Junto con Hamlet, La Tragedia del Rey Lear es la obra de William Shakespeare que más interés ha despertado en el mundo contemporáneo. Ambas se encuentran prácticamente al comienzo y al final de un período creativo de más o menos diez años (1599-1608) descrito como el de “La visión oscura”. El ciclo incluye obras como Julio Cesar, Othello, Macbeth, Timón de Atenas, Corolianus y Antonio y Cleopatra. Obras que giran alrededor de las pasiones, vicios y miserias del hombre: celos, ambición, lujuria, ingratitud, crueldad, etc. La Tragedia del Rey Lear, sin ser la última cronológicamente, es el trago más amargo, la cúspide de la oscuridad y pesimismo en Shakespeare. Para más de algún notable estudioso - Samuel Johnson, William Hazlitt, entre otros - resultaba una obra intolerable por sus niveles de crueldad y amargura. Otros, como Tolstoy, derechamente la han repudiado. Con frecuencia en los siglos pasados El Rey Lear fue representado con un final distinto y las partes de extrema crueldad expurgadas. La fuentes de la obra, escrita entre 1605-1606, fueron las Chronicles de Raphael Holinshed, Edmund Spenser (The Faerie Queene), John Higgins (The Mirror for Magistrates), Geoffrey de Monmouth (Historia Regum Britanniae); y una obra teatral anónima, The True Chronicle of King Leir (1594) en la que Shakespeare habría actuado en el rol de Perillus; el equivalente de Kent en su propia versión. Estamos entonces ante un personaje que resultaba familiar para el público isabelino. La historia del viejo rey Lear, o Leir, figura en el pasado mítico de la nación inglesa. Algunos han calculado que debió reinar en el siglo VI A.C. La tragedia fue estrenada ante James I y su corte el 26 de diciembre de 1606 (extraña elección presentar Lear un día después de navidad). El material resultaba histórico y profético; el error político fundamental de Lear - la división del reino entre sus hijas - era corregido siglos después por James I quien, siendo rey de Escocia además de Inglaterra, reunificaba al reino. De la obra de Shakespeare contamos con dos versiones: el Quarto de 1608 y el Folio de 1623. En general se considera que el Quarto sería una recopilación de apuntes de ensayo de la compañía de ShakespeareChamberlain’s/King’s Men- con o sin la colaboración de un editor, y que el Folio estaría basado en el texto del Quarto corregido por el propio La fascinación y la preeminencia que esta tragedia ha ido cobrando con el tiempo tiene que ver con que hay algo en ella, como con todos los clásicos, que se escapa a una definición, explicación o descripción de la trama en términos estrictamente histórico culturales, o como una narración particularmente dolorosa (incluso para ser una tragedia) de las tensiones arquetípicas de amor-odio al interior de una familia y de los cambios en el seno de una sociedad. El mundo de Lear es precristiano, aunque la idea de la naturaleza y orden representado sean medievales, y ese mundo se enfrenta a la hora de un cambio violento a manos de un tipo distinto de hombres cuyos intereses ya habían sido descritos por Montaigne y Maquiavelo, autores que Shakespeare parece haber leído con atención. La tragedia puede reducirse a la historia de un viejo rey tiránico y orgulloso que comete errores políticos y personales fatales. Abdica de su poder, divide el reino entre sus hijas, es traicionado por dos de ellas y es condenado a vagar a la intemperie, anciano, solo y enloquecido. Es una historia acerca de la vejez y la soledad, pero también acerca del sentido fundamental de la existencia, si es que lo hay. Se podría afirmar que Lear se trata de “Todo” y de “Nada”. Entre ambos polos cada cual encontrará su respuesta, apreciará la obra, la disfrutará (padeciéndola, quizá) o la considerará intragable. TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE Por Kurt Folch REY LEAR TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE REY LEAR HUGO MEDINA EN EL CANTO DEL CISNE. FOTOGRAFÍA ELIO FRUGONE / FOTOTEATRO 4 Shakespeare o por un editor; o que ambos textos se basan en el original perdido de Shakespeare. Sin embargo, absolutamente nada de esto puede asegurarse; lo único cierto es que el Folio contiene unas cien líneas que no están en el Quarto, pero omite unas trescientas que sí están allí; diferencias de extensión que incluyen un par de detalles importantes, lo que obliga a las ediciones críticas a confrontar ambas versiones. En El Rey Lear hay dos palabras clave que se repiten con insistencia: “Naturaleza” y “Nada”. Alrededor de la naturaleza giran dos posiciones irreconciliables. Por un lado tenemos una idea tradicional encarnada en Lear, Gloucester y Kent, que pone a la naturaleza en comunión con la jerarquía de los hombres, una fuerza positiva y benigna que se expresa a través del orden y la jerarquía social. Frente a ellos una idea revolucionaria representada por Edmund, Regan y