1 TÍTULO : Transporte aéreo internacional de pasajeros AUTOR : Prof. Dr. David Morán Bovio RESUMEN : El texto se preparó para una conferencia con motivo de las IVº Lecciones de Otoño de la UCA relativas al Régimen jurídico del turismo. Se trata de una aproximación a los límites cuantitativos de la responsabilidad del porteador aéreo internacional en el transporte de pasajeros, que se enmarca en la Ley de viajes combinados (LVC). TITLE : International Air Transport of Passengers AUTHOR : Prof. Dr. David Morán Bovio ABSTRACT : The text was written for a conference with the occasion of the UCA IVº Lecciones de Otoño on the Law of tourism. It is a presentation of the international air carrier liability amount limits in the passenger’s transport, framed on Spanish Law of “viajes combinados” (package travel, package holidays and package tours). 2 TRANSPORTE AÉREO INTERNACIONAL DE PASAJEROS* (Jerez de la Frontera, 20 de septiembre de 1999) IV Cursos de Otoño de la Universidad de Cádiz Régimen jurídico del turismo. Especial referencia a la LVC por David Morán Bovio Catedrático (EU) de Derecho Mercantil Universidad de Cádiz ÍNDICE 0. Agradecimientos y presentación 1. Punto de partida y marco de la tarea : art.11.3 LVC (L.21/1995, de 6 de julio, reguladora de los viajes combinados ; BOE nº 161, de 7 de julio) 1.1. Supuesto de hecho 1.2. Consecuencia jurídica 1.3. Razón de ser de la consecuencia jurídica 2. Limitación de la responsabilidad del porteador aéreo 2.1. Motivo 2.2. Presentación : Convención de Varsovia (CV) de 12 oct 1929 2.3. Evolución primera: Protocolo de La Haya de 28 sep 1955 2.4. Desarrollos ulteriores 2.5. Derecho vigente en la UE 2.5.1. Reglamento (CEE) Nº295/91, del Consejo, de 4 de feb de 1991, por el que se establecen normas comunes relativas a un sistema de compensación por denegación de embarque en el transporte aéreo regular 2.5.2. Reglamento (CE) nº 2027/97 del Consejo, de 9 de oct de 1997, sobre responsabilidad de las compañías aéreas en caso de accidente 2.5.3. Una decisión inglesa acerca del Reglamento (CE) nº2027/97 2.6. Inmediato porvenir : la Convención de Montreal de 1999 2.7. Cotejo sumario de las disposiciones EU y Convención de Montreal 2.8. ¿Podría ratificar la Convención de Montreal algún país europeo ? 3. Conclusiones 4. Bibliografía * Las páginas siguientes sólo constituyen unos apuntes para la conferencia. Buena parte de las referencias bibliográficas y jurisprudenciales, cuya existencia y amplitud se intuyen con la lectura, pueden encontrarse al final del texto. 3 AGRADECIMIENTOS Y PRESENTACIÓN Gracias Sr. Presidente. Sras. y Sres. Queridos colegas. Corresponde que dé comienzo a mis palabras manifestando mi gratitud más sincera a las instituciones que hacen posible nuestra reunión. En tal sentido, el Excmo. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, el Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la UCA, y nuestro Departamento de Derecho Mercantil tienen todo mi reconocimiento, pues sin su unión de propósitos no estaríamos aquí ahora. Particularmente, debo mencionar el agradecimiento a nuestro querido colega el Profesor Dr. D. Miguel Ángel Pendón Meléndez, Director del Departamento de Derecho Mercantil de la UCA y Promotor y Organizador de estas lecciones de otoño. Con tal dedicación, el Profesor Pendón Meléndez podría hacer gala de obediencia al mandato de la LORU, cuyo art.1º, 2, al explicitar las funciones de la Universidad, en la letra c), expresa, El apoyo científico y técnico al desarrollo cultural, social y económico, tanto nacional como de las Comunidades Autónomas. Y es evidente que la reflexión sobre los aspectos jurídicos del turismo constituye un auxilio muy directo y de alto interés para el Estado español y, de forma particular, para nuestra Comunidad Autónoma de Andalucía así como para nuestra provincia de Cádiz. Acerca del asunto que nos convoca, se trata de hablar del transporte internacional aéreo de personas en el marco de la LVC. Los puntos del índice expresan, sin embargo, una aspiración algo más recortada : señalan el deseo de afrontar, solamente, el desarrollo histórico, la situación actual, y la que se vislumbra para un porvenir inmediato, acerca de la limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo en el transporte internacional de pasajeros. Es así, en parte, porque, como veremos enseguida, al punto de la limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador nos conduce el art.11.3 de la LVC, pero también por la oportunidad de la ponencia : el mes de octubre del año pasado entró en vigor un Reglamento de la CE que altera sustancialmente la cuestión. Además, el movimiento de reforma acerca de la Convención de Varsovia ha concluido el último 28 de mayo. En la Conferencia Diplomática convocada al efecto se ha adoptado la Convención de Montreal, con la que se pretende reemplazar a la Convención de Varsovia y a su cortejo de disposiciones. O sea, hemos de discurrir sobre pasajes muy novedosos y que atañen a los límites cuantitativos de la responsabilidad del porteador aéreo. Pero para entenderlos mejor se hace preciso conocer sus precedentes. La riqueza de contenido y la variedad de matices que posee el tema, su historia y su actualidad, lo hacen digno de un detenido y atento estudio. Esa labor queda lejos de lo que ahora se pretende : el sencillo deseo de estimular nuestra curiosidad, alimentándola con algunos datos. No deseo cerrar este capítulo de agradecimientos y presentación, sin dejar de mostrarles mi gratitud por estar dispuestos a seguir lo que confío que pueda interesarles. Les anticipo igualmente las disculpas, pues estoy convencido que si cualquiera de ustedes se hubiese puesto con estas cuestiones la mitad del tiempo que atrajeron mi atención, todos hubiésemos salido ganando : ustedes, desde luego, y, sin duda, yo. 4 PUNTO DE PARTIDA Y MARCO DE LA TAREA : ART.11.3 LVC (L.21/1995, DE 6 DE JULIO, REGULADORA DE LOS VIAJES COMBINADOS ; BOE Nº 161, DE 7 DE JULIO) El art.11.3 de la LVC constituye necesariamente el punto de partida de la exposición y enmarca el desarrollo de la misma. En ese precepto hemos de comenzar y no saldremos de lo que el mismo ordena. Bajo la entradilla general Responsabilidad de los organizadores y detallistas, el número tres del artículo once establece : El resarcimiento de los daños, que resulten del incumplimiento o de la mala ejecución de las prestaciones incluidas en el viaje combinado, quedará limitado con arreglo a lo previsto en los convenios internacionales reguladores de dichas prestaciones. SUPUESTO DE HECHO En cuanto posee una pluralidad de elementos, puede afirmarse que el supuesto de hecho de la norma es complejo. Se refiere, por una parte, a las prestaciones incluidas en el viaje combinado. El precepto las concreta, por otro lado, en aquéllas sobre las que pese un incumplimiento o mala ejecución. Por último, para cerrar su hipótesis fáctica, ha de mencionarse la referencia general al resarcimiento de los daños derivados de la contravención al programa de la prestación. Puestos a pormenorizar, las prestaciones que pueden ser incumplidas o ser ejecutadas defectivamente, en el transporte internacional de pasajeros que se integra en un contrato de viaje combinado, son las que han de ser facilitadas al consumidor, por escrito (o en cualquier otra forma en que quede constancia) y con el tiempo necesario antes del inicio del viaje, por parte del detallista u organizador: los horarios y lugares de las escalas y los enlaces, así como la indicación de la categoría del lugar que deberá ocupar el viajero en el medio o medios de transporte que vayan a ser utilizados(v. art.6.a LVC). Lo