ESPAÑA 1920 ^ REccióN Y A D M I N I S T R A C I Ó N : CALLE PRECIOS DE SUSCRICIÓN: MADRID Y PROVINCIAS UN SEMESTRE, 7 PTAS. - UN AÑO, 14 PTAS. = EXTRANJERO, UN AÑO, 2$ PTAS. = DEL '^DO, I I -APARTADO DE CORREOS NÚM. 139 TELÉFONO 5.233 M.ADRiD^ 7 AGOSTO SEMANARIO DE LA VIDA NACIONAL REGIONES ESPAÑOLAS A S T U R I A S A ta callada y tenaz labor de las regiones españolas, suele conceder la prensa diaria escasa atejición. Sin embargo, merece la vida propia de las provincias de España ser octda, tomándola e?t conjunto, y no a través del fugaz hecho sensacional o de la actuació?i "•da de algu7to de sus naturales. En su deseo de contribuir a esta obra ESPAÑA cede hoy paginas a varios representantes de una de las más industriosas y cultas regiones espa•f- Ellos hablarán a nuestros lectores de lo que Asturias supone en la obra de reeojtstruc'^°^ nacional. LA A S T U R I A S ^^íDlGESTIÓN DE DE H O Y RIQUEZA por Augusto ^ NURIAS será lo que los asturianos quiejf "^^n que sea. La tierra del reino de ^ > bella 'y preciada de encantos, brin•Cov ^^^ ^''ijos posibilidades de grandeza y ^g •aturas de opulencia extraordinarias. No j ^ cesita tener intuiciones proféticas; ba.s jjj ^^ observación atenta y cuidada de los Asi- °^ ^ condiciones que hoy se dan en gi^ '^s para asegurar, sin miedo a incurrir a] , o*"' Que estH zona cántabra puede, con y esfuerzo, convertirse en la más fuerte Patente de todas las de España. SUs '^^^^''vas carboníferas, la feracidad de 'os "^P^S) la abundancia de sus pastos, cié ^"^''°s '"^gotables de minera!, la ereó p i ^ P''°speridad de su industria, los frutos %n'fi^ enorme emigración, siendo y cando mucho como factores de su es- Barcia plendor material presente, son más aún como esperanzas o acaso seguridades de un inmediato porvenir grandioso. Cuenta Asturias también, con una población muy densa y proÜfica que le suministra brazos y actividades p'ira toda clase de trabajos. Es el asturiano hombre apto y diestro; fácilmente se impone y domina las aitcs más diversas y difíciles. Siendo derrochador y manirroto mientras vive de un jornal o de un sueldo, cuando logra conquistar una posición es de ordinario económico y ordenado. 7'iene un gran espíritu de empresa, y aunque en la esfera industrial no es un gran capitán, es un excelente piloto, Se dio y se da con frecuencia el caso de que en Asturias la gente extranjera figure MO VI.-NÚM. 275 al frente de las grandes empresas industriales, propulsoras de las mayores y mejores iniciativas que aquí se registran. Pero saben bien que sin la asistencia activa, inteligente, insustituible de los naturales del país, nada conseguirían. Hay en los hijos de Asturias una vocación que apenas si es conocida por ellos mismos y que se ignora totalmente en España. Aludimos al espíritu de asociación, de mutua ayuda, de comunidad de esfuerzos, que agrupa y unifica fácilmente a los oriundos de este país. Si todas las nutridas colonias de emigrantes asturianos no confirmasen estos hechos, bastaría echar una mirada al Centro Asturiano de la Habana, donde se reúnen en calidad de socios más de ¡¡sesenta mili!, dando una idea de cuáles y cuan excelsas son las aptitudes del pueblo astur para los grandes empeños sociales. El Centro Asturiano de la Habana, sociedad la más potente y numerosa de cuantas existen en América, que no fué igualada ni siquiera imitada por ninguna otra colonia europea, con sus grandes instituciones benéficas, docentes y de socorro, es el fruto prodigioso del espíritu social de estas gentes. Y es en verdad paradójico el fenómeno. El asturiano de ordinario frivolo y zumbón, que alardea de ingenioso y gusta de la socarronería, que en su país natal se deja arrastrar por un sentido crítico tan agudizado, que, por temor al ridículo, por horror al fracaso, cuanto proyecta y concibe lo hace abortar en sus iniciaciones germinales, trasplantado de medio, apartado de este ambiente, sufre una radical metamorfosis y se convierte en hombre de acción y de acometividad. El señorito ocioso de Cimadevilla, o e! vago indolente del muelle de Gijón, inútiles en su país, son en la Argentina, en Cuba o en Méjico, los grandes estanciosos, industriales y comerciantes. La fuerza social y económica incontrastable de Asturias, los «indianos» ¿no salieron de la aldea «rapaciños» que apenas sabían leer, o no eran en las villas y ciudades gan- Núm. 2 7 5 . - 8 . dules que militaban en las filas del hampa urbana? Sólo a su esfuerzo, a su ingenio y a su vocación para el trabajo deben su posición y su bienestar. Para lograr el triunfo, con armas de lucha notoriamente inferiores, hubieron de pelear en competencia con los hijos de Alemania, de Italia o de Inglaterra, educados, preparados para la liza en las tierras trasatlánticas. El más distraído, el más inexperto observador ¿no descubre en esta realidad toda la fuerza moral, todo el empuje espiritual que vive y anida en el alma asturiana? * * La guerra destructora de ingentes masas de riqueza creada, que consumió enormes recursos económicos, creó a la par, rápidamente, bruscamente, grandes y fabulosas fortunas. Durante cinco años sufrió el mundo la angustia agobiadora de una pugna horrible de la fuerza bruta organizada, que engendró en la tierra una corriente de grosero positivismo. Piensan hoy los pueblos en sus angustias materiales; apenas si los inquietan preocupaciones de orden moral. Este colapso espiritual tiene en Asturias notorias manifestaciones. Son aquí muchos los enriquecidos súbitamente; ayer modestos, cuando no pobres, hoy potentados, cuando no fabulosamente adinerados. La sed de riquezas parece entre estas gentes inextinguible. Y los de su clase, que los vieron atónitos medrar y alcanzar fortunas tales, se dejan dominar por la misma pasión. Estos advenedizos ni comprenden ni sienten los altos deberes que les impone su posición social. Tienen de la vida aquella ramplona y triste idea de muchos que al verse en posesión de un billete de mil pesetas cifran su mayor ilusión en beber «vino alambrado» o en lavarse las manos con «champagne» después de una comida pantagruélica. Asturias que tuvo grandes señores en su nobleza, y produjo grandes ingenios entre la clase media, está sufriendo momentáneamente el sopor de un abotagamiento espiritual, Pero esta situación será efímera y fugaz: pronto renacerá con nuevos ímpetus y mayores bríos el «genio» asturiano. Cuando despierte el hoy adormecido espíritu de esta región, tal vez muchos recriminen a la generación que actualmente domina en Asturias, su indisculpable indiferencia, su punible pasividad. Asturias que siente vivamente, con vigor y rudeza que la hicieron grande en la Historia, los ideales de Hbertad y de independencia, tiene en la vida política figuras representativas del relieve de los Campomanes, de los Jovellanos, de los Arguelles, de los Toreno, de los Posada-Herrera, de ¡os Pída- Jofsro les, que adversarios con frecuencia, enemigos a veces, se combatían y se destrozaban implacables. Pero tan pronto como surgía un pleito o un litigio donde se viesen en entredicho intereses de su tierra, deponían sus querellas, y eran, sabían ser siempre asturianos ante todo. Lo que acaecía en las cumbres se reflejaba en los valles. A cientos se podrían citar los nombres de aquellos hombres ingeniosos, perspicaces, sutiles, mordaces, irónicos, rebosantes de gracejo, fuertes de espíritu, que sostenían perennes pugnas en el libro, en la cátedra, en la prensa, en la tribuna, en los comicios, pero que se apresuraban a pactar una tregua de patrios fervores en las horas solemnes y decisivas para Asturias. Y es que por encima de todo eran asturianos. Este sentimiento persiste y perdura, pero toma formas un poco brahamánicas; es un culto vago, difuso, enervante, que jamás se traduce en acción. En los días en que vivimos, el asturianismo es una añoranza por cosas borrosas e indefinidas de esta tierra, que atraen, que cautivan, que seducen; pero es un culto sin dogmas y sin ídolos. Sólo así se explioa que Asturias no haya dado el paso definitivo, transformándose en una esplendorosa región, con todos los caracteres y todos los rasgos de una gran tierra europea, capaz de competir con Bélgica y con Suiza. Cuando éramos niños, a diario escuchábamos inflamadas arengas y leíamos calurosos trabajos, defendiendo aquellos proyectos que se llamaban ferrocarriles de la costa, de Figaredo a León, de Cangas de Tineo, de las Cinco Villas, de electrificación del Pajares, de utilización de la asombrosa rada de Aredo, que Carlos V quiso preferir al Ferrol para establecer los diques, de aprovechamiento del grandioso puerto del Eo, uno de los más seductoramente bellos y grandiosos de Europa. Hoy de esto apenas se habla y van transcurridos veinticinco años.' La Universidad se agota en lánguida me- ESPAÑA lancolía, pese al esfuerzo de algunos de sus denodados maestros. La prensa, que fu^ modelo de información y de ingenio, es hoy cuando no zafia y vulgar, ñoña e insípida. . Si Asturias lograse—cosa fácil; basta