Goneril. Edmund (el hijo “natural” de Gloucester) en su parlamento “Naturaleza, tu eres mi diosa” [I.ii.1] lo expone como apología a la ley del más fuerte. La naturaleza, para él, es una fuerza negativa, competitiva, apenas indiferente, y que puede ser manipulada. La perspectiva antigua es medieval y religiosa – Lear y Cordelia hablan de generosidad – o medieval y supersticiosa –la manera en que Gloucester interpreta los fenómenos naturales como augurios y señales del enojo de los dioses –; mientras que Goneril, Regan y Edmund piensan en términos cuantitativos, ponen precio a las cosas. Pero son los errores, las injusticias de ese viejo mundo y su orden, los responsables de 5 En todo esto hay algo tan oscuro o luminoso que impacta y encandila. Shakespeare al escribir El Rey Lear estaba en la cima de su madurez y genio creativo y las fuerzas que pone en movimiento a partir de la historia arcaica del viejo rey supera la anécdota, la moral y las discusiones filosóficas y estéticas porque estamos ante un ejercicio de poesía extrema y radical. Aquí el lenguaje es forzado al máximo de sus posibilidades como queriendo llegar una y otra vez, desesperadamente, al fondo de la realidad, al fondo de la vida, de la existencia, de la percepción y el lenguaje, intentando ver si hay algo allí después de todo, si la experiencia es algo más que una cáscara de ilusión proyectada cubriendo una burbuja de puro vacío. Lear es la imagen del hombre expuesto a la miseria de sus errores, a la indiferencia de los elementos, y finalmente a la nada existencial. En el proceso llega a contemplar al hombre “tal como es”. Paso a paso Lear (como Gloucester y Edgar) desciende desde su posición hacia la ruina material y moral, pero también alcanza un conocimiento nuevo; es así que contemplando el cuerpo sucio y desnudo de un vagabundo demente (Edgar) exclama “the thing itself”: “Unnaccommodated man is no more but such a por, bare, forked animal as thou art” [III.iv.95-97] (‘la cosa en sí misma: el hombre no es más que un pobre animal, desnudo y atormentado tal como tú’). Shakespeare uno a uno despoja a todos los 6 La respuesta de Cordelia desata el conflicto y por un tiempo los enemigos de Lear y Gloucester parecerán salir victoriosos, acumularán poder y eliminarán a los que se les pongan enfrente haciendo gala de una crueldad sin fin. Existe un pequeño momento de esperanza en el reencuentro de Lear con Cordelia, pero justo cuando creemos que al menos podremos consolarnos con eso y la vuelta en sí de Lear como otra persona, más buena, más sabia, Shakespeare de la forma más banal posible, destruye el cuadro: un mensajero no llega a tiempo y Cordelia es ejecutada. Lear muere allí de pena, enloquecido tras matar con sus manos al verdugo; con ese asesinato la redención no es posible, Lear muere siendo el que era. La existencia, parece decirnos Shakespeare, es absurda; no hay recompensa alguna para los actos moralmente válidos o castigo para los criminales. La vida es una sucesión de pellejerías infames. Si el hombre no lo percibe así es porque no ha despertado para ver la realidad tal cual es, pero en cuanto despierta –como Lear, Gloucester, Edgar– el horror es infinito. Lear en medio de su locura alcanza a comprender que el hombre está condenado a la ingratitud y la soledad; y los dioses, dirá Gloucester por su parte, no existen o se limitan a jugar con nosotros como niños torturando insectos; el universo es frío y hostil. Incluso aquellos que piensan distinto a Lear, que ven el mundo de una manera cínica y utilitaria como Edmund, Regan y Goneril son aplastados sin piedad. Nacer, sufrir y morir es el destino del ser humano. No hay cosas tales como la redención o la trascendencia o la justicia en este u otro mundo. Esta situación es la que hace de Lear un hueso difícil de roer. Hacia el final, ante el cuadro de Lear enloquecido sosteniendo el cuerpo de Cordelia (como una verdadera imagen invertida de la Pietá) están las terribles preguntas: KENT ¿Es este el fin prometido? EDGARD ¿O la imagen de ese horror? [V.iii.237-38] Ante esta aparente falta de redención podemos reducir la recepción/ interpretación de la obra de dos maneras: aquellos que la leen como una alegoría cristiana de la salvación y aquellos que la leen como una parodia grotesca que se burla de cualquier posibilidad de darle un sentido religioso. De los primeros críticos, Samuel Johnson (1765) se sentía sobrepasado por la muerte de Cordelia que consideraba inmoral e injusta. A. C. Bradley por su parte argumentó que no era asunto de los dioses atormentar, ni enseñar una “noble cólera”, sino que conducir a través de un aparente fracaso sin esperanza hacia el verdadero sentido de la existencia. Con todo el cargo de obra anticristiana que se le suele achacar a La Tragedia del Rey Lear es discutible. Después de todo la esperanza de Cristo se basa en otro mundo que