ESTUDIO DE CASOS INTERVENCIÓN CON MUJERES MALTRATADAS Y MENORES CASO: Mujer de etnia gitana, de 33 años, que ingresa con cuatro hijos de 14 años; 10 años y mellizos de 18 meses. La llamaremos con un nombre ficticio: Macarena. 1-SITUACIÓN INICIAL: llega por malos tratos psicológicos y físicos, tanto hacia ella , como de su compañero hacia los hijos mayores, que son de otro matrimonio, como hacia los más pequeños que son de él. Al llegar , el hijo mayor viene con un dedo de la mano lesionado por una de las palizas de su padrastro. RELACIÓN DE LA MADRE CON SUS HIJOS: Macarena es una mujer volcada, a su manera, en sus hijos: los protege, incluso los sobreprotege en ocasiones en que en lugar de defenderlos, debería ponerles límites. Ella explica que se habituó a hacerlo para equilibrar la poca atención de su compañero, quien culpaba de todo a sus hijos. Es tan grande su amor, que ella entiende que todo debe permitírselo y no se da cuenta de que aquello de lo que ha huido: la violencia, forma parte de la relación entre ella y sus hijos. Al principio de su estancia, el mayor funcionaba como padre sustituto de los mellizos: la madre lo sobrecargaba con tareas y cuidados de los menores, pero su hijo mayor aunque a veces protestaba, tenía asumido dicho rol. El niño de 10 años, se manifestó desde que llegó, violento con los niños de otras Usuarias y con su propia madre, a quien no hacía caso. Los mellizos venían con problemas de desarrollo motriz: estaban acostumbrados a que se los llevara en brazos, a tal punto que poco a poco, fue en el Centro donde comenzaron a caminar: la niña lo hizo antes que el niño. Los llantos , a modo de demanda, eran permanentes. Se observaba una constante dependencia de los tres niños más pequeños y resignación por parte del mayor. Macarena estaba siempre agobiada, no podía terminar sus tareas de limpieza ni siquiera ordenar su cuarto y la ropa que se le entregaba limpia y seca. Poco a poco, a medida que los niños iban tomando confianza y consideraron al centro como su casa, de detectaron palabras irrespetuosas hacia la madre de los dos mayores e incluso empujones : la violencia se había instalado en sus maneras de expresare y actuar. La madre también era agresiva al hablar con sus hijos. A destacar la frustración de Macarena, tanto porque la demanda de sus hijos era exagerada, como porque su rutina de madre la superaba. Así las cosas, llegaban tarde al instituto y al colegio; se le hacía tarde para ir a buscar al niño ; no cuestionaba las excusas que tenía el mayor para no asistir a clases... Estas conductas generaban resentimiento, se culpaba a la madre y ella a sus hijos. El Equipo detectó: -Falta de autoridad de Macarena . -Ausencia de reglas. 1 -Falta de respeto de la madre hacia sus hijos y de ellos hacia su madre. -Comunicación basada en gritos, insultos, amenazas... -Macarena defiende a sus hijos con excusas incoherentes, probablemente porque es un acto reflejo adquirido durante los años de maltrato de su compañero para con ellos.. -Refuerza conductas negativas de sus hijos( se ha llegado a reir cuando uno de ellos hace algo indebido, que debería sancionar). -Conducta infantil de Macarena. -Ausencia de refuerzos positivos. -Los niños no obedecen a su madre. -No la escuchan: está desvalorizada , continuando con la desvalorización de que era objeto por el agresor. -Los dos mayores se relacionan poniendo en evidencia alta agresividad. -Confusión de roles: el mayor actúa como padre-hombre, poniéndose por encima de su madre, asumiendo la autoridad que ella no tiene. BUENAS PRÁCTICAS DE LOS PROFESIONALES 2-FASE DE ESTABILIZACIÓN: El Equipo trabaja para que a través de las madres se corrijan las situaciones disfuncionales y en otro plano, para que aprenda a estimular a sus hijos pequeños. En esto se centró el plan de intervención de los profesionales. En cuanto a las agresiones verbales de los hijos hacia su madre e incluso algunos empujones , primero se trabaja con Macarena para que pueda reconocer dichas agresiones: todo el grupo familiar las ha naturalizado, de manera que lo principal es hacerles ver que hay otro modo de relacionarse, sin violencia. Si bien es, por lo general el educador quien detecta la agresión, todos los profesionales intervienen en distintas fases de los protocolos y de acuerdo a sus roles dentro de la casa. Es importante que se observe que los criterios son los mismos, lo que da más credibilidad a las actuaciones y sobre todo al contenido: no a la violencia ; respeto hacia las madres; consideración hacia los hijos. Se aplican protocolos de intervención en el caso de que surjan agresiones. En este caso consideramos las agresiones de los hijos hacia la madre: -Separar al más débil, o al que esté más afectado . Se lo lleva a otro lugar, donde pueda tranquilizarse, mediante técnicas de relajación-respiración. -Se le explica a Macarena que en ese instante omita la atención de su hijo, para no reforzar su conducta. -Cuando se lo considera el momento más adecuado, se reúnen la madre, el niño y el educador para tratar el problema. Es probable que la madre o los hijos no quieran hablarse, pero el educador tratará de convencerles de que se necesita resolver la situación por medio del diálogo. Es muy importante que cada uno pueda expresar cómo se sintió, comenzando por el agredido, ya que apelar a verbalizar los sentimientos dará la pauta al agresor del daño que se hace a la madre, lo cual no era seguramente su intención. 