México: Efectos Legales y Fiscales de la Doble Nacionalidad

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México:
Efectos Legales y Fiscales de la Doble Nacionalidad
Octavio Lara Socio Lores, Lara y Asociados
Coautores: Armando Aguirre, Omar Pérez
La doble nacionalidad, es el estatus jurídico que disfrutan ciertos individuos al ser
reconocidos como nacionales simultáneamente por dos o más (nacionalidad
múltiple) Estados.
Doble nacionalidad significa que un individuo es nacional (o ciudadano) de dos
países al mismo tiempo; sin embargo, cada país tiene sus propias leyes con
respecto a la doble nacionalidad. Algunos países la permiten y otros no, mientras
que algunos países no tienen leyes particulares sobre dicho concepto. La doble
nacionalidad no es algo que pueda ser solicitada, es un proceso que ocurre
cuando una persona se convierte en nacional de otro país, además de su país de
nacimiento (con algunas excepciones). En muchos casos, la doble nacionalidad se
produce
de
forma
automática
para
algunos
individuos.
La decisión de una persona de tener doble nacionalidad atiende en la mayoría de
los casos (por no decir que en todos), a cuestiones de ámbito social, cultural,
familiar, laboral, entre otros, sin que necesariamente se tenga en cuenta que dicho
estatus puede conllevar consecuencias fiscales en ocasiones inadvertidas e
indeseadas.
A través del presente artículo se pretende dar una visión general de los problemas
que pueden presentarse en materia fiscal tratándose de individuos con doble
nacionalidad de países que tienen base de renta mundial, particularmente nos
enfocaremos a situaciones que se originan en la relación de México y los Estados
Unidos de América, no porque sea la única en donde se puede crear, sino porque
sigue siendo la más importante que tiene nuestro país a nivel comercial y
migratorio.
Antecedentes
A fin de contar con un marco jurídico que sirva de base para comprender el
concepto de nacionalidad y, por ende, el de doble nacionalidad que se puede
presentar entre México y los Estados Unidos de América, resulta importante
señalar
sus
antecedentes
legales
en
cada
país.
En primer término es importante señalar que en ambos países se encontraba
prohibida de manera expresa la doble nacionalidad, siendo hasta los años de 1868
en los Estados Unidos y de 1998 en el caso de México, que es permitido, aunque
no
de
manera
expresa,
dicho
estatus.
El marco legal que rige el concepto de nacionalidad dentro del orden jurídico
mexicano lo encontramos en los artículos 30 y 32 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, su ley reglamentaria, la Ley de Nacionalidad y por
último,
en
el
Reglamento
de
dicha
Ley.
La Ley de Nacionalidad tiene su antecedente en la Ley de Nacionalidad y
Naturalización promulgada el 19 de enero de 1934 y publicada al día siguiente en
el Diario Oficial de la Federación (DOF); posteriormente, el 21 de junio de 1993 fue
publicada en el DOF la Ley de Nacionalidad, abrogando la ley de 1934 y,
finalmente, el 20 de marzo de 1998 entró en vigor la ley que al día de hoy se
encuentra vigente, misma que tuvo su última reforma en el año 2005.
En el caso de los Estados Unidos de América es necesario mencionar la
Enmienda XIV de la Constitución de los Estados Unidos de América, ratificada el 9
de julio de 1868, así como las Leyes de Inmigración de 1917 y 1924.
Por otra parte, en 1952 es creada la Ley de Inmigración y Nacionalidad (INA por
sus siglas en inglés), la cual también se conoce como Ley McCarran-Walter,
nombre dado por los legisladores que la promovieron así como la INA de 1965,
conocida como la Ley Hart-Cellar. Finalmente, en 1990 se crea la Ley de
Inmigración
(IMMACT).
Es importante indicar que la normatividad estadounidense a este respecto ha
tenido muchos cambios debido a los sucesos ocurridos en 2001, pero sin alguna
modificación significativa al concepto de nacionalidad y, subsecuentemente, a la
“Doble
Nacionalidad”.
Marco
jurídico
vigente
A continuación analizaremos la norma vigente respecto de la nacionalidad en cada
país.
I.
México
El artículo 30 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
(CPEUM) indica que “La nacionalidad mexicana se adquiere por nacimiento o por
naturalización.” Contemplando, para cada caso, distintos supuestos.
