Materiales didácticos para el estudio de la literatura y cultura italiana Vol IV Elisa Martínez Garrido ISBN: 978-84-692-5401-1 Índice 1. EL SIGLO XVIII ITALIANO: DE LA "ARCADIA" A LA REVOLUCIÓN ILUSTRADA 1.1. El panorama político europeo y su repercusión en Italia................... 4 2. EL IDEARIO BURGUÉS, CONSTANTES Y VARIANTES FILOSÓFICAS E IDEOLÓGICAS DEL SIGLO DE LAS LUCES................................................................. 11 3. TENDENCIAS GENERALES DEL SISTEMA LITERARIO EN EL SIGLO XVIII.......... 16 3.1. La "Arcadia": del rechazo de la decadencia barroca a la renovación moderada de la poética racionalista. .................................................. 16 3.2. Principios básicos de poética y de estética en época de la Arcadia. 17 3.3. El debate ilustrado y el neoclasicismo en la segunda mitad del XVIII. ................................................................................................... 3.4. Planteamientos estéticos, poéticos y críticos en la Italia de la Ilustración. .......................................................................................... 22 26 4. DEL TRATADO A LA PROSA DEL PERIODISMO 4.1. Los tratados más representativos del siglo XVIII italiano.................... 33 4.2. La prosa periodística en Italia: Breve panorámica.............................. 41 5. LA LÍRICA ITALIANA DEL SIGLO XVIII. 5.1. La poesía de la Arcadia....................................................................... 44 5.2. La poesía neoclásica en Italia. Problemas de periodización y de clasificación.......................................................................................... 48 5.2.1. Giuseppe Parini. Del Neoclasicismo al Sensismo......... 51 5.2.1.1. Las odas parinianas y las obras menores.................. 53 5.2.1.2. El poema satírico y antiaristocrático de Parini: Il Giorno..................................................................... 58 5.3. Del petrarquismo alfieriano a la construcción de una poética heroica: la imagen del yo en las Rime de Vittorio Alfieri...................... 63 6. LA NARRATIVA EN EL SIGLO XVIII ITALIANO. ......................................................... 65 2 7. LA HEGEMONÍA DEL TEATRO ITALIANO DEL SIGLO XVIII..................................... 69 7.1. El melodrama y Pietro Metastasio. .................................................... 70 7.1.1. Otros libretistas de melodramas menos conocidos...... 73 7.2. Los intentos de reforma de la "Commedia dell'Arte", previos a Carlo Goldoni y la importancia de los libretos operísticos cómicos. ............. 74 7.3. Detractores y opositores de la comedia goldoniana............................ 75 7.4. Carlo Goldoni y la creación del teatro nacional italiano. 7.4.1. Una vida al servicio del teatro: Carlo Goldoni............... 77 7.4.2. La reforma de Carlo Goldoni: elementos de poética teatral. .......................................................................... 82 7.4.2.1. Establecimiento de un texto dramático y eliminación de la improvisación escénica......... 84 7.4.2.2. Importancia creciente del personaje y eliminación progresiva de las máscaras............. 84 7.4.2.3. La Reforma goldoniana contraria a la Arcadia y a la Commedia dell'Arte................................ 89 7.4.2.4. La "revolución'' lingüística goldoniana............. 89 7.5. El sentimiento trágico de Vittorio Alfieri en los albores del Romanticismo. 7.5.1. La vida y la obra de Alfieri................................... 91 7.5.2. Política y Poética................................................. 95 7.5.3. El sistema trágico alfieriano................................. 98 BIBLIOGRAFÍA.................................................................................................................. 106 3 1. EL SIGLO XVIII ITALIANO: DE LA "ARCADIA" A LA REVOLUCIÓN ILUSTRADA. 1. 1. El panorama político europeo y su repercusión en Italia. Este periodo histórico comprende, casi de forma global, todo el siglo XVIII en su conjunto. La época histórica ahora estudiada presenta, por tanto, una constante homogeneidad, y permite, sin muchos problemas para su catalogación historiográfica, hablar de un periodo común. A pesar de su homogeneidad, el "Settecento" presenta particularidades claras con respecto a su fragmentación en dos mitades: primera y segunda. Hecho que no impide abarcar su estudio en totalidad. Las diferencias de grado encontradas entre la primera parte, marcada por el rechazo al absolutismo político y religioso del siglo XVII y por el comienzo de las reformas: literarias, sociales y económicas, contrastan con la segunda mitad, ya claramente ilustrada. Se asiste en esta segunda parte a la consolidación sistemática del ideario ilustrado-burgués y al consiguiente fervor revolucionario, cuya culminación, histórica, en 1789, será la Revolución francesa. Es necesario precisar que en Italia, como en otros países de Europa, no se da tan claramente la fase de reformas y la culminación de las mismas en un estallido revolucionario y la consiguiente implantación del ideario burgués. En el caso particular de la península italiana, la verdadera revolución burguesa, impulsada por Piamonte y Lombardía (centros hegemónicos del poder de la burguesía y excelentes receptores del pensamiento ilustrado francés), no tiene lugar hasta el siglo XIX con las luchas nacionalistas por la Unidad italiana Por consiguiente, en un terreno estrictamente político, no existe, durante el siglo XVIII italiano, una fase evolutiva entre el primer periodo de las reformas y la 4 consolidación de los fermentos de la Ilustración. Sí es posible apreciar variaciones y modificaciones de carácter filosófico y estético en ámbitos intelectuales y artísticos, terreno en donde el progresar de los planteamientos antiabsolutistas e ilustrados se muestran cada vez más evidentes. Una vez dicho esto, conforme con la mayor parte de los estudios historiográficos, el siglo XVIII italiano, desde una perspectiva sociocultural y estética, se puede segmentar en dos realidades estrechamente unidas y conectadas entre sí. El periodo de las reformas moderadas de la primera mitad del siglo, que en el campo artístico italiano se denomina la Arcadia o el neoclasicismo rococó; en la segunda mitad, nos encontramos ante la asimilación de las estéticas y poéticas más racionales y austeramente neoclásicas, junto con la asimilación del empirismo inglés. Esta es una fusión peculiar propia de los escritores de la Ilustración italiana. Los literatos ilustrados conciben el quehacer artístico como un compromiso ético y moral en relación a la sociedad de su tiempo y, por lo tanto, su actividad creadora corre, en muchos casos, pareja a las posiciones filosóficas y políticas de este ideario. Desde una perspectiva de datación histórica, el episodio clave para la apertura de la primera parte de este periodo se inicia con la revocación, por parte de Luis XIV de Francia, del Edicto de Nantes de 1685; edicto, firmado anteriormente en 1598 por su predecesor Enrique IV. Estamos ante la afirmación más intransigente del absolutismo monárquico francés; absolutismo que llega incluso a ver en la diversidad religiosa (logro histórico conseguido en Francia tras las guerras de religión entre católicos y protestantes) una amenaza para el poder del soberano. Esta revocación por parte de Luis XIV provoca en Europa toda una serie de debates y polémicas sobre las ideas religiosas, las relaciones entre el Estado y la Iglesia, la libertad y el establecimiento de los derechos ciudadanos. Este debate, propiciado anteriormente en Italia por la tradición de los tratadistas políticos del siglo XVII, en estos momentos, toma 5 mayor impulso y crea en sí mismo el fermento político y filosófico de la Ilustración. En otros países de Europa, como Inglaterra y Holanda, desde las últimas décadas del XVII, se habían dado también movimientos y acciones contrarias a cualquier imposición del absolutismo intolerante. Se trata de movimientos políticos que corren parejos al afianzamiento del capitalismo en ambos países. En Inglaterra, tras el intento de absolutismo por parte de Jaime II, la revolución de 1688 y la posterior expulsión del monarca con la proclamación de Guillermo de Orange como nuevo rey, se había establecido una monarquía constitucional consensuada sobre las bases políticas de una primera Declaración de Derechos Ciudadanos (Bill of Rights). Holanda por su parte había puesto freno al absolutismo religioso y político español, y ambos países unidos habían levantado a gran parte de Europa contra el absolutismo del rey "sol", en la famosa guerra de la Liga de Augusta, entre los años 16881697. Por otra parte el influjo del racionalismo cartesiano y del empirismo de Locke, ya desde finales del siglo XVII, estaba dando sus primeros frutos en las teorizaciones filosóficas del movimiento ilustrado. La otra fecha histórica determinante, con la que se cierra esta primera mitad del siglo XVIII y se inicia la segunda, es la del tratado de paz de Aquisgrán en 1748. A lo largo de toda la primera mitad del "Settecento", la política europea se había caracterizado por las guerras entre las distintas potencias europeas (España, Francia, Inglaterra y Austria), quienes sirviéndose de las guerras de sucesión de España (1701-1713) y de Polonia (1733-1738), a través de pactos y de alianzas entre las distintas casas y familias reales, intentaban imponer su dominio. Debido a estos acuerdos entre las distintas potencias económicas y políticas europeas, el mapa territorial de Italia sufre alteraciones importantes que, en cierta manera, van a ir favoreciendo una mayor integración del país en Europa, y dando lugar, por tanto, a un aumento progresivo del intercambio y de las relaciones culturales entre Italia y el resto de los países clave en el desenvolvimiento histórico europeo del momento; la 6 importancia del género de viajes y del género epistolar a lo largo del siglo XVIII son un reflejo literario de esta apertura cultural entre los distintos países de Europa, entre los cuales Italia se muestra como una meta cultural para muchos intelectuales. En esta línea de redefinición territorial del mapa político italiano, caben señalar, tras la guerra de sucesión española, los tratados de Utrecht (1713) y de Rastadt (1714), por los cuales el ducado de Milán, el de Mantua y el reino de Nápoles, a excepción de Sicilia, pasan de manos españolas a manos austriacas, en concreto a la emperatriz María Teresa de Austria. Con el término de la guerra de sucesión polaca (1733-1738) y con la firma de la paz de Viena (1738), el sur de Italia vuelve a ser español, al concederse a Carlos I de Borbón el reino de Nápoles y Sicilia, así como su nombramiento de rey de las Dos Sicilias. Toscana, extinguida la dinastía de los Medici, pasa a pertenecer a la familia de los Lorena, en concreto a Francisco Esteban, marido de María Teresa de Austria. Por otra parte, el antagonismo histórico entre Francia e Inglaterra tiene de nuevo ocasión de manifestarse en la guerra de sucesión de Austria (1740 -1748), a cuyo término se establece la conocida paz de Aquisgrán (1748), por la que Austria cede de nuevo el ducado de Parma y Piacenza a Felipe de Borbón, hijo segundo de Felipe V de España y hermano de Carlos I, futuro Carlos III. Las reformas políticas y económicas que tienen lugar en Italia a lo largo de la primera mitad de siglo XVIII no mantienen el mismo nivel de importancia y desarrollo en todo el país. En general, según la región italiana de la que hablemos, su intensidad y sus logros son de distinta naturaleza. En Lombardía, María Teresa de Austria, en sus cuarenta años de mandato (1740- 780), encabeza, con un grupo de asesores ilustrados de prestigio, como los hermanos Pietro Verri (1728-1797) y Alessandro Verri (1741 -1816), Cesare Beccaria (1738- 1794) y los constituyentes del grupo el Il Caffè toda una serie 7 de reformas políticas de gran trascendencia. El mismo clima reformista es continuado por su hijo José II en la segunda mitad del siglo. Se llega de esta manera a un acuerdo entre posiciones ilustradas y poder político, hecho que favorece un clima de entendimiento y de consenso, alejado de radicalismos y enfrentamientos entre distintos sectores sociales, con la consiguiente modernización de Lombardía. La otra región italiana que contó con un rico y vigoroso debate reformista e ilustrado fue el reino de Nápoles. El movimiento ilustrado napolitano, con Antonio Genovesi a la cabeza, fue hasta tal punto interesante y poderoso que podría ser comparado con el grupo milanés del Il Caffè. Sin embargo, la aplicación real de los intentos reformistas e ilustrados no obtuvo, en este caso, un feliz resultado, ya que el peso de los privilegios jurídicos de la aristocracia meridional, todavía con fuerte implantación feudal, y la ausencia de una clase media que sostuviera la bandera del reformismo ilustrado frustraron buen número de los cambios emprendidos por los sectores sociales más progresistas y por los intelectuales. A pesar de todo, se logró eliminar la exención de impuestos para la Iglesia y, en 1776, se expulsa a la Compañía de Jesús de Nápoles, como de la mayor parte de las regiones italianas. En el reino de Sicilia, empeoran todavía más las condiciones sociales para la puesta en marcha de la reforma política. Se trata de una zona de fuerte implantación del poder nobiliario, pero, a pesar de todo se logra un cierta moderación en cuanto al poder absoluto del clero y de la Iglesia. En Toscana, bajo el reinado de Francisco Esteban de Lorena, marido de María Teresa de Austria, se pone en marcha una notable actividad reformadora, tanto en el plano económico como en el jurídico y el institucional. Esta actividad regeneradora se vio impulsada en parte por el hijo de ambos, Pedro Leopoldo; bajo su mandato en 1786 se promulga el código leopoldino, uno de los más avanzados de toda Italia, con el que queda abolida la tortura y la pena de muerte. 8 Del resto de los estados italianos, merece resaltar el caso de Venecia, donde a pesar de los ricos y constantes impulsos de renovación cultural, favorecidos por el papel preponderante de las editoriales venecianas, el peso de la oligarquía aristocrática sigue siendo determinante para frenar cualquier tipo de modificación de sus intereses socioeconómicos. La zona de Piamonte, que había permanecido en manos de los Savoya, tras el tratado de Aquisgrán, ve crecer los límites de su territorio con la incorporación de la parte más occidental del milanesado, llegando sus fronteras hasta el Ticino; así Piamonte ve crecer y consolidar su poder como uno de los estados más importantes de Italia. Durante los primeros decenios del siglo XVIII, Vittorio Amadeo II de Saboya lleva a cabo una gran obra de modernización del Piamonte. Reduce los privilegios eclesiásticos, mediante la creación del Catastro, reduce la inmunidad fiscal de la aristocracia, potencia asimismo la creación de la Universidad de Turín y se preocupa por mejorar y extender la enseñanza. Este empuje reformista, cuyo objetivo principal es el fortalecimiento monárquico (lo mismo cabe decir en los demás casos), se frena con su muerte. Sus sucesores se decantan por una clara inversión de la anterior tendencia política. Se puede decir que los intelectuales italianos de la Ilustración, a pesar de las relaciones de colaboración que mantuvieron con los distintos gobiernos de Italia, se vieron enormemente desilusionados tras su colaboración con el Poder. Sus ansias reformadoras no penetraron suficientemente en un tejido social, históricamente dominado por las castas de la nobleza italiana y por el clero. La Iglesia en Italia, a pesar de la expulsión de los jesuitas, a partir de la segunda mitad del siglo, y a pesar del freno que se había logrado poner a los privilegios eclesiásticos, continuaba detentando las riendas del Poder. Por otra parte muchos de los monarcas ilustrados, habían requerido la ayuda y el consejo de los intelectuales como vehículo indirecto para aumentar su moderado despotismo, y no porque verdaderamente tuvieran reales 9 intenciones de contribuir a una reforma de las instituciones del Estado. Nos encontramos con otra variante del conocido "despotismo ilustrado" del siglo XVIII. También es cierto que, a pesar del desengaño sufrido por el movimiento de la Ilustración italiana, sus intelectuales nunca extremaron ni radicalizaron sus concepciones ideológicas. De hecho muchos de ellos vivieron de un modo traumático los acontecimientos revolucionarios de 1798 y las sangrientas persecuciones contra el clero y la nobleza francesa. Tras la experiencia revolucionaria, los intelectuales italianos se vieron obligados a revisar muchas de sus premisas teóricas, de sus categorías mentales y de sus planteamientos políticos, hasta llegar a casos extremos como el de Alessandro Verri o del propio Alfieri, quienes, por razones de orden moral, se replegaron con respecto a sus anteriores posiciones ideológicas. No faltó, sin embargo, comprensión con respecto al estallido revolucionario ni tampoco adhesiones incondicionales. Este hecho llevó a algunos de los ilustrados italianos a tomar parte, de forma directa, en los acontecimientos de la Revolución burguesa, desde posturas abiertamente democráticas. 10 2. EL IDEARIO BURGUÉS, CONSTANTES Y VARIANTES FILOSÓFICAS E IDEOLÓGICAS DEL SIGLO DE LAS LUCES. El ideario burgués, cuyas primeras manifestaciones tienen lugar en Inglaterra, en las primeras décadas del siglo XVIII, ensalza valores laicos, frente a valores religiosos, encomia la importancia del trabajo y de la actividad emprendedora del individuo y de la burguesía frente a la inactividad de las clases aristocráticas y propone el establecimiento de unas relaciones humanas basadas en la concordia ciudadana, la tolerancia, la discreción y el respeto. Fija y define el papel de la mujer dentro de la familia y concede a esta última la importancia de ser la primera unidad de consumo y el primer núcleo creador de la propia ideología. Expresión literaria del nuevo ideario del individuo burgués es, sin duda, Robinson Crusoe (1719) de William Defoe y Pamela (1740) de Samuel Richardson. El nacimiento de la novela contemporánea está ligado, por tanto, al ascenso de la burguesía al poder. Inglaterra, que acaba de configurar un nuevo tipo de sociedad, basada en los pilares económicos del capitalismo, cuyos principales protagonistas son los burgueses, mercantes, empresarios y banqueros, afianza, través del tiempo del ocio y de la lectura, las bases del primer ideario de la recién inaugurada revolución industrial. En Italia, bastantes años más tarde, Goldoni encarna en la figura del rico burgués al héroe de sus comedias y, gracias a él, el autor ensalza todos los valores triunfantes de la burguesía, clase emergente en el nuevo tipo de sociedad, la cual propone una nueva forma de vida. En Francia, Charles Louis de Secondant, barón de Montesquieu (16891755) escribe sus Cartas persas (1721), texto en el que el autor no ahorra ningún tipo de crítica con respecto a la sociedad francesa contemporánea, después de haberla sometido a un análisis minucioso a la luz de la razón y de 11 las leyes de la naturaleza. En la misma línea, en 1735, Ludovico Antonio Muratori, ya en ámbito italiano, escribe Filosofia morale, obra en la que se arremete contra la nobleza, sus privilegios y su arrogancia, contra el código del "honor" y las manifestaciones de cultura españolesca. Para Muratori, la verdadera diferencia entre "noble" e "innoble” radica en la 'limpieza" de las costumbres sociales, en la generosidad y en la beneficencia. En todos estos casos, se asiste a un nuevo orden de ideas, radicalmente opuesto al antiguo. Tanto desde una perspectiva económica como desde una óptica política y cultural, con el siglo XIII, se opera uno de los cambios históricos más importantes para la actual configuración sociopolítica del mundo occidental. Del Antiguo Régimen, basado en la preponderancia del absolutismo monárquico, de la aristocracia y de la Iglesia, se da paso al Nuevo Régimen, basado en el dominio comercial, emprendedor y laboral del individuo y de la burguesía, en el laicismo positivista y en valores tales como la justicia, la igualdad y la libertad; valores que posibilitan, en teoría, una configuración social más humana y más feliz para los ciudadanos. Es cierto, sin embargo, que en algunos países de Europa, como España, Portugal e Italia, dicha transición no se realiza en el campo de la actuación política. El movimiento ilustrado permanece anclado, pues, únicamente en el terreno filosófico e ideológico, pero no puede ser operativo en la realidad social, dadas las características económicas de retraso con respecto a los avances logrados en países como Inglaterra, Holanda y Francia. En consonancia con el nuevo orden socioeconómico, era necesario reformar, modificar y sustituir todo el sistema jurídico y político del Antiguo Régimen. En este sentido, hay que entender el ingente esfuerzo de modernización de la vida pública y del sistema jurídico llevado a cabo por los intelectuales y filósofos ilustrados (los enciclopedistas franceses) a lo largo de todo el siglo XVIII; el también denominado Siglo de las Luces. Frente a la oscuridad, intolerante y supersticiosa de la sociedad del Antiguo Régimen, en 12 el nuevo, la luz de la Razón, que es para muchos ilustrados fiel reflejo de la Naturaleza, conlleva una mejora radical de las condiciones de vida de los ciudadanos. En este sentido, la labor desarrollada por la Ilustración, a partir de la segunda mitad del siglo, es desbordante. Muchas de nuestras leyes y gran parte de nuestro sistema parlamentario y de nuestra concepción de la democracia arrancan del inmenso trabajo de ordenación jurídica y política del "Settecento”. Todo el movimiento ilustrado tiene su origen en el racionalismo cartesiano y en el empirismo inglés. Sin embargo, no es posible hablar de una absoluta homogeneidad con respecto a las distintas posiciones existentes dentro de la Ilustración. Entre los puntos programáticos comunes a todos y cada uno de los representantes más importantes del movimiento ilustrado se pueden destacar: La absoluta supremacía asignada a la razón, que en ocasiones es la Razón, al ser elevada, en cierta manera, a rango ontológico. La razón es el único medio posible para acceder al conocimiento de lo real y de la verdad, el único criterio y vehículo que permite el establecimiento justo de las bases de convivencia ciudadana en sociedad. Este principio implica el rechazo radical de cualquier posición epistemológica basada en lo irracional, entre las que se encuentra la fe. De la preponderancia absoluta de la razón y del radical rechazo a lo irracional y en exceso emocional, se deduce una concepción del arte y de la literatura, basada en criterios de utilidad moral y, por tanto, en evidente enfrentamiento con cualquier concepción estética, sensorial o en exceso emotiva. En Italia, sin embargo, el peso del empirismo inglés suavizará el radicalismo de las posiciones racionalistas francesas. 13 Todo individuo, desde el más modesto, pasando por el artista, el literato e incluso el "príncipe" debe actuar en función del bien común y de la felicidad pública. De lo dicho, emana una nueva concepción del intelectual, cuya principal actividad debe estar regida por criterios de utilidad social. En función de esta, se entiende la formación enciclopedista y versátil de la mayoría de los ilustrados. Un constante optimismo y una incesante confianza en el progreso que la razón, la cultura, la ciencia y sus aplicaciones técnicas traían consigo para la sociedad y para los ciudadanos. De esta radical confianza en los logros del progreso, nace el tono irónico y chistoso de gran parte de los ilustrados, quienes desde Voltaire a Diderot, Goldoni o Moratín, son conscientes de cerrar las puertas al viejo mundo e ir, alegre y festivamente, abriéndolas hacia el nuevo. Sin embargo, Rousseau, preludiando, desde su obra más racional hasta la más subjetiva, el Romanticismo, desconfía profundamente de la idea de progreso racional y propugna una vuelta al estado de Naturaleza; estado ideal, incólume, más cercano al sentimiento y al mundo de la imaginación. En consecuencia, con las últimas posiciones rousseaunianas, podemos decir que las diferencias que separan a los distintos pensadores ilustrados son numerosas. Por consiguiente, es más difícil establecer una mínima clasificación del movimiento ilustrado que dar cuenta de sus diferencias. De hecho, en relación a cualquier tema filosófico o político importante, dentro del movimiento ilustrado, nos encontramos con posiciones radicalmente antagónicas, tanto con respecto a la concepción del Estado (unos creen en el modelo parlamentario ingles y otros en la democracia directa) como con respecto a la toma de postura ante la religión y la fe (los hay creyentes y también ateos declarados). Si las diferencias de opinión son numerosas dentro de los pensadores de un mismo grupo filosófico, aumentan considerablemente entre los distintos movimientos ilustrados pertenecientes a diversos países o a regiones concretas. 