2 Por otra parte, algunas veces hay una respuesta agresiva por parte del hijo, bien cuando se siente injustamente tratado, bien cuando la madre utiliza términos agresivos, demanda urgentemente o no respeta la actividad del hijo en ese momento, por mucho interés que tenga el niño en dicha actividad. Este es un momento en el que resulta indispensable lograr el reconocimiento de ambas partes de lo mucho que se quieren y el daño que pueden causarse cuando se agreden. -Momentos después de la agresión, el educador se reunirá por separado con la madre y el hijo. -Tanto el agresor como la agredida firmarán unos compromisos ante el educador, orientados a evitar cualquier tipo de agresión y a adoptar otras medidas en la resolución de conflictos. -El educador ( y todo el equipo, enterado de dichos compromisos) irá revisando con el tiempo la marcha de los mismos, reforzándolos positivamente si los van cumpliendo. En caso contrario, se les animará a que los cumplan, analizando los por qué y buscando soluciones conjuntas. La psicóloga tratará en sesiones la relación entre madre e hijos. Los temas surgidos durante la semana, son tratados en reunión por la coordinadora, con diferentes dinámicas, para que todo el grupo de mujeres, con distintos niveles de evolución, puedan dar sus opiniones y proponer pautas a seguir. -El ir analizando la evolución de las relaciones entre madre e hijos, con los propios protagonistas, es indispensable para que se reconozcan situaciones de violencia intrafamiliar y se corrijan en el momento en el que hacen eclosión. 3 INTERVENCIÓN DESDE LA USMI (Unidad de Salud Mental Infantil) CASO: Javier de 15 años de edad que acude a Consultas a petición de sus padres debido a problemas de conducta relacionados con la adolescencia. Acude acompañado de su madre y viene a la consulta después de que los padres le ofrezcan 40 euros por venir a hablar con alguien. En la entrevista se muestra distante y frío, minimizando los problemas de conducta que presenta y culpabilizando a los padres de la situación actual. Javier es el pequeño de dos herramos. El mayor tiene ocho años más que él, y se independizó dos años atrás después de acabar sus estudios universitarios. En la actualidad tiene un buen trabajo, y mantiene una buena relación con sus padres. El padre de Javier trabaja para una compañía europea y desde antes de que Javier naciera se ha dedicado a viajar toda la semana, viniendo a casa solo los fines de semana. La madre es funcionaria, aunque ha tenido varios períodos de baja laboral al no encontrarse bien por los problemas de Javier. La madre relata como Javier ha sido siempre un niño difícil, al que le ha constado obedecer y cumplir normas desde la primera infancia. La madre ha sido siempre muy permisiva con él desde los primeros años. Javier ha dormido con la madre hasta casi entrada la adolesciencia y no ha establecido un patrón de comida variado al ser siempre muy caprichoso en su alimentación. A nivel académico Javier es descrito como un niño con buena capacidad, que aunque no se ha esforzado nunca a nivel de estudios, saca la primaria sin dificultades. Cuando pasa a la ESO en un Instituto nuevo, se produce un fracaso académico claro, habiendo repetido 2º de la ESO. A nivel social, Javier cambia de grupo de amigos hace unos años, relacionándose con los repetidores y comenzando a salir hasta altas horas de la noche y a fugarse de las clases. La problemática conductual grave comienza hace ahora dos años, con fugas de casa, incumplimiento de horarios, mentiras, consumo de canabis y pequeños robos en casa. En los últimos meses, cuando los padres han intentado poner límites a Javier, ésta ha comenzado a mostrar agresividad verbal y física tanto hacia el padre como hacia la madre. Ha llegado a marcarles con moratones en diversas ocasiones y a amenazarles con cuchillos si no acceden a sus demandas. La información referente a la violencia con los padres no la relatan hasta la cuarta entrevista, según cuentan los padres por vergüenza. La respuesta de Javier cuando en confrontado por estos hechos es culpabilizar a los padres por provocarle. La madre ha estado en tratamiento psiquiátrico varias veces con diagnósticos de episodios depresivos y trastorno de ansiedad y existe un distanciamiento afectivo claro entre los padres. El estilo de manejo de los padres ha sido permisivo y tolerante por parte de la madre, y excesivamente rígido por parte 4 del padre, ante lo que la madre responde con rechazo hacia el padre y una protección permisiva de Javier. La hipótesis diagnóstica que se establece es la de Trastorno disocial grave, identificándose como factores causales y mantenedores los rasgos temperamentales, e estilo de crianza, las dificultades entre los padres, la relación con un grupo de iguales conflictivo, el consumo de tóxicos, el fracaso académico y la enfermedad mental de la madre. La intervención se planifica a distintos niveles: familiar, conyugal, individual para la madre e individual para Javier. Se comienza una intervención farmacológica que reduce agresividad y control de impulsos y se habla con el centro educativo para que se traslade a Javier a un grupo reducido donde pueda retomar el trabajo académico a un nivel más individualizado. 