Joan Manuel Serrat - Levante-EMV

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En domingo
28 de mayo de 2006
FOTO: PERALES IBORRA
El castillo de Montesa, uno de los más importantes de la Comunitat
Valenciana, tiene cerca de mil años de historia. Destruido por los
terremotos que asolaron la Costera en 1748, permanece desde entonces
en estado de ruina, a pesar de que en 1926 fue declarado monumento
nacional. «En Domingo» inicia hoy una serie de tres entregas con el
ánimo de que los valencianos conozcan uno de sus más emblemáticos
monumentos, a la espera de que la Administración ponga manos a la
obra e inicie su proceso de restauración. Páginas 2 y 3.
Castell de
Montesa
6/7
ENTREVISTA
Joan
Manuel
Serrat
«Valencia me parece
espléndida por
muchas razones»
5
MEDIO AMBIENTE
8
MEMORIA
Paisajes
y jardines
Nobles y
ciudadanos
Un repaso por la
historia de los
espacios verdes
mediterráneos
Un libro de María
José Muñoz Peirats
repasa la historia de
la nobleza valenciana
2/3 En domingo 28 de mayo de 2006
Castell de Montesa (I)
Antonio Vergara
SALVE Y USTED LO PASE BIEN
Sangre, sudor y bielas
L
AS transfusiones de
sangre siempre fueron asociadas a
hemorragias de diversa
etiología. Cuando a alguien
le ponen sangre es porque
está malito y la necesita
para recuperarse y no
morirse de momento.
Normalmente, a casi nadie
le apetece que le saquen
sangre. No causa buena
sensación psicológica darse
cuenta de que por la jeringuilla se escapa, a cuentagotas, la vida. De ahí que la
reacción instintiva sea no
mirar la aguja clavada en la
vena.
Cuando nos quitan sangre
es como si alguien nos estuviese matando lentamente
(¿o no?) y robándonos el
líquido que nos permite
gozar diariamente de la cultura del fútbol.
Además, según la mayor o
menor habilidad del profesional y de la morfología
de las venas, la extracción
puede no causar molestias
o contusionar aquéllas
hasta alcanzar un bonito
color morado (y luego
amarillento).
A veces, como en los toros,
hay que pinchar varias
veces, e incluso rectificar el
trayecto de la jeringuilla,
escarbando por aquí y por
allá, en la inerme vena, e
intentado no extraer petróleo sino sangre.
FOTO: EFE
También puede suceder que
la aguja se quede en la
vena, separada de la jeringuilla, al modo de una estocada taurina desprendida o,
todavía peor, un bajonazo,
llamado así porque la espada casi le atraviesa la barriga al morlaco.
Menos mal que, generalmente, quienes en cumplimiento de su profesión
sacan el preciado líquido
rojo (a veces espeso, a
veces menos, de tono
encarnado o de vino tinto
con mucha extracción de
color) no barrenan la vena
como los picadores en el
morrillo de los cornúpetas.
Ahora, con el escándalo del
dopaje y el tráfico sanguíneo descubierto por la
Guardia Civil, que afecta,
presuntamente, a ciclistas
de más o menos elite y, tal
vez, a otros deportistas (¿)
–la realidad es que era algo
que ya se sabía: faltaba que
¿Y saber que tu
propia sangre,
congelada, está en un
frigorífico (junto a las
verduras, los quesos
y las sardinas) hasta
que te la reingresan
antes de empezar,
por ejemplo, el Tour
de Francia?
un cuerpo tan profesional
como la Benemérita aportara las pruebas–, deberíamos afirmar que nos parece
una vergüenza, un fraude y
la muerte definitiva de tantas románticas ilusiones
puestas en los esforzados
de la ruta y en la serpiente
multicolor.
Y lo afirmamos. También
deberíamos denunciar a
quienes, desde hace
muchos años, han amparado tanta estafa, engañando
a las buenas gentes con
soflamas patrioteras.
Son, sucintamente, las autoridades deportivas (¿estaban en Babia?), ciertos
médicos corporativistas,
organizadores de carreras,
patrocinadores e inclusive
periodistas especializados.
Ya en 1991, uno de ellos,
valenciano, nos contó lo
que veía (trasiego de jeringuillas y de mercancías sin
identificar) cuando viajaba
para cubrir la Vuelta
Ciclista a España.
Afirmamos, desde luego,
que todo esto es una vergüenza, como también que
al pueblo llano le convendría utilizar más la razón
que dejarse llevar por unas
primitivas emociones perfectamente inducidas por
los señores del gran negocio deportivo. ¿Está a
punto de llegar el día en
que irán dopados hasta los
progres de la bici que arrollan a los peatones en las
aceras, circulan por la calzada –sin respetar las direcciones prohibidas– o por el
cauce seco de Bofill /
Pérez Casado? Dios quiera que no.
Una vez condenado el Gran
Timo Deportivo (ya vendrán
otros) o Mens Sana In
Corpore Sano, debemos
mostrar, no obstante, nuestra poética admiración por
los presuntos implicados,
víctimas, se supone que
más o menos voluntarias,
de extracciones, transfusiones y autotransfusiones de
sangre a lo bestia (uno ha
confesado que le chupaban
un litro o más por sesión).
Mártires de las jeringuillas.
¿Y saber que tu propia sangre, congelada, está en un
frigorífico (junto a las verduras, los quesos y las sardinas) hasta que te la reingresan antes de empezar,
por ejemplo, el Tour de
Francia?
Terrible, atroz y fantástico.
Pi de la Serra escribió una
canción, Spot (1971), casi
premonitoria. Trataba de la
promoción publicitaria de
la sangre en la televisión.
«Pastillas de sangre, mastíquelas lentamente en la
boca»…
Unas ruinas
con historia
A. Garzó ■
XÀTIVA
FOTOS: PERALES IBORRA
E
castillo [de Montesa]
en la actualidad ofrece
una vista por demás desoladora; por doquier se
ven ruinas y sólo algún que otro
capitel, fuste de columna o azulejos que escaparon a las manos
de avarientos visitantes, nos pueden ofrecer, siquiera vagamente,
una impresión de lo que fue aquel
claustro monacal». Estas letras,
obra de Vicente Ferrán y Salvador,
son de 1926. Hoy, ochenta años
después, bien podrían seguir igual
de vigentes de no ser por la importante consolidación de restos
acometida desde hace apenas diez
años, en concreto desde 1996. Ya
no hay saqueadores, entre otras
cosas porque queda poco que saquear. Pero la fortificación sigue
con esa imagen de perpetua ruina,
tan asimilada ya porque nadie en
más de doscientos años conoció
otra silueta distinta.