q"' ' los asturianos lo quieran—que el Estado vertiese durante diez años, desde Llanes * Vegadeo, desde Gijón a Somiedo, la cuarta parte de lo que a Cataluña concede, esta fS' gión alcanzaría un nivel de prosperidad i"' sospechado. Asturias será lo que los asturianos quieran que sea. Le sobran medios y no deben f^'' tarle hombres. La coyuntura que hoy le br"'' da la Historia, tal vez no se repita. ¿Querrá" aprovecharla los asturianos? Santa Ana de Abuli, Oviedo. LA MÁQUINA D E C O^S E R máquina de coser, UNAhumilde máquina de costura de poores, camisas remendadas o de zapatos viejos, debe ser cosa ingrata al acento engolado de los versos de corte o melifluos dramas. En mi tierra minera, toda ella sembrada de magníficas máquinas, esta máquina humilde que mi madre comprara a plazos incontables, tiene poca importancia. En mi tierra de cielo negro a fuerza de fábricas, donde cantan los yunques la canción de mañana... en mi tierra opulenta, rica hasta las entrañas, en donde cada día surge una nueva fábrica y va un nuevo navio a conmover sus playas... en mi tierra opulenta, no existe una balanza para pesar a un tiempo su riqueza fantástica y la máquina humilde que mi madre comprara a plazos. Para nada sirve ya. Recogida en un rincón de casa, todavía trasciende a sudores y a lágrimas. No merece la pena que os cuente su his^'' | es demasiado larga y demasiado heroica y demasiado amarga. El alba la conoce, y el sueño que cerraba los ojos de mi madre, también sabe la historia. Nadie más. Ignorada de todo el mundo, muere con la alegría santa de haber vencido al hambre en su lucha titánica. ^ípí Melquíades Alvarez ANTONIO G A M O N ^ Oviedo-8-1920. J '¿(O/ TO-i. ESPAÑA «REGIONALISMO ASTURIANO? por Leopoldo Alas A sí como hay temporadas en que arre*- cian los suicidios, h a y temporadas ainbién en que a la gente le acomete el fu••or regionalista. Por afán de imitar a la odia^ Cataluña, surgen regionalismos por todas partes; acaso en una próxima racha tengáis el honor de conocer un regionalismo •Madrileño, ^omo es natural, la mayor parte de estos s'onalismos improvisados sólo son puro 'ncio. La vanidad de algunos señores, el P'ntu reaccionario que reside inevitable'ite en el fondo de todo movimiento reponalista, el provinciano odio a Madrid, éstas y otras muchas causas se reúnen para crear en un momento un ficticio movimiento ••egionalista en Villabruta de Arriba o en Villat.onta de Abajo, movimiento que dura lo ^ue las rosas, aunque huela peor que eliai ero al lado de las oausas despreciables Ciertos regionalismos, hay. también algucausas más serias que explican la reiteaparición de movimientos regionalistas j^ as más distintas provincias españolas. ^ ^ "na parte, la debilidad y falta de autoridel poder central presta algún prestigio j protesta y a la interesada invocación espíritu y la iniciativa regionales; y, de ^ Parte, es indudable que en España hay la ,. ^ ' ° " ^ región suficientes diferencias en tierr;a y en el hombre para justificar un aliento en contra del centralismo unifon aor que hoy domina entre nosotros. resultado de todos estos factores te\^ . lenomeno que señalé al principio; Q erada aparición de regionalismos más *ios ridículos de temporada en tempofada. de re&' ^" hecho indiscutible que no todas las itit '^-^^ españolas sienten con la misma bié ^ ^1 regionalismo, como lo es tampg ""^ no todas las regiones tienen una t^Or ^"^''^^d igual, y distinta de la de otras, tifin ^° ^" algunas partes el regionalismo otf. ^^^° "na cierta razón de ser que en cjep, ^'^los no tiene. Esto, dejando aparte Por '^^Sionalismos cómicos, inventados \^ . " ° ^ ingeniosos caciques, de gran ing a centralista para seguir dominando. ''dad K- •^^'•""^s una región con personates '^'^ definida y con elementos suficien^^ala •* ''"P'"ovisar un regionalismo como ej{jj:, ^^^ ^^ los muchos que por ahí se ^ ae Vez en cuando, es lo cierto que Arguelles jamás ha figurado en el coro de regiones más o menos irredentas. A pesar de nuestro dialecto bable, de nuestro suelo tan distinto del tipo del territorio nacional, de nuestro clima aparte, etc., etc., ni pretendemos hablar y escribir de un modo propio, ni nos las damos de oprimidos, ni despreciamos a los demás españoles como a seres de raza inferior, ni pasa nuestra reivindicación asturianista de algunas inofensivas observaciones relativas al carácter regional y limpias en absoluto de toda segunda intención en el terreno político. No soy el primero que ha observado esto. En este mismo semanario ha dicho Ortega y Gaset que los asturianos se sienten región, pero no se saben región. Algunos enemigos del regionalismo catalán, por su parte, han intentado explotar el patrietismo asturiano, de esta región tan típica y tan española, al mismo tiempo, según ellos, como contraste del separatismo de la ingrata y descastada Cataluña. Prescindiendo del tópico patriotero que no merece ser tenido en cuenta, y atendiendo únicamente al punto de vista representado por las palabras de Ortega y Gaset, me atrevo a afirmar que acaso no sea del todo exacto lo que el gran escritor dice. Aparte de que es un poco difícil separar aso de sentirse y de saberse región, puede también ocurrir que el no sabernos región, no sea tal no sabernos, Teodomlro Menéndez. Núm. 275.—9, sino más bien saber que no podemos ni debemos meternos en regionalismos de once varas. Hay aquí un problema interesante de psicología colectiva, que brindo a los competentes; por qné los asturianos no sabemos o no queremos sentirnos regionalistas. En rigor, antes de afirmar si hay o no un regionalismo asturiano, y, caso de que no lo haya, si puede llegar a haberlo, es necesario ponerse de acuerdo acerca de lo que sea el regionalismo. Y resulta que regionalismo pueden serlo muchas cosas. Desde el regionalismo, que casi se confunde con las reivindicaciones nacionalistas que aspiran a la completa independencia, hasta el regionalismo postizo y artificial de algunos adormedizos lugarones de la meseta central, que solo es literatura, hay una porción de matices. Ninguno de estos dos regionalismos puede sentirlos Asturias. No tenemos reivindicaciones propias y peculiares de la región en el terreno político, pues nuestros males son los de toda España, ni somos capaces de incurrir en el ridículo de algunos pueblos de por esos mundos que hablan de regionalismo cuando eso está de moda. Tampoco somos tan tontos que mordamos en el anzuelo regionalista que nos tienden unos cuantos reaccionarios que, por descrédito de su partido, no se atreven a llamarse conservadores. Se da aquí el caso curioso, en esta región donde, buenos o malos, los diputados son siempre asturianos, de que el primer diputado regionalista que arribó al fin a las Cortes era un marqués andaluz. Algunas veces, en épocas en que arreciaba la fiebre regionalista, ciertos amigos hablaban de Asturias extrañándose de que nosotros no fuéramos regionalistas, no protestáramos contra todo lo que oliera a centralismo, y tomando como un signo patente de inferioridad,[por nuestra parte, la falta de tales manifestaciones. Hasta algunos asturianos de buena voluntad creen que, efectivamente, necesitamos un poco de regionalismo a la catalana para adquirir la envidiada categoría de región viva, que algunos caballeros particulares reparten por España a su antojo. No me parece serio, ni mucho menos, semejante modo de ver los problemas regionales. Sería, por mi parte, incurrir en un defecto que implícitamente censuro entrar ahora discutir, si nuestra falta de regionalismo, que en mi opinión revela buen sentido, significa inferioridad o superioridad, respecto de otras regiones. Lo que sí quiero hacer ver es que no hace falta sentir el regionalismo para que una región tenga personalidad propia y sea una de tantas entre las que contribuyen al progreso nacional. Para algunos amigos míos este artículo está en contradicción con la opinión que acaso creen rJÓlSOl Núm. 2 7 5 . — t o . que tengo respecto de mi patria chica en. materia de regionalismo. Me creen muclios un asturianista por mi cariño a Asturias, que es una cosa distinta, y seguramente me tendrán por regionalista, porque en conversaciones particulares he hablado del carácter asturiano y de las diferencias entre mi región y otras regiones de España. No hay tal contradicción. Si bien es verdad que siento por Asturias un cariño que no necesita para existir de razones y argumentos, también es verdad que no soy capaz de mezclar cosas tan distintas como el cariño a una región y el deseo de verla metida en aventuras regionalistas. Quiero a Asturias, y por lo mismo que la quiero, no deseo verla en ridículo y deseo en cambio que se dé cuenta de su papel en España. Ocurre hoy, y acaso ocurrió siempre, que no hay más problemas interesantes que los problemas universales. En estos momentos de inquietud general en que hace un nuevo mundo las reivindicaci«nes regionalistas que no coinciden con algún problema de justicia, son de una infinita ridiculez. Si bien se mira, no hay