El carpe diem. En la poesía grecolatina aparecía frecuentemente el tema de la fugacidad de la vida tratado desde una perspectiva epicúrea, según la cual hay que aprovechar toda ocasión de gozo en la breve existencia. El poeta latino Horacio lo formuló mediante una frase imperativa: carpe diem, es decir, “aprovecha el día de hoy”. Más tarde, Ausonio (s. IV d. C.) dio una forma simbólica al tema usando la imagen de la rosa, como imagen de la belleza transitoria de la vida humana: collige, virgo, rosas (“recoge, doncella, las rosas”). En el Renacimiento y el Barroco, el tema del tiempo se dramatiza a través de la voz masculina del poeta, que aconseja interesadamente a la dama que aproveche su juventud. Veamos el tratamiento del tema en cuatro poetas europeos de los siglos XVI y XVII, y a continuación en tres poetas contemporáneos, un portugués y dos españoles. En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena; Fresca primavera, heraldo poderoso del rey de los amores y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: Ve a donde mi amor descansa sin cuidado, en su lecho invernal todavía dormida; dile que no durará esta estación dichosa si ella no la atrapa con los rizos de su frente. coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Por tanto, ruégale que se prepare pronto para servir el amor y a su hermosa corte: porque quienes no estén dispuestos a su hora recibirán de él severos castigos y merecidas penas. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre. Por eso date prisa mientras aún sea mayo Garcilaso de la Vega (1501-36). en cuya armadura se muestra con toda su riqueza toda clase de flores que nacen en la tierra como gloriosas galas, con tan bellos colores. porque, dulce amor, nadie regresa al tiempo consumido. Edmund Spenser (1552-99). Cuando seáis anciana, de noche, junto a la vela hilando y devanando, sentada junto al fuego, diréis maravillada, mientras cantáis mis versos: “Ronsard me celebraba, cuando yo era hermosa”. Mientras por competir con tu cabello oro bruñido al sol relumbra en vano; mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; Ya no tendréis sirvienta que tales nuevas oiga y que medio dormida ya por la labor se despierte al oír el sonido de mi nombre, bendiciendo el vuestro con inmortal alabanza. mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello, Yo estaré bajo tierra, y fantasma sin huesos reposaré junto a la sombra de los mirtos, y vos seréis una anciana junto al hogar encogida goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, lamentando mi amor y vuestro desdén altivo. Vivid, creedme, no aguardéis a mañana: coged desde hoy las rosas de la vida. no sólo en plata o víola troncada se vuelva, mas tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. Pierre Ronsard (1524-85). Luis de Góngora (1561-1627). Las rosas amo del jardín de Adonis, esas volucres amo, Lidia, rosas, que en el día en que nacen en ese día mueren. La luz para ellas es eterna, porque nacen nacido ya el sol, y acaban antes que Apolo deje su curso visible. Hagamos así nuestra vida un día, inscientes, Lidia, voluntariamente que hay noches antes y después de lo poco que duramos. Fernando Pessoa (1888-1935). COLLIGE, VIRGO, ROSAS COLLIGE, VIRGO, ROSAS Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana. Córtalas a destajo, desaforadamente, sin pararte a pensar si son malas o buenas. Que no quede ni una. Púlete los rosales que encuentres a tu paso y deja las espinas para tus compañeras de colegio. Disfruta de la luz y del oro mientras puedas y rinde tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico que va por los jardines instilando veneno. Goza labios y lengua, machácate de gusto con quien se deje y no permitas que el otoño te pille con la piel reseca y sin un hombre (por lo menos) comiéndote las hechuras del alma. Y que la negra muerte te quite lo bailao. Luis Alberto de Cuenca (1950). Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama. Y enciéndete en la noche que ahora empieza, y entre tantos amigos (y conmigo) abre los grandes ojos a la vida con la avidez preciosa de tus años. La noche, larga, ha de acabar al alba, y vendrán escuadrones de espías con la luz, se borrarán los astros, y también el recuerdo, y la alegría acabará en su nada. Mas aunque así suceda, enciéndete en la noche, pues detrás del olvido puede que ella renazca, y la recobres pura, y aumentada en belleza, si en ella, por azar, que ya será elección, sellas la vida en lo mejor que tuvo, cuando la noche humana se acabe ya del todo, y venga esa otra luz, rencorosa y extraña, que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido. Francisco Brines (1932). Actividades. 1. 2. 3. Haz un análisis comparativo de estos poemas, fijándote como cada poeta y cada momento histórico introduce una serie de variaciones en el tratamiento del tópico del carpe diem. Realiza el análisis formal y métrico de los poemas de Garcilaso, Góngora, Brines y Cuenca. ¿Qué poemas te han gustado más? ¿Por qué?