Página 1 de 12 A vueltas con la motivación de los actos administrativos Por María Jesús Gallardo Castillo Profesora Titular de Derecho Administrativo. Universidad de Jaén Actualidad Administrativa, N.º 2, Quincena del 16 al 31 Ene. 2010, Tomo 1, Editorial LA LEY LA LEY 21589/2009 En este trabajo se pone de relieve la significación del requisito de la motivación, que no sólo es un requisito formal del acto, sino un requisito de fondo. Se analiza desde la perspectiva jurisprudencial la motivación no contenida en el propio acto, sino la que opera por remisión y se analizan de forma pormenorizada todos y cada uno de los supuestos que requieren motivación según el art. 54 LRJPAC. I. Concepto y finalidad La motivación de los actos administrativos no es más que la exteriorización o expresión de las razones que ha llevado a la Administración a adoptar una determinada resolución. Por tanto, no consiste en una mera declaración de conocimiento y menos aún en una manifestación de voluntad que sería una proposición apodíctica, sino que ésta —Fen su caso—F ha de ser la conclusión de la argumentación justificativa de la decisión, para que el interesado y los órganos judiciales puedan conocer el fundamento, la «ratio decidendi» de las resoluciones (STC 77/2000, de 27 de marzo). Por ello la motivación pasa de ser un mero requisito formal a convertirse en una garantía de primer orden del ciudadano mediante la cual, sin perjuicio de la libertad del juez en la interpretación de las normas, se puede comprobar que la solución dada al caso es consecuencia de una exégesis racional del ordenamiento y no el fruto de la arbitrariedad, proscrita en la actuación de todos los poderes públicos y, por ende, de la Administración (STC 73/2000, de 14 de marzo). Por ello es más que una elemental cortesía —Fque también—F. Es un riguroso requisito del acto de sacrificio de derechos (STC 26/1981, de 16 de febrero), y por ello también a ella se proyecta la tutela judicial efectiva del artículo 24.2 de la CE, del que es una exigencia implícita. De ahí que la STSJ de la Comunidad Valenciana de 15 de mayo de 2003 afirme que la motivación de los actos de los poderes públicos y, en concreto, de la Administración, es un elemento basilar del Estado de Derecho. Téngase en cuenta que la motivación cumple un doble propósito: de un lado, pone de manifiesto por qué se ha realizado una determinada interpretación y aplicación de la norma por parte de la Administración de suerte que se permite a sus destinatarios conocer y comprender su contenido; y, de otro, hace posible comprobar que el razonamiento —Fo la decisión sin más—F no es arbitraria, caprichosa o irrazonable, al tiempo que permite ser revisada en vía de recurso pues sólo expresándolos podrá el interesado dirigir contra el acto las alegaciones y pruebas que correspondan según lo que resulte de dicha motivación que, si se omite, puede generar la indefensión prohibida por el art. 24.1 CE. Como recuerda la STS de 30 de enero de 2001, con base a una constante Jurisprudencia, la motivación del acto administrativo consiste en un razonamiento, en una explicación, en una expresión racional de las causas que han conducido a una determinada resolución, lo que ha de hacerse tras la fijación de los hechos de Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 2 de 12 que se parte y tras la inclusión de éstos en una norma jurídica. Por ello no es sólo un simple requisito de carácter meramente formal, sino que lo es de fondo. Y con ello, como bien afirma la STS de 22 de marzo de 2004, ni se pone a la Administración una tarea imposible, ni se la impone una carga de prueba que no deba asumir, ni, desde luego, se la obliga a admitir una petición carente de los requisitos legales, sino simplemente se la exige que haga explícita la razón de sus resolución —Fen este caso, denegatoria—F, señalando de qué requisito legal carece la solicitud. «Esto está al alcance de la Administración y es una exigencia que le impone la Ley». En definitiva, la motivación del acto administrativo cumple diversas funciones: en primer lugar, viene a asegurar la seriedad en la formación de la voluntad de la Administración Pública. En segundo lugar, es una garantía del administrado que podrá impugnar, en su caso, el acto administrativo, con posibilidad real de criticar las bases en las que se fundamenta. Y en último lugar, hace posible su control jurisdiccional (SSTS de 18 de abril de 1990 y de 4 de junio de 1991 y STSJ de Cataluña de 20 de noviembre de 1997). Pero para cumplir esta función garantizadora, la motivación ha de ser lo suficientemente indicativa de las razones que han justifican la resolución, lo que significa que su extensión estará en función de la mayor o menor complejidad de lo que se cuestione o de la mayor o menor dificultad del razonamiento que se requiera. Ello implica que puede ser suficiente siendo sucinta o escueta, sin necesidad de amplias consideraciones, cuando no son precisas ante la simplicidad de la cuestión que se plantea y que se resuelve (STC 