1. Luego miró hacia atrás y vio que no había tierra alguna a la vista. Eso no importa, pensó. Siempre podré orientarme por el resplandor de La Habana. Todavía quedan dos horas de luz y posiblemente suba antes de la puesta de sol. Si no, acaso suba al venir la luna. Si no hace eso, puede que suba a la salida del sol. No tengo calambres y me siento fuerte. Él es quien tiene el anzuelo en la boca. Pero para tirar así, tiene que ser un pez de marca mayor. Debe de llevar la boca fuertemente cerrada contra el alambre. Me gustaría verlo. Me gustaría verlo aunque sólo fuera una vez, para saber con quién tengo que vérmelas. 2. La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. 3. —Ni te molestes -le dijo Pedro Vicario-: de todos modos es como si ya estuviera muerto. 4. Al fin llegaron de nuevo a tierra en el flanco sur del Amon Lhaw. Allí encontraron una costa empinada, y sacaron la barca del Río, la arrastraron arriba, y la ocultaron como mejor pudieron detrás de unos peñascos. Luego, cargando al hombro los bultos, partieron en busca de un sendero que los llevara por encima de las colinas grises de Emyn Muil, y descendiera internándose en el País de la Sombra. 5. La técnica consistía en citarse vagamente en un barrio a cierta hora. Les gustaba desafiar el peligro de no encontrarse, de pasar el día solos, enfurruñados en un café o en un banco de plaza, leyendo-unlibro-más. 6. No le preguntes a nadie qué es lo que debes hacer con tu vida: pregúntatelo a ti mismo. Si deseas saber en qué puedes emplear mejor tu libertad, no la pierdas poniéndote ya desde el principio al servicio de otro o de otros, por buenos, sabios y respetables que sean: interroga sobre el uso de tu libertad… a la libertad misma. 7. Y si sobrevivo, ¿qué le voy a contar de mí? Que Caviedes es un pueblo colgado de una montaña que olía a mar y a leña, que tuve un maestro que me recitaba de memoria a Góngora y a Machado, que tuve unos padres que no fueron capaces de retenerme junto a su establo, que no sé qué buscaba yo en Madrid en plena guerra…,¿un rapsoda entre las balas? ¡Eso es, hijo mío! ¡Yo quería ser un rapsoda entre las balas! 8. El ciego era un hombre muy inteligente. Aunque no podía ver, parecía saber más sobre el mundo que quienes tienen una vista de lince. Todos los días se sentaba a la puerta de su cabaña y charlaba con la gente que pasaba. Los que tenían problemas o querían saber algo acudían a consultarle, porque el ciego siempre daba buenos consejos y acertaba en todas sus respuestas. 9. —Hablan del Círculo de Piedra donde todos los ejes se hacen uno. En un país brumoso y desconocido, donde sólo los valientes se adentran. 10. CHRISTOPHER. Creía que era ilegal torturar en los interrogatorios. TROTTER. Sólo le estaba haciendo unas preguntas a la señorita. CHRISTOPHER. Pues a mí me parece que se le ha ido la mano. (A la SRTA CASEWELL.) ¿Le ha hecho algo? SRTA CASEWELL. No nada. Es que… todo esto del asesinato… me desborda. (Se pone de pie frente a TROTTER.) De repente se me ha venido el mundo encima. Me voy a retirar a mi habitación. 11. —Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda alguna”. Vale. 12. A Johnny le gustaba el libro un montón, aunque no tenía la menor idea sobre la guerra civil y menos aún sobre las plantaciones, y tuve que explicarle muchas cosas. Me dejaba boquiabierto cómo Johnny era capaz de extraer más significado de la lectura que yo mismo, y eso que se suponía que yo era el enterado. Johnny había repetido un curso y nunca sacaba buenas notas; no podía pillar nada que se le mostrase demasiado deprisa, e imagino que sus profesores le tenían por retrasado. Pero no lo era. Simplemente le costaba más tiempo entender las cosas y, una vez entendidas, le gustaba explorarlas. Se había quedado, sobre todo, con el caballero sureño, le impresionaban sus modales y su encanto. NORMAS DE PARTICIPACIÓN: Entrega tus respuestas (escritas en el cuadro adjunto) en la biblioteca. Último día para participar: Viernes 22 de abril de 2016. Entre los acertantes se sorteará un regalo sorpresa.