recién expresado conforma ciertamente el esquema de prestaciones ordinarias que, en relación a la fase de transporte aéreo del viaje combinado, éste debe poseer. En resumen, se ha de predeterminar contractualmente el lugar de salida y de destino, el itinerario, medio de transporte y clase dentro del mismo, detalles que han de ser vinculados a un horario preciso y a un precio prefijado. El supuesto de hecho viene calificado mediante la alusión al incumplimiento o mala ejecución de esas prestaciones. Esto significaría, en principio, que cualquier alteración de las circunstancias temporales, locales y de calidad (clase del asiento), expresadas en el contrato, con independencia de cuánto se separe la modificación que sea del programa ordinario de la prestación (desde un ligero retraso o una condición extravagante, a las lesiones o la muerte del pasajero desgraciadamente acaecidas con ocasión de una prestación que entraña cierto riesgo), pondría por delante una falta de cumplimiento o una ejecución defectiva de los deberes comprometidos que, de nuevo, en principio, daría lugar a un derecho al resarcimiento por parte del consumidor. No es exactamente así, sin embargo, por dos motivos. En primer lugar, porque si las contravenciones al plan de la prestación son imputables al consumidor (art.11.2.a) 5 LVC), será éste quien deba responder (sibi imputet, puede sintetizarse en recurso al latinismo clásico para el caso). En segundo término, porque si los desarreglos con respecto al acuerdo de viaje combinado encuentran su origen en las circunstancias reflejadas en las letras b), c) y d) del mismo número 2 del art.11, que hacen relación de los hechos imprevisibles o insuperables, incluyendo el hecho, también imprevisible o insuperable, ocasionado por un tercero ajeno al servicio contratado, tampoco se adecuaría a los criterios mínimos de justicia material que se hiciese responsable a organizadores y detallistas de esas circunstancias incontrolables. Hasta aquí, sucintamente, la hipótesis fáctica del 11.3 LVC. CONSECUENCIA JURÍDICA La consecuencia jurídica del 11.3 se centra en el quantum indemnizatorio derivado del incumplimiento o mala ejecución del servicio contratado, cuando éste dispone de una regulación uniforme que fija un tope a tal resarcimiento. Así parece desprenderse del propio texto cuando en él se lee :El resarcimiento de los daños ... quedará limitado con arreglo a lo previsto en los convenios internacionales reguladores de dichas prestaciones. El 11.3 resolvería, de cara al 11.1, solamente el monto de la indemnización debida por los organizadores y detallistas de los viajes combinados cuando se desplegase el supuesto de hecho aludido. Da la impresión que no es exactamente de ese modo, aunque sólo deba anotarse como “excursus” en la presentación, pues de seguirlo rebasaríamos los márgenes impuestos en la tarea. La intuición tiene un motivo razonable, pues las convenciones internacionales, no sólo fijan cuantías indemnizatorias, sino que establecen regímenes de responsabilidad. Bastaría con que ese régimen de responsabilidad del instrumento internacional no coincidiese por completo con el de la LVC, para que la remisión del 11.3 a los convenios internacionales, no hubiese de ser referida sólo a la limitación cuantitativa de la responsabilidad, sino a todo el régimen de la misma. Si, por ejemplo, se impusiese en el convenio internacional una responsabilidad objetiva del porteador, ni éste ni el organizador o detallista podrán ampararse en que el evento dañoso era imprevisible o inevitable, o en que fue provocado por un tercero, a pesar de que la prestación se haya realizado con ocasión de un contrato de viaje combinado. Volviendo al hilo del 11.3, quizá convenga retener en este espacio, por una parte, que la limitación cuantitativa de la responsabilidad ha de estar en línea con lo prescrito por un Convenio Internacional, esto es, un instrumento internacional vigente ratificado por el número de Estados que la propia disposición determine. Por otro lado, aunque no lo mencione la LVC ha de advertirse igualmente, que en atención al carácter de normas mínimas e inderogables pero susceptibles de mejora, propio de estas disposiciones, la limitación cuantitativa impuesta en los convenios no suele impedir el acuerdo destinado a incrementarla. Tal acuerdo, el que agrava la responsabilidad del porteador acrecentando su cuantía limitada en el instrumento internacional, puede ser, tanto una estipulación establecida entre los particulares, como un acuerdo alcanzado entre Estados, al igual que una decisión adoptada por la entidad supranacional a la que los Estados confían ciertos asuntos. Piénsese, en este último respecto, en la UE, cuyos órganos pueden acordar, como han llegado a hacer, la elevación y determinación de las cuantías indemnizatorias impuestas en la CV. 6 RAZÓN DE SER DE LA CONSECUENCIA JURÍDICA La razón de ser del régimen que se ordena en el 11.3 de la LVC tiene que ver, en la práctica, con un principio que se ha ido generalizando en las normas rectoras del Derecho de los negocios, cuando son varios los empresarios que, en fases diferentes, han de efectuar la prestación comprometida por uno de ellos, con respecto a los cuales éste aparece como principal y como auxiliares los demás. A consecuencia de la instauración de regímenes de responsabilidad excepcionales para alguno de esos sujetos, es normal que cuando precisamente el auxiliar beneficiario del régimen especial resulte ser el causante del daño, el principal propenda a compartir un régimen idéntico al de su auxiliar. En el ámbito técnico-jurídico, esa comunicación o traslación del benéfico régimen de responsabilidad tiene que ver, a su vez, con las acciones de repetición. Parece justo que quien haya afrontado la reclamación del acreedor por la defectuosa o irregular prestación recibida por éste, disponga frente al causante efectivo del daño de la posibilidad de reintegrarse de las cantidades satisfechas. Que el principal no pueda repetir ex lege más que una cantidad, determina que esa misma cantidad sea la que establezca el término cuantitativo de la responsabilidad del principal. Tal regla cabría sintetizarla en la idea de que, en condiciones ordinarias y estables, dejando a salvo otros pactos entre los empresarios que participan para llegar al resultado que sea, el principal sólo debe pagar (como indemnización) las mismas monedas que esté legitimado a cobrar del auxiliar (como repetición). La aplicación de lo anteriormente señalado al caso concreto del art.11.3 de la LVC va de suyo : como en los viajes combinados suele intervenir una fase de transporte internacional y en estas materias existen convenios que limitan la indemnización por daños debida por el porteador, ese límite indemnizatorio habrá de ser el que obre para determinar el máximo cuantitativo de la responsabilidad de organizadores y detallistas. Así, éstos sólo tendrán obligaciones indemnitarias de cuantía equivalente a la que puedan repetir. 2. LIMITACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD DEL PORTEADOR AÉREO Al apunte de los elementos que fijan la estructura el art.11.3 LVC, sigue el detalle acerca de la limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo en dicho contexto, tema principal de la exposición. Esto es : se da por hecho que existe una limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo y se trata de ver, sobre todo, cómo ha ido evolucionando ese límite. Para eso parece preferible que empecemos viendo sus motivos. 