Tratándose de la nacionalidad por nacimiento el citado artículo constitucional
prevé cuatro hipótesis: I. Los que nazcan en el territorio de la República, sea cual
fuere la nacionalidad de sus padres; II. Los que nazcan en el extranjero, hijos de
padres mexicanos nacidos en territorio nacional, de padre mexicano nacido en
territorio nacional, o de madre mexicana nacida en territorio nacional; III. Los que
nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos por naturalización, de padre
mexicano por naturalización, o de madre mexicana por naturalización y; IV. Los
que nazcan a bordo de embarcaciones o aeronaves mexicanas, sean de guerra o
mercantes.
Por lo que se refiere a la nacionalidad por naturalización, dicho precepto establece
dos supuestos: I. Los extranjeros que obtengan de la Secretaría de Relaciones
carta de naturalización y; II. La mujer o el varón extranjeros que contraigan
matrimonio con varón o con mujer mexicanos, que tengan o establezcan su
domicilio dentro del territorio nacional y cumplan con los demás requisitos que al
efecto
señale
la
ley.
De esta primera norma podemos advertir que nuestra Constitución contempla el
concepto nacionalidad como tal, situación diversa a lo que ocurre en la legislación
norteamericana
como
veremos
más
adelante.
Adicionalmente, el artículo 32 constitucional, en su primer párrafo señala: “La ley
regulará el ejercicio de los derechos que la legislación mexicana otorga a los
mexicanos que posean otra nacionalidad y establecerá normas para evitar
conflictos
por
doble
nacionalidad.”
Finalmente, el artículo 37 de nuestra Carta Magna establece la garantía de no
perder la nacionalidad, sólo para los mexicanos por nacimiento (Apartado A), pero
deja a los mexicanos por naturalización la posibilidad de perder la nacionalidad en
los
supuestos
que
previene
(Apartado
B).
Por su parte, la Ley de Nacionalidad, reglamentaria de los artículos 30, 32 y 37,
apartados A y B, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en
vigor a partir del 20 de marzo de 1998, contempla la doble nacionalidad sin que
exista mención expresa, salvo la limitación establecida en el artículo 32 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que se refiere al ejercicio
de los cargos y funciones para los cuales se requiera ser mexicano por
nacimiento.
Finalmente, es importante mencionar que los extranjeros aspirantes a ser
mexicanos por naturalización deben de renunciar expresamente a la nacionalidad
que les sea atribuida, esto es exigible por parte de la Secretaría de Relaciones
Exteriores de México hasta que se haya tomado la decisión de otorgar la
nacionalidad
mexicana
al
solicitante.
II.
Estados
unidos
de
América
El término de nacionalidad dentro del marco jurídico de los Estados unidos de
América se encuentra ligado o está directamente relacionado con el concepto de
ciudadanía, esto es, a la calidad de ciudadano estadounidense. De esta manera,
en dicho país se es nacional si se es ciudadano (también si por alguna
circunstancia se debe lealtad permanente a los Estados Unidos).
La enmienda XIV, Sección 1 de la Constitución de los Estados Unidos de América
(CEUA) establece: “Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados
Unidos y sujetas a su jurisdicción serán ciudadanos de los Estados Unidos y del
Estado
donde
residieren.”
Por su parte, la Sección 101(a)(22) de la Ley de Inmigración y Nacionalidad prevé:
“El término “nacional de los Estados Unidos” significa (A) un ciudadano de los
Estados Unidos o (B) una persona que aunque no sea un ciudadano de los
Estados Unidos, debe lealtad permanente a los Estados Unidos.”
De esta manera, en el caso de los Estados Unidos de América ocurre algo similar
al caso mexicano, pues la legislación norteamericana también permite, aunque no
de
manera
expresa,
la
doble
nacionalidad.
La diferencia más significativa en comparación con la limitaciones impuestas por la
legislación mexicana es que la doble nacionalidad, en el supuesto en el cual una
de ellas es norteamericana, se puede perder al solicitar la nacionalidad extranjera
de manera voluntaria, por elección libre y con la intención de renunciar a la
ciudadanía de Estados Unidos, dicha intención puede ser demostrada por la
conducta o las declaraciones de la persona. Asimismo cuando a una persona
extranjera se le concede la ciudadanía norteamericana ésta debe de realizar el
juramento de lealtad y fidelidad, renunciando a las debidas al país de procedencia.
