El indio abogado Enlace No. 14 Hace mucho, mucho tiempo llegó un ganadero a comprar a un pueblo y se gastó toda la plata que andaba. ¡Para el meodidía le ardía el estomago! ¡Aquel hambre, amigo; andaba con el tigre suelto! Como sería la cosa que entro en una comidería y le dijo a la doña: - mire, señora, me he gastado los reales. No tengo ni un centavo para comer y hasta mi lugar son ocho horas de camino. ¿No podría usted fiarme un almuerzo? La doña, que no tenía nada de lenta, se fijó que el hombre iba bien vestido con su sombrero de pelo, su hebilla de oro y sus botas de 500 pesos. Le dijo: - claro que si amorcito. Vení comé. El hombre se sentó y se harto un nacatamal, güirila, cuajada, dos huevos fritos y su fresquito. Al terminar preguntó: ¿Cuánto le debo? -20 pesos, contestó la señora. –Muy bien, le pagaré sin falta la próxima vez que baje. Y diciendo esto se levantó, se pusó su sombrero y se fue para su lugar. Pero escuche lo que paso. Un caterpilar abrió una trocha cerca de la hacienda del ganadero por la que salía más cerca otro pueblo. ¡Hasta los dos años regreso al pueblo donde le habían fiado para ir a la boda de un ahijado! Al pasar frente a la comidería recordó su deuda y entro diciendo: -Buenas doñita… ¿se acuerda de mí? Tengo como dos años de no venir por aquí ¿se acuerda de los 20 pesos que le debía? Ahí dispense la tardanza… Pero aquí están sus 20 pesos. La señora lo miro toda seria y le dijo:-Eeeh, no señor. Usted no me debe 20 pesos, a estas alturas me debe dos mil. Esos dos huevos que le serví a usted me hubieran dado dos gallinas, y esas gallinas, muchas gallinas más. – Usted está loca, le dijo el ganadero, agarre sus 20 pesos y dese por bien pagada. –No señor, esto no queda así, vamos al comando. Como la señora ya se había arreglado con el guardia repartir mita y mita los dos mil pesos, claro, el tal guardia le dio la razón a la doña. Pero el ganadero arrecho dijo: -Yo no le gago. No es justo. Vayamos al juez. –Si no paga lo echo preso el fin de semana, dijo el guardia, y así espera al juez hasta el lunes. Y dicho y hecho. ¡Allí quedo preso y afligido el ganadero! Estaba mirando por la ventana de su prisión cuando paso por la calle un indio conocido suyo que le pregunto: -Ideay Don Juan ¿qué paso? ¿Por qué está preso? – Pues esto y esto me pasó, y lo peor es que ni abogado he podido buscar para que me defienda, le explico afligido el ganadero. El indio con una gran sonrisa le respondió: -¿Y por esa chochada se aflige? No puedo ser su abogado. Don Juan pensaba: ¿Qué puede saber el chancho de albarda? Pero ni modo. No tengo de otra. Y llego el lunes. Tempranito llevaron a don Juan ante el juez. Este, pregunto: -Muy bien, don Juan: ¿Tiene usted un abogado? Don Juan se vio en la sin remedio y contestó: - Si señor, el indio que está alla fuera. Entonces el juez todo burlón mando al guardia a buscar el indio. – Llamate al tal indio abogado que venga a defender a su cliente. El guardia se fue y regreso de repente riéndose como loco: ¿Sabe…!ja,ja,ja,! Se reía el maldito lo que dice le indio abogado ese? Que le espere usted hasta que termine de sembrar unos frijoles cocidos, ja,ja,ja, Nadie podía creer semejante estupidez. Todos salieron volados a la puerta para verlo con sus propios ojos…. Efectivamente, allí estaba el indio con su espeque sembrando frijoles cocidos. El juez, entre carcajada le preguntó: -¡Pero, pero hombre…! ¿Qué clase de guanacaza es esa? El indio se paró, miro al juez se quedo con la cara tiesa. Se volvió a ver a la doña y dijo: - El indio tiene razón. Agarre sus 20 pesos y quédese tranquila. Desde entonces la señora y el guardia nunca más pudieron repetir ese truco.