37/1982, de 16 de junio y SSTS de 25 de mayo de 1998 y 14 de diciembre de 1999) o que ha ser exhaustiva y compleja cuando las circunstancias del asunto así lo requieren. Por ello la motivación adecuada es la que, siendo suscita como determina el art. 54 LRJPAC da razón plena del proceso lógico y jurídico del acto en cuestión. Dicho a la inversa: no sirven las falsas motivaciones, las fórmulas genéricas que no individualizan el supuesto al que se refieren y que nada explican sobre la decisión del acto en el que se insertan. Especialmente ilustrativa por ser integradora de la consolidada Jurisprudencia existente en la materia resulta la STSJ de la Comunidad Valenciana de 20 de junio de 2005: «Es sabido que conforme con un reiterado criterio jurisprudencial "la motivación de cualquier resolución administrativa constituye el cauce esencial para la expresión de la voluntad de la Administración que a su vez constituye garantía básica del administrado que así puede impugnar, en su caso, el acto administrativo con plenitud de posibilidades críticas del mismo, porque el papel representado por la motivación del acto es que no prive al interesado del conocimiento de los datos fácticos y jurídicos necesarios para articular su defensa. El déficit de motivación productor de la anulabilidad del acto, radica en definitiva en la producción de indefensión en el administrado" (STS 29/septiembre/92). Esta tesis ha sido defendida igualmente por el Tribunal Constitucional, quien ha declarado que "... es claro que el interesado o parte ha de conocer las razones decisivas, el fundamento de las decisiones que le afecten, en tanto que instrumentos necesarios para su posible impugnación y utilización de los recursos" (STC 232/92, de 14 de diciembre). La motivación de la actuación administrativa constituye el instrumento que permite discernir entre discrecionalidad y arbitrariedad, y así "... la exigencia de motivación suficiente es, sobre todo, una garantía esencial del justiciable mediante la cual se puede comprobar que la resolución dada al caso es consecuencia de una exigencia racional del ordenamiento y no el fruto de la arbitrariedad (SSTC 75/88, 199/91, 34/92, 49/92)" (STC 165/93, de 18 de mayo). Con relación a este extremo, el Tribunal Constitucional ha afirmado que "... la facultad legalmente atribuida a un órgano (...) para que adopte con carácter Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 3 de 12 discrecional una decisión en un sentido o en otro no constituye por sí misma justificación suficiente de la decisión firmemente adoptada, sino que, por el contrario, el ejercicio de dicha facultad viene condicionado estrechamente a la exigencia de que tal resolución esté motivada, pues solo así puede procederse a un control posterior de la misma, en evitación de toda posible arbitrariedad que, por lo demás, vendría prohibida por el art. 9.3 CE" (STC 224/92, de 14 de diciembre). Por último, la motivación es el medio que posibilita el control jurisdiccional de la actuación administrativa, pues, "como quiera que los Jueces y Tribunales han de controlar la legalidad de la actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines que la justifican art. 106.1 CE, la Administración viene obligada a motivar las resoluciones que dicte en el ejercicio de sus facultades, con una base fáctica suficientemente acreditada y aplicando la normativa jurídica adecuada al caso cuestionado, sin presuponer, a través de unos juicios de valor sin base fáctica alguna, unas conclusiones no suficientemente fundadas en los oportunos informes que preceptivamente ha de obtener de los órganos competentes para emitirlos, los cuales, a su vez, para que sean jurídicamente válidos a los efectos que aquí importan, han de fundarse en razones de hecho y de derecho que los justifiquen" (STS 25 de enero de 92). La doctrina científica ha señalado que la motivación es el medio técnico de control de la causa del acto. No es un requisito meramente formal, sino de fondo. La Jurisprudencia del Tribunal Supremo afirma que habrá que determinar la aplicación de un concepto a las circunstancias de hecho singulares de que se trate S 23 de diciembre de 1969 y 7 de octubre de 1970. El Tribunal Constitucional enseña que "la motivación no es solo una elemental cortesía, sino un requisito del acto de sacrificio de derechos". S 17/julio/81, y que "debe realizarse con la amplitud necesaria para el debido conocimiento de los interesados y su posterior defensa de derechos". S 16/junio/82. Ahora bien, tratándose de un acto discrecional,..., esta exigencia va ínsita en el mismo acto (STS 18 de mayo de 1991).» II. La motivación in aliunde o por remisión La motivación puede contenerse en el propio acto, o bien puede realizarse por referencia a informes o dictámenes que le preceden y sirven de sustento argumental, exartículo 89.5 LRJPAC cuando se incorporen al texto de la misma. Ahora bien, esta exigencia de la incorporación de los informes, contenida en el mentado artículo 89.5 in fine, ha sido matizada por la Jurisprudencia