14 En este sentido, se puede afirmar que la Ilustración italiana (como también sucede con la española) presenta diferencias considerables en relación a la francesa, la cual, sin ningún género de dudas, sirve de arranque y empuje decisivo para el resto de posiciones y pensadores ilustrados de Europa. CESARE BECCARIA 15 3. TENDENCIAS GENERALES DEL SISTEMA LITERARIO EN EL SIGLO XVIII. En primer lugar, es necesario recordar de nuevo que el siglo XVIII en su conjunto se caracteriza por los influjos culturales y estéticos provenientes de Europa. Así por ejemplo, gracias a la influencia ejercida por el racionalismo cartesiano, hay que entender el peso que el Arte Poética de Boileau ejerció en las concepciones literarias de la Italia del primer "Settecento", los continuos intercambios de ideas que tienen lugar entre los ilustrados franceses y los italianos, a partir de la segunda mitad del siglo, o la fascinación ejercida por la literatura nocturna y sepulcral, proveniente del Norte de Europa, en escritores ya a caballo entre el XVIII y el XIX. 3.1. La "Arcadia": del rechazo de la decadencia barroca a la renovación moderada de la poética racionalista. El rechazo del "mal" gusto del Barroco toma cuerpo a partir de 1690, año en que se constituye la Accademia dell'Arcadia, cuyo programa, debido a Gian Vincenzo Gravina (1664-1718) contrapone a la exuberancia estilística del Barroco a la sencillez y la contención. La Arcadia ensalza la claridad literaria frente al enrevesado conceptismo metafórico y, frente a la búsqueda incesante, por parte de la literatura barroca, de la sorpresa y de la maravilla, se defiende ahora la contención y la mesura racional. Se vuelve, por consiguiente, a los modelos clásicos, a los que se priva, sin embargo, de su carga ética e ideológica, para convertirlos únicamente en referentes puramente estilísticos. La Arcadia, que se mueve exclusivamente en el campo de la lírica, representa la línea preponderante de oposición a la poesía barroca; constituye, pues, el canon literario del sistema hegemónico de la primera mitad del "Settecento" italiano. Como movimiento literario por una parte supone la 16 recuperación de la contención y de la claridad formal, a pesar de que no faltaron casos de experimentación métrica y estrófica (cancioncillas, odas horacianas...); por otra, dada su concepción frívola, galante y mundana del quehacer poético, no devuelve la literatura a la profunda dimensión ética y moral de los clásicos. La delicada, finísima y graciosa filigrana de la Arcadia tiene su máximo exponente en Pietro Metastasio (1698-1782), quien, en algunas de sus composiciones líricas y en algunos de sus más logrados melodramas, logra fundir moderación racional con sentimiento y sensibilidad poética. Metastasio analiza los conflictos sentimentales de sus personajes con incisiva claridad cartesiana y los traduce en metros y versos de una armónica y sonora musicalidad. 3. 2. Principios básicos de poética y de estética en época de la Arcadia. A pesar de que el movimiento poético de la Arcadia, se funda como tal en el profundo rechazo a la estética barroca y en la urgente necesidad de regeneración del mal gusto de la literatura del "Seicento", no es posible pensar que los críticos y literatos, propulsores y fundadores del movimiento arcádico, hicieran tabula rasa con respecto a la tradición precedente, sobre todo con respecto al rico y sólido esfuerzo teórico y crítico llevado a cabo en Italia durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII. En consecuencia, del Barroco se toma la idea de "modernidad", pero concebida de forma radicalmente distinta a la de los literatos y teóricos del arte y de la literatura barroca, ya que, mientras en el XVII, en general, se había arremetido contra los clásicos y contra los poetas clave de la literatura italiana de épocas pasadas, ahora se recupera la tradición, pero como ya se ha dicho, privándola de su real latir existencial y de la tensión moral y pública de sus grandes textos. Se mantiene, sin embargo, en relación a las poéticas barrocos el ataque directo al excesivo rigor del clasicismo de la segunda mitad del siglo XVI. De todos los poetas del "Seicento" italiano se salvan los clasicistas y 17 antimarinistas; más concretamente, se rescata a Chiabrera y a Testi, dado su marcado clasicismo. Los ataques a los poetas del Barroco, en nombre de la razón, de la mesura estilística y de la claridad, aunque impulsados por el auge del racionalismo poético proveniente de Francia, no se mueven dentro de los estrictos márgenes de las poéticas racionalistas. Los principales teóricos de la Arcadia saben conjugar, por tanto, los logros estéticos y literarios de la tradición italiana con las necesidades de concreción y sencillez racionalista provenientes del cartesianismo francés. Se puede decir que, en líneas generales, los intelectuales, literatos y críticos italianos rechazaron la intransigencia racionalista del cartesianismo francés aplicado a la estética y al quehacer literario, ya que, más ligados a la tradición empirista y a la propia trayectoria cultural italiana, no concebían la actividad creativa desgajada de los procesos subjetivos, sentimentales y emotivos. Esto no quita que las poéticas cartesianas se difundieran por Italia a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII y sirvieran de incentivo para la renovación regeneracionista de las letras italianas, impulsada por el grupo de la Arcadia. Es decir, si en Italia se aceptan los puntos programáticos de la claridad y de la naturalidad estilísticas, estos se reelaboran y se adaptan a las fuentes del clasicismo y a la tradición italiana del Renacimiento; se liman y se rechazan las exageraciones barrocas, pero se aceptan a los grandes escritores del Manierismo, como por ejemplo a Torquato Tasso. La renovación estética de la Arcadia se mueve, pues, entre la renovación de la modernidad y la aceptación de la propia tradición. Se conjugan así las tendencias estéticas provenientes de Europa con los modelos italianos de lal tradición poética. Es interesante remarcar la firmeza con la que los integrantes del grupo de la Arcadia rechazan el principio racionalista de la búsqueda de la verdad en la tarea creadora del ejercicio literario. Los italianos sostienen, en nombre de la 18 tradición crítica aristotélica, desarrollada anteriormente en la segunda mitad del siglo XVI, el carácter de verosimilitud del arte. Desde esta premisa, se apartan del dogmatismo de la poética francesa, y admiten y defienden la necesidad de la fantasía y de la imaginación en todo proceso artístico. En cierta manera, los críticos y pensadores italianos de esta primera mitad del siglo XVIII están llevando a cabo una síntesis que abarca y resume toda la tradición clásica para poner las bases de la poética romántica. Uno de los momentos álgidos de esta polémica entre renovación racional y mantenimiento de los modelos de la tradición del clasicismo italiano se sitúa en el enfrentamiento entre el italiano Gian Giuseppe Orsi (1652-1733) y el francés Dominique Bouhours (1628-1702). El crítico francés en su obra Manière de bien penser dans les ouvrages de l’esprit de 1687 denostaba el "malgusto" de la literatura italiana a partir del mismo Petraca, hasta incrementar sus ataques, como es lógico, en las figuras de Tasso y sobre todo de Marino. Según el autor francés, la literatura italiana del siglo XVII era la responsable de las exageraciones y del mal gusto imperante en el resto de Europa. A las opiniones de Bouhours responde Orsi, en 1703, con su libro Considerazioni sopra la maniera di ben pensare. El italiano, a pesar de condenar el mal gusto del Barroco, defiende la más genuina tradición de poesía italiana, incluyendo también a Tasso. Orsi, en la línea de la reforma de contención y buen gusto propuesto por la Arcadia, se sitúa en una posición moderada e intermedia. Es decir, si por una parte condena la extravagancia estilística de la literatura del "Seicento", se aleja de las posiciones más rígidas del cartesianismo francés de corte boileauiano. A los planteamientos de Orsi, se sumaron la mayor parte de los literatos y de los críticos italianos. Entre los teóricos y críticos más relevantes del movimiento arcádico destacan Ludovico Antonio Muratori (1672-1750) y su fundador Gian Vincenzo Gravina (1664-1718). En ambos casos, nos encontramos ante posiciones de renovación de la vida intelectual italiana en una dirección de compromiso ético 19 y moral, en la que la razón juega el papel de moderadora de los excesos irracionales y de las tendencias y propensiones a lo exagerado y aberrante de la literatura "seicentesca". Se defiende, sin embargo, la necesidad de usar la fantasía y la imaginación en los procesos de creatividad artística y se propone una vuelta al clasicismo, sin la obligada necesidad de pasar por el petrarquismo. Se propugna así una poética fundada en la moderación y en el buen gusto, en la que alternara el didascalismo, la exigencia de renovación ética (posición defendida por Gravina) y el placer hedonista (planteamientos de Muratori). Muratori desarrolló sus ideas a lo largo de los siguientes escritos: Riflessioni sul buon gussto de !703 y Della perfetta poesia italiana de 1706. Gravina en el Discorso sull'Endimione dei Guidi de 1692 y sobre todo Ragio poetica de 1708, texto en que aun reconociendo la función trascendental que el mito y la fantasía juegan en la creación artística, inclina la balanza hacia la función moralizante de búsqueda de la "verdad", la que debe preponderar en el hecho literario. Según Gravina, a través de la imaginación mítica y de una persuasión fantástica y entretenida, conforme a los modelos de la tradición grecolatina (para el crítico, Homero es su máximo exponente) e incluso del mismo Dante, la literatura y la poesía deben propiciar acciones morales y cívicas que iluminen el alma de los hombres. Las concepciones poéticas de Gravina, alejadas del puro ejercicio de estilo hedonista de la práctica literaria de la Arcadia, dejarán su huella más decisiva en el neoclasicismo ilustrado y sobre todo en el quehacer literario de Foscolo. La necesidad de crear y componer una literatura civil y éticamente comprometida con la mejora de la vida de los hombres y de su tiempo, llevó a Gravina a entrar en franca polémica con Giovan Mario Crescimbeni (16631728), teórico y cofundador con Gravina de la Arcadia. Cresimbeni inspirador de la línea estético-literaria oficial de la Arcadia, concebía la reforma literaria 20 como una mera exigencia de orden y de claridad estilística, dado que la principal función de la poesía, según Crescimbeni, radica en la búsqueda de un esteticismo placentero y armónico, privado, desde luego, del nervio ético y del compromiso moral, presente en los planteamientos gravinianos. Las disputas entre ambos teóricos alcanzaron niveles tan intensos que Gravina acabó abandonando la Accademia en 1711. Ahora bien, el pensador más genial de este periodo histórico, cuyas posiciones estéticas son determinantes para gran parte del quehacer literario italiano, sobre todo a partir del Romanticismo es, sin duda, el filósofo Giombattista Vico (1668-1744). Vico toma partido por lo que se ha venido a denominar, "derechos de la fantasía". En consecuencia, el filósofo italiano se coloca en una clara línea de oposición a los presupuestos crítico-teóricos del racionalismo vigente en la primera mitad del siglo XVIII. Para Vico, la génesis y la grandeza de la poesía radica en la fantasía y no en la razón, y se muestra, en consecuencia, mediante la fuerza de las imágenes y de las metáforas. Por otra parte, siguiendo la concepción histórica viquiana, la poesía pertenece a la edad primera de la historia humana y es el vehículo y la expresión de la sabiduría más profunda e irracional del alma primitiva de un pueblo. Desde esta perspectiva, la poesía de Homero es la más alta expresión de la literatura antigua y, basada en la fantasía y en la imaginación, responde a la fase más arcaica de la expresión del pueblo griego. Al mismo tiempo, Vico afirmaba la grandeza de la Ilíada y la Odisea, obras que, según el filósofo, no eran fruto únicamente de la pluma de Homero, sino el resultado de una elaboración colectiva. Vico modificaba así la anterior interpretación de la Commedia de Dante. Según el pensador italiano, Dante es el poeta de la edad de la niñez y de la barbarie humana. En consecuencia, su obra nace de la más profunda pasión, del vigor de la fantasía y de la potencia corpórea y creativa de un lenguaje metafórico y alegórico. Se desdeñaba de esta manera la componente aristotélica y tomista del poema dantiano y se inauguraba también la concepción romántica de la poesía y las bases de la 21 exégesis romántica de la Commedia, cuyo máximo representante crítico será, ya en la segunda mitad del XIX, Francesco De Sanctis. 3.3. El debate ilustrado y el neoclasicismo en la segunda mitad del XVIII. En torno a la segunda mitad del siglo XVIII, Italia se abre a los debates y discusiones procedentes de Europa y en especial de Francia. Tiene así origen a la Ilustración italiana, movimiento que encuentra su mejor momento en la década de los años setenta y ochenta. Durante estos años, el corpus de la literatura teórico-especulativa, jurídica, política y económica se enriquece con tratados y ensayos de gran modernidad lingüístico-literaria y de extraordinario valor intelectual y utilidad pública. Se trata de obras de alcance internacional que deben ser puestas en pie de igualdad con los mejores textos emblemáticos de la Ilustración francesa. De hecho los intelectuales italianos más representativos de este periodo suscitan gran admiración en parte de los filósofos de París. Voltaire es un admirador de Carlo Antonio Pilati, y gran parte de los viajes de iniciación de los hombres de la Ilustración europea pasan, irremediablemente, por Italia y por el establecimiento de relaciones de amistad con los ilustrados italianos. Piénsese en los viajes a Italia de Johann Wolgang Goethe (1749-1832) y de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828). De entre la rica y variada gama de tratados y ensayos del movimiento ilustrado italiano, destacan Dei delitti e delle pene (1764) de Cesare Beccaria, la prosa argumentativa del periódico Il Caffè (1774-76), dirigido por Pietro Verri, los textos económicos Lezioni sul commercio (1765) del napolitano Antonio Genovesi o Meditazioni sud'economia politica (1771) de Pietro Verri, la Riforma d’Italia (1767) de Carlo Antonio Pilati o Scienza della legislazione (1780-85) de Gaetano Filangeri. La gran novedad literaria de esta segunda mitad de siglo XVIII, aparte de la comedia goldoniana, radica, sin lugar a dudas, en la importancia del 22 tratado, que, dada su modernidad, ya puede denominarse ensayo. El género adquiere, a partir de este momento, las características estructurales, retóricas y lingüísticas de la moderna prosa periodística y argumentativa. Aunque todavía este género se define como tratado, ya es posible, sin embargo, hablar de ensayos, puesto que se han ido abandonando las características fundamentales de los tratados renacentistas: la supresión del diálogo o la voluntad de deleite literario de textos como El Cortesano. Ahora, a la luz del racionalismo cartesiano, muchos de los tratados dieciochescos y de los textos periodísticos, que nacen en esta época, se caracterizan por una argumentación lógico-demostrativa en sentido estricto. Se trata de una argumentación basada en el empirismo del análisis de unos datos, obtenidos de una realidad concreta, y, por lo tanto, el hilo conductor del texto se va desarrollando a partir de las tres tareas claves de la demostración: tesis, antítesis y síntesis. Hay que tener presente por otra parte que los ensayos de la Ilustración no se dirigen a un público cortesano, sino que son obras de especialización jurídica, política, económica o científica; están, por tanto, dirigidos a especialistas del mismo grupo. Son textos referenciales que pretenden asimismo incidir directamente sobre la transformación de la realidad. En cierta manera y en bastantes casos, los tratados italianos de este momento pueden ser considerados estudios ensayísticos, nacidos a la luz del colaboracionismo de los intelectuales, lombardos y napolitanos en su mayoría, con el despotismo o con el absolutismo ilustrado. La Ilustración comportaba una valoración nueva del quehacer literario y de la función social del escritor, ahora claramente marcados por la utilidad y el bien social. Se puede decir que el intelectual, el literato y el artista de la época ilustrada representan, en cierta forma, la luz rectora y vigilante con respecto a la mentalidad pasada y a las instituciones del Antiguo Régimen. Desde esta perspectiva de compromiso con la realidad de su tiempo, la literatura y sus distintos géneros cobran la función de proponer y presentar un nuevo modelo 23 humano, cuya característica moral más destacada radica en la búsqueda del bien común y de la felicidad colectiva. Esta voluntad de renovación regeneradora de la sociedad de su época llega también a la poesía ilustrada italiana, que en Il Giorno (1763) de Giuseppe Parini encuentra su máxima y más lograda expresión, ya dentro de los márgenes del neoclasicismo de la segunda mitad del siglo XVIII. El neoclasicismo pariniano, privado de los elementos sensuales y decorativos del movimiento arcádico, va progresivamente haciéndose deudor de la tradición poética de la mejor escuela italiana. Es decir, la Ilustración en Italia no logra reformar la tradición estilística de los géneros literarios "sublimes", como la poesía, ni crear un lenguaje nuevo más directo y extensible a un número mayor de público. El único escritor italiano que, en la segunda mitad del XVIII rehace, desde su misma base, la lengua de la comedia, introduciendo módulos lingüísticos del italiano “hablado” es Goldoni, quien, sin embargo, aun representando los intereses del mundo burgués, no participa abiertamente del ideario ilustrado. El neoclasicismo ilustrado, por tanto, continúa con la gran línea de la poesía italiana y devuelve a los textos un espesor ético que había desaparecido en la Arcadia. La "serenidad olímpica”, la compostura o el equilibrio no son solo valores formales, sino la representación de un paradigma cognitivo. No se olvide que el clasicista Johann Joachim Winckelmann (17171768) publica en 1766 su obra, directamente redactada en italiano, Dell'arte del disegno dei greci e della bellezza, texto fundamental del neoclasicismo de la segunda mitad del siglo XVIII. Esta obra asienta las bases del paradigma estético y moral de los escritores italianos de este momento. Asimismo a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, se va difundiendo en Italia la poesía de tono lúgubre sepulcral, tétricamente sentimental, poesía meditativa y nocturna, procedente, sobre todo de 24 Inglaterra. A partir de la década de los sesenta, se intensifican las traducciones de los poetas ingleses. Baste citar aquí a Giuseppe Bottoni, quien traduce algunos poemas de Las Noches del inglés Edward Young (1683-1765) y sobre todo al intelectual paduano Melchiorre Cesarotti (1730-1808), traductor de la Elegía sobre un cementerio campestre de Tomas Gray (1716-1771) y de Los cantos de Ossian de James Macpherson (1736-1796). Con estos textos, se renueva el lenguaje poético italiano; su huella se muestra de gran importancia en la poesía sepulcral de Foscolo. Se inicia así lo que la crítica ha denominado prerromanticismo, cuyo exponente literario y humano de mayor relieve, en el panorama italiano de las últimas décadas del siglo XVIII, es Vittorio Alfieri. Este escritor conjuga el culto y la admiración renovada por el mundo clásico con el titanismo trágico del héroe romántico, una actitud existencial y una posición filosófica de gran modernidad, unida a los módulos expresivos de la mejor tradición áulica de la poesía culta italiana. Es significativa también de este periodo la ausencia de narrativa literaria de ficción. En contraposición a otros países europeos, como Francia y principalmente Inglaterra, en los que se asiste al nacimiento y propagación de la novela contemporánea, en Italia, como en España, durante el siglo XVIII, estamos ante un enorme vacío con respecto a la producción narrativa. Las razones de dicho vacío hay que buscarlas en la ausencia de amplias capas burguesas, protagonistas del nuevo cambio socioeconómico, principales lectores de este nuevo tipo de obras. Al ser la novela el género literario burgués por excelencia, es también la expresión ideológica más cercana a la visión del mundo y al sistema de valores de la burguesía. Por tanto, a través de las novelas del XVIII, se van propagando, en los tiempos de ocio, los pilares ideológicos del nuevo orden. En los países más meridionales de Europa, hay que esperar al siglo XIX para que la novela se desarrolle en toda su plenitud. En el "Ottocento" italiano, este género narrativo (la novela) nace de la mano de Alessandro 25 Manzoni. La novela histórica del siglo XIX italiano y en especial Los Novios de Manzoni no sólo sirve para insuflar ánimo al nacionalismo italiano (sobre todo expresión política de las necesidades económicas de la burguesía septentrional), sino que además se configura en uno de los vehículos de difusión lingüística más importante del italiano de base florentino-toscana. 3.4. Planteamientos estéticos, poéticos y críticos en la Italia de la Ilustración. Si en la primera mitad de siglo los planteamientos estéticos y poéticos estaban dominados por el racionalismo cartesiano, en esta segunda mitad, sin embargo, se difunde mayormente la estética del sensualismo, ligada a la corriente filosófica inglesa del denominado empirismo inglés, cuyos máximos representantes en el siglo XVII habían sido Francis Bacon (1561-1626) y John Locke (1632-1704). Ambos pensadores ingleses creían imprescindible poner en estrecha relación razón y experiencia para poder comprender la actividad cognoscitiva de los seres humanos. Locke, a su vez, consideraba que de todos los materiales, a través de los que la razón obtiene el conocimiento, partiendo siempre del campo originario de la experiencia, las sensaciones son la base 26 primera para la organización de cualquier clase de reflexión y de conocimiento posterior. El importante peso que el mundo de las sensaciones, e indirectamente el de la corporeidad, tiene para el empirismo inglés, alteró por completo el poderío absoluto de los presupuestos racionalistas del cartesianismo más afrancesado. El epistemológicos empirismo del proceso modernizó cognitivo no sólo humano, los sino planteamientos que además, contrabalanceando los planteamientos estéticos y literarios de la Ilustración con respecto al reconocimiento de la importancia que las emociones, las sensaciones y las pasiones tienen en el proceso creativo, ponía las bases de la concepción romántica de la literatura, adelantándose así a las modernas teorías de la inteligencia emocional y de la organización del conocimiento psicológico interno; planteamientos que, al situarse en clara oposición a las teorías aristotélicas del reflejo, devuelven al campo de la experiencia sensorial su enorme potencial cognitivo. De todo lo dicho hasta aquí es fácilmente deducible que, según las posiciones empiristas, la principal función de la literatura radica en su capacidad de producir deleite y placer sensible en el lector. En este campo filosófico, para la cultura italiana fue particularmente fructuosa la mediación del abad francés Etienne Bonnot de Condillac (17141780), cuya labor de enriquecimiento de los presupuestos lockianos le llevó a reconocer en la mera sensación toda la actividad cognoscitiva y anímica del ser humano. Las dos obras más importantes de Condillac son: Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos (1746) y Tratado de las sensaciones (1754). En Italia, el experimentalismo o sensismo (como se dice en italiano) se introduce principalmente al calor de los debates de la Ilustración y más concretamente de la mano de personalidades ilustradas de tanto renombre como los hermanos Verri, Beccaria y el mismo Parini. 