«¿Qué, pues, haré de Jesús...? » David Roper Asignación de lectura núm. 37 VII. LA ÚLTIMA SEMANA DEL MINISTERIO DE JESÚS (continuación). H. Viernes: el día en que Jesús murió (continuación). 5. Pedro niega a Jesús (Mt. 26.58, 69–75; Mr. 14.54, 66–72; Lc. 22.54b–62; Jn. 18.15–18, 25–27). 6. El «juicio» judío (tercera etapa): condenado por el Sanedrín (Mt. 27.1–2; Mr. 15.1; Lc. 22.66—23.1; Jn. 18.28). 7. El juicio romano: a. Primera etapa: ante Pilato (declarado inocente) (Mt. 27.11–14; Mr. 15.2–5; Lc. 23.2–7; Jn. 18.28–38). INTRODUCCIÓN En esta lección,1 seguiremos el estudio de los juicios a los cuales fue sometido Jesús. Durante la comparecencia de Cristo ante Pilato, el gobernador preguntó a la multitud: «¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?» (Mateo 27.22). Esta pregunta es tan pertinente hoy como lo fue la primera vez que se planteó. Todos los que llegan a conocer acerca de Jesús tienen que responderla. Ya hemos visto cómo respondieron algunos la pregunta. Judas, por ejemplo, de hecho dijo: «¡Yo lo venderé!». Hoy todavía hay algunos que son culpables de «vender» al Señor:2 a cambio de objetivos egoístas tales como la popularidad, los placeres o las posesiones. ¡Hay quienes lo han «vendido» por muchísimo menos que treinta piezas de plata! Al seguir el análisis de los juicios a los cuales fue sometido Jesús, de vez en cuando notaremos cómo respondieron otros la pregunta «¿Qué, pues, haré de Jesús…?». Mi objetivo es hacer que cada uno se plantee a sí mismo esta pregunta: «¿Qué he hecho yo del Señor?». PEDRO NIEGA A JESÚS3 (MT. 26.56–58, 69–75; MR. 14.54, 66–72; LC. 22.54–62; JN. 18.15–18, 25–27) En la lección anterior, estudiamos acerca de 1 Debido a la importancia de esta lección, se abarcará en dos partes. Si es imperativo que usted mantenga el calendario de cuarenta semanas, va a ser necesario que combine y comprima estas dos partes. Si el tiempo no es problema, será aconsejable que abarque la lección en dos períodos consecutivos de clase. 2 La expresión «vender al Señor» se refiere a creer que hay algo más importante (o valioso) que Jesús, y a poner eso antes que el Señor y Su voluntad. En los Estados Unidos, también tenemos una expresión relacionada: «vender a alguien», que se refiere a la traición. 3 Vea detalles adicionales (y aplicación) del relato de las oraciones que elevó Cristo en el huerto, Su arresto y las primeras etapas del «juicio» judío. Al comenzar esta lección, necesitamos volver al tiempo del arresto de Jesús. Cuando Cristo fue arrestado, leemos que «todos los discípulos, dejándole, huyeron» (Mateo 26.56). No obstante, cuando se llevaron a Jesús, Pedro y Juan4 siguieron de lejos5 a Este y a los captores hasta que el desfile llegó a casa del sumo sacerdote (Marcos 14.54; Juan 18.15; Lucas 22.54). A Juan, que era conocido de la casa del sumo sacerdote,6 se le permitió entrar en el patio (Juan 18.15). El patio se ubicaba inmediatamente abajo en relación con la sala donde se reunía el sanedrín (vea Marcos 14.65–66). Por la influencia de Juan, a Pedro también se le permitió entrar (vea Juan 18.16–17).7 En el centro del patio, se había encendido una pequeña fogata, con el fin de proteger del frío (Juan 18.18; Lucas 22.55). Simulando ser parte del la negación de Pedro, en «Cuando el gallo canta», de «Conozca al Maestro, 2», La Verdad para Hoy. 4 Se da por sentado que el discípulo del cual habla Juan 18.15–18, cuyo nombre no se menciona, es el mismo Juan. 5 Los que predicamos hemos hecho notar a menudo que Pedro no debió haber seguido «de lejos». Es probable que Pedro no debió haber seguido del todo. Jesús había indicado Su deseo en el sentido de que Sus discípulos se mantuvieran lejos de Sus captores (Juan 18.8). 6 Juan 18.15 dice que era conocido del sumo sacerdote; el versículo 16 indica que también era conocido de la casa de este. Es posible que Juan fuera conocido por los que servían en esa casa por motivo de negocios. (Puede que en el pasado les hubiera suplido de pescado fresco.) Puede que en Hechos 4.5–7, 13 se esté indicando que Caifás tuvo algún conocimiento previo de los antecedentes de Juan. 7 ¿Qué sucedió a Juan cuando Pedro fue a calentarse en el patio? Tal vez, en vista de que Juan era conocido de la familia, se le permitió entrar en la casa. Otra posibilidad es que se fuera al ver el peligro. 