tanto del TC como del TS (SSTC 174/1987, de 3 de noviembre, 146/90, 27/1992, de 24 de noviembre, 150/1993, de 3 de mayo, 108/2001, de 23 de abril y 171/2002, de 30 de septiembre y SSTS de de 6 de junio de 1980, de 27 de abril de 1983, 14 de octubre de 1985, 4 de marzo de 1987 y de 22 de noviembre de 1990, entre otras muchas) en el sentido de considerar que si tales informes constan en el expediente administrativo y el destinatario ha tenido cumplido acceso al mismo, la motivación mediante esta técnica in aliunde satisface las exigencias de la motivación, pues permite el conocimiento por el receptor del acto de la justificación de lo decidido por la Administración. Y es que la Jurisprudencia, al examinar la motivación de los actos administrativos, no los aísla, sino que los ha pone en interrelación con el conjunto que integra los expedientes, a los que atribuye la condición de unidad orgánica (SSTS de 11 de marzo de 1978, de 16 de febrero de 1988 y de 2 de julio de 1991). Lo importante es que el acto no aparezca desprovisto de razones suficientes para ser dictado, que éstas se expresen y exterioricen por la Administración y que el destinatario del mismo tenga acceso a ellas (SSTS de 30 de abril de 1991, de 7 de mayo de 1991 y de 12 de noviembre de 1992, entre otras). Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 4 de 12 Cuando la remisión lo es a los informes y dictámenes la Jurisprudencia viene consignando dos exigencias: Una, que éstos hayan sido evacuados por los correspondientes órganos consultivos, en cuanto coadyuvantes a la formación de la voluntad del órgano activo o incluso a otros documentos. Y, dos, que si bien no es necesario que los informes obrantes en el expediente se incorporen literalmente en la resolución administrativa, conste en la resolución en tanto que así lo exige la necesidad de dar a conocer las razones de la decisión administrativa (STS de 19 enero de 2004 y STSJ de Madrid de 29 de julio de 2004). Pero la motivación in aliunde no consiste sólo en la posibilidad de remisión a informes sino que resulta igualmente aplicable al supuesto de resoluciones sancionadoras que se remiten expresamente a la propuesta de la resolución si ésta contiene los suficientes elementos explicativos de la agravación de la sanción (STSJ de Castilla y León, Valladolid, de 3 de noviembre de 2005). III. Las consecuencias invalidatorias de la falta de motivación El cumplimiento de esta exigencia de la motivación de los actos, con sucinta referencia a los hechos y fundamentos en que se basa, previsto en el art. 54 LRJPAC, se salvaguarda mediante la severa consecuencia de la anulabilidad del acto administrativo no motivado, en caso de incumplimiento. Ahora bien, esta ausencia de motivación puede ser un vicio invalidante si ha hecho que el interesado se haya visto imposibilitado para conocer las razones que han conducido a la Administración a dictar el acto en cuestión, lo que, como se ha dicho más arriba, podría ser generador de indefensión, o una mera irregularidad no invalidante, que lo será en el caso de que no se haya producido ese desconocimiento de los motivos y razones en que se funda la decisión administrativa. Dicho de otra forma: el deslinde de ambos supuestos se ha de hacer indagando si realmente ha existido una ignorancia de los motivos que fundamentaban la actuación y si, por tanto, el interesado ha visto mermada su posibilidad de defensa. Debe, por ello atenderse a un criterio material en orden a determinar si efectivamente se ha cumplido, o no, la finalidad que exige la motivación de los actos, es decir, si el destinatario ha llegado a conocer las razones de la decisión adoptada por la Administración, pues solo si se conocen pueden impugnarse con conocimiento de causa. Sólo tras esta indagación podrá valorarse si concurre o no la indefensión a que se refiere el artículo 63.2 LRJPAC cuya existencia es necesaria para incurrir en el vicio de invalidez señalado (SSTS de 14 de diciembre de 1986, de 20 de febrero de 1987, de 13 de febrero de 1992 y de 15 de enero de 2009, entre otras muchas). IV. Supuestos en que procede la motivación del acto 1. Actos desfavorables Como no podía ser de otra manera, la exigencia de motivación alcanza en primer lugar y con carácter prioritario, me atrevía a decir, a los actos desfavorables, es decir, a aquellos que restringen o aminoran la esfera jurídica del particular, que lesionan sus derechos o intereses legítimos o que menoscaban o perjudican la situación jurídica previa de la que partía el destinatario del acto. Esta categoría abarca a multitud de actos administrativos que no siempre son manifestación del Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 5 de 12 ejercicio de alguna de las potestades genuinamente ablatorias (sancionadora, expropiatoria, revocatoria...), sino que basta con que suponga un simple empeoramiento de la situación inicial del interesado o que la resolución administrativa le impida alcanzar una expectativa a obtener un derecho. En consecuencia, y a título de