1 La mente heroica en Giambattista Vico: entre la fantasía y el

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CUADRANTEPHI No. 21
Julio – diciembre de 2010, Bogotá, Colombia
La mente heroica en Giambattista Vico: entre la fantasía y el ingenio
Rafael Ricardo Rubio Paez
Filosofía
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá
rafael.r.rubio@gmail.com
Resumen
En su Autobiografía, Giambattista Vico nos ofrece una narración escrita de manera retórica
acerca de su propia vida; pero ésta no sólo quiere dar cuenta de unas fechas y sucesos
biográficos de la vida de nuestro autor, sino que más allá de esto, se nos muestra como un
ejercicio de la mente, en donde facultades como la fantasía y el ingenio se ponen en juego
para la construcción de una mente heroica. Por lo tanto, el propósito de este escrito será
mostrar cómo, en contra del método instaurado por Descartes, que rechaza de plano el
estudio de las artes liberales, Vico logra rescatar facultades como las antes mencionadas a
través de una crítica poética en donde la poesía será la llave maestra. En este sentido,
hacemos una fuerte apuesta por aquello que Vico denominó racionalidad inclusiva, esto es,
un ejercicio de la mente que no limita la razón a sí misma, sino que la abre a nuevos
horizontes.
Palabras claves: Razón, razón poética, Descartes, Vico, mente heroica, fantasía, ingenio
Abstract
In his Autobiography, Giambattista Vico offers us a written narration in a rhetorical way
about his own life; but this text does not only want to account for biographical dates and
events, beyond these, it is showing an mind excesice, where faculties such as fantasy and
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wit come into play for the construction of a heroic mind. Therefore, the purpose of this
paper is showing how, against the method established by Descartes, which rejects the study
of the liberal arts, Vico manages to rescue faculties such as the previously mentioned ones
through a poetic criticism, where poetry will be the master key. In this sense, we make a
strong bet to what Vico called an inclusive rationality, that is, an exercise of the mind that
does not limit reason itself, but opens up new horizons.
Keywords: Reason, poetic reason, Descartes, Vico, heroic mind, fantasy, wit
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En sus Seis propuestas para el próximo milenio, Italo Calvino muestra un interés profundo
por los estudios literarios. En cada una de sus conferencias propone un valor para orientar
la literatura hacia un nuevo milenio, un milenio del que ya somos parte. La levedad, la
rapidez, la exactitud, la visibilidad, la multiplicidad, y una que desafortunadamente no
alcanzó a escribir, la consistencia, serían las seis conferencias que el italiano leería en
Harvard entre 1985 y 1986 en el marco de la cátedra Chales Eliot Norton Poetry Lectures
que se realizaba anualmente desde 1932. Sin embargo, estas conferencias jamás llegaron a
ser leídas en Harvard por su autor, puesto que murió precisamente una semana antes de
emprender su viaje, el 19 de septiembre de 1985.
De todas maneras, nos ha dejado un tesoro invaluable, pues todo lo que está contenido allí
obedece al espíritu de un hombre entregado al mundo de las letras y las imágenes, o si se
quiere, al mundo de la fantasía. Pues bien, este es el mundo de Italo Calvino, un escritor
con una “fe en el futuro de la literatura [que] consiste en saber que hay cosas que sólo la
literatura, con sus medios específicos, puede dar”. (Calvino, 1989, 11) Encontramos,
entonces, una especie de “tratado de poética” en el que Calvino, sirviéndose de gran parte
de la literatura occidental, desde Lucrecio, Ovidio, Dante, hasta Valéry, Mallarmé y Proust,
pasando por supuesto por literatura inglesa, alemana, norteamericana, entre otras, logra
conformar una propuesta sólida, a propósito de las letras, para el próximo milenio.