5 CASO: Héctor es un adolescente de 14 años remitido al programa de Hospital de Día por los Servicios Sociales locales debido a un trastorno grave de conducta que ha fracasado a intervenciones en consultas Externas (entre las que se encuentra SEAFI, USMI y Servicio psicopedagógico). Las conductas que Héctor presenta incluyen agresividad verbal y física tanto en el entorno familiar como en el social y el académico. Desde el IES están muy preocupados por la gravedad del caso, y tiene abierto un expediente de expulsión, después de que se le haya amonestado en numerosas ocasiones. Allí las conductas de Héctor incluyen amenazas e insultos a profesores, agresiones repetitivas a iguales y negativa a cumplir cualquier tipo de normas. En casa Héctor arremete de forma regular a la pareja de la madre, a la que nuca ha aceptado como parte de la familia a pesar de que lleva cinco años conviviendo con ellos. Con la madres, se producen discusiones y enfados continuos, y aunque no llega a agredirla físicamente sí la insulta y amenaza continuamente. Cuando se produce una discusión en casa, Héctor golpea y rompe objetos, perdiendo el control y destrozando objetos de valor en numerosas ocasiones. La problemática de Héctor está presente desde hace casi cinco años, habiendo pasado un periodo breve en el Centro de Recepción sin que esto supusiera cambios en las conductas. La madre y su pareja acuden desde hace años a las citas regulares den el SEAFI, siguiendo las pautas que allí se les dan y que se han centrado en modificar estilos de manejo. Como antecedentes relevantes es de destacar que el padre biológico de Héctor era una persona claramente violenta y agresiva, tanto con la madre como con Héctor y fallece por accidente de tráfico cuando Héctor tiene ocho años. La madre describe como Héctor se posiciona de forma muy cercana a la madre cuando muere el padre y comienza a mostrar conductas muy similares al padre entre las que se encuentran intentos de dominarla y controlarla, agresividad y altos niveles de enfado e ira. Cuando la pareja de la madre va a vivir con ellos, Héctor lo rechaza claramente, escalando la agresividad hacia él. La madre se posiciona cerca de su hijo, disculpando sus conductas y culpando a su pareja de ser excesivamente duro con él si le intenta poner límites (miedo a que la nueva pareja repita el patrón agresivo del primer marido). A nivel escolar Héctor ha tenido siempre dificultades para rendir de forma adecuada. En la escuela se ha mostrado siempre inquieto y disperso, con bajo rendimiento y numerosos castigos. A nivel de amigos siempre ha tenido dificultades mostrando baja tolerancia a la frustración y conductas muy impulsivas. La hipótesis diagnóstica de Héctor es que cumple criterios diagnósticos de Trastorno por déficit de atención con hiperactividad y Trastorno disocial grave. 6 Los factores etiológicos implicados son: altos niveles de impulsividad, bajo rendimiento académico, modelamiento de conductas agresivas del padre, carga biológica del padre, estilo de manejo de la madre, estilo de interacción del nuevo núcleo familiar. El plan de intervención incluye el Programa de Día en el que se incluye trabajo pisoterapéutico individual intensivo, convivencia terapéutica con un grupo de iguales y trabajo académico individualizado. De tal forma paralela se trabajo con la familia y con la pareja. 7 INTERVENCIÓN EN LOS SEAFIs CASO: Introducción En este trabajo se va a tratar de analizar una de las problemáticas en la familia, con la que nos encontramos muy frecuentemente y que voy a tratar de describir. Se trata de cómo intervenir en las familias que se derivan a nuestros equipos especializados, en el que la situación entre los padres e hijos está muy deteriorada, habiendo aparecido ya episodios de violencia, en los que ha tenido que intervenir incluso la policía, y además en los que solo podemos actuar con los padres puesto que los hijos no quieren venir, ya que suelen considerar que el problema no corresponde a ellos. Además en estos casos, ante el grave deterioro de la situación y la presión familiar y social, los padres plantean opciones extremas, como pueden ser, el internamiento del menor o su emancipación, tratando de cortar por lo sano, desesperados de que no es posible ya hacer nada. Muchas veces nos dicen que ya