simple referencia, podrían cifrarse en las siguientes las situaciones en que cabe integrar este supuesto de exigencia de motivación: a) Resoluciones sancionadoras (1). No cabe imponer la sanción en su grado máximo si no va acompañada de una suficiente motivación que justifique la gravedad de la medida, sobre todo cuando se aparta de la propuesta de resolución que indicaba la imposición de la misma en un grado menos gravoso (STS de 29 de marzo de 1989 y SAN de 16 de febrero de 2005). No resultan en modo alguno aceptables motivaciones amparadas en la «lacónica expresión habida cuenta de la gravedad intrínseca de la infracción» pues ello no permite tener por cumplido el requisito de acreditar las circunstancias y razones que justifican la imposición de la sanción en un grado mayor del que era posible (STS de 4 de marzo de 2005, STSJ de La Rioja de 19 de julio de 1995 y sendas STSJ de Extremadura de 12 de febrero de 1998). Resulta especialmente significativa la STS de 8 de abril de 2008 cuando afirma que «el hecho, de general conocimiento, del exceso de trabajo de la Dependencia de Gestión Tributaria, no autoriza en los tiempos actuales que un acto sancionador pueda dictarse sin motivación alguna», pues la exigencia de motivación es un derecho básico del ciudadano. «Las finalidades de la motivación —Fdice la STS—F en modo alguno quedan satisfechas, cuando el acto no tiene sobre el particular otra expresión que el puro decisionismo. No se facilita con tal modo de proceder la más mínima base para ponderar la causa del acto, la seriedad en la formación de la voluntad de la Administración, ni para permitir la posibilidad de criticar las bases en que se funda, por parte del administrado, o el control jurisdiccional. El que pudiera existir fundamento para la sanción no es una simple hipótesis; pero el mínimo exigible, para poder dar entrada a la consideración de esa posible razón objetiva, era que se expresase, y más, repetimos, cuando el deber de motivación de las resoluciones sancionadoras se ha entronizado desde hace tiempo en nuestro ordenamiento jurídico —Fy también en los ordenamientos de los estados europeos de nuestro entorno cultural—F. Y no es motivación, claro está, la simple consignación del motivo de la regulación efectuada al obligado tributario. En definitiva, lo que han hecho el órgano sancionador y la Consejería ha sido considerar como motivación idónea lo que es simplemente elemento de inclusión en la categoría, lo que supone un contrasentido lógico inaceptable». b) Igual consideración merece el supuesto de los actos denegatorios de las subvenciones y ayudas convocadas por la Administración. En este sentido, la STS de 15 de noviembre de 2005 afirmaba que: «Los principios de objetividad, concurrencia y publicidad que han de regir el otorgamiento de las ayudas y subvenciones comporta unas exigencias de motivación y publicidad que no pueden entenderse, siquiera mínimamente satisfechas por la Administración en el supuesto enjuiciado. La denegación presunta de una parte de las ayudas comporta para quien las solicitó el desconocimiento de cuáles sean los criterios valorativos por la Administración tenidos en cuenta para denegar unas y otorgar otras, tal como el principio de concurrencia objetiva exige. Carencia agravada por la omisión de toda publicitación por parte del Departamento de Trabajo del conjunto de subvenciones otorgadas al amparo de aquella Orden. No hay que olvidar que al tratarse de subvenciones otorgadas en régimen de concurrencia, lo que obliga al Departamento Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 6 de 12 de Trabajo a valorar las propuestas presentadas por los diversos Centros colaboradores que optan a su obtención en cada convocatoria, la Administración ha de hacer públicas la totalidad de las subvenciones otorgadas dentro de cada ejercicio presupuestario. Y ello no solo por exigirlo así el artículo 6.7 del Reglamento del procedimiento para la concesión de subvenciones públicas (Real Decreto 2225/1993), sino por exigirlo los principios superiores de transparencia y publicidad, y el riesgo notorio que su omisión supone para el adecuado respecto a los principios de objetividad y libre concurrencia, cuya observación la seguridad jurídica (art. 9.3 CE) exige, y que, además, en este caso se hallan elevados a rango legal por la Ley de Presupuestos de la Generalitat para 1994, en cuanto mecanismo de control del gasto público. El que la obligación de publicar trimestralmente las ayudas concedidas queda ceñido a los que el art. 10.4 de la dicha norma enumera (art. 10.5 de la Ley) no excluye, antes bien supone exigible siempre la publicación, aunque con frecuencia distinta a la trimestral, de toda resolución de ayudas concedidas. Tal omisión ha venido a producir, lógicamente, una doble indefensión al interesado: De una parte, el no llegar siquiera a conocer los criterios de valoración, si es que éstos han existido, utilizados por la Administración para conceder o denegar las subvenciones; de otra parte, el impedirle articular debidamente en sede jurisdiccional su impugnación de aquel acto denegatorio. En definitiva, tal omisión equivaldría en la práctica a sustraer al Tribunal aquellos datos y elementos que permitan controlar la sujeción a derecho de la resolución dada a aquella convocatoria concurrente de ayudas». 