en ninguna regiótl española nlngün problema regional que no seaunproblema español, un problema de justicia española, de organización española, y estos problemas españoles son a su vez problemas universales. Fuera de esto, todo lo demás son cosas reaccionarias. Hay derecho a hablar en catalán, en bable y hasta en batueco, pero preocuparse a estas alturas de crear lenguas pequeñas para pequeñas regiones, pequeñas en la grandeza del mundo, es una soberana insensatez, quinta esencia de lo reaccionario. Por verdadero amor hacia mi Asturias, me alegro de verla libre de este espíritu de imitación que a algunos ha puesto ya en ridículo. Pero no nos basta esto. No basta un mérito negativo, hace falta algo más. Y como este artículo es muy largo, porque lo escribo con prisa, condensaré, para terminar, mi pensamiento en estas palabras: la mayor prueba de cariño que un asturiano puede dar a su patria chica es aprovechar sus cualidades para resolver en ella sus problemas particulares, aspecto parcial de los que llenan el mundo, con verdaderas y justas soluciones de valor universal. EN ASTURIAS NO HAY ASTURIANOS por Juan L os nacidos en esta tierra seríamos demasiado ambiciosos si pidiéramos a la Naturaleza más de lo que nos dio. Lo malo es que no sabemos agradecerlo, ni apenas aprovecharlo. Son generalmente los de fuera los que nos hacen fijarnos en lo mucho bueno que tenemos dentro de casa, y al ver que vienen a millares a recrearse en nuestras playas, a disfrutar de los encantos que ofrece cualquier rincón delicioso de Asturias, o a explotar la riqueza de nuestro suelo, deberíamos caer en la cuenta de que no necesitamos subir el Pajares ni surcar el Océano para disfrutar de la vida y ganar unas pesetas. No sabemos apreciar lo nuestro, espiritual ni económicamente. Hay asturianos que han ido expresamente a Londres y no han estado en Covadonga; muchos que se sabrán de memoria las novelas de Galdós o Blasco Ibáflez, y no conocen La Regenta^ de Clarín^ ni La Aldea Perdida, de Palacios Valdés; otros, que estando un par de semanas en Madrid no dejarán de visitar la Fábrica de Armas de Toledo, y que se morirán de viejos sin haber entrado en la de la Vega ni en la de ESPAÑA Dances. Trubia; una de nuestras riquezas es la ganadería y sus derivados, y por lo visto hay aquí tan poca leche, que necesitamos quesos de Santander o de Burgos; la fruta es abundante y exquisita y nos la sirve en conserva Trevijano. el de Logroño; en fin, ^ y ustedes perdonen el salto—, nos volvemos locos con las filigranas tauromáquicas de cualquier Conejito o Ternerito, ¡y nos olvidamos de Casielles...! Somos así: idólatras de lo extraño, apáticos o indiferentes con lo nuestro. ¿Obedecerá esto quizá a un exceso de modestia? ¿Nos ocurrirá lo que a las mamas de niñas bonitas o niños pródigos, que, orguDosas de su descendencia, se limitan a sonreír ruborosamente cuando se los alaban? No es por ahí. Atribuyámoslo más bien a que para amar de veras a nuestra tierra, para sacrificarnos y luchar por ella, con bríos, con ardimiento, con fe, el corazón asturiano va latiendo cada vez con menos fuerza. Individualmente, el que más y el que menos sabe ir a su casa sin que nadie le enseñe el camino; pero colectivamente hace ya bastante tiempo que no vamos a ninguna parte. Y esto es más de notar cuando estamos Ángel el Maragatu. Cantador de canciones populares asturianas. viendo a todas horas cómo se mueven, com trabajan en otras regiones de España P^ lograr aspiraciones de interés común, 1 dan honores y riquezas, dejando atrás a que, como nosotros, nos pasamos la vida cordando a Don Pelayo y cantando la -f^ rana. ¿Quién tiene en este criminal maras mayor responsabilidad: los de arriba miéndose en los laureles (si los hay), ° de abajo haciéndoles el vacío? Todos: los arriba y los de abajo. En Cataluña, en villa, en las Vascongadas hay como aq caciques y caciquillos, ambiciones encon das, lucha de intereses, apasionamientos evitables; pero cuando se trata de algo q afecta a la vida o al progreso de la fcg todos se unen como un solo hombre y gan, o gritan, o amenazan, y acomete esperan, según convenga, hasta obten que piden. Si la aspiración no surge esp tánea, se prepara el ambiente entre la sas, y empujadas éstas por los elem directores, o empujados éstos por aqu triunfan al fin en campañas emprendidas ^^ entusiasmo y seguidas con tesón, t^e modo se promueven los adelantos loca 1 evitan injusticias y atropellos y se sa ^ Tesoro público, que todos contribuímos^^^ formar, los millones que llevan a la co el bienestar y la riqueza. ^g iSe hace esto en Asturias? iSe hacía'. 4^^_ no es lo mismo. Sin remontarnos al ^^ miento de la morisma, ni a la guerra ^^^^ Independencia, los que no queremos ii" P^^^ viejos, pero vamos, tenemos que '^^. ¿e con alegría aquella famosa manifestad ^^ un 27 de Marzo del año no sé cuantos,^^,^ que Asturias entera, unánime, en un ESPAÑA ''liento formidable e irresistible se opüsd a ° lúe consideraba peligroso y ruinoso para a provincia: se trataba sencillamente de evi^f que se utilizase la cremallera en la peálente del puerto de Pajares. Un monsieur Onon, concesionario, apoyado en eso que S'inan altas esferas, quería ganar tiempo y "ii'lones con aquel trazado; pero a los astu^los no les dio la gana de consentirlo, y •^o tenían razón y todos a una se levan•"On a sostenerla con viril energía, no pudo °isuniarse el desaguisado. Seguramente •bordará nuestro Melquíades Alvarez aquel '° grandioso: entonces pronunció la pri^^^> o una de sus primeras arengas tribuicias, arrebatando a la multitud, desde un bal•^on de la calle de Fruela. {•^e despertará hoy parecido movimiento ' aunque algo de vida o muerte para nos••os lo impulsara? Perdóneseme contestar lUe lo afirme, trayendo aquí la conocida ^^cita madrileña: ¡guí te crees tú eso! *^n sucesivos tiempos, aquellos asturianos '1'^^ se llamaban Posada Herrera, Pidal, To°' etc., etc., serían todo lo marrulleros o '^Clonarlos que ustedes quieran, traerían ^^ita la provincia con intrigas políticas que no dejaban a nadie vivir en paz, preten^lí constantemente fungir de ases maes ejerciendo aquí de hecho una soberaintolerable; pero, reconociendo todo eso, ^ agregando de pasada que el caciquismo •Asturias es una planta de lozanía perma••^i convengamos en que al lado de esos ^fdos desagiadables, nos dejaron otros eiadores de su acendrado asturianismo. o años en que se volcó aquí casi todo el PfesupuestQ de Obras públicas. No ha decaído, por fortuna, el mérito de los prohombres asturianos. En cuanto a todavía podemos toser fuerte, o, por lo °s, toser; pero, siendo todas personas " bien educadas, les falta—¿cómo lo diré ^ ,7r^%o así como el don de la sociabilidad . 'ea. Poquísimas veces se les ve juntos, ^ ^s, compenetrados, para hacer, a la ca'^^i que Asturias sea oída, respetada y Qida. Digo poquísimas veces y no nin^,. » porque lo último no sería exacto; reUal' ^'^^"^^ asistieron todas nuestras persoj . ^"^^s de relieve, las que viven en Mala K ^ l^s que fueron de casa... a la jura de ^1 ^'^^^'•a por el Príncipe de Asturias. Por ^° «e empieza, g "* ^1 sentido de que hablamos—salvando g P^'ones, claro está—no hay asturianos lep . ^^"^i^s. ¿Tendrán que venir a darnos los '^^^ ^^ patriotismo chico... y grande 'J< ^'^rianos que se fueron por el mundo? est P^'íría ser. Por de pronto, consuela tif. ^^rvación que nadie podrá desmenlos capital de la provincia, en todos ^olos, hasta en los rincones más apar- Núm. 2 7 5 . — I I . tados de Asturias, hay ¿jerriplos prácticos de lo que pueden }• saben hacer los miles de asturianos que en América ponen tan alto el nombre y el prestigio de nuestra tierra. Pravia, Agosto 1920. CARACTERÍSTICA DE LA MÚSICA POPULAR ASTURIANA por Eduardo M. A clasificación literaria de las canciones populares, o la mera agrupación, teniendo en cuenta las circunstancias en que son cantadas—canciones de oficios, de baile, de ronda, etc.—no pueden, a nuestro juicio, tener nunca un carácter estrictamente científico. En primer lugar, en esas clasificaciones se atiende exclusivamente a la letra que acompaña a las melodías, siendo así que son éstas las que, principalmente, nos interesan en un cancionero musical. En segundo lugar, es muy frecuente hallar una misma melodía aplicada por el pueblo a usos distintos, con sólo modificar en algunos casos la métrica musical, o una misma poesía adaptada indistintamente a diversas melodías, siempre que éstas tengan una estructura rítmica análoga. Existe además un considerable número de melodías populares que no tienen una aplicación especialmente determinada y que pueden servir indistintamente, ya para ser cantadas a pleno aire—por un caminante, un romero, un pastor, — ya para acompañar los quehaceres domésticos, las faenas del campo, los bailes, etc., y que por su composición rítmica pueden cambiar de letra sin sufrir alteración melódica, o siendo ésta de muy poca consideración. Tal es el caso de las melodías compuestas a semejanza de la cuarteta octosilábica, la forma poética más practicada por el pueblo asturiano, y, en general, por el español. L Pero aun suponiendo que cada melodía tenga su especial aplicación, determinada por el asunto literario o por particularidades métricas y rítmicas, no creemos suficiente tal procedimiento de clasificación para llegar a conocer el carácter musical de un pueblo, pues para esto es imprescin- DON Torner, dible y primordial el análisis melódico, a fin de ver si los cantos de los distintos pueblos y regiones pueden reducirse a uno o a varios tipos, resultantes de un sistema musical determinado. Teniendo esto en cuenta hemos intentado una clasificación musical de las 500 melodías que componen nuestro cancionero asturiano, habiendo obtenido 7 grupos: Pertenecen al i." 134 melodías, caracterizadas por residir en todas ellas el mismo sentimiento musical y por la identidad de sus dibujos, los cuales pueden representarse por una escala diatónica ascendente descendente comprendiendo ya un intervalo de 4.», ya de S.