RELATOS DESDE LA MESA DOLORES ALEIXANDRE 1 Introducción Una parábola de fondo "Unos granos cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad, brotaron enseguida; pero al salir el sol se abrasaron y, como no tenían raíces, se secaron.(...) Otros cayeron en tierra fértil y dieron fruto: unos ciento, otros sesenta, otros treinta. Quien tenga oídos que escuche."(Mt 13,5-9) La imagen de la semilla que se abrasa porque ha caído en un terreno poco profundo, refleja bien lo que puede ocurrirnos a la hora de acoger la semilla de la Eucaristía. Es tan escasa nuestra tierra, que la vivencia eucarística corre el peligro de agostarse, de ritualizarse y resecarse, a falta de raíces antropológicas y bíblicas que le den savia y hondura. Preparar la tierra Las páginas que siguen no son una catequesis sistemática en torno a la Eucaristía, sino una “aproximación selectiva” a su misterio desde una perspectiva determinada: la de las actitudes y gestos que genera la experiencia de la comida compartida. Pretenden “añadir buena tierra” al suelo en el que cae la catequesis sobre la Eucaristía, y ofrecer a catequistas y agentes de pastoral elementos de reflexión bíblica y antropológica, junto con sugerencias de actividades y celebraciones. Se trata de posibilitar que la semilla arraigue con profundidad y eche raíces hondas para llegar a dar fruto. Lo haremos escuchando "relatos en torno a la mesa compartida", es decir, dejando la palabra a personajes que podemos imaginar cercanos a diferentes escenas del Evangelio, relacionadas más o menos directamente con la Eucaristía. Procedemos de una tradición narrativa, y su lenguaje puede ayudarnos a dar razón de lo que significa reunirnos para celebrar al Señor muerto y resucitado. El objetivo no es, en primer término profundizar en el sentido de cada parte de la celebración eucarística, sino buscar las actitudes de fondo que la fundamentan y la hacen posible: encontrarnos, recordar, entregar, ofrecer, compartir, bendecir, agradecer, entrar en comunión... Lo que nos importa no es "explicar un rito", sino seguir viviendo de las mismas raíces de las que nació la Eucaristía y traducirlas a nuestra existencia de hoy. De la mano de diferentes personajes, iremos acercándonos a la Eucaristía desde alguno de sus aspectos, sin pretender la tarea imposible de agotarlos, sin caer en la tentación de sembrar demasiado deprisa, hacerlo de una manera superficial, o impacientarnos porque no vemos brotar enseguida los tallos. La parábola nos ha puesto sobre aviso del peligro de lo que crece "en seguida", pero con pocas raíces. 1. COMO PAN QUE SE PARTE Memorias de una discípula Me llamo Susana que en hebreo significa "lirio" y junto con los doce, María de Magdala, Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes, y otras muchas, pertenecí al grupo que seguía a Jesús desde Galilea. (Cf. Lc 8,1-3) Éramos un movimiento extraño, muy distinto de los que solían agruparse en torno a los rabbis o maestros. Estos no aceptaban nunca 2 mujeres en su seguimiento y elegían sus discípulos sólo entre varones cultivados y de buena fama, cosa que no ocurría entre nosotros. Llevábamos una vida itinerante, recorriendo aldeas y poblados en los que Jesús iba anunciando la llegada del Reino. El contacto con él era como una ráfaga de libertad que, a su paso, hacía que todo recobrara vida y novedad. Eran tiempos de recreación, tiempos de entusiasmo desbordante, como si el vino que él había derrochado en Caná nos embriagase un poco a todos. "Algo nuevo está naciendo, la fiesta de bodas ha comenzado", decía él. Desde que se corrió la noticia de que había curado a algunos enfermos, la gente acudía donde él estaba y, si no podía entrar en la casa, esperaba a la puerta el tiempo que fuera necesario, con tal de poder verle y tocarle o, al menos, desahogar ante él el peso de sus sufrimientos. Los que vivíamos cerca de él, no podíamos comprender cómo tenía tiempo para todos, cómo podía abarcar con su atención y con su afecto a cada una de aquellas personas agitadas o abatidas por su enfermedad, empapadas de sudor y de polvo, agotadas por la caminata y la espera, hambrientas de su presencia y de su palabra. Pan al final de la jornada Un día, llegamos a una aldea al atardecer, después de una larga caminata a pleno sol que nos había dejado extenuados. No habíamos probado bocado en todo el día y, cuando entramos en la casa de los conocidos que nos ofrecieron cobijo, las mujeres nos pusimos a preparar la masa del pan y a cocerlo, mientras otros iban a comprar dátiles y aceitunas que lo acompañarían en la cena. Jesús, entretanto, se había quedado fuera, rodeado de la gente que había ido llegando. Escuchaba a cada uno, le preguntaba su nombre, tocaba sus heridas y se interesaba por sus fiebres, con la misma ternura con que una madre acariciaría y curaría las de su hijo enfermo. El contacto de sus manos, decía la gente, comunicaba sosiego y alivio; el aliento de sus palabras contagiaba ánimo y esperanza para seguir viviendo y luchando contra las fuerzas de la muerte. Cuando le llamamos para comer, no hizo caso y continuó hablando, escuchando, acariciando. No parecía tener prisa, ni hambre, ni cansancio, y no entró en la casa hasta que despidió al último enfermo. Cuando tomó el pan aquella noche para partirlo y repartirlo, según su costumbre, todos nos dimos cuenta de que así era él: un pan partido y repartido, una vida devorada por todos los que tenían hambre de vivir, de ser amados, escuchados, comprendidos, sanados. Con la misma naturalidad con que repartía aquel pan, se repartía a sí mismo sin reservarse nada, sin guardarse nada, y entregaba a todos su tiempo, su afecto, su interés, su amistad. Las palabras de la oración de bendición nos parecieron nuevas aquella noche: "Bendito seas Señor nuestro, Rey del universo, que nos sostienes y das pan a todo viviente, porque tu misericordia es eterna. Tú preparas el sustento para todos los seres que has creado. Bendito seas, Señor, que sostienes a todos." Tiempo para la palabra “Tu herida es incurable, tu herida está enconada. Yo te devolveré la salud, 3 y te curaré las heridas, oráculo del Señor. Os traeré del país del norte, os reuniré de los rincones del mundo. Qué gran multitud retorna, entre ellos hay ciegos, cojos, preñadas y paridas; si marcharon llorando los conduciré entre consuelos, los guiaré hacia torrentes por vía llana y sin tropiezos.”(Jer 30,17; 31,8-9) “Cuando se puso el sol, le llevaban toda clase de enfermos y los endemoniados. Toda la población se agolpaba a la puerta" (Mc 1,32-33) “Una multitud, al oír lo que hacía, acudía a él. Dijo a los discípulos que le tuvieran preparada una barca para que el gentío no le estrujase. Pues, como curaba a muchos, se le echaban encima. (...) Entró en casa y se reunió tal multitud que no podían ni comer" (Mc 3,10.20) “Terminada la travesía tocaron tierra en Genesaret y atracaron. Cuando desembarcaron, lo reconocieron. Recorriendo la región, le fueron llevando en camillas todos los enfermos adonde oían que se encontraba. En cualquier aldea o ciudad donde iba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que los dejara tocar al menos la orla del manto. Y los que lo tocaban, se curaban.”(Mc 6,53-56) Tiempo para otras palabras Una vida entregada. “Los nómadas y los escasos sedentarios han adoptado ya la costumbre de venir a pedirme agujas, medicinas, y los pobres, de cuando en cuando, un poco de trigo. Estoy abrumado de trabajo pues quiero terminar cuanto antes un diccionario de tuareg. Como me veo obligado a interrumpir a cada momento el trabajo para ver a los que llegan, o realizar menesteres menudos, esto adelanta poco. (...) Para tener una idea exacta de mi vida, hay que saber que llaman a mi puerta por lo menos diez veces por hora, más bien más que menos, pobres, enfermos, viajeros, de suerte que, con mucha paz, tengo mucho movimiento” (De las cartas del Hno.Carlos de Foucauld,16-IX-1905 y 30-IX-1901) “El Hno. Carlos se fue dando cuenta de que lo importante no era pasar ratos de adoración, ni celebrar a todo trance la santa misa, sino ser como Jesús. Fue siendo progresivamente asimilado, por decirlo así, por la realidad eucarística, que expresa la oblación de Jesús a su Padre y el don de sí mismo en alimento a los hombres. En adelante sabe que la contemplación de Jesús en la Eucaristía, exige de él que se entregue totalmente al Padre y se deje comer por los demás, en una vida que sea prolongación de la Eucaristía” (J.F. SIX).[1] “Vivir la Eucaristía es entregarse a los otros, llegando a ser para ellos, por el amor y la contemplación eucarística, algo “devorable”.(R. VOILLAUME) 4 Tiempo para orar Imagina la escena de ese atardecer en Cafarnaúm que narra Marcos. Mézclate entre la gente que se agolpa a la entrada de la casa donde se hospeda Jesús. Trata de poner rostros de hoy a esa multitud anónima del evangelio. Quizá te sientas pertenecer al grupo de los que llevan a otros hacia Jesús: nómbralos, aviva tu deseo de poder acercar a él a tanta gente que sufre y a la que querrías ayudar. Siéntete también del grupo de enfermos, contacta con tus carencias de fondo, con tu necesidad de sanación y reconstrucción. Cuando te toque el turno, acércate a Jesús y déjale preguntarte: “¿Qué quieres que haga contigo?” mientras te impone las manos. Piensa qué le contestarías si al final te preguntara: “¿Quieres compartir conmigo esta tarea de consolar y sanar heridas? ¿Estás dispuesto a ofrecer también tu vida, junto a la mía, “como pan que se parte”? Tiempo para compartir y celebrar la fe CON JÓVENES. Escribir la palabra EUCARISTÍA con grandes letras y en vertical, e ir poniendo, al lado de cada letra, palabras o temas que ven relacionadas con la Eucaristía. Poner en un mural la foto o dibujo de un puente y hacer la pregunta: ¿qué tengo que atravesar para llegar a la Eucaristía? (Dificultades, dudas, preguntas, resistencias...) Preguntas a Jesús: si tuviéramos ocasión de abordarle directamente ¿qué preguntas le haríamos en torno a la Eucaristía? CON ADULTOS Cada participante dibuja un círculo en un papel y lo divide en sectores circulares (como porciones de una caja de quesitos) que representen proporcionalmente cómo reparte su tiempo de una semana: dormir, trabajar, comer, relacionarse, leer, orar, TV, ocio etc... Ver juntos qué lugar ocupan los demás en ese "pastel del tiempo" y hacerse preguntas unos a otros. Dibujar luego en grande el que imaginamos podría ser el reparto del tiempo de Jesús en una semana de su vida pública y comentar los descubrimientos que se hayan hecho. Hacer ver que lo que importan son las actitudes de fondo que llevan a "vivir para sí mismo" o "vivir para los demás". Terminar con una oración en la que se va pidiendo a Jesús el parecerse a él en sus actitudes de entrega. 2. EL MEJOR DE LOS VINOS Mi padre fue comerciante de vinos en Caná de Galilea y, desde pequeño, me habitué a escucharle dar su opinión al catarlos, después de permanecer unos instantes con los ojos cerrados para concentrarse en el sabor y el aroma de lo que probaba: 5 - " Este resulta muy afrutado..., este, demasiado áspero..., éste es de una cosecha espléndida..." Sin darme cuenta fui aprendiendo yo también y, con el paso de los años, me hice indispensable en los banquetes y fiestas, no sólo de Caná sino de toda la comarca y, a veces, hasta de fuera de Galilea. Por eso, cuando Ana y Bartolomé, dos jóvenes de Caná, decidieron casarse y me pidieron que hiciera de maestresala en el banquete de su boda, acepté con gusto: conocía a los padres de ambos, comerciantes de buena posición, y estaba seguro de que no iban a regatear nada con tal de que la celebración fuera un éxito y los convidados estuvieran satisfechos. Habíamos preparado todo con esplendidez, incluso por encima del cálculo de invitados que esperábamos, pero cuando me di cuenta de que faltaba sitio en las mesas y que iba entrando más gente de la prevista, empecé a preocuparme. Vi a María de Nazaret, una amiga de la madre del novio y que por supuesto estaba convidada, pero, junto a ella, apareció también su hijo Jesús con su grupo de amigos inseparables, y cuando los vi llegar pensé: "Como cada invitado se traiga a sus parientes y a los amigos de sus parientes, las previsiones se nos vienen abajo..." Y eso fue lo que ocurrió: empezó a faltar vino y los sirvientes iban y venían nerviosos entre la gente, con sus jarras vacías. Yo estaba medio furioso medio avergonzado, pensando no sólo en mi fracaso, sino sobre todo en el disgusto de los novios y sus familias, que iban a ser recordadas como tacañas o, al menos, como poco previsoras, y su alegría se iba a ahogar en el agua, que era la única bebida que ya podíamos servir. Vino para alegrar la fiesta De pronto, un sirviente se me acercó con un cacillo lleno de vino y me dijo que lo probara: lo hice y ¡era el mejor de cuantos había probado en mi vida! ¿Qué estaba ocurriendo?. Me dirigí muy alterado hacia el novio y lo encontré con una copa en la mano. -“¿De dónde ha salido este vino?", le pregunté, -"¿Por qué no me has avisado de que guardabas para el final este vino, infinitamente mejor que el que hemos servido al principio? Y si lo tenías, ¿cómo has permitido que pasáramos tan malos momentos, pensando que se había acabado?". Se echó a reír mientras apuraba el contenido de la copa y me di cuenta de que el vino comenzaba a hacerle efecto. – “Sé tanto como tú", me dijo, “pero te aseguro que me da igual, que beban todos y se embriaguen en este día inolvidable..." Yo seguía asombrado y busqué al sirviente que me había traído el vino: me contó que habían notado inquieta a María, la de Nazaret, al darse cuenta de que escaseaba el vino y la vieron hablando en voz baja con su hijo que, al parecer, hizo un gesto de desentenderse del asunto. Entonces ella, inesperadamente, se acercó a los servidores y les susurró: -"Mi hijo va a hablar con vosotros, hacedle caso aunque os parezca extraño lo que os diga. Fiaos de él y hacedlo." Entonces Jesús se levantó y les ordenó que llenaran de agua las tinajas: ellos, aunque atónitos, le obedecieron, y fue entonces cuando les dijo que me lo dieran a probar a mí. EL FESTÍN MESIÁNICO 6 Miré a Jesús sentado entre su gente, bebiendo y riéndose como todos, y de pronto me vinieron a la memoria palabras del Cantar de los Cantares que había escuchado más de una vez en la sinagoga: “Ya vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger mi bálsamo y mi mirra, a comer de mi miel y mi panal, a beber de mi leche y de mi vino. Compañeros, comed y bebed, y embriagaos, amigos míos.”