2. Los que resuelvan procedimientos de revisión de oficio de disposiciones o actos administrativos, recursos administrativos, reclamaciones previas a la vía judicial y procedimientos de arbitraje Obvio es que en todos estos supuestos se trata de volver sobre una actuación administrativa previa y, tratándose de la impugnación formulada por un particular por la que éste manifiesta su disconformidad con el acto o la disposición, resulta innegable que no será suficiente con confirmar el acto por las mismas razones por la que fue dictado, sino que habrá que expresar los motivos por lo que la Administración entiende procedente dicha confirmación. Es más, el contenido de la motivación es la ordenada por el art. 113.3 LRJPAC cuando establece que «el órgano que resuelva el recurso decidirá cuantas cuestiones, tanto de forma como de fondo, plantee el procedimiento, hayan sido o no alegadas por los interesados». Ahora bien, a estos efectos es preciso tener en cuenta que en estos casos una adecuada motivación no pasa por la necesidad de dar respuesta de forma individual y separada a todas y cada una de las alegaciones formuladas en el recurso o en la reclamación, por lo que la omisión de esta contestación suponga vicio alguno de la resolución, siempre que consten resueltas en la resolución, ya de modo directo o expreso, ya modo indirecto o implícito siendo admisible este último únicamente cuando la decisión se deduzca manifiestamente de la resolución adoptada respecto de una pretensión incompatible, siempre que el conjunto de la resolución permita conocer la motivación de la decisión implícita (SSTS de 5 de febrero de 1996 y de 25 de marzo de 1996). Por otra parte, la Jurisprudencia hace gala de un criterio un tanto más flexible que en el supuesto anterior al considerar que no cabe decretar la nulidad de la resolución de un recurso por falta de motivación cuando el órgano jurisdiccional ex post puede subsanar el defecto incorporando la debida motivación en la resolución que resuelve el pleito. Así, la STS de 15 de noviembre de 1996 afirmaba que si bien en estos casos es exigible motivar la resolución, razones de economía procesal y el adecuado entendimiento del contenido del derecho a la tutela judicial efectiva requieren que, incluso, cuando se aprecian vicios de procedimiento o de forma en los actos administrativos, sea excepcional la decisión de los Tribunales que se límite a Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 7 de 12 acordar la retroacción del procedimiento para que, subsanado este defecto de falta de motivación, se dicte un nuevo acto administrativo, en tanto que los Tribunales pueden y deben pronunciarse sobre la cuestión material realmente suscitada. 3. Los que se separen del criterio seguido en actuaciones precedentes o del dictamen de órganos consultivos A este supuesto se asimila aquel en el que no existiendo ni actuaciones precedentes ni dictamen de órganos consultivos, sí se cuenta con informes periciales técnicos. Sobre esta cuestión, y como recuerda la STSJ de Madrid de 14 de septiembre de 2005, es doctrina general declarada, entre otras, en la STC 62/1987, de 20 de mayo, que, junto al principio de igualdad en la Ley, de carácter material, dirigido a garantizar la identidad de trato de los iguales, existe el principio de igualdad en la aplicación de la Ley, de carácter predominantemente formal, cuya finalidad no es que la Ley reciba siempre la misma interpretación, sino impedir que se emitan pronunciamientos arbitrarios por incurrir en desigualdad no justificada de cambio de criterio que pueda reconocerse como tal. Conforme a esta concepción, la igualdad ante la Ley no constituye un mandato de igualdad absoluta que obligue en todo caso al tratamiento igual de supuestos iguales, pues ello sería contrario a la propia dinámica jurídica, una de cuyas manifestaciones es la razonable evolución en la interpretación y aplicación de la legalidad que impide conferir a los precedentes un efecto de vinculación perpetua y que autoriza a un mismo órgano, administrativo o judicial, el modificar criterios anteriores, siempre que ofrezca una fundamentación suficiente y no arbitraria, obtenida a través de razonamientos objetivos y generales. Pero es necesario motivar el cambio (2). De hecho, la Jurisprudencia ha llegado a afirmar que la falta de motivación de sus actos lleva al ciudadano a una situación de indefensión, puesto que no puede conocer si las decisiones de la Administración, y en concreto de los órganos, técnicos son ajustadas o simplemente escudan la arbitrariedad de su actuación con la decisión técnica para que no pueda ser ni conocida ni atacada. Y es que, en esta importante evolución doctrinal del control de las decisiones de los