Entre los antecesores de Calvino podemos encontrar en los ámbitos de la cultura italiana al
pensador del S XVIII, preocupado, apasionado, entregado y comprometido con el estudio
de las artes liberales: Giambattista Vico. En una de sus Oraciones inaugurales,
pronunciadas ante los estudiantes de la Real Universidad en 1732, que lleva por título
„Sobre la mente heroica‟, Vico en forma de “imperativo” les dice lo siguiente:
Debéis aplicaros a los estudios literarios, nobles adolescentes, no en verdad por
unos fines en los que fácilmente seríais vencidos por el vil y sórdido vulgo, como
el de obtener riquezas; ni en los que serías, con mucho, superados por militares y
cortesanos, como por honores y poder; ni tan siquiera por los que se mueven los
filósofos, el ansia, ciertamente, de la propia sabiduría, cautivos del cual pasan, en
su inmensa mayoría, toda su vida en apartado retiro, para disfrutar ociosos de su
tranquilidad de espíritu. De vosotros se debe esperar algo de mayor prestancia […]
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De vosotros, digo, se debe esperar que os afanéis en los estudios literarios, para
desplegar vuestra mente heroica y poner la sabiduría al servicio de la felicidad del
género humano. (Vico, 2002, pp.198-199)
En este orden de ideas, mi interés será el de intentar un acercamiento a la obra de Vico a
través del problema que, en plena modernidad racionalista, comienza a surgir de la mano
del despertar humanista. Es decir, de la mano de Vico, mostraré la importancia de los
estudios liberales, en contra de un método more geométrico como el de Descartes. Para
ello, en primer lugar, haré una exposición del denominado „padre de la modernidad‟,
concentrándome sobre todo, en la primera parte del Discurso del método donde con
severidad el francés rechaza de plano el estudio de las artes liberales: gramática, poesía,
historia y retórica para instaurar un método fundado en la mera razón geométrica. En
segundo lugar, me referiré a Vico como un apologeta de la retórica y la oratoria, esto es, de
los estudios liberales y humanísticos, en contra del racionalismo abstracto de Descartes. Me
valdré, para este punto, de la Autobiografía de Giambattista Vico que escribió en tercera
persona; además, echaré mano de algunos escritos suyos como “Sobre la mente heroica” y
“El método de estudios de nuestro tiempo”.
Descartes como precursor de la modernidad racionalista
Debo empezar diciendo que no es mi intención, y mucho menos la de Vico, hacer una
crítica a ultranza a Descartes, puesto que, de todas maneras, el italiano lo considera como
un hombre de una gran mente, de una mente heroica. Más bien, lo que pretendo es mostrar
una manera de hacer filosofía completamente diferente a la que se hizo en la modernidad
racionalista, una filosofía que vaya un poco más allá de los límites de la razón, una filosofía
que sea capaz de estar a los márgenes de la filosofía misma para configurar una mente
abierta, comprensiva. Pero bien, vayamos al Discurso del método, libro que perfectamente
podemos considerar una autobiografía intelectual, y preguntémonos, como lo hace Valéry:
¿cómo no observar desde ahora que el texto fundamental, el Discurso del método,
es un monólogo en el cual las pasiones, las nociones, las experiencias de la vida, las
ambiciones, las reservas prácticas del héroe están indistintamente expresadas por la
misma voz? No puede uno impedirse, al volver a colocar ese texto memorable en la
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atmósfera espiritual de su época, observar que la época en cuestión sigue a la de
Montaigne, y que los monólogos de éste, no los ha ignorado el príncipe Hamlet, que
en el aire de aquel tiempo removido por tantas controversias, estaba la duda, y que
esa duda reflejada en cierta cabeza de tendencias y hábitos matemáticos tenía
probabilidades de tomar forma de sistema, y de encontrar al fin su límite en la
atestiguación del acto mismo que la expresa. Dudo, luego tengo, al menos, esta
certidumbre, que dudo. (Valéry, 1966, pp. 22)
La importancia de un pensador como René Descartes es fundamental a la hora de
preguntarse por la tradición, por el ámbito donde se teje el mundo de los hombres, los
pensamientos, las instituciones, puesto que, sin lugar a duda, el pensador francés, no sólo
traza una ruptura, sino que, más allá de esto, continúa una tradición, continúa el pasado y
abre modos de comprensión, horizontes de racionalidad, que han sabido aprovechar
hombres tan importantes como Paul Valéry, Maurice Merleau-Ponty, y por supuesto
Giambattista Vico. Pero bien, ¿cuál es el propósito del Discurso del método? Para empezar,
es importante señalar que el Discurso del método tiene como subtítulo „para dirigir la
razón e indagar la verdad en las ciencias‟. Así pues, tendremos que afirmar que su
propósito es el de instaurar un método para la dirección de la razón e indagar sobre la
verdad en las ciencias. Veamos cómo se llega a este método.
