reflexión Revista de la Agrupación de Miembros El mundo ha cambiado... y se me puede caer encima (Ahora, o dentro de unos años) BARTOLOMÉ ALARCÓN PROFESOR Decir que el mundo se encuentra en continuo cambio es algo manido y, probablemente en muchos aspectos, incierto. Incluso más incierto en los aspectos más importantes, en los fundamentales. En mi opinión, los cambios ya se han producido, los hechos, los datos y las tendencias están ahí; es el momento de identificarlos, diagnosticarlos y proponer medidas para actuar en el presente. Mirar al futuro da vértigo pero, tal y como se repite continuamente desde el área de política de empresa, es esencial. Tanto más importante cuanto más drásticos y fundamentales son los cambios, me atrevería a añadir. Dos cambios en el entorno resaltan, en mi opinión, sobre los demás: la globalización y el aumento de la esperanza de vida. El mundo ha cambiado Hasta la generación que hoy ronda los sesenta el devenir de la vida de un directivo, de forma muy sucinta, era el siguiente: poco más de 20 años de formación, 40 de desempeño profesional (con frecuencia en la misma empresa, con gran estabilidad y paulatino desarrollo según las normas de la compañía) hasta jubilarse con los 65 años y, tras 7 años de 24 Nº 2. SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001 dudosa salud, morir a los setenta y pocos. Los cambios mencionados anteriormente han hecho que la biografía del directivo cambie en profundidad. La globalización, esa carrera desenfrenada y sin final por la reducción de costes, es la causa, por un lado, de la aparición del denominado "desempleo de cuello blanco" y, por otro, de una tensión en el trabajo que está acarreando un estrés que muchas veces desencadena la enfermedad. La esperanza de vida (situada hoy en 83 años para un varón de 50, y mayor claro está cuanto más se ha vivido) significa el aumento en algo de la juventud y en mucho de Revista de la Agrupación de Miembros la vejez, pues se ha logrado en gran medida alargar la vida, pero en poca el retrasar el momento de aparición de las enfermedades. Por todo ello, la biografía de un directivo puede ser ahora la siguiente: 25 años de formación intensa, pero que requerirá mantenerse durante la práctica totalidad de la vida activa (sufriendo, en algunos casos, cambios de enfoque). 35 años de vida profesional, tal y como la venimos entendiendo, cuyo éxito dependerá sobre todo de lo que cada uno se ayude, no delegando la responsabilidad sobre la propia carrera profesional en la organización para la que se trabaja. 25 años de vida postprofesional. Los 10 primeros con buena salud pero, frecuentemente, con gran frustración; los 15 restantes aquejado de alguna enfermedad crónica o degenerativa que, además, resulta tan cara... Sí, creo que el mundo ya ha cambiado, los datos y las tendencias están ahí, son públicos aunque a primera vista a alguien le parezcan negativos. ... y se me puede caer encima (ahora o dentro de unos años) Si es cierto, y pienso que en alguna medida lo es, que el Gobierno es el imperio de las circunstancias parece claro que un cambio en la trayectoria vital como el descrito anteriormente requiere un cambio en los criterios de actuación. Estoy convencido que las crisis dependen, sobre todo, de cómo se han vivido los momentos de bonanza, de lo que se hizo y de lo que se omitió. El enfoque de acción con el que siempre trabajamos nos lleva a idear medidas positivas para realizar entre los 30 y los 60 años. Pienso que con anterioridad a tratar sobre las medidas que podemos tomar pueden ayudar algunas preguntas para reflexionar: ¿Conoce los datos y previsiones sobre la evolución del desempleo de cuello blanco?. ¿Ha tratado con directivos que hayan sufrido algún tipo de regulación?. ¿Conoce los parámetros que determinan hoy el mapa de las carreras directivas? ¿Aplica las técnicas existentes para la gestión de la carrera profesional? ¿Conoce las consecuencias del estrés incontrolado