvio, más allá de ser el oficial del actual y reciente moderno Estado de Israel. Maimónides, a lo largo de las disquisiciones lingüísticas de su Moré Nevujim, escrito originalmente en árabe (o judeo-árabe) al igual que otras de sus obras, y en su gran composición jurídica, el Mishné Torá, escrita íntegramente en hebreo, acierta en atribuir este fenómeno del idioma hebreo como el nacional del pueblo judío, al hecho empírico de ser el idioma de la Torá, la cual sí, efectivamente, fue el factor objetivo singularizante de este pueblo. Esto es, el idioma hebreo como aquel en que se dio la Ley bajo la cual se rige dicho colectivo. En este sentido, el pueblo judío se conforma como el pueblo de la Torá y sus preceptos, el de una forma de vida y práctica específica bajo el dominio de la Ley, siendo ésta el factor histórico objetivo constituyente de su unidad, conciencia y esencia nacional, existiendo a lo largo de sus generaciones y resguardando la identidad como biografía,10 transmitiendo sus propias leyes, costumbres y creencias a lo largo de la historia, a través de diferentes sociedades, regímenes políticos, territorios, Estados y culturas. Es decir, tal como desarrollaré a continuación, este aparato jurídico singularizante constituye una cultura legal propia, como marco disciplinario práctico judío, fundando su tradición e instituyendo así a dicho colectivo como pueblo.11 Ahora bien, esta diáspora histórica mencionada supra, como hiato entre la gloriosa era del primer y segundo Beit Hamikdash “Gran Templo de Jerusalem” (s. X a.e.c.-I e.c.) y el futuro mesiánico, no fue entendida por Maimónides como a-política, tal como es común en la narrativa de muchos investigadores, sino como la propia condición política de este pueblo, y por ello es que reiteradamente el Sefardí cita el dictum talmúdico “ אין בין העולם הזה לימות המשיח אלא שיעבוד מלכיות בלבדno hay entre este mundo y los días del Mesías, sino sólo esclavitud monárquica [sometimiento imperial]”,12 en el sentido que la única diferencia para el pueblo judío, entre la actual realidad y la futura era mesiánica es el actual sometimiento de aquél a imperios extranjeros. En consecuencia, la filosofía política de Maimónides basada en la Ley divina tiene una gran influencia e importancia en el concepto de comunidad judía caracterizada por el hecho de la centralidad de dicha Ley como regla diferencial y constitutiva de la conducta judía respecto de la de otros pueblos. Precisamente, esta gran figura del judaísmo, en su Pirush HaMishná “Comentario a la Mishná”, indica que la Torá no es sino un tratado 10 Fernando Szlajen, “The Lost Jewish People and The Relevance of Practices.” En KolDor E-Journal (Marzo, 2008). Ver también Fernando Szlajen, Filo-Sofía del Judaísmo: Construyendo Nuestro Destino (Buenos Aires: FJE, 2006). 11 Tradición, del latín traedere, transmitir, mismo significado de la palabra hebrea מסורתmasoret, transmisión, proveniente del verbo למסורlimsor, transmitir, el cual comparte su raíz con מוסרmusar, “moral” o “disiciplina”. Similarmente, en la cultura judía, por masoret se entiende la Ley Oral o Talmud, las leyes y costumbres que fueron transmitidas de generación en generación. 12 Talmud Babilónico, “Brajot” 34b; “Shabat” 151b; “Pesajim” 68a; “Sanhedrín” 99a. Ver Maimónides, Pirush HaMishná, “Sanhedrín” 10: 1; Mishné Torá, “Leyes de Arrepentimiento” IX: 2; “Leyes de Reyes” XII: 2. En el mismo sentido, en Talmud Babilónico, “Shabat” 63a; “Sanhedrín” 91b, se encuentra el mismo dictum pero en lugar de esclavitud monárquica dice esclavitud diaspórica ( )שיעבוד גליות. La traducción es propia. Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. de jurisprudencia, y la Mishná su gran codificación,13 y de hecho en su Moré Nevujim, él mismo describe la finalidad de dicho tratado como .