CONOCIENDO LO QUE DIOS HA CONSUMADO Parte 29 “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.” - (Efesios 3:11-12) Hablamos del templo o habitación de Dios por cuatro lecciones. En tres de esas lecciones, vimos que el eterno propósito de Dios era tener lo que las Escrituras llaman un “Nuevo Hombre”. Un Hijo corporativo, del que Cristo es la vida, la cabeza, el origen. Nosotros, Su cuerpo, que funciona como Su lugar de habitación y como vasija para Su incremento y expresión. En la última lección, hablamos de compartir una mayor perspectiva de esta realidad según la describe Jesús: “Yo estoy en el Padre, ustedes en Mí y Yo en ustedes”. O como dice Pablo: “Ustedes han muerto y sus vidas están escondidas con Cristo en Dios”. Estoy tentado a retomar eso en esta lección, porque no hay nada más grande. En esta pequeña frase tenemos resumidos el propósito eterno y deseo de Dios: “Ustedes han muerto y sus vidas están escondidas con Cristo en Dios”. Podríamos pasar lo que resta de nuestras vidas en el descubrimiento espiritual de esta expresión y sería un increíble buen uso del tiempo; descubrir lo que significa haber muerto con Él, estar escondidos con Él, haber retornado con Él al Padre. Eso fue, precisamente, lo que logró la cruz. Notemos que Pablo no dice: “Ustedes morirán y sus vidas estarán escondidas con Cristo en Dios”. Lo que Jesús y Pablo describen fue consumado por la cruz, y es el propósito eterno de Dios. En la cruz, Dios ha encontrado un lugar de habitación entre los hombres. Más que eso, Dios ha encontrado un lugar de habitación EN el hombre. Un cuerpo del cual Él es la cabeza y la vida. Un reino donde Él reina como rey. Una ciudad en la que Él es el fundamento, la luz, la muralla, la gloria. Dios, en Cristo, habitando entre los hombres. Él ha levantado a través de Su muerte, sepultura y resurrección el verdadero santuario de Dios. Sólo estoy pidiendo prestadas varias expresiones bíblicas que describen esta realidad. Él ha traído un pueblo a Sí en Su Hijo. Este ha sido el plan y propósito desde el principio, es lo que Dios ha completado, logrado y cumplido en Cristo, y lo que el Nuevo Testamento declara en múltiples formas que es AHORA en Cristo. Es lo que dice el pasaje que corresponde a nuestra presente lección. “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” (Efesios 3:11). En ninguna parte se ve esto prometido y descrito con más detalle que en el tabernáculo, el cual era la pieza central del Antiguo Pacto. Dios dijo: “Moisés, edifícame un tabernáculo para que yo habite en medio de este pueblo”; una declaración poderosa del propósito divino. En el tabernáculo vemos el camino, la verdad y la vida retratados en las tres secciones. Vemos el cielo y la tierra unirse en un hombre llamado el Sumo Sacerdote. Vemos a este hombre preparando el camino a través de la muerte, y llevando a un pueblo en Sí mismo, en lino impecable, detrás del velo, a la misma gloria de Dios. Vemos a un pueblo en un hombre detrás del velo en la presencia de Dios. “Yo estoy en el Padre, ustedes están en Mí y Yo en ustedes”. “Ustedes han muerto y sus vidas están escondidas con Cristo en Dios”. Jesús les dijo a los fariseos: “Destruyan esa sombra terrenal y Yo levantaré lo verdadero en sólo tres días”. Y así lo hizo. Nuestros versículos en Efesios dicen que el eterno propósito de Dios ha sido ejecutado en Cristo, que el eterno propósito de Dios está CONSUMADO. Eso es lo que dicen estos versículos. Tal vez no nos hemos detenido lo suficiente para notarlo. Dios tiene lo que quiere, lo que se propuso, completó Su objetivo, finalizó Su plan, cumplió todo lo que se había propuesto. Hay algunas versiones en inglés en las que el versículo 11 se lee: “De acuerdo al eterno propósito, el cual Él se propuso en