(Cant 5,1) ¿No sería esta abundancia de vino un signo de los tiempos definitivos, de los desposorios de Dios con su pueblo? ¿No estaría llegando hasta nuestro pequeño rincón de Galilea la primera ráfaga del viento mesiánico, el anuncio de que habían acabado los tiempos de escasez y estábamos entrando en la era de la esplendidez y del derroche? No me atreví a acercarme a Jesús, ni a intentar desvelar su secreto: pensé que lo importante no era saber sino saborear, no dominar ni controlar, sino asombrarnos, admirarnos, abrirnos a la irrupción del gozo y de la gratuidad. Y acogerlo con la alegría desbordante de la novia que espera radiante la llegada del novio, y recibe de sus manos la copa del mejor vino de bodas. TIEMPO PARA LA PALABRA “Se sentirá alegre, como si hubiera bebido... “ (Za 10,7) “Así saca él el pan de los campos y el vino que alegra el ánimo “ (Sal 104, 14) “Alegría, gozo y euforia es el vino bebido a tiempo y con tiento. el vino y el licor alegran el corazón; mejor que los dos gozar del amor (Eclo 31, 28; 40,20) “Amigo nuevo, vino nuevo; deja que envejezca y lo beberás” (Eclo 9,15) “Son mejores que el vino tus amores...” (Cant 1,2) “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se perderán el vino y los odres. No, al vino nuevo, odres nuevos Mc 2, 22 TIEMPO PARA OTRAS PALABRAS Vino y pan en la Biblia. “El AT nos suministra una leyenda sobre el origen del vino, inventado por Noé después del diluvio (Gen 9,18-28). El relato nos enseña dos cosas: primera, que el vino es espada de doble filo porque da alegría y quita el sentido, el vino despoja y deja inerme; segunda, que el vino o la vid, inaugura etapas decisivas: la era después del diluvio, la entrada en la tierra prometida, que ostenta sus frutos en un gigantesco racimo, la era de Cristo inaugurada en su pasión, apuntando a su consumación celeste. El pan es humilde y sencillo, no se da importancia, se entrega sin presunción ni resistencia. El vino es la poesía, la propina, la fiesta. Pan y agua son indispensables pero cuando se agasaja o festeja a una persona, se le ofrece pan y vino que equivale a convite, banquete. La palabra “propina” viene de pino, beber. Representa lo inútil de la vida y que, sin 7 embargo, le da sentido y, sin ello, la vida quizá no valga la pena; lo inútil puede ser más importante que lo útil. El vino representa la poesía junto a la prosa; es como el color frente a un mundo en blanco negro; es la música frente a rumores y ruidos; es la danza frente al caminar; es el juego frente al trabajo; es el arte y la artesanía frente a la simple técnica; es el humor frente a la seriedad. “¿Qué vida es cuando falta el vino, que fue creado al principio para alegrar?” (Eclo 31,33) El vino nuevo simboliza la novedad que trae Jesús: Lucas reconoce la dificultad de adaptarse a la nueva realidad. “Nadie, acostumbrado al vino de siempre, quiere uno nuevo porque dice: Bueno está el de siempre” (Lc 3, 39) Porque el vino significa el amor y tiene color de sangre, representa también el sacrificio, especialmente el sacrificio por amor, y nos sugiere la misteriosa relación que en el hombre tienen ambas cosas. No es auténtico el amor que rehusa sacrificarse; no es valioso el sacrificio que no nace del amor.” (L.ALONSO SCHÖKEL)1 TIEMPO PARA ORAR Sitúate en Caná y colócate junto a una de las enormes tinajas de piedra llenas de agua que Juan, intencionadamente, dice que eran “de piedra, destinadas a las purificaciones de los judíos”. Es su manera de hacer ver la rigidez pétrea y la inutilidad del agua a la hora de animar una fiesta. Siente todo lo que hay de agua encerrada e inmóvil en tu vida, todo aquello a lo que quizá das valor de “purificarte” o acercarte a Dios, pero que te deja frío y es tan incapaz como la piedra de movilizar tu vida. Contempla después la sala de bodas, después de haber circulado entre los invitados el vino que contienen ahora las tinajas: la preocupación se ha convertido en júbilo, hay una comunicación expansiva, se brinda por los novios... Reconoce y agradece todo lo que en tu vida se parece al vino, lo que te dilata y anima, lo que te da sentido de fiesta. Acércate a María y cuéntaselo. Pídele que te acompañe hasta donde está Jesús y que le susurre: “No tiene vino..., pero quiere hacer lo que tú le digas.” Quédate un rato bajo la mirada de los dos. TIEMPO PARA COMPARTIR Y CELEBRAR LA FE Con jóvenes y adultos Poner la palabra EUCARISTÍA en el centro de un mural o pizarra y en torno a ella dos círculos concéntricos. Repartir tiras de papel en las están escritas con un color palabras como: sacramento, rito, sacrificio, liturgia, memorial y con otro: alegría, bodas, fiesta, banquete, abundancia, derroche...Cada participante escribe en uno de los dos círculos la palabra que le ha tocado, según le parezca más o menos cercana a lo que significa la Eucaristía y comentar luego los resultados. Recordar el contexto festivo y de abundancia de los relatos evangélicos de comidas (Lc 5,27; 19,1-10;24,13-35.36-52...) y sacar consecuencias para nuestro talante cristiano hoy. 8 2. UN PUÑADITO DE LEVADURA Nací en esta aldea de Nazaret hace más de 80 años, aquí me casé y aquí nacieron mis hijos. Cuando dejé la casa de mis padres para irme a vivir a la de mi marido, mis nuevos vecinos fueron José el carpintero, su mujer María y Jesús, su hijo, que entonces debía tener unos 8 años. A María la conocía de siempre, de encontrármela casi a diario en el camino hacia la fuente: era una muchacha siempre dispuesta a llevarte el cántaro si te adivinaba fatigada, siempre reacia a participar en los cuchicheos y murmuraciones de los vecinos, y que encontraba siempre cosas buenas en las personas de las que se hablaba. Ella misma había sido en un momento la comidilla del pueblo, cuando nos enteramos de que esperaba un hijo estando aún sólo desposada con José y, durante su embarazo, debió sufrir mucho al ver cómo los corrillos de mujeres se hacía un silencio cuando aparecía ella, y cómo apenas contestábamos a su saludo. Ella llenaba su cántaro sin decir nada, y se alejaba después, con la soledad y el silencio como única escolta. El tiempo había pasado, ya nadie recordaba aquella vieja historia, y me alegré de tenerla por vecina y de poder comenzar con ella una nueva relación: yo le llevaba a veces leche de oveja del rebaño de mi marido, y ella me pasaba virutas y maderas del taller de José para encender mi horno. Su hijo jugaba con los míos y juntos se sentaban en corro en torno a María cuando al atardecer, a la puerta de la casa, les contaba viejas historias de nuestro pueblo, mientras remendaba la túnica gastada de José, o trataba de arreglar los rotos que Jesús se había hecho al trepar al limonero de mi patio. Un día tuvieron que marcharse los dos a un duelo en el pueblo de al lado, y me pidieron que me quedara con el niño porque era demasiado camino para él. Aquel día me tocaba amasar el pan para toda la semana, y le pedí que me ayudara: debía ser la primera vez que lo hacía, porque miraba con enorme atención, como quien está asistiendo a una ceremonia importante. Le dejé amasar un rato, y le vi disfrutar hundiendo sus manos torpemente en la masa y sintiendo cómo se le pegaba a los dedos. Le pedí que me trajera la levadura de la despensa y vino con un trozo enorme. Me eché a reír y le dije: -"¡Con esto podría fermentar el pan de más de cien familias...! Mira, sólo hace falta este poquito para toda esta masa". El mismo la mezcló con cuidado, y yo la cubrí después con un lienzo limpio para dejarla reposar. Salió a jugar al patio pero, de vez en cuando, dejaba el juego, entraba en la casa y levantaba un esquina del lienzo para ver si ya había crecido.-"¿No estará ya, Juana?", me preguntó cien veces. Le expliqué que a la levadura hay que darle tiempo para que haga su trabajo, que no hay que tener prisa ni impacientarse, sino confiar en la fuerza secreta que hay en ella, capaz de levantar la masa, aunque parezca imposible. Mis palabras debieron convencerle, porque no volvió a entrar en la despensa hasta que le pedí que me ayudara a dar forma a los panes y meterlos en el horno. - "Mira Juana, éste es como un pez del lago..., y éste lo estoy haciendo como si fuera la luna..., y este es como una estrella..." 9 Los comimos aún calientes con un cuenco de leche recién ordeñada, y así nos encontraron María y José a su vuelta. Se sentaron a la mesa con nosotros, y Jesús les contó con toda clase de detalles su aprendizaje de panadero: - "Hay que echar muy poca levadura porque, aunque sea tan pequeña, tiene mucha fuerza y puede ella sola con toda la masa. Pero hay que tener mucha paciencia, y no empeñarse en que crezca la masa enseguida, porque lo hace a su manera y no a la nuestra..." Aprender de la levadura A partir de ese día, volvía de vez en cuando a ayudarme, antes de empezar a trabajar con José en el taller, hasta que éste murió. Luego eligió aquella extraña vida itinerante, y sólo volví a verlo el día en que volvió a Nazaret, y explicó en la sinagoga un texto profético causando mucho revuelo, tanto que estuvieron a punto de empujarlo por el despeñadero. Como imaginé el disgusto que debía tener su madre, entré en su casa para consolarla un poco: los encontré a los dos sentados a la mesa, y como me invitaron a sentarme, aproveché para intentar convencer a Jesús de lo equivocado de su camino: -"¿No te das cuenta, Jesús, de que tú y tus amigos no vais a poder arreglar las cosas? Porque es verdad que andan mal, que la gente no se acuerda de Dios nada más que para pedirle cosas, que unos nos machacan la vida con su obsesión por las leyes, otros nos sacan los dineros a fuerza de impuestos, y otros lo quieren arreglar todo con revueltas y violencia. Y está muy bien todo lo de ese Reino del que tú hablas, pero tienes que darte cuenta de la poca fuerza que tenéis, de lo pocos que sois y de lo inútil que os va a resultar meteros en líos..." -"¡Ay Juana, Juana!”- me contestó él, - “Parece mentira que me digas estas cosas precisamente tú, que me enseñaste eso de que la levadura puede levantar la masa, aunque sea muy poquita, y que hay en ella una fuerza escondida por debajo de sus apariencias de pequeñez... Y justo eso es lo que pasa con el Reino: que ya está aquí en medio de nosotros, fermentando la masa aunque no nos demos cuenta, y hay que ser pacientes y esperar..." Aquel día no entendí del todo sus palabras, pero también ellas debieron hacer en mí un trabajo de transformación: después de muchos años y aunque soy ya muy vieja, me he unido al grupo de los que confiesan a Jesús como Señor y parten el pan cada domingo para recordarle. Y voy aprendiendo, con ellos, a estar en medio del mundo como esa pizca de levadura con la que El solía comparar el Reino. TIEMPO PARA LA PALABRA “Les contó otra parábola: “El Reino de Dios se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo. Es más menudo que las demás semillas pero, cuando crece, es más alto que otras hortalizas; se hace un árbol, vienen los pájaros y anidan en sus ramas. Les contó otra parábola: El Reino de Dios se parece a la levadura: una mujer la toma, la mezcla con tres medidas de masa, hasta que todo fermenta” (Mt 13,31-33) “Guardaos de la levadura del pan de los fariseos, y de la de Herodes” (Mc 8,15) “Nuestro Cordero pascual fue inmolado, que es Cristo. Así que hagamos fiesta, no con 10 levadura vieja, ni con levadura de malicia y perversidad, sino con ácimos de pureza y de verdad” (1 Cor 5, 7-8) TIEMPO PARA OTRAS PALABRAS Un signo de ruptura radical. “La levadura de los fariseos es ese elemento que cierra, divide e incapacita para comer juntos. En cambio, el discípulo y la Iglesia que representa, deben ser levadura de fraternidad abierta y universal. Salida de Egipto sin retorno, como lo sugiere la presencia en la pascua de pan sin levadura. La levadura es elemento que subraya la continuidad, un pedazo de la masa de hoy fermenta la de mañana, y así sucesivamente. Al no tener levadura, se trata de una masa nueva en ruptura radical con el pasado, como lo sugiere Pablo a los de Corinto. La comunidad cristiana es masa nueva y fermento del Reino que comienza. Toda Eucaristía implica esa exigencia de ruptura y de comienzo, es decir, de paso, de pascua.” (M.DIAZ MATEOS) 1 LEVADURA PASCUAL. Nos envías a ser un signo pequeño, una pizca de Reino entre tus dedos, diminuta levadura entre la harina, aroma de futuro entre el olor a cosecha del trigo molido. La levadura se disuelve entre las manos cálidas de la mujer ágil que sabe dispersarla por toda la harina. Queda tapada la masa con un lienzo blanco, y en el silencio de la noche, mientras todos duermen, fermenta y crece desde el fondo de la vasija de madera y la colma hasta los bordes. Después, que nadie pregunte por ella en el sabor familiar del pan caliente que se reparte crujiente al salir del horno entre los invitados. Puñado de levadura, pequeña comunidad viva en el charco de la miseria inmóvil, calmante compartido en la noche del dolor, sonrisa sin salario, maestra de escuela con sueldo de miseria, grito perdido, profeta de periferia en el ruido ciudadano. 11 Levadura pascual que fermenta en el misterio la masa que la devora. (B.GZ.BUELTA) 2 Tiempo para orar Prepárate para pasar un día en Nazaret. Lee la narración “Un puñadito de levadura”, y pide a Jesús aprender junto a él lo que quiere enseñarnos en sus parábolas sobre la fuerza escondida de la pequeñez, cuando se abandona sin miedo entre las manos de Dios. Pide también que se abran tus ojos para descubrir los signos de vida y crecimiento que existen a tu alrededor. Siéntete tú también una pizca de levadura llena de una fuerza secreta y que puedes elegir dónde ponerla: o al servicio de la disgregación, de la división y de las apariencias (es la “levadura de los fariseos”), o a favor de la comunión, de la reciprocidad y el intercambio para hacer crecer todo lo bueno que encuentras en torno a ti y para crear relaciones personales, en medio de la masificación que sepulta en el anonimato y la despersonalización a tanta gente. Escucha la conversación de Jesús con su vecina Juana y déjate convencer por sus argumentos... Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes y adultos. Leer el texto que sigue, y comentar cómo va nuestra capacidad de contemplar los signos de crecimiento del Reino que se dan a nuestro alrededor, aunque sean tan imperceptibles como la mostaza, o tan lentos como los periodos de fermentación. “En esta noche de Navidad, podemos abrazar sin miedo toda la realidad de nuestro mundo, ofreciendo a la vez el ruido ensordecedor de todos los actos de destrucción, de violencia o de odio que agitan el mundo, y el imperceptible rumor de los innumerables gestos de amor, de vida compartida, de don de sí, seguras de que nuestro mundo está salvado. Entonces, en el silencio del corazón de Dios, contemplaremos maravilladas cómo acontece esta fantástica transformación en la que todo el poder de salvación que contienen esos gestos de amor, se libera y envuelve el mundo con un manto invisible, como una bálsamo vivificante derramado sobre sus heridas. Y nuestros labios susurrarán: “Mundo, feliz Navidad...” (Felicitación de Navidad de las Htas. de Jesús. Roma 1996). 1. El sacramento del pan, Lima 1996, p.174 2. Salmos en las orillas de la cultura y del misterio, Santo Domingo 1993, p.78 4. LEVÍ Y SUS AMIGOS Cuando comencé a ejercer el oficio de publicano, sentía vergüenza y esquivaba el trato con los que antes habían sido mis amigos. Notaba sobre mí su desprecio y sus críticas, y me humillaba darme cuenta de que evitaban mi compañía; pero me decía a mí mismo que me importaba poco todo aquello, en comparación con el dinero fácil que estaba ganando. 