En estos términos, tanto la legislación de México como la de los Estados Unidos
reconocen que existe la doble nacionalidad, sin embargo dicha situación, como
veremos a continuación pudiera causar diversos inconvenientes, de los cuales no
todos los sujetos están conscientes pues todo individuo con doble nacionalidad
debe lealtad a ambos Estados y está obligado a obedecer las leyes de ambos
países. Adicionalmente, cualquiera de los países de que se trate tiene el derecho
de
hacer
cumplir
sus
leyes.
Efectos
fiscales
de
la
doble
nacionalidad
Una vez establecidos los criterios que siguen los dos países en análisis respecto
de la forma de ser considerado nacional o en su caso el proceso de adquirir la
nacionalidad, pasemos a un concepto que, si bien distinto al de nacionalidad, se
encuentra íntimamente relacionado a éste en el ámbito impositivo y, por ende, en
algunas circunstancias causa en un ciudadano promedio confusiones que tienen
por
consecuencia
efectos
fiscales
en
ocasiones
no
deseados.
En materia fiscal, la legislación de los dos países funda su jurisdicción tributaria,
particularmente tratándose de los impuestos sobre la renta, en diversos
conceptos, fundamentalmente residencia, ciudadanía y nacionalidad. Así, mientras
algunas naciones gravan los ingresos de sus nacionales, esto es, por el sólo
hecho de haber nacido en su territorio, otros consideran que deben de cumplir con
el requisito de ser ciudadanos del país de que se trate y, para algunos otros,
bastará ser residente del mismo, para lo cual, en la mayoría de los casos ello
dependerá del lugar donde la persona tenga una residencia permanente o
desarrolle fundamentalmente las actividades por las cuales obtiene la mayor parte
de
sus
ingresos.
En el caso de México, la Ley del Impuesto sobre la Renta se rige de acuerdo a si
se es residente o no para efectos fiscales, mientras que tratándose de la
legislación norteamericana la obligación de pago de impuesto sobre la renta se
encuentra regido de acuerdo a si se es ciudadano americano o no, sin que por
ello, en este último caso el concepto de residencia no sea relevante, puesto que
los extranjeros residentes en Estados Unidos, de acuerdo a lo establecido por la
legislación interna de dicho país, son gravados de la misma manera que un
ciudadano de dicha nación, mientras que los extranjeros no residentes son
gravados de acuerdo con reglas especiales contenidas en ciertas partes del
Código
de
Rentas
Internas.
En este sentido, resulta relevante establecer lo que la legislación interna de dichos
países
prevé
en
ambos
casos.
Residencia
En México encontramos que el el Código fiscal de la Federación prevé que una
persona física será residente en México si ha establecido su casa habitación en
este país y si tiene casa habitación en otro país, deberá considerarse en donde
tiene su centro de intereses vitales, para lo cual deberá determinarse dónde
obtiene la mayor parte de sus ingresos o bien, dónde tiene el centro principal de
sus actividades profesionales. De concluirse que es residente en México, de
conformidad con lo antes señalado, dicho individuo estará obligado al pago del
impuesto sobre la renta por todos sus ingresos, independientemente del país
dónde
los
obtenga
(base
mundial).
En el caso de los Estados Unidos, en principio, un ciudadano de dicho país se
encuentra obligado al pago del impuesto sobre la renta por todos los ingresos que
obtenga, independientemente del lugar de donde los reciba. Para estos efectos,
en términos generales, se es ciudadano estadounidense ya sea por nacimiento o
por
naturalización.
Ahora bien, para efectos fiscales, si un individuo no es ciudadano de los Estados
Unidos resulta necesario determinar si se es un extranjero residente o un
extranjero no residente. Así si un individuo es un extranjero (no un ciudadano de
los Estados Unidos), será considerado no residente a menos que cumpla uno de
las dos pruebas de residencia previstos por la ley para tal efecto o bien opta por
ser
considerado
extranjero
residente
para
fines
fiscales.
De esta manera, en principio, los no residentes pagan impuestos sólo sobre los
ingresos obtenidos de fuente de riqueza ubicada en los Estados Unidos, estará
sujeto a tarifas especiales, y puede acogerse a las excepciones y beneficios de los
tratados internacionales celebrados por dicho país para evitar la doble tributación.
Por su parte, un residente para efectos fiscales de los Estados Unidos, estará bajo
las mismas reglas que un ciudadano norteamericano, lo cual significa que pagará
impuesto sobre todos sus ingresos, independientemente del lugar donde
procedan.