27 De esta manera, en ámbito italiano, las posiciones críticas del sensismo se conjugan con el compromiso ético y social que, para los intelectuales ilustrados, debe mantener la actividad literaria. Debe tenerse presente por otra parte que los presupuestos poéticos del empirismo, desde el reconocimiento de la importancia del deleite placentero de la literatura, jugó un papal de beneficiosa modernización en la concepción y en las formas de la literatura italiana. La tendencia al reconocimiento de una psicología más tendente a la concreción, ayudó también a superar la abstracción típica de los esquemas y de las concepciones poéticas de la escuela italiana, al mismo tiempo que ampliaba el abanico temático susceptible de ser tratado en la poesía italiana. La literatura queda así engarzada en el ámbito de la realidad experimental, dado que el concepto de belleza obedece ahora a la sensación de placer recibido tras la recepción de la obra de arte y esta se mueve en un terreno de concreción y de realidad humana. Se puede decir que esta exigencia de concreción del empirismo se une a los planteamientos de utilidad social ya teorizados por la Ilustración. De nuevo vuelven a traerse a colación los componentes fundamentales de todas las poéticas: deleite y utilidad. Ahora, sin embargo, están vistos a la luz de una profunda renovación epistemológica y no reproducen de forma fidedigna los planteamientos del clasicismo en sentido estricto Las formulaciones teóricas más interesantes del empirismo están ligadas a los tratados de dos de los intelectuales ilustrados de mayor peso específico en el panorama cultural italiano de la época: Cesare Beccaria, con su Ricerche intorno alla natura dello stile de 1770 y Pietro Verri, con su Discorsi sull'indole del piacere e del dolore de 1773. Para Beccaria, el placer de las cosas sensibles se percibe solo a través de las sensaciones y, en consecuencia, la belleza del estilo depende de cómo se expresen, mediante las palabras, las cosas sensibles (productoras de las sensaciones primordiales), y del grado mayor o menor de excitación anímica que éstas produzcan. En 28 consecuencia, el estilo radica, para el autor, en las sensaciones accesorias que se añaden a las principales. La forma y el estilo no son sino vehículos y medios para producir sensaciones primordiales en el receptor. Es decir, la componente retórica de las tesis de Beccaria se inclina ante las nuevas necesidades de obtención del deleite y del placer. Más abstractos son, sin embargo, los Discorsi de Pietro Verri, cuya principal preocupación se centra en la especificidad del placer estético sobre el resto de los placeres, materiales y concretos, de la vida práctica. Según Verri, todo placer está precedido de dolor y su nacimiento o producción se debe al cese o disminución del primero, razón por la que el placer es el principal motor de la vida de los seres humanos. Lo mismo cabe decir del placer estético, la única diferencia estriba en que el dolor, cuya disminución provoca el placer, en este caso, no es de naturaleza particular o concreta, sino innombrable. Se trata ahora de dolores suaves, inconcretos, como el tedio, la melancolía, la ansiedad; dolores que, sin embargo, hacen insoportable la vida. Para alejarnos y huir de estos dolores inconcretos, nace el arte. Mejor dicho, para Verri, el verdadero arte consiste en dar al receptor, en pequeñas dosis, sensaciones de dolor para eliminarlas rápidamente después. De esta manera se obtiene la animación del receptor y se logra también captar su interés, teniéndolo distraído y haciéndole olvidar su personal dolor innombrable. Los seres humanos, en opinión de Verri, según su sensibilidad y su diferente constitución física y psíquica, se sitúan de forma distinta ante la obra de arte. Hecho que contribuye a determinar una mayor o menor participación emocional en el proceso de recepción. Por consiguiente, del grado de participación del lector en la recepción artística nace su mayor o menor obtención del placer. En general, cuanto más sensible y delicada es una persona, más propensa es también a sentir dolor. En consecuencia, obtiene también mayor placer de las obras artísticas; las que producen, en palabras de Verri, los placeres más delicados de la vida. La obra literaria crea así belleza, proceso sensorial que vive en el gusto del receptor. La belleza es, por tanto, 29 una de las principales vías de la obtención del placer. Las posiciones de Verri, de gran modernidad, preludian ya posiciones románticas y están también en la base de la teoría del placer del mismo Giacomo Leopardi. La reflexión estética ilustrada y sensualista del siglo XVIII italiano nos lleva a una cada vez mayor apreciación del poder de la fantasía y de la imaginación en los procesos artísticos. En este sentido, se puede decir, que los principios de conveniencia, orden, mesura, respeto por la normativa preceptiva de la poética racionalista, tomada del clasicismo, y ahora rescatada por el neoclasicismo ilustrado, van abriéndose camino hacia el reconocimiento de la importancia de la subjetividad y de la sensibilidad emocional en el campo de creación, de la recepción y de la degustación de cualquier proceso creativo de orden artístico. Son planteamientos que, como se acaba de decir, preludian ya el Romanticismo. A esta renovación teórica, causada por la difusión en Italia de los planteamientos sensualistas o empiristas, contribuyeron, curiosamente, personalidades como los hermanos Carlo y Gaspare Gozzi (1713- 1786), figuras de la segunda mitad del "Settecento" que no se caracterizan precisamente por sus posiciones ilustradas. Sobre todo este último, hombre desencantado y resignado a las condiciones sociopolíticas de la Venecia de su época, pero no conservador en sentido estricto como su hermano Carlo, dio a conocer las nuevas posiciones estéticas y filosóficas del sensismo, en artículos publicados en la Gazzeta Veneta o el Osservatore veneto, dos de las publicaciones periódicas que, siguiendo el modelo del periódico inglés The Spectator, gozaban del mayor prestigio en el panorama veneciano de la segunda mitad del siglo XVIII (zona de Italia en la que apareció por primera vez un periódico literario: Giornale dei letterati d’Italia en 1710. Asimismo por estas fechas aparece la publicación sucesiva de las obras del "jesuita ilustrado" Saverio Bettinelli (1718-1808) Lettere virgiliane de 1757-58 y Lettere inglesi de 1767, en las que se reconocía la importancia sincera de las pasiones en la fantasía artística. Es decir, se puede afirmar que 30 para Bettinelli, como para otros críticos del empirismo italiano, ya se ha establecido la unión inseparable entre sentimiento, pasión y creatividad. En una obra posterior, titulada Dell’ entusiasmo delle belli arti, de 1769, el autor identifica la fantasía con el entusiasmo, elevación y prontitud del ánimo para ver y captar realidades nuevas y extraordinarias; realidades que provocan pasión en quien las ve y en quien las conoce. Tal vez de una forma aún confusa, Bettinelli esté hablando ya de la ruptura de los automatismos perceptivos provocados por el arte y de la apertura de nuevas realidades, a través de la potencia creativa, provocadas por los procesos artísticos. Bettinelli, en la mayoría de sus obras se caracteriza por una prosa polémica y comprometida con las afirmaciones también radicales que en estas formula. Así por ejemplo en sus Lettere llega a arremeter directa y abiertamente contra toda la tradición literaria italiana, desde Dante a Marino; incluso llega a firmar que en la Italia de sus días ni existe literatura ni gusto, al no existir una cultura nacional italiana. Se da más bien una anárquica pluralidad de gustos y estilos en razón de cada provincia y del poder de los pedantes. Ahora bien, quien realmente contribuye a la renovación crítica de la Italia de la segunda mitad del siglo, es Giuseppe Baretti (1719-1789), fundador de la revista la Frusta letteraria, en 1763, posteriormente cerrada por el gobierno de Venecia y continuada en Ancona hasta 1765. De Baretti merecen especial mención sus artículos en la Frusta, algunas Prefazioni, y fundamentalmente su Discours sur Shakespeare et sur Mr. de Voltaire (1777), texto de dimensión europea, en el que el autor rescata la figura literaria y la potencia poética de Shakespeare, literato condenado injustamente por el propio Voltaire. Baretti, conocedor profundo de la cultura y de la literatura inglesa, en esta época ya caracterizada por la irrupción de postulados prerrománticos, se colocaba de esta manera en unas posiciones críticas defensoras de la potencia creativa del sentimiento y de las pasiones. El crítico italiano, con su acalorada 31 defensa del escritor inglés, de nuevo en este caso, se adelanta también al Romanticismo, movimiento literario que vio en la figura y en el genio de Shakespeare uno de los grandes maestros de la literatura de todos los tiempos. La prosa de Baretti, caracterizada también por un tono polémico y apasionado, constituye, sin lugar a dudas, uno de los ejemplos más fehacientes de periodismo militante. El critico, desde sus artículos, ataca con vehemencia, en nombre de la utilidad, del buen gusto y de la modernidad, la erudición pedante y hueca de la Arcadia. El crítico ve en el movimiento literario más representativo de la primera mitad del "Settecento" italiano un ejercicio continuo de esterilidad viciada y superficial, un continuo atentado contra la moral social. Ligado a Baretti, está Melchiorre Cesarotti (1730- 1808), también ferviente conocedor y admirador de la cultura y la literatura inglesa, traductor y difusor en Italia de su poesía prerromántica. Cesarotti, aparte de ocupar una posición de relieve, contraria al academicismo, en la denominada questione della lingua, como crítico, juega también un papel importante en los debates literarios del momento. Cesarotti escribe dos obras fundamentales: Ragionamento sopra l’origine e i progressi dell'arte poetica de1762 y Saggio sulla filosofia del gusto de 1785. Como es fácilmente deducible, el crítico paduano es un real y verdadero renovador del movimiento ilustrado italiano. Cesarotti representa, por tanto, en el panorama intelectual de la Italia de la segunda mitad del XVIII, el punto álgido de renovación intelectual al que podía llegar la Ilustración en este país, dado que el ensayista asume la novedad, venida de fuera de las fronteras italianas, integrándola en su tradición cultural sin crear traumas o fisuras de ningún tipo. En este sentido, podemos decir que también para este autor la actividad artística y literaria, desde claras posiciones empiristas, está ligada a los procesos fantásticos, sentimentales, pasionales e imaginativos. Cesarotti defiende, en consecuencia, una expresión artística y literaria libre, nacida del genio emocional del creador y no sujeta ni prisionera de las preceptivas y 32 normativas poéticas y academicistas. Con Cesarotti, quizás más que con ningún otro crítico italiano de este periodo, nos encontramos con una superación de los postulados estéticos y literarios más puramente racionalistas y clasicistas. En el siglo XVIII y preferentemente en su segunda mitad, al calor de la erudición enciclopedista y, más concretamente, historiográfica, nacen las primeras historias de la literatura italiana. Entre los autores más conocidos destacan el fundador de la Accademia dell' Arcadia, Giovan Mario Cresimbeni (1663-1728), quien en 1712 publicó Istoria della volgar poesia, obra en la que se da cuenta de un gran número de poetas menores y prácticamente desconocidos, Giacinto Gimma (1668-1735), autor de una Idea della storia dell'Italia letterata, de 1723, Saverio Quadrio (1695-1756), responsable de una monumental Della storia e della ragione d’ogni poesia, publicada entre 1739 y 1752. Pero sobre todo destaca, ya en ámbito plenamente ilustrado, Girolamo Tiraboschi (1731-1794) con su Storia della letteratura italiana, escrita entre 1772 y 1782, en la que su autor sigue el recorrido literario de la península italiana desde los etruscos hasta finales del siglo XVII. La Storia de Tiraboschi, todavía hoy fundamental por la cantidad de datos en ella contenidos, es también importante desde una perspectiva crítica y estructural, porque marca una frontera con respecto a las anteriores recopilaciones y catálogos de la mayor parte de las que hasta el momento pretendían ser "historias de la literatura italiana" 33 4. DEL TRATADO A LA PROSA DEL PERIODISMO. 4.1. Los tratados más representativos del siglo XVIII italiano. El tratado es, en este siglo, el género literario más abundante, dadas las aportaciones, debates y polémicas filosóficas y sociopolíticas constantemente presentes a lo largo de esta época, y sobre todo, dado el protagonismo de este en la formación de la vida pública y cultural de la sociedad dieciochesca. Por otra parte, en razón de las necesidades de transformación de realidad, impuestas por la Ilustración, y también en razón de la fuerza ideológica de determinadas tomas de posturas, el tratado deja de ser un medio y vehículo argumentativo para el debate y la clarificación de ideas y pasar a ser el principal campo de las batallas de las mismas. Nace de esta manera, con la Ilustración, una prosa militante, en la mayoría de los casos estrechamente ligada al periodismo, cuyos orígenes contemporáneos se dan también en estos momentos. Por este motivo, como ya se ha dicho anteriormente, el tratado pasa a denominarse ensayo. Los temas sobre los que versa el tratado del XVIII son de diversa naturaleza: religión, libertad de pensamiento religioso, reflexión política y legislativa, mejora de economía y libre comercio, educación de los ciudadanos y progreso de los pueblos. La variedad de temas puede agruparse, sin embargo, en dos grandes sectores: - Los tratados que versan sobre problemática religiosa y sobre las relaciones institucionales con la Iglesia. - Los tratados, más claramente ilustrados, cuya variedad temática engloba todas aquellas materias de carácter cultural, social, legislativo, político y 34 económico que entran de lleno dentro de uno de los lemas principales de la Ilustración: "la felicidad y el bien común de todos los seres humanos". En este sentido, la necesidad de revisar la tradición y de confutar lo nuevo con lo viejo ya está presente en Ludovico Antonio Muratori (1672-1750), quien, en la primera mitad del siglo XVIII, a la luz de las primeras reacciones y debates surgidos en Inglaterra y Francia contra la intolerancia absolutista del siglo XVII, compone sus tratados sobre la Carità cristiana (1723), la Filosofía morale (1735) y la Pubblica felicità (1749). En estas obras, el autor pone de manifiesto la injusticia de la sociedad contemporánea, entre las que principalmente destaca los privilegios de la aristocracia, la distancia abismal existente entre las distintas clases sociales, el mercantilismo y la parcialidad de la justicia, el horror del régimen penitenciario, la iniquidad de la tortura. Desde este planteamiento claramente jurisdiccionalista, Muratori, a pesar de su condición de religioso, se decanta abiertamente por la defensa de los derechos del Estado, frente a los de la Iglesia. Sin embargo, el autor no puede ser considerado un ilustrado, no sólo por su condición de sacerdote (condición presente también en muchos de los intelectuales del primer y del segundo "Settecento" italiano), sino por su toma de posiciones radicalmente opuestas a cualquier defensa de la libertad y de la tolerancia religiosa. En esta línea, es significativo su enfrentamiento beligerante contra todo aquel individuo o grupo étnico o religioso, que no participara de los principios de la ortodoxia católica. Los tratados de Muratori deben situarse en línea de pensamiento italiano de la primera mitad del siglo; en esta línea lo nuevo se abre camino entre lo viejo. Ya dentro de un ámbito más puramente ilustrado, cabe decir que los tratados de tema religioso no alcanzan el anticlericalismo de los de la Ilustración francesa. Se trata de textos argumentativos, en general muy moderados, fruto de reflexiones de orden filosófico y jurídico; discusiones llevadas a cabo, en parte, por religiosos (Muratori y Genovesi), participantes de 35 la mayoría de los presupuestos de la fe católica y de la visión religiosa del papado. En consecuencia, sus autores, retomando el debate presente en todos los grandes intelectuales italianos, se plantean únicamente la independencia del sistema jurídico estatal con respecto al eclesiástico, concediendo todavía, en muchos casos, una gran preponderancia y protagonismo a la Iglesia. Su actitud reformista se cifra en un estricto análisis jurídico laico, el cual se abre camino frente al curialismo, preponderante de forma absolutista a lo largo del siglo anterior. El denominado jurisdiccionalismo triunfa, en áreas de la Italia más abiertamente ilustrada: en Milán con María Teresa y José II de la Casa de Habsburgo y también en Nápoles. En esta línea, hay que mencionar la obra de Pietro Giannone (16761748), quien, aunque cronológicamente está más cerca de la época de la Arcadia, debido a sus planteamientos éticos, políticos e intelectuales, puede ser relacionado con pensadores del denominado movimiento ilustrado napolitano, sobre quienes ejerció una enorme influencia. La obra principal de Giannone es Istoria civile del regno di Napoli (1723). En este texto, el autor pasa revista a la historia napolitana con el fin de denunciar el abuso de poder y la prevaricación eclesiástica sobre el derecho estatal. Giannone, continuando de esta manera la línea abierta en el XVII por Sarpi, reivindica la autonomía, e incluso dominio, del poder civil sobre el religioso. La obra de Giannone, de miras y difusión internacionales, puede, en cierta manera, compararse con El Siglo de Luis XIV de Voltaire. En años sucesivos, tras la experiencia de la excomunión, la persecución, el exilio y la cárcel, Giannone escribe en 1731 su segunda gran obra: Triregno (Trirreino), publicada por primera vez solo parcialmente en 1895 y en su totalidad en 1940. Giannone, tras dar cuenta de manera sucinta de la historia de toda la humanidad, vista a través de un prisma religioso, concibe tres etapas o reinos. El primero es el terrenal, típico de la religión judía, centrada únicamente en la obtención de una tierra en la que asentarse, el segundo el celestial, el de la esperanza cristiana, opuesto radicalmente al 36 primero, y el tercero es el reino papal, lugar en el que los pontífices de la Curia romana han olvidado completamente el celestial, hasta llegar a invertir los postulados básicos del cristianismo. Por otra parte, incluso dentro de un espacio claramente ilustrado, Carlo Antonio Pilati (1733-1802) en su obra Riforma d'Italia, de 1767 sigue reclamando una verdadera reforma religiosa. Pero, se debe recordar que la Ilustración italiana, no concibe una ausencia total de confesionalidad religiosa por parte de sus intelectuales, quienes proyectan una regeneración de la vida política de Italia desde posiciones espirituales. Es decir, la profesión de fe religiosa, en cierta manera, incluso para los intelectuales ilustrados, sigue constituyendo una preocupación pública y política; en consecuencia, continúa siendo un asunto de Estado. Ya dentro del segundo de los apartados temáticos, la preocupación ilustrada por la educación de los ciudadanos y por la mejora del sistema educativo italiano es una constante de la Ilustración napolitana. En el caso de Antonio Genovesi (1713-1769), sacerdote, profesor de ética, metafísica y economía en Nápoles, su proyecto educativo está estrechamente ligado a su obra Discorso sopra il vero fine delle lettere e delle scienze (1751). Obra, donde el escritor da a la luz uno de los manifiestos más importantes del vigoroso y renovado pensamiento de la Ilustración napolitana. El principal objetivo del Discorso radica en mejorar, mediante la educación y la cultura, las condiciones de vida de los ciudadanos, atajando y poniendo freno a la barbarie del absolutismo aristocrático. Genovesi prevé mejorar, por tanto, las condiciones de vida de los agricultores, de los pastores, de los artesanos… etc., cuyos principales antagonistas son los nobles sin ocupación ni perspectiva de progreso. Por otra parte, en sus Lezioni di commercio (1765-1767), nos encontramos con una importante preocupación por la enseñanza, ya que para Genovesi el comercio y cualquier otro tipo de actividad productiva están 37 estrechamente ligadas con la instrucción, concebida en este caso como una posibilidad de mejora de las clases subalternas. Estas podrán aumentar sus salarios siempre que su nivel instructivo sea mayor y, al mismo tiempo, favorezca el desarrollo general de la mayoría. Genovesi empieza a concebir, en el ámbito rural del mediodía italiano, la creación de capas medias, para las que cree imprescindible una formación escolar práctica y realista, encaminada al desarrollo y mejora de su actividad profesional y comercial. Para llevar a delante su proyecto, el autor idea la creación de colegios y escuelas gratuitas que permitan una formación básica para los artesanos y agricultores, donde la religión y la moral ocupen un papel preponderante. Se puede afirmar que Antonio Genovesi concibe un desarrollo social, cultural y económico del denominado tercer estado, al que se le asignan papeles concretos dentro del marco social, manteniendo, según él, una delimitación espacial concreta y determinada. La misma preocupación educativa de Genovesi se encuentra en otro de los más interesantes intelectuales de la Ilustración napolitana, Gaetano Filangeri (1752-1788). El proyecto de Filangeri forma parte también de un plan general de reforma ilustrada y regeneración democrática de la sociedad de su época. En esta línea, en el cuarto número de su gran obra La scienza della legislazione, publicada a partir de 1780 en varios volúmenes, se asiste a una profunda reflexión acerca de la necesidad de la escuela pública; necesidad urgente por otra parte tras la expulsión de los jesuitas de Nápoles, dado el poder que dicha orden religiosa había tenido en el sistema educativo y en el ámbito escolar italiano en épocas precedentes. Filangeri defiende, por tanto, de acuerdo con sus posiciones ilustradas, la necesidad de un sistema educativo público en razón de la defensa de los intereses estatales. Sólo el Estado debe programar un plan de educación a tenor de la defensa de sus derechos constitucionales. Aunque para Filangeri, como para todos los ilustrados, es clara la diferencia entre burguesía y clases 38 subalternas, el ilustrado napolitano llega a proponer la creación de un sistema de becas con la finalidad de favorecer la formación cultural de los hijos más aventajados de los sectores populares, quienes servirán mejor a la “Patria" con su inteligencia que con sus brazos. Se reconocía de esta manera la movilidad social, concebida como estímulo productivo. Otro de los grandes temas de preocupación y de reflexión ilustrada es, sin duda alguna, el problema de la libertad; libertad de pensamiento, de opinión y también libertad económica y comercial. Concepción de libre mercado y libre comercio que, en razón de la imitación de las leyes de la naturaleza, respalda y alienta el mantenimiento de las desigualdades sociales, al quedar desamparadas e indefensas las clases populares sin la intervención del Estado en asuntos de orden comercial y económico. Esta postura es propugnada y definida también por Pietro Verri (1728-1797) en su obra Meditazioni sull'economia politica de 1771. En estos años, son abundantes las reflexiones en materia comercial y económica, y el mismo Pietro Verri, a través del periódico Il Caffè, por él dirigido, impulsa los debates en materia económica y difunde su obra de 1771 así como la de 1797: Riflessioni sulle leggi vincolanti principalmente nel commercio dei grani. . La otra gran preocupación ilustrada para lograr la felicidad y el bien común es la administración de la justicia, campo en el que tal vez la Ilustración italiana haya dado sus mayores logros con la obra de Cesare Beccaria (17381794) Dei delitti e delle pene de 1764. El tratado, de amplía repercusión internacional; fue conocido y admirado por Thomas Jefferson, líder de la revolución norteamericana y segundo Presidente de este Estado, también se tradujo a distintas lenguas de cultura y fue admirado incluso por Catalina de Rusia. La obra de Beccaria nace en el ámbito cultural lombardo de Il Caffè, se trata de un libro de una gran modernidad y valor democrático, prohibido por la Inquisición en 1766. En ella se examinan en detalle los graves defectos del 39 sistema jurídico europeo de la época y se asientan las bases de un sistema judicial más democrático y más atento al real y verdadero ejercicio de la justicia, realmente defensor de los derechos humanos. La argumentación de Beccaria se centra en los siguientes puntos programáticos: - Denuncia del oscurantismo de unas leyes basadas, no en el respeto a la justicia, sino en sutilezas legislativas y sofísticas, claramente arbitrarias y favorecedoras de los poderosos. - Defensa del carácter público de los juicios y de la abolición de las denuncias anónimas. Necesidad de diferenciar entre acusación y condena, necesidad de mantener lo que hoy se denomina presunción de inocencia, hasta una vez dictada la sentencia. - Ataque directo contra las prácticas de tortura, no sólo por su carácter inhumano, sino por que es un vehículo engañoso, a través del que en muchos casos se obtiene una falsa "verdad" y se condena a un inocente. - Oposición a la pena de muerte por ser una pena insensata, dado que no logra la redención del delito por parte del reo, y además porque viola el "contrato social", el mutuo pacto de entendimiento y de defensa que los hombres han establecido entre sí. -Necesidad de cumplir la pena rápidamente, tras conocerse la condena, con el fin de aligerar a los condenados de la angustia de la espera y sobre todo para poner bien claramente de manifiesto la relación existente entre delito, condena y culpa. - Necesidad de insistir en el carácter laico de la pena, que nunca debe ser concebida como un castigo divino al pecado cometido, sino como un delito contra la vida social y el bien común de una comunidad de ciudadanos. 40 Becaria concluye con la necesidad de prevención del delito y no con la represión y castigo del mismo. Lógicamente para poder llegar al punto clave de un sistema legal preventivo, es necesario desarrollar un sistema educativo que, aunado a las reformas socioeconómicas defendidas por la Ilustración, propicie el triunfo de las luces y de la libertad. 