FILOSOFIA 1º BACHILLERATO BLOQUE II: EL CONOCIMIENTO (TEORIA DEL EL CONOCIMIENTO, METAFISICA) EL CONOCIMIENTO Y LA VERDAD.EL PROBLEMA DE LA REALIDAD EPISTEMOLOGIA Y METAFISICA. Para iniciarse: Estas son algunas de las preguntas fundamentales que nos haremos a lo largo del capítulo: ¿Por qué creemos lo que creemos? ¿Podemos estar realmente seguros de todo? ¿De dónde provienen nuestros conocimientos, es decir, cuál es la fuente o el origen de nuestro conocimiento? ¿Podemos llegar al conocimiento último de la realidad? ¿Por qué caminos o medios? 0. INTRODUCCION: Sobre lo que sé, sobre mis conocimientos, puedo hacerme tres preguntas: 1) ¿De dónde los he obtenido?.Problema del origen o la fuente 2) ¿Hasta qué punto estoy seguro de ellos?.Problema de la validez 3) ¿Cómo puedo ampliarlos, mejorarlos o sustituirlos por otros más adecuados, verdaderos u objetivos? Problema del progreso acumulativo de las ciencias 1) Fuentes de mi conocimiento: • • • Fuentes sociales: Las cosas que sé porque me las han dicho otros (padres, profesores, mass media). Fuentes empíricas: Por propia experiencia sensible: sensaciones, emociones, pasiones. Fuentes intelectuales o racionales: Porque las he aprendido por mí mismo o las he estudiado. O porque las he deducido de otras previas Hemos estudiado el proceso psicológico del conocimiento, tal como suponemos que debe ocurrir al nivel de las mentes individuales: se podría decir que a ése nivel, el conocimiento no es más que la creación de un modelo (o varios modelos, mejor dicho, los correspondientes a las diversas ciencias) de la realidad PROGRESIVAMENTE INTELECTUALIZADO, ES DECIR, ABSTRACTO, cada vez más alejado de las sensaciones y percepciones del sujeto cognoscente pero hecho para dar cuenta de la unidad, estabalidad y regularidad de aquellas, es decir del orden de la experiencia (del cosmos). Sin embargo, el estudio del conocimiento OBJETIVO, por su propia naturaleza, rebasa el nivel de análisis psicológico para entrar en otro nivel propiamente filosófico, al que tradicionalmente se llama EPISTEMOLOGIA. GNOSEOLOGIA o más llanamente TEORIA DEL CONOCIMIENTO. En efecto, desde el plano individual no se puede nunca justificar lo que, por su propia naturaleza, nunca es SUBJETIVO, sino más bien OBJETIVO o, al menos, INTERSUBJETIVO. En efecto, como demuestra dramáticamente la historia de los diversos empirismos o positivismos, el análisis psicológico del conocimiento (genético) jamás puede justificar la validez de éste ni señalar sus límites. Se precisa para ello adoptar otras perspectivas, que han sido muy diversas en la historia de la filosofía: la perspectiva lingüística, la perspectiva trascendental (kantiana), la fenomenológica o la práctico-social. El estudio de estas perspectivas excede los objetivos marcados en el curso de primero de bachillerato y debe ser relegado a la materia de segundo, donde un análisis histórico de la cuestión parece más pertinente.Aquí nos limitaremos a hacer un repaso de las principales teorías epistemológicas, sin profundizar excesivamente en ninguna de ellas y a mostrar sus conexiones con la metafísica tradicional. En efecto, como veremos, el problema del SER (¿Qué es lo REAL?) no puede desligarse del problema del conocimiento, es decir, de los límites y validez de éste (¿Qué es lo que puedo conocer y, sobre todo cómo puedo conocerlo?). Para empezar, podemos decir que no sobre todos los conocimientos tengo el mismo grado de certeza o seguridad, y, es más, tampoco debo tenerlo. Lo que otros me dicen podría ser una invención o un engaño. Los enunciados de la ciencia son refutables, como demuestra su propia historia. Y, finalmente, mis sentidos (y hasta mi propia razón, como veremos) me pueden engañar. Ello no quiere decir que no me pueda fiar de nada, sino que lo que sé debe ser sometido de vez en cuando a examen crítico. Quizás no deba tomar ningún conocimiento como una verdad absoluta e inamovible, sino que, más bien, debo estar dispuesto a cambiar mis conocimientos cuando otros mejor fundados aparezcan. A eso es a lo que se denomina examen crítico. Y el instrumento que se encarga de llevarlo a cabo es la razón. La razón es una facultad, un procedimiento intelectual crítico, en virtud del cual relaciono, ordeno, comparo, fundamento o someto a duda los datos o la información que tengo, es decir, mis conocimientos. Su característica es la universalidad: es universal porque todos los hombres la poseen, y también porque sus argumentos son comprensibles para todos. El objetivo del método racional es descubrir la verdad, que es la concordancia entre lo que creemos y lo que se da en la realidad. Y una de las primeras misiones de la razón es delimitar los diferentes campos o ámbitos de la verdad que se reparten la realidad. No podemos confundir estos campos. Además en cada uno de ellos se aspira a un tipo de veracidad distinta: en las matemáticas se exige exactitud, mientras que en ética o en política no se puede exigir exactitud, sino más bien rigor y ausencia de contradicción en los razonamientos. En poesía, expresividad. Y verosimilitud en Historia. 1.Posturas radicales en epistemología.Entre el dogmatismo, el relativismo y el escepticismo: Pero los hay que desconfían del poder de la razón para llegar a la verdad, entre otras cosas porque a lo mejor no hay una verdad.. En esta línea están los escépticos y los relativistas. Para los primeros (los escépticos), no hay nada cierto ni verdades concluyentes, la razón no es capaz de llegar a la verdad. Para los segundos (los relativistas), la verdad ni es una ni es absoluta, sino que depende del sujeto, de sus intereses, posición social, cultura. No existe la verdad, sino múltiples verdades, tantas como sujetos. La verdad es subjetiva y nunca puede ser universal. No existen verdades universales racionalmente objetivas. Finalmente, frente a la razón también se colocan aquellos que defienden la intuición o la revelación como la auténtica fuente del conocimiento de la verdad. Les podríamos llamar los dogmáticos o “visionarios”. Estos últimos, a diferencia de los escépticos y de los relativistas, sí creen en la verdad única y absoluta, pero sostienen que dicha verdad no es cognoscible por medio de la razón , sino por medio de otra facultad, llámese intuición o revelación. ¿Es posible el conocimiento? Esta pregunta ha sido contestada negativa y afirmativamente con las dos principales posturas expuestas aquí: el Escepticismo y el Dogmatismo. Pero estás no han sido las únicas. Por ello queremos ver otras, no tan extremas, consideradas como intermedias de las mismas: - - - - el Relativismo: sostiene que se pueden llegar a conocimientos verdaderos, PERO no válidos para todo tiempo y lugar. Tiene, ciertamente, en consideración la dimensión histórica y cultural del conocimiento. El Relativismo puede ser: Relativismo Individual: la verdad puede ser distinta para cada individuo. Postura defendida por los Sofistas. Relativismo Cultural: no considera que haya verdades distintas según los individuos, sino según las Culturas. Postura defendida por los Antropologistas. Relativismo Histórico: cada época histórica tiene su propio sistema de verdades. el Criticismo: considera que antes de fijar algo como verdadero o falso, es preciso analizar la razón humana y comprobar que puede acceder al conocimiento y en qué condiciones. Su mejor representante es Kant para quien un conocimiento "objetivo" significa aquello que es objeto de conocimiento para el ser humano y por ello debe ajustarse al modo de conocimiento humano (formas, posibilidades, límites).De esta manera, la razón no caerá en errores o autoengaños. El pragmatismo o vitalismo, que defiende que la verdad en sí (objetiva) no tiene sentido, que sólo conocemos del mundo lo que nos resulta útil para la vida, para la adaptación al medio o la supervivencia en el medio natural (Bergson, Nietzshe, Peirce, William James) y social (Marx, Foucault etc) El perspectivismo es una doctrina filosófica que defiende la existencia de una verdad absoluta pero piensa que ninguno de nosotros podemos llegar a ella sino que llegamos a una pequeña parte. Cada ser humano tiene una vista de la verdad. Dicha actitud fue defendida por José Ortega y Gasset. En resumen, ante la posibilidad del conocimiento existen distintas actitudes: - - - El dogmatismo es una doctrina filosófica según la cual podemos adquirir conocimientos seguros y universales, y tener absoluta certeza de ello. El escepticismo es una teoría filosófica opuesta al dogmatismo la cual duda de que sea posible un conocimiento firme y seguro. Esta postura fue defendida por Pirrón. El relativismo es una corriente de pensamiento filosófica, defendida por los sofistas, que niega la existencia de una verdad absoluta y defiende la idea de que cada individuo posee su propia verdad, la cual depende del espacio y el tiempo. El criticismo es una doctrina filosófica intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo, que admite la posibilidad de encontrar la verdad, pero sin que esta verdad sea definitiva, sino una verdad criticable. Tal doctrina fue defendida por Immanuel Kant. El constructivismo, muy relacionado con aquel, es una doctrina filosófica según la cual la realidad es una construcción hasta cierto punto "inventada" o creada (mejor “construida”) por quien la observa, por una comunidad social y cultural o por el ser humano en general Empecemos por situar la teoría del conocimiento en un justo medio entre estos extremos, el de que “todo puede conocerse” (o ya se conoce) y el de que, en verdad “no se puede conocer nada”, posturas verdaderamente insostenibles, como veremos. A todas estas posturas radicales pueden objetárseles las siguientes críticas: 2. Objeciones: • Al escéptico: 1) El escepticismo radical (no el metodológico, que es el de las ciencias) se autorefuta, pues al decir que nada es cierto ya está afirmando que existe una verdad. 2) Para afirmar su tesis argumenta, por lo tanto se vale de la razón, cuya capacidad ponía en duda. 3) No permite dudar, pues la duda y el error presuponen la certeza y la verdad. 4) Es incompatible con la vida cotidiana: no podemos vivir en la práctica como si nada fuera cierto, y si así es, ¿por qué el escéptico evita ciertos comportamientos que presumiblemente acabarían con su vida...? RESPUESTA DE KANT: No podemos conocer cómo son las cosas en sí mismas, sino sólo tal y como las descubrimos por medio de nuestros sentidos y del entendimiento que ordena los datos ofrecidos por ellos. No conocemos la realidad pura, sino la realidad tal y como es para nosotros. Lo cual no significa, como sostiene el escéptico, que no podamos conocer nada de la realidad. Cuestiones: 1) ¿Podemos dudar absolutamente de todo? Razona tu respuesta 2) ¿Podemos vivir sin creencias? Razona tu respuesta • Al relativista: Admitimos que cuando nos acercamos a la realidad estamos influidos por ciertos condicionantes culturales y personales. Y también admitimos que nuestra capacidad de conocimiento es de tal naturaleza que decir que algo “es verdad” significa decir que “es más verdad” que otras afirmaciones sobre el mismo tema. Como decía Ortega, la verdad no deja de ser una perspectiva, pero no por ello inválida. Y su búsqueda es una incesante e infinita aproximación. No sabemos bien, ni podremos saber cuando hemos llegado a la VERDAD. Cuando llegamos al conocimiento de algo, nos instalamos en él como si fuera la verdad, pero hemos de estar dispuestos a admitir que ésa puede acabar siendo sustituida por otra verdad. Hasta entonces habrá sido nuestra verdad y habrá sido eficaz hasta ése mismo momento. Pero, y aquí vienen las objeciones: 1) Si todo es relativo, no es posible el discurso, la intersubjetividad. La comunicación (tanto interpersonal como intercultural) estaría abocada al fracaso, pues mi verdad es la verdad y además es intransferible. 2) Además si todo es relativo, todo vale, es decir, toda perspectiva y toda verdad es legítima. Pero sabemos que no todo vale, no toda opinión es igualmente válida o defendible. Por mucho que con los relativistas podamos sostener que la búsqueda de la verdad es una aproximación indefinida, hay perspectivas que no son sostenibles: o bien porque se autorrefutan (si mi verdad es que hay que matar a quien no piense como yo, debo estar dispuesto a que alguien me mate argumentando la misma verdad), o bien porque son destructivas. O inmorales. Por otra parte, si no toda la ciencia, al menos la lógica y las matemáticas demuestran constantemente la existencia de verdades objetivas, o con tal grado de intersubjetividad que hace muy difícil la disensión. Y la existencia misma del lenguaje “común” como instrumento de comunicación (científica o no) invalida todo relativismo solipsista (el relativismo lingüístico o cultural ya quedó refutado al criticar la hipótesis de la inconmensurabilidad lingüística de SapirWhorff). • • A los dogmáticos y “visionarios” Si yo experimento una visión o tengo una intuición, o en un arrebato místico creo haber descubierto la verdad sobre la vida, esta información no sería transferible a los demás hombres, porque ellos ni lo han sentido, ni lo han intuido. No han experimentado lo que yo. Por eso, puedo tratar de convencerles de que lo que he visto o sentido es la verdad, pero mis argumentos se basan en una experiencia subjetiva (que sólo yo he experimentado), incomprensible en cierto modo para los demás. Si, por el contrario, el fundamento de mis conocimientos radicara en la razón, es decir, en haber llegado a ellos por medio de la razón, esos conocimientos sí serían transferibles a los demás, pues ellos, desde el uso de su razón podrían, si no compartirlos, sí al menos comprenderlos. Por lo tanto, éstas son las objeciones: La revelación nos informa de cosas a las que nunca tendría acceso alguien “no tocado” por la revelación. El acceso a la verdad sería privilegio sólo de unos cuantos (gnósticos o esotéricos: pero el saber “privado” u “oculto” es una contradicción en los términos, pues todo saber es, por definición, “público”) A los demás sólo nos quedaría la posibilidad de acatar esa verdad de forma incuestionable, es decir, de someternos ciegamente a ella, ya que careceríamos de argumentos no sólo para ponerla en cuestión sino incluso para comprenderla. El criticismo kantiano parece una postura intermedia y razonable: como veremos, para Kant, no podemos conocer toda la verdad (el conocimiento humano tiene límites) pero lo que conocemos es verdad, si no una verdad totalmente objetiva, sí al menos intersubjetiva, criticable y revisable, pero “verdad” al fin. Kant es el padre de todas las epistemologías constructivistas, que parecen ser las dominantes hoy si bien como veremos, su teoria del conocimiento es muy mejorable. 3. Los grados del conocer. Opinión, Conocimiento, Razón. Doxa, Episteme, Logos. Fueron los griegos los que establecieron por primera vez la diferencia entre doxa (opinión subjetiva) frente a episteme (ciencia, conocimiento objetivo, universal y necesario). Un grado intermedio de conocimiento lo supondría la “pistis” o creencia, algo así como una fe o un conocimiento meramente probable, inseguro. La filosofía, con la Epistemología o Gnoseología, trata como uno de sus aspectos centrales el origen, los límites y la función del saber. Pero también le conviene diferenciar qué grados de conocimiento son posibles, es decir, cuál es para empezar, la tipología de los diferentes conocimientos que poseemos (a propósito de este tema, Lectura y debate del texto Enquiridion (texto de Epícteto)) 3.1.¿Cuál es nuestra forma o proceso de conocer? - los sentidos: (texto de Descartes). Nos permiten entrar en contacto con el mundo, pues antes de saber, conocer o creer nada, lo primero de que dispongo es de una serie de datos: datos sensoriales (impresiones, sensaciones, sense data etc). A este tipo de experiencia la denominamos sensación o aprehensión de una realidad interna o externa (mesa, silla,...tristeza, calor). - la percepción: si intento tener sensaciones puras al margen de cualquier reflexión me va a resultar imposible. Toda sensación, al estar asociada a un objeto y su reconocimiento, requiere un grado de reflexión traducida en organización e integración intelectual de las diferentes experiencias (sensaciones) pasadas y presentes y que configura nuestra forma de ver el mundo, nuestra forma de conocer. Como sabemos por las conclusiones obtenidas de la Escuela de la Gestalt , sensaciones y percepciones van unidas - el concepto: para entender, para comprender qué es un objeto (hoc est taliter), disponemos de los conceptos ( categorías o clases de objetos que nos permiten ordenar el mundo). Y para ello es necesaria la abstracción, la generalización, la síntesis. Ello permite concretar en palabras esos conceptos. - el pensamiento: es el proceso por el que todo sujeto interpreta y da significado a los estímulos externos y externos.Consta de dos fases: juzgar (relacionar conceptos) y razonar (relacionar juicios entre sí para sacar conclusiones). Tal proceso de pensar depende de procesos psicológicos previos como la sensación y percepción, pero también la memoria, imaginación e inteligencia (aprendizaje).Sin embargo, como sabemos el pensamiento humano es simbólico y se expresa siempre de un modo lingüístico, mediante conceptos, juicios y razonamientos. Y a un nivel más alto de abstracción, mediante leyes y teorías de carácter máximamente general (universales). Pensamos para entender: el pensamiento es la búsqueda de la esencia, del “quid” de las cosas ( qué es esa sensación, ese objeto, el Mundo en definitiva…).. 3.2. El problema o núcleo de la Epistemología: la difícil relación entre objetos, conceptos y palabras, entre realidad, pensamiento y lenguaje ¿Cómo sé que lo que yo pienso sobre la realidad es efectivamente la realidad? ¿Cómo sé que lo que entiendo por tal o cual concepto –por tal idea- es lo mismo que entienden los demás que lo usan? Aprendemos a conocer el mundo a través del lenguaje (Texto de A. Martinet: Elementos de Lingüística General) Frente a la idea ingenua de que el lenguaje es solo un instrumento para expresar pensamientos, algunos autores han considerado que es justamente al revés: no hablamos como pensamos, sino que pensamos como hablamos. Los pensamientos no son idénticos en todos los humanos, sino que la forma de pensar depende de la lengua utilizada, de las experiencias y creencias de la cultura en la que hemos sido educados. Ahora bien, a partir de los lenguajes, creados para representar realidades particulares, ¿podemos establecer un lenguaje cuya estructura lógica representa la realidad?. Sí, ciertamente. Si queremos evitar la opinión o creencia y encontrar razones se hace necesaria la Lógica, parte de la Filosofía que estudia el uso correcto del lenguaje como sistema de símbolos que nos da la posibilidad de razonar en común y no sólo de creer subjetivamente. 3.3.Los grados del conocimiento. Opiniones, Creencias y Razones No todas mis proposiciones son igual de válidas, ni para mí ni para los demás. Así nuestras creencias pueden ser: - Opinión (doxa): cuando no estamos seguros de ella, ni subjetivamente y, mucho menos, objetivamente. - Creencia: cuando tenemos mayor grado de seguridad subjetiva, aunque sin argumentos para convencer con objetividad a los demás. - Saber o ciencia: cuando nuestra creencia está fundada tanto subjetiva como objetivamente. Decimos, entonces, que es una creencia verdadera ya que tenemos convicción subjetiva y objetiva por cuanto esa creencia coincide con la realidad (no sólo está en nuestra mente) y tiene suficiente evidencia inmediata o mediata (razones y justificaciones: razonamientos). Como ya dijimos, todo saber es por definición, público e intersubjetivo (se puede exponer o comunicar y se puede demostrar con pruebas, argumentos o razones a los demás) En cualquier caso, toda creencia es provisional. Hasta las mismas verdades de la ciencia, dados sus puntos débiles y su continua posibilidad de revisión…. La evidencia absoluta se enfrenta a múltiples obstáculos (Ver los "idola" de F. Bacon: ídolos de la tribu, de la caverna, de la plaza , del teatro). 3.4. Escepticismo, dogmatismo y racionalidad En todo cuanto creemos nos acompaña la siguiente paradoja: todo cuanto creemos saber, creemos que es verdadero, pues de no ser así no lo creeríamos. Es el sentimiento de seguridad de que lo que decimos es verdad. Pero, ¿cómo dar con seguridad el paso de la creencia al saber? ¿Cómo puedo estar seguro de que lo que sé no es solo una mera creencia?. Mediante dos medidas: (duda y curiosidad son las armas) - - dudando, por principio, de lo que creo saber . El escepticismo metodológico es el verdaero rasgo distintivo de la actitud filosófica y científica: se duda, pero para asentar lo que se sabe sobre bases firmes e indudables (Descartes) y para alcanzar nuevas verdades desconocidas observando las creencias de los demás: si no vivo en una torre de márfil y soy capaz de escuchar opiniones muy distintas de la mía y si, además, me resulta fácil convencer a cualquiera, demostrando con razones lo que digo, mis ideas resultan cada vez menos subjetivas y m´´as probablemente ciertas Si sometemos nuestras creencias al sano principio de la duda, se dice de nosotros que somos Escépticos metódicos. Si identificamos creencias con aceptación, afirmación o juicio indudable, se dice de nosotros que somos Dogmáticos. Como ya dijimos anteriormente, la Filosofía no quiere ni el Escepticismo Radical que nos haga dudar de todas nuestras creencias, ni el Dogmatismo que confunda creencia con saber y nos impida ser tolerantes. La filosofía insiste en la necesidad de un Pensamiento Crítico, capaz de partir de una sana duda para alcanzar creencias con criterios (de donde procede el término crítico) racionales. Estos criterios racionales, alcanzados con la reflexión, la argumentación y la sistematización, son razones comunes justificadas para creer en algo. Así entre la creencia dogmática y el escepticismo podemos establecer la posibilidad intermedia: la Creencia Racional. Podemos creer racionalmente gracias a las aportaciones de la Lógica y la Filosofía (Proposiciones Analíticas y Deductivas) El modelo de creencia racional es la Ciencia: conjunto de creencias racionales de las cuales se pueden deducir o derivar otras creencias igualmente racionales, compartidas por cualquier sujeto pensante. La ciencia se basa en el razonamiento lógico-matemático, en la comprobación experimental o , en el límite, en testimonios fiables de otras personas basados igualmente en la experiencia y la argumentación. Finalmente, la persona que cree racionalmente debe tener coherencia y preocupación en el saber y por el saber, continuando constantemente la búsqueda de conocimientos que permitan confirmar o refutar las propias creencias, es decir, debe practicar la Filosofía entendida como búsqueda permanente de la sabiduría. 