Cristo Jesús nuestro Señor”, pero esta es una muy mala traducción. Primero, en el griego el verbo es “hacer” y está en el tiempo aoristo, lo cual significa “hecho”. (La Reina Valera traduce “hizo” y la de las Américas “llevó a cabo”). Está hecho, finalizado, consumado. Creo que la única razón por la que algunas veces es traducido “propuso” en lugar de “consumado”, “hecho” o “finalizado”, es debido a que la palabra “propuso” intencionalmente deja el plan de Dios sin terminar, y generalmente así es como pensamos del plan de Dios; que Dios lo comenzó y está esperando terminarlo, que Dios lo planeó y está esperando consumarlo, que Jesús ejecutó la mayor parte del trabajo duro, pero que un día Él lo amarrará todo. Este versículo dice lo contrario, nos dice que el propósito eterno de Dios fue consumado o hecho en Cristo Jesús nuestro Señor. Este capítulo nos dice dos veces, que nosotros debemos llegar a ser la manifestación o exhibición de lo que Dios ha finalizado. Nosotros hablamos todo el tiempo de la cruz como la obra consumada de Dios. La razón por la que lo menciono, es porque, en realidad, no lo creemos; de muchas maneras no lo creemos. Muchos de nuestros pensamientos acerca de Dios, la vida, el crecimiento, el propósito, el destino, el cumplimiento...de alguna manera tienen que ver con un día natural en el calendario y que está por venir, en lugar de ser un día espiritual que va amaneciendo en nuestros corazones. No obstante, Dios no está tratando con usted, o con cualquiera, de acuerdo a tiempo, días o minutos. Lo que quiero decir es, que no hay nada de Cristo o de la salvación, que nos vaya a ser dado y que esté separado o independiente del Jesús que es la salvación viviendo en nuestras almas. Dios no está a punto de hacer algo, aparte de mostrar lo que Él ya hizo. Nunca encontraremos escrituras que declaren que Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección completó sólo una parte del plan de Dios. Podemos inferir que hemos malinterpretado ciertos pasajes, porque nunca se dice. El día en que nosotros realmente necesitamos caminar no es un día que se mide por un reloj o calendario, sino en el eterno día que es Cristo. El reposo que llegamos a conocer no es un lugar en el futuro, sino una Persona que ya es. Él es el día de reposo, el día de la verdadera luz, el día que amanece en la resurrección. Este día, para siempre consumado por Dios, es un AHORA perpetuo, y permanece siempre para el que desee entrar en él. “Otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (Hebreos 4:7-11). Este es el caso, sin importar a qué perspectiva escatológica esté usted adscrito. Si “escatología” no es una palabra familiar para usted, sólo significa: El estudio de los últimos días o del final de los tiempos. Pero no importa qué posición escatológica adopte usted, el propósito de Dios ha sido completado en Cristo. Usted puede ser, en cuanto a posición, completamente preterista, parcialmente preterista, pre-tribulación, en medio de la tribulación, post-tribulación, premilenialista, a-milenialista, no milenialista, pre-ira, un rapto, dos raptos, un rapto espiritual, no hay rapto...y la lista se hace cada año más larga. Lo cierto es que todas estas cosas tienen que ver con eventos, que puede que no o puede que sí se manifiesten en la creación natural. Ninguna de ellas cumple el propósito eterno de Dios. Tal vez, algunas de ellas manifiesten el cumplimiento del propósito de Dios, pero ninguna cumple la intención última de Dios. ¿Puede sobrellevar lo que le estoy diciendo? Por ejemplo, la intención última de Dios no era destruir al Israel del Antiguo Pacto. Dios destruyó al Israel del Antiguo Pacto por medio de Tito, el hijo del César, en el año 70 después de Cristo, y hay escrituras que hablan de