12 Por aquel entonces hice amistad con Leví, otro recaudador de impuestos que vivía situaciones muy parecidas a las mías y, juntos, junto a una jarra de vino, simulábamos reírnos del vacío que sentíamos a nuestro alrededor, aunque nuestras burlas no conseguían esconder nuestra amargura, ni disimular cuánto nos hería sentirnos tratados así. Hacía mucho que no veía a Leví, cuando un día vino a buscarme dando muestras de agitación y de una intensa emoción, y se puso a contarme, entrecortadamente, su encuentro con un tal Jesús de Nazaret: -"Desde que le conocí, me dijo, me di cuenta de que él era distinto de los demás, de que para él no contaba ni una sola de las distinciones que crean clasificaciones y separaciones entre nosotros. Y lo supe cuando vi que se sentaba a la mesa con todos: mujeres junto a hombres, libres junto a esclavos, gente de altos cargos junto a los que todos miran como inferiores, personas de reconocida pureza según los ritos de nuestro pueblo, al lado de impuros como nosotros, gente respetada junto a muertos de hambre. Ayer estaba yo sentado, como de costumbre, detrás de mi mesa, repasando mi lista de la gente que hacía cola delante de mí para pagar, cuando, al levantar los ojos para atender al siguiente, vi que era él quien estaba allí parado, mirándome. No puedo explicarte lo que sentí, era como si su sola presencia deshiciera barreras y derritiera distancias. Esperaba que me dirigiera una sarta de reproches por colaboracionista y explotador pero, en lugar de eso, escuché con asombro: - Leví, me haces falta ¿quieres venirte conmigo? ¡Irme con él! ¿Te das cuenta de la locura que supone? Me vas a decir que estoy trastornado, y seguramente no te falta razón, pero, por favor, ven tú mismo a conocerle; esta noche doy una cena en su honor, antes de liquidar mi negocio para seguirle." Una cena inolvidable Sin salir de mi estupor, acudí a aquella cena en la que nos reuníamos todos los amigos de Levi, es decir, lo peorcito de Jerusalén: recaudadores, prostitutas, soldados romanos, comerciantes de todas clases, cambistas, traficantes y más de alguno ya borracho antes de comenzar la cena. Jesús participaba de la alegría general, que iba creciendo según circulaba el excelente vino que Leví había sacado de su bien surtida bodega. Pero algo sentíamos los comensales que nos embriagaba mucho más que aquel vino: estar allí, rodeando a Jesús, hacía caer el fardo del "personaje" que cada uno llevábamos a cuestas y empezábamos a experimentar la libertad de no estar atados a ninguna jerarquía social, religiosa ni económica, ni a normas de pureza o de legalidad. Era como si él estuviera convencido de que esa comunidad de mesa podía romper las líneas divisorias que nos separaban a unos de otros, y su convicción nos contagiaba a todos la sensación de que algo absolutamente nuevo estaba comenzando. En la sobremesa, se puso a contar la historia de un hombre que tenía cien ovejas y, al contarlas por la noche, antes de hacerlas entrar en el redil en una noche de tormenta, se dio cuenta de que se le había perdido una. Se echó al monte bajo el aguacero para buscarla, y recorrió muchas leguas sin conseguir dar con ella. Casi de madrugada la oyó balar en lo hondo del barranco por el que se había despeñado, enredándose en unas zarzas; bajó a toda prisa, se la cargó a los hombros contentísimo y, a la vuelta, convocó a sus vecinos para celebrarlo y les dijo: - ¡Felicitadme! ¡He encontrado la oveja que había perdido! 13 Al terminar el relato, sacó la siguiente conclusión: - Así es Dios, vuestro Padre, y así se alegra cuando encuentra a uno de sus hijos perdidos. Uno de los comensales, que fue durante un tiempo discípulo de un rabino y conocía la historia, le recordó: - No has dicho que la oveja perdida era la mejor del rebaño y que por eso la quería tanto el pastor. Jesús le contestó: - No, las cosas con Dios no son así. Para El nadie necesita estar cargado de méritos ni de cualidades para ser querido, sino que su amor es como el de una madre que, entre todos sus hijos, prefiere al pequeño hasta que crezca, al enfermo hasta que sane, al que está de viaje, hasta que vuelva a casa. Era una manera de hablar justo al revés de todo lo que habíamos oído muchos, cuando aún frecuentábamos la sinagoga y escuchábamos que Dios se complace en los justos y rechaza a los pecadores. Nos dimos cuenta de que estábamos ante otra manera de interpretar la vida, la ley, las tradiciones, la relación con Dios y el futuro de nuestro pueblo. Todo estaba cambiando vertiginosamente y el centro de la espiral era aquella mesa en la que un grupo de gente que nos creíamos perdidos, empezábamos a darnos cuenta de que habíamos sido encontrados. Tiempo para la palabra “Siguiendo adelante vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado ante la mesa de los impuestos. Le dice:- Sígueme. Se levantó y lo siguió. Estando Jesús en la casa, sentado a la mesa, muchos recaudadores y pecadores llegaron y se sentaron con Jesús y los discípulos. Al verlo, los fariseos dijeron a los discípulos:- ¿Por qué come vuestro maestro con recaudadores y pecadores? Él lo oyó y contestó: - Del médico no tienen necesidad los sanos, sino los enfermos. Id a estudiar lo que significa misericordia quiero y no sacrificios. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”(Mt 9,9-13). “Todos los recaudadores y los pecadores se acercaban a escucharle y los fariseos murmuraban: - Este recibe a pecadores y come con ellos. El les contestó con la siguiente parábola: - Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las noventa y nueve en el páramo y va tras la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros muy contento, se va a casa, llama a sus amigos y vecinos y les dice: - Alegraos conmigo porque encontré la oveja perdida. Os digo que lo mismo habrá en el cielo más fiesta por un pecado que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.” (Lc 15,1-7) Tiempo para otras palabras Revolucionar el mundo. “En sus comidas con pecadores, Jesús pretende reconfigurar un nuevo mundo simbólico en el que la misericordia sustituye a la pureza . El: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36), sustituye al: “Sed santos como Dios es santo” del AT (Lev 19,2). El acceso a Dios no consiste en un proceso de separaciones y aislamientos. La misión implica una estrategia de misión, de acercamiento a lo que está fuera de las fronteras, de hospitalidad para con lo extraño, lo cual, a los ojos de las autoridades judías, significa la introducción del caos más absoluto (“Han revolucionado todo el mundo”, He 17,16). En realidad es la introducción de un nuevo orden simbólico. (R. AGUIRRE) 1 14 La esencia del cristianismo. “Cuando Pablo luchó a favor de la comida en común con cristianos de origen pagano, estaba haciendo patente la voluntad salvífica universal de Dios. Dios, en efecto, quiere celebrar un banquete con todos los hombres (Is 25,6; Lc 14,21) y la Iglesia del futuro deberá hacer aún más clara esta voluntad divina si no desea traicionar a su Señor. Instruidos por la carta a los Gálatas, es legítimo afirmar que la esencia del cristianismo es synesthiein, comer juntos”. (F. Mussner) Tiempo para orar Relee la escena de la llamada a Leví, centrando tu atención en las dos mesas que aparecen e imaginando lo que hay en ellas. Junto a la primera, está un recaudador sentado y solo, y sobre ella están el dinero de la recaudación y las listas de deudores. En la segunda escena hay también una mesa, pero esta vez, en lugar de dinero, hay alimentos y jarras de vino; en vez de un recaudador hay ya un discípulo, y en vez de estar solo, está junto a Jesús y rodeado de gente que celebra un encuentro. Seguramente hay momentos en que te sientes dominado por el deseo de poseer, por la obsesión por las cosas. Recuerda qué tipo de sentimientos han acompañado esas situaciones. Pasa luego a la segunda mesa, siéntate junto a Jesús, ábrete a la alegría de saberte acogido por él tal como eres y de estar mezclado con aquellos que parecen excluidos y alejados. Siente que es aquí donde está tu verdadera vida, pide a Jesús que vuelva a llamarte a seguirlo cuanto te vea sentado en la otra mesa, la de las posesiones y la soledad... Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes o adultos Después de leer la narración “Leví y sus amigos”, preguntarnos: - cómo y con quiénes compartimos el banquete de nuestra vida - a quiénes sentamos a nuestra mesa :la de nuestro tiem¬po, nuestra amistad, nuestros bienes, nuestro interés... - a quiénes excluimos y por qué - tratar de detectar qué dinamismos de inclusión están ya presentes y actuantes dentro y fuera de la Iglesia para adherirnos a ellos. Discurrir cómo podemos crecer en ese talante de incorporar, agregar, atraer, vincular...Proyectar "estrategias de inclusión", modos concretos de continuar, en lo corriente de nuestra vida, la experiencia de ser incluidos que vivimos en cada Eucaristía. 5. AYUNOS O BANQUETES Desde muy pequeño, escuché a mi padre las viejas narraciones de la Escritura y aprendí a leer en los rollos de pergamino donde conservamos escrita la Ley. Mi padre era jefe de la sinagoga de Hebrón, y fue él quien se ocupó de familiarizarme con las tradiciones y costumbres de nuestro pueblo. Recuerdo en especial cómo me fascinaba el relato del maná con que nuestros padres fueron alimentados por el Señor en el desierto (Ex 16); por eso, 15 cuando cumplí doce años y me llamaron por primera vez para leer un texto profético en la sinagoga, escogí estas palabras de Isaías : "El Señor Dios de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera, manjares enjundiosos, vinos generosos. Arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones y aniquilará la muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y alejará de la tierra entera el oprobio de su pueblo, lo ha dicho el Señor."(Is 25,6-8) Yo había visto celebrar algunos banquetes en mi casa porque mi padre tenía muchos amigos y le gustaba ser espléndido con ellos. Y recuerdo, en especial, el que celebramos en las bodas de mis dos hermanos: con el ajetreo de los preparativos, un ambiente festivo invadía la casa, los amigos del novio acudían alegremente a acompañarle, una sensación de cordialidad iba creciendo entre los comensales que expresaban su alegría por el afecto con que se habían cuidado la calidad de los vinos y la abundancia de los alimentos...Quizá por eso me atraía aquella imagen del banquete que el Señor iba a preparar para todos los pueblos. De joven, anduve inquieto e insatisfecho e ingresé en la comunidad de los esenios, una secta judía muy estricta que vivía en el desierto con gran austeridad y prolongados ayunos. No duré mucho entre ellos porque me ahogaba el rigor de sus exigencias de pureza y los abandoné pronto. Conocí también a Juan Bautista junto al Jordán, un hombre enjuto, hecho como de raíces de árboles porque apenas comía, y escuché su predicación que quemaba como el fuego. Unas palabras provocadoras Fue allí, en el Jordán, donde vi por primera vez a Jesús que había bajado a bautizarse y más tarde oí sobre él opiniones contradictorias: para unos era un embaucador, comilón y borracho, que se sentaba a la mesa con la peor gentuza y se atrevía a decir que la pasión de Dios es tener a sus hijos, sobre todo a los más perdidos, sentados junto a él en su misma mesa para servirlos él mismo, consolarlos y borrar de sus rostros la huella de sus lágrimas. Otros, en cambio, me animaron a acercarme a él, convencidos de que era alguien especial, incluso quizá el propio Mesías. Un día presencié la discusión que mantuvo con un grupo de fariseos que le reprochaban que ni él ni sus discípulos practicaban el ayuno: -¿Cómo pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos?-, les contestó Jesús, y aquellas palabras se me grabaron muy adentro. 16 ¿Estaría queriendo decir que el banquete mesiánico había comenzado y que él mismo era el novio? ¿Significaba entonces que, para quien se acercaba a él, Dios y el hombre, el más allá y el aquí, el cielo y la tierra, cesaban de oponerse? Entonces, si el ayuno había dejado de tener sentido, ya no había que eliminar lo humano para alcanzar el cielo, ni oponer los sentidos y el espíritu... Me di cuenta de que era eso lo que yo andaba buscando, que era a ese Dios al que yo ansiaba descubrir: un Dios que nos invita a la vida como a un banquete de bodas, y que pide nuestra colaboración para preparar ese festín en el que haya sitio para todos. Decidí seguir cerca de aquél hombre en cuyas palabras había vuelto a escuchar la profecía de Isaías. Pero sólo más adelante, cuando lo mataron, llegué a saber lo que había querido decir sobre ayunar por la ausencia del novio. Y sólo ahora, al celebrar su presencia de Resucitado cuando partimos el Pan entre nosotros, empiezo a comprender que es él quien convoca a la fiesta, que es él quien enjuga nuestras lágrimas y lava nuestros pies cansados del camino. Y que es él mismo quien se nos da como Pan fraterno y como Vino nuevo del banquete, ya comenzado, del Reino. Tiempo para la palabra “¿Es este el ayuno que el Señor desea, el día en que el hombre se mortifica? Mover la cabeza como un junco, acostarse sobre estera y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana, te abrirá camino tu justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá, pedirás auxilio y te dirá: Aquí estoy. Si destierras de ti los cepos, y el señalar con el dedo, y la maledicencia; si das tu pan al hambriento y sacias el estómago del indigente, surgirá tu luz en las tinieblas, 17 tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te guiará siempre, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña. Reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre los cimientos de antaño; te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en ruinas.” (Is 58,5-12) “Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Van y le dicen:- ¿Por qué los discípulos de Juan y los fariseos ayunan y tus discípulos no ayunan? Les respondió Jesús: ¿Pueden los compañeros del novio ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que arrebaten al novio, y aquel día ayunarán.”(Mc 2,18-20) “¿A quién compararé esta generación? Son como niños sentados en la plaza que gritan a otros: Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado endechas y no habéis hecho duelo. Vino Juan, que no comía ni bebía y dicen: está endemoniado. Viene este Hombre que come y bebe y dicen: mirad qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores y pecadores. Pero la sabiduría se acredita por sus efectos.” (Mt 11,16-19) Tiempo para otras palabras El acto central de la Iglesia. “Sorprende que Jesús haya querido dejar a su Iglesia, como acto central por el que quiere ser recordado, el acto humano de la comida. ¿Por qué la comida y no el ayuno? Porque parece que, según la mentalidad corriente en la época de Jesús, el ayuno acercaba más a Dios que la comida. Pero lo que caracteriza el tiempo de Jesús, no es el ayuno, sino la fiesta por la presencia del esposo (Mc 2,18-22). La comida compartida expresa mejor la novedad de ese tiempo, porque la comida es un sacramento y el Señor hace suya esa realidad humana del comer para expresar el sueño por el que dio la vida. El memorial del Señor está asociado a la comida y no al ayuno, porque se revela un Dios diferente: el Dios de la vida que desea la vida del hombre.”