lo han probado todo y que la situación solo ha hecho que empeorar, que se está resintiendo su relación de pareja, el trabajo, etc. Ante este planteamiento del problema de difícil resolución, querría realizar una división en diferentes momentos del tratamiento, para facilitar su comprensión, utilizando un caso como paradigmático para ilustrar de forma paralela, las posibilidades de intervención. Esquema de actuación: Estudio de la demanda de los padres: Los padres hartos de haberlo probado todo, para evitar que se repitan situaciones de violencia y nuevas intervenciones de la policía, optan por plantear unas medidas que saquen al menor de la casa. Estas se concretan en dos, según la edad del joven (16): internamiento o emancipación. Análisis de la situación El trabajo de intervención va a durar siempre con la madre y su compañero, tres meses (entrevistas semanales). En las primeras entrevistas (a veces es preciso hacerlo en la primera, por el deterioro de los acontecimientos), debe de hacerse un primer análisis y un diagnóstico de la situación familiar, atendiendo a todo lo que se juega en lo que se dice, por ejemplo en el caso que presento en paralelo, de vez en cuando en el discurso de la madre, había una forma de comparar, o identificar a la hija con el exmarido, este tipo de identificaciones es demasiado común. Ella veía en su hija similares comportamientos a los de su ex, en temas de violencia y de abuso de substancias, en el padre era el alcohol en la hija era el hachís. Este tipo de identificaciones a veces subliminares, no son nunca buenas, ya que colocan al hijo en el lugar de la confrontación permanente y no dejan ver las diferencias y cualidades de éste. 8 Veamos pues un poco más de este caso para situarnos en el momento inicial del tratamiento. Estudio de caso. Momento de violencia inicial. El caso llega al SEAFI derivado por el ESB, como es preceptivo, la madre relata su gran angustia por la relación que mantiene con su hija de 16 años, en la que se ha producido agresiones. La demanda habitual de estos casos es de que nosotros como equipo intervengamos resolviendo el problema, denunciando el caso y forzando el internamiento institucional si es necesario, o la otra demanda: buscar la emancipación. En ambos casos desaparece, físicamente, el problema. No se puede responder a la demanda del usuario, haciéndola propia, sino mas bien tratar de que se vean distintas opciones, que es difícil de visualizar en momentos de crisis agudas, donde la violencia es continuada, ofreciendo la posibilidad de reconducir la situación y volver a la posibilidad de diálogo, aunque esta parezca inverosímil en esos momentos. Por todo ello, la atención social no se puede aliar a los padres, buscando “la tranquilidad” a costa de separar, al menor de los padres, si no que se deben de buscar otras vías, para volver al diálogo. Tampoco hacer el caso nuestro asumiendo nosotros la responsabilidad de su resolución. El problema implica a toda la familia generalmente y debe de entenderse así. La conducción de la cura tiene que ser en todo momento protagonizada por los padres, que son los que inician el caso, (en el supuesto que sean otros, ha de implicarse a estos de igual forma). Nuestro cometido será ayudarles en esa conducción mostrándoles las carreteras secundarias y principales, analizando con ellos los pros y los contras, siendo la decisión final la de los usuarios. * * * Otra práctica habitual por parte de éstos ante el desbordamiento de la situación, es la de recurrir a la familia extensa, para que les ayude. Nuestra adolescente también ha estado una temporada con una tía materna, más permisiva. Allí duró un mes, hasta que se le planteó después de un tiempo de espera que tenía que hacer algo con su vida, además de responder a ciertas normas en la casa. Entonces optó por volver con sus padres. * * * En esta primera fase del tratamiento se trata de cortar por todos los medios, la violencia en la familia, planteando que esta cuestión solo puede traer consecuencias todavía peores. En este sentido es interesante situar la subjetividad de los padres, viendo los fantasmas existentes, por ejemplo en 9 este caso, aparece la cuestión que es necesario separar, entre lo que pasó con su marido alcohólico, que aunque no era violento había una lucha constante por que dejara la bebida... Ella la sitúa también como consumidora de hachís y otras sustancias e intenta un tratamiento con la psicóloga de la UPC, que no funciona. Cuando se consigue ver que la chica no es una adicta, que fuma esporádicamente, como una gran parte de los adolescentes actuales, puede empezar a separar y desubicarla de este lugar y podrá entonces intentar tener otra relación con ella. Esta desidentificación de la que hablaba al principio de este capítulo, es importante hacerla para lograr que se mueva algo la relación madre-hija, y permita la intervención. En este proceso también a raíz de este tema, se aprovecha para hablar de cuestiones que mostraban una falta de