Si Ferrán y Salvador dejaba
constancia del imparable deterioro del castillo en 1926, esa fecha
debió ser precisamente el momento en el que la ruina empezase su cuenta atrás, ya que el 13 de
abril de ese año, el Estado lo declara Monumento Nacional. Pero
desgraciadamente no fue así. Tanto antes –desde 1887, aprovechando la desamortización de
Mendizábal de 1835– como posteriormente, se contabilizan varias
operaciones de venta, todas ellas
privadas y casi siempre entre caballeros de la Orden montesina.
En esos años –mediados de los 50
y 60– todavía hay amantes de los
ajenos que roban piezas, todo ello
aderezado con el más absoluto
desdén de las instituciones locales. El Marqués de Olivart fue el último dueño privado. Vendió los
restos al ayuntamiento en 1970.
El castillo de Montesa tiene, al
menos, mil años de historia. Su primera constancia documental data
del siglo X. La fábrica original,
pues, es islámica. Pero poco quedó de ello en las posteriores reedificaciones, las más importantes
de las cuales son, según los historiadores, las del siglo
XIV (sala capitular, refectorio, iglesia,
L
horno y muralla circundante del
convento) y las del XV (la capilla
de San Jorge). En esa época toma
cuerpo, por tanto, el castillo tal
como ha sido estudiado posteriormente. De esa primera fase,
queda en pie parte de la torre de
homenaje, incluido su escudo. Es
el fragmento que más nítidamente remite al pasado. De finales del
XV es la portada de las habitaciones del Maestro, que hoy están integradas en el Palau de la Generalitat.
Lugar de ceremonias de introducción en la Orden de Santa María de Montesa o sede de la comunidad de religiosos bajo la regla de
Sant Benet, lo bien cierto es que el
esplendoroso pasado del castillo
se remonta a antes de 1748. Ese
año, el terremoto que asoló lo que
hoy se conoce como la comarca de
La Costera causó tal daño a la fortaleza que todo su historial posterior es la crónica del abandono, el
expolio y el saqueo. Mariano González Baldoví, hoy director del museo municipal de l’Almodí, en Xàtiva, describe en 1983 cómo la titánica tarea que hubiera supuesto reconstruir el castillo fue sustituida
por otra acción que, con el tiempo,
significaría condenarlo a la ruina.
Según González, «el castillo fue
destruido en los terremotos acaecidos entre el 23 de marzo y el 2
de abril de 1748. Conocida la noticia en Valencia, la orden envió
varias personas con la misión de
La fortificación
sigue con esa
imagen de
perpetua ruina,
tan asimilada
ya porque nadie
en más de
doscientos años
conoció otra
silueta
distinta.
recuperar el Santísimo, los cadáveres, objetos preciosos y documentos, así como auxiliar a los heridos». Este estudioso del patrimonio sitúa en ese contexto el imparable camino hacia el expolio total.
«Algunos elementos arquitectónicos, laudas sepulcrales y escudos
labrados fueron trasladados al Palacio del Temple y otros edificios de
la capital. La fortaleza quedó abandonada y, durante muchos años,
sirvió de cantera para las obras de
reconstrucción del pueblo. A lo largo del tiempo desaparecieron las
columnas, capiteles, claves y los pavimentos de azulejos góticos y barrocos. Hoy es un monumento
arrasado y expoliado, donde apenas se pueden reconocer algunas
dependencias», resumía González
Baldoví.
Los restos del castillo de Montesa
Tan sólo se pueden reconocer algunas dependencias del que en su día fue el Sacro y Real
Convento de la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, a penas respetadas
por los terremotos de 1748. En el interior del castillo se edificó un monasterio siguiendo la
planta típica cisterciense.
1317
1835
1748
Se crea la Orden de Montesa
Destrucción del castillo
Extinción de la orden
Tras la desaparición de la Orden del Temple
en 1312, Jaime II inicia una serie de embajadas
al Papa para crear una orden militar con los
bienes de los templario y los hospitalarios.
En el 1317, el Papa Juan XXII promulga la bula
de la fundación de la Real Orden de Montesa.
Los terremotos de los días 23 de marzo y 2
de abril destruyeron el castillo, sepultando a
la mayoría de sus moradores. Los frailes
supervivientes se trasladaron en julio de
ese año a Valencia al Palacio del Temple, donde
construyeron un nuevo convento
En 1835 se extinguieron los señoríos que
dependían de la Orden. Sus bienes pasaron a
manos particulares. La Orden mantuvo el
derecho de nombrar al cura de la parroquia
entre los frailes montesianos. Esta situación
se mantuvo hasta 1852.
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FRANCO NUNCA ORDENÓ
EXCAVARLO. Como si de otro
Código da Vinci se tratara, el castillo de Montesa también cuenta con
sus particulares leyendas. Acaba de
publicarse una novela, El espejo de
Salomón, de León Arsenal, que se
aproxima tangencialmente al castillo. Su autor dice utilizar una base
real cuando se refiere a una secretas excavaciones durante el franquismo y traslada ese hecho a otro
contexto. Arsenal dice que «Franco
mandó acordonar el derruido castillo de Montesa mientras en el interior trabajaba un ejército de arqueólogos sin que se supiera bien
para qué». Menos mal que el escritor, defensor del axioma de que no
se deba hacer pasar fabulación por
realidad, agrega que el libro no pretende dar una hipótesis sobre la ubicación del gran tesoro de los visigodos. Un historiador y erudito local,
Josep Cerdà –que además tiene un
cameo involuntario en el libro– certifica el grado de fabulación que encierra ese pasaje de la novela y asegura que tal extremo es falso de todas todas.