eso. Pero esta destrucción no fue otra cosa más que la manifestación natural del juicio que Él consumó en la cruz. En otras palabras, Dios quitó el Antiguo Pacto con todos los tipos y sombras, en la muerte de Su Hijo. Es ahí donde los antiguos sacrificios, fiestas, ofrendas, instrumentos, sacerdocio, leyes sobre comidas...se volvieron obsoletas. El pueblo de Dios, en su mayoría, no recibiría en Cristo el fin de estas cosas, por eso Él lo manifestó en la tierra. Pero el propósito eterno de Dios, Su jugada final, Su meta, fue consumado en Cristo y manifestado en la destrucción externa del Israel del Antiguo Pacto. La intención última de Dios no es explotar el planeta tierra. Si Dios explotara el planeta, eso no consumaría Su propósito...aunque podría manifestar el juicio que Él ya consumó en la cruz; el juicio que separó para siempre al viejo hombre y la antigua creación de Sí. Mi punto es, que en ningún evento natural pasado o futuro, se cumple el eterno propósito de Dios. Yo podría preguntarle: “La búsqueda constante de estas cosas es fascinante para la mente, pero mientras tanto, ¿qué está siendo realmente logrado?” Digamos que sus opiniones resultan ser correctas, ¿en qué punto de su caminar como cristiano, sus opiniones o pensamientos acerca de eventos pasados o futuros han cambiado su alma a la imagen de Cristo, o han hecho algo excepto más que darle algo interesante en qué pensar? Yo no invierto tiempo hablando acerca de los debates e ideas emocionantes del alma. No creo que Dios vaya a decir alguna vez de nosotros: “Bien, había una medida muy pequeña obrando en ellos, no caminaron en la Verdad, crecieron muy poco en fe, expresaron muy poco de mi Hijo, pero ¿saben qué? ¡Ellos realmente descifraron la secuencia de los eventos del final de los tiempos!” La intención última de Dios no tiene nada que ver con eventos naturales; con la excepción de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. Nunca veremos la intención última de Dios con los ojos naturales. Los ojos naturales sólo son buenos para ver las cosas naturales, sombras de la realidad espiritual. No tome muy en serio sus ojos, ellos nunca verán lo que usted está buscando realmente. La intención última de Dios tiene que ver con un pueblo juzgado en la muerte de Su Hijo, unido en espíritu al Cristo resucitado, reunidos como una ciudad de justicia, un templo de gloria, una habitación eterna. Todo está finalizado, cumplido y completado en Cristo. Probablemente muchos cristianos estarían de acuerdo si se les preguntara si el propósito de Dios se cumplió en Cristo, pero hay cientos de maneras diferentes en que nuestras acciones, teologías, enseñanzas, temores, condenación, ambición, metas, vidas...gritan lo contrario. Al no comprender que el propósito eterno de Dios está terminado en Cristo y que es revelado por el Espíritu, hace que caiga sobre nosotros la carga, en un sinnúmero de formas no verbalizadas, de encontrarlo, terminarlo y evitar perderlo. Entonces, el crecimiento espiritual viene a ser nuestra propia imaginación de lo que pensamos que significa hacer lo que Dios quiere, encontrar el centro de Su voluntad, obedecer Su plan, cumplir Su propósito, caminar en nuestro destino, hacer nuestra parte en la finalización de Su propósito eterno. Al mismo tiempo, Su propósito, Su plan, Su última intención está cumplida, no en nosotros, sino en Jesucristo el Señor. Es ahí donde ya está establecida y perfeccionada por Él, y lista para ser revelada y comprendida por nosotros. Entonces, ¿qué es crecimiento espiritual? Crecimiento espiritual es cuando nuestro entendimiento espiritual se pone al día con la obra consumada de Cristo. En otras palabras, el crecimiento es el proceso de fe poniéndonos al día con la realidad, la luz mostrándonos