Descartes empieza haciendo alusión al buen sentido, esto es, a la capacidad de juzgar
correctamente y de distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso. Este buen
sentido, como lo afirma el francés, es natural en todos los hombres, pues es la cosa mejor
repartida del mundo. De esta manera, nos encontramos con que todos los hombres, al hacer
uso de su buen sentido o razón, opinan cosas diferentes, dirigen sus reflexiones por caminos
divergentes entre sí. De ahí que lo más importante no sea tener un buen ingenio, sino que
más allá de esto, tenemos que aplicarlo de manera correcta, haciendo un buen uso de la
razón.
Pues bien, a partir del anterior punto, nos podemos remitir al tema del método, pues
Descartes en esta suerte de autobiografía, nos cuenta que desde su juventud estuvo cerca de
algunas orientaciones que lo ayudaron a formar un método “por medio del cual (…) parece
que es posible acrecentar gradualmente mis conocimientos y situarlos poco a poco en el
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grado más alto que sea alcanzable, teniendo presente no sólo la mediocridad de mi ingenio,
sino también la corta duración de mi vida”. (A-T, VI, p. 3) De esta manera, la idea de un
método surge porque le parece fundamental contar con algo que le ayude a formar su
mediocre ingenio, a liberarlo del error y la falsedad. Este será, por supuesto, el método de la
razón, un método que no está dirigido a los hombres en general para la dirección de esta
misma, sino que es tan sólo un método propio: “únicamente [nos dice Descartes] intento
presentar cómo me he esforzado en dirigir la mía”. (A-T, VI, p. 4)
Desde muy joven empezó su formación basada en el estudio de las letras y, de hecho, como
nos lo cuenta en su Discurso, era un apasionado por éstas, puesto que la idea que siempre
acompañó estos estudios, era que, a través de esto, conseguiría “un conocimiento claro y al
abrigo de dudas sobre todo lo que es útil para la vida”. (A-T, VI, p. 4-5) Sin embargo, al
terminar sus estudios, no consiguió tener claridad alguna sobre estas cosas útiles para la
vida; antes bien, lo embargaban cada vez más dudas, y como él lo dice: “el progresivo
descubrimiento de mi ignorancia”. Así pues, podemos apreciar en Descartes a un hombre
cuyo conocimiento no se agota, cuyas ansias y deseos de alcanzar la claridad y la distinción
de todo lo que lo rodea, marcan una manera de hacer filosofía, en una época en la que,
según le parecía, estaban floreciendo grandes ingenios, grandes discursos, como en ninguna
otra: “por todo esto me llegué a sentir con ánimos para tomar la libertad de juzgar a los
demás por mí mismo y para pensar que no existía doctrina alguna en el mundo tal y como
la que se me había hecho desear al inicio de mis estudios”. (A-T, VI, p. 5)
De todas maneras, a pesar de este rechazo a los estudios humanistas que desde ya
empezamos a notar en su Discurso, el filósofo francés reconoce la importancia que tiene
cada una de las ciencias para la formación del ingenio, y de la mano de esto, por supuesto,
la importancia de los ejercicios que se practicaban en las escuelas:
Las lenguas allí estudiadas reconocía que eran necesarias para comprender las obras
de la antigüedad; apreciaba que la graciosa elegancia de las fábulas excita el ingenio
así como que las memorables acciones narradas por la historia lo exaltan y siendo
leídas con discreción contribuyen a la formación del juicio. Opinaba también que la
lectura de las grandes obras es similar a una conversación con las gentes más
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honestas del pasado, que han sido sus autores y, a la vez, una conversación
minuciosa en la que nos dan a conocer únicamente lo más selecto de sus