asimilación de la separación, no solo por parte de la madre, sino también por parte de la hija. Había en esta separación muchas cosas tapadas por la madre (y el hermano mayor como cómplice), para que sus hijos pequeños no sufrieran. De esta forma el alcoholismo paterno estaba muy mitigado al igual que las disputas y violencia de la pareja. Este ocultamiento favorece siempre ciertas idealizaciones y preguntas que no tienen respuesta. En este sentido la joven reprochaba que no se le hubiera hablado de su enfermedad que le condujo a la muerte. No le perdona que se enterara tan tarde. Surgen en este momento por tanto cuestiones que no se habían hablado de la separación, favorecidas también por haber otro hombre nuevo compañero de la madre, no porque éste las impidiera sino por que no era cómodo hablar de aquello delante de él. Momento de apertura de la comunicación Después de este momento de cierta apertura en la relación general con el otro, donde se tratan cuestiones pendientes de la separación, disminuye la agresividad, se pasa a una fase de mayor comunicación, bajo una tensión que sigue existiendo, temiendo todos la aparición de nuevos episodios de violencia, que nadie en el fondo desea. En esta fase se abre la comunicación a los otros hermanos, para evitar la confrontación directa madre-hija, y que ésta última aprecie que hay otros adultos que también opinan sobre la situación, así se evita la polarización del caso y se posibilita de que puedan subjetivarse los contenidos hacia una simbolización, en la escena familiar, saliendo de una relación imaginaria paterno-filiar, de dos. En esta fase también es importante manejar el tema de la relación afectiva, es decir que todo lo que se ha dicho antes bajo un estado de crispación se atempere, y se vuelva a un discurso donde exista el cariño y la demostración de éste y su verbalización, en los momentos de buena relación. Aquí es importante decir que se la quiere (a pesar de todo), y que no se desea que se marche. Esta manifestación verbal tiene también efectos, cuando además de hacerla la madre, la hace el compañero de ésta, de forma sincera. 10 Esto no impide que se hable de todo incluso de la emancipación, pero es importante que se diga que esta no se desea por parte de los padres, si este es el caso. Esta renovación del deseo de paternidad, supone a veces un momento de inflexión, como reconoce la pareja de la madre, un cambio importante en el tratamiento donde ya se empiezan a abrir otros caminos diferentes a la violencia. De forma paralela el grupo de iguales funciona en muchos de estos casos como un importante sostén de la posición de fuera del adolescente, permitiendo cierto amparo e incluso un lugar de estancia temporal algunas noches. Este es un tema delicado y debe de tratarse sin mostrar hostilidad hacia ellos, ya que esto lejos de mermar la relación, la fortalece. Más bien se trata de incidir en ver las limitaciones de éstos, confrontando en todo lo posible las cosas con la situación real social, trabajo, formación, amistad, etc... 11 Nuevos episodios violentos En esta evolución problemática pueden aparecer nuevos sucesos violentos, por ejemplo enfrentamientos con la policía. El situarse en un grupo de adolescentes lleva a rozar al principio, a determinados comportamientos marginales (botellón, pintadas...), no muy graves. Es importante que esto no llegue a mayores, puesto que la estancia en el grupo se puede consolidar y llegar a justificar una situación marginal, si el grupo pasa a sustituir en cierta forma, a la familia. La situación entonces sería más grave, si el adolescente se identifica con este mundo marginal, víctima de la sociedad, que es la culpable de todas sus desdichas, pero esto es otro problema que necesitaría de un análisis mayor. Este exceso de agresividad a veces necesita de una interpretación para poderse asimilar e integrar en el discurso familiar. Aparece un odio, siempre ligado al amor, integrados en la misma pulsión odio-amor. Puede hacerse una pregunta sobre su origen, que pueda darnos algo de luz sobre estos comportamientos. En el caso de referencia, surge la falta de asimilación de la separación y muerte del padre, hace 4 años. La madre reconoce que trató de preservar demasiado a sus hijos pequeños, de todo el problema de su marido con el alcohol, como ya hemos visto. La hija ha manifestado su malestar por que no le avisaron de la importancia de la enfermedad de su padre. Además el compañero nuevo se introduce hace un año, en sus vidas sin haber tenido tiempo suficiente de poder haber asimilado la muerte del padre. Estos temas son importantes que afloren para que cada miembro de la familia, pueda hacer sus interpretaciones que contribuyan a realizar una construcción del tema, que pueda finalizar en la asimilación final del problema. También contribuyen mucho a empatizar y que cada uno pueda entender mejor la posición del otro, llegando a comprender mejor su forma de actuar. En este subapartado trato de plantear de que en estas situaciones en las que incluso interviene la policía, tampoco hay que perder la calma, y pueden ser también beneficiosas a medio plazo. Ya que el adolescente se confronta con los límites de la ley, que pueden ejercer también un papel de contención, aunque en principio no le gusten. En el caso que seguimos, en general paradigmático, se dieron estos choques con la policía local, que en este caso se vieron amortiguados, al existir una sección especial de menores, más comprensiva, dentro de la propia policía. 