“ מטרת הספר הזה כולו וכל שמסוגו היא חוכמת התורה לאמיתהEl objeto de este tratado en su totalidad, como de todos de su misma especie, es la sabiduría de la Ley en su sentido verdadero”.14 Así, y si bien Maimónides acuerda con Aristóteles15 en el ser gregario del humano afirmando que éste es por naturaleza un ser social, o que vive necesariamente en sociedad, contrariamente a los demás animales los cual no necesariamente se congregan,16 también afirma la existencia de diferencias tan radicales entre los individuos humanos que resulta imposible encontrar dos de ellos íntegramente similares, viviendo en armonía consuetudinaria y relación moral, observando en algunos extrema maldad o crueldad así como también en otros y en la misma proporción benevolencia y piedad. Dicha divergencia es a tal punto que es posible predicar de aquellos individuos su pertenencia a especies distintas, siendo dicha varianza inexistente entre ejemplares de otras especies animales.17 Y aquí es donde este gran Sefardí, amalgama estas dos características concluyendo que dada la anteriormente establecida necesidad social del hombre y la inherente imperfección de toda estructura societaria sin que posea una guía rectora y prescriptiva de la conducta de sus miembros, ya sea para suplir los defectos así como moderar los excesos en las variaciones naturales de aquellos, armonizándose mediante las convenciones; la Torá, aun cuando es divina, se relaciona con las cuestiones de la naturaleza por cuanto la sabiduría divina, en pos de la conservación de la especie humana, ששם בטבעו... … שיהיה לפרטיו כוח הנהגה.puso en la naturaleza de sus individuos la facultad de conducción,18 y simultáneamente la de ser conducido. Esto es, si bien sólo mediante la sociedad el hombre satisface lo mínimo para su existencia y continuidad, y por ello su carácter gregal, Maimónides adelantándose al siglo XVII de Thomas Hobbes y su De Cive y el Leviathan, afirma la incapacidad del hombre por sí mismo para vivir pacífica y equitativamente junto a sus pares, adicionando que la gran mayoría de los males que aquejan al hombre provienen del mismo hombre,19 como diría aquel filósofo político inglés, el hombre en estado natural es habiente de una vida solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve.20 Pero para Maimónides, contrariamente a Hobbes, es la misma naturaleza y no un artificio legal, lo que provee remedio a esta situación de incapacidad de convivencia pacífica y equitativa, mediante la mencionada facultad implantada divinamente en el ser humano, para desarrollar complejos regímenes 13 Maimónides, (Hebreo), Pirush HaMishná, “Hakdamá”. Maimónides, (Hebreo), More Nevuchim (Tel Aviv: Tel Aviv University Press, 2002), vol. I. “Petijá”, p. 10. La traducción es propia. 15 Aristóteles, Política (Madrid: Gredos, 1994) I: 1-2, pp. 45-53. 16 Maimónides, (Hebreo), More Nevuchim (Tel Aviv: Tel Aviv University Press, 2002), vol. I, II: 40, p 397. 17 Ibidem. 18 Ibid, p. 398. La traducción es propia. 19 Ibid, vol. II. III: 10-12. pp. 449-459. 20 Thomas Hobbes, Leviathan (Cambridge: Cambridge University Press, 2008 [1651]) I: 13, p. 89. 14 Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. organizativos. En otras palabras, no es que la situación política humana se caracteriza por la aristotélica natural inclinación individual a lo gregario, dado que distintamente a lo grecolatino, Maimónides no concibe primero al hombre como gregario y a la Ley como consecuencia de ello, sino por lo contrario, la Ley como primer instrumento por excelencia para labrar el espacio de lo gregario como requerimiento para la preservación de la especie y perfección individual, posibilitándolos, deduciendo que la Torá presume la naturaleza política del hombre, como el único ser que puede regirse bajo otra ley que la natural, restringiéndola e incluso a veces contrariándola, tal como demandan sus preceptos. Esta Ley, como el factor que posibilita al humano ser gregario y político, explica el por qué la revelación en el judaísmo se da en forma legal y no de dogma intelectual o de fe como en otros cultos, y así demandando una comunidad de prácticas organizadas y no de pensamientos o creencias, lejos de o al menos no vinculantes per se con el accionar. Por ello, Maimónides, con su característica meridiana visión da cuenta de la historia e historiografía del pueblo judío no como categoría teológica, ni un premarcado designio divino sino como la consecuencia de la implementación política de dicha Ley por este pueblo y por la humanidad toda, desarrollando así lo política como disciplina eminentemente conductiva, desde lo individual a lo colectivo sin solución de continuidad. Y así, la carencia de anclaje estatal-territorial por la condición diaspórica del pueblo judío, en