pensamientos; así mismo, consideraba que la elocuencia posee una belleza y una
capacidad de seducción incomparables y que la suave dulzura de la poesía puede
engendrar entusiasmo; estimaba que las matemáticas permiten sutiles invenciones
que pueden contribuir tanto a satisfacer a los curiosos como a facilitar las artes
mecánicas y a disminuir el trabajo de los hombres; creía que los escritos
relacionados con temas de costumbres contienen múltiples enseñanzas y abundantes
exhortaciones a la virtud que son de gran utilidad, que la teología enseña la doctrina
para alcanzar el cielo y que la filosofía ofrece el medio que nos permite hablar con
verosimilitud de todas las cosas y hacernos admirar por parte de los menos sabios;
que la jurisprudencia, la medicina y otras ciencias proporcionan honores y riquezas
a quienes las cultivan; finalmente juzgaba que era necesario examinar todas las
ciencias, hasta las más supersticiosas y falsas, con el fin de apreciarlas en su justo
valor y prevenir el error. (A-T, VI, p. 5-6)
Es inevitable traer a colación este párrafo del Discurso, sobre todo porque nos ayuda a
considerar a Descartes como un hombre con un interés pasional por todas las formas del
conocer, pero más aún, como un pensador riguroso al que no se le escapa examen alguno
que parta desde la razón y se dirija hacia las ciencias. Es decir, el método que ha querido
instaurar, al menos para sí mismo, esto es, el método de la razón que examina, que duda, es
un método que desea encontrar certezas, principios claros y distintos sobre los que se funda
la realidad.
Así, si nos detenemos un poco en la anterior cita, vemos cómo nuestro autor no hace un
rechazo absoluto de los estudios humanistas impartido en las escuelas de su época en forma
de Trivium y Cuatrivium, sino que más bien, toma todos estos estudios para, de hecho,
instaurar un nuevo método. Vemos cómo René Descartes se encuentra una tensión entre la
tradición que tiene a sus espaldas, de la cual, por más que quiera, no puede librarse, y el
método de estudio que quiere instaurar. Es el oscilar de un hombre que, por decirlo de
algún modo, “deconstruye” su propia pretensión de poner a la razón por encima de todo
saber que no pasa a través del cedazo de la claridad y la distinción.
De esta manera, lo que pretendo decir es que Descartes, a pesar de romper con una
tradición, a pesar de que hace tabula rasa para abrir el camino a las ciencias y al mundo
moderno, está en una tensión entre su formación escolástica y su intento por fundar una
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modernidad que encuentra su fundamento en el método de la razón. Descartes, entonces,
está trazando una ruptura con la tradición, cuando él mismo no puede desprenderse de ésta.
A pesar de que declare un cierto rechazo por estudio de las artes liberales: gramática,
poesía, historia y retórica, porque las considera cualidades del ingenio, más que frutos del
estudio, su propio Discurso del método está escrito retóricamente.1
Pero bien, hemos tocado un punto muy importante, este es, que las artes liberales son meras
cualidades del ingenio y no fruto del estudio. Y es precisamente por este camino, por donde
Descartes va a llegar a matematizar el mundo, a fundar toda certeza clara y distinta sobre
un proceder more geométrico. Es decir, tomando distancia de los estudios humanistas,
confusos y oscuros, si se quiere, Descartes va a anclar su método, y por tanto, su filosofía,
en el estudio de las matemáticas, por la certeza y evidencia de sus razonamientos. El
pensador francés, en este sentido, le arrebata toda dignidad epistemológica a un modo de
saber que, a los ojos de Vico, será legítimo.
