10º aniversario de la ley que prohíbe el velo en la escuela pública

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10º aniversario de la ley que prohíbe el velo en la escuela pública francesa:
¿Éxito o fracaso de la laicidad francesa?
Uno de los reportes preparatorios de la “Refundación de la política de integración” publicado
en internet el jueves 12 de diciembre en el sitio del gobierno francés proponía, entre diferentes
cosas, abrogar la ley del 15 de marzo de 2004 que reglamenta el uso de símbolos religiosos en
la escuela pública debido a que obstaculiza la integración de las jóvenes con velo. Tras una
campaña de prensa la propuesta fue rápidamente retirada… La ley del 15 de marzo buscaba
preservar la neutralidad religiosa en las secundarias y preparatorias, hacer desaparecer de los
salones y patios los velos musulmanes o los turbantes sikhs, para neutralizar algunas tensiones
vinculadas con las reivindicaciones identitarias en la escuela.
Diez años después, parece intocable y ser parte del “patrimonio nacional”. Pero se presenta
como una derogación importante al principio de laicidad tal como es tradicionalmente
entendido en Francia. Desde la ley de separación de las Iglesias y del Estado del 9 de diciembre
de 1905, la laicidad, constitucionalizada en 1946, se impone al Estado y a sus agentes públicos,
pero de ninguna manera a sus usuarios… Asimismo, la ley del 15 de marzo ha creado un
precedente inédito en Francia. Me parece necesario hacer un balance de sus fuerzas y
argumentos, a diez años de su promulgación.
Las razones de esta ley
La promulgación de esta ley ponía fin legalmente a quince años de un apasionado debate
público. Había sido justificado por su partidistas para preservar la escuela pública de los
enfrentamientos intercomunitarios así como del proselitismo. El uso del velo podía ser
considerado como una forma larvada de presión hacia las jóvenes. Algunas feministas
republicanas veían en el velo un signo particularmente manifiesto de la opresión de la mujer.
Consideraban que, al prohibirlo en la escuela, se ayudaban a las jóvenes a emanciparse de las
pesadeces de sus tradiciones religiosas de origen. La ley parecía razonable porque no pedía a
las alumnas, muchas veces menores de edad –y a sus padres- renunciar por completo al uso del
velo (seguía autorizado en el espacio público), sólo de renunciar a él en un espacio público
cerrado…
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Los argumentos de los oponentes a la ley
Sin embargo, otros argumentos han sido invocados por los oponentes a esta ley. Constituye,
según ellos, una violación a la libertad individual que permite vestirse como uno quiere y
practicar libremente su culto de manera pública o privada. Consideran que con esta ley, Francia
está en contradicción con las disposiciones internacionales que ratificó, especialmente el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, en su artículo 18, y sobre todo, la
Convención Europea de Derechos Humanos que precisa que la libertad de religión comprende
la de manifestar sus convicciones, de forma individual y colectiva, en su artículo 9. Recordando
que la ley de 1905 impone al Estado garantizar la libertad de conciencia y de expresión religiosa
de cada uno de sus ciudadanos, los oponentes a la ley de 2004 la ven como una violación
manifiesta a la libertad religiosa. Recuerdan que la jurisprudencia constante del Consejo de
Estado siempre ha resuelto, desde 1905, en un sentido liberal respecto de las manifestaciones
públicas del culto (procesiones y repique de campanas). Vuelven a las fuentes mismas de la
laicidad francesa al subrayar que son los docentes, servidores públicos representantes del
servicio público necesariamente laicos, que son obligados a cierta forma de laicidad, pero no
los alumnos. Denuncian, finalmente, una sobrepuja legislativa desde 2004 que apuntan
esencialmente contra la práctica religiosa musulmana y que por lo mismo es discriminatoria.
Finalmente, se recuerda que Francia es el único gran país, junto con Arabia Saudita, que legisla
sobre la manera de vestirse (Turquía suavizó su legislación que prohibía el velo) y que las
implicaciones internacionales de esta ley son significativas (nos generó la reprobación de otras
democracias liberales en Europa y Estados Unidos).
Balance de la ley tras diez años de práctica
La ley terminó por ser aceptada, incluso, aparentemente, por los musulmanes concernidos.