4.2. La prosa periodística en Italia: Breve panorámica. Como ya se vio en el apartado (3.3.), el tratado dieciochesco sufre variaciones estructurales y estilísticas interesantes con respecto al tratado renacentista. Muchos de los cambios intratextuales del tratado del XVIII y, sobre todo del tratado en la época de la Ilustración, obedecen a la necesidad de ampliar el proceso receptivo y extenderlo a un número mayor de lectores. En consecuencia, no sólo hay que defender unas tesis argumentativas de la manera más persuasiva y convincente posible, sino que además la lengua y el nivel estilístico de los textos han de ser más ágil y comprensible para amplias capas de población. Se trata, pues, de una prosa ágil y sencilla que ha abandonado definitivamente la complejidad literaria de la prosa de los tratados precedentes. Nace de esta manera el periodismo. En este apartado, interesa destacar las revistas y publicaciones periódicas de carácter literario que tuvieron una evidente incidencia en el gusto estético de la época y en la propagación de los diferentes movimientos literarios imperantes en el XVIII italiano. A imitación de la revista francesa Journal des Savants, primer ejemplo de periodismo literario, publicada en Paris en enero de 1665, había surgido en Roma, en 1668, gracias a la labor del abad Francesco Nazzari, Giornale de'letterati. A partir de este momento, el número de revistas literarias es creciente en le panorama cultural italiano, y ya en pleno siglo XVIII merece la pena destacar Giornale de'letterati d'ltalia, cuya primera publicación tuvo lugar en Venecia en 1710 y estaba dirigida por Apostolo Zeno; 41 la publicación de carácter anual tuvo vida hasta el año 1731. Se trataba de una publicación destinada a informar sobre las novedades editoriales, de la que no se excluían noticias y comentarios de otra índole y de interés general. A su vez la Gazzetta veneta, publicada también en Venecia entre 1760 y 1761 por Gasparo Gozzi (1713-1786) y más tarde dirigida por el abad Pietro Chiari reunía cualquier tipo de noticias, incluida la compraventa. Las noticias eran comentadas y engalanadas por la prosa pintoresca de Gozzi, quien, a su vez, hacía una crónica costumbrista e irónica de la Venecia de sus días; no exenta de tono moralista y didascálico, se dejaba traslucir su posición ideológica claramente conservadora. El mismo Gasporo Gozzi publica también en Venecia, a imitación de The Spectator inglés el Osservatore veneto, publicado en los años 1761-62 y los Osservatori veneti del año 1762. En estos casos Gozzi, liberado de las exigencias concretas de la gaceta, da rienda suelta a su fantasía creadora, eleva al mismo tiempo el tono de la revista y continúa con su tono moralizante, ajeno a cualquier compromiso con lo real. Se trata de una labor ideológica, dirigida, en esta ocasión, a las tareas educativas más excelsas; tarea en la que el escritor se configura como uno de los prosistas más elegantes y originales de la segunda mitad del siglo XVIII italiano. Mayor vitalidad cultural poseía la Frusta letteraria, periódico quincenal, dirigido y publicado por Giuseppe Baretti (1719-1789), primero en Venecia y posteriormente en Ancona, desde octubre de 1763 a julio de 1765. Baretti en los distintos números de la Frusta, enmascarado a través de la figura de Aristarco Scannabue, lograba crear polémica sobre distintos asuntos, enmarcados en una concepción literaria ética y comprometida con la realidad de su tiempo. En consecuencia, a través de la polémica literaria, Baretti, propone un modelo de vida y de sociedad que se construye mediante la literatura. Si bien es cierto que estamos ante uno de los primeros casos de crítica literaria militante, apasionada y comprometida, en la polémicas de la 42 Frusta falta, sin embargo, un rigor de análisis crítico y racional, en abierta oposición con posturas ilustradas. Por último queda hacer referencia a Il Caffè, como ya se ha dicho, el órgano de difusión más importante de la actividad intelectual de la Ilustración lombarda. II Caffè, dirigido por Pietro Verri fue publicado cada diez días, por primera vez en Brescia, en folios sueltos de ocho páginas cada uno, durante los años 1764 y 1765; a partir de este momento apareció encuadernado a lo largo de todo el año 1766. Il Caffè representa un periódico colectivo, nacido de las preocupaciones, debates y discusiones de un grupo de amigos, activos intelectuales ilustrados, que formaron incluso parte del gobierno reformista de María Teresa de Austria; miembros todos ellos de la Accademia dei Pugni (de los puños), fundada también por el propio Pietro Verri. Ya el título del periódico nos pone sobre aviso sobre el tipo de periodismo colectivo del que nacía su actividad editorial: la tertulia, sin lugar a dudas uno de los espacios de debate más de moda a partir de la Ilustración. En realidad, tal y como reza en la introducción al primer número, escrita por Pietro Verri, en el periódico se transcriben y se dan forma escrita a las discusiones y debates que previamente han tenido lugar en el café milanés de Demetrio, propietario del mismo, de origen griego. Demetrio era un hombre culto que daba cabida a personalidades de saber enciclopédico. En este sentido se puede decir que II Caffè estaba abierto a todo tipo de intereses culturales, literarios, jurídicos, científicos y económicos; temas ligados entre sí, gracias a la voluntad reformista y regeneradora de la Ilustración lombarda. 43 5. LA LÍRICA ITALIANA DEL SIGLO XVIII. 5.1. La poesía de la Arcadia. La lírica italiana de la primera mitad del XVIII está trazada y guiada por el programa de renovación literaria llevado a cabo por la Accademia dell'Arcadia. El punto programático dominante del programa arcádico se centra en la abolición radical del mal gusto de la poesía barroca, y, en consecuencia, la llamada renovación estilística de la lírica del primer "Settecento" italiano propone la vuelta a la sencillez y la naturalidad de la lírica renacentista, pero tamizada y filtrada a través del prisma del racionalismo arcádico, versión italiana del racionalismo cartesiano francés aplicado a la literatura. La poesía, en consecuencia, es para la Arcadia el género literario hegemónico, ya que con su renovación poética se opone radicalmente al marinismo del siglo XVII. En este sentido, las características más relevantes de la poesía barroca italiana: conceptismo, artificiosidad, metaforismo suntuoso, tendencia a la búsqueda de la maravilla y la sorpresa, (ya bastante reducidas en la práctica poética de algunos escritores de las últimas décadas del siglo XVII) desaparecen por completo con la entrada del nuevo siglo; en particular en la poesía de Carlo Maria Maggi (1630-1699), quien en cierta manera preludia el gusto arcádico. Por tanto, el quehacer literario y crítico de la Arcadia supone una inversión de tendencia con respecto al Barroco, y las características más sobresalientes de su poética pueden cifrarse en la sencillez estilística, en la armonía y gracia expresiva, en el radical rechazo al conceptismo y a la artificiosidad de los textos líricos barrocos, en el infrecuente uso de metáforas o imágenes retóricas, en la ausencia de la ambigüedad polisemia de sus composiciones líricas y en la consiguiente univocidad semántica de sus poemas; son textos sobriamente realistas, claramente anclados en la 44 referencialidad. Se trata, pues, de un clasicismo de tono menor, privado de la profundidad de los ideales clásicos y de su honda impronta ética y moral. Es un clasicismo reducido a meros parámetros expresivos, fundado, por consiguiente, en una renovada y superficial lectura de los antiguos, entre quienes hay que incluir lógicamente a los poetas de la tradición italiana, como Petrarca, uno de los modelos estilísticos del quehacer lírico de la Arcadia. Sin embargo, estamos ahora ante un Petrarca suavizado y desprovisto de su profunda carga existencial. Se puede decir, pues, que resucita el petrarquismo tan odiado y atacado en época barroca, pero no cabe duda de que el petrarquismo arcádico adopta fundamentalmente tonalidades idílicas y melodramáticas. Entre los modelos clásicos grecolatinos, se amplía el abanico de posibilidad electiva y, siguiendo la línea lírica ya abierta por Chiabrera o Testi, autores como Píndaro, Anacreonte u Ovidio están entre los referentes más prestigiosos del quehacer arcádico; de ahí la abundante línea compositiva de odas de inspiración pindárica y horaciana, así como la abundancia de canciones anacreónticas, formas delicadas, en su mayoría cantables y muy del gusto melodramático del momento. Ahora bien, se puede decir que la poesía de la época de la Arcadia no representa una línea de alta poesía. Por el contrario cabe afirmar que, en su mayoría, el quehacer poético arcádico solo tiene cabida en la historia de la literatura italiana por su refinamiento técnico-compositivo, por su perfección y su gracilidad, por su ligereza formal y por la atmósfera sentimental y amorosa que (primero mediante sonetos y posteriormente mediante cancioncitas o endecasílabos sueltos sin rima) supo reflejar el ambiente rococó, galante y exquisito de la primera mitad del siglo XVIII. Es decir, aun reconociendo la renovación literaria ejercida por los poetas arcádicos, es necesario reconocer también sus limitaciones. En líneas generales, se puede decir que estamos ante una poesía que solo en casos 45 excepcionales se eleva a rango de verdadera lírica. Por el contrario, en la inmensa mayoría de las ocasiones, se trata de obras academicistas, puramente ocasionales, juegos o "divertimentos" y soportes verbales para piezas musicadas. Hay incluso casos en los que la búsqueda constante de la gracia y la galantería hacen rayar la lírica arcádica en lo cursi y en lo amanerado, en la facilonería banal y pobre de un repertorio manido y repetitivo. La poesía de la Arcadia es, por consiguiente, en múltiples casos, una poesía de miniaturas, de pequeñeces, de bocetos en los que se estilizan amaneradamente cuadros, objetos y realidades de la vida cotidiana noble y galante. En consecuencia, nos encontramos con unos textos descriptivos que retratan las situaciones más comunes: desde el perrito de compañía de una dama, pasando por la belleza femínea convencional, hasta el sentimiento amoroso, codificado en clave pastoril y melodramática, que, privado de real hondura sentimental, se convierte en un requiebro exquisito y en un juego erótico, sensual y galante. No es casual en este sentido que personalidades de la época, fuertemente comprometidos con el clima de renovación cultural de la Academia dell'Arcadia, como Muratori, el mismo Gravina y, en general todo el movimiento ilustrado italiano, ya en la segunda mitad del siglo, tomaran distancias con respecto a la práctica poética de la inmensa mayoría de los líricos arcádicos. Los ideales reformadores y regeneracionistas de la Ilustración rechazaba lógicamente una poesía que era fiel reflejo de los hábitos de la vida galante y exquisita de la aristocracia menos emprendedora y más inmovilista, cuyo modelo inmediato procedí de la nobleza de Francia. Entre los autores italianos más importantes, hay que destacar a Giambattista Felice Zappi (1667- 1719), uno de los fundadores de la Arcadia, famoso poeta y conocida personalidad literaria de la época que gozó de mucha fama, gracias a las tertulias organizadas, en unión con su mujer, también poeta, Faustina Maratti Zappi (1680 ?-1745). El famoso soneto de Giambattista Zappi Presso è il dì, che cangiato il destin rio fue criticadísimo por Giuseppe Baretti, para quien los sonetos afeminados de Zappi y este de forma en 46 particular representaban el culmen de la superficialidad vacía y amanerada de la estética arcádica. Realmente los dos poetas más sobresalientes de la lírica italiana de la primera mitad del siglo XVIII son Paolo Rolli (1687-1765), libretista de Haendel, y, sobre todo, Pietro Metastasio (1698-1782), versión griega de Pietro Trapassi, el mejor poeta del melodrama musicado italiano del "Settecento". Aunque las obras de ambos autores no son innovadoras desde una perspectiva temática, se puede decir que ambos son los mejores representantes del clima arcádico. La innegable fascinación de su poesía radica en la melodía musical de sus composiciones, en la perfección formal, en la delicadeza expresiva de ciertos paisajes y ciertas recreaciones de atmósfera sentimental. De Rolli es famosísima su oda Solitario bosco ombroso, una de las composiciones más emblemáticas de toda la poesía arcádica. Además de sus traducciones y de sus estudios de crítica, Rolli es conocido por sus dos libros de poesía Rime (1717) y Canzonette e cantate (1727). En ambos texto, se insiste en la misma temática galante y exquisita de proveniencia burguesa que va desde la toilette de la dama (el tocador) hasta su paseo en carroza o el convite. Metastasio insiste en los tonos melodramáticos, dada su actividad poética para el melodrama musicado, hecho que le proporciona una importante fama en toda Europa. Aunque la estética y el gusto arcádicos se mantienen hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII, van quedando marginados con respecto al peso cada vez mayor del neoclasicismo. Hay que señalar también que muchos de los poetas arcádicos van variando el canon del quehacer poético precedente y van, progresivamente, cediendo a nuevos gustos, entre otros al neoclasicismo y a los tonos crepusculares de la poesía nocturna de procedencia inglesa, tan en boga en aquel momento. En esta variación de los primeros parámetros expresivos de la poesía de la Arcadia, hay que destacar a Jacopo Vittorelli (1749-1835), quien en sus 47 Anachreontiche ad Irene (1784), aunque en el declive de la Arcadia como sistema literario, deja, en opinión de la crítica, una de las expresiones más delicadas de la actividad poética arcádica, que se abre a la sensibilidad idílicoelegíaca del primer Romanticismo, tras haber pasado por la experiencia neoclásica. En este sentido, los elementos fúnebres de las composiciones de Vittorelli, privados de la componente más lúgubre de la poesía sepulcral prerromántica, contienen una ternura de sentimiento, tal vez fruto de la nueva sensibilidad y de la nueva estética reinante. 5.2. La poesía neoclásica en Italia. Problemas de periodización y de clasificación. El panorama lírico de la segunda mitad del siglo XVIII presenta una enorme complejidad, dada la superposición de estéticas, tendencias literarias y estilísticas del momento. Nos encontramos, por lo tanto, ante una mayor dificultad que en otras épocas para la clasificación y periodización de las tendencias estéticas dominantes dentro del sistema literario hegemónico; de ahí la enorme y compleja variedad de terminología crítica procedente de los distintos ámbitos de conocimiento, usada en el panorama historiográfico para clasificar la poesía "settecentesca”. Tal hecho ha venido a complicar más todavía el ya de por sí complejo y denso panorama poético de este siglo y sobre todo de su segunda mitad. En general, se puede decir que en esta segunda mitad del siglo XVIII, dentro del panorama lírico italiano, coexisten tres tendencias poéticas básicas: la arcádica, la neoclásica y la prerromántica. De las tres, la que presenta mayores problemas definitorios es la neoclásica, ya que, en cierta manera, viene a introducirse en el campo de la estética y además porque, formalmente, también es neoclásico el movimiento arcádico. 48 La noción y el término de neoclasicismo está ligado al gusto por el arte griego (denominado y considerado arcaico), surgido en ámbito europeo tras los descubrimientos arqueológicos de Herculano, iniciados en 1709 y codificados posteriormente por Johann Joachim Winckelmann en su obra Storia dell’arte dell’antichità, publicada en 1764. En esta obra, se idealiza la estética griega y se propone el modelo de armonía contenida, modelo de control emocional sobre las pasiones humanas. Winckelmann usa expresiones como "compostura y serenidad olímpicas”, “noble serenidad” y “tranquila grandeza”. Estas se convierten en el ejemplo para la definición de un arte sobrio y solemne: el arte griego, que se contrapone al latino, apartado de la solemnidad precedente. En el ámbito meramente literario, la poesía se caracteriza por la presencia de descripciones nítidas, precisas y bien delimitadas. Por consiguiente, se hace protagonista del texto poético un gusto arqueológico y una condensación y densidad literarias mitológicas procedentes del mundo clásico. Sin embargo, dicho sistema mitológico se ve privado por completo de su real carga imaginaria y antropológica. Estas caracterizaciones poéticas, coincidentes en parte con la estética de la Arcadia, presentan también concomitancias con posiciones estéticas y filosóficas del denominado Prerromanticismo y, como veremos, del Romanticismo tanto europeo como italiano. (Piénsese en Hölderlin, en Byron, en Foscolo o en Leopardi). Tal hecho dificulta aun más la exacta delimitación de la noción del neoclasicismo. En realidad, se puede decir que entre Clasicismo “settecentesco" y Romanticismo de época napoleónica existe una clara línea de continuidad; se trata de una continuidad que incluso se adelanta a las posiciones de pensamiento ya privadas del utopismo romántico, del nihilismo y del decadentismo europeo de finales del siglo XIX. Se puede decir que, en cierta manera, el neoclasicismo de la segunda mitad del siglo XVIII, ligado a todos los descubrimientos arqueológicos del arte griego, y a todos los postulados ilustrados y fundamentalmente rousseaunianos 49 de exaltación del mito del "buen salvaje", nos sitúa ante la ensoñación el primer paraíso perdido, en fases antiguas y heroicas del devenir humano. Estamos, en consecuencia, ya claramente inmersos en uno de los lemas claves de la modernidad; modernidad que se inicia indiscutiblemente ya en el siglo XVIII. En consonancia con lo dicho hasta ahora, el neoclasicismo, aparte de las constantes estéticas ya mencionadas, se caracteriza por la absoluta mitologización del texto poético; hasta el punto de que las metáforas y las alegorías usadas en las composiciones deben entenderse a la luz de los relatos de orden mitológico. En la misma línea, cabe destacar el recurso a la nominación indirecta de los distintos personajes mitológicos y no mitológicos (Eliades son las hijas del sol, Elio), siempre en alusión a los relatos mitológicas, el recurso a las nominaciones arcaizantes de sabor helenista (El río Po es designado con el nombre griego de Erídano), el uso recurrente de cultismos, latinismos y helenismos: aligeri por alati (alados, veloces), flutto equoreo en lugar del adjetivo marino, populee foglie en lugar de foglie di pioppo (hojas de chopo). ..Las alusiones a pasajes y citas de autores clásicos se condensan en los poemas y crean una compleja red de referencias intertextuales, dando lugar a un elaborado sabor cultista y clasicista en las composiciones. En cuanto a la temática, se puede decir que es amplia y variada, va desde las composiciones ocasionales para bodas o bautizos, hasta las crónicas históricas, pasando por reflexiones sobre la vida cotidiana y las preocupaciones de carácter social. En general, la mayor parte de los poetas del neoclasicismo italiano oscilan entre un clasicismo renovado, cada vez más lejano a resoluciones arcádicas y las experiencias líricas ya influidas por la experiencia sepulcral y nocturna de procedencia inglesa y centroeuropea. 50 5.2.1. Giuseppe Parini. Del Neoclasicismo al Sensismo. Giuseppe Parini (1729-1799) representa el punto central de la poesía italiana en la época de la Ilustración, debido a su intensa actividad poética, enmarcada dentro de la poesía lírica, didáctica y satírica. Hijo de un modesto comerciante de seda, Parini nació en 1729 en la pequeña localidad de Bosisio, a pocos kilómetros de Milán. En 1738, se traslada a la ciudad, a casa de una tía abuela para iniciar sus estudios de gramática, retórica y teología. En 1741, al morir su pariente, recibe una pequeña herencia a condición de tomar los hábitos. En 1759, se ordena, por tanto, sacerdote, y pasa como preceptor a servir en casa del duque Sarbelloni. A partir de 1752, año en que publica su primer libro de versos, entra a formar parte de la Accademia dei Trasformati. Empieza a ser entonces conocido en ámbitos literarios e intelectuales milaneses y participa en las polémicas de diversa índole que tienen lugar en el Milán de aquellos días. En 1763, abandona la casa de la familia Sarbelloni para hacerse cargo de la educación de Carlo Imbonati. En este mismo año, publica Il mattino (la mañana) y en 1765 Il mezzogiorno (el mediodía), partes de su gran poema didáctico-satírico Il Giorno (el día). Por estas fechas, da también a conocer algunas de sus odas de carácter civil. Por este motivo, es elegido por el gobierno ilustrado de María Teresa de Austria como titular de la cátedra de las Escuelas Palatinas en 1768. Las escuelas se trasladan a Brera en 1774, donde Parini será, en 1784, nombrado director de Enseñanza pública. Además de este cargo político, fue también miembro de la Società Patriottica, academia oficial creada por Austria en 1776. Parini, por tanto, al igual que otros ilustrados lombardos, toma parte de las reformas sociales de su época desde el ejercicio de responsabilidad de cargos públicos, pero sabiendo mantener una actitud crítica con respecto al Poder, tal y como hizo con José II, contra quien dirige su oda La tempesta, escrita probablemente en 1786. En ella 51 su autor se compadece de las víctimas de las despóticas reformas imperiales. Durante la ocupación francesa de Lombardía en 1796, Parini forma parte de la Municipalidad, y más tarde de la Società di educazione, manteniendo una posición de profunda frialdad con respecto a la radicalización jacobina y con respecto al gobierno francés; frialdad que irá en aumento, conforme va avanzando la incorporación de territorios italianos a Francia. Parini muere en 1799, el mismo año que las tropas aliadas austrorusas entran en Milán. El mismo día de su muerte compone, a petición del gobierno austriaco, el soneto Predàro i Filistei l 'arca di Dio (la captura del arca de Dios por parte de los Filisteos), en el que la elección del tema bíblico sirve para aludir a la victoria de los austriacos sobre los franceses, al igual que David vence a los filisteos. Giuseppe Parini 52 5.2.1.1. Las odas parinianas y las obras menores. El exordio poético de Giuseppe Parini tiene lugar en 1752 con su Poesie di Ripano Eupilini, ejercitación literaria, cuya principal característica estilística se centra en la oscilación entre el clasicismo arcádico y el neoclásico. En consecuencia, estamos ante la primera puesta en marcha de la asimilación y el aprendizaje de los modelos clásicos por parte del escritor. En los años sucesivos, se entrelaza la composición de sus principales odas con la publicación de la primera parte de Il Giorno, entre 1763 y 1765. Estamos ante las obras maestras del poeta lombardo. Junto a la gran producción pariniana, corre paralela otra de menor consistencia y excelencia literaria, pero no menos abundante. Entre estas obras menores, destacan las dedicadas a acontecimientos importantes de carácter público, como el soneto de 1773 que aplaude la supresión de la Compañía de Jesús, y el ya recordado Predàro i Filistei l’arca di Dio de 1799, o los dedicados a poner de manifiesto sus preocupaciones de carácter ético y social. Dentro de este filón temático, entre 1758 y 1795, años capitales para toda su producción, nos encontramos con poemas claramente ilustrados. Muchos de ellos, leídos ante los miembros de la Accademia dei Trasformati, son coetáneos a las odas más comprometidas con la Ilustración y el movimiento reformista de la Lombardía de aquellos años. Cabe destacar, en este sentido, el poema Sopra la guerra de 1758, enérgica composición pacifista y antimilitarista, clara denuncia contra los efectos devastadores de las guerras. Las guerras, justificadas en nombre de causas nobles y justas, obedecen, según Parini, únicamente a la ambición y al deseo de dominación violenta de unos pueblos sobre otros. En 1761, el escritor compone Auto da fe, donde condena la práctica de la hoguera por parte de la Inquisición. En la misma línea, son importantes I ciarlatani y la oda L'impostura, compuesta en torno a 1760. El poema critica y 53 denuncia la vana retórica y la charlatanería hueca de los falsos filósofos, quienes propagan la corrupción generalizada del mundo, la imposibilidad de cambio y de reforma moral, política y social. El compromiso de Parini, como hombre ilustrado, radica, pues, en atajar, desde la fe en la luz del conocimiento y de la cultura, la superstición, los prejuicios, la incultura etc., con la finalidad de elevar el tono ético y moral de la sociedad y de los pueblos. En estos años, entre 1758 y 1766, junto a estas obras menores, Parini compone también sus principales odas ilustradas. Se trata de textos que nacen del ambiente político y cultural de la Milán reformista del gobierno de María Teresa de Austria. Entre ellas destacan La vita rustica de 1758, texto alejado ya por completo del tono arcádico y pastoril. En este caso, el poeta retoma el topos clásico de menosprecio de corte y alabanza de aldea, y, conforme a las posiciones ilustradas favorables a la exaltación de la bondad propia de la Naturaleza, Parini ensalza la bondad y