1 grupo, Pedro se sentó8 junto a la fogata, «para ver el fin» (Mateo 26.58) del arresto de Jesús. Entre los hombres que se calentaban, también se encontraban «los alguaciles» (Marcos 14.54; Juan 18.18) que habían arrestado a Jesús. Anteriormente esa noche, Jesús había anunciado que Sus discípulos le abandonarían (Mateo 26.31). Pedro había protestado, diciendo esto: «Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré» (Mateo 26.33). El Señor le había respondido con tristeza, diciéndole: «De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante,9 me negarás tres veces» (Mateo 26.34). No faltaba mucho para que se produjera la primera negación.10 La criada que había dejado entrar a Pedro se acercó a este y le dijo: «¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?» (Juan 18.17a). Es probable que las sospechas de ella se hubieran suscitado por el hecho de que él había estado con Juan. Pedro se apresuró a responder, diciendo: «No lo soy» (Juan 18.17b), pero esto no satisfizo a la mujer. Ella «se fijó en él» (Lucas 22.56a), y dijo a los que estaban alrededor de la fogata: «También éste estaba con él» (Lucas 22.56b). Y dijo al apóstol: «Tú también estabas con Jesús el nazareno» (Marcos 14.67; vea Mateo 26.69). «Pero él negó otra vez [delante de todos ellos]» (Mateo 26.70), diciendo: «Mujer, no lo conozco»; «No le conozco, ni sé lo que dices» (Lucas 22.57; Marcos 14.68). El apóstol se retiró precipitadamente de la fogata y se dirigió a la puerta (Mateo 26.71), donde pudiera estar de pie al alero de la entrada11 (Marcos 14.68).12 Sin embargo, la joven lo siguió y dijo a los que estaban cerca: «Este es de ellos» (Marcos 14.69). Otra criada coincidió con ella, diciendo: «También éste estaba con Jesús el nazareno» (Mateo 26.71; 8 En Juan 18.25 dice que Pedro estaba «en pie, calentándose». Es probable que haya estado un rato en pie y otro sentado. 9 Según Marcos, esto fue lo que Jesús dijo: «… antes que el gallo haya cantado dos veces» (Marcos 14.30; énfasis nuestro). No hay contradicción en esto; el canto de gallo al cual se refieren los demás evangelios, fue aparentemente el segundo. 10 No conocemos el orden exacto en que se hicieron las negaciones. La narrativa que sigue es una forma de ordenar el relato. Cada uno de los evangelios se refiere a tres negaciones, pero no todos dan cuenta de las mismas negaciones. Es probable que varias de las negaciones se sucedieran tan rápidamente que pudieron haber sido contadas como una sola. 11 Es probable que esto se refiera al alero que sobresale del techo. 12 Al final de Marcos 14.68, algunos manuscritos posteriores añaden la frase «y cantó el gallo». En algún momento durante la prueba a la cual estaba siendo sometido Pedro, un gallo cantó la primera vez (vea Marcos 14.72). 2 vea Lucas 22.58a). «Pero él negó otra vez con juramento:13 No conozco al hombre» (Mateo 26.72; vea Lucas 22.58b). Esta fue la negación número dos. Es necesario hacer una pausa y preguntarnos: «¿Por qué negó Pedro a Jesús?». El pescador no era hombre que se intimidara fácilmente. Había probado su valentía en el huerto. Había demostrado valor (o por lo menos temeridad) al venir al patio, donde estaría rodeado por los enemigos de Jesús. No podemos responder la pregunta con certeza, pero considere usted esto: Pedro tenía que estar confundido; puede que incluso haya estado luchando con la duda. En primer lugar, la idea de que Jesús podía ser arrestado, enjuiciado y muerto no concordaba con los conceptos preconcebidos que él tenía del Mesías (Mateo 16.22). En segundo lugar, es probable que no pudiera entender por qué su Maestro no le permitió usar la espada (Mateo 26.52). De modo que, cuando este hombre normalmente seguro de sí mismo, entró en el patio, él estaba vulnerable, extremadamente vulnerable.14 Pasó una hora, durante la cual el apóstol estuvo solo, pero luego «otro [hombre afirmó] diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo. Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices» (Lucas 22.59–60a). Algunos de los que allí estaban, se sumaron al que señaló, diciendo: «Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre» (Mateo 26.73). El dialecto de los galileos era inconfundible: Además de articular mal las palabras, ellos pronunciaban del mismo modo muchas letras y no pronunciaban otras. En la multitud estaba presente un pariente de Malco (vea Juan 18.10). Este dijo: «¿No te vi yo en el huerto con él?» (Juan 18.26). Pedro «comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre» (Mateo 26.74a). En la NIV se lee: «comenzó a lanzarse maldiciones sobre él mismo y les juró a ellos». Esta fue la negación número tres. «Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó» 15 (Lucas 22.60b; vea Mateo 26.74b; Juan 18.27b), exactamente como Jesús había anunciado. En ese momento, «vuelto el Señor, miró a Pedro» (Lucas 22.61a). Puede que Jesús mirara por una ventana. Tal vez, cuando era llevado de un lugar a otro, Él pasó por el patio y volvió Su mirada al apóstol. ¿Puede usted imaginarse la 13 Es probable que este juramento no se refiera a lo que llamamos blasfemia, sino al juramento formal que usaban los judíos. Juró que lo que estaba diciendo era la verdad. 