talleres de participación y ciudadanía - materiales La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado “El ser humano tiene dignidad porque no tiene precio”. “El ser humano tiene dignidad porque es un fin en sí mismo y no sólo un medio para los fines de otras personas”. Kant “La dignidad humana es la posibilidad del individuo de decidir sobre la propia vida, de poder elegir cómo vivir” Pico Della Mirandola 1 PRIMERA PARTE: EL EJERCICIO DEL DERECHO El derecho como ejercicio. Sin praxis no hay derecho. El derecho no existe porque se declare. El mundo está lleno de declaraciones de derechos, hay una “orgía de declaraciones” en todo el planeta. Pero la única manera de que el derecho exista es que se practique. No hay derecho de reunión si no hay personas que se reúnan. No hay derecho de asociación si no hay personas que se asocien. No hay derecho a la participación si no hay personas ejercitando esa relación directa con los asuntos colectivos de su comunidad. De nada sirve declarar o reglamentar el derecho para constatar su existencia, si ese derecho no se ejercita. Podríamos afirmar que los derechos de las personas sólo existen en la vida real, cuando son ejercitados, cuando son practicados. Y, por el contrario, los derechos que no se ejercen corren el peligro de desaparecer o de ser descafeinados. Pero, para que el ejercicio del derecho sea eficaz, requiere de un proceso, de un canal, de un medio o instrumento que, a pesar de ser adjetivo, es necesario para garantizar su existencia. Así, por ejemplo, una persona que ha sufrido daño en sus bienes por una actuación imprudente, tiene derecho a ser indemnizada (artículo 1902 del Código Civil) pero no puede plantearlo de cualquier manera, ni en cualquier momento. Ha de seguir el camino, el proceso que le viene definido en la ley de enjuiciamiento civil, so pena de perder la posibilidad de resarcirse si no ejercita la acción correspondiente en el plazo determinado. Para poder celebrar de manera regular el rito democrático de elegir a los representantes en las instituciones, es necesaria una convocatoria electoral, imprimir unas papeletas, poner en marcha una serie de elementos: colegios, urnas, miembros de las mesas, propaganda electoral… que tienen un coste económico importante y requieren una planificación previa. De igual manera para que se pongan en marcha mecanismos de participación directa, que puedan resultar eficaces y útiles, es necesaria su planificación. No es suficiente, pues, el mero enunciado del derecho o su inserción en los reglamentos y en las declaraciones de voluntad de los gobiernos, es necesario dotar de medios técnicos, económicos y metodológicos, de instrumental 1 Citas recogidas en el proyecto de Carta de Derechos Humanos Emergentes, promovida por el Institut de Drets Humans de Catalunya. Págs. 5 y 6. talleres de participación y ciudadanía – materiales 1 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado adecuado para que puedan realizarse y ser efectivos, lo que requiere una acción de gobierno clara y decidida para favorecer esa participación. Hay que tener en cuenta que no se puede promover de igual manera en cualquier lugar y ante cualquier tipo de colectividad: infancia, juventud, personas trabajadoras, comerciantes, profesionales… en una gran ciudad o en un medio rural, en un barrio marginal o en el centro de una ciudad. No existen fórmulas ni recetas mágicas iguales para todos. Cada ámbito territorial o sectorial requiere unos medios adecuados a su realidad. Mantener el músculo democrático en forma. Actitud proactiva de los poderes públicos Hay que mantener el músculo democrático en forma, realizando la gimnasia participativa que permita al cuerpo de la sociedad continuar la tarea de construir felicidad y bienestar para todas las personas. Los poderes públicos tienen aquí una especial responsabilidad ya que su papel no es el de meros “consentidores” del ejercicio del derecho como si éste sólo fuera una imposición de la ciudadanía y no una necesidad social y del propio sistema democrático. En su origen, las declaraciones de derechos pretendían limitar el ejercicio del poder, estableciendo un espacio de actuación donde la persona era absolutamente soberana y libre. En la sociedad democrática, el Estado no puede permanecer pasivo ante los derechos ciudadanos. No puede limitar su actividad a intervenir cuando el derecho es vulnerado poniendo en marcha la maquinaria judicial