Tratado Mon-Almonte, 26 de septiembre de 1859 Raúl González Lezama Investigador del INEHRM A resultas de un lamentable incidente sucedido en 1856, las maltratadas relaciones diplomáticas entre México y España se deterioraron aún más y estuvimos incluso al borde de una guerra con esa nación. Resulta que en Iguala, Yautepec y otros puntos del sur, y con el pretexto de levantamientos en contra del Gobierno, algunos españoles sufrieron ataques en contra de sus propiedades. Más grave fue el caso ocurrido en el mineral de San Dimas en Durango, donde fueron asesinados el 15 de septiembre del año referido, varios súbditos españoles. Meses más tarde, en la hacienda de San Vicente Chiconcuac murieron cinco más. Los conservadores responsabilizaron de estos crímenes a soldados del general Juan Álvarez. No dispuesto a tolerar acciones de esa naturaleza, Ignacio Comonfort dispuso la persecución y castigo de los responsables; un juez especial fue nombrado para el caso, pero no se obtuvieron resultados. El representante ibérico acusó a nuestro gobierno de falta de voluntad e interés; en enero de 1857 fijó un plazo de ocho días para la captura, juicio y castigo de los criminales; de no hacerlo, declararía rotas las relaciones diplomáticas, lo que se verificó el día 19. El general Comonfort envió a Madrid a José María Lafragua para presentar toda clase de justificaciones al gobierno de la reina Isabel II, sin embargo, encontró un obstáculo casi insalvable. Las autoridades se negaban a recibirlo con carácter diplomático hasta que no fueran satisfechos los agravios de los que habían sido víctimas en México los ciudadanos españoles a los que hemos hecho referencia. Después de muchas dificultades y gracias a la intermediación de los representantes de Inglaterra y Francia, fue recibido por el marqués de Pidal, secretario de Estado. La postura española era determinante; se exigía: castigo a los asesinos, indemnización a las familias de las víctimas y el cumplimiento de una convención signada en 1853 durante la administración de Santa Anna, que obligaba al pago de ciertas reclamaciones de diversa índole que, en su momento fueron rechazadas porque muchas de ellas habían sido formuladas de manera fraudulenta y significaban un importante quebranto económico para México. El golpe de Estado ocurrido en diciembre de 1857 bajo la bandera del Plan de Tacubaya dio a inicio a una guerra civil que conocemos como la Guerra de Reforma, que interrumpió toda clase de negociaciones con la Madre Patria. En esta contienda ambos bandos formaron su respectivo gobierno; uno de ellos, el que defendía la legitimidad y supremacía de la Constitución de 1857 con Benito Juárez al frente, y el otro, el conservador, partidario de los privilegios del clero y el ejército, del que fueron sus principales cabecillas Miguel Miramón y Félix Zuloaga, ostentando cada uno de ellos, en distintos momentos el título de presidente. Urgidos del reconocimiento internacional los constitucionalistas, se aproximaron a los Estados Unidos; los conservadores hicieron lo propio en Europa. En ambos casos las potencias requeridas se aprovecharon de las circunstancias y obtuvieron concesiones muy generosas a cambio de casi nada. Como resultado, Melchor Ocampo firmó por orden de Juárez el controvertido Tratado McLane-Ocampo. Por su parte, el gobierno conservador, a cargo de Félix Zuloaga, encomendó el 3 de marzo de 1858 a Juan Nepomuceno Almonte, ministro de ese gobierno en París, que firmara un tratado que arreglara las diferencias entre México y España. En septiembre de ese año fueron ejecutados cinco individuos a los que se encontró culpables de los asesinatos de San Vicente Chiconcuac. Este hecho permitió que las dificultades se allanaran y comenzaran las negociaciones entre Almonte y su contraparte Alejandro Mon. Una vez que se declaró que México estaba dispuesto a pagar todas las reclamaciones económicas que se le habían formulado sin que mediara ninguna revisión, España accedió a otorgar su reconocimiento al gobierno emanado del golpe de Estado de Tacubaya. Por fin, el tratado fue firmado el 26 de septiembre de 1859 y ratificado por el gobierno conservador el 7 de noviembre de ese año. Cuando Juárez logró restablecer el gobierno en la capital de la República, desconoce por ilegales los tratados y convenios celebrados en nombre de México por los conservadores, puesto que habían sido concertados por un gobierno ilegítimo; esta acción, apegada al Derecho de Gentes, fue junto con la suspensión de pagos de la deuda externa, motivo para que se produjera la Convención de Londres y con ella la intervención extranjera que comenzó a sufrir nuestro país en 1862.