donde estamos, el Espíritu de verdad revelándonos al Hijo en quien vivimos ahora, la luz poniéndonos al día con la vida. El crecimiento espiritual es donde la realidad de la salvación consumada de Dios, se convierte en la realidad que nos identifica, motiva y mueve en todas las cosas; cuando la vida que está en nosotros obra en nosotros mediante la fe. Ese es, precisamente, el siguiente versículo. Efesios 3:12 dice, “En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él”. Es por medio de la fe, el conocimiento espiritual y ver del Señor, que tenemos acceso a nuestra salvación y la experimentamos. He hablado acerca de la fe mediante la cual tenemos acceso a la gracia en la que estamos firmes. He hablado de la fe, la mente del Señor, comprensión espiritual, el tiempo del hombre. Cuando estaba leyendo estos versículos una vez más, me di cuenta de que podía tomarlos casi en cualquier dirección. Cuando Pablo dice que el eterno propósito de Dios está finalizado en Cristo, me deja con la posibilidad de hacer aplicaciones en un sinnúmero de maneras, pero algo había estado llegando a mi corazón en los últimos días, y de eso voy a hablar el resto de la lección. Tiene que ver con volvernos al Señor para ver lo que Él ha consumado, o sutilmente rechazar verlo. Tiene que ver con volvernos al Señor para ver lo que Él ha finalizado. Volvernos al Señor para ver Su salvación, o mantener nuestros corazones mayormente fijos en la tierra. Conforme leía estos versículos en Efesios 3 acerca del propósito de Dios cumplido, no dejaba de pensar: “¿Quiero conocerlo? ¿Voy a permitir que Dios me lo muestre?” Regreso a esto una o dos veces al año, a menudo, después de días festivos, cuando he visto al ámbito natural de las sombras, vestirse, brillar, cantar y hacer su mejor intento de convencerme de que hay algo de sustancia ahí. Regreso a esto a menudo...si usted supiera cuántas veces regreso a esto en mi corazón. No es una decisión a regresar a la religión muerta del cristianismo, sino la pregunta de qué quiero hacer a partir de aquí. No es que oiga, literalmente, la voz de Dios haciéndome la pregunta, sólo tomé consciencia de ella. ¿Cuál pregunta? Si continuaré o no inclinándome a la verdad, volviendo mi corazón hacia la verdad y alejándome de todo lo demás. Me temo que las personas que automáticamente asumen que la respuesta es “sí”, aún no han encarado la pregunta a la que estoy haciendo referencia. No hay forma de que el corazón del hombre pueda automáticamente responder “sí” a lo que estoy diciendo. Esta pregunta resurge una y otra vez. Usted cree que la ha respondido de una vez por todas, y luego surge de nuevo. Nunca la vamos a alejar. Usted ve una mayor perspectiva de Cristo, ve por una mayor luz, y ahí está de nuevo. ¿Le permitirá usted al Espíritu de Dios que revele la obra consumada de Dios en usted? ¿Volverá su corazón para conocer lo que Dios ha completado a través de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo? ¿Olvidará usted todo lo demás para llegar a conocerlo a Él de esta manera? ¿Conocerlo en Su muerte, ser conformado a esa muerte, caminar en y por la resurrección? ¿Peleará usted la batalla de fe? ¿Terminará la carrera? De paso, cuando Pablo dijo desde la prisión al final de su vida, que él había peleado la buena batalla de fe y terminado la carrera, definitivamente no quiso decir que él se las había arreglado para permanecer como cristiano hasta el día que murió; quiso decir mucho más que eso. La pelea de fe es un viaje constante hacia la verdad, es un caminar en y hacia la luz. Hay innumerables rampas de salida y maneras de bajar la velocidad, y desviarse de esta gran transición de un hombre a Otro; Pablo las evitó todas. Pablo fijó sus ojos en Jesús, olvidó lo que dejó atrás