Juana Castro Epifanías: El lenguaje de las entrañas La figura de Emily Dickinson, su forma de vida y su obra se habían convertido en el siglo XX casi en un lugar común. En vida era un caso curioso, una rareza no exenta de autoridad. Una mujer recluida, sin apenas relaciones ni visitas, a quien sus vecinos veían a veces, vestida de blanco, deambulando por el jardín. Después de morir, los primeros años queda olvidada, sin que la gente pueda siquiera especular con la existencia de su obra, desconocida. Luego empiezan las ediciones de Mabel Todd, la amante de su hermano, en 1890. Y ya en esas ediciones, aunque corregidas y censuradas, el gran público, sus conciudadanos incluidos, descubre que allí, en aquel diminuto universo de su casa en Amherst, Emily ha desarrollado una tarea ingente y esplendorosa. Ingente porque no eran unos pocos poemas lo que había escrito. Eran casi dos millares, de los que nos han llegado mil setecientos ochenta y nueve. Cómo fue capaz de dar a luz toda esa serie de cuadernos manuscritos (quizá 40, los que encontró su hermana, Lavinia), más la correspondencia conservada, más la obra perdida o destruida. Y esplendorosa porque desde el principio, y a pesar de los cambios introducidos, lectoras y lectores de todo nivel sociocultural advierten que se encuentran ante un caso valioso y nuevo, la de una poesía inédita y singular. ¿Qué es lo que hace que la obra de Emily sea valorada desde un principio? Tenía en su contra variados motivos y circunstancias: Su escritura que había saltado por encima de las reglas gramaticales –puntuación, mayúsculas, guiones– unida a la leyenda que varias personas y diversas generaciones forjaron sobre ella. Si escribía del amor, ¿por qué no se le conocían amores? Si era culta y conocía la literatura, sobre todo la de habla inglesa, ¿por qué no había escrito manteniendo sus reglas? Si, como todo artista, esperaba que su obra fuese conocida y reconocida, ¿por qué no había publicado? Cada cual fue dándole una explicación más o menos plausible, y así se creó la leyenda de la mujer DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual Duoda46.indd 70 46 | 2014 04/04/14 13:06 enamorada del amor, con la vida hacia dentro, volcada en los libros y tal vez sin buena salud psíquica. Leyendo la obra de Emily Dickinson y leyendo, sobre todo, el volumen POEMAS 1-600. Fue – culpa – del Paraíso, podemos llegar a la conclusión de que Emily fue una mujer excepcional. Porque no es fácil tanta reclusión y porque usualmente, cada creador, cada creadora, aspira a que su obra se conozca. ¿O era una mujer común y fueron las circunstancias de una constatación –una o varias– las que hicieron que tomara esa decisión tan drástica de encerrarse, de no necesitar más lector que su cuñada Susan, más confidente ni más relación ni más amor? Muchos secretos y más vicisitudes conoceríamos si pudiésemos leer su correspondencia, pero, ¿para qué? Para qué si el arte se sostiene por sí solo, se defiende por sí solo, la poesía es susceptible de uno o de varios niveles de lectura, más cuanto más valiosa, y ahí está. Mi teoría, que es a un tiempo mi experiencia, es que la vida de Emily fue vivida intensamente, con una mirada exquisita, implacable, sobre todo cuanto la rodeaba y sobre todo cuanto ella sentía. No hay objeto más apasionante que el mundo y el vivir, y a eso se dedicó Emily. Fue escribiendo lo que veía, lo que acontecía, los cambios de la naturaleza, su sentir y cada percepción, la visión de las relaciones que la circundaban, las estaciones –flores, frutos, cielo, animales, nieve, música, viento– y el tema de la muerte, que nunca abandonó, como algo que formaba parte de la vida. Parece que los primeros documentos poéticos que conocemos están ligados a la exaltación de personajes o hechos: es la épica, relacionada con la historia y la política. Pero la poesía lírica, que habla desde la singularidad de cada ser, trata de los sentimientos. Es el caso de Safo, del Rig-veda de la India (siglo XV a.C.) y en castellano de las canciones de amigo, escritas por mujeres anónimas. La diferencia entre una y otra es que la primera, la épica, no puede existir ni subsistir sin un mecenas, mecenas que a 71 Traduir l’escriptura femenina / Traducir la escritura femenina, Tema monogràfic Duoda46.indd 71 04/04/14 13:06 Juana Castro cambio de dinero y/o poder acaba siendo el objeto