4. La pregunta METAFISICA: ¿Qué es el SER? Apariencia y Realidad 4.1. ¿Qué es la realidad?. Hemos recorrido el proceso de conocimiento, pero no hemos considerado el objeto del mismo, es decir, la realidad. Por ello nos preguntamos: ¿Qué es la realidad? Esta es la pregunta que dio inicio a la filosofía y a la preocupación por el conocer. ¿Hay algo real? ¿Qué es lo real? ¿Qué es el SER? Para los primeros pensadores griegos lo real era la Physis, o sea, la naturaleza o lo físico: todo cuanto existe y no ha sido creado por el hombre, el conjunto de seres del universo, el orden necesario de los acontecimientos. Este orden debía estar regido por leyes inalterables, luego la pregunta por la realidad tenía como finalidad conocer esas leyes. Para conocer estas leyes hemos de conocer las cosas, los sucesos de la realidad. Para determinar qué son las cosas deberemos determinar que tienen de permanente y constante, aquello sin lo cual no existirían y que al mismo tiempo las distingue de las demás: la esencia (ontología, metafísica). Preguntar, por tanto, qué es la realidad es preguntar por la esencia. Pero, ¿lo que una cosa es no es algo que parece estar más allá del aspecto físico y sensorial de esa cosa?. 4.2. Apariencia versus Esencia La oposición entre apariencia (aquello que se capta por los sentidos) y realidad (aquello que una cosa es, su esencia) es el tema constante de la ontología y de la epistemología. Ontología: ¿existe o no el mundo que percibo a través de mis sentidos? La respuesta depende del modo en que ha sido interpretada la apariencia: - - si la apariencia ha sido considerada como el ser real de las cosas, la apariencia y la esencia coinciden. Postura Ontológica Realista. si la apariencia ha sido considerada como ocultación del ser de las cosas, de modo que este ser está más allá de lo que las cosas parecen, hay divergencia entre apariencia y esencia. La ontología se presenta como el des-velamiento de este ser de las cosas. Postura idealista. si la apariencia ha sido considerada como el camino para llegar a descubrir el ser real de las cosas, de nuevo hay divergencia entre esencia y apariencia, pero ésta ya no oculta a aquella sino que es su puerta de acceso. Postura de los Realistas Críticos. Si se considera que el ser real (el único ser real, es decir, el SER supremo –ser necesario y no contingente, como el resto de las cosas) es DIOS, entonces la ONTOLOGIA REALISTA se transforma en una TEOLOGIA (aristóteles, Santo Tomás de Aquino).De lo contrario, se habla de una METAFISICA o FILOSOFIA PRIMERA (ciencia de los primeros principios y de las primeras causas de todas las cosas, en la definición de Aristóteles). La TEOLOGIA puede ser de muchos tipos: MONISTA o MONOTEISTA (un solo DIOS), TRINITARIA (Catolicismo), CREACIONISTA o PANTEISTA (Dios y el mundo son lo mismo: Spinoza, Hegel) e incluso NEGATIVA (de Dios no podemos conocer nada –su esencia- salvo el hecho de su existencia, o lo conocemos por vía negativa, es decir negando lo que NO ES). Pero el realismo también puede postular la existencia de muchos “entes” o cosas individuales (las sustancias aristotélicas, por ejemplo, las mónadas de Leibniz o los presocráticos pluralistas como Anaxágoras, Empédocles etc). La metafísica de las “sustancias individuales” (Aristóteles, Escolástica) fue sustituida en la Edad moderna por la matefísica cartesiana y racionalista de las “tres” sustancias: ALMA, MUNDO MATERIAL y DIOS. Pero el progreso del pensamiento burgués sobre el feudal condujo primero a dudar de la existencia de DIOS y a intentar fundamentarlo todo en el el ESPIRITU /MENTE (IDEALISMO) o en la MATERIA (MATERIALISMO) El IDEALISMO tiende a considerar que el único SER REAL es el SUJETO DE CONOCIMIENTO. Pero también hay muchas formas de Idealismo: el PLATONICO (las ideas son cosas, aunque ya dijimos que, por eso mismo esta postura es más bien realista), el ACOSMISTICO O RADICAL de BERKELEY (la materia no existe, todo es de naturaleza mental o espiritual), el TRASCENDENTAL KANTIANO (que postula la existencia de un sujeto transcendental, no empírico o psicológico, pero que por eso mismo, puede ser considerado también como un REALISMO CRITICO), el IDEALISMO ROMANTICO ALEMAN (el Sujeto o la RAZON pone el objeto de conocimiento, pero desenvolviéndose o manifestándose en el tiempo, tanto en la Naturaleza en su totalidad como en la Historia humana, postura similar a la panteísta) etc. El MATERIALISMO, como veremos después tiende a identificarse con la postura REALISTA CRITICA, pero afirmando que en el orden ontológico, es la materia la que tiene prioridad sobre el SUJETO o la CONCIENCIA (aquella genera éste). Epistemología: la relación entre apariencia y realidad nos remite al valor cognoscitivo de la percepción y me pregunto: ¿es verdad lo que percibo a través de mis sentidos?, ¿es lo auténticamente real?. Es la pregunta por la verdad ontológica y su relación con el conocimiento. Históricamente se han dado dos respuestas al problema del origen y validez del conocimiento: la racionalista (el conocimiento procede de la razón) y la empirista (el conocimiento procede de los sentidos). Pero como ambas son insatisfactorias (el conocimiento científico es una mezcla de ambos) ha habido varios intentos de síntesis de ambas posturas, de los cuales el criticismo kantiano quizás sea el mejor conocido. 4.3. La Verdad de las cosas y nuestro Conocimiento de ellas "Verdad" ha sido y es un concepto utilizado con frecuencia, tanto en el ámbito académico como en la vida cotidiana. Pero es en el ámbito de la Filosofía donde adquiere una especial relevancia. Como ha ocurrido con todas las palabras, también la palabra "verdad" ha cambiado su significado con el paso de los siglos. Para saber qué es lo que quiere decir un filósofo cuando lo utiliza es necesario ubicar al autor en su contexto histórico y al concepto "verdad" dentro del contexto total del pensamiento del autor de que se trata. En el siguiente cuadro presentamos algunas de las acepciones de "verdad" refiriéndolas a la etapa de la historia de la Filosofía en que surgieron. Pero se debe aclarar que, dado que la historia de la Filosofía se parece más a la de la Música que a la de la Ciencia —según afirma Jaspers—, las diversas acepciones siguen vivas, ninguna ha sido dejada de lado completamente. Hoy en día hay escuelas que defienden (de un modo u otro) todas ellas. Por ejemplo, los católicos siguen defendiendo la de Sto. Tomás, pero con nuevos argumentos. DIVERSAS ACEPCIONES DEL CONCEPTO "VERDAD" Filosofía Antigua La verdad como realidad “desvelada” (aletheia) "Verdadero" es lo que permanece, lo inmutable, lo que siempre es de la misma manera. Lo cambiante es meramente aparente. La verdad es la idea (Platón) o la forma (Aristóteles) que se halla oculta tras el velo de la apariencia. Ella es lo realmente real, lo que más merece el Platón Aristóteles nombre de "ser". La verdad como adecuación del intelecto a la cosa (aedecuatio intellectus et rei) Un enunciado es verdadero si lo que dice se corresponde con aquello de lo que se habla, si hay "adecuación del intelecto a la cosa", entendida esta última de un modo realista, como la cosa en sí, existente más allá del sujeto e independiente de él. Aristóteles Filosofía Medieval El "trascendental" Verdad (o la verdad como uno de los transcendentales del SER) Considerado en relación al intelecto, todo ente es verdadero. En este sentido decir que algo "es" o decir que "es verdadero" es lo mismo. "Verdad" y "ser" se equiparan. Por ello se dice que "verdad" es uno de los Tomás de Aquino "trascendentales" del ser (como la belleza o el bien: todo es bueno, bello y verdadero en cuanto obra de Dios, si bien diversos grados). A esta acepción del término verdad se la denomina "verdad metafísica" o "verdad ontológica". La verdad "lógica" A la verdad entendida como "adecuación del intelecto a la cosa" los medievales la denominan "verdad lógica", aplicable sólo al lenguaje. Tomás de Aquino El pensamiento moderno, buscando un conocimiento seguro, rechaza como falso todo lo que no se presente a la conciencia con una certeza absoluta (matemática: es decir indudable). Su verdad modélica es la afirmación «Pienso, existo» de Descartes, que no se apoya en un razonamiento sino en una intuición clara y distinta que le otorga una evidencia inmediata. Esto se deriva del “principio de inmanencia”. No conozco directamente cómo son las cosas en sí mismas sino sólo en cuanto que representaciones de mi mente.por tanto el criterio de verdad ya no puede ser la “adecuación” sino la coherencia o consistencia interna de mis representaciones. Mientras que el racionalismo tiende a seguir un criterio de evidencia lógico-matemático, el empirismo admite una evidencia empírica, derivada de la consideraciómn de las sensaciones como origen y fundamento de todo nuestro Racionalismo:Descartes Empirismo: Locke, Berkeley, Hume Positivismo y Neopositivismo. Filosofía Moderna La verdad como evidencia conocimiento. La verdad como construcción del sujeto El objeto de conocimiento, el fenómeno, es construido por el sujeto a partir del caos de impresiones proveniente de la experiencia. El sujeto posee a priori (antes de la experiencia) formas puras de la sensibilidad (espacio y tiempo) y Inmanuel Kant categorías vacías del entendimiento (substancia-accidente, causa-efecto, etc.) y con ellas ordena los datos caóticos de los sentidos. La verdad es intersubjetiva y la cosa en sí ("la verdad metafísica", referida al noúmeno) permanece incognoscible. Filosofía Contemporánea La verdad como adecuación entre lo mentado y lo dado La verdad es la adecuación entre lo "mentado" y lo dado, que no es la cosa real, el ente existente en sí, sino el fenómeno. El conocimiento y la verdad se dan en un plano "trascendental" o "puro", equidistante tanto del realismo —que hace hincapié en el objeto— como del idealismo —que pone el acento en el sujeto—. La Fenomenología toma lo dado tal como se presenta al sujeto, sin pretender ir más allá. Husserl La verdad como utilidad vital (adaptación al medio) o como praxis sociopolítica Es verdadero lo que es "expeditivo" en nuestro modo de pensar, lo que introduce un "beneficio vital" que merece ser conservado. El concepto "verdad" se aplica a las ideas según sea su utilidad para la vida (Nietzsche) y no a los objetos: no rige en el plano metafísico. Esto puede entenderse en un sentido naturalista, evolucionista y adaptativo (es verdadero sólo aquello que nos sirve para adaptarnos y sobrevivir, por ejemplo percibimos sólo aquellos estímulos del medio que nos interesan ) o en un sentido más amplio, como praxis socio-política (Marx). Para Marx todo conocimiento es ideológico –está determinado por intereses sociales de clase- y por tanto, la cuestión sobre la verdad del idealismo o el materialismo sólo puede resolverse en la práctica, preguntándose a qué intereses (conservadores, revolucionarios) sirve cada teoría.en general la verdad teórica no Vitalismo: Nietzsche Pragmatismo:William James Marxismo: Marx y Engels existe desconectada de la práctica. Para el proletariado la verdad es revolucionaria y transformadora, no contemplativa. Con la pregunta sobre qué es la realidad, la ontología y la epistemología se encuentran unidas. - Ontología: dicotomía apariencia - realidad. - Epistemología: conocimiento sensible (sentidos: apariencia) - conocimiento intelectual (razón: auténtica realidad). La Filosofía en sus inicios llega a la conclusión de que para encontrar el auténtico ser de las cosas había que descubrirlo y desvelarlo tras las apariencias: verdad ontológica, entendida como autenticidad frente a la apariencia o in-autenticidad. Desde la perspectiva epistemológica, si lo que percibo a través de mis sentidos no es la verdad auténtica sino las apariencias (el vapor y el hielo parecen distintos del agua, pero no lo son) sólo mediante la razón (descubridora de lo auténtico, lo constante y permanente: el vapor y el hielo son agua) alcanzaré la verdad o falsedad de los hechos, de la realidad: verdad epistemológica. 4.4. Apariencia y Realidad 4.4.1. Realismo, Materialismo e Idealismo. a. El Realismo ¿Qué es el realismo ingenuo o empirismo ingenuo?. Es una actitud natural ante el problema de la realidad del mundo que consiste en considerar que el mundo en el que vivimos existe y que lo conocemos directamente tal y como es. La apariencia, lo que nos aparece a los sentidos, se identifica con lo que las cosas son. Es la postura primitiva de pueblos y niños. Por tanto, ¿Qué es el Realismo? Es la corriente filosófica que acepta la creencia en la existencia real del mundo. Pero, aun aceptando esa existencia, se plantea preguntas como: ¿percibimos las cosas tal y como son?, ¿ percibimos las cosas mismas o sólo sus representaciones? Contestar a estas preguntas nos lleva a la distinción entre: - Realismo Directo o Ingenuo (de “sentido común”): aquel que afirma que lo que percibimos inmediata y directamente son las cosas. Postura de la Filosofía Antigua y Medieval por influencia de Aristóteles. - Realismo Indirecto o Representativista: aquel que afirma que lo que conocemos directamente son nuestras representaciones de las cosas, a las que se les suele llamar Ideas. Postura de la Filosofía Moderna, (siglos XVII y XVIII.) Este realismo no está exento de dificultades tales como: si sólo conozco mis representaciones, ¿cómo puedo estar seguro de que existen las cosas representadas?. Ej. veo y percibo una casa, ¿pero cómo sé que existe la casa?. Su respuesta es que esas representaciones no tienen su origen en mí, ya que se me imponen y no puedo modificarlas a mi gusto. En consecuencia, tienen que ser causadas por algo externo a mí. De este modo, se ha hecho legítimamente una inferencia (deducción), pero la existencia del mundo queda por demostrar. ¿Las cosas poseen todas las cualidades que percibo o no? - El Realismo Ingenuo y Realismo Directo: las cosas son tal y como las percibimos. Es la actitud natural. Defendida por Aristóteles y vigente hasta el Renacimiento. Reemplazó a la concepción atómica de la realidad de Leucipo y Demócrito (siglo V. a. c.). - El Realismo Crítico o Realismo Indirecto: nuestras percepciones no son una copia exacta de lo que las cosas son. Es la nueva concepción científica que recupera, en el siglo XVII, la vieja teoría de Demócrito de la mano de Descartes, Galileo, Locke y distingue entre: - cualidades primarias de las cosas (figura, tamaño, solidez, movimiento y número): son objetivas, están en las cosas y producen en nosotros copias de las mismas. - cualidades secundarias de las cosas (colores, sonidos, gustos,...): son subjetivas, no son más que representaciones mentales simples, no son cualidades de las mismas cosas, nuestra capacidad perceptiva es la que les da contenido. En el siglo XX reciben el nombre de "datos de los sentidos" (Moore, Russell). -El Realismo Crítico (desde otro punto de vista Idealismo Transcendental) del filósofo Kant va a dar un paso más: niega la objetividad de las cualidades primarias al ser propiedades espacio-temporales puestas por el sujeto. Las cosas, el noúmeno, existen pero permanece desconocido en sí mismo para el sujeto que sólo conoce el fenómeno (Fenomenismo) tal como es para nosotros. El Realismo Crítico toma en nuestros días la forma de Realismo Científico: la realidad no la podemos conocer directamente sino a través de la razón, siendo nuestra experiencia sensorial una interpretación de lo auténticamente real. La ciencia sería la interpretación privilegiada de la realidad objetiva, o la construcción de un modelo útil para la vida proporcionando el mejor y más completo conocimiento de la realidad, aunque no sea perfecto (experimentos, leyes, teorías cada vez más verosímiles). El materialismo es una teoría metafísica realista: sostiene que todo lo que existe es material, que no existen las sustancias espirituales o inmateriales y que podemos conocer el mundo material por medio de los sentidos (realismo crítico). Hay, al menos tres tipos de materialismo: - - - -mecanicista clásico: (Demócrito, Galileo, Descartes, Newton).el universo es una gran máquina compuesta de partículas materiales llamadas átomos y regida por leyes físico-químicas que, en esencia, no cambian (negación de la evolución). -dialéctico: (Marx, Engels): la materia no permanece inmodificable en sus leyes sino que evoluciona dialécticamente, de modo que pequeños incrementos cuantitativos acaban produciendo grandes saltos cualitativos -emergentista: (Mario Bunge) la materia se organiza en distintos niveles de organización o sistemas en los que, progresivamente, la forma de la organización produce la “emergencia” de propiedades nuevas, inexistentes en los niveles anteriores (vida, consciencia etc) 4.4.2. El Idealismo El idealismo es la corriente que afirma que las cosas son o existen únicamente en cuanto son percibidas o pensadas por nosotros. El conocimiento, dada la evidencia de que los sentidos nos engañan, no es una imagen de las cosas reflejadas en nosotros, sino una construcción nuestra en la que ponemos tanto o más que las cosas mismas. Hay dos puntos de partida: - Filósofos que afirman que la realidad es espiritual o ideal: El mundo que se esconde tras las apariencias materiales que perciben nuestros sentidos es un mundo ideal, no material, o espiritual. Este mundo ideal o espiritual es una realidad objetiva. Su primer representante fue Platón, (s. V a. c). Intenta resolver la dicotomía apariencia- realidad por medio de su teoría de las IDEAS (qué el por cierto, no considera subjetivas sino objetivas: por eso se suele decir que su teoría no es un idealismo sino un “realismo de las ideas”). La realidad material no puede ser la auténtica realidad por estar en continuo cambio: mundo sensible, mundo de la apariencia. Su conocimiento, al ser cambiante, no podría ser posible ya que éste busca lo permanente y constante, la esencia. Luego este mundo material y sensible ha de ser copia de otro mundo, el inteligible, captado por la razón: el mundo de las ideas, mundo de realidades objetivas, inmutables, independientes, eternas. La auténtica realidad. Es el Idealismo Objetivo o Lógico. - Su segundo representante, ya en el siglo XVII-XVIII, fue Hegel para quien ya no existe un mundo material de segunda categoría (Platón). La única realidad que existe es el Espíritu, Idea o Razón, no como facultades del conocer, sino como la propia realidad que se va desplegando a lo largo del tiempo. Es el Idealismo Absoluto. Para Hegel la realidad y el mundo son un conjunto de procesos. El ser humano ya no se enfrenta a la realidad como el sujeto al objeto sino que crea esta (el sujeto crea o pone el “objeto”) y forma parte de esta realidad activa y dinámica (proceso): su Razón es parte de la Razón Universal (Dios) y el ser humano, "en la libertad y como libertad", se manifiesta y conoce la realidad. La Ontología ya no se ocupa del ser sino de la historia en tanto estudia la realidad como realidad histórica: Filosofía de la historia, explicación del espíritu en el tiempo. Para Hegel la madurez de la historia (infancia: mundo oriental; adolescencia: mundo grecorromano) está en el mundo germánico donde " se toma conciencia de que todo hombre es libre como hombre, de que la libertad constituye su más propia naturaleza". - Filósofos que afirman que nuestro conocimiento no alcanza la realidad en sí (noúmeno), sino que sólo conocemos las apariencias de las cosas o fenómenos: - No podemos acceder al mundo externo, luego nada podemos afirmar de él. Nuestro mundo, el que percibimos y conocemos es una construcción nuestra –totamente subjetiva, por tanto-, formado por ideas, luego nuestro mundo es Ideal (una especie de “sueño” como decían los barrocos, con Calderón de la Barca a la cabeza). Los principales representantes del mismo son Berkeley y Hume. Es el Idealismo Subjetivo, Psicológico o Fenomenismo. La diferencia entre Berkeley y Hume está: en que lo que nosotros llamamos "mundo" para Berkeley son las ideas y para Hume las percepciones (impresiones e ideas).berkeley niega la existencia de la materia, afirmando que Dios es la causa directa de nuestras representaciones. Hume con su empirismo radical, no sólo pone en duda la existencia de ese Dios sino también la del mundo material y la del alma. Más allá no sabemos de ninguna realidad distinta, ni siquiera de nosotros mismos como realidades sustanciales espirituales (Hume). También se diferencian en que en realidad Hume no niega la existencia del mundo material, sino la posibilidad de conocerlo tal cual es (es ecéptico en general). Sólo conocemos los fenómenos influidos por nuestra facultad de conocer (Hume cae en el fenomenismo y en el escepticismo radical) Berkeley sí lo niega: afirma que sólo existen las sustancias espirituales, es decir nuestra propia alma y la de dios (que proyecta la realidad del mundo en aquella, por así decir). Dentro de esta corriente, ¿habría que situar a Kant? Pues, entre el Realismo Crítico Extremo, en el que Kant se sitúa, y el Idealismo Subjetivo, Psicológico o Fenomenismo, ¿dónde se encuentra la línea divisoria?.Kant mismo dice que su Realismo crítico (que cree en la existencia de un objeto de conocimiento fuera de nostros, aunque este nos permanezca desconocido) puede entenderse como un Idealismo Transcendental (Kant justifica la ciencia como un conocimiento intersubjetivo, no totalmente objetivo) 5. RESUMEN. EL PROBLEMA ONTOLÓGICO CONOCIMIENTO: LA APARIENCIA Y REALIDAD: DEL ¿Son las cosas tal y como las percibimos?; ¿podemos llegar a conocer los objetos en sí mismos?; ¿existe una realidad diferente del sujeto o, por el contrario, los objetos sólo son meras creaciones del sujeto? A esto se le llama el “Problema ontológico del Conocimiento”. En este sentido hemos de hacer referencia a algunas de las posturas más relevantes al respecto, a saber: el realismo, el fenomenismo o fenomenalismo, el idealismo, el escepticismo y el solipsismo. --ESCEPTICISMO: “No hay nada cierto en el mundo. Nada puede llegar a ser conocido con certeza.” El escéptico consecuente se ve obligado en realidad a suspender sus juicios sobre las cosas, es decir, se ve condenado al silencio, ya que si tiene la convicción de que no es posible el conocimiento de nada, entonces no podemos pronunciarnos sobre nada e, incluso, no podemos llegar a actuar. El argumento más radical que se ha formulado en contra del escepticismo es que esta doctrina se autorefuta, es decir, se contradice a sí mismo, ya que si dice “Nada hay cierto en el mundo”, ya está afirmando algo que pretende que valga como cierto. El escéptico más radical de la historia del pensamiento es Pirrón. -RELATIVISMO: la verdad es subjetiva y/o relativa. Toda verdad es un mera perspectiva o creencia y por tanto, todas son igualmente válidas o legítimas. Por tanto, todo vale. Hay diferentes formas de relativismo: cultural, psicológico, histórico, lingüístico, moral. En general es la postura propia del pensamiento POST-MODERNO: -REALISMO (u objetivismo): “Las cosas existen con independencia del sujeto; y el conocimiento y la percepción son un reflejo exacto de la realidad”. Las cosas son absolutamente reales, con independencia de que yo las perciba o conozca o no.Puede ser ingenuo ( Lo defiende Aristóteles y la escolástica tomista) o crítico (Kant, Popper, ciencia moderna etc). Todas las formas de materialismo son realistas. Y el realismo científico es, esencialmente, crítico. -IDEALISMO (o subjetivismo) Totalmente opuesta al realismo, ésta postura filosófica sostiene, en un sentido general, que los objetos son engendrados o creados por el sujeto. Y que no hay nada que garantice la existencia de un mundo externo a mi conciencia. Desde este punto de vista, los objetos, las cosas, no son nada más que contenidos de la conciencia. Tan pronto como dejan de ser percibidas por nosotros dejan de existir. Las cosas no poseen una realidad independiente de nuestra conciencia o pensamiento. Lo único real es nuestra conciencia con sus