la beatitud de la vida en las inmediaciones del lago Pusiano (cercano a su pueblo natal) y de la vida campestre en general. El autor, al situarse dentro del paradigma mítico de ensoñación beatífica de lo natural, se muestra partidario también de las posiciones fisiocráticas recién estrenadas en el panorama económico del siglo Es decir, para el poeta, defensor de las tesis propuestas por la fisiocracia, la tierra y, en consecuencia, la agricultura son las única y principales fuentes de creación de riqueza. Se da, por tanto, en el texto un abierto rechazo al mercantilismo industrial y burgués recién estrenado. En consecuencia, La vita rustica ensalza el modus vivendi del buen campesino. Pero no se produce, sin embargo, en la oda una fuga de la realidad, sino que muy al contrario, la figura del buon villano, paralela a la del buen salvaje, de procedencia rousseauniana, se erige en protagonista por su evidente utilidad social. A partir de este momento, la tensión cívica y el compromiso ilustrado del escritor milanés se hacen cada vez más evidentes. Así por ejemplo en La salubrità dell'aria, compuesta alrededor de 1759, se alaba la pureza de las 54 aguas del mismo lago Pusiano; aguas, descritas mediante un léxico claramente referencial, de procedencia médico-científica. La pureza de las aguas de Eupili (nombre clásico del lago Pusiano) sirve al poeta para denunciar las condiciones de insalubridad de la ciudad de Milán y la falta de interés por parte de las autoridades milanesas para la resolución de las mismas. Parini pone de manifiestos de esta manera la peligrosidad de las aguas estancadas y de los arrozales cercanos a la ciudad de Milán, propagadores de la malaria, el estado de suciedad en el que se tiene al ganado y los establos, la escasa higiene de la vía pública, donde van a parar los vaciados de excrementos, las basuras, los animales muertos... El léxico usado por Parini en esta segunda oda, siguiendo la tendencia estilística de la primera y de acuerdo con la temática tratada, es técnico, especializado y realista. Se puede decir que ambos niveles, temático y lingüístico, son evidentes indicadores de la novedad literaria de su oda y de su innegable compromiso ilustrado con el progreso social de su época. Se trata, en resumidas cuentas, de un compromiso social que pasa irremediablemente por la práctica de la literatura. El mismo grado de interés social por su época lo encontramos en la oda La musica, compuesta entre 1761 y 1764, donde el autor se muestra contrario a la castración de los niños cantantes. Lo mismo cabe decir de L'educazione de 1764, oda en la que su autor formula y sistematiza sus propios principios educativos, basados en una estrecha conjunción entre cristianismo e Ilustración. En la oda L'innesto del vaiuolo de 1765, Parini se introduce de lleno en el debate científico de su época acerca de la conveniencia de la vacunación. El autor milanés defiende lógicamente la vacuna contra la viruela y toma partido a favor del progreso y de la ciencia, atacados todavía por la cultura más reaccionaria del momento. En Il bisogno de 1766, el autor retoma algunos pasajes de la obra de Beccaria Dei delitti e delle pene para pronunciarse, a través de la voz del juez suizo Pier Antonio Wirtz, a favor de la prevención de la criminalidad, cuyo origen, según él y según el movimiento ilustrado lombardo, radica en las 55 necesidades de orden material que padecen amplias capas de su sociedad. Según la Ilustración, al mejorar las condiciones de vida de dichos sectores sociales, no solo se prevendrá la criminalidad, sino que se logrará también aumentar el grado de felicidad colectiva. En esta oda nos encontramos, pues, con un destello de utopismo social, posición ajena en general al reformismo moderado y pragmático del autor. En líneas generales, podemos decir que las odas ilustradas del poeta nos enfrentan con textos altamente enfáticos y oratorios, en los que se trasluce abiertamente la pasión ilustrada de la que han nacido. Hecho que en alguna medida entorpece la mesura y el equilibrio estilísticos de algunas composiciones. Sin embargo, se trata de poemas de una gran novedad, léxica, temática, compositiva y sintáctica. Son textos que entran de lleno en la renovación poética del siglo XVIII italiano; renovación que es paralela a la modernización lingüística de la prosa italiana del mismo periodo. En estos ejemplos parinianos, la renovación más evidente se opera sobre todo dentro del plano del léxico, realista y referencial, proveniente del campo de la ciencia y de la técnica. Esta modernización léxica y estilística (gusto por las perífrasis, por la concisa y en todo caso escasa adjetivación) hablan de la adhesión del escritor a la poética del empirismo inglés; adhesión perfectamente clara en su obra crítica y ensayística Discorso sopra la poesia, probablemente de 1761, Discorso recitato nell'aprirmento della nuova cattedra de belle lettere de 1769 y De'principi fondamentali e generali delle belle lettere, escrito póstumo, con toda seguridad redactado antes de 1777. En estas tres obras teórico-críticas, Parini, desde posiciones cercanas al sensismo, cifra en el placer la verdadera y principal función de la literatura. Si la literatura además de proporcionar agradables sensaciones y sustraernos al tedio cotidiano, es también útil, contribuirá, gracias a las virtudes procedentes de lo bello, a la mejor formación ética y moral de los lectores, cumpliendo de esta manera con su función social. 56 Las siguientes odas, posteriores a la década de los 70, marcan una frontera y señalan un cambio de actitud literaria, trazada por la inclinación hacia temáticas de mayor espesor existencial. Se ha operado, por consiguiente, un deslizamiento de lo colectivo y social hacia el plano de lo personal y de lo privado, en donde el yo poético se alza en verdadero y último protagonista de estas obras. Así por ejemplo, en su oda La caduta, de 1785, el protagonista (doble del autor) se enorgullece de su rigor moral, de su independencia ética y de su distanciamiento con respecto al Poder y a los poderosos. En Il pericolo (El peligro) de 1787, se afronta el riesgo que supone para el yo poético (también doble intratextual del propio escritor), en la edad de la vejez, la belleza femenina. Este último es un tema recurrente en varias de las composiciones de este último periodo, como en Il dono (El regalo) de 1790, donde se vuelve a tratar el mismo argumento. En general, se puede decir que estos poemas tardíos se hacen cada vez más imaginativos, abstractos y personales. Es posible afirmar, por tanto, que los textos van abandonando los tonos más explícitos en la anterior denuncia social, para ir descendiendo a particularidades más concretas. Son composiciones en las que el perfeccionamiento formal neoclásico se erige en su principal característica de estilo. En consecuencia, la última poesía pariniana se mueve en torno a un ideal ético y social basado en las cualidades morales de orden individual. Es decir, frente a la voluntad de reforma colectiva y a la necesidad de regeneración social de las odas anteriores, en las últimas, Parini se dedica con mayor ahínco a ensalzar las virtudes personales, sin las cuales no es posible acceder a las públicas. En estos textos, valores como la sabiduría, la independencia, la dignidad, la armonía y la ética se alzan en los principales protagonistas temáticos. Son odas estilísticamente mejoradas, de mayor equilibrio expresivo, dada la profundidad humana y espiritual de las composiciones. En esta línea literaria, poemas como Il messaggio de 1793, Alla Musa y A Silvia (añadidas a 57 la edición de 1795) se muestran como textos emblemáticos. En estas odas, desde el punto de vista argumental, dominan nuevamente el poder de la belleza femenina y la defensa de los valores éticos y cívicos sobre los que el poeta ha cimentado su propia existencia. En consecuencia, gracias a estas composiciones, altamente autobiográficas, Parini se construye a sí mismo como un héroe no convencional; un héroe atípico que vive conforme a las leyes de la naturaleza, en la búsqueda de la virtud y de la belleza, con la finalidad de crear una civitas felix para todos los seres humanos. 5.2.1.2. El poema satírico y antiaristocrático de Parini: Il Giorno. El poema satírico se compone, en su mayoría, durante los años dorados de la Ilustración milanesa, en los momentos de intenso colaboracionismo entre los intelectuales reformistas (muchos de ellos nobles), el gobierno austriaco y los representantes más emprendedores de la aristocracia. En este sentido, hay que ser cautelosos con respecto al ataque directo, por parte de Parini, a toda la nobleza. En realidad, el autor solo critica aquel sector de la aristocracia más inmovilista y contrario a cualquier tipo de cambio y de progreso social. Se podría decir, pues, que en líneas generales Parini ataca a la nobleza del sur, de actitudes y comportamientos parafeudales, a la que relaciona de forma implícita con la presencia española en el mediodía italiano. Il Giorno, a su vez, se inserta en toda una tradición poética, didascálica y satírica que ya había afrontado con anterioridad la crítica de costumbres de la aristocracia (Piénsese en Ludovico Sergadi y Lorenzo Lucchesini). Sin embargo, la modernidad de II Giorno de Parini reside en su moralismo cívico de matriz ilustrada. Ya en 1757, el autor había escrito una obrita en prosa, jocosa y tendente a la comicidad, titulada Dialogo sopra la nobiltà. 58 En ella, Parini hace coincidir en la misma sepultura a un noble y a un plebeyo, y, a través del diálogo entre ambos, el autor defiende el principio de igualdad entre los seres humanos, al mismo tiempo que reconoce que la nobleza es un hecho relacionado con el comportamiento moral y espiritual de las personas, y no depende del nacimiento ni de la cuna. El texto de 1757 carece, sin embargo, de fuerza moral, y el concepto de nobleza es todavía abstracto y no caracteriza a una determinada clase social. El mérito del Dialogo radica, sin embargo, en la toma de conciencia por parte de la aristocracia de sus privilegios de clase así como en la responsabilidad que esta debe adquirir, si desea mantener una nobleza no solo social y económica. En relación a esta primera toma de postura, las dos primeras partes de Il Giorno, Il mattino de 1763 y ll mezzogiorno de 1765 representan un salto literario cualitativo. El poema satírico se enriquece con elementos filosóficos ilustrados y, en consecuencia, aumenta su grado de compromiso social y reformista. El poema de Parini, según el plan originario, habría constado de tres partes que describirían detalladamente la vida de un joven señor. Sin embargo, la tercera parte, La sera, prometida al editor para 1767, no se terminó. Posteriormente, el poeta la desdobló en dos: Il vespro (el atardecer) y La notte. En ellas, trabajó el escritor durante toda su vida, así como en la reelaboración de las dos primeras partes. Esta reelaboración permite, gracias a sus diferentes manuscritos, acercamos crítica y filológicamente a las distintas posibilidades interpretativas de la evolución ideológica del autor. El hilo conductor de todo el poema es la voz narrativa del preceptor del joven aristócrata, quien con la intención de guiarlo hacia ocupaciones más dignas que su parasitaria frivolidad, mediante consejos útiles, estructura todo el poema, posibilitando asimismo la denuncia satírica de la vacuidad existencial y del parasitismo social de la aristocracia. Tal hecho permite al escritor atacar los mitos aristocráticos por excelencia y el ocio económico de la nobleza. 59 El poema da comienzo con el tardío despertar del señor, y recorre, desde el baño al acicalamiento, todas las prácticas sociales, placenteras y erótico-galantes del noble y su dama, para concluir con su vuelta al reposo a altas horas de la madrugada. Parini nos ha hecho recorrer de esta manera, gracias a la figura rectora del preceptor, todo el marco temporal de una jornada completa en la vida de un aristócrata. En ella no se encuentra un solo momento de dignidad moral ni de utilidad social. Por el contrario, la vacuidad existencial, la superficialidad irreflexiva de un personaje que se comporta más como un autómata que como un real ser humano, la ociosidad, la despreocupación por sus semejantes e incluso la crueldad de trato para con sus subordinados son las etapas rutinarias de un modo de vida enajenado y frívolo. En este sentido, la figura del preceptor, al igual que la del poeta en el Dialogo sopra Ia nobiltà, puede ser considerada una especie de alter ego del mismo autor. En esta figura, se concentra la voz crítica y denunciante de una situación de privilegios por parte de una aristocracia, cuyo único modus vivendi, ajeno también a las leyes divinas de la naturaleza, está apartado de la real y verdadera nobleza de ánimo y de espíritu. La modalidad expresiva dominante en todo el poema es la ironía, concretada en la figura retórica de la antífrasis. El preceptor, al intentar educar al joven señor, muestra y dice todo lo contrario de lo que verdaderamente desea decir. Se puede afirmar que la ironía se hace mucho más evidente, cuando la voz del preceptor utiliza un léxico áulico y heroico para dar cuenta de la conducta vacía, superficial y amoral del protagonista. El uso de sintagmas valorativos tales como celeste prole (celestial prole), semidei terreni (semidioses terrenales), gemma degli eroi (gema de los dioses) opuestos a noi mortali (nosotros mortales), o la calificación de la coqueta la dama como ara tutelar di sua beltade (altar tutelar de su belleza) crean una evidente fractura con respecto a la trivial superficialidad de la vida parasitaria de estos señores. Se asiste de esta manera al choque contradictorio entre dos puntos de vista, el de la nobleza, que se ha sacralizado a sí misma como clase social, al considerarse proveniente de una estirpe de semidioses, y la del preceptor, 60 quien, por el contrario, desacraliza los comportamientos frívolos y absurdos de dicha clase. Hay ocasiones, sin embargo, en las que se abandona el campo de la dissimulatio y, al trabajar en un ámbito retórico más explícito, el de la ironía se llega al sarcasmo. En estos casos, prevalece el punto de vista del preceptor y, por consiguiente, se produce la denuncia de los privilegios de la aristocracia. Se ha abandonado el choque antagónico entre ambas visiones del mundo. Ahora toma las riendas únicamente la del preceptor, cuya denuncia social raya en la indignación. Este es el caso en el que, por ejemplo, se relaciona la explotación de los indios americanos por los “conquistadores" con el goce de las bebidas exóticas: cacao y café, por parte de la aristocracia, o aquel otro en el que se nos narra la miseria del criado, que ha sido expulsado de la casa noble por reaccionar al mordisco de la perrita de la dama, a la que se trata como a una diosa y se la denomina "idol placato/Da le vittime umane, isti superba (ídolo aplacado/ De las víctimas humanas te enorgulleciste). En general, se puede decir que en todo momento la voluntad del preceptor es mostrarnos a un protagonista ebrio de superficialidad banal, cuya vida, privada de verdadero sentido existencial y de cualquier tipo de utilidad, no es propia de un hombre, sino de una marioneta o de un autómata. La metáfora del autómata, muy de moda a partir de Descartes en textos filosóficos y morales aparece también en II Giorno de Parini, modelada a la luz de los principios reformistas del autor, como medio de representación de la degeneración parasitaria de determinadas conductas y formas de vida de la aristocracia de su época. En contraposición a la vida disipada, frívola e incluso inmoral de la aristocracia (Parini, por ejemplo, es un total opositor a la costumbre dieciochesca del chicisbeo), en el poema, se erige como representantes de beatitud y rectitud moral a los campesinos y a la plebe; todos aquellos que trabajan humildemente conforme a las reglas impuestas por la naturaleza. Los 61 ejemplos más significativos son el comienzo de Il mattino y el prólogo de Il vespro. Por consiguiente, más que ante una real formulación política de denuncia de la injusticia social de su época, nos encontramos ante una visión fundamentalmente ética y religiosa; una visión que de nuevo cifra la bondad natural en aquellos que, apartados del poder, fundamentalmente, trabajan y sufren. Por otra parte, Parini, a pesar de la denuncia crítica contra la aristocracia parasitaria de su época, no es en absoluto insensible a la belleza y al lujo de la nobleza. En este sentido, aunque la descripción detallista de los objetos hermosos y de la decoración refinada que rodean a la aristocracia canaliza la denuncia de los privilegios de clase y la injusticia social que los ampara, sirven también para reconocer el influjo ejercido por el sensismo en el escritor, al mismo tiempo que nos revelan su gusto por el refinamiento y el placer por la belleza. Resumiendo, por tanto, se puede decir que el Parini de Il mattino es un ilustrado, moderado, pragmático y reformista que, desde el optimismo cívico del movimiento intelectual lombardo, cree en un proyecto de renovación cívica, del que no queda excluido el sector aristócrata más emprendedor y progresista. Su visión de la realidad social se va, sin embargo, tiñendo de pesimismo conforme avanza la Revolución francesa. Si por un lado comparte los principios de igualdad, libertad y fraternidad del ideario jacobino, Parini es radicalmente contrario a la radicalización intransigente de los acontecimientos de la revolución; acontecimientos históricos, tendentes a la supresión de la nobleza. Este desencanto pesimista se trasluce claramente en La notte. En consecuencia, se hacen cada vez menos frecuentes en el texto los pasajes comprometidos con la denuncia social de los privilegios de la nobleza. Mientras anteriormente se dejaba ver en la obra la indignación ética y social del escritor, ahora es prácticamente imperceptible. De ahí el cambio estilístico de estas últimas partes de ll Giorno, menos áspero y comprometido, menos 62 sarcástico y cada vez más desconectado del tejido narrativo global del poema. Paralelamente, crece a la presencia de deformaciones grotescas, centradas principalmente en poner de manifiesto, en ocasiones con evidente agresividad y con tonos abiertamente pesimistas, el declive moral de una sociedad sin continuación histórica. Parini, sin embargo y a pesar de todo, se mantiene fiel a los principios de reformismo ilustrado; principios, que como persona y como escritor lo mantuvieron en pie hasta el final de sus días. 5.3. Del petrarquismo alfieriano a la construcción de una poética heroica: la imagen del yo en las Rime de Vittorio Alfieri. Aunque el nombre de Vittorio Alfieri ocupa un ligar relevante en la historia de la literatura italiana, gracias a su creación trágica, también escribió poesía, más en concreto Rime, según los parámetros de un petrarquismo reciclado a la luz de su propia confesión existencial. La escritura de las Rime, sobre todo sonetos, aunque no faltan los epigramas y las más variadas formas métricas, debe ser entendida como una escritura confesional cercana al "diario"; cada composición se encabeza con una fecha que relaciona de forma directa el poema con unas concretas situaciones biográficas. 63 La primera recopilación de sus poemas tiene lugar en 1789, y a esta primera edición, en clara referencia a la primera y segunda parte de su texto autobiográfico, se la conoce como la "primera parte" de las Rime. La última o segunda es póstuma y apareció en 1804, un año después de su muerte, una vez corregida por el propio autor. La voz del yo lírico presente en la poesía alfieriana, continuación directa de la gestualidad heroica y violenta de su versificación trágica, se enmarca en un locus amaenus ideal y en un escenario psíquico predeterminado por la tradición petrarquesca. Alfieri se aleja, sin embargo, de los tonos más melifluos del petrarquismo arcádico y se inspira directamente en la fuente del mismo Canzoniere de Francesco Petrarca, cuya influencia es indudable tanto en las Rime como en el estilo de sus tragedias. Tanto en uno como en otro caso, pero fundamentalmente en sus rimas, Petrarca constituye un claro referente de "excelso y sublime" lirismo. Pero el petrarquismo de Alfieri es un petrarquismo mezclado con el registro brusco y agresivo más acorde con el sentimiento trágico del escritor piamontés. El resultado nos conduce hasta un petrarquismo más extremo y abstracto, cuyo trazado sentimental queda privado de la contextualización paisajística y en el que la amada es un mero reflejo de la personalidad de yo lírico. Resumiendo, se puede decir que estamos ante una lírica que tiende al autorretrato. En consecuencia, sus mayores logros se encuentran en aquellas composiciones en las que el propio autor se convierte en poeta trágico-heroico, como uno más de los personajes de sus tragedias. Recuérdese el famosísimo autorretrato ante el espejo que nos lo presenta, en palabras del propio autor, pelirrojo y pálido como un rey en su trono (Más tarde Ugo Foscolo volverá sobre este texto para llevar a cabo su propia autodescripción). En estos gesto de extremado narcisismo poético, Alfieri consigue desgastar de forma extenuante la mejor tradición de la lírica italiana; la destruye, desde dentro, con el excesivo amor por una exaltación autobiográfica presuntuosa y extenuante. 64 6. LA NARRATIVA EN EL SIGLO XVIII ITALIANO. El panorama narrativo de la Italia del siglo XVIII es realmente modesto en comparación a la riqueza del resto de Europa; sobre todo, si tenemos en cuenta que en este siglo se afianza de forma definitiva la novela, género que en Inglaterra y Francia alcanza su primer gran periodo de popularidad, dando lugar al nacimiento de la novela burguesa. En Italia, por el contrario, se asiste a una clara ausencia de figuras y obras narrativas de primer orden y, por otra parte, los tradicionales géneros narrativos italianos: cuento, poema caballeresco y poema heroico comienzan a declinar. Hay géneros narrativos, sin embargo, que ven su florecimiento en este siglo, como por ejemplo las fábulas o el género de memorias. Las razones de la ausencia y del retraso en relación al nacimiento y desarrollo de la novelística en ámbito italiano obedecen a razones de diversa índole. La primera, a la ausencia de un amplio sector burgués dentro de la sociedad italiana que exigiera, en materia de entretenimiento y expansión literaria, un género como el novelístico. La segunda es la debilidad estructural de la mayor parte del mercado editorial italiano. Además, la inmensa mayoría de los intelectuales ilustrados italianos se dedicaron a la práctica de una literatura útil, inmersa en sus batallas de orden filosófico e ideológico; sus obras principales se mueven dentro del más estricto sistema del clasicismo, hecho que retrasó el nacimiento de la novela contemporánea. No faltan, sin embargo, poemas caballerescos y heroicos que permanecen en un ámbito literario menor y sin resultados verdaderamente originales. El modelo de cuentística de origen boccacciano decae considerablemente a partir del siglo XVII y durante el XVIII; el mayor vigor narrativo hay que buscarlo en los poemas satíricos y cómicos; género que recoge todo el sentir polemista y satírico del siglo XVIII. Entre estos destaca Marfisa bizzarra de Carlo Gozzi, texto compuesto en el transcurso de los años 65 60. Su autor, en la línea moralizante y conservadora que caracteriza su actividad teatral y ensayística, lleva a cabo un cuadro histórico de la corrupción de la sociedad de su tiempo, sirviéndose de los famosos personajes de Orlando Furioso, pero privados de cualquier atributo gallardo o heroico. Otros autores destacados del mismo género son: Niccolò Forteguerri (1674-1735), cuyos intereses satíricos se centran sobre todo en la Curia romana, Domenico Luigi Battachi (1748-1802) y su poema La rete di Vulcano (1812) y Gian Carlo Passeroni (1713-1803) y su poema Cicerone de (17741775). En verso, existe una vasta producción narrativa que abarca tanto la fábula como la cuentística, generalmente de tonalidad galante y erótica. Las fábulas escritas en verso, intentan fundir el divertimento y la obtención directa del placer con el tono moralizante. Son obras que se muestran como una realidad marcadamente dieciochista. Se trata, por tanto, de textos predilectos por quienes defienden un tono medio divulgativo con respecto a los ideales de la Ilustración. El modelo contemporáneo de las fábulas italianas es, sin duda alguna, Jean de La Fontaine (1621-1 695) quien, a su vez, había llevado a cabo una reelaboración de la tradición popular de la fábula, cuyos epígonos cultos son Esopo y Fedro. Entre los fabulistas italianos más relevantes de este periodo merece la pena destacar a Lorenzo Pignotti (1739-1812), Luigi Fiacchi (1754- 1825) y Giovanni Gherardo de Rossi (1754-1827). Sin embargo, quien realmente intenta dotar a este género de dimensiones de mayor difusión y excelencia literaria es Gian Battista Casti (1724-1803) quien, en su Animali parlanti (1794-1801) satiriza los principales acontecimientos de la Revolución francesa y de la época napoleónica. En sus Novelle galanti (1778-1 802) lleva a cabo asimismo la más famosa recopilación de cuentística licenciosa y erótica de todo el XVIII italiano. 