Este mismo experto en la historia de Montesa y de su castillo agrega que, como mucho, hay documentada una excavación después
de la Guerra Civil, pero para nada
se trata de una misión secreta en
búsqueda de no se sabe qué misterios. Fue una prospección en la que,
por cierto, se halló la lápida de Berenguer March, tío de Ausiàs March,
quien fue enterrado en el castillo.
Si se puede hablar de un misterio ése sería el saber a
dónde fue a parar esa pieza, porque se sabe que fue
descubierta allí pero no
quién se la quedó, lamenta Josep Cerdà.
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Pila gótica blasonada
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Retrato de José Folch de Cardona, Lugarteniente General de la Orden
4
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CLAVES DEL PLANO
1: Entrada y puente.
9: Palacio y refectorios
17: Torre del Homenaje
2: Plaza de armas
10: Entrada a la barbacana
18: Despensa de la cocina
3: Patio del comendador
11: Claustro mayor gótico
19: Capilla mayor
4: Parque
12: Priorato
20: Coro alto
5: Cuartel
13: Contaduría
6: Iglesia
14:Biblioteca
7: Sacristía
15:Dormitorios
8: Sala capitular y archivo
16: Patio de la cisterna
3
2
1
Azulejos encontrados en las excavaciones
Bóveda de la sacristía
Gárgola
Vista del Castillo de Montesa en 1949
Puerta de las cárceles
4/5 En domingo 28 de mayo de 2006
HOMENAJE
ESCOLA VALENCIANA RINDE TRIBUTO AL PIONERO DEL ECOLOGISMO VALENCIANO
Miquel
Gil Corell
Maria Josep Picó
■ VALENCIA
C
ONTAGIABA su pasión por
la naturaleza, tuvo un
papel destacadísimo en
la defensa del territorio
valenciano y logró dotar de carácter científico el impulso juvenil
conservacionista de la década de
los 70». Joan Olmos, ingeniero de
Caminos, recuerda de este modo a
Miquel Gil Corell, pionero en la defensa ambiental de Valencia. Gil Corell fue durante más de 50 años el
farmacéutico de Massamagrell y
era amigo del padre de Olmos, Enrique, el médico de la población.
«Parecía un hombre distante y serio, pero era muy cálido y próximo, siempre quería compartir sus
últimas lecturas, reflexiones, su
fantástica biblioteca…», explica
de Gil Corell, quien el próximo viernes recibirá un homenaje póstumo
en el Paraninf de la Universitat de
València, organizado por la Federació Escola Valenciana.
Este farmacéutico, nacido en Valencia en 21 de septiembre de 1921
y fallecido el 19 de julio de 2003, impulsó, a finales de los años 60, junto a Ignacio Docavo, Josep Mansa-
Ecólogo, más que
ecologista, se
opuso a la
ejecución de una
autopista en el
antiguo cauce y
fue promotor de
la campaña «El
riu és nostre i el
volem verd».
net, catedrático de Botánica y Luís
Pechuán, de la Sociedad Española
de Ornitología, el movimiento contra la urbanización del Saler. Bajo el
lema «El Saler per al Poble, se logró
frenar la urbanización y proyectos tan impactantes como la construcción de la universidad laboral
de Cheste en la Mata del Fang», resalta Docavo, catedrático emérito
de Entomología. Llamaron la atención de Félix Rodríguez de la Fuente y Antonio Valvede, impulsor de la
preservación de Doñana y «en uno
de los momentos de máxima tensión, De la Fuente filmó aves en la
Mata de la Barra». Ecólogo, más
que ecologista, se opuso a la ejecución de una autopista en el antiguo
cauce y promotor de la campaña: El
riu és nostre i el volem verd. «Era
optimista, le hubiera gustado que
el cauce se hubiera convertido en
un bosque mediterráneo urbano»,
lamenta Trini Simó, profesora de
Historia del Arte.
Maria Àngels Ull, doctora de
Biología de la Universitat de València, fue una de las pimeras alumnas de Corell, que impartió la asignatura de Ecología entre 1970 y
1976. «Sabía comunicar su pasión por la naturaleza y hacernos
partícipes gracias a su enorme
bagaje intelectual, fue de los últimos enciclopédicos», argumenta
Ull. «Le gustaba aprender, saber»,
apunta su única hija, Amparo Gil,
quien destaca que Gil Corell fue
«un padre fantástico». Su sobrina, Blanca Gil, lo considera un maestro y compañero de estudio.
La conservación de la Albufera
fue su gran reto y consideraba «una
barbaridad su estado de degradación y contaminación», afirma
Simó. Fue el primer investigador en
estudiar la microfauna y microflora de Albufera, en los años 60 y 70,
y «su ilusión era ver publicados sus
Carmen Amoraga
pmaspmenos2004@yahoo.es
PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS
A veces llegan cartas
A
UNQUE el correo que
acompaña esta sección
(pmaspmenos2004@yah
oo.es) no fue creado originalmente para que los lectores me
pidieran que escribiese sobre
temas concretos, sino más bien
para intercambiar ideas y, en
última instancia, para aumentar
mi ego y justificar mi sección
delante de mis jefes, que una no
es de piedra, no puedo evitar
hacer caso a las cosas que me
escriben, porque, como decía la
canción, a veces llegan cartas…
Así que ahí voy. Una lectora me
ha pedido (a mí y a otros
medios) que trate de concienciarles de lo absurdo de gastarse
dinero en las flores en los funerales. Dice que si en lugar de
invertir toda esa enorme cantidad en coronas y ramos que
acaban en el cubo de la basura,
depositásemos donativos en
entidades que investigan contra
el cáncer y otras enfermedades la
sociedad avanzaría más y mejor.
Miquel Gil Cornell,
en su laboratorio.
FOTO: EL TEMPS
Bajo estas líneas,
el manifiesto
«fundacional»
del ecologismo
valenciano de
1977, firmado por
Miquel Gil, entre
otros.
■ Fue presidente de la sección de
Ecología de la Reial Societat Econòmica
d’Amics del País.
■ Fue nombrado primer miembro de
honor del Col·legi Oficial de Biòlegs de
València.
■ En los años 80 fue miembro del Consell
Assessor de Medi Ambient de la
Diputación de Valencia.