contenidos. Es defendido por Berkeley (siglo XVIII): sólo estoy seguro de que percibo, de que tengo sensaciones, pero no tengo ninguna garantía de que a esas sensaciones corresponda algo fuera de mí.: se niega, por tanto, la existencia de la materia. Y en parte, por Kant y el idealismo alemán (Hegel, quien cree que toda la realidad es “puesta” o creada por un sujeto al que llama “espíritu Absoluto” y que se identifica con Dios) Intimamente relacionados con el idealismo, aunque no plenamente coincidentes con él estan las posturas fenomenalista y solipsista: -FENOMENALISMO “Los objetos físicos son construcciones a partir de los datos sensoriales. No percibimos directamente los objetos sino que percibimos datos sensoriales, impresiones, fenómenos. No conocemos las cosas como son en sí, sino como senos aparecen. Esta postura es inaugurada por Hume -SOLIPSISMO: Es aquella postura según la cual sólo podemos conocer los contenidos de nuestra conciencia: sólo tenemos certeza de que existimos como sujetos que pensamos, sentimos, deseamos, etc. Pero no podemos salir o ir más allá de nuestra propia conciencia con sus contenidos. Como vemos, en realidad un idealismo como el de Berkeley representa o se identifica claramente con una postura solipsista. Para el solipsista, los caminos o puentes de comunicación con la realidad y con otros sujetos, están rotos, ya que no hay nada que nos garantice que existe algo diferente de nuestra propia conciencia, ya sean otras conciencias o ya sean los objetos físicos 6. La pregunta EPISTEMOLÓGICA. ¿Qué es el conocimiento?. Realidad y Conocimiento. La Teoría del conocimiento (Gnoseología) / Epistemología (del griego, episteme, 'conocimiento'; logos, 'teoría') es la rama de la filosofía que trata de los problemas filosóficos que rodean el conocimiento humano, es decir el problema de su origen, límites y validez. La epistemología se ocupa de la definición del saber humano, su validez y sus límites y de los conceptos relacionados con el conocimiento en general, de las fuentes, los criterios, los tipos de conocimiento posible y el grado con el que cada uno resulta cierto; así como la relación exacta entre el sujeto que conoce y el objeto conocido. Aunque suelen utilizarse indistintamente, es frecuente reservar el término Epistemología para la moderna filosofía de la ciencia, entendiendo la ciencia como ejemplo paradigmático de saber objetivo, preciso, universal y necesario (frente a otras formas posibles de conocimiento o pseudo-conocimiento como el religioso, el artístico o el metafísico). La teoría del conocimiento es una doctrina filosófica cuyos antecedentes son muy antigüos y cuyos orígenes pueden rastrearse en autores como los presocráticos (Demócrito tiene ya una teoría acerca de cómo los flujos de átomos alcanzan nuestros sentidos), Platón o Aristóteles. Sin embargo, alcanza carta de naturaleza independiente de la metafísica (como disciplina anterior a ésta y de la que depende el valor de aquella) con la polémica entre racionalistas y empiristas en la Edad Moderna. He aquí unos de los grandes temas de la filosofía de todos los tiempos : elucidar en que consiste el acto de conocer, cual es la esencia del conocimiento, cual es la relación cognoscitiva entre el hombre y las cosas que lo rodean. A pesar de que es una operación cotidiana no hay un acuerdo acerca de lo que sucede cuando conocemos algo. La definición más sencilla nos dice que conocer consiste en obtener una información acerca de un objeto. Conocer es conseguir un dato o una noticia sobre algo. El conocimiento es esa noticia o información acerca de ése objeto. En principio, en todo conocimiento podemos distinguir cuatro elementos: • • • • El sujeto que conoce. El objeto conocido. La operación misma de conocer. El resultado obtenido, que es la información recabada acerca del objeto. Dicho de otra manera: el sujeto se pone en contacto con el objeto y obtiene una información acerca del mismo. Cuando existe congruencia o adecuación entre el objeto y la representación interna correspondiente, decimos que estamos en posesión de una verdad. Esta es la concepción ingenua o de sentido común del conocimiento (tal como la plantea el realismo directo de Aristóteles: ver la definición de “verdad” como “aedecuatio intellectus et rei”) y en este tema vamos a ver que tal concepción no es nada evidente (o no tanto como parece en principio) LOS TRES NIVELES DEL CONOCIMIENTO. En principio también, suele decirse que el ser humano puede captar un objeto en tres diferentes niveles, sensible, conceptual (téorico-abstracto) y holístico (intuitivo). El conocimiento sensible consiste en captar un objeto por medio de los sentidos; tal es el caso de las imágenes captadas por medio de la vista. Gracias a ella podemos almacenar en nuestra mente las imágenes de las cosas, con color, figura y dimensiones. Los ojos y los oídos son los principales sentidos utilizados por el ser humano. Como sabemos, los animales han desarrollado mucho más poderosamente que nosotros el olfato, el oido , la vista y el tacto y ya sabemos que desde este mismo nivel, toda percepción del mundo es adaptativa (depende de las necesidades biológicas de adaptación al medio, algo que sólo sabemos desde el siglo XIX en adelante) En segundo lugar, tenemos el conocimiento conceptual, al parecer exclusivamente humano (lingüístico, simbólico) que consiste en representaciones invisibles, inmateriales, pero universales y esenciales. La principal diferencia entre el nivel sensible y el conceptual reside en la singularidad y universalidad que caracteriza, respectivamente, a estos dos tipos de conocimiento. El conocimiento sensible es singular o particular y el conceptual universal. Por ejemplo, puedo ver y mantener la imagen de mi padre; esto es conocimiento sensible, singular. Pero además, puedo tener el concepto de padre, que abarca a todos los padres; es universal. El concepto de padre ya no tiene color o dimensiones; es abstracto. La imagen de padre es singular, y representa a una persona con dimensiones y figura concretas. En cambio el concepto de padre es universal (padre es el ser que da vida a otro ser). La imagen de padre sólo se aplica al que tengo en frente. En cambio, el concepto de padre se aplica a todos los padres. Por esto decimos que la imagen es singular y el concepto es universal. En tercer lugar tenemos el conocimiento holístico (también llamado intuitivo, con el riesgo de muchas confusiones, dado que la palabra intuición se ha utilizado hasta para hablar de premoniciones y corazonadas). En este nivel tampoco hay colores, dimensiones ni estructuras universales como es el caso del conocimiento conceptual. Intuir un objeto significa captarlo “de una sóla vez”, dentro de un amplio contexto, como elemento de una totalidad, sin estructuras ni límites definidos con claridad. La palabra holístico se refiere a esta totalidad percibida en el momento de la intuición (holos significa totalidad en griego). La principal diferencia entre el conocimiento holístico y conceptual reside en las estructuras. El primero carece de estructuras, o por lo menos, tiende a prescindir de ellas. El concepto, en cambio, es un conocimiento estructurado. Debido a esto, lo percibido a nivel intuitivo no se puede definir, (definir es delimitar), se capta como un elemento de una totalidad, se tiene una vivencia de una presencia, pero sin poder expresarla adecuadamente. Aquí está también la raíz de la dificultad para dar ejemplos concretos de este conocimiento. Intuir un valor, por ejemplo, es tener la vivencia o presencia de ese valor y apreciarlo como tal, pero con una escasa probabilidad de poder expresarla y comunicarla a los demás.No obstante no todo el mundo parece estar de acuerdo en la existencia de los valores como campo ontológico independiente, ni en la posibilidad de “intuirlos” (hay autores que creen que los valores son en realidad “conceptos” y que no existe la intuición intelectual) Un ejemplo de conocimiento holístico o intuitivo es el caso de un descubrimiento en el terreno de la ciencia. Cuando un científico dislumbra una hipótesis explicativa de los fenómenos que estudia, podemos decir que ese momento tiene un conocimiento holístico, es decir, capta al objeto estudiado en un contexto amplio en donde se relaciona con otros objetos y se explica el fenómeno, sus relaciones, sus cambios y sus características. El trabajo posterior del científico, una vez que ha vislumbrado una hipótesis, consiste en traducir en términos estructurados ( conceptos, juicio, razonamientos, todo ello mediante pasos deductivos claros) la visión que ha captado en el conocimiento holístico, gracias a un momento de inspiración. La captación de valores nos ofrece el mejor ejemplo de conocimiento holístico. Podemos ver a un ser humano enfrente de nosotros (esto es un conocimiento sensible o de primer nivel). Podemos captar el concepto de hombre y definirlo (esto es un conocimiento conceptual o de segundo nivel). Pero además, podemos vislumbrar el valor de este hombre en concreto dentro de su familia, o su “dignidad” en general como decía Kant. Percibimos su valor y lo apreciamos. Esto es un conocimiento holístico o de tercer nivel. La experiencia estética nos proporciona otro ejemplo de conocimiento holístico. Percibir la belleza de una obra de arte significa captar ese objeto sin estructuras, sin conceptos, simplemente deteniéndose en la armonía, congruencias y afinidades con el propio sujeto. Debido a esto, la experiencia estética se puede denominar también conocimiento por connaturalidad. EL ORIGEN DEL CONOCIMIENTO. Como vamos a ver en seguida, en la teoríadel conocimiento clásica hay tres escuelas acerca de este problema 1.- Racionalismo. Se denomina racionalismo a la doctrina epistemológica que sostiene que la causa principal del conocimiento reside en el pensamiento, en la razón, en sus ideas innatas o en sus estructuras a priori. Afirma que un conocimiento solo es realmente tal, cuando posee necesidad lógica y validez universal. El planteamiento mas antiguo del racionalismo aparece en Platón. El tiene la íntima convicción de que el conocimiento verdadero debe distinguirse por la posesión de las notas de la necesidad lógica y de la validez universal. Con frecuencia, el racionalismo ha conducido a posiciones claramente dogmáticas convencidas de la capacidad del intelecto humano para conocerlo todo sin ningún límite o restricción. 2.- El empirismo. Frente a la tesis del racionalismo, el pensamiento, la razón, es el único principio del conocimiento, el empirismo ( del griego Empireia = experiencia ) opone la antitesis: la única causa del conocimiento humano es la experiencia sensible. Según el empirismo, no existe un patrimonio innato ni a priori de la razón. La conciencia cognoscente no obtiene sus conceptos de la razón , sino exclusivamente de la experiencia. El espíritu humano, por naturaleza, está desprovisto de todo conocimiento. El racionalismo es guiado por la idea determinada, por el conocimiento ideal, mientras que el empirismo, se origina en los hechos concretos. Los racionalistas casi siempre surgen de la matemática; los defensores del empirismo, según lo prueba su historia, frecuentemente vienen de las ciencias naturales. Esto se entiende sin esfuerzo. La experiencia es el factor determinante en las ciencias naturales. En ellas, lo más importante es la comprobación exacta de los hechos por medio de una cuidadosa observación. El investigador depende totalmente de la experiencia. Suelen distinguirse dos clases de experiencia: una interna (introspectiva o reflexiva) y otra externa (sensaciones de lo exterior a mi “mente” o espiritu). En cualquier caso el empirismo radical, a diferencia del racionalismo (dogmático) ha conducido a posiciones escépticas, subjetivistas y relativistas, incapaces de fundamentar sólidamente ningún conocimiento objetivo. 3.- Apriorismo o criticismo kantiano En la historia de la Filosofía existe también un segundo esfuerzo de intermediación entre el racionalismo y el empirismo: el apriorismo. El cual también considera que la razón y la experiencia son la causa del conocimiento. Pero se diferencia del empirismo porque establece una relación entre la razón y la experiencia, en una dirección diametralmente opuesta a la de éste. En la tendencia del apriorismo, se sostiene que nuestro conocimiento posee algunos elementos a priori que son independientes de la experiencia. Esta afirmación también pertenece al racionalismo. Sin embargo, contra el racionalismo, el criticismo sostiene que la posesión de estructuras a priori no significaque la mente posea ideas innatas, pues tales estructuras están vacías de contenido (son formas de organizar la experiencia, no ideas ni conceptos de ninguna clase) y todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia sensible (aunque no todo él proceda de ella). En suma, existe una tercer postura que resolvería la antitesis razón/experiencia en una síntesis. Esta postura intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo recibe el nombre de criticismo (kant). Al igual que el dogmatismo, el criticismo admite una confianza fundamental en la razón humana. El criticismo está convencido de que es posible el conocimiento, de que existe la verdad “objetiva” o “intersubjetiva”. Pero mientras que tal confianza –si es plena- conduce al dogmatismo, a la aceptación candorosa, para decirlo en alguna forma, de todas las aseveraciones de la razón humana y a no fijar ningún límite al poder del conocimiento humano, el criticismo pone, junto a la confianza general en el conocimiento humano, una desconfianza hacia cada conocimiento particular, acercándose al escepticismo por esto. En resumen, el criticismo examina todas y cada una de las aseveraciones de la razón humana para examinar su validez y nada acepta con indiferencia. 6.1. El Origen del Conocimiento: Razón y Experiencia: El ser humano, desde el momento mismo del nacimiento y hasta su muerte, está recibiendo, procesando, comunicando, constantemente, información y va adquiriendo progresivamente conocimientos sobre el mundo que le rodea y sobre él mismo. En principio, podemos decir que “conocer” consiste en establecer una relación entre un sujeto y un objeto. La relación se inicia siempre desde el sujeto, y supone siempre una actividad mental, que no consiste en una mera recogida pasiva de datos. El hombre es un ser activo y abierto al mundo, y que toma conciencia de él y de cómo son las cosas a través de la actividad de conocer, de la cual dependen su adaptación al medio natural y social, así como su dominio consciente del mundo. El estudio de los problemas del conocimiento (Teoría del Conocimiento), es decir, la reflexión sobre la cuestión “¿cómo y qué podemos conocer y cuál es el origen de nuestro conocimiento? ha sido uno de los principales problemas filosóficos. Ya, desde los albores de la Filosofía (Grecia, siglo VI a. C.), los primeros pensadores confiaron en la capacidad de la razón para descubrir cuál era el principio, el origen, el elemento último de todas las cosas, de lo cual todo procede y a lo cual todo va a parar a su destrucción. Más allá de las apariencias de las cosas, es decir, más allá de lo inmediatamente revelado por los sentidos, buscaban la esencia, es decir, buscaban aquello que las cosas verdaderamente son. Así, por ejemplo, si observamos el agua sometida a diferentes condiciones vemos que puede cambiar de estado y de apariencia. Sin embargo, a pesar de la diversidad de estados o formas que puede presentar (estado, sólido, líquido o gaseoso), nadie diría que el agua deja de ser agua cuando pasa de un estado a otro. Por debajo de estos cambios permanece algo invariable, algo (llámese esencia, naturaleza, propiedades específicas, etc.) que en los tres casos nos permite seguir hablando de que estamos ante la misma cosa. La pregunta que nos podemos hacer ahora es, pero ¿cómo conocer lo que las cosas verdaderamente son? Los griegos estaban firmemente convencidos de que, por muy útiles que sean los sentidos, no bastan, sin embargo para proporcionarnos el conocimiento de lo que las cosas verdaderamente son. Más bien al contrario, los sentidos sólo nos muestran una multiplicidad de individuos, de estados, de apariencias cambiantes (como en el ejemplo que hemos puesto del agua). Es necesario un esfuerzo intelectual, racional, para alcanzar el verdadero ser de las cosas, más allá de lo que los sentidos nos muestran de ellas. Los griegos establecieron, así, una dualidad en el campo del conocimiento, que ha estado presente hasta nuestros días: la Razón frente a los sentidos; el conocimiento racional frente al conocimiento sensible. Por tanto, la pregunta crucial ante la que nos situamos es: ¿de dónde proceden, en último término, nuestros conocimientos?, o dicho de otro modo, ¿cuál es el origen de nuestro conocimiento? Como acabamos de ver, las respuestas a este interrogante apuntan, ya desde el principio del pensamiento filosófico en dos direcciones fundamentales: a) el origen de nuestros conocimientos es la experiencia sensorial (empirismo); y b) el origen de nuestros conocimientos es la razón (racionalismo). Aunque esta caracterización es válida para toda la historia de la filosofía (hay pensadores más racionalistas y pensadores más empiristas en todas las épocas, por ejemplo, Platón y Aristóteles) es especialmente aplicable para la filosofia moderna, pues el problema del conocimiento (la pregunta por el cómo conocemos el mundo, es decir por el asunto del origen y validez del conocimiento) se convirtió en una obsesión para los filósofos desde el renacimiento hasta el siglo XX (los griegos y los medievales estaban más interesados en las cuestiones metafísicas que en las epistemológicas).Esto se debe a que la ciencia moderna (por ejemplo, la física matemática) se constituye desde el principio con una enorme desconfianza hacia la metafísica tradicional (escolástica-aristotélico-tomista) y, en principio, como una inexplicable sintesis de razón y experiencia, de lógica pura y sensibilidad empírica, cuyo verdadero método de conocimiento no está muy claro (¿inductivo?, ¿deductivo?...¿hipotético deductivo?).La dicotomía entre racionalistas y empiristas se entiende muy bien con una metáfora acuñada por Francis Bacon: mientras que los empiristas son como hormigas que creen poder construir la ciencia y sus leyes acumulando impresiones o experiencias sensibles, los racionalistas son como arañas que que creen poder sacar todo el conocimiento de sí mismo, como una tela de araña lógico matemática en la que atrapar la realidad. Veamos con más detenimiento estas dos posturas (racionalismo/empirismo) pero antes ofrecemos aquí un breve resumen historico de la teoría del conocimiento y de la epistemología: BREVE RESUMEN HISTORICO DE LA Tª DEL CONOCIMIENTO En el siglo V a.C., los sofistas griegos cuestionaron la posibilidad de que hubiera un conocimiento fiable y objetivo. Por ello, uno de los principales sofistas, Gorgias, afirmó que nada puede existir en realidad, que si algo existe no se puede conocer, y que si su conocimiento fuera posible, no se podría comunicar. Otro sofista importante, Protágoras, mantuvo que ninguna opinión de una persona es más correcta que la de otra, porque cada individuo es el único juez de su propia experiencia. Platón, siguiendo a su ilustre maestro Sócrates, intentó contestar a los sofistas dando por sentado la existencia de un mundo de formas o ideas, invariables e invisibles, sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y certero. Mantenía que las cosas que uno ve y palpa son copias imperfectas de las formas puras estudiadas en matemáticas y filosofía. Por consiguiente, sólo el razonamiento abstracto de esas disciplinas proporciona un conocimiento verdadero, mientras que la percepción facilita opiniones vagas e inconsistentes. Concluyó que la contemplación filosófica del mundo oculto de las ideas es el fin más elevado de la existencia humana. Aristóteles siguió a Platón al considerar el conocimiento abstracto superior a cualquier otro, pero discrepó de su juicio en cuanto al método apropiado para alcanzarlo. Aristóteles mantenía que casi todo el conocimiento se deriva de la experiencia. El conocimiento se adquiere ya sea por vía directa, con la abstracción de los rasgos que definen a una especie, o de forma indirecta, deduciendo nuevos datos de aquellos ya sabidos, de acuerdo con las reglas de la lógica. La observación cuidadosa y la adhesión estricta a las reglas de la lógica, que por primera vez fueron expuestas de forma sistemática por Aristóteles, ayudarían a superar las trampas teóricas que los sofistas habían expuesto. Las escuelas estoica y epicúrea coincidieron con Aristóteles en que el conocimiento nace de la percepción pero, al contrario que Aristóteles y Platón, mantenían que la filosofía había de ser considerada como una guía práctica para la vida y no como un fin en sí misma. Después de varios siglos de declive del interés por el conocimiento racional y científico, el filósofo escolástico (véase Escolasticismo) santo Tomás de Aquino y otros filósofos de la edad media ayudaron a devolver hasta cierto punto la confianza en la razón y la experiencia, combinando los métodos racionales y la fe en un sistema unificado de creencias. Tomás de Aquino coincidió con Aristóteles en considerar la percepción como el punto de partida y la lógica como el procedimiento intelectual para llegar a un conocimiento fiable de la naturaleza, pero estimó –a diferencia de aquel- que la fe en la autoridad bíblica era la principal fuente de la creencia religiosa. En la Edad moderna, es decir, desde el siglo XVII hasta finales del siglo XIX la cuestión principal en epistemología contrastó y opuso de forma radical a la razón contra la sensibilidad como medio para adquirir el conocimiento. Para algunos autores, el fundamento de la posibilidad del conocimiento es la realidad, bien la sensible (como han defendido los filósofos de orientación empirista), bien la inteligible (como aquellos racionalistas que han defendido el carácter realmente existente de las entidades conceptuales o nociones generales). El primer gran filósofo que abordó el estudio del conocimiento fué el francés René Descartes, en el siglo XVII. Descartes intentó descubrir un fundamento del conocimiento que fuera independiente de todos los límites y supuestos. Para él, conocer es partir de una proposición evidente, que se apoya en una intuición primaria. Descartes formuló tal proposición en su célebre sentencia: "pienso, luego existo". Para los racionalistas, entre los más destacados el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y el alemán, Gottfried Wilhelm Leibniz, la principal fuente y prueba final del conocimiento era el razonamiento deductivo basado en principios evidentes o axiomas. Para los empiristas, empezando por los filósofos ingleses Francis Bacon y John Locke, la fuente principal y prueba última del conocimiento era la percepción. El inglés Francis Bacon inauguró la nueva era de la ciencia moderna criticando la confianza medieval en la tradición y la autoridad y aportando nuevas normas para articular el método científico, entre las que se incluyen el primer grupo de reglas de lógica inductiva formuladas. Pero fue Locke quien por primera vez criticó la creencia racionalista de que los principios del conocimiento son evidentes por una vía intuitiva, y argumentó que todo