EL MUNDO / DOMINGO / 9 / DICIEMBRE / 2012 Nº 437 / CRÓNICA / 3 contadores de luz nuevos que se conocen como «soplones» para que las compañías conozcan al segundo cómo la gente gasta la luz. Y las radiaciones que emite uno sólo de estos contadores equivale a la emisión electromagnética de 40 wifis. En Cataluña ya se están instalando». No es la única denuncia que hace Fina. Lo siguiente es el final que algunos afectados, a la desesperada, eligen para zanjar el sufrimiento. «Conozco a una familia de Oregón [EEUU] en la que el padre, un ingeniero eléctrico, su hija de 13 y su abuela, tres generaciones, se volvieron electrosensibles», explica. «La abuela le pidió a su propio hijo que la ayudase a morir. Y lo hizo, colaboró en la eutanasia». Más cerca, en el Reino Unido, en noviembre se conocía que un tal Michael Nield, de 36 años, violinista de profesión, se había suicidado con un cóctel de drogas y alcohol. Su estado era tan grave que se cubría con un traje de hilo de plata, como los burka de las españolas. «La situación de estas personas no se reconoce, pero es muy real. Tenemos un promedio de un suicidio al año, aunque tal vez sean más», dijo Sarah Dacre, miembro del Consejo para la electrosensibilidad, de carácter privado. TRAJES DE LONDRES Minerva, activista de la Plataforma Estatal Contra la Contaminación Electromagnética [www.peccem. org], se teme lo peor. Nos habla de Carmen, una vecina de Alicante, y del velo a medida que le ha encargado a una tienda de Londres donde se compró el suyo. Carmen Zarcos no está ni para hablar. «Vamos a ver si con ese traje al menos puede salir a la calle», dice Antonio, el marido. Funciona de manera similar a la llamada jaula de Faraday. Cuando una descarga impacta en el burka de plata, las ondas se redistribuyen por el exterior de la tela. El traje actúa como una jaula de manera que, al otro lado, la persona no se ve afectada. A Ángela no hubo jaula que la protegiera. Este martes, su hijo Ángel se presentaba en el Congreso de los Diputados, «para que los políticos se pongan las pilas», armado con al menos 60 razones, tantas como mujeres con burka hay, y decenas de casos más. Aún resuena en él lo que su madre dejó escrito: «Os pido perdón a toda la familia que tanto me ha apoyado, a mi amor, Ismael, a mi hijo Ángel, Rosa Mari (mi hermana) Raquel (mi sobrina) Aaron (mi sobrino) Rocío y Mara (mis hijas)... Es una decisión que he tenido que tomar. Señor, perdóname, no acuso a nadie de esta decisión porque todos me han ayudado mucho...». Menos los que tenían que escucharla. Milagros (izquierda) y María Jesús van así cubiertas para protegerse de las radiaciones de los móviles, de las antenas de telefonía y de las que emiten las redes «wifi». Las dos han tenido que cambiar de casa varias veces debido a la contaminación electromagnética. / REPORTAJE GRÁFICO: SERGIO ENRÍQUEZ A la izquierda, carta manuscrita que Ángela dejó antes de suicidarse. Al lado, ella protegida por el burka, descansando en el sofá de su piso de Pinto, cerca de Madrid. «No puedo vivir así, prefiero morir», le decía a menudo a su esposo mientras él la sujetaba para que no se desplomase. / ÁLBUM FAMILIAR