■ Gil Corell fue presidente de la
Fundación de Amigos del Parque Natural
de la Albufera, pero también presidió su
junta rectora y el resto de juntas de los
espacios protegidos valencianos.
resultados en comparación con los
últimos datos obtenidos por el equipo de la catedrática de Ecología,
Maria Rosa Miracle», asevera Ull.
Olmos, Ull, Simó y Eduardo Peris
coinciden en subrayar que Gil Corell, «muy amigo y muy honesto»,
supo avanzarse a problemas ambientales como el calentamiento
global del planeta, la necesidad de
desarrollar energías renovables, la
contaminación acústica, etc. El
«Manifest Ecologista del País Valencia: als valencians de bona fe»,
de 1977 es una muestra de que los
problemas del medio ambiente detectados hace tres décadas siguen
pendientes de ser resueltos. Aquel
texto —firmado por Vicent Andrés
Estellés, Josep Vicent Marqués,
Joan Francesc Mira, entre otros—
fue el documento fundacional de la
Associació Valenciana d’Iniciatives
en Defensa del Territori (AVIAT). Y
concluía así: «Per un País Valencià
lliure, viu, net: habitable».
Tiene razón. Otro insiste sin
cesar en gritar a los cuatro
vientos (a mí y a otros medios)
que Teresa Viejo es la mejor
periodista del mundo. Tiene
razón. Otro me dice que trate de
subirles la moral a los hombres
que se sienten acomplejados por
el tamaño de su pene.
Ay, buen hombre, por más que le
agradezca que me escriba sólo a
mí, ¿qué podría yo decir que no
haya dicho ya? Que yo no soy
Lorena (Verdún). Que la sensibilidad de la mujer está en las
terminaciones nerviosas de la
entrada de la vagina y que todo
lo que pase de ahí hace o bonito
o daño según los casos. Que el
tamaño que importa de verdad es
el del cerebro. Que uno de los
seres vivos que más grande tiene
el órgano sexual es el escarabajo
y ya ve para lo que le sirve, todo
el santo día arrastrando mierda
de acá para allá.
El lector insiste y me cuenta que
después de la calvicie, el tamaño
del pene es la mayor causa de
preocupación de los hombres;
me confiesa que es muy duro ir
al gimnasio y desnudarse en el
vestuario delante de otros que la
tienen más grande; que la sociedad es muy dura con los diferentes. Ay. Buen hombre. ¿Qué
puedo yo decirle a este lector,
aparte de lo ya mencionado? Yo
que sé. Que una cosa es un
complejo y otra, una enfermedad. Que el micropene existe, es
cierto, que no es un mito, sino
aquél miembro que erecto no
supera los 7,1 centímetros, pero
que el macropene, amigo lector,
tampoco es ningún chollo,
porque tener más de veinte
centímetros ahí abajo no sólo no
es erótico en absoluto, sino que
es tan doloroso que se considera
motivo de nulidad marital. Por lo
demás, lector, si se toma la
absurda molestia de medirse el
miembro en el momento de la
verdad y descubre que su longitud oscila entre 13 y 15 centímetros, no se preocupe por nada. Su
pene entra dentro de la media
nacional, que, como todo, varía
según países (Francia, 16; Italia y
Rusia, 15; Alemania, 14; Japón,
13; Estados Unidos 12,9; Grecia,
12; y Corea, 9,6). Yo no sé si eso
le sube la moral o no, pero eso es
lo único que puedo hacer. Eso, y
pedirle por favor que deje de
mirar a otros hombres en los
vestuarios. Y que piense en el
escarabajo, todo el santo día
rodeado de excrementos sin
pensar ni un minuto en su rabo.
Y bien feliz que vive.
FOTO: MANUEL MOLINES
FOTO: FERRAN MONTENEGRO
Monforte (arriba), el parque de Marxalenes y el Jardín Botánico (a la izquierda), tres jardines de la
ciudad de Valencia que ejemplifican diversas maneras de entender el jardín.
FOTO: MANUEL MOLINES
Jardines
y paisaje
Un jardín es naturaleza antropizada y,
entre las diferentes tipologías que existen,
en las más habituales en la Comunitat
Valenciana no se tiene en cuenta el paisaje
autóctono, importando modelos poco
apropiados a nuestro entorno.
Rafael Rodríguez* ■ VALENCIA
FOTOS: LEVANTE-EMV
E considera la expresión paisaje ( probable
galicismo), como una
perspectiva visual sobre el terreno circundante, la
cual está determinada por factores naturales, como son el clima,
el relieve orográfico, la composición del suelo y la altitud; y por
factores antrópicos (influencia
humana), como pueden ser los
cultivos establecidos, los asentamientos urbanos o edificaciones, las vías de comunicación, las
obras públicas o las áreas industriales.
Y ¿ qué es el jardín? Pues el jardín (que tiene varias definiciones) es una superficie, normalmente limitada, de terreno que ha
sido modificada por el hombre
para el uso y disfrute de las personas. En esta intervención humana se han incorporado elementos vegetales, elementos
constructivos, ingenios hidráulicos, esculturas, mobiliario y fauna controlada sobre el paisaje
original, modificando los elementos naturales existentes a favor, teóricamente, de conceptos
estéticos, funcionales, ergonómicos y ecológicos.
Las condiciones climáticas
singulares que caracterizan el
agradable hábitat mediterráneo
valenciano, con sus inviernos
cortos y suaves, sus veranos cá-
S
lidos y extensos, su escasa y mal
distribuida pluviometria y su
abundante radiación solar, así
como la presencia histórica, casi
constante, de pueblos invasores
con sus culturas colonizadoras,
como han sido a lo largo de los
siglos: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bárbaros del
Norte, árabes, centroeuropeos,
franceses y, en la actualidad, ciudadanos cosmopolitas, sedientos de villas al sol, playas limpias
y dieta mediterránea, han constituido, a lo largo de las diversas
épocas, una forma de vida equilibrada, cuyo resultado ornamental es una jardinería variada,
producto de las muchas culturas
e ideas innovadoras que han ido
dejando su rastro botánico y decorativo sobre el corredor levantino.
