Palimpsesto Nº5, Vol. III, 2006 Universidad de Santiago de Chile, ISSN 0718-5898 El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia de la vía pacífica en un período de exclusión, 1948-1958 HERNÁN VENEGAS V. * RESUMEN El artículo desgrana los aspectos involucrados en la construcción de la línea política partidaria de los comunistas desde mediados de siglo en adelante, bajo un contexto de fuertes golpes represivos dada la ilegalización del PCCh. Se destaca como sus militantes y su dirigencia acuñaron el Frente de Liberación Nacional como estrategia político-electoral y el Frente de Acción Popular como una alianza estratégica con el Partido Socialista, antecedente directo de la Unidad Popular. Ambas estrategias suponían que predominaban su vocación totalmente institucionalista por sobre las acciones conducentes a acelerar los procesos de reformas económicos sociales para el país, a través de campañas agitativas y trabajo político directo con campesinos y obreros. PALABRAS CLAVE: Institucionalidad. PCCH, X Congreso, FRAP, FLN, Ley ‘Maldita’, ABSTRACT The article discusses the issues involved in building the political line of the Communist party from mid-century onward, in a context of strong repressive blows given the banning of the CCP. It stands as its members and its leadership coined the National Liberation Front as a political-electoral strategy and the Popular Front as a strategic alliance with the Socialist Party, a direct antecedent of the Unidad Popular. Both strategies assumed that their vocation fully institutionalist predominated over actions aimed at accelerating the process of social economic reforms for the country, through agitational campaigns and political work directly with farmers and workers. KEYWORDS: * CPC, X Congress, FRAP, FLN, 'Damn' Law, Institutional. Académico, Departamento de Historia, Universidad de Santiago de Chile, Usach. Este artículo forma parte del proyecto DICYT N°03-0552VV. El autor agradece los comentarios y sugerencias del profesor Pablo Rubio A. Palimpsesto 5; III, 2006 Desde la llegada al gobierno del Frente Popular en 1938, la política chilena se transformó en varios rasgos. En primer lugar, se verificó una apertura democrática significativa, en el sentido de que sectores sociales y políticos subordinados -antes marginados del ejercicio del poder-, lograron influir en las decisiones públicas de una forma más directa. Si bien es cierto el balance de la estrategia frente-populista no fue muy positivo para las fuerzas reformistas, no cabe duda que la alianza compuesta de capas medias y un segmento importante del mundo popular -representado en sus partidos y organizaciones sociales-, inauguró una etapa nueva del desarrollo político en Chile, la que tuvo una impensada proyección histórica. En segundo lugar, la presencia del centro y la izquierda política en el gobierno se hizo notoria en el plano de las políticas económicas, donde primaron propuestas encaminadas a proveer mayor justicia social y equidad. La transformación -conciente y dirigida- de la estrategia económica, fue inaugurada por el gobierno de Pedro Aguirre Cerda proyectándose por más de tres décadas. Algunos elementos centrales de esta nueva propuesta estuvieron dados por el énfasis en la industrialización sustitutiva de importaciones, sumado al mayor peso que adquirió el Estado en el aspecto económico-social. Para la totalidad de los actores y fuerzas políticas en pugna, por otro lado, las décadas de 1930 y 1940 revistieron cambios fundamentales, derivado de la plena vigencia de la institucionalidad que las obligó a plantearse en términos de una lucha política regulada por una normativa que funcionó a plenitud. Para el PCCh, el período referido representó desafíos de importancia, después de su definitiva inclusión en el régimen institucional hacia 1935. En primer término, cabe destacar la trascendental experiencia política que alcanzó la organización durante la década de 1940, la que se expresó institucionalmente y que tuvo notorios efectos en la elaboración de su línea estratégica. En efecto, los comunistas integraron no sólo alianzas electorales, sino coaliciones de gobierno, participando en las administraciones frentepopulistas de Pedro Aguirre Cerda (1939-1941), Juan Antonio Ríos (1942-1946) y en la primera etapa del gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952). En este último, tres ministerios fueron liderados por militantes pertenecientes a la organización. 1 Todo ello en un marco internacional signado por el antifascismo de la última etapa de la Segunda Guerra Mundial, lo cual llevó al PCCh a reafirmar su tesis de alianzas amplias y de defensa del régimen institucional. No obstante, la profundización democrática iniciada después de la década de 1930, sumada a la propia experiencia del PCCh durante el período, desembocó en un serio retroceso que tuvo trascendentales consecuencias sobre su trayectoria política. El fin de la Segunda Guerra y sus repercusiones sobre el contexto internacional, sumado a consideraciones de política interna llevaron a los radicales, y especialmente al presidente González Videla, a romper su pacto con sus aliados comunistas. Entonces el PCCh fue declarado fuera de la ley en 1948, a través de la promulgación de una disposición legal que ha sido reconocida como la ley de defensa permanente de la 1 Los ministros fueron: Carlos Contreras Labarca, Víctor Contreras y Miguel Concha, quienes ocuparon las carteras de Obras Públicas, Tierras y Colonización, y Agricultura. HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… democracia, con lo cual sus militantes fueron privados de la ciudadanía e impedidos de presentarse a cargos electivos durante diez años, entre 1948 y 1958. 2 Para profundizar en la línea política del PCCh durante el período 1948-1960, se hace necesario analizar las estrategias que la organización desplegó a mediados de la década de 1940. Su participación en el gobierno radical, su política de agitación agraria y sindical derivada del efervescente período de post-guerra, su impactante crecimiento electoral, sumado al breve pero intenso debate que el PCCh sostuvo para enfrentar su situación de cierre político, fueron las coyunturas más relevantes del período. El PCCh, González Videla y la “ley maldita”. Del apoyo a la exclusión Si bien los comunistas chilenos participaron activamente en los dos primeros gobiernos de centro-izquierda dentro de una propuesta de reformas a través de una vía institucional, esto no implicó que la organización desestimara su insistencia por la aceleración de reformas sociales y económicas, principalmente de carácter anti-oligárquicas y anti-imperialistas. Este profundo descontento convivió con su postura sistémica e institucional, provocando una tensión que derivó en un discurso con rasgos de cierta ambigüedad. En tal sentido, la relación entre el Presidente Gabriel González Videla y los comunistas fue muy estrecha en un primer momento, despertando esperanzas en lo que se refiere a la profundización de los cambios revolucionarios. 3 Durante la elección presidencial de 1946, la alianza de los comunistas y radicales constituyó una firme base para el triunfo de González Videla, que derrotó estrechamente a las dos candidaturas de la derecha y por un amplio margen al sindicalista Bernardo Ibáñez, quien con un magro resultado reflejó la debilidad del Partido Socialista como causa de sus constantes divisiones de la década de 1940. 