Estudios Latinoamericanos 6, p. II (1980), pp. 103-106 La política de los Estados Unidos hacia la Revolución Cubana de 1933 vista por la diplomacia británica. Marcin Kula En agosto de 1933 fue derrocado Gerardo Machado, dictador de Cuba durante largos años. Con ayuda del embajador de los Estados Unidos, Summer Welles, ocupó el sillón presidencial Carlos Manuel de Céspedes que el 4 de septiembre fue depuesto de su cargo por la rebelión de los sargentos a la que se sumaron los estudiantes de la Universidad de La Habana. La noticia sobre la rebelión fue acogida con pánico por los Estados Unidos que adoptaron una postura negativa hacia el Gobierno revolucionario que surgió. Aquella postura contribuyó a la caída del citado gobierno en enero de 1934. La diplomacia británica veía con ojos muy críticos la política desarrollada por Norteamérica. Los pasos de la diplomacia de Washington parecían carecer de cohesión (incosnsistent). Tras imponer el gobierno de Carlos Manuel de Céspedes los Estados Unidos lo abandonaron a su suerte – escribió el jefe de la legación británica en Cuba en la época de los acontecimientos descritos1, Herbert Adolphus Grant Watson. Aunque los Estados Unidos habían rodeado la isla con buques de guerra no los pusieron en acción a pesar de que en La Habana se produjeron combates regulares. «¿Para qué sirve, pues, toda esta concentración de la flota?» – preguntaba retóricamente el diplomático británico impresionado por la batalla del Hotel Nacional librada entre las tropas rebeldes y los oficiales depuestos2. Los Estados Unidos no querían intervenir abiertamente con el desembarco de su infantería de 1 Public Record Office, Londres, FO 371/16574, páginas 31-40 de la segunda numeración. Todas las demás llamadas conciernen al mismo archivo. La recolección de material fue posible gracias a la ayuda concedida al autor por el St. Antony's College de Oxford en 1973. 2 FO 371/16575, pp. 283-292. marina, pero se abstenían del reconocimiento del Gobierno revolucionario con lo cual debilitaban sus posibilidades de supervivencia. Grant Watson calificaba aquella postura de «error político»3 y la consideraba como una incoherencia más. El reconocimiento – escribía – facilitaría al embajador de los Estados Unidos ejercer presión sobre el gobierno cubano e influiría sobre la limitación de la actividad de la oposición, es decir, sobre el aumento de la estabilidad del gobierno, cuestión – que al menos de manera declarativa – la diplomacia norteamericana consideraba como condición indispensable del reconocimiento4. La incoherencia de la política de los Estados Unidos era evidente para los diplomáticos británicos, sobre todo, ante la proximidad de la zafra. Los ingleses creían que los bancos norteamericanos no financiarían la zafra de no ocurrir una de las dos siguientes cosas: de no producirse una intervención militar directa o de no ser reconocido el gobierno revolucionario por los Estados Unidos5. Al fin Grant Watson recomendó el reconocimiento del gobierno revolucionario por parte de Inglaterra, sin hacer caso de los Estados Unidos y el Foreign Office compartió su opinión considerando que ante la falta de una política definida de Estados Unidos el gobierno inglés no podía esperar indefinidamente6. Pero el desarrollo de los acontecimientos resultó más veloz que la decisión británica. Independientemente de la incoherencia constatada, el jefe de la legación británica definió algunas de las medidas adoptadas por los Estados Unidos como pasos que causaban resultados contrarios a los apetecidos. La concentración de la flota norteamericana alrededor de Cuba – a su juició – fortaleció los ánimos antinorteamericanos incluso entre círculos que simpatizaban con los Estados Unidos7. A mediados de septiembre de 1933 el jefe de la legación británica apreciaba que la influencia del embajador Welles disminuía a medida que aumentaba el número de buques de guerra que rodeaban la isla. Estableció que en las antesalas de la Embajada de Estados Unidos 3 FO 371/17515, pp. 202-213. Como arriba, pp. 1-2 y FO 371/16576, pp. 169-174. 5 FO 371/16576, pp. 147-149. 6 FO 371/16576, pp. 169-174 y FO 371/17515, p. 3-7. 7 FO 371/16574, segunda numeración pp. 31-40. 