La jardinería o arte del jardín
es, en cierta forma, el resultado
de las tendencias decorativas
paisajistas u ornamentales de
cada cultura y de cada época. No
ofrecen duda, en cuanto a estilo,
los estudiados jardines renacentistas italianos del siglo XVI,
como la Villa d’Este o el Boboli
en Florencia; o los geométricos
parques franceses del XVII,
como Vaux le Vicômte o Versalles; ni tampoco los verdes y naturales paisajistas ingleses del
XVIII, entre los que encontramos
a Stowe o Blenheim.
La revolución francesa y la llegada de la era industrial cambió,
Jardines de Boboli (Florencia), Versalles y Blenheim. FOTOS: LEVANTE-EMV
también, el mundo de la jardinería, haciéndose los jardines, progresivamente, sociales. La nueva
burguesía y el pueblo en general
tenian acceso al placer del uso y
disfrute de los terrenos rurales o
urbanos transformados en bellos
jardines.
¿ Y en Valencia y en el resto de
España que ha ido sucediendo?
Pues, prácticamente, lo mismo:
grandes propiedades han ido
convirtiéndose, con el tiempo, en
jardines públicos o se han urbanizado para albergar poblaciones
dotadas de pequeños jardines privados, al alcance de cualquier individuo o pareja, dispuestos a hipotecarse de por vida.
¿Qué diferencia encontraríamos en la actualidad entre una
jardinería occidental europea y
la jardinería que realizamos en
nuestra región mediterránea va-
Gran parte de
los jardines
actuales
responden más
a criterios de
arte floral que
paisajístico,
apreciándose
y buscándose
las plantas
llamativas
vengan de
donde vengan
y cuesten
de mantener
lo que cuesten.
lenciana? En mi opinión, los jardines que se crean en países cercanos a nosotros culturalmente
son mucho más respetuosos con
el paisaje en el que se encuentran
inmersos, realizando obras novedosas pero manteniendo sus
especies botánicas bien presentes, donde introducen pocas veces plantas alóctonas a su entorno paisajista.
Nosotros, por el contrario, nos
hemos dejado influenciar por un
estilo de jardinería comercial,
donde mezclamos nuestra flora
mediterránea con especies exóticas ornamentales de allende los
mares (sudafricanas, australianas, americanas, etc), además de
incorporar masívamente los céspedes o praderas propios de climas atlánticos y con un innecesario, gran consumo, de agua de
riego.
Gran parte de los jardines actuales responden más a criterios
de arte floral que paisajístico,
apreciándose y buscándose las
plantas llamativas vengan de
donde vengan y cuesten de mantener lo que cuesten. Ante esto,
me pregunto ¿Este criterio es
sostenible? ¿Si perdemos nuestro paisaje que queda de nuestra
identidad?
Considero que a los responsables de esta afectación del paisaje: políticos, arquitectos, promotores urbanísticos, profesionales de la creación de jardines
y alumnos de enseñanzas medioambientales se les debería
formar y dirigir al mantenimiento sincero de nuestro paisaje mediterráneo.
A los habitantes de la Comunidad Valenciana y, especialmente,
a los que tenemos relación con el
paisaje, la jardinería y con las enseñanzas paisajísticas y medioambientales nos queda el meditar, sobre lo expuesto anteriormente y proporcionar respuestas
honradas y soluciones viables a
las preguntas que nos conducen
a desear un futuro favorable para
nuestro patrimonio paisajístico.
* Ingeniero Paisajista y
profesor de la Escuela de
Capataces Agrícolas de
Catarroja, centro dependiente
de la Diputación de Valencia.
6/7 En domingo 28 de mayo de 2006
Joan
Manuel
Serrat
El cantante de
Poble Sec
acaba de lanzar su último
disco, Mô, que presentará
con una serie de
recitales en el teatro
Principal de
Valencia, entre el 6
y el 11 de junio (ya
no hay entradas).
Con Mô, Serrat
vuelve al idioma
catalán después
de más de 15
años.
ENTREVISTA
«Me gusta ese punto
de exageración
y contundencia que
tiene el valenciano»
Antonio M. Sánchez
■ BARCELONA
FOTOS: LEVANTE-EMV
—Primero, las formas. El Mô que da
título al disco, ¿por qué lleva ese extraño circunflejo?
—Por una heladería. Mo es como
llaman los habitantes de Mahón a
su ciudad, Mo, un apócope de Maó.
Pero a mí me gustó verlo escrito
en una heladería con acento circunflejo y lo tomé de ahí. No hay
que hacerle ningún caso gramatical, es, sencillamente, una referencia gráfica.
—Un disco que sale de las entrañas,
sin intención comercial previa...
—Mi trabajo ha sido comercial. He
sido un artista popular, con discos
que han obtenido grandes cifras de
ventas. Pero creo que lo peor que
puede hacer un artista que, como
es natural, aspira a que su trabajo
tenga éxito, es concebirlo con esa
intención, porque realmente se va
a equivocar. Sobre todo, si trata de
hacerlo con cierta consistencia. Yo
he hecho lo que quería en cada momento de mi vida y nunca he pensado en trabajar para vender, sino
para hacer bien las cosas. Cuando
uno hace bien las cosas, tiene más
posibilidades de que la gente las
haga suyas, porque cuando uno se
conmueve con lo que hace, tiene
más posibilidades de que la gente
también se emocione. Y como esto
lo he hecho a lo largo de mi vida,
pues no iba a cambiar ahora.
—Hablando de emociones,ayer mismo, una señora,Teresa P., es-
cuchaba sus canciones mientras trajinaba en su cocina, e iba diciendo:
«¡Qué guapo eres!...
—Sí, sí, por oídas...
—... Pero aclaró en seguida que decía guapo, sí, pero por dentro. ¿Se ve
usted guapo a sí mismo?
—Espiritualmente, sí, me siento
muy querido. Y además te diré una
cosa: Yo hago siempre todo lo posible por sentirme querido. Es el
gran objetivo de mi vida, pasar por
ella queriendo y siendo querido. Me
sentiría muy mal si no quisiera y
fuera querido, sería realmente infeliz, no podría sobreponerme a
una sensación de ese tipo.
—Pero Serrat también tendrá sus
aristas...