(M.DIAZ MATEOS) 1 Dios está próximo. “El esposo y los invitados al festín significan que, para quien se acerca a Jesús, Dios y el hombre, el más allá y el aquí, el cielo y la tierra, cesan de oponerse. Mientras que la religión, que busca lo eterno, comienza por arrancar al hombre de la naturaleza y provocar en él una escisión, Jesús anuncia que su propia relación con Dios marca el fin de esa oposición, y permite al hombre redescubrir su verdadera identidad y unidad. Por eso se opone radicalmente a las prácticas habituales y ya no hay que eliminar lo humano para alcanzar el cielo, ni oponer los sentidos y el espíritu: desde ahora está permitido sobrepasar el foso que separa los deseos terrenos y las llamadas del Espíritu. 18 A diferencia de la crueldad de tantos educadores utópicos, el mensaje de Jesús está adaptado al hombre y da pruebas de un realismo lleno de misericordia. Por eso los discípulos no ayunan mientras el esposo está con ellos. No deben renunciar al mundo para estar cerca de Dios. Descubren, por el contrario a Dios próximo en los límites de esta tierra, y aprenden paciente y humildemente, a reconocer, día a día, la realidad de la gracia. Más allá de la separación y del desgarramiento, nuestra vida desemboca en una unidad fundamental y culmina en una alegría sin fin. Dios nos invita a la vida como a un banquete de bodas, el de la unión con Dios, consigo mismo y con el mundo. Por eso se presenta como el esposo: en su persona, la santidad de la vida reflorece y la sacramentalidad del mundo queda reafirmada.” (E.DREWERMANN) 2 Tiempo para orar Cuando los discípulos dijeron a Jesús en una ocasión: - “Maestro, come”, él les contestó: “Yo tengo otro alimento que vosotros no conocéis. Mi alimento es cumplir la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.” (Jn 4,32-33). Ponte ante Jesús y pídele que te explique qué quiso decir con esas palabras, lo que suponen para él los deseos y la “obra” del Padre que le “apetecen” y le sacian, eso que nos ocurre a nosotros con una buena comida. Mira cuál es tu propia manera de situarte ante la voluntad de Dios: si sientes que “amenaza” tu vida o tus proyectos, o que te contraría en tu crecimiento vital...Pide a Jesús llegar a vivirla, no como una exigencia o una imposición, sino como el sueño de Dios sobre ti que desea que vivas en abundancia. Fíate de que si haces de ella tu alimento, crecerá lo mejor de ti mismo y te llenará de alegría. Puedes terminar rezando el Salmo 23. Tiempo para compartir y celebrar la fe Con adultos Después de haber visto en video la película "El festin de Babette", hacer una tertulia sobre ella: lo que más les ha impactado, qué transformaciones han descubierto en los personajes después de haber participado juntos del banquete, qué lectura "eucarística" podría hacerse... Con jóvenes Proponer que, después de trabajarlo en pequeño grupo, se presente en forma plástica (mural, mimo, símbolo, maqueta...), un proyecto que exprese cómo querría que fuera el mundo en que vivimos y por el que quieren soñar y trabajar. Al acabar las presentaciones, el animador pone un mantel sobre la mesa, pan y vino encima, y sillas en círculo; lee el texto de Isaías y, después de un silencio, pide que cada uno vaya interpretando y traduciendo a situaciones de hoy el sueño de Dios sobre su mundo: pan para todos, relaciones igualitarias, consuelo, desaparición de exclusiones, alegría y relaciones amistosas y fraternas... Terminar expresando el propio compromiso para ir haciéndolo realidad. 1. El sacramento del pan, Lima 1996, pp.124-129 2. La parole et l'angoisse. Commentaire de l’Évangile de Marc, Paris 1988, 59-61 19 6. CON LA TOALLA CEÑIDA Nací en Cafarnaúm, un pueblo a la orilla del lago, y allí viví y trabajé muchos años hasta que me trasladé a Jerusalén e invertí mis ahorros comprando una casa en el barrio de los queseros. Era una vivienda amplia, con una gran sala en la planta alta y otra abajo donde instalé mi negocio de quesos, el oficio que había aprendido desde niño con mi padre. En mis años de Cafarnaúm vivía cerca de la casa de Zebedeo el pescador, y me crié y jugué desde pequeños con sus hijos, Santiago y Juan. Dejé de verlos cuando me trasladé a Jerusalén, pero supe que habían dejado la pesca y a su padre, y que los habían visto en compañía de un tal Jesús, otro galileo de Nazaret, del que unos decían que era el profeta Jeremías redivivo, otros que Elías, y otros que era un loco revolucionario que acabaría malamente en manos de los romanos. Un día volví a encontrarme con los dos hermanos en el mercado, y me hablaron con entusiasmo del Maestro, como ellos le llamaban, y del cambio que había dado su vida desde que lo conocieron. Era cierto que habían cambiado: tenían un fulgor nuevo en la mirada, como el de quien posee un secreto que le quema por dentro, y no hablaban de negocios, ni de mujeres, ni de cómo vengarse de los romanos que nos dominaban, sino de una nueva manera de vivir que su Maestro llamaba "Reino". Nunca he sido amigo de novedades, y bastantes preocupaciones tenía con sacar adelante mi familia y mi negocio, así que no les presté demasiada atención, pero me enteré otro día de que, por culpa de su Maestro, se había armado un tremendo alboroto en la ciudad: había irrumpido en el templo y había echado de él a los vendedores y a los cambistas, y en Jerusalén no se hablaba de otra cosa. UN GESTO SORPRENDENTE Al llegar la fiesta de Pascua de ese año, recibí la visita de los dos Zebedeos: su maestro, que debía haberles oído hablar de mí, me pedía la sala superior de mi casa para celebrar en ella la cena pascual. Intuí una situación de peligro en la que podía quedar implicado, y accedí a regañadientes, sólo por no negar hospitalidad a mis paisanos. Llegaron al atardecer y subí yo también con ellos, por ver si necesitaban algo, y también por cierta curiosidad de conocer a Jesús. Puse como pretexto que tenía que disponer la jofaina, el jarro de agua y la toalla para que, según la costumbre, alguna mujer de las que les acompañaban, o un esclavo, les lavara los pies. Ninguno parecía dispuesto a hacerlo, e incluso, antes de reclinarse en torno a la mesa y escoger los puestos, vi que discutían entre ellos sobre quiénes debían ocupaban los lugares de mayor importancia. Ya iba a retirarme, cuando vi que uno de ellos, que supuse era el que les acompañaba en calidad de servidor, se quitaba el manto, se ceñía la toalla, y comenzaba a arrodillarse delante de uno del grupo para lavarle los pies. Se hizo un silencio repentino en la sala que sólo rompió la protesta de uno de ellos, que decía con fuerte acento galileo: - ¡Maestro! ¿Lavarme los pies tú a mi? Me quedé perplejo: ¿Maestro? ¿Era entonces el famoso Jesús aquél hombre que se había 20 ceñido la toalla? ¿Era verdad entonces lo que había oído comentar que él decía: - En el Reino el más importante es el que sirve, y los grandes son los que se hacen servidores de los otros? A medida que seguía contemplando la escena, el asombro y el desconcierto se iban apoderando de mí: ¿qué modo de vida era el que enseñaba y practicaba aquél rabbi, y cómo se atrevía a sustituir los principios de honra o deshonra, de pureza o impureza, de patrocinio y preminencia que regían nuestro pueblo, por estos gestos de participación igualitaria, de ruptura de discriminaciones y jerarquías? Dejé la sala sin comprender nada. Entrada la noche, los oí cantar el himno de acción de gracias y los vi salir juntos en dirección al torrente Cedrón. Lo que ocurrió después lo conocemos todos y, los que más tarde nos decidimos a participar del Camino, seguimos recordándolo cada vez que nos reunimos a partir el Pan. Y también intentamos hacer, en memoria suya, lo mismo que él hizo: ceñirnos la toalla del perdón y del servicio mutuos, y tener como lugar de preferencia el que nos pone a los pies unos de otros. Tiempo para la palabra “Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, después de haber amado a los suyos del mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando el diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, sabiendo que todo lo había puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios, se levanta de la mesa, se quita el manto y tomando una toalla, se la ciñe. Después echa agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba ceñida. (...) Cuando les hubo lavado los pies, se puso el manto, se reclinó y les dijo: ¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis maestro y señor, y decís bien. Pues si yo, que soy maestro y señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo he hecho.” (Jn 13,1-5.12-15) “Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: - Sabéis que entre los paganos los que son tenidos por jefes tienen sometidos a los súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros, antes bien, quien quiera entre vosotros ser grande que se haga vuestro servidor, y quien quiera ser el primero que se haga vuestro esclavo. Pues este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos.” (Mc 10, 41-45) “Un fariseo lo invitó a comer. Jesús entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa. En esto, una mujer pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, se colocó detrás, a su s pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con mirra. (...) Jesús, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: - ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado con sus lágrimas y los ha secado con su cabello. Tú no me diste un beso; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. Por eso te digo que se le ha perdonado mucho ya que siente tanto amor. Que al que se le perdona poco, poco amor siente. Y a ella le dijo: - Se te perdonan tus pecados. Los 21 invitados empezaron a decirse: - ¿Quién es éste que hasta perdona pecados?.El dijo a la mujer: - Tu fe te ha salvado. Vete en paz. “(Lc 7,1-39. 44-50) “Seis días antes de la Pascua judía, Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de la muerte. Le ofrecieron un banquete. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María tomó una libra de perfume de nardo puro, muy costoso, ungió con ello los pies de Jesús y se los enjugó con sus cabellos. La casa se llenó del olor del perfume. Judas Iscariote, uno de los discípulos, que lo iba a entregar, dice: - ¿Por qué no han vendido ese perfume en trescientos denarios para repartirlo a los pobres? (Lo decía, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón y, como llevaba la bolsa, sustraía de lo que echaban). Jesús contestó: - Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura. A los pobres los tenéis siempre entre vosotros, a mí no me tenéis.” (Jn 12,1-8) Tiempo para otras palabras Tener parte con Jesús. “Juan, preocupado porque el único rito de la comunidad fuera celebrar la vida, en lugar del relato de los gestos de Jesús con el pan y la copa, pone el lavatorio de los pies como el gesto más significativo de la Cena. El que había servido a todos a lo largo de su vida, siguió fiel a ese servicio hasta la muerte para que los discípulos vivan lo mismo que él: “Si yo os he lavado los pies, también debéis lavaros los pies unos a otros, porque os he dado ejemplo para que hagáis lo mismo que yo he hecho” (Jn 13,14-15). Los discípulos fueron descubriendo que Jesús, en la Cena, celebró lo que había estado viviendo y lo que estaba dispuesto a vivir por el amor del Padre y de los hombres: su ser entregado por la vida del mundo – “El pan que voy a dar es mi carne para que el mundo viva” (Jn 6,51). Cayeron en la cuenta de que, quien no entraba por la dinámica del servicio al hermano, “no tenía parte con El” (Jn 13,8). Y, al fin, aprendieron que hacer lo mismo que El, no consistía en repetir materialmente los gestos de la Cena, sino en asimilar su vida entregada, viviendo entregados a los demás.” (J.BURGALETA) 1 Tiempo para orar Entra en la "habitación de arriba" de la casa en la que Jesús está reunido con sus discípulos para comer juntos la cena de Pascua. Lucas dice que también allí discutían sobre cuál de ellos era el de mayor categoría (Lc 22,24-27), y sabemos por el evangelio de Juan que Jesús realiza un gesto silencioso, como los que hicieron los Profetas cuando sus palabras no eran escuchadas y recurrían a acciones simbólicas. Contempla a Jesús levantándose, quitándose el manto, ciñéndose la toalla, tomando la jarra y la jofaina y poniéndose de rodillas delante de cada uno de los discípulos para lavarles los pies. Es su manera de estar ante "lo sucio" de los otros, ante sus defectos, sus fallos, sus pecados... Todo eso que a nosotros nos lleva a juzgar con severidad, a criticar, a distanciarnos, a él le impulsa a acercarse, a ponerse de rodillas para lavarlo y devolver al otro la posibilidad de continuar caminando. Escucha su diálogo con Pedro que se resiste, como tú, como casi todos nosotros, a entrar en ese "juego del Evangelio" en el que todo es al revés : "Si no te lavo, no tienes parte 22 conmigo...". Graba en tu corazón esa ley del Reino: sólo "tiene parte con Jesús" el que se pone de rodillas a su lado para lavar los pies de los más pequeños. Pídele al Padre y luego a María que "te pongan con su Hijo" precisamente ahí... Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes o adultos Después de leer la narración "Con la toalla ceñida", se puede reflexionar sobre la expresión: ¡Échanos una mano! Se trata de un grito que otro nos lanza y que nosotros también lanzamos en muchas ocasiones. Pero para "echar una mano" a alguien, necesitamos tenerlas libres y podemos preguntarnos: ¿qué tenemos en ellas? ¿en qué las ocupamos? Pueden estar siempre dedicadas a retener, guardar, agarrar..., y entonces difícilmente podrán ayudar a los demás (se puede ir escenificando); pueden estar atadas (empapelárselas a uno del grupo con papeles y cinta adhesiva); o con guantes para protegernos y no mancharnos... El grupo puede seguir buscando ejemplos y situaciones, y evocar también actitudes de vida que pueden expresar las manos: violencia, súplica, ofrecimiento, compasión, ternura, generosidad, paternalismo, imposición, amistad...2 1. Tomad, comed y vivid el amor, Madrid 1989, p.12 2. Cf. A. GINEL, Más allá de la palabra. Gestos y dinámicas para la catequesis , Madrid pp.55-56 7. EN TORNO AL CORDERO PASCUAL “¿Por qué esta noche no es igual a las demás noches?...” En todas las familias judías, era el más pequeño de la casa el que hacía esta pregunta antes de comenzar la cena de Pascua. Yo esperaba todo el año con impaciencia que llegara aquel día fascinante, el más importante de nuestro pueblo, en el que cada familia reunida celebraba con solemnidad la memoria de la salida de nuestros padres de la esclavitud de Egipto. Unos días antes, mi padre solía llevarme con él al mercado para comprar el cordero: tenía que ser macho, de un año y sin ningún defecto, y cuando lo escogíamos y lo traíamos a casa, yo me encargaba de darle de comer hasta que llegaba el día de sacrificarlo. Entonces comenzaban mis súplicas y mis protestas, porque me había encariñado con él y no quería que lo mataran; por eso me marchaba a jugar lejos de casa, o me tapaba los oídos para no oír sus balidos. De todas maneras, cuando llegaba el momento de la cena pascual, yo me olvidaba de mis protestas y de mis lágrimas, porque aquel cordero que mi madre había preparado con hierbas aromáticas y lechugas amargas, nos convocaba a todos en torno a una mesa en la que todo era fiesta y alegría. Después de las oraciones, los salmos, las bendiciones y el circular solemne de la copa, empezaba el banquete, comíamos hasta saciarnos entre risas, chistes y, finalmente, canciones y adivinanzas destinadas a los niños. 