14 Satanás siguió «zarandeándolo». 15 En Marcos, se lee: «Y el gallo cantó la segunda vez» (Marcos 14.72; énfasis nuestro). Repase las notas 9 y 12. mirada del Señor? ¡Cuántas emociones debió de haber expresado: tristeza, reproche […] pero también amor, siempre amor! Cuando Jesús miró a Pedro, el apóstol «se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante,16 me negarás tres veces. Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente» (Lucas 22.61b, 62). Las lágrimas rodaron por sus curtidas mejillas. En respuesta a la pregunta «¿Qué haré de Jesús?», ¿habremos respondido, diciendo: «Lo negaré»? ¿Nos habremos visto en situaciones incómodas en las que fue más fácil, y más seguro, quedarnos callados antes que defender la causa del Señor y de Su Palabra?17 No crea que nunca podría pasar; si Pedro pudo caer, también nosotros podremos (vea 1era Corintios 10.12). No obstante, el relato de Pedro también proclama que el fracaso no es para toda la vida. Habrá más que decir sobre esto en una futura lección. LA DENUNCIA DEL SANEDRÍN (MT. 27.1–2; MR. 15.1; LC. 22.66—23.1) Volvamos ahora al relato sobre los juicios a los cuales fue sometido Jesús. Al hacer esto, encontramos otra respuesta a la pregunta «¿Qué haré de Jesús?». El sanedrín, de hecho, dijo: «¡Lo denunciaremos!». La sesión nocturna del sanedrín que se llevó a cabo en la casa de Caifás, había sido un evento irregular, por no decir ilegal.18 Al acercarse un nuevo día (vea Marcos 15.1; Lucas 22.66), Jesús fue llevado a la cámara del concilio19 (Lucas 22.66; NASB) para un reunión de carácter «oficial». Los miembros del concilio20 tenían un propósito doble. En primer lugar, necesitaban confirmación formal de la sentencia aprobada en la noche. Ellos 16 En Marcos 14.72b, se lee: «Antes que el gallo cante dos veces…». 17 En relación con negar al Señor, vea Mateo 10.33 y 2a Timoteo 2.12. 18 Vea el sermón sobre los juicios a los cuales fue sometido Jesús, «¿Qué veredicto emitirá usted?». 19 Es evidente que la cámara del concilio se encontraba a cierta distancia de la casa del sumo sacerdote, en vista de que Jesús tuvo que ser llevado allí después de la sesión nocturna. No obstante, no hay acuerdo en cuanto al lugar donde exactamente se ubicaba la cámara. En el pasado, la mayoría de los eruditos creían que estaba en el complejo del templo, no lejos del atrio de las mujeres (vea el diagrama del templo que se presenta en «La vida de Cristo, núm. 2»), pero ahora algunos creen que se encontraba fuera de la zona del templo. 20 Marcos hizo notar que estaba presente «todo el concilio» (Marcos 15.1), lo cual debió de haber incluido a Nicodemo y a José de Arimatea (Juan 7.50; Lucas 23.50–51). Si estos dos hombres estaban presentes, ¿tuvieron la oportunidad de expresar una protesta, o todo el asunto se trató tan rápidamente que no pudieron hablar? No es algo que se nos diga. le preguntaron nuevamente a Jesús: «¿Eres tú el Cristo? Dínoslo» (Lucas 22.67a; vea Mateo 26.63). Él respondió: «Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis»21 (Lucas 22.67–68). En la paráfrasis de la LB se lee: «… no me creeréis, ni me dejaréis presentar mis razones». Luego, no obstante, Jesús se refirió a sí mismo por el título mesiánico de «el Hijo del Hombre» (Lucas 22.69).22 Los miembros del concilio se abalanzaron sobre la afirmación en que Jesús se atribuyó deidad: «¿Luego eres tú el Hijo de Dios?» (Lucas 22.70a). Él respondió: «Sí, yo soy»23 (Lucas 22.70b; NASB). Llenos de euforia, exclamaron: «¿Qué más testimonio necesitamos?24 porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca» (Lucas 22.71). Había un segundo asunto que resolver.25 Habían condenado a Jesús a muerte bajo la acusación de blasfemia (Mateo 26.65–66), pero no era legal que ellos mismos lo ejecutaran (Juan 18.31).26 En vista de que al gobernador romano no le importaría nada la acusación de carácter religioso en el sentido de que había blasfemado, tenían que inventar una acusación de carácter político que impresionara al funcionario. Después que hicieron esto (vea Lucas 23.2), «toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato» (Lucas 23.1; Mateo 27.2).27 21 Él podía haber hecho preguntas relacionadas con lo que el Antiguo Testamento enseñaba acerca del Mesías, además de preguntas sobre cómo Su propia vida y ministerio habían cumplido tales profecías. Él sabía, no obstante, que ellos rehusarían responder (vea Mateo 22.41– 46a). 