lugar de representar un detrimento en lo político, resulta en una independencia y mayor eficiencia respecto de aquella otra política clásica. Lo que sucede es que este concepto de política manifiesto por Maimónides es radicalmente distinto al clásico radicado en la soberanía, el cual tan sólo adiciona a aquél, límites territoriales y su legalidad, suplemento más potenciado desde la constitución de los modernos Estados nacionales, pero que dicha adición no es vertebral a la política, la cual en su esencia es básicamente la expresión de las conductas estipuladas de una nación en sus diferentes áreas. En el sentido analizado hasta ahora, resulta claro que Maimónides interpreta la Ley divina más allá de la revelación, sino como expresión de un ideario político mayor a cualquier otro que pueda ser concebido, basado en el sometimiento individual al precepto más que en la atribución individual de derechos, y que regula todos los ámbitos del hombre. Ley divina como marco político integral la cual por la índole de sus preceptos, su área de competencia y la metodología y hermenéutica jurídica judía, resulta incluyente de los tres alcances posibles por parte de las leyes en pos de la perfección del hombre. De la ley natural, inherente al hombre en todo tiempo y lugar y orientada a su supervivencia; de la ley positiva, conformada por el hombre en tiempo y lugar según su coyuntura y razón en favor del bien social; así como también de la ley de alcance metafísico, cuyo objetivo es cultivar la excelencia humana logrando su cúspide en el reconocimiento de HaShem.21 Logrando estos tres 21 Maimónides, (Hebreo), More Nevuchim (Tel Aviv: Tel Aviv University Press, 2002), vol. I. II: 40, pp. 398-400; vol, II. III: 27, 34, pp. 516-518, 541-542. No utilizo los vocablos “Dios” “Señor” o “Eterno” en referencia a la divinidad, dado que Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. aspectos conjuntamente, sólo mediante la cultura legal preceptual descrita por Maimónides y no con la grecolatina del derecho donde el hombre hace rector de sus acciones a la razón o a sus pulsiones, instituyéndolas y legitimándolas. Y aquí refiero tanto a la tradición griega socrático-platónica, aristotélica, así como también al hedonismo, llegando incluso hasta Emmanuel Kant dado que si bien él promulga el sentido interno del deber como rector conductivo de las acciones del hombre, este no deja de ser un sentimiento proveniente del mismo hombre tal como en el caso de Rousseau quien le atribuye al hombre un natural sentido de piedad y bondad. Es decir, en todos estos casos, el criterio de conducción es la razón o la pulsión, sea esta última en formato de deber de conciencia o satisfacción corpórea, pero siempre proveniente de la misma naturaleza del hombre, de sí mismo. Y en este respecto, Maimónides siempre refiere a que el deber y su criterio no puede provenir desde la naturaleza, no es interno ni inter-pares, dado que en dicho caso serían otros factores, tal vez más sutiles, pero siempre esclavizantes del hombre por el hombre, imposibilitando el cumpliendo el tercer alcance de la ley, la excelencia humana, cuando no incluso del segundo, el bien social. Por lo contrario, el Sefardí refiere a la cultura preceptual como la única que posibilita extraer al hombre de su dominio animal elevándolo a su humanidad. En otras palabras, la cultura preceptual, basada en el deber y cuya autoridad es externa y trascendente al individuo, es aquella que restringiendo primeramente en el hombre aquello que lo mancomuna a otras especies, es decir, su animalidad, lo habilita consecuentemente para su específica humanidad. Con esto, y a sabiendas que dentro de los imperios antiguos y medievales coexistían distintos sistemas legales y organizaciones políticas semi-autónomas, gubernamental y legalmente según los pueblos residentes en aquellos imperios,22 la Halajá, como el marco jurídico judío que regula las acciones individuales y colectivas de todo miembro de este pueblo, se inserta en el sistema legal y administrativo ya dado, presuponiendo que el judío vive diaspóricamente bajo un gobierno extraño como macro-entorno dado por el gobierno de gentiles que provee la matriz legal pública. Una vez más, la ausencia de anclaje estatal-territorial del pueblo judío hizo