conocimiento deriva de la experiencia, ya sea de la procedente del mundo externo, que imprime sensaciones en la mente, ya sea de la experiencia interna, cuando la mente refleja sus propias actividades. Afirmó que el conocimiento humano de los objetos físicos externos está siempre sujeto a los errores de los sentidos y concluyó que no se puede tener un conocimiento certero del mundo físico que resulte absoluto. Según el británico John Locke, representante moderado del empirismo, las impresiones de la sensibilidad sólo formaban la base primaria del conocimiento.El problema de esta postura consistíaen ser capaces de justificar el conocimiento más objetivo y preciso (las matemáticas o la física matemática) desde presupuestos totalmente subjetivos (empíricos) Como veremos, un filósofo empirista mucho más radical que Locke, el también británico David Hume y algunos autores neopositivistas posteriores consideraron, por el contrario, que las nociones de las ciencias formales no son empíricas (verdades de hecho, contingentes, sintéticas), sino puramente formales (tautologías, verdades analíticas o de razón) y, por lo tanto, vacías de conocimiento. El filósofo irlandés empirista George Berkeley estaba de acuerdo con Locke en que el conocimiento se adquiere a través de las ideas, pero rechazó la creencia de Locke de que es posible distinguir entre ideas y objetos. Como veremos Berkely se atreverá a negar o a poner en duda la existenicia de la materia, considerándola una idea abstracta sin ningún fundamento emipírico, una mera suposición o hipótesis sin ninguna base firme (idealismo). Más tarde, el filósofo escocés David Hume siguió con la tradición empirista, pero no aceptó la conclusión de Berkeley de que el conocimiento consistía tan sólo en ideas. O dico de otro modo, basándose en los mismos principios empiristas atacó, no ya sólo la idea de materia, sino las ideas de “sustancia” o “causa”, entendiéndolas como ideas abstractas sin ninguna conexión con la experiencia sensible inmediata y directa (a la que él llamaba las “impresiones”). Mucho más radical que sus antecesores, Hume dividió todo el conocimiento en dos clases: el conocimiento de la relación de las ideas —es decir, el conocimiento hallado en las matemáticas y la lógica, que es exacto y certero pero no aporta información sobre el mundo— y el conocimiento de la realidad sensible —es decir, el que se deriva de la percepción. Hume afirmó que la mayor parte del conocimiento de la realidad sensible descansa en la relación causa-efecto, y al no existir ninguna conexión lógica entre una causa dada y su efecto, no se puede esperar conocer ninguna realidad futura con certeza. Así, las leyes de la ciencia más certeras podrían no seguir siendo verdad en el futuro (del que no tenemos ni podemos tener experiencia sensible): una conclusión que tuvo un impacto revolucionario en la filosofía. El propósito de Hume era acabar con todas las especulaciones metafísicas sobre Dios, el alma y el mundo. Pero el problema es que, al hacerlo, puso también en cuestión la validez del conocimiento científico, extraña síntesis de razón matemática y experiencia –nunca bien comprendida-, con una gran capacidad predictiva y precisamente cuando había alcanzado su madurez con la formulación de la mecánica de Newton. Incapaz de aceptar esto último (aunque muy de acuerdo con la crítica realizada por hume a la metafísica) el filósofo ilustrado alemán Immanuel Kant intentó resolver la crisis provocada por Locke y llevada a su punto más alto por las teorías de Hume; de modo que propuso una solución en la que combinaba elementos del racionalismo con algunas tesis procedentes del empirismo. Coincidió con los racionalistas en que se puede tener conocimiento exacto y certero, pero siguió a los empiristas en mantener que dicho conocimiento es más informativo sobre la estructura del pensamiento que sobre el mundo que se halla al margen del mismo. Distinguió tres tipos de conocimiento: • analítico a priori, que es exacto y certero pero no informativo, porque sólo aclara lo que está contenido en las definiciones (tautologías, verdades lógicamente necesarias); • sintético a posteriori, que transmite información sobre el mundo aprendido a partir de la experiencia, pero está sujeto a los errores de los sentidos (verdades empíricas, contingentes), • y sintético a priori, que se descubre por la intuición sensible, transmite información desconocida y es a la vez exacto y certero, ya que expresa las condiciones necesarias que la mente impone a todos los objetos de la experiencia. Las matemáticas y la filosofía, de acuerdo con Kant, aportan este último tipo de conocimiento, y de lo que se trataba, según Kant era de aclarar cómo era esto posible.Dicho de otro modo, para Kant no había duda de que los juicios de la ciencia eran verdaderos, de modo universal y necesario, pero también progresivo, es decir, también eran a la vez, informativos, capaces de hacer predicciones exactas sobre las experiencias del futuro, tal como demostraba la física newtoniana. Desde los tiempos de Kant, una de las cuestiones sobre las que más se ha debatido en filosofía ha sido si existe o no el conocimiento sintético a priori. En suma Kant negó que la realidad pudiera ser explicada mediante los solos conceptos y se propuso conseguir el mismo objetivo que los demás pensadores modernos, pero intentando determinar los límites y capacidades de la razón. Si bien existen, efectivamente, juicios sintéticos apriori, que son la condición necesaria de toda comprehensión de la naturaleza (trascendentales), el ámbito del conocimiento de limita, sin embargo en el pensamiento de Kant, al reino de la experiencia. Como veremos, la solución “transcendental” de Kant salva el valor de la ciencia, pero sólo paraacabar declarando después que su verdad no es objetiva , sino sólo intersubjetiva, que no podemos conocer cómo son las cosas en sí mismas (sino sólo cómo son “para” nosotros) y declarando a toda metafísica como un pseudo-conocimiento que jamás alcanza su objetivo, pues no cumple las condiciones de la síntesis a priori. Durante el siglo XIX, el filósofo alemán George Wilhelm Friedrich Hegel retomó la afirmación racionalista de que el conocimiento certero de la realidad puede alcanzarse con carácter absoluto (dogmático, metafísico) equiparando los procesos del pensamiento, de la naturaleza y de la historia como producto del desarrollo de una RAZON cuasi divina. Aunque Hegel rechazó el criticismo kantiano, retornando a la metafísica y señalando de modo ultra-idealista que el sujeto “pone” o cre al objeto, al menos tuvo el mérito de señalar los condicionamientos históricos del conocimiento provocando un interés por la historia y el enfoque histórico del conocimiento que más tarde fue realzado por Herbert Spencer en Gran Bretaña y la escuela alemana del historicismo (Dilthey). Esta misma idea de la “historicidad” del conocimiento, combinada con un estudio profundo de sus condicionamientos económicos, sociales e ideológicos arrojaría nuevas perspectivas no consideradas por los pensadores modernos con la teoría marxista del conocimiento, que se enmarca en una gnoseología realista, materialista, práctica y constructivista (el sujeto, el hombre, conoce la realidad –tanto natuaral como social- al transformarla) Spencer y el filósofo francés Auguste Comte también llamaron la atención a su manera sobre la importancia de la sociología como una rama del conocimiento y ambos aplicaron los principios del empirismo al estudio de la sociedad. La escuela estadounidense del pragmatismo, fundada por los filósofos Charles Sanders Peirce, William James y John Dewey a principios de este siglo, llevó el empirismo aún más lejos al mantener que el conocimiento es un instrumento de acción y que todas las creencias o conocimientos tenían que ser juzgadas por su utilidad como reglas para predecir las experiencias en el contexto de la adaptación al medio y de la necesidad biológica de sobrevivir, ideas que estaban latentes en el darwinismo. Algo similar puede decirse de Nietzsche, quien consideraba que la verdad no era nigún valor en sí, sino en función de su utilidad para la vida, y que en este sentido algunas mentiras podían ser más útiles que la verdad. Esta conclusión relativista no era inelectulable y otros pensadores vitalistas (Bergson, Ortega) se limitaron a señalar el carácter inevitablemente “perspectivista” de todo conocimiento (el conocimiento es una perspectiva de la realidad). De acuerdo con determinadas formas de empirismo existen otras experiencias además de la sensible, como la experiencia histórica, la experiencia intelectual, etc. En estas posiciones, a algunos de cuyos precursores - los alemanes Friedrich Nietzsche y Wilhelm Dilthey- difícilmente se les puede considerar como empiristas, el término experiencia se entiende en un sentido más amplio. Los autores más representativos de estas posiciones son el alemán Martin Heidegger y el francés Jean- Paul- Sartre, que defendieron posturas existencialistas; los estadounidenses John Dewey y William James, de orientación pragmatista; y el español José Ortega y Gasset, que mantuvo la postura que él llamó raciovitalismo, en la que vida y razón constituían los dos polos de su concepción del mundo. EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO. Mientras que la teoría del conocimiento en general, ha sido entendida tradicionalmente en parte como una epistemología o teoría de la ciencia (aunque no sólo pues a los clásicos les preocuban las otras formas de conocimiento no científicas) en el siglo XX los filósofos se interesaron principalmente y casi de forma exclusiva por construir una teoría del conocimiento científico, suponiendo que si se lograra disponer de teorías adecuadas que explicaran los mecanismos de un conocimiento de este tipo, podrían avanzar considerablemente por la misma vía en la solución de problemas gnoseológicos (demarcación del verdadero conocimiento con respecto a otras doctrinas filosóficas, metafísicas y religiosas que pretendía tener un conocimiento misterioso e instintivo de las cosas divinas) más generales. Aunque aquí exponemos sólo las teorías clásicas del conocimiento (hasta Kant) adelantamos algunas de las líneas que seguirá la epistemología del siglo XX. La elaboración de una epistemología de este tipo constituyó la tarea abordada especialmente por los autores del Círculo de Viena, que fueron el germen de todo movimiento del empirismo o positivismo lógico. Para éstos filósofos se trataba de corregir los errores de Kant cambiando su planteamiento transcendental por un planteamiento lingüístico (de lo que se trataba era de analizar el lenguaje científico paradetermina qué características lo convierten en un lenguaje tan objetivo y preciso) y conseguir un sistema unitario de saber y conocimiento, lo que requería la unificación del lenguaje y la metodología de las distintas ciencias. Este lenguaje debería ser insersubjetivo - lo que exigía la utilización de formalismos y de una semántica comúny universal, es decir, cualquier proposición debía poder traducirse a él. Para los neopositivistas, al igual que para Hume y en parte, para Kant, lo único que puede hacerse es formular la hipótesis de la existencia de una realidad independiente de nuestra experiencia e indicar criterios para su contrastación en la medida en que una afirmación de existencia implica determinados enunciados perceptivos. No hay ninguna posibilidad de decisión respecto a una realidad o idealidad absolutas. Ello sería, en palabras de Carnap, un seudoproblema. La única forma de conocimiento significativo y verdadero es la ciencia y ello debido a que se trata de un lenguaje sintácticamente correcto. Todas las formas epistemológicas de la tradición filosófica inspiradas en posiciones metafísicas - el idealismo y el realismo filosófico, el fenomenismo, el solipsismo, etc.- caerían, así, fuera del ámbito del conocimiento empírico, ya que buscarían responder a una pregunta imposible, a pseudoproblemas mal formulados y peor contestados por un lenguaje imperfecto. EPISTEMOLOGÍA EN EL SIGLO XX. A principios del siglo XX los problemas epistemológicos fueron discutidos a fondo y sutiles matices de diferencia empezaron a dividir a las distintas escuelas de pensamiento rivales. Se prestó especial atención a la relación entre el acto de percibir algo, el objeto percibido de una forma directa y la cosa que se puede decir que se conoce como resultado de la propia percepción. Los autores fenomenológicos afirmaron que los objetos de conocimiento son los mismos que los objetos percibidos. Los neorealistas (tomistas) sostuvieron que se tienen percepciones directas de los objetos físicos o partes de los objetos físicos en vez de los estados mentales personales de cada uno. Los realistas críticos (neokantianos, Popper) adoptaron una posición intermedia, manteniendo que aunque se perciben sólo datos sensoriales, como los colores y los sonidos, éstos representan objetos físicos sobre los cuales aportan conocimiento. Un método para enfrentarse al problema de clarificar la relación entre el acto de conocer y el objeto conocido fue elaborado por el filósofo alemán Edmund Husserl, la llamada “fenomenología”. Perfiló un procedimiento elaborado, al que llamó fenomenología, por medio del cual se puede distinguir cómo son las cosas a partir de cómo uno piensa que son en realidad (de como se nos ofrecen, sin juzgar sobre la cuestión de su existencia objetiva), alcanzando así una comprensión más precisa de las bases conceptuales del conocimiento.Aunque interesante (influyó mucho en la psicología gestaltista) casi todos los autores coinciden en afirma que recae en el idealismo y no podemos estudiarlaaquí. Durante el segundo cuarto del siglo XX surgieron dos escuelas de pensamiento, ambas deudoras del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein. Por una parte, la escuela del empirismo o positivismo lógico, tuvo su origen en Viena, Austria, pero pronto se extendió por todo el mundo. Como hemos dicho antes, los empiristas o neopositivistas lógicos, animados por los avances de la lógica formal, hicieron hincapié en que sólo hay una clase de conocimiento: el conocimiento científico que se expresa en un lenguaje “bien hecho” o bien construido desde el punto de vista sintáctico; que cualquier conocimiento válido –y aun significativo- tiene que ser verificable en la experiencia; y, por lo tanto, que mucho de lo que había sido dado por bueno por la filosofía no era ni verdadero ni falso, sino carente de sentido. A la postre, siguiendo a Hume y a Kant, se tenía que establecer una clara distinción entre enunciados analíticos y sintéticos. Como veremos en el siguiente tema, el llamado criterio de verificabilidad del significado/criterio de demarcación ha sufrido cambios como consecuencia de las discusiones entre los propios empiristas lógicos, así como entre sus críticos, pero no ha sido descartado del todo.Sin embargo, la mayor parte de la propia tradición empirista anglosajona (Popper, Kuhn, Feyerabend) ha acabado reconociendo su fracaso, al constatar que no existen hechos empíricos “puros” no contaminados de teoría. Aunque sus conclusiones puedan ser relativistas, otros enfoques actuales (marxista, etológico, el constructivismo de Piaget) en la medida en que aportan perspectivas poco consideradas habitualmente (los condicionantes biológicos, neurológicos y hasta sociales del conocimiento) pueden ser prometedores en el futuro. 6.2.- EL RACIONALISMO: LA FUENTE DE NUESTRO CONOCIMIENTO ES LA RAZÓN. a) PLATÓN (427-347): La filosofía de Platón se articula en torno a su famosa “Teoría de las Ideas” que aunque ha sido erróneamente calificada como idealista es verdaderamente un REALISMO DE LAS IDEAS (las ideas abstractas son más reales y objetivas que las cosas sensibles mismas, e incluso tienen una existencia extramental), como vamos a ver en seguida. Platón entiende que, puesto que el mundo sensible, es decir, el mundo del que nuestros sentidos nos informan, es un mundo que está constantemente cambiando, es imposible llegar a conocerlo. En su opinión, el conocimiento ha de versar sobre lo que no cambia, sobre lo que es inmutable. Por tanto, ha de existir una realidad diferente del mundo sensible. Esa otra realidad es el mundo inteligible o mundo de las Ideas. Mientras que el mundo sensible es un mundo material, mutable (cambiante), perecedero, y cognoscible por los sentidos; el mundo inteligible o mundo de las Ideas es un mundo inmaterial, inmutable, eterno, imperecedero y cognoscible por la Razón (y no por los sentidos).Las ideas son innatas: las conocemos antes de toda experiencia y por tanto, en realidad no aprendemos nada de la experiencia. O dicho de otro modo la experiencia sensible sólo sirve para recordarnos las ideas que ya conocemos. Platón parte de una crítica implacable del concepto de abstracción: en realidad es imposible obtener cualquier idea de la experiencia (por ejemplo, la idea geométricade círculo, eterna, perfecta, universal) porque las experiencias sensibles son cambiantes, imperfectas y particulares. Por tanto TODAS LAS IDEAS (pero particularmente las matemáticas) deben ser INNATAS y hemos debido conocerlas en otra vida o en otro mundo (el mundo ideal, del que mundo material es una mera copia). Para Platón: - -el mundo inteligible es la auténtica realidad, siendo el mundo sensible sólo una copia imperfecta de aquél; y - -el verdadero conocimiento sólo se alcanza a través de la Razón y no de los sentidos, ya que éstos sólo nos dan información de las apariencias de las cosas, y no de lo que las cosas verdaderamente son. Todas estas ideas son expresadas por Platón a través del famoso “El Mito de la Caverna” (La República). Este Mito refleja los dos mundos de Platón: el interior de la gruta representa el mundo sensible, y el exterior el mundo inteligible o de las Ideas. Con esta alegoría, Platón nos quiere decir que los hombres nos hallamos en un estado de ignorancia, porque creemos que el mundo sensible es la auténtica realidad, y no nos damos cuenta de que existe otra realidad diferente, que es el mundo inteligible (porque, al igual que los prisioneros, tomamos por auténtica realidad lo que sólo es una copia o una imitación imperfecta o una sombra de la auténtica realidad, el mundo de las Ideas). Por eso, Platón considera que es necesario que el hombre salga del interior de la caverna y ascienda hasta el mundo exterior, es decir, que vaya más allá de la información de los sentidos (más allá del conocimiento sensible) y llegue, a través de la Razón, al conocimiento de la auténtica realidad: el mundo de las Ideas. La teoría del conocimiento de Platón explica la presencia de los conceptos universales en el alma recurriendo a la Teoría de la Reencarnación, aprendida por Platón de los pitagóricos. A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Platón, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. Paso 1: el alma existe antes que el cuerpo. En su vida anterior, en el mundo suprasensible, contempla las ideas. Paso 2: cuando el alma se une al cuerpo, olvida el conocimiento que había adquirido. Paso 3: en el mundo sensible, el hombre percibe por los sentidos los objetos que fueron hechos por el Demiurgo (dios), a partir de una materia preexistente (jora), teniendo como modelo a las ideas. Paso 4: la percepción sensible de los objetos despierta en el alma, por su semejanza con las ideas, el recuerdo de las ideas olvidadas. De allí que se denomine a esta teoría "Teoría de la Reminiscencia" o del recuerdo. B) EL RACIONALISMO MODERNO: DESCARTES (1596-1750): El Racionalismo, como corriente filosófica de la Época Moderna, es inaugurado por Descartes. Esta corriente de pensamiento, representada también, entre otros, por Leibniz y Spinoza, se caracteriza por las siguientes tesis principales: -Nuestra facultad de conocimiento es la Razón, y no los sentidos. Los sentidos nos engañan y sólo nos muestran las apariencias de las cosas. Todos nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden de la Razón. - Por tanto, la Razón es la única facultad capaz de llevarnos al conocimiento y descubrimiento de lo que las cosas verdaderamente son, de la verdad. - Nuestro conocimiento de la realidad puede ser construido deductivamente a partir de ciertos principios e ideas 'evidentes' por sí mismos. - Estas ideas y principios son innatos al entendimiento (no proceden de la experiencia sensible, sino que nacemos con ellos). Descartes, en su intento de encontrar un fundamento seguro y cierto para el conocimiento, comienza a poner en duda todo lo que hasta el momento había aprendido y tomado como verdadero. En primer lugar, duda de los sentidos: dado que los sentidos nos han engañado alguna vez, no pueden ser considerados una fuente válida y fiable de conocimiento, ya que, lo que una vez nos ha engañado, podría volver a hacerlo. De este modo, Descartes pone en duda que las cosas sean tal y como las percibimos. El segundo motivo de duda es la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño: en opinión de Descartes, al no poder saber con certeza si estamos despiertos o dormidos, tampoco podemos establecer con certeza que lo que estamos percibiendo exista realmente. Por tanto, la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño nos lleva a dudar de la existencia misma del mundo externo Nota: este argumento es más serio de lo que parece, como puede verse en los argumentos de Berkeley a favor de su idealismo (ver más adelante).No tenemos ningún criterio para distinguir la realidad del sueño porque, cuando estamos soñando, también creemos que es real lo que soñamos. (Lee al final el cuento de Julio Cortázar titulado “La Noche Bocaarriba”) Y, finalmente, llevando sus dudas hasta la exageración y la ficción, Descartes incluso llega a pensar en la posibilidad de que existiera un genio maligno (en lugar de un Dios bueno), que nos hiciera estar engañándonos cada vez que creemos conocer la verdad. Pues bien, después de haber dudado ya de todo lo que se podía dudar, Descartes encuentra una verdad evidente que parece salir victoriosa frente a la duda, a saber: “Pienso, luego existo”. Descartes dice que, efectivamente, podemos dudar de que el mundo exista o de que sea tal y como lo conocemos, pero de lo que no podemos dudar es de que estamos dudando, Por eso, Descartes concluye que si hay algo de lo que no podemos dudar es de “nuestra existencia como sujetos pensantes”. Sin embargo, una vez que ha llegado aquí, el problema que tiene Descartes es que sólo tiene evidencia de su propia existencia como sujeto que piensa, pero de nada más: sólo sabe con certeza que piensa, pero no tiene certeza ni de que exista el mundo externo, ni de que exista, ni siquiera, su propio cuerpo. Descartes ha llegado al solipsismo, y no le va a resultar fácil escapar de él. Sin embargo, va a encontrar la solución en la idea de Dios. Descartes hace de la existencia de Dios la clave de toda su Filosofía. A partir de la idea de Dios (esencia) que encuentra en su pensamiento (cree que es innata, no adventicia ni facticia, es decir no un producto de la experiencia ni de la imaginación) demuestra su existencia (argumento ontológico) . Una vez demostrado que Dios también existe, concluye que Dios, en tanto que Ser Perfecto que es, no nos puede engañar: Dios ha creado al hombre, y ha puesto en él la facultad del conocimiento (el entendimiento o Razón) y