23 Cuando empecé a asistir a la sinagoga, me impresionó mucho escuchar un lectura, tomada del rollo del profeta Isaías, en la que se hablaba de un servidor misterioso del Señor que "era llevado al matadero como un cordero y enmudecía mientras lo trasquilaban" (Is 53,7) Y también otra del profeta Jeremías, quejándose de ser como un cordero manso camino del sacrificio (Jer 11,1). Siendo aún muy joven, conocí en el Jordán al profeta Juan, y me sentí seducido por la fuerza de sus palabras y por la pasión con que anunciaba la llegada inminente del Mesías y la urgencia de convertirse y hacer penitencia. Me sumé a sus discípulos, y viví con ellos en las cuevas próximas al Jordán, ayunando y recibiendo a los que venían a bautizarse. “Ahí va el cordero de Dios” Un día en que yo había subido a Jerusalén, me dijeron que había venido a bautizarse desde Galilea un tal Jesús, pariente de Juan, y que éste estaba conmocionado por el encuentro. Al día siguiente, estando yo junto a Juan, hijo de Zebedeo, que era también discípulo del Bautista, vimos que nuestro maestro se ponía en pie, mirando hacia el camino que pasaba junto al río y decía dirigiéndose a nosotros y señalando con el dedo a alguien que se alejaba: "Ahí va el cordero de Dios..." Era tan desacostumbrado en él aquel tono de honda conmoción, que Juan y yo nos levantamos llenos de curiosidad para ver el aspecto de aquel hombre que tanto impresionaba a nuestro maestro. Y como ya se alejaba, y a paso rápido, miramos a Juan y vimos en sus ojos que aprobaba nuestra decisión de irnos detrás de él para conocerle. Nos pusimos en camino creyendo que no se daría cuenta de que le seguíamos pero, de pronto, se volvió y nos miró de frente. También nosotros nos detuvimos con timidez, como sorprendidos en falta. –“¿A quién buscáis?", nos preguntó. No supimos contestarle, y yo traté de desviar la pregunta: "Maestro ¿dónde vives tú?" ,-"Venid conmigo y lo veréis". Nos fuimos con él, y nos condujo a su casa, de una sencillez extrema. El mismo nos preparó la cena y, sentados los tres alrededor de la mesa, nos pusimos a hablar. Y a lo largo de aquella larga sobremesa, viví la sensación de que el hombre al que habíamos seguido, poseía una extraña fuerza de atracción capaz de apiñarnos en torno a él, como lo hacíamos en torno al cordero que nos congregaba cada noche de Pascua. Tiempo para la palabra “En aquellos días, el Señor dijo a Moisés y Aarón en Egipto:- Este mes será para vosotros el principal, será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: El diez de este mes, cada uno procurará una res para su familia, una por casa. Si la familia es demasiado pequeña para terminarla, que se junte con el vecino de casa; según el número de comensales y lo que coma cada uno, se repartirá la res. Será un animal sin defecto, macho, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y entonces toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Con algo de la sangre, rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne asada al fuego, acompañada de pan sin fermentar y verduras amargas. (...)Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua del Señor.” (Ex 12,1-11) 24 “Maltratado, aguantaba, no abría la boca;como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca. (...) Entregó su vida hasta la muerte y fue contado entre los pecadores, cargó con el pecado de todose intercedió por los pecadores.” (Is 53, 7.12) “Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos. Viendo pasar a Jesús, dice: - Ahí está el cordero de Dios. Se lo oyeron decir los discípulos y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían dice:- ¿Qué buscáis? Respondieron: - Rabí (que significa maestro), ¿dónde vives? Les dice: - Venid y ved. Fueron, pues, vieron dónde residía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.”(Jn 1,35-40) “Llegó el día de los ácimos en que había que sacrificar el cordero pascual. Entonces envió a Pedro y a Juan diciéndoles: Id a prepararnos la cena de pascual...” ¡Lc 22,8.13) “Ha vencido el León de la tribu de Judá, el Retoño de David: el puede abrir el rollo de los siete sellos. Entre el trono y los cuatro vivientes, vi que estaba un Cordero herido de muerte (...), y los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero. Y cantaban un cántico nuevo: - Eres digno de recibir el rollo y soltar sus sellos porque fuiste herido de muerte y con tu sangre adquiriste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación e hiciste de ellos el reino de nuestro Dios y sus sacerdotes. Me fijé y escuché la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los vivientes y los ancianos: eran miles de miles, miriadas de miriadas, y decían con voz potente: - Digno es el Cordero que fue herido de muerte de recibir el poder, la riqueza, el saber, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y escuché a todas las criaturas, cuanto hay en el cielo y en la tierra, bajo tierra y en el mar, que decían: - Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza y el honor y la gloria y el poder por los siglos de los siglos.” (Ap 5,5.9-14) Tiempo para otras palabras Para la tradición judía, la noche de Pascua concentra todas las noches de la historia iluminadas por la fuerza liberadora de YHWH: La primera noche, cuando YHWH se manifestó en el mundo para crearlo. La segunda noche, cuando YHWH se apareció a Abraham que tenía cien años. La tercera noche , cuando YHWH se apareció a los egipcios en medio de la nube (...) y protegió a los hijos de Israel. La cuarta noche, cuando el mundo llegue a su fin para ser disuelto: los yugos de hierro serán quebrados, las generaciones perversas serán anonadadas, Moisés subirá en medio del desierto, el rey Mesías vendrá al frente del rebaño y su palabra marchará entre ellos y yo y ellos marcharemos juntos. Esta es la noche de pascua para el nombre de YHWH, noche reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo largo de generaciones.” (Targum del Pentateuco) “En todas las generaciones, cada uno de nosotros tiene el deber de considerarse como si él mismo hubiera salido de Egipto, según está escrito: “Ese día dirás a tu hijo: Esto es por lo que el Señor hizo en mi favor cuando salí de Egipto”(Ex 13,8). No fue solamente a nuestros 25 antepasados a los que el Señor rescató, sino que también a nosotros nos rescató con ellos” (Liturgia judía de la cena pascual). Tiempo para orar El relato de la vocación de los dos primeros discípulos en el evangelio de Juan, señala dos detalle preciosos sobre el dónde y el cuándo de su experiencia de encuentro con Jesús. Dedica un tiempo a hacer memoria de tu propia “geografía y calendario de gracia”, de los lugares y momentos en los que has tenido algún encuentro con el Señor. Vuelve mentalmente a alguno de ellos y haz, desde ahí, un rato de oración, reviviendo la gracia que allí te alcanzó.Puedes también poner nombres evangélicos a tus experiencias de gracia: ¿cuál es tu Belén, Nazaret, Galilea, Tiberiades, Jerusalén, Getsemaní, Calvario...? ¿Cuál es tu momento de “cuatro de la tarde”? Tiempo para compartir y celebrar la fe Con adultos. Cada uno puede exponer lo que significa para él ese extraño título de Jesús: “Cordero de Dios”, y expresar su atracción o su resistencia ante ese lenguaje. Como el tema sacrificial se presta a interpretaciones equivocadas, se puede leer o repartir uno de estos textos y profundizarlo entre todos: DE LA RUPTURA AL ENCUENTRO. “El primer “enfermo de fraternidad”, el ser más comprometido en la transformación de las relaciones humanas, el más constante y exclusivamente consagrado a “hacer comunión” es Cristo Jesús. No podemos decir que tenemos sus mismos sentimientos mientras no participemos en su fiebre de comunión. Esta pasión por la comunión, esta fiebre eucarística cuesta cara: supone una derrota permanente del propio egoísmo y un difícil avanzar contra corriente. El sacrificio de Cristo es el paso del mundo de la desunión al de la comunión, de la ruptura al encuentro, de una relación deteriorada a una relación renovada. Una cierta teología del sacrificio ha ensombrecido toda la belleza, la positividad y la universalidad de la Eucaristía. Nuestro auténtico y único drama es nuestra incapacidad de relación, de “hacernos uno”. El último deseo de Jesús es una demanda dolorosa e insistente de que la pluralidad se convierta en unidad. Aquí está todo el sentido de su misión: Jesús ha venido a hacer comunión, única y exclusivamente”. (A. PAOLI) 1 ¿Sacrificio o comunión? “Las categorías de holocausto y sacrificio no son las que explican mejor la Eucaristía. En Ex 24 aparecen las nociones de alianza, sangre y sacrificio, pero se trata de un banquete que es sacrificio de comunión. A éste nos remite la cena. Lo que importa es saber si el acto esencial del sacrificio es la inmolación o si es el banquete mismo, signo de la vida del grupo, vivificado por la fuerza de donde procede la vida. El concepto de sacrificio no es el de inmolación de víctimas, sino de ofrenda personal, por la que se consagra toda la existencia y se hace de ella una donación amorosa a Dios y a los hombres. En esta concepción, el oferente y la víctima se identifican, y lo que se subraya no es el dolor y la muerte, sino la donación y la vida incondicionalmente entregada. No se trata de un rito sino de la vida; no de víctima, sino de ofrenda de todo el ser; no de momentos, sino de toda la existencia. Se trata de responder con el mismo amor con que 26 Dios nos ha amado, comprometiéndonos con el mismo proyecto de salvación, de vida y de comunión”. (M.DIAZ MATEOS) 2 1. Pan y vino. Tierra. Del exilio a la comunión, Santander 1980, pp.29-36 2. El sacramento del pan, Lima 1996, pp.186-192 8. UN FESTÍN EN EL DESIERTO Nací en Betsaida hace catorce años y desde pequeño me acostumbré a ver a mi madre enferma. Alguien me contó que había llevado mal el tiempo del embarazo, que tuvo un parto difícil cuando yo nací, y que desde entonces no había conseguido levantar cabeza. La muerte de mi padre la puso aún peor y por eso, cuando oí a nuestro vecino Andrés hablar de Jesús y escuché el testimonio de gente curada por él, decidí buscarle aunque fuera en el último rincón de la tierra, hasta conseguir que sanara a mi madre. Desde Cafarnaúm me llegó el rumor de que andaba por allí y no lo dudé ni un momento: avisé a una vecina que se hiciera cargo de mi madre, y, como sospechaba que iba a pasar varios días fuera, eché en un hatillo cinco panes de cebada y un par de peces que yo mismo había pescado y secado junto al lago. Encontré pronto un reguero de gente que también le buscaba, y me uní a ellos mientras bordeábamos Tiberíades, hasta llegar a la orilla casi desértica donde acababa de llegar con los suyos. Éramos una muchedumbre enorme, y empecé a desalentarme al pensar que iba a serme imposible acceder al hombre del que quería arrancar el milagro. Estaba cayendo la tarde, y la gente empezó a estar inquieta. Muchos habían salido de sus casas sin provisiones, estábamos en despoblado y ya no había tiempo de volverse antes de que se les echara encima la noche. Me alegré de haber sido previsor y acaricié mi zurrón una comida que, en medio de aquel desierto, valía más que el oro. Traté de acercarme al círculo más cercano a Jesús para ver si, el conocer a Andrés, me facilitaba el acceso a él y conseguía arrebatarle la sanación que andaba buscando. Al aproximarme, me di cuenta de que había elegido el peor momento: sus discípulos daban muestras de mucha inquietud y hablaban entre ellos en corrillos. Encontré a Andrés, pero apenas dio muestras de interés por mí: estaba hablando con otro y le decía en tono impaciente: -"Te aseguro que este Jesús es imprevisible. Imagínate lo que se le ocurre decir ahora: ¡que demos de comer a toda esta gente! -¿Qué es lo que piensa?, dijo el otro, - ¿Que vamos a sacar de debajo de las piedras de este desierto, los doscientos denarios que harían falta para repartir pan a esta multitud? Cuando se comparte lo que se tiene Me asaltó, como un relámpago, la intuición de que mis reservas de alimento podían ser mi mejor baza para alcanzar mis propósitos, así que susurré por lo bajo a Andrés, mientras ponía mi zurrón en sus manos: - Ten, ahí van cinco panes y dos peces. Dile a tu maestro que se los doy para que, al menos, podáis comer él y vosotros. A Andrés se le iluminó el rostro y, sin decirme nada, me agarró por el brazo y se abrió camino hasta el sitio donde estaba Jesús. Cuando lo vi de cerca, tuve la sensación de que era el único tranquilo en medio de tanto nerviosismo. Estaba en medio de un grupo de niños contándoles una historia que les 27 hacía reír, y también él sonrió cuando vio que Andrés vaciaba mi zurrón delante de él diciendo atropelladamente: - Este muchacho tiene cinco panes y dos peces, así que, al menos podremos comer nosotros; pero me temo que la gente que se ha empeñado en venirse hasta aquí, va a tener que ayunar por hoy. Y no es que yo no quiera repartirlo, pero tú me dirás qué es esto para todo este gentío..." Y cuando yo ya me veía sentado junto a Jesús en el corrillo de sus amigos, comiendo con ellos y escuchándoles felicitarme por mi sensatez previsora, (un marco excelente para que hacer yo enseguida mi petición), vi que Jesús se ponía en pie con mis panes y peces en sus manos, se acercaba a un grupo de discípulos, se los daba y les decía que se los repartieran a la gente que esperaba sentada y resignada. No me preguntéis lo que ocurrió a partir de ese momento porque jamás conseguiré explicármelo: sólo he entendido algo más tarde, cuando después de unos años, me junté al grupo de los que celebran a Jesús como el Viviente y, en la fracción del Pan de cada domingo, releemos juntos las antiguas tradiciones sobre el don del maná en el desierto y volvemos a escuchar: "Este es el pan que el Señor os da de comer..."(Ex 16,16.19) "A tu pueblo lo alimentaste con pan de ángeles (...)para que aprendan tus hijos queridos que es tu palabra la que mantiene a los que creen en ti..."(Sab 16,20.26). Recordamos también lo que dicen que decía Jesús: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo, quien me come vivirá por mí...El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne..."