4 De modo tal que los comunistas, de acuerdo a su línea de vía pacífica, vieron en su alianza con González Videla una plataforma institucional y gubernativa desde la cual implantar su proyecto de cambios sociales, lo que también se reflejó en el aumento de la movilización en diversos frentes, otro de los vértices de su pragmática propuesta. Luis Reinoso -quien años más tarde sería expulsado del PCCh por no adscribirse a la vía pacífica e institucional-, retrataba así la confianza que depositó la organización en un 2 Entre los comunistas chilenos es conocida como la “ley maldita”. La ley se dictó el 3 de septiembre de 1948 bajo el número 8.987. En virtud de esa disposición se anuló la calidad de ciudadanos a cerca de 24.000 militantes comunistas, prohibiéndoles participar como votantes en todo tipo de comicios electorales, tanto políticos como sindicales. En agosto de 1958, la ley 12.927 derogó las disposiciones legales de la anterior. 3 Gabriel González Videla había sido hasta ese momento representante de las corrientes más progresistas del Partido Radical. Posteriormente derivó hacia posturas cercanas a la derecha en razón de su fuerte anticomunismo. Fue así como prestó un apoyo incondicional a la dictadura militar (1973-1990), integrando el Consejo de Estado, un organismo asesor en materias constitucionales. Sobre su vida política véase sus Memorias, 2 tomos, Editorial Gabriela Mistral, Santiago, 1975. Además para distinguir aun más su férreo anticomunismo, véase Gabriel González Videla, Carta a Claudio Orrego, Santiago, 27 de octubre de 1975, en, Claudio Orrego Vicuña, Cartas Privadas (1947-1982) (Santiago: Aguilar, 2002). 4 Los resultados fueron los siguientes: Gabriel González Videla (Partido Radical-Partido Comunista): 192.207 votos, Eduardo Cruz Coke (Partido Conservador-Falange Nacional): 142.441 votos, Fernando Alessandri (Partido Liberal), 131.023 votos y Bernardo Ibáñez (distintas facciones socialistas): 12.114 votos. Datos de Germán Urzúa, Historia política de Chile y su evolución electoral (desde 1810 hasta 1992) (Santiago: Jurídica, 1992), 541. Palimpsesto 5; III, 2006 gobierno que desde un comienzo fue definido como “popular”. En un artículo de la Revista Principios publicado en enero de 1947, fue capaz de sostener que: “nos encontramos con un gobierno que no hostiliza y no persigue al movimiento obrero, que los que quieren crearle dificultades y problemas son los enemigos y reaccionarios, con los cuales no se puede confundir el proletariado... (Los confusionistas)... trabajan... para crear un clima artificial de alarma, de desorden y de caos que justifique una brutal dictadura...”. 5 El PCCh, durante este corto período, se hizo parte del régimen institucional participando en alianzas con otros grupos del espectro político chileno, colaborando directamente con ministros pertenecientes a sus filas. La primera etapa del gobierno de González Videla fue una etapa en que el PCCh pretendió influir de mayor forma en los asuntos de gobierno, debido al debilitamiento de los socialistas y el fin de la Segunda Guerra, que llenó de prestigio a la URSS y a los PC del mundo, lo que en el caso de Chile se manifestó en un fortalecimiento de su poder electoral. Las esperanzas en González Videla se reprodujeron también en el plano sindical. Con motivo del III Congreso de la Confederación de Trabajadores de Chile, Bernardo Araya -dirigente sindical comunista- celebró profusamente la asistencia del presidente radical al evento, “e incluso de un ministro liberal”, señalando que nunca antes en la historia de Chile había asistido un alto mandatario a una reunión de ese tipo. Araya concluyó sosteniendo que la clase obrera era la “fuerza más fundamental del gobierno”. 6 La adscripción del PCCh a una vía estrictamente democrática e institucional, en todo caso no ocultaba el descontento de algunos de sus dirigentes, sobre el ritmo que deberían adquirir la aplicación de sus propuestas. Luis Corvalán, en un artículo titulado “Entramos a una nueva etapa decisiva para el cumplimiento del programa”, daba cuenta de esta incomodidad: “Hasta hoy, debido principalmente a las circunstancias políticas no totalmente favorables, como es la participación de un sector reaccionario del liberalismo en las tareas del gobierno, no se han tomado medidas de fondo para impulsar las transformaciones progresistas contenidas en el programa nacional que triunfó en 4 de septiembre... La cuestión del veto al proyecto reaccionario de sindicalización campesina y las medidas que están gestándose en contra del latifundio y del capital financiero en manos de la oligarquía bancaria, pondrán a prueba a la actual combinación de gobierno.” 7 Corvalán interpretó un fenómeno que también se correspondía con las vacilaciones de González Videla, respecto a las alianzas que éste forjó para gobernar. Efectivamente, durante su primer período el radical formó una inédita coalición que incluyó al PCCh pero también a un sector del Partido Liberal, organización perteneciente a la derecha tradicional. Si bien es cierto estas alianzas amplias fueron un rasgo característico del período post-guerra, esto 5 Luis Reinoso, “Elevemos el trabajo de organización para cumplir el programa”. En Revista Principios no. 67, (enero de 1947), 5. 6 Bernardo Araya, “Unidad Sindical e impulso de la producción, esencia del III Congreso de la CTCH”. En Revista Principios no. 67, (enero de 1947), 9. 7 Luis Corvalán, “Entramos a una nueva etapa decisiva para el cumplimiento del programa”. En Revista Principios no. 70 (abril 1947). HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… incomodó notoriamente al PCCh, intentando en vano que el presidente González Videla excluyera a sus aliados liberales. Por ello, desde el primer semestre del año 1947, comenzó a manifestarse un intenso conflicto social y político entre el Presidente González Videla y sus aliados comunistas, lo que derivó finalmente en la dictación de la ley de defensa permanente de la democracia, aprobada por votación mayoritaria en el parlamento chileno. 8 La administración de González Videla, se volcó a partir de 1947 hacia posiciones cada vez más hostiles respecto al PCCh, lo cual puede explicarse -en parte- por la nueva conformación del mundo y por el comienzo de la Guerra Fría, conflicto que en Chile adquirió particular relevancia debido al prestigio e influencia que tenía el PCCh en vastos sectores sociales e intelectuales. El propio presidente explicó la persecución hacia la organización, bajo el “inquebrantable propósito de eliminar definitivamente el control que el Partido Comunista ejerce sobre las masas trabajadoras”. 