órganos técnicos una de las imprescindibles varas de medir que han de utilizar los Tribunales de Justicia para separar los conceptos (antagónicos) de discrecionalidad y arbitrariedad es la tenencia o no de una explicación suficiente sobre las razones que constituyen el sedimento certero de la decisión administrativa de que se trata. Así, el Tribunal Supremo el 20 de septiembre de 1994 ha afirmado que «como la discrecionalidad no equivale nunca a arbitrariedad, se puntualiza que el ejercicio de la potestad discrecional exige que el acto en que se concreta el ejercicio de esta potestad sea razonado». En sentencia de 5 de mayo del mismo año, el Tribunal Supremo afirma también que «en la discrecionalidad los motivos lícitos no son controlables, pero han de ser conocidos, justamente para que pueda examinarse si la decisión es fruto de la discrecionalidad razonable o del capricho o humor de los funcionarios [...] la Administración debe dejar constancia de las razones que avalan esa finalidad [el mejor servicio de los intereses generales] y descartar cualquier otra ilícita» (STSJ de la Comunidad Valenciana de 15 de mayo de 2003). 4. Los acuerdos de suspensión de actos, cualquiera que sea el motivo de ésta, así como la adopción de medidas provisionales previstas en los artículos 72 y 136 LRJPAC Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 8 de 12 Como es bien sabido, la interposición de recursos administrativos carece de efectos suspensivos (art. 111 LRJPAC). Es por esta razón que la decisión de la Administración de excepcionar esta regla y decretar la suspensión de la ejecución del acto ha de venir acompañada de la suficiente motivación. Tanto es así que, incurriendo en una ostensible contradicción con el art. 54 —Fque se conforma con una motivación suscita—F, el art. 111 LRJPAC exige que en este caso la motivación —Fponderación, dice el precepto—F sea suficientemente razonada, esto es, pormenorizada, agotadora, expresiva de todos y cada uno de los motivos que han llevado a la Administración a decidir suspender la inmediata ejecución del acto. Entiendo, sin embargo, que el precepto debería exigir motivación no sólo a los acuerdos «de suspensión» —Fes decir, que sean conformes a ella—F, sino a aquellos que decidan —Fsobre la suspensión—F, extendiéndose así a aquellos supuestos en que en lugar de decretar la suspensión de la ejecución en contemplación de los argumentos esgrimidos por el recurrente-peticionario de la suspensión, ocurre todo lo contrario, es decir, decide ejecutar el acto de forma inmediata y antes de resolver el recurso contra él interpuesto. Y entiendo que debiera ser así por lógica coherencia con el art. 111, que mandara ponderar todos los intereses en juego: el interés público, por una parte, y los perjuicios, por otra; conceptos ambos que, armonizados, son los determinantes para la procedencia o improcedencia de la suspensión. Igualmente han de motivarse la adopción de las medidas provisionales, debiendo valorarse y ponderarse de forma circunstanciada no sólo la posibilidad de que no adopción de la medida pudiera hacer perder su finalidad legítima al procedimiento, sino también la de que con la medida provisional pudiera seguirse perturbación grave de los intereses generales o de tercero. Dicho de forma más gráfica, en este caso la motivación de la adopción de la medida deberá concretar: a) si el procedimiento correría el riesgo de perder finalidad legítima de no adoptarse la medida provisional en el sentido de que podrían crearse situaciones jurídicas irreversibles que hagan ineficaz la resolución que finalmente se dicte; b) deberán ponderarse los intereses generales, de tercero o del propio interesado, lo que obliga a efectuar siempre un juicio comparativo de todos los intereses en juego, y, c) en todo caso el juicio de ponderación que al efecto ha de realizar el órgano jurisdiccional debe atender a las circunstancias particulares de cada situación, y exige una motivación acorde con el proceso lógico efectuado para justificar la adopción o no de la medida provisional de que se trate. 5. Los acuerdos de aplicación de la tramitación de urgencia o de ampliación de plazos El legislador le otorga en esta Ley una especial relevancia al cumplimiento de los plazos. Es por ello que no sólo ha de procederse a la modificación del los plazos en los casos previstos en la LRJPAC sino que el propio acuerdo que se pronuncie al respecto ha de ser lo suficientemente expresivo de la concurrencia de la causa que Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 9 de 12 lo justifica. 