no es este. Cristo de hecho sufrió, como Cordelia en esta obra, una muerte cruel e injusta. Lo importante, desde un punto de vista cristiano, es que en un mundo tan despiadado un ser como Cordelia (una imagen de Cristo, si se quiere) es posible. Gracias a Cordelia el sufrimiento y el dolor en Lear después de todo tienen un sentido. Lear efectivamente vuelve a comportarse de manera desquiciada al matar al verdugo, pero allí están Kent y Edgard, testigos de lo que ha sucedido. Ambos ya no son los mismos y Edgard luce una extraña madurez parecida a la que Hamlet alcanza a esbozar antes de su fin, la de que lo único que podemos hacer en este mundo es estar preparados para lo que sea y abstenernos de causar daño a nuestros semejantes. Puede que esto sea de todas maneras un consuelo mezquino y amargo, no obstante es algo después de lo que vemos en Lear y Shakespeare ciertamente nos dará una nueva respuesta a las dudas que se plantean en la obra, una respuestas más esperanzadora aunque no menos sorprendente, con La Tempestad, pero esa es otra historia. TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE personajes de cuanto consideraban terreno seguro. Lear y Gloucester por un lado pero también a sus antagonistas, Regan, Goneril y Edmund. Según A. D. Nuttal es Cordelia quien precipita esta caída. La hija menor de Lear, abre un verdadero “agujero negro” en la materia de la obra al responder “Nada” [I.i.85-90] a la pregunta retórica de su padre acerca de su amor como hija. No es amor aquel que puede ser medido dice Shakespeare en más de una obra, y aquí Cordelia responde eso y también se lo está diciendo a sus hermanas y a sus respuestas retóricas, se lo dice a sí misma y su incapacidad de decir lo que se debe o desea decir con precisión, y a su padre y a todos los presentes por lo injusto de someter a cualquiera a una situación semejante. El amor no puede ser medido, no puede ser descrito con palabras sin ser destruido en su esencia que es indefinible. Pero Lear no comprende, intoxicado de vanidad y orgullo para él la realidad es, desgraciadamente, ese discurso que espera oír. El “Nada” de Cordelia es el momento en que el mundo que representa su padre y los suyos se viene abajo. Resulta irónico que Lear le responda a Cordelia “De la nada nada sale, diga algo”; sin duda él se refiere a que con una respuesta así no puede esperar recibir la herencia, pero de esa nada surge todo lo que sucederá a continuación, incluyendo su propio atormentado peregrinaje hacia sí mismo. REY LEAR TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE REY LEAR esta revolución. Edmund, Goneril y Regan, más allá de su crueldad, no actúan sin razón. Edmund por su condición de “bastardo” y lo que eso significa; Regan y Goneril en parte hastiadas o imitando la tiranía y falta de juicio de su padre. Ahora, la fuerza de estas ideas encontradas cobra una forma dramática que sorprende al lector/espectador por su violencia, sus improbabilidades y discontinuidad. La obra resulta grotesca desde la primera escena en que el enojo de Lear es estúpido y patético, absurdo e intimidante; el bufón no nos proporciona alivio cómico y más parece hacer más dolorosas las heridas del viejo rey; sus bromas y burlas corrosivas nos recuerda “el humor de la crueldad y la crueldad del humor” (G. Wilson Knight). Las escenas en el páramo (una Inglaterra distinta a la descrita al comienzo como una tierra de verdes valles y generosos ríos) son pura demencia, fantásticas, siniestras y de un estilo casi histérico; con Kent disfrazado en su viejo rol de ayudante-consejero pero privado del placer de que se le reconozca por lo que hace, mientras que Edgar parece tener el efecto negativo de ser la gota que colma el vaso de la cordura del rey. Las historias de amor están lejos de ser romances inocentes y las escenas cómicas no hacen más que acentuar lo patético de las situaciones a las que nos exponemos. Los dioses no responden al lamento de los hombres y la naturaleza es una fuerza hostil. En Lear la felicidad es rápidamente destruida. El clímax se encuentra en el acto IV. con el fracaso de Gloucester al querer suicidarse y el encuentro grotesco entre él y su rey. En ese momento ambos ancianos han pasado por el doloroso proceso de mal distribuir lo que tienen y llegar a conocer la pobreza y la necesidad que su anterior posición les impedía reconocer y comprender. Kurt Folch, es Licenciado en Literatura Inglesa de la Universidad de Chile, poeta y traductor, ha publicado Viaje nocturno (Stratis, 1996), Thera (Calabaza del Diablo, 2002), Paisaje Lunar (Calabaza del Diablo, 2009). Ha traducido Las alegres casadas de Windsor de William Shakespeare (Editorial Norma), George Oppen y Tom Raworth. Fue Profesor de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales y colaboró en el Foro de Escritores. Premio Consejo Nacional de la Lectura 2003. 7