2.1 MOTIVOS Tradicionalmente vienen ofreciéndose una serie de argumentos que justifican o fundamentan la limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo. Para entenderlos de forma global hay que partir del paralelismo entre el Derecho del transporte aéreo y el Derecho comercial marítimo. No es raro que así sea, ya que la unificación de reglas de responsabilidad de los porteadores en uno y otro área se produce en fechas muy próximas. En 1924, pero con movimientos unificadores que se remontan, en nuestra época, al siglo precedente, se adoptó la Convención de Bruselas sobre unificación de ciertas 7 reglas en materia de conocimiento de embarque. En dicha Convención se aprueba un régimen de responsabilidad cuantitativamente limitado para los porteadores (1,2 DEG* por kilogramo, aproximadamente). La razón de ese extremo consiste, sobre todo, en la importante dificultad económica que significa para los porteadores que respondan según los cánones ordinarios de la responsabilidad contractual, responsabilidad integral, ya que tal régimen, se dice, implica la inaccesibilidad de la industria del transporte para cualquier empresario. A su vez, la idea de que el empresario de navegación no puede controlar los actos de sus dependientes (Capitán y tripulación) cuando se encuentran en alta mar ofreció fundamento bastante para consolidar tal régimen. Lo mismo se predica para el transporte aéreo. En vez de hacer responsable absoluto y sin límite de lo que acontezca durante el viaje al porteador, se proclama un régimen de reparto de riesgos entre el porteador y el usuario del transporte, de modo que, en caso de siniestro, ambos contribuyan a soportar las consecuencias del evento dañoso, sin que éstas recaigan exclusivamente sobre el porteador. Eso significa que el porteador podrá asumir un seguro con razonable prima, y que también podrá hacer otro tanto el pasajero. De ese modo una industria necesaria para el desarrollo de los pueblos es promocionada, sin que la posibilidad de verse sometida al pago de indemnizaciones multimillonarias y de alcance completamente indeterminado retarde el crecimiento de ese medio de progreso. Cosa distinta es que tal concepción continúe, en nuestros días, siendo considerada la preferible, e incluso que no sea bastante discutible con el simple recurso a la más sencilla realidad. La revolución en el mundo de las comunicaciones y de la información proyecta sobre estas materias un haz particularmente luminoso. Lo mismo que resulta difícil hoy día hablar de meteoros inesperados, tampoco cabe argumentar la tradicional soledad del capitán. Esto es verdad para el tráfico marítimo, pero quizá más para el aéreo. Por otra parte los medios técnicos de transporte que en el presente nos sirven, nada tienen que ver con los que lo hicieron en un principio. Entonces era lógico que el pasajero participase, también económicamente, en el riesgo de la aventura. De un tiempo a esta parte, la aventura se ha transformado en el tedio, como lo confirman los rostros cansados por la rutinaria costumbre que pueden observarse en cualquiera de las estancias de los aeropuertos. Es precisamente esa transformación que la realidad del transporte aéreo ha experimentado, el telón de fondo de las modificaciones habidas en el Derecho regulador. Pero veámoslo dejándonos llevar por la historia, siguiendo su secuencia. 2.2 PRESENTACIÓN : CONVENCIÓN DE VARSOVIA (CV) DE 12 OCT 1929 Basta repetir despacio el año recién mencionado, 1929, y dejar que la imaginación y la memoria vaguen un poco para entender con más detalle, en relación al transporte aéreo, lo que antes se pretendió apuntar acerca de la realidad del tráfico. * DEG es el acrónimo para Derechos Especiales de Giro (SDR, Special Drawing Rights, en versión inglesa). Se trata de una unidad de cuenta instaurada por el Fondo Monetario Internacional en 1969 con la finalidad de que las evaluaciones monetarias no dependiesen en exceso de las cotizaciones de las monedas de los países miembros. El importe del DEG se determina con los valores de una “cesta de monedas” de los países miembros. Las cotizaciones hasta la fecha han rondado el 1,4 de un dólar USA. 8 Si uno carece de la información adecuada y posee un ordenador capaz de conectar con Internet, puede pasearse por la página web del ICAO (OACI, en acrónimo español) y examinar las páginas web de las compañías aéreas del mundo. Los años en que fueron creadas dan idea del entorno histórico que se ha de tener presente, pues nos trasladan a los años inmediatamente anteriores y posteriores de la primera guerra mundial: Iberia se constituye en 1927, el germen de BA es de 1919. Otros datos históricos pueden ayudar : en 1903 se realiza el primer vuelo en un aparato más pesado que el aire, en 1906 empezaron los vuelos intraeuropeos, en 1909 fue cruzado el Canal de la Mancha por vez primera. Hasta 1919 no se inician vuelos regulares. En 1929 es cuando se firma la Convención de Varsovia. Dicha Convención continúa constituyendo el esquema fundamental de la responsabilidad del porteador aéreo en el Derecho vigente. Queda ordenado en lo que se refiere a la limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo, un tope en la suma de 125.000 Francos Poincarè* por el art.22.1 de la CV. Esa limitación convive con una serie de disposiciones que completan su aplicabilidad. En primer lugar, el art.17. En él se establecen límites temporales y materiales de la responsabilidad del porteador aéreo, de modo que comprende el daño en caso de muerte, heridas, o cualquier otra lesión corporal que sufra el pasajero siempre que el accidente acaezca a bordo de la aeronave, o en las operaciones de embarque o desembarque. El retraso como circunstancia de la que responde el porteador aéreo, es contemplada por el art.19. Tres preceptos más inciden sobre el régimen de responsabilidad del porteador dictado por la CV. Uno de esos preceptos que la excluye, siempre que el porteador pruebe que él (o su empleado o agente) tomó todas las medidas necesarias para evitar el daño o que le fue imposible adoptarlas (art.20.1). Otro que la aminora en función de la efectiva participación del porteador en el evento dañoso, para el caso de concurrencia de culpas con la del pasajero (art.21). Por último, el que deja sin efecto cualquiera de los límites mencionados, cuando el daño proviene de dolo del porteador (de sus empleados o agente) o de falta equivalente (art.25). Como puede imaginarse, cada uno de los elementos citados que fijan la responsabilidad del porteador ha sido objeto de una amplia y, casi siempre, fina labor jurisprudencial. Dejando a un lado el límite cuantitativo junto con los otros términos de la CV que han perdido vigencia a resultas de las modificaciones subsiguientes, los demás mencionados poseen un perfil relativamente preciso que merece ser considerado de inmediato. La referencia a los incidentes con resultados dañosos en las operaciones de embarque y desembarque, expresión que ha legado la CV para la posteridad, tiende jurisprudencialmente a incluir, siempre que el pasajero lo sea efectivamente, o sea, vaya a tomar un vuelo o acabe de dejarlo, cualquier tipo de accidente que acontezca en la terminal o en sus alrededores con la condición de que el pasajero deba encontrarse en ese lugar como consecuencia de esas operaciones de embarque o desembarque. Podría * El Franco Poincarè debe su nombre al ministro francés bajo cuyo mandato se fijó tal unidad de cuenta. Equivaldría a la décima parte de un dólar USA, o sea, la cantidad mencionada serían 12.500 US$ (de entonces). 