ARBITRARIEDAD JUDICIAL Toda persona que haya tenido trato con la Administración de Justicia de un modo continuo sabe de qué pie cojea. El problema número uno de la Justicia en España no es la lentitud sino la calidad y dentro de la calidad el inadmisible nivel de arbitrariedad que existe en su interior. Parece que más que la Justicia de un Estado de Derecho sea la de una Justicia de juzgados y tribunales taifas donde cada uno resuelve según antojo, y no pocas veces en función de filias y fobias. No es una leyenda negra (desgraciadamente). Es un hecho real. La parte salvable de la Justicia española no alcanza ni el 25 por ciento de su total. Por eso habría que hacer como hizo Chávez en Venezuela, crear vías jurídicas para una destitución masiva de jueces que no cumplen con sus obligaciones de dictar sentencias correctas e imparciales. El mecanismo disciplinario podría ser una válvula de escape a este problema, pero en manos de quien está, el Consejo General del Poder Judicial, es imposible. Por eso habría que cambiar la exigencia de responsabilidad, disciplinaria, civil y penal, ante órganos independientes de la Justicia profesional, un jurado cualificado o técnico podría ser la solución. Por este motivo la Justicia española en su conjunto huele a podrido. Un juez prejuicioso habituado a resolver a base de sus meras impresiones puede suponer un capítulo de daño a la sociedad española impresionante. En un solo año podría generar una responsabilidad pública de millones de euros. Otra vía de remedio es cambiar rápidamente el sistema de acceso a la judicatura. Jovencitos que han pasado dos o tres o más años preparando oposiciones, aislados en sus lugares de estudio, no pocos tocados de desequilibrios psíquicos, no pueden ser los guardianes del derecho, carecen de la madurez y el sentido de la razón que necesita la función de juez. En Holanda existen serios exámenes previos a la oposición donde se vé si el candidato tiene el perfil psicológico para ser juez: comprensión, honestidad racionalidad, equilibrio. ¿Como un "pirao" puede tener en su mano el poder de juzgar del Estado?. Afortunadamente no todo el cuerpo judicial es injusto, arbitrario e irrespetuoso con la primacía del Derecho. También existen los jueces que hacen bien su trabajo y que lo desarrollan con competencia y de forma correcta, imparcialmente. Ya digo, no más de 1 de cada cuatro y creo que la estadística es muy optimista. Estos jueces merecen ser apoyados porque a veces sus propios compañeros la emprenden con ellos ya que no se acomodan al modelo. Cuando uno de estos jueces correctos escucha en pasillos o reuniones comentarios de "A ese le voy a poner la sentencia que se va a enterar" revelando la animadversión hacia un abogado que le lleva a alterar el resultado del pleito, lo habitual es que sienta asco de convivir con esa gentuza en el mismo oficio. En mi experiencia jurídica, ya dilatada, he topado con representantes de ambas categorías y también con jueces del tipo intermedio que son hora arbitrarios hora decentes y correctos según las circunstancias exijan lo uno o lo otro. Un magistrado de la Audiencia de Murcia en un tiempo ya remoto me decía aquí se aplica el dogma de al amigo el culo, al enemigo por culo y al indiferente el ordenamiento vigente". El magistrado, con esa declaración, se excluía de la secta judicial, pero pronto comprobé que el hacia exactamente lo mismo que antes había censurado. El Tribunal Constitucional representa algo así como el paraíso de la arbitrariedad. Miles de recursos de amparo con echados fuera no porque sean inadmisibles realmente sino porque a ellos -a los magistrados- no les place darles amparo, ya que eso lleva mucho trabajo y según el TC las violaciones de derechos fundamentales son algo excepcionalísimo (prueba de la falta de contacto con la realidad que sufre esa casa hechizada o maldita que es el Tribunal Constitucional). Si la arbitrariedad tiene una fuente de la que emana, esa está en la calle Doménico Scarlatti 6 de Madrid, allí en el edificio inspirado en las mastabas o tumbas egipcias que sirve de sede al TC y que parece por fuera lo que es por dentro "un bunker". Afortunadamente el TC está tocado de muerte. No le queda mucho a esa institución. Su culto a la arbitrariedad y sus corolarios el politiqueo, el mamoneo de favores y contra favores lo ha dejado ya en estado de momificación. Está como un cadáver en respiración asistida. Parece vivo pero si lo observas de cerca ves que es engañosa la percepción. El TC representa el lado más patológico de la justicia española y está como Franco en el 75. En fin, colegas, amigos, que es hora de tocar los tambores de la revolución judicial y exclamad ¡"VICTIMAS DE LA ARBITRARIEDAD JUDICIAL, UNIOS"!