^^, 6.^ 7.^ etc., según está indicado en los varios subgrupos. Al grupo 2.» pertenecen 202 melodías, análogas a las del i.°, con la sola diferencia GIL NUNO DEL R O B L E D A L Cronista de Sociedad y autor dramático. Núm. 2 7 5 . — 1 2 . P de hacer la cadencia apoyándose en !a nota sensible, ausente del grupo i.°, y distribuidas como las anteriores en varios subgrupos, según el ámbito que alcanzan. El grupo 3.* consta de 15 melodías, caracterizadas por comenzar, bien la frase o bien alguno de sus períodos, en la dominante de la escala inmediata inferior y quedando luego situada en la melodía, mediante un intervalo de 4.* dado de salto, sobre la tónica de la escala inmediata superior. Se desenvuelve la línea melódica sobre una escala diatónica ascendente descendente, que puede comprender cuatro, cinco o más grados, de manera análoga a la de los grupos anteriores. Consta el grupo 4.° de 23 melodías, caracterizadas por hacer un dibujo descendenteascendente, bien al final de la frase o de alguno de sus períodos, que va desde la tónica a la dominante de la escala inmediata inferior y desde ésta a la primera. El resto de la frase tiene un sentimiento melódico análogo al de los grupos anteriores. Al 5." grupo pertenecen 28 melodías de dibujo análogo al de las anteriores, pero colocadas una tercera superior; es decir, que aunque situadas sobre di.stintos grados de la escala, están regidas, sin embargo, por las mismas leyes musicales que aquéllas, presintiéndose en éstas el canto armónico fundamental, análogo al de los grupos anteriores. Estas melodías son las que el pueblo canta con el dúo de tercia inferior. Al grupo 6.° pertenecen 56 melodías de un dibujo y de un sentimiento musical muy distintos a los de los grupos anteriores. El tema de estas canciones ofrece un alto interés, puesto que viene a ser como el centro del cual irradia todo un ciclo de melodías de antigua tradición en la península y de probable origen andaluz, toda vez que este te ma viene a ser un tópico de las melodías populares de Andalucía. Al grupo 7.» pertenecen 39 melodías, las Cuales, ni entre sí, ni con los grupos anteriores, tienen una estrecha analogía, resuU tando imposible su clasificación. Ateniéndonos a lo expuesto, creemos poder decir que los cinco primeros grupos representan la música popular netamente asturiana, puesto que entre las melodías que los integran existe un fondo musical común. Dentro de estas 402 melodías que componen los cinco primeros grupos se puede contar un número superior a la mitad— grupo segundo — con idéntico sentimiento melódico, lo cual hace suponer que sea el más puro y primitivo, ya que es el que más arraigado se encuentra en la tradición popular asturiana. De estas 402 melodías, están compuestas en modalidad mayor, 318; en menor, 73, y 11 participan de ambas nio- 'üdsvr dalidades; puede afirmarse, por consiguiente, que en la música popular asturiana domina la modalidad mayor. Contrasta esto con la modalidad de las melodías que componen el grupo 6.0, las cuales, en su casi totalidad, están sobre el modo menor. Otro hecho que encierra gran importancia y que justifica nuestro criterio de que en los cinco primeros grupos está representada la música netamente asturiana, es el siguiente: existen canciones que son de empleo general en España y que en las diversas colecciones de cantos regionales aparecen transcritas de una manera idéntica, es decir, conservando en su integridad el mismo dibujo melódico. Ahora bien: éste pierde su forma al entrar en Asturias, adaptándose a la de alguno de estos cinco primeros grupos. El estudio de las melodías que componen el subgrupo B del grupo segundo —de idéntico sentimiento melódico con tendencia a cierta uniformidad de composición, y cuya mayor importancia numérica nos induce a considerar esta forma como la más arraigada y primitiva en la tradición asturiana — nos dará a conocer aproximadamente el carácter de la música popular de esta región. La composición general de estas melodías es la siguiente: una frase de cuatro miembros correspondie ntes a los cuatro versos de la poesía, bien sea oct osilábica, bien en forma de cuarteta de seguidilla. El primer período de la frase hace la semicadencia sobre el tercer grado de la escala, y el segundo finaliza sobre la tónica, pasando antes por la sensible. Puede la frase ir seguida de un estribillo, el cual está sujeto al carácter musical de aquélla, o tener pequeños estribillos intercalados, que son, generalmente, adornos melódicos basados en la nota en que termina uno de los miembros o de los períodos. La inspiración popular no puede, evidentemente, estar sujeta a determinados cánones para la composición de sus creaciones, pues éstas son siempre cosa intuitiva y no producto de cálculos y reglas prefijadas; sin embargo, debido tal vez a la fuerza de la tradición, y por ende a la educación musical en ciertos metros y ritmos con giros melódicos especiales, y tal vez también al gusto preferente que el pueblo asturiano encuentra con el empleo de determinadas cadencias, formas estereotipadas y conservadas secularmente, hace que todas sus composiciones tengan una cierta analogía en la forma y, desde luego, un mismo sentimiento melódico. No quiere esto decir que todas aquellas formas melódicas que, más bien de una manera aparente que real, se separan de la anteriormente indicada, y cuya poesía sólo ESPAÑA conste de dos o tres versos, no sean de origen netamente asturiano. Sirva como ejemplo una mel; día cantada por estrofas compuestas de dos versos endecasílabos asonan* tados. Precede y sigue a cada estrofa una invocación de carácter religioso contenida en un verso de cinco sílabas. Evidentemen* te, la forma melódica que acompañe a esta poesía no puede ser igual a aquella que i^ ajusta a cuatro versos octosilábicos. No obstante, podemos considerar la melodía como una frase de cuatro miembros, que aunque de valores rítmicos distintos, guardan cierta simetría en su distribución: jSeñor San Juanl Patrón del pueblo y el Señor San Juap. Viva la danza y los que en ella están. ¡Señor San Juanl El primer período de la frase, que termina con el primer verso endecasílabo, hace semicadencia sobre el tercer grado de la ^ cala y finaliza la frase con la última invoca t, la ción, haciendo la cadencia perfecta sobre tónica luego de haber pasado por la sensib Formas parecidas a la anterior se enco trarán en nuestro cancionero fácilmente, en resumen, no vienen a ser más que vari tes de mayor o menor libertad rítmica, com la siguiente, cuya particularidad consiste la repetición, al final del primer período, primer miembro de la frase, que en este ca equivale al segundo hemistiquio del pi""" verso de la poesía: Si vas al prado, María, si vas al prado, cierra bien la portillera... Vilo A una poesía de cuatro versos el P'^^ ajusta una frase de cuatro miembros, ^ 7 número de notas fundamentales depe del de las sílabas del verso correspondie ^ y a una poesía de dos versos sabe aju también una frase de cuatro miembros, metiéndolos al valor de cada uno de los tro hemistiquios de los dos versos; o, p contrario, a una frase de cuatro miem pero de valor restringido, es decir, que miembro sólo conste, por ejemplo, de tro notas fundamentales, ajusta dos v ^^ de una cuarteta octosilábica, me diante ÁO división de éstos en hemistiquios, tenien 1 fra^^ necesidad de repetir íntegramente la ^^ musical para completar la poesía. Se frecuencia este caso en nuestro canc y casi siempre la melodía tiende a c var, mas o menos perfecta, la forma i» da como característica regional. Oviedo-Agosto-1920. >r, si quiera ust«d presta'' * Lector, curso & I& revista " E s p a ñ a " » b&se- 5" ^^, (^ú/ SVé ESPAÑA LA VIDA INTELECTUAL EN ASTURIAS por F. S e ñ a s Encinas. A fines de Diciembre de 1878—cuando explotación de su subsuelo. Esa pretendida *- aun se publicaba la Revista de Astu- romanización que parece revelar nuestro ftas,-—acompañando el inolvidable Arambu- dialecto no es, a la postre, sino