la facultad de sentir, por tanto, todo aquello que nuestra Razón nos permita conocer, tendremos que admitir, ya sin miedo y con certeza, que es verdadero. Y también podremos aceptar ya sin dudas que el mundo externo (la materia) existe, como causa de nuestras impresiones y sensaciones . Dios no podría hacer que me engañara cuando creo sentir cosas que desde el exterior estimulan mis órganos sensoriales. Porque es Dios quien me ha creado y quien ha puesto en mí la facultad de sentir. Sin embargo, la razón (matemática) es mucho más fiable que los sentidos y en caso de conflicto, siempre hay que preferir la primera a los segundos. Por eso toda la filosofia de Descartes (por supuesto su metafísica, pero también su física) es deductiva, poco interesada en comprobar empíricamente sus argumentos En conclusión: la epistemologia racionalista de Descartes conduce a una metafísica de las tres sustancias: alma (res cogitans), Dios (res infinita), mundo material (res extensa). En otro orden de cosas, hay que decir que Descartes, por lo que a su concepción del hombre se refiere, sostiene una concepción dualista: el hombre es un compuesto de alma y cuerpo. Los objetos y el cuerpo pertenecen al mundo físico (res extensa o sustancia extensa) y el alma pertenece al mundo psíquico (res cogitans o sustancia pensante). Los objetos constituyen los estímulos y en el cuerpo tienen lugar las sensaciones. Y en el alma o mente tiene lugar la percepción propiamente dicha, como una actividad psíquica superior a la mera sensación. No obstante, el dualismo de Descartes deja sin explicación cómo dos realidades absolutamente distintas (el alma, que es espiritual; y el cuerpo, que es material) pueden llegar a comunicarse. Descartes, considerado "Padre de la Flisofia Moderna", definió con claridad el objetivo de los filósofos de este período histórico: la búsqueda de la evidencia o certeza (indubitabilidad del conocimiento). Mediante sus meditaciones y su método intentó dar respuesta al escepticismo reinante en su época. Su estrategia no fue el rechazo o la negación de la duda sino su aceptación hasta las últimas consecuencias. Es decir, utilizó la duda como método y sometió todo conocimiento a duda con el fin de encontrar una verdad de la que ya no pudiese dudar ni el más escéptico. Así llegó a alcanzar una certeza primera: “Pienso, luego existo.” (cogito ergo sum). Y teniendo en ella una base inconmobible, reconstruyó el edificio filosófico. En primer lugar, alcanzó una segunda certeza: la existencia de Dios. En segundo lugar, reafirmó la confiabilidad del conocimiento científico del mundo material (la física matemática), el cual tenía a Dios por garante. A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Descartes, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. Duda metódica: en busca de una certeza, decidió rechazar como falsa toda afirmación de la que se pudiese dudar. Duda del conocimiento sensible: los datos de los sentidos no son seguros, podemos dudar de ellos. De hecho, los sentidos nos engañan a menudo. Incluso no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, por lo que todo lo que percibimos por los sentidos podría no ser real. En consecuencia, todos los datos de los sentidos, inclusive el propio cuerpo, quedan a un lado en esta búsqueda de la certeza. Duda del conocimiento racional: como no se basan en los datos de los sentidos, las verdades de razón (lógicas y matemáticas) no son alcanzadas por la duda, la cual recae sobre el conocimiento sensible. Sin embargo Descartes señala que más de una vez nos equivocamos al realizar algún cálculo, y lleva la duda al extremo de afirmar que podríamos estar siendo engañados por un "genio maligo" o "dios engañador", astuto y poderoso. ¿Cómo podríamos defendernos de él? “Pienso, existo”: más allá de toda duda se encuentra nuestra propia existencia. Incluso aunque admitiese que soy engañado por un genio maligno, ello no invalidaría la certeza que tengo respecto de esta proposición mientras la estoy concibiendo en mi espíritu. Pues no se trata de un razonamiento o una deducción (como todo lo que piensa existe, si yo pienso, yo existo) sino de una evidencia que se impone, de un conocimiento intuitivo que se obtiene de modo inmediato y directo. Criterio de verdad: Descartes analiza su primera certeza para descubrir las notas distintivas que le servirán de criterio para identificar otras afirmaciones verdaderas. La afirmación “Pienso, existo” se presenta a la conciencia con "claridad" y "distinción". Por lo tanto, serán aceptadas como verdaderas aquellas ideas que sean claras (ciertamente presentes a la conciencia) y distintas (no confundidas con otras ideas). Existencia de Dios: a pesar de haber encontrado una certeza absoluta (“Pienso, existo”), y a partir de ella un criterio de verdad, de todos modos sigue en pie la duda que sobre todo otro conocimiento nos genera la Hipótesis del Genio Maligno. La demostración de la existencia de Dios despeja las dudas sobre el conocimiento racional, que tiene en Dios a su garante. Su existencia se demuestra como causa externa de la existencia en la conciencia de la idea de perfección, que no puede provenir del yo que duda y es imperfecto. Además la idea o esencia de un ser perfecto no puede no exitir en la realidad.: entonces no sería perfecto, la faltaría la existencia (argumento ontológico para demostrar la existencia real de Dios a partir de su esencia o idea mental).Y siendo Dios perfecto no puede ser engañador ni puede habernos hecho para que nos confundamos sistemáticamente. Podemos equivocarnos porque no somos perfectos, pero no estamos hechos para el error. Conocimiento racional seguro: con Dios como garantía, el conocimiento lógico y matemático recobra su seguridad y se desecha la Hipótesis del Genio Maligno. Ideas innatas: son las ideas que no proceden ni de la experiencia ni de la imaginación, son las únicas verdaderamente claras y distintas (la idea de Dios, por ejemplo). Conocimiento sensible: se refiere a las ideas adventicias que, se supone, representan las cosas reales. Pero ¿cómo superar la duda respecto de este conocimiento? ¿No será sólo un sueño? ¿Cuál es su causa, su origen? Nosotros no, porque nos sentimos pasivos ante ellas. Dios tampoco, porque él no es engañador. Debemos concluir que la causa de nuestras ideas adventicias son las cosas esternas realmente existentes. De todos modos, sólo conocemos de ellas con claridad y distinción que son substancia extensa. Ideas adventicias: son las ideas que nos vienen del exterior, a través de los sentidos (la idea de azul, por ejemplo). Ideas facticias: son las ideas producidas por la propia conciencia mediante la imaginación (la idea de minotauro, por ejemplo). 6.3..- EL EMPIRISMO. LA FUENTE DE NUESTRO CONOCIMIENTO ES LA EXPERIENCIA: A) ARISTÓTELES (384-335 a.C.) Según Aristóteles, “nada hay en nuestro entendimiento que antes no haya estado en nuestros sentidos”. Por tanto Aristóteles es empirista porque niega la existencia de ideas innatas, al contrario que su maestro Platón: la mente es como un papel en blanco antes de nacer (tamquam tabulae rasae) y todo nuestro conocimiento – hasta el más intelectual y abstracto- proviene de la experiencia sensible, via abstracción. Nuestro contacto con la realidad comienza con los sentidos, independientemente de que, posteriormente, el entendimiento vaya más allá de los meros datos sensibles. Aristóteles, al contrario que Platón no cree que existan dos mundos (el de las ideas y el de las cosas). Las ideas existen, pero están dentro de las cosas materiales (no son más que su forma o esencia: hylemorfismo).La union de materia y forma es inseparable en la realidad: es la mente la que las separa. Ya que mencionamos a Aristóteles, recordemos que es un autor que defiende el “realismo metafísico ingenuo”: Aristóteles concebía los sentidos como “lo que tiene capacidad de recibir en sí mismo la forma sensible de las cosas, sin su materia, del mismo modo que un bloque de cera recibe la marca de un sello de hierro o de bronce”. Los objetos tienen unas cualidades que nuestros sentidos se limitan a registrar formalmente. Por tanto, para Aristóteles, las cualidades sensibles (olor, color, sabor, textura...) tienen una realidad objetiva que los sentidos se limitan a reflejar, es decir, los sentidos reflejan las cualidades de los objetos tal y como objetivamente son. A esta tesis se le denomina “tesis de la objetividad de las cualidades sensibles", a la que, como veremos, se opondrá Locke. Aristóteles es, junto a Tomás de Aquino, uno de los máximos representantes del realismo, postura equidistante del idealismo y el empirismo gnoseológicos. Actualmente, sabemos que la tesis de la objetividad de las cualidades sensibles carece de fundamento científico: el color, el sabor, etc., son cualidades que no residen propiamente en los objetos, sino que son el resultado de la interacción de los objetos con el sujeto que percibe, de acuerdo con sus características neurofisiológicas. Sin embargo, aristóteles no era atomista y hace un impresionante esfuerzo por justificar su hylemorfismo desde el punto de vista epistemológico intentando explicar como es posible el proceso de abstracción (negado por Platón). Su epistemología es difícil de entender y de defender hoy día, con todo lo que sabemos sobre el mundo material. Por un lado, su teoría del conocimiento es distinta del idealismo platónico —cree que todo conocimiento comienza con la experiencia— y del idealismo kantiano —afirma que el objeto de conocimiento es la substancia, la cosa en sí—. Por otro lado, su postura aunque empirista y realista es ingenua, cree en la realidad del mundo tal cual lo vemos o lo percibimos (por eso niega la existencia de los átomos) y en realidad es muy distinta del empirismo moderno —cree que, gracias a la acción del llamado intelecto agente, podemos conocer no sólo los accidentes o propiedades particulares de las cosas sino también las formas universales o ideas generales presentes realmente en las cosas particulares—. A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Aristóteles, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. Substancia: el objeto de conocimiento es la substancia (la cosa en sí) compuesta de materia (particular) y forma (universal). El conocimiento, entonces, no es una construcción apriorística de la razón sino el fruto del esfuerzo conjunto de los sentidos y el entendimiento que, partiendo de la realidad particular, se elevan mediante la abstracción hasta la captación de lo universal presente ya en la realidad misma. Sentidos: todo conocimiento comienza con la percepción sensible. Sin representaciones sensibles el alma no puede pensar. Si carecemos de un sentido, careceremos de también de los conocimientos correspondientes. Según Aristóteles: “Un ciego de nacimiento no tiene conocimiento de los colores.” Sentido común: los sentidos brindan una multiplicidad de sensaciones particulares. El sentido común unifica estas percepciones para que puedan ser captadas por la fantasía o imaginación. Imaginación: la fantasía elabora una imagen del objeto conocido que conserva todavía su particularidad. Intelecto activo o agente: a las imágenes de la fantasía el intelecto activo las despoja de todo rasgo particular captando la idea universal que ellas tienen en potencia. Justamente por estar en acto de conocer es que el intelecto agente puede actualizar dicha potencia. Intelecto pasivo o paciente: mientras la facultad sensible capta los aspectos sensibles de las cosas, el intelecto pasivo tiene la capacidad de captar los aspectos inteligibles que imprime en él el intelecto activo. B)EL EMPIRISMO BRITÁNICO DE LOS SIGLOS XVII Y XVIII (Locke, Berkeley y Hume): El empirismo constituyó una respuesta histórica al racionalismo cartesiano. Así, autores como Locke y Hume se enfrentarán a la filosofía de Descartes. Tesis principales del empirismo: • • • -Todos nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad tienen su origen en los sentidos. Pero la materia no está compuesta de materia y forma (aristóteles) sino de átomos en movimiento que, de alguna forma, provocan en nosotros las sensaciones pasivamente recibidas. -No existen ideas innatas al entendimiento. Todas nuestras ideas proceden de la experiencia., ya sea de modo directo, ya sea indirectamente a partir de nuestra reflexión sobre los datos suministrados por los sentidos. -La experiencia no sólo constituye el origen, sino también el límite de nuestro conocimiento. No podemos conocer nada de lo que no tengamos experiencia. B. 1).JOHN LOCKE (1632-1704): Considerado como el padre del empirismo, Locke también niega la existencia de ideas innatas en nuestra mente. Locke es atomista, pero intenta justificar su creencia en la materia desde la experiencia psicológica sensible y no desde la razón deductiva, como Descartes. No obstante ambos comparten el criterio de evidencia y el principio de inmanencia. Lo primero que conocemos no son las cosas, sino las representaciones de las cosas en nuestra mente y el unico criterio de verdad es la evidencia (indubitabilidad). Lo que ocurre es que como veremos, para él y para todos los empiristas, no sólo nuestro conocimiento comienza con la experiencia (origen) sino que su fundamento no puede ser otro que ésta puesto que las sensaciones son tan evidentes (claras y distintas, indudables) como las ideas matemáticas, si no más. El planteamiento empirista moderno iniciado por Locke es pues genético-psicológico. Se trata de reconstruir o fundamentar la objetividad del conocimiento desde su génesis u origen psicológico subjetivo, lo cual parece un poco difícil (imposible, más bien). Pero en fin, veamos como lo intenta. Nuestra mente es como una “tabula rasa” (papel en blanco) en la que va quedando impresa nuestra experiencia: todo lo que en ella está escrito, todas nuestras ideas, provienen de la experiencia, y se adquieren mediante la “sensación” (experiencia externa) y mediante la “reflexión” (experiencia interna que surge cuando el sujeto percibe su propia actividad). A partir de la sensación y de la reflexión surgen todas nuestras ideas simples; y de la combinación de las ideas simples por el entendimiento surgen las ideas compuestas.(las mal llamadas ideas innatas, por tanto, surgirían a partir de la experiencia mediante combinación de ideas simples o sensaciones) Para Locke es absurdo decir que los sentidos nos engañan completamente (como afirmaban platón o Descartes) pues son la fuente de nuestro conocimiento y todo lo que tenemos para conocer el mundo que el cree que está razonablemente compuesto de materia objetiva que causa nuestras sensaciones: aunque esta idea no sea más que una mera hipótesis, intenta argumentarla con razones evidentes. Locke, frente al racionalismo, reconoce un gran valor a nuestro conocimiento sensible, y lo hace en base a cuatro criterios: • -cuando carecemos de un determinado órgano sensitivo, entonces nos faltan las ideas correspondientes a las cualidades sensibles que percibimos a través de esos órganos (un ciego de nacimiento carece de ideas de los colores). • -en la percepción de nuestras ideas simples somos pasivos, es decir, sus cualidades se nos imponen aunque no quisiéramos. • -ciertas ideas se nos imponen produciéndonos placer o dolor, sin que esté en nuestras manos evitarlo. • -con frecuencia, diferentes sentidos nos informan de los mismos fenómenos; así, por ejemplo, vemos el movimiento por la vista, pero también lo percibimos simultáneamente por el tacto y por el oído. Y, por tanto, el mundo externo, dice Locke, existe: mejor dicho suponemos que tiene que existir porque la existencia de los cuerpos externos queda atestiguada al ser ellos la unica causa posible de nuestras sensaciones. “Nadie de buena fe puede ser tan escéptico como para dudar totalmente de la existencia de las cosas que siente y ve.”dice Locke, contra Descartes. Sin embargo, Locke admite que no todo lo que nos muestran nuestros sentido es real y objetivo. Hay que mencionar aquí la distinción que hace Locke ( y que también hace Descartes) entre dos clases de cualidades sensibles: • -cualidades sensibles primarias: (espaciales y mensurables matemáticamente) tamaño, figura, número, movimiento y reposo. Estas cualidades están en las cosas mismas; son reales, originarias, objetivas, esto es, existen con independencia de que las percibamos o no. • -cualidades sensibles secundarias: (no espaciales ni cuantificables) colores, sonidos, sabores y olores. Estas cualidades no están propiamente en las cosas, sino que son más bien un producto subjetivo y variable de la capacidad que tienen los objetos de producirlas en nosotros. No hay en los cuerpos nada que se parezca a estas cualidades. En suma los atomos no son ni azules, ni hacen ruido, ni dulces o salados, ni huelen a rosas. Pero si son duros, pequeños, redondos, muchos y se mueven y se pueden medir y contar. Así, nuestras ideas simples de las cualidades primarias sí se corresponden con cualidades existentes en los objetos físicos, mientras que nuestras ideas simples de cualidades secundarias no se corresponden con ninguna propiedad objetiva existente en las cosas. Son subjetivas: no exactamente engañosas (no nos las inventamos, las recibimos de fuera), pero sí subjetivas Repárese en el hecho de que con esta segunda clasificación, el empirismo de Locke comienza a privar a las cualidades sensibles más específicas (como el olor, el color, el sabor, etc.) de aquella realidad objetiva que Aristóteles les había reconocido, abriendo de este modo el camino a una nueva tesis que triunfará ya en el siglo XIX confirmada por los estudios neurofisiológicos: la tesis de la subjetividad de las cualidades sensibles. B.2) EL IDEALISMO ACOSMISTICO DE GEORGE BERKELEY La polémica contra racionalistas y "materialistas" ocupa los escritos del obispo anglicano irlandés George Berkeley, empeñado en una cruzada contra el ateísmo y la falta de fe, de un extremo a otro. Su hilo conductor es la apología del teísmo y de la primacía del espíritu sobre la materia. A partir de un empirismo y de un nominalismo radicales, desemboca en una suerte de idealismo moderno diferente del platónico muy cercano al solipsismo.De hecho Berkeley cree que no se puede dar el paso a justificar la existencia de un mundo material objetivo partiendo de mis ideas (Descartes) o sensaciones (Locke) que él considera representaciones particulares y subjetivas por definición (nominalismo: las ideas abstractas son meros nombres que representan múltiples ideas particulares y todas ellas son, en cualquier caso inmanentes a mi espíritu). De la crítica a las ideas abstractas, y a partir de un empirismo radical Berkeley pasa a la afirmación del inmaterialismo, expresado en la famosa fórmula esse est percipi ("ser es ser percibido"). Basandonos en nuestra experiencia inmediata, nos damos cuenta de que sólo contamos con nuestras percepciones, internas o externas, de que nunca conocemos realmente los objetos. No tiene ningún significado, por tanto, hablar de cualidades primarias y secundarias. Todas las cualidades son secundarias, porque no tienen ninguna realidad fuera de ser percibidas. A partir de aquí, Berkeley se atreve incluso a negar la existencia de la sustancia material, una hipótesis según él, totalmente innecesaria para explicar nuestras sensaciones. Veamos cómo lo hace, pero podemos adelantar que si “ser, es ser percibido” los átomos no se perciben, O mejor dicho no tenemos motivos para suponer que algo permanece constante y permanente fuera de nosotros cuando dejemos de percibirlo o si no lo percibimos (si no oye el ruido del arbol al caer en el bosque, es que no ha caído) Desde Galileo, los cartesianos y Locke además de los físicos habían aceptado que las ideas que tenemos de las cualidades secundarias, esto es, del calor, del color, de los sonidos y del gusto, no se asemejan a nada de lo que existe en el mundo material, como tampoco -para usar el ejemplo de Galileo- la impresión de cosquilleo producida por una pluma que se desliza en la piel reside en la pluma. Según la opinión general tales sensaciones dependen del sujeto que las perciba. Los colores varían si tenemos ictericia o si llevamos lentes de color, y las cosas no tienen color en la oscuridad. Las cosas nos parecen calientes y tibias según la temperatura de nuestras manos cuando las tocamos. Un calor intenso puede convertirse en dolor, y si el dolor no tiene existencia en el mundo exterior a nosotros, es absurdo suponer que el calor la tenga. Nada existe en el mundo exterior que pueda compararse con la experiencia que tenemos del color, del calor, etc. No existen en el mundo exterior sino partículas sólidas dotadas de extensión que se mueven en el espacio y en el tiempo. Por otra parte, según la opinión que se había formado Locke, así como Galileo y Descartes en cierta manera, nuestro mundo exterior es extenso, consistente en cualidades primarias. Según Locke, nuestras ideas acerca de las cualidades primarias, por ejemplo, las que se refieren a la extensión, a la solidez, a la forma y a la dimensión, se asemejan a cosas que existen en el mundo material. Podemos estar seguros de que existen en la naturaleza partículas sólidas que se mueven en el espacio y en el tiempo y que dan origen a su vez a ideas hechas a su imagen y a ideas de color que no corresponden a nada que se asemeje a ellas, sino que son los efectos en nosotros de realidades exteriores dotadas de extensión, sólidas y móviles. Berkeley, no obstante, sostenía que los argumentos derivados de la relatividad de nuestras ideas acerca de las cualidades secundarias se aplican igualmente a nuestras ideas acerca de las cualidades primarias. Para Berkeley la distinción entre cualidades primarias y secundarias es una distinción abstracta e insostenible. Además es un supuesto arbitrario que contradice toda evidencia empírica. En la experiencia aparecen cualidades primarias y secundarias inseparablemente entretejidas y todas al mismo tiempo. La forma y la dimensión de los objetos, así como la velocidad de sus movimientos, parecen cambiar según la posición que ocupamos e incluso según nuestro estado de espíritu. Objetos que parecerían pequeños a observadores de gran estatura parecerían grandes a un observador muy pequeño. En "Three Dialogues between Hylas and Philonous", I, dice Berkeley: • • • • • "Philonous: ¿No se ha admitido com un buen argumento que ni el frío ni el calor existen en el agua, puesto que ésta le parece cálida a una mano y fría a otra? Hylas: En efecto. Philonous: ¿No es razonar de la misma manera concluir que un objeto no comporta ni extensión ni forma porque a los ojos de un observador parezca pequeño, liso o redondo, y a los ojos de otro observador y en el mismo momento parezca grande, rugoso y anguloso? Hylas: Exactamente. Pero ¿ocurre eso alguna vez? Philonous: Puedes experimentarlo en todo momento mirando el objeto con un ojo y sirviéndote de un microscopio para el otro." Otro argumento célebre de Berkeley va contra la presunta coordinación espontánea del tacto y de la vista: los ciegos que recuperan la visión tienen que aprender a percibir en perspectiva, como los niños (las cosas lejanas les parecen pequeñas al principio). Berkeley explica también que no podemos concebir la extensión fuera del color o del tacto, y que en general las ideas relativas a las cualidades primarias son inimaginables e inconcebibles si no van