y nunca dejó de avanzar. Cada cierto tiempo hablo de esto (por alguna razón, al comienzo del año) y puede parecer que estoy viendo lo mismo. Sé que las palabras suenan igual, porque las palabras son muy limitadas. Tengo una relación muy irritante con las palabras. Las realidades se hacen más y más profundas y las palabras permanecen igual. ¡Puede que esto sea lo más frustrante que haya experimentado como maestro! Mientras que la realidad del conocimiento de Cristo se hace más profunda y real, el vocabulario permanece exactamente igual. El diccionario Webster me da el mismo número limitado de escogencias. Puedo ver algo totalmente nuevo e impresionante, y tengo que escoger entre el mismo puñado de palabras. Esto es muy difícil y me cierra la boca. Algunas personas permanecen en silencio porque no tienen nada que decir...supongo, pero otras permanecen en silencio porque tienen mucho que decir y las palabras fallan. Cuando alguien como Pablo (que era un gigante intelectual) dice: “No sé nada sino a Cristo y a este crucificado”, o “Dios dame palabras para que yo pueda dar a conocer el misterio de Cristo”, suena muy impresionante, y cuando habla, dice lo mismo una y otra vez en cientos de maneras diferentes. Sé que oír lo mismo una y otra vez aburre a la mente carnal hasta las lágrimas. Sé que la proclamación del conocimiento de Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección semana tras semana, puede aburrir a la mente carnal hasta la locura. No me lo tienen que decir. Pero cuando un corazón ha visto esto una vez, entiende muy rápidamente que no hay más de que hablar. Entiende casi inmediatamente, que el conocimiento no es el entendimiento de muchas cosas, sino la perspectiva de una sola cosa siempre en crecimiento, y que de esto nunca oiremos lo suficiente. Al oírlo, podemos volvernos para ver más. Al oírlo, la fe llega y se convierte en la sustancia de lo que siempre hemos esperado y en la evidencia de lo que no podemos ver con los ojos. Nuestra perspectiva de Él se incrementa, y encontramos en Él los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. En la perspectiva de Él todo es aprendido y no hay que agregar nada más. No podemos agregarle al conocimiento de Cristo lo que llamamos temas espirituales, cosas espirituales o actividades espirituales. Entendemos que todas las verdaderas actividades espirituales fluyen del conocimiento de Él, y que lo que tratamos de agregarle a dicho conocimiento, aún cuando sea una vida disciplinada de oración, sólo es una obra de la carne. ¿Puede oír lo que le estoy diciendo? Si la oración no fluye del conocimiento de Él, una verdadera oración en Su nombre, como dice JW Luman: “Sería como estar gritándole a un árbol”. Estas son palabras duras, pero son ciertas. Las cosas espirituales crecen a partir de la fe, o son mala hierba en el jardín de Dios. Las cosas espirituales son el incremento de Cristo obrando en nosotros, o son el incremento de nosotros en Su lugar. Estas son palabras duras, son terriblemente exclusivas; lo sé. Son palabras que excluyen todo lo que no es Cristo. Esta es la razón por la que el Señor tiene que venir a cada paso del camino y decirle a nuestro corazón: “¿Puedo mostrarte más? ¿Volverías tu corazón? ¿Puedo mostrarte tu salvación? ¿Quieres verla?” En cada paso del camino algo de Él se ve y algo de nosotros se pierde. Algo de Cristo es exaltado y algo de nosotros es destruido. Un hombre es puesto y otro es quitado. En cada paso que damos, otra pieza de nosotros es dejada atrás; Él aparece para nuestro desplazamiento. Hace poco estuve hablando con un hombre. Estaba tratando de explicarle que el cristianismo es Cristo y que aparte de Él sólo hay carne. Entonces él me dijo: “Jason, ¿cómo se pueden invalidar tantas cosas