y prolongado? ¿Es consciente que, de caer en una depresión, las pastillas alivian los síntomas pero raramente curan?. ¿Ha pensado que el 80% de sus relaciones se extinguirán en el momento de jubilarse?. ¿Se ha situado ya en el "bocadillo" entre unos padres maduros, tal vez incluso enfermos, y unos hijos en el mejor de los casos independizados?. ¿Se ha imaginado lo que es compartir 60 años de su vida con la misma pareja?. ¿Ha calculado el dinero que necesita para no rebajar el nivel de vida que le gusta durante los 25 años posteriores a su jubilación? ¿Ha considerado que 15 de ellos posiblemente requieran una aportación adicional para cuidados médicos? Allá por 1994 Antonio Vázquez, un compañero de mi promoción del DEA y desde entonces buen amigo, me llamó para comentarme que en uno de sus viajes a China había aprendido algo de gran interés. El chino, me contaba, es un idioma que forma las palabras uniendo otras que aportan su significado (al modo de nuestro para-aguas); en esos años duros le llamó la atención reflexión que en ese idioma "crisis" fuese la unión de "caos" y "oportunidad". Entiendo que así ocurre con el tema que nos ocupa. Por supuesto que las preguntas anteriores conllevan caos, sobre todo al ser generaciones frontera que no cuentan con referencia histórica para saber cómo se han dado respuesta a tales cuestiones (siempre han existido personas mayores, pero nunca generaciones enteras de mayores); pero estoy convencido de que existen también grandes oportunidades para aquellos que reflexionen y actúen a tiempo. Cantidad o calidad de vida De usted depende dar vida a los años... El profesor Lucas señalaba dos grandes retos humanos, el primero disponer de tiempo y el segundo llenarlo con dignidad. El primero, entiendo, nos vendrá dado por los avances médicos y sociales (esto es sí mismo ya es una gran oportunidad). El segundo depende enteramente de nosotros. Y me atrevo a añadir, y tanto mejor cuanto antes nos ocupemos de ello; esperar a la jubilación me parece cuando menos riesgoso... «El enfoque de actuación con el que siempre trabajamos nos lleva a idear medidas positivas para realizar entre los 30 y los 60 años». Bartolomé Alarcón Cuenca Ingeniero Industrial por la Escuela Superior de Ingenieros Industriales de Sevilla. Realizó un M.B.A. en el Instituto de Empresa de Madrid. Además, es Diplomado en Alta Dirección de Empresas Agroalimentarias por el Instituto Internacional San Telmo. Sevilla. En los sectores: informática, metal y servicios a empresas, ha ocupado puestos técnicos, comerciales y de gerencia, desarrollando frecuentemente el lanzamiento de nuevos servicios y la creación de empresas. En su experiencia internacional, ha llegado a ser persona consultiva de la DG. XII y DG. XIII de la C.E.E. En la actualidad, es Director de Desarrollo del Instituto Internacional San Telmo y forma parte de varios Consejos de Administración. En cuanto a la docencia, es Profesor asociado E.S.I.I. de Sevilla, Profesor del Área de Política de Empresa del Instituto Internacional San Telmo y autor de Casos prácticos y artículos Nº 2. SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001 25 reflexión Revista de la Agrupación de Miembros En las sesiones académicas que venimos teniendo en los últimos años sobre estos temas en los programas reflexionamos sobre las consecuencias de preguntas como las anteriores para intentar adelantarnos y convertir el caos en oportunidades personales. Tras un análisis "trágico" de la situación se intentan identificar los retos más importantes durante la etapa profesional, convencidos de que es en este periodo en el que mejor se puede actuar (además, para dos de los grandes peligros como son el desempleo de cuello blanco y la depresión por estrés sólo tiene sentido actuar durante este periodo). Por último, se sugieren algunas líneas de actuación que pudiesen ayudar a realizarlos, pero siempre pensando que es más importante identificar claramente