9 resumirse lo anterior en lo que se ha denominado el triple test : la actividad (lo que los pasajeros hacían), el control (quién los dirigía) y el lugar en que se hallaban. Los pormenores de lo expresado no son, sin embargo, idénticos en todos los tribunales europeos ni coinciden con los del otro lado del Atlántico. Pero los términos indicados sirven para justificar la responsabilidad del porteador, por ejemplo, si la azafata conduce a un grupo de pasajeros caminando por el exterior de la terminal y alguno de ellos sufre lesiones a consecuencia del desprendimiento de los materiales preparados para unas reparaciones, o si el accidente surge como consecuencia de un despiste de la persona encargada de mover un convoy de carritos para las maletas que atropella al pasajero. De todas formas, como casi siempre sucede, estamos ante una materia en la que los elementos fácticos serán los que determinen si el accidente cabe incluirlo entre los del art.17, o no. Por eso conviene subrayar la abundancia de jurisprudencia a ambos lados del Atlántico, así como el factor de la diligencia del porteador y del pasajero en el desarrollo de las funciones que le son propias. Pervive del régimen de la CV el trío de consecuencias que el accidente puede tener para dar origen al derecho del pasajero a la indemnización : muerte, herida o cualquier otra lesión corporal. Ya se advierte que el problema exegético queda ceñido, sobre todo, al significado del último término. Se ha excluido de esa categoría el daño resultante de la pérdida de un pariente, por muy próximo que sea, así como los daños psíquicos sin manifestación externa constatable. De todas formas, antes de transformar la sesión en otra de Medicina forense, habrá que recordar la necesidad de probar la realidad de los daños y su relación de causalidad con las circunstancias del vuelo, o con las precedentes o subsiguientes que tenga vinculadas. Pieza clave del régimen establecido por la CV es el art.20, cuyo juego ha sido alterado, pero no su sustancia. Por eso conviene esbozarla. Ordena el precepto que el porteador no será responsable si prueba que él y sus empleados han establecido las medidas necesarias para evitar el daño o que les ha sido imposible adoptarlas. Basta con señalar ese aspecto más básico de la norma, pues ya se dijo que se ha alterado su virtualidad, pero llamando la atención acerca de que esas medidas susceptibles de ser adoptadas van evolucionando al compás de los avances técnicos aplicados a todos los campos conectados con esta materia. Concretamente, y como botón de muestra, no bastará para justificar el retraso la alegación de la causa de enfermedad del piloto, si la compañía no demuestra paralelamente que el susodicho miembro de la tripulación había superado sin problemas las pruebas que regularmente deben observar, así como la idoneidad de tales exámenes médicos. Continúa igualmente sin haber sufrido modificación, desde el texto adoptado en la capital polaca, el régimen de la concurrencia de culpas que obra en el art.21. Una vez que empiezan a examinarse sentencias relacionadas con la cuestión, ésta dista, sin embargo, de ofrecer unánimes perspectivas. Casos como la lesión del pasajero que ha desatendido los avisos recibidos por la azafata posteriores a los de los indicadores en relación con los cinturones de seguridad, han recibido diferentes soluciones en los tribunales ; si bien no cabe dudar de la línea jurisprudencial que hace de ese supuesto uno de los típicos de responsabilidad compartida, y constituye en la parte creciente de ese reparto la que corresponde al pasajero deliberadamente desatento. Otro tanto cabe señalar con respecto a las lesiones sufridas como consecuencia de la falta de empleo de los medios que la compañía facilita (puede pensarse en el caso del pasajero de la superclase en el Jumbo que sin llevar los cubrezapatos o sobrecalcetines 10 correspondientes, resbala al bajar descalzo por la conocida escalerilla que une ese nivel con el resto de la cabina). Tampoco ha sido objeto de cambio el art.19 CV, en virtud del cual el porteador responde del retraso. Ahora bien, se trata de un precepto abierto a diferentes tipos de precisiones. La primera resulta de que el propio texto del precepto exige, lógicamente, daño derivado del retraso para que el porteador haya de afrontar alguna responsabilidad. No basta, en consecuencia, que haya retraso, por patente que sea, sino que es preciso demostrar el daño efectivo que tal dilación ha originado. Ha de expresarse también que la única persona facultada para reclamar ese daño es el pasajero, no los terceros. Más allá de esas coordenadas tan generales sobre el retraso, ha de reconocerse que la jurisprudencia no parece haber tenido que decidir sobre casos muy nítidos, de dilación completamente achacable al porteador que pongan por delante su falta de diligencia inexcusable. Más bien hubo siempre circunstancias ajenas a la compañía (niebla, huelga de controladores, saturación o regulaciones de tráfico, averías imprevisibles, o situaciones de guerra, la, así llamada, tormenta del desierto, que dejó a pasajeros en el aeropuerto de Kuwait, sin continuar a los destinos proyectados, etc.) que dieron pie a que no se fallase contra la línea aérea (al menos en el transporte de personas, no en el transporte de cosas). Y cuando hubo una actuación de la compañía probadamente desajustada a la razón, o irrazonable por la falta de previsión de lo que con toda seguridad acontecería, la compañía fue condenada, aunque el daño consistiese en perder un día de sol en una costa (que no es poca cosa para un ciudadano dispuesto a escapar de los rigores de un duro invierno) y ello a pesar de que en el billete se leyese que los horarios en él registrados tenían un valor puramente indicativo y no obligaban al porteador. Los demás preceptos que regulan la responsabilidad del porteador en la CV, el art.20 acerca de la exclusión de la responsabilidad por la evidencia de la falta de culpa del porteador, y el 25, sobre la falta de aplicación de los límites cuantitativos por el dolo del porteador, así como los propios límites cuantitativos, art.22, han sido modificados sustancialmente, o alterado su régimen de aplicación en las sucesivas revisiones, como se verá en parte a continuación, al examinar las modificaciones introducidas por el Protocolo de La Haya de 1955. 2.3. EVOLUCIÓN PRIMERA: PROTOCOLO DE LA HAYA DE 28 SEP 1955 Las experiencias obtenidas en la aplicación de la CV, las lagunas e imperfecciones detectadas, habían conducido a la CITEJA (Comité Internacional Técnico de Expertos Jurídicos Aéreos) a establecer, desde 1935, un sistema de notas para preparar la futura remodelación del instrumento. Pero es necesario esperar a la creación del ICAO-OACI, en 1947, para que se empiece a oír hablar en forma generalizada de la necesidad imperiosa de reformar algunos aspectos en los que la CV había quedado desfasada. En esa labor de denuncia y preparación de las enmiendas juega un papel definitivo BEAUMONT, quien elabora el documento que, después de ser discutido en la Conferencia de Río de Janeiro, en 1953, acaba consolidándose en el texto del Protocolo de La Haya, que es adoptado en 1955. En lo que concierne a los preceptos que vienen interesándonos, conviene destacar, en primer término, que no faltaron voces favorables a una enmienda amplia de la CV que abarcase a los mencionados. Sin embargo, no se llegó a tanto, sino que se 11 prefirió una reforma moderada que dejase vigente el esquema principal de la responsabilidad del porteador. El punto más destacado que ha subsistido del régimen del PH consiste en la modificación del art.25 que, como se dijo, fija los casos en los que el porteador pierde el derecho a ampararse en los límites cuantitativos de la responsabilidad que la CV le otorga. Y, más que de una modificación en sentido estricto, puede decirse que