22 Vea las notas sobre Mateo 26.64, en la lección «Una noche sin dormir en Judea». 23 En el texto griego se lee: «Vosotros decís que yo soy» (vea la KJV), una expresión del hebreo que indica afirmación. 24 Los miembros del concilio estaban hablando con seriedad, pero hay algo cómico en la aseveración de ellos: No tenían testigos. Si Jesús no hubiera testificado, no hubiera habido testimonio aquella mañana. 25 Aunque no se menciona a estas alturas del relato, es probable que la elaboración de una acusación política habría sido un importante asunto a tratar para el concilio. Esto habría sido necesario para poder llevar a Jesús ante Pilato. 26 Más adelante, ellos darían muerte ilegalmente a Esteban por lapidación (Hechos 6.8—7.60); pero, en el caso de Jesús, ellos quisieron conservar la apariencia de legalidad. (Vea los comentarios sobre Juan 19.31 en «La vida de Cristo, núm. 13».) 27 Algunas armonías insertan el suicido de Judas inmediatamente después de la confirmación formal del Sanedrín porque allí fue donde Mateo la ubicó (Mateo 27.3–10). Sin embargo, algunos de los detalles del relato indican que probablemente tuvo lugar más adelante. Por ejemplo, el sanedrín estaba de vuelta en el templo (vers.o 5), en lugar de estar debatiendo con Pilato en el pretorio. En mi armonía, por lo tanto, el relato se ha ubicado después que Pilato sentenció a muerte a Jesús. 3 Es triste que la respuesta del sanedrín, que dice: «Lo denunciaremos», se siga oyendo hoy. Al igual que los miembros del concilio, hay quienes no están dispuestos a considerar seriamente las pruebas que señalan que Jesús es verdaderamente el hijo de Dios. Llevados por su incredulidad, ellos atacan la autenticidad de las verdades bíblicas acerca de Su vida hasta no dejar más que a un predicador itinerante, anodino, poco educado, de Galilea. Alguien dijo que si una personalidad tan sosa como esa pudiera cambiar el curso de la historia, ¡ello sería un milagro mucho más grande que los milagros bíblicos que los escépticos desechan! Es mi oración que todos nosotros recibamos a Jesús como el Hijo de Dios, y que ninguno sea culpable de decir: «Lo denunciaré». EL DILEMA DE PILATO (MT. 27.11–14; MR. 15.2–5; LC. 23.1–7; JN. 18.28–38) Los representantes del sanedrín entregaron a Jesús «a Pilato» (Lucas 23.1). Poncio Pilato era el gobernador romano sobre Judea en esos tiempos (Lucas 3.1) y Samaria.28 Como gobernador, sus deberes primordiales consistían en mantener la paz y recaudar los impuestos para Roma. También tenía la desagradable responsabilidad de «aprobar y llevar a cabo la ejecución de quienquiera que fuera sentenciado a muerte por el propio gobierno del pueblo, que en este caso era el sanedrín».29 Era todavía una hora muy temprana de la mañana30 cuando los dirigentes trajeron a Jesús a la sede de Pilato en Jerusalén,31 sede que recibía el nombre de «pretorio» (Juan 18.28a). La palabra «pretorio» es transliteración del griego que a su vez se tomó del latín. El término se refería a la residencia oficial del gobernador romano en un lugar dado (vea Hechos 23.35). Según la tradición no inspirada, el pretorio de Jerusalén estaba ubicado en el castillo Antonia (también conocido como la fortaleza Antonia) en la esquina noroeste del complejo del templo.32 Hoy hay quienes creen que 28 Vea antecedentes sobre Pilato, el artículo complementario sobre Pilato. 29 F. LaGard Smith, The Narrated Bible in Chronological Order (Eugene, Oreg.: Harvest House Publishers, 1984), 1470. 30 Algún tiempo más adelante, después que Jesús hubo comparecido ante Pilato dos veces, y ante Herodes una vez, Juan dijo que eran cerca de las 6:00 a. m. (vea las notas sobre Juan 19.14 en la página 31). El sanedrín debió de haber llevado de prisa a Jesús ante Pilato antes del amanecer. 31 La sede palestina del gobernador romano estaba en Cesarea (vea Hechos 23.33), pero Pilato venía a Jerusalén durante los días de fiesta judíos para vigilar a los revoltosos judíos. 