acompañadas por las ideas relativas a las cualidades secundarias. Lleva asimismo su teoría hasta el punto extremo al decir que es inconcebible que una cualidad sensible cualquiera, ya sea primaria, ya secundaria, pueda existir fuera del espíritu. Respecto de todos los objetos sensibles, esse est percipi y no es posible que existan fuera del espíritu o del sujeto pensante que los percibe. Finalmente, Berkeley sostiene que la concepción misma de la existencia de una cosa que no sea ni concebida ni pensada está en contradicción consigo misma, pues "cuando nos esforzamos por concebir la existencia de objetos exteriores, no hacemos sino contemplar nuestras propias ideas o representaciones inmanentes". Esta concepción tiene, según Berkeley, dos consecuencias muy importantes. Las cualidades sensibles, se dirá ¿no deben forzosamente pertenecer o ser inherentes a alguna sustancia material? El mundo natural no consiste seguramente en una flotante fantasmagoría de colores, olores, sonidos, gustos y perfumes. Todas esas cualidades deben seguramente estar ancladas en cosas. Berkeley responde a eso que las cosas no son sino "colecciones de ideas (representaciones mentales)". Es evidente que Berkeley pensaba que habiendo aceptado la teoría de Locke sobre las esencias nominales, es decir, que conocemos las colecciones de ideas más bien que las esencias reales, no es necesario concebir la idea de una sustancia subyacente a la que se vincularían las cualidades. A este respecto, Berkeley continuaba la vía trazada por Locke. Como para Locke, para Berkeley tampoco existen las ideas innatas. Y también, como para Locke, para Berkeley hay una diferencia entre las ideas facticias de la fantasía y las adventicias de la percepción. Berkeley acepta que estas últimas se imponen a nuestra voluntad y que, por tanto, deben ser producidas por una sustancia externa a nosotros: lo que niega es que esa sustancia haya de ser forzosamente una sustancia material y extensa. Dicho de otro modo: algunas de nuestras ideas, sobre todo las que nacen de la imaginación (adventicias) son evidentemente producidas en cada individuo por efecto de su propia elección. Ahora bien, las ideas de sensación, por otra parte, se nos presentan independientemente de nuestra voluntad, en sucesiones regulares y persistentes. Dado que no proceden de los individuos que las perciben y que deben proceder forzosamente de un espíritu cualquiera, como es de rigor respecto de todas las cualidades sensibles, es necesario que procedan del espíritu de Dios que es responsable del orden de la naturaleza. Es Dios (es decir, la sustancia espiritual divina) quien produce esas ideas en nosotros de un modo que se nos impone como necesario e inevitable. Dicho de otro modo: Para Berkeley el mundo es una “especie” de “película” que Dios proyecta en nuestra alma directamente, una especie de alucinación de origen divino (como el sueño, o como el geniecillo maligno de Descartes e incluso como en Matrix). Su empirismo radical (mucho más que el de Locke) le lleva a negar la existencia de la sustancia material, pero aun conserva la idea de una sustancia espiritual causante de nuestras sensaciones.su discípulo Hume será aún más radical en su empirismo y acabará negando o dudando de la existencia de todas las ideas metafísicas (sustancia y causa): no sólo no existe la materia, sino que tampoco existe el espíritu ni divino (la sustancia infinita), ni humano (la sustancia pensante: el alma). Y lo que es peor, es imposible justificar siquiera la idea abstracta de causa a partir de las sensaciones.Pero con ello Hume no sólo se carga la metafísica sino como vamos a ver, también la propia física matemática. B.3) DAVID HUME (1711-1776): Hume es el pensador empirista más radical y quien lleva el empirismo moderno hasta sus últimas consecuencias Según Hume, todos los contenidos de nuestra mente (percepciones) son reducidos a : “impresiones” e “ideas”. Y todos provienen de la experiencia. Todo conocimiento tiene su origen y su límite en la experiencia. Las impresiones son las percepciones vivas y actuales que son proporcionadas por nuestros sentidos (son las sensaciones, pasiones y emociones); mientras que las ideas son las copias o recuerdos de las impresiones. La tesis central de Hume es que nuestras ideas son copias de nuestras impresiones: todas nuestras ideas provienen, en último lugar, de impresiones sensibles. Nada puede haber en el entendimiento que antes no haya estado en nuestros sentidos. Los elementos últimos de nuestro conocimiento son las impresiones sensibles. No existen ideas innatas. Esto ya nos es bastante familiar. Pero, desde este principio, Hume va a sostener que un concepto o una idea sólo tiene significado si podemos referirla a una impresión sensible de la que proceda. Si encontramos una idea de la que no podamos mostrar la impresión de la que se deriva, entonces diremos que es una idea carente de significado (criterio empirista de veracidad o de significado). Esto es lo que le ocurre a ideas como la de sustancia, incluyendo no solo la de la materia, sino también las de Dios y la de alma: estas ideas no provienen de ninguna impresión sensible (no puedo recordar la impresión o impresiones a las que corresponden), por tanto, sólo son el producto de una combinación ilegítima de ideas por medio de la imaginación y de la memoria.A Dios nunca lo he visto, pero en sentido estricto tampoco tengo impresión alguna de mi alma o yo: tengo impresiones e ideas es cierto, pero eso es todo lo que puedo decir, porque yo nunca percibo su unidad. CRÍTICA DE HUME AL CONCEPTO CARTESIANO DE YO (RES COGITANS) Para los empiristas como Hume, son falsas aquellas ideas que no podemos conectar con hechos experimentados. Eso es lo que ocurre con las ideas de “Dios”, “sustancia” o “eternidad”, que son falsas, ya que no proceden de ningún hecho que hayamos experimentado, ni conocido. Por tanto, tal y como hace con la idea de Dios, Hume va a atacar todas aquellas ideas y pensamientos que no se derivan de ninguna impresión. Para Hume, la idea del “yo” (en el sentido cartesiano) es una idea compuesta. Él piensa que la idea de que tenemos un núcleo de personalidad inalterable (al que llamamos “yo”) es falsa. La idea del “yo” como sustancia ininterrumpida y estable sólo es, en realidad, una larga cadena de impresiones simples que se suceden con enorme rapidez, que están en constante movimiento, pero que nunca hemos percibido simultáneamente. El yo o la conciencia es una especie de teatro en el que se suceden nuestros juicios, estados de ánimo, etc. Pero en realidad no hay ninguna personalidad que esté detrás de todo ello. El autor compara el yo con una película donde las imágenes cambian tan deprisa que no notamos que la película está compuesta por imágenes simples que se van sucediendo sin conexión entre ellas. La película, como nuestro yo, sólo es en realidad una sucesión o suma de momentos. Por tanto, para Hume no existe nada que podamos llamar “un núcleo de personalidad inalterable” como creía Descartes. Esto es lo que quiere decir Hume cuando dice que <<(...)cuando penetro más íntimamente en lo que llamo “yo mismo”, siempre tropiezo con una u otra percepción particular...>> Pero, si tal y como sostiene Hume, todo nuestro conocimiento proviene y tiene su límite en las impresiones sensibles, es decir, si nada hay presente a la mente más que impresiones e ideas (que provienen de las impresiones), entonces no podemos saber si existen objetos externos causantes de esas impresiones. Que existan esos objetos es algo que sólo podemos creer, pero que no podemos probar. Las pretendidas “cosas" quedan reducidas a meras apariencias, a "fenómenos” (fenomenismo o fenomenalismo): no podemos conocer cómo son las cosas en sí mismas, sino que sólo podemos conocer cómo se nos aparecen. En sentido estricto, para Hume, sólo puedo afirmar que algo existe mientras lo percibo y de la manera que lo percibo, pero nunca más allá del momento y del modo en que se me aparece. Aplicado a la ciencia esto significa una critica radical de la inducción y de la causalidad: yo tengo experiencia del pasado y del presente, pero no puedo tenerla del futuro. Por tanto no puedo predecir nada. O dicho de otra manera: si no tengo impresión alguna que corresponda a la idea abstracta de substancia, tampoco tengo ninguna impresión de la idea de causa, entendida como una conexión universal y necesaria entre dos impresiones.Yo sé que a una impresión le sigue otra y que en el pasado siempre ha sido así, pero no puedo decir que siga siendo así siempre (universal y necesariamente) porque del futuro no tengo experiencia ni puedo tenerla.La conclusión es clara: la ciencia no tiene seguridad ni objetividad alguna, no es más que una creencia basada en la costumbre. No puede predecir nada con seguridad. El pensamiento de Hume nos deja a un solo paso del solipsismo y del escepticismo: del solipsismo porque en el fondo, si sólo conocemos nuestras impresiones e ideas de las cosas, no estamos autorizados a afirmar nada más allá de nuestra propia conciencia; y del escepticismo, porque nos deja sin certezas: no puedo estar seguro de nada, sólo de mis percepciones. Su filosofia es un fenomenismo radical (sólo existen fenómenos o apariencias) Hume fue uno de los máximos representantes del empirismo británico. Sus críticas claras y profundas al racionalismo despertaron a Kant de su "sueño dogmático". Hume aplicó el método científico al estudio del espíritu humano, analizando los procesos psíquicos con un modelo similar o equiparable al utilizado por Newton para el análisis de los fenómenos físicos. Los elementos básicos o "átomos" son aquí las sensaciones (impresiones e ideas ) que se relacionan espontáneamente entre sí según las leyes de asociación de ideas (semejanza, contigüidad espacial y temporal, y causalidad). Como todas las ideas derivan de las impresiones, no cabe hablar, como hacían los racionalistas, de "ideas innatas". Pero como sólo son válidas aquellas que provienen claramente de las primeras (aquellas ideas –recuerdos- que puedo asociar con impresiones vivas) Hume niega valor a todo conocimiento abstracto, tanto al metafísico como al científico. Esto último era demasiado para Kant, e intentó demostrar que si la metafísica no es una ciencia, la física y las matemáticas sí que lo son, al menos. A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entiendía Hume, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. ?: Según Hume, las impresiones provienen de causas desconocidas. Impresiones: son percepciones vivaces e intensas y pueden provenir de la sensación externa, también llamada simplemente "sensación" (oír, ver, etc.); o de la sensación interna, también denominada "sentimiento" (desear, odiar, etc.). Ideas simples: son percepciones débiles y oscuras. Se trata de copias de las impresiones y provienen de ellas (recuerdos, fantasías de la imaginación, etc.). Razonamientos: a partir de las ideas simples, el espíritu razona y construye proposiciones e ideas complejas. Ideas complejas: el espíritu tiende naturalmente a asociar las ideas simples conformando ideas complejas. Las ideas más generales y abstractas provienen de las ideas más simples y éstas de las impresiones. Si las ideas simples que componen una idea compleja no se dan en ella en el mismo orden en que se nos dan las impresiones de las cuales provienen, la idea compleja no responde a las impresiones sino a la imaginación. Proposiciones o verdades de razón (tautologías universales y necesarias): son proposiciones cuya verdad depende de las mismas ideas pensadas. Permiten lograr un conocimiento verdadero porque su contenido es necesario y no contingente (Matemática y Lógica). Sólo en en este plano es posible la "demostración". Proposiciones o verdades de hecho (empíricas y contingentes): sobre las cuestiones de hecho no hay posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto, demostrativo, ya que allí no hay necesidad sino contingencia y, en consecuencia, siempre lo contrario puede ser pensado sin contradicción. Sin embargo, Hume sostiene que, en base a la observación regular y a la experimenación, pueden formularse "pruebas" (que no permiten una duda razonable) o "probabilidades" (que recogen experiencias con resultados variables). De todos modos, no tenemos de las cuestiones de hecho verdadera ciencia, ya que la idea de causalidad que nos permite unir los fenómenos, explicarlos y predecirlos, no se respalda en ninguna impresión y, por tanto, halla su fundamento sólo en la imaginación y la costumbre. Palabras: representan a las ideas, por lo que su significado deriva en última instancia de las impresiones de las que proceden éstas. 6.4.- LA SÍNTESIS ENTRE EL RACIONALISMO Y EL EMPRIRISMO: EL IDEALISMO TRANSCENDENTAL DE KANT (1724-1804): La teoría del conocimiento de Kant, presentada en su célebre y monumental Crítica de la razón pura, es uno de los grandes hitos en la historia de la Filosofía. Con ella pretende responder las objeciones de Hume respecto del fundamento del conocimiento científico, basado, según el filósofo inglés, sólo en la costumbre. Kant no duda que el conocimiento científico, universal y necesario, es posible; la física de Newton lo prueba. Y sabe que un conocimiento de este tipo no puede tener su fundamento en la mera costumbre, en la creencia subjetiva de que todo ocurrirá en el futuro de modo similar a como ha ocurrido en el pasado. Por ello no se pregunta por la génesis del conocimiento sino por las "condiciones de posibilidad" de éste, al que considera un hecho probado, tal como se expresa en el lenguaje de las leyes verdaderamente universales y necesarias de la física-matemática moderna. A esto es a lo que llama Kant “planteamiento transcendental” del problema del conocimiento, a diferencia del planteamiento genético (psicológico) de los empiristas, el cual sólo puede conducir al escepticismo y al relativismo. Lo llama “Transcendental”, porque inevitablemente tales condiciones de posibilidad (intersubjetivas, a priori) deben transcender las condiciones de los sujetos empíricos (subjetivas) señalando la exisyencia de un “sujeto transcendental” del conocimiento que no puede coincidir con el “yo” psicológico. Kant da, pues , un “giro copernicano” al problema del conocimiento: como él mismo dice, en lugar de suponer (como había ocurrido hasta entonces) que es el sujeto el que se adapta a las condiciones del objeto,Kant parte de la idea de que quizás sea el objeto el que deba adaptarse a las condiciones que, a priori, le impone el sujeto transcendental. Su teoría le permite encontrar el suelo firme para la Ciencia no en el noúmeno —en la realidad, en la cosa en sí— sino en el propio sujeto, portador de formas universales que obtienen de la experiencia la materia indispensable para construir su objeto de conocimiento, el fenómeno, pero que se imponen a ella comocondiciones y límites. Dicho de otro modo, según Kant, no conocemos la realidad tal como es en sí misma, sino tal como es para nosotros (idealismo) si bien entendiendio ese “nosotros” no como la suma de los sujetos empíricos (psicologicos) sino el conjunto de condiciones comunes (transcendentales) que hace posible la intersubjetividad –que no ya la objetividaddel conocimiento científico.. En resumen, este importante autor intenta llevar a cabo una síntesis y una superación del racionalismo y del empirismo modernos, adoptando una postura intermedia, capaz de justificar el hecho de que los enunciados de las ciencias sean al mismo tiempo que empíricos (progresivos, capaces de aumentar nuestro conocimiento del mundo), universales y necesarios. Por eso kant dice que la ciencia y sus enunciados son producto de una síntesis a priori. Nuestro conocimiento, dice Kant, comienza con la experiencia, pero no por eso procede todo él de la experiencia. Es decir sólo podemos conocer aquello de lo que tenemos experiencia (empirismo), pero al analizar el contenido de nuestro conocimiento encontramos que nuestra mente posee ciertas condiciones transcendentales: elementos a priori, es decir, para entendernos innatos – aunque esto no es exacto- , que no proceden de la experiencia (racionalismo): y estos elementos a priori son el espacio y el tiempo como condiciones de la sensibilidad (formas o intuiciones puras de ésta), por un lado, y los conceptos o categorías del entendimiento, por otro. Mediante el espacio (tridimensional, euclideo) y el tiempo (lineal, sucesivo) –que según Kant no son objetivos sino formas subjetivas a priori con las que todo sujeto ordena las impresiones, pero de un modo tan absoluto como había planteado Newton- organizamos nuestros datos sensoriales, posibilitando de este modo nuestra experiencia sensible (pues de otro modo sólo tendríamos un conjunto de impresiones inconexas, y nuestra experiencia sensible sería muy distinta). El espacio y el tiempo son por tanto, las primeras condiciones que todo sujeto impone al conocimiento de objetos, las formas a priori con las que ordenamos las impresiones de nuestra experiencia sensible.En la sensibilidad se opera pues, la primera síntesis a priori: espacio/tiempo + impresiones = fenómenos) Pero la experiencia sensible es, a su vez, referida a conceptos o categorías innatos al entendimiento. Dicho de otro modo: recibe una segunda ordenación por parte del sujeto. Sin los conceptos no podríamos emitir juicios sobre la realidad: la sensibilidad nos sitúa frente a una multiplicidad de fenómenos, es decir, de impresiones en el espacio y en el tiempo. Y mediante los conceptos, lo que hacemos es ordenar (comprender) tales impresiones particulares bajo la forma a priori de categorías generales (unidad, causalidad etc).Para Kant nuestros conceptos o ideas no son innatas, pero sí son a priori (son las segundas condiciones que el sujeto impone al conocimiento del objeto). Pero hay que entenderlos como categorías, es decir como formas de organizar la experiencia, vacías de todo contenido empírico (los conceptos empíricos son producto, precisamente, de la síntesis de categorías a priori + fenómenos recibidos a posteriori, si bien ordenados ya espacio temporalmente por la sensibilidad). De este modo, Kant sostiene que la mente humana impone una serie de condiciones a nuestra percepción y conocimiento del mundo (si nuestra mente fuera de otro modo, nuestro mundo perceptivo sería diferente), pero no reduce totalmente la percepción y el conocimiento al sujeto psicológico. Se necesita un mundo externo, unos datos sensibles, como material que luego organiza e interpreta el entendimiento pero también unas formas a priori (no psicológicas) de organizar ése material. No es un buen ejemplo, pero la comparación de la mente con un ordenador puede ayudar a entenderlo: mediante el teclado llegan los datos (=la experiencia); pero el ordenador debe poseer previa e independientemente su propio "programa" para procesar esos datos (= lo a priori); el resultado sale en la pantalla (=el objeto tal y como es conocido para nosotros). Otro mal ejemplo que suele ponerse es el de las gafas de colores. Según esto, el planteamiento de Kant sería asimilable a la siguiente situación: imaginemos que todos los sujetos nacieran con unas gafas que sólo filtraran la luz azul (las gafas serían una metáfora de las formas a priori). Pues bien, en esta situación todos los sujetos verían el mundo inevitablemente de color azul (el azul sería una condición intersubjetiva impuesta por el sujeto al conocimiento de todo posible objeto) aunque objetivamente nadie pudiese decir de qué color es realmente, o si tiene color alguno. La comparación sólo sirve si tenemos en cuenta que Kant no habla de muchos sujetos o de muchas gafas sino de un solo sujeto que los comprende a todos (el sujeto transcendetal). De acuerdo con las tesis de Kant, sólo conocemos de las cosas lo que nosotros ponemos en ellas. Lo que sean las cosas en sí mismas es algo que no podemos llegar a conocer (la postura de Kant no es fenomenista, pero sí idealista, si bien su idealismo es distinto del de Berkeley: Kant no niega la existencia del objeto –la meteria que produciría las impresiones que nuestra sensibilidad recibe pasivamente- sólo nuestra posibilidad de conocerlo totalmente tal como es en sí y no para nosotros). Por eso kant niega –al igual que Hume- la posibilidad de un conocimiento metafísico: podemos pensar “la cosa en sí” pero de ningún modo podemos conocerla porque esto sería aplicar nuestras categorías a priori más allá de la experiencia sensible (los conceptos o formas a priori sin intuiciones son vacíos dice Kant, no ordenan nada y por tanto no significan nada real). En este punto Kant hace una distinción entre: noúmeno y fenómeno. Con el concepto de “NOÚMENO” se refiere a los objetos en sí mismos (es decir, a lo que los objetos son con independencia de nuestro conocimiento); y con el concepto de “FENÓMENO” se refiere a los objetos tal y como son conocidos por nosotros (es decir, “fenómeno” es aquello que se nos aparece, aquello que se nos muestra en nuestra percepción y conocimiento). Por tanto, sólo conocemos fenómenos, mientras que los objetos en sí mismos quedan fuera de nuestra experiencia y de nuestro conocimiento, puesto que nunca podemos llegar a saber cómo son los objetos en sí mismos. Sólo conocemos de los objetos lo que ponemos en ellos. A cambio, Kant cree haber demostrado cómo es posible el conocimiento intersubjetivo (pero universal y necesario) de las verdaderas ciencias: las matemáticas y la física, las cuales, a diferencia de la metafísica sí progresan acumulativamente. Sus juicios (los de la geometría, la aritmética y la mecánica newtoniana) son sintéticos a priori (universales, necesarios y empíricos a la vez) porque expresan cómo el espaci, el tiempo y las categorías ordenan necesariamente nuestra experiencias de una determinada manera (en tres dimensiones, en una linea temporal sucesiva de instantes y según relaciones necesarias causa-efecto, por ejemplo) En conclusión, se puede decir que para Kant nuestra percepción de las cosas depende de nuestras estructuras cognoscitivas. La percepción y el conocimiento son fenómenos activos y constructivos, pues son el resultado de la interacción de las cosas con el sujeto que las percibe. A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entiendía Kant, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. Revolución copernicana: mientras los filósofos anteriores (racionalistas y empiristas) habían puesto el acento en el objeto del conocimiento, Kant pondrá el acento en el sujeto que conoce. El sujeto no encuentra al objeto como algo dado sino que lo construye. Síntesis. Mezcla o composición. A priori: independiente de la experiencia y condición de posibilidad de toda experiencia. Noúmeno: la cosa en sí, la realidad tal como es en sí misma. (Permanece incognoscible.) Caos de impresiones: las impresiones constituyen la materia del conocimiento. Sin ellas el intelecto no conocería nada. Pero irrumpen en el intelecto en forma caótica y es éste quien las ordena con sus formas a priori construyendo el fenómeno. Kant dice que las impresiones sin las formas y las categorías que aporta el intelecto serían "ciegas". Por ello, si bien les reconoce a los empiristas que todo conocimiento comienza con la experiencia, no admite que todo conocimiento provenga de la experiencia pues el mismo sería imposible sin el aporte que hace el sujeto de sus formas a priori. Formas