que la Ley deba emplazarse en e irradiarse desde los individuos, cumpliéndola conformando un pueblo como tal, so pena de su sus significados no se adecuan a lo que en el Judaísmo se expresa con algunos vocablos hebreos, entre ellos el tetragrama, pero que en el uso no litúrgico se lo expresa diciendo השם-HaShem, “El Nombre”, no determinándolo ni sometiéndolo a categorías o atributos humanos, aun superlativos, o en referencia a cualquier ente real o de razón, dado que toda predicación en este sentido limitaría la entendido por divinidad, sometiéndola a dichas categorías, nunca expresándola adecuadamente por su propia trascendencia respecto del ser humano y del universo, por su inefabilidad. Esta diferencia no sólo es conceptual sino sustantiva para el Judaísmo. 22 Henri Pirenne, Historia Económica y Social de la Edad Media (Mexico D.F.: FCE, 1939). Blythe, James. Ideal Government and the Mixed Constitution in the Middle Ages (Princeton: Princeton University Press, 1992). J. H. Burns, (Ed.), The Cambridge History of Medieval Political Thought c. 350-c. 1450 (New York: Cambridge University Press, 1997). Robert W. Dyson, Nature, Morality and Politics, 400-1450: Normative Theories of Society and Government in Five Medieval Political Thinkers (Lewiston: The Edwin Mellen Press, 2003). Arthur McGrade, Stephen Kilcullen y Matthew Kempshall The Cambridge Translations of Medieval Philosophical Texts: Ethics and Political Philosophy (New York: Cambridge University Press, 2001), vol. 2. Johannes Buhler, La Cultura en la Edad Media: El Primer Renacimiento de Occidente (Barcelona: Círculo Latino, 2005). Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. desaparición, siendo dicha Ley la base primigenia y constitutiva de la política y el fundamento para el planteo de un liderazgo sometido a una inescindible continuidad ascendente desde lo privado hacia lo público. Luego, el gobierno del colectivo por parte del individuo está necesaria y consecuentemente ligado al primigenio gobierno del individuo para consigo mismo, porque nace de este último, y cuya implicancia es que toda afección en la vida privada condiciona la función pública. Y esto establece una radical diferencia con lo grecolatino que objetiva y hermetiza estos dos dominios, lo público independientemente de lo privado. Maimónides, de esta forma, plantea una realidad distinta, cuya base es que la Ley como factor fundacional político debe ser respetada y acatada primeramente por el propio individuo, irradiándola centrífugamente, mancomunándose con sus pares y edificando comunidades, cuyo común denominador es ese mismo acatamiento a aquella Ley, a diferencia de la tradición grecolatina donde prima el desarrollo técnico de la dialéctica y el control visual y público, siendo la polis la que irradia centrípetamente desde lo institucional a lo individual. Y esto es lo que genera un modelo de liderazgo radicalmente distinto, yendo del gobierno individual al colectivo. Definitivamente, si bien Maimónides en el modelo preceptual afirma que el primer objetivo humano es el dado por la ley natural, sobrevivir, satisfacer las necesidades y perpetuar la especie, lográndose de forma óptima a nivel colectivo mediante la sociedad y las leyes positivas para la armonía, convivencia y bienestar, fuera de ello, el último fin del humano no sólo es el desarrollo de su intelecto como diferencia específica dentro del dominio animal, sino el axiológico o reconocimiento de HaShem por cuanto sólo así se constituye el individuo como humano distinguiéndose de su naturaleza animal. En este proceso, se observar que se parte de lo individual en el acatamiento a la Ley, posibilitando lo colectivo, pero retornando en su último objetivo a lo individual dado que éste depende de una decisión personal respecto del valor que el hombre se impone para la conducción de su vida y construcción de su realidad. A esto refiere Maimónides cuando afirma las dos finalidades de la Ley, la correspondiente al “ תקון הגוףTikún HaGuf” o corrección del cuerpo, adquirido por el mejoramiento en la forma de vida conjunta entre los hombres, y la del “ תקון הנפשTikún HaNéfesh” o corrección del alma o carácter, basada en la aprehensión de las ideas verdaderas según la capacidad de cada uno.23 Es decir, en los términos