se trata de una aclaración al texto de Varsovia. En efecto, la CV impedía que el porteador se escudase en el beneficio de la limitación cuantitativa en los casos de daño proveniente de dolo o de falta equivalente al dolo. En los países del civil law suele considerarse que ese término incluye algo de intencionalidad por la parte incumplidora. Pero en los países del common law el término más próximo (que fue el empleado en la correspondiente versión) resulta ser wilful misconduct, que permite prescindir de la intencionalidad del agente, siempre que del examen de los hechos resulte manifiesta una conducta inadecuada a las circunstancias del caso, aunque no sea intencionada. La aplicación del mismo precepto con dos palabras de contenido tan distante dio lugar a diferentes debates jurisprudenciales y doctrinales. Por eso el art.XIII del PH ofrece una nueva versión del art.25 que reemplaza la expresión dolo, o falta equivalente, por la de daño que resulte de una acción o una omisión del porteador o de sus dependientes, ya se haga con intención de provocar un daño, o temerariamente con la conciencia de que probablemente resultaría un daño. El precepto, además, se completó con otro, el 25A, a fin de asegurar a los empleados del porteador iguales beneficios a los que éste ya disfrutaba. En realidad, al otorgar a los empleados del porteador un régimen de limitación de responsabilidad idéntico al de su principal, como puede figurarse cualquier observador, se estaba reforzando la línea de defensa del porteador, ya que se aseguraba que a pesar del recurso a las acciones extracontracontractuales contra los empleados, por los que a la postre responde el porteador, pudieran los tribunales conceder límites cuantitativos de responsabilidad superiores a los establecidos en la CV (cuyos topes no habrían de jugar en el ámbito extracontractual). No es oportuno que ahora nos detengamos más en este punto, pues, si bien es cierto que pervive del régimen del PH, está llamado a desaparecer en el ámbito de la UE que hemos de alcanzar cuanto antes, pero previamente se ha de completar el régimen de la CV-PH con la referencia a los Protocolos de Montreal. Antes, de todos modos, ha de dejarse apuntado que el nuevo art.22 que resulta del PH incrementa el límite cuantitativo de la responsabilidad del porteador a la suma de 250.000 Francos. Tal suma supone, en moneda constante, casi un 70% más que la indemnización en el texto a sustituir, pero en ese cálculo no interviene la importante depreciación acontecida en el ínterin (que era una de las razones principales para justificar el incremento). 2.4. DESARROLLOS ULTERIORES Hasta lo expresado cabe hablar de una evolución uniforme y mundial del Derecho comercial del transporte aéreo, en el sentido de que todos los países iban a la par, pues la parte más importante de la comunidad internacional era miembro de la Convención de Varsovia. En los años sesenta se deshace esa unidad. No es el momento adecuado para 12 entrar en los pormenores de la ruptura. Basta con apuntar su origen y en qué concluye, lo cual señala implícitamente los desacuerdos. La razón de la discusión se centra en el punto neurálgico de los debates sobre transporte aéreo de pasajeros que ya obran en el movimiento que conduce al PH : el límite cuantitativo de la responsabilidad del porteador. Mientras las cantidades adoptadas en La Haya parecían suficientes a la mayoría de los representantes, no fue así para otros países, liderados por los EEUU. La situación llegó a tal extremo que el citado país decidió denunciar la CV y no ratificar su PH. El punto en el que concluye esa historia es un acuerdo auspiciado por la IATA (International Air Transport Association) en virtud del cual las Compañías Aéreas que lo suscriben se comprometen a unificar unas sumas indemnitarias que quedan resumidas en 58.000 US$, si no se incluyen los gastos procesales, o 75.000 US$ si quedan incluidos, siempre que el accidente tenga que ver con un vuelo que sale o llega a los USA, o efectúa en ese país una escala. Ese acuerdo, a su vez, ha sido sustituido por otro adoptado en octubre de 1995, cuya entrada en vigor se posponía al primero de noviembre de 1996, en virtud del cual las compañías signatarias se comprometían a no valerse en su favor de ningún límite cuantitativo de su responsabilidad que no excediese de 100.000 SDR. La mencionada reforma, que el porteador renuncie a ampararse en el límite cuantitativo de su responsabilidad que le brinda el texto uniforme, debe ser considerado como una marca definitiva en la reorientación del debate. Ha de apuntarse que ese movimiento, como siempre suele suceder, no es un hecho aislado, sino que el contexto empezaba a ser favorable y el cambio de decoración recién apuntado no parecía ser más que un primer intento de reordenación de la materia. Concretamente, proponía un esquema parecido la acción iniciada en la UE (1991-1995) que culmina en los Reglamentos sobre el retraso (de 1991) y sobre responsabilidad en caso de accidente (de 1997) de los que se dará cuenta en seguida. Con todo, el Acuerdo de 1995 de la IATA posee un límite que conviene recordar : básicamente, las compañías aéreas acceden al acuerdo de forma voluntaria y de igual modo pueden retirarse. Se trata, en definitiva de un vínculo de naturaleza estrictamente contractual entre los empresarios del sector. La siguiente consideración acerca del Derecho hoy día aplicable ha de referirse a la entrada en vigor (que puede considerarse casi inesperada, porque en parte se deriva del incremento en el número de estados independientes que resultan de la antigua Yugoslavia) el 15 de febrero de 1996, para los primeros treinta países que los ratificaron, entre ellos España, de los Protocolos adicionales a la CV números 1 y 2 hechos en Montreal en septiembre de 1995. No es, como puede imaginarse, un mero acuerdo entre empresarios del ramo, sino que se trata de una modificación de la CV. En la lista de ratificaciones se encontraban a la fecha de la publicación (BOE 20 junio 1997) casi todos nuestros vecinos europeos, salvo la República Federal de Alemania (si bien, no se olvide, su compañía de bandera era parte del Acuerdo IATA que concede a los pasajeros una protección más amplia que cualquiera de los Protocolos de Montreal). Por la misma razón están ausentes de la lista de ratificantes, USA, Japón, y Australia, entre otros. 2.5. DERECHO VIGENTE EN LA UE A partir de este momento de la exposición es necesario establecer diferencias entre el Derecho vigente en el ámbito de la UE y el del resto del mundo. 13 Las distancias las marcan dos cuestiones que, expresadas según el orden histórico de aparición se ciñen, en primer lugar, a la indemnización por retraso y, en segundo término, a la indemnización en caso de accidente. 