—Bueno, pero es que creo que son
dos cosas perfectamente compatibles. A un ser humano no se le quiere solamente por ser inofensivo, y,
al tiempo, también se le puede despreciar por lo mismo que a otros se
les puede querer. Yo no pretendo
ser inofensivo, no pretendo pasar
así por la vida. Cuando digo que
quiero ser querido, no significa que
sea capaz de hacer cualquier cosa
para que me quiera cualquiera, esto
no. Lo que quiero decir es que creo
que, para sentirse a gusto con uno
mismo y, por tanto, para poder recibir ese cariño de la gente, uno ha
de tener un comportamiento claro,
transparente y con un sentido determinado. No puede uno ir vigilando, aplaudiendo a izquierda y derecha, y pretender que izquierda y
derecha le amen. Uno ha de tener
una actitud independiente, libre.
Esto provoca, evidentemente, que
uno explote en algún momento, que
uno saque las espinas, las púas. Me
ha ocurrido a lo largo de mi vida.
Por suerte, he podido sobrevivir a
esas situaciones y, en general, he
pasado por ellas con el orgullo de
haber hecho lo que honradamente
creía que tenía que hacer.
—Una actitud difícil de mantener en
los tiempos que corren...
—Yo creo que no. Estar de acuerdo
con uno mismo no es difícil; a veces, es incómodo. Y tiene un coste
en placidez, en comodidad. Pero
tiene más ventajas. Yo prefiero pasar por la vida con miedo, antes que
con vergüenza; con respeto, antes
que con poder.
—Sí,pero no todo el mundo es Serrat
ni tiene sus medios...
—Yo lo he hecho. No he necesitado la comodidad o la tranquilidad
económica que pueda tener en este
momento. Sé que la tranquilidad de
conciencia es mucho más importante que la económica.
—Volviendo a Mô, ¿diría que está en
línea con otros trabajos suyos anteriores, o, si es distinto, en qué?
—No sé si está en línea, si no está
en línea, si es distinto... Lo único
que puedo contestar es que res-
Hago siempre
todo lo
posible por
sentirme querido.
Es el gran objetivo
de mi vida, pasar
por ella queriendo
y siendo querido.
“
Valencia me
parece
espléndida
por muchas
razones, una tierra
donde la
sensualidad está
constantemente a
flor de piel.
“
En cualquier
historia hay
siempre una
historia de amor
detrás. En las
historias de
muerte hay
historias de amor,
las historias de
soledad son
historias de amor...
“
Los que
escriben, o
los que
hacen cine en
valenciano...,
también están, de
alguna manera,
condenados al
ostracismo. Esto le
hace pensar a uno
que la polémica
valenciano-catalán
no es sino una
cortina de humo.
“
ponde a una serie de inquietudes y
pensamientos que me daban vueltas a estas alturas del partido, y que
he trabajado de forma muy laboriosa. Pero la verdad es que sin ninguna intención rupturista ni continuista. Y creo que con fortuna, porque son doce canciones que se llevan muy bien entre ellas y que que
han tenido una acogida muy buena
por parte de la gente.
—¿Intuye que entre las doce puede
haber algún nuevo clásico?
—No, no tengo ninguna capacidad
para detectar esto. No ha pasado el
tiempo suficiente, y esas cosas ocurren en la medida en que las canciones se oyen muchas veces, pasan por muchas lecturas y en situaciones muy distintas.
—¿Es éste un disco hecho de canciones de amor, incluso a su madre
en Si hagués nascut dona?
—Si en el amor incluyes la soledad,
la nostalgia, la melancolía, el juego
de las palabras, el retrato robot de
mi yo convertido en mujer... Creo
que en cualquier historia hay siempre una historia de amor detrás. En
las historias de muerte hay historias de amor, las historias de soledad son historias de amor... Lo que
pasa es que el amor se puede mirar
desde muchos primas. En cuanto a
mi madre, no. Si hagués nascut
dona, más que un canto de amor, es
un canto de solidaridad a la mujer
que no fui y, por tanto, a las mujeres que sí han sido y han vivido un
tiempo, un país y unas consecuencias determinadas, y que han tenido que caminar por caminos que no
siempre han sido los que han extraído de ellas lo mejor. No sería
bueno confundir al que nos leyera
y que pensara que en Mô encontrará un disco romántico.
—Quien lo haya escuchado y ahora
acuda a uno de sus conciertos, verá
que es lo mismo, que en la grabación
no hay grandes arreglos...
—El disco no ha de ser otra cosa
que la fijación de un sonido, la fijación de unas canciones, y, por tanto, hay que fijar lo que suena en el
escenario. A mí me gusta que sea
así, entre otras cosas, porque es lo
que a mí gusta de la gente que admiro en este oficio. Normalmente,
la gente que admiro me emociona
mucho más en los directos que en
los discos, y eso que los discos los
escucho con mucha pasión e interés. Sin embargo, el directo es siempre mucho más conmovedor, y así
ha de ser. Evidentemente, la relación que se produce entre el artista y el público es mucho más intensa en el directo, mucho más cierta. A mí me gusta respetar bastante, que el disco responda siempre
al directo, no que el directo, dándole un poco la vuelta a tu pregunta, responda al disco.
—Con Mô ha vuelto al catalán. ¿Está
al tanto del olvido institucional que
sufren los cantantes en valenciano
en la Comunidad?
—Bueno, no sólo la situación de los
cantantes y los músicos, cuya situación conozco perfectamente. El
valenciano, en general, está marginado, y no sólo por una parte, por
una política de reivindicación del
valenciano frente al catalán. Los
que escriben, o los que hacen cine
en valenciano..., pues también están, de alguna manera, condenados
al ostracismo. Esto le hace pensar
a uno que la polémica valencianocatalán no es sino una historia, una
cortina de humo detrás de la cual
se esconden intenciones distintas
de las lingüísticas.
—¿Siente nostalgia de sus canciones, una vez entregadas al público?
—¡No, qué va! Las canciones se
van, pero siguen en casa. Son
como los hijos de ahora, que no
hay manera de echarlos. Y cuando
alguna se va, es que ha tenido la
suerte de caer en manos de la gente. No, no hay ningún tipo añoranza en ese sentido. Sí hay un sentimiento de saber que toda canción
necesita un tiempo para ser querida, para que la gente la adopte.