hasta ahora discutidos en relación al liderazgo, se plantean como funciones generales dos objetivos, dos correcciones, la del cuerpo, como su bienestar, la estabilidad social y virtud ética, y la del alma como perfección racional. Luego, en conjunto, llegar a la elevación axiológica del hombre. Nuevamente resulta importante aquí notar uno de los conceptos centrales de esta ponencia, que la virtud ética no es consecuencia de la dianoética, contrario a la típica tesis parmenídeo-socrática, platónica, sino que son dos dominios distintos. Y es en este sentido que el sistema preceptual basado en un principio de deber y obligación que regula las acciones privadas y 23 Maimónides, (Hebreo), More Nevuchim (Tel Aviv: Tel Aviv University Press, 2002), vol. II. III: 27, pp. 516-518. La traducción es propia. Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. colectivas, cuya autoridad es externa al individuo, resulta necesario para lograr ese objetivo, dado que quien sea esclavo de su naturaleza, incluso del intelecto como parte de la misma, podría ciertamente avanzar en el conocimiento, en la mayor satisfacción de necesidades y bienestar físico, pero será incapaz de lograr su máximo desarrollo como humano, dado que siempre se esclavizará a alguna de las facetas de su naturaleza animal, aun las más sutiles, pero sin poder trascenderla. Aquí es posible observar que, no sólo la sociedad sino el Estado es en Maimónides un instrumento que debiera facilitar no sólo el primer objetivo natural de preservación y el segundo de bienestar, sino también el último y más preciado, el axiológico que conforma al humano como tal. Todo esto más que relevante para nuestra contemporaneidad, dado que en Maimónides al no poseer el Estado un significado axiológico sino sólo instrumental, evita con esta importante diferencia caer tanto en el fascismo por atribuirle al Estado un valor per se y más allá de su funcionalidad, deviniendo en autoridad para nuestras acciones y pensamientos, así como también evita la anarquía, por falta de reconocimiento del poder del Estado, deviniendo en acefalías, desgobiernos y ausencia de marco organizativo. Pero por otro lado, también es posible decir que la tradición política occidental, desde el presocrático Protágoras y hasta los padres del contractualismo moderno, T. Hobbes, J. Locke y J. J. Rousseau, ha desarrollado en cierta forma este régimen referido por Maimónides pero con la noción de derecho, la cual si bien a través de estos autores obtiene distintos significados, su denominador común es una política con claro sentido natural y utilitario emanado de una concepción del hombre como extensión de la naturaleza y cúspide de la escala animal. No obstante, bajo esta tesis, es fácilmente observable la radical diferencia formal y en contenidos entre estos dos modelos, ya que este sistema de derechos es indiferente a un fin mancomunado, poseyendo cada individuo su propio objetivo, limitándose sólo a desarrollar una convivencia en armonía y sin violencia. Por ello la noción principal de este sistema de derechos es la autonomía y la libertad basada en el valor de la conducta no condicionada del sujeto, pero que a su vez constituye la razón por la cual la jurisprudencia del derecho no provee garantías materiales al individuo, motivo de la promulgación de aquel derecho, dado que éste no conlleva un principio de obligación sino más bien induce sólo al reconocimiento de necesidades de sujetos autónomos quienes negocian sus derechos por seguridad. Pero el modelo planteado por Maimónides en su Milot Higaión y ampliado a lo largo de veinticinco capítulos de su Moré Nevujim y en su Shmoná Prakim, se basa en una ley preceptual, que establece imperativos individuales y colectivos, no derechos, y como tal en sí misma conlleva el principio del deber y obligación. Aquí la noción es la de heteronomía y por ello en este sistema preceptual no hay autoridad que no comience con un deber y que no se amerite por su cumplimiento, residiendo el valor justamente en la conducta condicionada del sujeto por dicho deber, quien se sobrepone a sus deseos, naturaleza e individualismo, en pos de la obediencia a los imperativos divinos. En otras palabras, el punto central es que el deber del sujeto en Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. sus