En términos de lo antes expuesto, podemos concluir del contenido de la
legislación doméstica de ambos países, que la misma establece la base de
tributación mundial, lo que en términos llanos significa que el contribuyente una
vez que se convierte en residente de uno de los dos países deberá de acumular y
declara el total de los ingresos que haya percibido en cualquier parte del mundo,
mientras que en tanto no sea residente para efectos fiscales de cualquier de las
dos naciones, únicamente estaría obligado a pagar impuestos por lo que respecta
a los ingresos que obtuviera de fuente de riqueza ubicado en el país de que se
trate.
Problemática
Como fue señalado con anterioridad, el contar con doble nacionalidad puede
darse de manera automática, esto es, sin que la persona hubiere optado
voluntariamente por ello, o bien, como fue señalado al inicio del presente artículo,
con motivo de la elección que de ello realice una persona (bajo ciertas
condiciones); dicha elección, en muchas ocasiones (si no es que en todas),
atiende a cuestiones de índole social, cultural, familiar, laboral, entre otros, sin
considerar
las
consecuencias
fiscales
que
pudiera
aparejar.
Para ilustrar el primero de los casos (doble nacionalidad de manera automática),
pensemos en una persona nacida en los Estados Unidos, de padres mexicanos
por nacimiento. Dicha persona automáticamente y de manera completamente
ajena a su voluntad, adquirió la doble nacionalidad; la norteamericana por haber
nacido en territorio estadounidense (Enmienda XIV, Sección 1 de la CEUA) y la
mexicana por haber nacido en el extranjero y ser hijo/a de padres mexicanos
nacidos en territorio nacional (fracción II del artículo 30 de la CPEUM).
En el segundo de los supuestos (doble nacionalidad por elección personal),
pensemos en un(a) mexicano(a) por nacimiento, que ha residido en México
siempre, dicha persona es hijo(a) de padres estadounidenses. En estas
condiciones, y cumpliendo con determinados requisitos contenidos en la Ley de
Inmigración y Naturalización, dicha persona puede obtener la nacionalidad
norteamericana por naturalización y así contar por elección propia con la doble
nacionalidad, la mexicana por nacimiento y la norteamericana por naturalización.
De esta forma, ante la posibilidad legal de contar con doble nacionalidad, tanto en
México como en los Estados Unidos de América, y con la finalidad de contar con
ciertos derechos, ventajas, beneficios o privilegios, ya sea, entre otros, familiares,
legales, laborales, migratorios o simplemente buscando tener lazos con
determinado país, las personas adquieren (de manera automática o voluntaria) la
doble
nacionalidad.
No obstante lo anterior, en muy pocas ocasiones se tiene en cuenta las
consecuencias fiscales de tener doble nacionalidad. Como se ha señalado, todo
individuo con doble nacionalidad debe lealtad a ambos Estados y está obligado a
obedecer las leyes de ambos países. Adicionalmente, cualquiera de los países de
que se trate tiene el derecho de hacer cumplir sus leyes.
De esta manera pudieran darse casos en los que un sujeto con doble
nacionalidad, habiéndola adquirido de manera automática o voluntariamente
adquiera obligaciones tributaria en ambos países sin tener conocimiento de ello,
tales como la de presentar declaraciones de impuestos, avisos a las autoridades
fiscales de ambos países, y más aún, el de declarar y/o pagar impuestos por el
total
de
sus
ingresos.
Así, aquella persona de nuestro primer ejemplo que adquirió automáticamente la
doble nacionalidad por haber nacido en los Estados Unidos y ser de padres
mexicanos por nacimiento bien pudo residir toda su vida en México y llegar a edad
adulta sin haber vuelto a pisar territorio norteamericano; sin embargo, por el simple
hecho de tener doble nacionalidad se encuentra sujeto a las leyes de ambos
países. Dicha persona se encontraría gravada en los dos países por todos sus
ingresos, independientemente del lugar donde los obtuviera (base mundial de
rentas); en México, por ser residente para efectos fiscales de acuerdo al artículo 9
del Código Fiscal de la Federación transcrito con anterioridad y, en los Estados
Unidos por ser ciudadano norteamericano al haber nacido en dicho país.
Tal situación podría llegar incluso al extremo de haber obtenido un ingreso exento
en México y, por tener la doble nacionalidad, estar obligado a pagar impuestos por
dicho
ingreso
en
los
Estados
Unidos.
