Arquitectura habanera, huella colonial Redacción Travelview Si hay un estilo que predomina y salpica sin descanso todo el país, ése es el Colonial, que contempla obras construidas durante la época de colonización y dominio españoles, entre los siglos XVI y XIX. Trinidad, Camagüey, Cienfuegos y Santiago de Cuba son algunos de los mejores exponentes de este estilo… pero si hay una ciudad por excelencia que representa este movimiento arquitectónico es La Habana. Majestuosa y, sencillamente, única. Columnas, arcadas y bóvedas son algunas de las señas de identidad del estilo colonial, que tiene en la solemnidad y la opulencia dos de sus referentes inequívocos. Gracias a su esplendor y majestuosidad, el Centro Histórico de La Habana, bautizada por Alejo Carpentier como la ciudad de las columnas, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. La Plaza de Armas, la Plaza de la Catedral, la Plaza de San Francisco de Asís, la Plaza Vieja o la Plaza de Cristo son sólo algunas muestras de ese encanto que late como en ningún sitio en pleno corazón de la capital cubana. Callejuelas, plazoletas, arcos, columnas, palacios, iglesias y conventos… se rinden al paso de las gentes para enmarcar, de forma gloriosa, su día a día. La Catedral, el Palacio del Marqués de Aguas Claras son algunos de los más bellos ejemplos de arquitectura colonial cubana. La Habana Vieja está repleta de palacios coloniales y majestuosas casonas con patios interiores bellísimos, convertidas, muchas de ellas, en museos, galerías, hotelitos, estudios de artistas o paladares. Perderse por sus calles, es obligación. Pero, ¿ cuál fue el detonante para esas influencias coloniales? Pues en la segunda mitad del siglo XVIII, la producción de café y azúcar hizo que el comercio habanero se disparase, convirtiéndose en elemento clave para el desarrollo de los más prominentes estilos arquitectónicos de La Habana. Muchos habaneros con una buena posición económica se inspiraron en las casas de los franceses, tal y como puede observarse hoy día en el interior de algunas casas de clase alta de la época como el Palacio de Aldama construida en 1844. Este Palacio es uno de los buques insignia de estilo neoclásico residencial en todo Cuba y tipifica el diseño de muchas casas de este período con soportales de columnas neoclásicas frente espacios abiertos o los famosísimos patios. La terminal de trenes, construida en 1912, la Universidad de La Habana, que data de 1906-1940 o el Capitolio, de 1926, son también ejemplos de neoclasicismo. Muchos patios interiores continúan teniendo una importante similitud a los diseños en Sevilla, Cádiz y Granada, lo que denota la influencia española en la isla. El neoclasicismo está impregnado en todos los nuevos edificios en la capital cubana y se puede observar por toda la urbe. Por su parte, los palacios habaneros rehabilitados de la Habana Vieja también son un claro ejemplo de arquitectura colonial. Son mansiones criollas del siglo XIX que no pueden compararse con nada. Los más conocidos son el palacio Santa Isabel, en pleno corazón de la plaza de Armas, o el elegante palacio del Conde de Villanueva, en la calle de los Mercaderes. Muy cerca, en la calle de la Amargura, se ubica el conocido hotel Raquel, situado también en un palacio que data del año 1908. Su vestíbulo recubierto de columnas de mármol se fusionan con increíble belleza con la cúpula de vidrio art nouveau.