cantado, personalmente o en sus intereses y gestas. La segunda, la lírica, en cambio, empieza siendo personal y libre, no necesita amparo de mecenas. Ese es el caso de Emily. En el siglo XIX la cultura es masculina y está en manos masculinas –no es que las cosas hayan cambiado mucho, si miramos la orquestación del lenguaje que hace hoy la RAE o los reconocimientos públicos a la creación femenina, tan alejados unos y otros de la realidad. Por eso cuando Emily descubre que T.W. Higginson, persona en quien creía poder confiar, no sabe leer sus poemas, ese hecho le aporta una razón más para su decisión de no publicar ni participar en la vida literaria. Esa decisión, su dedicación y su compromiso consigo misma es lo que más me admira. ¿Quién no necesita un reconocimiento, un premio, una lisonja? ¿Y quién puede, en estos momentos, prescindir de la crítica, de las relaciones, de las redes sociales…? Hoy, cuando la palabra está tan maltratada por el lenguaje político, que ha acabado por contaminar a otros sectores como el judicial, el médico, el de la publicidad y los medios, hasta acabar prostituido, la palabra de Emily Dickinson resuena más limpia, más clara. El lenguaje al que asistimos y con el que hoy nos manejamos, tan banal, caduca al día siguiente, o incluso en horas, por eso hay que volver a los inicios, necesitamos el lenguaje sagrado, el entrañado, el que habla desde la verdad y el corazón, el que trata de lo único verdaderamente importante: el mundo y las relaciones, entendiendo por mundo ese todo que abarca la naturaleza y el yo, el saber de cada día y el saber transmitido: el saber de la experiencia, que es lo vivido. Ciñéndome a mi trayectoria, cuando por primera vez tuve que escribir una poética dije: “Escribo para desentrañar el mundo y para desentrañarme a mí misma”. No sé hasta qué punto era ya yo consciente del uso que de la palabra “entrañas” había hecho otra autora, la gran María Zambrano. En De la aurora escribe: DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual Duoda46.indd 72 46 | 2014 04/04/14 13:06 “mi sentir originario acerca de un logos que se hiciera cargo de las entrañas, que llegase hasta ellas y fuese cauce de sentido para ellas; que hiciera ascender hasta la razón lo que trabaja y duele sin cesar, rescatando la pasividad y el trabajo, y hasta la humillación de lo que late sin ser oído, por no tener palabra. Un logos... que fuese –lo he dicho– voz de las entrañas, luz de la sangre.”1 María habla del fin, yo del camino o del método. Desentrañar era desvelar, ir descubriendo para comprender, para conocer. Pero también des-entrañar es hablar con el lenguaje de las entrañas, el de la lengua materna, propio de cada mujer, que refleja su vida, su historia y su singularidad. Hace unos años la medicina supo que en el intestino reside un segundo cerebro: el tejido que recubren esófago, estómago, intestino delgado y colon está compuesto por redes de células nerviosas, neurotransmisores y proteínas, que actúan como mensajeras entre neuronas, capaces de aprender, de influir sobre el estado de ánimo y sobre la salud. Viven ahí más de cien mil millones de neuronas, casi tantas como en el cerebro. Ese segundo cerebro, en el cuerpo femenino, es doble, porque cada mujer, además de los órganos comunes, posee otros, capaces de generar vida y albergar a otro ser. Las mujeres, por fisiología como por cultura, son portadoras de la cualidad extrema de las entrañas, capacidad también de ser dos para la vida como para la relación. Lo femenino es pues entra-ñable. Esa capacidad de entrañarse o de des-entrañar la han llevado a cabo en su obra plástica no pocas artistas. Y, sin intentar agotar el tema, recuerdo a algunas de las que por diversas razones he sentido cerca, a lo largo de mi vida o en el último año. María Blanchard con sus bodegones, esa infinidad de mujeres y niñas, la representación constante de la maternidad…: su pintura, cubista, respira domesticidad. Las figuras de Remedios Varo se alargan 73 Traduir l’escriptura femenina / Traducir la escritura femenina, Tema monogràfic Duoda46.indd 73 04/04/14 13:06 Juana Castro hacia lo mágico, lo enigmático y lo onírico, y toda su obra rezuma misticismo, sin dejar de estar también ella presente. Louise Bourgeois necesitó toda su larga vida para reconciliarse con su madre, representada como la gran araña tejedora, y en su última