para reponer su ejercicio. Debe tener también una actitud proactiva, de búsqueda de canales, medios, ideas que, no solo permitan, sino que promuevan el ejercicio de ese derecho, la máxima incorporación de personas, de manera individual u organizada, en la elaboración y gestión de las políticas públicas, en los asuntos colectivos. Por tanto, los poderes públicos no deben esperar a que los ciudadanos reclamen participación. No deben permanecer a la expectativa de cuáles son los movimientos de los agentes sociales. No deben tratar a la ciudadanía como el mal menor que se debe soportar para garantizar la continuidad en el poder. Todos los poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial; toda su organización territorial: comunidades autónomas y municipios deben promover, en sus ámbitos competenciales, la acción directa de la ciudadanía, individual u organizada, en la “res pública”. Pero es que, además, parece ser que ése es el mandato del artículo 9.2 de la Constitución, cuando indica que “corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o talleres de participación y ciudadanía – materiales 2 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”. Suele argumentarse que la participación ciudadana resta eficiencia o produce lentitud a los procesos de decisiones, pero en realidad garantiza la factibilidad de muchas de esas decisiones.2 También puede considerarse lento, si se me permite la extrapolación, el Estado de derecho, en relación con el Estado autoritario. El primero sometido al imperio de la ley debe mesurar sus actuaciones, el segundo depende únicamente de la voluntad de la oligarquía dominante y no debe preocuparse de esas “formalidades”. Para garantizar su eficacia, debe verse el ejercicio del derecho a la participación no como una finalidad en sí mismo sino como un medio para conseguir algo3. Es importante definir ese objetivo. No puede ser una tautología. El objetivo de la participación no es, sólo, la participación. Imaginemos nuevamente el derecho de reunión o el derecho de asociación. Se ejercen esos derechos para conseguir una finalidad. Un grupo de personas no se reúne porque sí, sino para hablar de algo o preparar algo o compartir algo. Igualmente, las personas no se organizan en una asociación simplemente porque están ejerciendo el derecho fundamental a asociarse libremente, sino porque pretenden, con el ejercicio de ese derecho, unir esfuerzos a fin de conseguir el cumplimiento de unos objetivos, de una finalidad. Esta finalidad puede tener mayor o menor interés social, pero es una finalidad colectiva, por lo menos, de la gente que ha acordado la constitución de esa asociación. Para ejercer eficazmente el derecho a la participación debe definirse previamente sobre qué se participa, quienes participan, cómo se participa y qué se espera de esa participación. Y eso requiere una planificación y una actitud proactiva de los promotores de esa participación. Derecho a la participación directa y por mediación de representantes. El artículo 23.1 de la Constitución indica que “los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal” Se establecen pues, dos formas de ejercitar el derecho. Por una parte, la participación directa, sin intermediarios donde se produce una estrecha relación entre la ciudadanía y la cosa pública. Por otra parte la participación por mediación de representantes, en base al sufragio universal, libre y secreto, en elecciones periódicas. La primera, ha visto pocos desarrollos y ha sido objeto de una interpretación restrictiva por parte del Tribunal Constitucional como después se verá. La segunda, adolece de varios defectos entre los que cabe destacar el alejamiento que provoca entre ciudadanía y “política” en el sentido de cosa 2 Font J. (coord). Ciudadanos y decisiones públicas. Ariel 2001 3 Pindado F. (coord.) Martí J. y Rebollo O.. Eines per a la participació. Bases, mètodes i tècniques. Organisme Autónom Flor de Maig, Diputació de Barcelona. 