En este mismo orden de ideas, diremos que hemos llegado al lugar que nos interesa, puesto
que es precisamente en contra de este proceder fundado en la mera razón geométrica, ante
lo que Vico reaccionará otorgándole un lugar privilegiado a los estudios humanistas, y por
supuesto, al estudio de las facultades de una mente heroica, como por ejemplo, el ingenio y
la fantasía.
Vico: hacia una crítica poética
Giambattista Vico es un pensador italiano que nació en Nápoles hacia el 23 de junio de
1668, aunque en su Autobiografía nos cuente que fue en el 1670. Es un hombre de letras,
inmerso en una tradición poética; es un pensador moderno, en contra de esta época
sustancialmente cartesiana; poco estudiado por lo que llamamos tradición filosófica, sobre
todo porque sus estudios no tuvieron mucho eco en los oídos de los hombres modernos; de
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Este es un punto paradójico que quiero señalar y dejarlo también abierto, porque exige de muchos matices
que no son pertinentes en este momento
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hecho, ha tenido más resonancia en el mundo contemporáneo sobre todo por los debates
sobre el humanismo de Gadamer y Heidegger.
De todas maneras, en cada una de sus obras, se puede apreciar el estilo de un hombre
preocupado por la manera como se han rechazado los estudios literarios, como estos han
sido reemplazados, en cierto sentido, por el dominio de las ciencias matemáticas y
geométricas. El estilo diletante de Vico nos abre a un mundo de posibilidades para pensar
las maneras como se puede hacer filosofía, es decir, no sólo una, dogmática, encerrada
dentro de los límites de la razón geométrica, sino un modo de entender y de ver el mundo
diferente.
Con Vico, entonces, nos encontramos con lo que él ha denominado „racionalidad
inclusiva’, esto es, una racionalidad que se sale de sus propios límites para ponerse en
diálogo con diversas formas de expresión, como la literatura y el arte. De esta manera, es
necesario decir que Vico desmonta la racionalidad cartesiana, por medio de su principio
epistemológico: el verum factum, lo cual quiere decir, que sólo podemos conocer, lo que
hacemos. Así pues, estamos ante una Ciencia en la que, queriendo explorar el hacer de la
mente, lo que se configura es una manera de hacer y de ver, que en contra de las ideas
claras y distintas cartesianas, abre su campo de racionalidad poniendo como “llave
maestra” de su Ciencia, el hacer del poeta, o si se quiere, la poesía. Siguiendo el texto de
Brigante, diremos que
“la discusión que el italiano entabla con la moderna filosofía es, según sus palabras,
una crítica poética que es posible sólo volviendo la mirada a la Antigüedad y
reconquistando la capacidad de conocer que tenían los primeros pobladores antes
que la crítica les enturbiara la mirada.” (Brigante, 2008, p. 185)
Pues bien, teniendo en cuenta lo anterior, es menester referirnos al menos a dos puntos
importantes, a través de un mismo hilo conductor. Tendremos siempre como horizonte lo
que el napolitano llama „mente heroica‟, esto es, una mente que incluya facultades como la
fantasía, la memoria, el ingenio, y el entendimiento, facultades que, por supuesto, Descartes
rechazará como aptas para la dirección correcta de nuestra juicios a favor de la razón. Y, de
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estas facultades, tomaremos la fantasía y el ingenio, a través de las cuales se articula tanto
la memoria como el entendimiento, para la formación de una mente heroica, y en palabras
de Vico: “para el cultivo de la mejor humanidad”. Para ello, nos ubicaremos en el capítulo
VII del libro Metafísico, publicado en su obra Sobre la revelación de la antiquísima
sabiduría de los italianos, teniendo como presente siempre su Autobiografía y su oración
inaugural “Sobre la mente heroica”.