66 Entre las escasas novelas que se publican a lo largo del siglo XVIII destacan las de Pietro Chiari (1712-1785), compuestas con finalidad meramente comercial. Entre los títulos más famosos destacan La ballerina onorata, La cantatrice in disgrazia y La giocatrice del loto, escritas en los años 50. Destacan también las novelas sentimentales de Antonio Piazza (17421825) Deliri delle anime amanti y Gli zingari de 1769, o la más conocida novela de costumbre La pazza per amore, publicada entre 1771 y 1773, convertida en opera buffa por Giovanni Paisiello. Bastante más interesante se muestra, sin embargo, la novela de Zaccaria Seriman (1708-1784) Viaggio di Enrico Wanton alle terre icognite e ai regni delle scimmie e dei cinocefali de 1764. El autor italiano compone su novela sobre el modelo de Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift. El escritor italiano lleva a cabo, a través de las aventuras y de los viajes, una crítica amena y divertida a la sociedad de su época, desde posiciones claramente ilustradas. También suscitan interés las novelas de Giacomo Casanova (17251798), escritas tanto en italiano como en francés, entre ellas, merece especial atención el Isocamerón. Ya en los últimos décadas del siglo XVIII, destacan las novelas de Alessandro Verri: Le avventure di Saffo (1782), la Vita di Erostrato (compuesta en 1793 y publicada en 1815) y Le notti romane al sepulcro degli Scipioni, de 1792 la primera parte y de 1802 segunda. Estas obras las compuso Alessandro Verri después de su viaje a Francia y a Inglaterra, una vez que había fijado su residencia en Roma; momento de adhesión al clasicismo dieciochista y de claro abandono de sus posiciones políticas más ilustradas. En realidad se puede decir que estas novelas presentan una evidente fusión de postulados estéticos del clasicismo arqueológico del "Settecento" con una cierta ambientación nocturna y sepulcral, típica de la poesía y de la literatura prerromántica, plagada ya de una visión favorable a la exaltación religiosa del cristianismo. Sin embargo, estas obras, escritas por uno de los intelectuales más conocidos de la Ilustración italiana, no lograron satisfacer las demandas de novedad que el 67 género exigía; al mostrarse narrativamente débiles, fueron incapaces de conquistar el interés del público tal y como habían logrado hacer los grandes novelistas europeos del momento. Si la novelística no puede ser considerada un género importante dentro de la narrativa del XVIII italiano, el género de memorias y la autobiografía va cobrando, sin embargo, cada vez más peso, hasta llegar a ser, en el XIX, uno de los géneros literarios más acordes con las posiciones románticas y con las necesidades expresivas del yo moderno. En este sentido, nos situamos ante la importancia mayor del género autobiográfico, a caballo entre la literatura y los recuerdos personales. Dentro del género de memorias cabe mencionar la más temprana Autobiografia del filósofo Gian Battista Vico (1668- 1744), las Mémoires de Carlo Goldoni, la Vita de Vittorio Alfieri, scritta da esso, ya en una línea más apasionadamente romántica, sin olvidar las aportaciones autobiográficas más dieciochistas, en el sentido aventurero y galante de Casanova y la obra de Lorenzo Da Ponte (1749-1838), el famoso libretista de Mozart, quien también escribe sus Mémories de la refinada corte de la Viena de finales de siglo. Gian Battista Vico 68 7. LA HEGEMONÍA DEL TEATRO ITALIANO DEL SIGLO XVIII. A lo largo del "Settecento", el teatro italiano logra reunir, en sus distintas variedades dramáticas, a tres grandes figuras de fama y renombre internacional: Pietro Metastasio, Carlo Goldoni y Vittorio Alfieri. Todo el siglo XVIII italiano se caracteriza por una intensa vitalidad teatral, cuya máxima repercusión e impacto internacional se debe al melodrama musicado y a la comedia goldoniana, tradiciones teatrales y espectaculares, directamente heredadas del siglo XVII. Desde finales del XVII, los críticos y literatos italianos se muestran polémicos ante estas dos manifestaciones teatrales de espectacularidad, apartadas claramente de las tradicionales reglas compositivas de la prescriptiva teatral aristotélica y de la excelencia poética de la mejor tradición áulica italiana. La distancia y el rechazo hacia la tradición dramática de la Commedia dell'Arte, fuente directa de la inspiración goldoniana, la lidera el movimiento regeneracionista contra el mal gusto barroco: la Arcadia, institución literaria que, también ahora, intenta devolver el texto teatral a los límites estrictos de la literatura, retrotrayéndolo a la estructura y al lenguaje dramáticos de dignidad y de excelencia que, según ellos, habían perdido tanto la comedia como las obras teatrales musicadas. El teatro italiano que, a partir del “Cinquecento”, había exportado a Europa un espacio de teatralidad, una concepción nueva de la escenografía, un claro sentido de la comicidad y una capacidad de representación musicada hasta el siglo XVIII, se había visto privado, sin embargo, de un conjunto sistemático de textos teatrales que, recogiendo la tradición dramática popular, hubiera sabido dignificarla, a partir de una experiencia culta y de una labor de fijación de modelos dramáticos. Tal hecho había impedido el establecimiento 69 de un diálogo interno y de reciprocidad comunicativa entre autor y público, tal y como había sucedido en España, Inglaterra o Francia. Este es el mayor desafío al que se somete el quehacer teatral de los tres grandes autores del siglo XVIII italiano, quienes, junto con otros muchos de menor renombre, se proponen su "reforma". Sin embargo, solo Goldoni será capaz de llevar a cabo una verdadera modernización de la comedia italiana y lograr crear un teatro para la inmensa mayoría de los italianos, un teatro libre del peso academicista de la estricta Literatura, libre de las reglas coercitivas de la preceptiva dramática, abierto al habla cotidiana y asequible también a buen número de hablantes italianos. 7.1. El melodrama y Pietro Metastasio. A lo largo de todo el "Settecento", el melodrama goza de una gran popularidad. Se trata de un género teatral que, a lo largo del siglo, va adquiriendo mayores dosis de espectacularidad, ya que su principal función dramática estribaba en el entretenimiento del público. De ahí la importancia que la escenografía y sus trucos cobran en el melodrama musicado del XVIII; estas son verdaderas máquinas teatrales a la búsqueda de la sorpresa y de la maravilla por parte del público. En realidad, se puede decir que, en el melodrama anterior a la reforma metastasiana, el placer del público y su entretenimiento se buscaban a través de la emoción musical y el sentido auditivo; gracias a la espectacularidad de los efectos escénicos se gratificaba también el sentido de la vista. Dada la importancia de las experiencias sensoriales más inmediatas: vista y oído, el dominio del texto lingüístico, es decir, del libreto era considerablemente menor. En general, desde finales del siglo XVII hasta la reforma llevada a cabo por Metastasio, el libreto era un pretexto secundario, cuya función principal 70 radicaba en dar cabida a las ejercitaciones musicales, al virtuosismo lírico y dramático de los grandes cantantes y a los efectos escénicos asombrosos; elementos que permitían, en su conjunto, el embelesamiento absoluto de los espectadores. Es fácilmente comprensible, por tanto, que a comienzos del siglo XVIII las críticas de los reformadores arcádicos se cernieran sobre el melodrama, puesto que tanto su afán por sorprender y maravillar al público como su escasa atención al texto poético, unidos a la desproporcionada importancia que se otorgaba a la sensualidad pasional, apartaban dicho género teatral de los preceptos racionales de mesura y buen gusto que propugnaba la renovación literaria de la Arcadia. El primer intento de reforma racional del melodrama, conforme a los postulados arcádicos, corre a cargo de Apostolo Zeno (16691750), amigo de Ludovico Antonio Muratori y poeta de la Corte de Viena entre 1718 y 1728. Sin embargo, la reforma definitiva del melodrama corre a cargo de Pietro Metastasio (1698-1782) (formación griega del nombre de Pietro Trapassi), quien la lleva a cabo hasta sus últimas consecuencias. La formación literaria de Metastasio había corrido a cargo de Gian Vincenzo Gravina, uno de los principales literatos y teóricos de la Arcadia. De Gravina aprendió Metastasio el amor por el mundo clásico y su mitología, así como la contención y la mesura estilística; de la filosofía cartesiana, el equilibrio sopesado entre la sentimentalidad y el dominio expositivo de la misma. A la tarea y al influjo formativo de Gravina, hay que sumar la extraordinaria facilidad y espontaneidad metastasiana para la composición en verso, hecho que lo sitúa entre los poetas italianos del XVIII más conocidos en todos los salones y las cortes de Europa. Las principales características de sus composiciones radican en la fluidez natural de su versificación, en la claridad cartesiana de la narración de los acontecimientos sentimentales de sus melodramas, en la dulzura poética de sus "canzonette" o "ariette", no exentas de una cierta fineza psicológica. 71 La temática de los textos de Metastasio, así como su éxito, radica en la contradicción imperiosa entre el deber y el amor. El conflicto personal se erige, por tanto, en motor dramático de unos personajes en los que las tonalidades elegíacas e incluso patéticas predominan sobre las heroicas. En realidad, se puede decir que los melodramas de Metastasio son, bajo ciertos aspectos, adaptaciones de las tragedias clásicas, pasadas por el filtro del teatro trágico francés de Pierre Corneille (1606-1684) y Jean Racine (1639-1699) y a las necesidades receptivas, galantes y suavizadas, de la corte de Viena. Se trata, por tanto, de "tragedias musicales", cuyos héroes se enfrentan a las contradicciones de su alma más que a los designios trágicos del destino, tal y como sucedía a los héroes del mundo antiguo. En todos los melodramas metastasianos, tras la apariencia épica subyace, sin embargo, una vena elegíaca y melódica, no exenta de patetismo; la misma que se encuentra en el resto de sus famosísimas "canzonette", como por ejemplo La liberta. La situación de contradicción entre el deber y el deseo que viven los personajes, de gran fuerza dramática, se resuelve en los textos de Metastasio en una ligereza y fluidez de versificación que elimina y disuelve cualquier tipo de tensión trágica. La “contabilidad” de las arias, mediante las que los personajes expresan su situación sentimental, opera un cambio de rumbo en el registro trágico que, gracias a la dulzura expresiva de los versos metastasianos, claramente influidos por el quehacer poético de la Arcadia, caen en un cierto patetismo amanerado, conforme a los parámetros expresivos del movimiento rococó. De alguna manera se podría decir que el verdadero logro de los melodramas de Metastasio radica en la representación autobiográfica y confesional de sus propios conflictos sentimentales, cuya tensión emocional se libera en la misma puesta en escena del conflicto amoroso de los personajes. La fama de Pietro Metastasio es imparable a partir de su primer obra de 1724, Didone abbandonata. A partir de 1730, se convierte el poeta de la corte de Viena, en sustitución de su antecesor Apostolo Zeno, allí compuso la 72 mayor parte de sus melodramas: Demetrio (1731), Olimpiade (1733), Achille in Sciro (1736), Attilio Regolo (1740), Adriano in Siria, La Clemenza di Tito, musicada esta última por Wolfgang Amadeus Mozart. . De izquierda: Metastasio, la cantante Teresa Castellini y Farinelli 7.1.1. Otros libretistas de melodramas menos conocidos. Aunque Metastasio es sin duda el autor de los melodramas más famosos de todo el siglo XVIII, existen un número considerable de composiciones del mismo género que no gozó, sin embargo, de su misma fama y popularidad. Entre ellos, merece citarse a Ranieri de'Calzabigi (1714-1795), libretista del Orfeo y del Alceste de Cristoph Willibald Glück, que logra estrechar cada vez más la separación entre partitura y libreto, llegando a una estrecha unión entre ambas realidades. También merece ser destacada la labor que como libretista desempeñó el narrador Gian Battista Casti, quien introduce nuevos temas en el repertorio mitológico del clasicismo del melodrama operístico italiano. En este sentido, Casti escribió tanto melodramas de tono fantástico: La grotta di Trofonio, como satírico: el Re Teodoro o Prima la musica, poi le parole (Primero la música, la letra después), en el que se satirizan los ambientes teatrales del mundo de la ópera y las relaciones difíciles entre autor, empresarios y cantantes. 73 7.2. Los intentos de reforma de la "Commedia dell'Arte", previos a Carlo Goldoni y la importancia de los libretos operísticos cómicos. Como ya se ha dicho, desde finales del siglo XVII y a lo largo del XVIII, la otra realidad teatral de mayor relevancia en el mundo del espectáculo italiano es la "Commedia dell'Arte", género que comparte, en unión al melodrama, el primer puesto en popularidad y difusión. El melodrama y la Commedia dell'Arte gozan de características estructurales en común, ya que, en ambos casos, la importancia del texto literario es secundaria o casi nula. Por otra parte la voluntad de captación y asombro del espectador se lleva a cabo mediante recursos escénicos que van encaminados a la provocación directa del placer, mediante la excitación de los sentidos visuales y auditivos La acrobacia y la mímica, unidas a la música, constituían la base de los efectos escenográficos más usados por los cómicos del arte. Hay que recordar también que a lo largo de las últimas décadas del "Seicento" y en los primeros años del "Settecento" los recursos escénicos de la Commedia dell'Arte se habían cristalizado en repertorios viejos y manidos que no sólo no producían asombro o sorpresa en el espectador, sino que rayaban en la vulgaridad de una comicidad soez que había perdido por completo su mejor vena ingeniosa y cómica. En este sentido, es fácilmente comprensible que la “Commedia dell'Arte”, como el melodrama, se convirtiera en el blanco de las críticas de los literatos y críticos que se movían en el entorno de la Arcadia. En este clima de reforma y regeneración de los excesos del mal gusto del siglo precedente, se entienden los numerosos intentos de reforma y modificación de la misma, durante la primera mitad del XVIII. Todos ellos estaban encaminados a dotar de calidad y excelencia literaria y humana a una realidad teatral que debía mantener estrechos lazos de relación con su público. Entre los autores cómicos más representativos de la primera mitad del siglo merece un puesto de relieve Jacopo Angelo Nelli (1673-1767). Su obra aparece en el ámbito del teatro italiano de este momento muy cercana a la 74 modernidad innovadora del quehacer goldoniano. Su obra más conocida, la Serva padrona, musicada por Giovanni Battista Pergolesi (1733), se acerca a las realidad social de su época con una lengua próxima al italiano popular de su época. Con la obra de Nelli, nos adentramos en una de las vertientes cómicas más interesantes del teatro italiano del "Settecento", sus libretos se escribieron para las óperas cómicas o opere buffe, como se conocerán a partir del siglo XVIII. Esta tradición alcanza su máximo apogeo con los libretos escritos por Lorenzo Da Ponte (1749-1838) para Mozart: Le nozze de Figaro (Las bodas de Fígaro), Cosí fan tutte (Todas hacen lo mismo) e incluso el ya menos cómico Don Giovanni. La importancia literaria del libreto de ópera continúa con Don Pasquale de Giovanni Ruffini, representada en 1842 y musicado por Gaetano Donizzetti, Il barbiere di Siviglia de Cesare Sterbini y partitura de Gioachino Rossini de 1816, entre otros, y culmina en la grandiosa ópera de Verdi Falstaff de 1893, cuyo libreto corrió a cargo de Arrigo Boito. . 7.3. Detractores y opositores de la comedia goldoniana. La reforma goldoniana y la creación de un teatro nacional italiano no estuvo exento de crítica y oposición por parte de dramaturgos y hombres de teatro contemporáneos a Goldoni. Muchas de las críticas contra el dramaturgo veneciano tienen su origen en motivaciones personales de carácter mezquino: la envidia, el mero lucro comercial o el granjearse el absoluto favor del público movieron, por ejemplo, la actividad del abad y novelista Pietro Chiari (17111785), quien en su producción teatral no solo plagiaba a los clásicos sino que tomaba incluso motivos, temas y argumentos del mismo Goldoni, con la finalidad de ridiculizarlo y hacer parodia de su reforma y arrebatarle al mismo tipo de público. 75 Más seria y concienzuda fue la polémica abierta por Carlo Gozzi (17201806), cuyas motivaciones de carácter ideológico y cultural, lo llevaron a posiciones literarias y dramatúrgicas radicalmente contrarias a las propugnadas por su conciudadano. Gozzi acusa a Goldoni de no saber trazar una clara línea divisoria entre los vicios y las virtudes, dado que el retrato realista de la sociedad de la época (llevado a acabo por Goldoni) según Gozzi, confunde al público, al que no se alecciona debidamente. Gozzi, por tanto, propugna una vuelta a la tradición literaria culta, al desenfado y a la total ausencia de realismo y compromiso ideológico dentro de la representación teatral. La comedia, por consiguiente, según el dramaturgo debía limitarse a ser un espacio escénico de mera evasión, de mero entretenimiento; un lugar en el que el público se olvidara de los problemas de su cotidianeidad más inmediata, y donde únicamente se obtuviera el placer y la felicidad inmediata de la fuga de lo real. En este sentido, es posible afirmar que Gozzi, al recurrir a la tradición folklórica de carácter mágico y fabuloso, tamizada por la narrativa de Basile y por la espectacularidad escénica de la Commedia dell'Arte, crea un teatro, cercano al mundo de la cuentística popular, maravilloso y exótico, en el que prima la moraleja edificante y la máxima de orden moral ( por supuesto se trata de una moralidad individual, ajena a cualquier tipo de conflicto sociohistórico); un teatro donde los encantamientos, los príncipes, los ogros y las princesas, el amor y el matrimonio se configuran en los motores temáticos de su posterior desarrollo dramático y narrativo. La lengua de Gozzi, contrariamente a la usada por Goldoni, es una lengua inserta en la tradición áulica del florentino literario. En consecuencia, el hablado y el dialecto quedan excluidos de un texto teatral, en innumerables ocasiones, escrito en verso, y extraído de sus propias Fiabe (Fábulas). Entre sus comedias teatrales de carácter fantástico más importantes destacan: L'amor delle tre melaranze (El amor de las tres naranjas), Il re cervo (El rey ciervo), una de la comedias más representadas por compañías de teatro 76 tan prestigiosas como II piccolo di Milano, Il corvo (El cuervo), L’augelin Belverde (El pajarillo Belverde) y Turandot, una de las tantas versiones que servirán de base a la famosa ópera de Giacomo Pucini. 7.4. Carlo Goldoni y la creación del teatro nacional italiano. 7.4.1. Una vida al servicio del teatro: Carlo Goldoni. El conocimiento crítico de la figura humana y de la obra de Carlo Goldoni (1707-1793), en un principio, podría parecer más fácil que la de otros autores de la literatura italiana, dado que se cuenta con sus propias Mémoires, texto escrito en francés desde 1784 y dedicado a Luis XVI. Tal hecho, hasta tan sólo hace pocos años, había favorecido una visión desenfadada, grácil, jocosa e incluso superficial de la vida y de la obra goldoniana, acorde con el espíritu galante y “jovial" de su texto autobiográfico. Sin embargo, la más reciente y comprometida historiografía crítica ha devuelto al quehacer dramático, social y personal de Carlo Goldoni una dimensión más profunda, de hondura social y humana de mayor arraigo y con la realidad de la Venecia de su época. Esta perspectiva cuestiona, o cuanto menos relativiza, el anterior punto de vista crítico, probablemente, de cariz idealista. Es muy posible, por tanto, que el tono irónico, jocoso y desenfadado del texto autobiográfico de Carlo Goldoni corresponda a la visión de un hombre de ochenta años, quien al término de su propia vida, se ríe, se distancia y, por tanto, ironiza con respecto a todas las vicisitudes de su propio pasado y en relación a todos los sinsabores de su actividad como autor y hombre de teatro. El distanciamiento irónico de este texto goldoniano es, por otra parte, un rasgo más del estilo de sus comedias. En consecuencia, sus Mémoires pueden y 77 deben ser consideradas también una obra más de creación dentro de todo su repertorio y de toda su producción dramática. Goldoni nació en Venecia en 1707; hijo de médico viajó, en su juventud, con mucha frecuencia, y residió en diversas ciudades del centro y norte de Italia, en las que tiene lugar su formación como hombre de Letras: en Perusa sigue cursos de gramática y retórica, en Rimini de filosofía, en Pavía cursa, entre 1723 y 1725, sus estudios de derecho y de allí es expulsado por escribir una sátira contra las mujeres de dicha ciudad. En Padua, se licencia en 1731; en Chioggia se dan sus primeros pasos en la aventura del teatro. Goldoni se escapa a Chioggia, pequeño centro cercano a Venecia, en el que residía su madre, para formar parte de una compañía de cómicos, para la que escribe, en torno a los años 1729-1730, sus primeros textos: Il buon padre y La cantatrice. Sin embargo, es la ciudad de Venecia el centro urbano determinante de la formación intelectual y profesional del dramaturgo italiano. Venecia por aquel entonces es ya una ciudad en decadencia, una ciudad que vive fundamentalmente del recuerdo de su propio pasado, alejada por completo de los más ricos fermentos de renovación cultural, filosófica y social que se están dando, por ejemplo, en otras ciudades italianas como Milán, así como en el resto de Europa. Amparada en este estancamiento social, motivado por el cerramiento endogámico de las castas de poder de su aristocracia, Venecia se muestra al mundo como una ciudad espectáculo: el carnaval, las máscaras, los canales, las plazas, las fiestas, la música y las canciones, el melodrama…etc. favorecen la imagen de una ciudad en decadencia, de una ciudad divertimento, alejada de los problemas humanos y sociales más inmediatos. Sin embargo, a pesar de este retraso cultural veneciano con respecto al resto de Europa y al resto de las ciudades italianas más activas y dinámicas, Venecia cuenta con una importante actividad editorial, con una consolidada actividad periodística, y, en esta canalización del debate cultural, hay que situar 78 también su actividad teatral. Esta, alejada claramente de los modelos del teatro cortesano del siglo XVI, queda expuesta a los avatares del público y al éxito de taquilla. En este momento, el espectáculo teatral se abre a capas populares y se convierte en una mercancía cultural, sujeta a las leyes de la oferta y la demanda. Todas estas modificaciones sociológicas con respecto a la actividad teatral van a ir imponiendo, a lo largo del siglo XVIII, toda una serie de modificaciones literarias con respecto a formas y concepciones más tradicionales de representar el teatro. En este sentido, se puede decir que el teatro veneciano va ir progresivamente afirmando la necesidad de su dimensión pública; hecho que determinará, como en el resto de Europa, el nacimiento del teatro burgués. En esta línea de afirmación del teatro veneciano, se enmarca la actividad literaria de Carlo Goldoni y su empeño de renovación con especto a los usos y costumbres de la Venecia de su época. En Venecia, Goldoni ejerce, en un principio, su carrera como abogado y allí escribe sus primeras comedias para el teatro San Samuel, regido por el director cómico Giuseppe Imer. Las comedias de esta primera época, ya verdaderas obras cómicas con trabado cuerpo dramático, no son meras representaciones escénicas, cercanas a los trazados representativos de los intermezzi. Estamos todavía ante comedias fuertemente ligadas a los esquemas estructurales y a los tipos antropológicos característicos de la Commedia dell'Arte. En este sentido el Momolo cortesan, de 1738, así como sus continuadores el Momolo sulla Brenta y también Il mercante fallito se escribieron para el "Pantalone" Golinetti, un actor de la misma compañía. Estas tres obras cómicas se apartan ya de los melodramas y de las tragicomedias en verso compuestas en los años inmediatamente anteriores: Belisario y Don Giovanni Tenorio o sia il dissoluto. Goldoni lleva a cabo en este periodo la redacción de su primera gran comedia: La donna di garbo (1742-43). Por estas fechas, el escritor se ve 79 obligado a abandonar Venecia a causa de las deudas, y tras una breve estancia en Rimini, donde trabaja en varios espectáculos teatrales como director, se afinca en Siena, y allí continúa el ejercicio de la abogacía entre 1745 y 1748. Rápidamente, sin embargo, regresará a Venecia tras haber escrito su famoso Il servitore di due padroni para el arlecchino Antonio Sacchi. El director cómico Girolamo Medebac lo contrata como escritor estable del teatro Sant’Angelo de Venecia en 1748. Es el momento en que el dramaturgo cuelga