LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA DEL SIGLO XIX

Anuncio
LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA
DEL SIGLO XIX. TENDENCIAS AUTORES Y OBRAS
El Realismo es un movimiento que surge en Francia a mediados del siglo XIX y se
extiende por toda Europa hasta finales del XX. Sin suponer una ruptura radical con el
Romanticismo, su fue poco a poco alejando de él hasta terminar siendo antagónico. A
España llega de un modo tardío, pero dará lugar a algunas de las mejores obras de
nuestra literatura. Esta segunda mitad de siglo XIX será convulsa en nuestro país.
Aunque tarde, va triunfando el capitalismo, progresa la revolución industrial y crece un
incipiente movimiento obrero. Terminará el reinado de Isabel II con la revolución de
septiembre del 68, lo que permitirá la instauración de la 1ª República, de breve vida,
sustituida pronto por ese largo periodo de relativa prosperidad económica y falsa
democracia denominada Restauración.
Precisamente los acontecimientos históricos serán importantes en este nuevo
movimiento, ya que uno de sus rasgos principales será su integración en la trama de
las novelas. El Realismo se caracteriza además por una cuidadosa observación de la
realidad, una realidad próxima al autor: tiempo contemporáneo, lugares conocidos y
reconocibles, conflictos frecuentes entre la gente común, como las dificultades
económicas, el adulterio, el ascenso social, etc. Será la novela el género que mayor
auge experimente y este movimiento le dará la forma definitiva que en gran medida ha
llegado a nuestros días. Serán extensos relatos con multitud de personajes de todos los
estratos sociales, aunque la burguesía será la protagonista, con un narrador
omnisciente y una estructura cronológica lineal, minuciosas descripciones y finales
cerrados. Habrá técnicas novedosas como el estilo indirecto libre o el monólogo
interior.
El movimiento nace en Francia, con autores como Stendhal (“Rojo y negro”),
Honoré de Balzac (“La comedia humana”) y sobre todo Gustave Flaubert, autor de
“Madame Bovary”, considerada la mejor novela realista. El Realismo se extendió con
éxito por todo Occidente (en Inglaterra Charles Dickens; en Rusia, Tolstoi o
Dostoievski; en América, Henri James…) y en España, aunque de modo algo tardío,
también se terminó imponiendo. Se suele considerar a “La Gaviota”, de Fernán
Caballero (seudónimo de Cecilia Böll de Faber), la primera obra realista. Es una novela
de tesis tradicionalista que enfrenta la sabia y sencilla vida rural a los peligros, morales
sobre todo, de la gran ciudad. De ideología parecida, aunque de mayor calidad
literaria, son las novelas de José María Pereda “Peñas arriba” y “Sotileza”, ambas
ambientadas en Cantabria, quien muestra en ellas los perniciosos efectos del progreso
en la sociedad tradicional. Un caso particular es Juan Valera, autor de mucho prestigio
(“Pepita Jiménez”, “Juanita la larga”), más interesado en el análisis de la psicología de
los personajes que en el retrato fiel de la realidad mediocre y dura de finales del XIX.
Benito Pérez Galdós será el gran narrador de esta corriente. Su prolífica obra recorre
las distintas etapas del movimiento, desde la novela de tesis (“Doña Perfecta”), la
novela histórica (“Episodios nacionales”), las más prototípicamente realistas y que él
llamó “novelas contemporáneas” (“Miau”), el Naturalismo (“La desheredada”),
terminando en novelas de carácter más simbólico (“El caballero encantado”).
“Fortunata y Jacinta” es considerada su mejor novela. En ella, a través de la peripecia
de dos mujeres enamoradas del mismo hombre, se retrata a la sociedad durante el
sexenio revolucionario. Autor importantísimo también es Leopoldo Alas “Clarín”, quien
creó quizá nuestra mejor novela realista: “La Regenta”: una historia de adulterio que
sirve para mostrar la mediocre vida social de una ciudad de provincias. Por último, hay
que mencionar a Emilia Pardo Bazán, intelectual de mucho prestigio y autora de “Los
pazos de Ulloa”, un retrato descarnado de la sociedad rural gallega, que se mueve
entre la decadencia de una aristocracia inútil, la corrupción de la burguesía y las
miserables condiciones de vida del pueblo.
Con raíces en el Realismo y también nacido en Francia, surge a mediados de siglo
el Naturalismo. Es un movimiento que radicaliza las posturas del Realismo. La
protagonista ya no será la burguesía sino los estratos más bajos de la sociedad:
obreros, prostitutas, mendigos… Basado en el determinismo materialista y con fines
inequívocamente críticos y de denuncia, hay en sus obras una obsesión por la
observación minuciosa, por los ambientes sórdidos, por la verosimilitud y por la
objetividad, hasta el punto de que el narrador casi desaparece en favor de los
personajes. Es Émil Zola (“Germinal”, “Nana”) el autor que creó el movimiento y su
mejor exponente. En España, los presupuestos ideológicos del Naturalismo (el
ateísmo) impidieron su desarrollo. No obstante, se puede rastrear su influencia en
aspectos como la importancia de la herencia genética en los individuos o el retrato del
mundo de la mendicidad en Galdós (“Misericordia”) en Clarín (“Su único hijo”) o en
Pardo Bazán (“La madre naturaleza”). Quizá sea Vicente Blasco Ibáñez el autor a quien
más claramente se le pueda encuadrar en este movimiento. En obras como “Cañas y
barro” o “Arroz y tartana” se describen crudamente las inhumanas condiciones de vida
de los agricultores de la Albufera valenciana.
En definitiva, Realismo y Naturalismo, aunque hayan experimentado valoraciones
desiguales a través de los tiempos, han hecho de la verosimilitud, del análisis
psicológico de los personajes y de la observación parte fundamental de la literatura
contemporánea. Y han alumbrado alguna de las mejores novelas de toda nuestra
historia.
Descargar