(Jn 6,50.57) Y cómo se conmovía ante la miseria del pueblo que andaba maltrecho y derrengado, como ovejas sin pastor. Y experimentamos entonces lo que significan palabras como "compartir", "saciarse", "vida en abundancia", "banquete fraterno", "hacer lo que él hizo en recuerdo suyo..." Algunos os estaréis preguntando qué ocurrió con mi madre: Jesús no hizo con ella ningún milagro y murió poco después. Pero yo ya no voy por la vida calculando, guardando y previniendo sino aprendiendo a compartir, a entregar y a ofrecer, como le vi hacer a él. Y eso se ha convertido, para mí y para muchos, en el más asombroso de los milagros. Tiempo para la palabra Moisés y Aarón dijeron a los israelitas: - Esta tarde sabréis que es el Señor quien os ha sacado de Egipto, y mañana veréis la gloria del Señor"(...) Por la tarde, una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas preguntaron: - ¿Qué es esto?, pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: - Es el pan que el Señor os da para comer. Estas son las órdenes del Señor: que cada uno recoja lo que pueda comer, dos litros por cabeza para todas las personas que vivan en cada tienda. Así lo hicieron los israelitas: unos recogieron más, otros menos. Y al medirlo en el celemín, no sobraba al que había recogido más, ni faltaba al que había recogido menos: había recogido cada uno lo que podía comer.” (Ex 16) Tiempo para otras palabras “El cántaro de harina no se vació, ni la aceitera se agotó, como lo había dicho el Señor por Elías” (1Re 17,16) 28 Los opresores echan sus redes en pantallas, contratos y razones, y devoran los bienes del pueblo. ¿Cómo viven los pobres del barrio con los restos de cosechas y mercados, con escasas medicinas caducadas? Un pobre comparte su pan con el vecino que llegó a la puerta. Prefiere no comer su bocado solo. Luego se echa en la tierra desnuda y hay en su gesto un aire de muerte. Pero otro llega con su ración escasa, se sienta a su lado y la reparte en este suelo de Emáus inesperado. La harina no se acaba en el saco y el aceite no se agota en el jarro porque siempre aparece un pobre que comparte. Así no falta tu pan de cada día ni cesa de fluir tu bondad en el corazón del barrio marginado. Aquí te llamas Solidaridad y llegas en latas con tizne de fogón. (B. González Buelta)1 CONTAR CON JESÚS “Jesús sorprende a sus discípulos con la orden de que sean ellos quienes se ocupen de dar de comer a la muchedumbre; nada habían hecho por llegar a esa situación, fuera de advertirla, y tenían que responsabilizarse de encontrar una salida. Su pregunta deja ver la imposibilidad de la tarea encomendada la incapacidad para imaginarse el propósito de Jesús: mientras ellos piensan en lo mucho que les falta, Jesús está ya contando con lo poco que tienen. Así pretende el relator preparar al lector para que aprecie la magnitud del milagro y, al mismo tiempo, insistir de nuevo en la incomprensión de los discípulos que seguían sin contar con Jesús, por más que lo hubieran ya experimentado. Para ellos, sólo contaban sus carencias, no el tener a Jesús a su lado.” (J.J. Bartolome) Tiempo para orar Adéntrate en la escena del signo de los panes (el evangelio no habla de “multiplicación”), desde la perspectiva de los discípulos. Como ellos, tú vas acompañando a Jesús y vives 29 también su agobio al ver a tanta gente que no tiene qué comer; el mismo que hoy produce un mundo donde millones de seres humanos están privados del derecho a la vida y despojados injustamente de unos bienes que son de todos. Lo mismo que los discípulos, puedes tener la dificultad de no entrar en la lógica de Jesús y , como ellos, puedes hablar de “despedir a la gente”, como si fuera un problema ajeno a ellos; o de querer solucionarlo todo en términos económicos , comprando pan. Lo mismo que ellos, estás invitado a escuchar a Jesús que no habla de despedir o de comprar sino de compartir. Ábrete a esa manera alternativa que tiene Jesús de enfrentarse con las carencias, y que es la que tenemos que aprender en la comunidad cristiana. Pídele que te la enseñe, y discurre algún paso concreto, aunque sea pequeño, que puedes a dar en esa dirección. Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes o adultos Comentar este texto: “Jesús mandó vivir como él, hacer lo que él, ser fiel al designio de Dios como él. Así fue todo su cuerpo, su realidad de hombre en la historia, un cuerpo entregado, y toda su sangre, la misma realidad de su ser desde la raíz de su principio vital, un proyecto de vida derramada por amor. Esta es la vida de Jesús, esto celebra la Cena de despedida, así nace la vida eucarística de sus seguidores y así celebra la comunidad lo mismo que Jesús. Cuando se hace lo que él, porque se vive lo mismo que El, la misma realidad de Jesús está presente entre los suyos: “Donde dos o tres se reúnen porque se aman, como yo les he amado, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Los que participan y viven del único pan, forman un solo cuerpo cuya cabeza o principio vital es Jesús (1Cor 12, 12ss)”. ( J. Burgaleta) 2 1. La transparencia del barro. Salmos en el camino del pobre, Santander 1989, p.4413 Marcos. Un manual de formación para el seguimiento, Madrid 1993, pp.75-76 2. Tomad, comed y vivid en el amor, Cuadernos Alandar 1,p.14 9. SENTADOS A LA MESA DE LA SABIDURÍA Me llamo Tomás, de sobrenombre “el Mellizo”, y pertenezco al grupo de los que nos fuimos detrás de Jesús desde el primer momento, aunque tengo que confesar que no siempre de buena gana. Yo necesito tenerlo todo muy claro y comprobar las cosas por mí mismo, y eso con Jesús era del todo imposible, porque él nos exigía una confianza absoluta en su persona y en su proyecto, y yo con frecuencia me sentía tentado de dar marcha atrás, o de pedir más garantías de las que él estaba dispuesto a ofrecernos. Uno de los días en que un fariseo amigo de Natanael nos había invitado a su casa, hubo, como de costumbre, tensión y malestar por ver quién ocupaba los lugares de honor. A mí no me causó extrañeza, porque me parecía normal aspirar al reconocimiento y a la alabanza pública. Por eso me quedé muy sorprendido al oír decir a Jesús todo lo contrario: “Cuando te inviten, ponte en el último lugar y así el que te invitó te dirá: Amigo, sube a un puesto superior” (Lc 14,7-11). En el fondo, no me pareció mal porque, al final, la estrategia daba resultado; así que, en la siguiente comida que había convocado Jesús en la casa de 30 Leví que teníamos como nuestra, me apresuré a ocupar el lugar que me pareció más borrado y humilde. Cuando entró Jesús, traté enseguida de que me viera y lo conseguí: se acercó a mí, según esperaba, y me invitó a situarme en la presidencia. Avancé a su lado, procurando que los demás no notaran la complacencia secreta que aquello me producía, y cuando, por fin, me encontré en el lugar que tanto valoraba ¿qué diréis que hizo Jesús? ¡Se acercó a mí con la jofaina y la toalla con que, según la costumbre, algún criado debía lavar los pies de los invitados y me dijo: - Tomás, entre nosotros es el que ocupa el primer lugar quien debe cuidar de sus hermanos y prestarles los servicios más humildes. Todos se echaron a reír, el primero de ellos el propio Jesús que, al verme tan confundido y enfurruñado, me dio una palmada en el hombro, me quitó la jofaina de las manos y nos invitó a reclinarnos a todos. VER LA VIDA DESDE EL PADRE Nunca podré olvidar lo que aprendí en aquella comida en la que el verdadero pan fue una palabra que nos enseñaba a ver las cosas desde el lado de su Padre: - Para él, decía Jesús, el que se hace pequeño y humilde, es el más importante de todos y hay que tratar de parecerse a él en sus preferencias, su amor gratuito y su generosidad. (Y nosotros sentíamos que el poder, el prestigio y la búsqueda de reconocimiento social saltaban por los aires y eran reemplazados por el servicio mutuo, el cariño fraterno y la reciprocidad generalizada.) - En el ofrecer hospitalidad, como en el prestar, añadía, hay que ir más allá del interés cerrado del propio grupo. Por eso, cuando invitéis a comer, llamad a pobres, lisiados, cojos y ciegos, porque ellos no pueden pagaros, pero os pagarán en la casa de mi Padre. Al terminar aquella comida, nos dimos cuenta de que habíamos estado sentados a la mesa de la Sabiduría, y que aceptar al Dios de Jesús desencadenaba en nosotros una nueva forma de actuar que conmocionaba y volvía del revés nuestros valores y los de nuestra sociedad. Y que, a partir de aquel momento, en el banquete de la vida, todo había quedado transformado. Tiempo para la palabra “La Sabiduría ha edificado una casa, ha labrado siete columnas, ha matado las reses, mezclado el vino y puesto la mesa, ha despachado a sus criadas a pregonarlo en los puntos que dominan la ciudad: El que sea inexperto, venga acá, al falto de juicio le quiero hablar: Venid a comer de mis manjares y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid derechos el camino de la prudencia.” (Pr 9.1-9) “Dichoso aquel que piensa en la Sabiduría y pretende la Prudencia, el que presta atención a sus caminos y se fija en sus sendas; sale tras ella a espiarla y acecha junto a su portal, mira por las ventanas y escucha a su puerta, acampa junto a su casa y clava sus estacas junto a su pared, pone su tienda junto a ella .Dichoso el que se acomoda junto a ella como buen vecino, pone nido en su ramaje mora entre su fronda, y se protege del bochorno a su sombra..." 31 (Eclo 14, 20-27) “Observando cómo escogían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola: Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro invitado más importante que tú y el que os invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro. Entonces, abochornado, tendrás que ocupar el último puesto. Cuando te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: - Amigo, sube a un puesto superior. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados. Pues quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado. Al que lo había invitado le dijo: - Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; pues te pagarán cuando resuciten los justos.” (Lc 14,2-14) Tiempo para otras palabras Un comportamiento alternativo. “En la última cena, lo mismo que en Lc 14, 7-11, donde los invitados disputan por los lugares de honor, se da el mismo comportamiento de los discípulos, imbuidos de la ideología dominante en el mundo. Jesús no dice solamente que elijan el último puesto en la mesa, sino que que ocupen el lugar del servidor, ellos que son los líderes de la comunidad.” (R. Aguirre)#1 DOS TIPOS DE SABIDURÍA. – “Buenos días, dijo el Principito. - Buenos días, dijo el vendedor. Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que apagaban la sed: tomando una por semana ya no se experimentaba la necesidad de beber. -¿Por qué vendes esas píldoras?, preguntó el Principito. - Es un gran ahorro de tiempo. Los expertos han hecho sus cálculos: se ahorran 53 minutos por semana. -¿Y qué se hace con esos 53 minutos? - Se hace lo que se quiere. Yo, se dijo el Principito, si tuviera 53 minutos libres, caminaría despacio hacia una fuente...” (A. de Saint Exupéry)#2 UN GESTO PARA EXPRESARSE. “El gesto mediante el cual Jesús se manifiesta en la Eucaristía, es el gesto de la fracción del pan y del vino compartido. Este gesto es la Palabra en la que Jesús se expresa a sí mismo, porque ese gesto hace memoria del acontecimiento de su vida en el que eligió ser absolutamente perdedor, humanamente hablando. (...) La Eucaristía no es Palabra únicamente porque en ella se hagan lecturas, o se lean textos de la Escritura, Palabra de Dios. La Eucaristía es Palabra porque Dios se dice en ella con su más verdadera identidad: por medio del gesto de la fracción del pan y del vino compartido, reconocidos como Cuerpo y Sangre de aquél en quien la Palabra de Dios se ha encarnado. La Eucaristía llama al hombre a “hacer memoria” de aquello que, en él, es su verdadera historia: su nacimiento a la vida de Dios. Dice a cada persona que su “carnet de identidad”, antes que el estado civil, el grupo sanguíneo o el patrimonio genético, debe evocar un 32 nacimiento que es su verdadero nacimiento: el de todo ser humano en el corazón del misterio de vida que es Dios”.(M. AbdonSantaner)#3 Tiempo para orar Hazte consciente de las “ofertas de sabiduría” (de buena vida o de “calidad de vida”) que ofrecen los medios de comunicación y la publicidad: “saber vivir” es lo mismo que consumir, comprar, subir el nivel económico, poseer belleza o poder, mantenerse alejado del dolor, tanto propio como ajeno. Siéntate “a la mesa de la Sabiduría” junto a Jesús y entra en contacto con su modo peculiar de ver la vida. Fíjate en cómo enseña a “gestionarla” y qué pistas da para encontrar la felicidad: “El reino de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, por la alegría, va, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo” (Mt 13,44). “Si alguien quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida la perderá pero, quien la pierda por mí, la salvará. ¿Qué le aprovecha a alguien ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Qué precio pagará por su vida?” (Mt 16,24-26) Pídele que te contagie esa sabiduría suya que hará de ti un discípulo... Tiempo para compartir y celebrar la fe Con adultos Leer en alto o repartir este texto: “Jesús pone en cuestión las normas que rigen los banquetes y las relaciones de patronazgo. Un patrón invita a los de su propia casa o a los de su estirpe o clientes amigos y a personas influyentes, vecinos ricos. Estas gentes o devuelven la invitación o alaban y pregonan las excelencias del anfitrión. El banquete se rige por una reciprocidad equilibrada: se ofrece calculando recibir ventajas equivalentes. Banquetes de carácter cerrado y excluyente, fortalecen la solidaridad interna del grupo, buscan reafirmar la identidad del grupo y marcar las fronteras con los de fuera. La aceptación del Dios de Jesús desencadena una nueva forma de actuar que conmociona y subvierte los valores establecidos socialmente.” (M. Díaz Mateos) Reflexionar y comentar qué nuevas formas de actuar y de subvertir los valores tendría que desencadenar la participación en la Eucaristía, y qué compromisos concretos podrían tomarse, personalmente o como grupo, en esa dirección. 1. La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias sociales, Santander 1994, p. 93 2. El Principito, Madrid 1990, p.32 3. El deseo de Jesús. La Eucaristía como mesa, palabra y asamblea. Santander 1982, 8497 33 10. EN LOS MÁRGENES DEL CAMINO Hace ya muchos años que no sé lo que es dormir bajo techo. Una racha de malas cosechas arruinó a mi familia, y yo me vine solo a Jerusalén, siendo aún joven, atraído por el lujo de la ciudad y esperando encontrar algún trabajo para sobrevivir. Las cosas me fueron mal también aquí, y ahora vivo pidiendo limosna y haciendo, de vez en cuando, algún trabajo duro y mal pagado. A pesar de ello no he perdido la fe en Dios, y hasta solía acudir el sábado a la sinagoga, asistiendo al culto desde un rincón, hasta que un día escuché estas palabras de un salmo: "El Señor alza de la basura al pobre, levanta del polvo al humilde para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo..."