2002 talleres de participación y ciudadanía – materiales 3 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado pública, “…si votamos a los representantes es para que se preocupen ellos…” o el desencanto creciente respecto de la política y sus actores. El derecho a la participación viene recogido también en los Tratados Internacionales. Así, el artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 establece que “Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de representantes libremente escogidos”. Igualmente el artículo 25 del Pacto internacional de los derechos civiles y políticos de 1966, (ratificados por España en 1977): “Todos los ciudadanos gozarán… de los siguientes derechos y oportunidades: a) Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) Votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores Todo ello hace suponer que ese derecho es esencial, fundamental para el funcionamiento del sistema político democrático, basado en la soberanía popular (artículo 1.2. de la Constitución). Si la soberanía reside en el pueblo, parece lógico concluir que la participación de éste es elemento indispensable para el funcionamiento del Estado. A mayor abundamiento, el artículo 7 del mencionado Proyecto de Carta de Derechos Humanos Emergentes promovido por el Institut de Drets Humans de Catalunya4 señala el “derecho a la democracia participativa”. “Todos los seres humanos y los pueblos en que se integran tienen derecho a participar activamente en los asuntos públicos y a disfrutar de una administración democrática en todos los niveles de gobierno”. Finalmente debe indicarse que la participación ciudadana no es sólo el ejercicio de un derecho. Es también una necesidad social, que además puede producir valor añadido5 a la elaboración y gestión de las políticas públicas, tal como señala el borrador de Agenda Local para la participación realizado por la Federación Española de Municipios y Provincias en octubre de 2005 (Documento “Málaga 2005”) “… el gobierno de nuestras comunidades, de nuestros pueblos y ciudades no puede realizarse hoy de manera lineal, simple y homogénea. Las necesidades de esas sociedades complejas y las demandas de una ciudadanía cada vez más exigente y consciente de sus derechos exigen la actuación de gobiernos relacionales que promuevan el debate social para la articulación de las diferentes visiones existentes en respecto de las políticas públicas. La mirada poliédrica, 4 Se puede acceder al contenido íntegro de ese Proyecto en la página web del Instituto de Derechos Humanos de Cataluña www.idhc.org 5 F. Pindado. La participación ciudadana en la vida de las ciudades. Ediciones del Serbal. 2000. Barcelona talleres de participación y ciudadanía – materiales 4 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado desde diferentes ángulos, recogiendo aportaciones desde los diferentes actores e intereses sociales, debe sustituir la mirada única y uniforme que no puede ser eficaz en un contexto de flexibilidad y cambio permanente como el que se vive en los municipios de la sociedad postindustr¡al.” De la declaración optimista del derecho a la triste realidad de su práctica. De todas maneras, y desgraciadamente, ni las declaraciones de derechos ni sus interpretaciones se corresponden con unas actuaciones favorables a su ejercicio y con unos medios que los garanticen. Así, nuestro Tribunal Constitucional en su sentencia de 17 de julio de 1995, considera que la participación directa del artículo 23.2 sólo se refiere a los referendums o consultas populares, no pudiéndose extender a otros medios o instrumentos participativos. La utilización de esos otros medios (foros de debate, órganos consultivos o deliberativos, jurados ciudadanos….) debería reconducirse, según dicho Tribunal, hacia el artículo 105 de la Constitución 6 que no tiene consideración de derecho fundamental y, por tanto, ninguna de las garantías establecidas para éstos. De esta manera, se “administrativiza”, el derecho a la participación directa, o dicho de otra forma, se “despolitiza” ese derecho. Si realmente se entendiera que la implicación directa de la ciudadanía en los asuntos públicos es verdadero fundamento del orden político democrático, su intervención no se referiría únicamente a las hipotéticas consultas populares (sólo se han convocado dos, la de la entrada en la OTAN y la de la Constitución europea, en toda España desde la proclamación de la Constitución, sin contar los referendums para ratificar Estatutos de Autonomía), sino que se debieran establecer instrumentos para favorecer esa participación. En algunos casos se ha avanzado algo en la necesidad de promover la participación. Así, en Cataluña, la Ley de Urbanismo 2/2002 establece en sus artículos 8 y 59.1 la obligación de presentar una Memoria acreditativa de la realización de un proceso participativo en los expedientes de aprobación de los planes de ordenación