32 Vea el mapa «Rutas sugeridas que siguió Jesús en sus últimas horas». También, la tradicional Vía Dolorosa 4 lo más probable es que Pilato habría residido en el palacio de Herodes el Grande, que estaba ubicado en el costado occidental de la ciudad,33 pero otros todavía prefieren el sitio tradicional. Bastiaan VanElderen observó que «la tensa situación que obligaba a Pilato a estar cerca del templo, el centro de actividades del tiempo de la Pascua, [favorece] la ubicación de Pilato en la fortaleza Antonia para [el] juicio al cual fue sometido Jesús».34 El pretorio era territorio gentil; los miembros de la jerarquía judía «no entraron en el pretorio para no contaminarse, 35 y así poder comer la pascua» (Juan 18.28b). En vista de que «la cena de la Pascua» había sido comida la noche anterior (Mateo 26.17–19; Marcos 14.12, 14, 16; Lucas 22.8, 11, 13, 15), la palabra «pascua» de este versículo debe de referirse a otras comidas que se consumían en relación con la fiesta de ocho días de duración.36 Los dirigentes hipócritas que no titubearon en condenar a un Hombre inocente, procuraron «no contaminarse» (Juan 18.28). Cuando Pilato se enteró de que una delegación judía había traído a un prisionero, él salió a ellos y preguntó: «¿Qué acusación traéis contra este comienza en este lugar. En un comentario sobre el castillo, Josefo dijo que «por su magnificencia, parecía un palacio» (Josefo, Guerras de los judíos, 5.5.8). 33 La cuestión relacionada con la ubicación de la residencia de Pilato, se comenta en John McRay, Archaeology and the New Testament (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1991), 114–19. 34 B. VanElderen, “Praetorium” («Pretorio»), International Standard Bible Encyclopedia, rev., ed. gen. Geoffrey W. Bromiley (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1986), 3:929. También, considere que durante las fiestas judías, se traían soldados romanos adicionales de Cesarea. Estos por lo general se acuartelaban en el castillo Antonia con el fin de estar preparados para disturbios que se suscitaran en la zona del templo (vea Hechos 23.31–35). Según Mateo 27.27, «toda la compañía [romana]» estaba en el «pretorio». Esto puede ser indicio de que el castillo Antonia era el pretorio. 35 En relación con la contaminación por estar en una morada gentil, vea Hechos 10.28. Muchos judíos habían venido a Jerusalén con una semana de anticipación con el fin de purificarse (Juan 11.55) de modo que pudieran participar de la fiesta. Los dirigentes judíos no habrían deseado dar la apariencia de que ellos eran menos concienzudos que los judíos «corrientes». 36 Vea el cuadro de las fiestas de los judíos que se presenta en «La vida de Cristo, núm. 1» y el artículo «¿En qué día murió Jesús?» en «La vida de Cristo, núm. 13». Para los tiempos de Jesús, los términos «pascua» y «fiesta de los panes sin levadura» se usaban a menudo de modo intercambiable (vea Lucas 22.1). Edersheim presenta un comentario sobre qué comida especial es a la que se hace referencia en Juan 18.28 (Alfred Edersheim, The Life and Times of Jesus the Messiah [La vida y los tiempos de Jesús el Mesías], New Updated Version [Peabody, Mass.: Hendrickson Publishers, 1993], 865–66). hombre?» (Juan 18.29). 37 Los dirigentes judíos trataron primero de conseguir que el gobernador sentenciara a muerte a Jesús con solo pedírselo (Juan 18.30). A Pilato le interesaba cooperar con los judíos, pero esto era demasiado pedir. Me imagino a Pilato despidiendo a los judíos con un gesto de su mano, mientras decía: «Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley» (Juan 18.31a). Los dirigentes se apresuraron a decirle al gobernador por qué tuvieron que traerle a Jesús: «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie» (Juan 18.31b). A los judíos se les habían hecho ciertas concesiones,38 pero el «gobierno romano se reservaba para sí el derecho sobre la vida y la muerte».39 Juan señaló que esta situación posibilitó el cumplimiento de las palabras que Jesús había dicho en relación con la manera como Él habría de morir (Juan 18.32). El método de ejecución que favorecían los judíos era la lapidación (Hechos 7.58), pero los romanos preferían la crucifixión. Cuando el concilio entregó a Cristo en manos de Pilato, los miembros no se dieron cuenta de que por medio de ese acto estaban cumpliendo el anuncio de Jesús en el sentido de que Él moriría por crucifixión, a manos de los gentiles (Juan 12.32– 34; vea Mateo 20.18–19; Marcos 10.33–34). La palabra «muerte» habría llamado la atención del gobernador; este caso suponía un delito capital. Me lo imagino examinando más detenidamente a Cristo. Es probable que el gobernador hubiera oído acerca de Jesús.40 Durante el ministerio terrenal de Cristo, Este había viajado dos veces a Judea (que era territorio de Pilato), habiéndola recorrido ampliamente.41 La forma tan espectacular como Jesús entró en Jerusalén cinco días atrás, y los 37 No podemos estar seguros de la secuencia exacta en que sucedieron los eventos relacionados con el juicio romano al cual fue sometido Jesús. La secuencia que se da en este estudio es un posible orden que siguieron tales eventos. 