buenas que han sido hechas en el nombre de Cristo? ¿Cómo se pueden invalidar a las personas que están increíblemente comprometidas con sus creencias, a las personas que son devotas de Dios, y sin embargo, nunca han hablado del mensaje de la cruz?” Lo único que pude decirle fue: “La cruz me invalidó a mí”. El asunto es, si sigo caminando hacia adelante con Él para ver la tierra de mi herencia, como lo hizo Abraham, pues involucra invalidación y dejar atrás mucho. La cuestión es, si yo estoy realmente bien, al olvidar lo que yace antes de la cruz, lo que Dios ha dejado muerto, y echar mano de lo que está delante. ¡¡Ese es el asunto!! La cuestión no es, si yo quiero ser cristiano o no, pastor, leer la Biblia u orar. La cuestión es, si quiero conocer la realidad de la obra consumada de Dios, y por lo tanto, olvidar más y más lo demás, lo que está antes. El asunto es, si volveré mi corazón al Señor. He estado pensando en lo que significa volver el corazón al Señor. Es algo realmente maravilloso, pero virtualmente imposible de describir. Es fácil hablar de lo que es y de lo que no es. No es lo mismo que volver la mente, la voluntad o las emociones. No es lo mismo que ser curiosos o estar interesados. No es lo mismo que estar dispuestos a leer o aprender. Es algo mucho más profundo, insondable, delicado y desesperado. A veces veo algo que me recuerda el rostro de mi hija Willow cuando la despierto de una siesta. Ella acaba de cumplir un año, y a veces toma siestas tan largas que hay que despertarla para salir de la casa. Voy a su cuarto, llego a su cuna, ella voltea su cabeza y me ve con una mirada totalmente confundida que dice algo como: “No tengo idea de donde estoy, quién soy, qué hora es, quién eres, qué sucede o adónde vamos, pero estoy segura que vas a ayudarme”. Así se siente cuando volvemos nuestro corazón al Señor. No estoy tratando de hablar de dos cosas diferentes. Por un lado, quise establecer que el propósito de Dios está cumplido en Cristo, y luego de eso, sugerir que es precisamente este plan terminado y esta realidad, a lo que nos resistimos ver en favor de algo de la tierra, de algo de nosotros mismos, de algo de la religión, de algo que nos es familiar, seguro, divertido. Es decir, podemos volver nuestro corazón de Él, quien está tratando de mostrarnos dónde estamos. ¿Dónde estamos? ¿Adónde nos ha llevado el plan y el propósito eterno de Dios? Efesios nos dice: Dios nos ha vivificado, levantado y sentado juntamente con Cristo en lugares celestiales. Veamos lo que dice Hebreos 12:25, “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”. Gálatas 4:9, “Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?” El plan y propósito eterno de Dios, nos sitúa muertos al mundo y habitando con Cristo en el Padre. Esto es cierto, sea que haya brillado o no suficiente luz en nuestra alma para verlo. Nuestra salvación nos sitúa muertos al pecado, muertos al viejo hombre y crucificados al mundo. Más que eso, nos sitúa vivos en Cristo, la resurrección y la vida, y habitando en la casa del Padre. Eso es cierto. No podemos leer la Biblia y negar estas declaraciones. Dios quiere que lo dejemos mostrarnos dónde estamos. Él quiere enseñarnos a ver a donde hemos sido levantados. Él desea que nos convirtamos en una expresión de lo que Él ha hecho para nosotros en Su Hijo, y como usted sabe, esto es imposible a menos que lo conozcamos. Pero, habiendo sido levantados con Él, ¿sigue nuestro corazón vuelto hacia abajo? Habiendo sido catapultados de la vieja creación, del viejo hombre y del antiguo pacto en la resurrección del Hijo de Dios, ¿hacia dónde se dirige la mirada de nuestra alma? ¿Qué estamos mirando? ¿Hacia dónde estamos vueltos? Muy pocos cristianos permiten que Dios les hable de dónde estamos.