urbanística municipal. No se trata sólo de acreditar la audiencia al interesado, sino de demostrar que se ha buscado el debate y la implicación de los diferentes agentes sociales del territorio. El Ayuntamiento de Barcelona, en las Normas reguladoras de la participación ciudadana del año 2002, también recoge la obligatoriedad de presentar esa memoria en las 6 Artículo 105 de la Constitución: La ley regulará: a) La audiencia de los ciudadanos, directamente o a través de la organizaciones y asociaciones reconocidas por la ley, en el procedimiento de elaboración de las disposiciones administrativas que les afecten. b) El acceso de los ciudadanos a los archivos y registros administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos y la intimidad de las personas. c) El procedimiento a través del cual deben producirse los actos administrativos cuando proceda la audiencia del interesado. talleres de participación y ciudadanía – materiales 5 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado actuaciones municipales de importancia. Finalmente la Generalidad valenciana manifiesta su voluntad de aprobar una Ley de la Participación Ciudadana.7 Son sólo algunos ejemplos concretos que pueden correr el riesgo de ser desvirtuados por la práctica administrativa y convertirse en meros trámites, pero debe reconocerse que, en principio, significan un intento de acercar la gestión de los asuntos públicos a la ciudadanía. La necesidad de ampliar el ejercicio del derecho a la participación también viene recogida en la Recomendación Rec (2001) 19 del Comité de Ministros del Consejo de Europa del 6 de diciembre de 2001. Dicha Recomendación se refiere al ámbito de la participación en la vida pública local y realiza un diagnóstico en el que se identifican tres problemas principales: "a) Un declive del interés del público y un sentimiento de hastío con respecto a la política. b) La dificultad de implicar más al público mediante las formas directas o populares de consulta y participación. c) Las debilidades de las instituciones de la democracia representativa local, que hacen el sistema menos eficaz, transparente y responsable.” Se plantean después tres preguntas bastante sugerentes: "a) ¿Tiene sentido la política local en la era de la mundialización? b) ¿Disminuye la necesidad de enriquecimiento de la sociedad? la participación por el c) ¿Ha vencido el individualismo a la acción colectiva?” Llegando después a dos importantes conclusiones: Primera: “La participación de los ciudadanos en la política local no declina, sino que más bien cambia de forma, lo que cuestiona el sistema político tradicional”. Segunda: “Se dispone de una amplia gama de métodos y de medidas que pueden estimular la participación de los ciudadanos”. Es decir, existe una crisis de la política que es lo mismo que decir que existe una crisis de la democracia representativa, pero la base en la que se sustenta: la ciudadanía, reclama nuevas formas de ejercicio del poder, nuevos “métodos y medidas” para favorecer y estimular la participación ciudadana. A la búsqueda de esos “métodos y medidas” deben destinarse esfuerzos y recursos y no esperar pacientemente a que algún día aparezcan espontáneamente. En el compromiso para esa búsqueda, significa un paso importante la firma por un buen número de ayuntamientos españoles y europeos de la Carta Europea de 7 Según indica la web institucional www.pre.gva.es/participa/cas/plan.html talleres de participación y ciudadanía – materiales 6 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado salvaguarda de los derechos humanos en las ciudades hecha en Saint Denis el 2001. Mediante este acuerdo voluntario de los municipios se concreta una voluntad común y un acuerdo para desplegar los medios que permitan un mejor y más eficaz ejercicio de esos derechos ciudadanos. La puesta en marcha de canales de participación afecta a todos los poderes públicos Tradicionalmente se ha venido vinculando la “oferta participativa” a la actividad de los ayuntamientos, de los gobiernos locales, como si fueran éstos los únicos poderes públicos. Como si los gobiernos de las comunidades autónomas o el gobierno central no lo fueran también. Como si los parlamentos autonómicos, las Cortes Generales y el poder judicial no formaran parte de los “poderes públicos”. Es necesario volver la vista a esos otros poderes y recordarles su obligación constitucional y la necesidad social de que promuevan procesos