9 Cabe preguntarse entonces lo siguiente: ¿Por qué razones se excluyó al PCCh de su alianza con el radicalismo y debido a qué se le marginó del sistema democrático por más de diez años?, considerando que en su discurso primaba una estrategia de transformaciones graduales e institucionales, enmarcadas en su tesis de vía pacífica que había sido adoptada desde mediados de la década de 1930. Esto se hace más grave si se piensa que en gran parte de sus planteamientos los comunistas fueron aliados con una alta cuota de lealtad democrática, ya que incluso estuvieron dispuestos a compartir espacios con actores de diversa índole, como con el liberalismo y el ala derecha del Partido Radical, facción que no ocultaba su anticomunismo. No obstante, si se profundiza en el análisis, puede sostenerse que a lo largo de todo el período que abarca este trabajo el PCCh mantuvo continuamente una tensión entre su discurso y práctica, la que se vio acusada en la coyuntura que rodeó a su ilegalización. Esta paradoja es la siguiente: Por un lado, la organización buscaba participar del régimen democrático a través de negociaciones y alianzas, pero por otro llevó a cabo una agresiva campaña de agitación de masas, tanto en el frente agrario como en el ámbito de los sindicatos industriales, lo cual hizo ciertamente dudar de su vocación totalmente institucionalista. La obstinada promoción de la ley de defensa permanente de la democracia por parte de González Videla y un sector importante del espectro político, sólo es posible comprenderla considerando la percepción de “amenaza comunista” que representaba el PCCh para algunos sectores, que hicieron del anticomunismo su bandera política y matriz cultural. Además, la adscripción del PCCh a modelos políticos como el soviético y a tesis como la dictadura del proletariado, claramente los hizo aparecer como “antipatriotas”. 10 No obstante y a pesar de esto, en la situación de exclusión política los comunistas -fieles al pragmatismo propio del 8 La ley fue aprobada con los votos del Partido Liberal, del Partido Conservador, del Partido Radical, con la excepción de algunos parlamentarios. A su vez, una parte considerable de parlamentarios socialistas también la aprobó. 9 Citado en Galo González, “Hacia un frente patriótico de liberación social y nacional”. En Revista Principios (noviembre de 1947), 8. 10 González Videla advirtió acerca de la inminencia de un “complot internacional”. Sofía Correa et al, Historia del siglo XX chileno, (Santiago: Sudamericana, 2001), 182. Palimpsesto 5; III, 2006 leninismo- buscaron integrarse nuevamente al régimen institucional, descartando un enfrentamiento armado de carácter frontal. El PCCh, como después del golpe de estado que llevó al poder a Augusto Pinochet veintiséis años más tarde, también en 1947 representó una amenaza real a la pervivencia del orden social, por lo menos desde el punto de vista de las elites dominantes pero también desde otros sectores sociales. El Ministro de Defensa de González Videla, Guillermo Barrios Tirado, justificó permanentemente la aplicación de la fuerza y la violencia, durante las Facultades Extraordinarias que se invocaron previamente a la definitiva exclusión del PCCh en la época. Esto en los siguientes términos: “Si se nos arrastra por el imperativo de la ley y de la legítima defensa a hacer uso de las armas, declaro ante el Parlamento de mi patria que se emplearán sin piedad ni contemplaciones, no sólo contra los que sirven como dóciles instrumentos, sino, principalmente, contra los cobardes que desde la distancia instigan y sostienen la torpe y desgraciada aventura”. 11 Durante la coyuntura que rodeó a la “ley maldita”, el PCCh lideró y fortaleció notablemente su avance tanto en el ámbito de los sindicatos industriales y mineros -su enclave tradicional-, como también de forma notoria su presencia en las zonas rurales. Esto último hizo acrecentar los temores de una oligarquía -representada políticamente en los partidos Liberal y Conservador- que basaba su régimen de dominación y su clientela electoral en las bases rurales. Desde el mismo año 1947, los comunistas comenzaron a dar cuenta del enfrentamiento en el campo, particularmente en el Valle Central y en la zona centro-sur del país. Luis Reinoso planteó al respecto que: “Los terratenientes han cometido una serie de crímenes contra los campesinos como en Chape-Chacay, Cordillera de Saraos, fundo ‘los raulíes’. Su odio a los campesinos les ha llevado a proceder con la mayor crueldad y salvajismo, lanzando a las familias a la interperie quemando sus habitaciones y enseres de trabajo, destruyendo sus siembras y dejando a numerosas familias en la miseria más espantosa ”.12 Así, el PCCh declaró haber organizado durante esos años unos 200 sindicatos agrícolas y en el marco del III Congreso de la CTCH en 1947, Bernardo Araya afirmó que la multisindical entregó un aporte de $11.000 a la Federación Nacional de Trabajadores Agrícolas, además de “llevar a estos trabajadores del campo la experiencia y conocimiento de los obreros de la ciudad”. En esta dinámica, los sindicatos del proletariado urbano “apadrinaban” la constitución de las organizaciones de trabajadores agrícolas, reflejando de esta forma la fuerte presencia del rol “vanguardista” del proletariado industrial en las concepciones del PCCh, claramente heredadas de la filosofía marxista más ortodoxa. El conflicto social en el campo, de acuerdo a las publicaciones de la organización, era particularmente intenso lo que se refleja en los sucesivos artículos que tratan sobre esta cuestión: 11 Guillermo Barrios Tirado, discurso ante el Parlamento chileno, citado por Galo González. Luis Reinoso, En este período surgió el siempre presente problema de la alianza obrero-campesina. Al respecto Reinoso sostuvo: “... los campesinos, los obreros agrícolas están dando sus primeros pasos, la estrecha alianza de los obreros y campesinos permitiría avanzar a un régimen de mayor justicia social.” 12 HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… “En la hacienda Culipán, por ejemplo, de Eduardo Marín Larraín, dejaron podrirse miles de sacos de papas, teniéndolas que botar al río después... en varios fundos paralizan o retrasan las trillas a fin de no suministrar trigo para la población. Tal es el caso en el fundo ‘Los Callejones’ de Graneros, del terrateniente Eduardo Irarrázabal...”. 13 No obstante su incipiente accionar en las zonas rurales, el PCCh llevó a cabo paralelamente una ofensiva en las áreas donde poseía mayor influencia: los sindicatos urbanos y mineros. En efecto, y ya formando parte del gobierno de González Videla, los sindicatos manejados por comunistas impulsaron sendas movilizaciones que paralizaron la locomoción colectiva de Santiago y los ferrocarriles, además los yacimientos de salitre y cobre. Todo esto fue sellado por una extensa huelga en las minas de carbón, situadas en la provincia de Arauco al sur del país, lo que terminó por agotar la paciencia del Presidente de la República. Desde ese momento él solicitó Facultades Extraordinarias al Congreso Nacional, con lo cual la represión hacia los comunistas creció sostenidamente. Durante el extenso conflicto que afectó a la zona carbonífera -que provocó gran revuelo por esos años-, los comunistas comenzaron a experimentar una severa neutralización que se intensificó con la aplicación de la llamada “ley maldita”. Un destacado militante como Galo González sostuvo que, “hay dos mil mineros presos, de los cuales un gran porcentaje está en la Isla Quiriquina y en Barcos de Guerra sometidos a proceso a cargo de Cortes Marciales”. 14 Por otro lado, la percepción de “amenaza” que representaba el PCCh en algunos sectores, corría en paralelo a su progresivo fortalecimiento electoral, derivado del gran prestigio del período post-guerra y la fuerte presencia del partido entre obreros, capas medias y trabajadores en general. Por ello mismo, hasta su ilegalización la fuerza electoral del PCCh fue en progresivo ascenso, particularmente desde fines de la década de 1930, aunque todavía en un marco de restricción ciudadana. Esto es posible verificarlo en el siguiente cuadro: Cuadro 1: Trayectoria electoral del Partido Comunista 1937-1947 Elección Año Parlamentaria 1937 Parlamentaria 1941 Parlamentaria 1945 Municipales 1947 Votación PCCh 4,2% 11,8% 10,3% 16,5% Fuente: Julio Faúndez, Izquierdas y democracia, op.cit., p. 292 Las elecciones municipales de 1947 representaron el último enfrentamiento en que participó el PCCh, antes de su completa ilegalización del año siguiente. Por ello, el análisis de los resultados de este proceso resulta imprescindible para medir la presencia del PCCh en 13 José Agustín Valenzuela, “La verdad sobre la vida y lucha de los trabajadores del campo”. Revista Principios no. 67 (enero 1947), 13. 