2.5.1. REGLAMENTO (CEE) Nº295/91, DEL CONSEJO, DE 4 DE FEB DE 1991, POR EL QUE SE ESTABLECEN NORMAS COMUNES RELATIVAS A UN SISTEMA DE COMPENSACIÓN POR DENEGACIÓN DE EMBARQUE EN EL TRANSPORTE AÉREO REGULAR Se ha mencionado que en virtud del art.19 de la CV, el porteador aéreo debe responder del daño provocado por el retraso en la prestación del transporte. La CV, sin embargo, y a diferencia de lo que acontece con el caso de la muerte o de las lesiones corporales, no determina importe alguno para esa indemnización. La cuantía de la misma depende de lo establecido por las propias compañías aéreas y, como resulta fácil imaginar, existe diversidad suficiente. Esas diferencias son las que justifican una acción por parte de la UE. Tal actividad se inicia y se desarrolla, de forma particular, sobre las normas relativas a la competencia, y con la finalidad de dotar a los vuelos que salgan de cualquier aeropuerto de la UE de un estándar mínimo de carácter obligatorio, de modo que las ventajas competenciales entre las compañías del sector no resultasen de las diferencias entre las prestaciones otorgadas a los pasajeros que hayan sido excluidos del embarque por causa de “sobre reserva”. Conviene remarcar, por consiguiente, que el supuesto de hecho de todas las disposiciones que se van a mencionar es sólo el, conocido como, “overbooking”, y nada más. Esto es, aquellos casos en que la Compañía aérea ha emitido más billetes válidos que asientos disponibles para un vuelo. Ésta se había convertido en una práctica relativamente frecuente. Así se garantizaba el pleno empleo de la aeronave y siempre existían “argumentos técnicos” (quizá no desdeñables en algún momento de la historia) para justificar el exceso en la venta de billetes. Con el Reglamento se aspira a poner fin a esta práctica o, al menos, a que las Compañías aéreas que operan en cualquier aeropuerto europeo pongan los medios para acabar con el tantas veces perjudicial sistema para los viajeros, a no ser que quieran afrontar indemnizaciones que pueden ser importantes. Así, en virtud del art.4 del Reglamento, el pasajero que tenga un billete confirmado y sea privado del embarque por un caso de exceso de reserva, tiene derecho a una indemnización mínima (el art.9 deja expresamente abierta la posibilidad de solicitar “el mayor daño” en los tribunales), inmediata y en metálico (si bien cabe el acuerdo de otra modalidad de prestación indemnizatoria) (art.4.5), cuyo importe mínimo puede ser el mismo precio del billete, en caso de que así aparezca en su texto (art.4.4) y, de no cumplirse esa condición, de no advertirse nada en las condiciones del talón, será de 150 Ecus si el vuelo era de menos de 3.500 kms, y si es de más kms la compensación asciende a 300 Ecus (art.4.2). La compensación puede reducirse un 50% si como consecuencia del “reencaminamiento”, el pasajero llega antes de que transcurran dos horas de la inicialmente prevista, en vuelos inferiores a los 3.500 kms, o cuatro horas, en caso de vuelos de distancia superior a la indicada. Esa compensación es independiente de la opción que ha de tener el cliente entre el reembolso del importe del billete y la conducción al destino por otra vía o en fecha posterior (art.4.1). La indemnización antes mencionada también es ajena al deber de la 14 compañía aérea, que haya denegado el embarque, de facilitar al pasajero el gasto de una llamada al punto de destino, comida y bebida suficientes y el alojamiento (art.6.1). El art.5 expresa que cuando el pasajero lo sea porque el trayecto aéreo forme parte de un paquete turístico, la compañía aérea deberá compensar a quien con ella contrató, no al pasajero, quien tendrá derecho a que la agencia de viajes le reembolse las cantidades antes mencionadas. No deben finalizarse estas menciones sin decir que el presente Reglamento ha sido objeto de una propuesta de enmienda (presentada por la Comisión al Parlamento el 30 de enero del 1998, y devuelta con la aprobación el 28 de junio de 1999). En ella, por aludir a algunos extremos de su contenido, desaparecen las referencias al vuelo regular, se elevan las cuantías indemnizatorias, y se aclaran diferentes aspectos del Reglamento vigente. REGLAMENTO (CE) Nº 2027/97 DEL CONSEJO, DE 9 DE OCT DE 1997, SOBRE RESPONSABILIDAD DE LAS COMPAÑÍAS AÉREAS EN CASO DE ACCIDENTE La ruptura de la unidad del sistema global en lo que respecta al régimen indemnizatorio de las compañías aéreas por los supuestos del art.17 de la CV, antes apuntada, cuyo inicio adopta la vía contractual, mediante los acuerdos de la IATA, se encuentra en nuestros días, y dentro del marco europeo, con la modificación normativa que ha operado el Reglamento (CE) nº2027/97, del Consejo, de 9 de octubre de 1997 (en lo sucesivo, Reglamento), pues en su virtud se fija una indemnización mínima de 100.000 DEG (v. art.3.2). Dicho de otro modo, y por hacer referencia al acuerdo vigente de la IATA, el Reglamento aludido convierte en norma de obligado cumplimiento la indemnización mínima prevista en dicho acuerdo, y la impone a las compañías aéreas comunitarias, definidas por el propio Reglamento como las que posean una licencia de explotación concedida por un Estado miembro (v. art.2.1.b). Como puede imaginarse, el Consejo ofrece en el Preámbulo del Reglamento un buen elenco de argumentos para adoptar una norma que plantea no pocos problemas de bien diversa índole. Entre éstos, no son los menores, los que se refieren a la potestad del Consejo de interferir en las obligaciones exteriores de los Estados miembros de la Comunidad. Ciertamente, para los Estados miembros de la UE que son signatarios de la CV o de la CV-PH, el Reglamento supone que la UE se avoca una competencia reservada a los Estados del sistema CV-PH en el marco de esta convención. Podría calificarse la cuestión, como una decisión unilateral por parte de un grupo de Estados miembros de una Convención internacional con la finalidad de alterarla para esos Estados, cuya admisibilidad es, sin duda, cuestionable. Igualmente, como con toda decisión que incrementa la cuantía indemnizatoria, cabe preguntarse acerca de los problemas de competencia entre las compañías aéreas comunitarias y no comunitarias, pues el Reglamento impone a las primeras una modificación de su régimen asegurativo que, muy probablemente, habrá de ser trasladado al importe del billete. Puede decirse que, de forma sintética, la razón que el Consejo ofrece para separarse del régimen de la CV es múltiple. Muy probablemente haya de situarse en primer lugar, la presente provisionalidad de la CV-PH, últimamente acentuada, ya que a su publicación son conocidos los esfuerzos tendentes a modificar, además del extremo concerniente a la cuantía indemnizatoria, otros de la CV (v. nº5 del Preámbulo y 15 también, con referencia velada al acuerdo de la IATA del 95, nº7). Otra cuestión de oportunidad, en segundo término, que agradará de forma particular a los que esperan de la UE una mayor “posición de liderazgo” en el concierto internacional, es el deseo del Consejo de la UE de marcar una tendencia a seguir por el resto de países (v. nº15 del Preámbulo e, indirectamente, el nº6). El tema de fondo, que lógicamente no falta (incluso en el mismo número del Preámbulo recién aludido), es la protección de los pasajeros (v. nnº1-2, y 6). Sobre tal vertiente conviene llamar la atención acerca de la diferencia existente entre las indemnizaciones por causa de muerte en caso de accidente de tráfico (v. la tabla I del Anexo a la Ley de Uso y Circulación de Vehículos a motor, según la redacción que le otorga la disposición adicional octava de la L.30/1995, de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de Seguros Privados, según la cual, para el caso del fallecimiento de una persona casada, con dos hijos menores, si aún viven sus padres, resulta ser de 23 millones de pesetas) y un resultado igual pero en accidente aéreo (100.000 DEG equivaldrían a 23 millones de pesetas ; mientras que los 75.000 US$ del precedente acuerdo de la IATA vendrían a ser algo menos de 14 millones de pesetas). Bueno es dejar anotado que, precisamente esa alarmante diferencia, suscitó una cuestión de inconstitucionalidad, resuelta por la Corte Constitucional de Italia, que dejaba sin efecto para un caso de muerte del pasajero los límites de la responsabilidad del porteador aéreo, porque consideraba contrario a la Constitución de tal país la diferencia de trato entre los empresarios de transporte desde la perspectiva de la responsabilidad por daños a las