de participación e implicación ciudadana en el diseño y elaboración de sus políticas y actuaciones y que busquen la relación más efectiva entre ellos para garantizar la eficacia de dicha intervención ciudadana. SEGUNDA PARTE: LA PARTICIPACIÓN EN LOS AYUNTAMIENTOS En este apartado haremos algunos comentarios sobre la actuación de los ayuntamientos que, desde 1979, han ido realizando un esfuerzo singular respecto de procesos de innovación democrática y de implicación ciudadana en la elaboración de sus políticas. El gobierno de la ciudad no está sólo en el ayuntamiento Hay que separar el órgano definido constitucional y legalmente para gobernar en la ciudad, el ayuntamiento, de las políticas públicas que afectan a la ciudadanía en las ciudades. Igualmente hay que distinguir una ciudad desde el punto de vista institucional, referida a las fronteras geográficas, administrativas que marcan el ámbito municipal y, por ende, la competencia del ayuntamiento. Existe también otra ciudad, más real, formada por las redes y relaciones que se establecen en ámbitos territoriales mayores como son las áreas metropolitanas o las regiones 8. Los Ayuntamientos como órganos de gobierno de los municipios tienen unas competencias que vienen delimitadas en la ley de bases de régimen local y en la legislación autonómica de desarrollo. Pero con las competencias municipales, no 8 Borja J. La ciudad conquistada. Alianza Editorial. Madrid 2003 talleres de participación y ciudadanía – materiales 7 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado se agotan las diferentes políticas que afectan a la ciudadanía en el término municipal. Así, por ejemplo, la enseñanza, la sanidad, la seguridad ciudadana, determinados espacios naturales… no son del ámbito competencial de los ayuntamientos a pesar de realizarse en las ciudades y ser beneficiarios o sufridores los ciudadanos que en ella viven. Difícilmente, un consejo de participación para promover la intervención ciudadana en la educación, podrá tener éxito si no forman parte del mismo, representantes técnicos y/o políticos de la administración autonómica competente. La ciudad relacional, la ciudad que agrupa (atrae) personas que la utilizan y posiblemente no residen en ella, que especializa sus espacios y sus servicios en función de las ciudades que la rodean, tampoco tiene un ámbito de coordinación o planificación que permita la intervención de las personas que van a vivir (o padecer) las consecuencias de su gestión. Es más, nos podemos encontrar con ciudades en las que las decisiones estratégicas que se tomen van a afectar a muchas personas que no tienen posibilidad de opinar y, mucho menos, participar en la elaboración de esas decisiones. Luego, la tarea de impulsar la participación ciudadana en la ciudad, no es sólo competencia de los gobiernos locales, sino que afecta, como ya se ha dicho, a todos los poderes públicos que intervienen en el territorio, debiendo ser llamados por los ayuntamientos para la eficacia de los procesos participativos. Entiendo que el liderazgo, el motor de esos procesos, debe estar en los ayuntamientos por tener un ámbito relacional más próximo con la ciudadanía, sin perjuicio de los instrumentos de control que las administraciones supralocales puedan delimitar. También, los gobiernos locales deben tener una perspectiva amplia de los procesos de participación para poder incorporar a todas aquellas personas que tienen interés en la ciudad. Por ejemplo, ¿alguien duda del interés de un comerciante en el funcionamiento de los servicios del barrio o de la ciudad aunque viva a 30 kilómetros de su establecimiento? ¿O del interés del profesional de la enseñanza, que trabaja cada día con decenas de adolescentes y no puede opinar sobre la mejora urbanística del barrio en el que se encuentra la escuela? Si a las competencias delimitadas (y limitadas), añadimos la falta de autonomía financiera que provoca en los Ayuntamientos una importante dependencia económica de los gobiernos central y autonómico (y europeo), nos encontramos con una perspectiva para el ejercicio del gobierno local con condicionantes bastante evidentes. Más competencias municipales no suponen más participación De lo dicho hasta ahora, pareciera deducirse la necesidad de establecer un marco competencial más amplio para que los ayuntamientos puedan desarrollar más funciones. Existe un amplio debate político y doctrinal sobre ese marco competencial y