12 Subjetivación del problema También hubieron charlas que no llegaron a ser ya fuertes entre la madre y los tres hijos, quedando al margen el compañero de ésta por voluntad propia y por que en este momento no era necesario. En estas charlas la menor reconoció algo de su problema, pudo subjetivar que el problema también lo tenía ella, siendo éste el principio de todo cambio, es decir no se puede cambiar algo, si no existe una consciencia de que hay un problema que resolver. Esta interiorización es básica cuando se trabaja con menores, ya que es muy difícil de que éstos reconozcan de que el problema no es solo de sus padres, sino que ellos también tienen algo que ver. Y esta cuestión puede facilitarse con el discurso de los hermanos. El trabajo terapéutico debería realizarse con los menores y con los padres. No obstante, en los casos habituales que los adolescentes no quieren venir, sobre todo en los comienzos del trabajo familiar, es interesante trabajar con los padres en un primer momento (la madre biológica y el compañero de ésta en el caso que expongo), haciendo sesiones individuales y de pareja, ya que la visión de uno puede complementar a la del otro, siempre tratando de buscar una objetividad en el caso y la necesidad de que exista un acuerdo entre ambos. En el caso que vemos la valoración de que él empezaba a notar un cambio en la chica, muy leve pero que podía favorecer el pronóstico, fue muy importante para demostrar que existían esperanzas de solución. Etapa de cambio. Así podemos llegar a esta etapa que a veces como en este caso, puede ser desesperante, ya que los cambios son pequeñísimos, y hay que seguir manteniendo la calma, la esperanza, la tranquilidad, etc. Pero a su vez, muchas veces esta etapa puede ser peligrosa por que puede salir el malestar acumulado en las anteriores, y ahora que la cosa está más tranquila, expresarlo, con el peligro que ello comporta de involucionar todo lo conseguido. En este sentido la regla debe de ser: evitar el reproche, ya que las conductas pasadas obedecían a otro momento, a otra fase donde la falta de comprensión de la situación, la aparente falta de comunicación y de diálogo, llevaban al paso al acto, en forma de fuga, violencia,... La falta de escucha que siente el adolescente lleva con frecuencia a esta actitud, sin que pueda evitarse. Por supuesto es fundamental señalar los pequeños cambios que aparecen, tratando de ver si son especialmente significativos, es decir si determinada modificación sustancial puede producir una mutación a una nueva etapa. El futuro Pensar en retomar los estudios, o buscar un trabajo puede sacar definitivamente de esta fase de confrontación. El trabajo ofrece la ventaja de que se consigue un reconocimiento y valoración de lo que se hace, tan importante para el adolescente, unido a unas normas de funcionamiento de 13 respeto, de límites y horarios, que no vienen de los padres, pero que ofrecen una entrada en el mundo de los adultos, la socialización reconocida... El reto posterior es tratar de conseguir que después de aceptar estas responsabilidades que el trabajo conlleva, pueda plantearse de nuevo la formación para la mejora de su situación. Pensar en el futuro es ya una forma de salir de la adolescencia centrada en lo inmediato, ya que trata de controlar los cambios de su entorno, sobre todo los de su propio cuerpo. Esta proyección muestra una apuesta por el porvenir. El caso que comento muestra una evolución constante, ya que ahora que se está manteniendo el trabajo en un lugar difícil para la sujeto (de cajera en un supermercado con uniforme), plantea la vuelta a los estudios, como en muchos adolescentes que ven que el trabajo no cualificado no es rentable, ya que observan que su esfuerzo no está bien recompensado por el dinero que ganan, con lo cual muchos vuelven a estudiar para buscar otras posibilidades de empleo futuro, mucho mejores. Este es nuestro caso, llega a concienciarse y acude voluntariamente a nuestro departamento a informarse de la posibilidad de hacer un módulo formativo el próximo curso, con el educador del equipo, para poder mejorar su situación. Los problemas en las familias son más complejos de lo que se piensa, y cuando algún sujeto de la estructura familiar cambia de forma notoria, produce cambios en la propia estructura. La pareja se resiente, otros hijos que permanecían estables, sintomatizan otras cuestiones y producen nuevas crisis. Este es el caso de nuestra familia. Ahora es el hermano mediano, que