acciones y la obligación para con otros habla más aguda y comprometidamente que el derecho del sujeto para sí mismo y sin compromiso fáctico con el otro. De esta forma, y entendiendo por “cultura legal”, un colectivo humano cuya forma de vida e interrelación se rige por factores objetivos que conforman patrones estables, sistematizables, transmisibles y acumulables, conformando un marco jurídico rector de conductas y orientador de actitudes de sus individuos,24 resulta también patente las consecuencias del contraste entre el modelo del liderazgo y política maimonideana frente al correspondiente grecolatino, en su extensión al contraste entre la moderna cultura legal del derecho y la del precepto. La primera mencionada, reside en el Contrato Social, donde el derecho resulta en un triunfo de un juego legal y de una ética relativa, contextual, siendo ésta la fuente de legitimidad y legalidad, estableciendo que el hombre posee derechos naturales e imprescriptibles, marco en el cual el valor radica en la noción de autonomía, o conducta no condicionada del sujeto, residiendo la autoridad en lo colectivo arribando desde allí a lo individual. Aquí, no sólo la autoridad y el poder parten del mismo hombre y hasta frecuentemente se solapan, sino que el mismo sistema de derechos es indiferente a los fines individuales o colectivos, indiferencia por la cual se centra en la exclusiva coherencia sistemática y procesal sin apelación a lo teleológico. Estas son las características que hacen que la jurisprudencia del derecho sea débil para proveer garantías materiales que fluyen de la comunidad al individuo, dado que básicamente los derechos inducen al reconocimiento de necesidades pero que sin el principio del deber y obligación la mayoría de las veces son estériles, dando mayor lugar a retóricas evasivas y facilidad de caer en despotismos. Por otro lado, en la cultura legal judía del precepto, la ética es mayormente independiente del contexto, radicando el valor en la noción de heteronomía o conducta condicionada por el deber y la obligación del sujeto ante la Ley divina que le conmina a sobreponerse a sus sentimientos o razón, no estando la voluntad del sujeto determinada por estas últimas. Aquí no sólo no hay superposición entre autoridad (Ley divina) y poder (Estado), sino que no hay poder que no comience con obligaciones y éstas son inherentes e imprescriptibles. Aquí no hay derechos de participación sino deber y responsabilidad cuyo cumplimiento da lugar al mérito. La autoridad es externa al individuo y el poder es interno. En este sistema, existe un fin y este trasciende al hombre en su individualidad, no distinguiendo entre el deber y la aspiración en el sujeto. Y por ello, aquí, el criterio y la medida de evaluación son los 24 Roger Cotterrell, “The Concept of Legal Culture.” En David Nelken, (Ed.), Comparing Legal Cultures (Aldershot: Dartmouth, 1997) pp. 13-31. Lawrence Friedman, “The Concept of Legal Culture: A Reply.” En David Nelken op.cit. pp. 33-39. David Nelken, “Puzzling out Legal Culture: A comment on Blankenburg.” En David Nelken op.cit. pp. 58-88. David Nelken, “Using the Concept of Legal Culture.” En Australian Journal of Legal Philosophy 29: (2004), pp.1-28. Lawrence M. Friedman, The Republic of Choice: Law, Society and Culture (Cambridge: Hardvard University Press, 1990). Lawrence Friedman y Rogelio Perez-Perdorno, (Eds.), Legal Culture in the Age of Globalization: Latin America and Latin Europe (Stanford: Stanford University Press, 2003). Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. resultados fácticos más que la retórica legal, reduciendo el lugar para la elusión dialéctica de responsabilidades y compromisos. En otras palabras, así como la ideología del derecho ha sido el instrumento para fuerzas centrífugas en los Estados nacionales occidentales, el sistema preceptual constituye la fuerza centrípeta que ha conformado y mantenido la existencia de un pueblo, sin arraigo territorial, estatal, étnico ni lingüístico, durante decenas de siglos. Básicamente, el contraste es también visible en el hecho que el pacto entre HaShem y un pueblo en la cultura legal del precepto, donde el hombre marca su madurez con la sujeción responsable a las obligaciones preceptuales, se