14 Galo González, “Hacia un frente patriótico de liberación social y nacional”, Revista Principios (noviembre de 1947). Palimpsesto 5; III, 2006 distintos sectores sociales, así como proporcionar indicios acerca de las causas de su exclusión y explicar por qué el PCCh llevó cabo constantemente una línea institucional, donde los enfrentamientos electorales representaron una coyuntura que casi siempre les dio éxito. Hasta el punto de alcanzar la primera magistratura en 1970. En las elecciones de 1947, la organización alcanzó un potente fortalecimiento en las zonas urbanas como Santiago y Concepción, si se compara con los resultados obtenidos en la elección municipal de 1944, lo que deja entrever la importante presencia del PCCh en amplios sectores de capas medias, intelectuales y obreros industriales. La comparación se expone en el cuadro siguiente: Cuadro 2: Elecciones Municipales. Resultados del PCCh en zonas urbanas-industriales Provincias Municipales 1944 Municipales 1947 Santiago Concepción 12.892 votos 6.951 votos 25.939 votos 9.389 votos Fuente: Luis Reinoso, “La jornada electoral del 6 de abril y la crisis política”. En Revista Principios Nº71, mayo 1947. No obstante, lo que más sorprende es la importante adhesión que tuvo el PCCh en algunas provincias agrarias en esos tempranos años. Lo cierto es que este ascenso electoral en las votaciones municipales tuvo su correspondencia en la representación en posiciones de poder a nivel local, tanto en cargos de regidores como alcaldes. También representó una transformación significativa, en el sentido que socavó en parte la hegemonía de la derecha y del radicalismo en estas zonas, lo cual avivó los temores en determinados núcleos oligárquicos. Si se revisan los resultados electorales de 1947 en las provincias tradicionalmente proclives a posturas conservadoras, se observa claramente el fortalecimiento de los comunistas, a pesar de que la hegemonía de la derecha comenzó a ser seriamente cuestionada sólo desde la década de 1950, en especial en aquellas zonas donde disminuyó progresivamente la población debido al proceso de migración campo-ciudad que afectó al país desde la década anterior. Por ello, la votación alcanzada por el PCCh en esos lugares reviste particular relevancia. Cuadro 3: Elecciones Municipales. Resultados del PCCh en zonas agrarias Provincias Aconcagua O’Higgins San Fernando Linares Municipales 1944 Municipales 1947 989 votos 1.758 votos 1.770 votos 4.064 votos 312 votos 1.444 votos 511 votos 1.095 votos HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… Bio Bio Malleco 278 votos 184 votos 1.522 votos 726 votos Fuente: Luis Reinoso, Ibid. El efecto de la llamada ley de defensa permanente de la democracia, aplicada desde fines del año 1948 representó una nueva etapa de su desarrollo político, comparable tal vez con su exclusión de fines de la década de 1920. Mientras que sus militantes fueron impedidos de presentarse a cargos de elección, la persecución sobre el PCCh fue durísima, todo ello mientras la política de alianzas de González Videla se inclinaba hacia la derecha tradicional y a favor de diversos grupos anticomunistas. Al respecto, es preciso reproducir el testimonio del Secretario General del partido, Ricardo Fonseca, quien vio los peligros de una situación que afectó no sólo al PCCh, sino que se extendió a otras fuerzas populares: “Miles de ciudadanos, hombres, mujeres y niños, son víctimas de la ola represiva. Entre ellos hay numerosos obreros sin partido o de partidos no comunistas. En los ferrocarriles del Estado se empezó con los comunistas, pero se continuó contra obreros y empleados falangistas, socialistas, democráticos y de otras filiaciones políticas”. 15 Desde el momento en que se aplicó la disposición promovida por el presidente González Videla, los comunistas chilenos fueron objeto de una permanente hostilidad. En la localidad de Pisagua -en el norte del país- se inauguró el primer campo de prisioneros políticos en la historia contemporánea de Chile, custodiado por el Ejército. Otra forma de represión estuvo caracterizada por la relegación a sitios aislados, como la Isla Melinkay otros territorios insulares en el sur del país, bajo condiciones climáticas extremas. Como se sostuvo anteriormente, desde 1948 el PCCh no tuvo existencia legal en la política chilena, lo que se prolongó hasta el año 1958.16 Uno de los casos más emblemáticos de la persecución a los comunistas, lo vivió uno de sus más conocidos militantes, el poeta Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura en 1971. En el momento de la dictación de la “ley maldita”, Neruda ocupaba un cargo senatorial representando a las provincias nortinas. En sus memorias publicadas póstumamente, el poeta relata los escarnios vividos en el período: “Cambiaba de casa diariamente. En todas partes se abría una puerta para resguardarme. Siempre era gente desconocida que de alguna manera había expresado su deseo de cobijarme por varios días... Pasé por campos, 15 Ricardo Fonseca, discurso en la Cámara de Diputados en la discusión sobre la “ley maldita”. Reproducida en, Revista Principios, agosto-septiembre 1951, p. 10. RicardoFonseca asumió como Secretario General del PCCh en 1946, sucediendo a Carlos Contreras Labarca quien pasó a formar parte del gabinete del presidente Gabriel González Videla. 16 La represión a que fue sometido el PCCh -a pesar de la dureza- no fue comparable al período posterior a 1973. Una carta de Claudio Orrego -militante democratacristiano- a González Videla afirmó que, “¡ Su gobierno no fue una dictadura en nombre del anticomunismo! ¡Tampoco, la policía política fue igual a la DINA! ¡ Ni Pisagua tuvo nada que ver con Cuatro Álamos, Pirque, Ritoque y la Calle Londres...Usted a los comunistas les quitó sus derechos políticos, pero no la vida”. En Orrego, 185. Palimpsesto 5; III, 2006 puertos, ciudades, campamentos, como también por casas de campesinos, de ingenieros, de abogados, de marineros, de médicos, de mineros”. 