hay una importante corriente de opinión favorable a que los ayuntamientos tengan un papel mayor en la distribución del gasto público y de los servicios que se prestan en los municipios. talleres de participación y ciudadanía – materiales 8 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado Estoy de acuerdo con las corrientes municipalistas, con el ejercicio práctico del principio de subsidiariedad. Como más cercano se dé el ejercicio del poder, más posible es la participación ciudadana. Pero no debemos caer en mitificaciones o en trampas. Por definición y, de entrada, mayores competencias municipales no presuponen que haya una mayor calidad del servicio o una mayor participación. Los ayuntamientos no son organizaciones celestiales gobernadas por muy buenas personas y con una organización de calidad y buen servicio. Se habla mucho del papel de los ayuntamientos y en una buena parte de los programas electorales se propone un refuerzo de su papel. Pero eso no debe ser sólo una declaración: son necesarios medios económicos, personal formado, organización adecuada y compromiso con la mejora de la calidad democrática, tanto en el ámbito representativo como el participativo. Debe reconocerse que el actual funcionamiento de las corporaciones locales no provoca excesivo optimismo respecto de un incremento real de la participación ciudadana si se diera un mayor ámbito competencial a los ayuntamientos. Es decir, podría darse un incremento de las competencias de los ayuntamientos, y que la única traducción de dicha ampliación fuese un mayor número de concejales y concejalas con dedicación exclusiva así como un presupuesto mayor para gestionar y ejercer el poder. Quizás (y sólo quizás) los servicios podrían ser más eficaces y de mayor calidad, pero ello no supone que haya más o mejor participación ciudadana. Hace falta crear e institucionalizar mecanismos de control y seguimiento ciudadano para garantizar un verdadero ejercicio democrático de la acción de gobierno. Así, se podría evitar, también, que los ayuntamientos continuasen el ejercicio endogámico de repartir las responsabilidades de gobierno, según criterios poco relacionados ni con las capacidades reales de las personas que los ostentan, ni con las necesidades del municipio, sino basados principalmente en las correlaciones de fuerzas internas en los partidos. Se ha de procurar, pues, que un mayor techo competencial no signifique sólo un mayor número de concejales en la nómina municipal, o un mayor volumen de presupuesto a gestionar, sino una traslación efectiva de esas posibilidades de incidir en la gestión de la cosa pública por la ciudadanía. La participación no es sólo con asociaciones Asistimos a un incremento notable tanto desde el punto de vista de la cantidad de las reuniones como de la calidad de las relaciones entre los ayuntamientos y las asociaciones. En algunos casos se han establecido mecanismos de funcionamiento bilaterales mediante los cuales el gobierno local se reúne de manera regular con los representantes de las asociaciones para consensuar las actuaciones del programa municipal. talleres de participación y ciudadanía – materiales 9 La participación, un derecho que necesita práctica Fernando Pindado Se dedican recursos, esfuerzos y energías a la relación con las asociaciones, Sin embargo esta relación tiene como finalidad última construir un consenso teniendo en cuenta únicamente los representantes asociativos, presumiendo que éstos lo son del conjunto de la ciudadanía. Este carácter “representativo” de las asociaciones es discutible en muchas ocasiones. De todas maneras, aún en el supuesto que las asociaciones ciudadanas representaran un volumen importante de población, ¿sería lógico plantear la relación gobierno local y ciudadanía, únicamente, sobre la base de las asociaciones? ¿No estaríamos facilitando el crecimiento de una especie de democracia corporativa? Sin embargo, hoy, la realidad nos indica que hay un porcentaje elevadísimo de personas que no pueden o no quieren formar parte de asociaciones y que tienen el derecho de participar en la gestión de los asuntos públicos de su ciudad. Por ello, son necesarias tanto políticas de consolidación y mejora del tejido asociativo y del capital social, como de incentivación a la intervención ciudadana individual en los procesos participativos que se impulsen desde los gobiernos locales. talleres de participación y ciudadanía – materiales 10