los retos pues el modo de acometerlos puede depender más de las circunstancias de cada uno. Los principales retos, en mi opinión, son los siguientes : a) Preservar la salud física y, sobre todo, psíquica. b) Eliminar o recuperar los déficits afectivos. c) Asegurarse los medios económicos necesarios para la etapa postprofesional. d) Mantener la actividad profesional hasta los 75 años, aunque no sea remunerada ni a tiempo completo. e) El enriquecimiento personal. Termino este punto recordando la definición de salud, a mi juicio enriquecedora, con que trabaja la Organización Mundial de la Salud: el bienestar físico, psíquico y social del individuo. La difícil maraña de los afectos Aunque me gustaría tratar someramente los retos señalados y como pienso que se podrían acometer (y lo haré si sigo contando con sitio en nuestra revista), prefiero detenerme, aun a riesgo de ser excesivamente sintético y simple, en el campo de los afectos por un doble motivo. En primer lugar, por que por pudor 26 Nº 2. SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001 «Los esfuerzos dedicados al cuidado del cuerpo y a proveernos de medios materiales no se comprenden plenamente sin el cuidado de las relaciones sociales». hablo poco de estos temas en las sesiones, y en segundo lugar y como consecuencia del anterior, nada he escrito sobre ellos en el documento con el que vengo acompañando las mismas. Algunas premisas me parecen básicas: a) Las personas, a cualquier edad, no pueden entenderse aisladas. Los esfuerzos dedicados al cuidado del cuerpo y a proveernos de medios materiales no se comprenden plenamente sin el cuidado simultáneo de las relaciones sociales en su sentido más amplio. b) Observo que es frecuente que un alto directivo llegue a la década de los 50 con lagunas en sus relaciones afectivas. Entiendo que no es casualidad. Las relaciones dejadas en libre evolución tienden siempre a empeorar (el ser humano, se sabe desde antiguo, es menos sensible a las luces que a las sombras). La presión del día a día es muy fuerte, el número de horas dedicadas al trabajo enorme, el número de horas que el trabajo nos ocupa la cabeza aún mayor. Es comprensible que dejemos a la inercia esas relaciones que, precisamente por estar engrasadas por el afecto, nos meten menos presión. Además, solemos saber tan poco de ellas c) Aristóteles las definió como "amores de benevolencia" (aquellos en los que se busca el bien del otro por encima del de uno mismo; las otras, regidas por el interés, no las consideraba propiamente amor y les daba un lugar muy secundario). Las clasificó en tres tipos de naturaleza distinta: las de pareja, las paternofiliales y las de amistad. Saber que Aristóteles encontraba en ellas diferencias sustanciales nos puede servir para entender que la relación con los hijos y la pareja no es cuestión de "amiguetes", aunque se empeñen en ello las películas americanas. Pienso que los dos actos humanos por excelencia son la libertad y el amor, pues exigen el ejercicio al unísono de las dos potencias superiores del alma, la inteligencia y la voluntad, conocer y querer personales. En lo que me resta de artículo quisiera detenerme algo en el amor de pareja, en mi opinión, el acto humano más completo ya que es el único que, a través de su carácter sexuado, hace in- Revista de la Agrupación de Miembros reflexión «Vivimos en una sociedad enfocada a las emociones fuertes, por lo que se nos escapa la grandeza de lo ordinario». tervenir también la corporeidad. Puede ser opinable que sea el más completo, pero de lo que no cabe duda es de que es el más complejo: la voluntad iluminada por la inteligencia (que no deslumbrada, cuidado) fundida en lo sensible para, de dos seres distintos, hacer sólo uno. Se cuenta, que en el comienzo de los tiempos, existía un ser que llevaba en sí mismo el milagro de la vida y que, por este motivo, se llenó de vanidad llegando a pensar que era el ser más perfecto de la