ha dejado el trabajo en el que no veía un porvenir y está también buscando empleo, sin demasiadas ganas, así lleva varios meses. La lucha se dirige por este otro derrotero, pero ahora la forma de asumirla es mucho más precisa y se nota que se tienen otras estrategias para dominar la nueva situación de crisis, que no llega nunca a presentarse con violencia. Todo ello a pesar de que esta nueva situación supone hasta cierto punto un agotamiento para la madre, que ha comprendido que solo puede esperar, aguantar y seguir movilizando a sus hijos por la búsqueda de empleo, reconociendo que ella ha propiciado esta situación por que les ha dado todo hecho a sus hijos hasta ahora, y estos no han aprendido suficientemente a enfrentarse con los problemas. 14 INTERVENCIÓN DEL EQUIPO DE MEDIDAS JUDICIALES CASO: Luis (nombre ficticio) es un joven de 16 años que reside en un municipio alicantino ubicado en la comarca de la Marina Alta, con una población que ronda los veinte mil habitantes. Luis es hijo único y sus padres están separados desde hace varios años. En el momento en que llega el caso a nuestro equipo, el menor vive con su madre en un apartamento bien situado que reúne las condiciones mínimas de habitabilidad. Esta vivienda se tiene en régimen de propiedad con cargas económicas. La madre acaba de empezar a trabajar en un locutorio telefónico. Antes de ir a vivir con su madre, Luis estuvo durante ocho años en acogimiento familiar en familia extensa con sus abuelos. El contacto del hijo con el padre ha sido esporádico. El caso de Luis es derivado a nuestro equipo desde la Dirección Territorial de Bienestar Social (Entidad Pública competente en ese momento en la ejecución de las medidas judiciales de menores infractores) por un expediente de reforma cuya apertura fue motivada por un pequeño robo y a partir del cual se acuerda en sentencia una medida judicial de prestación de servicios en beneficio de la comunidad. Una vez recibida la medida se asigna el caso a uno de los técnicos miembro de nuestro equipo. En primer lugar, contactamos con los servicios sociales municipales que nos confirman que conocen el caso, ya que la madre acudió solicitando ayuda debido a los problemas de conducta de su hijo pero reconocen que la intervención no ha sido posible por no considerar la madre válidas las propuestas y orientaciones planteadas por el equipo social de base, aún ni siquiera sin haberlas explorado. El menor también rechaza la intervención. Según parece, la madre va contactando con distintos profesionales (también con un gabinete de psicólogos) esperando la confirmación de su “diagnóstico” y no aceptando otras valoraciones que no sean aquellas que ella considera válidas. Paralelamente a este primer contacto con los servicios sociales mantuvimos varias conversaciones telefónicas con la madre del menor, en la que nos informó acerca de la situación familiar y de Luis y nos transmitió su angustia acerca del comportamiento del joven. Se aprecia ya en estas conversaciones una tendencia a la victimización y una culpabilización constante al ex –marido. Aprovechando uno de estos contactos telefónicos se cita a los padres y a Luis para dar inicio a la medida de prestación de servicios en beneficio de la comunidad. Hay que decir que hasta ese momento no existe ningún expediente de reforma abierto por maltrato familiar. La primera entrevista se celebra en las dependencias de los servicios sociales municipales y acuden los padres y Luis. En ese encuentro Luis ya empieza a mostrar conductas que nos ponen en alerta, evitando entrar al despacho, 15 encerrándose en el baño durante unos veinte minutos sin motivo aparente, durante la entrevista observamos dificultades en el razonamiento, en el lenguaje y en la expresión, cierto alejamiento de la realidad, reacciones incoherentes (risas injustificadas, movimientos corporales extraños, etc.). En cuanto al padre, se observa una elusión de responsabilidades y un escaso interés por lo que se habla (hasta el extremo de estar a punto de dormirse en un momento de la entrevista). La madre exterioriza su angustia y se considera víctima de la situación. Tras este primer encuentro citamos a los pocos días a Luis en su domicilio. Mientras tanto, la madre nos llama con frecuencia por teléfono para transmitirnos su angustia por las conductas que presenta su hijo. Le advertimos de que nuestra intervención es puntual ya que debemos dar cumplimiento a 40 horas de prestación de servicios en beneficio de la comunidad. Le orientamos para que acuda al SEAFI del municipio pero ella rechaza esa propuesta ya que no confía en los servicios sociales municipales. En la segunda cita con Luis seguimos obteniendo información que favorece el aumento de nuestro nivel de alerta. Los comportamientos del joven son extraños. Su habitación esta en un estado caótico, con un desorden extremo e incluso con un “graffiti” pintado en la pared. Nos recibe con la música a un volumen excesivo, le pedimos que lo baje y le cuesta