6. Los que se dicten en el ejercicio de potestades discrecionales, así como los que deban serlo en virtud de disposición legal o reglamentaria expresa Con carácter general puede afirmarse que la potestad propiamente discrecional encarna, frente a unos mismos hechos, la posibilidad de optar entre necesidades diferenciadas y otras de interés general con la consiguiente libertad de elección entre las distintas actuaciones administrativas, todas ellas igualmente justas, todas ellas igualmente posibles y siendo también todas ellas susceptibles de satisfacer el interés general (SSTS 18 de mayo de 1982, 13 de abril de 1983 y 9 de febrero de 1985). Pues bien, en este caso la exigencia de motivación dispone de especial valor en la sede del ejercicio de las potestades de raíz «discrecional» dado que el uso correcto de las mismas precisa justificar, con suficiencia, los presupuestos fácticos y jurídicos que han llevado a optar una/unas entre las variadas opciones con que la Administración puede elegir para satisfacer el interés general (STSJ de la Comunidad Valenciana de 15 de mayo de 2003) dado que sólo a través de una congrua motivación puede la jurisdicción ejercitar con garantía su función fiscalizadora (control de hechos determinantes, aplicación correcta o valoración correcta de los intereses en juego, etc.) (STS de 19 de julio de 1996). 7. Actos que pongan fin a los procedimientos selectivos y de concurrencia competitiva Cuando de resoluciones que resuelven procedimientos de concurrencia competitiva se trata (oposición, concurso, concurso-oposición), no es aceptable una motivación que se limite a emitir abstractos juicios de valor que no detallen las concretas actividades a que son referidas, ni tampoco el criterio cualitativo que determine esa valoración. Así lo determinó la STS de 19 de noviembre de 2008 en cuyo caso se trataba del acceso a una plaza de Profesor Titular de Universidad. La sentencia anuló la resolución por falta de motivación, ya que en cumplimiento de la normativa específica reguladora (RD 1888/1984) establece la necesidad de concretar los siguientes extremos: 1. Los concretos criterios tenidos en cuenta para realizar la estimación cualitativa de las actividades alegadas por los candidatos en su curriculum vitae. Es de tener en cuenta que la Comisión Examinadora goza del amplio margen que corresponde a toda actividad encuadrable dentro de la llamada discrecionalidad técnica, pero, atención, hasta el límite que significa la interdicción de la arbitrariedad, para lo cual deberá fijarlos con antelación suficiente y señalando con claridad en qué consisten. Pueden señalarse aquí con mero carácter ejemplificativo una relación de algunos de ellos: la importancia del problema que haya sido objeto de investigación en cada uno de los trabajos aportados como méritos; la innovación que el resultado de esa investigación haya significado en la rama de saber de que se trate; el reconocimiento de que haya sido objeto cada trabajo en los círculos científicos; el prestigio que, según datos objetivos, sea de apreciar en el centro de enseñanza o congreso de que se trate en el caso de méritos docentes o consistentes en asistencias a esos congresos; etc. 2. Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 10 de 12 La enumeración detallada de todos y cada uno de las actividades y trabajos aducidos como méritos científicos (como publicaciones, ponencias, etc.) y de las distintas experiencias o servicios invocados como méritos docentes. 3. La explicación en cada uno de esos singulares méritos científicos y docentes, y también en el proyecto docente y en el tema desarrollado en la segunda prueba, de lo siguiente: cuál ha sido el concreto criterio de estimación cualitativa que ha sido aplicado y cuál es el resultado de valoración al que se ha llegado como consecuencia de esa aplicación. Por último, carece de justificación esgrimir por el carácter vinculante a la costumbre de que sean los interinos de las plazas a cubrir quienes hagan la propuesta sobre el perfil y el Tribunal. Lo mismo sucedió en el asunto enjuiciado por la STS de 22 de enero de 2008. En este caso se trataba de la provisión de una plaza de Magistrado que el TS entiende insuficientemente motivada. Tratándose de procedimientos de concurrencia competitiva para el acceso y la promoción dentro de la carrera judicial en los que rigen los principios de mérito y capacidad (artículos 301 y 326 de la LOPJ) —Fdice textualmente la sentencia—F requiere dar explicación suficiente de cuáles son las concretas razones de mérito y capacidad que determinan la elección de los aspirantes o participantes que resulten finalmente nombrados en dichos procedimientos. Así lo impone con carácter general el artículo 137.5 de la LOPJ, que establece lo siguiente: «Los acuerdos de los órganos del Consejo siempre serán motivados»; y «así viene siendo exigido por la más reciente jurisprudencia de esta Sala, manifestada en las sentencias del Pleno de esta Sala de 29 de mayo y 27 de noviembre de 2006 y 27 de noviembre de 2007, 117/2005 y 407/2006, sobre procedimientos referidos a nombramientos de cargos o destinos jurisdiccionales. Y en el mismo sentido se han pronunciado también las sentencias de esta Sección Séptima de 30 de noviembre de 2006 y 10 de octubre de 2007, dictadas en los recursos 153/2003, 337/2004 y 74/2004, planteados en relación a nombramientos no jurisdiccionales pero también realizados por el Consejo General del Poder Judicial». Partiendo de ese presupuesto