17 El testimonio de Neruda resulta ilustrativo para conocer los alcances de la represión. En esta nueva realidad, la dirección del PCCh, liderada desde julio de 1949 por Galo González, tuvo serias dificultades para comunicarse con las estructuras menores, lo que dejó de manifiesto una desarticulación del aparato partidario. Naturalmente, en este cambio de escenario las condiciones para la discusión de la línea política se hicieron muchísimo más difíciles para el PCCh. No obstante, el período de clandestinidad evidenció en la organización un intenso debate interno. Así, es posible datar en la década de 1950 un profundo y sostenido proceso de reflexión política e ideológica que la organización desarrolló en aras de mantener viva su presencia en el mundo político y social chileno. En el transcurso de este decenio, los comunistas confirmaron elementos centrales de su programa, como la llamada vía pacífica, su propuesta de revolución democrática burguesa y las alianzas amplias, definidos como componentes fundamentales para abrir el camino al socialismo. Aún en un contexto de clandestinidad y represión, el PCCh persistió en dichas posturas, lo cual es consecuencia del progresivo avance que la organización había experimentado dentro del propio sistema institucional. En este sentido, los antecedentes históricos de la vocación aliancista del PCCh -más tarde expresada en la constitución de la Unidad Popular-, es posible visualizarlos directamente desde la década de 1950, en torno a dos ejes claramente definidos: En primer lugar, a través de la sistematización de la tesis denominada Frente de Liberación Nacional, y en segundo término, en la formación del Frente de Acción Popular (FRAP), una alianza formada con los socialistas y otras organizaciones menores en el transcurso del año 1956. El Partido Comunista en la clandestinidad: El Frente de Liberación Nacional y la vía pacífica “La revolución que hoy está planteada en nuestro país no es precisamente de carácter socialista, sino democrático popular, de liberación Nacional antiimperialista y antifeudal.” Partido Comunista de Chile, X Congreso, 1956. Hacia mediados de 1950, el PCCh sistematizó ya en forma definitiva su política de alianzas amplias y metas limitadas, la cual imperó como línea oficial del partido hasta fines de la 17 Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Unidad Editorial, Madrid, 1999, p.197. Para un tratamiento más profundo sobre la represión durante la “ley maldita”, véase Elías Lafferte, Vida de un comunista, Ediciones Austral, Santiago, 1971, Quinta parte; Luis Corvalán, Ricardo Fonseca, combatiente ejemplar, Ediciones Austral, Santiago, 1971, capítulo XVI; Luis Alberto Mansilla, Recuerdos de sesenta años. Conversación con Víctor Contreras Tapia, en Revista Araucaria de Chile no. 17, (Madrid, 1982) y; José Miguel Varas, Chacón, (Santiago: LOM, 1998). HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… década de 1970. La instancia partidaria cúlmine de la década lo constituyó el X Congreso, que además introdujo algunas precisiones sobre el contenido de tal táctica. 18 Durante este período el PCCh enfrentó las elecciones presidenciales de 1952, en cuyos resultados se apreció una pluralidad de fenómenos: el notorio desgaste del radicalismo, el triunfo de una candidatura con rasgos populistas liderada por el General Carlos Ibáñez del Campo, sumado a una debilitada posición de la izquierda. En plena clandestinidad, el PCCh se esmeró en conformar el llamado Frente del Pueblo, alianza formada junto a un sector de los socialistas. Esta coalición -precursora directa del FRAP y la UP, pero con una constitución exclusivamente de izquierda-, presentó por primera vez a Salvador Allende como candidato presidencial, logrando un magro 5% del total de las adhesiones ciudadanas. 19 El gobierno de Ibáñez del Campo (1952-1958), se caracterizó por una zigzagueante política de alianzas, tanto hacia la izquierda llegando a compartir espacios con una fracción del PS, como hacia la derecha tradicional, de la cual obtuvo el respaldo para poner en práctica un severo, aunque efímero programa de estabilización económica de matriz monetarista. Sin embargo, la base social de Ibáñez fue reclutada entre heterogéneos grupos, críticos del sistema de partidos tradicional y desencantado de las políticas transaccionales del Frente Popular. A mediados de los cincuenta, Ibáñez puso en práctica un programa económico de corte netamente monetarista-ortodoxo, recomendado por la Misión Klein-Saks, el cual provocó una importante resistencia sindical. 20 Dicho programa intentaba resolver la crisis del modelo sustitutivo de importaciones (“hacia adentro”), que en la década de 1950 comenzaba a manifestar serias deficiencias estructurales. 21 Por otro lado, desde el punto de vista político, se asistía a procesos de importancia, especialmente en las organizaciones partidarias. Por ejemplo, el progresivo decaimiento de la derecha tradicional, el fortalecimiento sostenido de la izquierda marxista y por último, el nacimiento de uno de los partidos chilenos más importantes de vocación reformista y anticomunista, la Democracia Cristiana. 22 18 Para un análisis del período, véase el artículo de Alonso Daire, La política del Partido Comunista desde la post-guerra a la Unidad Popular, en Augusto Varas (compilador), El Partido Comunista de Chile, Estudio Multidisciplinario (Santiago: CESOC-FLACSO, 1988). 19 Los resultados de la elección presidencial de 1952 fueron los siguientes: Carlos Ibáñez del Campo, 446.439 votos (46,79%), Arturo Matte Larraín, 265.357 votos (27,81%), Pedro E. Alfonso, 190.360 votos (19,95%), Salvador Allende, 51.975 votos (5,45%). Sufragaron 954.131 ciudadanos. Datos del Registro electoral citados en Julio César Jobet, El Partido Socialista de Chile, (Santiago: Prensa Latinoamericana, 1971), 219. 20 La misión Klein-Saks fue una consultora estadounidense, que tuvo estrechas relaciones con el Fondo Monetario Internacional. Para profundizar véase el documento, “El Programa de estabilización de la economía chilena y el trabajo de la Misión KleinSaks”, Santiago de Chile, mayo de 1957. 21 Sobre el gobierno de Ibáñez y el ibañismo como movimiento político, véase Cristián Garay, El Partido Agrario-Laborista, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1992; Verónica Valdivia, Nacionalismo e ibañismo, Serie de Investigaciones Nº8, Universidad Católica Blas Cañas, Santiago, 1995; y Patricio Dooner, La segunda administración de Ibáñez. Un mentís a la creencia sobre la tradición democrática chilena, s/l, CINDE, 1979. 22 La Democracia Cristiana, un partido político nacido en 1957, ha sido caracterizado por su vocación reformista, su amplia base electoral y su heterogeneidad ideológica. Esta organización se formó por la confluencia de varios grupos políticos, como por ejemplo simpatizantes de Carlos Ibáñez y, por otro lado, miembros del Partido Conservador Socialcristiano, partido reformista de derecha. Pero su principal base intelectual fue la Falange Nacional, una pequeña organización formada a mediados de los 30’ a partir de la fracción juvenil del Partido Conservador. La DC gobernó entre 1964 y 1970, bajo el liderazgo de Eduardo Frei Palimpsesto 5; III, 2006 Fue en este contexto donde se desenvolvió el PCCh en los cincuenta. Por un lado, sometido a una escalada represiva producto de la ley de defensa permanente de la democracia y por otro, en una realidad de profundas transformaciones político-sociales. El documento principal que dio cuenta de la posición de la organización, fue el Informe al X Congreso del Partido Comunista de Chile, del año 1956, el que sistematizó una política que tenía elaboración previa. Esta reunión fue realizada en plena clandestinidad; y en su informe principal rindió cuenta Galo González, para entonces Secretario General de la organización. Las conclusiones del X Congreso, fueron una continuidad con las extraídas anteriormente por el Programa de Emergencia, de 1950, y por la IX Conferencia Nacional, del año 1952, las que confirmaron la estrategia institucional y la inclusión en el sistema democrático que alentaba el partido. La relevancia que tuvo el X Congreso, es que la llamada vía pacífica fue declarada definitivamente línea oficial del PCCh, profundizándose en los años sesenta, siendo clave su conocimiento para comprender el nacimiento de futuras alianzas políticas como la propia Unidad Popular en 1969. No obstante, la opción por una estrategia de vía pacífica no fue unánime dentro del Partido Comunista. En