38 Vea el estudio «El mundo al qual vino Cristo» de «La vida de Cristo, núm. 1». 39 Theodor Mommsen, citado en Bruce Corley, “Trial of Jesus” («El juicio hecho a Jesús»), Dictionary of Jesus and the Gospels, eds. Joel B. Green y Scot McKnight (Downers Grove, Ill.: Inter-Varsity Press, 1992), 850. En relación con la aseveración de Juan 18.31b, una posible excepción era el caso de un gentil que entrara ilegalmente en la parte santa del templo. 40 Las palabras que dijo la mujer de Pilato (Mateo 27.19) insinúan que ella tenía conocimiento anterior de quién era Jesús; si ella había oído hablar de Jesús, no hay duda de que también Pilato habría oído de Él. 41 A Herodes le había llamado la atención el éxito que Jesús había tenido en Galilea (Mateo 14.1; Lucas 9.7–9); a Pilato también le habría llamado la atención el éxito que Jesús había tenido en Judea. choques que posteriormente tuvo con las autoridades judías, son eventos que seguramente no habrían pasado desapercibidos.42 La noche anterior, las fuerzas militares que estaban al mando de Pilato, habían sido reclutadas para ayudar en el arresto de Jesús. Me imagino los pensamientos que pasaban por la cabeza del funcionario: «Al fin y al cabo, ¿quién es este Hombre?». Los dirigentes expusieron ante Pilato la triple acusación que habían inventado: «A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey» (Lucas 23.2). La primera de las denuncias era vaga, la segunda era falsa (Mateo 22.17–21) y la tercera era engañosa: Jesús era un Rey (Mateo 2.2; 21.5; 27.11), pero no en un sentido político. Cristo no hizo esfuerzo alguno por defenderse de las acusaciones inventadas, lo cual sorprendió al gobernador (Mateo 27.12–14; Marcos 15.4–5; vea Isaías 53.7). Pilato se retiró a su aposento e hizo que le llevaran a Jesús (Juan 18.33a). El alegato que preocupaba al gobernador era que Jesús pretendiera ser rey. Pilato preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (Mateo 27.11a; vea Juan 18.33b). Cristo respondió afirmativamente: «Tú lo dices» (Mateo 27.11b; Marcos 15.2; vea 1era Timoteo 6.13).43 Entonces Jesús hizo a Pilato una pregunta: «¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?» (Juan 18.34). Es probable que estuviera pidiendo al gobernante que considerara la fuente de la acusación.44 Si alguien debía haber sabido si Jesús era una amenaza para la paz romana o no, ese era el gobernador. Por otro lado, si la acusación había tenido su origen en los dirigentes judíos, el alegato debía considerarse dudoso. Al sanedrín difícilmente se le conocía por su preocupación por el bienestar del Imperio Romano. Pilato reconoció que la acusación provenía de los judíos e instó a Jesús a explicar qué había hecho Él para provocarlos (Juan 18.35). Cristo respondió la pregunta, pero no de un modo que el funcionario romano hubiera entendido. Dijo: «Mi reino no es de este mundo» (Juan 18.36a). En esto era que radicaba el problema: Jesús no había venido como un Rey «de este mundo», un rey con poder político 42 Vea la nota 15 al pie de la lección «Una pregunta que todos debemos responder». 43 Hay quienes creen que Jesús estaba diciendo: «Esas son sus palabras, no las mías»; sin embargo, Su respuesta fue una expresión hebrea estándar que significaba «sí». 44 La pregunta de Jesús que se recoge en Juan 18.34 está sujeta a una diversidad de interpretaciones. La que se da en este estudio es una de las más probables. 