personas. El efecto unificador del Reglamento dentro del mercado interior europeo es otro de los argumentos que figuran en el Preámbulo (v. nº4). No se trata de una cuestión baladí, pues la falta de actuación de la Comisión hubiese provocado, en función de las adhesiones por parte de las compañías aéreas comunitarias al acuerdo de la IATA de 1995, un problema de competencia intracomunitario en el mercado del transporte aéreo, cuya solución puede calificarse como nada fácil. Menciona el Preámbulo unos aspectos técnicos del Reglamento que merecen ser destacados. En primer lugar, la tendencia reciente a que las compañías aéreas renuncien a oponer cualquiera de las causas del art.20 que les habilitarían a eximirse de la responsabilidad (v. nº8), orientación que el Reglamento eleva a la categoría de norma (v. art.3.2 del Reglamento). En segundo término, que lo anterior no quita la reducción de la cuantía indemnizatoria cuando exista negligencia concurrente del pasajero, y en la medida de la misma, cuando ésta se pruebe (v. nº9 del Preámbulo y art.3.3 del Reglamento). En tercer orden, que el sistema del Reglamento no impide que la compañía reclame al tercero causante del daño lo que estime pertinente (v. nº11 del Preámbulo y art.4 del Reglamento). Por último, quizá lo más novedoso, un sistema de pagos rápidos, a cuenta de la indemnización (v. nº12 del Preámbulo y art.5 del Reglamento), que permitan disponer de 15.000 DEG por pasajero en caso de muerte, no después de los quince días siguientes a la determinación de la identidad del pasajero. 2.5.3 UNA DECISIÓN INGLESA ACERCA DEL REGLAMENTO (CE) Nº2027/97 El pasado 21 de abril se dictó una sentencia de la Queen’s Bench Division, por el juez Jowitt, en la que la IATA actúo como parte con la entidad administrativa correspondiente (The Secretary of State for the Environment, Transport and the Regions), ambas contra la Reina de UK, como suele ser habitual en estos casos, acerca 16 de la posibilidad de que el UK quedase vinculado por las disposiciones del Reglamento, ya que el mismo significaba poner al UK en una situación de incumplimiento de la CV con respecto a los demás Estados parte de la Convención que no son miembros de la EU. De ahí que se solicitase la nulidad del Reglamento, moción que es denegada por Jowitt con diferentes argumentos que quizá convenga exponer, no sin antes decir que no deja abierto el recurso a la segunda instancia ni al Tribunal Europeo de Justicia. Se afirma en la decisión que la CV impone a los Estados Miembros una serie de obligaciones (para que las trasladen a las Compañías aéreas que operan en sus países) de las que esos países no pueden ser relevados y, en tal sentido, el Reglamento está en conflicto con la CV. Repasando el preámbulo del Reglamento Jowitt afirma cómo el propio Reglamento no ignora esa contradicción entre el texto del mismo y la CV, pero reconoce igualmente la necesidad de adoptar algún tipo de medida con carácter interino, mientras se concluyen los trabajos para la revisión de la CV, a la vez orientar dichos trabajos con la medida que se adopte. Le conduce de forma más directa a la afirmación de la validez del Reglamento (apoyándose de forma particular en el caso International Fruit Company v Produktschap voor Groeten en Fruit [1972] ECR II-1219), lo que el segundo parágrafo del art.234 del Tratado de Roma, constitutivo de la CEE, establece, pues en ese precepto que afronta el caso de incompatibilidad entre las obligaciones internacionales de los Estados Miembros de la UE y las que derivan del propio Tratado Constitutivo. No impone el art.234 la nulidad de la norma comunitaria, sino estimando la validez de la misma, invita a que se eliminen las incompatibilidades existentes con la unión de los Estados europeos en ese propósito, que pueden acudir, cuando sea preciso a los procedimientos internacionales para la resolución de los conflictos en el área del Derecho internacional. En otras palabras, recuerda el Juez inglés la preeminencia para los Estados miembros de la UE de las obligaciones derivadas del Derecho comunitario frente a otras obligaciones de índole internacional que los Estados puedan tener. En caso de incompatibilidad entre unas y otras, el deber de los Estados Miembros consiste en recurrir a los medios correspondientes del Derecho internacional para hacer valer las posiciones adoptadas en el seno de la Comunidad. 2.6. INMEDIATO PORVENIR : LA CONVENCIÓN DE MONTREAL DE 1999 El pasado 28 de mayo tuvo lugar la firma de la Convención adoptada en la Conferencia Diplomática convocada al efecto, del 10 al 28 de mayo, en Montreal, bajo la iniciativa del ICAO. Los gobiernos de 119 países estaban representados en la Conferencia Diplomática. El acta final de la Conferencia es ilustrativa de los objetivos del nuevo instrumento, pues contiene varias resoluciones adoptadas por consenso cuyo contenido ha de ser subrayado. Entre esas resoluciones destaca la idea común de consolidar y restaurar ciertas reglas en relación con el transporte aéreo con la finalidad de alcanzar un deseable grado de uniformidad y claridad en dicha materia. Igualmente se acentúa la necesidad de acciones comunes entre todos los Estados, de acuerdo con los principios y reglas del Derecho internacional (declaración que puede ser interpretada como una desaprobación de las iniciativas llevadas a término en el seno de la UE). Por eso se urge a una rápida ratificación del nuevo instrumento, a fin de lograr cuanto antes las 30 ratificaciones precisas para la entrada en vigor (art.53.6). 17 La Convención tiene una enorme importancia, pues está llamada a reemplazar al conjunto de instrumentos que son conocidos con el nombre genérico del “sistema de Varsovia” (art.55). En lo que interesa al transporte de viajeros por vía aérea, se han de poner los ojos, en primer lugar, y sin detenerse en los preceptos relativos al billetaje, en el artículo 17 (titulado, muerte y lesión de pasajeros—daño al equipaje). El número primero de ese precepto reduce la regla del precedente de Varsovia con igual número, pues al referirse sólo a la muerte o la lesión corporal, y ser la redacción más estricta que la precedente (que mencionaba la “muerte, herida o cualquier otra lesión corporal”) quizá permita dejar fuera más fácilmente las indemnizaciones por los daños síquicos que el pasajero alegue. Como anteriormente no se prestó atención al equipaje, dejamos esa cuestión a un lado. En relación al retraso el precepto también conserva el mismo número del artículo paralelo de la Convención de Varsovia, el 19. Se reitera en él la responsabilidad del porteador aéreo por los daños ocasionados por el retraso, pero, a diferencia de lo antes expresado para los casos de muerte o lesiones, se añaden las menciones correspondientes para impedir que ésta sea una responsabilidad objetiva. Efectivamente, se introduce la referencia culpabilística al completar la norma con la idea de que el porteador no responderá si prueba que ha adoptado todas las medidas razonables para evitar el daño, o que le fue imposible adoptarlas. Una y otra prescripción se han de completar con la del art.20, pues en él se establece con claridad la responsabilidad compartida que se deriva del principio de concurrencia de culpas (probada por el porteador). Los artículos 21 y 22 fijan el nuevo sistema compensatorio. En él destaca, en primer término, la desaparición, al menos textual, de cualquier noción próxima a la idea de limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo por casos de muerte o daño. El precepto (art.21) habla de “compensación”, en vez de “limitación”, e impone al porteador la inoponibilidad de exclusiones o limitaciones de responsabilidad hasta 100.000 DEG. Y para valerse de excepciones o de limitaciones de responsabilidad por encima de esa cifra, el porteador habrá de probar que no hubo negligencia ni acto u omisión equivocada de él o de sus auxiliares, o que la que existió correspondía a un tercero. En caso de retraso el art.22 establece una limitación de la responsabilidad del porteador limitada a 4.150 DEG (art.22.1), pero permite que ese límite sea rebasado cuando se demuestre que el retraso resultó de un acto u omisión, del porteador o de sus auxiliares, con la intención de causar el daño, o temerariamente a sabiendas de que probablemente ocurriría tal daño. El texto de Montreal introduce igualmente los “pagos a cuenta” de la indemnización, pero haciéndolos depender de que el Derecho interno los reconozca y dejando claro que, en ningún caso, supone un reconocimiento de la responsabilidad del porteador (v. art.28). 