Al profesorado de la Universidad Nacional de Colombia Colegas: Me disculpan que tome parte de su tiempo, teniendo en cuenta sus múltiples ocupaciones académicas y compromisos familiares. He recibido una comunicación masiva del profesor Luis Carlos Agudelo, Representante Profesoral por las Sedes ante el Consejo Académico, y con todo respeto quiero presentar algunas reflexiones. He sido Representante Profesoral durante varios periodos (tanto en el Consejo de Sede como en el CSU). He visto bastante heterogeneidad entre el cuerpo de representantes durante mi trabajo en este campo. Por ejemplo, cuando el profesor Palacios planteó una universidad con alto componente de investigación, con profesores con Ph.D. y en Dedicación Exclusiva, el profesor Acosta, el suscrito y otros representantes apoyamos esa propuesta de universidad (otros profesores, y en todo su derecho, tenían opiniones diferentes a las nuestras y así lo manifestaron tanto en los comités como en público). Cuando el profesor Wasserman en su primera campaña se manifestó a favor de la Tenencia, la Dedicación Exclusiva y los estímulos a la investigación sin descuidar la docencia, yo voté por él e incluso hice mi voto público cuando me lo preguntaron. No sé cómo votaron otros profesores; sería un atrevimiento de mi parte preguntarles. Iniciando su primer periodo el profesor Wasserman nos invitó a intercambiar opiniones a los profesores Acosta, Yunis y al suscrito. Tuvimos un intercambio muy amigable, del cual salió una invitación suya para conformar unas comisiones para discutir los estatutos General y Académico, y aglutinar a todos los profesores después de la profunda crisis del 2005. Yo acepté inmediatamente su invitación; además durante años habíamos compartido el Consejo de Sede, él como decano de Ciencias, por lo tanto directivo, yo como Representante Profesoral, y habíamos coincidido prácticamente en casi todas las discusiones y razonamientos que nos habían concernido a pesar de provenir de disciplinas muy diferentes. Se conformaron unas comisiones para discutir los estatutos. Yo hice parte de la Comisión de Reforma de Estatuto General. Por la representación profesoral asistimos el profesor Oscar Zapata de Medellín, la profesora Montoya de Manizales, el profesor Acosta (con mi suplencia por Bogotá). Por la Administración asistieron dos vicerrectores, dos decanos, el director nacional de Bienestar, el director nacional de Planeación y una abogada asesora de la dirección de la Universidad. En una de las reuniones yo propuse que se creara un Senado Profesoral o Académico, forma de gobierno universitario en Europa, Estados Unidos, Israel e incluso en importantes instituciones latinoamericanas. El profesor Acosta tomó la idea y durante meses estudió los mecanismos de los Senados Profesoral y Académico en el mundo. Yo argumenté que con un Senado Profesoral, amplio, representativo de todas las disciplinas y metodologías, con una presencia mayoritaria de profesores, no solamente tendríamos un gobierno académico eficiente y autónomo, sino que también se podrían resolver los roces y las dicotomías entre directivo y profesor. Después de todo, en el Senado Profesoral, las responsabilidades de dirección se diluyen y no se concentran en rector, vicerrectores y decanos (quienes a propósito también podrían ser miembros de ese Senado). Los argumentos de los profesores Acosta y Sáenz, le sonaron a la profesora Montoya e incluso al vicerrector de la Sede Medellín. No fue así con los otros directivos y con el colega representante por Medellín. Por supuesto, cada uno estaba en su derecho de si aceptaba o no nuestra propuesta. Desafortunadamente, una vez presentada la idea ante el CSU, ésta no fructificó, y para no cansarlos no voy a entrar, por el momento, en detalles de qué sucedió. Tan pronto se abrieron las inscripciones para la Representación Profesoral 2014-2016, empecé a agitar la idea del Senado Profesoral tanto con representantes activos como con profesores de diferentes facultades. De ahí que en compañía del profesor Luis Guillermo Díaz de la Facultad de Ciencias nos lanzamos como plancha al Consejo de Sede Bogotá y acordamos que un punto central de nuestro trabajo será trabajar por el Senado Profesoral. Y que no se crea que el profesor Díaz y yo somos clones que pensamos igual. De hecho sobre puntos muy delicados habíamos tenido diferencias sustanciales como miembros del Comité de Bogotá, pero entre académicos eso es normal. ¿Qué tal que hubiera unanimismo? La profesora Beatriz Martínez decidió presentarse al CSU acompañada por el profesor Daniel Arias, representante ante el Consejo de Sede. De lo poco que conozco del profesor Arias sé que él colabora con la Dirección de la Sede Manizales cuando los argumentos son sensatos académicamente y justos con el profesorado. La profesora Martínez, tal y como la conozco, es también una mujer dinámica, generadora de ideas y, por encima de todo, tiene presente el interés de la Universidad Nacional como un todo. Tanto la profesora Martínez como el profesor Arias se comprometieron con la idea del Senado Profesoral, a sabiendas que si algún día esta idea fructifica el papel del Comité de Representantes Profesorales quedaría reducido al mínimo, casi tendría la tendencia a desaparecer, al lograr una mayor colaboración entre miembros del Senado (o en términos legales Consejo Académico) que provendrían de la dirección de la Universidad así como en número importante pero razonable, de profesores que no tienen cargos directivos formales. Si el sistema funciona en Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, México, Chile, etc., etc, no veo por qué no puede funcionar entre nosotros. Por lo tanto, y en forma muy respetuosa, sugiero que la carta del profesor Agudelo, no es justa, generaliza, y no nos ayuda a enriquecer el debate académico cuando estamos a horas de votar (o abstenernos de votar) por una plancha a la Representación ante el CSU. No creo, y resumo así esquematice en aras de la brevedad, que la Universidad esté dividida en tres categorías de profesores como sostiene el profesor Agudelo: “indiferentes” los primeros, prisioneros de simples “convicciones ideológicas” los segundos, y un tercer grupo que sí están interesados en construir universidad y academia. Pregunto, ¿qué se logra de positivo cuando se califica y divide tan tajantemente, con el riesgo de crear barreras infranqueables entre casi tres mil profesores de carrera? Les soy muy franco. Si el profesorado estuviera dividido de tal forma, no valdría la pena lanzarme al Consejo de Sede. ¿Para qué? Después de todo sería más gratificante limitarme a compartir con los estudiantes, guiarlos en el pregrado y aconsejarlos sobre qué camino seguir si están interesados en el posgrado, y continuar investigando en mis temas (no por el simple interés de los puntos) sino porque son temáticas que, además de ser estudiadas con la rigurosidad de mi disciplina científica (la Historia) tratan problemáticas que conciernen no solo a los académicos sino también a una sociedad que se construye y destruye al tiempo en medio de profundos conflictos. Con sentimientos de amistad y respeto para con el profesor Agudelo, y con mis respetos para todo el profesorado. Muchas gracias por su tiempo. Atentamente, Eduardo Sáenz Rovner Profesor Titular Representante Profesoral (s), Consejo de Sede Bogotá