Hoy vivimos unos tiempos de urgencia que a veces no permiten ni
una primera escucha en ciertas
condiciones. Ésta es la parte más
difícil de cómo un autor puede situar su obra en algún lugar, sabiendo que todo es muy efímero y
que un trabajo que costó tanto realizar y está hecho con la intención
de que la gente, como mínimo, tenga la curiosidad de saber qué se
está contando ahí, pues tendrá tan
poco tiempo para ser escuchado.
Por eso insisto tanto en el directo
de las canciones nuevas, porque
creo que es el lugar donde les puedes echar una mano para que funcionen. Sé que, lamentablemente,
en los medios de comunicación
pasarán muy rápidamente de actualidad, y que, lamentablemente,
en los medios casi no existe otra
cosa que la actualidad.
—Actualidad. Serrat lúcido, inteligente, ¿luego pesimista?
—No sé si soy lúcido e inteligente,
sinceramente. Pero, evidentemente, soy pesimista: la realidad da pocas razones para el optimismo. Lo
que ocurre es que también los pesimistas saben que instalarse en el
pesimismo no te da posibilidades
de modificar la realidad. Necesitas
que una parte de ti sea capaz de ilusionarse. En todo pesimista debe
haber un crédulo a tiempo parcial,
porque no vale entregarse, no hay
más cojones que enfrentar las cosas para no caer en el nihilismo. Y
no es mi caso, de manera que tengo un armario lleno de vestidos de
optimista, para asomarme a la calle cada día, y luego ya veremos qué
pasa, cómo vuelvo a casa.
—Más actualidad. Lo del tripartit
catalán...
—Ahora ya es un bipartit. Bueno,
todas las coaliciones tienen situaciones de riesgo, y uno de ellos es
el desacuerdo. Se ha producido el
desacuerdo, y creo que el president de la Generalitat ha optado
por lo que él cree más consecuente de cara a un referéndum sobre
el Estatut. Debido al desacuerdo
acerca de la respuesta, ha decidido romper y, luego, convocar elecciones. El juego democrático pasa
por esto.
—¿Cómo ve su próxima estancia en
Valencia?
—Me hace mucha ilusión estar
una semana allí, porque nunca he
estado tanto tiempo seguido en un
teatro de Valencia. Me va a dar una
estabilidad, más tiempo para estar
con mis amigos, para saber un
poco más de lo que he aprendido
a través de más de 40 años de relación con una tierra, Valencia, que
a mí me parece espléndida por muchas razones, una tierra donde la
sensualidad está constantemente
a flor de piel. Independientemente de que siempre ha sido una tierra muy generosa conmigo. Pero
es que yo también me encuentro
muy bien, me gusta ese punto de
exageración y contundencia que
tiene el valenciano... En este disco
hay una canción muy valenciana,
El mal de la tarongina, inspirada
en un libro de Manuel Vicent...
—Que tampoco es tan barroco...
—Bueno, Manuel Vicent... déu
n’hi do!... Piensa que es valenciano con muchos años en Madrid y,
por tanto, con otras influencias, en
el mejor sentido. Pero no perdamos de vista sus artículos, manejando los olores, los colores y los
sabores. Ahí sale un valenciano al
cent per cent, eh?
Alfons Cervera
DESDE LA FRONTERA
Pobrecito
L
A verdad es que no sé
si reír o llorar. Quién lo
ha visto subido a las
carrozas triunfales del poder,
como una de esas falleras que
eran el colmo de su admiración estética. Quién lo intuyó
hace tiempo dando volteretas
de éxito por su pisazo madrileño de la Castellana, como si
una casa tuviera que ser necesariamente tan grande como
un circo. Quién lo barruntó
en la soledad de sus despachos oficiales estrujando las
neuronas para urdir las estrategias más cínicas y eficaces
de la supervivencia política. Y
ahora qué. Ahora ya lo ven
ustedes: poniendo cara de
perro apaleado, de víctima,
de no haber roto nunca un
plato. Se pensaba Zaplana
que el lujo y el buen vivir eran
para siempre. No sabía el
buen hombre que nada es
para siempre. Nada. Pero lo
suyo era ir por delante del
tiempo, levantando las faldas
de la historia para burlarse de
ella y de sus circunstancias,
hurgando en los barrios oscuros de la política para encontrar ahí el acomodo suntuario
de sus tramas delirantes. No
tenía miedo a nada y por eso
era como el caballero de la
alegre figura, siempre enfundado en sus trajes de alpaca,
anudado a sus corbatas de
seda como un ahorcado
millonario, hurtando la papada a las cámaras para quedar
más guapo que Richard Gere
o alguien parecido. Tantos
años en la cresta de la ola,
tantos años actuando de protagonista en los saraos y convenciones de la economía y la
política, para acabar poniendo cara de lástima cuando se
le acusa de haberse llevado
dinero a cuenta de la construcción de Terra Mítica.
Todos sospechábamos que en
esas cuentas había gato encerrado. Nadie dudaba de que
tanto sobrecoste tenía que
estar en algún sitio. No sé si
parte de ese despilfarro fue a
parar a los bolsillos del ayer
presidente de la Generalitat
Valenciana y también ministro. No lo sé: eso ya lo decidirá la justicia cuando llegue el
momento. Pero que no me
venga el muy ladino haciéndose la víctima porque aquí
nos conocemos todos. Lo que
pasa es que hasta ahora era
muy difícil que sus escándalos llegaran a la capital del
reino. Tenía allí –y los sigue
teniendo– buenos agarraderos mediáticos y la resonancia de sus aventuras nunca
pasaba de Contreras. Ahora la
cosa ha cambiado una miaja.
No mucho, pero una miaja sí.
Hasta en París me preguntaban el otro día si su caída
estaba próxima. Hasta en
París me lo preguntaron,
justo en un café cerca de la
Cinémathèque, donde por
cierto hay una exposición
monumental dedicada a
Pedro Almodóvar, un auténtico crak para los franceses.