4 que antes estaban abarrotados de políticos cubanos ahora reinaba el vacío, fenómeno que explicó con la reacción espontánea de aversión – cada vez más generalizada de la sociedad cubana ante una posible intervención extranjera8. El embajador norteamericano era, para el jefe de la legación británica, una persona inapropiada para el cargo que ocupaba y que no comprendía los acontecimientos que tenían lugar en la isla. La resistencia de Summer Welles a reconocer el gobierno cubano era explicada por Grant Watson como una venganza del embajador norteamericano que no podía perdonar a los cubanos el derrocamiento de su obra, el gobierno de Céspedes. Watson escribió que la frase atribuida a Welles: «por encima de mi cadáver habrá que pasar para que los Estados Unidos reconozcan a Grau», reflejaba con muy probable fidelidad los sentimientos del embajador9. Según Grant Watson el embajador Welles era un hombre que incluso en condiciones más favorables tampoco podría constituir en Cuba un gobierno fuerte. «Al no valorar debidamente la fuerza del movimiento popular que se desarrolla en esta isla llena de conmociones desde la caída del dictador, la fuerza de las demandas obreras, la vitalidad del nacionalismo y la actividad del movimiento comunista, no está en condiciones de asegurar estabilidad al gobierno ni de imponer a presidentes o ministros que elige con interminable fatiga»10. A diferencia de su colega norteamericano el diplomático británico veía que la revolución de 1933 en Cuba era «en gran medida un movimiento dirigido contra los privilegios de las grandes corporaciones norteamericanos y que llevaba la liberación a las masas»11. Grant Watson veía que el derrocamiento de Machado no equivalía a la simple abolición de una camarilla que estaba en el poder sino que era «el derrocamiento del sistema social antiguo, realizado por gente que tendía a llevar a cabo profundas reformas sociales»12. 8 Como arriba segunda numeración, pp. 109-118 FO 371/16576. pp. 169-174, 193-203. 10 FO 277/224 (sin numeración de págines). 11 FO 371/17515, pp. 202-213. 12 FO 371/16576. pp. 246-251. 9 Más aún Grant Watson veía que la revolución de 1933 constituía un peligro directo para la posición ocupada por los Estados Unidos en la vida política de Cuba. La constitución del gobierno revolucionario no sólo sin haber consultado a Summer Welles sino, incluso, en contra de su voluntad, era para el diplomático británico un peligro sin precedentes para el prestigio del embajador de los Estados Unidos que hasta entonces actuaba en Cuba «más bien como un gobernador que como un embajador»13. Grant Watson veía que la revolución de 1933 fue, en gran medida el resultado de la situación sobre la que su antecesor escribió en 1925: «La política de despiadada explotación comercial llevada a cabo por los Estados Unidos en América del Sur es probablemente en Cuba más total y omnidireccional que en otras partes. Aunque los norteamericanos concedieron a Cuba la autonomía han conservado el control de sus finanzas, de sus aduanas y de las influencias extranjeras, gracias a lo cual se han asegurado todos los beneficios posibles en la esfera del comercio. Su embajada de Cuba tiene un gran personal diplomático, comercial y consular, pero hay que dudar de que toda esa gente se ocupe en serio de otra cosa que obtener mayores beneficios comerciales para su país [...] Cuba interesa a los Estados Unidos solamente como fuente de riquezas que hay que explotar totalmente desde el punto de vista comercial»14. En resumidas cuentas, al estudiar la revolución de 1933 en Cuba se tiene la impresión de que la diplomacia británica comprendía mucho mejor la realidad latinoamericana que la dipomacia norteamericana. La visión europea parece más aguda que la estadounidense. Pero preguntemos: ¿no se debía la agudeza de la visión británica a que en el período abordado Gran Bretaña carecía casi totalmente de intereses directos en Cuba? ¿No derivaba el criticismo demostrado ante la política latinoamericana de Estados Unidos e incluso la alegría velada ante las dificultades que tenía Norteamérica, del hecho de que precisamente en aquella época Estados Unidos eliminaban eficazmente las influencias británicas de América Latina? 13 14 FO 371/16574, segunda numeración pp. 31-40. FO 371/10618, pp. 157-158.