normativo y jurisprudencial, y tomando también en consideración que se trata aquí, de méritos que son susceptibles de un amplio margen de apreciación, tanto en cuanto a su ponderación como en cuanto a su definitiva cuantificación, habrá de convenirse que una adecuada motivación lo que exigirá es que en el expediente figure una explicación, por parte del Tribunal de Calificación, de cuáles fueron los pasos seguidos y las razones ponderadas para llegar a las cifras finales en que hayan sido cuantificadas las valoraciones atribuidas a los méritos de cada concursante; pues solo así podrá comprobarse si el juicio de valoración que fue realizado, dentro de ese margen de apreciación que permitía la convocatoria, estuvo guiado por razones dirigidas a buscar las capacidades, conocimientos y experiencias que mejor se adaptaban al puesto convocado; y si, paralelamente, debe quedar descartada la existencia de puro voluntarismo o arbitrariedad (artículo 9.3 CE). Esta explicación, en el caso aquí enjuiciado, debía comprender, al menos, y aunque su exposición se haga de manera sucinta, lo siguiente: 1) Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 11 de 12 Criterios que fueron preestablecidos o seguidos por el Tribunal Calificador del Concurso para la ponderación y valoración de los méritos cuya puntuación señalada para ellos en el Baremo tenía el carácter o la función de máximo y no de cifra fija o invariable y, más concretamente, para establecer distintos tramos parciales de puntuación entre el cero y el máximo. 2) Expresión de los méritos específicos que le fueron considerados y valorados al recurrente de entre todos los que hizo constar o acompañó en su solicitud de participación en el concurso; y expresión también de aquellos otros que no lo fueron y de la razón de dicha exclusión. 3) Puntuación otorgada a cada uno de los méritos que le hayan sido ponderados y explicación, en su caso, de cuál fue el concreto criterio que fue aplicado para llegar a esa precisa puntuación. (1) A mayor abundamiento vid. GALLARDO CASTILLO, M.ª Jesús. Los principios de la potestad sancionadora. Teoría y práctica. Madrid, IUSTEL, 2008.Ver texto (2) La STSJ de Castilla-La Mancha de 3 de junio de 1999 anuló una resolución administrativa precisamente por apartarse del precedente sin la suficiente motivación: «Por su parte, la Administración demandada, en la resolución recurrida, hizo ver a la maestra solicitante, Concejal en el Ayuntamiento de Alpera desde 1991, que se denegaba la solicitud formulada "dada la necesidad de atender con carácter prioritario la ordenación del curso escolar en razones estrictamente docentes, no es posible atender las comisiones de servicio solicitadas por el hecho de reunir el interesado la condición de Concejal. De otro lado es de apreciar que las presentes solicitudes no están basadas en razones estrictamente docentes o de carácter prioritario para el servicio". Se comprueba, por tanto, que la motivación de esta resolución es genérica, prevista para un número indeterminado de casos, sin efectuar una mínima motivación adecuada específicamente para el caso de la hoy actora, sobre todo cuando en cursos anteriores le había sido concedida comisión de servicios de forma reiterada, en iguales circunstancias que la ahora denegada, y cuando el criterio que regía en cursos anteriores por parte de la Administración demandada y para esta materia era claramente favorecedor de la concesión de la comisión de servicios en supuestos como éste. Como quiera que la actora, pese a no dedicar el mayor acervo argumentativo a la falta de motivación, invoca el cambio de criterio de la Administración y la excesiva generalidad de los términos de la resolución recurrida, ello permite a la Sala entrar en tal cuestión a continuación. La Administración no ha acreditado ni motivado su cambio de criterio, esta omisión vicia de nulidad la resolución impugnada, que deberá ser anulada por falta de motivación generadora de indefensión, toda vez que se sustraen al administrado las razones o motivos que conducen a ese cambio de criterio dentro de la discrecionalidad de la que dispone la Administración para otorgar la comisión de servicios. No constando las razones docentes y de organización determinantes de la denegación de la comisión de servicios por razón del cargo de Concejal ostentado por la demandante, sin olvidar la discrecionalidad que la Administración tiene atribuida en esta materia, procede la estimación parcial del recurso interpuesto, lo cual conduce, "ex" art. 63.2 de la Ley 30/1992, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento Administrativo Común, a la anulabilidad del acto recurrido, por carecer de los requisitos formales indispensables para alcanzar su fin, y con ello a la reposición de las actuaciones administrativas al momento anterior a la resolución Revistas Especializadas 1/20/2010 Página 12 de 12 inicial impugnada, a fin de que se determinen las circunstancias que conduzcan al cambio de criterio».Ver texto Revistas Especializadas 1/20/2010