definitivamente la toga y se dedica, en Venecia, en cuerpo y alma al teatro hasta 1762, año en el que decide abandonar Italia y exiliarse a Francia. Para el Sant'Angelo compone algunas de sus comedias más importantes: La vedova scaltra (la viuda sagaz) en el año teatral de 1748-49, La famiglia dell’antiquario y L'erede Fortunata de (1749-1750). Por entonces tuvo lugar el inicio de la polémica con Pietro Chiari que trabajaba para el San Samuele. Goldoni, en la siguiente temporada teatral de 1750-51, cumple con el desafío prometido, escribe dieciséis comedias, cuando el contrato con el Sant’ Angelo le comprometía únicamente a ocho. De esta memorable temporada destacan La bottega del caffè, Il teatro comico y la Pamela, entre otras. Su actividad para Medebac concluye en 1753 con la puesta en escena de La locandiera, una de las obras maestras del comediógrafo veneciano. La temporada siguiente la inicia en el teatro San Luca de Venecia, regido por Antonio Vendramin, tras haber roto sus relaciones con Medebac. Da comienzo un periodo difícil para el dramaturgo, marcado por la enfermedad, los conflictos personales y los problemas económicos. En este momento Goldoni, compone algunas tragicomedias en verso, de ambientación exótica y con deformación agresiva de las figuras de la vida cotidiana. No hay que olvidar que la mayor capacidad física del nuevo teatro, así como la indisciplina de la compañía de actores del San Luca, forzaron al comediógrafo a experimentos complicados y artificiosos, destinados a no perdurar. Entre las tragicomedias alcanzaron bastante fama la denominada Trilogia persiana, y entre las 80 comedias merecen ser destacadas La villeggiatura (el veraneo) y fundamentalmente Il campiello (la plazuela), escrita en dialecto veneciano para el carnaval de 1756. Por estas fechas el autor, es ya considerado una autoridad en toda Italia y se habla de su reforma teatral fuera de Venecia. En 1756 obtiene una pensión del duque de Parma para cuyo teatro escribe libretos melodramáticos. En 1758 y 1759, reside en Roma y trabaja para los teatros Tordinona y Capranica. Durante la siguiente temporada teatral vuelve a Venecia y renueva su contrato con el San Luca. Por estas fechas compone, entre otras muchas, dos de sus comedias más importantes: Gli innamorati (Los enamorados), comedia en lengua italiana y en prosa, y La commedia dei salvadeghi o sia i Rusteghi, en dialecto y en prosa. En 1760-61, destaca su comedia La casa nova; en estos años se recrudece su polémica con Gozzi, quien en 1756 ya había puesto en escena la sátira La tartana degli influssi. En el verano de 1761, Carlo Goldoni acepta viajar a París y dedicarse a la Comédie Italienne, pero antes de su marcha, en la temporada del 61-62, en Venecia, vuelve poner en escena comedias de capital importancia: La triologia della villeggiatura, Le baruffe chiozzotte y Una delle ultime sere di Carnevale. En París, escribe teatro cómico para la Comédie italienne; compañía teatral, hasta la llegada de Goldoni, claramente influida por la improvisación espectacular de la Commedia dell'Arte. En 1762, fuera del ámbito de la Comédie italienne, compone también comedias en francés, entre las que cabe mencionar Il ventaglio (el abanico). Sin embargo, la actividad teatral de Goldoni se ve coronada con el éxito más absoluto, tras la representación en 1771, de Le bourru bienfaisant (El gruñón benévolo) y, en 1776, de L'avare fastueux (El avaro fastuoso); obras claramente inspiradas en la concepción cómica del mismo Molière. Goldoni murió en París en Febrero de 1793, después de haber escrito, entre 1783-87, las Mémoires, como ya se ha dicho, balance literaturizado de su 81 propia vida. Su muerte se vio rodeada de la más absoluta miseria, después que la Asamblea legislativa le suprimiese la pensión que previamente le había sido concedida por la Corte. Carlo Goldoni 7.4.2. La reforma de Carlo Goldoni: elementos de poética teatral. Desde un punto de vista técnico y de estructura compositiva, la reforma goldoniana consistió principalmente en sustituir la improvisación de la Commedia dell'Arte por textos escritos. Sin embargo, la sustitución de una estructura abierta a la improvisación por otra fija y previamente establecida por el criterio creador del dramaturgo, no se operó en un día, sino que, por el contrario, fue fruto de un largo proceso de elaboración formal y de una continuada experimentación teatral, enriquecida por el conocimiento directo del mundo del teatro y de su propia puesta en escena. Goldoni, una vez que decide dedicarse al teatro en cuerpo y alma y vivir de él, logra abrirse camino, no sin dificultad, en el ambiente teatral de su época; un ambiente ya establecido y sujeto a la inercia de una tradición cómica, al divismo de los actores y a los meros intereses económicos de los poderosos empresarios teatrales. 82 Goldoni, por tanto, modifica en parte y, en muchas de sus obras, el gusto y las exigencias del público, convenciendo a los empresarios teatrales de la validez y del éxito de sus obras y, sobre todo, neutralizando las reacciones contrarias de los actores a las reformas dramáticas. En muchas otras ocasiones, las obras del dramaturgo no pueden ser consideradas innovadoras, sino que por el contrario continúan dentro de la tendencia mayoritaria del espectáculo teatral y de la comicidad de sus días. Estas obras "menores" secundan el gusto del público y responden a las exigencias del mercado del espectáculo. Podemos decir que la ingente obra del comediógrafo veneciano no es homogénea; no solo se ciñe a la comedia, abarca también la tragicomedia y el melodrama, y, dentro del ámbito cómico, la diferencia, la variedad y la oscilación entre el "nuevo" y el "viejo" modo de hacer comedias se haya presente también en gran número de ellas. Esta es la razón por la que muchos especialistas en la obra de Goldoni lo han definido como un real y verdadero "continente". A pesar de sus divergencias, de su diversidad, de sus idas y venidas entre la tradición y la reforma, las grandes comedias goldonianas son, sin lugar a dudas, un reflejo de la realidad social de su época, y, por consiguiente, el realismo, a todos los niveles, permea de lleno su obra. Se puede afirmar que, de una forma rotunda por primera vez en la historia de la "alta" comedia italiana, la realidad se erige el elemento innovador de la poética teatral. Realidad, Mundo y Teatro son, pues, para el dramaturgo veneciano una misma cosa, vista, analizada y recreada desde puntos de vista diferentes. Es decir, la actividad dramática de Goldoni nace de la observación libre, atenta y directa de la realidad humana y social de su sociedad y de la voluntad de mejora social e individual. Reforma moral y voluntad didáctica y moralizante, contenida en sus textos y procedente también de una "moderna" y novedosa concepción de la vida, de las enseñanzas y de la moralidad civil, más acordes con los nuevos postulados filosóficos instaurados por la burguesía. De esta nueva concepción 83 dramática, arranca la reforma goldoniana que se mueve paralelamente y de manera esquemática, en tres frentes de innovación simultáneos. 7.4.2.1. Establecimiento de un texto dramático y eliminación de la improvisación escénica. Con respecto a la Commedia dell'Arte, Goldoni suprime la improvisación teatral y el peso específico de la espectacularidad circense en esta contenida. Como ya se ha dicho, el texto dramático, creación individual de un único autor, es ahora el centro de la representación dramática y a él han de someterse los actores. Como en la comedia culta del Renacimiento, en la obra goldoniana, la búsqueda de la comicidad, la satirización más benévola y el distanciamiento irónico con respecto a la realidad humana se opera gracias a la visión dramática de un hombre y de escritor, que plasma su concepción del mundo a través de sus distintos personajes. 7.4.2.2. Importancia creciente del personaje y eliminación progresiva de las máscaras. Según cobra importancia el texto escrito y se elimina la improvisación, gana terreno el personaje, quien va perfilándose como un ser de carne y hueso, único e intransferible, ajeno a la tipificación arquetípica de la Commedia dell'Arte. Así mismo, conforme crece la importancia del personaje, se asiste, en la obra de Goldoni, al progresivo abandono de las máscaras. Al escritor veneciano no le interesa la tipificación escénica de un determinado arquetipo antropológico, sino la representación de la univocidad psicológica de un alma humana concreta. 84 En ambos casos, nos encontramos con una fuerte oposición por parte de los actores, quienes veían en la reforma goldoniana un freno a la importancia capital del actor y a su continua improvisación, tal y como sucedía en la Commedia dell'Arte. Ahora el actor debía someterse a los límites representativos impuestos por el texto dramático de un autor y a los criterios orientativos que este marcaba a la hora de delimitar las orientaciones escénicas del espectáculo. Por otra parte se requería de los actores mayor esfuerzo, puesto que debían estudiar el texto y aprendérselo antes del día de la representación. Asistimos, sin lugar a dudas, a un cambio de ciento ochenta grados con respecto a las prácticas cómicas de la precedente tradición. Goldoni, indiscutiblemente, a pesar de la diversidad variopinta de los personajes de su obra, siente predilección por aquellos que le son más cercanos y que mejor representan su concepción de la realidad. En este sentido, eleva a rango de indiscutibles protagonistas a los burgueses, quienes se guían por el sentido común, por el equilibrio personal y por una prudencia prácticamente sabia, alejada de estridencias pasionales, de desgarros interiores o de heroicidades agónicas. Se asiste en el mundo teatral de Goldoni, a una lección del “buen vivir"; lección placentera, mediante la que se invita al espectador a disfrutar de aquello que la vida le ofrece, sin pretender alterar ni menoscabar, con dolor y frustración, el camino y la ganancia que al personaje le ha sido otorgada. En la comedia goldoniana, se asiste, en consecuencia, a un canto de la virtud burguesa, emprendedora, práctica y prudente; virtud, cuyo resultado más inmediato estriba en la búsqueda directa, concreta y material de la felicidad. En este sentido, la figura del mercante veneciano: Pantalone ya no se representa bajo su aspecto negativo, no es un usurero ni un miserable, sino el hombre emprendedor que sabe continuar y acrecentar la herencia de familia, tal y como sucede en La famiglia dell’antiquario, compuesta entre 1749 y 1750, para el teatro Sant'Angelo de Venecia. En esta comedia, la figura del mercante, directamente heredada de la Commedia dell'Arte, y ahora revestida de gran 85 fuerza caracterial, de dotes emprendedoras y de "nobleza" de ánimo, se opone al conde Don Anselmo, irresponsable coleccionista que pone en peligro su patrimonio familiar. Es el mismo caso de Mirandolina, la protagonista de La locandiera (La posadera), también compuesta para el teatro Sant’Angelo en 1752. La protagonista, dueña y señora de su posada, sabe dejarse querer por todos sus clientes, en primer lugar los dos nobles venecianos, doblegar la misoginia del caballero Ripafratta y, manteniendo su libertad, su señorío y su independencia, sin aspirar a ser esposa de alguien que superándola en status, le hiciera perder su condición de "señora", decide casarse con su fiel servidor y eterno enamorado Fabrizio. Este hecho le permite seguir reinando en sus dominios, con el amor, el apoyo y la comprensión de un hombre, que al ser su subordinado, no intenta supeditarla a su voluntad. La locandiera, escrita en la línea de la Pamela, una de las famosas dieciséis comedias que entre 1750 y 1751 compuso Goldoni para el Sant' Angelo, nos remite a la famosa novela de Samuel Richardson del mismo título. Carlo Goldoni nos enfrenta aquí al personaje de la criada astuta, prudente, inteligente y "burguesa", al personaje femenino emprendedor que, de una forma u otra, sabe administrar sus bienes materiales, corporales y espirituales con el fin de aumentar su riqueza y su hacienda. Entre esta criada y las servette de la Commedia dell'Arte hay un abismo; el tipo de la criada, procedente de la comedia latina se había modificado y enriquecido a lo largo de toda la tradición literaria europea, para alcanzar su máximo rango con un personaje real como el de Mirandolina, quien puede ser vista como la auténtica representación femenina del nuevo orden burgués. Alejados del canon del sentido común y de la prudencia burguesa queda, sin embargo, el plantel de personajes exagerados, demasiado apasionados: Gli innamorati, demasiado rídiculos: La trilogia della villeggiatura (La trilogía del veraneo), donde se ridiculiza la moda del veraneo y la carrera 86 social por parte de la burguesía para imitar a la aristocracia. En este caso, la protagonista, Giacinta, se ve desgajada entre la necesidad de mantener las apariencias sociales y su verdadera pasión amorosa. Goldoni hace una apuesta por el progreso, por la alegría y por la modernidad de los nuevos tiempos. En este sentido, los cuatro viejos "rústicos'' de I Rusteghi, personajes anclados en el viejo orden mercantil, se oponen al grupo de jóvenes y mujeres que, alegres y felices, en las fiestas del carnaval veneciano, simbolizan el optimismo y la confianza en los nuevos tiempos. La victoria de los valores juveniles no queda exenta, sin embargo, de una nostálgica melancolía con relación a los valores que los rusteghi (los rústicos) representan; valores no del todo negativos e incluso resolutorios del conflicto dramático de La casa nuova. En esta comedia, el viejo tío, carca y regañón, de buenos sentimientos, gracias a su espíritu de ahorro, a su laboriosidad y a su solidez económica, está en grado de resolver el conflicto entablado entre Meneghina y Cecilia, hermana y mujer de Anzoletto, protagonista de la obra. Este personaje está envuelto en una grave crisis económica que enfrenta a las dos mujeres. Como ya se ha indicado anteriormente, el mundo, con su riqueza y su enorme complejidad, entra en el teatro de Carlo Goldoni, quien incluso en comedias como Le baruffe chiozzote llega a reflejar la vida de un grupo de pescadores de la localidad véneta de Chioggia. En este caso, no se trata de personajes burgueses; el escritor ha "descendido" en nivel social y se ha dejado fascinar por los conflictos sociales y humanos que rodean a sus protagonistas: amores, problemas cotidianos, peleas y altercados entre ellos, ternura y afecto son los protagonistas reales de este grupo coral de pescadores. La realidad al completo, expresada a través del mismo dialecto de Chioggia, se refleja en un texto en el que, aun de forma idealizada y con cierto toque "costumbrista", se nos acerca, por primera vez en la historia de la comedia italiana de autor, a la realidad del pueblo. Se trata, sin embargo, de una realidad popular presentada con una cierta mirada de nostalgia; una mirada que retrotrae al escritor veneciano al escenario, en cierta manera idealizado, de su primera juventud. En este sentido, se puede afirmar que el 87 mundo pescador de Chioggia es contemplado por Goldoni como un "paraíso perdido", y en consecuencia, este representa una utopía irrepetible. En este mundo popular, la óptica de la burguesía está presente en la obra, gracias a la intervención del propio autor, quien se desdobla en el texto a través del personaje del ayudante de la Cancillería, pieza clave para la resolución de los conflictos y las riñas ("baruffe") entre los pescadores. La gran novedad de esta obra goldoniana estriba en la presencia escénica del elemento popular, que así se convierte en interlocutor directo de la comedia. En consecuencia, el pueblo entra en el teatro como protagonista de pleno derecho y se dirige al pueblo, que como espectador, con espacio propio, tenía cabida en los teatros de la Venecia goldoniana. El autor, con sus Baruffe chiozzote, se hace absolutamente consciente del derecho de los sectores populares a verse representados en escena, directamente y de manera realista. El comediógrafo veneciano democratiza así el teatro italiano y establece un diálogo directo con los distintos grupos y clases sociales de la Venecia y de la Italia de su época. Como el mismo Goldoni afirmó, en 1750 en la introducción a su comedia Il teatro comico, la comedia se ha inventado para corregir los vicios y exaltar las virtudes mediante la ridiculización cómica de las malas costumbres. En consecuencia, la contemporaneidad de sus textos teatrales y su realismo son las bases literarias imprescindibles de una poética teatral que tiende a crear una ilusión de realidad, obtenida a partir de la representación escénica de la diversidad social, hecho que permite al pueblo reconocerse en ella. La Locandiera 88 7.4.2.3. La Reforma goldoniana contraria a la Arcadia y a la Commedia dell'Arte. Con estos dos elementos clave de la poética teatral goldoniana: contemporaneidad de la acción dramática y realismo, el escritor, desde sus posiciones de "ilustración divulgativa", se opone a la visión precepctiva de la Arcadia, tanto desde posiciones estilísticas como desde su concepción poética. Es decir, Goldoni abandona radicalmente el cultismo estilístico de la poesía arcádica, así como su tendencia al clasicismo y a la mitologización de la realidad. Desaparecen de los textos cómicos del autor, los héroes, los dioses, las ninfas, los pastorcillos, el mundo de la antigua Grecia, la antigua Roma, el lejano Egipto o la exótica Constantinopla, y no tienen cabida tampoco los conflictos trágicos ni los dramas interiores. Ahora bien, si el escritor veneciano se opone a la Arcadia y a los resultados del melodrama metastasiano, también lo hace con respecto a la Commedia dell'Arte, tanto desde una perspectiva estilística como de poética teatral. Goldoni se muestra, en consecuencia, contrario tanto a la "purgatissima lingua" (lengua pulidísima) como a "volgari motteggi" (dichos vulgar) de la Commedia dell'Arte, tanto al clasicismo mitológico y estilizado de la Arcadia, como al hiperrealismo caricatural y esperpéntico de la comicidad populachera de la Commedia dell'Arte. 7.4.2.4. La "revolución'' lingüística goldoniana. En el éxito de la reforma teatral goldoniana, la problemática lingüística es fundamental, puesto que la entrada del mundo real debía verse acompañada de un vehículo comunicativo vivo que diese cuenta y reflejase la vida y la forma de ser de sus distintos personajes. En este sentido, la comedia goldoniana se muestra como uno de los primeros muestrarios del variado y complejo diasistema del italiano septentrional. Es decir, en sus obras tiene 89 cabida tanto el italiano (abiertamente marcado por las tendencias lingüísticas de las distintas variedades diatópicas de la zona norte) como el dialecto veneciano en su mayor parte. Se trata en cualquier caso de distintas variantes pertenecientes a la lengua hablada, la única realmente apropiada para la representación dialógica y la caracterización sociolingüística de sus diferentes personajes e interlocutores teatrales. Es posible afirmar que para Goldoni el dialecto no está asimilado a una convención cómico-jocosa, expresionista ni esperpéntica de carácter marginal con respecto a la línea áulica y hegemónica de la alta literatura, escrita en italiano, tal y como sucedía en la tradición de la Commedia dell'Arte. Por el contrario, la solución lingüística goldoniana y la introducción móvil del dialecto veneciano, en toda la flexibilidad comunicativa de su repertorio, es un fiel reflejo de una innovadora concepción de su poética teatral. Esta se encuentra, en consecuencia, ineludiblemente asociada a la importancia capital del realismo de sus obras. Estamos ante la vitalidad espontánea del “hablado” y ante su más absoluta y total movilidad expresiva. Por esta razón, el léxico y la sintaxis de los diálogos de Goldoni, claramente paratáctica ( indiferente a la perspectiva literaria y formal), se encuentra plagada de oraciones escindidas, alteraciones en el orden lógico de la frase; son características del hablado: repeticiones, elipsis, sobreentendidos. Todos estos fenómenos nos sitúan ante un repertorio lingüístico dinámico, conversacional y vivo; un repertorio que abarca, con mayor o menor éxito, desde el veneciano hasta otras realidades más estrictamente "nacionales". El italiano de Goldoni está animado por un marcado sustrato regional que nos enfrenta directamente con el "italiano" dieciochista de la burguesía de la zona septentrional de Italia. 90 7.5. El sentimiento trágico de Vittorio Alfieri en los albores del Romanticismo. 7.5.1. La vida y la obra de Alfieri. También en el caso de Alfieri se dispone de un texto autobiográfico: Vita di Vittorio AIfieri da Asti, scritta da esso, publicada póstumamente en 1806, cuya primera redacción arranca de 1790. En la Vita, Alfieri, al igual que Goldoni en sus Mèmoires, intenta describir su extenuante y progresiva "conversión a la literatura", además de dar cuenta de la conquista de los instrumentos estilísticos y formales que le posibilitaron convertirse en un poeta trágico. En este sentido, la Vita alfieriana puede ser también entendida como una novela de formación, ya que se trata de la iniciación y de la entrada del escritor en el sistema sublime de la literatura, forma heroica y superior de existencia, que, al oponerse a la tiranía y al ejercicio indiscriminado del Poder, hacen del escritor un ser superior, alejado de la mediocridad plebeya de una sociedad, como la suya, ajena a los ideales heroicos de los héroes antiguos. En este texto, hasta tal punto son determinantes los distintos itinerarios de su formación humana y literaria por los que atraviese el autor que se podría llegar a afirmar que la vida de Vittorio Alfieri es la ilustración fehaciente de un itinerario de "salvación por la literatura"; una celebración entusiasmada del escritor que se acerca al "Verbo" de las escrituras de los clásicos. Como en el caso de la hagiografía, en la Vita, su autor tiene que superar caídas, tentaciones y obstáculos hasta poder llegar a la redención final, la que se realiza en la práctica y el ejercicio de la literatura, y sobre todo en el logro excelso de la “'Poesía". Por consiguiente, se puede decir, que frente a las Mémoires de Goldoni, en las que se asistía a una clara preponderancia de la exposición de hechos y de acontecimientos, narrados con una óptica fenomenológica, la de Alfieri nos enfrenta con un viaje y una historia interior: las vicisitudes existenciales de un alma en desasosiego; de ahí el inminente sabor prerromántico del texto alfieriano. 