Como lo recordó el Observatorio de la laicidad en su primer reporte en junio de 2013, esta ley
ha sido bastante bien respetada, tras un año de aplicación. Cuando se contaba 639 casos de
alumnos en infracción en el regreso a clase de septiembre de 2004, en 2005, la mayoría de los
alumnos y las alumnas concernidos habían aceptado retirar el velo al entrar en la escuela. Los
demás (96 alumnos) habían dejado la escuela pública por la enseñanza privada o por
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correspondencia, o habían sido excluidos (47 alumnos). Desde 2008, ya no hubo recursos en
contra de decisiones de exclusión pronunciadas por el uso del velo.
Si la gran mayoría de las jóvenes que usan el velo siguen yendo a la escuela de la República y
aceptan los códigos al quitar su velo en la entrada del centro educativo, no parecen haber
renunciado a lo que consideran como una práctica religiosa o de su identidad. Asimismo,
muestran una imaginación desbordante para “reemplazar” el velo prohibido. Desde algunos
meses los profesionales de la educación expresan su perplejidad ante el uso de “bandanas”, de
faldas largas o de guantes arbolados por dichas jóvenes.
Si el propósito de la ley era obstaculizar el comunitarismo o limitar las tensiones acerca de este
tema en la sociedad, el balance parece mitigado. La ostentación de una cultura musulmana
asumida no ha regresado; una generación de muchachas nacidas, educadas y socializadas en
Francia, -a las que se unen las convertidas- ha sucedido a la de sus padres, anclados en una
práctica religiosa discreta. Por otra parte, los resentimientos que la ley de 2004 ha podido
suscitar en una parte de la comunidad musulmana han abierto la vía a una serie de crispaciones
acerca de la visibilidad del velo islámico en la sociedad francesa.
Los peligros jurídicos de un exceso legislativo
Aunque los parlamentarios franceses se han esforzado por no situarse en el terreno religioso
sino en el del orden público, el voto de octubre de 2010 de la ley que prohíbe la disimulación
del rostro en el espacio público apuntaba de nuevo contra una práctica juzgada como islámica,
incompatible con el ethos de la sociedad democrática. Tras el caso de la guardería Babyloup
(desde 2009), la cuestión de la prohibición del uso del velo se ha planteado en las estructuras
privadas que reciben a los niños y a “personas vulnerables”. El debate se ha extendido a las
empresas privadas en general. Varios parlamentarios de convicciones políticas opuestas
hicieron propuestas sobre el tema. El Front National (n.t. el partido de ultraderecha francés) ha
propuesto incluso prohibir el uso del velo “en la calle”. El Alto Consejo a la Integración,
organismo ya desparecido, propuso en 2013 extender la ley de 2004 a la enseñanza superior.
Estas propuestas no han sido hasta ahora adoptadas.
Pero actualmente la situación de las madres de familia que usan el velo y que desean acompañar
las salidas escolares sigue sin ser clara. El ministro de Educación Nacional se opone a su
participación (circular del ministro Luc Châtel de 2012), mientras el Consejo de Estado, en un
estudio reciente, se ha mostrado más matizado. La jurisprudencia podría evolucionar todavía.
En los próximos años, la justicia tendrá probablemente que pronunciarse sobre el uso del velo
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en competencias deportistas, en contra del cual se han pronunciado ya las autoridades
deportistas francesas…
¿Una laicidad en contra de las mujeres?
Estas leyes, supuestamente capaces de emancipar a todas las mujeres, han desafortunadamente
transformado a las mujeres musulmanas en blancos, que se han vuelto, de acuerdo con las
asociaciones especializadas en la lucha en contra de la islamofobia, las primeras víctimas de
actos y palabras anti-musulmanes. Al defender la negativa de abrir la escuela pública a las
jóvenes con velo para intentar desatarlas de sus mentores, algunas feministas “republicanas”
terminaron por tener un discurso antifeminista. En las grandes ocasiones sobre la laicidad
(como para la Comisión Stasi de 2003), las jóvenes concernidas han sido muy poco o no han
sido escuchadas por los expertos, so pretexto que eran “militantes” o víctimas. Y el discurso
sobre la emancipación necesaria y voluntaria que la República debía a las “mujeres débiles”
musulmanas amenazadas por sus maridos, hermanos o padres con frecuencia recordó los
discursos paternalistas y machistas de los Republicanos de finales del siglo XIX que
cuestionaban las cualidades fisiológicas y morales de aquellas “mujeres débiles” bajo la
influencia de sus emociones histéricas y de sus curas. Debido a tales visiones paternalistas e
ideológicas, el discurso feminista republicano, dominante en los medios en Francia, se ha
inscrito a revés del feminismo anglosajón o del incipiente feminismo musulmán que preconizan
en primer lugar la libertad de las mujeres en sus elecciones de vida antes que una liberación
impuesta exteriormente por el Estado para los individuos. Discurso ideológico, y por lo tanto,
tan poco laico como posible, el feminismos republicano encarnado por Elisabeth Badinter sigue
reclamando una política coercitiva en contra de algunas mujeres en nombre de su libertad,
donde la laicidad preconiza el respeto y la libertad de expresión y de creencia para todos los
individuos considerados como adultos y responsables. Otras feministas, tan “históricas” como
Christine Delphy, consideran insoportable que se decida que la emancipación de las jóvenes
veladas pasan por su develamiento, y que cada quien es juez de las vías y modalidades de su
propia emancipación.
