Fuera de Ruta Este regreso a clases: educación sexual integral

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Fuera de Ruta
Este regreso a clases: educación sexual integral
Elsa Cornejo Vucovich*
Hace un año, aprovechando que se celebró en México la Conferencia Internacional sobre el Sida,
se reunieron ministros de salud y educación de toda América Latina para llegar a un acuerdo
acerca de cómo prevenir el VIH/sida y otras infecciones de transmisión sexual por medio de la
educación. El resultado fue la Declaración Ministerial de la Ciudad de México “Prevenir con
educación” (disponible en http://www.censida.salud.gob.mx), que fija metas específicas a
cumplir para el 2015, la más importante de ellas promover la educación sexual integral.
Con base en estudios científicos que evalúan la efectividad de los programas de educación
sexual, la declaratoria destaca las siguientes características fundamentales de una educación
integral en sexualidad: Inicia desde la infancia y “favorece la adquisición gradual de la
información y de los conocimientos necesarios para el desarrollo de las habilidades y de las
actitudes apropiadas para vivir una vida plena y saludable, así como para reducir riesgos en
materia de salud sexual y reproductiva”. Para esto, brinda información científica, completa y
oportuna sobre diferentes métodos de prevención de infecciones de transmisión sexual, como el
uso del condón masculino y femenino en forma correcta y consistente. Además, fomenta el
autocuidado y promueve la autonomía individual entre aquellos que aún no han iniciado la
actividad sexual. Por lo tanto, incrementa la capacidad de las y los jóvenes para decidir cuándo
iniciar la actividad sexual y cómo cuidar de su salud. La declaración aclara que la educación
sexual no acelera el inicio de la actividad sexual ni la frecuencia de las relaciones, sino todo lo
contrario.
Todo esto va en contra de lo que comúnmente pasa por educación sexual en nuestro país: el
silencio, la información tendenciosa o incompleta, y un enfoque biologicista en la reproducción
que no toma en cuenta el componente social ni la adquisición de habilidades y herramientas para
el ejercicio saludable, responsable y placentero de la sexualidad.
¿Por qué no funciona la educación sexual basada en la ausencia de información o cuyo enfoque
es la abstinencia como única opción para la prevención de infecciones y embarazos? Por una
parte, porque se contrapone a otros mensajes que recibimos acerca de la sexualidad, y en
particular de cómo la sexualidad se relaciona con lo que es “ser hombre” o “ser mujer”. El sexo
como entretenimiento o como estrategia de mercadotecnia (sobre todo utilizando los cuerpos
sexuados de las mujeres) predomina en los medios de comunicación. En la cotidianidad, los
hombres jóvenes aprenden que “ser hombre” es ser viril, conquistador y mujeriego; y las mujeres
jóvenes aprenden que su valor es juzgado con base en su apariencia física (cuyo fin, en nuestra
cultura, es la atracción sexual), y que su sexualidad es una herramienta poderosa para conseguir
lo que quieren. Muchas personas jóvenes que en teoría quieren abstenerse terminan teniendo
relaciones sexuales por presión, coerción o violencia sexual. Otras, en aras de preservar la tan
preciada virginidad o prevenir un embarazo, que es su única preocupación, no tienen relaciones
sexuales vaginales, pero las sustituyen con relaciones orales o anales desprotegidas.
Por otra parte, el enfoque en la abstinencia supone que la educación sexual empieza en el
matrimonio, y que éste es un factor protector de la salud sexual. Consideremos que, según
diferentes estudios y dependiendo de consideraciones como la región geográfica y la escolaridad,
en México la edad promedio de inicio de la vida sexual oscila entre los 15 y los 19 años. En
contraste, la edad promedio del primer matrimonio es de 28 años para los hombres y de 25 en las
mujeres. Queda claro que el enfoque de abstinencia hasta el matrimonio (que además no toma en
cuenta la vida sexual de las personas homosexuales, las que deciden no casarse, las que se
divorcian, etc.), no concuerda con el proyecto de vida de muchos jóvenes. Según la declaratoria,
“un porcentaje considerable de las personas jóvenes inicia su vida sexual a edades tempranas y
en la mayoría de estos encuentros sexuales no se utiliza protección para prevenir infecciones
sexualmente transmisibles”. Además, debemos recordar que la mayoría de las mujeres que
actualmente tienen sida en nuestro país adquirieron el VIH de sus cónyuges (su única pareja),
según información del CENSIDA.
La educación sexual integral fomenta habilidades para negociar la relación de noviazgo y
posponer la primera relación. Una vez iniciada la vida sexual, la creación y manutención de
relaciones sexuales respetuosas, equitativas y saludables, en el contexto de todo tipo de parejas,
requiere de conocimientos y habilidades que no surgen espontáneamente, sino que son producto
de un aprendizaje que dura toda la vida.
*Asistente del Centro de Estudios en Salud y Sociedad de El Colegio de Sonora,
ecornejo@colson.edu.mx
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