creación. Entonces, para castigarlo, los dioses lo separaron. Y desde entonces existen el hombre y la mujer, y desde entonces se buscan para recuperar la unidad y la armonía perdidas… Pienso que este mito encierra la grandeza y la complejidad de este tipo de relación. En fín, al pasar los años, una auténtica maraña. En primero de carrera, guardo un fuerte recuerdo, vi una película que me hizo pensar mucho sobre este tema, "El violinista sobre el tejado", en la que se narra la adaptación de una familia judía (regida por el peso de la tradición) a la vida de los años sesenta en Estados Unidos. Por supuesto, el matrimonio entre judíos venía siendo convenido por los padres. En la película las tres hijas deciden casarse por amor. En el momento en que la última se lo comunica a sus padres y sale de casa, el padre visiblemente aturdido le pregunta a la madre: ¿me amas?. Ella, que estaba cosiendo, lo mira sin comprender y sigue cosiendo. El insiste, ¿me amas?, ella deja de coser y responde: "te he dado de comer, he criado tus hijos, te he cuidado cuando estabas enfermo y he compartido mi lecho; si eso es amor, no lo sé". El, pareciendo recuperar la cordura, responde: "imagino que no cambia nada, pero que alegría el saberse amado durante tanto tiempo". Creo que en este diálogo, en apariencia de sordos, están algunas de las claves para intentar desliar la maraña. El le pregunta por un sentimiento, ella le contesta con hechos. El se sitúa en un plano netamente subjetivo, ella le responde en uno absolutamente objetivo. ¿En cual de ellos está verdaderamente el amor? Sin duda, en ambos, un sentimiento (siempre sujeto a altibajos) unido al querer construir una vida en común con otra persona; pero explicar esto requeriría más espacio que este ya extenso artículo. Tan sólo recordar la reflexión de un autor inglés: "cuando éramos novios le tocaba una pierna a mi novia y temblaba todo mi ser. Ahora, al tocarla, no siento nada; pero si a ella le cortasen una de sus piernas, sería como si yo perdiese una de las mías". En el primer momento el amor era sobre todo pasión, en el segundo se ha convertido en una componente vital. Parece haberse logrado el mito con el que iniciaba esta reflexión precisamente cuando ya poco se habla o se siente el amor y todo pudiera parecer rutina. Dos razones pueden ayudarnos a entender, y tal vez puedan servir de antídoto, por qué identificamos como amor el primero y no el segundo: a) Las artes sólo nos muestran la cara ardiente del amor, es lógico (¿qué interés puede tener para la poesía o el cine la cotidianeidad, lo rutinario?); por lo que fácilmente tendemos a identificar el amor con el estar enamorado. b) Vivimos en una sociedad enfocada a las emociones fuertes, por lo que se nos puede escapar la grandeza de lo ordinario. Sería impensable al preguntarle a un griego si iría a ver la representación de Antígona que nos respondiese, "no, ya la he visto", como frecuentemente puede pasarnos a nosotros con una película de cine. Nosotros buscamos la sorpresa en el argumento, ellos los matices de cada puesta en escena. Poder apreciar lo cotidiano exige un enfoque contemplativo, incompatible (sin un esfuerzo consciente y deliberado) con las prisas con las que vivimos. Es bueno, de vez en cuando, mirar nuestros proyectos vitales; y entre ellos el ámbito y profundidad de nuestras relaciones. Particularmente en ese momento, como en "el violinista en el tejado", en el que los hijos se van de casa y se queda tan vacía… y la pareja tal vez igual de vacía al haber agotado el proyecto inicial de criar a los hijos. Hay otros muchos proyectos, otras muchas oportunidades, antes y después de este momento. Pienso que es útil reflexionar sobre estos temas, pues como repetimos en las sesiones, no es posible sin reflexión tener una postura personal; tomarle el pulso a las situaciones y encontrar las propias oportunidades que, en este campo, siempre serán personales. Nº 2. SEPTIEMBRE-NOVIEMBRE 2001 27