responder a nuestra demanda. Se muestra incapaz de centrar la atención en lo que hablamos en la entrevista. Seguimos apreciando dificultades en el lenguaje y en las capacidades de razonamiento, comprensión y reflexión. Las informaciones que nos transmite la madre van en la misma línea y por ello le proponemos que pida cita lo antes posible en la Unidad de Salud Mental del centro de salud municipal. La siguiente cita con Luis la convocamos fuera del domicilio, para verificar si es capaz de recordar y asumir ese compromiso. El joven no acude a la entrevista. Por ello, y dada la situación, en la cual es prioritario ver al joven al margen de verificar si es capaz de cumplir compromisos, decidimos mantener los encuentros en su casa. En estos encuentros y en las informaciones que nos transmite la madre vemos un deterioro de la situación que nos llevan a pensar en un pronóstico preocupante. Además, a pesar de la angustia que la madre nos transmite, deja pasar mucho tiempo antes de concertar la cita en la Unidad de Salud Mental, lo que evidencia cierta dejación de responsabilidades. De hecho, a partir de nuestra observación vemos que el modelo educativo empleado no es el adecuado. Poco tiempo después la madre denuncia a Luis por agresión y es en ese momento cuando nos llega desde el Juzgado de Menores un auto judicial en el que se impone una medida cautelar de libertad vigilada por presunto delito de maltrato familiar. La recepción de esta medida nos permite modificar nuestra orientación y darle prioridad a esta intervención, relegando a un segundo plano la ejecución de la prestación de servicios en beneficio de la comunidad que 16 había propiciado nuestros primeros contactos con este caso. De hecho, en esos momentos y en el estado en que se encuentra Luis no le vemos capaz de llevar a cabo la prestación. La madre, impotente, solicita la ayuda del ex –marido y Luis se marcha unos días a vivir con su padre. Este cambio, lejos de ser un desahogo para todos y favorecer una mejoría de la situación, evidencia las incapacidades del padre a la hora de educar, mostrando una total incapacidad para poner límites y accediendo a todo lo que le pide Luis, fundamentalmente dinero (“como mi comida no le gusta, le doy dinero y que se vaya a comer por ahí”). Continuando con las prioridades de esta intervención, finalmente se concierta una cita con la Unidad de Salud Mental del municipio pero el joven se niega a acompañar a la madre. En nuestras entrevistas con el menor se suceden los indicadores que aconsejan cada vez con mayor contundencia la inviabilidad e insuficiencia de un tratamiento ambulatorio en salud mental así como la imposibilidad de intervenir con este joven a través de una medida judicial de medio abierto. Hay comportamientos que nos llevan a esa conclusión: hostigar constantemente a la madre, no dejarla dormir tranquila exigiéndole que se acueste en la misma cama, abrir el balcón a altas horas de la madrugada a pesar de ser invierno, tener la música a todo volumen durante la noche, agresividad, exigir constantemente dinero a la madre, apreciar en nuestras entrevistas alejamiento de la realidad, intentar interrumpir uno de nuestros encuentros, a media tarde, para cocinarse comida, fantasear con una catana que tiene en su habitación, estar viendo junto a él el desorden absoluto y caótico que reina en su habitación e insistir el joven en que la habitación está ordenada, etcétera. Por otra parte, verificamos como Luis es incapaz de comprender el sentido de la libertad vigilada cautelar a la que está sometido y, en consecuencia, no puede asumir ninguno de los compromisos y obligaciones que se derivan de la ejecución de la medida. El joven no presenta ningún sentimiento de culpa ni arrepentimiento, y no parece ser consciente de su comportamiento. La situación expuesta nos lleva a elaborar informe de incidencia dirigido al Equipo Técnico de Fiscalía de Menores en el que se solicita un internamiento en un centro terapéutico de tal manera que Luis pueda recibir la ayuda que necesita y descartar cualquier patología. En este informe se argumenta la imposibilidad de atender al menor desde una medida judicial de medio abierto. Para tomar esta decisión también se valoran los riesgos evidentes que existen para la integridad física de la madre e incluso para el propio menor. Finalmente, tras valorar la situación se decide por parte del Juez de Menores la modificación de la medida de libertad vigilada cautelar por un internamiento cautelar en un centro terapéutico de Valencia. *Este caso paradigmático correspondería a uno de los dos grupos de casos que recogemos en el punto uno del documento que nuestro equipo presenta 17 para este proyecto Daphne: se trata de aquellos casos de maltrato intrafamiliar cuya intervención no ha podido ser completada dentro del medio abierto por su especial gravedad, siendo necesario el internamiento. Antonio Ortega-Joan Font (Educadores Sociales) Equipo de Medidas Judiciales-Asociación Los Arcos de Altea 18