la pátina •^ * un forastero que de paso por nuestra que en el transcurso de varios siglos de laticiudad deseaba conocer todo lo que en ella nismo oficial, se ha ido formando sobre los "ubiera digno de atención, era interrogado vocablos indígenas, algo exterior que jamás tuvo arraigo en este indomable espíritu •^e esta suerte: —^Y dígame usted; ¿cómo está Oviedo de montañés. Cuando sobreviene la bruma germánica ''Movimiento intelectual? ¿Tienen ustedes alS^n Círculo literario o científico, Academia, hacia el siglo y e irrumpen sucesivas invasiones en la Península, Asturias queda, duateneo, o cosa por el estilo? rante mucho tiempo, fuera del área de doY don Félix respondía tristemente: No, señor; no hay nada de eso. Algo minación de los visigodos, los más cultos de smso haber, es verdad, pero ya no hay nada. todos los bárbaros, y sólo los suevos, si Estas mismas palabras de Aramburu, sin acaso, comparten con nosotros los rigores "'^•tar punto ni coma, solemos repetir nos- de aquella calamitosa época, sin que quepa tros amargamente a cuantos nos hacen esperar, por lo tanto, ningún florecimiento ^entica pregunta. En realidad, nunca tuvi- intelectual. Fielmente reflejan la situación mos los asturianos vida intelectual; mas de esta parte del Norte las siguientes palaotno andan todavía por aquí muchas gentes bras del profesor de la Universidad de Koe••eflexivas e indoctas, a pesar de escribir nigsberg, Félix Dahn: c El aislamiento en el ^fos, que se envanecen de lo contrario, rincón más apartado de Europai, come los ^asionando lamentables perjuicios con su mismos hijos del país decían, «la consiguien^ctitud, voy a trazar ante el lector de ESPA- te separación de otras regiones junto con la ^ Una ligera reseña histórica que servirá de mayor rudeza de los suevos y lo agreste de improbante a mi aserto. Nadie que me co- las montañas, debían ser otros tantos obstá^ z c a dudará un momento de la bondad culos al progreso intelectual y de la civilización». Siglos después, la Reconquista sólo ^' propósito que me anima. Aunque cabe suponer a Asturias, antes de deja tras sí nuestros montes poblados de modominación romana, en un estado bárba- nasterios y erizados de iglesias, que es todo 0 semibárbaro, cuyo nombre apenas si lo que nos quedó, al parecer, de la esplendoCía . rosa civilización supuesta por algunos escri•* conocido de los demás pueblos de la Petores regionales en este período. Al traslaisula^ hemos de consignar, sin embargo, darse la corte a León, existían en Asturias, raro fenómeno de haberse dado aquí en la según Carvallo, ciento nueve monasterios y . ^« prehistórica una cultura de relativa un número incalculable de iglesias. '"'Portancia y de sorprendente parecido, Eran, pues, las escuelas episcopales y mo afilas, con la coetánea desarrollada en las nacales las únicas encargadas de repartir la l^^lidades costeras de la Francia occideninstrucción, y mientras del siglo XI en ade• "ero esa cultura primitiva no tardó en lante acrece la cultura castellana con el adanearse en nuestras montañas, bien porvenimiento de las Universidades, sigue con^ ^ hubiéramos perdido el contacto por la tando Asturias solamente con aquellas raa de la costa con gentes de una indubitaquíticas escuelas y aun más tarde con las Civilización superior, o ya porque influenpreceptorías de latinidad, sus sucedáneas, ^ inmediatas posteriores de otros pueblos hasta que al fin en los comienzos del siglo •*aelantados que vmieron al territorio XVIl abre sus puertas a la juventud estudioPetii•Msular, no pudieran llegar hasta nossa nuestra Universidad. Posteriormente, du^tro, "^s beneficios de la colonización romana rante el progresivo reinado de Carlos III, eri ^sta provincia, sobre ser tardíos, care- creóse en Oviedo la Sociedad Económica n de valor espiritual y sólo revistieron, de Amigos del País, tan beneficiosa en un Sumo, una forma utilitaria, limitándose principio para las artes y las ciencias, en'liJizá para satisfacer necesidades perento- gendrando al poco tiempo la Escuela de Be'ias I ' a introducir alguna mejora agrícola, a llas Artes de San Salvador en 1785; y en las ^ Pertura de calzadas o a la construcción postrimerías del último tercio del siglo XVIII, S^n puente, cuando no a la codiciosa bajo el de Carlos IV, se fundó en Gijón, des- Núm. 2 7 5 . — 1 3 . pues de ímprobos esfuerzos, el Real Instituto Asturiano, debido al celo del insigne Jovellanos. La erección de este importante centro de estudios aseguró—como ha dicho un viajero—la existencia literaria de la industriosa villa gijonesa. Por último, durante todo el siglo XIX ganó mucho Asturias en la esfera docente, pero convendréis conmigo en que ese es el aspecto más rudimentario de la vida intelectual de un pueblo, si bien el único que, a través del tiempo, ofrece Asturias a mis entristecidos ojos, porque fuera de lo apuntado — vergüenza da confesarlo — nada ó casi nada merece consignarse. Saliéndonos de la esfera docente, no es posible descubrir un mayor círculo de vida intelectual. Ninguna Sociedad artística, literaria o científica, cuando las hubo en tiempos próximos a los nuestros, disfrutó aquí de larga y prósp ira existeiKia, ni empresa alguna tipográfica de levantados vuelos llegó tampoco a sostenerse. Ninguna Revista, si exceptuamos a la benemérita de Asturias, de la que era director Aramburu y en la que colaboraban, aparte de otros. Clarín, Palado Valdés y Galdós, y la generosa y juvenil tentativa de última hora, Región, consiguió figurar entre nosotros con méritos suficientes para hacerse acreedora al recuerdo. Nace en estos momentos una nueva Revista, Asturias Gráfica, y ojalá sea la llamada a realizar la noble y arriscada empresa de redimirnos de nuestro pasado. La prensa diaria de la provincia, que data de 1808, ha desenvuelto siempre su acción en un sentido político o meramente informativo. Pero... ¿a qué seguir? No cabe hablar de vida intelectual en Asturias, y con tanta justicia, como entonces, casi puede suscribirse hoy la frase estampada en sus Memorias, cuatro siglos ha, por aquel noble viajero francés, Antonio de Lalaing, señor de Montigny, al ocuparse de nuestro país: «Allí no hay más que montañas...» Por la misma razón, cuando alguien se aventuraba a visitarnos, como lo hizo en 1611 el ilustre polaco Juan Sobiesky, había que perdonarle nos dijera, al igual de éste, que «era Asturias un reino muy fastidioso para el viajero y que hasta daban ganas de ; escupir, atravesando sus montañas, rocas y desiertos». Es lo cierto que desde que Felipe II despojó a la corte de su carácter traslucinante ; y la trasladó a Madrid, cuyo traslado san- • cionó definitivamente su sucesor, la vida ar- I tística y literaria con otros órdenes de la ac-' tividad local comenaó a retraerse de las provincias. Si bien en muchas de ellas, debido quizá a contingencias histórico-geográficas, se formaron tiempos atrás considerables núcleos de cultura, la nueva y"estática cabeza del reino acabó por absorber la savia que las vivificaba, determinando su rápida deca- Núm. 2 7 5 . - 1 4 . P Ó/^'^ dicho Caveda, nunca tuvo muchos ni afortunados cultivadores. Entrado el siglo XVIII, un plantel de sabios que ya no respiraban la atmósfera local desde hacía tiempo, entre los que citaremos a Jovellanos, Campomanes, Martínez Marina y Cean Bermúdez, iniciaron un movimiento científico y literario en la provincia, que a poco vino a estrellarse contra la tradicional indiferencia de los naturales. La vida intelectual no podía ser más pobre en esta centuria, reduciéndose a las tertulias celebradas al amor de la lumbre, en !a manCarecemos nosotros de toda tradición de sión de algunos nobles e hidalgos, donde se cultura. Hasta la misma vida intelectual que jugaba a la lotería y «reinaba la franqueza, durante un gran lapso del medioevo fomen- presidía la tolerancia y se aprendía más que tó la Iglesia, quedó desplazada hacia las re- en los libros, siendo uno abierto cada uno giones del Sur y Este de la península, donde de los concurrentes», conforme el testimonio residía un clero más instruido que el nues- de un contemporáneo. También solían contro, sin duda por hallarse en contacto con el currir por aquel entonces algunos señorones mundo oriental. Cualquier manifestación ar- y catedráticos de la Universidad a la celda tística o literaria que se insista en sospechar, del P. Feijóo, donde este sabio benedictino desde luego la consideramos de carácter pa- les regalaba con la lectura del borrador de sajero y presumimos que sería razonable sus obras. Y a tal extremo llegó la pobreza achacarla a corrientes civilizadoras aliení- de nuestra vida intelectual en los postreros genas que provocara el accidente de la Re- años, que a Jovellanos, con toda la autoridad conquista o quizás las devotas peregrinacio- que le daban su gran talento, su gran posición y su gran sabiduría, no le fué posible nes y romerías a las iglesias encontrar aquí, en Oviedo, la ciudad literade San Salvador de Oviedo y Santiago de Galicia, ria por