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La laicidad entre libertad de conciencia y libertad de pensar
Como vimos, la dialéctica entre una libertad de conciencia de tipo liberal y anglosajón y una
libertad de pensar emancipadora y republicana no ha desaparecida del paisaje ideológico
francés contemporáneo. Las mujeres han sido su blanco con demasiado frecuencia, en los siglos
XX y XXI. La figura estereotipada de la mujer musulmana con velo como prototipo de la
víctima ha sido popularizado por el gran debate político-mediático para ser luego
instrumentalizado por el discurso feminista republicano. Pero las actrices musulmanas
concernidas generalmente no son reconocidas en este discurso y han empezado a reaccionar,
reivindicando también la laicidad de Estado como garante de su libertad religiosa. Se entrevé
desde algunos años el surgimiento de un discurso feminista musulmán que tiene relaciones
menos pasionales con la laicidad y también, de forma paradójica, más secularizadas. La mayor
visibilidad de los musulmanes franceses en el escenario público parece estar en el origen de la
transformación conceptual que se lleva a cabo actualmente en el feminismo francés. Los
sucesivos casos del velo islámico francés y la reciente polémica sobre el uso del velo integral
han progresivamente islamizado los términos del debate. Este proceso permitió un doble
movimiento de recomposición de las fuerzas presentes: a la feminización de laicidad se opuso
un proceso de laicización del feminismo. Y los discursos tradicionales y con frecuencia
paternalistas a favor de la emancipación fueron competidos por discursos más universales a
favor de la libertad y de la igualdad.
En no menos de veinticinco años, el velo islámico se ha vuelto el símbolo de la presencia
duradera de creyentes musulmanes dentro de una sociedad cada vez más secularizada.
Entendida por una parte de la opinión como un signo de proselitismo, instrumentalizado en los
debates sobre el Islam o la inmigración, parece a veces reducir la reflexión sobre la laicidad a
discusiones sobre la “neutralidad de pertenencia” de los usuarios del espacio público. En esto,
los desgarros franceses acerca del velo islámico resultan poco audibles para los observadores
internacionales que subrayan la tensión entre respeto de la libertad de conciencia (y de culto) y
la prohibición de los signos religiosos en el espacio público francés. Las opiniones recientes
del Observatorio de la laicidad parecen deber temperar las cosas. Llama regularmente a
renunciar a la multiplicación de leyes de prohibición que amenazarían necesariamente a Francia
con una condena por la Corte Europa de Derechos Humanos por discriminación y violación
manifiesta a la garantía de la libertad religiosa en un Estado de derecho. La laicidad francesa es
un lindo proyecto que busca promover una mejor convivencia. Es el marco necesario a la vida
más armónica posible del pluralismo religioso e ideológico dentro de un Estado democrático.
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La laicidad no debe volverse una ideología de Estado en detrimento de las sensibilidades y de
las libertades individuales. Jamás lo ha estado en Francia, a pesar de lo que dicen en ocasiones
observadores exteriores mal informados. La práctica histórica de la laicidad francesa hizo
generalmente de la libertad la regla y de la prohibición la excepción. Si a veces las crispaciones
identitarias amenazan la aplicación plena y entera de dicha libertad, el arsenal jurídico nacional
e internacional que existe debe poder servir de garante eficaz a todas las regresiones acerca de
ella. La laicidad, debido a su popularidad misma, y a través los debates que ocasiona, se queda
como un logro de la República, un éxito político y societal francés. Se trata de seguir
profundizándola para hacerla más justa y equitativa para cada uno, incluso para los musulmanes
de Francia. A pesar de los innegables logros, la laicidad sigue siendo un verdadero desafío para
los años futuros.
Valentine Zuber, Escuela Práctica de Altos Estudios, París
(valentine.zuber@ephe.sorbonne.fr)
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