Como punto de partida propongo tomar a Vico como un baluarte de la querella entre
antiguos y modernos, como un símbolo de radical importancia en este escenario donde se
pone en juego el debate en torno al método de estudio que se debe seguir: el de los
antiguos, como una formación fundamentalmente humanista, esto es, en artes liberales, o el
de los modernos, como una formación fundada en la mera razón geométrica, en las
Meditaciones cartesianas y en su libro sobre el Método. Teniendo esto en cuenta, debemos
decir, de entrada, que Vico es un autor que no está situado en un sólo lugar, es decir, es un
autor cuyo espíritu, como el de Descartes, pertenece tanto a una época, como a la otra. El
napolitano, entonces, bebe del mundo antiguo en cuanto a su decisión de formarse en la
prosa latina, pero también es un hombre que mira el mundo en el que vive y no logra tomar
distancia de éste. Muestra de esto, por ejemplo, es su reacción en contra del método
cartesiano.
Pero bien, a continuación veremos cómo se contrapone el pensar poético de Vico, al pensar
racionalista de Descartes. La memoria y la fantasía son para el italiano facultades, esto es,
aquello que es propio de las cosas que hacemos como, por ejemplo, la fantasía y el
entendimiento. Así, Vico nos da una explicación de lo que significaban tanto la memoria y
la fantasía para los latinos y para los griegos. En última instancia, ambas facultades son una
sola facultad. Para los latinos, la memoria es aquella facultad a través de la cual percibimos
por los sentidos, y esto percibido lo guardamos en nuestra mente, y al sacarlo, lo llamamos
recuerdo. Para los griegos, “es una facultad por la que configuramos imágenes y se llamó
«fantasía»”. (Vico, 2002, p. 179) Esta facultad, a través de la cual configuramos imágenes,
es lo que nosotros vulgarmente llamamos imaginación:
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¿Será acaso porque no podemos representarnos sino lo que recordamos, y no
recordamos sino lo que percibimos por los sentidos? Ciertamente, no hay
ningún pintor que haya pintado jamás un género de planta o animal que la
naturaleza no haya proporcionado: pues esos hipogrifos y centauros son
verdades de la naturaleza falsamente mezcladas. Ni los poetas han pensado
una forma de virtud que no se encuentre en la realidad humana, sino que
elevan por encima de lo verosímil una elegida del común y de acuerdo con
ella dan forma a sus héroes. Por ello los griegos nos han transmitido en sus
mitos que las Musas –que son las potencias de la fantasía− son hijas de la
Memoria. (Vico, 2002, p. 179)
En este sentido podemos apreciar cómo el trabajo de Vico se construye con palabras e
imágenes propias de un saber poético. Ahora bien, al hablar de este tipo de saber, debemos
preguntarnos cuál es la facultad propia del saber humano (saber que, si me lo conceden, va
a tener como horizonte y como base, un saber poético). A esto responderemos de entrada,
que es el ingenio, aquella facultad que Descartes va a rechazar, pues si recordamos unas
páginas atrás, cuando hablábamos del Discurso del método, el filósofo francés nos decía
que es necesario tomar distancia de las artes liberales, porque éstas son meras cualidades
del ingenio, y no fruto del estudio. En contra de esta idea, el napolitano señalará al ingenio
como la facultad propia del saber humano, un saber que, como ya se advirtió, encuentra su
asidero en una vida poética:
Y, en verdad, si importas el método geométrico a la vida cotidiana,
no haces más
que empeñarte en volverte loco con toda la razón:
y proseguir en línea recta por los recodos de la vida, como si en los asuntos
humanos no reinasen el capricho, la temeridad, la ocasión y la fortuna.