y categorías a priori: las formas y categorías a priori construyen el fenómeno a partir del caos de impresiones. Kant sostiene que, sin las impresiones, las formas y categorías permanecerían "vacías". Objeto de conocimiento: el intelecto, con sus formas a priori de la sensibilidad y sus categorías del entendimiento, construye, tomando como materia las impresiones caóticas, el objeto de conocimiento, el fenómeno, que es intramental. El intelecto no conoce las cosas tal como son en sí mismas (noúmeno) sino tal como él mismo las construye (fenómeno). Ideas de la razón pura: las ideas de Dios, de alma y de mundo permanecen vacías. Son las impresiones las que dotan de contenido a las formas vacías del intelecto, pero de las ideas de la razón no tenemos impresión alguna. Estas ideas proyectan la tendencia de la razón a realizar una síntesis cada vez más abarcativa, hasta un plano en el que este objetivo ya no puede ser logrado. CONCLUSIONES PROVISIONALES. LOS LIMITES DE LA TEORIA DEL CONOCIMIENTO KANTIANA: A lo largo de la historia se ha intentado construir diferentes sistemas filosóficos sobre el tema del conocimiento. Ya mencionábamos en el punto anterior a John Locke quien representa el clásico empirismo inglés. Su tesis fundamental es que todo el conocimiento proviene de los sentidos, es decir, el único conocimiento válido es aquel que está debidamente apoyado en una experiencia sensible. Esta propuesta obviamente es opuesta al racionalismo de Descartes quien, por el contrario, duda de todo lo que percibimos por los sentidos y busca entonces partir de un principio indubitable que encontrará en la razón. Así surge entonces el gran debate entre el racionalismo y el empirismo, ninguno de los cuales se puede sostener debido a su inclinación hacia sólo uno de los factores que intervienen en el problema del conocimiento. Como una gran contribución que tiende a sintetizar estas visiones del conocimiento, encontramos la obra monumental del gran Immanuel Kant titulada Crítica de la razón pura. Uno de los pilares de la tesis de Kant consiste en haberle otorgado al sujeto que conoce un papel activo en el proceso de organización de sus interacciones con el mundo físico. Kant introduce el concepto de “categorías del entendimiento” que son a priori y que representan estructuras o moldes mentales que el sujeto impone a las impresiones que recibe por los sentidos. Las condiciones para que esto ocurra son el espacio y el tiempo, que son intuiciones propias de la sensibilidad. Sin embargo, hay un problema fundamental en esta visión que tiene que ver con la época en que fue concebida (siglo XVIII). Rolando García lo explica de la siguiente manera: Hay por consiguiente, para Kant, una forma única de concebir el espacio y el tiempo, porque dichas formas provienen de síntesis a priori que se imponen al entendimiento sin que ninguna nueva experiencia o especulación pudiera cambiarlas. Pero sus características habían sido establecidas por la ciencia –la ciencia de la época de Kant– y no podían ser otras. Había un espacio absoluto y un tiempo absoluto, y en ellos ocurrían los fenómenos físicos tal como lo explicaba la mecánica de Newton. Las relaciones espaciales no podían ser otras que aquellas descritas por la geometría de Euclides.6 Así pues, la teoría del conocimiento de Kant está fundada sobre la ciencia de su época, fundamentalmente la física de Newton. Kant no tenía idea de que posteriormente se desarrollarían nuevas geometrías no euclidianas y de que la física mostraría que las características del espacio y el tiempo no podían ser descubiertas por la pura especulación filosófica. Es decir, la nueva física de comienzos del siglo XX mostraba que la pura filosofía especulativa no podía responder a las preguntas fundamentales en torno al conocimiento: ¿qué es la realidad?, ¿qué se puede conocer de ella?, ¿cómo se accede al conocimiento? La filosofía kantiana no podía responder a estas preguntas en el contexto de la nueva física del siglo XX con un espacio y un tiempo relativos, la pérdida de la causalidad estricta en la física cuántica, etcétera. Como veremos en el tema siguiente, esto convocó a un grupo de grandes pensadores a la empresa de formular un empirismo científico que se conoció como positivismo lógico, pero cuya reacción a la filosofía especulativa y su vuelta a un empirismo radical fueron tan excesivos que llevó a este intento de comprender los fundamentos del conocimiento a una nueva crisis. Uno de los aspectos de esta crisis consistió en que no puede sostenerse que el sujeto que conoce reciba las impresiones del mundo exterior a través de sus sentidos en forma pasiva y de ellas simplemente haga inducciones y cree así conocimiento. Por el contrario, resultó claro que cualquier observación está cargada de teoría y por lo tanto no podemos basarnos en un empirismo puro. Como veremos estas conclusiones han conducido a muchos autores (Kuhn, Feyerabend, Michael Foucault, post-modernos franceses e italianos) a negar la objetividad del conocimiento científico, postulando un neorelativismo no ya sólo social, cultural y hasta moral, sino epistemológico: si no existen los hechos empíricos puros, si todos ellos están contaminados de teoría, de componentes sociales, culturales y aun político-ideológicos, difícilmente puede fundamentarse epistemológicamente el edificio de las ciencias. Difícil será también, justificar su progreso acumulativo: dicho de otro modo, el proceso mediante el cual se produce el cambio de teorías (las revoluciones científicas) queda sustancialmente inexplicado, sujeto a factores de dudoso control (confusos, poco comprensibles, cuando menos, si no directamente irracionales o arbitrarios). No todo el mundo está, lógicamente, dispuesto aceptar semejantes conclusiones. El marxismo fue ya muy consciente en su momento de las implicaciones y condicionamientos histórico-sociales del conocimiento, sin por ello caer en el relativismo. Al denunciar como ideologías ciertas ciencias (particularmente las humanas: la economía política, la sociología no marxista o la historia, aunque no sólo: recuérdese la crítica al darwinismo social), Marx y sus seguidores hicieron ver claramente que los factores extra-científicos (los intereses de clase, por ejemplo, en cada momento histórico) podían deformar sustancialmente el conocimiento, presentando como objetivo lo que no era sino una “falsa conciencia” deformada de la realidad. En general, al insistir en la no separación de teoría y praxis, así como en la dialecticidad de la relación sujeto-objeto (el hombre conoce la naturaleza al transformarla y en ése sentido, la crea, es decir, la construye, pero no al modo del sujeto transcendental kantiano, sino de un modo social, colectivo, histórico en fin) Marx aportó dimensiones nuevas al planteamiento constructivista kantiano. El problema es que la objetividad y el progreso científico sólo quedaban garantizados en el proyecto marxista por la propia confianza ciega en que el socialismo científico representaba la dirección del inevitable progreso de la humanidad y en que no se trataba de una ideología más (la del proletariado) sino la verdadera ciencia práctica de la naturaleza y de la sociedad, que en la medida en que se dirigía a acabar con todas las clases no podía ser ideológica. Semejante presupuesto es hoy, cuando menos cuestionable, lo cual nos deja en una situación política y epistemológicamente incómoda frente a la post-modernidad. Sea como sea, es evidente que una nueva teoría del conocimiento no sólo debe ser constructivista, sino también dinámica (ver texto sobre la epistemología de Piaget) e incorporar la dimensión biológica, socio-cultural e histórica del proceso de conocimiento humano, algo obviamente muchísimo más complejo de lo que los autores clásicos pudieron nunca imaginar. RESUMEN DE LAS CONCLUSIONES: En este tema se han tratado las dos principales posturas filosóficas clásicas que responden a la cuestión del origen del conocimiento. En el sigiuente veremos los desarollos que este problema ha tenido en la moderna epistemología o “filosofía de la ciencia”: -El racionalismo (páginas: 176-178): rechaza los sentidos como fuente de conocimiento y sostiene que la fuente y el origen de nuestro conocimientos es la Razón. Esta postura es defendida, entre otros, por Platón y Descartes. -El empirismo (páginas: 179-180): se opone frontalmente al racionalismo, y sostiene que el origen de nuestros conocimiento se halla en la experiencia, en los sentidos: es defendido por Aristóteles, y ya en los siglos XVII y XVIII por Locke, Hume y Berkeley. -En respuesta a estas dos posturas encontramos la de I. Kant (siglo XVIII), quien elabora una teoría que sintetiza de un modo original el racionalismo y el empirismo con su teoría del Idealismo Transcendental Sin embargo, la solución de Kant aunque original no fue satisfactoria. Primero porque la ciencia del siglo XX se encargó pronto de demostrar la falsedad de los conceptos newtonianos de tiempo y espacio absolutos.El espacio puede tener más de una dimensión y una de ellas es es el tiempo (la cuarta). Ambos son por tanto, relativos y hoy las ciencias trabajan con modelos del continuo espacio-tiempo ndimensionales, inimaginables para el hombre pero teóricamente consistentes. Paradójicamente esto demuestra que la ciencia es una construcción intelectual humana (y no una adecuación de la mente a las cosas), algo que Kant fue –a pesar de todo- el primero en poner de manifiesto. Pero aunque hay que reconocerle ése mérito su concepto de la síntesis a priori no es válida hoy. Y además tampoco no se dio cuenta de que: 1) esa construcción no es puramente intelectual sino que responde a intereses de utilidad. El evolucionismo demostró que todo conocimiento es adaptativo, es decir cumple la función de adaptar mejor la conducta de los organismos al medio (ver el siguiente texto, acerca de nuestra percepción de las amapolas). 2) Que, además de responder a intereses de utilidad biológicos, también lo está a intereses culturales, sociales y hasta políticos: varios autores insisten de diferentes maneras en esto (Nietzsche, Freud) pero el más coherente es Marx, quien denunció la errónea separación entre teoría y praxis (toda teoría es práctica y toda praxis tiene detrás una teoría) declarando que todo conocimiento es social, histórico (es el producto de la actividad de una comunidad entera en el tiempo) y cumple funciones ideológicas (está al servicio de intereses de clase). Esto tiene dos consecuencias: 1) Que el hombre conoce las cosas (la naturaleza) al transformarlas la relación sujeto-objeto es dialéctica, ambos términos no pueden separarse porque se condicionan mutuamente. Sólo en éste sentido puede decirse que el conocimiento es una construcción , es decir entendiendo que tal construcción no es subjetiva y ni siquiera intersubjetiva en un sentido kantiano “transcendental”, sino también social y cultural (ver la metáfora de la abeja, contrapuesta a las arañas racionalistas y las hormigas empiristas). 2) Que la polémica entre idealismo y materialismo (o entre racionalismo / empirismo) es ideológica y responde, como toda elaboración teorica, a conflictos de clase y/o de nacionalidades (los racionalistas son franceses y alemanes, casi todos ellos empeñados en la defensa de la justificación metafísica de la religión como fundamento ideológico del antigüo régimen, en tanto que los empiristas intentan eliminar tal fundamento porque son ilustrados, antiabsolutistas y republicanos. Esto se entenderá mejor en la asignatura de segundo. Y lo mismo ocurre con el idealismo o subjetivismo típicamente burgués frente al materialismo revolucionario, igualitario y colectivista). 3) Que el criterio de verdad para el marxismo debe ser siempre la praxis: es “verdadero” de forma teórico-práctica lo que resulta más revolucionario y transformador de la realidad social. Por ejemplo, Marx dice en las Tesis sobre Feuerbach que la cuestión de la verdad del idealismo o del materialismo no es una cuestión teórica sino práctica, es decir envuelta en la lucha de clases. Como veremos en el tema dedicado a la filosofía de la ciencia (la teoría del conocimiento contemporánea –siglo XX- todo esto se olvidó lamentablemente, reproduciendo viejas polémicas que no cambiaron por cambiar de enfoque (el llamado “giro lingüístico”) del planteamiento neopositivista del problema del conocimiento. Como veremos también, todos ellos terminaron aceptando que el conocimiento en general, incluido el científico, es una construcción humana, biologica, social y culturalmente determinada. Y la pregunta es ¿significa esto que nuestro conocimiento es relativo? Vale decir que la objetividad total es una condición absurda, demasiado exigente para el conocimiento, vale decir que la intersubjetividad absoluta quizá también lo sea, dada la diversidad cultural y social humana, pero ¿significa esto que el conocimiento científico no descubre leyes real o verdaderamente universales y necesarias, sino sólo verdades relativas y probables o mejor que sólo “inventa” constructos (modelos) teóricos, biológicamente útiles, más o menos adaptativos, culturalmente deformados y desde luego, socialmente ideológicos?. ¿Es la ciencia una ideología mas?. A Marx le costaría aceptar esta conclusión (al fin, el creía en el progreso político de la humanidad y también en el científico) pero otros, particularmente los filósofos post-modernos como Kuhn o Feyerabend han empezado a poner en duda la mima idea de progreso. Adelantamos que el debate, sigue pues abierto… Las amapolas, ¿son rojas o ultravioletas? 1. ¿Rojas o ultravioletas? Las amapolas en flor que el viento no para de columpiar en un campo ufano, ¿son rojas o ultravioletas? Indiscutiblemente y evidentemente, para los hombres son rojas: las vemos rojas. Pero para una abeja que en este ufano campo busca su polen, ¿serían también rojas? La respuesta que los humanos podemos dar a esta pregunta es negativa: para las abejas estas amapolas no serían rojas sino ultravioletas. Los humanos vemos las amapolas rojas; las abejas, ultravioletas. ¿Pero como son las amapolas en realidad? Los humanos, con nuestras refinadas herramientas, ¿podemos ver o captar de algún modo el mundo real? Todos los animales vivimos en el mismo mundo real, en el mismo montaje de átomos, fotones, neutrinos, campos gravitatorios y electromagnéticos, etc. ... Pero este mundo real no es visible, ni captable, ni intuible, ni experimentable, ni perceptible por ningún animal. Cada especie animal ha desarrollado receptores que captan ciertos rasgos del mundo real, precisamente aquellos rasgos la captación de los cuales es relevante para la supervivencia y reproducción de estos animales. (MOSTERÍN Grandes temas de la Filosofía actual). En el mundo real no hay colores, sino sólo absorción y reflejo de fotones de muy diversa frecuencia: los humanos captan los fotones de frecuencia correspondiente al rojo pero no captan los fotones de frecuencia correspondiente al ultravioleta. La abeja no puede percibir sino aquello que su aparato nervioso-sensorial determina a priori. Los humanos sólo podemos percibir aquello que nuestro aparato nervioso-sensorial nos determina a priori; sin embargo, hay muchas cosas que sabemos y no percibimos, que caen fuera de nuestro mundo perceptual pero no conceptual. Nuestro aparato nervioso-sensorial sólo nos permite responder a un sector muy reducido del inmenso campo de energía electromagnética, o sea, el espectro visible (los colores) constituye una pequeña parte del espectro electromagnético. Y no sólo el ojo humano, nuestro receptor visual, tiene unas limitaciones determinadas a priori, sino que todos los receptores de nuestro aparato nervioso- sensorial tienen los propios a priori. Los olores que capta un perro no son los olores que un humano capta: su mundo olfativo es mayor que mi mundo olfativo. Los leves ruidos que capta una lagartija me resultan completamente imperceptibles: su mundo auditivo no es mi mundo auditivo, los suyos a priori no son los míos. 2. Lo que yo aporto y lo que viene de fuera: estructuras y estímulos Bastante antes de las anteriores diferenciaciones fisiológicas entre especies, los filósofos ya se habían dado cuenta de que los mismos humanos captamos los estímulos del mundo en función de algo subjetivo, personal. Un antiguo proverbio latín lo expresa: Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur; que significa: todo aquello que se recibe es recibo o estructurado según la forma del receptor. Y, inevitablemente, surgió, en la Época Moderna la reflexión sobre ¿qué pesa más, lo que proviene del exterior, aquello recibo, o bien lo que el sujeto aporta estructurando los datos que recibe? Los racionalistas, como las arañas... Los pensadores racionalistas, pensemos en Descartes (15961650), insistían en todo aquello que aporta el sujeto, es decir, en los a priori del sujeto: los elementos innatos. Para ellos, los conocimientos más seguros eran los que provenían de mi yo racional. Por otra parte, los pensadores empiristas -pensemos en Hume (Escocia, 1711-1776)- insistían en la fuerza de los hechos puros: sólo es fiable aquella idea que tiene detrás una impresión captada sensorialmente. Francis Bacon (1561-1626), en el su Novum Organum, ya expresó con una parábola -en parte avant la lettre- esta confrontación: ni arañas ni hormigas, sino abejas. El racionalista, dice Bacon, semeja una araña que lo saca todo de su propia sustancia y, así, teje una tela vacía; el empirista semeja una hormiga que recoge todo aquello que encuentra sin inteligencia, y que se lleva a casa en estado sucio. El auténtico filósofo no es ni una araña ni una hormiga: colecta como una abeja el néctar de les flores y con él hace miel. Los empiristas, como las hormigas... Sacar materia de les flores del campo y transformarla, con la propia capacidad, como las abejas. Ésta, metafóricamente, será la concepción del gran ilustrado Immanuel Kant (1724-1804). Para Kant, formado en la física de Newton, ni la posición racionalista ni la posición empirista explica la realidad de los enunciados de la física newtoniana; es preciso superar ambas posiciones. El conocimiento humano es resultado de una interacción entre experiencia y razón. La experiencia es imprescindible: aporta datos, elementos materiales; la razón estructura estos datos, las hace inteligibles, las interpreta. Razón y experiencia encajan en el proceso de conocimiento. Así, en la epistemología de Kant, el hombre no es un receptor pasivo de los estímulos que provienen del mundo, sino un interpretador activo. Nuestro conocimiento está determinado por unas estructuras a priori: no conocemos nunca las cosas tal y como son en sí mismas, nosotros conocemos las cosas mediatizadas por nuestro sistema de conocimiento. No vemos el mundo, vemos nuestro mundo: nos proyectamos en nuestro conocimiento de las cosas. Las características que el sentido común atribuye a la realidad misma, Kant las atribuye a la estructura cognoscitiva del hombre. En cierto modo, el espectador, con sus a priori, condiciona el espectáculo en el mismo momento de la observación. «Pero, aunque todo nuestro conocimiento comience con la experiencia, no por ello procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer produce simplemente motivada por las impresiones a partir de sí misma. En tal supuesto, no distinguiríamos este adición respeto de esta materia fundamental hasta tanto que un prolongado ejercicio nos hubiese hecho fijar y nos hubiese adiestrado para separarla.» Kant Crítica de la Razón Pura ¿Y qué es lo que aporta o produce la propia facultad de conocer? ¿Cuáles son nuestros a priori? Kant, en la Crítica de la razón pura, explora nuestras capacidades mentales de conocimiento: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. La sensibilidad, la capacidad de ser afectados por estímulos del mundo que nos rodea, organiza estos estímulos mediante dos formas, el espacio y el tiempo. El entendimiento nos permite entender lo percibido por la sensibilidad merced a sus categorías, sus elementos formales y a priori, especialmente gracias a la categoría de causalidad. La razón, la capacidad sintética más potente del hombre, pretende, con sus ideas a priori alcanzar una visión final del hombre y su mundo, pretende alcanzar todo aquello que es incondicionado. 3. El apriorismo después de Kant: Lorenz La concepción kantiana del espacio y tiempo como formas de la sensibilidad, o sea, como estructuras innatas de mi capacidad sensorial, ha sido el primer reconocimiento de que nuestro aparato sensorial con-forma la percepción de lo percibido. Un primer reconocimiento que se ha visto seguido de posteriores reconocimientos. Gracias a Konrad Lorenz (1903-89) y a otros neurofisiólogos de la percepción humana, hoy sabemos que el a priori sensorial tiene una indudable realidad biológica. Lorenz, en el marco de la teoría evolutiva del conocimiento y partiendo de Kant, habla de unos a priori biológicos. Todos los seres vivos están dotados de determinadas estructuras innatas. Ningún ser vivo es, en el momento de su nacimiento, un "recipiente vacío", una "tabula rasa", sino que viene equipado con "disposiciones" específicas que hacen posible el aprendizaje individual. Ahora bien, éstos a priori son considerados como un resultado de un proceso evolutivo: son a priori de nuestra percepción, pero tienen un origen a posteriori, son a posteriori de la evolución. Para Lorenz, las estructuras innatas son, a diferencia de Kant pero no lejos de él, frutos de la evolución; son resultados de la selección natural; ésta, entre todos los "productos de partida" ha dado preferencia a aquéllos que capacitan al organismo para la lucha y la supervivencia. Si bien Kant negaba la posibilidad de conocer las cosas en sí mismas, Lorenz, y con él la mayor parte de los naturalistas actuales, acepta una cierta relación entre la cosa o existente en sí y la forma de mi sensibilidad o mi a priori. «La forma ha surgido a lo largo de miles de años de filogénia humana, en la confrontación cotidiana con las leyes reguladoras del existente en sí y como una adaptación a él, lo cual ha otorgado genéticamente a nuestro pensamiento una estructuración ampliamente correlativa a la realidad del mundo externo». (Konrad Lorenz La teoría kantiana del apriorístico bajo el punto de vista de la biología actual) Textos Segunda Evaluación TEXTOS Y ACTIVIDADES "Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opiniones acerca de los sucesos. Por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues, de serlo también se lo habría parecido a Sócrates; sino la opinión de que la muerte es terrible, ¡eso es lo terrible!. Cuando, pues, nos hallemos incómodos o nos turbemos o nos aflijamos, nunca echemos a otro la culpa, sino a nosotros mismos, esto es, a nuestras propias opiniones. Obra es de quien carece de formación filosófica acusar a otros de lo que a él le va mal; quien empieza a educarse se acusa a sí mismo; quien ya está educado, ni a otros ni a sí mismo acusa." (Epícteto. Enquiridion.) “En el espectro solar, un español, como la mayor parte de los occidentales, distingue entre el violeta, el azul, verde, amarillo, naranja y rojo. Pero estas distinciones no se encuentran en el espectro mismo donde no hay más que un todo continuo del violeta al rojo. Este todo continuo se articula de modo diverso según las lenguas. Sin salir de Europa, en bretón y en galés, una sola palabra, "glas", se aplica a una parte del espectro que cubre aproximadamente las zonas del azul y el verde. Es frecuente que lo que nosotros llamamos verde, se halle dividido entre dos unidades, de las que una cubre una parte de lo que nosotros designamos como azul y, la otra, lo esencial de nuestro amarillo. Ciertas lenguas se conforman con dos colores básicos que corresponden groseramente a las dos mitades del espectro. Todo esto vale del mismo modo para aspectos más abstractos de la experiencia humana. Es sabido que las palabras como en inglés "wistful", en alemán "gemütlich, en ruso "nicevó" no corresponden en español a nada determinado. Incluso palabras como en español "tomar" en francés "prendre", en inglés "take", en alemán " nehmen", en ruso "brat", consideradas como equivalentes, no son empleadas siempre en las mismas circunstancias, o dicho de otro modo, no cubren exactamente el mismo campo semántico. De hecho, corresponde a cada lengua una organización particular de los datos de la experiencia. Aprender otra lengua no es poner nuevos rótulos a objetos conocidos, sino acostumbrarse a analizar de otro modo aquello que constituye el objeto de comunicaciones lingüísticas.” ( Martinet. A. "Elementos de Lingüística General".) "Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos; ahora bien, he experimentado, a veces, que tales sentido me engañaban y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado alguna vez. Pero, aún dado que los sentidos nos engañan a veces, tocante a cosas mal perceptibles o muy remotas, acaso hallemos otras muchas de las que no podamos razonablemente dudar...