excelencia, U7i solo hombre que pu como rezan los viejos romances. Los hechos nos hablan de otra manera. diese auxiliarle en los proyectos con que A mediados del siglo XVI aparece la impren- pensaba enriquecer las letras asturianas, enta en Astu'ias, y la incultura del país la re- tre los que figuraba la creaciónde unaacadechaza. Entonces el impresor se ve obligado mia, la inspirada academia que tantos otros, a mendigar del cabildo de Oviedo la reim- después de él, intentaron en vano. presión del Breviarium de su iglesia para Torrusend visita el país por esta época y no morirse de hambre. Unos lustros más en su «Journey thronghSpain», escribe «En tarde reaparece la imprenta, pero no hace España el nivel cultural es muy bajo, pero sino despertar la afición a la tipografía. principalmente en Asturias.» Cuando algún ingenio del Principado deseaEn fin, para descubrir en la Historia de ba publicar un libro, se iba a la Corte para Asturias otro movimiento similar al iniciado darlo a la estampa. Se iba, sobre todo, en por Jovellanos, Campomanes, etc., habríabusca de unas miajas de ambiente más pro- mos de contraernos necesariamente a la sepicio al fomento de sus ideales, siendo allá gunda mitad del pasado siglo, período el tan bien acogido, que la mayor parte de las más fecundo, a mi juicio, de nuestra vida liveces no parecía más por estos contornos. teraria, aunque sin grave transcendencia por Es mucha verdad que antaño, como hoga- su carácter localista, y cuya vaga resonanño, la mayoría de nuestros intelectuales ha cia se fué apagando poco a poco hasta extenido que huir «de la nieve de las cumbres tinguirse por completo en los linderos finihacia las tierras cálidas, como una sucesión seculares. Esa «relativa vitalidad» de las lede golondrinas que azuzara un viento inver- tras asturianas la obró el milagro de haber nal» según la bella expresión del poeta as- acertado a reunirse aquí, por una sola vez, tur Alfonso Camín. Esta corriente emigrato- varios hombres de talento, admirable conria, densa y fecunda, se ha venido prolon- junto de voluntades atentas al porvenir esgando hasta nuestros días y lleva camino de piritual de Asturias; cesó en cuanto aquellos no tener fin. se dispersaron, y se dispersaron por la hostilidad del medio. Aramburu, que era uno En el siglo xvii algo se dejó sentir la inde ellos, asistió a este apagamiento de la fluencia de la Universidad, haciendo su apaactividad intelectual, achacando a sus ojos rición por primera vez, en caracteres escriya cansados por los años el efecto que echatos, nuestra poesía bable, pero este dialecto ba de ver. Pero no eran cosas de viejo. A que «corresponde a una sociedad muy aparnuestros ojos jóvenes se ofrece el mismo dotada de nuestros tiempos y menesterosa en loroso espectáculo, y con pena observamos extremo de cultura y buen gusto» como ha dencia. El recuerdo de antiguas glorias perduró, sin embargo, y ello ha servido para estimular en ciertos hombres animosos el anhelo de renovarlas. De este modo, por medio del cultivo de la literatura provincial, reaccionando contra una centralización absurda, ha ido desarrollándose importante fase del regionalismo contemporáneo. Mas desgraciada o afortunadamente, y si digo afortunadamente es porque nos sirve de consuelo ser un pueblo joven y con una reserva intacta de energías mentales al lado de otros ya agotados. ESPAÑA que el estado de la cultura en Asturias no corresponde hoy, ni mucho menos, al estado de progreso que en otros órdenes de la vida regional se advierte. .iLas causas del fenómeno? En varios artículos y en una conferencia pronunciada este invierno en la Un'' versidad—¡pobre Universidad donde ya no hay calor! - traté ya de señalarlas. LA T O R R E (DECIRES ROMÁNTICOS) Piramidal faLtasma, la gótíc» lombra vigila y ofréceme clsig'',* desusilcDcio eterno. Clarín. «I'^*' tación de un ritmo de D'AnuO' úo». UÉ atiendes, torre, a lo lejos? Q ¿qué atiendes en lontananza? Tus húmedos ojos viejos ¿en qué ponen su esperanza? Por sobre chalets enanos y miradores burgueses, ¿anhelas ver tus hermanos chapiteles burgaleses? ¿Quieres columbrar, cautivas en la neblina lejana, las seculares ojivas de Colonia la alemana? ¿A Xótre Dame tu saudade vuela? ¿Sigue el derrotero de París—«esa ciudade> oh cantor de! romancero? ]Torre que en lo gris perfilas tu vieja silueta santa, luenga torre que te ahilas como en un pozo una planta! De áurea túnica te viste la añoranza del pasado, tuyo es el encanto triste de un gran mástil naufragado. Tú sabes su soledad soñadora, combatida en un mar de hostilidad por las olas de la vida. Perfume das de virtud, ciprés de resignación; ¡cuánto anhelo en tu actitud de místico en oraciónl Cuando te hechiza la luna desde la estrellada esfera, ¿no eres, por ventura, una virgen amante que espera? ¿No canta a un mito distante tu salterio de metal mientras el alba en Levantt vierte su plata ideal? ]0h divino reHcario de una marchita teoría! tú ofreces hospitalario refugio a la fantasía y asilo eres de pesares de almas que van al acaso, como una roca en los mares para las aves de paso, iQué leyendas peregrinas narrarás a quien te oyera de almas tales, golondrinas de una sola Primaveral Yo sé que en tus filigranas tiene su nido una de esas que escuchan voces lejanas de esperanzas, de promesas. Sé que alguna vez fué ungida por la suprema belleza sobre la cumbre florida de tu augusta gentileza. [Cuántas veces le dio al viento desde tu cruz su embajada cual la princesa de un cuento sobre una torre encantada! FERNANDO DEL FRESNO ESPAÑA pO/Sí?<F L U C E S DE B O H E M I A Núrti. 2 7 S - — 1 5 DON LATINO, Madama Collet, verá usted qué faena. ( E S P E R P E N T O ) CLAUDINITA. ¡Golfo! por Don Ramón del (SIGUE LA E S C E N A PRIMERA) (i) MADAMA C O L L E T . ¿Trae usted el dinero, don Latino? DON LATINO. Madama Collet, la desconozco, porque ^tupre ha sido usted una inteligencia razo, ^'^ora. Max había dispuesto noblemente ^= ese dinero. MADAMA C O L L E T . <Es verdad, Max? DON Valle Inclán toda la razón. Me han cogido de pipi. Pero aun se puede deshacer el trato. MADAMA C O L L E T . CLAUDINITA. ¡Oh, sería bien! DON LATINO. Max, si te presentas ahora conmigo, en la tienda de ese granuja y le armas un escándalo, le sacas hasta dos duros. Tú tienes otro empaque. MÁXIMO E S T R E L L A . DON LATINO. Habría que devolver el dinero recibido. ¡No le saque usted de los brazos de Morfeol DON LATINO. CLAUDINITA. <Papá, tú que dices? MÁXIMO E S T R E L L A . Basta con hacer el ademán. Se juega de boquilla, maestro. MÁXIMO E S T R E L L A . ¿Tú crees?... l^dos todos al diablol MADAMA C O L L E T . DON LATINO. ¿Sabes como acaba todo esto? ¡En la taberna de Pica Lagartos! ESCENA L EL Don Max, ha venido buscándole la Marquesa del Tango. MADAMA C O L L I T . ¡Miau! MÁXIMO E S T R E L L A . Max, no debes salir. CLAUDINITA. MÁXIMO E S T R E L L A . El aire me refrescará. Aquí hace un calor de horno. ^ o n Latino, si usted no apoquina, le araño. D O N LATINO. DON CLAUDINITA. Le saco los ojos. MADAMA C O L L E T . ¡Vas a tomarte un disgusto sin conseguir nada, Max! CLAUDINITA. MADAMA C O L L E T . DON LATINO. Max, yo buscaré alguna cosa que empeñar. *^ax, interpon tu autoridad. MÁXIMO E S T R E L L A . ¿Qué sacaste por los libros, Latino? MÁXIMO E S T R E L L A . No quiero tolerar ese robo. ¿A quién le has llevado los libros. Latino? DON DON LATINO. ü res pesetas, Max! ¡Tres cochinas pese^^' lUna indignidad! ¡Un robo! CLAUDINITA. DON LATINO. MÁXIMO E S T R E L L A . jClaudina, mi palo y mi sombrero! CLAUDINITA. ¿Se los doy, mamá? ^ ' ^ u d i n i t a , en ese respecto te concedo •' Véase el número Roterior. LATINO. A Zaratrustra. 1^0 haberlos dejado! MADAMA C O L L E T . ¡Dáselos! CHICO D E LA TABERNA. Enriqueta la Pisa-Bien. DON LATINO. ¿Y desde cuándo titula esa golfa? EL CHICO D E LA TABERNA. Desque heredó del finado difunto de su papá, que entodavía vive. DON LATINO. ¡Mala sombra! ¡Papá, no salgas! iGolfoi EL CLAUDINITA. DON LATINO. iClaudinita! No conozco a esa dama. LATINO. Pues en la calle corre fresco. ^«rtate las uñas, Claudinita. CHICO D E LA TABERNA. U N BORRACHO. MÁXIMO E S T R E L L A . Latino, eres un cínico. SEGUNDA A taberna de Pica Lagartos: Lux de acetileno: Mostrador de cinc: Zaguáft obscuro con mesas y baiiquillos: Jugadores de mus: Borrosos diálogos.