(Sal 113,7-8) Ese día sonreí con amargo escepticismo, porque no es ése el Dios que yo conozco: a mí me deja seguir hundido en el estiércol de la pobreza, y creo que es así como voy a morir; por eso no he vuelto a pisar la sinagoga ni el templo, ni creo que haya nadie capaz de hacerme retornar a ellos. Una tarde, oí revuelo en la Puerta Hermosa: había llegado a Jerusalén el rabí de Galilea que estaba dando tanto que hablar. Lleno de curiosidad, me mezclé con la multitud para ver cómo era y qué decía, y me senté entre los que escuchaban la historia que estaba contando: - "Se parece el reino de los cielos a un rey que quiso celebrar un banquete de bodas para su hijo, y envió a sus servidores a convidar a los invitados..." (Como siempre, pensé yo. Otro que nos va a repetir la misma cantinela de que Dios premia ya en esta vida a los buenos colmándolos de agasajos y riquezas y deja en la cuneta a los pobres diablos como yo, llenos de pecados y miserias.) Pero el cuento que él contaba empezó a interesarme cuando oí que la gente importante que había sido invitada (fariseos, escribas, sacerdotes y gente de dinero sin duda), se negaban a participar en el banquete y ponían pretextos para acudir. Y el anfitrión se encontró con la cena preparada y el comedor vacío. (¿Qué hará ahora el rey?, me pregunté. Seguramente aplazará el convite mientras convence a los invitados para que asistan. Suspiré con envidia y de nuevo me asaltó la rebeldía: ¿por qué mientras a unos les sobraba, otros pasábamos hambre? ¿Por qué más fiestas y banquetes para los que ya estaban saciados?...) Un final sorprendente Volví a prestar atención a la historia, y me quedé sorprendido ante el desenlace: el rey decidió sustituir a los convidados ausentes por los desconocidos de la calle, y envió a sus servidores a las plazas y calles de la ciudad para que trajeran al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos. Salieron los siervos a las encrucijadas de los caminos y veredas, reunieron a cuantos encontraron y la sala quedó llena de convidados. Y comenzó la mejor fiesta que el dueño hubiera podido soñar. (Cf. Mt 22,2-10; Lc 14,15-24) En un sector de la multitud hubo un rumor de protesta, y muchos se levantaron del corro y se fueron indignados: eran fariseos que siempre proclamaban convencidos que eran ellos 34 los primeros invitados al banquete del Reino, y que los demás no tendríamos derecho ni a las migas que cayeran de la mesa. Estaban indignados de que los invitados definitivos fueran gente de las encrucijadas de los caminos, y no les faltaba razón porque, de todos es sabido, el tipo de gente que deambulamos por esos lugares... Oí a uno decir: - "A este hombre habría que denunciarle y pararle los pies: su doctrina es peligrosa y contradice claramente lo que sabemos por la Ley..." Sentados en torno al rey Sólo nos quedamos con él un pequeño grupo, entre los que reconocí a los que pedían limosna conmigo, a algún ladronzuelo del mercado, y a los que cada noche se arrimaban como yo a la muralla, buscando protección del relente de la noche. Quizá se habían sentido también aludidos por la parábola, y estaban tan sorprendidos como yo al saberse destinatarios, al menos imaginarios, del banquete de un rey. Jesús siguió hablando, ahora más relajado porque sólo le rodeábamos hombres y mujeres sin importancia, gente de los caminos, sin más posesiones que la túnica vieja y el par de sandalias que llevábamos puestas, y quizá con sólo un mendrugo de pan en la alforja. A medida que le escuchaba, algo iba cambiando dentro de mí, como si aquellas palabras me enderezaran y tuvieran el poder de devolverme mi dignidad. Todo lo que yo creía que era valioso y que daba categoría e importancia a un hombre: el dinero, la fama, el poder, la ciencia..., aparecía de pronto hueco y sin brillo, y Jesús nos lo hacía ver con la misma facilidad con que hasta el más ignorante sabe descubrir si una calabaza está vacía o un árbol sin savia. "Dios no le da importancia a nada de eso", decía, -"es el corazón lo que cuenta para él, y la verdadera dicha está en que vuestros nombres están escritos en el Reino de los cielos. Porque el Padre se revela a los que son humildes, los sienta a su mesa y les confía sus secretos..." Y yo me iba sintiendo libre, humano, digno, como el hombre abatido del salmo, alzado de la basura e invitado a sentarse entre príncipes. Había anochecido y los hombres y mujeres que acompañaban a Jesús trajeron panes y aceitunas, y los repartieron entre todos. También nosotros sacamos las provisiones que llevábamos en nuestros zurrones y lo compartimos todo. Era un extraño festín con unos extraños invitados. Pero aquel anochecer al raso, mientras salían las primeras estrellas, los que rodeábamos a Jesús nos sabíamos huéspedes de un rey. Un rey sentado entre nosotros, que llevaba unas sandalias tan polvorientas como las nuestras, dormía también a la intemperie y, cuando hablaba, tenía el acento inconfundible de los campesinos de Galilea. Tiempo para la palabra “¡Atención, sedientos! Acudid por agua, también los que no tenéis dinero; venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. 35 Prestad oído, venid a mí, escuchadme y viviréis.” (Is 55,1-3) “Venid a mí los que me amáis y saciaos de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel y mi herencia mejor que los panales. El que me come tendrá más hambre, el que me bebe tendrá más sed.” (Eclo 24,18-21) “Os aseguro que vendrán muchos de oriente y de occidente a sentarse a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de Dios “(Mt 8,11) “Yo preparo a favor vuestro, como dispuso a mi favor mi Padre, un reino para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino” (Lc 22,29-30) Tiempo para otras palabras “Hijo mío, Jacob, recuerda mis palabras y guarda los mandamientos de tu padre Abraham. Apártate de los gentiles, no comas con ellos..., pues sus acciones son impuras y todos sus caminos inmundicia, abominación y horror” (Libro de los Jubileos, 22,16) “Estos son los hombres famosos, los convocados a la asamblea. Que ningún hombre contaminado por alguna de las impurezas humanas entre en la asamblea. Y todo el que esté contaminado en su carne, paralizado en sus pies o en sus manos, cojo, ciego, sordo, mudo o contaminado en su carne con una mancha visible a los ojos (...), estos no podrán ocupar su puesto en medio de la congregación de los hombres famosos”(Texto de Qumran) Habitantes de los márgenes. “En la ciudad preindustrial, el centro estaba ocupado por los palacios, el templo y los lugares de residencia de la elite que suponía una pequeña parte de la población. Diversos grupos, diferenciados en función de su etnia o de su ocupación, tenían sus propios barrios, netamente separados a veces incluso amurallados. A medida que se acercaban a la muralla externa, normalmente las calles y casas eran mucho más modestas. Había gentes que durante el día podían entrar en la ciudad, pero que por la noche debían abandonarla y permanecían en torno a las murallas. Se trataba de gentes que desempeñaban oficios o profesiones de escaso prestigio, cuando no de mala reputación (...). En Lucas se llama a los pobres, lisiados, a los ciegos y cojos, es decir, a los pobres e impuros, y la llamada se realiza en los barrios de la ciudad donde vive la gente pobre, donde se cruzan las callejuelas, normalmente estrechísimas y llenas de lodo y piedras, que llevan a las partes periféricas de la ciudad. La invitación se dirige a los que no pertenecen a la elite urbana. Y se les invita a entrar justamente en el momento en que lo tienen más prohibido (de noche), y en la zona reservada a la elite, pero no para realizar sus trabajos serviles, sino como invitados a una cena. Pero la cosa no acaba ahí: los siervos tienen que volver a salir y esta vez para pregonar la invitación en los caminos y cercas, es decir, en el ámbito próximo a la muralla, donde pernoctaban forasteros y personas dedicadas a trabajos de mala reputación, que durante la noche tenían prohibida su permanencia en la ciudad. Jamás se hubieran atrevido a entrar 36 en la ciudad una vez cerrada la puerta por la noche y menos aún introducirse en el barrio residencial de la elite. (...) La comunidad cristiana no es cerrada y excluyente, sino abierta e inclusiva. En ella y en torno a la mesa, se congregan gentes de procedencias sociales muy diversas y esto crea dificultades muy serias para los ricos y los socialmente honorables. Participar en la comunidad cristiana implica romper con los valores establecidos , pertenecer a ella no contribuía a incrementar el prestigio y el honor, sino todo lo contrario.” (R.Aguirre) 1 Tiempo para orar Dedica un tiempo de oración a contemplar algún encuentro de Jesús con alguna de las personas o grupos que estaban en los márgenes de la sociedad de su tiempo: los no judíos (extranjeros, cananeos, samaritanos, romanos..) por no pertenecer a Israel, el pueblo elegido; los enfermos, porque la enfermedad se consideraba efecto del pecado; los que no conocían ni cumplían los 613 mandamientos de la Ley, porque eran vistos como pecadores, en especial los publicanos; las mujeres y los niños, porque el modelo era ser varón y adulto. Mírale curando enfermos e imponiéndoles las manos; entrando en relación con extranjeros (la cananea, la samaritana, el centurión...); sentado a la mesa de Leví o de Zaqueo; llevando mujeres en su seguimiento y reconociendo en ellas su plena dignidad... Mira después en dirección a los márgenes de nuestro mundo y pregunta a Jesús cómo puedes ser presencia suya ahí, cómo puedes poner todo lo que eres y tienes al servicio de la gente que hoy vive en condiciones de sufrimiento y pobreza. Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes y adultos Con una cuerda de saltar se puede hacer un círculo, unos están dentro y otros fuera. Se reparten papeles en los que pone: "soy rico", "soy blanco", "como todos los días varias veces", "voy a la escuela", "tengo casa"; o : "soy emigrante africano", "no tengo casa", "no puedo ir a la escuela", "vivo en la calle", "soy un parado", "tengo sida", "soy de raza gitana"...etc. Cada uno, al coger el papel, se coloca dentro o fuera del círculo y estando ahí se cuenta la parábola del banquete y se dialoga sobre el proyecto de Dios de una mesa para todos y que incluya a todos los que están en los márgenes. La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias sociales, Santander 1994, pp. 8487) 11. UN MENDIGO A LA PUERTA - ¡Vamos, Andreas, saca más vino del que reservas en la bodega para las grandes ocasiones! Recuerdo aquel momento en que, riendo, salí a buscarlo, contento de hacer ver a mis huéspedes hasta qué punto era capaz de agasajarlos en mis fiestas. Me gustaban esas muestras de ostentación, le iban bien a mi deseo de disfrutar de las riquezas con que Dios me había bendecido. Al pasar cerca de la entrada, vi. a uno de mis criados empujando a un mendigo cubierto de harapos que estaba sentado en el umbral de la puerta. - ¡Vamos, 37 fuera! dije también yo con desagrado, porque no me gustaba ver a aquella gentuza rondando mi casa... -¡Sólo quiero que me deis algo de las sobras de vuestro banquete, aunque sean las migajas que caen al suelo!- gemía él con voz lastimera. -¡Échale fuera!-, ordené secamente a mi criado, mientras entraba de nuevo en la sala de la fiesta olvidándome del incidente... Cuando entré, uno de mis invitados contaba dichos de un tal Jesús, un galileo de mala fama que estaba esos días en Jerusalén: - Imaginaos el cuento que le he oído contar: a la puerta de la casa de un hombre rico, que daba banquetes espléndidos (como éste, Andreas, que, por cierto, está siendo inmejorable...), se sentaba un mendigo andrajoso llamado Lázaro, molestando siempre al dueño con sus quejas. Murieron los dos y ¿quién diréis que fue a parar al seno de Abraham? ¡El mendigo! En cambio el otro se abrasaba en el seol, y clamaba pidiendo a Abraham que Lázaro le diera un poco de agua para apagar su sed... Y Abraham contestaba que era ya demasiado tarde para cambiar su suerte...(Cf.Lc 16,1931)¿Qué os parecen las ideas del galileo? Todos reímos, porque sabíamos de sobra que las riquezas eran una recompensa de Dios por nuestra justicia, mientras que la pobreza del mendigo era, sin duda, merecida por sus malas acciones. Una historia con consecuencias Cuando se despidió el último invitado, me fui a dormir pero tuve una terrible pesadilla: me ardía la garganta de sed, mi lengua seca se me pegaba al paladar, y, desde el lugar pavoroso en que me encontraba, veía con claridad el rostro iluminado del mendigo que había expulsado de mi puerta, sonriendo y mirando en dirección a un resplandor que yo no veía, pero que supuse provenía del rostro de Abraham. Y lo más aterrador es que me daba cuenta de que la situación era irreversible y no podía hacer nada por cambiarla... Me desperté sobresaltado, inundado de sudor y de angustia, y no pude volver a conciliar el sueño. Al amanecer, me eché a la calle buscando quien pudiera decirme dónde podía encontrar a Jesús, sin saber aún hasta qué punto aquél encuentro iba a transformar mi vida... Han pasado muchos años y, aunque a él lo mataron, lo sabemos vivo entre nosotros. Ahora en el grupo de los que intentamos vivir haciendo lo que él hizo, nadie se sienta la puerta mendigando las migajas, porque en la comida fraterna en la que partimos el Pan, nadie es más que nadie, en ella se comparten el alimento y los bienes, y es imposible acumular porque siempre hay hermanos que necesitan ser socorridos. La fracción del Pan es para nosotros la manera concreta de crear fraternidad y de suprimir las barreras que las posesiones crean entre los hombres. Es entre nosotros mucho más que un rito, es nuestra manera de recordar a Jesús y con ese gesto, que nos reúne cada domingo para celebrar su Resurrección, expresamos nuestra preocupación porque coman los pobres y desposeídos de la comunidad. Y lo hacemos, no sólo por razones humanitarias, sino, sobre todo, por una exigencia de vivir lo que llamamos la koinonía, es decir, la comunidad de vida y de bienes que sabemos está en lo más hondo de la razón de ser de nuestra Iglesia. Y sabemos que, sólo cuando tratamos de vivir y compartir así, tienen 38 sentido cantar los himnos de alabanza y de acción de gracias al Padre que brotan del corazón de nuestra asamblea." Tiempo para la palabra “Cuando el Señor, tu Dios, os introduzca en la tierra adonde vais para tomarla en posesión, ofreceréis vuestros holocaustos y sacrificios: los diezmos y ofrendas, votos y ofrendas voluntarias y los primogénitos de vuestras reses y ovejas. Allí comeréis tú y tu familia, el presencia del Señor, vuestro Dios, y festejaréis todas las empresas que el Señor, tu Dios, haya bendecido. (...) Cada tres años apartarás el diezmo de la cosecha del año y lo depositarás a las puertas de la ciudad. Así vendrá el levita, que no se benefició en el reparto de vuestra herencia, el emigrante, el huérfano y la viuda que viven en tu vecindad, y comerán hasta hartarse.”(Dt 12,5-7; 14, 28-29) “¡Ay de los que se fían de Sión y confían en el monte de Samaría! Los señalados como jefes de las naciones, a quienes acude la casa de Israel.