5 que viene esgrimiendo una espada, tal como los judíos esperaban, de modo que fue por esto que lo desecharon (Mateo 21.42). Jesús dio pruebas de que Su reino «no es de este mundo», cuando dijo: «si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí» (Juan 18.36b).45 Desconcertado, Pilato replanteó su pregunta: «¿Luego, eres tú rey?» (Juan 18.37a). Cristo respondió: «Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz» (Juan 18.37b). Considere el diálogo que se llevó a cabo entre el juez y el Acusado como un sermón que Jesús le predicó a Pilato: un llamado al gobernador para que considerara seriamente quién era Él, una oportunidad para que Pilato cambiara su vida y fuera salvo. Tristemente, el gobernador, lleno de sabiduría mundana, solo respondió: «¿Qué es la verdad?»46 y salió (Juan 18.38a). Francis Bacon escribió: «¿Qué es la verdad? dijo en forma burlona Pilato, y no se quedó para oír respuesta».47 Pilato no entendía quién era Jesús, pero sí entendía que no había hecho nada digno de muerte. El gobernador salió y anunció su veredicto: «Yo no hallo en él ningún delito» (Juan 18.38b). Si Pilato creyó que su fallo haría callar a los enemigos de Jesús, entonces los había juzgado mal. No hay duda de que las voces de ellos subieron de volumen y se volvieron cada vez más agudas al insistir en el cargo de insurrección: «Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí» (Lucas 23.5). Los clamores de ellos constituían un dilema para Pilato. Por un lado, había declarado «inocente» 45 La afirmación de Jesús en el sentido de que Su reino «no es de aquí [de este mundo]», es fuente de preocupación para los que enseñan que Jesús volverá a la tierra para establecer un reino terrenal. Estos se esfuerzan mucho para tratar de justificar esta clara aseveración. 46 La pregunta de Pilato «se ha considerado como una sincera interrogante […] la interrogante de alguien que se desesperó […] una pregunta burlona …» (J. W. McGarvey y Philip Y. Pendleton, The Fourfold Gospel or A Harmony of the Four Gospels [El evangelio cuádruple o una armonía de los cuatro evangelios] [Cincinnati: Standard Publishing Co., 1914], 707). Cual haya sido el motivo de Pilato para hacer la pregunta, lo cierto es que no se quedó para oír respuesta alguna de Aquel que llenaba los requisitos para contestarla (vea Juan 17.17). 47 Francis Bacon, “Essays [1625], Of Truth” («Ensayos [1625], de la verdad»), citado en Bartlett’s Familiar Quotations, Expanded Multimedia Edition (Citas familiares de Bartlett, edición multimedia ampliada) (Time Warner Electronic Publishing, 1995). 6 a Jesús, de modo que debía haberlo liberado de inmediato. Por otro lado, no deseaba contrariar más a los judíos. Para entender cómo Pilato se había metido en esta incómoda situación, es necesario conocer algunos antecedentes. Uno de los deberes más importantes de un gobernador era mantener la paz, pero el período en que Pilato había administrado a Judea, se había visto marcado por conflictos, disturbios e incluso derramamientos de sangre (vea Lucas 13.1).48 Si se producía otra seria perturbación, él podía ser llamado de vuelta a Roma. Por lo tanto, era conveniente desde el punto de vista político, que Pilato tuviera contentos a los judíos, si es que del todo había una posibilidad. Pilato no era el primero, ni sería el último, que hallaría difícil tomar una decisión acerca de Jesús, y ser consecuente con ella. Hoy hay muchos que saben que deberían tomar partido por el Señor, pero carecen de la valentía para hacer lo que se debe. No están dispuestos a contrariar a sus familiares, ni a sus amigos, ni a sus compañeros de trabajo. Si Elías estuviera vivo hoy, él podría presentar este desafío a los que flaquean: «¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jesús es el Señor, ¡seguidlo!» (vea 1o Reyes 18.21). Los dirigentes judíos habían indicado que Jesús había alborotado al pueblo, «comenzando desde Galilea» (Lucas 23.5). Cuando Pilato oyó eso, él creyó que estaba viendo una solución a su incómoda situación: «preguntó si el hombre era galileo. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes [vea Lucas 3.1], le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén» (Lucas 23.6–7). No obstante, como veremos más adelante, Pilato no resolvió su problema, sino que sencillamente lo prolongó. No hay manera de escapar de la pregunta: «¿Qué haré de Jesús?». CONCLUSIÓN Terminaremos este estudio del juicio romano al cual fue sometido Jesús, en la segunda parte de esta lección; sin embargo, hemos visto lo suficiente para que nos impresione el hecho de que toda persona que se encontró con Cristo, tuvo que decidir qué hacer con Él. Al llegar al final, deseo insinuar que usted también debe tomar una decisión. Hace mucho tiempo, Cristo estuvo de pie ante Pilato, y al haber estudiado usted acerca de Su vida, Él ha estado de pie, de hecho, ante usted. Ahora es el momento de que usted responda la pregunta «¿Qué haré de Jesús?». 