Así es que a lo mejor ha llegado el momento de demostrar
unos y otros lo que pasó o no
pasó en Terra Mítica, en el
asunto turbio del contrato
con Julio Iglesias, en la
campaña publicitaria de las
pensiones cuando era ministro de Trabajo, en tantos y
tantos tajos en los que tuvo
algo que ver porque acumulaba más poder que los reyes
franceses –y que nadie quiera
ver en la comparación un
símil ajustado a nuestro personaje– ajusticiados por la
guillotina. Mientras llega ese
momento, ya lo dije al principio: me da no sé qué cuando
veo al hombre metido en el
rincón de los boxeadores
sonados, con el protector
bucal desajustado, dando brazadas al aire con los brazos
tontos, mirándolo todo como
lo mira un desterrado: con los
ojos vacíos de quien ha perdido su sitio en el mundo.
Pobrecito Zaplana, farruco
todavía pero que cada vez se
parece más a un cantante de
boleros tristes. Pobrecito mi
niño a quien nadie quiere ya,
como cantaban Los Brincos
en una canción de los sesenta. Pobrecito.
Última En domingo 28 de mayo de 2006
SOCIEDAD
UN LIBRO REPASA LA HISTORIA DE LA NOBLEZA VALENCIANA
Nobles y ciudadanos
La nobleza
valenciana existe,
y de ello da fe el
libro recopilatorio
de entrevistas con
el que se repasa la
historia de nuestros
aristócratas y las
dinastías nobiliarias.
Justo Serna ■
VALENCIA
FOTOS: LEVANTE-EMV
E
L 30 de mayo, en San Miguel de los Reyes, se presenta Nobleza valenciana.
Un paseo por la historia, un libro
del que es autora María José Muñoz-Peirats. Es un grueso volumen
que sobrepasa las 800 páginas. A lo
largo de varios siglos, Muñoz-Peirats reconstruye dinastías y, como
complemento, entrevista a un buen
número de los descendientes actuales de esos linajes. Con dicho
contrapunto, el lector puede apreciar unos cambios históricos profundísimos: los que van de un tiempo y de un país originarios en los
que el privilegio era la norma de
vida de la nobleza, a otra época en
la que los titulados viven como cualquiera de nosotros, como ciudadanos con los mismos derechos que a
todos nos asisten.
Los nobles de hoy son hijos de dinastías más o menos linajudas, poseedoras de títulos concedidos por
el monarca, dinastías que en otro
tiempo disfrutaron de prerrogativas e inmunidades. En la España
del siglo XIX, la revolución liberal
liquidó esos privilegios y las Constituciones convirtieron a todos en
miembros de una nación de ciudadanos sin dispensas ni franquicias.
Ahora bien, la Monarquía parlamentaria no acabó con los títulos.
En efecto, los distintos soberanos
no abolieron esas distinciones aunque al final sólo tuvieran un valor
simbólico, honorífico, unas distinciones que honran al portador (duque, marqués, conde, vizconde, barón...) y que, en algunos casos, proceden de concesiones medievales.
En pleno siglo XIX, en su Diccionario de ideas recibidas, Gustave
Flaubert decía de la nobleza “despreciarla y envidiarla”. A pesar de
lo lacónico que fue, el gran novelista francés señalaba lo que era propio de su tiempo y también del
nuestro, de tantos ciudadanos: por
un lado, repudiar una condición heredada del pasado, una distinción
propia del viejo feudalismo que habría subsistido en la centuria de los
burgueses; por otro, apetecer dicho
estado, ambicionar esa distinción
que se remontaría a las fases premodernas. En la Europa feudal, los
monarcas, esencialmente guerreros, aspiraban a conquistar espacio
y bienes, a ensanchar los límites de
sus respectivos reinos. Eran tiem-
José Ferraz y Cuadrado,
marqués de Amposta, en
una imagen de 1999,
como el resto de las
fotografías, que
corresponden a la serie
«Nobleza obliga» escrita
para Levante-EMV por
María José Muñoz Peirats.
Carmen Topete y Jorro, condesa de Altea.
Alfonso Merchante y Martínez de
Pisón, conde de Villafranqueza y
marqués de Ciriñuela.
A lo largo de
varios siglos,
Muñoz-Peirats
reconstruye
dinastías y, como
complemento,
entrevista a un
buen número de
los descendientes
actuales de esos
linajes.
Tomás Trenor y Puig, marqués del Turia.
pos de bravos combatientes. No había fronteras, no había Estados, no
había naciones: sólo un Continente
sacudido por crisis sucesivas, un lugar en parte por colonizar, un espacio en el que las sociabilidades humanas se resolvían básicamente a
mamporros y con fiereza. Los nobles cristianos eran los mejores soldados, dueños de ejércitos particu-
lares, los secuaces más indomables
que sobresalían en el campo de batalla siendo premiados por su soberano con una distinción que habrían de heredar los descendientes,
un patrimonio en el que también se
incluían bienes materiales: por
ejemplo, una parte de esas tierras
conquistadas para la Monarquía y
para la Cristiandad frente a un Islam expansivo.
Así empezaron los nobles, pero
con el curso de los siglos, los nuevos titulados o los nuevos usuarios
de los viejos títulos se convirtieron
en guerreros sin combates, sólo
aristócratas con privilegios, con
prerrogativas ambicionadas por
los vasallos, aristócratas dispuestos a rivalizar en la Corte a falta de
batallas en las que probar su arrojo. Norbert Elias supo analizar esta
transición y pudo mostrar cómo el
declive del belicismo europeo fue
en parte obra de la civilización cortesana. Los capítulos que María
José Muñoz-Peirats dedica a radiografiar la vieja nobleza valenciana resaltan igualmente ese tránsito: el paso de una sociedad guerrera a otra cortesana. Y las entrevistas que hace a los propietarios
actuales de esos títulos muestran
el último paso: la inserción de los
nobles en el mundo liberal. Hay
viejos títulos y otros más recientes, concedidos, por ejemplo, por
Alfonso XIII, en un tiempo burgués
e industrial. Hay personas de ideas avanzadas y otras de ideas retrógradas, alguna incluso que parece añorar las añejas épocas feudales de la cristiandad guerrera.
Pero entre sus páginas hay también nobles ciudadanos que han
sabido compaginar el buen humor,
la bonhomía y esa distinción que
van más allá del título heredado.
Adivinen a quiénes me refiero.
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