etapa cosió y recosió muñecas de trapo, tanto como las sábanas y manteles de su propio ajuar. Y Frida Kahlo se pintaba y autorretrataba una y otra vez, en ese afán por entrañar y des-entrañarse. Emily Dickinson no necesitó inventar temas nuevos. Los tenía ahí, dentro de sí, al lado de sí. Cuánta riqueza hay a nuestro lado, dentro de cada una, para poderla escribir y transcribir. Si mantuviéramos silencio, atención, amor: el cielo, las abejas, el rocío, los ojos, el musgo, la colina, la rosa, el petirrojo… y siempre el diálogo con el tú, con la amada, con lo mistérico y lo sagrado. Una espiritualidad la de Dickinson que no necesitó de dogmas ni de iglesias para su realización, como escribe Susan Huntington Dickinson, su cuñada, en la bellísima nota necrológica que escribió y publicó a su muerte. La lectura de la obra de Emily es universal, a todas nos ilumina, nos emociona, nos limpia, y también a ellos, los hombres. ¿Cómo lo hizo? Sencillamente, sacando de sí lo personal de sí, la mirada más suya, la percepción de cada día, sin intentar copiar a nadie ni asemejarse a los poetas de éxito del momento. La grandeza de su poesía estriba, para mí, en esa “quietud” semejante a la del arrobo místico, que le permitió mirar, y partir del cuerpo a la experiencia, el deseo y el lenguaje. Lenguaje y palabra que, como escribió María Zambrano, parte de “un logos que le da voz al sentir de las entrañas”. Por ahí camina su poética. Y quiero recordar que Emily se adelantó en casi un siglo a poner en práctica ese “cuarto propio” que Virginia Woolf iba a escribir después. Es ilustrativa la anécdota de que un día, haciendo el gesto de girar una imaginaria llave delante de la puerta de su habitación, le dijo a su sobrina, la hija de Susan: “Mathy, aquí está la libertad.” DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual Duoda46.indd 74 46 | 2014 04/04/14 13:07 La tarea –y la virtud– de las traductoras ha sido la de acercarse a esa escritura sin ataduras, despojadas de academicismo, acercarse como recién levantadas, limpias, olvidando lo repetido en los manuales y lo repetido en ese lugar común en que se había convertido nuestra autora. Y ser fieles a ella, a la mujer y a la poeta Emily, respetando su forma de escribir. Si escribe con mayúscula Amor, Vida, Rosa, Pájaro, Dulce, Ciervo, Pie, Piedra, Abeja, Palpitante, Melodía o Ama de Casa es porque ese ser concreto, el calificativo o una acción ella los eleva de entre su especie, lo elige para significar, porque es vivencia o ser relacionalmente vivido, diferente a todos los demás. Las traductoras han optado por acercarse a cada poema, a cada palabra, pretendiendo serles siempre fieles al deseo, a la dicción y a la experiencia de Emily. En verdad, Emily esperaba a sus traductoras al español desde siempre, aunque en su mansión actual no exista el tiempo, por eso no había prisa. Y el momento llegó, ha llegado. Y aquí tenemos esta Epifanía hecha de muchas epifanías volcadas de una lengua a otra lengua desde el amor y desde la fe en la grandeza y la especificidad de una obra. ¿En qué lenguaje? En el de las entrañas, el lenguaje que sabe venir desde el vivir, desde la pura reflexión, desde la propia verdad; el lenguaje que es “epifanía de realidad” en palabras de Milagros Rivera2 y que hace coincidir las palabras con las cosas. Recepción del artículo: 15 de setiembre de 2013. Aceptación: 15 de octubre de 2013. Palabras clave: Libertad – Epifanía – Mundo – Vivir – Relaciones – Naturaleza – Entrañarse/Des-entrañarse Keywords: Freedom – Epiphany – World – Live – Relationships – Nature – To Become Attached To/To Detach From 75 Traduir l’escriptura femenina / Traducir la escritura femenina, Tema monogràfic Duoda46.indd 75 04/04/14 13:07 Juana Castro notas: 1 María Zambrano, De la aurora, Madrid: Tabla Rasa Ediciones, 2004, p. 187. 2 María-Milagros Rivera Garretas, Signos de libertad femenina (En diálogo con la historia y la política masculinas): “En la contemplación, a una mujer se le hace epifanía de la realidad, que es la expresión con la que María Zambrano llamó en el siglo XX a la visión”, citando a su vez a María Zambrano, El hombre y lo divino, Madrid: Siruela, 1991, p. 245 en Biblioteca Virtual de Investigación Duoda (BViD), www.ub.edu/duoda/bvid/obras/Duoda. DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual Duoda46.indd 76 46 | 2014 04/04/14 13:07