el marco de la IX Conferencia Nacional de 1952, se plantearon en la Comisión Política dos posturas para enfrentar la represión derivada de la “ley maldita”: en primer lugar, la sustentada por Luis Reinoso, quien propugnó una salida rupturista de la llamada “dictadura de González Videla”, propuesta que quebraba el régimen institucional y las garantías democráticas de las cuales el PCCh decía ser defensor. En segundo lugar, la propuesta del Secretario General Galo González, que recogía la ya tradicional actuación institucional del PCCh y que terminó por transformarse en hegemónica. El reinosismo, después de un breve y áspero debate, fue expulsado de la organización constituyendo uno de los pocos casos de fraccionalismos internos presentes en el PCCh, comparable a las divisiones entre trotskistas y stalinistas a principios de los treinta, y a la derivada de la pugna chino-soviética, tres décadas más tarde. Esta peculiaridad puede ser atribuida a la férrea disciplina interna inculcada a sus militantes, fruto de su formación leninista. Orlando Millas -uno de sus ideólogos más importantes- afirmó al respecto que “en el Partido Comunista no se toleran fracciones, o sea, grupos que, en la práctica, representarían intereses reducidos, personales o privados y de capas determinadas o de clases antagónicas”. 23 ¿Cómo enfrentó el PCCh las propuestas de Reinoso, en cuanto a los componentes centrales de su línea política?. Tal vez la respuesta pueda darla un interesante artículo de Galo González, publicado en el mes de mayo de 1951. En él se daba cuenta de la continuidad de la estrategia institucional del PCCh, atacando fuertemente las que fueron conocidas como “posturas desviacionistas”: Montalva. Para una discusión de sus bases ideológicas véase, entre muchos otros textos, la Declaración de Principios del Partido Demócrata Cristiano, Santiago, 1957 y la obra de Jaime Castillo, Las fuentes de la democracia cristiana (Santiago: del Pacífico, 1963). Para una perspectiva crítica, Norbert Lechner, La democracia en Chile (Buenos Aires: Signos, 1970). Para conocer su desarrollo histórico véase el pionero pero importante estudio de George Grayson, El partido demócrata cristiano chileno (Santiago: Francisco de Aguirre, 1968) y el trabajo de Wilhelm Hofmeister, La opción por la democracia. Democracia Cristiana y Desarrollo Político en Chile 1964-1994, (Santiago: Konrad Adenauer Stifung, 1995). 23 Orlando Millas, “El rol del Partido Comunista en el movimiento de liberación nacional ”. En Revista Principios, no. 51, (noviembre 1958), 16. HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… “Reinoso y cia., sacaron la conclusión falsa de que lo que hoy procede es que el Partido se lance lisa y llanamente a la lucha armada, como si las condiciones estuviesen preparadas para ello... es indudable que a través del desarrollo de la lucha de masas, en el instante en que las condiciones sean favorables, se puede llegar a la insurrección armada. Pero esta insurrección se prepara y no se decreta en cualquier momento, salvo que se quiera llevar a la clase obrera y a su vanguardia a una catastrófica aventura”. 24 En el artículo de González están presentes claramente las propuestas del PCCh en torno a la viabilidad del enfrentamiento armado. En rigor, la implantación de la vía armada nunca fue descartada de plano, sino que sólo fue relativizada en función de las condiciones imperantes: entre ellas se destacan la escasa preparación militar de la organización, sumado a las posibilidades de éxito que le ofreció al PCCh una democracia representativa con un alto grado de flexibilidad como la chilena. La organización, en este sentido, fortaleció la denominada “lucha de masas” (huelgas, paros, movilizaciones generales), con el fin de darle a su estrategia un contenido revolucionario. Durante los años cincuenta esto fue notorio y quizás ha sido la propuesta con más proyección histórica a lo largo de la vida del Partido Comunista de Chile. Reinoso y su facción fueron rápidamente neutralizados, siendo calificados posteriormente como “agentes del enemigo”. El X Congreso de 1956 informó al respecto que: “El Partido tuvo que afrontar... a un agente del enemigo que se introdujo en nuestras filas, el traidor Luis Reinoso, que formó una fracción dentro del Partido con el propósito de dividirlo... Reinoso pretendió arrastrarnos a una política aventurera, de acción directa, para aislarnos de las masas”. 25 De este modo, el reinosismo constituyó un frustrado intento por apartarse de la postura institucional del PCCh, aún en el difícil contexto de los años cincuenta, demostrando la notable continuidad histórica de esta tesis política. Tal vez por el relativo éxito de la vía pacífica, sumado a la nueva situación internacional de coexistencia pacífica entre los bloques de la Guerra Fría, los comunistas persistieron en su, ya para entonces, tradicional posición. La IX Conferencia Nacional, realizada en 1952, representó una instancia en cierto sentido precursora del X Congreso, respecto a la línea que siguió el PCCh. En ella se retrataron tanto las dificultades del trabajo político en la clandestinidad, como también su adscripción a la tesis institucionalista de vía pacífica. En sus conclusiones se afirma claramente: “El Partido Comunista considera indispensable la vuelta al régimen democrático. Repudia cualquier maniobra y tentativa, de cualquier lado que provenga, que tenga como fin crear una situación... de golpes y contragolpes. Nuestro Partido es enemigo de los golpes de Estado”. 26 24 Galo González, “El Partido Comunista de Chile es indestructible e indivisible”. En Revista Principios, no. 4, segunda época, mayo 1951. 25 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, rendido por el Secretario General, camarada Galo González. Conclusiones del X Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, 1956, s/e, 23. 26 IX Conferencia Nacional del Partido Comunista de Chile, septiembre de 1952. Palimpsesto 5; III, 2006 En general, es común encontrar en las declaraciones del PCCh en la clandestinidad de la década de 1950, una constante exigencia de reestablecimiento de las libertades públicas y de un régimen democrático que los integre planamente. La situación de clandestinidad, por otro lado, limitó fuertemente la presencia de los comunistas en sectores que demandaban un esfuerzo de importancia, como es el caso de las zonas rurales. Las conclusiones de la IX Conferencia Nacional hicieron énfasis en ese tema, lo que dejó entrever serias restricciones para la concreción de sus propuestas: “El camarada Ramón nos habló de muchas tareas, pero no del gran defecto del frente agrario, que es su sectarismo: todo el trabajo está dedicado sólo a los asalariados agrícolas y a los campesinos pobres, siendo que el manifiesto de julio de 1951 planteó la unidad con los campesinos medios y ricos, si estos son progresistas”. 27 En el mundo sindical, también el PCCh criticaba el “... gran sectarismo... Hay más trabajo por arriba que por abajo. Hay sectarismo en la actitud de empujar las luchas reivindicativas sólo en el terreno de los salarios.” 