2.7. COTEJO SUMARIO DE CONVENCIÓN DE MONTREAL LOS REGLAMENTOS EU CON LA Lo recién expresado constituye una invitación a la comparación más detenida de las prescripciones de la Convención de Montreal con los Reglamentos de la EU. 18 Primero, en lo que toca a la indemnización mínima (hasta los 100.000 DEG) por causa de muerte o de lesiones corporales, se observa la instauración de una responsabilidad objetiva en el texto del art.21 de la Convención de Montreal. Frente a ese régimen de indemnización debida por el daño provocado, que ha de ser satisfecha en todo caso con independencia de las circunstancias que dieron origen al daño (construcción que muy probablemente está marcando el punto de arranque de una nueva tendencia en el Derecho del transporte internacional), el Reglamento 2027/97 permite, sin embargo, la exoneración de la responsabilidad de la compañía aérea si prueba la culpa del pasajero, así como la aminoración en la cuantía de su responsabilidad, en la medida de la concurrencia de la culpa del pasajero con la de la compañía (nº3 del art.3 del Reglamento 2027/98). Segundo, por lo que respecta a la posibilidad de reclamar un daño superior a los 100.000 DEG, la Convención y el Reglamento coinciden en la sustancia, con diferencias de matiz (que pueden llegar a ser importantes): en uno y en otro instrumentos el pasajero o sus herederos pueden solicitar el “mayor daño”, pero la compañía aérea podrá ser relevada de toda responsabilidad si prueba que adoptó todas las medidas para evitar el perjuicio o que le fue imposible adoptarlas (v. art.3.2 Reglamento y cfr. art.21.2 Convención de Montreal). Tercero, acerca de la indemnización en caso de retraso. La Convención de Montreal posee un supuesto de hecho que formalmente es más amplio que el del Reglamento 295/91. Mientras éste queda restringido a las dilaciones que encuentran su origen en los casos de “sobre reserva”, la Convención de Montreal no distingue esos supuestos de los demás que den origen al retraso (cfr. art.4 del Reglamento y 19 de la Convención de Montreal). Materialmente, sin embargo, la hipótesis fáctica del Reglamento se manifiesta como más rigurosa, ya que se trata de una responsabilidad objetiva, pues la compañía no puede alegar circunstancia alguna para eximirse de ella ; mientras que, bajo la misma condición de “overbooking” la compañía aérea podrá oponer, en el marco de la Convención de Montreal, la adopción de todas las medidas razonables para evitar el daño, o que le fue imposible adoptarlas (cfr., de nuevo, los preceptos antes citados). 2.8. ¿PODRÍAN RATIFICAR LA CONVENCIÓN DE MONTREAL LOS PAÍSES EUROPEOS ? El cotejo precedente aconseja que se responda a la cuestión de si, desde la perspectiva del régimen de responsabilidad del porteador en lo concerniente a los pasajeros, podrían ratificar la Convención de Montreal los países europeos. La respuesta afirmativa parece, en principio, indudable en todos los casos, por lo siguiente. En relación a las indemnizaciones en caso de muerte o de lesiones corporales, la semejanza de regímenes es manifiesta, tanto si nos referimos a las indemnizaciones inferiores a los 100.000 DEG, como a las superiores. En tal punto, ha de retenerse que la Convención de Montreal establece condiciones más onerosas para el porteador aéreo y, en consecuencia, preferibles para los viajeros (siempre que el incremento de responsabilidad y la subida del seguro no impliquen un excesivo ascenso en el precio de los billetes). Si se piensa en el “overbooking”, la responsabilidad objetiva impuesta por el Reglamento europeo, desde mi perspectiva, no parece oponerse al régimen de la Convención de Montreal, entre otros motivos porque el art.25 de la Convención permite, como suele ser habitual, tanto la posibilidad de elevar las cuantías indemnizatorias, como de hacerlas desaparecer por completo. Si el Reglamento 295/91 se juzga como una 19 mejora de la Convención, quizá no haya problema para ratificarla por parte de los países sometidos al Reglamento. La dificultad objetiva estribaría, hoy por hoy, en que los límites vigentes en el Reglamento (150-300 Ecus) resultan bajos frente a los 4.150 DEG. Aún con la subida de las indemnizaciones proyectada para Europa (185-370) no se acercan a los límites previstos en la Convención de Montreal. 3. CONCLUSIONES Cuando acabamos de llegar a comparar el Derecho vigente en Europa con el que parece que será el vigente en todo el mundo en breve, es preciso ir concluyendo la exposición. Sin embargo, antes de atender a las cuestiones que deseen suscitar, convendría destacar algunos aspectos de lo expuesto que parecen algo más sobresalientes. En primer lugar, parece necesario, como casi siempre que el estudioso se acerca a cualquier vertiente del Derecho, tener particularmente en cuenta el contexto histórico en que la norma se dicta. Y, más concretamente, resulta muy oportuno prestar atención al “estado de la técnica” (en palabras de la Ley de Patentes) en el momento histórico de que se habla. Esas circunstancias, que darán razón de una determinada opción (baja limitación cuantitativa de la responsabilidad del porteador aéreo) asumida por el legislador (nacional o internacional), son las que, al desaparecer o menguarse sustancialmente, deben ir justificando, como se ha visto, los correspondientes incrementos de la cuantía mínima de la responsabilidad del porteador aéreo. Otro corolario de lo expuesto, es la conveniencia de comparar el sistema de responsabilidad del porteador aéreo, con el que establece la LVC. Tal superposición, de la que hoy sólo hubo ocasión de apuntar algún extremo, se revela como una de las tareas pendientes, quizá de las más interesantes, para el acabado conocimiento de la disciplina de la responsabilidad de organizadores y detallistas en LVC. En ese contexto, la revisión de los pormenores de la relación entre las partes implicadas, y de la proyección de esos acuerdos sobre el esquema de la LVC, se antoja repleta de sugerentes cuestiones jurídicas. Por último, la que puede calificarse como aceleración de la historia de las normas unificadoras del transporte aéreo internacional de pasajeros, conduce a la sugerencia típica en las interrupciones de los programas radiofónicos o televisados : “permanezcan atentos a la pantalla”. Efectivamente, hay que ver, sobre todo, qué pasa con la entrada en vigor de la Convención de Montreal y, también, cuál es la reacción europea a esa (que parece más que posible) próxima entrada en vigor de la Convención de Montreal. Dicha Convención que, hoy por hoy, marca el fin de la evolución histórica en esta materia, sirve también para poner fin a mis propias palabras. Muchas gracias. 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