(Vico, 2002, 182)2
A partir de estas palabras de Vico entramos en uno de los problemas más importantes de
este escrito, esto es, la preocupación por, como lo ha llamado nuestro autor, „la heroica
pasión por las letras‟, o si se quiere, mejor, „la razón heroica del estudio‟. Un buen ingenio,
como lo hemos visto, no es posible cultivarlo a través de procedimientos dictados por un
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Este pasaje tiene esta forma en el texto de Vico.
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método meramente racionalista que excluya de su contenido metódico al saber poético,
pues como bien lo ha apuntado Calvino en una de sus Seis propuestas para el próximo
milenio:
La excesiva ambición de propósitos puede ser reprobable en muchos campos de
actividad, no en literatura. La literatura sólo vive si se propone objetivos
desmesurados, incluso más allá de toda posibilidad de realización. La literatura
seguirá teniendo una función únicamente si poetas y escritores se proponen
empresas que ningún otro osa imaginar. Desde que la ciencia desconfía de las
explicaciones generales y de las soluciones que no sean sectoriales y especializadas,
el gran desafío de la literatura es poder entretejer los diversos saberes y los diversos
códigos en una visión plural, facetada del mundo. (Calvino, 1989, p. 127)
Pues bien, Vico antes de considerarse como un gran filósofo, se considera como un hombre
de letras, como un hombre de vocación literaria. Es quizás por esto por lo que encuentra en
facultades como la imaginación y el ingenio, no uno, sino muchos caminos por donde
dirigir la razón, una razón que no sólo se remite al espacio cuantitativo donde operamos
como autómatas, sino una razón amplia e inclusiva que nos abra a un mundo cualitativo en
donde podamos crear un ingenio heroico, una mente heroica en la que está siempre
presente, como bien lo ha señalado Brigante, “una especie de experimento mental de una
racionalidad inclusiva”.(Brigante, 2008, p. 191)
Lo que está en juego en este sentido, son las posibilidades de comprensión de los saberes;
una mirada abierta en la que todos los ámbitos del saber se reconfiguran a la luz de un saber
poético, dando lugar así a una razón inclusiva en la que convivan modos de pensar, estilos
de comprender el mundo. Es decir, en Vico no tenemos una división tajante entre lo antiguo
y lo moderno, sino que más bien, bajo el signo de esta racionalidad inclusiva, se pone en
diálogo los modos en que cada época comprende.
Por último, mostraremos la invitación que nos hace Vico en “Sobre la mente heroica” al
cerrar su Oración inaugural, pues allí nos dice que debemos entregarnos, con todo nuestro
ingenio, al estudio de miles de cosas que aún quedan por hacer, por comprender. Nos
invita, pues, a formarnos una mente heroica que se configura a través de una crítica
poética, en contra de una mente matematizada y geométrica desde la cual prácticamente
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censuramos el mundo; nos invita a cultivar nuestro ingenio, a mirar con amplitud e
inclusión el mundo a través de la fantasía, que es el ojo del ingenio; nos invita, en últimas, a
“poner en acto”, como bien lo ha expresado Brigante, “una racionalidad comprensiva que
busca alejarse de aquella forma de la razón que, al sólo querer dar cuenta de sí, se limita a
sí misma”. (Brigante, 2008, p. 192)
Bibliografía
BRIGANTE, A.
(2008). “La razón poética en Giambattista Vico”. En Universitas philosophica.
Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
CALVINOalvino, I.
(1989). Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid: Siruela.
DESCARTES, R.
(1981). Discurso del método. Madrid: Alfaguara
VALÉRY, P.
(1966). El pensamiento vivo de Descartes. Buenos Aires: Losada.
VICO, G.
(1998). Autobiografía de Giambattista Vico. Madrid: Siglo XXI.
(2002). Obras. Oraciones inaugurales. La antiquísima sabiduría de los italianos.
Barcelona: Anthropos.
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