—Máximo Estrella y don Latino de Hispalis, sombras en las sombras de un rincón, se regalan con sendos quinces de morapio. ¡Naturalmente! l^h, querido, con tus generosidades nos "^s dejado sin cena! LATINO. ¡Todo en tu boca es canción, Claudinita! Máximo Estrella sale apoyado en el hoitibro de Don Latino de Hispalis. Las dos mu • jeres, al quedar solas, se mirají fijamente. La madre suspira apocada, y la hija, todo nervios, comienza a quitarse las horquillas del pelo. MÁXIMO E S T R E L L A . ¿Ha dicho si volvería? EL CHICO D E LA TABERNA. Entró, miró, preguntó y se fué rebotada, torciendo la gaita. ¡Ya la tiene usted en la puerta! Enriqueta la Pisa Bien, una mozuela golfa, revenida de un ojo, periodista y florista, levantaba el cortinillo de verde sarga, sobre su endrina cabeza, adornada de peines gitanos. L A PISA BIKN. ¡La vara de nardos! ¡La vara de nardos! Don Max, traigopara usted un memorial de mi mamá: Está enferma y necesita la luz del décimo que le ha nado. 1?0/5"£)3 Núm, 2 7 5 . — 1 6 . MÁXIMO E S T R E L L A . Le devuelves el décimo y le dices que se vaya al infierno. L A PISA-BIEN. MÁXIMO E L CHICO D E LA TABERNA. MÁXIMO E L CHICO D E LA TABERNA. ESTRELLA. Niño, yo hago lo que me da la gana. Pídele para mí la petaca al amo. E L CHICO D E LA TABERNA. L A PISA-BIEN. Y ese trasto que no parece. Siquiera, con* vide usted, don Max. L A PISA-BIEN. MÁXIMO L A PISA-BIEN. El primer poeta de España. Una copa de Rute. E L BORRACHO. DON LATINO. ¡Cráneo privilegiado! Es la bebida elegante. ESTRELLA. Yo nunca tuve talento, he vivido siempre de un modo absurdo. DON ESTRELLA. Tome usted lo que guste, Marquesa. D O N LATINO. No lo deje usted irse, don Max. MÁXIMO ESTRELLA. Si no te admiten la prenda, dices que es de un poeta. MÁXIMO LATINO. No has debido quedarte sin capa. Eres un clásico. L A PISA-BIEN. Don Max, desprecia el dinero. DON Como la corza herida, don Max. E L CHICO D E LA TABERNA. ¡Ese número sale premiado! Tosió cavernoso, con las barbas estremecí' das, y en los ojos ciegos un vidriado triste, »< alcoholy dejiebre. ESTRELLA. Niño, huye veloz. De su parte, don Max. El ciego saca una vieja cartera, y tanteando los papeles con aire vago, extrae el décimo de la lotería y lo arroja sobre la •mesa: queda abierto entre les vasos de vino, mostrando el número bajo el parpadeo azul del acetileno. La niña Pisa-Bien se apresura a echarle la zarpa. E S P A Ñ A LATINO. No has tenido el talento de saber vivir. L A PISA-BIEN. ¡Ay, don Latino, por algo es una la Mof' ganática del Rey de Portugal. Don Max,"" puedo detenerme, que mi esposo me hac^ señas desde la acera. MÁXIMO E S T R E L L A . Mañana me muero, y mi mujer y mi hija se quedan haciendo cruces en la boca. MÁXIMO E S T R E L L A . Invítale a pasar. (Sigue la escena según*.d»). Don Max, es un capicúa de sietes y cincos. L A PISA-BIEN. iQue tiene premio, nester apoquinar tres ballero está afónico. saludándole. Si quiere regalo. MÁXIMO no falla! Pero es memelopeas, y este caCaballero, me retiro usted un nardo, se lo NUEVAS INTERPRETACIONES D E L ALMA NORTEAMERICANA por ESTRELLA. Carlos Estáte ahí. Pereyra. LA PISA-BIEN. I Me espera un cabrito viudo. , MÁXIMO E S T R E L L A . Que se aguante. Niño, ve a colgarme la capa. L A PISA BIEN. Por esa pañosa no dan ni los buenos días. Pídale usted las tres beatas a Pica Lagartos. E L CHICO D B LA TABERNA. Si usted le da coba, las tiene en la mano. Dice que es usted segundo Castelar. MÁXIMO ESTRELLA. Dobla la capa, y ahueca. E L CHICO D E LA TABERNA, ¿Qué pido? MÁXIMO ESTRELLA. Toma lo que quieran darte. L A PISA-BIEN. ¡Si no la reciben! D O N LATINO. Calla, mala sombra. De todos modos concluímos con Paul Ja UN RECETARIO D E SOCIOLOGÍA DESCRIPTIVA L AS ideas acerca de los países cambian de siglo en siglo, y aun se modifican de lustro en lustro. Pero si las ideas cambian, los prejuicios quedan, y se superponea unos a otros. La generalidad de las gentes instruidas, para no hablar de las que sólo se documentan en los sermones presidenciales del doctor Wilson, ha hecho un compuesto que pudiera reducirse a esta receta: Lord Bryce (American Co7nmonwealth).. 70 "/Q Paul de Rousiers (Eanchs, Fermes et Usines) 15 7o Ostrogorki (Partís politíques) 5 7o Tocqueville (Dimocratie en Améríque). 5 7o Bourget (Outre-Mer) 2 7o Miscelánea 3 7o Pero alteremos las proporciones. Pongamos un 80 por 100 de Tocqueville, y un 20 por IDO de Paul de Rousiers, O quedémonos en las tres cuartas partes con Bourget. O démosle una gran primacía a Ostrogorki. Rousiers: «lo que explica el buen éxito los Estados Unidos, lo constitutivo del tip es la energía». Individualismo poderoso, sed inextinü" ble de libertad. Tal es el norteameric»'' estereotipado por los libros clásicos, de i''^ a1914. A esto se agrega otro rasgo: el idealis"" ' y tenemos perfecta la imagen de que se » ve el mundo intelectual: los Estados Un*'' son la tierra de los libres, el hogar de valientes, la cuna del idealismo. ¿Y Palmer? ¿Y Baruch? Palmer se explica dentro de Ostrogo^ dentro de Bryce, dentro de Rousiers, talidad hija de la energía. Baruch se explica por el margen qu^ sociedad opulenta deja al político venal p que se enriquezca. p j Pero hay cosas que no se explican, i , qué la tierra de los libres deja en la c^ a los inocentes y sufre los atropellos de policía desenfrenada? ESPAÑA Núm. 2 7 5 . — 1 7 . ¿Por qué el idealismo calla cuando se hace ^1 manejo ilegal? ¿ror qué, sobre todo, oímos la voz de ese calismo precisamente en las riberas de los tetólos que arrastran el oro de la prevari•^ación? ¿Por qué? nos, y aun su libertad política sucumbe violentamente en presencia del nuevo dogma que considera virtuosas y legales ciertas teorías de gobierno, y que tacha otras de aborrecibles y criminales. Francamente, por mi parte no creo que los norteamericanos de hoy sean menos libres que los del tiempo de Washington, o II que los del tiempo de Jackson, o que los del LA RESPUESTA DE NATHAN Y tiempo de Lincoln. ¿No se aterrorizaba a los MENCKEN oposicionistas para lograr que la Constitución pOR qué? fuera ratificada? La Constitución, considePorque no hay tal idealismo, porque rada por todo el mundo como un instru° hay tal energía, porque no'^hay tal amor mento de libertad, cuando se implantó era ^'a libertad, considerada como un instrumento de opreAsí lo dicen al menos dos escritores nor- sión por la gran mayoría del país. «Los hom¡^americanos, George Jean Nathan y H. L. bres de las fronteras, los cultivadores, los ^lencken. deudores, los campesinos, los propietarios Acaba de salir a luz un libro de estos dos de menor cuantía, se declararon casi unáni"cos eminentes--í/wa interpretación del memente contra la Constitución. Los comer'^a nacional,—que encierra grandes sorpre- ciantes, los prestamistas, los abogados, los s para la mayoría de los que tienen una opi- grandes propietarios, los plantadores y tolan formada, y que confirma los puntos de dos los que estaban sometidos a la influen'a contrarios o divergentes de una mino- cia de estos grupos, eligieron delegados que 'a> hasta hoy no escuchada, ni atendida, ni votaron en favor de la Constitución > (i). ¿Y qué fué después de la República sino '^^^nos aún acatada. . ^1 libro de Nathan y Mencken (i) se ins- un gobierno de esclavistas? Hoy se empluma ^ ''a en «el propósito de disipar los gases a los socialistas en Minnesota, Entonces se "alantes que lanza la retórica sobre la emplumaba a los propagandistas de ideas la donde se discute la cuestión de los contrarias a la institución peculiar. Pero demos por supuesto que la libertad ^ales norteamericanos y del carácter norera ilimitada en otros tiempos, y que como teamericano. ^ dicen Nathan y Mencken, la libertad es una supervivencia fosforescente, tenemos un hem cho incuestionable: «no hay en la tierra un VERBOTEN hombre más rígidamente regimentado que el norteamericano.» JM^ATHAN y Mencken aseguran que si se pregunta a diez norteamericanos cuál Al norteamericamo lo tiranizan simultáa pasión saliente en el armamentariunt neamente la religión, las costumbres, los pe^us emociones, nueve contestarán: riódicos, el gobierno y su mujer. ,,, "~~*'' férvido y nunca satisfecho anhelo d e Si nos lo figuramos en medio de una pla'•bertad. za circular como las de Washington, vemos odo norteamericano se cree el primero. que no puede salir de ella. En la desembo'os exponentes de la libertad en el mun- cadura de cada avenida hay un poste con • I-os defensores de la libertad son sim- un letrero que dice: Verboten. Todo le está P'es c prohibido; reir, beber y pensar, pero muy secuaces del norteamericano, y secuaespecialmente se le niega el derecho a no timoratos o envidiosos. Poner en duda ser borrego político. ^ ^ ardor liberal es un insulto, tan grave ¿Cuál es su actitud? ¿La de la religión? De ^^'^ el de discutir el honor de la Repúbliningún modo. Su actitud es la de la satisfac^ 'a castidad de la espesa. ción; la del orgullo. Se cree el hombre más ». sin embargo,— prosiguen Nathan y libre de la tierra, y compadece a todos los ^ e*icken,—todo observador desapasionado hombres que no son tan libres como él. Con claridad perfecta que este ardor ha Pero la verdad es que careciendo de tra"lido en siglo y medio una gran parte de dición, y sin esas zonas de autonomía mo'^ándente realidad y ha descendido hasta ra! que protegen al ser superior, el norte^^stado de una superstición fosforescente. norteamericano de nuestros días goza americano vive en estado perpetuo de terror "ablemente de menos libertad que cual- contra las violencias de la anarquía, y se en^•"a otro individuo de los pueblos cristia- trega, atado de pies y manos. Se entrega; quiere ligaduras materiales; una iglesia, un no Tkc Ameñcan Credo, A, Contribution Toward partido político, una fraternidad o a uno de í}.., '^'MiatitK ofthe National Mind, by George Je .Hn "an ff"' *"^ ^: %• Mencken.