(...) Os acostáis en lechos de marfil, arrellanados en divanes coméis carneros del rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos, y no os doléis del desastre de José.” (Am 6,1.4-8) “Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos, oráculo del Señor. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana. Si sabéis obedecer, lo sabroso de la tierra comeréis; si rehusáis y os rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho el Señor.” (Is 1, 14-19) Tiempo para otras palabras Del individualismo a la fraternidad. “La Eucaristía es el proyecto de Jesús en camino, el proyecto de reconciliación que vino a vivir y a realizar, entre nosotros y con nosotros, en la tierra. La Eucaristía es ese movimiento de reconciliación que pasa por la mediación de las cosas. El gran tema que a todas las generaciones se les asigna como tarea a realizar y que nunca se realizará definitivamente, es el tema eucarístico: el tema de la igualdad entre todos los hombres, el tema de la relación y la reconciliación. La Eucaristía consiste en el paso de la desunión, la fragmentariedad y el individualismo egoísta, a la igualdad, la fraternidad y la comunión. Cuando un grupo que no era pueblo se hace pueblo, cuando esos individuos se han hecho comunión, han tocado en el centro de la felicidad. Porque la única felicidad humana consiste en amar verdaderamente y en ser verdaderamente amados”.(A. Paoli)1 39 ¿Es irremediable que exista Lázaro hoy? “ No dejar de creer que es posible organizar el mundo de otra manera. La “imposibilidad” actual es simplemente fáctica: no hay voluntad de hacerlo, estamos dominados por quienes no quieren hacerlo. Pensar que no hay alternativa o que es imposible, sería aceptar el “final de la historia”, el fracaso de Dios y la derrota de los humanos. No esperar a que fracase el neoliberalismo para atreverse a denunciar los estragos que provoca y su carácter antiético esencial. La lucidez profética consiste en declararlo ahora, no cuando, quizá muy pronto, sean los mismos directores del FMI o del Banco mundial quienes reconozcan su fracaso. Cuando esto ocurra, no faltarán profetas oportunistas que corearán lo que ahora, sumidos en un mar de perplejidades, no logran ver. Ser hoy, en ese sentido, continuadores de aquellas heroicas excepciones que se atrevieron a enfrentarse con el tráfico de esclavos de los siglos XVI-XIX, cuando nadie, ni en la sociedad ni en las Iglesias, se atrevió a negar la supuesta legitimidad evidente del sistema esclavista dominante.” (Agenda Latinoamericana 1998 ) 2 Hacerse “guardián de los hermanos”. Asistimos en nuestros días a una resistencia generalizada a relegar a la exclusión a quienes no siguen el ritmo de los triunfadores, a considerarlos como una rémora para los de la “primera velocidad”. Cada vez hay más individuos, grupos, pueblos o países enteros que se quedan desenganchados del rápido ascenso de otros hacia las esferas del tener, el poder o el saber, y todo se justifica desde la necesidad de competitividad o desde las exigencias del mercado. A eso se une una exigencia a disfrutar de manera inmediata de aquello que se percibe como “acrecentador del yo” en la línea del placer, el confort, la seguridad o el bienestar. La inquietud o la preocupación por los demás se difumina, o llega a desaparecer, relegada a la periferia de una conciencia atrofiada por la ganga del egoísmo. Se trata de una dinámica perversa, en total contradicción con lo todo lo que podemos saber del Dios que “lleva a cuestas a sus hijos” (Is 63,9) y que convoca a cada uno a ser “guardián de su hermano” (Gen 4,9). Podríamos preguntarnos por nuestra disposición a seguir a Jesús en su decisión de “demorar” la obtención de la propia felicidad hasta que no alcance a todos. Es una actitud que desaloja de uno mismo a ese “okupa” que es la búsqueda del propio bienestar, y deja libre ese espacio para albergar la solicitud y la preocupación por los otros. Tiempo para orar Dedica un tiempo a recordar que el “sacramento del altar” y el “sacramento del hermano” son inseparables, y que Jesús está realmente presente en ambos. Después de un rato de oración delante de la Eucaristía, sal a la calle a continuar orando, y trata de reconocer al mismo Jesús, delante de quien has estado, presente ahora en las personas con las que te vas cruzando, especialmente en aquellas en que parece más escondido. Hazte consciente de que es el mismo movimiento de amor el que te hará contemplar a Jesús allí donde está hoy: en la Eucaristía y en los hombres y mujeres más desvalidos y necesitados de afecto. Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes o adultos. 40 Repartir o leer este texto al que se podría poner por título: Las moradas de Lázaro, y comentarlo después buscando su conexión con la Eucaristía. "Por "infiernos" entendemos los lugares donde está el marginado, el que no llega a constituir un "tú" y, a veces, ni un "yo". En ese infierno malviven los "otros": sin azufre pero con bastantes pretendientes oficiales a cielo deseosos de quemarlos, ahorcarlos, desterrarlos, alejarlos; o, cosa de otros más piadosos, tratarlos pero de lejos, fuera de nuestra vista, por aquello de que lo que no se ve no existe. Conocéis bien a los indeseables moradores del Averno: ancianos demenciados, turutas sin remedio, drogadictos, alcohólicos crónicos, gitanos, extranjeros no regularizados ni regularizables y todo un largo etcétera, cada vez más completo y complejo. El descenso no está reservado a algunos privilegiados. Es camino a recorrer por todo el que de verdad se empeñe en alcanzar las huellas del Nazareno: "Fueron, vieron y se quedaron" (Jn 1,39)" (J.L.Segovia) 3 1. Pan y vino. Tierra. Del exilio a la comunión, Santander 1980, pp.17-25 2. “Propuestas para la coyuntura neoliberal” 3. "Descenso a los infiernos o las moradas de la marginación”: Boletín CEMI 44, Octubre 1995, pp.10-13 12. UNA MISMA COPA, UNA MISMA SUERTE -"¡Santiago, rema más aprisa! ¡Vamos, recoged esa red! ¡Tirad más fuerte muchachos...!" Desde pequeño me acostumbré a escuchar los gritos y las órdenes de mi padre, Zebedeo, y, junto con mi hermano Juan, aprendí de él el oficio de pescador. Nunca fuimos a la escuela y, como nos criamos en un ambiente de gente ruda, mi carácter se fue volviendo hosco y, a veces, hasta violento. Nunca podría explicar por qué nos decidimos a seguir a Jesús cuando él nos llamó, ni de dónde sacamos fuerza para abandonar todo lo que hasta ese momento había sido nuestra vida, para emprender junto a él una aventura incierta. Como era muy aficionado a bromear con nuestros nombres, un día, después de presenciar una bronca entre nosotros, comenzó a llamarnos "hijos del trueno" y a los otros del grupo les hizo gracia nuestro nuevo nombre. Nuestra familia no comprendía en absoluto la vida que llevábamos, y nos preguntaban en qué iba a parar todo aquello, si íbamos a conseguir algún beneficio económico, o si en aquél Reino del que Jesús hablaba con frecuencia, íbamos a ejercer algún puesto de importancia. La verdad es que, por aquel entonces, tampoco nosotros entendíamos demasiado lo que estábamos viviendo, y por eso, cuando nuestra madre se plantó un día delante de Jesús y le pidió con descaro que nos diera a Juan y a mí lugares relevantes junto a él en el gobierno de su reino, no nos importó demasiado porque, en el fondo, nosotros mismos lo estábamos deseando. También Jesús debía darse cuenta porque, en vez de contestarla a ella, se dirigió a nosotros y nos dijo algo que no pude olvidar nunca: - ¡No sabéis lo que pedís! ¿Podéis beber la copa que voy a beber yo? -¡Podemos!, contestamos a la par Juan y yo. El rostro de Jesús se volvió entonces sombrío y, mirándonos fijamente, dijo: - Sí, vais a beber de mi copa, pero el sitio a mi derecha y a mi izquierda es al Padre a quien corresponde concederlo...(Cf Mt 20,20-23) 41 En muchas ocasiones, cuando estábamos a la mesa, yo me acordaba de aquellas palabras sobre "beber de la misma copa" que era un dicho frecuente en nuestro pueblo y significaba la comunicación de un don único, la participación en una misma suerte, la vinculación en un idéntico destino. Pero, según pasaba el tiempo, pensar en ello me producía un escalofrío: me iba dando cuenta de que el cerco se estrechaba en torno a Jesús, y de que su vida, y quizá la nuestra, corrían ya peligro. LA HORA DE COMPARTIR SU SUERTE La última vez que cenamos juntos, pronunció la bendición sobre el pan y sobre el vino con una especial gravedad y, al irnos pasando la copa unos a otros y bebiendo de ella, todos lo hicimos sabiendo que estábamos comprometiéndonos, solemnemente, a compartir la suerte del Maestro. Lo que ocurrió después, lo recuerdo como momentos de vértigo: la guardia irrumpió en el huerto, lo prendieron y se lo llevaron, mientras nosotros huíamos despavoridos, como ovejas que se dispersan cuando el pastor cae herido. No fuimos capaces de mantener nuestro juramento, y la copa del sufrimiento y de la muerte tuvo que beberla él sólo. Y ¡cómo lloramos por ello después, encerrados en el cenáculo durante aquel sábado interminable...! Cuando se dejó ver y tocar por nosotros, paralizados por el asombro y la incredulidad en la mañana del primer día de la semana, empezamos a comprenderlo todo: había sido constituído Señor, y nos ofrecía de nuevo y de manera definitiva, participar en su suerte de Resucitado, en su vida misma, en la nueva creación que estaba inaugurando. Seguía brindándonos su copa e invitándonos a entrar en comunión con él, a vivir también una existencia entregada por todos. Hoy estoy en Roma y corren ya rumores de persecución contra nosotros, pero he perdido el miedo: sé de quién me he fiado y estoy convencido de que me dará fuerza cuando llegue la hora de beber, por fin, la misma copa que él bebió. Porque entonces tendré la alegría de entregar mi vida derramándola como él, y mi suerte, como la suya, estará segura entre las manos del Padre. Tiempo para la palabra “Rut dijo a su suegra Noemí: - No insistas en que te deje y me vuelva. A donde tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; donde tú mueras, moriré yo y allí me enterrarán. Sólo la muerte podrá separarnos." (Rut 1,16-17) "Salió el rey David a pie con todo el pueblo y se detuvieron en la última casa; estaban con él todos sus veteranos. Seiscientos hombres que le habían seguido desde Gat, marchaban delante del rey. Y dijo el rey a Ittay el guitita: - ¿Por qué has de venir tú también conmigo? Vuélvete y quédate con el rey porque eres un extranjero, desterrado también de tu país. Llegaste ayer y ¿voy a obligarte hoy a andar errando con nosotros, cuando voy a la ventura? Vuélvete, y haz que tus hermanos se vuelvan contigo y que el Señor tenga contigo amor y fidelidad." Ittay respondió al rey: -¡ Por vida del Señor y por tu vida, rey mi señor, que donde el rey mi señor esté, para muerte o para vida, allí estará tu siervo!". Entonces David dijo a Ittay: Anda, pasa".(2 Sm 15,7-22) 42 Tiempo para otras palabras En torno al término redentor. La palabra hebrea Goel , redentor, liberador, reenvía a una costumbre familiar de Israel, codificada en el Pentateuco para evitar abusos: en caso de asesinato, era el pariente más próximo de la víctima quien estaba encargado de la venganza. Más ampliamente, era el responsable de la protección de los suyos, encargado de salvarlos, defenderlos de la injusticia, liberarlos de la esclavitud pagando por ellos el rescate y asegurar la posteridad a quien moría sin hijos (Dt 19,6-13). En el exilio, el Segundo Isaías presenta a Dios como el goel de Israel: si Dios libera a su pueblo es porque, a causa de la Alianza, ha adquirido vínculos de parentesco, de sangre con él: “Yo te auxilio, dice el Señor, tu redentor...”(Is 41,14) Decir que Dios es goel es afirmar: - que el pueblo de Dios estaba reducido a una impotencia total y no podía salvarse a sí mismo - que el Señor se considera a sí mismo como el pariente más próximo de su pueblo y reconoce tener hacia él deberes sagrados (es el realismo de la Alianza) - que va a hacer lo necesario para restablecer la situación, para salvar a su pueblo oprimido y sin futuro, e incluso arrancarle de la muerte Lo importante es el vínculo familiar que la palabra evoca. Cuando Jesús dice que ha venido para dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45), afirma que él es el goel, el redentor no sólo del pueblo sino de la multitud y por eso no duda en entregar su propia vida. No es bíblica la idea de que la redención consiste en que Cristo ha pagado al Padre derramando su sangre para aplacar su cólera, o satisfacer su justicia. Un Dios que aceptara herir a un inocente para salvar a los culpables, no tiene nada que ver con el Dios Vivo. Hablar de redención es hablar de la intervención amorosa y poderosa de Dios que, en Cristo, salva al hombre de lo que lo convierte en esclavo. Tiempo para orar Lo que Jesús pide que hagamos en memoria suya es precisamente lo esencial de la Eucaristía: ofrecer la propia vida al Padre, entregarnos a los demás, "desvivirnos" por ellos (la manera más cotidiana de dar la vida...), romper algo de nosotros para que nazca vida... Puedes repasar junto a Jesús cómo va tu "actitud eucarística básica", y preguntarte si la Eucaristía en la que participas la alimenta y fortalece, o si sientes el peligro de asistir a un rito que no te va transformando. Abre el Evangelio y busca alguna palabra, gesto o actitud de Jesús detrás de la cual podría haber dicho "Haced esto en memoria mía..." Y habla con él sobre cómo puedes seguir viviendo hoy ese gesto en tu vida concreta, “en memoria suya”. Tiempo para compartir y celebrar la fe Con jóvenes y adultos A) Se pone sobre la mesa una copa de cerámica con vino, una luz o flores junto a ella y, después de leer la narración, cada uno escribe en una hoja la frase: "Para mí, correr la misma suerte de Jesús es... ", y la completa. Se pone en común y se termina con una 43 oración en la que se van leyendo algunos pasajes breves del evangelio, por ej.: "Yo estoy entre vosotros como el que sirve"; "El verdadero pastor da la vida por sus ovejas"; "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos"; "El hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza"; "El que quiera servirme, que me siga y, donde yo esté, estará también mi servidor"; "Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas..." Después de cada frase, se deja un momento de silencio y se puede repetir: "Ayúdanos a compartir tu suerte", o "Llévanos contigo adonde vayas", o cantar el estribillo de algún canto ("Señor, contigo iré...", "Juntos andemos, Señor...") Terminar pasando la copa y bebiendo el vino. B) Se ambienta la sala poniendo un cántaro o un recipiente de barro volcado, se leen las palabras de la consagración del vino, y cada uno expresa lo que significan para él esas palabras, y también el gesto de volcar, derramar, vaciar, entregar, y su relación con la palabra "desvivirse", que es una manera cotidiana de expresar el dar la vida. Para crecer con Jesús, Santander 1984 , pp.91-98 44