48 Vea el artículo complementario sobre Pilato. ¿Qué harás tú de Jesús? ¡La pregunta es para ti! Y respuesta debes dar, Pues algo debes hacer. «¿Qué harás tú de Jesús?» Día y noche lo pregunto; Con las manos traspasadas en alto, Él espera[;] ¿qué dirás tú? ¿Qué dirás? ¿Qué dirás? Tu respuesta, ¿cuál será? ¿Qué harás tú de Jesús? Oh, tu respuesta, ¿cuál será?49 NOTAS Si usted se sabe el cántico «¿Qué harás tú de Jesús?» es recomendable que lo use en relación con esta lección de dos partes. En la edición The Day Christ Came (Again) and Other Sermons (El día que Cristo vino [otra vez] y otros sermones) 50 puede encontrarse un sermón titulado «¿Qué hará usted de Jesús?». Un enfoque parecido se encuentra en el sermón de William Banowsky “The Inescapable Christ” («El Cristo que no se puede pasar por alto»), que presenta «decisiones acerca de la cruz»: La verdad o la tradición, Cristo o la multitud, La conciencia o César, Dios o yo, Confesar o crucificar.51 El sermón «¿Qué veredicto emitirá usted?» tiene como propósito servir de continuación para esta lección de dos partes. Si usted abarca la lección en dos períodos de clase, es probable que tenga necesidad de un sermón adicional de seguimiento. En estas notas y en las notas que aparecen después de la presentación que sigue, se encuentran varias ideas para tal sermón. El relato en el cual se narra que Pedro niega a Jesús ha sido usado como base de muchos sermones. Según una encuesta, este relato figura como favorito entre estudiosos de la Biblia. Tengo publicado un sermón sobre estos eventos, el cual se llama «Cuando el gallo canta», en la edición «Conozca al 49 John Robinson, “What Shall It Be?” («¿Qué será?») Songs of Faith and Praise (Cánticos de fe y de alabanza), comp. y ed. Alton H. Howard (West Monroe, La.: Howard Publishing Co., 1994). 50 David Roper, “The Day Christ Came (Again)” and Other Sermons («El día que Cristo vino [otra vez]» y otros sermones) (Dallas: Christian Publishing Co., s. f.), 29–42. 51 William S. Banowsky, Sermons of William S. Banowsky (Sermones de William S. Banowsky), Great Preachers of Today series (Serie grandes predicadores de hoy), vol. 11, ed. J. D. Thomas (Abilene, Tex.: Biblical Research Press, 1967), 28–37. Maestro, 2» de La Verdad para Hoy. Un enfoque homilético de este relato consiste en presentar los pasos descendentes de Pedro que lo llevaron a negar al Señor; esto se puede contrastar con los pasos ascendentes que lo llevaron a su restauración. Otro modo de usar este incidente consiste en comparar el relato en el cual se narra que Pedro niega a Jesús con el relato en el cual se narra que Judas lo traiciona. El arrepentimiento de Pedro (que resultó en su salvación) puede contrastarse con el remordimiento de Judas (que resultó en su suicidio). Varios versículos de este estudio pueden usarse como base de sermones textuales: «El peligro de calentarse en la fogata del diablo» (Marcos 14.54; no apartarse de situaciones que nos tientan y nos someten a prueba); «Tu manera de hablar te descubre» (Mateo 26.73; la lengua); «Por qué vino Jesús al mundo» (Juan 18.37; vea Mateo 5.17; 9.12– 13; 10.34; Marcos 10.45; Lucas 19.10; Juan 6.38; 10.10; 12.27–28, 46–47); «¿Qué es la verdad?» (Juan 18.38; negación de la existencia de la verdad objetiva, a pesar de que Jesús afirmó lo contrario [Juan 17.17]). Esta sería una ocasión apropiada para un estudio de personaje sobre Pedro. Anás y caifás «Los sumos sacerdotes judíos tenían tanta influencia, que los gobernantes romanos tuvieron que asumir la autoridad para constituirlos o quitarlos del cargo. Anás había sido el sumo sacerdote desde el 7 hasta el 14 d. C., y siguió ejerciendo una gran influencia después que fue depuesto. Pronto pudo lograr que se constituyera sumo sacerdote a un hijo suyo, y un poco más adelante, a su yerno Caifás, que era el sumo sacerdote en ese tiempo. Aún más adelante, otros cuatro hijos de él ejercieron el cargo de sumo sacerdote en diversos momentos. Aún cuando Caifás era el verdadero sumo sacerdote, a Anás se le llamaba a veces sumo sacerdote. Así, en [Juan 18.19] es probable que Juan se refiriera a Anás antes que a Caifás. En Hechos 4.6 está claro que se le llama sacerdote, y en Lucas 3.2 se menciona tanto a Anás como a Caifás como los sumos sacerdotes. Es probable que el significado de esto fuera que, durante los doce años que Caifás ostentó el título y llevó a cabo las funciones visibles del puesto, Anás era el que formulaba las políticas y tomaba las decisiones inherentes al cargo». A Layman’s Harmony of the Gospels (Armonía de los evangelios para laicos), John Franklin Carter ©Copyright 2005, 2006 por La Verdad para Hoy TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS 7