—New York, Alfred A. — '920. - _ , — ^ _ _ . , •• j - * » ^ «esos movimientos idiotas que asuelan el país constantemente» como la Liga contra el alcohol. Se entrega, porque entregarse y unirse a los demás le da un sentimiento de seguridad... «Todo el pensamiento del país corre por el canal de las emociones de la muchedumbre. No hay conflictos de ideas, sino una sucesión de fanatismos. Ahora bien, es inconveniente para el individuo permanecer aislado de esos fanatismos, y peligroso atacarlos. No hay país del mundo en que la ferocidad se ensañe tanto contra los disidentes; no hay país del mundo en que sea tan costoso dar oído a la voz interior y pertenccerse a sí mismo.» (Págs. 41-42). El ciudadano que está en medio de la plaza circular, ve en un poste a Billy Sunday, el ridículo predicador; en otro, a Carrie Nation, la dictadora íeroz 'que odia tanto el moscatel, como el whisky; en otro, a Palmer, con su banda detectivesca; en otro, a Godkin, la sana prensa... Pero lejos de protestar el ciudadano, sonríe y grita: —¡Viva la intolerancia! Y añade: —Yo no creo que eso sea intolerancia. Es defensa del ideal. Defendamos el ideal a toda costa. IV COMO EL CONDE DE MORNY E N vísperas de! movimiento autoritario de Luis Napoleón, una dama preguntó al que era entonces conde de Morny: —Mañana habrá barrido. ¿De qué lado estará usted, conde? —Naturalmente, del lado de quien barre. Esa exactamente era la respuesta de las ínfimas capas burguesas y de muchos obreros en los Estados Unidos, cuando empezó a ser perseguida la anarquía rusa, la contaminación procedente de focos extranjeros, enemigos del ideal americano. Es obvia la explicación del hecho, pero conviene verla en un libro yanki, para apreciarla mejor y darle todo su valor de genuino americanismo. «El aficionado a la psicología popular se pregunta maravillado, por qué causa las represiones constantemente practicadas en los Estados Unidos no dan lugar a revueltas...» En otros términos, ¿por qué no se reivindica el derecho de libre emisión de las ideas? Los autores contestan: «Porque la muchedumbre no se interesa en las ideas como tales.» Le disgustan las ideas; sospecha de la sinceridad de los que las predican. Pero aparte de esto, hay un rasgo que nos importa, sobre todo, y que es básico para una ( I ) A . M. Simons: Serial Forces in Amtrican Histepsicología del pueblo norteamericano ; ry, New York, Macmillan, 19I4. ESPAÑA n Núm. 275. — 1 8 . V L pueblo norteamericano le encanta la persecución. «El espectáculo del hombre que ejerce el derecho de libre emisión del pensamiento, no despierta un sentimiento placentero, porque no es dramático, en tanto que el espectáculo de un hombre a quien ataca la muchedumbre, de un hombre encarcelado, apaleado y acaso asesinado por intentar el ejercicio de ese derecho, es una escena tan interesante como la que más pueda serlo, y el populacho no sólo quiere presenciarla, sino que desea tomar parte en la función.» has emocionantes y a veces imaginarias sobre la existencia de folletos revolucionarios en las medias de la mujer del acusado, con pruebas de que le ha dado cien mil dólares Bernstorff, Carranza o algún otro duende transitorio.» (Págs. 82 83.) En una palabra, se quiere un lynchamiento judicial. El hecho no es excepcional. La judicatura en los Estados Unidas forma una inmensa máquina productora de escándalo, en connivencia con los periódicos. Dos tercios, por lo menos, de los jueces, federales, de Estado y municipales, dan color a sus sentencias inspirándolas en la jerga periodística del momento para justificar la intención persecutoria de crímenes y crear nuevas categorías de tipos delincuentes. ¿Se preguntó alguna vez el público qué justificación había para proceder contra los centros obreros, para clausurarlos, para encarcelar a sus miembros, para maltratarlos y causarles daños irreparables.' Na. «Todo lo que el público pedía era una investigación melodramática, seguida de un juicio instaurado en las columnas de los diarios, y una publicación constante de prue- El público de los Estados Unidos es un inmenso público infantil de cinema, un público pervertido que sufre todas las] incomodidades, todos los atropellos y todas las humillaciones para qj3 no le falte su fuerte ración emocional de escándalo truculento. Quiere el crimen, real o fabricado, y la duplicación del crimen que constituye la represión. E L LYNCHAMIENTO JUDICIAL SISTEMATIZADO A P A G I N A S E X T R A N J E R A S U M B E R T O Dos pequeños libros, POESÍE (ipii) y COI MIEIOCCHI (ipi2), contienen hasta hoy la obra poética de Umberto Saba, poeta triestino nacido en i88j. Se anuncia un tercero con el título de LA SERENA DISPERAZIONE, que corresponde perfectamente al tono medio que distingue a este poeta desde su primera colecciÓ7t, ya comejitada por Borguese en L A V I T A E I L LIBRO. Hay que alabarle, decía, tpor mía tranquila posesión de la realidad tal como se presenta a sus ojos y por una seguridad y claridad de forma no frecuente entre los de su tierra.-» Pertenece a ese grupo de poetas que sigue a los de la trinidad grande, Carducci, U Ajinunsio, Pascoli, en que el lenguaje se enriquece y la sensibilidad se exalta o desmenuza; éstos sucesores suyos tkan hecho bajar a la poesía de las cumbres del Helicón y le han quitado lo que tenía de hierático y de solenme para imponerle un octavio casero y cotidiano.» Se parece mucho su poesía, en el tono y en la actitud entre las cosas, a la que han cultivado algu?ios poetas nuestros por el influjo aun 710 bieti reconocido del maestro Azorín. Con esas -melancólicas visiojies de la vida provinciana, tienen estrecho vínculo las de Umberto Saba. Pero su poesía 710 se reduce a ellas. Hay en él un palpitante espíritu religioso que se manifiesta panteisticamente y que no excluye la protesta y la imprecación. La íntima raíz italiana de que brota nos parece encontrarla en Leopardi. En Saba se anima con un profundo ardor hebraico.—E. D - C. SABA POESÍAS D E UMBERTO SABA A MI M U J E R T^KES tal como una -'--' blanca gallina je ven. Se le rizan al viento las plumas, baja el cuello para beber y escarba; mas tiene el andar lento de tu paso de reina, y avanza por la hierba majestuosa y soberbia. Es mejor que su macho. Es como son las hembras de todos los serenos animales que a Dios tienen tan cerca. Si la razón, los ojos, no me engañan en esas hembras tienes tus iguales y no en otras mujeres. Cuando las vespertinas alas del sueño laten, dan las gallinas voces que hacen pensar en las muy dulces con que a veces te quejas de tus males; no sabes que en tu voz hay como un eco de la música triste, triste y suave, de un gallinero. Eres como preñada novilla, libre aún y gozosa, sin cansancio; le pasas la mano, y vuelve el cuello, donde su carne tierna toma un tinte de rosa. Si la encuentras y escuchas su mugido, hay tal duelo en él que arrancas hierba para darle consuelo. Yo, lo mismo, te llevo regalos, si estás triste. Eres como la perra larga y fina, que siempre tiene tan dulces ojos y corazón tan fiero. A tus pies, una santa parece, en indomables fervores encendida; y extasiada te mira como a Dios y Señor. Si en casa o por la calle te siguCj a quien intente llegarse a ti, los dientes blanquísimos enseña. Y hay en su amor la pena de los celos. Eres como medrosa coneja; si a su jaula vas, erguida, al instante se levanta (me recuerda la danza de la liebre): y hacia ti las orejas altas y firmes tiende; que achicoria y salvado le llevas, y sin ellos suele estarse en lo oscuro de un ricón escondida. ¿Quién podría quitarle de nuevo la comida; quién el pelo caído de su espalda, y al nido para el parto, llevárselo? ¿Quién a ti hacerte daño? Eres cual golondrina que vuelve en primavera. Ella se va en otoño; tú en eso no la igualas. Esto de golondrina tienes: que andas ligera; y esto: que a mí, que me sentía y era viejo, anunciaste nueva primavera. Eres como la hormiga próvida. Cuando al campo va el niño con su abuela, le lleva de la mano y hablan de ella los dos. También en otros seres te veo a ti: en la abeja, en las hembras de todos los animales buenos, tan próximos a Dios; mas no en otras mujeres. LA NIÑA L que te mira ve una primavera; ve un arbolillo bueno que no lleva. flor, sino fruto. Pues mira: te cortaban el cabello. Tú estabas, con tu madre y el verdugo^ tiesa, rebelde; como chiquillo indócil ante el palo, rojas de ira y vergüenza las mejillas, apenas relucían tus ojazos; y un temblor agitaba tus rodillas del sofoco pasado. ¡Luego, qué altivamente recogías los tesoros caídos, tus magníficos bienes, tus perdidos, largos cabellos! E Un espejo te di: y entre la oscura cabellera, tu faz era redonda como un pulposo fruto. (Traducciones de E . D - C.) I)«PtiBrlTn DHll STJCESOl? DB H. TBODOR"^ OloUeto de Saota IVaría d« B Oahezs, I.-T9I. SSZ.'