Meditaciones sobre la Virgen María: El Dulce Nombre de María (II) Si este santísimo nombre no puede sernos indiferente, antes bien debe interesarnos mucho el saberlo conocer y pronunciar con fervor, es muy importante el que nos detengamos a examinar y meditar lo que significa. Es muy difícil acertar con su verdadero significado... Se dan más de trescientas significaciones del mismo, y fue providencia del Señor el que este nombre significase muchas cosas y muy buenas todas, para darnos a entender que en la Santísima Virgen se recopilan todas las excelencias y perfecciones. De todas estas interpretaciones veamos las más probables, que son las siguientes: 1.º Hermosa.- Mejor aún «la Hermosura», por excelencia. Como si quisiera significar que Ella sola es «la hermosura» y que toda otra fuera de Ella no existe más que en apariencia. «Hermosa como la luna», la canta la Iglesia, porque así como en las oscuridades de la noche, donde todo es feo y triste, aparece la luz plácida, serena y bella de la luna, destacando en medio de las tinieblas y brillando más que todas las estrellas juntas... así María destaca y descuella por su blanca hermosura y la comunica a todos los que de Ella quieren participar. También la dice Tota pulchra. Toda hermosa, fíjate en esa palabra Toda, esto es, que en Ella no hay nada que no sea hermoso; su cuerpo, su alma, sus ojos, sus sentidos, su corazón... todo; porque en Ella no hay nada feo, ni manchado con ninguna cosa que mancille esa hermosura. Piensa en lo que el mundo llama hermoso y te convencerás de que no conoce siquiera lo que es la hermosura. A una belleza corporal, muchas veces artificial, siempre aparente, pues es algo exterior nada más... a eso llama hermosura..., con esa hermosura se contenta..., no conoce otra. En cambio, mira a María y siempre y en todo momento la verás hermosísima, y Toda hermosa; ¡qué bien, pues, la cuadra este nombre de María, si María significa eso! 2.º Señora y Dominadora.- Y qué cierto es que esta verdadera Señora nunca fue esclava, ni sierva del demonio... del pecado... de las pasiones. Sólo esclava del Señor..., pero por eso mismo Reina y Señora. El pueblo cristiano así lo entiende y por eso la llama Nuestra Señora. Recuerda cómo es Señora de los ángeles que se glorían en poderla servir. Los ángeles fueron muchas veces sus criados; en la Anunciación, en la huída a Egipto, en la cueva de Belén..., en el mismo Calvario, ángeles de dolor fueron a sostenerla y a llorar con Ella. Es Señora de los demonios, que la temen al oír tan sólo su nombre, huyen. Ante este unto nombre doblan las rodillas los Cielos, la tierra y los abismos. El demonio teme a la Señora, aún más que a Jesús, pues así Dios lo quiso, para que la humillación fuera mayor y más admirable el triunfo de María. Es, en fin, Señora los hombres. Pero Señora y Reina de Misericordia. Jesús ha dividido su reino y su cetro, y, quedándose Él con la justicia como Juez que es de vivos y muertos, ha dado a María el poder de la misericordia. Su Majestad y grandeza no ofende, no aterra, sino que arrastra amorosa, pero violentamente, aunque sea muy dulce esta violencia. Mira si no sientes en ti esto mismo al ponerte a los pies de esta Gran Señora. Por eso es Reina y Señora de corazones. Nadie sino Ella, tiene derecho a mandar en nuestro corazón. Examina si es Ella la que realmente manda y dispone como Señora absoluta de tu corazón. 3.º Mar y estrella del mar.- El mar es el conjunto de todas las aguas de la tierra y del cielo, que caen por medio de la lluvia y a él van a parar. Así, dice el Génesis, que al crear Dios la tierra, reunió todas las aguas en un punto y las llamó el mar. Del mismo modo sucedió con María; todas las gracias que el Señor repartió entre todas las criaturas, ángeles y hombres, las reunió en María... y por eso, es el mar de gracias, donde se encuentran todas las que queramos buscar. Del mar se levantan las nubes, que luego caen en forma de lluvia para fecundar la tierra; así derrama María del océano inmenso de sus gracias, las que hacen fructificar a las almas en virtud y santidad. Las aguas del mar son amargas, como fueron amargas las penas del corazón de María, verdadero mar de amargura, pues sufrió más que todos los corazones juntos en la Pasión de su Hijo. Por eso, se la llama Reina de los Mártires; por haber padecido más que todos ellos. En fin, es Estrella del mar. Porque es la luz que guía a los navegantes de este mar del mundo..., del mar de las pasiones, en el que fácilmente podemos naufragar..., en el que navegamos generalmente a oscuras, pues en todo instante nos ciega el amor propio y la fuerza de la pasión dominante. Ella es la estrella que está en lo alto para que siempre la podamos mirar..., siempre la podamos encontrar. Por eso la colocó Dios tan alto, para que desde cualquier parte la veamos. Pero por eso mismo también, no la podemos ver si no levantamos los ojos..., cuanto más los bajes a ver cosas de la tierra, menos la encontrarás. ¿Ves, qué bien la cuadra a la Virgen este nombre en todos y cada uno de estos significados? ¿Comprendes, pues, por qué sólo a Ella la conviene nombre tan excelso? ¿Trabajo por imitarla y tenerla siempre delante, repitiendo sin cesar este dulcísimo nombre, como el amante no gusta sino en repetir constantemente el nombre de la persona que ama? (Meditación 14, su Dulce Nombre, P. Ildefonso Rodríguez Villar)