[...]. [...] Pues, duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; no pareciendo posible que verdades tan patentes puedan ser sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna". (Descartes. R. "Meditaciones Metafísicas". Alfaguara. Madrid. 1988) "Es evidente que la mente no conoce las cosas de forma inmediata, sino tan solo por la intervención de las ideas que tiene sobre ella. Nuestro conocimiento, por ello, sólo es real en la medida en que existe una conformidad entre nuestras ideas y la realidad de las cosas". (Locke. "Ensayo IV". 4,4) "Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos clases distintas, que denominaré impresiones e ideas. La diferencia entre ambas consiste en los grados de fuerza y vivacidad con que afectan a la mente y se abren paso hasta nuestro pensamiento y conciencia. A las percepciones que entran con mayor fuerza y violencia podemos denominarlas impresiones (sentir),...por ideas entiendo las imágenes débiles de las impresiones al pensar y al razonar (pensar). [...]. Me parece una proposición que no admitirá mucha discusión, que todas nuestras ideas no son sino copias de nuestras impresiones, o en otras palabras, que nos es imposible pensar algo que no hayamos sentido previamente, ya sea mediante nuestros sentidos internos o externos." (Hume. D. "Tratado de la Naturaleza Humana". Porrúa. México. 1977) "En el fenómeno, los objetos, e incluso las propiedades que les asignamos, son siempre considerados como algo realmente dado. Pero, en la medida en que [...] tales propiedades dependen únicamente del modo de intuición del sujeto, establecemos una distinción entre dicho objeto en cuanto fenómeno y ese mismo objeto en cuanto objeto en sí. [...]. No hay duda de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia.[...]. Pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer produce (simplemente movida por las impresiones) a partir de sí misma. En tal supuesto, no distinguiríamos esta adición [...] hasta tanto que un prolongado ejercicio nos hubiese hecho fijar en ella y nos hubiese adiestrado para separarla. Consiguientemente, una de las cuestiones que se hallan más necesitadas de un detenido examen [...] es la de saber si existe semejante conocimiento independiente de la experiencia e, incluso, de las impresiones de los sentidos". (Kant. I. "Crítica de la Razón Pura". Alfaguara. Madrid. 1978) “Observa Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Los últimos intuyen que las ideas son realidades; los primeros, que son generalizaciones; para éstos, el lenguaje no es otra cosa que un sistema de símbolos arbitrarios; para aquéllos, es el mapa del universo. El platónico sabe que el universo es de algún modo un cosmos, un orden; ese orden, para el aristotélico, puede ser un error o una ficción de nuestro conocimiento parcial. A través de las latitudes y de las épocas, los dos antagonistas inmortales cambian de dialecto y de nombre; uno es Parménides, Platón, Spinoza, Kant, Francis Bradley; el otro, Heráclito, Aristóteles, Locke, Hume, William James. En las árduas escuelas de la Edad Media todos invocan a Aristóteles, maestro de la humana razón, pero los nominalistas son Aristóteles, los realistas son Platón. George Henry Lewes ha opinado que el único debate medieval que tiene algún valor filosófico es el del nominalismo y realismo. Como es de suponer, tantos años multiplicaron hacia lo infinito las posiciones intermedias y los distingos; cabe, sin embargo, afirmar que para el realismo los primordial eran los universales (Platón diría las ideas, las formas; nosotros los conceptos abstractos), y para el nominalismo, los individuos. La historia de la filosofía es un vano museo de distracciones y de vanos juegos verbales; verosímilmente las dos tesis corresponden a dos maneras de intuir la realidad.” (Borges. J.L. "Otras Inquisiciones". Alianza. Madrid.1984) Texto: La teoría del conocimiento como ciencia empírica: Piaget y Rosenblueth Ricardo Guzmán Díaz LA EPISTEMOLOGÍA GENÉTICA DE PIAGET Ante la serie de fracasos de la teoría clásica del conocimiento podemos hacer entrar en escena a las ideas de Piaget, quien es más conocido por sus teorías del desarrollo cognitivo en los niños, pero en cuyo trasfondo encontramos una posición muy clara en torno al problema del conocimiento en general. Él avala una concepción similar a la que mencionábamos de John L. Austin, diciendo que [...] la filosofía ha sido la matriz de la ciencia, y continúa siendo sin duda la matriz de ciencias y de nuevas perspectivas que hoy no podemos aún entrever, pero sólo lo será en la medida en que no se encierre en sistemas y no crea que genera el conocimiento.8 La epistemología genética de Piaget es una epistemología de carácter empírico. A diferencia de la especulación filosófica tradicional en torno al problema del conocimiento, Piaget formula hipótesis empíricas que puedan ser puestas a prueba. Si nos preguntamos dónde podemos encontrar procesos de observación puros (no cargados de teoría como se planteaba en el punto anterior), la respuesta es clara: en todo caso en los niños. Por esta razón Piaget busca la respuesta a sus interrogantes en el comportamiento de los niños. La aportación de Piaget consiste en hacer un planteamiento constructivista del conocimiento. Al tratar de establecer el objeto de estudio y ante la dificultad de definir “conocimiento”, es preferible hablar del complejo cognoscitivo como el conjunto de comportamientos, situaciones y actividades que socialmente están asociadas al conocimiento, es decir, se enfatiza el carácter dinámico del mismo. Este complejo está formado por aspectos biológicos, mentales y sociales. El enfoque constructivista en el estudio del conocimiento radica en considerar dicho complejo cognoscitivo como resultado de procesos cuya naturaleza debe investigarse empíricamente. Piaget y sus colaboradores lo hacen a través de sus extensas investigaciones psicogenéticas. Pero podemos preguntarnos ¿qué pasa con la caracterización del conocimiento científico? Piaget responde con un principio de continuidad: los mecanismos de adquisición del conocimiento son comunes a todas las etapas del desarrollo, no solamente desde la niñez hasta la etapa adulta, sino también hasta los niveles más altos del conocimiento científico. De esta manera, para Piaget hay sólo una teoría del conocimiento que debe abarcar todas las etapas del desarrollo individual y social, incluyendo el conocimiento científico. El material empírico sobre el cual se construye la teoría es de dos tipos: la investigación psicogenética11 (que fue el énfasis principal en los trabajos de Piaget) y el análisis histórico-crítico de las teorías científicas. Según Piaget, el desarrollo cognitivo consiste en un proceso permanente de adaptación al medio a través de los mecanismos de asimilación y acomodación. Esto es así tanto en el desarrollo del niño como en la evolución biológica o en el desarrollo científico. En la asimilación lo que ocurre es una interpretación de nuestro entorno en términos de las estructuras cognitivas existentes. La acomodación se refiere al cambio de esas estructuras para lograr que lo nuevo resulte significativo. En este proceso hay siempre una tendencia al equilibrio. Cuando un niño o un adolescente (o un científico) descubren algo razonablemente parecido a lo que ya conocen, lo asimilan al conocimiento previo. Por otro lado, cuando encuentran algo radicalmente diferente, lo ignoran o cambian sus estructuras mentales para lograr acomodar este nuevo conocimiento. Pero Piaget va todavía más allá al mostrar que los procesos constructivos del conocimiento conducen también a la construcción de la lógica. En este sentido nos dice que hay dos componentes del sistema cognoscitivo: el componente endógeno (que son las estructuras lógicas utilizadas por el sujeto en cada nivel de desarrollo) y el componente exógeno (que está constituido por los hechos y las observaciones del mundo empírico). Entre ellos hay una dinámica en la cual el segundo está siempre subordinado al primero, aunque se construyan conjuntamente. Piaget desarrolla en su teoría un sistema de pensamiento coherente y atractivo, pero que a nuestro juicio contiene algunas lagunas. Particularmente no queda claro qué representan para él esas estructuras mentales y en qué consiste la adaptación de las mismas. Profundizar en estos aspecto nos conduce al problema de la relación mentecerebro, es decir, al sustrato neurofisiológico involucrado. LA RELACIÓN MENTE-CEREBRO Y LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO En esta sección nos basaremos fundamentalmente en el pensamiento de Arturo Rosenblueth y más específicamente en una monografía que escribió al final de su vida.12 Arturo Rosenblueth fue un gran científico mexicano dedicado a la neurofisiología y que siempre cultivó el tema de la epistemología y la filosofía de la ciencia. Fue colaborador de Norbert Wiener, con quien compartió de manera muy cercana sus intereses filosóficos. Retomaremos ahora las interrogantes sobre el conocimiento, pero lo haremos sin ignorar el sistema biológico que más cercanía tiene con el tema, que es de manera general, el sistema nervioso central y de manera más particular, el cerebro. Nuestras preguntas clave serían ahora del tipo ¿qué es la mente?, ¿existe la mente?, ¿qué significa pensar?, ¿puede una computadora pensar? Rosenblueth nos presenta una visión dualista en el sentido de considerar que existen, por un lado, eventos mentales y, por otro, eventos materiales. Los eventos mentales los asocia a las experiencias conscientes: sensaciones, emociones, pensamientos, deseos, memorias, etc. Adviértase que Rosenblueth no postula la existencia de “mentes” como entidades individuales independientes, sino solamente de eventos mentales. Sin embargo, él explica la presencia de un “yo” que permanece por medio de la inclusión de las memorias como parte de esos procesos mentales: El hecho de que tenemos memorias tiene varias consecuencias: nos hace conscientes de la sucesión temporal de los eventos, nos permite comparar las experiencias presentes con las del pasado, y nos permite integrar una personalidad, un “yo” mental que tiene una historia y cuya continuidad no se interrumpe a pesar del sueño o de otros períodos de inconsciencia. Para poder plantearse el problema de los límites del conocimiento hay que precisar cómo son las relaciones que median entre los eventos materiales y los eventos mentales. Aquí es donde son útiles los conocimientos de neurofisiología, que aunque en la actualidad son muy avanzados, aquí los expresaremos de forma simple. En principio, la información que adquirimos del universo material nos llega a través de nuestros sistemas sensoriales. Los receptores sensoriales son células que se excitan ante un cierto tipo de estímulo (luz, calor, etc.) y actúan como transductores al convertir esos estímulos en impulsos eléctricos que viajan por las fibras nerviosas hacia el cerebro, donde se llevan a cabo actividades o eventos neuronales muy complejos, que incluyen la constante reconfiguración de ese entramado neuronal. Nos explica Rosenblueth que existe la siguiente cadena de eventos para nuestras percepciones: procesos materiales –> activación de receptores sensoriales –> impulsos eléctricos codificados –> eventos neuronales y mentales correlacionados. Aquí nos damos cuenta de que en el proceso suceden una serie de transformaciones, de manera que en todo caso lo único que se preserva del estímulo original es su estructura. Si me quemo la mano, ese calor (energía del movimiento de los átomos) no llega a mi cerebro; si veo un objeto rojo, la luz con la longitud de onda correspondiente no alcanza a mi cerebro. Lo que recibe mi cerebro es información codificada que no tiene nada en común con los objetos o eventos originales, salvo la estructura,14 lo cual significa que se conservan ciertas relaciones que existen en el evento original. El evento mental es la sensación final que tengo de quemarme o del color rojo. Esto último es algo que desde luego otros filósofos han puesto en evidencia, pero en ocasiones de manera muy oscura. Por ejemplo Wittgenstein15 nos habla de que un pensamiento es una figura lógica de los hechos. La figura sería la estructura. Como vemos, parece estar hablando de lo mismo que se planteaba en el párrafo anterior, pero de una manera muy densa y resumida. Y de cualquier modo que se plantee, de lo que nos habla esto es precisamente de los límites del conocimiento, pues, en última instancia, lo único que conocemos del mundo real es esa estructura, no la cosa en sí. Ahora bien, lo que resulta interesante rescatar de lo dicho hasta aquí, es la relación que tiene con algunos de los conceptos de Piaget vistos en la sección anterior. Nos referiremos a dos aspectos: 1. Esta preservación de estructuras que ocurre en el proceso natural de conocimiento o de nuestra relación con el mundo sería análoga a lo que sucede al construir modelos o teorías científicas. El modelo o la teoría no me dice lo que “es la cosa”, pero sí preserva ciertas relaciones, es decir, la estructura. De esta manera se explicaría el principio de continuidad de Piaget según el cual no habría que diferenciar entre las etapas del desarrollo individual (desde la niñez hasta la adultez) y las del desarrollo científico. 2. El proceso de adaptación del que habla Piaget en su sustrato físico o biológico correspondería a la modificación continua de las conexiones funcionales de las neuronas. Por último, y regresando a la cadena que va desde los estímulos hasta los eventos neuronales y mentales, la pregunta es cómo se relacionan estos eventos finales de la cadena. Según dijimos, Rosenblueth admite esta dualidad de eventos mentales y eventos materiales, pero simplemente como eventos simultáneos, no relacionados causalmente. Solamente los eventos materiales (los fenómenos neurofisiológicos) están relacionados causalmente, siendo el proceso mental sólo un aspecto distinto del mismo evento. Parece que este juicio que nos podría hacer prescindir de los eventos mentales, es decir, hacer del problema cerebro-mente un pseudoproblema. Sin embargo, Rosenblueth insiste en que para poder prescindir del término “evento mental” tendríamos que tener un medio para “traducir” de un dominio a otro, pero esto es imposible, y para mostrarlo utiliza como ejemplo el intento de comunicar a un ciego de nacimiento las sensaciones de los colores: Por muy detallada que fuese la descripción de los eventos físicos que ocurren en mi cerebro cuando veo un objeto rojo, y aunque fuera macrocósmica o microcósmica, jamás lograría transmitir la connotación introspectiva de la palabra “rojo”.16 Esto podría derivar nuestro análisis hacia muchos otros temas correlacionados como, por ejemplo, la inteligencia artificial (si una computadora fuera tan elaborada como para llevar a cabo procesos materiales tan complejos como los neuronales, ¿sería consciente?, ¿estaría pensando?, ¿tendría asociados eventos mentales?), el libre albedrío (el que la relación causal sólo se dé en el terreno material ¿significa que no existe el libre albedrío?, ¿la voluntad como un elemento mental es sólo un estado o implica una relación causal con el mundo material, contradiciendo así a Arturo Rosenblueth?), etc. Todos estos temas resultan interesantísimos, pero quedan fuera de la intención de este ensayo cuyo objeto es únicamente mostrar la importancia que tiene tomar en cuenta elementos de las ciencias empíricas para poder abordar con mayores probabilidades de éxito el problema del conocimiento. CONCLUSIONES Hemos tenido la oportunidad de mostrar cómo las posiciones meramente empiristas y/o apriorísticas, tratadas bajo la óptica de una filosofía especulativa, no resuelven el problema del conocimiento porque en su planteamiento asumen que el punto de partida es algún factor específico, ya sea de carácter sensible o intuitivo, en el cual no se puede reconocer cómo comienza el conocimiento. En ese sentido, es necesario introducir consideraciones de carácter dinámico y ver el conocimiento como un proceso. Existe actualmente la investigación científica en el campo de la psicología y de la neurofisiología que aclara muchos aspectos sobre la transición de los procesos meramente biológicos, incluyendo los reflejos más elementales del recién nacido, hasta acciones mucho más complejas que pueden ya ser caracterizadas como cognoscitivas. La teoría constructivista extiende estos procesos hasta los de la actividad científica introduciendo su principio de continuidad. Actualmente poseemos conocimientos científicos que no existían en la época de Locke o de Kant y que no se pueden ignorar al intentar dar solución al problema del conocimiento. No cabe duda que abordar el estudio de este tema es una tarea multidisciplinaria, la cual debe incluir todos los esfuerzos intelectuales que permitan construir una teoría más completa e integral. Ricardo Guzmán Díaz, Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey. rguzman@itesm.mx La imposibilidad de distinguir la realidad del sueño. La noche boca arriba de Julio Cortázar (relato) Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida. A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pié y con la mano, desviandose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe. Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podia soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecín pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio. La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerro los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento. Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás. Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huír de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían. Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía alli como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante. -Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo. Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la últim a visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes, como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor, y quedarse. Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, mas precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose. Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", penso. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él, aferraba el mango del puñal, subió como un escorpion de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y al la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada mas alla de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores. Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás. -Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien. Al lado de la noche de donde volvía la penumbra tibia de la sala le parecío deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebio del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco. Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintio las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frio le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno. Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el mas fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el brónze; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero como impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de su vida. Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegados a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, deseparadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, escubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en al cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los pÿrpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras. ACTIVIDADES Cuestiones: 1) ¿Se te ocurre algún ejemplo que muestre la diferencia entre estas fuentes de conocimiento que se citan en la unidad y la razón? Por contraposición a la revelación o intución, cómo opera la razón, cuál es su método. 2) ¿Qué consecuencias políticas tendría aceptar la revelación como la fuente de la verdad? 3) ¿Qué consecuencias políticas tiene aceptar o no la razón como el camino de acceso a la verdad? 4) ¿Qué consecuencias políticas tiene negar la posibilidad del conocimiento? CUESTIONES FINALES SOBRE EL TEMA Se contestan una vez leído y analizado en clase el tema, a modo de recapitulación, repaso y consolidación de los contenidos. 1. 2. 3. 4. Resume con tus propias palabras el capítulo. Pon ejemplos de las tres fuentes de conocimiento. ¿Cuál de las tres te parece más fiable? Razona tu respuesta. ¿Puedo sólo tener certeza de lo que experimento y durante el momento que lo experimento? 5. Busca la definición de “razón” en el diccionario común o en alguno de filosofía. 6. ¿Qué son las “creencias” para Ortega y Gasset.? Busca en un diccionario o libro de texto de filosofía. Cita algunas de tus creencias. ¿Crees que las creencias que tenemos deben ser sometidas a crítica a lo largo de nuestra vida? 7. Cita en una frase lo que defienden los escépticos y en otra lo que defienden los relativistas. Ahora cinco de cada postura. Busca en algún diccionario común o especializado filósofos escépticos. 8. Comentario de esta frase: “Detestar la razón es detestar a la humanidad, tanto a la propia como a la ajena, y enfrentarse a ella sin remedio como enemigo suicida.” 9. Para la reflexión: La vida es sueño: ¿hay alguna forma de distinguirlos? Despiertos o dormidos, ¿cuál sería vuestro mayor deseo? 10. Haz una lista de los filósofos que han sido citados a lo largo del capítulo, la obra que se haya citado de ellos, y un breve apunte de su pensamiento. 11. ¿Por qué aceptar la razón como única autoridad nos pone a salvo del autoritarismo? 12. Pero lo que llamamos razón ¿es la razón o sólo nuestra razón?