28 No obstante lo dramático de los testimonios, los comunistas estuvieron activamente involucrados en movimientos de masas, durante la agitada década de 1950. Por ejemplo, el fin de la división de la Confederación de Trabajadores de Chile -debido a las pugnas entre socialistas y comunistas-, derivó en la fundación de la Central Única de Trabajadores (CUT) a comienzos de 1953. Este fue un suceso que podría considerarse un éxito de la estrategia comunista para fortalecer el movimiento popular. La presencia del PCCh en huelgas mineras de las zonas salitreras, así como las suscitadas en Potrerillos y Chuquicamata -productoras de cobre, recurso estratégico para la economía chilena -, fue importante. Así también en huelgas rurales como en Molina o San Clemente en Chile Central, o de una forma más directa, en las marchas públicas del 1 de mayo que adquirieron una fuerza relevante a mediados de década. Estas movilizaciones no hicieron jamás descuidar al PCCh la elaboración de su línea política, al contrario, se hicieron esfuerzos encomiables en la clandestinidad. En este sentido, los documentos elaborados en el marco del X Congreso resultan claves para descifrar la línea política con mayor precisión. El capítulo principal de las conclusiones de esta reunión se denominó “El Partido Comunista señala una nueva política y ofrece un programa para conquistar la independencia nacional y forjar el progreso del país”. En esta parte del informe, es posible encontrar la fundamentación principal de su tradicional tesis, que se denominó Frente de Liberación Nacional. Uno de los puntos centrales tratados en dicha instancia partidaria, es tanto la naturaleza de la revolución, como lo que dice relación con las alianzas sociales y políticas para concretarla. Algunos párrafos introductorios precisan al respecto: “Nuestro Partido propicia una estrategia... orientada a satisfacer las necesidades del pueblo trabajador, a resolver los problemas principales del 27 28 IX Conferencia Nacional del Partido Comunista de Chile, septiembre de 1952. IX Conferencia Nacional del Partido Comunista de Chile, septiembre de 1952. HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… país, a lograr la independencia económica, a convertir a Chile en un país industrial... y a establecer un régimen verdaderamente democrático”.29 Para los comunistas, el conflicto social en el Chile de los años cincuenta, se daba fundamentalmente entre “el imperialismo norteamericano, la oligarquía latifundista y los grandes capitalistas criollos, de una parte, y la inmensa mayoría del país: Los obreros, los empleados, los campesinos, los pequeños y medianos industriales, agricultores y comerciantes y un vasto sector de capitalistas nacionales, por otra parte ”. 30 Como es posible inferir de estas declaraciones, el Partido Comunista visualizó a la burguesía nacional como parte integrante del sistema de alianzas que impulsaría las transformaciones sociales, modelo que recogió de los Frentes Populares de los años treinta. Más adelante, es posible leer en el documento que “concretamente, nuestro Partido se propone unir a la mayoría nacional, desde la clase obrera a la burguesía chilena”. El Partido Comunista, consideró, en definitiva, como necesario el concurso de otros sectores sociales. Así, reiteraron que “…la garantía del cumplimiento del Programa del pueblo, (depende) del resultado positivo de una coalición democrática que vaya desde la clase obrera a la burguesía nacional...”. 31 Esta visión de la burguesía nacional como integrante del sistema de alianzas, se relacionó estrechamente con el concepto del enemigo principal que la organización venía desarrollando desde a lo menos dos décadas. Según uno de los teóricos importantes del PCCh, Orlando Millas, este enemigo principal debe ser permanentemente aislado por todas las fuerzas democráticas. 32 Refiriéndose al rol del PCCh en este proceso, Millas afirmaba: “... siendo el enemigo principal de nuestra nación el imperialismo norteamericano, se requiere una dirección de las luchas patrióticas que sea irreconciliable en todos los terrenos con el imperialismo”. 33 Un problema adicional discutido en el X Congreso, estuvo referido al balance realizado por el PCCh respecto a su experiencia de participación en los gobiernos radicales de la década de 1940. La organización hizo una lectura más bien optimista de aquella experiencia, manifestando que “Lo malo no estuvo en la unión de la clase obrera y la burguesía, sino en 29 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, rendido por el Secretario General, camarada Galo González. Conclusiones del X Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, 1956, 14. 30 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, 14. 31 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, 15. 32 Orlando Millas ingresó al PCCh a mediados de la década de 1940, proveniente del Partido Socialista de los Trabajadores, una fracción del Partido Socialista de Chile. Fue miembro de la Comisión Política del PCCh siendo uno de los más destacados intelectuales del partido. En 1972 fue Ministro de Economía del gobierno de Salvador Allende. Para profundizar sobre su vida y obra, véase sus memorias, La alborada democrática en Chile. Memorias. Primer volumen, 1932-1947. En tiempos del Frente Populary, Una disgresión. Memorias. Segundo Volumen, 1947-1991. Ambas publicadas por CESOC, Santiago, 1993. 33 Orlando Millas, El rol del Partido Comunista en el movimiento de liberación nacional. En Revista Principios, no. 51, noviembre 1958,14. Palimpsesto 5; III, 2006 que socialistas y comunistas marchamos muy dispersos y a veces en verdadera guerra fraticida”. 34 Los comunistas, en este sentido, consideraron las difíciles relaciones con el Partido Socialista como una de las causas del fracaso de las alianzas anteriores. Por ello, desde los años cincuenta en adelante, el PCCh consideró el eje socialista-comunista como fundamental en la alianza y por lo tanto, se abrió la necesidad ineludible de superar los obstáculos que se interponían para la marcha común de las dos organizaciones. Julieta Campusano, dirigente del PCCh, afirmó al respecto dos años más tarde: “Cuando no hay entendimiento entre los partidos Socialista y Comunista, la clase obrera está dividida, es decir, está dividido lo más revolucionario, lo más constante de los pueblos. Y, estando dividida la clase obrera, los enemigos entran a saco a la nación”. 35 Otro factor que la organización consideró como parte del fracaso de los gobiernos radicales, estrechamente derivado del anterior, sería el rol “subordinado” de la clase obrera a la burguesía, con lo cual la primera habría perdido su impulso revolucionario. Desde una matriz política-partidaria, esta relación asimétrica se expresaba en la hegemonía del Partido Radical respecto a socialistas y comunistas. En síntesis, estos dos aspectos fueron las principales modificaciones que introdujo el PCCh en el X Congreso de 1956, con respecto al período de los frentes populares: En primer lugar, la valoración de la alianza socialista-comunista como eje fundamental de las transformaciones sociales y en segundo término, la necesidad de promover el rol hegemónico de la clase obrera dentro del sistema de alianzas sociales Estos dos elementos son articulados por Julieta Campusano, quien señalo que: “Este movimiento (de liberación nacional) debe contar con la dirección hegemónica del proletariado y, para que el proletariado pueda ejercerla, debe contar con la unidad socialista-comunista”. 