Entrevista publicada en La voz del interior • Ciudadanos Link: http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/militares-destruyeron-sistema-cientificoargentino Domingo, 18 de diciembre de 2011 Desaparecido: memorias de un cautiverio Club Atlético, el Banco, el Olimpo, Pozo de Quilmes y ESMA Mario Villani y Fernando Reati Colección Latitud Sur "Los militares destruyeron el sistema científico argentino" Entrevista a Mario Villani. El físico fue secuestrado y obligado a trabajar para los torturadores. Arregló una picana. Como muchos colegas suyos, nunca pudo retomar su línea de investigación. El físico Mario Villani fue secuestrado por los militares durante la última dictadura. Cinco años encerrado cambiaron para siempre su carrera científica. Un botón de muestra de lo que los años de plomo hicieron en la ciencia argentina. Pero Villani tiene otras historias para contar: cuando se vio obligado a arreglarle la picana a un torturador o cuando sin querer entregó a un amigo. Está encallecido, dice: “Desde que salí siempre hablé. Nunca me callé. Eso me ayudó mucho. Si te lo guardás se te pudre adentro y sonaste. A veces me pregunto por qué estoy vivo. ¿Qué hice? ¿Colaboré? ¿Entregué? Sospecho de mí, como muchos sospechan”. Hace unos días estuvo en Córdoba presentando su libroDesaparecido, memorias de un cautiverio , escrito junto con Fernando Reati, donde cuenta su historia –¿Dónde trabajaba antes de que lo secuestraran? –Era docente e investigador en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Trabajaba en espectroscopía por microondas. Física molecular. En aquella época estaba poco implementada en el país. Era un trabajo de aplicación al estudio de moléculas orgánicas. Iba a servir para confirmar o no los avances teóricos que había en ese momento. Fue mi primera línea de investigación. –¿Cómo lo secuestran? –La Triple A tenía fichada a toda la conducción de la UNLP. Descabezaron la Universidad. Uno de los secretarios me pide que lo acompañe a una entrevista con Oscar Ivanissevich, ministro de Educación de Isabel Perón. No pude ir. Antes de llegar a la entrevista lo ametrallan y matan junto con otra persona que lo acompañó. Allí tendría que haber estado yo. Luego de eso, renunciamos todos. –Y se fue de La Plata… –Sí. Me afeité el bigote y me corté el pelo. Estuve trabajando como profesor particular. Vivía con mi pareja y estaba sin trabajo. Entré a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), no sé cómo porque estaba controlada por la Marina. –¿Qué hacía en la CNEA? –Trabajé en el desarrollo de modelos matemáticos para reactores nucleares. Nada que ver con lo que hacía antes. –¿Cómo impactaron los años de plomo en su carrera científica? –Dejé mi línea de investigación. Los militares destruyeron el sistema científico argentino. Si no hubiese habido dictadura, posiblemente habría seguido con mi trabajo en la UNLP. El secuestro. Un día secuestran a su colega Antonio Misetich: “Me fui de mi casa y me separé de mi pareja. La vida clandestina fue muy dura. Un año después me secuestraron a mí. Vivía con un compañero en Parque Patricios. Nadie lo sabía, pero él cometió una falla: llevó a su novia a la casa. La secuestran y en la tortura canta la casa. Me atraparon. Ahí se acabó la Física, entre otras cosas. Estuve en cinco centros de detención durante cinco años”. –¿Durante el secuestro extrañó su trabajo científico? –Una de las cosas que me ayudaron para no acordarme del momento fue recordar poesías y hacer cálculos. No tenía lápiz, nada. Resolvía ecuaciones diferenciales. Iba complicando las ecuaciones para ver hasta dónde llegaba. –¿Y hasta dónde llegaba? –Llegué a resolver algunas ecuaciones de derivadas parciales, pero no más de dos o tres variables. –¿En los sitios en donde estuvo secuestrado había algún colega con el que podía charlar sobre ciencia? –Diálogos no. Secuestraron a Jorge Gorfinkiel, físico y amigo. Lo atraparon en una cita conmigo. La tenía agendada en código, pero se avivaron que algo pasaba. Me obligaron a pactar de nuevo la cita, pero lo hice en un teléfono que habíamos designado para usar si ya estábamos adentro. Pero Jorge fue a la cita. Luego en la celda, algo pude hablar con él porque los militares me usaron para trabajar. Repartiendo la comida, él me pide perdón. “Vos me pedís perdón a mí, soy yo el que te tiene que pedir perdón”, le dije. Lloramos los dos. Todavía está desaparecido. –¿En qué trabajaba para los militares? –Reparaba televisores, centros musicales, de todo. Una vez tuve que reparar una picana. –¿Por qué? –Un día viene Juan Antonio del Cerro, “Colores”, un torturador. Tenía una picana de la cual se enorgullecía, pero se le descompuso. Me pide que se la arregle. “No puedo. No quiero reparar un instrumento de tortura”, le dije. Él fue sutil: “¿No la querés arreglar? Voy a usar un varivolt”. Ese aparato no tiene limitación de corriente. Cuando empezó a torturar con eso, las víctimas entraban en coma. Me hacía ver a las víctimas. No aguanté y le arregle la picana. Pero le cambié el capacitor por uno de menos valor. La picana quedó debilitada. –¿Cómo logró reinsertarse en el trabajo científico con la llegada de la democracia? –No lo logré. Empecé dando clases particulares. Luego ingresé al Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti). Trabajaba en el departamento de Física y Metrología. –¿No intentó retomar las líneas de investigación que abandonó por la dictadura? –Antes del Inti, volví a la CNEA a través de un llamado a beca de la Nación. Logré la beca pero luego me cansé y pedí la jubilación.