Igualmente, muchos mexicanos no prevén que cuando adquieren la famosa “green
card”, se convierten en residentes de los Estados Unidos para efectos fiscales, lo
cual implica que deberán de presentar declaración anual en los Estados Unidos
reportando el monto total de sus ingresos percibidos en el año en cualquier parte
del
mundo
incluido
México,
su
país
de
residencia.
Ejemplos como los anteriores por su frecuencia han sido objeto de estudio por
organismos y organizaciones internacionales como la OCDE, llegando en la
mayoría de los casos a conclusiones casuísticas, que atienen a los hechos
concretos
de
cada
caso,
sin
que
exista
una
generalidad.
Es importante comentar que la problemática que se plantea, cobra mayor interés y
especial relevancia para aquellas personas que en términos del artículo 9 del
Código Fiscal de la Federación son residentes para efectos fiscales en México
pues el tener nacionalidad mexicana y estadounidense, en la mayoría de los
casos, las sujetaría al pago de impuestos sobre todos sus ingresos en ambos
países.
Lo anterior, en virtud de que, como se ha analizado, en México se es sujeto al
pago del impuesto sobre la renta en la medida en que se es residente de
conformidad con el artículo antes mencionado, para lo cual básicamente habrá
que estar estrechamente vinculado con nuestro país, ya sea por tener casa
habitación o por tener el centro de intereses vitales en territorio nacional, mientras
que en los Estados Unidos basta ser ciudadano o extranjero residente para ser
sujeto al pago de impuestos por todos los ingresos (en adición al resto de las
obligaciones tributarias que habría que cumplir), sin la necesidad de vivir o estar
en
dicho
país.
Ahora bien, derivado de lo anterior, el Convenio para evitar la doble imposición
celebrado entre México y los Estados Unidos en sus artículos 4 y 24 establece
mecanismos que pretenden dar seguridad jurídica a los contribuyentes que se
encuentren
en
alguno
de
estos
casos.
El primero de dichos artículos establece el concepto de residencia para efectos del
tratado, así como reglas de desempate en los casos en que determinado sujeto
sea residente de ambos países, y así poder ser considerado residente de uno u
otro; el segundo de los preceptos señalados prevé la forma en que los países
deberán eliminar la doble imposición, que es, básicamente, permitiendo acreditar
en
un
Estado,
el
impuesto
pagado
en
el
otro.
No obstante ello, dado que cada caso presenta situaciones distintas, tanto en su
naturaleza como en las circunstancias que lo originan y la manera en que se
desarrolla, resulta imposible regularlos de forma general. Es por ello, que incluso
el propio Convenio contempla en su artículo 26 un procedimiento amistoso al que
puede acudirse cuando una persona considere que las medidas adoptadas por
uno o ambos Estados implican o pueden implicar una imposición que no esté
conforme
con
las
disposiciones
del
propio
Convenio.
De esta manera, deberán analizarse detenidamente las características de cada
caso particular a efecto de establecer si por el hecho de que determinado sujeto
tenga la doble nacionalidad, de igual manera es residente para efectos fiscales en
ambos países y, de ser así, si el ingreso obtenido se encuentra gravado por los
dos Estados y, en todo caso, buscar acceder a los beneficios del Convenio para
evitar la doble imposición. Por último, de no llegar a una conclusión contundente
habiendo utilizado los procedimientos internos previstos en cada país o bien los
mecanismos establecidos por el propio Convenio, acudir al procedimiento
amistoso del mismo a fin de que sea una autoridad competente la que arribe a
una
solución
adecuada.
En conclusión, si bien la legislación doméstica de México y de los Estados Unidos
permite tener la doble nacionalidad, al acceder o dicho estatus debieran tomarse
en consideración, no sólo circunstancias sociales, culturales, laborales,
migratorias, etc., sino también las implicaciones fiscales que tal situación conlleva
pues, como se ha señalado, el contar con la doble nacionalidad lleva implícito el
estar sujeto a la legislación de ambos Estados y, por tanto, a las obligaciones
contenidas en las leyes tributarias que, en el caso de los países que nos ocupan,
prevén la tributación sobre base mundial, esto es, el gravar todos los ingresos de
sus residentes (en el caso de México) o ciudadanos y residentes (en el caso de los
Estados Unidos), sin importar la fuente de donde provengan
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