36 En definitiva, el rol hegemónico de la clase obrera y la valoración de la unidad PS-PCCh extraídas en el X Congreso-, se consideraron como una profundización de la tesis de alianzas amplias y metas limitadas que venía imperando en el PCCh en la década de 1930. Fueron, esencialmente, un cambio dentro de la continuidad de la línea política. Una innovación sustantiva que se develó en el X Congreso, es lo referido a las estrategias que se pondrían en práctica para acceder al poder político. El PCCh, en esta instancia partidaria confirmó y profundizó su camino que venía recorriendo sin interrupciones desde mediados de la década de 1930, cuando junto a socialistas y radicales formó el Frente Popular: la vía pacífica-institucional, esto es, promoviendo una estrategia de acceso al poder que privilegie la acción parlamentaria, sin recurrir a la guerra civil o al enfrentamiento armado explícito. Textualmente el partido escribió al respecto: 34 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, 16. Julieta Campusano, La unidad socialista comunista. En Revista Principios no. 52, diciembre 1958, 31-32 36 Julieta Campusano, 32. 35 HERNÁN VENEGAS, El Partido Comunista de Chile y la ‘ley Maldita’. La persistencia… “¿Por qué vías se producirán estas transformaciones? ... el imperialismo y la oligarquía han necesitado recurrir... a la destrucción del régimen democrático para impedir los cambios (democráticos). Y el pueblo de Chile, para realizar las grandes tareas de la revolución democrática debe crear las condiciones para que la clase obrera y demás fuerzas populares y progresistas asuman el poder por la vía pacífica”. 37 Para fundamentar dicha postura, los comunistas recordaron ejemplos históricos de la década de 1940: “El triunfo del Frente Popular en 1938 y el de la Alianza Democrática en 1946 demostraron, precisamente, la posibilidad de que la clase obrera y el pueblo de Chile conquisten el gobierno por una vía que no es la insurrección... Nuestra posición, de palabra y de hecho, es democrática y corresponde, en su letra y en su espíritu, a un principio democrático-burgués, al principio del sufragio universal”. 38 Como es posible visualizar en el párrafo precedente, el PCCh propugnó decididamente una revolución democrático-burguesa. El carácter de revolución que propusieron los comunistas, según sus definiciones, no fue propiamente de matriz socialista, sino democrático-popular, de liberación nacional, antifeudal y antiimperialista. Los cambios serían graduales y por etapas previamente definidas. Nunca se ve, en la revisión del X Congreso del PCCh un indicio de transformaciones inmediatas. Como se ha sostenido, estas posturas se irán profundizando en la década de 1960 y a menudo se debatieron intensamente en el seno de la izquierda, en especial cuando la influencia de la revolución cubana cristalizó en algunos sectores importantes de la izquierda chilena. Existe otro factor de importancia para explicar la adscripción del Partido Comunista al Frente de Liberación Nacional y la vía pacífica en los años cincuenta: La nueva situación internacional. En efecto, el PCCh no teorizó ni sistematizó su tesis política hasta que las condiciones internacionales y las posturas del PCUS se vieron transformadas, después de la muerte de José Stalin, vale decir desde el XX Congreso de ese partido en 1956. Durante la primera parte de la década de los cincuenta, como es sabido, se produjo la llamada desestalinización y la inauguración de la política de distensión o coexistencia pacífica, particularmente desde la ascensión de Nikita Jruschov al Secretariado General del PCUS. Esta definición política de coexistencia pacífica, para el PCCh estableció un marco internacional propicio para el tránsito pacífico al socialismo, en tanto se renunciaba definitivamente tanto a una eventual intervención de la URSS en los asuntos internos de los países, como a la implantación de una política de enfrentamiento armado entre clases. 39 37 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, rendido por el Secretario General, camarada Galo González, 17. 38 Informe del Comité Central del Partido Comunista de Chile, rendido por el Secretario General, camarada Galo González, 17. 39 Nikita Jruschov definió así la coexistencia pacífica: “En su expresión más elemental, significa la renuncia a la guerra como medio de dirimir los problemas en litigio... Aparte del compromiso de no agresión, presupone también la obligación de todos los Estados de no violar la integridad territorial ni la soberanía mutuas, de ninguna forma ni bajo ningún pretexto. El principio de la coexistencia pacífica significa la renuncia a inmiscuirse en los asuntos internos de otros países con el propósito de cambiar su régimen estatal o su modo de vida o por motivos de otra índole...” en, Nikita Jruschov, “Sobre la coexistencia pacífica”, Revista Principios Nº62, octubre de 1959, p. 48. El órgano oficial del Comité Central del PCCh publicó a lo menos tres artículos relacionados con el XX Congreso del PCUS, dentro de ellos es posible señalar: "El XX Congreso del Partido Palimpsesto 5; III, 2006 El X Congreso del PCCh chileno, recogiendo las palabras del jerarca soviético en el XX Congreso del PCUS, afirmó explícitamente que “... la posibilidad del tránsito pacífico al socialismo fue planteado por el camarada Jruschov en el Vigésimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética”. En efecto, a lo largo de su historia el PCCh mantuvo una fuerte adhesión a las políticas emanadas de ese centro de decisiones del comunismo mundial, sumado a una importante dependencia ideológica. No obstante una relativa autonomía que seguramente el partido chileno logró disponer, por lo general se le vio alineado con las posturas del PCUS y tuvo en el modelo soviético un poderoso referente hacia donde encauzar su camino revolucionario. En ese sentido, es frecuente encontrar en los documentos oficiales del partido, sobre todo a partir de la década de los años cuarenta, constantes referencias a la experiencia soviética y una cita creciente a sus líderes históricos. Así, no sorprende que Orlando Millas, por ejemplo, considerara a la Unión Soviética como un baluarte de la paz universal, afirmando que: “La existencia del poderoso campo socialista, encabezado por la Unión Soviética, que abarca más de un tercio de la humanidad y su consecuente política leninista de coexistencia pacífica es el baluarte de la paz universal”. 40 En una primera visión, fue esta mezcla de situaciones tanto nacionales como internacionales las que afirman la adscripción del PCCh a la vía pacífica y al Frente de Liberación Nacional. Sin embargo, esto siempre debe situarse en la matriz leninista que el partido había hecho suya. En el contexto estrictamente nacional, es posible afirmar que la tesis frentista se afianzó con el acercamiento de comunistas y socialistas, en un intento de conciliar puntos de encuentro que permitiera a lo menos un compromiso programático. Esto cobró validez con la formación del Frente de Acción Popular (FRAP), alianza política-electoral compuesta a mediados de los cincuenta por el PS y el PCCh como ejes centrales, perdurando con mínimas variaciones hasta fines de los sesenta, cuando se formó la Unidad Popular. Comunista de la Unión Soviética", por Revista Principios Nº 34, marzo - abril 1956, pp., 20-21; "El XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y el estudio de la Historia del Partido", Editorial no. 38, (Noviembre 1956), 13-20 y César Godoy Urrutia, "Coexistencia y emulación pacíficas", no.63, (noviembre 1959), 5 - 16. Para complementar sobre este tema véase, Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, (Barcelona: Crítica, 1996), capítulo VIII. 40 Orlando Millas, El rol del Partido Comunista en el movimiento de liberación nacional,14.