transforma en aquél pacto del hombre para consigo mismo, en la cultura legal del derecho, instituyendo el contrato social, donde el hombre marca su madurez con el devenir emancipado o independiente. Con esto en mente, se deduce el maimonideano criterio para evaluar la excelencia tanto de un líder como de la sociedad o Estado, es decir, no sólo por la manera en la cual cumple su función a nivel de Ley natural y positiva, el nivel de preservación, armonía social y bienestar, sino también por el tercer nivel, su devoción a la promoción de un humano con verdad científica y axiológica.25 Aquí Maimónides no sólo formula un liderazgo formal desde lo procesal organizativo sino desde el propio contenido, comenzando él mismo con su práctica como piedra fundacional para la enseñanza y guía ética y especulativa hacia lo colectivo. El contraste resulta cartesianamente claro y distinto, por un lado el tan frecuente actual modelo de liderazgo socio político y comunitario que se observa en nuestra contemporaneidad, basado en campañas de imagen y técnicas de comercialización, en un orden social dirigido por estrategias retóricas manipuladores, anulando el valor del ejemplo conductual, reduciendo toda habilidad del líder al discurso de ocasión.26 Situación que bien Maimónides puede resumir cuando en su interpretación del versículo de Isaías 66:17, “Los que se consagran y se purifican para ir a los huertos, un grupo detrás de otro, en el interior [en el medio]; que comen carne de cerdo, alimañas y ratones juntos; perecerán dice HaShem.”, y donde afirma que aquel interior indica que en la intimidad, aquellos grupos se entregan a lo prohibido, afirmando de estos y en conclusión, que ואין זה כונת, מפורסמת בניקיון ובטהרה ]…[ אבל תוכם הם עם תאותם והנאת גופם,שחיצוניותם נקייה... . אבל הכונה הראשונה למעט התאוה ולנקות הנגלה אחר נקוי הנסתר,התורה …sus exteriores están limpios, mostrando nitidez y pureza, […] pero sus interiores siguen entregándose a sus pasiones y goces corpóreos, no siendo ésta la intención de la Torá, sino más bien 25 Menachem Ratson, “Political Leadership and Law in Maimonides’ Thought: Flexibility and Rigidity”. En Hebraic Political Studies 2, 4 (Jerusalem, 2007), pp. 377-423. Ver también Miriam Galston, Politics and Excellence: The Political Philosophy of Alfarabi (Princeton: Princeton University Press, 1990). Una óptima recopilación de fragmentos políticos comparativos que dan cuenta de las diferencias y similitudes en este respecto entre el pensamiento político medieval judío, árabe y cristiano, puede verse en Joshua Parens y Joseph C. Macfarland, Medieval Political Philosophy (New York: Cornell University Press, 2011), pp. 180-207. 26 Viviane Seyranian y Michelle C. Bilgh, “Presidencial Charismatic Leadership: Exploring the Rethoric of Social Change”. En The Leadership Quarterly 19 (2008), pp. 54–76. Este trabajo fue presentado en el IV Simposio Internacional de Estudios Sefardíes, Universidad Maimónides (Agosto, 2011), Publicado en las Actas de Sefárdica XX. Prohibida su reproducción total o parcial. Todos los Derechos Reservados. su intención es que lo primero es reducir la pasión, y purificar lo exterior luego de purificar lo interior.27 Nuevamente, el gobierno individual como base fundacional para el gobierno colectivo, siendo éste uno de los mensajes más potentes de Maimónides respecto del liderazgo. La conminación a desarrollar características personales demostradas con hechos, en biografías, gobernándose así mismo para poder gobernar a los demás llevándolos a un estado de mejoría, y donde la noción de la información difiera de la del poder y este último del deseo, tres factores que peligrosamente se conjugan en la actualidad. Solo así podremos asistir a la transformación del ciudadano no como proveniente de campañas, imágenes, ni planes de ocasión, sino de una visión política plasmada en lo cotidiano, en las diarias acciones y decisiones personales irradiadas al colectivo, y donde los principios y valores no sean contingentes ni circunstanciales. Sólo así según Maimónides se podrá enmendar la sociedad logrando liderazgos que contribuyan a la mejoría de toda la humanidad. . 27 Maimónides, (Hebreo), More Nevuchim (Tel Aviv: Tel Aviv University Press, 2002), vol. II. III: 33, p. 540. La traducción es propia.