En el proceso de revueltas populares que han sacudido y se

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NO A LA INTERVENCIÓN IMPERIALISTA EN LIBIA
En el proceso de revueltas populares que han sacudido y se extienden por el
norte de África y Oriente Medio contra los regímenes autoritarios de Túnez,
Egipto, Yemen, Bahrein, Jordania, Omán, Marruecos, etc., la actitud de las
grandes potencias occidentales ha evolucionado desde la parálisis inicial a
intervenir activamente para evitar que la profundización de la revuelta social y
política culmine en gobiernos democráticos y populares de orientación
antiimperialista.
El régimen de Gadafi, tras abandonar su inicial tendencia socializante y
nacionalista, conoce desde hace mucho tiempo un proceso de degradación,
arbitrariedad, corrupción y autoritarismo bajo la protección de Berlusconi,
Sarkozy, David Cameron, Obama y Zapatero. Contra este régimen se inició la
revuelta de amplios sectores de la juventud estimuladas por el ejemplo de
Túnez y Egipto.
La movilización popular por más derechos y libertades y su violenta represión
por las armas puso en crisis el régimen, provocando deserciones en el ejército
libio, con impacto desigual en el conjunto del territorio y de la estructura tribal,
transformándose en guerra civil.
Con el argumento inicial de imponer una «zona de exclusión aérea», las
grandes potencias intervienen abiertamente en el conflicto bombardeando y
matando a centenares de civiles en nombre de su protección y de la paz,
multiplicando el número de víctimas entre el pueblo libio.
Este es el curso previsible de la guerra que se ha desencadenado tras la
Resolución 1973 de la ONU y que ya ha provocado la protesta de Amr Mussa,
Secretario General de la Liga Árabe, por estimar que excede los términos de
una resolución que en su momento apoyaron.
En este sentido, la intervención de la coalición imperial en Libia tiene dos
objetivos principales: primero, asegurarse el control de sus abundantes
recursos naturales (fundamentalmente petróleo y gas); segundo, ejercer un
papel de disuasión y tutela sobre el proceso de las revueltas, asegurándose
militarmente el dominio geopolítico de la zona.
De paso, los gobiernos de Sarkozy y Zapatero, en caída libre y ante procesos
electorales en marcha o próximos, buscan desviar el malestar de los
ciudadanos ante su gestión profundamente regresiva y antisocial de la crisis
económica.
Los gobiernos que participan en la coalición guerrera no tienen legitimidad
moral. Siempre facilitaron por activa o por pasiva los bombardeos y masacres
del gobierno de Israel sobre el pueblo palestino, especialmente en Gaza.
Fueron aliados hasta el último día de Ben Alí y Mubarak y ahora protegen la
tiranía en Bahrein y en Yemen y están haciendo todo lo posible para que los
regímenes en crisis sean sustituidos por democracias electorales y sumisas a
los intereses de las grandes potencias.
La falta de dignidad y la hipocresía de Zapatero supera casi todos los límites:
no solo fue «compañero» de Ben Alí y Mubarak en la Internacional Socialista,
sino que en el final de su legislatura, no por casualidad, hace coincidir su
«ardor» guerrero en la operación «El Amanecer de la Odisea» (sin contar con
la previa aprobación del Congreso de Diputados) con su política de derechas,
que impone un durísimo ajuste laboral y la contra-reforma de las pensiones a la
ciudadanía.
La defensa de la paz en Libia exige el cese inmediato de la intervención
imperial y de los bombardeos, el alto el fuego entre los contendientes de la
guerra civil y la apertura de negociaciones para una paz definitiva que
contemple las justas aspiraciones del pueblo libio a la justicia social y la
democracia, y que preserve el control soberano sobre sus recursos y riquezas.
Ese debería ser el verdadero papel de las Naciones Unidas.
Los países que no apoyaron la Resolución 1973 de la ONU tienen la obligación
de convocar una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para
detener la intervención imperialista y emprender rápidas acciones para
asegurar y supervisar sobre el terreno el alto el fuego y el fin de los
bombardeos.
Solo con la movilización ciudadana conseguiremos detener el curso de la
guerra y abrir la esperanza a la paz, donde los pueblos de Europa, del
Mediterráneo y de Oriente Medio puedan conseguir soberanía política y
económica, justicia social e independencia nacional.
22 de Marzo 2011
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