91 Se puede afirmar, por tanto, que cada uno de los acontecimientos personales narrados y recordados por Alfieri, de los que por supuesto no está exento el valor documental, sirven fundamentalmente para poner de manifiesto la lucha agónica del sujeto trágico con respecto a las fuerzas antagónicas de orden sublime y superior; fuerzas que posibilitan el establecimiento de una lucha abierta entre dos potencias excelsa y contrarias, las que garantizan de antemano el pathos y la consiguiente visión trágica y heroica del devenir. La lucha agónica contra la naturaleza, el sobrecogimiento que experimenta el poeta, por ejemplo, ante los paisajes helados del mar del Norte, cuyos fiordos imposibilitan la navegación y provocan el naufragio, son comparable al ardor heroico del hombre libre en su lucha contra la tiranía. Por otra parte no debe olvidarse que cuando Alfieri emprende la redacción de la Vita, en 1790, ha llevado ya a término la mayor parte de su producción literaria; es decir, ha compuesto ya las tragedias, los tratados políticos y la primera parte de las Rime. En este sentido, una vez ejercitada y desarrollada una concepción eminentemente excelsa y trágico-heroica de la existencia, su obra autobiográfica debe ser entendida como una más de sus tragedias, esta vez en prosa. Se trata de una tragedia personal, en la que los módulos plutarquianos sirven al autor para expresar su voluntad de potencia y su visión agónica y elitista de una actuación mítica irrepetible. En consecuencia, la alfieriana puede ser vista también como la conclusión última de toda la serie de sus propios héroes; héroes rotos y desgarrados que preludian ya la insatisfacción y el titatanismo de ciertas posiciones románticas. Sin duda esta visión mítica de la vida de Alfieri es la que se transmite a las posteriores generaciones italianas y la que ineludiblemente se deja traslucir en la figura de Jacopo Ortis de Ugo Foscolo. El proceso de mitificación heroica llevado a cabo por el mismo Alfieri está en cierta forma justificado por su propia biografía, agitada y compleja. Vittorio Alfieri nació en Asti el 16 de enero de 1749, en el seno de una familia 92 de rancio abolengo. Su padre murió en su primer año de vida, y su madre contrajo matrimonio, en terceras nupcias, con Giacinto Alfieri di Magliano. Vittorio Alfieri llevó a cabo en Asti sus estudios en la Real Academia de Turín por voluntad de su tío Pellegrino Alfieri entre 1758 y 1766, año en el que obtuvo el título de "Porta-Insegna nel Reggimento provinciale d’Asti", de manera que se encontró siendo militar en tiempos de paz. Según confiesa el escritor en su Vita, estos fueron años de ineducación y no de estudios. Sin lugar a dudas la ausencia de su padre, unida al severo trato recibido, durante sus primeros años, así como la superficialidad de la vida militar, tuvieron un peso determinante en la existencia de Alfieri y en la formación de su carácter. Ya a partir de estos momentos, el escritor busca intensamente afectos superiores y situaciones excepcionales que lo compensen de la vacuidad y de la insatisfacción de su vida social y familiar. De ambas nace su peculiar rebeldía, su intolerancia contra las imposiciones sociales, las jerarquías militares y el absolutismo monárquico. Al término de sus estudios militares, en 1766, en la búsqueda de sensaciones y experiencias sublimes que lo enfrentaran al verdadero sentido heroico de la vida y que colmaran el sinsentido de su existencia, Alfieri emprende una serie de largos y lejanos viajes a través de Italia y de toda Europa. Esta serie de viajes, que le llevan a experimentar todo tipo de aventuras y de disipación, concluye en 1775, año de la "conversión" a la literatura y año de la composición y representación de su tragedia Cleopatra, obra con la que el autor inicia su carrera de escritor trágico. A partir de este momento, con el éxito obtenido con su obra trágica, nace en él un ferviente y altísimo deseo de gloria; deseo que pone en marcha todo un elaborado plan literario y estilístico que, unido a su concepción heroica y sublime de los avatares políticos, dará lugar a sus tragedias y a sus tratados, de política y estilística. Dos años más tarde, en 1777, tuvo lugar su encuentro con Luisa Stolberg, condesa de Albany, separada del marido Carlos Eduardo Stuart. El 93 amor de Alfieri por Luisa Stolberg pone fin a la azarosa vida sentimental del escritor y con ella establecerá una relación que, aun fuera del matrimonio, mantendrá hasta su muerte. A partir de este momento, en el que su vida "profesional" y personal ha dado un considerable vuelco hacia la estabilidad y la búsqueda del sentido y la trascendencia, Alfieri pone en marcha lo que él mismo denomina "despiamontización", proceso mediante el cual el escritor no solo hace donación de todos sus bienes a su hermana, a cambio de una pensión vitalicia, sino que se dedica en cuerpo y alma a la búsqueda de un estilo y un verso trágico italianos. Por tanto, abandona el francés como lengua literaria y se dedica al estudio ferviente de los clásicos italianos y de la "toscanidad”. Ahora, con su amada y rodeado de poquísimos y escogidos amigos, entre 1777 y 1790, transcurren los años más fructíferos y laboriosos de toda su vida, primero en distintas ciudades italianas: Roma y Florencia, y más tarde también en ciudades europeas: Colmar y París, de la que huye tras el recrudecimiento del radicalismo jacobino en 1792. A lo largo de este periodo, Alfieri compone sus tragedias más importantes, Antigone (concebida en 1716 y publicada en 1783), Filippo (ideada en 1775 y publicada en 1783), Saul (ideada y compuesta en 1782) y Mirra (concebida en 1784 y compuesta en 1789), sus dos tratados Della tirannide (escrito en 1777 y publicado en 1790) y Del principe e delle lettere (completado en 1786 y publicado en 1790), así como gran parte de las Rime. En París, asiste a la revolución y, en un principio, la celebra con su oda de 1789 Parigi sbastigliato (París desbastillado), pero los acontecimientos posteriores le llevaron a modificar su concepto de la libertad, y tras abandonar Francia, se convierte en un furibundo opositor de todo lo francés y de la política gala. A esta reacción beligerantemente apasionada contra la revolución burguesa, ya en una línea política abiertamente reaccionaria, responde la composición de su obra el Misogallo, redactado, entre 1790 y 1798, las Satire y algunas de sus Commedie, en las que comienza a trabajar a partir de 1800. En 94 la primera mitad de 1803, escribe la segunda parte de su vida, iniciada en 1790. Muere en Florencia en Octubre de 1803, asistido y ayudado por Luisa Stolberg. 7.5.2. Política y Poética. Como acabamos de decir, los dos tratados de Alfieri son Della tirannide y Del principe e delle lettere; ambos constituyen la cara política y poética de la misma visión heroica y elitista que, a su vez, configura el sistema trágico del existir literario alfieriano. Della tirannide, compuesto en 1777, se propone analizar las características (se supone políticas) de la figura del tirano, de su régimen, de los instrumentos y apoyos (ejército y religión fundamentalmente) de los que se sirve para perpetuar su poder. En el lado opuesto, el texto se propone también dar cuenta de las formas de resistencia de las que se sirve el hombre libre para soportar o combatir la tiranía. En un primer momento, se podría pensar, por tanto, que el tratado se inserta en toda la línea de reflexión política ilustrada acerca de la génesis de la vida social, las distintas formas de poder y el ejercicio de la libertad, cuyo 95 modelo indiscutible, en pleno siglo XVIII, es Montesquieu. Sin embargo, nada más alejado de la realidad, Della tirannide, apartado del debate político dieciochista, sirve únicamente para comprender la mitología personal de su autor. En consecuencia, no cabe encontrar análisis real de unos modos políticos de gobierno y ejercicio del poder, ni estudio de las redes sociales y las distintas alianzas que sustentan y alentan un régimen político en tiranía. Por el contrario, el tratado se detiene en la comprensión de los estados psicológicos y anímicos del hombre libre; estudia sus anhelos de libertad y la agresividad y el odio sentido contra el opresor. Es decir, a Alfieri le interesa resaltar los estados emocionales y la pasión excepcionalmente noble de aquél cuyo espacio vital, exclusivamente emotivo, lo definen como ser libre y enemigo de quien le impide ser tal. Desde esta perspectiva, la tiranía no constituye realmente un régimen político ni un modo de gobernar, sino que pertenece, casi en su totalidad, a la esfera personal; el la tiranía para el autor es ajena a cualquier tipo de realidad sociohistórica concreta. Della tirannide vuelve a deslizarse hacia el tejido autobiográfico, el cual, sin lugar a dudas, está nuevamente determinando el sentimiento agónico y heroico de quien se erige en símbolo personal de la lucha contra cualquier manifestación de tiranía. Desde esta perspectiva mítica y existencial, la figura del tirano representa el obstáculo, en sentido global, al pleno desenvolvimiento aristocrático y excepcional del héroe. El odio por el tirano (ser superior de signo opuesto al héroe) se convierte, en este sentido, en una vocación de absoluto, en el ansia de superar los límites de la condición humana a través de una plena autoafirmación del yo trágico. De este primer texto político de Vittorio Alfieri, se deduce, por tanto, su elitismo aristocrático, su desprecio y desinterés por la inmensa mayoría de los mortales, que no comparta las características de superhombres del tirano y su oponente; las opiniones políticas de Alfieri en sus últimas obras, entre las que 96 desteca el Misogallo, no harán sino confirmar claramente esta tendencia al individualismo elitista ya presente desde 1777 y, en consecuencia, reafirman su evidente contraste con las posiciones más progresistas del movimiento ilustrado. El tratado poético y literario de Alfieri: Del principe e delle lettere de 1779 está estrechamente ligado al primero. En esta obra, se describe también el antagonismo opositivo entre la figura del tirano y el antitirano, de manera que la lucha política abstracta entre dos personalidades de orden superior vuelve a aparecer una vez más en este segundo tratado, pero vista a la luz del ámbito literario. En esta ocasión, la función del "hombre libre" la desempeña el "literato tribuno"; tanto uno como otro no son sino variantes racionalizadas del yo enunciativo. Alfieri, en ningún caso, pretende contextualizar históricamente la figura del literato, cuyo ejercicio es concebido como una manifestación más de la superioridad espiritual de quien detenta y ostenta titánica y heroicamente una abierta vocación de libertad. Cabe decir, pues, que la literatura es para Alfieri el principal vehículo expresivo de lucha contra el Poder; según su concepción se deduce que la "verdadera" literatura se compone en los momentos de ausencia de libertad. La literatura es la forma más elevada del espíritu humano y con ella es posible alcanzar las cimas del ser y del actuar. La literatura supera a la acción y coloca a su creador en el camino de la divinidad. Alfieri se aparta así de la visión hedonista del hecho literario. En lo que en un primer momento podría entenderse como postulado de utilidad social cercano a la Ilustración, ve en el hecho literario la primera potencialidad del quehacer del superhombre: la literatura. No hay que engañarse, sin embargo, nada más alejado a los presupuestos democráticos de la Ilustración; para Alfieri la poesía es la vía primera para alcanzar la inmortalidad personal, y, al estar reservada a las almas excepcionales y superiores, implica la segregación de la inmensa mayoría de los humanos y la formación de élites culturales que, desde su posición de seres elegidos, puedan configurar el círculo de los mejores. 97 7.5.3. El sistema trágico alfieriano. Como se ha dicho anteriormente, la tragedia es para Vittorio Alfieri la forma connatural a su propia concepción de la existencia, el género portador de su visión heroica y antagónica de la realidad, sobre la que él mismo fundamenta su actuación como hombre y como poeta, y desde la elección de la grandeza inherente a la propia forma trágica, el escritor da rienda suelta a su voluntad de potencia, a la superioridad y a la nobleza interior de sus modelos comportamentales, incluido el suyo mismo. Es cierto que, frente a la importancia de la comedia, dentro del panorama teatral italiano, la tragedia, al contrario que en otros ámbitos europeos como España, Francia o Inglaterra, no había sido un género muy practicado por los dramaturgos, a excepción de Giraldi Cinzio y Federico Della Vall. Tal posibilitaba al escritor la búsqueda de la fama y el logro de la gloria, a través de un género dramático tan poco común a la tradición italiana. A lo largo del siglo XVIII, la consolidación del teatro nacional italiano se había llevado a cabo a través de la comicidad burguesa del teatro goldoniano. Sin embargo, quedaba aún pendiente una práctica teatral de excelencia que pudiera responder a una visión heroica, noble y sublime de la existencia y del devenir. El vacío existente en torno a la tragedia es obvio. En este sentido, a la luz de los debates que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVIII en torno al género trágico, Fernando de Borbón, duque de Parma, en 1770, crea un premio literario para autores trágicos; premio que se otorgaba, casi por compromiso, y que recaía en obras mediocres, más cercanas al melodrama metastasiano que a las verdaderas formas trágicas. La única tragedia que verdaderamente merece ser señalada en este siglo es la Merope de 1713, escrita por Scipone Maffei, rápidamente traducida a otras lenguas, y destacada, tanto por el alemán Gotthold Ephraim Lessing como por el mismo Vittorio Alfieri, quien la considera la única tragedia italiana. Dicha puede ser considerada como un precedente de su propia obra trágica. 98 El gran mérito de Alfieri reside precisamente en haber sabido innovar desde la tradición; es decir, en haber vuelto la mirada al mundo del clasicismo grecolatino y, en conjunción con los modelos estilísticos y heroicos de la tradición literaria italiana (no hay que olvidar que los poemas heroicos, y más concretamente la Gerusalemme de Tasso, ya ofrecían innegables espacios de heroísmo trágico), haber indagado en la búsqueda y en la creación de formas expresivas y de personajes que respondieran a una nueva sensibilidad individual y colectiva. Una sensibilidad similar, aunque con innegables elementos de diversidad con respecto a la de Alfieri, estaba surgiendo en Europa, en cierta forma, como respuesta ideológica al desenfadado y peculiar mundo pragmático defendido por el ideario burgués. En esta línea trágica, para conseguir su real afirmación innovadora, Alfieri se sirve de lo que podríamos considerar elementos de poética eficaces. En primer lugar, el escritor se vale de la fuerza trágica de sus protagonistas, emanada del propio tejido autobiográfico. Es una fuerza reduplicada, gracias a la concentración de los conflictos familiares y políticos de carácter trágico que enfrentan, radical y despiadadamente, a las fuerzas del Bien y de la Libertad contra las del Mal y de la Opresión tiránica. Se puede afirmar, pues, que el sistema trágico de Alfieri constituye una búsqueda del Absoluto, a través de una forma excelsa. Al antagonismo entre los personajes positivos y negativos de sus tragedias, se superponen en cadena los conflictos personales de orden inconsciente. El conflicto "político" se traduce en un conflicto familiar y personal, y, en consecuencia, se vuelve más complejo, angustioso y ambiguo. Se trata de un conflicto eterno y ancestral, cuyo modelo y cuya expresión trágica ya se encontraba presente en el ciclo de Edipo y en el de Orestes. El tirano y el antitirano pueden ser hermanos: Polinice y Antigona, padres e hijos: Filippo, Agamenón, Oreste, Bruto primero y Bruto segundo; el héroe puede estar enamorado de la hija del enemigo o ser su marido, la madre del héroe puede 99 verse obligada a elegir entre su hijo o el tirano, tal y como sucede en la mayoría de las obras alfierianas conocidas como las tragedias de la libertad: Timoleone, Virginia, la Congiura dei Pazzi, Don Grazia… Es decir, realmente nos encontramos ante variaciones mínimas de conflictos familiares de carácter inconsciente, cuyo origen existencial puede rastrearse en la propia infancia del escritor, en la ausencia del padre y en la compleja red de relaciones de parentesco que vivió el propio Alfieri. El conflicto familiar y la oposición al tirano recrudecen su intensidad en la primera gran tragedia: Filippo de 1775, basada en la dolorosa y trágica historia de amor entre el joven Carlos, hijo de Felipe II, e Isabel de Valois, segunda mujer de su padre. De este nudo argumental se sirve Johann Christoph Schiller para su célebre Don Carlos; a su vez, el texto alfieriano constituye la base para la famosa ópera de Verdi del mismo nombre, representada en Milán en 1867. La crueldad indagatoria y despótica de Felipe II, que lleva a la muerte tanto a su hijo como a su esposa, nos sitúan ante la figura del tirano más intolerable. En el caso de Saul, tragedia de 1782, inspirada, como su nombre indica en el personaje de la Biblia, se desarrolla el conflicto político, humano y generacional instaurado por el viejo tirano Saúl, alejado de Dios, y envidioso del joven David, valeroso guerrero y estrella de Israel, amigo de Jonás y marido de Micol, hijos del primero. Saúl, rey de Israel, apartándose de los designios divinos, ciego de dominio y de poder, llega a realizar actos de impiedad. No solo se rebela contra Dios, sino que manda a la muerte al sacerdote Achimelech y a David a la batalla contra los Filisteos, quienes atacarán por sorpresa Israel. Saúl, al término de la obra, en la soledad más absoluta del tirano y del hombre totalmente abatido, sabe de la muerte de sus propios hijos. El personaje, lleno de remordimientos y de sentimiento de culpa, decide el suicidio como único medio para mantener su heroica realeza. 100 La figura de Saúl, aun siendo la del tirano, representa a su vez a la víctima de los designios divinos; el personaje bíblico, en cierta forma, retoma el latir más genuinamente existencial del conflicto heroico alfieriano. Saúl encarna, quizás más fidedignamente que los demás personajes de sus tragedias, los conflictos desgarradores del heroísmo existencial del autor, ya que el protagonista, a pesar de su culpabilidad, opta por el suicidio antes que elegir la esclavitud y la resignación. De esta manera, el "tirano" se opone al misterio profundo de los designios de Dios. La búsqueda absoluta del camino de grandeza de los héroes de Alfieri, una vez que esta ha sido liberada de cualquier elemento retórico de superficialidad, se alcanza gracias a la palabra. El verso, el estilo trágico, desconectado de toda ambientación descriptiva, escénica o sociohistórica es, en consecuencia, el protagonista ineludible de la grandeza heroica y del antagonismo de los dos poderosos adversarios enfrentados: hombre libre y tirano, los únicos personajes válidos de las tragedias alfierianas. En esta búsqueda absoluta de lo trágico, es comprensible la importancia del estilo tradicionalmente clásico de Alfieri, quien se aleja así también del realismo lingüístico de sus contemporáneos y de la naturalidad comunicativa del teatro cómico de su época. La lengua y el verso trágico de Alfieri buscan la concentración semántica en sí misma, comunicada a través de soluciones lingüísticas tradicionales y líricamente excelsas, apasionadas y emotivamente innovadoras; soluciones que en muchos casos se ven apartadas de una verdadera profundización psicológica a la hora de caracterizar a los distintos protagonistas. Es decir, la pasión trágico-heroica de los personajes de Alfieri, transmitida mediante la musicalidad declamatoria del verso, constituye el principal interés literario del autor; esta se erige realmente en el verdadero centro trágico de sus obras. El estilo de Alfieri, alejado de cualquier grandielocuencia pomposa y de cualquier musicalidad tendente al canto, se aparta de los módulos poéticos de la Arcadia y de las composiciones metastasianas. El autor piamontés crea, por 101 tanto, un estilo trágico, caracterizado por transposiciones lingüísticas temerarias. Es decir, nos encontramos con una técnica estilística rupturista, cuyo punto central estriba en la alteración sistemática y continua del orden sintáctico del enunciado y en la disolución de las reglas compositivas de orden poético. Se trata de la búsqueda de una nueva prosodia, radicalmente alejada de la “cantabilidad” dulcificada del melodrama. Según el propio Alfieri, es una prosodia más cercana a la masculinidad trágica de la lengua de Dante. En esta línea estilística, Alfieri opta por la resolución epigramática, por la conclusión lapidaria, por el endecasílabo escindido, por la fusión rítmica y melódica de los encabalgamientos, por la abundancia de las interrogativas y de las exclamaciones escénicas trágicas y no melodramáticas, por las frases cortadas, por los silencios y los sobreentendidos. Frente a la recurrencia a la adjetivación convencional del melodrama, Alfieri se decanta, más que por la innovación léxica, por el uso continuo de formas verbales y sustantivas tradicionales, las cuales, alteradas en su valencia semántica desde el plano de la connotación más abstracta, alcanzan lo sublime. En las distintas correcciones y variantes de los manuscritos alfierianos, antes de su fijación definitiva, se observa una evolución continúa hacia la construcción trágica, lo que es igual a decir hacia la continua transposición, cuanto más radical mejor, de los elementos constitutivos de la frase. Estamos ante una búsqueda progresiva de originalidad y también de extrañamiento en el receptor con respecto a los módulos del melodrama. En los textos alfierianos, corren dos tendencias paralelas y en apariencia contrarias. Pero son realmente las dos caras de la misma moneda: la ruptura del orden lógico y sintáctico de la frase, unida al uso y al abuso de frases rotas y suspendidas, junto con el cada vez más intenso recurso al encabalgamiento y a la dilatación rítmica de los endecasílabos; una tendencia esta última acompañada de una específica disposición de las palabras clave del verso, al comienzo y al final del grupo fónico, hecho que da lugar al encabalgamiento en sí mismo. Con ambos procedimientos lingüísticos en 102 cadena, Alfieri indaga en la búsqueda de una forma trágica a caballo entre el soneto y el estilo familiar, un híbrido entre el género lírico y el dialógico, entre la prosa y la poesía; una nueva forma trágica cuyo logro radica en la eliminación radical del isomorfismo métrico y de la rima y en la alteración continua de la tradicional colocación de los componentes sintácticos en el interior de las frases. La recurrencia alfieriana a dichas técnicas estilísticas se encuentra presente en todos los personajes de sus tragedias y constituye una innovación cuyos orígenes podrían retrotraernos a la complejidad de la lírica barroca. Es la misma complejidad que un siglo más tarde caracterizará también el decir trágico de los héroes teatrales de Gabriele D'Annunzio. Hay que insistir además en la homogeneidad trágica de las distintas voces de sus protagonistas. En este sentido, se puede afirmar que la voz de los personajes de Alfieri, como fiel reflejo del conflicto existencial del propio autor, está privada, en numerosas ocasiones, de una real ambientación teatral histórica, hasta tal punto que las distintas agonías de sus figuras humanas se pueden llegar a fundir en una sola voz: la de la propia confesión autobiográfica, transferida a la de sus héroes. El destino trágico de estos protagonistas nace, en consecuencia, del interior de sí mismos, es de orden interno. Por consiguiente, es más devastador y destructivo. Se trata de una obsesión angustiosa que, en muchos casos, los mina desde dentro para conducirlos a la destrucción. Este es el caso de Mirra, la última y la más perfecta de las tragedias de Alfieri, terminada en 1786. Se trata de una obra, sin caracterización sociohistórica y política alguna, cuyo ritmo dialógico, cada vez más apasionado, no conoce renuncias, huecos ni pérdidas de atención. El conflicto interior y familiar sobre el que gira la tragedia, se encuentra en las Metamorfosis de Ovidio y se centra en la pasión amorosa de carácter incestuoso que Mirra, la protagonista, siente por su propio padre Ciniro, rey de Chipre. Ahora bien, la verdadera y principal fuente de intensidad trágica de la obra de Alfieri no se centra tanto en el conflicto incestuoso y en el amor de Mirra por su padre, sino 103 fundamentalmente en el silencio y en la prohibición psicológica que impide a la protagonista confesar y nombrar su infamia a los demás y sobre todo a sí misma. Encontramos también ahora, como antes en Saul, la disociación lacerante del propio personaje, trágicamente dividido entre el deseo inconsciente y una imagen heroica e ideal de sí mismo. La pasión edípica de Mirra hacia Ciniro la lleva a rechazar el matrimonio con el valioso y bello Pereo, quien elegirá la muerte. Tras la cual, Mirra se verá casi obligada a confesar a su padre de forma implícita cuál es el horror de su conflicto interior. Solo después de que Ciniro conozca el terrible secreto de su hija y manifieste su estupor aterrorizado, la protagonista se liberará de la culpa hasta llegar a la muerte, en una profunda soledad. La protagonista de esta tragedia de Alfieri no se caracteriza, sin embargo, por su heroicidad rebelde ni por su titanismo agónico; por el contrario, nos encontramos con un personaje dulce, de una extremada ternura y más bien retrotraído. Mirra no tiene que enfrentarse con la injusticia ni con la tiranía, sino con un mal profundo que proviene de sí mismo. Hay que resaltar que la autoridad paterna, representada en este caso por Ciniro y por Cecri, la madre, no se reviste de ninguna caracterización negativa ni autoritaria. Por el contrario, el amor paterno y materno, su dedicación hacia la hija y su voluntad de comunicación con ella hacen de estos personajes la representación más cercana a la paternidad burguesa; su actuar es más propio de una familia contemporánea. En el caso de Mirra y en el de Saul, la vivencia del mal secreto, silenciado y nunca dicho, se dilata en el texto, mediante el continuo interrogarse acerca del mismo, hecho que destruye, psíquica y físicamente, a los protagonistas. De aquí nace la poética del silencio, en la que el continuo sucederse de las frases interrogativas, de las oraciones rotas y de los puntos suspensivos, si por una parte contribuyen a dilatar el conflicto trágico y acrecentar la emotividad pasional del personaje, por otra pueden convertirse en un elemento paralizador del desenvolvimiento temático de la historia 104 representada. En otras tragedias de Alfieri de menor categoría literaria, la sucesión insistente de unos recursos expresivos únicos, monocordes y obsesionantes, concebidos como el único medio de elaboración trágica, producen el efecto contrario. Es decir, ponen de manifiesto una posible "ausencia" de real genio trágico por parte de su autor, quien no parece conocer el interior de sus personajes, sino dar continuamente vueltas a su más íntima historia personal. 105 BIBLIOGRAFÍA BÁSICA. ASOR ROSA, A. (a. c. di) (1992). Letteratura italiana. Le opere. Dal seicento al Settecento, Torino: Einaudi. CESERANI, R.-DE FEDERICIS, L. (1979). Il materiale e l'immaginario, vol.7., Firenze: Loescher. FERRONI, G. (1991). Storia della letteratura italiana. vol. III., Torino: Einaudi. GUGLIEMINO, S. -GROSSER, H. (1987) Il sistema letterario. Cinquecento e Seicento - Settecento, Milano: Principato SANTAGATA, M. -CAROTTI L. -CASADEI A. -TAVONI, M.(2006) Il filo rosso. vol II, Roma: Laterza ZACCARIA, G.(2002) Per studiare la letteratura italiana, Milano: Campus Mondadori 106